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CURSO TALLER DE ORACIÓN 4ª ENTREGA

EL ARTE DE ORAR
(Del “El arte de orar” Julio Jiménez, SJ. Lima 1988)

Amigo (a):

Creo que después de tus primeras experiencias al practicar la


oración, vas palpando tus cualidades, defectos y dificultades para
ejercitar el “arte de orar”. Quizás en un primer momento todo te
parecía muy fácil y agradable... Pero si has tomado con seriedad este
curso, debes estar sintiendo las grandes exigencias, problemas y
dificultades de este “safari” divino y humano, por medio del cual
conoces los secretos de Dios que te llevan a comprometerte con los
hombres. En realidad, esto no es fácil...

La tercera entrega terminaba precisamente con algunas


preguntas importantes. Ahora, de una manera muy sintética, anota lo
siguiente:

1. Mi principal dificultad para practicar la oración es

2. El motivo o la razón de esa dificultad es:

3. El mayor avance que noto en mi vida de oración es:

Pues bien, el objetivo de esta cuarta entrega será resolver las primeras dificultades que han surgido en
algunas personas ejercitantes de este arte.
Recuerda que a los problemas no hay que temerles. Si miras tu pasado, observarás que, gracias a él tú
has podido avanzar y madurar en la vida. Entonces... adelante, buscando con fe y esperanza aquello que Dios
quiere de ti.
A continuación, aparecerán las dificultades más generales que se han presentado hasta el momento. En
algunas de ellas necesitaré de tu colaboración y por eso, para la lectura de este folleto, debes tener en la mano
algo con qué escribir. Evita la tentación de seguir leyendo sin contestar antes las preguntas que te haré.

Primera dificultad
Transcribo al pie de la letra partes de una carta recibida hace poco:

“Hablándote yo de lo que hasta el momento ha sido mi oración, te diré que he tenido muchas
fallas. Primeramente no la he hecho siempre, por todos los trabajos que tenía atrasados, pero de
ahora en adelante trataré de que esto no ocurra. Por encima de todo, tendré el momento de oración.
También se me presentaron algunas dificultades quizá, porque no había entendido bien el objetivo
del “arte de orar”, y en el afán de seguir paso por paso las instrucciones, no me sentí bien, como me
sentía antes en mi forma de orar y, más que un momento de sinceridad y espontaneidad con Jesús,
era algo así como un momento todo programado, todo preparado, al cual yo debía acomodarme...”

No sigas leyendo sin antes pensar lo que le dirías a esta persona acerca de su dificultad. Después de
unos minutos de reflexión, escribe brevemente tu consejo:

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Mi respuesta a esa carta fue la siguiente:

a) Si tienes dificultades, es porque has hecho el esfuerzo de orar. Esto está bien. Así como a nadar se aprende
nadando, a orar bien, se aprende orando. Las entregas de este curso son indicaciones generales que si no se
llevan a la práctica de nada servirán.
b) El objetivo de la experiencia, me parece, que no lo tienes claro. Por eso te recomendaría volver a leer a carta
introductoria al curso que aparecía en la “primera entrega”.
c) En cuanto a la programación de la oración y al deseo de seguir paso por paso las instrucciones de ella, te diré
que esto depende mucho de la persona. A algunos les ha ayudado; a otros, no tanto. Me he cansado de
repetir que las instrucciones son un MEDIO y una AYUDA para conseguir el objetivo. Si ya tienes tu
método de estar con el Señor, pues continúa así, ya que el “arte de orar” no puede convertirse en un manual
de “cómo hacer visitas a un amigo”. Sería horrible...

Decía también en anteriores entregas, que algunos aspectos de la vida


se parecen a esa dificultosa experiencia de aprender a caminar a aprender a
tocar un instrumento musical. En un comienzo son muchos los consejos del
profesor, las ayudas de una madre para que su hijo(a) no adquiera mañas o
defectos. Pero el avance del alumno(a) y del niño(a) consiste en hacer
instintivamente aquello que se debe hacer.
Por ejemplo, si en la oración notas que en breves instantes te
concentras y estás dispuesto a dialogar con Dios, debes independizarte de
tantas preparaciones. Sé espontáneo y sincero. Si por el contrario, observas
que se te dificulta concentrarte, que no sabes cómo iniciar tu oración, te
recomendaría hacer todo ese rito preparatorio. Pero... siéntete libre y, sobre
todo, con amor.

Segunda dificultad

“En mi casa es imposible orar. Ya me estoy concentrando y viene mi hermanito; el teléfono; la T.V.;
los ruidos; el timbre; la pregunta de mis padres por lo que estoy haciendo, etc., etc., etc...”

¿Por qué será que nuestras ciudades y nuestras casas carecen de una arquitectura indispensable para esos
momentos íntimos de silencio, reposo y oración?
Si a ti se te presenta esta segunda dificultad, ¿cuál sería tu solución? Anótala, después de pensarlo:

Por mi parte, le aconsejaría buscar otro sitio. ¿De acuerdo?

