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A inicios del año 2000 se crea el Instituto nacional para la evaluación de la educación
fomentando el programa de escuelas de calidad con proyectos de evaluación cualitativa a
las instituciones y a los estudiantes. De ahí se fomentan mecanismos de coordinación,
consulta y participación para la evaluación, la investigación, y la innovación educativa.
Las acciones del gobierno han buscado garantizar la mayor eficiencia y efectividad en los
resultados de las evaluaciones en los sistemas educativos, lo cual generó que a través de
sistemas estandarizados de valuación del aprendizaje a gran escala se buscará observar el
proceso educativo, sus alcances junto con sus limitaciones; para así poder construir
acuerdos y leyes que propiciaran a través de los resultados de las evaluaciones un
fortalecimiento en la capacidad institucional del proceso de formación educativa y una
transformación en las capacidades de calidad y equidad de las instituciones de formación
académica.
México es uno de los pocos países en América Latina que utiliza órganos
descentralizados e independientes, como lo son las agencías autónomas de evaluación,
teniendo como órgano regulador en el país la instutucion gubernamental que conocemos
como el Sistema Nacional para la Evaluación de la Educación. Esta agencia se crea con la
intención de generar acuerdos, resoluciones ministeriales y leyes secundarias con el
carácter de evaluar los componentes del aprendizaje, a los docentes y a las instituciones
públicas educativas.
A pesar de la experiencia que se presume con la que el país y sus estados mexicanos han
afrontado los procesos de cambios en la actualización de la calidad educativa y la
evaluación, durante la pandemia por Covid-19 la intención del sistema educativo era lograr
un alcance total para que los estudiantes tuvieran la oportunidad de continuar con su
proceso de enseñanza-aprendizaje desde sus hogares a través de medios electrónicos,
acción que se vio disminuida por diversas variantes. Para la evaluación educativa se vio
más difícil la tarea de poder eficazmente obtener resultados de los aprendizajes reales
logrados por los estudiantes.
La idea de lograr una evaluación objetiva en la que pudiéramos observar realmente los
procesos de aprendizaje de una forma cualitativa se vió opacada por una evaluación que
buscaba el conocimiento cuantitativo más que cualitativo. Pero no se puede juzgar al
alumno, tampoco al docente; ya que el sistema educativo no estaba preparado debido a las
condiciones sociales existentes para afrontar un encierro de tal magnitud. Los planes
emergentes de la SEP fueron ineficientes en su incomprensión de la realidad social en la
que viven la gran mayoría de los mexicanos.
Un sistema educativo que a través de su política pública evalúa los procesos del
conocimiento a través de sus pruebas estandarizadas no podría nunca medir de manera
cualitativa y eficaz los procesos de enseñanza-aprendizaje que se viven a una gran distancia
de las aulas, es decir; desde los hogares de los estudiantes.