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herida, golpe por golpe ha de pagar: cual fuere el daño causado, tal será forzado a
sufrir” (Éxodo: XXI, 16, 18 y 19; XXII, 2, 5, 9 y 18; Levítico XXIV, 20; Números V,
12 a 31; Deuteronomio: XXII, 22). En esta especie de “derecho de la venganza”, la
víctima no atiende a las causas del perjuicio sufrido (negligencia, imprudencia,
azar, dolo, etc.), sino a los resultados. A primera vista, esta ley nos parece salvaje,
no obstante, en sus tiempos, significó un trascendental avance, ya que por primera
vez se estableció una rigurosa proporcionalidad entre la ofensa o daño sufrido y la
venganza realizada por la víctima.
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inferidos a los particulares atañen a la misma autoridad, porque alteran la
convivencia y el orden público. Surge así la división de la responsabilidad en civil y
penal.
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recuerdo de la Lex Aquilia de damno, propuesta por el tribuno Aquilio en siglo V de
la fundación de Roma, y se refiere a la compensación de daños producidos por
acciones y omisiones no debidas.
Con respecto a la moral, podemos decir que junto a las normas jurídicas
hay también otras que regulan las interrelaciones de los hombres y que también
son normas sociales: son las normas morales. Sin pretender hacer tratado extenso
entre el Derecho y la moral, podemos decir que el criterio de validez de las normas
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jurídicas se basa en su proceso de creación, es decir, que sean creadas por el
órgano competente y según el procedimiento pertinente; obviamente, se trata de
un criterio eminentemente objetivo, en cambio, la responsabilidad moral se basa
en el pecado, si se es creyente, y en la conciencia, en caso de ser ateo, criterios
en los cuales no cabe la menor duda de su carácter subjetivo si, además de lo
anterior, le añadimos que a diferencia de la responsabilidad civil, el compromiso
moral existe independientemente de los resultados, se puede pecar con el simple
pensamiento. La responsabilidad civil no puede nacer sin la existencia de un daño
ya que su fin no es la conciencia de los hombres, sino, regular sus relaciones para
establecer una seguridad jurídica. De esto se deduce que el dominio de la moral
es mucho más extenso que el dominio del Derecho.
1
Acerca del concepto, véase: L DÍEZ-PICAZO Y A. GULLÓN, Sistema de Derecho civil, vol. II:
“Teoría general del contrato. La relación obligatoria en general. Las relaciones obligatorias en
particular”, 4ª edic., Tecnos, Madrid, 1984, p. 611; H. MAZEAUD, L. MAZEAUD y A. TUNC, Tratado
teórico y práctico…, op. cit., nota 3, pp. 1-3; J. L. CONCEPCIÓN RODRÍGUEZ, Derecho de daños, 2ª
edic., Bosch, Barcelona, 1999, p. 17; R. DE ÁNGEL YAGÜEZ, Lecciones sobre responsabilidad civil,
Publicaciones de la Universidad de Deusto, Bilbao, 1978, pp. 9-11; J. PEIRANO FACIO,
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sujetos; esta relación presenta dos supuestos, en el primero existe una vínculo
previo entre las partes y una de ellas incumple la prestación a que está obligada o
la cumple deficientemente o tardíamente, en este caso, hablamos de
responsabilidad contractual en donde, precisamente, la obligación de indemnizar
se deriva del incumplimiento de un contrato. En el segundo supuesto, no existe la
relación previa antes referida. En este caso, la obligación de indemnizar a la
víctima está basada en la trasgresión al principio de no causar daño a los demás
(alterum non laedere).
Según Perán Ortega (1998, p. 28) “la obligación que toda persona tiene de
reparar los daños y perjuicios causados a un tercero, nace siempre de lo que se
denominan comportamientos ilícitos”. La sanción jurídica del comportamiento
dañoso se concreta en la obligación de indemnización que tiene el autor del daño
para con la víctima. Estos comportamientos dañosos no tienen la misma
fisonomía, unos pueden constituir la infracción de una obligación impuesta por un
precepto legal imperativo, y otros, la violación del principio general de no dañar a
los demás. Es más, estas conductas ilícitas a veces sólo son merecedoras de la
obligación de indemnizar y, en otros casos, a esta sanción, se le agrega la
aplicación de una pena porque la conducta dañosa del agente se encuentra
tipificada como delito o falta por las leyes penales.
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1.3.1.- Ilícito penal.
Mientras el delito civil es una categoría abstracta y general, que solo exige la
concurrencia de la „antijuridicidad‟ y la „culpabilidad‟, unidas a la concreción del daño, los
delitos penales constituyen especies fijas y concretas, en las que han de concurrir como
elementos, además de esa antijuridicidad y esa culpabilidad, la llamada „tipicidad‟ y
„punibilidad‟ (notas éstas mediante las cuales la doctrina moderna suele caracterizar la
antijuridicidad específica, penalmente sancionada); de tal modo que, mientras todo
hecho, doloso o culposo, aún cuando no esté previsto especialmente por la ley, puede
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dar lugar a indemnización si produce [daño], solo pueden ser reprimidos por una pena
aquellos hechos que, causen o no un perjuicio a otra persona, estén previstos y
castigados por la ley penal (citada por De Ángel Yagüez, 1993, pp. 49-50)..
…así se explica, por ejemplo, que los efectos represivos de las leyes penales -
materializados en la aplicación de las penas - se produzcan a impulsos del aparato
estatal y aunque no los desee la víctima del acto delictivo: quien sufre un robo podrá
renunciar a ser restituido, pero no se halla legitimado para detener la acción punitiva del
poder público contra el autor de la sustracción (p. 13).
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regulan obligaciones asumidas por una persona por hechos lícitos y puramente
voluntarios, como por ejemplo la gestión de negocios ajenos sin mandato expreso
del titular de los mismos.
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multas a favor del erario, impuestas mediante iudicium publicum. Mientras las
otras infracciones, los delicta o maleficia, no movilizaban al poder público sino a
instancia de la parte ofendida (actio privata), entre las cuales destacamos los
delitos privados (daño a las personas, hurto, daño a las cosas), en donde se
aprecia la sustitución de la venganza privada del ofendido por acciones de
compensación definidas de antemano por la autoridad.
La Lex Aquilia, es una ley de fecha incierta, sólo podemos afirmar que fue
posterior a la ley de las XII tablas y que hoy es desconocida, lo que se sabe de
ella es gracias a los comentarios que aparecen en textos posteriores, según el
jurista argentino Colombo, “posiblemente tuvo su origen en tiempos de la
República, a raíz de un plebiscito propuesto por el tribuno Aquilio y realizado a
fines del siglo V (1947, p. 107), probablemente en el año 467 de Roma, es decir,
en el año 287 de nuestra era.
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1.5.- Derecho anterior a la codificación.
1.5.1.- El derecho común.
Los factores que inciden en este período son principalmente, la tradición del
Derecho romano, recogida a través de las formas que tomó en la codificación
justinianea y la incidencia del elemento canónico.
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Dentro de este iusnaturlismo racionalista, de igual modo que Descartes
construye su filosofía sólo mediante la razón, éstos juristas-filósofos que se
ocupan especialmente de la sociedad y el Derecho, “parten exclusivamente de la
razón para inventar un Derecho natural, es decir, que sea el más conforme a la
naturaleza del hombre (García Gallo, 1959, p. 131).
1.6.- La codificación.
141
profesores de Universidad. Su influencia primordial está en una Escuela de
Derecho, la pandectística alemana, siendo su principal artífice Windscheid. En
ambos cuerpos jurídicos es innegable, sin embargo, la influencia filosófica de la
Escuela de Derecho natural, colocada en una posición totalmente antagónica a los
fundamentos de la Escuela histórica, creada y representada por C. F. Savigny.
Pues mientras para la primera, con base al racionalismo jurídico, el Derecho era
siempre un producto de la razón, una obra de la mente humana, para la segunda, el
Derecho era siempre el resultado de una tradición jurídica que radicaba en la conciencia
del pueblo. Esta escuela consideraba que someter el Derecho a los límites de un Código
suponía una cristalización del propio derecho, un precipitado fijo y, por consiguiente, el
resultado sería la fosilización del propio derecho, con lo cual el Código constituiría un
obstáculo para su natural evolución. La Escuela de Derecho natural, por el contrario,
entendía que en el orden práctico y en el orden de las garantías jurídicas, el destinatario
de la ley, es decir, el pueblo, podría alcanzar una mayor seguridad jurídica, por que a
través del Código lograría un mejor conocimiento del Derecho y del resultado previsible
de los conflictos jurídicos, con la debida aplicación del Derecho a los casos concretos
que habrían de presentárseles en la vida (p. 38).
142
La codificación con su natural y concreta consecuencia lógica, el código, la
define Sánchez Román en sentido amplio diciendo que “Por codificación se
entiende la reunión de todas las leyes de un país” y en un sentido más concreto
nos expone que “la codificación es la reunión de todas las leyes de un país, pero
sólo las que se refieren a una determinada rama jurídica y en todo caso bajo un
solo cuerpo legal presidido en su formación por una unidad de criterio y de tiempo”
(Sanchez Román, 1899, p. 32).
A lo largo del presente trabajo hemos podido observar cómo el eje central
de la responsabilidad civil ha radicado casi sin objeción en la culpa. En efecto,
desde tiempos de la Lex aquilia, advertimos el preciso proverbio de Ulpiano, in
lege Aquilia et levísima culpa venit (En la Ley Aquilia se responde por culpa
levísima) hasta la famosa frase de “sin culpa ninguna reparación”. Era tal el
predominio de la culpa, que durante casi todo el siglo XIX los juristas,
prácticamente, no pudieron plantearse si quiera la duda de que no fuera éste el
fundamento de la responsabilidad civil.
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“La culpa jurídica es exigida como base de la responsabilidad porque sino
media la culpa, la acción no es perfectamente humana, o al menos, no lo es en
tanto que injusta. El hombre no debe responder sino de las acciones verdaderas y
perfectamente humanas, y de sus consecuencias. Las otras acciones de los
hombres derivan de causas más bien necesarias que de causas libres, de manera
que el daño que podría seguirse de ellas, más tiene para el damnificado el
carácter de infortunio que el de un daño injusto, y por ende digno de reparación”2.
