Está en la página 1de 17

Documento

Rol: 144462-2020
Ministro: Gómez Montoya, Mario
Ministro: Prado Puga, Arturo
Ministro: Silva Cancino, Mauricio
Ministro: Silva Gundelach, Guillermo Enrique
Redactor: Munita Luco, Diego
Abogado integrante: Munita Luco, Diego
Tribunal: Corte Suprema Primera Sala (Civil)(CSU1)
Partes: Albino Palma Araya y otros con Sylvia Palma Araya
Tipo Recurso: Recurso de Casación en el Fondo
Tipo Resultado: Anula de Oficio
Fecha: 15/09/2022
Cita Online: CL/JUR/35707/2022

Hechos:
Demandante interpone recurso de casación en el fondo contra la sentencia de la Corte de Apelaciones, que
confirmó el fallo de primer grado que rechazó la acción de simulación, por estimar que la acción deducida se
encontraba prescrita y además, por falta de prueba. La Corte Suprema, actuando de oficio, invalida el fallo
impugnado y dicta sentencia de reemplazo

Sumarios:
1 . Pues bien, los presupuestos fácticos anotados en el fallo que se revisa y el hecho que el precio pactado es
inferior al avalúo comercial, la relación de familiaridad entre las contratantes, las circunstancias infrecuentes o
poco habituales en la materia objeto del contrato, como lo son la edad de la cedente y el hecho de encontrarse
bajo el cuidado de la cesionaria, quien habitaba junto a su grupo familiar compuesto por su cónyuge y dos hijos
el inmueble de la sucesión quedada al fallecimiento de don Enrique P., según lo declaró la testigo Silvia,
constituyen un cúmulo de circunstancias de las que cabe desprender, al tenor de lo que disponen los artículos
426 del Código de Procedimiento Civil y 1712 del Código Civil, presunciones graves, precisas y concordantes,
suficientes a juicio de esta Corte para formar el convencimiento legal de que el contrato de cesión de derechos
hereditarios de 24 de mayo de 2012 fue simulado, concertándose las contratantes para aparentar la suscripción
de una venta, en circunstancias que no existe un precio serio acordado por aquellas, de manera que
efectivamente incurrieron en una disconformidad entre su voluntad real y la declarada, existiendo plena
conciencia respecto de esa disconformidad, esto es, el conocimiento de que queriéndose algo se expresa una
cosa diferente, acción que tuvo como propósito que la demandada adquiriera un mayor porcentaje de derechos
sobre el único inmueble de la sociedad conyugal conformada por los padres de los litigantes, ubicado en la calle
Chacabuco N° 315 de la ciudad de San Carlos, extrayéndolos del patrimonio social y perjudicando de ese modo
a los actores, en tantos herederos de la cedente. En efecto, si lo pretendido con la simulación es falsear la
realidad, esto es, no hacer coincidir lo declarado en el contrato con lo que realmente sucede, son indicios que
permiten configurar dicha conducta, el precio pactado por el bien contratado, cuando este es irrisorio o ridículo
y, en menor medida, pero indiciarios al fin, la falta de uso del bien objeto del contrato por el simple desinterés
que en el mismo, normalmente, tendrá el titular aparente y la existencia entre las partes contratantes de un
vínculo de parentesco. En consecuencia, concurriendo en el caso que se analiza todos los requisitos exigidos por
la ley para la procedencia de la prueba de las presunciones judiciales, los sentenciadores del grado al
desatenderlas han vulnerado el artículo 1712 del Código Civil, yerro que ha tenido influencia sustancial en lo
dispositivo de la sentencia, toda vez que para desestimar la acción deducida los jueces de la instancia
reflexionaron sobre la base de una falta de prueba, no obstante que aquel medio de prueba era plenamente
procedente (considerandos 18° y 19° de la anulación de oficio)

© Westlaw Thomson Reuters 1


Documento

2 . La sentencia que se invalida, haciendo suyos las reflexiones del fallo de primera instancia, concluyó que la
acción deducida se encontraba extinguida por haber transcurrido el término de la prescripción extintiva de cinco
años que fija el artículo 2514 del Código Civil, computando el plazo desde la inscripción de la cesión de
derechos hereditarios en el registro del Propiedad del Conservador de Bienes Raíces de San Carlos el año 2012
por considerar aplicable en la especie lo establecido en el artículo 728 del Código Civil. Sin embargo, los jueces
de la instancia no consideraron que es la aparición de interés en la nulidad lo que determina la acción de
prevalencia. Mientras él no exista la acción no es viable. De consiguiente, el término de la prescripción extintiva
debe principiar a contarse desde el momento en que aparece el interés jurídico del actor y, en el caso que se
analiza, los demandantes tuvieron interés jurídico cuando tuvieron derecho a la herencia correspondiente a la
sucesión de la cedente, de conformidad a lo establecido en el inciso 2° del artículo 2514 en relación con el
artículo 956, ambos del Código Civil. Así las cosas, se establece que erró jurídicamente el Tribunal cuando
señaló que el término de la prescripción extintiva de la acción de simulación promovida por un heredero, se
contabilizaba a partir de la fecha de inscripción del contrato en el registro conservatorio, pues con esa
conclusión transgredió en forma directa el artículo 2514 del Código Civil, lo cual ha influido sustancialmente en
lo dispositivo del fallo, desde que la equivocada aplicación de tal precepto legal ha llevado a los sentenciadores
del fondo a acoger la excepción de que se trata, en circunstancias que en la especie no se cumplían los requisitos
para declarar la prescripción de la acción ordinaria de simulación. En consecuencia, no procedía el rechazo de la
acción intentada únicamente por estimarse que la acción deducida se encontraba prescrita y porque no concurría
el requisito de falta de consentimiento de los contratantes; lo que ha influido sustancialmente en lo dispositivo
del fallo impugnado, por lo que se procederá a casarlo en el fondo, de oficio (considerandos 20° y 21° de la
anulación de oficio)
3 . (Sentencia de reemplazo) La simulación consiste en la disconformidad deliberada y consciente entre la
voluntad real y la declaración convenida entre las partes, con el fin de engañar a terceros. También se la ha
definido como el acuerdo en la celebración de un acto cuando en verdad se quiere celebrar otro, o ninguno. De
lo dicho aparece que son elementos de la simulación, los que siguen: a) disconformidad entre la voluntad real,
efectiva, verdadera y la declarada o manifestada; b) deliberación y conciencia de la disconformidad, esto es,
voluntad y pleno conocimiento de que queriéndose algo se expresa una voluntad diferente. Esta posición de los
sujetos conforma la diferencia entre la simulación y el error, en el cual también existe disconformidad entre lo
querido y lo expresado pero falta, precisamente, esa conciencia de que existe una diferencia entre lo realmente
querido y lo declarado; c) concierto entre las partes, o sea, comunicación recíproca y acuerdo entre ellas en que
lo manifestado como voluntad ostensible es sólo apariencia porque lo realmente convenido es algo distinto, o la
nada, es decir puede no existir voluntad negocial alguna; y d) derivado de lo anterior, intención de engañar a
terceras personas. La doctrina entiende por simulación ilícita la que perjudica (o tiene la intención de perjudicar)
a terceros o viola (o tiene la intención de violar) la ley, y por simulación lícita la que no provoca (o no pretende
provocar) alguno de aquellos resultados. Lo que se expone, sin perjuicio que en todo caso en la simulación
estará presente el engaño a los terceros, por lo que desde un punto de vista ético bien podría considerarse que
toda simulación es ilícita, en cuanto el engaño o encubrimiento de la verdad es ilícito. Por su parte, se ha
sostenido que la simulación tiene causa y es la que, también en doctrina, se denomina "causa simulandi",
entendiéndose por tal el interés que lleva a las partes a hacer un contrato simulado, el motivo que induce a dar
apariencia a un negocio jurídico que no existe o presentarlo en forma distinta a la que corresponde: es el porqué
del engaño. Por esto se señala que la simulación tiene relación con las personas de los contratantes; con el objeto
del contrato; con su ejecución; y con la actitud de las partes al realizar el negocio jurídico (considerando 1° de la
sentencia de reemplazo)
4 . Conforme lo prescribe el artículo 1793 del Código Civil, "La compraventa es un contrato en que una de las
partes se obliga a dar una cosa y la otra a pagarla en dinero". En suma, la compraventa consiste en un acuerdo de
voluntades sobre la cosa y el precio. Por lo que sus tres elementos esenciales son: el consentimiento de las
partes, una cosa y el precio. El precio constituye el objeto de la obligación y es, a la vez, la causa de la
obligación del vendedor. Este vende para obtener el precio que debe pagarle aquél. De aquí que el precio, como

