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Universidad Nacional de La Pampa

Facultad de Ciencias Humanas


Departamento de Historia
Historia Medieval

Ficha de cátedra:
El Estado feudal centralizado. Notas
introductorias al estudio de Carlos Astarita1

Nicolás Bocasso2

Introducción

1
Documento para uso interno de la cátedra. De fondo, se pueden observar pinturas murales de San Miguel de
Gormaz, Soria (España), c. 1125 [Foto: Diana Olivares Martínez].
2
Estudiante del Profesorado en Historia en la Universidad Nacional de La Pampa. Adscripto ad-honorem en
Historia Medieval. El trabajo fue revisado y corregido por Simón Massa y Sofía Pinedo (estudiantes Adscriptos
ad-honorem en Historia Medieval en la UNLPam) y Juan Cruz López Rasch (Doctor en Historia por la Universidad
Nacional de La Plata y docente de la cátedra Historia Medieval).
El objetivo de esta ficha de cátedra es brindar algunos elementos explicativos que sean
de utilidad a la hora de analizar el capítulo “El Estado Feudal” del profesor Carlos Astarita3, en
el cual aborda la formación del Estado feudal centralizado en Castilla4. Cabe destacar aquí la
relevancia del caso castellano puesto que, junto al inglés, socaba las bases de aquellas posturas
historiográficas tradicionales que se refieren al feudalismo como un sinónimo de fragmentación
política5. Aunque la formación estatal constituye un problema recurrente dentro de las agendas
historiográficas, el marxismo desarrolla un extenso corpus bibliográfico relativo al tema,
vinculándolo, especialmente, con los procesos transicionales del feudalismo al capitalismo.
Para muchos reconocidos intelectuales, Astarita incluido, las categorías contemporáneas del
Estado moderno nos permiten pensar las formaciones políticas precedentes en su peculiaridad.
La postura, es antagónica a la de los historiadores que reniegan del concepto de Estado en
formaciones precapitalistas. Por estos y otros motivos, Astarita rescata los estudios de
reconocidos autores inspirados en el materialismo histórico, partícipes de rigurosos debates
durante la segunda mitad del siglo XX, y los pone en tensión, haciendo también uso de los
andamiajes teóricos confeccionados por el propio Marx.
La principal discusión que se entabla en el capítulo de Astarita es con la tesis del
sociólogo marxista Perry Anderson cuya obra, El Estado Absolutista (1974), alcanza grandes
consensos historiográficos en lo referido al proceso de centralización estatal. También
cuestiona las propuestas de Robert Brenner, quién hace hincapié en el papel del Estado y sus
alianzas estratégicas con las distintas clases sociales para desarrollar una estructura de
propiedad que permita germinar el capitalismo. Aquí, desarrollaremos brevemente las
interpretaciones de ambos autores. Pero, antes de hacerlo cabría preguntarse, ¿qué es un Estado
feudal centralizado? Astarita, entiende que estamos en presencia de un Estado feudal
centralizado en el momento en el que el carácter unificador del realengo deja de ser parte del

3
Carlos Astarita es Doctor en Filosofía y Letras con orientación en Historia, especializado en historia económica
y social de Castilla medieval. Actualmente, se desempeña como docente en la Universidad de Buenos Aires (UBA)
y en la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), además que forma parte del Consejo Nacional de
Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET).
4
Trabajo disponible en su libro Del feudalismo al capitalismo. Cambio social y político en Castilla y Europa
Occidental, 1250-1520 (pp. 85-103), Universidad de Valencia, 2005.
5
Las posturas historiográficas tradicionales, particularmente la escuela institucionalista, cuyo máximo exponente
es François Louis Ganshof, entienden que el principal rasgo del feudalismo es su marcada fragmentación política.
Consideran, además, que el despliegue de las relaciones de fidelidad entre vasallos y señores constituye el
entramado social del período. La interpretación está enfocada en la zona de Francia, en la cual la descentralización
de la soberanía es notable. Sin embargo, tanto en la región estudiada por Astarita, como en Inglaterra, encontramos
formaciones estatales que cuestionan al modelo antes expuesto. Para referirnos al caso inglés, debemos señalar
que, tras la victoria de Guillermo el Conquistador, duque de Normandía, en la batalla de Hastings (1066), se
instaura en la isla una monarquía centralizada, la cual se asegura, por un lado, el control fiscal, a través del
Danegeld (impuesto único, que recae sobre todos los súbditos) y, por otro lado, el control territorial, mediante la
subdivisión de los dominios en shires (condados) controlados por los sheriff (delegados con funciones
administrativas y fiscales).
plano ideal, para materializarse, de manera activa, en fuerzas concretas que apuntan a la
centralización política, jurídica, fiscal y burocrática, de la multiplicidad de soberanías
existentes. Una vez aclarado este punto, podemos plantear las siguientes cuestiones: ¿cuándo
comienza a testimoniarse este proceso de centralización y cuál es el motor de esta
transformación? Asimismo, podríamos preguntarnos si ese proceso es parte de una estrategia
de la monarquía, o también de la nobleza, en tanto parte de la clase dominante. Estos
cuestionamientos pueden servirnos de guía para comprender en qué punto Astarita difiere con
las propuestas de Anderson y Brenner. Pasemos entonces a revisarlas.

