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1. Somera descripción del personal integrante de los Juzgados y Tribunales. 2. El personal juzgador. 3. El Personal
al servicio de la administración de justicia. 3.1. La Oficina Judicial y su personal. -3.1.1. Los Secretarios Judiciales
(o LAJ). -3.1.2. Cuerpos de gestión procesal, de tramitación procesal y de auxilio judicial. -3.1.3. Cuerpos de Médicos
Forenses, de Facultativos del Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses, de Técnicos Especialistas del
Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses y de Ayudantes de Laboratorio. 4. Personal colaborador con
la Administración de Justicia. 4.1. Ministerio Fiscal. 4.2. Abogados, procuradores y graduados sociales. -
A). Personal juzgador: Jueces y Magistrados. Pudiendo ser los mismos, tanto profesionales (la mayoría)
como no profesionales.
• Médicos forenses.
• El Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses, y el Instituto Nacional.
• La Policía Judicial.
C). Personal cooperador de la Administración de Justicia
• El Ministerio Fiscal.
• Los Abogados, Procuradores y Graduados Sociales.
• Los Abogados del Estado (o los servicios jurídicos de la Administración).
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Este cambio de denominación ha tenido lugar en 2015. No obstante, a lo largo de estos materiales, por comodidad
y tradición, utilizare la expresión de: Secretarios Judiciales.
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2. El Personal juzgador
Tenemos que partir del contenido del art. 122 CE, según el cual: “La LOPJ determinará
la constitución, funcionamiento y gobierno de los juzgados y tribunales, así como el estatuto
jurídico de jueces y magistrados de carrera que formarán un cuerpo único”. Entender este
artículo es importante, puesto que en 1978 el legislador constitucional rompió con un sistema
de acceso a la judicatura trasnochado donde, en gran medida, el ejecutivo intervenía en la
selección de los jueces y donde se formaban diferentes colectivos judiciales con el peligro que
eso suponía para la independencia judicial. Con la finalidad de acabar con tan anómala
situación desde el año 1978 se ha instaurado un cuerpo único de jueces y magistrados
(una única Carrera Judicial 2). Ahora bien, la existencia de un cuerpo único no es óbice para
que dentro de la Carrera Judicial pueden establecerse distintas categorías profesionales;
precisamente por eso dice el art. 299 LOPJ que la carrera judicial consta de tres categorías:
juez, magistrado y magistrado del TS (de inferior a superior categoría).
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Cuando se habla de “Carrera judicial”, se hace referencia a un cuerpo único de jueces y magistrados que
atraviesan una trayectoria o itinerario profesional (de ahí lo de carrera) que están reglamentado, y donde se
contempla: desde que ingresan hasta la salida de ese cuerpo, pasando por las numerosas vicisitudes intermedias
posibles (vgr. ascensos, cambios de destino, bajas, promociones, etc). Como se pude comprender la carrera judicial
va inevitablemente unida al trascurso del tiempo en la vida profesional de estas personas, y a la acumulación de
experiencia. Es por ello que una vez que se accede en la Carrera Judicial por la categoría más baja (la de juez),
poco a poco se va ascendiendo en la organización judicial pudiéndose concursar a nuevos puestos (de Magistrado)
gracias a la antigüedad o también por vía de la especialización (arts. 311 y 312 LOPJ). Únicamente los más altos
puestos de la Judicatura (los Presidentes de Audiencias, de los TSJ, de la AN, y Presidentes de Sala y Magistrados
del TS) son elegidos por el CGPJ mediante designación discrecional (art. 326.2 LOPJ).
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Tradicionalmente los jueces sustitutos y magistrados suplentes han estado previstos en nuestra legislación para
cubrir las bajas del personal perteneciente a la carrera judicial en caso de bajas; vacantes; licencias; servicios
especiales u otras causas que lo justifiquen. Sin embargo desde la reforma por la LO 19/2003, la LOPJ exige que
las plazas de Jueces y Magistrados sean cubiertas por miembros de la Carrera Judicial, para lo cual restringe las
posibilidades de sustitución de los jueces sustitutos y magistrados suplentes, puesto que exige con carácter general
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Desde un punto de Derecho comparado son dos los posibles sistemas de selección e
ingreso en la carrera judicial:
a). Acceso mediante oposición libre (también llamado sistema de carrera o burocrático) al
que se accede en la categoría más baja (Juez) y después el interesado pasa a una categoría
superior a esta (Magistrado), bien por antigüedad (se habla de ascenso) o bien por la
realización de pruebas selectivas o de especialización (se habla de promoción).