© Westlaw Thomson Reuters 2


Documento

todo objeto de obligación debe reunir ciertos requisitos tendientes a hacer de él un elemento determinante de la
existencia del contrato. Los requisitos que debe tener el precio son tres: consistir en dinero; ser real; ser
determinado o determinable. Estos tres elementos son los que caracterizan el precio en la compraventa y son
indispensables para la existencia misma del contrato, porque la omisión de uno de ellos acarrea la ausencia del
precio y, por consiguiente, la inexistencia de aquél. En este entendido, que el precio sea real quiere decir que
exista realmente, que haya una cantidad de dinero que se pague como precio, esto es, y como lo señalan los
autores franceses que se trate de un precio serio, lo que significa que corresponda en parte siquiera al valor de la
cosa y que se convenga con la intención de exigirse. El precio no es serio cuando es simulado o ficticio y
cuando es irrisorio. Si el precio no es real o serio, la venta es inexistente por carecer de precio. La seriedad o
realidad del precio debe existir con relación a la voluntad de las partes y con relación a la cosa de la cual es la
equivalencia. Con relación a la voluntad de las partes el precio debe ser serio o real en el sentido que haya
realmente intención de pagarse por el comprador y de exigirse por el vendedor. En otras palabras, esto significa
que el precio no debe ser simulado. Es precio simulado aquel que se pacta sin intención de hacerse efectivo, sin
intención de exigirse por el vendedor. El precio debe ser serio también con relación a la cosa de la cual es su
equivalente. Esto quiere decir que entre el precio y el valor de la cosa haya cierta proporción; de lo contrario no
existe en realidad. Cuando la desproporción es muy considerable, cuando la equivalencia del precio y de la cosa
vendida no existe ni la intención de las partes, siquiera, el precio es irrisorio, esto es, no hay precio. Así las
cosas, el precio no es serio cuando es simulado o ficticio o irrisorio, es decir, cuando por la voluntad de las
partes o por la estimación que de él han hecho se desprende que no existe realmente -Arturo Alessandri-
(considerando 4° de la sentencia de reemplazo)
5 . Un claro indicio de una simulación contractual se evidencia cuando el precio pactado por el bien o servicio
contratado es irrisorio o ridículo. Suele ser frecuente que para cumplir con el requisito legal de establecer un
precio, y pretender así dejar constancia de la concurrencia de los elementos esenciales del contrato, éste tenga un
carácter vil. Y si bien en ocasiones el precio vil no es suficiente para probar la simulación, especialmente cuando
es el único indicio y hay elementos fácticos que podrían justificar el desajuste entre el precio pactado (simulado)
y el real (disimulado), han de considerase por los sentenciadores otras circunstancias que unidas a aquello, son
demostrativo de la simulación contractual, como por ejemplo, el vínculo de familiaridad, parentesco o amistad
entre las partes contratantes, la no entrega o uso del objeto o bien contratado, o bien la contratación bajo
condiciones o circunstancias infrecuentes o poco habituales en la materia objeto del contrato (considerando 6°
de la sentencia de reemplazo)
6 . El titular de la acción de simulación debe manifestar interés en ejercerla y lo tendrá si pretende establecer la
verdad jurídica por sobre la que se aparenta en la celebración del acto ficticio, cuando amenaza con producir
efectos jurídicos no deseados como si fuera real. Pues bien, nada obsta a que puede alegar la simulación quienes
aparecen perjudicados con los efectos del contrato que no obedece a la voluntad real de los contratantes y le
causa perjuicio, ocultando un acto constitutivo de un fraude civil que ha sido ejecutado en su perjuicio o, como
se reclama en la especie, con la única finalidad de despojarlos de los derechos que podían ejercitar en el
patrimonio quedado al fallecimiento de sus padres. La ley prevé que la nulidad puede ser alegada por todo el
que tenga interés en ello; esto es, todo aquel que tenga provecho pecuniario en que desaparezcan los efectos del
acto o contrato nulo y puede reclamarla entablando la acción de nulidad absoluta para que sea declarado nulo, u
oponer a la parte que invoca en su contra el acto o contrato la excepción de nulidad absoluta del mismo acto o
contrato; en uno y otro caso, en términos jurídicos, la nulidad es alegada, no para que el acto o contrato sea
simplemente rechazado y se prescinda de él, sino para que, demostrada la existencia del vicio, se declare la
nulidad por sentencia del juez. Así, puede hacerse valer, por consiguiente, por todas las personas a quienes
afecta el acto o contrato nulo y desde luego, los herederos de las partes, quienes al igual que éstas, tienen el
suficiente interés jurídico para atacar de simulado el negocio jurídico celebrado por el causante y, con mayor
razón, cuando tal acto lesiona sus derechos hereditarios, como sucede cuando con ellos se menoscaba su
legítima. En este evento no queda duda sobre la suficiencia del interés jurídico del heredero, quien tiene dos
posibilidades para controvertir los pactos fingidos de su causante: defender los intereses de éste, caso en el cual

© Westlaw Thomson Reuters 3


Documento

ejerce la acción que él tenía y que se le trasmitió con ocasión de su fallecimiento iure hereditario ; o hacerlo en
razón de un interés propio, si el negocio simulado perjudica su derecho de heredar al difunto iure proprio. En la
especie, los herederos demandantes han ejercitado su propia o personal acción. Es patente, por lo tanto el interés
de los demandantes, pues pretenden recobrar los derechos materia del contrato para que sean restituidos al haber
hereditario en el que ellos y la demandada tienen derechos en comunidad (considerando 10° de la sentencia de
reemplazo)

Texto Completo:
I. Anulación de oficioSantiago, quince de septiembre de dos mil veintidós. VISTO:
En estos autos Rol 224 2019, seguidos ante el Juzgado de Letras de San Carlos, sobre juicio ordinario de
acción de simulación, caratulados "Palma con Palma", por sentencia de veintiocho de febrero de dos mil veinte,
se rechazó la demanda deducida por don Albino De Las Rosas Palma Araya, don José Manuel Palma Araya, don
Aurelio Segundo Palma Araya, don Óscar Ernesto Palma Araya, doña Carmen Rosa Palma Araya y doña Eliana
Jesús Palma Araya en contra de Sylvia Irene Palma Araya, por estimar el juez de primera instancia que la acción
deducida se encontraba prescrita y además, por falta de prueba. Apelado este fallo por los demandantes, la Corte
de Apelaciones de Chillán, por determinación de veinte de noviembre de dos mil veinte, lo confirmó.
En contra de este pronunciamiento la parte demandante deduce recurso de casación en el fondo.
Se trajeron los autos en relación.
CONSIDERANDO:
PRIMERO: Que, el recurrente sostiene que la sentencia cuestionada transgredió en primer lugar lo dispuesto
en el artículo 2515 del Código Civil, que fija como tiempo de la prescripción extintiva en general de tres años
para las ejecutivas y de cinco años para las ordinarias.
Señala que la sentencia adolece de una notoria confusión, porque invoca por una parte normas relativas a la
posesión inscrita, para aplicar finalmente el plazo de prescripción extintiva, propio de las acciones ordinarias.
Agrega que al acoger la prescripción extintiva de la acción de simulación relativa y de nulidad absoluta del
acto simulado compraventa y del disimulado donación erróneamente aplicó el plazo de prescripción de cinco
años establecido en el artículo 2515 del Código Civil, no obstante que, la misma norma señala que dicho plazo
es en general para las ordinarias, lo que implica que pueden existir plazos diferentes establecidos en otras
normas legales. De este modo, que el plazo de prescripción de la acción de simulación no es el general del
artículo 2515 del Código Civil, sino que es el propio de las consecuencias de tal simulación, es decir, el que
corresponde a la acción de nulidad absoluta establecido en el artículo 1683 del Código Civil, cuyo plazo es de
diez años.
A continuación denuncia transgresión a lo dispuesto en el artículo 1444 del Código Civil, al no considerar
que el precio en la compraventa es una cosa que es de la esencia del contrato, por lo que la inexistencia de un
precio real y serio debía acarrear la nulidad absoluta del acto, lo que acarreó la aplicación de un plazo de
prescripción propio de la nulidad relativa y no al plazo que correspondía a la nulidad absoluta; infracción al
artículo 1445 del Código Civil, al no considerar que existe falta de consentimiento en relación a la compraventa,
atendido el hecho que las partes solo simularon un contrato de compraventa en el fondo inexistente, ya que la
intención real de las partes era de celebrar una donación; vulneración al artículo 1467 inciso 1° del Código
Civil, porque al ser simulado el contrato de compraventa, carece de una causa real y por lo mismo, produce la
nulidad absoluta del contrato aparente; a los artículos 1793 y 1808 del Código Civil, porque al ser simulado el
contrato de compraventa, el precio resulta ser inexistente, ya que las partes no han tenido la intención de
celebrar tal contrato; infracción al artículo 1682 inciso 1° del Código Civil atendido que de la simulación del
contrato de compraventa deviene la nulidad absoluta del mismo por falta de consentimiento; infracción del
artículo 1401 del Código Civil, porque no se declaró la nulidad absoluta de la donación encubierta, aplicando

