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TEMA 8

Durante el siglo XVII, periodo caracterizado por la debilidad personal de los


monarcas españoles (“Austrias Menores”), aparece el fenómeno de los
“validos” o "privados", quienes ejercen el poder en nombre del rey, quien
delega su potestad regia en ellos bien por desidia, por astenia o por
incapacidad. El afán de enriquecimiento de estos validos, sus ambiciones
personales y su orgullo patrimonialista lastrarán profundamente las
instituciones de gobierno durante toda la centuria y su principal objetivo será
mantener la hegemonía hispánica en Europa, aunque tal propósito acabará
con una severa derrota. El conde-duque de Olivares personificará esa
incapacidad política de la Monarquía Hispánica para mantener la
preeminencia Habsburgo en Europa.

En la política interior Olivares intentó crear una monarquía unificada, que se


rigiera por univocidad fiscal. Ya con Carlos II, el objetivo sería relanzar la
muy maltrecha Monarquía en el ámbito doméstico, dejando enterradas las
pretensiones universalistas y católicas.

El siglo XVII fue una centuria de crisis para la Monarquía Hispánica y Europa.
En España la crisis se manifestó en el sentido demográfico, económico y
social. La demografía se vio afectada por las continuas guerras europeas y
por las constantes epidemias. En España hubo tres epidemias de peste
bubónica: la primera, entre 1598 y 1602, afectó a casi toda la Península; las
dos restantes, entre 1647-1652 y entre 1676-1685, asolaron la Corona de
Aragón, por lo que en 1700 la Monarquía Hispánica contaba con unos siete
millones de habitantes.

Por su parte, la crisis económica se agravó debido a las malas cosechas


por el frío de la Pequeña Edad de Hielo, los elevados costes productores en
la industria textil, la caída de las cantidades de oro y plata que llegaban de
América y el aumento de los impuestos, necesario para mantener la costosa
política internacional. Los monarcas manipularon las monedas, dando lugar a
prácticas como el resello y a diversas alteraciones en la ley del metal. Así,
la situación económica se agravaba provocando una subida espectacular de
los precios. Como resultado, hubo distintas bancarrotas o suspensiones de
pagos; todas ellas suponían la reconversión de la deuda flotante en deuda
consolidada (juros), lo que únicamente posponía el problema.
La crisis económica tuvo repercusiones sociales como una mayor
consolidación de los estamentos privilegiados, aumentando en prestigio y
privilegios, sin formarse una burguesía dinámica y mercantil. En el polo
opuesto, los grupos populares vieron empeorar su situación, lo que, en
muchos casos, les empujaba a la delincuencia, al bandolerismo o a la
mendicidad.

El objetivo de Felipe III (1598- 1621) con un reinado en general pacífico, fue
mantener la hegemonía por la vía diplomática, con la Paz de Vervins (1598).
También firmó la paz con Inglaterra (1604) y con Holanda acordó la Tregua
de los Doce Años en 1609 (Pax Hispanica). Sin embargo, el pacifismo se
rompió con el estallido de la Guerra de los Treinta Años (1618-1648), que,
comenzada como un conflicto muy localizado entre católicos y protestantes,
pronto fue aprovechada por los holandeses y por Francia, quien convirtió la
guerra en una lucha por la hegemonía en Europa frente a los Austrias.

En el plano interior comienza el gobierno de los validos; en este caso, con el


duque de Lerma. quien en 1601 trasladó la capital a Valladolid hasta 1606 y
en 1609 decretó la expulsión de los moriscos: unos 300.000 partirían al
norte de África, resultando muy perjudicial para la agricultura en Valencia y
Aragón. Finalmente, el reinado concluye con la privanza del duque de Uceda.

Sin embargo, con Felipe IV (1621 - 1665), se generará una gravísima crisis,
debida a la ruina económica y a la política centralista del conde-duque de
Olivares, válido del rey. Éste pretendía acabar con la venalidad de la etapa
anterior, anhelando mantener en Europa la hegemonía de España por medio
de una reforma de la Hacienda y una centralización (“Gran Memorial” de
1624) que obligara a los distintos reinos a participar en el esfuerzo
económico y bélico (Unión de Armas, 1625).

