Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Esta traducción fue realizada sin fines de lucro por la cual no tiene costo
alguno.
Es una traducción hecha por fans y para fans.
Índice
Sinopsis 14
Prefacio 15
Prólogo 16
1 17
2 18
3 19
4 20
5 21 3
6 22
7 23
8 24
9 Epílogo
10 Próximo libro
11 Sobre la autora
12 Créditos
13
Sinopsis
C
uando solicité el trabajo por primera vez, pensé que sería como
todos los demás: trabajar como niñera para una familia
aristocrática.
Luego conseguí el trabajo y descubrí lo equivocada que estaba.
Ahora soy la nueva niñera de dos adorables niñas que resultan ser
princesas.
A
unque hay una familia real danesa muy encantadora en la vida
real, hay que señalar que me he tomado total libertad en esta
historia y todos los personajes y situaciones son completamente
ficticios. Con respecto al idioma, aunque tuve un hablante nativo de danés que
revisó el libro, cualquier error que puedan encontrar aquí es mío.
¡Ja!
Feliz lectura,
5
Karina Halle
Prólogo
Aksel
T
odos recuerdan el momento en que se enamoraron.
Tal vez sea una mirada, la tímida mirada coqueta y una sonrisa maliciosa
después de haber contado una broma dolorosamente mala.
Puede que te marque, deje su huella, pero esa caída, ese impacto, es
diferente para todos.
Sin embargo, a pesar de las diversas formas en que te enamoras, hay un
distintivo sentimiento singular en el momento preciso en que te das cuenta de
que alguien a quien amas ya no te ama.
Es una herida superficial en las entrañas, del tipo en el que el dolor tarda
en llegar, donde terminas de rodillas, preguntándote por qué no lo abordaste
antes.
La mujer que me prometió que sería una reina perfecta, que criaríamos
hijos perfectos y que tendría esa vida que pensé que me había perdido cuando
era joven.
Estaba equivocado.
Conozco mi lugar en este mundo. Sé que me convertí en rey demasiado
joven, mucho antes de estar listo. Y sé cómo funciona todo esto, que el
matrimonio por amor rara vez existe para miembros de la realeza como
nosotros. Pero eso no detuvo la decepción cuando me enteré de la…
indiscreción de Helena.
Ya no puedo ignorarlo.
Se supone que debo liderar este país y, sin embargo, ni siquiera puedo
enfrentar las duras verdades.
Mi esposa no me ama.
Todo era parte del juego, el juego de poner de rodillas a un hombre como
yo, de cabeza en la guillotina. Ella quería la gloria. Quería ganar. 8
Pienso en Clara y Freja y me pregunto cuándo se darán cuenta de que
todo entre su madre y yo es mentira. Pienso en la edad que tenía cuando
descubrí que mis propios padres se odiaban. Bastante joven, diría yo.
No era difícil no verlo. Sabes cuándo el amor falta en la casa, una fractura
en la familia. No sé cómo es crecer con todo eso intacto, pero sé que haré todo
lo que pueda para asegurarme que mis hijas no tengan la misma crianza que yo.
Esperándola.
Es abril, justo después de Pascua, cuando los dos solíamos venir aquí
como inicio de la temporada de verano. En Dinamarca hace demasiada
humedad para salir a navegar, pero Madeira apenas se está calentando. Las
noches pueden ser frías donde está la mansión, en lo alto de las laderas de la
cordillera central, de ahí el rugido del fuego.
Helena siempre se quejaba de que estábamos demasiado lejos de las
playas, pero como la mayor parte de Escandinavia pasa el invierno aquí, este
sitio fue elegido por su absoluta protección y privacidad.
Uno pensaría que lo haría, pero eso requeriría que de hecho me hable a
diario. Podríamos compartir el mismo palacio, pero ya ni siquiera compartimos
dormitorio.
Me levanto de la silla.
—Sería una mejor sorpresa ¿no crees, que me vea en la pista de
aterrizaje?
No estoy siendo modesto. En los días salvajes a mis veintes, era uno de
los mejores pilotos de rally en Dinamarca. Luego sufrí un accidente terrible y
ante las demandas de mis padres y del público, cambié de autos a barcos.
—Precisamente.
Nicklas.
Algún día debería tener un secreto propio, uno que sea mejor que fingir
un matrimonio sin amor.
Pero cada vez que formulo las palabras en mi cabeza, la rabia se apodera
de mí.
Así que, dejo que mi mente se quede en blanco durante el resto del viaje
hasta que me estoy deteniendo justo fuera de la pista de aterrizaje, treinta
minutos después. Normalmente no iría a ningún lado sin Ludwig, o un asistente
real como Edward, pero como rey, puedo hacer mis propias reglas y esta noche
necesitaba estar solo. Además, nadie sospecharía siquiera que estoy al volante
en esta diminuta pista de aterrizaje privada en la base de las montañas.
Mantengo el auto en marcha, mirando por encima del volante para ver
uno de nuestros pequeños jets privados. Helena y Nicklas se están alejando del
avión.
Está un poco por delante de él, manteniendo las apariencias. Por ahora.
Mientras digo su nombre, mis ojos están fijos en los suyos y tengo que
controlar la rabia dentro de mí tanto como pueda. Incluso mirarlo me hace
hervir la sangre.
Es mucho más joven que yo, treinta y tantos, con esos ojos en blanco y
una mueca perpetua en sus labios. A primera vista, es callado y parece estar allí
estrictamente para obedecer. Pero lo conozco. Puede actuar como un
mayordomo obediente, pero será el primero en lanzarte a los tiburones. Por
helvede, él es el tiburón.
—No hay problema —dice, pero le hago señas para que se aparte y me
pongo de nuevo en el asiento del conductor, dejándolos que averigüen dónde
quieren sentarse.
Sé que me diría que el amor nunca fue parte del trato. Maldita sea, él fue
quien me advirtió desde el principio sobre Helena y cómo su enamoramiento
de colegiala nunca fue lo que parecía. Para empezar, esa es la única razón por la
que dudé tanto con ella. Pero era hermosa y muy devota, y me hizo sentir como
un rey mucho antes de convertirme en uno.
Pero ya no más.
El último pensamiento razonable que tengo es sobre mis hijas y cómo su
mundo sería infinitamente más feliz si solo fingiera y fingiera y fingiera.
—No voy a hablar de esto —dice Helena, mirando hacia otro lado, con los
brazos cruzados enfadada—. Y si por eso te molestaste en recogerme, entonces
has comenzado la jodida guerra equivocada porque te destruiré. ¿Me escuchas?
Te destruiré y tomaré todo lo que amas. Incluso las niñas.
—Aksel, por favor —dice Nicklas, su voz cada vez más fuerte, nerviosa.
—¡Yo te amaba! —rujo. Aprieto el volante con tanta fuerza que juro que
podría romperlo por la mitad—. Te amaba tanto que pensé que mi mundo
terminaría si nuestro amor terminaba. Y nuestro amor terminó y todo lo demás
siguió adelante. Aprendí que todo era mentira.
—¡Tú también querías eso! Ese trono, esa corona, eso es lo único que te
ha importado desde el principio. Y ahora lo tienes. Ahora eres la reina y me has
dejado a un lado por un maldito mayordomo. Un hombre que se supone que
debe lustrar tus zapatos, no follarte. Pero ambos sabemos que tus estándares
son jodidamente bajos.
Olvido la traición.
Luego chocamos.
Después rodamos.
17
Una y otra vez.
De nuevo.
Bam.
Y de nuevo.
Bam.
Y de nuevo.
Helena.
Debería ver cómo está. Veré cómo está, aunque es lo menos que quiero
hacer.
Helena.
No hay nada. No hay nada aquí excepto la lluvia y el suave calor bajando
por mis brazos, piernas y cabeza. Sangre, tal vez.
—Nicklas —se las arregla para decir, su mirada fija en mí con tal
intensidad que no puedo dudar de lo que dice—. ¿Dónde está Nicklas?
Hace solo unos momentos antes, no quería nada más que venganza, amor
y un millón de cosas que Helena nunca podría darme.
Ahora, mientras muere frente a mí, no quiero nada más que sea feliz.
No quiero nada más que viva.
—Lo siento —le susurro, sosteniendo su mano con fuerza, tan fuerte, a
medida que las lágrimas comienzan a rodar por mi rostro.
Empapando mi corazón.
Ella muere.
Yo muero.
20
1
Aurora
Actualidad - Septiembre
C
uando en un principio solicité el trabajo, no pensé mucho en ello.
En todo caso, para empezar vacilé en completar la solicitud.
Acababa de dejar de ser niñera de Etienne Beauregard durante
dos años y después de que ese pequeño tirano francés hizo todo lo que estaba
en su mano para derrotarme, comencé a pensar que tal vez debería darme un 21
descanso de ser niñera. Había sido au pair, luego niñera, para varias familias en
Europa durante los últimos siete años. Incluso alguien tan optimista y
resistente como yo puede llegar a agotarse un poco, y anhelar algo nuevo fue lo
que me llevó, para empezar, al extranjero.
Continué.
—¿Pourquoi?
Me encogí de hombros.
—Está bien —dije con un suspiro y pegué una sonrisa—. ¿Qué es?
—Alors. —Me lanzó una sonrisa astuta—. Es para una familia prominente
en Dinamarca. Para empezar, el plazo de un año. Dos niñas, de cinco y seis años.
El padre es, eh, soltero.
Luego, dos días después, llamó Amelie. Quería reunirse conmigo fuera de
la boutique Chloe en la Rue Honore, lo que me pareció un lugar extraño
considerando que es una parte cara de París y está lejos de su oficina.
—Ven conmigo.
Desconcertada, bajé por una calle lateral hasta que ella se detuvo contra
una pared.
—No puede ser tan difícil encontrar una niñera. ¿Por qué está buscando
por toda la mitad del continente?
El rey Aksel tiene cuarenta años y es uno de los reyes más jóvenes de la
historia reciente.
25
Era el hijo mayor del rey Felix y la reina Liva, con una hermana menor, la
princesa Stella. Heredó el trono después de que su padre muriera de un infarto
hace cuatro años. La reina viuda no ha sido la misma desde entonces y ha
pasado la mayor parte de sus años hospitalizada por varias cosas en las que
Internet no puede ponerse de acuerdo.
Se dice que el rey está afligido, lo cual es comprensible. Más que eso, todo
el país sigue de luto. Verás, en el momento en que se convirtió en princesa, la
reina Helena a menudo fue comparada con la princesa Diana.
No tanto porque fuera la princesa del pueblo. En todo caso, la reina
Helena era de élite, proveniente de una línea de nobleza danesa y sueca. Pero
era más que caritativa, hermosa, elegante e ingeniosa, y el público la adoraba
absolutamente. Puede que no supiera mucho sobre la familia real danesa, pero
sí recordaba titulares sobre la princesa Helena.
De modo que, sí. No solo me estoy dirigiendo al maldito palacio real para
reunirme con todos ellos, sino que debo ser consciente de lo que ha pasado esta
familia. Todos los niños que he cuidado en el pasado han tenido diferentes
grados de dificultades y problemas (no me hagas hablar de Etienne), pero
ninguno de ellos ha tenido que lidiar con el dolor más que la muerte de un pez
dorado.
¿Yo, por otro lado? Bueno, digamos que lo conozco de muchas formas.
Aquí estoy.
26
Las náuseas me recorren como si estuviéramos de nuevo en el aire.
