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EL NACIMIENTO DE LA FILOSOFIA Grecia, una nueva actitud para la vida, la


Physis

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Diego Monzó
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EL NACIMIENTO DE
LA FILOSOFIA

Grecia, una nueva actitud


para la vida, la Physis.

Diego Javier Monzó de la Rosa


ÍNDICE

1. Nota sobre el trabajo. ¿Por qué este trabajo?...................................... 3


2. Las creencias prefilosóficas en Grecia. Homero y Hesiodo............... 4
3. Los milesios. La pregunta por el arjé................................................ 9
4. Pitágoras. La vida después de la muerte. La Metempsicosis.............. 13
5. Parménides. La vía de la verdad......................................................... 16
6. Heráclito. Hay que comprender el Logos........................................... 21
7. Los pluralistas. El origen de la ciencia............................................... 24
8. Conclusión.......................................................................................... 28
9. Bibliografía.......................................................................................... 29

2
1. Nota sobre el trabajo.
¿Por qué este trabajo?

Cuando se aprobó el plan nuevo de Filosofía, acogí el cambio con cierto escepticismo, con
miedo, como siempre que nos enfrentamos a algo nuevo, a algo desconocido. Pero, por otra
parte, con ilusión, con asignaturas optativas nuevas, como ésta que ocupa mi trabajo,
Sabidurías Orientales de la Antigüedad, Historia de las religiones o Filosofía de la paz, con las
que buscar conocimientos, ideas, valores, más allá de las fronteras de occidente.

El nacimiento de la Filosofía en Grecia es la cuna de nuestra cultura, es el origen de nuestro


sistema de valores. A partir de ese nuevo mundo del pensamiento hemos articulado nuestro
modo de vida, hemos evolucionado hasta lo que hoy conocemos y somos. El Renacimiento
recuperó el esplendor griego en la búsqueda de lo que representaba la vida del ser humano en
la tierra. Y ya en la época contemporánea, Nietzsche nos invita a recuperar ese espíritu griego
para proyectarlo sobre el nuevo hombre que hace falta para el siglo XXI y siglos posteriores.
Con la modernidad, hemos avanzado hacia una sociedad tecnológica y científica, que, si bien
es cierto que nos fue adelantada por los primeros pensadores, sobre todo por los pluralistas, se
nos ha descontrolado en los últimos decenios hasta ser por completo la dueña de nuestro
futuro, de nuestra forma de vida. Nuestro empeño debe ir encaminado a la búsqueda de ese
nuevo hombre nietzscheano, que ayudado del espíritu griego afirme la vida con valentía y
gozo, heredando la dureza y la crueldad de la época prehomérica, época en la que hombres y
ciudades mostraban su amor a la vida y a su voluntad de poder. Para Nietzsche, esa
afirmación vigorosa de la vida, tal como es y los griegos sintieron, es lo que Sócrates, Platón,
Aristóteles, Epicuro y el resto de los filósofos posteriores echaron abajo y que fueron coreadas
tiempo después por el cristianismo. Y ésta es la causa de la decadencia del pensamiento y de
la moral occidentales desde entonces. Y a pesar de que en el Renacimiento hubo un intento de
despertar el ideal clásico griego, rápidamente volvió a triunfar el pensamiento cristiano con la
Reforma.

También es útil esta asignatura para elaborar un pequeño resumen de lo que significó el
cambio de rumbo en el pensamiento del ser humano, un pequeño manual que me sirva como
obra de consulta cada vez que surja algún autor anterior a Platón y Aristóteles, y que recoja
los puntos fundamentales de todos esos pensamientos, desde la sociedad griega prefilosófica
expuesta en las obras poéticas de Homero y Hesiodo hasta la sociedad griega filosófica de los
atomistas Leucipo y Demócrito, desposeída ya de gran parte de sus miedos y fobias, de sus
visiones míticas.

Con este trabajo, quiero hacer un repaso sobre los problemas con los que se enfrentaron los
primeros pensadores, a saber, el problema sobre el origen de las cosas, el arjé.

Como guía de trabajo he tomado por referencia la asignatura Historia de la Filosofía del
primer curso del plan antiguo. Que mejor camino que el ya conocido, con autores ya
manipulados y textos y lecturas ya tratados. Es por ello por lo cual me he manejado con
bastante familiaridad. También he aprovechado la asignatura de Sabidurías Orientales
Antiguas para ver el nexo de unión entre Oriente y Occidente que tan importante fue al
principio de la Filosofía, sobre todo para los pitagóricos y para los milesios, con creencias que
hoy incorporamos a nuestras respectivas religiones, la cristiana y el islam, que tantos y tantos
problemas ha creado y por desgracia creará, y que paradójicamente, tienen un origen común,
como pueden ser los ritos órficos.

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2. Las creencias prefilosóficas en Grecia.
Homero y Hesiodo.

En el siglo VI antes de Cristo se dio en Grecia un paso importantísimo para mejorar la vida
de los seres humanos en la tierra. La sociedad griega experimentó el nacimiento de una nueva
forma de enfrentarse al día a día, una nueva actitud para la vida, la Filosofía. Este paso
resultó definitivo para emprender el camino hacia la vida tal como la conocemos hoy día. Es
lo que conocemos desde el mundo académico como el “Paso del Mito al Logos”.

Anteriormente, las sociedades humanas habían estado fuertemente atadas a la religiosidad,


tal es el caso de la civilización egipcia o de la propia mitología griega.

La sociedad griega anterior al nacimiento de la Filosofía estaba marcada por una profunda
creencia religiosa, una visión mágica del mundo. Los dioses olímpicos que habitan en el
monte Olimpo son los encargados de manejar el mundo y el devenir de los seres que en él
habitan. Todo este complejo mecanismo de dioses y héroes de la mitología griega nos vienen
presentados por las principales obras de la literatura griega arcaica: la Iliada y la Odisea de
Homero y la Teogonía de Hesiodo.

A través de las obras de Homero y Hesiodo, se habla de los comienzos del mundo, de sus
fundamentos, de sus normas. Los dioses han creado el mundo para que el hombre habite en él,
pero debe seguir sus designios, sus caprichos, sus órdenes. Los relatos míticos aclaran por qué
las cosas son como son.

En la sociedad griega, la educación recaía principalmente en estas obras poéticas. Se puede


afirmar que la educación, pues, estaba en manos de Homero y Hesiodo.

Anteriormente a la filosofía presocrática se dan en Grecia algunas ideas que todavía no


pertenecen al significado racional, sino que pertenecen al ámbito mitológico. Sin embargo,
tales ideas constituyen el germen de lo que posteriormente serán conceptos filosóficos, pero
su enfoque distinto hace que todavía no se puedan incluir como arranque de la filosofía.

El cambio de pensamiento no fue radical, sino que fue un cambio progresivo, difuminado,
incluso con idas y venidas de un lado para otro, de visiones cosmológicas a cosmogónicas y
otra vez vuelta a visiones cosmológicas, pero esto último ya con los primeros filósofos, los
milesios.

Sin embargo, las preguntas de los personajes anteriores a los filósofos milesios coinciden
con estos últimos, e incluso las respuestas son igualmente coincidentes. Lo que resulta
novedoso en los milesios en relación a los anteriores Homero y Hesiodo, es la nueva actitud
intelectual que afrontan los primeros y que se verá más tarde.

En la sociedad prefilosófica griega, el mundo del Mito estaba dominado por fuerzas
naturales (agua, viento, fuego, aire...) personificadas y divinizadas. Se trata pues de dioses
personales cuya presencia influye en el curso de los acontecimientos. Ello implica que a los
fenómenos y sucesos del universo se les hace depender del capricho y la voluntad de los
dioses, es decir, de su arbitrariedad.

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Para explicar el surgimiento de los primeros pensadores en Grecia se debe retroceder en el
tiempo y estudiar qué factores hicieron posible que la filosofía apareciera en el horizonte del
pensamiento humano.

Un factor determinante para todos los historiadores posteriores fue el intercambio cultural y
económico motivado por las grandes colonizaciones en los siglos VIII y VII a. C. en Grecia.
Los griegos dan un gran salto hacia diversos puntos del Mediterráneo, del sur de Italia y de las
costas de Asia Menor. Ese contacto, principalmente de las colonias griegas jónicas, con los
pueblos orientales y sus creencias, mitos propios e interpretaciones del universo, unido
también a los cambios sociales y económicos de la propia Grecia, establecen las primeras
condiciones favorables para el cambio de rumbo en el pensamiento humano.

Lo cierto es que en el transito del siglo VII al VI comienzan a aparecer en las colonias del
Asia Menor los primeros pensadores griegos, que buscan respuestas nuevas que los grandes
mitos ya no son capaces de responder. Es el comienzo de la aventura mas grande emprendida
por el ser humano en toda su historia, la Filosofía. Por lo tanto, se podría afirmar que la
filosofía que comienza en Grecia es el resultado de un intento de racionalismo que surge con
el fenómeno de las colonizaciones.

El concepto de fisis en los primeros filósofos presocráticos está ligado a la idea de


necesidad. El universo, formado por leyes, constituye un Cosmos y no un Caos desordenado.
La visión de la naturaleza está vista como un proceso circular, con un origen y un fin idéntico.
Tal visión de la naturaleza es tomada como la totalidad del cosmos, tanto de los seres vivos
como de todas las demás cosas, es por tanto una visión de la naturaleza como objeto material
en su conjunto.

No hay documento alguno ni inscripción griega anterior al siglo VII y anterior a Homero, a
excepción de los jeroglíficos panhelénicos, que son todavía un enigma. Todo lo que se diga
del origen de los dioses griegos se basan en conjeturas o comparaciones con las creencias de
los pueblos primitivos.