Perry Anderson: el Estado absolutista


Perry Anderson es profesor de sociología e historia en la Universidad de California y
antiguo editor de la revista New Left Review6. Reconocido por su filiación marxista, Anderson
es autor de numerosas obras históricas y teóricas. Aquí, particularmente, analizaremos una de
ellas, El Estado Absolutista, publicado en 1974, junto con otro escrito, Transiciones de la
antigüedad al feudalismo. En el primer caso, su objetivo es realizar un análisis comparado del
absolutismo que permita dilucidar la naturaleza del mismo. Anderson se esfuerza por presentar
un estudio que permita revisar tanto los aspectos “generales”, es decir, los elementos puros, casi
como un tipo ideal weberiano, que constituyen al absolutismo europeo y que lo validan como
categoría histórica. No obstante, también destaca los elementos “particulares”, los
particularismos concretos de cada proyecto político7. En cuanto al marco espacial, en el libro
se contempla un espacio muy amplio, por lo cual divide la obra en dos regiones: Europa
Occidental (España, Francia, Italia, Inglaterra y Suecia) y Europa Oriental (Prusia, Polonia,
Austria). Añade estudios sobre el zarismo ruso y los territorios bajo poder del islam, dos colosos
influyentes en el este europeo durante el período. Por último, incorpora a su interpretación una
serie de notas y digresiones sobre el feudalismo japonés y el “modo de producción asiático”.
Respecto al espectro temporal, Anderson señala que no puede hablarse de un tiempo
homogéneo, sino de tiempos, en tanto que los desarrollos absolutistas experimentaron grandes
contingencias tanto en su formación como en su devenir histórico. Por todo ello, resalta el