© Westlaw Thomson Reuters 4


Documento

por lo mismo un plazo de prescripción menor al que correspondía a la nulidad absoluta; y, finamente infracción
al artículo 1683 del Código Civil, atendido que la prescripción de la acción de nulidad absoluta generada por la
simulación es de diez años. SEGUNDO: Que, para una acertada resolución del recurso de nulidad sustancial
resulta conveniente dejar constancia de las siguientes actuaciones del proceso:
1. Don Albino De Las Rosas Palma Araya, don José Manuel Palma Araya, don Aurelio Segundo Palma
Araya, don Óscar Ernesto Palma Araya, doña Carmen Rosa Palma Araya y doña Eliana Jesús Palma Araya,
interpusieron demanda de nulidad de contrato de cesión de derechos hereditarios celebrada entre la demandada
doña Sylvia Irene Palma Araya hermana de los actores y la madre de todos los litigantes, doña Enedina del
Carmen Araya Palma, fallecida el día 31 de julio del 2018, solicitando, en lo que interesa al presente análisis, se
declare la simulación en la celebración del contrato de cesión de derechos hereditarios, por cuanto dicha
convención buscaba disimular una donación que adolece de nulidad absoluta, con costas.
Fundamentando su pretensión, señalan que son hijos de Enedina del Carmen Araya Araya fallecida el día 31
de julio del año 2018.
Indican que a raíz del fallecimiento de su madre, en el afán de verificar que acontecía con el único bien raíz
de propiedad de la sucesión Palma Araya, se pudo tomar conocimiento que por escritura pública de 24 de mayo
del año 2012, su madre, doña Enedina del Carmen Araya Araya celebró con la demandada un contrato de cesión,
venta y transferencia de los gananciales, acciones y derechos, cuotas hereditarias, calidad de heredera y
cualquier otro derecho que le correspondiere o pueda corresponder a cualquier título en la herencia dejada por su
cónyuge, el causante don Enrique Aurelio Palma Sepúlveda.
Sostienen que el referido contrato de cesión de derechos se encuentra viciado de nulidad absoluta, debido a
que detrás del contrato de cesión de derechos se ha ocultado uno real de donación, ya que la cesionaria no ha
pagado precio alguno y a la donación le falta el trámite de la insinuación, lo que lo hace nulo absolutamente, y
en el evento que se haya pactado una cesión de derechos, jamás se pagó precio alguno, por cuanto de
conformidad con lo dispuesto en el artículo 1793 del Código Civil, "el precio" es el dinero que el comprador da
por la cosa vendida, y el precio es el objeto de la obligación en todo contrato de compraventa, por lo mismo lo
constituye en un elemento esencial del contrato de compraventa, en términos tales que si no hay precio no hay
compraventa. Señala que pese a que en el contrato de cesión de derechos hereditarios se fijó un precio de
$1.500.000. el no cumple con los requisitos esenciales de ser real y ser serio debido a que resulta irrisorio la
sucesión tiene un único y exclusivo bien y esta es la propiedad que comprende la Sucesión de don Enrique
Aurelio Palma Sepúlveda, bien que comercialmente tiene una valor aproximado que bordea a lo menos la suma
de $50.000.000 y además la suma indicada jamás se pagó. De manera que de conformidad con lo dispuesto en el
artículo 1681 del Código Civil, el contrato es nulo absolutamente.
Indican que la demandada, Sylvia Irene Palma Araya, procedió a presionar y convencer de que lo mejor era
que le donara "regalara" (sic), todos los derechos partes o cuotas que su madre tenía sobre la propiedad, para
evitar que sus demás hijos le quitaran la propiedad referida. Afirman que fue así que accedió en proceder a la
donación de la misma. Agregan que se convino que se pagaría el precio de $1.500.000. suma que jamás se pagó
y para que la causante viviera tranquila en la propiedad, se acordó constituir en su favor un usufructo vitalicio.
Sostienen que de lo expresado se establece la existencia de los presupuestos que acarrean que dicha
compraventa, celebrada el 24 de mayo del año 2012, sea un contrato simulado.
2. La demandada Sylvia Irene Palma Araya contestó la demanda, solicitando su rechazo, argumentando en
primer término que la acción se encuentra prescrita. Afirma que el contrato fue celebrado en el mes de mayo del
año 2012 y que la acción fue entablada el año 2019, superando con largueza el plazo de cinco años de que
disponía los terceros para hacer efectivos los derechos pretendidos, por lo que ha operado la prescripción
extintiva de la acción de simulación que pretenden. Agrega que los actores han señalado que la acción
pretendida es la de simulación, en consecuencia y dado que dicha acción no está regulada especialmente en
nuestra legislación civil, se ha de estar a la prescripción extintiva de carácter general, esto es la de cinco años

© Westlaw Thomson Reuters 5


Documento

desde la celebración del acto o contrato referida en los artículos 2.514, y 2.515 del Código Civil. A continuación
desmiente la existencia de la simulación que sustenta la pretensión de los demandantes. Afirma que no es
efectivo que el contrato que celebró con su madre sea un contrato simulado. Señala que el contrato celebrado fue
el de cesión de la nuda propiedad de derechos, se celebró por escritura pública ante el competente notario,
estando las partes en pleno uso de su razón, siendo libre administradora de sus bienes y cumpliéndose en dicho
contrato todos los requisitos esenciales para su plena validez.
Agrega que en el contrato se señaló claramente cuál era el objeto de la cesión, esto es, la nuda propiedad de
dichos derechos, el precio que se pagó y se constituyó el usufructo. Concluye señalando que dicho contrato fue
posteriormente inscrito en los registros correspondientes, casi inmediatamente a su celebración, lo que
demuestra que jamás hubo intención de ocultar el hecho, como lo pretenden los actores.
3. La sentencia de primer grado, confirmada por la de segunda instancia, resolvió rechazar, con costas, la
demanda interpuesta por los demandantes.
TERCERO: Que, la sentencia estableció como hechos de la causa, en lo que interesa al recurso, los
siguientes:
a) Por escritura pública de fecha 24 de mayo de 2012, ante el Notario de la Primera Notaria de San Carlos de
don Jack Behar Saravia, doña Enedina del Carmen Araya Araya y doña Sylvia Irena Palma Araya, celebraron un
contrato de cesión de derechos hereditarios respecto de los derechos que a la cesionaria correspondían en la
herencia dejada por su cónyuge el causante don Enrique Aurelio Palma Sepúlveda; b) La cesión de derechos
hereditarios recayó sobre la nuda propiedad de los referidos derechos. Se fijó un precio de $1.500.000 y la
cesionaria se reservó el usufructo vitalicio; y c) La cesión de derechos hereditarios se encuentra inscrita a fojas
2242 número 1730 del registro de Propiedad del Conservador de Bienes Raíces de San Carlos del año 2012.
CUARTO: Que, sobre la base de los hechos asentados según lo reseñado en el motivo que precede, los
jueces del grado estimaron que había transcurrido con creces los plazos de prescripción para ejercer acciones
que tengan como finalidad perturbar esta posesión inscrita que detenta la demandada desde el año 2012.
Consideraron además que con la prueba rendida se pudo acreditar las estipulaciones del contrato de cesión
de derechos, que efectivamente se recibió un precio, el que fue pagado en cuotas y que la cedente recibió a su
conformidad, más no la falta de consentimiento de los contratantes.
QUINTO: Que, como se aprecia, el recurrente desarrolla su postulado invalidatorio sobre la base de la
naturaleza del contrato cuya nulidad se pretende, afirmando que se trata de una donación encubierta y por ende
simulado, carente de consentimiento, siendo aplicable el plazo de prescripción que establece el artículo 1683 del
Código Civil y no el que fija el artículo 2515 del citado cuerpo normativo. SEXTO: Que, no obstante lo
expuesto en el motivo precedente, el libelo recursivo como es posible notar de lo expresado en la consideración
primera de este fallo construye una argumentación defensiva omitiendo la crítica a las leyes reguladoras de la
prueba, siendo que el tema relativo a la determinación de una falta de consentimiento, importa una cuestión de
hecho que corresponde apreciar soberanamente a los jueces del mérito, cuya determinación al respecto resulta
inamovible para el tribunal de casación, a menos que al practicar semejante labor intelectiva se haya vulnerado
por éstos leyes reguladoras de la prueba.
Asimismo, acusa el quebrantamiento de los artículos 1683 y 2515 del Código Civil, pero restringiendo su
cuestionamiento al plazo de prescripción aplicable, en circunstancia que, atendida la materia de que se trata,
debía dirigir su crítica, además, al momento a partir del cual debía contarse el plazo de prescripción. Por ello es
que los argumentos expuestos en el libelo anulatorio no resultan pertinentes, apropiados ni acertados en razón de
lo declarado por los jueces.
SÉPTIMO: Que así, atendido el defecto de formalización de que adolece el recurso de casación en el fondo
impetrado por los demandantes, éste será desestimado.
OCTAVO: Que, sin perjuicio de lo recién advertido, esta Corte Suprema ejercerá la facultad de invalidar de