En el Mito se fijan los ideales de la conducta, que son simplemente las hazañas y proezas
realizadas por los dioses o los héroes. Pretende ser intemporal y válida para todos los
hombres.

En el Olimpo griego, parece existir una superposición de mitos, posiblemente procedentes


de varias culturas; así, Afrodita es la Astarté fenicia, que a su vez era la Ishtar babilónica.
Hércules es Melkart, el Baal de Tiro. Adonies es también un dios fenicio.

El hecho de encontrar dioses orientales en la Grecia clásica no debe sorprender porque ese
origen oriental es frecuente en la historia de las religiones.

Prácticamente, todos los dioses y héroes de la mitología griega tienen, pues, su


correspondencia con otros dioses y héroes de otras culturas anteriores, como también lo harán
los dioses griegos en culturas posteriores, como la romana.

Sin embargo, donde se encuentra más supervivencia del culto panhelénico es en los oráculos
y misterios. Su influencia en la vida griega fue enorme. Los oráculos satisfacían las
necesidades místicas del pueblo griego. Ya en la Iliada aparece la referencia al santuario de

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Dodona, prehistórico, donde Aquiles reza a Zeus, pero no al Zeus olímpico, sino al Zeus de
Dodona. El oráculo más importante fue sin duda el oráculo de Delfos, en el cual se podía leer
a la entrada: “Conócete a ti mismo”, que es la mayor lección que nos ha llegado de la
antigüedad. Una de las razones de su popularidad era su absoluta independencia. Los griegos
fijaron en Delfos el centro de la tierra.

En el umbral mismo de la civilización occidental, dos grandes monumentos sorprenden por


su magnitud y belleza: son las dos epopeyas griegas, La Iliada y la Odisea, atribuidas a
Homero. Por razones filológicas e históricas se cree que los poemas homéricos datan del siglo
VIII ó IX a.C. El nombre de Homero, sin embargo, no aparece mencionado hasta el 550 a.C.
por Jenófanes y sus obras son citadas por Heródoto un siglo más tarde. Ello no significa que
no existieran, al contrario, gozaban de gran popularidad y como criticó Platón mucho tiempo
después, incluso era tomado como sistema educativo en la época.

En Homero puede verse una concepción popular e ingenua del Universo. El cielo es una
semiesfera sólida, similar a un cuenco. Se le denomina Jalkeon Ouranon, que hace referencia
a la solidez y el brillo del cielo. Este cielo cubriría la tierra, plana. El espacio existente entre el
cielo y la tierra, hasta las nubes, contiene neblina. La parte superior es éter, aire superior. Bajo
su superficie, la tierra se extiende indefinidamente hacia abajo y tiene sus raíces en el Tártaro,
donde habita Hades.

Océano era un río inmenso que fluía en torno al borde del disco terrestre; este río era
refluyente, es decir, circundaba toda la tierra y era la fuente de todas las cosas y de todas las
aguas, tanto las saladas como las dulces. Es muy posible que esta concepción homérica del
Océano derivase de civilizaciones orientales como Babilonia, Egipto o Fenicia. Al igual que
es muy posible, que posteriormente, Tales de Mileto basara en esta concepción su idea de que
la tierra flota sobre el agua. Pero que el Océano aparezca en Homero como fuente y origen de
las cosas, no tiene una implicación mayor que la del río Océano como fuente de todas las
aguas dulces y, puesto que el agua es necesaria para la vida, ésta habría surgido pues, de
Océano, pero nada más, no tenía todavía un sistema cosmológico, ni mucho menos.

La noche tiene un insólito poder especial y prioritario entre los dioses. Zeus tenía mucho
respeto a la noche.

En cuanto al contenido de las citadas epopeyas de Homero, en la Iliada se habla de la cólera


de Aquiles. Los griegos, llamados aquí Aqueos, sitian Troya porque París, hijo del rey
troyano, ha robado a Helena, esposa del rey de Esparta. Diversos príncipes aqueos acuden a la
venganza. Al mando, Agamenon, rey de Micenas, al que a veces desobedecen los demás
príncipes de los otros estados aliados. Abusando de su autoridad toma para sí a una esclava de
Aquiles, el cual, lleno de rabia, se retira como venganza. Sin la ayuda de Aquiles los troyanos
derrotan a los aqueos hasta que Aquiles ve el desastre que ha provocado su huida. Sintiendo
ya vengado, permite a su amigo Patroclo salir a rechazar a los troyanos. Cuando el troyano
Héctor mata a Patroclo, Aquiles, armado por los dioses, se enfrenta a Héctor y le vence. Con
este acto, Aquiles devuelve la libertad a su pueblo.

La Odisea cuenta los viajes de Ulises en su regreso de la guerra de Troya. La Odisea


empieza con el viaje de Telémaco, hijo de Ulises, que parte para averiguar noticias de su
padre, y acaba con la llegada de los dos a Itaca casi al mismo tiempo. El feliz encuentro de
Telémaco y Ulises, padre e hijo, la entrada del hijo en palacio, con su padre disfrazado de

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mendigo, y la terrible venganza que Ulises toma de los pretendientes que en su ausencia
acudieron a Itaca para casarse con su esposa, forman una parte de la Odisea. La otra parte
consiste en las aventuras marítimas de Ulises.

Hesiodo es otro de los grandes poetas griegos, pero ya marca grandes diferencias con
Homero en su concepción del mundo. En Hesiodo, que habitó Grecia entre los siglos VII y VI
a.C. no hay simplemente una visión ingenua del mundo sino una auténtica cosmogonía, es
decir, la descripción del devenir de la vida divina y humana a partir de un principio originario.
Es cierto que su pensamiento se encuentra aún prisionero dentro del mundo del mito, pero no
hay duda de que ciertos elementos introducidos por Hesiodo tuvieron gran influencia en el
pensamiento filosófico posterior.

Las obras principales de Hesiodo son la Teogonía y los Trabajos y los días. En los Trabajos
y los días, Hesiodo, habla de Zeus como guardián de la justicia. Teogonía es un himno a Zeus
que cuenta como después de haber dominado los desordenados poderes de tiempos remotos,
asienta el reino de la justicia.

En Teogonía, Hesiodo pregunta a las musas cuál fue el principio originario dentro de la
generación de los dioses eternos; con ello se diferencia claramente de Homero, el cual se
mueve en un pasado indeterminado, en un erase una vez. Hesiodo se preocupa por lo primero
que existió en el tiempo y en el espacio, averiguar el origen de los dioses y, por eso, se
pregunta acerca del arjé o principio originario, algo que será esencial en toda la filosofía
presocrática.

El principio lo sitúa Hesiodo en el Caos, concebido como algo informe que hará surgir
progresivamente el reino de la justicia, tras luchas y conflictos. El Caos pues, no sólo es
principio, sino también origen de todas las cosas. Pero no se puede olvidar que la Teogonía
busca el origen no de las cosas, sino de los dioses, por ello su carácter mitológico y no
filosófico. Tampoco el Caos deriva de un principio anterior, es decir, de la nada (idea ya judeo
cristiana).

En Hesiodo aparece una idea de necesidad, esbozada, Zeus no es el señor desde el principio,
sino el tercero. El dios más antiguo es Urano, esposo de la tierra. Tiene muchos hijos y miedo
de que se rebelen contra él. De hecho, Crono, el más joven, arrebata el poder a su padre y se
convierte en el segundo rey dios. Es entonces cuando, ahora él, teme a sus hijos y por ello los
va devorando a medida que nacen. A todos menos a Zeus, que se salva por una artimaña y
precipita a su padre al inframundo. Con ello, Zeus se convierte en el tercer soberano. Ahora es
Zeus quien tiene motivos para temer a sus hijos por lo que devora a su esposa embarazada.
Por eso será del mismo Zeus de quien nazca su hijo Palas Atenea. De toda esta descripción
destaca la idea de necesidad, con la culpa se gana y se pierde la vida.

El hombre griego del siglo VI a.C. consideró que era el momento idóneo para cambiar de
rumbo, para buscar nuevos horizontes para comprender mejor la naturaleza. Y eso fue lo que
ocurrió en las mentes de estos personajes griegos, los cuales adoptaron una actitud totalmente
nueva ante el universo, ante el hombre, ante la naturaleza, tal como habían sido tomados hasta
entonces. La nueva actitud de enfrentarse a todas estas cosas estuvo caracterizada por el uso
de la Razón como elemento primario, frente a las anteriores explicaciones míticas y religiosas
que imperaban en la sociedad griega en aquel momento.

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Este modo de pensar, esta búsqueda de la verdad a través de la Razón es lo que vamos a
conocer como “El paso del Mito al Logos”, considerando este Logos como Razón, explicación
racional.

La Filosofía apareció como una actividad vinculada a las principales necesidades de los
hombres, como un deseo de cambio de ese mundo hasta entonces hostil y extraño para el
hombre, con el fin de encontrarlo familiar y previsible, de modo que no sienta miedo ante esa
realidad que antes le fascinaba y asustaba. Y es precisamente ese asombro y esa admiración
ante el mundo enigmático y desconocido el motor para esta nueva búsqueda de respuestas.

A pesar de que el paso de la visión mitológica de la Grecia arcaica a una visión racional del
cosmos por parte de los filósofos presocráticos no fue lineal, es decir, no fue un corte radical,
es cierto que no se puede decir que a partir de éstos hubo continuidades y discontinuidades en
esa visión del mundo. Más bien, a partir de los milesios se puede hablar de cierta continuidad
del Logos que poco a poco, paulatinamente, irá haciendo de la filosofía una manera de
comprender el mundo, primero físico, más tarde humano, cada vez más racional.

