Está en la página 1de 4

El zorro de arriba y el zorro de abajo es la sexta y última novela del escritor peruano José María

Arguedas, publicada póstumamente en 1971. Es una novela trunca, es decir, no culminada, y que se
halla intercalada con unas entradas de diario en las que el autor refiere los tormentos que le agobiaban
mientras iba escribiendo la novela, para finalmente anunciar su inminente suicidio. Complementan la
obra dos cartas y un epílogo.

Según la correspondencia del autor, el proyecto de la novela habría nacido en los primeros meses de
1966. En cartas enviadas al editor español Carlos Barral fechadas en ese año, Arguedas le cuenta
sobre un proyecto de novela que versaría sobre los pescadores de anchoveta y sobre la revolución
producida por la industria de la harina de pescado en la costa peruana. Por otras fuentes sabemos que
originalmente el proyecto novelístico estaba ambientado en el Puerto de Supe, que también vivía el
boom pesquero, pero luego fue desplazado por Chimbote, hacia donde Arguedas viajó varias veces para
documentarse y hacer entrevistas a pescadores y trabajadores del puerto.

Los zorros a los que hace referencia el título de la obra (el de arriba y el de abajo) son personajes
mitológicos tomados por el autor de unas leyendas indígenas recopiladas a fines del siglo XVI o
comienzos del siglo XVII por el doctrinero hispanoperuano don Francisco de Ávila en la provincia de
Huarochirí. Estas leyendas escritas en quechua fueron traducidas al castellano y editadas por el mismo
Arguedas bajo el título de Dioses y hombres de Huarochirí (1966).

Según el plan del lector estos zorros debían entrometerse de vez en cuando en los sucesos narrados
para comentarlos y orientarlos. Sin embargo tal plan no se desarrolla a plenitud. Los zorros solo
figuran en dos ocasiones con nombre propio, al final del Primer Diario y del capítulo I.

se presenta en diarios, en los cuales además de sus reflexiones en cuanto a su futuro suicidio, Arguedas
echa una mirada retrospectiva al Perú, estableciendo comparaciones implícitas con la situación
histórica y geográfica de los oprimidos. El prostíbulo, el cementerio, la milicia, la fábrica de aceite, etc.
están presentes en la novela. El latifundista no ha caído ni desaparecido, la situación de aquéllos que
viven y trabajan en la costa no es mucho mejor que los del cerro o los de la mina:

Los “indios de la costa” están sometidos a las fábricas extranjeras, a la merced de la vida urbana, sin las
herramientas sociales, culturales, económicas o políticas necesarias para vivir en condiciones humanas.

El empresario nacional ha especulado de manera semejante a la del latifundista serrano,


malvendiendo/usando la materia prima y los productos y como consecuencia está en manos de
inversores extranjeros.

Posiblemente el rasgo más punzantemente irónico de la novela está dado por la coincidencia de la labor
de las empresas extranjeras y la de los padrinos y misioneros.

En ambos casos, el Perú y los peruanos —según Arguedas, constituido por los oprimidos y quienes
denuncian tal situación son vistos en condiciones de inferioridad y exotismo, necesitando ayuda
externa ante la imposibilidad de atender a su propia circunstancia.

La novela pinta las consecuencias del acelerado proceso de modernización del puerto de Chimbote,
motivado por el boom pesquero; hacía allí llegan miles de inmigrantes andinos atraídos por la
oportunidad de ganarse la vida en una pujante urbe industrial, y al mismo tiempo asimilarse a la
llamada «modernidad», todo lo cual, según la óptica del escritor, trae consecuencias nefastas: la
pérdida de la identidad cultural del hombre andino y su degeneración moral al sucumbir ante los vicios
de la ciudad, en bares y burdeles.

'Chaucato: mestizo y veterano, es el patrón de la bolichera «Sansón I» que lleva como tripulantes a
diez o más pescadores, con los que se dedica a pescar toneladas de anchovetas destinadas para la
industria de fabricación de harina y aceite de pescado. Fue en tiempo pasado patrón de Braschi, quien
después se convirtió en magnate de la industria pesquera. Tiene esposa y dos hijos mellizos.
El Mudo Chueca: homosexual incestuoso, cuya madre, una prostituta llamada la Muda, hace que
sodomice a sus clientes mientras se acuestan con ella. Es contratado como trabajador en la bolichera
«Sansón I». Se enemista con el gringo Maxwell, a quien amenaza con cortarle.

'«El Violinista»: trabajador a prueba de la bolichera «Sansón I», era efectivamente músico que
interpretaba su arte en una boite de copetineras llamado «El gato negro».

Maxe: otro trabajador de la bolichera de Chaucato. Es alto y algo mulato.

