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RESPONSABILIDAD POR

ACCIDENTES EN AUTOPISTAS

por María Fernanda Domínguez

Sumario: 1. Introducción. 2. Concepto de autopista y de concesionario vial. 3. Régimen


jurídico de las autopistas. Contrato de concesión de obra pública. 4. Nociones
esenciales acerca de la responsabilidad civil en el capítulo en estudio. 5. Teorías
sobre la naturaleza jurídica de la responsabilidad de las empresas concesionarias.
5.1. Tesis extracontractualista del concesionario frente al usuario 5.1.1. El poder
de policía. 5.1.2. La propiedad de las autopistas. 5.1.3. El peaje. 5.1.4. Legitimación
pasiva. 5.2. Tesis de la relación contractual de Derecho Privado entre el conce-
sionario y el usuario. 5.2.1. El peaje. 5.2.2. Contrato de adhesión y obligación de
seguridad. 5.3. Tesis de la relación de consumo. 6. Responsabilidad de la empresa
concesionaria de peaje por los daños sufridos por usuarios que colisionan con
animales sueltos en la ruta. 6.1. Distintas posturas. 6.2. Tratamiento del tema en
los fallos de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. 6.3. Tratamiento del tema
en fallos de otros tribunales. 7. Presencia de objetos estáticos u otras deficiencias
en la ruta.

1. Introducción
En este escrito se analizará la responsabilidad civil por los daños
sufridos por quienes transitan autopistas sometidas al régimen de con-
cesión de obra pública. Los accidentes acontecidos en caminos cons-
truidos, controlados y conservados por el Estado nacional, provincial
o municipal no serán objeto de análisis en esta oportunidad.
En tal sentido, se realizará un breve ensayo respecto de la conce-
sión vial, su naturaleza jurídica y los efectos de los contratos celebra-
dos entre el cedente –la administración pública– y la empresa conce-
sionaria.

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Doctrina

Se dará trato a la responsabilidad civil que rige en este tipo de


accidentes y se hará hincapié en los eventos dañosos que son resultado
tanto de la presencia de animales sueltos en la vía, como así también
de la existencia de cosas inertes y los generados por deficiencias en
su mantenimiento.

2. Concepto de autopista y de concesionario vial


Para el estudio del tema a abordar, resulta fundamental la com-
prensión de distintos conceptos básicos que se mencionarán en el de-
sarrollo de este trabajo y que precisaremos en este punto.
Así, la Ley Nacional de Tránsito 24.449 define a la autopista en
el inciso b, de su artículo 5º como “una vía multicarril sin cruces a
nivel con otra calle o ferrocarril, con calzadas separadas físicamente
y con limitación de ingreso directo desde los predios frentistas lin-
dantes”. A esta ley, adhirieron con posterioridad distintas provincias,
a partir de la sanción de sus respectivas normativas, algunas con su-
jeción completa y otras con salvedades particulares; a modo de ejemplo
lo hizo la Provincia de Tucumán a través de la ley 6836, apartándose
del permiso que ésta otorga a los transportes cañeros para circular en
el ámbito provincial y el uso de luces en la vía pública, asimismo
modificó numerosos artículos de las leyes provinciales 7154 y 7988.
En el caso de la Provincia de Río Negro, mediante la ley 2942, se
formuló la adhesión al mencionado régimen nacional, agregándose a
las definiciones del artículo 5º dos conceptos más, a saber: los de
triciclomotor y cuatriciclomotor. Por otra parte, la Provincia de San
Juan, por medio de la ley 6684, se sujetó íntegramente a lo establecido
por la ley 24.449 y sus modificatorias, derogando toda disposición en
contrario.
Como vemos, si bien la mayoría de las provincias se han subor-
dinado a tal régimen nacional, muchas lo han hecho con salvedades,
por ende, al consultar la normativa nacional frente a cada caso concreto,
se ha de tener presente la forma en que cada provincia adhirió a la
misma.
A su turno, el mismo artículo de la ley 24.449 define el concepto
de concesionario vial como “...el que tiene atribuido por la autoridad

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estatal la construcción y/o el mantenimiento y/o explotación, la cus-


todia, la administración y recuperación económica de la vía mediante
el régimen de pago de peaje u otro sistema de prestación”.
Habiendo efectuado las correspondientes aclaraciones, se procederá
al estudio de los aspectos fundamentales del tema en cuestión.

3. Régimen jurídico de las autopistas.


Contrato de concesión de obra pública
Tradicionalmente el Estado, hacia fines de la década de los 60,
había asumido la construcción y conservación de los caminos, auto-
pistas y demás vías de circulación. A partir de la década de los 90 y
de la corriente privatizadora imperante en ese período, se delegaron
esas tareas a empresas privadas a través de concesiones de las obras
públicas.
En base a ello, se considera conveniente recordar que se entiende
por concesión, el traspaso de los poderes propios del concedente (Ad-
ministración) al concesionario (especial), por ejemplo, concesiones de
servicio público, de obra pública. La Administración transmite un de-
recho o el ejercicio del mismo. El servicio concedido no lo presta la
Administración sino un concesionario particular. En el caso de la obra
pública, su construcción y explotación no serán realizadas por la Ad-
ministración sino por el concesionario1.
Se ha dicho asimismo que la concesión de la obra pública consiste
en una delegación transestructural de cometidos. La delegación es una
figura típica de la organización administrativa por la cual se transmite
a otro el ejercicio de una actividad. Es transestructural porque trasciende
la estructura de la Administración concedente2.
Siguiendo tal lineamiento, tal como fue expuesto al efectuar la
introducción al presente, podemos definir el contrato de concesión de
peaje como un acuerdo celebrado entre la Administración Pública y
una empresa a fin de que esta última efectúe determinados trabajos

1 Ver https://www.academia.edu/30540129/tratado_de_derecho_administrativo_
Roberto_Dromi_1_1_.
2 PIROTA, Martín Diego, El decreto 27/2018 y sus modificaciones en materia

de tránsito y seguridad vial, en elDial.com del 12-4-2018.

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Doctrina

de construcción de caminos, de reparación, ampliación, conservación


o mantenimiento de vías ya existentes, remunerando al concesionario
mediante el otorgamiento de la explotación de la obra construida, du-
rante un plazo determinado.
En base a los conceptos expuestos precedentemente, corresponde
diferenciar las relaciones jurídicas comprometidas en la concesión de
obra pública por peaje en tres tipos:
3.1. La del concedente-concesionario: Vincula exclusivamente a
ambos contratantes y genera obligaciones para ellos, a saber:
en el caso del concesionario, las de gestionar y ejecutar los
cometidos administrativos que el concedente hubiese delega-
do, entre los que podemos mencionar la confección del pro-
yecto definitivo de la obra, la realización de expropiaciones
necesarias, entre otros. Por su parte, las obligaciones concer-
nientes al cedente son las de poner a disposición del conce-
sionario los elementos formales y materiales necesarios para
que pueda cumplir con sus obligaciones, como por ejemplo
facilitar el cobro puntual por parte de la tasa de peaje.
3.2. La del concedente-usuario: Una vez ejecutada la obra pública,
comienza su utilización según el fin para la que fue construida.
El Estado, titular de la obra realizada bajo el régimen de
concesión, mantiene sobre el bien y sobre las condiciones de
su uso la totalidad de sus prerrogativas, pudiendo disponer
por encima del contrato de concesión, es decir, sin importar
disposiciones en contrario que éste pudiera contener. Ello,
sin perjuicio del derecho del concesionario al mantenimiento
de la ecuación económico-financiera y al pago de la remu-
neración prevista al contratar. El usuario tendrá, a su vez,
frente a la Administración, todas las garantías que el ordena-
miento administrativo le confiere. Junto a ese derecho, deberá
soportar las cargas que legítimamente la Administración le
impone con relación al uso de la obra pública, especialmente
en materia tributaria, como lo es para la tesis extracontrac-
tualista, que estudiaremos más adelante, el pago del peaje.
3.3. La relación concesionario-usuario: Por las razones ya ex-
puestas, el concesionario asume frente al usuario el mismo

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papel que le corresponde a la Administración concedente,


siempre en su calidad de delegado, es decir, como gestor
de un determinado cometido público.
Para la corriente administrativista, como no hay relación con-
tractual entre la Administración y el usuario, tampoco la hay
entre el concesionario y aquél dado que se trata de una relación
de Derecho Público conforme las reglas de la delegación tran-
sestructural definidas en los reglamentos y el contrato de con-
cesión3.
Desde el punto de vista del Derecho Privado, el Estado con-
tinúa siendo el encargado de la seguridad de las personas y
de los bienes, resultando ésta su función constitucional esen-
cial, ya que no puede ser reemplazada por los particulares.
Su calidad de garante de la seguridad de los usuarios surge
por una doble vía: la de dueño, ya que el corredor vial es un
bien del dominio público, conforme lo disponen los artícu-
los 1757 y 1758 del Código Civil y Comercial de la Nación,
y la de controlador de las empresas a quienes les otorgó la
concesión4.

