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Resumen
Abstract
During the last years, scholarship on the topic of memory has grown with fresh impetus
within the field of social sciences in Argentina. Many authors have linked this attention
to memory with a sort of global cultural turn that would merge in Argentina with social
and political demands for coming to terms with a difficult traumatic past. This article
raises a question about this connection by discussing the problem of memory as a
window to look at how academic production has sought to historicize Argentinean
recent past. From a perspective that focuses on the changing political contexts which
since 1983 have given shape to academic production on three main significant
historical processes –political radicalization/revolution, dictatorship/repression, and
transition to democracy-, we present a first state of art about the studies on the
memory of Argentinean recent past. We seek to raise a discussion on the ways in
which normative discourses and political views from the present about the past may or
may not develop as fruitful historical questions.
Introducción
Las indagaciones sobre la memoria del pasado reciente argentino comprenden una
variedad de temas delimitados a partir de muy diversos desarrollos conceptuales y
conocimientos disciplinares. La lista es extensa: desde las lógicas selectivas de los
procesos sociales de rememoración hasta las consideraciones filosóficas sobre la
representación de las denominadas experiencias límite; desde los sentidos que
individuos asignan a sus historias al momento de contarlas hasta los discursos
normativos de la ciencia política orientada a prescribir orientaciones sobre cómo
democratizar una sociedad; desde los impactos traumáticos de los procesos de
violencia política y represión hasta los cambios en los usos del pasado para la
legitimación del estado. A los fines del argumento que proponemos en este trabajo,
interesa señalar que la conexión entre estas distintas cuestiones no es evidente y que
su yuxtaposición, antes que contribuir, muchas veces conspira contra los intentos de
1
Una primera versión de este trabajo fue presentada en la Mesa “Formas de reconstrucción del pasado
reciente: Historia y memoria de la dictadura en Argentina y el Cono Sur”, coordinada por las profesoras
Patricia Funes y Patricia Flier en el marco de las XIIº Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia,
San Carlos de Barilloche, Universidad Nacional del Comahue, 28 al 31 de octubre de 2009. Agradecemos
los comentarios de Alejandro Kaufman recibidos en esa oportunidad. Asimismo, agradecemos
especialmente las sugerencias y estímulos de Daniel Lvovich, Roberto Pittaluga y Nora Rabotnicof.
2
La denominación ‘pasado reciente’ es ambigua. Entre los trabajos que intentaron precisar sus alcances
pueden mencionarse Franco, M. y Levin F., “El pasado cercano en clave historiográfica”, en Franco, M. y
Levin, F. (comps.), Historia reciente. Perspectivas y desafíos para un campo en construcción, Buenos
Aires, Paidós, 2007 y el contrapunto de Alonso, L., “Sobre la existencia de la historia reciente como
disciplina académica”, Prohistoria: historia, políticas de la historia, nº 11, 2007, pp. 191-204.
sistematizar y asignar especificidad a los estudios sobre la memoria del pasado
reciente.
Frente a este problema, algunos autores sostienen, a veces con la fuerza de una
convicción, que aquello que otorga unidad temática a estos estudios es un supuesto
régimen distintivo de historicidad del pasado reciente. Este régimen distintivo de
historicidad estaría dado por su carácter especialmente “conflictivo” o “traumático”,
cuando no por su poder revelador o aleccionador sobre las contradicciones de la
modernidad o los dilemas ético-políticos del siglo XX. A falta de un criterio preciso para
definir qué es lo propio de esta historicidad se recurre a fundarla en supuestas
características particulares del objeto. Así, frecuentemente, la memoria del pasado
reciente queda asociada, de modos no necesariamente problematizados, con la
experiencia del dolor, de lo excepcional y las dimensiones morales y éticas del
conocimiento histórico social que más nos compelen.
En este marco, una visión de los desaparecidos como “víctimas inocentes” de los
abusos del estado terrorista ocupó el centro de la escena pública. Esta visión
contribuía a construir la noción del individuo como sujeto abstracto de derecho a la
vez que tendía a soslayar las biografías políticas de los desaparecidos. La definición
6
Véase Lesgart, C., Usos de la transición a la democracia. Ensayo, ciencia y política en la década del ´80,
Rosario, Homo Sapiens, 2003.
7
Hilb, C. y Lutzky, D., La nueva izquierda argentina: 1960-1980 (política y violencia), Buenos Aires, CEAL,
1984.
8
Rabotnikof, N., “Memoria y política a treinta años del golpe”, en Lida, C., Crespo, H. y Yankelevich, P.
