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Eloino Nácar Fuster

Biografía

Nácar Fuster, Eloíno. Alba de Tormes (Salamanca), c. 1870 – Madrid, 10.VI.1948. Sacerdote
diocesano y canónigo lectoral de la Santa Iglesia Basílica Catedral de Salamanca.

Ingresó en el Seminario Conciliar Central de Salamanca. De 1880 a 1894 cursó estudios de


Humanidades (estudios secundarios): Geografía, Historia de España, Historia Universal, Aritmética
y Álgebra, Geometría y Trigonometría, Física y Química, Agricultura, Historia Natural, Retórica y
Poética, tres cursos de Lengua Latina; posteriormente, “tres cursos de Filosofía, cuatro de Teología
Dogmática, dos de Teología Moral, dos de Historia Eclesiástica, dos de Lenguas Hebrea, dos de
Sagrada Escritura, dos de Patrología y Oratoria Sagrada y dos de Derecho Canónico”. Sus
calificaciones fueron meritissimus (sobresaliente- matrícula de honor) en todas las materias, a
excepción de la Aritmética y la Lengua Hebrea en el primer curso, en las que
obtuvo benemeritus (notable). En 1893 y 1894 se le otorgaron, nemine discrepante, en el mismo
Seminario Central Salmantino, los grados de bachiller y licenciado en Derecho Canónico y los de
bachiller, licenciado y doctor en Sagrada Escritura.

En 1893 recibió el orden de presbiterado y en enero del año siguiente fue nombrado “capellán del
Protectorado de Industriales” de Salamanca. De abril de 1894 a julio de 1985, como becario de los
Colegios Mayores de la Universidad de Salamanca “pasó con pensión a la ciudad de Roma” para
estudiar los monumentos egipcios y asirios en sus relaciones con las Sagradas Escrituras. A su
regreso, presentó una memoria a la Junta de Colegios. En julio de 1895 fue nombrado capellán del
Monasterio de religiosas cistercienses de Salamanca (vulgo “Bernardas”) y en octubre del mismo
año, profesor de Lengua Hebrea del Colegio de Estudios Superiores de Calatrava. “Fue elegido
Lectoral vía oposiciones”, el 14 de octubre de 1905 y tomo posesión de dicha prebenda el 20 del
mismo mes.

Le tocó vivir el ambiente de renovación intelectual y de investigación creado por el obispo


salmantino conocido como “Padre Cámara” (el riojano y agustino fray Tomás de Cámara y Castro),
que le condujeron por los derroteros de la lingüística, en los niveles que entonces había alcanzado,
y le permitieron desarrollar dotes para el aprendizaje y dominar el alemán y el hebreo en unos
meses, la coiné (griego helenístico) y conocer otras lenguas orientales, como el arameo.

Por ello, Eloíno Nácar fue candidato para la Cátedra de Lengua Hebrea Avanzada y de Literatura
Hebrea en el Colegio Superior de Calatrava, concebido por el padre Cámara como Colegio Superior
Postgrado, para enlazar con las asignaturas de las Facultades erigidas canónicamente, los estudios
bíblicos y de lenguas orientales para cuantos deseen cultivarlas con mayor amplitud (circular sobre
los estudios, de 14 de julio de 1897). De 1896 a 1900 desempeñó además las Cátedras de Sagrada
Escritura y, durante varios años, las de Egiptología y Asiriología Bíblicas. Para perfeccionar su
conocimiento del francés, fue enviado a Francia, residiendo en la ciudad de Angulema. Cuando el
plan de enseñanza fue reformado por la Sagrada Congregación de Estudios, al constituirse el
Claustro de Doctores de la Facultad de Teología, fue miembro de dicho claustro y nombrado
profesor de Hebreo en el Instituto Pontificio. Asistió en 1904 al Congreso Científico de los Católicos
en Múnich. Por su sólida formación, se le encomendó la censura de algunos libros y fue nombrado
juez para la renovación de las licencias ministeriales y examen de los ordenandos.

Pese a su valía, llegado el momento de la restauración de la Universidad Pontificia en 1940, el obispo


de Salamanca y gran canciller, Pla y Deniel, no contó con él entre los profesores. La razón estaba en
la discrepancia del concepto de universidad. Eloíno Nácar quería una universidad integradora de
ciencias eclesiásticas y civiles, al estilo de Lovaina. En esta línea iba el discurso del ministro de
Educación Ibáñez Martín, que estaba dispuesto, cumpliendo los deseos de Franco, a dar 20.000.000
de pesetas a tal fin, pensando incluso en una integración de la Universidad Literaria y la Universidad
Pontificia. Por su parte, el obispo salmantino quería una universidad estrictamente eclesiástica. Por
eso, cuando el ministro le preguntó cuánto dinero necesitaba, le respondió que 2.000.000, y eso
obtuvo.