4. Nociones esenciales acerca de la responsabilidad


civil en el capítulo en estudio
Corresponde señalar que en atención a que la presente obra trata los
accidentes de tránsito en el marco del Derecho Privado, se considera
oportuno señalar que el Derecho de Daños reacciona frente al daño
injustamente sufrido, que incluye los perjuicios que el sujeto padece en
su persona y bienes jurídicos. La evolución de la materia destaca como
relevante no ya el obrar culposo del accionado, sino si existe una razón
por la que la víctima del hecho debe soportarlo. Ello, en base al principio
del alterum non lædere como norma general y el requisito de la injusticia
del ilícito como base de la procedencia del resarcimiento.

3 BARRA, Rodolfo Carlos, Contrato de obra pública, Depalma, Buenos Aires,


t. 1, ps. 341 y ss.
4 CALVO COSTA, Carlos A., Derecho de las Obligaciones, Hammurabi, Buenos

Aires, ps. 1073 y ss.

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Doctrina

Los cambios en concepto de responsabilidad civil en las últimas


décadas tienden a focalizar el centro de protección en la persona, a
diferencia del Código de Vélez Sársfield, que hacía hincapié en el
amparo de los bienes. En esta línea, ha tomado relevancia la expresión
“reparación integral del daño”, consagrado en el artículo 1740 del
Código Civil y Comercial de la Nación, que pone su atención sobre
la víctima y enfatiza la necesidad de reparar el daño sufrido de manera
injusta y restituir su estado al momento previo a su ocurrencia. La
finalidad de la integralidad de la reparación implica el intento de que
la indemnización compense el menoscabo injustamente sufrido, res-
petándose los principios de la responsabilidad civil, es decir que se
trate de un daño cierto, personal y subsistente, que exista relación de
causalidad, la imputación a un tercero, que el perjuicio no sea conse-
cuencia del accionar de la víctima ni tenga un deber de soportarlo.
Teniendo en cuenta estos parámetros generales de la responsabilidad
civil, ya analizados en la presente obra y referidos brevemente en los
párrafos precedentes, se procederá a estudiar las distintas teorías acerca
de la naturaleza jurídica de la responsabilidad de las empresas conce-
sionarias.

5. Teorías sobre la naturaleza jurídica de la


responsabilidad de las empresas concesionarias
En base a lo expuesto, diremos que resulta conveniente hacer énfasis
en la naturaleza jurídica de la relación entre el concesionario de las
obras y servicios públicos y el usuario, dada su importancia en el
marco de la responsabilidad civil.
A diferencia de ello, la relación entre el concesionario de la obra
pública y el Estado resulta una discusión que se encuentra zanjada,
ya que se trata de una cuestión contractual del ámbito del Derecho
Administrativo, que no reviste mayor incidencia en la presente obra.
Existe entonces un doble orden de relaciones jurídicas, por un lado,
como ya vimos, la que gobierna las relaciones concedente-concesio-
nario, que se inscribe en el Derecho Público, y por otro, el vínculo
entre el concesionario-usuario del servicio, que es el que interesa ana-
lizar en este capítulo.

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Así, encontramos distintas posturas respecto de las órbitas contrac-


tual o extracontractual de la responsabilidad que, de algún modo, se
relacionan con la postura asumida por la Corte Suprema de Justicia
de la Nación al fallar sobre este tema en distintos precedentes.
En la actualidad, el debate referido a quién debe responder por los
perjuicios que se ocasionen –el Estado o la concesionaria vial– y la
prescripción de las acciones ha quedado prácticamente zanjado luego
de la sanción del Código Civil y Comercial de la Nación, en atención
a la gran unificación de las esferas de responsabilidad contractual y
extracontractual en sus aspectos fundamentales, como así también de
la sanción de la Ley 26.944 de Responsabilidad Estatal, que establece
el mismo plazo de prescripción de 3 años para ambos casos.
Resulta importante destacar que, a partir de la sanción del Código
Civil y Comercial de la Nación, se ha unificado la responsabilidad
civil contractual y extracontractual conforme lo dispuesto por el ar-
tículo 1716, en cuanto indica que el deber de reparar puede tener su
origen tanto en la violación del alterum non lædere, fuente de la res-
ponsabilidad extracontractual, como del incumplimiento de una obli-
gación preexistente, generadora de responsabilidad contractual.
En tal orden de ideas, han desaparecido diferencias que hacen a la
extensión del resarcimiento, de las que da cuenta el artículo 1726 del
Código Civil y Comercial de la Nación, en cuanto indica que las con-
secuencias dañosas reparables son aquellas que tienen nexo adecuado
de causalidad con el hecho productor del daño, sin distinguir entre
responsabilidad contractual y extracontractual.
En lo que refiere al plazo de prescripción, el artículo 2561, párrafo
2º, estableció uno general común para los dos ámbitos de la respon-
sabilidad, que será de tres años, a excepción de los casos expresamente
mencionados en el cuerpo legal de referencia. Respecto de la reparación
de las consecuencias extrapatrimoniales, que son las que experimenta
una persona en su esfera espiritual, el artículo 1741 ha logrado aunar
la legitimación activa para reclamarlo, sin importar el ámbito en el
que se haya generado el daño.
Sin perjuicio de la unificación mencionada, se estima relevante
mencionar las tesis existentes en materia de las esferas de responsa-
bilidad.

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Doctrina

5.1. Tesis extracontractualista del concesionario frente al usuario


Esta doctrina esgrime que entre el concesionario y el usuario existe
una relación de igual naturaleza que la que hubiera existido entre el
Estado y el usuario si no se hubiera decidido la privatización de ese
cometido público. No hay relación contractual entre el usuario y la
Administración, ni el concesionario. Se trata de una relación de De-
recho Público. El Estado se limita a transferir el ejercicio de la com-
petencia para ejecutar una obra pública, pero no la titularidad de ella,
dado que sigue siendo el dueño de las rutas y le pertenece el poder
de policía. Las obligaciones del concesionario se circunscriben a las
asumidas en virtud del marco normativo previsto en el contrato ad-
ministrativo.
Esta tesis entiende que quien ingresa a una ruta concesionada, al
pagar el peaje, adhiere al régimen jurídico de la concesión. Asimis-
mo, la responsabilidad de la empresa concesionaria no excluye la
que eventualmente pueda pesar sobre otros legitimados pasivos de
modo concurrente, como por ejemplo el Estado como dueño del ca-
mino, por incumplimiento de los deberes de policía, o la de ciertos
terceros5.
Los principales argumentos en los que se funda esta tesis se rela-
cionan con el poder de policía, la propiedad de los caminos, el peaje
entendido como tributo y la ampliación de la legitimación activa6.
A continuación se desarrollarán sintéticamente estos aspectos.

5.1.1. El poder de policía


Los fundamentos de este argumento se basan en que a pesar de
las privatizaciones, el Estado continúa siendo el encargado de la se-
guridad de personas y bienes, dado que ésta es una función constitu-
cional esencial que no puede ser reemplazada en este aspecto por los
particulares, pues es un atributo de su creación.
Su calidad de garante de la seguridad de los usuarios surge por
una doble vía. Por un lado, en su carácter de dueño conforme lo es-

5
CALVO COSTA, ob. cit., p. 1074.
6
AREÁN, Beatriz, Juicio por accidentes de tránsito, 2ª ed., Hammurabi, Buenos
Aires, t. 2 B, ps. 494 y ss.

