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REPORTE DE LECTURA “¿QUÉ ES LA HISTORIA CULTURAL”

Introducción

El presente escrito tiene la finalidad de describir las ideas principales del libro "¿Qué
es la historia cultural?" de Peter Burke, el cual muestra a la historia, como disciplina,
es un vasto y diverso campo que busca comprender y analizar los acontecimientos
del pasado para entender el presente y proyectar el futuro. En el escrito, se nos
presenta una amplia descripción de la articulación entre historia y cultura,
explicando cómo las creencias, las expresiones artísticas y las prácticas cotidianas
han influido en la evolución de la humanidad.
A lo largo su obra, Burke nos invita a cuestionar y profundizar en la esencia
misma de la historia, examinando cómo la cultura se entrelaza con las narrativas
históricas y cómo, en última instancia, da forma a la manera en que percibimos y
experimentamos el mundo que nos rodea. Desde un inicio se enfatiza en que es
cada vez más difícil decidir a qué se le considera cultura, por lo que historiadores,
se cuestionan la combinación de la historia y la cultura. No obstante, la diversidad
cultural complica dar una respuesta concreta.
A continuación, se exploran los principales conceptos y temas presentados
en el libro mencionado, desglosando su estructura y abordando los argumentos
clave que el autor nos presenta. A través de este análisis, se busca comprender la
relevancia y el impacto de la historia cultural en nuestra comprensión global de la
historia y su papel en la configuración de identidades individuales y colectivas. A
medida que se aborden las ideas presentadas por Burke, también se pueden
establecer conexiones con cuestiones contemporáneas, como la influencia de la
cultura en la sociedad actual y cómo las representaciones culturales pueden
moldear nuestra percepción de fenómenos como la violencia y la creación de
movimientos sociales en la era digital.

Capítulo 1. La gran tradición


La historia cultural ha sido objeto de múltiples cambios en su proceso de definirla
como tal, de modo que en el capítulo 1, Burke desmenuza los hilos o fases que
entretejieron a la historia como la conocemos hoy en día: la historia clásica, historia
social del arte, el descubrimiento de la historia cultural y la nueva historia cultural.
La primera de ellas abarca un periodo de 1800 a 1950, siendo una época que
destaca por centrarse en la historia de los clásicos de obras de arte, literatura y
filosofía. Por otra parte, el autor establece los cimientos para comprender la historia
cultural como disciplina y explora sus orígenes y desarrollos iniciales.
Se introducen a las figuras clave y las corrientes intelectuales que han influido
en la configuración de la historia cultural como campo de estudio. Para la primera
etapa se asocia con Jacob Burckhardt y Johan Huizinga. Estos académicos
pioneros enfatizaron la importancia de la cultura en la comprensión del pasado.
Burckhardt, por ejemplo, en su producción académica abarca un amplio espectro,
“desde la Grecia antigua, pasando por los primeros siglos de cristianismo y el
Renacimiento italiano, hasta el mundo del pintor flamenco Pedro Pablo Rubens”
(Burke, 2005, p.21). Abogó por la exploración de las mentalidades, la vida cotidiana,
la modernidad en el arte, literatura y filosofía italiana renacentista.
Por su parte, Huizinga cubriría un amplio espectro en su trabajo académico,
desde la India antigua hasta Occidente, Francia del siglo XII, entre otros. Parte de
su trabajo consistía en elaborar una crítica e interpretación que Burckhardt hacía
del renacimiento, examinando ideales de vida, visiones de la edad dorado y el culto
de la caballería. Por otra parte, declaró que el objetivo principal del historiador
cultural consiste en retratar patrones de cultura, lo que conlleva estudiar temas,
símbolos, sentimientos y formas. Estas ideas sentaron las bases para el análisis
cultural y proporcionaron un enfoque más completo para el estudio histórico.
Otra de las aportaciones que se incluyen son las de Weber, a partir de ellas
Burke trata de mostrarnos como la historia cultural se beneficia al considerar
factores sociales, económicos, religiosos y políticos en el análisis de la cultura a lo
largo del tiempo. Puesto que Weber destacaba por estudiar las raíces culturales de
los que dominaban en Europa occidental y Estados Unidos. Más tarde Norbert Elías
basándose en algunos aportes de Huizinga centraría su trabajo en analizar como a

