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TRABAJO FIN DE MÁSTER

Correlatos sociales de conductas violentas de adolescentes.

El caso de la Casa Escuela Santiago Uno.

Alumno: Patricia Báez Calderón

Tutor: Prof. Mikolaj Stanek Baranowski

Titulación: Máster en Servicios Públicos y Políticas Sociales

Facultad: Ciencias Sociales

JUNIO 2023
ÍNDICE

RESUMEN------------------------------------------------------------------------------------------2

ABSTRACT-----------------------------------------------------------------------------------------2

INTRODUCCIÓN---------------------------------------------------------------------------------3

MARCO TEÓRICO-------------------------------------------------------------------------------5

Violencia en adolescentes--------------------------------------------------------------------5

Marcos conceptuales de los comportamientos violentos en adolescentes-------------6

Correlatos sociales de los comportamientos violentos-----------------------------------9

HIPÓTESIS-------------------------------------------------------------------------------------15

DATOS Y ESTRATEGÍA ANALÍTICA-----------------------------------------------------15

JÓVENES COMO VÍCTIMAS Y VICTIMARIOS DE COMPORTAMIENTOS


VIOLENTOS.-------------------------------------------------------------------------------------17

Jóvenes como víctimas de violencia------------------------------------------------------18

Jóvenes como victimarios------------------------------------------------------------------21

RESULTADOS-----------------------------------------------------------------------------------24

CONCLUSIONES--------------------------------------------------------------------------------34

Discusión de resultados---------------------------------------------------------------------34

Limitaciones del estudio--------------------------------------------------------------------37

Futuras líneas de investigación------------------------------------------------------------38

Implicaciones para políticas publicas-----------------------------------------------------41

BIBLIOGRAFÍA----------------------------------------------------------------------------------42

1
RESUMEN

El análisis de la violencia adolescente es crucial a nivel sociológico y social.


Comprender esta problemática es fundamental para promover el bienestar y una
sociedad equitativa. Este estudio investigó la relación entre el entorno escolar, el ámbito
familiar, la vida comunitaria y la violencia adolescente.
Se utilizó una muestra de 36 adolescentes de una escuela privada, dado el acceso
limitado a otros centros. El análisis se basó en la Escala de Agresividad Física y Social,
con 20 ítems y formato de respuesta Likert (3= a menudo, 2= algunas veces, 1= nunca),
además de cinco ítems de control.
Los resultados revelaron diferencias de género en el entorno escolar, evaluadas
mediante la prueba estadística U Mann-Whitney. Es relevante señalar que el ámbito
familiar mostró una correlación significativa con la violencia, según el estadístico de
Spearman.

Palabras claves: violencia, adolescente, ámbito familiar, contexto escolar, vida


comunitaria.

ABSTRACT

The analysis of adolescent violence is crucial at the sociological and social levels.
Understanding this issue is fundamental to promote well-being and an equitable society.
This study examined the relationship between the school environment, family sphere,
community life, and adolescent violence.

A sample of 36 adolescents from a private school was used due to limited access to
other centers. The analysis was based on the Physical and Social Aggression Scale,
consisting of 20 items with a Likert response format (3 = often, 2 = sometimes, 1 =
never), along with five control items.

The results revealed gender differences in the school environment, assessed through the
U Mann-Whitney statistical test. It is noteworthy that the family sphere showed a
significant correlation with violence, as indicated by the Spearman statistic.

Key words: violence, adolescent, family enviroment, school context, community life.
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INTRODUCCIÓN

El análisis de la violencia adolescente es fundamental debido a su creciente relevancia


en la actualidad, convirtiéndose en uno de los problemas sociales más preocupantes en
términos de impacto social. (Blanco, et al., 2012).
En los últimos años, se ha observado un aumento significativo en la importancia del
estudio científico del comportamiento social de los adolescentes, especialmente en
relación a la implementación de políticas públicas de prevención de la violencia juvenil
a nivel global (Unesco, 2020). Sin embargo, es importante destacar que existen diversas
limitaciones en cuanto a los datos disponibles sobre los factores sociales más relevantes
que contribuyen al surgimiento de conductas violentas, incluyendo el contexto familiar,
escolar y comunitario.
Durante la etapa de la adolescencia, es común, especialmente en el rango de edad de 12
a 16 años, el desarrollo de comportamientos de riesgo, entre los cuales se incluyen
conductas violentas. Estas conductas violentas son influenciadas por múltiples factores
sociales.
Estas conductas no solo afectan a las víctimas, sino también a sus familias, amigos y
comunidad (Lynam, Caspi, et al., 2000 y OMS, 2003).
Esta situación se manifiesta de manera particular en entornos donde los hogares
presentan desestructuración, incompletitud y disfuncionalidad, así como en contextos
donde el consumo de alcohol y drogas ilícitas es frecuente, y en entornos escolares
caracterizados por la violencia. En consecuencia, los adolescentes experimentan
desventajas individuales y una falta de atención adecuada a lo largo de su desarrollo, lo
cual los lleva a involucrarse en actividades marginales y de alto riesgo social. (Wright,
Caspi, et al., 1999 y Wright, Caspi, et al., 2001).
Con el propósito de investigación y prevención de estas conductas violentas, se lleva a
cabo el presente estudio empírico compuesto por una revisión bibliográfica centrada en
los factores sociales (contexto familiar, escolar y vida comunitaria) que influyen en las
conductas violentas de los adolescentes. Este trabajo busca recopilar material y realizar
un análisis que contribuya con los resultados y su aplicación en la elaboración de
estrategias preventivas.
En esta investigación se deben tener en cuenta tanto las limitaciones de datos
disponibles sobre los factores sociales asociados a los comportamientos violentos como

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los riesgos asociados con la realización de entrevistas o conversaciones con los
adolescentes con fines de investigación, considerando que los permisos requeridos
pueden ser costosos y deben solicitarse con anticipación para recopilar una cantidad
significativa de datos en el tiempo limitado disponible, a fin de evitar posibles
implicaciones legales. Además, existe una escasez de datos que respalden la existencia
de un conflicto generalizado entre generaciones lo que dificulta el estudio de los
conflictos adolescentes en España.
La comprensión de los factores sociales que influyen en los comportamientos violentos
de los adolescentes es de suma importancia para abordar de manera efectiva este
problema. Aunque se ha abordado ampliamente desde las disciplinas de educación
social, trabajo social y psicología, los comportamientos violentos entre los jóvenes han
recibido comparativamente menos atención desde la sociología (Alonso Varea y
Castellanos Delgado, 2006). Esto puede deberse, en parte, al acceso limitado a los datos
sociológicos pertinentes. Sin embargo, la perspectiva sociológica ofrece una mirada
específica que puede enriquecer nuestro entendimiento de los factores sociales
asociados a los comportamientos violentos entre los jóvenes. Al considerar estos
aspectos, podemos obtener una visión más completa y contextualizada de este
fenómeno, lo cual es crucial para desarrollar intervenciones eficaces y políticas públicas
adecuadas.
Este trabajo tiene la ambición de contribuir a un mejor entendimiento de los
comportamientos violentos de los jóvenes desde la perspectiva sociológica.
Su objetivo es explorar los factores sociales relacionados con las conductas violencias
en la adolescencia. Me centraré en tres dimensiones sociales, el entorno familiar, escolar
y el comunitario.
En primer lugar, es esencial comprender los conceptos de adolescencia, distinguir entre
un adolescente rebelde y uno violento, y establecer una escala de medición para la
violencia juvenil. Asimismo, se busca definir de manera clara los factores individuales,
sociales y los tres factores de riesgo destacados en este estudio de campo, teniendo en
cuenta la información relevante sobre la sociedad que influye en los adolescentes. Se
realizará una distinción entre los tres ámbitos que influyen en los comportamientos
violentos de los jóvenes.

En segundo lugar, se formularán hipótesis basadas en la investigación empírica y


desarrolladas a partir de una revisión bibliográfica previa.

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El trabajo se basa en los datos obtenidos mediante una encuesta realizada a adolescentes
en situación de exclusión social de la Casa Escuela Santiago Uno. Se utilizará la Escala
de Agresividad Física y Social, que consta de 20 ítems, para contrastar y discutir los
resultados finales del estudio. Se incluirá una contextualización previa sobre la violencia
en los adolescentes en los ámbitos estudiados.

Por último, para definir claramente el camino de investigación de este proyecto, se


plantea la siguiente pregunta de investigación: ¿Cómo influyen los factores sociales en
las conductas agresivas o rebeldes de los adolescentes de 12 a 16 años?

OBJETIVOS

El objetivo de este trabajo es explorar los factores sociales que afectan a las conductas
violentas en la adolescencia, tales como; la vida comunitaria, el entorno familiar y el
contexto escolar.
Más específicamente, se quiere conseguir analizar la relación de la dinámica familiar de
los adolescentes de entre 12 a 16 años, con conductas violentas, a través de una revisión
bibliográfica y una encuesta.

Por otro lado, identificar los factores sociales de la vida comunitaria, frente a las
conductas violetas que tienen los jóvenes.

Y, por último, estudiar cómo influye el entorno escolar en el desarrollo de conductas


punibles en los adolescentes.

MARCO TEÓRICO

Violencia en adolescentes

La adolescencia se caracteriza por ser una etapa de importantes cambios


biopsicosociales que se ven influenciados por el entorno social de cada adolescente
(Ruvalcaba-Romero, Murrieta-Cummingsy, et al., 2016). Existen indicios que sugieren
que la violencia entre los adolescentes es una problemática endémica, arraigada en las
relaciones juveniles al punto de normalizarse. La relevancia de este fenómeno se
evidencia en el informe mundial sobre violencia y salud presentado por la Organización
Mundial de la Salud en 2002, el cual constituyó el primer estudio a escala global sobre

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esta problemática. Dicho informe señala que la violencia está tan omnipresente que a
menudo se percibe como una faceta inevitable de la condición humana, afectando a
todas las naciones y comunidades sin excepción, en todos los rincones del mundo
(Clemente, 2016).

La agresividad se define como un patrón fisiológico natural que engloba


comportamientos que, en su mayoría, presentan efectos mínimos en el desarrollo
psicológico de los niños. Estos comportamientos agresivos son de carácter temporal y
tienden a disminuir tanto en intensidad como en frecuencia a medida que los padres
intervienen y ofrecen su orientación. La violencia, según el estudio de Josep y Álex
(2012), está relacionada con la agresividad maladapatativa, que es desinhibida, y
presenta una desproporción entre el estímulo causante, es decir, aquel que hace que el
adolescente se comporte de forma agresiva, y la reacción que provoca (CuídatePlus,
2016). La violencia actualmente se define como un constructo multidimensional que
puede adoptar múltiples formas: Agresividad física (patadas, golpes, empujones), verbal
(insultos, gritos) y relacional (conductas de exclusión social) (Cordero Ríos, 2022).

Un niño violento por tanto se caracteriza por exhibir conductas conflictivas, socialmente
mal vistas, agresivas y, en ocasiones, violentas, las cuales son claramente observables.
Con frecuencia, recurren a la violencia y la agresión como medio para ejercer dominio
sobre otros o para manejar conflictos. Sin embargo, en nuestra sociedad, es
ampliamente aceptado que las conductas violentas no son apropiadas ni constituyen una
estrategia adecuada para la convivencia (Gómez, Gala, et al., 2007).

La incidencia de problemas de conducta y comportamientos violentos en los


adolescentes responden a perfiles y rasgos muy distintos comparados con los individuos
mayores, sin embargo, ninguno está predeterminado a ser violento y tiránico (Gutiérrez
y Pernil, 2004).