No hay absolutamente nada que me haga pensar que sería una buena
opción para este puesto. Siempre había asumido que las personas que
trabajaban para una familia real, especialmente una niñera, tendrían que
provenir de una línea de nobleza. Señor, espero no tener que abrirme sobre mis
propios antecedentes porque estoy bastante segura que me mostrarán la
puerta en un segundo.
Y, sin embargo, si consiguiera el trabajo, puedo ver las puertas
abriéndose, mi futuro expandiéndose, y un propósito que siempre se me escapó
podría finalmente estar a mi alcance.
Aquí voy.
—Ven por aquí —dice con su acento fuerte antes de girar y caminar, el
conductor a su lado.
Bueno. Puede que me haya llamado para una segunda entrevista, pero
definitivamente aún no somos las mejores amigas. Está bien. Puedo
conquistarla con el tiempo.
Los sigo a los dos hasta un Town Car negro esperando, donde el
conductor toma mi bolso, lo coloca en el maletero y luego abre la puerta
trasera.
Maja me hace un gesto con la cabeza para que entre y siento una emoción
recorriéndome. No es que no haya estado en un auto así antes, pero sospecho
un poco que estos dos van a arrojar mi cuerpo en el foso del castillo. A pesar de
toda mi investigación no había encontrado ninguna información sobre Maja.
El impulso de preguntarle sobre sí es fuerte, especialmente porque ni ella
ni el conductor hablan en absoluto durante el viaje. Me gusta hablar,
principalmente porque soy curiosa y también porque no soporto los silencios
incómodos.
Asiento.
—No —dice—. No lo es. Hemos tenido una niñera o dos desde que murió
Helena, pero no fueron del todo bien.
—Esa es una de las razones por la que volví a llamarla. Las dos últimas
niñeras fueron demasiado blandas, demasiado sensibles, demasiado reactivas
al estrés. Lo que necesita el rey, lo que necesitan las niñas, es alguien que pueda
capear cualquier tormenta. Como agua en la espalda de un pato1, es un dicho
Inglés, ¿no?
—Lo es.
—Definitivamente.
1 Water off a duck’s back. Dicho que al español pudiera entenderse: Como si nada. Con efecto nulo.
No hablamos durante el resto del viaje, pero está bien para mí, ya que mi
atención está completamente atrapada por las calles de Copenhague. Aún no
había visitado el norte de Europa, así que este es mi primer vistazo de todo lo
que es Vikingo y Hygge.
—Está tan cerca de… todo —digo, mirando boquiabierta por la ventana
hacia los cuatro palacios coincidentes salpicados de ventanales grandes y
columnas de piedra. No puedo creer que todos se enfrenten a una plaza pública
como esa—. ¿Cómo tienen algo de privacidad? ¿Dónde juegan las niñas?
—¿Las niñas?
—Primero se reunirá con Clara y Freja —dice, y juro que veo una sonrisa
en su rostro—. Pueden ser mejores jueces de carácter que el rey.
Pero ahora mi trabajo está en manos de dos niñas. En general, les agrado
más a las niñas que a los niños, y la mayoría de los niños se acercan a mí de
inmediato. Pero siempre hay algunos valores atípicos que necesitan mucho
convencimiento. Los dulces funcionan generalmente en esas situaciones, pero
no estoy segura si el soborno está dentro de los protocolos del palacio real.
Justo cuando estoy reflexionando sobre qué tipo de paletas podrían tener
los daneses, la puerta se abre y aparece Maja con una chica a cada lado,
sosteniendo sus manos.
Una de las niñas parece divertida, la que es un poco más alta. La otra niña
se queda más cerca de Maja, evitando el contacto visual.
—Oh, sí, tengo muchas historias sobre ellos —respondo, y me doy cuenta
que estoy hablando en el mismo tono que Mary Poppins. ¿De dónde vino eso?
—Has recorrido un largo camino —dice Clara—. Eso está al otro lado del
mundo, en otro hemisferio.
—Tienes razón —le digo—. Pero ya estaba aquí en Francia. Llevo siete
años en Europa cuidando de muchos niños y niñas como tú.
—Oh —dice Clara levantando una ceja—. ¿Y a qué casa real pertenecían?
Intercambio una mirada con Maja y ella reprime una sonrisa. Esta chica
es inteligente.
Asienten al unísono.
—Si Freja lleva el nombre de una diosa, yo también debo serlo. Mamá
nos habría puesto a las dos el nombre de diosas.
—Soy una hija del sol, tú eres una hija del oro. —Me mira de reojo—. 34
Pero tú también debes ser una diosa. Aurora suena como el nombre de una
diosa.
—Las únicas princesas aquí son ustedes dos bellezas —digo. Les doy una
sonrisa descarada—. Pero si quieren llamarme diosa, no me opondré. Puedo ser
honoraria.
—Sí, quiero mostrarte mis muñequitas —dice Freja—. Recibí una nueva
la semana pasada.
Levanto mi ceja. ¿Cómo podría alguien decir que una habitación llena de
libros es aburrida?
No, princesas.
Me muestra el libro.
Está bien, tiene razón. Es probable que estos libros hayan formado parte
del palacio real desde que se construyó. Aun así, estoy impresionada de que
pueda leer con tanta confianza.
—Vamos a ver mis muñequitas —dice Freja, acercándose a Clara—.
Vamos, señorita Aurora.
—No —digo con cuidado—. ¿Estoy segura que han tenido algunas
niñeras o posibles niñeras a estas alturas? ¿No las conocieron y hablaron como
estamos haciéndolo ahora?
36
—Sí, pero no nos gustaron —responde Clara, dejándose caer en el sofá.
Freja va y se une a ella—. Eran demasiado viejas y aburridas, como estos libros.
Una incluso parecía una bruja.
—Está bien —dice Clara alegremente y luego corre hacia la puerta. Pone
sus dos pequeñas manos alrededor del pomo, lo gira y grita—: ¡Maja! ¡Padre!
¡Vengan a conocer a la niñera nueva!
Oh, Dios.
—No, ella tiene que quedarse aquí para poder conocer a tu padre. Ahora,
vayan.
Trago pesado.
Estaba tan envuelta en llevarme bien con las niñas que olvidé que había
una pieza más, muy importante del rompecabezas.
37
Su padre.
El rey.
¿Me inclino?
Oh, Dios.
Se hace a un lado.
El rey entra.
Había mirado su foto docenas de veces antes de venir aquí, así que no 38
debería sorprenderme, pero lo estoy.
No es solo que sea muy apuesto con sus afiladas facciones talladas, su
presencia alta e imponente. Es la inclinación altiva de su barbilla, la mirada fría
por encima de su nariz. Es la forma en que cambia la energía en la habitación,
tanto exigiendo que lo mires como reprendiéndote por ello.
—¿Cómo está usted? —Me las arreglo para decirle a medida que me
pongo de pie y le ofrezco una media reverencia, una media inclinación.
Tampoco estoy segura de cuál es el protocolo de apretón de manos aquí, pero
definitivamente no voy a ofrecer la mía hasta que él lo haga.
Luego, sus labios se curvan en lo que solo puede considerarse una burla.
Mi boca cae, mis mejillas se ponen rojas y Maja me mira con cautela antes
de volverse hacia él cuando sale de la habitación.
—¿Señor?
—Siento mucho haberte traído hasta aquí por nada, señorita Aurora. —
Suspira y luego endereza la espalda—. Te daré unos momentos para
recomponerte antes de llevarte de regreso al aeropuerto. 39
Y luego ella también se va, y estoy sola en esta habitación que se siente
un millón de grados más fría, a medida que mi piel estalla en llamas y mi
corazón late tan rápido que necesito sentarme.
Siento que cualquier criatura que era para el rey Aksel, era algo que
necesitaba ser pisado y raspado de la suela de su zapato.
2
Aksel
—N
o —le digo a Maja, mi voz retumbando—.
No. No. No. Por supuesto que no.
Parece que no puedo pasar una hora del día sin recordarme eso.
Me aclaro la garganta.
—¿Y la que trajiste de Alemania? La que tiene el lunar entre los ojos y el
pelo de la oreja.
Maja resopla.
—No sabes lo que estás diciendo. Tanto Clara como Freja parecen adorar
absolutamente a la señorita Aurora.
—Es australiana.
—¿Y?
—Dijiste que era francesa.
—No lo hice. Dije que estaba en Francia y había sido au pair y niñera allí
durante siete años.
—No me gusta.
—Escuché eso.
Suspira y se frota la frente con su mano curtida. Tanto mi tía Maja como 41
mi madre fueron criadas para ser correctas, rígidas y eternamente elitistas.
—Es la verdad.
—¿Te has vuelto loco? ¿Ciego? Esa mujer de ahí fuera es bastante
hermosa.
—Eso es discriminación.
—Sí, su Majestad.
Apoyo mi cabeza sobre el escritorio y cierro los ojos, dejando que mis
pensamientos corran desenfrenados por un minuto antes de controlarlos.
Eso fue extraño, por decir lo menos, y no tengo idea de lo que me sucedió
allí. Eché un vistazo a la australiana y fue como si algo me hubiera atravesado el
corazón. De una manera terrible.
Tengo que decir que, me siento mejor después de tomar esa decisión.
Detesto las complicaciones y especialmente cuando involucra sentimientos. En
mi posición, no hay lugar para esos; uno pensaría que lo habría aprendido lo
suficiente mientras crecía. Ciertamente aprendí eso con Helena. Y después de
su muerte, bien podría haber terminado marcado con eso. Los sentimientos no
solo complican las cosas, matan.
Llaman a mi puerta.
—Tengo a tus hijas —dice, abriendo aún más la puerta de modo que
aparezcan Clara y Freja—. Y les gustaría hablar contigo.
—Niñas —les digo—. ¿Qué tienen que decir? —Echo un vistazo rápido a
Maja—. ¿No tienes que acompañar a alguien de regreso al aeropuerto?
Miro a Freja y su nariz roja y sus ojos llorosos. No me mirará a los ojos,
tampoco dirá nada. No soporto ver a ninguna de las dos triste y, a veces, siento
que ser padre es como tener el corazón roto constantemente.
—¿Freja? Dime.
La miro fijamente.
Estoy bastante seguro que eso no es cierto, quiero señalar. ¿Ahora está
llenando sus cabezas con información falsa? Niego con la cabeza, recostándome
en mi asiento.
Miro a Clara.
—A mí no. Mamá era más bonita. Pero nos gusta mucho, muchísimo y 46
queremos que sea nuestra niñera. ¿Puedes enviar a buscarla?
En absoluto.
—Sí.
—Sí. Ella. En serio creo que es mejor para otra persona. Otra familia. No
la nuestra. Somos tan… especiales, ¿entienden? Necesitamos a alguien igual de
especial para cuidar de mis princesas. Pero no se preocupen, encontraremos a
alguien.
Por helvede.
—Padre —dice Clara—, no hagas llorar a Freja. ¿No crees que hemos
pasado por suficiente?
Miro su carita con asombro. Tiene los rasgos de su madre, eso es seguro,
ojos verdes, cabello dorado, piel aceitunada. También heredó la inteligencia de
su madre. Sabe exactamente cómo salirse con la suya.
No me humillo.
Cuando abro los ojos una vez más, ambas niñas me miran expectantes.
Hmmmm. ¿En serio estaban tristes para empezar? ¿O solo fue otro
ejemplo de cómo se salen con la suya? Esa carta de “mamá” pareció salir del
jardín izquierdo.
Sin embargo, no importa. Soy su padre. Soy la razón por la que necesitan
una niñera para empezar, la razón por la que ya no tienen una madre. Lo
mínimo que puedo hacer es darles todo lo que quieren.