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tablece el artículo 1758 del Código Civil y Comercial de la Nación


y, por otro, como controlador de las empresas a quienes se les otorgó
la concesión.
El Estado tiene además una función de contralor y vigilancia de
las obligaciones de las concesionarias (poder de policía) y en la me-
dida en que pueda ligarse causalmente el daño, será responsable ob-
jetivamente y en forma concurrente en la reparación, por omisión
causal7.
Mediante la sanción de la ley 26.944 el Estado ha pretendido dis-
minuir y hasta excluir su responsabilidad al disponer en su artículo 6º
que “El Estado no debe responder, ni aun en forma subsidiaria, por
los perjuicios ocasionados por los concesionarios o contratistas de los
servicios públicos a los cuales se les atribuya o encomiende un cometido
estatal, cuando la acción u omisión sea imputable a la función enco-
mendada”. Ahora bien, por tratarse de una ley nacional, las provincias
deben adherirse, conforme lo establece en su artículo 11, pero dado
que no es una norma de orden público, no puede modificar una ley
que sí lo es, como la Ley de Defensa del Consumidor, que expresamente
establece tal carácter en su artículo 65.
A modo de ejemplo, dentro del ámbito de la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires, el Reglamento de Explotación de Autopistas Urbanas
SA (AUSA) determina que la policía de seguridad y tránsito serán
ejercidas por la autoridad pública competente conforme lo establece
su artículo 29, ello sin perjuicio de las facultades de la concesionaria
previstas en el artículo 15. Tal norma prevé que las facultades de las
concesionarias, ante la ausencia de agentes públicos que lleven a cabo
dicha actividad, se limitan a las medidas preventivas necesarias para
el ordenamiento del tránsito y la circulación, debiendo formular de
inmediato las denuncias pertinentes ante la autoridad competente, así
como requerir su inmediata presencia.
Todo ello determina que el concesionario se encuentra obligado a
permitir la utilización de la autopista por parte de los usuarios en
condiciones adecuadas de seguridad y comodidad, evitando las causas
7 WEINGARTEN, Celia y GHERSI, Carlos A., Tratado de accidentes y daños

derivados de la circulación, 2ª ed. act. según Código Civil y Comercial de la Nación,


La Ley, Buenos Aires, p. 224.

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que originen problemas o peligros en el tránsito, reservándose el Estado


el poder de policía, atento a que, como hemos visto, el mismo es
indelegable.

5.1.2. La propiedad de las autopistas


El artículo 235 del Código Civil y Comercial de la Nación en su
inciso f establece que las calles, caminos, canales, puentes y cualquier
otra obra pública construida para utilidad o comodidad común perte-
necen al dominio público, por ende no caben dudas acerca de que el
Estado es el titular de las autopistas. En consecuencia, el concesionario
carece del dominio de las mismas y, para quienes sostienen esta tesis,
sólo debe responder ante el usuario en caso de incumplimiento por
acción u omisión de las obligaciones asumidas en el contrato de con-
cesión y demás instrumentos que lo complementen.
En tal sentido, la concesionaria no es dueña del camino y sólo
tiene a su cargo su cuidado y conservación material en el marco de
la concesión otorgada y con los alcances previstos en ésta, por lo que
sólo debe responder frente a terceros damnificados cuando, a raíz del
incumplimiento de las obligaciones impuestas por el marco regulatorio,
éstos sufran daños8.

5.1.3. El peaje
La postura en análisis entiende que uno de los aspectos fundamen-
tales es el carácter que se le asigna al peaje. La discusión se basa en
considerar que el precio es de naturaleza tributaria y la relación entre
el concesionario y el usuario es extracontractual, mientras que para la
tesis opuesta, se trata del precio por el uso de la autopista, es de
carácter contractual y de Derecho Privado.
Esta doctrina afirma básicamente que el peaje que abona el usuario
tiene el carácter de tributario. En tal sentido la relación del concesio-
nario con el usuario es indirecta y se rige por el contrato administrativo
celebrado entre el Estado y la empresa, que sólo es una delegación
específica de la gestión encomendada. La concesionaria no es dueña
del camino y la autopista no es en principio una cosa de riesgo, de

8 CALVO COSTA, ob. cit., t. III, p. 115.

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modo que ésta responde en caso de incumplimiento por acción u omi-


sión de las obligaciones impuestas por el marco regulatorio vigente9.
El problema de quienes se enrolan en esta postura es que no han
podido explicar cómo es posible que, siendo el peaje un tributo, de-
vengue a su vez impuestos al valor agregado. El hecho de que sea
aplicado el IVA implica que el usuario es calificado como consumidor
final y no como contribuyente. Esta hibridez provoca sus consecuencias
ya que, si se trata de una tasa, la relación es extracontractual, mientras
que si se trata de un precio, se trataría de un contrato10.
En resumidas cuentas, uno de los pilares fundamentales en que se
afirma esta postura se basa en la idea del peaje como el pago de un
tributo y no de un servicio, donde el usuario es un contribuyente y
no un consumidor.

5.1.4. Legitimación pasiva


En este aspecto, la tesis refiere que el damnificado tiene dos legi-
timados pasivos, a saber: el Estado –como dueño del bien de dominio
público– y el concesionario.
Si bien algunos doctrinarios se enrolan en la tesis de la responsa-
bilidad contractual, hay quienes sostienen que la responsabilidad de
la empresa concesionaria no excluye la de otros legitimados pasivos
como el Estado, en carácter de dueño del camino o de incumplimiento
de los deberes de poder de policía o de ciertos terceros, en el caso
del propietario de un animal suelto que en los pocos supuestos puedan
configurar su responsabilidad.
En consecuencia, si bien esta postura tiene a su favor una ampliación
de la legitimación pasiva, al admitir al Estado y la concesionaria como
demandados en un determinado proceso, la desventaja radica en que

9 VENEGAS, Patricia Pilar y COMPIANI, María Fabiana, Responsabilidad por

los daños generados por el mal estado de conservación de los corredores viales, en
L. L. 1992-E-1209; LÓPEZ DEL CARRIL, Gonzalo, Animales sueltos en ruta y
responsabilidad civil, en L. L. 1996-A-1329; SARMIENTO GÜEMES, Manuel, Con-
cesiones viales. Relaciones jurídicas, en L. L. 1995-E-1164.
10 LORENZETTI, Ricardo Luis, Concesionarios viales. ¿En qué casos hay res-

ponsabilidad?, en Revista de Derecho de Daños, Nº 3, Accidentes de tránsito – III,


Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, p. 163.

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Doctrina

son pocos los supuestos de responsabilidad admitidos, dado que la


mayoría de los autores casi no mencionan la culpa y se fundan en la
responsabilidad por riesgo o vicio. Consecuentemente, la mayoría de
los supuestos fácticos descriptos quedan excluidos de responsabilidad11.