Su ascendencia judía llevó a Nácar a viajar en busca de sus raíces a Tierra Santa, donde convivió con
los rabinos y se instruyó en sus tradiciones, cantando con ellos los salmos en la lengua y música
‘tradicional’ hebrea, costumbre que siguió practicando en Salamanca. Obtuvo así una especial
sensibilidad hacia la música y armonía de la lírica hebrea, que dio su fruto en una traducción de los
salmos en verso endecasílabo castellano.

Su actividad docente se complementó con la edición de manuales —como el de Literatura


Hebrea para uso de sus alumnos, hoy perdido—, de los que sólo se tiene conocimiento por tradición
oral; y una Gramática Hebrea, por expreso encargo del padre Cámara escrita para el aprendizaje del
hebreo, en curso de publicación en 1905, como atestigua el obispo salmantino Francisco Javier
Valdés y Noriega en las “Letras Testimoniales” dadas a favor de don Eloíno, el 26 de abril del mismo
año.

En un ambiente rico en diversidad de mentalidades de la Salamanca decimonónica y de los inicios


del siglo XX, fue célebre su enfrentamiento público con Miguel de Unamuno, a quien Eloíno Nácar
espetó: “Sé más griego que usted y, desde luego, mucho más hebreo y arameo”. En aquel foro de
ideas sociopolíticas y controversias, numerosas publicaciones periódicas, creadas o alentadas por el
agustino padre Cámara en un ambiente de ‘guerra de ideas’, un grupo de sacerdotes bien formados
y polemistas, que lideró Eloíno Nácar, se situó equilibradamente entre los fundamentalismos de
derechas y de los liberales, dejando claras su teorías religiosas, filosóficas y sociales en su obra.

Su personalidad ha propiciado el surgimiento en torno a Eloíno de un variado mitologema,


relacionado con la apariencia estética personal y sus aficiones a las ciencias experimentales. Se
cuenta que logró construir un automóvil con piezas de chatarra, que, según se dice, fue el primer
coche que corrió por las calles de Salamanca; también consiguió crear una máquina para fotografiar
las cuatro ángulos de la Plaza Mayor —máquina destruida y fotos perdidas—, pues fue concebida
más como un reto a su inteligencia que como invento y, menos aún, como negocio; que para el
Seminario Diocesano trajo de Alemania una primitiva máquina de cine, de la que se dice también
que fue la primera en Salamanca. Pero también se interesó por la música: el maestro García Bernalt
cuenta que se empeñó en saber música, acudiendo los sábados a su casa para recibir clases de
Música, Armonía y Contrapunto. Se interesó también por la botánica y la ecología: vivía en las
entonces afueras de Salamanca, en la calle Vergara, en una casa con su huerto, donde ponía en
práctica los conocimientos teóricos aprendidos en la asignatura de Agricultura.
Pasó los últimos días de su vida en la residencia de la Mutual del Clero (Madrid), donde falleció. Su
aislamiento de algunos sectores jerárquicos de la Iglesia dio pie para una incierta leyenda negra
acerca de su alejamiento de la fe en sus últimos días.

Pero la magna obra de Eloíno Nácar, en colaboración con el dominico padre Alberto Colunga, es
la Sagrada Biblia. La idea de la traducción fue fruto de la unión de los trabajos de dos grandes
especialistas. El padre Colunga tenía traducido el Nuevo Testamento y esperaba la ocasión de
publicarlos. Eloíno, despechado por la actitud del obispo Pla y Deniel, de quien llegó a decir que
“tenía por corazón el Código de Derecho Canónico”, y, para demostrarle su valía, puesto al habla
con Colunga, también relegado, en décadas anteriores, a Salamanca desde Roma, por sus ideas
avanzadas, le sugirió una traducción conjunta de la Biblia. Fue la primera traducción española
directamente de las lenguas originales hebreo, griego y arameo, que gozó, y aún goza, de singular
prestigio, por su lenguaje preciso y castizo, por sus introducciones y comentarios concisos y
ajustados, a la vanguardia entonces de la exégesis. Una pulcra edición en la Biblioteca de Autores
Cristianos (BAC) tuvo una gran aceptación y acogida por su formato y manejabilidad. Su éxito
editorial sin precedentes lo avalan sus múltiples ediciones. Destaca la versión de los Libros
Sapienciales, que se deben a Eloíno, cuya prosa es modelo de pulcritud estilística, a la clásica usanza
y lígrimo decir.

