Está en la página 1de 393

1

Esta traducción fue realizada sin fines de lucro por la cual no tiene costo
alguno.
Es una traducción hecha por fans y para fans.

Si el libro logra llegar a tu país, te animamos a adquirirlo. 2


No olvides que también puedes apoyar a la autora siguiéndola en sus redes
sociales, recomendándola a tus amigos, promocionando sus libros e incluso
haciendo una reseña en tu blog o foro.


Índice
Sinopsis 14
Prefacio 15
Prólogo 16
1 17
2 18
3 19
4 20
5 21 3
6 22
7 23
8 24
9 Epílogo
10 Próximo libro
11 Sobre la autora
12 Créditos
13


Sinopsis
C
uando solicité el trabajo por primera vez, pensé que sería como
todos los demás: trabajar como niñera para una familia
aristocrática.
Luego conseguí el trabajo y descubrí lo equivocada que estaba.
Ahora soy la nueva niñera de dos adorables niñas que resultan ser
princesas.

SU PADRE ES EL rey viudo de Dinamarca .

¿Y MI NUEVO HOGAR? EL PALACIO REAL DE COPENHAGUE.


Adaptarme a mi vida nueva no es fácil, pero la parte más difícil no han 4
sido las niñas que aún lloran por la pérdida de su madre.
ES SU PADRE.
Frío, misterioso y malhumorado, con una mirada gélida que parece
penetrar tu alma, el rey Aksel puede haberme contratado para cuidar a sus
hijas, pero quiere tener tan poco que ver conmigo como sea posible.
Sin embargo, cuanto más tiempo comparto estas paredes del palacio con
este hombre, más me atrae. Su rostro cincelado y su arrogancia sexual solo son
una parte del paquete. Son las largas miradas intensas a la mesa del comedor,
en la forma en que nos rozamos en los pasillos, en los raros destellos del
hombre en su interior, como el sol atravesando las nubes.
Pero sin importar lo que sienta por él, nunca podremos estar juntos.
¿Crees que es suficientemente malo estar enamorada de tu jefe?

INTENTA ENAMORARTE DE UN REY.



Nordic Royals #3
Prefacio

A
unque hay una familia real danesa muy encantadora en la vida
real, hay que señalar que me he tomado total libertad en esta
historia y todos los personajes y situaciones son completamente
ficticios. Con respecto al idioma, aunque tuve un hablante nativo de danés que
revisó el libro, cualquier error que puedan encontrar aquí es mío.

Además, puede resultarles útil saber que la “J” en danés se pronuncia


como una “Y”.

¡Ja!

Feliz lectura,
5
Karina Halle

Prólogo
Aksel

Hace dos años – Madeira


T
odos recuerdan el momento en que se enamoraron.

Ese momento en el que los segundos parecen ralentizar


y te das cuenta por primera vez que no solo estás viviendo la
vida, sino que la estás sintiendo de la manera más grande y
espectacular posible. Como si te hubiesen contado un secreto 6
que todo el mundo ya sabía excepto tú.

Tal vez sea una mirada, la tímida mirada coqueta y una sonrisa maliciosa
después de haber contado una broma dolorosamente mala.

Podría ser el momento en que finalmente eres vulnerable, una herida


abierta de un ser humano, y todos te acogen con los brazos abiertos y sin
dudarlo.

Tal vez se ha forjado en ti después de un par de orgasmos, todo ese sexo


y placer culminando en algo más que una liberación física, en nada más una
toma total de tu alma.

No hay una única forma de enamorarse.

Puede que te marque, deje su huella, pero esa caída, ese impacto, es
diferente para todos.
Sin embargo, a pesar de las diversas formas en que te enamoras, hay un
distintivo sentimiento singular en el momento preciso en que te das cuenta de
que alguien a quien amas ya no te ama.

En el momento en que te das cuenta de que el amor que tenías se ha ido,


habiéndose escapado de tus dedos cuando no estabas mirando.

No te ataca rápido, con un golpe a los sentidos. No es un relámpago


golpeándote, o un maremoto chocando sobre ti, o la alfombra arrancada debajo
de ti.

En su lugar, es lento e insidioso, deslizándose a través de ti como tinta a


través del agua, hasta que impregna cada centímetro de tu alma.

Es una herida superficial en las entrañas, del tipo en el que el dolor tarda
en llegar, donde terminas de rodillas, preguntándote por qué no lo abordaste
antes.

Porque pensaste que desaparecería.

Para entonces, tu corazón roto se desangrará lentamente hasta morir.


7
Solo hay un sentimiento cuando sabes que has perdido el amor.

No se lo desearía a mi peor enemigo.

Excepto que, ahora mismo, mientras me siento en mi silla en la sala de


estar, con mis ojos clavados en el fuego rugiente, se lo deseo a ellos.

Mi enemigo ahora mismo es mi esposa.

La misma mujer de la que me enamoré de mala gana hace años.

La mujer que me persiguió y acosó hasta que accedí a ser de ella.

La mujer que me prometió que sería una reina perfecta, que criaríamos
hijos perfectos y que tendría esa vida que pensé que me había perdido cuando
era joven.

Una vida en la que te aman.

Estaba equivocado.
Conozco mi lugar en este mundo. Sé que me convertí en rey demasiado
joven, mucho antes de estar listo. Y sé cómo funciona todo esto, que el
matrimonio por amor rara vez existe para miembros de la realeza como
nosotros. Pero eso no detuvo la decepción cuando me enteré de la…
indiscreción de Helena.

En cambio, la ira se hizo más fuerte. Encendiendo un fuego.

La decepción avivando las llamas.

Ya no puedo ignorarlo.

No puedo ser esa persona, ese Rey.

Se supone que debo liderar este país y, sin embargo, ni siquiera puedo
enfrentar las duras verdades.

Mi esposa no me ama.

Y creo que nunca lo hizo.

Todo era parte del juego, el juego de poner de rodillas a un hombre como
yo, de cabeza en la guillotina. Ella quería la gloria. Quería ganar. 8
Pienso en Clara y Freja y me pregunto cuándo se darán cuenta de que
todo entre su madre y yo es mentira. Pienso en la edad que tenía cuando
descubrí que mis propios padres se odiaban. Bastante joven, diría yo.

No era difícil no verlo. Sabes cuándo el amor falta en la casa, una fractura
en la familia. No sé cómo es crecer con todo eso intacto, pero sé que haré todo
lo que pueda para asegurarme que mis hijas no tengan la misma crianza que yo.

Por eso estoy aquí en la mansión real en la isla de Madeira.

Esperándola.

Es abril, justo después de Pascua, cuando los dos solíamos venir aquí
como inicio de la temporada de verano. En Dinamarca hace demasiada
humedad para salir a navegar, pero Madeira apenas se está calentando. Las
noches pueden ser frías donde está la mansión, en lo alto de las laderas de la
cordillera central, de ahí el rugido del fuego.
Helena siempre se quejaba de que estábamos demasiado lejos de las
playas, pero como la mayor parte de Escandinavia pasa el invierno aquí, este
sitio fue elegido por su absoluta protección y privacidad.

No sabe que estoy aquí.

Uno pensaría que lo haría, pero eso requeriría que de hecho me hable a
diario. Podríamos compartir el mismo palacio, pero ya ni siquiera compartimos
dormitorio.

Está volando aquí, aterrizando en aproximadamente una hora.

Ya es de noche, las ocho de la noche.

Si piensa en absoluto en mí, probablemente piensa que aún estoy en


Noruega, teniendo una reunión con el rey Arvid, que es donde estaba esta
mañana. Pero en el aire, de regreso a Copenhague, le dije a mi asesor Ludwig y
al piloto que no quería regresar a casa.

Quería venir a Madeira para sorprender a mi esposa.

No había estado con ella en unas vacaciones adecuadas en algún tiempo, 9


así que, naturalmente, todos pensaron que era un gesto romántico.

—Señor —la voz de Ludwig irrumpe en mis pensamientos—. Casi es la


hora. ¿Debería hacer que Edward la recoja?

Edward es el único cuidador de la propiedad aquí, lo que significa que


también actúa como conductor.

Me giro en mi asiento para ver a Ludwig de pie junto a la puerta, su


postura rígida como siempre. Ludwig era el consejero de mi padre hasta que
falleció, y ahora es mío. Me gusta el anciano, aunque a veces parece demasiado
formal. Siempre me han enseñado a no tratar nunca a tu personal como un
amigo, pero a veces sería bueno tener un amigo.

—No te preocupes por eso —le digo—. Yo conduciré.

—¿Señor? —dice Ludwig, irguiéndose de alguna manera un poco más.

Me levanto de la silla.
—Sería una mejor sorpresa ¿no crees, que me vea en la pista de
aterrizaje?

—Su Majestad, está oscuro y es un camino terrible, lo sabe.

—Y sabes que soy un conductor más que capaz.

No estoy siendo modesto. En los días salvajes a mis veintes, era uno de
los mejores pilotos de rally en Dinamarca. Luego sufrí un accidente terrible y
ante las demandas de mis padres y del público, cambié de autos a barcos.

Menos choques en el agua, menos posibilidades de perder al heredero al


trono.

—En realidad, no está bien dejarlo conducir. Los riesgos…

—Pero soy el rey —señalo mientras camino hacia él.

Suspira, mirándose los pies.

—Precisamente.

—No puedes detenerme, Luddie. 10


—No lo haré, señor —dice. Me lanza una mirada cautelosa—. Solo… es el
único rey que tenemos. Prométame que dejará que Nicklas conduzca el camino
de regreso.

Nicklas.

No puedo evitar la sonrisa amarga en mi rostro. Le doy una palmada en


la espalda a Ludwig y paso junto a él.

Nadie tiene idea, ¿verdad?

O si lo hacen, son increíblemente buenos guardando los secretos de


Helena.

Algún día debería tener un secreto propio, uno que sea mejor que fingir
un matrimonio sin amor.

Porque esa es ahora la verdad. Puede haberse desenamorado de mí, pero


la seguiría pronto. ¿Cómo puedes dejar que tu corazón lata por alguien cuando
ya lo han partido en dos?
Agarro una chaqueta ligera del pasillo y me dirijo hacia el SUV negro.

Normalmente, Helena insiste en viajar en un Rolls Royce o Town Cars,


pero con el terreno accidentado aquí en la isla, un Land Rover es mejor.

Entro y empiezo a bajar por el largo camino sinuoso de entrada pasando


las filas inactivas de nuestra propia bodega en el lugar y salgo por las puertas.

Me golpea un recuerdo vago de cuando era un niño y solíamos venir aquí


en familia. Corriendo por los viñedos con mi hermana Stella, escondiéndome de
mi niñera cuando era hora de dormir. Era tan joven y tan libre, solo porque no
conocía otra cosa. No me daba cuenta de la trampa de la realeza, que tener
dinero y privilegios tenía un precio terrible que jamás podrías ignorar.

Me prepararon para ser rey desde el día en que nací.

Simplemente nunca supe lo que eso significaba.

Nunca supe lo que me quitaría.

Mis manos aprietan el volante a medida que conduzco a través de la


oscuridad, bajo robles viejos. El camino se retuerce y gira como una arteria. 11
Estoy intentando pensar en lo que les voy a decir.

Pero cada vez que formulo las palabras en mi cabeza, la rabia se apodera
de mí.

Así que, dejo que mi mente se quede en blanco durante el resto del viaje
hasta que me estoy deteniendo justo fuera de la pista de aterrizaje, treinta
minutos después. Normalmente no iría a ningún lado sin Ludwig, o un asistente
real como Edward, pero como rey, puedo hacer mis propias reglas y esta noche
necesitaba estar solo. Además, nadie sospecharía siquiera que estoy al volante
en esta diminuta pista de aterrizaje privada en la base de las montañas.

Mantengo el auto en marcha, mirando por encima del volante para ver
uno de nuestros pequeños jets privados. Helena y Nicklas se están alejando del
avión.

Está un poco por delante de él, manteniendo las apariencias. Por ahora.

Atraviesan la puerta de la valla de tela metálica y Helena ve el auto.


Pero a medida que se acercan, su paso ralentiza, su ceño frunciéndose
tanto como le permite el Botox. La lluvia ha comenzado a caer, difuminando su
imagen a través del parabrisas. Sabe que soy yo.

Salgo del auto y asiento hacia ella y Nicklas.

La expresión de su rostro no tiene precio. Desearía ser un hombre más


maduro en lugar de disfrutar de esos deseos mezquinos, pero es la verdad. Me
está mirando con decepción pura, comprendiendo ahora que no puede pasar su
viaje follándose a Nicklas.

Seguido por el miedo. Miedo de que la descubran, miedo de que sepa


algo. ¿Por qué más estaría aquí?

—¿Tuvieron un buen vuelo? —les pregunto, manteniendo mi voz firme y


ligera. Es asombroso lo bien que puedo hacer eso. Mis rasgos rara vez delatan el
infierno interior.

—¿Qué estás haciendo aquí? —pregunta Helena, su voz saliendo en siseo


sin aliento.

Mantengo la sonrisa falsa en mis labios y hago un gesto hacia el auto. 12


—Quería que fuera una sorpresa. Rara vez podemos pasar tiempo juntos.
No recuerdo la última vez que estuvimos aquí. Por lo general, son solo Nicklas y
tú, solo ustedes dos, ¿cierto?

Mientras digo su nombre, mis ojos están fijos en los suyos y tengo que
controlar la rabia dentro de mí tanto como pueda. Incluso mirarlo me hace
hervir la sangre.

Es mucho más joven que yo, treinta y tantos, con esos ojos en blanco y
una mueca perpetua en sus labios. A primera vista, es callado y parece estar allí
estrictamente para obedecer. Pero lo conozco. Puede actuar como un
mayordomo obediente, pero será el primero en lanzarte a los tiburones. Por
helvede, él es el tiburón.

Helena simplemente asiente. Ni siquiera puede sonreír. Se sienta en el


asiento trasero y le dice a Nicklas que conduzca.
—Yo conduzco —le digo—. Estoy seguro que Nicklas está cansado del
viaje.

—No hay problema —dice, pero le hago señas para que se aparte y me
pongo de nuevo en el asiento del conductor, dejándolos que averigüen dónde
quieren sentarse.

Fuera se levanta una brisa y gotas de lluvia más grandes comienzan a


acumularse en el parabrisas, iluminadas por el brillo apagado del hangar del
avión.

La sangre en mis oídos es un siseo constante.

Al final, Helena se sienta en el asiento trasero, con Nicklas en el asiento


del pasajero.

O está tan acostumbrada a que la conduzcan a todas partes que sentarse


al frente le parece grosero, o no me soporta mucho que digamos. Supongo que
es un poco de ambos.

Rodamos en silencio. Al principio tengo que forzar la conversación,


preguntando por las niñas, preguntando por el clima. Sé a ciencia cierta que mi 13
tía Maja está cuidando de Clara y Freja en este momento, pero es curioso lo
poco que parece saber Helena. O tal vez no sea nada curioso. Quizás sea
simplemente triste.

Mi corazón se aprieta al pensar en lo que estoy a punto de hacer.

Cómo estoy a punto de arruinarlo todo.

Sé lo que diría mi padre.

Sé que me diría que el amor nunca fue parte del trato. Maldita sea, él fue
quien me advirtió desde el principio sobre Helena y cómo su enamoramiento
de colegiala nunca fue lo que parecía. Para empezar, esa es la única razón por la
que dudé tanto con ella. Pero era hermosa y muy devota, y me hizo sentir como
un rey mucho antes de convertirme en uno.

Este es mi papel, fingir. Este es el trono en el que me siento, uno tallado


en mentiras, antiguo como las épocas.

Pero ya no más.
El último pensamiento razonable que tengo es sobre mis hijas y cómo su
mundo sería infinitamente más feliz si solo fingiera y fingiera y fingiera.

Debería hacerlo por ellas.

Todo por ellas.

Sin embargo, eso no detiene las palabras que salen de mi boca.

—Sé lo de ustedes dos —digo.

Estamos a mitad de camino al palacio, la carretera subiendo, la lluvia


cayendo salvajemente frente a los faros.

Creo que ninguno de los dos me escuchó, a juzgar por su falta de


reacción, pero Nicklas se pone un poco rígido. Miro a Helena por el espejo
retrovisor, pero apenas puedo distinguir su perfil. Parece estar mirando
fijamente la oscuridad pasando.

No puedo decir que me sorprenda. La negación es su palabra favorita.

—Me escuchaste —digo nuevamente—. Lo sé.


14
Finalmente, Nicklas dice algo.

—¿Qué sabe, señor?

Dejo escapar una risa cáustica.

—¿Señor? ¿En serio? Pretendes reverenciarme como tu rey y, sin


embargo, me insultas al mismo tiempo follándote a mi esposa.

—¡Aksel! —grita Helena—. Déjate de tonterías. ¡Estás loco!

—¿Loco? No estoy jodidamente loco. Tampoco soy un maldito estúpido.


Todo el mundo lo sabe, Helena. Todo el mundo. Supongo que fui el último, y tal
vez eso me vuelva loco a tus ojos, pero todos saben que has sido una puta
mentirosa.

—¿Cómo te atreves? —pregunta enfurecida—. Estás loco, tonto celoso.

Mi sonrisa se siente ácida.


—Me atrevo. Me atrevo porque ya no soy tonto. Finalmente sé la verdad
y no puedo ignorarla más. No puedo fingir más. —Entonces, algo dentro de mí
se siente como si estuviera rompiéndose. La traición. La destrucción de mi
corazón que sé que nunca se recuperará—. ¿No sientes lo mismo?

—No voy a hablar de esto —dice Helena, mirando hacia otro lado, con los
brazos cruzados enfadada—. Y si por eso te molestaste en recogerme, entonces
has comenzado la jodida guerra equivocada porque te destruiré. ¿Me escuchas?
Te destruiré y tomaré todo lo que amas. Incluso las niñas.

—¡Hija de puta! —grito, golpeando los puños contra el volante, el auto


casi saliéndose de la carretera—. Nada te importa una mierda, ¿verdad? ¡Solo tu
imagen! ¡Solo lo que puedes tomar! ¡Todo lo que has hecho es tomar, tomar,
tomar!

—Aksel, por favor —dice Nicklas, su voz cada vez más fuerte, nerviosa.

—¿Por favor? —Mis ojos se clavan en él justo cuando corrijo el auto de


regreso a la carretera—. ¿Por favor? Tus modales te abandonan. No te importa
una mierda nada de esto. Solo te la estás follando porque crees que me
fastidiará, que tomarás mi lugar. ¿Adivina qué? ¡Ella te abandonará tan rápido 15
como me dejó a mí! ¿Crees que soy una víctima única, un tonto que dejó ciego?
¡Me persiguió desde el principio! Fingió quererme, fingió amarme, todo para
conseguir la corona. Ahora la tiene. ¡Ahora tiene la corona y finge que te quiere,
solo para hacer alarde de la superficial perra mentirosa que es!

—¡Maldita sea, no le hables así! —grita Nicklas, dándome un puñetazo en


el brazo, intentando ir a por mi cara. Es ahora que sé con certeza que he tocado
un nervio. No se puede ocultar el amor cuando ha sido insultado, amenazado.
Piensa que lo que tienen es genuino y real. ¿Quién es el maldito tonto ahora?

—¡Nicklas! —chilla Helena, desabrochando su cinturón de seguridad y


avanzando entre los asientos, intentando separarnos—. ¡Para!

—¡Oh, él lo sabe, Helena! —dice Nicklas, con voz angustiada—. Lo sabe,


todo el mundo lo sabe. Esto es todo para nosotros. Esto es el fin.

—No es el fin —dice con franqueza, y puedo escuchar el pánico en su voz


cuando sus manos golpean el costado de mi brazo—. Oh mierda, oh mierda.
—Sí, mierda —grito—. ¿Por cuánto tiempo ha estado sucediendo esto?
¿Cuánto tiempo llevas traicionándome? ¿Traicionando a la familia?

—Eres una mierda —sisea—. No te he traicionado. Ambos sabemos que


nunca me amaste. Solo te casaste conmigo porque tenías que hacerlo.

—¡Yo te amaba! —rujo. Aprieto el volante con tanta fuerza que juro que
podría romperlo por la mitad—. Te amaba tanto que pensé que mi mundo
terminaría si nuestro amor terminaba. Y nuestro amor terminó y todo lo demás
siguió adelante. Aprendí que todo era mentira.

—Jódete —dice ella, recostándose en su asiento—. Como si no te hubiese


dado lo que querías, hijos, como si no hubiese sido la futura reina perfecta. Te
he dado todo lo que deseabas.

—¡Tú también querías eso! Ese trono, esa corona, eso es lo único que te
ha importado desde el principio. Y ahora lo tienes. Ahora eres la reina y me has
dejado a un lado por un maldito mayordomo. Un hombre que se supone que
debe lustrar tus zapatos, no follarte. Pero ambos sabemos que tus estándares
son jodidamente bajos.

—¡Maldito cabrón! —grita Nicklas, lanzándose, intentando golpearme


16
nuevamente.

Me está golpeando y yo esquivándolo, y la carretera se inclina a la


izquierda en una curva cerrada y aprieto los frenos, haciendo girar el volante
como el profesional que solía ser. Pero aunque este tipo de curvas no me
preocupan, la humedad de la carretera, especialmente después de semanas de
sequía, significa que la lluvia no se ha asentado en el asfalto.

Está resbaladizo y el auto empieza a girar.

En un momento olvido por qué estamos peleando.

Olvido la traición.

Olvido que nunca en mi vida he odiado tanto a dos personas.

Todo lo que sé es que estamos derrapando.

Todo lo que sé es que si no puedo corregir este vehículo, todos


pasaremos por encima del borde de la carretera y caeremos al valle.
Así que, presiono los frenos y corrijo y hago todo lo que las carreras me
han enseñado y mantengo la cabeza nivelada, como si esto es solo otra curva en
la pista.

Pero el SUV no se comporta como un auto de rally.

Y la carretera no se comporta como una pista de rally.

Y mis pasajeros no son navegantes.

Todo el mundo grita cuando el SUV sigue avanzando a toda velocidad,


girando fuera de control mientras pasa por encima del costado de la carretera
que apenas tenía un arcén para empezar.

Permanecemos suspendidos en el aire por un momento.

Luego chocamos.

Implosionamos. Sintiéndose como si miles de kilos de acero se


estuvieran deformando a mi alrededor.

Después rodamos.
17
Una y otra vez.

De nuevo.

Bam.

Y de nuevo.

Bam.

Y de nuevo.

No sé lo que está arriba o abajo.

El cinturón de seguridad se clava en mi tráquea, hundiéndose en mi


cintura, justo cuando el cuerpo de Helena pasa a mi lado.

Extiendo la mano hacia ella, para agarrarla, y rozo la longitud de su


pierna, mis dedos intentando sujetarla en vano.

Pero es muy tarde.


Atraviesa el parabrisas.

El vidrio rompiéndose como la lluvia y luego todo se vuelve negro.

Es una oscuridad en la que puedo hundirme. Un vacío. Un lugar donde


viven mis pecados, esperándome en sus profundidades.

Luego, después de eones, siglos, años, minutos…

Hay lluvia en mi cara.

Mi cabeza quiere explotar.

Todo vuelve a mí.

Jadeo por aire, sintiéndome atrapado como un animal salvaje.

Busco a tientas mi cinturón de seguridad y lo desabrocho. Mi cuerpo se


derrumba, cayendo libremente, choca contra el techo del auto que ahora es el
piso y casi me noquea una vez más. La camioneta aterrizó bocabajo.

Helena.

Esa imagen de ella pasando a mi lado, como un fantasma oscurecido en la 18


noche, un espíritu intentando huir del mundo en el que vivo por otro. Eso no
fue un sueño. Esto no es una pesadilla.

Levanto la cabeza, echando un vistazo arriba para ver a Nicklas


inconsciente y bocabajo.

Debería ver cómo está. Veré cómo está, aunque es lo menos que quiero
hacer.

Pero primero tengo que encontrar a Helena.

Helena.

Salgo a gatas de la camioneta, las ventanas rotas cortando mis brazos y


piernas.

Aterrizamos en una pendiente, muy por debajo de la carretera. Mis faros


tragados por los robles que nos rodean a ambos lados, el auto anidado en un
parche de follaje bajo y rocas.
—¿Helena? —grito, tropezando entre las rocas, intentando no caer.
Siento como si mis rodillas fallarán en cualquier segundo—. ¡Helena!

No hay nada. No hay nada aquí excepto la lluvia y el suave calor bajando
por mis brazos, piernas y cabeza. Sangre, tal vez.

Escucho un gemido y trato de correr, casi cayendo unas cuantas veces. La


veo a unos seis metros de la camioneta. Está acostada bocabajo, presionada
contra una roca. Su rostro está cubierto de sangre, usándola como un velo.

—Helena —grito, cayendo de rodillas, ignorando el dolor que me


desgarra—. Aquí estoy.

—Nicklas —se las arregla para decir, su mirada fija en mí con tal
intensidad que no puedo dudar de lo que dice—. ¿Dónde está Nicklas?

Trago pesado, pero es imposible. Hay piedras en mi garganta.

—Aquí estoy —digo una vez más—. Aksel. Aquí estoy.

Pero eso no es un consuelo para su mirada. En todo caso, se estremece de


miedo. 19
Y luego se aleja de la vida.

Estoy de rodillas junto a mi esposa, sangrando, tal vez muriendo, y al


final solo pidiéndole que me vea por lo que soy, que me vea por mí.

Pero solo lo ve a él.

Solo lo quiere a él.

Y ya ni siquiera puedo culparla por eso. Porque debería tener lo que se


merece.

Porque no comprendes lo preciosa y voluble que es la vida hasta que la


ves drenarse ante tus ojos. No sabes lo mezquinos y triviales que son tus
sentimientos estúpidos hasta que alguien se va.

Hace solo unos momentos antes, no quería nada más que venganza, amor
y un millón de cosas que Helena nunca podría darme.

Ahora, mientras muere frente a mí, no quiero nada más que sea feliz.
No quiero nada más que viva.

—Lo siento —le susurro, sosteniendo su mano con fuerza, tan fuerte, a
medida que las lágrimas comienzan a rodar por mi rostro.

Se mezclan con la lluvia.

Empapando mi corazón.

Ella muere.

Yo muero.

Vivo y muero con el último aliento que toma.

Una vez mi amante. Una vez mi esposa.

Mi mundo ha cambiado para siempre.

20
1
Aurora

Actualidad - Septiembre

C
uando en un principio solicité el trabajo, no pensé mucho en ello.
En todo caso, para empezar vacilé en completar la solicitud.
Acababa de dejar de ser niñera de Etienne Beauregard durante
dos años y después de que ese pequeño tirano francés hizo todo lo que estaba
en su mano para derrotarme, comencé a pensar que tal vez debería darme un 21
descanso de ser niñera. Había sido au pair, luego niñera, para varias familias en
Europa durante los últimos siete años. Incluso alguien tan optimista y
resistente como yo puede llegar a agotarse un poco, y anhelar algo nuevo fue lo
que me llevó, para empezar, al extranjero.

Pero aunque me di permiso para buscar otras opciones que pudiera


hacer (¿Enseñar Inglés? ¿Ser tutora privada? ¿Actuar en la esquina de una calle
vestida como María Antonieta?), en el momento en que entré a mi agencia de
contratación para decirles que necesitaba un cambio de ritmo, mi asesora,
Amelie, me informó de inmediato sobre el puesto.

—Es en Copenhague —dijo con una sacudida de sus cejas, como si


Copenhague fuera más atractivo que el hecho de que actualmente estuviéramos
en París.

—Escucha, Amelie —le dije, cambiando de mi francés aún oxidado


(según sus estándares) al inglés. Lo culpo a mi acento australiano—. De hecho,
estaba pensando que podríamos probar otra cosa.
Me miró sin comprender.

Continué.

—No ser niñera. O institutriz. O algo por el estilo.

Se mordió el labio por un momento, frunció el ceño.

—¿Pourquoi?

Me encogí de hombros.

—No lo sé. Etienne fue…

—Sí, era un mocoso y su padre un cretino. Pero lo hiciste bien y te fuiste


cuando pudiste. No todos son como él. Lo sabes.

—Lo sé, pero tal vez podría hacer algo… diferente.

Sacudió la cabeza y volvió a poner su atención en la pantalla de su


computadora.

—No. No puedes. Viniste aquí pidiendo trabajo y desde entonces te


hemos colocado con cuatro familias. Esto es lo que te permitió quedarte y 22
trabajar en la Unión Europea. Eres una buena niñera, Aurora. Tu energía es
como dices, contagiosa. Y es por eso que este puesto es tan atractivo. —Puntuó
su oración haciendo clic en su mouse.

De repente, todas las diferentes direcciones nuevas y todas las pequeñas


vidas que podría haber tenido desaparecieron de mi cabeza en una nube de
polvo.

—Está bien —dije con un suspiro y pegué una sonrisa—. ¿Qué es?

—Alors. —Me lanzó una sonrisa astuta—. Es para una familia prominente
en Dinamarca. Para empezar, el plazo de un año. Dos niñas, de cinco y seis años.
El padre es, eh, soltero.

¿Un papá soltero? Eso era nuevo.

—¿Dónde está la madre?


—Muerta —respondió. Recuerdo la expresión de su rostro, como si la
conociera personalmente—. Es una pena. Entonces, sí, obviamente el padre
necesita ayuda.

Continuó con más detalles, pero no demasiados. No suficientes para


delatar todo. Después de todo, Amelie me conocía, le agradaba y sabía que
encajaba bien con ciertas familias. Esa energía contagiosa o lo que sea de lo que
estaba hablando. Pero no había duda de que tenía que mantener los detalles en
secreto hasta el final.

La primera ronda de entrevistas tuvo lugar en un café anodino junto al


Hotel Península. La entrevistadora había sido Maja, una mujer muy refinada de
casi setenta años con una piel envidiosamente suave y cabello rubio ceniza
recogido en una trenza larga. Me sorprendió que viniera; normalmente eran los
padres quienes me entrevistaban y supuse que en este caso al menos el padre
lo habría hecho. Ni siquiera era una exniñera.

Si bien se me escapó su papel en la familia, sus preguntas también fueron


extrañas. No supe nada de las niñas excepto sus nombres, Freja y Clara, y en su
lugar me preguntó mucho sobre cómo me comporto. Mi decoro. Mis creencias.
Fue una entrevista, pero se sintió menos como si fuera para un trabajo y más
23
como si fuera un ser humano decente. Quizás mejor que decente.

No podía estar segura de haber pasado.

No vengo de un linaje decente.

Luego, dos días después, llamó Amelie. Quería reunirse conmigo fuera de
la boutique Chloe en la Rue Honore, lo que me pareció un lugar extraño
considerando que es una parte cara de París y está lejos de su oficina.

La encontré allí, fumando un cigarrillo.

—¿Qué está pasando? —le pregunté.

Sus ojos se movieron de un lado a otro, como si temiera que la siguieran.


Después asintió.

—Ven conmigo.
Desconcertada, bajé por una calle lateral hasta que ella se detuvo contra
una pared.

Sus ojos siguieron deambulando alrededor y estaba a punto de


preguntarle si estaba bien hasta que dijo:

—Tienes que volar a Copenhague mañana mismo.

—¿Qué? —Hasta esa mañana, Amelie no había dicho nada sobre el


puesto. Había empezado a asumir que no lo conseguí.

Dio una calada rápida a su cigarrillo.

—Aviso de último momento. Pero quieren presentarte a las niñas. Si


funciona, entonces tienes el trabajo. Maja pareció impresionada. O eso o tenía
algo en el ojo.

—¿Te reuniste con ella en persona?

—Hoy más temprano. Almorzamos calle arriba.

—¿Por qué aún estaba en París?


24
—Crees que eres la única candidata, ¿verdad?

No había pensado en eso.

Me dio una sonrisa divertida.

—Eras mi única candidata. Pero ya había visto algunas de otros lugares


de Europa. Se reunieron aquí como una ubicación central. Al menos eso es lo
que dijo. Alemania, Austria, Bélgica. Ya había pasado por Inglaterra. Y
Dinamarca, por supuesto.

—No puede ser tan difícil encontrar una niñera. ¿Por qué está buscando
por toda la mitad del continente?

La sonrisa de Amelie se ensanchó.

—Porque no es fácil encontrar a alguien digno de la realeza.

Y es entonces cuando finalmente supe toda la verdad sobre el puesto.

No sería niñera de cualquier familia rica o prestigiosa.


Sería niñera de la maldita realeza.

Y es por eso que actualmente estoy en un avión a Copenhague, haciendo


todo lo posible por mantener la calma. No ayuda que sigamos teniendo
turbulencia y la mujer a mi lado aferra su rosario y murmura una oración febril
en italiano.

Intento distraerme de la montaña rusa en mi estómago repasando todas


las investigaciones de último minuto que hice tanto sobre Dinamarca como
sobre la familia real danesa. Solo tenía veinticuatro horas para cubrir antes de
subir al avión y no estaba dispuesta a aparecer en el maldito palacio real sin
estar preparada.

Dinamarca siempre fue un lugar que quise visitar y me encanta


investigar por diversión, así que afortunadamente ya sé un poco sobre el país,
pero no sabía nada sobre su familia real.

Ahora que lo hago, bueno, la historia de la familia real es bastante


complicada.

El rey Aksel tiene cuarenta años y es uno de los reyes más jóvenes de la
historia reciente.
25
Era el hijo mayor del rey Felix y la reina Liva, con una hermana menor, la
princesa Stella. Heredó el trono después de que su padre muriera de un infarto
hace cuatro años. La reina viuda no ha sido la misma desde entonces y ha
pasado la mayor parte de sus años hospitalizada por varias cosas en las que
Internet no puede ponerse de acuerdo.

La tragedia en la vida del rey Aksel no se detuvo allí.

Hace dos años, su esposa, la reina Helena, murió en un accidente de


automóvil en la isla de Madeira donde el rey y la reina estaban de vacaciones,
dejando así a Aksel como padre soltero de sus hijas, Clara y Freja. Desde el
funeral público, las niñas apenas han sido vistas y las apariciones públicas de
Aksel han sido limitadas.

Se dice que el rey está afligido, lo cual es comprensible. Más que eso, todo
el país sigue de luto. Verás, en el momento en que se convirtió en princesa, la
reina Helena a menudo fue comparada con la princesa Diana.
No tanto porque fuera la princesa del pueblo. En todo caso, la reina
Helena era de élite, proveniente de una línea de nobleza danesa y sueca. Pero
era más que caritativa, hermosa, elegante e ingeniosa, y el público la adoraba
absolutamente. Puede que no supiera mucho sobre la familia real danesa, pero
sí recordaba titulares sobre la princesa Helena.

De modo que, sí. No solo me estoy dirigiendo al maldito palacio real para
reunirme con todos ellos, sino que debo ser consciente de lo que ha pasado esta
familia. Todos los niños que he cuidado en el pasado han tenido diferentes
grados de dificultades y problemas (no me hagas hablar de Etienne), pero
ninguno de ellos ha tenido que lidiar con el dolor más que la muerte de un pez
dorado.

¿Yo, por otro lado? Bueno, digamos que lo conozco de muchas formas.

La fuerte sacudida del aterrizaje del avión me saca literalmente de mis


pensamientos.

La mujer a mi lado deja de rezar y me asomo por la ventana a las pistas


del aeropuerto de Copenhague.

Aquí estoy.
26
Las náuseas me recorren como si estuviéramos de nuevo en el aire.

Lo curioso es que aunque días atrás había estado considerando un


cambio de ritmo, haciendo cualquier cosa menos esto, lista para un rumbo
nuevo en mi vida, ahora estoy contando con conseguir este trabajo por encima
de todos los demás.

No soy refinada. No tengo ningún interés en la realeza.

No hay absolutamente nada que me haga pensar que sería una buena
opción para este puesto. Siempre había asumido que las personas que
trabajaban para una familia real, especialmente una niñera, tendrían que
provenir de una línea de nobleza. Señor, espero no tener que abrirme sobre mis
propios antecedentes porque estoy bastante segura que me mostrarán la
puerta en un segundo.
Y, sin embargo, si consiguiera el trabajo, puedo ver las puertas
abriéndose, mi futuro expandiéndose, y un propósito que siempre se me escapó
podría finalmente estar a mi alcance.

Si consigo el trabajo, por supuesto.

Un gran y gordo sí.

Una vez que estamos en la puerta, agarro mi pequeño equipaje de mano


del compartimiento superior y me arrastro por el pasillo. La familia real pagó el
vuelo, lo cual fue muy amable de su parte. He estado ahorrando a lo largo de los
años para poder hacerlo, pero aun así, tengo cuidado con mi dinero.

En la zona de llegadas veo de nuevo a Maja y a un hombre que debe ser el


conductor, de pie junto a ella. Como antes, su cabello está recogido en una
trenza y está vestida de manera sencilla en colores oscuros.

Aquí voy.

—Hola, otra vez —digo, extendiendo mi mano—. Muchas gracias por


invitarme.
27
El apretón de manos de Maja es firme, su sonrisa tensa.

—Ven por aquí —dice con su acento fuerte antes de girar y caminar, el
conductor a su lado.

Bueno. Puede que me haya llamado para una segunda entrevista, pero
definitivamente aún no somos las mejores amigas. Está bien. Puedo
conquistarla con el tiempo.

Si tienes tiempo, me recuerdo. Piensa antes de hablar.

Los sigo a los dos hasta un Town Car negro esperando, donde el
conductor toma mi bolso, lo coloca en el maletero y luego abre la puerta
trasera.

Maja me hace un gesto con la cabeza para que entre y siento una emoción
recorriéndome. No es que no haya estado en un auto así antes, pero sospecho
un poco que estos dos van a arrojar mi cuerpo en el foso del castillo. A pesar de
toda mi investigación no había encontrado ninguna información sobre Maja.
El impulso de preguntarle sobre sí es fuerte, especialmente porque ni ella
ni el conductor hablan en absoluto durante el viaje. Me gusta hablar,
principalmente porque soy curiosa y también porque no soporto los silencios
incómodos.

Observo a Maja, intentando descifrarla.

Me devuelve la mirada fija, con una ceja levantada.

Mierda, ya lo estoy arruinando. Tiendo a mirar mucho a las personas,


pero lo hago por curiosidad, no por ser grosera. Hay mucho que puedes
aprender sobre las personas con solo permanecer en silencio y observarlas.

Desafortunadamente, a veces tengo problemas con la parte de


permanecer en silencio.

—Supongo que es posible que tenga algunas preguntas para mí —dice


después de un segundo.

—Lo hago —digo—. Quiero decir, en realidad nunca llegué a escuchar


cuál es su papel en todo esto.
28
—¿Mi papel?

Muerdo mi labio, preguntándome si estoy siendo entrometida.

—Sí. ¿Está… trabajando para la familia real?

—Soy la hermana de la reina —responde con rigidez—. La reina viuda.

Lo que ahora sé significa que el título es por matrimonio y no por


derecho de nacimiento, de modo que Maja es la hermana de la reina Liva, por lo
tanto, es la tía del rey Aksel.

—Me estoy encargando de estos asuntos por Su Majestad.

Asiento.

—Apuesto a que no puede ser fácil. Encontrar a alguien.

—No —dice—. No lo es. Hemos tenido una niñera o dos desde que murió
Helena, pero no fueron del todo bien.

—¿Es atrevido si pregunto qué salió mal?


Frunce los labios mientras me observa.

—Es atrevido —contesta después de un momento de escrutinio—. Pero


lo permitiré. —Suspira, mirando por la ventana y puedo decir que está
intentando encontrar las palabras adecuadas—. Como bien sabe, la familia ha
pasado por mucho en los últimos cuatro años. Primero con el rey, el padre de
Aksel, falleciendo. Luego, con mi querida hermana Liva… no ha sido la misma
desde entonces. Aksel fue empujado al papel de rey mucho antes de que
estuviera listo y más o menos perdió a ambos padres a la vez. Luego, con el
accidente automovilístico y Helena… puede entender que a veces puede ser
bastante desagradable.

Tengo el presentimiento de que las mujeres como Maja usan el término


“desagradable” para referirse a un idiota furibundo, pero el tiempo lo dirá.

—He trabajado bien con una variedad de personalidades —le aseguro.

Incluyendo al padre de Etienne, quien siempre estaba coqueteándome.


Ese idiota fue solo una de las razones por las que renuncié a ese último trabajo.

—Nada me pone nerviosa. —Excepto, ya sabes, el acoso sexual y los


mocosos que intentan prender fuego a tu cabello.
29
Me da una sonrisa con los labios apretados.

—Esa es una de las razones por la que volví a llamarla. Las dos últimas
niñeras fueron demasiado blandas, demasiado sensibles, demasiado reactivas
al estrés. Lo que necesita el rey, lo que necesitan las niñas, es alguien que pueda
capear cualquier tormenta. Como agua en la espalda de un pato1, es un dicho
Inglés, ¿no?

—Lo es.

—¿Y puede manejar todo eso?

—Definitivamente.

—Godt —dice, reuniendo las manos en su regazo—. Bien —aclara


después, lo que me hace comprender que tengo que empezar a captar algo de
danés.

1 Water off a duck’s back. Dicho que al español pudiera entenderse: Como si nada. Con efecto nulo.
No hablamos durante el resto del viaje, pero está bien para mí, ya que mi
atención está completamente atrapada por las calles de Copenhague. Aún no
había visitado el norte de Europa, así que este es mi primer vistazo de todo lo
que es Vikingo y Hygge.

Hasta ahora, Copenhague está a la altura de todos mis sueños


escandinavos. Es absolutamente encantador, con calles adoquinadas entre
edificios coloridos decorados en amarillos, corales y verdes, y lo juro, la gente
más atractiva que he visto en mi vida. La mayoría son altos y rubios con
pómulos que pueden cortar vidrio. La mayoría parece tener un cono de helado
en la mano, pasando en bicicleta tranquilamente. Todos parecen
excepcionalmente sonrientes y felices. Supongo que también estaría tan feliz si
estuviera comiendo helado y pareciera una supermodelo.

—Y aquí está el palacio —dice Maja de repente, lo que vuelve a llamar mi


atención hacia adelante. No tenía idea de lo cerca que estaba el palacio del
centro de la ciudad. Por alguna razón, esperaba que el palacio real estuviera en
las afueras, no justo al lado del puerto.

Pero ahí está.


30
—Este es el Palacio de Amalienborg —dice Maja mientras el conductor
nos lleva por una calle lateral, pasando por una iglesia abovedada imponente y
una gran plaza llena de turistas felices. En los cuatro puntos de la plaza hay
palacios—. Hay cuatro palacios, pero solo el cuarto, el Palacio de Christian IX, es
donde nos instalamos.

—Está tan cerca de… todo —digo, mirando boquiabierta por la ventana
hacia los cuatro palacios coincidentes salpicados de ventanales grandes y
columnas de piedra. No puedo creer que todos se enfrenten a una plaza pública
como esa—. ¿Cómo tienen algo de privacidad? ¿Dónde juegan las niñas?

—Hay un patio pequeño en la parte de atrás. Es suficiente. Y tal como


están las cosas, solo acabamos de regresar el mes pasado. Usamos esto como
residencia para otoño e invierno. Pasamos el verano en otro lugar.

Todo lo que sé es que si fuera de la realeza, no estaría en un palacio


rodeado de turistas mirando por todas las ventanas. Estaría escondida en un
castillo en alguna otra parte. Preferiblemente en la playa. Con una margarita en
mano. Y un mayordomo sin camisa que se parezca a Jason Momoa.
—Aquí estamos —anuncia Maja a medida que el auto se detiene en un
aparcamiento pequeño detrás del palacio, una puerta fuertemente vigilada
cerrándose detrás de nosotros.

De acuerdo, suficientes sueños locos. Aquí estoy. Y estoy muy nerviosa.

Salgo del auto y Maja me acompaña a través de una gran puerta de


madera.

Entramos en un vestíbulo pequeño y me conducen por unos suelos


barrocos de diseño intrincado hacia una gran sala.

—Siéntate —dice Maja cuando entramos, señalando una silla de


terciopelo verde azulado junto a un escritorio antiguo.

Hago lo que me pide y miro alrededor. La habitación es larga y está llena


de libros de piso a techo entre molduras elegantes, con un sofá cómodo en un
extremo.

—¿Esta es la biblioteca? —pregunto, queriendo echar un vistazo a todos


los libros.
31
Probablemente estén todos escritos en danés, pero no me importa. Los
libros son una de mis adicciones.

—Esto solo es un estudio —contesta, agitando la mano hacia la


habitación como si fuera un armario de ropa blanca.

Oh. Solo un estudio.

—Iré a buscar a las niñas.

—¿Las niñas?

—Primero se reunirá con Clara y Freja —dice, y juro que veo una sonrisa
en su rostro—. Pueden ser mejores jueces de carácter que el rey.

Desaparece, cerrando la puerta detrás de ella.

Excelente. Maja parece pensar bien de mí, de lo contrario no estaría aquí.

Pero ahora mi trabajo está en manos de dos niñas. En general, les agrado
más a las niñas que a los niños, y la mayoría de los niños se acercan a mí de
inmediato. Pero siempre hay algunos valores atípicos que necesitan mucho
convencimiento. Los dulces funcionan generalmente en esas situaciones, pero
no estoy segura si el soborno está dentro de los protocolos del palacio real.

Justo cuando estoy reflexionando sobre qué tipo de paletas podrían tener
los daneses, la puerta se abre y aparece Maja con una chica a cada lado,
sosteniendo sus manos.

No estoy segura de cuál es la etiqueta con las princesas, pero me inclino


por el lado de la precaución y me pongo de pie, e inmediatamente hago una
reverencia. Me hace desear estar usando un vestido bonito como ellas en lugar
de mis pantalones de vestir negros y una camisa azul marino. Me hace desear
saber exactamente lo que estaba haciendo. Mi versión de una reverencia casi
me hace caer.

Una de las niñas parece divertida, la que es un poco más alta. La otra niña
se queda más cerca de Maja, evitando el contacto visual.

—Señorita Aurora, le presento a Su Alteza la princesa Clara y Su Alteza la


princesa Freja de la Casa Eriksen —dice.

—Encantada de conocerlas —les digo, intentando no dejar que mi voz


32
tiemble, a mostrar miedo. No tengo experiencia con princesas legítimas y,
aunque estas niñas son jóvenes, es extrañamente aterrador—. Soy la señorita
Aurora de la Casa James.

—Tienes acento —dice la más alta, Clara, en un inglés perfecto.

—Tú también —señalo con una sonrisa.

—¿En serio? —pregunta y mira a Maja en busca de confirmación.

Maja asiente levemente.

—La señorita Aurora es de Australia.

—¿Como con los canguros? —pregunta Freja en voz baja. Es la viva


imagen de su hermana, excepto un poco más pálida y con cabello más rubio.

—Oh, sí, tengo muchas historias sobre ellos —respondo, y me doy cuenta
que estoy hablando en el mismo tono que Mary Poppins. ¿De dónde vino eso?
—Has recorrido un largo camino —dice Clara—. Eso está al otro lado del
mundo, en otro hemisferio.

—Tienes razón —le digo—. Pero ya estaba aquí en Francia. Llevo siete
años en Europa cuidando de muchos niños y niñas como tú.

—Oh —dice Clara levantando una ceja—. ¿Y a qué casa real pertenecían?

Intercambio una mirada con Maja y ella reprime una sonrisa. Esta chica
es inteligente.

—Dejaré que las tres se conozcan —dice, yendo hacia la puerta—.


Volveré pronto. —Luego les dice algo a Clara y Freja en danés y ambas asienten
obedientemente.

La puerta se cierra y ahora estoy sola con ellas.

Respiro hondo y sigo sonriendo.

Como Clara ha estado hablando mucho, pensé que estaría charlando y


haciéndome preguntas, pero las dos solo se quedan mirándome, bastante
expectantes. Como si se supone que debo hacer trucos o algo así. 33
Por suerte soy buena para romper el hielo.

—Entonces, tu nombre es Clara —digo, después miro a su hermana—. Y


tu nombre es Freja.

Asienten al unísono.

—¿Sabías que eres una diosa, Freja?

Freja simplemente parpadea.

—¿Una diosa? —repite Clara. Mira a su hermana de arriba abajo con


discernimiento.

—Freyja, por supuesto. Es la diosa nórdica del amor y la belleza.

—Ew —comenta Clara, arrugando la nariz.

Me alegra no haber mencionado la parte sobre el sexo y la fertilidad.


—Además del oro —agrego. Y guerra. Y muerte—. Y conduce un carro
tirado por gatos.

—Genial —dice Freja en un susurro.

Clara parece pensarlo bien.

—Si Freja lleva el nombre de una diosa, yo también debo serlo. Mamá
nos habría puesto a las dos el nombre de diosas.

Hmmm. No hay diosas que se llamen Clara, y si no le doy algo se sentirá


inferior o peor, se enfadará con su madre fallecida.

Voy a tener que sacar una mentira de mi bolso Mary Poppins.

—Clara significa brillante —le digo, lo que en realidad es cierto—. Entre


los dioses griegos, Helios era el dios del sol, muy poderoso. —También es
cierto—. La diosa Clara era una de sus hijas. Eres una hija del sol. —No es
verdad.

Clara sonríe y mira a Freja con orgullo.

—Soy una hija del sol, tú eres una hija del oro. —Me mira de reojo—. 34
Pero tú también debes ser una diosa. Aurora suena como el nombre de una
diosa.

—Es una princesa —susurra Freja—. La Bella Durmiente. La princesa


Aurora.

—Las únicas princesas aquí son ustedes dos bellezas —digo. Les doy una
sonrisa descarada—. Pero si quieren llamarme diosa, no me opondré. Puedo ser
honoraria.

—¿Quieres venir a ver nuestra habitación? —pregunta Clara. Sus ojos


verdes abriéndose plenamente con entusiasmo.

—Sí, quiero mostrarte mis muñequitas —dice Freja—. Recibí una nueva
la semana pasada.

—Ambas recibimos unas nuevas —señala Clara, con la mano en la cadera.

—Bueno, saben que me encantaría ver sus muñecas y todo lo demás en


su habitación, pero creo que tengo que quedarme aquí.
—¿Por qué? —pregunta Clara, mirando alrededor—. Esta habitación es
aburrida. Nadie entra aquí.

Levanto mi ceja. ¿Cómo podría alguien decir que una habitación llena de
libros es aburrida?

Oh, espera. La mayoría de la gente. Y definitivamente no niñas de cinco y


seis años.

No, princesas.

Reprimo el impulso de decirles que cuando tenía su edad todo lo que


siempre quería eran libros. Quería aprender. En cambio, estaba en medio del
maldito interior de Queensland y tenía que andar en mi propia bicicleta
destartalada durante una hora todos los días para llegar a la escuela y regresar.
Estaba aún más lejos de la biblioteca, y ese era el único lugar en el que pasaba
todo mi tiempo libre, empapándome de todo lo que podía sobre el mundo. El
conocimiento lo era todo. Aún lo es.

—Estoy segura que lo encontrarían menos aburrido si pudieran leer


algunos de los títulos —digo.
35
Clara vuela por la habitación, su vestido verde pálido a cuadros flotando
a su alrededor. Con la lengua pegada a un lado de su boca en total
concentración, saca un libro del estante.

—Cuidado —llamo—. ¿Deberías estar manipulando los libros de tu


padre?

—¿Manipulando? —repite a medida que gira el pesado libro


encuadernado en cuero en sus manos—. No sé lo que significa eso.

—Ahora que lo pienso, es una palabra tonta, no te preocupes.

Me muestra el libro.

—Mira, esto es sobre la ley en… —Mira el título más de cerca—. A


principios de los años 1800 en Alemania. Eso me suena aburrido.

Está bien, tiene razón. Es probable que estos libros hayan formado parte
del palacio real desde que se construyó. Aun así, estoy impresionada de que
pueda leer con tanta confianza.
—Vamos a ver mis muñequitas —dice Freja, acercándose a Clara—.
Vamos, señorita Aurora.

Me acerco, tomo el libro de las manos de Clara y lo vuelvo a poner en el


estante, por si acaso. Quizás esto sea una prueba y las niñas han recibido
instrucciones de sacar libros invaluables de los estantes. Quizás hay cámaras
instaladas a nuestro alrededor y el rey está observando desde alguna sala de
control principal.

—Tenemos que quedarnos aquí —les digo de nuevo.

—¿Por qué? —pregunta Clara.

—Porque esto es parte de la entrevista. Ya saben, para que su padre


pueda decidir quién será su niñera.

—¿Entrevista? Pensé que ya eras nuestra niñera.

—No —digo con cuidado—. ¿Estoy segura que han tenido algunas
niñeras o posibles niñeras a estas alturas? ¿No las conocieron y hablaron como
estamos haciéndolo ahora?
36
—Sí, pero no nos gustaron —responde Clara, dejándose caer en el sofá.
Freja va y se une a ella—. Eran demasiado viejas y aburridas, como estos libros.
Una incluso parecía una bruja.

—Era una bruja —dice Freja en voz baja.

—Y apestaba —señala Clara—. A mi padre tampoco le gustó ninguna de


ellas. Pero nos gustas, así que ahora eres nuestra niñera.

Le doy una sonrisa torcida. Si tan solo fuera así de fácil.

—Veamos qué dice tu padre.

—Está bien —dice Clara alegremente y luego corre hacia la puerta. Pone
sus dos pequeñas manos alrededor del pomo, lo gira y grita—: ¡Maja! ¡Padre!
¡Vengan a conocer a la niñera nueva!

Oh, Dios.

Maja aparece en la puerta, obviamente después de haber esperado justo


afuera.
—No tienes que gritar, Clara —la reprende y entonces agrega algunas
palabras en danés. Me mira expectante, con las manos entrelazadas frente a
ella—. ¿Supongo que todo salió bien? Normalmente, las niñeras salen en
cuestión de minutos.

Echo un vistazo a las niñas.

—Espero que sí.

—Muy bien, niñas —les dice Maja—. Vayan a sus habitaciones.

—¿Podemos llevar a la señorita Aurora? —pregunta Freja.

—No, ella tiene que quedarse aquí para poder conocer a tu padre. Ahora,
vayan.

Las chicas corren por el pasillo.

Trago pesado.

Estaba tan envuelta en llevarme bien con las niñas que olvidé que había
una pieza más, muy importante del rompecabezas.
37
Su padre.

El rey.

Mi cuerpo parece estallar en alfileres y agujas. Respiro hondo por la nariz


mientras Maja me dice que va a buscar al rey. Desaparece y ahora solo tengo
unos momentos para recomponerme antes de que regresen.

¿Ahora qué hago?

¿Me vuelvo a sentar en la silla para poder levantarme cuando él entre?

¿Hago una reverencia?

¿Me inclino?

¿Caigo sobre una rodilla?

Sé que acabo de pasar las últimas veinticuatro horas investigándolo, pero


toda esa información actualmente ha dejado mi cerebro.
Mierda. Bueno, supongo que me sentaré y luego puedo hacer una especie
de reverencia cuando me levante y también tal vez parezca que voy a
arrodillarme. Espera, ¿una reverencia no es una combinación de eso y una
inclinación? Yo…

El paso brusco sobre el suelo en el pasillo fuera de la puerta me congela.

Oh, Dios.

Me siento en la silla rápidamente, recordando que se supone que debo


inclinar las piernas hacia un lado y cruzarlas por los tobillos, a lo Kate
Middleton, justo cuando aparece Maja.

—Señorita Aurora, puedo presentarle a Su Majestad, el rey Aksel de la


Casa Eriksen.

Se hace a un lado.

El rey entra.

Se siente como si sucediera cuadro por cuadro.

Había mirado su foto docenas de veces antes de venir aquí, así que no 38
debería sorprenderme, pero lo estoy.

Estoy casi sin palabras.

No es solo que sea muy apuesto con sus afiladas facciones talladas, su
presencia alta e imponente. Es la inclinación altiva de su barbilla, la mirada fría
por encima de su nariz. Es la forma en que cambia la energía en la habitación,
tanto exigiendo que lo mires como reprendiéndote por ello.

Y eso es exactamente lo que estoy haciendo. Mirándolo boquiabierta


como si fuera una maldita tonta.

—¿Cómo está usted? —Me las arreglo para decirle a medida que me
pongo de pie y le ofrezco una media reverencia, una media inclinación.
Tampoco estoy segura de cuál es el protocolo de apretón de manos aquí, pero
definitivamente no voy a ofrecer la mía hasta que él lo haga.

Se detiene frente a mí y me mira como si fuera una criatura extraña con


la que tropezó en su caminata matutina. Sus ojos se clavan en los míos y siento
que me roban el aliento, como si su iris azul glacial estuviera impregnado de
magia nórdica.

Luego, sus labios se curvan en lo que solo puede considerarse una burla.

—No, ella no. No servirá, en absoluto —dice en un Inglés claro. Antes de


que pueda procesar lo que está sucediendo, se da la vuelta abruptamente y pasa
a grandes zancadas junto a Maja—. ¿A quién más tienes? Tráeme a alguien más.

Mi boca cae, mis mejillas se ponen rojas y Maja me mira con cautela antes
de volverse hacia él cuando sale de la habitación.

—¿Señor?

—Alguien más —le oigo espetar mientras se dirige por el pasillo.

Maja vuelve a mirarme lentamente, ofreciendo una mirada


profundamente comprensiva.

—Siento mucho haberte traído hasta aquí por nada, señorita Aurora. —
Suspira y luego endereza la espalda—. Te daré unos momentos para
recomponerte antes de llevarte de regreso al aeropuerto. 39
Y luego ella también se va, y estoy sola en esta habitación que se siente
un millón de grados más fría, a medida que mi piel estalla en llamas y mi
corazón late tan rápido que necesito sentarme.

Me desplomo en el asiento. Esto va más allá de sentirse pequeña. Se trata


de sentirse inútil.

Siento que cualquier criatura que era para el rey Aksel, era algo que
necesitaba ser pisado y raspado de la suela de su zapato.
2
Aksel

—N
o —le digo a Maja, mi voz retumbando—.
No. No. No. Por supuesto que no.

—Pero Aksel —dice—. Es una de las


mejores candidatas.

Niego con la cabeza, con las manos entrelazadas a mi espalda mientras


miro por la ventana hacia los jardines. Odio esto. Odio tener que elegir una
niñera, una madre sustituta para mis hijas. No debería ser así.
40
Es tu culpa que sea así.

Parece que no puedo pasar una hora del día sin recordarme eso.

Me aclaro la garganta.

—¿Y la que trajiste de Alemania? La que tiene el lunar entre los ojos y el
pelo de la oreja.

Maja resopla.

—Aksel. Las niñas estuvieron aterrorizadas con ella. La llamaron bruja.

—El terror es bueno para los niños.

—No sabes lo que estás diciendo. Tanto Clara como Freja parecen adorar
absolutamente a la señorita Aurora.

—Es australiana.

—¿Y?
—Dijiste que era francesa.

—No lo hice. Dije que estaba en Francia y había sido au pair y niñera allí
durante siete años.

—No me gusta.

—Apenas la conociste —continúa Maja—. Le echaste un vistazo y la


despediste. Bastante grosero, podría decir —agrega en voz baja.

—Escuché eso.

—Bueno, es lo que te diría tu madre.

—Como si fuera la Señorita Alegría.

—Aksel —me amonesta en voz baja

Me doy la vuelta para mirarla.

—No está muerta. Puedo hablar de ella libremente. Y si estuviera allí


arriba, sería la primera en estar de acuerdo con mi evaluación.

Suspira y se frota la frente con su mano curtida. Tanto mi tía Maja como 41
mi madre fueron criadas para ser correctas, rígidas y eternamente elitistas.

Maja tiene un corazón de oro debajo de su fachada helada y mi madre no.


Sé que no debería hablar mal de ella considerando que está hospitalizada
permanentemente y muy medicada, pero así es como me enseñó.

—Entonces, dame una buena razón por la que estás negándote.

—Soy tu rey. No necesito una razón.

Entrecierra sus ojos. Desafortunadamente, este tipo de conversación


nunca funciona en ella como funciona con el resto de la nación.

—Tengo que decirle algo —dice.

—Entonces dile que no me gusta su cara.

Se le saltan los ojos.

—Dios mío. ¿Qué sucede contigo? No puedo decir eso.


Me encojo de hombros.

—Es la verdad.

—¿Te has vuelto loco? ¿Ciego? Esa mujer de ahí fuera es bastante
hermosa.

—Lo sé. Ese es el problema.

O, será un problema. No necesito distracciones en mi vida y ciertamente


no necesito una repetición de cualquier vuelco que sentí en mi pecho cuando
miré sus grandes ojos castaños. Dolió jodidamente.

—Aksel, no te he visto mirar dos veces a una mujer desde…

—Esto no se trata de mí —digo bruscamente—. Una mujer así, joven,


atractiva, no durará mucho. Algún hombre la hará perder la cabeza si aún no lo
ha hecho y nos dejará.

—Creo que es soltera.

—Exacto. Lo que empeora esto. Encuentra a alguien que sea más…


42
Alzo mis cejas, esperando que ella llene los espacios en blanco sin que
tenga que decirlo.

—Quieres contratar a alguien menos atractiva, ¿no?

—Simplemente no quiero contratarla a ella.

—Eso es discriminación.

Dejo escapar una risa seca.

—¿Qué no lo es hoy en día? Escucha, he tomado una decisión. Una niñera


como esa probablemente sea voluble y poco confiable, y simplemente se irá y
comenzaremos con este proceso nuevamente.

—Pero señor, ella…

Me siento en mi escritorio y me ocupo con los papeles, despidiéndola con


la mano.

—Envíela de regreso al aeropuerto y a su camino alegre. Es definitivo.


Oigo suspirar a Maja.

—Sí, su Majestad.

La puerta se cierra detrás de ella.

Finalmente, tengo espacio para respirar.

Apoyo mi cabeza sobre el escritorio y cierro los ojos, dejando que mis
pensamientos corran desenfrenados por un minuto antes de controlarlos.

Eso fue extraño, por decir lo menos, y no tengo idea de lo que me sucedió
allí. Eché un vistazo a la australiana y fue como si algo me hubiera atravesado el
corazón. De una manera terrible.

No había nada familiar en ella. De hecho, todo en ella parecía


completamente único, desde la palidez de su piel contra su cabello caoba hasta
la curvatura de sus labios y esos ojos. Esos malditos ojos. No creo que haya
visto unos tan grandes y castaños nunca antes, como si fuera una maldita
caricatura. Me tomaron completamente desprevenido.

No me gusta que me pillen con la guardia baja. 43


Mi guardia está levantada por una razón.

Y como resultado, tiene que irse.

Tengo que decir que, me siento mejor después de tomar esa decisión.
Detesto las complicaciones y especialmente cuando involucra sentimientos. En
mi posición, no hay lugar para esos; uno pensaría que lo habría aprendido lo
suficiente mientras crecía. Ciertamente aprendí eso con Helena. Y después de
su muerte, bien podría haber terminado marcado con eso. Los sentimientos no
solo complican las cosas, matan.

Dios, cómo matan.

Mi teléfono suena afortunadamente, distrayéndome de mis


pensamientos. Es una llamada de una de las diversas organizaciones benéficas
de Helena. Esa era su verdadera pasión en la vida, no yo, y su trabajo de caridad
provenía de un lugar muy genuino. A menudo se la llamaba la próxima princesa
Diana (es curioso cómo eso se convirtió en una profecía) por su naturaleza
generosa hacia la gente, hacia los animales, y nunca fue una exageración. Por
más retorcida que fuera nuestra relación y lo jodidamente cruel que podía ser a
veces, el público solo la ve bajo una luz radiante. Sin importar nada, nunca
empañaré su reputación.

Llaman a mi puerta.

—Adelante —digo, preguntándome quién es ahora.

Maja asoma la cabeza.

—Dime que tienes otra candidata a niñera contigo —digo con


brusquedad.

—Tengo a tus hijas —dice, abriendo aún más la puerta de modo que
aparezcan Clara y Freja—. Y les gustaría hablar contigo.

Incluso si estoy de malhumor, mis niñas siempre traen dulzura a mi


corazón, una sonrisa a mi cara.

—Niñas —les digo—. ¿Qué tienen que decir? —Echo un vistazo rápido a
Maja—. ¿No tienes que acompañar a alguien de regreso al aeropuerto?

Maja solo asiente y cierra la puerta, dejándome con Clara y Freja. 44


Ambas parecen tristes.

—Vengan aquí. ¿Qué pasó? —pregunto.

Clara toma la mano de Freja y la lleva al costado de mi escritorio.

Aunque solo es un año mayor que Freja, siempre ha sido la mandona y la


niña dulce en realidad ha dado un paso al frente desde el accidente, tomando a
su hermana bajo su protección.

—Freja no deja de llorar —dice Clara, poniendo a su hermana en un


apuro.

Miro a Freja y su nariz roja y sus ojos llorosos. No me mirará a los ojos,
tampoco dirá nada. No soporto ver a ninguna de las dos triste y, a veces, siento
que ser padre es como tener el corazón roto constantemente.

—¿Qué pasa? —pregunto a Freja, acercándome—. ¿Por qué estás


llorando?
No dice nada, solo se muerde el labio. Freja es callada y emocional, así
que estoy acostumbrado a tener que exprimirle las cosas. Clara, por otro lado,
es ruidosa y mandona y de hecho no parece verse afectada por nada.

A veces me preocupo por eso, pero, por otro lado, ¿cuándo no me


preocupo por ellas?

Pongo mi mano sobre su mejilla cálida.

—¿Freja? Dime.

—Es la niñera —responde Clara, como si fuera obvio.

La miro fijamente.

—¿La que acaba de estar aquí? ¿Qué hay de ella?

Razón de más por la que fui inteligente al deshacerme de ella.

—La echaste —dice Clara enfadada.

—Te refieres a la de antes, con acento y… —Esos ojos.

—La diosa —aclara Clara.


45
—¿Qué? —Ahora estoy confundido.

—Es una diosa —repite, levantando la barbilla. Tan desafiante—.


También somos diosas. Nos enseñó todo sobre ellas. No solo los aburridos, sino
también los griegos. Soy una hija del dios del sol, Helios.

Estoy bastante seguro que eso no es cierto, quiero señalar. ¿Ahora está
llenando sus cabezas con información falsa? Niego con la cabeza, recostándome
en mi asiento.

—¿Por qué te estaría hablando de eso? Espera. No importa. Se ha ido. —


Freja rompe a llorar—. Oh, cariño —le digo, poniendo mis manos sobre sus
hombros—. ¿Te asustó con ese acento suyo y los cuentos de dioses?

—Padre —dice Clara con impaciencia—. Freja la ama. Es la primera


mujer bonita, amable e inteligente que has traído aquí y no queremos que se
vaya.

Oh, maldito infierno. ¿Se trata de eso?


—Lo siento —digo con cuidado—. Simplemente no parecía ser la
adecuada para nosotros. Entiendes, ¿verdad?

—No —murmura Freja finalmente, con mocos saliendo de su nariz, su


cara toda roja—. Nos dijo que quería ser nuestra niñera y nosotras queremos
que sea nuestra niñera y luego la tía Maja dijo que se tenía que ir.

—Freja —intento explicar.

—Era como mamá.

Otro golpe en mi corazón, esta vez más profundo, con un instrumento


dentado.

Puedo sentir mi cara pálida frente a ellas.

Miro a Clara.

—¿Te recordó a tu madre?

Clara se encoge de hombros.

—A mí no. Mamá era más bonita. Pero nos gusta mucho, muchísimo y 46
queremos que sea nuestra niñera. ¿Puedes enviar a buscarla?

Esto no está funcionando como quería.

En absoluto.

Odio desobedecer a mis hijas.

—Clara, Freja, escúchenme. La niñera, la niñera potencial…

—Aurora —susurra Freja.

—Sí.

—La diosa —interviene Clara.

Intento no poner mis ojos en blanco.

—Sí. Ella. En serio creo que es mejor para otra persona. Otra familia. No
la nuestra. Somos tan… especiales, ¿entienden? Necesitamos a alguien igual de
especial para cuidar de mis princesas. Pero no se preocupen, encontraremos a
alguien.

Freja rompe a llorar nuevamente.

—Eso es lo que siempre dices y las odiamos a todas.

Por helvede.

—Padre —dice Clara—, no hagas llorar a Freja. ¿No crees que hemos
pasado por suficiente?

Miro su carita con asombro. Tiene los rasgos de su madre, eso es seguro,
ojos verdes, cabello dorado, piel aceitunada. También heredó la inteligencia de
su madre. Sabe exactamente cómo salirse con la suya.

No estoy seguro de tener otra opción en este asunto.

Imagínate un rey gobernado por sus princesas.

Dejo escapar un suspiro largo, cerrando mis ojos.

No puedo creer que tenga que hacer esto. 47


Maja tendrá que traerla de vuelta.

Puede que ni siquiera quiera el trabajo después de la forma en que la


traté.

Puede que tenga que humillarme.

No me humillo.

Cuando abro los ojos una vez más, ambas niñas me miran expectantes.

—Oh, bien —murmuro.

—¡Hurra! —gritan ambas, saltando de arriba abajo y aplaudiendo con


entusiasmo.

Hmmmm. ¿En serio estaban tristes para empezar? ¿O solo fue otro
ejemplo de cómo se salen con la suya? Esa carta de “mamá” pareció salir del
jardín izquierdo.
Sin embargo, no importa. Soy su padre. Soy la razón por la que necesitan
una niñera para empezar, la razón por la que ya no tienen una madre. Lo
mínimo que puedo hacer es darles todo lo que quieren.

Y sé que nunca será suficiente.

Exhalando pesadamente, levanto mi teléfono y llamo a Maja.

—¿Señor? —responde.

—¿Sigues en la casa?

—Estoy con la señorita Aurora, de camino al aeropuerto —responde con


cierto tono lacónico.

—Dile al conductor que dé la vuelta y la traiga de regreso.

—¿Qué?

—Me escuchaste.

—Pero, señor ¿por qué? Dijiste… —Puedo decir que Maja probablemente
esté mirando a la australiana en este momento, intentando evitar que escuche. 48
—Sé lo que dije —espeto. Dejo escapar un suspiro—. Solo tráela de
vuelta. Es una orden.

—Sí, su Majestad.

Esa última parte sonó sarcástica.

—¿Viene? —pregunta Freja con sus ojos grandes—. ¿Va a ser nuestra
nueva niñera?

Paso mi mano por mi cara.

Cualquier cosa para mantenerlas así de felices, me recuerdo.

Solo espero que no empiecen a tomar todas mis decisiones de


contratación de aquí en adelante.

Es una pendiente resbaladiza.


3
Aurora

M
aja cuelga el teléfono y aprieta los labios, mirando la pantalla
en blanco en sus manos.

—¿Todo bien? —pregunto. Actualmente estoy sanando


la mayor herida de rechazo y decepción imaginable después de ser despedida
por el rey Idiota, pero eso no significa que no pueda preocuparme por ella. Maja
me agrada bastante y no tengo ni idea de cómo puede lidiar con un hombre así.
Aunque supongo que ayuda ser parte de la familia real.
49
Maja me mira con una sonrisa tensa, y una mueca dolida.

—Señorita Aurora, ha habido un cambio de planes.

—¿Cambio de planes? —¿Voy a un aeropuerto diferente ahora, a un


vuelo posterior o…?

—Sí. Verá, el rey ha cometido un error. Le gustaría que volviera. —La


miro sin comprender. Sin palabras. Continúa—: Se disculpa por ello, pero
supongo que la despidió demasiado apresuradamente. O algo por el estilo. Lo
confieso, en realidad no estoy muy segura de lo que está pasando, pero me
ordenó que lo haga.

—Y hace todo lo que él dice, ¿no? —cuestiono.

Me da una mirada extraña.

—Es mi rey, así como mi sobrino.

—Bueno, él no es mi rey. No tenemos un rey en Australia, tenemos un


primer ministro y, francamente, tampoco lo escucharía.
Una de sus cejas se levanta lentamente.

—No tiene que aceptar el trabajo. Pero creo que lo que esto significa es
que es suyo si lo quiere.

Sus palabras no están haciendo que la vergüenza que sentí allí se


desvanezca.

—Lo digo sin faltarle el respeto, pero no estoy, bueno, exactamente


ansiosa por el puesto como antes. Sea el rey o no, no me gusta sentirme
pequeña y así es como me hizo sentir.

—Le dije que era desagradable. Se acostumbrará.

Cierto. Desagradable.

—Henrik —dice al conductor—. Tilbage til slotted.

El conductor asiente y, de repente, giramos a la izquierda y damos vuelta.

Así que, supongo que estamos volviendo al palacio.

No estoy segura de cómo es posible, pero ahora estoy aún más nerviosa 50
que antes.

Juro que tiene todo que ver con la forma en que me trató y nada que ver
con lo mortalmente apuesto que era. Digo mortalmente porque hubo algo en
sus modales y en su rostro que casi te desafía a hacerle un cumplido, como si
llamarlo apuesto te haría decapitar. Era un tipo de atractivo tenso y frío, como
si su rostro, cuerpo y espíritu estuvieran forjados en acero y pudieses
convertirte en piedra si lo mirases demasiado tiempo.

El Rey Medusa.

Justo como antes, volvemos al castillo pasando entre las multitudes que
se han reunido en la plaza, pero ahora estoy mirando hacia las ventanas
imponentes sabiendo que tienen un rey cruel detrás de los cristales. Sé que lo
correcto sería aceptar el trabajo con gratitud, pero es raro que haya podido
hacer lo correcto. Tengo que recordarme que debo controlar mi ira. En todo
caso, tal vez intente el enfoque frío e indiferente, muy parecido al mismo
enfoque que usó conmigo.
Frío e indiferente, frío e indiferente, me repito a medida que el conductor
vuelve a aparcar detrás de las puertas y camino con Maja de vuelta al edificio.

Pero en lugar de llevarme de regreso a la habitación en la que estaba


antes, me lleva por los pasillos dorados bordeados de estatuas y aterciopeladas
pinturas al óleo de personas importantes, todo con un aspecto más francés que
escandinavo, y luego subiendo una escalera enorme hasta el segundo piso.

—¿A dónde vamos? —le pregunto en voz baja, sintiendo la necesidad de


susurrar en los pasillos cavernosos.

—A su oficina —contesta, lo que enciende mis nervios—. El primer piso


es principalmente para invitados y visitantes, salas de espera, comedores y
similares. Este piso es para el personal y las oficinas. El tercero es el piso
residencial.

Pero todo eso flota sobre mi cabeza porque, maldita sea ¿me está
llevando a su jodida oficina? ¿Por qué siento que estoy de vuelta a la secundaria
y siendo arrastrada una vez más a la oficina del director?

No tengo mucho tiempo para pensar en ello porque nos hemos detenido
frente a un par de grandes puertas dobles.
51
Maja me da una sonrisa pequeña que no ofrece ninguna esperanza y
luego rápidamente golpea con los nudillos.

—¿Señor? —grita en voz alta.

Hay una pausa y luego su voz profunda retumba:

—Hazla entrar.

Oh, cielos.

Maja abre la puerta y me hace entrar.

Mis ojos se posan en el Rey Idiota rápidamente sentado en su escritorio y


luego observan el resto de la habitación. Como estoy segura de que son la
mayoría de las habitaciones en este palacio, es grande e impersonal. De hecho,
aparte del escritorio con un teléfono y montones de carpetas, además de
algunos libros en los estantes, no hay nada en esta habitación que grite “Oficina
del Rey”.
Además, creo que estaba esperando que lleve una corona mientras se
sienta en su escritorio.

Lo único que lleva puesto es una mueca.

Pensé que sería del tipo servil, pero supongo que no.

El rey Aksel apenas me mira, y en su lugar se concentra en los papeles


que tiene en la mano.

—Gracias, Maja. Necesitaré unos momentos a solas con ella.

Ella. Aún ni siquiera usa mi nombre. ¿Acaso sabe mi nombre?

—Muy bien, Su Majestad —dice Maja y se va, encerrándome en la oficina


con el rey.

Se siente como estar encerrado en una celda de la cárcel.

Me aclaro la garganta por costumbre y lo miro, esperando que se dirija a


mí personalmente, todo mientras intento parecer fría e indiferente.

Estoy a punto de abrir la boca y arruinar mi resolución cuando golpetea 52


su largo dedo índice en la parte superior del papel que está mirando, el papel
que ahora reconozco como mi currículum.

—Aquí dice que ha trabajado en Francia para varias familias —dice con
voz ronca.

—Sí, señor —digo. Dado que aún está mirando mi currículum como si
fuese una especie de mapa del tesoro, estoy mirando fijamente a la parte
superior de su cabeza. Su cabello es castaño claro, espeso y brillante.
Ligeramente más largo en la parte superior que en los lados, pero corto en
general.

Un corte de cabello algo moderno para un rey.

—¿Supongo que debe hablar algo de francés? —pregunta.

—Un peu —digo con cuidado.

Me mira finalmente, y se necesita mucha fuerza de voluntad para mirarlo


a los ojos y no apartar la vista. ¿Ya me he convertido en piedra?
—¿C'est tout?

Asiento. Eso es todo. Solo un poco. Quiero decir, sé que casi lo hablo con
fluidez, pero tengo el presentimiento de que, si admito eso, va a empezar a
ponerme a prueba.

—¿Y supongo que no hablas danés?

Niego con la cabeza.

—No, señor. Nunca pensé que necesitaría hacerlo.

Parece considerarlo por un momento, sacudiendo su mandíbula inferior


levemente, luego vuelve a mirar el currículum. Mi estómago se agita de alivio
cuando libera mi mirada. Maldición, este hombre es intenso.

—¿Y qué le hizo postularse para este puesto? —pregunta, su voz


sonando ahora un poco cansada. Se reclina en su silla, casual pero alerta,
tamborileando con los dedos a lo largo del borde de su apoyabrazos a medida
que me observa.

—La agencia de colocación pensó que sería una buena opción. 53


—No me interesa demasiado lo que piensan. Parece que nunca conocen a
sus clientes. ¿Puede decirme por qué cree usted que es una buena opción?

Un millón de cosas pasan por mi cabeza a la vez. Podría decirle que he


hecho este trabajo para varias familias ricas e importantes, que tengo grandes
referencias, que estoy preparada para el desafío, que soy inteligente,
independiente y trabajadora. Podría decirle un millón de cosas.

Y, sin embargo, lo único que sale de mi boca es:

—Porque sé lo que es perder a un padre a una edad temprana.