El negro '«Toro Muerto»: un patrón de lancha, alto y de voz atropellada.

El zambo Mendieta: un patrón de lancha, putañero o frecuentador del prostíbulo de Chimbote.

Asto: un pescador de origen andino, que trabaja en la lancha dirigida por el zambo Mendieta y gana
buen sueldo. Le dicen despectivamente «serrano» e «indio». Se aficiona con una prostituta del salón
rosado, apodada «la Argentina», quien le trata «como a una vizcachita». Rescata a su hermana Florinda
del «Corral» (el burdel aledaño, de bajo nivel).

«La Argentina»: prostituta extranjera del salón rosado del burdel de Chimbote, el de más categoría,
donde ocupaba la habitación más espaciosa y mejor amoblada. Era blanca, rubia y de piel suave.

Florinda: hermana de Asto, se convierte en conviviente de Antolín Crispín.

Antolín Crispín: joven, ciego, serrano, tocador de charango. Vive en el barrio de La Esperanza, junto con
Florinda.

Tinoco o Tinocucha: serrano, matón y soplón, miembro de la «mafia», organización al servicio de los
intereses de Braschi, el patrón mayor. Su jefe inmediato es Pretel El Characato. Su campo de acción es
el burdel de Chimbote, donde prostituye a su hermana Felicia y a su esposa Gerania. Embaraza a Paula
Melchora, así como a otras prostitutas, quienes le apodan el Asno de verga lani.

La Orfa: prostituta del Corral, es cajamarquina, vive en San Pedro y tiene un bebé rubicundo de padre
desconocido.

Zavala: meditador, lector y pescador, sindicalista enérgico. Se pasea por el prostíbulo acompañado del
Tartamudo.

Pretel el Characato: uno de los miembros de la mafia.

Don Hilario Caullama: indio aymara de Puno, formado en el oficio de la pesca mayor en los puertos del
sur. Llega a Chimbote donde logra ser patrón de la lancha pesquera «Moby Dick».

Don Ángel Rincón Jaramillo: jefe de planta de la fábrica de harina de pescado «Nautilus Fishing», quien
recibe la visita de Don Diego.

Don Diego, un estrafalario «hippie incaico»: agente de Braschi, el patrón mayor de la industria
pesquera. Visita una fábrica de harina de pescado y una residencia de curas norteamericanos en
Chimbote.

El gringo Maxwell: un norteamericano, ex cuerpo de paz, que viaja por el Perú y termina asimilándose a
la cultura andina luego de asistir a una fiesta en una comunidad puneña; desde entonces baila como
poseído del espíritu de San Vito y toca charango. En Chimbote se instala en una barriada, se hace albañil
fabricante de ladrillos y planea casarse con su vecina Fredesbinda. Se pelea en el burdel con el Mudo,
quien jura cortarle el cuello.

El loco Moncada: personaje estrambótico, es un zambo locuaz que predica en las plazas públicas
disfrazándose para cada ocasión. Sus sermones, entre filosóficos y políticos, ocupan buena parte de la
novela. Decía descender del presidente Luis José de Orbegoso y Moncada. Dos episodios muestran su
locura: su discurso que da en la esquina de la plaza del mercado principal donde escenifica un extraño
retablo, y su participación en la procesión de cruces junto con la gente de las barriadas. En sus períodos
de lucidez, trabaja como acarreador de pescado de los botes cortineros a la playa, por lo que recibe
buen pago.

Gregorio Bazalar: chanchero de San Pedro, dirigente de su barriada. En su casa vive con dos mujeres
empleadas, la Esmeralda y la Juana, quienes le ayudan en las tareas del hogar y la crianza de cerdos; las
malas lenguas lo acusan de bígamo, aunque él lo niega siempre. Fue elegido presidente de su barriada,
haciendo una buena labor.

Mansilla: presidente de la barriada de San Pedro, en disputa con Bazalar, quien lo desplaza obteniendo
más votos de los vecinos.

Esteban de la Cruz: serrano, ex minero de la mina de Cocalón, que llega a Chimbote donde encuentra
empleo como vendedor de helados; luego ayuda a su esposa Jesusa en la venta de papas en un puesto
del mercado y se compra una máquina de zapatería. Como consecuencia de su antiguo trabajo sus
pulmones se encuentran llenos de polvo de carbón de piedra, que empieza a expulsarlos como esputos
negros que recoge en hojas de periódico para guardarlos y pesarlos, pues un curandero le asegura que
se habrá curado cuando expulse cinco onzas de carbón. Amigo y compadre del loco Moncada. Su
esposa se convierte al evangelismo y él mismo recibe influencia de las prédicas evangélicas, aunque no
se decide a la conversión. Tiene dos hijos, aun menores.