5.2. Tesis de la relación contractual de Derecho


Privado entre el concesionario y el usuario
Esta postura se basa en que la relación existente entre la empresa
concesionaria del peaje y el usuario es de naturaleza contractual y
alcanzada por las normas del Derecho Privado. Por ende, el incum-
plimiento de la obligación de mantener en debida forma la conservación
de la autopista frente al usuario es de la misma naturaleza, dado que
éste accede a la ruta mediante el pago al concesionario de una suma
en concepto de peaje, como contraprestación para hacer posible la
circulación en los términos del contrato de concesión por el que se le
otorgó a la concesionaria la explotación, conservación y mantenimiento
de la obra.
A partir de allí, se entiende que el peaje es un precio y el auto-
movilista, al pagarlo, celebra un contrato con la empresa concesionaria.
En base a ello, quien contrata con la empresa de peaje es un usuario
o consumidor del servicio prestado en los términos de la ley 24.240.
Así, se distinguen las relaciones que existen entre el Estado y el con-
cesionario por un lado, y entre el concesionario y el usuario por el
otro, a diferencia de la tesis extracontractualista anteriormente expuesta.
En definitiva, se considera que el peaje tipifica el precio (dado que
incluye el IVA) que abona el consumidor como contraprestación de
las obligaciones asumidas por aquél. La mayoría de quienes postulan
esta corriente catalogan la relación como “de consumo” (ley 24.440).
Del vínculo contractual se generan básicamente dos grandes obli-
gaciones: una de carácter principal, que es habilitar el tránsito en el
corredor vial y mantener la carpeta asfáltica y banquinas en adecuadas
condiciones, y otra accesoria, que se plasma en un deber específico
de seguridad por los daños que el usuario pueda sufrir durante la
circulación. La obligación de seguridad que pesa sobre el concesio-

11 LORENZETTI, ob. cit., p. 165.

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nario es inferida por los artículos 9º, 729 y 961 del Código Civil y
Comercial de la Nación a través del principio de buena fe, y de los
artículos 5º y concordantes de la Ley 24.240 de Defensa del Consu-
midor, en armonía con lo establecido por el artículo 42 de la Cons-
titución Nacional12.
Entre los fundamentos que sostienen esta teoría, cabe destacar los
siguientes:

5.2.1. El peaje
El peaje tipifica el precio que abona el usuario porque dentro de
su monto total se encuentra incluido el IVA, lo que diferencia a la
tesis analizada precedentemente –extracontractualista–, dado que téc-
nicamente no es posible aplicar un impuesto a un tributo. En base a
ello, el usuario es calificado como consumidor final y no como con-
tribuyente13.
En síntesis, la suma que paga el usuario al concesionario para poder
acceder a la autopista es un precio, como lo es el que el comprador
abona al vendedor, el locatario al locador, entre otros ejemplos que
pueden citarse.

5.2.2. Contrato de adhesión y obligación de seguridad


Para esta teoría el contrato es de adhesión, correspondiéndole al
concesionario la obligación principal de facilitar el tránsito vehicular
por un lado, y la paralela y autónoma de seguridad, por otro. Su res-
ponsabilidad deriva del incumplimiento de la obligación de seguridad,
por la que debe garantizar que el usuario no sufrirá ningún daño con
motivo de la circulación en la autopista. En base a ello, excepto que
el concesionario demuestre la causa ajena, en caso de que el usua-
rio sufra un perjuicio, nace a su respecto una presunción de respon-
sabilidad.
Los alcances de la obligación de seguridad son materia opinable
12 PIZARRO y VALLESPINOS, ob. cit., Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, ps. 118

y vta.; VÁZQUEZ FERREYRA, Roberto, La demanda contra los concesionarios de


autopistas, en Revista de Derecho de Daños, Nº 1, Accidentes de tránsito – I, Ru-
binzal-Culzoni, Santa Fe, 1998, p. 170.
13 VÁZQUEZ FERREYRA, ob. cit., p. 164.

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Doctrina

dentro de esta corriente, en tanto algunos autores consideran que es


de medios, con inversión de la carga de la prueba y basamento con-
siguientemente subjetivo, mientras que otros piensan que es de resul-
tado, alcanzada por un parámetro objetivo de imputación. La discusión
reviste fundamental importancia en lo atinente a las eximentes de res-
ponsabilidad, dado que en el primer caso a la empresa le bastaría con
demostrar un obrar diligente, mientras que en el segundo deberá probar
la causa extraña14.

5.3. Tesis de la relación de consumo


Esta tercera teoría, más moderna, emplaza la responsabilidad de la
empresa concesionaria en el terreno de la relación de consumo y en
el ámbito de la Ley de Defensa del Consumidor y sus disposiciones
complementarias, en consonancia con lo establecido por el artículo 42
de la Constitución Nacional y el Código Civil y Comercial de la Nación.
Actualmente, el Derecho del Consumidor encuentra sus normas en
las jerarquías más elevadas del ordenamiento jurídico argentino, esto
es, en la principal, que es la Constitución Nacional en los artículos 42
y 43 y ahora, complementando el sistema de protección, dentro del
marco legislativo más trascendente del Derecho Privado: el Código
Civil y Comercial de la Nación, en diálogo de fuentes con el régimen
especial vigente (ley 24.240 y normas concordantes). Además, toda la
normativa incorporada por el nuevo Código representa –también por
su contenido– un avance progresivo en el sistema de protección jurídica
del consumidor. La complementación del Derecho del Consumidor
dentro del Código. Las normas sobre defensa del consumidor, que se
añaden a través del Código (contratos de consumo, etc.), mejoran no-
toriamente el sistema de protección jurídica. En particular, regulaciones
pormenorizadas, novedosas y progresivas en materia de contratos por
adhesión, cláusulas abusivas, prácticas abusivas (en general), publici-
dad abusiva, cesación de la publicidad ilícita y anuncios rectificatorios,
conexidad contractual, comercio electrónico, etcétera, de las que ado-
lece el régimen especial de la ley 24.240 (y que no fueron abordadas
por la modificatoria 26.361). Además también es considerable el be-

14 PIZARRO y VALLESPINOS, ob. cit., p. 119.

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neficio en cuanto a la coherencia del sistema, porque hay reglas ge-


nerales sobre responsabilidad civil, contratos, etcétera, del Código Civil
y Comercial de la Nación, que complementan la legislación especial,
proveyendo un lenguaje normativo común15.
Si bien la mayor dificultad para emplazar la relación de consumo
se encuentra en que el servicio no proviene de la acción activa, sino
de la omisión de cuidado, ello no excluye que recaiga en el conce-
sionario un deber jurídico de remover obstáculos existentes en las au-
topistas, en atención a que la facultad de actuar cuando genera riesgos
para los usuarios se transmuta en una carga de acción para evitar el
daño. En el caso de los servicios públicos, la ley 24.240 prevé dentro
de los sujetos de la relación de consumo a los prestadores de tales
servicios y la ley 24.449 denomina “usuario” a quien los utiliza16.
De modo tal que, cuando en un caso determinado se suscitan dudas,
debe prevalecer la interpretación más favorable al usuario (in dubio
pro consumidor). En el marco de este tipo de relaciones, el consumidor
es acreedor de un crédito de seguridad a cargo de la empresa y tal
obligación es de resultado, según la doctrina predominante17.
Tradicionalmente, la relación de consumo ha sido incorporada en
el artículo 42 de la Constitución Nacional, ampliando de esta manera
el ámbito de protección que excede el vínculo contractual en sentido
estricto para incluir los actos jurídicos unilaterales, los hechos jurídicos,
las prácticas comerciales previas al contrato, etcétera. En consecuencia,
si bien el Derecho del Consumidor regula fundamentalmente la materia
contractual, tal como hemos visto anteriormente y en virtud de lo
dispuesto por el Código Civil y Comercial de la Nación, las relacio-
nes de consumo incluyen a los consumidores aun sin estar vinculados
contractualmente con los proveedores, lo que surge de los artículos 36
y 40 de la Ley de Defensa del Consumidor, confiriendo la norma
constitucional una amplitud de criterio. En base a ello, puede sostenerse

15 Ver STIGLITZ, Gabriel S., El Derecho del Consumidor en el Código Civil y

Comercial, en www.nuevocodigocivil.com.
16 PIZARRO y VALLESPINOS, ob. cit., ps. 121 y ss.
17 TRIGO REPRESAS, Félix A., Responsabilidad por daños sufridos por la caída

de un consumidor en un supermercado, provocada por pisos en mal estado, en L. L.


2011-C-1.

