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Arqueología bíblica

 Estudios arqueológicos desarrollados en el territorio histórico de Palestina


(correspondiente en la actualidad a Israel y los territorios palestinos
autónomos), centrados en cuatro componentes metodológicos: la relación
de las excavaciones efectuadas en Tierra Santa; el estudio de cuantos restos
de construcciones, objetos artísticos, inscripciones y todo tipo de elementos
materiales ayuden a comprender la historia, vida y costumbres de los
hebreos; el conocimiento de la historia de Israel (desde la época de los
Patriarcas hasta el siglo I de nuestra era), y el estudio del ámbito geográfico
bíblico (Palestina y países relacionados con su historia: Egipto, Mesopotamia,
Siria, Fenicia -véase fenicio-, Grecia y Roma).

Inicio y desarrollo de las excavaciones arqueológicas en Palestina

Dejando a un lado el interés que se sintió por las antigüedades bíblicas ya


en los primeros siglos del Cristianismo, la historia de las excavaciones
arqueológicas debe iniciarse con la figura del norteamericano E. Robinson,
quien, en 1838, junto al misionero E. Smith, recorrió Palestina explorando e
identificando lugares, aunque sin efectuar excavaciones arqueológicas. En
1850-1851 y 1863, F. de Saulcy excavaría la supuesta Tumba de los Reyes
de Jerusalén y poco después (1869) lo haría Ch. Clermont-Ganneau, quien
halló, entre otros descubrimientos, la famosa Estela de Mesha,
correspondiente al rey Mesha (ca. 850-840 a.C.), de Moab. En 1865 se fundó
el Palestine Exploration Fund, que se ocupó en trazar el primer mapa
topográfico de Palestina, y poco después, en 1870, la American Palestine
Exploration, la cual centró sus trabajos arqueológicos en la Transjordania.
En 1890, F. Petrie excavaría en Tell el-Hesi, cerca de Gaza, siendo el
verdadero pionero de los trabajos científicos palestinos al aplicar por vez
primera el método estratigráfico o de los sedimentos, con el referente de la
cerámica. En 1892 se creó L'École Biblique de St. Étienne, que preparó a
numerosos excavadores bajo la directriz del padre dominico L. H. Vincent.
En 1898, los alemanes y austríacos fundaron la Deutsche Orient
Gesellschaft, que se centró sobre todo en las excavaciones de Jericó. Por su
parte, entre 1903 y 1905 el Deutscher Verein zur Erforschung Palästinas,
bajo la dirección de G. Schumacher, emprendió excavaciones en el Tell el-
Mutesellim, la colina que contenía las ruinas de la antigua Megiddo. En 1908,
los americanos G. Reisner y Cl. S. Fisher iniciaron excavaciones en Samaría,
la capital del antiguo reino de Israel.

En 1913 se creó la Jewish Palestine Exploration y poco tiempo después el


interés arqueológico por las tierras palestinas conocería un gran impulso,
auspiciado luego por el inglés J. Garstang, impulso que sería seguido por el
proporcionado por las American Schools of Oriental Research, que habían
iniciado sus estudios en 1900, y entre cuyos componentes hay que reseñar
a W. F. Albright, E. G. Wright y E. Grant. Con anterioridad a la Primera
Guerra Mundial se efectuaron excavaciones, entre otros lugares, en
Jerusalén, Cafarnaum, Gaza, Gezer, Megiddo, Tell el-Hesi, Tell el-Safi, Tell
el-Gudeiah, Tell Zakariya y Tell Ti'nnik. Después de la contienda, las
excavaciones se pudieron reanudar en mejores condiciones gracias a la
colaboración prestada por la administración inglesa, situación que se
mantuvo prácticamente hasta 1936. En 1920 se fundarían la British School
of Archaeology y la Palestine Oriental Society. Al año siguiente se crearía el
Museo Palestinense (Rockefeller), que acogería importante material.
Notables trabajos fueron debidos a los componentes de la filial en Jerusalén
del Pontificio Istituto Biblico di Roma (1927) y a la Hebrew University (1925).

La Segunda Guerra Mundial paralizó las excavaciones en Tierra Santa,


aunque, tras su finalización, la creación del Department of Antiquities of
Israel y del Department of Antiquities of Jordan sirvió para reanudar los
trabajos de campo interrumpidos y abrir otros nuevos. R. De Vaux comenzó
otra vez los trabajos arqueológicos. Los nombres de K. M. Kenyon, J. B.
Pritchard, A. Yonah, Y. Yadin, M. Stekelis y R. Neuville, entre otros
muchísimos, demuestran el interés y la riqueza arqueológica de Palestina.
Entre las misiones extranjeras que excavan en Tierra Santa hay que
mencionar también a la española, auspiciada por la Universidad
Complutense de Madrid. Entre las excavaciones más significativas hay que
reseñar las llevadas a cabo en el monte Carmelo, Nahariyah, Beth-Shan,
Beth-She'arim, Ezion-Geber, Ras el-Ain, Ascalón, Gabaa, Gaza, Gat, Gerasa,
Gibeon, Bersabee, Hatsor, Mareshah, Megiddo, Mizpah, Jericó, Hirbet
Qumran, Masada, Samaría, Siquem, Tirzah, y Jerusalén. En el Néguev se ha
prospectado toda su superficie a partir de 1934 por N. Glueck y en la
Transjordania las más importantes excavaciones se han efectuado en
Gerasa, Rabbat Ammon y Dibon. Desde el punto de vista prehistórico e
histórico, las excavaciones adoptan en sus publicaciones y estudios la
terminología propia de la escuela europea, empleando divisiones conocidas:
Paleolítico, Mesolítico, Neolítico, Calcolítico, Edad del Bronce y Edad del
Hierro (época israelita y persa), época helenística y época romana.

Principales hallazgos

Lo más notable de la larguísima etapa paleolítica (250.000-10.000 a.C.) son


los hallazgos humanos de las cuevas del Monte Carmelo. Del Mesolítico
(10.000-7.000 a.C.) hay que destacar la cultura natufiense, caracterizada
por su industria lítica. El Neolítico (7.000-4.000 a.C.), que puede dividirse
en dos etapas (precerámico y cerámico), tiene su representación en
diferentes lugares del río Jordán, en Galilea (Yarmuk y Sha'ar Haggolan), y
sobre todo en Jericó, enclave excavado por K. M. Kenyon, con hallazgos
sorprendentes (murallas, recintos religiosos, cráneos modelados con arcilla).
Durante el Calcolítico (4.000-3.000 a.C.), nuevas poblaciones ocuparon
Palestina y dieron origen a varias culturas, entre ellas la de Beersheba
(notable por sus trabajos en cobre y por sus vasijas de piedra), la gasuliana
(Teleilat Gassul; muy famosa por su cerámica polícromada y sus pinturas de
tipo religioso-mitológico) y la esdreloniana (Esdrelón), durante cuyo
desarrollo la agricultura y los trabajos metalúrgicos conocieron un
significativo avance.

Durante la Edad del Bronce (3.000-1250 a.C.), susceptible también de


subdividirse en Palestina en numerosas etapas, todas ellas dentro del
periodo canaanita, el país fue ocupado por los primeros semitas. Las
poblaciones presentan murallas y las nuevas técnicas (torno, hornos de
fundición) posibilitan adelantos materiales y un mejor aprovechamiento de
los recursos agrícolas. Los restos de santuarios hallados son ya, al parecer,
enclaves religiosos consolidados, según revelan los descubiertos en Et-tell
(posteriormente llamada Ay), en Tell el-Farah, Bet-Shan y en Megiddo. Hacia
el 2100 a.C., unos nuevos llegados, los amorreos o amoritas, pondrían fin al
Bronce Antiguo. Su presencia quedó marcada por sus enterramientos, que
incluían un tipo nuevo de cerámica, así como armas (Tell Ajjul, Megiddo,
Jericó). Al cabo de unos tres siglos, hacia el 1900 a.C., empezaría en
Palestina la historia propiamente bíblica, con la llegada de gentes
procedentes de Siria y de Fenicia, que darían origen a las ciudades-estado
cananitas, mencionadas en la Biblia y en las cartas de Mari. Fueron, sin
embargo, siglos de total oscuridad que finalizarían con la llegada de nuevas
gentes, conocidas con el nombre de hicsos, los cuales, incluso, llegaron a
establecer a sus reyes en el propio Egipto, controlando a tal país desde la
ciudad de Avaris, en el delta nilótico. En Palestina, la presencia hicsa se
detecta no sólo por los hallazgos de escarabeos, sino también por la especial
configuración dada a las murallas de las ciudades por ellos ocupadas. El
Bronce Medio conoció también la llegada de grupos seminómadas, los
habiru, entre los cuales muy bien pudieron hallarse los Patriarcas, infiltrados
ya en determinados territorios de los que tal vez fueron expulsados por los
egipcios cuando Palestina llegó a ser ocupada por ellos tras las campañas de
Thutmosis III. La presencia de Egipto (dinastías XVIII y XIX) paralizaría
durante unos tres siglos y medio el desarrollo histórico de Palestina. En tal
larga etapa de ocupación se continuaron construyendo templos (Siquem y
Megiddo, Hasor) y ocupando lugares altos (bamot) como puntos religiosos.
Las prácticas religiosas canaanitas pueden resumirse en muchas placas de
terracota y figurillas de Astarte y de Baal, halladas en Lakish, Megiddo y
Siquem. Las excavaciones americanas de W. F. Albright en Tell Bet Mirsim,
a unos 20 km al SO de Hebrón, publicadas entre 1932 y 1943, fueron
decisivas para el conocimiento de la arqueología del Bronce Medio y
Reciente, y sirvieron para datar otras localidades de tal horizonte cultural.
Las excavaciones han facilitado no solamente cerámicas micénicas y
chipriotas, muy abundantes, junto a las de producción local, sino también
plantas de templos egipcios (Lakish). Hay también presencia durante estas
centurias de la Edad del Bronce de documentación escrita (Estelas de
Beisán).