(comps.), en Lida, C., Crespo, H. y Yankelevich, P. (comps.), Argentina, 1976. Estudios en torno al golpe
de estado, Buenos Aires, FCE y El Colegio de México, 2008, p. 265.
9
Grandin, G., “The Instruction of Great Catastrophe: Truth Commissions, National History, and State
Formation in Argentina, Chile, and Guatemala”, en American Historical Review, Vol. 110, Issue 1, 2005,
pp. 1-38.
abstracta del ciudadano se complementaba, sin embargo, con el reconocimiento de
que sólo a través del ejercicio concreto de la justicia, más o menos limitada, respecto
de los crímenes cometidos por los militares, era posible fundar la noción de igualdad
ante la ley.
Aún con sus cada vez más marcadas diferencias internas, producto de los dilemas
generados por las políticas sobre el pasado del nuevo gobierno democrático, el propio
movimiento de derechos humanos encontraba cierta unidad en torno a esta
concepción. Prácticamente todos los grupos dentro el movimiento, y aún los sectores
más proclives a integrarse a las lógicas que estas nuevas políticas tendían a imponer,
objetaban la versión más maniquea de la “teoría de los dos demonios” propuesta por
el gobierno radical, señalando la especificidad del terror estatal y la falacia de su
equiparación con otras formas no estatales de violencia. Pero, simétricamente, aún
entre quienes eran más reticentes a validar las políticas gubernamentales, primaba la
aceptación de que la democracia tenía que ver con la realización de los derechos
humanos así concebidos: en todo caso, la democracia, aún distante, se conseguiría
por la radicalización de esta concepción y por su saturación.
Los primeros trabajos sobre estos temas destacaban el carácter heterogéneo del
movimiento (dada la diversidad de sus integrantes, sus trayectorias y sus propuestas
ideológicas y grados de compromiso), a la vez que observaban su sentido de unidad
construido a partir de la acción opositora frente a la represión estatal 10. Estos trabajos
tendieron a contraponer memoria y olvido en el marco de una interpretación en la que
la memoria condensaba la saga de resistencia a los abusos de la dictadura y la
dimensión ética de los derechos humanos. Esta perspectiva no dejaba espacio para la
problematización de cómo el relato de la democratización, asociado a la realización de
los derechos humanos, podía bloquear otras recuperaciones del pasado u otras
formas de construir nuevos sentidos políticos para el presente a partir de la
10
Sonderéguer, M., “Aparición con vida. (El movimiento de derechos humanos en Argentina)”, en Jelin, E.
(comp.), Los nuevos movimientos sociales, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1989.
experiencia del pasado. La pregunta orientadora era menos sobre la memoria que
sobre los derechos humanos. Las diferencias residían más en las interpretaciones
acerca del grado de democratización alcanzado y la vigencia real de los derechos
humanos, que en concepciones contrapuestas sobre cómo éstos debían entenderse o
cómo debía recuperarse el pasado de radicalización política y represión en función del
presente.
Por otra parte, la pregunta por la memoria parecía estar subordinada a la problemática
omnipresente de la justicia, entendida ésta en el sentido restringido pero a la vez
fundamental de lograr un juzgamiento efectivo de los militares responsables de
violaciones a los derechos humanos. Esta posición era compartida tanto por aquellos
que, tomando distancia de las políticas oficiales, buscaban la condena de “todos los
culpables” de las aberraciones cometidas por la dictadura, como por quienes
pensaban nuevos caminos jurídicos e institucionales, a la vez limitados y efectivos en
lo que respecta a las posibilidades de procesar las demandas de retribución por las
ofensas del pasado. Mientras las ciencias sociales que asumían la perspectiva del
Estado debatían en un marco discursivo que se articulaba en torno al dilema entre
“hacer justicia por el pasado” o “garantizar el futuro”11, las perspectivas más receptivas
de las demandas del movimiento de derechos humanos tampoco objetaban dicho
encuadre.
11
Ver al respecto Bruno, A., Cavarozzi, M. y Palermo, V., Los derechos humanos en la democracia,
Buenos Aires, CEAL, 1985.