© Westlaw Thomson Reuters 6


Documento

oficio la sentencia recurrida, conforme lo autoriza el inciso segundo del artículo 785 del Código de
Procedimiento Civil, por haberse dictado con infracción de ley con influencia substancial en lo dispositivo,
como se evidenciará en los razonamientos que siguen.
CASACIÓN EN EL FONDO DE OFICIO:
NOVENO: Que, no obstante lo ya indicado en las motivaciones segunda, tercera y cuarta de este fallo, para
los efectos de precisar la situación en relación a la cuestión jurídica suscitada en el pleito en examen, cabe tener
presente que la acción deducida por los demandantes es la de nulidad por simulación del contrato de
compraventa de fecha 24 de mayo del 2012, otorgado ante el Notario de San Carlos don Jack Ovidio Behar
Saravia.
DÉCIMO: Que, con relación a la prueba acopiada en el proceso, puede la sentencia incurrir en dos especies
de errores de derecho, conducentes a la ineficacia jurídica de la misma, mediante el recurso de casación: a) por
haberse omitido ponderar o analizar la prueba; y b) por no haber prestado acatamiento en el proceso de su
apreciación a lo prescrito en las llamadas "leyes reguladoras de la prueba".
El primero de los vicios apuntados corresponde a la categoría de los errores "in procedendo", que consisten
en irregularidades que afectan a los actos que componen el proceso y pueden ocurrir antes de la sentencia o en la
sentencia misma. Dentro de nuestro ordenamiento procesal tales vicios dan pie al recurso de casación en la
forma y se agrupan en el elenco de causales fundantes de dicho medio de impugnación, establecido en el
artículo 768 del Código de Procedimiento Civil.
La segunda de las anomalías a que se ha hecho alusión pertenece a la clase de los denominados errores "in
iudicando", que miran al fondo e inciden en la desaplicación o equivocada aplicación de la ley y se enmarca
dentro de la causal genérica sobre infracción normativa que sirve de sustento al recurso de casación en el fondo,
según lo previsto en el artículo 767 del citado cuerpo legal.
UNDÉCIMO: Que, esta Corte ha decidido reiteradamente que las leyes reguladoras de la prueba son
aquellas normas fundamentales impuestas por la ley a los falladores y que importan verdaderas prohibiciones o
limitaciones dirigidas a asegurar una decisión correcta en el juzgamiento, de manera tal que para que se
produzca una infracción de estas reglas es necesario que se haya incurrido en error de derecho en la aplicación
de leyes concernientes a la prueba de carácter obligatorio, porque la apreciación que de ella hacen los
sentenciadores respecto a su valor probatorio es una cuestión de hecho que queda dentro de las facultades
privativas de los jueces.
DUODÉCIMO: Que, se entienden vulneradas las normas reguladoras de la prueba, principalmente, cuando
los sentenciadores invierten el onus probandi o carga probatoria, rechazan las pruebas que la ley admite,
aceptando las que la ley rechaza, desconocen el valor probatorio de las que se produjeron en el proceso cuando
la ley le asigna uno determinado de carácter obligatorio, o alteran el orden de precedencia que la ley les diere.
DÉCIMO TERCERO: Que, el artículo 341 del Código de Procedimiento Civil, contiene la enumeración de
los medios de prueba que en el procedimiento civil pueden hacerse valer en juicio, dentro de las que están
comprendidas las presunciones y consisten en el empleo por la ley o el tribunal de hechos o antecedentes
conocidos para deducir o inferir de ellos hechos desconocidos sustanciales pertinentes y controvertidos del
proceso. Las presunciones pueden ser legales y judiciales. En este último caso, es el juez que del hecho y
circunstancia conocida lo une al hecho desconocido mediante el elemento lógico o racional para llegar al hecho
presumido, que era desconocido pero que ahora pasa a ser determinado.
DÉCIMO CUARTO: Que, las presunciones judiciales entonces son aquellos hechos desconocidos que
deduce el juez de ciertos antecedentes que constan del proceso. El artículo 1712 del Código Civil, establece que
para constituir plena prueba éstas deben ser graves, precisas y concordantes. Sin embargo, el inciso 2° del
artículo 426 del Código de Procedimiento Civil, modifica en este aspecto la disposición antes citada, pues
permite que una sola presunción judicial pueda constituir plena prueba cuando, a juicio del tribunal, ésta tenga

© Westlaw Thomson Reuters 7


Documento

los caracteres de gravedad y precisión para formar el convencimiento.


DÉCIMO QUINTO: Que, respecto de la concurrencia de los requisitos exigidos por la ley para que la
presunción judicial tenga el valor de plena prueba, según se ha señalado precedentemente, deben ser graves,
precisas y concordantes: graves porque la presunción sea ostensible, es decir, debe aparecer plenamente
configurada de los hechos que le sirven de base, de manera que a partir de ellos exista un nexo causal que lleve
como consecuencia lógica a la determinación del hecho presumido; precisa significa que no sea vaga, difusa y
susceptible de conducir a conclusiones diversas; y, por último, concordantes, esto es, que ellas sean armónicas,
que no sean contradictorias entre sí de manera que induzcan a la misma conclusión de haber existido el hecho
presumido.
DÉCIMO SEXTO: Que, en lo que respecta al ámbito de aplicación de las presunciones como medio de
prueba es muy amplio, limitándose en el caso de los actos y contratos solemnes ya que éstos sólo deben
probarse por la solemnidad exigida por la ley.
En relación con el ámbito probatorio en un contexto de simulación, se ha dicho que, "en general, la
valoración de los diversos medios de prueba debe efectuarse algo alejada de la rigurosidad que en algunos
ordenamientos impone el sistema de prueba legalmente tasada, o de tarifa legal, quedando aún en este sistema
márgenes de apreciación prudencial en que el Tribunal tiene oportunidad de morigerar ese rigor; y la otra
consecuencia es que en esta materia de simulación, la prueba de presunciones es elevada a una consideración
primordial y de decisiva influencia. Es la única actitud equitativa si se quiere conceder verdaderamente una
opción al demandante de llegar a tener éxito. Sin las presunciones, habitualmente las demandas se verían
rechazadas por falta de pruebas directas, que no van a existir y, de existir, no estarán al acceso del demandante,
ni siquiera con el auxilio del juez para pesquisarlas" con lo que se dice y en palabras de Ferrara: "Los
simuladores no serán tan ingenuos como para dejar accesibles testimonios de sus maniobras, para que luego se
las enrostren y emerjan las consecuencias adversas a sus planes" (Daniel Peñailillo Arévalo: "Cuestiones Teórico
Prácticas de la Simulación", en Revista de Derecho de la Universidad de Concepción, N° 191, p. 7).
Sobre lo que se reseña, la Corte de Apelaciones de Concepción, en una sentencia de 29 de agosto de 1997,
en contra de la cual se dedujo un recurso de casación en el fondo desestimado por esta Corte Suprema, el 20 de
octubre de ese año, señaló: "Que la simulación, como divergencia psicológica que es de la intención de los
declarantes, se sustrae a una prueba directa, y más bien se induce, se infiere del ambiente en que ha nacido el
contrato, de las relaciones entre las partes, del contenido de aquél y circunstancias que lo acompañan, siendo por
ende la prueba de la misma indirecta, de indicios, de conjeturas, que es lo que verdaderamente hiere a fondo la
simulación, porque la combate en su propio terreno" (En Revista de Derecho y Jurisprudencia, año 1997, N° 3,
Segunda Parte, Sección Primera, Páginas 113 y siguientes).
Bajo este contexto, la generalidad de la doctrina y jurisprudencia han deducido dos consecuencias
probatorias: a) Que en materia de simulación, en general, la valoración de los distintos medios de prueba debe
efectuarse algo alejada de la rigurosidad que en algunos ordenamientos impone el sistema de prueba tasada
legalmente, o de tarifa legal, puesto que aún en estos ordenamientos frecuentemente quedan, por la naturaleza
del asunto, márgenes de apreciación prudencial en que el tribunal tiene oportunidad de morigerar ese rigor y se
trata, precisamente, de que lo haga particularmente en un tema como el de autos; y b) Que tratándose de una
simulación, la prueba de presunciones es elevada a una consideración primordial y de decisiva influencia. Es la
única actitud equitativa si se quiere conceder verdaderamente una opción al demandante de llegar a tener éxito
(v. Raúl Diez Duarte: "La simulación de contrato en el Código Civil chileno", 3ª edic., Edit. Metropolitana,
Santiago, 2014, p. 231; Hernán Corral Talciani: "Curso de derecho civil. Parte general". Edit Thomson Reuters,
Santiago, 2018, p. 732; Enrique Paillás: "La simulación en derecho privado. Doctrina y jurisprudencia", 3ª edic.,
Edit. Jurídica de Chile, Santiago, 2003, p. 92; y Arturo Alessandri R., Manuel Somarriva U., y Antonio
Vodanovic H.: "Tratado de derecho civil. Parte preliminar y general". T. II., 7ª edic., Edit. Jurídica de Chile,
Santiago, 2005, p. 364; y Corte Suprema, 30 de marzo de 2015, rol N° 8733 2014 y 12 de marzo de 2021, rol N°
6711 2019).

