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TEOLOGÍA II Docente: Fernando Zegarra Aguilar

TEOLOGÍA II
I N T R O D U C C I ÓN
Objetivo: Exponer y analizar aspectos introductorios de la teología dogmática para deducir la
necesidad de su estudio en el aula universitaria.

Cuando hablamos de Teología Dogmática nos referimos al estudio de las verdades teóricas de
la fe que se refieren a Dios y a sus acciones, de modo que se pueda profundizar «la verdad
salvífica del Dios vivo revelado en Cristo, que ha sido creída y formulada en la Iglesia Católica»1.
No ha de verse el dogma como un conjunto de artículos de fe impuestos e inventados por la
Iglesia, sino como aspectos clave de la verdad revelada por Dios para el hombre, de modo que ,
discernidos por la Iglesia, sean proclamados como indispensables e irrefutables sentencias de fe
para creer y vivir: «Los dogmas no son verdades que la Iglesia imponga arbitrariamente, son
luces de la verdad objetiva y que iluminan el camino de nuestra fe y lo hacen certero pues
existe un vínculo intrínseco entre estos y nuestra vida espiritual»2.

Recordemos que Dios es accesible a nuestro conocimiento de dos maneras: por la vía racional y
por la vía sobrenatural o revelación. Desde la perspectiva racional podemos conocer a Dios por
atribución, es decir, asignándole las perfecciones que se encuentran en las criaturas; también
podemos conocerlo por remoción, en otras palabras, excluyendo en Dios todo lo limitado o
imperfecto que presentan las criaturas. Ambas perspectivas racionales constituyen un
conocimiento de tipo analógico.

De este modo, la analogía requiere una mediación creada desde la cual partir para referirse a la
naturaleza divina: «las perfecciones que (la naturaleza humana) posee las trasladamos por
analogía a la naturaleza divina, elevadas al infinito»3.

Nos compete ahora acercarnos a la esencia divina, aunque teniendo en cuenta que no es posible
comprenderla con un concepto totalmente correcto. La Sagrada Escritura y la mayoría de
nombres que aplica a Dios tienen que ver más con las acciones de Dios que con su esencia.
Traigamos a la memoria un primer grupo de nombres que se refieren a la relación de Dios con
el mundo y los hombres: ‘El (el fuerte, el poderoso), ‘Elohim (el que posee la plenitud del poder),
‘Adonai (el Señor, el Soberano, el Juez); otro grupo que menciona las perfecciones internas de
Dios: Shadai (el Omnipotente), ‘Elyon (el Altísimo), Qadosh (el Santo), y un último nombre, pero
que esta vez comprende el nombre propio y esencial de Dios: Yahvé.
En cuanto a la etimología del nombre del Dios revelado:
[S]e deriva lingüísticamente de haya, variante del antiguo hawa = ser; significa: él
es. Los Setenta lo traducen aquí etimológicamente con justeza por «el que es», pero
luego lo sustituyen generalmente por el Señor. Dios mismo reveló este nombre a
Moisés al responder a su pregunta sobre cuál era su nombre: «Yo soy el que soy.
Así dirás a los hijos de Israel: ‘Ehye » [“yo soy”] me ha enviado a vosotros… Esto
dirás a los hijos de Israel: Yahvé [él es], el Dios de vuestros padres, el Dios de
Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob me ha enviado a vosotros. Éste es para
siempre mi nombre, y ésta mi denominación de linaje en linaje» (Ex 3, 14 s)4.

1
www.pontificia.edu.mx (consultado el 12 de agosto de 2023).
2
es.aleteia.org (consultado el 12 de agosto de 2023).
3
Arce, Pablo & Sada, Ricardo: Curso de Teología Dogmática, Palabra, Madrid, p. 67
4
Ott, Ludwig (1997): Manual de Teología Dogmática, Herder, Barcelona, p. 61

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Nombre que se identifica con la esencia metafísica de Dios, es decir, el mismo Ser subsistente
«ipsum esse subsistens». En total contraste con las criaturas (seres participados), que han
recibido su ser o existencia de otro ser. A continuación se pide reflexionar sobre el siguiente
enunciado de Ludwig Ott:
[…] Dios tiene el ser, en virtud de la perfección de su esencia, de sí mismo
y por sí mismo. Él es el mismo Ser, el ser absoluto, el ser que subsiste por
sí mismo. Esencia y existencia coinciden en Dios. El concepto de ser absoluto
excluye todo no-ser y toda mera posibilidad de ser. En conclusión Dios es el
ser real purísimo sin mezcla alguna de potencialidad 5.