En 1635, al agravarse la Guerra de los Treinta Años con la entrada de


Francia en el conflicto, Olivares quiso llevar la guerra contra Francia a
Cataluña. Como resultado, el descontento popular tuvo su momento
culminante el día del Corpus de 1640, el Corpus de Sangre, cuando una
multitud se adueñó de Barcelona y dio muerte al virrey, el conde de Santa
Coloma. Las autoridades catalanas proclamaron a Luis XIII conde de
Barcelona, no recuperándose Cataluña hasta 1652. Felipe IV respetó las
tradicionales libertades catalanas.
La sublevación de Portugal comenzó cuando Olivares decidió requerir tropas
a Portugal; los portugueses se rebelaron (1640) proclamando rey al duque
de Braganza con el nombre de Juan IV. España terminó reconociendo la
independencia de Portugal en 1668 por el tratado de Lisboa. Finalmente,
estallaron otras revueltas en Andalucía, Aragón, Nápoles y Sicilia siendo la
más temible la de Nápoles. También en esta crisis se manifestó el
enfrentamiento entre el centralismo castellano y el foralismo aragonés.

En cuanto a la política internacional, en 1621, se reanuda la Guerra de Los


Treinta Años al terminar la Tregua de los Doce Años. Los holandeses se
unieron a los enemigos de los Austrias, y la antigua rebelión holandesa
pasaba a ser un capítulo de la gran guerra europea (Rendición de Breda,
1625). En la guerra intervinieron, frente a los Austrias, primero Dinamarca y
luego Suecia y Francia

En 1643 los tercios españoles eran vencidos en la batalla de Rocroi. La


guerra europea acaba con la paz de Westfalia en 1648, ratificándose el
principio del cuius regio, eius religio; así, España reconocía la independencia
de Holanda. Inglaterra, ocupó la isla de Jamaica (1655) pero finalmente, la
paz se firma con Francia tras la derrota de Las Dunas (1658), siendo
conocida como la Paz de los Pirineos (1659) entre Felipe IV y Luis XIV, la
cual señaló el fin de la hegemonía española en Europa. Para España supuso
la pérdida de la provincia de Artois y de los territorios catalanes del Rosellón y
la Cerdaña. También se acordaba el matrimonio de Luis XIV con la infanta
española María Teresa de Austria.

Pese a todo, el reinado de Felipe IV en el plano cultural fue llamado el Siglo


de Oro, donde destacaron escritores como Cervantes, Lope de Vega,
Quevedo, Góngora o Calderón de la Barca, así como pintores como
Velázquez, Murillo, Ribera y Zurbarán.

Pese a que el reinado de Carlos II (1665-1700) ahondó aún más la


decadencia, a finales del mismo, como resultado de las medidas
económicas de 1680 (algunas ideadas por teóricos arbitristas) y del
neoforalismo de validos como Nithard, Valenzuela y Oropesa, hubo una
recuperación económica y demográfica. El nuevo rey, fue regentado hasta
1675 por su madre Mariana de Austria y después, por su hermanastro don
Juan José de Austria; por indicación de los mismos y de sus validos (Nithard,
Oropesa, Medinaceli), el rey se enfrascó en nuevas guerras contra la
todopoderosa Francia.
En el plano doméstico, Carlos II no tuvo hijos, abriéndose un problema
sucesorio. En el exterior, las distintas potencias europeas, se planteaban el
reparto de la monarquía española. Para Carlos II, la herencia debía
decidirse entre Felipe de Anjou, el archiduque Carlos de Austria, y José
Fernando de Baviera, designando Carlos II en 1700 como heredero a Felipe
de Anjou. Sin embargo, ésto no pudo evitar el estallido de la Guerra de
Sucesión.

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