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lo largo de la historia, las sociedades han experimentado un proceso de pacificación
y autodisciplina, lo que ha llevado a una reducción en la violencia y un aumento en
el autocontrol.
La lista de historiadores e intelectuales que se incluyen en el primer capítulo
es amplia, pero considero pertinente mencionar que, en conjunto, la suma de otros
aportes de Warburg, Gombrich y Panofsky resaltan la importancia de la
comunicación visual, la percepción y la interpretación simbólica en la historia
cultural. El autor utiliza estas perspectivas para analizar cómo las representaciones
visuales y culturales transmiten significados, emociones y valores a través del
tiempo y las distintas sociedades.
La gran diáspora resulta ser un fenómeno que nos permite vislumbrar los
efectos que trajo consigo la dispersión de varios historiadores del XX, esto debido
a que el instituto había sido fundado por un judío, y dadas las problemáticas de ese
momento los eruditos se vieron en la necesidad de refugiarse al extranjero. Lo
anterior afecto gravemente a la historia cultural. Gracias a ello (en parte), se dio el
fenómeno de la enseñanza de los cursos sobre “civilización” en Estados Unidos,
esta era una palabra clave para referirse a cultura, y trajo consigo el movimiento de
la “Nueva Historia”, en el que estaban involucrados historiadores radicales. Cabe
mencionar que la gran diáspora también afectó el desarrollo de la historia cultural
en Gran Bretaña.
Para concluir este apartado, cabe mencionar que, a lo largo del capítulo,
Burke resalta la importancia de situar la historia cultural en su contexto histórico y
social. Destaca cómo las corrientes intelectuales y las circunstancias históricas
influyen en la forma en que se aborda y se comprende la cultura. Además, el autor
subraya la relevancia de considerar las interacciones entre diferentes enfoques
historiográficos y las teorías emergentes en el estudio de la cultura.
Se nos muestra una visión amplia de los fundamentos de la historia cultural,
desde sus raíces en la etapa clásica hasta las reacciones marxistas que ampliaron
su alcance. A través del análisis de las ideas de figuras influyentes, el autor nos
muestra cómo la historia cultural ha evolucionado como respuesta a distintos

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enfoques y perspectivas. También se hace referencia al nacimiento de los “estudios
culturales” en la década de 1960 en Gran Bretaña.

Capítulo 2. Problemas de la historia cultural

En este capítulo se continúa en un inicio mencionando el estilo en el que trabaja la


historia cultural Huizinga, y como algunos historiadores a compartido su forma hasta
cierto punto “trágica”, sugiriendo la idea que esta disciplina posee tintes del
impresionismo. Por otra parte, se hace notoria la necesidad de que al igual que otras
diciplinas, la historia cultural requiere que las personas dedicadas a generar este
tipo de trabajo, posean un pensamiento crítico, de tal manera, pueda ir
evolucionando, es decir, que se analicen los trabajos que los mismos historiadores
han trabajado para ver si la perspectiva abordada aún es la que sea desea compartir
después que el pensamiento del historiador ha madurado o cambiado.
Otro punto importante es el de la crítica marxista, dónde Burke destaca cómo
la crítica marxista ha cuestionado la noción tradicional de los clásicos como obras
intemporales e inmutables. Los marxistas argumentan que las obras clásicas son
productos de su tiempo y están moldeadas por las condiciones sociales,
económicas y políticas de la época en que fueron creadas. En este sentido, la crítica
marxista busca desentrañar las relaciones de poder y las luchas de clases que
predominan en las obras clásicas, así como analizar cómo se reflejan y se
conservan las ideologías dominantes.
La historia marxista suscita algunas problemáticas, uno de los problemas
clave que Burke señala es la tendencia de la historia marxista a reducir las obras
culturales a meros reflejos de las relaciones de producción y las luchas de clases.
Si bien reconoce la importancia de considerar los aspectos económicos y sociales
en el análisis, el autor argumenta que esta visión puede ser excesivamente
determinista y descuidar otros elementos importantes de la cultura. A grandes
rasgos, Burke examina críticamente algunos de los problemas y limitaciones
asociados con la aplicación de la perspectiva marxista en el análisis de la historia