En este sentido cabe preguntarse ¿por qué lo mejor que caracteriza a Dios es el ser? ¿qué
significa que Dios es el que siempre es? ¿qué quiere decir que Dios contiene en sí toda la
plenitud del ser, que ni tuvo principio ni tendrá fin? ¿qué quiere decir que la esencia de Dios
es su mismo ser?

La expresión tomista “ipsum esse subsistens” (el mismo ser subsistente), refiere la perfección
primaria de Dios y es el núcleo de su esencia, ya que pone en claro que una cosa es Dios creador
y otra las cosas creadas, que no son el ser mismo, sino que han recibido el ser y, por ende, lo
tienen. Tal expresión también distingue a Dios de todo ser abstracto que no puede darse en la
realidad objetiva. El ipsum esse subsistens (esencia metafísica de Dios) es la fuente de donde se
deducen lógicamente todas las perfecciones divinas (esencia física de Dios).

Veamos a continuación una síntesis de los atributos o perfecciones divinas que expone Ott en
su Manual de Teología Dogmática6:

Los atributos divinos consisten en un conocimiento imperfecto de las perfecciones divinas, por
medio de analogías. Se debe señalar que existe una identidad real entre Dios y sus atributos. Por
ejemplo: «Dios es amor» (Jn 4, 8). Por otro lado es posible hablar de distinción entre Dios y sus
atributos, pero solamente de modo virtual, es decir, que podemos concebir la plenitud
indivisible de Dios mediante una multiplicidad de conceptos.

1) PERFECCIÓN ABSOLUTA:
• Dios no carece de nada que debiera poseer según su naturaleza (Cf. S. Th. I, 4,1).
• San Ireneo dirá que “Dios es perfecto en todo, es igual así mismo, siendo todo
Él luz, todo entendimiento, toda esencia y fuente de todos los bienes” (Adv.
haer. IV, II, 2).
• Para santo Tomás Dios es absolutamente perfecto, en cuanto causa primera de
todas las cosas creadas, contiene en sí virtualmente todas las perfecciones de
las criaturas, y, por tanto, toda perfección (Cfr. S. Th. I, 4, 2).

2) INFINITUD:
• Dios es actualmente infinito en cada perfección, ya que excluye todo límite.
• Por su “ser subsistente, al no haber sido causado por otro ser ni tiene en sí
composición alguna, no hay en él razón alguna para que posea el ser con
limitación” (Cfr. S. Th. I, 7, 1).

3) SIMPLICIDAD:

5
Ibíd., p. 62
6
Ott, Ludwig (1997): Ob. Cit., pp. 66-81

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• Se refiere a que no está compuesto por partes, por ende, no es divisible.


• Dios es absolutamente simple: se excluye toda composición física y metafísica,
ya que es espíritu puro.
• La inmaterialidad de Dios se demuestra por su pura actualidad, como en Dios
no hay potencia y la materia requiere de potencia, no puede haber materia en
Dios (Cfr. S. Th. I, 3,1 y 2).
• Dios es espíritu absolutamente simple, no se da ninguna clase de composición.
• La simplicidad de Dios se demuestra por su actualidad, ya que lo compuesto
presupone una causa que realice la composición de las partes, y no puede haber
una causa previa a Dios.

4) UNICIDAD:
• No hay más que un solo Dios.
• “Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios es el único Señor” (Dt 6, 4).
• “El más importante es: Oye, Israel. El señor nuestro Dios es el único Señor –
contestó Jesús”. (Mt 12, 29).
• Gracias a su perfección absoluta Dios es uno
• “El ser supremo y más excelente tiene que existir Él solo y no tener igual a Él,
porque si no, cesaría de ser el ser supremo… Si Dios no es uno solo, no hay
ninguno” (Tertuliano).

5) VERDAD:
• Verdad ontológica:
o Dios responde perfectamente a la idea de Dios, es decir, se da la
conformidad de una cosa con su idea.
o Significa el ser de la cosa misma en cuanto es cognoscible.
• Verdad lógica:
o Es la conformidad del pensar con el ser.
o Dios posee una inteligencia infinita.
o El objeto del conocimiento divino es la esencia divina, en ella conoce
Dios todas las cosas.
• Verdad moral:
o Veracidad: conformidad de las palabras con el pensamiento.
o Fidelidad. Conformidad de la conducta con las palabras.
o Dios es absolutamente veraz: no puede engañar, “Es imposible que
mienta” (Hb 6, 18).
o Dios es absolutamente fiel: “Es fiel en todas sus palabras” (Sal 144).