Pues bien, el legislador español ha primado el sistema de oposición libre, como sistema que
mejor se adapta a nuestra idiosincrasia y también como método más eficaz con el que preservar
la independencia de la jurisdicción. Lo cual no significa que otros sistemas de selección tengan
que ser tachados de ilegales o no ajustados a la constitución (cual sucede en los países
anglosajones donde nadie duda de su legalidad 4).
A la Carrera Judicial se accede en nuestro país directamente por cualquiera de las tres
categorías a que alude el art. 299 LOPJ (Juez, Magistrado y Magistrado del TS). Ahora bien,
dado que el sistema de acceso más común y también el preferido por el legislador, es por medio
de oposición libre (Juez), y luego los candidatos ascienden o son promovidos a la categoría de
Magistrado, me referiré casi en exclusiva a estas dos categorías de la carrera judicial, y haré
una somera descripción de la de Magistrado del TS.
El curso de selección en la Escuela Judicial incluirá un programa teórico de formación multidisciplinar (no
inferior a nueve meses), un período de prácticas tuteladas en diferentes órganos de todos los órdenes
jurisdiccionales y un período en el que los jueces en prácticas desempeñarán labores de sustitución y refuerzo
conforme a lo previsto en los artículos 210 y 216 bis, (ninguno de los dos períodos será inferior a cuatro meses, vid.
art. 307.5 II LOPJ). En la primera fase del período de prácticas los Jueces en prácticas tuteladas ejercerán funciones
de auxilio y colaboración con sus titulares [redacción de borradores o proyectos de resolución que el juez o ponente
podrá, en su caso, asumir con las modificaciones que estime pertinentes; dirigir vistas o actuaciones bajo la
supervisión y dirección del juez titular] y, en la segunda y última, en órganos judiciales de similares características
a los que puedan luego ser destinados cuando sean nombrados mediante Orden del CGPJ, ejercerán la jurisdicción
con idéntica amplitud a la de los titulares del órgano judicial y quedarán a disposición del Presidente del Tribunal
que las sustituciones se produzcan entre jueces titulares y sólo excepcionalmente se podrá acudir a la sustitución
por jueces no profesionales: «Las funciones jurisdiccionales en los juzgados y tribunales de todo orden regulados
en esta ley se ejercerán únicamente por jueces y magistrados profesionales, que forman la Carrera Judicial» (art.
298.1 LOPJ).
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En la Europa continental se ha preferido el sistema de carrera o burocrático; en cambio en los países anglosajones,
predomina el sistema de empleo o de experiencia profesional previa. Vid. explicación en clase.
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Superior de Justicia correspondiente, quien deberá elaborar un informe sobre la dedicación y rendimiento en el
desempeño de sus funciones, para su valoración por la Escuela Judicial (vid art. 307 LOPJ 5).
Una vez superado el curso en la Escuela Judicial serán nombrados jueces por el CGPJ, mediante Orden, y con
la toma de posesión quedarán investidos de la condición de juez (art. 307 LOPJ). En otro caso, si no pudieran ser
nombrados jueces titulares de órganos judiciales ingresarán en la Carrera Judicial en calidad de Jueces en
expectativa de destino, tomando posesión ante el presidente del Consejo General del Poder Judicial, al que
quedarán adscritos (a los efectos previstos en los artículos 210.1, 216, 216 bis, apartado 3, 216 bis 2, 216 bis 3 y 216
bis 4; vid 308.2 LOPJ).
La diferencia entre los Jueces en prácticas tuteladas y los Jueces en expectativa de destino, cuando ambos realizan
funciones de sustitución o de refuerzo, es clara: los primeros no pertenecen a la Carrera Judicial y los segundos sí
(han tomado posesión ante el presidente del CGPJ) aunque no tengan plaza efectiva.
