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En definitiva, podemos concluir que lo que nace con la filosofía griega no es la razón,
una razón presuntamente universal y suprahistórica, sino una determinada forma de
racionalidad.
polémicas deben dirimirse, hay que llegar a acuerdos para poder tomar decisiones
conjuntas. La política adopta entonces la forma de un agón, de un combate que se
desarrolla en el ágora. Así, se ha hablado de un traslado desde el agón guerrero
(tanto los jonios como los dorios son pueblos guerreros) hasta el agón político.
(En esta época aparecen los juegos olímpicos, que no son sino una forma de
combate pacífico).
religiones prometen la salvación en una vida más allá de la muerte. Además, en la cultura
griega tuvo una enorme importancia la mántica o adivinación; el principal centro
oracular es el santuario de Apolo en Delfos. Importa destacar este fenómeno de la
mántica, porque en él reside la idea de una “sabiduría oculta”, que es patrimonio divino
y sólo se revela a los hombres de manera enigmática.
4. LOS PRESOCRÁTICOS.
4.1. INTRODUCCIÓN.
El término “presocráticos” es convencional: algunos de los filósofos incluidos bajo
este nombre son contemporáneos o incluso posteriores a Sócrates (por ejemplo,
Demócrito). También es cuestionable la inclusión o exclusión de determinadas figuras
dentro de esta categoría. Los presocráticos no forman un grupo homogéneo, aunque hay
influencias y afinidades entre ellos. Estas afinidades son mayores dentro de cada tradición
presocrática. Todos los fragmentos de los presocráticos nos han llegado indirectamente,
a través de filósofos o doxógrafos (recogen puntos de vista filosóficos de otro autor)
posteriores que citan pasajes de sus obras o transmiten noticias acerca de ellas. Los
informadores más antiguos al respecto, en los cuales se basa la doxografía helenística,
son Platón y Aristóteles. Lógicamente, estos transmisores organizan e interpretan el
material de acuerdo con sus propios criterios, y en el contexto de sus propias teorías
filosóficas. Reconstruir una imagen del pensamiento presocrático independiente de
dichos criterios es, por tanto, una tarea difícil y controvertida.
Los presocráticos estudiaban los fenómenos naturales y el origen del universo (del
mitos al logos). Estaban agrupados en escuelas de pensamiento que consistían en grupos
de pensadores que discutían los mismos problemas y daban explicaciones similares.
Abarcan pensadores de distintas épocas que incluso ni llegaban a conocerse pero que
trabajaban las mismas cuestiones. La mayoría de estas escuelas eran materialistas excepto
los Pitagóricos y los Eleatas, es decir, planteaban que toda la realidad está constituida por
materia.
caos, pero los jonios pensaban que debía ser un único elemento material. Para
Anaximandro era lo que denominó Ápeiron (ἄπειρον) que etimológicamente significa α-
«no» y πεῖραρ «límite», es decir, lo que no tiene límite. Con ello introduce como
explicación un concepto abstracto, que escapa al campo de la experiencia. Este apeirón
es inmortal e indestructible, no engendrado e imperecedero, pero que de él se engendran
todas las cosas. Todo sale y todo vuelve al apeirón según un ciclo necesario. De él se
separan las sustancias opuestas entre sí en el mundo y, cuando prevalece la una sobre la
otra, se produce una reacción que restablece el equilibrio.
No se preguntaba qué eran las cosas, sino de dónde procedían, de que estaban hechas
y como se hacían. Para explicar la formación de las cosas propuso un proceso de
separación o diferenciación de contrarios. Dentro de esa masa confusa, agitada por un
movimiento eterno, se producen remolinos, que dan por resultado su separación en
porciones, en cada una de las cuales se forman otros tantos mundos esféricos y limitados.
Con esta contraposición entre los mundos limitados y el ilimitado (masa confusa) queda
definida la oposición entre finito e infinito que heredarán los siguientes presocráticos.
La primera separación fue de lo caliente y lo frio. El calor envolvió a frio, como una
corteza rodea a los árboles. Al principio la tierra (elemento frío) estaba totalmente
mezclada con el agua. Después se fue secando bajo la acción del calor hasta que se
formaron 4 círculos: Fuego (caliente), Aire (frío), Agua (húmedo) y Tierra (seca).