Obras de ~: “Reseña de las reuniones del Congreso Científico Internacional de los Católicos”, en La
Ciudad de Dios, Munich, 1904; Los salmos y los proverbios en verso castellano, trad. de ~, versificada
en endecasílabos, Madrid, M. Aguilar Editor, 1944 (col. Crisol, n.º 62); con A. Colunga, La Sagrada
Biblia, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1950; Gramática Hebrea (desapar.); Epítome de
Literatura Hebrea Bíblica, en sus textos originales (desapar.); varias traducciones de obras latinas y
alemanas (desapar.).

Fuentes y bibl.: Informaciones aportadas por: Miguel González, Juan Rodríguez, Juan Polo, Daniel
Sánchez, Dionisio Parra y el padre Maximiliano García Cordero; conferencia pronunciada en Alba de
Tormes por el doctor Maximiliano García Cordero O.P. (inéd.).

M. García Cordero, “Reseña Necrológica, D. Eloíno”, en Estudios Bíblicos (1948); M. Sánchez


Rodríguez, “Algunos datos sobre su labor docente”, en La Obra Social del P. Cámara, en El P. Cámara
y Salamanca, El Escorial, Cabildo Catedral de Salamanca y PP. Agustinos de El Escorial, Caja Duero,
2005.

Marciano Sánchez Rodríguez


Alberto Colunga Cueto

Biografía

Colunga Cueto, Alberto. Noreña (Asturias), 27.XI.1879 – Caleruega (Burgos), 27.IV.1962. Teólogo
dominico (OP), tratadista, exégeta.

El 17 de septiembre de 1895 ingresa en el noviciado de los Dominicos en el convento de San Juan


Bautista de Corias (Cangas de Narcea, Principado de Asturias); al año siguiente emite su primera
profesión religiosa e inicia en el mismo convento los estudios de Filosofía requeridos entonces en la
Orden de Santo Domingo (1896-1900); en Salamanca cursa los de Teología (1900-1905). Es
ordenado sacerdote el 19 de diciembre de 1903, dos años más tarde termina los estudios teológicos
y obtiene el grado de lector.

Se especializa en estudios bíblicos en la Escuela Bíblica de Jerusalén (1905-1907), recién fundada


por el padre M. J. Lagrange, y en Roma obtiene el grado de Prolita en Sagrada Escritura, extendido
por la Pontificia Comisión Bíblica.
Vuelto a España, su primer destino es el convento de San Juan Bautista de Corias (1907-1912) donde
enseña hebreo, griego, francés y filosofía. Durante los dos últimos años de su estancia en este
convento desempeñó el cargo de prior. En 1912, el maestro general lo llama a Roma como profesor
del Colegio Internacional Angelicum. Durante su estancia en este centro (1912-1920) enseña
exégesis del Antiguo Testamento e Introducción General a la Sagrada Escritura. Los estudios bíblicos
estaban entonces polarizados en la llamada Cuestión Bíblica (enfrentamiento Biblia e Historia, con
el consiguiente cuestionamiento de los datos históricos bíblicos), y los exegetas divididos entre la
llamada escuela Estrecha y Escuela Amplia. Alberto Colunga pertenece al segundo grupo y trabaja
por fijar las bases teológicas que permitieran la superación del enfrentamiento entre la Biblia y la
Historia. Con esta finalidad elabora en latín una Introducción Teológica- Histórica a toda la Sagrada
Escritura (Roma, 1919).

M. J. Lagrange, que conoció las pruebas de imprenta de esta obra, expresaba en carta al autor su
admiración por la madurez de la misma a pesar de la juventud del autor; sin embargo, cuando estaba
ya en galeradas de imprenta se le retira definitivamente el Nihil Obstat de los Censores. Colunga
introducía la necesidad del método histórico-crítico, aunque sin nombrarlo, para la recta
comprensión de “la verdad” de la Biblia (no usará nunca en esta obra la expresión tan recurrente
entonces y en años posteriores de inerrancia bíblica).

Fundamenta su doctrina en el carácter divino-humano de la Sagrada Escritura, siguiendo la doctrina


de Santo Tomás de Aquino sobre la naturaleza y la gracia y sobre las cuestiones de este doctor
relativas a la profecía.

