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CÁTEDRA DE TEOLOGÍA (MODALIDAD PRESENCIAL)

04.2 Dios es un ser trascendente

Autor:
Alejandro Ramos

Módulo de estudio
Adaptación de la edición impresa: Ramos, Alejandro (2007).
Versión Mayo 2020 Antropología Teológica. Buenos Aires: Agape

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Unidad 4.2:
Dios es un ser
trascendente
Módulo de estudio
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Índice

Índice ..............................................................................................................................................................2
1. Dios es un ser trascendente ................................................................................................................3
2. Bibliografía: ..........................................................................................................................................7

Unidad 4.2: Dios es un ser trascendente 2


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1. Dios es un ser trascendente


El modo de relacionarnos con Dios depende obviamente de la idea que tengamos de Él. No es lo
mismo creer en la existencia de muchos dioses como seres superiores pero vinculados al mundo
(hinduismo), que creer en un Ser único y trascendente que está por encima de todos los otros seres
(islam- judaísmo), o tener fe en un Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo (cristianismo). La religión
puede tener algunos elementos comunes como rituales, oraciones, preceptos, lugares sagrados, etc.,
pero el contenido de esas expresiones de fe es muy diferente. Por esa razón, no se puede decir que
todas las religiones que hablan de Dios lo hacen en el mismo sentido. A continuación, vamos a
referirnos a la naturaleza del Dios que reveló Cristo.

La naturaleza es por definición: lo que constituye un ser desde su origen y el principio de sus
operaciones.

Todos los seres actuamos de una manera determinada en busca de nuestra realización de acuerdo
con lo que somos. Así, por ejemplo, el hombre es un animal racional, por lo tanto, no debería seguir
sus instintos y deseos, sino que debería controlarlos con la razón. La naturaleza es la esencia, lo que
hace que un ser sea tal y no otro, pero también un principio de operación que está en él desde que es
ese ser.

Cuando hablamos de la naturaleza en Dios, tenemos que decir de entrada que se trata de un ser
completamente diferente a lo que conocemos. Estamos habituados a pensar que una persona es un
ser distinto a los demás, que no puede haber personas en un mismo ser; o bien, conocemos seres
limitados, que comienzan a existir y que tienen un término, por eso, nos resulta imposible imaginar o
concebir la eternidad o la infinitud; o nos resulta arduo pensar un ser que no tenga partes. No podemos
pensar el ser en Dios como lo pensamos en los seres creados, pero sí podemos servirnos de la analogía
para comprender, hasta donde podemos, cómo es la naturaleza de este Ser que está por encima de
todo lo que conocemos.

Dios es muy inteligente y nos conoce muy bien, por lo tanto, cuando se revela sigue un proceso
lento, por etapas, teniendo en cuenta la capacidad humana de comprender su ser. Primero, se revela
como un Dios diferente a los demás dioses; le muestra a su pueblo, Israel, que existe y que puede
intervenir en el mundo, pero desde los inicios de esa revelación, se distingue de los “otros dioses”.
Muestra un amor especial por su pueblo, al que libera, cuida y promete una tierra propia, pero también
le exige que cumpla con una Alianza por la cual los israelitas tenían que reconocer que hay un solo Dios
que adorar.

Las descripciones antropomórficas de Dios en la Biblia son perfectamente comprensibles, el


conocimiento de lo desconocido se hace por comparación con lo que uno ya conoce, y aquel pueblo se
encuentra con un ser diferente, pero a la vez, parecido. Se parece en algunas de sus actitudes, busca
entablar una amistad, quiere ser reconocido como Padre que cuida y ama, pero no quiere ser

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confundido con los otros dioses. Los relatos de la creación, que leemos en los primeros capítulos del
Génesis, dejan en claro, que no existía nada antes que Él creara todas las cosas que existen en el
universo. Sólo Él existía antes y quiso crear los seres que existen por pura Bondad. Dios no quiere que
construyan imágenes de Él, para que no lo confundan con los otros dioses, como ocurrió con el episodio
del becerro de oro: “Yo soy Yahvé tu Dios que te saqué de la tierra de Egipto de la casa de servidumbre.
No tendrás otros dioses delante de mí. No te harás estatua o imagen alguna de cuanto hay arriba en el
cielo, ni de cuanto hay abajo en la tierra, no la adorarás ni le darás culto, porque Yo, Yahvé tu Dios, soy
un Dios celoso” (Deuteronomio 5,6-9).

Para destacar esta diferencia entre Dios y el resto de los seres, la Biblia usa el concepto de santidad,
llamando a Dios “el Santo”, es decir, aquel que está rodeado de la gloria divina y que está por encima
de todos los seres creados, como dice el libro del Éxodo: “¿Quién como Tú Yahvé entre los dioses?
¿Quién como Tú glorioso en santidad, terrible en prodigios, autor de maravillas?” (15,11). Por ser santo,
trascendente, no vive en el tiempo, sino en la eternidad y, desde allí, gobierna la historia de los
hombres con sabiduría y justicia.