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cultural. Aunque reconoce su valor en destacar las dimensiones sociales y
económicas, también advierte sobre la simplificación excesiva y la reducción de la
complejidad cultural que pueden surgir al aplicar una lente marxista de manera
dogmática.
Otro tema que se explora es el de las paradojas de la tradición. Burke explora
cómo las tradiciones culturales no son estáticas ni inmutables, sino que están en
constante cambio y adaptación. A medida que las sociedades cambian y se
desarrollan, las tradiciones culturales también se ven influenciadas y modificadas.
Sin embargo, en medio de este proceso de cambio, a menudo se desarrollan
paradojas que desafían nuestras percepciones lineales de la tradición.
Se propone un debate sobre la cultura popular, en donde se hace el
cuestionamiento si el término “popular” debe incluir a toda una sociedad
determinada, o excluir a la élite de dicha población, por lo menos en ciertos
periodos. Cuestionar la cultura popular implica ir más allá de las interpretaciones
superficiales y estereotipadas de las expresiones culturales que a menudo se
asocian con las clases populares. Burke sugiere que, en lugar de asumir que la
cultura popular es homogénea, uniforme y estática, es esencial adoptar un enfoque
más reflexivo y examinarla desde una perspectiva más amplia y contextual.
Un poco más problemático que precisar el término “popular” Burke se
propone definir el de “cultura”. Este último abarca una amplia gama de expresiones
humanas que incluyen no solo las manifestaciones artísticas y las ciencias, sino
también las prácticas sociales, las creencias, los valores, las costumbres, los
símbolos y las formas de vida en general. La cultura se entiende como un conjunto
de significados compartidos y simbólicos que las personas utilizan para
comunicarse, expresarse y comprender el mundo que les rodea.

Capítulo 3. El momento de la antropología histórica

Es en 1990 cuando cobra fuerza el interés por estudiar lo relacionado con el término
cultura, en este sentido, se produce una expansión del mismo. Burke se refiere ello
como el proceso mediante el cual la cultura se difunde, se transforma y se enriquece
a través de la interacción entre diferentes grupos humanos, ya sea dentro de una

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misma sociedad o a través de intercambios culturales entre distintas regiones. De
hecho, se los historiadores comienzan a etiquetar las formas de estudiar distintas
diciplinas con perspectiva cultural, anteponiendo la palabra “cultura”, por ejemplo:
la cultura del amor, la cultura del juego, etc.

Después de implementar las etiquetas mencionadas, se crea la senda para


tratar la “nueva historia cultural”. Este capítulo nos permite explorar cómo esta
nueva corriente influyó en la forma que se aborda y se entiende la cultura en el
ámbito histórico. Burke introduce este nuevo concepto, que se caracteriza por un
enfoque más amplio y diverso en la investigación de la cultura. Esta perspectiva
busca comprender no solo las obras de arte y la alta cultura, sino también las
prácticas cotidianas, las creencias populares, los objetos materiales y las formas de
vida de diferentes grupos sociales. La "nueva historia cultural" desafía las
limitaciones tradicionales y busca una visión más holística y completa de la cultura.
Burke aborda el concepto de "explicaciones culturales" como un enfoque
analítico que busca comprender y explicar fenómenos históricos y sociales a través
del estudio de las dimensiones culturales y simbólicas que influyen en ellos. El autor
argumenta que la historia cultural se centra en examinar cómo las representaciones,
significados, valores y prácticas culturales moldean y son moldeados por las
condiciones históricas y sociales (culturas). Se integran algunos ejemplos de cómo
los historiadores y antropólogos a través de sus obras muestran la diversidad
cultural en distintos contextos, y como estas logran sobrevivir una con la otra.
Destacan las aportaciones de Geertz, un antropólogo que inspiró a varios
historiadores culturales. Su teoría es denominada “teoría interpretativa de la
cultura”, la que critica la definición de “cultura” de Edward Tylor, como los
conocimientos, las creencias, el arte, las costumbre y la moral. Según Geertz esa
teoría oscurece más que iluminar la definición de cultura. Además, Geertz hace
hincapié en la importancia de contextualizar las prácticas y los significados
culturales dentro de su marco social e histórico. Reconoce que la cultura no es
estática, sino que está en constante cambio y evolución, influenciada por factores
históricos, sociales y económicos.