Si en el mundo prefilosófico de Grecia teníamos como exponentes a Homero y Hesiodo, los


cuales todavía tenían una visión cosmogónica o mitológica del mundo y del universo, será a
partir de los milesios, Tales, Anaximandro y Anaxímenes, cuando se empiece a resquebrajar
tal concepción mítica del mundo y se comience a buscar un principio material del universo en
su conjunto. Tal ruptura, como ya hemos dicho, no será total al principio, pero sí que será una
línea, a veces más clara, a veces más difuminada, continua, autónoma de las creencias
precursoras míticas.

Cabe remarcar que el pensamiento que nace con los primeros filósofos tiene una finalidad
estrictamente práctica, determinada por la fundación de colonias. Su función fue la de
intentar esclarecer los misterios físicos que envolvían los fenómenos de la tierra y que tenían
claro, no eran designio de los dioses. Su ciencia de la naturaleza tenía por objetivo
comprender el mundo, borrar el misterio de lo mítico, hacer el mundo inteligible para el
hombre, de manera que siempre supiera a qué atenerse; en definitiva, que el mundo fuera
familiar para el hombre.

Así, los eclipses, los terremotos, los truenos, los rayos, los huracanes y los demás
fenómenos meteorológicos buscan una explicación científica lejos ya de las intervenciones
divinas. Tales explicaciones irán eliminando paulatinamente el miedo en la sociedad griega,
además de permitir anticiparse a esos fenómenos y controlarlos en función de las necesidades
humanas.

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Los milesios: La pregunta por el arjé.

Ya hemos visto como la filosofía nació en la costa jonia, más concretamente en la costera
ciudad de Mileto. No hemos podido comprobar si los orígenes son orientales, babilónicos o
egipcios, o si el pensamiento de los primeros filósofos fue autónomo. Pero lo que sí queda
claro para los historiadores de filosofía es que los primeros filósofos estuvieron ocupados por
descubrir y determinar el principio que rige el cosmos, la naturaleza primaria de las cosas, el
arjé.

Por arjé entendieron los primeros filósofos el origen de las cosas, la naturaleza de dónde
todo nace, aquello a partir de lo cual se originan y generan los seres del mundo.

La separación entre esa visión física frente a la anterior visión mítica, ya hemos visto que no
fue radical, que en muchos aspectos, las opiniones de algunos filósofos todavía conservan
vestigios míticos de pensamientos anteriores, pero el esfuerzo por desenmascarar las leyes
naturales sí les hizo diferentes. Los presocráticos suplantarán la idea de arbitrariedad, esa
cosmogonía anterior, por la idea de necesidad, nueva actitud intelectual en la que se intentará
averiguar las leyes que rigen la naturaleza, para sacarles provecho.

Pero este origen, este arjé, no fue el mismo para todos. Si para Tales, el arjé de donde todo
nace fue el Agua, para Anaximandro el arjé fue lo Apeiron, una sustancia indeterminada,
infinita, una sustancia sin limites. Después de éste, Anaxímenes dirá que el arjé de las cosas
es el Aire.

Estos primeros filósofos consideraron la naturaleza como un movimiento circular, el origen


y la finalidad de las cosas, pues, confluyen. El arjé que da vida y origen, vuelve al fin a la
misma composición que le dio génesis.

Los testimonios que poseemos de los primeros filósofos, los presocráticos, y en especial de
los milesios, es escasa. A todos ellos, por ocuparse la fisis, se les atribuyó el nombre de
fisiólogos, y se dice de ellos que escribieron una obra llamada “sobre la naturaleza”. Esta
atribución de fisiólogos es un testimonio posterior de Aristóteles. Todo cuanto disponemos de
ellos son fragmentos o palabras textuales, que, además, con frecuencia ni tan siquiera son
escritos suyos propios. Las principales fuentes de todos sus textos son interpretaciones
elaboradas de ellos por filósofos o historiadores posteriores como Platón Aristóteles,
Teofrasto o Diógenes Laercio, los cuales, separados por el tiempo, quizá se basan en historias
a veces fundamentadas, a veces sin fundamento, contadas por generaciones de pensadores
posteriores.

A Tales se le atribuye la concepción filosófica más antigua, se le podría denominar como el


primer filósofo. Según Tales, el arjé o primer principio de la naturaleza es el Agua. Todas las
cosas se nutren de lo húmedo; el calor mismo se genera a partir de la humedad y por ella se
conserva. Las simientes de todas las cosas tienen una naturaleza húmeda y, por lo tanto, el
agua es el origen de la naturaleza de las cosas húmedas. La tierra misma descansa sobre agua.
Esta explicación, seguramente estuvo influenciada por el hecho de que Mileto fue una isla en
donde todo depende del agua, de que todas las cosas se descomponen en agua y de que allá
donde no hay agua no hay vida.

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Fue considerado en su época un gran sabio, llegando a encabezar incluso, la lista de los
Siete Sabios. Se cree que viajó por Egipto, donde aprendió Geometría y Matemáticas. Entre
sus méritos, destacan el teorema que lleva su nombre, la medición de las pirámides, la
explicación de las crecidas del Nilo o la predicción de un eclipse de sol.

Según Aristóteles, Tales consideró, asimismo, el Alma como principio motor, atribuyendo a
éste el descubrimiento de un mundo más allá de los sentidos que a partir de entonces y bajo
las más variadas concepciones constituirá la meta y el objeto del saber racional.

Anaximandro es el filósofo más importante de la escuela. Vivió en Mileto. Fue discípulo y


seguidor de Tales. Al igual que a la mayoría de los primeros filósofos presocráticos, a
Anaximandro también se le atribuye una obra sobre la naturaleza, pero ya hemos visto que las
fuentes no son seguras y por lo tanto el hecho en sí tiene poca trascendencia. Sí la tiene el que
sus escritos estén en prosa pues da indicios del gran cambio que estaba sufriendo la sociedad
de la época.

De Anaximandro se posee una relativa buena información, se conservan fragmentos suyos y


su obra fue conocida por Aristóteles y Teofrasto, los cuales constituyen junto a Simplicio
nuestras mejores fuentes del pensador jonio.

Buscó, al igual que Tales, el elemento primordial y básico de todas las cosas, el arjé, pero
decidió que ese elemento no podía ser determinada, como lo fue el Agua en Tales, puesto que
el Agua, o lo húmedo, era en sí mismo uno de los contrarios cuyos conflictos y recíprocas
invasiones había que explicar; cómo una realidad puede tener su origen en otra de
propiedades opuestas. Si el cambio, nacimiento y muerte, crecimiento y decrepitud, etc, se
deben a un conflicto, el auge de un elemento a expensas de otro resulta difícil de entender por
qué los demás elementos no han sido víctimas del cambio desde tiempo atrás. Llegó a la
conclusión de que el arjé, el elemento primario es indeterminado, ilimitado, y lo denominó lo
Apeiron.

Mientras Tales no abandona la intuición sensible y material, Anaximandro va más allá y con
lo Apeiron contrapone el mundo de la experiencia sensible con otro mundo de construcción
ideal y que tan importantes cambios desempeñará en la filosofía griega y en general, en la
cultura occidental a partir de entonces.

Para Anaximandro, todas las cosas, sus propiedades, están contenidas en lo Apeiron, que
abarca todas las cosas y las dirige, que es lo divino, inmortal, incorruptible, ingénito,
imperecedero. A él, a lo Apeiron, le corresponde el gobierno de todo el proceso cósmico, un
proceso circular que se repite una y otra vez, un proceso cíclico. Todo esto ocurre por razón
de necesidad, pues las mismas cosas, para Anaximandro se hacen justicia mutuamente. La
idea del eterno retorno es una constante en el pensamiento griego, que, para explicar la
eternidad del cosmos, las cosas, si quieren ser eternas, tienen que desarrollar su realidad en
forma de movimiento circular, siendo la circunferencia el punto donde la línea termina y
empieza simultáneamente.

Una cuestión que se plantea en torno a lo Apeiron de Anaximandro es la de su significación


filosófica. En el fragmento primero aparece expresamente que lo apeiron es arjé de las cosas.
Lo mismo se dice en el pasaje de Simplicio, en otros lugares de Aristóteles y de Hipólito. Pero
es inseguro que la palabra arjé sea original de Anaximandro, sobre todo en el contexto de
Simplicio. Por otra parte, Simplicio e Hipólito utilizan la misma fuente, esta es, Teofrasto,

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discípulo de Aristóteles y sucesor suyo en el Liceo. Por lo tanto, la fuente de esta
interpretación de lo Apeiron de Anaximandro es la primitiva escuela peripatética y respecto a
ella hay que plantear la cuestión sobre su autenticidad. Como, además, es seguro que
Aristóteles conoció la obra de Anaximandro, la cuestión no versa sobre falta de información,
sino sobre algo más delicado, esto es, sobre si la forma de exponer la doctrina de los
presocráticos en el Liceo era objetiva o, por el contrario, constituía un enjuiciamiento del
pensamiento de estos filósofos desde la postura aristotélica. En este caso, el sentido del arjé
en estos testimonios es sospechosamente aristotélico.

Hay indicios anteriores a Aristóteles que hablan del arjé de Anaximando en otros términos.
Así, Meliso de Samos, adepto a la filosofía de Anaximandro relaciona el arjé en sentido de
comienzo.

La crítica moderna da por bueno un dato que consta por unanimidad en la tradición, que
Anaximandro fue discípulo de Tales y continuador de la línea de su pensamiento. Las razones
de la corrección del Agua por lo Apeiron no son difíciles de adivinar. Tales no abandona el
mundo sensible, mientras Anaximandro va más allá en el progreso y estable un principio
ideal, un ente de razón. Aparece por vez primera la contraposición entre el mundo de la
experiencia sensible y espontánea y otro mundo de construcción ideal que tan importante
función desempeñará en la filosofía griega y en la cultura occidental.

