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Antes de saber cómo podemos ser mejores líderes, hemos de cuestionarnos si, de hecho, lo
somos. ¿Damos ejemplo con nuestro trabajo? ¿Sabemos delegar y confiar en el equipo de
profesionales con los que trabajamos? Éstas y otras habilidades son indispensables para ser,
no sólo respetados, sino valorados.
A grandes rasgos, entendemos por liderazgo, como el proceso de influir en otros y
apoyarlos para que trabajen con entusiasmo en el logro de objetivos comunes. Un líder es,
por lo tanto, la persona que ha desarrollado la capacidad de tomar la iniciativa, gestionar,
convocar, promover, incentivar, motivar y evaluar a un grupo o equipo. Pocas personas
son líderes naturales, es decir, no tienen que esforzarse para serlo. La inmensa
mayoría debe de desarrollar sus destrezas y habilidades de liderazgo, potenciando además su
carisma personal. Algunas destrezas que pueden mejorar nuestro papel como líderes, son las
siguientes:
Dar ejemplo
Predicar con el ejemplo ha sido siempre una de las maneras más efectivas de liderar
un grupo o una organización. No seremos buenos líderes si nuestros empleados o
nuestro grupo o circulo, perciben que no nos esforzamos, que trabajamos menos que
ellos o que aprovechamos cualquier ocasión para asignar tareas ingratas que muy bien
podríamos resolver nosotros.
Entusiasmo
El líder ha de creer en el proyecto común, y debe transmitir su pasión y entusiasmo al
resto del grupo. Un líder desganado o desmotivado no es la mejor imagen que puede
transmitir una empresa. El carisma y la acción son dos cualidades esenciales de todo
emprendedor que aspire a ser un buen líder.
Organización
Comentan muy acertadamente en el blog, “Apuntes de gestión”, que un líder
desorganizado es como un perro persiguiendo su cola. Quiere decir que nosotros
transmitiremos nuestra forma de trabajar al grupo. Si somos desorganizados, nuestro
grupo será caótico; si hacemos lo posible por mantener el orden, el grupo se esforzará
al máximo para que no haya imprevistos.
Responsabilidad
Si estamos liderando un grupo, significa que nos hacemos responsables de sus
resultados, sean estos los que sean. No podemos pretender apuntarnos los éxitos y
obviar los fracasos. La responsabilidad parte de una toma de conciencia colectiva
sobre el trabajo que estamos desarrollando.
Desde EU Read, que es un consorcio que agrupa las diversas organizaciones europeas que
trabajan fomentando la lectura, se ha lanzado hace no mucho una campaña llamada “Reading
aloud, reading together” (leyendo en voz alta, leyendo juntos), que viene a fomentar la lectura
en voz alta y en compañía, es decir, la típica lectura de cuando éramos pequeños y
aprendíamos en clase, leyendo juntos.
Muchos adultos que aman la lectura disfrutan compartiendo lecturas con otros adultos en lo
que se suele llamar un “Club de lectura”. Así comparten lo leído y lo comentan, siendo
tremendamente enriquecedor para todos, pues cada persona aporta su grano de arena y su
visión sobre lo leído.
Atentos pues: Ser líder es ser dueño de nuestra vida. Esto, que parece sencillo,
conlleva un largo trabajo de desarrollo basado en la autoconciencia, como primer paso
para identificar las áreas de mejora que limitan nuestro crecimiento personal. Liderar a
otros supone asumir una enorme responsabilidad. Antes, tenemos que conocernos a
nosotros mismos y nuestras limitaciones, con el propósito de dirigir nuestra energía
para estar preparados ante cualquier desafío o cambio. Ser dueño de nuestra vida
implica confianza en uno mismo, extender nuestra zona de aprendizaje fuera de
nuestro ámbito de comodidad, ser proactivo en las decisiones y asumir riesgos.
También implica ser interdependiente, apoyarse en los demás para alcanzar el éxito
individual. Si los demás triunfan, el líder también lo hace, porque los logros de otros
ayudan a alcanzar los propios. Si no te esfuerzas, olvídate de tu visión, ya que no
es posible sin esfuerzo.
Hay personas que son carismáticas por naturaleza. Desde una edad temprana tienen
un talento especial, una fortaleza interior que inspira a otros a seguir sus pasos. Los
líderes que nacen tienen claro qué quieren para sí mismos, a qué se quieren dedicar y
dónde dirigir sus esfuerzos para conseguir aquello que se proponen. Involucran a los
demás en sus proyectos, haciéndoles partícipes. Este hecho no es muy común, y es
cierto que el carisma no es determinante para ser un gran líder. Es el propio liderazgo
el que da carisma.
¿Qué nos aleja? Hay actitudes que nos distancian de los objetivos. Esto ocurre cuando
las personas se acomodan, el aprendizaje no es un estímulo para su crecimiento, sus
creencias y su poca tolerancia al cambio impiden que se cuestionen si lo que hacen es
lo más efectivo. Ser proactivo no está entre sus planes y encuentran un millón de
excusas para no serlo. ¿Por qué? No querer traspasar sus miedos implica perder la
oportunidad de enfrentarse a sus limitaciones. Instalados en la comodidad, les impide
crecer, buscar nuevas fuentes de aprendizaje, nuevos horizontes y nuevas formas de
pensamiento. Son personas que están lideradas por su entorno.
Nunca es tarde para elegir una nueva forma de dirigir su vida, elegir una actitud
proactiva que le motive a alcanzar objetivos. El primer paso es ser consciente de la
necesidad de cambio; después, querer hacerlo, y, por último, volcar todos los
esfuerzos para que se produzca. El camino para alcanzar el éxito no es un viaje
sencillo, incluso para los que consideramos líderes. Elegir cambiar algún aspecto de
nuestra vida implica renunciar a otros. La frustración, el fracaso, la incertidumbre y el
riesgo son elementos que activan nuestro miedo, a unos los paraliza, pero a otros hace
poner en alerta todos sus sentidos. El miedo se convierte así para algunos en una
excelente herramienta que activa la pro actividad y permite buscar recursos donde
otros no hubieran imaginado que pudiesen existir.
Tenemos la capacidad de elegir cómo queremos vivir nuestras vidas más allá de las
circunstancias. Algunos líderes la tienen innata para ser tolerantes ante la frustración,
las dificultades y los cambios. También es posible adquirir esa capacidad a lo largo de
nuestro desarrollo. Para ello, la necesidad de cambio ha de ser consciente. Es posible
pensar que la condición de líder es un don concedido a unos pocos privilegiados. Pero
afortunadamente no es así, todos tenemos uno incorporado en nuestros genes, sólo
tenemos que elegir cuándo estimularlo. La autoconciencia y nuestra capacidad de
elección nos permiten desarrollarlo. No somos felices por conseguir lo que nos
proponemos, lo somos cuando estamos recorriendo ese camino. Conformarse con lo
que uno tiene no es una condición que defina a un líder.
Los líderes en el sentido tradicional del término saltan desde la mente sin dificultad
porque son sinónimo de grandes hombres (Alejandro Magno, Julio César, Gandhi, etc.)
Más recientemente podríamos decir Einstein, John F. Kennedy, Juan Pablo II,
Gorbachov, la Madre Teresa de Calcuta, , Mandela, o unos cuantos grandes generales,
deportistas o científicos. Figuras de primer orden que ha ejercido una influencia notoria
como forjadores de la sociedad actual.