Marcos conceptuales de los comportamientos violentos en adolescentes

Los factores asociados a los comportamientos violentos pueden estar relacionados tanto
con características individuales como con aspectos sociales vinculados al proceso de
socialización y transmisión de pautas de comportamiento en el entorno inmediato. A
nivel individual, factores como la impulsividad, la agresividad, la falta de habilidades de
manejo de conflictos y la exposición previa a la violencia pueden contribuir a la

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manifestación de comportamientos violentos. Entre los factores individuales que afectan
a las conductas agresivas del adolescente, se encuentran los factores genéticos. No
obstante, la medición de grado en el que influye el factor genético en las conductas
agresivas sigue siendo un reto para los investigadores (Jara y Ferrer, 2005).

En estudios previos, sobre las diferencias de género en adolescentes españoles,


muestran que los chicos ejercen más conductas violentas que las chicas (Avilés y
Monjas, 2005; Postigo, González, Mateu, Ferrero y Martorell, 2009). En la misma
dirección, el trabajo de Calvete (2008) verifica que los adolescentes masculinos tienen
más actitudes de justificación de la violencia que las adolescentes femeninas.

En el estudio de Maite Garaigorbodil, Jone Aliri y Vanesa Martínez-Valderrey (2013),


se analiza las diferencias de género que existen en las diferentes variables
sociodemográficas estudiadas en el presente estudio (vida comunitaria, entorno familiar
y contexto escolar, entre muchas otras) en las actitudes de justificación de la violencia.
Los resultados mostraron que: Los chicos justifican menos rechazo de la violencia. En
ambos sexos, la justificación de la violencia doméstica y contra minorías disminuyó con
la edad (a medida que aumentaba el curso escolar), sin embargo, en cuanto a la
justificación de la violencia entre iguales no hubo cambios con la edad. Los y las
adolescentes que acudían a institutos públicos justificaron más la violencia entre iguales
que los de centros privados/concentrados.

Otro conjunto de determinantes se vincula con los factores sociales asociados a los
contextos sociales, educativos y comunitarios en los cuales se desarrolla el proceso de
socialización de los menores.

Goodwin y Helms (2002) proponen diferenciar tres grandes grupos de factores: clínicos,
relacionados con experiencia vital y contextuales (véase Figura 1):

Los factores clínicos son investigaciones por parte de un profesional con el fin de
obtener unos resultados capaces de diagnosticar algún tipo de enfermedad, ya sea física
o psíquica. Por otro lado, los problemas clínicos también son importantes, como por
ejemplo los trastornos mentales, la impulsividad o los problemas de control o ira. Si la
situación que influye en el adolescente lo hace en el momento presente, esto es en su
estado actual lo que se refiere concretamente al “contexto”. Pero no se excluye, que
situaciones prolongadas de criminalidad o maltrato en la familia, puedan repetirse en el
futuro, por lo que esta edad marcará una importante diferencia en la concreción del tipo,

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frecuencia, gravedad y posible desarrollo de la conducta agresiva durante diferentes
etapas de su vida (Aguilar Cárceles, 2012).

Tabla 1 Factores de riesgo (Godwin y Helms, 2002)

Clínicos Historia/experiencia vital Contextuales


 Problemas de uso  Criminalidad  Acceso a armas
de sustancias parental  Disponibilidad de
 Psicopatía  Desestructuración drogas o alcohol
 Impulsividad o familiar  Pobreza
comportamientos  Conflictividad  Familia
arriesgados familiar monoparental
 Actitudes o  Ser testigos de  Situación
pensamientos violencia geográfica de hogar
negativos doméstica o zonas con altas
 Problemas de  Comienzo del tasas de vandalismo
control o de ira comportamiento  Rechazo de iguales
 Trastornos criminal antes de  Padres con pocas
mentales de los 14 años habilidades o
comportamientos  Absentismo escolar negligentes
 Pobres  Afiliación a grupos
calificaciones delictivos o
 Ser víctima de contacto con
algún tipo de iguales infractores
maltrato infantil  Interacción
(negligencia, física, limitada con
verbal…) progenitores
 Pocas relaciones  Experiencia de
con pérdida de un inconsistencia en
ser querido. los estilos
educativos de los
padres

Goodwin y Helms indican también que la aparición de la violencia estaría directamente


vinculada con el incremento de los problemas sociales. Refiriéndose a vivir en zonas
desorganizadas, con altos niveles de criminalidad, con facilidad para acceso a las armas,
alcohol o drogas, en situación de pobreza, con tasas altas de vandalismo, sufrir abusos o

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negligencias, la carencia de modelos familiares adecuados, el rechazo de los iguales o la
afiliación a grupos delictivos (Aguilar Cárceles, 2012).

En esta misma línea también afecta la historia y el contexto vital del adolescente para
desarrollar conductas violentas, haciendo referencia a la tabla aquí intervienen la
criminalidad y conflictividad parental, ser testigos de una violencia familiar asi como a
la desestructuración de esta, el abandono escolar, ser víctima de maltratos infantil por
parte de tu familia o ser poco querido en ella.

En consonancia con lo expuesto, Matteo y Marczyk (2005) proponen una definición que
engloba tanto las influencias internas, como los factores clínicos, y las influencias
externas, como los factores familiares, que inciden en los adolescentes. Además,
consideran aquellas condiciones que pueden estar asociadas o predecir consecuencias
negativas a largo plazo, como la violencia.

Una de las influencias externas seria la información proveniente de la sociedad que


recibe el adolescente y que se destaca como uno de los factores más relevantes en la
manifestación de conductas agresivas en esta etapa. La manera en que el adolescente
interprete esta información influirá en su comportamiento, por ejemplo, una alta
impulsividad podría aumentar el umbral de violencia. Por tanto, se debe tener en cuenta
tanto el entorno social en el que se desenvuelve el adolescente como las personas con
las que interactúa en la sociedad, así como su percepción emocional y su capacidad
empática. Este aspecto adquiere especial importancia durante la transición de la niñez a
la adolescencia (Matteo y Marczyk, 2005).

A partir de este enfoque general, las conductas agresivas se consideran el resultado de


déficits específicos en el procesamiento de la información social recibida, como, por
ejemplo, déficits en la interpretación de las señales sociales percibidas (Roncero, et al.,
2016).

Correlatos sociales de los comportamientos violentos

En relación a lo expuesto en el apartado anterior podemos identificar tres ámbitos


sociales cruciales para la socialización de niños y jóvenes: el entorno familiar, escolar y
comunitario. A continuación, vamos a revisar los mecanismos causales que determinan
esta relación.

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La familia desempeña un papel fundamental como agente socializador, brindando apoyo
en términos de alimentación, estimulación y como modelo de comportamiento para los
adolescentes. La interacción social en el entorno familiar contribuye al desarrollo de
habilidades que no pueden ser enseñadas de manera directa. Sin embargo, es importante
destacar que las interacciones negativas pueden tener consecuencias graves para los
adolescentes, mientras que las experiencias positivas pueden tener el potencial de
mitigar problemas pasados, como sugieren las evidencias (Gascón, 2006)

El papel de las familias es fundamental para prevenir y afrontar la violencia. El contexto


familiar puede reducir estos factores de riesgo, aunque en paralelo, existen otras
situaciones de vital importante que pueden cobrar importancia, como el cuidado y la
educación que la familia procura a sus hijos y que pueden desencadenar en déficits de
atención a sus necesidades: horarios laborales extensos, conciliación laboral, padres
estresados, poca implicación y tiempo de dedicación a los hijos (Clemente, 2016).

La familia es una red de comunicación entrelazada donde todos los miembros se


influyen entre sí (Fernández y Ponce de León, 2011). Dentro de esta organización, en el
menor influye el clima familiar en el que se encuentre y las situaciones que observa en
relación a malos tratos, conflictos, insultos, grado de agresividad, intensidad, frecuencia,
duración y como se resuelven finalmente. Circunstancias que pueden impactar en los
hijos y que, a largo plazo, podrían influir en su desarrollo y en la forma de afrontar las
situaciones o problemas aceptando e interiorizando esa violencia (Castro y García,
2013).

Como refiere Bandura (1986) sobre la teoría del aprendizaje vicario-social, la


adquisición de conductas agresivas se puede aprender a partir de la observación y la
imitación de modelos, los menores pueden llegar a aceptar ciertas situaciones violentas
como “normales” y reproducirlas para obtener lo que desean o para solucionar sus
problemas.

En cuanto a este factor, el 14% de los jóvenes afirman tener peleas con sus padres (Elzo
y otros, 1999; Miranda y Pérez, 2005). A pesar de esto la familia sigue teniendo una
gran fuerza socializadora, especialmente en los primeros años de la vida de los
adolescentes, en el campo de los valores. La convivencia difícil entre los padres y los
hijos se da fundamentalmente porque los padres son menos tolerantes y flexibles, y que
los adolescentes han cambiado a la hora de expresarse con sus familias.

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Por último, conviene señalar que en la relación padres-adolescente, es importante la
presencia del conflicto en la sociedad, pero también el cómo se resuelve, no su evitación
o aparente eliminación mediante la sumisión de una o de ambas partes, debido a que
podría volver a aparecer. (Miranda y Pérez, 2005; Rodrigo, García, Márquez y Triana,
2005)

Otro determinante relacionado con los factores sociales es la influencia de las


denámicas sociales en el entorno escolar. Es bien sabido que la formación académica
desempeña, también, un papel fundamental en el desarrollo de los adolescentes, y su
interacción con otros compañeros. Los adolescentes requieren de un entorno
enriquecedor que les permita interactuar y explorar activamente (Seo, 2019). Estas
interacciones estimulan el crecimiento de las células cerebrales y fomentan su desarrollo
integral. Por lo tanto, la sociabilización y la participación activa en el ámbito académico
contribuyen de manera significativa al proceso de formación de los adolescentes
(García, N., 2009).

El problema de las manifestaciones de violencia en el ámbito educativo, sus


consecuencias, tanto para estudiantes como para docentes, es de impotencia,
inseguridad, angustia, lo que desemboca en una inestabilidad en la comunidad educativa
y debilitan las formas de solidaridad y confianza, creadas con anterioridad (Ghiso,
2012).

En términos más específicos Lomas, Stough, et al. (2012), encuentran que las
agresiones en los contextos escolares son debidas al entendimiento de las emociones de
los demás individuos, pero no el control propio de estas. En este contexto los alumnos
cuentan que normalmente las conductas agresivas suelen darse durante los recreos
(Gómez, Gala, et al., 2007). Se ha observado que las adolescentes femeninas tienen una
mayor habilidad para gestionar la ira y las agresiones, tanto físicas como relacionales,
incluso aquellas que han sido víctimas de violencia en algún momento de sus vidas
(Gower et al., 2014). Además, los adolescentes agresivos tienden a atribuir más
fácilmente intenciones negativas a los demás en situaciones estresantes, en comparación
con los adolescentes no agresivos (Roncero, D., et al., 2016).

Dentro del centro educativo, la convivencia escolar es el gran reto, es el escenario social
en el que se dan continuadas interacciones. En todos los comportamientos del menor
influye el entorno, y a su vez interviene en el ámbito educativo (Clemente, 2016).

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Por lo que el clima de convivencia en los centros educativos, y más específicamente en
el entorno diario del aula, desempeña un papel fundamental en la comprensión y
prevención de la violencia desde una perspectiva sociológica. Este concepto de
convivencia se refiere a la calidad de las relaciones interpersonales que se han
establecido en la institución escolar, creando un determinado ambiente escolar que
influye en las conductas violentas de los adolescentes. Los adolescentes se encuentran
en un proceso constante de aprendizaje sobre modos de socialización y habilidades
interpersonales, y la escuela desempeña un papel clave al transmitir modelos
competentes sobre cómo relacionarse de manera saludable con los demás. Sin embargo,
si no se aborda adecuadamente, la escuela puede convertirse en un agente que reproduce
conductas violentas. Estas adaptaciones también se reflejan en los logros académicos y
sociales, así como en el ajuste personal y social, y contribuyen al bienestar psicológico,
convirtiéndose en un factor que promueve la salud (Veccia, Calzada, et al., 2008)

Es importante tener en cuenta, que el conflicto es algo natural en el ámbito escolar pero
cuando surge un episodio de maltrato violento entre adolescente, esta situación afecta
negativamente tanto a estudiantes, profesores y progenitores, desestabilizando la
situación educativa, a la familia y creando un entorno social insano (Ghiso, 2012).

