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LECCIÓN 4

LA RESPONSABILIDAD CIVIL

1. Concepto y clases
2. La responsabilidad civil extracontractual
3. Responsabilidad del empresario

1. CONCEPTO Y CLASES DE RESPONSABLIDAD CIVIL

1.1. Distinción entre la responsabilidad civil y penal

Antes de abordar este tema, debemos hacer una radical distinción entre la responsabilidad civil y
la responsabilidad penal, si bien ambos conceptos responden a una misma idea: la reacción del
ordenamiento jurídico contra un acto ilícito.

La responsabilidad penal nace como consecuencia de la comisión de un acto constitutivo de un


ilícito penal, esto es, un hecho que constituye delito -esté tipificado ya en el Código penal, ya en
normas penales especiales-. En el ámbito penal rige, por tanto, el principio de tipicidad, que
quiere decir que un hecho solo es delito si esta expresamente recogido en la ley penal,
generalmente en el Código penal. El fundamento que inspira este tipo de responsabilidad es el
de sanción; el Estado, en aplicación de su "ius puniendi", castiga a los que realicen aquellas
conductas consideradas más lesivas para el orden social, y las castiga con una pena (privación
de derechos y en especial privación de libertad). Del estudio de este tipo de responsabilidad se
ocupa el Derecho penal.

Por el contrario, la responsabilidad civil nace como consecuencia de la realización de un acto


constitutivo de "ilícito civil", integrando esta categoría, en principio, por todos los actos lesivos
de derechos, esto es, actos que ocasionan daño, sean o no derivados de actos constitutivos de
delito.

Debemos tener en cuenta que, por lo general, cuando se comete un delito se está incurriendo
también en responsabilidad civil, y esto ocurre siempre que la comisión del hecho ilícito penal
conlleve un daño a una persona. Si una persona mata a otra, el art. 138 Cp (Código penal) le
castiga, como responsable criminal de un delito de homicidio, con una pena de prisión de diez
a quince años; pero además, el homicida deberá indemnizar a los herederos o familiares de la
víctima por el mal que les ha causado -no solamente patrimonial <dejar de percibir sueldos,
etc.>, sino también moral <sufrimientos..>-; la pena privativa de libertad será responsabilidad
penal, y la indemnización que se satisfaga a los herederos de la víctima será la responsabilidad
civil que deriva del ilícito penal. Por eso el Código penal dice que toda persona responsable de
un delito lo es también civilmente -art. 116 Cp -, así, nos encontramos con la llamada
responsabilidad civil derivada de un ilícito penal.

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1.2. Concepto y clases

La vida en comunidad conlleva la relación constante entre las personas. Muchas veces esta
relación se traduce en determinados actos que lesionan derechos subjetivos, daños por lo general
involuntarios que afectan a la integridad jurídica de nuestros semejantes. Es en este campo de
"lesión de derechos" donde se mueve el tema de la responsabilidad civil. Podemos definirla,
por lo tanto, como el deber de indemnizar el daño causado, cuando se lesiona ilegítimamente un
derecho de otra persona.

Conceptualmente podemos distinguir tres tipos de responsabilidad civil en atención a los


diferentes orígenes o fuentes de donde provenga la lesión del derecho:

1ª Responsabilidad civil derivada de un ilícito penal. Como hemos visto, la comisión


de un delito da origen no sólo a la sanción penal prevista para cada caso, sino también a reparar
civilmente el daño causado.

2ª Responsabilidad civil contractual. Por incumplimiento de un pacto o contrato o


relación jurídica preexistente. Cuando se incumple un pacto o un contrato, surge una
responsabilidad que deriva del incumplimiento: se crea una situación jurídica que se traduce en
la sujeción de todo el patrimonio del deudor al cumplimento efectivo de la obligación contraída.
Por ejemplo: Si el laboratorio compra un instrumental a un fabricante, que resulta defectuoso,
nace la obligación de éste consistente en reponer el instrumental en buen estado y además en
indemnizar al laboratorio por los daños y perjuicios que aquel instrumental defectuoso le
hubiera ocasionado. La finalidad de esta obligación es dejar indemne el derecho del acreedor
que ha sido defraudado por el deudor.

3ª Responsabilidad civil extracontractual. Aunque no existan vínculos jurídicos entre


las personas, la propia dinámica de la vida en sociedad nos sitúa en situaciones de riesgo, no
solamente por el uso de medios que pueden resultar peligrosos y que son imprescindibles
para la vida actual -el uso de vehículos a motor, maquinaria en las fabricas, uso de energías
transformables como la eléctrica, láser, atómica, etc.- sino también por el simple desarrollo de
nuestra actividad normal cotidiana que hace que pongamos a otros en esas situaciones -el
dejar un paquete en el suelo puede motivar la caída de una persona, la práctica de
determinados deportes, niños jugando...-. Cuando se materializa una de esas situaciones en un
daño, surge la obligación de repararlo.

En la responsabilidad extracontractual hay trasgresión de un deber genérico de conducta que


impide a una persona hacer daño a otra. Este deber de conducta se recoge en el principio
general "alterum non laedere", que quiere decir "no causar daño a los demás". Como es
lógico, en el ámbito civil no existe una lista de actos lesivos de derechos, como ocurre en el
ámbito penal (donde están tipificadas taxativamente las conductas constitutivas de delito), sino
que cualquier lesión de aquel deber genérico de conducta dará lugar a la obligación de resarcir el
daño. Por ejemplo, una caída de una persona derivada del mal estado del suelo de una oficina
dará lugar a la obligación de indemnizar a la víctima por parte del dueño de la oficina: no hay
relación contractual entre ellos, pero le ha ocasionado un daño derivado de mantener en mal
estado el suelo de su inmueble.

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La finalidad de la responsabilidad civil, no es punitiva -como la penal-, no busca el castigo del
culpable, sino reparadora: busca el restablecimiento de la situación jurídica que existía con
antelación al acto dañoso. Por ello se dice que lo que se pretende es indemnizar a las víctimas
y no sancionar al responsable.