6) BONDAD:
• Bondad ontológica:
o Dios es ontológicamente bueno por su relación con la voluntad.
o Posee todas las perfecciones que corresponden a su naturaleza.
o Dios es la absoluta bondad ontológica en relación con otros, por ser
causa ejemplar, eficiente y final de todas las criaturas.
• Bondad moral:
o Dios es la santidad por esencia, porque su voluntad se identifica con la
norma moral.
o Significa carencia de pecado, pureza de conducta moral e imposibilidad
intrínseca de pecar.
• Benignidad de Dios:

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o Dios ofrece innumerables beneficios de orden natural y sobrenatural


que obsequia a sus criaturas por benevolencia.

7) INMUTABILIDAD:
• “Todo lo que cambia deja de ser lo que era y comienza a ser lo que no era. El ser
verdadero, el ser puro, el ser genuino solamente lo posee quien no cambia” (san
Agustín, Sermón 7,7).
• “Todo cambio incluye potencialidad, composición e imperfección, y, es, por
tanto, incompatible con Dios en cuanto es acto puro, la esencia absolutamente
simple y absolutamente perfecta” (S. Th. I, 9, 1).

8) ETERNIDAD:
• Significa duración sin principio ni fin, así Dios posee el ser divino sin principio ni
fin, sin sucesión alguna, en un ahora permanente e indiviso.
• “La eternidad de Dios es su misma substancia, que nada tiene de mudable. En
ella no hay nada pretérito como si ya no fuera; no hay futuro como si todavía no
fuera. En ella no hay sino “es”, es decir, presente” (San Agustín, Enarr. in Ps. 101,
2, 10).
• La eternidad de Dios se demuestra por su absoluta inmutabilidad.
• La razón última de la eternidad de Dios es su plenitud absoluta de ser, que
excluye toda potencialidad y sucesión.

9) INMENSIDAD Y OMNIPRESENCIA:
• Inmensidad:
o Dios está por encima de toda medida espacial, el universo no puede
contenerle.
o Todo lo abarca, pero Él es inabarcable.
o La inmensidad de Dios se demuestra por la infinita riqueza de su ser,
que no admite limitaciones y excluye toda potencialidad y toda
sucesión.
• Omnipresencia:
o Dios se encuentra presente en todo el espacio creado.
o Dios en cuanto es causa de la existencia, se halla íntimamente presente
en todas las cosas mientras éstas existen (Cfr. S. Th. I 8, 3).
o Podemos hablar de una presencia sobrenatural o inhabitación divina,
cuando Dios despliega una particular y sobrenatural actividad de su
gracia. Por ejemplo, en el alma de los justos.
o Es exclusiva la inhabitación de Dios en la humanidad de Cristo por razón
de la unión de las naturalezas en la persona del Verbo (unión
hipostática).

LECTURA
LA UNICIDAD Y TRASCENDENCIA DE DIOS7

3. No todos creen en el Dios único

Es oportuno anotar que no todos los hombres ni todas las religiones aceptan la existencia de un
Dios único [6]. Más bien habría que decir que sólo tres religiones hacen tal afirmación: la

7
Lobo Méndez, Gonzalo (2002): Dios Uno y Trino. Manual de iniciación, Rialp, España, pp. 27-31.

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cristiana, la judía y la musulmana. Las religiones cristiana y judía afirman la existencia de


un Dios único personal basados en la revelación del propio Dios. Los musulmanes, como
afirma el Concilio Vaticano II, «adoran con nosotros a un Dios único, misericordioso, que
juzgará a los hombres en el día postrero» [7]. Estas tres religiones son llamadas
«monoteístas» [8].