Diferentes estudios demuestran que la violencia escolar trae consigo serias


consecuencias psicológicas y sociales en los adolescentes implicados (Varhama-Lasse-
Bjorkqvist, 2005; Nichols, 2004; Smith, 1999).

Desde una perspectiva sociológica, resulta relevante analizar el entorno escolar y sus
implicaciones en la indisciplina y la violencia entre adolescentes. Diversas
investigaciones han destacado una mayor incidencia de estos fenómenos en el caso de
los adolescentes varones en comparación con las adolescentes mujeres. Esta disparidad
puede estar relacionada con una serie de actitudes y comportamientos diferenciales
basados en la inteligencia emocional, así como en el éxito o fracaso en el ámbito
escolar. El género y los roles de género socialmente construidos desempeñan un papel
importante en la forma en que los adolescentes se relacionan entre sí y en cómo
manejan sus emociones, lo que puede contribuir a las diferencias observadas en la
manifestación de la indisciplina y la violencia en el contexto escolar. Es fundamental
examinar estos factores sociológicos para comprender más profundamente las
dinámicas y desafíos presentes en el entorno educativo (Pescador, y Domínguez, 2001).
Las chicas, por su parte, suelen mostrar actitudes más favorables hacia la escuela y sus
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demandas, mientras que los chicos suelen presentar deficiencias en algunas habilidades
necesarias para adaptarse a la sociedad, como la solidaridad, la capacidad de diálogo y
la empatía. Estas carencias pueden llevar a los adolescentes varones a asociarse con
comportamientos violentos y a encontrar su identidad en la resistencia a las normas
sociales establecidas. Es importante reconocer que los procesos de socialización de
género y las expectativas de género influyen en la forma en que los adolescentes se
relacionan con la escuela y en cómo gestionan las presiones y los desafíos que surgen en
este contexto. Estos aspectos sociológicos nos permiten comprender mejor las
dinámicas de género y violencia en el entorno escolar y brindan oportunidades para
abordarlos de manera más efectiva desde una perspectiva sociológica (Goleman, 1996).

Desde una perspectiva sociológica, podemos afirmar que las actitudes y


comportamientos diferenciados entre chicas y chicos en el entorno escolar, así como la
identificación con roles de género específicos, desempeñan un papel crucial tanto en el
rendimiento académico como en la manifestación de violencia en las aulas. Es
fundamental reconocer la importancia de crear un ambiente social propicio en el
contexto escolar, así como fomentar habilidades sociales que permitan mejorar la
convivencia y prevenir la violencia en dicho entorno. Estas estrategias sociológicas
buscan abordar las dinámicas de género y violencia en la escuela, promoviendo una
mayor igualdad, respeto y bienestar para todos los estudiantes (Trianes Torres y
Fernándes- Figares, 2001).

Podemos afirmar también que los chicos, gracias a la influencia de los videojuegos,
televisión… y de la sociedad en general, suelen identificarse con modelos más agresivos
y rebeldes (Pescador, y Domínguez, 2001). Así por lo tanto algunos adolescentes se
encuentran fuera de los requerimientos escolares; algunos son partidarios de resolver los
problemas a través de la violencia, otros son intolerantes e insolidarios; mientras que
otros se comportan de manera rebelde y conflictiva (Pescador, y Domínguez, 2001).

Tercer factor que está relacionado con los comportamientos violentos es el entorno
comunitario definido como el contexto social y físico en el que las personas viven y se
relacionan entre sí. Incluye los aspectos sociales, culturales, económicos y ambientales
que caracterizan a una comunidad específica. El entorno comunitario puede comprender
desde vecindarios y barrios hasta pueblos, ciudades o regiones más amplias (Ruvalcaba-
Romero, Murrieta-Cummingsy, et al., 2016). Es tan alta la relevancia de este factor de
riesgo que autores como Guerra y Dierkshing (2011) prefieren utilizar el término de
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violencia comunitaria para referirse a todo acto de violencia interpersonal de parte de la
comunidad en la que no interviene la familia y que su exposición puede ser de forma
indirecta, no solo el adolescente presencia un acto violento si no que es víctima de ella.

Mcdonald y Richmond (2008), señalaron que la exposición continua de la “violencia


comunitaria” influye sobre las conductas violentas y agresivas en adolescentes que
habitan en zonas urbanas. Más específicamente, debido a los procesos de
independización típicos de esta etapa vital, los adolescentes suelen realizar más
actividades fuera de casa y por lo tanto pasan mayor tiempo en la calle, por lo que se
muestran expuestos o incluso involucrados con más frecuencia en la violencia
comunitaria. La exposición constante a la violencia en la comunidad puede dar lugar a
una serie de problemas, como conductas agresivas, estrés y ansiedad, entre otros. Se ha
observado que los varones suelen experimentar niveles más altos de exposición a la
violencia comunitaria, posiblemente debido a las normas sociales que les atribuyen
competencias socioemocionales y a su propensión a responder con agresión cuando son
víctimas de la violencia en la comunidad.

Cuando estos jóvenes pasan mucho rato en la calle se entiende, como una masificación
de las aceras por parte de los grupos que se forman en ellas y son considerados
“pandilleros” en el aspecto más despectivo del término (Núñex Castillo, K., 2019).

Los entornos rurales o los barrios urbanos con altos niveles de segregación, exclusión
social y pobreza son lugares que presentan mayor inseguridad y pueden influir en el
desarrollo de conductas violentas o rebeldes. En estos entornos, se observa la presencia
de lo que se conoce como "control social", ejercido por la figura del jefe de familia o el
patriarca, quien impone su autoridad sobre los menores y las mujeres.
Lamentablemente, este "control social" se manifiesta a través de actos de violencia
física, que los adolescentes llegan a interpretar como una forma de afecto. Estos jóvenes
creen erróneamente que los maltratos recibidos por parte de sus progenitores son
muestra de su amor hacia ellos (Núñex Castillo, K., 2019).

Por su parte, Francisco Ferrándiz hace alusión a la forma en que a los varones que
residen en “zonas marginales”, la sociedad los cataloga de “peligrosos, incontrolados y
sin futuro”. Ferrándiz lo explica como “un proceso de estigmatización” basado en
“estereotipos hegemónicos donde se insiste en la estigmatización popular de la
masculinidad que transforma a los hombres de los barrios, en sospechosos capaces de

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desequilibrar el tejido social y bloquear la construcción de un futuro para el país”.
(Ferrnadiz, 2002).

Sin embargo, esta situación no solo se debe a los "estereotipos hegemónicos", sino
también a una concepción del espacio en la que la subjetividad se entrelaza con las ideas
que se tienen sobre el espacio, el lugar y la cultura en la sociedad en general. Es crucial
ser consciente de la peculiaridad de la diferencia cultural, es decir, es en la "extrañeza"
de lo familiar y cercano donde surgen los mayores desafíos. La línea divisoria se
establece cuando la diferencia cultural se percibe como "nosotros-como-otros" y "otros-
como-nosotros". (Gupta y Ferguson, 1997).

El estudio realizado por Villatoro, Domenech, et al. (1997) explora la percepción de


seguridad en la ciudad que tengan los jóvenes, así como la vulnerabilidad que sienten de
ser asaltados. De acuerdo con el estudio realizado por Villatoro, Domenech, et al.
(1997) hasta un 90% de los jóvenes consideran a su ciudad como un espacio inseguro.
Esta percepción de inseguridad relacionada con una menor percepción de riesgo
personal se vincula con una alta probabilidad de que el adolescente consuma drogas. Por
su parte, Slatteri y Meyers (2013) sugieren, que las conductas violentas en la comunidad
representan un impacto en la presencia de conductas agresivas en el adolescente.

HIPÓTESIS

La revisión de la literatura que se ha ofrecido en el apartado anterior permite formular


las hipótesis de investigación que se contrastarán empíricamente a lo largo de este
trabajo. A manera de hipótesis de trabajo, se proponen tres de estas relacionadas con los
factores sociales que afectan a las conductas violentas o rebeldes de los adolescentes
tales como; la vida comunitaria, el contexto familiar y el entorno escolar.

Hipótesis 1. La violencia familiar hace que el adolescente entre 12 y 16 años desarrolle


conductas agresivas o rebeldes.

Hipótesis 2. Los entornos inseguros tales como; drogas, alcohol, delincuencia, etc., en la
comunidad desarrolla conductas punibles en los jóvenes.

Hipótesis 3. Las agresiones escolares influyen directamente con la generación de


conductas agresivas o rebeldes.

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Hipótesis 4. Existen diferencias significativas en la agresividad por género presentando
los varones adolescentes actitudes y comportamientos más violentos que las mujeres
adolescentes.

DATOS Y ESTRATEGÍA ANALÍTICA

El principal instrumento utilizado como fuente de datos en este estudio es una encuesta
diseñada con el propósito de recopilar información sobre la violencia en diversos
contextos sociales relevantes: la violencia en el ámbito familiar, en el entorno escolar y
en la comunidad. Para lograr este objetivo, la encuesta se divide en varias secciones. En
primer lugar, se incluyen preguntas de control que son de naturaleza cerrada y se
utilizan para obtener datos demográficos, como nacionalidad, edad, curso académico y
situación familiar. A continuación, se plantea una pregunta abierta que permite recabar
información sobre la situación específica en el centro semiabierto al que se hace
referencia en el estudio. Este enfoque metodológico riguroso busca obtener datos
precisos y relevantes para analizar y comprender la incidencia de la violencia en los
diferentes contextos sociales mencionados.

Este cuestionario se ha administrado a los diversos adolescentes que forman parte del
ámbito privado de la Casa Escuela Santiago Uno. La realización de un estudio mediante
encuestas en una casa-escuela con adolescentes problemáticos se justifica por ser un
grupo altamente específico en el cual la violencia puede estar presente de manera
potencial. Esta particularidad del grupo ofrece una oportunidad para realizar
comparaciones entre género y profundizar en la comprensión de los factores asociados a
la violencia en este contexto específico. Al centrarse en este grupo específico, se pueden
obtener datos y perspectivas únicas que ayuden a comprender los factores subyacentes a
los comportamientos violentos en el contexto de la Casa Escuela Santiago Uno.

Cabe destacar que se trata de un muestreo no aleatorio, ya que los adolescentes


seleccionados provienen exclusivamente del ámbito privado (es decir, aquellos que
pagan una cuota mensual para ingresar a este centro de régimen semiabierto). Esta
selección se realizó debido a las limitaciones de tiempo y a los requisitos adicionales de
permisos necesarios en el ámbito judicial y estatal. Es importante señalar que resulta
altamente significativo realizar estos cuestionarios con aquellos adolescentes que

16
experimentan diariamente la violencia y las dificultades familiares, es decir, quienes la
viven de manera directa.

Por otro lado, se realizan una serie de preguntas cerradas con una escala Likert de 5
puntos que va desde 1 siendo este Muy en desacuerdo y 5 Muy de acuerdo. Las
preguntas de esta encuesta se distribuyen en relación a los tres contextos previamente
investigados: el ámbito familiar, el entorno escolar y, finalmente, la vida comunitaria.