6
La New left review es una revista inglesa cuya temática es el debate político y teórico. La publicación nuclea a
gran parte de los historiadores marxistas e intelectuales de la “nueva izquierda” inglesa. Entre sus miembros se
destacan Edward Palmer Thompson, como fundador, el sociólogo Charles Wright Mills, y el mismísimo Perry
Anderson.
7
Anderson señala que el análisis histórico a escala macro permite establecer grandes modelos cognitivos que
permiten pensar teorías y tendencias históricas generales. Esto conlleva una dificultad, puesto que las
circunstancias particulares terminan analizándose como simples hechos fortuitos. Las grandes abstracciones, por
su distancia con la realidad, pierden entonces carácter explicativo. El análisis micro, por su parte, carece
generalmente de un andamiaje teórico que lo respalde, en vistas de su especificidad. Es en este sentido es que el
autor proyecta sortear estas dificultades, tratando de contemplar ambas escalas en su estudio.
carácter múltiple y yuxtapuesto en lo que respecta a los comienzos, y finales, del absolutismo8.
Sin embargo, es preciso destacar que, pese a los matices en cuanto al aspecto cronológico del
fenómeno, Anderson establece como punto de partida la crisis económica y social que sacude
a Europa entre los siglos XIV y XV. En este sentido, la centralización del poder en las
monarquías durante el siglo XVI, se presenta como el resultado político de los convulsionados
siglos anteriores.
Anderson comienza con un breve recorrido sobre las formulaciones de los fundadores
del marxismo, Marx y Engels, para dar cuenta de la naturaleza del Estado absolutista. Si bien
ambos autores no dedican su obra a un estudio sistematizado de las monarquías absolutas,
tampoco pasan por alto la concentración de poder que comienzan a experimentar las
monarquías europeas en la temprana Edad Moderna. Una serie de alusiones que realizan al
fenómeno, además, traen consigo ciertas controversias en torno al carácter clasista del
absolutismo. Puntualmente, Marx y Engels interpretan al Estado absolutista como una suerte
de mecanismo que permite mantener el equilibrio entre dos clases antagónicas respecto a sus
intereses: la tradicional aristocracia feudal, terrateniente, y la incipiente burguesía, de carácter
urbano. Sin embargo, de manera explícita en muchos casos, no dudan en sostener que, en
realidad, los mecanismos que sustentan la nueva concentración política (burocracia
administrativa, ejército permanente, clero, magistraturas, recaudación centralizada de
impuestos, unificación gradual del mercado etcétera) no son más que expresiones de un Estado
burgués. En términos globales, entonces, el Estado absolutista moderno representa el paulatino
desplazamiento de la nobleza feudal y el ascenso de la burguesía a la cúspide del poder político,
en la medida en que los elementos innovadores introducidos por el Estado en ese momento son
de carácter capitalista. Podríamos decir, a grandes rasgos, que el periodo tardo-
medieval/temprano-moderno, es visto como una dualidad entre el campo, caracterizado por la
inmovilidad propia de una economía basada en el dominio sobre la tierra, y la ciudad, en cuyo
seno se desarrolla el dinamismo del capital mercantil y la circulación comercial.
Los cimientos de la interpretación esbozada en el párrafo anterior, son socavados por
los nuevos consensos historiográficos. Estudios más minuciosos admiten la compatibilidad
entre las estructuras feudales y el mundo mercantil. En esta perspectiva se encuadra el abordaje
de Anderson, quien sostiene que los cambios introducidos a partir de la crisis del siglo XIV,
como el fin de la servidumbre, no implican una disolución de las relaciones feudales en Europa,
en la medida que la propiedad aristocrática del suelo bloquea la apertura de un mercado libre

8
El autor desarrolla esta idea cuando explica el colapso de los absolutismos, los cuales constituyen procesos con
grandes variaciones cronológicas. El ejemplo más paradigmático, es el del zarismo, el cual desaparece muy
tardíamente, con la Revolución Rusa, a principios del siglo XX.
de tierras y la movilidad real de la mano de obra. Así, nos encontramos con el punto neurálgico
de la tesis de Anderson: el centro de poder político y económico del periodo tardo-
medieval/temprano-moderno está aún en manos de la aristocracia feudal. Por eso, el
absolutismo no es más que la nueva forma que adopta el Estado, “un aparato reorganizado y
potenciado de dominación feudal” (Anderson, 1998, p.12)9. Este nuevo caparazón político que
recubre a la vieja aristocracia feudal, tiene el objetivo de sostener su posición tradicional frente
a los problemas ocasionados por la crisis estructural de la Baja Edad Media.
Con el retroceso de la servidumbre y la conmutación de las cargas en trabajo y especie
por una renta monetaria fija, los señores consideran que su poder está amenazado. Anderson
señala que esto provoca un desplazamiento gradual de la coerción extraeconómica hacia una
cúspide centralizada y militarizada. Dicho de otro modo, ante la incapacidad de sostener la
coacción en el plano local, por medio de la iniciativa privada de los nobles, el Estado se
convierte en el nuevo agente encargado de reprimir las masas campesinas, así como de extraer
una renta feudal centralizada10. Sin embargo, aclara Anderson, es erróneo pensar que la
concentración del poder político y coactivo es producto de acuerdos pacíficos en el seno de la
clase dominante, sino que, por el contrario, es un proceso plagado de constantes rupturas y
conflictos. El Estado absolutista se constituye entonces como un aparato de tal magnitud que
es capaz de disciplinar, o incluso destruir, a grupos dentro de la misma aristocracia, la cual se
encuentra obligada a abandonar sus grandes prerrogativas y patrimonios en favor de la
organización centralizada. El correlato de este nuevo aparato de dominación en la cima de la
sociedad es la consolidación de la propiedad feudal por debajo de la misma, sometiendo al
campesinado a nuevas formas de explotación y dependencia.
En síntesis, para Perry Anderson, el Estado centralizado es la respuesta estratégica de la
antigua aristocracia feudal a las dificultades generadas por la crisis del siglo XIV. La lenta
reconversión de la clase dominante, que conlleva un progresivo debilitamiento de las
prerrogativas privadas, por su parte, responde a las necesidades estructurales de mantener el
control social y la extracción de la renta feudal, ahora centralizada en las cargas impuestas por
la maquinaria estatal.

