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PRIMERA CLASE

TEORÍAS DEL. VALOR

Existe un conflicto básico que divide a la economía


en dos escuelas opuestas. Esta división de la economía
en corrientes, que se repelen y divergen y que, incluso,
carecen de un lenguaje común, distingue a los parti­
darios de la economía marginalista de los de la eco­
nomía marxista. Esa división es escamoteada muchas
veces por los representantes de ambos grupos. En las
obras de economía política marxista, en general, se
encuentra apenas una exposición del tema desde su
punto de vista, sin mención alguna de la existencia
de otro análisis completamente distinto y hasta opues­
to. Y lo mismo sucede con la literatura marginalista,
e incluso con la enseñanza en las universidades del
mundo occidental, en que el marxismo termina por
ser completamente olvidado, o bien se abre un parén­
tesis en la exposición para decir: existe una escuela
arcaica que se aferra aún a conocimientos superados,
por motivos ideológicos: el marxismo; y luego se cie­
rra el paréntesis y se continúa. Lo que intentaremos
hacer en este curso es mostrar cómo ambas orientacio­
nes se vinculan a las divergencias y las luchas de nues­
tro tiempo. No es un debate que se dé meramente
en el plano de la interpretación p de la comprobación
de los hechos. Está profundamente ligado a la inter­
pretación de la vida social, de la evolución de la so­
ciedad y del rumbo de esa evolución.
Dentro de los cánones de la ciencia positivista, es
muy difícil entender un debate científico motivado de
esta manera. No se trata de un debate “objetivo”. De-
[13]
1-wW- - ■ • - * ■. _ JL* JÓ O LT« i» ,44*

i \ l ’R I M I RA ( I. ASí :

])Ciule, en último análisis, de una loma de posición


anteiior, preciemífica. Tal ve/ la existencia de esta
dicotomía en la ciencia económica sea uno de los ar­
gumentos más importantes contra esos cánones de ob­
jetividad científica. No nos detendremos mucho en
esto: sólo quisiera llamar la atención de ustedes sobre
estas implicaciones de los debates que se harán entre
las exposiciones.
Empezaremos por lo que me parece básico en
la economía, es decir, con el problema del valor. La
economía es una ciencia social que difiere de las de­
más ciencias sociales en que posee una flexibilidad de
cuantificación de la que carecen las demás. Por ejem­
plo: en sociología, cuando hablamos de relaciones
sociales, podemos distinguirlas, analizarlas, clasificar­
las: podemos hablar de relaciones simétricas y asimé­
tricas, iguales y desiguales, antagónicas y de coopera­
ción. Hay diferentes formas de clasificar las relacio­
nen sociales y, una vez clasificadas, podemos pasar a
su análisis, a la comprensión de su dinámica, etc. Pero
no podemos cuantificarias, no podemos decir, por
ejemplo, que una relación es 3 o 6 veces más intensa
que otra. En psicología, se habla de percepción, de
emociones, etc., pero también casi siempre desde un
punto de vista cualitativo.
Xo pienso extenderme en el análisis de otras cien­
cias sociales, de las que no conozco mucho, pero es-
tov convencido de que la economía, en este punto en
particular, es diferente. La mayor parte de las leves
económicas pueden expresarse en forma matemática y
verificarse empíricamente. La ley de la oferta v la
demanda, la ley del valor de la moneda, etc., casi
siempre, o tal vez siempre, pueden ser medidas, v por
lo tanto avaluadas no sólo en términos de lo que
acontece o no, sino en qué medida acontece. Esta po­
sibilidad de cuantificación deriva precisamente de la
teoría del valor. Es decir, ha\ un concepto básico en
la economía, que es el de valor, que permite la mili-
'MORÍAS DI i. \ Al.OR
zación de una unidad de medición esencial para prác­
ticamente todos los fenómenos del mundo económi­
co. Es por eso, evidentemente, que el contenido de
esa medida —el valor económico— es esencial, es la
piedra fundamental de todo el edificio científico.
En la ciencia económica moderna existen dos for­
mas completamente distintas de definir el valor: una
de ellas extrae el valor de una relación del hombre
con la naturaleza, o del hombre con las cosas. Parte
de la idea de que el hombre siente una serie de nece­
sidades v es buscando satisfacer esas necesidades que
emprende la actividad económica. Por lo tanto, lo
cpie crea en la actividad económica, o sea el valor,
es el Oerado de satisfacción o la utilidad derivada de
esa actividad. Según este enfoque, la actividad econó­
mica se da esencialmente entre el hombre y el medio
físico v el hombre atribuye valor a los objetos o a
los servicios en la medida en que satisfacen sus ne­
cesidades. El enfoque opuesto extrae el valor no de
las relaciones del hombre con las cosas, sino del hom­
bre con otros hombres, es decir, de las relaí iones so­
ciales. El valor, en este caso, es el fruto de las rela­
ciones que se crean entre los hombres en la actividad
económica. Y se mide por el tiempo de trabajo pro­
ductivo que los hombres dedican a la actividad eco­
nómica. La primera es la teoría del valor-u lili dad, la
segunda, la teoría del valor-trabajo.
La teoría del valor-utilidad parte de la relación en­
tre una necesidad humana y el servicio u objeto que
la satisfaga. Yo tengo hambre, el alimento que puede
satisfacer el hambre es objeto de una actividad eco­
nómica que valoro en la medida en que satisface esa
necesidad. Para mí, esa necesidad es subjetiva. Depen­
de de la cantidad de hambre que sienta, de mi prefe­
rencia por este o aquel alimento. En principio, cada
necesidad humana puede ser satisfecha por más de un
objeto. Estoy, por lo tanto, en condiciones de escoger/
v puedo valorar los objetos de acuerdo con mis prefe-
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reacias subjetivas. La teoría del valor-utilidad parte


