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UNIDAD ACADÉMICA DE CIENCIAS SOCIALES

CARRERA DE PSICOLOGÍA CLÍNICA

ALBERT BANDURA Y EL APRENDIZAJE COGNOSCITIVO SOCIAL EN


EL DESARROLLO DE CONDUCTAS AGRESIVAS EN NIÑOS

ROMERO YAGUACHI KAROL ESTEFANIA


PSICÓLOGA CLÍNICA

MACHALA
2018
UNIDAD ACADÉMICA DE CIENCIAS SOCIALES

CARRERA DE PSICOLOGÍA CLÍNICA

ALBERT BANDURA Y EL APRENDIZAJE COGNOSCITIVO


SOCIAL EN EL DESARROLLO DE CONDUCTAS AGRESIVAS EN
NIÑOS

ROMERO YAGUACHI KAROL ESTEFANIA


PSICÓLOGA CLÍNICA

MACHALA
2018
UNIDAD ACADÉMICA DE CIENCIAS SOCIALES

CARRERA DE PSICOLOGÍA CLÍNICA

EXAMEN COMPLEXIVO

ALBERT BANDURA Y EL APRENDIZAJE COGNOSCITIVO SOCIAL EN EL


DESARROLLO DE CONDUCTAS AGRESIVAS EN NIÑOS

ROMERO YAGUACHI KAROL ESTEFANIA


PSICÓLOGA CLÍNICA

VILLAVICENCIO AGUILAR CARMITA ESPERANZA

MACHALA, 10 DE JULIO DE 2018

MACHALA
10 de julio de 2018
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2
RESUMEN

Karol Estefanía Romero Yaguachi


C.I: 0925683310
keromeroy_est@utmachala.edu.ec

La conducta agresiva se define como cualquier forma de acción o daño sobre las demás
personas, como resultado de los acontecimientos anteriores o posteriores al suceso de
agresión. Bandura y su teoría del aprendizaje cognitivo social sostiene que la agresividad
infantil es el resultado de observar el comportamiento de modelos; si bien la agresión se
aprende en los primeros años de vida, esta es considerada como una conducta espontánea
que llega a convertirse en un instrumento al servicio de los impulsos básicos propiciados
por el aprendizaje social del niño. Por lo tanto, la mayoría de las conductas violentas que
los niños observan, recuerdan o imitan son acciones de modelos provenientes de las
familias o que los medios de comunicación exhiben. La presente investigación es de
naturaleza descriptiva teniendo por objetivo identificar la influencia del aprendizaje social
en el desarrollo de conductas agresivas en los niños, así como también determinar
recomendaciones que permitan un adecuado abordaje del mismo. De acuerdo a
numerosas investigaciones se pudo determinar que existe una relación directa entre el
aprendizaje social y la conducta agresiva infantil, los niños que observan frecuentemente
violencia a través de la televisión, los videojuegos y el internet tienden a desarrollar más
conductas agresivas que aquellos niños que no observan escenas con contenido violento;
la relación positiva entre la exposición de los medios de comunicación y la conducta
agresiva sugiere que ver violencia a través de cualquier medio incrementa
significativamente las tendencias agresivas de los niños obtenidas mediante factores
biológicos y familiares.
Palabras Clave: aprendizaje social, agresividad, observación, medios de comunicación.

ABSTRACT

Aggressive behavior is defined as any form of action or harm on other people, as a result
of events before or after the event of aggression. Bandura and his theory of social learning
argues that childhood aggression is the result of observing the behavior of models;
Although aggression is learned in the first years of life, it is considered a spontaneous
behavior that becomes an instrument at the service of the basic impulses fostered by the
child's social learning. Therefore, most of the violent behaviors that children observe,
remember or imitate are actions of models from families or that the media exhibit. The
present investigation is of descriptive nature having as objective to identify the influence
of social learning in the development of aggressive behaviors in children, as well as to
determine recommendations that allow an adequate approach to it. According to
numerous investigations it was possible to determine that there is a direct relationship
between social learning and aggressive child behavior, children who frequently observe
violence through television, video games and the internet tend to develop more aggressive
behaviors than those children who they do not watch scenes with violent content; The
positive relationship between the exposure of the media and aggressive behavior suggests
that seeing violence through any means significantly increases the aggressive tendencies
of children obtained through biological and family factors.
Key Words: social learning, aggression, observation, media.