383
Doctrina

que se abarca no sólo la relación creada por el contrato, sino también


la derivada de los hechos o actos jurídicos vinculados al acto de con-
sumo. De ahí que el concepto de relación de consumo ha servido a
la jurisprudencia para resolver situaciones no encuadrables en los li-
mitados márgenes del vínculo contractual directo.
Los vínculos de consumo incluyen los de los servicios públi-
cos, de conformidad con lo establecido en los artículos 1º y 2º de la
ley 24.240; la ley 24.449 en su Título III denomina a quien utiliza
esos servicios como usuario, entonces por analogía, debemos consi-
derar que dado que todos los otros servicios públicos han sido cali-
ficados como relaciones de consumo, no hay razón para que éste no
lo sea.
Dentro de la casuística jurisprudencial, que analizaremos más ade-
lante, la Corte Suprema de Justicia de la Nación sostuvo que existiendo
una relación contractual entre el concesionario de una ruta y el usuario,
aquél no asume una obligación de dar el uso y goce de una cosa, sino
de prestar un servicio, lo que cobra relevancia dado que existe una
obligación nuclear del contrato, constituida por la prestación encami-
nada al mantenimiento de la ruta en todos sus aspectos, y también
deberes colaterales con fundamento en la buena fe, entre los que se
encuentra el deber de seguridad que obliga al prestador a adoptar las
medidas de prevención adecuadas a los riesgos existentes en la ruta
concesionada, en tanto resulten previsibles18.
En virtud de tal deber de seguridad, se exige que el deudor incorpore
seguros al mercado de productos y servicios, acordes a las exigencias
normativas y a las expectativas del consumidor. Ello se traduce en la
garantía que posee el consumidor o usuario que no ha de sufrir daños
en su persona o bienes en el ámbito abarcado por la relación de con-
sumo19. De tal modo, cualquier daño que experimente el consumidor
en ocasión de la relación de consumo pone en funcionamiento la res-

18 PREVOT, Juan Manuel, en PICASSO y VÁZQUEZ FERREYRA, Ley de De-

fensa del Consumidor, La Ley, Buenos Aires, t. III.


19 LÓPEZ CABANA, Roberto M., en STIGLITZ, Gabriel (dir.), Derecho del

Consumidor, Nº 5, Juris, Buenos Aires, 1994, p. 16; MOSSET ITURRASPE, Jorge


y LORENZETTI, Ricardo L., Defensa del consumidor, Rubinzal-Culzoni, Santa Fe,
2003, p. 311.

384
Responsabilidad por accidentes en autopistas

ponsabilidad objetiva del proveedor, quien para exonerarse está pre-


cisado de probar la ruptura del nexo causal, esto es, la causa ajena20.
Asimismo existen posturas que sostienen lo contrario, toda vez que
analizan los supuestos dentro del plano de la responsabilidad subjetiva.
Para arribar a tal conclusión, se basan en que no es posible afirmar
la existencia de una garantía de resultado. En efecto, esgrimen que en
la generalidad de los casos que llegan a los tribunales, aparecen cla-
ramente las faltas de servicio, la omisión de diligencia, la “culpa”
empresarial o institucional21.
El encuadramiento de la cuestión dentro de la ley 24.240 y nor-
mativa concordante resulta más beneficioso para el usuario por varias
razones, entre las que se pueden mencionar: una obligación de seguridad
muy estricta regida por el artículo 5º de la mencionada ley, que para
muchos es siempre de resultado; los deberes de información consa-
grados en los artículos 6º, 25, 28 y concordantes de la norma; la pa-
tentización del deber de control del Estado sobre los servicios públicos;
la aplicación del principio in dubio pro consumidor, resguardado en
los artículos 3º, 19, 25, 36 y 37 de la mencionada ley; como así también
la prestación de servicios riesgosos o defectuosos, conforme lo esta-
blecido en su artículo 40.
En cuanto a la forma de modular la obligación de seguridad en
estos supuestos y el factor de atribución aplicable, para un sector de
la doctrina, será siempre de resultado, dado que la responsabilidad de
las concesionarias que deriva de su incumplimiento es objetiva. La
restante postura aduce que la obligación de seguridad puede ser, según
los casos, de medios o de resultado agravada. En tal sentido, se con-
sidera que la mayoría de las obligaciones que emergen del plexo nor-
mativo son de resultado, tal como sucede con los daños ocasionados
por pozos, banquinas en mal estado, defectos de señalización, de ilu-
minación, entre otros ejemplos. En estos supuestos de responsabili-
dad objetiva, el deudor se libera acreditando la causa ajena, confor-
me lo establece el Código Civil y Comercial de la Nación en sus ar-

20 CNCiv., sala M, 18-3-2018, en autos “V. F. M. c/A. del S. SA s/Daños y


perjuicios”.
21 CNCiv., sala L, 18-5-2016, en autos “S. M. A. y otro c/C. del R. U. SA de

C. y C. V. s/Daños y perjuicios”, voto del Dr. Liberman.

385
Doctrina

tículos 1723, 1757, 1758 y concordantes. En caso de que la obligación


fuera de distinta dimensión, puede ser de medios y en tal supuesto,
el factor de atribución es subjetivo, basado en la idea de culpa, como
sucede en los casos de falta de advertencia sobre riesgos como la
niebla o la presencia de animales sueltos, aspectos que deben ser con-
siderados, según quienes sostienen esta posición, con criterio estricto
atento el carácter profesional del concesionario y teniendo en cuenta
las circunstancias de persona, tiempo y lugar.
Nuestra opinión: A nuestro criterio, de las tres tesis expuestas res-
pecto de la naturaleza jurídica de las empresas concesionarias, es esta
última la que regula de manera más acabada la relación entre la empresa
concesionaria y el usuario, enmarcando la relación dentro del ámbito
de protección establecido por la normativa de Defensa del Consumidor.

6. Responsabilidad de la empresa concesionaria


de peaje por los daños sufridos por usuarios
que colisionan con animales sueltos en la ruta

6.1. Distintas posturas


Tal como hemos visto, desde el momento en que se implementó en
nuestro país el régimen de concesión de rutas por el sistema de peaje, se
controvirtió si la empresa concesionaria debía o no responder por los
daños experimentados por usuarios que colisionan con animales sueltos
en forma concurrente con el propietario del animal y con el propio
Estado, en este caso por incumplimiento de deberes de poder de policía.
Resumidamente, podemos analizar los distintos criterios existentes
tanto en la doctrina como en la jurisprudencia respecto de tales casos:
6.1.1. Para la tesis extracontractualista o tributaria, no se configura
responsabilidad de la empresa concesionaria en el supuesto que nos
ocupa. Asimismo se sostiene que la responsabilidad del concesionario
no podría ser superior a la del Estado, dado que únicamente colabora
con él en la función del poder de policía que le fue otorgado. Los
contratos que ligan a las empresas concesionarias con el Estado, con-
forme lo establece la ley 23.696, no tienen por objeto brindar un servicio
público, sino únicamente la reparación, mantenimiento de rutas y au-

386
Responsabilidad por accidentes en autopistas

topistas, entre otros cometidos. En base a ello, todo servicio adicional


que las concesionarias puedan prestar es meramente complementario,
pero no integra ni hace a la esencia del contrato suscripto, dado que
se está ante un contrato de obra pública y no ante uno de servicio
público.
Los demás argumentos analizados anteriormente que hacen alusión a
la naturaleza jurídica del peaje y a que el Estado no ha delegado en el
concesionario el ejercicio del poder de policía y de seguridad y tránsito,
sino únicamente la reparación, ampliación, mantenimiento de rutas, ava-
lan la eximición de responsabilidad de la concesionaria para esta tesis.
Asimismo se considera que no resulta sensato exigir la presencia
de vallados en todos los costados de la ruta o autopista ni pretender
que la empresa emplee medios técnicos durante todo el día para evitar
la presencia de animales. Tampoco podría obligarse a los propietarios
linderos a cercar ni a cuidar a los animales, dado que la empresa
carece del poder público a tal fin.
En base a ello concluyen que no corresponde atribuir responsabi-
lidad objetiva al concesionario por los daños sufridos por el usuario
al embestir a un animal suelto del que no es dueño o guardián porque
el riesgo creado deviene únicamente de éste. Por ende, entienden que
se produce la ruptura del nexo causal por tratarse de un supuesto de
caso fortuito o fuerza mayor.
6.1.2. Tesis que distingue el tipo de vía concesionada: de acuerdo
con esta postura, tratándose de autopistas, correspondería, en principio,
agravar la responsabilidad del concesionario extendiéndola a los daños
causados por animales. Se entiende por corredor vial, una vía perimetral
de circulación no interferida por cruce alguno durante su trayecto, por
ende el usuario circula con la razonable confianza de que ningún vehícu-
lo, ni menos aún animales, cruzarán transversalmente por ese camino.
En virtud de ello para quienes sostienen esta tesis, se admitiría la
responsabilidad en el caso de las autopistas.
6.1.3. Tesis que analiza cada caso concretamente: quienes la sostie-
nen estiman que no cabe asignar responsabilidad en el caso que una
autopista se encuentre vallada y con acceso restringido, o bien en los
casos de una ruta o corredor vial que cruza zonas rurales con fácil acceso
de animales desde los caminos laterales. Así, se ha responsabilizado a la