12
Barros, M. “Democracia y derechos humanos: dos formas de articulación política en Argentina”, e-
l@tina. Revista electrónica de estudios latinoamericanos, vol. 8, nº 29, octubre-diciembre de 2009.
posibilidades y las limitaciones de la democracia para juzgar a los militares13. Enlazada
inextricablemente con la cuestión de la justicia y la democratización, la referencia a
una política de la memoria buscaba, en el texto de Elizabeth Jelin, dar cuenta de las
distintas estrategias con que los grupos de derechos humanos se habían constituido y
consolidado en relación con las cambiantes políticas encaradas por el Estado. En el
último apartado de ese artículo se presentaban de manera explícita algunas
cuestiones que posteriormente serían centrales en la definición del campo de estudios
sobre la memoria, como el carácter selectivo del recuerdo, las disputas por los
sentidos del pasado, los mecanismos de su ritualización y repetición y la importancia
de su transmisión14.
En síntesis, en este primer momento, tanto para los actores como para los analistas,
memoria y justicia eran parte de una ecuación no demasiado problemática. Las
diferencias residían en que, simplemente, para algunos la justicia generaba tensiones
en el camino de la consolidación democrática y para otros, era la cuestión central para
su realización. Las discusiones sobre el pasado reciente argentino se organizaron en
torno a la preocupación por cómo emergieron los grupos de derechos humanos como
nuevos actores políticos y sociales de la vida democrática y qué aportaron a la cultura
política argentina. Podemos caracterizar entonces este primer momento como una
suerte de historia política del movimiento de derechos humanos y la democratización
en un contexto en que el debate académico permanece bastante circunscripto al modo
en que los principales actores de la transición piensan y disputan la política sobre el
pasado en función de la cuestión omnipresente del juzgamiento de los militares y el
lugar que a ésta se le asignaba como termómetro de la construcción de un nuevo
sistema democrático. Los sinsabores de las luchas por la justicia, que culminaron en la
consagración de la impunidad a principios de los años ’90, así como las nuevas
disputas políticas surgidas al calor de la imposición de las políticas neoliberales pronto
impondrían un giro en los modos de concebir los problemas del pasado reciente
argentino.
II
13
AAVV, Juicio, Castigos y memorias. Derechos humanos y justicia en la política argentina, Buenos Aires,
Nueva Visión, 1995.
14
Jelin, E., “La política de la memoria: el movimiento de derechos humanos y la construcción democrática
en la Argentina”, en AAVV, Juicio, Castigos y memorias. Derechos humanos y justicia en la política
argentina, op. cit.
los derechos humanos, como los llamados “arrepentimientos” de representantes de las
Fuerzas Armadas y la Iglesia Católica, las declaraciones de Adolfo Scilingo en 1995 y
la emergencia de la agrupación HIJOS, reactivaron la discusión adormecida por la
imposición de la llamada “pacificación nacional”. En un contexto de progresivo
deterioro de la hegemonía política del menemismo, la ampliación de la movilización
social a partir del vigésimo aniversario del golpe del 1976, qué convocó a vastos
actores nuevos y viejos, contribuyó a moldear una nueva percepción condenatoria de
la dictadura militar. En este marco, nuevas estrategias políticas del movimiento de
derechos humanos -que comprendían desde prácticas de acción directa, como los
escraches, hasta novedosos caminos institucionales como los Juicios por la Verdad y
la constitución de instituciones como la Comisión Provincial por la Memoria de la
Provincia de Buenos Aires o Memoria Abierta- sentarían las bases para un nuevo
encuadre del problema de la memoria.
Uno de los rasgos que se destaca en este nuevo momento es el intento de repensar la
dicotomía memoria/olvido con que los estudios académicos habían replicado los
relatos con que el movimiento de derechos humanos tramó sus luchas por la verdad y
la justicia. En un contexto en que los reclamos por el pasado parecían condensarse en
heterogéneos discursos que reivindicaban la memoria, tal vez en parte por el
debilitamiento de la justicia, cobró fuerza la pregunta, hasta entonces ausente, sobre
qué es en concreto la memoria, cuáles son los agentes que la impulsan, cómo
funciona la memoria individual y colectiva, entendiéndose ambas como memoria
social. Este impulso se dio, por otra parte, a través de una suerte de sociologización
de la memoria. En contrapunto con el período anterior, el interés por la memoria
comenzó a plantearse en términos de enigma social otorgando una entidad propia a
los problemas de la rememoración y los diversos usos y apropiaciones del pasado.
Este redireccionamiento permitió complejizar y descentrar el relato que ataba el
problema de la memoria al de la democracia y los derechos humanos, sobre el que
existía hasta aquí un fuerte consenso.
