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UNIVERSIDAD METROPOLITANA

DE CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN
Departamento de Historia
Proyecto de Investigación en Historia
Prof. Tomás Cornejo

Análisis de texto “Cultura Popular”: retorno a un concepto historiográfico


Roger Chartier, 1994

En este texto, Chartier busca exponer en cinco apartados las distintas dinámicas que la
historiografía ha propuesto para identificar y comprender el fenómeno de la cultura popular,
específicamente de la cultura popular europea occidental y norteamericana. En primer lugar,
Chartier destaca que la cultura popular ha sido objeto de definiciones divergentes por parte de
diferentes historiadores y disciplinas. Estas definiciones contrastantes reflejan la complejidad
inherente de la cultura popular y las diversas perspectivas desde las cuales puede ser
estudiada, como la sociología, la antropología y la historia. En una de las definiciones, la
cultura popular se considera como un sistema autónomo y cerrado, con una autonomía
simbólica que la separa de la cultura literaria dominante. En contraste, otra perspectiva ve la
cultura popular en términos de su dependencia y carencias en relación con la cultura de las
élites, lo que puede llevar a interpretaciones populistas o legitimistas. Estas dos visiones
divergentes han dado lugar a modelos cronológicos que contrastan una supuesta "edad de
oro" de la cultura popular con períodos de represión. Por ejemplo, el siglo XVII se presenta
como un período de ruptura entre una cultura popular brillante y libre y una era de disciplina
y represión impuesta por la élite centralizadora y la Iglesia en pleno proceso de reforma.

El autor también señala que la relación entre la cultura popular y la cultura dominante
es compleja y cambia con el tiempo. Las élites (la cultura escrita más que nada) a veces se
retiran de la cultura popular, mientras que en otros momentos intentan influir en ella o incluso
reprimirla, mientras que la cultura de las clases bajas puede aprender a incorporar nuevos
elementos a partir de las mismas herramientas que dicha élite usa para suprimirla. Esta
dinámica fluctuante hace que cualquier modelo cronológico sea cauteloso y reservado.

Luego de esto se aborda la idea de la "bifurcación cultural", que sugiere que la


sociedad tiene una doble evolución cultural, con diferentes puntos de interés y fracturas. Esto
puede llevar a la cultura popular a ser filtrada y excluida de la cultura dominante. Para este
concepto se vale del trabajo de Laurence W. Levine sobre la evolución de la sociedad
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estadounidense, que la pone en contraste con los mismos procesos de ruptura que vivió la
sociedad europea del siglo XVII. Finalmente, Chartier destaca el papel de la lectura en el
análisis de la cultura popular. Aunque la lectura a menudo se ve como una actividad pasiva,
él argumenta que la manera en que las personas se apropian de los textos y los adaptan es
crucial para comprender la cultura popular. Para el autor, los textos escritos así como su
confección y uso proporcionan evidencia valiosa para la investigación histórica.

Hay que tener en cuenta el lugar de enunciación de este artículo, puesto que Roger
Chartier está bien enmarcado dentro una corriente historiográfica en particular, que
corresponde a la Escuela de Annales, específicamente su cuarta generación, la cuál a su vez
se enmarca dentro de un contexto histórico de caída de los socialismos reales y la necesidad
de generar una revisión de los paradigmas historiográficos y metodológicos trabajados hasta
ese entonces. Es necesario comprender que Annales también se encuentra en un “pedestal”
tanto historiográfico como institucional (el mismo Chartier es director de estudios en la
EHESS), por lo que se encuentran con cierto control sobre la escena académica francesa.
Como historiador de la cultura, el autor se ha enfocado en trabajar las dinámicas de las
prácticas culturales y su interconexión con el entorno socioeconómico en el cuál aparecen,
trabajando específicamente en el campo de la edición literaria, la lectura y la imprenta (lo
cuál se aprecia en el último tercio del texto).

Durante el texto hay diversas correlaciones a obras de otros autores, usándolos como
nodos en dónde puede exponer los ejemplos dentro del marco histórico que proponen para así
generar un contraste entre sus propuestas, por lo que en general podemos encontrar diálogos
entre otros autores de la historia de cultura moderna como Peter Burke o Robert Muchembled
pero no duda en regresar a trabajos que se desdibujan de la disciplina histórica como los de
Foucault o de Bourdieu a los cuáles usa para demostrar cómo los discursos culturales
requieren de una apropiación social para poder obtener su control.

En lo que refiere a la estructuración del texto, como ya se había mencionado, este


utiliza extensivamente el contraste de perspectivas entre diversos autores como eje focal de la
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propuesta. También podemos encontrar el uso de modelos cronológicos, sobre todo en los
primeros apartados, los cuáles buscan exponer la dualidad entre “edades de oro” (refiérase a
estas como aquellas épocas históricas en donde la totalidad de una sociedad podía compartir
una cultura común) como por ejemplo la sociedad occidental previa al siglo XVII o la cultura
norteamericana de a principios del decimonónico, las cuáles se ven opacadas por períodos de
represión cultural. Chartier no se muestra de acuerdo con este modelo de entendimiento, pues
sugiere que esta simplificación no tiene en cuenta la complejidad de las relaciones entre la
cultura legítima y la cultura popular a lo largo del tiempo. En el apartado donde trabaja la
lectura, hace hincapié en mostrar ejemplos tangibles como lo son los pliegos de cordel o los
chapbooks para mostrarlos como parte fundamental en la comprensión de la cultura popular
de su época, siempre teniendo en cuenta de que estos mismos están producidos desde cierto
lugar de enunciación propio y tienen una voluntad expositiva clara.

En conclusión, durante la creación de su artículo, Chartier mantiene una posición


crítica respecto de las diversas perspectivas que incluye, no se casa con alguna de ellas en
particular pero sí las contrasta para generar un enfoque más matizado y aglutinante, o
derechamente las desecha, tachándolas de “populistas” o “legitimistas” (también usa el
término “miserabilistas”). Llegará a mencionar explícitamente que debemos ser cautelosos al
abordar la historia de la cultura popular, pues en vez de adoptar modelos cronológicos
rígidos, hay que tener en cuenta siempre la diversidad y las tensiones entre las formas
simbólicas tanto impuestas como asumidas por la cultura popular, que configuran una
particular complejidad histórica. También habrá que tener en cuenta el dinamismo siempre
presente entre las formas de la cultura letrada o escrita frente a las formas de la cultura
popular, evitando así caer en simplificaciones, las cuáles parecen ser muy peligrosas ante sus
ojos

Referencias

Chartier, Roger, “Cultura Popular”: retorno a un concepto historiográfico, Manuscrits


Revista d’història moderna (Barcelona), nº 12, 1994, pp. 43-62

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