En resumen, Aristóteles, al hablar del arjé de Anaximandro, parece deformar los datos
transmitidos por éste, al conferirle una precisión y un rigor científico a un concepto que con
total seguridad carecía de estas cualidades.

La doctrina de Anaxímenes supone un retroceso con respecto a la posición alcanzada por


Anaximandro, pues al igual que Tales, indica una única sustancia determinada como arjé,
como elemento primigenio de todas las cosas y que en el caso de Anaxímenes es Aer, Aire.
Anaxímenes fue discípulo de Anaximandro. El retroceso con respecto a éste último nos da
la visión de las dificultades que tuvieron los primeros pensadores para conceptualizar el
mundo. Lo que vemos en estos primeros filósofos son precisamente intentos de explicar la
génesis del mundo, la fundación misma de la filosofía, su origen esencial, y vemos pues, un ir
y venir, un proceso y un retroceso en cuanto a las diversas interpretaciones que dan del mundo
y de los principios que rigen el cosmos. Aunque, quizá, ni siquiera ellos mismos fueron
conscientes de lo que significó su obra posteriormente.

Para determinar la esencia del primer principio, del arjé, Anaxímenes recurre a la
experiencia sensible, el Aire. El hombre mientas respira vive, y así, parece el Aire el principio
vital. Por Aire hay que entender con toda probabilidad el aire atmosférico, concebido como
una realidad infinita y al mismo tiempo determinada, eso sí, en un sentido cualitativo, según
sus testimonios.

El Aire así concebido, juntamente con el movimiento, es causa de todo cuanto integra el
universo. Causa inmediata de los cuerpos simples o elementos (fuego, viento, nubes, agua,
tierra, piedras) y causa mediata de todo lo demás.

Nuestra alma, siendo Aire nos mantiene unidos, y también el aliento y el Aire circundan
todo el Cosmos. Anaxímenes atribuye al Aire divinidad. El único atributo directo expresado
directamente por él sobre la divinidad del primer principio, el Aire, es el de infinitud, pero
otros se deducen de afirmaciones atribuidas a Anaxímenes. Así, su condición de ingénito e

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imperecedero es consecuencia de su condición de principio de las cosas presentes, pasadas y
futuras en el supuesto de la eternidad del mundo.

Para explicar los cambios, las causas de la diferenciación del primer principio que da lugar a
que se constituyan los entes del universo, Anaxímenes habló de condensación y rarefacción.
Se trata de una razón de origen mecánico que sólo puede tener lugar sobre un ser material. El
Aire, invisible, se hace visible en Fuego cuando se enrarece, y en viento, nubes, agua, tierra y
piedras cuando se condensa. Para Anaxímenes, la tierra era plana y flotaba en el aire.
Esta circunstancia material, puede justificar el que Anaxímenes buscara el primer principio
en el mundo sensible renunciando con ello a las posibilidades de la orientación iniciada por su
maestro Anaximandro.

Con Anaxímenes no se abandona la idea griega del movimiento eterno y circular, aquello
que es origen y principio de todas las cosas, es también fin.

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3. Pitágoras. La vida después de la muerte. La Metempsicosis.

Con gran probabilidad, Pitágoras y sus discípulos, los llamados pitagóricos nacieron y
desarrollaron su actividad en la isla de Samos. Como con los demás pensadores presocráticos,
los datos que poseemos sobre los pitagóricos son escasos e inciertos.

Se dice que Pitágoras viajó a diversos países de Oriente, de donde aprendió ciertos
comportamientos religiosos que más tarde instituyó entre sus seguidores. Asimismo, se dice
que viajó a Egipto, donde aprendió matemáticas. De lo que no hay duda es que se estableció
en Crotona, y que fundó una escuela que en la práctica funcionaba como una secta.

Es imposible distinguir entre la doctrina de Pitágoras y la que profesaron sus primeros


discípulos, sobre todo en los primeros tiempos. Pitágoras no escribió nada, sino que enseñaba
sus discípulos a través de la palabra. Lo único que con certeza se puede atribuir a Pitágoras es
la doctrina sobre la inmortalidad y la trasmigración de las almas.

De la escuela pitagórica, por su importancia, destacan las figuras de Hippassos, del que se
dice que fue expulsado de la escuela por difundir conocimientos científicos, Petrón de
Himera, y sobre todo de Alcmeón de Crotona, importante médico. Otros integrantes de la
escuela pitagórica, pero menos importantes que los ya citados fueron: Cercops, Callipho,
Iccus o Aminias.

Los pitagóricos vieron en la escala musical un ejemplo de armonía y a través de ella


elaboraron una doctrina de los números a través de la cual pretendieron dar una explicación
del mundo.

Así, Hippassos se ocupó de la matemática y la música alcanzando en ambos campos


importantes descubrimientos como la media proporcional, los números irracionales o la teoría
de las vibraciones con las que explicar los tonos musicales.

De Hippassos se dice que expuso la doctrina de que el número se corresponde


armónicamente con el alma y de que es el primer ejemplar de la creación e instrumento del
juicio de Dios creador. El número fue para los pitagóricos algo más que un elemento
matemático.

Otro intento pitagórico por armonizar el número y el cosmos fue el de Petrón de Himera,
que expuso una extraña teoría sobre el número de mundos y su disposición.
El empeño de ver en los números la clave para la interpretación del cosmos tiene ya una
forma explícita y ambiciosa en los tempos del pitagorismo, si bien las teorías en que se
plasma son todavía infantiles.

Se dice que la escuela pitagórica estaba dividida en dos grupos de aprendizaje: por un lado,
los acusmáticos, por otro lado, los matemáticos.

Aristóteles nos dice que Pitágoras fue el primero en ocuparse de los números y afirmó que
los pitagóricos consideraron los elementos de los números como elementos o principios de las
cosas.

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Se dice también que Pitágoras liberó a la aritmética de su finalidad exclusivamente práctica
y equiparó todas las cosas a los números. Según todo esto, parece probable que sea suya la
opinión de que la esencia de las cosas, el arjé, sean los números.

También se dice que posiblemente llegaron los pitagóricos a esta conclusión al generalizar
la técnica de la trasposición de la escala musical aplicándola al conjunto de toda la realidad.
Todo esto que podría parecernos tan distante al pensamiento moderno no se aleja mucho si
nos damos cuenta de que el método científico moderno se basa en los números para explicar
la realidad en la que vivimos.

Las fuentes hablan siempre de una comunidad pitagórica, de un grupo que vivía como una
secta, y de la que no debía salir ninguna clase de información. Los pitagóricos tenían culto
propio y ciertos ritos de consagración que fomentaban el vínculo entre los miembros de la
secta. Debieron estar unidos por una misma finalidad ética de purificación basada en la
trasmigración de las almas, la Metempsicosis. En este punto, Platón nos habla de una forma de
vida pitagórica.

Cultivaban la matemática, la medicina, la música, que utilizaban como medio educativo y


terapéutico, la gimnasia y la política, aunque no se puede decir que ninguna actividad
concreta constituyera el fin de la comunidad, sino que todas ellas estaban subordinadas a la
finalidad ético-religiosa expresada antes, la de la trasmigración de las almas.

La escuela pitagórica debió tener una organización externa con caracteres más o menos
definidos, necesaria en todo tipo de sociedad. Una característica consistía en el llamado
“silencio místico”, que les dotaba de cierto esoterismo. Otra característica era la abstención de
alguna clase de alimentos, y otra como el maltrato de los animales.

La autoridad de Pitágoras rebasó el marco histórico de su propia vida y llegó más allá de sus
límites convertido en una fuerza mística.

La escuela pitagórica ejerció gran influencia en el sur de Italia y después de la muerte de su


fundador, fue objeto de persecuciones, lo que hizo que sus miembros emigraran a Grecia,
donde continuaron la tradición.

El pasaje escatológico más importante de Pitágoras es el del perro al que vio como pegaban
en la calle y en el que reconoció la voz de un amigo, por el eco, con lo cual lo que Pitágoras
nos dice es que en cualquiera de los seres vivos que nos rodean puede morar el alma de un
amigo, que el cuerpo es tan solo su cárcel. La doctrina de la trasmigración de las almas
aparece en la tradición griega vinculada a Pitágoras y a su escuela, aunque, no obstante, hay
historiadores que dicen que esta doctrina ya había sido vivida con anterioridad en Egipto.

Pitágoras no sólo tenía presente lo que había vivido en su vida actual, sino también a lo
largo de diez o veinte o más existencias anteriores; es decir, se da en Pitágoras una
palingenesia, una serie de reencarnaciones de las que nos habla él mismo como experiencia
propia.

La aportación de Pitágoras a la antigua y vacía creencia griega en la inmortalidad consistió


en darle un contenido real y efectivo y como esta creencia es religiosa, hay que concebir
también como religiosa su aportación. La doctrina de la trasmigración de las almas no es pues

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una teoría científica, sino religiosa, y si es aceptada, es por el vacío y las exigencias
profundamente humanas que viene a llenar.

Afirmar que una misma alma se encarna en cuerpos distintos sucesivamente, es presuponer
la contraposición de cuerpo y alma. Es por ello por lo cual llamamos a los pitagóricos
dualistas.

El proceso de trasmigración no se repite indefinidamente. Se habla de una ocupación de


cada uno de los seres vivos hasta completar el ciclo, que vendría a durar unos 3.000 años, para
volver a empezar de nuevo. Pero se puede llegar a lograr en vida una perfecta purificación
pasando entonces a ocupar indefinidamente un puesto entre los inmortales; esto se consigue
llevando una vida ascética, la llamada Catarsis.