de un comportamiento subjetivo. No se trata de la
verdadera” necesidad del individuo, en términos de
un criterio objetivo. En relación con el ejemplo utili­
zado —el hambre— los especialistas en nutrición pue­
den decir cuál es la cantidad de calorías, de proteínas,
de grasas y de vitaminas que necesitamos para alimen­
tarnos, cuáles son las cantidades mínimas necesarias
para el mantenimiento y la salud de las personas. T o ­
maremos eso como necesidad objetiva, que puede ser
medida perfectamente. Sin embargo, eso no interesa a
la teoría del valor-utilidacl; lo que le interesa es el
modo cómo las personas experimentan esa necesidad,
cómo la sienten, y eso evidentemente varía de un in­
dividuo a otro.
El valor, en este sentido, es una manifestación de
comportamiento esencialmente subjetivo. Es claro que,
110 por el hecho de ser subjetivo, está exento del aná­
lisis. El comportamiento subjetivo puede ser estudia­
do, puede ser verificado en la medida en que es
condicionado por varios factores que, a su vez, no son
subjetivos. El carácter subjetivo clel comportamiento
individual no fue más que un reconocimiento, por los
marginalistas, de que en realidad hay bastante varie­
dad en las preferencias de los individuos en la elección
entre distintas formas de satisfacer sus necesidades.
Pero, curiosamente, el marginalismo nunca fue capaz
de develar las leyes que gobiernan esa subjetividad.
Y no lo ha logrado pese a haber hecho del consumi­
dor el centro de su sistema, porque tuvo que justifi­
car la “soberanía clel consumidor”, suponiéndolo, en
el fondo, siempre racional y capaz de reconocer sus
necesidades y los modos de mejor satisfacerlas. Cuan­
do las grandes empresas descubrieron que podían, a
través de la publicidad, m anipular la voluntad del
consumidor, imponiéndole una “imag’en de la marca”,
y condicionándolo para que fuera “fiel” a ella, pasa­
ron a hacerlo, trasformando el comportamiento su-
T E O R ÍA S D E L VALO R
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puestamente “autónomo’’ del consumidor en una se­
rie de reflejos sabiamente condicionados. Sin embar­
go, el ¿narginalismo no se dio por enterado de lo que
ocurría de hecho en el mercado y continuó postulando
que las empresas se desdoblaban para atender a los
deseos libremente expresados del consumidor indi­
vidual. Los capitalistas pasaron a adoptar una actitud
algo inconsecuente: en las grandes ocasiones, las pará­
bolas marginalistas acerca de “su majestad, el consu­
midor”, continuaban proclamándose, lo que no im­
pedía que en la vida cotidiana se desarrollaran cam­
pañas publicitarias cuidadosamente planeadas con el
objetivo de llevar al “rey del mercado" a comprar y
consumir en medida mucho mayor y en dirección muy
diferente de lo que haría espontáneamente. (Esto fue
demostrado por J. K. Galbraith en O novo Estado
industrial.)
Por otra parte, la teoría del valor-trabajo parte de
la idea, de que la actividad económica es esencialmente
colectiva. Es decir, en cuanto actividad individual no
interesa al estudio de la ciencia económica. Es claro
que los individuos, de vez en cuando, hacen cosas
para sí mismos, aisladamente. Si se descompone la
enceradora, el dueño de casa, si puede, la arregla. Esa
actividad podría' ser realizada por un electricista; si
se llama al electricista su actividad es económica, es
un servicio remunerado, constituye una mercadería,
por lo tanto es objeto del estudio de la economía. Si
* es el propio dueño de la enceradora quien hace el
trabajo, éste no es, desde el punto de vista de la teo­
ría del valor-trabajo, una actividad económica. Es
una actividad particular que el individuo hace, del
mismo modo que se baña, lo que es una actividad in­
dividual del adulto.
Pero en la medida en que la actividad económica
es una actividad colectiva, esencialmente social, deri­
va de la división social del trabajo, en la cual las
personas desempeñan funciones diferenciadas y com-
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plementarias. Es decir, no todo el mundo hace lo


