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Título

MOMENTOS, TENDENCIAS E INTERROGANTES DE LA PRODUCCIÓN


ACADEMICA SOBRE LA MEMORIA DEL PASADO RECIENTE ARGENTINO.

Autores

Mauricio Chama. Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales,


Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad Nacional de La
Plata, Mail: mauchama@yahoo.com.ar

Hernán Sorgentini. Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales,


Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad Nacional de La
Plata, Mail: hsorgentini@yahoo.com

Resumen

En los últimos años la producción bibliográfica sobre el tópico de la memoria ha tenido


un vertiginoso impulso en el campo de las ciencias sociales en Argentina. Varios
autores han vinculado este interés por la memoria con una suerte de giro cultural
global que en Argentina confluiría con una demanda social y política por procesar los
legados de un difícil pasado traumático. Este trabajo intenta problematizar dicha
conexión, abordando la discusión sobre el problema de la memoria como una ventana
para explorar cómo la producción académica ha intentado historizar el pasado reciente
argentino. Desde una perspectiva que focaliza su atención en los cambiantes
contextos políticos que desde 1983 dieron forma a la producción académica sobre tres
ciclos históricos significativos -la radicalización política/revolución, la
dictadura/represión y la transición a la democracia-, ofrecemos un primer esbozo de
estado de la cuestión sobre los estudios sobre la memoria del pasado reciente
argentino. Con ello, buscamos plantear una discusión sobre los modos en que
discursos normativos y preguntas políticas del presente sobre el pasado pueden
transformarse, o no, en adecuados interrogantes históricos.

Abstract

During the last years, scholarship on the topic of memory has grown with fresh impetus
within the field of social sciences in Argentina. Many authors have linked this attention
to memory with a sort of global cultural turn that would merge in Argentina with social
and political demands for coming to terms with a difficult traumatic past. This article
raises a question about this connection by discussing the problem of memory as a
window to look at how academic production has sought to historicize Argentinean
recent past. From a perspective that focuses on the changing political contexts which
since 1983 have given shape to academic production on three main significant
historical processes –political radicalization/revolution, dictatorship/repression, and
transition to democracy-, we present a first state of art about the studies on the
memory of Argentinean recent past. We seek to raise a discussion on the ways in
which normative discourses and political views from the present about the past may or
may not develop as fruitful historical questions.

Palabras Claves: memoria, pasado reciente, historiografía, radicalización política,


dictadura

Keywords: Memory, Recent Past, historiography, political radicalization, dictatorship.


MOMENTOS, TENDENCIAS E INTERROGANTES DE LA PRODUCCIÓN
ACADEMICA SOBRE LA MEMORIA DEL PASADO RECIENTE ARGENTINO1

Introducción

En los últimos años la producción bibliográfica sobre el tópico de la memoria ha tenido


un vertiginoso impulso en el campo de las ciencias sociales en Argentina. Esto se ha
evidenciado en la proliferación de trabajos que abordan la memoria desde
perspectivas teóricas, enfoques metodológicos y posicionamientos ideológicos
diversos y que establecen, también, distintos modos de interlocución con otros
discursos político-culturales significativos. Varios autores han vinculado el interés por
la memoria con una suerte de giro cultural global propio de nuestro tiempo, que en
Argentina confluiría con una demanda social y política por procesar los legados de un
difícil pasado de radicalización política y terror estatal. Este trabajo intenta
problematizar dicha conexión, abordando la discusión sobre el problema de la
memoria como una ventana para explorar cómo la producción académica ha intentado
historizar el pasado reciente argentino2.

Las indagaciones sobre la memoria del pasado reciente argentino comprenden una
variedad de temas delimitados a partir de muy diversos desarrollos conceptuales y
conocimientos disciplinares. La lista es extensa: desde las lógicas selectivas de los
procesos sociales de rememoración hasta las consideraciones filosóficas sobre la
representación de las denominadas experiencias límite; desde los sentidos que
individuos asignan a sus historias al momento de contarlas hasta los discursos
normativos de la ciencia política orientada a prescribir orientaciones sobre cómo
democratizar una sociedad; desde los impactos traumáticos de los procesos de
violencia política y represión hasta los cambios en los usos del pasado para la
legitimación del estado. A los fines del argumento que proponemos en este trabajo,
interesa señalar que la conexión entre estas distintas cuestiones no es evidente y que
su yuxtaposición, antes que contribuir, muchas veces conspira contra los intentos de

1
Una primera versión de este trabajo fue presentada en la Mesa “Formas de reconstrucción del pasado
reciente: Historia y memoria de la dictadura en Argentina y el Cono Sur”, coordinada por las profesoras
Patricia Funes y Patricia Flier en el marco de las XIIº Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia,
San Carlos de Barilloche, Universidad Nacional del Comahue, 28 al 31 de octubre de 2009. Agradecemos
los comentarios de Alejandro Kaufman recibidos en esa oportunidad. Asimismo, agradecemos
especialmente las sugerencias y estímulos de Daniel Lvovich, Roberto Pittaluga y Nora Rabotnicof.
2
La denominación ‘pasado reciente’ es ambigua. Entre los trabajos que intentaron precisar sus alcances
pueden mencionarse Franco, M. y Levin F., “El pasado cercano en clave historiográfica”, en Franco, M. y
Levin, F. (comps.), Historia reciente. Perspectivas y desafíos para un campo en construcción, Buenos
Aires, Paidós, 2007 y el contrapunto de Alonso, L., “Sobre la existencia de la historia reciente como
disciplina académica”, Prohistoria: historia, políticas de la historia, nº 11, 2007, pp. 191-204.
sistematizar y asignar especificidad a los estudios sobre la memoria del pasado
reciente.

Frente a este problema, algunos autores sostienen, a veces con la fuerza de una
convicción, que aquello que otorga unidad temática a estos estudios es un supuesto
régimen distintivo de historicidad del pasado reciente. Este régimen distintivo de
historicidad estaría dado por su carácter especialmente “conflictivo” o “traumático”,
cuando no por su poder revelador o aleccionador sobre las contradicciones de la
modernidad o los dilemas ético-políticos del siglo XX. A falta de un criterio preciso para
definir qué es lo propio de esta historicidad se recurre a fundarla en supuestas
características particulares del objeto. Así, frecuentemente, la memoria del pasado
reciente queda asociada, de modos no necesariamente problematizados, con la
experiencia del dolor, de lo excepcional y las dimensiones morales y éticas del
conocimiento histórico social que más nos compelen.