Con la Edad del Hierro (1.200-600 a.C.), cuya aparición había coincidido con
la destrucción del Imperio hitita, Palestina conoce una serie de oleadas de
nuevas gentes. Una primera oleada procede del desierto (oleada israelita) y
otra segunda del mar (aquí hay que ubicar a los filisteos, componentes de
los llamados Pueblos del Mar). Ambas oleadas, de las que se han hallado
restos materiales, sobre todo cerámicas, pronto se enfrentarían para poder
controlar la totalidad del país. En las luchas vencieron los venidos del
desierto (los israelitas), iniciando así su historia tras eliminar al conjunto de
la pentápolis filistea, pueblo que desparecería de la historia. La arqueología
ha documentado un establecimiento del Hierro I en Siloh, destruido
probablemente por los filisteos a mediados del siglo XI a.C., así como varios
estratos de tal época en Tell el-Far'a (excavaciones de R. de Vaux, en 1962).
Toda la Edad del Hierro se halla representada en Tell el-Ful, muy cerca de
Jerusalén, con restos de construcciones efectuadas por el rey Saúl (1030-
1010 a.C.). Asimismo, importante material han facilitado los estratos de
Hasor, excavada por Y. Yadin entre 1955 y 1958. La Megiddo de tiempos del
rey Salomón reviste una gran importancia, ya que en ella se han hallado los
restos de unas caballerizas capaces al menos para 300 caballos. Del Hierro
II hay testimonios de las murallas y el palacio de Samaría, la ciudad escogida
como capital por el rey Omrí. En general hay que remarcar, para la Edad del
Hierro la solidez de las murallas de las ciudades israelitas (casamatas de
Hasor, Gezer y Megiddo), el abundante uso de instrumental fabricado con
tal metal y el descenso de las comodidades urbanas frente a etapas
anteriores. Se han hallado restos de las instalaciones hidráulicas (sinnor), a
base de túneles escalonados que permitían acceder desde el interior de las
ciudades a manantiales y fuentes, cuyos ejemplos más significativos son los
de Megiddo, Gezer, Gabaón y Jerusalén. No se ha documentado, en cambio,
ningún santuario israelita de esta etapa de la Edad del Hierro, aunque sí han
aparecido restos de mobiliario cúltico, consistentes en altares de cuernos,
mesas de oblación y algunos incensarios. No hay que olvidar que la riqueza
obtenida en el comercio se volcaría en la construcción del Templo de
Salomón, destruido en el año 70 por las tropas de Tito, el hijo del emperador
romano Vespasiano. La cerámica hallada ha permitido establecer tres
períodos para la Edad del Hierro, coincidentes históricamente con el Período
de los Jueces, con la Monarquía dividida y con la Dominación persa. Dicha
cerámica consiste en formas nuevas a las que se las estampilla. Asimismo,
las formas adoptaron tipos específicos según se tratase de alfares del área
de Israel o de Judá, que eran entonces los dos reinos en que Palestina estaba
dividida. Los documentos escritos son ya muy abundantes (Estela de Mesha,
inscripción de Ezequías, ostraca de Lakish y de Samaría).
El arte figurativo israelita es pobre, con la excepción de los marfiles de
Samaría, de procedencia claramente fenicia. Sí son, en cambio, interesantes
las construcciones defensivas, sobre todo en lo referente a las puertas de
triple tenaza, según puede observarse en Hasor, Gezer y Megiddo, o las
puertas en zig-zag, como las de Lakish y Tell el-Nasebeh. Megiddo sería
destruida por el faraón Nekao II en el año 609 a.C. Cuatro años después
Jerusalén sería tomada por Nabucodonosor II, el cual destruyó diferentes
enclaves. El período de dominación persa en Palestina es mal conocido, y lo
mismo ocurre con la arqueología de tal etapa (550-330 a.C.). Los restos más
notables se han detectado en Lakish (fue un centro de su administración),
sobre todo en su palacio, sostenido por columnas de estilo parto, y en Ramat
Rahel, con restos de lo que pudo ser un pequeño palacio aristocrático.
Muchas jarras estampadas con diferentes inscripciones y vasos de plata
persas han sido hallados en Gezer y en Sharuhen.

La época helenística (330-68 a.C.) poco ha ofrecido, arqueológicamente


hablando, aun cuando se sabe por las fuentes literarias que se construyeron
diferentes ciudades nuevas (Ptolemaida, Filadelfia, Filoteria y Seleucia), las
cuales realmente han aportado muy pocos restos. En realidad, se reducen
éstos a lo hallado en las tumbas de Marisa (Mareshah), con pinturas al
fresco, y algunos restos de Siquem y de Ramat Rahel, además de una
fortaleza y de torres redondas de Samaría, pertenecientes a tal período, y
de los hallazgos de Hirbet et-tubeqa (la Beth-Sur del Antiguo Testamento).
De hecho, el único gran resto monumental que puede verse se halla en la
Transjordania (planta de Araq el-Emir, cerca de Ammán -capital de la actual
Jordania-). La cerámica cuenta con un gran aporte de vasos de origen
griego, que fueron imitados localmente. En esta fase hay que incluir los
restos monumentales de la familia de los Tobías y el templo de la
Transjordania de Araq el-Emir, con elementos propios del estilo helenístico.
Los dos estratos más antiguos de Hirbet Qumran pertenecen también a este
momento. Este enclave, a orillas del mar Muerto, ha facilitado pergaminos y
papiros con una rica documentación escrita. Asimismo, han sido hallados
materiales (restos de casas, fortificaciones, jarras, monedas) de la época de
Juan Hircano I (134-1)4 a.C.), quien destruyó Samaría y Marisa. También
han sido localizadas las trazas de los fuertes creados por Alejandro Janneo
(103-76 a.C.) cerca de Tel Aviv y Hasor.

La época romana tiene su manifestación arqueológica en multitud de lugares


de Palestina, en los cuales se han conservado bastantes vestigios de tal
época, de los cuales son ejemplos válidos Gerasa o Cafarnaum. Sin embargo,
los restos más significativos pertenecen a la dinastía herodiana. Son muy
interesantes los restos de la Torre Antonia de Jerusalén; los sólidos sillares
cuadrangulares del Muro de las Lamentaciones; las construcciones de
Masada, en donde Herodes I edificó un palacio, y los restos del famoso
Herodión, muy cerca de Belén. Imponentes son todavía las ruinas de
Samaría, con muy evidentes influencias romanas en su gran columnata,
hipódromo y basílica, así como las de Cesárea (hipódromo, teatro e
instalaciones portuarias).

En el transcurso de las excavaciones en diferentes enclaves del Próximo


Oriente se han encontrado tablillas cuneiformes que tienen una considerable
importancia para la historia, la cultura y la religión de cananitas y hebreos.
Deben ser citadas, entre otras, las de Alalah (Tell el-Atshana, en Siria), Tell
el-Amarna (Egipto), Mari (Tell Hariri, en Siria), Nuzi (Yorgan Tepe, en Irak)
y Ras Shamra (Ugarit, en Siria). En todas ellas, las referencias directas o
indirectas a reyes, personajes, hechos y descripción de costumbres aportan
inapreciables datos. Lo mismo cabe decir de algunas inscripciones griegas y
latinas, éstas sobre todo en conexión con la historia del cristianismo
primitivo.

El valor positivo de la arqueología bíblica descansa en que, gracias al


hallazgo de numerosos asentamientos urbanos, con todo lo que eso lleva
aparejado en cuanto a sus defensas y urbanismo, y a los elementos de la
vida doméstica (mobiliario, hogares, vasijas y molinos, instrumental,
armamento, objetos de adorno, piezas de arte, etc.) se ha podido reconstruir
y testimoniar muchos de los pasajes descritos tanto en el Antiguo como en
el Nuevo Testamento, siendo por ello factible el que conozcamos la
agricultura y horticultura, la ganadería, los oficios, el comercio, la moneda,
las costumbres funerarias, y los cultos tributados a los dioses y sobre todo
a Yahvé.