1.3. Distinción entre responsabilidad civil contractual y extracontractual

La diferenciación entre responsabilidad contractual y extracontractual no es baladí sino que


tiene importantes consecuencias prácticas. El Magistrado Jaime Santos Briz resume la
jurisprudencia de la Sala 1ª (de lo civil) del Tribunal Supremo sobre esta cuestión:

- El deber de indemnizar por incumplimiento de un contrato se desenvuelve dentro del


ámbito de una relación preexistente; en cambio, cuando la indemnización deriva de acto ilícito
civil, la relación obligatoria surge por primera vez al producirse el daño.
Este concepto se aplica, también, cuando existen contratos sucesivos entre varias personas. Por
ejemplo, si una persona contrata con una clínica una operación quirúrgica y como consecuencia
de la actuación negligente del cirujano el paciente sufre un daño, podría haber responsabilidad
contractual de la clínica (existe contrato entre el paciente y la clínica) y habría responsabilidad
extracontractual entre el cirujano y el paciente (no existe contrato entre el profesional y el
paciente); si al contratar con un taller el arreglo del coche, un mecánico causa daño al mismo,
habría responsabilidad contractual del taller y extracontractual del mecánico, y así
sucesivamente.

- Para contraer responsabilidades contractuales se requiere tener capacidad para


contratar, lo cual excluye a los menores no emancipados y a los incapacitados -art. 1263 Cc-. En
cambio, la responsabilidad extracontractual puede surgir de actos de los menores –art. 1903 Cc-
o de los incapaces –art. 118 Cp-.

- La acción derivada de contrato para exigir el resarcimiento en caso de incumplimiento,


prescribe a los cinco años -art. 1964 Cc-. En cambio, la derivada de la culpa extracontractual
prescribe al año -art. 1968.2 Cc-.

- Para las acciones contractuales el juez competente es el del lugar que designe la
obligación o, en su defecto, el juez del domicilio del demandado o el del lugar del contrato a
elección del demandante. Para las acciones extracontractuales es competente el juez del lugar
donde se cometió el acto ilícito.

- En las relaciones contractuales sólo hay responsabilidad solidaria para los deudores si
así se pactó expresamente -el art. 1137 Cc establece el principio de mancomunidad en vez del
de solidaridad en las obligaciones pluripersonales-. En cambio en la esfera extracontractual hay
una tendencia judicial a imponer en todo caso la solidaridad de deudores.

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2. LA RESPONSABILIDAD CIVIL EXTRACONTRACTUAL

La responsabilidad o culpa extracontractual -también llamada "aquiliana", por haber sido


regulada por la Lex aquilia en el Derecho romano- se caracteriza, como hemos visto
anteriormente, por la inexistencia de vínculo o relación jurídica entre el causante del daño y el
perjudicado.

Esto ocurre en conocidos casos como el del conductor de un vehículo que atropella a un peatón,
el empresario que no evita sustancias deslizantes en el suelo de un supermercado o que no
repara un escalón roto, lo que provoca una caída de un cliente. Todos estos casos participan de
la misma "ratio", una persona ocasiona un daño a otra no estando vinculada jurídicamente con
ella.

Hay dos posibles criterios para la imposición de la responsabilidad aquiliana:

1º Derivar dicha responsabilidad de la culpa del agente. Siguiendo este criterio, se dirá
que el agente responde porque el daño se ha producido por su culpa o negligencia. Se exige, por
tanto la prueba de la culpa. Este es el llamado sistema de responsabilidad por culpa o de
responsabilidad subjetiva.

2º O bien, derivarla directamente del hecho de ocasionar un daño, sin plantearse la


culpabilidad del agente. Aquí, se dirá que el actor debe resarcir el daño causado simplemente
por haberlo causado. Por tanto, no se exige culpa del que ha causado el daño. Este se conoce por
sistema de responsabilidad objetiva o de responsabilidad sin culpa,

Nuestro régimen legal parte, en principio, de un sistema subjetivo, y así, el art. 1902 Cc señala
que: "el que por acción u omisión causa daño a otro interviniendo culpa o negligencia, está
obligado a reparar el daño causado".

Este artículo, viene a sancionar el principio "alterum non laedere", esencia y fundamento de la
responsabilidad civil extracontractual. De la simple lectura del precepto, queda claro, que el
sistema de responsabilidad aquiliana que se adopta, descansa en la culpa. Y, éste era, en efecto,
el sistema adoptado por nuestra antigua jurisprudencia. Así, el Tribunal Supremo deducía los
requisitos de la responsabilidad aquiliana, según el tenor literal del 1902, y exigía:

1º Una acción u omisión.


2º Un daño efectivo.
3º Una relación de causalidad entre la conducta y el daño y
4º Culpa o negligencia del agente.

Por ello, para que prosperase la acción de reclamación de daños, el actor, perjudicado, debía
acreditar, además de la acción, el daño y la relación de causalidad entre ambos, la culpa del
agente, causante del daño, lo cual, en ocasiones, era muy difícil desde un punto de vista
probatorio, dando lugar a problemas de desprotección jurídica de la víctima.

Sin embargo, el Tribunal Supremo, ha ido dando una interpretación evolutiva del art. 1902 Cc
acorde con la realidad social del tiempo en que se ha ido aplicando, hasta llegar a la situación
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actual, donde ha perdido toda importancia el elemento culpabilístico. Podemos señalar tres
fases en este proceso evolutivo:

1º El Código fue promulgado en 1889, en un ambiente económico-social ajeno a la idea de


riesgo y basados fundamentalmente en una sociedad rural y artesanal que giraba alrededor de
ferias y mercados, sin que existiera todavía la gran empresa, ni una producción en masa de
bienes y servicios, ni la existencia de distribuidores de productos a gran escala. Aunque ya se
había producido la revolución industrial todavía no se había sentido sus efectos. En esa época,
hasta finales del s. XIX, se aplicó el art. 1902 siguiendo el sistema tradicional de
responsabilidad por culpa.