1
ÍNDICE

INTRODUCCIÓN ............................................................................................................ 3
EL APRENDIZAJE SOCIAL Y LAS CONDUCTAS AGRESIVAS ............................. 4
CONCLUSIONES .......................................................................................................... 12
BIBLIOGRAFÍA ............................................................................................................ 13

2
INTRODUCCIÓN

Diversos estudios han demostrado que las conductas agresivas habituales en jóvenes
surgen por medio del aprendizaje en las interacciones tempranas de los niños con su
medio ambiente (Roldán, Duque, Barrera, & Pérez, 2011). Una de las teorías que más se
ha utilizado para comprender la agresividad en los niños es la Teoría del Aprendizaje
Social de Albert Bandura, la cual argumenta que los individuos aprenden a través de su
entorno social, considerando al funcionamiento humano como el resultado de una serie
de interacciones de factores ambientales, factores personales y factores conductuales
(Medrano & Flores, 2017; Ornelas, Blanco, Viciana, & Rodríguez, 2015).

El presente trabajo expone la agresión infantil fundamentada en la Teoría del Aprendizaje


Social, cuyo objetivo es identificar la influencia del aprendizaje social en el desarrollo de
conductas agresivas en los niños. De acuerdo a estudios realizados tales como el “Muñeco
Bobo” realizada por Bandura, D. Ross y S. Ross, demostró que los niños expuestos a
escenas mediáticas de violencia son impulsados a imitar la misma conducta agresiva;
además, la imitación se hace más evidente cuando los niños tienen acceso a juguetes
similares encontradas en las escenas televisadas (Barroso, 2016).

Es importante saber identificar aquellas repercusiones que tiene el aprendizaje de


conductas agresivas en los niños a través de la observación de modelos representativos o
medios de comunicación con el propósito de que se pueda prevenir o modificar estas
conductas negativas que posteriormente puedan desencadenar en conductas o trastornos
antisociales si no son tratadas a tiempo. Así mismo, tiene como finalidad responder a la
interrogante: ¿Existe una influencia entre el aprendizaje por medio de la observación de
contenidos violentos y la conducta agresiva en los niños? Este trabajo nos permite ampliar
conocimientos acerca del aprendizaje y la agresividad en niños, así como también sirve
de antecedente para poder realizar nuevas investigaciones que puedan dar solución a esta
problemática, dadas las conclusiones, existe una influencia entre el aprendizaje y la
conducta agresiva en los niños que impiden un adecuado desarrollo de su personalidad.

3
EL APRENDIZAJE SOCIAL Y LAS CONDUCTAS AGRESIVAS

Los primeros años de vida del ser humano son cruciales para el desarrollo óptimo y
saludable del mismo. El niño nace en un ambiente rico en expectativas, valores, normas
y tradiciones provenientes de su entorno familiar y social, factores que junto con otras
circunstancias contribuirán a moldear su personalidad mediante el aprendizaje diario (La
Madriz, 2017). La Teoría del Aprendizaje Cognoscitivo Social de Albert Bandura se
enfoca en el grado en el que los individuos aprenden no solo de la experiencia directa,
sino también mediante la observación de lo que le sucede a otros individuos o escuchar
acerca de algo; por lo tanto, el aprendizaje de nuevas conductas o adquisición de nuevos
conocimientos se adoptan sin haberlas realizado o sin haber sido reforzados por ellas
(Ramírez, 2013).