Me mira parpadeando. No puedo decir si mi comentario lo tomó


desprevenido o no.

Prosigo, complacida de que mi voz se mantenga firme. No es que no deba,


pero cuando me pongo nerviosa, nunca puedo predecir cómo reaccionará mi
cuerpo.

—Sé lo que necesitan las niñas ahora mismo.


—¿Y qué es eso?

—Amor —respondo, y ahora, cuando trago, mi garganta se siente


gruesa—. Necesitan disciplina y guía, pero también necesitan compasión,
amabilidad, estabilidad y, sobre todo, necesitan amor.

Frunce el ceño, su mandíbula una vez más con ese temblor tenso. No sé
por qué pensé que decirle esto lo ablandaría, pero, por otro lado, en realidad no
pensé en absoluto.

—Entonces, cree que es así de fácil —dice.

—Nunca dije que sería fácil. —Intento no ponerle los ojos en blanco,
intento no levantar la voz—. Pero como no será fácil para ninguna niñera, bien
podría ser alguien que lo entienda. Quién no se rinda cuando las cosas se
pongan difíciles.

—Pero ya ha renunciado antes —dice, sus ojos desviándose brevemente


al currículum y de nuevo a mí, con las cejas arqueadas en desafío—. Todas estas
familias, no se ha quedado con ellos más de unos pocos años.

Ignoro eso. 54
—Tenía entendido que este era un puesto de un año.

—Lo es —dice. Se levanta de su silla con gracia, poniendo sus manos


detrás de su espalda mientras camina hacia el costado del escritorio, más cerca
de mí. No puedo evitar dar un paso atrás.

Se detiene, inclina la cabeza hacia un lado, levanta la barbilla y me


observa.

—Pero ¿quién puede decir que no renunciará antes de que termine un


año? Este trabajo es duro, y no se parece a ningún otro puesto de niñera que
haya tenido. Somos una familia real, estamos en otro… nivel, lo que significa
que tiene que llegar a ese nivel. —Suspira, casi sonando aburrido—.
Francamente, mantengo lo que dije originalmente.

—¿Qué es?

—No creo que sea apta para el trabajo.


Intento no estremecerme.

—Entonces, ¿por qué estoy aquí?

Otra arqueada de su ceja, su boca firme por un momento.

—Por mis hijas. Les gusta. Y cuando se trata de ellas, normalmente no


importa lo que pienso.

—¿Qué le hace pensar que no puedo manejarlo? Ni siquiera me conoce.


No tiene idea de lo que soy capaz.

Me mira de arriba abajo, para nada impresionado, y aun así, puedo sentir
cada rastro helado de su mirada sobre mi piel.

—Sé que no tiene educación. Que está llena de una confianza falsa y una
bravuconería estúpida. Y no tiene ni idea de cómo comportarse frente a un rey.

Enderezo mis hombros, encontrando mi coraje.

—Tiene razón. Nunca fui a la universidad y, a veces, puede parecer que


tengo confianza cuando no debería. Pero déjeme aclarar una cosa. Respeto que
esté haciendo esto por sus hijas y respeto su corona y título. Pero no me 55
hablarán mal como si fuese un ser inferior, el chicle debajo de su zapato. Si
quiere que le trate con respeto, tiene que ofrecerme ese mismo respeto. Sin
importar quién sea.

Mi corazón late tan fuerte en mis oídos en este momento que apenas
puedo darme cuenta de lo que acabo de decir. Mierda, creo que arruiné todo
este trabajo.

Las manos del rey Aksel se despliegan desde detrás de su espalda y se


mueve frente a mí, para sentarse en el borde de su escritorio. Sus dedos largos
se envuelven alrededor del borde, tamborileando, los músculos de su
mandíbula se tensan. Sin embargo, no hay ira en sus ojos, al menos no que
pueda decir. Solo una curiosidad tranquila.

—¿Habló con todos sus empleadores anteriores de esta manera? —


pregunta eventualmente.

—Lo habría hecho si fueran tan groseros como usted.


Sus dos cejas se disparan y estoy preparada para que comience a gritarle
a su servicio secreto y me lleven a las guillotinas.

En cambio, me da una sonrisa tensa.

—Le pagaré su salario. Eso no significa que tenga que agradarme.

—Y estaré ganando ese salario. Eso no significa que usted tampoco tenga
que agradarme.

—Entonces, Aurora, dígame ¿por qué aún quiere este trabajo si estará
trabajando para un hombre tan rudo como yo? ¿Seguramente hay otros
trabajos que son más fáciles y pagan bien? Veo que solía trabajar para
directores ejecutivos de bodegas y empresas de software. ¿Por qué no volver
con ellos?

Esta es una buena pregunta. ¿Por qué estoy aquí? ¿Por qué aguantar esto
cuando ya me ha dejado un mal sabor de boca?

—¿Quiere la verdad? —pregunto.

—¿Es capaz de mentir? 56


Oh, sí.

—Porque, ahora siento que tengo algo que demostrar. —Hago una pausa,
consciente de que nuestras miradas están clavadas entre sí—. Estoy segura de
que puede imaginar cómo es. A las personas diciéndote que no puedes hacer
algo, que no eres apto para ello, que no estás listo para ello. Para mí,
simplemente me dan ganas de estar a la altura de las circunstancias y hacer
todo lo posible para demostrarles que están equivocados. Además, Clara y Freja
me agradan mucho.

Primero mira hacia otro lado y siento que he ganado algún tipo de
victoria, aunque he sido todo menos fría e indiferente.

—¿Por qué tengo el presentimiento de que está a punto de hacer mi vida


más difícil, no más fácil? —dice, casi para sí.

—¿Eso significa que tengo el trabajo?


Da unos golpecitos con sus dedos sobre el escritorio y mira fijamente a lo
lejos, perdido en sus pensamientos. Luego asiente.

—Sí. —Me mira entonces—. Pero, por favor, no haga que me arrepienta
de esto. Estoy haciendo esto por ellas. Hago todo lo que puedo por ellas.
Siempre vendrán primero, ¿entendido?

Asiento, sintiendo que la esperanza y la emoción me atraviesan.

—Entendido.

Exhala y luego se pone de pie.

—Habrá muchos formularios para completar. Una verificación de


antecedentes realizada por la policía. —Intento no ponerme rígida ante eso—.
Controles de salud. Un seguro especial. Tendrá que firmar acuerdos de
confidencialidad, prestar juramento para defender la casa real, tomar lecciones
de manejo defensivo y tácticas de escape en caso de secuestro. —Extiende su
mano—. Pero por ahora, esto debería hacerlo oficial.

Respiro profundamente por la nariz y le doy una sonrisa pequeña


mientras coloco mi mano en la suya. Su agarre es cálido y muy firme. Hago lo 57
mejor que puedo para darle una sacudida de confianza.

—Acepto. —Hago una pausa—. Su Majestad.

No sonríe ante eso, pero me da un apretón rápido en la mano antes de


soltarla. Después rodea el escritorio.

—Por cierto, empieza mañana.

—¡Mañana! —exclamo—. ¿Un sábado? No puedo empezar mañana.

—¿Por qué no? —Parece molesto una vez más.

—Porque esta entrevista de trabajo fue de último minuto y no asumí que


la conseguiría. Aún tengo que empacar todo en París y…

Se sienta de nuevo y comienza a revisar el resto de los papeles de su


escritorio, dejando mi currículum a un lado.
—Entonces vaya y empaque todo. Ha estado saltando por toda Francia
durante siete años, estoy bastante seguro de que todo lo que posee cabe en una
maleta.

Tiene razón, pero que se joda por ser tan presuntuoso.

—Y dado que está entre trabajos —continúa—, apuesto a que se ha


alojado en un alquiler a corto plazo o en un Air B&B, y sea lo que sea, le aseguro
que cualquier dinero que pierda será compensado por nosotros. —Me mira con
la frente arrugada—. Maja se encargará de toda la logística, no se preocupe.

Sé que actualmente estoy en un Air B&B por el que ya pagué el resto del
mes, y no tengo a nadie de quien despedirme excepto de Amelie, pero este fin
de semana será mi último fin de semana de libertad antes de que toda mi vida
cambie. Necesito aferrarme a eso.

Juro que lo veo poner los ojos en blanco.

—Bien —dice, como si pudiera escuchar mis pensamientos—. Entonces,


venga aquí el domingo por la noche. Eso nos dará tiempo suficiente para firmar
todo y luego podrá empezar el lunes llevando a Clara a la escuela.
58
—Hecho —me las arreglo para decir. Luego me quedo ahí por un
momento, preguntándome si hay algo más que debería decir o que
necesitáramos discutir.

Me mira lentamente, y después de una mirada furtiva, dice con desdén:

—Puede irse.

Asiento.

—Nos vemos el domingo por la noche.

—Quizás quiera repasar su protocolo real mientras está en eso —llama a


medida que me dirijo a la puerta—. Aprender algunas frases básicas en danés
tampoco vendrá mal.

—Sí, señor —digo antes de abrir la pesada puerta y salir al pasillo.

Maja está allí parada pacientemente, con las manos cruzadas frente a ella,
con una ligera mueca en su expresión.
—¿Y cómo le fue? —pregunta con cuidado.

Intento actuar con calma encogiéndome de hombros antes de sonreír.

—¡Conseguí el trabajo!

Su sonrisa es pequeña pero lo suficientemente buena.

—Eso es maravilloso. ¿No fue demasiado duro con usted?

—Oh, fue duro conmigo —respondo—. Creo que en algún punto me


llamó tonta y sin educación. Pero me las arreglaré. Siempre lo hago.

Reúne sus palmas.

—Estoy tan feliz. Las chicas estarán encantadas.

—Y también se quita mucho peso de encima. Ya no tiene que seguir


buscando.

Asiente con recato.

—Sí, bueno, espero que dure todo el año.


59
Maldita sea, eso me cortó las alas. Lo rechazo.

—No tengo ninguna duda de que lo haré —le digo.

Por supuesto, por otro lado, no tengo ni idea de en qué me estoy


metiendo.

Y mientras sigo a Maja por el pasillo a medida que me da un recorrido


rápido más allá de las pinturas doradas, estatuas de mármol y habitaciones
grandes con detalles en terciopelo y pisos barrocos, recitando un millón de
cosas diferentes antes de llevarme de regreso al aeropuerto, me doy cuenta de
que todo esto me sobrepasa con creces.

Aunque aún no he firmado nada, siento que cuando estreché la mano del
rey estaba accediendo a algo más allá de mis sueños o pesadillas más locas.

Espero no haber hecho un trato con el diablo.

Un diablo muy apuesto, por supuesto.


Por lo general lo son.

60
4
Aurora

—S
alud —dice Amelie, alzando su copa de champán hacia
mí—. ¿O cómo es que dicen en Dinamarca?

Sonrío y choco mi copa contra el de ella antes de


tomar un sorbo, las burbujas haciéndome cosquillas en la nariz.

—Creo que dicen skål.

—Skål. ¿Por qué no? —dice, con un delicado encogimiento de hombros.


Toma un gran trago de su bebida, pero logra que se vea elegante. Incluso 61
cuando está ebria, se ve completamente refinada. Debe ser el estilo francés, je
ne sais quoi.

—Entonces —dice, sacudiendo una pelusa imaginaria de sus hombros—.


Sé qué hacemos esto cada vez que comienzas otro trabajo, pero esta vez se
siente diferente. Ya no estarás en Francia. Me sentiré tan lejos de ti. —Sobresale
su labio inferior rojo delineado con precisión en un puchero exagerado.

—Lo sé. —Aunque conocí a Amelie a través del trabajo y tenemos una
relación principalmente profesional, probablemente sea la amiga más cercana
que tengo.

Estoy segura que para muchas personas eso es considerado patético,


pero no me importa ser solitaria. A veces creo que lo prefiero así. Desde que
dejé Australia, mis relaciones con las personas han sido superficiales y fugaces.
Han estado a salvo.

Pero me gusta mucho Amelie y la he conocido desde hace tanto tiempo,


por eso quería tomar una última copa con ella esta noche antes de irme mañana
a Copenhague. Y algo me dice que voy a necesitar a alguien con quien
desahogarme en el futuro.

—Oye —digo, mirando alrededor del bar para asegurarme de que nadie
está escuchando—. Si te llamo o te envío un correo electrónico, ya sabes, solo
para hablar y desahogarme sobre el trabajo, eso no terminará registrado,
¿verdad?

Me da una mirada irónica a medida que toma un sorbo.

—Te refieres a, si te acosan sexualmente en tu trabajo ¿lo mantendré en


secreto? No.

Eso es lo que pasó con mi último puesto. Había estado planeando


renunciar de todos modos, pero me abrí con Amelie en cuanto al por qué lo
hacía, y eso puso todo en marcha.

—Sabes que es nuestro deber proteger a nuestros clientes de ambos


lados —continúa.

—Lo sé, y de nuevo, me alegra por la forma en que todo salió bien, pero
estoy hablando de simplemente… desahogarme. —Por otra parte, si necesito 62
quejarme de mi trabajo, tal vez sea mejor que me lo guarde para mí.

—¿Te refieres a decirme que crees que tu nuevo jefe es un idiota? —


pregunta, con un brillo en sus ojos.

Eso podría haber sido lo primero que dije cuando me pidió que la
informara.

—Sí. Eso.

—No te preocupes, no dejaré constancia de ello. Eres la primera persona


que conozco que trabajará para la realeza de verdad. Sé en mi corazón que eres
la indicada para el trabajo y te va a ir bien, pero también sé que no será fácil.
Por supuesto que puedes desahogarte conmigo. Háblame. Cuando quieras
hacerlo.

Levanto mi copa hacia la de ella una vez más.

—Merci.
—Sin embargo, es un idiota muy atractivo —reflexiona después de un
momento. Se abre la puerta del bar y entra una pareja, trayendo consigo el aire
fresco del otoño y los sonidos del tráfico vespertino en el Marais.

—No puedo negar eso.

Tampoco puedo negar que cuando no he empacado mi vida durante las


últimas veinticuatro horas, he estado acosando al rey en línea. Sigo diciéndome
que es solo para saber a qué me enfrento, ya sabes, aparte de un idiota real, y
estoy intentando aprender tanto como sea posible.

Pero la verdad es que, me atrae como una polilla a un lanzallamas.

No es que su buena apariencia salve su mala actitud. No lo hace. Creo que


lo empeora. Pero definitivamente puedo apreciar lo bien que está armado
mientras aborrezco sus modales.

—Te admiro, sabes —dice, mirándome con picardía.

—¿Ah, sí? —pregunto, sorprendida.

—La forma en que siempre puedes desarraigarte y marcharte. De un 63


lugar a otro, de una familia a otra. Eres tan libre, como un pájaro, haciendo lo
que quieras. No es de extrañar que estés obsesionada con Holly Golightly. Tú y
ella son iguales.

Le doy una sonrisa tensa. Me encanta Breakfast at Tiffany's y solía pensar


que ser independiente y de espíritu libre era la única forma de ser. Pensé que si
te quedabas en un lugar demasiado tiempo, te retendría, y si llegabas a conocer
a las personas demasiado bien, te empujarían hacia abajo, frotando tu cara
contra el barro.

Pero Amelie tiene un novio que ama, un trabajo en el que es buena,


amigos, familia, la increíble ciudad de París. Tiene toda una vida aquí y es
buena. No hay razón para que se vaya. No tiene que vivir con una maleta en
mano.

Me aclaro la garganta.

—Sabes que puedes visitarme en cualquier momento. O vendré a verte.


—¿Estás segura de eso? He visto tu contrato. Solo tienes un día libre a la
semana, los domingos. Y sabes por experiencia personal que rara vez tendrás
ese día libre. Además, no creo que dejen que cualquier persona se encuentre
contigo. Tendría que pasar por muchos controles de seguridad, estoy segura.

No había pensado en eso. Supongo que a cualquier otra persona le podría


hacer mella en su vida social. Afortunadamente no tengo una.

—Siempre puedes decir que estás ahí en nombre de la empresa. Ya


sabes, asegurándote que todo esté a la altura del código.

—Exponiendo los delitos de la familia real danesa. —Se ríe y se levanta


de la silla mientras toma su paquete de cigarrillos de la mesa—. Voy a salir a
fumar, ya regreso.

La miro a medida que se aleja, parando bajo las luces del bar mientras la
gente camina de un lado a otro, la oscuridad cayendo rápidamente, las luces de
los autos que pasan iluminando los edificios de piedra de una manera soñadora.
Mi corazón se aprieta, solo un poco, y ni siquiera sé por qué. Siento que me falta
una parte de mí, y este trabajo me va a alejar más de él.

O me acercará más de él.


64

—Aurora, bienvenida —dice Maja cuando entro por las puertas laterales
del palacio y paso al vestíbulo—. ¿Qué tal estuvo su vuelo? Siento mucho no
poder estar allí para recibirla, hubo tanto que hacer hoy. Espero que no haya
sido un problema encontrar a Henrik.

Miro a Henrik, el conductor, mientras pasa junto a mí con mi maleta


gigante y mi bolsa de lona a cuestas y le doy una sonrisa de agradecimiento.

—No, me estaba esperando a la llegada. Lo reconocí de inmediato.

No pensé mucho en Henrik la primera vez que lo conocí. Esperaba que no


hablara inglés y que el viaje desde el aeropuerto estuviera lleno de silencio.
Pero el tipo habla casi tanto como yo. Habló principalmente de su familia (tiene
treinta y dos años, tiene esposa e hijo, quiere volver a la universidad) pero
tengo el presentimiento de que es un chismoso. Ya me dio los detalles sobre el
chofer del rey y sé que con el tiempo podré tener todos los secretos sucios
sobre el propio rey. Puedo ser muy persuasiva.

—Bien —dice Maja, y si no me equivoco, parece un poco ansiosa y


nerviosa. Se gira rápidamente hacia Henrik y lo llama en danés. Luego me da
una sonrisa rápida—. Debo recordar hablar más inglés a tu alrededor, de lo
contrario, podría parecer de mala educación. Solo le estaba diciendo que
guarde tus artículos en tu habitación.

—No te preocupes —digo—. Soy la que necesita aprender danés y


rápido. Es una suerte que hasta ahora todo el mundo ha hablado inglés con
fluidez.

—Aparte de la generación anterior, encontrará que la mayoría de la


gente aquí en Copenhague habla inglés, y ciertamente en el palacio. Podrían ser
un poco, cómo se dice, cohibidos al respecto, pero te entenderán muy bien. —
Junta las palmas de sus manos y asiente hacia el pasillo—. Sé que te di un
recorrido rápido la última vez, pero dudo que pudieras asimilarlo todo. Quizás
debería mostrarte el lugar y hacer las presentaciones del personal, y luego
65
podemos comenzar con el papeleo.

Se siente como el primer día de clases y en lugar de decirme que debo ser
fría e indiferente como lo fui con el rey Aksel, me digo que debo ser cálida y
respetuosa con todos los que conozco.

No es tan difícil cuando me presentan, una vez más, a Henrik, a Karla, una
cocinera, o a Agnes, la jefa de limpieza. Son corteses y acogedores sin esfuerzo,
lo que me recuerda un poco al personal animado de La Bella y la Bestia. Pero ya
sabes, gente real.

Luego me llevan al segundo piso para encontrarme con Johan, el chofer


del rey Aksel, del que me habló Henrik. Según Henrik, Johan es un sonámbulo al
que probablemente veré deambulando por el palacio en medio de la noche.
También se parece, y habla, muchísimo como Lurch de La Familia Addams.
Tomo nota mentalmente de no gritar si me encuentro con él caminando como
Frankenstein a la una de la madrugada, aunque no haré ninguna promesa.
Finalmente, Maja me lleva a las oficinas administrativas al final, cerca de
la oficina del Rey. Llama a su puerta y trato de prepararme para volver a verlo,
solo que no hay respuesta. No puedo decir que no me siento aliviada.

Entonces se abre la puerta al otro lado del pasillo y sale un alto hombre
delgado, de frente hundida y cabello rubio pálido, vestido con un traje elegante.
Me parece vagamente familiar, así que supongo que debo haber visto su foto en
algún lugar durante mi juerga de espionaje.

—Nicklas —dice Maja y dice algunas palabras en danés antes de cambiar


al inglés—. ¿Sabes dónde está? —Me hace un gesto con un asentimiento
firme—. Ella tiene que firmar unos papeles.

El hombre, Nicklas, me echa un vistazo, y si pensé que los ojos de Aksel


eran fríos, vaya chico, una mirada a este tipo es como mirar directamente a un
Caminante Blanco.

—Han er gået i seng —dice con firmeza antes de girar sobre sus talones y
alejarse.

Miro a Maja con los labios fruncidos por la sorpresa.


66
—¿Le acaba de regañar?

Logra sonreír y suspira.

—No. Bueno, quizás. Ese es Nicklas. Se lo habría presentado pero él es…

—¿Desagradable? —bromeo.

Asiente.

—Sí. Él es… bueno, estoy segura que sabrá de él a su debido tiempo. Sin
embargo, es el secretario del rey, así que estará bastante cerca de él. Intente
mantenerse en su lado bueno.

Ahora estoy totalmente intrigada. ¿Estaré haciendo malabares con dos


idiotas en este trabajo?

—Sé lo que está pensando —agrega—. El caso es que, ha pasado por


mucho y quizás por eso el rey lo mantiene cerca de su lado. Verá —dice,
bajando la voz e inclinándose—, Nicklas solía ser el mayordomo de Helena.
Jadeo suavemente. ¡Pero por supuesto! Por eso me pareció familiar.

—Oh, Dios mío ¿él era quien conducía cuando ella murió? Los arrojó por
el precipicio.

Maja asiente furtivamente y me hace un gesto para que baje la voz. Tengo
la costumbre de animarme un poco.

—Se dictaminó que fue un accidente.

—Lo sé, pero de todas formas. ¿Cómo puede seguir empleándolo? Ni


siquiera creo que podría soportar estar en la misma ciudad que alguien así, y
mucho menos en el mismo palacio, sabiendo que fue culpa de este tipo que mi
esposa muriera. Maldición.

—Aksel puede ser extrañamente indulgente —admite Maja—. Y,


sinceramente, no siempre lo entiendo. Quizás sea una forma de mantener a
Helena cerca de él. Quizás comparten recuerdos de ella y eso alivia el dolor.

Huh. Nunca pensé en Aksel sufriendo. Me siento un poco mal por


referirme a él como el Rey Idiota ahora considerando todo lo que ha pasado. Me
recuerdo que solo perdió a su esposa hace dos años. 67
—Debe haberla amado mucho —ofrezco.

—Por supuesto. Todos la amaban. —Hace una pausa pensativa—. Era


muy hermosa, muy especial. Hizo mucho bien en este mundo. El corazón del
pobre aún está roto por esta tragedia. Sobre todo, son las niñas las que sufren.
—Me da una sonrisa tensa—. Esa es una de las razones por las que le traje aquí
para el trabajo, con la esperanza de que Aksel la vea como yo. Está llena de luz y
energía, y esta casa ha estado instalada en la oscuridad desde que murió la
reina. Creo que nos hará bien a todos.

Aunque todo lo que acaba de decir Maja es genial para mi ego, puedo
hacerlo sin la presión adicional. Solo puedo esperar ser una especie de luz para
ellos.

—Ya que se retiró a su habitación, estoy segura de que podemos


encargarnos de los papeles de modo que mañana él pueda revisarlos —dice a
medida que abre la puerta de su oficina y enciende la luz. Me hace señas para
que entre—. Está bien, hago esto a menudo para ayudarlo. Ha sido una batalla
cuesta arriba para él desde el momento en que asumió el trono, y aunque han
pasado algunos años, rara vez se vuelve más fácil.

Entro. La oficina se ve diferente durante la noche. O tal vez es que el rey


no está aquí con nosotras, de modo que tengo más tiempo para ver los
alrededores.

—Por supuesto, no debe entrar aquí de otra manera —dice—. De hecho,


evitaría la mayoría de las habitaciones de este piso, solo para estar seguras.

—No se preocupe —le digo—. No querría pisar los pies de nadie.

—Venga, tome asiento —dice, señalando su silla.

—¿Quiere que me siente en su silla? —Porque estoy bastante segura de


que eso es pisarle los pies.

—Por supuesto. Tiene mucho que firmar.

Así que, me siento en la silla de cuero del rey, y aunque no es un trono,


seguro que se siente así.

Se siente mal. 68
Y sin embargo poderoso.

Podría acostumbrarme.

—Que le corten la cabeza —anuncio dramáticamente, golpeando el


escritorio con el puño.

La frente de Maja se arruga. Siempre haré que esta mujer se estremezca.

—Es broma —digo rápidamente. Seria. Hay que ser serio en esta silla—.
Entonces, ¿qué quiere que firme?

Toma una carpeta de la esquina del escritorio llena de una pila de


papeles y la deja frente a mí, junto con un libro grueso que dice en inglés
“Norland College Handbook”.

—¿Qué es esto? —pregunto, recogiéndolo y dándole la vuelta. Es pesado.


Como en, más pesado que la Biblia.
—Normalmente, las mejores niñeras, las que sirven a la Familia Real
Británica y las celebridades, van al Norland College en Inglaterra. No tenemos
tiempo para eso, así que le conseguí su libro de texto. Desde evitar a los
paparazzi en un automóvil hasta entrenamiento antiterrorista, todo está ahí.
Creo que sería prudente que lo leyera todo.

¿Toda la cosa? Es enorme. Por suerte tengo ganas de aprender. La miro.

—¿Habrá una prueba?

—Si quiere —responde, luego me pasa un bolígrafo—. ¿Empezamos con


los documentos?

Y así comenzamos con los documentos. Maja es paciente conmigo,


asegurándose que entienda cada uno. Tengo el presentimiento de que si Aksel
estuviera aquí dirigiéndome a través de esto, no sería tan indulgente.

Para cuando termino, se hace tarde. Maja me envía a mi habitación con el


manual pesado en mis brazos y me siento exhausta y nerviosa.

Mi habitación está en el tercer piso, y del breve recorrido que me dieron


el otro día, recuerdo que está a dos puertas de las niñas (que comparten una 69
habitación gigante y sin embargo duermen en literas, lo cual es muy lindo), y en
el extremo opuesto del pasillo de la habitación del rey.

Mi habitación es bastante grande pero acogedora gracias a las gruesas


alfombras escandinavas que cubren la mayor parte del suelo de madera. Por
supuesto, aún hay algo grandioso en todo esto, con una cama con dosel de
madera oscura con un toldo de terciopelo verde azulado, armarios viejos,
tocadores y guardarropas de aspecto antiguo, así como un amplio baño
completo con azulejos azules y blancos y una bañera con patas.

Definitivamente tuve suerte en cuanto a mi vivienda y lo que


probablemente debería hacer antes de irme a la cama es desempacar mi maleta
y bolsa de lona y guardar todo, para no tener que revolver mi equipaje por la
mañana antes de llevar a Clara a la escuela.

Pero la cama es más persuasiva que cualquier otra cosa, y después de


lavarme y ponerme la primera prenda que encuentro, una camisa de manga
larga que dice “Yo <3 Perros”, me meto bajo las mantas gruesas. Las noches son
más frías aquí que en París y el palacio en sí parece tener algunas corrientes de
aire. Por otra parte, ¿qué palacio no tiene corrientes de aire cuando tienes
habitaciones del tamaño de apartamentos y techos de cinco metros de altura?

Me quedo ahí, pensando en lo drásticamente que ha cambiado mi vida.


Nunca en un millón de años pensé que una niña que creció en una choza en las
afueras de la “ciudad” de Windorah, Australia, rodeada de polvo rojo y futilidad,
yendo a la cama con hambre todas las noches, vistiendo ropa donada por los
vecinos, preguntándose si alguna vez volvería a ver a su padre, podría terminar
durmiendo en un palacio real. Incluso cuando era niña, nunca me permití soñar
con un mundo mejor para mí.

Lo triste es que… aún no me dejo soñar, incluso cuando se supone que


debo estar viviendo.

70
5
Aurora

A
pesar de estar cansada, no duermo muy bien.

Nunca lo hago en general y especialmente no la primera


noche en un lugar extraño, ya sea en un hotel o en mi
habitación nueva en mi trabajo nuevo. Siempre soy muy
consciente de lo desconocido que es mi entorno. Siempre
estoy planeando mi ruta de escape en caso de que algo salga mal; siempre
desconfío de las sombras.

En este caso, mi habitación es enorme y las sombras son profundas,


71
largas y están por todas partes. Además, en el fondo de mi mente creo que
escucho a alguien caminando por el pasillo. Puede que sea el Sonámbulo Johan
y empiezo a preguntarme si cerré la puerta con llave o no.

Cuando el cielo comienza a aclararse de negro a gris púrpura, ya estoy


despierta y levantándome de la cama. Maja me había dicho que la escuela de
Clara empieza a las ocho y media, y está a unos veinte minutos en auto, de
modo que deberíamos estar fuera de la casa, eh, fuera del palacio, a más tardar
a las ocho.

Estoy nerviosa como siempre lo estoy en mi primer día de trabajo. No


conozco la zona (y en este caso el país), no conozco a los niños ni a los adultos.
No tengo idea de qué esperar y eso ni siquiera tiene en cuenta todo el asunto de
la realeza. Tener un sueño de mierda además de todo tampoco ayuda a mis
nervios.
Por ahora, lo mejor que puedo hacer es ignorar todo el asunto de la
realeza, y el hecho de que mi nuevo hogar es un castillo, y estoy cuidando a dos
jodidas princesas, y fingir que esto no es nada nuevo.

Aunque una tina llena de café no estaría de más. Enciendo las luces y
miro alrededor de la habitación. Me pregunto si les importaría que traiga una
tetera para la habitación junto con un poco de té y café instantáneo. No me veo
caminando penosamente hasta la cocina cavernosa a todas horas del día y de la
noche para mi dosis.

Tendrás un poco de cafeína más tarde, me digo. Solo concéntrate en el día.


Sabes que todo saldrá como se supone.

El primer paso es averiguar qué ponerse. Soy un poco marimacha a la


hora de vestir y, por lo general, me puedes encontrar más del lado de lo casual
que de lo informal, prefiriendo pantalones cortos y camisetas sin mangas en el
verano, y pantalones ajustados y camisetas ajustadas y suéteres en el invierno.
Pero siendo esto un palacio real y todo eso, y el hecho de que mis dos encargos
parecen muy aficionadas a los pequeños vestidos bonitos, me pregunto si
necesito dar un paso más. Incluso las niñeras del manual Norwood se apegaron
a un uniforme de Mary Poppins en la escuela (¡complementado con sombrero!)
72
y un uniforme de trabajo de faldas y blusas azul marino.

Busco un poco más en mi equipaje, sacando la mitad de mis cosas, hasta


que me encuentro con la única falda que tengo, que es una falda de corte A de
lana negra. De hecho, no creo que me la haya puesto desde que llegué a Europa;
era parte de mi uniforme de camarera en Brisbane antes de reunir dinero
suficiente para escapar.

Me la apretujo, sintiendo que voy a tener un aneurisma al hacerlo, y ni


siquiera puedo cerrar la cremallera en la espalda. Bueno, si había alguna duda
de que he ganado peso desde que me mudé a Europa, aquí está la prueba. No es
que haya sido perezosa (me gustan mis paseos, y correr detrás de los niños es
un cardio brillante) o comiendo basura (la comida aquí es increíblemente
fresca y completa en comparación con Australia), pero estaba dolorosamente
delgada en ese entonces. De hecho, para empezar esta falda solía ser enorme
para mí.
Me estremezco al recordarlo y supongo que probablemente debería
quitármela para que no me recuerde mi pasado todo el día. Solo que no puedo.
La cremallera está atascada a la mitad.

—Oh, por todos los santos —me quejo, girando y tratando de moverla.

Alguien llama a la puerta.

—Aurora —llama Maja—. Solo estoy asegurándome de que está


despierta.

—¡Estoy bien, solo me estoy vistiendo! —grito en respuesta, intentando


desabrochar la cremallera desesperadamente.

—El desayuno se servirá en el comedor en cinco minutos —dice, y luego


escucho sus pasos en el pasillo y llamar a otra puerta.

Debe estar despertando a las niñas.

Suspiro y me miro en el espejo con mi sudadera arrugada de “Dogs Love


Me” con la que dormí y una minifalda que no me queda bien. Necesito sacar lo
mejor de esto. Quiero decir, la falda probablemente sea demasiado corta, pero 73
tal vez si la combino con mallas y botas hasta la rodilla y una blusa estará bien.

Pero, por supuesto, el único par de mallas que tengo están rotas. Así que
me pongo calcetines gruesos hasta la rodilla para combinar con mis botas y una
camiseta blanca con cuello en V debajo de un cárdigan gris claro, del tipo
“abuelo”, que es lo suficientemente largo para cubrir el hecho de que mi falda
solo tiene la cremallera hasta la mitad, y llevo mi largo cabello hacia atrás
rápidamente en una coleta, saliendo al pasillo. Probablemente debería
molestarme con un poco de maquillaje, pero prefiero estar con la cara
descubierta a llegar tarde.

Tardo más de lo esperado en finalmente encontrar el comedor ya que


hay tantos malditos comedores en este palacio y para cuando llego allí, Clara,
Freja y Maja están todas sentadas a la mesa y comiendo lo que parece muesli y
yogur. Hay dos ubicaciones vacías adicionales y supongo que una de ellas es
mía.

—Hola, niñera —dice Clara alegremente.


—Diosa honoraria —dice Freja en voz baja, dándole a Clara una mirada
desdeñosa.

Mientras tanto, Maja tiene una ceja levantada mientras echa un vistazo a
mi falda. No dice nada, aunque prácticamente puedo escucharla chasqueando la
lengua en su cabeza.

¿Cómo se dirá mujerzuela en danés?

Me aclaro la garganta, luchando contra el impulso de cubrir mis muslos.

—Lamento llegar tarde. Me perdí.

Clara se ríe.

—Más tarde debo jugar al escondite contigo. Hay tantos escondites que
nunca jamás me encontrarás.

—Clara —la regaña Maja en voz baja—. Sabes lo que pasó la última vez.

—¿Qué pasó la última vez? —pregunto, sentándome en mi lugar y


mirando el cuenco vacío. ¿Quizás se supone que debo ir a la cocina y servir mis
propias cosas? 74
—Me escondí tan bien que tardaron días en encontrarme —responde
Clara con orgullo.

—Fueron unas horas —la corrige Maja con una sacudida de cabeza—. Y
fue suficiente para hacer llorar a la vieja niñera cuando no pudo encontrarte.
Debes prometerme que no le harás eso a la señorita Aurora.

En lo único que puedo concentrarme es en meter café en mis venas y


estoy a punto de preguntar dónde puedo conseguirlo cuando entra Karla, la
cocinera.

—Buenos días, señorita —me saluda. Con su flequillo rubio de corte


contundente, ojos entrecerrados y mejillas redondas, Karla parece estar alegre
perpetuamente—. ¿Qué le gustaría para su desayuno? ¿Waffles? ¿Cereal? ¿Un
omelet? ¿Embutidos y queso?

No quiero ser un dolor en el trasero, así que solo digo:


—Tendré lo que ellas tienen. Además de tanto café como pueda darme.
Crema y azúcar, por favor.

—Por supuesto —dice, y luego mira el plato vacío en la cabecera de la


mesa—. ¿Otra vez no vendrá?

Maja niega con la cabeza.

—Hoy está muy ocupado.

Karla asiente y sale de la habitación mientras yo me giro hacia Maja.

—¿Aksel normalmente desayuna con ustedes?

—Papá solía hacerlo —responde Clara y parece apuñalar su muesli con


su cuchara—. Todas las mañanas éramos él, Freja y yo… y mamá.

Un silencio pesado parece invadir la mesa. Esta es la primera vez que veo
a las niñas mencionar a su madre y no tengo ni idea de cómo lo van a manejar.

Aunque Clara parece manejarlo siendo violenta con su desayuno y Freja


se encoge en su asiento como si quisiera que la habitación se la trague por
completo. 75
—Estoy segura de que pronto lo hará —le digo, intentando ser positiva
aunque en este momento honestamente no tengo ni idea de cómo funciona algo
en este lugar.

—Niñas, saben que últimamente ha estado muy ocupado —explica Maja,


pero incluso eso suena un poco débil.

Me entristece imaginar cómo era esta familia antes de la muerte de la


reina Helena. Debe sentirse como si un fantasma cenara con ellos todos los días.

Después de preparar una taza de café y comer un poco de muesli, Clara y


yo nos amontonamos en el auto esperando en la parte trasera, con Henrik al
volante. Freja se queda con Maja, aunque Maja señala que probablemente
empezará a acompañarnos si no está disponible. Maja actúa como la abuela de
las niñas, pero al final, no es su niñera.
—Buenos días, señorita Aurora —saluda Henrik alegremente a medida
que se gira en su asiento para asentirnos a Clara y a mí—. Godmorgen, Deres
Kongelige højhed.

—Puedes hablarme en inglés, Henrik —dice Clara mientras se desliza en


el asiento trasero del auto—. Hablo con fluidez, ¿sabes?

—Sí, por supuesto, Su Alteza Real —dice Henrik a medida que enciende
el auto.

Clara me mira con una gran sonrisa.

—Hablo fluido, ¿verdad? ¿No soy la mejor hablante de Inglés que hayas
conocido? —Se ve increíblemente linda con otro vestido, este de un estampado
azul que combina con la diadema azul en su largo cabello rubio y liso, con
sandalias de color coral. Una mochila que parece empequeñecerla ocupa el
espacio entre nosotras.

—Definitivamente una de las mejores —le digo y veo la expresión de


Henrik en el espejo retrovisor, intentando no reír—. Me sorprende que no
tengas que usar uniforme en la escuela. —También me sorprende que
comenzara la escuela a mediados de agosto.
76
—Es una escuela pública, podemos usar lo que queramos —dice.

¿Escuela pública? Eso es nuevo. Habría pensado que las chicas estarían
encerradas en alguna academia ultra privada, ultra exclusiva y ultra cara para
la realeza.

—Estoy seguro de que descubrirá que la familia real aquí es bastante


informal en comparación con Inglaterra —dice Henrik, leyendo mi expresión—.
Siempre creyeron en ser lo más realista posible. Aksel incluso solía andar en
bicicleta por la ciudad todo el tiempo, con seguridad y guardias siguiéndolo, por
supuesto.

Me rio. No sé qué es más divertido, la idea de Aksel en bicicleta o el hecho


de que en cualquier momento podrías estar paseando por Copenhague y veas al
Rey pasar a tu lado sobre dos ruedas.

—No puedo imaginarlo —admito.


—Su Majestad solía hacer muchas cosas —dice—. Cosas arriesgadas.

Una vez más, Aksel no parece un tomador de riesgos ni un rompedor de


reglas. En todo caso, es el tipo que hace las reglas solo para cabrear a otras
personas.

—¿Como qué?

—Pregúntele por qué se dedicó a navegar —responde riendo.

Recuerdo haber visto fotos de él en un barco, aunque no pensé que fuera


un marinero real. Por lo general, los tipos ricos simplemente se sientan en los
botes, beben y se ven bonitos mientras alguien más hace todo el trabajo duro.
Aun así, tomo nota para preguntárselo a Aksel algún día, con suerte cuando esté
de buen humor.

Si eso es posible.

El camino a la escuela es bastante corto y Clara parece muy emocionada


de ir, lo que tomo como una buena señal.

—Entonces, ¿te gustan tus compañeros de clase? —pregunto a medida 77


que el auto ralentiza. Puedo ver la escuela a lo lejos, que es un edificio bastante
indescriptible en una pintoresca zona residencial frondosa.

—En realidad no —contesta encogiéndose de hombros.

Dice esto de una manera tan casual que parpadeo hacia ella por un
momento.

—¿Qué? ¿Por qué? ¿Son malos?

Parece considerar esto mientras mira por la ventana a los escolares


pasando. Es difícil no darse cuenta que todos los padres e hijos están mirando
el auto, ya sea con desdén, aprehensión o envidia.

—No —dice lentamente—. Simplemente no quieren ser mis amigos.

—De acuerdo.

—Aquí estamos —anuncia Henrik mientras se acerca a la acera.


¿No quieren ser sus amigos? Bueno, definitivamente es una conversación
para otro momento.

—Gracias, Henrik —dice Clara cortésmente, abriendo la puerta por sí


misma.

Salgo del auto y corro rápidamente, lo cual es difícil con esta falda, hacia
el otro lado para ayudarla, sacando su mochila. Cierro la puerta y voy a agarrar
su mano, pero ella la retira sutilmente.

—No tienes que tomar mi mano —dice, tomando la mochila de mis


manos y balanceándola sobre su hombro—. Ninguna de las otras niñeras lo
hizo. —Mira por encima del hombro a la entrada de la escuela donde los niños
están entrando—. Tampoco tienes que acompañarme.

Parece que la mayoría de los padres acompañan a sus hijos hasta la


puerta, pero…

—Está bien —le digo. Sé que a su edad la dinámica escolar puede ser
bastante complicada y eso sin tener en cuenta todo el asunto de ser princesa—.
Aunque, aquí estaré después de la escuela.
78
—Genial —dice, dándome un pulgar en alto a medida que se gira y se
aleja.

Todos la miran mientras avanza pero ella camina con la cabeza en alto.

Esa actitud probablemente solo empeora las cosas para ella a esta edad
con todo el título de “princesa”, pero lo creas o no, puedo identificarme. Crecí
con gente susurrando sobre mis padres o de mí de una forma u otra y lo único
que puedes hacer es sonreír y fingir que no te molesta, sin importar lo mucho
que te rompas por dentro.

Después de desaparecer en el edificio, vuelvo al auto y Henrik me lleva


de regreso al palacio, de regreso a una charla informal en el camino.

Hay muchas cosas que quiero preguntar, sobre todo, pero tengo que
recordarme que es solo el primer día. Si Dios quiere, tendré mucho tiempo para
aprender cosas por mi cuenta.
Cuando vuelvo, Maja me pasa a Freja y se va, diciéndome que llame a
Agnes, el ama de llaves, si necesito algo, y de repente me siento despojada. La
verdad es que, en comparación con la mayoría de los lugares en los que he sido
niñera, nunca antes había tenido este nivel de orientación y estoy agradecida
eternamente de que Maja haya estado aquí para mostrarme cómo funciona
todo, incluso si a veces es un poco estirada. Pero ahora que se ha ido, el pánico y
el miedo están comenzando a instalarse. Siento que todos mis años de
experiencia se han desintegrado en mis manos y no tengo ni idea de lo que
estoy haciendo.

Freja es especialmente callada y aún no estoy segura si siempre es así o si


solo es así a mi alrededor. Le pregunto qué quiere hacer y no tiene ninguna
sugerencia, así que, considerando su interés en todo lo relacionado con los
“dioses”, saco mi iPad y empiezo a contarle historias sobre la diosa Freya antes
de entrar en la ruta de los dioses griegos que conozco bien. Por un momento,
pienso que tal vez esto se considera paganismo o algo así y Aksel se volvería
loco si lo supiera, pero está tan cautivada por cada una de mis palabras, que sé
que vale la pena.

El resto del día pasa bastante rápido, solo Freja y yo deambulando por 79
los pasillos del palacio o jugando con su colección de “muñequitas” en su
habitación, que en realidad es una mezcolanza de animales de peluche,
muñecas American Girl y Barbies. Ambas niñas tienen suficiente para abrir su
propia juguetería, pero supongo que no puedo culparlas por ser un poco
consentidas. Dejando a un lado su tragedia y su título de princesa, ambas son
tan encantadoras que sería difícil decirles que no.

Pero incluso después de recoger a Clara de la escuela, no veo a Aksel ni a


Maja por ningún lado. Sé que es peligroso preguntarles a las niñas qué hacen
normalmente antes de la cena, no sea que sugieran que jueguen al infame juego
de las escondidas o bajen montando colchones por las grandes escaleras, de
modo que pongo a Clara al día con algunas de las cosas de los dioses nórdicos y
griegos, y luego le pregunto si tiene alguna tarea que quiera que la ayude hacer.

Por supuesto, todo está en danés, pero al menos puedo ayudar con
problemas de matemáticas. Acabamos de terminar en su habitación, sentadas
en un escritorio bajo en el medio mientras Freja juega con sus muñecas,
mirándonos ociosamente de vez en cuando, cuando alguien golpea la puerta.
Agnes asoma la cabeza.

—Undskyld mig —dice—. La cena se servirá en cinco minutos.

Luego se va por el pasillo.

No sé por qué estoy nerviosa de repente, pero lo estoy.

—Está bien niñas, mejor lávense.

Clara me mira de reojo.

—¿Un baño?

—No, vamos, lávense las manos —digo, ayudándolas a ambas a ponerse


de pie—. No se puede cenar con las manos sucias. —Se dirigen a su gran baño a
regañadientes—. Y arreglen sus vestidos y pasen un cepillo por su cabello.

—Mamá siempre nos cepillaba el cabello —dice Clara cuando vuelve a


salir.

No parece triste, solo lo dice como un hecho.

—¿Quieres que lo cepille?


80
Clara asiente.

—Sí. Y quiero trenzas.

—Yo también —habla Freja.

Suspiro.

—Está bien, trenzas. Pero tengo que ser rápida, no quiero llegar tarde a
la cena en mi primer día.

—Nadie se dará cuenta —dice Clara a medida que tomo su cepillo del
tocador rosa y un par de gomas para el cabello—. Normalmente comemos
solas.

—O con tante Maja —dice Freja.

—¿No con tu padre?

Clara se encoge de hombros.


—A veces lo hace.

Esto no debería sorprenderme. En el pasado, era raro que la familia


alguna vez se sentara junta y no puedo imaginar a un rey teniendo mucho
tiempo libre en sus manos. Como niñera, por lo general éramos solo mis niños y
yo todas las noches, solo que también era la que preparaba las comidas. Pero
aun así, esto me molesta. Supongo que es porque Aksel me dijo que haría
cualquier cosa por sus niñas y, sin embargo, comen sin él. No son una familia.
Probablemente no se da cuenta de lo mucho que lo agradecerían.

Sé que no apreciaría que le diga esto tan pronto en el juego, así que
decido guardármelo para mí. Por ahora.

Una vez que las niñas están listas, bajamos al comedor. Probablemente
debería haberme aseado un poco, al menos intentar quitarme esta maldita falda
o ponerme un poco de maquillaje, pero tendré que conformarme con lo que
tengo.

Maja ya está en la mesa y me da una sonrisa tibia.

—Estaba a punto de ir a buscarla —dice cuando Karla sale, colocando


aceite y vinagre junto al bol gigante de ensalada en medio de la mesa.
81
—Lo siento —me disculpo, no estoy dispuesta a arrojar a las niñas y sus
solicitudes de peinado debajo del autobús—. Perdí la noción del tiempo. Vaya,
esta ensalada se ve increíble. —Y lo hace: lechuga romana crujiente, tomates,
tocino, todo.

—Probablemente debería imprimirle el horario, para que pueda


consultarlo —dice Maja mientras me siento a su lado, las niñas en el lado
opuesto de la mesa—. La cena siempre es a las seis. Es bueno que las niñas
tengan una rutina, ¿sabe?

—¿Y Aksel se une a nosotros? —pregunto. Las niñas miran a Maja


esperanzadas.

—No, probablemente, pero Karla siempre le reserva un lugar y deja la


comida a un lado, por si acaso —dice a medida que sirve la ensalada en los
platos de las niñas.
Las niñas se ven absolutamente abatidas. Ojalá hubiera algo que pudiera
hacer o decir.

—Coman su ensalada —les dice Maja. Hablando del amor duro.

Clara se cruza de brazos desafiantemente, sacudiendo la cabeza.

—No.

—Clara —dice Maja—. ¿Debemos hacer esto?

Clara suelta un danés rápido que hace suspirar a Maja.

—¿Qué dijo? —susurro.

—No comerá tocino —contesta—. En este momento tiene una obsesión


con los cerdos.

De hecho, eso es algo admirable. No pretendo socavar a Maja, pero le


digo a Clara:

—Los cerdos son animales muy inteligentes y leales. Casi como perros.
No tienes que comerlos si no quieres. No tienes que comer ningún animal si no 82
quieres.

Puedo sentir los ojos de Maja clavados en mi cabeza. ¡Ups! Estoy pisando
totalmente los pies de todos por aquí.

—¿En serio? —pregunta Clara alegremente—. Porque papá dijo que


necesito comer carne o de lo contrario me quedaré de este tamaño por el resto
de mi vida.

Arqueo mi ceja.

—Lo dijo, ¿verdad?

—Tampoco quiero comer tocino —dice Freja en solidaridad, apartando


su plato—. No me importa si soy pequeña para siempre.

Ahora sé con certeza que Maja me está asesinando con la mirada.

—¿Qué tal si apartan el tocino y se comen el resto de la ensalada? —


pregunto rápidamente—. Un compromiso, ¿de acuerdo? De esa manera
seguirán creciendo.
Las chicas intercambian miradas y luego se encogen de hombros al
unísono.

—Está bien.

Mientras apartan el tocino y comienzan a masticar las verduras, Maja me


dice en voz baja.

—Espero que sepa lo que está haciendo. Comemos carne en cada comida
y si esto llega a oídos de Aksel…

Ah, mierda. Le doy una sonrisa avergonzada.

—Lo siento. Estaba intentando ayudar. Me aseguraré de explicárselo.

Maja me lanza una mirada cargada que dice que puedo explicar todo lo
que quiera, pero no va a ayudarme.

También espero que Clara olvide lo que dije, pero al momento en que
sale el plato principal, una especie de cazuela de cordero, Clara se niega
rotundamente.

Karla tiene que volver a la cocina y preparar macarrones con queso. 83


Afortunadamente, a Karla no parece importarle tanto como a Maja.

Estoy en medio de ayudar a Karla a limpiar la mesa (para gran protesta


de Maja) y de correr con platos vacíos entre la cocina y el comedor cuando
escucho la profunda voz baja de Aksel hablando danés.

—Godaften.

Asomo la cabeza en el comedor y lo veo entrar desde el pasillo. Las niñas


gritan “¡Papá!” inmediatamente y salen corriendo de sus sillas, abalanzándose a
él.

Él sonríe, la primera vez que lo veo sonreír plenamente, y las levanta a


ambas en sus brazos.

—¿Hvordan har mine små engle det?

Las chicas comienzan a hablar con entusiasmo todas a la vez, y mientras


tienen su atención absorta, me quedo en el marco de la puerta de la cocina,
observándolo.
A pesar de que sigue siendo una figura imponente con su gran cuerpo
alto en un traje gris elegante con una camisa de vestir blanca debajo (sin
corbata) y su cabello perfectamente arreglado, hay algo en él que parece más
real. Sus facciones parecen menos afiladas y cuando sus ojos se enfocan en sus
hijas, todo el hielo y el frío parece desaparecer de ellos, convirtiéndose en algo
cálido y brillante. No pensé que fuera posible que se volviera más apuesto, pero
ahí lo tienes.

Y verlo adorar a sus niñas podría estar prendiendo fuego a mis ovarios.

Entonces Clara dice mi nombre, y su mirada pasa a través de la mesa


hasta mí en la entrada y el fuego se apaga rápidamente. Sus ojos se congelan en
total desaprobación. Quizás olvidó que existía por un momento y ahora solo soy
una dura realidad.

—Buenas noches, señor —le digo, ofreciendo una reverencia rápida, que
sé que no es totalmente necesaria en este momento—. ¿Cómo estuvo su día?

Frunce el ceño como si no debiese estar hablando en absoluto. Quizás no


debería estar haciéndolo.

Demasiado tarde.
84
—Muy bien —dice, aclarándose la garganta, y luego su mirada cae de mi
cara a mis piernas, con una breve y confusa parada intermedia en la chaqueta
de mi novio. No estoy segura que le guste lo que ve o… no… no, espera,
definitivamente es una mirada de desdén por mi falda corta.

—A Aurora le fue muy bien con las niñas —dice Maja, ayudando a Clara y
Freja a bajar de sus brazos.

Hace un sonido despectivo y logra apartar sus ojos de mis piernas para
mirar a Maja. Hay algo en la expresión arrogante de su mandíbula que lo hace
parecer como si está hirviendo de ira perpetuamente.

—¿Dónde está Karla?

Maja asiente hacia la cocina.

—Ahí. Hay muchas sobras —agrega, luego me lanza una mirada


cómplice. Supongo que es culpa mía.
Aksel avanza hacia mí y me aparto del camino rápidamente cuando pasa
a mi lado hacia la cocina y comienza a hablar con Karla en danés. No puedo
evitar respirar profundamente por la nariz. Huele a aire salado y pino y cosas
que son estimulantes y vigorizantes, y Dios mío, necesito detener esto ahora
mismo.

—Llevaré arriba a las niñas —dice Maja, y por un momento siento que
está intentando dejarme a solas con el rey Aksel. Luego agrega—: Me aseguraré
de imprimirle el horario. Después de la cena, tendrá su propio tiempo privado.
Es muy importante reflexionar sobre el día y recargar energías, al menos al
principio.

Claro. ¿Por qué siento que lo de “reflexionar” es como sentarme en un


rincón y pensar en lo que he hecho, también conocido como convertir a las
niñas en vegetarianas? Observo cómo salen del comedor y supongo que
probablemente debería salir a las calles de Copenhague para ver la ciudad y
orientarme antes de que oscurezca. O tal vez simplemente subir las escaleras,
leer el manual de la niñera y organizar mi habitación correctamente.

—¿A dónde fueron? —pregunta Aksel detrás de mí, y me giro para verlo
allí parado y comiendo tarta de manzana y arándanos de un plato en su mano,
85
apoyándose contra el marco de la puerta. Una vez más, me sorprende lo casual
que parece. Sigue vacilando entre ser un rey todopoderoso y un tipo normal.
Uno que come pastel para la cena.

—Las está llevando arriba. Aparentemente, ahora mismo tengo algo de


tiempo privado.

No dice nada ante eso, simplemente se mete tranquilamente un pedazo


de pastel en su boca y mastica, sus ojos nunca dejando mi cara.

Trago con fuerza, sintiéndome aún más incómoda.

—Entonces, eh, creo que iré a mi habitación y me organizaré.

Él asiente y me doy la vuelta para irme, sin querer quedar atrapada en su


vibra, cuando dice:

—Quizás debería pensar en tener un uniforme.

Me detengo y lo miro por encima del hombro.


—¿Un uniforme?

—Sí —responde, sus ojos posándose en mis piernas nuevamente y


volviendo a subir—. Le pediré a Maja que le dé algo de dinero: nosotros
cubriremos los gastos. Sé que las niñeras de Norwood usan uniforme, ya sabe,
el libro que está leyendo. —Su voz cae mientras apuñala de nuevo su pastel—.
Y con suerte aprendiendo de él.

Ignoro ese último comentario.

—¿Qué tipo de uniforme?

—Algo… de buen gusto. Al menos así hay consistencia. Tenemos una


reputación que mantener aquí en el palacio y una niñera en uniforme ayudaría.

Intento no entrecerrar mis ojos hacia él. Sé lo que está diciendo. Que me
veo de mal gusto con mi falda corta. Si fuera otra persona, le habría contado
sobre mi cremallera atascada y que llevaba la falda por error. Pero es el Rey
Idiota ¿y ahora? Ahora voy a hacer lo contrario.

—Por supuesto —digo, con una sonrisa malvada extendiéndose por mi


rostro. 86
—Algo consistente. Entendido.

Sé que no se fía del todo de mi expresión, ni debería hacerlo. Pero me


alejo, llamando por encima de mi hombro:

—Buenas noches, Su Majestad —antes de desaparecer de su vista,


dejándolo solo con su pastel.


6
Aksel

E
sa maldita falda corta.

Ha pasado una semana desde el primer día de trabajo de


la niñera, cuando se puso esa falda negra ridículamente corta, y
odio absolutamente el hecho de que aún no puedo sacarme de
la cabeza esa imagen. Debería haber ayudado que la falda en
cuestión estuviera combinada con el tipo de suéter grueso y áspero que solía
usar mi padre, pero no fue así.
87
Ahora creo que está intentando matarme.

De hecho, sé que lo está haciendo. Esa mujer tiene rencor saliendo de sus
poros. Cuando la vi al día siguiente después de su juerga de compras en el
Strøget de Copenhague, me mostró con orgullo su variedad de minifaldas en
colores sólidos y blusas estampadas.

—La falda y la blusa pueden cambiar de color —dijo con una sonrisa
brillante—, pero el aspecto general será consistente.

Y, por supuesto, no pude salir y decirle que sus piernas eran distractoras.
Así que ahora, solo estoy intentando lidiar con eso de la mejor manera que
puedo. Evitándola por completo.

—¿Y cómo estuvo el primer ministro? —pregunta Nicklas desde el


asiento delantero donde se sienta junto a Johan, mi conductor. Acababa de salir
de la reunión semanal que tengo con el primer ministro, y aunque últimamente
no ha habido nada nuevo o sustancial en nuestras reuniones, Nicklas siempre
tiene que saberlo. He mencionado varias veces que algunas cosas no son de su
incumbencia, especialmente cuando se entromete demasiado, pero siempre
juega el papel de ser el asistente obediente, siempre intentando ayudar.

No me lo creo ni por un segundo. Pero no hay nada que en realidad


pueda hacer al respecto.

Mantener a tus enemigos cerca es algo que me he tomado muy en serio.


Es algo que tendré que llevarme a la tumba.

—Lo mismo de siempre —digo, esperando sonar lo suficientemente


desdeñoso.

—¿Y cómo le está yendo a la niñera? —pregunta después de una pausa.

Levanto la vista, y me está observando en el espejo. Juro que está


sonriendo.

—Está bien. —Y eso es todo lo que quiero decir sobre ese tema.

Más silencio. Luego.

—Puedo ver por qué la eligió.


88
Lo miro fijamente.

—¿A qué se refiere?

Levanta sus cejas pálidas con inocencia exagerada.

—Todo lo que quiero decir es que, es un soplo de aire fresco.

Gruño en respuesta y vuelvo a hojear el periódico, aunque esta mañana


ya leí todos estos titulares. Es un soplo de aire fresco, de esos que se filtran por
las grietas y te penetran los huesos hasta que te resfrías.

—Las niñas parecen estar más animadas con ella aquí —dice, y entonces
se detiene porque no tiene ningún jodido derecho a comentar sobre las niñas.
Es la única cosa que no tiene permitido discutir conmigo.

Lo miro fijamente hasta que mira hacia otro lado, su atención


nuevamente en la ventana.

Por supuesto, no se equivoca. Las niñas parecen más felices. Solo ha


pasado una semana, pero las he estado revisando cuando puedo, juntas e
individualmente, y tanto Clara como Freja son puras sonrisas, siempre
hablando con entusiasmo sobre lo que Aurora les enseñó ese día o qué juego
jugaron. Parte de esa tristeza que he visto en sus ojos ha terminado por ahora
de lado. Estoy seguro que el tiempo dirá si esto es solo una cuestión de que la
niñera sea nueva y brillante o si esto es algo positivo que durará, pero por
ahora tomaré lo que pueda conseguir. Cualquier cosa para dejar que la tragedia
de perder a su madre quede en segundo plano, para que vuelvan a ser niñas.

Maja también parece complacida con el progreso, sino un poco en cuanto


a todo. Tengo el presentimiento de que hay algunas cosas que no me está
diciendo y las guardo con mucho gusto en cosas que no quiero saber. Pero en
general dice que está feliz con ella, incluso si Aurora es un poco inexperta
cuando se trata de ser una niñera real.

Sin embargo, donde Maja ve a una inexperta, veo un desafío. Hay algo en
ella que se mete debajo de mi piel de una manera que no puedo articular. Tal
vez sea su disposición alegre sin esfuerzo alguno o la forma en que me
antagoniza en cada oportunidad. Está bien, quizás antagonizar es una palabra
fuerte. Podría ser mejor decir provocar.

O agravar. Molestar. En todos mis años creciendo como heredero del


89
trono de Dinamarca y luego rey, nunca nadie me ha hablado de la forma en que
ella lo hace, ni siquiera mis propias hijas cuando se portan mal. Es como si me
estuviese poniendo a prueba para ver hasta dónde puede llegar, sin importar el
hecho de que solo soy la persona que paga su salario, nada más.

Lo cual, odio admitirlo, me irrita. Lo último que quiero es ser pomposo y


arrogante, pero hay un cierto nivel de respeto que ella no me está dando.

Las pocas veces que le he dicho esto a Maja, me ha dado una pequeña
sonrisa irónica, ya sea porque todo está en mi cabeza o porque me lo merezco.

Quizás sean ambos.

Cuando vuelvo al palacio, todo está en silencio y en calma.


Espeluznantemente tranquilo. Llamo y no escucho nada. Voy al tercer piso y
echo un vistazo a la habitación de las niñas, pero está vacía. Llamo a la puerta
de Aurora pero no hay respuesta.
De todos modos la abro. De hecho, no he estado aquí desde que se mudó
y me sorprende ver lo limpio y bien organizado que está. Hay algo en Aurora
que me hace pensar que simplemente desordenará todo su entorno, y ese caos
la sigue a todas partes. Tal vez sea porque cuando usa su largo cabello castaño
suelto, parece tener una vida salvaje propia. Tal vez sea el brillo travieso en sus
ojos oscuros o el hecho de que rara vez la veo seria. Su sonrisa es otra cosa,
encantadora, amplia y desinhibida, y deben decirle a menudo lo desarmadora
que es, y por eso la usa como un arma.

Afortunadamente, no funciona conmigo.

Me acerco a su escritorio y me sorprende ver el manual Norwood abierto


con pasajes resaltados. Al lado hay un cuaderno en el que garabateó listas de
tareas pendientes y destacó capítulos del libro, como si fuera una tarea para la
escuela.

Debo decir que estoy impresionado. No pensé que se estuviera tomando


esta posición tan en serio como debería, pero quizás lo único que no se toma en
serio es a mí. Hojeo el resto del manual y veo que ha resaltado casi todas las
páginas que ha leído, con más notas en los márgenes.
90
Luego reviso parte de su cuaderno, preguntándome qué más podría
haber escrito. No puedo decir que fisgonear sea un hábito mío, y ciertamente no
creo que pueda revisar sus cosas solo porque soy su jefe, pero no puedo evitar
sentir ahora un poco más de curiosidad por ella.

Solo que no parece haber nada más que notas sobre cómo ser una mejor
niñera. No sé si esperaba una sesión de querido diario titulada “Por Qué Odio a
Aksel” o algo por el estilo.

La risa aleja mi atención de los libros, recordándome que probablemente


no debería estar aquí, y doy un paso hacia la ventana cautelosamente y miro
afuera. Su habitación da a la parte trasera y al triángulo de un metro más abajo.
Es césped principalmente con una pequeña casa de juegos en la esquina, un
trampolín, asientos al aire libre y un gran seto de privacidad y una cerca de
seguridad a lo largo de un lado, manteniéndolo protegido de la calle.

Aurora y las niñas están sentadas en una pequeña mesa de madera en


medio del patio, las tres demasiado grandes para las sillas de plástico que les
compré cuando eran más jóvenes. Eso no les ha impedido tener lo que parece
una especie de fiesta de té, con animales de peluche que se han unido a la
diversión.

Las niñas y Aurora están vestidas con sombreros y capas elegantes, e


incluso Karla, quien está llevando una bandeja de galletas, se ha visto obligada a
llevar un cuerno de unicornio en la cabeza.

No puedo evitar sonreír ante la vista y algo en mi pecho se aprieta.

Es el tipo de alegría que duele, solo un poco. Esa sensación de calidez en


tu piel después de un largo invierno frío y oscuro. No recuerdo la última vez
que las vi jugar así y sé que ninguna niñera, diablos, ni siquiera Helena, las
complació de esta manera. Solo dejándolas ser niñas pequeñas en una fiesta de
té.

Por helvede. Quizás debería ser un poco más suave con ella.

Como no quiero ver a mis niñas de lejos cuando están así, bajo las
escaleras hasta las puertas francesas que dan al césped.

—¡Papá! —grita Clara con un bocado de comida mientras me saluda


frenéticamente desde la mesa—. Ven y únete a nuestra fiesta. 91
Me acerco tranquilamente, entrecerrando los ojos al sol. El otoño se ha
posado sobre nosotros en los últimos días, ahora el sol está más bajo en el cielo
y perpetuamente en tus ojos, el aire tornándose más fresco por las noches. En
este momento aún hace sol y calor, la fiesta del té perfecta, pero pronto el sol
cambiará por lluvia.

Me detengo frente a ellas y miro por encima de la mesa. Hay sándwiches


del tamaño de un dedo, galletas y bollos en la buena porcelana de Helena,
además de tazas de té y botes de mermelada y crema. Tanto la mermelada
como la crema están por todas partes en las caras sonrientes de Clara y Freja y
hasta las servilletas metidas en la parte delantera de sus vestidos.

—Espero que no le importe que me haya puesto esto —dice Aurora con
cuidado, y desvío mi atención hacia ella. Por una vez, no lleva su blusa y esa
terrible minifalda de siempre, sino un vestido largo de satén verde con mangas
onduladas y un corsé, con un sombrero a juego en ángulo en su cabeza—. Lo
encontré en un armario lleno de ropa en uno de los dormitorios vacíos.
—Le dije que tenía que ponérselo —dice Clara antes de intentar servirle
una galleta al osito de peluche que está a su lado.

Levanto una ceja a Aurora.

—Estoy bastante seguro que el vestido es de finales del siglo XIX.


Perteneciente a mi bisabuela.

Su expresión cae, esa sonrisa brillante borrándose de su rostro.

—Lo siento mucho. Puedo cambiarme y volver a ponerlo en su sitio.

Levanto mi mano, recordando que lo está intentando. Y si también está


haciendo sonreír a mis hijas, entonces vale la pena.

—No se preocupe por eso. Supongo que es mejor que lo use a estar en un
armario. Estaba pensando en donarlo todo a un museo o algo así, pero no tengo
tiempo para organizarlo. Quizás cuando termine de jugar a disfrazarse, pueda
abordarlo.

Aurora asiente, con una pizca de sonrisa de vuelta, sus ojos aun
completamente abiertos y cálidos. 92
—Absolutamente.

La verdad es que, ni siquiera sé qué hay en la mitad de las habitaciones


de este lugar.

Después de que mi padre murió y Helena y yo nos mudamos aquí, no


tuvimos el lujo de tener tiempo para revisar todo. Este palacio es solo un tesoro
de historia familiar que ni siquiera he comenzado a explorar.

—Oh, escuche, ahora que está aquí —dice Aurora y trata de ponerse de
pie, solo que levantarse de la silla pequeña es un desafío en sí mismo. Pronto
está pisando el dobladillo del vestido y cayendo hacia adelante.

Extiendo mi brazo y la atrapo antes de caer de cara contra la hierba.

Ella me mira, su sombrero ahora cayendo sobre su cara.

—Gracias, casi como mie… —Mira por encima del hombro a las niñas que
la están observando—. Mi buena dosis de hierba. Casi como hierba.
Se ajusta el sombrero y luego la parte delantera de su vestido, que, para
mi consternación, es de escote bajo, mostrando las pálidas cimas llenas de sus
senos. Aparto mis ojos y respiro profundamente por la nariz. ¿Qué diablos me
pasa? Primero Aurora usa un suéter que me recuerda a mi padre, después usa
el vestido de mi bisabuela y, sin embargo, de alguna manera sigo excitado.

No, me recuerdo. No estás excitado. Concéntrate y escucha lo que tiene que


decir.

Doy un paso atrás de ella, lo que la hace fruncir el ceño, y luego le


pregunto:

—¿De qué quiere hablarme? —Me aclaro mi garganta, asegurándome


que mi voz suene distante.

—Oh, verá… —dice y luego mira a las niñas rápidamente antes de dar un
paso hacia mí.

Doy otro paso atrás.

Ella resopla, haciendo una mueca.


93
—¿Cree que muerdo o algo así?

Supongo que estoy siendo bastante ridículo.

—¿Qué es?

Da otro paso y mis hombros se ponen rígidos, haciendo un punto para no


moverme ni un centímetro. No puedo decir por qué tenerla tan cerca de mí me
incomoda, pero puede ser tanto el hecho de que sus senos están casi
presionados contra mí y que huele a sol.

—Quería hablarle de las niñas —dice, bajando la voz y mirándome a


través de sus pestañas largas. Querido Señor, ¿acaso sabe cómo se ve y suena
ahora mismo?

Aksel, concéntrate.

—¿Qué hay de ellas? ¿Están bien? —Las miro por encima del hombro y
están de vuelta dándole golosinas a sus ositos de peluche y reír alegremente.
—Están estupendas —responde—. Pero todas las noches en la cena se
ponen tristes porque no está allí. Maja les dice que está ocupado y ellas lo
entienden, pero en realidad creo que significaría mucho para ellas si comenzara
a comer con nosotras.

Oh.

Trago pesado, sintiéndome como un trapo de cocina sucio.

—Ya veo. No me di cuenta de eso.

—¿Quizás solo unas pocas veces a la semana? —sugiere con esperanza,


mordiéndose el labio inferior por un momento. Ahora me estoy dando cuenta
que rara vez se maquilla, ni tampoco lo necesita. El color natural de sus labios
es este intenso rosado profundo—. ¿Su Alteza? —pide.

—¿Qué? —digo, parpadeando, y luego me doy cuenta que debo haberme


perdido allí—. Sí. No.

—Sí, no ¿qué?

—Estoy de acuerdo. —Levanto mi barbilla, aclarándome la garganta—. 94


Debería estar allí. He estado ocupado con el papeleo y algunos eventos, pero no
tengo que asistir a todas las cenas a las que me invitan y siempre puedo hacer
mi trabajo más tarde.

Aurora estalla en una sonrisa. Jesús, ¿por qué no puedo respirar?

Aparto la mirada, centrándome en las niñas.

—Oigan niñas, ¿eso les gustaría?

Paso junto a Aurora y el agarre extraño que tiene sobre mí, y camino de
regreso a la mesa.

—¿Qué nos gustaría, papá? —pregunta Freja con su vocecita.

—Si empiezo a cenar con ustedes más seguido. Entiendo que debería
estar allí y voy a hacer lo que pueda para que suceda con más frecuencia.

—¡Hurra! —exclama Clara a medida que Freja me da una profunda


sonrisa adorable.
—Empezaré esta noche. Tal vez no sea demasiado tarde para que Karla
les prepare su plato favorito.

Clara frunce el ceño.

—¿Cuál es nuestro plato favorito? ¿Macarrones con queso?

—No —respondo, y puedo escuchar la voz de Helena en mi cabeza


regañándolas por siquiera saber qué son los macarrones con queso—. Pollo
asado con moras, puré de papas con tocino y salsa.

—De ninguna manera —dice Clara mientras Freja arruga la nariz.

—Pero a ustedes les encanta esa comida —les digo, confundido.

—No. Sin pollo, ni tocino.

—Sin carne —dice Freja—. Somos veterinarias.

—¿Son qué?

—Es vegetarianas —corrige Clara a su hermana y luego me mira con su


barbilla en alto desafiantemente—. Papá, ahora somos vegetarianas. 95
—¿Desde cuándo? —grito. Miro a Aurora con la esperanza de que tenga
la misma expresión de “están locas” en su rostro, pero está mirando hacia la
hierba y mordiéndose el labio. ¿Qué mierda?

—Desde que Aurora nos dijo que podíamos serlo —contesta Clara—. Y
punto.

—¿Y punto? —repito bruscamente. Agarro a Aurora por el brazo y la


alejo del alcance del oído de las niñas—. ¿Qué diablos está pasando? ¿Mis hijas
ahora son vegetarianas?

Me lanza una mirada impotente.

—Lo siento. Simplemente surgió.

—¿Surgió?

—Bueno, no es que sean veganas. Aunque tampoco habría nada malo en


eso.
Maldita sea ¿qué le pasa a esta mujer? Suelto su brazo antes de poder
sujetarlo con más fuerza.

—Por helvede —maldigo—. No va a volverlas veganas. Comen pescado.


¡En este país comemos pescado y no les va a quitar eso!

Aurora me da una sonrisa comprensiva, el tipo de sonrisa que me da


ganas de gritarle más.

—No puede hacer ningún daño.

—¿Daño? Ahora Karla tiene que preparar dos comidas distintas.

—O puede comer vegetariano —dice.

—¿Siquiera es vegetariana? —grito.

—No. Pero no me molesta que otras personas lo sean.

Niego con la cabeza, mi mandíbula apretándose.

—Déjeme aclararle una cosa, ¿de acuerdo? —gruño, inclinándome hacia


ella de modo que las niñas no escuchen—. Es usted su niñera. No es su madre. 96
¿Entendido? No puede tomar decisiones como esa. Esas son mis decisiones para
tomar. —La ira brilla en sus ojos, y sé que odia que le esté hablando de esta
manera, pero, francamente, no me importa—. Tiene que aprender su lugar aquí
en este palacio —le recuerdo—. No es parte de la familia. Solo es la ayuda. Es mi
empleada. Y esas niñas de ahí, esas niñas no son sus hermanas y no son sus
amigas. Así que, si quiere que le sigan pagando por vivir en esta casa y hacer
este trabajo, no debe tomar ninguna decisión como esa sin consultarme
primero. ¿Entendido?

Aprieta los labios y aparta la mirada.

—¿Quiere que repita esto en danés porque estoy bastante seguro de que
entiende el Inglés? —le digo.

—Sí —murmura, y una pizca de rosa se arrastra por sus mejillas, su


cuello también sonrojándose—. Lamento haber dicho que estaba bien. Debí
haberlo diferido y luego pedirle que tome la decisión final.
La observo de cerca, intentando ver si está mintiendo, observando para
ver si se equivoca y me pone los ojos en blanco porque lo juro por Dios, si lo
hace, se va de aquí. Pero evita mi mirada y se queda en silencio, lo cual es algo
completamente nuevo para nosotros. Y en todo caso, da miedo.

—Mire —digo rápidamente, consciente de que las niñas aún nos están
mirando y captando nuestro lenguaje corporal rígido y hostil—. Sé que lo está
intentando. Sé que está estudiando ese manual y destacando las cosas
importantes. Es solo que…

—¿Cómo sabe eso? —pregunta bruscamente, entrecerrando sus ojos en


mí.

¡Ah! Cierto.

—Yo, eh, estaba en su habitación.

—¿Cuándo? —chilla.

—Justo ahora.

—¿Por qué? —Se aleja de mí, sus ojos tan llenos de vehemencia que me 97
estremezco un poco—. ¿Por qué haría eso?

—No estaba fisgoneando —le digo, mi actitud tornándose altanera


automáticamente—. La estaba buscando y vi su manual y su cuaderno en el
escritorio.

—¿Miró en mi cuaderno?

Trago pesado y vuelvo a mirar a las niñas. Esta vez, las cejas de Clara
están hasta la mitad de su frente, mirándome expectante.

—Todo lo que vi fueron notas que apuntó del manual. Eso es todo. Cosas
de niñera.

—¿Y si hubiera sido un diario? ¿Y si hubiera escrito allí mis


pensamientos y sentimientos personales? ¿Eso no significa nada para usted?

Levanto mis manos en señal de rendición, consciente de que su voz se


está quebrando y no estoy seguro de qué hará a continuación. ¿Me golpearía
aquí mismo, frente a las niñas, en mi propio palacio?
—No quise hacer ningún daño.

—¿Ningún daño? —repite, su voz goteando sarcasmo—. ¿Sabe qué, su


Majestad? Espera que le trate con respeto, pero no me da ninguno a cambio.
Podemos seguir bailando de un lado a otro así, pero la verdad es que, esto no
funcionará hasta que usted y yo seamos iguales. Sé cuál es mi posición con su
familia, no crea que me he olvidado de mi papel, pero mi lugar en sus vidas no
es tan sencillo como cree. Ahora lamento que sus hijas hayan decidido ser
vegetarianas, pero al final es su elección lo que deciden poner en sus cuerpos. Al
final, son ellas quienes toman estas decisiones, ni usted, ni yo. Y ahora, si me
disculpa. —Se aclara la garganta ruidosamente y con una mano hace un ajuste
brusco de su sombrero—. Tengo que volver a una fiesta de té.

Gira sobre sus talones, sosteniendo el resto de su vestido largo en sus


manos, y camina con tanta gracia como puede de regreso a la mesa.

Juro que Freja me mira mal.

Con un suspiro profundo, las dejo y regreso al palacio.


98
7
Aurora

Octubre

—¡T
ivoli! ¡Tivoooooooooli!

El sonido de los gritos de Clara irrumpe


en mis sueños.

¿Qué está pasando y qué diablos es 99


Tivoli? Intento recordar mi sueño velozmente y estoy bastante segura de que
Jason Momoa estaba en él nuevamente, con una corona, de modo que más vale
que sea jodidamente bueno lo que lo interrumpió.

Me doy la vuelta en la cama y alcanzo mi teléfono ciegamente para


comprobar la hora. Entonces, recuerdo que es sábado y no hay razón para que
Clara deba levantarse a las 8 a.m. y gritar por quienquiera o lo que sea que sea
Tivoli.

Bang, bang, bang.

Mi puerta se desprende de las bisagras prácticamente gracias a que


alguien la golpea incesantemente. Ahora que lo pienso, parece que dos
personas la están golpeando. Personas pequeña.

—¿Qué pasa? —grito, e incluso en mi molestia por el despertar brusco,


me las arreglo para cambiar al danés—. ¿Hvad er det?

Aunque solo he estado viviendo en Dinamarca durante tres semanas, me


las he arreglado para aprender un puñado de frases, la mayoría de ellas a través
de las niñas. También puedo decir “Jeg orker det simpelthen ikke” que significa
“simplemente me da pereza” que es lo que suele decir Clara, acompañado de su
dramática caída en su cama, cuando le pido que me ayude a limpiar su
habitación.

—¡Tivoli! —gritan al unísono, así que me levanto solo con mi camisón y


bóxer, cruzando la habitación iluminada tenuemente para abrir la puerta.

Ambas chicas están vestidas de alguna manera, aunque creo que el


vestido de Freja está al revés.

—¿Qué están haciendo, niñas? —pregunto, mis ojos nublados, y luego


repito mi “¿Hvad er det?” por si acaso.

—Hvad er det —me corrige Clara, y su versión suena exactamente igual a


la que acabo de decir—. Hoy vamos a Tivoli, ¿no recuerdas?