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En el marco del capítulo 3 considero pertinente incluir el trabajo de Darnton.
Él hace énfasis en la importancia de examinar la cultura popular y las mentalidades
de las clases subalternas. En su obra, Darnton ha destacado cómo las formas de
expresión cultural de las clases menos privilegiadas, como los cuentos populares,
los panfletos y las canciones, pueden proporcionar una visión única de las
creencias, deseos y preocupaciones de grupos históricamente marginados. Este
enfoque se alinea con la historia cultural, que busca comprender las experiencias y
perspectivas de una amplia gama de actores sociales. Por otra parte, define la tarea
del historiador cultural como “la captura de la alteridad".
Un suceso que llama mi atención es la relación entre la historia cultural y la
antropología como dos disciplinas que comparten intereses y enfoques en el estudio
de la sociedad y la cultura. Burke destaca cómo la historia cultural y la antropología
comparten una preocupación por comprender las prácticas y significados culturales
de las personas en contextos específicos. Aunado a ello, la antropología nos permite
una comprensión más amplia de la diversidad cultural. Además de promover
métodos etnográficos que involucran la observación y participación directa en las
comunidades estudiadas, lo que ha influido en la historia cultural al resaltar la
importancia de las experiencias individuales y las prácticas cotidianas en la
construcción de la cultura y la identidad.
Para 1970 surge la “microhistoria”, asociada a un pequeño grupo de
historiadores: Ginzburg, Levi y Grendi. Esta disciplina se refiere a un enfoque
historiográfico que busca explorar y comprender la historia a través de un análisis
detallado y minucioso de casos individuales, eventos locales o contextos
específicos. La microhistoria se caracteriza por su atención a los detalles, su énfasis
en las experiencias individuales y su enfoque en aspectos aparentemente pequeños
o marginales de la vida cotidiana.
Para finalizar el capítulo, se cierra con una breve mención a aportes iniciados
por Kelly para la visibilización del feminismo, centrados en la época del
Renacimiento. Resaltando los obstáculos a los que se enfrentaron mujeres artistas
de esa época. Kelly invita a los historiadores culturales a reconsiderar las fuentes
históricas desde una perspectiva de género. Argumenta que muchas veces las

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fuentes tradicionales pueden ocultar las voces y experiencias de las mujeres, por lo
que es esencial buscar activamente evidencia de su participación y contribuciones
en la cultura.

Capítulo 4. ¿Un nuevo paradigma?

El capítulo explora cómo la "nueva historia cultural" se ha beneficiado de enfoques