—¿Señor? —responde.
—¿Sigues en la casa?
—¿Qué?
—Me escuchaste.
—Pero, señor ¿por qué? Dijiste… —Puedo decir que Maja probablemente
esté mirando a la australiana en este momento, intentando evitar que escuche. 48
—Sé lo que dije —espeto. Dejo escapar un suspiro—. Solo tráela de
vuelta. Es una orden.
—Sí, su Majestad.
—¿Viene? —pregunta Freja con sus ojos grandes—. ¿Va a ser nuestra
nueva niñera?
3
Aurora
M
aja cuelga el teléfono y aprieta los labios, mirando la pantalla
en blanco en sus manos.
—No tiene que aceptar el trabajo. Pero creo que lo que esto significa es
que es suyo si lo quiere.
Cierto. Desagradable.
No estoy segura de cómo es posible, pero ahora estoy aún más nerviosa 50
que antes.
Juro que tiene todo que ver con la forma en que me trató y nada que ver
con lo mortalmente apuesto que era. Digo mortalmente porque hubo algo en
sus modales y en su rostro que casi te desafía a hacerle un cumplido, como si
llamarlo apuesto te haría decapitar. Era un tipo de atractivo tenso y frío, como
si su rostro, cuerpo y espíritu estuvieran forjados en acero y pudieses
convertirte en piedra si lo mirases demasiado tiempo.
El Rey Medusa.
Justo como antes, volvemos al castillo pasando entre las multitudes que
se han reunido en la plaza, pero ahora estoy mirando hacia las ventanas
imponentes sabiendo que tienen un rey cruel detrás de los cristales. Sé que lo
correcto sería aceptar el trabajo con gratitud, pero es raro que haya podido
hacer lo correcto. Tengo que recordarme que debo controlar mi ira. En todo
caso, tal vez intente el enfoque frío e indiferente, muy parecido al mismo
enfoque que usó conmigo.
Frío e indiferente, frío e indiferente, me repito a medida que el conductor
vuelve a aparcar detrás de las puertas y camino con Maja de vuelta al edificio.
Pero todo eso flota sobre mi cabeza porque, maldita sea ¿me está
llevando a su jodida oficina? ¿Por qué siento que estoy de vuelta a la secundaria
y siendo arrastrada una vez más a la oficina del director?
No tengo mucho tiempo para pensar en ello porque nos hemos detenido
frente a un par de grandes puertas dobles.
51
Maja me da una sonrisa pequeña que no ofrece ninguna esperanza y
luego rápidamente golpea con los nudillos.
—Hazla entrar.
Oh, cielos.
Pensé que sería del tipo servil, pero supongo que no.
—Aquí dice que ha trabajado en Francia para varias familias —dice con
voz ronca.
—Sí, señor —digo. Dado que aún está mirando mi currículum como si
fuese una especie de mapa del tesoro, estoy mirando fijamente a la parte
superior de su cabeza. Su cabello es castaño claro, espeso y brillante.
Ligeramente más largo en la parte superior que en los lados, pero corto en
general.
Asiento. Eso es todo. Solo un poco. Quiero decir, sé que casi lo hablo con
fluidez, pero tengo el presentimiento de que, si admito eso, va a empezar a
ponerme a prueba.
Frunce el ceño, su mandíbula una vez más con ese temblor tenso. No sé
por qué pensé que decirle esto lo ablandaría, pero, por otro lado, en realidad no
pensé en absoluto.
—Nunca dije que sería fácil. —Intento no ponerle los ojos en blanco,
intento no levantar la voz—. Pero como no será fácil para ninguna niñera, bien
podría ser alguien que lo entienda. Quién no se rinda cuando las cosas se
pongan difíciles.
Ignoro eso. 54
—Tenía entendido que este era un puesto de un año.
—¿Qué es?
Me mira de arriba abajo, para nada impresionado, y aun así, puedo sentir
cada rastro helado de su mirada sobre mi piel.
—Sé que no tiene educación. Que está llena de una confianza falsa y una
bravuconería estúpida. Y no tiene ni idea de cómo comportarse frente a un rey.
Mi corazón late tan fuerte en mis oídos en este momento que apenas
puedo darme cuenta de lo que acabo de decir. Mierda, creo que arruiné todo
este trabajo.
—Y estaré ganando ese salario. Eso no significa que usted tampoco tenga
que agradarme.
—Entonces, Aurora, dígame ¿por qué aún quiere este trabajo si estará
trabajando para un hombre tan rudo como yo? ¿Seguramente hay otros
trabajos que son más fáciles y pagan bien? Veo que solía trabajar para
directores ejecutivos de bodegas y empresas de software. ¿Por qué no volver
con ellos?
Esta es una buena pregunta. ¿Por qué estoy aquí? ¿Por qué aguantar esto
cuando ya me ha dejado un mal sabor de boca?
—Porque, ahora siento que tengo algo que demostrar. —Hago una pausa,
consciente de que nuestras miradas están clavadas entre sí—. Estoy segura de
que puede imaginar cómo es. A las personas diciéndote que no puedes hacer
algo, que no eres apto para ello, que no estás listo para ello. Para mí,
simplemente me dan ganas de estar a la altura de las circunstancias y hacer
todo lo posible para demostrarles que están equivocados. Además, Clara y Freja
me agradan mucho.
Primero mira hacia otro lado y siento que he ganado algún tipo de
victoria, aunque he sido todo menos fría e indiferente.
—Sí. —Me mira entonces—. Pero, por favor, no haga que me arrepienta
de esto. Estoy haciendo esto por ellas. Hago todo lo que puedo por ellas.
Siempre vendrán primero, ¿entendido?
—Entendido.
Sé que actualmente estoy en un Air B&B por el que ya pagué el resto del
mes, y no tengo a nadie de quien despedirme excepto de Amelie, pero este fin
de semana será mi último fin de semana de libertad antes de que toda mi vida
cambie. Necesito aferrarme a eso.
—Puede irse.
Asiento.
Maja está allí parada pacientemente, con las manos cruzadas frente a ella,
con una ligera mueca en su expresión.
—¿Y cómo le fue? —pregunta con cuidado.
—¡Conseguí el trabajo!
Aunque aún no he firmado nada, siento que cuando estreché la mano del
rey estaba accediendo a algo más allá de mis sueños o pesadillas más locas.
60
4
Aurora
—S
alud —dice Amelie, alzando su copa de champán hacia
mí—. ¿O cómo es que dicen en Dinamarca?
—Lo sé. —Aunque conocí a Amelie a través del trabajo y tenemos una
relación principalmente profesional, probablemente sea la amiga más cercana
que tengo.
—Oye —digo, mirando alrededor del bar para asegurarme de que nadie
está escuchando—. Si te llamo o te envío un correo electrónico, ya sabes, solo
para hablar y desahogarme sobre el trabajo, eso no terminará registrado,
¿verdad?
—Lo sé, y de nuevo, me alegra por la forma en que todo salió bien, pero
estoy hablando de simplemente… desahogarme. —Por otra parte, si necesito 62
quejarme de mi trabajo, tal vez sea mejor que me lo guarde para mí.
Eso podría haber sido lo primero que dije cuando me pidió que la
informara.
—Sí. Eso.
—Merci.
—Sin embargo, es un idiota muy atractivo —reflexiona después de un
momento. Se abre la puerta del bar y entra una pareja, trayendo consigo el aire
fresco del otoño y los sonidos del tráfico vespertino en el Marais.
Me aclaro la garganta.
La miro a medida que se aleja, parando bajo las luces del bar mientras la
gente camina de un lado a otro, la oscuridad cayendo rápidamente, las luces de
los autos que pasan iluminando los edificios de piedra de una manera soñadora.
Mi corazón se aprieta, solo un poco, y ni siquiera sé por qué. Siento que me falta
una parte de mí, y este trabajo me va a alejar más de él.
—Aurora, bienvenida —dice Maja cuando entro por las puertas laterales
del palacio y paso al vestíbulo—. ¿Qué tal estuvo su vuelo? Siento mucho no
poder estar allí para recibirla, hubo tanto que hacer hoy. Espero que no haya
sido un problema encontrar a Henrik.
Se siente como el primer día de clases y en lugar de decirme que debo ser
fría e indiferente como lo fui con el rey Aksel, me digo que debo ser cálida y
respetuosa con todos los que conozco.
No es tan difícil cuando me presentan, una vez más, a Henrik, a Karla, una
cocinera, o a Agnes, la jefa de limpieza. Son corteses y acogedores sin esfuerzo,
lo que me recuerda un poco al personal animado de La Bella y la Bestia. Pero ya
sabes, gente real.
Entonces se abre la puerta al otro lado del pasillo y sale un alto hombre
delgado, de frente hundida y cabello rubio pálido, vestido con un traje elegante.
Me parece vagamente familiar, así que supongo que debo haber visto su foto en
algún lugar durante mi juerga de espionaje.
—Han er gået i seng —dice con firmeza antes de girar sobre sus talones y
alejarse.
—¿Desagradable? —bromeo.
Asiente.
—Sí. Él es… bueno, estoy segura que sabrá de él a su debido tiempo. Sin
embargo, es el secretario del rey, así que estará bastante cerca de él. Intente
mantenerse en su lado bueno.
—Oh, Dios mío ¿él era quien conducía cuando ella murió? Los arrojó por
el precipicio.
Maja asiente furtivamente y me hace un gesto para que baje la voz. Tengo
la costumbre de animarme un poco.
Aunque todo lo que acaba de decir Maja es genial para mi ego, puedo
hacerlo sin la presión adicional. Solo puedo esperar ser una especie de luz para
ellos.
Se siente mal. 68
Y sin embargo poderoso.
Podría acostumbrarme.
—Es broma —digo rápidamente. Seria. Hay que ser serio en esta silla—.
Entonces, ¿qué quiere que firme?
70
5
Aurora
A
pesar de estar cansada, no duermo muy bien.
Aunque una tina llena de café no estaría de más. Enciendo las luces y
miro alrededor de la habitación. Me pregunto si les importaría que traiga una
tetera para la habitación junto con un poco de té y café instantáneo. No me veo
caminando penosamente hasta la cocina cavernosa a todas horas del día y de la
noche para mi dosis.
—Oh, por todos los santos —me quejo, girando y tratando de moverla.
Pero, por supuesto, el único par de mallas que tengo están rotas. Así que
me pongo calcetines gruesos hasta la rodilla para combinar con mis botas y una
camiseta blanca con cuello en V debajo de un cárdigan gris claro, del tipo
“abuelo”, que es lo suficientemente largo para cubrir el hecho de que mi falda
solo tiene la cremallera hasta la mitad, y llevo mi largo cabello hacia atrás
rápidamente en una coleta, saliendo al pasillo. Probablemente debería
molestarme con un poco de maquillaje, pero prefiero estar con la cara
descubierta a llegar tarde.
Mientras tanto, Maja tiene una ceja levantada mientras echa un vistazo a
mi falda. No dice nada, aunque prácticamente puedo escucharla chasqueando la
lengua en su cabeza.
Clara se ríe.
—Más tarde debo jugar al escondite contigo. Hay tantos escondites que
nunca jamás me encontrarás.
—Clara —la regaña Maja en voz baja—. Sabes lo que pasó la última vez.
—Fueron unas horas —la corrige Maja con una sacudida de cabeza—. Y
fue suficiente para hacer llorar a la vieja niñera cuando no pudo encontrarte.
Debes prometerme que no le harás eso a la señorita Aurora.
