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TEMA 3 (C)

• Los Poderes del Estado: nociones


generales

• La Corona
1) LOS PODERES DEL ESTADO: NOCIONES GENERALES.

 ANTECEDENTES.

El principio de separación de poderes es uno de los principios estructurales de la democracia


liberal. Como señala Duverger, la separación de poderes es un principio asociado a la
concepción del Estado democrático y liberal. Esta asociación arranca del dictado del artículo 16
de la “Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano” aprobada por la Asamblea
Nacional Constituyente francesa el 26 de agosto de 1789, que asocia la existencia de
Constitución a la garantía de los derechos y a la separación de poderes.

 TEORÍA CLÁSICA DE LA DIVISIÓN DE PODERES.

Desde un punto de vista doctrinal la teorización sobre la división de poderes fue iniciada por
Locke si bien la popularidad de la misma es debida a Monstesquieu y a su inclusión en su obra
“De l'esprit des loix” (El Espíritu de las Leyes) (1748) donde se formula la diferenciación entre
los tres poderes clásicos: el legislativo, el ejecutivo y el judicial.

Tres poderes separados en tres ramas independientes y en tres áreas de responsabilidad


distintas, en el que ninguno mandara sobre el resto.

De acuerdo con la teoría de Montesquieu, el legislativo, el Parlamento, es elegido por el


pueblo y de acuerdo con la mayoría imperante, elige a su vez al Gobierno (ejecutivo), y elabora
las leyes (legislativo). Unas leyes que los jueces deben administrar y aplicar en nombre del
pueblo (judicial), donde reside la soberanía de la nación.

Todo ello ha de ser entendido como el deseo de evitar la concentración del poder que era
asociado al Antiguo Régimen.

 LA SEPARACIÓN DE PODERES EN ESPAÑA.

El artículo 1.2 de la Constitución española de 1978 afirma que la “La soberanía nacional reside
en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado”.

No hay en texto constitucional un precepto concreto que hable sobre la “separación de


poderes”, sin embargo, de la lectura de los preceptos constitucionales no hay duda de que
nuestro texto fundamental se basa en la clásica división de poderes:

• LEGISLATIVO
• EJECUTIVO
• JUDICIAL

A modo de resumen expondremos a continuación algunas pinceladas sobre cada uno de los
poderes del Estado, ya que los mismos son desarrollados en los temas siguientes.
1.1) El Poder legislativo: Cortes Generales.

1.1.1) Introducción.
El Art 66.2 CE afirma que las Cortes Generales ejercen la potestad legislativa del Estado,
aprueban sus Presupuestos, controlan la acción del Gobierno y tienen las demás competencias
que les atribuya la Constitución, abriendo de esta manera el Título III que dedica a las Cortes
Generales y con ello al Poder Legislativo.

1.1.2) Naturaleza representativa.


La primera afirmación contenida en Art 66 CE, hace referencia a dos grandes cuestiones: la
naturaleza representativa de las Cortes Generales y su estructura bicameral.

La Constitución ha querido dejar claro desde el primer momento (Preámbulo y art. 1.2) que la
soberanía reside en un solo titular: el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado.

Como ha señalado el propio Tribunal Constitucional, las Cortes Generales "...en su doble
condición de representantes del pueblo español (art. 66.1 CE), en quien reside la soberanía
(art.1.2 CE) y de titulares de la potestad legislativa (art. 66.2 CE) hacen realidad el principio de
toda democracia representativa, a saber, que los sujetos a las normas sean, por vía de la
representación parlamentaria, los autores de las normas, o dicho de otro modo, que los
ciudadanos sean actores y autores del ordenamiento jurídico" (STC 241/1990 de 15 de
febrero).
1.1.3) El bicameralismo.
Las Cortes Generales están compuestas por dos Cámaras:
• Congreso de los Diputados (Cámara Baja) y
• Senado (Cámara Alta).

Se trata, por consiguiente, de un sistema parlamentario bicameral.

La opción constitucional por un Parlamento bicameral se puede explicar por varias razones:

La primera de ellas es de carácter histórico. Si se atiende a la secuencia temporal de vigencia


de las diferentes Constituciones, en España podemos observar con facilidad que han sido más
frecuentes y más duraderas aquellas constituciones que optaron por un sistema bicameral por
más que el monocameralismo fuese el régimen de textos tan destacables como el de 1812 o el
de 1931.

En segundo lugar, las propias Cámaras Constituyentes nacidas al amparo de la Ley para la
Reforma Política de 4 de enero de 1977 eran de estructura bicameral.

En tercer término, el sistema bicameral se atisbaba como una fórmula posible para dar
solución a sistemas de representación complementarios al puramente poblacional. En este
sentido es especialmente reveladora la afirmación del art. 69.1 CE según la cual el Senado es la
Cámara de representación territorial.

El sistema bicameral instaurado en nuestra Constitución no es, en todo caso, un sistema de


bicameralismo equilibrado o perfecto sino lo que la doctrina denomina como un
bicameralismo imperfecto, atenuado o desequilibrado. Y esto es así porque una de las dos
Cámaras, el Congreso de los Diputados, tiene atribuciones o facultades claramente superiores
a las que se otorgan al Senado. Como muestra basta señalar que la confianza al Presidente del
Gobierno la atribuye el Congreso de los Diputados (art. 99 CE), que es quien también puede
cesarle mediante una moción de censura (art. 113 CE) y que la última palabra en el
procedimiento legislativo, con escasísimas excepciones, la tiene también el Congreso de los
Diputados (art. 90 CE), siendo la función única del Senado la de oponer su veto o introducir
enmiendas al texto legislativo remitido por el Congreso.