La arqueología y la Biblia

Las aportaciones principales que la arqueología ha facilitado para el estudio


histórico de Palestina y para el científico de la Biblia pueden resumirse en:
-Palestina no permaneció inalterable ni en su desarrollo histórico ni en el
cultural, pues recibió influencias de los países limítrofes (Egipto,
Mesopotamia, Siria, Grecia, Roma).
-Los hallazgos varían: desde simples instrumentos de piedra pertenecientes
a la Prehistoria hasta ciudades urbanizadas y establecimientos militares de
época romana.
-Muchos datos bíblicos y lugares han podido explicarse y ser identificados
gracias a la arqueología.
-Aunque la arqueología ha confirmado la exactitud de muchos aspectos
recogidos en la Biblia, ha creado nuevos problemas de tipo cronológico e
interpretativo.
-Las tradiciones literarias de la Biblia y las excavaciones arqueológicas son
cosas totalmente distintas, por lo cual adecuar unas a otras es acientífico.
-No puede confirmarse que el resultado de la arqueología confirme el valor
histórico de la tradición literaria bíblica.

Temas relacionados

Historia.
Arqueología.
Judaísmo.
Hebreo.
Cristianismo.
Biblia.
Antiguo Testamento.
Nuevo Testamento.

Bibliografía

ALBRIGHT, W. F.: Arqueología de Palestina. (Barcelona: 1962).


BARROIS, A. G.: Manuel d'Archéologie biblique, 2 vols. (París: 1939-1953).
BOYD, R. T.: A Pictorial Guide to Biblical Archaeology. (Nueva York: 1969).
CORSWANT, W.: Dictionaire d'Archéologie biblique. (Neuchâtel: 1957).
Encyclopaedia Biblica, 8 vols. (Jerusalén: 1964-1982).
ENYON, K. M.: Arqueología en Tierra Santa. (Barcelona: 1963).
NOTH, M.: El mundo del Antiguo Testamento. (Madrid: 1976).
WRIGHT, G. E.: Arqueología bíblica. (Madrid: 1975).
YADIN, Y.: "Hazor", en Archaeology and Old Testament Study, pp. 245-263.
(Oxford: 1967).

F. LARA PEINADO

Enciclopedia Universal DVD ©Micronet S.A. 1995-2006

Biblia de Alba.
 En el primer tercio de siglo el rabino judío Moisés Arragel llevó a cabo la
traducción de la Biblia del hebreo al castellano. Este estudioso de
Guadalajara se había establecido en Maqueda en 1422, y D. Luis de Guzmán,
Maestre de Calatrava, le animó a traducir y comentar la Biblia en lengua
castellana. Aunque en un principio a Arragel le asustó la complejidad y
peligrosidad de la empresa (por las diferencias entre judíos y cristianos en
la interpretación de la Biblia) y se resistió a llevarla a cabo, aconsejado por
el franciscano Arias de Encina, concluyó en 1433 la traducción de la que a lo
largo del tiempo se conocerá (de acuerdo con el nombre de su posterior
propietario) como Biblia de la casa de Alba.

No se trata de la primera traducción medieval judía de la Biblia al castellano,


ya que se conocen diversas versiones más antiguas (son las llamadas
«Biblias romanceadas»), pero sí es la más elaborada y representativa. En la
versión, Arragel sigue a la Vulgata siempre que ésta no se separa claramente
del texto hebreo; el comentario revela un buen conocimiento de la exegesis
judía, sin ignorar la tradición cristiana. Acompañan a la Biblia las cartas
intercambiadas con el promotor y los franciscanos y muchas ilustraciones,
obra de estos últimos. En 1992 se preparó una excelente reproducción
facsímil de esta obra excepcional conservada hoy en el Palacio de Liria, en
Madrid.

Véase Biblia.

Bibliografía.

Biblia traducida del hebreo al castellano por Rabbí Mosé Arragel de


Guadalfajara (1422-1433?) y publicada por el Duque de Berwick y Alba, ed.
A. Paz y Mélia, 2 vol., 1920-22.

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Biblia de Ferrara.

 Traducción de la Biblia al ladino o lengua literaria de los judíos sefardíes


(oriundos de España) publicada en 1553 en la ciudad italiana de Ferrara.
Gobernada por los Duques de Este, Ferrara mostró una actitud muy
favorable hacia los judíos y conversos, y llegó a ser a mediados del siglo XVI
lugar de refugio de no pocos intelectuales de origen judío salidos de España
y Portugal. Entre 1551 y 1553 un converso español, y otro portugués,
retornados al judaísmo, imprimen allí la Biblia de Ferrara, una versión en
ladino, en caracteres latinos, «traduzida palabra por palabra de la verdad
hebrayca», con numerosos calcos lingüísticos de todo tipo, que tendría una
gran influencia en el mundo judío y cristiano. El tipógrafo es el portugués
Abrahán Usque, y el editor, de origen español, Yom Tob Atías. Se atienen
con extrema literalidad al texto, siguiendo «el lenguaje que los antiguos
hebreos españoles usaron, que aun que en algo estraña, bien considerado
hallaran tener la propiedad del vocablo hebrayco». En realidad, apareció en
dos versiones: una de ellas, pensada para los judíos, la dedicaban los
editores a Doña Gracia Nasí, dama judía sefardí de grandes medios e
influencias. La otra versión, destinada a los cristianos, con ciertos pequeños
cambios a fin de no escandalizar a estos lectores, se dedicó al Duque de
Ferrara, y los editores la firmaron con sus nombres de cristianos, Duarte
Pinel y Jerónimo de Vargas. A pesar de la prudente medida, se hizo examinar
la traducción por la Inquisición, y quedó incluida en el Indice romano de
1557.

Bibliografía.

Reimpresión facsímil: Madrid, Comisión Nacional Quinto Centenario, 1992,


con introducción de I. M. Hassan, M. Morreale, etc.
RICCI, C., La Biblia de Ferrara, Buenos Aires, Fac. de Filosofía y Letras, 1926.

Temas relacionados.

Biblia de Alba.
Biblia de Ferrara.
Biblia Gótica o Biblia de Ulfila.
Biblia Hebrea.
Biblia Políglota Complutense.
Biblia Políglota de Amberes.
Biblia en España.
Cristianismo.
Deuterocanónicos, Libros.
Ladino.
Literatura Sefardí.
Masora.
Masoreta.
Antiguo Testamento.
Nuevo Testamento.
Pentateuco.
Libros Proféticos.
Religión.
Libros Sapienciales.
Sefardí.
Septuaginta.
Targum.
Teología.
Usque, Abraham.
Vulgata.

Enciclopedia Universal DVD ©Micronet S.A. 1995-2006

Biblia en España, La
 La Biblia, más concretamente la Vulgata latina, es la primera entre todas
las referencias librarias en la cultura hispánica, como en el resto de Europa;
a su lado, conviven los ejemplares de la Biblia Hebrea que se derivan de la
importante judería española. En los orígenes de la literatura romance de la
Península Ibérica, se han documentado numerosas traducciones bíblicas; en
los años de la Reforma, España participó en los estudios de la Filología Bíblica
con la labor de un puñado de humanistas de gran renombre, como Antonio
de Nebrija, Demetrio Ducas, Benito Arias Montano y otros estudiosos. Desde
Trento, la aportación de España a la revisión de la Biblia fue menor hasta el
siglo XX, en que los estudiosos del ámbito de la Filología Bíblica Trilingüe
han hecho grandes aportaciones en las tradiciones hebrea, griega y latina,
al tiempo que han logrado ofrecer una Biblia católica comúnmente aceptada.

Edad Media

La Biblia está presente en la vida medieval en todos sus momentos, tanto


en la literatura como en las artes plásticas. Se conserva un gran número de
manuscritos latinos y no pocos hebreos. Por lo que a las traducciones al
castellano se refiere, unas parten de la versión hebrea (Torah, equivalente
al Pentateuco cristiano) y otras de la Vulgata latina. Entre las hebreas, la
primera versión romance castellana es La fazienda de Ultramar (s. XIII),
obra de Almeric, arcediano de Antioquía, cuyo original quizá (aunque hay
grandes dudas al respecto) sea anterior a 1152 y estuviese escrito en latín,
lemosín o gascón. También del s. XIII es la Translación del Psalterio de
Hermán el Alemán.