También se puede ingresar en la carrera judicial por la categoría de magistrado del TS,
mediante concurso entre abogados y otros juristas de prestigio con méritos suficientes a juicio
del CGPJ y más de quince años de ejercicio profesional (art. 345 LOPJ). A tal efecto, prevé la
LOPJ que una de cada cinco plazas de magistrado del TS se proveerá de esta manera (art. 343);
5 Los que no superen el curso podrán repetirlo en el siguiente, al que se incorporarán con la nueva promoción. Si
tampoco superaren este curso, quedarán definitivamente excluidos y decaídos en la expectativa de ingreso en la
carrera judicial derivada de las pruebas de acceso que hubiesen aprobado (art. 309.1 y 2 LOPJ).
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En este caso solo se exige dos años de servicios efectivos como juez (art. 311.1 LOPJ).
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Tradicionalmente conocido como “cuarto turno”.
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las otras cuatro plazas restantes se habrán de cubrir entre miembros de la carrera judicial con
la categoría de magistrado (vid. arts. 344 y 344 bis LOPJ) 8.
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Inclusive la LOPJ (art. 330.4 LOPJ) ccontempla un muy peculiar supuesto de designación para la elección de
una de cada tres plazas de magistrado en la Sala de lo Civil y Penal de los TSJ con cierto componente político, que
cuanto menos, invita a replantear el principio de independencia judicial.
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Quiere decirse que es el Ministerio de Justicia o las CCAA (con competencias asumidas en materia de Justicia)
quiénes se ocupan de las materias relativas al estatuto y régimen jurídico de estos funcionarios (vgr. selección;
formación; provisión de destinos, ascensos, situaciones administrativas, jornada laboral, horario de trabajo y
régimen disciplinario. Vid. el art. 471.1 LOPJ). Como pueden presuponerse el que unas CCAA asuman materias
en la llamada “administración de la Administración de Justicia” y otras no (lo que podríamos llamar entonces,
“territorio común o del Ministerio”) es caldo de cultivo abonado para provocar desigualdades y diferencias;
inclusive entre las distintas CCAA no todas ellas parten con el mismo presupuesto en esta materia.
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Tengamos presente que la actividad de juzgar y hacer ejecutar lo juzgado no es solo una actividad intelectual o
cognitiva, sino que asimismo comporta toda una suerte de actividades administrativas y organizativas muy
diversas, sobre todo por lo que se refiere a los medios materiales y que hay que gestionar adecuadamente (vgr.
equipos informáticos; material de oficina; llevar a cabo actos de comunicación procesal, como son las
notificaciones, y los requerimientos con las partes del proceso o con otros órganos públicos, etc). Aun cuando este
otro aspecto administrativo y técnico de la Justicia puede parecer de menor importancia, en comparación con la
función jurisdiccional, nada más lejos de la realidad. En efecto, una deficiente regulación o tratamiento de todos
estos recursos técnicos y administrativos puede dar al traste con la calidad en la prestación de tan importante
servicio público, y en definitiva hacer o no viable la tutela judicial efectiva.
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El régimen jurídico de los Secretarios Judiciales se encuentra en los arts. 440 a 469, 443
bis, 468 bis, 468 ter, 468 quáter y 469 bis de la LOPJ, modificados o redactados de nuevo –en
su mayoría– por la LO 7/2015, y en el Real Decreto 1608/2005, de 30 de diciembre, por el que
se aprueba el Reglamento orgánico del Cuerpo de Secretarios Judiciales. Los Secretarios
Judiciales son funcionarios públicos que constituyen un Cuerpo Superior Jurídico, único, de
carácter nacional, al servicio de la Administración de Justicia, dependiente del Ministerio de
Justicia, y que ejercen sus funciones con el carácter de autoridad, ostentando la dirección de la
Oficina judicial (art. 440 LOPJ).
Enseguida me ocuparé de relatar las funciones del Secretario Judicial, si bien con carácter previo hay que hacer
una breve referencia a que desde las reformas de 2003 y 2009 (que sirvieron para implantar la Oficina Judicial), el
legislador ha querido que el Secretario Judicial asumiese una serie de nuevas funciones y cometidos que hasta ese
momento eran exclusivas de jueces y magistrados, con el argumento (desde luego muy discutible) de que las mismas
no eran “estrictamente jurisdiccionales”, sino procedimentales. Entre esas nuevas atribuciones, cabe mencionar: 1.