© Westlaw Thomson Reuters 8


Documento

DÉCIMO SÉPTIMO: Que, si bien el proceso racional que hacen los jueces del fondo al construir y
determinar la fuerza probatoria de las presunciones es un proceso íntimo que, en general, queda comprendido en
el ámbito de las facultades que le son privativas, sólo será revisable en la medida que los elementos exigidos
para las presunciones sean ostensibles y que corresponde al juez manifestar y encuadrar en la ley.
DÉCIMO OCTAVO: Que, en la especie debe considerarse, que es un hecho que la demandada y doña
Enedina del Carmen Araya Araya celebraron un contrato de cesión de derechos hereditarios respecto de los
derechos que a la cedente correspondían en la herencia dejada por su cónyuge, el causante don Enrique Aurelio
Palma Sepúlveda; la cesión de derechos hereditarios recayó sobre la nuda propiedad de tales derechos; se fijó un
precio de $1.500.000; la cesionaria se reservó el usufructo vitalicio; y, entre las contratantes existe un vínculo de
parentesco por consanguinidad.
Pues bien, los presupuestos fácticos anotados en el fallo que se revisa y el hecho que el precio pactado es
inferior al avalúo comercial, la relación de familiaridad entre las contratantes, las circunstancias infrecuentes o
poco habituales en la materia objeto del contrato, como lo son la edad de la cedente y el hecho de encontrarse
bajo el cuidado de la cesionaria, quien habitaba junto a su grupo familiar compuesto por su cónyuge y dos hijos
el inmueble de la sucesión quedada al fallecimiento de don Enrique Aurelio Palma Sepúlveda, según lo declaró
la testigo Silvia Muñoz Osses, constituyen un cúmulo de circunstancias de las que cabe desprender, al tenor de
lo que disponen los artículos 426 del Código de Procedimiento Civil y 1712 del Código Civil, presunciones
graves, precisas y concordantes, suficientes a juicio de esta Corte para formar el convencimiento legal de que el
contrato de cesión de derechos hereditarios de 24 de mayo de 2012 fue simulado, concertándose las contratantes
para aparentar la suscripción de una venta, en circunstancias que no existe un precio serio acordado por aquellas,
de manera que efectivamente incurrieron en una disconformidad entre su voluntad real y la declarada, existiendo
plena conciencia respecto de esa disconformidad, esto es, el conocimiento de que queriéndose algo se expresa
una cosa diferente, acción que tuvo como propósito que la demandada adquiriera un mayor porcentaje de
derechos sobre el único inmueble de la sociedad conyugal conformada por los padres de los litigantes, ubicado
en la calle Chacabuco N° 315 de la ciudad de San Carlos, extrayéndolos del patrimonio social y perjudicando de
ese modo a los actores, en tantos herederos de la cedente.
En efecto, si lo pretendido con la simulación es falsear la realidad, esto es, no hacer coincidir lo declarado en
el contrato con lo que realmente sucede, son indicios que permiten configurar dicha conducta, el precio pactado
por el bien contratado, cuando este es irrisorio o ridículo y, en menor medida, pero indiciarios al fin, la falta de
uso del bien objeto del contrato por el simple desinterés que en el mismo, normalmente, tendrá el titular
aparente y la existencia entre las partes contratantes de un vínculo de parentesco.
DÉCIMO NOVENO: Que, en consecuencia, concurriendo en el caso que se analiza todos los requisitos
exigidos por la ley para la procedencia de la prueba de las presunciones judiciales, los sentenciadores del grado
al desatenderlas han vulnerado el artículo 1712 del Código Civil, yerro que ha tenido influencia sustancial en lo
dispositivo de la sentencia, toda vez que para desestimar la acción deducida los jueces de la instancia
reflexionaron sobre la base de una falta de prueba, no obstante que aquel medio de prueba era plenamente
procedente.
VIGÉSIMO: Que, por otro lado la sentencia que se invalida, haciendo suyos las reflexiones del fallo de
primera instancia, concluyó que la acción deducida se encontraba extinguida por haber transcurrido el término
de la prescripción extintiva de cinco años que fija el artículo 2514 del Código Civil, computando el plazo desde
la inscripción de la cesión de derechos hereditarios en el registro del Propiedad del Conservador de Bienes
Raíces de San Carlos el año 2012 por considerar aplicable en la especie lo establecido en el artículo 728 del
Código Civil. Sin embargo, los jueces de la instancia no consideraron que es la aparición de interés en la nulidad
lo que determina la acción de prevalencia. Mientras él no exista la acción no es viable. De consiguiente, el
término de la prescripción extintiva debe principiar a contarse desde el momento en que aparece el interés
jurídico del actor y, en el caso que se analiza, los demandantes tuvieron interés jurídico cuando tuvieron derecho
a la herencia correspondiente a la sucesión de la cedente, de conformidad a lo establecido en el inciso 2° del

© Westlaw Thomson Reuters 9


Documento

artículo 2514 en relación con el artículo 956, ambos del Código Civil.
Así las cosas, se establece que erró jurídicamente el Tribunal cuando señaló que el término de la
prescripción extintiva de la acción de simulación promovida por un heredero, se contabilizaba a partir de la
fecha de inscripción del contrato en el registro conservatorio, pues con esa conclusión transgredió en forma
directa el artículo 2514 del Código Civil, lo cual ha influido sustancialmente en lo dispositivo del fallo, desde
que la equivocada aplicación de tal precepto legal ha llevado a los sentenciadores del fondo a acoger la
excepción de que se trata, en circunstancias que en la especie no se cumplían los requisitos para declarar la
prescripción de la acción ordinaria de simulación. VIGÉSIMO PRIMERO: Que, en consecuencia, no procedía el
rechazo de la acción intentada únicamente por estimarse que la acción deducida se encontraba prescrita y porque
no concurría el requisito de falta de consentimiento de los contratantes; lo que ha influido sustancialmente en lo
dispositivo del fallo impugnado, por lo que se procederá a casarlo en el fondo, de oficio.
Por estas consideraciones y de conformidad, además, a lo expuesto y lo normado en los artículos 767, 785 y
806 del Código de Procedimiento Civil, se resuelve:
I. Que se rechaza, por defectos en su interposición, el recurso de casación en el fondo interpuesto por el
abogado Jorge Pincheira Leiva, en representación de la parte demandante, en contra de la sentencia de segunda
instancia pronunciada por la Corte de Apelaciones de Chillán el veinte de noviembre de dos mil veinte.
II. Que de oficio, se casa en el fondo la mencionada sentencia, la que se reemplaza por la que se dictará acto
continuo, sin nueva vista, pero separadamente, sobre la cuestión materia del juicio que ha sido objeto de este
recurso de casación.
Regístrese y devuélvanse.
Redacción a cargo del Abogado Integrante Señor Diego Munita L. Pronunciado por la Primera Sala de la
Corte Suprema por los Ministros Sr. Guillermo Silva G., Sr. Arturo Prado P., Sr. Mauricio Silva C., Sr. Mario
Gómez M. (s) y Abogado Integrante Sr. Diego Munita L. No firman el Ministro (s) Sr. Gómez y Abogado
Integrante Sr. Munita, no obstante haber concurrido ambos a la vista del recurso y acuerdo del fallo, por haber
terminado su periodo de suplencia el primero y ausente el segundo.
Rol N° 144462 2020.
II. Sentencia de reemplazo En cumplimiento a lo ordenado en el fallo precedente y lo estatuido en el artículo
785 del Código de Procedimiento Civil se pronuncia la siguiente sentencia de reemplazo.
VISTO:
Se reproduce el fallo en alzada, previa eliminación de sus fundamentos octavo a décimo segundo. Y
TENIENDO EN SU LUGAR Y ADEMÁS PRESENTE:
Lo expresado entre los fundamentos segundo, tercero y décimo sexto a vigésimo del fallo de casación que
precede, ambos inclusive, y también:
1°. Que, como ya ha tenido ocasión de asentar este Tribunal de Casación, la simulación consiste en la
disconformidad deliberada y consciente entre la voluntad real y la declaración convenida entre las partes, con el
fin de engañar a terceros. También se la ha definido como el acuerdo en la celebración de un acto cuando en
verdad se quiere celebrar otro, o ninguno.
De lo dicho aparece que son elementos de la simulación, los que siguen: a) disconformidad entre la voluntad
real, efectiva, verdadera y la declarada o manifestada; b) deliberación y conciencia de la disconformidad, esto
es, voluntad y pleno conocimiento de que queriéndose algo se expresa una voluntad diferente. Esta posición de
los sujetos conforma la diferencia entre la simulación y el error, en el cual también existe disconformidad entre
lo querido y lo expresado pero falta, precisamente, esa conciencia de que existe una diferencia entre lo
realmente querido y lo declarado; c) concierto entre las partes, o sea, comunicación recíproca y acuerdo entre
ellas en que lo manifestado como voluntad ostensible es sólo apariencia porque lo realmente convenido es algo

© Westlaw Thomson Reuters 10


Documento

distinto, o la nada, es decir puede no existir voluntad negocial alguna; y d) derivado de lo anterior, intención de
engañar a terceras personas.
Por su parte, debe decirse que se entiende por simulación absoluta aquella en la que tras el acto aparente no
se oculta otro; y, por simulación relativa, la que tras el acto aparente se esconde otro diverso (Daniel Peñailillo
Arévalo: "Cuestiones Teórico Prácticas de la Simulación". En Revista de Derecho de la Universidad de
Concepción, N° 191, p. 12 a 16). A su turno, el autor René Abeliuk Manasevich indica como elementos de la
simulación ilícita: a) disconformidad entre la voluntad interna y la declarada; b) esta disconformidad debe ser
consciente y deliberada; c) acuerdo de las partes; y d) intención de perjudicar a terceros (René Abeliuk
Manasevich: "Las Obligaciones", Tomo I, 5ª Edic. Edit. Jurídica de Chile, Santiago, 2008, p. 159).
De este modo, la doctrina entiende por simulación ilícita la que perjudica (o tiene la intención de perjudicar)
a terceros o viola (o tiene la intención de violar) la ley, y por simulación lícita la que no provoca (o no pretende
provocar) alguno de aquellos resultados. Lo que se expone, sin perjuicio que en todo caso en la simulación
estará presente el engaño a los terceros, por lo que desde un punto de vista ético bien podría considerarse que
toda simulación es ilícita, en cuanto el engaño o encubrimiento de la verdad es ilícito.
Por su parte, se ha sostenido que la simulación tiene causa y es la que, también en doctrina, se denomina
"causa simulandi", entendiéndose por tal el interés que lleva a las partes a hacer un contrato simulado, el motivo
que induce a dar apariencia a un negocio jurídico que no existe o presentarlo en forma distinta a la que
corresponde: es el por qué del engaño. Por esto se señala que la simulación tiene relación con las personas de los
contratantes; con el objeto del contrato; con su ejecución; y con la actitud de las partes al realizar el negocio
jurídico.
2°. Que el fallo de primer grado ha establecido como hechos fundamentales los siguientes:
a) Por escritura pública de fecha 24 de mayo de 2012, ante el Notario de la Primera Notaria de San Carlos de
don Jack Behar Saravia, doña Enedina del Carmen Araya Araya y doña Sylvia Irena Palma Araya, celebraron un
contrato de cesión de derechos hereditarios respecto de los derechos que a la cesionaria correspondían en la
herencia dejada por su cónyuge el causante don Enrique Aurelio Palma Sepúlveda; b) La cesión de derechos
hereditarios recayó sobre la nuda propiedad de los referidos derechos. Se fijó un precio de $1.500.000 y la
cesionaria se reservó el usufructo vitalicio; y c) La cesión de derechos hereditarios se encuentra inscrita a fojas
2242 número 1730 del registro de Propiedad del Conservador de Bienes Raíces de San Carlos del año 2012.
3°. Que, corresponde ahora circunscribir las precisiones y razonamientos que anteceden al caso de autos, en
el cual los demandantes aducen que el contrato de cesión de derechos hereditarios celebrado el 24 de mayo de
2012 entre la demandada y Enedina del Carmen Araya Araya, madre de los litigantes, es un acto simulado
celebrado para ocultar otra convención que tuvo por única causa el traspaso de los derechos hereditarios de la
cedente a la cesionaria con el objeto de encubrir una donación, pues no existió el pago del precio y el acordado
no es real.
4°. Que, emprendiendo este análisis, a la luz del fundamento de la pretensión, debe apuntarse que conforme
lo prescribe el artículo 1793 del Código Civil, "La compraventa es un contrato en que una de las partes se obliga
a dar una cosa y la otra a pagarla en dinero". En suma, la compraventa consiste en un acuerdo de voluntades
sobre la cosa y el precio.
Por lo que sus tres elementos esenciales son: el consentimiento de las partes, una cosa y el precio.
El precio constituye el objeto de la obligación y es, a la vez, la causa de la obligación del vendedor. Este
vende para obtener el precio que debe pagarle aquél. De aquí que el precio, como todo objeto de obligación debe
reunir ciertos requisitos tendientes a hacer de él un elemento determinante de la existencia del contrato. Los
requisitos que debe tener el precio son tres: consistir en dinero; ser real; ser determinado o determinable. Estos
tres elementos son los que caracterizan el precio en la compraventa y son indispensables para la existencia
misma del contrato, porque la omisión de uno de ellos acarrea la ausencia del precio y, por consiguiente, la

