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“El hombre hace la literatura y después la literatura contribuye a modelar al

hombre. Las artes forman la médula de un país, rigen al ser humano.”, esta
frase totalmente certera es de uno de los grandes representantes de la
literatura peruana (José María Arguedas), nacido en Andahuaylas, 18 de
enero de 1911-Lima, 2 de diciembre de 1969, destacó por una rica narrativa
de inspiración indigenista, debido a que fue autor de varias novelas y cuentos
que lograron transmitir el aspecto multicultural de su país, la cuestión
fundamental que se plantea en sus obras es la de un país dividido en dos
culturas (la andina de origen quechua y la occidental, traída por los
españoles), que deben convivir.
Su primer libro se llamó “AGUA” (1935) y Este primer relato está ambientado
en San Juan de Lucanas y trata sobre un reparto de agua para las
comunidades por disposición de don Braulio Félix, el principal o hacendado
más poderoso. La ausencia de lluvias hace necesaria una repartición justa de
las aguas canalizadas, pero don Braulio suele otorgarla a sus amigos y
allegados, propietarios blancos o mestizos como él, mientras que las tierras
de los comuneros indios se secan. La repartición, como cada semana, se
realizará en la plaza del pueblo donde se convoca a los pobladores. Llegan el
niño Ernesto y el cornetero Pantaleón (Pantaleoncha o Pantacha); luego se
asoman otros muchachos o maktillos; todos ellos son escoleros o escolares.
Oyendo la música interpretada por Pantaleoncha todos se divierten. Los
primeros comuneros en llegar a la plaza son los tinkis, que se precian de ser
los más valientes y osados; luego aparecen los de San Juan o sanjuanes, los
más miedosos. Pantaleoncha, quien había vivido un tiempo en la costa, trata
de infundir ánimos en los comuneros para que se enfrenten a los abusos de
don Braulio. Mientras tanto llega a la plaza don Pascual, el repartidor de agua
o semanero, quien ya está decidido a contrariar la voluntad de don Braulio
dando el agua de la semana a los comuneros pobres que más la necesitan.
Llega finalmente don Braulio, borracho, quien da la orden para iniciar la
repartición, pero al oír que el semanero solo otorgaba agua a los comuneros,
se enfurece, saca su revólver y balea a todos. Los comuneros huyen, y
entonces Pantaleoncha empieza a gritar para animarlos a la resistencia, pero
una bala disparada por don Braulio lo alcanza en la cabeza y cae herido de
gravedad. Ante tal situación, nadie ya se atreve a enfrentar al enloquecido
patrón. Solo el niño Ernesto se llena de coraje y lo enfrenta, llamándolo
ladrón y arrojándole la corneta de Pantaleoncha, que acierta en la cabeza de
don Braulio, haciéndolo sangrar. Mientras que sus ayudantes le rodean para
atenderlo, Braulio brama ordenando que disparen al niño. Pero este logra huir
y se va a la comunidad de Utek’pampa, cuyos comuneros, a diferencia de
los tinkis y sanjuanes, eran indios libres que se hacían respetar.
A pesar de tener 24 años en ese momento logró transmitir el verdadero ser
de los indígenas y no dar una idea equivocada sobre estos, también hizo esta
obra sin ofender a los mencionados.
En su novela llamada “YAWAR FIESTA” (1941) ofrece el trasfondo histórico de
los hechos dramáticos que van a seguir. Se habla de un tiempo en que la
ciudad de Puquio y los lugares aledaños eran propiedad de
los ayllus (comunidades indígenas), los mismos que después fueron
invadidos por los mistis (gente blanca y mestiza), quienes se apoderaron de
las tierras de cultivo para convertirlas en pastizales para alimento del ganado.
Luego se narra las preparaciones para el turupukllay (corrida de toros) en el
marco de las celebraciones por el aniversario patrio; se oyen cánticos, suenan
los wakawakras, trompetas de cuerno de toro que se tocan incesantemente
durante las fiestas. Dos comunidades de indígenas, K’ayau y Pichk’achuri,
rivalizan por destacarse en la fiesta. Los de K’ayau se ofrecen a capturar a
Misitu, un famoso toro montaraz que vive en la puna. Entonces surge una
apuesta entre don Julián Arangüena —hacendado en cuyos dominios pasta el
toro— y don Pancho Jiménez —comerciante mestizo— sobre si los de
K’ayau serán o no capaces de capturar a la fiera. Los comuneros logran la
hazaña y trasladan al toro al pueblo, en medio de un ambiente de fiesta.
Aparecen los problemas cuando el subprefecto prohíbe por mandato del
gobierno central que la fiesta sea a la manera «india», es decir, con la
intervención del público como toreros espontáneos y con el uso de dinamita
para matar al animal. Los principales mistis sugieren que la fiesta sea en
adelante con la participación de un torero profesional y que se sigan las
reglas de la tauromaquia española.
El pueblo de Puquio no está de acuerdo con que se realice la fiesta de la
manera como quiere el gobierno central, pero algunos puquianos que radican
en Lima contratan un torero español y lo envían a Puquio. Llega el día de la
fiesta taurina, y el pueblo puquiano impone finalmente su tradición. El torero
español es abucheado y en su lugar entran al coso los toreros puquianos,
para lidiar a la manera «india», ante lo cual el subprefecto y las demás
autoridades no se atreven a oponerse, temerosos de la reacción de la
muchedumbre.
En el momento en el que autor compuso la novela, existía en el Perú una
polémica ideológica entre dos interpretaciones contrapuestas: el socialismo y
el capitalismo, Esta tensión llevó a que muchas personas, entre ellas
Arguedas, enfrentaran conflictos de identidad y tomaran conciencia de la
importancia de revalorizar el mundo andino. Por ello, la novelística arguediana