En este momento, apenas puedo recordar ayer. Cada día es más y más
ajetreado cuanto más entro en el ritmo de las cosas. Mi agenda está bastante
apretada y, aunque a menudo la repaso, todo el asunto del idioma extranjero
significa que no asimilo la mitad de las cosas.
100
Asiento, parpadeando hacia ellas.

—Seguro. Tivoli.

—Y la feria de otoño —dice Freja en voz baja—. Quiero ver los animales.

—Está bien —digo—. Pero saben que primero tengo que conseguir mi
café antes de hacer cualquiera de estas cosas.

—Tú y tu café —dice Clara—. A veces pienso que tal vez llevas el nombre
de la Diosa del grano de café.

—Podrías tener razón en eso —digo—. Denme treinta minutos y nos


pondremos en marcha. —Esto complace lo suficiente a las chicas como para
que se vayan saltando a su habitación—. ¡Y Freja, tu vestido está al revés! —
llamo detrás de ellas.

—¡Lo sé! —grita en respuesta.

Niños.
Me visto rápido. Siendo principios de octubre, el clima ha cambiado
drásticamente en comparación con Francia. Si bien los días aún son cálidos y
algo secos, es la luz lo que más extraño. Si bien estoy segura de que podré
soportar el frío, especialmente porque dicen que Copenhague no se vuelve tan
frío como la gente piensa, no sé cómo haré cuando esté completamente oscuro
a las tres de la tarde. Mis raíces australianas soleadas se marchitarán.

Pero como las mañanas son frías y no sé qué esperar con Tivoli o la feria,
me pongo leggins gruesos, calcetines, botas y por supuesto mi uniforme de
minifalda gris y blusa azul marino. Este tiene mangas tres cuartos de largo y un
cuello Peter Pan, que creo que es bastante extravagante.

Honestamente, no pensé que lo haría, pero en realidad me gusta tener


uniforme. Hace que prepararse por las mañanas sea muy fácil cuando solo
tienes unas pocas variedades para elegir, además creo que a Aksel le vuelve
loco que use estas faldas. Sé que cuando me pidió que me ponga un uniforme
probablemente estaba pensando en algo más elegante y modesto, pero bueno,
creo que me veo bastante bien.

No es que lo haya visto con tanta frecuencia. Ha cumplido su palabra con


las niñas y ha venido a cenar casi todas las noches. Ni siquiera dice nada cuando
101
Karla saca dos platos diferentes para el plato principal, aunque puedo sentir el
resentimiento deslizarse por él como olas entrantes. Pero aparte de eso, se ha
mantenido alejado de mí.

Lo cual no me importa, en sí.

Quiero decir, desearía que tuviéramos un tipo de relación diferente. No


como la relación que tenía con mi último “padre de la casa” dado que terminó
mal con caricias y comentarios inapropiados. Creo que una de las razones por
las que incluso me gusta Aksel es porque es lo opuesto a eso, como si le
disgustara estar en la misma vecindad que yo. Siempre está dando un paso lejos
de mí como si tuviera una maldita plaga y, sin embargo, es bastante agradable
que no me miren lascivamente.

Pero no me importaría si sintiera que puedo acercarme a él y hablar con


él de las niñas y tener una conversación sincera sin todas estas formalidades
rígidas en el camino. Conocer al verdadero él.
Si incluso hay un verdadero él. A veces es tan extraordinario, incluso
cuando está justo en mi cara. En otros, casi me engaña haciéndome pensar que
no es en absoluto el rey de un país próspero. Que solo es un padre soltero
normal, intentando cuidar a sus hijas en una gran casa vacía y solitaria.

Eso es algo de lo que no creo que se den cuenta. Lo solitario que es el


lugar.

Incluso con el personal que también vive aquí, los pasillos parecen tener
un eco de recuerdos. Puede que no conociera a Helena cuando estaba viva, pero
la siento a nuestro alrededor. Nada vengativo o lúgubre, simplemente presente
en la mente de todos. Esa pérdida, la falta de una figura materna, hace que todo
se sienta más vacío.

Así que, he estado haciendo lo que puedo para llenar ese vacío. Las
palabras de Aksel aún resuenan de vez en cuando en mi cabeza, cuando me dijo
que no soy la madre de las niñas, que no son mis amigas y no soy parte de la
familia. Quiero decir, sé todo eso. Hace poco que comencé a trabajar aquí,
apenas comencé a arañar debajo de la fachada dorada de esta familia. Conozco
muy bien mi lugar o, al menos, lo estoy intentando.
102
Pero mi lugar no tiene por qué estancarse. No tengo que encajar en la
ranura que fue tallada para mí por la niñera anterior. No quiero ser solo una
curita para esta familia, quiero ayudarlos a sanar. Tal vez eso sea ingenuo de mi
parte, y tal vez debería estar un poco más enraizada con mis objetivos, pero eso
no cambia la sensación de por qué estoy aquí.

Antes de conseguir este trabajo, me sentía atrapada en mi propia vida.


Había corrido y escapado tanto, había pasado por tanta tragedia y horror, que
solo quería algo simple y estable. También, funcionaba. Era niñera porque me
daba la seguridad y la estructura que no tenía en Australia.

Pero solo puedes correr, solo fingir, durante un tiempo.

Sin embargo, ahora que tengo este trabajo, siento que estaré en él a largo
plazo.

Seguro, podría ser solo un año. Podría ser menos, dependiendo de cuánto
tiempo pueda soportarme Aksel. Podría ser más. Pero mientras esté aquí, no
quiero ser solo una niñera. Quiero ayudarlos a todos a mejorar, de cualquier
forma que pueda. Por una vez, quiero ser útil.

—Bueno, puedes empezar por llevar a estas chicas a lo que sea que sea
Tivoli —me digo en el espejo mientras me lavo los dientes. Hace mucho tiempo
que he dejado de pensar que hablar conmigo misma es extraño.

Después de trenzar mi cabello loco hacia atrás, sabiendo que se me


encrespará más tarde, me puse un toque de rímel y rubor, luego me dirigí a la
cocina. Karla tiene los fines de semana libres (qué afortunada) de modo que
Bjørn, el cocinero secundario, está a cargo del desayuno, y ya sabe lo mucho
que necesito el café. Tomo un bollo rápidamente y lo guardo en mi bolso estilo
mensajero de cuero para más tarde (junto a mi cuaderno, un fajo de euros,
algunas coronas danesas, un millón de cintas para el cabello, polvo compacto,
lápiz labial en tono carne, chicle, estos caramelos de regaliz salados a los que
soy adicta actualmente, curitas, crema antibiótica, gomitas de vitaminas para
niños y un tubo de esta pasta extraña de mostaza que Clara insiste en poner en
todo), luego me siento a la mesa con una taza gigante (en los estándares
europeos) de café y espero por las niñas.

Naturalmente, apenas termino el café cuando corren hacia mí


103
emocionadas, Clara con su mochila puesta como si fuera a la escuela, gritando
“¡Tivoli!” y un montón de otras palabras en danés, y sé que serán un puñado
hoy.

Resulta que Tivoli es Tivoli Gardens, un famoso parque de atracciones y


el segundo más antiguo del mundo, ubicado en Copenhague. Y, Dios mío, es
como Disneyland. Para cuando Henrik nos deja en la entrada principal, estoy
tan vertiginosa y emocionada como las niñas.

—¿Va a estar bien, señorita Aurora? —pregunta Henrik cálidamente


mientras salimos del auto.

Saco la cabeza por la puerta abierta.

—Debería estarlo. ¿Verdad?

Asiente.
—Puedo ir con usted si quiere. No debería haber ningún problema, pero
si lo hay, siempre puedo parecer intimidante. —Hace una falsa expresión de
enojo y finge flexionar un músculo.

—¿Qué problemas? —pregunto, ahora sintiéndome nerviosa—. Oh, Dios


mío. ¿Como un secuestro? ¡Aún no llegué tan lejos en el manual!

Me da una sonrisa débil.

—No tiene que preocuparte por eso.

—¿Por qué no?

—Bueno, para empezar, no estará sola en el parque.

Miro alrededor del estacionamiento concurrido. Eso es cierto pero…

—Lo que significa —continúa—, habrá gente, personal real,


observándola. Guardaespaldas.

Miro a mi alrededor nuevamente, arqueando las cejas.

—Oh. ¿Dónde están? 104


—Estarán por aquí —responde—. Cuando se trata de las niñas, el rey
Aksel quiere que se sientan lo más normales posible. Eso significa mantener a
los guardias y asistentes a distancia. Pero no se preocupe, siempre estarán
observando.

No me preocupa en absoluto, pero es algo desconcertante.

—Entonces, ¿qué problemas quiso decir?

—Paparazis —contesta—. Ya sabe, tomando fotografías. Aksel quiere eso


al mínimo. Pero si es un problema demasiado grande, siempre puede alertar al
personal y ellos también pueden expulsarlos y escoltarlos.

Oh. Eso. Aún no he tenido que lidiar con los paparazis. Quiero decir, he
llevado a las niñas a pasear por el agua y los parques un par de veces (ahora me
doy cuenta que, seguida por los guardaespaldas) y tal vez ha habido una
persona o dos tomándonos fotos con una cámara grande, pero siempre
estuvieron tan lejos que nunca me molestó.
Por otra parte, no leo los tabloides daneses, de modo que no tengo ni idea
si aparecemos en ellos o no. No puedo imaginar por qué. No hay nada
emocionante en dos niñas y su niñera, sean princesas o no.

Ahora, si Aksel estuviera aquí, entonces podría verlo siendo una historia
diferente. De hecho, esa es una de las razones por las que no tomo los tabloides
si él aparece. Puede que no entienda danés, pero no creo que lo que digan sea
siempre agradable. Debe ser muy difícil no solo ser un rey a una edad tan joven
(relativamente), sino también perder a tu amada reina. Aksel parece ser la
carne de cañón para ellos y nunca se le tiene en la misma consideración que a
Helena.

Aun así, le aseguro a Henrik que estaré bien y agarro a las niñas de la
mano y las llevo al parque.

—Entonces, ¿cuáles son sus atracciones favoritas? —les pregunto a


medida que nos acercamos a la taquilla.

—Dragebådene —responde Freja.

—¡Minen! —grita Clara.


105
—Ballongyngen.

—¡Den Flyvende Kuffert!

No entiendo qué es ninguno de esos, pero estoy segura de que pronto lo


descubriré.

Pagamos nuestros boletos, la chica trabajando en la taquilla reconoce a


las princesas inmediatamente, y entramos en el caos del parque.

De hecho, no es tan malo. Tal vez porque se está haciendo tarde en la


temporada, pero definitivamente no está tan lleno de gente como Disneyland
Paris.

Las chicas comienzan a arrastrarme inmediatamente en direcciones


diferentes, pasando por montañas rusas de bucle en bucle, pagodas japonesas,
palacios árabes y barcos piratas gigantes. Mi estómago gruñe ante la vista y el
olor de todas las delicias, pero me las arreglo para comerme mi bollo y
mantenerlo bajo control.
Primero vamos a “Ballongyngen”, que es solo una palabra elegante para
la rueda de la fortuna. Por lo general, odio las ruedas de la fortuna porque son
claustrofóbicas y aburridas, pero esto es en un globo de aire caliente abierto y
no llega muy alto.

Después de eso, nos abrimos camino hacia Karavanen, una pequeña


montaña rusa que es sorprendentemente divertida. Las niñas se sientan juntas
en el compartimiento frente a mí, y el asistente, reconociendo quién soy,
supongo, me deja sentarme sola detrás de ellas.

Pero este es el comienzo de un problema que no veía venir.

Ir a un parque de diversiones con un número impar es difícil cuando la


mayoría de las atracciones solo permiten que dos se sienten juntos. Vamos a los
“Dragebådene”, que son botes dragón autoguiados, y no puedo conducir uno
mientras dejo a la otra niña en la orilla y ambas no pueden hacerlo por sí
mismas. Lo mismo ocurre con algunas de las atracciones más grandes y
montañas rusas. Los únicos paseos que las dos pueden hacer solas son los de
los niños y eso está empezando a cabrear a Clara cada vez más.

—Pero no soy un bebé —me grita, estampando el pie en el suelo 106


mientras vemos a la gente subir a su montaña rusa favorita—. La última vez
que estuvimos aquí, ¡pudimos subir a todos los paseos!

Freja le dice algo en danés en voz baja, y sobresale su labio inferior en un


puchero.

—¿Qué fue eso? —pregunto, inclinándome.

—¡Dijo que era porque papá y mamá estaban aquí con nosotras! —grita
Clara prácticamente, su cara enrojeciendo—. ¡Ahora ella se ha ido y él no
vendrá y no tenemos nada!

Oh, Dios mío. ¿Está a punto de tener un colapso público?

Pongo mis manos sobre los hombros de Clara.

—Escucha, aún lo estamos pasando muy bien. Vamos a seguir con el


paseo en el baúl volador y el paseo en la mina que te gusta, y el carrusel vikingo
y…
—¡No! —grita, apartándose de mí bruscamente y corriendo hacia el
frente de la fila, comenzando a gritarle al operador del paseo—. ¡Jeg er
prinsessen, jeg skal med på turen!

Todos en la fila observan tanto con los ojos totalmente abiertos como
sumisos, y se apartan inmediatamente y se alejan para dejarla ir al frente.

Agarro el brazo de Clara tan suavemente como puedo e intento alejarla.

—Ves la señal, no puedes ir sola y no puedo dejar a Freja atrás. —Le


estoy suplicando ahora que no haga una escena, pero sé que es demasiado
tarde. Está haciendo una. Todos pueden escuchar lo que dice y, peor aún, veo
cámaras y teléfonos afuera, tomándole fotos, probablemente incluso
grabándola.

—¿Les importa? —Me giro y le grito a la multitud—. Esta niña podría ser
una princesa, pero aun así es una niña que perdió a su madre. ¡Si publican algo
de eso, los demandaremos!

—Sí, los demandamos —interviene Freja, señalando con el dedo.

Finalmente, Clara se rinde y me deja llevarla lejos. Me las arreglo para 107
llevarla a la vuelta de la esquina entre la multitud y luego me arrodillo para
mirarla, mis manos sobre sus hombros la mantienen en su lugar.

—Clara, por favor, sabes que no puedes actuar así.

—Puedo hacer lo que quiera —sorbe, secándose la lágrima solitaria


cayendo de su ojo—. Soy una princesa y algún día seré una reina.

En realidad, no puedo discutir con eso.

—Entonces, debes aprender cómo se comportan las reinas. Eres una


reina en formación, Clara.

—Y una diosa —añade Freja.

Le doy a Freja una sonrisa de agradecimiento.

—Sí, y una diosa. —Acerco a Clara para darle un abrazo ligero. Soy de las
que siempre abrazan, pero entiendo a las personas que no lo son y con Clara a
ella le gusta o hace un escándalo.
Clara se echa hacia atrás y asiente, mirando a otro lado. Parece
avergonzada y de repente se da cuenta de la escena que provocó.

—Simplemente extraño a mamá —admite.

—Oh cariño, sé que lo haces. Todos lo hacen. Todos la amaban.

—Pero solo era nuestra madre, de nadie más. Y ahora se ha ido. Y ni


siquiera podemos venir aquí como solíamos hacerlo.

Mi corazón está anegado. Suspiro y le paso el cabello por el hombro.

—Ojalá tuviera magia para traer de vuelta a tu madre y tener todo como
era. Ojalá la vida funcionara de esa manera.

—Cuando sea reina, encontraré esa magia. Podré hacer retroceder el


tiempo.

—Bueno, avísame cuando lo hagas, porque tengo algunos errores en mi


pasado que no me importaría rehacer.

Eso llama su atención, distrayéndola de su propia tristeza.


108
—¿En serio? ¿Como qué?

Sonrío.

—Esa es una conversación para otro momento. Sin embargo, por ahora
todo lo que tenemos es el presente, así que es mejor que lo aprovechemos al
máximo. ¿Cierto?

—Cierto —dice Freja, acercándose y apoyándose contra su hermana.

—¿Podemos ir ahora a la feria de otoño? —pregunta Clara en voz baja,


mirando sus zapatos.

—Sí, por supuesto —les digo—. Vámonos. —Tomo sus manos y las tres
levantamos la barbilla, la cabeza en alto y salimos del parque.


La feria de otoño está más allá de la ciudad, que consiste en un agradable
paseo en auto a través de carriles bordeados de árboles rojos, hojas doradas y
campos de trigo brumosos. Bajo la ventana y respiro profundamente, sintiendo
que mi cabeza comienza a despejarse lentamente. Pasé la mayor parte del viaje
totalmente confundida y agotada después de la crisis de Clara en Tivoli.

No la culpo; en absoluto. Esta es la primera vez que veo a Clara dar


alguna señal de trauma, que algo anda mal. Freja normalmente callada es la
sensible, lleva su corazón en la mano y Clara es tan felizmente despreocupada
por la vida. De hecho, me recuerda mucho a mí. Que se emocione así, es
saludable y largamente esperado.

Pero temo lo que podría publicarse en los tabloides o publicarse en línea.


Las cosas que podrían decir sobre ella. Me importa un carajo lo que digan de mí
porque estoy bastante segura que gritarle a la gente no me va a pintar con la
mejor luz de “Mary Poppins” y probablemente publicarán fotos mías poco
halagadoras en mi falda, llamarme desvergonzada o algo así, y luego decir que
soy totalmente incompetente. Pero quiero proteger a Clara y Freja de todo esto
lo más que pueda.

Afortunadamente, la feria no está tan concurrida como Tivoli, y por lo


109
que puedo decir, no hay paparazis alrededor. Se trata principalmente de
huertos de manzanas, corrales de animales de granja preciados y puestos
interminables de venta de verduras, artesanías y comida, ubicados en una
extensa granja pintoresca.

Freja insiste en llevar la gran mochila de Clara esta vez y no quiero otro
escándalo en mis manos, así que la dejo, aunque empequeñece su cuerpo
diminuto. Visitamos los animales de la granja con los que las niñas se llevan
bien, especialmente las ovejas y los cerditos, y luego agarro una bolsa de
manzanas y algunos tubérculos para Karla, ya que los daneses están tan locos
por ellos y los incorporan en cada plato (junto con rugbrød, que es un sabroso
pan de centeno oscuro que nunca puedo pronunciar bien).

Estamos sentadas en una mesa de picnic y comiendo un almuerzo tardío


de sándwiches abiertos (sin carne, naturalmente) cuando una pareja pasa y se
sienta a la mesa frente a nosotras. Ambos parecen tener más o menos mi edad,
cerca de los treinta y, a diferencia de otras personas de aquí, no nos prestan
ninguna atención. De hecho, están tan enamorados el uno del otro que ni
siquiera estoy segura que se den cuenta de dónde están.

Freja los observa con la nariz arrugada que se vuelve cada vez más
exagerada a medida que la pareja continúa con sus besos y apodos, mientras
Clara los contempla con curiosidad.

Entonces Clara me mira con los labios fruncidos, pensando.

—¿Qué? —le pregunto—. ¿Quieres esa pasta de mostaza tuya?

—Sí —responde, tendiéndome la mano.

—Sí, por favor —le digo, hurgando en mi bolso y entregándosela.

—Sí, por favor y gracias —dice, tomando la pasta y echando un poco


sobre su pan y luego amablemente hace lo mismo con el de Freja—. ¿Por qué no
tienes novio?

La lechuga casi se me cae de la boca.

—¿Qué?
110
—No tienes novio —repite. No estoy segura si se supone que sea un
insulto, pero seguro que lo parece.

—¿Cómo lo sabes?

—Porque siempre estás con nosotras.

Es verdad.

—Podría tener novio. —Con el que me reuniría durante mi hora o dos de


tiempo libre por las tardes. Dios sabe que de hecho aún no he tenido un
domingo libre. Se supone que debo hacerlo, pero como había insinuado Amelie,
siempre surge algo.

—Pero no es así. ¿Por qué? Ni novio. Ni marido.

—Por Dios, Clara —le digo, frunciendo el ceño a medida que muerdo un
pepinillo—. ¿Nunca antes has oído hablar de una mujer independiente?

—No, no lo he hecho —dice con seriedad—. Pero la niñera antes que tú,
tenía novio. Lo vimos una vez. Tenía caramelos en sus bolsillos, pero era viejo.
—Bueno, tengo mostaza en mi bolso, así que ahí tienes. Y estoy segura de
que todos son mayores en comparación contigo.

—No soy vieja —dice Freja.

—Todos los demás, Freja —digo.

—¿Tuviste novio alguna vez? —Clara en serio está empujando el tema. Si


mi madre aún estuviera por aquí, diría que sonaba como ella.

—Sí ¿lo besaste? —pregunta Freja en voz baja, como si me desafiara a


decir que sí.

—Tenía novio en Francia —les digo—. Y sí, lo besé. —Freja parece


disgustada—. Lo besé mucho —agrego, para mayor énfasis. Casi se pone verde.

—¿Cuál era su nombre? —pregunta Clara—. ¿Era agradable?

—Su nombre era Luc y era muy agradable —respondo. También muy
francés.

Tampoco fue mi único novio. He tenido algunos, pero ninguno de ellos


fue algo especial, solo chicos con quienes divertirse. Cuando vives en ciertos 111
lugares solo por un año o dos, no formas ningún tipo de compromiso con la
gente. Y así es como me gusta.

—¿Y en Australia?

Trago pesado, mirando los restos de mi sándwich. Decido que mentir


sería más fácil.

—No. Sin novios. Esperé hasta tener la edad suficiente para los chicos,
esperé hasta que me mudé a Europa.

Clara piensa en eso, come un bocado de su sándwich y luego dice:

—Quizá te cases. Algún día. Con un príncipe.

—O un rey —dice Freja emocionada—. ¡Oh, tal vez te cases con papá!

Estoy en medio de beber jugo de manzana espumoso cuando dice eso y lo


escupo por completo rociándolo sobre la mesa, fallando a las niñas por poco.
—Vaya, eso estuvo increíble —dice Clara, limpiando un poco de mi saliva
de jugo de la mesa—. Eres como una estatua en una fuente de jugo.

—Lo siento mucho —digo, agarrando una servilleta frenéticamente y


limpiando mi boca, mano y la mesa. Sigo intentando no reírme de lo que
propuso Freja.

—Créanme —digo cuando me recompongo—, no voy a casarme con su


papá. No voy a casarme con nadie. Estoy muy feliz por mi cuenta, con vosotras
niñas.

—Pero si te casaras con él, no tendrías que mudarte y podrías estar con
nosotras para siempre.

—Freja —dice Clara con brusquedad, fulminándola—. Papá no va a


casarse con nadie. Nunca. ¿De acuerdo? Mamá es nuestra madre, nadie más lo
es y nadie más lo será.

Oh, chico. Ahora bien, no tengo idea de cuál es la vida personal de Aksel y
voy a asumir que si estaba locamente enamorado de su esposa, no la olvidará
pronto. Pero si llega el día en que él comienza a salir con alguien y finalmente se
casa con ella, bueno, esperemos que Clara tenga algo de tiempo para aceptarlo.
112
Me pregunto con qué tipo de mujer saldría Aksel. A pesar de que es tan
gruñón, frío y exigente, podría haber un lado de él que nunca llegue a ver.
Bueno, hay un lado de él que sí veo, cuando está con sus niñas.

Ahí es cuando el hielo se derrite y se convierte en otra cosa.

—He terminado —dice Freja, empujando su plato hacia atrás—. ¿Puedo


ir a ver los cerdos?

Suspiro, no estoy lista para levantarme.

—Seguro.

—Iré con ella. Quédate aquí —dice Clara rápidamente a medida que se
levanta de su asiento.

Miro la sección con los cerdos y los animales, un poco más allá de la
pareja besándose.
—Está bien, pero toma su mano y regresen enseguida y quédense donde
pueda verlas.

—Sí, señorita Aurora —replican al unísono.

Observo mientras se acercan al corral, pero tan pronto como la pareja


besándose comienza a distraerme con su hockey de amígdalas, desvío la
mirada, no sea que parezca que estoy siendo una pervertida, simplemente
mirando de vez en cuando a las niñas que ahora están charlando con un
granjero.

Mis pensamientos vuelven a Aksel.

¿En qué tipo de mujer estaría interesado Aksel? Obviamente, tendría que
tener sangre real. Creo que Helena lo era de una forma u otra. También tendría
que ser tan hermosa como ella. En sus fotos se parece un poco a una Grace Kelly
moderna. Cabello rubio liso, ojos brillantes, cuello de cisne elegante,
extremidades delgadas que se veían bien con cualquier ropa. En los clips de
noticias que he visto, se movía como una bailarina y siempre era tan
encantadora e ingeniosa.

Puedo ver por qué se enamoró de ella. Con quien sea que termine tendrá
113
que ser como ella, o mejor, si eso es posible. Básicamente, tendrá que ser lo
opuesto a mí. No me estoy vendiendo corto, es solo un hecho. Conozco mis
limitaciones.

¿Por qué siquiera estás entreteniendo este pensamiento? ¿Aksel y tú? ¿Tu
jefe? ¿Un maldito rey?

Me froto la frente, intentando meter sentido en mi cabeza. Quizás este día


me ha arruinado más de lo que pensé. Todo lo que Freja tuvo que decir era que
debería casarme con su padre, un hombre que me detesta por encima de todo, y
de repente mis pensamientos se están volviendo retorcidos. Qué ridículo. No
solo toda la parte del jefe y rey, sino que es Aksel.

Suspiro, agarrando mi bolso de mensajero y me levanto.

—Vamos, chicas —las llamo a medida que aún están hablando con
entusiasmo con el granjero. Empiezo a recoger nuestros platos y los arrojo a la
basura justo cuando se acercan a mí con grandes sonrisas en sus rostros.
—Ahora deberíamos irnos a casa —dice Clara en un tono que no puedo
identificar—. Ahora mismo.

—Está bien por mí —les digo. Podría dormir durante semanas.

Nos acercamos al auto, ellas detrás de mí, y les digo en voz baja:

—No le digamos a su padre lo que pasó hoy. Creo que solo lo


preocuparía.

—No lo haremos —dicen ambas al mismo tiempo, aunque suenan


distraídas.

Me siento mal por pedirles que le oculten algo a su padre, pero


honestamente, lo último que necesito ahora es que Aksel pierda la cabeza. A
menos que algo aparezca en línea o en los tabloides, y rezo para que no ocurra,
es mejor que las tres sigamos adelante.

Mi vida de niñera no necesita complicaciones adicionales.


114
8
Aurora

D
ebo haber parecido un desastre en el momento en que
regresamos al palacio porque Maja solo me miró y dijo que podía
tener el resto de la noche libre. Ni siquiera tenía que cenar con
ellos si no quería; en su lugar, podía hacer que Henrik me llevara adónde
quisiera en la ciudad.

Pero si bien todo eso sonaba bien, y tenía ganas de escapar del palacio
por una noche y tener algo de tiempo para mí, actuar como una veinteañera, tal
vez incluso coquetear con algún danés sexy ya que las chicas me recordaron mi 115
falta de vida amorosa, estaba tan cansada que subí directamente a mi
habitación y no bajé el resto de la noche, ni siquiera para comer.

Quiero decir, ahora tengo una nevera pequeña en mi habitación donde


tengo un poco de yogur y cerveza artesanal, y tengo mi hervidor para café
instantáneo y té, de modo que estoy preparada. Podría hibernar en este lugar
por la eternidad si es necesario.

Probablemente me quedé dormida bastante temprano porque cuando un


ruido extraño me saca de mis sueños, abro los ojos para ver que las luces de mi
habitación están encendidas.

Miro al techo fijamente, parpadeando y escuchando.

Ahí está de nuevo.

Es como… un chillido. Ninguna de las niñas, no creo. Quizás sea Johan,


sonámbulo. Ya he tenido el privilegio de toparme con su trasero aterrador en
medio de la noche.
Me incorporo lentamente y aguzo el oído, intentando captarlo otra vez.
Un vistazo rápido a mi teléfono me dice que solo son las once y media de la
noche.

Luego escucho el chillido una vez más, seguido de risitas y una mini
estampida de pies descalzos contra los pisos de madera.

Esto no puede ser bueno.

Me levanto, me pongo una bata y abro la puerta con cautela,


asomándome al pasillo. Me las arreglo para ver el cabello de Clara volando
detrás de ella a medida que entra corriendo a su habitación y cierra la puerta.

Miro por el pasillo hacia la habitación de Aksel, pero aparte de las risitas
de las chicas, no hay otros sonidos, nadie más alrededor.

Suspiro y me dirijo hasta su puerta, llamando silenciosamente.

—Niñas. ¿Qué está pasando?

Las escucho a ambas callándose entre sí, luego algo cayendo y entonces
una puerta cerrándose de golpe. 116
—Clara, Freja —siseo—. Voy a entrar ahí.

Abro la puerta esperando ver que su habitación ha explotado o tal vez


está en llamas, pero en su lugar ambas niñas están paradas en medio de la
habitación en camisón, sonriéndome.

Algo está tan mal.

—¿Qué está pasando? Escuché un ruido. —Miro con sospecha alrededor.


La habitación está desordenada, pero no más de lo habitual.

—Nada. Vuelve a la cama —dice Clara.

Frunzo el ceño y me adentro, cerrando la puerta detrás de mí. Me cruzo


de brazos.

—¿Qué está pasando? —pregunto de nuevo. Y de repente, se escucha ese


chillido otra vez, seguido de un bufido. Salto y miro alrededor salvajemente—.
¿Qué fue eso? —chillo, con la mano en el pecho. Sonó como una criatura
demoníaca.
—No te preocupes, solo es Snarf Snarf —dice Freja.

La miro con los ojos completamente abiertos.

—¿Qué rayos es un Snarf Snarf?

¿Es alguna palabra danesa para Criatura Demoníaca?

—No digas palabrotas —me regaña Clara.

No tengo tiempo para cuidar mi lenguaje.

—Freja, ¿qué es Snarf Snarf?

De repente, la puerta de su armario comienza a traquetear con un ruido


sordo y hay otro chillido agudo.

—Oh, Dios mío —digo—. Oh, Dios mío, ¿qué es eso? ¿Qué hay en el
armario?

Por favor, no digan que es una criatura demoníaca.

—Snarf Snarf —repite Freja, exasperada, y corre hacia el armario para


abrir la puerta.
117
No puedo ver nada por un segundo y luego un jodido CERDO comienza a
salir corriendo del armario y cargando directamente hacia mí, chillando
salvajemente mientras avanza.

—¡Oh, Dios mío! —grito, saltando—. ¡Es un cerdo!

Freja se ríe y trata de atraparlo, pero el cerdo se lanza directamente


entre Clara y yo, saltando hacia el otro lado de la habitación como si estuviera
dando vueltas.

—¿Cómo es que hay un cerdo? ¿De dónde sacaron un cerdo? ¿Por qué
hay un cerdo? —grito cuando el cerdo vuelve hacia nosotras, sus patitas
rosadas moviéndose velozmente—. ¡Ahhhhh!

Freja se lanza una vez más hacia él y cae de cara en la alfombra, luego se
levanta y corre tras él, sonriendo como una lunática a medida que avanza.
Como no me ayuda, agarro a Clara y hago que me preste atención.

—Clara. Dime. ¿Por qué hay un cerdo aquí y de dónde vino?


Me sonríe.

—Siempre he querido un cerdo. Lo sabes. Lo conseguimos en la granja.

—¡Clara! ¡Estás en un gran, gran problema! —Me vuelvo para mirar a


Freja mientras persigue al cerdo debajo de su cama—. ¡Tú también estás en
problemas! ¡No pueden robar un cerdo!

—¡No robamos Snarf Snarf! —chilla Freja en respuesta, su voz ahogada


ya que ahora está a medio camino debajo de la cama con solo sus piernitas
sobresaliendo.

—Sí, el granjero nos lo dio —dice Clara, poniendo sus manos en sus
caderas—. Dijo que era un regalo para las princesas de su hermoso país.

—Oh, él no dijo eso.

—¡Lo hizo! Quería que tengamos a Snarf Snarf. Dijo que siempre se
quedará de este tamaño. Se llaman cerdos tacitas de té.

—No hay tal cosa. Ya es más grande que una taza de té y todos crecen,
mucho más grandes que esto. Clara, Freja, saben que no pueden quedárselo. 118
—¡Sí podemos! —grita Clara, corriendo hacia Freja y uniéndose a ella
debajo de la cama—. Vamos Snarf Snarf, somos tus amigas, te protegeremos de
ella.

—¿De mí? —exclamo—. Es de su padre quien tienen que preocuparse.

Hay otro chillido y entonces las chicas gritan y el cerdo se las arregla
para meterse entre ellas y vuelve a correr por la habitación. Apoyo mi cabeza
entre mis manos y suspiro. Por el amor de Dios.

—Ni siquiera sé cómo su padre no está escuchando todo esto —


murmuro.

—Está borracho —dice Clara con total normalidad. La miro con sorpresa
a medida que sale de debajo de la cama y se arregla el camisón.

—¿Borracho?

Asiente.
—Estaba actuando raro en la cena y escuché a Maja decirle que estaba
borracho y debería ir a su habitación. Fue un poco divertido, era como si
estuviera en problemas.

—¿Esto sucede a menudo? —pregunto, sin querer fisgonear pero al


mismo tiempo… queriendo fisgonear.

Se encoge de hombros.

—A veces. No te preocupes, nos dejará quedarnos con Snarf Snarf.

Observo como Freja sigue corriendo por la habitación. Sé que Aksel dice
que hará cualquier cosa por ellas, pero estoy bastante segura de que esto es
cruzar la línea. Primero se vuelven vegetarianas, luego incitan a un granjero
para que les dé un cerdo.

Estoy bastante segura que voy a asumir la culpa de esto.

Desafortunadamente, si Aksel está ebrio, entonces está durmiendo ahora


mismo, e incluso si lo despierto, no quiero lidiar con un rey ebrio y una
situación que involucra a un cerdo. Sin embargo, tengo que preguntarme cómo
se vería estando borracho. De alguna manera me cuesta imaginarlo 119
desarreglado y desquiciado.

No, estoy segura que es un ebrio cruel, ya que es una persona bastante
cruel en general. Mejor me alejo de ese escenario.

Lo que significa, por supuesto, que tendremos que lidiar con Snarf Snarf
hasta la mañana.

Dios, ya estoy llamando al cerdo por su nombre.

—Está bien, bueno, niñas no pueden dormir si hay un cerdo en su


habitación —les digo—. Tal vez podamos ponerlo en el baño, de esa manera si
hace un desastre, es fácil de limpiar.

—Ya ha dejado un montón de mierda en el armario —dice Clara


amablemente, y tengo que morderme el labio para no reírme. No es gracioso
porque sé que alguien tiene que limpiarlo, pero sigue siendo una oración
increíble.
—Está bien, bueno —digo, intentando aún no reírme—. Vengan.
Intentemos llevarlo a su baño. Después le traeré un poco de agua.

—Y algunos animales de peluche para abrazar —dice Freja mientras


pasa a toda prisa junto a nosotras siguiendo el rastro de Snarf Snarf.

—Seguro. Y luego, niñas, dormirán conmigo en mi habitación, ¿de


acuerdo? De esa manera no tengo que preocuparme por ustedes.

—¿En serio? —pregunta Clara—. ¿Hay espacio?

—Es una cama grande —respondo—. Ahora vamos, trabajemos en


equipo.

Al final nos toma alrededor de media hora llevar a Snarf Snarf al baño,
luego le pido a Clara que corra a la cocina para traerle un cuenco que podamos
llenar con agua. No hay forma de que deje a esas dos aquí arriba solas,
probablemente lo dejarían salir en un minuto acalorado.

A pedido de Freja, también le dejo su osito de peluche (que estoy segura


que para mañana no volverá a ser el mismo) y algunas toallas por si el cerdo
quiere dormir. 120
Debo admitir que, el cerdo es increíblemente lindo. Tiene
aproximadamente el tamaño de un cachorro y es de un suave rosa pálido, con
ojos curiosos y profundos. Excepto que también sé que los cerdos son
inteligentes, de modo que la curiosidad en sus ojos se convertirá en un caos
bastante rápido.

—¿Cómo lograron meter el cerdo en la casa sin que lo note? —les


pregunto después de haber cerrado la puerta ante un Snarf Snarf resoplando.

—Lo metimos de contrabando en mi mochila —dice Clara alegremente—


. El granjero dijo que duerme si está en un lugar pequeño y oscuro. Por eso lo
metimos en el armario.

—Solo abrimos la puerta una vez para saludar y es entonces cuando


escapó —explica Freja.

—Inicialmente —dice Clara, y estoy bastante segura que es la primera


vez que usa esta palabra en inglés.
Sacudo la cabeza a medida que las llevo a mi habitación. El hecho de que
no me di cuenta de que había un jodido cerdo en el auto con nosotras significa
que he alcanzado un nuevo mínimo en mis habilidades de niñera.

Tal vez si no hubieras estado soñando despierta con su padre, añade esa
voz molesta en mi cabeza.

La ignoro. Está equivocada. No estaba soñando despierta, solo estaba…


pensando.

Y no importa en qué.

—Muy bien niñas, es más de medianoche, así que nos vamos a dormir
directamente, ¿de acuerdo? —les digo mientras quito las mantas y entro.

Se arrastran junto a mí a ambos lados.

—Cuéntanos una historia —dice Clara.

—Sobre un cerdito llamado Snarf Snarf —agrega Freja.

Oh, colega.
121
Respiro profundo y empiezo a contarles sobre un cerdito real travieso
llamado Snarf Snarf que robó la corona del rey. Para cuando llevo unos
minutos, las niñas están acurrucadas contra mí, dormidas profundamente.

A pesar del día que he tenido y del hecho de que mañana voy a tener
tantos problemas, verlas durmiendo a mi lado me da un sentimiento profundo
de paz. Creo que me quedo dormida con una sonrisa en mi rostro.

Despierto con un fuerte golpeteo en la puerta.

Me incorporo inmediatamente y entonces recuerdo que Clara y Freja


están a ambos lados de mí.
—¿Qué pasa? —pregunta Clara entre un bostezo y entrecierra sus ojos al
ver el sol de la mañana ya entrando por las cortinas. Debemos habernos
quedado dormidas hasta tarde, incluso para un domingo.

—¡Aurora! —resuena la voz de Aksel desde el otro lado de la puerta


cuando vuelve a llamar—. Necesito hablar con usted. Ahora.

—Ha encontrado a Snarf Snarf —dice Freja en voz baja, con miedo en sus
ojos mientras se levanta de la cama. Por mucho que las niñas dijeran que las
dejaría salirse con la suya, creo que también saben que tener un cerdo como
mascota no está destinado a pasar.

—¡Solo un minuto! —grito, levantándome de la cama junto a las niñas.


Me pongo mi bata y les doy a ambas una mirada dolida—. Esto es todo, niñas.
Despídanse de Snarf Snarf.

Me acerco a la puerta y la abro.

Los ojos de Aksel son como hielo afilado cuando me mira fijamente, una
rabia fría formándose detrás de ellos. Luego ve a las niñas a ambos lados de mí,
y su expresión cambia instantáneamente a una de confusión.
122
—¿Por qué están aquí, niñas?

—Anoche dormimos con Aurora —responde Clara.

—¿Por qué? —Me mira fulminante, la línea entre sus cejas


profundizándose.

—Porque… —comienza Freja.

—Las niñas querían una pijamada —añado rápidamente. No voy a


mencionar a Snarf Snarf hasta que tenga que hacerlo y es posible que quiera
gritarme por algo completamente diferente.

—Ya veo —dice, aclarándose la garganta—. Bueno, será mejor que


corran a su habitación. Necesito hablar en privado con su niñera.

Clara y Freja intercambian una mirada, sus cejas alzándose, y luego


rápidamente corren por el pasillo, lanzándome una última mirada cautelosa
antes de entrar en su habitación. De modo que, supongo que después de todo
no se trata del cerdo secuestrado.
—¿Qué, eh, pasa? —pregunto a medida que pasa junto a mí, avanzando
hacia el medio de la habitación mientras saca su teléfono.

Cierro la puerta lentamente detrás de mí y me giro para enfrentarlo. Sin


acercarme más.

—Esto —dice enfáticamente, sosteniendo el teléfono para que lo vea, su


brazo rígido. No tengo más remedio que adelantarme hasta que veo la pantalla.

Es una foto mía.

No.

Un jadeo sin aliento escapa de mis labios a medida que le quito el


teléfono.

No tengo ni idea de lo que dice, pero obviamente es un tabloide danés o


un sitio de chismes y hay una gran cantidad de fotos de ayer de las niñas
conmigo. Por supuesto, todas son terriblemente poco halagadoras y casi puedes
ver mi falda subirse demasiado en la foto en la que estoy agachada y tratando
de consolar a Clara.
123
—Tiene dos segundos para explicarse —dice.

—Eso no es tiempo suficiente —digo débilmente, porque maldita sea, es


peor de lo que imaginé. ¿Por qué hay tantas fotos? ¡Oh, mierda, incluso hay un
video!

¡Un idiota nos estaba grabando cuando les dije que los demandaría!

Le devuelvo el teléfono a Aksel y pongo mi cara entre las manos,


intentando respirar. No pensé que esta invasión a la privacidad me molestaría
tanto, pero es mucho peor de lo que imaginaba. Me siento absolutamente
violada, y más que eso, siento que fracasé como niñera. Mi trabajo era cuidar de
Clara y Freja, y esto se siente como si hubiera fracasado rotundamente. Esto no
es protegerlas en absoluto, y ahora por mi culpa son carne de cañón para los
tabloides.

—La jodiste —dice Aksel, y sus palabras son como cuchillos en mi


corazón, solo aumentando el dolor—. Parte de la descripción de su trabajo es
mantener a estas niñas alejadas de los paparazzi y mantenerlas tranquilas y
serenas. ¡No son las hijas de un director ejecutivo en Francia, son herederas del
trono de Dinamarca!

Me vuelvo y lo miro fulminante, sintiendo el calor subiendo por mi


garganta, extendiéndose por mi rostro.

—Aún son niñas, y las niñas van a tener crisis nerviosas y rabietas de vez
en cuando. —No sé dónde encuentro el valor para discutir, pero siento que
estoy en un punto de ruptura.

Su mandíbula se aprieta mientras empuja el teléfono enojado de vuelta a


su bata. Es solo ahora que me doy cuenta que solo está en pijama. Debe haberse
despertado y haber visto esto de primero.

—Su trabajo, Aurora, es asegurarse de que esas rabietas sean


controladas. Su trabajo no es empeorar las cosas. ¿Gritarle al público así?
¿Amenazar con demandarlos? ¿Sabe cómo se ve eso? ¿Sabe lo que ha hecho?

Dios, es cruel. Tan atractivo y tan cruel.

—¡Bueno, no deberían filmarnos! —grito—. ¡Si fuera alguien más, no se


atreverían! 124
—¡Eso es porque no somos nadie más! No me importa para quién trabajó
antes, nada de eso cuenta. No creo que aún haya asimilado en esa cabeza hueca
suya que esta es una maldita familia real.

¡Vaya! ¡Vaya!

—¿Cabeza hueca? —repito, y ahora siento las lágrimas calientes


escociendo detrás de mis ojos.

Oh, Dios mío. No llores. ¡No te atrevas a llorar aquí!

—Sí —dice, aunque vacila un poco—. Porque no actúa como si lo


entendiera. No he cambiado mi opinión sobre usted. Simplemente no es apta
para este trabajo, no está hecha para él. Si lo fuera, entonces esto no sucedería.

Mierda. Esto duele. Quiero decir, esto duele. Sabía que era un idiota pero
sus palabras nunca me hicieron tanto daño hasta ahora. Jesús, ¿por qué incluso
estoy dejando que me afecte?
Quizás porque también lo creo.

Quizás porque tiene razón.

Quizás porque ha pasado casi un mes y aún siento que apenas tengo la
cabeza fuera del agua. Me he esforzado mucho por perseverar y mantener una
actitud positiva y seguir la corriente, pero… pero…

Las lágrimas comienzan a derramarse.

Mierda. No puedo llorar frente a él. Probablemente me despedirá por


llorar si aún no me ha despedido.

Me alejo de él, ahogándome en un sollozo, y me dirijo al baño.

Sujeta mi brazo y me atrae hacia él antes de que pueda dar dos pasos.

Su palma se siente tibia contra mi antebrazo, su agarre fuerte. Mantengo


los ojos cerrados, mi rostro apartado del suyo, intentando respirar.

No llores, no llores. Aguanta.

—Oye —me dice, su acento profundizando—. ¿Qué es esto? 125


¿Qué es esto? A mi pesar, lo miro a través de mis ojos borrosos.

—Me cuesta creer que nunca antes ha hecho llorar a nadie.

Luego saco mi brazo de su agarre y me limpio las lágrimas con la palma


de mi mano, tomando algunas respiraciones profundas hasta que sé que las
lágrimas están a raya.

—Mire —dice. Su voz suena baja, su postura insegura. Ahora no sabe qué
hacer conmigo—. Lo siento.

—¿Lo siente? ¿Por qué?

Frunce el ceño.

—Por… hacerla llorar.

Sollozo y aprieto el fajín alrededor de mi bata.


—No estoy llorando por usted, así que no se haga ilusiones. Estoy
llorando porque… porque tiene razón. Porque quizás no estoy hecha para esto.
Lo estoy intentando pero… es difícil. Es muy difícil. Y ayer fue horrible.

Exhala por la nariz, su mirada cayendo al suelo.

—Debí haberle dado más advertencia sobre los paparazzi. Sé que pueden
ser difíciles de evitar, solo… estoy intentando proteger a mis niñas. No quiero
que momentos íntimos como ese terminen siendo chismes para las masas. ¿Lo
entiende?

—Entiendo. Por supuesto que entiendo. Quiero para ellas las mismas
cosas que usted. Pero sabía que íbamos a ese parque temático.

Se pasa una mano por su cara con frustración.

—Lo sé. Ese es el problema. También quiero que sean solo niñas. No sé
cuál es el término medio feliz. Antes… estaba Helena.

—Y ella se hizo cargo de ellas.

—No —dice rápidamente, algo brillando en sus ojos. Luego se relaja un 126
poco—. No, ambos lo hicimos. Era solo que ella lo planeaba todo. Se encargaba
de todo, a falta de una palabra mejor. Debí haber hecho más, pero… esos eran
nuestros roles. Y ahora soy padre soltero y honestamente… no sé cómo hacerlo.
No sé cómo podré criarlas sin ella.

Oh, Dios mío. Está siendo honesto. Y real. Y sus ojos ya no son este fulgor
cortante, sino que hay una suavidad en ellos, en su rostro. Me dan ganas de
seguir mirándolo, de seguir apartando ese exterior duro, de ver cómo es en
realidad. Si tiene un corazón que late.

—Sé que ha perdido mucho —le digo, y se pone rígido automáticamente.


He dicho algo incorrecto—. Pero también las niñas. No pude haber evitado esa
rabieta, nadie podría haberlo hecho, porque Clara es una niña que perdió a su
madre y la extraña mucho.

—Sabe muy bien que no debe derrumbarse así, especialmente en


público. Freja, tal vez…
—No. Ambas perdieron la mayor parte de sus vidas. Sin importar que
Clara finge tenerlo todo bajo control, tiene permitido romperse, una y otra vez.
Ambas pueden hacerlo. No son tan buenas fingiendo como usted y no tienen
por qué serlo.

—¿Fingiendo? —dice con dureza.

Me encojo de hombros, sabiendo que he vuelto a presionar sus botones


otra vez.

—Cuando usted usa una corona, usa una máscara.

Sus ojos se entrecierran nuevamente, la suavidad desaparece.

—No me conoce lo suficiente como para hacer esa presunción.

—Eso no es mi culpa —digo—. Podríamos llegar a conocernos mejor. Se


lo he dicho una y otra vez.

—Está olvidando su papel, su lugar. Es uno muy distintivo.

No puedo evitar sacudir mi cabeza. Hablar con él me hace sentir tan


jodidamente pequeña. 127
—¿Por qué me odia tanto? —susurro.

—¿Qué? —pregunta, desconcertado, como si esto de hecho lo


sorprendiera—. No la odio.

—Entonces, ¿por qué es tan jodidamente cruel conmigo?

Sus cejas se elevan, su boca cayendo un poco.

—Yo no… no es mi intención serlo. Supongo que simplemente me frustra.

—¿Le frustro? ¿Por qué?

Me mira fijamente por un momento, y aunque puedo ver tanto en sus


ojos, no puedo leer nada de eso.

—No lo sé —responde en voz baja.


—Probablemente porque no está acostumbrado a lidiar con personas
normales. Solo de la clase alta, los aristócratas, los de sangre azul. La realeza.
Soy lo opuesto a todo eso. Siempre lo he sido.

Observo a medida que traga pesado, sus ojos aún clavados en los míos. Si
tan solo pudiera leerlos, si tan solo pudiera entender lo que estaba pensando.

Pero ¿por qué iba a hacerlo? Simplemente sería algo cruel.

—Probablemente —contesta después de una pausa.

La tensión parece llenar el aire entre nosotros, seguida de un silencio


palpable.

Me aclaro la garganta y respiro profundamente, cuadrando los hombros,


deseando que todo vuelva a estar bien.

—Solo quiero que sepa que, hice lo que pude con las niñas y eso es lo
mejor que puedo hacer. Después de que Clara se derrumbó, nos fuimos. Vi a las
personas tomando fotos y sé que debí haberme comportado con más decoro del
que lo hice, pero es lo que es. Puedo… puedo trabajar en ser más correcta. Solo
tiene que darme tiempo. Demonios, deme una oportunidad. No estoy segura de 128
que aún lo haya hecho.

Balancea su mandíbula por un momento, luego asiente. Me pregunto si el


bastardo tiene alguna idea de lo apuesto que es. Probablemente.

—Está bien.

—Entonces, ¿estamos bien? —pregunto, tendiéndole la mano para que la


estreche.

Y por bien quiero decir, ¿no estoy despedida?

La mira, y juro que veo una sonrisa destellar por un segundo. Es como
intentar fotografiar un rayo.

—Sí, estamos bien —dice, agarrando mi mano. Pero no la sacude.


Simplemente le da un apretón largo, del tipo que hace que ese mismo rayo suba
por mis venas, prendiendo fuego a mi corazón.

Luego suelta mi mano y se vuelve hacia la puerta.


—¿Aksel? —llamo, pensando que podría criticarme por no dirigirme a él
como a un rey.

Se detiene y me mira con curiosidad.

—Sobre las niñas —empiezo con cautela—. La razón por la que Clara
estaba teniendo problemas. Es porque la última vez que estuvieron en Tivoli,
fueron allí como una familia. Fue incómodo solo con nosotras tres, con los
paseos y todo eso. De todos modos… sé que es mi costumbre pisar los pies de
todo, pero ¿puedo hacer una sugerencia? —Me mira expectante, para que siga
adelante—. Creo que quieren volver a sentirse como una familia. Quizás hay
alguna salida que podamos hacer, los cuatro. También Maja, si quiere. Y antes
de que diga nada, sé que no soy Helena, soy la niñera. Soy muy consciente de
ello. Totalmente. Simplemente creo que sería bueno para ellas.

Parece considerar eso.

—Está bien. Veré lo que puedo hacer.

No puedo evitar la sonrisa en mi rostro, sabiendo lo felices que van a


estar las niñas.
129
Se desvanece rápidamente cuando suena un chillido muy fuerte desde el
pasillo, seguido de gritos y una estampida de pasos humanos y de cerdo.

—¿Qué demonios fue eso? —grita Aksel salvajemente.

Cierto. Snarf Snarf.

Le doy una sonrisa avergonzada.

—Está bien, prométame que no se enojará…


9
Aksel

—S
u Alteza Real, la princesa Stella, está aquí —anuncia
Agnes desde la puerta de mi oficina.

La miro desde mi escritorio, dejando a un lado


mi papeleo.

—Puede decir que es mi hermana, ¿sabe?

Agnes no parece divertida.


130
—Independientemente, está aquí. —Luego se gira y se va.

Suspiro. Parece que la actitud de Aurora sin respeto por la autoridad es


contagiosa entre el personal.

Me levanto y empiezo a bajar las escaleras hasta el primer piso, donde


está la sala de bienvenida, cuando me encuentro con la propia Aurora en la
escalera, quien parece tener prisa y sube los escalones de dos en dos.

¿Es triste que en realidad le haya dado brillo a ese uniforme suyo? Señor,
ayúdame si alguna vez se entera.

—¿A dónde va? —le pregunto, agarrándola del brazo ligeramente.

—¿No nos vamos? —pregunta con esos grandes ojos suyos totalmente
abiertos—. Creo que su hermana está aquí, tengo que buscar las cosas de las
niñas.

—Deja que Agnes o Johan hagan eso —le digo, tirando de ella hacia
abajo—. Venga conmigo, tiene que conocer a Stella y Anya.
Aurora parece vacilar, y luego me deja llevarla escaleras abajo. No suelto
su brazo hasta que estoy seguro de que no huirá. Además, su piel es
terriblemente suave y sedosa. Distractora.

—Espero que haya advertido a su hermana sobre Snarf Snarf —dice.

—No lo hice. Pero eso es parte de la diversión, ¿no?

La comisura de su boca se arquea.

—¿Sabe cómo bromear? Guau.

Sigo sin creer que este Snarf Snarf haya sido parte de nuestra familia
durante tres semanas a estas alturas. Cuando descubrí por primera vez que las
niñas tenían un maldito cerdo en la casa, fue justo después del artículo
sensacionalista sobre ellas en Tivoli. Creo que tuve un ataque al corazón y volví
a enojarme con Aurora.

Sin embargo, por una vez, estuvo de mi lado y quiso que el cerdo se fuera,
que volviera a la granja de la que se lo llevaron sin escrúpulos. Simplemente no
planeé las lágrimas y el viaje de culpa de Clara y Freja, quienes parecían tener
toda una actuación y un discurso planeados para ese mismo instante. De hecho, 131
estoy empezando a pensar que toda su idea de ir a la granja después de Tivoli
fue parte de un elaborado robo de cerdos.

Hablaron de que nunca habían tenido una mascota a pesar de que


siempre habían pedido perros, gatitos y ponis (en realidad, fue Helena la que
insistió en que no hubiera animales en la casa), que tenían un vacío que
necesitaban llenar, que tenían todo este amor para dar, que les enseñaría
responsabilidad y sería una experiencia de aprendizaje para ellas. Fueron a por
todo.

Y remataron con:

—Y somos princesas. Una princesa debería poder tener un cerdo si


quiere.

Tal vez fue por el colapso público de Clara y comprender que las niñas no
son tan fuertes como pensaba, tal vez fue porque Aurora me miró de manera
diferente cuando comencé a ceder. De cualquier manera, dije que podían
conservar al cerdo con dos condiciones. Uno, que nunca lo huela. Dos, que
nunca lo vea. Si alguna de esas condiciones se rompía, ese cerdo terminaría en
el plato en la cena de Navidad y, sí, obligaría a las niñas a comérselo.

Naturalmente, ambas condiciones ya se han roto porque, ¿alguna vez has


tenido un cerdo en tu casa? Es jodidamente imposible de ignorar.

Aurora ha estado caminando junto a mí como suele hacerlo, pero justo


antes de que atraviese las puertas de la sala de bienvenida, se queda atrás,
como si recordara el protocolo adecuado. La miro por encima del hombro con
sorpresa y ella solo me da una sonrisa dócil, manteniendo la cabeza gacha.

Tengo que decir que, por primera vez, se siente mal verla así.

Solo es la niñera, me recuerdo. El papel que siempre le recuerdas.

—Stella —saludo a mi hermana a medida que entro en la habitación, y


como esperaba, ella viene directamente hacia mí y me da un fuerte abrazo.

—Hermano, es bueno verte —saluda, besándome en la mejilla—. Ha


pasado mucho tiempo.

—Así es —le digo, sonriéndole cálidamente. Mi hermana es unos ocho 132


años menor que yo y pasó por un divorcio amargo a principios de este año que
hizo que su pequeña hija, Anya, y ella se muden de Dinamarca a Inglaterra.

Cuando Aurora mencionó la idea de que todos tengamos una salida en


familia, pensé que también debería invitar a Stella. Anya es un año mayor que
Clara y todas se llevan muy bien, de modo que sería bueno que vuelvan a tener
esa conexión familiar.

—Y Anya —le digo mientras juega con sus coletas tímidamente—. Debes
estar emocionada por nuestro viaje a Legoland.

Anya asiente. A veces es lenta para entrar en calor conmigo, pero se le


pasará.

—Oh —digo, cambiando a inglés y extendiendo mi brazo en un gesto


para que Aurora se acerque—. Esta es la nueva niñera de Clara y Freja, Aurora.

—Es un placer conocerlas —dice Aurora, haciendo una reverencia


modesta.
—Si está trabajando para mi hermano, entonces no es necesario las
formalidades —dice Stella, acercándose para estrechar su mano—. Además,
apenas soy miembro de la realeza. Soy la oveja negra de la familia. Con divorcio
y todo eso.

Aurora le sonríe.

—Solo he escuchado grandes cosas sobre usted de Aksel.

Me quedo mirando a Aurora por un momento ya que difícilmente la he


mencionado antes a Stella. Pero aquí está, intentando disuadirme por alguna
razón.

Stella me da un codazo en broma.

—¿Grandes cosas? Eso me sorprende.

Murmuro de acuerdo, preguntándome cuál es el juego de Aurora.


Seguramente no sería amable conmigo por el simple hecho de ser amable
¿verdad?

Un horrendo chillido agudo nos interrumpe, lo que hace que Stella se 133
quede sin aliento.

Echo un vistazo a Aurora.

—¿Recuerda la condición número uno?

—Era que no lo oliera.

—Por helvede —dice Stella, con los ojos desorbitados—. ¿Qué fue eso?

—Ese fue Snarf Snarf —explica Aurora.

—¿Snarf Snarf?

—Sí, porque aparentemente así es como suena un cerdo en danés —


dice—. Siempre pensé que era una referencia a los Thundercats, pero no.

—¿Aksel? —Stella me mira con incredulidad.

—¿¡Un cerdo!? —exclama Anya.


—Las niñas ahora tienen una mascota —digo secamente, negándome a
encontrar algo de humor en la situación. Fulmino a Aurora—. Quizás debería ir
a ver cómo están. De todos modos tenemos que irnos pronto.

Aurora asiente y sale de la habitación rápidamente.

—Es bonita —comenta Stella mientras la ve marchar, aparentemente


impresionada—. Puedo ver por qué la contrataste.

Intento no poner los ojos en blanco.

—No. Es exactamente por eso que no quería contratarla.

—¿Porque es bonita?

—Porque la gente como tú haría suposiciones como la que acabas de


hacer, pensando que soy un viejo lujurioso.

Se ríe.

—Oh, Aksel. Difícilmente se te puede llamar lujurioso, o a decir verdad,


viejo.
134
—¿Puedo ir a jugar con el cerdo? —pregunta Anya cortésmente. La miro
y obviamente se muere por salir corriendo y unirse a sus primas.

Me encojo de hombros y miro a Stella.

—Si tu madre dice que está bien. Pero tenemos que irnos en cinco
minutos.

Anya sale corriendo y Stella sonríe, sacudiendo la cabeza.

—¿Qué? —pregunto. Stella siempre tiene alguna opinión sobre algo.

—Nunca pensé que tendrías un cerdo como mascota corriendo por el


palacio, eso es todo. Si nuestros padres pudieran verte ahora…

Me aclaro la garganta, sintiendo que la culpa y la inquietud se arrastran


nuevamente. Siempre sucede en los momentos más extraños, solo golpes
pequeños que me hacen perder el equilibrio.

—Lo siento —dice rápidamente, poniendo su mano en mi brazo—. Sé


que es difícil sin Helena.
—Sí, bueno. Es difícil sin ella. También es difícil sin padre y madre.

Asiente lentamente, mirando a su alrededor. La sala de bienvenida es una


de las más opulentas del palacio, con candelabros, pinturas al óleo y muebles
dorados, pensados para impresionar a los invitados.

—Sabes, seguro que se ve diferente cuando eres mayor. Regresar aquí,


así… es como si nunca hubiera crecido aquí y mi infancia perteneciera a otra
persona.

—Porque así fue —digo.

—¿Por qué lo dices?

Me muerdo mi labio por un momento, preguntándome si Stella


entendería las cosas como yo. Tuvimos casi la misma infancia, excepto que fui
preparado para ser un futuro rey y ella no.

—Solo siento que… la infancia es donde reside nuestro verdadero ser.


Porque se nos dio libertad para pensar, explorar y ser lo que queramos, sin
importar las restricciones que se nos impusieran. Y a medida que nos hicimos
mayores, perdimos esa libertad. Tuvimos que convertirnos en otras personas. 135
Asiente, con el ceño fruncido.

—Quizás tengas razón. Pero creo que tú sientes eso más que yo. Por otra
parte, creo que cualquier adulto probablemente se sienta así. La adultez es
como una jaula, las restricciones se van superponiendo lentamente a lo largo de
los años, como rejas. Familia, trabajos, cónyuges, hijos, expectativas. Todo se
suma. Todo nos cambia para convertirnos en las personas que la sociedad
quiere que seamos.

—Míranos, examinando la condición humana en una hermosa mañana de


sábado.

Deja escapar una risa suave, luego su expresión se desvanece. Y añade:

—En realidad debería estar aquí más a menudo para ti. —Su voz es
tranquila.

Le echo un vistazo.
—Podría decirte lo mismo.

Me desestima con desdén.

—No. Estamos bien. En serio. Anya ama Inglaterra y puede montar a


caballo todo el día. Está viviendo el sueño.

—¿Y tú?

—¿Yo? Puedo verla vivir el sueño —responde alegremente—. ¿No es eso


lo que quieren todos los padres?

No puedo estar en desacuerdo con ella.

—Probablemente por eso ahora tengo un cerdo como mascota. Mis niñas
están viviendo el sueño.

Se ríe.

—Puedo ver eso. —Luego me observa de arriba abajo con una mirada
perspicaz—. Aunque, también te ves mejor.

Mis cejas se disparan. 136


—Uf.

—Estás demasiado delgado —dice, dándome un golpecito en el costado.

Aparto mi torso del camino.

—¿Delgado? Déjame informarte que me ejecito en el gimnasio todas las


mañanas durante una hora.

Stella solo sonríe.

—Entonces, mejor que sean dos horas.

—Eres una malcriada.

—Solo estoy bromeando. Es lo que mamá te diría. Necesitas comer más


carne.

—Seguro. Bueno, las niñas ahora son vegetarianas, así que creo que
podemos culparlas a ellas, y a Aurora, por eso.
—Parece que ha hecho algunos cambios positivos.

—Las niñas la aman —admito—. Y están felices. No puedo pedir mucho


más que eso.

Me sorprenden las palabras saliendo de mi boca. Hace tres semanas,


dudo que hubiera dicho lo mismo. Ni siquiera estoy seguro de qué cambió.

—Vegetarianos, cerdos —comenta Stella—. Parece que tu niñera nueva


está poniendo este palacio patas arriba.

—Ni me lo recuerdes.

Más como poner mi vida patas arriba.

Es curioso cómo me estoy acostumbrando.

137
10
Aksel

L
egoland es una institución danesa y una meca para los niños,
jóvenes y mayores de todo el mundo, que aman esos bloques de
plástico irritantes que se sienten como la muerte cuando los pisas.

No hemos estado aquí desde que las niñas eran muy pequeñas y cuando
íbamos era siempre más por publicidad que por ellas. Helena era muy
consciente de ser vista a menudo con ellas, de lo contrario, decía que la gente
diría que era una mala madre. Así que, cuando íbamos, íbamos en horario
público, con todo un séquito de seguridad con nosotros. Helena siempre decía 138
que esto nos haría ver más humildes, pero no había forma de que las niñas lo
disfrutaran plenamente cuando las estuvieran persiguiendo y fotografiando
todo el día.

Eso era lo que pasaba con Helena. Solo quería que el público nos vea
como personas humildes: asegurándose de que vayan a una escuela pública,
llevando a las niñas al parque “sin maquillaje”, haciendo cosas de caridad, pero
dentro de las paredes de nuestro palacio, estaba obsesionada con nuestra
posición, nuestro estatus, nuestra sangre. A veces taladraba eso en la cabecita
de las niñas, razón por la cual, probablemente, Clara puede ser a veces un poco
estirada. Siempre le enseñaron que era mejor que todos.

Es una de las razones por las que pensé que Aurora podría llevarlas a
Tivoli y tener a los agentes de seguridad en segundo plano. Darles a las niñas la
oportunidad de ser niñas. Dejarlas que sientan de hecho lo que es ser “común”,
a falta de una palabra mejor.

No funcionó como pensaba.


Sin embargo, esta vez no nos arriesgaremos. A la mierda parecer
humilde. Somos la familia real y quiero que mis hijas se lo pasen de maravilla,
en privado. El parque estará cerrado al público durante dos días, abierto solo
para nosotros, e incluso nos quedaremos en el nuevo Lego Castle Hotel al lado,
que no abrirá oficialmente hasta el próximo año.

Mi querida Freja estuvo llorando durante todo el viaje a Legoland,


extrañando a su Snarf Snarf con quien Maja está atrapada en el palacio, pero
esas lágrimas se secaron bastante rápido una vez que vio en dónde nos
estábamos quedando.

Entrar al hotel es como entrar en un castillo… aunque uno hecho de Lego.


Es una extraña combinación llamativa de toques medievales en madera y
hierro, luego paredes de piedra plástica y tapices con caballeros de Lego.

La habitación que conseguí para nosotros era, naturalmente, “La


Habitación de la Princesa”, con Stella y Anya en otra Habitación de la Princesa
al otro lado del pasillo. Junto a nosotros, Aurora tiene una habitación entera
para ella sola. Insistió en quedarse en una con temática de magos. Y nuestros
guardias reales se están quedando en una habitación de dragones al final del
pasillo.
139
Ojalá hubiéramos conseguido dragones o magos porque esta habitación
es un poco… demasiado. Actualmente estoy sentado en una silla de terciopelo
rosa en la esquina del dormitorio principal, deseando tener algo de beber.
Puedo sentir la cara sonriente en blanco de la princesa Lego en la pared
observándome, tal vez juzgándome. Básicamente, habíamos estado en el parque
desde el momento en que llegamos, yendo a un paseo tras otro, y mañana
tenemos otro día por delante, pero aun así, no estaría de más relajarse con un
vaso de algo.

En el otro extremo de la habitación hay una alcoba separada con dos


literas donde las niñas luchan actualmente contra el sueño. Aurora ha
prometido contarles una historia sobre Snarf Snarf y, aunque no puedo verlas
desde donde estoy, puedo escuchar cada palabra de ella.

—Y entonces, el pequeño y astuto Snarf Snarf decidió esconderse detrás


de la cortina hasta que todos en la casa estuvieran dormidos. —Aurora habla
con tanta vivacidad, su acento de hecho cobrando vida. Ahora se ha vuelto
entrañable para mí, como música—. Solo fue entonces que se atrevió a
mostrarse. Afortunadamente, su pequeño cuerpo rosado estaba completamente
vestido con ropa de camuflaje, así que de todos modos nadie lo vería. Armado
solo con un hacha, fue a robar la corona mágica del rey.

¿Qué clase de historia es esta?

—Solo que la corona mágica ya no estaba en la funda. ¿Sabemos qué le


pasó? —Hace una pausa, y se hace el silencio. Las niñas deben haberse quedado
dormidas.

La escucho besarlas y luego susurrar:

—Buenas noches, princesitas.

Y entonces me golpea, no, me roza un sentimiento que nunca antes he


sentido, que ni siquiera puedo comenzar a procesar. Todo lo que sé es que mi
garganta se está obstruyendo y mi corazón se está retorciendo y convirtiéndose
en un millón de pedazos, algo cálido, ardiente y hermoso derramándose dentro
de mí.

No puedo respirar. Soy rehén de eso, de este momento. 140


Jodida mierda, esto es aterrador.

Luego escucho a Aurora caminando por el pasillo corto que conecta esta
habitación con esa y se detiene junto a la pared, dándome una sonrisa rápida a
medida que se lleva su cabello detrás de la oreja.

—Supongo que escuchó todo eso —dice en voz baja, aun sonriendo,
aún… radiante. ¿Cómo nunca antes noté lo mucho que brilla?

Lo has notado. Siempre lo has notado.

Me aclaro la garganta, intentando recomponerme. Tiene razón en que


cuando usas una corona, usas una máscara. No puedo dejar que la mía resbale
ni un centímetro.

—Entonces, ¿cómo termina la historia? —Me las arreglo para decir, mis
palabras saliendo espesas.

Se encoge de hombros.
—No lo sé. Cada vez termina de manera diferente.

—¿Lo inventa sobre la marcha?

—Sí —responde, luego mira alrededor de la habitación—. Chico, estoy


segura que me alegra haber conseguido la Habitación del Mago. Tengo varitas
mágicas y libros de hechizos y usted tiene, eh… —Hace un gesto por encima de
la cama—… una vidriera falsa de una espeluznante princesa Lego. Y tanto rosa.

—Le haré saber que no le tengo miedo al rosa —le digo.

Resopla.

—Seguro. Eso explicaría por qué solo le he visto en colores oscuros.

—Podría usar algún día una corbata rosa —digo, poniéndome a la


defensiva.

—Ni siquiera usa corbata —dice—. Dudo que sepa cómo ponerse una.

Me está tomando el pelo, con las manos detrás de la espalda, apoyada


contra la pared mientras un mechón de cabello le cae nuevamente a la cara. Es
casi coqueta. O tal vez siempre es así y es por eso que me molesta tanto. 141
Porque ahora mismo no necesito sentir nada. En este momento, no
debería sentir nada más que querer estar solo.

—Bueno, será mejor que vuelva a mi habitación —comenta, como si


captara mis pensamientos—. Descanse para otro gran día. Por mucho que me
gusten los paseos, si las niñas me obligan a subir otra vez al Barco Pirata, voy a
enfermar.

—No tiene whisky, ¿verdad? ¿O aquavit? —suelto de repente.

¿Qué estoy haciendo?

Levanta sus cejas.

—¿En serio?

Me encojo de hombros a medias.

—Parece que quizás tendría.


—Soy más una chica de cerveza o vino —responde—. ¿Qué hay de Stella?

—Está durmiendo. Siempre se acuesta temprano.

—Puedo pedir en la recepción —dice amablemente.

—Este hotel apenas está abierto. No van a tener nada.

Me sacude la cabeza lentamente, como si no estuviera entendiendo algo.

—Usted, señor, es el maldito rey de todo este país. Acaba de cerrar


Legoland. Estoy bastante segura de que si quiere una bebida, van a conseguirla.
Ahora, su Majestad, siéntese aquí tranquilo, y ya regreso.

Se gira y avanza por el pasillo hacia la puerta, y entonces la llamo.

—Sabe que me encanta cuando me llama así. —Puedo decir que está
dudando, reflexionando sobre lo que dije. Quizás la pillo desprevenida. Quizás
está intentando pensar en una respuesta inteligente.

La puerta se cierra con un clic suave.

Curiosamente, me levanto y voy a ver cómo están las niñas en su 142


habitación. Ambas duermen profundamente, acurrucadas con dragones
felpudos y caballos de Lego. La misma sensación que me golpeó antes regresa,
esta vez muy despacio, arremolinándose a mi alrededor como humo.

Complicado como siempre.

Les he quitado tanto a mis hijas. Fueron mis acciones esa noche las que
mataron a mi esposa. Fue por mí que ellas sufren su pérdida, que crecerán así,
sin una madre.

Nunca podré olvidar eso.

No podría, incluso si lo intentara.

Ahora es parte de mí.

La culpa.

El anhelo de misericordia que soy demasiado orgulloso para pedir.

Lo uso como mi corona.


Sé, en el fondo, que no merezco sentir felicidad. Quizás nunca lo hice.
Quizás por eso me eludió durante tanto tiempo. Quizás por eso es que mis
propios padres fueron tan fríos y crueles a su manera desafiante. Porque lo
sabían.

Helena también lo sabía. Por eso me buscó, me acosó, fingió arrojarse


sobre mí. Sabía lo que me faltaba. Sabía lo que estaba ansioso por tener,
succionándolo como si fuera oxígeno.

Me dijeron que nunca lo creyera. Y lo hice, como un tonto.

El destino me ha convertido en el rey perdido, envuelto en una armadura


barata que solo mantiene las apariencias, luchando para siempre en una batalla
que nunca ganará.

Y aun así, al ver a Clara y Freja, durmiendo profundamente, siento esa


felicidad serpenteando alrededor de mí. Me siento feliz cuando estoy con ellas y
devastado al mismo tiempo por mi culpa, y no sé cómo vivir con ambos
sentimientos a la vez. Sin embargo, sigo haciéndolo. Porque mi amor por ellas
no puede ser contenido, incluso si el dolor viene a lo largo del paseo.

Pero entonces, está Aurora y… no sé dónde encaja en todo esto. La única


143
culpa que siento cuando la miro es saber que para empezar no debería estar
mirándola. He pasado el último mes logrando mantener mi distancia con ella y
poniendo barreras y muros, para mantener las cosas estrictamente
profesionales. Es una empleada, soy su jefe. Ni siquiera es una amiga.

Y sin embargo, cuando Ludwig trabajó para mí, lamenté que él tampoco
fuera un amigo. Solo un miembro indiferente del personal. Había querido,
necesitado, alguien a quien acudir.

Sí, tengo a mi tía y a mi hermana, y les estoy agradecido. Pero nunca he


tenido a alguien que no esté obligado por sangre. Alguien que elegiría estar a mi
lado.

Pero considerar a Aurora una amiga sería ridículo. Apenas la conozco.

Es una subordinada remunerada. Su lealtad, si la hay, es comprada.


Aun así, cuanto más cerca estoy de ella y más la veo como esta noche con
las niñas, cuidándolas como lo hace con su gran corazón persistente… ¿es tan
jodido querer eso? ¿Es aún más jodido querer eso de ella?

Es bastante jodido, me digo. ¿Crees que te lo mereces?

Hay un golpe ligero en la puerta.

No sé cuánto tiempo he estado ahí de pie, con la mente girando hacia el


abismo. Abro la puerta y veo a Aurora al otro lado, sosteniendo una botella de
aquavit. Me sonríe como si hubiera ganado el puto mundo y me hace sentir lo
mismo. Su alegría es contagiosa y me he resistido a sentirla durante tanto
tiempo.

—¿De dónde sacó eso? —Me las arreglo para decir.

—Tengo mis formas —contesta con picardía, y sé que debería decirle que
he cambiado de opinión, que voy a acostarme, que puede quedarse con la
botella, cuando se escabulle en la habitación.

Y me aparto del camino para dejarla pasar.


144
Cierro la puerta detrás de ella, suavemente, y la sigo.

Entra al baño y sale sosteniendo dos vasos, y luego se acerca a la cama


con las mantas de princesa rosa y se sienta. Se quita sus botas hasta que queda
en calcetines grises y entonces se sienta con las piernas juntas y hacia un lado.

No puedo respirar por un momento y siento un calor extraño en mis


extremidades.

Digo extraño porque no recuerdo la última vez que lo sentí.

Esto.

Buena lujuria a la antigua.

Me siento en la silla rosa inmediatamente, necesitando recomponerme,


necesitando sofocar cualquier sentimiento que no sea indiferencia.

Es otra batalla que tengo que ganar.


—Tome —dice, después de haberme servido un vaso. Ahora está de
rodillas en la cama y se inclina hacia adelante mientras me entrega el vaso, y su
blusa está colgando lo suficiente bajo como para que pueda ver sus senos y el
encaje de su sujetador, y su cabello cae sobre su cara y…

Enfoco mis ojos en los de ella, esperando que no pueda leer que estoy
ardiendo por dentro.

Pongo mi mano alrededor del vaso, sus dedos rozan los míos y no me
suelta.

—No es un ebrio cruel, ¿verdad? —pregunta, arrugando la nariz con


cautela a medida que aleja la bebida un poco de mí.

—¿Un ebrio cruel? No. No lo creo.

Suelta su agarre en el vaso.

—Bien. Porque puedo soportar su trasero cruel cuando está sobrio. No


creo que pueda hacerlo si estuviera ebrio.

Levanta su vaso. 145


—Aquí vamos. Salud. O skål, ¿verdad?

—Skål —repito distraídamente mientras choco mi vaso contra el de ella.


Tomo un sorbo del licor, dejando que el calor se arremoline alrededor de mi
lengua con solo un toque de culpa por su comentario—. Sabe, creo que necesito
disculparme con usted.

Traga, secándose la boca con el dorso de su mano y tratando de no hacer


una mueca.

—Dios, estas cosas son jodidamente horribles.

—Es un gusto adquirido.

Hace una mueca, sus ojos cerrados con fuerza, su lengua afuera.

—¡Puaj! Caray. —Luego toma otro sorbo—. Hmmm. Está mejorando. Mas
o menos. —Me mira, haciendo una mueca—. Lo siento, ¿por qué está
intentando disculparse?
—Por hacerla llorar.

—¿Cuándo? ¿Hace unas pocas semanas?

—¿Le he hecho llorar desde entonces?

—Puede que haya derramado una lágrima o dos desde entonces, pero
eso se debe a mi período, no a usted.

Arqueo la ceja ante su falta de filtro.

—Lo siento —dice enseguida, con las mejillas enrojecidas—. Pero


probablemente debería saber eso de mí. Me convierto en una bestia emocional
cuando es ese momento del mes.

Su franqueza me hace sonreír.

—Supongo que debería estar preparado para eso con dos hijas.

—Oh, sí. —Se ríe. Suave y, sin embargo, perverso—. Le espera un viaje
increíble.

—No si está aquí para ayudarme —digo, y al momento en que las 146
palabras salen de mi boca comprendo lo tonto que fue decir eso.

—Tendría que extender mi contrato por aproximadamente, oh no sé, seis


años más o menos. —Sonríe a medida que bebe—. Honestamente, me
sorprenderá que dure más allá de Año Nuevo.

Siento que me ha dado un puñetazo en el estómago.

—¿Por qué diría eso? —Apenas puedo ocultar el pánico de mi voz. No


puede dejarme. En especial, no puede dejar a las niñas.

Pone los ojos en blanco y se inclina lejos de mí, de nuevo sobre sus codos.

—Lo reconoce, ¿verdad? Si en realidad quiere sacar a relucir el pasado,


digamos que hace tres semanas estaba segura de que iba a despedirme. Los
tabloides, luego el cerdo…

—Lo sé. Me disculpo por eso.