De modo convergente con esta tendencia, otros autores entienden lo característico de


la memoria del pasado reciente partir de una suerte de vinculación, también intrínseca,
con los problemas del compromiso político de la investigación en ciencias sociales.
Esta vinculación con la política se ha subrayado de modos muy diversos. A veces, la
valoración positiva de esta suerte de politicidad distinta funciona como un criterio de
legitimación del nuevo campo de investigación que en sus comienzos tuvo dificultades
para hacerse un lugar frente al establishment académico. En otros casos, se remarca
la particularidad de los modos en que el registro analítico de la historia y las ciencias
sociales convive con relatos justificatorios o condenatorios de diversas posiciones
políticas. Sintomáticamente, estos relatos comprenden desde la militancia
revolucionaria hasta el virtuosismo ciudadano de la democracia posterior al terror. La
atribución al pasado de un poder que compele por sus características intrínsecas se
combina frecuentemente con la afirmación del poder autoritativo de un saber
académico o un pensamiento “crítico” supuestamente capaz de superar el sentido
común. El problema es que estas perspectivas suelen conducir a argumentos no
necesariamente menos normativos sobre la responsabilidad individual o social, la
memoria crítica o la reconstitución de una nueva politicidad que pretenden trascender.

A nuestro juicio, el eje de problemas que estructuran el llamado campo de la memoria


del pasado reciente en Argentina no debería definirse por una característica intrínseca
del objeto o del modo en que nos vinculamos con él, sino por la necesidad, bastante
más mundana, de articular una interpretación histórico comprensiva del presente que
incluya un relato de tres grandes ciclos históricos significativos: la radicalización
política/revolución, la dictadura/represión y la transición a la democracia.
Reconocemos que la producción sobre estas problemáticas es creciente, pero todavía
excesivamente fragmentaria y que existe, asimismo, una disparidad tanto en el
desarrollo de las investigaciones sobre cada uno de estos períodos como en el grado
de polémicas que ellos suscitan en el presente. No nos proponemos sistematizar el
conjunto de la producción que existe sobre estos temas, sino caracterizar las
principales preguntas articuladoras, las tendencias y los dilemas que han guiado la
constitución del campo. Como señala Cecilia Lesgart, relatos sobre la radicalización
política, la represión y la transición a un nuevo orden democrático persiguen en la
actualidad fines tan diversos como los de recrear tradiciones políticas, reparar historias
personales, sentar los legados para las nuevas generaciones o ajustar cuentas con la
política del pasado3. Antes que afirmar o negar la legitimidad de estas distintas
construcciones sobre el pasado, nos parece necesario explicitar qué relatos sobre el
presente subyacen a estos proyectos. Desde una perspectiva que focaliza su atención
en los cambiantes contextos políticos a partir de los cuáles tomó forma la producción
académica sobre estos temas desde 1983, intentamos presentar un primer esbozo de
estado de la cuestión sobre los estudios acerca de la memoria del pasado reciente
argentino4. Con ello, queremos plantear una discusión sobre los modos en que
discursos normativos y preguntas políticas del presente sobre el pasado pueden
transformarse, o no, en adecuados interrogantes históricos.

Un primer momento de la reflexión sobre el tópico de la memoria de la radicalización


política y terror estatal puede situarse en el proceso mismo de la transición a la
democracia de la primera mitad de la década del ’80. Las expectativas de cambio
generadas por la recuperación del estado de derecho y la construcción de una nueva
institucionalidad democrática impusieron una nueva jerarquización de temas en las
ciencias sociales. La cuestión de la democracia se instaló de lleno en la discusión,
pasando a ocupar el lugar que una década antes habían detentado los debates sobre
la revolución5. La constitución de esta nueva agenda intelectual formó parte de una
tendencia más amplia que alcanzó a vastas porciones de América Latina, en la que
3
Lesgart, C., “Luchas por los sentidos del pasado y el presente. Notas sobre la reconsideración actual de
los años 70 y 80”, en Quiroga, H. y Tcach, C. comps., Argentina 1976- 2006. Entre la sombra de la
dictadura y el futuro de la democracia, Rosario, Homo Sapiens, 2006.
4
Sobre cómo distintos contextos políticos modificaron la memoria de la última dictadura, ver Lvovich, D. y
Bisquert, J., La cambiante memoria de la dictadura. Discursos públicos, movimientos sociales y
legitimidad democrática, Universidad Nacional de General Sarmiento, 2008.
5
Algunos trabajos relevantes desde la ciencia política y la sociología fueron: O’Donnell, G., Schimitter, P.
y Whitehead, L., Transiciones desde un gobierno autoritario, Buenos Aires, Paidós, 1988 y Portantiero,
J.C. y Nun, J. (comp.), Ensayos sobre la transición democrática en la Argentina, Buenos Aires, Puntosur,
1987.
ahora predominaban los problemas de cómo debían revisarse y eventualmente
condenarse los regímenes dictatoriales6. El prisma de la democracia representativa
también orientó las reflexiones sobre la violencia política y el activismo armado de
fines de los años ’60 y principio de los ’707. En este marco, la idea de democracia
como valor en sí impregnó el sentido de la memoria y, a su vez, le impuso ciertos
limites: la memoria era, como señala Nora Rabotnikof, “memoria del autoritarismo y
(…) el horror del terrorismo de estado”8. Esta memoria del autoritarismo se articulaba
en función de la expectativa de que en la sociedad civil, entendida como espacio en
que anidaban las tradiciones de la democracia, residían las posibilidades de cambio.

Tanto actores sociales y políticos como analistas coincidían en entender a la sociedad


civil como el actor central que encarnaba el rechazo al autoritarismo. Las luchas por
los derechos humanos durante el período dictatorial, articuladas en torno a la figura de
los desaparecidos como condensación de la violencia sistemática ejercida por el
Estado contra sus propios ciudadanos, parecían traducir adecuadamente la oposición
civiles/militares con que muchos entendían el conflicto político del pasado inmediato.
En este contexto, los derechos humanos expresaban, tal vez de distintas maneras,
una opción ética para la nueva democracia. Reclamados por un movimiento que los
había tomado como bandera de denuncia en su resistencia concreta a los abusos
dictatoriales, podían también presentarse, en clave de un genérico liberalismo, como el
fundamento de un nuevo “dominio de la ley” que se identificaba sin más con una
nueva cultura de la tolerancia capaz de restar legitimidad a las opciones políticas
“extremas”. Como ha argumentado Greg Grandin, las visiones por entonces
predominantes concebían a la historia como una parábola en la que estas posiciones
políticas extremas expresaban los reductos de la violencia, el abuso y la irracionalidad
en contraste con los principios de convivencia nacional pacífica que intentaban
imponer9.