Para estudiar estos diferentes efectos en los diferentes adolescentes escogidos se utiliza
la Escala de Agresividad Física y Social, debido a que se adapta a nuestro contenido del
estudio, analiza el entorno social del adolescente, es una escala de 20 ítems, con un
formato de respuesta Likert (3 a menudo, 2 algunas veces, 1 nunca) y cinco ítems de
control. Los ítems describen la conducta violenta del niño tendiente a herir física y
verbalmente - ítem de ejemplo Me peleo– (α = .85). Y así funcionarían todas las escalas
encargadas de medir este tipo de conductas (Richaud, y Mesurado, 2016).

En cuanto el análisis el pequeño tamaño muestral ha obligado a utilizar las técnicas


estadísticas no paramétricas de carácter bivariado. He utilizado el estadístico U de
Mann-Whitney es una prueba no paramétrica aplicada a dos muestras independientes, se
emplea en este estudio debido al tamaño reducido de la muestra y la presencia de dos
submuestras con distribuciones atípicas. De manera similar, se opta por utilizar el
coeficiente de correlación de Spearman, Este coeficiente se utiliza para medir la
correlación existente entre dos variables ordinales. Esta correlación expresa
cuantitativamente el grado en que dos variables tienden a variar conjuntamente y en qué
sentido; en otras palabras, el grado de relación existente entre esas dos variables. Por lo
que se pretende analizar la relación entre dos variables ordinales (familia y agresividad),
como se discutirá más adelante.

JÓVENES COMO VÍCTIMAS Y VICTIMARIOS DE COMPORTAMIENTOS


VIOLENTOS.

A lo largo de este trabajo, se ha destacado la estrecha relación existente entre ser


víctima y victimario en los comportamientos violentos entre los jóvenes. Se ha
observado que aquellos que presentan comportamientos violentos han sido expuestos
previamente a situaciones de violencia o continúan siendo expuestos a ellas. Esta

17
dinámica plantea la necesidad de examinar los datos relacionados con los jóvenes que
actúan tanto como víctimas como victimarios de agresiones.

En primer lugar, es importante analizar los datos que revelan el número de jóvenes que
han experimentado actos de violencia como víctimas. Esto implica considerar diversos
tipos de agresiones, como agresiones físicas, intimidación o violencia doméstica. Al
comprender la magnitud y las características de la victimización entre los jóvenes, se
pueden identificar factores de riesgo y desarrollar estrategias de prevención y apoyo
adecuadas.

Por otro lado, es igualmente relevante examinar los datos relacionados con los jóvenes
que perpetran actos de violencia. Esto implica investigar las causas subyacentes, los
patrones de comportamiento y los factores de riesgo asociados con la agresión juvenil.
Además, se debe tener en cuenta que algunos jóvenes pueden alternar entre ser víctimas
y victimarios, lo que subraya la complejidad de estas dinámicas y la importancia de un
enfoque integral para abordar la violencia juvenil.

Jóvenes como víctimas de violencia

Según los supuestos de la violencia de los menores se genera en un entorno


desestructurado familiar, un contexto violento en la escuela y en la comunidad, por lo
que se debe ahondar en este aspecto de violencia en la sociedad. Se entiende por
violencia familiar: toda forma de perjuicio o abuso físico o mental, descuido o trato
negligente, malos tratos o explotación, incluido el abuso sexual por parte de los padres
(Comité de los Derechos del Niño. Observación general Nº13 (2011). Derecho del niño
a no ser objeto de ninguna forma de violencia). Los datos disponibles sugieren que los
niños y niñas más pequeños sufren mayor riesgo de violencia física, mientras que los
abusos sexuales afectan en mayor medida a quienes han llegado a la pubertad o
adolescencia (Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030, 2011).

Esta violencia la sufren los niños, niñas y adolescentes menores de 18 años protegidos
por la convención sobre los derechos del niño, la ejercen los padres, madres o
cuidadores principales del menor, hecho que determina muchas de las consecuencias de
esta forma de violencia (Del Moral Blasco, 2018)

18
Los estudios demuestran que los niños y niñas son más victimizados que los adultos en
todos los paises del mundo. En España se estima que más del 25% de los niños y niñas
han sido víctimas del maltrato infantil por parte de sus cuidadores y/o padres. La
violencia hacia la infancia se encuentra en todas las clases sociales, sin embargo, en el
nivel socioeconómico alto ésta se encuentra más invisibilizada, ya que menos del 10%
de los casos de la violencia contra adolescentes se notifica. Los factores de riesgo
familiares no son determinantes ni excluyentes de otros niveles sociales y modelos
familiares. Los estudios ratifican que tanto hombres como mujeres en su rol de
cuidadores ejercen malos tratos hacia los niños y niñas en el ámbito familiar, en todas
sus formas (Del Moral Blasco, 2018).

En cuanto a los diferentes tipos de maltratos; 1 de cada 10 menores es maltratado


físicamente por sus cuidadores o padres, 3 de cada 10 menores son maltratados
emocionalmente por sus cuidadores o padres y 2 de cada 10 menores sufren negligencia
física (Del Moral Blasco, 2018).

Desde la fundación ANAR (ayuda a niños y adolescentes en riesgo), en 2016 se


atendieron 468.754 casos, el 22,7% de las consultas fueron maltrato físico y el 17,6%
por maltrato psicológico. El 70,4% de los casos de violencia atendidos por ANAR entre
2008 y 2016 fue violencia sufrida en el hogar (Del Moral Blasco, 2018)

Los datos más recientes de la violencia familiar son de 2019 y a día de hoy el número
real de víctimas de maltrato infantil en España continúa siendo desconocido, por lo que
es una limitación para realizar el estudio.

En cuanto a la violencia escolar es una realidad que deniega cada día a millones de
niños y jóvenes el derecho humano fundamental de la educación. El Plan Internacional
estima que 246 millones de niños y adolescentes podrían ser víctimas de la violencia en
el interior y alrededor de sus escuelas. Este factor afecta desproporcionadamente a las
niñas, asi como a aquellos que presuntamente no se ajustan a las normas sexuales y de
género predominantes (Unesco, 2021).

En esta misma línea en 2013 se organiza un estudio en los colegios e institutos de


España dentro de la educación secundaria obligatoria con un total de 23.100 alumnos.
En el diagnóstico del acoso y maltrato entre iguales resulta que la estimación global de
la prevalencia del acoso es un 3,8% de víctimas y un 2,4% de acosadores (Díaz-
Aguado Jalón et al., 2013).

19
Un 80% de los estudiantes afirman que ante un acoso escolar o pelea interviene para
detenerla o por lo menos, creen que deberían hacerlo, el 14% no interviene ni cree que
debería y un 6% responde que participa en la agresión (Díaz- Aguado Jalón et al.,
2013).

La victimización es mayor en la adolescencia temprana y se sitúa sobre los 13 años,


mientras que la conducta de acoso se da entre los 11 y 13 años. Por otra parte, algunos
estudios han encontrado que los chicos utilizan más el acoso que las chicas, utilizando
éstas más el papel de intervención para detener la violencia (Díaz- Aguado Jalón et al.,
2013).

En 2017 fueron un total de 1054 casos de acoso escolar detectados en España según el
cuerpo nacional de policía, Guardia Civil y cuerpos de Policía Local, con una variación
del 11,65% respecto al año anterior (EPDATA, 2017)

Figura 4 Denunciados por acoso escolar

Víctimas de acoso escolar


Víctimas de acoso escolar
1200

1000

800

600

400

200

0
2012 2013 2014 2015 2016 2017

Fuente: Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, www.epdata.es

En la Figura 4 se muestra el número de víctimas de acoso escolar denunciadas a lo largo


de los años desde 2012 hasta 2017, siendo este el último año en el que se encuentran
datos, por lo que existe una cierta limitación para su estudio.

En esta figura se aprecia cómo a lo largo de los años ha habido un incremento en el


número de víctimas de acoso escolar. Este aumento podría estar relacionado con el
surgimiento de nuevas formas de acoso debido al avance de la tecnología, lo cual
destaca la necesidad de una mayor intervención educativa para abordar estos casos tan
relevantes. Es evidente que la educación aún no ha abordado de manera suficiente esta

20
problemática y es necesario brindar una mayor visibilidad y conciencia sobre el acoso
escolar, adaptándose a las nuevas formas que surgen con el uso de las nuevas
tecnologías.

Por último, en cuanto a la vida comunitaria destaca el entorno inseguro en la ciudad en


el que intervienen el alcohol, drogas, tabaco, delincuencia adolescente, etc.

En el estudio llevado a cabo por Pereda, Guilera, et al. (2014), se examinó a una
muestra de 1.107 jóvenes provenientes de diversas escuelas en España, abordando como
uno de los temas principales la violencia comunitaria. Los resultados revelaron que 183
participantes fueron testigos de asaltos con armas, 306 fueron testigos de asaltos sin
armas, 139 experimentaron robos con allanamiento de morada, 29 tuvieron algún
familiar o amigo que fue asesinado, 67 estuvieron expuestos a tiroteos, disturbios o
actos de terrorismo, y 7 de ellos estuvieron involucrados en conflictos étnicos o guerras.
En términos generales, se observó una mayor prevalencia de violencia comunitaria entre
los participantes de género masculino. Este estudio evidencia la magnitud de la
violencia experimentada por los jóvenes en el contexto comunitario.

Jóvenes como victimarios

Aunque en líneas generales, se ha observado una tendencia a la disminución del índice


de delincuencia adolescente en muchas regiones. La violencia entre los adolescentes
sigue preocupando a los científicos, gestores políticos, pedagogos y a la ciudadanía
(CITA)

La reducción en niveles de violencia entre adolescente puede atribuirse a una mayor


incidencia de medidas preventivas, programas de rehabilitación y la implementación de
políticas de justicia juvenil orientadas a la reintegración social y el desarrollo personal.
En su mayoría, los delitos cometidos por los jóvenes suelen ser de naturaleza no
violenta. Sin embargo, en algunos lugares se ha registrado un incremento en la
participación de menores en delitos violentos, tales como agresiones físicas o robos con
violencia. Esta situación puede ser atribuible a la influencia de factores comunitarios
(United Nations Office on Drugs and Crime, 2016).

21
Figura 2 Adolescentes condenados por sexo

13,344
11,988 12,147
11,141
10,346

2,828 2,756 2,901 2,840 2,456

2012 2013 2014 2015 2016

Mujeres Varones

Fuente: Elaboración propia (Instituto juvenil, www.injuve.es)

En España también se observa un fenómeno en descenso, el número de infracciones. La


figura 2 muestra que entre los jovenes tanto de un sexo u otro se produce un descenso
de los delitos en menores, aunque en 2014 hubo un repunte significativo, iniciándose
inmediatamente un descenso considerable. En el caso de los varones la variación entre
el año del repunte y el 2016 fue de un 14%, mientras en el caso de las mujeres llegó al
11% (Matas, 2018).

Figura 3 Infracciones penales de menores según sexo.

