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• La Corona
1) LOS PODERES DEL ESTADO: NOCIONES GENERALES.
ANTECEDENTES.
Desde un punto de vista doctrinal la teorización sobre la división de poderes fue iniciada por
Locke si bien la popularidad de la misma es debida a Monstesquieu y a su inclusión en su obra
“De l'esprit des loix” (El Espíritu de las Leyes) (1748) donde se formula la diferenciación entre
los tres poderes clásicos: el legislativo, el ejecutivo y el judicial.
Todo ello ha de ser entendido como el deseo de evitar la concentración del poder que era
asociado al Antiguo Régimen.
El artículo 1.2 de la Constitución española de 1978 afirma que la “La soberanía nacional reside
en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado”.
• LEGISLATIVO
• EJECUTIVO
• JUDICIAL
A modo de resumen expondremos a continuación algunas pinceladas sobre cada uno de los
poderes del Estado, ya que los mismos son desarrollados en los temas siguientes.
1.1) El Poder legislativo: Cortes Generales.
1.1.1) Introducción.
El Art 66.2 CE afirma que las Cortes Generales ejercen la potestad legislativa del Estado,
aprueban sus Presupuestos, controlan la acción del Gobierno y tienen las demás competencias
que les atribuya la Constitución, abriendo de esta manera el Título III que dedica a las Cortes
Generales y con ello al Poder Legislativo.
La Constitución ha querido dejar claro desde el primer momento (Preámbulo y art. 1.2) que la
soberanía reside en un solo titular: el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado.
Como ha señalado el propio Tribunal Constitucional, las Cortes Generales "...en su doble
condición de representantes del pueblo español (art. 66.1 CE), en quien reside la soberanía
(art.1.2 CE) y de titulares de la potestad legislativa (art. 66.2 CE) hacen realidad el principio de
toda democracia representativa, a saber, que los sujetos a las normas sean, por vía de la
representación parlamentaria, los autores de las normas, o dicho de otro modo, que los
ciudadanos sean actores y autores del ordenamiento jurídico" (STC 241/1990 de 15 de
febrero).
1.1.3) El bicameralismo.
Las Cortes Generales están compuestas por dos Cámaras:
• Congreso de los Diputados (Cámara Baja) y
• Senado (Cámara Alta).
La opción constitucional por un Parlamento bicameral se puede explicar por varias razones:
En segundo lugar, las propias Cámaras Constituyentes nacidas al amparo de la Ley para la
Reforma Política de 4 de enero de 1977 eran de estructura bicameral.
En tercer término, el sistema bicameral se atisbaba como una fórmula posible para dar
solución a sistemas de representación complementarios al puramente poblacional. En este
sentido es especialmente reveladora la afirmación del art. 69.1 CE según la cual el Senado es la
Cámara de representación territorial.
Esta determinación competencial está condicionada por la forma política adoptada por un
Estado. España, al optar en su art. 1.3 CE por una Monarquía parlamentaria articula un juego
de poderes en el que, con independencia del respeto y separación mutua, éstos se encuentran
mucho más imbricados que lo que sucedería de haber elegido un modelo presidencial.
FUNCIÓN LEGISLATIVA.
No es casual que en el orden de funciones la primera sea la potestad legislativa del Estado. No
en vano es clásica la equivalencia entre Parlamento y Poder Legislativo. Potestad que se ejerce
en los términos del Título III de la Constitución y del Reglamento del Congreso de los
Diputados y del Senado.
Aun así, frente al carácter amplio de la potestad legislativa de las Cámaras que sólo encuentra
su límite en la propia Constitución, el Gobierno tiene atribuida su competencia en el marco de
condiciones limitadas y sometidas, en todo caso, a una ulterior convalidación del Congreso de
los Diputados.
Aquí entra en juego todo el sistema de relaciones internormativas entre el derecho del Estado
y el de las Comunidades Autónomas. En todo caso ello no implica la superioridad jerárquica de
un ordenamiento sobre otro sino la necesidad de perfilar el sistema competencial que
determinará, en última instancia, la capacidad del Estado o de la Comunidad Autónoma para el
ejercicio de la potestad legislativa. Y eso siempre que no tenga que acudir de manera
coordinada y concurrente al ejercicio de esta potestad (p. ej. en el caso de los Estatutos de
Autonomía).
FUNCIÓN PRESUPUESTARIA.
Por ello, nuestra Constitución atribuye a las Cortes Generales la competencia de aprobar los
Presupuestos. Es evidente que éstos tienen una naturaleza claramente legislativa y tienen
fuerza de ley.
FUNCIÓN DE CONTROL.