2
J. DABIN, La philosophie de l‟ ordre juridique positif spécialement dans les rapports de droit
priveé, París, 1922, p. 523, nº 151. Citado por J. PEIRANO FACIO, Responsabilidad..., op. cit., nota 8,
p. 133.
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locomoción, etc3. Dentro de este nuevo contexto, la clásica concepción de la culpa
como fundamento de la responsabilidad civil no encajaba, pues su utilidad estaba
ideada para una sociedad feudal, eminentemente agrícola, con una producción
artesanal, en la cual los accidentes eran escasos y previsibles. De este modo, se
fue produciendo un desequilibrio entre el Derecho positivo (que se mantenía
inmutable) y las necesidades urgentes de la vida.
3
J. L. CONCEPCIÓN RODRÍGUEZ, Derecho de…, op. cit., nota 8, p. 19
4
Art. 2356 C: ““Todo aquel que intente una acción u oponga una excepción, está obligado
a probar los hechos en que descansa la acción o excepción”.
Art. 240.1 Ley 902/2015: ““Distribución de la carga probatoria. Corresponde a la parte
actora y la parte demandada reconviniente, la carga de probar la certeza de los hechos
constitutivos de su demanda o de su reconvención”.
Parte in fine del Art. 240: “Las normas contenidas en los párrafos precedentes, se
5
aplicarán siempre que una disposición legal expresa de este Código u otra ley, no distribuya con
criterios especiales la carga de probar los hechos relevantes”.
145
hecho dañoso (párrafo último del art. 2512). Éste, frente a aquella presunción, es
irremisiblemente dado como probado. En contrario, sólo es posible prueba de
fuerza mayor o culpa de la víctima. De modo que la víctima sólo tiene que
demostrar que el daño fue causado por la persona o cosa bajo la guarda del
demandado. A éste le compete probar, y sólo se excusa por esa vía, la culpa de la
víctima o la fuerza mayor. Con este sistema de presunciones legales la
jurisprudencia alivia a la víctima la onerosa carga de la prueba y, a veces, hasta la
suprime en este sentido nos dice De Aguiar Dias, “hay hechos que llevan en sí
mismos la prueba de su origen, que son como auténticos; por su propia
naturaleza, excluyen la culpa, intervención o negligencia de la víctima. Es bastante
citar, a título de ejemplo, los descarrilamientos y las colisiones de trenes. El
viajero, víctima de una catástrofe de ese género, no ha desempeñado sino un
papel pasivo; sería irrisorio exigir de él, o de sus herederos, pruebas de la culpa
del ferrocarril; el hecho dañoso es el hecho culposo; el transportador es presumido
en culpa, siéndole puesto a salvo probar el caso de fuerza mayor; el onus de la
prueba le incumbe íntegramente”6.
6
J. DE AGUIAR DIAS, Tratado de la…, op. cit., nota 8, pp. 84-85.
7
G. MORIN, La loi et le contrat. La décadence de leur souveraineté, París, 1927, p. 120,
citado por J. DE AGUIAR DIAS, Ibídem, p. 63.
146
“Tenemos sed de justicia, esto es, de equilibrio jurídico, y, cuando sucede un
desastre, buscamos enseguida un responsable; queremos que haya un responsable; ya
no aceptamos dócilmente los golpes del destino y, sí, pretendemos determinar la
incidencia definitiva. O, si se quiere, el accidente ya no nos parece como cosa del
destino, sino como un acto, directo o indirecto, del hombre. Si la palabra no fuese un
poco fuerte, diría con gusto que secularizamos la responsabilidad, que la hacemos un
caso de pura justicia humana, para que se vivifique en el cuadro de nuestra comunidad
social, en la conformidad de equilibrio de los intereses y de los derechos y para
satisfacción de nuestra conciencia jurídica...” 8.
8
L. JOSSERAND, “Évolutions et actualités” en Revista Forense, vol. 86, (1936), París, p. 548,
traducción de R. Lima, citado por J. DE AGUIAR DIAS, Ibídem, p. 81.
9
P. BETTREMIEUX, Essai historique et critique sur let fondement de la responsabilité civile en
droit française, Lille, 1921, pp. 14-15, citado por J. PEIRANO FACIO, Responsabilidad..., op. cit., nota
8, p. 146.
147
Con el objeto de solucionar el problema de la existencia de un cada vez más
numeroso grupo de víctimas, que no encuentran satisfacción, se produce,
entonces, una reacción hacia cierta objetivación de la culpa. En un inmediato
primer momento la tendencia de la doctrina fue solamente desplazar el concepto
de culpa, sin preocuparse por substituirlo con otra idea positiva. El más puro
representante de este momento fue MICHEL, quien decía que la única meta que la
evolución del concepto de responsabilidad aun debía alcanzar, era suprimir la
noción de culpa:
10
MICHEl, citado por Betremieux, Essai historiqué ..., p. 26, nº 15, citados ambos por J.
PEIRANO FACIO, Ibídem, p. 156.
148
sus alumnos perjudica al negociante del tabaco...”11. Esto dio lugar a que se
buscaran nuevos criterios, en este sentido, la doctrina propuso varias soluciones
que se agrupan en tres sistemas: la teoría del riesgo, la teoría de la culpa civil o
social y la teoría de la garantía12.
Ley 595, “Ley General de aeronáutica civil” aprobada en agosto del 2006” y
que establece un sistema de responsabilidad objetiva que hace caso omiso de la
negligencia o dolo en los daños ocasionados14.
11
H. LALOU, Traité pratique de la responsabilité civile, París, 1941, nº 2, p. 2, citado por J.
DE AGUIAR DIAS, Tratado de la…, op. cit., nota 8, p. 67.
12
J. L. CONCEPCIÓN RODRÍGUEZ, Derecho de…, op.cit., nota 8, pp. 19 y ss.
13
L. DÍEZ-PICAZO, Derecho de…, op. cit., nota 19, p. 127 y ss.
14
En efecto, el art. 186 de la referida normativa estipula: Arto. 186. Obligación de
indemnizar. El transportista, será responsable de los daños y perjuicios causados durante el
transporte: 1. Por muerte, lesiones o cualquier otro daño sufrido por el pasajero. 2. Por destrucción
total o parcial, pérdida o retraso de las mercaderías o de los equipajes facturados o de mano. El
término lesión, a los efectos del presente Capítulo, comprende tanto las lesiones corporales,
orgánicas o funcionales, como las que afectan las facultades mentales. La obligación a que
alude el párrafo primero incluye también la de indemnizar por daños debidos a casos
fortuitos o fuerza mayor…”.
149
se determina la responsabilidad civil para reparar los daños en caso de transporte
de personas y bienes (art. 6 inciso 17, Ley 842/2013); prestar servicios de
reparación de los daños cubiertos por la garantía (art. 41 Ley 842/2013); la
prestación de servicios de reparación no cubiertos por la garantía (art. 42 Ley
842/2013); la reparación por vicios ocultos en las viviendas (arts. 51 y 52 Ley
842/2013); el art. 111 de la referida Ley 842/2013, establece que se les aplicarán a
las personas proveedoras las sanciones administrativas sin perjuicio de las
responsabilidades civiles y penales; el art. 32 de la misma norma hace referencias
las sanciones por publicidad engañosa; el art. 14 de forma implícita se refiere a
esta responsabilidad objetiva cuando de su texto se desprende que la personas
proveedoras “… en ningún caso se eximirán de la responsabilidad de
indemnización por los posibles daños y perjuicios ocasionados a las personas
consumidoras y al medio ambiente” en los casos de investigación y desarrollo de
bienes potencialmente dañinos. Además, establece la inversión de la carga de la
prueba, antes explicada (arts. 37.5; art. 32; y 64.5 todos de la Ley 842/2013).
Ley 185, “Código del trabajo”, de octubre de 1996. El art. 124 de nuestra
legislación laboral establece que “el empleador está exento de responsabilidad: f)
Cuando el accidente se deba a caso fortuito o fuerza mayor extraña al trabajo”.
Una interpretación a contrario sensu de ese precepto, nos permite concluir que el
empleador sí es responsable del caso fortuito o fuerza mayor no extraña al trabajo,
como por ejemplo una caldera que explote y cause lesiones o muerte a los
trabajadores.
En los accidentes de circulación, regulados por la Ley Nº. 431 "Ley para el
Régimen de Circulación Vehicular e Infracciones de Tránsito, con sus reformas
incorporadas”, publicada en La Gaceta, Diario oficial Nº 96 de 27 de mayo de
2014, con posterioridad Ley 431/2014 señala en su art. 21 una responsabilidad
híbrida: subjetiva, cuando indica que responde por los daños causados a terceros
150
por “falta de pericia, imprudencia o negligencia”; en cambio, podría caber una
responsabilidad objetiva cuando el daño se debe a desperfectos mecánicos15.
15
Art. 21 Ley 431/2014: “Responsabilidad por daños
El propietario de un vehículo que causare o provoque la colisión o accidente de tránsito por
desperfectos mecánicos o técnicos, falta de pericia, imprudencia o negligencia, será únicamente
responsable civilmente, por los daños causados a terceros; igualmente lo será cuando el conductor
de dicho vehículo no posea licencia de conducir, o teniéndola no corresponda la categoría o tipo
con el vehículo conducido, sin detrimento de las responsabilidades civiles y penales que puedan ser
imputadas al conductor”.
151
prácticas de adoptar una u otra posición tienen gran relevancia sobre todo en el
Derecho procesal, en donde veremos que el mecanismo del ejercicio de la acción
de responsabilidad en cada caso concreto, así como el régimen a que dicha
responsabilidad está sometida, varía según la solución que se le dé a este
problema.
El problema de las relaciones entre los dos tipos de responsabilidad civil fue
planteado en el último cuarto del siglo XIX y dio origen a una gran polémica de
donde surgieron diversas teorías que oscilaban desde posiciones dualistas que
señalaban irreductibles diferencias entre ambos regímenes, pasando por
planteamientos monistas que propugnaban la unidad absoluta de los dos órdenes
de responsabilidad, hasta llegar a posiciones eclécticas que establecen que el
concepto de responsabilidad civil contractual y extracontractual es básicamente
uno, aún cuando en el desenvolvimiento técnico de dicho concepto en el campo
del Derecho positivo se observan una serie de diferencias de detalle. Pero que
estas diferencias no son fundamentales, no atañen a los principios rectores o,
dicho de otra manera, no existe diferencia fundamental entre los dos tipos de
responsabilidad, sino simplemente algunas diferencias accesorias.