mismo. Sin utilizar ejemplos alejados de nuestra rea­
lidad, basta mirar la economía urbana brasileña para
verificar que cada individuo que participa en la ac­
tividad económica desempeña una función muy espe­
cializada. Uno es profesor, otro conductor de camión,
otro médico, otro actor de teatro. Y esas actividades
sólo adquieren sentido en la medida en que existen
las demás. El actor de teatro sólo puede desempeñar
su función en la medida en que existe el electricista,
el carpintero que hace los decorados, el boletero que
cobra las entradas. Y en la medida en que existe el
agricultor que produce su alimentación y que la cam­
bia, en último análisis, por sus servicios artísticos.
Pero el valor, según la teoría del valor-trabajo, deri­
va precisamente de esa división social del trabajo.
Imaginemos una sociedad humana sin división so­
cial del trabajo (en realidad, la antropología no no^
ha revelado ninguna, pero para la discusión podemos
pensar en ella), en la que cada individuo, como Ro-
binson Grusoe solo en su isla, trata de sobrevivir sin
a\uda de nadie, desempeñando todas las funciones
productivas y satisfaciéndose completamente en con­
tacto con la naturaleza. En esa sociedad no habría ac­
tividad económica y la actividad productiva no gene­
raría valor. Iil_jvalor es el valor del producto social,
-de-la actividad colectiva conjunta de todos los miem­
bros activos de la sociedad.
En la medida en que el valor es el valor del produc­
to social, resulta de una actividad colectiva y puede
ser medido por el tiempo de trabajo social invertido
en ese producto. Este tiempo de trabajo iguala todos
los distintos componentes del producto social. Po­
demos decir entonces que una sesión de teatro es igual
a tantos viajes en camión, lo que a su vez es igual a
tantos pares de lentes, cajetillas de cigarros, etc., por­
que todos esos productos resultan de una misma acti­
vidad social: el trabajo socializado, realizado median­
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te la división social del trabajo. Y en ese sentido el
valor es objetivo, puede ser medido objetivamente.
Por lo tanto, resumiendo lo referente a esa parte,
la teoría del valor-utilidad es una teoría subjetiva,
en la medida en que refleja un comportamiento sub­
jetivo, que es objetivado en cuanto objeto de estudio.
La teoría del valor-trabajo parte de la idea de que el
valor es algo social y objetivo. Desde el punto de vis­
ta de la teoría del valor-utilidad, el valor del mismo
objeto varía si varía la opinión de las personas a su
respecto. Su valor puede aumentar o disminuir, basta
con que las personas cambien de opinión a su respec­
to, es decir, con respecto a su capacidad de satisfacer
una necesidad humana. Por ejemplo, un vestido que
ha pasado de moda pierde su valor porque dejó de
satisfacer una necesidad. El vestido, físicamente, es el
mismo. El trabajo social incorporado en él es el mis­
mo. No ha cambiado. En la tienda costaba S 100
mientras estaba de moda. Pero la moda cambió. Lo
que cambió fue el gusto del consumidor, su necesi­
dad subjetiva del vestido. Entonces ese vestido pierde
valor, su precio cae a $ 20, a $ 10, o se da de regalo
a quien compre un vestido nuevo, sin que, sin embar-
o-of física o socialmente haya habido cambio alguno
en relación con ese objeto.
Otro punto en el que ambas teorías difieren es so­
bre el producto social. La teoría del valor-utilidad lo
concibe como la suma de todos los objetos y servicios
producidos por la sociedad en un período determina­
do y cuyo valor es la suma de los valores de cada uno
de esos'bienes. Por lo tanto, el valor del producto
social no resulta únicamente de la masa de bienes pro­
ducidos, sino de la evaluación que de ellos hacen los
agentes económicos, en el momento en que los nego­
cian en el mercado. Es una suma de evaluaciones, apli­
cadas a diferentes cantidades de bienes, y (pie varían
según cambian los gustos, las preferencias y las ex­
pectativas. Para la teoría del valor-trabajo, el valor
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del producto social resulta de determinado tiempo de