2º El desarrollo de la industrialización, va aumentando las fuentes de riesgo -automóviles,


maquinas, productos químicos, etc.- y consiguientemente se multiplican los daños a personas.
La transformación de la sociedad, la aparición de la empresa y las fuentes productoras de daños
vinieron a modificar paralelamente la realidad social sobre la que se aplicaba el art. 1902 y, en
consecuencia, los Tribunales giraron drásticamente su forma de aplicar el precepto. En esta fase
se evidencia el defecto esencial del sistema de responsabilidad por culpa: La dificultad de que el
perjudicado pruebe que el agente actuó negligentemente al irrogarle el daño. (Pensemos, por
ejemplo, en una caída de un cliente dentro de un establecimiento de hostelería, la víctima puede
probar fácilmente la acción, el daño y la relación de causalidad entre la acción y el daño, pero le
será muy difícil probar que el accidente se produjo por culpa del empresario –como sería un
suelo no idóneo para esa actividad o la existencia de sustancias resbaladizas-).
Por ello, la jurisprudencia, dando una interpretación evolutiva al art. 1902, dice que,
efectivamente, se exige la culpabilidad del causante del daño, pero a la vista del daño, la culpa
se presume. De tal manera que el causante del daño, deberá probar, en su caso, que no actuó de
forma negligente; dicho de otra forma, se INVIERTE LA CARGA DE LA PRUEBA: quien
causa un daño, se presume que actuó con culpa a no ser que pruebe lo contrario (en nuestro
ejemplo, será el empresario quien deba probar que la caída no fue por su culpa),

3º En la tercera fase, el Tribunal Supremo adopta la denominada "TEORÍA DEL RIESGO" en


determinados ámbitos de actividad que conllevan un riesgo inherente a la misma. En virtud de
esta teoría, el que causa un daño, no responde porque haya actuado con culpa, sino que responde
por el hecho de haber provocado el riesgo, y haberse concretado el mismo en un daño. Por lo
tanto, ya no se exige culpa sino comprobar que se está ante una actividad que conlleve un riesgo
cualificado y en ese ámbito se haya producido el daño. La persona que aprovecha unas ventajas
de una conducta y de unos instrumentos tiene que soportar el riesgo producido. (Así, una
empresa dedicada a deportes de aventura responderá de los daños que sufran sus clientes, no por
haber actuado de una forma negligente, sino por valerse de una fuente potencialmente
productora de riesgo, como son determinados tipos de deportes).

La teoría del riesgo hace responder al agente del daño que sufre el perjudicado con total
independencia de la culpa, es decir, se le hace responder simplemente por haber creado el riesgo
que ha provocado el daño, independientemente de cualquier referencia a la culpabilidad. Ahora
bien, para aplicar la teoría del riesgo y, por tanto, imputar el daño con base a una actividad
generadora de un riesgo, son necesarios dos requisitos:

1º Que el riesgo sea cualificado, esto es, un riesgo que supere el normal de cualquier
actividad y segundo, y
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2º Que el agente productor del mismo perciba un beneficio económico directamente
vinculado a la actividad origen del riesgo.

Así, proclama la STS de 18 de abril de 1991 (RJ 1991/4622) que, "la jurisprudencia en efecto,
es uniforme al proclamar la doctrina según la cual quien crea un riesgo, aunque su actuar
originario sea lícito, debe pechar con los siniestros que aquél provoque, pero hace falta que se
trate de una actividad realmente creadora de riesgo y que de ella se favorezca la titular”.

La STS de 12 de noviembre de 1993 (RJ 1993/8760) recoge explícitamente esta evolución que, sin
embargo, no llega a desnaturalizar el sistema de responsabilidad subjetiva o por culpa de nuestro derecho.
Dice la misma: "La responsabilidad por culpa extracontractual, aunque basada originariamente en el
elemento subjetivo de la culpabilidad, según impone el art. 1902 C.c., ha ido evolucionando, hacia un
sistema que acepta soluciones cuasiobjetivas, demandadas por el incremento de actividades peligrosas
consiguientes al desarrollo de la técnica y el principio de ponerse a cargo de quien obtiene el provecho la
indemnización del quebranto sufrido por el tercero,.., ora por el cauce de la inversión de la carga
probatoria, presumiendo culposa toda acción u omisión generadora de un daño indemnizable, a no ser que
el agente demuestre haber procedido con la diligencia debida a tenor de las circunstancias de lugar y
tiempo, .., ora exigiendo una diligencia específica más alta que la administrativamente reglada, ..; pero, ..,
en modo alguno permite la exclusión, sin más, aun con todo rigor interpretativo que en beneficio del
perjudicado impone la realidad social y técnica del básico principio de responsabilidad por culpa a que
responde nuestro ordenamiento positivo".

En conclusión, el sistema actual de responsabilidad civil extracontractual español está basado


en la culpa. Se responde del daño causado por culpa o negligencia -artículo 1902 Cc-, si bien,
modalizado a través de la inversión de la carga de la prueba y la exigencia de una diligencia
acorde con las circunstancias. Además, debemos tener en cuenta la teoría del riesgo para
aquellos casos en los que la persona crea en su propio beneficio una situación de riesgo que
fundamenta la atribución del daño con independencia de su diligencia-culpabilidad, si bien,
como indica DÍEZ PICAZO, no constituyen estos casos supuestos bien definidos por parte de la
jurisprudencia.

Por último, debemos aludir a la RESPONSABILIDAD OBJETIVA que determinadas normas


jurídicas han introducido en algunos segmentos de la actividad humana, en la que se manifiesta
de una manera más llamativa un riesgo inherente a la misma. La responsabilidad objetiva viene
a significar el deber de indemnizar a la/s víctima/s por el daño sufrido con ocasión del desarrollo
de la actividad de que se trate, independientemente de cualquier consideración. Esto es, la
producción de daño en el desarrollo de estas actividades produce, sin más, la responsabilidad
del agente.

La ley, en efecto, ha reconocido determinadas actividades sujetas a este régimen de atribución


objetiva de responsabilidad: Ley de Navegación Aérea de 21 de julio de 1960, Ley sobre
responsabilidad civil y seguro en la circulación de vehículos a motor, de 29 de octubre
2004, Ley de Energía Nuclear de 29 de abril de 1964 y la Ley de Caza de 4 de abril de 1970.
Estas leyes incluyen la obligatoriedad de suscribir un seguro que cubra las posibles
responsabilidades del actor dentro de los límites que se establezcan. Por último, debemos tener
en cuenta que el sistema de responsabilidad objetiva que se reconoce legalmente para estas
actividades, no es, en absoluto, trasladable a otros ámbitos.