En este marco, una visión de los desaparecidos como “víctimas inocentes” de los
abusos del estado terrorista ocupó el centro de la escena pública. Esta visión
contribuía a construir la noción del individuo como sujeto abstracto de derecho a la
vez que tendía a soslayar las biografías políticas de los desaparecidos. La definición
6
Véase Lesgart, C., Usos de la transición a la democracia. Ensayo, ciencia y política en la década del ´80,
Rosario, Homo Sapiens, 2003.
7
Hilb, C. y Lutzky, D., La nueva izquierda argentina: 1960-1980 (política y violencia), Buenos Aires, CEAL,
1984.
8
Rabotnikof, N., “Memoria y política a treinta años del golpe”, en Lida, C., Crespo, H. y Yankelevich, P.
(comps.), en Lida, C., Crespo, H. y Yankelevich, P. (comps.), Argentina, 1976. Estudios en torno al golpe
de estado, Buenos Aires, FCE y El Colegio de México, 2008, p. 265.
9
Grandin, G., “The Instruction of Great Catastrophe: Truth Commissions, National History, and State
Formation in Argentina, Chile, and Guatemala”, en American Historical Review, Vol. 110, Issue 1, 2005,
pp. 1-38.
abstracta del ciudadano se complementaba, sin embargo, con el reconocimiento de
que sólo a través del ejercicio concreto de la justicia, más o menos limitada, respecto
de los crímenes cometidos por los militares, era posible fundar la noción de igualdad
ante la ley.

Aún con sus cada vez más marcadas diferencias internas, producto de los dilemas
generados por las políticas sobre el pasado del nuevo gobierno democrático, el propio
movimiento de derechos humanos encontraba cierta unidad en torno a esta
concepción. Prácticamente todos los grupos dentro el movimiento, y aún los sectores
más proclives a integrarse a las lógicas que estas nuevas políticas tendían a imponer,
objetaban la versión más maniquea de la “teoría de los dos demonios” propuesta por
el gobierno radical, señalando la especificidad del terror estatal y la falacia de su
equiparación con otras formas no estatales de violencia. Pero, simétricamente, aún
entre quienes eran más reticentes a validar las políticas gubernamentales, primaba la
aceptación de que la democracia tenía que ver con la realización de los derechos
humanos así concebidos: en todo caso, la democracia, aún distante, se conseguiría
por la radicalización de esta concepción y por su saturación.

En este contexto, la reconstrucción de las acciones y discursos del movimiento de


derechos humanos marcó el tono de lo que, retrospectivamente, concebimos como el
primer momento en la conformación de los estudios sobre la memoria del pasado
reciente. Tomando como referencia teórica el modelo de los “nuevos movimientos
sociales”, las ciencias sociales subrayaron la “novedad” de este movimiento, así como
la expectativa “positiva” que despertaba su potencial capacidad de abrir nuevas y más
intensas formas de participación política y, sobre todo, social.

Los primeros trabajos sobre estos temas destacaban el carácter heterogéneo del
movimiento (dada la diversidad de sus integrantes, sus trayectorias y sus propuestas
ideológicas y grados de compromiso), a la vez que observaban su sentido de unidad
construido a partir de la acción opositora frente a la represión estatal 10. Estos trabajos
tendieron a contraponer memoria y olvido en el marco de una interpretación en la que
la memoria condensaba la saga de resistencia a los abusos de la dictadura y la
dimensión ética de los derechos humanos. Esta perspectiva no dejaba espacio para la
problematización de cómo el relato de la democratización, asociado a la realización de
los derechos humanos, podía bloquear otras recuperaciones del pasado u otras
formas de construir nuevos sentidos políticos para el presente a partir de la

10
Sonderéguer, M., “Aparición con vida. (El movimiento de derechos humanos en Argentina)”, en Jelin, E.
(comp.), Los nuevos movimientos sociales, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1989.
experiencia del pasado. La pregunta orientadora era menos sobre la memoria que
sobre los derechos humanos. Las diferencias residían más en las interpretaciones
acerca del grado de democratización alcanzado y la vigencia real de los derechos
humanos, que en concepciones contrapuestas sobre cómo éstos debían entenderse o
cómo debía recuperarse el pasado de radicalización política y represión en función del
presente.

Por otra parte, la pregunta por la memoria parecía estar subordinada a la problemática
omnipresente de la justicia, entendida ésta en el sentido restringido pero a la vez
fundamental de lograr un juzgamiento efectivo de los militares responsables de
violaciones a los derechos humanos. Esta posición era compartida tanto por aquellos
que, tomando distancia de las políticas oficiales, buscaban la condena de “todos los
culpables” de las aberraciones cometidas por la dictadura, como por quienes
pensaban nuevos caminos jurídicos e institucionales, a la vez limitados y efectivos en
lo que respecta a las posibilidades de procesar las demandas de retribución por las
ofensas del pasado. Mientras las ciencias sociales que asumían la perspectiva del
Estado debatían en un marco discursivo que se articulaba en torno al dilema entre
“hacer justicia por el pasado” o “garantizar el futuro”11, las perspectivas más receptivas
de las demandas del movimiento de derechos humanos tampoco objetaban dicho
encuadre.

Los primeros trabajos que definieron más explícitamente el tópico de la memoria


aparecieron recién hacia mediados de la década del ’90, en un contexto de frustración
para el movimiento de derechos humanos por el giro que implicó la sanción de las
leyes de Obediencia Debida y Punto Final y, posteriormente, la concesión de los
indultos a los máximos responsables del terrorismo de estado. Para ese entonces, un
nuevo discurso sobre la “pacificación nacional” había avanzado sobre el tandem
derechos humanos/democratización que había sido la clave dominante hasta fines de
los años ochenta, promoviendo las figuras del “mutuo perdón”, la reparación de las
heridas del pasado y la unidad nacional12. La compilación Juicio, Castigos y Memorias.
Derechos Humanos y Justicia en la política argentina, de 1995, fue un texto de
referencia que condensaba las perspectivas propias de los años de la transición en el
que la cuestión de la memoria se presentaba asociada al problema de las

11
Ver al respecto Bruno, A., Cavarozzi, M. y Palermo, V., Los derechos humanos en la democracia,
Buenos Aires, CEAL, 1985.
12
Barros, M. “Democracia y derechos humanos: dos formas de articulación política en Argentina”, e-
l@tina. Revista electrónica de estudios latinoamericanos, vol. 8, nº 29, octubre-diciembre de 2009.
posibilidades y las limitaciones de la democracia para juzgar a los militares13. Enlazada
inextricablemente con la cuestión de la justicia y la democratización, la referencia a
una política de la memoria buscaba, en el texto de Elizabeth Jelin, dar cuenta de las
distintas estrategias con que los grupos de derechos humanos se habían constituido y
consolidado en relación con las cambiantes políticas encaradas por el Estado. En el
último apartado de ese artículo se presentaban de manera explícita algunas
cuestiones que posteriormente serían centrales en la definición del campo de estudios
sobre la memoria, como el carácter selectivo del recuerdo, las disputas por los
sentidos del pasado, los mecanismos de su ritualización y repetición y la importancia
de su transmisión14.