describe «un mundo en conflicto entre indígenas y patrones, a la vez que
propone una visión estética diferente, basada en la perspectiva que tiene el
mundo andino de su realidad y de las realidades ajenas»
En su novela “DIAMANTES Y PEDERNALES” (1954): Aparentemente los
sucesos de la novela están ambientados en los años 1920, época en la que
todavía existía un abismo insalvable entre los habitantes de la costa y los de
la sierra, tendencia que empezaría a revertirse muy lentamente al empezar
las primeras migraciones de campesinos de la sierra a la costa.
La novela relata la incorporación del indio Mariano a la vida de una ciudad de
la sierra, como arpista y cantante al servicio exclusivo del hacendado don
Aparicio. Mariano es un incomprendido ser marginal a quien la gente común
lo ve como un upa o idiota, pero al mismo tiempo reconocen su talento
artístico. En paralelo se narra el amor de don Aparicio por Irma la
ocobambina, que había sido traída por el hacendado desde un pueblo lejano.
Este amorío es correspondido, pero se ve luego perturbado por la llegada de
Adelaida, una hermosa joven costeña de la que don Aparicio se enamora
apasionadamente. Mariano se ve envuelto en las artimañas que la sufrida
Irma planea para atraer nuevamente a don Aparicio, lo que provoca la ira de
este. En el calor de la disputa, don Aparicio arroja a Mariano desde un
balcón, ocasionándole la muerte. Como expiación a su crimen, el hacendado
abandona la ciudad, mientras que la población rinde honrosa sepultura a
Mariano y acoge a la desamparada Irma, En su momento, críticos literarios
como Carlos Eduardo Zavaleta señalaron los defectos de la obra, como la
narración fragmentaria, con cambios bruscos de escenas y personajes, más
aun tratándose de una novela corta, lo que pudiera ocasionar que la emoción
o el interés del lector por la trama central se pierda, defecto que también
notaron en los cuentos de Agua.
En la novela “LOS RÍOS PROFUNDOS” (1958): Narra el proceso de
maduración de Ernesto, un muchacho de 14 años quien debe enfrentar a las
injusticias del mundo adulto del que empieza a formar parte y en el que debe
elegir un camino. El relato empieza en el Cusco, ciudad a la que arriban
Ernesto y su padre, Gabriel, un abogado itinerante, en busca de un pariente
rico denominado El Viejo, con el propósito de solicitarle trabajo y amparo.
Pero no tienen éxito. Entonces reemprenden sus andanzas a lo largo de
muchas ciudades y pueblos del sur peruano. En Abancay, Ernesto es
matriculado como interno en un colegio religioso mientras su padre continúa
sus viajes en busca de trabajo. Ernesto tendrá entonces que convivir con los
alumnos del internado que son un microcosmos de la sociedad peruana y
donde priman normas crueles y violentas. Más adelante, ya fuera de los
límites del colegio, el amotinamiento de un grupo de chicheras exigiendo el
reparto de la sal, y la entrada en masa de los colonos o campesinos indios a
la ciudad que venían a pedir una misa para las víctimas de la epidemia
de tifus, originará en Ernesto una profunda toma de conciencia: elegirá los
valores de la liberación en vez de la seguridad económica. Con ello culmina
una fase de su proceso de aprendizaje. La novela finaliza cuando Ernesto
abandona Abancay y se dirige a una hacienda de propiedad de «El Viejo»,
situada en el valle del Apurímac, donde esperará el retorno de su padre.
A finales de la década de 1950, Arguedas se mostró muy prolífico en cuanto
a producción literaria. El libro apareció cuando el Indigenismo se hallaba en
pleno auge.
En su novela “El Sexto” (1961): Se trata de una novela-testimonio, una
denuncia del horror carcelario vivido por el autor. El protagonista (que es
su alter ego) es un estudiante universitario llamado Gabriel Osborno, que es
joven y provinciano. Es testigo de las injusticias y demás aberraciones que se
cometen dentro de la prisión, que sumen a sus víctimas en el dolor, la
angustia, el sufrimiento y la muerte. Pero también comprueba la solidaridad,
el compañerismo, el idealismo por lograr un país mejor, de parte de los
presos políticos. Allí encuentra, según sus propias palabras, «lo mejor del Perú
y lo peor del Perú». La cárcel es, en definitiva, un microcosmos del país,
donde chocan las razas, las clases sociales, las subculturas. Considera que la
injusticia que se da dentro de la cárcel, al igual que en todo el país, es
consecuencia del sistema racista, excluyente y elitista que impera en el Perú.
Esos son la mayoría de libros que marcaron a José en su trayecto cómo
escritor,novelista. A pesar de su muerte nos dejó variedad de mensajes
trasmitidos en libros,novelas,obras,cuentos,etc.
El mensaje que buscó transmitir es la necesidad de establecer una relación
armónica, pero nunca olvidando el carácter mestizo de su nación. De este
modo, expone los dilemas más comunes del pueblo andino, incluyendo todas
las angustias y esperanzas que experimenta su gente.

A lo largo de su vida, José María Arguedas dedicó sus esfuerzas a recoger


fuentes orales de origen indígena. Desde cantos y mitos populares, hasta los
cuentos que encontraba en diferentes provincias. Como la mayoría de
peruanos ignoraba el idioma quechua, esto hizo posible adaptarlos a los
géneros literarios más conocidos en Occidente, como son la novela y el
cuento. Así muchas personas, hasta la actualidad, han logrado conocer un
mundo que suele ser dejado de lado. Esto lo ha convertido en un traductor
cultural de increíble importancia para la evolución de la narrativa indígena.

GRACIAS!!!!!

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