Un silencio pesado parece invadir la mesa. Esta es la primera vez que veo
a las niñas mencionar a su madre y no tengo ni idea de cómo lo van a manejar.
—Sí, por supuesto, Su Alteza Real —dice Henrik a medida que enciende
el auto.
—Hablo fluido, ¿verdad? ¿No soy la mejor hablante de Inglés que hayas
conocido? —Se ve increíblemente linda con otro vestido, este de un estampado
azul que combina con la diadema azul en su largo cabello rubio y liso, con
sandalias de color coral. Una mochila que parece empequeñecerla ocupa el
espacio entre nosotras.
¿Escuela pública? Eso es nuevo. Habría pensado que las chicas estarían
encerradas en alguna academia ultra privada, ultra exclusiva y ultra cara para
la realeza.
—¿Como qué?
Si eso es posible.
Dice esto de una manera tan casual que parpadeo hacia ella por un
momento.
—De acuerdo.
Salgo del auto y corro rápidamente, lo cual es difícil con esta falda, hacia
el otro lado para ayudarla, sacando su mochila. Cierro la puerta y voy a agarrar
su mano, pero ella la retira sutilmente.
—Está bien —le digo. Sé que a su edad la dinámica escolar puede ser
bastante complicada y eso sin tener en cuenta todo el asunto de ser princesa—.
Aunque, aquí estaré después de la escuela.
78
—Genial —dice, dándome un pulgar en alto a medida que se gira y se
aleja.
Todos la miran mientras avanza pero ella camina con la cabeza en alto.
Esa actitud probablemente solo empeora las cosas para ella a esta edad
con todo el título de “princesa”, pero lo creas o no, puedo identificarme. Crecí
con gente susurrando sobre mis padres o de mí de una forma u otra y lo único
que puedes hacer es sonreír y fingir que no te molesta, sin importar lo mucho
que te rompas por dentro.
Hay muchas cosas que quiero preguntar, sobre todo, pero tengo que
recordarme que es solo el primer día. Si Dios quiere, tendré mucho tiempo para
aprender cosas por mi cuenta.
Cuando vuelvo, Maja me pasa a Freja y se va, diciéndome que llame a
Agnes, el ama de llaves, si necesito algo, y de repente me siento despojada. La
verdad es que, en comparación con la mayoría de los lugares en los que he sido
niñera, nunca antes había tenido este nivel de orientación y estoy agradecida
eternamente de que Maja haya estado aquí para mostrarme cómo funciona
todo, incluso si a veces es un poco estirada. Pero ahora que se ha ido, el pánico y
el miedo están comenzando a instalarse. Siento que todos mis años de
experiencia se han desintegrado en mis manos y no tengo ni idea de lo que
estoy haciendo.
El resto del día pasa bastante rápido, solo Freja y yo deambulando por 79
los pasillos del palacio o jugando con su colección de “muñequitas” en su
habitación, que en realidad es una mezcolanza de animales de peluche,
muñecas American Girl y Barbies. Ambas niñas tienen suficiente para abrir su
propia juguetería, pero supongo que no puedo culparlas por ser un poco
consentidas. Dejando a un lado su tragedia y su título de princesa, ambas son
tan encantadoras que sería difícil decirles que no.
Por supuesto, todo está en danés, pero al menos puedo ayudar con
problemas de matemáticas. Acabamos de terminar en su habitación, sentadas
en un escritorio bajo en el medio mientras Freja juega con sus muñecas,
mirándonos ociosamente de vez en cuando, cuando alguien golpea la puerta.
Agnes asoma la cabeza.
—¿Un baño?
Suspiro.
—Está bien, trenzas. Pero tengo que ser rápida, no quiero llegar tarde a
la cena en mi primer día.
—Nadie se dará cuenta —dice Clara a medida que tomo su cepillo del
tocador rosa y un par de gomas para el cabello—. Normalmente comemos
solas.
Sé que no apreciaría que le diga esto tan pronto en el juego, así que
decido guardármelo para mí. Por ahora.
Una vez que las niñas están listas, bajamos al comedor. Probablemente
debería haberme aseado un poco, al menos intentar quitarme esta maldita falda
o ponerme un poco de maquillaje, pero tendré que conformarme con lo que
tengo.
—No.
—Los cerdos son animales muy inteligentes y leales. Casi como perros.
No tienes que comerlos si no quieres. No tienes que comer ningún animal si no 82
quieres.
Puedo sentir los ojos de Maja clavados en mi cabeza. ¡Ups! Estoy pisando
totalmente los pies de todos por aquí.
Arqueo mi ceja.
—Está bien.
—Espero que sepa lo que está haciendo. Comemos carne en cada comida
y si esto llega a oídos de Aksel…
Maja me lanza una mirada cargada que dice que puedo explicar todo lo
que quiera, pero no va a ayudarme.
También espero que Clara olvide lo que dije, pero al momento en que
sale el plato principal, una especie de cazuela de cordero, Clara se niega
rotundamente.
—Godaften.
Y verlo adorar a sus niñas podría estar prendiendo fuego a mis ovarios.
—Buenas noches, señor —le digo, ofreciendo una reverencia rápida, que
sé que no es totalmente necesaria en este momento—. ¿Cómo estuvo su día?
Demasiado tarde.
84
—Muy bien —dice, aclarándose la garganta, y luego su mirada cae de mi
cara a mis piernas, con una breve y confusa parada intermedia en la chaqueta
de mi novio. No estoy segura que le guste lo que ve o… no… no, espera,
definitivamente es una mirada de desdén por mi falda corta.
—A Aurora le fue muy bien con las niñas —dice Maja, ayudando a Clara y
Freja a bajar de sus brazos.
Hace un sonido despectivo y logra apartar sus ojos de mis piernas para
mirar a Maja. Hay algo en la expresión arrogante de su mandíbula que lo hace
parecer como si está hirviendo de ira perpetuamente.
—Llevaré arriba a las niñas —dice Maja, y por un momento siento que
está intentando dejarme a solas con el rey Aksel. Luego agrega—: Me aseguraré
de imprimirle el horario. Después de la cena, tendrá su propio tiempo privado.
Es muy importante reflexionar sobre el día y recargar energías, al menos al
principio.
—¿A dónde fueron? —pregunta Aksel detrás de mí, y me giro para verlo
allí parado y comiendo tarta de manzana y arándanos de un plato en su mano,
85
apoyándose contra el marco de la puerta. Una vez más, me sorprende lo casual
que parece. Sigue vacilando entre ser un rey todopoderoso y un tipo normal.
Uno que come pastel para la cena.
Intento no entrecerrar mis ojos hacia él. Sé lo que está diciendo. Que me
veo de mal gusto con mi falda corta. Si fuera otra persona, le habría contado
sobre mi cremallera atascada y que llevaba la falda por error. Pero es el Rey
Idiota ¿y ahora? Ahora voy a hacer lo contrario.
6
Aksel
E
sa maldita falda corta.
De hecho, sé que lo está haciendo. Esa mujer tiene rencor saliendo de sus
poros. Cuando la vi al día siguiente después de su juerga de compras en el
Strøget de Copenhague, me mostró con orgullo su variedad de minifaldas en
colores sólidos y blusas estampadas.
—La falda y la blusa pueden cambiar de color —dijo con una sonrisa
brillante—, pero el aspecto general será consistente.
Y, por supuesto, no pude salir y decirle que sus piernas eran distractoras.
Así que ahora, solo estoy intentando lidiar con eso de la mejor manera que
puedo. Evitándola por completo.
—Está bien. —Y eso es todo lo que quiero decir sobre ese tema.
—Las niñas parecen estar más animadas con ella aquí —dice, y entonces
se detiene porque no tiene ningún jodido derecho a comentar sobre las niñas.
Es la única cosa que no tiene permitido discutir conmigo.
Sin embargo, donde Maja ve a una inexperta, veo un desafío. Hay algo en
ella que se mete debajo de mi piel de una manera que no puedo articular. Tal
vez sea su disposición alegre sin esfuerzo alguno o la forma en que me
antagoniza en cada oportunidad. Está bien, quizás antagonizar es una palabra
fuerte. Podría ser mejor decir provocar.
Las pocas veces que le he dicho esto a Maja, me ha dado una pequeña
sonrisa irónica, ya sea porque todo está en mi cabeza o porque me lo merezco.
Solo que no parece haber nada más que notas sobre cómo ser una mejor
niñera. No sé si esperaba una sesión de querido diario titulada “Por Qué Odio a
Aksel” o algo por el estilo.
Por helvede. Quizás debería ser un poco más suave con ella.
Como no quiero ver a mis niñas de lejos cuando están así, bajo las
escaleras hasta las puertas francesas que dan al césped.
—Espero que no le importe que me haya puesto esto —dice Aurora con
cuidado, y desvío mi atención hacia ella. Por una vez, no lleva su blusa y esa
terrible minifalda de siempre, sino un vestido largo de satén verde con mangas
onduladas y un corsé, con un sombrero a juego en ángulo en su cabeza—. Lo
encontré en un armario lleno de ropa en uno de los dormitorios vacíos.
—Le dije que tenía que ponérselo —dice Clara antes de intentar servirle
una galleta al osito de peluche que está a su lado.
—No se preocupe por eso. Supongo que es mejor que lo use a estar en un
armario. Estaba pensando en donarlo todo a un museo o algo así, pero no tengo
tiempo para organizarlo. Quizás cuando termine de jugar a disfrazarse, pueda
abordarlo.
Aurora asiente, con una pizca de sonrisa de vuelta, sus ojos aun
completamente abiertos y cálidos. 92
—Absolutamente.
—Oh, escuche, ahora que está aquí —dice Aurora y trata de ponerse de
pie, solo que levantarse de la silla pequeña es un desafío en sí mismo. Pronto
está pisando el dobladillo del vestido y cayendo hacia adelante.
—Gracias, casi como mie… —Mira por encima del hombro a las niñas que
la están observando—. Mi buena dosis de hierba. Casi como hierba.
Se ajusta el sombrero y luego la parte delantera de su vestido, que, para
mi consternación, es de escote bajo, mostrando las pálidas cimas llenas de sus
senos. Aparto mis ojos y respiro profundamente por la nariz. ¿Qué diablos me
pasa? Primero Aurora usa un suéter que me recuerda a mi padre, después usa
el vestido de mi bisabuela y, sin embargo, de alguna manera sigo excitado.
—Oh, verá… —dice y luego mira a las niñas rápidamente antes de dar un
paso hacia mí.
—¿Qué es?
Aksel, concéntrate.
—¿Qué hay de ellas? ¿Están bien? —Las miro por encima del hombro y
están de vuelta dándole golosinas a sus ositos de peluche y reír alegremente.
—Están estupendas —responde—. Pero todas las noches en la cena se
ponen tristes porque no está allí. Maja les dice que está ocupado y ellas lo
entienden, pero en realidad creo que significaría mucho para ellas si comenzara
a comer con nosotras.
Oh.
—Sí, no ¿qué?
Paso junto a Aurora y el agarre extraño que tiene sobre mí, y camino de
regreso a la mesa.
—Si empiezo a cenar con ustedes más seguido. Entiendo que debería
estar allí y voy a hacer lo que pueda para que suceda con más frecuencia.
—¿Son qué?
—Desde que Aurora nos dijo que podíamos serlo —contesta Clara—. Y
punto.
—¿Surgió?
—¿Quiere que repita esto en danés porque estoy bastante seguro de que
entiende el Inglés? —le digo.