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También, el Estado tiene responsabilidad objetiva por los actos de sus funcionarios y
agentes -art. 106 CE y Ley del Procedimiento Administrativo Común de las Administraciones
Públicas, Ley 39/2015, de 1 de octubre-.

En el ámbito del Derecho de consumo, la Ley General de Defensa de los Consumidores y


Usuarios (LCU), Texto Refundido aprobado por el Real Decreto Legislativo 1/2007, de 16 de
noviembre, impone un sistema de responsabilidad objetiva en beneficio de los consumidores y
usuarios finales –no aplicable, por tanto, a empresarios, profesionales o intermediarios- respecto
de los daños que deriven de productos defectuosos, tal y como veremos en el epígrafe siguiente.

2.2. La concurrencia de culpas en la producción del daño

Si el supuesto ordinario de responsabilidad civil parte de un daño provocado por una acción u
omisión culposa del agente, puede ocurrir que, en la producción del resultado dañoso
contribuya, también, una actuación negligente del perjudicado.

La concurrencia de culpas del agente y del perjudicado, no exonera al primero del deber de
indemnizar el daño causado, sino que puede imponer una moderación en la cantidad a
indemnizar. Dice la STS de 17 de mayo de 1994 (RJ 1994/3588) que "cuando concurre la culpa
del agente con la del perjudicado o víctima, los Tribunales deben moderar la responsabilidad del
primero y reducir en proporción su deber de indemnización, repartiendo el daño con el
perjudicado".
Por tanto, la concurrencia de culpa conlleva la necesidad de proceder a graduar cada una de ellas
en un determinado porcentaje respecto del total daño producido. En este sentido, la SAP de
Córdoba de 23 de febrero de 1998 (AC 1998/278), contempla un supuesto de compensación de
culpas entre empresa y trabajador. El hecho fue el siguiente: un operario del gremio de
hostelería sufrió quemaduras importantes al intentar apagar el fuego que se había iniciado en
una freidora vertiendo agua sobre el aceite, lo que provocó una fuerte deflagración,
alcanzándole por todo el cuerpo. El Tribunal aprecia compensación de culpas entre el
trabajador y la empresa dado que junto con la manifiesta negligencia del trabajador concurrió el
hecho de que la empresa no disponía de los preceptivos extintores en funcionamiento conforme
a lo reglamentado y, además, se probó que el fuego se inició por el mal estado del termostato de
la freidora. Otro caso fue el resuelto por la SAP de Álava de 17 de marzo de 1992 (AC
1992\493), contempla el supuesto de una colisión de vehículos con resultado de una persona
muerta. Uno de ellos se saltó un stop y chocó con otro coche que iba con exceso de velocidad,
concurriendo ambos a tan fatal desenlace. Los herederos de la víctima demandaron a las
Compañías aseguradoras de ambos vehículos. El Tribunal realiza la compensación de culpas,
estableciendo los distintos porcentajes de responsabilidad: un 80 % lo atribuye al vehículo que
se saltó el stop y, un 20 % al vehículo que iba con exceso de velocidad.

Por último, debemos advertir que no podemos confundir la compensación de culpas, que se
produce cuando la propia víctima concurre con su acción a la producción del daño, con el
supuesto que el daño haya sido provocado conjuntamente por varias personas. En este caso,
cada uno de éstos tiene la obligación de indemnizar la totalidad de aquel, respondiendo del daño
de manera solidaria.

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2.3. Elementos de la responsabilidad extracontractual.

Vienen recogida en el mencionado art. 1902 Cc: Quien causa un daño a otro interviniendo culpa
o negligencia está obligado a repararlo. Los elementos que conforman esta modalidad de
responsabilidad civil son, como vimos, una acción u omisión, un daño efectivo, una relación de
causalidad entre la acción/omisión y el daño, y la culpa o negligencia del agente.

1º ACCIÓN U OMISIÓN

Podemos definir la acción como todo obrar humano objetivamente imputable. Esto es, la acción
debe provenir del sujeto, ser una acción suya, y, por lo tanto, responderá de sus consecuencias; y
ello, aunque no las haya previsto, e incluso aunque no las hubiera querido, pero que, según la
previsión humana, debió contar y que por ello han de considerarse controlables por él. Si una
acción es "objetivamente imputable", es porque se da siempre la posibilidad de un control de la
conciencia. Sólo escapa a este concepto tan amplio de acción, movimientos tales como los
realizados durante el sueño u otro estado de inconsciencia, o intervenido de una fuerza
irresistible.

Respecto la omisión, como falta o ausencia de conducta, puede dar lugar también a
responsabilidad. Por ejemplo, no facilitar los utensilios adecuados para desarrollar la labor del
personal, no facilitar suficientes medidas de seguridad a los trabajadores, etc. Un supuesto de
omisión es el contemplado por la STS de 5 de febrero de 1991, caso en el que por no haber
vallado el lugar donde se encontraba un andamio, se subió una niña al inmueble sufriendo un
mortal accidente.

La acción u omisión debe ser antijurídica, es decir, contraria al ordenamiento jurídico. Ya


sabemos que en nuestro ámbito, esta categoría viene resumida en el aforismo "alterum non
laedere". Toda lesión a otro da lugar a responsabilidad civil a no ser que concurra una causa que
justifique la acción.

Causas de justificación: Debemos tener en cuenta que, en ocasiones, se causa daños a una
persona sin que nazca responsabilidad civil, son las denominadas “causas de justificación” y son
las siguientes:

a/ El ejercicio del propio derecho: Si la persona ejercita un derecho legítimo, aunque al hacerlo
cause daño a otro, no responde del daño. Esta doctrina viene recogida en una sentencia romana
muy conocida, "neminem laedit qui iure suo utitur" -no causa daño quien usa de su propio
derecho-. No debemos olvidar la doctrina del abuso del derecho -art. 7.2 Cc- al establecer que
los derechos sólo pueden ejercitarse dentro de la función social para los que han sido creado y,
en consecuencia, cuando el sujeto se extralimita en su ejercicio surge la obligación de
indemnizar al perjudicado.

b/ El consentimiento de la víctima: Recogido en la máxima latina "volenti non fit injuria".