En resumen, las Cortes Generales son un órgano constitucional de naturaleza compleja y


estructura bicameral, lo que origina una regulación reglamentaria diversificada en los
Reglamentos de cada Cámara y en su nonato Reglamento de las Cortes Generales.
1.1.4) Funciones de las Cortes Generales.
La Constitución, una vez hecha la afirmación básica sobre el carácter representativo de las
Cortes Generales pasa, en el Art 66.2 CE, a determinar las funciones esenciales del
Parlamento.

Desde la célebre declaración contenida en el artículo 16 de la Declaración de Derechos del


Hombre y del Ciudadano de 1789, cualquier Constitución merecedora de tal nombre tiene que
consagrar la separación de poderes.

Esta determinación competencial está condicionada por la forma política adoptada por un
Estado. España, al optar en su art. 1.3 CE por una Monarquía parlamentaria articula un juego
de poderes en el que, con independencia del respeto y separación mutua, éstos se encuentran
mucho más imbricados que lo que sucedería de haber elegido un modelo presidencial.

 FUNCIÓN LEGISLATIVA.

No es casual que en el orden de funciones la primera sea la potestad legislativa del Estado. No
en vano es clásica la equivalencia entre Parlamento y Poder Legislativo. Potestad que se ejerce
en los términos del Título III de la Constitución y del Reglamento del Congreso de los
Diputados y del Senado.

La potestad legislativa no es exclusiva de las Cortes Generales. El Gobierno puede llegar a


ejercerla bien por delegación de las propias Cortes (art. 82 CE), bien como consecuencia del
despliegue de competencias propias (art. 86 CE), a través de Decretos-leyes.

Aun así, frente al carácter amplio de la potestad legislativa de las Cámaras que sólo encuentra
su límite en la propia Constitución, el Gobierno tiene atribuida su competencia en el marco de
condiciones limitadas y sometidas, en todo caso, a una ulterior convalidación del Congreso de
los Diputados.

En un sistema constitucional territorialmente descentralizado y plural, las Cortes Generales


gozan de la potestad legislativa del Estado, pero no de toda la potestad legislativa en el Estado.

En efecto, en la medida en que las Comunidades Autónomas gozan de autonomía para la


gestión de sus respectivos intereses (art. 137 CE) disfrutan también de una potestad legislativa
propia [arts. 152.1 y 153 a) CE entre otros], que desarrollan las correspondientes Asambleas
Legislativas.

Aquí entra en juego todo el sistema de relaciones internormativas entre el derecho del Estado
y el de las Comunidades Autónomas. En todo caso ello no implica la superioridad jerárquica de
un ordenamiento sobre otro sino la necesidad de perfilar el sistema competencial que
determinará, en última instancia, la capacidad del Estado o de la Comunidad Autónoma para el
ejercicio de la potestad legislativa. Y eso siempre que no tenga que acudir de manera
coordinada y concurrente al ejercicio de esta potestad (p. ej. en el caso de los Estatutos de
Autonomía).
 FUNCIÓN PRESUPUESTARIA.

La segunda función clásica de los Parlamentos ha sido tradicionalmente la de aprobar créditos


o allegar recursos financieros para el Poder Ejecutivo.

Por ello, nuestra Constitución atribuye a las Cortes Generales la competencia de aprobar los
Presupuestos. Es evidente que éstos tienen una naturaleza claramente legislativa y tienen
fuerza de ley.

 FUNCIÓN DE CONTROL.

Controlar la acción del Gobierno es una atribución competencial directamente derivada del
carácter de régimen parlamentario consagrado en nuestra Constitución (art. 1.3 CE). El
Gobierno nace, en última instancia, de la confianza del Congreso de los Diputados (art. 99 CE) y
debe de mantener esta confianza durante el ejercicio de su función.

Esta relación de confianza no se detiene en la investidura del Presidente del Gobierno sino que
permite y justifica que el Parlamento vigile y controle la acción del ejecutivo toda vez que éste
responde solidariamente en su gestión política ante el Congreso de los Diputados (art. 108 CE).

Para ejercer la potestad de control, la Constitución establece en su Titulo V una serie de


mecanismos constitucionales (preguntas, interpelaciones, peticiones de información, etc.,
etc.), que los Reglamentos parlamentarios se han ocupado de desarrollar in extenso.

La función de control es tan importante para el correcto desarrollo de la dinámica


constitucional que, en relación con las preguntas e interpelaciones, la propia Constitución en
su artículo 111.1 ordena de manera taxativa que "Para esta clase de debate los Reglamentos
establecerán un tiempo mínimo semanal".
 OTRAS FUNCIONES.

Una vez perfiladas las funciones "típicas" o clásicas, el texto constitucional utiliza una fórmula
prudente de cierre al señalar que corresponden a las Cortes Generales "las demás
competencias que les atribuya la Constitución" (art. 66.2).

