Está en la página 1de 2

LA NOVELA ESPAÑOLA EN LAS TRES DÉCADAS POSTERIORES A LA GUERRA CIVIL:

CELA, DELIBES, CARMEN LAFORET Y MARTÍN SANTOS


Tras la Guerra Civil, la narrativa española adquiere un tono esencialmente realista en el que se refleja el
impacto producido por los sucesos bélicos aún muy recientes.
En el exilio, el tema de España se trata desde una perspectiva crítica a través de un realismo de carácter
humanizador, alejado de la novela de vanguardia. Destacan autores como Ramón J. Sénder con Réquiem
por un campesino español (ejecución de un joven idealista a través de los recuerdos de su párroco), Max
Aub con El laberinto mágico, Arturo Barea con La forja de un rebelde, Rosa Chacel con Teresa y Barrio de
maravillas, Paulino Masip con El diario de Hamlet García, y Francisco Ayala con Muertes de perro o El fondo
del vaso.
En España, la novela de los años 40, de corte realista y existencialista se diversifica en tres tendencias. La
primera, el realismo tradicional, que continúa con la trayectoria del realismo decimonónico sin aportar
innovaciones técnicas. Destacan Ignacio Agustí con Mariona Rebull y Juan Antonio Zunzunegui con El barco
de la muerte. La segunda, el tremendismo se inicia con la publicación de La familia de Pascual Duarte
(1942) de Cela. Se caracteriza por su visión pesimista de la realidad y su análisis descarnado de la violencia
más sórdida con un lenguaje expresivo y desgarrado. La tercera, el realismo existencial trata tres temas
principales: el desencanto y la angustia, el destino incierto y la ausencia de comunicación con los demás. Lo
hace a través de un estilo realista y sobrio. El protagonista es individual, el espacio único o reducido con un
carácter simbólico y el tiempo lineal. Novelas como Javier Mariño de Torrente, Nada de Laforet, La sombra
del ciprés es alargada de Delibes, Hospital general de Manuel Pombo, Con la muerte al hombro de Castillo-
Puche; Algo pasa en la calle de Elena Quiroga corresponden a esta tendencia.
En los años 50 surge la novela social con influencias del cine del neorrealismo italiano (escenas cotidianas y
técnica del conductismo: narrador objetivo) y de la generación perdida norteamericana (toma temas, la
visión crítica y las técnicas narrativas de autores como John Dos Passos , William Faulkner, Francis Scott
Fitzgerald, Ernest Hemingway, John Steinbeck). La novela social se caracteriza por un protagonista colectivo,
una fábula mínima, la preocupación por la verdad y una intención crítica. Se distinguen dos tendencias: el
objetivismo y el realismo crítico. El objetivismo tiene un afán testimonial, da importancia a los diálogos y al
estilo directo, critica de forma no expresa, trata temas como la vida provinciana rutinaria y carente de
libertad. Títulos destacados son La colmena de Cela, El fulgor y la sangre y Gran Sol de Ignacio Aldecoa, Los
bravos de Jesús Fernández Santos, El Jarama (trata la trivialidad de la vida de la clase media madrileña a
través de la narración de un día de excursión al río) de Rafael Sánchez Ferlosio, Entre visillos de Carmen
Martín Gaite, Los hijos muertos y Primera memoria de Ana María Matute. El realismo crítico ofrece una
visión crítica explícita con afán de denuncia. Conciben la novela como instrumento de concienciación con un
estilo sencillo y, a veces, descuidado. Destacan títulos como Duelo en el paraíso de Juan Goytisolo, Central
eléctrica de Jesús López Pacheco, La piqueta de Antonio Ferres, Nuevas amistades de Juan García
Hortelano, Dos días de septiembre de José Manuel Caballero Bonald. Junto a estas dos grandes tendencias,
no se debe olvidar la narrativa fantástica cultivada por Alvaro Cunqueiro (Merlín y familia, Crónicas del
Sochantre) donde se fusiona la mitología gallega con el ciclo artúrico; y por Rafael Sánchez Ferlosio
(Industrias y andanzas de Alfanhuí). El cuento experimenta gran auge, con autores como Fraile o Aldecoa.
En la década de los 60, por el cansancio hacia novela social y la búsqueda de innovaciones técnicas, surge la
novela experimental con la publicación de Tiempo de silencio (1962) de Luis Martín Santos. Asimilan
influencias diversas: de grandes innovadores europeos de principios del siglo XX (Marcel Proust, Virginia
Woolf, James Joyce, Thomas Mann, Franz Kafka), novelistas de la generación perdida ya citados, narradores
hispanoamericanos del XX (Gabriel G. Márquez, Julio Cortázar, Juan Rulfo, Jorge L. Borges, Carlos Fuentes,
Mario Vargas Llosa). Sus características son una ruptura de la linealidad temporal con prolepsis y analepsis,
la aparición de nuevas voces narrativas (segunda persona, monólogos interiores, corriente de conciencia), el
uso del perspectivismo, la fusión de géneros (ensayo, teatro, publicidad), el mantenimiento de temas y
argumentos realistas y la experimentación lingüística. Seleccionamos títulos como Volverás a Región de
Juan Benet, El cuarto de atrás de Carmen Martín Gaite, San Camilo 1936 de Cela, Señas de identidad de
Juan Goytisolo, La torre vigía de Ana María Matute, Cinco horas con Mario de Delibes , Últimas tardes con
Teresa de Juan Marsé, y La saga/fuga de JB de Torrente Ballester.
Camilo J. Cela (1916-2002) autor galardonado con los premios literarios más importantes, comienza su