Esta teoría analiza la conducta humana dentro del marco referente al modelo de
reciprocidad tríadica, la cual establece que el comportamiento humano es el resultado de
una interacción bidireccional entre la conducta, los factores personales y las influencias
ambientales; por lo tanto, el comportamiento humano depende de la interacción entre
estos tres componentes, cabe mencionar que la influencia relativa de cada componente
varía en función de las personas, dinamismo y el entorno (Dahab, Minici, & Rivadeneria,
2016). Sobre el entorno, afirman Tovar y Crespo (2015):

El ambiente favorece el aprendizaje, la demostración de procedimientos, las habilidades


y la retroalimentación correctiva como elementos cercanos al trabajo real, (…). Para
Bandura la influencia del contexto social es importante en la formación y la modificación
de la conducta. (p. 117)

Sobre esta afirmación se puede decir que los factores de carácter social demuestran su
gran influencia en cuanto al desarrollo de la personalidad de una persona. En adición, el
contexto social en el cual una persona se encuentra inmersa puede contribuir a que se
desencadenen conductas sociales negativas como lo es la agresividad infantil (Andreu,
2017). Bandura demostró que la gente puede aprender una conducta sin ser reforzada por
hacerlo y que no es lo mismo aprender una conducta que realizarla mediante un
experimento denominado “Muñeco Bobo” a principios del año 1960. El objetivo de este
experimento fue el de observar la aparición de conductas agresivas en niños partiendo del

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supuesto de que si un individuo observa modelos de conductas agresivas este ejecutara la
misma conducta (Moctezuma, 2017).

En dicho experimento, una muestra de niños preescolares fue dividida en tres grupos; el
primer grupo de niños observó como un adulto golpeaba a un muñeco mientras que el
segundo grupo de niños observó lo contrario, un adulto jugando tranquilamente con el
muñeco sin agredirlo, el tercer grupo de niños no vio nada sirviendo de grupo de control.
Inmediatamente después de la observación, los niños fueron acompañados
individualmente a otra habitación en la que encontraron un muñeco y juguetes para
analizar las conductas que iban a ejecutar; además, reveló que el primer y segundo grupo
de niños habían aprendido a imitar la conducta del modelo igualmente bien y con gran
precisión, comprobando de esta manera las hipótesis propuestas por Bandura, los niños
aprendieron una conducta agresiva sin ser reforzados por hacerlo y sin ver que el modelo
fuera reforzado por ello (Mejía, 2015).

La teoría del aprendizaje social figura como uno de los principales modelos que explican
el desarrollo de la conducta agresiva en las personas. La agresividad, considerada como
una conducta básica y primaria en la actividad de los seres vivos que puede manifestarse
a nivel tanto físico, emocional, cognitivo y social, depende en parte de factores biológicos,
no obstante el verdadero aprendizaje de esta se lleva a cabo dentro del entorno familiar,
en el grupo de iguales o cualquier otro contexto social en el cual el individuo se encuentra
inmerso (López L. , 2015).

La agresión puede definirse como cualquier acto que tiene como finalidad herir o hacer
daño ya sea física o psicológicamente a otro individuo. Por un lado, la conducta agresiva
constituye parte de un instinto innato, desarrollado ya sea por dolor o frustración; sin
embargo para Bandura, la frustración solo provoca agresión en individuos que han
aprendido a responder de manera agresiva como único medio de resolver y afrontar
situaciones no deseadas (Hikal, 2016).

La Organización Mundial de la Salud (como se citó en Martín, Valle y Navarro, (2016))


define a la agresión como:

Uso intencional de la fuerza física o el poder, tanto si es real como una amenaza, contra
uno mismo, otro individuo o contra un grupo o comunidad, que resulta o tiene una alta
probabilidad de acabar en lesiones, muerte, daño psicológico, alteraciones en el desarrollo
o privación. (p.1)

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De este modo, la agresión se considera una conducta hostil y negativa que conlleva una
intencionalidad y termina en consecuencias negativas hacia otras personas. Según Ortega
y Alcázar (2016) la agresión es comprendida como un elemento básico de supervivencia,
con el objetivo de eliminar cualquier amenaza mediante el daño físico o verbal y que se
encuentra influida por factores ambientales; por lo tanto, los factores psicosociales y
biológicos juegan un papel fundamental en el modelado de dicha conducta. En base a las
diferentes definiciones que se pueden encontrar acerca de la agresividad, tres elementos
resaltan en casi todas ellas: la intencionalidad, la cual busca alcanzar el objetivo de hacer
daño, las consecuencias negativas que causa la agresividad a las demás personas y por
último la variedad en cómo se manifiesta la agresividad, ya sea de menor o mayor
frecuencia como también si se es de manera física o verbal (Obregón, 2017).

