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El liderazgo es la función que ocupa una persona que 

se distingue del resto y es capaz de


tomar decisiones acertadas para el grupo, equipo u organización que preceda, inspirando al
resto de los que participan de ese grupo a alcanzar una meta común. Por esta razón, se dice
que el liderazgo implica a más de una persona, quien dirige (el líder) y aquellos que lo apoyen
(los subordinados) y permitan que desarrolle su posición de forma eficiente.
La palabra liderazgo define a una influencia que se ejerce sobre las personas y que permite
incentivarlas para que trabajen en forma entusiasta por un objetivo común. Quien ejerce el
liderazgo se conoce como líder.

Naturaleza del liderazgo


¿Cuál es la naturaleza del “líder”, qué es “el liderazgo” y qué es “la conducción“? Un
líder es un individuo o equipo de conducción se refiere a una relación específica de
todas las personas que moviliza un proceso grupal, mientras que la personas en ese
grupo y de sus relaciones con otros grupos.

“La esencia de la conducción no es el líder, sino la relación entre


la gente implicada en un proceso o sistema organizacional” esto
es: tanto los líderes, como sus seguidores”

En estos términos, cuando hablamos de “liderazgo”: no estamos refiriéndonos a


personas dotadas de habilidades para el desempeño de un rol para dirigir, sino de las
personas que se conducen, todas ellas en su conjunto, hacia una meta compartida.
Entonces, el conocimiento y las capacidades para ejecutar “habilidades directivas” son
una pequeña parte “del problema”. El foco es considerar los aspectos claves de esa
relación de conducción y, al mismo tiempo, comprender y ejercitar las claves para
liderarlo.

Las relaciones de conducción se basan en influencias


multidireccionales. Lo que significa que todos los integrantes de
una organización o comunidad modelan en conjunto, unos con
otros, sus comportamientos, su aprendizaje y su desempeño. O
sea que, influyen entre sí, de manera tal que no necesariamente
se influye desde arriba hacia abajo de cualquier estructura
organizacional.

La relación es interpersonal. No son “sistemas” o “procesos” los


que se vinculan, sino: es la gente, y no sus sistemas, los que
están interconectados (utilizando esos sistemas). Los líderes con
sus seguidores son actores vinculados (implicados) en las
relaciones de conducción. Si la conducción se define como
“relación”, entonces los líderes y sus seguidores están
construyendo, mancomunadamente: a la dirección. Esto no
significa que todos los roles de una organización poseen igual
jerarquía, pero se expresa que todos los jugadores ejercen
influencias recíprocas. En general, hay más de un seguidor y más
de un líder en la dinámica de las relaciones organizacionales de
conducción.

Tanto los líderes como los seguidores necesitan recursos,


conocimientos y habilidades, pero en las relaciones de conducción
eficientes son más importantes los procesos intelectuales y
emocionales de las estrategias para lograr cambios substanciales;
es este sentido, el “camino del cambio” requiere, antes que nada,
que las relaciones de conducción creen y sostengan condiciones
ambientales que favorezcan el desencadenamiento y la evolución
de esos procesos (confianza recíproca, percepción del beneficio,
niveles de riesgo, control de la incertidumbre, contención ante el
fracaso, etc.).

La clave del “camino del cambio”, es que los cambios deseados no


deben reflejar solamente los deseos del líder sino también los
deseos de los seguidores. En las relaciones de conducción
organizacional, los cambios deseados por líderes y seguidores
reflejan sus propósitos mutuos. De no ser de esta manera, se
instalan síndromes —a veces explicados como «lucha de
poderes» que desencadenan la degradación de la estructura y la
funcionalidad de la organización y que culminan en su propia
autodestrucción por la incapacidad de reaccionar ante los cambios
que realizan las organizaciones de su entorno.
Principios motivacionales básicos del líder y su grupo
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Se han escrito muchos libros sobre liderazgo, técnicas de


motivación y dirección de grupos pero… ¿qué es lo que
convierte a una persona en líder? ¿Cómo podemos
desarrollar nuestro potencial para liderar grupos de forma
efectiva?