387
Doctrina

concesionaria cuando el contrato había previsto la obligación de cubrir


los laterales de la traza con alambradas o cuando tuvo la posibilidad de
alertar a los usuarios acerca de su presencia y no lo hizo.
6.1.4. Tesis más amplia: se inclina por responsabilizar a la conce-
sionaria en base a la existencia de la ya referida obligación de seguridad
emergente del contrato de adhesión e invocando la existencia de una
relación de consumo. En tal sentido se destaca que la aparición de
animales sueltos no se trata de un hecho imprevisible ni inevitable
apto para configurar el casus. La concesionaria será responsable salvo
que logre demostrar que los sucesos no le resultan atribuibles por
haber adoptado las medidas de prevención y evitación del daño a tal
fin, en función de lo establecido por los artículos 1724 y 1725 del
Código Civil y Comercial de la Nación.
Algunos doctrinarios entienden que, partiendo del encuadre de la
relación entre el usuario y la concesionaria del peaje como relación
de consumo que genera una obligación de seguridad en cabeza del
proveedor profesional, objetiva y de resultado, es necesario determinar
los límites cualitativos y cuantitativos de dicha obligación. La cuestión
radica en afirmar que existe un “ámbito mínimo” de esa obligación
no controvertible que abarca el riesgo económico y jurídico inherente
al estado de la ruta, banquinas, etcétera, pero que difícilmente pueda
extenderse a controlar, en términos absolutos, la presencia de animales
en rutas abiertas en zonas rurales o exigir el control de caminos linderos
que desembocan en las rutas concesionadas; máxime cuando carecen
de poder de policía.
Ello adquiere relevancia si se tiene en cuenta el carácter de obli-
gación de resultado, atrapada por el factor objetivo de atribución, dado
que si esto fuera así, las únicas eximentes para enervar la responsa-
bilidad de la empresa deben apuntar a la destrucción del nexo causal
(culpa de la víctima, de un tercero por quien no se debe responder o
el casus). Tales eximentes se tornan de muy difícil configuración, dado
que no encuadran la culpa del propietario del animal ni –salvo excep-
ciones– la del Estado que tiene el poder de policía, lo que les parece
demasiado alejado del marco normativo vigente22.

22 PIZARRO y VALLESPINOS, ob. cit., ps. 139 y ss.

388
Responsabilidad por accidentes en autopistas

Asimismo, otra postura, dentro de la que nos enrolamos en base


al marco otorgado al Derecho de Daños actual, afirma que la existencia
de riesgos en la ruta, en tanto resulten previsibles, como la presencia
de animales sueltos, no libera de responsabilidad al concesionario. Ello,
dado que la empresa es quien se encuentra en mejores condiciones de
recolectar información sobre los riesgos en las rutas, razón por la que
debe adoptar medidas, como comunicar a los usuarios sobre circuns-
tancias anormales en el tránsito y ejercer el poder de policía en ausencia
de autoridad estatal, por ejemplo suspendiendo total o parcialmente el
tránsito. En el caso de la existencia de animales sueltos, le bastará al
reclamante en un determinado proceso probar tal circunstancia y que
era un evento previsible para el concesionario, para poner en evidencia
la infracción al deber de seguridad que le corresponde23.

6.2. Tratamiento del tema en los fallos de


la Corte Suprema de Justicia de la Nación
A continuación analizaremos distintos antecedentes referidos al tema
en estudio y la evolución jurisprudencial de la Corte Suprema de Justicia
de la Nación que, en principio, se pronunció en forma negativa respecto
de la responsabilidad de la concesionaria de peaje por la presencia de un
animal suelto en la ruta y posteriormente modificó su criterio.
Así, respecto del fallo “Colavita”24 diremos que se trató de una
acción interpuesta contra la concesionaria de la ruta y el Estado bo-
naerense, en base a los daños sufridos por el actor a raíz del cruce de
dos caballos cuando, luego de haber esquivado al primero de los ani-
males, embistió al otro. La Corte sostuvo que el Estado podía asumir
frente al usuario por delegación de las funciones propias de la concesión,
derechos y deberes mayores a los que correspondían al ente concedente,
dado que las funciones de policía de seguridad y de tránsito debían ser
ejercidas por la autoridad pública. En cuanto a la responsabilidad de
la concesionaria estableció que no surgía del contrato que la demandada
hubiese asumido obligaciones vinculadas con el hecho y que si bien
se hallaba obligada en términos genéricos a facilitar la circulación con
23 CALVO COSTA, ob. cit., p. 1081.
24 CSJN, 7-3-2000, “Colavita, Salvador y otro c/Provincia de Buenos Aires y
otros”, L. L. 2000-B-757, Fallos: 323:318.

389
Doctrina

normalidad, dicha estipulación debe ser interpretada en el contexto de


las obligaciones propias del ente concesionario en orden a la remode-
lación, conservación y explotación del corredor vial conferido, endere-
zadas al mantenimiento y señalización de calzadas y banquinas, por lo
que no resultaba admisible su extensión más allá de tales obligaciones,
como la de exigirle el control de los alambrados linderos.
La doctrina antes mencionada fue drásticamente modificada por el
tribunal supremo –con distinta composición– en el precedente “Ferre-
yra”25, causa en la que el reclamante inició la acción de reparación
por los daños sufridos al colisionar con su vehículo un animal suelto
en la ruta concesionada por la demandada. Las actuaciones llegaron
a la Corte Suprema de Justicia de la Nación a raíz de la admisión del
recurso extraordinario federal interpuesto ante el Superior Tribunal de
la Provincia de Chaco, que fue declarado inadmisible. Pese a ello los
doctores Petracchi y Fayt adhirieron al dictamen del procurador fiscal
que entendió que debía hacerse lugar al recurso toda vez que el fallo
se apartaba del precedente “Colavita”.
Finalmente en el fallo “Bianchi”26, diremos que la causa fue iniciada
a raíz de una demanda promovida por el matrimonio Bianchi y su
hijo menor, quienes viajaban en su automóvil acompañados de otros
dos menores de edad por la ruta provincial Nº 11, cuando se cruzaron
con dos equinos y uno de ellos colisionó con el automotor. A conse-
cuencia de ello falleció el señor Bianchi, quien conducía el vehículo,
mientras que los restantes ocupantes sufrieron lesiones graves. Lo cierto
es que la demanda de referencia no fue la única acción interpuesta,
sino que se promovieron dos procesos: en uno de ellos, iniciado por
la viuda y el hijo de la víctima, se dirigió la demanda contra la Provincia
de Buenos Aires, la empresa concesionaria y contra quien resultare
ser dueño o guardián de los animales; respecto de estos últimos se
desistió de la acción durante el transcurso del trámite de la causa. La
otra demanda fue iniciada por los menores transportados y lesionados
contra los mismos legitimados pasivos y además contra el titular del

25
CSJN, 21-3-2006, “Ferreyra, Víctor y otro c/VICOV SA”, L. L. 2006-C-490,
Fallos: 329:646.
26 CSJN, 7-11-2006, “Bianchi, Isabel del Carmen Pereyra de c/Provincia de Buenos

Aires y Camino del Atlántico SA y otros”, Fallos: 329:4944.