16
L. DÍEZ-PICAZO, Derecho de…, op. cit., nota 19, p. 245.
152
Poveda, sitúa las diferencias esenciales entre una y otra en su distinto origen, en la
capacidad del sujeto responsable, en el grado de la culpa, en el contenido del
deber de indemnizar, en las cláusulas de regulación, en el diferente plazo
prescriptivo [en el Código civil nicaragüense existe un mismo plazo de prescripción
para ambas clases de responsabilidades], en la competencia, en la pluralidad de
deudores y el carácter de solidaridad que es propio de las nacidas fuera de
contrato17.
17
Citada por J. L. CONCEPCIÓN RODRÍGUEZ, Derecho de…, op.cit., nota 8, p. 30.
18
J. Perán Ortega, La responsabilidad..., op. cit., nota 64, pp. 37-38.
153
cuales se les imputa el hecho derivado de ese actuar. Este comportamiento
humano presenta dos vertientes, se responde por una acción que causó un daño
o por una omisión que también ocasione un menoscabo.
19
Ídem, p. 38.
154
haber hecho (artículo 1849 C)20 y la otra reside en haber hecho lo que se debió no
hacer (artículo 1855 C)21. No puede hablarse de omisión ilícita si previamente no
existe un deber de actuar, no hay duda en las omisiones relacionadas con una
actividad (conducir de noche sin encender las luces del vehículo, no interrogar al
paciente acerca de si padece algún tipo de alergia a algún medicamento), pero sí
cuando se trata de omisiones simples (casos en los que el presunto responsable no
se encuentra ejercitando una actividad propia, por ejemplo cuando uno no socorre
al herido en la calle o al que se ahoga en el mar 22), y consideramos como
incuestionable omisión generadora de responsabilidad civil la de quien se abstiene
de actuar con intención de dañar y la de quien omite un deber impuesto por la ley.
Podemos afirmar que en los Tribunales se puede apreciar una clara tendencia a
sancionar las abstenciones dañosas con los mismos efectos que los actos positivos,
por más que en principio pueda parecer curioso que de una mera pasividad pueda
surgir un daño positivo.
„El lenguaje científico arranca de esta acepción usual para fijar el concepto de
daño (damnum), incluyendo en él todos los perjuicios que el individuo sujeto de
20
Art. 1849 C: “Si el obligado a hacer alguna cosa no la hiciere, se mandará ejecutar a su
costo”.
21
Art. 1855 C: “Si la obligaciones fuere de no hacer…”.
22
Salvo que sobre él pesara un deber positivo de actuar por ser miembro del personal de
vigilancia de las instalaciones de baño o por estar especialmente encargado del cuidado de aquél
que sufre el percance.
155
Derecho sufra en su persona y bienes jurídicos, con excepción de los que se irrogue el
propio perjudicado. Al Derecho positivo sólo le interesa el daño –en cuanto tema
jurídico– como fundamento determinante de penas e indemnizaciones. Las normas de
Derecho penal –a pesar de tener carácter absolutamente público– no oponen traba al
individuo a quien se antoje atentar contra su vida o intereses personales. El suicidio no
es un acto punible. Y entre las leyes que forman el Derecho privado no figura una sola
que prohíba maltratar los bienes propios, ni que obligue al interesado –y mucho menos
a otro cualquiera– a „repararse‟ los daños a sí mismo inferidos”23.
23
H. A. FISCHER, Los daños civiles y su reparación, trad. por W. Roces, Gráfica universal
Evaristo, Madrid, 1923, pp. 1-2.
24
J. Santos Briz, La responsabilidad civil, Derecho sustantivo y Derecho procesal, 7ª edic.,
Montecorvo, Madrid, España, 1993, p.147.
156
daños no antijurídicos que se produzcan conforme a Derecho y que no generan la
obligación de resarcir a cargo de quien los provocó, por ejemplo, los daños
causados en virtud de estado de necesidad o legítima defensa o el daño que
ocasiona un comerciante a su competencia con promociones, descuentos, que
acaparan a la clientela.
Es aquel daño que afecta bienes que tienen una valoración o equivalencia
pecuniaria
25
E. A. ZANNONI, El daño en la responsabilidad civil, 2ª edic., Astrea, Buenos Aires,
Argentina, 1987, pp. 1-2.
26
G. Orozco Gadea, La unidad del daño moral, Tesis doctoral, Dir. por E. Llamas Pombo,
Universidad de Salamanca, España, 2006, p. 61.
157
Según nos explica el gran jurista alemán Ihering, el dinero cumple una triple
función: de equivalencia, punitiva y satisfactoria 27; cuando se indemnizan los
daños patrimoniales (que tienen una equivalencia pecuniaria porque pueden ser
valorados en dinero, como una casa, un terreno, un carro, etc), el dinero cumple
una función de equivalencia; el dinero también tiene una función punitiva, como
cuando se impone como castigo por un comportamiento indebido (por ejemplo,
una multa de tránsito; multa por retraso en el pago de pensión de alimentos art.
325 Código de Familia28; multa por el retraso del pago del aguinaldo art 95 Código
del Trabajo29); por último, existe la función compensatoria-satisfactoria que
desempeña el dinero para reparar los daños morales, que por carecer de
equivalencia pecuniaria (la vida, la integridad corporal, el honor, la intimidad, los
sentimientos no tienen un valor en metálico). La idea consiste, tomando en cuenta
que los bienes no patrimoniales no pueden repararse por medio de la función de
equivalencia del dinero, y muchas veces el daño es irreversible, piénsese una vida
perdida, un miembro del cuerpo mutilado, entonces se le va a entregar a la víctima
(o a sus familiares en caso de muerte) una suma de dinero para que se procuren
satisfacciones que en cierta medida compensen los perjuicios sufridos 30; si bien es
27
R. V. Ihering, Estudios Jurídicos: La lucha por el Derecho. Del interés en los contratos y
de la supuesta necesidad del valor patrimonial de las prestaciones anteriores. La posesión, trad. de
A. González Posada, Heliasta S.R.L., Buenos Aires, 1974, p. 98-100.
28
Art. 325 CF: “Pena por atraso de pago en la pensión alimenticia
El atraso en el pago de las pensiones alimenticias sin causa justificada será penado con el
pago de un dos por ciento adicional por cada mes de atraso”.
29
Art. 95 CT: “El décimo-tercer mes deberá ser pagado dentro de los primeros diez días
del mes de diciembre de cada año, o dentro de los primeros diez días después de terminado el
contrato de trabajo. En caso de no hacerlo el empleador pagará al trabajador una indemnización
equivalente al valor de un día de trabajo por cada día de retraso”.
30
Como bien lo expresa el maestro italiano De Ruggiero, “Si el dinero no es una entidad
comparable con el dolor, es cierto que aquél es el denominador común, no solamente de los
valores, sino también de las utilidades todas y el medio por el cual, en defectos de otros y según
los usos de la vida, se repara una ofensa; funciona como medio compensatorio (aunque en
ocasiones inadecuado e imperfecto) para quien sufrió la ofensa”. R. De Ruggiero, Instituciones de
Derecho civil, t. II, vol. I: “Derecho de obligaciones. Derecho de familia. Derecho hereditario”, trad.
de la 4ª edic. italiana, anotada y concordada con la legislación española por R. Serrano Suñer y J.
Santa-Cruz Teijeiro, Reus, Madrid, s. f., p. 66. Por su parte, el jurista Borrel Maciá afirma que “si
bien con dinero, el sentimiento no desaparece, no obstante, con él puede adquirir bienes con los
que en ciertos momentos disfrutará de goces que le harán olvidar o disminuir el dolor. A. Borrel
Maciá, Responsabilidades derivadas de culpa extracontractual civil. Estudio del artículo 1902 del
158
cierto, esta forma de reparación no es perfecta porque el daño no desaparece,
pero sería peor no dar nada al damnificado por un daño moral 31.
Código Civil y breves comentarios sobre los artículos 1903 a 1910 del propio cuerpo legal, Bosch,
Barcelona, 1942, pp. 162-163. Para el profesor Battle Vázquez “... el dinero es por su propia
esencia instrumento genérico de pago y medio general y corriente de cambio y adquisiciones, y si
no puede borrar en absoluto todos los daños, los puede atenuar o compensar, porque gracias a él
se puede obtener la mayor parte de los bienes materiales y se pueden disminuir, en la parte en que
a la naturaleza humana le es dado, dolores y sufrimientos, y hace muchas veces recuperar la salud
o amenguar la lesión y la enfermedad al procurar medios para ello”. M. Battle Vázquez, “La
evaluación del daño en las personas”, en Centenario de la Ley del notariado, vol. II, Reus, Madrid,
1962, p. 518. En términos similares se expresa el magistrado español Soto Nieto: “Por lo tanto,
aquí no se aspira a que desempeñe [la indemnización] un papel de equivalencia, sino a que,
proporcionando al injuriado una satisfacción económica, venga a cumplir una voluntariosa misión
equilibradora que compense, en lo posible, el agravio y la turbación espiritual de la ofensa. F. Soto
nieto, Derecho vivo. Jurisprudencia comentada, Revista de Derecho judicial, t. I, Madrid, 1970, p.
75.
31
Como dice Laurent, “del hecho de que el juez no pueda conceder una reparación exacta,
no se puede concluir que no debe conceder ninguna reparación”. F. Laurent, Principii di Diritto
Civile, vol. XX, trad. al italiano por A. Di Majo, Napoli-Roma-Milano, 1881, nº 395, p. 303. Para el
jurisconsulto De Castro, carece de razones suficientes cierta repugnancia que pervive en la
doctrina con respecto a indemnizar pecuniariamente el mero daño moral o el inferido a los bienes
de la personalidad. El dinero no devuelve la vida ni borra la ofensa, más la reparación del daño
causado no implica siempre ni necesariamente el restablecimiento idéntico de la situación anterior.
La indemnización en dinero no hace desaparecer, por sí misma, el daño causado, pero, como la
antigua „satisfactio’ ayuda a ello en un doble sentido. En caso de fallecimiento, tiene para la víctima
un efecto semejante a la previsora firma de una póliza de seguro que beneficie a sus allegados.
Para el ofendido en su honor, la indemnización satisfactoria significa aumentar el ámbito de su
libertad y la posibilidad de escapar del círculo en el que hubiere producido efecto la difamación.