Antes de saber cómo podemos ser mejores líderes, hemos de cuestionarnos si, de hecho, lo
somos. ¿Damos ejemplo con nuestro trabajo? ¿Sabemos delegar y confiar en el equipo de
profesionales con los que trabajamos? Éstas y otras habilidades son indispensables para ser,
no sólo respetados, sino valorados.
A grandes rasgos, entendemos por liderazgo, como el proceso de influir en otros y
apoyarlos para que trabajen con entusiasmo en el logro de objetivos comunes. Un líder es,
por lo tanto, la persona que ha desarrollado la capacidad de tomar la iniciativa, gestionar,
convocar, promover, incentivar, motivar y evaluar a un grupo o equipo. Pocas personas
son líderes naturales, es decir, no tienen que esforzarse para serlo. La inmensa
mayoría debe de desarrollar sus destrezas y habilidades de liderazgo, potenciando además su
carisma personal. Algunas destrezas que pueden mejorar nuestro papel como líderes, son las
siguientes:

“Toma muy en cuenta estos elementos siguientes y aplícalos


que es de aquí que todo este proceso va tomando forma”

Dar ejemplo
Predicar con el ejemplo ha sido siempre una de las maneras más efectivas de liderar
un grupo o una organización. No seremos buenos líderes si nuestros empleados o
nuestro grupo o circulo, perciben que no nos esforzamos, que trabajamos menos que
ellos o que aprovechamos cualquier ocasión para asignar tareas ingratas que muy bien
podríamos resolver nosotros.

Pongámonos en los zapatos del grupo o del empleado: no sería


agradable para nosotros que nuestro líder sea una persona que
haga lo contrario a lo que predica por decirlo así, no nos motivaría
a caminar en la misma dirección, o dirigirnos al objetivo general
que se tiene como visión. Entonces hay que ser coherente en
nuestros actos ya que si no lo somos enviamos un efecto
secundario negativo a nuestro grupo o empleados.

Entusiasmo
El líder ha de creer en el proyecto común, y debe transmitir su pasión y entusiasmo al
resto del grupo. Un líder desganado o desmotivado no es la mejor imagen que puede
transmitir una empresa. El carisma y la acción son dos cualidades esenciales de todo
emprendedor que aspire a ser un buen líder. 

Organización
Comentan muy acertadamente en el blog, “Apuntes de gestión”, que un líder
desorganizado es como un perro persiguiendo su cola. Quiere decir que nosotros
transmitiremos nuestra forma de trabajar al grupo. Si somos desorganizados, nuestro
grupo será caótico; si hacemos lo posible por mantener el orden, el grupo se esforzará
al máximo para que no haya imprevistos.

Delegar, delegar, delegar


Es el ABC de todo manual de liderazgo que se precie. Es verdad que a veces
saber delegar no es tan sencillo como parece, y requiere tiempo para encontrar esa
persona en la que podemos confiar pero si creemos que podemos hacerlo todo solos,
estamos muy equivocados. Y no solo estaremos equivocados, sino que en ocasiones,
estaremos jugando con nuestra salud, física o mental.

Responsabilidad
Si estamos liderando un grupo, significa que nos hacemos responsables de sus
resultados, sean estos los que sean. No podemos pretender apuntarnos los éxitos y
obviar los fracasos. La responsabilidad parte de una toma de conciencia colectiva
sobre el trabajo que estamos desarrollando.

Proceso del liderazgo


Origen y desarrollo del líder que surge

“Al momento que leas este documento hazlo como si se lo


estuvieses leyendo a alguien más, hazlo como se dice:
despacio y con buena letra, ósea analízalo y visiona que te
harán preguntas al terminar de leer, veras los resultados de tu
retención mental”

Desde EU Read, que es un consorcio que agrupa las diversas organizaciones europeas que
trabajan fomentando la lectura, se ha lanzado hace no mucho una campaña llamada “Reading
aloud, reading together” (leyendo en voz alta, leyendo juntos), que viene a fomentar la lectura
en voz alta y en compañía, es decir, la típica lectura de cuando éramos pequeños y
aprendíamos en clase, leyendo juntos.
Muchos adultos que aman la lectura disfrutan compartiendo lecturas con otros adultos en lo
que se suele llamar un “Club de lectura”. Así comparten lo leído y lo comentan, siendo
tremendamente enriquecedor para todos, pues cada persona aporta su grano de arena y su
visión sobre lo leído.

Atentos pues: Ser líder es ser dueño de nuestra vida. Esto, que parece sencillo,
conlleva un largo trabajo de desarrollo basado en la autoconciencia, como primer paso
para identificar las áreas de mejora que limitan nuestro crecimiento personal. Liderar a
otros supone asumir una enorme responsabilidad. Antes, tenemos que conocernos a
nosotros mismos y nuestras limitaciones, con el propósito de dirigir nuestra energía
para estar preparados ante cualquier desafío o cambio. Ser dueño de nuestra vida
implica confianza en uno mismo, extender nuestra zona de aprendizaje fuera de
nuestro ámbito de comodidad, ser proactivo en las decisiones y asumir riesgos.
También implica ser interdependiente, apoyarse en los demás para alcanzar el éxito
individual. Si los demás triunfan, el líder también lo hace, porque los logros de otros
ayudan a alcanzar los propios. Si no te esfuerzas, olvídate de tu visión, ya que no
es posible sin esfuerzo.
Hay personas que son carismáticas por naturaleza. Desde una edad temprana tienen
un talento especial, una fortaleza interior que inspira a otros a seguir sus pasos. Los
líderes que nacen tienen claro qué quieren para sí mismos, a qué se quieren dedicar y
dónde dirigir sus esfuerzos para conseguir aquello que se proponen. Involucran a los
demás en sus proyectos, haciéndoles partícipes. Este hecho no es muy común, y es
cierto que el carisma no es determinante para ser un gran líder. Es el propio liderazgo
el que da carisma.