En síntesis, en este primer momento, tanto para los actores como para los analistas,
memoria y justicia eran parte de una ecuación no demasiado problemática. Las
diferencias residían en que, simplemente, para algunos la justicia generaba tensiones
en el camino de la consolidación democrática y para otros, era la cuestión central para
su realización. Las discusiones sobre el pasado reciente argentino se organizaron en
torno a la preocupación por cómo emergieron los grupos de derechos humanos como
nuevos actores políticos y sociales de la vida democrática y qué aportaron a la cultura
política argentina. Podemos caracterizar entonces este primer momento como una
suerte de historia política del movimiento de derechos humanos y la democratización
en un contexto en que el debate académico permanece bastante circunscripto al modo
en que los principales actores de la transición piensan y disputan la política sobre el
pasado en función de la cuestión omnipresente del juzgamiento de los militares y el
lugar que a ésta se le asignaba como termómetro de la construcción de un nuevo
sistema democrático. Los sinsabores de las luchas por la justicia, que culminaron en la
consagración de la impunidad a principios de los años ’90, así como las nuevas
disputas políticas surgidas al calor de la imposición de las políticas neoliberales pronto
impondrían un giro en los modos de concebir los problemas del pasado reciente
argentino.

II

La emergencia de un campo de estudios diferenciado sobre la memoria puede situarse


hacia mediados de la década del ’90. Diferentes razones permiten explicar este
renovado interés. Nuevos acontecimientos en la historia política de las demandas por

13
AAVV, Juicio, Castigos y memorias. Derechos humanos y justicia en la política argentina, Buenos Aires,
Nueva Visión, 1995.
14
Jelin, E., “La política de la memoria: el movimiento de derechos humanos y la construcción democrática
en la Argentina”, en AAVV, Juicio, Castigos y memorias. Derechos humanos y justicia en la política
argentina, op. cit.
los derechos humanos, como los llamados “arrepentimientos” de representantes de las
Fuerzas Armadas y la Iglesia Católica, las declaraciones de Adolfo Scilingo en 1995 y
la emergencia de la agrupación HIJOS, reactivaron la discusión adormecida por la
imposición de la llamada “pacificación nacional”. En un contexto de progresivo
deterioro de la hegemonía política del menemismo, la ampliación de la movilización
social a partir del vigésimo aniversario del golpe del 1976, qué convocó a vastos
actores nuevos y viejos, contribuyó a moldear una nueva percepción condenatoria de
la dictadura militar. En este marco, nuevas estrategias políticas del movimiento de
derechos humanos -que comprendían desde prácticas de acción directa, como los
escraches, hasta novedosos caminos institucionales como los Juicios por la Verdad y
la constitución de instituciones como la Comisión Provincial por la Memoria de la
Provincia de Buenos Aires o Memoria Abierta- sentarían las bases para un nuevo
encuadre del problema de la memoria.

Uno de los rasgos que se destaca en este nuevo momento es el intento de repensar la
dicotomía memoria/olvido con que los estudios académicos habían replicado los
relatos con que el movimiento de derechos humanos tramó sus luchas por la verdad y
la justicia. En un contexto en que los reclamos por el pasado parecían condensarse en
heterogéneos discursos que reivindicaban la memoria, tal vez en parte por el
debilitamiento de la justicia, cobró fuerza la pregunta, hasta entonces ausente, sobre
qué es en concreto la memoria, cuáles son los agentes que la impulsan, cómo
funciona la memoria individual y colectiva, entendiéndose ambas como memoria
social. Este impulso se dio, por otra parte, a través de una suerte de sociologización
de la memoria. En contrapunto con el período anterior, el interés por la memoria
comenzó a plantearse en términos de enigma social otorgando una entidad propia a
los problemas de la rememoración y los diversos usos y apropiaciones del pasado.
Este redireccionamiento permitió complejizar y descentrar el relato que ataba el
problema de la memoria al de la democracia y los derechos humanos, sobre el que
existía hasta aquí un fuerte consenso.

Un rasgo de este nuevo momento fue la apropiación de diversas referencias


disciplinares aglutinadas en torno a la pregunta sobre la selectividad de la memoria
social y sobre los múltiples cruces entre memoria e historia. Algunos de los primeros
intentos indagaron en la obra de Maurice Halbwachs, quien hasta entonces había sido
bastante ignorado por la historiografía y, en todo caso, tomado por la sociología más
como un autor en la historia de la disciplina que como un insumo para estudiar
dinámicas sociales contemporáneas15. Otros autores que se integraron al nuevo
corpus con que las disciplinas académicas fundaban un nuevo campo fueron Yosef
Yerushalmi, que tuvo un impacto significativo previo a este momento, Andreas
Huyseen y Pierre Nora16.

De modo convergente, el debate académico sobre la memoria en Europa en el


particular contexto político de los años ’90 proveyó nuevo marcos conceptuales e
historiográficos de referencia para los estudios locales a partir de las indagaciones de
los llamados “pasados conflictivos”, como el de la Francia de Vichy y el franquismo 17 y
las controversias suscitadas a raíz del cuestionamiento de la tradición antifascista
predominante en Italia desde el fin de la segunda guerra mundial18. En particular, las
investigaciones históricas sobre la Shoa, que tuvieron un desarrollo paralelo como
campo de estudios en este momento, ofrecieron paradigmas para explorar cuestiones
tales como las dificultades para representar acontecimientos límites y los dilemas
éticos que perviven y se recrean a través de las generaciones en torno a experiencias
traumáticas19.