Resultados nacionales
Condenados. Todos los delitos
Infracciones penales según sexo
Unidades: Infracciones
2013 2014 2015 2016 2017 2018 2019 2020 2021
1 homicidio y sus formas
Total 49 34 51 36 38 33 52 52 63
Hombres 45 29 46 32 34 29 44 47 53
Mujeres 4 5 5 4 4 4 8 5 10
3 Lesiones
Total 2.149 2.163 2.281 4.225 5.671 6.698 7.701 6.227 8.917
Hombres 1.733 1.726 1.822 3.151 4.239 4.988 5.794 4.812 6.807
Mujeres 416 437 459 1.074 1.432 1.710 1907 1415 2110
6 Contra la libertad
Total 797 721 859 1.537 1.798 2.274 2556 1970 2422
Hombres 665 607 712 1.189 1.332 1.710 1902 1498 1867
Mujeres 132 114 147 348 466 564 654 472 555
6.1 Detenciones ilegales y secuestro
Total 22 24 10 13 8 11 16 31 19

22
Hombres 20 23 9 12 6 11 14 27 18
Mujeres 2 1 1 1 2 0 2 4 1
6.2 Amenazas
Total 676 607 743 1.338 1.568 2.044 2182 1711 2156
Hombres 560 501 612 1.030 1.146 1.523 1615 1305 1666
Mujeres 116 106 131 308 422 521 567 406 490
6.3 Coacciones
Total 99 90 106 186 222 219 358 228 247
Hombres 85 83 91 147 180 176 273 166 183
Mujeres 14 7 15 39 42 43 85 62 64
7 Torturas e integridad moral
Total 1.502 1.636 1.743 1.710 1.624 1.630 1.863 1.336 1.471
Hombres 1.116 1190 1.246 1.231 1.180 1.170 1.400 998 1.067
Mujeres 386 446 497 479 444 460 463 338 404
8 Contra la libertad e indemnidad sexuales
Total 232 278 255 289 332 408 548 477 609
Hombres 227 267 251 282 331 401 537 472 595
Mujeres 5 11 4 7 1 7 11 5 14
8.1 Agresiones sexuales
Total 112 98 103 86 103 69 60 54 55
Hombres 111 97 103 86 103 68 59 54 55
Mujeres 1 1 0 0 0 1 1 0 0
8.2 Abusos sexuales
Total 99 142 93 95 107 95 165 159 176
Hombres 99 135 92 94 107 94 161 158 175
Mujeres 0 7 1 1 0 1 4 1 1
8.99 Otros delitos contra la libertad e indemnidad sexuales
Total 21 38 59 95 122 244 323 264 378
Hombres 17 35 56 88 121 239 317 260 365
Mujeres 4 3 3 7 1 5 6 4 13
Total, Delitos menores 13.372 13.886 14.646 21.480 25.842 30.714 36.032 28.834 37.898

Fuente: Elaboración propia (Instituto Nacional de Estadística, www.INE.es)

En el presente gráfico se ilustran los índices delictivos de menores infractores durante el


periodo comprendido entre 2013 y 2021. Se enfatiza, a través de datos estadísticos, la
incidencia del delito de lesiones, seguido por el delito contra la libertad, con especial
énfasis en las amenazas dentro de esta categoría delictiva, a continuación, a esta listase
le añade el delito de torturas e integridad moral. Estas acciones atentan contra los

23
derechos humanos y están prohibidas y castigadas, con pena de cárcel, tanto a nivel
nacional como internacional.

Es importante resaltar que los resultados obtenidos revelan una tendencia creciente en
todos estos delitos a lo largo de los años. Esta observación plantea la necesidad de
analizar y comprender las razones detrás de este aumento, así como proponer medidas
efectivas para abordar y prevenir estos delitos en el futuro.

La creciente incidencia de estos delitos puede indicar una necesidad urgente de realizar
cambios en el sistema educativo y en las estrategias de intervención dirigidas a los
menores. Estos resultados sugieren la importancia de implementar programas de
educación y concientización que aborden específicamente los temas relacionados con la
violencia y el comportamiento delictivo entre los jóvenes. Además, es esencial
promover la participación activa de la comunidad, los padres y los educadores en la
prevención de estos delitos, brindando apoyo y recursos adecuados.

Sin embargo, es fundamental no pasar por alto la disminución en los delitos de abuso
sexual en jóvenes, que contrasta con la tendencia al alza en los demás delitos
analizados. Este hallazgo plantea la importancia de prestar atención a este problema
específico y continuar implementando políticas y medidas de protección y prevención
en esta área, pero sin olvidar los demás delitos que también derivan en una sociedad
peligrosa.

Por consiguiente, la comparación de los delitos cometidos por menores en España con
los de otros países requiere un análisis minucioso y la consideración de múltiples
factores. Aunque en España se ha observado un aumento general en los delitos
perpetrados por menores, la precisión de las comparaciones depende de las
circunstancias propias de cada país.

RESULTADOS

A continuación, se presentarán de manera organizada y estructurada los principales


resultados obtenidos, destacando las tendencias y patrones identificados, así como las
implicaciones que estos resultados tienen para el campo de estudio en cuestión.

En cuanto a las características relacionales de la muestra, se pudo observar que, de los


36 adolescentes participantes en la encuesta, 24 corresponden al género masculino,

24
mientras que la mitad corresponde al género femenino. La edad promedio de los
miembros de la muestra es de 16 años. En cuanto a la distribución por cursos, se
encontró un equilibrio aproximado, con la mayoría de los participantes provenientes de
otros países. Es relevante señalar que un 70% de los adolescentes han residido en la
Casa Escuela Santiago Uno durante al menos 2 años. Además, se evidenció que la
mayoría de los padres de estos jóvenes se encuentran separados o han pasado por un
proceso de divorcio.

Por último, al analizar las diferencias de género, al observar la Tabla 5, no se encuentran


diferencias significativas entre ellos. Sin embargo, se destaca que, en el caso del tiempo
pasado en la Casa Escuela Santiago Uno, son los chicos quienes pasan más tiempo en
comparación con las chicas. Por otro lado, en cuanto al país de origen, se observa que
hay más chicas españolas que de procedencia de otros países. Estos hallazgos sugieren
la existencia de ciertas disparidades en función del género y el origen nacional, lo cual
puede tener implicaciones en la dinámica y la interacción social dentro de la Casa
Escuela Santiago Uno. Es importante profundizar en estos resultados y examinar los
posibles factores subyacentes que podrían influir en estas diferencias.

Tabla 5 Descriptivos

Total Chicos Chicas


n % n % n %
Sexo
Hombre 24 33,3

Mujer 12 66,7
Edad
12 5 13,9 3 12,5 2 16,7
13 5 13,9 3 12,5 2 16,7
14 2 5,6 1 4,2 1 8,3
15 6 16,7 4 16,7 2 16,7
16 18 50 13 54,2 5 41,7
País nacimiento
España 17 47,2 14 58,3 3 25,0
Otros países 19 52,8 10 41,7 9 75,0
Curso
1º ESO 7 19,4 4 16,7 3 25,0
2º ESO 8 22,2 5 20,8 3 25,0
3º ESO 3 8,3 1 4,2 2 16,7
Grado medio 7 19,4 5 20,8 2 16,7

FP 10 27,8 8 33,3 2 16,7

NS/NC 1 2,8 1 4,2


Situación de convivencia padres

25
Separados 13 36,1 8 33,3 5 41,7
Divorciados 10 27,8 8 33,3 2 16,7
Casados 9 25 6 25,0 3 25,0
Solteros 3 8,3 1 4,2 2 16,7
NS/NC 1 2,8 1 4,2
Tiempo en Santiago
,5 1 2,8 1 4,2
1,0 12 33,3 9 37,5 3 25,0
1,5 1 2,8 1 8,3
2,0 13 36,1 7 29,2 6 50,0
3,0 6 16,7 5 20,8 1 8,3
4,0 2 5,6 2 8,3
5,0 1 2,8 1 8,3
Fuente: Elaboración propia.

Tabla 6 Entorno Familiar Muestra Total

Total, muestra Muy en en desacuerdo ni de acuerdo ni de acuerdo muy de Media Error


desacuerdo (1) (2) en desacuerdo (4) acuerdo (5) típico
(3)
Mis padres no me consolaban cuando 22,2 13,9 22,2 5,6 36,1 3,2 0,3
estaba enfadado o deprimido
Mis padres no me ayudaban con la 22,2 36,1 22,2 5,6 13,9 2,5 0,2
tarea si necesitaba ayuda
Mi padre o mi madre me decían que 38,9 2,8 13,9 5,6 38,9 3,0 0,3
devolviera los golpes si alguien me
insultaba o pegaba
Alguna vez he visto a mis padres 44,4 2,8 13,9 5,6 33,3 2,8 0,3
pegarse
He visto a mis padres insultarse 41,7 2,8 13,9 5,6 36,1 2,9 0,3

Mis padres me han insultado en alguna 38,9 0,0 13,9 8,3 38,9 3,1 0,3
ocasión
Indicador conjunto de la seguridad del 13,9 27,8 25,0 19,4 13,9 2,9 0,2
entorno familiar
Fuente: Elaboración propia.

En la afirmación con la que los jóvenes adolescentes muestran mayor acuerdo un 43%,
se destaca que en algún momento sus madres o padres les han instado a devolver
insultos o golpes en caso de ser agredidos, lo que sugiere la creación de un entorno
agresivo por parte de ellos mismos. Además, un 41% de la muestra indican que los
padres los animaban a ejercer violencia en el caso de conflictos verbales o físicos y por
último un 45% ha experimentado insultos por parte de sus padres en algún momento.

26
Utilizando los indicadores individuales, se generó un indicador compuesto que evalúa la
seguridad del entorno familiar en los jóvenes de la Casa Escuela Santiago Uno. Los
resultados revelan que el 33% de los jóvenes han crecido en un entorno propicio a
diversas formas de violencia.

Se detectan diferencias significativas entre el género masculino y femenino. Mientras


que el 17% de los participantes masculinos manifiesta estar muy en desacuerdo con las
afirmaciones relacionadas al entorno familiar, solo el 8% de las participantes femeninas
muestra estar muy en desacuerdo con dichas afirmaciones.

Otra de las grandes diferencias que se observan en las Tablas 7 y 8 es que mientras que
29% de los chicos afirman estar de acuerdo con las afirmaciones del entorno familiar,
un 42% de las chicas afirman haber tenido algún conflicto en el entorno familiar.

Tabla 7 Chicos, Entorno Familiar

Chicos Muy en en ni de acuerdo ni de muy de Media Error


desacuerdo (1) desacuerdo en desacuerdo (3) acuerdo acuerdo (5) típico
(2) (4)
Mis padres no me consolaban cuando estaba 16,7 12,5 29,2 4,2 37,5 3,3 0,3
enfadado o deprimido
Mis padres no me ayudaban con la tarea si 29,2 37,5 16,7 4,2 12,5 2,3 0,3
necesitaba ayuda
Mi padre o mi madre me decían que 41,7 4,2 12,5 8,3 33,3 2,9 0,4
devolviera los golpes si alguien me insultaba o
pegaba
Alguna vez he visto a mis padres pegarse 45,8 4,2 12,5 8,3 29,2 2,7 0,4

He visto a mis padres insultarse 41,7 4,2 12,5 8,3 33,3 2,9 0,4

Mis padres me han insultado en alguna 41,7 12,5 12,5 33,3 3,0 0,4
ocasión
Indicador conjunto de la seguridad del 16,7 29,2 25,0 16,7 12,5 2,8 0,3
entorno familiar
Fuente: Elaboración propia.

Tabla 8 Chicas, Entorno Familiar

Chicas Muy en en ni de acuerdo ni de muy de Media Error


desacuerdo desacuerdo en desacuerdo (3) acuerdo acuerdo (5) típico
(1) (2) (4)
Mis padres no me consolaban cuando estaba 33,3 16,7 8,3 8,3 33,3 2,9 0,5
enfadado o deprimido
Mis padres no me ayudaban con la tarea si 8,3 33,3 33,3 8,3 16,7 2,9 0,4
necesitaba ayuda
Mi padre o mi madre me decían que 33,3 16,7 50,0 3,3 0,5
devolviera los golpes si alguien me insultaba o
pegaba
Alguna vez he visto a mis padres pegarse 41,7 16,7 41,7 3,0 0,6

He visto a mis padres insultarse 41,7 16,7 41,7 3,0 0,6

Mis padres me han insultado en alguna 33,3 16,7 50,0 3,3 0,5
ocasión

27
Indicador conjunto de la seguridad del 8,3 25,0 25,0 25,0 16,7 3,2 0,4
entorno familiar
Fuente: Elaboración propia.

En cuanto al entorno escolar, más de la mitad (56%) del total de la muestra, afirma
sentirse muy en desacuerdo o en desacuerdo con estas afirmaciones sobre el entorno
escolar, por lo que no sería algo peligroso para desarrollar un entorno violento en los
adolescentes, ya que tan solo el 8% afirman estar de acuerdo con las afirmaciones de un
entorno escolar inseguro.