Apasa o «Doble Jeta»: pescador aimara, que compra dos chacras pequeñas en el Valle del Santa, que
hace trabajar a tres mujeres provenientes también de la sierra, quienes de noche se convierten en sus
amantes.

El albañil Cecilio Ramírez.

El Padre Michael Cardozo: cura norteamericano, de tendencia progresista, que tiene en su despacho un
retrato de Che Guevara junto a una representación de Cristo. Habla muy bien el castellano y conoce los
problemas de las barriadas.

El Padre Hutchinson: cura norteamericano.

La obra es un fresco elocuente y crudo de las consecuencias negativas que conlleva la modernidad y el
desmedido afán de lucro. El indio inmigrante, al llegar a la ciudad, sucumbe a la presión del entorno y
va perdiendo paulatinamente su identidad cultural; sus hijos se «acriollan» y adquieren otras
costumbres; pero tal vez lo más grave sea la degeneración moral del hombre andino que cae en los
vicios urbanos cuyos santuarios son los bares y burdeles del puerto. De otro lado, la industrialización,
símbolo por antonomasia de la modernidad, tiene consecuencias catastróficas en el medio ambiente: la
pesca indiscriminada y la contaminación que producen las fábricas disloca el equilibrio natural; por
ejemplo las aves marinas agonizan tristemente de inanición al perder su alimento que es absorbido por
el monstruo llamado industria pesquera. Los alcatraces o cochos deambulan desesperadamente por el
puerto, buscando alimento en los basurales y son víctimas fáciles de los hombres y los perros. Una
humareda densa se eleva desde las chimeneas de las fábricas y las fundiciones, y un hedor domina toda
la ciudad, todo lo cual da el marco conveniente a una ciudad caída en la degeneración física y moral.

José María Arguedas acabó con todo disparándose al santuario el 2 de diciembre de 1969. El zorro de
arriba supera el perfil de Chimbote; comprende la confirmación de Arguedas y quizás la que más
intensamente intercambia con Los Rios Profundos.

El zorro de arriba ocurre en Chimbote, un puerto pesquero peruano. El relato de Arguedas se introduce
en papeles, en los que, no obstante su aparición sobre su futura autodestrucción; Arguedas proyecta
una revisión ver Perú, haciendo ciertas correlaciones con la circunstancia auténtica y geológica del
maltratado; es decir, de los de zambullida nativa.
La sala de masajes, el cementerio, el ejército civil, la instalación industrial petrolera, etc., están
disponibles en la novela. El administrador de la propiedad no ha caído ni desaparecido; la circunstancia
de las personas que viven y trabajan en la costa no es muy superior a las de la ladera o la mina:

El administrador de dinero público ha conjeturado en este sentido al del terrateniente de las tierras
altas; que vende / utiliza materiales y artículos crudos y; como resultado, está en posesión de
especialistas financieros desconocidos.

Es concebible que el componente más asombrosamente divertido de la novela esté dado por el
incidente de elaborado por organizaciones desconocidas y el de padrinos y maestros. En los dos casos,
el Perú y los peruanos -como señala Arguedas; integrado por los perseguidos y los individuos que
impugnan tal circunstancia- se encuentran en estados de mediocridad y exotismo; requiriendo
asistencia externa por lo inconcebible de atender sus propias circunstancias.

Los “indios de la costa” están expuestos a instalaciones industriales desconocidas, indefenso ante la
vida metropolitana; sin los instrumentos sociales, sociales, económicos o políticos importantes para
vivir en condiciones de simpatía.

PERSONAJES

Al ser zorro de arriba, el personaje de Diego participa de un sistema de conocimientos donde los
sentidos, y en particular el olfato, juegan roles comunicativos no del todo desvinculados de la
sensualidad natural; le permite a Diego significa a un pescador que labora en un medio tan
deshumanizante como la fábrica.

Por otro lado, el personaje de Ángel Rincón es un aculturado enajenante y enajenado. Detrás de su
imagen de criollo pequeño burgués que se esfuerza por disimular su condición de mestizo y provinciano
(cajamarquino de nacimiento, limeño de crianza), se encuentra lleno de contradicciones; el zorro de
abajo es capaz de sentir sobre el escritorio un “aroma de polen, a viento con aire de flores silvestres
serranas”.

Es evidente que las palabras empleadas por el zorro de abajo no fueron muy eficaces para satisfacer la
curiosidad del zorro de arriba, pues no pertenecían al universo comunal andino. No encontramos pues,
ante una confrontación entre el lenguaje “mítico” que es reclamado en virtud de su eficacia narrativa
frente a las confusiones producidas por el lenguaje “moderno”.

También podría gustarte