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La Constitución Pastoral "Gaudium et spes" aborda temas como la persona humana, la comunidad, la actividad humana, el matrimonio y la familia. Describe la dignidad de la persona creada a imagen de Dios y con libertad. Examina las causas del ateísmo y la respuesta de la Iglesia. Explora la vocación de la humanidad a constituirse como una sola familia y promover el bien común a través de la justicia social y el respeto mutuo.
La Constitución Pastoral "Gaudium et spes" aborda temas como la persona humana, la comunidad, la actividad humana, el matrimonio y la familia. Describe la dignidad de la persona creada a imagen de Dios y con libertad. Examina las causas del ateísmo y la respuesta de la Iglesia. Explora la vocación de la humanidad a constituirse como una sola familia y promover el bien común a través de la justicia social y el respeto mutuo.
La Constitución Pastoral "Gaudium et spes" aborda temas como la persona humana, la comunidad, la actividad humana, el matrimonio y la familia. Describe la dignidad de la persona creada a imagen de Dios y con libertad. Examina las causas del ateísmo y la respuesta de la Iglesia. Explora la vocación de la humanidad a constituirse como una sola familia y promover el bien común a través de la justicia social y el respeto mutuo.
El 7 de diciembre de 1965, el Concilio Vaticano II aprobó la Constitución Pastoral “Gaudium et
spes” sobre la Iglesia en el mundo actual que, no obstante, los años transcurridos, sigue teniendo plena vigencia en nuestros días. Su denominación deriva de las tres primeras palabras con las que comienza su texto: “los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo…son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo…”. Está dirigido al género humano y no solo a los cristianos. La humanidad, admirada de sus avances técnicos y de su poder, sigue preguntándose de manera angustiosa sobre las cuestiones que tales avances y poder no han resuelto: hacia dónde va el mundo, que puesto y que misión tiene el hombre en el universo, cual sea el sentido del esfuerzo tanto individual como colectivo y cual sea el último destino de la humanidad. El Concilio Vaticano II pretendió que la Iglesia dialogase con este mundo sobre estas cuestiones y transmitiese la respuesta que ella tiene, porque considera que es la persona la que hay que salvar y la sociedad humana la que hay que renovar. “Es, por consiguiente, el hombre, pero el hombre todo entero, cuerpo y alma, corazón y conciencia, inteligencia y voluntad, quien será el objeto central de las explicaciones que van a seguir”. LA PERSONA. ¿Qué es el hombre? La Revelación nos permite dar respuesta a la verdadera situación del hombre, dar explicaciones a sus enfermedades y conocer la dignidad de su vocación. ¿Qué es el hombre para que tú te acuerdes del él? ¿O el hijo del hombre para que te cuides de él? Apenas lo has hecho inferior a los ángeles al coronarlo de gloria y esplendor. Tú lo pusiste sobre la obra de tus manos. Todo fue puesto por ti debajo de sus pies (Ps. 8, 5-7). La libertad: La verdadera libertad es signo eminente de la imagen divina en el hombre. La dignidad requiere que el hombre actúe según su conciencia y libre elección. El hombre alcanza la dignidad cuando tiende a su fin, con la libre elección del bien. La muerte: Es el máximo enigma de la vida humana. La fe cristiana enseña que la muerte corporal, que entró en la historia a consecuencia del pecado, será vencida cuando el Salvador restituya al hombre. Es Cristo quien con su Resurrección ha ganado para el hombre la victoria sobre la muerte. La fe responde al interrogante sobre el destino futuro del hombre y, al mismo tiempo, permite la comunión con los seres queridos arrebatados por la muerte. El ateísmo: Es uno de los fenómenos más graves de nuestro tiempo. Se produce cuando uno se desentiende de la unión íntima y vital con Dios, o la niega expresamente. Formas de ateísmo: Negar a Dios expresamente, creer que nada puede decidirse sobre Dios, considerar inútil el planteamiento de la cuestión, explicar solo la cosas científicamente, afirmar que no hay verdades absolutas, despreocupación total por el hecho religioso, violenta protesta por el mal en el mundo, excesivo apego a los bienes de la tierra (materialismo). Respuesta de la Iglesia: Con gran preocupación quiere profundizar y examinar en profundidad las causas. Reconocer a Dios no como contrario a la dignidad humana, pues esta tiene su fundamento en Dios, que da la libertad. Cuando falta el