Según este principio, la antijuridicidad queda excluida si el daño es consentido por la víctima,
de tal manera que no origina responsabilidad civil. En el ámbito patrimonial no se plantea duda
alguna: Si un vecino se excede en su edificación y ocupa o destroza parte de la parcela contigua,
y esta actuación que le causa un daño es consentida por el propietario de la misma, es evidente
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que no habrá lugar a indemnización alguna. Más complicado es el tema cuando se trata de
bienes de la personalidad. Respecto de la vida o de la integridad física, en principio, el titular no
puede disponer de ellos por lo que no serán válidos los pactos tendentes a lesionarlos. Sin
embargo, ya vimos cómo la Ley Orgánica de defensa del derecho al honor, intimidad e imagen
no considera intromisión ilegítima cuando el titular haya otorgado su consentimiento. En el
ámbito biomédico, por un lado, el consentimiento del paciente legitima la intervención del
médico y, por otro, el denominado consentimiento informado cumple una importantísima
función en cuanto a la asunción de los riesgos que pueden proceder de la práctica sanitaria.
En el mismo sentido, se aplica esta causa de justificación en los casos de lesiones o daños
procedentes de determinadas actividades, como deportes violentos, deportes de aventura y, en
general, cuando la persona asume el riesgo de realizar acciones que conlleva un determinado
riesgo. Eso sí, siempre que las lesiones se produzcan dentro de las lides propias de la actividad,
con respeto a las normas del juego y ninguna negligencia fuera apreciable.

c/ Legítima defensa: El que se defiende legítimamente no responde por los daños que cause al
agresor. Aquí el agente pretende conservar su derecho –por ejemplo, su integridad física-, para
lo cual se ve obligado a repeler una agresión ajena. La legítima defensa opera como una causa
de justificación del daño que se ocasiona al agresor. Opera tanto en la responsabilidad civil,
como en la penal1.

d/ Estado de necesidad: En cuyo caso responde la persona a cuyo favor se haya precavido o
evitado el mal en proporción al perjuicio que se les haya evitado si fuera estimable o, en otro
caso, en la que el Juez o Tribunal establezca según su prudente arbitrio.-art. 118.3 Cp-.

El caso consiste en que la persona, para evitar un mal propio o ajeno lesiona un bien jurídico de otra persona o
infringe un deber, siempre que concurran los siguientes requisitos: Primero.- Que el mal causado no sea mayor que
el que se trate de evitar. Segundo.- Que la situación de necesidad no haya sido provocado intencionadamente por el
sujeto. Tercero.- Que el necesitado no tenga, por su oficio o cargo, obligación de sacrificarse (art. 20.5º Cp). El
estado de necesidad opera como una causa de justificación que excluye la antijuridicidad de la acción. El daño, por
tanto, no es injusto. Lo que ocurre es que el legislador trata de evitar que el que sufrió el daño asuma la totalidad del
mismo, para ello arbitra el sistema que prevé el art. 118.3 Cp, esto es, el favorecido deberá compensar la proporción
del daño a favor de aquel, en la cuantía que estime el Juez. Por ejemplo, si para salvar la vida a alguien, una persona
rompe el escaparate de una farmacia para suministrarle un fármaco, hay un estado de necesidad. El que ocasiona el
daño a la farmacia no es responsable civil de la rotura del cristal. Será la persona a cuyo favor se precavió el mal
quien deberá indemnizar al farmacéutico una cantidad que no tiene que ser necesariamente el valor del cristal, sino
la compensación que el Juez estime a su prudente arbitrio.

2º EL DAÑO

El fundamento de todo el instituto de la responsabilidad civil es la reparación del daño. Ya


hemos dicho que rige el principio compensatorio que se traduce en el hecho de que, únicamente,

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Respecto de la responsabilidad penal, señala el art. 20, 4º Cp que, “Están exentos de responsabilidad penal ...
El que obre en defensa de la persona o derechos propios o ajenos, siempre que concurran los requisitos
siguientes: Primero.- Agresión ilegítima. En caso de defensa de los bienes se reputará agresión ilegítima el
ataque a los mismos que constituya delito y los ponga en grave peligro de deterioro o pérdida inminentes. En
caso de defensa de la morada o sus dependencias, se reputará agresión ilegítima la entrada indebida en aquélla o
éstas. Segundo.- Necesidad racional del medio empleado para impedirla o repelerla. Tercero.- Falta de
provocación suficiente por parte del defensor”.
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se indemnizan los daños efectivamente realizados, no más, ni tampoco menos. De ahí la
importancia de toda la materia de valoración de daños.

El daño comprende tanto el daño material, en el que se incluye tanto el daño emergente -daño
realmente sufrido-, como el lucro cesante -ganancia que se deja de obtener a consecuencia del
daño-, como el daño moral, que comprende toda lesión a los derechos la personalidad (fama,
reputación, honor, etc..), también el llamado "pretium doloris", que se concreta en indemnizar el
dolor físico, la angustia, intranquilidad, etc.

En este ámbito tiene especial importancia la Ley sobre responsabilidad civil y seguro en la
circulación de vehículos a motor (Texto Refundido aprobado por Decreto Legislativo 8/2004,
de 29 de octubre), que estable un sistema de responsabilidad objetiva para daños a personas
provenientes de accidentes de tráfico y de responsabilidad ordinaria, del 1902 Cc, para daños a
cosas, al mismo tiempo que impone el aseguramiento obligatorio de vehículos y una acción
directa de la víctima contra la Compañía de seguros. Esta Ley recoge en su anexo un sistema de
valoración y perjuicios causas a las personas en accidentes de circulación que se va actualizando
anualmente. La importancia del baremo radica en que existe una tendencia jurisprudencial
bastante acusada de su extender su aplicación a sectores distintos de la circulación de vehículo,
incluyendo las secuelas provenientes de la negligencia médica.

3º LA RELACIÓN DE CAUSALIDAD

Entre la acción/omisión del agente y el daño debe mediar una relación causal, un nexo: el daño
debe haber sido motivado por la acción.

Existen supuestos en los que no es fácil dilucidar cual de los múltiples hechos que han
colaborado en la producción del daño es el que lo ha producido realmente. Por ejemplo, el
cliente de una tienda tropieza con una bolsa que un empleado dejó negligentemente en el pasillo
sufriendo una lesión En el traslado del accidentado al centro hospitalario, sufre la ambulancia un
accidente, agravándose sus lesiones. Por último, pensemos que en el hospital fallan los servicios
de urgencia y el accidentado no es atendido, falleciendo ¿Cuál de estos hechos son causa del
fatal desenlace?