Bajo esta determinación genérica se pueden englobar funciones importantes que la propia
Constitución residencia en las Cámaras. A modo de ejemplo se pueden señalar las relacionadas
con la reforma constitucional (arts. 167 a 169) las de designación o propuesta de miembros de
otros órganos constitucionales (art. 122.2, art. 159) o de relevancia constitucional (art. 54); o
todas aquellas competencias relacionadas con la Corona (arts. 57.3; 57,4; 59.2; 59.3; 60.1; 61.1
y 61.2).

1.1.5) Inviolabilidad de las Cortes Generales.


El Art 66 ce se cierra con la afirmación tajante de que las Cortes Generales son inviolables.

En todo caso, el Tribunal Constitucional ha venido a vincularla (al igual que la inviolabilidad
individual) a la función que cumple al considerarla "como condición necesaria que es para
asegurar la plena independencia en la actuación de uno y otros".

Visto así cobra sentido el enfoque de algunos autores que sitúan la inviolabilidad como una
garantía institucional (garantía de las garantías) del propio Parlamento y de su continuidad
frente a los demás poderes.

La inviolabilidad vendría a ser así un manto protector global necesario para el correcto
ejercicio de tan importantes funciones constitucionales.
1.2) El Poder Ejecutivo: Gobierno.
1.2.1) Introducción.
Con el artículo 97 de la Constitución da comienzo el Título IV, que, bajo el epígrafe "Del
Gobierno y de la Administración", la Constitución dedica a la configuración del Poder Ejecutivo.

El citado artículo 97, aún sin definirlo, se refiere a la naturaleza de este segundo poder del
Estado, en cuanto que, como dice Garrido Falla, da respuesta implícita a la situación
constitucional del Poder Ejecutivo, y, de forma explícita, a la cuestión, de amplio alcance, de
las relaciones Gobierno-Administración.

1.2.2) El Gobierno como Poder Ejecutivo.


De los tres clásicos poderes del Estado (Legislativo, Ejecutivo y Judicial), al Gobierno
corresponde, a tenor del artículo 97 de la Constitución, no el poder, sino la función ejecutiva.

La Constitución de 1812, aparte de atribuir a las Cortes -con el Rey- "la potestad de hacer las
leyes" (art. 15) y a los Tribunales la de "aplicar las leyes en las causas civiles y criminales" (art.
242), produce, en lo fundamental, una absoluta identificación del Rey con el Poder Ejecutivo,
tal y como se desprende de los artículos 16 y 170:

"La potestad de hacer ejecutar las leyes reside exclusivamente en el Rey, y su autoridad se
extiende a todo cuando conduce a la conservación del orden público en lo interior y a la
seguridad del Estado en lo exterior, conforme a la Constitución y a las leyes."

Significativamente, la Constitución de 1869 afirmaba -empleando ya la clásica terminología-


que "El Poder Ejecutivo reside en el Rey, que lo ejerce por medio de sus Ministros" (art. 35). Y
la Constitución canovista de 1876, vuelve a repetir, en su artículo 50, la fórmula de la de 1812.

Hasta aquí, pues, la identificación del Poder Ejecutivo con el Rey que está en la base de la
organización estatal, como también lo está la creencia de que el Ejecutivo sigue siendo el
"poder nuclear" o residual. Ello explica que el texto del artículo 172 de la Constitución de 1812,
ya citado, enumere doce "restricciones de la autoridad del Rey", que son correlativas garantías
de los derechos ciudadanos. Y explica, asimismo, que ningún precepto constitucional se refiera
al Gobierno y sus competencias; pues, en definitiva, éste no es sino el instrumento a través del
cual el Rey ejerce sus atribuciones.

El cambio se produce con la Constitución republicana de 1931, que configura como órganos
diferentes y separados al Presidente de la República (art. 67) y al Gobierno. Aquél se concibe
como Jefe del Estado, por encima, teóricamente, de los tres clásicos poderes, y prácticamente
sin el Poder Ejecutivo, que se atribuye, en cambio, al Gobierno, constituido, según el artículo
86, por el Presidente del Consejo y los Ministros.

En resumen, de la evolución constitucional descrita resulta que se ha ido produciendo,


progresivamente, lo que podría considerarse una "despersonalización" del poder, que
concluye con la configuración de una Jefatura del Estado (el Rey, en nuestro caso) desprovista
total y absolutamente de poderes de gobierno o potestades ejecutivas, (al menos en el caso de
las Jefaturas del Estado monárquicas) y con la identificación entre Gobierno y Poder Ejecutivo.

Esta concepción es la que acoge nuestra actual Constitución, que atribuye al Rey la Jefatura del
Estado (art. 56), y dedica todo un Título (el Título II) a la Corona; mientras que los Títulos IV y V
se refieren, respectivamente, al Gobierno -en el que reside, según estamos viendo que declara
el artículo 97, la función ejecutiva- y a la Administración el Título IV; y a las relaciones del
Gobierno con las Cortes Generales, es decir, con el Poder Legislativo -como es propio de un
régimen parlamentario- el Título V.
1.2.3) El Gobierno y la Administración.
Resulta obvio que Gobierno y Administración son dos órganos distintos, aunque
estrechamente vinculados, según se desprende de la rúbrica del Título IV de la Constitución.

Tal impresión se refuerza por los artículos 98 (composición del Gobierno) y 103 CE (Remisión a
la Ley para la de la Administración).

Y, en efecto, distintas leyes regulan, además, uno y otro órgano: la Ley 50/1997, de 27 de
noviembre, del Gobierno, y la Ley 40/2015, de 1 de octubre, de Régimen Jurídico del Sector
Público.