fundamento divino, la dignidad sufre graves lesiones y quedan sin solución los enigmas de la vida, de la muerte, de la culpa y del dolor. No puede haber discriminación entre creyentes y no creyentes a la hora de colaborar en la edificación del mundo. La Iglesia sabe que su mensaje está de acuerdo con los deseos más profundos del corazón humano. LA COMUNIDAD HUMANA La vocación humana según el plan de Dios: Dios ha querido que los hombres constituyan una sola familia y que se traten entre sí con espíritu de hermanos. El amor de Dios y del prójimo es el primero y el mayor de los mandamientos. La promoción del bien común: El bien común es el conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a las asociaciones y a sus miembros el logro más pleno y más fácil de la propia perfección. El respeto a la persona: Cada uno debe considerar al prójimo como “otro yo”. Ese respeto abarca al anciano, al emigrante, al desterrado, al hijo ilegítimo, al hambriento. Son prácticas infamantes que degradan la civilización humana: Cuanto atente contra la vida. Cuanto viole la integridad de las personas. Cuanto ofende a la dignidad humana. La igualdad esencial entre los hombres y la justicia social: Todos los hombres están dotados de alma racional, creados a imagen y semejanza de Dios, con la misma naturaleza y el mismo origen, han sido redimidos por Cristo y gozan de la misma vocación y destino. Los hombres son distintos por su capacidad física e intelectual, pero no puede haber discriminación por razón de sexo, color, condición social, lengua o religión. La actividad humana en el mundo: Se plantean las siguientes cuestiones: ¿Qué sentido y valor tiene esa actividad? ¿Cuál es el uso que hay que hacer de todas esas cosas? ¿A qué fin deben tender los esfuerzos de individuos y colectividades? Valor de la actividad humana: La actividad humana responde a la voluntad de Dios que mandó someter y gobernar el mundo en justicia y en verdad. Los hombres desarrollan con su trabajo la obra del creador, sirven al bien de los hermanos y contribuyen a que se cumplan los designios de Dios en la historia. Los avances y victorias del hombre son signos de la grandeza de Dios. Con su actividad el hombre no solo transforma la sociedad, sino que se perfecciona a sí mismo. Esta perfección vale más que las riquezas que pueda acumular: “El hombre vale más por lo que es que por lo que tiene”. Misión de la Iglesia en el mundo: Hasta ahora la Constitución ha abordado la persona, la comunidad y la actividad humana. Son las bases en las que se apoyará su eje: la misión de la Iglesia. Relación de la Iglesia con el mundo: La Iglesia y la comunidad avanzan conjuntamente y experimentan la misma suerte terrena. Esta compenetración entre la ciudad terrena y la ciudad celeste solo puede percibirse por la fe. En relación con el mundo y la Iglesia: comunica la vida divina al hombre, difunde sobre la Universo el reflejo de su luz, cura y eleva la dignidad de la persona, consolida la firmeza de la sociedad, dota de un sentido y significación más profunda a la actividad diaria de la humanidad. Ayuda que presta la Iglesia El hombre: Le descubre el sentido de su existencia, rescata la dignidad humana de los cambios incesantes, proclama la libertad de los hijos de Dios, respeta la libre decisión del hombre y la dignidad de su conciencia, advierte que el talento humano debe redundar en beneficio de Dios y de la humanidad, encomienda a todos a la caridad de todos, proclama los derechos humanos. DIGNIDAD DEL MATRIMONIO Y LA FAMILIA El matrimonio y la familia en el mundo actual: El bienestar de la persona y de la sociedad se encuentra ligado al bienestar del matrimonio y de la familia. La dignidad del matrimonio está oscurecida en algunas partes del mundo por la poligamia, la epidemia del divorcio, el amor libre y, además, por el egoísmo, el hedonismo y los actos ilícitos contra la generación, Sin embargo, el vigor y la solidez del matrimonio y la familia se demuestran en que resiste a las profundas transformaciones de la sociedad contemporánea y a las dificultades. El carácter sagrado del matrimonio y la familia: La íntima comunidad conyugal se establece sobre la alianza de los cónyuges, es decir, su consentimiento personal e irrevocable. De ello nace una institución confirmada por la Ley divina que no depende de la decisión humana, sino que el mismo Dios la ha dotado de bienes y fines varios, como autor del matrimonio. Como padres, realizarán con diligencia el deber de la educación, sobre todo religiosa, que a ellos compete. Los