Así, la condena y lo crecido de la indemnización sirven de solemne desagravio y afirmación
autorizada de la estimación social del bien lesionado”. F. De Castro y Bravo, Temas de Derecho
civil, reimpresión, Rivadeneyra, Madrid, 1972, pp. 9-10. En el mismo sentido expresa el civilista
López Jacoiste, “Con dinero pueden adquirirse cosas y recursos que en el orden práctico puede
sustituir un objeto material destruido. Eso no es posible con respecto de ciertos bienes sociales
que implican dimensiones morales de la personalidad; y, sin embargo, no hay otro medio más
equitativo de resarcimiento, pues mucha mayor injusticia e indefensión supondría privar de
reparación al damnificado, so pretexto de la falta de homogeneidad entre el carácter del perjuicio y
la percepción de una suma. Por lo que, como declara la jurisprudencia, <<no puede ser suficiente
causa para denegar la indemnización su falta de determinación pecuniaria”. J. J. López Jacoiste,
“Cien años de horizonte extracontractual”, en Centenario del Código Civil”, t. II, Asociación de
profesores de Derecho civil, Centro de estudios Ramón Arce, Madrid, 1990, p. 1151.
159
mientras que los daños patrimoniales indirectos, están integrados por los
perjuicios morales con consecuencias económicas, como por ejemplo, una
persona es lesionada (el daño corporal es un típico daño extrapatrimonial que
ocasiona lesiones) y provoca además de los daños morales, menoscabos
patrimoniales como los gastos médicos, los gastos de medicina, el dinero que deja
de percibir por dejar de trabajar suponiendo que es un trabajador por cuenta
propia, etc. También se distinguen los daños morales puros que no transcienden
la esfera espiritual y solo causan menoscabos morales (por ejemplo, la difamación
de una persona que no ocasiona daños patrimoniales) y los daños morales
indirectos, que son aquellos menoscabos que afectan un bien patrimonial pero que
acarrean perjuicios morales, como por ejemplo cuando se destruye un cuadro
(bien patrimonial) de un familiar querido que ha fallecido o se roban un joya con un
gran valor sentimental porque que se ha mantenido de generación en generación
en una familia. De toda esta clasificación podemos afirmar que se debe resarcir
toda la magnitud del daño de forma separada e independiente, por una parte se
valora y se repara el daño patrimonial y por otra se valora y repara el moral.
En nuestro país la reparación del daño moral puede tener cabida en el área
contractual (art 1860 C) y en el ámbito extracontractual (art. 2509 C) y entre los
casos más sonados destacamos la indemnización pagada para los familiares del
accidente de avión de la línea hondureña “SAHSA” o la reparación por daños
morales que se le ha otorgado a ciertos trabajadores por contaminación con el
pesticida NEMAGÓN. Existe una interpretación auténtica efectuada por la
Asamblea Nacional para darle cabida a la reparación del daño extrapatrimonial 32.
32
Ley 157 de 23 de marzo de 1993, art. 1 párrafo 1º: “) La responsabilidad civil por daños y
perjuicios a que se refiere el Arto. 2509 C. y siguientes (Título VIII, Capítulo Único sobre Delitos y
Cuasidelitos) es en su totalidad, sin exclusión, comprendiendo tanto daños materiales como
morales. No existe provisión alguna de la Ley que las limite a daños estrictamente materiales y que
excluya los daños morales.
160
2.1.2.3.- El resarcimiento de daños y perjuicios.
2.1.3.- La antijuridicidad.
33
Art. 1885 C: “La condición resolutoria va siempre implícita en los contratos bilaterales
para el caso de que uno de los contrayentes no cumpliere con su obligación.
„En este caso, el contrato no se resuelve de pleno derecho. La parte respecto de la cual no
se ha ejecutado la obligación, tiene la elección, o de obligar a la otra a la ejecución del contrato, si
es posible, o de pedir su resolución además del pago de los daños y perjuicios en ambos casos”.
34
Art. 1860 C; “Quedan sujetos a la indemnización de los daños y perjuicios causados, los
que en el cumplimiento de sus obligaciones incurrieren en dolo, negligencia o morosidad, y los que
de cualquier modo contravinieren el tenor de aquéllas”.
161
verdadera significancia del término. Señala Bueres que “la antijuridicidad es la
contradicción entre la conducta del sujeto y el ordenamiento jurídico en su
totalidad”. De esta afirmación se desprende que antijurídico es lo contrario al
ordenamiento jurídico, es decir, al Derecho, comprensivo éste de todas sus
normas, de las leyes, costumbres y los principios generales integrantes del mismo
del mismo (ex artículo 1 del Código civil español)35. Se entiende entonces, que la
antijuridicidad constituye una violación de un mandato o prohibición contenida en
una norma legal o contractual, de forma expresa o con violación de la finalidad
perseguida o la lesión de los intereses o principios jurídicos superiores protegidos
por esa norma.
35
A. J. BUERES, El daño injusto, p. 149, citado por J. M. BUSTO LAGO, La antijuridicidad del
daño resarcible en la responsabilidad civil extracontractual, Tecnos, Madrid, 1998, pp. 50-51.
162
La culpabilidad es entonces el concepto mediante el que se valora y se
determina si una acción u omisión es reprochable al autor de la misma. La
culpabilidad en su concepto genérico puede ser constitutiva de dolo y culpa, es
decir, se puede decir que una es la conducta culposa con dolo y otra la conducta
culposa con negligencia.
2.1.4.1.- El dolo.
163
Podría decirse que una es la conducta culposa con dolo y otra la conducta
culposa con negligencia. Ambas graduaciones extremas caben, creemos, dentro de
la amplitud de la responsabilidad aquiliana. No será fácil ya dentro de esta última
distinguir la conducta dolosa civil de la conducta dolosa penal. Desde el punto de
vista penal (artículos 5 y 10 del Código penal español) se define el dolo como
producto de la intención, conciencia y voluntad de realizar un acto u omisión para
causar un mal o un daño concreto a otro, y por tanto, con conocimiento de su
ilegalidad, esto es, de la antijuridicidad de la conducta. En este caso se habla de
conducta dolosa, estamos ante un comportamiento intencionado o malicioso,
integrado por dos elementos: uno de carácter subjetivo, el ánimo intencionado del
agente; y otro de carácter objetivo, el medio o acto externo a través del cual se
realiza36. La sentencia de 9 de marzo de 1962 del Tribunal Supremo Español dice
al respecto que el dolo civil, a diferencia del penal, no se basa exclusivamente en
la intención de dañar, si no que equivale a mala fe, para cuya existencia no hace
falta esa intención; bastando infringir de modo voluntario el deber jurídico, a
sabiendas, es decir, con la conciencia que se realiza un acto antijurídico.
2.1.4.2.- La culpa.
36
J. PERÁN ORTEGA, La responsabilidad civil…, op. cit., nota 10, pp. 40-41.
37
Art. 1861 C: “La responsabilidad procedente del dolo es exigible en todas las obligaciones.
La renuncia de la acción para hacerla efectiva, es nula.
38
Art. 1866 C: “Los daños y perjuicios de que responde el deudor de buena fe son los
previstos o que se hayan podido prever al tiempo de constituirse la obligación y que sean
consecuencia necesaria de su falta de cumplimiento.
‘En caso de dolo responderá el deudor de todos los que conocidamente se deriven
de la falta de cumplimiento de la obligación”.
164
Según SANTOS BRIZ, “se trata seguramente del elemento de más complicado
y difícil estudio, pese a la simplicidad de su sentido vulgar39. Habitualmente se ha
asimilado dicha noción a la omisión de la diligencia debida, por cuanto supone un
actuar negligente o descuidado, causante de un daño no querido ni buscado por el
agente, pero este daño para que sea generador de responsabilidad debe ser
previsible, es decir, que haya sido imaginado por el agente como posible, midiendo
el grado de previsibilidad desde la perspectiva de un buen padre de familia. El
Código civil nicaragüense no define la culpa extracontractual, a diferencia de la
culpa contractual, pero de modo incidental viene a definirla con la antes
mencionada diligencia del bonus pater familias, al formular una precisión de culpa
por los hechos de las personas sometidas a nuestra vigilancia (artículo 2509, 2512
C). La STS español de 18 de septiembre de 1984 equipara este grado de diligencia
con la “racional y ordinaria cautela que debe acompañar a todos los actos de los
que pueden derivarse daños”; se trata de una diligencia social, porque siempre hay
que ponerla en relación con el círculo donde se desarrolla la actividad y con las
personas y la época en que se lleve a cabo. Así la STS de 23 de marzo de 1982
afirma que hay que atender “al sector del tráfico o de la vida social en que la
conducta se proyecte y, determinar si el agente obró con el cuidado, atención o
perseverancia exigibles y con la reflexión necesaria con vistas a evitar el perjuicio
de bienes jurídicamente protegidos, contemplando no sólo el aspecto individual de
la conducta humana, sino también su sentido social, determinado por la función de
esta conducta en la vida común”.
39
J. SANTOS BRIZ, La responsabilidad…”., op. cit., nota 98, p. 40.
165
observarse, ocasiona el incumplimiento de aquella obligación, con perjuicio de
bienes ajenos, jurídicamente protegidos (STS de 8/2/91)40.
40
J. PERÁN ORTEGA, La responsabilidad civil…, op. cit., nota 10, p. 41
41
J. Perán Ortega, La responsabilidad…, op. cit., nota 64, pp. 42-44.
42
Ídem, p. 42.
166
necesaria de diligencia y cautela, no obstante, ello no excluye toda atención a la
personalidad del agente, sino que el obrar culposo, de la misma manera que el
concepto de la imprevisibilidad en que se basa, ha de considerarse viendo en él
un aspecto subjetivo, en cuanto a la posibilidad dada al sujeto de prever las
circunstancias en la situación del caso concreto, y otro objetivo, desprendido de la
situación personal del agente y que tenga en cuenta la diligencia que pueda
esperarse de toda persona en atención de los efectos de sus actos u omisiones.
43
L. DÍEZ PICAZO, Derecho de…, op. cit., nota 19, p. 360.
167
cuenta es la ordinaria de un hombre medio o de una persona razonable, según un
tipo medio44.
44
Ídem, p. 361.