Para conocer mejor a Dios, vamos a explicar a continuación:

los atributos que son las propiedades de la naturaleza divina, es decir, aquellas perfecciones
constitutivas del ser de Dios, que conocemos por la revelación y que la teología para explicarlas recurre
a conceptos filosóficos.

Estos atributos son:

1. Aseidad: Dios es el único Ser que existe por sí mismo (“a se” en latín), todos los demás seres
existen por otro, han sido creados y, por lo tanto, su ser depende de una Causa. Dios no tiene
origen en otro ser, existe desde siempre, no tiene nada recibido de otro y, por eso, es
absolutamente independiente de los demás seres, esto es, no necesita de nadie para realizarse.
Por otra parte, Él es la razón de su propia existencia, no existe para otro ser, porque eso sería
una imperfección, subordinarse a un ser inferior. De allí que muchos se equivocan al pensar que
la razón de existir en Dios es estar al servicio nuestro (Grison 1980: 159). Cuando Moisés le
pregunta su nombre, Yahvé responde: “Soy el que soy” (Éxodo 3,14), destacando, con la
repetición, que es el único Ser que puede decir siempre que es y que, a su vez, es causa de los
otros seres. Nadie, sólo Él, puede definirse por el ser. En Dios se identifica la esencia con la
existencia, le es esencial existir; mientras que, en nosotros, como en el resto de las creaturas,
la existencia no es algo esencial, de hecho, existimos por un período breve de tiempo. La
aseidad es la primera perfección y la que más lo distingue del resto de los seres.

2. Simplicidad: Dios es un ser absolutamente simple, es decir, no tiene partes porque no tiene
materia, es un ser puramente espiritual, solo la materia se puede dividir en partes. Dios no
puede tener materia, porque la materia es siempre limitada y Dios es un ser infinito y perfecto
que no es movido por nadie, está siempre en Acto y vive por sí mismo, y esto no es posible para

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un ser material, como enseña Santo Tomás (Suma Teológica I, q. 3, a. 1, c). Por eso, Jesús en los
evangelios enseña que Dios es espíritu (Juan 4,24). Por ser así, Dios no puede entrar en
composición con un ser material, no puede ser parte de la creación; tampoco tiene accidentes,
como el color; es absolutamente simple, tanto que ni siquiera se distingue en Él la esencia y la
existencia. Por otra parte, Dios es único, ya que no puede crear otro Dios, esto sería crear un
ser perfecto y distinto de Él y así ya no sería perfecto. Como enseña la Biblia, hay un solo Dios
(Deuteronomio 6,4).

3. Perfección: Dios es un ser perfecto, porque es un ser que está siempre en Acto, existe desde
siempre y tiene todo lo que necesita para realizarse. No le falta nada, porque no tiene potencia,
posibilidad de ser. Él es ya, desde siempre, todo lo que puede llegar a ser, por ser la Causa
Universal, el que le da el ser y su realización a todos los seres. De hecho, las perfecciones que
encontramos en la creación son un reflejo imperfecto de lo que Él tiene, por ejemplo, la belleza
(Suma Teológica, I, q.4, a.1). El mismo Jesús enseña que su Padre es perfecto (Mateo 5, 48).

4. Bondad: Dios es la Bondad Absoluta, porque es el Bien último que todos los seres desean para
realizarse. Además, el bien que existe en el mundo es una participación de su bondad; Dios, en
cambio, es bueno por sí mismo, por su esencia. De ahí que el mal no pueda tener origen en
Dios. Dios no quiere nunca el mal, solo lo permite porque puede cambiar el mal en bien por su
omnipotencia. La Biblia enseña que cada una de las cosas creadas por Dios y el mundo entero
es bueno (Génesis 1) y que solo Dios es bueno en sentido absoluto (Lucas 18, 19).

5. Infinitud: Dios es infinito, porque no tiene principio ni fin. Nunca comenzó a existir, ni dejará
de ser tampoco, porque no ha recibido el ser de nadie. Dios es un ser puramente espiritual, por
lo tanto, no tiene la limitación propia de la materia; pero tampoco tiene un principio, no le debe
el ser a nadie, ni un término (Suma Teológica, I, q. 7, a. 1). La infinitud nos demuestra la distancia
que nos separa de Dios. Nosotros no podemos pensar lo infinito, por eso, tenemos siempre
dificultad para imaginarnos su forma sin una figura física. La Biblia también afirma que el ser de
Dios y sus pensamientos están por encima de lo que nosotros podemos concebir (Isaías 55, 6).

6. Inmensidad: Dios no tiene medida, está presente en todas las cosas y en todo lugar por ser la
Causa de su ser de manera permanente. Su presencia es como Causa de su ser y de su obrar,
porque le da la capacidad de actuar, pero no como parte de ese ser. Así, Dios está presente en
todos los hombres, pero en aquellos que creen, hay, además, una presencia espiritual por la
vida sobrenatural. La Sagrada Escritura habla de esta omnipresencia divina cuando el salmista
dice que a donde vaya, Dios allí está (Salmo 139, 7-8).