Del siglo XV es el manuscrito escurialense I-I-3, que traduce desde el


Génesis a los Macabeos. De los ss. XIV-XV es la traducción parcial del
manuscrito escurialense I-I-4, que incluye los mismos libros que el anterior.
Los manuscritos escurialenses I-I-5 y I-I-7, del XV y XV-XVI
respectivamente, forman una Biblia completa. Otros manuscritos que
incluyen traducciones parciales son el escurialense J-II-19 (s. XV), el 10288
de la Biblioteca Nacional de Madrid, con glosas marginales, y el Códice 87
de San Millán, conservado en la Real Academia de la Historia. El 10138 de
la Biblioteca Nacional de Madrid contiene el Libro de Job, traducido por Pero
López de Ayala a fines del s. XIV. La Biblia de Alba (1422-23) fue traducida
y comentada con numerosas glosas por el rabino Moisés Arragel de
Guadalajara. Por último, existen otras tantas versiones judeocastellanas
impresas en Constantinopla (1547) y Ferrara (1533). Los sefarditas en la
diáspora siguieron dejando claras huellas bíblicas que remiten al Medievo
español en fechas tan tardías como los ss. XVIII y XIX, a través de impresos
de gran formato y, sobre todo, por medio de abundantes pliegos sueltos.

Entre las traducciones inspiradas en la Biblia de AlbaVulgata cabe destacar


el manuscrito escurialense I-I-2 (s. XIII), con parte del Antiguo Testamento
y la mayor parte del Nuevo; el manuscrito I-I-6 (s. XIII) de la misma
biblioteca, que pudiera haber sido consultado por Alfonso X para la redacción
de la General Estoria; y el I-I-8 de El Escorial (s. XIV), que forma, junto con
el anterior y el Psalterio antes mencionado, una biblia completa. De las
numerosas traducciones de la Vulgata de utilidad litúrgica destacan el
Psalterio de la Biblioteca Nacional de París, las Horas de Nuestra Señora con
muchos otros oficios y oraciones, la traducción de Martín de Lucena el
Macabeo de San Pablo (llevada a cabo para el Marqués de Santillana a
mediados del s. XV y conservada en un único manuscrito recientemente
recuperado por A. Gómez Moreno), el Libro de los evangelios del aviento
fasta la dominica in Passione de Juan López (1490), los Evangelios e
epístolas de todo el anyo de Gonzalo García de Santa María (1493) y las
Epístolas e evangelios con sus dotrinas y sermones de Ambrosio Montesino
(1512).

La General Estoria alfonsí narra la historia del mundo desde la creación,


aunque llega sólo hasta los padres de la Virgen (lo que alcanza hasta el
comienzo de la parte sexta, en que acaba). Se basa en la Vulgata, aunque
también utilizó fuentes clásicas, hebreas y árabes. Entre las biblias
historiales cabe destacar la Historia de los Macabeos de Pedro Núñez de
Osma, obra del s. XV, así como la Historia de los Reyes Magos de fines del
mismo siglo. Entre las biblias moralizadas, con el texto abreviado y
numerosas glosas, comentarios e imágenes, destaca la Biblia rica de Toledo,
modelo de la Biblia de Osuna.

Junto a ello se han de incluir las obras del s. XV que toman como base la
Vita Christi y que florecen al amparo de la devotio moderna, impulsada por
Thomas Kempis y Jean Gerson; en este ámbito, crecen obras como la
traducción de la Vita Christi de Ludolfo de Sajonia por Ambrosio Montesino,
o bien la poesía de inspiración bíblica (con un caso extraordinario en Pablo
de Santa María, antiguo rabino de Burgos y más tarde Obispo de Burgos,
con Las siete edades del mundo), los comentarios y tratados sobre temas
bíblicos o la numerosísima literatura homilética, de especial riqueza durante
los ss. XIV y XV. El influjo de la Biblia es extraordinario, en mayor o menor
medida, en el conjunto de la literatura de ese período. De una importancia
enorme es el fenómeno de los comentarios y de las diversas formas de
exégesis bíblica, apoyada en glosas tan conocidas como las de Nicolás de
Lira, con versiones a las distintas lenguas vernáculas.

Bibliografía

MORREALE, M.: Apuntes bibliográficos para la iniciación al estudio de las


traducciones bíblicas medievales en castellano, en Sefarad, 20 (1960), pp.
66-109.
---: Vernacular Scriptures in Spain, en The Cambridge History of the Bible
(Cambridge, 1969), vol. II, pp. 465-491.
AMIGO, L.: El Pentateuco de Constantinopla y la Biblia medieval romanceada
judeoespañola. Criterios y fuentes de traducción, Salamanca, 1983.
REINHARDT, K. y SANTIAGO-OTERO, H.: Biblioteca bíblica ibérica medieval,
Madrid, 1986.
RICHÉ, P. y LOBRICHON, G., dirs., Le Moyen Age et la Bible, en Bible de tous
les temps, 4, París, 1984.
SÁNCHEZ SÁNCHEZ, M. A., entrada correspondiente a R. Gullón, dir.,
Diccionario de Literatura Española e Hispanoamericana, Madrid, 1993.

Siglos de Oro

Durante el siglo XVI los estudiosos españoles prepararon dos ediciones de la


Biblia en sus lenguas originales acompañadas de las principales versiones
antiguas (Biblias Políglotas). Responden al espíritu del Renacimiento, a la
búsqueda de la veritas hebraica (del texto hebreo original), y al deseo de
proporcionar a los teólogos europeos no familiarizados con todas las lenguas
bíblicas la posibilidad de acercarse directamente a las fuentes. Para ello,
además de los textos incluyen los «Aparatos», con diccionarios, gramáticas,
y todo tipo de ayudas para la mejor comprensión de esas lenguas.

La primera Políglota, ideada por el cardenal Francisco Jiménez de Cisneros,


comenzó a prepararse hacia 1510 y se imprimió entre 1514-1517 en 6
tomos, en Alcalá de Henares, en la imprenta de Arnaldo Guillén de Brocar
(Biblia Políglota Complutense). Entre los colaboradores de la empresa de
Cisneros figuran Alfonso de Zamora, Pedro Coronel y Alfonso de Alcalá para
las columnas hebrea y aramea; el filólogo griego Demetrio Ducas y el
tipógrafo Nicetas Fausto para el texto griego; Nebrija (que se retira muy
pronto del Proyecto), Diego López de Zúñiga, Hernán Núñez, también
llamado el Pinciano o el Comendador Griego, Juan de Vergara y Bartolomé
de Castro para el texto latino y las versiones interlineales de la versión
griega.

La Biblia de Alcalá presenta en páginas enfrentadas la versión hebrea, la de


la Vulgata latina (siempre en medio), la versión griega de los Setenta y, en
el primer volumen, la traducción aramea (o Targum) de Onquelos y su
correspondiente traducción latina. El texto griego va acompañado de una
versión interlineal latina, palabra por palabra. En 1514 se termina de
imprimir el primer volumen, el Nuevo Testamento (tomo quinto); en 1515
se concluye el sexto tomo, con los diccionarios y gramáticas; los cuatro
restantes, del Antiguo Testamento, se concluyen entre esa fecha y 1517.
Cisneros murió antes de que la Políglota obtuviera el permiso papal para ser
distribuida (1520). Se había hecho un trabajo muy serio, empleando los
mejores manuscritos de cada lengua que Cisneros pudo conseguir. Había
sido el primer texto griego impreso del Nuevo Testamento, aunque el retraso
burocrático permitió que se difundiera primero la edición de Erasmo (1516).
Buena parte de los poco más de seiscientos ejemplares impresos se perdió
en un naufragio, por lo que a los pocos años la obra resultaba difícil de
encontrar.

La segunda Políglota fue idea del famoso impresor francés establecido en


Amberes Cristóbal Plantino, quien buscó el apoyo económico de Felipe II.
Quería hacer una nueva edición, sensiblemente cambiada y mejorada, de la
Políglota Complutense, con un «Aparato» mucho más extenso (en tres
volúmenes), y aplicando los últimos adelantos del arte tipográfico. Al mismo
tiempo que el rey accedía a financiar la edición, decidía que el trabajo
filológico fuera supervisado por el filólogo español Benito Arias Montano. De
esta manera la nueva Biblia fue impresa en 8 volúmenes entre 1569 y 1573
por el propio Plantino. Se conoce con el nombre de Biblia Políglota de
Amberes o Biblia Regia. Entre los colaboradores, dirigidos por Arias Montano,
figuran Andrés Masio, Guy y Nicolás Lefèvre de la Boderie y Francisco
Raphelengius. Junto a los textos sagrados propiamente dichos, hay un
riquísimo corpus de materiales y ayudas complementarios. La impresión de
la Biblia Regia de Amberes fue un excelente trabajo de colaboración, en el
que el saber filológico de Arias Montano, realizando la visión brillante de
Plantino, fue garantía de la calidad de los resultados de la empresa.
Aunque partiera del modelo de la Políglota Complutense, la Biblia impresa
en Amberes la mejora en no pocos aspectos. No en vano pasó medio siglo
entre una y otra. Se observa el cambio del propio aspecto externo de las
páginas del texto (cada página es independiente en la Biblia Complutense,
mientras que en la Biblia Regia las columnas de las diversas lenguas se
reparten en doble página); la calidad de la impresión fue notablemente
mejorada por Plantino. Además, se incluyeron nuevos textos como la versión
aramea de todos los libros bíblicos (y no sólo del Pentateuco) o la siriaca del
Nuevo Testamento, se incrementó el número de diccionarios y gramáticas,
se corrigieron errores y deficiencias de la Complutense (como la vocalización
del texto hebreo), etc., y, en general, hubo una preocupación muy especial
por la calidad de los manuscritos en los que se basaba.