La afirmación que prevalece con mayor frecuencia entre estos adolescentes (42%) es
que no pueden expresar comentarios positivos sobre sus profesores, incluso si los
piensan. Esto podría ser resultado de una falta de apoyo por parte de los profesores ante
situaciones violentas en el aula o durante el recreo.

En segundo lugar, un 36% de los adolescentes afirman que no pueden decir cosas
agradables sobre sus compañeros, lo que sugiere que el ambiente escolar puede no
resultar atractivo para ellos. Estos hallazgos señalan la existencia de desafíos en las
relaciones interpersonales dentro de la escuela y la importancia de promover un clima
escolar más positivo y propicio para el desarrollo y el bienestar de los adolescentes.

Entre las diferencias de género en el entorno escolar, se destaca que un 17% de los
participantes masculinos se muestra muy en desacuerdo con las cuestiones planteadas,
mientras que un 50% de las participantes femeninas también lo está. Estos resultados
sugieren que las chicas parecen ser menos propensas a la violencia en el entorno escolar
y muestran una mayor consideración antes de actuar en comparación con los chicos, ya
que, de forma global, los chicos afirman en una cantidad mayor estar de acuerdo o muy
de acuerdo en cuanto a las afirmaciones del entorno escolar mientras que las chicas
afirman en mayor cantidad estar muy en desacuerdo y en desacuerdo.

Tabla 9 Entorno escolar, Muestra Total

Total, muestra Muy en en ni de acuerdo ni de muy de Media Error


desacuerdo desacuerdo en desacuerdo (3) acuerdo acuerdo (5) típico
(1) (2) (4)

No tengo o no tenía ni un buen amigo en el 47,2 5,6 13,9 2,8 30,6 2,6 0,3
colegio
Alguna vez me han pegado o me han 47,2 13,9 8,3 30,6 2,8 0,3
insultado en la escuela
¿Alguna vez NO ha acudido al centro debido 27,8 27,8 36,1 8,3 2,0 0,3
a que se sentía inseguro?
No puedo decir cosas agradables de mis 41,7 2,8 11,1 5,6 38,9 3,0 0,3

28
profesores, incluso cuando las estoy pensando
No puedo llegar a decir cosas agradables de 41,7 2,8 19,4 2,8 33,3 2,8 0,3
mis compañeros de la escuela
Indicador conjunto de la seguridad del 27,8 27,8 36,1 8,3 2,3 0,2
entorno escolar
Fuente: Elaboración propia.

Tabla 10 Chicos, Entorno escolar

Chicos Muy en en ni de acuerdo ni de muy de Media Error


desacuerdo desacuerdo en desacuerdo (3) acuerdo acuerdo (5) típico
(1) (2) (4)

No tengo o no tenía ni un buen amigo en el 45,8 8,3 8,3 4,2 33,3 2,7 0,4
colegio
Alguna vez me han pegado o me han 33,3 12,5 8,3 45,8 3,3 0,4
insultado en la escuela
¿Alguna vez NO ha acudido al centro debido 58,3 8,3 12,5 20,8 2,4 0,4
a que se sentía inseguro?
No puedo decir cosas agradables de mis 45,8 4,2 8,3 8,3 33,3 2,8 0,4
profesores, incluso cuando las estoy pensando
No puedo llegar a decir cosas agradables de 37,5 4,2 16,7 4,2 37,5 3,0 0,4
mis compañeros de la escuela
Indicador conjunto de la seguridad del 16,7 29,2 41,7 12,5 2,5 0,19
entorno escolar
Fuente: Elaboración propia.

Tabla 11 Chicas, Entorno escolar

Chicas Muy en en ni de acuerdo ni de muy de Media Error típico


desacuerdo desacuerdo en desacuerdo (3) acuerdo acuerdo (5)
(1) (2) (4)

No tengo o no tenía ni un buen amigo en el 50,0 25,0 25,0 2,5 0,5


colegio
Alguna vez me han pegado o me han 75,0 16,7 8,3 1,6 0,3
insultado en la escuela
¿Alguna vez NO ha acudido al centro debido 83,3 16,7 1,3 0,2
a que se sentía inseguro?
No puedo decir cosas agradables de mis 33,3 16,7 50,0 3,3 0,5
profesores, incluso cuando las estoy pensando
No puedo llegar a decir cosas agradables de 50,0 25,0 25,0 2,5 0,5
mis compañeros de la escuela
Indicador conjunto de la seguridad del 50 25 25 1,75 0,25
entorno escolar
Fuente: Elaboración propia.

29
En el contexto comunitario, se evidencia la presencia de un peligro, dado que el 42% de
la muestra manifiesta estar de acuerdo con dichas afirmaciones, mientras que el 17% se
muestra muy de acuerdo. Estos resultados indican que este factor constituye una
amenaza para los jóvenes y podría tener un impacto en el desarrollo de la violencia en
este entorno.

Específicamente, un 73% de los participantes afirma estar muy de acuerdo o en


desacuerdo en que ha presenciado en más de una ocasión arrestos de personas en su
entorno residencial. Además, un 71% señala que en su entorno cercano hay consumo de
drogas, tanto ilegales como legales. Estos hallazgos indican que el entorno comunitario
o social puede desempeñar un papel importante al analizar la violencia juvenil.

No se observan diferencias significativas entre los géneros masculino y femenino. Para


analizar estas diferencias de manera precisa, se recomienda realizar pruebas estadísticas
específicas de contraste. Específicamente contamos con un 82% de chicos que están en
desacuerdo con las afirmaciones frente a un 241% de chicos que afirman estar muy de
acuerdo. Por otro lado, las chicas afirman estar muy en desacuerdo en un 117% en estas
cuestiones frente a un 235% de chicas estando muy de acuerdo, por lo que se afirma que
no hay diferencias muy significativas en la muestra.

Tabla 12 Entorno comunitario, Muestra Total

Total, muestra Muy en en desacuerdo ni de acuerdo de muy de Media Error


desacuerdo (2) ni en acuerdo acuerdo (5) típico
(1) desacuerdo (4)
(3)
Me siento inseguro/a en el barrio en el que 58,3 5,6 13,9 22,2 2,2 0,3
vivo
Más de una vez ví como arrestaban a alguien 13,9 2,8 11,1 2,8 69,4 4,1 0,2
donde yo vivo
La gente de mi alrededor consume drogas 13,9 13,9 5,6 66,7 4,1 0,2
(legales e ilegales)
La gente de mi alrededor bebe alcohol casi 19,4 16,7 2,8 61,1 3,9 0,3
todos los días
Indicador conjunto de la seguridad del 11,1 2,8 27,8 41,7 16,7 3,5 0,2
entorno comunitario
Fuente: Elaboración propia.

Tabla 13 Chicos, Entorno comunitario

Chicos Muy en en ni de acuerdo ni de muy de Media Error


desacuerdo desacuerdo en desacuerdo (3) acuerdo acuerdo (5) típico
(1) (2) (4)

Me siento inseguro/a en el barrio en el que vivo 50,0 16,7 33,3 2,0 0,3

Más de una vez ví como arrestaban a alguien 8,3 16,7 75,0 4,0 0,3
donde yo vivo

30
La gente de mi alrededor consume drogas 8,3 16,7 75,0 4,0 0,3
(legales e ilegales)
La gente de mi alrededor bebe alcohol casi todos 16,7 25,0 58,3 3,9 0,3
los días
Indicador conjunto de la seguridad del entorno 12,5 4,2 29,2 41,7 12,5 3,4 0,2
comunitario
Fuente: Elaboración propia.

Tabla 14 Chicas, Entorno comunitario

Chicas Muy en en ni de acuerdo ni de muy de Media Error


desacuerdo desacuerdo en desacuerdo (3) acuerdo acuerdo (5) típico
(1) (2) (4)

Me siento inseguro/a en el barrio en el que vivo 62,5 8,3 12,5 16,7 2,7 0,5

Más de una vez ví como arrestaban a alguien 16,7 4,2 8,3 4,2 66,7 4,3 0,4
donde yo vivo
La gente de mi alrededor consume drogas 16,7 12,5 8,3 62,5 4,3 0,4
(legales e ilegales)
La gente de mi alrededor bebe alcohol casi todos 20,8 12,5 4,2 62,5 3,8 0,5
los días
Indicador conjunto de la seguridad del entorno 8,3 25,0 41,7 25,0 3,8 0,3
comunitario
Fuente: Elaboración propia.

Tabla 15 Comportamientos agresivos Muestra Total

Total, muestra Muy en en ni de acuerdo ni de muy de Media Error


desacuerdo desacuerdo en desacuerdo (3) acuerdo acuerdo (5) típico
(1) (2) (4)

Alguna vez he pegado a mis padres 47,2 2,8 13,9 5,6 30,6 2,7 0,3

¿Has participado alguna vez en una pelea física 38,9 2,8 16,7 5,6 36,1 3,0 0,3
en la escuela?
Alguna vez he pegado a algún compañero en la 44,4 13,9 8,3 33,3 2,9 0,3
escuela (recreo, pasillos, baño…)
Alguna vez he amenazado a algún compañero 52,8 11,1 11,1 25,0 2,6 0,3

Alguna vez me ha detenido la policía 36,1 2,8 11,1 5,6 44,4 3,2 0,3

Indicador conjunto comportamiento agresivo 36,1 13,9 19,4 13,9 16,7 2,6 0,3

Fuente: Elaboración propia.

En relación con los comportamientos agresivos, se observa que un 42% de los


participantes manifiesta estar muy en desacuerdo o en desacuerdo con haber participado
en peleas físicas en la escuela, mientras que un 42% muestra estar muy de acuerdo con
haber experimentado esta situación, por lo que no se mostrarían diferencias entre uno y
otro. Destaca que un 50%, la mitad de la muestra afirma haber sido detenido alguna vez
por un policía, seguido por un 36% que reporta haber pegado alguna vez a un
compañero en cualquier sitio de la escuela. Estos datos sugieren la presencia de
comportamientos agresivos entre los adolescentes de la Casa Escuela Santiago Uno, lo
cual indica la necesidad de implementar una intervención educativa en esta comunidad.
Estos hallazgos respaldan la importancia de abordar de manera activa y efectiva los

31
problemas de agresión y violencia entre los adolescentes, con el objetivo de fomentar un
entorno seguro y saludable para su desarrollo integral.

En relación al indicador conjunto de comportamientos agresivos en el género masculino


y femenino, se observa que un 34% de los participantes masculinos están de acuerdo o
en desacuerdo, mientras que solo un 25% de las participantes femeninas comparten esta
afirmación. Estos resultados señalan que existe un nivel más alto de contexto violento
entre los participantes masculinos en comparación con las participantes femeninas.

Sin embargo, el análisis de los resultados descriptivos no indica diferencias


significativas entre los géneros en relación al entorno escolar. Ambos grupos presentan
niveles similares de acuerdo y desacuerdo en las cuestiones planteadas, lo que indica
que no hay una marcada discrepancia en las actitudes hacia la violencia en este contexto
entre chicos y chicas.

Tabla 16 Chicos, Comportamientos agresivos

Chicos Muy en en ni de acuerdo ni de muy de Media Error


desacuerdo desacuerdo en desacuerdo (3) acuerdo acuerdo (5) típico
(1) (2) (4)
Alguna vez he pegado a mis padres 50,0 4,2 12,5 8,3 25,0 2,5 0,4

¿Has participado alguna vez en una pelea física 41,7 4,2 16,7 8,3 29,2 2,8 0,4
en la escuela?
Alguna vez he pegado a algún compañero en la 45,8 12,5 12,5 29,2 2,8 0,4
escuela (recreo, pasillos, baño…)
Alguna vez he amenazado a algún compañero 54,2 8,3 16,7 20,8 2,5 0,4

Alguna vez me ha detenido la policía 29,2 4,2 8,3 8,3 50,0 3,5 0,4

Indicador conjunto comportamiento agresivo 41,7 8,3 16,7 16,7 16,7 2,7 0,4

Fuente: Elaboración propia.