Las teorías que se han esbozado por la doctrina para resolver esta cuestión son objeto de estudio
detallado en la teoría general del Derecho penal, al que nos remitimos. Baste recordar las más
importantes:

- La teoría de la equivalencia de condiciones: considera que todas las causas son causas del
resultado y por lo tanto responsables. De tal manera que si mentalmente suprimiéramos una de
las causas, el resultado no se hubiera producido. Esta teoría no suele ser seguida en la práctica
de los Tribunales, aunque hay sentencias que la acogen, porque sus resultados suelen ser
excesivos. Por ejemplo, el que ocasiona una pequeña herida sería responsable de su muerte, si
sufre un accidente de circulación fatal al ser trasladado al hospital para curar la pequeña lesión.

- La teoría de la causalidad próxima: considera que sólo es causa la última de las que
concurrieron a causar el daño. La crítica a esta teoría proviene del hecho de que, no en todas
ocasiones la última causa es la más relevante a la hora de producir el resultado.
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- La teoría de la causalidad adecuada: estima que la causa es la que normalmente produce el
resultado dañoso, la más relevante, la que ordinariamente, según la experiencia cotidiana,
produciría ese daño.

Nuestro Tribunal Supremo sigue un criterio de racionalidad y lógica, que tal vez sea la única
regla válida para resolver estas cuestiones de nexo causal. Así, GULLON BALLESTEROS
sintetiza la doctrina jurisprudencial señalando que "en la culpa extracontractual la determinación
del nexo causal entre la conducta del agente y el daño producido ha de inspirarse en la
valoración de las condiciones o circunstancias que el buen sentido señala en cada caso como
índice de responsabilidad dentro del infinito encadenamiento de causas y efectos, con
abstracción de todo exclusivismo doctrinal".

Interrupción del nexo causal

En el supuesto de que entre el comportamiento del agente y el resultado dañoso medie una causa
extraña e inimputable al mismo, de tal naturaleza que hace que aquel comportamiento deba ser
considerado irrelevante, el presunto autor se verá libre de responsabilidad.
La causa extraña puede provenir de caso fortuito –hecho imprevisible-, o fuerza mayor –hecho
inevitable-.
También, por la intervención de un tercero. Por ejemplo, en el caso señalado más arriba, de la
persona que ocasiona una herida leve a otra y, que muere en accidente de tráfico al ser
trasladado al hospital, esa muerte no es imputable al que causo la herida porque entre ésta y la
muerte ha interferido otra causa, que es el accidente de tráfico.
Puede ocurrir también cuando el daño es atribuible a la culpa exclusiva del perjudicado. En este
sentido, dice la STS de 4 de diciembre de 1998 que no es atribuible al empresario la muerte del
trabajador provocada por una descarga eléctrica al haber colocado el vehículo bajo una línea de
alta tensión contra sus órdenes expresas. Ahora bien, cuando en el hecho concurre una causa
extraña a la acción pero no de suficiente entidad como para descartar toda la responsabilidad, en
este caso, sólo se responderá de la parte proporcional a la acción dañosa. Es lo que se denomina
la compensación de culpas. Pudiendo ocurrir tanto por la acción de un tercero como por la
acción de la propia víctima, en cuyo caso, el autor compensará su responsabilidad con ellos.

Carga de la prueba: Los tres elementos antes vistos, la acción/omisión, el daño y la relación de
causalidad entre ambos han de ser probados por el demandante-víctima, según incluso la teoría
del riesgo. Si los prueba, será el que causó la acción lesiva quien tenga que probar, en su caso,
que no actuó con negligencia, según la conocida "inversión de la carga de la prueba".

4º ¿La culpabilidad como elemento de la responsabilidad civil?

El art. 1902 Cc exige claramente el requisito de la culpabilidad para la existencia de


responsabilidad civil, por lo que se debe mantener que nuestro sistema es culpabilístico. Si bien
hay que tener en cuenta lo expuesto anteriormente sobre la evolución jurisprudencial en esta
materia. En particular:
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- Se aplica siempre la llamada inversión de la carga de la prueba.

- Se aplica rigurosamente lo establecido en el art. 1104 Cc, referido a la culpa


contractual. Este precepto exige la diligencia que corresponda a las personas, al tiempo y al
lugar. A través de este precepto se ha exigido una diligencia "tan exquisita" que rara vez se
cumple. Lo que es lo mismo que estimar que casi nunca es suficiente la diligencia en el obrar
cuando se han producido daños.

- Derivado de lo anterior, existe una tendencia jurisprudencial a considerar que si se


produjo un daño, se actuó con negligencia, porque en caso contrario se hubiera evitado aquél; o
lo que es lo mismo, no admitir la prueba en contrario.

- Para aplicar la teoría del riesgo y, por tanto, imputar el daño con base a una actividad
generadora de un riesgo, es necesario dos requisitos: primero, que el riesgo sea cualificado, esto
es, un riesgo que supere el normal de cualquier actividad y segundo, que el agente productor del
mismo perciba un beneficio económico directamente vinculado a la actividad origen del riesgo.

- El sistema de responsabilidad objetiva que se reconoce por ley para algunas


actividades, no es, en absoluto, trasladable a otros ámbitos.

2.4. Responsabilidad por hecho ajeno

Este tipo de responsabilidad se impone cuando entre el autor material del hecho y el que debe
responder hay un vínculo tal, que la Ley puede presumir fundadamente que, si hubo daño, éste
debe atribuirse, más que al autor material, al descuido o defecto de vigilancia de la otra persona.

El fundamento de esta responsabilidad es, pues, una presunción de culpa, que puede consistir
en:

* Una falta de vigilancia (culpa in vigilando). Por ejemplo, si un excursionista sufre un


daño, se hará responsable a la empresa de aventura porque se presume que no vigilaron
adecuadamente la actividad para evitarlo.

* Una desacertada elección (culpa in eligendo). Por ejemplo si un empleado provoca


un accidente con una máquina, el empresario responde de los daños, se dice, porque no supo
elegir al empleado idóneo para manejarla sin producir daños-.