A lo largo del siglo XVII aparecieron en Europa dos nuevas Políglotas: la de


París (1624-45) y la de Brian Walton, o de Londres (1654-57), que incluía
además el Pentateuco samaritano y las versiones etiópica, árabe y persa.
Las versiones romances, que habían sido prohibidas en varias ocasiones
durante la Edad Media y de nuevo por el Concilio de Trento, tuvieron que
publicarse fuera de España y representan pensamientos religiosos de una
heterodoxia variada; por esos años, además, se procuró destruir todo texto
vernáculo de las Sagradas Escrituras. Francisco de Enzinas publicó en 1543
el Nuevo Testamento. La Biblia de Ferrara se publicó en 1553, impresa por
Abrahán Usque, judío portugués, bajo la dirección de Yom Tob Atías, judío
español. Otro Nuevo Testamento se publicó en Venecia, en 1556,
probablemente por Juan Pérez, protestante sevillano. En 1569 se publicó en
Basilea una traducción completa de la Biblia, obra de Casiodoro de Reina, la
primera realizada por un cristiano, también conocida como la Biblia del oso.
Como revisión de este último texto se publicó en Amsterdam, en 1602, la
traducción de la Biblia por Cipriano de Valera.

Aparte de las obras mencionadas como ediciones completas o parciales,


destacan los comentarios bíblicos de Juan de Valdés y las versiones bíblicas
de Fray Luis de León (Psalmos, en verso; Traducción literal y declaración del
Cantar de los Cantares y Exposición del libro de Job, en prosa y en verso).

Bibliografía

ALONSO BURGOS, J., El luteranismo en Castilla durante el siglo XVI, Swan,


1983.
Anejo a la Edición facsímile de la Biblia Políglota Complutense, Valencia,
1987.
BATAILLON, M., Erasmo y España, Madrid, 1950.
FERNÁNDEZ Y FERNÁNDEZ, E., Las biblias castellanas del exilio, Miami,
1976.
GARCÍA LÓPEZ, J., entrada correspondiente en R. Gullón, dir., Diccionario
de Literatura Española e Hispanoamericana, Madrid, 1993.
PÉREZ CASTRO, F. , Voet, L., La Biblia políglota de Amberes, Madrid, 1973.
SÁENZ-BADILLOS, A., La Filología bíblica en los primeros helenistas de
Alcalá, Estella, 1990.

Del siglo XVIII a nuestros días


En conjunto, los estudios de Sagradas Escrituras siguieron los mismos
derroteros que el resto de la literatura, que se benefició del avance en las
investigaciones de signo filológico; por ello, no es de extrañar que, en plena
Ilustración, se abunde en problemas ecdóticos o de edición de la Biblia y que
se preste menor atención a los puramente exegéticos. Al respecto, y como
resumen de la sabiduría dieciochesca, cabe considerar los esfuerzos eruditos
de Francisco Pérez Bayer en su De nummis Hebraeo-Samaritanis (1785),
que magnífica labor en el terreno de la numismática. La gran traducción al
castellano del siglo XVIII es la de Felipe Scio de San Miguel, que partió de la
Vulgata.

A pesar de los progresos indicados, los estudiosos de la Historia de la Biblia


etiquetan el siglo XVIII y la primera mitad del siglo XIX de época de
decadencia de los estudios bíblicos. Panorama tan sombrío como ése sólo
comenzará a cambiar tras el Concilio Vaticano I (1870), en un momento de
formidables avances para la Arqueología Bíblica; éste es, por otra parte, el
siglo en que se descubren y estudian con entusiasmo los Evangelios
apócrifos.

El siglo XX vio formidables avances en los estudios bíblicos desarrollados en


España. Por vez primera se agavillaron los datos conocidos de la Biblia en
España, tanto en los trabajos de Eduardo Felipe Hernández (su Ensayo de
un índice de autores bíblicos españoles de 1926, que tuvo varias apostillas),
como en los complementarios de Luis Arnaldich (Los estudios bíblicos en
España. Desde el año 1900 al año 1955, de 1957). Junto a los estudios sobre
las Sagradas Escrituras compuestos por filólogos y religiosos (publicados en
forma de libro o de artículo en diversas revistas especializadas), no faltan
tampoco reflexiones de intelectuales como las de Juan Donoso Cortés en su
Discurso sobre la Biblia (1848), lección con la que ingresó en la Real
Academia Española de la Lengua.

Con todo, la nueva edad de oro de los estudios bíblicos en España sólo
llegará cuando, entre 1923 y 1936, se acometa una gran traducción de la
Biblia en Salamanca, con Eloíno Nácar y Alberto Colunga como responsables;
sus esfuerzos cuajarán en la Sagrada Biblia publicada por la Biblioteca de
Autores Cristianos en 1944 y reeditada sucesivamente hasta el día de hoy.
En 1925, nace la Asociación para el Fomento de los Estudios Bíblicos en
España. Por su parte, el acaudalado catalán Françesc Cambó dio vida a la
Fundación Bíblica Catalana, que tradujo los Textos Sagrados al catalán en
un periodo que va desde los años de la Segunda República hasta 1948, en
que vio finalmente la luz. Un proyecto semejante fue animado por
Buenaventura Ubach en el monasterio de Montserrat, con una magna
traducción de la Vulgata al catalán en 1926. A finales de los años veinte, fue
apareciendo la primera traducción del Nuevo Testamento al vascuence, por
parte de R. de Olabide; en 1958, vio la luz la del Antiguo Testamento.

Dado el signo de los tiempos, la Posguerra supuso una verdadera expansión


en los estudios bíblicos, con un sinfín de publicaciones recogidas en
volúmenes exentos, revistas y otros lugares. Como verdaderos hitos, cabe
recordar la Enciclopedia de la Biblia (1963), dirigida por A. Díez Macho y S.
Bartina, que sumo el esfuerzo de unos trescientos especialistas. Los estudios
desarrollados por hebraístas como José M. Millás Vallicrosa (1897-1970) o
Francisco Cantera Burgos (1901-1978) han sido de enorme importancia,
como también los de sus herederos de ese mismo ámbito, que han trabajado
con nuevos testimonios como los célebre rollos del Mar Muerto.

Temas relacionados.

Antiguo Testamento.
Biblia.
Biblia de Alba.
Biblia de Ferrara.
Biblia de Ulfila.
Biblia Hebrea.
Biblia Políglota Complutense.
Biblia Políglota de Amberes.
Cristianismo.
Libros Deuterocanónicos.
Libros Proféticos.
Libros Sapienciales.
Masora.
Masoreta.
Nuevo Testamento.
Pentateuco.
Religión.
Septuaginta.
Targum.
Teología.
Vulgata.

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Biblia Gótica o Biblia de Ulfila.

 Versión en lengua gótica de la Biblia realizada por el obispo Ulfila entre


el 350 y el 380. La parte de la Biblia de Ulfila que ha llegado hasta nosotros
fue copiada 150 años después de su muerte y consta de seis manuscritos
que contienen una parte considerable de los Evangelios y de las Epístolas de
San Pablo, además de pequeños fragmentos de los libros de Esdras y
Nehemías. El manuscrito más importante fue descubierto en 1563 en un
monasterio junto a Werden, en Alemania, y que después de pasar por
diferentes lugares fue llevado a Praga a finales de siglo. Cayó en manos de
las tropas suecas poco antes de la paz de Westfalia en 1648; fue adquirido
en el año 1662 por el conde sueco de la Gardie, quien lo encuadernó en plata
maciza. Desde entonces se llamó Codex Argenteus o Libro de Plata, y se lo
regaló a la reina Cristina de Suecia.
Está hermosamente escrito con letras de oro sobre pergamino púrpura y
contiene los fragmentos del Evangelio; está considerado como uno de los
más ricos tesoros de las bibliotecas europeas y se conserva en la Universidad
de Upssala. De los cinco manuscritos restantes, uno se descubrió en
Alemania en el siglo XVII y otro en Italia a mediados del siglo XIX. A pesar
de que los godos poseían un alfabeto propio, posiblemente Ulfila consideró
que el vocabulario era incompleto, por lo que realizó la traducción de la
Biblia al lenguaje gótico empleando el alfabeto griego de letras mayúsculas.
Al no existir en griego símbolos para algunos sonidos góticos, adoptó
caracteres rúnicos, alterando las formas de las letras para asemejarlas a la
fisonomía de las griegas. Por ello, se puede decir que el alfabeto ulfiano es
el griego aumentado en media docena de nuevos signos.