Tabla 17 Chicas, Comportamientos agresivos

Chicas Muy en en ni de acuerdo ni de muy de Media Error


desacuerdo desacuerdo en desacuerdo (3) acuerdo acuerdo (5) típico
(1) (2) (4)

Alguna vez he pegado a mis padres 41,7 16,7 41,7 3,0 0,6

¿Has participado alguna vez en una pelea física 33,3 16,7 50,0 3,3 0,5
en la escuela?
Alguna vez he pegado a algún compañero en la 41,7 16,7 41,7 3,0 0,6
escuela (recreo, pasillos, baño…)
Alguna vez he amenazado a algún compañero 50,0 16,7 33,3 2,7 0,5

Alguna vez me ha detenido la policía 50,0 16,7 33,3 2,7 0,5

Indicador conjunto comportamiento agresivo 25,0 25,0 25,0 8,3 16,7 2,6 0,3

Fuente: Elaboración propia.

32
En el contexto del estudio realizado, se encontraron diferencias de género significativas
en el indicador conjunto de seguridad en el entorno escolar. Esto significa que las
medianas de seguridad en el entorno escolar difieren entre los géneros estudiados. Para
realizar las pruebas hemos aplicado el estadístico U de Mann-Whitney que es una
prueba no paramétrica que se utiliza para comparar las medianas de dos grupos
independientes cuando los datos no siguen una distribución normal.

No se encontraron diferencias significativas de género en cuanto a la percepción de


seguridad, el nivel de comportamiento agresivo y el entorno familiar. Por lo tanto, no
sería relevante profundizar más en este aspecto, ya que los resultados indican una
similitud en estas áreas entre ambos géneros.

Para evaluar otras posibles diferencias de género en diferentes aspectos, se requiere


realizar pruebas adicionales. Estas pruebas permitirán contrastar estadísticamente las
diferencias y determinar si son significativas.

Tabla 18 Diferencias por género

Diferencias por género - estadístico U Mann-Withney


Indicador conjunto de la seguridad del entorno familiar 119,500
Indicador conjunto de la seguridad del entorno escolar 205,5*
Indicador conjunto de la seguridad del entorno comunitario 116,500
Indicador conjunto comportamiento agresivo 136,000
Fuente: Elaboración propia.

33
En el contexto del estudio realizado, se encontraron diferencias de género significativas
en el indicador conjunto de seguridad en el entorno escolar. Esto significa que las
medianas de seguridad en el entorno escolar difieren entre los géneros estudiados. Para
realizar las pruebas hemos aplicado el estadístico U de Mann-Whitney que es una
prueba no paramétrica que se utiliza para comparar las medianas de dos grupos
independientes cuando los datos no siguen una distribución normal.

No se encontraron diferencias significativas de género en cuanto a la percepción de


seguridad, el nivel de comportamiento agresivo y el entorno familiar. Por lo tanto, no
sería relevante profundizar más en este aspecto, ya que los resultados indican una
similitud en estas áreas entre ambos géneros.

Para evaluar otras posibles diferencias de género en diferentes aspectos, se requiere


realizar pruebas adicionales. Estas pruebas permitirán contrastar estadísticamente las
diferencias y determinar si son significativas.

Tabla 19 Correlaciones

Correlación Spearman
Entorno familiar* agresividad
total 0,514**
chicos 0,782**
chicas 0,411*
Entorno escolar* agresividad
total 0,233
chicos 0,229
chicas 0,437
Entorno comunitario* agresividad
total 0,306
chicos 0,320
chicas 0,279
Fuente: Elaboración propia.

Además de los análisis anteriores, se llevaron a cabo pruebas adicionales con el objetivo
de examinar la posible relación entre diferentes tipos de entornos y los niveles de
agresividad en el conjunto de la muestra, así como analizando por separado a chicos y
chicas. Estas pruebas permitieron explorar cómo factores contextuales, como el entorno
familiar, escolar y comunitario, pueden influir en los niveles de agresividad de los
jóvenes.

Para estas pruebas se han aplicado la correlación de Spearman que es una medida
estadística utilizada para evaluar la relación entre dos variables cuando los datos no

34
siguen una distribución normal o cuando se presentan valores atípicos, como en este
estudio.

En el contexto del estudio realizado en la Casa Escuela Santiago Uno, se encontró una
correlación positiva significativa entre la agresividad y el entorno familiar. Esto indica
que a medida que aumenta la percepción de agresividad en los adolescentes, también
aumenta la percepción de un entorno familiar propenso a la violencia. La fortaleza de
esta relación se refleja en el coeficiente de correlación de Spearman, que es cercano a
uno, lo que sugiere una relación fuerte entre ambas variables.

Estos resultados sugieren que el entorno familiar desempeña un papel importante en la


generación de conductas violentas en los adolescentes de la Casa Escuela Santiago Uno.
Sin embargo, es importante tener en cuenta que la correlación no establece una relación
causal directa entre las demás variables.

En conclusión, la correlación de Spearman ha permitido identificar una relación


significativa y fuerte entre la agresividad y el entorno familiar en los adolescentes de la
Casa Escuela Santiago Uno. Estos hallazgos resaltan la importancia de abordar el
entorno familiar como un factor clave en la prevención y manejo de la violencia juvenil.

Además, al comparar las medias del estadístico U Mann-Whitney, se observaron


diferencias significativas únicamente entre el género masculino y femenino en el
entorno escolar. Estos hallazgos resaltan la importancia de enfocarse en la intervención
educativa con el objetivo de promover una sociedad saludable y equitativa. Es
fundamental abordar las disparidades identificadas en el entorno escolar entre ambos
géneros, a fin de fomentar un ambiente educativo inclusivo y propicio para el desarrollo
integral de todos los estudiantes.

CONCLUSIONES

Discusión de resultados

El propósito de este estudio analizar la relación entre tres dimensiones del entorno
social: ámbito familiar, contexto escolar y comunitario, y cómo afectan estas en las
conductas violentas de los adolescentes de entre 12 y 16 años de edad. Para ello se ha
realizado un estudio mediante la encuesta entre una muestra de 36 adolescentes tanto de

35
género masculino como del femenino, residentes de la Casa Escuela Santiago Uno, del
ámbito privado.

El estudio ha revelado que el 33% de la muestra está de acuerdo o muy de acuerdo con
las afirmaciones sobre las dificultades del entorno familiar, por lo que estos
adolescentes viven que sus padres le insulten, le peguen o le digan que devuelva los
golpes o insultos a otros jóvenes. Sin embargo, no podría establecerse de manera
inequívoca una relación causa-efecto, sería conveniente hablar de variables mediadoras
o correlaciones entre un factor determinado, el contexto familiar y el efecto o
consecuencia de este en la violencia adolescente. En este sentido sería muy difícil tratar
de controlar cada una de las variables que podrían tener algún efecto sobre los sujetos
(Aguilar Cárceles, 2012).

En cuanto al contexto escolar pasa algo diferente, debido a que casi la mitad de la
muestra (46%) afirma estar en desacuerdo o muy en desacuerdo con estas afirmaciones,
frente a un 13% que está de acuerdo con esto, sin embargo, no es significativo en la
creación de conductas violentas en la etapa adolescentes, pero si existen ciertas
diferencias en cuanto al género, por lo que las chicas pensarían más los
comportamientos que llevan a cabo frente a un género masculino agresivo y con cierta
rebeldía. A pesar de esto, es de suma importancia abordar el tema de la agresividad en
los estudiantes, ya que cuando se manifiesta una conducta negativa relacionada con la
violencia, existe una alta probabilidad de que desencadene un comportamiento cruel y
socialmente destructivo. Esto implica causar daño físico o verbal a otra persona, así
como buscar dañar las relaciones interpersonales o el estatus social de los demás en
muchos casos (Cordero Ríos, 2022).

Por último, en cuanto a la vida comunitaria, están de acuerdo o muy de acuerdo 58%
frente al 14% de los que no están de acuerdo o muy en desacuerdo, por lo que se
supondría que este contexto influye en la muestra estudiada, sin embargo, realizando un
análisis estadístico de U Mann Withney el único factor significativo sería el contexto
escolar. Siendo muy importante su estudio debido a que la violencia comunitaria forma
parte de la vida cotidiana de cada vez más niños y adolescentes, particularmente en las
grandes ciudades. La exposición a este tipo de violencia ha sido asociada con el
desarrollo de varios problemas conductuales y emocionales, tales como conductas
agresivas y delincuentes, ansiedad y depresión (Mels y Fenández, 2015).

36
Existiendo una correlación significativa entre la agresividad y el ámbito familiar,
significando esto que existe una conexión estadística entre estas dos variables. Esto
puede significar que existe una tendencia en el que las personas que crecen en entornos
familiares conflictivos o con falta de afecto, tienden a mostrar niveles más altos de
agresividad en comparación con aquellas personas que crecen en entornos familiares
estables y con un gran apoyo.

Los resultados confirman que la hipótesis 1 cumple una correlación entre la violencia
juvenil y el entorno familiar, debido a que tanto presenciar comportamientos violentos
en la infancia y adolescencia como experimentar actos violentos aboga hacia un
probable entorno violento a largo o mediano plazo.

Howitt (2002) afirma que las experiencias en la infancia serían de gran importancia en
el desarrollo de la criminalidad adolescente. Sin embargo, no todos los criminales
mostrarían sus índices de criminalidad a edades tempranas. La delincuencia sería
razonablemente predecible de manera temprana en algunos menores. Igualmente, el
comportamiento antisocial sería una forma de delincuencia juvenil predictora de la
delincuencia en la adultez.

En cuanto a este factor de riesgo, Loeber y Farrington (2001), dicen que los mayores
predictores del establecimiento temprano de la violencia responden al tamaño del grupo
familiar, habilidades o destrezas parentales e historial en alguno de los progenitores.

La hipótesis 2 no se confirma. Debido a que en este estudio la vida comunitaria no es un


factor que influya en la construcción de conductas agresivas en los jóvenes estudiados.
Por lo que se puede llegar a pensar que, en Salamanca, al ser una ciudad pequeña, no
existe un gran peligro como para que su entorno llegue a ser significativo. Aunque en
Salamanca crezcan los menores delincuentes o condenados y estén expuestos a la
violencia comunitaria, en la Casa Escuela Santiago Uno no sería un factor importante
para estudiar.

La hipótesis 3 no se confirma. El contexto escolar no favorecería la generación de


conductas violentas en los adolescentes de la Casa Escuela Santiago Uno ya que, gracias
a los resultados obtenidos, el 56% de los adolescentes del centro afirman no estar de
acuerdo con las afirmaciones reflejadas en el cuestionario. Esto puede ser debido a los
grandes programas de intervención y de prevención de violencia en las aulas
establecidos en Salamanca, asi como el trabajo que se hace día a día para la integración

37
de los alumnos nuevos en las aulas de los colegios de Salamanca. En este programa de
intervención se realizan diferentes pruebas de forma online a los alumnos de las aulas.
Ofreciendo estos resultados al orientador, al equipo directivo y al tutor con el objetivo
de actuar de un modo integrador (educa.JCYL, 2020).