Penado, Andreu y Peña (2014), clasifican a la agresión como reactiva y proactiva; la


agresión reactiva es aquel comportamiento básico o primario originado por una amenaza
externa que viene acompañado de una activación emocional profunda e impulsividad
cuya única meta principal es causar daño al otro. Por otro lado, la agresión proactiva es
aquella que percibe como una estrategia la cual se lleva a cabo con una finalidad que se
extiende más allá de solo hacer dañar al otro, es catalogada como un tipo de agresión
instrumental y organizada que busca alcanzar algún otro objetivo o beneficio; por
consiguiente, la agresión proactiva se la relaciona con problemas de conducta y
delincuencia juvenil mientras que a la agresión reactiva con problemas de atención y
victimización (González, Carrasco, Del Barrio, & Gordillo, 2013).

La agresión proactiva tiene su fundamento en la teoría del aprendizaje social; Bandura


expone en su análisis que la agresión es una conducta aprendida por medio de la
observación y el modelado de las conductas de los otros demostrado en su experimento
“muñeco bobo” mencionado anteriormente; adicional a lo anterior, el autor propone dos
tipos de mecanismos de la agresión: mecanismos que originan la agresión y mecanismos
que mantienen la agresión (Mornhineg & Herrera, 2017).

Como ya se ha mencionado anteriormente, dentro de los mecanismos que originan la


agresión se encuentra la experiencia directa del sujeto y la observación (Carrasco &
González, 2006). Según Burela, Piazza, Alvarado, Gushiken, & Fiestas (2014), seis de
cada diez niños reciben castigos físicos por parte de sus padres; el ser víctima de maltrato
infantil aumenta significativamente la probabilidad de ejercer violencia posteriormente

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porque el niño el ser castigado físicamente se convierte en un patrón de crianza
socialmente aceptado.

Las conductas de las personas se ven influenciadas por el entorno familiar y social en los
cuales se manifiestan conductas agresivas regularmente, así como también los modelos
precedentes de los medios de comunicación, los cuales ejercen influencia ya sea de
manera gráfica o verbal (Mornhineg & Herrera, 2017); cabe recalcar que el grado de esta
influencia dependerá de la predisposición que tenga la persona para actuar de forma
agresiva, así como también si el modelo observado representa para esa persona una figura
representativa (Santos & Romera, 2013).

Orde (2014) aporta:

Algunos investigadores sugieren que hay una relación recíproca en la que los niños con
tendencias agresivas buscan contenidos mediáticos más violentos e incluso se ven más
afectados por ellos que otros jóvenes, lo que crea una espiral descendente. (p. 40)

Si bien es cierto que los contenidos mediáticos ejercen influencia en los niños, aquellos
que poseen una predisposición a la agresión ya sea por factores biológicos como también
ambientales, son más vulnerables a ser atraídos y buscar constantemente estos contenidos.
Los mecanismos que mantienen la agresión hacen referencia al reforzamiento vicario, el
autoreforzamiento y el reforzamiento externo directo, ya sea reforzamiento positivo o
negativo (Mendoza, 2016); si bien es cierto que inicialmente los comportamientos de
agresión surgen como una respuesta defensiva hacia el entorno agresivo en donde se
encuentra inmerso el individuo, el refuerzo y la consistente práctica desarrollarán
procesos los cuales desencadenarán una agresión proactiva (Muñoz & Romero, 2017).