La Tierra se formó separándose del agua, bajo la acción secadora del Sol, quedando
como residuo la sal, que se deposita en el fondo del mar. Permanece flotando en el dentro
del cosmos gracias a las presiones que la oprimen por todas partes. Anaximandro le
atribuye un movimiento de rotación sobre su eje, explicando así los vientos. Atribuía los
terremotos a las corrientes de aire producidas por la acción desecadora del Sol que
penetraban en las concavidades de la Tierra, y que al agitarse la hacen estremecer.
Existen a la vez infinitos mundos, esféricos, cerrados sobre si mismos e
independientes unos de otros que se originan por los remolinos formados por el
movimiento eterno de la masa indeterminada. Esos mundos nacen y se destruyen
periódicamente, en ciclos fijos, pagando así la pena de la injusticia que supone su
desprendimiento de la masa indeterminada. La justicia cósmica se restablece mediante su
reabsorción periódica de la materia primordial. Toda la realidad está presidida por una
ley cósmica necesaria, que tiende a restablecer la igualdad entre los contrarios. La
reparación de todos los desequilibrios y el restablecimiento de la igualdad cósmica se
verifica mediante la ley cíclica que preside el nacimiento y la destrucción de los seres y
que hace retornar todas las cosas a su primer principio.
pero para Zenón, eso pone de manifiesto las contradicciones que implica querer concebir
las magnitudes compuestas por un número infinito de partículas indivisibles. Adopta
entonces el procedimiento de la reducción al absurdo de las propias premisas de sus
adversarios.
o con los ojos, pero tampoco únicamente con la inteligencia, sino con ambas cosas a la
vez. Todos los sentidos merecen el mismo crédito.
4.6.2. ANAXÁGORAS DE CLAZOMENE (510-428 a.C.).
Fue el primer filósofo en abrir una escuela en Atenas, muy frecuentada por la
aristocracia. Anaxágoras parte igualmente del postulado de Parménides: ninguna cosa
nace ni muere; lo que llamamos generación y destrucción no son sino procesos de
composición y división. A los elementos de los que se componen las cosas Anaxágoras
los llama “semillas”, término que Aristóteles traduce por el de “homeomerías”. Estas
semillas son determinaciones cualitativas; cada una de ellas posee una concreta cualidad,
que se mantiene siempre invariable. Dichas semillas son infinitas en número e
infinitamente diversas. Son eternas, no engendradas e inmutables. Además, son
infinitamente divisibles.
En cada realidad hay una pequeña proporción de todas las semillas que existen, de
modo que “todo está en todo”, en cada cosa hay una parte de todas las cosas. Lo que hace
que algo sea lo que es, y no otra cosa, es el predominio de un tipo de semilla y no de otra.
Al principio estas semillas constituían una masa informe, de modo que nada se
distinguía de nada. Esta masa caótica fue ordenada por una inteligencia (noûs) de carácter
divino. La inteligencia puso dicha masa en un movimiento de rotación, el cual produjo su
progresiva separación en múltiples realidades diferenciadas. A diferencia del resto de las
cosas, esta inteligencia es autónoma y se encuentra separada de todo.
Para Anaxágoras, la formación del mundo es un proceso único e irrepetible. Partiendo
de un caos originario, la inteligencia (noûs) ordena la materia y el movimiento del
universo con arreglo a unos fines previamente fijados. Nos hallamos, por tanto, ante el
primer ejemplo de explicación teleológica de la naturaleza (un tipo explicación que será
dominante en la cosmología antigua y medieval).
elemento positivo del Ser. Pero a la vez los atomistas admiten otro elemento negativo (el
vacío o No-Ser), también real, que desempeña la función de disgregar el Ser, separando
los átomos entre sí, y de hacer posible el movimiento. El vacío, mezclado con los átomos,
en mayor o menor proporción, es la causa de las diversas cualidades.
El alma es material. Está compuesta por átomos materiales, esféricos, de fuego, muy
sutiles y móviles. Es el principio de la vida y del movimiento en los animales y en los
hombres. Se alimenta por la respiración de los átomos de fuego esparcidos en el aire. La
muerte sobreviene cunado la cantidad de átomos inspirados es inferior a la de los
expelidos. Entonces el alma se disgrega y desaparece.