La verdad es que, sigo repitiendo esa escena una y otra vez. Sé que
después se resolvió por sí sola, pero sentía que no había un cierre. Me sentí
como un villano al momento en que vi esas lágrimas caer de su rostro
normalmente alegre. Y cuando dijo que pensaba que la odiaba, juro que me
rompió el corazón. Un recordatorio duro de que aún tengo uno.

—A veces pierdo la paciencia —agrego. No sé por qué es tan doloroso


admitirlo.

—¿En serio? Sabe, ese primer día, Maja le describió como simplemente
desagradable.

—Es conocida por su diplomacia.

—Usted y yo no hemos estado en la misma página desde el principio. Eso


es desagradable. Pero a veces es francamente hostil conmigo. Recientemente
acabo de descubrir cómo lidiar con eso, pero aun así, nunca sé realmente qué va
a hacer o decir a continuación. Demonios, aún estoy en shock de que estemos
aquí ahora mismo.

Ciertamente tiene una manera de hacerme sentir mal.

Lo cual te mereces.
147
—Pero —continúa—, sé que está intentando esforzarse para ser más
amable conmigo. Y se lo agradezco. —Termina el resto de su bebida como si
fuera una profesional y luego se sirve otro vaso.

—Y sin embargo, aún le estoy haciendo beber —comento. Termino mi


vaso y se lo doy a medida que lo llena hasta el borde.

Se encoge de hombros.

—No. Solo tengo ganas de soltarme el pelo, ¿sabe? Lidio con sus hijas
todo el día, es un buen cambio hablar con un adulto. Incluso si es usted.

—Oye —le digo, dándole una mirada burlona—. Le haré saber que soy
una compañía excelente.

Una sonrisa amplia cruza su rostro, mostrando sus perfectos dientes


blancos.

Si pudiera embotellar esa sonrisa y venderla, ganaría millones de


dólares.
—Aún no has probado nada —bromea. Entonces su expresión se vuelve
melancólica—. Es bueno salir por una vez del palacio. A veces, ¿no se siente…
solo? Es tan grande, con corrientes de aire, frío y… embrujado.

—¿Embrujado? —Me pregunto si está hablando de Johan y su


sonambulismo.

A veces, el hombre puede parecer un fantasma.

—No en el sentido literal —añade, lamiendo sus labios pensativa—.


Solo… Helena.

Me pongo rígido.

—Siento los recuerdos de ella, o algo así —continúa. Suspira, luciendo


avergonzada—. Lo siento, sé que debo sonar como una loca. Le juro que
normalmente no soy tan chiflada.

—No estoy tan seguro de eso.

—Simplemente creo que las paredes albergan tanta tristeza ¿sabe? Y


todos los que están dentro hacen todo lo posible para fingir que no está ahí. 148
Maldita sea. Incluso puede que tenga razón en eso.

Y soy el mayor mentiroso de todos.

—Ya que nos estamos volviendo personales —dice, acercándose al borde


de la cama y balanceando las piernas por ella. Se apoya en sus muslos, su rostro
más cerca de mí ahora, sus ojos evaluando mi rostro—. Hay algo que me he
estado preguntando.

Escucho sus palabras, pero no las asimilo. Hay algo en la calidez y


profundidad de sus ojos que me hace imposible pensar. Es como sumergirse en
un baño tibio hasta que estás tan cautivado que ni siquiera notarías si te estás
ahogando.

—¿Qué? —pregunto finalmente, y la palabra sale en un susurro áspero.

—Nicklas —contesta, y es como si me arrojara agua helada en la cara—.


Su secretario. Era… —Baja la voz, mirando brevemente hacia la habitación de
las niñas—. Era el mayordomo de Helena.
—Lo sé.

—Pero fue él quien estaba conduciendo el auto que la mató. Casi también
le mató a usted.

Trago pesado, con dificultad, mi mirada cayendo al vaso en mis manos.

—No fue su culpa.

—Lo sé. Dijeron que las carreteras estaban resbaladizas.

—Yo dije que las carreteras estaban resbaladizas —le digo, mirándola
fijamente—. Yo estaba ahí, Aurora. No fue su culpa.

—Pero ¿por qué después de todo eso mantenerlo trabajando para usted?

Culpa. Es culpa.

Es la mentira.

Es el hecho de que Nicklas nunca condujo. Que era yo al volante. Que fui
yo quien se salió de la carretera. Que fui yo quien mató a mi esposa.

Nunca fue él.


149
Y, sin embargo, su propia culpa por su aventura con Helena, su culpa por
el hecho de que sus acciones me hicieron perder el control, y el hecho de que
nadie jamás le creería por encima de mí, le hizo asumir la culpa.

Así que, mi culpa es doble.

Una, por matar a mi esposa.

Dos, por convertir a Nicklas en un villano ante el ojo público.

Y era un villano. Quizás aún lo sea. Me ha amenazado muchas veces con


arruinarme, con escribir un libro, con decir verdad. Pero también sabe que para
proteger a mi familia, mentiré hasta el amargo final, y mis mentiras son más
fuertes de lo que jamás será su verdad.

Porque para decir su verdad, tiene que contarlo todo.

Tendrá que arrojar a Helena debajo del autobús.


No es algo que esté dispuesto a hacer.

Y solo puedo esperar que lo mismo siga siendo cierto para él.

Así que mantengo a Nicklas como mi empleado porque si no lo hiciera, no


tendría nada.

No tendría trabajo, ni futuro. Todo es parte del trato. Es odiado


universalmente como el hombre que mató a Helena, y es cierto, sin importar
cuántas veces le diga al mundo que fue un accidente, aún lo culpan. Así como
me culparían a mí, si supieran la verdad.

Levanto la vista de mi vaso al rostro escrutador de Aurora. No hay nada


más que curiosidad y preocupación en sus ojos. Algo me dice que, de todas las
personas del mundo, mi secreto estaría a salvo con ella.

Pero nunca podré probar esa teoría.

Me aclaro la garganta y le doy una sonrisa tensa.

—Solo digamos que creo en las segundas oportunidades.

Para cualquier otra persona menos para mí. 150


Frunce el ceño ante eso.

—Es simplemente extraño.

—¿Por qué?

Sus ojos vagan por la habitación a medida que piensa.

—Supongo que… porque lo veo con usted y es evidente que le desprecia.

—¿Me desprecia?

—Mucho. Y también es evidente que tampoco se preocupa por él. Eso, lo


entiendo totalmente. Tampoco me agrada. Es grosero. Más grosero que usted,
debería decir. No lo sé, es una relación extraña para mí, pero obviamente no es
de mi incumbencia, así que…

Me recuesto en la silla y golpeteo el cristal con mis dedos.


—Estoy seguro que se ve así. Estoy seguro que muchas cosas se ven de
cierta manera cuando no tienes idea de lo que está pasando por debajo.

—Algo así como usted —comenta, tomando un gran trago de su bebida.

—¿A qué se refiere?

—Sabe a lo que me refiero. —Me mira fijamente—. Esta es la primera vez


que he sido capaz de hablarle así. Conseguir siquiera ver una pista del hombre
que está en su interior. Quién es en realidad.

Me erizo ante eso. En un momento, su sonrisa me ciega, al siguiente, me


está cabreando al entrometerse y traspasar sus límites.

—Creo que está asumiendo demasiado. Otra vez. Y de todos modos, ¿qué
hay de usted? A estas alturas sabe más de mí que yo de usted. Tengo un
currículum para empezar, pero eso es todo. No pude encontrar ninguna otra
información sobre una tal señorita Aurora James.

La estoy observando con tanta atención, de modo que noto que la chispa
en sus ojos vacila un poco y está calculando algo, intentando averiguar qué
decir. Es curioso, considerando la frecuencia con la que deja escapar lo que 151
siente.

—No puede encontrar a todo el mundo en las redes sociales —dice,


mirando el edredón ridículamente rosa.

—Puedo ver eso. Entonces, dígame. ¿Dónde creció?

—Una ciudad de la que nunca ha oído hablar.

—Pruébame.

—Es apenas una ciudad.

—Solo dígame el nombre. ¿Tiene algo que esconder?

Me mira con ojos afilados.

—No.

—Entonces, dígamelo.
—Bien. Es Windorah. En Queensland. —Y su acento se vuelve
mágicamente aún más australiano. Gruñe—. Oiga. No se burle de mi acento.

—No dije ni una palabra —digo en protesta, levantando mi palma.

—Está sonriendo.

—¿Lo hago?

—Supongo que la única vez que le hago sonreír es cuando hablo


completamente australiano —dice, sacudiendo la cabeza.

—Volviendo a las preguntas. Nunca fue a la universidad. O si lo hizo, no


está en su currículum.

Se encoge de hombros.

—No creí que la universidad fuera para mí.

—Pero es terriblemente brillante.

Se muerde la lengua. La astilla rosada asomándose a través de sus


dientes hace que un escalofrío caliente recorra mi piel. 152
—Supongo que debería aceptar cualquier cumplido que pueda recibir,
¿eh?

—Creo que habría sido una maestra nata. O al menos una especialista en
historia o una arqueóloga con su amor por los dioses griegos. Siempre les está
enseñando algo a las niñas, su cerebro es como una biblioteca.

—No sé qué decirle —dice con un encogimiento débil de su hombro.

Está siendo obtusa deliberadamente.

—¿Y su madre? ¿Su padre? ¿Qué hacían? ¿Tenía hermanos?

La comisura de su boca se arquea como si acabara de comer algo amargo.

—Bueno, mi madre era una puta y mi padre un borracho. Eso es lo que


eran, eso es lo que hacían. Y gracias a Dios no tuve hermanos porque apenas
sobreviví, solo por los pelos. Odiaría pensar en lo que habría pasado si hubiera
tenido un hermano del que cuidar.
Estoy atónito. Claro, Aurora es un poco tosca cuando se trata del decoro y
definitivamente carece de filtro. Pero parece tan cosmopolita. Decorosa.

Feliz.

¿Ambos llevamos máscaras?

—Lo siento —digo en voz baja, sintiéndome horrible por hacerla admitir
eso ante mí.

—No lo sienta —dice con un suspiro, recogiendo una pelusa de sus


medias—. Es lo que es. La vida te da limones, y haces limonada, blablablá,
¿verdad? Mi padre me amaba, así que al menos sabía eso. Tuve eso. Pero murió
cuando tenía diez años. Entonces mi madre se quedó ahí para criarme y rara
vez la veía porque, sinceramente, no quería tener nada que ver conmigo. De
modo que, solo estaba yo en esa casucha con goteras en el techo de hojalata, en
medio de la maldita nada. Gracias a Dios, casi nunca llovía.

Me echa un vistazo, levantando la barbilla, como si la compadeciera.

—Para responder su pregunta de manera más completa, no fui a la


universidad porque abandoné el último año de la secundaria. De todos modos, 153
no tenía dinero para la jodida universidad. Pero está bien. Hay libros y clases en
línea. Aprendo lo que puedo cuando puedo. Solo por diversión. Y cuando ahorré
suficiente dinero, fue para salir pitando de esa mierda.

—¿Pitando? ¿Es una ciudad?

—Es un dicho. Estuve un tiempo en Brisbane, la cual es una ciudad, y fui


camarera y después vine directa a París.

La miro fijamente. La miro porque puedo. La miro porque estoy juntando


piezas de rompecabezas en mi cabeza.

La miro porque es hermosa.

—De todos modos —continúa, terminando su vaso y colocándolo en la


mesita de noche junto al reloj de unicornio—. Creo que será mejor que me vaya
a la cama antes de que en serio empiece a contarle la historia de mi vida.
Se pone de pie y me estiro instintivamente para tomar su mano. Ella la
mira fijamente pero no puedo decir si está molesta o no. Pero no la suelto.
Debería. En realidad, debería. Pero no lo hago.

—Algún día me gustaría escuchar la historia de su vida —digo, mi voz


saliendo en un murmullo áspero, como si una parte de mí deseara no haberlo
dicho.

Me mira fijamente un momento, su mirada demorándose en la mía.


Cálida y melancólica al mismo tiempo.

—También me gustaría escuchar la suya —dice.

Luego me da un apretón en la mano y sale de la habitación.

La habitación enfriándose sin ella.

154
11
Aurora

Diciembre

D
iciembre siempre ha sido una época curiosa para mí.

Ese período previo a la Navidad y las fiestas que no


puedes ignorar, incluso si lo intentas. Y, Dios, cómo lo
intentas.
155
Lo he pasado con familias que no son mías durante los últimos siete años.

Antes de eso, mandaba las fiestas a la mierda. Mandaba muchas cosas a la


mierda.

Y luego, antes de eso, solo esperaba que mi padre estuviera lo


suficientemente sobrio como para volver a casa. Esperaba que mi madre
tuviera la amabilidad de desearme una Feliz Navidad. Al final, estuve sola a
menudo, mirando por la ventana al desierto ardiente y escuchando canciones
navideñas en la radio inestable, soñando con nieve, árboles, regalos y lugares
que parecían tan imposibles.

Debería estar feliz de tener un trabajo que amo, con niños que amo
(porque, seamos sinceros, es imposible no hacerlo) en un país encantador que
estoy adorando lentamente.

Y no me malinterpreten, soy feliz.

Pero hay algo en las fiestas navideñas que se cuela como el frío a través
de las grietas del piso. Te vuelve hacia adentro hasta que te pierdes en tu propia
introspección. Descubre el pasado antes de volver a enterrarlo en la nieve. Te
hace sentir cosas que no quieres sentir, como si todas tus terminaciones
nerviosas estuviesen expuestas.

Pérdida. Si has perdido a alguien o algo, entonces sentirás sobre todo esa
pérdida.

Siento la ausencia de tanto que es difícil no caer más profundo en el vacío


que está creciendo dentro de mí.

Está la pérdida.

Y luego está el amor.

Amor que no tengo, que nunca he tenido.

¿Por qué siento que esta pérdida dentro de mí siempre se resolverá con
amor?

—¿Aurora? —llama Clara, y por la forma en que lo dice creo que me ha


estado llamando por un tiempo.

—¿Sí? —La miro, parpadeando. La sonrisa aparece en mi rostro. Debo 156


haber parecido un Grinch miserable sentada aquí con brillantes adornos
navideños a mis pies.

—¿Me puedes pasar el reno? —Extiende su mano—. Por favor.

Estoy sentada con las piernas cruzadas en el suelo de la sala de estar,


revisando los montones de adornos que se han almacenado en este palacio año
tras año.

Clara está colocando los adornos en lo que creo que es el árbol de


Navidad más grande del mundo, mientras que Freja está a cargo de las
guirlandas. Hasta ahora, han hecho un buen trabajo en la decoración, pero solo
los primeros metro y medio ya que eso es todo lo que pueden alcanzar.

Encuentro un reno dorado viejo con la nariz astillada y se lo entrego. Me


considera por un segundo.

—Te ves triste.

Me encojo de hombros.
—A veces todos nos deprimimos.

—Pero no tienes nada de qué estar triste —dice con total naturalidad.

Tengo que andar con cuidado, sabiendo que las chicas tienen mucho de
qué estar triste.

—Para muchas personas puede ser una época del año difícil y triste.
Todo es tan feliz por fuera pero…

—¿Extrañas a tu familia y a Australia? —pregunta Freja.

—Sí, lo hago —respondo. Y estoy mintiendo.

Porque no hay absolutamente nada que extrañe de ese lugar.

Ambas me miran para continuar, de modo que busco parte de la verdad.

—Extraño a mi padre. Les habría agradado. —Cuando estaba sobrio.

—¿Está… muerto? —pregunta Clara.

Asiento.
157
—Sí. Murió cuando yo tenía diez años.

—¿Cómo?

Froto mis labios entre sí.

—Hmmm. Tenía una enfermedad.

—¿Como el cáncer? —pregunta Freja en un susurro, como si dijera una


palabra mala.

—Sí. Como eso. —Como un cáncer del alma y una enfermedad de la


mente mientras te medicas con tus demonios.

—Quizás tu padre y nuestra madre se conocen en el cielo —dice Clara en


voz baja, girando al reno dorado en sus manos.

—Tal vez —les digo, dándoles una sonrisa suave.

—Varm kakao —anuncia Karla alegremente cuando entra a la habitación


sosteniendo una bandeja de chocolate caliente—. Oh, el árbol se ve tan
maravilloso, chicas —dice, dejando la bandeja en la mesita ornamentada detrás
de nosotras.

—Gracias, Karla —dice Clara—. Este año será el mejor árbol de todos los
tiempos. Sobre todo porque Aurora nos está ayudando.

—¡Oye! —chilla Freja emocionada desde la ventana—. ¡Det sne!

Conozco suficientes palabras en danés a estas alturas para saber que sne
significa nieve, porque han advertido de mucha sner para febrero.

Clara jadea y corre hacia la ventana inmediatamente. Me levanto, y Karla


y yo nos unimos a ellas.

La habitación da a la plaza, que incluso a las ocho de la noche en la


oscuridad, aún tiene personas merodeando. La nieve que cae débilmente
termina iluminada por las farolas.

—Oh, es tan bonita —dice Clara—. Quizás tengamos una Navidad blanca.
¡Oh, tal vez no tenga que ir mañana a la escuela!

Bueno, no sé eso a ciencia cierta, pero estoy bastante segura de que las 158
escuelas en Dinamarca no cierran por un poco de nieve.

—No te ilusiones —le digo—. De hecho, se está haciendo tarde. Ambas


tienen que ir a la cama.

—Pero el árbol no está terminado —dice Freja.

—Mañana pueden terminarlo.

—¿Podemos darles las buenas noches a Snarf Snarf? —pregunta Clara.

—Está bien, pero dense prisa. —Salen corriendo.

Snarf Snarf ha establecido su residencia nocturna en el primer piso del


palacio en la “sala de barro”. Esa era otra de las condiciones de Aksel: que no
durmiera con las niñas, y, francamente, no podía culparlo. Pensé con certeza
que Snarf Snarf habría sido historia a estas alturas, pero las niñas en realidad
atormentaron a su padre con su viaje de culpa, formando equipo contra él. Me
impresionaba y nunca dejaba de divertirme lo envuelto que lo tienen alrededor
de sus meñiques.
La cosa es que, Aksel está aprendiendo. Está reaprendiendo de nuevo su
papel, como yo estoy aprendiendo el mío. Cualquiera que sea el padre que era
cuando estaba con Helena, no es el padre que necesita ser ahora. Tiene que
asumir ambos roles y puedo ver que está luchando. Hará cualquier cosa por
ellas, eso lo sé. Pero aún hay una curva de aprendizaje empinada por recorrer
mientras descubre cómo hacerlo todo.

Durante el último mes nos hemos acercado más, desde nuestro viaje a
Legoland. Algo cambió entonces para nosotros. Cambió de tal manera que estoy
pensando en términos de nosotros. En términos de tener una relación con él.

Por supuesto, no estamos en ningún tipo de relación, y en la superficie


todo es igual. Estoy segura que para él todo es igual. Es el rey. Yo soy la niñera.
Pero a veces me pregunto si sigo siendo solo la niñera. Aunque aún está molesto
por la mitad de la mierda que sale de mi boca, también sé que me mira de
manera diferente. Esa mirada glacial suya ha comenzado a derretirse, solo un
poco. Veo calidez en sus ojos de vez en cuando. Estoy empezando a hacerlo
sonreír más. Aún no lo he hecho reír, pero aún hay tiempo.

Ahora me busca para hablar conmigo, y ya no tengo miedo de hablar con


él. No es que alguna vez haya tenido miedo, en sí. Aún decía lo que pensaba,
159
solo que siempre esperaba que me arranque la cabeza (lo que solía hacer). Pero
ahora es como si pudiera acercarme a él y no retrocederá ante mi presencia. De
hecho, parece feliz de verme, incluso si sus comentarios despectivos dicen lo
contrario.

Es un poco peligroso. Es peligroso para mí porque veo eso en él y a


cambio me hace algo. Me da esperanzas. Me encanta el hecho de que significo
algo para él. Incluso si me mira con cariño, como lo haría con una mascota, no
importa. Este es un hombre hecho de hielo y está eligiendo descongelarse por
mí.

Pero lo estoy pensando demasiado, obviamente. No está eligiendo nada


por mí, simplemente me odia menos. Necesito mantenerme bajo control, de lo
contrario, estos pensamientos podrían comenzar a construirse y crecer sobre sí
mismos, como los cimientos de una casa, hasta que me pare sobre algo que
puede no existir. Por ahora, tal vez la idea de él me haga sonreír. Tal vez veo
que mi mirada cae sobre su rostro en oportunidades, memorizando sus rasgos,
todas sus peculiaridades. Tal vez solo sea un flechazo.
He tenido antes enamoramientos fugaces. Los sobreviví.

Sobreviviré a Aksel. Le he sobrevivido tanto tiempo.

Y como si fuera una señal, aunque mi mirada ausente está en la ventana y


estoy de espaldas a la puerta, siento su presencia entrar en la habitación. Es
como si las moléculas del aire cambiaran, la piel de mi nuca hormiguea.

—Está nevando —dice en voz baja, sumándose a la electricidad en el


aire, arremolinándose con los copos cayendo.

Lo miro por encima del hombro y ya estoy sonriendo antes de verlo. El


hombre se vuelve cada vez más atractivo cada maldito día. Difícilmente es justo.

Y ahora, a medida que avanza hacia mí y Karla, llevando uno de mis


conjuntos favoritos: un pijama. Bueno, esencialmente solo pantalones de
franela roja con cordón y una camiseta blanca. Solo lo veo usándolo a altas
horas de la noche y, por lo general, usa esa bata de seda encima que siempre me
hace querer estirarme y tocar.

Dejo que mi mirada se demore en su cuerpo más de lo debido. Sé que es


tan inapropiado de mi parte verlo detalladamente como lo sería para él 160
(aunque, Dios mío, no me importaría que sea inapropiado por una vez), pero no
puedo evitarlo. Lo bebo como agua. Amo a Aksel con sus habituales trajes
oscuros y elegantes, pero verlo vestido así es, bueno, un placer. Estoy segura
que su camiseta está hecha de un material elegante y cuesta un millón de
dólares porque se adhiere perfectamente a sus músculos.

¿He mencionado que el rey de Dinamarca está forrado de músculos?


Porque, sí. Está muy definido. Sé que va al gimnasio dentro del palacio todas las
mañanas y lo que sea que esté haciendo allí, se nota. Es la combinación perfecta
de esbelto y musculoso. Especialmente en la parte superior de su cuerpo. Sus
hombros son como obras de arte, anchos, redondeados y esculpidos
perfectamente, lo que lleva a sus bíceps grandes y fuertes antebrazos vigorosos.
A veces pienso que sus manos son mi parte favorita de él. Quizás porque las veo
tan a menudo. Tal vez porque son enormes y dominantes y parece que dejarían
huellas perfectas en mi trasero.
Estos pensamientos no son nuevos para mí. El problema es que los he
estado teniendo cada vez más a menudo, y no ayuda que fantasee con él
dándome nalgadas mientras está parado a mi lado.

Afortunadamente, Aksel está observando el árbol de Navidad en lugar de


a mí y, por lo tanto, no puede ver el rubor en mis mejillas.

—Se ve… —dice, intentando encontrar la palabra correcta—. Festivo.

—Creo que esta noche decoraré la mitad superior —le digo—. ¿Si quiere
unirse?

Karla se aparta de la ventana, y su mirada va de él a mí y de vuelta a él.


Aksel me arquea una ceja.

—¿Quiere que decore el árbol?

Pongo mis ojos en blanco y resoplo.

—Oh, lo siento, su Majestad, olvidé que decorar el árbol de Navidad está


por debajo de usted.

No parece divertido. 161


Karla se aclara la garganta y le pregunta en danés si quiere su oporto.
Ahora que el clima es más frío, Aksel tiende a sentarse junto al fuego todas las
noches con un vaso o dos, revisando algunos papeles. Lo veo leyendo de vez en
cuando algún libro en danés de tapa dura.

—Por favor —responde y me mira con la barbilla en alto—. ¿Quiere una


copa?

—¿Lo tengo permitido? —pregunto, echando un vistazo al reloj al otro


lado de la habitación—. Aún estoy en horario laboral por otra hora más.

—Lo permitiré —dice, y juro que veo un atisbo de sonrisa—. De hecho,


insisto.

—Traeré dos copas —dice Karla alegremente mientras sale de la


habitación.

—¿Está de buen humor esta noche? —le pregunto.


Asiente hacia el árbol.

—Debo estar sintiendo el espíritu de la temporada. También las niñas.


No las había visto tan emocionadas por la Navidad en, bueno… —Se calla,
aclarando su garganta.

—Es difícil no emocionarse cuando se tienen regalos todas las mañanas.


Sabe, creo que podría estar malcriándolas.

Me lanza una mirada fulminante.

—Son princesas, Aurora. Princesas literales. No creo que puedan ser


malcriadas. Además, esa es la tradición danesa.

Cuando llegó el 1 de diciembre, también lo hicieron los regalos. Ahí es


cuando arranca el Calendario de Navidad, lo que significa que los niños reciben
un regalo todas las mañanas, contando hacia el gran día. En mi opinión, es un
poco demasiado, pero, por otro lado, la mayor parte de lo que sucede en este
palacio es un poco demasiado. Quiero decir, este es el rey que cerró un parque
temático nacional durante dos días solo para que pudiéramos estar allí en paz.

—Bueno, escuché que su tradición también era decorar el árbol solo el 162
día antes de la víspera de Navidad —le digo—. Ahora, mírese. Solo es el cinco
de diciembre.

—¿Dónde escuchó eso?

Le doy una mirada niveladora.

—Sabe que sé cosas. En este momento, probablemente sé más de este


país que usted.

Sus ojos se deslizan sobre mí, como si me estuviera evaluando.

—Hmmm. Quizás pueda tomar mi lugar en el trono. Tal vez quiera un día
libre.

Odio la pequeña emoción que me atraviesa porque lo que dijo es una


frase tan descabellada. Pero por una fracción de segundo, imagino cómo sería
eso.

Ser reina. Incluso el hecho de que dijo eso con tanta facilidad.
—No creo que sea parte de la descripción de mi trabajo —bromeo con
él—. Puede que tenga que pagarme más.

—¿Qué tal si empezamos con la copa de oporto y vemos a dónde va


desde allí? —dice justo cuando llega Karla con las dos copas pequeñas, cada una
con una cantidad generosa.

Nos las entrega y luego se va, lanzándome una mirada curiosa antes de
irse. Me pregunto qué significa esa mirada. Probablemente el hecho de que
Aksel no es de los que comparten su tiempo así con nadie más que con las
niñas.

—Skål —digo, inclinando mi vaso hacia él antes de tomar un sorbo


delicado. Sabe jodidamente caro.

Abre la boca para decir algo justo cuando escuchamos a Clara gritar
desde abajo. Me vuelvo para ver a Freja en la puerta de la habitación, con
lágrimas corriendo por su rostro.

—¿Qué pasó? —pregunta Aksel, dejando su bebida rápidamente en la


repisa de la chimenea mientras Freja se acerca corriendo hacia él. Se arroja a su
pierna inmediatamente, envolviendo sus brazos alrededor de él.
163
—Snarf Snarf, han er væk —solloza.

—¿Han er væk? —repito.

—Se ha ido —dice Aksel, frunciendo el ceño, mirándome.

Sacudo la cabeza.

—Les dije a las chicas que podían darle las buenas noches. —Es entonces
cuando escucho a Clara gritar de nuevo y me doy cuenta que está llamando al
cerdo.

—Clara åbnede døren —dice Freja, secándose la cara en los pantalones


de pijama de Aksel—. Abrió la puerta principal. Corrió afuera hacia la nieve. Va
a tener frío.

Oh, mierda. Snarf Snarf escapó. Es tarde, está nevando y a estas alturas
podría estar en cualquier lugar de la ciudad, quizás atropellado por un
automóvil. Mi mente va al peor escenario.
—Estoy en eso —le digo a Aksel, engullendo el resto del oporto para
agarrar coraje y salgo corriendo de la habitación.

—¡Aurora, espera! —le oigo decir, pero no importa. Tengo que encontrar
ese maldito cerdo o las niñas van a ser devastadas, y lo último que necesitan es
perder algo más que aman.

Estoy vestida solo con mi uniforme, aunque con un cárdigan ligero, de


modo que me pongo un par de botas de goma del armario de la planta baja y
corro hacia la puerta principal.

Clara está afuera en los escalones, gritando en la noche y, por supuesto, a


la gente que se arremolina en la plaza. Todos la observan, algunos incluso
tomando fotografías. Es tan raro que algún miembro de la familia real use esta
puerta.

—Clara —le digo, empujándola al interior—. Quédate dentro.

—Pero Snarf Snarf —dice, y mientras la llevo hacia la luz del vestíbulo,
puedo ver el miedo puro en su rostro—. No era mi intención hacerlo. Pensé que
sería divertido verlo en la nieve y no había tanta nieve en la parte de atrás y…
—Se interrumpe en una serie de murmullos en danés que no entiendo.
164
—Lo recuperaré. Solo quédate dentro ¿de acuerdo? Ve a buscar a tu
padre. —La acompaño más al interior antes de salir y cerrar la puerta.

Aunque probablemente debería dirigirme a los espectadores curiosos y


preguntarles si han visto un cerdo, sé que lo informarán en los tabloides
(“Cerdo Salvaje: Niñera Pierde al Cerdo Real en Tormenta de Nieve”) así que
solo sigo las huellas diminutas en la nieve que han dejado sus cascos.

La vista me revuelve el estómago. Apenas siento el frío en sí, pero a


medida que el viento y la nieve comienzan a levantarse, sé que Snarf Snarf
sufrirá hipotermia rápidamente, si es que lo encuentro. Puede que haya crecido
mucho en el último mes, pero aún es un cerdo pequeño con piel delicada.
Cuanto más sigo las huellas, alejándose de la plaza y hacia Amalie Garden, más
comienzo a entrar en pánico. La nieve empieza a cubrir sus huellas y el jardín es
bastante extenso.

—¡Snarf Snarf! —llamo a medida que cruzo la calle hacia el jardín, el


viento azotando copos de nieve en mi cabello. Aprieto mi cárdigan contra mi
cuello cuando el aire comienza a congelarse sobre mi piel, siguiendo sus huellas
débiles hasta que se detienen por completo ante un seto gigante. Ni siquiera sé
por qué lo llamo. Las niñas le han estado enseñando trucos, pero aún no lo he
visto responder a su nombre.

Aun así, no puede doler.

—¡Snarf Snarf! —llamo de nuevo en voz alta.

Escucho. Pero no oigo nada más que la nieve, el viento y el automóvil


ocasional que pasa.

Me estremezco, mi nariz y orejas ahora están oficialmente congeladas y


sigo caminando hacia el parque. Ni siquiera tengo mi teléfono para usarlo como
linterna, y en la oscuridad las farolas parecen pocas y distantes entre sí. Me
dirijo hacia la fuente en el medio, pensando que tal vez fue allí a tomar un trago,
pero solo veo a una pareja, de la mano, dando un paseo nocturno.

Me dan una mirada divertida cuando paso junto a ellos, ya que


obviamente no estoy vestida para el clima con mi minifalda de lana.

—No han visto un cerdo, ¿verdad? —pregunto, mis dientes 165


castañeteando.

Se miran y siguen caminando. Prueba allí mismo de que no todo el


mundo en esta ciudad habla inglés. O tal vez sí y el hecho de que apenas esté
vestida bajo una tormenta de nieve y esté buscando un maldito cerdo significa
que tengo uno o dos tornillos sueltos.

Tampoco puedo negar eso. No debería estar aquí. Me estoy congelando


con cada minuto, y cuanto más miro, más se me empieza a romper el corazón.
Solo sé que no puedo volver sin el cerdo. Simplemente no puedo. Renunciar
ahora significa que morirá y yo…

No estoy segura de lo que me pasa.

El pánico me tiene agarrada por la garganta.

Las lágrimas comienzan a nublar mi visión.

Aksel estará tan enojado, una ira que dirigirá hacia mí por no
supervisarlas. Pero más que eso, las niñas estarán devastadas y él se ahogará de
culpa. Nada de esto es culpa suya, pero he visto lo protector que es con ellas, he
visto cómo alberga esta tristeza por Helena. Sé que estaba en el auto con ella
cuando murió, tal vez se sienta responsable.

De cualquier manera, no puedo fallar. No puedo defraudarlos. No puedo


volver a joderlo todo. Estoy tan interesada en él, tan interesada en las niñas,
que no puedo perderlas. Y si lo pierdo, siento que lo perderé todo.

Por primera vez en mis veintiséis años, siento que en realidad estoy
viviendo una vida que amo. Por primera vez, tengo todo que perder.

—¡Snarf Snarf! —grito, mis lágrimas congelándose en mi rostro. Soy


plenamente consciente de lo ridícula que sueno al gritar ese nombre al viento,
pero no puedo evitarlo. Sigo tropezando en la nieve resbaladiza, ahora salgo
corriendo del parque y me dirijo al paseo a lo largo del puerto. El teatro de la
ópera está brillando sobre el agua, probablemente lleno de música, alegría y
esmoquin, y todo lo que puedo sentir es el tipo de terror que hace que tu
corazón se hunda tan bajo en tu pecho que no crees que nunca volverá a
levantarse.

Por favor, que lo encuentre, que esté bien. 166


—¡Aurora!

La voz de Aksel retumba a través del parque y me doy la vuelta para


verlo trotar hacia mí.

—No puedo encontrarlo —sollozo—. Lo siento mucho. Lo siento mucho.

Se detiene frente a mí, patinando en la nieve. Lleva pantalones de pijama


metidos en unas botas y un abrigo, con otro abrigo en sus brazos. Sus ojos lucen
salvajes, brillando a la luz menguante de las farolas.

—Por helvede —maldice, poniendo el abrigo sobre mis hombros—.


Aurora, ¿qué está haciendo? Se ha vuelto loca.

Su mano va a mi mejilla y hace una mueca. Apenas lo siento. Pensarías


que para ser la primera vez me ha tocado de una manera tan íntima mi cuerpo
estaría envuelto en llamas, pero no puedo sentir nada en absoluto.

—Está congelada —gruñe prácticamente—. Le voy a llevar dentro.


—No —chillo—. Tengo que encontrarlo.

—Aurora, necesito llevarle dentro.

Sus brazos rodean mis hombros e intenta empujarme hacia el palacio.

—Las niñas… —sollozo, mirando alrededor, intentando localizarlo en


vano—. Morirán si él muere. No puedo verlas así. No puedo permitir que pasen
por eso.

—Ellas entenderán.

—¡No lo harán! —le grito—. ¡Y usted me culpará a mí!

Se estremece como si lo hubiese abofeteado en la cara.

—¿Culparla?

Aprovecho el momento para soltarme de su agarre y empiezo a correr


por el agua, llamando a Snarf Snarf una y otra vez.

Entonces mi pie golpea un parche helado de nieve y patino hacia


adelante, intentando recuperar el equilibrio y de todos modos cayendo. Mis 167
rodillas chocan contra el pavimento y grito, el dolor atravesándome,
haciéndome desmoronarme hasta que mi mejilla está presionada contra la
nieve.

Ahora estoy llorando de lleno, todo escapando de mí, las cosas que
estuvieron latentes, las cosas que no sabía que aún existían. Tengo dolor y frío,
y siento que finalmente he encontrado mi lugar en el mundo, solo para darme
cuenta de lo temporal que es en realidad.

Finalmente tengo una familia y no es mía para conservarla.

Estoy llorando tan fuerte que apenas me doy cuenta de que Aksel está
detrás de mí, su calidez recubriéndome como un manto, poniéndome de pie.
Soy consciente de que es un rey y está actuando así en público y, al mismo
tiempo, me desgarra un dolor que nunca reconocí. Un dolor por una pérdida
que aún no ha sucedido.

Y solo así, toda la energía me abandona, como la nieve descongelándose


rápidamente. Colapso contra Aksel y él me alza en sus brazos. Tengo la fuerza
suficiente para enterrar mi rostro en el hueco de su cuello, intentando
esconderme de todo, intentando respirar.

Escucho los latidos de su corazón.

Siento su aliento cálido en mi piel.

Siento la fuerza de sus músculos mientras me sostienen, protegiéndome.

Es la única vez que me he sentido protegida de esta forma. La única vez


que me he sentido segura.

Intento aferrarme a ese sentimiento a medida que el frío me ataca, una y


otra vez, templada por el entumecimiento.

Después la nieve deja de golpear mi mejilla y hay luces brillantes y pisos


chirriantes.

Subimos las escaleras y Aksel le está ladrando a alguien para que mueva
la silla hacia la chimenea.

Me coloca suavemente en la silla y soy envuelta con manta sobre manta,


el fuego rugiendo frente a mí. 168
Luego se va.

Veo el rostro de Karla mirándome a medida que coloca la manta


alrededor de mi barbilla, mi mundo balanceándose lentamente en su lugar.
Quiero correr tras él, quiero ayudar, no quiero estar aquí, inútil y entumecida.
Pero no tengo energía para moverme. Siento que todo lo que tengo está
destinado a mantenerme con vida, aunque lo daría todo por salir corriendo por
la puerta y regresar a la nieve.

—Vayan a su habitación —escucho a Maja, su voz derivando con las


llamas. Me las arreglo para levantar la cabeza y verla parada detrás de Clara y
Freja quienes están a mi lado, luciendo atónitas.

Karla dice algo sobre sopa caliente y desaparece.

Mis ojos se encuentran con los de Clara y desearía poder decirle lo


mucho que lamento haber regresado con las manos vacías. Pero parece más
preocupada por mí que por cualquier otra cosa.
—Estás tan fría —dice, poniendo su mano en la mía, y solo por eso mi
corazón se derrite. He estado tan privada del contacto que he tenido que
entumecerme para finalmente sentirlo.

—Lo siento —susurro. Ella frunce el ceño, sin comprender. O tal vez mi
voz suena demasiado temblorosa, demasiado baja para escuchar.

—Clara, lad os gå —dice Maja, tendiéndole la mano.

Puedo decir que Clara no quiere irse de mi lado. Me está observando,


desgarrada, llena de dolor. Ha perdido mucho a su edad.

Y entonces, su atención cambia.

—¡Papá! —grita, y me las arreglo para mirar por encima del hombro
para ver a Aksel entrar en la habitación, dirigiéndose hacia nosotros. Los copos
de nieve descansan en su cabello, sobre sus hombros, su abrigo apretado sobre
su pecho. Sus ojos aún tienen ese filo, ese desenfreno, mientras me recorren,
evaluando el daño. Luego se abre el abrigo y aparece un pequeño hocico rosado.

—¡Snarf Snarf! —grita Clara a medida que Freja se libera del agarre de
Maja y corre hacia él. 169
—¿Dónde lo encontró? —pregunto, ofreciendo una de mis mantas
inmediatamente. El entumecimiento está empezando a desvanecerse, mis
nervios hormigueando mientras se calientan cada vez más y más. Mi corazón es
el más cálido de todos, ver a Aksel tomar la manta y envolver al cerdito en ella,
colocándolo frente al fuego, agachado junto a él. El hocico de Snarf Snarf se
contrae, sus ojos curiosos. Está vivo, está a salvo. Ambos estamos a salvo.

—Estaba acurrucado dentro de una de las casetas de guardia —dice—.


Estaba temblando, pero no parecía tan mal como tú. —Me mira con dureza—.
No debiste haber salido corriendo de esa forma. ¿En qué estabas pensando?

Oh, Dios. Aquí viene el sermón.

Maja se aclara la garganta con fuerza.

—Clara, Freja, kom nu.

Aunque están acariciando a Snarf Snarf y adorando al cerdo envuelto,


puedo decir que están un poco incómodos con la forma en que Aksel me está
hablando, así que se acercan a Maja inmediatamente, quien las toma a ambas de
la mano.

—Godnat Snarf Snarf —dice Freja.

—Buenas noches, papá y Aurora —dice Clara.

—Buenas noches, niñas —les digo mientras Aksel dice lo mismo en


danés.

Entonces aparece Karla, dejándonos dos tazas de caldo de huesos


fragante antes de irse corriendo, y luego estamos solo Aksel, el cerdo y yo. Sus
palabras agudas aún flotan en el aire y su mirada intensa se ha alejado de mi
rostro.

—¿Y bien? —insiste—. Podrías haber muerto ahí fuera.

—Es solo un poco de nieve. —Mi voz es débil pero soy terca.

Me mira como si fuera idiota.

—¿Un poco de nieve? ¿Por cuánto tiempo habrías huido si no te hubiera


encontrado? 170
—No estaba huyendo —le digo. ¿No lo entiende?—. Estaba buscando a
Snarf Snarf.

Da una sacudida mínima de su cabeza, la nieve derretida gotea de su


cabello y cae al suelo.

—Sé lo que se siente huir. Estabas huyendo. ¿De qué? ¿De mí? ¿De esto?

No sé de qué está hablando.

—Solo quería recuperarlo. No podía soportar que las niñas lo pierdan,


que usted pierda la felicidad de las niñas. ¿Por qué huiría de esto? Trabajo aquí.
Salí para poder seguir trabajando aquí.

—¿Crees que de otra manera te despediría?

Aprieto mis labios y miro al cerdo. Ahora parece estar durmiendo a pesar
de nuestra conversación, que se torna más ruidosa por minutos.

—Dijiste que te culparía —continúa—. ¿En serio crees eso?


Lo miro con recelo. Por primera vez en la historia, de hecho parece
dolido. No pensé que fuera posible lastimarlo, especialmente con algo como
esto.

Me encojo de hombros.

—No lo sé. Supongo que… tuve miedo. No estaba segura de lo que usted
haría. Y comprendí lo importante que es este trabajo para mí.

Me mira fijamente durante un largo momento pesado. El fuego ruge, el


cerdo ronca levemente, el reloj avanza. Mi corazón es el sonido más fuerte de
todos.

—¿Eso es lo único que es importante para ti? —pregunta, su voz baja y


áspera—. ¿El trabajo?

—No. Las niñas lo son todo para mí. —Respiro profundo—. Así como tú.

Allí está. Lo dije. Parte de mi verdad.

Tengo miedo de ver su expresión, pero no puedo leerla en absoluto. Solo


me mira fijamente. Es como si ni siquiera me hubiera escuchado. 171
O en realidad no le importa.

Probablemente lo último.

Miro hacia otro lado y comienzo a quitar las mantas, cada vez más
calientes. Mi ropa debajo está empapada por la nieve derretida.

—Tienes que quitarte esa ropa —dice Aksel, enderezándose y pasando


junto a mí—. Quédate allí. Bebe tu caldo.

Sí señor, pienso, pero no me atrevo a decirlo. Ahora no.

Aun así, hago lo que me dijo, el caldo revitalizándome un poco. Me he


bebido la mitad de la taza cuando regresa con uno de sus conjuntos de pijama
de franela. Lo coloca en el brazo de mi silla, luego se agacha frente a mí y
comienza a desabotonar mi cárdigan mojado.

Me quedo sin aliento. Está tan cerca de mí y me está quitando la maldita


ropa.
Huele a nieve y cardamomo, su presencia se siente tan cálida como el
fuego. Solo puedo tragar ruidosamente, mi corazón latiendo feroz contra mi
caja torácica, indefenso por él, por este momento.

—Sabes que mi padre usaba cárdigans como este —comenta en voz baja
mientras sus dedos lo desabrochan lentamente justo por debajo de mis senos.

Oh, Dios. Le recuerdo a su papá.

—Tu padre debe tener buen gusto —logro decir, y mi voz sale toda
chillona.

—Mmm —gruñe en respuesta y continúa su camino hacia el fondo,


frunciendo el ceño como si estuviera profundamente concentrado.

—¿Alguna vez dejas de fruncir el ceño? —pregunto en voz baja, y sin


pensarlo, levanto mi mano y deslizo mi pulgar entre sus cejas, alisando la línea
profunda. Cierra los ojos bajo mi toque, como si se rindiera a mí. Me hace
pensar que podría estar tan desprovisto de contacto, de conexión, como yo.

Debería retirar mi mano, pero no lo hago. En cambio, trazo mis dedos


suavemente hacia arriba y sobre su ceja tensa, sintiendo el frío de su piel bajo 172
las yemas de mis dedos. Los llevo hacia abajo sobre su sien, pasando por las
puntas de su cabello mojado, espolvoreando sobre sus pómulos altos.

Inhala por la nariz bruscamente, sus ojos cerrados con fuerza, soltando el
extremo de mi cárdigan. Apoya su mano sobre la mía, sosteniéndola contra su
mejilla, sus dedos cálidos envolviéndose al borde de mi palma.

Por un momento, parece que podría llevar mi mano a su boca y besar mi


palma.

Por un momento, esto es todo lo que puedo esperar.

Por un momento, esto es todo lo que siempre he querido.

Pero no lo hace. Sus ojos se abren y parpadean con algo que no puedo
descifrar, algo crudo y peligroso, y vuelve ese ceño. Quita mi mano de su mejilla
y se pone de pie.

—Creo que puedes manejar el resto —dice, señalando los dos últimos
botones. Se aclara la garganta y se inclina para recoger a Snarf Snarf. Sería la
cosa más linda del mundo si aún no estuviera tambaleándome por lo que pasó.
Estuvimos tan cerca, solo por un momento, pero en realidad todo lo que hubo
fue un momento.

—En serio debes amar a ese cerdo —comento, intentando ocultar lo


torpe que me siento—. Para ir así tras él.

Ladea la cabeza.

—Fui a por ti, ¿no?

Es verdad. Y obviamente no me ama. Es un hombre bueno, incluso si


tengo el presentimiento de que él mismo no lo cree.

Me mira fijamente durante otro segundo y luego se gira.

—Voy a ponerlo de nuevo en su habitación, asegurarme que esté bien —


dice por encima del hombro—. Vístete, mantente abrigada. Vuelvo enseguida.

Observo como su cuerpo alto desaparece.

Después me levanto.
173
Tomo su pijama y me dirijo a mi habitación. Sé que dijo que me quedara
donde estaba pero, sinceramente, no confío en mí. Estoy en el punto en que lo
toco involuntariamente, sintiendo su maldita cara como si estuviera en braille,
sin mencionar que salí huyendo a la nieve y casi tengo hipotermia, lo que
pareció cabrearlo realmente.

No, esta es una noche que hay que zanjar.

Pero eso de todos modos no me impide ponerme su pijama.

Solo para conciliar el sueño con su olor.


12
Aurora

E
l resto de las semanas previas a la Navidad pasan volando.
Después del incidente con Snarf Snarf (y, créanme, siempre
parece haber un incidente con Snarf Snarf) Aksel y yo vamos de
un paso adelante a dos pasos atrás. Aunque a veces participaba en las
actividades navideñas de las niñas, como el encendido de velas y la decoración
de coronas, no estaba la mayor parte del tiempo.

No es culpa suya. Resulta que la Navidad es la época más ocupada del año
para un rey, con un sinfín de funciones públicas, como fiestas para las diversas 174
organizaciones benéficas de Helena, participar en ceremonias anuales y asistir
a numerosas galas y cenas en Dinamarca e incluso en el extranjero. Incluso
tuvimos una cena en el palacio para el Príncipe Heredero de Noruega, pero
según Maja, mi trabajo era mantener a las niñas fuera de vista.

Cuando por casualidad vi a Aksel, volvió a mantenerse alejado de mí, al


igual que lo hizo al comienzo de este trabajo. No es tan malhumorado o
cascarrabias. Ni siquiera es tan frío. Es más como si desconfiara de mí y no
estuviera seguro. Me trata como si fuese un ciervo salvaje, siempre dispuesta a
salir corriendo.

Nada de movimientos bruscos alrededor de la niñera.

Voy a suponer que piensa que soy una lunática inestable, ya que me
encontró corriendo por la nieve y ya no sabe cómo manejarme. Y eso realmente
apesta porque para empezar diciembre ya era un mes difícil para mí. Odio tener
este espacio entre nosotros, especialmente porque aún siento esta atracción
hacia él, como un imán hacia el otro, que solo aumenta con cada día.
Es una tontería. Tan tonta. Y me duele en el corazón.

Pero los corazones están hechos para tenerte como rehén y estoy cautiva
contra mi voluntad.

Ahora, es Nochebuena, el evento principal, y está aquí, sentado frente a


mí en la mesa del comedor decorada lujosamente, luciendo demasiado apuesto
para su propio bien. Entre nosotros hay un ganso navideño a medio comer,
rodeado de platos sobrantes de arenque, eneldo y patatas, panes negros,
pescado frito, camarones, albóndigas, repollo y vasos de chupito de aquavit y
Schnaps amargo. Las chicas aún son vegetarianas devotas (bueno, Clara lo es. Vi
a Freja coger a hurtadillas un poco de ganso cuando su hermana no miraba)
pero al menos estuvieron satisfechas con la gran cantidad de patatas y
tubérculos.

En este momento, todo el mundo está comiendo un postre tradicional


danés llamado ris á l'amande (que es en francés pero en realidad no existe en
Francia), el cual consiste en arroz con leche, crema batida, salsa de cerezas y
almendras cortadas. Está delicioso y todos estamos llenos, pero esas no son las
razones por las que lo comemos tan lentamente. Es que uno de los cuencos
tiene una almendra entera sin cortar, y aparentemente el que descubra la
175
almendra en su cuenco gana un regalo.

No estoy segura si me gusta esta tradición. He devorado casi todo el


cuenco, a pesar de que me estoy volviendo loca a estas alturas y no tengo la
maldita almendra.

—Está bien, estoy fuera —digo, recostándome en mi silla y empujando


mi cuenco—. No tengo nada. Y ahora estoy tan llena que podría morir.

La princesa Anya, la sobrina de Aksel, se ríe desde el otro lado de la mesa,


luciendo terriblemente sospechosa.

Su madre, la princesa Stella, termina la cucharada de postre y mira el


plato de su hija.

—Din lille snydepels —la advierte, señalándola.

—¿Qué? —pregunto.

Ahora Clara se ríe.


—Creo que Anya tiene la almendra.

—Eso supuse —murmura Aksel.

—¿Qué? —pregunto de nuevo.

Él me mira, y la claridad brillante de su mirada me hace darme cuenta de


que en realidad no nos hemos mirado en mucho tiempo. Es deslumbrante, por
decirlo suavemente.

—A veces, si uno ha descubierto la almendra desde el principio, la


atesora hasta el final.

—Obligando a todos los demás a terminar sus tazones —dice Stella con
un suspiro, dándose palmaditas en el estómago—. Esta hija mía. Tan astuta.

—Al menos es delicioso —dice Maja pragmáticamente—. Y supongo que


esto significa que te llevas el premio, Anya.

Su premio acaba siendo un cerdo de mazapán, que al parecer también es


tradición. Anya por supuesto llama a su cerdo de golosina Snarf Snarf, antes de
morder alegremente la cabeza del cerdo, haciendo que Clara y Freja chillen de 176
horror.

Cuando termina la cena, lo llevamos todo a la cocina, y lavamos. Debido a


que Karla y algunos otros cocineros trabajaron como esclavos con esta comida
todo el día, Aksel se aseguró de darles el resto de las fiestas libres, lo que
significa que todos estamos de servicio para lavar.

De hecho, es un poco divertido ver a Aksel con un delantal en el


fregadero, restregando las bandejas y ollas para asar, su hermana bromeando
con él, las niñas rociándolo con agua ocasionalmente. Este es probablemente el
momento más relajado en que lo he visto en todo el mes, tal vez incluso desde
que comencé a trabajar.

Sé que estoy mirando demasiado porque en un cierto momento Stella me


da una mirada curiosa y desvío la vista rápidamente, como si hubiera estado
mirando al sol. Lo último que necesito es que le diga a su hermano que cree que
la niñera está completamente encaprichado con él.
Porque ese es el único nombre que tengo para este… capricho. Es un
flechazo. Y, sin embargo, esa palabra no parece suficiente. Dios, si tan solo
pudiera detener estos sentimientos creciendo dentro de mí. Tengo miedo de lo
que podría pasar si no desaparecen. ¿Simplemente burbujeará y se elevará
hasta que estallen, como agua derramándose de una olla hirviendo? ¿O puedo
seguir intentando enterrarlo, en lo más profundo, en lo más hondo, sin
volverme loca?

Lo curioso es que, ni siquiera sé lo que siento la mayor parte del tiempo,


solo que está ahí y es profundo, crudo, persistente y centrado en él. Es como si
todo ahora se centrara en él. Es lo primero en lo que pienso cuando me
despierto y lo último en lo que pienso cuando me voy a dormir. Atormenta mis
sueños, mis pensamientos, y cuanto más lo niego, más duele como sal en una
herida. Estar obsesionada con un hombre con el que compartes casa es una
receta para el desastre.

Estoy en la sala de estar, preparando chocolate caliente para las niñas


mientras juegan abajo con Snarf Snarf, cuando Stella sale con una copa de vino
para mí.

—Aksel me dice que decoraste el árbol —dice, señalando con la cabeza el


177
árbol frente a nosotras, con montones de regalos amontonados debajo—.
Hiciste un buen trabajo.

—Bueno, técnicamente las niñas hicieron los primeros metro y medio y


yo hice los otros tres —admito, aceptando la copa—. Tak.

—Y también dice que tu danés va muy bien.

—Eso es un poco exagerado. —Me pregunto cuánto le habrá contado


Aksel sobre mí… y cuándo. Entonces, por supuesto, pregunto—: ¿Qué más dijo?

Sonríe, y su sonrisa coincide con la de Aksel en las raras ocasiones en que


la usa.

—Solo cosas buenas.

Tomo un sorbo de mi vino.

—Me cuesta creer eso. ¿Siempre ha sido tan…?


—¿Severo? —proporciona—. ¿Temperamental? ¿Taciturno?

—Sí, todos esos.

Asiente y suspira.

—Cuando éramos pequeños era mucho… más suelto. Sonreía y reía más.
Ciertamente era más aventurero.

—Solía competir con autos cuando tenía veinte años.

—Sí, como piloto de rally. Luego corría en barcos. Estoy segura de que te
llevará en su yate cuando llegue el verano. Pero para responder a tu pregunta,
solo es así. —Mira hacia la puerta furtivamente como para comprobar si
alguien está escuchando, pero estamos solas en la habitación.

—Nuestros padres no fueron los mejores —admite en voz baja—. Sé que


es terrible hablar de ellos de esta manera, sobre todo por cómo está nuestra
madre, pero es la verdad. Por alguna razón, fueron más amables conmigo. Al
menos nuestra madre era más cariñosa. Ambos fueron fríos con Aksel. Duros.
Fueron como profesores más que como padres. Creo que solo estaban
intentando prepararlo para algún día ser rey. Sabían que nunca tomaría el 178
trono, de modo que me trataron más como una hija que como una heredera, si
eso tiene algún sentido.

Tiene un sentido perfecto. Definitivamente explica por qué Aksel es tan


hermético.

—Luego, por supuesto, se convirtió en rey antes de estar listo, perdió a


nuestro padre, a nuestra madre, pasó el accidente y Helena y… se puso peor. —
Asiento, mi corazón apretándose cada vez que pienso en él sufriendo—. Pero
luego mejoró.

La observo, tragando mi vino.

—¿Mejoró?

Una sonrisa cómplice se extiende por sus labios, y asiente.

—Mm-hmm. Ahora está mucho mejor. Desde que apareciste.


—¿Yo? —Casi me rio—. No lo creo. Creo que probablemente solo he
empeorado las cosas. Me trata como si tuviese la plaga.

Me estudia por un momento.

—Escucha, conozco a mi hermano. Quizás te parezca así. Pero has traído


luz a esta casa. Lo haces feliz.

No dejes que se te suba a la cabeza, no significa nada, no significa nada.

—Estoy segura que está feliz de que las niñas estén mejor.

—Sí. Es verdad. —Pero aun así, tiene esa mirada traviesa en su rostro,
como si supiera algo que yo no.

Naturalmente, quiero tomar este sentimiento y correr. Crea un mundo de


posibilidades en mi cabeza. Lo hago feliz. Yo. Pero ¿de qué me serviría eso?

De repente, las niñas entran en la habitación gritando que es hora de los


regalos, seguidas por Aksel y Maja quienes están conversando sobre algo, con
vasos de brandy en la mano.

En Dinamarca, los regalos se abren en Nochebuena, y Maja me dijo el 179


otro día que es todo un evento. No hay desenvolturas frenéticas como lo hacen
los niños en Estados Unidos. En cambio, se hace uno por uno, lento y reflexivo.

Sabiendo esto, hice todo lo posible para comprarles a todos algo especial,
o al menos espero que piensen que es especial.

Todos nos reunimos en lugares alrededor del árbol, Stella y yo en el sofá


de terciopelo, Maja y Aksel en los sillones, las niñas en cojines grandes en el
suelo. Cada niña está a cargo de ser un “elfo” navideño y reparten los regalos, lo
cual es genial porque significa que solo puedo sentarme y beber.

Afortunadamente, los regalos que elegí para todos son bien recibidos, lo
cual no es una hazaña fácil cuando se trata de una familia real, también
conocida como la familia que ya lo tiene todo. En su lugar, opté por regalos más
inusuales.

Recibí un par de tarros de Vegemite que pedí a Australia para Maja, ya


que descubrió recientemente que le encanta en su pan de centeno por las
mañanas.
Aunque no conozco bien a Stella, pareció gustarle el planificador de
cuero que le compré con sus iniciales. A Anya, le compré un libro sobre
caballos. Freja está pasando por una fase de “niña grande” en este momento, lo
que significa una obsesión con las joyas, así que le compré un collar de plata
con su homónimo de la diosa nórdica. Y para Clara con su amor por la lectura y
todo relacionado con Snarf Snarf, recopilé todas las fotos que he tomado hasta
ahora en uno de esos foto-libros que puedes hacer online, solo que este
también tiene una de las muchas versiones de The Magical Tale of Snarf Snarf
que les cuento a las niñas a la hora de dormir.

Clara está tan feliz que casi se pone a llorar. Deja caer el libro y se acerca
a mí, envolviéndome en un abrazo fuerte que dura varios segundos.

Echo un vistazo a Aksel por encima de su hombro quien nos observa de


cerca.

Algo profundo y real brilla en sus ojos azules. Las haces felices, me
recuerdo, por lo tanto, lo haces feliz.

Pero antes de que pueda darle a Aksel su regalo, Anya me pasa el suyo a
mí. 180
—Es del tío Aksel —dice Anya, y no puedo evitar sonreír al escuchar su
nombre.

Está en una caja grande, envuelta profesionalmente en papel dorado


brillante.

Sonrío con curiosidad y lo levanto para sacudirlo, pero Aksel se inclina


hacia adelante en su silla y dice:

—Es frágil. Muy frágil.

¿Frágil? No soy exactamente el tipo de persona que debería recibir,


como, un pato de cristal o algo así.

Lo desenvuelvo muy despacio, con cuidado, de vez en cuando mirando


alrededor de la habitación para encontrar alguna pista de lo que podría ser. Por
lo que puedo decir, todos están tan intrigados y despistados como yo. Pero
Aksel parece… ¿nervioso? Está dando golpecitos en el brazo de su silla con sus
dedos y hay una intensidad resplandeciente en sus ojos a medida que mira
desde la caja hacia mí y luego alrededor de la habitación.

El papel cubre una caja marrón simple, y levanto con cuidado la tapa
superior para ver un montón de plástico de burbujas cubriendo algo.

—Cuidado —dice Aksel.

—No me digas. —Me burlo de él considerando lo bien protegida que está


esta cosa.

También es grande, de ahí el tamaño de la caja. Meto las dos manos


dentro y lo saco con cuidado. Aún no puedo decir qué es.

—¿Puedo jugar después con las burbujas? —pregunta Clara esperanzada


mientras suelto la cinta adhesiva y empiezo a desenredar el envoltorio
lentamente.

—Típico —dice Maja—. Les das todos los juguetes del mundo y aún
quieren jugar con el envoltorio en el que venían.

Finalmente, está casi desenvuelto y estoy empezando a darme cuenta 181


que es una especie de jarrón o plato de cerámica.

Y entonces… mi corazón se detiene.

Esto no puede ser lo que creo que es.

—¿Qué es eso? —pregunta Clara, alcanzando el plástico de burbujas—.


Parece aburrido.

Pero no es aburrido. Podría ser la cosa más mágica e invaluable que he


tenido en mis manos.

Es un jarrón o maceta negra con asas, con una pintura dorada que se
extiende a su alrededor representando algunas escenas. Escenas griegas. Es
jodidamente antiguo y, por lo que puedo decir, absolutamente verdadero.

Aksel se aclara la garganta y lo señala.

—Es una crátera en forma de campana roja —dice—. Hecha de terracota.


Estoy seguro que sabes para qué se utilizó.
Asiento lentamente, teniendo problemas para encontrar las palabras.

—Era un jarrón usado en la antigua Grecia, para mezclar agua y vino.

—Como una ponchera antigua —comenta Stella con asombro—. Aksel,


¿de dónde sacaste esto? Por favor, no me digas que sobornaste a un museo.
Indiana Jones estaría muy molesto.

—No te preocupes por eso —dice con desdén—. Se consiguió legalmente


en una subasta.

Una subasta. Lo compró. No puedo imaginar lo que ha debido costar. Este


jarrón es más viejo de lo que puedo imaginar.

—Es del 430 AC —me dice—. Y se supone que la pintura representa a


Zeus, Apolo, Atenea y algunos otros dioses griegos que no puedo recordar. Es
una historia de orígenes, eso dijeron.

—430 AC —dice Maja, silbando—. Eso tiene unos 2.400 años.

—Guau —dice Clara—. No es de extrañar que se vea así.

En realidad, el jarrón está en muy buenas condiciones. Es solo… no 182


entiendo por qué me dio esto. Esto es historia. Esto es algo más grande, más
caro, más importante que cualquier otra cosa en mi vida. Ni siquiera pertenece
a mi vida. Crecí en una casucha en el desierto.

Mis manos están empezando a temblar, así que dejo el jarrón en el suelo
y lo miro.

—Aksel. Gracias, pero… no puedo quedarme con esto. Esto pertenece a


un museo.

Sacude la cabeza.

—No es así. Te pertenece.

—Es demasiado.

—Es tuyo. Fui a la casa de subastas específicamente para conseguírtelo.


Conozco tu amor por la historia y la antigua Grecia.

—No puedo aceptarlo.


—Pero lo harás.

Mientras tanto, los ojos de todos los demás van y vienen entre nosotros
como si estuvieran viendo un partido de tenis.

—Aksel…

—Es tuyo —dice enfáticamente—. Solo dime que te gusta.

Mis ojos se abren por completo.

—¿Si me gusta? Es la cosa más hermosa que he visto en mi vida. Es…


todo.

Se ve aliviado, su frente alisándose, su boca arqueándose en una sonrisa.

—Bien. Entonces, vas a quedártelo. Es una orden.

—Pero.

—Pero nada —dice, agitando la mano—. Es una pieza histórica notable,


pero es una moneda de diez centavos en el mundo de los artefactos culturales.
Ahora le pertenece a Aurora James y a nadie más. Sé que eres la mejor persona 183
para mantenerlo a salvo.

—Sí, eres una diosa —dice Clara—. Te lo puedes quedar.

Miro a todos con la barbilla en alto, intentando evitar que las lágrimas se
me suban a los ojos. Respiro profundamente por la nariz, la siento ardiendo,
luego consigo sonreír. No puedo creer que haya hecho esto por mí.

¿Por qué habrá hecho esto?

Por supuesto, ahora mi regalo para Aksel parece jodidamente patético


comparado con un jarrón que se hizo antes de que Jesús estuviera cerca. Quiero
decir, es un maldito rey, tiene todo lo que podría querer o comprar. Así que hice
que Maja revisara fotos antiguas y encontrara una foto de él posando junto a su
auto de rally Datsun destrozado, el último auto de rally que condujo. Luego
superpuse “Por qué me embarqué en la navegación” encima, lo hice marcar,
imprimí y enmarqué profesionalmente. Supuse que podría colgarla en su
oficina.
Pero aunque no es una reliquia antigua, al menos lo hice reír cuando vio
la foto. Y honestamente, hacer reír a Aksel, ver su sonrisa amplia, las arrugas en
las esquinas de sus ojos, es tan significativo como el jarrón e igualmente raro.

Una vez que los regalos están listos, ignoramos el desorden de los
papeles de envolver desechados y jugamos otra tradición, que es encender una
vela y pegarla en el árbol en un soporte especial. Este juego debería llamarse
“Riesgo de incendio”, pero el objetivo del juego es permanecer despierto y ver
de quién es la vela que arde de último.

Maja es la primera en rendirse, y se dirige a su habitación. Luego, las


niñas se quedan dormidas, acurrucadas con sus juguetes de peluche nuevos al
pie del árbol.

—Las llevaré a la cama —digo, a punto de ponerme de pie y despertarlas.

—No lo harás —ordena Aksel—. Ahora mismo estás fuera de servicio.

—De todos modos, me voy a la cama —dice Stella con cansancio


mientras se levanta—. Quédense. Solo asegúrense de que el palacio no se
queme.
184
Levanta a Anya y Clara, quienes se despiden somnolientas, y luego toma
en brazos a una Freja dormida a medida que salen de la habitación.

De repente, me doy cuenta de que somos solo Aksel y yo. Incluso las
cantidades copiosas de sidra dulce y vino que he estado bebiendo toda la noche
no son suficientes para templar los nervios comenzado a hormiguear dentro de
mí, como un cable en el suelo. Estoy dolorosamente consciente de que la última
vez que estuve a solas con él fue en esta misma habitación y las cosas se
pusieron raras.

—¿Disfrutaste tu primera Navidad danesa? —pregunta distraídamente.


Está reclinado en su silla, con una copa de brandy colgando de sus dedos. La
mitad de su rostro está iluminado por el fuego, las llamas bailando en sus ojos,
resaltando sus pómulos altos y los huecos debajo. Una vez he sentido esos
pómulos bajo las yemas de mis dedos.

—Mejor que las australianas —respondo, dándole una sonrisa rápida.


—Ah, sí. Estoy seguro que comer camarones al asador e ir a la playa es
una Navidad horrible.

Le pongo mis ojos en blanco.

—Nadie dice camarones al asador.

—Te he oído decir algunas cosas extrañas —reflexiona—. Una vez dijiste
que la plaza de enfrente estaba hasta la coronilla cuando estaba llena de gente.
Llamaste bribona a Clara, ¿verdad? ¿Cuándo no se levantaba de la cama una
mañana? Y otra vez dijiste que estaba usando calzas cuando iba al gimnasio en
pantalones de chándal. Tuve que buscar todo en Google para entenderlo.

—Bienvenido a mi mundo —le digo con una carcajada—. Aún estoy


intentando descifrar cada segunda palabra que dicen por aquí. Dios sabe a qué
he estado accediendo la mitad del tiempo.

—Hmmm —dice pensativamente entre sorbos de su bebida—. Si hubiera


sabido eso, habría hablado más en danés. Ver a lo que aceptarías.

Las mariposas en estómago se agitan por ese comentario. Hay algo


bromista y ligero en él en este momento. Me atrevo a decir que es una 185
insinuación sexual.

Levanto una ceja.

—Está de muy buen humor.

—¿Por qué no debería estarlo?

Me encojo de hombros.

—No lo sé. Porque la Navidad a veces puede ser deprimente y, bueno,


nunca está de buen humor.

—Piensas tan bien de mí, incluso después de ese regalo.

Muerdo mi labio por un momento, intentando conjurar las palabras


correctas.

—En serio no debió haberme dado eso.

—¿Por qué no?


—Yo no… no me lo merezco.

Sus cejas se fruncen y se inclina hacia adelante en su silla para mirarme


más de cerca.

—¿Por qué incluso crees eso?

Me encojo de hombros. Porque es verdad. Intento no insistir en ello, pero


es verdad.

—Aurora —dice, su voz tan baja y aterciopelada que la siento bajo mi


piel—, te mereces ese jarrón y mucho más. No tienes idea de lo que has hecho
por esta familia. Ni idea en absoluto.

Otro encogimiento de hombros.

—Hago lo que haría cualquier niñera.

—Ni siquiera cerca. Incluso haces lo que algunas madres deberían hacer.
Siempre vas más allá por ellas. Más que eso, les dejas ser quienes necesitan ser
sin tratar de contenerlas, sin ponerlas en una caja. Nunca antes habían tenido
eso, y es lo que siempre he querido para ellas. Es lo que nunca tuve al crecer. 186
Tienes un corazón tan grande, y las amas y ellas lo sienten. No tienes idea de lo
invaluable que es eso. Vale más que un jarrón. Vale más de lo que puedo darte.

Le echo un vistazo, perdida en sus ojos, en sus palabras. No tiene idea de


que está equivocado. Que hay mucho más que puede darme.

Su corazón. Puede darme su corazón.

Nunca he querido nada más.

Pero, por supuesto, no puedo decir eso, así que no digo nada. Aprieto mis
labios y guardo todas esas necesidades, miedos y deseos secretos encerrados.

Maldita sea.

Creo que estoy enamorada de mi jefe.

Un rey.

Y no hay nada que pueda hacer para detenerlo.

—¿Estás bien? —me pregunta.


Parpadeo, intentando despejar mi mente para poder lidiar con esta
comprensión, este golpe, en otro momento.

Que lo amo.

—Estoy bien —respondo en voz baja, evitando sus ojos penetrantes,


ignorando la preocupación en su rica voz—. Solo estoy cansada. Creo que me
iré a la cama.

Me pongo de pie justo cuando él se pone de pie y se estira, agarrando mi


brazo.

—No te he dicho que te retires —dice, y aunque sé que está bromeando,


sus ojos lucen completamente serios. Quizás sean más que serios. Lucen de
nuevo salvajes, evaluando mi rostro con desesperación silenciosa.

Me inclino por el lado de la precaución y tomo la ruta lúdica, muy


consciente de que aún está sujetando mi brazo, parado tan cerca de mí. Tiene
las mejillas un poco enrojecidas, por el fuego y el brandy. Todo esto podría ir de
un millón de maneras diferentes, pero lo más probable es que no salga como
quiero.
187
—Permiso para retirarme —digo con una sonrisa pequeña—. Su
Majestad.

Su agarre en mi brazo se aprieta.

—Permiso denegado.

—Entonces, será mejor que empiece a pagarme horas extras —digo, y da


un paso hacia mí, hasta que apenas hay espacio entre mi pecho y el suyo. La
energía irradiando de él es abrumadora, envolviéndome como un agujero negro
hasta que estoy segura de que no hay escapatoria.

Me mira fijamente, perdido en sus pensamientos. Su mandíbula inferior


está tensa, como si estuviese reteniendo algo. Es tan comedido. ¿Cómo sería si
se soltase? ¿Qué diría? ¿Qué quiere de mí ahora mismo? ¿Es posible que quiera
lo mismo que yo?

Quiero dejar de ocultar cómo me siento. Quiero que todo esté permitido,
que esté bien.
Lo deseo con una necesidad tan profunda que me siento hambrienta
hasta el fondo de mi ser.

Justo cuando estoy pensando que podría besarme, justo cuando estoy
pensando que podría hacer algo estúpido como besarlo, o peor aún, decirle que
lo amo, toma con su otra mano un mechón de cabello y lo mete tan suavemente
detrás de mí oreja, sus ojos deslizándose distraídamente sobre mi rostro
mientras lo hace.

—Feliz Navidad, Aurora —dice en voz baja, sus dedos recorriendo mi


cuello, mi hombro, mi brazo—. Diosa.

Mi corazón da un vuelco.

Diosa.

Me las arreglo para tragar, aunque mi garganta y mi boca se han secado y


cada centímetro de mi cuerpo se siente como si estuviese cobrando vida.

—Feliz Navidad, Aksel. —Hago una pausa—. Rey.

Su toque se aleja de mi piel, y soy libre de irme. 188


Pero incluso cuando me giro y alejo de él, no soy libre en absoluto.

Ahora mi corazón le pertenece.

Incluso si no lo sabe.


13
Aksel

Enero

—E
se fue un gran regalo, Aksel —dice Stella a
medida que toma un sorbo de café.

Teniendo en cuenta que ha pasado una


semana desde Navidad, me toma un
momento comprender a qué se refiere. 189
Pero es Aurora. Por supuesto, es Aurora. Al momento en que compré ese
jarrón para ella, supe que todos los demás me mirarían de reojo, haciendo
suposiciones sobre por qué compraría un jarrón de 300.000 euros en una
subasta de Christie's y se lo daría a una niñera. De alguna manera, desearía
poder habérselo dado en privado, pero al mismo tiempo, quiero que todos
sepan lo que ella significa para la familia, lo que significa para mí.

Por supuesto, de forma estrictamente profesional.

—Se lo merece —digo simplemente, sin querer hacer un gran escándalo.

—Sé que sí —dice—. Solo digo que eso te costó una fortuna.

Me encojo de hombros.

—Tenemos el dinero. Tenía los medios para conseguirlo.

—Ese no es el punto.
—Entonces, ¿cuál es el punto? —La miro débilmente—. ¿Hmm?

—El punto es que… bueno, será mejor que te aferres a ella todo el tiempo
que puedas.

Su comentario no debería llenarme de pavor, pero lo hace.

De alguna manera, no puedo imaginarme no tener a Aurora cerca. Ahora


es parte de esta familia, más allá de ser la ayuda. Lo sepa o no, es el hilo
conductor que mantiene unido este palacio.

De otra manera, no puedo imaginar cómo voy a manejar el puto futuro.

La verdad es que, no puedo. Apenas he aguantado durante el mes pasado.

Ella ha comenzado a convertirse en una obsesión en toda regla, una que


no puedo deshacerme, una que no puedo ignorar, sin importar lo mucho que lo
intente.

Y lo intento. La evito cuando puedo, levanto mis paredes una y otra vez,
mantengo la distancia. Hago todo lo que puedo para mantenerla en su lugar
como la niñera que es. No se supone que sea nada más que eso, y ciertamente 190
no se supone que piense en ella más que eso.

Pero Aurora es una fuerza de la naturaleza. Es el sol, el aire fresco y la


aurora boreal. Es una diosa, de pies a cabeza con ojos juguetones y una sonrisa
que te derribará en cualquier momento. Llegó a nuestras vidas como los
primeros rayos de la mañana y nadie puede cerrarla ni apagarla.

Incluso cuando hago todo lo posible por ignorarla, tiene esta forma de
llevarme de regreso a su órbita, envuelto en su propio ser.

Siempre pensé que era más fuerte que la mayoría de las personas porque
había perdido tanto. Pensé que mi crianza, habiendo sido preparado para el
trono, me habría vuelto duro e impenetrable. Y lo hizo. Me enorgullecía de ser
el tipo de hombre al que nada alcanzaría. Incluso cuando Helena logró penetrar
mis defensas, me apresuré a volver a levantarlas. Más fuertes. Mejor.

Pero la verdad es que Aurora, esta diosa viviendo en mi hogar, me está


debilitando y, por primera vez en toda mi vida, tengo algo que perder.

A ella.
No puedo perderla.

Y no puedo quedarme con ella.

No sé qué hacer.

—Aksel —dice Stella suavemente, poniendo su mano sobre la mía—.


Sabes que está bien que sigas adelante.

La miro bruscamente.

—¿Qué quieres decir?

Me mira con incredulidad por encima de su café.

—Vamos. Sabes bien qué quiero decir. Han pasado dos años desde
Helena y…

Sacudo la cabeza.

—No pienso hablar de esto contigo.

—Soy tu hermana.
191
—Sé que lo eres. Pero no hay nada que decir.

Frunce el ceño, y en ese momento se parece tanto a mi madre que siento


otra punzada de culpa por no haberla visto recientemente.

—Me cuesta creer eso. Mira, sé que lo que Helena y tú tuvieron a la vista
del público no era lo que tenían en privado.

Mi corazón da un vuelco. Nuestro matrimonio sin amor ha sido algo que


me esforcé por encubrir, sin importar el costo.

Eres tan bueno encubriendo cosas, me digo.

He estado en silencio durante unos segundos, de modo que finalmente


logro decir:

—¿Qué te hace decir eso?

—¿Crees que no sé cómo es un matrimonio sin amor? —pregunta—.


Vamos, Aksel. Mi divorcio acaba de finalizar. Sé que a Egil solo le interesaba mi
dinero y estatus, al igual que sé que a Helena solo le interesaba el tuyo. Quería
ese trono y lo consiguió.

Tengo problemas para tragar, mi corazón está envuelto en capas y capas


de culpa endurecida.

—Hizo mucho bien.

—Lo sé. Todo el mundo sabe. Aún puedes hacer mucho bien por el
mundo y, en general, ser una buena persona mientras haces todo tipo de cosas
incorrectas. Las personas no son en blanco y negro. Ni siquiera en grises. Somos
todos los colores, mezclados en un lío fangoso. Quizás Helena solo quería ser
reina para poder marcar la diferencia en el mundo con sus organizaciones
benéficas. Esa es una causa noble, pero no borra el hecho de que estaba
engañándote.

Siento como si me hubiesen dado un puñetazo en el estómago.

—¿Cómo lo supiste? —Mis palabras salen entrecortadas.

Sus ojos se vuelven suaves.


192
—Porque la vi a ella y a Nicklas una vez cuando pensaban que no me
encontraba allí. Si fueron así de descuidados a mi alrededor, serían así a tu
alrededor. No te lo habría dicho si no hubiera asumido que ya lo sabías.

Tiene razón. Fueron descuidados. Es como si Helena quisiera que lo


supiese, sabiendo muy bien que nunca me divorciaría de ella. La cosa es que,
tenía razón. No me habría divorciado de ella, eso no es el por qué los enfrenté
en Madeira. Solo quería que la farsa terminara. Necesitaba decir mi parte.

Y lo dije. Fue lo último que escuchó Helena.

—¿Por qué demonios mantuviste a Nicklas trabajando para ti? —susurra.

Estamos en el comedor. Todos los demás están fuera participando en una


pelea de bolas de nieve que orquestó Aurora.

—Es complicado —le digo.

—No fue tu culpa que Helena muriera.

Le doy una sonrisa irónica.


—Por mucho que me encanta cuando me visitas, no me gusta hablar de la
muerte con mi café matutino.

—Bien. —Suspira, molesta por lo obtuso que estoy siendo—. Exclúyeme.


Estoy acostumbrada a eso. Pero no hagas lo mismo con ella.

—¿Ella?