A tenor de la dicción constitucional, tributaria en este punto de la doctrina alemana, el


Gobierno "dirige... la Administración civil y militar". Pero de esta redacción no puede
entenderse, sin más, que si el Gobierno dirige, la Administración obedece; o dicho de otro
modo, que al Gobierno corresponde desarrollar una actividad política, principal, y a la
Administración una actividad administrativa o subordinada.

Y ello por varios motivos, a saber:

En primer término, porque desde un punto de vista orgánico, se produce una cierta
identificación entre el Gobierno y los altos cargos de la Administración, que son Ministros,
Secretarios de Estado, Subsecretarios y Secretarios Generales con rango de Subsecretario. El
Gobierno y sus componentes constituyen, pues, el vértice de la pirámide administrativa.

Por otro lado, desde un punto de vista funcional, también el Gobierno -y no sólo la
Administración- produce actos administrativos, y se encuentra sometido, por tanto, en cuanto
a éstos, a la revisión de la jurisdicción contencioso-administrativa.

En cuanto a la vieja cuestión de los "actos políticos del Gobierno", (que el maestro Posada
definía como "actos de poder encaminados a la dirección política del Estado"), exentos de
control jurisdiccional a la luz del artículo 2 de la Ley de la Jurisdicción contencioso-
administrativa de 1956, queda resuelta por el artículo 3 de la actual Ley 29/1998, de 13 de
julio, reguladora de la Jurisdicción contencioso-administrativa, que incluye en el ámbito de la
Jurisdicción contencioso- administrativa la protección de los derechos fundamentales, los
elementos reglados y la determinación de las indemnizaciones que sean procedentes en
relación con los actos del Gobierno o Consejos de Gobierno de las Comunidades Autónomas,
cualquiera que sea la naturaleza de esos actos.

La Administración se ha convertido hoy en el eje central del Poder Ejecutivo, habiendo incluso
eclipsado al Gobierno, de modo que hoy es forzoso replantearse el esquema de relaciones
entre ambos, que, como acertó a decir Garrido Falla, deben responder al principio de
"neutralidad política de la Administración y neutralidad administrativa del Gobierno".

Para zanjar la cuestión, nada mejor que citar las palabras del propio Tribunal Constitucional:
"El Gobierno de la Nación... según el Título IV de la Constitución, aparece diferenciado de la
Administración propiamente dicha... a la que dirige" (STC 16/1984, de 6 de febrero).
"Tampoco cabe entender que por "Gobierno" el art. 107 comprenda, en general, el llamado
Poder Ejecutivo, incluyendo cualquier Administración pública, como hace, en cambio, el art.
103 de la CE, pues Gobierno y Administración no son la misma cosa y están perfectamente
diferenciados en el propio Título IV en que el art. 107 se inserta" (STC 204/1992, de 26 de
noviembre).

1.2.4) Funciones del Gobierno


La Constitución parece referirse a dos tipos de funciones, unas de carácter político, que
integrarían la función de gobierno, y otras de carácter jurídico, propias de la función ejecutiva.

 LA FUNCIÓN EJECUTIVA.

Aun cuando la Constitución atribuye al Gobierno tal función, el Gobierno es algo más que
Poder Ejecutivo. Además, tampoco el Gobierno ejerce en exclusiva la función ejecutiva; por el
contrario, existen otros poderes públicos -la Administración y, muy especialmente, los
Gobiernos autonómicos- de los cuales se puede predicar, asimismo, el ejercicio de estas
funciones.

La función ejecutiva debe diferenciarse del ejercicio de la potestad reglamentaria, a la que de


inmediato nos referimos.

 LA POTESTAD REGLAMENTARIA.

Por potestad reglamentaria se entiende, de forma muy sencilla, la potestad de dictar normas
propias del Poder Ejecutivo. Así como al Parlamento le corresponde dictar leyes, el Gobierno
dicta reglamentos, normas de rango inferior a aquéllas, y siempre sometidas al superior
imperio de la ley; potestad reglamentaria del Gobierno que es distinta de la mera ejecución de
las leyes, y que es compartida no sólo con la potestad reglamentaria de los Ministros y la
Administración, sino también con la atribuida a otros órganos constitucionales en el ejercicio
de sus competencias.

Al respecto, y en relación con el ejercicio de la potestad reglamentaria por el Gobierno, debe


tenerse en cuenta lo establecido en el Título V, arts. 22 a 28 de la Ley 50/1997, de 27 de
noviembre, del Gobierno, así como el Acuerdo del Consejo de Ministros de 22 de julio de 2005
por el que se aprueban las Directrices de Técnica Normativa.
 LA FUNCIÓN DE DIRECCIÓN POLÍTICA.

En el ejercicio de esta función es donde parece presentarse un mayor margen de


discrecionalidad en la actuación del Gobierno; dirección de la política, según la letra del
artículo 97 CE, tanto interior, como exterior del país.