© Westlaw Thomson Reuters 11


Documento

inexistencia de aquél.
En este entendido, que el precio sea real quiere decir que exista realmente, que haya una cantidad de dinero
que se pague como precio, esto es, y como lo señalan los autores franceses que se trate de un precio serio, lo que
significa que corresponda en parte siquiera al valor de la cosa y que se convenga con la intención de exigirse. El
precio no es serio cuando es simulado o ficticio y cuando es irrisorio. Si el precio no es real o serio, la venta es
inexistente por carecer de precio.
La seriedad o realidad del precio debe existir con relación a la voluntad de las partes y con relación a la cosa
de la cual es la equivalencia. Con relación a la voluntad de las partes el precio debe ser serio o real en el sentido
que haya realmente intención de pagarse por el comprador y de exigirse por el vendedor. En otras palabras, esto
significa que el precio no debe ser simulado. Es precio simulado aquel que se pacta sin intención de hacerse
efectivo, sin intención de exigirse por el vendedor. El precio debe ser serio también con relación a la cosa de la
cual es su equivalente. Esto quiere decir que entre el precio y el valor de la cosa haya cierta proporción; de lo
contrario no existe en realidad. Cuando la desproporción es muy considerable, cuando la equivalencia del precio
y de la cosa vendida no existe ni la intención de las partes, siquiera, el precio es irrisorio, esto es, no hay precio.
Así las cosas, el precio no es serio cuando es simulado o ficticio o irrisorio, es decir, cuando por la voluntad
de las partes o por la estimación que de él han hecho se desprende que no existe realmente (Arturo Alessandri
"De la compraventa y la lesión enorme", Tomo I, Vol. I. Edit. Jurídica de Chile, Santiago, 2003, p.p. 257 a 259).
5°. Que, en este punto del análisis conviene advertir que en la simulación de los negocios jurídicos el
aspecto práctico más llamativo es el de la dificultad de la prueba. Lo más complejo que presenta la declaración
judicial de una simulación es su prueba. Y es lógico si se tiene en cuenta que los contratantes actúan
externamente de forma diferente a lo que interiormente desean, ocultado así una voluntad deseada que resulta
muy difícil evidenciar. Es así que frente a los terceros, los documentos y actos públicos efectuados cumplirán
todas las formalidades legales, y las partes habrán realizado todo tipo de actuación para eliminar cualquier rastro
de sus verdaderas voluntades.
Pues bien, para probar la simulación, en principio, puede acudirse a cualquiera de los medios de prueba del
artículo 341 del Código de Procedimiento Civil y, básicamente, a los interrogatorios de las partes y de testigos y
a la documental. Sin embargo, el profesor Joan Picó Junoy advierte: "A través de un hábil interrogatorio de las
partes contratantes pueden resurgir sus verdades voluntades y hacerse luz en ese mundo oscuro de lo
disimulado; de igual modo, el interrogatorio de testigos puede aportar datos útiles relevadores de la simulación
contractual; y mediante la prueba documental pueden aportarse escritos privados de las partes en los que se
reconoce el carácter simulado de un determinado contrato en los que, como si de un "salvavidas" se tratase para
prevenir los problemas jurídicos que el futuro pueda traer en la ejecución del contrato simulado preconstituyen
de manera secreta documentos (tradicionalmente denominados "contradeclaraciones" o "contradocumentos") en
los que expresamente declaran su verdadera voluntad contraria a lo previsto en el contrato simulado
evidenciando así la existencia de la simulación. Como es fácil advertir, de existir este documento se convierte en
la prueba básica de la simulación pues se configura como el escrito revelador del intento fallido de las partes de
crear una mera apariencia negocial con el contrato simulado. Pero la práctica, desgraciadamente, nos enseña que
esta prueba no suele ser suficiente: bien porque las contradeclaraciones (o documentos secretos que revelan el
carácter simulado de los contratos) no existen, bien porque las partes y los testigos están bien "adiestrados" para
decir lo que tienen que decir.
Ante esta realidad tan solo nos queda acudir a los indicios o prueba por presunciones para trasladarle al juez
la realidad del contrato simulado" (Joan Picó Junoy: "Los indicios en la prueba de la simulación contractual". En
Rev. Para el Análisis del Derecho. www.indret.com, Barcelona, julio 2017, p. 6). En esa misma línea, el profesor
Daniel Peñailillo Arévalo, enseña: "en general, la valoración de los diversos medios de prueba debe efectuarse
algo alejada de la rigurosidad que en algunos ordenamientos impone el sistema de prueba legalmente tasada, o
de tarifa legal, quedando aún en este sistema márgenes de apreciación prudencial en que el Tribunal tiene

© Westlaw Thomson Reuters 12


Documento

oportunidad de morigerar ese rigor; y la otra consecuencia es que en esta materia de simulación, la prueba de
presunciones es elevada a una consideración primordial y de decisiva influencia. Es la única actitud equitativa si
se quiere conceder verdaderamente una opción al demandante de llegar a tener éxito. Sin las presunciones,
habitualmente las demandas se verían rechazadas por falta de pruebas directas, que no van a existir y, de existir,
no estarán al acceso del demandante, ni siquiera con el auxilio del juez para pesquisarlas" con lo que se dice y
en palabras de Ferrara: "Los simuladores no serán tan ingenuos como para dejar accesibles testimonios de sus
maniobras, para que luego se las enrostren y emerjan las consecuencias adversas a sus planes" (Daniel Peñailillo
Arévalo. Ob. Cit. p. 7).
De este modo, frente a las dificultades que encierra la prueba directa y plena de la simulación de los
contratos, por el natural empeño que ponen los contratantes en hacer desaparecer los vestigios de la simulación
y por aparentar que el contrato es cierto y efectivo reflejo de la realidad, es preciso acudir a la actividad
probatoria de las presunciones que autoriza el artículo 1712 del Código Civil. Bajo este contexto, la generalidad
de la doctrina y jurisprudencia han deducido dos consecuencias probatorias: a) Que en materia de simulación, en
general, la valoración de los distintos medios de prueba debe efectuarse algo alejada de la rigurosidad que en
algunos ordenamientos impone el sistema de prueba tasada legalmente, o de tarifa legal, puesto que aun en estos
ordenamientos frecuentemente quedan, por la naturaleza del asunto, márgenes de apreciación prudencial en que
el tribunal tiene oportunidad de morigerar ese rigor y se trata, precisamente, de que lo haga particularmente en
un tema como el de autos y; b) Que tratándose de una simulación, la prueba de presunciones es elevada a una
consideración primordial y de decisiva influencia. Es la única actitud equitativa si se quiere conceder
verdaderamente una opción al demandante de llegar a tener éxito (v. Raúl Diez Duarte: "La simulación de
contrato en el Código Civil chileno", 3ª edic., Edit. Metropolitana, Santiago, 2014, p. 231; Hernán Corral
Talciani: "Curso de derecho civil. Parte general". Edit Thomson Reuters, Santiago, 2018, p. 732; Enrique
Paillás: "La simulación en derecho privado. Doctrina y jurisprudencia", 3ª edic., Edit. Jurídica de Chile,
Santiago, 2003, p. 92; y Arturo Alessandri R., Manuel Somarriva U., y Antonio Vodanovic H.: "Tratado de
derecho civil. Parte preliminar y general". T. II., 7ª edic., Edit. Jurídica de Chile, Santiago, 2005, p. 364; y Corte
Suprema, 30 de marzo de 2015, rol N° 8733 2014 y 12 de marzo de 2021, rol N° 6711 2019).
En consecuencia, y como se ha sostenido en otras oportunidades, la simulación, como divergencia
psicológica que es de la intención de los declarantes, se substrae a una prueba directa, y más bien se induce, se
infiere del ambiente en que ha nacido el contrato, de las relaciones entre las partes, del contenido de aquél y
circunstancias que lo acompañan. La prueba de la simulación es indirecta, de indicios, de conjeturas y es la que
verdaderamente hiere a fondo a la simulación, porque la combate en su mismo terreno (V. Corte Suprema, 30 de
marzo de 2017, rol N° 76.454 2016)6°. Que, un claro indicio de una simulación contractual se evidencia cuando
el precio pactado por el bien o servicio contratado es irrisorio o ridículo. Suele ser frecuente que para cumplir
con el requisito legal de establecer un precio, y pretender así dejar constancia de la concurrencia de los
elementos esenciales del contrato, éste tenga un carácter vil. Y si bien en ocasiones el precio vil no es suficiente
para probar la simulación, especialmente cuando es el único indicio y hay elementos fácticos que podrían
justificar el desajuste entre el precio pactado (simulado) y el real (disimulado), han de considerase por los
sentenciadores otras circunstancias que unidas a aquello, son demostrativo de la simulación contractual, como
por ejemplo, el vínculo de familiaridad, parentesco o amistad entre las partes contratantes, la no entrega o uso
del objeto o bien contratado, o bien la contratación bajo condiciones o circunstancias infrecuentes o poco
habituales en la materia objeto del contrato.
7°. Que, de lo consignado en el fallo apelado y de los hechos asentados en el proceso, según se dejó
constancia en el motivo 2° que precede, es posible sostener que el precio de venta de los derechos hereditarios
que a doña Enedina del Carmen Araya Araya correspondían en la herencia quedada al fallecimiento de su
cónyuge y padre de los litigantes Enrique Aurelio Palma Sepúlveda, patrimonio social constituido
principalmente por el inmueble ubicado en calle Chacabuco N° 315 de la comuna de San Carlos, es
manifiestamente inferior al del avalúo comercial determinado por el perito judicial designado autos, quien según