La afirmación por parte de Pitágoras de que una misma alma se encarnaba sucesivamente en
cuerpos distintos, llevo implícitamente con ella, lógicamente, que el alma, en algún aspecto,
es distinta de cada una de ellas. Por esta razón puede decirse que con él aparece la
contraposición cuerpo y alma y la exigencia de considerar a ésta como algo aparte. Es
probable que Pitágoras no llegara a representar claramente esta separación, pero es cierto que
su afirmación es una consecuencia lógica de su doctrina. Conviene recordar que el dualismo
cuerpo-alma aparece en la historia de la filosofía griega unido a la escuela pitagórica.

Alcmeón de Crotona del que se dice que también perteneció a la escuela pitagórica, aunque
con algunas dudas, habló de dualidad tan sólo de cosas humanas. Pero esto pudo ser debido,
quizá, a su condición de médico. Alcmeón dijo del alma que es inmortal y que siempre está en
movimiento. También fue el primero en afirmar que el cerebro es el centro de todas las
sensaciones después de llevar a cabo disecciones en animales.

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4. Parménides. La vía de la verdad.

La escuela filosófica que brotó en la ciudad de Elea significó un enorme adelanto en la


posición filosófica posterior. Su máximo representante fue sin duda Parménides, el cual, con
su exposición sobre el Ser influyó decisivamente en personalidades posteriores como Platón y
Aristóteles, e incluso aún hoy está de vigencia su pensamiento. La escuela eleata fue la
primera en cuestionar si los sentidos podían captar la totalidad de la realidad y tanto
Parménides como Zenón negaron tal posibilidad tajantemente.

No es del todo segura la pertenencia a la escuela eleata de Jenófanes de Colofón. Los


doxógrafos suponen que Jenófanes pasó una parte de su vida en Elea y que fue el fundador de
la escuela eleata. Los testimonios sobre esta cuestión son varios, aunque no rigurosos. No se
sostiene que fuera maestro de Parménides; sin embargo, sí es seguro que ejerció en Elea su
magisterio y de alguna manera, influyó decisivamente en la escuela eleata, pero no que fuera
él su fundador.

Muchos autores, como, por ejemplo: Kirk y Raven incluyen a Jenófanes entre los
pensadores jonios, y no detrás de Pitágoras, de acuerdo con un orden cronológico probable.
Platón lo incluyó en la escuela de Elea, Aristóteles también.

Nacido en la ciudad de Colofón, en la costa jonia, se dice de Jenófanes que emigró por toda
Grecia y que tomó parte en la colonización de Elea, y también que ejerció allí sus enseñanzas.
De alguna manera, estuvo vinculado a la escuela eleata y aunque sin mucha consistencia,
pudo haber sido maestro de Parménides, o al menos ejercer alguna influencia sobre él. Que
Aristóteles afirmará esto último tuvo que ver con la afirmación de Jenófanes de que el Ser es
uno, siendo el primer pensador en afirmarlo y porque Parménides elaboró a partir de esta
afirmación su desarrollo filosófico, basado en el Ser como elemento único.

Sobre la doctrina de Jenófanes acerca del Uno puede decirse con cierta seguridad que de
forma vaga e imprecisa afirma la unicidad e inmovilidad de Dios y su identificación con el
universo, el cual era considerado también como único e inmóvil. Pero la remota semejanza
entre su rudimentario contenido y la ontología parmenídea no justifica por sí sola la hipótesis
de una influencia doctrinal.

Jenófanes se manifiesta más como crítico que como expositor de un sistema propio. El
interés fue principalmente la sociedad y de ésta, la base mitológica que constituía la educación
y sobre la que se asentaba la cultura. Su principal crítica fue el antropomorfismo con el que
los griegos, y en general, según él, cualquier pueblo representa a sus dioses. Para él, la
divinidad no debe ser representada con caracteres humanos, pues de lo contrario, se seguirían
consecuencias inadmisibles, estas son, un relativismo teológico extremo cuya última
expresión estaría constituida por divinidades con caracteres antropomórficos. Es el primer
filósofo que se opone totalmente a la mitología y en particular contra Homero y Hesiodo y la
concepción de los dioses y el antropomorfismo de estos poetas. Si hay un Dios, dirá
Jénófanes, ha de ser diferente a los hombres.

Jenófanes habla de dos tipos de conocimiento: el revelado por los dioses al principio y el
encontrado por los hombres mediante una búsqueda progresiva después. El auténtico será para
él el segundo y si habla de una verdad revelada es, o bien para negarla, o bien para ironizar

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sobre ella. A veces, la obra presenta en este tema, cierta dosis de escepticismo, quizá
promovida por una indecisión a la hora de justificar un único camino como medio para
conseguir el conocimiento.

Sus manifestaciones sobre la divinidad son razón suficiente para considerar a Jenófanes
como uno de los creadores, el primero del que hay constancia clara, de la concepción
abstracta de la divinidad que más tarde, en contraposición a la representación bíblica será
denominada “Dios de los filósofos” y que tan importante papel desempeñará en el mismo
cristianismo.

Parménides de Elea se presenta como uno de los más grandes pensadores del mundo antiguo
junto con Heráclito de Efeso. Tradicionalmente se ha estudiado a ambos situándolos en clara
oposición. Sin embargo, un análisis en profundidad nos daría también muchas cosas en
común.

La obra de Parménides consiste en un poema, escrito en versos hexámetros. Su lenguaje,


además de poético, es frecuentemente oscuro. Del poema nos llega gran extensión de texto,
gracias principalmente a Simplicio y también a Aristóteles. El poema de Parménides se divide
en tres partes: el proemio, la vía de la verdad y la vía de la opinión. La primera parte, el
proemio, es una introducción en forma de alegoría; es una justificación del método filosófico,
así como de qué es la filosofía, a la que presenta como una revelación en la cual la diosa lleva
al sabio por el buen camino y le hace ver la auténtica verdad.

La trascendencia de la ontología parmenídea en la historia de la filosofía es grandísima,


influyó decisivamente en pensadores posteriores de gran importancia como Platón y
Aristóteles, y más recientes como René Descartes.

Fue el primer pensador en eliminar claramente los sentidos en la búsqueda de la auténtica


verdad. Para Parménides, la verdad sólo se conseguía mediante una búsqueda racional y un
análisis intelectual, lejos del mundo sensible, que nos llevaría al encuentro del Ser, auténtico
principio real y objetivo.

En la vía de la verdad, que ocupa nueve décimas partes del total del poema, Parménides
ofrece una ejercitación sin precedentes de la deducción lógica: todo lo que podemos conocer
sobre la realidad es el Ser, lo que es, lo que ha sido, es y será. Es por tanto ingénito e
imperecedero. El No-Ser no puede existir, ello significaría la nada, y claro, de la nada, nada se
puede decir, ni tan siquiera se puede pensar. Si tan sólo se puede pensar en lo que es, en el
Ser, Parménides llega a una convergencia entre Pensar y Ser, entre Ser y Conocer. Para él, lo
mismo es Pensar y Ser, pero precisando qué es propiamente el Ser que se identifica con el
Pensar: Pensar es el pensamiento de que lo Ente es. Pensar es percibir el Es de todos los
Entes, Pensar es ese mismo Es como contenido mental, como concepto, como idea. La prueba
completa de la identificación entre Pensar y Ser sería: primero, del hecho de que el Ser es
completo e inmóvil se concluye su unicidad; segundo, porque el Ser es único, es
necesariamente objeto del pensamiento, todo pensamiento es expresión del Ser; tercero, de
esta necesidad se sigue la identificación entre el pensamiento y el concepto objetivo de Ser,
que es la proposición que se intentaba probar.

Para el conocimiento de la realidad, Parménides establece tres vías de investigación, tres


caminos, a los que se puede enfrentar con dos actitudes mentales diferentes, una reflexiva

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representada por las dos primeras vías, y otra espontánea formulada por la tercera. Las dos
primeras vías son las llamadas vías de la verdad; la tercera, vía de la opinión.

1. (Lo Ente) Es y no es No-Ser.


2. (Lo No-Ente) no Es y es por necesidad No-Ser.
3. Ser y No-Ser son considerados lo mismo y no lo mismo.

Las formulaciones de la vía primera y segunda tienen sentido en la ontología de Parménides


porque tiene al verbo ser con valor predicativo. Dando al verbo ser valor de predicado, en
todos los juicios posibles se expresa lo mismo de los sujetos, que son, que son Ser. De toda la
realidad se dice lo mismo, toda es considerada bajo un mismo aspecto, el de Ser. Al establecer
la primera vía, Parménides afirma de las cosas que son, en virtud de ese Ser que son, le
atribuye sus mismas propiedades: que es ingénito, imperecedero, perfecto, inmóvil. La
segunda vía es impracticable, de la nada, de lo No-Ente, nada se puede decir, nada se puede
pensar, es una verdad lógica, puramente formal.

La tercera vía, la vía de la opinión la rechaza Parménides para conocer la auténtica verdad,
el Ser, pero no la rechaza absolutamente. Según él, esta tercera vía sirve para hablar de las
cosas, para llamar las cosas por un nombre, no sirve para saber exactamente qué es el Ser.
Que diga que las cosas son consideradas lo mismo y no lo mismo tan solo es posible dado
aquí un valor copulativo al verbo ser. Cada cosa aquí se nos ofrece como algo aparte de las
demás, como diferente de ellas, como diversidad. La tercera vía es rechazada sólo desde los
supuestos metódicos de las vías primera y segunda. La vía de la opinión representa por tanto
la exposición de un orden de cosas a partir de unos principios convencionales y, por tanto,
relativas; se inicia con Parménides la concepción del saber entendido como artificio o
creación humana, una exposición con apariencias de verdad en todo, pero engañosa.