hijos contribuyen a la santificación de los padres con el agradecimiento, la piedad filial y la confianza, y les asistirán en las dificultades y en la soledad de la senectud, honrando la viudez como continuidad de la vocación conyugal. El amor conyugal se caracteriza por: Ser único, ser auténtico, ser eminentemente humano, abarcar el bien de toda la persona, ennoblecer y enriquecer con una dignidad especial las expresiones del cuerpo y del espíritu, ser perfeccionados y elevados por el don de la gracia, ser honestos, dignos y humanos los actos de unión íntima y casta, favoreciendo el don recíproco en un clima de gozosa gratitud, requerir la virtud de la fidelidad, la firmeza en el amor, la magnanimidad de corazón y el espíritu de sacrificio, el deber de dar testimonio. El sano fomento del progreso cultural: El hombre no llega a un nivel verdadero y plenamente humano sino por la cultura, es decir, por el cultivo de los bienes y valores naturales. Por cultura ha de entenderse todo aquello por lo que el hombre: Afina y desarrolla sus enormes cualidades espirituales y corporales, procura someter el mundo con su conocimiento y trabajo, hace más humana la vida social tanto en la familia como en la sociedad civil, mediante el progreso de costumbres e instituciones, expresa, comunica y conserva a través del tiempo en sus grandes obras, las grandes experiencias espirituales y aspiraciones que sirven de provecho a muchos, incluso a todo el género humano. Nuevos estilos de vida: La cultura actual se caracteriza porque, las ciencias exactas cultivan al máximo el juicio crítico, la psicología explica con mayor profundidad la actividad humana, las ciencias históricas contribuyen a que las cosas se vean bajo la perspectiva de la mutabilidad y evolución, los hábitos y las costumbres tienden a uniformizarse, la industrialización, la urbanización y los demás agentes de la vida comunitaria crean una cultura de masas de la que nacen nuevos modos de sentir, actuar y descansar, el creciente intercambio entre las naciones va gestando una forma más universal de cultura. El hombre, autor de la cultura: Los hombres y mujeres de nuestro tiempo tienen conciencia de ser los autores y promotores de la cultura de su comunidad, marcada por el sentido de la autonomía y de la responsabilidad. Nace un nuevo humanismo que define al hombre por su responsabilidad hacia los demás y hacia la historia. ALGUNOS PRINCIPIOS RELATIVOS A LA PROMOCIÓN DE LA CULTURA La fe y la cultura: Los cristianos, en marcha hacia la ciudad celeste, tienen también la misión de trabajar con todos los hombres en la edificación del mundo, para lo que la fe les ofrece valiosos estímulos y les permite descubrir el sentido pleno de esa misión, que sitúa la cultura en un puesto eminente de la vocación del hombre. Cuando el hombre se entrega a las diferentes disciplinas (filosofía, historia, matemáticas, ciencias, etc.) puede contribuir a que la familia humana se eleve a los más altos pensamientos sobre la verdad, el bien y la belleza y sea mejor iluminado por la sabiduría que desde siempre estaba con Dios y disponiendo todas las cosas con Él. Múltiples conexiones entre la buena nueva de Cristo y la cultura: Entre el mensaje de salvación y la cultura humana existen múltiples vínculos: En la Revelación, Dios habló según los tipos de cultura propios de cada época, la Iglesia ha empleado los hallazgos de las diversas culturas para difundir el Evangelio, la Iglesia puede entrar en comunión con las diversas formas de cultura pues no está ligada de manera exclusiva a raza, nación, sistema de vida, costumbres, etc. la Iglesia contribuye a la cultura humana y la impulsa, y con su actividad, incluía la litúrgica educa al hombre en la libertad interior. Obligaciones de los cristianos con la cultura: Los cristianos deben trabajar para que se reconozca el derecho de todos a la cultura, sin discriminación alguna, procurando a todos los bienes culturales que constituyen la cultura básica, procurar que quienes están bien dotados puedan acceder a los estudios superiores, hacer todo lo posible para que una vez adquirida la conciencia del derecho a la cultura, se adquiera también el deber de cultivarse a sí mismo y de ayudar a los demás. LA VIDA ECONÓMICO-SOCIAL La economía moderna se caracteriza por: Una creciente dominación del hombre sobre la naturaleza, una multiplicación e intensificación de las relaciones sociales, una mayor interdependencia de ciudadanos y naciones, una intervención de los poderes públicos creciente, el progreso de las