La apropiación de los problemas metodológicos y ético-políticos de la historia oral, que


se integra en el currículo universitario y en la investigación en estos años, también
cumplió un papel significativo en la definición de una agenda de investigación
diferenciada. La propia evolución de esta corriente -que de manera creciente tendió a
pensar el testimonio oral no sólo como un recurso que complementaba la información
provista por las fuentes más tradicionales de la historiografía, sino como una
producción de sentido legítima en sus propios términos-, aportó elementos para
pensar el proceso de investigación como diálogo entre sujetos, al tiempo que
contribuyó a situar a la memoria como un nuevo contrapunto para dar cuentas de las
lógicas autoritativas que subyacen a la producción histórica. La discusión sobre el
15
Halbwachs, M., Les Cadres Sociaux de la Mémoire, Paris, Libraire Félix Alcan, 1925 y La mémoire
collective, Paris, Presses Universitaires de France, 1950.
16
Yerushalmi, Y. “Reflexiones sobre el olvido”, en AAVV, Usos del olvido, Buenos Aires, Nueva Visión,
1998. Huyssen , A., En busca del futuro perdido. Cultura y memoria en tiempos de globalización, México,
FCE, 2002. Nora, P., (dir.), Les Lieux de mémoire, 7 vols., Paris: Gallimard, 1984-1992. Un abordaje
crítico de las premisas que guían la obra de este último autor puede hallarse en Sazbón, J., “Conciencia
histórica y memoria”, Prismas. Revista de historia intelectual, número 6, 2002, pp. 21-43.
17
Rousso, Henry. Le syndrome de Vichy, de 1944 à nos jours, Paris, Seuil, 1987; Aguilar Fernández, P.,
Memoria y olvido de la guerra civil española, Madrid, Alianza, 1996.
18
Portelli, A., La orden ya fue ejecutada. Roma, las Fosas Ardeatinas, la memoria, Buenos Aires, FCE,
2004.
19
Agamben, G., Lo que queda de Auschwitz. El archivo y el testigo. Homo Sacer III, Valencia, Pre-Textos,
2000; Friedländer, S. (ed.), En torno a los límites de la representación. El nazismo y la solución final,
Bernal, UNQ, 2007; LaCapra, D., Historia y memoria después de Auschwitz, Buenos Aires, Prometeo,
2008. Un primer anticipo de estas cuestiones que impactó en el debate argentino puede hallarse en
Finchelstein, F. (ed.) Los alemanes, el Holocausto y la culpa colectiva. El debate Goldhagen, Buenos
Aires, Eudeba 1999. Un balance sobre como los estudios sobre el Holocausto se proyectan en el caso
argentino puede hallarse en Lvovich, D., “Historia reciente de pasados traumáticos. De los fascismos y
colaboracionismos europeos a la historia de la última dictadura argentina”, en Franco y Levin, op. cit.
lugar del testimonio, las problemáticas sobre la realización de entrevistas y su
interpretación como fuentes históricas constituían un nuevo territorio de cuestiones
que apuntaba a explorar la relación entre memoria privada y pública, entre
representaciones pasadas y recientes20.

A pesar de la heterogeneidad de referencias teóricas y disciplinares puede


mencionarse un elemento aglutinador que caracteriza a este momento. Éste está dado
por una suerte de giro del momento más estructural centrado en la pregunta por cómo
se articulan sociedad civil y Estado en el proceso de transición democrática a un
nuevo momento del sujeto en el que interesan más los procesos sociales de
construcción de identidades de individuos y grupos. La pregunta por cómo se
construyen las identidades sociales, así como por los múltiples intersticios de los
procesos de rememoración desplazó a aquella que, asumiendo a la memoria como
una construcción cuasi monolítica, la pensaba en relación con cuestiones como la
democratización de la sociedad y la obtención de la justicia. El reconocimiento de que
la memoria es por definición selectiva disparó nuevos interrogantes acerca de las
dificultades, tensiones y dilemas que surgen al pensar su articulación práctica en
función de aquellos objetivos mayores.

Resta todavía hacer un balance sobre qué apropiaciones y usos se hicieron de las
distintas perspectivas puestas en juego para poder tratar los problemas específicos de
la memoria de la radicalización política y la dictadura y la reconstrucción del pasado
reciente argentino. De todos modos, es posible observar que perspectivas ancladas en
el problema de la selectividad social de la memoria contribuyeron a complejizar el
relato sobre los que hasta entonces se entendía por políticas de la memoria. Dentro de
este giro, sobresale la formulación de una agenda de investigación que interroga de
modo más preciso la disputa por el pasado en torno a conmemoraciones y lugares de
memoria, así como la dimensión local del recuerdo21.

Paralelo a la constitución de esta fructífera agenda de investigación surge, a nuestro


juicio, un nuevo problema teórico, muchas veces no reconocido como tal: el problema
de yuxtaponer la pregunta política por los sentidos de la recuperación del pasado a
una suerte de ontología social de la memoria que se asume es capaz de explicarla.
Dicha yuxtaposición trunca la posibilidad de problematizar la dimensión propiamente
20
Schvarstein, D., “Historia oral, memoria e historia traumática”, trabajo presentado en el II Encuentro
Regional Sul de Historia Oral, Sao Leopoldo/RS, mayo de 2001.
21
Ver Jelin, E. (comp.), Las conmemoraciones: las disputas en las fechas “in-felices”, Madrid, Siglo XXI y
Social Science Research Council, 2002; del Pino, P. y Jelin, E. (comps.), Luchas locales, comunidades e
identidades, Madrid, Siglo XXI y Social Science Research Council, 2003 y da Silva Catela, L., No habrá
flores en la tumba del pasado. La experiencia de reconstrucción del mundo de los familiares de
desaparecidos, La Plata, Al Margen, 2001.
política de la discusión sobre la memoria social, es decir, cómo distintas relaciones de
poder permitieron y fijaron límites a distintas configuraciones del recuerdo de la
radicación política y el terror estatal. Simétricamente, quedan sin explorar los modos
en que las preguntas por cómo funciona la memoria se anudan con otras más
normativas sobre cuáles deben ser los trabajos de la memoria y cómo construir una
memoria activa que recorren, con distintos énfasis, los nuevos relatos articuladores
que surgen en este momento.

Muchos de los relatos provenientes del registro académico que fueron tomando forma
en este momento se caracterizan por un tono normativo que puede ser pensado como
respuesta a la proliferación de una nueva literatura testimonial orientada a rescatar las
historias militantes de los años setenta. Esta literatura, cuyo punto de inicio puede
trazarse en la publicación de La voluntad22, surgió como revisión del relato dominante
en los años ’80 que invisibilizaba a la militancia política tras la figura de los
desaparecidos como “víctimas inocentes” y fue una referencia insoslayable, explícita e
implícitamente, para la producción académica que intentó articular una nueva reflexión
sobre el sentido de la memoria.