La admisión de la demanda (aunque no la inadmisión de la misma); 2. Buena parte de la tramitación de los recursos;
3. Ciertas decisiones del proceso de ejecución; 3. También dicta las resoluciones sobre la terminación anticipada del
proceso; 4. Funciones de conciliación y mediación procesal; 5. La tramitación y resolución de los llamados
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expedientes de jurisdicción voluntaria. Este trasvase de funciones al Secretario Judicial y, que, como se ha dicho
antes, correspondían a jueces y magistrados, se ha realizado con el argumento (entre otros) de liberar a estos últimos
de carga de trabajo. Sin embargo, tal argumento es poco consistente teniendo en cuenta que el legislador no parece
advertir que muchas de esas funciones (en especial las del proceso de ejecución), son estrictamente jurisdiccionales
y por tanto no deberían haber sido residenciadas en otro personal de la Administración de Justicia sobre el que no
pesa la exigencia legal de independencia.
1. Fe pública judicial
Concretamente:
e’) Darán fe, por sí o mediante el registro correspondiente, de la recepción de escritos con
los documentos y recibos que les acompañen (arts. 453 LOPJ y 145 LEC).
2. Documentación
b’) De dejar constancia de las resoluciones que dicten los jueces y magistrados, o ellos
mismos cuando así lo autorice la ley.
c’) De garantizar que el reparto de asuntos se realiza de conformidad con las normas que a
tal efecto aprueben las Salas de Gobierno de los Tribunales de Justicia.
3. Dación de cuenta
Será responsabilidad del Secretario Judicial organizar la dación de cuenta, que se realizará
en los términos establecidos en las leyes procesales (art. 455 LOPJ; cfr. art. 178 LEC). Dice el
artículo 178 [Dación de cuenta] de la LEC:
«1. Los Secretarios Judiciales darán cuenta a la Sala, al ponente o al Juez, en cada caso,
de los escritos y documentos presentados en el mismo día o en el siguiente día hábil, cuando
contuvieran peticiones o pretensiones que exijan pronunciamiento de aquellos.
Lo mismo harán respecto a las actas que se hubieren autorizado fuera de la presencia
judicial.
2. También darán cuenta, en el siguiente día hábil, del transcurso de los plazos procesales
y del consiguiente estado de los autos cuando a su vencimiento deba dictarse la oportuna
resolución por el Juez o Magistrado, así como de las resoluciones que hubieren dictado que
no fueran de mera tramitación.
3. Los funcionarios del Cuerpo de Gestión Procesal y Administrativa darán a su vez cuenta
al Secretario judicial [Letrado de la Administración de Justicia] de la tramitación de los
procedimientos, en particular cuando ésta exija una interpretación de ley o de normas
procesales, sin perjuicio de informar al titular del órgano judicial cuando fueran requeridos
para ello.»
Hasta ahora y en relación el impulso procesal, el art. 237 LOPJ (y el art. 179 LEC), decía que
salvo que la ley disponga otra cosa, «el órgano jurisdiccional dará de oficio al proceso el curso
que corresponda, dictándose al efecto los proveídos necesarios [“las resoluciones necesarias”
(dice el art. 179 LEC)]». La nueva redacción del art. 237 LOPJ determina significativamente
que «se dará de oficio al proceso el curso que corresponda, dictándose al efecto las
resoluciones necesarias». Esto quiere decir que, a partir de ahora, que el impulso no es
exclusivo del juez o tribunal. En este sentido, el nuevo art. 456.1 LOPJ dice: «El secretario
judicial impulsará el proceso en los términos que establecen las leyes procesales». «A tal
efecto, dictará las resoluciones necesarias para la tramitación del proceso, salvo aquéllas que
las leyes procesales reserven a jueces o tribunales. Estas resoluciones se denominarán
diligencias 11, que podrán ser de ordenación, de constancia, de comunicación o de ejecución.