45
Citada por J. PERÁN ORTEGA, La responsabilidad civil…, op. cit., nota 10, p. 42.
46
Idea recogida por la jurisprudencia española en sentencias como la del 12 de enero de
1928, al decir que la culpa en Derecho civil es la infracción de la ley cometida libremente y sin
malicia por alguna causa que se pueda y se deba evitar, y en sentencias más modernas, como la
de 9 de abril de 1963, al declarar que “tanto si la culpa o negligencia es consciente, como si es
inconsciente, el resultado ha tenido que ser previsto o ha de ser previsible; esta previsibilidad de
resultado es el presupuesto lógico y psicológico de la evitabilidad del mismo”.
168
de mala fe haciéndole responsable no solo de los daños previstos sino también de
los imprevistos.
47
Ídem, p. 42.
48
Ibídem, pp. 42-43.
49
Ídem, p. 43.
169
c) Imputabilidad.- Para que pueda formularse un juicio de culpabilidad es
preciso que en el agente causante del daño concurran las condiciones necesarias
para ello y en especial, la denominada capacidad de discernimiento o capacidad
de culpa. En este sentido la imputabilidad consiste en la capacidad de una
persona para comprender el alcance y consecuencias de su obrar. No son
imputables las personas privadas de discernimiento, verbigracia, los dementes, los
sordomudos que no saben leer y escribir. Ningún texto del Código civil lo exige de
manera especial. En particular, una situación de exclusión de la responsabilidad
de los menores y de las personas que padecen enfermedades mentales no se
encuentra expresamente afirmada. Del artículo 2511 C se deduce que puedan
resultar responsables los titulares de la patria potestad y los tutores o
guardadores. La condición de estas personas inimputables no supone más que
una restricción de su personalidad jurídica por lo que pueden ser titulares de
derechos e incluso de obligaciones, especialmente cuando éstas nacen de los
hechos o relaciones entre sus bienes y un tercero. Esto significa que el incapaz o
inimputable no puede ser declarado culpable desde el punto de vista penal, pero sí
puede ver afectado su patrimonio a consecuencia de los actos dañosos que
genere, esto es, puede ser declarado responsable desde el ámbito civil. En el
Código penal, el artículo 123 inciso a), establece una responsabilidad civil directa
de los inimputables de los números 1º y 3º del artículo 34 del mismo cuerpo
jurídico (anomalía o alteraciones psíquicas, alteraciones de la percepción y la
conciencia de la realidad). Y aunque excluye la responsabilidad criminal de los
menores de dieciocho años, remite ésta a leyes especiales de menores, de las que
puede resultar una responsabilidad civil, cuando menos similar a la que se
establece respecto de las demás inimputables (art. 33 CP)50.
50
Art. 33 Cp: “Cuando una persona menor de dieciocho años cometa un delito o falta, no
se le aplicará ninguna de las penas, medidas o consecuencias accesorias previstas en este Código;
pero si es un adolescente, podrá ser responsable con arreglo a lo dispuesto en el LIBRO TERCERO,
SISTEMA DE JUSTICIA PENAL ESPECIALIZADA del CÓDIGO DE LA NIÑEZ Y LA ADOLESCENCIA”.
Art. 95 de la Ley 287, párrafo 4 del Código de la niñez y adolescencia, “Las niñas y niños que no
hubieren cumplido los trece años de edad, no serán sujetos a la Justicia Penal Especial del
Adolescente, están exentos de responsabilidad penal, quedando a salvo la responsabilidad civil, la
cual será ejercida ante los tribunales jurisdiccionales competentes…”.
170
d) Conducta u obrar voluntario y libre.- El juicio de culpabilidad, además
de requerir la concurrencia de la antes mencionada capacidad de discernimiento o
capacidad de culpa, presupone también condiciones de libertad, por lo cual, la
responsabilidad decae cuando el individuo actúa en condiciones de falta de
libertad o en lo que se ha denominado situación o motivación de carácter
emocional ante la cual un hombre medio hubiera sucumbido. Es decir, el actuar
debe ser libremente querido por la persona que lo desarrolla. El sujeto que realiza
una conducta debe ser apto para responder de los daños o perjuicios causados
por que ha actuado con voluntad libre y capacidad para obrar. El causante de los
daños debe tener capacidad para entender y querer, debe poder distinguir entre el
bien y el mal; tener discernimiento y consciencia de lo que se hace.
51
No obstante algunos penalistas entienden que esta fuerza irresistible es más una causa
de exclusión de la acción que de exclusión de la culpabilidad, en materia de Derecho de daños,
creemos que debe ser tenida en cuenta más la primera de las perspectivas señaladas.
52
L. A. Colombo, culpa aquiliana (cuasidelitos), 2ª edic., Tipográfica editora Argentina,
Buenos Aires, 1947, p. 158.
171
mismo para además de atribuir al agente las consecuencias dañosas de su
acción, determinar la cuantía de los daños indemnizables.
172
Esta doctrina fue forjada especialmente para el Derecho penal por, VON BURI
en 1855 y parece haber recibido la influencia de las ideas relativas a los métodos
científicos, especialmente de JOBS y de S. MILL. Es científica porque rompe con
cualquier connotación teológica o metafísica y establece un examen de los
fenómenos en sí mismos considerados. Cuando un resultado aparece tras un
conjunto de condiciones, el método experimental exige suprimir mental o
empíricamente cada una de ellas. En este sentido, es causa toda condición que ha
contribuido al resultado, de forma que éste no se hubiera producido sin la
condición no se hubiera dado (condicio sine que nom), es decir aquél de los
elementos o de las condiciones, que si hubiera faltado el resultado dañoso no se
hubiera producido.
Como explicaba COSSÍO, VON BURI entendía, que la suma de todas las fuerzas
que tienen alguna eficacia para el nacimiento del fenómeno, debe ser considerada
como causa del mismo, porque entre las condiciones de un resultado, no se puede
establecer ninguna diferencia esencial. De lo anterior se sigue que todas las
condiciones sine quibus non son equivalentes y todas tienen el mismo valor. Basta
que un acto o una omisión humana sea condición sine qua non de un resultado
para que deba entenderse como causa del mismo56.
Sólo hay que diferenciar entre condición sine qua non y las demás, es decir,
aquellas que si son mentalmente suprimidas, el resultado sigue produciéndose.
Causa es, de esta manera, toda condición sin la cual el efecto no se había
55
L. DÍEZ-PICAZO, Derecho de…, op. cit., nota 19, p. 334.
56
Ídem, p. 334.
173
producido. Y, tratándose de omisiones, la omisión es condición sine qua non
cuando producido el hecho positivo omitido, el daño no se hubiera producido. No
lo es, en cambio, cuando no obstante la producción del hecho omitido, el daño
hubiera seguido siendo el mismo57.
Se le critica a esta teoría que obliga a una elección entre las distintas
causas, para descartar aquellas que jurídicamente carecen de relevancia. De ahí
que considerar a cada condición como causante de un resultado conduciría en
Derecho civil a una responsabilidad sin límites, ya que la culpa en particular sólo se
refiere al supuesto de hecho objetivo de la infracción y no a sus consecuencias.
También peca por exceso y por defecto, ya que no comprende dentro del nexo de
causalidad ciertos daños que sería injusto no poner a cargo del autor de un hecho,
como ocurre en la hipótesis que ha sido denominada causalidad acumulativa o
57
Ídem, p. 334.
58
P. Le Tourneau, Droi de la responsabilité civile, Dalloz, Paris, nú. 823. Citado por L.
Díez-Picazo, Derecho de daños, 2ª edic., Civitas, Madrid, 2000, p. 335.
174
alternativa o en los daños causados por miembros indeterminados de un grupo,
por ejemplo el miembro indeterminado de un grupo que efectúa disparos o lanza
cócteles molotov, sin que de ninguno de ellos, aisladamente considerados, se
pueda decir que sin él no hubiera ocurrido el dañado sufrido por la víctima, no es
causante del daño en el sentido de condición sine qua non y entonces no debería
ser considerado responsable59; o se llega al absurdo de imputar al que fabrica una
escopeta el accidente de caza que con la misma se ocasiona 60.
Que solo otorga rango de causa a la que tiene fuerza suficiente para
desencadenar el evento dañoso61.
59
Ibídem, p. 335.
60
J. L. CONCEPCIÓN RODRÍGUEZ, Derecho de…, op. cit., nota 8, p.81.
61
J. L. Concepción Rodríguez, Derecho de…, op. cit., nota 65, p. 81.
175
entre dos tipos de eventos, pero otras se limitan a establecer una relación de
frecuencia estadística.
62
Reinhart y Robert Geigel, Der haftpflichtprozess mit einschluss des materiellen
haftpflichtrechts, 1967, p. 2. Citado por J. SANTOS BRIZ, La responsabilidad…”., op. cit., nota 98, p.
p. 192.
176
también la relación de frecuencia. Si en la descripción se acumulan elementos
descriptivos, la relación de frecuencia disminuye y si se acortan, aquella puede
aumentar. Como señala TRIMARCHI, citado por DÍEZ-PICAZO, el juicio de probabilidad
sobre la relación entre un cierto tipo de hecho dañoso y la muerte de una persona,
se realizará de modo diverso si en la descripción del supuesto se introduce el dato
de que se trata de una persona hemofílica o si no se introduce esa característica.
No es difícil comprender las dificultades con que de este modo tropezó la teoría.
Había que decidir si el juicio de probabilidad ha de fundarse sobre todas las
circunstancias del caso concreto, aunque éstas solo resultaran conocidas a
posteriori y no hubieran sido conocidas ni cognoscibles por el sujeto que actuó o si
sólo debe fundarse el juicio de probabilidad sobre las circunstancias del caso
concreto existentes en el momento de la acción y conocidas por el actor. También
es obvio, por otra parte, que la solución es diversa si el juicio de probabilidad se
pone a cargo de la misma persona que había actuado o si se pone a cargo de una
tercer persona. Para tratar de resolver estas cuestiones, Traeger propuso que el
juicio de probabilidad se fundase sobre hechos conocidos y cognoscibles ex ante y,
por otra parte, para separar lo más claramente posible la adecuación de los
criterios de la culpa y de la previsibilidad objetiva, que tuviese en cuenta no sólo
aquellos datos o elementos de hecho conocidos por el sujeto causante del daño,
sino las circunstancias que resultaran cognoscibles para un ideal observador
experimentado63.