—Aurora.

—¿Mi niñera?

—Sí. La niñera para la que compraste una reliquia invaluable. Deja de


fingir que es solo tu niñera. He visto la forma en que la miras. Nunca antes te he
visto mirar así a alguien.

Me levanto abruptamente, el roce de mi silla resonando en la habitación.

—Estás viendo cosas que no existen, Stella. Siempre lo has hecho, desde
que eras pequeña. Tu imaginación saca lo mejor de ti. Solo es una niñera. Fin de
la historia.

—No lo es —dice, observándome atentamente, presionando sus dedos en 193


la mesa—. Y si no enderezas tu mierda, vas a perderla de una forma u otra.

La idea de eso, escuchar esas palabras, es otro puñetazo en el estómago,


este más sutil, como el deslizamiento frío de un cuchillo afilado en la espalda.

—No hay nada allí —digo con brusquedad—. Tenemos una relación
profesional, eso es todo, y ambos sabemos que solo está aquí por un contrato
anual.

—Deberías decírselo —dice, y es como si ni siquiera me escuchase—.


Podría sentir lo mismo.

No dejo entrar sus palabras. No sabe de lo que está hablando.

Incluso si piensa que ve algo entre nosotros, ella de todas las personas
debería saber que nunca podré actuar en consecuencia. Helena era una santa,
amada en todo el mundo. Para mí, empezar a salir con la niñera de mis hijas
sería un escándalo que ni yo ni esta familia podríamos olvidar. Nunca podría
hacerles eso.
Nunca podría permitir que lo que siento por ella se convierta en algo.

Ni siquiera puedo decirle nada a Stella. Todas mis protestas caen en


oídos sordos. Me doy la vuelta y me dirijo a la cocina.

—Hermano, solo estoy cuidando de ti —la escucho llamar suavemente


detrás de mí—. Mereces ser feliz.

Pero debería saber lo mucho que eso no es cierto.

No puedo dejar de pensar en lo que dijo Stella. Específicamente, el


“podría sentir lo mismo”.

Pero ciertamente no puedo seguir su consejo y simplemente decírselo a


Aurora.

En primer lugar, ni siquiera estoy seguro de lo que diría porque no sé lo 194


que siento, solo que lo siento. En segundo lugar, soy su jefe. Aurora confía en
mí. Cuando la contraté en un principio, hablé con su contacto en la agencia de
colocación en París y le pregunté por qué Aurora había dejado sus trabajos
anteriores. Aparentemente en el último trabajo, el padre fue un absoluto
bastardo. Sórdido, inapropiado, manipulador.

Lo último que querría es que Aurora piense eso de mí, y si hago lo que
sugiere Stella, eso es exactamente lo que va a pensar.

No, no puedo romper la confianza de Aurora. No puedo actuar según


cualquier impulso que tenga, por muy febriles que sean. Nunca la pondría en
una posición en la que podría ceder ante mí por obligación.

Pero el solo pensamiento me pone duro. La idea de ella rindiéndose ante


mí.

Que finalmente pueda hacer todas las obscenas cosas salvajes que he
estado soñando con hacerle.
Que finalmente pueda dar rienda suelta a todo lo que me he esforzado
tanto en enterrar.

Luego está el hecho de que ella en realidad nunca haría nada fuera de su
deber.

No “cedería” ante mí. Si no me deseara, sería la primera en vocalizarlo sin


miedo. Esa mujer tiene un coraje de acero.

—Señor —llama Nicklas desde la puerta de mi oficina.

Levanto la vista de mi papeleo, el papeleo interminable de ser un rey. En


realidad, no tenía ni idea cuando era más joven de que esto constituiría la
mayor parte de mis días. La realidad de una monarquía a veces puede resultar
tediosa.

—Llamé al hospital por usted —dice—. Dijeron que, si quería visitarla,


está teniendo un buen día.

El otro día, cuando estaba hablando con Stella, recordé que no había visto
a mi madre en un tiempo. Quería ir mientras Stella aún estaba aquí de
vacaciones, de modo que pudiéramos ir juntos, pero Anya y ella ya regresaron a 195
Inglaterra.

—Gracias, Nicklas —le digo. Al menos hace las llamadas difíciles por mí,
pero no es como si pudiera ir en mi lugar. No es que quiera que alguien como él
se ocupe de mi madre.

Asiente, sin emoción como siempre, y lo llamo antes de irse.

—¿Sabes dónde está Aurora?

—Creo que está con las niñas en el patio trasero. Jugando en la nieve y
ese tipo de cosas. —Dice cosas como si fuese algo de mal gusto.

—¿Y Maja está aquí?

—También está con ellas. —Pobre Maja. Una de las razones por las que
incluso conseguimos una niñera era para que no tuviera que estar con ellas
todo el tiempo, pero Aurora y ella se llevan tan bien que, es como si fuese una
niñera honoraria, así como las niñas llaman a Aurora una diosa honoraria.
Para mí, por supuesto, es una diosa en toda regla.

Me levanto de la silla y rodeo el escritorio.

—Gracias. Asegúrate de que haya un auto que nos lleve en media hora.
Encuentra a Johan.

—Un auto para Maja y para usted —dice, siguiéndome mientras avanzo
hacia el pasillo.

—Para Aurora y para mí.

—¿Ella? ¿Por qué?

El tono de su voz me hace detenerme en seco. Es casi acusatorio.

—Maja estuvo con su hermana el otro día —le explico cuidadosamente a


medida que lo observo. Y es verdad. Aunque no veo a mi madre con tanta
frecuencia, Maja la visita una vez a la semana.

Me lanza una mirada extraña.

—Es bastante extraño llevar a la niñera con usted, ¿no cree? ¿También 196
llevará a las niñas?

—En realidad, no es asunto tuyo lo que haga, ¿verdad? —digo, incapaz de


ocultar la burla en mi voz.

—En cierto modo lo es, señor —dice—. Es mi trabajo. Es por eso que
trabajo para usted. ¿No?

Ambos sabemos bien por qué está trabajando aquí. Es porque no tengo
otra opción.

—Aurora tiene un trato con la gente —le digo, y eso es todo lo que diré—
. Maja puede cuidar a las niñas. —Empiezo a caminar por el pasillo una vez más.

—Vi lo que le dio para Navidad —dice.

Me detengo, nuevamente. Me giro despacio para mirarlo.

—¿Disculpa?
—El jarrón que vale más de un cuarto de millón de euros —dice—. Me
estaba preguntando por qué no me pidió que lo consiga por usted.

Porque no quería que ni siquiera toque nada que Aurora podría tener en
su poder.

—¿Cómo lo viste? —Camino lentamente hacia él. Nicklas estaba fuera en


Navidad y, a la mañana siguiente, Aurora lo había guardado de forma segura en
su habitación.

—Estaba en su habitación —responde simplemente.

Mi respiración se detiene.

—¿Y por qué estabas en su habitación?

Sonríe.

—Solo estaba.

Exploto. En un instante estoy en su garganta, empujándolo contra la


pared, lo suficientemente fuerte como para sacudir las pinturas.
197
—¿Por qué carajo estabas en su habitación?

Gruño, mi antebrazo presionado contra su tráquea.

No reacciona, incluso cuando le estoy cortando el aire. De hecho, creo


que podría gustarle. Como el hecho de que estoy perdiendo los estribos por ella.

Y solo así, me doy cuenta que me he delatado. Me engañó para que


reaccione y, por un momento, todo lo que intenté con todas mis fuerzas
refrenar se liberó.

Doy un paso hacia atrás inmediatamente y me alejo de él, y cae al suelo,


se inclina, sosteniendo su garganta.

—Sabes que esa es su habitación y es privada —le grito—. No tienes


derecho a estar allí, así como ella no tiene derecho a hacerte lo mismo. —
Maldita sea. ¿Por qué estaba ahí? La única vez que entré allí y Aurora lo supo, se
sintió herida y disgustada por la invasión a su privacidad. Ahora estoy
disgustado por ella, especialmente porque sé la clase de serpiente que es
Nicklas.
—Lección aprendida —dice, tosiendo a medida que se endereza—.
Simplemente la estaba buscando, eso es todo. Su puerta estaba abierta. Lo vi. —
Sus ojos se entrecierran pensativamente—. Creo que puede haber reaccionado
exageradamente.

No digo nada ante eso. No hay nada más que decir. Se necesita todo lo
que tengo para no escupirle en la cara. Algunos días puedo seguir fingiendo que
Nicklas es otra persona. Otros días es un recordatorio duro de lo que pasó.

Es una tortura, es lo que es.

Y no estaría aquí si no creyera que lo merezco.

La ironía es que, si él no estuviera aquí, bueno, las cosas serían mucho


peor.

No puedo despedirlo, y él lo sabe.

—Mantente alejado de ella —gruño, alejándome—. Mantente alejado de


todo mi personal.

Bajo las escaleras, dejándolo en el piso superior. Mi cabeza está latiendo 198
con rabia, mi corazón corriendo con golpes fuertes contra mi pecho. Ahora
estoy de muy mal humor, lo cual probablemente no sea lo mejor al momento de
visitar a mi madre enferma, pero tampoco puedo quedarme aquí.

Me pongo mi abrigo de invierno y me dirijo al patio trasero donde las


niñas están haciendo muñecos de nieve con Maja y Aurora. Incluso hay un
cerdito de nieve, cosa que normalmente conmovería mi corazón, pero ahora no
hay nada más que fragmentos de vidrio dentro de él.

—¡Hej papa! —dice Clara, saludándome junto al cerdo de nieve—. ¡Ven a


ver nuestro Sner Sner!

Asiento.

—Muy bonito.

—También se podría decir, muy helado —habla Freja, orgullosa de sí por


ese juego de palabras.
Echo un vistazo a Aurora, su nariz y mejillas sonrojadas por el frío,
contrastando con su piel pálida. Parece una diosa de la nieve.

—Aurora, ven conmigo. —Miro a Maja—. ¿Puedes cuidar a las niñas


durante unas horas?

—Por supuesto —responde Maja, mirándome con extrañeza.

Aurora mira a Maja con sorpresa, quien simplemente se encoge de


hombros y asiente señalando que me siga.

Nos dirigimos hacia la puerta lateral que da acceso a la zona de


estacionamiento.

—¿Qué está pasando? —pregunta, siguiéndome a través de la puerta.

—Saldremos de aquí.

—¿A dónde?

—Aún no lo sé. Ya veremos. —Saludo a Johan, quien nos acerca el auto.

—¿Necesito algo? —Mira hacia su abrigo acolchado—. No tengo mi 199


teléfono, ni mi bolso.

—Me tienes a mí, no necesitas nada más.

Le indico a Johan que se quede en el auto, luego le abro la puerta trasera,


indicándole que entre.

Puedo decir que está confundida por todo esto, pero honestamente, yo
también.

—¿A dónde, señor? —pregunta Johan.

—No lo sé. Solo conduce a alguna parte. Fuera de la ciudad.

Johan asiente, frunciéndome el ceño en el espejo retrovisor.

—¿Debería conseguir un guardia para usted?

Niego con la cabeza.

—No iremos donde haya gente. Solo conduce.


Me recuesto en mi asiento y no dejo escapar un suspiro de alivio hasta
que salimos del palacio.

Mientras tanto, Aurora está observándome, preocupada.

—¿Qué acaba de suceder?

—No lo sé —digo en voz baja—. No hagas más preguntas.

—Así que está siendo misterioso y grosero —dice secamente—. Clásico


Aksel.

Le echo un vistazo. Está mirando por la ventana viendo pasar las calles
cubiertas de nieve. Es el día después del Año Nuevo y todos están de vuelta en
el trabajo. Las calles están abarrotadas. Debería haber algo reconfortante en
eso, pero todo lo que hace es aumentar mi estrés, sabiendo que todas estas
personas me ven como su rey. Nadie debería verme como nada.

Y, sin embargo, eso es lo que quiero, lo que necesito, de ella.

Que vea todo de mí.

Johan ya ha visto mis estados de ánimo antes, cuando he tenido 200


suficiente y estallo, así que no es de extrañar que termine llevándonos a
Marielyst, una amplia extensión de playa a una hora y media al sur de la ciudad.

—¿Ya llegamos? —Aurora bosteza—. ¿Dónde sea que estemos?

Estuvo dormida la mayor parte del viaje, y no me atreví a despertarla. En


un momento, su cabeza cayó sobre mi hombro y pude respirar profundamente,
el aroma dulce de su champú.

—Espero que esto esté bien —dice Johan a medida que se gira en su
asiento para mirarnos—. Es Marielyst. Es una playa. Muy popular en verano.
Ahora desierta.

—Probablemente porque hace menos de un millón de grados y está


nevando —dice Aurora, mirando por la ventana hacia los copos ligeros cayendo
de un cielo gris. Me echa un vistazo—. No soy de las que hacen preguntas. —
Arqueo mi ceja ante eso—. Pero ¿por qué estamos aquí?

—Vamos, te lo mostraré —le digo.


Salgo del auto y tomo su mano, ayudándola a salir junto a mí. Hay una
brisa helada, pero no es tan fría como pensé. Quizás un poco por debajo de cero.
Más que eso, es fresca. Es liberadora.

Quiero seguir sosteniendo su mano, pero la suelta para empezar a


ponerse sus guantes. Así que, en cambio, solo asiento más allá del
estacionamiento vacío y hacia el mar.

—Está justo allí.

La playa es blanca y hermosa en su desolación helada. En verano, como a


veces dice Aurora, está hasta la coronilla, pero ahora está vacío. Solo somos
nosotros y las olas de color gris oscuro que golpean la orilla. La nieve cubre la
playa en algunos lugares, mezclándose con la arena blanca a medida que
parches de hierba sobresalen en las dunas. Sobre nosotros, las gaviotas
revolotean y se zambullen entre los copos cayendo.

—Hace frío —comenta, frotándose los brazos.

—¿Quieres mi abrigo? —pregunto, listo para quitármelo.

Sus cejas se elevan al cielo. 201


—No. Quédeselo.

—No te gustan los caballeros ¿verdad?

—Phhffft. No me gusta cuando un maldito rey contrae hipotermia porque


tengo sangre australiana. Todo está frío. —Su expresión se vuelve tímida—.
Además, ya una vez estuvo a punto de contraer hipotermia por mi culpa. Creo
que es suficiente. —Se aclara la garganta y patea un trozo de nieve con su
bota—. ¿Por qué estamos aquí?

Me encojo de hombros y meto las manos en los bolsillos de mi abrigo,


balanceándome sobre mis talones.

—Porque en el invierno, puedo venir aquí con mis pensamientos, mis


quejas y lidiar con eso en privado. Tienes razón sobre ese palacio. Incluso
cuando estás solo, es como si no lo estuvieras. —Cierro mis ojos y respiro
profundo por la nariz, el olor a sal, mar y nieve como un tónico para mi alma—.
Aquí, puedo despejar mi cabeza. Me siento libre.
Abro los ojos y la miro. Está observando a lo lejos sobre la tenue forma
de la tierra más allá del mar.

—¿Qué es eso?

—Alemania —respondo, y luego señalo nuestro extremo izquierdo—. Y


en un día despejado puedes ver a Suecia en esa dirección. —Me humedezco mis
labios, saboreando la sal—. Estuviste dormida en el auto durante casi todo el
trayecto.

Sonríe con timidez.

—Lo siento. —Me hace un gesto rápido—. Desperté y mi cabeza estaba


en su hombro. Espero no haber babeado.

Sonrío.

—No me importó.

—¿Babeé? —Ahora se ve levemente horrorizada.

Me rio.
202
—No. Pero no me importó tener tu cabeza en mi hombro.

Nuestros ojos colisionan y la tensión y el calor que siempre intento


ignorar cruje entre nosotros.

Va a ser mi ruina, estoy seguro.

Y por una vez, puede que no me importe.

—De todos modos —añado rápidamente—, me hizo darme cuenta que


no has tenido tiempo libre desde que empezaste a trabajar aquí. Ni siquiera
para Navidad.

Se encoge de hombros, alzando sus manos.

—¿A dónde iría? No tengo familia.

—Podrías ir a cualquier parte. Algún lugar cálido y soleado. No me


importa pagar por ello.

—¿Está intentando deshacerse de mí?


—Nunca.

—Sí, claro. Volveré y no tendré trabajo.

—Has estado trabajando duro, Aurora. Necesitas un descanso. Creo que


sería bueno para ti.

Y tal vez parezca que estoy intentando deshacerme de ella. No quiero que
se vaya, aunque sé que a Maja no le importaría cuidar a las niñas. Solo quiero
ser un jefe bueno, porque al final, eso es todo lo que podría ser para ella.

No, esa voz omnipresente aparece en mi cabeza. Eso no es todo lo que


puedes ser.

Juro que se ve un poco herida pero asiente.

—Está bien. Lo pensaré.

Echa un vistazo alrededor, a la playa.

—Por más bonito que sea aquí, tengo escalofríos. ¿Le importa si
volvemos al auto?
203
—Para nada.

Regresamos al auto, y con Johan teniendo la calefacción a tope, se siente


delicioso.

—Hagamos una parada más de camino a casa —le digo a Johan mientras
regresamos a la autopista—. Veamos a mi madre.

—¿Su madre? —pregunta Aurora—. ¿La reina?

—La reina viuda —la corrijo—. Y sí. No la he visto en mucho tiempo y…


esto es difícil de admitir para mí, pero no quiero ir solo.

—Oh —murmura en voz baja—. Lo entiendo, totalmente. Estaré feliz de


ir con usted. Algo de apoyo moral, ¿verdad?

Algo así.

Pero cuando llegamos para verla, las enfermeras casi no me dejan entrar.
Las horas de visita terminaron y está profundamente dormida. Por supuesto
que me dejan entrar porque soy el rey, pero aun así nos dicen que no
deberíamos quedarnos mucho tiempo.

—¿Qué le pasó? —pregunta Aurora en voz baja. Estamos uno al lado del
otro al final de su cama. Mi madre tiene su propia sala privada en un hospital
para ancianos, pero la mayoría de las veces no sabe dónde está ni quién es.

A pesar de la forma en que está decorado con alfombras y edredones de


lana y flores frescas que Maja trae una vez a la semana, es un lugar triste y
enfermizo que solo me recuerda mi culpa, que no estoy aquí cuando debería
estar.

—Tuvo un derrame cerebral poco después de la muerte de mi padre —le


digo—. No ha sido la misma desde entonces. Tiene demencia, bastante grave,
pero eso no llegó hasta más tarde.

—Debe haber amado mucho a su padre —comenta con nostalgia—. Un


derrame cerebral provocado por el dolor y la pérdida.

La miro. Los ojos de Aurora lucen amables y hermosos, y están llenos de


nociones románticas sobre el amor. No quiero descartar nada de eso, aunque sé
que mis padres no se amaban.
204
—No creo que supiera cómo ser una reina sin un rey —explico.

—Eso me suena a amor.

Dejé escapar una bocanada de aire seco, observándola con asombro.

—¿Cómo es que eres como eres?

Fija sus grandes ojos en mí y el resto del aire sale de mis pulmones. Estoy
sin aliento.

—¿De qué manera soy?

—Eres buena —respondo, y las palabras salen ásperas y bajas. Es


inquebrantablemente buena. Y hermosa. Y sexy, magnética, encantadora y
excepcional. Tan excepcional.

Hace una mueca y luego niega con la cabeza.


—No. No soy buena. Soy solo yo. Solo intento ser una mejor persona cada
día, mejor que la persona que era ayer.

—Aurora, tu infancia fue horrible. El hecho de que estés intentando ser


mejor dice mucho. Mírame. Mis padres fueron fríos. Duros. No me amaban, y si
lo hacían, no actuaban como tal. Nunca. Y lo he tomado y lo he usado como una
corona, la misma corona que me dieron para usar. He dejado que esa
experiencia me moldee, cada rincón oscuro y desolado que tengo. Apenas veo a
mi propia madre aquí, no porque no recuerde quién soy, sino por la remota
posibilidad de que lo haga.

Se me escapa la elocuencia. Debí haberme callado hace mucho rato atrás,


pero las palabras solo siguieron llegando y llegando, y ahora he dicho
demasiado. No creo que incluso me haya admitido nada de eso.

Creo que Aurora también lo sabe, porque su frente está arrugada a


medida que me mira fijamente, sin palabras.

—¿Por qué me dijo todo eso? —susurra después de un segundo.

Agarro su mano y la aprieto, y siento como si estuviese sosteniendo el


universo.
205
—Porque confío en ti más que en nadie.

Porque necesito saber quién soy para ti.

Porque necesito saber cómo te sientes.

Pero al final, soy un cobarde. Y aunque siento que he dicho demasiado,


no diré ni una palabra más. Siento que me han desollado para que ella vea, esas
partes tan oscuras y desoladas que mencioné a plena vista. Pero dar ese paso
adicional es una línea que no me atrevo a cruzar. Aún no. Ahora no.

Quizás nunca.

En su lugar, me torturaré lentamente.

Empiezo soltando su mano y dirigiéndome hacia la puerta.

—Ven. Regresemos a casa.

Vacila detrás de mí, como si tuviera más que decir.


Después, solo me sigue.

206
14
Aurora

Febrero

—A
lors, cuéntame qué tal fue el viaje —dice
Amelie por teléfono.

Es una de esas personas que insisten


en hablar por teléfono en lugar de correos
electrónicos y mensajes de texto. Creo que es 207
porque le gusta leer a la gente y profundizar.

Me recuesto contra la cama y suspiro, subiendo las mantas hasta mi


barbilla para protegerme de la brisa fría de la noche. Resulta que febrero en
Copenhague es el mes más frío de todos.

—Bueno, habría estado bien si no hubiera ido sola a Las Palmas el día de
San Valentín —le digo—. Todo el hotel estaba lleno de parejas. El sexo
resonando en todas partes. Fue horrible.

—Ah, por supuesto. Pero probablemente fue bueno tener tiempo libre,
¿no? Trabajas muy duro. Además, el clima tenía que ser más cálido que en
Dinamarca.

—Hizo buen tiempo y pude leer un par de libros —admito.

Pero la verdad es que, ni siquiera quería ir. Necesitaba un descanso, de


modo que cuando Aksel sugirió que vaya a algún lado, no discutí demasiado con
él, aunque estaba herida de que incluso lo sugiriera. Sé que no debería haberme
lastimado, pero lo hizo. Ya no puedo evitar cómo me siento, así como no puedo
evitar que mi propio corazón lata.

Estuve sola. Toda la semana que estuve fuera, no estaba descansando,


solo estuve sola. Extrañé a las niñas como si fueran mías. Extrañé la disposición
estoica de Maja. Extrañé los paseos de Henrik y el café de Karla. Incluso extrañé
caminar por la nieve y deslizarme sobre mi trasero a medida que navegaba por
las calles de Copenhague.

Sobre todo, extrañé a Aksel. Lo extrañé con más fuerza y energía que
nunca antes hubiera sentido. Era como una sensación de vacío en mí centro. Me
dolía por él, cada segundo del día, como si estuviera cuidando una herida que
simplemente no sanaría.

Honestamente, me enojé mucho conmigo misma. Por dejarme llevar, por


dejar que mis sentimientos crezcan y crezcan, sin nada sólido sobre lo que
pararse. Ahora están en marcha y no tengo más remedio que seguir el viaje.

Estoy loca. Es una locura. Soy la niñera, él es el Rey, y aunque me repito


esto una y otra vez como si fuese un disco rayado, no hace nada por detenerlo.
Arrojo palabras y lógica a mi corazón, y solo las desvía cada vez. 208
Lo amo y me está matando no poder tenerlo.

Me está matando que me haya enviado lejos, incluso si fue por la bondad
de su corazón.

Me está matando que juro que él también me quiere, pero ninguno de los
dos es lo suficientemente valiente como para actuar en consecuencia.

Porque eso es lo que haría falta. El amor requiere valentía y no tengo


ningún plan de respaldo, no tengo forma de protegerme de los golpes. Si algo
pasara entre nosotros, sería suya de inmediato y no habría vuelta atrás. Si
terminaba mal, me quedaría sin trabajo y entonces en realidad sabría lo que es
tener una familia y perderla.

Simplemente no hay un felices para siempre en esta situación. Soy la


ayuda. No soy nada. Es un rey apuesto que estuvo casado con una reina
hermosa a quien todo el mundo amaba. Tuvieron dos hijas increíbles juntos,
hijas a las que ayudo a cuidar… como niñera.
No hay forma en el mundo de que nada de esto funcione, incluso si se
sintiera de la misma manera, incluso si las estrellas se alinearan.

Está jodidamente condenado al fracaso.

—Aurora —dice Amelie—. ¿Estás bien?

Exhalo ruidosamente por la nariz, deseando que el agudo dolor


penetrante en mi pecho se disipe, pero no lo ha hecho desde que regresé.

—Estoy… bien.

—Pero no lo estás. Mira, por eso llamo. Porque, lo sé. Alors, dime qué
pasa. Ha vuelto a ser el Rey Idiota, ¿oui?

—No, no, en absoluto —admito. Porque Aksel ha sido todo menos eso. Se
ha convertido en mi amigo, pero también se ha convertido en algo más que un
amigo. Sé que me ve como algo más, pero no sé si alguna vez evolucionará, si
alguna vez lo permitirá.

Demonios, tal vez todo lo que estoy captando es el hecho de que quiere
follarme. A estas alturas, sé eso. Lo veo mirándome, siento sus ojos en mis 209
labios, mis senos, mis piernas. Sé que hay algo caliente y crudo en su mirada, sin
importar lo mucho que intente volver a ponerse la máscara. Sé que lo veo
crecer cada día, la forma en que me toca, cada vez más, como si no pudiese
evitarlo.

—Entonces las niñas, ¿son buenas contigo? ¿Y la mujer, Maja? —continúa


Amelie y la escucho fumando su cigarrillo.

—Todo está bien. En serio. Solo estoy… sola. Ese viaje fue como una
bofetada en la cara.

—Aw. Ahora entiendo. Necesitas un novio.

—Al menos necesito echar un polvo.

—Entonces, sal y busca a alguien.

Dejo escapar una risa seca.

—No puedo salir simplemente. Y no es como si tuviese un montón de


hombres daneses sexis apilados como leña, para usar cuando sea necesario.
—Escucha —dice a través de una bocanada de humo—. Iré a verte. Para
finales de marzo. Dile a tu apuesto jefe. Vamos a conseguirte un buen sexo.

—No creo que deba decirle eso a mí apuesto jefe.

—Dile que iré de visita, ¿d’accord?

—Ya veremos. Será mejor que me vaya a la cama —le digo. Estoy medio
dormida.

Viajar todo el día de ayer me agotó por completo.

—Bien. Pero será mejor que me llames pronto. —Cuelga.

Arrojo mi teléfono sobre la cama y me acurruco de lado. Es curioso cómo


la angustia y el anhelo hacen que tu cuerpo se ponga en posición fetal, como si
te doliese y estuvieras intentando superarlo.

Y, sin embargo, es lo que es.

Lo quiero.

No puedo tenerlo. 210


Me duele.

Y no sé cómo lo superaré.

Al menos las niñas están felices de que haya vuelto de mi viaje. Se han
aferrado a mí todo el día, temiendo perderme de vista. Incluso Maja está
contenta, aunque probablemente más aliviada que cualquier otra cosa. Se ve un
poco agotada y no la culpo.

Aksel ha vuelto a su modo predeterminado, que es ser distante. Fue


cálido y acogedor cuando me vio ayer en un principio, pero aún tenía esa
cautela, como si tuviera que vigilar cómo actuaba y lo que decía. Luego
desapareció y aún no lo he visto.
Quizás la semana fuera hizo más daño que bien.

O tal vez se dio cuenta que nos hemos acercado demasiado para nuestra
comodidad y necesita abrir una brecha entre nosotros.

Si eso es cierto, probablemente sea mejor así. Pero eso no hace que duela
menos.

—Aquí tienes —dice Karla a medida que entra arrastrando los pies en la
habitación, entregándome una copa de vino.

Estoy sentada en una silla frente al fuego rugiente. Es justo después de


cenar y Aksel salió a cenar a algún lugar esta noche, así que decidí tomarme
unos momentos para descansar y ordenar mis pensamientos, incluso si mis
pensamientos son del tipo melancólico y deprimente.

—¿Por qué es esto? —pregunto.

Me da una sonrisa amable.

—Pareces un poco triste —responde—. Esto ayudará.

—Gracias —le digo, agradecida de que se haya dado cuenta, aunque un 211
poco avergonzada—. ¿Sabes cuándo volverá Aksel de su cena?

—Regresó hace unos veinte minutos —responde antes de volver a la


cocina.

Por alguna razón pensé que si regresaba vendría inmediatamente aquí,


para tomar su brandy junto al fuego. Después de todo, estoy en su silla habitual.

Quizás te vio y decidió evitarte, pienso.

Maldición, probablemente tengo razón.

Suspiro profundamente y tomo un gran trago de vino, con la esperanza


de que cure un poco mi tristeza, aunque en este punto creo que solo una cosa va
a curarme.

Casi termino con la copa cuando la cabeza de Maja se asoma en la puerta.

—Voy a llevar a las niñas a ver al cerdo. Quieren darle las buenas noches
—dice.
Nunca llama a Snarf Snarf por su nombre, siempre es “el cerdo”.

—Oh, y Aksel quiere hablar contigo. Está en su oficina.

—Está bien —le digo, mi voz vacilando mientras se aleja por el pasillo
con las niñas. Termino el resto del vino de un trago y respiro hondo. ¿Por qué
tengo el presentimiento de que esto no va a ser bueno? Ese es el problema con
la distancia, con la partida. ¿Y si todo lo que había evolucionado nuestra
relación ha terminado arrasado?

Me levanto y subo las escaleras lentamente hasta el segundo piso. Es


silencioso, vacío y frío.

He estado en la oficina de Aksel varias veces por una razón u otra, así que
no hay nada fuera de lo común en esto. Es todo lo demás lo que me pone
nerviosa.

Llamo a su puerta, mi mano temblando ligeramente.

Está bien. Solo es Aksel. Nada de qué preocuparse. Probablemente quiere


un repaso de la mañana o algo así.
212
—Adelante —dice. Aunque la puerta lo ahoga, suena bastante brusco.

El Jodido Señor Taciturno. ¿No puede ser consistente por una vez?

Abro la puerta y entro.

Está en su escritorio, mirando algunos papeles y aún con el elegante traje


negro con el que lo vi salir para cenar, con los botones superiores de su
impecable camisa blanca desabrochados. Aunque soy la que regresó de una
semana bajo el sol y aún estoy pálida, su piel de alguna manera permanece de
este tono bronceado eterno.

—Cierra la puerta, por favor —dice, sin levantar la vista.

Trago pesado.

Cierro la puerta en silencio y me paro frente a su escritorio,


mordiéndome el labio. Hay una energía extraña en el aire. Me recuerda a los
días en el desierto cuando las tormentas llegaban después de meses sin lluvia.
El aire era eléctrico, cargado y prometedor de cambios.
Pero ¿qué tipo de cambios?

Trago con dificultad, esperando a que diga algo. Veo el regalo de Navidad
que le di colgado en la pared y decido comentarlo.

—Me alegra que le haya encontrado un hogar.

—¿Hmm? —pregunta, mirándome finalmente. Esa misma electricidad en


el aire se arremolina en sus ojos.

Hago un gesto débil hacia la foto.

—Su regalo.

Lo mira por encima del hombro pero no sonríe. Es como si no fuese la


misma persona que lo abrió en Nochebuena y se rio de buena gana, esa
hermosa rara sonrisa dividiendo su rostro con alegría.

Ojalá pudiéramos volver a esa noche.

Me llamó diosa.

Tal vez fue el alcohol el que habló, pero aun así lo dijo y mi ego nunca me 213
dejará olvidarlo.

—Escucha —dice, sus ojos volviendo a los míos—. Necesito hablar


contigo.

Oh, Dios. Está bien, Aurora, cálmate. No puede romper contigo. ¡No están
saliendo!

—Está bien. ¿Qué pasa? —Intento mantener mi voz ligera, una sonrisa
plasmada en mi rostro.

Sus ojos recorren mis rasgos, como si estuviese buscando algo.

Alguna verdad. Algo dentro de mí que aún no he encontrado.

—¿Dirías que has disfrutado trabajando para mí?

Oh, Dios mío.

—¿Trabajando para usted?


—Sí —contesta, con un borde en su voz—. ¿Has disfrutado de tu trabajo
como niñera de esta casa?

¿Qué está pasando? ¿Por qué me habla tan formalmente?

—Por supuesto que sí —respondo con incredulidad—. ¿Por qué diablos


pregunta?

Se pasa la lengua por sus dientes pensativamente.

—¿Dónde esperas estar cuando termine tu año?

Oh, no. ¿En serio ya estamos hablando de esto? Mi corazón comienza a


acelerarse y la luz de la habitación parece demasiado brusca, vertiginosa.

—Yo… no lo sé. Esperaba quedarme aquí.

—¿Quieres una extensión de tu contrato? —pregunta con tanta


naturalidad como si no le importara de ninguna manera y, maldita sea, esto
realmente duele.

—Si pudiera.
214
—¿No crees que podrías encajar mejor en otro lugar? Después de todo,
ese es tu estilo. Te quedas uno o dos años como máximo, cuando los niños
tienen cierta edad y, a medida que crecen, te vas.

Empiezo a toser, mis palabras quedándose literalmente atrapadas en mi


garganta.

—¿Qué? No. No, estuve con la última familia durante dos años.

—Los niños eran más pequeños.

—¿Y? —Camino hacia él y me apoyo contra el escritorio para mirarlo


plenamente a los ojos—. ¿Qué está pasando? ¿Vamos a extender mi contrato
ahora mismo? Es febrero.

—Es mejor hacer planes con anticipación, ¿no? —dice, y coincide con mi
mirada. Esa misma energía se está agitando en esos ojos azules glaciales y por
mi vida no puedo entender lo que está pensando, lo que está haciendo. Suena
como… suena como si estuviese intentando suavizar un golpe. Darme una
salida fácil.
Mi respiración comienza a hacerse más entrecortada, más superficial.
Estoy intentando no entrar en modo de pánico, pero no está funcionando.

Mierda. No está intentando despedirme, ¿verdad?

—¿Qué está haciendo? ¿Está intentando deshacerse de mí? —Sacudo la


cabeza, sintiendo la ira, la tristeza y un dolor horrible, terrible apoderándose de
mí—. Por eso me mandó lejos. Hizo otros planes.

Levanta una ceja hacia mí, su boca abierta, su mandíbula tensa. Se reclina
en su silla, continuando con su valoración tranquila.

—Oh, Dios mío —grito suavemente—. Estoy despedida, ¿no? Me está


dejando ir. Ha encontrado a alguien más.

Ladea la cabeza, mirándome con los ojos entrecerrados.

—¿Eso te molesta?

Mi boca se abre.

—¿Molestarme? ¿Qué demonios le pasa?


215
No dice nada ante eso, simplemente cierra la boca en una línea delgada, y
traga.

—Este es mi trabajo. No… no puedo creer que me esté haciendo esto. Que
me está despidiendo.

La habitación comienza a dar vueltas y me pongo de pie, poniendo la


cabeza entre mis manos. Esto no puede estar pasando. ¿Por qué me está
haciendo esto?

—Dame una razón por la que quieres quedarte —dice en voz baja.

Dejo caer mis manos y lo miro en estado de shock.

—¿Una razón? Le daré un millón de jodidas razones.

Se levanta de su silla y rodea su escritorio.

—Dime cuáles son. —Se recuesta contra el escritorio, su mirada atenta


aún evaluándome.
Parpadeo hacia él, mi corazón martillando tan fuerte en mis oídos que ni
siquiera puedo pensar. Dejo que las palabras se derramen en un río frenético.

—¿Razones? ¿Razones? Las niñas. Clara, Freja. No puedo dejarlas. No


quiero dejarlas. Son todo para mí.

—¿Eso es todo?

—¿Eso es todo? —repito—. Son sus hijas y soy su niñera. Eso debería ser
más que suficiente. Sabe, esta última semana odié estar lejos de ellas. Las
extrañé con todo lo que soy. Ni siquiera quería ir, solo pensé que estaba
intentando deshacerse de mí. —Las lágrimas se burlan de mis ojos y niego con
la cabeza, ahogada por la incredulidad—. Hum. Supongo que lo hacía.

Sus fosas nasales se dilatan y sus dedos se aprietan a lo largo de los


bordes del escritorio.

—¿Eso es todo?

¿Qué estoy escuchando?

—No entiendo. 216


—Dijiste razones. Solo nombraste una. —Frunce el ceño y se humedece
los labios—. ¿Qué hay de mí?

—¿Usted? —chillo suavemente.

—¿Soy una de tus razones para quedarte?

Me quedo sin palabras, lo cual es bueno porque no quiero decir nada


incorrecto. Respiro superficial, temblorosa.

—Le tengo un gran respeto, señor.

Su boca se contrae en una sonrisa amarga.

—Señor. Me acabas de llamar señor. No me has llamado así en mucho


tiempo. Espero que recuerdes tus modales en tu próximo trabajo.

Ay. Ay. Los golpes son más duros y más bajos de lo que creí posible. Esto
llena mis pulmones de dolor.

Me estoy ahogando con cada respiración.


Apenas puedo hablar.

—¿Por qué está haciendo esto? ¿Por qué intentaría deshacerse de mí


después de todo lo que he hecho por usted?

—¿Has hecho por mí? —pregunta rápidamente.

—Lo he hecho por usted. Lo he hecho por las niñas.

—Y lo has hecho todo porque quieres. ¿Por qué?

Estoy lista para arrancarme el puto cabello.

—¡Porque me importas! ¡Ellas me importan!

Las amo.

Te amo.

¿Eso es lo que quiere que diga?

¿Por qué?

¿Por qué? 217


—¿Y? —insiste, sus ojos llenos de fuego.

—Sé que le hago feliz, incluso si nunca lo admite. —Prácticamente


escupo las palabras, habiéndolas mantenido adentro durante demasiado
tiempo—. Y nunca he hecho feliz a nadie en toda mi vida. Así que, sí. Tal vez
agregue eso a una de mis varias razones, si tiene que saberlo.

—¿Cómo sabes que me haces feliz?

Oh, ¿en serio?

—¿Qué?

—Dime —dice, empujándose del escritorio y parándose justo frente a mí,


mirando hacia abajo desde su altura—. ¿Cómo sabes que me haces feliz? —Sus
palabras son más tranquilas ahora, ásperas y bajas, y hacen que mi estómago se
revuelva y me duela el corazón.

Infierno. ¿Qué tengo que perder en este momento?


—Porque —empiezo, y mi voz cae automáticamente para igualar la suya,
mis ojos se enfocan en su pecho, el trozo de piel en el cuello de su camisa. La
tormenta eléctrica en la habitación se ha movido entre nosotros,
intensificándose lentamente con cada respiración, cada latido. ¿Puede siquiera
sentirla?

—¿Porque, qué? —murmura, y su mano va a mi cuello, empujando mi


cabello detrás de mí hombro, y cada pulso y célula de mi cuerpo se congela por
la conmoción.

Parpadeo, absolutamente aterrorizada por el poder que tiene su toque


sobre mí. El hecho de que mis rodillas quieran ceder hasta que sea un charco en
el suelo.

Todo porque las yemas de sus dedos se arrastran suavemente a lo largo


de mi cuello, por mi cabello y por mi espalda.

—¿Porque, qué? —repite—. Mírame.

Obedezco. Levanto mis ojos de su camisa al profundo hueco de su cuello,


a su nuez de Adán, a esa mandíbula afilada, siempre tan tensa. Luego sus ojos.
Sus ojos diciéndome todo lo que siempre he querido escuchar.
218
—Me haces feliz —susurra, y mi corazón explota. Su voz es entrecortada,
sus dedos presionando mi cuello un poco más, calientes y ardientes como
estrellas disparándose por mi columna—. ¿Cómo te hago sentir?

Debería decírselo. Si me está despidiendo, entonces ya nada me une a él.


Puedo decir lo que quiero sin consecuencias.

Pero el amor requiere esa valentía que aún no tengo.

Sus dedos desaparecen en mi cabello, haciendo que mis ojos se cierren,


mi aliento escapa de mi boca.

Se inclina cerca, tan cerca, su pecho contra el mío, su frente descansando


contra mi frente, la punta de su nariz contra mi nariz. Tan íntimos como
amantes, tan íntimos como nunca lo hemos sido.

—¿Cómo te hago sentir? —pregunta de nuevo, entrecortado y lento, sus


palabras haciéndome sufrir—. Muéstrame.
Todo lo que siempre he querido está a pocos centímetros de mis labios.
Todo lo que he soñado, todo aquello contra lo que he luchado. Unos pocos
centímetros que cambiarían para siempre mi vida.

Esos centímetros entre su boca y la mía bien podría tener un millón de


kilómetros de largo.

Y tengo demasiado miedo de dar ese paso y cruzarlo.

Él tiene todas las cartas aquí, todo el poder.

No lo haré.

Le echo un vistazo a través de mis pestañas.

—Haz que te lo muestre —susurro, aferrando las solapas de su chaqueta,


atrayéndolo hacia mí. Su erección se presiona en mi cadera, haciéndome
apretar con deseo y necesidad por lo mucho que me desea y necesita.

—Puedo hacer eso —dice con brusquedad.

Su otra mano va a mi mejilla, agarrando mi cara, su caliente palma ancha


contra mi piel ya febril. 219
Sus labios cierran la brecha, chocando contra los míos.

Se necesita un momento para asimilarlo todo.

Nunca he deseado tanto algo solo para conseguirlo al final.

Apenas sé qué hacer con ello.

Pero eso desaparece un segundo después.

Sé exactamente qué hacer.

Sus labios son cálidos y suaves, su beso es duro.

Está impulsado por la lujuria y necesidad pura.

Por meses y meses de querer y no conseguirlo nunca.

Y ahora estoy dándolo todo.


Aprieto mis puños en su chaqueta a medida que mi cuerpo cede al suyo,
mi boca rindiéndose a la suya, su lengua rodando contra la mía a un febril ritmo
acelerado.

Gimo en su boca, el sabor a brandy en sus labios, el calor golpeándome y


disparándose entre mis muslos. Mis puños se aprietan mientras su agarre se
torna más fuerte, manteniéndome en mi lugar a medida que su beso me exige
más y más, y justo aquí mismo, en su oficina, le doy más y más.

Ambos hemos terminado de luchar.

Ambos finalmente nos estamos rindiendo el uno al otro.

Forma un ligero puño en mi cabello y tira de mis mechones, haciéndome


gemir. No puedo acercarlo más.

Con nuestros labios bloqueados y nuestras lenguas enredadas,


retrocedemos por su oficina hasta que mi espalda choca contra la pared y él se
presiona contra mí, su polla tan dura que prácticamente me retuerzo.

—Oh, Dios —grito con voz ronca, mi mano yendo a la parte posterior de
su cabeza, sintiendo su cabello sedoso a medida que su boca va hacia mi cuello, 220
mordiendo, lamiendo y chupando hasta que mis ojos se quedan en blanco.

¿En serio está sucediendo esto?

¿En serio es él, el hombre de mi corazón, el hombre con el que he soñado


día tras día?

¿En serio mi palma está acunando su cabeza, es su boca sarcástica


chupando mi piel entre sus dientes, en serio es su polla irradiando tanto calor
hacia mi cadera?

—Entonces, así es como te sientes —murmura en mi cuello, alejándose lo


suficiente para encontrar mis ojos, sus manos apartando el cabello de mi cara.
Mis manos recorren su espalda, saboreando los planos duros de sus músculos
mientras lo miro directo a los ojos, vidriosos, crudos y reales—. Porque así es
como me siento. —Respira con dificultad y yo también, y apuesto a que su
corazón late tan fuerte como el mío.
Intento formar palabras pero no puedo. Ya me siento despojada sin su
boca sobre la mía y mis manos aferran su chaqueta, tirando, deseando poder
arrancarla.

Arrancar todo de él.

La mirada en sus ojos cambia a una de asombro, y una sonrisa imprecisa


curva sus labios.

—Mírate —susurra con dureza, su mirada vagando por todo mi rostro,


desde mis ojos hasta mi nariz, mis sienes y mis labios.

—¿Yo? —susurro.

Sacude su cabeza levemente.

—Qué cosa tan excepcional y hermosa eres.

Estoy muriendo por dentro. Sus palabras. La forma en que me está


mirando, como si hubiese visto algo que nadie más creería nunca.

Estoy tan jodidamente acabada.


221
Abro la boca para hablar, pero solo un gemido escapa cuando su boca
envuelve la mía nuevamente, abrasadora, como si estuviera intentando
marcarme como suya.

Luego se aleja y me gira de modo que quedo de cara a la pared, mis


antebrazos sosteniéndome. Sus dedos se enroscan alrededor de mi blusa,
rasgándola hacia atrás mientras me aparta el cabello, lo suficientemente brusco
como para arrancar algunos mechones. El dolor es agudo, dulce, y hace que el
dolor dentro de mí crezca a pasos agigantados.

Escucho la tela de mi blusa rasgarse cuando tira del cuello hacia atrás y
luego su boca está en mi hombro desnudo, mordiendo mi piel.

Grito por el impacto, un revoltijo de sensaciones, apoyando mis manos


contra la pared para estabilizarnos. Una de sus manos se desliza hacia abajo
frente a mí, hundiéndose sobre mi vientre hasta que llega al dobladillo de mi
falda y sube por mis muslos.
Su otra mano va detrás de mí, hacia mi trasero. Lo siento bombear contra
mí, luego escucho la hebilla de su cinturón deshacerse, el sonido de sus
pantalones siendo desabrochados, el áspero ruido distintivo y emocionante
inundando la habitación.

Maldición, por Dios santo.

¿Va a follarme por detrás, aquí contra esta pared?

Antes de que pueda siquiera prepararme, un golpe en la puerta se


dispara entre nosotros como un disparo de escopeta, haciendo añicos el
momento.

Mierda.

—Maldita sea —susurra. Se detiene, respirando con dificultad, y grita con


voz ronca—. ¿Hvem er det?

—Det er mig. —Es la voz de Maja.

—¿Hvad vil du? —Apoya su frente contra mi espalda, intentando


estabilizar su respiración. 222
—Jeg vil gerne tale med dig —dice ella. Quiere hablar con él, pero no
parece que haya ningún problema.

—Oh, mierda, por Dios —maldice Aksel. Se endereza y mi espalda se


siente fría sin él allí. Me giro rápidamente hasta que me apoyo contra la pared.
Si no lo hiciera, me caería al suelo. Me tiemblan las rodillas.

Mi corazón está latiendo con fuerza, mi respiración es demasiado volátil


para contenerla. Lo miro con las cejas levantadas, no solo en una mirada de
“qué estábamos a punto de hacer” sino en “¿dónde carajo debería
esconderme?”

Asiente hacia mí, supongo que me quedaré donde estoy, presionada


contra la pared, y se abrocha los pantalones rápidamente antes de que pueda
vislumbrar algo. Se endereza la camisa y la chaqueta, aunque no estoy segura
de cómo va a ocultar el rubor en su rostro.

Toma una respiración profunda y camina hacia la puerta, abriéndola solo


un poco y asomándose hacia afuera.
—¿Ja?

No puedo ver a Maja, aunque si entrara en su oficina o mirara alrededor


de la puerta, me vería. Ella le dice que Clara le está pidiendo un cuento antes de
dormir.

Él asiente, diciéndole que estará allí. Luego deja la puerta abierta y se


acerca a mí.

Me mira con una sonrisa de disculpa.

—Lo siento. Tengo que ir a hacer esto —susurra. Hace un gesto hacia la
puerta—. Espera unos minutos y luego sal a escondidas. Me aseguraré que
nadie te vea.

A escondidas. Dios mío, la realidad de lo que acabábamos de hacer, de lo


que casi sucedió, me golpea como un mazo. Me quedo sin habla, sin aliento,
observándolo a medida que se dirige a la puerta.

—Espera —chillo.

Me mira expectante, con una mano en la puerta. 223


—¿Aún estoy despedida? —pregunto.

Otra sonrisa rápida.

—¿Despedida? —repite—. No. No estás despedida.

Y luego se va.

Lo escucho caminar por el pasillo.

Paso los siguientes minutos contando hacia atrás y tratando de calmar mi


corazón acelerado.

Cuando estoy segura de que ha pasado suficiente tiempo y mis rodillas ya


no tiemblan, compruebo que la costa esté despejada. Luego salgo corriendo de
su oficina y me dirijo a mi habitación, cerrando la puerta.

Voy inmediatamente a la pequeña botella de Underberg Schnaps


medicinal en mi habitación y la tomo de una vez, después me siento al borde de
la cama y trato de pensar.
¿Qué acabamos de hacer?

¿Qué significa todo esto?

¿Y qué carajo va a pasar ahora?

224
15
Aurora

A
la mañana siguiente suena la alarma y siento que podría dormir
para siempre. No ayuda que haga frío fuera de las mantas, mi
nariz está prácticamente congelada.

—¿Acaso no pueden permitirse la calefacción en esta maldita casa? —


refunfuño a nadie en particular antes de cerrar mis ojos y tratar de volver a
dormir. Por unos momentos, me arrullo al olvido hasta que recuerdo.

Aksel.
225
Anoche.

Todo.

Mis ojos se abren de golpe.

Santa mierda.

Eso en serio sucedió.

Quiero decir, en serio sucedió.

No fue un sueño.

Esos de hecho fueron sus labios contra los míos.

Ese fue su pene presionado contra mi cadera.

Esas fueron sus palabras ásperas, llamándome una cosa excepcional y


hermosa.
Una vez más, estoy sin aliento, mi corazón dando vueltas por los
recuerdos que aún siento en mi piel, impresos para siempre.

Ahora no puedo volver a dormirme. Incluso el frío no me molesta.

Salgo de la cama, agarro mi bata y me arrastro hacia el baño, mirándome


en el espejo, para ver si me veo diferente. Me siento diferente en todos los
sentidos, como si algo dentro de mí se hubiese desbloqueado, una cerradura
que estuve intentando abrir sin éxito durante mucho tiempo.

Mi piel luce pálida, aunque hay más pecas debido a mi semana en las Islas
Canarias, pero mis ojos parecen más brillantes y más oscuros al mismo tiempo,
mi cabello tiene nudos de cuando él lo empuñó, y mis labios están un poco
ásperos, rosados, magullados, el tipo de rosa que proviene de besar demasiado.

Paso las yemas de mis dedos sobre ellos, mirando mi reflejo con
asombro, una sonrisa extendiéndose lentamente por mi rostro.

Mi corazón estalla.

Sucedió.
226
Dejo que la sensación me invada, eléctrica, porque sé que pronto la
realidad asomará su fea cabeza. Me recordará que aunque Aksel me besó, nada
más ha cambiado en realidad.

Y ahora, todo ha cambiado.

Sin embargo, mi objetivo es mantener esa ligereza en mi corazón. Me


niego a dejar que mis pensamientos se vuelvan demasiado serios, me niego a
que algo disminuya.

¿Con qué frecuencia se sienten así las personas?

Quiero conservar el sentimiento cerca de mi pecho y nunca dejarlo ir.

Prácticamente salto por la habitación a medida que me preparo para el


día, incapaz de evitar reír, sonreír y sonrojarme por lo que pasó.

El sabor de sus labios.

La sensación de su espalda bajo mis manos.


La forma en que pasó de lo dulce y poético, a lo rudo y apasionado.

Eso probablemente me sorprendió más que nada, ver ese lado salvaje de
Aksel, un hombre que no podía imaginarme suelto antes.

Pero ahora lo sé y, sin embargo, sigo pensando que se estaba


conteniendo conmigo.

La idea de lo que podría haber hecho hace que el calor estalle entre mis
piernas, me duela por dentro. Ahora que sé lo que es tenerlo casi de esa
manera… no quiero nada menos. El moretón en mi hombro es un recordatorio
constante de que mi jefe en realidad me mordió, justo antes de que estuviera a
punto de follarme hasta dejarme sin cordura.

Sin embargo, sigo siendo la niñera con un trabajo que hacer, de modo
que hago todo lo posible para mantener a raya los pensamientos sucios y seguir
con el día. Llevo a Clara a la escuela con Freja viajando conmigo para dar un
paseo, luego juego con Freja y Snarf Snarf mientras le enseñamos al cerdo cómo
levantar una pezuña, después le leo algunas historias.

No veo a Aksel en absoluto porque está en algún lugar de negocios y no


quiero admitir que cada vez que pensé que lo escuché llegar a casa, mi pulso se
227
saltó algunos latidos, solo para decepcionarme cuando vi que no era él.

Pero a medida que avanzó el día, dejé de sentirme decepcionada.

A medida que avanzó el día y la oscuridad del invierno interminable se


sintió demasiado invasor y me agotó, mi mente comenzó a aferrarse a otras
cosas.

Cosas negativas.

Es mi naturaleza intentar sacar esa mierda de mi cabeza.

Pero algo estaba empezando a molestarme.

Creció lentamente, poco a poco.

El hecho de que anoche, Aksel me llamó a su oficina con el pretexto de


despedirme.

O quizás no fue un pretexto en absoluto. Quizás ese era su plan.


Quizás de alguna manera recuperé mi trabajo y le demostré que valía la
pena conservarme.

Son pensamientos tontos por tener y no están en línea con el Aksel que
conozco, pero el hecho es que, intentó despedirme, y de alguna manera,
después de que nos besáramos, después de que casi folláramos, recuperé mi
trabajo.

Quiero decir… ¿qué mierda fue todo eso?

—¿Estás bien? —me pregunta Freja. Me doy cuenta que he estado


arrojando sus juguetes en la caja para ellos con demasiada ira.

Le doy una falsa sonrisa dulce.

—Estoy bien. ¿Sabes adónde fue hoy tu padre?

Freja me mira sin comprender, ¿por qué demonios lo sabría si yo no?

—¿Quizás me está comprando un regalo? —pregunta esperanzada con


esa voz pequeña suya.

Oh, colega. 228


Más tarde, a la hora de la cena, cuando Aksel aún no ha regresado, he
dejado que los pensamientos enojados se transformen en algo hecho de llamas
y fuego, simplemente hirviendo sobre todo.

¿Cómo te atreves a hacerme eso? Quiero gritarle. ¿Por qué lo hiciste? ¿Para
conseguir una reacción?

¿Es así de inmaduro y estúpido? Es catorce años mayor que yo. ¿En serio
es un juego al que juegan hombres como él?

Aunque Dios sabe que los hombres nunca dejan de jugar, sin importar su
edad.

Cuando termina la cena, le digo a Maja que voy a tomarme un descanso.

También le digo que estaré en mi habitación y que deseo hablar con


Aksel en privado, cuando vuelva a casa.
Maja no es tonta, y aunque no creo que sospeche que anoche pasó algo
entre nosotros, puede decir que he estado de mal humor durante la última
mitad del día, de modo que acepta sin hacer ninguna pregunta.

Son casi las nueve, pasada la hora de dormir de las niñas, cuando escucho
voces en algún lugar del palacio.

Ya estoy recostada en la cama en camisón, medio dormida, medio


esperando, cuando alguien llama a la puerta.

Toda la ira se apodera de mí en cuestión de segundos, y un millón de


argumentos ensayados que tenía para él en mi cabeza comienzan a competir
entre sí para ser los primeros en salir. Agarro mi bata, la ato con fuerza como si
fuera a ser un campo de fuerza contra él, y luego camino hacia la puerta.

Aksel está al otro lado, con la mano levantada, listo para llamar otra vez.

El estúpido bastardo es tan atractivo que casi olvido por qué estoy
enojada.

—¿Cómo estás? —pregunta simplemente. Como si anoche no hubiera


sucedido en absoluto. 229
Mis ojos fulguran y aprieto mis labios, haciendo un gesto rígido hacia la
habitación, para que entre.

Su frente se arruga en sorpresa, probablemente sin entender por qué


estoy actuando así, pero de todos modos sigue caminando, mirando a su
alrededor furtivamente como si hubiera caído en una trampa.

Cierro la puerta y me giro para enfrentarlo, mis puños abriéndose y


cerrándose.

Lo ve y luego me mira a la cara con recelo.

—¿Qué está pasando? Lamento no haber estado presente en todo el día.

—Eres un idiota —le digo. Guau. No esperaba que eso sea lo primero que
salga de mi boca, pero ahí está. Nunca tuve filtros, ¿por qué empezar ahora?

—¿Disculpa?
Creo que la mitad de la diversión de insultar a Aksel, aparte de que se lo
merece la mayor parte del tiempo, es que en realidad le molesta ya que nadie
más le habla de esta manera.

—Anoche me despediste.

—No lo hice —dice con soltura—. ¿Recuerdas? Te dije que no lo estabas.

—¡Al final! —chillo, agitando los brazos—. ¡Después de besarnos,


después de que casi me follas por detrás!

Frunce el ceño y se lleva un dedo a los labios.

—Eso no es algo de lo que debamos hablar demasiado alto.

—Bien, porque Dios no quiera que te atrapen a punto de follar con la


niñera.

Sus ojos se abren por completo.

—Bueno, sí. Definitivamente, se trata de eso.

—Aksel, me llamaste a tu oficina. 230


Se frota los labios, tomándose un momento.

—Sí.

—Para despedirme.

—No te despedí exactamente —dice, su mano tirando de la parte


posterior de su cuello y evitando mis ojos.

—¡Sí, lo hiciste!

—Llegaste a esa conclusión por tu cuenta.

Oh, Dios mío. ¿Semántica?

—¡Me dejaste llegar a esa conclusión! ¡No me corregiste! ¡Solo lo


empeoraste!

—Tenía que hacerlo.


—¡¿Por qué?! —Me acerco a él furiosa y clavo mi dedo en su pecho. El
maldito danés lleva otro de sus trajes sexis—. ¿Por qué me hiciste eso? Me
hiciste desnudar mi alma ante ti.

—Tenía que saber la verdad —responde, envolviendo sus dedos


alrededor de los míos y tratando de apartarlos de su pecho.

No voy a dejarlo.

—La verdad. Entonces, ¿solo era una mentira? ¿Me estabas provocando
para conseguir la respuesta que querías? —No dice nada, su mirada yendo
hacia la esquina de la habitación como si alguien allí lo salvaría—. Aksel, nadie
puede salvarte de esta conversación. Eres el maldito rey.

—Suena menos a una conversación y más a un grito histérico —


murmura.

Oh. No, no lo hizo.

Y creo que se arrepiente instantáneamente de haber dicho eso porque da


un paso atrás, levantando las manos en señal de rendición.
231
—Mira.

—Oye. No me vengas con mira. ¿No entiendes la atrocidad que me


hiciste? ¡A mí! ¡Me hiciste pensar que perdí mi trabajo, que perdí a las niñas,
que te perdí a ti!

Jodida mierda. Ahora vuelven las malditas lágrimas de anoche. Inclino mi


cabeza hacia atrás y miro hacia el techo, intentando inclinarlas de vuelta hacia
mis ojos.

—Lo siento —dice en voz baja, acercándose a mí.

Aparto su mano.

—No. No puedes jugar así con mis sentimientos. Si querías saber cuáles
eran, debiste haber sido un maldito hombre y venir directamente a mí y
preguntar.

—¿Ser un maldito hombre? —repite, sus fosas nasales dilatándose—. Sé


lo que te pasó en tu último trabajo. Hablé con tu agencia. No estaba dispuesto a
ponerte en esa posición nuevamente. No podía saber con certeza cómo te
sentías por mí y no iba a arriesgarme a perderte para averiguarlo.

—¡Pero te arriesgaste a perderme! Me despediste. O me despediste en


falso. No sé qué carajo hiciste, pero fue una mierda manipuladora.

—Tenía que hacerlo.

—Jódete —gruñí.

—Oye —espeta—. Dije que tenía que hacerlo. No quería, pero era la
única forma en que podía estar seguro, y no, no podía solo acercarme a ti y
preguntarte si alguna vez habías pensado en follarme.

—¡Te di pistas!

—Eres difícil de leer.

—Oh, no lo soy.

—Sí, lo eres. Siempre me estás jodiendo. Burlándote de mí. ¿Cómo se


supone que voy a saberlo?
232
Sacudo la cabeza, aún enojada.

—Solo preguntas. Eso es todo. O diablos, capta la indirecta y bésame. Has


tenido un millón de oportunidades antes.

—¡También tú!

Dejo escapar una fuerte risa cáustica.

—Oh, Dios mío. ¡Sí, claro! Como si me arrojaría sobre mi jefe.

—Bueno, podrías haberlo hecho. De todos modos, no importa. Se acabó.

—No, no se acabó, porque lo hiciste de una manera tan imbécil.

Se estira para alcanzar mi mano y me atrae hacia él.

—Lo hice de la manera que tenía que hacerlo. Mira, conozco nuestras
posiciones aquí. Sé que soy tu jefe. Un rey. Estoy en una posición de poder por
encima de ti y eres mi empleada. Por más desafiante que eres, también sé que
amas a mis hijas y harías cualquier cosa por ellas, y eso podría significar que
harías cualquier cosa para seguir trabajando aquí. No tenía idea de lo que
harías si me acercaba a ti. Había una gran posibilidad de que si lo hacía, lo
habrías aceptado, solo por el bien de conservar tu trabajo. ¿Me entiendes?

Lo miro de reojo porque no me gusta el hecho de que tenga algún


sentido.

Aprieta mi mano.

—Siempre he sido muy consciente de nuestra dinámica de poder y


también sé que algunos hombres explotan esa dinámica. Lo último que quería
era que te entregues por obligación, que me devuelvas el beso porque pensabas
que era la única forma de conservar tu trabajo. No podía hacerte eso.

—Entonces, en su lugar me despediste —digo en voz baja.

—Sí. No de verdad, nunca de verdad. Pero solo para que pienses que el
poder que tenía sobre ti se había ido y no tenías nada que perder. Era la única
forma en que podía estar seguro. En serio, lamento mucho que haya sido tan
manipulador.

Aunque mi corazón se está desacelerando un poco y la ira comienza a 233


desvanecerse, aún estoy molesta.

—Debería haber habido otra forma.

—Y tal vez la había. Pero esa fue la forma que elegí, y créeme, si pudiera
haberlo hecho de otra manera, lo habría hecho. —Se detiene un momento y
avanza hacia mí, deslizando su mano sobre la parte delantera de mi bata hasta
que se engancha alrededor del cinturón—. Pero no me arrepiento. Porque
finalmente nos trajo aquí a este momento.

No creo que nunca me haya sentido tan nerviosa tan rápido. Es como si
pasara de cero a cien, de la ira a la anticipación, y mi cerebro no sabe cómo
ponerse al día, incluso si mi cuerpo lo hace.

Me mira fijamente, sus ojos ardiendo intensamente.

—Dime que tampoco te arrepientes. Dime que todo significó algo para ti.

Respiro profundo, preparándome para la admisión.


—Aksel, significó todo para mí.

Sonríe maravillosamente.

—Bien. —Con un movimiento rápido, deshace el cinturón de mi bata


hasta que se abre—. Porque no he terminado contigo.

Estoy usando mi camisón debajo y dejo que la bata se deslice al suelo,


deseando estar ya desnuda.

En realidad no lo había planeado con anticipación.

Por otra parte, no tenía idea de que tendría una segunda oportunidad con
él y tan pronto.

—¿Estás tomando la píldora? —pregunta en voz baja, mostrando tanta


moderación en su rostro—. No tengo condones. No ha sido… necesario. Ha
pasado un largo tiempo.

Así que, supongo que tampoco tenía idea de la segunda oportunidad.

—Estoy tomando la píldora —respondo. Lo he hecho durante años—. Y


me han hecho las pruebas —agrego. 234
—Lamento quitar del medio esta charla tan poco sexy —dice con un dejo
de sonrisa—. Pero como rey, no puedo ser demasiado cuidadoso.

Abro la boca para decir algo más, tal vez porque de repente estoy
nerviosa, de que esto en realidad está sucediendo, cuando se lanza hacia mí.

Sus labios están sobre los míos, aplastantes y suaves. Una lujuria
deliciosa que se vuelve salvaje y frenética.

Su mano está en la parte posterior de mi cuello, sus otros dedos


presionando mi mandíbula y mejilla a medida que su lengua me ataca con tal
pasión que puedo sentirla hasta en los dedos de mis pies, haciéndolos curvar. Al
igual que la última vez que me besó, tiene el control total, y me rindo.

Me rindo enteramente.

Quiero darle todo.

Quiero que me tome, me despoje, me devore.


Gobierne sobre mí.

Quiero cada parte de él, profundo dentro de mí. Quiero ver lo mucho que
puedo tomar de él, cómo se siente por dentro, cómo es ser follada a fondo por el
rey de Dinamarca.

¿Y entonces qué? El pensamiento atraviesa mi mente.

Pero es fugaz. Por una vez, la culpa no se queda alrededor. Ya no quiero


escuchar más lo que está bien y lo que está mal. No quiero preocuparme por el
futuro, por mi trabajo, por lo que significa esto. No quiero volver a ponernos en
esos prolijos papeles minuciosos, cada uno con una máscara. Hasta ahora, todo
ha estado enterrado y ahora solo lo quiero a él.

Aquí y ahora.

Quiero que escapemos de estos muros dorados que hemos puestos


alrededor de ambos.

Quiero que seamos lo que necesitamos ser el uno para el otro, contra lo
que hemos luchado.
235
Y Aksel hace precisamente eso. Es un animal tanto real como salvaje,
feroz hasta la médula mientras su boca se hunde en el valle entre mi cuello y mi
hombro, mordiendo con hambre y lujuria.

Gimo ruidosamente, y una de sus manos se desliza por mis caderas,


subiendo por el dobladillo de mi camisón. Cada terminación nerviosa de mi
cuerpo hormiguea con anticipación.

No puedo creer que esto esté pasando. No puedo creer que estemos
haciendo esto.

No podemos detenerlo. No puedo detenerme. Su mano roza mi vientre,


deslizándose dentro de mi ropa interior y hacia abajo, hasta donde estoy
absolutamente empapada.

—Por helvede —murmura contra mí—. Eres demasiado buena para ser
verdad, ¿no?

De hecho, tú te sientes demasiado bueno para ser verdad, pienso a medida


que jadeo. Su dedo grueso se hunde a lo largo de mi clítoris y mi cuerpo se
derrite inmediatamente contra su mano, necesitando más, deseando más.
Nunca antes había sentido la necesidad de liberarme golpeándome de esta
forma, como una cerilla contra gasolina, subiendo lentamente por una cuerda.

Chisporroteando.

Aferro la parte posterior de su cuello, su piel ya caliente al tacto, mi


cuerpo codicioso por él. Todos estos meses de fantasía me tienen lista para
empezar. Sus dedos juegan suavemente a lo largo de mi clítoris, provocando
como alas revoloteando ligeramente, antes de sumergirse dentro de mí.

Se me escapa un jadeo.

—Oh, Dios —murmura Aksel con voz ronca, llevando sus labios a los
míos—. Suenas como un ángel.

—No me trates como uno —le digo, conteniendo el aliento cuando sus
dedos se retiran muy despacio—. Solo fóllame de una puta vez.

Si Aksel se sorprende por mi lenguaje obsceno, no lo demuestra.


Simplemente sonríe. Supongo que está acostumbrado a que no tenga filtro.
236
—Tal como imaginaba que serías —dice antes de bajar la cabeza hacia mi
pecho, tirando del escote de mi camisón hacia un lado hasta que mi pezón
queda expuesto y endurecido en el aire. Sus labios succionan suavemente la
punta antes de introducirla en su boca en un largo tirón fuerte.

Mi espalda se arquea por más y se me escapan más gemidos sin aliento.

Aún estamos parados en medio de la habitación y no estoy segura de


cuánto más puedo soportar así. Me estoy desesperando por él de una manera
que nunca pensé posible, una necesidad dolorosa que se abre camino a través
de mi núcleo, convirtiendo cada parte de mi cuerpo en un adicto.

Pellizca mi pezón entre sus dientes y, mientras lo hace, sumerge sus


dedos dentro de mí, tres de ellos esta vez. Me expando a su alrededor,
necesitando más, mucho más. Cada centímetro de mi piel está en llamas por él,
ignorando la nieve arremolinándose afuera.
—Mierda —gruñe a medida que retira su mano, llevándose sus dedos a
la boca. No rompe el contacto visual mientras me saborea, lamiendo un lado de
su dedo con su larga lengua plana.

Mis ojos se abren por completo.

Dios mío.

Este maldito danés obsceno.

—Sabes al postre —dice, su acento espesándose, antes de que su boca se


estrelle contra la mía nuevamente. Soy salada, almizclada, ligeramente dulce
cuando su lengua sondea aún más contra la mía, aumentando mi deseo hasta el
punto de ebullición.

Esto ya es lo más caliente que he experimentado en toda mi vida y he


estado antes con algunos franceses bastante sexis.

Antes de saber lo que está pasando, él me empuja hacia atrás, su cuerpo


grande y esbelto cerniéndose sobre mí.

—Arrodíllate —ordena, su voz ronca y rica, gritando sexo, gritando 237


poder.

Me arrodillo con mucho gusto sobre la gruesa alfombra de lana,


observándolo a medida que se quita la camisa y se baja los pantalones del
pijama rápidamente.

Ahora está desnudo.

Completamente desnudo.

La parte superior de su cuerpo esculpido y esbelto conduce a unos


abdominales marcados, y esas V que se hunden en sus caderas, llevando a su…

Guau.

Ese es un gran pene danés.

Sé que lo he sentido antes, su peso aplastado contra mí mientras nos


besábamos, sé que me preparé para esto el otro día, pero ahora que está frente
a mí, parece jodidamente peligroso.
Un arma real.

Apenas puedo apartar mis ojos de su polla para mirarlo. Por supuesto, se
ve engreído, siempre se ve engreído, pero hay una sensación de asombro en sus
ojos, como si no pudiera creer que esto esté sucediendo.

Ya somos dos.

Esto es todo.

No hay vuelta atrás.

Como ya estoy de rodillas y estoy salivando por su sabor, agarro su firme


trasero con una mano, clavándole las uñas mientras lo atraigo hacia mí. Con mi
otra mano sujeto su pene por la base, formando un anillo alrededor de él. Soy
jodidamente audaz y él está jodidamente duro, es como acero de terciopelo
sedoso. Puedo sentir la sangre caliente corriendo por debajo, la forma en que
pulsa con cada latido fuerte de su corazón.

Cierro los ojos y deslizo mi lengua tentativamente por la parte inferior


sensible antes de rodear su coronilla, oscura y exuberante, lamiendo el líquido
pre seminal. 238
La sal golpea mi lengua, acelerando mi deseo por él a otro nivel.

Creo que esta noche alcanzará todos mis malditos niveles.

Su mano va a mi cabello, tirando ligeramente, y gime cuando intento


llevarlo todo a mi boca.

—Si sigues haciendo eso, serás mi perdición —dice sin aliento—. No


quiero que seas mi perdición sin que primero yo sea la tuya. —Saca su pene
húmedo de mi boca y me mira con los ojos entrecerrados—. Date la vuelta.

No quiero dejar de mirar su hermoso cuerpo desnudo o la cruda mirada


hambrienta en su rostro. Pero hay que hacer sacrificios.

Mi corazón está palpitando con fuerza en mi cabeza a medida que giro en


el suelo a cuatro patas. Se pone de rodillas detrás de mí, y contengo la
respiración, esperando su toque. La cama está justo ahí y, aun así, me encanta
que vaya a follarme en esta alfombra, como si no pudiésemos esperar, como si
fuésemos animales salvajes en este palacio dorado.
Levanta mi camisón rápidamente hasta que se amontona alrededor de mi
cintura, luego agarra mi trasero, apretándolo con fuerza de modo que
permanezca firme en el lugar. Me estremezco, la presión de las yemas de sus
dedos es firme y, sin embargo, al momento en que ceden, lo quiero aún más.

Me atrae hacia él mientras se posiciona, y con un tirón rápido, empuja mi


ropa interior a un lado y embiste dentro de mí. Me quedo sin aliento cuando me
llena, un jadeo roto escapando de mis labios.

—¿Cómo te sientes? —pregunta, las palabras estremeciéndose a medida


que se empuja completamente hasta el fondo.

¿Cómo me siento?

No puedo hablar

No puedo pensar.

Solo puedo sentir cada centímetro de su pene duro mientras aprieto a su


alrededor.

Intento asentir, recuperar el aliento. 239


Oh, Dios mío.

¿Esto es real?

Su agarre alrededor de mi trasero se aprieta… siento que podría dejar


moretones.

—No puedo prometer que seré refinado y no puedo prometer que me


contendré —dice con un gruñido ronco—. Siempre y cuando prometas que
tampoco te contendrás.

Maldito infierno. ¿En qué me estoy metiendo?

Todo lo que siempre has querido.

—¿Suena bien, señorita Aurora? —pregunta, su voz gruesa y rebosante


de lujuria—. ¿Puedes encargarte de eso?

Oh, Dios, sí, dame toda la charla obscena, dame todos los escenarios de jefes
traviesos.
Hace una pausa, saliendo lentamente de una manera tan lánguida y
burlona que es una tortura. Me siento vacía, sufriendo por él. Quiero que me
llene y me llene, como un globo a punto de estallar.

—Fóllame, su Majestad —le digo y, para mi absoluta sorpresa, su mano


desciende sobre mi trasero con un fuerte azote doloroso.

—Sí —sisea, y entonces está hundiéndose en mí, empujando su pene


rápido, profundo e implacable. Una y otra y otra vez, a este ritmo vertiginoso
que me tiene intentando aferrarme a la alfombra con todas mis fuerzas, mis
senos agitándose con cada estocada rápida y dura.

—¿Cómo te hace sentir mi polla? ¿Sucia? —pregunta con un gruñido


ronco—. ¿Qué tan sucio lo quieres?

Oh, Dios, ni siquiera sé qué decir. Mis palabras caen de mi boca en un


torbellino. Todo lo que puedo soltar es:

Sí.

Más.
240
Justo ahí.

Más duro, por favor.

Por favor, señor.

Sus estocadas se vuelven más rápidas, profundas y desordenadas, como


si estuviera perdiendo el control y yendo al límite, llevándome con él. Nunca he
tenido un hombre tan profundo de esta forma, no solo dentro de mí sino dentro
de mi cabeza. Aksel se instaló allí desde el primer momento en que nos
conocimos. Es todo lo que siempre he querido y todo lo que no debería tener y
me está follando como si mañana pudiéramos perderlo todo, como si ni
siquiera pudiésemos estar aquí mañana.

Y quizás no lo estemos.

Quizás no haya un mañana para nosotros.

Solo el aquí y ahora.

Pero ahora mismo, no tengo pensamientos que dar.


Solo tengo necesidad.

Una aguda necesidad dolorosa y atemporal.

Por él.

Y lo necesito ahora.

Me dejo caer sobre un codo, y con la otra mano alcanzo mi clítoris, la


presión aumentando a alturas insoportables mientras él folla ese punto dulce
dentro de mí, dejándome más hinchada, más resbaladiza, más lista para
dejarme ir y dejar que mi mundo nos derribe a ambos.

—Ese es mi deber, no el tuyo —gruñe, reuniendo mi cabello hasta que


está recogido en su mano. Empuja hacia adelante hasta que mi mejilla está
presionada contra la alfombra y me sostiene, gruñendo con fuerza con cada
empuje.

Sabía que era salvaje. Sabía que podía no ser refinado. Tengo la marca en
mi hombro para demostrarlo.

Pero no pensé que sería así. 241


Sea lo que sea, sé que es algo de lo que nunca volveré. Sé que nunca
querré hacerlo. Ni en mis sueños más salvajes y perversos con él, nunca había
sido tan bueno.

Aun así, es Aksel.

Mi rey.

¿Cómo podría ser de otra manera?

Mientras tira de mi cabello hacia atrás y luego me sostiene en el lugar,


desliza su otra mano por debajo de mi estómago, sus dedos encontrando mi
clítoris con facilidad experta.

Estoy tan mojada, resbaladiza y lista para él que no tarda mucho en


empujarme hasta el límite. Ese mismo límite hacia el que quieres correr y luego
huir, temiendo saltar pero temiendo no hacerlo.

Es despiadado y gruñe con fuerza con cada embestida, este áspero ruido
crudo que se torna más y más fuerte cuanto más se acerca al clímax absoluto.
Es un ruido tan hermoso, el ruido de un hombre, de un rey deshaciéndose. Hace
que el calor en mi núcleo se convierta en un infierno rabioso, combustible para
el fuego.

Y entonces.

Me estoy corriendo.

Con un ligero movimiento de sus dedos.

—Aksel —grito, un segundo antes de que suceda, rápido y vertiginoso, y


soy arrastrada, dando vueltas y girando, una y otra vez mientras el orgasmo me
recorre entera. Es un huracán, me tiene en sus garras y no quiero que nunca me
suelte. Mi cuerpo tiembla y se estremece de la cabeza a los pies a medida que
pulso a su alrededor. Me siento ligera y pesada a la vez, y mi corazón se va
volando. No quiero sentir nada más que esto, no quiero a nadie más que a él.

—Aurora —gime mi nombre y entonces, lo siento cuando se corre, la


presión en mi cabello, el golpe de sus caderas contra mi trasero. Los sonidos
escapando de su boca son crudos y daría cualquier cosa por ver su rostro
mientras se vacía en mí. Verlo perder el control. Ver lo que le hago, lo que nadie
más le hace.
242
—Mi jodida diosa.

Sus embestidas ralentizan, su mano en mi cabello aflojándose


lentamente, liberando la presión de mi cabeza. Respira con dificultad, su
enorme cuerpo cerniéndose sobre mí. Gotas de sudor caen sobre mi cuello,
haciéndome estremecer.

Entonces, cuando el orgasmo comienza a pasar a un segundo plano, la


realidad de lo que acabamos de hacer me golpea, como el viento desde atrás.

Este es el rey Aksel de Dinamarca.

Mi jefe quien acaba de follarme en la alfombra de mi habitación.

Por atrás.

Me folló como nunca antes me habían follado.

Y tengo las quemaduras por la alfombra para probarlo.


Mientras tanto, mientras mi cerebro comienza a asimilar todo, Aksel aún
está respirando con dificultad y su mano baja lentamente por mi cabeza, por mi
cuello y por mi espalda.

—Aurora —susurra, sujetando mi cintura.

—Sí —respondo.

Se retira lentamente, el semen escurriendo sobre mis muslos, sobre la


alfombra, y exhala con fuerza.