Mucho se ha debatido acerca de si la tercera vía se divide en dos y después de mucho


discutir, Parménides diferencia claramente entre una vía, la tercera, la de la opinión, que ya
hemos visto como una actitud espontánea ante la realidad, no apta para conocer el auténtico
Ser, pero sí apta para hablar sobre la realidad diaria y cotidiana. Por el contrario, aparece una
crítica por parte del eleata a los pensadores anteriores a él, a los que acusa de haber intentado
engañar a los hombres a base de explicaciones sobre la realidad con un supuesto orden
científico, una explicación sobre las cosas con apariencias de verosimilitud.

En resumen, Parménides habla de un conocimiento científico verdadero, el Ser, de un


conocimiento científico falso, las opiniones de los mortales, y de un conocimiento
espontáneo, experiencia cotidiana y acientífica.

Zenón fue natural de Elea y seguidor de Parménides. Se dice de él que escribió una obra en
la cual su pretensión fue la de refutar a todos los que quisieron discutir la obra de su maestro
Parménides. El método utilizado por Zenón fue el de reducir las hipótesis de sus oponentes
hasta un punto absurdo deduciendo las consecuencias contradictorias que de tales hipótesis se
seguían; especialmente atacó con dureza aquellas que defendían la existencia del movimiento
y la pluralidad. La obra de Zenón es más una crítica contra los demás que una doctrina propia,
es más una visión cómica de las doctrinas ajenas. La aportación de Zenón a la filosofía no fue
su doctrina, que no hay, sino los procedimientos con los que refutó las ideas contrarias a él y a
su maestro. Aristóteles le consideró el descubridor de la dialéctica. Sus famosos argumentos
dieron consistencia a su dialéctica y le otorgaron una personalidad destacada entre las
disciplinas y métodos del saber racional.

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De una serie de no menos de cuarenta, según Proclo, tan sólo subsisten dos argumentos de
Zenón en contra de la pluralidad; uno, que la unidad no podía tener tamaño alguno pues de lo
contrario tendría partes y ya no sería unidad sino unidades; dos, que no podía habar nada que
no tuviera tamaño alguno, pues no puede existir una cosa que, añadida o sustraída de algo, no
afecte al tamaño de la misma.

Contra el movimiento Zenón describió cuatro argumentos que Aristóteles detalla. Estos
argumentos estaban relacionados con el espacio y el tiempo.

- Argumento del estadio. Para Zenón, es imposible atravesar un estadio, pues,


antes de llegar al final, se debe alcanzar el punto que constituye la mitad del estadio, y
antes de llegar a esa mitad del total del estadio, se debe alcanzar la mitad de la mitad y
antes de ello, la mitad de la mitad de la mitad, y así hasta una infinitud de mitades que
harían imposible llegar a alcanzar el final del estadio.
- Argumento de Aquiles y la tortuga. Es quizá el argumento de Zenón más
famoso. Nos habla del movimiento relativo a dos cuerpos. Aquiles jamás podrá
alcanzar a una tortuga pues cuando llega al punto de partida de ésta, la tortuga ya se ha
marchada a un tercer punto y cuando Aquiles llegue a ese tercer punto, la tortuga ya
habrá marchado ocupando un cuarto punto y así infinitas veces que hacen que al igual
que en el estado con un solo cuerpo, ahora tampoco se puede llegar a un final positivo.
- Argumento de la flecha disparada. Para Zenón, un objeto está en reposo cuando
ocupa un espacio igual a sus propias dimensiones. Es así que una flecha en vuelo
ocupa, en un momento dado, un espacio igual a sus propias dimensiones; luego, una
flecha en vuelo está en reposo en cada momento concreto, con lo cual, el movimiento
no existe.
- Argumento de las filas en movimiento. Es el más complejo e incluso
Aristóteles lo interpretó erróneamente. La clave de su verdadera significación reside
en su relación con los otros tres anteriores. La misma relación que hay entre el
argumento de Aquiles y el del Estadio, existe entre este rompecabezas y el de la
Flecha. Este argumento se basa en la creencia de que espacio y tiempo se componen
de mínimos indivisibles.

Meliso nació en Samos y fue discípulo de Parménides en la escuela eleática. Se dice de él


que fue almirante de la armada samiense cuando derrotó a los atenienses mandados por
Pericles, con lo cual el nombre de Meliso de Samos se hizo odioso en Atenas. Tras la
revancha ateniense, Meliso emigró a Elea donde se dedicó a la filosofía.

Simplicio dice de él que escribió un libro al que tituló sobre la naturaleza o la realidad, si
bien es cierto al igual que con los anteriores pensadores, que las fuentes no pueden ser
tomadas como absolutamente fidedignas, sino más bien como una orientación hacia el
pensamiento de cada autor.

A pesar de ser un seguidor de Parménides, Meliso se aparte de aquél en un punto esencial.


El Uno, que en Parménides era finito y esférico, es en Meliso infinito en extensión y en
tiempo. El Ser limitado podía ser objeto de objeción, pues, si la esfera de Parménides era
limitada por todos los lados, entonces podría haber algo fuera de sus límites, el vacío, el No-
Ser que había negado su maestro. Además, según Meliso lo Uno, el Ser, no debería tener ni
comienzo ni fin, pues si tuviera comienzo, medio y fin, no sería Uno, sino Tres.

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Aún hay más, según Meliso, lo Uno era algo incorpóreo, en un intento por resolver la
contradicción de Parménides, que descubrió al Ser como indivisible y homogéneo a la vez que
similar a una esfera, corpórea, con partes. En definitiva, que Meliso aceptó la idea de adaptar
los aspectos positivos de la doctrina eleática a la luz de las críticas negativas que recibió el Ser
de Parménides.

Que Meliso hable del Ser como incorpóreo no implica que piense en una realidad abstracta
e inespacial. Meliso pensaba que el Ser, aun siendo incorpóreo, ocupaba un espacio. Al
mismo tiempo, infinito en duración temporal.

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5. Heráclito. Hay que comprender el Logos.

Heráclito nació en Efeso y fue probablemente contemporáneo de Jenófanes, cuya obra cita.
A Heráclito siempre se le ha situado en oposición filosófica de Parménides, si bien, como
indicaba antes en el estudio del elata, un análisis de ambas obras da lugar a muchas ideas
comunes. La obra de Heráclito, no obstante, todavía sigue siendo clara influencia de sus
predecesores milesios, esto es, una doctrina sobre un principio o arjé material.

De Heráclito se conservan unos ciento treinta fragmentos, si bien, al igual que con todos los
pensadores presocráticos, las fuentes no son absolutamente fiables, es decir, que, de estos
fragmentos, algunos de ellos son dudosos y otros, incluso falsamente atribuidos a Heráclito.
Según el estudio de Diógenes Laercio, la obra de Heráclito estaba escrita en prosa y fue
muy apreciada en su época. Estaba dividida en tres partes que hablaban sobre el todo, sobre la
política y sobre teología. Aunque queda claro en los historiadores posteriores que esta
división no fue del propio Heráclito, sino posterior.

Los fragmentos de Heráclito, salvo uno un poco más largo, son de carácter aforístico, esto
es, frases breves y directas, como una especie de frases lapidarias. Su tono crítico con el resto
de sus conciudadanos, de los cuales se mofaba en sus aforismos, le valió la enemistad de la
gran mayoría ellos. Es de suponer que la obra de Heráclito estuvo compuesta en este estilo o
que al menos la mayoría de fragmentos eran aforismos, los cuales fueron muy apreciados
posteriormente y que explica que fueran relativamente bien conservados.

Heráclito no ve en el mundo ningún ser permanente sino cualidades contrarias conexionadas


entre sí, un paso de unos contrarios a otros en un eterno vencer y ser vencidos, día y noche,
calor y frío. Pero, muy importante, el enfrentamiento de contarios y el devenir del mundo no
implica que esto sea un Caos, sino todo lo contrario, un Cosmos ordenado. Y no puede ser
Caos porque existe el Logos, que en Heráclito está identificado como el Fuego, como hemos
visto antes, un arjé material del estilo de los anteriores milesios, que permite que todo lo que
sucede en el mundo, aún habiendo lucha y enfrentamiento entre los elementos contrarios de la
naturaleza, sea fruto de la proporción, del orden, de la medida; en definitiva, un cosmos
ordenado.

El primer principio, el arjé en Heráclito es ya muchos más amplio que el de los primeros
filósofos. La lucha entre contrarios es la que da orden al Cosmos, es lo dinámico. En
Heráclito, siempre habría sido así, y el Fuego, el Logos, es elemento primario en el sentido de
ser el responsable de que los elementos naturales, aun siendo contrarios y enfrentados entre sí,
funcionan de un modo equilibrado.

El Fuego es principio y término de la evolución del Cosmos, del universo. Constituye el


sustrato del acontecer universal. El Fuego, en su camino descendente se transforma en mar; en
su trayectoria ascendente, el mar se transforma en tierra o de nuevo en Fuego.

Heráclito afirmaba que el sol era nuevo cada día, distinto del anterior, en el sentido de que
su fuego, el fuego del sol se vuelve a llenar cada noche con exhalaciones totalmente nuevas.

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El Fuego, por su permanente movilidad, pudo significar desde un punto de vista simbólico,
ese tipo de realidad que estando en continua transformación, no deja de ser esa misma
realidad.