—Mire —digo rápidamente, consciente de que las niñas aún nos están
mirando y captando nuestro lenguaje corporal rígido y hostil—. Sé que lo está
intentando. Sé que está estudiando ese manual y destacando las cosas
importantes. Es solo que…
¡Ah! Cierto.
—¿Cuándo? —chilla.
—Justo ahora.
—¿Por qué? —Se aleja de mí, sus ojos tan llenos de vehemencia que me 97
estremezco un poco—. ¿Por qué haría eso?
—¿Miró en mi cuaderno?
Trago pesado y vuelvo a mirar a las niñas. Esta vez, las cejas de Clara
están hasta la mitad de su frente, mirándome expectante.
—Todo lo que vi fueron notas que apuntó del manual. Eso es todo. Cosas
de niñera.
98
7
Aurora
Octubre
—¡T
ivoli! ¡Tivoooooooooli!
En este momento, apenas puedo recordar ayer. Cada día es más y más
ajetreado cuanto más entro en el ritmo de las cosas. Mi agenda está bastante
apretada y, aunque a menudo la repaso, todo el asunto del idioma extranjero
significa que no asimilo la mitad de las cosas.
100
Asiento, parpadeando hacia ellas.
—Seguro. Tivoli.
—Y la feria de otoño —dice Freja en voz baja—. Quiero ver los animales.
—Está bien —digo—. Pero saben que primero tengo que conseguir mi
café antes de hacer cualquiera de estas cosas.
—Tú y tu café —dice Clara—. A veces pienso que tal vez llevas el nombre
de la Diosa del grano de café.
Niños.
Me visto rápido. Siendo principios de octubre, el clima ha cambiado
drásticamente en comparación con Francia. Si bien los días aún son cálidos y
algo secos, es la luz lo que más extraño. Si bien estoy segura de que podré
soportar el frío, especialmente porque dicen que Copenhague no se vuelve tan
frío como la gente piensa, no sé cómo haré cuando esté completamente oscuro
a las tres de la tarde. Mis raíces australianas soleadas se marchitarán.
Pero como las mañanas son frías y no sé qué esperar con Tivoli o la feria,
me pongo leggins gruesos, calcetines, botas y por supuesto mi uniforme de
minifalda gris y blusa azul marino. Este tiene mangas tres cuartos de largo y un
cuello Peter Pan, que creo que es bastante extravagante.
Incluso con el personal que también vive aquí, los pasillos parecen tener
un eco de recuerdos. Puede que no conociera a Helena cuando estaba viva, pero
la siento a nuestro alrededor. Nada vengativo o lúgubre, simplemente presente
en la mente de todos. Esa pérdida, la falta de una figura materna, hace que todo
se sienta más vacío.
Así que, he estado haciendo lo que puedo para llenar ese vacío. Las
palabras de Aksel aún resuenan de vez en cuando en mi cabeza, cuando me dijo
que no soy la madre de las niñas, que no son mis amigas y no soy parte de la
familia. Quiero decir, sé todo eso. Hace poco que comencé a trabajar aquí,
apenas comencé a arañar debajo de la fachada dorada de esta familia. Conozco
muy bien mi lugar o, al menos, lo estoy intentando.
102
Pero mi lugar no tiene por qué estancarse. No tengo que encajar en la
ranura que fue tallada para mí por la niñera anterior. No quiero ser solo una
curita para esta familia, quiero ayudarlos a sanar. Tal vez eso sea ingenuo de mi
parte, y tal vez debería estar un poco más enraizada con mis objetivos, pero eso
no cambia la sensación de por qué estoy aquí.
Sin embargo, ahora que tengo este trabajo, siento que estaré en él a largo
plazo.
Seguro, podría ser solo un año. Podría ser menos, dependiendo de cuánto
tiempo pueda soportarme Aksel. Podría ser más. Pero mientras esté aquí, no
quiero ser solo una niñera. Quiero ayudarlos a todos a mejorar, de cualquier
forma que pueda. Por una vez, quiero ser útil.
—Bueno, puedes empezar por llevar a estas chicas a lo que sea que sea
Tivoli —me digo en el espejo mientras me lavo los dientes. Hace mucho tiempo
que he dejado de pensar que hablar conmigo misma es extraño.
Asiente.
—Puedo ir con usted si quiere. No debería haber ningún problema, pero
si lo hay, siempre puedo parecer intimidante. —Hace una falsa expresión de
enojo y finge flexionar un músculo.
Oh. Eso. Aún no he tenido que lidiar con los paparazis. Quiero decir, he
llevado a las niñas a pasear por el agua y los parques un par de veces (ahora me
doy cuenta que, seguida por los guardaespaldas) y tal vez ha habido una
persona o dos tomándonos fotos con una cámara grande, pero siempre
estuvieron tan lejos que nunca me molestó.
Por otra parte, no leo los tabloides daneses, de modo que no tengo ni idea
si aparecemos en ellos o no. No puedo imaginar por qué. No hay nada
emocionante en dos niñas y su niñera, sean princesas o no.
Ahora, si Aksel estuviera aquí, entonces podría verlo siendo una historia
diferente. De hecho, esa es una de las razones por las que no tomo los tabloides
si él aparece. Puede que no entienda danés, pero no creo que lo que digan sea
siempre agradable. Debe ser muy difícil no solo ser un rey a una edad tan joven
(relativamente), sino también perder a tu amada reina. Aksel parece ser la
carne de cañón para ellos y nunca se le tiene en la misma consideración que a
Helena.
Aun así, le aseguro a Henrik que estaré bien y agarro a las niñas de la
mano y las llevo al parque.
—¡Dijo que era porque papá y mamá estaban aquí con nosotras! —grita
Clara prácticamente, su cara enrojeciendo—. ¡Ahora ella se ha ido y él no
vendrá y no tenemos nada!
Todos en la fila observan tanto con los ojos totalmente abiertos como
sumisos, y se apartan inmediatamente y se alejan para dejarla ir al frente.
—¿Les importa? —Me giro y le grito a la multitud—. Esta niña podría ser
una princesa, pero aun así es una niña que perdió a su madre. ¡Si publican algo
de eso, los demandaremos!
Finalmente, Clara se rinde y me deja llevarla lejos. Me las arreglo para 107
llevarla a la vuelta de la esquina entre la multitud y luego me arrodillo para
mirarla, mis manos sobre sus hombros la mantienen en su lugar.
—Sí, y una diosa. —Acerco a Clara para darle un abrazo ligero. Soy de las
que siempre abrazan, pero entiendo a las personas que no lo son y con Clara a
ella le gusta o hace un escándalo.
Clara se echa hacia atrás y asiente, mirando a otro lado. Parece
avergonzada y de repente se da cuenta de la escena que provocó.
—Ojalá tuviera magia para traer de vuelta a tu madre y tener todo como
era. Ojalá la vida funcionara de esa manera.
Sonrío.
—Esa es una conversación para otro momento. Sin embargo, por ahora
todo lo que tenemos es el presente, así que es mejor que lo aprovechemos al
máximo. ¿Cierto?
—Sí, por supuesto —les digo—. Vámonos. —Tomo sus manos y las tres
levantamos la barbilla, la cabeza en alto y salimos del parque.
La feria de otoño está más allá de la ciudad, que consiste en un agradable
paseo en auto a través de carriles bordeados de árboles rojos, hojas doradas y
campos de trigo brumosos. Bajo la ventana y respiro profundamente, sintiendo
que mi cabeza comienza a despejarse lentamente. Pasé la mayor parte del viaje
totalmente confundida y agotada después de la crisis de Clara en Tivoli.
Freja insiste en llevar la gran mochila de Clara esta vez y no quiero otro
escándalo en mis manos, así que la dejo, aunque empequeñece su cuerpo
diminuto. Visitamos los animales de la granja con los que las niñas se llevan
bien, especialmente las ovejas y los cerditos, y luego agarro una bolsa de
manzanas y algunos tubérculos para Karla, ya que los daneses están tan locos
por ellos y los incorporan en cada plato (junto con rugbrød, que es un sabroso
pan de centeno oscuro que nunca puedo pronunciar bien).
Freja los observa con la nariz arrugada que se vuelve cada vez más
exagerada a medida que la pareja continúa con sus besos y apodos, mientras
Clara los contempla con curiosidad.
—¿Qué?
110
—No tienes novio —repite. No estoy segura si se supone que sea un
insulto, pero seguro que lo parece.
—¿Cómo lo sabes?
Es verdad.
—Por Dios, Clara —le digo, frunciendo el ceño a medida que muerdo un
pepinillo—. ¿Nunca antes has oído hablar de una mujer independiente?
—No, no lo he hecho —dice con seriedad—. Pero la niñera antes que tú,
tenía novio. Lo vimos una vez. Tenía caramelos en sus bolsillos, pero era viejo.
—Bueno, tengo mostaza en mi bolso, así que ahí tienes. Y estoy segura de
que todos son mayores en comparación contigo.
—Su nombre era Luc y era muy agradable —respondo. También muy
francés.
—¿Y en Australia?
—No. Sin novios. Esperé hasta tener la edad suficiente para los chicos,
esperé hasta que me mudé a Europa.
—O un rey —dice Freja emocionada—. ¡Oh, tal vez te cases con papá!
—Pero si te casaras con él, no tendrías que mudarte y podrías estar con
nosotras para siempre.
Oh, chico. Ahora bien, no tengo idea de cuál es la vida personal de Aksel y
voy a asumir que si estaba locamente enamorado de su esposa, no la olvidará
pronto. Pero si llega el día en que él comienza a salir con alguien y finalmente se
casa con ella, bueno, esperemos que Clara tenga algo de tiempo para aceptarlo.
112
Me pregunto con qué tipo de mujer saldría Aksel. A pesar de que es tan
gruñón, frío y exigente, podría haber un lado de él que nunca llegue a ver.
Bueno, hay un lado de él que sí veo, cuando está con sus niñas.
—Seguro.
—Iré con ella. Quédate aquí —dice Clara rápidamente a medida que se
levanta de su asiento.
Miro la sección con los cerdos y los animales, un poco más allá de la
pareja besándose.
—Está bien, pero toma su mano y regresen enseguida y quédense donde
pueda verlas.
¿En qué tipo de mujer estaría interesado Aksel? Obviamente, tendría que
tener sangre real. Creo que Helena lo era de una forma u otra. También tendría
que ser tan hermosa como ella. En sus fotos se parece un poco a una Grace Kelly
moderna. Cabello rubio liso, ojos brillantes, cuello de cisne elegante,
extremidades delgadas que se veían bien con cualquier ropa. En los clips de
noticias que he visto, se movía como una bailarina y siempre era tan
encantadora e ingeniosa.
Puedo ver por qué se enamoró de ella. Con quien sea que termine tendrá
113
que ser como ella, o mejor, si eso es posible. Básicamente, tendrá que ser lo
opuesto a mí. No me estoy vendiendo corto, es solo un hecho. Conozco mis
limitaciones.
¿Por qué siquiera estás entreteniendo este pensamiento? ¿Aksel y tú? ¿Tu
jefe? ¿Un maldito rey?
—Vamos, chicas —las llamo a medida que aún están hablando con
entusiasmo con el granjero. Empiezo a recoger nuestros platos y los arrojo a la
basura justo cuando se acercan a mí con grandes sonrisas en sus rostros.
—Ahora deberíamos irnos a casa —dice Clara en un tono que no puedo
identificar—. Ahora mismo.