Controlar la acción del Gobierno es una atribución competencial directamente derivada del
carácter de régimen parlamentario consagrado en nuestra Constitución (art. 1.3 CE). El
Gobierno nace, en última instancia, de la confianza del Congreso de los Diputados (art. 99 CE) y
debe de mantener esta confianza durante el ejercicio de su función.
Esta relación de confianza no se detiene en la investidura del Presidente del Gobierno sino que
permite y justifica que el Parlamento vigile y controle la acción del ejecutivo toda vez que éste
responde solidariamente en su gestión política ante el Congreso de los Diputados (art. 108 CE).
Una vez perfiladas las funciones "típicas" o clásicas, el texto constitucional utiliza una fórmula
prudente de cierre al señalar que corresponden a las Cortes Generales "las demás
competencias que les atribuya la Constitución" (art. 66.2).
Bajo esta determinación genérica se pueden englobar funciones importantes que la propia
Constitución residencia en las Cámaras. A modo de ejemplo se pueden señalar las relacionadas
con la reforma constitucional (arts. 167 a 169) las de designación o propuesta de miembros de
otros órganos constitucionales (art. 122.2, art. 159) o de relevancia constitucional (art. 54); o
todas aquellas competencias relacionadas con la Corona (arts. 57.3; 57,4; 59.2; 59.3; 60.1; 61.1
y 61.2).
En todo caso, el Tribunal Constitucional ha venido a vincularla (al igual que la inviolabilidad
individual) a la función que cumple al considerarla "como condición necesaria que es para
asegurar la plena independencia en la actuación de uno y otros".
Visto así cobra sentido el enfoque de algunos autores que sitúan la inviolabilidad como una
garantía institucional (garantía de las garantías) del propio Parlamento y de su continuidad
frente a los demás poderes.
La inviolabilidad vendría a ser así un manto protector global necesario para el correcto
ejercicio de tan importantes funciones constitucionales.
1.2) El Poder Ejecutivo: Gobierno.
1.2.1) Introducción.
Con el artículo 97 de la Constitución da comienzo el Título IV, que, bajo el epígrafe "Del
Gobierno y de la Administración", la Constitución dedica a la configuración del Poder Ejecutivo.
El citado artículo 97, aún sin definirlo, se refiere a la naturaleza de este segundo poder del
Estado, en cuanto que, como dice Garrido Falla, da respuesta implícita a la situación
constitucional del Poder Ejecutivo, y, de forma explícita, a la cuestión, de amplio alcance, de
las relaciones Gobierno-Administración.
La Constitución de 1812, aparte de atribuir a las Cortes -con el Rey- "la potestad de hacer las
leyes" (art. 15) y a los Tribunales la de "aplicar las leyes en las causas civiles y criminales" (art.
242), produce, en lo fundamental, una absoluta identificación del Rey con el Poder Ejecutivo,
tal y como se desprende de los artículos 16 y 170:
"La potestad de hacer ejecutar las leyes reside exclusivamente en el Rey, y su autoridad se
extiende a todo cuando conduce a la conservación del orden público en lo interior y a la
seguridad del Estado en lo exterior, conforme a la Constitución y a las leyes."
Hasta aquí, pues, la identificación del Poder Ejecutivo con el Rey que está en la base de la
organización estatal, como también lo está la creencia de que el Ejecutivo sigue siendo el
"poder nuclear" o residual. Ello explica que el texto del artículo 172 de la Constitución de 1812,
ya citado, enumere doce "restricciones de la autoridad del Rey", que son correlativas garantías
de los derechos ciudadanos. Y explica, asimismo, que ningún precepto constitucional se refiera
al Gobierno y sus competencias; pues, en definitiva, éste no es sino el instrumento a través del
cual el Rey ejerce sus atribuciones.
El cambio se produce con la Constitución republicana de 1931, que configura como órganos
diferentes y separados al Presidente de la República (art. 67) y al Gobierno. Aquél se concibe
como Jefe del Estado, por encima, teóricamente, de los tres clásicos poderes, y prácticamente
sin el Poder Ejecutivo, que se atribuye, en cambio, al Gobierno, constituido, según el artículo
86, por el Presidente del Consejo y los Ministros.
Esta concepción es la que acoge nuestra actual Constitución, que atribuye al Rey la Jefatura del
Estado (art. 56), y dedica todo un Título (el Título II) a la Corona; mientras que los Títulos IV y V
se refieren, respectivamente, al Gobierno -en el que reside, según estamos viendo que declara
el artículo 97, la función ejecutiva- y a la Administración el Título IV; y a las relaciones del
Gobierno con las Cortes Generales, es decir, con el Poder Legislativo -como es propio de un
régimen parlamentario- el Título V.