Uno de los relatos que surgió con más fuerza y que, por su capacidad de definir un
nuevo horizonte de interlocución a través de adhesiones y rechazos, puede
considerarse estructurador del campo fue el que plantearon autores como Luis Alberto
Romero y Hugo Vezzetti a partir de la pregunta respecto del consenso de la sociedad
obtenido por la dictadura militar. Discutiendo con el llamado discurso condenatorio de
la dictadura, estos autores propusieron enmarcar la discusión sobre la radicalización
política y la represión militar en clave de un discurso que, rescatando el papel del
Nunca Más y el Juicio a las Juntas en la institución de un nuevo escenario de sentidos,
apelaba a la autocrítica generacional y la responsabilidad colectiva23. La exhortación a
comprender antes que a juzgar, propia de la perspectiva historiográfica, se anudó, de
modos no problematizados, con un rescate del modelo democracia vs. autoritarismo
predominante en los años ochenta, resaltando cada vez más la necesidad de la
prudencia política, el reconocimiento de las limitaciones de la democracia posible y
nuevos parámetros normativos acerca de cuestiones como la violencia, el
autoritarismo y la responsabilidad de la sociedad.

22
Anguita, E. y Caparrós, M., La Voluntad. Una historia de la militancia revolucionaria en la Argentina,
Tomo I, 1966-1973, Buenos Aires, Norma, 1997. Para un análisis sobre la producción testimonial de este
momento ver Sondéreguer, María, “Los relatos sobre el pasado reciente en Argentina: una política de la
memoria”, en Iberoamericana, nº 1, Nueva Época, Madrid, 2001, pp. 99-113.
23
Romero, L. A., “Recuerdos del Proceso, imágenes de la Democracia: luces y sombras en las políticas
de la memoria”, Clío y Asociados, nº 7, UNL, Santa Fe, 2003. Vezzetti, Hugo, Pasado y presente. Guerra,
dictadura y sociedad, Buenos Aires, Siglo XXI, 2002.
Entendemos que existe en este planteo una yuxtaposición entre el imperativo de lograr
una comprensión y la orientación a prescribir una nueva lección moral que, al marcar
el tono de las discusiones, puede leerse como un testimonio del tipo de relatos que
tendieron a definir el nuevo campo. Los aportes iniciales de las interpretaciones
propuestas estuvieron dados, antes que por investigaciones concretas todavía
demasiado incipientes, por la pertinencia de formular preguntas orientadoras. El
aspecto fuertemente normativo y polémico de las preguntas estableció el formato de
nuevas controversias y abrió nuevos campos de investigación, al tiempo que tendió a
consolidar discursos legitimados y no cuestionados sobre el pasado reciente, como
aquellos de la denominada justicia transicional que, de modo sintomático, continuó
articulando el problema de la recuperación del pasado en función del dilema de
reparar el pasado vs construir el futuro, que asume una perspectiva desde el Estado.
Al tiempo que plantearon nuevas preocupaciones sobre cómo los mecanismos de la
memoria –sus tendencias repetitivas, sus sentidos literales o ejemplares, sus
dinámicas selectivas- podían arrojar luz para una exploración más exhaustiva de la
historia, los nuevos relatos estructurantes del campo dejaron sin interrogar las lógicas
que subyacen a la construcción de dilemas y soluciones normativas en discursos
sobre la reparación de las heridas o las limitaciones intrínsecas de la justicia penal en
contextos de complejos procesos de transición a la democracia que, precisamente en
estos años, adquirieron nuevo vigor tanto en América Latina como en el resto del
Tercer Mundo, en parte como alternativas al modelo de juzgamiento tomado por la
Argentina más temprano en los años 80.

La escasa problematización de la normatividad del discurso de los años de la


transición es correlativa de la renuncia a asumir la dimensión propiamente política de
la transformación de los relatos sobre el pasado reciente. La convicción, propia del
momento de la transición, de que las posibilidades de la democracia residían en la
sociedad civil impidió pensar las lógicas estructurales de poder en un contexto en que,
esta alternativa, identificada más o menos correctamente con las vulgatas del
reduccionismo de clase o la sub-apreciación de las rupturas entre dictadura y
democracia, se siguió juzgando excesivamente peligrosa. De este modo, quedó
pendiente, al final de este momento, una reflexión sobre las relaciones de poder que
dieron forma a las dinámicas histórico-políticas concretas en que se gestaron
discursos que reconocen, re-significan o silencian las formas en que individuos y
grupos se apropian del pasado.
III

Diversas razones nos permiten hablar de un tercer momento en la constitución del


campo de estudios sobre la memoria que se fue configurando desde la crisis de 2001
y la asunción de Néstor Kirchner en 2003. El gobierno de Kirchner apeló a un discurso
de los derechos humanos centrado en los reclamos de “justicia, verdad y memoria”
para construir la legitimidad de su gobierno. En base a un posicionamiento que se
presentaba en continuidad con los ideales del militantismo juvenil de los ’70, este
relato representó un ruptura tanto con la “teoría de los dos demonios” de los años
ochenta como con la idea de “pacificación nacional” de los noventa. Ello le permitió al
gobierno de Kirchner establecer una relación de solidaridad con grupos de familiares
de las víctimas de la represión, al tiempo que redefinió los modos de posicionarse de
los organizamos de derechos humanos. La emergencia de un nuevo marco discursivo
tomó forma a partir de la puesta en marcha de iniciativas de diverso orden como la
declaración de inconstitucionalidad de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida
por parte de la Corte Suprema de Justicia; la reapertura de los procesos judiciales, la
retirada del Colegio Militar de los retratos de Videla y de Galtieri y la instalación de
sitios o lugares de memoria donde funcionaron centros clandestinos de detención. Por
su parte, los aniversarios del golpe del ´76 continuaron convocado a importantes
sectores sociales en conmemoraciones cada vez más masivas que, junto con una
renovada producción cinematográfica y literaria y un mayor espacio de la temática en
los medios de comunicación, dieron nuevo impulso al debate sobre el pasado reciente
en la escena pública nacional.

En este contexto, en el campo de las ciencias sociales se produjo una verdadera


explosión de trabajos sobre la memoria que incorporaron al análisis problemáticas
poco transitadas hasta ese momento, a partir de recortes cada vez más focalizados.
En parte por el propio desarrollo y consolidación de las investigaciones abiertas en el
momento anterior y en parte por el ingreso de una nueva generación de
investigadores, afloraron nuevas temáticas muchas de las cuales retomaban
interrogantes, categorías de análisis y criterios metodológicos desarrollados en el
segundo momento.