«Monoteísmo» significa la creencia en un Dios único, al que se adora como el ser absoluto que
es el origen y el fin de todo lo que existe. En el libro de Isaías se expresa con estas bellas
palabras la existencia de un solo Dios: «Yo soy el primero y Yo soy el último, fuera de
mí no hay Dios... Así habla el Señor, tu Redentor, el que te formó desde el seno materno:
Yo soy el Señor, Hacedor de todas las cosas. Yo solo desplegué los cielos, afiancé la tierra:
¿quién había conmigo?» (Is, 44, 6. 24). Estas palabras de la Escritura van dirigidas, a la vez, a la
inteligencia soberana del hombre, capaz de alcanzar la verdad de las cosas, y a la experiencia
más sencilla y universal: el hombre comprende que sólo puede haber un principio y fin de
todas las cosas.
«Monolatría» quiere decir que se adora a un solo dios, porque es el dios del pueblo o
de la tierra en la que se vive; esta creencia no excluye la existencia de otros dioses en
los demás pueblos.
«Politeísmo» significa la creencia en varios dioses, seres más o menos poderosos y que
constituyen un mundo superior al hombre; generalmente están vinculados por lazos
familiares, pues aparecen como engendrados por otros anteriores, y, éstos, por otro al
que se considera superior. Esta creencia se encuentra en las mitologías antiguas, por ejemplo,
de Egipto, Grecia y Roma.

4. Consecuencias de la fe en el Dios único


Creer en Dios, el Único, y amarlo con todo el corazón y con todas nuestras fuerzas, como
reveló el Señor a Moisés en el Sinaí, tiene consecuencias muy importantes para todos los
aspectos de la vida de los creyentes [9].En primer lugar, el verdadero creyente reconoce la
grandeza y la majestad de Dios, como la reconoció Job en medio de sus aflicciones: «Dios
es grande, no podemos abarcarlo, son incontables sus años» (Job 36, 26). La inteligencia
humana no es capaz de conocer con profundidad la sabiduría de las obras de Dios, ni el
sentido que tienen tantos acontecimientos (por ejemplo, cataclismos, calamidades),
desconcertantes para el hombre, pero mediante los cuales Dios «gobierna a los pueblos»
(Job 36, 31). Fray Luis de León comenta: «Vemos cómo Dios suspende unas veces la lluvia
y otras copiosamente las envía, y no sabemos la razón que le mueve ni a lo uno ni a lo
otro; y cómo cubre a tiempos con nubes el cielo y a tiempos lo descubre puro y sereno, y
no sabemos la causa de la serenidad ni del nublado; y cómo truena unas veces y lanza
rayos, no sabemos por qué; así los días y la vida del hombre los gobierna Dios con
diferentes sucesos, unos prósperos, otros adversos, unos claros, otros turbios y tristes, y
algunos mortales y de postrera calamidad. Y no hay que pedirle cuenta ni alcanzar lo que
hace, como en lo demás no se alcanza» [10].
En segundo lugar, de la fe en el Dios único brota con facilidad la acción de gracias, pues
todo lo que somos y todo lo que tenemos viene de Él.
Canta el Salmo «¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha dado?». La respuesta del
creyente es gozosa: «Alzaré la copa de la salvación e invocaré el Nombre del Señor.
Cumpliré al Señor mis promesas en presencia de todo su pueblo» (Sal 116, 12-14). San
Pablo lo expresa de una manera escueta y magnífica: «¿Qué tienes que no hayas recibido?»
(1 Cor 4, 7).
En tercer lugar, la fe en Dios tiene una consecuencia antropológica y social de primera magnitud,
como lo comprobamos a diario. El creyente sabe que todos los hombres han sido creados «a

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imagen y semejanza de Dios» (Gén 1, 26) y, en consecuencia, reconoce la unidad y la