trabajo socialmente necesario invertido en la produc­
ción de cierta cantidad de mercaderías. Es claro que
esas mercaderías deben satisfacer necesidades hum a­
nas, si no no tendrían valor. Dado el tamaño de la
población, su composición por edades y sexos y el po­
der adquisitivo de las distintas clases, la satisfacción
de cada necesidad del conjunto de los consumidores
requiere determinada cantidad de mercaderías. Toda
mercadería producida más allá de ese límite es inne­
cesaria, el trabajo invertido en su producción no es
socialmente necesario y por lo tanto no tiene valor.
Sin embargo, objetan los marginalistas, la cantidad
demandada de determinada mercad.ería depende de su
precio: si éste es mayor, la cantidad vendible será me­
nor, y viceversa. Luego la cantidad demandada,, es de­
cir, “necesaria” depende del precio, o sea, del valor,
el cual no puede ser determinado independientemente
de la cantidad. A esta objeción, los partidarios de la
teoría del valor-trabajo responden que las mercaderías
no llegan al mercado sin precio, para recibirlo allí
según las fluctuaciones de la oferta y la demanda. En
realidad, las mercaderías provienen de empresas ca­
pitalistas, anhelosas de mantenerse y expandirse y
que, por lo tanto, jamás podrían vender sus produc­
tos por un precio que no cubriese adecuadamente sus
costos y les proporcionase un margen de beneficio
adecuado. Pero ese precio, determinado por la com­
petencia entre las empresas capitalistas, corresponde
(aunque se haya trasformado) al tiempo de trabajo
socialmente necesario invertido en la producción de
cada mercadería y la suma de los precios multiplicada
por las cantidades de mercadería producida correspon­
de (directamente) al tiempo de trabajo socialmente
necesario invertido en el producto social como un
iodo.
La teoría del valor-utilidad pretende ser ahistórica,
es decir, que el comportamiento humano en el área
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económica es esencialmente idéntico siempre, aunque
pueda cambiar en su manifestación concreta. La dife­
rencia entre la actividad económica con relación al
valor, de un individuo en Sao Paulo hoy, y de un in­
dividuo en Sao Paulo en la época de los bandeiran-
t e s * n o existe, esa actividad es esencialmente la mis­
ma, aunque su manifestación concreta sea muy dife­
rente. Pero la manifestación concreta de la relación
del individuo con su actividad económica hoy y an­
teayer también, es diferente. No hay diferencia entre
hoy y anteayer ni entre hoy y hace trescientos años.
Se coloca a las diferencias en el mismo plano: si un
bandeirante resuelve participar exl una bandeira, pe­
netrar en el interior del Brasil y cazar indios para
venderlos como esclavos, básicamente está actuando .
del mismo m odo que un individuo que sale de &u
casa por la mañana, compra el Diario Popular y bus­
ca un anuncio de empleo. Fundamentalmente es lo
mismo, ambos están tratando de colocar su esfuerzo,
que puede ser precisamente trabajar en una oficina
o ir a la selva en busca de indios, a trueque de obje­
tos y servicios que satisfagan sus necesidades.
A llí no hay tiempo histórico. Las diferentes formas
de organización social, de vida económica, se engloban
en el mismo cuadro de análisis. El mercado existe
siempre, incluso cuando el individuo está solo. Me pa­
rece que este ejemplo, bastante citado por ser extre­
mo, muestra claram ente esta concepción ahistórica
del valor: T arp án está echado en su rama de árbol des­
cansando. De repente siente hambre, pero no tanta
como para salir en busca de alimento. Prefiere descan­
sar a ponerse en movimiento, en un esfuerzo por
satisfacer el ham bre que es todavía una necesidad pe­
queña. Sin ernbargo, a medida que pasa el tiempo,
* Bandeirantes se llaman los miembros de las bandeiras. ex­
pediciones armadas que partían de Sao Paulo a recorrer el in­
terior con el fin de descubrir minas y capturar esclavos, desde
fines del siglo x v i hasta principios del xvm. [T.]
rR lM FR A CI.ASF.

el hambre aumenta, y en algún momento se levanta


v va de caza. Ese comportamiento de Tarzán es esen­
cialmente económico, para la teoría del valor-utilidad.
El mismo tipo de análisis se hace del desempleo:
si hay desempleados es porque el nivel de remunera­
ción que el individuo puede alcanzar 110 es suficiente
nara aue prefiera salir de su ocio. Éste es el análisis
que se hace y que se ha hecho y que fue absolutamen­
te predominante en la economía “occidental por lo
menos hasta Keynes. Fue Keynes quien señaló la
existencia del desempleo involuntario, en que inclu­
so aunque el individuo quiera trabajar por muy poco
no puede hallar o p ortu n idad en la división social del
trabajo. Pero en teoría no se acepta ni eso. En teoría
el sujeto siempre puede conseguir alguna chamba ,
puede ayudar a la mujer del vecino a lavar la ropa
para ganarse un plato de comida. De ese modo, siem­
pre que el individuo está desempleado es porque pre­
fiere el ocio a la pequeña remuneración que se le
puede ofrecer.
De hecho, sin embargo, la teoría del valor-utilidad
110 es ahistórica, porque no tiene sentido en una so­
ciedad en que las necesidades humanas son funda­
mentalmente estables, y esas sociedades han llenado
tal vez el 99% de la historia humana hasta hoy. En
contraste con la sociedad moderna, de posrevolución
industrial, Jas sociedades anteriores eran relativamen­
te poco dinámicas en su ritmo de transformación econó­
mica. Entre las pautas de consumo de un campesino
de la Edad Media y de su abuelo, no había fundamen­
talmente gran diferencia, y lo mismo sucedía con las
pautas de consumo de un hacendado pauiista de fines
del siglo pasado y las de su padre. En la base de las
sociedades que estudiamos históricamente, las nece­
sidades humanas que pueden ser satisfechas por la
- economía varían muy lentamente o no varían en ab­
soluto. Pero en una economía como ésa el papel de
las preferencias subjetivas, el papel del consumidor,
»EwswtóíWK» ■■■