Robert Brenner: el papel del Estado en la lucha de clases


Robert Brenner es profesor de Historia y director del Centro para la teoría social e
Historia Comparada en la Universidad de California. Aporta al famoso debate sobre la

9
La cursiva corresponde al texto original.
10
La renta feudal centralizada es un concepto acuñado por el historiador ruso, Borís Porshnev, quien lo aplica
para dar cuenta de la presencia del Estado como agente encargado de la extracción del excedente campesino, en
oposición a la “renta feudal local” en manos de señores particulares.
transición del feudalismo al capitalismo de la década del setenta, que, con la compilación
realizada por Trevor H. Aston y Charles H. E. Philpin, pasa a ser conocido en el campo
historiográfico como “El debate Brenner”. La propuesta metodológica del autor se centra en
atender a las presiones provocadas por la contradicción entre la producción campesina y la
extracción de su excedente, así como a las relaciones existentes entre el Estado y la lucha de
clases. Desde su punto de vista, al analizar con detenimiento la relación existente entre Estado,
señores y campesinos, junto con los resultados de la lucha de clases y sus particularidades
históricas, es posible dilucidar las diferentes vías de desarrollo agrario.
No es el propósito de esta ficha de cátedra realizar un análisis pormenorizado del modelo
de Brenner para explicar la transición del feudalismo al capitalismo, por lo que sólo nos
centraremos en un aspecto. Particularmente, nos detendremos en el vínculo establecido entre
las clases sociales y el Estado. Constituye éste un aparato político e institucional de relevancia
fundamental, especialmente en la génesis y desarrollo de los conflictos entre explotados y
explotadores. Precisamente, sus correlaciones de fuerza serán determinantes para el triunfo, o
fracaso, de las relaciones sociales capitalistas en el campo. En su artículo “Estructura de clases
agraria y desarrollo económico en la Europa preindustrial”, Brenner propone un estudio en
comparativo entre Inglaterra, gran triunfadora en la carrera al capitalismo, y Francia, lugar
donde las estructuras feudales perviven hasta la Revolución de 1789.
La vía inglesa al capitalismo, señala Brenner, se produce gracias a la instauración de la
triada: señor/gran arrendatario capitalista/trabajador asalariado. El historiador señala que, hacia
finales del siglo XV, los señores consiguen afirmar, por diversos medios, el dominio sobre sus
tenencias, y con ello, la posibilidad de alquilarlas a un grupo de arrendatarios capitalistas que,
a través de la explotación de mano de obra asalariada e inversiones sostenidas, logran romper
con los límites estructurales del tradicional sistema señorial. De esta manera, se constituyen las
bases para alcanzar un crecimiento económico autosostenido y una paulatina concentración de
tierras. El autor explica que la particularidad de Inglaterra, desde la conquista normanda, es su
estructura estatal centralizada y la convergencia de intereses entre el Estado y los señores
locales. En parte, estos vínculos se explican por la imposibilidad del poder estatal de
independizarse, como sucedió en el caso francés, de la influencia señorial, por medio de un
sistema de financiamiento basado en la extracción directa del campesinado. Así, el proceso de
centralización monárquica, de fines del siglo XV y principios del XVI, posee un importante
componente señorial, que se vislumbra con la paralela evolución de los parlamentos, límites
claros ante las pretensiones absolutistas de la monarquía. Esta relación simbiótica, no sólo
inclina la correlación de fuerzas a favor de las clases dominantes, sino que también posibilita
la concentración de medios de producción (a través de los cercamientos, por ejemplo), y la
instauración de las nuevas relaciones sociales de producción capitalistas en el campo inglés.
Situación contraria se nos presenta al observar el caso francés, allí el Estado figura como
un competidor de clase frente a la aristocracia, en la medida que, desde el siglo XIV, impone
cargas a los súbditos del reino, con el objetivo de financiar sus empresas bélicas, como la Guerra
de los Cien Años. El Estado francés aboga por la defensa del campesinado, especialmente en el
sistema de campos abiertos y la preservación de las tierras comunales, evitando la concentración
de tierras y el devenir de grandes propietarios capitalistas al estilo inglés. La explicación del rol
que juega el Estado en Francia se basa en el hecho de que tanto la nobleza como el clero están
exentos de las cargas impositivas, por lo que la estructura estatal cuenta exclusivamente con la
contribución de los campesinos, sobre los cuales cae el grueso de las cargas. Tras los duros
efectos que provocan las pestes y las guerras, sumado a la progresiva eliminación de la
servidumbre, los señores se encuentran incapacitados de extraer excedente y legan esta función
al Estado central, en el que se posicionan como agentes administrativos.