177
formular el juicio de probabilidad de resultado, pues el juicio se modifica
ostensiblemente, y su implícita referencia al concepto de probabilidad, según se
sumen o se resten características o elementos caracterizables al supuesto de
hecho64.
64
Ibídem, p. 340.
65
Art. 1847.3 C: “Si el obligado se constituye en mora, o se halla comprometido a entregar
una misma cosa a dos o más personas diversas, serán de su cuenta los casos fortuitos hasta que
se realice la entrega”.
66
L. Díez-Picazo y A. Gullón, Sistema de Derecho civil, vol. II: “El contrato…”, op. cit., nota
7, p. 201.
178
La doctrina ha suplido el silencio de la ley y ha proporcionado varios
conceptos, pero antes de entrar a definirlos hay que destacar que su
diferenciación es de orden doctrinal, pues desde el punto de vista práctico ambos
tienen la misma consecuencia que es exonerar de responsabilidad civil al
deudor67. Entre las conceptualizaciones brindadas, la doctrina antigua distingue
entre ellos, que el caso fortuito es producto de fuerzas naturales (un terremoto, un
huracán o maremoto) y la fuerza mayor surge por la intervención humana de un
tercero (una guerra, una huelga). Otro criterio de distinción se funda en que
mientras el caso fortuito es imprevisible, la fuerza mayor es previsible pero
inevitable. Finalmente, otra teoría distintiva sitúa al primero (caso fortuito) dentro
de la órbita de la obligación, de la empresa o del contenido negocial, el segundo
(la fuerza mayor) se origina fuera, con violencia insuperable, por ejemplo, el
agricultor que habiendo dado en prenda agraria e industrial sus tractores y su
cosecha para asegurar el cumplimiento de una deuda pecuniaria, no puede honrar
su obligación porque sus tractores se dañaron (caso fortuito dentro del contenido
de la obligación), en cambio sería fuerza mayor las inundaciones, las huelgas o la
guerra, que son acontecimientos que surgen fuera de la empresa o lugar de
trabajo o al margen del contenido de la relación obligacional.
67
Probablemente por esta razón nuestros legisladores emplean el caso fortuito y fuerza
mayor conjuntamente en varias artículos, como, entre otros, el art. 3462 C: “El depositario no es
responsable del caso fortuito y de la fuerza mayor, sino se ha obligado a uno u otro expresamente,
o si sobreviniere estando la cosa en su poder, por haber sido moroso en restituirla”. Art. 1901.
“Perderá el deudor todo derecho a utilizar el plazo:.. Inciso 3º C: “Cuando por actos propios
hubieren disminuido aquellas garantías después de establecidas, y cuando por caso fortuito o
fuerza mayor desaparecieran, a menos que sean inmediatamente sustituidas por otras nuevas e
igualmente seguras”. Art. 535 del Código de comercio: “El seguro es un contrato por el cual una
persona se obliga, mediante una prima, a indemnizar a otra persona de las pérdidas o daños que
sufra por consecuencia de ciertos acontecimientos fortuitos o de fuerza mayor, o a pagar una suma
según la duración o los acontecimientos de la vida de una o muchas personas”. En este mismo
sentido, de identificar ambos términos, la jurisprudencia española considera que ambas
expresiones son intercambiables (STS de 19 de enero de 1972 y de 8 de julio de 1988). Citadas
por . L. Lacruz Berdejo y otros, Elementos de Derecho civil, t. II: “Derecho de...”, op. cit, nota 2 p.
175.
179
2.2.1. Crisis de la teoría clásica de la culpa.
180
que pasa de la víctima al demandado, teniendo éste último que demostrar que
actuó con toda la diligencia del caso o que el daño se produjo por caso fortuito o
por culpa de la víctima, se crea también un sistema de leyes paralelo al Código,
fenómeno que Díez-Picazo califica como descodificación del Derecho de daños
que se caracteriza por la objetivación de la culpa en determinadas áreas.
68
Son numerosas máximas romanas que se refieren a este tema, entre la cuales
destacamos: “El que se aprovecha de las ventajas debe soportar las desventajas o cargas”
(“Commoda ferens, incommoda et onera sustinere debet”); “el que siente la carga debe sentir la
ventaja, y la contrario” (“Qui sentit onus, sentire debet commodum, et e contra”); “por derecho
natural, a quien corresponde el provecho debe corresponder el daño” (iure naturali ad quem
spectat rei commodum spectare debet et damnum”), etc.
69
I. Escobar Fornos, Derecho de…, op. cit., nota 146, p. 247. En efecto, la Ley 595, “Ley
General de aeronáutica civil” aprobada en agosto del 2006” establece un sistema de
responsabilidad objetiva que hace caso omiso de la negligencia o dolo en los daños ocasionados;
así el art. 186 de la referida normativa estipula: Arto. 186. Obligación de indemnizar. El
transportista, será responsable de los daños y perjuicios causados durante el transporte: 1. Por
muerte, lesiones o cualquier otro daño sufrido por el pasajero. 2. Por destrucción total o parcial,
181
este tipo de responsabilidad a las áreas antes mencionadas de conformidad con el
art. art. 25 del CPC70.
pérdida o retraso de las mercaderías o de los equipajes facturados o de mano. El término lesión, a
los efectos del presente Capítulo, comprende tanto las lesiones corporales, orgánicas o
funcionales, como las que afectan las facultades mentales. La obligación a que alude el párrafo
primero incluye también la de indemnizar por daños debidos a casos fortuitos o fuerza
mayor…”.
70
El juez como interpretador de la ley debe adecuarla a los nuevos condicionamientos; en
este sentido expresa Radbruch “El intérprete puede entender la ley mejor de lo que la entendieron
sus creadores y la ley puede ser mucho más inteligente que su autor –es más, tiene que ser más
inteligente que su autor–”. G. Radbruch, Filosofía del Derecho, 3ª edic., s.t., Editorial Revista de
Derecho privado, Madrid, 1952, p. 148 .
71
J. Perán Ortega, La responsabilidad..., op. cit., nota 64, p. 63.
182
una sola, la genérica acción de resarcimiento. De la misma manera, en el caso de
ejercer una sola acción ya sea contractual o extracontractual, es posible
proyectarse si puede ejercitar la otra tras la finalización del primer litigio, en caso
de haber tenido un resultado desfavorable o si la puede, incluso, variar en el
curso del primer procedimiento. Las dudas adquieren mayor dimensión cuando
consideramos el caso en que el juez de oficio se pronuncie a favor de la acción
no emprendida, es decir, que el demandado interponga una acción de
responsabilidad civil contractual y el juez determine que procede la indemnización
por vía extracontractual o viceversa. Se discute si en este supuesto se corre el
riesgo de incurrir en incongruencia al dictar su fallo por mencionar en el mismo
algo diferente a lo pedido en el escrito de la demanda 72.
72
J. L. CONCEPCIÓN RODRÍGUEZ, Derecho de…, op. cit., nota 8, p. 36.
183
parecen enfrentarse en dos puntos de vistas con respecto al tercero de los
elementos, la causa petendi, residiendo sus divergencias en lo que ha venido a
denominarse teoría de la individualización y teoría de la sustanciación. Para la
primera, la causa a pedir está formada por el elemento fáctico, esto es, el
conjunto de hechos en que se funda la acción y por el elemento normativo, o sea,
el precepto legal en que se puede fundamentar 73, pues la posible concurrencia de
normas materiales exige para que el debate procesal se centre, establecer una
norma como título sobre el que el derecho se funda; si se está por ejemplo, nos
dice DÍEZ-PICAZO, discutiendo la adquisición de derecho real no es lo mismo una
demanda en que se sostenga la concurrencia de título y modo que otra en que se
pretenda la adquisición por usucapión. De un modo parecido, si lo que se discute
es la extinción de una obligación, no es lo mismo sostener que la obligación se ha
extinguido por pago, que pretender una extinción por condonación74. En cambio,
los partidarios de la teoría de la sustanciación sostienen que sólo los hechos sobre
los que la pretensión se fundan constituyen causa petendi, opinan que no hay
mutatio libelli si, permaneciendo idénticos los hechos se varía la apoyadura en
que se fundamentan, remitiendo a la apreciación del juez el revestimiento jurídico
de los hechos que le son presentados sobre la base de los mencionados aforismos
da mihi factum et dabo tibi ius (dame los hechos y te daré el derecho) o iura novit
curia (el tribunal conoce el derecho), existiendo, consecuentemente,
litispendencia y cosa juzgada, si en un proceso ulterior se ejercita la misma acción
sobre los mismos hechos aunque se varíe la fundamentación jurídica 75. Esto es
especialmente claro en los ordenamientos jurídicos que admiten la iniciación de
un proceso sin establecer fundamentos jurídicos y, en el sistema español, en
aquellos casos en que el acto de iniciación del proceso no los requiere como
ocurre en las llamadas papeletas de demanda. Los fundamentos jurídicos pueden
ser extraordinariamente sucintos sin que ello constituya una irregularidad
73
Ibídem, pp. 36-37.
74
L. DÍEZ PICAZO, op. cit., nota 19, pp. 260-261.
75
J. L. CONCEPCIÓN RODRÍGUEZ, Derecho de…, op. cit., nota 8, p.37.
184
procesal. Por el contrario, en el sistema nicaragüense predomina la teoría de la
individualización, puesto que en los requisitos de la demanda se exige además de
los hechos en que se funda la demanda (art. 420.5 CPC), la ley en que se funda
(Art. 420.6 CPC).