390
Responsabilidad por accidentes en autopistas

vehículo que los transportaba benévolamente. La Corte Suprema que


intervino con competencia originaria resolvió rechazar la demanda con-
tra la Provincia de Buenos Aires, admitirla respecto de la concesionaria
vial y desestimar la pretensión respecto de la sucesión del conductor
del automóvil, por entender que concurrió el hecho de un tercero –con-
cesionaria– que lo eximió de responsabilidad.
En cuanto a la responsabilidad que le correspondería al Estado se
sostuvo que los animales domesticados abandonados por sus dueños
no pasan a su dominio privado, quien no toma posesión de ellos, no
resultando ser su titular o poseedor para ser responsable civil por los
daños que provoquen. Indicó que para que resulte responsable el Estado,
debe identificarse cuál es el deber de seguridad específico incumplido
y explicarse cómo se configuró su inobservancia en el caso, teniendo
en cuenta que en las rutas concesionadas por el peaje, los usuarios se
relacionan directamente con el prestador del servicio y no con el Estado
y que el ejercicio del poder de policía de seguridad que corresponde
al Estado no resulta suficiente para atribuirle responsabilidad en un
evento en el que ninguno de sus órganos o dependencias tuvo parte.
Respecto de la responsabilidad que podría caberle a la concesionaria
se indicó que el vínculo entre el concesionario y los usuarios constituye
una relación de consumo pues es una relación contractual, regulada
por el Código Civil en la que el usuario paga un precio o canon para
el uso de la ruta y los servicios consiguientes. El concesionario asume
el deber de prestar tal servicio, importando una obligación nuclear del
contrato, constituida por la prestación encaminada al mantenimiento
de la ruta y también deberes colaterales con fundamento en la buena
fe, entre los que existe el deber de seguridad que obliga al prestador
a la adopción de medidas de prevención adecuadas a los concretos
riesgos existentes en la ruta concesionada que resulten previsibles.
Resolvió entonces el máximo tribunal que en el caso de accidentes
ocurridos con ocasión del paso de animales por rutas con peaje, tal
circunstancia resulta previsible para el prestador de servicios conce-
sionados, por lo que debe responder.
Luego, resulta oportuno citar el fallo “Gómez”27, en el que, si bien
27 CSJN, 17-3-2009, “Gómez, Mario Félix c/VICOV SA y/o responsable”, L. L.

Online, AR/JUR/2436/2009.

391
Doctrina

se rechazó el recurso extraordinario federal interpuesto, el doctor Ri-


cardo Lorenzetti en su disidencia indicó que en el caso de accidentes
ocurridos por el paso de animales por rutas concesionadas, la previ-
sibilidad exigible al concesionario debe juzgarse teniendo en cuenta
la carga de autoinformación que pesa sobre él acerca de la existencia
de aquéllos y el deber de transmitir la correspondiente información al
usuario de modo oportuno y eficaz. Destacó que el deber de informar
al usuario de la presencia de animales en la ruta no puede ser cumplido
por un cartel fijo sino que requiere una notificación frente a casos
concretos. Asimismo señaló que el vínculo que une al que contrata o
usa el servicio con el concesionario vial es una típica relación de
consumo, por la cual este último asume una obligación de prestar un
servicio, calificación jurídica que importa asignarle un deber de segu-
ridad de origen legal e integrado a la relación contractual que obliga
al prestador a la adopción de medidas de prevención adecuadas a los
concretos riesgos existentes en la ruta concesionada, en tanto resulten
previsibles según el curso normal y ordinario de las cosas.

6.3. Tratamiento del tema en fallos de otros tribunales


La Suprema Corte de Justicia de la Provincia de Buenos Aires ha
adoptado un criterio similar al de la Corte Suprema de Justicia de la
Nación, en lo referente a la responsabilidad derivada de la presencia
de animales sueltos en las rutas concesionadas.
En el fallo “Castro”28 se enmarcó la relación entre la concesionaria
del peaje y el usuario en una relación de consumo. En consecuencia,
se condenó a la empresa, en virtud de haber sido acreditada la existencia
de animales sueltos en la ruta con anterioridad al accidente de autos,
atribuyéndole a la víctima un reducido porcentaje de responsabilidad
que versó en un 20%.
En otro de los precedentes, “Otero”29, el caso se trataba de un
accidente de tránsito en el que el actor había colisionado con un animal
suelto en una ruta de la Provincia de Buenos Aires y el tribunal resolvió
28
SCJBA, 22-12-2008, en autos “Castro, Luis y otra c/Camino del Atlántico”,
RCyS 2009-VIII-105.
29 SCJBA, 5-5-2010, en autos “Otero, Julio c/Camino del Atlántico”, L. L. B. A.

2010 [julio], p. 668.

392
Responsabilidad por accidentes en autopistas

que la empresa concesionaria de peaje resultó responsable por los daños,


pues se había acreditado que tomó conocimiento de la existencia de
animales sueltos en la ruta con anterioridad al hecho dañoso, lo que
constituyó un hecho previsible.
Otros tribunales han sostenido que la concesionaria vial es respon-
sable por los daños sufridos por un automovilista al impactar contra
un caballo que se cruzó en la autopista, sin que resulten determinantes
los distintos fundamentos en que se sostenga la atribución de respon-
sabilidad, dado que asume una obligación de seguridad consistente en
que el usuario pueda llegar sano y salvo al lugar de destino, el que
abarca la vigilancia permanente de rutas, el retiro inmediato de animales
que las transiten, la detección de irregularidades y subsanación de
dificultades que se crean en el tránsito30.
Otro precedente en tal sentido es el fallo de la sala G de la Cámara
Nacional de Apelaciones en lo Civil, oportunidad en que el tribunal
sostuvo que no parece que las medidas para asegurar la adecuada fluidez
del tránsito o el mantenimiento de la autopista puedan reducirse al
mantenimiento de calzadas y banquinas o a la oferta de servicios au-
xiliares al usuario, pues está claro que la concesionaria es la “respon-
sable de que no ingresen animales sueltos en la zona del camino” y
la deudora de una obligación de seguridad respecto de los usuarios y
sus bienes. Por todo lo dicho, sea que haga pie en la relación de
consumo, en la contractual o en la extracontractual, las tres líneas
argumentales convergentes en el caso indican la existencia de una
obligación de seguridad y señalamiento en cabeza de la empresa con-
cesionaria. Ahora bien, por tratarse de responsabilidad objetiva la atri-
buida, al deudor le corresponde acreditar la configuración de un hecho
ajeno, de la víctima o de un tercero por el que no debe responder, o
la de un caso fortuito (art. 1722 del Código Civil y Comercial de la
Nación). Esta causa ajena no puede constituir una contingencia propia
del riesgo de la cosa o la actividad (art. 1733, inc. e, del Código Civil
y Comercial de la Nación). Por otra parte, es evidente que la adopción
de medidas de seguridad que alegó haber tomado han resultado a todas
30 CNCiv., sala J, 26-11-2015, en autos “T. D. E. c/A. U. SA y otro s/Ds. y ps.”,

L. L. Online, AR/JUR/62840/2015; CCCom. de Morón, sala II, 5-7-2012, “C. H. G.


c/A. d. O. SA y otros s/Ds. y ps.”, L. L. Online, AR/JUR/40591/2012.

393
Doctrina

luces insuficientes. Resulta difícil comprender que las autoridades de


la concesionaria no intenten abordar decididamente la problemática de
este fenómeno cuya frecuencia permite inferir la proliferación de juicios
a lo que ha dado lugar. Mal puede alegar la recurrente que se la intenta
obligar a una prestación de cumplimiento imposible cuando la obli-
gación de información y seguridad ha sido vinculada con lo previsible
y cuando ni siquiera ha demostrado adecuadamente haber tomado me-
didas al respecto, pues no ha acreditado la existencia de información
preventiva al tiempo del suceso, ni el patrullaje constante y no espo-
rádico, ni la adopción de otro tipo de medidas de seguridad especial-
mente destinadas a prevenir siniestros, sobremanera si se repara en
que esta empresa es quien se encuentra en una situación de despro-
porcionada superioridad frente al usuario –y al juez– como para encarar
su realización. En virtud de ello, la demandada debe responder en
razón de la deficiente prestación del servicio toda vez que pesa sobre
dicha parte la vigilancia permanente de rutas, remoción inmediata de
estorbos y elementos extraños, control ininterrumpido de la conducción
y toda medida tendiente a resguardar la seguridad, medio ambiente y
la correcta circulación de los caminos, obligaciones éstas que forman
parte de la adecuada prestación del deber de seguridad, incumplido
en el caso. No debe olvidarse que, como bien se ha destacado, las
defensas vinculadas a las dificultades de adoptar medidas de previsión
y de evitación en concreto se basan en una concepción que lleva a
transferir la carga de la investigación acerca de dichos costos desde
la empresa explotadora del corredor vial hacia la víctima y los jueces.
El monitoreo mediante equipo y personal especializado respecto a la
presencia de animales sueltos en una autopista de tránsito ligero y
fluido no es una obligación imposible, sino un riesgo previsible inhe-
rente a la circulación de vehículos31.
Asimismo se sostuvo que corresponde hacer responsable a la con-
cesionaria vial por el accidente de tránsito ocurrido en la autopista en
la misma medida en que fuera determinado el aporte causal del actuar
culposo del tercero propietario del vacuno que originó el accidente, y
ello sin perjuicio de que éste no fue identificado ni citado a juicio,
31 CNCiv., sala G, 6-11-2019, en autos “C. W. R. c/G. C. D. O. SA s/Daños y

perjuicios”, CIV/92088/2016/CA1.