Resta todavía hacer un balance sobre qué apropiaciones y usos se hicieron de las
distintas perspectivas puestas en juego para poder tratar los problemas específicos de
la memoria de la radicalización política y la dictadura y la reconstrucción del pasado
reciente argentino. De todos modos, es posible observar que perspectivas ancladas en
el problema de la selectividad social de la memoria contribuyeron a complejizar el
relato sobre los que hasta entonces se entendía por políticas de la memoria. Dentro de
este giro, sobresale la formulación de una agenda de investigación que interroga de
modo más preciso la disputa por el pasado en torno a conmemoraciones y lugares de
memoria, así como la dimensión local del recuerdo21.
Muchos de los relatos provenientes del registro académico que fueron tomando forma
en este momento se caracterizan por un tono normativo que puede ser pensado como
respuesta a la proliferación de una nueva literatura testimonial orientada a rescatar las
historias militantes de los años setenta. Esta literatura, cuyo punto de inicio puede
trazarse en la publicación de La voluntad22, surgió como revisión del relato dominante
en los años ’80 que invisibilizaba a la militancia política tras la figura de los
desaparecidos como “víctimas inocentes” y fue una referencia insoslayable, explícita e
implícitamente, para la producción académica que intentó articular una nueva reflexión
sobre el sentido de la memoria.
Uno de los relatos que surgió con más fuerza y que, por su capacidad de definir un
nuevo horizonte de interlocución a través de adhesiones y rechazos, puede
considerarse estructurador del campo fue el que plantearon autores como Luis Alberto
Romero y Hugo Vezzetti a partir de la pregunta respecto del consenso de la sociedad
obtenido por la dictadura militar. Discutiendo con el llamado discurso condenatorio de
la dictadura, estos autores propusieron enmarcar la discusión sobre la radicalización
política y la represión militar en clave de un discurso que, rescatando el papel del
Nunca Más y el Juicio a las Juntas en la institución de un nuevo escenario de sentidos,
apelaba a la autocrítica generacional y la responsabilidad colectiva23. La exhortación a
comprender antes que a juzgar, propia de la perspectiva historiográfica, se anudó, de
modos no problematizados, con un rescate del modelo democracia vs. autoritarismo
predominante en los años ochenta, resaltando cada vez más la necesidad de la
prudencia política, el reconocimiento de las limitaciones de la democracia posible y
nuevos parámetros normativos acerca de cuestiones como la violencia, el
autoritarismo y la responsabilidad de la sociedad.
22
Anguita, E. y Caparrós, M., La Voluntad. Una historia de la militancia revolucionaria en la Argentina,
Tomo I, 1966-1973, Buenos Aires, Norma, 1997. Para un análisis sobre la producción testimonial de este
momento ver Sondéreguer, María, “Los relatos sobre el pasado reciente en Argentina: una política de la
memoria”, en Iberoamericana, nº 1, Nueva Época, Madrid, 2001, pp. 99-113.
23
Romero, L. A., “Recuerdos del Proceso, imágenes de la Democracia: luces y sombras en las políticas
de la memoria”, Clío y Asociados, nº 7, UNL, Santa Fe, 2003. Vezzetti, Hugo, Pasado y presente. Guerra,
dictadura y sociedad, Buenos Aires, Siglo XXI, 2002.
Entendemos que existe en este planteo una yuxtaposición entre el imperativo de lograr
una comprensión y la orientación a prescribir una nueva lección moral que, al marcar
el tono de las discusiones, puede leerse como un testimonio del tipo de relatos que
tendieron a definir el nuevo campo. Los aportes iniciales de las interpretaciones
propuestas estuvieron dados, antes que por investigaciones concretas todavía
demasiado incipientes, por la pertinencia de formular preguntas orientadoras. El
aspecto fuertemente normativo y polémico de las preguntas estableció el formato de
nuevas controversias y abrió nuevos campos de investigación, al tiempo que tendió a
consolidar discursos legitimados y no cuestionados sobre el pasado reciente, como
aquellos de la denominada justicia transicional que, de modo sintomático, continuó
articulando el problema de la recuperación del pasado en función del dilema de
reparar el pasado vs construir el futuro, que asume una perspectiva desde el Estado.
Al tiempo que plantearon nuevas preocupaciones sobre cómo los mecanismos de la
memoria –sus tendencias repetitivas, sus sentidos literales o ejemplares, sus
dinámicas selectivas- podían arrojar luz para una exploración más exhaustiva de la
historia, los nuevos relatos estructurantes del campo dejaron sin interrogar las lógicas
que subyacen a la construcción de dilemas y soluciones normativas en discursos
sobre la reparación de las heridas o las limitaciones intrínsecas de la justicia penal en
contextos de complejos procesos de transición a la democracia que, precisamente en
estos años, adquirieron nuevo vigor tanto en América Latina como en el resto del
Tercer Mundo, en parte como alternativas al modelo de juzgamiento tomado por la
Argentina más temprano en los años 80.