Aproximación geográfica: la región de la Extremadura histórica


Carlos Astarita, realiza sus estudios sobre el desarrollo del Estado feudal centralizado
en el área castellana. Sin embargo, su tesis se sustenta en una región geográfica delimitada: la
Extremadura histórica castellano-leonesa. Esta región se localiza al sur del río Duero, y al norte
del sistema central cordillerano hispánico. Cabe señalar que, en el espacio meridional, los
límites son fluctuantes y presentan un carácter dinámico, puesto que la extensión de los
territorios que posee una u otra entidad política responden a las avanzadas y retrocesos militares
sobre los dominios de al-Ándalus. Es más, sólo tras la conquista del reino de Toledo puede
hablarse de una fijación de la frontera, lo cual tampoco implica un hermetismo geopolítico, ni
tampoco sociocultural. La región se transforma en la frontera entre el mundo cristiano,
específicamente, entre los reinos de Castilla y León, y el mundo musulmán, presente en la
península ibérica tras las conquistas del siglo VIII de nuestra era. Por lo tanto, este espacio,
sumido en constante cambio, está signado por intercambios más o menos pacíficos y
conflictivos.
Otra característica distintiva de Extremadura histórica castellano-leonesa, con
posterioridad a los siglos XI-XII, es el extenso tejido urbano que la conforma, organizado en
concejos de villa y tierra. Dentro de este entramado, se pueden distinguir distintos niveles
jerárquicos, aunque los principios jurídicos y administrativos internos sean similares.
Comunidades como las de Salamanca, Ávila, Segovia o Soria, cuentan con potestades bastante
extendidas en la región, aunque también existen villas cuya área de influencia es menor, como
Ciudad Rodrigo. Los núcleos urbanos tienen un papel preponderante, disponen de elementos
defensivos, como murallas y estructuras fortificadas, así como órganos políticos y de decisión.
En sus inicios, en las primeras etapas de repoblación del territorio, entre los siglos X y XII, los
concejos constituyen asambleas de campesinos libres, con una autonomía considerable frente a
la injerencia señorial, reconocida y reproducida por el realengo (Astarita, 2005). Esa
“tolerancia” por parte del rey debe entenderse como parte de una relación recíproca entre ambas
partes: por un lado, las comunidades asentadas al sur del Duero brindan protección de la frontera
cristiana ante el avance musulmán, mientras que, por el otro, el realengo compensa este accionar
con un estatuto jurídico privilegiado. Sin embargo, estas asambleas de campesinos libres e
independientes mutan alrededor del siglo XIII. El esquema de pequeños y medianos
propietarios de los siglos anteriores es desplazado gracias a las acumulaciones diferenciadas en
el seno de la comunidad campesina, las cuales posibilitan el surgimiento de una elite capaz de
armarse y llevar adelante la guerra. La monarquía castellana-leonesa, por su parte, contribuye
a esta diferenciación social, en la medida que, brinda a la elite emergente la conducción de los
concejos, conformados como una entidad municipal con un funcionariado integrado,
mayoritariamente, por caballeros villanos con una jurisdicción colectiva sobre las regiones
aledañas.
López Rasch (2018) nos acerca una síntesis de las características socioeconómicas
generales de la ciudad de Ávila, brindándonos una imagen general de las estructuras productivas
de la región. El espacio abulense presenta un sistema de economía mixta, aunque con una
marcada preponderancia de la actividad ganadera, especialmente la ovina. Su importancia se
corrobora con el cuidado que tienen los productores de la zona para no avanzar sobre el
desmonte de los terrenos para el pastoreo. Otra parte del espacio es utilizada para la producción
cerealera (especialmente, cebada y avena) y el sostenimiento de actividades vitivinícolas.
Dentro de las comunidades se perciben claros elementos de diferenciación socioeconómica, en
la cúspide de la pirámide social se encuentran los caballeros villanos, estos, por sus servicios
de defensa (pues pueden pertrecharse, es decir, armarse) en nombre del realengo, están exentos
del pago de tributos y gozan de la posibilidad de participar en la estructura concejil de las villas.
En segundo lugar, están los tributarios, los llamados pecheros, generalmente habitantes de las
aldeas y ajenos al gobierno del municipio. Son productores que, al igual que los caballeros
villanos, gozan del usufructo del suelo, pero que se ven obligados a pagar pechos, es decir, a
tributar. Dentro de este grupo es interesante rescatar la figura del procurador pechero, constituye
una suerte de elite tributaria que se encarga de la recaudación de excedentes, así como de la
representación política y jurídica en los distintos conflictos. Finalmente, aparecen en escena el
grupo de los excusados, quienes no poseen la capacidad de pechar debido a sus precarias
condiciones de vida y, por lo tanto, se los exime de pagar tributos. Muchos de ellos, prestan
servicios de trabajo en las producciones de los caballeros villanos a cambio de un salario. Son
quienes ayudan a los caballeros villanos a incrementar sus patrimonios e insertarse en los
circuitos mercantiles exportadores, el más relevante de ellos, el prometedor negocio de la lana.