394
Responsabilidad por accidentes en autopistas

pues aquélla no puede eximir su responsabilidad contractual invocando


la culpa del dueño del animal siendo que su deber de responder descansa
en el incumplimiento de los deberes propios, que en el caso incumplió
debido a que si rutinariamente debe cortar el pasto en los terrenos
fiscales adyacentes a la totalidad de la ruta, no parece muy complejo
que esa actividad incluya –en paralelo– la revisión cautelosa de los
alambrados frentistas o aledaños32.

7. Presencia de objetos estáticos u otras deficiencias en la ruta


Para culminar con el contenido de este capítulo trataremos los casos
de presencia de cosas inertes en la calzada.
En tales supuestos, también se ha responsabilizado a la concesio-
naria por entender que, aun en la hipótesis en que se desechara la
obligación de seguridad inherente a la relación de consumo, la falla
del servicio brindado por la empresa de no mantener la vía concesionada
en adecuadas condiciones de transitabilidad, removiendo en tiempo
prudencial los obstáculos que puedan constituirse en factor de riesgo
a quienes transitan por ella, constituye una causa eficiente para tal
atribución. La misma tesitura se adopta si de presencia de objetos en
la ruta se trata, por ejemplo piedras en el camino33.
En el caso de elementos resbaladizos en la carpeta asfáltica, la
jurisprudencia condena a la concesionaria vial al acreditarse su pre-
sencia, por entender que se incumplió con la obligación de seguridad
a su cargo, ya que se encontraba obligada a adoptar medidas para
que la calzada se encontrara en buenas condiciones a fin de lograr
el normal tránsito por la autopista, o en su defecto advertir a los
usuarios del peligro34.
La sala D de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil con-
firmó la responsabilidad de la empresa concesionaria demandada en

32 CCCom. de Mar del Plata, sala II, 14-2-2018, en autos “S. G. J. y otro c/B.

R. A. y otro s/Daños y perjuicios”, MJ-JU-M-109178-AR.


33 CNCiv., sala D, 8-5-2015, en autos “A. F. c/A. del S. SA s/Daños y perjuicios”,

RC J 4836/15; sala A, en autos “P. L. E. c/C. SA s/Daños y perjuicios”, RC J 4250/20.


34 CNCiv., sala L, 8-5-2013, en autos “C. E. D. c/C. A. SA”, RC J 4222/20;

sala A, 22-11-2011, en autos “V. A. E. c/A. d. S. s/Daños y perjuicios”, RC J 4282/20.

395
Doctrina

un proceso, por entender que el factor de riesgo constituido por la


cosa inerte ubicada riesgosamente sobre la carpeta asfáltica, no remo-
vida oportunamente por omisión imputable a la empresa, constituyó
una causa eficiente y desencadenante del accidente protagonizado por
el actor. Asimismo destacó que si bien la relación de consumo implicada
en el tránsito por caminos concesionados con pago de peaje no conlleva
una obligación de seguridad de la que necesariamente surja una res-
ponsabilidad objetiva, existieron fallas en el servicio brindado por la
empresa al no mantener la vía concesionada expedita y en adecuadas
condiciones de transitabilidad removiendo en tiempo prudencial even-
tuales obstáculos que puedan constituirse en un factor de riesgo a
quienes por ella transitan. Tampoco demostró haber cumplido especí-
ficamente con el servicio de control del estado de la calzada en un
tiempo razonable previo a la ocurrencia del siniestro35.
En un accidente de tránsito provocado por el impacto de una piedra,
mientras la actora y su acompañante transitaban por una autopista,
la sala A de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil ha es-
tablecido que toda vez que la emplazada no ha probado eximente
alguna como proveedora del servicio, corresponde responsabilizar a
la concesionaria. Aclaró que mal podrían hacerse prevalecer frente
al usuario disposiciones del marco regulatorio de la concesión que le
otorguen una protección menor a la que dimana de la propia ley
24.240, pues el vínculo que liga al usuario con el concesionario es
de Derecho Privado, y constituye una relación de consumo en los
términos de la mencionada norma. El tribunal agregó que la respon-
sabilidad de la concesionaria por el daño que sufra el usuario es de
carácter objetivo, ya que asume un carácter de seguridad por resultado,
consistente en que aquél debe llegar sano y salvo al final del recorrido,
en consonancia con el principio de buena fe que integra la convención
y permite interpretarla, al igual que el deber de custodia que sobre
aquélla recae36.
A su turno, la sala B de la Cámara Nacional de Apelaciones en
lo Civil dispuso que corresponde responsabilizar a la concesionaria
demandada por los daños y perjuicios derivados del accidente de trán-
35 CNCiv., sala D, 8-5-2015, en autos “A. F. c/A. del S. SA s/Daños y perjuicios”.
36 CNCiv., sala A, 1-3-2016, MJ-JU-M-97868-AR, MJJ97868.

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Responsabilidad por accidentes en autopistas

sito, ya que no cumplió con la obligación de seguridad que se encon-


traba a su cargo, dejando a los usuarios que emprendían el cruce de
aquélla a la deriva de una columna de humo intransitable sin ninguna
señal y/o aviso que les informe de aquella circunstancia, teniendo en
cuenta el tiempo de duración del incendio. La práctica extendida y
habitual de la quema (sea de rastrojo, pasto seco, método de abono
natural u otro) es un hecho que –por tanto– no cabe tener por excep-
cional, o susceptible de cortar sin más la cadena causal, por ello todos
los agentes intervinientes en la problemática vial deben tener presente
esa realidad. Indicó que uno de los servicios centrales que debe prestar
la concesionaria es el control de la vía asfáltica de modo permanente,
con la consiguiente obligación de desplegar una actividad continua
para evitar daños, esto implica una garantía en favor del consumidor
de que se mantendrá la ruta libre de obstáculos37.
Por último, la sala M de la Cámara Nacional de Apelaciones en
lo Civil se pronunció al respecto sosteniendo que corresponde condenar
a la empresa concesionaria de autopistas a indemnizar al conductor
que sufrió diversos daños al protagonizar un accidente ya que de las
pruebas producidas no surge acreditada mínimamente la causa ajena,
invocada como causal de liberación al no haberse acreditado que hu-
biera estado desatento a las contingencias del tránsito ni que el “vo-
lantazo” al que refirió hubiera obedecido a su falta de pericia o im-
prudencia a la hora de esquivar el obstáculo pues, antes bien, si se
aplica un criterio de regularidad, esto es, lo que suele ocurrir habi-
tualmente en el curso natural y ordinario de las cosas, el deslizamiento
y posterior vuelco tuvo lugar a raíz de que las ruedas perdieron ad-
herencia al pisar una mancha de aceite. El vínculo que une al que
contrata o usa el servicio y el concesionario es una relación de consumo,
de modo tal que, cuando en un caso determinado se suscitan dudas,
debe prevalecer la interpretación más favorable al usuario –in dubio
pro consumidor38–.

37 CNCiv., sala B, 21-12-2017, MJ-JU-M-108496-AR.


38 CNCiv., sala M, 2-3-2018, en autos “V. F. M. c/A. del S. SA s/Daños y
perjuicios”, MJ-JU-M-110158.

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