Dos cuestiones decisivas, aunque de diverso orden, contribuyeron al desarrollo y


reorientación de la producción académica en el período. Por un lado, la constitución de
los denominados “archivos de la represión”, indispensables para la construcción de la
prueba jurídica con el reinicio de las causas penales, creó nuevas condiciones
materiales para la investigación empírica y disparó nuevas discusiones acerca de su
preservación, su accesibilidad, su uso público por investigadores, abogados y
víctimas24. En paralelo al nuevo impulso que tomaron los juicios a los militares, este
proceso relanzó discusiones sobre el sentido de la tarea de los historiadores en la
búsqueda de la justicia y, en particular, sobre la compleja relación entre prueba,
verdad e interpretación histórica25. Por otra parte, se produjo progresivamente un
cambio interpretativo orientado a problematizar la dimensión propiamente política de
los procesos históricos en cuestión. En términos planteados por Nora Rabotnikof, los
trabajos tendieron a incorporar a las viejas cuestiones relativas a las “políticas de la
memoria” las nuevas preguntas sobre la “memoria de la política”, es decir, sobre las
diversas narraciones a través de las cuales se construye un sentido político a partir de
la recuperación del pasado26.

Una de los principales rasgos de este momento fue el nuevo tratamiento que algunas
investigaciones académicas dieron a las experiencias militantes, el activismo armado y
la violencia política en los primeros ’70. A diferencia de las explicaciones sobre la
violencia política que durante los ochenta y buena parte de los noventa habían puesto
el énfasis en las deficiencias del sistema político o en la influencia de movimientos
radicalizados de carácter internacional, particularmente latinoamericano, los nuevos
trabajos indagaron en los sentidos de las acciones de los distintos sujetos. Esta
consideración de la dimensión subjetiva, que continúa el giro en la perspectiva
descripto en el segundo momento, habilitó la posibilidad de cuestionar visiones
naturalizadas de la violencia política centradas en las determinaciones impuestas por
el contexto epocal antes que en las decisiones tomadas por los actores de asumir
algunas alternativas políticas en detrimento de otras.

De este modo, estos estudios contribuyeron a dar forma a un nuevo modo de abordar
la subjetividad militante setentista en contrapunto con la perspectiva de la transición
democrática que proponía la figura de la víctima inocente y con los relatos de corte
testimonial que habían contribuido a erigir la figura del militante héroe. Esto contribuyó
a problematizar cierta idealización de pasado visible en las representaciones sobre “el
sacrificio”, “la abnegación” o “el martirio” que estructuraban muchos de los relatos.
Frente a los problemas de una recuperación demasiado empática de los ideales
militantes de los años 70, nuevos proyectos político-culturales forjados desde la cultura
24
Específicamente sobre el tema archivo y memoria ver los distintos trabajos incluidos en da Silva Catela,
L. y Jelin, E. (comps.), Los archivos de la represión: documentos, memoria y verdad, Madrid, Siglo XXI,
2002.
25
Ver, por ejemplo, Aguila, G., “Los historiadores, la investigación sobre el pasado y la justicia”, en
Cernadas, J. y Lvovich, D. (eds.), Historia, ¿para qué?. Revisitas a una vieja pregunta, Buenos Aires,
Prometeo, 2010.
26
Rabotnikof, N., “Memoria y política a treinta años del golpe”, en Lida, C., Crespo, H. y Yankelevich, P.
(comps.), op. cit.
de las izquierdas propusieron una nueva repolitización del pasado que, cuestionando
las reivindicaciones autocomplacientes, evitara el efecto de clausura sobre la
posibilidad de historizar las prácticas del activismo setentista. Algunos plantearon la
necesidad de hacer un balance de acciones y decisiones en términos estrictamente
políticos, más allá de las posibles apreciaciones de carácter ético o moral27. Otros
avanzaron en la construcción de una trama conceptual más amplia que la del canon
constituido en los estudios sobre la memoria, proponiendo rescatar experiencias del
pasado que aunque hayan sido aisladas, limitadas o abortadas por las lógicas
predominantes en las organizaciones armadas, permiten pensar la historia como un
legado con la intención de forjar un nuevo proyecto emancipatorio28.

Por otra parte, y en íntima vinculación con lo anterior, se registraron nuevos debates
en torno al sentido de la acción política revolucionaria de los ´70 y, en particular, al
tema de la responsabilidad por sus consecuencias (deseadas o no). Una nueva
pregunta acerca de por qué fue derrotado el proyecto revolucionario retradujo la
cuestión de la responsabilidad en una clave totalmente distinta al tono prescriptivo
que, como vimos, caracterizó los momentos anteriores. Los dos andariveles que
orientaron la discusión fueron la relación entre responsabilidad y derrota del proyecto
revolucionario y el advenimiento del terror de Estado29 y, novedosamente, la
responsabilidad individual, ligada a las cuestiones de la culpa, el arrepentimiento y la
constricción personal30. Estos debates crearon las condiciones para calibrar mejor las
tensiones entre los propósitos de la acción y los resultados finales, entre los objetivos
iniciales de los proyectos políticos y su concreción histórica.

Otro de los giros que se observan en este período es la tendencia a re-politizar la


cuestión de la memoria de la dictadura militar. Los llamados a historizar la memoria,
presentes en la perspectiva de Jelin, han dado lugar a la aparición de nuevos relatos
que, en términos de una historia político-sociológica más comprensiva, exploran, por
ejemplo, las condiciones de posibilidad y las limitaciones políticas que incidieron en la