TroRiAS nn. v a i .o r

como elemento dinámico de la economía, es comple­


tamente nulo. Porque el consumidor ya es educado v
criado dentro de determinada pauta de consumo, con
posibilidades de elección sumamente restringidas. Y el
aparato productivo de la sociedad ya está montado, va
está construido y estructurado para satisfacer esa can­
tidad limitada y estática de necesidades. En esas con­
diciones no tendría y no tiene sentido tratar de expli­
car la actividad económica y su variación a partir"de
las necesidades humanas, porque éstas son un elemen-
to casi constante.
La teoría del valor-utilidad alcanza una aceptación
relativamente grande como herramienta de explica­
ción económica en la sociedad moderna, y sólo en
ella. Porque en la sociedad moderna el dinamismo,
generado en el acto de producción, estimula constan­
temente al consumidor para que escoja, para que am­
plíe la escala de sus necesidades, para que las cambie.
Y en la medida en que las personas responden a esos
estímulos, en la medida en que su comportamiento
cambia, posibilita una serie de trasformaciones econó­
micas. Explicar la economía capitalista moderna a
partir del comportamiento del consumidor es posible.
No queremos decir que sea correcto, pero existe cierta
correspondencia entre la teoría y los hechos, corres­
pondencia suficiente para trabajar en ese sentido. Y
es por eso que consideramos a la teoría del valor-utili­
dad una teoría histórica, porque está vinculada a una
realidad contingente en el tiempo.
La teoría del valor-trabajo es histórica por defini­
ción. En la medida en que explica el valor del pro­
ducto social por la división social del trabajo, sólo
es válida en la medida en que esa división social del
trabajo existe. Y cada modificación de esa división,
que es el hilo mismo de la evolución económica, in­
fluye en el valor creado. En último análisis, se podría
decir que a lo largo de la historia económica la divi­
sión social del trabajo siempre se ha expandido. En
24 P R IM E R A C L A SF.

el punto de partida histórico, que no sé exactamente


cuál es, gran parte de la actividad de los individuos
es no-económica. Los individuos trabajan para sí mis­
mos y buena parte de su actividad no contribuye al
producto social. A medida que vamos avanzando de
las sociedades prehistóricas a las modernas, asistimos
a una ampliación de la división social del trabajo,
que va englobando una proporción cada vez mayor
de la actividad humana, hasta llegar al punto (que
no hemos alcanzado todavía, evidentemente, pero al
cual nos estamos acercando), en que prácticamente
toda la actividad humana adquiere carácter econó­
mico, porque se vuelve social. Es decir, no se realiza
en forma primordial, directamente, para la satisfac­
ción ele necesidades del mismo individuo que produ­
ce, sino de otros individuos, obteniendo, en compen­
sación, un producto equivalente, en tiempo de tra­
bajo, de la actividad de otros individuos. Es esa am­
pliación de la actividad económica en el conjunto
de la actividad hum ana lo que revela el enfoque de
la teoría del valor-trabajo.
Me gustaría terminar esta exposición analizando
varias implicaciones de las dos teorías del valor, im­
plicaciones que serán objeto de explicaciones más pro­
fundas en las próximas exposiciones. Por ejemplo, la
teoría del valor-utilidad, en la medida en que empieza
a explicar el valor de cada objeto y de cada servicio,
parte esencialmente de ese segmento de la realidad
que es el mercado, es decir, es en el intercambio que
el valor se manifiesta concretamente. ¿Qué valor atri­
buyo a mis lentes? Todos usamos lentes para ver me­
jor. Pero eso no significa que atribuyamos el mismo
valor a los lentes, pues en esa relación subjetiva no
hay uniformidad. Es posible que la persona odie los
lentes por motivos estéticos. Hay gente que prefiere
sentarse sobre ellos. Hay otros que no pueden vivir
sin sus lentes. Por lo tanto, hay una gama de valora­
ciones del mismo objeto por diferentes individuos.
-T E O R ÍA S DF.I. V A I.O R
2.r>
A la economía no le corresponde estudiar ni tiene
condiciones para eso, esa variación como actividad de
consumo, es decir, en cuanto yo uso los lentes, sino
solamente en la medida en que los cambio por otro
tipo de objeto de uso cualquiera. En ese caso el valor,
aunque subjetivo, aparece en el comportamiento ob­
jetivo de las personas que hacen el cambio. Y como
la economía no es una ciencia meramente descriptiva,
sino que tiende o al menos debe llegar a resultados
operativos, lo que le interesa no es el comportamiento
en el intercambio individual sino colectivo. Lo que
interesa es el precio que los lentes alcanzan en el mer­
cado. Ese precio es un promedio de distintos precios
que distintos individuos pagaron por sus lentes. Si és­
tos costaran el doble de lo que cuestan, menos indi­
viduos los comprarían, pero siempre los comprarían
algunos; si costaran la mitad, más individuos los com­
prarían. Es decir, hay individuos dispuestos a pagar
cualquier precio por los lentes y el número de indivi­
duos va variando. Lo que interesa es el precio efecti­
vamente pagado. Por lo tanto, la teoría del valor-utili­
dad encuentra su aplicación práctica inmediata en
la explicación de los precios efectivos en el meicado.
Y en la medida en que es así, su punto de abordaje
es el individuo que se halla en el mercado. La teoría,
efectivamente, reduce todo el comportamiento econó­
mico al comportamiento en el mercado. El propio
acto de producción es asimilado a una actividad de
intercambio: el individuo está trocando su ocio, que
es sabroso, por el esfuerzo, que siempre es desagrada­
ble. La actividad del trabajo humano es encarada
siempre como negativa. En la actividad productiva el
individuo está cambiando algo agradable (el ocio)
por algo desagradable (el trabajo), que a su vez con­
duce a algo agradable (la satisfacción de otra ne­
cesidad).
La teoría del valor-trabajo parte de la producción:
el valor no surge en el mercado, surge en la produc-
p r im f r a c i .a s f .