Este tipo de responsabilidad está regulada en los arts. 1903 y 1904 Cc, estos artículos declaran
las siguientes responsabilidades pro otro:

a) Responsabilidad de los padres, por los daños causados por los hijos que se encuentren bajo su
guarda.

b) Responsabilidad de los tutores, por los daños causados por los menores o incapacitados que
estén bajo su autoridad y habiten en su compañía.
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c) Responsabilidad del empresario. El artículo 1903 Cc dice que los dueños o directores de
un establecimiento o empresa son responsables de los perjuicios causados por sus dependientes
en el servicio de los ramos en que los tuvieran empleados, o con ocasión de sus funciones.
Para estos casos, el artículo 1904 Cc señala que “El que paga el daño causado por sus
dependientes puede repetir de éstos lo que hubiese satisfecho”.

d) Responsabilidad civil de las personas o entidades que sean titulares de un centro docente de
enseñanza no superior, por los daños que causen sus alumnos menores de edad, durante los
períodos de tiempo en que los mismos se hallen bajo el control o vigilancia del profesorado del
centro.

Para estos cuatro casos, el propio artículo 1903, establece en el último párrafo un límite a este
tipo de responsabilidad por hecho ajeno, al decir que cesará cuando las personas en él
mencionadas prueben que emplearon toda la diligencia de un buen padre de familia para
prevenir el daño. Sin embargo, este límite parece ser sólo teórico; un examen de la
jurisprudencia, nos hace ver que en la práctica, los Tribunales no aceptan prueba suficiente de
esa "diligencia de un buen padre de familia para prevenir el daño", manifestándose, otra vez, la
tendencia a estimar la responsabilidad como objetiva; si un menor produce un daño, se declara,
sin más, la responsabilidad de los padres, o del daño producido por un empleado se hace
responder al empresario, etc.

Veamos los siguientes ejemplos: la STS de 30 de abril de 1069, condenó a la madre cuyo hijo ocasionó a otro niño
la pérdida de un ojo por una pedrada, en los azares de una pelea infantil, la STS de 15 de febrero de 1975,
condena al tutor a indemnizar los daños causados por su pupilo cuando éste utilizaba un arma, a pesar de haber
acreditado que desconocía que el menor había ido de caza, cosa que, por otra parte, le tenía prohibido, la STS de
10 de noviembre de 1990, condena a un colegio de enseñanza no superior por la lesión que se auto-ocasiona un
alumno en un ojo mientras jugaba, con una vara con punta, fuera de las horas de clase y en el tiempo de espera
para acceder al comedor.

2.5. Responsabilidad civil por daños causados por animales

Por lo que respecta a los daños ocasionados por animales, se recogen en los arts. 1905 y 1906 Cc dos tipos:

a) El poseedor de un animal, o el que se sirve de él, es responsable de los perjuicios que causare, aunque se le
escape o extravíe. Como límite a esta responsabilidad, se añade en el texto legal que, sólo cesará en el caso de que el
daño proviniera de fuerza mayor o de culpa del que lo hubiese sufrido.

Fíjese que del tenor de la Ley, sólo se exceptúa de la responsabilidad los casos en los que se rompe la relación de
causalidad entre el hecho del animal y el daño, a través, bien por fuerza mayor, bien por la culpa de quien haya
sufrido el daño. Lo cual significa la aceptación directa de responsabilidad objetiva en este ámbito. (Si un perro
muerde a una persona, el dueño de aquel responde en todo caso, a no ser que pruebe la culpa de la persona mordida,
supuestos muy reducidos en la práctica).

A título de ejemplo podemos mencionar la STS se 26 de enero de 1986.- Versa sobre los daños ocasionados en
accidente de circulación que se produjo al colisionar el vehículo del demandante con una vaca que irrumpió en la
calzada, resultando muerto uno de los ocupantes y lesionado otro. El T.S. dijo que en estos supuesto el Código
civil contempla una responsabilidad de carácter no culpabilista, o por riesgo, inherente a la utilización del animal.
Que la responsabilidad viene anudada a la posesión del semoviente y no por modo necesario a su propiedad, de
donde se sigue que basta la explotación en el propio beneficio para que surja esa obligación a resarcir. La SAP de
Vizcaya, de 24 de junio de 1999 (AC 1999/6846), condena a un restaurante por los daños causados a uno de sus
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clientes que se aproximó a un perro que tenía atado en el exterior del establecimiento por no existir barrera física
alguna entre el recorrido del perro y el tránsito de los clientes.

b) El propietario de una heredad de caza, responde del daño ocasionado por ésta en las fincas vecinas siempre que
no haya hecho lo necesario para impedir su multiplicación o cuando haya dificultado la acción de los dueños de
dichas fincas para perseguirlas.

2.6. Responsabilidad civil por daños causados por cosas

Por lo que respecta a los daños causados por cosas, los arts. 1907 y ss contemplan una pluralidad de supuestos:

-Responsabilidad del propietario por los daños causados:


-- derivados de la ruina de su edificio.
-- explosión de máquinas.
-- inflamación de sustancias.
-- humos excesivos.
-- caída de árboles.
-- cloacas o depósito de materias infectantes. (Arts. 1907-1909).

-Responsabilidad del cabeza de familia que habita una casa, por los daños causados por las cosas que se
arrojasen o cayeren de la misma. (Art. 1910).

3. RESPONSABILIDAD DEL EMPRESARIO

Al igual que todo deudor, el empresario responde de las obligaciones resultantes de su actividad empresarial con
todos sus bienes presentes y futuros (art. 1911 Cc). Por tanto, el empresario responde de sus deudas con su
patrimonio personal, además de con los bienes y derechos integrados en su empresa. Esta responsabilidad universal
del empresario resulta aplicable tanto al empresario individual como al empresario social. Precisamente para limitar
su responsabilidad ilimitada y evitar que su patrimonio personal se vea afectado por las resultas del negocio, el
empresario individual suele constituir sociedades anónimas o de responsabilidad limitada unipersonales, de forma
que exclusivamente los bienes y derechos de la sociedad unipersonal responderán de las obligaciones de la empresa.