Se considera que la traducción fue un trabajo magnífico, ya que era difícil


que en el siglo IV un godo llegase a tener un conocimiento del griego tan
perfecto como para comprender el texto de las Sagradas Escrituras y hacer
de él una versión fiel de un lenguaje a otro.

Temas relacionados

Antiguo Testamento.
Biblia en España.
Biblia de Alba.
Biblia de Ferrara.
Biblia Hebrea.
Biblia Políglota Complutense.
Biblia Políglota de Amberes.
Cristianismo.
Deuterocanónicos, Libros.
Masora.
Masoreta.
Nuevo Testamento.
Pentateuco.
Libros Proféticos.
Religión.
Libros Sapienciales.
Septuaginta.
Targum.
Teología.
Visigodos.
Vulgata.

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Biblia hebrea

 La Biblia hebrea (denominada en hebreo Tanaj, por las primeras letras


del nombre de cada una de sus tres secciones o bloques de libros) está
compuesta por la Torá («Instrucción», o, en griego, «Pentateuco», los «cinco
libros de Moisés»), los Profetas (incluyendo libros históricos y propiamente
proféticos), y los Escritos (entre los que se cuentan géneros literarios muy
diversos: Salmos, Proverbios, Job, etc.). Son en total, según el cálculo judío,
24 libros. Algunos de ellos se redactaron antes del destierro de Babilonia
(586 a.C.), aunque fueron completados o revisados con posterioridad a esa
fecha; otros, fueron escritos durante el mismo destierro, o a la vuelta del
mismo, en los siglos de dominio persa y helenístico. El último libro que se
escribe es seguramente el de Daniel (con algunas secciones en arameo),
hacia el siglo II a.C. En la tradición católica se añaden otros escritos llamados
«deuterocanónicos», de los que se conserva solamente el texto griego, que
no forman parte de la Biblia hebrea. En esos libros se refleja la experiencia
fundamental del pueblo de Israel, que se siente en su historia elegido,
liberado o castigado por su Dios, obligado a corresponderle con su fidelidad
y su cumplimiento de los preceptos divinos. Por esa razón, estos libros tienen
para los judíos y para los cristianos una carga teológica totalmente especial,
de «palabra divina», que no vamos a desarrollar en este lugar, ya que aquí
los enfocamos únicamente como obras literarias.

El primer libro de la Torá, el Génesis, nos ofrece el relato de la creación del


mundo y el pecado de los primeros hombres, y recoge a continuación
narraciones sobre los antepasados del pueblo judío, los Patriarcas: Abrahám,
Isaac, Jacob y José. Los cuatro libros que siguen: Exodo, Levítico, Números
y Deuteronomio, tienen como protagonista a Moisés e incluyen el relato de
la salida de Egipto, la entrega de la Torá en el Sinaí y la marcha por el
desierto de los israelitas, junto a varios códigos legales. El Deuteronomio
presenta una legislación particular, que insiste en la centralización del culto
y el humanitarismo, que suele relacionarse con la reforma de Josías, rey de
Judá (2 Reyes, 22). En conjunto, no se trata de una historia lineal,
desarrollada por un único autor. Tiene un proceso de composición y
redacción muy complejo y se entrelazan, en la elaboración final, los
materiales procedentes de distintos hilos narrativos que tienen su origen en
círculos humanos e ideológicos muy distintos. Los más antiguos son, al
menos, del tiempo de la monarquía, mientras que el último de ellos, que
proviene de grupos de sacerdotes al servicio del Templo de Jerusalén, parece
haberse concluido en la época del destierro. Incluyen géneros literarios muy
diversos, tanto de carácter narrativo como jurídico, y ciertas secciones
poéticas. No pocos de esos poemas, mandatos, leyendas y narraciones
tienen claros paralelos en las literaturas de los pueblos del entorno:
Mesopotamia, Egipto, Ugarit, Canaán, etc.

En hebreo se denomina «Profetas anteriores» al conjunto de libros


«históricos»: Josué, Jueces, 1 y 2 Samuel, 1 y 2 Reyes. Se distinguen de los
«Profetas posteriores», que incluyen los libros que contienen las enseñanzas
de los profetas de Israel. En este grupo de libros se relatan los
acontecimientos históricos que siguen a la muerte de Moisés: la conquista
de Canaán bajo el mando de Josué, el período de los jefes carismáticos
(«Jueces»), la formación de la monarquía con Saúl, David y Salomón, y la
separación de los dos reinos, del Norte y del Sur, hasta su conquista por
parte de los asirios y babilonios. La idea central que engarza una serie de
relatos de origen muy diverso, parece coincidir en lo fundamental con la del
círculo del que procede el Deuteronomio. Desde el momento del exilio (siglo
VI a.C.) se reflexiona sobre los hechos que han conducido a esta situación.

Los libros de los «Profetas posteriores» recogen los dichos, oráculos y


visiones de los profetas literarios, esto es, de las tres grandes figuras de
Isaías, Jeremías y Ezequiel, y de los doce profetas llamados «menores». Los
más antiguos son del siglo VIII a.C. (Isaías, Amós, Oseas, Miqueas), y los
más recientes, posteriores al exilio, del siglo V a.C. o aún más tardíos,
(Malaquías, etc.). Su redacción literaria es también compleja: casi todos los
libros son el resultado de la recopilación de materiales diversos, dichos
proféticos, oráculos, informes, narraciones, disputas, canciones, etc. sólo
parcialmente relacionadas con el profeta histórico a cuyo nombre se unen,
de distintas épocas, y que han pasado además por una reelaboración final.

El libro de Isaías tiene claras señales de la composición llevada a cabo en


diversas épocas, y es ya tradicional la distinción de tres secciones bien
delimitadas. En la primera, capítulos 1-39, se han recopilado varias
colecciones de palabras procedentes de la actividad del profeta Isaías (siglo
VIII a.C.), con anuncios de castigo para Judá y oráculos contra otros
pueblos, junto a vaticinios de los tiempos mesiánicos y adiciones posteriores;
la segunda, llamada «Deuteroisaías» (capítulos 40-55), refleja una época
muy posterior, cuando el Templo ha sido ya destruido (siglo VI a.C.), e
incluye los conocidos pasajes de los «cantos del siervo sufriente»; la tercera,
el «Tritoisaías» contiene materiales aún más recientes, con una problemática
propia de la época que sigue al exilio, bajo dominio persa. La fusión de las
tres secciones y la redacción final son, por tanto, bastante tardías.

El libro de Jeremías recoge la actuación de este profeta nacido en la segunda


mitad del siglo VII a.C., con invectivas contra el Templo y el culto, y avisos
de castigo al rey de Judá ante la llegada de los ejércitos de Babilonia para
tomar Jerusalén. Hay materiales relativos a diversas actuaciones del profeta
en tiempo de los reyes Joaquín y Sedecías, y aun de su estancia forzada en
Egipto. Pero también en este caso el proceso de redacción del libro fue
complicado, ya que hay partes dictadas por el profeta a su discípulo Baruk,
y elementos mucho más tardíos añadidos a lo largo de los siglos siguientes.
La forma definitiva del libro no sería anterior al siglo III a.C.

El libro de Ezequiel refleja el ambiente del exilio en Babilonia, en el siglo VI


a.C., desde donde el profeta pasa revista a la historia de Israel, anuncia la
liberación a los deportados y el castigo a las naciones que se alegran de la
ruina de Jerusalén. Aunque hay materiales en primera persona, así como
acciones simbólicas y visiones que suelen ir unidos a la figura de Ezequiel,
muchos oráculos parecen agrupados posteriormente en torno a temas
determinados, por lo que la redacción final se sitúa en tiempo más reciente.

«Doce profetas» es un conjunto de libros que reúnen oráculos de carácter


profético de los reinos del Norte (Oseas) y del Sur, anteriores y posteriores
al destierro de Babilonia (como Ageo, Zacarías y Malaquías). La colección
final de los mismos en este bloque puede ser del siglo III a.C. El carácter de
cada libro es muy distinto, de acuerdo con la personalidad de cada uno de
los profetas y de sus redactores. La metáfora de las relaciones matrimoniales
entre Israel y Dios en Oseas, la crítica social de Amós y Miqueas, los
mensajes escatológicos de Joel, la parábola didáctica de Jonás en el vientre
de la ballena, o las visiones de Zacarías, figuran entre los aspectos más
conocidos de este grupo de libros.