Una de los principales rasgos de este momento fue el nuevo tratamiento que algunas
investigaciones académicas dieron a las experiencias militantes, el activismo armado y
la violencia política en los primeros ’70. A diferencia de las explicaciones sobre la
violencia política que durante los ochenta y buena parte de los noventa habían puesto
el énfasis en las deficiencias del sistema político o en la influencia de movimientos
radicalizados de carácter internacional, particularmente latinoamericano, los nuevos
trabajos indagaron en los sentidos de las acciones de los distintos sujetos. Esta
consideración de la dimensión subjetiva, que continúa el giro en la perspectiva
descripto en el segundo momento, habilitó la posibilidad de cuestionar visiones
naturalizadas de la violencia política centradas en las determinaciones impuestas por
el contexto epocal antes que en las decisiones tomadas por los actores de asumir
algunas alternativas políticas en detrimento de otras.
De este modo, estos estudios contribuyeron a dar forma a un nuevo modo de abordar
la subjetividad militante setentista en contrapunto con la perspectiva de la transición
democrática que proponía la figura de la víctima inocente y con los relatos de corte
testimonial que habían contribuido a erigir la figura del militante héroe. Esto contribuyó
a problematizar cierta idealización de pasado visible en las representaciones sobre “el
sacrificio”, “la abnegación” o “el martirio” que estructuraban muchos de los relatos.
Frente a los problemas de una recuperación demasiado empática de los ideales
militantes de los años 70, nuevos proyectos político-culturales forjados desde la cultura
24
Específicamente sobre el tema archivo y memoria ver los distintos trabajos incluidos en da Silva Catela,
L. y Jelin, E. (comps.), Los archivos de la represión: documentos, memoria y verdad, Madrid, Siglo XXI,
2002.
25
Ver, por ejemplo, Aguila, G., “Los historiadores, la investigación sobre el pasado y la justicia”, en
Cernadas, J. y Lvovich, D. (eds.), Historia, ¿para qué?. Revisitas a una vieja pregunta, Buenos Aires,
Prometeo, 2010.
26
Rabotnikof, N., “Memoria y política a treinta años del golpe”, en Lida, C., Crespo, H. y Yankelevich, P.
(comps.), op. cit.
de las izquierdas propusieron una nueva repolitización del pasado que, cuestionando
las reivindicaciones autocomplacientes, evitara el efecto de clausura sobre la
posibilidad de historizar las prácticas del activismo setentista. Algunos plantearon la
necesidad de hacer un balance de acciones y decisiones en términos estrictamente
políticos, más allá de las posibles apreciaciones de carácter ético o moral27. Otros
avanzaron en la construcción de una trama conceptual más amplia que la del canon
constituido en los estudios sobre la memoria, proponiendo rescatar experiencias del
pasado que aunque hayan sido aisladas, limitadas o abortadas por las lógicas
predominantes en las organizaciones armadas, permiten pensar la historia como un
legado con la intención de forjar un nuevo proyecto emancipatorio28.
Por otra parte, y en íntima vinculación con lo anterior, se registraron nuevos debates
en torno al sentido de la acción política revolucionaria de los ´70 y, en particular, al
tema de la responsabilidad por sus consecuencias (deseadas o no). Una nueva
pregunta acerca de por qué fue derrotado el proyecto revolucionario retradujo la
cuestión de la responsabilidad en una clave totalmente distinta al tono prescriptivo
que, como vimos, caracterizó los momentos anteriores. Los dos andariveles que
orientaron la discusión fueron la relación entre responsabilidad y derrota del proyecto
revolucionario y el advenimiento del terror de Estado29 y, novedosamente, la
responsabilidad individual, ligada a las cuestiones de la culpa, el arrepentimiento y la
constricción personal30. Estos debates crearon las condiciones para calibrar mejor las
tensiones entre los propósitos de la acción y los resultados finales, entre los objetivos
iniciales de los proyectos políticos y su concreción histórica.
27
Calveiro, P., Política y violencia. Una aproximación a la guerrilla de los años ´70, Buenos Aires, Norma,
2005.