También el empresario social responde con todo el patrimonio social de las deudas que resulten de su actividad
empresarial. En este punto conviene precisar que en los tipos sociales en los que los socios no responden de las
deudas de la sociedad, como es el caso de la sociedad anónima o la sociedad de responsabilidad limitada, no se
podrá reclamar a los socios cuando el patrimonio de la sociedad resulte insuficiente para hacer frente a sus
obligaciones. Por el contrario, en las sociedades como la colectiva o la comanditaria simple, en las que todos o
algunos socios responden personalmente de las deudas sociales, existe una responsabilidad subsidiaria de los socios
en relación con la sociedad, esto es, en primer lugar responderá el patrimonio social y en lo que no alcance, el
patrimonio particular de los socios.

La responsabilidad del empresario puede ser de carácter contractual o extracontractual. En relación con la primera,
en caso de incumplimiento de las obligaciones contraídas con terceros, el empresario que haya incurrido en dolo –el
empresario incumple su obligación porque quiere-, negligencia –el empresario incumple negligentemente- o
morosidad –el empresario cumple pero tarde- deberá indemnizar los daños y perjuicios causados, salvo que el
incumplimiento o el retraso se deban a sucesos imprevisibles –caso fortuito- o inevitables –fuerza mayor- (arts.
1101 y 1105 Cc). Además, el empresario no sólo responde de las obligaciones contraídas por él personalmente, sino
también por las realizadas en su nombre por personas debidamente autorizadas. Frente a quienes no está obligado
contractualmente, el empresario responde de los daños que sus actos u omisiones o los de sus dependientes con
ocasión de sus funciones causen a terceros mediando culpa o negligencia (arts. 1902,1903, 1907, 1908 Cc).

En la actualidad, junto a este sistema tradicional de responsabilidad basado en la culpa o negligencia se está
abriendo paso una clara tendencia a la objetivación de la responsabilidad empresarial (responsabilidad objetiva o sin
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culpa), en virtud de determinadas leyes que regulan determinadas actividades empresariales y que imponen una
responsabilidad objetiva –como es el caso, como vimos, de la navegación aérea, o la explotación de una central
nuclear. Pero es, sin duda, a través de la teoría del riesgo el campo por donde se está imponiendo una
responsabilidad del empresario sin culpa.

3.1 Responsabilidad del empresario frente a los consumidores y usuarios

El Real Decreto Legislativo 1/2007, de 16 de noviembre, por el que se aprueba el texto refundido de la Ley General
para la Defensa de los Consumidores y Usuarios, establece un sistema de protección específico para los
consumidores y usuarios por los daños personales, incluida la muerte, y los daños materiales, siempre que éstos
afecten a bienes o servicios destinados al uso o consumo privados.

Los derechos que reconoce a los consumidores se imponen a los fabricantes de manera imperativa al declarar
ineficaces frente al perjudicado las cláusulas de exoneración o de limitación de la responsabilidad civil.

La ley declara responsable al fabricante del bien o al prestador del servicio o su intermediario, o al importador del
bien o servicio en el territorio de la Unión Europea, así como a cualquier persona que se presente como tal al indicar
en el bien o servicio su nombre, marca u otro signo distintivo, ya sea en el envase, el envoltorio o cualquier otro
elemento de protección o presentación.

La ley distingue dos tipos de responsabilidad:

1º Responsabilidad derivada de los daños causados por productos defectuosos.

Respecto de los cuales, la ley impone un sistema de responsabilidad objetiva al decir que “El perjudicado que
pretenda obtener la reparación de los daños causados tendrá que probar el defecto, el daño y la relación de
causalidad entre ambos”, sin necesidad de una declaración de culpabilidad del fabricante, pero modalizado por unas
causas específicas de exoneración de responsabilidad, al decir que el productor no será responsable si prueba:

a) Que no había puesto en circulación el producto.

b) Que, dadas las circunstancias del caso, es posible presumir que el defecto no existía en el momento en que se
puso en circulación el producto.

c) Que el producto no había sido fabricado para la venta o cualquier otra forma de distribución con finalidad
económica, ni fabricado, importado, suministrado o distribuido en el marco de una actividad profesional o
empresarial.

d) Que el defecto se debió a que el producto fue elaborado conforme a normas imperativas existentes.

e) Que el estado de los conocimientos científicos y técnicos existentes en el momento de la puesta en circulación no
permitía apreciar la existencia del defecto. No siendo aplicable esta causa de exoneración en el caso de
medicamentos, alimentos o productos alimentarios destinados al consumo humano.

Además, la responsabilidad del fabricante podrá reducirse o suprimirse si el daño causado fuera debido
conjuntamente a un defecto del producto y a culpa del perjudicado o de una persona de la que éste deba responder
civilmente.

Por lo demás, la Ley establece una franquicia de 500 € y una limitación de la responsabilidad civil global del
productor por muerte y lesiones personales causadas por productos idénticos que presenten el mismo defecto, de
63.106.270 €.

Esta acción de reparación de los daños y perjuicios previstos prescribe a los tres años, a contar desde la fecha en que
el perjudicado sufrió el perjuicio, ya sea por defecto del producto o por el daño que dicho defecto le ocasionó.
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2ª Responsabilidad derivada de los daños causados por los empresarios a los consumidores en la prestación de sus
servicios.

La Ley sigue el sistema general de nuestro Derecho de daños, basado en la culpa, pero con inversión de la carga de
la prueba. Así, dice que los empresarios que presten servicios a los consumidores serán responsables de los daños y
perjuicios que les causen salvo que prueben que han cumplido las exigencias y requisitos reglamentariamente
establecidos y los demás cuidados y diligencias que exige la naturaleza del servicio.

Sin embargo impone la responsabilidad objetiva respecto de determinados servicios que, por su propia naturaleza, o
por estar así reglamentariamente establecido, incluyan necesariamente la garantía de niveles determinados de
eficacia o seguridad, y supongan controles técnicos, profesionales o sistemáticos de calidad, hasta llegar en debidas
condiciones al consumidor y usuario.

En todo caso, se consideran sometidos a este régimen de responsabilidad los servicios sanitarios, los de reparación y
mantenimiento de electrodomésticos, ascensores y vehículos de motor, servicios de rehabilitación y reparación de
viviendas, servicios de revisión, instalación o similares de gas y electricidad y los relativos a medios de transporte.

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