—Eres…

No puedo evitar sonreír.

—¿Asombrosa?

—Algo así. —Suspira y pasa su mano por mi columna—. Espero no


haberte hecho daño.

Sonrío felizmente y me giro para mirarlo, sus ojos vidriosos y saciados,


sus mejillas sonrojadas. Nunca antes lo había visto así. Parece vulnerable.
243
Mi frío rey perdido.

Crudo, abierto y vulnerable.

Él es la excepcional criatura hermosa aquí.

Asiente hacia mis rodillas y miro hacia abajo para verlas todas rojas y
destrozadas.

—Ups.

—Supongo que mañana tendrás que ponerte mallas —dice, poniéndose


de pie. Se vuelve a poner los pantalones, luego se agacha y me levanta.

—Y la falda.

Sonríe.

—Cierto.
Pero no puede actuar muy molesto, no cuando su rostro está rosado, sus
pupilas dilatadas, su cabello alborotado.

Dios, se ve tan bien así.

Se acerca y me besa en los labios suavemente. Me besa como si ahora


fuese una segunda naturaleza.

A pesar de la paliza que acabo de recibir, su beso hace que surjan


mariposas en mi estómago.

—Será mejor que vuelva a mi habitación —dice.

—Será mejor que me ponga un poco de loción en las rodillas.

Hace una mueca.

—Lamento eso.

—Yo no.

Le guiño un ojo y luego se va, dándome una última mirada por encima del
hombro. 244
Exhalo pesadamente, como si no hubiera respirado en absoluto.

Pero, mierda ¿quién necesita respirar cuando lo tienes a él?


16
Aksel

S
olía tener con frecuencia pesadillas.

Comenzaron justo después del accidente, cuando aún


estaba siendo tratado en el hospital por laceraciones en mis
piernas de arrastrarme sobre vidrios rotos, por una conmoción
cerebral que seguía molestándome. Todo el país contuvo la
respiración, sin saber si moriría como lo había hecho Helena, mientras mi
hermana se disponía a ser heredera de mala gana.

Las pesadillas atravesaron la morfina y se infundieron con la oscuridad


245
que siempre acechaba fuera de mi visión, desdibujando los bordes y
atrayéndome perpetuamente de regreso.

Helena siempre estaba en ellas. Siento que encontró una forma de entrar
en mi cerebro, encontró un espacio, se labró en él y lo convirtió en su hogar.
Solo salía por las noches, cuando estaba profundamente dormido, y luego haría
de mi mundo el infierno que era suyo.

Tuve pesadillas casi todos los días durante un año.

Durante el año siguiente vinieron a mí una vez cada pocas semanas.

Desde que apareció Aurora, no he tenido ni una sola.

Pensé que me estaba dejando ir en paz, tal vez, porque las niñas estaban
felices. No había necesidad de aterrorizarme, no había necesidad de
recordarme que estaba muerta y yo no.

Pero ahora, esta noche, la pesadilla ha vuelto.


Estoy acostado en mi suite habitual en el Palacio de Drottningholm en
Estocolmo, después de haber pasado el día con el rey Arvid de Suecia, y estoy
casi empapado de sudor.

La pesadilla había llegado rápidamente, y se quedó por lo que pareció


una eternidad, combinándose con la realidad.

Helena había estado aquí, en esta misma habitación. Es como si hubiera


tenido miedo de visitarme en casa y decidido atormentarme en Suecia.

Estaba despierto y luego dormido, y entonces allí estaba ella, abriendo


las puertas chirriantes del armario al final de la habitación lentamente y
saliendo.

Caminó hacia mí descalza, con el vestido con el que murió, la sangre


cubriendo su rostro de modo que no quedara un centímetro de piel desnuda.

Sus ojos permanecieron fijos en los míos, verdes e implacables como lo


eran en la vida real.

Tuve que recordarme que no debía tener miedo y tampoco odiarla.


246
Pero lo primero fue difícil.

Se detuvo a los pies de la cama y me miró fijamente. Podrían haber sido


minutos u horas, el tiempo no forma parte de los sueños, no existe en ellos.
Pero fue lo suficientemente largo para que todos los vellos de mi cuerpo se
ericen, para que mi pecho tenga esta presión inmensa sobre él, como si
hubieran colocado un montón de ladrillos allí.

Sabía que estaba soñando, estaba lúcido. Pero eso no detuvo el temor de
que pudiera estar teniendo un ataque cardíaco mientras duermo.

Finalmente, dijo algo.

—No te mereces esto.

Su voz tenía un tono metálico hueco, como si un altavoz estuviera alojado


en su garganta y las palabras salieran de esa manera.

¿No me merezco qué? Intenté decir, pero nunca puedo hablar ni gritar en
mis sueños.
Pero no respondió. Comenzó a caminar de un lado a otro a los pies de la
cama, sin apartar los ojos de los míos. Unos ojos llenos de angustia, tormento y
dolor.

Lo siento.

Pero no puede oírme.

Ni siquiera es real.

Se sintió como una eternidad antes de que finalmente dejara de caminar,


dejara de mirar.

Se dio la vuelta y regresó al armario.

Entró.

Cerró la puerta.

Después desperté.

Maldición, gracias a Dios, desperté.

Mis ojos se abrieron de par en par, y estaba jadeando, y la camisa de mi 247


pijama se me pegaba y ese cambio de regreso a la realidad me hizo saber que en
realidad no había sucedido, que no era real, que todo estaba en mi cabeza.

No creo en los fantasmas, pero sigo pensando que pueden atormentarte.


Por tu pasado. Por tus errores.

Por tus mentiras.

Ahora estoy mirando el armario, solo deseando que se abra de nuevo,


que este fantasma demuestre que estoy equivocado.

Pero la habitación está vacía y oscura, y se siente diferente. Aquí no hay


malicia, no hay terror. Hay nieve arremolinándose fuera de las ventanas,
proyectando una fría luz brumosa a pesar de que probablemente ahora sea
medianoche.

Apoyo la cabeza contra la almohada y respiro profundamente,


intentando calmar mi corazón acelerado.

Ni siquiera quería venir aquí.


Después de acostarme con Aurora, después de que finalmente nos
rendimos el uno al otro, lo último que quería hacer era dejarla. Pero el deber
llama, a menudo en momentos desagradables, y tuve que irme temprano a la
mañana siguiente a Estocolmo. Quería traerla.

Si fuera alguien más en el mundo, podría haberla traído. Podría haber


sido mi cita para mis cenas aquí con la familia real, primero con el rey Arvid,
luego con el príncipe Viktor.

Es un claro recordatorio de quién es ella.

No es mi cita.

No es una novia.

No es solo una amante.

Sino la niñera.

Tuve sexo con mi jodida niñera.

Para cualquiera que mire, parecería una desgracia. Me vería lascivo,


intimidatorio y esclavo del deseo. Ella parecería una víctima, tal vez incluso lo 248
contrario. Es catorce años más joven que yo, mi ayuda, y soy un viudo viejo.

Nadie entendería la verdad.

Que no solo es una niñera.

Es Aurora.

Es mi salvadora y redentora a la vez.

Es su tocaya, esas auroras boreales que iluminan los cielos invernales


más oscuros.

Es mi regreso a casa.

Y estoy enamorado de ella.

Ahora no tiene sentido negarlo, especialmente después de anoche,


cuando me enterré profundamente dentro de ella y encontré todo lo que
siempre había estado buscando.
Esa mujer entró en mi vida como el sol abrasador, quemando las
telarañas e iluminando todos esos puntos oscuros y huecos dentro de mí. Me
hizo darme cuenta de lo que es ser feliz y tener a alguien que te haga feliz. Me
devolvió la vida cuando dejé de vivir la mía hace mucho tiempo atrás.

Es todas esas cosas para mí, lo es todo para mí.

Y es por eso que de momento elijo ignorar la realidad.

Porque tengo algo raro y hermoso en mis manos, un pájaro precioso, y no


quiero dejarla ir nunca más. Si lo hiciera, Aurora se iría volando, y pasaría el
resto de mis días buscando en el cielo.

Así que haré lo que mejor hago y me deleitaré con la negación. Voy a
fingir que lo que tenemos es suficientemente bueno por ahora. Que podemos
seguir estando juntos en secreto, en privado. Que puedo ocultar lo que somos
de todos los demás.

Para ser honesto, de todos modos no quisiera compartirlo. No es asunto


de nadie más que nuestro.

Bien podía ser un poco presuntuoso al pensar que Aurora quiere 249
continuar con esto, sea lo que sea. Quizás solo quería sacarlo de su sistema.
Quizás lo de anoche fue todo lo que habría entre nosotros.

Al principio pensé lo mismo. Pensé que tal vez, si finalmente cedía a esta
cruda tormenta poderosa que se había estado acumulando entre nosotros
durante meses, podría sacarla de mi sistema. Un exorcismo.

No podría estar más equivocado.

Suspiro y trato de volver a dormirme, pero el sueño ahora me elude.

Mi mano empuja mis calzoncillos hacia abajo y envuelve la base de mi


polla y ya estoy duro, solo pensando en ella. Me pregunto si debería llamarla
pero decido que es demasiado arriesgado. No solo alguien podría escucharnos,
sino que no quiero ir más rápido de lo que ya lo he hecho. No es tímida y sabe
exactamente lo que quiere en la cama, lo que la hace sentir bien. Pero saltar del
sexo al sexo telefónico no parece correcto.
Así que froto mi pene, siento la rígida longitud caliente bajo mi palma, y
pienso en lo de anoche.

Pienso en sus ojos, conmovedores y profundos, justo antes de besarla.

Pienso en la forma en que gimió cuando empujé profundamente dentro


de ella, el pequeño jadeo de dolor y placer que salió de su boca.

Y pienso en cómo quería darle más, justo así, cada día en la eternidad.

Aunque siempre disfruto mi tiempo en Suecia, saliendo del palacio y


estando con amigos, personas que entienden lo que es ser una persona en mi
posición, ser un miembro de la realeza, no pude regresar a Copenhague lo
suficientemente rápido.

Afortunadamente, el vuelo es muy corto y para el mediodía ya estaba de


regreso en el palacio. 250
—¿Cómo estuvo su viaje, señor? —pregunta Nicklas tan pronto como
entro, sacudiendo la nieve de mis botas.

Lo miro de reojo.

—Estuvo bien.

Nicklas está un poco resentido. Normalmente va conmigo cuando viajo,


pero como era solo una visita social a Suecia, decidí no hacerlo. Cuando estaba
con Helena, iba absolutamente a todas partes, visita social o no, pero eso era
porque se la estaba follando. Y si alguna vez se atreve a insistir en el tema, eso
es exactamente lo que le diré.

Para ser honesto, no me sentí muy cómodo dejándolo en el palacio.

Después de que descubrí que había entrado en la habitación de Aurora


esa vez, mi guardia a su alrededor había subido, mucho más alta de lo habitual.
Todos los días me reprendo por tenerlo en esta casa y todos los días llego a la
misma conclusión; que no tengo elección.
Dicho esto, me aseguré que Maja estuviera aquí todo el tiempo que
estuve fuera, y sé que a Aurora no le gusta Nicklas y lo evita a toda costa. Con
suerte, esto no fue un problema.

Un chillido agudo proviene del piso de arriba, seguido por el sonido de


pasos en estampidas. Uno pensaría que un palacio estaría mejor insonorizado,
pero supongo que mis parientes reales nunca tuvieron que preocuparse por
cerdos sueltos.

Paso junto a Nicklas, casi apartándolo del camino, y subo las escaleras.

—¡Papá! —grita Clara emocionada, sosteniendo una pelota de tenis. Está


en un extremo del pasillo con Freja y Aurora, Snarf Snarf corriendo en círculos.

—Le estamos enseñando a buscar la pelota —dice Freja y ambas niñas


comienzan a correr hacia mí. El cerdo las sigue, aleteando las orejas mientras
corre, sacudiendo el suelo. Aurora me había advertido que los cerdos “taza de
té” rara vez tienen el tamaño de una “taza de té” y ahora Snarf Snarf es del
tamaño de un cocker spaniel y unas cinco veces más pesado.

Me agacho y extiendo los brazos y las niñas corren directamente hacia


ellos. Las levanto, sonriendo hacia sus rostros alegres y mi corazón comienza a
251
sangrar. Mi amor por ellas es inquebrantable, indescriptible, y ver lo felices que
se han vuelto hace que todo lo que hemos pasado valga la pena.

—¿Qué voy a hacer cuando sean demasiado grandes para alzarlas? —les
pregunto, besando a Freja en la nariz, que arruga enseguida, y luego a Clara en
la mejilla.

—Usaremos una escalera —responde Clara, envolviendo sus manos


alrededor de mi cuello y sonriéndome—. O Aurora puede levantarnos.

Aurora avanza hacia mí lentamente, con su rostro ligeramente inclinado


hacia abajo, y una tímida sonrisa en sus labios. No siempre la veo tan recatada.
Por lo general, me está gritando por una razón u otra. Pero ahora es evidente
cómo ha cambiado todo entre nosotros.

No puedo evitar sonreírle, incapaz de controlarlo.

El solo hecho de que ya no tengo que fingir con ella hace que mi sonrisa
se ensanche más, mi corazón en mi pecho se siente alegre, ligero y cálido.
Aunque está al final del pasillo, la distancia ya no importa.

Puedo mirar sus profundos ojos castaños y saber que es mía.

Soy un rey con un palacio lleno de tesoros y, sin embargo, ella es mi


mayor posesión.

Dejo a las niñas nuevamente en el suelo y van corriendo detrás de Snarf


Snarf, lanzando la pelota más allá de Aurora y corriendo tras ella.

Mientras se van, ella se acerca a mí y me da una pequeña sonrisa


esperanzada.

—Hola —saluda.

—Hola —respondo, aun sonriendo. Se necesita cada gramo de


moderación para evitar besarla aquí mismo, no tomar su mano, no tocarla.
Hemos pasado de contenernos durante meses a ceder salvajemente y luego
volver a tener que controlarnos. No se siente bien, pero es todo lo que tenemos
entre manos.

También siente esto porque da un paso hacia adelante y luego hacia 252
atrás, como si no estuviese segura de dónde está parada. Junta las manos en la
cintura y pregunta:

—¿Qué tal tu viaje?

—Estuvo bien. Habría sido mejor si estuvieras allí.

—¿Yo? ¿Con un grupo estirado de miembros de la realeza? No lo creo.

—No son tan malos.

—¿Son como tú?

—Oye —la amonesto, dándole un golpecito en el costado—. Sé amable


con tu jefe.

Ella se ríe y se aparta.

—¿Por qué debería empezar ahora?

Buen Señor. Sus ojos están adquiriendo ese destello diabólico en ellos y
está comenzando a morderse el labio. Quiero hacer lo mismo, chuparlo entre
mis dientes por un momento antes de sostener su rostro entre mis manos y
besarla hasta que se quede sin aliento.

Mi pene ya está duro, presionándose contra mi bragueta, sin importarme


que estemos en público, que mis hijas están al otro lado del pasillo. Qué idiota
desconsiderado.

Su lengua toca la punta de sus dientes y sonríe, arqueando las cejas.

—Cuidado, su Majestad —susurra.

Y ahí es cuando me doy cuenta de lo jodidamente difícil que va a ser. Por


alguna razón, pensé que esta sería la parte fácil, donde ya no tendríamos que
fingir entre nosotros. Solo es fácil cuando estamos a puerta cerrada, el resto del
día es doloroso.

No ayuda que lleve su uniforme. Quiero decir, siempre lo usa, pero ahora
verla en esa minifalda es doloroso, sabiendo cómo se sienten sus suaves
piernas tonificadas bajo mi agarre.

Me estiro y tiro de su cinturilla.


253
—Odio esta jodida falda —gruño prácticamente—. Desde el primer día.

Me sonríe.

—Oh, lo sé. ¿Por qué crees que lo convertí en mi uniforme?

—¡Aurora! —grita Clara—. Ven a jugar.

Sostengo los ojos de Aurora por un momento antes de que rompa la


mirada y le diga a Clara:

—Ahora voy.

—Así que… hoy —le digo.

—¿Hoy? —Me mira.

—¿Cómo está tu disponibilidad?

—Oh, ya veo. Bueno, es domingo y se supone que es mi día libre —


responde—. Pero mi jefe es un idiota y prácticamente me mantiene prisionera
en este lugar.
—Suena horrible.

—Puede serlo —reflexiona—. También puede ser bastante dulce.

—¿Dulce? No sé nada de eso. —Cruzo mis brazos.

—Quizás dulce es la palabra equivocada. ¿Qué es lo opuesto a ser un


idiota?

—Si sigues hablando de tu jefe de esa manera, podrías terminar siendo


castigada.

Me agita las pestañas deliberadamente.

—Algunos azotes nunca le han hecho daño a nadie. ¿Recuerdas?

Por helvede. Es una alborotadora. ¿Cómo esperaba menos de ella?

—¡Aurora! —chilla Clara.

—¡Ya voy! —grita y se gira para alejarse.

Me estiro y agarro su mano instintivamente. A veces lo había hecho


antes, pero ahora significa algo diferente.
254
—No tienes que trabajar. Es tu día libre. Deja que Maja se encargue de
ellas.

—Maja fue esta mañana a la iglesia y creo que está almorzando con un
grupo de mujeres por el cumpleaños de alguien, por eso dije que trabajaría —
explica Aurora—. No es un problema. Solo… te veré más tarde.

Más tarde. ¿Cuándo carajo es más tarde? ¿Por qué ahora no es más tarde?

Pero estoy más que agradecido por la devoción de Aurora por las niñas,
de modo que las dejo jugar con Snarf Snarf y me dirijo a mi habitación para
desempacar y poner mi cabeza en orden.

No tengo tiempo a solas con ella durante el resto del día. No es hasta una
hora antes de la cena que paso junto a ella en el pasillo mientras me dirijo a mi
oficina y ella sale de su habitación.

—Oye —le susurro, agarrando su brazo y tirando de ella hacia un rincón.


—¿Qué estás haciendo? —susurra temerosamente cuando presiono su
espalda contra la pared.

—Todos están abajo —le digo, mis labios yendo a su cuello, lamiendo su
oreja. Tomo su lóbulo entre mis dientes y tiro.

Como sospechaba, ella gime, sin aliento, agarrándome por la nuca.

—No podía esperar más —me las arreglo para decir, mientras mis manos
acunan sus senos llenos, mi boca arrastrándose hacia la de ella. Abre sus labios
a los míos como una ofrenda y mi lengua se sumerge dentro, serpenteando
junto a la suya. Estoy tan jodidamente duro y no duraré mucho. He querido esto
demasiado.

Paso mi otra mano por sus muslos, recogiendo su falda alrededor de sus
caderas, mis dedos deslizándose por su ropa interior. La aparto y paso los
dedos por su pliegue, sintiendo lo húmeda que está.

—Dios, me encanta esta jodida falda —jadeo en su boca a medida que


comienzo a desabrocharme el cinturón.

—Pensé que odiabas esta falda. 255


—Tenemos una relación complicada. —Me estiro y agarro la parte
posterior de sus muslos, empujándola hasta que sus piernas se envuelven
alrededor de mi cintura. Saco mi polla y la presiono contra ella, haciendo todo
lo que puedo para tomar esto despacio, mientras me tomo un momento para
arrastrar mi nudillo, luego mi dedo, sobre su coño reluciente.

—Fóllame —susurra, su voz entrecortada y llena de deseo, y diciendo


exactamente lo que estoy pensando. Retiro mis dedos rápidamente, frotándolos
a lo largo de mis labios brevemente, saboreando su sabor, a medida que
sostengo mi eje, rígido y pesado en mi mano y lo inclino hacia ella. Intento ir
despacio, frotando mi cabeza alrededor de su abertura suave, empapando la
punta antes de empujar solo unos centímetros.

Pero unos pocos centímetros son suficientes para hacer que mi


mandíbula se apriete, y estoy intentando con todas mis fuerzas mantener el
control. Se siente caliente y resbaladiza, incluso aquí, y apretada como un
maldito puño. Quiero hundirme duro dentro de ella, enterrarme
profundamente. Necesito todo de mí para tratar de seguir respirando, mis
dedos clavándose en sus costados, queriendo ser lo más gentil y callado posible
con ella, considerando la pared detrás de ella, lo apretadas que están sus
piernas alrededor de mí.

Hacerlo en la alfombra de su dormitorio es una cosa, pero aquí, en este


rincón escondido del pasillo, es otra cosa. Espero tener lo necesario para
esperar el momento oportuno y disfrutar cada segundo, pero como ya estoy
luchando por mantener la calma, dudo que dure mucho. Y, supongo que, por el
bien de nuestra privacidad, debería ser rápido.

Pero ella se corre primero.

Va a correrse primero y va a correrse duro.

Quiero que reprima sus gritos.

—Mierda, te sientes como el cielo —le digo, mi voz gutural mientras


empujo más profundo, viendo como mi polla desaparece en ella, su resistencia
deliciosamente apretada—. Me estás empapando, mi diosa.

Salgo en un deslizamiento lento y se estremece debajo de mí antes de


empujarme hacia ella profundamente, aún cauteloso, mi palma apoyada contra 256
la pared.

—Fóllame —gime, sus ojos revoloteando a medida que me mira—. Más


duro, Aksel.

Miro hacia donde aún se ve la parte más gruesa de mi polla.

—¿Estás segura? —pregunto, rechinando las palabras mientras aprieto


la mandíbula. Mi cuerpo está ardiendo, mis músculos están tensos a medida
que intento permanecer controlado—. No quiero hacerte daño, y tampoco
quiero derribar la pared. Estás más apretada que un puño, y mi polla apenas
cabe tal como está.

—Por favor —solloza suavemente. Tiene el ceño fruncido por la


impaciencia salvaje, la boca húmeda y abierta.

¿Ha estado pensando en mí de esta forma mientras no estuve?

¿Me ha deseado tanto como yo la he deseado a ella?


Creo que sí.

—Su Majestad —murmuro, recordándole.

Envuelve sus piernas alrededor de mí con más fuerza y me deslizo más


profundamente dentro de ella, casi hasta la empuñadura. Ella se estira a mi
alrededor con un fuerte grito ahogado, su coño tan cómodo y húmedo a medida
que giro mis caderas contra ella. Estoy mareado, sin aliento, y las llamas dentro
de mí aumentan, lamiéndome hasta perderme en esta bruma decadente.

Las paredes del palacio se han ido y solo está ella. Estoy yo. Nada puede
tocarnos.

—Más fuerte. Maldita sea, más fuerte.

Un gruñido se escapa de mis labios y embisto contra ella hasta que


abraza cada centímetro palpitante. Se muerde el labio para evitar gritar, y no
escucho nada más que mi sangre corriendo por mi cabeza a medida que me
entierro profundamente. Mis caderas empujan, martilleando a este ritmo
salvaje mientras sus uñas se clavan en los hombros de mi camisa de vestir y sus
gritos silenciosos se tornan cada vez más desesperados, convirtiéndose en
pequeños gemidos guturales.
257
Me agacho y acaricio la suavidad de su clítoris, pero estoy bombeando
con tanta fuerza que es casi imposible.

Me inclino hacia adelante, el sudor goteando de mi frente y cayendo en


su pecho.

—Quiero que te corras.

Pero ya se está corriendo antes de que llegue al final de mi oración. Está


gimiendo, luego reprimiendo sus gritos, intentando permanecer callada. Su
rostro está contorsionado por el esfuerzo de mantenerlo todo dentro, todo
mientras explota hacia afuera.

No me detengo. Me corro con un gemido gutural bajo, el placer


desgarrándome, poniéndome del revés. Maldigo con dureza, lo más silencioso
posible, mientras me sumerjo en ella, entrando en un estado de ser primitivo y
sin sentido.
En este momento, no pienso ni me preocupo, solo soy un animal suelto
en el palacio.

Regreso a la tierra lentamente. Salgo con cuidado, amando cómo mi


semen escurre por sus piernas como lluvia blanca, prueba de que he dejado mi
marca, luego la sostengo y la coloco suavemente en el suelo.

Me mira a través de los oscuros mechones de cabello húmedo, su rostro


enrojecido y lleno de sudor, sus ojos entrecerrados y completamente saciados.

—¿Dónde estoy y qué acaba de pasar? —bromea, con la mano en la


frente.

Le sonrío, mordiéndome el labio, y meto mi polla medio dura dentro de


mis pantalones, abrochándolos.

—Aquí en Dinamarca tenemos un dicho —le digo—. Den der kommer first
til mølle, får first malet.

—¿Qué significa eso?

Miro a mi alrededor para asegurarme que no haya nadie antes de 258


comenzar a avanzar por el pasillo.

—El que llega primero, tiene prioridad —digo por encima del hombro.


17
Aurora

C
uando era adolescente, lo único en lo que soñaba era salir de
Windorah. Estaba dejando atrás la casucha y mis pertenencias
escasas y mi estómago rugiente y encontrando un lugar mejor en
el mundo. Nunca había buscado nada más allá de lo posible. Sabía que sería un
camino difícil y que empezaría sin nada. Pero cualquier cosa era mejor que esto.

Entonces, un chico nuevo llegó a la ciudad.

O debería decir, un hombre.


259
Cinco años mayor que yo.

Cuando tienes dieciséis años, es algo muy importante.

Compró el pub en la ciudad y nadie se preguntó de dónde había sacado


su dinero, simplemente estuvieron felices de que el pub volviera a abrir.

Trajo consigo su propio dolor y sus propias ambiciones y sus propias


maneras de hacer frente a las cosas. Abrió mis ojos a un mundo nuevo, uno al
que podríamos escapar.

Uno del que terminaría escapando.

Dan arruinó mi vida. He pasado muchos años ahogándome en ese odio


por él, por lo que me hizo. En quien me hizo convertirme.

Había pasado tantos años con miedo, vergüenza y esforzándome


muchísimo por compensar todos esos errores.

Porque eso es en realidad lo que era. Un error.


Y me tomó años darme cuenta que no era mi culpa.

Era tan joven.

No tenía a nadie más en mi vida.

Dejé la escuela.

Estaba a su merced.

Bajo su influencia.

Hice cosas malas, muy malas.

Cosas que ni siquiera recuerdo.

Cosas que atormentan mis sueños por la noche.

Cosas que me hicieron llorar por la chica perdida que era.

Cosas de las que nunca me atrevo a hablar.

Y cuando finalmente dejé Australia atrás, prometí no volver a cometer


ese error, porque lo sabría mejor. 260
Nunca dejaría que un hombre volviera a tener poder sobre mí.

Hasta ahora.

Porque Aksel tiene poder sobre mí y por primera vez, estoy rindiéndome
totalmente.

Y… no estoy segura que deba hacerlo.

Todo lo que sé es que, como lo fue con Dan, no puedo evitarlo, y


probablemente debería saberlo mejor.

Hay detalles, tantos detalles, que deliberadamente paso por alto cuando
estoy con él, porque cuando estoy con él, los detalles, las dudas, el mundo…
ninguna de esas cosas importa.

El amor te hace ingenuo, arrasa tus defensas al suelo, y bombea


esperanza a través de tus venas, pegajosa, dulce y totalmente embriagante.

Estoy ebria de mi necesidad por él.


Ya he tenido sexo con él dos veces.

He tenido orgasmos tremendamente salvajes alrededor de su polla.

He sentido su cuerpo bajo mis manos y vi que sus ojos se ponían en


blanco mientras se corría dentro de mí.

Lo he tenido de una manera que nunca soñé posible.

Algo más allá de mi alcance ahora está en mis manos, y no quiero dejarlo
ir nunca.

Es rico, poderoso, privilegiado. El rey de una nación próspera.

Solo soy una chica. Una niñera. Una escoria australiana.

Hay un millón de razones por las que no deberíamos funcionar.

Por qué no deberíamos hacer lo que hemos estado haciendo.

Pero en mi corazón, sé que no importa. En mi corazón, sé que lo que


tengo con él, sea lo que sea, está bien.

Nunca serás su reina, dice la voz en mi cabeza.


261
Pero a eso respondo: ahora mismo no importa.

Lo único que importa es ahora mismo.

Entonces me levanto de la cama. Es más de medianoche y he estado


despierta durante unas horas, mi cuerpo dolorido y retorciéndose por él,
tocándome y pretendiendo que son los labios de Aksel. A decir verdad, he
estado esperándolo. He estado esperando por un golpe en mi puerta, a que él
venga.

Esperar apesta.

He pasado de anhelarlo con la mente y corazón a anhelarlo con mi


cuerpo, y ahora lo quiero todo de él. Lo quiero con una, obsesiva loca, necesidad
primitiva, como si dejase de respirar sin él.

Me dirijo hacia la puerta y la abro lentamente.

El pasillo está oscuro. Tranquilo.


Su habitación parece tan lejana, en el extremo opuesto del pasillo.

¿Y si alguien me pilla yendo allí?

¿Por qué no puede haber un pasaje secreto de mi habitación a la suya?

Miro a ambos lados una vez más y luego cierro la puerta en silencio y me
escabullo por el pasillo lentamente, asegurándome de estar absolutamente en
silencio.

Me detengo frente a su puerta y respiro hondo.

A pesar de ya haber estado con él, todo esto es tan nuevo. Es frágil y está
creciendo, y estoy un poco nerviosa. No quiero empujarlo, no quiero arruinar
nada.

Las mariposas bailan en mi estómago, lo que aumenta el nerviosismo.

Sin embargo, no llamo, no quiero que el sonido despierte a nadie,


especialmente a Maja quien está a una pocas habitaciones. A pesar de su edad,
tiene el sueño ligero.

Así que, pongo la mano en el pomo y abro la puerta muy lentamente. 262
La habitación está oscura.

Mierda. Quizás Aksel esté durmiendo.

No debería despertarlo.

Es un maldito rey y está ocupado y lo último que necesita es que lo


interrumpa y arruine su mañana.

Estoy a punto de cerrar la puerta cuando escucho.

—¿Quién está ahí?

—Soy yo —susurro, entrando. Cierro la puerta detrás de mí y ahora


también estoy en la oscuridad.

La luz junto a la cama se enciende y veo que está acostado bajo las
sábanas, mirándome con asombro.

—No estoy soñando, ¿verdad? —dice, parpadeando.


Niego con la cabeza y camino ansiosamente hacia la cama.

—No lo creo.

Me mira fijamente.

—Viniste.

Una sonrisa tira de mis labios a medida que mis ojos recorren su pecho
desnudo.

—¿Me estabas esperando?

—Sí —responde, aclarándose la garganta—. Esperar, es quizás la palabra


correcta.

Es tan extraño ahora que puedo apartar esas mantas y meterme en la


cama con él, que puedo entrar en su habitación tarde en la noche y estar con él.
Extraño e innegablemente emocionante.

Me siento tímida de repente. Casi nunca soy tímida. Pero todo esto está
sucediendo tan rápido y sin embargo no lo suficientemente rápido y me
sonrojo, inestable en mis pies. 263
—¿Qué pasa? —pregunta, sentándose y alcanzando mi mano—. Ven aquí.

Me atrae, pero sigo de pie.

—Quiero tomarme las cosas con calma —le digo , y me sorprende que las
palabras salgan de mi boca.

—Lo que quieras —dice—. Solo ven aquí. Quiero sostenerte.

Mi corazón da un vuelco por eso y él levanta las mantas.

Está completamente, hermosamente, desnudo con una polla semidura


lista, y yo solo estoy en mi camisón de dormir endeble, así que sé que esta es
una receta para el desastre en toda la sugerencia de “quiero tomar las cosas con
calma”.

Pero de todos modos, me meto en la cama, acurrucándome contra su


pecho mientras su brazo pasa alrededor de mi hombro, sosteniéndome fuerte
contra él.
Cierro los ojos, escuchando sus latidos debajo de mi oído. Va rápido y
fuerte y estoy segura que está teniendo que contenerse. Me siento como una
burla total al entrar aquí así y luego decir que quiero ir lento.

—Sé que me acabas de follar hoy en el pasillo —le digo, mirándolo a los
ojos—. Pero solo quiero…

—Aurora —dice a medida que me acerca a él, besando la parte superior


de mi cabeza—. Nunca tienes que explicar nada. Me alegro que estés aquí.
Pensé en ir a tu habitación, pero no quiero ser demasiado agresivo.

—Por lo general, me gusta cuando eres agresivo.

—Mmmm. Supongo que aún te debo algunos azotes.

Sonrío contra su pecho.

—Sí, así es. Algo me dice que hay mucho tiempo para compensarlo.

—Lo hay. Tenemos mucho que compensar.

Lo hacemos. Meses bailando uno alrededor del otro, dando vueltas como
lobos, demasiado asustados para dar el primer paso. Por eso no me importa 264
esperar esta noche y simplemente estar con él de esta manera, absorbiendo sus
palabras, su toque, su olor y su ritmo cardíaco constante. Sé que vamos a follar
como conejos en el próximo futuro previsible.

Trazo mis dedos en forma de ocho a lo largo de su pecho, perdida en mis


pensamientos sobre tantas cosas. De lo que más quiero hablar es de lo que no
deberíamos. Qué sigue. Saber que nunca podríamos convertirnos en nada más
allá de este momento. Esa era una de las razones por las que me tomó tanto
tiempo admitir lo que sentía por él. Era inútil.

—Sabes, la otra noche —empiezo de tal manera que él sabe de qué noche
estoy hablando—. Me habías dicho que había pasado mucho tiempo. ¿Cuánto
tiempo había pasado?

Se pone rígido, y levanto la mirada para verlo fruncir el ceño.

—¿Por qué quieres saber eso?

Me encojo de hombros a medias.


—Tengo curiosidad.

—Siempre curiosa. —Suspira—. Bueno, en realidad no es un secreto. No


he estado con nadie desde Helena.

Oh. Guau. Y, por supuesto, no me sorprende mucho, considerando que he


acosado a este hombre cibernéticamente y nunca pude desenterrar ningún
trapo sucio o información sobre con quién podría haber salido desde su esposa.
Es porque no estaba con nadie en absoluto.

Mierda. Eso me presiona un poco. ¿Soy su primer revolcón desde que la


perdió? ¿Soy la señal de que su período de duelo ha terminado? ¿O eso también
es presuntuoso de mi parte?

—¿Estás sin palabras? —pregunta—. Supongo que debería tomar eso


como un cumplido.

—Yo solo… lo siento mucho.

—No lo hagas. Solo es mi pene.

—Lo digo como en, lamento tu pérdida. Lamento que te haya tomado 265
tanto tiempo superarla.

Me mira duramente. Ahí voy, diciendo otra vez lo incorrecto.

—Lo siento —digo rápidamente—. Eso sonó insensible. Lo que quise


decir fue… lamento que tuvieras que pasar por eso. E incluso si no la has
superado, bueno, quiero decir, no te culpo.

Aunque, Dios, espero que la haya superado. Espero no ser solo un


vendaje, un bálsamo para una herida.

Oh, mierda. ¿Y si lo soy?

—Aurora… —dice lentamente, lamiendo sus labios. Suspira y deja caer la


cabeza en la almohada, mirando al techo—. No nos amábamos.

Lo miro fijamente, atónita.

¿Qué?

—¿Qué?
Se pasa la mano por la cara y parpadea.

—Es verdad. No nos amábamos. Al menos, ella nunca me amó. Fingió


hacerlo, para conquistarme, para tener la corona. Y era un tonto idiota, ansioso
por cualquier cosa que pudiera darme. Ansioso de que alguien me ame, por
patético que parezca. Así que, me enamoré de ella, nos casamos, tuvimos dos
hermosas hijas y luego la verdad se convirtió en mi realidad.

Santos caracoles. Esto es absolutamente lo último que esperaba que diga.

Fueron la pareja estrella de las familias reales, tan apuestos, hermosos y


buenos. Ella con sus organizaciones benéficas, él con sus competencias de rally
y navegando. Eran tan jodidamente perfectos.

Y había sido mentira.

—Nunca me amó —continúa—. Y eventualmente, como solo puedes dar


tanto como recibes, dejé de amarla. Nos convertimos en dos personas que
vivían en la misma casa y eso fue todo. No éramos amigos. No éramos socios. Ni
siquiera éramos padres. Ambos nos encargábamos de las niñas sin
consultarnos al respecto. Temí haberlas arruinado de por vida.
266
—No lo hiciste —le digo, alcanzando y pasando mis dedos por su rostro
fuerte. Besa la palma de mi mano y me derrito—. No las arruinaste en absoluto.
Esas niñas son inteligentes, adorables y amables.

—Porque tú eres inteligente, adorable y amable. Has hecho un mejor


trabajo criándolas que ella.

Me estremezco un poco, no me siento cómoda con la forma en que va la


conversación.

—No quiero minimizar el hecho de que ella es su madre y yo no.

—Estoy siendo honesto. Como siempre lo soy. No tengo pelos en la


lengua y a estas alturas lo sabes de primera mano. Has visto las señales.

Tiene razón, pero como niñera he intentado entrenarme para no socavar


nunca a la madre: viva o muerta. Sin embargo, la verdad es que, a veces, cuando
Clara habla de su madre, Freja se ve completamente confundida. Freja tenía
solo tres años cuando murió su madre. No la recuerda como parece hacerlo
Clara.

—No es pecado darse cuenta del impacto que has tenido en ellas, saber
que las has mejorado. No hay vergüenza en eso. Helena hizo todo lo posible,
pero su atención estaba en otra parte, en otras cosas, incluso en otras…
personas. Quería tener hijos por las razones equivocadas, principalmente
porque se esperaba, principalmente porque solidificaba su lugar en mi familia.
En esta época, se podría decir que quería convertirse en madre por los me
gusta.

Arrugo mi nariz.

—Pero eso no la convierte en una mala persona. Era buena en otros


aspectos. Y no la culpo en absoluto por querer a Clara y Freja, sin importar sus
razones, porque sin esas razones no las tendría. Y son mi mundo. —Coloca sus
dedos debajo de mi barbilla y levanta mi mandíbula para encontrar su
mirada—. Así como ahora eres mi mundo.

Me muevo un poco para poder besarlo, suavemente en sus labios, y hay


un momento en el que sé que si retrocedo y pongo mi cabeza en su pecho 267
nuevamente, me quedaré dormida y eso será todo.

Pero nunca nadie me miró como lo hace ahora, nunca nadie me abrazó
con tanta confianza y seguridad. Nunca nadie me ha dicho que soy su mundo.

Maldita sea, amo a este hombre.

Mi rey.

Así que lo beso más fuerte, mis uñas clavándose en su pecho. Su boca se
abre contra la mía, al principio lenta, vacilante, luego se vuelve más y más
voraz.

—Aurora —susurra contra mi boca—. ¿Cómo puedo tenerte para


siempre?

Y me estoy derritiendo.

—Solo quédate conmigo —le digo, susurrando, antes de agregar—: Y haz


que me corra. Mucho.
Medio ríe, medio gruñe, y su sonrisa es completamente lobuna justo
antes de agarrarme y voltearme para que esté encima.

Al principio creo que me va a aplastar, luego me devorará


instantáneamente, pero retrocede y se mueve lenta, deliberadamente. Se coloca
encima de mí, su pecho cálido presionado contra el mío, sus codos plantados a
cada lado de mi cabeza. Me mira de tal manera que me pone nerviosa,
golpeándome hasta la médula de mis huesos. Sus ojos están nublados por la
lujuria y sorprendentemente claros, llenos de un anhelo profundo que puedo
sentir que me atrae.

Pero hay algo nuevo en ellos que nunca antes había visto. Un destello de
miedo.

—¿Qué pasa? —susurro mientras pasa su dedo por un lado de mi cara,


sobre mi pómulo, hasta mis labios.

Luego, una sonrisa leve cruza sus labios, y aunque el miedo en sus ojos
no vacila, se suaviza.

—Diosa. —Su voz es áspera, baja, ronca. Hace que se me ponga la piel de
gallina.
268
No dice nada más.

Y porque su mirada es tan cautivadora, tampoco puedo pensar en nada


que decir. Simplemente nos miramos el uno al otro, conectados en todos los
niveles posibles. Es un sentimiento más grande que los dos.

Y entonces lo entiendo.

El miedo.

Simplemente me abrió su corazón.

Me abrió sus secretos.

Por un momento dejó caer esa máscara hasta que vi su alma.

Me dejó entrar.

Aksel mantiene sus ojos en los míos, ardiendo de lujuria y ya estoy tan
excitada que estoy empapada entre mis muslos.
El hombre solo tiene que mirarme y soy un desastre.

—Aurora —gime a medida que sus dedos encuentran mi clítoris,


provocándolo, sus ojos nunca separándose de los míos—. Estás tan mojada por
mí.

Le doy una sonrisa amplia.

—Y solo usted, señor.

—Me encanta cuando me hablas como niñera —dice con brusquedad


mientras agarra mis caderas y me acerca—. Esperando y lista para cumplir mis
órdenes. —Levanto la pierna, enganchándola alrededor de su cintura,
manteniéndolo contra mis caderas, a medida que saco mi camisón por la cabeza
y lo arrojo a un lado. Estoy empezando a impacientarme, el dolor dentro de mí
aumenta con cada deslizamiento de su dedo.

—Solo cumpliré tus órdenes en el dormitorio —le recuerdo mientras


dejo escapar un gemido de mi boca.

—Puedo vivir con eso —me susurra a medida que alcanza su pene y
recorre la corona de arriba abajo por mi clítoris, deteniéndose para sumergirlo 269
brevemente dentro antes de regresar otra vez. El sonido es tan fuerte en su
habitación cavernosa, es obsceno.

Y es más que evidente que esta noche quiere tomárselo tortuosamente


lento.

No me importa.

Mis ojos se cierran, rindiéndome a esta burla intensa. No está


empujando, solo es un deslizamiento perezoso, de ida y vuelta, pero siento que
de todos modos me abro para él, mi cuerpo hambriento por más.

Muy hambriento.

Siempre.

—¿Te gusta eso? —murmura, su voz tan espesa por la necesidad que ni
siquiera puedo responderle. Asiento, relajándome de nuevo en su almohada.
Estoy más que preparada para él, rindiéndome y alentándolo a medida que se
frota contra mí, una y otra vez.
Esto es tan jodidamente delicioso.

Real.

Trago pesado y un sonido de súplica escapa de mis labios.

A él le gusta eso. Puedo decirlo por la forma en que sus músculos se


tensan. Mi corazón está empezando a latir con fuerza en mi cabeza, mi piel está
caliente y tensa, mis pezones son guijarros endurecidos en el aire fresco
mientras su piel los roza.

Con una exhalación lenta, aferra mi cadera a medida que se empuja


dentro de mí desde un lado. Está sin barreras, grueso y largo mientras se
hunde, con esta lenta estocada decadente.

—Tan perfecto —murmura, su voz ronca por la necesidad—. Tan


hermosa.

Respiro profundamente y trato de concentrarme en cada cosa que está


sucediendo, de la cabeza a los pies, dejándome asimilarlo todo.

Al igual que las veces que hemos tenido relaciones sexuales antes, me 270
golpea la triste sensación urgente de que tal vez no vuelva a suceder.

Porque se siente correcto. Se siente bien, luego se siente demasiado,


luego ni siquiera sé lo que siento porque todo lo que siento es Aksel.

Se ha apoderado de todo mi mundo.

Es mi gobernante.

Soy su súbdita.

Gimo, estirándome alrededor de su polla gruesa, amando lo fuerte que


puedo apretarlo. A él también le encanta. Su respiración es cada vez más corta,
más laboriosa, lo que me hace aferrarlo aún más fuerte. Me encantan estos
sonidos pequeños que hace; cuán deshecho se vuelve. Pasa de un hombre con
un traje elegante a un lobo en la naturaleza.

—¿Quieres que vaya más rápido? —pregunta, gimiendo mientras habla.

—No —respondo, humedeciendo mis labios. Lo miro—. Así está bien.


Es mejor que bien, pero ahora mismo se me están escapando las
palabras.

Él asiente y me observa fijamente a medida que empuja más profundo.


Sus labios se abren mientras toma aire y su frente se arruga en lujuria y
asombro, como si no pudiera creer que esto esté sucediendo, no puede creer lo
bien que se siente.

—Oh, Dios —gime, su agarre apretándose en mis caderas, deslizándose


hasta mi cintura, hasta mis senos donde pellizca mis pezones—. Aurora.
Maldita sea. Eres tan jodidamente perfecta. Eres un sueño.

Podría sentirse perfecto en este momento mientras su polla se desliza


profundamente dentro de mí, pero no soy un sueño. Soy cien por ciento real.
Estoy aquí. Estoy viviendo esto, sintiendo esto, amando esto.

Esto está ocurriendo.

Me está viendo, viéndose a sí mismo, viéndonos a ambos, donde su polla


se hunde en mí, su eje empapado con mi deseo. Está fascinado por la vista, el
empuje lento hacia adentro, la retirada lenta.
271
Mirando lo que nos hacemos mutuamente.

Cada balanceo de mis caderas, cada empuje de él, lo hunde más profundo,
nos conecta como imanes. La forma en que sus abdominales se aprietan
mientras empuja hacia adentro, las diminutas gotas de sudor que se acumulan
sobre su piel bronceada, la humedad en su frente. Me estiro y atraigo su trasero
hacia mí, queriendo más, y penetra tan profundo que el aire escapa de mis
pulmones.

Dios, sí.

Mi cabeza vuelve a caer y me rindo a él. Está en mí, tan profundo, y no


quiero que se vaya nunca. Esto se siente más allá de lo correcto.

Esta podría ser la calma antes de la tormenta. Esta también podría ser la
tormenta.

Puede ser ambas cosas para mí, la paz y el caos. Puede ser mi todo si
quiere. Incluso si no lo hace.
No quiero que esto se detenga nunca.

Algo estalla dentro de mí, una espiral en mi centro que aumenta muy
despacio, extendiéndose, calentándose. Va a apoderarse de mí, me hundirá, y
nunca había deseado algo tanto en mi vida.

—Casi —susurro, mi voz se ahoga con mi hambre repentina por él—.


Dios, Aksel , casi estoy…

Responde instantáneamente.

Con un gruñido gutural, comienza a bombear más rápido, una mano en


mi espalda para mantenerme en mi lugar, la otra en mi cabello, haciendo un
puño. Se desliza más profundo que nunca, golpeándome donde mi cuerpo se
muere por ser liberado.

Atrae mi cabeza y me besa, rápido y caliente, con sabor a sudor. Mi boca


está hambrienta contra la suya, obscena, la necesidad dentro de mí creciendo y
creciendo.

Por favor, por favor, por favor.


272
Quiero esto para siempre.

Esto siempre ha sido algo más que sexo.

No puedo negarlo más.

Y luego encontramos nuestro ritmo, nuestros cuerpos uniéndose en un


baile. No diría que es sin esfuerzo porque está bombeando y bombeando dentro
de mí, trabajándome con una intensidad febril, porque follar así es un trabajo.
Y, sin embargo, hay una sensación de comodidad entre nosotros, en nuestros
cuerpos, que no puedo describir.

Como si mi cuerpo fuera suyo desde el principio.

La cama golpea contra la pared, las sábanas se sueltan, mis senos se


balancean, y espero que no estemos despertando al palacio, pero a la mierda,
no me importa. Ahora no. No cuando estoy tan cerca.

—Voy a correrme —empiezo a gritar, pero él es rápido y coloca la


almohada sobre mi cara, amortiguando mi voz entrecortada.
La muerdo, sintiendo las plumas entre mis dientes.

Entonces estoy girando y termino aplastada mientras el orgasmo me


invade como una ola rebelde, desgarrándome en un millón de direcciones de
luz estelar y felicidad. Una explosión de plumas flotantes en mi pecho.

Señor, sí, señor.

—Maldición —gruñe Aksel cuando la liberación lo reclama. Sus ásperos


ruidos frenéticos, el choque de su piel empapada en sudor contra la mía, el
crujido de la cama, todo inunda mis oídos.

La almohada se desliza lejos de mi cara.

Deja escapar un gemido bajo, apenas contenido, sus hombros temblando


cuando se corre.

Nunca me cansaré de esta vista.

Este rey puesto de rodillas.

El bombeo ralentiza. Su agarre se afloja.


273
Se derrumba contra la almohada, su cabello húmedo y pegado a su frente.

Sus ojos me devoran, su respiración es pesada y dura.

—Dame cinco minutos —dice, jadeando—. Y entonces volveremos


hacerlo.


18
Aurora

Marzo

H
oy viene Amelie.

He estado tan absorta con Aksel durante las últimas


dos semanas, literal y figurativamente, que lo había olvidado
por completo. No fue hasta que me llamó y me dijo los
detalles de su vuelo unos días antes que recordé lo que me 274
había prometido.

Uno era venir aquí y ver cómo estaba.

Dos era para conseguirme un revolcón.

No puedo decirle que ya no tiene que preocuparse por eso último ya que
he estado teniendo sexo con Aksel tan a menudo como puedo. Es literalmente la
mejor parte de mi día (o de mi noche, claro está), escabullirme por el palacio y
tratar de encontrar tiempo a solas con el otro. Algunos días simplemente no
funciona, pero sí la mayoría de los días. Hacemos que funcione, sin importar lo
poco que durmamos, sin importar si es solo un rapidito en la ducha o en un
rincón escondido del palacio.

—Está aquí —dice Maja desde la puerta abierta a mi dormitorio—. Le


mostraré tu habitación.

Hicimos que Henrik fuese a recogerla al aeropuerto. Probablemente


debería haber ido con un letrero que dijera “Amelie”, pero el hecho es que el
público ahora sabe quién soy. Ciertamente no me acosan cuando estoy fuera de
casa, los daneses son mucho más educados que eso. Pero aman a su familia real
y supongo que me han aceptado como una de ellos.

Más o menos.

Quiero decir, he visto algunos tabloides sobre mí. Por lo general, solo
estoy en una foto con las niñas y tengo una sola línea siendo la niñera. Cuanto
más danés sé, más entiendo de qué están hablando y no soy muy interesante
para nadie.

Pero entonces, a veces, hay una exposición extraña sobre mí. Eso es más
de los tabloides británicos y los Royal Rags, como los llaman, medios que están
completamente dedicados a informar sobre todos los chismes jugosos y
eventos públicos de las familias reales de todo el mundo.

Pueden ser bastante despiadados. Los he visto básicamente crucificar al


príncipe Viktor de Suecia y a su prometida estadounidense, y les encanta odiar
al príncipe Magnus de Noruega y sus viejas costumbres fiesteras, aunque ahora
está casado.

Han intentado perseguirme, solo un poco. Hablan de las otras familias de


275
las que he sido niñera en Francia, hablan de lo bonita que soy (muchas gracias),
pero también hablan de mi uniforme de guarra (uf) y de lo duro que debe ser
para el rey Aksel trabajar a mi alrededor. Esa mierda es la que más me molesta.
Continúan diciendo que, si la reina Helena estuviera viva, nunca habría
permitido que me contraten.

Probablemente sea cierto, cuanto más escucho de ella, la verdadera ella.


Aksel sigue siendo muy cuidadoso cuando habla de ella y hace todo lo posible
para no culparla de nada, como si su fantasma fuese a aparecer en cualquier
momento y fuera a golpearlo en la cabeza, pero como sospeché en un principio
cuando lo conocí, Henrik soltó todos los detalles. Como él era su conductor, la
conoció bastante bien y esa persona pública rara vez coincidió con la privada.

Pero cuando se trata de la realeza lo que cuenta es el público, y el público


aún piensa que ella es un ángel. Y como hizo mucho bien, algo incluso con fines
altruistas, no hay forma de manchar su reputación.
Así que, es Aksel quien carga con toda la mierda y especulaciones y, a
veces, me incluyen en la mezcla. Eso sí, no son los medios daneses los que son
injustos con él de esa manera, pero aun así.

Tengo mucha suerte de que no hayan podido desenterrar nada en mi


extremo.

Si descubren la verdad sobre mí.

Si descubren quién es Rory Jameson, todo esto terminaría.

En realidad, debería ser sincera con Aksel. Al menos, debería confesarle a


Amelie y empezar desde ahí. Pero revisar mi pasado y los horrores terribles de
quién era no parece valer la pena.

Todo el mundo merece una segunda oportunidad.

Todos merecen un comienzo nuevo.

De lo contrario, estaremos encadenados para siempre a las personas que


solíamos ser.

La propia Amelie me saca de mis pensamientos tórridos. 276


—¡Bonjour! —llama desde la puerta, arrastrándose hacia mí con los
brazos extendidos.

—¡Bonjour! —exclamo, levantándome de mi asiento y acercándome a


ella. Nos abrazamos, bisous en cada mejilla.

—Te ves fantástica —me dice, señalando mi falda a cuadros—. Me gusta


todo esto de la colegiala. Muy ¿cómo se dice, pervertido?

Me rio.

—Eso probablemente no sea bueno cuando estás visitando a un cliente.

—Ah, pero es un rey y lo estás haciendo muy bien. No deberías tener


ningún problema para tener un revolcón.

Pongo los ojos en blanco, ahogando una carcajada.

—¿En serio viniste hasta aquí solo por eso?


—No —responde sin rodeos con un encogimiento de hombros leve—.
También vine a espiar. Esta es mi primera vez en un palacio real, no podía
dejarla pasar. —Se agacha y tira de mi falda de la misma manera que lo hace
Aksel. Levanto la ceja—. Ahora, dime que esta noche usarás esto.

—Si insistes.

Pero, por supuesto, antes de que vayamos a ninguna parte, le doy el


recorrido informal del palacio, comenzando con las niñas y Snarf Snarf, con
Maja entreteniéndolas mientras yo disfruto de un día libre legítimo, luego el
resto de las habitaciones del palacio. Incluso pasamos junto a Nicklas en el
pasillo, quien me da un asentimiento frío.

—¿Quién era ese? Da miedo —susurra a medida que dobla la esquina.


Luego, antes de tener la oportunidad de responder, añade—: ¡Mon Dieu, era él!
El mayordomo de la reina.

—Ahora es el secretario de Aksel.

—Oh, tan extraño. ¿Por qué haría eso? Mató a su esposa.

Me encojo de hombros y dejo escapar un suspiro. 277


—Bueno, fue un accidente. Pero no sé. Diría que ese tipo es el único
inconveniente de trabajar aquí. Le he preguntado a Aksel más de un par de
veces por qué está aquí, pero solo me cuenta lo que creo que es un montón de
tonterías. Quién sabe.

—Pero ¿no es espeluznante contigo? Este mayordomo.

—Para nada. Quiero decir, no me agrada, pero en su mayor parte se


mantiene alejado de mí.

Aunque las pocas veces que Nicklas se ha acercado a mí y Aksel estaba


cerca, Aksel prácticamente lo ahuyentó. Esto sucedió incluso antes de que Aksel
y yo estuviéramos juntos.

Y resulta que Aksel es nuestra última parada en la gira.

Como es domingo, y de noche, sé dónde encontrarlo.


Está en la sala, en su sillón habitual, bebiendo brandy. Ya le había dicho
dos veces que Amelie vendría, por eso estaba usando mi día libre. Normalmente
me acercaría a él directamente, pero como se supone que soy la mera niñera y
él es un rey y esta es mi supervisora, reina la formalidad.

Aclaro mi garganta lo suficientemente fuerte como para que Aksel lo


escuche.

—Disculpe, señor —le digo, y él se gira en su asiento para mirarme con


las cejas arqueadas—. Pero tengo una invitada aquí que quiere conocerlo. —
Miro a Amelie pero su fría fachada francesa se resquebraja y está congelada en
seco—. Amelie, este es Su Majestad, el rey Aksel de Dinamarca.

Bueno, tengo que admitirlo, nunca deja de ser jodidamente genial que
pueda presentarlo de esta manera, incluso si solo soy uno de los miembros de
su personal.

Y definitivamente no deja de ser sorprendente que por las noches, sea yo


quien comparta su cama.

Por supuesto, no puedo decirle eso.


278
Aksel se pone de pie, aunque sé que preferiría quedarse en su sillón junto
al fuego, sosteniendo su bebida. Después de cierta hora, dice que en realidad le
gusta ignorar toda la parte del “rey” de su vida, como si estuviera fuera de
servicio con descansos sindicales.

Amelie sigue siendo una estatua de sí, de modo que la agarro de la mano
y la llevo, como lo haría con Clara o Freja.

Me lanza una mirada perpleja, el tipo de mirada que lo hace parecer más
joven, despreocupado. Veo esa mirada en él cada vez más a menudo.

Me gusta pensar que tiene algo que ver conmigo.

Extiende la mano.

—Un placer conocerte, Amelie.

Cuando Amelie aún no hace nada más que quedarse boquiabierta, tomo
su mano y la pongo en la de Aksel.
Él la estrecha y solo entonces ella responde.

—Oh, hola. Oh, oui, su Majestad. ¡Désolée! Lo siento mucho, no sé qué


pasó allí. Quizás perdí la cabeza.

—Todo está bien —dice Aksel y luego me mira—. Olvidé por completo
que vendría hoy.

—Eso es porque tu mente ha estado dispersa estos días —digo.

Y eso es porque toda la sangre que normalmente va a su cerebro ha sido


redirigida a su pene danés. No es que me esté quejando.

Él asiente hacia los sillones.

—Chicas, ¿quieren unirse?

—Phhfff —digo—. ¿Chicas? Querrás decir, damas.

Ahora es el momento para que Aksel resople.

—Si tú lo dices. Lo creo de la francesa, pero aún no estoy convencido de


ti. 279
—Ya te convencí —le recuerdo—. Pagas mi salario.

Es entonces cuando me doy cuenta que la mirada de Amelie está


rebotando entre nosotros.

—No me importa quedarme aquí —dice—. No tenemos que salir.

—Sí —le digo, agarrando su brazo y alejándola de Aksel—. Lo haremos,


porque has dado tanta importancia a eso.

—Puedes encontrar hombres otro día, ¿no? —pregunta.

Mierda. Mis ojos se posan en los suyos enseguida. Se suponía que no


debía mencionar eso, y especialmente no se suponía que debía hacer que
parezca que era mi idea.

—¿Encontrar hombres? —repite Aksel con voz dura.

Lo miro con cautela, intentando darle la mirada de está loca con mis ojos,
pero no estoy segura que él comprenda.
—Oui —dice Amelie—. Hombres. Como usted, o quizás menos real.
Aunque, soltero. No espera que Aurora se convierta en una solterona
trabajando solo para usted, ¿verdad?

La mirada de Aksel es tan aguda como un picahielos.

—No —dice después de un momento—. No lo haría.

Oh, por todo lo sagrado.

—Solo vamos a tomar una copa —le aseguro—. Estaré en casa antes de
que te des cuenta.

—Pero es tu día libre, ¿no? —dice Amelie, inclinando la cabeza—. Se te


permite quedarte fuera todo el tiempo que quieras. No es tu jefe.

—Lo soy, técnicamente —dice con brusquedad, de nuevo en modo de


fruncir el ceño.

Caray. Voy a tener que dedicar mucho tiempo a desenredar este lío.

—Sí, pero es su día libre y, de acuerdo con las leyes laborales danesas, no
tiene nada que decir al respecto —dice. 280
—Pero yo hago las leyes laborales danesas —argumenta, entrecerrando
los ojos.

A Amelie no le importa. Se encoge de hombros. Cualquier efecto que haya


tenido sobre ella ha desaparecido y ha vuelto a ser indiferente.

—Hmm, no, ese sería el primer ministro. Lo siento, su Majestad, pero


primero cuido de mi cliente y después del rey de Dinamarca. —Agarra mi
mano—. Ven, cariño, vámonos de juerga a la ciudad.

Me arrastra hasta la puerta y echo un vistazo a Aksel por encima del


hombro.

Está jodidamente cabreado.

¿Está mal que me haga sentir un poco vertiginosa por dentro?


Subimos al auto y Henrik nos lleva al bar Ruby cercano, al que siempre
he querido ir porque se supone que es moderno y genial y todas las cosas que
una joven normal de veintiséis años debería estar buscando.

—Está bien, ¿a qué danés de aquí quieres follarte? —pregunta Amelie.

Solo llegamos al bar hace unos minutos y estamos sentadas en un sofá en


la esquina con una vista entera de los clientes. Solo que estoy mirando
distraídamente. Estoy pensando en Aksel todo este tiempo.

—Hum, aún nadie —digo, tomando un sorbo de mi bebida. Se llama Nuda


Veritas y se supone que me hará decir la verdad. Dios, espero que no.

—¿Ninguno? Todos parecen dioses nórdicos. Daneses perversos. Ya


sabes, si no tuviera a mi novio… —me mira—. Ni siquiera lo estás intentando.

Suspiro y trago al mismo tiempo y casi me ahogo con la bebida.

—No quiero —digo, tosiendo—. Estoy bien.

Me mira de reojo.

—Mmhmm. Sí. Puedo ver eso. ¿Eso tiene algo que ver con tu jefe? 281
Le doy una mirada firme.

—No.

—Parecía bastante preocupado de que estuvieras saliendo. ¿Siempre es


así de controlador?

Bueno, no puedo decir si me está preguntando esto a nivel profesional o


amistoso, pero aun así, solo hay una respuesta.

—No es controlador. Quiero decir, es un rey y todo eso, y soy su


empleada, pero si me estás preguntando si es un problema, no. No lo es.

Puede ser más que controlador en el dormitorio, pero sé que eso no es lo


que está preguntando.

O, espero que no sea así.

—Tienes un... vínculo especial con él ¿no?


Niego con la cabeza.

—No. En realidad, no.

Se inclina hacia adelante, apartándose su flequillo de los ojos para ver


mejor mi cara.

—¿En serio?

—Sí —respondo, pegando una sonrisa—. Todo está bien. Amo este
trabajo.

Me estudia por unos momentos y luego se recuesta en el sofá, tomando


un sorbo largo de su bebida.

—D'accord. Entonces, todo está bien.

Solo asiento.

Todo está bien.

Hasta que termine la noche, y Henrik nos lleve de regreso al palacio.

Es mucho más tarde de lo que pensé que sería, casi la una de la 282
madrugada, cuando subimos a trompicones las escaleras hacia nuestras
habitaciones. Amelie está en una de las suites de invitados que está cerca de la
habitación de Aksel y me imagino que de todos modos no hay forma de que
quiera verme esta noche. O me está esperando despierto, furioso, o se ha
quedado dormido.

Le doy las buenas noches a Amelie y me voy a mi habitación.

Me quito la ropa, me pongo un camisón de dormir y me dirijo al baño,


solo entonces noto una nota en mi escritorio.

Estoy en tu baño.

¿Qué carajo?

La nota ha sido arrancada de mi agenda, cosa que no aprecio, y


garabateada con un rotulador. Solo que no sé si es Aksel o no, ya que no
recuerdo haber visto su letra.

—¿Aksel? —llamo en voz baja.


Me dirijo a la puerta del baño, que está cerrada cuando sé que la dejé
abierta, y la abro lentamente, metiendo la mano para encender las luces.

Aksel está de pie junto a la puerta y casi grito, saltando de miedo.

—Te dejé una nota —susurra con dureza.

—¡Lo sé! —chillo tan suavemente como puedo, mi corazón corriendo—.


¡Eso no hizo que esto sea menos aterrador! ¿Por qué estás en mi baño?

—Necesitaba verte.

—¿En mi baño?

—En tu habitación.

—Entonces, espera en la habitación.

—No sabía si vendrías sola a casa.

Casi me muerdo la lengua.

—¿En serio? ¿De verdad pensaste que saldría a buscar chicos?


283
—Bueno, ¿por qué saliste? —Sale del baño y noto lo salvajes que lucen
sus ojos, la tensión firme de su mandíbula. Está enojado. Sin razón.

—Salí porque llevo medio año viviendo en esta ciudad y nunca he ido a
un bar. Es por eso.

Murmura algo en danés ante eso y no me importa saber qué es.

—Bueno, podrías haberme dicho eso.

—No te lo dije porque en realidad no importa a largo plazo. Lo hice


porque Amelie vino aquí, y ella quería ir. Y no he tenido una noche de chicas en
mucho tiempo. —Hago una pausa—. Aún no explica por qué te escondías en mi
baño.

—Difícilmente se llama esconderse cuando dejas una nota.

—Lo que sea.

—No me vengas con lo que sea yo. Nunca uses lo que sea conmigo.
—Oh, lo siento, lo que sea, su Majestad. —Agregué en voz baja—:
Jodidamente opuesto a majestuoso ahora mismo.

—¿Qué?

—Nada.

Me agarra del brazo.

—No es nada —dice y más allá de su ceño fruncido y la intensidad aguda


en sus ojos, veo el miedo—. Y nada es igual a lo que sea entre nosotros,
¿comprendes? No hablamos así, no funcionamos así. No solo ponemos los ojos
en blanco e ignoramos las mierdas. Nos ocupamos de las mierdas. Y es por eso
que estoy en tu maldita habitación ahora mismo, porque no podía dormir con
este peso en mi corazón.

Oh. Maldición.

No sabía que era así.

Sus palabras casi me tranquilizan.

—Bueno, ¿por qué estás tan preocupado? —Me las arreglo para decir. 284
—Por ti —susurra, cerrando la brecha entre nosotros y acunando mi
cara entre sus manos—. Me preocupo por ti. Me preocupa perderte.

—¿Por qué pensarías eso? Soy toda tuya, Aksel.

—¿Cómo puedo saber? ¿Cómo sé que no buscas otra cosa?

Creo que cualquier otra persona podría sentirse insultada, pero sé lo que
le hizo Helena, sé lo desconfiado que puede ser de las intenciones. Pongo mis
manos sobre sus manos y lo miro con toda la verdad que puedo reunir,
esperando que pueda leerlo en mis ojos antes de que lo escuche de mis labios.

Enamorarse de Aksel era un paso hacia lo desconocido, un salto desde el


acantilado más alto posible, con nubes oscureciendo la vista de abajo. No sabes
lo que hay debajo de ti, no sabes qué tan lejos caerás o si incluso aterrizarás.

No sabes nada porque nadie sabe nada.

Y ni siquiera importa. La vida no es nada sin riesgo.


Cerré los ojos, di ese salto y me enamoré.

Aún estoy cayendo.

—Jeg elsker dig —le digo, deseando que mi voz no tiemble—. Te amo.

Lo dije en inglés después de decirlo en danés, por si acaso no me


entendía y, sin embargo, aún estaba mirándome como si hablara un idioma
extranjero. Sus cejas se fruncen, casi con dolor, su boca abriéndose levemente.

Sus manos se presionan más fuerte sobre mi cara y comienzo a


morderme el labio, sin saber qué va a pasar a continuación. Ese es el problema
con el salto, cuando no puedes ver el fondo. No sabes dónde vas a terminar.

O si alguien te atrapará al final.

Abro la boca, sin saber qué más decir, tal vez para explicarme.

Pero sus labios se presionan al ras con los míos y hay un jadeo sin
aliento.

Se aleja lo suficiente, su frente apoyada sobre la mía, mirándome a los


ojos con fiereza. 285
—¿Lo dices en serio?

Asiento, tragando pesado porque me estoy ahogando y no puedo decir


mucho más sin balbucear.

—Lo dije en serio. Lo dije en serio. Te amo. Te he amado durante mucho


tiempo, me ha costado tanto encontrar el valor para decírtelo. Y quería
decírtelo. Quería que supieras que te amo.

—Me amas —susurra, cerrando los ojos y balanceándose ligeramente


sobre sus talones de adelante hacia atrás—. Me amas. Estoy en mi hogar.

Las lágrimas brotan de mis ojos.

—¿Tu hogar?

Asiente, solo unos centímetros, con el ceño fruncido perpetuamente.

—He esperado cuarenta años para que mi corazón tenga un hogar —dice
en voz baja—. Te he estado esperando.
Dulce Jesús.

¿Este hombre es real?

Mi corazón está tan jodidamente hinchado que, no creo que mi pecho


pueda contenerlo más.

Si eso no es lo más crudo y honesto que alguien ha dicho alguna vez, no


sé qué es.

Y más que eso, me identifico. Lo sé. Sé lo que es buscar algo, sin saber qué
es, sintiéndome inquieta y desarraigada y preguntándote si alguna vez
encontrarás tu lugar en el mundo.

He encontrado mi lugar. Está en sus brazos.

Mi lugar en este mundo está con él.

Me vuelve a besar y es como si todo se disolviera en estrellas.

Luego retrocede y sonríe.

—Sabes que te amo, ¿verdad? 286


Le devuelvo la sonrisa.

—Bueno, ahora lo hago.

Deja escapar una risa suave.

—Te amo. —Me besa la nariz—. Jeg elsker dig. —Mi mejilla. La comisura
de mi boca—. Aurora, te amo y ya no hay forma de escapar.

—¿Intentaste escapar?

Sacude la cabeza, besa mi sien.

—Fue inútil. Pensé que podía sacarte de mi sistema. Pero estás en mi


sistema. Estás en mi sangre, en mis venas. Te siento con cada pulso y cada
latido que tengo. Te siento, siempre…

Este hombre, este hombre.

¿Cómo puedo tener tanta suerte?


¿Cómo podemos tener tanta suerte de encontrarnos?

Todas estas almas en todo este mundo y terminé en su puerta.

Me aparto un poco para mirarlo a los ojos.

—Sigues hablando así y lo conseguirás.

Hace una pausa, arquea una ceja juguetonamente.

—¿Qué voy a conseguir, exactamente?

—Lo que quieras —le digo.

—Oh, en serio —reflexiona, luego su expresión se vuelve seria—.


Primero quiero que me prometas que no estás buscando a nadie más.

Maldita sea, ¿otra vez esto?

—¿Estás celoso? —bromeo, sutilmente.

—¿Celoso? ¿De algún otro hombre alejándote de mí? Temeroso es más


parecido —dice—. Pero celoso también sirve. No estoy por encima de
admitirlo. Te amo y no puedo compartirte con nadie más. No lo haré. —Su voz 287
se quiebra un poco, lo que me hace pensar que esto es un poco más que simples
celos o inseguridad—. Me perteneces. Te pertenezco.

Me hace pensar en Helena. Sobre algunas de las cosas a las que Henrik
aludió, que tal vez tenía a alguien más, que no era fiel.

Mierda, si ese fue el caso, a Aksel en serio le repartieron unas cartas de


mierda.

—Aksel —le digo, pasando mis manos por la parte baja de su espalda—.
Si tu corazón tiene un hogar, también el mío. Podemos hacer un hogar juntos.

Parece apaciguado por eso, las arrugas de su frente suavizándose.

—En serio eres una diosa —murmura, besándome nuevamente.

—Y, aun así, estoy a tu entera disposición —le digo contra su boca—.
Dime qué hacer y lo haré.

Eso llamó su atención, como sabía que lo haría.


Estira el cuello hacia atrás para verme mejor, dudoso.

—Ahí vas otra vez.

—Dime lo que quieres —digo de nuevo, bromeando con él. Doy un paso
atrás para soltarme de su agarre, mordiéndome el labio con coquetería—.
Quizás pienses que necesito otros azotes.

—¿De dónde diablos saliste? —pregunta sin aliento.

—Australia. —Le sonrío y comienzo a desabrochar el cordón de sus


pantalones de pijama—. Entonces, ¿qué será, señor?

Ahora lo tengo.

Una maliciosa sonrisa hambrienta adorna sus labios.

—Ponte de rodillas y llámame “Su Majestad”.

Puedo hacer eso.


288
19
Aksel

Abril

—C
reo que me voy a enfermar.

Miro a Aurora, quien está aferrándose a


la barandilla e inclinándose en ella, luciendo
absolutamente verde.
289
—Resiste —le digo—. Si sigues bajando así, solo lo empeorarás. Quédate
en cubierta conmigo.

—Pero hace frío y está húmedo —dice—. Y abajo está cálido y seco.

Sus palabras están marcadas por una bofetada de agua en la cara cuando
el casco se hunde contra un casquete.

Es el primer viaje en velero del año, lo que significa que estamos a finales
de abril y las aguas alrededor del estrecho de Øresund están agitadas gracias a
los vientos y al tráfico interminable de goletas, transbordadores y cruceros
surcando las aguas sin parar.

Nos alejamos de la ciudad y nos dirigimos hacia el mar Báltico, donde


encontraremos un anclaje para pasar la noche.

Mi velero es el mismo con el que corro, de fabricación local, de veinte


metros de largo y reconocible para la mayoría del público danés, sin embargo,
todo el mundo me da un margen amplio a medida que el barco vira de un lado a
otro por el estrecho. Por supuesto, también me sigue de cerca una lancha que
contiene a mis asistentes reales y también tengo a mi conductor, Johan, a bordo
con nosotros, por si acaso.

De hecho, a Johan le encanta navegar, de modo que no le importa tomar


el timón de vez en cuando. En este momento está abajo con Clara y Freja
quienes están en sus iPads jugando. Ellas también están acostumbradas a
navegar.

Pero para Aurora, es su primera vez en un velero y no creo que lo esté


manejando muy bien. Al principio, me sentí un poco cauteloso cuando la invité
a venir, pero las niñas insistieron en que ella venga al viaje.

Me alegro que esté aquí, incluso si eso significa que no tendremos


privacidad durante las próximas veinticuatro horas. Hemos adquirido el hábito
de pasar al menos la mitad de la noche en la cama del otro, incluso si eso
significa que tenemos que hacer una caminata secreta de la vergüenza a las
cuatro de la mañana de regreso a nuestra propia habitación.

En realidad, desearía que no fuera así. Ella parece estar bien con el andar
a escondidas, pero se está metiendo bajo mi piel como nada más lo ha hecho.
No quiero tener que esconderla. Estoy orgulloso de ella. Quiero que el mundo 290
vea lo que yo veo en ella, lo que todos los demás ven en ella. Es encantadora y
genuina, amable e inteligente, sin filtros y compasiva, en parte nerd de los
libros, en parte diosa y toda mía.

Es una tonta con ojos grandes y un gran corazón, y cada mañana me


levanto preguntándome cómo puedo hacerla feliz, una y otra vez.

Basta decir que, en este momento estoy fallando.

—Ven aquí —le digo, extendiendo mi brazo.

—Podría potar sobre ti —dice.

—No sé lo qué potar quiere decir y, por lo tanto, no me importa. Ahora


ven aquí. Esa es una orden real.

Eso logra sacarle una sonrisa débil. Tomaré lo que pueda conseguir.
—Recuerdas cuando dijiste que nunca abusarías de tu poder. —
Desenvuelve sus manos alrededor de la barandilla y se tambalea hacia mí,
apoyándose en las cuerdas y cabrestantes hasta que llega al timón.

La rodeo con mis brazos, abrazándola por detrás.

—Pon tus manos en el timón.

Lo hace, y pongo mis manos sobre las suyas.

Esto es lo más íntimo que hemos estado en público.

Para Johan o las niñas abajo o los asistentes reales en el otro barco,
parece que le estoy dando una lección de navegación.

No saben que estoy besando su coronilla, con rocío de sal en mis labios.

No saben que estoy presionando una erección contra las curvas de su


trasero.

No saben que le estoy susurrando al oído:

—Jeg elsker dig. 291


Te amo.

Aunque no puedo ver su rostro, puedo sentir su sonrisa. Engancha su


pulgar a un lado de mi mano y aprieta.

—Jeg elsker dig —susurra ella, pero apenas lo escucho, sus palabras
atrapadas por el viento.

Nunca antes me había sentido tanto en mi elemento, nunca me había


sentido tan vivo. Aquí, en el barco con ella protegida entre el timón y yo, siento
la felicidad pura rugiendo en mí, como un ave fénix de las cenizas de la persona
que fui una vez.

Nada puede quitarme este momento, pienso. Ni siquiera la muerte borrará


esto de mi mente.

No estoy seguro si Aurora está captando cómo me siento o si


simplemente está mejor, pero no vuelve a entrar. Se queda al timón, incluso
mientras yo estoy tirando de cuerdas y soltando velas.
Está hecha de un material resistente, eso es seguro. Cuando aceptó el
trabajo en un principio, pensé que su “rudeza” sería un perjuicio para el puesto.
Después de todo, se trataba de aplomo y gracia, y de criar a dos princesas. Pero
en lugar de aplomo y gracia, aportó valor y agallas. Estuvo a la altura de todos
los desafíos que las niñas y yo le arrojamos, y más que eso, se alzó contra mí.

Lo hizo por las cosas en las que creía y si no salía como quería,
argumentaría para salir.

En otras palabras, es la mujer perfecta para navegar, porque incluso


sintiéndose mareada, aún lo está aguantando, porque eso es lo que hace.

Es la mujer perfecta. Punto.

Y ahora tengo la tarea de averiguar cómo hacer que se quede.

Para siempre.

Conmigo.

Naturalmente, el mayor problema hasta ahora es que no he sido del todo


honesto con ella y sé que llegará el día del juicio final. Solo rezo para que lo que 292
tenemos sea lo suficientemente fuerte como para sobrevivir.

—¡Oye! —dice emocionada, señalando en la distancia donde el estrecho


se abre y el Mar Báltico se extiende ante nosotros—. ¡Un arcoíris!

Actualmente estoy trayendo la vela principal para adaptarme al viento


cambiante y miro a su alrededor para ver un arcoíris definido en la distancia
donde las nubes se están separando y el sol está entrando.

—El viento debería estar amainando tan pronto como llegue alrededor
de Suecia —le digo—. Los mares deberían calmarse.

Me da su sonrisa feliz. Su boca siempre ha sido ancha para su rostro, su


sonrisa tan seductora, pero cuando está realmente, en serio feliz, es cuando ves
sus incisivos. Los llamo su glade tænder o “dientes felices”. Se convierte en un
adorable vampiro sexy.

—Es fácil navegar de aquí en adelante —comienza a cantar una canción


de Queens of the Stone Age, haciendo un pequeño baile tonto al timón.
Me rio, queriendo unirme pero no lo hago.

—Oh, eres demasiado genial para bailar conmigo —dice burlándose.

—No soy el mejor bailarín del mundo —admito, apartando las sogas
rápidamente y acercándome a ella.

—No lo creo —dice—. Eres demasiado bueno foll... —se calla y se ríe a
carcajadas, tapándose la boca. Dios santo, casi no detuvo esa admisión. Ni mis
hijas ni Johan necesitan saber lo bueno que soy en la cama.

—Sí, soy bueno, sin fallas en muchas cosas —digo, como forma de
encubrimiento—. Pero no para bailar como es debido.

—Bueno, en todo caso estoy segura que eres bueno bailando lento. Los
reyes tienen que saber toda esa mierda, ¿no?