Las diligencias de ordenación serán recurribles ante el juez o el ponente, en los casos y formas
11 Las diligencias son resoluciones del Secretario Judicial por medio del cual se deja constancia de determinados
actos con trascendencia procesal en la sustanciación del proceso. La LEC distingue las siguientes:
Diligencias de ordenación: consisten en impulsar el proceso siguiendo el procedimiento que establece la ley.
Diligencias de constancia: su fin es reflejar que se ha producido un hecho o un acto con trascendencia procesal.
Diligencias de comunicación: hacen constar la realización de una notificación, emplazamiento, citación o
requerimiento a las partes o a un tercero.
Diligencias de ejecución: son resoluciones dictadas en la fase de ejecución cuando su objeto sea distinto al de las
diligencias de ordenación, de constancia o de comunicación (art. 456.2 LOPJ).
Las diligencias se limitan a expresar el contenido dispositivo de la resolución, aunque pueden estar motivadas de
forma sucinta cuando la ley lo requiera o el secretario judicial lo estime conveniente.
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previstos en las leyes procesales» (art. 456.2 LOPJ; vid. 223 y 224 LEC). En el mismo sentido,
el artículo 179.1 LEC determina: «Salvo que la ley disponga otra cosa, el Secretario judicial
dará de oficio al proceso el curso que corresponda, dictando al efecto las resoluciones
necesarias.»
a’) En el proceso de ejecución, salvo aquellas competencias que la ley procesal reserva
Jueces y Magistrados.
c’) Conciliación, llevando a cabo la labor mediadora que les sea propia.
e’) Mediación.
En estas materias, el secretario judicial podrá dictar decretos, 12 con el fin de poner término
al procedimiento del que tenga atribuida exclusiva competencia, o cuando sea preciso o
conveniente razonar su decisión. Esta resolución será siempre motivada y contendrá, en
párrafos separados y numerados, los antecedentes de hecho y los fundamentos de derecho en
que se basa (art. 456.3 LOPJ; vid. art. 206.2 LEC).
Como ya se dijo, dentro de la oficina judicial se integra otro personal que durante mucho
tiempo han sido denominados Cuerpo de Oficiales de Justicia, de Agentes y Auxiliares, pero
que, a partir de la reforma operada por la LO 19/2003, han pasado a formar parte de los
conocidos como Cuerpos Generales (art. 475 a LOPJ), y que está conformado por
funcionarios cuya misión principal consiste en tareas de contenido procesal, sin perjuicio de la
realización de funciones administrativas vinculadas a las anteriores, que les sean
encomendadas por los superiores jerárquicos, orgánicos o funcionales, en el ejercicio de sus
competencias. Estos Cuerpos Generales son los siguientes:
12 Los decretos son resoluciones que dictan los secretarios, cuando se admite a trámite una demanda, cuando se pone
fin a un procedimiento que sea de su competencia o, en general, cuando sea preciso o conveniente que su decisión sea
razonada (art. 456.3 LOPJ).
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capacidad de certificación puesto que pueden practicar y firmar las comparecencias que
efectúen las partes en ellos; documentar los embargos y lanzamientos que se realizan fuera del
órgano judicial, ostentando en esos actos la consideración de agente de la autoridad; elaborar
notas de referencia; de resumen de los autos; realizar las tareas de registro, recepción y
distribución de escritos y documentos, expedir copias simples de escritos y documentos que
consten en los autos, si bien con conocimiento del Secretario; también les corresponde
desempeñar la Secretaría de la Oficina judicial de las Agrupaciones de Secretarías de Juzgados
de Paz, de Juzgados de Paz de más de 7.000 habitantes y de Juzgados de Paz de menos de
7.000 habitantes en los que la carga de trabajo justifique su establecimiento [art. 476 i) LOPJ].
— El Cuerpo de auxilio judicial. Para cuyo ingreso se exigirá estar en posesión del título
de graduado en E.S.O. o equivalente. Sustituye al Cuerpo de Agentes de la Administración de
Justicia. Corresponde al Cuerpo de Auxilio Judicial con carácter general, bajo el principio de
jerarquía y de acuerdo con lo establecido en las relaciones de puestos de trabajo, la realización
de cuantas tareas tengan carácter de auxilio (la práctica de los actos de comunicación (con
capacidad de certificación), proceder a la ejecución de embargos y lanzamientos…).