La hipótesis 4 no se confirma de forma completa. Ya que las diferencias significativas


en la agresividad por género tan solo son destacables en el entorno escolar, en este
estudio, los hombres tendrían una mayor tendencia a adoptar la violencia para
solucionar los problemas y las mujeres a ser más comprensivas y menos violentas. Para
citar un caso, en el estudio de Maite Garaigodobil, Jone Aliri y Vanesa Martínez-
Valderrey (2013), confirmaron diferencias significativas entre el género masculino y el
género femenino en el contexto escolar, mostrando que los chicos adolescentes
justifican más el uso de la violencia y rechazan menos el uso de la violencia que las
chicas adolescentes.

Limitaciones del estudio

Aunque considero que este estudio arroja unos resultados sustanciales y contribuye al
debate sobre los comportamientos violentos y sus correlatos es necesario ser consciente
de sus múltiples limitaciones.

En primer lugar, el tamaño de la muestra ya que, al ser tan limita, por lo que, dificulta
la búsqueda de relaciones y generalizaciones significativas a partir de los datos. Las
pruebas estadísticas utilizadas podrían requerir de un tamaño de muestra más grande
para asegurar una distribución representativa de la población y ser considerados
representativos de los grupos de personas. También hay que tener en cuenta que el
acceso a este segmento de población es muy complicado debido a sus características y,
en especial, al lugar donde debían realizarse las entrevistas y sus limitaciones horarias y
permisivas. También la ausencia de algunos datos puede limitar el alcance o fiabilidad
de alguno de los análisis y resultar ser un obstáculo significativo para encontrar una
tendencia, generalización o relación significativa. Unida a esta limitación está la falta de
estudios previos de investigación sociológica del presente tema, lo cual dificulta
establecer las bases para entender el problema de investigación que se está analizando.
Así mismo los efectos de las variables se podrían ver perjudicados por no poder obtener

38
una visión más específica en estas, ya que los resultados solo nos muestran una imagen
parcial y fragmentada de la relación existente entre las variables.

Este análisis arroja la luz sobre posibles correlaciones entre entornos sociales más
cercanos a los jóvenes y sus actitudes y comportamientos violentos. No obstante, este
estudio está lejos de establecer claras relaciones causales lo que requiere desarrollo de
un sistemático estudio basado en una muestra más amplia y el uso de las técnicas
analíticas más avanzadas, algo que no fue posible en este estudio dado el reducido
tamaño muestral.

Por último, la falta de reportación de estos temas hace que no se pueda estudiar toda la
tipología de casos ni aplicar ciertos programas de intervención o prevención a todos los
adolescentes que lleven a cabo estos comportamientos violentos. Por lo que nuestro
estudio quedaría limitado a aquellos casos en los que las victimas tengan la fuerza
necesaria para poner denuncia y asi poder estudiar a los adolescentes juzgados y
condenados.

Futuras líneas de investigación

El presente estudio sienta las bases para futuras investigaciones en el campo de los
comportamientos violentos de los jóvenes, proporcionando información relevante sobre
los factores sociales que influyen en dichos comportamientos. A partir de los hallazgos
obtenidos, se pueden identificar varias líneas de investigación prometedoras que pueden
ser exploradas en estudios futuros.

Este estudio pone de manifiesto la necesidad de analizar el papel del impacto y las
consecuencias de la violencia escolar, ya que esto conlleva efectos devastadores: miedo,
ansiedad, indefensión, estrés, nerviosismo, trastornos de sueño, dificultad de
concentración escolar, frustración, baja autoestima, depresión, irritabilidad, falta de
confianza, ira, somatizaciones y como consecuencia más grave, el suicidio (Hinduja y
Patchin, 2010). Esta nueva modalidad de maltrato e intimidación entre jóvenes se ha
convertido en un problema relevante y con preocupación social por su riesgo
impredecible (Clemente, 2016). Por lo que sería importante el estudio de este fenómeno
y el papel que tiene en la sociedad para la creación de conductas violentas en los
adolescentes.

39
Continuando por esta línea, la familia es el principal núcleo de desarrollo social y
psicológico, por lo que es importante estudiar más a fondo, el papel que esta desarrolla
en la violencia adolescente, ya que la familia ha experimentado grandes cambios,
emergen nuevos entornos y modelos de convivencia familiares, más libres y plurales,
los cuales no se estudian como factor clave en el desarrollo de estas conductas. Estas
situaciones no son ajenas al menor y pueden producir episodios de carencias afectivas,
tensión familiar y desarrollo de comportamientos peligrosos en el adolescente
(Clemente, 2016)

También es importante estudiar por qué la violencia en la calle sigue año tras año siendo
tan importante a nivel social. Los chicos y chicas cada vez pasan más tiempo en las
calles por lo que estarían más expuestos a la violencia comunitaria y a entornos
desfavorecidos o empobrecidos, por lo que podría dar lugar a la influencia negativa de
grupos delictivos, la falta de oportunidades educativas y laborales, la desintegración
familiar, entre muchos otros factores que podrían afectar a las habilidades para la
resolución pacífica de conflictos en los adolescentes.

Por último, siguiendo esta línea, a nivel sociológico podríamos incluir también variables
de tipo contextual ya que, según el modelo contextual propuesto por Bradbury y
Fincham (2013) sobre la interacción interpersonal se sostiene que las consecuencias de
una conducta específica dependen del contexto en el que ocurre. Por lo que la violencia
podría verse afectada por cada contexto que en este estudio se describe, estando
interconectadas unas con otras. Estos contextos, como el ámbito familiar, el entorno
escolar y la comunidad, se entrelazan entre sí, generando una dinámica compleja en la
que cada uno afecta y se ve afectado por los demás. Es decir, la violencia en el ámbito
familiar tiene repercusiones en el contexto escolar y en la violencia comunitaria, al igual
que estas últimas influyen en la violencia familiar. Existe una interconexión entre estos
contextos que configura el panorama general de la violencia y requiere un análisis
sociológico para comprender en su totalidad sus causas y consecuencias.

Por tanto, sería relevante estudiar el papel de las tres variables estudiadas
conjuntamente. Ya que, los estudios referidos al estudio de la violencia adolescente,
trata estas tres variables por separado, por lo que no tienen el mismo efecto en la
sociedad. En este estudio destaca la influencia que tiene el ámbito familiar en cuanto al
desarrollo de la violencia adolescente, por lo que se debería de hacer diferentes estudios
sobre esto, asi como la creación de programas de prevención primaria de la violencia,
40
facilitando una resolución pacífica de los conflictos entre la familia y el adolescente, y,
por tanto, el establecimiento de relaciones sanas y basadas en el respeto.

También, deberíamos de seguir implementando estudios centrándonos en analizar las


variables que se relacionan con la violencia en los adolescentes. En general, las
investigaciones y estudios sobre los adolescentes realizados hasta ahora, se centran en
crear un perfil del agresor y las víctimas, enfocando este problema desde una
perspectiva individual y personalizada. Pero también cabe abordar el tema desde una
visión más social en la que los padres, junto con los maestros y la sociedad en
general, tienen parte de responsabilidad (Yuste y Pérez, 2008).

También es importante recalcar la falta de información y de experiencias que existe de


la violencia adolescente desde la visión del propio joven. La mayoría de los artículos se
refieren a una visión psicológica, de las consecuencias que tiene esta violencia en los
jóvenes o en el entorno cercano. Para futuros estudios, sería interesante contar con un
grupo de control que nos permitiera un mayor conocimiento sobre la visión de los
jóvenes en el tema estudiado, asi como de la experiencia de los condenados.

Otra linea de estudio interesante sería la relativa a la parte emocional. Deberíamos


seguir estudiando el papel de las emociones en la prevención de la violencia
adolescente. Podríamos profundizar en la influencia que tiene experimentar múltiples
emociones negativas, pero, también el posible papel preventivo del uso de violencia que
las emociones positivas pueden tener.

Por otra parte, podríamos estudiar más en profundidad el papel que tiene la Casa
Escuela Santiago Uno en la prevención del manejo de las conductas violentas ya
desarrolladas en los adolescentes que están internos en este centro. Los adolescentes que
ocupan este centro son individuos que están condenados, que sus padres han tenido
problemas para poder mantenerlos o que, por el contrario, quieren internarlos como
“castigo”.

La Casa Escuela Santiago Uno intenta abordar a estos adolescentes y brindarles apoyo,
educación y herramientas para su reintegración social y personal, convirtiéndose en un
referente en la atención y tratamiento de los jóvenes que han estado involucrados en
situaciones violentas. Se encarga, por tanto, de proporcionar un ambiente seguro y
estructurado a los jóvenes, alejado de aquellos contextos familiares o sociales que
pueden haber contribuido a generar un comportamiento violento. Esto les permitirá

41
iniciar un proceso de cambio y desarrollo personal en un entorno pacífico y fomentando
el respeto mutuo.

Por lo que sería interesante realizar un estudio profundizando en los proyectos que se
llevan a cabo y sus consecuencias en estos jóvenes.

Los futuros estudios deberían aportar una visión que tenga en cuenta las dinámicas
culturales actuales.

La violencia y agresión afecta de manera desigual a los grupos de la sociedad, afectando


de manera especial e irreversible a un grupo etáreo y tan vulnerable como son los
adolescentes, en plena búsqueda y construcción de identidad, aceptando o trasgrediendo
las normas y valores de la sociedad culturalmente impuestas (Silva, 2006). En base a
esto, la inclusión de una medida de cultura de la violencia en nuestros futuros estudios
podría ayudar a clarificar las bases y el origen, tanto en el ámbito familiar, contexto
escolar y la vida comunitaria relacionada con la violencia presente en los adolescentes
tanto de género masculino como de género femenino, sin hacer distinciones.

Implicaciones para políticas publicas

En el presente estudio, hemos identificado que, dentro de nuestra muestra, el factor


determinante ante comportamientos de violencia es el ámbito familiar. Estos resultados
resaltan la necesidad de que las políticas públicas enfoquen su atención de manera
prioritaria a la prevención e intervención en el ámbito familiar, mediante la
implementación de diversos programas.

Hay que tener en cuenta que la violencia adolescente es un fenómeno complejo de


analizar en el que interviene la familia, núcleo de referencia vital para el adolescente, la
escuela, ámbito de pertenencia en el que desarrolla gran parte de su formación como
persona y a nivel social y la vida comunitaria, en el que se ayuda para establecer sus
relaciones sociales y crearse como adolescente. Por lo que entre estos tres contextos se
debe de compartir la responsabilidad educativa y protección de los jóvenes ante
situaciones problemáticas de conducta como son las agresiones violentas (Clemente,
2016).

Es fundamental, por tanto, que se promueva la conciencia en las familias acerca de la


importancia de crear un entorno familiar saludable, donde los adolescentes puedan

42
crecer, desarrollarse y madurar en un ambiente propicio. Esto implica alejarse de
situaciones en las que se vean expuestos a malos tratos, insultos o riñas con los padres,
cambiándolas en su lugar por relaciones basadas en el respeto la comunicación efectiva.

La implicación de las políticas públicas en el ámbito familiar tiene el potencial de


generar un impacto significativo en la prevención de la violencia adolescente. Al
enfocarse en la promoción de un contexto familiar positivos, se pueden reducir los
factores de riesgo y fomentar los factores de protección que contribuyen al bienestar del
adolescente.

Por todo esto, es necesario desarrollar programas de intervención que brinden un cierto
apoyo y orientación a las familias, proporcionando herramientas necesarias para mejorar
la dinámica familiar y fortalecer los lazos efectivos entre padres e hijos. Estos
programas pueden incluir asesoramiento psicológico, educación en habilidades
parentales, mediación familiar y actividades de fomento de la comunicación y
resolución pacífica de conflictos.

También es esencial implementar estrategias de prevención que promuevan una mayor


conciencia sobre la importancia del entorno familiar en el desarrollo de los
adolescentes. Por lo que sería muy bueno la creación de campañas en medios de
educación, talleres comunitarios en las diferentes ciudades y organizaciones sobre este
tema sin fines de lucro.

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