teóricos contemporáneos. Teorías han influido en cómo los historiadores abordan la
interpretación de textos, imágenes y prácticas culturales, permitiendo una
apreciación más diversificada de las formas en que se construye y se transmite el
significado cultural. Se establecen conexiones con otros campos, Burke también
subraya cómo la "nueva historia cultural" se ha relacionado con otros movimientos
intelectuales, como el feminismo y los estudios poscoloniales. Estos enfoques han
enriquecido la comprensión de la cultura al resaltar la influencia del género, la raza
y el poder en la formación y representación cultural.
Se resalta la importancia del trabajo que realiza la historia cultural y su
hermana la historia intelectual. Con relación a la nueva historia cultural, esta se
concentra en la cultura vivida y experimentada por personas comunes, mientras que
la historia intelectual se enfoca en las ideas y teorías promovidas por figuras
intelectuales y su impacto en la cultura y la sociedad. Ambos enfoques ofrecen
perspectivas valiosas para comprender diferentes aspectos de la cultura y su
influencia en la historia.
El autor explora en este capítulo algunos aportes de destacados autores.
Entre ellos, Mijaíl Bajtín ofrece una perspectiva rica en la diversidad y el diálogo
presente en el discurso cultural, su teoría del "carnaval" y la "polifonía" resaltan la
multiplicidad de voces y significados en la cultura. Norbert Elias, por su parte, aborda
cómo las normas sociales y las interacciones evolucionan a lo largo del tiempo,
centrándose en la "figuración" para resaltar las conexiones sociales y culturales.

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En el ámbito del poder y el conocimiento, Michel Foucault plantea cuestiones
fundamentales para la nueva historia cultural al explorar cómo las estructuras de
poder y las verdades históricas se construyen en diferentes discursos culturales.
Por último, Pierre Bourdieu enriquece esta perspectiva al analizar cómo la cultura y
el poder interactúan en la sociedad, su teoría del "capital cultural" ilumina cómo los
recursos culturales afectan la posición social y la reproducción de la desigualdad.
En conjunto, estos aportes amplían las fronteras de la nueva historia cultural,
proporcionando lentes conceptuales para analizar la multiplicidad, las interacciones
y las dinámicas de poder en la cultura a lo largo de distintos contextos históricos.
A manera que se avanza en la narración del capítulo, podemos encontrar el
término “prácticas”, que resulta ser un elemento esencial dentro del enfoque de la
nueva historia cultural. Dicho término se refiere a las acciones, comportamientos y
actividades realizadas por individuos y grupos en su vida cotidiana, que están
imbuidas de significado cultural y que contribuyen a la construcción y reproducción
de la cultura en una sociedad dada. Estas prácticas pueden abarcar una amplia
gama de actividades, desde rituales y ceremonias religiosas hasta formas de vestir,
comer, hacer deporte, interactuar y comunicarse.
Las prácticas también pueden ser indicadores de cambios y continuidades
culturales a lo largo del tiempo, ya que reflejan las formas en que las tradiciones
culturales evolucionan y se adaptan en respuesta a diferentes contextos históricos
y sociales. El enfoque en las prácticas dentro de la nueva historia cultural permite a
los historiadores profundizar en la relación entre cultura y sociedad, destacando
cómo las expresiones culturales se entrelazan con la vida cotidiana y cómo influyen
en la cosmovisión de las personas en un contexto específico.
Otro enfoque que se le dio a la nueva historia cultural y que en lo particular
llama mi atención, es la “imaginación social”, comprendida como un elemento
central en la perspectiva de la nueva historia cultural. Este concepto se refiere a la
capacidad de las personas para construir representaciones mentales, imágenes y
narrativas que dan forma a su comprensión del mundo, sus creencias y sus
interacciones sociales. Burke argumenta que esta facultad cognitiva es esencial
para comprender cómo se forma y transforma la cultura a lo largo del tiempo.