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Tercera dificultad

“Todo el rato de oración estoy pendiente del reloj. Me preocupa el tiempo, se me hace largo.
Cumplo con los veinte minutos y ya. Es como una obligación. Me tensiono...”

Tu consejo es:

Mi consejo fue ora sin preocuparte del reloj... lo que puedas, sin fijarte al principio de un tiempo preciso.
Alarga al tiempo todos los días un poco hasta que... alcances el tiempo fijado. Si experimentas mucha tensión te
recomendaría unos ejercicios de auto relajación, como un medio para iniciar tu oración.

Cuarta dificultad

“Tengo grandes divagaciones y distracciones. Me englobo. No sé que hacer. Estoy completamente


enredado, creo que esto no es para mí”.

Tu solución:

A mí se me ocurre preguntarle a esta persona si está siguiendo las instrucciones sobre los
acondicionamientos externos e internos de la oración. Sería bueno, también, que tuviera una conversación más
extensa con el asesor(a) de la oración. Mientras tanto, puede convertir las mismas distracciones en una oración,
si al comenzarla ha hecho bien el “quitarse las sandalias”.

Quinta dificultad

“Este método insiste demasiado en los acondicionamientos externos e internos para hacer oración y
se parece mucho a unos ejercicios que yo practico cuando quiero reflexionar sobre mi vida. Mi
pregunta es: ¿estaré haciendo oración? ¿En qué se distingue hacer oración cristiana y controlar mis
fuerzas mentales mediante ejercicios de relajación muscular? Me encanta la auto hipnosis, esto me
da paz y tranquilidad, pues, purifico así mi conciencia. Estoy feliz y creo que con eso basta. Además,
desde que he comenzado a realizar esos ejercicios me conozco a mí mismo y a los demás. Me acepto y
los acepto... De nuevo pregunto ¿estaré haciendo oración cristiana?

Bueno, las dificultades aumentan y cada vez son más profundas. ¿Qué opinas de este colega tuyo?
Realmente ¿está haciendo oración? Responde, sí o no y por qué.
Sí ( ) No ( )

Porque:

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¿Qué le aconsejarías?

De mi parte diría: esta dificultad se parece mucho a la que trataré enseguida. Por eso mi respuesta será
la misma.

Sexta dificultad
“¿Cómo sé que mi oración es cristiana? Observo que aquello que practico es un rato de reflexión. Esto
lo hace cualquier persona que se preocupa por el autodominio y el desarrollo equilibrado de su personalidad.
Para esto no es necesario creer en Cristo ni en su Iglesia. Por eso, dígame muy concretamente y con sencillas
palabras, pues no soy ni filósofo ni teólogo, ¿qué es lo específico de la oración cristiana?”
Piensa un poquito... ¿qué será lo específico, lo esencial, lo más importante, de la oración cristiana?
Anota tu respuesta:

Ahora, marca con una cruz, una sola frase; aquella que mejor defina la oración cristiana.
La oración cristiana es:

- Estar en paz conmigo mismo y con los demás


- Estar unido a Dios, creador de todas las cosas
- Unirme a mis hermanos los hombres, sobre todo a los pobres
- Amar a Dios y a los hombres como Cristo nos amó
- Pedir por los más necesitados
- Sentir a Dios
- Orar al Padre como Cristo oró
- Ninguna de las respuestas anteriores
- Es

Enseguida, compara las respuestas que has dado, con el dibujo que pintaste al iniciar este curso y que
aparece en la primera entrega, página 1. Después de la comparación, señala una de las tres posibilidades:

- Mis respuestas coincidieron exactamente con mi dibujo si no


- Mis respuestas coincidieron más o menos con mi dibujo si no
- Mis respuestas fueron distintas a las del dibujo Si no
Escribe la razón de lo sucedido

Para completar tu respuesta, te diré: lo específico de la oración cristiana coincide con lo esencial de la fe
cristiana. Aquí radica la diferencia de la fe cristiana con otras religiones y con otros tipos de “oración”,
incluyendo los ejercicios de autodominio personal, hipnosis, yoga, análisis transaccional, terapia de grupo etc.

Y ¿Qué es lo esencial de la fe, las siguientes citas evangélicas que son la esencia del mensaje cristiano,
el corazón del Evangelio:

Mateo 5, 43-44

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Mateo 22, 36

Juan 13, 34

Gálatas 5, 14

CONCLUSIÓN: SI LA ORACIÓN ESTÁ EN FUNCIÓN DE LA ESENCIA DE LA FE CRISTIANA,


SERÁ ORACIÓN CRISTIANA. SINO, ES OTRA COSA.