Nos acercamos al auto, ellas detrás de mí, y les digo en voz baja:
114
8
Aurora
D
ebo haber parecido un desastre en el momento en que
regresamos al palacio porque Maja solo me miró y dijo que podía
tener el resto de la noche libre. Ni siquiera tenía que cenar con
ellos si no quería; en su lugar, podía hacer que Henrik me llevara adónde
quisiera en la ciudad.
Pero si bien todo eso sonaba bien, y tenía ganas de escapar del palacio
por una noche y tener algo de tiempo para mí, actuar como una veinteañera, tal
vez incluso coquetear con algún danés sexy ya que las chicas me recordaron mi 115
falta de vida amorosa, estaba tan cansada que subí directamente a mi
habitación y no bajé el resto de la noche, ni siquiera para comer.
Luego escucho el chillido una vez más, seguido de risitas y una mini
estampida de pies descalzos contra los pisos de madera.
Miro por el pasillo hacia la habitación de Aksel, pero aparte de las risitas
de las chicas, no hay otros sonidos, nadie más alrededor.
Las escucho a ambas callándose entre sí, luego algo cayendo y entonces
una puerta cerrándose de golpe. 116
—Clara, Freja —siseo—. Voy a entrar ahí.
—Oh, Dios mío —digo—. Oh, Dios mío, ¿qué es eso? ¿Qué hay en el
armario?
—¿Cómo es que hay un cerdo? ¿De dónde sacaron un cerdo? ¿Por qué
hay un cerdo? —grito cuando el cerdo vuelve hacia nosotras, sus patitas
rosadas moviéndose velozmente—. ¡Ahhhhh!
Freja se lanza una vez más hacia él y cae de cara en la alfombra, luego se
levanta y corre tras él, sonriendo como una lunática a medida que avanza.
Como no me ayuda, agarro a Clara y hago que me preste atención.
—Sí, el granjero nos lo dio —dice Clara, poniendo sus manos en sus
caderas—. Dijo que era un regalo para las princesas de su hermoso país.
—¡Lo hizo! Quería que tengamos a Snarf Snarf. Dijo que siempre se
quedará de este tamaño. Se llaman cerdos tacitas de té.
—No hay tal cosa. Ya es más grande que una taza de té y todos crecen,
mucho más grandes que esto. Clara, Freja, saben que no pueden quedárselo. 118
—¡Sí podemos! —grita Clara, corriendo hacia Freja y uniéndose a ella
debajo de la cama—. Vamos Snarf Snarf, somos tus amigas, te protegeremos de
ella.
Hay otro chillido y entonces las chicas gritan y el cerdo se las arregla
para meterse entre ellas y vuelve a correr por la habitación. Apoyo mi cabeza
entre mis manos y suspiro. Por el amor de Dios.
—Está borracho —dice Clara con total normalidad. La miro con sorpresa
a medida que sale de debajo de la cama y se arregla el camisón.
—¿Borracho?
Asiente.
—Estaba actuando raro en la cena y escuché a Maja decirle que estaba
borracho y debería ir a su habitación. Fue un poco divertido, era como si
estuviera en problemas.
Se encoge de hombros.
Observo como Freja sigue corriendo por la habitación. Sé que Aksel dice
que hará cualquier cosa por ellas, pero estoy bastante segura de que esto es
cruzar la línea. Primero se vuelven vegetarianas, luego incitan a un granjero
para que les dé un cerdo.
No, estoy segura que es un ebrio cruel, ya que es una persona bastante
cruel en general. Mejor me alejo de ese escenario.
Lo que significa, por supuesto, que tendremos que lidiar con Snarf Snarf
hasta la mañana.
Al final nos toma alrededor de media hora llevar a Snarf Snarf al baño,
luego le pido a Clara que corra a la cocina para traerle un cuenco que podamos
llenar con agua. No hay forma de que deje a esas dos aquí arriba solas,
probablemente lo dejarían salir en un minuto acalorado.
Tal vez si no hubieras estado soñando despierta con su padre, añade esa
voz molesta en mi cabeza.
Y no importa en qué.
—Muy bien niñas, es más de medianoche, así que nos vamos a dormir
directamente, ¿de acuerdo? —les digo mientras quito las mantas y entro.
Oh, colega.
121
Respiro profundo y empiezo a contarles sobre un cerdito real travieso
llamado Snarf Snarf que robó la corona del rey. Para cuando llevo unos
minutos, las niñas están acurrucadas contra mí, dormidas profundamente.
A pesar del día que he tenido y del hecho de que mañana voy a tener
tantos problemas, verlas durmiendo a mi lado me da un sentimiento profundo
de paz. Creo que me quedo dormida con una sonrisa en mi rostro.
—Ha encontrado a Snarf Snarf —dice Freja en voz baja, con miedo en sus
ojos mientras se levanta de la cama. Por mucho que las niñas dijeran que las
dejaría salirse con la suya, creo que también saben que tener un cerdo como
mascota no está destinado a pasar.
Los ojos de Aksel son como hielo afilado cuando me mira fijamente, una
rabia fría formándose detrás de ellos. Luego ve a las niñas a ambos lados de mí,
y su expresión cambia instantáneamente a una de confusión.
122
—¿Por qué están aquí, niñas?
No.
¡Un idiota nos estaba grabando cuando les dije que los demandaría!
—Aún son niñas, y las niñas van a tener crisis nerviosas y rabietas de vez
en cuando. —No sé dónde encuentro el valor para discutir, pero siento que
estoy en un punto de ruptura.
¡Vaya! ¡Vaya!
Mierda. Esto duele. Quiero decir, esto duele. Sabía que era un idiota pero
sus palabras nunca me hicieron tanto daño hasta ahora. Jesús, ¿por qué incluso
estoy dejando que me afecte?
Quizás porque también lo creo.
Quizás porque ha pasado casi un mes y aún siento que apenas tengo la
cabeza fuera del agua. Me he esforzado mucho por perseverar y mantener una
actitud positiva y seguir la corriente, pero… pero…
Sujeta mi brazo y me atrae hacia él antes de que pueda dar dos pasos.
—Mire —dice. Su voz suena baja, su postura insegura. Ahora no sabe qué
hacer conmigo—. Lo siento.
Frunce el ceño.
—Debí haberle dado más advertencia sobre los paparazzi. Sé que pueden
ser difíciles de evitar, solo… estoy intentando proteger a mis niñas. No quiero
que momentos íntimos como ese terminen siendo chismes para las masas. ¿Lo
entiende?
—Entiendo. Por supuesto que entiendo. Quiero para ellas las mismas
cosas que usted. Pero sabía que íbamos a ese parque temático.
—Lo sé. Ese es el problema. También quiero que sean solo niñas. No sé
cuál es el término medio feliz. Antes… estaba Helena.
—No —dice rápidamente, algo brillando en sus ojos. Luego se relaja un 126
poco—. No, ambos lo hicimos. Era solo que ella lo planeaba todo. Se encargaba
de todo, a falta de una palabra mejor. Debí haber hecho más, pero… esos eran
nuestros roles. Y ahora soy padre soltero y honestamente… no sé cómo hacerlo.
No sé cómo podré criarlas sin ella.
Oh, Dios mío. Está siendo honesto. Y real. Y sus ojos ya no son este fulgor
cortante, sino que hay una suavidad en ellos, en su rostro. Me dan ganas de
seguir mirándolo, de seguir apartando ese exterior duro, de ver cómo es en
realidad. Si tiene un corazón que late.
Observo a medida que traga pesado, sus ojos aún clavados en los míos. Si
tan solo pudiera leerlos, si tan solo pudiera entender lo que estaba pensando.
—Solo quiero que sepa que, hice lo que pude con las niñas y eso es lo
mejor que puedo hacer. Después de que Clara se derrumbó, nos fuimos. Vi a las
personas tomando fotos y sé que debí haberme comportado con más decoro del
que lo hice, pero es lo que es. Puedo… puedo trabajar en ser más correcta. Solo
tiene que darme tiempo. Demonios, deme una oportunidad. No estoy segura de 128
que aún lo haya hecho.
—Está bien.
La mira, y juro que veo una sonrisa destellar por un segundo. Es como
intentar fotografiar un rayo.
—Sobre las niñas —empiezo con cautela—. La razón por la que Clara
estaba teniendo problemas. Es porque la última vez que estuvieron en Tivoli,
fueron allí como una familia. Fue incómodo solo con nosotras tres, con los
paseos y todo eso. De todos modos… sé que es mi costumbre pisar los pies de
todo, pero ¿puedo hacer una sugerencia? —Me mira expectante, para que siga
adelante—. Creo que quieren volver a sentirse como una familia. Quizás hay
alguna salida que podamos hacer, los cuatro. También Maja, si quiere. Y antes
de que diga nada, sé que no soy Helena, soy la niñera. Soy muy consciente de
ello. Totalmente. Simplemente creo que sería bueno para ellas.
9
Aksel
—S
u Alteza Real, la princesa Stella, está aquí —anuncia
Agnes desde la puerta de mi oficina.
¿Es triste que en realidad le haya dado brillo a ese uniforme suyo? Señor,
ayúdame si alguna vez se entera.
—¿No nos vamos? —pregunta con esos grandes ojos suyos totalmente
abiertos—. Creo que su hermana está aquí, tengo que buscar las cosas de las
niñas.
—Deja que Agnes o Johan hagan eso —le digo, tirando de ella hacia
abajo—. Venga conmigo, tiene que conocer a Stella y Anya.
Aurora parece vacilar, y luego me deja llevarla escaleras abajo. No suelto
su brazo hasta que estoy seguro de que no huirá. Además, su piel es
terriblemente suave y sedosa. Distractora.
Sigo sin creer que este Snarf Snarf haya sido parte de nuestra familia
durante tres semanas a estas alturas. Cuando descubrí por primera vez que las
niñas tenían un maldito cerdo en la casa, fue justo después del artículo
sensacionalista sobre ellas en Tivoli. Creo que tuve un ataque al corazón y volví
a enojarme con Aurora.
Sin embargo, por una vez, estuvo de mi lado y quiso que el cerdo se fuera,
que volviera a la granja de la que se lo llevaron sin escrúpulos. Simplemente no
planeé las lágrimas y el viaje de culpa de Clara y Freja, quienes parecían tener
toda una actuación y un discurso planeados para ese mismo instante. De hecho, 131
estoy empezando a pensar que toda su idea de ir a la granja después de Tivoli
fue parte de un elaborado robo de cerdos.
Y remataron con:
Tal vez fue por el colapso público de Clara y comprender que las niñas no
son tan fuertes como pensaba, tal vez fue porque Aurora me miró de manera
diferente cuando comencé a ceder. De cualquier manera, dije que podían
conservar al cerdo con dos condiciones. Uno, que nunca lo huela. Dos, que
nunca lo vea. Si alguna de esas condiciones se rompía, ese cerdo terminaría en
el plato en la cena de Navidad y, sí, obligaría a las niñas a comérselo.
Tengo que decir que, por primera vez, se siente mal verla así.
—Y Anya —le digo mientras juega con sus coletas tímidamente—. Debes
estar emocionada por nuestro viaje a Legoland.
Aurora le sonríe.
Un horrendo chillido agudo nos interrumpe, lo que hace que Stella se 133
quede sin aliento.
—Por helvede —dice Stella, con los ojos desorbitados—. ¿Qué fue eso?
—¿Snarf Snarf?
—¿Porque es bonita?
Se ríe.
—Si tu madre dice que está bien. Pero tenemos que irnos en cinco
minutos.