Diversos estudios han demostrado que la agresividad, específicamente la agresividad


física, comienza al final del primer año de vida del niño; por consiguiente, la conducta
agresiva comienza a desarrollarse en la niñez temprana y conlleva a una mayor expresión
en la adolescencia para luego disminuir a medida que se llega a la adultez (Penado,
Andreu, & Peña, 2014); sin embargo, se considera necesario distinguir la diferencia entre
el juego brusco y los actos de verdadera agresividad en la infancia debido a que por lo
general los niños en especial tienden a jugar mediante el contacto físico o simulación de
peleas, sin la intención de hacer daño al otro y mostrando actitud de juego, a diferencia
de los verdaderos actos de agresión los cuales manifiestan intención de hacer daño,

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acompañado de sentimientos de desconfianza, dificultades en la comunicación y en las
relaciones personales (Castro & Morales, 2013).

El comportamiento agresivo afecta negativamente las relaciones sociales que el infante


va estableciendo a lo largo de su desarrollo y a su vez compromete el desenvolvimiento
de una integración saludable en diferentes ambientes, el aprendizaje por observación
juega un papel fundamental en el origen y mantenimiento de dicho comportamiento en la
niñez temprana (Gamboa, Barros, & Barros, 2016).

A pesar de que los factores genéticos permiten que los rasgos o predisposiciones a
comportamientos agresivos se desarrollen dentro de un ambiente específico, Bandura
expone que el contexto es el que juega un papel mayor en la conducta de los niños, más
específicamente los modelos observados y los valores proporcionados dentro del seno
familiar, seguido de aquellos medios de comunicación que propician la violencia y la
agresión (Rimaicuna, 2014).

Como ya se ha mencionado anteriormente, la agresión es un comportamiento que se logra


aprender a través de la observación y el modelado del comportamiento de otros individuos
(Blasco & Orgilés, 2014); el modelo de imitación social propuesto por Bandura afirma
que las conductas se aprenden de familiares o modelos cercanos afectivamente; por lo
tanto, el comportamiento de niños agresivos es el resultado de un aprendizaje por
imitación basadas en conductas comunicativas negativas dentro del entorno familiar y
social (López L. , 2015).

Por consiguiente, los modelos observados dentro del contexto familiar constituyen un
factor de riesgo para el desarrollo de conductas agresivas en los niños; las características
involucradas en una familia disfuncional que potencian esta conducta son: presencia de
adicciones o compulsiones, estilos parentales autoritarios o permisivos, poca
comunicación entre padres e hijos, presencia de violencia doméstica entre los
progenitores, falta de apoyo emocional hacia los hijos, castigos físicos o maltrato infantil
(Rivera & Cahuana, 2016). La imitación ha sido considerada como un medio crucial de
transmisión de conductas y comportamientos debido a que las acciones observadas
originan el instinto o impulso innato de copiarlas, los niños muestran una fuerte tendencia
a imitar acciones o conductas inusuales que los atraen; a pesar de que la imitación no
siempre es inmediata, los niños terminan imitando acciones o conductas que observan
constantemente (Barrios, 2016; Rimaicuna, 2014).

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Cabe mencionar, que la imitación también es ejecutada en base a los modelos precedentes
de los medios de comunicación, estos también se encuentran dentro contexto social en el
cual los niños aprenden comportamientos y se ven diariamente influenciados (Garín,
Huenchuleo, Leal, Muñoz, & Rehbein, 2013); estudios longitudinales y correlaciónales
han sido elaborados a través de los años con el propósito de aportar evidencia acerca de
la relación que existe entre los medios de comunicación violentos y sus efectos en la
población tales como la televisión , la música y los videojuegos (Pérez, Mampaso, Corbi,
& Martín, 2014).

Un estudio longitudinal hecho por Rowell Huesmann desde 1960 hasta 1981, periodo en
el que se transmitió altas dosis de contenidos violentos en especial acerca de la Guerra de
Vietnam, utilizó una muestra de 856 estudiantes los cuales asistían a la escuela primaria,
la muestra fue estudiada a lo largo de diez años, llegando a la conclusión de que existía
una fuerte relación entre la presentación de televisión violenta y la conducta criminal
adulta (Pérez, Mampaso, Corbi, & Martín, 2014).