185
A estas mismas conclusiones llega la sentencia de 18 de febrero de 1997,
sala 1.ª, ponente Sr. ALMAGRO NOSETE, basada en los criterios de economía
procesal y para evitar una supuesta escisión de la causa de pedir, ya que el
hecho del que dimana la acción es el mismo y si se permitiera, por entender
distintas las acciones, su enjuiciamiento ulterior, se posibilitaría una visión
desajustada y posiblemente contradictoria del mismo. La sentencia en mención,
dictada en un supuesto de responsabilidad médica derivada de la muerte de un
hombre que fue contagiado en el Hospital de Bellvitge de Barcelona, del virus VIH
y de una hepatitis viral aguda, en el curso de las complicaciones que se
presentaron en el postoperatorio de una artroscopia que le fue practicada en la
rodilla derecha, se inclina por la tesis de la existencia de
186
Nuestro código civil recoge varios supuestos de esta clase de
responsabilidad; así, se señala la responsabilidad de los padres o de los tutores
por el daño causado por sus hijos o pupilos 76; los directores de los colegios y los
artesanos son responsables por los menoscabos causados por sus discípulos
menores de quince años mientras están bajo su cuidado 77; lo dueños o los que se
aprovechen del uso de animales responden por los perjuicios causados por
éstos78; el propietario de una cosa es responsable por los daños que esta
ocasione79; los empleadores responden por el daño causados por sus
dependientes, como es el caso de que los dueños de los hoteles y casas de
hospedaje son responsables por los perjuicios ocasionados por sus agentes y
empleados sobre los bienes de sus clientes 80; si el daño ocasionada por el
trabajador en el ejercicio de sus funciones constituye un delito, de forma más
amplia se establece la responsabilidad civil solidaria del empleador en el Código
penal art. 12581; otro tanto de lo mismo podríamos decir en el caso de transportes
76
2511 C: “Los padres son responsables del daño causado por sus hijos menores de
quince años que habiten en su misma casa. En defecto de los padres, son responsables los
guardadores o encargados del menor”.
77
Art. 2512 C: “Los jefes de colegios o escuelas y artesanos son responsables de los
daños causados por sus discípulos menores de quince años, mientras estén bajo su cuidado.
También son responsables los amos por los daños que causen sus criados menores de quince
años. Cesará la responsabilidad de las personas dichas, si prueban que no habrían podido impedir
el hecho de que se origina su responsabilidad, ni aún con el cuidado y vigilancia común u
ordinaria”.
78
Art. 2513 C: “El dueño de un animal o el que lo utilice, durante el tiempo que lo haga,
está obligado por daño que el mismo cause, tanto si se encuentra en su poder como si se hubiere
perdido o huido; salvo que la pérdida o huida no pueda imputarse a culpa del dueño o del
dependiente encargado de la guarda o servicio del animal. Si el animal que hubiere causado el
daño fue excitado por un tercero, la responsabilidad es de éste y no del dueño del animal. Cesa
también la responsabilidad del dueño, en el caso de que el daño causado por el animal hubiere
ocurrido de fuerza mayor o de una culpa imputable al que lo hubiere sufrido”.
Art. 1644 C: “Los dueños de los predios están obligados a cuidar de que no se deterioren la
pared, zanja, acequia o seto medianeros; y si por el hecho de alguno de sus dependientes o animales
se deterioran, deben reponerlos, pagando los daños y perjuicios que se hubieren causado”.
79
Art. 2514 C:”El propietario de un edificio está obligado por los daños ocasionados por la
ruina del mismo, cuando esto hubiere ocurrido por falta de reparos o por vicios en la construcción”.
80
Art. 2518 C: “Los dueños de los hoteles, casas de hospedaje, y de los establecimientos
públicos de todo género, son responsables del daño causado por sus agentes o empleados en los
efectos de los que habitan en ellos, o cuando tales efectos desaparecieren, aunque prueben que
les haya sido imposible impedir el daño”.
81
Art. 125 Cp: Corresponsabilidad
Son también responsables civilmente, en defecto de los que lo sean penalmente:a) Las
personas naturales o jurídicas, en los casos de delitos o faltas cometidos en los establecimientos
de los que sean titulares, cuando por parte de los que los dirijan o administren, o de sus
187
marítimos y terrestres, los capitanes de buques, patrones, responden por el daño
causado por sus subordinados (art. 2519 C) 82; el arrendatario responde por los
daños ocasionados por el subarrendatario, aun en el caso que el subarriendo
cuente con el consentimiento del arrendador (arts. 2884-2885 C)83.
188
realización de una interpretación de las normas de la responsabilidad civil de la
forma que sea más favorable al perjudicado o víctima de daño” 85.
85
M. A. Del Arco Tórrez, M. A. Del Arco Blanco, (Coordinadores) y otros: Diccionario
básico jurídico, Comares, Granada, España, 2004, p. 423.
189
Al hablar de la responsabilidad civil surge la necesidad de delimitar sus fronteras,
entre ellas están las que la separan de la responsabilidad penal. Los juristas galos
MAZEAUD-TUNC, sobre esta distinción, ponen de relieve que los daños que perturban
el orden social son de naturaleza diversa: ora afectan la colectividad, ora al
individuo y a veces alcanzan a ambos. La sociedad reacciona contra esos hechos
que amenazan el orden establecido: hiere a su autor, con el propósito de impedir
que vuelva a afectar el equilibrio social y evitar que otros sean llevados a
imitarlo86.
Esta acción represiva no se preocupa del daño a los particulares, sino que
su foco de atención es el daño social contra el cual reacciona hiriendo y aislando a
su agente, para que sirva de escarmiento, con el propósito de regenerarle y
disuadirle tanto a él como a cualquier otro para que se abstengan en un futuro de
86
H. MAZEAUD, L. MAZEAUD y A. TUNC, Tratado teórico y práctico…, op. cit., nota 3, pp. 5-6.
190
conductas similares, notamos una función preventiva del comportamiento dañoso.
Todo esto en aras de restablecer y conservar el equilibrio social perturbado.
191
Efectivamente, hay otras conductas que sólo dan lugar a la obligación de
reparar a la víctima por el daño que se le ha causado, en esta órbita situamos a la
conducta constitutiva de ilícito civil. Conducta de la que se deriva un daño o
perjuicio que obliga a su reparación, pero sin trascendencia desde el punto de
vista penal. Para su apreciación se exige la concurrencia de antijuridicidad y
culpabilidad, unidas a la concreción del elemento denominado daño (STS de 25 de
febrero de 1963).
87
H. MAZEAUD, L. MAZEAUD y A. TUNC, Tratado teórico y práctico…, op. cit., nota 3, p. 8.
88
Pero como advierte el jurista DE ÁNGEL YAGÜEZ, “Se suele objetar que eso no es siempre
así, pues en ocasiones el tipo penal tutela intereses particulares, como ocurre en todos los delitos
contra la propiedad”. R. DE ÁNGEL YAGÜEZ, Tratado de …, op. cit., nota 11, p. 50
192
a) El delito es un agravio contra el interés público y, por ello, el Estado tiene
la capacidad para perseguir y sancionar al delincuente. La ley penal tiene
entonces la finalidad de sancionar o castigar al infractor y proteger a la sociedad.
De ahí que no exista responsabilidad penal por culpa ajena y así se entiende el
carácter personalísimo de la sanción penal, de la pena que se impone al sujeto
activo. En la responsabilidad civil encontramos una finalidad reparadora. Lo que se
pretende determinar es sobre qué patrimonio y en qué medida deber recaer las
consecuencias de un acto humano o de un hecho. Por eso es que la
responsabilidad civil puede surgir no sólo del de actos propios, sino también de
hechos ajenos (así por ejemplo el art. 2511 C establece que los padres o
guardadores son responsables de los daños causados por sus hijos o pupilos). No
se trata de verificar si el acto o hecho que causó daño al particular amenaza o no,
el orden social. Tampoco importa que la persona compelida a la reparación de un
perjuicio sea, o no, moralmente responsable. Aquél a quien su conciencia nada
reprocha puede ser declarado civilmente responsable. Para Colombo, sobre este
aspecto nos dice que “el delito contemplado por el Derecho público debe ser
purgado por quien lo cometió o coadyuvó a ejecutarlo, lo cual lo aleja del civil en
cuanto éste no siempre debe ser reparado por el agente directo del hecho”89.
89
L. A. COLOMBO, Culpa…, op. cit, nota 18, p. 51.
193
determinado supuesto de hecho no plenamente previsto o expresamente resuelto
en una norma jurídica al efecto90. Y en el caso específico de la responsabilidad
civil se puede recurrir, a diferencia del Derecho penal que está basado en la
rigidez del nulum crimen sine lege, al genérico y flexible principio alterum non
laedare como originario punto de referencia.
c) La culpa penal exige una voluntad realmente culpable y que el sujeto sea
imputable91. Si el Estado persigue con la pena una finalidad sancionadora,
regeneradora y de protección a la sociedad, evitando que otros sujetos se sientan
tentados a imitar al autor del hecho delictivo, es lógico que sólo declare la
responsabilidad criminal de aquél en cuya conducta concurrió un cierto grado de
reproche. En este sentido se afirma que la apreciación de la culpabilidad penal ha
de atender a un minimum ético, cuya cosa no sucede en el Derecho civil, en
donde el concepto de culpa civil ha evolucionado de tal forma que se establece la
responsabilidad civil aunque el agente haya obrado con toda la diligencia exigible
y así podemos observar en el Derecho comparado numerosas sentencias que
condenan a quienes en su conducta no tienen nada de reprobable. Con ello se
pretende evitar que se produzcan hasta los daños más involuntarios y que el
perjudicado se vea obligado a soportar las consecuencias de la adversidad, por
eso debe ser particularmente severo92. Sobre esta senda cabalga la tendencia
hacia una objetivación de la culpa, pues según este criterio, se entiende que aquél
que con su conducta daña o perjudica a otro, debe responder frente al mismo, con
independencia de que en su obrar existan o no factores que pudieran hacerlo
considerar como no culpable, en el sentido clásico, o no reprochable. Se
prescinde, entonces, de toda valoración subjetiva, esto es, se hace abstracción del
factor psicológico de culpabilidad, pues se considera que determinadas
actividades de la vida y de la sociedad actuales, por el sólo hecho de realizarse ya
llevan implícito un riesgo del que se puede derivar una consecuencia dañosa para
90
J. PERÁN ORTEGA, La responsabilidad civil…, op. cit., nota 10, p. 30.
91
Ídem, p. 30
92
M. YZQUIERDO TOLSADA, Sistema de responsabilidad…, op. cit., nota 6, p. 28.
194
terceros; riesgos que en caso de materializarse en un resultado, deberá repararse,
sin entrar a considerar o valorar la existencia o no del factor de culpabilidad en la
conducta del causante del resultado, y así determinar la obligación de su
reparación (STS de 17 de julio de 1996). En este sentido, cuando el art. 186 Ley
595, “Ley General de aeronáutica civil” aprobada en agosto del 2006” establece un
sistema de responsabilidad objetiva, cuando como hemos visto, establece el deber
de indemnizar los daños y perjuicios aunque fueren ocasionado por caso fortuito o
fuerza mayor.