verdadera dignidad de todos los hombres y sabe que debe tratar a todos con respeto y amor.
En cambio, los no creyentes, o los malos creyentes, con frecuencia cometen injusticias,
maltratan a los necesitados y a quienes se encuentran en situación de inferioridad, o no
respetan la vida desde la concepción hasta la muerte natural. Dice San Josemaría: «Todos los
hombres son amados de Dios, de todos ellos espera amor.
De todos, cualesquiera que sean sus condiciones personales, su posición social, su profesión
u oficio». Y a continuación nos abre horizontes grandiosos: «Dios nos llama a través de
las incidencias de la vida de cada día, en el sufrimiento y en la alegría de las personas
con las que convivimos, en los afanes humanos de nuestros compañeros, en las
menudencias de la vida de familia. Dios nos llama también a través de los grandes
problemas, conflictos y tareas que definen cada época histórica, atrayendo esfuerzos e
ilusiones de gran parte de la humanidad» [11].
En cuarto lugar, la fe en Dios lleva al creyente a usar bien de las cosas creadas, a usarlas
con justeza y mesura, a disfrutar de los bienes materiales con austeridad y a sentir el
gozo de ser solidario con las necesidades ajenas. Podemos decir que el Creador es el
primer ecologista y quien nos enseña a usar bien de las cosas creadas. El Génesis, en el
relato de la creación, por siete veces repite: «y vio Dios que era bueno» (Gén 1, 10 ss.).
Esta expresión significa que todo lo que Dios ha creado es bueno en sí mismo, porque de alguna
manera lleva en sí la huella de su Creador y participa en su bondad, ya que ha salido de
la bondad divina. «El mundo es bueno», afirma San Josemaría. Y seguidamente explica la
razón del mal: «fue el pecado de Adán el que rompió la divina armonía de lo creado,
pero Dios Padre ha enviado a su Hijo unigénito para que restableciera esa paz. Para que
nosotros, hechos hijos de adopción, pudiéramos liberar a la creación del desorden, reconciliar
todas las cosas con Dios» [12].
Por último, la fe en el Dios único lleva a confiar en Él en todas las circunstancias, aunque
nos sean adversas, pues todas las expresiones de la vida humana son ocasiones para
unirnos con Dios. La fe en Dios descubre en todos los acontecimientos una dimensión
divina; incluso el que pierde la vida por una acción injusta de otro, sabe que esa injusticia
no le aparta de Dios, sino, por el contrario, colabora de una manera estrecha en la acción
redentora de la muerte salvadora de Jesucristo. Santa Teresa expresa bellamente su plena
confianza en Dios: «Nada te turbe, nada te espante, todo se pasa, Dios no se muda, la
paciencia todo lo alcanza; quien a Dios tiene nada le falta: sólo Dios basta» [13].

5. «El que es» y los otros nombres divinos


En la Sagrada Escritura vemos que Dios se manifestó como un ser personal distinto del
mundo y del hombre. Dios expresó al pueblo de Israel lo que Él es mediante la revelación
de varios nombres. Particularmente reveló un Nombre propio, «Yahvéh», que designa la
persona, y es su nombre incomunicable y santísimo. Otros nombres indican la naturaleza
de Dios. Después de la destrucción del Templo de Jerusalén (año 70 d. C.), el nombre de
«Yahvéh» fue sustituido en la Biblia por el de «Adonai» (mi Señor) y por otros como «Elohim»
(Dios), aunque se conservaron las cuatro consonantes del tetragrama, «YHWH», al que
añadieron las vocales de los otros nombres.
«A su pueblo Israel –dice el Catecismo– Dios se reveló dándole a conocer su Nombre. El
nombre expresa la esencia, la identidad de la persona y el sentido de su vida. Dios tiene un
nombre. No es una fuerza anónima. Comunicar su nombre es darse a conocer a los otros. Es,
en cierta manera, comunicarse a sí mismo haciéndose accesible, capaz de ser más
íntimamente conocido y de ser invocado personalmente» [14].
Entre los nombres divinos destaca el de «Yahvéh», revelado a Moisés en el monte Sinaí:
«Dios se reveló progresivamente y bajo diversos nombres a su pueblo, pero la revelación