Dentro de los medios de comunicación más utilizados y accesibles a los niños se


encuentran la televisión, los videojuegos y el internet; uno de los potenciales más
efectivos de estos medios es el suscitar emociones e identificaciones colectivas creando
un impacto emocional que puede estimular comportamientos altruistas, xenófobos y
violentos. Hoy en día, las personas han hecho de los medios de comunicación una
herramienta con la cual llenan su tiempo libre; sin embargo, muchas veces estos medios
han sustituido el rol de la familia, disminuyendo casi completamente la comunicación
entre padres e hijos debido a que absorbe la mayoría de su tiempo; más aún, muchas veces
los padres delegan a sus hijos un tiempo indefinido sin supervisión de ver televisión, ver
videos en internet o jugar videojuegos con el fin de mantenerlos ocupados (Castro &
Morales, 2013).

Debido a la falta de supervisión o a su vez a la tolerancia que tienen los padres hacia sus
hijos y los medios de comunicación, los niños cada vez tienen más libre acceso hacia un
alto contenido de violencia y agresión sometiéndose a un continuo impacto negativo que
junto a otros factores de riesgo promueven el desarrollo de conductas agresivas (Castro
& García, 2013).

Diversos estudios han demostrado que el grado de influencia ejercida por los medios de
comunicación en los niños es similar al grado de influencia ejercida en los adultos

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(Maraver & Aguaded, 2013). Black y Bevan realizaron en 1992 un estudio con adultos
en cuatro situaciones diferentes para medir la tendencia que tienen las personas para
ejecutar comportamientos agresivos: la primera muestra de adultos en una sala de cine
esperando a que empiece una película violenta, la segunda muestra se encontraba
esperando que empiece una película no violenta, la tercera muestra, después de haber
presenciado una película violenta y la última muestra, después de haber presenciado una
película sin contenido violento; se evidenció que las personas que presentan
predisposición a realizar conductas agresivas o cierta tendencia, son atraídas hacia los
medios de comunicación con contenido violento; además, se reveló que los medios con
contenido violento intensifican y promueven aún más esta tendencia (Igartua, 2002).

La agresividad infantil abarca un patrón de comportamientos negativos que no solamente


afectan al niño, también afectan la esfera familiar, social y en especial, impide un
adecuado desempeño dentro del área escolar; por lo tanto, se considera necesaria la
intervención cognitiva-conductual individual del infante, combinado junto a la
intervención y entrenamiento con los padres y docentes que forman parte de su contexto
social (Hikal, 2016).

El tratamiento psicoterapéutico enfocado en el niño requiere en primera instancia la


psicoeducación, con el objetivo de concientizar al infante acerca del problema y la
importancia que tiene el modificar las conductas agresivas; el entrenamiento en
autocontrol facilita en el niño la adquisición de habilidades de afrontamiento mediante
técnicas como las autoinstrucciones, control de la ira, detección del pensamiento conjunto
al entrenamiento en relajación y entrenamiento en resolución de problemas. La
reestructuración cognitiva ayuda a cambiar aquellas creencias o pensamientos que utiliza
el niño para justificar su conducta agresiva, acerca de su mundo y su manera de afrontarlo;
adicionalmente, el entrenamiento en habilidades sociales y el entrenamiento en valores
prosociales ayuda a modificar la conducta agresiva debido a que el primer entrenamiento
promueve la asertividad como respuesta alternativa a la agresividad mientras que el
segundo fomenta valores y conductas positivas (Rizo, 2014).

Debido a que las primeras relaciones que establece un niño son con sus padres o
cuidadores primarios, es importante una relación paterno-filial efectiva y funcional, así
como también el representar modelos de comportamientos sanos y positivos para sus
hijos. Primeramente, es necesario orientar a los padres mediante la psicoeducación acerca
de la agresividad y los principios de aprendizaje social; el entrenamiento en habilidades
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básicas parentales propicia herramientas tales como técnicas de modificación de
conductas, orientaciones y pautas educativas encaminadas a desarrollar una relación
paterno-filial positiva mediante el uso de la disciplina positiva. (López P. , 2014). La
disciplina positiva es un modelo educativo basado en la comunicación, el amor y la
empatía que genera relaciones familiares positivas promoviendo herramientas a los
padres para entender la conducta del niño y guiarlo u orientarlo siempre de forma firme
y respetuosa sin el uso de castigos físicos o luchas de poder (García & García, 2009).