7. Inmutabilidad: En Dios no hay ningún tipo de cambio, es siempre el mismo, porque no hay
potencia que pueda pasar al acto, tampoco materia que sufra modificaciones, ni perfección que
tenga que conseguir porque es Acto Puro. Él es la Causa del movimiento de los seres por ser el

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Primer Motor y el que les da esa potencia, pero Él mismo no tiene el movimiento que implica
siempre una imperfección (Elders 1995: 225-229). De allí que en la Biblia se diga que Dios es
siempre el mismo (Salmo 102, 27).

8. Eternidad: Dios tiene una vida sin fin de una manera entera, perfecta y simultánea. Dios vive
en un eterno presente y ve lo que sucede en la historia, el pasado, el presente y el futuro, en
un mismo instante. En Dios no transcurre el tiempo, porque no hay movimiento, pues el
movimiento es el paso de la potencia al acto y en Dios no hay potencia. Cabe aclarar que el
hecho de que Dios vea el futuro de nuestra vida no significa que lo determine, Él respeta nuestra
libertad y no interviene. La eternidad es algo que nos cuesta comprender, porque pensamos
siempre con categorías espacio-temporales. La Biblia también habla de la eternidad como algo
que distingue a Dios de las creaturas (Salmo 90).

Todas estas perfecciones nos demuestran lo que todos experimentamos, la dificultad que tenemos
para comprender a Dios. Si tratamos de pensarlo con nuestros criterios, no podemos entender que Él
sea el fin de todo; para algunos, sería mejor un Dios que existiera para ayudarnos a vivir bien, pero ese
no sería Dios. Si caemos en el error de compararlo con nosotros, nos parece un Dios egoísta, un Dios
que quiere ser amado por encima de todo; pero si tenemos en cuenta la perfección de su ser, podemos
aceptar que Él no puede estar subordinado a ningún otro ser inferior.

Para completar esta descripción del ser divino, tenemos que tener en cuenta que tanto el
conocimiento como la voluntad en Dios actúan de manera diferente a como lo hacen en nosotros.

El conocimiento divino es distinto al nuestro por dos razones:

1. porque nuestro conocimiento presupone la existencia de un ser real, en cambio, el


conocimiento divino es creador del ser, de hecho, las seres que existen fueron antes
pensados por Dios y luego creados;
2. mientras que en el hombre el pensamiento supone un razonamiento lógico, Dios, en cambio,
conoce un ser por un solo acto instantáneo.

Dios conoce así desde siempre, su conocimiento está siempre en acto y es perfecto, con una sola
idea conoce todo de un ser, mientras que nosotros conocemos por partes. Por eso, Dios es la Verdad
Absoluta y no puede mentir, porque su entendimiento se identifica totalmente con su ser siempre en
acto (Suma Teológica I, q. 16, a. 5). Por eso, el Hijo de Dios se define a sí mismo como el Camino, la
Verdad y la Vida (Juan 14, 6).

La voluntad divina también es diferente a la nuestra. Su voluntad está siempre en acto, aunque no
busca algo que necesite. Dios no necesita nada ni a nadie, tiene todo lo que puede tener. Por ser un
ser personal, tiene capacidad de amar y se ama a sí mismo, en primer lugar, porque se conoce y no
puede estar orientado a un ser inferior; pero, además, ama a las criaturas por libre elección. Las crea

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por amor, sin necesidad de ellas, y les da la posibilidad de realizarse, por eso, desea para nosotros el
bien más perfecto: compartir la vida eterna con Él. La voluntad en Dios, como el intelecto, es perfecta,
está siempre en acto y puede hacer lo que quiera porque no tiene límites, es omnipotente (Lucas 1,
37); sin embargo, siempre elige el bien. Así por ejemplo, elige para nosotros, en primer lugar, el bien
espiritual, que nos lleva a la verdadera felicidad.

Seguramente nos gustaría que Dios fuera como nosotros lo deseamos, que sus decisiones coincidan
con nuestros deseos, y nos resulta difícil, a veces imposible, comprender su comportamiento. Nos
preguntamos por qué no nos evita lo que nos hace sufrir, por qué no impide que cometamos errores
o por qué no interviene en la historia impidiendo el avance del mal. Siempre que pensamos un Dios
según nuestros criterios, nos encontramos con la imposibilidad de entender a Alguien cuyo Ser y obrar
superan las limitadas posibilidades de la razón humana. Los atributos nos muestran algo del ser divino,
pero en realidad, es más lo que no podemos entender que lo que comprendemos. Sin embargo, sigue
siendo útil entender algo al menos y comprender que es distinto a nosotros, Bueno, pero de una
manera que nos supera.

2. Bibliografía:
ELDERS, L. (1995). La metafísica dell’essere in San Tommaso. Roma: LEV.

GRISON, M. (1980). Teologia natural. Barcelona: Herder.

RAMOS, A. (2002). Antropologia Teológica. Mar del Plata: Univ. FASTA.

SANTO TOMÁS DE AQUINO (1998). Suma Teológica. Madrid: BAC.

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