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Su régimen jurídico y de actuación está constituido por los artículos 124 CE y 541 LOPJ,
por la Ley 50/1981, modificada sustancialmente por la Ley 24/2007, de 29 de octubre, que
contiene su Estatuto orgánico (EOMF) y por las leyes procesales. Al Ministerio Fiscal le
corresponde promover la acción de la justicia en defensa de la legalidad, de los derechos y
libertades de las personas y del interés público (vid. arts. 124.1 CE y 541 LOPJ). La actuación
del MF sobre todo tiene lugar en el proceso penal, donde ejercita la acción penal pública;
mientras que en el proceso civil su intervención prácticamente está reservada en aquellos casos
donde se dilucidan cuestiones de interés público, tal como sucede en los procesos de
incapacitación, filiación o cualesquiera otros donde participen menores, declarados incapaces
o ausentes. El MF tiene su propio estatuto orgánico, que desarrolla la Ley 50/1981, de 30 de
diciembre. Por último, señalar que en su actuación el MF está sujeto a los principios de:
legalidad; imparcialidad; unidad de actuación; y dependencia jerárquica.
Su denominación: Ministerio Fiscal, no es la más adecuada, porque no es un defensor en juicio
de los intereses económicos del Fisco, ni tampoco es muy expresiva la denominación francesa de
Ministerio Público. Parece más acertado —de acuerdo con sus antecedentes históricos— el nombre
de Promotor de la Justicia o Promotor de la acción de la Justicia. Recientemente, Ley Orgánica
4/2013, de reforma del CGPJ, en materia de responsabilidad disciplinaria de Jueces y Magistrados,
ha creado un órgano unipersonal cuya función es semejante a la del Ministerio Fiscal y lo denomina
Promotor de la acción disciplinaria (v. arts. 603 y ss. LOPJ).
Habida cuenta de la complejidad del mundo del Derecho, prácticamente todos los
ordenamientos jurídicos imponen la necesidad de que sus ciudadanos 13 sean representados y
defendidos ante los tribunales por profesionales técnicos (abogados, procuradores y graduados
sociales), y como mejor forma de tutelar los derechos e intereses de aquéllos. Por otra parte,
parece conveniente acudir a estos profesionales como la forma más adecuada de enfocar y
gestionar los problemas jurídicos, puesto que, para el supuesto hipotético de generalizar el
acceso a los tribunales por parte de los ciudadanos sin ningún tipo de limitación previa, se
corre el riesgo de convertir a los órganos jurisdiccionales en consultorios jurídicos incapaces
de resolver un aluvión de conflictos. De ahí que nuestro Derecho, como regla general, exija a
los ciudadanos para acceder a la justicia la capacidad de postular; esto es: de solicitar, de
pedir o dirigirse ante los tribunales no por sí mismos, sino a través de profesionales técnicos. 14
Nuestro ordenamiento procesal ha optado por un sistema dual donde la postulación descansa
en dos tipos de actividades en el proceso: la defensa y la representación; actividades que a
su vez dan lugar a dos profesiones distintas: la de abogado y la de procurador
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Salvo excepciones puntuales donde sí se permite la comparecencia por sí mismos.
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A la llamada capacidad de postulación me referiré en otro tema del programa. En esta ocasión me limitaré a
describir la figura jurídica de estos profesionales del mundo del Derecho.
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Hasta la promulgación de la Ley 34/2006, de 30 de octubre, (Ley sobre el acceso a las profesiones de abogado
y procurador de los tribunales, en adelante: LAPAP 15), aparte de la titulación en Derecho y la colegiación, no se
exigía ningún curso de formación ni la superación de prueba selectiva alguna. Sin embargo, desde la entrada en
vigor de dicha ley el 31 de octubre de 2011, amén de los requisitos generales contenidos en él, se requiere la obtención
de cierta capacitación profesional reglada que se adquiere por medio de cursos de formación acreditados
conjuntamente por el Ministerio de Justicia y el Ministerio de Educación y Ciencia (comúnmente a través de
estudios de postgrado o máster), así como la realización de una prueba escrita de carácter nacional. Para una
información más completa sobre el contenido de dicha prueba es aconsejable acudir a los siguientes enlaces:
https://www.mjusticia.gob.es/cs/Satellite/Portal/es/servicios-ciudadano/tramites-gestiones-
personales/acceso-profesion-abogado y https://www.mjusticia.gob.es/cs/Satellite/Portal/es/servicios-
ciudadano/tramites-gestiones-personales/acceso-profesion-procurador. En la actualidad y habida cuenta de lo
poco satisfactorio que está resultando la prueba escrita de ámbito nacional, los distintos colegios profesionales
abogan por un nuevo diseño de acceso a la Profesión que previsiblemente endurecerá su contenido. En el momento
que se tenga información más fidedigna del mismo, se ofrecerá la oportuna explicación en clase.