Planteamientos asumidos con posterioridad en la exégesis y teología bíblica fueron los mayores
escollos para la aprobación de esta obra. Una aportación original de Alberto Colunga fue lo que él
llamaba “el sentido evangélico” del Antiguo Testamento, que sería aquél con el que Cristo y los
apóstoles habían interpretado los textos bíblicos veterotestamentarios. Como consecuencia de la
“azarosa historia” en torno a la publicación de su Introducción, Colunga tendrá que someter durante
varios años sus trabajos exegéticos a un examen previo antes de ser publicados.

Los problemas encontrados para la edición de su Introducción y la necesidad de profesorado en


el Estudio General de los Dominicos en Salamanca son la razón del destino de Alberto Colunga a la
ciudad del Tormes. Aquí permanecerá hasta la jubilación de la docencia (1920-1957). Enseña en el
centro teológico de San Esteban (1920-1957) y en la Universidad Pontificia de Salamanca (1940-
1957). Durante este período fue uno de los fundadores de la Asociación para el Fomento de los
Estudios Bíblicos (Afebe) y participante asiduo en las Semanas Bíblicas. En 1944 edita con D. Eloíno
Nácar la Sagrada Biblia, primera versión al español de la Biblia desde las lenguas originales (la
conocida Biblia Nácar-Colunga de la Biblioteca de Autores Cristianos). En 1946, en colaboración con
Lorenzo Turrado, ofrece una edición de la Vulgata Latina. Superada las desconfianzas sobre su
ortodoxia, es nombrado consultor de la Comisión Bíblica en 1945. Figurará muchas veces entre los
moderadores del Estudio General de San Esteban y ejercerá en varias ocasiones el cargo de prior y
subprior de su convento.

“Fue siempre un hombre de mucho estudio, y grandemente dinámico y original, para proponer
cuestiones, para escribir artículos científicos, para abrir nuevos caminos en las ciencias del
espíritu.... Era de carácter abierto, comunicativo e inquieto por haber algo de provecho, y asimismo
de valor permanente, para las futuras generaciones. Entusiasta, nunca su ánimo se venía abajo, y
ese entusiasmo lo comunicaba a los demás”, R. Hernández, “El P. Alberto Colunga. Datos y
documentos para su historia”, en Servidor de la Palabra, Salamanca, 1979, página 26.

Aunque su campo de estudio fue siempre la exégesis y teología bíblica, se interesó y escribió
también sobre temas de espiritualidad, de mariología y de ecumenismo.

Es reconocido como pionero de los estudios bíblicos en España. Su obra literaria es amplísima y se
caracteriza desde el principio por una orientación teológica, centrada fundamentalmente en la
naturaleza de la Sagrada Escritura, el sentido histórico de los textos bíblicos y la hermenéutica
bíblica. La publicación de sus artículos ocupa amplias páginas en varias revistas teológicas, entre
otras, Ciencia Tomista, Revista Española de Estudios Bíblicos, Estudios Bíblicos, Actas de las Semanas
Bíblicas Españolas y Salmanticensis. Una recensión completa de sus trabajos se puede consultar en
A. Gutiérrez, “Elenco bibliográfico de los escritos del P. Alberto Colunga”, en Servidor de la
Palabra, Salamanca, 1979, páginas 13-23.

Su último destino, ya entrado en años, fue en 1957 al convento de Santo Domingo en Caleruega
(Burgos), donde su Orden tenía a la sazón una casa de noviciado.

