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Buenos días queridos hermanos, sean bienvenidos a esta santa eucaristía. En este
segundo Domingo de Cuaresma la Liturgia de la Palabra nos habla de escuchar a
Dios y hacerle caso, escucharlo y obedecerlo. Pero eso sólo es posible desde la fe,
desde que confiemos ciegamente en su amor eterno. Veremos a Abraham en
actitud de escucha y obediencia total a un misterioso mandato de Dios. En el
Monte Tabor el Padre mismo nos manda que le hagamos caso a su Hijo. Sólo
escuchando a Jesús podremos llegar a la obediencia de la fe y la transfiguración.
Dejemos que hoy también se nos revele a nosotros. De pie, cantamos…
Para que nuestros gobernantes atiendan las necesidades básicas de todos los
habitantes de nuestra nación. Oremos.
Por todos los que sufren en el cuerpo o en el alma: para que descubran que
así tendrán parte en la Transfiguración futura. Oremos.
Por nosotros, para que como Abraham y como el mismo Padre Dios
sepamos arriesgar lo mejor que tenemos, si ésa es la exigencia del Amor.
Oremos.
Pidamos también para que nuestra esperanza crezca, en este día que
contemplamos el destino glorioso que Jesús quiere compartir con sus
discípulos. Oremos.
Sacerdote: concede, padre de bondad, que tu pueblo se convierta a ti de todo
corazón, para que reciba de tu misericordia lo que te pide confiadamente. Por
Jesucristo, nuestro Señor. Amen.