Heráclito no sintió únicamente interés por indagar en la naturaleza, sino que pensó que la
vida del hombre y sus instituciones estaban íntimamente ligadas al mundo natural que les
rodeaba. Afirmó que la sabiduría era precisamente ser consciente de este hecho, es decir,
entender el modo en que opera el mundo. El hombre sabio sería el que utiliza la inteligencia y
comprende que la Razón, el Logos, es lo que hace que el Cosmos esté ordenado. El que no
comprenda esto, el que posea inteligencia propia, está igual que el que está dormido. También
decía que tenía opinión y a veces, incluso ignorancia.

Heráclito concibe el alma como fuego. El alma nacería de la humedad y moriría de


convertirse totalmente en agua. El alma es descrita como si se estuvieran enumerando las
relaciones existentes entre las tres masas que formarían el mundo, tierra, mar y agua.

Heráclito coloca al entendimiento en relación con el alma y le otorga movilidad ilimitada


por todas las partes del cuerpo. El cuerpo sería regido por el alma.

La vigilia, el sueño y la muerte estarían en relación con el grado de ignición del alma. El
sueño sería un estado intermedio entre la vida y la muerte, ya que el alma-fuego ardería muy
débilmente y estaría casi extinta. El alma, en tanto que fuego, sería una realidad física, no
espiritual. En la vigilia, la conexión con el exterior sería directa, a través de los sentidos. En el
sueño, el contacto se produce a través de la respiración, dado que las almas proceden del agua,
humedad necesitan para seguir viviendo.

Heráclito siguió a Jenófanes en su crítica al politeísmo antropomórfico, es decir, a las


figuras de los dioses análogas al cuerpo humano. Para él, la religión convencional era ilógica,
a veces, incluso vergonzosa.

El Dios que concibe Heráclito se identifica con el mundo, con el Cosmos, con el Fuego, con
la Razón, con el Logos; es una misma cosa, Dios y Fuego dan orden al universo, dan Razón al
Cosmos.

La Razón común, el Logos, la auténtica sabiduría, la verdad para Heráclito, era aquella que
comprendía el orden cósmico, la que seguía el dictamen de la Razón. El que no comprenda
este orden cósmico, esta Razón universal, en definitiva, el que se dejaba guiar por su
inteligencia propia tan solo tenía opinión, e incluso a veces, hablaba Heráclito de ignorancia,
estaba igual que aquella persona que permanece dormida.

El hombre sabio debe necesariamente seguir lo común, la Razón, y es en este deber donde
está la posibilidad de ser racional, de saber la verdad del Cosmos. Pero este hombre sabio no
abunda, no es el que predomina, no es mayoría. La mayoría de los hombres vive como si
estuvieran dormidos, es decir, sólo hablan de opinión, no conocen la realidad, sino tan solo
sus apariencias.

Si el contacto con la Razón es la única sabiduría, la ignorancia es el distanciamiento de ella.


Si la comunidad con la Razón da participación en su poder y capacidad para vivir consciente
y activamente las leyes del universo, el alejarse de ella hace que resulten extraños hasta los
objetos cotidianos. La Razón es objetiva y eterna. Es característica de todo cuanto nos rodea,

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todo está regado por ella, todo refleja la huella de su gobierno. La Razón constituye el único
objeto de auténtico conocimiento humano, la sabiduría, es común a todos y representa el
único criterio de verdad.

El hombre, por sí mismo, carece de Razón, pero puede conseguirla mediante una
participación al ponerse en contacto con ella, con la Razón común y universal. Este contacto
consiste en una máxima objetividad intelectual, es entonces cuando el hombre se hace
racional.

La guerra tiene como consecuencia ordinaria un cambio en las estructuras sociales. La


división de los hombres en vencedores y vencidos establece entre ellos una relación de
dependencia que varía según las épocas. En tiempos de Heráclito, los vencidos pasaban a ser
tributarios e incluso esclavos de los vencedores y tenían que organizar su vida de acuerdo con
su nueva condición. Y lo mismo los vencedores al contar con nuevo poder y nuevas
responsabilidades. Esto que es consecuencia del fenómeno particular de la guerra tiene en
Heráclito una aplicación universal. Este es el sentido de su expresión “es necesario saber que
la guerra es común”. El Agua se engendra cuando perece el Fuego y la tierra al corromperse
el Agua. La aparición de cualquier fase de la evolución cósmica supone la desaparición de
otra a la que sustituye. Una fase aparece cuando se sobrepone, desplaza o vence a otra y por
ello, el proceso de su aparición puede considerarse como una lucha. Por ello es necesaria la
lucha.

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6. Los pluralistas. El origen de la ciencia.

Después de Parménides y la escuela eleata, aparecen en Grecia unos pensadores


preocupados por unir el sistema del Ser parmenídeo, pero sin negar el movimiento de
Heráclito. Son los llamados filósofos pluralistas y atomistas o los también llamados sistemas
postparmenídeos. La diferencia entre ellos es fundamentalmente una: para los atomistas,
como Leucipo y Demócrito, el funcionamiento del cosmos es puramente mecanicista; para los
pluralistas, en cambio, el funcionamiento del cosmos proviene de una fuerza externa, que en
Empédocles será el Amor y el Odio, y en Anaxágoras será el Nous.

De Empédocles de Acragas se dice que escibió dos Poemas, uno sobre la naturaleza y otro
titulado Purificaciones. Ambos constarías de unos cinco mil versos. También se dice que
escribió sobre medicina. El primer poema, sobre la naturaleza, trata de encontrar una
explicación física del universo. Purificaciones trataría el problema del alma.

Partiendo de los mismos principios defendidos por Parménides, a saber, que de la nada no
puede surgir el Ser, y que la pluralidad no procede de la unidad, Empédocles defiende que
nunca existió una unidad originaria, sino cuatro: Fuego, Aire, Tierra y Agua, y que se
corresponden con Zeus, Hera, Edoneo y Nestis respectivamente, y que existen desde siempre.
Estos cuatro elementos son típicos en la física popular de Grecia en esa época. Estos
elementos ocuparían la totalidad del espacio no dejando lugar a la existencia del vacío.

Pero la realidad es móvil, existe el nacimiento, y la muerte, de ello no hay duda, son cosas
visibles, percibidas por nuestros sentidos, es absurdo intentar negarlo, existen. Con esto, no
acepta la inmovilidad de la realidad que proponía Parménides y para lo cual, negaba la
veracidad de los sentidos. Se alinearía con las tesis de Heráclito sobre el cambio.

Por lo tanto, para explicar ese cambio que sufren todos los seres, los cuales están
compuestos de esos cuatro elementos primarios, cómo nacen, cómo crecen, cómo cambian,
cómo mueren, Empédocles explica que no es que pasen del Ser al No-Ser y viceversa, sino
que más bien, estos seres experimentan una combinación temporal de esos elementos. Y esa
combinación que origina el cambio aparece debido a dos fuerzas externas, a saber, el Amor y
el Odio, que interactúan haciendo que unas cosas pasen a ser otras. Por ejemplo, el Amor sería
el encargado de realizar la mezcla de elementos; el Odio sería el encargado de separar esos
elementos haciendo volver a las cosas al principio material del que proceden.

El sistema de Empédocles descansa en que toda la realidad se compone de un ciclo cósmico,


ciclo circular tal como es característico de toda esta época en Grecia. Ese ciclo constaba de
cuatro estadios: dos estadios polares dominados por el Amor y por el Odio, y dos estadios
denominados transitorios o de transición, siendo uno de ellos de transición del dominio del
Amor al Odio y el otro, la transición del dominio del Odio al Amor.

Si domina el Amor, existe una mezcla uniforme de los cuatro elementos primarios. Sería
similar al Ser parmenídeo, esto es, eterna, finita, inmóvil, y no existiría el vacío. El universo
no sería entonces ni Fuego, ni Agua, ni Tierra, ni Aire.

Si aparece el Odio, el universo se disgrega dando lugar a los cuatro elementos primarios,
Fuego, Aire, Tierra y Agua.

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Anaxágoras nació en Clazomene, en la costa jonia, sobre el 500 a.C. Los datos de que se
disponen para su estudio nos vienen de fragmentos y testimonios de filósofos posteriores,
principalmente, Aristóteles, Teofrasto, Simplicio o Diógenes Laercio, que a veces, no son del
todo fiables.

Fue el primero en desarrollar su actividad en Atenas, en la cual, a partir de él, se


desarrollaron las más importantes escuelas filosóficas. El logro filosófico de Anaxágoras
puede resumirse en dos partes: la física y el Intelecto o Nous como principio motor y
controlador del Cosmos.

La física fue un intento de explicar la estructura de la materia. Influencia de Parménides y


de la escuela eleata fue su consideración de que de la nada, nada puede surgir, de que ninguna
cosa surge, nace o perece. Para Anaxágoras, en las cosas que ya existen se realiza una mezcla
y una separación. Así, sería bueno llamar al nacimiento mezcla y a la destrucción, separación.
Anaxágoras llega a la conclusión de que en cada cosa existe algo de todo lo demás, de que
todo está contenido en todo, pero que nosotros llamamos a las cosas según el elemento
predominante en ellas.

El problema que le planteó su física fue explicar como siendo la materia increada, ingénita,
imperecedera y cualitativamente inmutable, cómo, por ejemplo, del pan que comemos se
forman huesos, carne, venas, cabellos, sangre, etc, y de lo que come el animal surgen cuernos
y alas, y del agua del arroyo que riega las raíces de las plantas surge madera, corteza, hojas y
frutos. Este problema se ve con mayor claridad en la nutrición, por ello lo consideró
Anaxágoras de este modo. La respuesta es que lo que parece nuevo, tiene que haber estado
contenido antes en los alimentos ingeridos por el cuerpo, pero en partes tan pequeñas que no
podemos percibirlas con los sentidos, sino tan sólo deducirlas por un proceso intelectual. Se
ve aquí, al igual que en Parménides, Empédocles o Alcmeón, la imposibilidad de obtener
conocimiento únicamente a través de los sentidos.