Se recomienda la mediación familiar con el objetivo de reforzar la interacción tanto de la


pareja como la del padre y el niño mediante la adquisición de estrategias de resolución de
conflictos, trabajando el vínculo afectivo y la comunicación asertiva (Rizo, 2014); con
respecto a los medios de comunicación, Chacón (2004) propone pautas a seguir para el
uso adecuado de los medios de comunicación; el imponer límites, con el objetivo de
establecer un horario y límite de tiempo acorde al niño. La regulación de los medios de
comunicación es necesaria para que los padres puedan encontrar un equilibrio acerca de
qué información los niños pueden tener acceso; promoviendo programas, videos y
videojuegos que ofrezcan patrones de comportamientos adecuados en la facilitación de la
adaptación social y por otro lado, bloqueando aquellos que fomenten la violencia (Hikal,
2016).

La participación de los padres al observar junto a sus hijos programas de televisión o


videos fomenta la comunicación mediante la expresión de opiniones que tiene el niño
acerca de los programas propiciando de esta manera un espacio de educación en donde
los padres puedan enseñar a los niños a diferenciar entre la fantasía y la realidad, entre las
agresiones vistas en pantallas y la real, promoviendo así el análisis crítico de los mismos
(Chacón, 2004).

En el ámbito escolar, se considera necesario que los docentes propicien un ambiente de


cooperación en los infantes, trabajando en la empatía para de esta manera lograr
desarrollar una genuina preocupación por los demás mediante juegos integrativos y
cooperativos, es importante que todo lo logrado en el ámbito escolar sea reforzado en el
ámbito familiar (Andreu, 2017).

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CONCLUSIONES

La teoría del aprendizaje social de Albert Bandura argumenta que el aprendizaje de las
conductas agresivas en los niños es el resultado de observar el comportamiento de otras
personas (modelos) o representaciones; la mayoría de las conductas violentas que los
niños observan, recuerdan o imitan son acciones que los modelos provenientes de las
familias o los medios de comunicación exhiben. Por lo tanto, existe una relación directa
entre la agresión infantil y el entorno familiar, debido a las relaciones que se presentan al
interior de ellas; el conjunto de factores ambientales como son los estilos de crianza, los
castigos físicos, el rechazo y las conductas agresivas de los padres funcionan como
moderadores potenciales en los efectos generados por la observación de contenido
violento a través de los medios de comunicación.

La agresión en la niñez es el resultado de una combinación de factores genéticos,


psicológicos, familiares y de aprendizaje que interactúan entre sí. Sin embargo, de
acuerdo a diversas investigaciones, los niños que observan frecuentemente violencia por
medio de la televisión, internet o videojuegos tienden a desarrollar conductas agresivas
que aquellos niños que no observan escenas con contenido violento; la relación positiva
entre la exposición de violencia y la conducta agresiva sugiere que ver violencia a través
de los medios de comunicación incrementa significativamente las tendencias agresivas
de los niños obtenidas a través de factores biológicos y familiares además de relacionarse
con el desarrollo de hábitos antisociales que persisten en el tiempo y que incluso pueden
llegar a desencadenar trastornos.

Debido al potencial que los medios de comunicación, específicamente la televisión, tiene


de suscitar emociones e identificaciones colectivas creando un impacto emocional que
puede llegar a estimular comportamientos violentos, es importante enseñar a los padres
habilidades básicas parentales que promuevan la regularización en cuanto al uso de la
televisión y los niños, promoviendo medios de comunicación que ofrezcan patrones de
comportamientos adecuados en la facilitación de la adaptación social y por otro lado
bloqueando aquellos canales que fomenten la violencia.

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