técnicas de producción, el comercio y los servicios, que satisfacen mejor las necesidades nuevas. Las desigualdades: La justicia y la equidad exigen hacer todos los esfuerzos para que, respetando los derechos de las personas y las características de cada pueblo, desaparezcan lo más rápidamente posible, las diferencias económicas vinculadas a discriminaciones individuales y sociales. Especial mención merece la agricultura, para que aumente su capacidad productiva y comercial y los agricultores dejen de ser considerados como ciudadanos de inferior categoría. Respecto a los emigrantes, debe tenerse en cuenta que: Cooperan al crecimiento económico, ha de evitárseles toda discriminación, deben ser considerados como personas, debe facilitárseles el reagrupamiento familiar, debe procurárseles un alojamiento decente y su incorporación a la vida social, deben crearse fuentes de trabajo en los países de inmigración. PRINCIPIOS REGULADORES DE LA VIDA ECONÓMICA-SOCIAL El trabajo: El trabajo humano es muy superior a los restantes elementos de la vida económico- social: procede inmediatamente de la persona, es el medio ordinario de subsistencia del trabajador y su familia, le une a los demás hombres y les presta un servicio, coopera al perfeccionamiento de la creación, con el trabajo el hombre se asocia a la obra de la creación. De todo ello se deriva el derecho y el deber al trabajo y el deber de la sociedad de ayudar a los ciudadanos para que encuentren la oportunidad de trabajar. La retribución del trabajo debe permitir al trabajador y a su familia llevar una vida digna en el plano material, social, cultural y espiritual. La vida en la comunidad política: Las profundas transformaciones que se han producido como consecuencia de la evolución cultural y social han tenido gran influjo en la comunidad política: Reforzando los derechos y deberes en el ejercicio de la libertad política y en el logro del bien común. En la relación de los ciudadanos entre sí y con las autoridades. En la necesidad de un orden político-jurídico que proteja los derechos de las personas (libre reunión, asociación, opinión, profesión de la religión). En la participación activa de los ciudadanos en el gobierno de la cosa pública. En el respeto de los derechos de las minorías. En el ejercicio efectivo de los derechos personales. En el rechazo de las formas políticas que obstaculizan la libertad o la religión. Naturaleza y fin de la comunidad política: Los hombres, las familias y los grupos son conscientes de su insuficiencia para alcanzar una vida plenamente humana, por lo que es necesaria una comunidad más amplia en la que se conjuguen las energías de todos para alcanzar el bien común. La comunidad política nace por tanto para alcanzar el bien común, esto es: “el conjunto de condiciones de la vida social con las que los hombres, las familias y los grupos logran con mayor plenitud y facilidad su propia perfección”. La participación en la vida pública: La participación en la vida pública significa que los ciudadanos tengan posibilidades efectivas de tomar parte libre y activa en la fijación de los fundamentos jurídicos de la comunidad política, acceder al gobierno de la cosa públicas, participar en la determinación efectiva de las competencias y los límites de las diferentes instituciones, participar en la elección de los gobernantes. Los ciudadanos tienen el derecho y el deber de votar en libertad. La comunidad de los pueblos y el fomento de la paz: La familia humana universal no puede llevar a cabo la tarea de construir un mundo más humano sin que todos los hombres se conviertan con espíritu renovado a la verdad de la paz. El mensaje evangélico: “¡Bienaventurados los constructores de la paz porque serán llamados hijos de Dios!”. Naturaleza de la paz: La paz es la “obra de la justicia”, es el fruto del orden plantado a la sociedad humana por su Divino Fundador. Está sujeto a continuos cambios al igual que el bien común. La paz está en perpetuo quehacer. Algunas normas oportunas: El progreso surge y se acrecienta por el trabajo y preparación de los propios ciudadanos, impulsado y apoyado por ayudas exteriores. Los países desarrollados tienen la gravísima obligación de ayudar a los países en vías de desarrollo. La comunidad internacional debe regular y estimular el desarrollo, cuidando de que las intervenciones sean eficaces y equitativas. Necesidad de ordenar el comercio internacional compensando los desequilibrios que proceden de la desigualdad. Necesidad de revisar las estructuras económicas y sociales.