A. Abogados
Los abogados tienen encomendado la defensa ante los tribunales de los derechos e
intereses de sus clientes, así como de dirigirles y asesorarles jurídicamente (art. 542 LOPJ).
Ello significa que incumbe a estos profesionales el diseño y el despliegue de la estrategia
procesal más adecuada para sus clientes (entre las que puede estar, descartar acudir al proceso,
y sí por el contrario una vía alternativa como el arbitraje). Su intervención es preceptiva en la
gran mayoría de los procesos civiles, penales, c-a y la mayoría de los laborales. La elección de
abogado es libre para cada uno de los litigantes del proceso, si bien en caso de ausencia de
recursos económicos para litigar, pueden ser designados de oficio cuando el litigante goce del
derecho a la asistencia jurídica gratuita. El estatuto orgánico de la profesión de abogado se
encuentra actualmente regulado en el R.D. 658/2001, de 22 de junio (EGA).
La abogacía es una profesión libre e independiente cuyo ejercicio exige la incorporación a alguno de los colegios
de abogados del estado español (salvo en los supuestos determinados expresamente por la Ley o por su Estatuto.
Vgr. art. 544.2 LOPJ). Tan solo es necesario que el abogado que vaya a prestar sus servicios en el territorio de un
colegio diferente al que pertenece, deba comunicarlo previamente a éste (art. 17.3 EGA). Aparte de la colegiación,
son requisitos para ejercer la abogacía, satisfacer la cuota de ingreso, así como contratar un seguro de
responsabilidad civil para cubrir las responsabilidades en que puede incurrirse por su ejercicio profesional, siempre
que se ejerza por cuenta propia.
B. Procuradores
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La Ley 34/2006, de 30 de octubre, ha sido desarrollada mediante el Real Decreto 775/2011, de 3 de junio, por
el que se aprueba el Reglamento sobre el acceso a las profesiones de Abogado y Procurador de los Tribunales,
modificado por el Real Decreto 150/2014, de 7 marzo. Este reglamento establece cuales son los requisitos que
deben reunir aquellos ciudadanos que quieran desempeñar las profesiones de abogado o procurador.
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(también llamado poderdante o representado 16), el cual lo faculta para que actúe en el proceso
en su nombre tanto para presentar en el tribunal y/o trasladar al procurador de la parte
contraria los escritos y documentos necesarios en nombre de su representado, como asimismo,
recibir, oír y firmar todos los que comunique el tribunal o las demás partes o terceros,
trasladándolos a su representado y al abogado. Luego como puede verse esta tarea es esencial
ya que hace posible el principio de defensa y contradicción del que luego nos ocuparemos.
Téngase presente que esta función de dar traslado de los documentos de la parte representada
al tribunal y a la parte contraria, por medio de copias 17, ya no lo tiene que hacer la oficina
judicial (como sucedía antes de la LEC) lo cual redunda notabilísimamente en la agilización
procesal. En otro orden de cosas, los procuradores, lo mismo que los abogados, gozan de su
propio estatuto orgánico; el Estatuto General de los Procuradores de España (EGP), aprobado
por el RD 2046/1982, de 30 de julio.
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El procurador está vinculado con su cliente o poderdante en virtud de un contrato (mandato representativo) que
se plasma por escrito en virtud del llamado poder para pleitos. Más adelante tiempo tendremos de analizar las
distintas formas de formalizar ese contrato.
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Vid. el art. 276 LEC.
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