Se trata, no obstante esta discrecionalidad, de una actividad normada, que tiene su


fundamento en la Constitución. En el desempeño de la función de dirección política -
determinante para calificar al Gobierno como órgano constitucional- se ponen de manifiesto
las relaciones del Gobierno con los demás órganos constitucionales. A este respecto, sin
intentar establecer una enunciación taxativa, podemos resumirlas, siguiendo a Álvarez Conde,
de la siguiente forma:

• En relación con la Jefatura del Estado, el Gobierno no interviene en la configuración de


la Corona, pero sí en toda la actividad constitucional del Monarca. Además del
refrendo ministerial como manifestaciones concretas de las relaciones Gobierno-Jefe
del Estado cabe citar la aprobación de Reales Decretos, acordados en Consejo de
Ministros y expedidos por el Rey, o la propuesta de nombramiento y separación de los
altos cargos de la Administración del Estado.

• En relación con el Parlamento, las competencias del Gobierno son, debido a la propia
mecánica del sistema parlamentario, mucho más numerosas, afectando a cuestiones
tales como el funcionamiento de las propias Cámaras (el Gobierno asiste con voz y sin
voto a las reuniones de la Junta de Portavoces, interviene en la fijación del orden del
día, puede solicitar la celebración de sesiones extraordinarias, y el Presidente del
Gobierno determina la disolución de las Cortes Generales y la convocatoria de nuevas
elecciones); el ejercicio de la potestad legislativa (el Gobierno está legitimado para
ejercer la iniciativa legislativa a través de los proyectos de ley y para oponerse a las
proposiciones de ley que supongan un aumento del gasto público, y es partícipe de
dicha función a través de los supuestos de delegación legislativa y legislación de
urgencia); el ejercicio casi exclusivo de la actividad económica del Estado (que se
manifiesta principalmente en la elaboración de los Presupuestos Generales, la emisión
de Deuda Pública y el ejercicio de la planificación económica); la declaración de los
estados de alarma y excepción y la proposición al Congreso de la declaración del
estado de sitio; la autorización de la negociación de los tratados internacionales en los
supuestos constitucionales en que así proceda; la participación en los supuestos de
reforma constitucional; la necesidad de someterse al control político del Parlamento
(normalmente, a través de preguntas, interpelaciones, mociones;
extraordinariamente, a través de Comisiones de investigación; y, en su máxima
manifestación en los supuestos de cuestión de confianza y moción de censura).

• En relación con el Poder Judicial, hay que citar la intervención del Gobierno en el
nombramiento del Fiscal General del Estado y en la composición del Tribunal
Constitucional, así como su carácter de órgano activamente legitimado ante el mismo;
todo ello, sin olvidar las funciones del Gobierno en relación con la Administración de
Justicia.
• Por lo que se refiere a las Comunidades Autónomas, hay que tener en cuenta su
presencia en la configuración de las mismas, así como su intervención en el control de
su actividad, tanto a través de la figura del Delegado del Gobierno como en los
supuestos establecidos en los artículos 153 y 155 de la Constitución.

 LA DIRECCIÓN DE LA ADM CIVIL Y MILITAR Y LA DEFENSA DEL ESTADO.

La dirección de la Administración civil y militar constituye otra de las funciones clásicas del
Gobierno. En concreto, y sin entrar en más detalle, los Ministros tienen una posición dual en
tanto que, de una parte, son miembros del Gobierno y, de otra son la cúspide de su Ministerio
ostentando la condición de órgano superior del mismo (art. 55.3 a). 1º de la Ley 40/2015, de 1
de octubre). De ahí, que se produzca una conexión directa entre la dirección de la
Administración y el propio Gobierno.

La defensa del Estado -que también participa de la naturaleza de la función de dirección


política- debe ser puesta en relación con la posición constitucional atribuida a las Fuerzas
Armadas por el artículo 8 de la Constitución y con la señalada en el artículo 104 a las Fuerzas y
Cuerpos de Seguridad del Estado.

Y es que la función atribuida a las Fuerzas Armadas, configuradas como garantes del
ordenamiento constitucional, exige tener en cuenta dos aspectos: por un lado, que no se trata
de una defensa jurídica de la Constitución, competencia ésta propia del Tribunal Constitucional
y de los Tribunales ordinarios, únicos legitimados para velar por la adecuación del
ordenamiento jurídico a la Constitución; y, por otro, que se trata de una defensa política de la
Constitución, pero que no podrá ser ejercida genéricamente, sino que tiene su ámbito
específico de actuación en los supuestos de estados excepcionales previstos en el artículo 116
de la Constitución, en los cuales el protagonismo corresponde al Congreso de los Diputados y
al Gobierno, según los casos. Esa función de dirección de la Administración militar queda
regulada específicamente en la Ley Orgánica 5/2005, de 17 de noviembre, de la Defensa
Nacional.
1.2.5) El Consejo de Ministros.
El Consejo de Ministros funciona como órgano colegiado del Gobierno y está compuesto por el
Presidente, el Vicepresidente o Vicepresidentes, en su caso, y los Ministros.

A las reuniones del Consejo de Ministros podrán asistir los Secretarios de Estado y
excepcionalmente otros altos cargos, cuando sean convocados para ello.

Las deliberaciones del Consejo de Ministros serán secretas.

Sus funciones se encuentran reguladas en el artículo 5 de la Ley 50/1997, de 27 de noviembre,


del Gobierno, en la redacción dada por la Ley 40/2015, de 1 de octubre, Régimen Jurídico del
Sector Público.

1.2.6) El Consejo de Estado.


El Consejo de Estado es el supremo órgano consultivo del Gobierno.

Ejerce la función consultiva con autonomía orgánica y funcional para garantizar su objetividad
e independencia de acuerdo con la Constitución y las Leyes.