93
Idem, p. 28. Al respecto nos dicen los MAZEAUD-TUNC, “para que exista responsabilidad
penal, hace falta al menos que se exteriorice el pensamiento, que haya habido lo que se denomina
un principio de ejecución. Pero no es necesario, en modo alguno, al menos como regla general, que
la ejecución iniciada se termine; aun cuando el agente no pueda cumplir el acto que desea, es
penalmente responsable del mismo. En tal caso, hay desde luego un perjuicio para la sociedad,
porque, desde el instante en que la infracción entre en la fase de ejecución, amenaza el orden
social; pero no hay en ello perjuicio en el sentido en que se toma aquí. Ningún particular resulta
lesionado: no hay daño privado”. H. MAZEAUD, L. MAZEAUD y A. TUNC, Tratado teórico y práctico…,
op. cit., nota 3, p. 294.
195
e) En el ámbito civil se da la denominada compensación de culpas, es decir
cuando el perjudicado ha intervenido de alguna manera en la causación su propio
daño, el juez puede modular la responsabilidad a la que tenga que hacer frente el
responsable principal del hecho dañoso. En el ámbito penal no opera esta figura
jurídica, pues se castiga la acción antisocial del sujeto, con independencia del
resultado. Es decir, no se atenúa la responsabilidad penal por la mayor o menor
intervención que en el resultado haya podido tener la víctima. La conducta del
perjudicado, que colabora a la causación del daño o que agrava el ya producido, o
en su caso la culpa exclusiva de la víctima, son constituciones cotidianas del
Derecho de la responsabilidad civil (ver art. 119 Cp) 94. Sin embargo, la
jurisprudencia de todos los países, con la salvedad de los anglosajones, entiende
que estas circunstancias modificativas o interruptivas del nexo causal no pueden
ser aplicadas en el campo penal: una cosa es que sea tenido en cuenta el
comportamiento del perjudicado de cara a mitigar las consecuencias patrimoniales
del hecho, y otra muy distinta el que la conducta constitutiva de delito deje de serlo
porque el sujeto pasivo haya “participado” también en la producción del desenlace.
Ello podrá servir para reducir la hipotética indemnización (a la busca de que el que
deba de responder lo haga sólo por el daño que él ha causado), y acaso para
integrar una culpa penal autónoma; pero la responsabilidad penal de un individuo
no tiene por qué ser compensada con la de otro.
94
Art. 119 Cp: “Moderación. Si la víctima hubiera contribuido con su conducta a la
producción del daño o perjuicio sufrido, los jueces o tribunales podrán moderar el importe de su
reparación o indemnización”.
196
prevenciones – culpa leve-. La imposición de una pena exige una perversidad más
grande que la mera condena civil. Es en la reacción pública, en la dimensión del
sentimiento de reprobación, donde se halla el índice de la culpa penal.
95
M. YZQUIERDO TOLSADA, Sistema de responsabilidad…, op. cit., nota 6, p. 30.
197
de ésta. Mientras tanto, no se pone en marcha el mecanismo de resarcimiento de
daños y perjuicios si la víctima no lo desea 96.
96
Ídem, p. 29.
97
C. MORÍN, La loi et le contrat, la décadence de leur souveraineté, París, 1927, p. 120.
Citado por J. DE AGUIAR DIAS, Tratado de la…, op. cit., nota 8, p. 63.
98
M. YZQUIERDO TOLSADA, Sistema de responsabilidad…, op. cit., nota 6, p. 30.
198
k) En el campo de la responsabilidad civil no opera el principio de
retroactividad de la norma penal más favorable al reo (art. 2 Cp), sino que siempre
ha de jugar la norma aplicable a la fecha de la producción del daño. Clarísima en
este sentido la sentencia de TS español 22 de enero de 1999 (EDE 121), que cita
otras anteriores: las normas que articulan la exigencia de la responsabilidad civil
derivada del delito no pierden su naturaleza civil aunque se hallen recogidas en
una norma penal, de tal forma que su actuación en un proceso penal no afecta
para nada a sus características propias y específicas”. “(...) La retroactividad de
las normas que se contienen en las diversas leyes penales sólo es predicable
cuando se trata de normas de ese orden que favorezcan al reo, pero no de los que
regulan la responsabilidad civil, directa, subsidiaria, nacida del delito, pues al tener
esa naturaleza civil están sujetas al principio de irretroactividad que proclama el
artículo 3 del Código civil”99 español [Cfr. con art. 38 Cn].
99
Ibídem, p. 31.
100
J. DE AGUIAR DIAS, Tratado de la…, op. cit., nota 8, pp. 20-21.
199
1830 C] los hechos o fuentes de los que puede nacer una obligación civil, es decir,
“las causas por virtud de las cuales una persona (deudor) queda sujeta al deber
jurídico de realizar en favor de otra (acreedor) una determinada prestación. En él
se citan la ley y los contratos – cuyo papel creador de obligaciones es bien
conocido y no requiere mayor explicación aquí –, los cuasicontratos – figura
arcaica de discutible identidad – 101 o del hecho obligatorio ilícito que puede ser el
delito y el cuasidelito.
„Es esta última categoría la que aquí nos interesa. Su inclusión en el artículo
1089 [1831 C] viene a revelar una realidad tan antigua como el orden jurídico
mismo: quien causa un daño injusto queda obligado a indemnizar a la víctima, es
decir, a reparar las consecuencias que el acto lesivo hubiere ocasionado 102.
Al primer caso atiende, el artículo 1.092 C [Cfr. art. 1837 C], el cual
establece que “las obligaciones civiles que nazcan de los delitos o faltas se regirán
por las disposiciones del Código penal”. Es decir, comenta Lacruz Berdejo, aquí,
mediando delito, el Código civil parece inhibirse con este reenvío al Derecho
público sancionador. Planteamiento que encuentra su réplica en el campo del
101
R. DE ÁNGEL YAGÜEZ, Lecciones de…., op. cit., nota 8, p. 23
102
Ídem, p. 23.
103
Ídem, p. 23.
200
Derecho penal, en el art. 116 del Cp [ver art. 121 de nuestro Cp] , según el cual
toda persona responsable penalmente por la comisión de un delito o falta, lo es
también civilmente, si del hecho se deriva daños y perjuicios”, y en el artículo 100
de la Ley de Enjuiciamiento Criminal [ver arts. 81 y ss del Cpp], a cuyo tenor “de
todo delito o falta... puede nacer... acción civil para la restitución de la cosa, la
reparación del daño y la indemnización de perjuicios causados por el hecho
punible”. Estos textos anuncian la voluntad del legislador penal de hacerse cargo
de la disciplina de la responsabilidad civil por delito y de confiar el examen de la
misma a los tribunales de lo criminal104.
104
. L. LACRUZ BERDEJO y otros, Elementos de Derecho civil, t. II: “Derecho de obligaciones”,
vol. II: “ Contratos…”, op. cit., nota 7, pp. 440-441.
201
civil se deriva sólo del daño105 y el hecho de que la acción que lo generó sea
además constitutiva de infracción penal en nada modifica la naturaleza de la
obligación. Como tampoco la modificará el que el hecho tenga repercusiones en
otros sectores del ordenamiento (laboral, tributario). Así, si por los daños causados
por el trabajador dependiente responde su empresario, y el hecho es también
merecedor de despido, no por ello hablaremos de “responsabilidad civil derivada
del ilícito laboral 106. Sobre el tema nos explica Andrés de la Oliva,: “Que no es el
delito ni la falta lo que propia y verdaderamente engendra la acción y la
responsabilidad civil queda demostrado si se considera que una y otra no precisan
una sentencia penal condenatoria como presupuesto (ni una declaración
jurisdiccional que, incidenter tantum, declare la delictuosidad del comportamiento
dañino o perjudicial). Y, por otra parte, ni una sentencia penal condenatoria
determina le existencia de responsabilidad civil y la correspondiente condena a
restituir o indemnizar ni la sentencia penal que absuelve al acusado – incluida la
que lo exonere por considerar que el hecho no es delictivo – supone que se
carezca de acción civil o que no se haya contraído responsabilidad civil a causa
del comportamiento considerado como presuntamente delictivo en el proceso
penal”107.
105
Además de la unanimidad de la doctrina moderna en apoyar esta opinión, el Tribunal
Supremo en sentencia de 18 de octubre de 1988 establece “las obligaciones ex delito propiamente
no nacen del delito, sino de los hechos que lo constituyen y en cuanto originadores de la restitución
de la cosa o de la reparación del daño y la indemnización de los perjuicios causados por el hecho
punible” (R. A. J. 7586).
106
M. YZQUIERDO TOLSADA, Sistema de responsabilidad…, op. cit. , nota 6, pp. 57-58.
107
A. DE LA OLIVA y otros, Derecho procesal penal, 7.ª edic., Editorial universitaria Ramón
Areces, Madrid, 2004, p. 238. En esta misma línea se expresa el profesor PANTALEÓN, “Es impropio
hablar de responsabilidad civil derivada de delito: no es el delito el fundamento de la
responsabilidad civil, sino el daño causado al perjudicado, atribuible al sujeto causante del mismo
por concurrir un adecuado criterio de imputación (culpa o negligencias civiles, creación del riesgo,
etc.). El hecho de que el sujeto declarado responsable civil sea a su vez responsable criminal de un
delito o falta no debe confundirnos: no es delito o falta el criterio de imputación de responsabilidad,
sino la culpa llamada civil”. F. PANTALEÓN PRIETO, “Comentario a la sentencia de 28 de enero de
1983.”, en Cuadernos civitas de jurisprudencia civil, nº 1, enero-marzo 1983, p. 116. En este
sentido el magistrado IZQUIERDO MARTÍN utilizando el sugerente título de “irresponsabilidad penal y
responsabilidad civil” dice que “... no siempre es preciso ser declarado responsable criminal para
poder ser declarado responsable civil”. P. IZQUIERDO MARTÍN, “Irresponsabilidad penal y
responsabilidad civil”, en Responsabilidad civil “ex delicto”, dir. por J. MÁRQUEZ DE PRADO PÉREZ,
Consejo general del poder judicial, Madrid, 2005, pp. 204.
.
202
La explicación de esta inconcebible dualidad de regímenes se encuentra en
razones históricas que a continuación hacemos objeto de análisis.
203