1.2.3) El Gobierno y la Administración.
Resulta obvio que Gobierno y Administración son dos órganos distintos, aunque
estrechamente vinculados, según se desprende de la rúbrica del Título IV de la Constitución.
Tal impresión se refuerza por los artículos 98 (composición del Gobierno) y 103 CE (Remisión a
la Ley para la de la Administración).
Y, en efecto, distintas leyes regulan, además, uno y otro órgano: la Ley 50/1997, de 27 de
noviembre, del Gobierno, y la Ley 40/2015, de 1 de octubre, de Régimen Jurídico del Sector
Público.
En primer término, porque desde un punto de vista orgánico, se produce una cierta
identificación entre el Gobierno y los altos cargos de la Administración, que son Ministros,
Secretarios de Estado, Subsecretarios y Secretarios Generales con rango de Subsecretario. El
Gobierno y sus componentes constituyen, pues, el vértice de la pirámide administrativa.
Por otro lado, desde un punto de vista funcional, también el Gobierno -y no sólo la
Administración- produce actos administrativos, y se encuentra sometido, por tanto, en cuanto
a éstos, a la revisión de la jurisdicción contencioso-administrativa.
En cuanto a la vieja cuestión de los "actos políticos del Gobierno", (que el maestro Posada
definía como "actos de poder encaminados a la dirección política del Estado"), exentos de
control jurisdiccional a la luz del artículo 2 de la Ley de la Jurisdicción contencioso-
administrativa de 1956, queda resuelta por el artículo 3 de la actual Ley 29/1998, de 13 de
julio, reguladora de la Jurisdicción contencioso-administrativa, que incluye en el ámbito de la
Jurisdicción contencioso- administrativa la protección de los derechos fundamentales, los
elementos reglados y la determinación de las indemnizaciones que sean procedentes en
relación con los actos del Gobierno o Consejos de Gobierno de las Comunidades Autónomas,
cualquiera que sea la naturaleza de esos actos.
La Administración se ha convertido hoy en el eje central del Poder Ejecutivo, habiendo incluso
eclipsado al Gobierno, de modo que hoy es forzoso replantearse el esquema de relaciones
entre ambos, que, como acertó a decir Garrido Falla, deben responder al principio de
"neutralidad política de la Administración y neutralidad administrativa del Gobierno".
Para zanjar la cuestión, nada mejor que citar las palabras del propio Tribunal Constitucional:
"El Gobierno de la Nación... según el Título IV de la Constitución, aparece diferenciado de la
Administración propiamente dicha... a la que dirige" (STC 16/1984, de 6 de febrero).
"Tampoco cabe entender que por "Gobierno" el art. 107 comprenda, en general, el llamado
Poder Ejecutivo, incluyendo cualquier Administración pública, como hace, en cambio, el art.
103 de la CE, pues Gobierno y Administración no son la misma cosa y están perfectamente
diferenciados en el propio Título IV en que el art. 107 se inserta" (STC 204/1992, de 26 de
noviembre).
LA FUNCIÓN EJECUTIVA.
Aun cuando la Constitución atribuye al Gobierno tal función, el Gobierno es algo más que
Poder Ejecutivo. Además, tampoco el Gobierno ejerce en exclusiva la función ejecutiva; por el
contrario, existen otros poderes públicos -la Administración y, muy especialmente, los
Gobiernos autonómicos- de los cuales se puede predicar, asimismo, el ejercicio de estas
funciones.
LA POTESTAD REGLAMENTARIA.
Por potestad reglamentaria se entiende, de forma muy sencilla, la potestad de dictar normas
propias del Poder Ejecutivo. Así como al Parlamento le corresponde dictar leyes, el Gobierno
dicta reglamentos, normas de rango inferior a aquéllas, y siempre sometidas al superior
imperio de la ley; potestad reglamentaria del Gobierno que es distinta de la mera ejecución de
las leyes, y que es compartida no sólo con la potestad reglamentaria de los Ministros y la
Administración, sino también con la atribuida a otros órganos constitucionales en el ejercicio
de sus competencias.