El Consejo de Estado es el supremo órgano consultivo del Gobierno.

Ejerce la función consultiva con autonomía orgánica y funcional para garantizar su objetividad
e independencia de acuerdo con la Constitución y las Leyes.

Ejerce la función consultiva con autonomía orgánica y funcional para garantizar su objetividad
e independencia de acuerdo con la Constitución y las Leyes. Ejerce la función consultiva con
autonomía orgánica y funcional para garantizar su objetividad e independencia de acuerdo con
la Constitución y las Leyes.

La Ley Orgánica 3/1980, de 22 de abril, del Consejo de Estado, regula su composición y


competencia.
1.3) El Poder Judicial: Jueces y Magistrados.
1.3.1) Introducción.
El artículo 117 de la Constitución abre el Título VI dedicado al Poder Judicial. Por poder judicial
hay que entender el conjunto de órganos jurisdiccionales a los que se atribuye el ejercicio de la
función jurisdiccional.

El proceso de independización, de creación de una justicia autónoma, frente a la dependencia


histórica de la misma respecto del soberano, se inicia en nuestro país con la Constitución de
1812, que impedía a los tribunales el ejercicio de funciones distintas a las de juzgar y hacer que
se ejecute lo juzgado.

La Constitución de 1869 supuso en la configuración de la administración de justicia un hito de


primera magnitud, ya que tras reiterar los principios de exclusividad e independencia reducía
notablemente la intervención del ejecutivo en el nombramiento de los jueces y ponía las bases
para la configuración de una verdadera carrera judicial en la que se ingresara por oposición.

Estos principios fueron desarrollados por la importantísima Ley Orgánica del Poder Judicial de
1870 que estuvo vigente hasta la entrada en vigor de la actual Ley Orgánica 6/1985, de 1 de
julio, del Poder Judicial.

1.3.2) La legitimación del Poder Judicial.


El Art 117.1 CE destaca en primer lugar la legitimación democrática del Poder Judicial al
señalar que "la justicia emana del pueblo". Es una concreción de lo dispuesto en el art 1.2 de la
Constitución según el cual "la soberanía nacional reside en el pueblo español del que emanan
los poderes del Estado".

En la línea de confirmar la emanación popular de la Administración de Justicia, la Constitución


ha previsto en su artículo 125 la institución del Jurado (Ley Orgánica 5/1995, de 22 de mayo,
del Tribunal del Jurado).

Pero la legitimación democrática no se traduce en la elección popular de Jueces y Magistrados,


sino en la exclusiva sujeción de éstos a lo dispuesto en la Constitución y en la ley, como el
propio artículo 117 se encarga de resaltar, "sometidos únicamente al imperio de la ley".

El sometimiento al imperio de la ley implica que los jueces no puedan sin más inaplicar aquélla
cuando consideren que puede ser contraria a la Constitución, ya que cuando un órgano judicial
considere, en algún proceso, que una norma con rango de ley, aplicable al caso y de cuya
validez dependa el fallo, puede ser contraria a la Constitución, habrá de plantear la cuestión
ante el Tribunal Constitucional de acuerdo con lo dispuesto en la Ley Orgánica 2/1979, de 3 de
octubre, del Tribunal Constitucional.

Sin embargo, en relación con los reglamentos o cualquier otra disposición normativa, el
principio de legalidad sí que impone su inaplicación cuando sean contrarios a la ley o al
principio de jerarquía normativa.
Este principio cardinal de sometimiento a la ley está también Íntimamente ligado a la
proclamación de la independencia de Jueces y Magistrados que hace el artículo 117 de la CE y
que encuentra eco en los arts.12 a 14 de la Ley Orgánica 6/1985, de 1 de julio, del Poder
Judicial.

En primer lugar, estos preceptos garantizan la independencia de Jueces y Magistrados en el


ejercicio de la potestad jurisdiccional respecto a todos los órganos judiciales y de gobierno del
Poder Judicial, lo que se traduce en la imposibilidad por parte de Jueces y Tribunales de
corregir la aplicación o interpretación del ordenamiento jurídico hecha por sus inferiores en el
orden jerárquico judicial, a no ser que administren justicia en virtud de los recursos que las
leyes establezcan.

En la misma línea tampoco pueden los Jueces y Tribunales, órganos de gobierno de los mismos
o el Consejo General del Poder Judicial dictar instrucciones, de carácter general o particular,
dirigidas a sus inferiores sobre la aplicación o interpretación del ordenamiento jurídico que
lleven a cabo en el ejercicio de su función jurisdiccional.

Cuando el Art 117.1 CE señala que la justicia se "administra en nombre del Rey", no está sino
incidiendo en el hecho de que el monarca es símbolo de la unidad y permanencia del Estado (art. 56).

1.3.3) La inamovilidad de Jueces y Magistrados.


El Art 117.2 CE consagra la inamovilidad. Su configuración actual es tributaria de los primeros
textos del constitucionalismo liberal como la Constitución francesa de 1791 y la Constitución
de Cádiz de 1812.

La inamovilidad va a ser la fórmula que garantice la independencia personal de jueces y


magistrados frente a los abusos del ejecutivo.

1.3.4) La exclusividad e integridad de la función jurisdiccional.

El Art 117.3 CE, que contempla la exclusividad y la integridad de la función jurisdiccional,


también tiene su génesis en la Constitución de 1812.