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del Nombre Divino, hecha a Moisés en la teofanía de la zarza ardiente, en el umbral del
Éxodo y de la Alianza del Sinaí, demostró ser la revelación fundamental tanto para la Antigua
como para la Nueva Alianza» [15].
La Sagrada Escritura narra que Dios se reveló a Moisés en la teofanía de la zarza ardiente
que no se consumía. Comienza afirmando: «Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abraham,
el Dios de Isaac y el Dios de Jacob» (Ex 3, 6). El Dios que ahora se revela al pueblo de
Israel es el mismo que se había manifestado a los patriarcas y que está siempre presente
para salvarlo. El relato continúa: «Moisés dijo a Dios: “Cuando me acerque a los hijos de
Israel y les diga: ‘El Dios de vuestros padres me envía a vosotros’, y me pregunten cuál
es su nombre, ¿qué he de decirles?”. Y le dijo Dios a Moisés: “Yo soy el que es”. Y añadió: “Así
dirás a los hijos de Israel: ‘Yo soy’ me ha enviado a vosotros... Éste es mi nombre para siempre;
así seré invocado de generación en generación”» (Ex 3, 13-15).
El Catecismo comenta con mucha claridad esta revelación del Nombre de Dios: «Al revelar
su Nombre misterioso de YHWH, “Yo soy el que es” o “Yo soy el que soy” o también “Yo
soy el que Yo soy”, Dios dice quién es y con qué nombre se le debe llamar. Este Nombre
Divino es misterioso como Dios es Misterio. Es a la vez un Nombre revelado y como el
rechazo de un nombre propio, y por esto mismo expresa mejor a Dios como lo que Él
es, infinitamente por encima de todo lo que podemos comprender o decir: es “el Dios
escondido” (Is 45, 15), su Nombre es inefable, y es el Dios que se acerca a los
hombres»[16].
El nombre hebreo YHWH –en castellano ordinariamente Yahvéh–; suele traducirse por «Yo
soy el que es». Este nombre no es una evasiva de Dios, aunque pueda parecerlo a
primera vista, pues expresa la existencia soberana de Dios, es decir, que Él existe por sí
mismo, a diferencia de los seres creados, que tenemos la existencia recibida de Dios.
Significa también que Dios está cercano a los hombres: se da a conocer como el Dios
que habló a los patriarcas y que se manifiesta a Moisés para liberar al pueblo de Israel
de la esclavitud; significa, por tanto, su amor eficaz para salvar a Israel.
Además de este Nombre propio y principal, Dios revela otros nombres que señalan algunos
atributos divinos. En el Antiguo Testamento encontramos, en primer lugar, el nombre
común a las lenguas semitas, «El», que significa la divinidad en general. Con frecuencia va
unido a otros términos, «El Elyon», que significa Dios Altísimo (Gén 14, 19-22); «El Sadday»,
Dios omnipotente (Gén 17, 1); «El Olam», Dios Eterno (Gén 21, 33); «El Betel», Dios de Betel
(Gén 35, 7); «Emmanuel», Dios con nosotros (Is 7, 14). Muchas más veces encontramos
la fórmula plural «Elohim», para designar la grandeza de Dios. En el libro de Judit aparece
el nombre «Adonai», que significa Señor (16, 16) [17].
_________________________________________
[6] San Agustín de Hipona, Confesiones, 1, 1.
[7] Cfr. Rovira Belloso, o.c., pp. 23 y ss. acerca del pensamiento occidental
sobre Dios.
[8] CCE, 36.
[9] Cfr. CCE, 27-35.
[10] CCE, 38; cfr. C. Vat I, Const. dogmática Dei Filius, 2, DH, 3004-3007.
[11] DV, 2.
[12] Cfr. CCE, 52.
[13] DV, 5. Quien desee conocer mejor qué es la fe cristiana, vea las
enseñanzas de Juan Pablo II en las audiencias generales del 13 de marzo al 26 de
junio de 1985, recogidas en Creo en Dios Padre. Catequesis sobre el Credo (I),
o.c., pp. 37-91.
[14] CCE, 53.
[15] Cfr. Mateo-Seco, o.c., pp. 42 y ss; Rovira Belloso, o.c., pp. 195 y ss.
[16] CCE, 62; cfr. los números 54-64.
[17] CCE, 29.

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TAREA:
➢ Elabore un mapa conceptual que explique el significado de la lectura «La unicidad
y trascendencia de Dios» (1 cara, con una breve explicación del mapa.).
➢ En sus grupos de trabajo ya establecidos (no más de cinco integrantes), explique
mediante un ensayo en qué se diferencia el Dios revelado de la concepción de
divinidad (es) en las doctrinas del deísmo, New Age, politeísmo, dualismo y
antropoteísmo (mínimo 2 caras, arial 12, espacio y medio, márgenes justificados).
➢ Redacte una opinión EXPLICANDO y REFUTANDO la siguiente afirmación: «Dios
no podría ser el Creador de la materia porque ésta ya hubiera existido desde siempre y coeternamente
con Él […] Dios no podría ser el Espíritu Puro pues tendría algo de materia dentro de sí. Pero Dios ha de
ser necesariamente Creador y Espíritu Puro. Luego, Dios no existe » (mínimo 2 caras, arial 12,
espacio y medio, márgenes justificados).
➢ Recuerde que cumpliendo los requisitos mínimos la nota será de hasta 12 puntos.

PRÓXIMA CLASE:
EVALUACIÓN DE LECTURA

❖ Ratzinger, Joseph (2005): Introducción al cristianismo, Sígueme,


Salamanca (España), pp. 99-115 (La fe bíblica en Dios).
.

Prof. Fernando Zegarra Aguilar.

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