—Sí, tenemos que saber toda esa mierda.

—Entonces tal vez algún día me invites a bailar.

Aún está sonriendo cuando dice esto, pero hay algo desgarrador en ello.
Como si ambos supiéramos que el único baile que haremos será en nuestros 293
dormitorios.

Odio esto. Amo esto tanto y lo odio al mismo tiempo.

Odio que estemos intentando reprimir lo que sea que se supone que sea.

Un bozal en un perro al que nunca se le dio la oportunidad.

—¡Está soleado! —exclama Clara mientras su cabeza sale por la escotilla


y mira alrededor—. Papá, ¿podemos subir?

—Por supuesto —respondo—. Cuidado con la cubierta, está un poco


mojada y resbaladiza y quédense en la cabina junto a Aurora.

Las niñas salen y se acercan a ella, aparentemente impresionadas de que


ella esté pilotando el barco. Me pongo los lentes de sol y examino el agua frente
a nosotros, en busca de madera flotante que a veces emerge por aquí.

—¿Esos tienen, como, visión de rayos X? —pregunta Aurora.

Me acerco al timón y se los entrego.


—Simplemente están polarizados. Eliminan el resplandor de modo que
sea más fácil ver el agua.

Suelta el timón a medida que lo agarro y se pone los lentes.

—Guau —dice en voz baja, mirando alrededor. Su sonrisa es tan brillante


y puedo ver mi reflejo en los lentes. También estoy sonriendo—. Es como un
mundo completamente nuevo.

—Un mundo completamente nuevo —comienza a cantar Clara


dramáticamente—. Un nuevo punto de vista fantástico.

Sacudo la cabeza. Les encantan sus dibujos animados de Disney, pero no


heredó del todo la voz cantante de su madre.

Aurora sigue mirando alrededor, luego se los quita y se los vuelve a


poner.

—Ahora es difícil saber cuál es la realidad.

—Es lo mismo, solo que lo estás viendo a través de un filtro diferente —


le digo—. Hace que todo lo que has conocido alguna vez parezca nuevo otra vez. 294
—Es como otra dimensión.

Me rio de lo cautivada que está y le quito los lentes de la cara con


cuidado, observándola.

—Bueno, esta es la dimensión en la que vives. Aún es hermosa.

Pero el amor, supongo que es diferente. El amor es como mirar el mundo


a través de lentes polarizados. Cada cosa ha cambiado para mejor.

Todo lo turbio se vuelve de nuevo claro.

—Papá —dice Clara, tirando de mi chaqueta—. ¿Cuándo llegaremos al


lugar de anclaje?

—Pronto —la tranquilizo.

Aunque algunos de los mejores fondeaderos se encuentran en el lado


sueco al otro lado del estrecho, nos dirigimos por la costa danesa hasta llegar a
una pequeña cala enmarcada por una playa de arena blanca. Al igual que la
playa a la que llevé Aurora alrededor de Año Nuevo, está desierta y no
empezará a llenarse hasta dentro de un mes.

Lo cual es genial porque aquí tenemos privacidad total.

Echamos el ancla y luego el barco de los asistentes reales hace lo mismo


justo a nuestro lado y entonces comenzamos con la cena.

Odio admitirlo, pero no soy muy buen cocinero. Llámame mimado o


habiendo crecido como príncipe con innumerables cocineros, pero ciertamente
me falta talento culinario. En cambio, Aurora se hace cargo. En la cocina,
prepara una paella española que rivaliza con los mejores chefs a mi disposición.
Incluso hace lo suficiente para dar al personal real y Johan se marcha para
llevárselo.

—Otro talento oculto —le digo después de algunos bocados. Todos


estamos sentados alrededor de la mesa, devorando, con una bonita botella de
Burdeos entre nosotros. Johan no puede beber porque está oficialmente de
servicio, así que solo es entre Aurora y yo.

—Créeme, esto fue fácil —dice—. He preparado tantas comidas para


tantas familias, esta es la primera vez que puedo presumir para ustedes.
295
—¿Para cuántas familias cocinaste? —pregunta Freja.

—Oh, no era cocinera. Solo era la niñera. Pero en esas casas no tenían
cocinero, así que también me tocó hacerlo. También era la conductora
designada. Hacía de todo.

—¿Su madre también estaba muerta? —pregunta Clara.

Casi dejo caer mi tenedor, pero Aurora lo maneja todo con calma.

—No, sus madres estaban vivas. Solo necesitaban ayuda adicional porque
trabajaban demasiado.

—Como papá —dice Freja en voz baja.

Auch. Odio tener ese recordatorio.


—Todos tienen que trabajar —dice Aurora con suavidad—. Si tuviera
mis propios hijos, bueno, estoy segura de que estarían molestos conmigo por
pasar todos mis días con ustedes.

—¿Por qué no tienes hijos? —pregunta Clara.

—Clara —siseo—. Esa no es una pregunta apropiada.

—¿Por qué no?

—Está bien —interviene Aurora, dándome una sonrisa dulce. Mira a


Clara con ojos amables—. Solo tienes hijos con las personas que amas. O, al
menos, esperas que termine así. Pero como sabes, y me lo recuerdas a menudo,
no tengo novio ni marido. Entonces, por ahora, son todo lo que tengo.

Sé que está diciendo esto de una manera simplista, solo intentando dejar
la conversación y volver a comer, pero definitivamente capto la tensión en su
voz.

—Por ahora —repite Clara—. ¿A qué familia irás después?

—¿A dónde vas? —Freja grita de horror prácticamente. 296


—A ninguna parte —responde Aurora rápidamente, secándose los labios
con una servilleta—. Absolutamente a ninguna parte.

Clara me mira de cerca, como si fuera a mentir.

—Aurora se quedará con nosotros para siempre, ¿verdad?

Me encuentro con los ojos de Aurora.

—Eso espero —contesto con severidad.

Aurora asiente.

—También lo espero.

Afortunadamente, después de abandonar ese tema, las chicas


comenzaron a hablar una y otra vez sobre el juego de Minecraft que les gusta
jugar, lo que normalmente me aburriría hasta las lágrimas, pero estoy
agradecido de que ya no estén interrogando a Aurora con preguntas difíciles.
Si una de las ventajas de estar en el barco es que puedes salir del palacio
e ir de vacaciones, la desventaja es que en realidad no hay privacidad.

Incluso con un yate de este tamaño, solo hay un número limitado de


camarotes para dormir.

Johan toma uno en la popa y Aurora toma el otro. Las niñas tienen una
cabina con literas en el costado, justo encima del salón, y yo tengo la litera en V
en la proa.

No hay forma de que Aurora y yo podamos colarnos en las habitaciones


del otro, estaríamos pasando junto a las niñas cada vez y sé con certeza que, por
alguna razón, no duermen bien en el barco porque una de ellas siempre tiene
pesadillas sobre tritones.

Pero eso no me impide subir a la cabina después de terminar el postre, y


que la botella de vino se acabó, y las niñas se han acostado. Me abrigo en mi
chaqueta Helly Hansen con una copa de whisky y un puro, y me siento al lado
del timón, disfrutando de la noche.

Los cielos se han despejado, y las estrellas parecen una manta de


terciopelo reluciente. Respiro profundamente y trato de encender mi puro.
297
—¿Te importa si me uno a ti? —pregunta Aurora suavemente a medida
que sube. Lleva una de mis chaquetas de lana de una de las carreras que hice,
que le queda completamente demasiado grande. Parece la maldita cosa más
sexy que he visto en mi vida.

Acaricio el espacio junto a mí y vuelvo a encender el cigarro hasta que


estoy satisfecho de que esté encendido.

Se sienta junto a mí, sus caderas presionadas contra las mías, tal vez un
poco demasiado cerca para algunos, pero aun así nada por lo que la gente
podría molestarse.

No es que haya nadie alrededor viéndonos. La lancha de los asistentes


reales está oscura y silenciosa, y aunque sé que hay alguien en cubierta toda la
noche, no están enfocados en mí.

Aun así, me recuerdo que no debo dejarme llevar, ni por el vino, el


whisky y el aire marino vigorizante corriendo por mis venas.
—¿Las niñas están durmiendo sin problemas? —pregunto.

Ella inclina la cabeza de adelante hacia atrás, contemplativa.

—Tal vez. Tenías razón, por alguna razón, Clara en serio les tiene miedo
a los tritones.

—Bueno, sería fantástico ver uno. —Le doy una calada al puro y dejo que
el humo salga de mi boca antes de ofrecérselo—. ¿Un cigarro?

No esperaba que lo acepte, pero lo hace, poniéndolo entre sus labios con
facilidad.

Mierda, eso es sexy.

Por otra parte, ¿qué no hay de sexy en ella?

—Es agradable estar aquí —comenta, inclinando la cabeza hacia atrás


para mirar el interminable cielo estrellado mientras el humo sale de su boca—.
Me recuerda a mi hogar. —Hace una pausa y luego dice en voz baja—: Hum.
Rara vez me refiero a ello como mi hogar.

—Supongo que debes tener un cielo completamente diferente. 298


—Era un mundo completamente diferente. Era una persona
completamente diferente. —Me devuelve el puro.

Quiero saber más. Es tan cautelosa con su pasado, incluso ahora. Sé que
es porque tuvo una infancia terrible de abandono y es difícil hablar de ello. Pero
quiero que comparta todo conmigo, lo bueno y lo malo. Quiero saber cuáles son
sus sueños, así como también sus pesadillas.

—Entonces, dejaste la escuela cuando eras adolescente —menciono.

Ella suspira.

—Sí. Cuando tenía dieciséis años. Fui una tonta. Quiero decir, cometí
algunos errores en serio tontos.

—¿Por qué te retiraste?

Mira a lo lejos. El agua se ha calmado bastante en esta bahía, lo suficiente


como para reflejar algunas de las estrellas.
—Porque conocí a un hombre y me enamoré.

Esto es una sorpresa.

—¿A los dieciséis?

—Un amor juvenil —dice encogiéndose de hombros—. Un amor juvenil


que se transformó en algo bestial. —Su voz es ahora más ácida.

—¿Qué pasó? ¿Quién era?

—Era un criminal —contesta.

La miro fijamente.

—¿Hablas en serio? Quiero decir, sé que hay una broma entre los
australianos, pero...

—No, en realidad lo era. Llegó a la ciudad con mucho dinero en efectivo y


necesitaba un lugar seguro para guardarlo. Compró un pub destartalado y lo
abrió. Pero era una fachada. Y luego me vio pasar por el pub un día cuando
volvía de la escuela y eso fue todo. Mi bicicleta estaba rota, y la caminata duraba
horas y me ofreció una bebida gratis y entré. Su nombre era Dan. Me prometió 299
el mundo. Siempre lo hacen, ¿no? Solo que no tenía nada ni a nadie y me quedé
con él como un bebé canguro con su madre.

—¿Dónde está ahora?

—En la cárcel —responde, apartándose el cabello de la cara, que se ve


aún más clara y pálida a la luz de las estrellas—. Al menos, espero que lo esté.
Mató a alguien durante un negocio de drogas que salió mal... —se interrumpe.

—Siento mucho que tuvieras que estar con un hombre así —digo en voz
baja. Cuando quise que se abriera, no pensé que sería así. Pero al mismo
tiempo, me alegro no estar más a oscuras con ella.

—A veces pienso en que él es un villano y yo una víctima. Otras veces


pienso que soy la villana y él la víctima. Luego resulta que todos tienen ambos
roles en una historia. —Deja escapar un suspiro largo—. Solo somos personas
que hacen cosas estúpidas porque eso es lo que hace la gente.
Ahora está tan silencioso. Puedo oír a Johan roncando abajo. Miro hacia
el barco del personal real y veo a un tipo en la parte de atrás con su iPhone,
iluminando su rostro. Aquí hay libertad, un lugar donde las confesiones pueden
liberarte.

Necesito liberarme.

Especialmente con ella.

No podemos avanzar en esta relación, como quieras definirnos, hasta que


seamos completamente honestos y abiertos el uno con el otro.

Me aclaro la garganta y me preparo.

Este solo es el último paso en mi salvación y ella ha sido mi muleta cada


vez.

Cada cosa obscena que le hago me hace sentir limpio por dentro.

Cada vez que entro en ella, renazco como un hombre nuevo.

Es la misericordia encarnada, mi absolución.


300
—Maté a mi esposa —digo. Mis palabras son bajas y suaves, y están
destinadas a ella, pero aun así tienen el impacto de mil tormentas.

Aurora se vuelve lentamente para mirarme, sus ojos grandes aún más
grandes, su rostro palideciendo ante mí. Ni siquiera puede hablar.

—Fue un accidente —prosigo, eligiendo mis palabras cuidadosamente,


con la esperanza de hacerle entender—. Esa noche estaba conduciendo el auto.
No fue Nicklas. Estaba enojado, y las carreteras estaban mojadas y hubo una
pelea en el auto y yo... perdí el control. Rara vez pierdo el control, pero entonces
lo perdí. Pasamos por encima del arcén y caímos. Dimos vueltas. Pensé que el
auto nunca dejaría de dar vueltas. Ella no llevaba el cinturón de seguridad y
atravesó el parabrisas. La vi morir.

El aire entre nosotros está tan quieto, estirado por la tensión. Aurora está
intentando respirar, yo estoy intentando calmar mis latidos febriles. No sé qué
esperaba, solo sé que necesitaba decirlo. Y si ahora me dejara... no puedo
culparla.
—¿Dónde estaba Nicklas? —pregunta finalmente.

—Estaba en el auto. Los recogí a Helena y a él de la pista de aterrizaje.


Quería estar a solas con los dos juntos. Era la única forma en que podía
enfrentarme a ellos en privado.

—¿Por qué?

—Porque Helena y Nicklas estaban teniendo una aventura.


Probablemente desde que nos casamos, tal vez incluso antes. Lo sabía, y quería
que ellos lo supieran. Fue estúpido. Debí haber mantenido la boca cerrada, eso
es lo que se esperaba de mí. Hacer la vista gorda ante los amoríos. Pero no
podía. Estaba tan herido y más que eso, mi orgullo estaba herido. Mi precioso
orgullo hermoso.

—Entonces, ¿Nicklas no conducía?

—No. Se llevó la culpa porque soy un cobarde. Sabía que admitir lo


sucedido destruiría a mi familia y a las niñas. Y lo aceptó porque le prometí un
trabajo y le prometí que el mundo nunca sabría sobre Helena y él.

—Jesús —maldice, sacudiendo la cabeza—. Aksel... no sé qué decir. 301


Se me está dificultando tragar. De pronto, el miedo es tan real, que temo
perderla. Que finalmente vea quién soy, el hombre debajo de la corona y detrás
de la máscara.

Entonces se mueve y pone su mano sobre mi muslo, apretándolo.

—Gracias por decirme eso. Debe haberte pesado mucho. Ojalá tuviera
ese tipo de coraje.

—Coraje —resoplo con amargura—. No es coraje. Es solo que no puedo


soportar ocultarte nada. Si vas a estar conmigo, debes saber exactamente quién
soy. Un cobarde.

—Un hombre bueno y brillante —dice—. Eso es lo que eres. Inteligente,


divertido, sexy y un padre muy bueno. Eres tantas cosas, Aksel, y has pasado
por muchas cosas y ser cobarde no es una de ellas.

—Me siento terrible. Todo el tiempo. Viviendo esta mentira.


—Pero no fue tu culpa, lo dijiste tú mismo.

—No lo fue, pero fui yo quien los recogió, enojado, quien los conducía.
Debí haber... encontrado otra manera.

—Pero no pretendías matarla. Casi mueres tú mismo.

—Lo sé. Pero los hechos no absuelven la culpa. La verdad a veces se


siente como una mentira.

—Es por Nicklas —dice—. Te recuerda constantemente lo que pasó.


Dios, ¿cómo puedes trabajar con él? ¡Se estaba follando a tu esposa!

Me llevé un dedo a la boca para recordarle que se mantenga callada.


Afortunadamente, no creo que nadie pueda escucharnos.

—Lo hizo, y lo odio por eso. Lo odio por un millón de razones. Pero si lo
despido, le dirá al mundo la verdad. E incluso si me arrojan debajo del autobús,
lo que merezco, mis hijas no. Más que eso, la verdad sobre su romance con
Helena saldrá a la luz y eso es lo único que juré que haría, proteger su
reputación hasta el final. Nadie debe saber nunca sobre ella y Nicklas. Debe
seguir siendo un ángel ante sus ojos. 302
—Entonces, ¿qué vas a hacer? Tiene algo en tu contra todos los días.
¿Qué le impide escribir un libro o hacer una entrevista?

—El hecho de que la gente no le creerá.

—Eso no ha detenido antes a otras personas.

Me encojo de hombros.

—Tal vez se sienta culpable. —Tal vez está esperando su momento—. Él


es quien me golpeó mientras conducía, sus acciones me hicieron perder el
control del auto. Entonces, está eso. Y lo sabe. Esa es la única razón por la que
aceptó asumir la culpa, siempre y cuando se haya conocido como un accidente.
Y fue un accidente, solo es que cambiamos los roles.

Deja escapar una bocanada larga de aire, sacudiendo levemente la


cabeza.

—Qué lío tan complicado.


—Lo es.

—No me extraña que seas un dolor de culo tan malhumorado.

Le doy una mirada.

—Cuidado con lo que dices, pequeña.

Mira alrededor y luego apoya su cabeza en mi hombro suavemente.

—Probablemente no deberías hacer eso —le digo en voz baja, dando otra
calada al puro—. El guardia en el otro barco podría ver.

Pero entonces, de todos modos la rodeo con el brazo y la abrazo contra


mí.

Solo estoy consolando a la niñera.

No hay nada que ver aquí.

Y sin embargo, hay todo.


303
20
Aurora

Junio

E
s cinco de junio.

Una fecha que solía no tener ningún significado para mí,


excepto que en Francia era la época en que los turistas
comenzaban a descender en masa y el clima se estaba
poniendo muy caliente. 304
Pero aquí, en Dinamarca, es su día.

Como en el día de su constitución.

El día de Dinamarca suena bien, pero lo llaman Grundlovsdag, que no


suena bien.

De todos modos, es un gran asunto para los daneses y, como tal, es aún
más importante para la familia real. Esta mañana desperté al amanecer para
vestir a Clara y Freja con sus trajes tradicionales daneses.

—¿Por qué tengo que usar esto? —se queja Clara mientras le recojo el
cabello en una trenza, sujetándosela firme a la cabeza antes de intentar
sujetarle una especie de gorrito/velo blanco.

—Te encantan los vestidos —le recuerdo.

—Sí, pero este es áspero y caluroso —dice, recogiendo la falda oscura


estampada. También lleva una blusa blanca, chaleco rojo y fajín.
La sorpresa es que, yo también.

—Oye, yo también lo estoy usando y no me escuchas quejarme. —Le doy


una gran sonrisa en el espejo frente al que estamos. Por supuesto, me estoy
quejando en mi cabeza, porque ahora es junio y Copenhague está atravesando
una ola de calor y este disfraz pica de verdad.

Pero cuando Aksel sugirió que podría ser lindo para mí pasar el día con
ropa tradicional, acepté. Porque por mucho que me encanta mantener a Aksel
alerta, también me gusta complacerlo, y pensé que esto me haría sentir como
una danesa honoraria, no solo una diosa honoraria.

También hay un baile esta noche. La mayoría del público no celebra


mucho, ya que algunos ni siquiera tienen todo el día libre, pero es tradición
para Aksel y su familia organizar siempre un baile real en el palacio.

Estoy emocionada. Estoy emocionada porque estoy invitada. Ser la


niñera de las niñas significa que me he perdido innumerables ocasiones y
eventos a los que Aksel y los demás han asistido, pero para este, se espera que
las niñas estén allí, de modo que por defecto estaré allí.

Por supuesto, no quiero nada más que estar allí como la cita de Aksel.
305
Hemos estado merodeando por ahí desde siempre y, por muy emocionante que
sea mantener esta aventura secreta con él, me está empezando a desgastar un
poco. Es tan jodidamente difícil que mi corazón pertenezca al suyo y su corazón
pertenezca al mío y, sin embargo, no podemos mostrárselo al mundo. Incapaces
de actuar en consecuencia.

Ni siquiera quiero hacer un anuncio al respecto, no quiero abrir mi vida,


y la vida de las niñas, a ese tipo de escrutinio, pero la verdad es que cuando lo
veo en la cena, quiero poder sentarme a su lado. Cuando bebemos brandy en la
sala, quiero poder sentarme a sus pies, su mano en mi cabello. Cuando nos
cruzamos en los pasillos, quiero que me rodee con el brazo.

Quiero sus besos, su toque, sus palabras absolutamente románticas todo


el tiempo, no solo en la oscuridad cuando nos vemos. No es justo que haga que
todo mi mundo gire y, sin embargo, recibo tan poco de ese mundo. Lo quiero
todo de él, todo el tiempo, y es una maldita cosa imposible de desear.
—Está bien —le digo a Clara, poniendo el último alfiler en su lugar—.
Estamos listas.

Clara frunce el ceño ante su reflejo.

—Me veo tonta.

La agarro por los hombros y la empujo hacia mí, besando la parte


superior de su cabeza.

—Te ves tan linda como un botón.

—¿Un botón? Los botones no son lindos.

—Es una expresión.

—Los ingleses tienen tantas cosas raras —comenta pensativa.

Me rio y miro a Freja, solo para ver que su peinado elegante ha


terminado completamente deshecho, su cabello suelto alrededor de sus
hombros. Me sonríe, mostrando su nuevo diente faltante.

—¿Qué le pasó a tu cabello? —chillo—. Eso me tomó una eternidad. 306


—Ahora es bonito —dice y sigue sonriendo, metiendo la lengua por el
espacio vacío entre sus dientes.

Freja en realidad ha salido de su caparazón en los últimos nueve meses y


de alguna manera me gustaría poder volver a meterla en ese caparazón, ya que
tener dos precoces niñas traviesas es mucho que manejar.

Le hago señas para que se acerque.

—Ven, intentemos esto de nuevo.

Una hora más tarde, tengo a las dos niñas listas y nos dirigimos a las
fiestas en la plaza justo enfrente del palacio.

Está repleto. La gente está por todas partes, hay una banda de música, los
guardias hacen lo suyo, la gente ondea banderas danesas, todo el mundo está
tomando café y comiendo bollos pegajosos.

Maja me hace señas desde el área al frente del palacio. El lugar del rey
Aksel está vacío, pero estoy segura que aparecerá más tarde.
—Siento llegar un poco tarde —le digo, guiando a las niñas—. Tuvimos
algunos contratiempos con el cabello.

Espero que Maja me chasquee la lengua ya que es muy buena en eso, pero
en su lugar está conteniendo una sonrisa.

—¿Qué diablos? —pregunta, riendo en voz baja—. ¿Qué llevas puesto?

—¿Qué? —pregunto, y luego me doy cuenta de que está usando un traje


de pantalón sencillo y que nadie en la multitud tampoco está usando este
disfraz.

Oh, Dios mío.

—¿De dónde sacaste esto? —se las arregla para decir riendo, tirando de
mi fajín rojo, sus ojos brillando con humor.

—De una tienda de disfraces en la ciudad. Hice que Henrik vaya a


buscarlo. ¿Estuvo mal? Aksel me dijo que lo haga.

—Bueno, temo que Aksel se estaba divirtiendo un poco contigo —


responde, y juro que me guiña un ojo—. El lado positivo es que ninguno de los 307
periódicos puede acusarte de no intentar encajar.

Ah, mierda.

Después, me siento con las niñas a cada lado de mí y sé, sé, que me están
tomando un millón de fotos en este momento. No importa. Levanto mi barbilla
en alto.

Luego, Aksel sale por las puertas, avanzando hacia el micrófono que está
frente a nosotros.

Se ve tan pecaminosamente apuesto que me deja sin aliento.

Su piel perpetuamente bronceada resalta contra su traje azul marino,


perfectamente confeccionado por supuesto, y camisa blanca. Su cabello que
luce ahora un poco más largo brilla bajo el sol radiante y se inclina hacia un
lado.

Pasa a nuestro lado y nos da un asentimiento pequeño y entonces, sus


ojos se encuentran con los míos.
Luego bajan por mi blusa, fajín, falda y vuelven al gorrito blanco sujetado
a mi cabeza.

Y se ríe.

El bastardo se ríe.

En frente de todos.

Imbécil.

Después lo cubre rápidamente y se vuelve hacia la multitud, aclarándose


la garganta, antes de saludarlos a todos.

Mi danés a estas alturas es lo suficientemente bueno como para entender


la mayor parte del discurso y ayuda mucho que en los últimos días, me haya
estado colando en su habitación para repasar el discurso con él, ayudándolo a
practicar. Habla del orgullo y la prosperidad del país, habla de la libertad, las
tradiciones y la cultura, habla de las familias y la juventud de hoy.

En general, es un discurso conmovedor, y simplemente es tan magnético


con la multitud como lo fue conmigo mientras practicaba, y la multitud parece 308
estar tan enamorada de él como yo.

—Has hecho un buen trabajo con él —susurra Maja, colocando su mano


sobre la mía brevemente.

Su afecto me sorprende.

—Él es quien escribió el discurso.

—No solo con eso —dice—. Con todo. Este no es el mismo rey que
pronunció un discurso el año pasado. Este es un hombre diferente. Este es un
hombre que se sienta en un trono e inspira a un país. Este es quien siempre
estuvo destinado a ser.

Trago con fuerza.

—Supongo que lleva tiempo para eso.

—Así es —dice en voz baja, dándome un apretón en la mano—. Pero no


pretendamos que no ha tenido ayuda.
La miro fijamente, preguntándome si podría saber lo que está pasando
entre nosotros. Hemos sido muy cuidadosos el uno con el otro, a pesar de que
Maja es tan afilada como una tachuela.

Pero si lo sabe, obviamente no le molesta.

Probablemente solo te esté agradeciendo por tus deberes de niñera, no te


dejes llevar.

De modo que, no lo hago.

Cuando la ceremonia y los discursos con Aksel, el Primer Ministro y


alguna celebridad local (que, lamentablemente, no era Viggo Mortensen)
terminan, todos toman caminos separados para prepararse para el baile.

Mi trabajo, como siempre, es vigilar a las niñas y mantenerlas fuera de


problemas.

Mi trabajo también es secuestrar a Snarf Snarf en un baño de visitas en el


tercer piso, solo para mantenerlo fuera del camino de la gente. No es un trabajo
fácil ya que cuanto más grande se pone el cerdo, más aversión tiene por las
escaleras, y prácticamente tengo que cargar a la bestia gigante hasta arriba. 309
El punto es que, estoy hecha un desastre y estoy destrozada y de repente
irme a la cama temprano parece una alternativa mejor que ir a este baile real.

—Niñas —las llamo. Estoy colapsada en lo que se siente como un puf sin
fondo en su habitación, mientras ellas se sientan en el suelo, Clara leyendo un
cuento a Freja en danés—. En realidad no quieren ir a esta fiesta, ¿verdad?

—Sí queremos, vamos todos los años —dice Clara y sin perder el ritmo,
vuelve a leer en voz alta.

—Ni siquiera tengo nada que ponerme.

—¿Por qué no te pones lo que tenías antes? —pregunta Freja, riendo—.


Papá pensó que te veías graciosa.

Gimo. Claro que sí. Ese fue su plan desde el principio. Y aún no he tenido
un momento a solas con él para darle una patada en la espinilla.
Pero la verdad es que, no tengo nada que ponerme. Por alguna razón
pensé que estaría usando el disfraz para el baile y ahora que sé que eso no va a
pasar, solo me queda mi propia ropa y no tengo nada más que minifaldas.

Suspiro y le envío un mensaje de texto a Henrik, quien probablemente


esté muy ocupado en este momento conduciendo comida y suministros de
fiesta de un lado a otro, pero de todos modos lo hago. Como no puedo dejar a
las niñas y no voy a llevarlas a una tienda de ropa, le pregunto a Henrik si puede
comprar un vestido durante uno de sus recados. Le digo mi talla y le digo que
no quiero que me quede nada demasiado pegado al estómago porque no quiero
lucir la barriguita que he ganado gracias a un sinfín de patatas y pan de
centeno. De hecho, solo quiero que elija algo que se adapte al baile. Él lo sabrá
mejor que yo.

No vuelve con el vestido hasta muy tarde. Nos saltamos la cena porque
Karla y los cocineros han estado muy ocupados con los aperitivos y las bebidas
para el baile, así que busco un poco de pan y queso en la cocina bulliciosa y
luego lo llevo al comedor, para que al menos tengamos algo para comer antes
de que las cosas empiecen.

Mi maquillaje ya está listo, y me alisé el cabello, usándolo para


310
compensar el hecho de que estuvo metido en una trenza y un gorrito toda la
tarde, cuando él aparece en la otra puerta del pasillo.

—Siento llegar tan tarde —dice Henrik, sin aliento. En sus manos
sostiene una bolsa enorme de ropa—. Pero tengo el vestido. Es posible que
haya consultado con mi esposa sobre esto, así que si no te gusta, es culpa suya.

—Estoy segura que estará bien —le digo, y estoy un poco aliviada dado
que una vez conocí a su esposa y parecía tener buen sentido de la moda. Por
otra parte, la mayoría de la gente en esta ciudad tiene estilo sin esfuerzo alguno.

Cuando terminamos de engullir el pan y el queso, llevo a las niñas a mi


habitación, ya que no me atrevo a confiar en ellas solas cuando hay una fiesta
preparándose. Las dejo en la cama y les digo que pueden ser mis jueces en el
desfile de modas.

—Asegúrate de sonremaravillar —me grita Clara mientras llevo el


vestido al baño.
Cómo diablos esta niña sabe sobre “sonremaravillar” y America's Next
Top Model está más allá de mi comprensión.

Cierro la puerta y abro la cremallera de la bolsa de ropa.

Bueno, la primera impresión es buena.

Es un color piel bronceada con purpurina y lentejuelas y…

Lo saco de la bolsa y luego se expande a cinco veces su tamaño.

Santa mierda.

Este es un vestido de fiesta real.

Como una especie de vestido de princesa.

De una película de Disney.

Lo sostengo en alto, intentando ver si encaja, pero afortunadamente


parece ser de mi talla.

Me las arreglo para ponérmelo y mirarme en el espejo.


311
El bustier superior es de lentejuelas, escotado, empujando hacia arriba
mis senos mientras aprieta mi estómago. El resto de las faldas abombadas del
vestido son en su mayoría pura purpurina, tul y magia.

Guau.

—Déjanos verlo —oigo gritar a Clara.

Abro la puerta y hago una entrada dramática, sobresaliendo las caderas


hacia un lado y extendiendo los brazos.

—¡Ta-da!

—¡Eres una princesa! —chilla Clara, saltando de la cama y corriendo


hacia mí—. ¡Eres más princesa que yo!

—Du ser smuk ud —dice Freja, siguiendo a su hermana y pasando sus


manos por el costado de mi vestido.

—Gracias —le digo. Dijo que me veo preciosa.


Me siento preciosa.

Por una vez no creo que mis orejas sobresalgan un poco o que mis
dientes y sonrisa sean demasiado grandes o que mis cejas sean demasiado
espesas y atrevidas para mi rostro.

Por una vez, creo que todo encaja, haciéndome hermosa.

Pero seamos realistas, Aksel me ha estado haciendo sentir hermosa cada


noche que estoy en su cama.

—La Bella Durmiente —dice Clara, mirándome—. Eso es lo que eres.

—Princesa Aurora —aclara Freja.

Clara agarra a su hermana del brazo y comienza a darle vueltas por mi


dormitorio.

—Eres tú, la dulce ilusión que yo soñé —canta una de las canciones de los
dibujos animados. Es terriblemente desafinada y chilla más de lo que canta,
pero hay algo tan absolutamente encantador en la escena frente a mí que siento
que mi corazón se rompe en un millón de pedazos. Es tan extraño cómo algo 312
puede hacerte sentir tan feliz, tan bien, que te pone dolorosamente triste al
mismo tiempo.

—Estás llorando —dice Freja, una vez que Clara la ha girado hacia mí.

—¿Lo hago? —pregunto, pasando cuidadosamente el borde de mis dedos


debajo de mi ojo—. Probablemente solo es el polvo en el aire.

Me dirijo al baño y me miro nuevamente al espejo, asegurándome de que


mi maquillaje no esté arruinado. No sé si fueron los cumplidos que Maja me
estuvo dando antes, o ver a Aksel dar ese discurso entusiasta, o sentirme como
una princesa, como si de hecho perteneciera aquí por una vez, pero todas mis
emociones parecen estar hoy a flor de piel.

Mientras no beba demasiado, seré capaz de mantener la calma.

Aproximadamente a las siete y media de la tarde, después de que las


niñas se pongan sus propios vestidos, unos brillantes de color rosa y verde con
numerosos lazos, recibo un mensaje de texto de Aksel.
¿Dónde estás?

Exhalo un suspiro de alivio vertiginoso. Pensé que se había olvidado de


mí.

Respondo el mensaje: Acabo de preparar a las niñas.

Baja. Te necesito aquí. Responde.

Te necesito.

Unas palabras tan simples y que están chamuscando mi corazón.

Voy enseguida.

—Está bien, niñas —digo, poniendo mi teléfono en el escritorio. No tengo


bolso y el vestido no tiene bolsillos, de modo que será mejor dejarlo en mi
habitación—. Vámonos.

Las tomo de las manos y nos dirigimos hacia el baile.

El salón de baile está ubicado en el ala lejana del palacio en el primer piso
y aparte de jugar con las niñas y Snarf Snarf allí, no voy muy seguido. 313
Pero esta noche, es como entrar en otro mundo.

Conoces esos bailes reales que ves en las películas, gente con disfraces
bailando bajo candelabros relucientes, mientras los mayordomos caminan con
aperitivos y champán y una orquesta de violines toca en la esquina.

Es justo así.

Excepto que todos están vestidos de manera mucho más modesta.

Y con eso, me refiero a que todo es muy elegante, escandinavo y discreto.

Y acabo de entrar en la habitación con el vestido de fiesta más abombado


del mundo.

Las cabezas giran.

La gente susurra.

—¿Quién es esa?
—¿Esa es la niñera?

—¿Quién se cree que es, una princesa?

Bueno, en realidad no puedo escucharlos ni entenderlos desde donde


estoy, pero estoy bastante segura que eso es lo que están diciendo.

Aunque, no importa. Mantengo la cabeza en alto, ignorando las miradas,


y escaneo la habitación en busca de Aksel.

Al principio no lo veo, así que, mientras sigo sosteniendo las manos de las
niñas con un agarre de hierro, avanzo lentamente entre la multitud, asintiendo
hacia algunos miembros del personal que conozco. Pero incluso ellos me están
mirando, ya sabes, esa mirada que dice: ¿no estás trabajando también?
Probablemente seguido de: ¿cómo diablos pudo permitirse ese vestido con
nuestro salario?

Esto último no lo sé. El sello decía Valentino y en realidad espero que no


vuelva a morderme el trasero, porque no tengo ese tipo de fondos.

Y entonces, como el mar partiéndose para Moisés, la multitud se


desintegra frente a mí y veo a Aksel, de pie con el Primer Ministro danés. 314
El Primer Ministro me ve primero, asiente y le dice algo a Aksel.

La cabeza de Aksel gira hacia mí.

Su mandíbula cae prácticamente. Al menos me lo parece a mí, ya que


generalmente se desenvuelve de una manera tan tensa.

Esa era la reacción que esperaba.

Le sonrío, sabiendo que mi sonrisa le debilita las rodillas y luego me


deslizo hacia él.

—Buenas noches, su Majestad —digo dulcemente—. Aquí tengo a sus


hijas. —Ya sabes, para recordarle que soy la niñera y no hemos estado follando
en secreto durante varios meses.

Clara y Freja están increíblemente calladas en este momento y Aksel le


dice al Primer Ministro:

—Warnekros, puedo presentarte a mi niñera, Aurora James.


—Encantado de conocerlo, señor Primer Ministro —digo, tendiéndole la
mano.

Warnekros es un hombre mayor con una melena de cabello blanco y


lentes, y parece un poco confundido ahora mismo. Aun así, me da la mano con
firmeza y luego mira a Aksel.

—Es mucho más bonita en persona.

Lo dijo en danés, pero estoy segura de que eso es lo que dijo.

No estoy segura si debería sentirme insultada o no. Supongo que los


tabloides nunca publican mi lado bueno.

—Los dejaré a solas —dice el Primer Ministro, poniendo una mano en el


hombro de Aksel antes de alejarse hacia el champán.

—Una fiesta encantadora —comento a Aksel.

—Solo se volvió mucho más encantadora —dice, su voz asombrada y


áspera. Tiene cierta mirada en sus ojos, una mirada que no puede mostrar en
público—. Tú… —sus ojos me recorren de arriba abajo lentamente—. Eres más 315
que una diosa.

Sonrío, deseando poder estirarme y ajustar su pajarita.

—Bueno, con ese esmoquin te ves como un dios nórdico, así que supongo
que hacemos una tremenda pareja.

Solo entonces me doy cuenta que tanto Clara como Freja nos están
mirando fijamente, observando todo.

—Muy bien, niñas —les digo, demasiado alegre—. Vamos a conseguirles


algo de comer.

—Déjalas con Maja —dice, extendiendo la mano y tocando mi hombro.

—¿Por qué?

—Quiero bailar contigo —responde. Sus ojos lucen intensos y


dominantes, puedo sentirlos hasta los dedos de mis pies. Me poseen de una
manera que nada más lo hace.
Miro alrededor. Mucha gente nos está mirando. De hecho, creo que todos
lo están haciendo. Observan todas nuestras interacciones, todas nuestras
miradas.

Me siento como en el zoológico.

El zoológico más glamoroso del mundo.

—¿Quieres bailar conmigo? —pregunto—. ¿Qué pasó con que no sabes


bailar?

—Quizás he mejorado. —Se vuelve y hace señas a Maja, que está cerca, y
luego sonríe a sus niñas—. Vayan con su tante Maja. Después les devuelvo a
Aurora.

Asienten y Clara agarra la mano de Freja y cruzan el salón de baile hacia


Maja, todo mientras escucho a Clara empezar a cantar: Eres tú, la dulce ilusión
que yo soñé.

Érase una vez un sueño.

Aksel extiende su brazo para que lo tome. 316


—Si me permite, señorita James.

Hago una reverencia pequeña y luego tomo su brazo a medida que me


lleva al medio del salón.

Todos los que estaban bailando allí se dispersan de repente, dejándolo


abierto solo para nosotros.

No deja de sonreírme, ni cuando pongo mi otra mano en su hombro, ni


cuando pone su otra mano en la parte baja de mi cintura.

—¿No temes que la gente se haga una idea equivocada? —susurro,


manteniéndome concentrada en las fuertes líneas cinceladas de su rostro
hermoso. Desde una cicatriz en su nariz donde se la rompió durante su
accidente de automóvil en un rally, hasta las escasas canas en su sien y el
pliegue permanente entre sus cejas arqueadas, he memorizado su rostro como
un mapa que me lleva a mi hogar.
—Déjalos que piensen lo que quieran —dice, apretándome con fuerza—.
De todos modos, no puedes controlarlo.

Tiene razón.

Así que sigo sonriendo a medida que nos deslizamos y giramos alrededor
del salón de baile, el mundo desapareciendo a nuestro alrededor. Fragmentos
de la canción de Clara centellean dentro de mi cabeza como polvo de estrellas.

Eres tú, bailé contigo una vez una noche. Ahí estábamos, deseando que este
baile durara para siempre.

Y sé que lo amaré, por siempre, todo el tiempo.

Todo el tiempo.

Pero cuando termina el baile, termina el sueño.

Aksel me acompaña de regreso a Maja y las niñas, y supongo que para


compensar la atención que recibí, toma a Maja de la mano y procede a llevarla a
la pista de baile. Ella protesta, al principio tímidamente, y después algo
violentamente intentando escapar de su agarre, pero Aksel es persistente y se 317
gana a su tía, haciéndola girar con cuidado por la pista de baile como lo hizo
conmigo, hasta que ella se está riendo a carcajadas, disfrutando claramente de
la atención de su sobrino.

Estoy feliz.

Ha habido tantos momentos en estos días en los que he terminado


impactada, casi cegada, por toda esta felicidad y este es solo otro más.

Feliz, feliz, feliz.

Si he estado durmiendo toda mi vida, es ahora, gracias a él, que


finalmente estoy despertando.

—También quiero bailar —dice Freja con su vocecita.

Le echo un vistazo.

—Está bien, pero ambas tienen que hacerlo. Soy experta bailando con
dos princesas a la vez.
Ambas chicas me dan la mano y mientras Aksel baila con Maja, hago girar
a Clara y Freja, sus risas son tan brillantes y burbujeantes como el champán
desbordado.

Esto continúa durante bastante tiempo hasta que mis pies comienzan a
cansarse y las bebidas me han dejado un poco tonta.

Le digo a Maja que voy al baño y vuelvo enseguida, y antes de salir del
salón de baile, Aksel está junto a mí, con la mano en mi codo y escoltándome
por el pasillo.

—Me estás volviendo loco —susurra con dureza en mi oído.

—¿De qué estás hablando? —pregunto.

¿Qué hice?

No responde, solo mira alrededor y cuando ve que no hay nadie cerca,


abre la puerta del baño y me empuja con él.

Cierra la puerta rápidamente y nos encierra, y antes de que pueda decir


otra palabra, agarra mi cara, sus labios devorando los míos, su lengua 318
empujándose en mi boca, avivando cada deseo reprimido.

Oh, su Majestad.

Lo agarro de la misma manera, mis manos en su cabello, en la parte


posterior de su cuello a medida que sus manos sujetan mi cintura, luego mi
trasero, intentando apretarme y tocarme a través de las capas de tul.
Batallamos juntos en un frenesí de calor y lujuria y algo increíblemente real.
Algo muy nosotros.

Termino empujada contra la pared de azulejos, clavada allí, y soy suya,


completamente suya. Mi cuerpo opera por instinto puro, lanzándome hacia él
sin inhibiciones, sin precauciones. Lo anhela tanto como mi mente y mi alma.
Mientras se presiona contra mí, respirando con dificultad y besándome,
precipitado y húmedo, apoyo mis manos alrededor de sus hombros y disfruto
de los esbeltos músculos tensos de su espalda mientras lo empujo hacia mí.

Una de sus manos se perdió en mi cabello, tirando de él como me gusta, y


dejo escapar un jadeo sin aliento por el dulce dolor.
—Nunca he visto una criatura tan preciosa en toda mi vida hasta que te
vi esta noche —dice, con voz ronca por la lujuria—. Érase un sueño, así es.

Su otra mano va a levantar el dobladillo abombado de mi vestido,


recogiéndolo y subiendo y subiendo alrededor de mi cintura hasta que casi se
apodera de todo el tocador.

Desliza el satén de mi ropa interior a un lado y deja escapar un gemido


profundo que siento vibrar a través de mí mientras me explora con sus dedos.

—Tan mojada —murmura—. Te pones tan jodidamente mojada por mí.


—Hunde tres de sus grandes dedos largos dentro de mí y los aprieto, rogando
por más—. Sabes que lo quiero. Tengo que tenerlo.

—Date prisa y fóllame —le digo—, señor.

Pero en serio. Este es un lugar peligroso para tener un revolcón y alguien


puede tocar la puerta en cualquier momento.

Se ríe, bajo y rico, estirándose para levantarme de modo que mis piernas
estén envueltas alrededor de su cintura. Me estiro entre nosotros y trato de
desabrocharle el cinturón frenéticamente. Mira mi mano frenética por un 319
momento, disfrutando claramente de lo mucho que lo deseo.

—Espera —dice, bajándose los pantalones del esmoquin y el bóxer hasta


que su polla se balancea libremente, tan oscura y rígida. Lo amo así, tan crudo,
grueso y todo para mí.

Se apoya en mi apertura y espera unos segundos. Puedo sentir el calor


entre nosotros, la forma en que sus ojos me queman, hasta que su mirada cae a
su polla cuando está a punto de empujar su longitud rígida dentro de mí. Antes
de que pueda urgirlo a entrar, mis dedos aprietan su espalda, y empuja con una
gran estocada poderosa.

No puedo evitar el grito que se escapa de mis labios, y luego el suave,


“Oh”, mientras se retira lentamente, agonizantemente, su polla absolutamente
empapada.

Se vuelve a sumergir, unos centímetros a la vez, sus labios rozando los


míos.
—Eres realmente algo, ¿lo sabías? —susurra contra mi boca, sus palabras
rompiéndose en un gemido—. No sé qué haría sin ti.

—Creo que todo el palacio se derrumbaría —logro decir.

Luego se empuja de nuevo.

Una agonía jodidamente lenta.

Mi corazón se atasca en mi garganta. No puedo hablar, solo puedo sentir,


y la mirada intensa de sus ojos me dice que algo está pasando, algo nuevo.

Esta noche fue algo nuevo.

Esta noche fui a un baile y bailé con un rey.

Esta noche creo que el mundo ha vislumbrado lo que nos esforzamos


tanto por ocultar.

Sus ojos continúan ardiendo a medida que se empuja de adentro hacia


afuera, bombeando constantemente. Agarra mi barbilla suavemente y sostiene
mi cara, asegurándose que no pueda romper el contacto visual, no pueda
apartar la vista. Es tan íntimo, la forma en que su mirada se siente como si me 320
estuviera desnudando. Pero es Aksel. Puede mirar dentro de mi alma cuando
quiera. Allí solo verá su propia alma.

Un hogar para su corazón.

Nuestros gemidos son silenciosos, nuestra respiración áspera y desigual


mientras se mueve dentro de mí, sus caderas girando para golpear todos y cada
uno de los nervios al rojo vivo.

Es tan jodidamente bueno.

Es todo.

Estamos unidos, conectados, y cuanto más se hunde, más profundo, más


profundo, más cálido se siente, como fuego apenas contenido. Una gota de
sudor le cae por la nariz, y finalmente sus ojos se cierran a medida que se
acerca a su clímax, su boca yendo hacia el hueco de mi cuello donde muerde,
chupa y gruñe mientras me embiste, cada estocada más rápida que la anterior.
—Mierda, mierda, mierda —sisea, inhalando bruscamente—. Voy a
correrme.

Antes de que tenga la oportunidad de intentar contenerme, suelta mi


cintura y desliza un dedo sobre mi clítoris, acariciándolo dos veces, y eso es
todo lo que se necesita para hacerme estallar como dinamita.

Exploto exteriormente, hasta que siento que no queda nada, y él explota


dentro de mí. Puedo sentirlo por dentro, caliente y potente mientras palpito sin
piedad a su alrededor, mis uñas clavándose con tanta fuerza en sus hombros a
medida que lo cabalgo que sé que mañana dejarán marcas, incluso a través de
su chaqueta.

Mi corazón se hincha, lleno de estrellas y felicidad.

Este hombre. Este rey.

Daré todo por ser su reina.

—Aksel —susurro, interrumpiéndome porque no puedo recuperar el


aliento, porque sé lo que quiero decir, pero no sé cómo decirlo. Que quiero más
y que también tengo miedo. 321
Está respirando pesadamente en mi hombro y paso mis dedos por su
cabello, amando la sensación, amando todo lo que es.

—Me encanta cuando juegas con mi cabello —murmura. Levanta la


cabeza y me mira con ojos saciados. Acaricia mis mejillas con sus pulgares
suavemente—. Amo todo de ti.

Tiene esa mirada que amo en sus ojos, la única que solo yo puedo
provocar. Somnoliento, relajado, feliz. Absolutamente satisfecho. En estos
momentos, su máscara se ha ido y la corona está en otra parte.

En estos momentos me pertenece solo a mí.

Como se supone que debe ser.

—Deberíamos volver —le digo—. La gente se estará preguntando.

Él asiente, frunciendo el ceño por un momento.


—Por supuesto. —Me baja al suelo suavemente y luego toma un fajo de
papel de seda, pasándolo por el interior de mis piernas antes de acomodar mi
falda.

Nos regalamos una mirada de pies a cabezas en el espejo. Alisa mis acres
de vestido, le enderezo la camisa y la pajarita.

—Iré primero —dice—. De esa manera, si veo a alguien, puedo


retrasarlo.

Asiento, de repente, sintiéndome nerviosa por todo esto. La sangre está


volviendo a mi cerebro.

Abre la puerta y asoma la cabeza. Al ver que la costa está despejada, se


aleja a grandes zancadas con propósito.

Espero unos momentos para que no sea asociado en absoluto con este
baño.

Luego salgo.

Justo cuando Nicklas entra desde el salón de baile. 322


Debe haber pasado a Aksel en el camino y no hay nada que sugiera que
Aksel estaba allí conmigo.

Pero siento que mis mejillas están en llamas.

Y Nicklas me está observando de una manera extraña.

Camina hacia mí, sus ojos tan fríos, y sin embargo, hay una sonrisa de
suficiencia y complicidad en su rostro.

—¿Está ocupado el baño? —pregunta, haciéndole un gesto.

—Uh, no, es todo tuyo.

—Tak, señorita Aurora —responde y luego entra.

Sé la verdad sobre ti, tengo ganas de decirle.

Pero no lo hago.

Me giro y me dirijo al baile para encontrar a las niñas.


21
Aurora

U
na de las ventajas de ser una niñera real es que puedes trabajar
para alguien como Aksel. Sé que dormir con la realeza a la que
estás sirviendo no es parte de la descripción del trabajo, pero nos
ha funcionado bastante bien.

Una ventaja que acabo de descubrir es que cuando la familia real se va de


vacaciones, tú también puedes irte de vacaciones. Y no me refiero a un viaje
agitado en barco por la costa fría de Dinamarca.

Me refiero a sol, playas de arena blanca y aguas azules. Cocos y música.


323
Loros y delfines. Todo maravilloso.

Actualmente estamos en la isla de Saint Croix en el Caribe. La isla solía


pertenecer a Dinamarca en algún momento antes de convertirse en parte de las
Islas Vírgenes de EE.UU. Sin embargo, aunque esa fue la pérdida de Dinamarca
(oye, aún tienen Groenlandia), todas las ciudades han mantenido sus nombres
daneses.

Estamos en una villa extremadamente privada al norte de la colorida


ciudad de Frederiksted. Solo somos Aksel, las niñas y yo. Sin Maja, sin Nicklas,
sin Henrik.

De acuerdo, hay algunos asistentes reales que están obligados a ir con él


a todas partes, pero logró que se quedasen en la puerta de entrada antes del
complejo, dándonos privacidad absoluta de todos.

Solo somos nosotros.

Como si en realidad fuésemos una familia.


Después del baile de la semana pasada, después de que Nicklas casi nos
atrapa, Aksel decidió que quería que nos fuéramos, a algún lugar lejano, algún
lugar cálido y húmedo. Algún lugar donde podamos dormir en la misma cama y
estar juntos sin preocuparnos de que otros estén mirando. Algún lugar donde
no tuviéramos que esconder nuestros sentimientos el uno por el otro, donde
pudiéramos estar juntos, ser libres.

Y aunque aún tengo mi propia habitación por el bien de las niñas, está
justo al lado de la de Aksel y está unida por una terraza espaciosa, dándonos
acceso completo y abierto el uno al otro. Créeme, hemos pasado los últimos seis
días compensando muchas cosas.

Por el momento, estamos descansando en nuestra playa privada que está


justo en frente de la villa. Es pequeña pero es preciosa y las niñas están frente a
nosotros junto al agua, haciendo “palacios” de arena. La arena es blanca y fina,
como talco para bebés y el mar es tan azul que casi me duelen los ojos.

Ambos estamos bocabajo sobre toallas, unas cervezas entre nosotros. La


cabeza de Aksel está enterrada en sus brazos, de modo que dejo que mis ojos
vaguen por todo su cuerpo. Ya está tan bronceado, su cuerpo esbelto, largo y
tensos músculos marcados. Su pequeño trasero apretado está ceñido en un
324
Speedo negro del que me gusta tirar la cinturilla. Es justo, ya que a veces hace
eso con mi falda, generalmente antes de empujarla alrededor de mis caderas y
salirse con la suya conmigo.

—No quiero irme —digo con un suspiro—. ¿No podemos simplemente


quedarnos aquí para siempre? Justo así.

Gira la cabeza, apoya la mejilla contra la toalla y me mira de reojo, con el


sol sobre sus ojos.

—Ojalá pudiéramos. Aunque, creo que Stella me mataría.

Cuando Aksel tiene que ir al extranjero por un período prolongado de


tiempo, su hermana, Stella, tiene que actuar como regente en su lugar. En
Dinamarca se llama Rigsforstander y actualmente está en el palacio, asumiendo
todos sus deberes oficiales. Sé que ella lo odia, porque me lo ha dicho, pero
tiene que hacerse.
—Sí —digo—. Lo haría. Simplemente... me encanta estar así contigo. Solo
nosotros. Solo…

—Lo sé —dice, y sus ojos se suavizan—. También me encanta. De hecho...


—mira a las niñas que se ríen mientras las olas casi chocan con el palacio de
arena—, quiero hablarles de nosotros.

Parpadeo hacia él.

—¿Qué?

—Las niñas —responde en voz baja—. Quiero que sepan que te amo y tú
me amas y estamos juntos. Que para mí, eres más que su niñera.

Niego con la cabeza, un ataque de pánico golpeando mi corazón.

—No puedes hacer eso. No lo entenderán. No les digas. En serio.

Me mira con el ceño fruncido a medida que se apoya en los codos.

—En algún momento tienen que saberlo, si aún no lo han hecho. Aurora,
no quiero ocultárselo. Lo que siento por ti, no va a desaparecer. Solo sigue
creciendo con el tiempo. No está bien mantenerlas en la oscuridad. Merecen 325
saberlo.

—¿Y si me odian por eso? —susurro. El pensamiento me da ganas de


vomitar—. ¿Y si te odian?

—Te aman —contesta enfáticamente—. Sin importar que no seas su


madre de verdad, te aman por quién y lo que eres. No quieren dejarte ir jamás,
como yo tampoco quiero.

Pero no soy buena. No soy lo suficientemente buena para nada real. Solo
soy buena en secreto.

—¿Por qué tienes tanto miedo? —pregunta, girando sobre su costado y


estirándose para alcanzar mi cara—. Esto es algo bueno. Esto es todo.

No se lo puedo explicar.

—Solo... soy alguien a quien esconder en la oscuridad. ¿No lo entiendes?


—No. No entiendo. Sigues sacando a relucir el hecho de que eres la
niñera y por eso no podemos estar juntos, pero a mí no me importa.

—Importa. De acuerdo, importa. No puedo estar a la altura de Helena.

—Nadie dice que tienes que hacerlo.

—Los tabloides lo hacen.

—Los tabloides pueden irse a la mierda. No importan.

Pero lo hacen. Sacudo la cabeza.

—Si les dices a las niñas... y las cosas no funcionan...

Su mirada se agudiza, su mandíbula poniéndose rígida.

—¿Por qué no funcionaría? ¿Por qué incluso dirías eso?

—Porque eres rey y...

Sus dedos regresan a mi cabello y sostiene mi cabeza firme a medida que


me nivela con sus ojos.
326
—Soy rey. Y te pertenezco de una manera que nunca creí posible. Más de
lo que pertenezco a mi país, más de lo que pertenezco a la gente, te pertenezco
a ti.

No merezco a este hombre.

No.

Lo.

Merezco.

Me humedezco mis labios, se me seca la boca, se me inunda el corazón.

—Aksel —susurro.

—No quiero seguir viviendo una mentira. Quiero contárselo a las niñas y
luego quiero contárselo al mundo. Pero no haré nada de eso a menos que estés
a bordo. Maldita sea, me está matando no poder tocarte en público, no poder
cantarte alabanzas, no dejar que todos sepan que he encontrado el amor, un
amor que llevaré mejor que cualquier corona. —Me da una sonrisa triste—.
Pero no lo haré hasta que estés lista.

Lleva mi amor como una corona.

Ojalá fuera lo suficientemente digna para hacer lo mismo.

—Solo piénsalo —dice, poniéndose de pie y extendiendo su mano hacia


la mía—. Ven. Vamos a nadar.

Le doy la mano y no la suelta mientras corremos hacia las olas turquesas.


Si las niñas piensan que sostenernos de la mano es extraño, no lo demuestran.
Tal vez sea porque nos hemos vuelto tan cercanos entre nosotros a su
alrededor, que piensan que es natural. Quizás porque lo que tenemos Aksel y yo
es natural, tan natural como la sal en el mar y el sol en el cielo.

Tiene razón. Las niñas merecen saber la verdad sobre nosotros.

Solo puedo esperar que mi corazón esté listo para ello.

327

Más tarde esa noche, Aksel y yo estamos parados en nuestra terraza con
vista al océano. Se apoya en la barandilla, vestido solo con unos pantalones
cortos, sin camisa. Una brisa cálida le revuelve el cabello, una cerveza medio
vacía le cuelga de los dedos. Su mirada está enfocada en el horizonte, contenta
y, sin embargo, puedo decir que un millón de pensamientos están pasando por
su cabeza.

Lo miro y espero que se quede grabado en la parte posterior de mi


cabeza como un negativo de película, de modo que pueda evocarlo y mirarlo
cuando quiera. Este para mí es el verdadero Aksel. Precioso, dominante y en
busca de la paz.

Siento que finalmente ha encontrado su paz.

Está en mí.
—¿Echando un buen vistazo? —pregunta con una sonrisa maliciosa
mientras me mira distraídamente, tomando un trago de su cerveza.

—Siempre —respondo.

—¿Has pensado un poco más en lo que dije? —pregunta después de una


pausa larga.

—Me gustó esa parte de “usar tu amor como una corona”. Fue muy
poético, como siempre.

Me da una sonrisa ligera.

—Eso no es lo que quise decir.

—Lo sé.

Se estira, su mano yendo alrededor de mi cintura y me atrae hacia él. Las


niñas están profundamente dormidas en su habitación, solo estamos nosotros
dos aquí.

Se siente como si fuéramos los dos contra el mundo.


328
Su mano desaparece en mi cabello y se inclina, besándome en los labios
suavemente. Paso mis dedos por su espalda, sintiendo su tersa piel suave. En
momentos como este, se siente como si fuéramos imparables, inmortales, como
si estuviésemos en medio de un universo giratorio, un dios y una diosa, con los
mundos a nuestros pies. Nada puede tocarnos.

Se echa hacia atrás lo suficiente para dejar que sus labios rocen los míos.
Lo escucho tragar pesado y cuando abro los ojos, está mirando directamente a
mi alma, a mi corazón.

—Quiero un bebé —murmura tan áspero y tan suave que apenas lo


escucho.

Frunzo el ceño, mi estómago dando volteretas salvajemente.

—¿Qué?

¿Un bebé?

¿¡Un bebé!?
—Quiero un bebé contigo —dice contra mis labios—. Quiero que
hagamos uno. Hacer una vida nueva que sea tuya y mía.

Santa mierda.

Eso no era lo que esperaba que dijera.

De hecho, nunca lo había escuchado mencionar nada sobre los niños,


asumí que Clara y Freja eran todo lo que quería.

Pero ahora quiere un bebé conmigo.

Conmigo.

—Quiero volver a ser padre —prosigue. Se endereza, pasando su mano


por mi cuello—. Quiero que seas la madre de mi hijo. Mis hijos. Demonios,
quiero muchos bebés. Todo un palacio lleno de hermanos y hermanas para
Clara y Freja.

¡¿Muchos bebés?! ¿¡Todo un palacio lleno!?

No sé qué decir, qué pensar.


329
La verdad es que, mis ovarios están explotando en un millón de pedazos
en este momento y estaría mintiendo si lo que dijo no es la cosa más romántica,
asombrosa y alegre que jamás haya escuchado (y esto viniendo de él, quien
tiene un corazón terriblemente romántico).

Y definitivamente estaría mintiendo si dijera que no lo había pensado


antes.

Oh, lo he pensado.

Mucho.

Mi útero ha sido una bomba de tiempo durante la mayor parte de mis


veinte y creo que la única razón por la que he podido ignorarlo es porque he
sido niñera de los hijos de otras personas. Y siendo niñera, no solo he podido
tener la familia y la seguridad que nunca tuve cuando niña, sino que también he
podido cuidar de bebés y niños. No son míos, pero me permiten sacarlos de mi
sistema.
Pero desde que empecé a trabajar para Aksel, ese tic-tac de la bomba de
tiempo se ha vuelto cada vez más fuerte, obligándome a prestarle atención. Al
principio pensé que era porque me había enamorado tanto de Clara y Freja, y
luego me di cuenta que era porque me había enamorado de su padre.

Tendría los bebés de este hombre cualquier día.

¿Y entonces qué?, dice la voz en mi cabeza. ¿En serio crees que esto
funcionará?

La ignoro. En su lugar, elijo sentir éxtasis.

—Me encanta cuando te quedas sin palabras —comenta con una sonrisa
a medida que mete mi cabello detrás de mi oreja—. Me da paz y tranquilidad.

Me echo a reír. Ni siquiera es gracioso lo que dijo, simplemente no puedo


evitarlo. La alegría me invade desde todos los rincones de mi corazón.

—¿Qué? —pregunta, frunciendo el ceño.

—Nada —respondo, y si no dejo de sonreír, creo que mi cara


permanecerá así permanentemente—. Nada en absoluto. —Agarro su mano y 330
empiezo a tirar de él hacia las puertas francesas.

—¿A dónde vamos? —pregunta.

Le doy una mirada coqueta por encima del hombro.

—Su Majestad, si quieres bebés, entonces lo primero que tenemos que


hacer es empezar a hacerlos.

Me deja llevarlo al dormitorio.

—No es que me esté quejando, pero ¿no tienes que dejar de tomar la
píldora durante unos días para que, eh, no funcione?

Me recuesto en la cama.

—No hay nada de malo con un poco de práctica.

—No —responde con una sonrisa lujuriosa a medida que se desata los
pantalones cortos—. No lo hay, definitivamente.

Un zumbido sigue interrumpiendo mis sueños.

Gimo y me doy la vuelta, mi cuerpo aún agotado por las sesiones


interminables haciendo bebés. Abro mis ojos lentamente. Hay un brillo en la
habitación, pero no proviene de la luna de afuera, es de mi teléfono en la mesita
de noche.

¿Quién diablos me llama a esta hora?

Miro a Aksel, quien está dormido y roncando ligeramente (siempre


queda inconsciente cuando se corre) y luego alcanzo el teléfono.

Es Amelie.

Mi pulso se acelera. Dios, espero que todo esté bien.

Pero antes de que tenga la oportunidad de contestar, el teléfono deja de 331


sonar.

Lo abro y miro la hora. Son las tres de la madrugada aquí en St. Croix, lo
que significa que son las ocho de la mañana en París.

Estoy a punto de enviarle un mensaje de texto y preguntarle por qué


llamó cuando llega un mensaje suyo.

Es una foto de algo, una captura de pantalla, y no puedo verla bien hasta
que esté abierta.

Es seguida rápidamente por un enlace a un tabloide británico.

Mi corazón cae como una piedra.

Esto no va a ser bueno.

Abro la primera foto, donde Amelie había enviado un mensaje de texto


debajo: ¿esto es cierto?

Y es cierto, para mi total y absoluto horror.


Es completamente cierto.

Es la portada de un artículo con una foto mía.

Una imagen de mi foto policial de antaño.

El titular dice ¡La Niñera Real Danesa Es Una Criminal!

No puedo respirar. No puedo parpadear. Ya ni siquiera puedo sentir mi


corazón.

Todo lo que temía, todo lo que intenté enterrar, todo lo que dejé detrás
de mí, esperando no volver a enfrentarme nunca más, ha vuelto con toda su
fuerza. Ya no estoy atormentada por mi pasado.

Mi pasado está aquí.

Hago clic en el enlace con manos temblorosas, y leo el resto del artículo,
ignorando todos los textos viniendo de Amelie, pregunta tras pregunta.

Lo que se reportó era completamente cierto, aunque no contó toda la


historia.
332
Me hace parecer una verdadera criminal genial, no una maldita chica
joven que fue manipulada y abusada.

Eso es lo que más duele. Quizás soy tanto una villana como una víctima,
pero sin siquiera conocer los hechos, sobre lo que había pasado, mi verdad se
ha convertido en mentira.

Dejo el teléfono en mi regazo, sintiendo que el mundo se está


derrumbando sobre mí.

Se acabó.

Todo.

Él, las niñas, mi trabajo.

Se terminó.

No puedo continuar después de esto.

Antes, no era digna.


Ahora, soy una criminal.

—¿Qué hora es? —pregunta Aksel junto a mí, su voz cargada de sueño.

Pero ni siquiera puedo hablar.

Se mueve en la cama para mirarme y debo parecer un fantasma


iluminado por el teléfono en mi regazo, mirándolo fijamente con horror.

—¿Qué pasó? ¿Por qué estás despierta? —pregunta, sentándose erguido.

Mi cabeza se sacude, un bamboleo, en realidad, y mi boca se abre para


hablar, pero no sale ningún sonido.

El peso en mi pecho son como mil kilos de ladrillos.

—Aurora, ¿estás bien? —Su voz suena urgente. Agarra mi hombro, de


modo que estoy frente a él, sus ojos evaluando mi rostro—. ¿Qué pasó?

La luz del teléfono se apaga y la habitación se oscurece.

Es mejor de esta forma.

Puedo decirle la verdad sin la luz en mi rostro.


333
—Tengo que decirte algo —susurro.

Un segundo largo.

—Está bien —dice, intentando sonar tranquilo pero fallando—. ¿Qué?


Puedes decirme cualquier cosa.

—Sí, bueno. Al parecer, pensé que no podía decirte esto. Y ahora no tengo
otra opción.

—¿Qué pasa? —Su voz ahora es baja, preparado para lo peor.

—Tengo un pasado. —Miro hacia adelante en la oscuridad, sintiendo que


la oscuridad se infiltra en mi alma—. Hice algunas cosas malas.

—Estoy seguro que lo hiciste —dice en voz baja, pasando su mano por mi
espalda desnuda—. Sé de tu pasado. Todos hemos hecho cosas malas.

—Mi nombre no es Aurora James.


La bomba estalla, dejando solo el silencio, como cuando una estrella
implosiona en el espacio.

—¿De qué estás hablando? Entonces, ¿cuál es?

—Mi nombre de pila era Rory Jameson. Lo cambié para separarme de mi


pasado.

—Está bien, de acuerdo. Está bien. Para mí aún eres Aurora.

Dios, es tan comprensivo, tan bueno. No lo entiende.

—Rory Jameson hizo algunas cosas malas.

Lo oigo tragar pesado.

—¿Qué hizo Rory Jameson?

Respiro profundo, temblorosa, sabiendo que no me estabilizará ni


facilitará las cosas.

—Conoció a un tipo llamado Dan. Se enamoró de él porque no conocía


nada mejor. Era demasiado joven. Él era lo suficientemente mayor. La metió en 334
las drogas, un escape de su vida de mierda. Más tarde, la llevó a la carretera,
ayudándolo a cometer un delito. Robó algunas carteras, en su mayoría. Luego
una tienda. Al final, lo ayudó a robar la casa de un amigo. Nunca fue atrapada, ni
él tampoco, simplemente siguieron conduciendo y consumiendo hasta que un
día los alcanzó todo. Él estaba haciendo un negocio de drogas, el tipo intentó
joderlo, quitarle sus cosas. Estaba allí, y no debería haber estado allí. El hombre
vino por mí, Dan atacó al tipo. Lo mató. Fue en defensa propia, claro, pero eso
en realidad no importó dadas las circunstancias.

Hago una pausa, temiendo mirarlo. Estoy retorciendo mis manos entre sí
hasta que se han entumecido.

—Ambos fuimos arrestados. Me juzgaron por consumo de drogas y por


ser cómplice, pero luego me soltaron. Dan fue a la cárcel. No solo por el cargo
de homicidio involuntario. Fueron años y años de hurtos, robos, lavado de
dinero y tráfico de drogas. Cosas que sucedieron incluso antes de conocerme.
Incluso ni siquiera había comprendido la magnitud de la persona que era y las
cosas que había hecho. Pero para el momento en que me di cuenta, lo
encerraron y tuve que hacer una nueva vida para mí. Cambié un poco mi
nombre, me mudé a Brisbane, prácticamente viví en las calles durante un mes
antes de poder conseguir un trabajo. Después trabajé y trabajé, y ahorré y
ahorré, y me fui a Europa, para no volver jamás.

Lo escucho exhalar bruscamente por la nariz, el único ruido en la


habitación.

—¿Por qué no me dijiste antes esto?

Me muerdo el labio, preparándome para el golpe.

—Porque soy estúpida. —Abro el teléfono, abro el artículo y se lo


entrego—. Soy muy estúpida.

335
22
Aksel

M
e quedo mirando el teléfono en mis manos, mi mente aun
dando vueltas por la bomba que Aurora acaba de dejar en mi
regazo, solo para encontrar otra.

Una peor.

Leo el artículo aturdido.

Un artículo que reitera todo lo que Aurora me acaba de confesar pero sin
los detalles e idiosincrasias reales. Un artículo que pinta a Aurora como una 336
mentirosa villana tonta, una vagabunda arrastrada que se abrió camino en la
familia real danesa.

Un artículo que arruina todo por lo que ha trabajado tan duro.

Una vida como Aurora James.

Y, sin embargo, mientras estoy sentado aquí, mi mundo partiéndose en


pedazos, mi corazón en trozos irregulares, estoy enojado. Estoy enojado y
herido.

¿Cómo pudo hacerme esto?

¿Cómo pudo guardárselo todo para sí?

¿Cómo pudo no confiar en mí después de toda la confianza que puse en


ella?

¿Por qué no era lo suficientemente bueno para eso?

—Aksel —dice—. Por favor, di algo.


Miro su rostro hermoso y solo siento el dolor al ver que nunca me dio
todo, nunca me dejó entrar en la verdad.

Nunca me dejó entrar en ella.

—¿Cómo pudiste? —susurro.

—Lo siento —contesta, cabizbaja, desmoronándose, y sé que ella


también está sufriendo—. Era tan estúpida, joven y...

—No —digo, más brusco de lo que pretendía—. Eso no. ¿Cómo no


pudiste decirme la verdad?

—No lo habrías entendido.

—¡¿No lo habría entendido?! —grito—. ¡Cómo te atreves a decirme eso!

Por un momento, me mira fijamente en estado de shock, antes de gritar:

—¡Habrías actuado de esta forma!

—¡No! —grito—. No lo habría hecho. Aurora, mierda por Dios, me


ocultaste esto y ahora lo estoy averiguando por un puto tabloide. ¿En qué 337
carajo estabas pensando? ¡Podríamos haber evitado esto si hubieras confiado lo
suficiente en mí!

Su boca se abre, su barbilla temblando.

—Maldita sea —gruño. Salgo de la cama y me pongo los pantalones del


pijama del suelo, intentando pensar, necesitando espacio. Mis manos van a mi
cabello, tirando, intentando controlar mi temperamento.

—Aksel, lo siento —dice otra vez—. Por favor.

—Por favor, nada. —Me vuelvo hacia ella, respirando con dificultad, mi
corazón apretándose en mi pecho como si estuviera en una prensa—. Te
confesé mi mayor secreto, mi crimen, y tú te guardaste el tuyo. Te lo confié
porque confío en ti y en tu gran corazón, pero es obvio que no confías para nada
en mí.

—¡Confío en ti! —grita, suplica—. Lo hago. Iba a decírtelo.


—¿Cuándo? ¿Cuándo? —Extiendo mis brazos—. ¿Algún día? ¿Es por eso
que no quieres decirles a las niñas, es por eso que no querías que nos
convirtiéramos en nada?

—¡Quiero que seamos algo! —grita—. Pero, maldita sea, Aksel. Tienes la
cabeza en las nubes.

¿En las nubes?

—¿Eso es lo que piensas? Que el hecho de que quiera tener bebés


contigo, que quiera contarles a mis hijas, al mundo de ti, el hecho de que quiero
casarme contigo y hacerte mi reina, ¿crees que eso significa que tengo la cabeza
en las nubes?

Se queda en silencio de repente, con la boca cerrada con fuerza, los ojos
completamente abiertos a medida que me mira.

—¿Tú... quieres casarte conmigo? —susurra.

Lucho contra el impulso de poner los ojos en blanco.

—Sí. Supuse que era evidente cuando te pedí que seas la madre de mis 338
hijos.

—No me propusiste...

—¿Proponerte? —grito—. ¿Cómo podría proponerte matrimonio cuando


ni siquiera puedo lograr que admitas ante el mundo que estamos juntos? Si me
arrodillara aquí y te pidiera que seas mi esposa, ¿me habrías dicho que sí?

Se vuelve a callar. Supongo que la mayoría de las propuestas no implican


muchos gritos. Ni siquiera lo estaba planeando mientras estábamos aquí,
aunque hice que eligieran un anillo por si acaso.

Sin embargo, cuanto más no dice nada, más espero que nunca lo haga.

No estoy seguro de poder aceptarlo.

No estoy seguro si...

—No habría dicho que sí —dice en voz baja—. Lo siento.

Y ahí es cuando las paredes se derrumban sobre mí.


Ni siquiera puedo respirar. Hay cemento en mi pecho.

—¿Qué?

Sacude la cabeza.

—No creo que podamos estar juntos. Ahora no, no después de esto.
Jamás.

Este dolor es brutal. Agudo, rápido, rebanándome desde el estómago


hasta la boca. Estoy desangrándome aquí mismo, devastado. Me apoyo en la
cómoda detrás de mí, intentando equilibrarme.

—¿Por qué? —Me las arreglo para preguntar, mi voz rompiéndose, todo
rompiéndose.

Ya no soy un hombre, solo soy un caparazón.

Un frágil caparazón rompible.

—¿Por qué? —repite y ahí es cuando veo las lágrimas correr por su
rostro—. Porque nunca podremos funcionar. Esto simplemente lo demuestra.
339
—¡Pero funcionamos mejor que nada!

—Cuando solo estamos nosotros dos —chilla en voz baja—. Pero no


somos solo nosotros dos. Eres un rey y tienes un país y, más importante aún,
tus hijas. Después de esto, ni siquiera puedo quedarme como tú niñera. Soy una
criminal ante los ojos de todos. Tus hijas van a resultar heridas por esto y si me
quedo, se sentirán aún más heridas. Te amo hasta morir, Aksel, pero no los
pondré en peligro para estar contigo. Y sabes qué es lo correcto. Es lo único que
se puede hacer.

Está diciendo estupideces. Sé por qué lo dice, pero ya está lista para
darse por vencida, lista para darse la vuelta. Así no es como hago las cosas.

—Escucha —le digo, intentando evitar que mi voz se eleve—. Te amo.


Amo a mis hijas. Y no puedes decirme cómo me siento por nada, ni tampoco
puedes decirme lo que es importante y lo que no. Soy consciente de que soy un
maldito rey y tengo un país. Pero tomo las decisiones en mi vida, nadie más.

Me inclino y la agarro por los hombros, obligándola a mirarme a los ojos.


—Las niñas entenderán —le digo—. De todos modos, no leen los
tabloides, no a su edad, pero ciertamente podemos explicarles con nuestras
propias palabras lo que te sucedió. De todos modos, eso es lo que deberíamos
estar haciendo en esta etapa de sus vidas. Deberíamos avisarles sobre las cosas
que podrían imprimirse.

—¿Qué hay de todos los demás?

—¿Todos los demás? ¿Maja? Es mi tía y es tu amiga. Dudo que tu pasado


tenga algún papel en su vida o en la forma en que piensa de ti. Lo mismo ocurre
con Stella. Las personas más cercanas a mí no son del tipo que se deja influir
fácilmente. Son humanos. Comprenden. Todos han cometido errores.

—Pero las personas.

—Las personas son las personas y pueden pensar lo que quieran. Emitiré
una declaración, ambos lo haremos, y si quieren continuar, pueden hacerlo.
Mira, la gente, la prensa, todos siempre han corrido con un millón de historias
sobre mí, sobre Helena, sobre mis padres y sobre sus padres. Ese es el precio
que pagas por ser miembro de la realeza. Pero no voy a dejarte ir y salir de mi
puta vida solo para que no digan nada malo de nosotros. Maldita sea. Qué se 340
jodan.

—Me sentiré tan culpable.

—Y yo también me siento culpable. Sobre tantas cosas. Me he estado


ahogando en mi culpa por Helena durante los últimos dos años y sentí que no
merecía el amor y ciertamente no te merecía a ti. Pero tú, de alguna manera me
has hecho mejorar. Tu amor, tu amabilidad, tu devoción me ayudaron a curar y
no podría haberlo hecho por mi cuenta. —Hago una pausa, estudiando su
rostro, esperando llegar a ella—. Solo somos niños destrozados cubriendo
nuestra culpa con ropa de adulto. Hacemos las paces con nuestra culpa o no lo
hacemos, pero de cualquier manera, seguimos adelante. La única pregunta es,
¿seguirás adelante conmigo?

Aparta sus ojos, una sola lágrima rodando por su mejilla y en esa sola
lágrima siento que mi corazón va con ella. No hay nada en mi pecho más que un
espacio vacío y hueco.
—Por favor —digo, con la respiración entrecortada, intentando respirar
a través del vacío—. Por favor, Aurora, sigue adelante conmigo. Quédate
conmigo. Yo... no puedo hacer esto sin ti. —Presiono mi mano contra su
pecho—. Tengo un hogar en tu corazón y un amor que no parará de sangrar. Te
necesito en mi vida, eres mi vida, eres mi sol por el que he esperado
demasiados inviernos.

La veo tragar pesado, el dolor alrededor de mi pecho se está cerrando


cada vez más, más y más fuerte, y me pregunto si al final, simplemente
colapsaré, si es posible que duela tanto.

Me mira fijamente.

Y en esa mirada, veo ese sol. Veo su luz. Lo veo atravesar las nubes y la
oscuridad que casi la aleja de mí.

—Te amo —le digo nuevamente, con las manos en sus mejillas, acunando
su rostro a medida que la lágrima rueda por mi dedo—. Te amo. Dime que me
amas. Dime que podemos seguir adelante juntos. Dime que soy tuyo, ahora y
siempre.

Parpadea y se derraman más lágrimas. Envuelve sus manos sobre mis


341
antebrazos.

—Te amo —dice ella—. Te amo y tengo miedo. Estoy tan asustada. No
quiero ser la persona que era.

—No lo eres.

—No quiero perderte.

—No lo harás.