En palabras sencillas puedes responder a las dificultades quinta y sexta así: la oración cristiana se
caracteriza porque la unión y el amor que Dios tiene por mí, me lleva a amar a los demás como Cristo los ama.
Este es el resumen de toda la Biblia, de todo lo que Dios quiere de mí. Este es el secreto de la fe cristiana, que se
fundamenta en el mandamiento nuevo, vivido y proclamado por nuestro hermano Jesús. Sólo así seremos sus
discípulos... Sólo así los hombres conocerán que Dios es Padre.

Si dices que amas a Dios y no te importa la vida de tus hermanos, eres un mentiroso, pues ¿cómo vas a
amar a Dios a quien no ves si desprecias a tu hermano a quien sí ves? Si dices: amo a mis hermanos y no crees
en Dios, también oscureces la realidad, pues, amando a tus hermanos, tus próximos (prójimo) estás amando a
Dios (Cf. 1 Jn. 4, 7-28).

¿Quieres saber cuál es el criterio definitivo para que en la práctica conozcas si tu oración es cristiana?
La respuesta no puede ser más simple: observa los frutos de tu oración. Ellos se conocen a través de tu
comportamiento en la vida diaria, pues la unión verdadera con Dios-Padre, por medio de Cristo, debe llevarte a
mejorar tus relaciones con los demás y contigo mismo. Y a la vez, tus relaciones con los otros, si están hechos
con amor, también te conducen a una común unión (comunión) con Dios, fuente del amor.

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En un dibujo se puede sintetizar la fe cristiana así:

EN Y POR CRISTO

Jesús, Hijo de Dios-Padre, por su muerte y resurrección, une a Dios y al hombre. Él es el Puente Único.
Pontífice, el Sacerdote que en la cruz nos hace cristianos, hijos de Dios. En Jesucristo se manifiesta totalmente
el amor infinito de Dios a los hombres. Por tanto, la oración, para que sea cristiana, debe estar siempre referida a
Cristo. No hay otro camino, no hay otra vida, no hay otra verdad, pues Jesús, como ningún hombre lo ha hecho,
vivió plenamente el mandamiento nuevo. Y tú, por medio de la fuerza de su Espíritu, prolongarás en tu historia
el Plan de Dios sobre los hombres.
Por eso, como lo habrás notado, todas las oraciones de la liturgia, por ejemplo de la Eucaristía, todas sin
excepción, terminan diciendo estas o semejantes palabras: “Te lo pedimos Padre, por Nuestro Señor Jesucristo,
tu Hijo, quien siendo Dios, vive y reina contigo, en unidad del Espíritu Santo, por los siglos, de los siglos.
Amén”

Séptima Dificultad
Otra carta manifiesta la siguiente inquietud:
“Pero en general la experiencia de la oración ha sido muy positiva y significativa en mi vida. En
aplicaciones sencillas, podría decirte que la oración me pone en una actitud de apertura hacia
nuevas experiencias y nuevas cosas; salgo de un genio divino, me distensiona y me hace sentir
contento.

Los temores no han desaparecido todos. Hay momentos en los que quisiera dejar de hablarle a Jesús, para
escucharlo, pero no puede negarte que me da miedo no oír nada. Sé que si tomo la Biblia, Dios me habla en ella;
que si hablo con cualquiera, Dios puede hablarme en él; pero ¿cómo puede hablarme Dios dentro de la oración?
Me da miedo engañarme a mí misma y creer que quien me habla interiormente no sea en realidad Jesús, sino yo
mismo que, en el afán de escuchar algo, creo que es Dios. Me gustaría que me ayudaras a aclarar un poco esto;
yo ya le estoy pidiendo para que Él también me enseñe a escucharlo”.
¿Qué opinas de esta dificultad? ¿Qué harías tú en esa situación? ¿Cómo crees que habla Dios en la
oración? ¿Cómo sabes que tu oración no es un monólogo ni es un engaño? Trata de responder alguna de estas
preguntas

Como puedes observar, las dificultades son cada vez más profundas. La persona que escribió la carta
manifiesta ser un cristiano muy adelantado en su proceso de oración. Muchas de sus inquietudes se resolverán
más adelante cuando te explique el proceso del discernimiento.
Por ahora contentémonos, con algunas clarificaciones:

a) La oración cristiana no es un monólogo, sino un diálogo con Dios nuestro Padre por medio de Jesús.
Entonces, se habla y se escucha. Y ¿qué se “escuchar”? Pues, los frutos que produce la presencia de Dios.