28
Oberti, A. y Pittaluga, R., Memorias en montaje. Escrituras de la militancia y pensamiento sobre la
historia, Buenos Aires, El Cielo por Asalto, 2006 y Pittaluga, R., “Miradas sobre el pasado reciente
argentino. Las escrituras en torno a la militancia setentista (1983-2005), en Franco, M. y Levín, F.
(comps.), op. cit.
29
Ver, por ejemplo, Hilb, Claudia, “La responsabilidad como legado”, en Tcach, C. (comp.), La política en
consignas. Memorias de los setenta, Rosario, Homo Sapiens, 2003; los trabajos citados de Calveiro y
Oberti y Pittaluga, entre otros. Un planteo pionero en este sentido fue Terán, O., “Pensar el pasado”, en
Punto de Vista, nº 58, agosto de 1997
30
Particularmente importante es el debate que disparó el filósofo Oscar del Barco publicado en la revista
cordobesa La intemperie, a fines del año 2004. Gran parte de esas intervenciones fueron compiladas en
el volumen No Matar. Sobre la Responsabilidad, Córdoba, Cíclope-Universidad Nacional de Córdoba,
2007.
gestación del relato del Nunca Más, su circulación y recepción en la esfera pública, y
sus usos y resignificaciones en los cambiantes contextos políticos31. Asimismo, los
estudios históricos de la dictadura cobraron una mayor presencia en el campo, en
parte por cierta insatisfacción sobre lo que efectivamente se conoce. Los trabajos
pioneros de Hugo Quiroga y Marcos Novaro y Vicente Palermo32 han sido continuados
por nuevos estudios sobre la historia política del gobierno militar33 e investigaciones
que permiten un conocimiento más preciso de los procesos represivos. Estas
investigaciones comprenden recortes tan variados como análisis a escala local de las
relaciones entre procesos represivos y comportamientos sociales34, reconstrucciones
del mundo obrero durante la dictadura35, o las representaciones de la “memoria
militar”36, entre otros temas. Por otra parte, se amplió la consideración de las víctimas
de la represión con nuevas investigaciones sobre los presos políticos37, los exiliados38,
los soldados combatientes en Malvinas39, los sobrevivientes40.
31
Crenzel, E., La historia política del Nunca Más. La memoria de los desaparecidos en la Argentina,
Buenos Aires, Siglo XXI, 2008.
32
Quiroga, H., El tiempo del “Proceso”. Conflictos y coincidencias entre políticos y militares 1976-1983,
Rosario, Fundación Ross, 1994; Novaro, M., y Palermo, V., La dictadura militar 1976/1983, Buenos Aires,
Paidós, 2003.
33
Canelo, P., El proceso en su laberinto. La interna militar de Videla a Bignone, Buenos Aires, Prometeo,
2008.
34
Aguila, G., Dictadura, represión y sociedad en Rosario, 1976/1983. Un estudio sobre la represión y los
comportamientos y actitudes sociales en dictadura, Buenos Aires, Prometeo. 2008.
35
Basualdo, V., “Complicidad patronal-militar en la última dictadura argentina: los casos de Acindar,
Astarsa, Dálmine Siderca, Ford, Ledesma y Mercedes Benz”, en Revista Engranajes de la Federación de
Trabajadores de la Industria y Afines (FETIA), Nº 5 (edición especial), marzo 2006. También en línea en
www.riehr.com.ar; Lorenz, F., Los zapatos de Carlito. Una historia de los trabajadores navales de Tigre
en la década del setenta, Buenos Aires, Norma, 2007.
36
Salvi, V., “Memoria militar: entre héroes y traidores”, en Puentes, año 6, nº 19, diciembre de 2006.
37
Garaño, S. y Werner, P., Detenidos – aparecidos. Presas y presos políticos desde Trelew a la
dictadura, Editorial Biblos, Buenos Aires, 2007.
38
Franco, M., El exilio. Argentinos en Francia durante la dictadura, Buenos Aires, Siglo XXI, 2008;
Yankelevich, P. y Jensen, S. (comp.) Exilio. Destinos y experiencias bajo la dictadura militar, Buenos
Aires, del Zorzal, 2008;
39
Lorenz, F., Las guerras por Malvinas, Buenos Aires, Edhasa, 2006.
40
Longoni, A., Traiciones. La figura del traidor en los relatos acerca de los sobrevivientes de la represión,
Buenos Aires, Norma, 2007.
parte, cómo evitar la fragmentación del campo, cómo articular un relato más amplio
que ponga en juego los tres ciclos de radicalización política, represión y
democratización y su relación con el presente.