• En relación con el Parlamento, las competencias del Gobierno son, debido a la propia
mecánica del sistema parlamentario, mucho más numerosas, afectando a cuestiones
tales como el funcionamiento de las propias Cámaras (el Gobierno asiste con voz y sin
voto a las reuniones de la Junta de Portavoces, interviene en la fijación del orden del
día, puede solicitar la celebración de sesiones extraordinarias, y el Presidente del
Gobierno determina la disolución de las Cortes Generales y la convocatoria de nuevas
elecciones); el ejercicio de la potestad legislativa (el Gobierno está legitimado para
ejercer la iniciativa legislativa a través de los proyectos de ley y para oponerse a las
proposiciones de ley que supongan un aumento del gasto público, y es partícipe de
dicha función a través de los supuestos de delegación legislativa y legislación de
urgencia); el ejercicio casi exclusivo de la actividad económica del Estado (que se
manifiesta principalmente en la elaboración de los Presupuestos Generales, la emisión
de Deuda Pública y el ejercicio de la planificación económica); la declaración de los
estados de alarma y excepción y la proposición al Congreso de la declaración del
estado de sitio; la autorización de la negociación de los tratados internacionales en los
supuestos constitucionales en que así proceda; la participación en los supuestos de
reforma constitucional; la necesidad de someterse al control político del Parlamento
(normalmente, a través de preguntas, interpelaciones, mociones;
extraordinariamente, a través de Comisiones de investigación; y, en su máxima
manifestación en los supuestos de cuestión de confianza y moción de censura).
• En relación con el Poder Judicial, hay que citar la intervención del Gobierno en el
nombramiento del Fiscal General del Estado y en la composición del Tribunal
Constitucional, así como su carácter de órgano activamente legitimado ante el mismo;
todo ello, sin olvidar las funciones del Gobierno en relación con la Administración de
Justicia.
• Por lo que se refiere a las Comunidades Autónomas, hay que tener en cuenta su
presencia en la configuración de las mismas, así como su intervención en el control de
su actividad, tanto a través de la figura del Delegado del Gobierno como en los
supuestos establecidos en los artículos 153 y 155 de la Constitución.
La dirección de la Administración civil y militar constituye otra de las funciones clásicas del
Gobierno. En concreto, y sin entrar en más detalle, los Ministros tienen una posición dual en
tanto que, de una parte, son miembros del Gobierno y, de otra son la cúspide de su Ministerio
ostentando la condición de órgano superior del mismo (art. 55.3 a). 1º de la Ley 40/2015, de 1
de octubre). De ahí, que se produzca una conexión directa entre la dirección de la
Administración y el propio Gobierno.
Y es que la función atribuida a las Fuerzas Armadas, configuradas como garantes del
ordenamiento constitucional, exige tener en cuenta dos aspectos: por un lado, que no se trata
de una defensa jurídica de la Constitución, competencia ésta propia del Tribunal Constitucional
y de los Tribunales ordinarios, únicos legitimados para velar por la adecuación del
ordenamiento jurídico a la Constitución; y, por otro, que se trata de una defensa política de la
Constitución, pero que no podrá ser ejercida genéricamente, sino que tiene su ámbito
específico de actuación en los supuestos de estados excepcionales previstos en el artículo 116
de la Constitución, en los cuales el protagonismo corresponde al Congreso de los Diputados y
al Gobierno, según los casos. Esa función de dirección de la Administración militar queda
regulada específicamente en la Ley Orgánica 5/2005, de 17 de noviembre, de la Defensa
Nacional.
1.2.5) El Consejo de Ministros.
El Consejo de Ministros funciona como órgano colegiado del Gobierno y está compuesto por el
Presidente, el Vicepresidente o Vicepresidentes, en su caso, y los Ministros.
A las reuniones del Consejo de Ministros podrán asistir los Secretarios de Estado y
excepcionalmente otros altos cargos, cuando sean convocados para ello.
Ejerce la función consultiva con autonomía orgánica y funcional para garantizar su objetividad
e independencia de acuerdo con la Constitución y las Leyes.
Ejerce la función consultiva con autonomía orgánica y funcional para garantizar su objetividad
e independencia de acuerdo con la Constitución y las Leyes.
Ejerce la función consultiva con autonomía orgánica y funcional para garantizar su objetividad
e independencia de acuerdo con la Constitución y las Leyes. Ejerce la función consultiva con
autonomía orgánica y funcional para garantizar su objetividad e independencia de acuerdo con
la Constitución y las Leyes.
Estos principios fueron desarrollados por la importantísima Ley Orgánica del Poder Judicial de
1870 que estuvo vigente hasta la entrada en vigor de la actual Ley Orgánica 6/1985, de 1 de
julio, del Poder Judicial.
El sometimiento al imperio de la ley implica que los jueces no puedan sin más inaplicar aquélla
cuando consideren que puede ser contraria a la Constitución, ya que cuando un órgano judicial
considere, en algún proceso, que una norma con rango de ley, aplicable al caso y de cuya
validez dependa el fallo, puede ser contraria a la Constitución, habrá de plantear la cuestión
ante el Tribunal Constitucional de acuerdo con lo dispuesto en la Ley Orgánica 2/1979, de 3 de
octubre, del Tribunal Constitucional.