© Westlaw Thomson Reuters 13


Documento

informe agrado a folio 86 de la Carpeta Electrónica de primera instancia, lo tasó en la suma de $104.160.005. A
esto se añade que ya la propia demandada, al absolver las posiciones en audiencia de 26 de diciembre de 2019,
declaró que la propiedad antes referida tiene un valor de "25 a 30 millones de pesos".
8°. Que, tal como ya se refirió en el fallo invalidatorio, los presupuestos fácticos anotados en el fallo que se
revisa y el hecho que el precio pactado es inferior al avalúo comercial, la relación de familiaridad entre las
contratantes, las circunstancias infrecuentes o poco habituales en la materia objeto del contrato, como lo son la
edad de la cedente y el hecho de encontrarse bajo el cuidado de la cesionaria, quien habitaba junto a su grupo
familiar compuesto por su cónyuge y dos hijos el inmueble de la sucesión quedada al fallecimiento de don
Enrique Aurelio Palma Sepúlveda, según lo declaró la testigo Silvia Muñoz Osses, constituyen un cúmulo de
circunstancias de las que cabe desprender, al tenor de lo que disponen los artículos 426 del Código de
Procedimiento Civil y 1712 del Código Civil, presunciones graves, precisas y concordantes, suficientes a juicio
de esta Corte para formar el convencimiento legal de que el contrato de cesión de derechos hereditarios de 24 de
mayo de 2012 fue simulado, concertándose las contratantes para aparentar la suscripción de una venta, en
circunstancias que no existe un precio serio acordado por aquellas, de manera que efectivamente incurrieron en
una disconformidad entre su voluntad real y la declarada, existiendo plena conciencia respecto de esa
disconformidad, esto es, el conocimiento de que queriéndose algo se expresa una cosa diferente, acción que tuvo
como propósito que la demandada adquiriera un mayor porcentaje de derechos sobre el único inmueble de la
sociedad conyugal conformada por los padres de los litigantes, ubicado en la calle Chacabuco N° 315 de la
ciudad de San Carlos, extrayéndolos del patrimonio social y perjudicando de ese modo a los actores, en tantos
herederos de la cedente.
9°. Que, además, falta en ese mismo contrato una causa real y lícita, entendiéndose por tal, como lo dice el
artículo 1467 del Código Civil, el motivo que induce al acto o contrato, o como lo sostiene la opinión de los
tratadistas, la razón o interés jurídico que induce a las partes a contratar (Avelino León: "La Causa". Edit.
Jurídica de Chile, Santiago, 1961, p. 15). La manifestación de voluntad del contrato es un acto complejo, que
comprende, en primer lugar, el consentimiento, esto es, el hecho de obligarse, y enseguida, el fin que la parte se
propone alcanzar al contraer la obligación. Si el consentimiento es un requisito indispensable para la existencia
de todo contrato, no lo es menos el fin, pues, para el legislador, es este elemento el que constituye la verdadera
causa de la obligación (R.D.J. t. LV, sección 1ª, p. 198).
Si bien en el contrato impugnado aparece manifestado el consentimiento por haberse otorgado el
instrumento que da testimonio de aquello, en cambio, el análisis de los medios de prueba devela que tal
manifestación de voluntad fue más aparente que real, en que no resulta evidentemente justificado el interés
jurídico de las obligaciones, o sea, la causa para la cedente, pues conforme se consignó en el motivo que
antecede y en el análisis de la prueba, no se pactó un precio serio, ni tampoco se acreditó que las contratantes
hubieren tenido la real intención de celebrar una cesión de derechos hereditario.
En relación a este aspecto, cabe consignar que la única prueba producida por la demandada testimonial es
imprecisa y vaga, porque aun cuando las deponentes Leyla Quezada Valverde, Silvia Muñoz Osses y María
Inostroza Gallegos aseveren que la intención de las contratantes fue celebrar una venta, no mencionan las
oportunidades en que tuvieron contacto con la cedente y habrían oído de ella su intención de vender los
derechos hereditarios, ni tampoco precisan la oportunidad en que se habría celebrado la cesión de los derechos,
limitándose a indicar el año 2012. Es así como el acto jurídico cuestionado no puede estimarse como una
manifestación de voluntad en el que una parte se haya obligado a dar una cosa y la otra a pagarla en dinero, sino
que, antes bien, denota una intención de beneficiar exclusivamente a la demandada mediante la apariencia de
una compraventa que carece de consentimiento y, consecuencialmente, de causa real y lícita, en desmedro de los
derechos de los demandantes, por lo que corresponde sancionarlo con la declaración de nulidad absoluta,
privándolo de validez.
10°. Que, por además, el titular de la acción de simulación debe manifestar interés en ejercerla y lo tendrá si
pretende establecer la verdad jurídica por sobre la que se aparenta en la celebración del acto ficticio, cuando

© Westlaw Thomson Reuters 14


Documento

amenaza con producir efectos jurídicos no deseados como si fuera real. Pues bien, nada obsta a que puede alegar
la simulación quienes aparecen perjudicados con los efectos del contrato que no obedece a la voluntad real de
los contratantes y le causa perjuicio, ocultando un acto constitutivo de un fraude civil que ha sido ejecutado en
su perjuicio o, como se reclama en la especie, con la única finalidad de despojarlos de los derechos que podían
ejercitar en el patrimonio quedado al fallecimiento de sus padres.
La ley prevé que la nulidad puede ser alegada por todo el que tenga interés en ello; esto es, todo aquel que
tenga provecho pecuniario en que desaparezcan los efectos del acto o contrato nulo y puede reclamarla
entablando la acción de nulidad absoluta para que sea declarado nulo, u oponer a la parte que invoca en su
contra el acto o contrato la excepción de nulidad absoluta del mismo acto o contrato; en uno y otro caso, en
términos jurídicos, la nulidad es alegada, no para que el acto o contrato sea simplemente rechazado y se
prescinda de él, sino para que, demostrada la existencia del vicio, se declare la nulidad por sentencia del juez.
Así, puede hacerse valer, por consiguiente, por todas las personas a quienes afecta el acto o contrato nulo y
desde luego, los herederos de las partes, quienes al igual que éstas, tienen el suficiente interés jurídico para
atacar de simulado el negocio jurídico celebrado por el causante y, con mayor razón, cuando tal acto lesiona sus
derechos hereditarios, como sucede cuando con ellos se menoscaba su legítima. En este evento no queda duda
sobre la suficiencia del interés jurídico del heredero, quien tiene dos posibilidades para controvertir los pactos
fingidos de su causante: defender los intereses de éste, caso en el cual ejerce la acción que él tenía y que se le
trasmitió con ocasión de su fallecimiento iure hereditario ; o hacerlo en razón de un interés propio, si el negocio
simulado perjudica su derecho de heredar al difunto iure proprio . En la especie, los herederos demandantes han
ejercitado su propia o personal acción.
Es patente, por lo tanto el interés de los demandantes, pues pretenden recobrar los derechos materia del
contrato para que sean restituidos al haber hereditario en el que ellos y la demandada tienen derechos en
comunidad. 11°. Que, lo hasta aquí razonado resulta suficiente para prestar acogida a la pretensión de la parte
demandante y declarar la nulidad del contrato de cesión materia del juicio.
12°. Que, sobre la prescripción de la acción de simulación que alega la parte demandada, se debe decir que
en nuestra legislación no existe norma que regule particularmente el plazo de prescripción de la acción de
simulación, razón por la cual debemos apegarnos a las normas que regulan la prescripción, debiendo adecuarse a
las normas de la nulidad absoluta y con ello, a las de prescripción ordinaria, resultando de esta forma aplicable
el inciso segundo el artículo 2492 del Código Civil que prevé: "una acción o derecho se dice prescribir cuando
se extingue por la prescripción". Luego, el artículo 2514 del Código Civil dispone que la prescripción que
extingue las acciones y derechos ajenos exige solamente cierto lapso de tiempo, durante el cual no se haya
ejercido dichas acciones. Se cuenta este tiempo, agrega el inciso segundo, desde que la obligación se haya hecho
exigible. Por su parte, el inciso primero del artículo 2515 del citado ordenamiento preceptúa que este tiempo es
en general de tres años para las acciones ejecutivas y de cinco para las ordinarias. De esta manera, de
conformidad a los artículos 2514 y 2515 citados, el plazo de prescripción es de cinco años.
13°. Que, sentado lo anterior, para saber desde cuándo se cuenta el plazo de prescripción, se debe partir por
señalar, en líneas generales, que el ejercicio de una acción, cualquiera que sea, exige la presencia previa de un
detrimento al derecho del reclamante, toda vez que sólo así tiene sentido la búsqueda de su reparación, que es el
fin último de todo proceso judicial. De allí se sigue que "sin interés no hay acción" y que "el interés es la medida
de la acción". En el caso de las acciones dirigidas a que se declare el fingimiento de un acto o contrato, es
igualmente indispensable que su promotor, ya se trate de uno de los contratantes o de un tercero, demuestre ser
titular de un derecho legítimamente protegido, que pueda resultar dañado con la conservación del acto simulado.
La jurisprudencia extranjera ha afirmado que "todo aquel que tenga un interés jurídico, protegido por la ley, en
que prevalezca el acto oculto sobre lo declarado por las partes en el acto ostensible, está habilitado para
demandar la declaración de simulación. Ese interés puede existir lo mismo en las partes que en los terceros
extraños al acto, de donde se sigue que tanto aquéllas como éstos están capacitados para ejercitar la acción. Más
para que en el actor surja el interés que lo habilite para demandar la simulación, es necesario que sea