trayectoria en los años 40 con La familia de Pascual Duarte. Con la técnica del manuscrito encontrado, en
primera persona un condenado a muerte confiesa su miserable vida antes de ser ejecutado. El personaje,
que recibe herencias tan diversas como El Lazarillo o el esperpento, aparece como víctima y verdugo y no se
ahorra el detalle más sórdido. Tras Pabellón de reposo, inicia la década de los 50 con La Colmena. Inspirado
en Manhattan Transfer de John Dos Passos, se trata de una narración coral, protagonizada por muchos
personajes sin conexión aparente, si bien aparece un personaje-puente como Martín Marco. Nos cuenta
tres días de la vida anodina y dominada por la miseria, la ambición y el sexo en el Madrid de posguerra con
una técnica caleidoscópica. A pesar de las apariencias, el narrador no es objetivo y se acerca a sus
personajes con una mezcla de caricatura y lirismo. En los años 60 se inscribe en la corriente existencial con
novelas como San Camilo, 1936, Mazurca para dos muertos, Oficio de tinieblas 5. Continúa su trayectoria
con obras como Madera de boj, La cruz de san Andrés. Aunque su obra es muy variada en cuanto a tono y
estilo, se pueden señalar unos temas comunes: la Guerra Civil y sus consecuencias, la sociedad española en
su conjunto a la que satiriza grotescamente, y el viaje, que le ofrece la posibilidad de describir paisajes y
costumbres. En cuanto a su estilo, sobresale por ser un prodigioso conocedor del lenguaje. En su continuo
afán de experimentación, apura al máximo las posibilidades expresivas del castellano, crea brillantes juegos
metafóricos y se permite, incluso, inventar nuevas palabras.
Miguel Delibes (1920-2010) es un autor de novelas, libros de viaje, libros dedicados a sus aficiones como la
caza y la pesca, a su amor por las tierras castellanas, a la que se encuentra muy apegado. Su trayectoria
comienza en los 40 dentro del realismo existencial con La sombra del ciprés es alargada. En los 50 se
inscribe en la novela social, con un tono particular que no coincide del todo ni con el objetivismo ni con el
realismo crítico y da a luz textos como El camino (despedida de Daniel, un muchacho que deja su pueblo
para estudiar en la ciudad) o Las ratas. En la década de los 60 prueba la novela experimental con Parábola
de un náufrago o con Cinco horas con Mario. Esta última consiste en el monólogo de una mujer, Carmen,
ante el cadáver de su marido, lo que le sirve para hacer un retrato de la vida miserable en una ciudad de
provincias. En El disputado voto del señor Cayo o Los santos inocentes se vuelve al realismo, a la
preocupación por el mundo campesino, a la explotación de los débiles, al recuerdo de la Guerra Civil. En
377A Madera de héroe o Señora de rojo sobre fondo gris analiza episodios autobiográficos. En la novela
histórica El hereje se reviven los años de la Inquisición en Valladolid. Los temas predilectos de Delibes son la
muerte, la infancia, la naturaleza y el prójimo. Su estilo es sencillo, pues supedita la técnica a los contenidos.
Ello no le ha impedido, a lo largo de su extensa obra, ir experimentando nuevas técnicas.
Carmen Laforet (1921-2004) sorprendió a todos al ganar el Premio Nadal en su primera edición de 1944 con
tan solo 24 años. Nada, de claros componentes autobiográficos, cuenta la historia de Andrea y su llegada a
la universidad en Barcelona a casa de unos familiares. La mirada atónita de la joven es testigo de las
atormentadas vidas de sus familiares, marcados por una guerra que les ha dejado lastrados. Le siguen La
isla y los demonios (1950), ambientada en Canarias y también autobiográfica y La mujer nueva (1955), en la
que vuelca sus inquietudes religiosas. De 1963 es La insolación, primer volumen de la trilogía Tres pasos
fuera del tiempo. No llegó a publicar el resto. Viajó a Estados Unidos en 1965, lo que reflejó en el ensayo Mi
primer viaje a USA (1981). Allí conoció a Ramón J. Sender, con quien mantuvo una relación epistolar. Acabó
angustiada por no alcanzar el nivel de sus inicios.
Luis Martín Santos (1924-1964), psiquiatra de profesión, muerto trágica y prematuramente, se adelanta en
1962 con Tiempo de silencio al espíritu renovador que caracterizó a la novela española de los años
posteriores. Esta obra marca un hito, pero no por su argumento, vinculado al realismo y algo truculento
acerca del fracaso vital de un joven investigador, Pedro, implicado en un aborto que acaba en muerte, y que
sufre la venganza de un chabolista y debe abandonar Madrid y su carrera científica. Lo original de esta obra
son sus innovaciones técnicas: perspectivismo, monólogo interior, corriente de conciencia, digresiones de
todo tipo que demuestran un extraordinario dominio del lenguaje y todos sus registros (desde el más culto
al más vulgar). Da como resultado un lenguaje barroco y complejo (lleno de hipérboles, referencias
mitológicas, originales perífrasis, paralelismos, enumeraciones, numerosos incisos explicativos...) cuyo fin
no es recrearse en un virtuosismo esteticista sino subrayar paródicamente el contraste entre el elevado
registro elegido y la sórdida realidad a la que se aplica: chabolas, burdeles, cárceles...

También podría gustarte