Comentario final
El problema de la naturaleza del Estado feudal centralizado es particularmente atendido
por el marxismo, desde los mismísimos Marx y Engels. Ellos conciben este tipo de Estado como
un elemento de equilibrio de clase entre la aristocracia feudal y el naciente poderío burgués.
Los nuevos consensos historiográficos, que conciben la compatibilidad entre la economía
natural y el dinamismo comercial, conducen a los historiadores marxistas a replantearse el
carácter de estas organizaciones políticas, encuadrándolas dentro de la transición del
feudalismo al capitalismo. Para Anderson, el Estado Absolutista surge como una respuesta al
debilitamiento del dominio feudal sobre la masa campesina tras la crisis del siglo XIV, y se
erige como una coraza centralizada de poder que mantiene a la vieja nobleza en su papel de
protagonista. Para Brenner, el sistema de alianzas entre el Estado y los sectores aristocráticos
en la lucha de clases, es uno de los elementos centrales que explican las divergentes vías
transicionales hacia el capitalismo. Astarita, por su parte, busca problematizar y debatir con
estos grandes modelos, aportando una propuesta original en torno al proceso de surgimiento y
morfología del Estado feudal.
Apartado cartográfico

Fuente: Monsalvo Antón (2014b, p. 259, 268). El resaltado sobre los mapas es de López Rasch
(2018, p. 162).
Bibliografía
Anderson P. (1998). El Estado Absolutista. Madrid: Siglo XXI.
Astarita, C. (2005). “El Estado feudal”, en Del feudalismo al capitalismo en Europa Occidental.
Cambio social y político en Castilla y Europa Occidental, 1250-1520 (85-103). Valencia:
Universitàt de València-Universidad de Granada.
Brenner, R. (1988). “Estructura de clases agraria y desarrollo económico en el Europa
preindustrial”, en Aston T. H y Philpin C.H.E., El debate Brenner. Estructura de clases agraria
y desarrollo económico en la Europa preindustrial (21-81). Barcelona: Crítica.
López Rasch, J.C. (2018). El comportamiento violento de los caballeros villanos abulenses a
fines del siglo XV (Tesis de grado). Santa Rosa: Universidad Nacional de La Pampa.
Monsalvo Antón, J.M. (2010). Atlas Histórico de la España Medieval. Madrid, Síntesis.
Valdeon, J. (1992). El Feudalismo. Madrid: Historia 16.
Villar García, L.M (2009). “La formación de las comunidades de villa y tierra en las fronteras
del Duero”, en Biblioteca: estudio e investigación, Nº 24, pp. 77-103.

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