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“EL TUNGSTENO”
2. Retrato o imagen del escritor.
CÉSAR VALLEJO
José Marino, comerciante, tomo la exclusiva del bazar en Quivilca y la contrata de peones
para la mina, un personaje astuto, cínico, tenía una codicia desmedida, se enriqueció a
costa de sus engaños y robos al pueblo. Era gordo y bajo de estatura, adulador y servil
para sacar provecho.
Misters Taik y Weiss, gerente y subgerente de la mina. Igual de embaucadores, capaces
de todo con tal de conseguir el máximo de extracción de tungsteno para él envió a USA.
Baldomero Rubio, ingeniero de la mina,
Leónidas Benites, el agrimensor de la mina, quien junto con Rubio y Marino formo una
sociedad secreta de crianza y cultivo. Era tímido estudiante, mojigato, sin ninguna
capacidad para el comercio, austero y trabajador. Llevaba una vida extremadamente
ordenada y era un moralista casi al extremo.
Baldazari, comisario del asiento minero, también despojo de las tierras a los Soras. Brazo
derecho de Marino, este personaje se encargaba de castigar y encarcelar a los obreros y
peones que reclamaban un bajo sueldo y mejores condiciones de trabajo.
Los Soras, indígenas de Quivilca. Su candidez y mansedumbre los llevó a ceder sus
propiedades e incluso su fuerza de trabajo.
Los peones. Pobladores de Quivilca contratados por Marino, sufrían terribles abusos.
El sobrino de marino, personaje referencial.
Graciela (la Rosada), amante de Marino, es abusada sexualmente en el bazar. Personaje
referencial.
7. Mensaje de la obra.
El tungsteno es una novela de crítica social cuyo argumento y personajes han sido adecuados al
mensaje político de liberación nacional y se activan sociales y económicos que crean condiciones
reales y efectivas de igualdad, inclusión y justicia social
8. Anexos (integrantes, anécdotas del autor, edición de la obra, dibujo de la obra.)
El Tungsteno, segunda novela de César Vallejo, es publicada por la Editorial Cenit en 1931 en
España, Madrid.
Era tanta su penuria que llegó un momento en que tenía solamente unos centavos para
desayunar y almorzar. No había, por consiguiente, para abonar el arrendamiento de la habitación.
Los meses transcurrieron, la deuda creció y el dueño, mercachifle despiadado, resolvió demandar
al poeta para arrojarlo a la calle mediante un juicio de desahucio. Ya se iba a producir el
“lanzamiento”, pero el cholo adoptó una actitud radical: resolvió empeñar su saco, su chaleco y su
camisa. Con los soles que obtuvo en la Casa de Préstamos del Jirón Junín (calle de La Gallera)
pagó y resolvió el problema.
Desde ese día se le vio usando un grueso sobre todo negro que un amigo le había prestado.
Debajo del sobretodo solamente tenía camiseta, pechera y puños, según la moda de la época.
Llegó el verano y el uso del sobretodo se volvió insoportable. Un día, Mario Saldaña Vásquez, que
también vivía en el Hotel del Arco, invitó al cholo a tomarse un café por allí cerca.
– Oye hermano, le dijo Mario – ¿Por qué en pleno verano estás usando sobretodo?
– ¡Pscht ¡baja la voz…por favor, Mario. ¡Este no es un sobretodo¡¡Este es un sobrenada ¡
– De acuerdo – dijo – siempre que el almuerzo se realice en el campo: Neully, Vincennes, más
allá de la Port de Versailles, en fin, cualquier lugar de la campiña.
El día convenido, trasladados los comensales a una casa de campo, en el camino a Versailles,
estuvieron admirando, mientras se servía el almuerzo, la belleza de las flores, el vaivén armonioso
de los árboles, las polvorientas rutas de los cortijos rurales.
El “Cholo”, de pronto, quedó como hechizado ante la frescura de un campo verde, cubierto de
gramalote. Su euforia estalló y le hizo retozar, recorriendo ese campo en varias direcciones.
Luego se tendió en el suelo, a la vez que gritaba a voz en cuello:
Integrantes:
Mallco Hanampa, Romario.