—Quizás tengas razón. Pero creo que tú sientes eso más que yo. Por otra
parte, creo que cualquier adulto probablemente se sienta así. La adultez es
como una jaula, las restricciones se van superponiendo lentamente a lo largo de
los años, como rejas. Familia, trabajos, cónyuges, hijos, expectativas. Todo se
suma. Todo nos cambia para convertirnos en las personas que la sociedad
quiere que seamos.
—En realidad debería estar aquí más a menudo para ti. —Su voz es
tranquila.
Le echo un vistazo.
—Podría decirte lo mismo.
—¿Y tú?
—Probablemente por eso ahora tengo un cerdo como mascota. Mis niñas
están viviendo el sueño.
Se ríe.
—Puedo ver eso. —Luego me observa de arriba abajo con una mirada
perspicaz—. Aunque, también te ves mejor.
—Seguro. Bueno, las niñas ahora son vegetarianas, así que creo que
podemos culparlas a ellas, y a Aurora, por eso.
—Parece que ha hecho algunos cambios positivos.
—Ni me lo recuerdes.
137
10
Aksel
L
egoland es una institución danesa y una meca para los niños,
jóvenes y mayores de todo el mundo, que aman esos bloques de
plástico irritantes que se sienten como la muerte cuando los pisas.
No hemos estado aquí desde que las niñas eran muy pequeñas y cuando
íbamos era siempre más por publicidad que por ellas. Helena era muy
consciente de ser vista a menudo con ellas, de lo contrario, decía que la gente
diría que era una mala madre. Así que, cuando íbamos, íbamos en horario
público, con todo un séquito de seguridad con nosotros. Helena siempre decía 138
que esto nos haría ver más humildes, pero no había forma de que las niñas lo
disfrutaran plenamente cuando las estuvieran persiguiendo y fotografiando
todo el día.
Eso era lo que pasaba con Helena. Solo quería que el público nos vea
como personas humildes: asegurándose de que vayan a una escuela pública,
llevando a las niñas al parque “sin maquillaje”, haciendo cosas de caridad, pero
dentro de las paredes de nuestro palacio, estaba obsesionada con nuestra
posición, nuestro estatus, nuestra sangre. A veces taladraba eso en la cabecita
de las niñas, razón por la cual, probablemente, Clara puede ser a veces un poco
estirada. Siempre le enseñaron que era mejor que todos.
Es una de las razones por las que pensé que Aurora podría llevarlas a
Tivoli y tener a los agentes de seguridad en segundo plano. Darles a las niñas la
oportunidad de ser niñas. Dejarlas que sientan de hecho lo que es ser “común”,
a falta de una palabra mejor.
Luego escucho a Aurora caminando por el pasillo corto que conecta esta
habitación con esa y se detiene junto a la pared, dándome una sonrisa rápida a
medida que se lleva su cabello detrás de la oreja.
—Supongo que escuchó todo eso —dice en voz baja, aun sonriendo,
aún… radiante. ¿Cómo nunca antes noté lo mucho que brilla?
—Entonces, ¿cómo termina la historia? —Me las arreglo para decir, mis
palabras saliendo espesas.
Se encoge de hombros.
—No lo sé. Cada vez termina de manera diferente.
Resopla.
—Ni siquiera usa corbata —dice—. Dudo que sepa cómo ponerse una.
—¿En serio?
—Sabe que me encanta cuando me llama así. —Puedo decir que está
dudando, reflexionando sobre lo que dije. Quizás la pillo desprevenida. Quizás
está intentando pensar en una respuesta inteligente.
Les he quitado tanto a mis hijas. Fueron mis acciones esa noche las que
mataron a mi esposa. Fue por mí que ellas sufren su pérdida, que crecerán así,
sin una madre.
La culpa.
Y sin embargo, cuando Ludwig trabajó para mí, lamenté que él tampoco
fuera un amigo. Solo un miembro indiferente del personal. Había querido,
necesitado, alguien a quien acudir.
—Tengo mis formas —contesta con picardía, y sé que debería decirle que
he cambiado de opinión, que voy a acostarme, que puede quedarse con la
botella, cuando se escabulle en la habitación.
Esto.
Enfoco mis ojos en los de ella, esperando que no pueda leer que estoy
ardiendo por dentro.
Pongo mi mano alrededor del vaso, sus dedos rozan los míos y no me
suelta.
Hace una mueca, sus ojos cerrados con fuerza, su lengua afuera.
—¡Puaj! Caray. —Luego toma otro sorbo—. Hmmm. Está mejorando. Mas
o menos. —Me mira, haciendo una mueca—. Lo siento, ¿por qué está
intentando disculparse?
—Por hacerla llorar.
—Puede que haya derramado una lágrima o dos desde entonces, pero
eso se debe a mi período, no a usted.
—Supongo que debería estar preparado para eso con dos hijas.
—Oh, sí. —Se ríe. Suave y, sin embargo, perverso—. Le espera un viaje
increíble.
—No si está aquí para ayudarme —digo, y al momento en que las 146
palabras salen de mi boca comprendo lo tonto que fue decir eso.
Pone los ojos en blanco y se inclina lejos de mí, de nuevo sobre sus codos.
La verdad es que, sigo repitiendo esa escena una y otra vez. Sé que
después se resolvió por sí sola, pero sentía que no había un cierre. Me sentí
como un villano al momento en que vi esas lágrimas caer de su rostro
normalmente alegre. Y cuando dijo que pensaba que la odiaba, juro que me
rompió el corazón. Un recordatorio duro de que aún tengo uno.
—¿En serio? Sabe, ese primer día, Maja le describió como simplemente
desagradable.
Lo cual te mereces.
147
—Pero —continúa—, sé que está intentando esforzarse para ser más
amable conmigo. Y se lo agradezco. —Termina el resto de su bebida como si
fuera una profesional y luego se sirve otro vaso.
Se encoge de hombros.
—No. Solo tengo ganas de soltarme el pelo, ¿sabe? Lidio con sus hijas
todo el día, es un buen cambio hablar con un adulto. Incluso si es usted.
—Oye —le digo, dándole una mirada burlona—. Le haré saber que soy
una compañía excelente.
Me pongo rígido.
—Pero fue él quien estaba conduciendo el auto que la mató. Casi también
le mató a usted.
—Yo dije que las carreteras estaban resbaladizas —le digo, mirándola
fijamente—. Yo estaba ahí, Aurora. No fue su culpa.
—Pero ¿por qué después de todo eso mantenerlo trabajando para usted?
Culpa. Es culpa.
Es la mentira.
Es el hecho de que Nicklas nunca condujo. Que era yo al volante. Que fui
yo quien se salió de la carretera. Que fui yo quien mató a mi esposa.
Y solo puedo esperar que lo mismo siga siendo cierto para él.
—¿Por qué?
—¿Me desprecia?
—Creo que está asumiendo demasiado. Otra vez. Y de todos modos, ¿qué
hay de usted? A estas alturas sabe más de mí que yo de usted. Tengo un
currículum para empezar, pero eso es todo. No pude encontrar ninguna otra
información sobre una tal señorita Aurora James.
La estoy observando con tanta atención, de modo que noto que la chispa
en sus ojos vacila un poco y está calculando algo, intentando averiguar qué
decir. Es curioso, considerando la frecuencia con la que deja escapar lo que 151
siente.
—Pruébame.
—No.
—Entonces, dígamelo.
—Bien. Es Windorah. En Queensland. —Y su acento se vuelve
mágicamente aún más australiano. Gruñe—. Oiga. No se burle de mi acento.
—Está sonriendo.
—¿Lo hago?
Se encoge de hombros.
—Creo que habría sido una maestra nata. O al menos una especialista en
historia o una arqueóloga con su amor por los dioses griegos. Siempre les está
enseñando algo a las niñas, su cerebro es como una biblioteca.
Feliz.
—Lo siento —digo en voz baja, sintiéndome horrible por hacerla admitir
eso ante mí.
154
11
Aurora
Diciembre
D
iciembre siempre ha sido una época curiosa para mí.
Debería estar feliz de tener un trabajo que amo, con niños que amo
(porque, seamos sinceros, es imposible no hacerlo) en un país encantador que
estoy adorando lentamente.
Pero hay algo en las fiestas navideñas que se cuela como el frío a través
de las grietas del piso. Te vuelve hacia adentro hasta que te pierdes en tu propia
introspección. Descubre el pasado antes de volver a enterrarlo en la nieve. Te
hace sentir cosas que no quieres sentir, como si todas tus terminaciones
nerviosas estuviesen expuestas.
Pérdida. Si has perdido a alguien o algo, entonces sentirás sobre todo esa
pérdida.
Está la pérdida.
¿Por qué siento que esta pérdida dentro de mí siempre se resolverá con
amor?
Me encojo de hombros.
—A veces todos nos deprimimos.
—Pero no tienes nada de qué estar triste —dice con total naturalidad.
Tengo que andar con cuidado, sabiendo que las chicas tienen mucho de
qué estar triste.
—Para muchas personas puede ser una época del año difícil y triste.
Todo es tan feliz por fuera pero…
Asiento.
157
—Sí. Murió cuando yo tenía diez años.
—¿Cómo?
—Gracias, Karla —dice Clara—. Este año será el mejor árbol de todos los
tiempos. Sobre todo porque Aurora nos está ayudando.
Conozco suficientes palabras en danés a estas alturas para saber que sne
significa nieve, porque han advertido de mucha sner para febrero.
—Oh, es tan bonita —dice Clara—. Quizás tengamos una Navidad blanca.
¡Oh, tal vez no tenga que ir mañana a la escuela!
Bueno, no sé eso a ciencia cierta, pero estoy bastante segura de que las 158
escuelas en Dinamarca no cierran por un poco de nieve.
Durante el último mes nos hemos acercado más, desde nuestro viaje a
Legoland. Algo cambió entonces para nosotros. Cambió de tal manera que estoy
pensando en términos de nosotros. En términos de tener una relación con él.
—Creo que esta noche decoraré la mitad superior —le digo—. ¿Si quiere
unirse?
—Bueno, escuché que su tradición también era decorar el árbol solo el 162
día antes de la víspera de Navidad —le digo—. Ahora, mírese. Solo es el cinco
de diciembre.
—Hmmm. Quizás pueda tomar mi lugar en el trono. Tal vez quiera un día
libre.
Ser reina. Incluso el hecho de que dijo eso con tanta facilidad.
—No creo que sea parte de la descripción de mi trabajo —bromeo con
él—. Puede que tenga que pagarme más.
Nos las entrega y luego se va, lanzándome una mirada curiosa antes de
irse. Me pregunto qué significa esa mirada. Probablemente el hecho de que
Aksel no es de los que comparten su tiempo así con nadie más que con las
niñas.
Abre la boca para decir algo justo cuando escuchamos a Clara gritar
desde abajo. Me vuelvo para ver a Freja en la puerta de la habitación, con
lágrimas corriendo por su rostro.
Sacudo la cabeza.
—Les dije a las chicas que podían darle las buenas noches. —Es entonces
cuando escucho a Clara gritar de nuevo y me doy cuenta que está llamando al
cerdo.
Oh, mierda. Snarf Snarf escapó. Es tarde, está nevando y a estas alturas
podría estar en cualquier lugar de la ciudad, quizás atropellado por un
automóvil. Mi mente va al peor escenario.
—Estoy en eso —le digo a Aksel, engullendo el resto del oporto para
agarrar coraje y salgo corriendo de la habitación.
—¡Aurora, espera! —le oigo decir, pero no importa. Tengo que encontrar
ese maldito cerdo o las niñas van a ser devastadas, y lo último que necesitan es
perder algo más que aman.