cion, en el trabajo. Éste es encarado no como al°o


negativo, como la renuncia al ocio, ai descanso, sino
tomo una actividad que afirma al hombre en cuanto
tai. El individuo es visto como productor social, como
individuo integrado en la división social del trabajo.
La teoría del valor-utilidad explica el excedente so­
cial a partir de la renuncia. El excedente social es lo
que la sociedad produce y que no se destina ai con­
sumo inmediato. Ese excedente surge en forma física
como máquinas, materias primas, edificios no residen­
ciales, etc En resumen, todo lo que sirve para algo
chbtinto del consumo humano inmediato constituve^el
excedente social. Pues bien, la teoría del valor-utili­
dad explica ese excedente social como resultado de
una renuncia a! consumo inmediato en favor de un
consumo futuro. El excedente social se produce por­
que hay un ahorro, es decir, porque algunos indivi­
duos, voluntariamente, por cálculo económico, no
gastan todo lo que ganan en consumo y guardan una
parte, ahorran una parte y la invierten para obtener
en el futuro un valor mayor. En este sentido el exce­
dente es resultado de un sacrificio, y siendo así, debe
ser remunerado. Los individuos que' ahorran y de ese
modo posibilitan el excedente social hacen un sacri­
ficio en pro de la sociedad y ésta, para estimularlos,
los compensa por ese sacrificio por medio de una re-
muneración que es la tasa de interés.
Ahí aparece, pues, uno de los elementos importan­
te:» y verdaderos, digamos, en la comprobación inme­
diata de los hechos revelados por la teoría del valor-
utilidad: siempre hay una preferencia por el consumo
inmediato frente al consumo mediato, es decir, el
consumo postergado. El tiempo cuenta para el con­
sumo humano. Si puedo escoger entre tener un objeto
hoy o dentro de un mes, prefiero tenerlo hoy. En
igualdad de condiciones, prefiero tenerlo hoy. Por lo
tanto, si renuncio a una posesión inmediata, si pos­
tergo la posesión y el uso de un objeto por un mes, co-
t f o r í a s d f .i . y a t . o r |

rio el riesgo de no estar vivo hasta entonces o de cam- J


biar de opinión con respecto a su utilidad y c!e que |
no me sirva ya dentro de un mes. Este nesgo que | ;
corro es el sacrificio que hago y que debe ser remu- |
nerado en relación al lapso de tiempo por el cuai íe- | •
nuncio al uso del objeto.
Esa remuneración adopta la forma de intereses. Los >
intereses se calculan en relación al tiempo; crecen en |
la medida en que el tiempo pasa. La producción del |
excedente social, a su vez, explica el propio crecimien- g
to de la economía, pues es la reinversión de ese exce­
dente lo que hace (pie la economía crezca. Todo eso
se explica, según la teoría del valor-utilidad, por la |
preferencia por el consumo inmediato y por la valon- >
zación del tiempo. Por ejemplo, hay inversiones que :
demoran un tiempo relativamente largo en material)- ;
zarse, como un ferrocarril, una usina hidroeléctrica, |
una usina siderúrgica, etc. Son empresas que necesitan .
cinco o diez años para materializarse. El sacrificio |
hecho, por lo tanto, es muy largo, y el riesgo que los s;.
individuos corren de no llegar nunca a disfrutar per- |»
sonalmente de ese sacrificio también es largo. En con- |
secuencia, ese sacrificio debe ser remunerado con ma- |
vor cantidad de recursos y el mercado de capitales |
funciona estrictamente de acuerdo con esta lógica. ,
Esas inversiones se financian mediante la venta de
acciones, cuyo precio sufre una desvalorización pro- |-
porcional al tiempo de maduración de las inversiones.
La reforestación es una actividad cuyos resultados de- |
moran a veces 50 años, plazo que va bastante mas allá
de la expectativa de vida de la mayor parte de los |
individuos adultos, que no pueden esperar vivir mu- |
cho más de 50 años. En una sociedad capitalista casi
nunca se deja la reforestacion a la iniciativa pri\ ada, |
al comportamiento individual esencialmente econó- |
mico: casi siempre es una obligación legal, una impo- ;
sición de la sociedad a los individuos, o bien el poder ;
público se encarga de ella.
T R IM E R A C.I.ASF.