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Por ejemplo, si en la oración sientes alegría y paz; generosidad y comprensión de los demás; bondad y
confianza; mansedumbre y dominio de ti mismo; amor y perdón; ahí está el Señor, aunque no lo veas
físicamente, aunque no oigas nada, absolutamente nada. La presencia de Dios, es la más maravillosa de
todas las presencias. La más eficaz. La más comprometedora.
b) Y cuando se ama de verdad, sobran las palabras. Basta con la presencia. Es entonces cuando aparece aquel
silencio lleno de Dios, lleno de amor. Él te mira... tú lo miras. Sobra lo demás. Este nivel de oración es un
regalo de Dios. Lo han experimentado los santos. Y tú ¿por qué no? ¿Te dejarás conducir por la gracia de
Dios?

LA MÁXIMA DIFICULTAD DE LA ORACIÓN


ES LA FALTA DE FE RADICAL
La gran dificultad de la oración cristiana no está en tu falta de tiempo o en tu pereza de hacer el rato de
oración. Tu dificultad más profunda está en tu falta de fe radical, es decir, tu oración la idealizas, se queda en
teoría y en abstracciones, olvidándote de la vida concreta y ordinaria. Realmente no tomas en serio aquellas
palabras de Dios en la Biblia “Dios me amó primero y envió a su hijo Jesús para salvarme... me conoce a mí
por mi nombre... él dio la vida por mí”.

Por tanto, si Dios te ama, su historia de amor contigo y con todos los hombres no se reduce a un
momento determinado, sino que ÉL SIEMPRE está presente, como un enamorado, queriéndote a cada instante,
teniendo siempre la iniciativa y dispuesto a dar la vida por ti. Si te ama, se relaciona contigo, te habla, está en ti
más de lo que tú crees.

¿Crees esto?
¿Tienes fe en esto?
¿Tu fe en Cristo es primordial?
¿Cristo es el criterio único
y decisivo de tu comportamiento?

Aquí se fundamenta, para el cristiano, toda su existencia y su historia. Fuera de esto no se puede decir
nada más, pues el resto es la respuesta que el hombre libremente puede dar a esa historia de amor, a esa “Gran
Sinfonía del Amor, realizada en la Mayor libertad del Espíritu”.

Última dificultad: el amor a Dios como persona


Quizá aceptes, con una fe radical, el amor de Dios a ti por medio de
Cristo. Pero hay algo más ¿amas tú a Dios como persona? Es decir, ¿lo dejas ser
libre en ti o más bien es otro "objeto” que quieres manipular? ¿tienes deseo de
dosificar a Dios, acomodarlo a tus planes y deseos? ¿Tu oración no se ha
convertido en un monólogo o en una contemplación racional? Si tu encuentro
con Dios por medio de la oración transcurre de esta manera, nacerá la frialdad,
la separación y el egoísmo. Dejarás, tarde o temprano, la fe y con ella la oración,
porque en definitiva te estabas buscando a ti mismo.
Para amar de verdad, es necesario sentirse débil y pequeño ante el otro. Es desear la presencia del
amado, que en la oración cristiana es Jesús vivo. Cada encuentro se convierte en único e irrepetible. Cada vez
hay mayor cercanía, mayor intimidad.
Solamente los “pobres” sienten debilidad y pequeñez ante “otro”, pues, el “pobre” depende de alguien,
no se cierra en sí, su misma situación lo lleva a tener la mirada, los brazos, su cuerpo extendido hacia los demás.
La sicología del pobre se parece a la sicología del que ama: amar es tender la mirada, las manos y el cuerpo
entero hacia otro. Por eso el amar, exactamente como el ser “pobre de espíritu” son expresiones de debilidad.
El que ama expresa la necesidad del amado, quien viene a complementarle a él y a llenar, en definitiva, el vacío
más hondo que existe en la vida de los hombres.
Con razón, Erich Fromm en su libro “El arte de amar” escribe: “El amor infantil sigue el principio: amo
porque me aman. El amor maduro obedece al principio: Me aman porque amo. El amor inmaduro dice: Te amo
porque te necesito. El amor maduro dice: te necesito porque te amo.

“Si tú hablaras todas las lenguas de los hombres y de los ángeles te faltara amor, no serías más que
bronce que resuena o campana que toca. Si tuvieras el don de profecías, conociendo las cosas secretas con toda
clase de conocimientos y tuvieras tanta fe como para trasladar los montes, pero te faltara el amor, nada eres. Si
repartes todo lo que posees a los pobres y entregas hasta tu propio cuerpo para ser quemado, pero sin tener amor,
de nada te sirve.

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El amor es paciente, servicial y sin envidia. No quiere aparentar ni se hace el importante. No actúa con
bajeza, ni busca su propio interés. El amor no se deja llevar por la ira, sino que olvida las ofensas y perdona.
Nunca se alegra de algo injusto y siempre le agrada la verdad. El amor disculpa todo; todo lo cree, todo lo
espera y todo lo soporta. El amor nunca pasará...” (Cl. 1Corinitios 13, 1-13).

¡Basta por ahora! Podrías escribir enseguida las conclusiones que sacas de la lectura de esta cuarta
entrega?

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