© Westlaw Thomson Reuters 15


Documento

actualmente titular de un derecho cuyo ejercicio se halle impedido o perturbado por el acto ostensible, y que la
conservación de ese acto le cause un perjuicio.
El interés viene a ser de esta manera la consecuencia de un perjuicio sufrido por la persona que demanda la
simulación, perjuicio que no consiste, simplemente, en cualquier consecuencia que pueda derivarse de la
celebración del acto; es indispensable que éste vulnere real y efectivamente los derechos de quien se dice
lesionado, porque puedan quedar anulados o sufrir menoscabo en su integridad" (Corte Suprema de Justicia de
Colombia, sentencia de 8 de junio de 1967, G.J. t. CXIX, p. 149). En consecuencia, para que en el actor surja el
interés que lo habilite para demandar la simulación, es necesario que sea actualmente titular de un derecho cuyo
ejercicio se halle impedido o perturbado por el acto ostensible, y que la conservación de ese acto le cause un
perjuicio. En estrecha consonancia con lo anterior, hay que añadir que el aparecimiento de dicho "interés",
marca el momento en el que surge para su titular la posibilidad de reclamar contra el acto aparente, pues como
ya se resaltó, sin interés no hay acción.
14°. Que, circunscritos a la situación de los herederos, el interés en que pueden ampararse para develar la
apariencia de los actos de su causante varía, según que accionen iure hereditario o iure proprio. En el primer
supuesto, tratándose de la acción que tenía el causante y que le fue transmitida al heredero, el interés de éste será
el que aquél ostentaba y, por ende, su concreción deberá evaluarse frente al último. De suyo, que el sucesor
recibirá la acción en el estado en que se encuentre al momento del fallecimiento del causante. En el segundo,
que es el que aquí interesa, como el heredero actúa en su condición de tal y en defensa de un derecho propio, y
no transmitido, por regla general, el de suceder al causante, su interés en la declaratoria de simulación se
consolida en el momento en que adquiere el advertido título, se reitera, el de heredero. Pues bien, de acuerdo
con el artículo 956 del Código Civil, se adquiere el título de heredero en el mismo momento en que se le defiere
la herencia, esto es, al fallecer la persona de cuya sucesión se trata, si el heredero no es llamado
condicionalmente, o al cumplirse la condición si el llamamiento es condicional.
Sentadas las bases anteriores, se concluye que el término de prescripción en las acciones de simulación
promovidas por un heredero se contabiliza desde que existe un interés jurídico en el actor. Es la aparición de tal
interés lo que determina la acción de prevalencia. Mientras él no exista la acción no es viable. De consiguiente
el término de la prescripción extintiva debe principiar a contarse desde el momento en que aparece el interés
jurídico del actor. Sólo entonces se hacen exigibles las obligaciones nacidas del acto o contrato oculto, de
acuerdo con el inciso 2° del artículo 2514 del Código Civil. Se colige, en definitiva, que cuando el heredero
activa la acción de simulación, el hito a partir del cual debe computarse el término extintivo de ésta, depende de
la materialización del interés que alegue. De este modo, si demanda la simulación por la vía iure hereditario, es
decir, tomando la posición del de cujus en el contrato fingido, el plazo para ejercer dicha acción empezará a
correr desde el momento en que surgió el interés del último que, tratándose de negocios traslaticios del dominio,
vendría a ser, la fecha del acto o convención. Pero si el sucesor obra iure proprio, particularmente, cuando
procura evitar la lesión de su derecho a heredar, el comienzo de la prescripción se da cuando adquiere el título
de tal de heredero, lo que acontece, por regla de principio, el día del fallecimiento del causante.
Sobre el particular, el profesor Ramón Domínguez Águila, dice: "Una cosa es que la legitima se reconozca
en vida del causante y otra que, por esa circunstancia, los que en ese momento detenten esa calidad puedan
fundarse en ella para atacar negocios jurídicos que el causante ha celebrado en vida mediante una acción de
nulidad, fundando el interés que esa acción exige en su calidad de legitimario. El causante puede, en vida,
disponer de sus bienes como le plazca y si con ello afecta las legítimas, por tratarse de verdaderas donaciones
anticipadas si ellos sólo tienen la apariencia de acto oneroso, podrán, una vez muerto éste y establecida
firmemente la calidad de legitimarios y por haber sobrevivido al causante, ejercitar las acciones de defensa de su
legítima mediante los medios de reintegro del patrimonio de éste que la ley les ofrece. Pero en vida del causante
no ostentan un interés actual y cierto que le permita impetrar la nulidad de los actos que pudieren, según ellos,
afectar su futura legítima, pues además, la validez de tal acto, en cuanto pudiera afectarlas, requiere que se sepa
cuál es el patrimonio que existe al momento de la apertura, cuáles y cuántas son las donaciones efectuadas a

© Westlaw Thomson Reuters 16


Documento

terceros y si ellas realmente afectan o no las legítimas. Sólo entonces el interés para atacar esos actos existirá
con los caracteres que siempre se ha exigido para una acción de nulidad absoluta" (En Revista Derecho
Universidad de Concepción N° 214, páginas 194 y siguientes). El profesor Fueyo, en tanto, refiriéndose también
al momento desde el cuál debe partirse para la contabilización de la prescripción extintiva de la acción de
simulación respecto de terceros, sostiene que debe contarse desde que éstos tomaron conocimiento del acto real
que les perjudica, antes no podían ejercerla, porque no sabían de la simulación y, en todo caso, no tenían interés
(V. Fernando Fueyo Laneri: "Instituciones de Derecho Civil moderno". XII. La simulación de los negocios
jurídicos. Edit. Jurídica de Chile. Santiago, 1990, p. 561).
15°. Que, con base en lo expuesto, la fecha para comenzar a contar la prescripción de la acción de
simulación, fue aquella en que la parte demandante tuvo interés jurídico en ejercerla, en este caso, como terceros
al contrato, cuando tuvo derecho a la herencia correspondiente a la sucesión de la cedente, o sea el día del
fallecimiento de ésta, en que se produjo la delación conforme al artículo 956 del Código Civil.
En tales condiciones, desde el deceso de doña Enedina del Carmen Araya Araya, cedente y madre de los
actores, ocurrido el 31 de julio de 2018 a la fecha de notificación de la demanda 5 de abril de 2019, no había
transcurrido el término legal de cinco años que habilita declarar la prescripción de la acción de nulidad absoluta
por simulación incoada en autos. De esta manera, la excepción de prescripción interpuesta por la demandada en
su escrito de contestación habrá de ser desechada.
16°. Que, al haber sido totalmente vencida, la demandada deberá asumir el pago de las costas de la causa.
Por estas consideraciones, de conformidad con lo previsto en los preceptos reseñados y lo dispuesto en las
normas legales citadas y lo previsto en los artículos 144 y 186 del Código de Procedimiento Civil, se declara:
I. Que se revoca la sentencia de veintiocho de febrero de dos mil veinte que desestimó la demanda y en su
lugar se dispone que se la acoge y se declara nulo de nulidad absoluta por simulación, el contrato de cesión de
derechos hereditarios de fecha 28 de mayo de 2012, disponiéndose la cancelación de la inscripción de dicho
instrumento que rola a fojas 2.242 número 1.730 del Registro de Propiedad del año 2012 a cargo del
Conservador de Bienes Raíces de San Carlos.
II. Que se rechaza la excepción perentoria de prescripción extintiva opuesta por la demandada en su escrito
de contestación de 10 de mayo de 2019.
III. Que se condena en costas a la demandada.
Regístrese y devuélvase con sus agregados.
Redacción a cargo de abogado integrante señor Diego Munita L. Pronunciado por la Primera Sala de la
Corte Suprema por los Ministros Sr. Guillermo Silva G., Sr. Arturo Prado P., Sr. Mauricio Silva C., Sr. Mario
Gómez M. (s) y Abogado Integrante Sr. Diego Munita L. No firman el Ministro (s) Sr. Gómez y Abogado
Integrante Sr. Munita, no obstante haber concurrido ambos a la vista del recurso y acuerdo del fallo, por haber
terminado su periodo de suplencia el primero y ausente el segundo.

© Westlaw Thomson Reuters 17

También podría gustarte