Todo el comportamiento del poder público, del


Estado, en la economía, no se explica por la teoría del
valor-utilidad. Carece de lógica en términos de la
teoría del valor-utilidad. El comportamiento econó­
mico del poder público no obedece a la misma racio­
nalidad que el del individuo, que siempre está tra­
tando de llevar al máximo la utilidad a su disposición.
Para la teoría del valor-trabajo, el excedente social
se fija de acuerdo con el tipo de sociedad que se ana­
liza. El enfoque es esencialmente histórico. En las so­
ciedades en que el carácter social de la economía es
reconocido conscientemente, es decir, cuando no sur­
ge como resultado final de muchos comportamientos
individuales desarticulados, como sucede tanto en las
sociedades colectivistas del pasado como en las socie­
dades colectivistas del presente, el excedente social es
la iniciativa más importante del grupo. En una socie­
dad comunista primitiva, por ejemplo, lo primero que
el grupo hace es decidir cuántos peces se van a pescar,
cuánta mandioca se va a plantar (la mandioca es el
tipo de producto que se puede dejar en la tierra
cuanto se quiera, es una reserva), para luego decidir
cuánto se producirá para el consumo inmediato. En
una sociedad centralmente planificada, hoy en día,
la determinación del excedente, es decir, del pro­
ducto que no será destinado al consumo sino a la am­
pliación de la propia economía, es una decisión colec­
tiva, consciente, deliberada, discutida. Si hay un sa­
crificio, ese sacrificio es colectivamente deliberado y
asumido.
En una economía capitalista, de mercado generali­
zado, el excedente procede de fuerzas sociales que no
son determinadas deliberadamente. Deriva esencial­
mente de la productividad del trabajo y del costo de
reproducción de la fuerza de trabajo. Analicemos lo
que significan esas dos fuerzas. Por un lado la socie­
dad dispone de fuerza de trabajo, es decir, de la capa­
cidad lísica y mental de sus individuos de ejercer fun-
T E O R ÍA S DKL VALO R 29
clones productivas y sociales. Esa capacidad tiene un
costo, que es la suma de los recursos necesarios para
mantener vivos a los individuos y asegurar su repro­
ducción. Para que la fuerza de trabajo exista y pueda
reproducirse, es preciso que los individuos que la in­
tegran vivan. Es el mínimo fisiológico de superviven­
cia y de reproducción de todos los que trabajan en
sus actividades. Y a esto hay que añadir los recursos
necesarios para calificarlos para ejercer las funciones
diferenciadas y complementarias definidas por la di­
visión social del trabajo. Es decir, la escuela y otros
tipos de organizaciones que la sociedad crea para ca­
lificar el trabajo humano. Sumando esto al costo de
subsistencia de la población trabajadora, tenemos la
parte del producto social que Marx llamó “producto
necesario”., es decir, sin el cual la economía no puede
ni siquiera reproducirse, mucho menos crecer. Dado
ese mínimo, tenemos, por un lado, el producto social
total dado por la productividad de la fuerza de tra­
bajo. La fuerza de trabajo efectivamente utilizada pro­
duce determinada cantidad de recursos que es general­
mente mayor que ese mínimo, el producto necesario.
La diferencia entre ese producto social total, resultan­
te del uso de la fuerza de trabajo, y el producto ne­
cesario, es el excedente social.
La teoría del valor-utilidad empieza por el indivi­
duo que ahorra. U n individuo gana $ 3 000 por mes,
resuelve gastar 2 000 y ahorrar 1 000, previendo que
algún tiempo después tendrá más que eso, gracias a
los intereses que obtendrá. Reuniendo a todos esos
individuos, su ahorro constituye el excedente social.
La teoría del valor-trabajo parte de la idea de que el
producto social es una cantidad dada y refleja la pro­
ductividad de la fuerza de trabajo. Deduciendo del
produelo social el producto necesario, lo que queda es
el excedente. ¿Cómo es posible que la suma de los
ahorros individuales, hechos por cálculo individual,
corresponda a la diferencia entre el producto total y
J