La exclusividad tiene una vertiente positiva reconducible a que los Jueces y Magistrados sean
los únicos que juzguen y hagan ejecutar lo juzgado, sin injerencias de los otros poderes del
Estado o de otras instancias.
1.3.5) La unidad jurisdiccional.
Cuando nuestra Constitución habla de la unidad jurisdiccional como la base de la organización
y funcionamiento de los Tribunales, está excluyendo las jurisdicciones especiales, tanto los
Tribunales de excepción (art. 117.6 CE) como los Tribunales de Honor (art. 26 CE).

La Constitución ha optado por el mantenimiento de la jurisdicción militar aunque en el ámbito


estrictamente castrense y en los supuestos de estado de sitio, de acuerdo con los principios de
la misma.

1.3.6) El Consejo General del Poder Judicial.


El Consejo General del Poder Judicial es el órgano de gobierno de los Jueces y Magistrados.

Está integrado por el Presidente del Tribunal Supremo, y por veinte miembros designados por
el Rey a propuesta de las Cortes Generales, con mayoría de tres quintos, para un periodo de
cinco años. Doce de ellos deben ostentar la condición de Juez o Magistrado.

1.3.7) El Tribunal Supremo.


El Tribunal Supremo es la más alta instancia jurisdiccional del Estado, salvo lo que afecta a las
garantías constitucionales, que incumbe al Tribunal Constitucional. Su presidente, que lo es
también del Consejo General del Poder Judicial, será nombrado por el Rey a propuesta de este
organismo.

1.3.8) El Tribunal Constitucional.


El Tribunal Constitucional, como intérprete supremo de la Constitución, es independiente de
los demás órganos constitucionales y está sometido sólo a la Constitución y a la Ley Orgánica
2/1979, de 3 de octubre, del Tribunal Constitucional.

Es único en su orden y extiende su jurisdicción a todo el territorio nacional.

El Tribunal Constitucional está integrado por doce miembros, con el título de Magistrados del
Tribunal Constitucional.

1.3.9) El Fiscal General del Estado.


El Fiscal General del Estado es nombrado por el Rey a propuesta del Gobierno, tras consultar al
Consejo General del Poder Judicial. El Ministerio Fiscal tiene como misión la de promover las
acciones judiciales en defensa de los derechos de los ciudadanos y de los intereses públicos
protegidos por la ley, ya sea de oficio o a petición de los interesados. También es su
responsabilidad velar por la independencia de los tribunales y procurar ante éstos la
satisfacción del interés social. Puede interponer recurso de amparo.
2) LA CORONA

La Corona está regulada en el Título II de la Constitución española de 1978, artículos 56 a 65


(ambos inclusive).

La Corona se incluye en los principios básicos de la organización del Estado y, como jefatura
del mismo, será la propia de toda Monarquía parlamentaria, en la que se establece un
equilibrio entre el Rey y el Parlamento y en la cual a aquél le conceden exclusivamente
poderes moderadores, así como la función de mantener la continuidad representativa del
Estado, pero no decisiones de gobierno.

La Corona es una órgano constitucional, sus poderes emanan de la Constitución y debe actuar
según los principios contenidos en ella.

Recordemos uno de los Principios Generales de nuestra Constitución, concretamente el


previsto en el artículo 1.3, que establece que la forma política del Estado español es la
Monarquía parlamentaria.

La Monarquía parlamentaria es una forma de gobierno en la que el Rey ejerce la función de


Jefe de Estado bajo el control del Poder Legislativo (Parlamento: Cortes Generales) y del Poder
Ejecutivo (Gobierno). Supone la conciliación entre la Monarquía (que exige sucesión
hereditaria e irresponsabilidad regia) y la democracia (que, por su parte, requiere soberanía
popular, emanación democrática del Derecho y responsabilidad de los poderes públicos).
TITULO II – De la Corona (Art 56 a 65)

❖ Art. 56 CE El Rey

1. El REY:

• Es el Jefe del Estado

• Es símbolo de su unidad y permanencia

• Arbitra y modera el funcionamiento regular de las instituciones

• Asume la mas alta representación del Estado español en las relaciones internacionles.
Especialmente con las naciones de su comunidad historica

• Ejerce las funciones que le atribuyen expresamente la Constitución y las leyes

2. Su título es el de Rey de España y podrá utilizar los demás que correspondan a la Corona

3. La persona del Rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad. Sus actos estarán
siempre refrendados (por el Presidente del Gobierno o por los Ministros competentes) en la
forma establecida en el artículo 64, careciendo de validez sin dicho refrendo, salvo lo
dispuesto en el artículo 65.2.

❖ Art. 57 CE Sucesión en la Corona

1. La Corona de España es hereditaria en los sucesores de S. M. Don Juan Carlos I de Borbón,


legítimo heredero de la dinastía histórica.

La sucesión en el trono seguirá el orden regular de primogenitura y representación, siendo


preferida siempre:
• La línea anterior a las posteriores;
• En la misma línea, el grado más próximo al más remoto;
• En el mismo grado, el varón a la mujer, y
• En el mismo sexo, la persona de más edad a la de menos.

2. El Príncipe heredero, desde su nacimiento o desde que se produzca el hecho que origine el
llamamiento, tendrá la dignidad de Príncipe de Asturias y los demás títulos vinculados
tradicionalmente al sucesor de la Corona de España.