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La "imaginación social" abarca la manera en que las personas visualizan,
interpretan y conceptualizan su entorno y su realidad. A través de esta capacidad,
las sociedades crean mitos, historias, símbolos y narrativas que influyen en sus
acciones y decisiones. Estas construcciones mentales no solo son individuales, sino
que también se comparten y transmiten en las interacciones sociales y a través de
diferentes medios culturales, como la literatura, el arte, los medios de comunicación
y más. Encaja en esta línea la idea del purgatorio, la historia de los sueños,
combinaciones de rituales, la santidad, entre otros.
Otra dimensión crucial en el marco de la NHC es la “historia de la memoria”,
también llamada: memoria social o memoria cultural. Nace a partir de los aportes
de Pierre Nora, y se refiere a la exploración y análisis de cómo las sociedades
construyen, mantienen y transmiten recuerdos colectivos a lo largo del tiempo.
Burke destaca que la memoria no es simplemente un reflejo objetivo del pasado,
sino que es una construcción social y cultural que está influida por una variedad de
factores, incluyendo la política, la ideología y las representaciones simbólicas.
La “cultura material” se suma las dimensiones de la NHC, misma que es
observable en los aportes de Elías, por mencionar algunos: la historia del tenedor y
del pañuelo. Este enfoque se refiere al estudio y análisis de los objetos y artefactos
tangibles que conforman la vida cotidiana de una sociedad o grupo en particular. La
cultura material abarca una amplia gama de elementos, desde herramientas y
utensilios hasta obras de arte, vestimenta, arquitectura, alimentos y cualquier otro
objeto que haya sido creado, utilizado o modificado por las personas.
Esta cultura no solo se refiere a la mera descripción de objetos, sino que
también se adentra en su contexto histórico y cultural, así como en las
interpretaciones y significados que las personas atribuyen a estos objetos. Esto
implica analizar cómo los objetos son producidos, utilizados, intercambiados,
valorados y descartados, y cómo contribuyen a la construcción de identidades
individuales y colectivas.
Para concluir la descripción de aportes de este capítulo me gustaría incluir la
dimensión de la NHC llamada “la historia del cuerpo”. Un ámbito que ha cobrado
fuerza en los últimos años. Se adentra en cómo las diferentes épocas y culturas han

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concebido y percibido el cuerpo humano, cómo se han establecido normas de
belleza, salud y comportamiento, y cómo estas percepciones han influido en las
prácticas individuales y colectivas. Este enfoque implica explorar una amplia gama
de temas, como la moda, la medicina, la alimentación, las representaciones
artísticas, la sexualidad, las prácticas religiosas y las concepciones de la identidad.

Capítulo 5. De la representación a la construcción

La NHC es motivo de originar cambios en la forma en que se percibe el reflejo de la


realidad. El presente capítulo formula esa analogía y explica por medio de la retórica
la inserción del enfoque constructivista alrededor del 1980. El constructivismo
desempeña un papel fundamental en la nueva historia cultural al abordar cómo las
realidades culturales son construidas y compartidas por las sociedades a lo largo
del tiempo. Este enfoque implica que la cultura y sus representaciones no son
simplemente un reflejo de la realidad, sino que son productos de la interacción
humana, las creencias y las prácticas.
Este enfoque constructivista también destaca cómo las interpretaciones y
significados de los fenómenos culturales pueden variar entre diferentes grupos y
contextos, lo que lleva a una apreciación más rica y matizada de la diversidad
cultural. Además, reconoce que las representaciones culturales pueden ser
contestadas, reinterpretadas y transformadas a lo largo del tiempo en función de
cambios sociales, políticos y económicos. Cabe mencionar que esta teoría se debe
en gran manera a los aportes de Michel Foucault y Michel de Certeau.
Otra cuestión que se presenta en este capítulo es la construcción de la clase
y el género, desde una perspectiva que reconoce cómo estas categorías sociales
son construcciones sociales y culturales en constante evolución. Se explica cómo
las representaciones culturales y las prácticas sociales han contribuido a la creación
y redefinición de las identidades de clase y género a lo largo del tiempo. Posiciona
a la masculinidad y la feminidad como dos “guiones” que se aprenden en primera
instancia de un padre y/o una madre, mismo que se pueden modificar con el tiempo
mediante los grupos de padres, libros de conducta y otras instituciones.

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Este enfoque cobró más fuerza con la influencia del trabajo de las
aportaciones de Benedict Anderson, Eric Hobsbawm y Terence Ranger. Estos
historiadores contribuyeron significativamente al análisis de cómo las identidades,
las tradiciones y las representaciones culturales son construidas y negociadas en
contextos sociales.