3Q P R IM E R A CLASE

el producto necesario? La explicación reside, y quien


la da es la teoría del valor-trabajo, en la competencia
predominante en la sociedad capitalista. La sociedad
capitalista tiene una organización que lleva a los po­
seedores del excedente, los poseedores de los medios
de producción, a un comportamiento tal, que general­
mente acumulan la mayoría de los recursos que lle­
gan a sus manos y que no son utilizados normalmente
para su consumo. La teoría del valor-trabajo dice lo
siguiente: es absolutamente ocioso, dilettante, bizanti­
no, tratar de explicar el comportamiento de ahorro
del individuo que gana sumas fabulosas, dueño de
una fábrica, dueño de un banco, dueño de una ha­
cienda, en función de sus necesidades de consumo.
Ese individuo gana 5, 10, 15 veces más de lo que con­
sume normalmente, por mucho que consuma. Y así,
es incapaz de consumir un tercio o un cuarto de lo
que normalmente gana. Se ve casi obligado a acumular
por la competencia entre las empresas económicas; la
necesidad de crecer como capitalista lo induce a esa
actividad de acumulación.
En el último análisis, la teoría del valor-trabajo ex­
plica el excedente posible y explica por qué el exce­
dente real tiende a aproximarse al posible. La teoría
del valor-utilidad intenta explicar la motivación hu­
mana, intenta explicar por qué A ahorra más que B,
por qué algunos individuos son estimulados a aho­
rrar y otros no. La teoría del valor-trabajo es esen­
cialmente macroeconómica, mira a la economía siem­
pre como un conjunto, y da la medida del excedente
social posible. Admite de antemano que esa posibili­
dad no siempre tiende a realizarse en una economía
capitalista. El gran mérito de la teoría del valor-tra­
bajo es que explica la propia evolución del excedente,
porque éste siempre tiende a crecer en relación con la
productividad social del trabajo. Nos proporciona los
instrumentos económicos \ sociológicos necesarios para
explicar cómo también crece el producto necesario,
TÜORIAS DEL VALOR

por qué los individuos que trabajan tienden a luchar


por una participación por lo menos 110 decreciente en
el producto social, y cómo, a pesar de eso, el produc­
to necesario como proporción social tiende realmente
a disminuir. Esto se demostrará más adelante. Sin em­
bargo, la teoría no tiene, a este nivel, posibilidad de
explicar la variación cotidiana, o anual, de la apari­
ción concreta del excedente social. Así como tiene una
visión macroeconómica del conjunto de la actividad
total de la economía, tiende a tener también una vi­
sión del tiempo a largo plazo. En la medida en que
la teoría del valor-trabajo va de lo abstracto a lo con­
creto, es decir, trata de explicar el excedente de un
país capitalista específico, con determinadas caracte­
rísticas en cierto momento, digamos un país no total­
mente capitalista, no puramente capitalista como el
Brasil, país subdesarrollado, en el que la propiedad
de los medios de producción en gran parte no se halla
aquí, sino en el exterior, y en el que el excedente
social puede ser aplicado aquí o 210, puede ser expor­
tado, y en el que parte del excedente efectivamente
invertido viene de afuera hacia adentro, en la medida
en que la teoría del valor-trabajo pasa a formas más
concretas e inmediatas de análisis, pasa a incorporar
el instrumental de la teoría del valor-utilidad. A par­
tir del momento en que queremos explicar el exce­
dente concreto, el del Brasil en 1967, ahí el compor­
tamiento de ahorro, el raciocinio de los grandes gru­
pos que detentan la plusvalía, pasa a ser el enfoque
adecuado. Y como ése es desde el principio el enfoque
de la teoría del valor-utilidad, muchas de las explica­
ciones halladas por los marginalistas pasan a ser vá­
lidas.
El ejemplo del excedente muestra bien en qué me­
dida los.dos abordajes tienden a cierta complementa-
ri-edad. El abordaje de la teoría del valor-trabajo es
esencialmente macroeconómico, se preocupa única­
mente de la economía como un todo y a plazo relati-
J

34 PRiMF.RA. CLASF.
tivo, no científico, en la economía, y que bien se
puede prescindir de cualquier teoría del valor. Esa
actitud, que es la que considero nihilista, se explica
porque Robinson sintió más que ningún otro autor
el impacto de las insuficiencias del marginalismo, en el
cual fue educada, para la comprensión de los procesos
históricos y macroeconómicos.
Espero que esta clase sirva de introducción para lo
que intentaremos hacer de aquí en adelante. Aborda­
remos los aspectos más importantes de la economía
moderna a partir siempre de esta dicotomía, y revela­
remos sus diversas implicaciones.

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