27
Calveiro, P., Política y violencia. Una aproximación a la guerrilla de los años ´70, Buenos Aires, Norma,
2005.
28
Oberti, A. y Pittaluga, R., Memorias en montaje. Escrituras de la militancia y pensamiento sobre la
historia, Buenos Aires, El Cielo por Asalto, 2006 y Pittaluga, R., “Miradas sobre el pasado reciente
argentino. Las escrituras en torno a la militancia setentista (1983-2005), en Franco, M. y Levín, F.
(comps.), op. cit.
29
Ver, por ejemplo, Hilb, Claudia, “La responsabilidad como legado”, en Tcach, C. (comp.), La política en
consignas. Memorias de los setenta, Rosario, Homo Sapiens, 2003; los trabajos citados de Calveiro y
Oberti y Pittaluga, entre otros. Un planteo pionero en este sentido fue Terán, O., “Pensar el pasado”, en
Punto de Vista, nº 58, agosto de 1997
30
Particularmente importante es el debate que disparó el filósofo Oscar del Barco publicado en la revista
cordobesa La intemperie, a fines del año 2004. Gran parte de esas intervenciones fueron compiladas en
el volumen No Matar. Sobre la Responsabilidad, Córdoba, Cíclope-Universidad Nacional de Córdoba,
2007.
gestación del relato del Nunca Más, su circulación y recepción en la esfera pública, y
sus usos y resignificaciones en los cambiantes contextos políticos31. Asimismo, los
estudios históricos de la dictadura cobraron una mayor presencia en el campo, en
parte por cierta insatisfacción sobre lo que efectivamente se conoce. Los trabajos
pioneros de Hugo Quiroga y Marcos Novaro y Vicente Palermo32 han sido continuados
por nuevos estudios sobre la historia política del gobierno militar33 e investigaciones
que permiten un conocimiento más preciso de los procesos represivos. Estas
investigaciones comprenden recortes tan variados como análisis a escala local de las
relaciones entre procesos represivos y comportamientos sociales34, reconstrucciones
del mundo obrero durante la dictadura35, o las representaciones de la “memoria
militar”36, entre otros temas. Por otra parte, se amplió la consideración de las víctimas
de la represión con nuevas investigaciones sobre los presos políticos37, los exiliados38,
los soldados combatientes en Malvinas39, los sobrevivientes40.

En síntesis, la historización de la memoria ha sido encarada de formas múltiples y


parece llevarse a cabo más que por una renovación en los enfoques metodológicos,
por nuevos intentos de repolitización del pasado y por la acumulación y saturación de
estudios puntuales. La intención por “historizar” prácticas y discursos de los actores
del pasado condujo a desarrollar interpretaciones más atentas a las subjetividades
políticas de los actores de los años setenta, la dictadura y la transición democrática. A
partir de este giro queda planteada la necesidad de examinar los modos en que se
traducen códigos y convicciones del pasado al contexto actual, en el que han tenido
lugar cambios estructurales en Argentina y el mundo, así como profundas mutaciones
en el universo de sentido político y cultural de la izquierda. El desafío es, por otra

31
Crenzel, E., La historia política del Nunca Más. La memoria de los desaparecidos en la Argentina,
Buenos Aires, Siglo XXI, 2008.
32
Quiroga, H., El tiempo del “Proceso”. Conflictos y coincidencias entre políticos y militares 1976-1983,
Rosario, Fundación Ross, 1994; Novaro, M., y Palermo, V., La dictadura militar 1976/1983, Buenos Aires,
Paidós, 2003.
33
Canelo, P., El proceso en su laberinto. La interna militar de Videla a Bignone, Buenos Aires, Prometeo,
2008.
34
Aguila, G., Dictadura, represión y sociedad en Rosario, 1976/1983. Un estudio sobre la represión y los
comportamientos y actitudes sociales en dictadura, Buenos Aires, Prometeo. 2008.
35
Basualdo, V., “Complicidad patronal-militar en la última dictadura argentina: los casos de Acindar,
Astarsa, Dálmine Siderca, Ford, Ledesma y Mercedes Benz”, en Revista Engranajes de la Federación de
Trabajadores de la Industria y Afines (FETIA), Nº 5 (edición especial), marzo 2006. También en línea en
www.riehr.com.ar; Lorenz, F., Los zapatos de Carlito. Una historia de los trabajadores navales de Tigre
en la década del setenta, Buenos Aires, Norma, 2007.
36
Salvi, V., “Memoria militar: entre héroes y traidores”, en Puentes, año 6, nº 19, diciembre de 2006.
37
Garaño, S. y Werner, P., Detenidos – aparecidos. Presas y presos políticos desde Trelew a la
dictadura, Editorial Biblos, Buenos Aires, 2007.
38
Franco, M., El exilio. Argentinos en Francia durante la dictadura, Buenos Aires, Siglo XXI, 2008;
Yankelevich, P. y Jensen, S. (comp.) Exilio. Destinos y experiencias bajo la dictadura militar, Buenos
Aires, del Zorzal, 2008;
39
Lorenz, F., Las guerras por Malvinas, Buenos Aires, Edhasa, 2006.
40
Longoni, A., Traiciones. La figura del traidor en los relatos acerca de los sobrevivientes de la represión,
Buenos Aires, Norma, 2007.
parte, cómo evitar la fragmentación del campo, cómo articular un relato más amplio
que ponga en juego los tres ciclos de radicalización política, represión y
democratización y su relación con el presente.

A modo de consideración final

La revisión de los distintos momentos en la constitución y sucesivas configuraciones


del campo de estudios sobre la memoria del pasado reciente argentino resalta, a
nuestro juicio, la normatividad de las preguntas con que distintas configuraciones
políticas del presente han hecho emerger y a la vez bloquearon la indagación sobre un
pasado que, de un modo si se quiere impresionista, se entiende que aún no ha
pasado. El hecho de que gran parte de las discusiones hayan estado orientadas a
afirmar las convicciones de los distintos relatos –los del Nunca Más, de la ética de la
responsabilidad colectiva, de la recuperación de una politicidad de izquierda crítica de
las posiciones de los setenta- ha sido en gran parte productivo para dar forma a un
campo de contornos fluidos como es el universo de preocupaciones que se aglutinan
bajo el tópico de la memoria. Pero esta misma fluidez ha redundado en la
yuxtaposición de una serie de problemas que a nuestro juicio deben ser distinguidos.
Precisamente porque el campo tomó forma en torno a lo que se percibió como un
carácter distintivo de la experiencia del dolor o las posibilidades de redefinir un
compromiso político en el territorio de disciplinas sociales cada vez más
profesionalizadas es necesario problematizar las conexiones que lo definen en función
de estas cuestiones distintivas. Existe hoy una pluralidad de relatos sobre el ciclo de
radicalización política y terror estatal, así como de los múltiples desafíos que enfrenta
la construcción democrática que permiten, tal vez, encarar esa tarea. No es la tarea de
la historia o las ciencias sociales corroborar o negar la legitimidad de los distintos
relatos puestos en juego, pero tal vez sí establecer criterios sobre cómo dialogar con
ellos. Desnaturalizar el compromiso político como una dimensión intrínseca de los
estudios sobre la memoria permitirá repensar los complicados modos en que legítimas
y muy variadas preguntas políticas que dieron impulso al nuevo campo pueden
transformarse en fructíferos interrogantes históricos.
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