Anderson, en su obra "Imagined Communities", propone la noción de "nación


como comunidad imaginada" y plantea cómo las identidades nacionales son
construcciones simbólicas que permiten a las personas sentirse parte de una
comunidad compartida, a pesar de las diferencias geográficas y culturales. Este
autor destaca cómo la imprenta y la difusión de medios de comunicación jugaron un
papel fundamental en la formación de estas comunidades imaginadas al permitir la
circulación de discursos y símbolos que contribuyeron a la cohesión nacional.
Por su parte, Hobsbawm y Ranger abordan la idea de "The Invention of
Tradition". En su investigación, argumentan que muchas tradiciones culturales son
construcciones deliberadas que responden a necesidades políticas, sociales o
culturales específicas. En palabras de ellos “las tradiciones que parecen o
pretenden ser viejas poseen, con frecuencia un origen muy reciente y a veces se
inventan” (Burke, 2005, p.107). Su enfoque pone de relieve cómo las élites y los
actores poderosos pueden manipular o crear tradiciones para consolidar
identidades colectivas y legitimar ciertos discursos o agendas. Esta perspectiva
cuestiona la noción de que las tradiciones son expresiones inmutables del pasado,
destacando su carácter moldeable y su función en la configuración de la realidad
social.
Otro de sus aportes es el de “la invención de tradición”, aparece como una
perspectiva que cuestiona la idea de que las tradiciones culturales son expresiones
auténticas del pasado. Esta noción, sugiere que muchas tradiciones son
construcciones conscientes que surgen en contextos específicos para cumplir
objetivos políticos, sociales o culturales. Aunado a ello, contribuyó a renovar una de
las formas tradicionales de la historia cultural. Este enfoque se destaca por estudiar
ritos como: la vida doméstica, la ilustración, el amor, la amistad, la felicidad, la
humildad, procesiones religiosas, bodas, desfiles militares, entre otros.

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Capítulo 6. Más allá del giro cultural

El capítulo final del libro propone una revalorización de los enfoques propuestos por
Burckhardt, inclusive se le llama a este fenómeno “el retorno de Burckhardt”. Aunque
el trabajo de Burckhardt se centraba en una época específica, sus ideas sobre la
interconexión de la cultura, el arte, la sociedad y la mentalidad humana tienen
aplicaciones más amplias en el estudio de la historia cultural en general. En este
contexto, dicho acontecimiento se refiere a la influencia continua de sus ideas en la
forma en que los historiadores culturales contemporáneos abordan el análisis de las
manifestaciones culturales, las prácticas sociales y las mentalidades históricas. No
obstante, cabe destacar que realmente Burckhardt nunca se fue, a pesar de los
nuevos enfoques que se fueron incluyendo entre 1970 y 1980, la historia de la alta
cultura nunca se abandonó.
Un enfoque que en lo personal evoca mucho interés es el de la “historia
cultural de la violencia”. Este busca comprender las manifestaciones y significados
de la violencia a lo largo del tiempo desde una perspectiva cultural y contextual.
Esta aproximación reconoce que la violencia no es un fenómeno aislado, sino que
está arraigada en sistemas de creencias, valores, prácticas sociales y estructuras
de poder que varían según el tiempo y el lugar. Principalmente destacan aportes de
las violencias en masas, como lo es la guerra. Algunos investigadores que destacan
son: Blok, Dougles, Turner, Crouzet y Davis.
Cerca de terminar el texto, se habla de la “fragmentación de la cultura”. Bruke
se refiere a ella como un fenómeno en el que la cultura no es una entidad
homogénea y unificada, sino más bien está compuesta por una diversidad de
expresiones, prácticas y manifestaciones que pueden coexistir en un mismo
contexto. Esta fragmentación implica que la cultura no sigue una estructura única y
lineal, sino que está formada por múltiples capas, perspectivas y voces.
Se destaca que esta fragmentación cultural puede ser resultado de diversas
dinámicas históricas, sociales y políticas que han dado lugar a la coexistencia de
diferentes tradiciones, valores, grupos sociales y formas de expresión en una