Los «Escritos» forman el grupo más variado de libros bíblicos, en el que


tuvieron cabida todos las restantes composiciones que el pueblo judío
reconoció como de carácter sagrado. Algunos libros son anteriores al
destierro y otros son muy posteriores. Forman parte de este grupo tres
grandes libros: Salmos, Job y Proverbios. Salmos es una colección de 150
himnos y poemas líricos de súplica o didáctico-religiosos de un estilo bien
conocido en Egipto y en el Próximo Oriente; la división en cinco «libros» es
tardía. Pueden encontrarse huellas de colecciones diversas de distintas
épocas: algunos salmos están atribuidos a David, otros a Coré y Asaf, y
buena parte no tiene referencia alguna de autor. Hay salmos preexílicos y
otros que, por su lengua, parecen claramente escritos después del destierro.
La colección definitiva pudo cerrarse hacia el año 300 a.C. Job es un libro
profundo y problemático, con secciones en prosa y en verso, en forma de
relatos, diálogos dramáticos y discursos. Discute temas relativos a la actitud
del hombre ante Dios y la justicia divina, el «justo sufriente», rebelde y
sumiso al mismo tiempo ante su Señor. Su composición puede ser cercana
al año 400 a.C. Proverbios entra de lleno en el género de literatura
«sapiencial», bien conocido también en Egipto y Mesopotamia, que busca el
ideal de la «sabiduría» para todas las facetas de la vida práctica. Son dichos
sapienciales, aforismos, poemas didácticos, dichos numéricos, etc.,
agrupados en colecciones independientes que sufren al cabo del tiempo una
redacción final. Atribuido tradicionalmente a Salomón, se va formando en
realidad en un proceso secular que se completa seguramente hacia el siglo
IV a.C.

Un pequeño grupo, llamado «los cinco rollos», Rut, Cantar de los cantares,
Qohelet, Lamentaciones y Ester, tienen en común el tono «edificante» y
aleccionador; no obstante, el escepticismo existencial reflejado en el libro de
Qohelet y el tono erótico del canto nupcial que constituye el Cantar hicieron
que se discutiera durante mucho tiempo si debían incluirse o no entre los
libros sacros.

Hay finalmente dentro del grupo libros históricos, como Crónicas y Esdras
Nehemías que, tras pasar revista de manera sintética a toda la historia de
Israel, relatan la vuelta del exilio y la reconstrucción del Templo. El libro de
Daniel, seguramente el último de todos los que forman parte de la Biblia
hebrea, es de carácter apocalíptico y puede haberse escrito en el siglo II a.C.

Temas relacionados.

Antiguo Testamento.
Biblia.
Biblia en España.
Biblia de Alba.
Biblia de Ferrara.
Biblia Políglota Complutense.
Biblia Políglota de Amberes.
Cristianismo.
Deuterocanónicos, Libros.
Masora.
Masoreta.
Nuevo Testamento.
Pentateuco.
Libros Proféticos.
Religión.
Libros Sapienciales.
Septuaginta.
Targum.
Teología.
Vulgata.

Bibliografía.

CANTERA, F., IGLESIAS, M., eds., Sagrada Biblia. Versión crítica sobre los
textos hebreo, arameo y griego. (Madrid: BAC, 1979).

TREBOLLE, J. La Biblia judía y la Biblia cristiana. Introducción a la historia


de la Biblia. (Madrid: Trotta, 1993).

Á. Sáenz-Badillos

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Biblia Políglota Complutense.

 Edición del Antiguo y Nuevo Testamento en sus lenguas originales, hebreo


y griego, además de su traducción latina y aramea (parcial), impresa en
Alcalá de Henares entre 1514 y 1517, en seis volúmenes, por encargo del
Cardenal Don Francisco Jiménez de Cisneros. Fue la primera en su género.

Los estudios bíblicos estuvieron siempre en el centro del interés de Cisneros


en medio de sus múltiples ocupaciones de hombre de Iglesia y de Estado. A
partir de 1502, comenzó a reunir en su casa a un grupo de expertos para
discutir problemas textuales de la Escritura. Diez años más tarde decidió
llamar a la nueva Universidad de Alcalá de Henares, por él fundada, a los
mejores hebraístas, helenistas y latinistas de su tiempo para acometer, con
ayuda del impresor Arnaldo Guillén de Brocar, la edición de una Biblia con
los textos originales hebreos y griegos, acompañados de las principales
versiones antiguas. De acuerdo con el antiguo nombre latino de la ciudad,
recibirá el nombre de Biblia Políglota Complutense. Lo que deseaba hacer el
Cardenal significaba una verdadera novedad. Aunque la imprenta,
recientemente descubierta, había sacado ya a la luz algunos libros bíblicos
en su lengua original, no se había realizado todavía una publicación de la
totalidad del texto. Sin embargo, en la Europa renacentista se respiraba un
interés creciente por tales temas, y los humanistas italianos y alemanes
competirían con los hispanos en la publicación impresa de los textos hebreos
y griegos.

Con la impresión de esta Biblia quería Cisneros reavivar los estudios de la


Escritura que, en su opinión, no tenían en ese momento en España una altura
digna. En consonancia con el espíritu del Renacimiento, el Cardenal pensaba
que, para conocer a fondo el texto bíblico, no bastaba acudir a la Vulgata
como hacía la mayoría de los teólogos de su tiempo, sino que era preciso
acudir a las fuentes, a la veritas hebraica (esto es, el texto hebreo original).
Sólo así se podía salir de dudas en caso de que se encontraran problemas
en el texto de la Biblia. Sabiendo que la mayoría de quienes se dedicaban al
estudio de la Escritura no tenían una formación lingüística suficiente y que
no todos acudirían al Colegio Trilingüe de San Ildefonso que había creado en
la Universidad de Alcalá, la nueva Biblia debía ofrecer numerosas ayudas
para aprender las lenguas y poder utilizar esos textos originales aun cuando
no se tuviera un dominio pleno del hebreo, el arameo o el griego. Para ello,
además de los textos la Biblia debería incluir versiones interlineares y un
volumen especial dedicado al «Aparato», con diccionarios, gramáticas y
otros instrumentos para la mejor comprensión de esas lenguas.

Para llevar a cabo el proyecto, Cisneros puso todos los medios a su alcance,
sin reparar en gastos. El mejor impresor de su tiempo, un buen tipógrafo
griego, Nicetas Fausto, y un experto editor de textos griegos, el cretense
Demetrio Ducas, al que hará venir expresamente para la edición; tres
judeoconversos con buena formación hebrea (a pesar de las sospechas y
desconfianzas que eso pudiera suscitar en la atmósfera de su tiempo),
Alfonso de Zamora, Pablo Coronel y Alfonso de Alcalá, se encargarán de los
textos hebreos y arameos; un buen grupo de helenistas y latinistas de
Salamanca, como Nebrija, Hernán Núñez (también llamado el Pinciano o el
Comendador Griego), o Diego López de Zúñiga, ayudados por otros jóvenes
maestros de la Universidad de Alcalá, como Juan de Vergara o Bartolomé de
Castro, a los que se encarga la columna latina y las versiones interlineares,
completan el selecto equipo reunido por Cisneros. Sólo Nebrija se aparta
pronto de la empresa por disparidad de criterios. Para todos busca fuentes
de financiación y, en muchos casos, trabajo en su Universidad como
profesores. Además, compra o consigue en préstamo los mejores
manuscritos hebreos, arameos, griegos y latinos de los que se tiene noticia
y pide a los colaboradores que se atengan cuidadosamente a sus lecturas.
No se puede pedir más.

La Biblia Políglota presenta en páginas enfrentadas la versión hebrea, la de


la Vulgata latina (siempre en medio), la versión griega de los Setenta y, en
el primer volumen, la traducción aramea (o Targum) de Onquelos y su
correspondiente traducción latina. El texto griego va acompañado de una
versión interlineal latina, palabra por palabra. En 1514 se termina de
imprimir el primer volumen, el Nuevo Testamento (tomo quinto); en 1515
se concluye el sexto tomo, con los diccionarios y gramáticas; los cuatro
restantes, del Antiguo Testamento, se concluyen entre esa fecha y 1517.
Cisneros moriría antes de que la Políglota obtuviera el permiso papal para
ser distribuida (1520). Se había hecho un trabajo muy serio, empleando los
mejores manuscritos de cada lengua que Cisneros pudo conseguir. Había
sido el primer texto griego impreso del Nuevo Testamento, aunque el retraso
burocrático permitió que se difundiera primero la edición de Erasmo (1516);
antes de que empezara a venderse la Políglota (1522) habían salido también
a la luz la primera Biblia Rabínica de Daniel Bomberg preparada por el
converso Félix Pratensis (1516-17), y la Biblia Aldina (1518-1519), con el
texto de la versión griega de la Biblia, la Septuaginta. De esta forma, el
carácter novedoso de la Poliglota quedaría sin duda mitigado. No pasó
mucho tiempo antes de que resultara difícil encontrar la Biblia Complutense.
Buena parte de los poco más de seiscientos ejemplares impresos se perdió
en un naufragio.