Todos tenemos una carga genética que completamos a lo largo de


nuestro desarrollo. Pero ¿cómo lo hacemos? Con los
conocimientos adquiridos, la interpretación de las experiencias,
éxitos y fracasos vividos. Durante este proceso, algunos
encuentran algo que les apasiona, les motiva y les llena de
inspiración. El proceso requiere tolerancia a la frustración y a la
dificultad, manejar nuevas formas de pensamiento, adaptación a
los cambios, instinto de superación y autoestima. La pasión y la
motivación dan confianza y seguridad. Nunca podremos cambiar
nada en lo que no creamos y menos inspirar y motivar a otros.

¿Qué nos aleja? Hay actitudes que nos distancian de los objetivos. Esto ocurre cuando
las personas se acomodan, el aprendizaje no es un estímulo para su crecimiento, sus
creencias y su poca tolerancia al cambio impiden que se cuestionen si lo que hacen es
lo más efectivo. Ser proactivo no está entre sus planes y encuentran un millón de
excusas para no serlo. ¿Por qué? No querer traspasar sus miedos implica perder la
oportunidad de enfrentarse a sus limitaciones. Instalados en la comodidad, les impide
crecer, buscar nuevas fuentes de aprendizaje, nuevos horizontes y nuevas formas de
pensamiento. Son personas que están lideradas por su entorno.
Nunca es tarde para elegir una nueva forma de dirigir su vida, elegir una actitud
proactiva que le motive a alcanzar objetivos. El primer paso es ser consciente de la
necesidad de cambio; después, querer hacerlo, y, por último, volcar todos los
esfuerzos para que se produzca. El camino para alcanzar el éxito no es un viaje
sencillo, incluso para los que consideramos líderes. Elegir cambiar algún aspecto de
nuestra vida implica renunciar a otros. La frustración, el fracaso, la incertidumbre y el
riesgo son elementos que activan nuestro miedo, a unos los paraliza, pero a otros hace
poner en alerta todos sus sentidos. El miedo se convierte así para algunos en una
excelente herramienta que activa la pro actividad y permite buscar recursos donde
otros no hubieran imaginado que pudiesen existir.
Tenemos la capacidad de elegir cómo queremos vivir nuestras vidas más allá de las
circunstancias. Algunos líderes la tienen innata para ser tolerantes ante la frustración,
las dificultades y los cambios. También es posible adquirir esa capacidad a lo largo de
nuestro desarrollo. Para ello, la necesidad de cambio ha de ser consciente. Es posible
pensar que la condición de líder es un don concedido a unos pocos privilegiados. Pero
afortunadamente no es así, todos tenemos uno incorporado en nuestros genes, sólo
tenemos que elegir cuándo estimularlo. La autoconciencia y nuestra capacidad de
elección nos permiten desarrollarlo. No somos felices por conseguir lo que nos
proponemos, lo somos cuando estamos recorriendo ese camino. Conformarse con lo
que uno tiene no es una condición que defina a un líder.

Cuando algo nos apasiona luchamos para conseguirlo, nos


apoyamos e involucramos a otros, hacemos lo que haga falta y
nos convertimos en dueños de nuestros sueños. Al alcanzarlos,
buscamos nuevos retos que nos permitan seguir caminando. Es
durante el proceso de cambio donde experimentaremos,
adquirimos nuevos conocimientos y nos ponemos a prueba
arriesgando con cada decisión que tomamos. Por tanto, la
confianza en uno mismo y nuestra fortaleza interior es lo que hace
que los demás encuentren en el líder una referencia y les
proporcione la motivación necesaria para seguir sus pasos.

Los líderes en el sentido tradicional del término saltan desde la mente sin dificultad
porque son sinónimo de grandes hombres (Alejandro Magno, Julio César, Gandhi, etc.)
Más recientemente podríamos decir Einstein, John F. Kennedy, Juan Pablo II,
Gorbachov, la Madre Teresa de Calcuta, , Mandela, o unos cuantos grandes generales,
deportistas o científicos. Figuras de primer orden que ha ejercido una influencia notoria
como forjadores de la sociedad actual.

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