Anaxágoras tuvo una contradicción con su propia doctrina al admitir partículas de un


elemento único, las semillas, espérmatas, de las que está formado el mundo sensible.

Los elementos de la física de Anaxágoras fueron llamados por Aristóteles homeomerías,


partes semejantes. Ahora bien, es improbable que Anaxágoras usara dicho término, que para
la correcta interpretación de la doctrina del clazomenio supone más una molestia que una
ayuda.

Como dice Capelle, históricamente, la doctrina de los elementos parece un retroceso, pues,
al compartir con los eleatas que del No-Ser no puede surgir el Ser y que de éste no puede
surgir un Ser distinto del que era, y sin embargo, admitir infinitos cambios cualitativos entre
cuerpos e infinitos y distintos cuerpos simples sin negar la multiplicidad y el movimiento.
Esto que fue un retroceso frente al monismo jonio, fue, paradójicamente, una ingenua, pero
genial anticipación de las más modernas teorías químicas, utilizadas hoy por la comunidad
científica.

Anaxágoras admite un principio de movimiento separado de la materia. El proceso de


separación o discernimiento es un movimiento a partir de la mezcla original, procede del
Nous, la Inteligencia, un conocimiento que no está mezclado de nada ni con nada y que no
tiene nada en común con nada; que es él mismo en sí. Diógenes Laercio nos dice que el libro
de Anaxágoras comienza diciendo: “todas las cosas estaban juntas; luego llegó el Intelecto,

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el Nous y las puso en orden”. La Inteligencia no sólo posee la facultad de pensar, sino que
también tiene voluntad y capacidad de obrar, fijé, y así, es la promotora de todo movimiento.
Este Nous es simple, puro, no está compuesto de partes ni de materia alguna; de no ser así,
si estuviera mezclado con algo, participaría de las demás cosas y le impedirían tener poder
sobre alguna de ellas. El Nous recibe el poder de sí mismo, es autocrático. Consideró al Nous
como el primer motor, que dio impulso al proceso cósmico, un proceso que después de ese
impulso inicial, ya continuó solo, por sí mismo. En este punto, la teoría del Nous tiene sentido
de comienzo.

La teoría del Nous como increado, no incluido por nada, separado de todo y que, sin
embargo, conoce todo y posee por sí mismo dominio del Cielo y la Tierra, de lo animando e
inanimado, de lo grande y lo pequeño, que ha ordenado todo lo que existe en el Cosmos con
sabiduría y precisión, influyó enormemente en los pensadores posteriores como Sócrates,
Platón y Aristóteles.

La filosofía de Demócrito va inexorablemente unida a la de Leucipo. No se puede saber con


certeza el grado de dependencia de uno y otro. Pero es cierto, que siempre se han estudiado
juntos por no poder precisar con absoluta seguridad qué separa el pensamiento de uno con
respecto del otro.

La filosofía de Demócrito es una continuidad de las filosofías de Empédocles y de


Anaxágoras, pero llevada aún si cabe a un punto todavía más lejos. A este respecto,
Aristóteles señaló tiempo después que el camino iniciado por Empédocles y por Anaxágoras
quedaba incompleto precisamente por no terminar ese sistema mecanicista que será propio de
la filosofía de Demócrito. Para el estagirita, la filosofía atomista representa el principio de la
ciencia, un saber que una vez desposeído de el Amor-Odio en el caso de la filosofía de
Empédocles, y del Nous en el caso de Anaxágoras, dará lugar a esa filosofía mecanicista, esa
filosofía natural, que ya marchará imparable hasta la ciencia moderna, y que, en parte, es
debido a Demócrito.

El punto de partida de la filosofía atomista es la existencia de partículas invisibles e


indivisibles que se mueven eternamente en el vacío, son los Átomos. El nombre viene de
denominarlo precisamente así, indivisibles, Á-Tomos. Este descubrimiento del vacío,
permitirá a Demócrito plantar cara al problema del reconocimiento del No-Ser con la nada de
Parménides. El vacío permitiría a los Átomos moverse por todo el Cosmos además de permitir
que unos estén separados de otros. Todas las sustancias se originaron por composición de
Átomos indivisibles, únicos, indistinguibles, inalterables que se diferenciaban en posición,
figura y orden. La causa de las transformaciones es el movimiento libre de los Átomos en el
espacio, y debido al movimiento por causas mecánicas se unen originando o se separan
descomponiendo.

Las características principales de la filosofía atomista serían las siguientes:

Los primeros principios, los átomos son seres corpóreos y homogéneos. Cada átomo, en sí
mismo, sería finito y, en él no existiría el vacío, por lo que no podrían ser divididos, es decir,
serían indivisibles.

Los átomos serían tan pequeños que son invisibles, aunque en este punto es muy posible que
Leucipo y Demócrito no pensaran lo mismo.

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Los átomos eran, por tanto, indivisibles, sólidos, homogéneos, infinitos en número y figura,
aunque finitos en sí mismos, y estarían moviéndose por todo un vacío infinito.

Los atomistas identificaban el vacío con el no-ser pero no en el sentido que fuera sinónimo
de la nada sino en el de que el vacío no-era el ser, es decir, los átomos. Y el vacío no es
identificable con la nada ya que juega una función que sería la de permitir que los átomos se
muevan desde toda la eternidad y estén separados unos de otros. El vacío, por tanto, como
sinónimo del no-ser sería algo totalmente distinto de la plena existencia corpórea de los
átomos.

Aristóteles, se engaña cuando identifica el vacío de los atomistas con el espacio ya que éstos
no tenían la concepción de que los cuerpos ocupan espacio. Para ellos, el vacío solo existe allí
donde hay átomos, es decir, es el hiato existente entre ellos.

Y todo esto que puede suponer un pensamiento infantil hoy día, tiene un mérito enorme por
ser base de las más modernas teorías científicas, tal es el caso de la física cuántica, por
ejemplo. La gran importancia que debiéramos darle al pensamiento de Leucipo y Demócrito
viene por la complejidad de su sistema filosófico en aquella época.

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Conclusión

Como bien indica Moisés González en su Introducción al pensamiento filosófico, el gran


logro de estos filósofos primeros no fue ya tanto los sistemas que idearon para explicar el
mundo, los adelantos que consiguieron en disciplinas como la matemática, la aritmética, la
geometría, la astronomía, y en todos los temas sociales, como la ética o la política fueron la
primera piedra para construir un mundo alejado de los fantasmas de los razonamientos
mitológicos anteriores. A partir de entonces, el mundo debía explicarse con fundamentos
materiales provenientes del ser humano y de la naturaleza. Si bien, al principio, quedan
vestigios del mundo mítico, paulatinamente, el pensamiento irá avanzando sin pausa hacia un
naturalismo, que ya queda patente en la ontología aristotélica, el hombre, dirá Aristóteles, es
un ser natural.

Lo realmente importante fue romper con el método anterior, buscar la verdad de las cosas en
el razonamiento lógico. Independientemente de que consiguieran unos objetivos, todavía
infantiles, es ciertamente un salto cualitativo importantísimo para el posterior desarrollo del
ser humano en su devenir en el universo. A partir de ellos hemos desarrollado nuestras más
complejas teorías médicas, físicas o biológicas. Parte de los adelantos y descubrimientos
científicos de nuestro tiempo le deben a estos primeros filósofos sus primeros principios,
como, por ejemplo, el mundo de los átomos de los filósofos pluralistas.

Y, además, todavía hoy recurrimos constantemente a estos primeros filósofos griegos para
copiar ese ímpetu, esa ilusión, ese carácter en materia ética y política. Tomamos la
democracia ateniense como punto de partida de una sociedad democrática justa, aunque en
este punto, es muy discutible el término, ya que la sociedad ateniense no fue precisamente un
ejemplo acertado. Pero al igual que en la filosofía, el salto cualitativo con respecto a la
organización de las ciudades anteriores fue enorme. Y a pesar del paso de los siglos, nos
queda mucho camino por recorrer.

En resumen, podemos considerar a los primeros filósofos griegos como precursores de la


ciencia y de la sociedad occidental, tal como las entendemos en la actualidad. Y como indica
Moisés González como precursores, en cuanto que iniciadores, tenemos que considerarlos
como los más grandes.

Como apuntó Bertrand Rusell:


“Nada semejante ha ocurrido jamás, ni antes ni después. En el breve espacio de dos siglos,
los griegos produjeron en los dominios del arte, la literatura, la ciencia y la filosofía, un
asombroso caudal de obras maestras, las cuales han establecido las reglas generales por que
se ha guiado la civilización occidental”.

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Bibliografía:

Historia Universal Salvat: (Vols. 2, 3, 4 5. Barcelona, Salvat, 1999)

M. González: (Introducción al pensamiento filosófico, Madrid, Tecnos, 2000)

M. González: (Filosofía y cultura, Madrid, Siglo XXI, 2002)

F. Martínez Marzoa: (Historia de la Filosofía, vol. 1, Madrid, Istmo, 1994)

F. Copleston: (Historia de la Filosofía, Barcelona, Ariel, 1986)

W. Capelle: (Historia de la filosofía griega, Madrid, Gredos, 1976)

C. Eggers Lan: (Los filósofos presocráticos, Madrid, Gredos, 1978)

G.S. Kirk – J.E. Raven: (Los filósofos presocráticos, Madrid, Gredos, 1969)

E. Lledó: (La memoria del Logos, Madrid, Taurus, 1990)

Mª Teresa Román: (Sabidurías Orientales de la antigüedad, Madrid, Alianza, 2004)

L. Racionero: (Oriente y Occidente, Barcelona, Anagrama, 1993)

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