Resulta notable que Cisneros decidiera imprimir una Políglota en esa España
que acaba de expulsar a los judíos y tenía ya una Inquisición en pleno
funcionamiento, con la que tuvieron problemas al menos dos de los
colaboradores de la Complutense: Elio Antonio de Nebrija, por haberse
atrevido a acercarse como gramático al mundo de la Biblia sin ser Maestro
en Teología, y Juan de Vergara, a quien se acusa entre otras cosas de
criterios bíblicos poco ortodoxos. A más de uno le molesta que en la empresa
del Cardenal participen tantos «cristianos nuevos». Imprimir una Políglota
significaba proporcionar a una generación de intelectuales y estudiosos
textos que anteriormente les habían estado poco menos que vedados, darles
los instrumentos lingüísticos y textuales para llegar al fondo de las cosas y
no contentarse únicamente con un texto defectuoso de la versión latina
tradicional, y ofrecerles la posibilidad de discutir el valor de las lecciones de
la Vulgata contrastándolas con los textos originales.

La labor que llevan a cabo los distintos colaboradores de Cisneros tiene un


nivel de calidad más que aceptable. Los criterios de edición, madurados
lentamente por el Cardenal en las reuniones preparatorias, a lo largo de al
menos una decena de años, son claramente renacentistas, y resultan muy
valiosos para su tiempo. Concede la máxima importancia a disponer de los
mejores manuscritos, trata de que se busque un texto lo más próximo al
original, consigue que los colaboradores hagan comparaciones minuciosas,
reflejadas en cuadernos de trabajo, etc. Los textos en las distintas lenguas
son en general de calidad, mucho más cuidados de lo que era habitual en su
tiempo. Las versiones interlineales y las distintas ayudas incluidas en el
«aparato» son también valiosas y prácticas.

Bibliografía.

Anejo a la Edición facsímile de la Biblia Políglota Complutense. (Valencia:


Fundación Bíblica Española-UCM, 1987).
BATAILLON, M. Erasmo y España. (Madrid: 1950).
PÉREZ CASTRO, F. , VOET, L. La Biblia poliglota de Amberes. (Madrid, 1973).
SÁENZ-BADILLOS, A. La Filología bíblica en los primeros helenistas de Alcalá.
(Estella, 1990).

Temas relacionados.

Arias Montano, Benito.


Antiguo Testamento.
Biblia.
Biblia en España.
Biblia de Alba.
Biblia de Ferrara.
Biblia Gótica o Biblia de Ulfila.
Biblia Hebrea.
Biblia Políglota de Amberes.
Cisneros.
Cristianismo.
Deuterocanónicos, Libros.
Masora.
Masoreta.
Nuevo Testamento.
Pentateuco.
Libros Proféticos.
Religión.
Libros Sapienciales.
Septuaginta.
Targum.
Teología.
Vulgata.

Enciclopedia Universal DVD ©Micronet S.A. 1995-2006

Biblia Políglota de Amberes

 Nueva edición de los textos del Antiguo y Nuevo Testamento en sus


lenguas originales y en sus principales versiones antiguas llevada a cabo en
Amberes, entre 1569 y 1573, por el impresor Cristóbal Plantino, bajo la
supervisión de Arias Montano, enviado por Felipe II. Se conoce con el
nombre de Biblia Políglota de Amberes o Biblia Regia.

El impresor francés establecido en Amberes Cristóbal Plantino, ante la


escasez de ejemplares de la Políglota Complutense y pensando que estaba
en condiciones de mejorarla tanto desde el punto de vista tipográfico como
en el del trabajo filológico y el contenido, diseñó un plan de la obra en 8
volúmenes y a través del Secretario real, Zayas, buscó el apoyo económico
de Felipe II. Quería mejorar las limitaciones que se habían encontrado en la
Complutense, añadir textos en nuevas lenguas (como el siriaco) e incluir un
«Aparato» mucho más extenso (en tres volúmenes), aplicando los últimos
adelantos del arte tipográfico. Cuando al cabo de cierto tiempo el rey accedió
a adelantar parte del dinero para la edición, decidió también que el trabajo
filológico fuera supervisado por el filólogo español Benito Arias Montano.
Tras la llegada de éste a Amberes, Plantino podía comenzar la impresión de
la nueva Biblia. Llevaba no poco tiempo preparando todos los detalles:
reuniendo todas las Biblias impresas en la primera mitad del siglo, buscando
manuscritos que se sumarían a los traídos por Arias Montano desde España,
pidiéndolos a amigos como Granvelle o Sirleti, o a Andreas Masius (uno de
los primeros confidentes de su idea, que le enviaría un manuscrito con la
parte del texto arameo del Targum no impresa en la Complutense, así como
una gramática y diccionario siriacos), preparando cuidadosamente a sus
tipógrafos y correctores, instándoles incluso a aprender las lenguas
orientales, y haciendo tallar nuevos tipos hebreos que dieran particular
realce a la impresión.

Desde el primer momento el filólogo español y el impresor francés se


entendieron perfectamente, se respetaron mutuamente y realizaron cada
uno su trabajo en total armonía. En su campo eran los dos personas de
mucha categoría y el saber filológico de Arias Montano completaba la
intuición brillante y el saber hacer de Plantino, siendo ambos garantía de la
calidad de los resultados de la empresa. Los colaboradores eran también de
muy alto nivel. Francisco Raphelengius, yerno de Plantino, estaba al frente
de los correctores y tuvo parte no pequeña en el trabajo en la columna
hebrea y aramea (sería más tarde catedrático de hebreo de Leiden). Los
hermanos Guy y Nicolás Lefèvre de la Boderie ayudan también en el texto
siriaco y las versiones latinas. Arias Montano se ocuparía no sólo de preparar
los textos originales y numerosas traducciones, así como de revisar
cuidadosamente cada página salida de las prensas, sino también de preparar
muchos de los materiales del «Aparato» de los tres últimos volúmenes.

Aun tomando como base el modelo de la Políglota Complutense, la Biblia


impresa en Amberes la mejora en no pocos aspectos, y se aprecia que no
ha pasado en vano medio siglo entre una y otra. Se observa el cambio del
propio aspecto externo de las páginas del texto (cada página es
independiente en la Biblia Complutense, mientras que en la Biblia Regia las
columnas de las diversas lenguas se reparten en doble página); la calidad
de la impresión ha sido notablemente mejorada por Plantino. Además, se
han incluido nuevos textos como la versión aramea de todos los libros
bíblicos (y no sólo del Pentateuco) o la siriaca del Nuevo Testamento, se ha
incrementado el número de diccionarios, gramáticas, y otros instrumentos
de trabajo en los tres últimos volúmenes, y se han corregido errores y
deficiencias de la Complutense (como la vocalización del texto hebreo), etc.
Plantino quería haber cambiado el texto latino de la Vulgata por la traducción
de Sanctus Pagninus, pero Felipe II rechazó con energía la idea. Esa
traducción, retocada según el hebreo, se incluirá únicamente en el
«Aparato». Arias Montano señala en la introducción a las variantes hebreas
recogidas en el volumen VII que ha consultado diversas biblias con masora:
una que tiene 400 años, y otras de Alcalá, Bolonia y Milán. Los teólogos
europeos podrán disponer de excelentes textos bíblicos en sus lenguas
originales y de útiles para el manejo de éstas.

Aunque cada uno de los tomos lleva la aprobación de los censores


lovanienses, la obra tendría dificultades para ser aprobada en Roma: los
Cardenales ven mal la nueva versión latina, algunos de los tratados que ha
añadido Arias Montano, y que pueden sonar a cabalísticos, y los nombres de
algunos de los colaboradores. Finalmente, bajo presión del Rey de España,
que ha hecho suya la empresa, Arias Montano puede regresar a Amberes
llevando la aprobación romana. Todavía tendrá problemas serios con la
Inquisición, debido a las acusaciones que presenta en 1574 contra la Biblia
el catedrático de Salamanca León de Castro, de triste memoria. Hasta 1580
no se emite un veredicto; aunque no es del todo favorable, tampoco la
condena, y la Biblia Políglota puede difundirse libremente.
Temas relacionados.

Antiguo Testamento.
Arias Montano, Benito.
Biblia.
Biblia en España.
Biblia de Alba.
Biblia de Ferrara.
Biblia gótica o Biblia de Ulfila.
Biblia Hebrea.
Biblia Políglota Complutense.
Cristianismo.
Deuterocanónicos, Libros.
Masora.
Masoreta.
Nuevo Testamento.
Pentateuco.
Libros Proféticos.
Religión.
Libros Sapienciales.
Septuaginta.
Targum.
Teología.
Vulgata.

Bibliografía.

BATAILLON, M. Erasmo y España (Madrid: 1950).


PÉREZ CASTRO, F., VOET, L. La Biblia poliglota de Amberes (Madrid, 1973).
REKERS, B. Arias Montano. (Madrid: trad. española. y epílogo de A. Alcalá,
1973).

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