Obras de ~: “Sentidos de las profecías”, en Ciencia Tomista (CT) 2 (1910-1911), págs. 368-376; 3
(1911), págs. 29-45; “Los sentidos de la Escritura y las leyes de la Hermenéutica”, en CT, 2 (1910-
1911), págs. 226-240; “Naturaleza de la Escritura. La gracia y la verdad divina en el hombre”, en CT, 7
(1913), págs. 5-28; “Crisis de la crítica del Pentateuco”, en CT, 8 (1913- 1914), págs. 353-371; “El
Cardenal Cayetano y los problemas de introducción bíblica”, en CT, 18 (1918), págs. 21-32 y 169-
175; 20 (1919), págs. 43-50; “La obra de los seis días (Gén 1, 1 - 2, 4)”, en CT, 19 (1919), págs. 21-33
y 273-282; Introductio Theologico-Historica in Sacram Scripturam universam, Romae, 1919 (obra
inédita. En la biblioteca del convento de San Esteban de Salamanca se conservan las galeradas de
imprenta encuadernadas); “El método histórico en el estudio de la Sagrada Escritura, según Santo
Tomás”, en CT, 35 (1927), págs. 30-51; “Las promesas mesiánicas del Génesis”, en Revista Española
de Estudios Bíblicos (REEB), 2 (1927), págs. 9-31; “Algunos principios exegéticos de S. Agustín”,
en Estudios Bíblicos (EB), 1 (1929), págs. 101-112. “La Armonía del Antiguo y Nuevo Testamento
según S. Agustín”, en EB, 2 (1930), págs. 186-199 y 249-263; “La inspiración divina en la S. Escritura”,
en CT, 42 (1930), págs. 58-77; “El autor de la Biblia y la Ciencia”, en CT, 43 (1931), págs. 145-
168; Sagrada Biblia, versión directa de los textos originales (en colaboración con E. Nácar), Madrid,
1944; “La Encíclica ‘Divino afflante Spiritu’ de S. S. Pío XII sobre la Sagrada Escritura”, en CT, 66
(1944), págs. 125-150; “Los géneros literarios de la S. Escritura. La exégesis de los Apóstoles”,
en CT, 68 (1945), págs. 323-361; 70 (1946), págs. 4-36; Biblia Sacra iuxta Vulgatam Clementinam (en
colaboración con L. Turrado), Madrid, 1946; “Clemente Alejandrino, escriturario”, en Helmántica, 1
(1950), págs. 453-471; “Tratado de la Creación corpórea”, en Suma Teológica de Santo Tomás de
Aquino (1, qq. 65-74), t. III, págs. 715-943, Madrid, Espasa Calpe, 1950; “El estudio científico e
íntegro de la Escritura”, en XIII Semana Bíblica Española, 24-29 de septiembre de 1952 (Madrid,
1953), págs. 287-299; “Tratado de la Profecía”, en Suma Teológica de Santo Tomás de Aquino (2-2,
qq. 171-178), t. X, págs. 449-576, Madrid, Espasa Calpe, 1955; “Tratado de la Ley Antigua”, en Suma
Teológica de Santo Tomás de Aquino (1-2, qq. 98-108), t. VI, págs. 205-580, Madrid, Espasa Calpe,
1956; “El Pentateuco”, en ~ con M. García Cordero, Biblia Comentada, Madrid, Editorial Católica,
1960.
Bibl.: M. García Cordero, “P. Maestro Alberto Colunga, OP”, en Estudios Bíblicos (EB), 21 (1962),
págs. 190-194; L. Turrado, “In memoriam. Rvdo. P. Alberto Colunga”, en Salmanticensis, 9 (1962),
págs. 241-242; J. Salguero, “El sentido ‘evangélico’ del M. R. P. Alerto Colunga, OP”,
en Angelicum, 42 (1965), págs. 299-317; R. Hernández, “Colunga, Alberto, OP”, en Q. Aldea
Vaquero, T. Marín Martínez y J. Vives Gatell (dirs.), Diccionario de Historia Eclesiástica de España, t.
I, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Enrique Flórez, 1972, col. 469s.;
Anónimo, “Colunga, Fr. Alberto”, en Gran Enciclopedia Asturiana, t. V, Gijón, Silverio Cañada, 1970,
pág. 73bc.; J. Salguero, “Colunga, Alberto”, en VV. AA., Gran Enciclopedia Rialp (GER), t. VI, Madrid,
Rialp, 1972, págs. 44b-45.ª; “El P. Colunga, exegeta y teólogo”, en CT, 99 (1972), págs. 563- 610; S.
Velasco, “El P. Fr. Alberto Colunga, O.P. 1879-1962”, en Vida Sobrenatural, 52 (1972), págs. 430-
440; A. Gutiérrez, “Elenco bibliográfico de los escritos del P. Alberto Colunga”, en Servidor de la
Palabra, Salamanca, Ediciones San Esteban, 1979, págs. 13-23; R. Hernández, “El P. Alberto Colunga.
Datos y documentos para su historia”, en Servidor de la Palabra, Salamanca, San Esteban, 1979,
págs. 25-92; B. Celada, “Recuerdos personales para una semblanza del P. Alberto Colunga”,
en Servidor de la Palabra, Salamanca, San Esteban, 1979, págs. 93-111; R. de Luis Carballada,
“Alberto Colunga. El P. Colunga y la ciencia bíblica”, en Dominicos que dejaron huella, Madrid,
Edivesa, 2000, págs. 197-208.

Eliseo Rodríguez Gutiérrez, OP

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