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sociedad. Además, esta fragmentación puede ser evidente en la multiplicidad de
prácticas culturales, desde las formas de entretenimiento hasta las creencias
religiosas, y en cómo estas prácticas pueden ser experimentadas y reinterpretadas
de maneras variadas por diferentes individuos y grupos. También se deja ver que la
cultura a menudo fomenta la fragmentación, y se enumeran algunos ejemplos de
distintos países, entre ellos Estados Unidos e Irlanda.
En conclusión, en su libro Burke nos presenta una obra fundamental que
descifra las complejidades de la intersección entre la historia y la cultura, revelando
cómo estas dos dimensiones se entrelazan y se influyen mutuamente en la
conformación de las sociedades y la percepción del pasado. A través de un análisis
detallado y una exploración profunda, el autor nos lleva de la mano a través de las
diversas etapas de la historia cultural, desde sus raíces en la antigüedad hasta su
influencia contemporánea en la configuración de identidades y valores.
Es importante destacar que esta obra no solo nos brinda una visión más
amplia de la historia cultural, sino que también nos desafía a cuestionar nuestras
propias perspectivas. Nos invita a considerar cómo nuestra propia cultura influye en
nuestra interpretación del pasado y cómo las interpretaciones históricas están
inevitablemente influenciadas por nuestras experiencias y creencias actuales. Todo
lo dicho nos evoca un pensamiento más crítico y reflexivo, reconociendo la
complejidad de las fuerzas culturales que han moldeado el curso de los
acontecimientos.
Finalmente, en cuanto a la relación de la lectura con mi proyecto de
investigación, encuentro aportes significativos. En su relación con la violencia en el
contexto mexicano actual y la creación de movimientos sociales a través de las
redes sociales digitales, es importante señalar que, aunque estos temas no son
tratados directamente en el libro, existe una conexión subyacente en términos de
cómo la cultura, la representación y el poder influyen en la formación y la respuesta
de la sociedad ante estos problemas.
En el caso de la violencia en México, el enfoque en la representación cultural
podría ayudarnos a entender cómo las narrativas culturales y mediáticas influyen en
la percepción pública de la violencia. La representación visual y verbal de la

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violencia en los medios de comunicación, el arte y la literatura puede influir en cómo
se abordan estos problemas a nivel social y político. Aunque los medios digitales de
comunicación y las redes sociales no se abordan directamente en el libro, se puede
establecer un paralelo entre la forma en que las representaciones culturales
históricas y contemporáneas influyen en la opinión pública y cómo las plataformas
digitales desempeñan un papel similar en la formación de movimientos sociales y la
creación de conciencia.
En particular, considero que el enfoque de “la historia de la violencia” nos
lleva a una profunda reflexión sobre el presente. En el contexto de México, un país
que ha enfrentado desafíos persistentes en términos de violencia criminal, este
enfoque adquiere una relevancia inmediata. La historia de la violencia nos invita a
desentrañar las raíces históricas y culturales de la situación actual, a cuestionar
cómo las narrativas, símbolos y prácticas han contribuido a la formación de una
realidad marcada por el sufrimiento humano.
En un México donde la violencia sigue siendo un desafío apremiante, la
historia cultural emerge como un faro que nos guía hacia una exploración profunda
y contextualizada de las raíces de la violencia. El libro nos impulsa a preguntarnos
cómo las representaciones culturales moldean nuestras percepciones y respuestas
a la violencia, y cómo podemos utilizar esta comprensión para tejer un futuro más
justo y pacífico.
Como señala Burke, la historia cultural nos invita a considerar cómo los seres
humanos han intentado dar sentido a sus vidas, y especialmente cómo han
expresado sus aspiraciones y frustraciones a través de las diversas obras. Esta
reflexión puede aplicarse al análisis de cómo la cultura y las expresiones artísticas
pueden influir en la forma en que la sociedad aborda la violencia y cómo las redes
sociales digitales se utilizan como plataformas para crear conciencia y movilizar a
las comunidades.

Referencia

Burke, P. (2005). ¿Qué es la historia cultural? Editorial Paidós.

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