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Control de lectura Antonio Pérez Rodríguez.

CEH-COLMICH

Gombrich, Ernst. “En busca de la historia cultural”, en Ideales e ídolos. Ensayos sobre
los valores en la historia del arte, 29-70. Barcelona: Editorial Gustavo Gili, 1981.

El texto es una conferencia pronunciada en Lady Margaret Hall en 1967, consecuentemente


editada como prefacio para el libro en 1979 con su traducción en español en 1981. Está
conformado por ocho apartados. Trata el tema de los aportes de la filosofía hegeliana al
andamiaje teórico de la historia cultural y su presencia en la obra “La cultura del
Renacimiento en Italia” de Jacob Burckhardt.
Argumentos centrales
La historia cultural se encuentra inserta en un debate permanente en torno al significado de
la palabra cultura y su recepción tanto en la academia como en la sociedad en general. La
visión y revisión de término desde el Warburg Institute fundado por Aby Warburg en 1944
ha sido constante debido a la admiración por Jacob Burckhardt y su obra cumbre “La cultura
del Renacimiento en Italia” por su aporte a la Kulturgeschichte. Además de que, el concepto
de “cultura” y “civilización” hicieron su aparición en el siglo XVIII, y ambos estuvieron
conectados a la idea de progreso y ascenso del hombre desde su estado animal hasta la
sociedad cortesana donde la adopción de valores civilizados, el libre ejercicio de la razón,
pero sobre todo, el cultivo de las artes lo llevarían al estado máximo de la cultura humana.
La obra de Burckhard tuvo como objetivo el estudio de la cultura de Italia durante el
Renacimiento basado en la filosofía de Friedrich Hegel. El método hegeliano de la exégesis
se hizo presente en su proceder, aunque nunca lo consideró una inspiración para sus análisis
que bien podrían considerarse una historia del arte. Así mismo, obra retomó elementos
comunes en los escritos de Hegel tales como la evolución del espíritu nacional como base
del progreso humano y el arte como expresión máxima del avance de la humanidad, pues
colocó a Italia como parte de un proceso inevitable y producto de realización humana.
La preocupación del prefacio versó sobre la necesidad de comprender el quehacer de la
historia cultural y del término “cultura”. La obra Burckhardt y Hegel compartieron una visión
donde el arte fue abordado como una expresión para estudiar el Renacimiento y como
herramienta para medir el progreso cultural humano. En análisis revela la multiplicidad de
elementos y disciplinas a tomarse en cuenta para ejercer la tarea de un historiador, así como
la vinculación con disciplinas como la filosofía y la psicología si se desea abordar las
actitudes, manifestaciones y visiones del mundo en un determinado momento de la historia.
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O'Brien, Patricia. “Michel Foucault’s History of Culture” en The New Cultural History,
25-46. Berkeley: University of California, 1989.
El texto constituye el primer capítulo de una compilación de ensayos elaborados por varios
autores. El tema de dicho escrito gira en torno al análisis de la obra de Michel Foucault, su
construcción del concepto cultura y el proceso de recepción de su obra por parte de
académicos e historiadores.
Argumentos centrales
Hacia las décadas de 1960 y 1970, el rumbo de los estudios históricos estuvo marcado por
las escaramuzas entre la escuela de los Annales con su historia social y la escuela marxista
con su enfoque sobre todo económico en la interpretación de los procesos históricos. Ambos
paradigmas dejaron de lado los intereses compartidos que tuvieron durante largo tiempo
dejando así un “periodo de crisis” en la historia social y cultural, en la cual la
interdisciplinariedad fue puesta en duda como eje articulador de la historia cultural. En este
sentido, la obra de Foucault resultó controvertida, debido a que en Historia de la locura en la
Época Clásica publicada en 1961 resaltó un estudio donde el sujeto de importancia era la
sociedad más que el sueto. Vio la luz entonces una alternativa a la Nueva Historia Cultural.
En tal sentido, su obra fue mal recibida en la comunidad académica especialmente entre la
de los historiadores acusándola de positivista y de utilizar un lenguaje codificado que dio un
nuevo significado al concepto de “poder”, pero sobre todo por ser un filósofo. Fernand
Braudel y Robert Mandrou ambos miembros de Annales recibieron los trabajos de Foucault
de buena manera, pese a que fue ignorado durante la década de 1960y tachado de
antidisciplinario. Debido a que Foucault fue esencialmente un estudioso del control social, el
asilo y mecanismos de poder fue gradualmente aceptado a regañadientes por los historiadores
de izquierda a finales de 1970, aunque eso no evitó las acusaciones de falta de método, su
desprecio por los datos y de simplificar excesivamente los procesos históricos.
El capítulo analiza de manera consciente y crítica los aportes de Michel Foucault a los
estudios de historia social y cultural a partir de las resistencias que generaron sus estudios en
el medio académico. Tal como Gregor Mendel en sus descubrimientos sobre genética a partir
de unos guisantes, Foucault tuvo que construir sus propias herramientas conceptuales y
nuevos fundamentos para romper con las convenciones de la disciplina y ampliar sus límites.
A partir de este objetivo, creó el método genealógico, es decir, las relaciones entre el poder,
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el saber y el cuerpo en la sociedad moderna, más no una teoría, siendo consciente de sus