—No quiero que las niñas salgan lastimadas.

—No lo serán.

—Quiero merecerte.

—Lo haces.

Cierra sus ojos y suelto su rostro, atrayéndola en un abrazo.


Envuelve sus brazos alrededor de mí, sosteniéndome con fuerza,
llorando en mi cuello.

Pongo mi mano en la parte posterior de su cabeza, sujetándola.


Haciéndole saber que sus miedos no tienen ninguna cabida aquí.

Nos ocuparemos de los tabloides. Nos ocuparemos de su pasado. Nos


ocuparemos de todo.

Nada de eso importa mientras tenga a mi reina.

El vuelo de regreso desde St. Croix es largo. Incluso en un jet privado, no


me gusta estar en el aire y especialmente no me gusta cuando siento que mi
país se está derrumbando sobre sí por demasiados chismes.

Pero eso es exactamente lo que está sucediendo.


342
Después de que el pasado de Aurora saliera a la luz pública temprano en
la mañana, varios otros tabloides comenzaron a correr con lo mismo hasta que
se difundió por todo el mundo. Pasé la mañana empacando y lidiando con la
pesadilla de relaciones públicas del siglo, respondiendo llamadas de mi
personal e incluso del Primer Ministro, diciéndoles a todos que mañana tendría
una conferencia de prensa en el palacio.

Pero como no hay wi-fi en este jet, no puedo responder a la gente ni


revisar mis correos electrónicos y probablemente sea lo mejor.

Clara y Freja están sentadas frente a nosotros, ocupadas en sus juegos de


iPad, mientras Aurora se sienta a mi lado. Nos tomamos de la mano, lo que no
parece provocar ni una reacción de las niñas, pero sí parece conseguirlas de los
asistentes reales en la parte trasera del avión. Vi algunas cejas levantadas a
medida que pasaban por nuestro asiento y se dirigían hacia el baño, pero por
supuesto que no se atreverían a decir nada.

—¿Sabes qué? —dice Aurora mientras se inclina hacia mí, su voz baja—.
Estaba pensando en todas las cosas que están diciendo sobre mí...
—Por favor, no pienses demasiado en eso. Es pura basura.

—Sí, es basura. Pero hay algunos detalles impresos que en realidad no


concuerdan. Quiero decir, es fácil desenterrar mi foto policial una vez que
conoces mi nombre anterior y es fácil averiguar más sobre Dan. Pero hubo
algunos detalles personales en el tabloide británico que no deberían haber
podido conseguir.

Mi ceño se frunce.

—¿Qué quieres decir? ¿Quieres decir que tu madre habló?

Sacude la cabeza, frotándose los labios mientras lo piensa.

—No. Eso no. Citan una fuente anónima, pero siento que mi madre habría
salido directamente y habría dicho quién era. Eso si es que sabe quién soy
ahora. No la he visto ni escuchado de ella en diez años.

—Entonces, ¿quién sería? ¿Amelie?

—No, ella no. No dejo que la gente se acerque tanto a mí.

—No me digas. 343


Me da un codazo en el costado.

—Hablo en serio. Los tabloides informaron no solo sobre hechos, sino


también sobre sentimientos. Mi culpa por el pasado, mi deseo de convertirme en
alguien nuevo. Estar sin hogar, vivir debajo de un puente en Brisbane. Nadie
nunca supo eso. Solo conté esas cosas en mi diario.

Mi cabeza retrocede bruscamente con sorpresa.

—¿Tienes un diario?

—Sí —sisea—. Lo has visto.

—No lo he hecho.

—Sí, ¿recuerdas cuando lo revisaste al comienzo de mi trabajo? Jodido


fisgón.

—¿La cosa con todas las notas de niñera? Eso era un cuaderno.
—Eso también era mi diario. ¿Por qué creías que estaba tan molesta?

—¿Porque eres así?

Gime, quejándose.

—No, Aksel. Resulta que estabas viendo las notas que hice sobre el
manual. Si hubieras seguido leyendo, habrías visto mis pensamientos y
sentimientos. No escribo todos los días, solo cuando me siento deprimida,
triste, enojada o tengo un sueño extraño. Escribo mucho sobre el pasado para
dejarlo atrás. ¿Qué? —Me está mirando fijamente porque frunzo el ceño como
un loco.

—Nicklas —espeto. La miro con los ojos completamente abiertos—. Fue


Nicklas. Él robó tu diario.

Parece disgustada.

—¿Qué te hace pensar que fue él?

—¿Aparte de que me tiene en su mira? ¿Aparte de que sabe que puede


salirse con la suya? Una vez me dijo que estuvo en tu habitación. 344
—¿¡Qué!? —exclama tan fuerte que las niñas miran en nuestra dirección.

—No es nada, regresen a sus juegos —les digo.

Aurora me agarra con fuerza del cuello.

—¿Qué quieres decir con que estuvo en mi habitación?

De acuerdo. Bueno, supongo que la cagué con eso.

—Dijo que estaba buscándote. No sé si le creí o no, pero vio tu jarrón y


decidió comentar lo caro que era.

—Oh, Dios. Oh, Dios. ¿Y si robó mi ropa interior?

—Por favor, no digas eso.

—¿Por qué no me lo dijiste?

—Fue justo después de Navidad —explico—. Lo golpeé un poco.


—No puedo creer que tengas que golpear a tu propio personal.

—Sabes cómo es y no tenía sentido decírtelo. Te enojarías y entonces


querrías que lo despidiera y no podía decirte por qué no podía despedirlo.

—Tú y yo somos un puto desastre —dice, soltándome y cruzando los


brazos sobre el pecho.

—Bueno, ¿en dónde está ahora tu diario?

—Está en lo profundo del avión. Me lo traje. Y lo primero que voy a


escribir es que eres un grandísimo idiota.

Me eché a reír. No puedo evitarlo.

—¿Qué? Lo eres. Querido diario, el Rey Idiota volvió a ser un idiota.

—Espero que incluyas allí todas las veces que hice que te corras.

Se le cae la boca, y mira a las niñas para ver si escucharon, pero ahora
tienen los auriculares puestos. Son unas niñas inteligentes.

—¿Cómo puedes ser tan, tan trivial con todo esto? —chilla—. Vamos a 345
aterrizar en una tormenta de mierda y lo más probable es que fue tu propio
empleado chantajeándote quien hizo esto, me arrojó debajo de un maldito
autobús. ¿Cómo vas a lidiar con él?

Me encojo de hombros y es como si estuviese desprendiéndome del


mundo. Es difícil de explicar.

Creo que es porque mañana hay una conferencia de prensa y finalmente


podré decir nuestras verdades.

Además.

—Si fue él, entonces está despedido.

—Pero no puedes despedirlo.

—Puedo, ciertamente.

—Se vengará de ti.


—Ya se ha vengado de mí. ¿Por qué crees que pasó esto? Sabe lo que
siento por ti, lo que sientes por mí. Lo supo con certeza durante el baile. No es
estúpido. Encontró tu diario uno de los muchos días que no estuviste en tu
habitación y ha estado sosteniendo estas cosas contra su pecho durante mucho
tiempo, desenterrando toda la suciedad que pudo encontrar de ti para arruinar
lo que tenemos juntos. Pero no va a funcionar.

—Pero no puedes despedirlo. Dirá la verdad sobre... esa noche.

—Entonces, déjalo.

Déjalo. Déjalo que diga lo que necesite y ya veremos qué pasa después.

—Aksel, esto es una apuesta.

—La vida es una apuesta. —Echo un vistazo a las niñas, perdidas en


concentración en sus juegos. Pero ellas no son una apuesta.

Me desabrocho el cinturón y me levanto del asiento, tomándome un


momento para estirarme antes de agacharme en el pasillo junto a ellas,
mirándolas hasta que pausan sus juegos y se quitan los auriculares.
346
—Papá, ¿qué pasa? —pregunta Clara, observándome a mí y luego a
Aurora sentada detrás de mí, molesta por haberla interrumpido.

—Niñas —comienzo con mi voz severa de padre—. Tengo algo muy


importante que debo decirles, así que quiero su atención plena. Esta es una
conversación para niñas grandes, maduras, y necesito que me escuchen.

Asienten con entusiasmo. Probablemente piensan que voy a conseguirles


un pony o algo así. Si pudieran tendrían una granja entera.

—Saben que las amo a ambas mucho, muchísimo —les digo—. Y saben
que Aurora también las ama mucho, muchísimo. Pero también nos amamos
entre nosotros mucho, muchísimo.

Las niñas siguen asintiendo. No estoy seguro que lo entiendan.

Busco la mano de Aurora y la sostengo contra mi hombro.


—Sé que nadie reemplazará a su madre. Sé eso. Pero... —Ni siquiera sé
cómo decir esto correctamente cuando aún hay tanta incertidumbre—, quiero
estar con ella de la forma en que estaba con su madre.

Clara ladea la cabeza.

—¿Se convertirá en reina?

—Jaaaaaa —sisea Freja—. La reina diosa.

Me rio.

—Eso es lo que espero. —Y eso es todo lo que puedo decir porque es


todo lo que espero.

—¿Va a vivir en el palacio para siempre? —pregunta Clara.

—Eso es también lo que espero.

—¿Seguirá siendo nuestra niñera? —pregunta Freja.

Miro a Aurora por encima del hombro, arqueando las cejas. ¿Un poco de
ayuda? 347
Aurora se inclina hacia adelante, sonriendo.

—Seré su niñera para siempre. Pero también seré más que eso.
¿Recuerdan cuando me preguntaron si tenía novio? Justo ahora, eso es lo que es
su padre. Y lo amo muchísimo, con todo mi condenado ser.

—Pero seguirás viviendo con nosotros —dice Clara.

—No iré a ninguna parte. De hecho, esto podría significar que viviré con
ustedes para siempre.

—Espera —dice Freja, arrugando la nariz—. ¿Esto significa que van a


besarse?

Le sonrío y me estiro, revolviendo su cabello rubio.

—Intentaremos no hacerlo frente a ti.

Saca la lengua con disgusto.


—Pero escuchen —prosigo—. Hay una cosa más. Podrían escucharlo de
otras personas, de modo que primero queríamos contárselos.

—Cuando era joven —explica Aurora—, mayor que ustedes, pero aun así
muy joven, me metí en muchos problemas.

—¿Fue porque murió tu papá? —pregunta Clara.

—Sí y no. Es porque no tuve mucho amor en mi vida, no como ustedes


dos. Hice algunas cosas malas. Robé cosas.

—¿Juguetes? —Freja ya parece estar planeando su próximo movimiento


en la juguetería.

—Uh, algo así. De todos modos, fui mala y estuvo mal, pero también
estaba enferma en ese entonces. Así que, me enviaron a la cárcel por una noche
o dos, para darme una lección.

Ambas chicas jadean.

—Y —continúa—, aprendí mi lección. Nunca lo volví a hacer. Solo quería


decírselos para que supieran la verdad. 348
—No siempre fue perfecta —agrego, a lo que Aurora se ríe.

—No, no era perfecta, y aún no lo soy, y está bien. Cometí errores y


aprendí de ellos, como todos. Pero queríamos decírselos porque la gente podría
hablar de eso.

—Está bien —dice Clara simplemente—. ¿Ahora podemos volver a


nuestros juegos?

Maldita sea, desearía que los adultos fueran tan fáciles como los niños
cuando se trata de juzgar y perdonar.

Algo me dice que nos espera un momento terrible cuando aterricemos.

Solo puedo esperar que al decirles la verdad a las niñas, tendremos


menos que ocultar. Sé que la gente será despiadada y sé que nuestro amor es
frágil, nuevo y fuerte a la vez, pero después de los eventos de anoche, aún tengo
dudas de que Aurora esté a bordo al cien por ciento.
Pero es una apuesta, como dijo. Tengo que apostar con Nicklas, apostar
con la prensa y apostar que su corazón sigue siendo mío, que no va a salir
corriendo cuando las cosas se pongan difíciles.

Aunque, sé que, incluso si ella corre, no dejaría de correr detrás de ella.

Esta mujer es mi reina.

Y ya tiene mi amor por corona.

349
23
Aurora

T
enía razón.

Aterrizamos directamente en una tormenta de mierda.

Sin importar cuán preparada estuviera para ello, no


estaba lo suficientemente preparada porque al momento en
que bajamos del avión en la pista de aterrizaje privada, fuimos bombardeados
por la prensa. Los flashes estallaron en mi cara, protegiéndome con mi bolso y
el brazo de Aksel, como toda una celebridad.
350
Mientras tanto, me siguieron gritando.

—¿Por qué mentiste?

—¿Fuiste cómplice de asesinato?

—¿Te despedirán de la familia real?

La única forma en que logramos que retrocedieran fue que los asistentes
reales comenzaran a empujarlos hacia atrás, mientras levantaba a Freja y Clara
en mis brazos (Señor, son más pesadas que Snarf Snarf).

Afortunadamente, una vez que estuvimos en el auto, Clara y Freja no


parecieron traumatizadas. Supongo que les gustó la atención.

Yo, en cambio...

Pero la prensa y la emboscada no fueron lo que más me preocupó.

No, eso sería poner un pie en el palacio.


Ver a todos.

Ver en sus caras cómo han cambiado sus opiniones sobre mí.

—Siento mucho que tuvieras que pasar por eso —dice Aksel junto a mí,
tomando mi mano y girándola para besar mi palma.

—Está bien —le digo, intentando sonreír, intentando mantenerme


optimista. En el vuelo se había visto mucho más optimista que yo, y no podía
decir si era una máscara o no. Para ser honesta, no sé cómo va a lidiar con
Nicklas, pero supongo que es una cosa a la vez.

Una cosa horrible a la vez.

Entramos por las puertas del palacio, pero en lugar de sentirme aliviada
por estar en casa, estoy nerviosa. Normalmente a esta hora todos se mudan al
palacio veraniego danés, pero como nos fuimos por unos días, lo pospusimos
para la semana que viene.

No me habría importado ir a otro lado. Mudarnos a otro palacio.

Tener otro comienzo nuevo. 351


Pero eso es lo que pasa con las segundas oportunidades. A menos que
pongas a descansar esa primera oportunidad, seguirá persiguiéndote.

Aksel toma mi mano cuando salimos del auto y nos dirigimos a la casa y
esto ya está levantando algunas cejas, especialmente cuando nos encontramos
con Henrik en el vestíbulo.

—¿Qué tal el viaje? —pregunta Henrik, sonriendo pero cauteloso. Ni


siquiera me mira a los ojos.

—Estuvo bien hasta el final —responde Aksel, llevándome por el


pasillo—. Por cierto, Henrik, quiero que todo el personal esté reunido en la sala
de estar, ahora.

—Como desee, señor —dice con cautela antes de salir corriendo,


dirigiéndose a una habitación antes de cambiar de opinión y correr a otra.
Apuesto a que cree que los van a despedir a todos.
Clara y Freja nos siguen y Aksel les dice que vayan a ver a Snarf Snarf, lo
cual las hace muy felices.

Después, Aksel me lleva a la sala de estar, me sienta en el sofá y se dirige


directamente al gabinete de licor, sacando una botella de oporto que sabía que
estaba guardando, y dos vasos.

Luego vuelve hacia mí con un sacacorchos, me da los vasos para que los
sostenga, y procede a abrirla.

—¿Estás bien? —pregunto.

—Estoy bien —responde, sacando el corcho y tirando del resto con los
dientes—. Mejor que nunca.

Frunzo el ceño, mi mano empezando a temblar a medida que vierte un


gran chorrito de oporto en el vaso. A pesar de sus gestos frenéticos, sus manos
están firmes. Siempre están firmes. Él es mi roca.

Sirve el suyo y luego choca el borde de su vaso contra el mío, el sonido


del cristal resonando tintineante en la habitación.
352
—Por la verdad —dice, mirándome profundamente a los ojos mientras
ambos tomamos un sorbo.

Alguien se aclara la garganta desde el otro lado de la habitación y nos


volvemos para ver al personal reunido junto a la puerta.

—Adelante, pasen —dice Aksel, haciéndoles señas—. No sean tímidos.


No están en problemas. Somos nosotros los que estamos en problemas.

Todos intercambian miradas y luego se acercan. La única que no tiene


vergüenza alguna es Maja, porque es parte de la familia y, por supuesto, el
maldito Nicklas, que cree que no pueden despedirlo.

Se reúnen en el medio junto a la chimenea: Maja, Nicklas, Agnes, Karla,


Henrik y algunos más, con las manos entrelazadas al frente, con aire de cautela.
El único que falta es Johan, pero nos recogió antes en el aeropuerto.

—Estoy seguro de que todos quieren hablar sobre lo que se informó hoy
en los tabloides. Y llegaremos a eso —dice Aksel antes de tomar un sorbo de su
oporto. Me tomo el tiempo para hacer lo mismo, a medida que observo a
Nicklas, intentando ver si se retuerce. Por supuesto que no lo hace.

—Pero antes de entrar en eso, tengo un anuncio que hacer —continúa, y


luego extiende su mano hacia mí, indicándome que me levante.

Lo miro fijamente. ¿Estás seguro?

Y él asiente.

Pongo mi mano en la suya y me ayuda a ponerme de pie.

Pero no suelta mi mano.

Todos los ojos en la habitación se enfocan plenamente en ese hecho.

Él sosteniendo mi mano.

Habla en danés, observando a todos directo a los ojos.

—Todos ustedes me han sido muy leales a lo largo de los años, y me


gustaría pensar en todos ustedes como amigos. Familia, de alguna manera. No
es fácil dirigir un palacio y sé que no lo digo lo suficiente como para hacer un 353
gran trabajo, de hecho, no creo que lo haga nunca y lo siento. Hacen un gran
trabajo.

Todos se miran unos a otros, con las cejas levantadas, listos para el hacha
a pesar de lo que dijo antes.

—Y como los veo como amigos y familia, sé que debo ser honesto con
ustedes. No solo como rey sino como persona. Y por eso, debo decirles que, me
he enamorado.

Alguien deja escapar un jadeo ahogado, creo que fue Karla, es tan
romántica; mientras todos los demás levantan las cejas.

—Lo sabía —murmura Maja en voz baja, pero tiene una expresión tan
sombría que apenas puedo decir si está feliz por eso o no.

—Me doy cuenta que esto puede ser sorprendente para ustedes —dice
Aksel—. O tal vez no sea para nada sorprendente. Quizás todo fue bastante
obvio. Es difícil saberlo cuando estás involucrado. No pensé enamorarme de
ella y estoy bastante seguro que les dirá lo mismo. Para ser honesto, creo que
me odió durante algún tiempo.

—Oh, vamos. —Pongo los ojos en blanco.

—En algunas ocasiones te refieres a mí como el Rey Idiota —señala a


medida que todo el personal se ríe.

Les dispara una mirada de muerte.

—Lo ignoraré. De todos modos, el objetivo de todo esto es doble. Por un


lado, es hacerles saber que estamos juntos. Me doy cuenta que sigue siendo la
niñera, pero las niñas lo aprueban y creo que este palacio es un lugar mejor con
ella. —Mira todas las caras a su alrededor—. Y por otro lado, es decir que sí,
Aurora cometió algunos errores cuando era más joven y no es nada tan malo
como lo que se ha impreso en los tabloides. No lo discutiré mucho más que eso.
Sin embargo, lo que sí discutiré, es para empezar cómo todo eso terminó siendo
informado a los tabloides. —Hace una pausa—. Fue uno de ustedes.

Todos jadean o se quedan en silencio.

Maldita sea, Aksel. ¡Esto es como la película de Clue! 354


—Así es —dice, comenzando a pasearse con las manos detrás de su
espalda, su voz tornándose más profunda. Vaya, en serio está interpretando el
papel de Wadsworth.

—Uno de ustedes vendió a la señorita Aurora a la prensa.

—No creo que nadie haría eso —dice Maja—. Todos tenemos más
respeto por ustedes dos que eso.

Deja de caminar y se acerca a mí, toma su vaso de oporto de la mesita


auxiliar y lo termina.

—Sé eso. Solo... —se interrumpe a medida que sus ojos van hacia la
puerta donde Johan está parado con una computadora portátil en sus manos—.
Estoy ganando tiempo —termina Aksel.

—Aquí está todo —dice Johan, sosteniéndola en el aire.


—¡Esa es mi maldita computadora portátil! —grita Nicklas, arremetiendo
contra Johan.

Pero Johan tiene asistentes reales detrás de él y les entrega la


computadora portátil y desaparecen por el pasillo.

¿Qué diablos está pasando?

Luego aparecen algunos guardias más, bloqueando la salida de la


habitación.

Nicklas se gira para mirar a Aksel.

—¿Qué estás haciendo?

—Supongo que Johan encontró los correos electrónicos en tu disco duro.

—¿Correos electrónicos? No hay... ¡no puedes entrar en mi habitación!

—Pero entraste a la habitación de Aurora a buscar su diario.

—No lo hice.

—Y me admitiste que ya habías estado antes allí.


355
—¡Esto es una invasión de la privacidad!

—Sí, lo es, eso es lo que hiciste. Escarbaste la puta tierra y luego la


vendiste. Y de hecho, ni siquiera te importó ocultarlo bien porque asumiste que
no podrías ser castigado por ello. Bueno, adivina qué, Nicklas. Empaca tus
maletas. Estás despedido.

Una vez más, todos jadean, incluyéndome a mí. No pensé que lo haría y
me estremezco, preparándome para lo que podría pasar a continuación.

Oh, Aksel.

—No puedes despedirme —dice Nicklas salvajemente.

—Puedo hacerlo. Lo hice. Lárgate de una jodida vez de aquí.

Más jadeos. Más de mis nervios en llamas.

—No. No, esto... me arruinaste la vida.


—¿Y cómo lo hice? —pregunta Aksel, con la mandíbula tensa, sus ojos
encendidos.

Retándolo. Lo está desafiando.

Nicklas frunce el ceño, intentando pensar, intentando encontrar una


salida.

Luego muerde la bala.

Se torna cruel.

—Porque estabas conduciendo la noche en que murió Helena. Nunca fui


yo.

Y ahora es como si nadie puede jadear más porque no hay aire en la


habitación.

Todos miran a Aksel.

Aksel permanece completamente sereno.

—No, no lo hacía. 356


Miente. Le miente a él y a los demás porque la verdad lo arruinaría todo.
Y aunque Aksel es moral, sé que está mintiendo porque tiene que mentir. La
verdad es, bueno, la verdad es confusa. Es complicada. Ambos tienen la culpa y
al mismo tiempo no. Un hombre carga con la culpa de algo que no hizo y, sin
embargo, oculta la verdad de algo que hizo. El otro hombre pasó años
ahogándose en culpa por algo que tampoco hizo. ¿Dónde está el final feliz aquí?

—Estás mintiendo. Lo demostraré —sisea Nicklas hirviendo, y veo el


sudor escurriendo en su cara.

Está nervioso.

Está perdiendo.

Sabe que nadie le creerá, especialmente después de hoy.

—Haz lo que tengas que hacer —dice Aksel—. Tengo tu computadora


portátil. Haremos lo que tengamos que hacer. Estás despedido, Nicklas.

—No estás en condiciones de llevar esa corona —sisea Nicklas.


Aksel luce desconcertado. Se encoge de hombros a medias.

—Nunca dije que lo estaba. Pero es mi corona.

Nicklas ruge y comienza a arremeter contra Aksel.

Henrik es rápido y lo detiene, aunque es evidente que Aksel puede


cuidarse solo.

—¡Ella te odiaba! —grita Nicklas a Aksel, apuntándolo—. ¡Te usó todo el


tiempo!

Jadeo bruscamente ante eso. Aquí viene lo de Helena.

—Oh, ya cállate comadreja estúpida —dice Maja con sarcasmo—.


También te usó. Todos lo sabíamos. Todos sabíamos lo que estaba pasando. No
somos tontos. —Mira a Aksel—. Y, sinceramente, querido sobrino, de hecho no
me importa quién estaba conduciendo el auto o no. Fue un accidente y eso en
realidad es todo lo que importa. Sabemos el dolor por el que pasaste y mereces
más que nadie seguir adelante. Así que, déjanos ayudarte a seguir adelante.

Mierda. Maja supo todo el tiempo sobre Nicklas y Helena. 357


Aksel también parece completamente sorprendido.

Y conmovido.

Sus labios están apretados, su mandíbula firme, pero sus ojos albergan
tanto peso y suavidad en ellos. Quizás solo sea el afecto de su tía en lugar de su
madre.

Quizás solo sea la verdad y el peso del mundo levantándose de sus


hombros.

Y mientras reflexiono sobre eso, me doy cuenta que Aksel está luchando
por contener las lágrimas.

Oh, Dios, ahora voy a llorar.

Se las arregla para mantener la compostura al último minuto.

—Gracias, tante Maja —dice, su voz temblando de emoción, sus palabras


apenas por encima de un susurro—. Gracias.
Ella se acerca a él, luciendo como si también fuese a llorar, y atrae al rey
en un abrazo. Le susurra algo y él asiente, abrazándola con fuerza.

Y ahora en serio estoy llorando, grandes lágrimas de felicidad cayendo


por mi rostro.

Está encontrando su cierre.

Se va a curar.

Va a seguir adelante.

Mientras ocurre esta escena conmovedora, los asistentes reales se llevan


a Nicklas.

Qué tenga un buen viaje. No me importaría dárselo a Snarf Snarf como


cena.

Y es entonces cuando Clara y Freja aparecen en la puerta y ven a Maja y


Aksel abrazarse.

Corren inmediatamente y se unen al abrazo, convirtiéndolo en un abrazo


grupal al envolverse alrededor de las piernas de Maja y Aksel. 358
Freja me ve y entonces hace señas.

—Ven Aurora, ahora eres parte de la familia.

No puedo evitar sonreír radiante ante eso.

Familia.

Mi familia.

Finalmente tengo una.

Me pongo de pie y me uno a ellos.

A la mañana siguiente, despierto por primera vez en la cama de Aksel.


El sol entrando por las ventanas.

Sin más escondidas.

Sin más escabullidas.

Solo dos personas juntas de la forma en que siempre deberían haber


estado.

—Hola —saludo cuando despierta lentamente, parpadeando ante la luz.

—Buenos días —gime, frunce el ceño.

—Vaya, aquí ya eres gruñón cuando despiertas. ¿Qué pasó con el Aksel
del Caribe?

—Era temporal.

—Oye, levanta el brazo y déjame acurrucarme.

Ahora está sonriendo.

—Bien.
359
Levanta el brazo y me acurruco junto a él, apoyando mi cabeza en su
pecho cálido.

—Entonces, ¿ahora si tengo un aumento?

Aparta su barbilla para mirarme.

—¿Crees que te mereces un aumento?

—La otra noche practicamos bastante lo de hacer bebés. Creo que fui
bastante buena en eso.

Se ríe.

—Practicaste bastante lo de chupar pollas, eso es lo que hiciste.


Difícilmente bueno para hacer bebés.

—Creo que chupar pollas también merece un aumento.

Sacude la cabeza.
—¿Qué voy a hacer contigo?

—No lo sé. Ahora que estamos juntos, puedo ponerte de los nervios
tooodddooo el día.

Me aprieta contra él y besa mi coronilla.

—Bueno, aún no nos relajemos mucho. Hoy tenemos que asistir a una
conferencia de prensa.

Gimo, apretando mis ojos cerrados como si quisiera aislarme del mundo.

—Lo olvidé. Desperté y solo pensé que era ayer.

—No tienes que ir. Lo sabes.

—Pero tengo que hacerlo. Es mi vida, mi reputación.

—No le debes nada a nadie.

Suspiro.

—Tal vez no. Pero me lo debo a mí misma.


360
Y ese pensamiento es lo que me saca de la cama y me prepara. Me debo el
decirle al mundo quién era. Y también se lo debo a Aksel.

La conferencia de prensa no es lejos. De hecho, será justo enfrente del


palacio, donde estaban establecidas las cosas del día de la Constitución.

Evito las minifaldas y blusas, y decido ponerme pantalones y una


chaqueta.

Aksel dice que ya no parezco yo, pero difiero. ¿Cómo sabría quién soy si
no lo he probado?

Además, el atuendo me da confianza, el tipo de confianza que necesito


para estar junto a Aksel y enfrentar a la prensa. Mantengo la cabeza en alto
mientras dejamos las puertas de entrada y salimos al podio. No toma mi mano,
pero me guía por el codo, reconfortante y firme.

—Los he reunido hoy a todos aquí —dice Aksel, hablando por el


micrófono a medida que las cámaras enfocan nuestras caras—, porque mi
empleada, Aurora James, tiene algo que debe confesar. La verdad. Verán, lo que
se informó en los periódicos fue solo lo básico, tanto fáctico como tomado de un
diario robado. Sus pensamientos, sus sentimientos, nunca fueron destinados a
ser mostrados, ni su foto policial, o su pasado. Aurora cometió algunos errores
y pagó por ellos, pero nunca fue acusada de ningún delito y, por lo tanto, no es
una criminal. Pero antes de que de todos modos insistan en condenarla, deben
escucharlo todo de su propia boca. Esto es lo único sobre lo que deberían
informar.

Me mira y asiente.

A sus ojos, sé que cree en mí.

A sus ojos, sé que esto es lo correcto.

Me acerco al micrófono.

—Mi nombre es Aurora James, nací como Rory Jameson, y esta es nuestra
historia.

Me lanzo a ello. Audaz, valiente, dispuesta a cerrar la puerta a todo lo que


alguna vez intenté enterrar. Saqué mi verdad a la superficie como huesos
frescos y le mostré al mundo lo que estaba escondiendo. Les conté toda la 361
experiencia, todo lo que le conté a Aksel, tal vez un poco más.

En general, fue una buena exposición de quince minutos sobre mi vida,


todos los pequeños detalles, todas las cosas que nunca pensé que fueran
importantes pero que ahora sé que lo son.

Fue catártico.

Fue liberador.

Fue mi oportunidad de seguir adelante.

La ironía es que, tener este papel público dejó entrar toda esta luz en mi
vida. Si me hubiera quedado en Francia, con las mismas familias de siempre,
nunca habría tenido que enfrentarme a nada.

Nunca habría vuelto a vivir.

Cuando termino, hay lágrimas corriendo por mi rostro, pero aún estoy
serena. Estoy segura de que algunos dirán que todo es una farsa, pero que se
jodan. Esta no es una comparecencia en la corte. No les estoy suplicando que
me perdonen. Solo le estoy contando al mundo una historia muy real, todas las
partes malas y feas.

Me alejo del micrófono y espero a que Aksel diga algunas palabras para
concluir la conferencia de prensa, luego regresaremos adentro y colapsaré
dramáticamente.

—Muchas gracias por venir y tomarse el tiempo de escucharla —dice


Aksel por el micrófono—. Pero antes de que se vayan, yo mismo tengo un
anuncio.

Oh, Dios mío.

Pensé que ya habíamos discutido esto.

No pensé que hablara en serio cuando dijo que anunciaríamos nuestro


amor al mundo y, sin embargo, aquí estamos, con reporteros y cámaras en
nuestras caras y aferrándose a cada una de sus palabras.

—A estas alturas todos conocen a Aurora James y la historia de su vida.


Pero no conocen nuestra historia. —Aksel les sonríe, después me mira, 362
suavizándose ante mis ojos—. Aurora fue contratada para ser la niñera de mis
hijas el año pasado y ha sido maravillosa. Verdaderamente. Es amable,
desinteresada y no aguanta las mierdas de nadie, ni siquiera la mía, si pueden
creerlo. —Se ríe y la multitud ríe cortésmente, en el momento justo—. Más que
eso, las niñas la han amado mucho. Pero no son las únicas que se han
enamorado de ella.

Más jadeos audibles. Las últimas veinticuatro horas han sido solo
personas jadeando a mi alrededor.

Me humedezco mis labios, sonriéndole tímidamente, intentando ignorar


a los demás. Es un poco más vergonzoso que romántico que esté haciendo esto,
pero es importante para él, de modo que supongo que tengo que aguantar.

—Estoy enamorado de Aurora y por alguna gracia de Dios, ella está


enamorada de mí. Lo mantuvimos en privado todo el tiempo que pudimos, y
estoy seguro de que podríamos haberlo ocultado un poco más. Pero hoy se
trata de ser sinceros y, aunque ella compartió su verdad, yo comparto la mía.
Primero, lo comparto con ustedes, el público, la prensa, la gente. Y ahora, lo
comparto con ella.

Se inclina y toma mi mano, acunándola entre las suyas mientras gira para
mirarme.

—Aurora, sé que te estoy avergonzando ahora mismo y apuesto a que


cuando me conociste, no tenías ni idea de que haría algo como esto. Pero me
gusta mantenerte alerta, como a ti te gusta mantenerme a mí igual. Y tal vez el
amor cambia a las personas. Creo eso. Creo que necesitamos personas en
nuestras vidas y no es una falta necesitarlas. Mientras esa persona sea buena,
mientras esa persona te haga mejor, entonces vale la pena la necesidad. Todos
queremos ser mejores que la persona que fuimos ayer y no hay causa más
noble que esa.

Entonces, lentamente, muy despacio, cae sobre una rodilla.

Oh.

Dios.

Mío. 363
Más jadeos audibles.

La prensa comienza a clamar alrededor de las cuerdas y el podio,


intentando tener una mejor vista.

De nosotros.

De Aksel, proponiéndome matrimonio.

Maldita sea, sé que lo mencionó la otra noche, pero pensé que eran solo
palabras de pelea.

¡Oh, Dios, y era la idiota que le dijo que no me casaría con él!

Mierda. Mierda. ¿Y está haciendo esto ahora, sin saber lo que diré?

Intento tragar, quiero cortarlo y decirle que SÍ, pero no quiero


interrumpirlo. No puedo tener suficiente de sus palabras y creo que el público
también necesita escucharlas. Necesitan saber que está siguiendo adelante.
—Aurora, construimos nuestro propio mundo, tú y yo —dice,
mirándome con sus inquietantes ojos azules—. Un mundo en el que nos
ayudamos mutuamente, un mundo en el que nos dimos cuenta de lo
jodidamente buena que puede ser esta vida. El potencial de la misericordia y la
gracia, el potencial de renacer con el amor a tu lado. Tú, tú, me haces una mejor
persona. Curaste las heridas. Y no podría haber hecho nada de eso sin ti. No
podría haber crecido sin ti. No podría ser este rey sin ti. Lo que me hace darme
cuenta que no puedo seguir siendo este rey si no tengo una reina.

Se mete la mano en el bolsillo de la chaqueta del traje y saca un anillo


reluciente.

Estoy aturdida.

Aturdida.

Es hermoso, él es hermoso, oh, Dios mío, esto está sucediendo.

—Todo lo que quiero en esta tierra es que compartas mi vida, mis hijos y
mi trono —dice, ahora con la voz estremecida y las manos temblorosas. Ahora
no está tan firme—. Todo lo que quiero es que seas mi reina. Y creo que, serías
en serio, de verdad maravillosa en eso. Aurora, ¿serás mi igual, mi reina? ¿
364
Quieres casarte conmigo?

Sí.

Sí.

Sí.

Ahora no hay más secretos.

Ahora no hay más pasado que nos detenga.

Ahora ambos somos libres.

Cada duda y miedo que tenía se ha borrado al pasar directamente a


través del fuego.

Y lo elijo, en el otro extremo.

Para siempre.
—Sí —grito—. ¡Ja! ¡Ja!

Me sonríe, mi hermoso Aksel perfecto, y una lágrima se desliza de su ojo.

Pone el anillo en mi dedo donde resplandece y brilla.

Después se levanta y me acerca a él, besándome frente a las cámaras a


pesar de que ambos estamos de vuelta en ese mundo construido para dos.

Este hombre es mi rey.

Y, entiéndase, me casaré con él.

365
24
Aksel

—¡C on un snarf snarf aquí y un snarf snarf allá, aquí un


snarf, allá un snarf, en todas partes un snarf snarf!

Normalmente, esa variación del “Viejo


MacDonald” se introduce en mi cerebro como un gusano, pero hoy me suena
como el cielo puro.

Bueno, casi. Juro que el canto de Clara ha empeorado. Es una lástima que
no puedas sintonizar automáticamente a tus propios hijos.
366
—Me sorprende que esto no te esté molestando —comenta Aurora,
viendo como Clara y Freja persiguen a Snarf Snarf por toda la sala, cantando a
todo pulmón. El cerdo tiene una de las pocas pelotas de tenis que en realidad no
se ha comido en la boca en un juego de búsqueda que se convirtió en un juego
de mantente lejos.

Normalmente, el cerdo no está permitido en esta sala, que considero uno


de mis últimos dominios verdaderos, pero como todos estamos celebrando el
compromiso, y me estoy sintiendo en la cima del mundo, lo estoy permitiendo.

Por ahora.

Como si fuera una señal, Snarf Snarf se estrella contra el costado de una
mesa auxiliar, derribando un jarrón. Todos miramos en cámara lenta a medida
que el jarrón se tambalea y cae sobre la alfombra de abajo.

Todos jadean.

No se rompe.
—Está bien —digo en voz baja, a punto de levantarme del sofá—. Eso es
suficiente.

—Aksel —dice Aurora, poniendo su brazo sobre mi pecho para


detenerme—. Deja que las niñas se diviertan.

Entrecierro mis ojos en broma.

—¿Estás en el Equipo Aksel o el Equipo Snarf Snarf?

—Equipo Snarf Snarf, obviamente.

—¡Equipo Snarf Snarf! —gritan las niñas al unísono, corriendo junto a


nosotros detrás del cerdo.

—Está bien, aquí estamos —dice Stella, entrando en la habitación


sosteniendo una bandeja con cuatro copas y una botella de Dom—. Es hora de
brindar. ¡Maja, ven aquí! —grita mientras deja la bandeja en la mesita de café.

Solo han pasado unas pocas horas desde que le propuse matrimonio a
Aurora, y hemos escapado del circo mediático que aún está fuera del palacio, a
una paz relativa y tranquilidad en el interior. O lo sería, si no fuera por ese 367
maldito cerdo.

Stella tenía planeado regresar a Inglaterra ayer justo después de que


regresáramos, pero como sabía lo que planeaba hacer, proponerle matrimonio
a Aurora frente a mi nación, le pedí que se quedara. Sé que quiere volver a casa
con Anya, pero el hecho es que no tengo más familia que Maja y ella, y quería
que todos los más cercanos a mí estén aquí.

—Podrías pedirle a Karla que haga eso —señalo a medida que Stella
intenta deshacer el corcho.

—Estoy bien —dice, luchando con la botella—. Créeme, después de una


semana en tus zapatos y actuando como Regente, me gustaría volver a la vida
simple.

El corcho del champán estalla, haciendo que todos salten, y el corcho


vuela por la habitación, casi golpeando a Maja en la cabeza cuando entra. Se las
arregla para agacharse al último momento. Nuestra tía es tremendamente ágil.
—¿Estás intentando acabar conmigo? —pregunta Maja a Stella,
arqueando la ceja—. Lo recordaré en mi testamento.

—Lo siento —se disculpa Stella, aunque parece un poco feliz por ello.
Vierte el champán en las cuatro copas, y nos las pasa mientras Aurora y yo nos
ponemos de pie.

—¿Puedo tomar un poco? —pregunta Clara, corriendo hacia nosotros.

—Puedes tomar chocolate en su lugar —responde Aurora—. Si y solo si,


Freja y tú sacan a Snarf Snarf de la habitación. Los adultos tenemos que hablar.

—¡Está bien! —grita Clara feliz—. Espero que sea chocolate belga —
agrega en voz baja a medida que Freja y ella salen corriendo de la habitación,
seguida del cerdo.

—¿Qué tiene de malo nuestro chocolate? —Juro que se está volviendo


más exigente cada día.

—Está bien. Bueno. Por mi querido hermano, Aksel —dice Stella,


levantando su copa hacia mí—. Aunque siempre fuiste mi gran hermano mayor,
nunca sentí ninguna distancia entre nosotros mientras crecíamos. Mis mejores 368
recuerdos, mis primeros recuerdos, siempre fueron tuyos. Supe desde el
principio que estabas destinado a ser rey y supe que harías el trabajo mejor que
nadie. Tienes corazón y moral, incluso si escondiste todo eso siendo frío e
insoportable la mayor parte del tiempo. —Le doy la mirada de terminemos con
esto.

Continúa riendo, aunque ahora le lloran los ojos.

—Es la verdad. Pero vi un lado de ti que nadie vio nunca... hasta que
conociste a Aurora. Supe, desde el momento en que la conocí, desde el
momento en que vi cómo la miraste, que se había metido debajo de tu piel. Que
ella había visto tu verdadero ser y tú lo reconociste. Fue evidente desde el
principio que algo se estaba gestando, y solo podía esperar y rezar para que
uno de ustedes entrara en razón. Porque tú, hermano, eres un rey que ha
necesitado desde el principio a la reina correcta junto a ti. Y ella es la reina
correcta.

—Lo es —dice Maja, levantando su copa.


—Bueno, gracias —le digo a Stella, intentando mantener mis emociones
bajo control e ignorar el nudo caliente formándose en mi garganta. Agradezco
los elogios, pero me hacen sentir incómodo—. Solo un tonto no se enamoraría
de ella. —Le doy un apretón a Aurora.

Aurora se sonroja e intenta deshacerse del cumplido.

—O quizás solo un tonto lo haría.

—Normalmente no discutiría contigo, pero temo que tendré que


defenderme.

Para ser justos, cuando decidí que iba a hacer la gran pregunta durante la
conferencia de prensa, me estaba preguntando si al final quedaría como un
tonto.

La conferencia de prensa en sí estaba fuera de lugar para mí, ya que he


tenido una relación tan distante con la prensa y el público en general, y sé que
no solo anunciar nuestra relación, y mucho menos proponerle matrimonio a
ella, estaba destinado a agitar algunas plumas.

Pero, a la mierda. ¿De qué sirve sentarse en un trono si no puedes agitar 369
algunas plumas de vez en cuando? No lo esperaban de mí, pero tal vez ahora en
el futuro lo harán. No estoy seguro en qué tipo de rey me estoy convirtiendo,
pero quizás Stella tenía razón, y este es el rey que se supone que debo ser.

También existía el gran riesgo de que Aurora me rechazara,


especialmente porque prácticamente me lo dijo en St. Croix. Sé que fue durante
una pelea y las cosas estaban tan en el aire en ese entonces, y las emociones
volaban muy, muy alto, pero aun así dolió bastante profundamente, aun así
plantó una pequeña semilla de duda. Era una apuesta que afortunadamente
valió la pena.

Todo ha sido una apuesta hasta ahora desde el día en que la conocí.

Fue una apuesta perseguirla, actuar sobre mis sentimientos.

Fue una apuesta profesar lo que sentía por ella, admitir mi verdad.

Fue una apuesta aún mayor abrir mi corazón de la forma en que lo hice y
dejarme caer libre sin un paracaídas, incluso después de que nos reunimos.
Sé que fui demasiado directo. Sé que después de meses poniéndola a
prueba, ponerme a prueba a mí mismo y finalmente ceder, fui con todo, hasta la
empuñadura. Sé que pasamos de cero a cien después de tanta negación,
recuperando el tiempo perdido, pero esa era la única forma que conocía.

Era la única forma en que quería, necesitaba amarla.

Aurora hizo desaparecer cuarenta años de soledad en un abrir y cerrar


de ojos.

¿Por qué no abrazaría la luz del sol después de toda esa oscuridad?

¿Por qué no pasaría todos mis días con ella, aferrándome para siempre?

Y ahora puedo.

Dijo que sí.

Nunca me había sentido más feliz, más en paz, más emocionado por
nuestro mundo y el futuro que en ese momento.

La apuesta dio sus frutos.


370
Tengo mi reina.

—Por ti, Aksel —dice Maja, aclarándose la garganta—. Has encontrado tu


segunda oportunidad, has encontrado tu paz. Qué siempre te aferres a ello, a
ella, para siempre. —Después mira a Aurora con un brillo en los ojos—. Y tú,
Aurora. Supe de inmediato que necesitabas estar en esta casa. Supe que estabas
destinada para el trabajo porque sabía que tenías justo la cantidad correcta de
agallas y belleza que podría llegar al corazón de Aksel. Supe que no solo serías
una niñera maravillosa para las niñas, sino que cambiarías las cosas, sacudirías
a este rey, y lo ayudarías a encontrar su camino. Y eso es justo lo que hiciste.

Alzo la ceja, tanto encantado como sorprendido.

—¿Estabas intentando jugar a la casamentera?

—No lo intenté, querido sobrino. Funcionó. —Levanta la barbilla,


siempre una aristócrata—. Y me gustaría todo el mérito por ello.

Aurora pone los ojos en blanco, pero se ruboriza.


—Ya que vas a ser mi tía política, puedes tener todo el crédito que
quieras. Sé de qué lado bueno tengo que quedarme.

—Eres una chica muy sabia —dice Maja—. Bienvenida a la familia.

Todos tintineamos nuestras copas y sostengo los profundos ojos


castaños de Aurora a medida que toma un sorbo.

Bienvenida a la familia, pienso. Bienvenida a nuestra nueva vida.

—Entonces, ahora que esto ha sucedido —les digo—, ahora que Aurora
será parte permanente de nuestras vidas, creo que quizás mañana deberíamos
visitar a mamá. Todos nosotros.

Stella asiente.

—Tengo un vuelo por la tarde, podría hacerlo por la mañana. —Mira a


Maja—. ¿Qué piensas? ¿Crees que es una buena idea?

—Absolutamente, es una idea muy buena —responde Maja—. Llamaré a


las enfermeras por la mañana y veré cómo está. Pero si no funciona, lo
intentaremos nuevamente. —Pone su mano en mi brazo—. Sé que piensas que 371
tu madre no sabe que estás ahí que no le importa, pero te prometo que, cuanto
más la visites, mejor será. Para ti. Ella puede sentir amor, incluso si no sabe
quién eres, pero para ti, nunca es demasiado tarde para comenzar a reconstruir
una relación. Y si puedes comenzar con Aurora a tu lado, creo que eso marcará
la diferencia.

Asiento, termino el resto de mi copa, dejando ir el líquido hasta mi


corazón. En este mundo de segundas oportunidades, se lo debo a mi madre y a
mí mismo darle a nuestra relación otra oportunidad.

De repente, el chillido de un cerdo nos interrumpe, y Maja suelta un


bufido cuando Stella salta, casi derramando su champán.

—Iré a ver cómo están las niñas —dice Maja y cuando Aurora se mueve
para hacerlo, Maja extiende la mano para detenerla—. Aksel y tú necesitan algo
de tiempo a solas para procesar todo. —Señala hacia la puerta con la cabeza—.
Vamos Stella, ayúdame a reunir a esos monstruos.
Salen de la habitación y me vuelvo hacia Aurora, envolviendo mis manos
alrededor de su cintura.

—¿Escuchaste eso? Necesitamos algo de tiempo a solas.

Aurora sonríe, esa sonrisa aun intentando ponerme de rodillas.

—Siempre me viene bien un tiempo a solas contigo.

Me inclino y la beso suavemente, al principio gentilmente, después,


cuando su boca se abre a la mía, cálida y exuberante, siento un impulso
abrumador invadiéndome, mis manos apretándose alrededor de su espalda y
atrayéndola hacia mí.

—Ven —susurro contra sus labios—. Vamos a consumar este


compromiso.

Mordisquea mi labio inferior, tirando suavemente.

—No estoy segura que así sea como funciona.

—Funciona cuando estás intentando tener un bebé —le recuerdo—. Tic-


tac. 372
Se echa hacia atrás y me golpea juguetonamente contra el pecho.

—¡Habla por ti, anciano! —se burla—. Soy la joven y fértil aquí.

—Bueno, entonces no tengo mucho tiempo que perder, ¿verdad? —digo,


agarrando mi corazón—. Este corazón tan viejo puede fallar en cualquier
momento.

Sacude la cabeza divertida y se ríe.

—Eres tan tonto, ¿sabías eso de ti? Del Rey Idiota al Rey Tonto.

La agarro del brazo.

—¿Qué tal el Rey Que Te Folla Hasta Dejarte Sin Sentido?

Antes de que pueda protestar, la saco de la sala de estar y subimos las


escaleras a mí, nuestro, dormitorio.
Cierro la puerta detrás de nosotros, la bloqueo, y luego procedo a
desnudarme.

—Guau —murmura, mirando a medida que me desnudo, sus ojos


clavándose en mi pene, duro y listo—. En serio no quieres perder el tiempo.

—Soy bastante ágil para ser un viejo —le digo, indicándole que se quite
la ropa. Lo haría yo mismo, pero tengo la mala costumbre de romper las cosas,
especialmente esas blusas bonitas de ella.

—Creo que acabas de hacer un juego de palabras con una canción de


Offspring y no tienes ni idea —dice, dejando escapar una carcajada.

—Tengo ideas. Desnúdate de una jodida vez.

—Sí, su Majestad.

Se quita los pantalones, se quita la camisa, las zapatillas en segundos,


luego se desabrocha el sujetador de encaje lentamente y las bragas después,
arrojándolas a un lado con floritura.

Me tomo un buen minuto para devorarla entera. 373


Aurora tiene un cuerpo hermoso. Caderas con curvas, tetas preciosas,
piel cremosa.

Un cuerpo que conozco mejor que el mío. He tocado, lamido y probado


cada parte de ella hasta que su piel ha quedado grabada en mi corazón. No
puedo dejar de quererla. No puedo creer mi suerte.

Me da una pequeña sonrisa maliciosa, sus ojos brillando con entusiasmo


y luego se sube a la cama.

La sigo, merodeando sobre ella hasta que estoy entre sus piernas
exuberantes y ella me observa con esos grandes ojos castaños. Me acerco y
aparto un mechón de su cabello sedoso de su rostro, acunando su mandíbula
mientras la miro a los ojos. Siento que puedo ver todo su corazón en ellos.

—No puedo creer que vayas a ser mi esposa, mi reina —me las arreglo
para decir, sintiendo como si estuviese a punto de ser barrido en cualquier
momento por las emociones de hoy.
Me observa a través de sus largas pestañas oscuras, y siento que el calor
en mi pecho se intensifica. Su expresión normalmente descarada se suaviza, y
su ternura repentina es absolutamente desarmadora.

Entonces, emerge su sonrisa descarada característica, y se estira, su


palma deslizándose firme a lo largo de mi estómago hasta que sujeta la cresta
de mi pene, duro y rígido como una barra de cemento.

—No olvides la futura madre de tus hijos —añade.

Dios me ayude. La necesidad de entrar ya dentro de ella, de plantar mi


semilla, de darle un bebé, es completamente embriagadora. Con su mano
agarrada expertamente alrededor de mi pene, mis ojos casi se ponen en blanco.

—No lo olvido —me las arreglo para decir, la lujuria pura y la necesidad
comenzando a construirse dentro de mí. Mis dedos se presionan más fuerte en
su mandíbula a medida que me inclino y la beso, capturando su boca contra la
mía, mi lengua bailando con la de ella, avivando el fuego.

—Aksel —dice contra mi boca.

Mi nombre suena tan bien, pero aun así, tengo que burlarme de ella. 374
—¿Esa es la forma correcta de dirigirse a mí?

—¿Así será nuestro matrimonio?

—Solo cuando te portes mal.

—Difícilmente me estoy portando mal ahora —dice, apretando mi polla


con más fuerza.

Mierda.

Me hundo en su cuello vorazmente, lamiendo y chupando como a ella le


gusta, hasta que gemidos suaves escapan de su boca. Música para mis oídos.

Mis dedos se deslizan entre sus piernas, resbaladizas y sedosas.

—Dios, estás tan mojada por mí —susurro, mi voz quedándose atascada


en mi garganta—. ¿Puedo ponerte más húmeda?
—Sí —gime sin aliento cuando deslizo mi dedo por su coño, la sensación
haciéndome delirar de lujuria. Deja escapar un gemido prolongado, sus manos
yendo a mis hombros, luego a mi cabello, empuñándolo.

—Quiero que mi pene se deslice dentro de ti, justo así. —Agrego un dedo
extra y los muevo juntos—. ¿Lo quieres más duro, más profundo? En esta cama,
te sirvo.

Ella gime, arqueando la espalda, sus tetas elevadas, sus dulces pezones
rosados apretados y duros.

Es tuya, es tuya.

Es tu reina.

—¿Quieres primero mi polla? —pregunto suavemente—. ¿Mi lengua?


¿Cómo te gustaría que te folle?

—Dámelo todo —contesta a través de otro gemido cuando hundo mis


dedos aún más profundo—. Lámeme.

Sin jodidas dudas de mi parte. 375


Retrocedo un poco y bajo la cabeza, presionando mi cara entre sus
piernas, mi lengua serpenteando y lamiendo su clítoris.

—Sabes tan bien, tan dulce —murmuro y ella se estremece por las
vibraciones—. Jamás tendré suficiente de esto.

—Entonces tendremos un matrimonio estupendo —bromea, hasta que


succiono su clítoris en mi boca, húmedo, cálido, y suelta un grito agudo,
gritando mi nombre de tal manera que casi me corro en la cama, justo ahí y
entonces.

Me alejo, necesitando un respiro, necesitando controlarme. Tiene los ojos


medio cerrados, aturdidos, la boca abierta y el cabello cayendo sobre su rostro.

Mi diosa.

—Quiero follarte por detrás, mi reina —le digo a medida que deslizo mi
brazo por debajo de su espalda y la volteo sobre la cama para que esté
bocabajo.
Me acomodo detrás de su culo, sus piernas suaves y tornadas entre mis
muslos, mi polla caliente e inflexible en mis manos. Con una mano, paso mi
dedo por la grieta de su trasero hermoso, tan perfectamente redondo, que
instintivamente le doy una azotada con mi palma.

No puedo evitarlo.

—Señor, sí señor —murmura.

Lo azoto de nuevo, con fuerza, chasquea, el sonido inundando la


habitación.

—Amas tu castigo —murmuro y al momento en que ella asiente, la azoto


una vez más, esta vez alcanzando ambas mejillas, poniéndolas rojas.

Ella asiente, suelta un dulce sonido de urgencia, y eso solo me ánima a


explotar.

Me tomo el momento para tentarla de verdad y pasar mi pulgar por su


coño, mojándolo, luego lo arrastro hasta su culo.

Lo empujo muy despacio en su abertura, apretado y tabú. 376


Nunca antes hemos hecho esto, pero ya es hora de que pruebe el límite.

—Dios, me encanta que seas tan obsceno —dice. Su voz suena tensa,
temblorosa pero aún llena de deseo.

Sonrío y empujo mi pulgar más adentro, sintiendo su culo apretarse a su


alrededor.

—Oh, Dios —gime.

—¿Quieres el resto?

Deja escapar una risa entrecortada.

—Así no es cómo se hacen bebés, Aksel.

Tiene razón.

Agarro mi polla por la base y la empujo constantemente entre sus


piernas, dentro de su coño, lo más profundo que puedo.
Gimo mientras ella me envuelve, un puño de terciopelo apretado. El
hecho de que sus piernas estén juntas significa que tengo la fricción adicional
de sus muslos.

Mierda. No voy a durar mucho.

Ella me aferra desde adentro hacia afuera y empujo más, mi respiración


estremeciéndose.

Presiono mi mano sobre su hombro para hacer palanca, saliendo


lentamente, luego volviendo a entrar, intentando encontrar el ritmo sin
aplastarla. Mis muslos están haciendo la mayor parte del trabajo, temblando
ligeramente, los músculos estallando a medida que me muevo cada vez más
rápido, mi polla desapareciendo por completo dentro de ella, la base brillante
por su deseo.

Mis caderas giran en círculo y acorto mis embestidas, para no resbalar.


Está mojada hasta la mitad de sus muslos, y quiero quedarme dentro de ella así
profundamente, tan apretadamente. Es un apretón tan jodidamente firme que
las sienes me empiezan a sudar, mis músculos se tensan al extremo.

Aurora está gimiendo algo profundo, desesperado y fuerte.


377
Por una vez podemos ser jodidamente ruidosos.

Sin escondernos.

—¿Quieres correrte, mi reina? —susurro con voz ronca—. ¿Quieres


correrte sobre mi polla?

Está gimiendo, lloriqueando por la liberación.

—Sí. Sí.

Me encanta hablar sucio con ella.

Me encanta cómo puedo salir de la jaula, una bestia desatada.

—Voy a hacer que te corras —le digo con brusquedad—. Voy a hacer que
te corras tan jodidamente duro. Voy a follarte tan bien.
Muevo una mano hacia su cintura y la agarro a medida que la otra se
desliza entre sus caderas y el colchón hasta que llego a su clítoris. Está
empapado y mi dedo se desliza sobre él con facilidad.

Eso es todo lo que necesita.

Su cuerpo se tensa y después comienza a temblar debajo de mí. Pulsa


alrededor de mi polla, su clítoris palpitando bajo mi dedo. Un grito agudo
escapa de sus labios, luego se desvanece en pequeños gemidos sin aliento.

Me corro inmediatamente después. Siento un escalofrío a lo largo de mi


columna hasta que algo en la base de mí explota. Gruño como un animal,
empujando cada vez más profundo, la cama sacudiéndose, mientras el semen se
dispara con fuerza dentro de ella.

Exhalo ruidosamente, mi respiración en otra parte, mi corazón


martillando con un latido similar dentro de mi cabeza. Me apoyo sobre mis
muslos, pasando mis manos distraídamente por su trasero a medida que
recuerdo cómo respirar. Luego, cuando no se siente como si estuviese teniendo
un infarto, cuando el sudor deja de rodar por mi frente, salgo suavemente.

Inclinándome hacia adelante, acerco mis labios a su oído.


378
—¿Te gustó eso, Diosa?

Gira la cabeza, su ojos cerrados y gime.

—Sí. Sí, sí.

Le aparto el cabello de la cara y beso su mejilla. Luego coloco besos más


pequeños y suaves en su cuello, hombro, por su columna, hasta que finalmente
me aparto de ella.

—Su Majestad —agrego.

—Su Majestad —dice ella.

Nos tomamos unos momentos, acostados uno al lado del otro, intentando
devolver el aliento a nuestros cuerpos y calmar nuestros corazones acelerados.

Me estiro y toco su frente empapada, apartando su cabello.


—Hoy, nunca he estado más orgulloso de ti —le digo, mi voz ronca—.
Espero que estés orgullosa de ti misma.

Traga pesado, asiente.

—Creo que lo estoy. Creo que... finalmente estoy empezando a asimilarlo.


Que todo está a la vista. Sin más esconderse.

—Sin más esconderse. —Me inclino y beso su frente, saboreando la sal de


su sudor—. Sin más esconderse.

—Y tú —dice ella—. Ya no tienes que esconderte.

Suspiro.

—No. Quiero decir... tengo que seguir mintiendo al mundo sobre lo que
pasó con Helena y Nicklas.

—Pero ese es el mundo, y no importa el mundo. Las personas que te


importan, las personas que amas conocen la verdad. Y eso es todo lo que
importa. Ellos lo saben y aún te quieren. Eres libre, Aksel. Ambos somos libres.

Me permito asimilar sus palabras, calmando mi corazón. La atraigo hacia 379


mí, abrazándola con firmeza. Ambos somos libres.


Epílogo
Aurora

Cinco años después


—¿Y
a llegamos? —pregunta Clara.

—Sí, ¿ya llegamos? —pregunta Freja.

—Sí, ¿ya llegamos? —dicen los gemelos


al unísono, riendo como los diablillos que son. 380
—Ni siquiera cerca —respondo, recostándome en mi asiento. Echo un
vistazo a Aksel, sus manos cómodamente en el volante, sus lentes de aviador
cubriendo sus ojos.

—¿Cómo estás, cariño? —le pregunto.

Me mira con una media sonrisa.

—¿Quieres decir, aparte de los niños gritando una y otra vez en mi oído?
Estoy bien.

—Sabes que podríamos haber hecho este viaje por carretera con ellos en
el auto detrás de nosotros. De hecho —me giro en mi asiento para mirar a
todos—. Si ustedes no se callan, podría pedirle a su padre que detenga el auto y
los dejaré con su tía Maja.

—Nooo —grita Lars dramáticamente.

—Bueno, entonces cállense. —Me doy la vuelta—. Veamos si eso sirve.


—Ojalá mis propios hijos me dieran el mismo respeto que mi país —se
lamenta Aksel con un suspiro exagerado.

—Eso es lo que obtienes por traer más herederos al mundo —digo. Echo
un vistazo a mis hijos en el espejo retrovisor y aunque son difíciles de manejar
la mayoría de los días, no cambiaría por nada del mundo tener a estos
pequeños príncipes y princesas.

Está la princesa Clara, quien ahora tiene once años, más lista que un
zorro e infinitamente atrevida. Recientemente ha pasado de ser vegetariana a
vegana total, para gran dolor de su padre. Le gusta que le tiña el cabello de
colores salvajes todos los viernes por la noche con espuma de lavado, usa
mucho morado y mezclilla, y lee todo lo que puede. Recientemente comenzó a
dedicarse a la alfarería como pasatiempo y me gusta pensar que fue ese jarrón
griego de valor incalculable hace tantos años atrás lo que la interesó.

Luego está su hermana, la princesa Freja. Freja tiene diez años y es pícara
y taimada a la vez, además de extremadamente sensible y poética. A ella
también le gusta leer, pero también escribir. Llena cuadernos y cuadernos de
bocetos con poesía, dibujos y cuentos. También está en la etapa loca por los
niños, está enamorada de todos los chicos K-Pop que escucha sin parar, y odia
381
el hecho de que ahora tiene que usar lentes. Es una de las tranquilas, pero hay
que tener cuidado con las tranquilas.

Por supuesto, ambas princesas son impresionantes. En realidad, se


parecen mucho a Helena, con la altura de Aksel añadida. Para cuando sean
adolescentes, van a superarme.

Están en la parte trasera del SUV, probablemente porque pueden


esconderse y meterse en más problemas allí. Sin embargo, justo detrás de Aksel
y yo, están los gemelos.

Emil y Lars. Con cinco años de edad. Nacidos con cinco minutos de
diferencia.

Aunque son gemelos idénticos, juro que Emil se parece a mí y Lars a su


padre. Aksel dice que estoy loca y se ven iguales, y es más que Emil actúa como
yo y Lars actúa como él.

Aún no estoy segura.


Emil es encantador. Es puras sonrisas, todo el día. También es un gran
tontito y ama la música, siempre bailando con Freja en su obsesión por el K-
Pop.

Le gustan mucho los caballos en este momento, pero la semana pasada


fueron las ballenas, y estoy segura que la próxima semana serán caimanes o
algo así. Tiene curiosidad, siempre quiere saber más sobre el mundo, y lo que
más le gusta es saltar a la cama por las mañanas y darme un abrazo. Es mi
propio rayo de sol.

Ah, y cuando sonríe, puedes ver sus incisivos, por eso creo que se parece
a mí.

Cuando se trata de Lars, aunque tiene curiosidad, también es muy serio.


Rara vez sonríe a menos que se trate de una broma de pedos y luego no puede
dejar de carcajear. También el problema podría ser su risa, ya que es fuerte y
chirriante, y tiende a tirarse un pedo cuando ríe, lo que hace reír a todos los
demás y entonces ríe más y, de todos modos, ¿quién diría que tener niños
resultaría en un palacio lleno de pedos?

Lo que más le gusta hacer es ir a navegar con su padre (me gusta 382
quedarme en tierra, muchas gracias) y aprender otros idiomas. Hasta ahora,
domina el inglés, el danés y el sueco, pero dice que después quiere aprender
italiano. Creo que es porque su comida favorita son los espaguetis con
albóndigas… con arenque.

Así que, esos son los cambios más importantes de los últimos cinco años.
Ahora soy la reina Aurora (mucho mejor que la Princesa Aurora). Aksel y yo
nos casamos a los pocos meses de proponerme matrimonio y para ese
momento ya estaba embarazada. Toda esa práctica haciendo bebés valió la
pena.

Honestamente, no pensé que podría ser más feliz, sentir este tipo de
alegría, que siento casi todos los días. Aún también tenemos a Snarf Snarf,
porque ese cerdo vivirá para siempre, pero también tenemos un enorme perro
Terranova llamado Pilot, porque un animal no es suficiente y Aksel aún tiene
una gran debilidad cuando se trata de sus hijas.
En cuanto a Nicklas, el ex mayordomo, bueno, al final escribió su libro.
Ningún editor danés quiso tocarlo, especialmente cuando se filtró que él era el
soplón en el palacio real, pero al final un editor británico lo escogió.

El libro no llegó a ninguna parte. Fue abandonado.

Podría haber sido solo sobre su vida como mayordomo y la participación


real de Aksel en el accidente y quizás la gente lo habría creído.

Pero siguió hablando y hablando de detalles sórdidos y sucios de la


familia real, incluyendo muchas cosas sobre Helena. Como, cosas sexuales.
Cosas privadas. Era pura tontería y malicia, que al final todos asumieron que
estaba inventando. Todos los editores esperaban que Aksel entablara una
demanda por difamación, así que no quisieron correr el riesgo. El tipo incluso
intentó seguir la ruta de la autoedición, pero la familia real danesa se apresuró
a amenazar con una demanda.

Dicho esto, la familia real danesa ahora está conformada solo por Aksel,
Stella y yo.

La madre de Aksel y Stella, la reina Liva, murió hace un par de meses.


383
Afortunadamente, Aksel pudo llegar a un cierre con ella a lo largo de los
años, llegando a un acuerdo con su relación. Aunque rara vez lo reconoció, en
los días que sí recordaba, fue amable y se arrepintió. Nunca tuvieron la relación
madre/hijo que Aksel quería, y ella nunca le dio el amor que necesitaba, pero al
menos al final, pudo salvar la distancia que había crecido entre ellos.

Dio un discurso conmovedor en su funeral, que fue televisado en todo el


país. Cada vez que veo a Aksel dar un discurso frente a su país, lo veo
transformado en rey. No es que no lo sea, es solo que a medida que pasan los
años, lleva su corona con orgullo. Se ha convertido en alguien que la gente
necesita y, más que eso, ha comenzado a creer que lo necesitan. Que es digno de
eso.

Está a la altura de las circunstancias, nacido para ser un líder y un


gobernante.

Nacido para ser mío.


Soy tan, tan afortunada de que sea mío. Soy tan, tan afortunada que hace
seis años aceptara contratarme. Y soy tan afortunada de no rendirme cuando
las cosas se pusieron difíciles, para mí, para las niñas, para él. No renuncié al
amor, incluso cuando me estaba ahogando. Ser reina no es un papel fácil y
tengo unos zapatos muy bonitos y queridos que llenar, pero puedo hacerlo con
mi rey, con mi amor, a mi lado.

No tengo mayor prueba de su devoción por mí que ahora mismo.

Actualmente estamos en un SUV, conduciendo por el interior seco de


Queensland, acercándonos a la frontera con Australia del Sur.

Rumbo a Windorah.

Detrás de nosotros hay otro auto con Maja, quien aún está vivaz a su
edad, y Johan al volante.

Y detrás de ellos está Henrik, conduciendo a los asistentes reales.

Un polvo rojo intenso se eleva detrás de nuestro mini convoy,


extendiéndose por la maleza desolada.
384
A estas alturas llevamos conduciendo una eternidad y mi ciudad natal
parece alejarse cada vez más.

Por supuesto, podríamos haber volado en una avioneta.

Y, por supuesto, Aksel no tenía que conducir en absoluto.

Pero después de lo que pasó con su madre, sentí la necesidad de hacer las
paces con la mía. Y aunque no pude localizar a mi madre por ninguna parte, y sé
que ya no está en Windorah, pensé que necesitaba un cierre de otras maneras.

Solo ver el pub, solo ver la casucha. Solo ver la vida que solía tener y
despedirme. Sin más demonios, sin más dolor. Estoy avanzando y la culpa
puede quedarse atrás.

Así que, Aksel insistió en un viaje familiar a Australia y luego insistió en


revivir sus días conduciendo en rally y llevarnos hasta allí. Naturalmente, he
estado evitando que vaya demasiado rápido dado que tenemos a nuestros
pequeños príncipes y princesas en el auto y como no hay bajadas ni curvas en la
carretera, probablemente no se siente como una carrera en absoluto.
Pero para Aksel, es libertad.

Con la ventana bajada, el brazo afuera, el aire caliente soplando su


cabello hacia atrás, Aksel se siente libre.

Y también lo haré pronto.

Faltan otras tres horas hasta que finalmente lleguemos a las afueras de la
ciudad y gracias a Dios por eso, porque todos han tenido que hacer pipí y no ha
habido ni una sola estación de descanso o ni siquiera un árbol al costado de la
carretera para hacer sus asuntos detrás.

La ciudad es aún más pequeña de lo que recuerdo. Es solo una carretera


con algunas casas esparcidas. Está la gasolinera/lechería, una granja, una
tienda de alimentos y… el pub.

Tiene el mismo aspecto que tenía, toda la pintura descascarada y los


costados de tablillas, el polvo que se ha grabado permanentemente en las
ventanas. Aksel me pregunta si quiero entrar, pero no lo hago. Solo quiero verlo
de pasada, saber que aún está ahí, saber que ya no me domina.

Seguimos conduciendo, pasamos un rancho de ganado y luego por un 385


camino de tierra aún peor y de repente aquí estamos. Los dos autos detrás de
nosotros se han detenido más adelante en la carretera para darme algo de
privacidad.

—¿Esto es? —pregunta Clara, mirando por la ventana cuando nos


detenemos en un camino polvoriento.

—Sí —contesto, ya sin aliento, mientras salgo del auto lentamente.

Apenas siento los calambres en mis piernas por estar en el auto todo el
día, mis ojos están enfocados en la choza.

Se ve mucho mejor ahora o tal vez nunca fue tan malo. Aproximadamente
tres habitaciones, un solo piso, techo de hojalata. Hay un porche con un sofá
hundido y una puerta mosquitera que no está bien cerrada.

—¿Quieres que vaya contigo? —pregunta Aksel, saliendo de su lado.

Niego con la cabeza.


—Lleva a los niños a orinar detrás de ese árbol.

Camino hacia la choza, muy despacio, como en un sueño. De hecho, tengo


que pellizcarme unas cuantas veces.

¿Esto es real?

¿En serio estoy aquí?

¿Quién soy?

Pero entonces, la puerta mosquitera se abre hacia adelante, y un perro


ganadero en blanco y negro sale saltando, meneando la cola.

—Hola, muchacho —le digo a medida que se acerca a mí, feliz y


emocionado. No tengo idea de quién es este perro, pero amo a los perros y ellos
me aman a mí. Aún tengo un suéter que lo dice.

Me agacho para acariciarlo, y él comienza a lamerme un lado de la cara


justo cuando alguien más sale por la puerta mosquitera.

Es una mujer, más joven que yo y un poco embarazada.


386
—Hola —saluda con cautela. Es bonita, dientes blancos, muy bronceada.
Lleva botas de trabajo sucias y un vestido de flores marrón—. ¿Puedo
ayudarte?

El perro corre hacia ella y ahora la mujer se distrae con mis hijos, que
vienen corriendo a toda prisa, y Aksel al fondo, meando en un árbol.

—No —le digo, sonriendo inmensamente, esperando que no crea que


estamos aquí para robarle u orinar en sus árboles—. Lamento mucho aparecer
así, pero solía vivir aquí.

Se sorprende y sale del porche, secándose las manos en su vestido.

—¿Solías vivir aquí?

—Así es. Hace mucho, mucho tiempo. No he vuelto por aquí desde hace,
tal vez, quince años.

—Ahora escucho tu acento —dice, asintiendo—. Se vuelve más fuerte a


medida que hablas.
—De todos modos —digo, encogiéndome de hombros—. Solo quería
mirarlo y ver si aún estaba aquí. Lo está. Perdón por molestarte.

Los niños ahora están corriendo con el perro, y Aksel se acerca,


poniéndome su mano en el hombro.

—Hola —saluda, asintiendo hacia ella.

—Hola —dice, luego extiende la mano—. Soy Meredith.

Aksel la estrecha.

—Aksel. Esta es Aurora.

—Aurora —reflexiona Meredith—. No puedo decir que recuerde haber


escuchado tu nombre por aquí.

Casi digo que en ese entonces era Rory, pero no lo hago. Rory se ha ido.

—De hecho, nos mudamos hace unos cuatro años. Mi esposo, Jim, puso
en marcha una granja de emúes.

—¡Emús! —grita Emil, abandonando a los demás y al perro y corriendo 387


hacia nosotros—. Tienes emús.

—Sí, está ahí con ellos ahora mismo. —Hace un gesto con la cabeza hacia
una colina pequeña que solía escalar cuando era joven. Ella nos mira—. Tienen
acentos muy interesantes. ¿De dónde son el resto de ustedes?

—¡Dinamarca! —exclama Emil—. Mi nombre es príncipe Emil y ese es mi


hermano, el príncipe Lars y somos gemelos.

—Oh, en serio —dice ella, sonriéndoles, completamente divertida.

—Están pasando por una fase —digo en voz baja, inclinándome hacia
ella, sin necesidad de que sepa quiénes somos en realidad.

—Bueno, yo también voy a tener un principito —dice Meredith,


poniendo sus manos sobre su vientre.

—No tienen familia real en Australia —nos grita Clara.

—Es una forma de hablar, Clara —le grito.


—Sí, pero…

—Escuchen —dice Meredith—. Han recorrido un largo camino para ver


este lugar. ¿Les gustaría pasar a cenar? ¿Quizás un poco de té?

—Oh no, no —le digo—. Por favor, solo queríamos verlo, eso es todo.

—Pero insisto.

—Estás cocinando para tres, no para nueve —le recuerdo, sorprendida


por su generosidad—. Gracias por la oferta, pero no podemos imponernos así.

—Podría ayudar a cocinar —ofrece Aksel.

Lo miro, intentando dispararle con mis ojos un mensaje claro de: ¿qué
crees que estás haciendo?

—¡Ni siquiera puedes calentar sopa!

—Soy una buena cocinera —interviene Freja—. Karla me enseñó el otro


día a hacer sous vide.

Puedo decir que Meredith no sabe qué pensar de nosotros. 388


—Debo decir que nunca he probado el sous vide y no estoy segura de lo
que es. Pero tenemos un montón de emú molido, también pollo. Y mi huerto en
realidad ha prosperado. Tenemos muchas berenjenas y calabacines.

—Bien, porque soy vegana —anuncia Clara, acercándose a nosotros, con


las manos en las caderas.

Oh, por favor, pienso, nada de sermones.

—Solía ser vegetariana —le dice Meredith—, antes de que este bebé mío
comenzara a desear la carne. Vengan, entren y descansen. Les prepararé algo.

—¡Hurra! ¡Emús! —grita Emil, corriendo, pretendiendo batir sus alas.

Aksel se inclina hacia mí.

—Alguien debería decirle que es lo que hay para cenar.

Pongo los ojos en blanco.


—Está bien, bueno, muchas gracias —le digo a Meredith—. Niños, ¿por
qué no se quedan aquí afuera, sin molestar? No toquen nada excepto el perro.

—Su nombre es Otis —dice Meredith mientras se dirige hacia la casa.

—Otis —les digo—. Ignoren todo lo demás que encuentren por aquí.
Probablemente los matará.

Pero los niños no me escuchan porque nunca lo hacen. Vuelven a


perseguir al perro por el camino de entrada.

Aksel se inclina y me besa en la mejilla.

—Voy a buscar mi teléfono y enviarle un mensaje de texto a Maja y a los


demás, para hacerles saber que cenaremos aquí. Hay comida en el pub para
ellos, ¿verdad?

Dejo escapar una risa seca.

—Debería haberlo. Pero si Henrik puede convencer a Maja de que coma


algo del menú, quiero una foto.

Él sonríe. 389
—Estás manejando todo esto muy bien. —Me quita un mechón de la
cara—. Estoy orgulloso de ti.

Asiento.

—Parece que este lugar ahora tiene otra vida. Y es buena.

—Una segunda oportunidad.

—Otra vida y una segunda oportunidad. No hay nada mejor que eso.

Miro alrededor al polvo rojo, la choza y la vida que tengo ahora chocando
con la vida que tuve entonces. Y tenía razón.

No hay nada mejor.

Fin
Próximo libro
Cada familia tiene una oveja
negra, incluso las reales.

E
n la familia real de Dinamarca,
esa oveja negra soy yo. La
princesa Stella, la divorciada
escandalosa, la única madre
soltera de la familia. No me molesta lo que
diga la gente. Siempre hemos sido mi hija y
yo contra el mundo.

Y entonces, ese mundo mío


termina patas arriba.
El príncipe Orlando de Mónaco, a
quien los medios de comunicación han
apodado “El Rebelde de la Realeza” por 390
muchas razones buenas, llega para
quedarse. Las palabras lascivas que salen
de sus labios son inapropiadas en cualquier
compañía. Parece disfrutar metiéndose debajo de mi piel y muy pronto,
también debajo de mis sábanas reales.
Es solo un asunto breve pero tórrido. Lleno de ardiente sexo obsceno y
nada más.
Hasta que nada más se convierte en algo más, en forma de una gran
sorpresa.
Pensé que había sacado a ese diabólico pícaro real de mi sistema, pero
ahora hay un vínculo entre nosotros que ninguno de los dos puede ignorar.

Un bebé.

Nordic Royals #4

Sobre la autora

Karina Halle es una ex escritora de


viajes, periodista musical y autora más vendida del
The New York Times, Wall Street Journal y USA
Today por The Pact, Bad at Love, The Swedish
Prince, Sins & Needles y más de 45 otras lecturas
románticas y salvajes. Vive en una isla frente a las
costas de la Columbia Británica con su esposo y su
cachorro rescatado, donde bebe mucho vino,
recorre muchos senderos y devora muchos libros.

Halle está representada por Root Literary y


es autoeditada y publicada por Simon & Schuster y Hachette en Norteamérica y
391
Reino Unido.

Visítala en Instagram en @authorHalle, en Twitter en @MetalBlonde y en


Facebook (únete a su grupo de lectores “Los antihéroes de Karina Halle” para
divertirte más y conectar con ella). También puedes visitar
www.authorkarinahalle.com y suscribirte al boletín de noticias para
información, extractos, vistas previas, ventas privadas de libros autografiados y
más.

Nordic Royals:
1. The Swedish Prince
2. The Wild Heir
3. A Nordic King
4. The Royal Rogue

Créditos

Moderación
LizC

Traducción
LizC
392

Corrección, recopilación y revisión


LizC y Vickyra

Diseño
Tolola

393

También podría gustarte