Sin embargo, en relación con los reglamentos o cualquier otra disposición normativa, el
principio de legalidad sí que impone su inaplicación cuando sean contrarios a la ley o al
principio de jerarquía normativa.
Este principio cardinal de sometimiento a la ley está también Íntimamente ligado a la
proclamación de la independencia de Jueces y Magistrados que hace el artículo 117 de la CE y
que encuentra eco en los arts.12 a 14 de la Ley Orgánica 6/1985, de 1 de julio, del Poder
Judicial.
En la misma línea tampoco pueden los Jueces y Tribunales, órganos de gobierno de los mismos
o el Consejo General del Poder Judicial dictar instrucciones, de carácter general o particular,
dirigidas a sus inferiores sobre la aplicación o interpretación del ordenamiento jurídico que
lleven a cabo en el ejercicio de su función jurisdiccional.
Cuando el Art 117.1 CE señala que la justicia se "administra en nombre del Rey", no está sino
incidiendo en el hecho de que el monarca es símbolo de la unidad y permanencia del Estado (art. 56).
La exclusividad tiene una vertiente positiva reconducible a que los Jueces y Magistrados sean
los únicos que juzguen y hagan ejecutar lo juzgado, sin injerencias de los otros poderes del
Estado o de otras instancias.
1.3.5) La unidad jurisdiccional.
Cuando nuestra Constitución habla de la unidad jurisdiccional como la base de la organización
y funcionamiento de los Tribunales, está excluyendo las jurisdicciones especiales, tanto los
Tribunales de excepción (art. 117.6 CE) como los Tribunales de Honor (art. 26 CE).
Está integrado por el Presidente del Tribunal Supremo, y por veinte miembros designados por
el Rey a propuesta de las Cortes Generales, con mayoría de tres quintos, para un periodo de
cinco años. Doce de ellos deben ostentar la condición de Juez o Magistrado.
El Tribunal Constitucional está integrado por doce miembros, con el título de Magistrados del
Tribunal Constitucional.
La Corona se incluye en los principios básicos de la organización del Estado y, como jefatura
del mismo, será la propia de toda Monarquía parlamentaria, en la que se establece un
equilibrio entre el Rey y el Parlamento y en la cual a aquél le conceden exclusivamente
poderes moderadores, así como la función de mantener la continuidad representativa del
Estado, pero no decisiones de gobierno.
La Corona es una órgano constitucional, sus poderes emanan de la Constitución y debe actuar
según los principios contenidos en ella.
❖ Art. 56 CE El Rey
1. El REY:
• Asume la mas alta representación del Estado español en las relaciones internacionles.
Especialmente con las naciones de su comunidad historica
2. Su título es el de Rey de España y podrá utilizar los demás que correspondan a la Corona
3. La persona del Rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad. Sus actos estarán
siempre refrendados (por el Presidente del Gobierno o por los Ministros competentes) en la
forma establecida en el artículo 64, careciendo de validez sin dicho refrendo, salvo lo
dispuesto en el artículo 65.2.
2. El Príncipe heredero, desde su nacimiento o desde que se produzca el hecho que origine el
llamamiento, tendrá la dignidad de Príncipe de Asturias y los demás títulos vinculados
tradicionalmente al sucesor de la Corona de España.
3. Extinguidas todas las líneas llamadas en Derecho, las Cortes Generales proveerán a la
sucesión en la Corona en la forma que más convenga a los intereses de España.
5. Las abdicaciones y renuncias y cualquier duda de hecho o de derecho que ocurra en el orden
de sucesión a la Corona se resolverán por una ley orgánica
❖ Art. 58 CE La Reina
❖ Art. 59 CE Regencia
1. El Rey, al ser proclamado ante las Cortes Generales, prestará juramento de:
• Desempeñar fielmente sus funciones.
• Guardar y hacer guardar la Constitución y las leyes.
• Respetar los derechos de los ciudadanos y de las Comunidades Autónomas.
Corresponde al Rey:
i) Ejercer el derecho de gracia con arreglo a la ley, que no podrá autorizar indultos
generales
3. Al Rey corresponde, previa autorización de las Cortes Generales, declarar la guerra y hacer la paz.
2. De los actos del Rey serán responsables las personas que los refrenden
1. El Rey recibe de los Presupuestos del Estado una cantidad global para el sostenimiento de su
Familia y Casa, y distribuye libremente (exenta de refrendo) la misma.
2. El Rey nombra y releva libremente a los miembros civiles y militares de su Casa (acto exento
de refrendo).