3. Extinguidas todas las líneas llamadas en Derecho, las Cortes Generales proveerán a la
sucesión en la Corona en la forma que más convenga a los intereses de España.

4. Aquellas personas que teniendo derecho a la sucesión en el trono contrajeren matrimonio


contra la expresa prohibición del Rey y de las Cortes Generales, quedarán excluidas en la
sucesión a la Corona por sí y sus descendientes.

5. Las abdicaciones y renuncias y cualquier duda de hecho o de derecho que ocurra en el orden
de sucesión a la Corona se resolverán por una ley orgánica
❖ Art. 58 CE La Reina

La Reina consorte o el consorte de la Reina no podrán asumir funciones constitucionales, salvo


lo dispuesto para la Regencia.

❖ Art. 59 CE Regencia

1. Cuando el Rey fuere menor de edad, entrará a ejercer inmediatamente la Regencia y la


ejercerá durante el tiempo de la minoría de edad del Rey:
• El padre o la madre del Rey.
o En su defecto, el pariente mayor de edad más próximo a suceder en la Corona,
según el orden establecido en la Constitución.

2. Si el Rey se inhabilitare para el ejercicio de su autoridad y la imposibilidad fuere reconocida


por las Cortes Generales, entrará a ejercer inmediatamente la Regencia:
• El Príncipe heredero de la Corona, si fuere mayor de edad.
o Si no lo fuere, se procederá de la manera prevista en el apartado anterior,
hasta que el Príncipe heredero alcance la mayoría de edad.

3. En el supuesto de que no hubiere ninguna persona a quien corresponda la Regencia:


• Ésta será nombrada por las Cortes Generales.
• Se compondrá de 1, 3 o 5 personas

4. Para ejercer la Regencia es preciso ser español y mayor de edad.

5. La Regencia se ejercerá por mandato constitucional y siempre en nombre del Rey

❖ Art. 60 CE Tutela del Rey

1. Será tutor del Rey menor:


• La persona que en su testamento hubiese nombrado el Rey difunto, siempre que sea
mayor de edad y español de nacimiento.

Si no lo hubiese nombrado, será tutor:


• El padre o la madre mientras permanezcan viudos.
• En su defecto, lo nombrarán las Cortes Generales, pero no podrán acumularse los
cargos de Regente y de tutor sino en el padre, madre o ascendientes directos del Rey.

2. El ejercicio de la tutela es también incompatible con el de todo cargo o representación política


❖ Art. 61 CE Proclamación del Rey

1. El Rey, al ser proclamado ante las Cortes Generales, prestará juramento de:
• Desempeñar fielmente sus funciones.
• Guardar y hacer guardar la Constitución y las leyes.
• Respetar los derechos de los ciudadanos y de las Comunidades Autónomas.

2. Prestarán el mismo juramento, así como el de fidelidad al Rey


• el Príncipe heredero, al alcanzar la mayoría de edad, y
• el Regente o Regentes al hacerse cargo de sus funciones.

❖ Art. 62 CE Funciones del Rey (carácter interno)

Corresponde al Rey:

a) Sancionar y promulgar las leyes

b) Convocar y disolver las Cortes Generales y convocar elecciones en los términos


previstos en la Constitución

c) Convocar a referéndum en los casos previstos en la Constitución

d) Proponer el candidato a Presidente del Gobierno y, en su caso, nombrarlo, así como


poner fin a sus funciones en los términos previstos en la Constitución

e) Nombrar y separar a los miembros del Gobierno, a propuesta de su Presidente

f) Expedir los decretos acordados en el Consejo de Ministros,


• Conferir los empleos civiles y militares y
• Conceder honores y distinciones con arreglo a las leyes

g) Ser informado de los asuntos de Estado y


• Presidir, a estos efectos, las sesiones del Consejo de Ministros, cuando lo
estime oportuno, a petición del Presidente del Gobierno

h) El mando supremo de las Fuerzas Armadas

i) Ejercer el derecho de gracia con arreglo a la ley, que no podrá autorizar indultos
generales

j) El Alto Patronazgo de las Reales Academias.


❖ Art. 63 CE Funciones internacionales del Rey (carácter externo)

1. El Rey acredita a los embajadores y otros representantes diplomáticos. Los representantes


extranjeros en España están acreditados ante él.

2. Al Rey corresponde manifestar el consentimiento del Estado para obligarse


internacionalmente por medio de tratados, de conformidad con la Constitución y las leyes

3. Al Rey corresponde, previa autorización de las Cortes Generales, declarar la guerra y hacer la paz.

❖ Art. 64 CE Refrendo de los actos del Rey

1. Los actos del Rey serán refrendados por:


• Por el Presidente del Gobierno y, en su caso,
• Por los Ministros competentes.

La propuesta y el nombramiento del Presidente del Gobierno, y la disolución prevista en el


artículo 99, serán refrendados por:
• El Presidente del Congreso.

2. De los actos del Rey serán responsables las personas que los refrenden

❖ Art. 65 CE La casa del Rey

1. El Rey recibe de los Presupuestos del Estado una cantidad global para el sostenimiento de su
Familia y Casa, y distribuye libremente (exenta de refrendo) la misma.

2. El Rey nombra y releva libremente a los miembros civiles y militares de su Casa (acto exento
de refrendo).

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