propias limitaciones. Dejó tras de sí una historia de las estructuras mentales y relaciones de
poder a partir de tres postulados: como individuos nunca estamos fuera del poder y no hay
forma de salir de él, el poder está presente en todo tipo de relaciones y el mismo delinea
condiciones de dominación. Con su método desarticulo la afirmación del poder como un
atributo del Estado y quedó asentado que la mejor forma para poner a prueba su método era
utilizándolo.
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Thompson, E.P. “Custom and culture”, en Customs in common, 1-15. New York: New
Press, 1993.
El escrito constituye a la vez la introducción y el primer capítulo de la obra. Introduce al
análisis de la construcción de las costumbres y una cultura de los obreros en Inglaterra en los
siglos XVIII y XIX, caracterizada por el folclore como método de resistencia.
Argumentos centrales
A partir del postulado que versa sobre la costumbre como segunda naturaleza del hombre, el
capítulo abre la discusión hacia los cuestionamientos sobre la consciencia y las acciones
consuetudinarias que han sido sustentadas como especialmente sólidas en las poblaciones
obreras de Inglaterra durante los siglos XVIII y XIX. Analiza a su vez, las nuevas costumbres
como una invención a raíz de la conquista de nuevos derechos laborales que diferenciaron a
la cultura de los patricios y plebeyos, esta última nacida a partir de la resistencia a la intrusión
del clero y de la nobleza en sus formas de organización.
En este sentido, la costumbre de la clase obrera se cimentó en la desigualdad en la que de
manera forzada debió existir una parte de la población que renunciara a su libertad e incluso
felicidad para que la parte restante pudiera gozar de manera plena del tiempo de ocio. De la
misma forma, el nulo acceso a la educación por parte de las clases obreras fomentó la
tradición oral como único medio para la transmisión de ideas, pero sobre todo de los saberes,
el conocimiento empírico del trabajo y de sus costumbres. Sin educación, los obreros no
fueron capaces de mirar el horizonte y la pesada carga del trabajo fue una opción adoptada
como herencia por su progenie. Pese a ello, la costumbre se miró como un campo abierto
donde la resistencia a la explotación laboral encaminó a una nueva forma de identidad donde
la ruralidad y las zonas manufactureras fincaron las bases de la conciencia de clase.
La preocupación por la costumbre en las comunidades de obreros y sus formas de actuar ante
escenarios como el religioso y el laboral surge a partir de la tarea de comprender la transición
del mundo tradicional al preindustrial. De la misma forma, la decodificación de las reglas
invisibles de comportamiento marcó a las sociedades obreras, pues su postura fue la de
rebeldía ante la intromisión de agentes externos pero conservadores al momento de mantener
sus modos de vida y actividades ritualizadas, tales como la música, las ferias y la convivencia
en las tabernas. En contraste, las sociedades de ricos y pobres fueron vistas por E. P.
Thompson como dos caras de la misma moneda.
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Desan, Suzzane. “Crowds, Community, and Rituals in the work of E.P Thompson and
Natalie Davis”, en The New Cultural History, 47-71. Berkeley: University of California,
1989.
Constituye el segundo capítulo del libro que recopila los ensayos sobre historia cultural de
diversos autores. El texto revisa la obra de E.P. Thompson y Natalie Z. Davis a partir de sus
contribuciones a la historia cultural y sus aportes a la estructura de la historia de las
mentalidades.
Argumentos centrales
A partir de 1970 los historiadores sociales trataron de dejar atrás los análisis demográficos y
económicos para explicar la dinámica de clase, proponiendo un enfoque cultural para la
explicación de fenómenos populares de la acción colectiva. En este aspecto, E.P. Thompson
y Natalie Z. Davis procedieron de formas similares en sus estudios, y postularon que, si bien
los cambios geográficos, climatológicos y socioeconómicos habían marcado el devenir
humano, la cultura era la fuerza impulsora del cambio histórico. En específico, los trabajos
de ambos autores se centraron en la formación de cultura y de las actitudes tanto de la clase
obrera en el caso de Thompson y de los campesinos, la gente sin historia y las mujeres para
Davis.
Las masas y las multitudes pueden propiciar cambios en las formas de organización a pesar
de contar con pocos registros escritos. Bajo el postulado sobre el papel decisivo que jugaron
las clases bajas en la construcción de su propia identidad se retó la afirmación de que fueron
entes pasivos en ese proceso, Thompson analizó las revueltas populares como actos violentos
incluso legítimos que tuvieron como efecto secundario la formación de una identidad
cultural. La economía moral y las nociones comunales de justicia fueron producto de esos
procesos que cuestionaron la hegemonía de las élites.
En suma, Thompson, planteó como las multitudes y las comunidades crearon un sistema de
representación propia que incluyó rituales cotidianos, razones de lucha comunes y una
conciencia de clase que propició la división entre lo legal y lo justo en las revueltas sociales.
Así mismo, Davis mediante el análisis de comunidades de campesinos y sus revueltas
configuró un debate histórico-antropológico del origen de los conflictos a pequeña escala y
los vínculos que estuvieron implícitos en su organización, así como las actitudes detrás de
ellas que vislumbraron una idea de sí mismos y su contexto.

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