—Pero Snarf Snarf —dice, y mientras la llevo hacia la luz del vestíbulo,
puedo ver el miedo puro en su rostro—. No era mi intención hacerlo. Pensé que
sería divertido verlo en la nieve y no había tanta nieve en la parte de atrás y…
—Se interrumpe en una serie de murmullos en danés que no entiendo.
164
—Lo recuperaré. Solo quédate dentro ¿de acuerdo? Ve a buscar a tu
padre. —La acompaño más al interior antes de salir y cerrar la puerta.
Aksel estará tan enojado, una ira que dirigirá hacia mí por no
supervisarlas. Pero más que eso, las niñas estarán devastadas y él se ahogará de
culpa. Nada de esto es culpa suya, pero he visto lo protector que es con ellas, he
visto cómo alberga esta tristeza por Helena. Sé que estaba en el auto con ella
cuando murió, tal vez se sienta responsable.
Por primera vez en mis veintiséis años, siento que en realidad estoy
viviendo una vida que amo. Por primera vez, tengo todo que perder.
—Ellas entenderán.
—¿Culparla?
Ahora estoy llorando de lleno, todo escapando de mí, las cosas que
estuvieron latentes, las cosas que no sabía que aún existían. Tengo dolor y frío,
y siento que finalmente he encontrado mi lugar en el mundo, solo para darme
cuenta de lo temporal que es en realidad.
Estoy llorando tan fuerte que apenas me doy cuenta de que Aksel está
detrás de mí, su calidez recubriéndome como un manto, poniéndome de pie.
Soy consciente de que es un rey y está actuando así en público y, al mismo
tiempo, me desgarra un dolor que nunca reconocí. Un dolor por una pérdida
que aún no ha sucedido.
Subimos las escaleras y Aksel le está ladrando a alguien para que mueva
la silla hacia la chimenea.
—Lo siento —susurro. Ella frunce el ceño, sin comprender. O tal vez mi
voz suena demasiado temblorosa, demasiado baja para escuchar.
—¡Papá! —grita, y me las arreglo para mirar por encima del hombro
para ver a Aksel entrar en la habitación, dirigiéndose hacia nosotros. Los copos
de nieve descansan en su cabello, sobre sus hombros, su abrigo apretado sobre
su pecho. Sus ojos aún tienen ese filo, ese desenfreno, mientras me recorren,
evaluando el daño. Luego se abre el abrigo y aparece un pequeño hocico rosado.
—¡Snarf Snarf! —grita Clara a medida que Freja se libera del agarre de
Maja y corre hacia él. 169
—¿Dónde lo encontró? —pregunto, ofreciendo una de mis mantas
inmediatamente. El entumecimiento está empezando a desvanecerse, mis
nervios hormigueando mientras se calientan cada vez más y más. Mi corazón es
el más cálido de todos, ver a Aksel tomar la manta y envolver al cerdito en ella,
colocándolo frente al fuego, agachado junto a él. El hocico de Snarf Snarf se
contrae, sus ojos curiosos. Está vivo, está a salvo. Ambos estamos a salvo.
—Es solo un poco de nieve. —Mi voz es débil pero soy terca.
—Sé lo que se siente huir. Estabas huyendo. ¿De qué? ¿De mí? ¿De esto?
Aprieto mis labios y miro al cerdo. Ahora parece estar durmiendo a pesar
de nuestra conversación, que se torna más ruidosa por minutos.
Me encojo de hombros.
—No lo sé. Supongo que… tuve miedo. No estaba segura de lo que usted
haría. Y comprendí lo importante que es este trabajo para mí.
—No. Las niñas lo son todo para mí. —Respiro profundo—. Así como tú.
Probablemente lo último.
Miro hacia otro lado y comienzo a quitar las mantas, cada vez más
calientes. Mi ropa debajo está empapada por la nieve derretida.
—Sabes que mi padre usaba cárdigans como este —comenta en voz baja
mientras sus dedos lo desabrochan lentamente justo por debajo de mis senos.
—Tu padre debe tener buen gusto —logro decir, y mi voz sale toda
chillona.
Inhala por la nariz bruscamente, sus ojos cerrados con fuerza, soltando el
extremo de mi cárdigan. Apoya su mano sobre la mía, sosteniéndola contra su
mejilla, sus dedos cálidos envolviéndose al borde de mi palma.
Pero no lo hace. Sus ojos se abren y parpadean con algo que no puedo
descifrar, algo crudo y peligroso, y vuelve ese ceño. Quita mi mano de su mejilla
y se pone de pie.
—Creo que puedes manejar el resto —dice, señalando los dos últimos
botones. Se aclara la garganta y se inclina para recoger a Snarf Snarf. Sería la
cosa más linda del mundo si aún no estuviera tambaleándome por lo que pasó.
Estuvimos tan cerca, solo por un momento, pero en realidad todo lo que hubo
fue un momento.
Ladea la cabeza.
Después me levanto.
173
Tomo su pijama y me dirijo a mi habitación. Sé que dijo que me quedara
donde estaba pero, sinceramente, no confío en mí. Estoy en el punto en que lo
toco involuntariamente, sintiendo su maldita cara como si estuviera en braille,
sin mencionar que salí huyendo a la nieve y casi tengo hipotermia, lo que
pareció cabrearlo realmente.
12
Aurora
E
l resto de las semanas previas a la Navidad pasan volando.
Después del incidente con Snarf Snarf (y, créanme, siempre
parece haber un incidente con Snarf Snarf) Aksel y yo vamos de
un paso adelante a dos pasos atrás. Aunque a veces participaba en las
actividades navideñas de las niñas, como el encendido de velas y la decoración
de coronas, no estaba la mayor parte del tiempo.
No es culpa suya. Resulta que la Navidad es la época más ocupada del año
para un rey, con un sinfín de funciones públicas, como fiestas para las diversas 174
organizaciones benéficas de Helena, participar en ceremonias anuales y asistir
a numerosas galas y cenas en Dinamarca e incluso en el extranjero. Incluso
tuvimos una cena en el palacio para el Príncipe Heredero de Noruega, pero
según Maja, mi trabajo era mantener a las niñas fuera de vista.
Voy a suponer que piensa que soy una lunática inestable, ya que me
encontró corriendo por la nieve y ya no sabe cómo manejarme. Y eso realmente
apesta porque para empezar diciembre ya era un mes difícil para mí. Odio tener
este espacio entre nosotros, especialmente porque aún siento esta atracción
hacia él, como un imán hacia el otro, que solo aumenta con cada día.
Es una tontería. Tan tonta. Y me duele en el corazón.
Pero los corazones están hechos para tenerte como rehén y estoy cautiva
contra mi voluntad.
—¿Qué? —pregunto.
—Obligando a todos los demás a terminar sus tazones —dice Stella con
un suspiro, dándose palmaditas en el estómago—. Esta hija mía. Tan astuta.
Asiente y suspira.
—Cuando éramos pequeños era mucho… más suelto. Sonreía y reía más.
Ciertamente era más aventurero.
—Sí, como piloto de rally. Luego corría en barcos. Estoy segura de que te
llevará en su yate cuando llegue el verano. Pero para responder a tu pregunta,
solo es así. —Mira hacia la puerta furtivamente como para comprobar si
alguien está escuchando, pero estamos solas en la habitación.
—¿Mejoró?
—Estoy segura que está feliz de que las niñas estén mejor.
—Sí. Es verdad. —Pero aun así, tiene esa mirada traviesa en su rostro,
como si supiera algo que yo no.
Sabiendo esto, hice todo lo posible para comprarles a todos algo especial,
o al menos espero que piensen que es especial.
Afortunadamente, los regalos que elegí para todos son bien recibidos, lo
cual no es una hazaña fácil cuando se trata de una familia real, también
conocida como la familia que ya lo tiene todo. En su lugar, opté por regalos más
inusuales.
Clara está tan feliz que casi se pone a llorar. Deja caer el libro y se acerca
a mí, envolviéndome en un abrazo fuerte que dura varios segundos.
Algo profundo y real brilla en sus ojos azules. Las haces felices, me
recuerdo, por lo tanto, lo haces feliz.
Pero antes de que pueda darle a Aksel su regalo, Anya me pasa el suyo a
mí. 180
—Es del tío Aksel —dice Anya, y no puedo evitar sonreír al escuchar su
nombre.
El papel cubre una caja marrón simple, y levanto con cuidado la tapa
superior para ver un montón de plástico de burbujas cubriendo algo.
—Típico —dice Maja—. Les das todos los juguetes del mundo y aún
quieren jugar con el envoltorio en el que venían.
Es un jarrón o maceta negra con asas, con una pintura dorada que se
extiende a su alrededor representando algunas escenas. Escenas griegas. Es
jodidamente antiguo y, por lo que puedo decir, absolutamente verdadero.
Mis manos están empezando a temblar, así que dejo el jarrón en el suelo
y lo miro.
Sacude la cabeza.
—Es demasiado.
Mientras tanto, los ojos de todos los demás van y vienen entre nosotros
como si estuvieran viendo un partido de tenis.
—Aksel…
—Pero.
Miro a todos con la barbilla en alto, intentando evitar que las lágrimas se
me suban a los ojos. Respiro profundamente por la nariz, la siento ardiendo,
luego consigo sonreír. No puedo creer que haya hecho esto por mí.
Una vez que los regalos están listos, ignoramos el desorden de los
papeles de envolver desechados y jugamos otra tradición, que es encender una
vela y pegarla en el árbol en un soporte especial. Este juego debería llamarse
“Riesgo de incendio”, pero el objetivo del juego es permanecer despierto y ver
de quién es la vela que arde de último.
De repente, me doy cuenta de que somos solo Aksel y yo. Incluso las
cantidades copiosas de sidra dulce y vino que he estado bebiendo toda la noche
no son suficientes para templar los nervios comenzado a hormiguear dentro de
mí, como un cable en el suelo. Estoy dolorosamente consciente de que la última
vez que estuve a solas con él fue en esta misma habitación y las cosas se
pusieron raras.
—Te he oído decir algunas cosas extrañas —reflexiona—. Una vez dijiste
que la plaza de enfrente estaba hasta la coronilla cuando estaba llena de gente.
Llamaste bribona a Clara, ¿verdad? ¿Cuándo no se levantaba de la cama una
mañana? Y otra vez dijiste que estaba usando calzas cuando iba al gimnasio en
pantalones de chándal. Tuve que buscar todo en Google para entenderlo.
Me encojo de hombros.
—Ni siquiera cerca. Incluso haces lo que algunas madres deberían hacer.
Siempre vas más allá por ellas. Más que eso, les dejas ser quienes necesitan ser
sin tratar de contenerlas, sin ponerlas en una caja. Nunca antes habían tenido
eso, y es lo que siempre he querido para ellas. Es lo que nunca tuve al crecer. 186
Tienes un corazón tan grande, y las amas y ellas lo sienten. No tienes idea de lo
invaluable que es eso. Vale más que un jarrón. Vale más de lo que puedo darte.
Pero, por supuesto, no puedo decir eso, así que no digo nada. Aprieto mis
labios y guardo todas esas necesidades, miedos y deseos secretos encerrados.
Maldita sea.
Un rey.
Que lo amo.
—Permiso denegado.
Quiero dejar de ocultar cómo me siento. Quiero que todo esté permitido,
que esté bien.
Lo deseo con una necesidad tan profunda que me siento hambrienta
hasta el fondo de mi ser.
Justo cuando estoy pensando que podría besarme, justo cuando estoy
pensando que podría hacer algo estúpido como besarlo, o peor aún, decirle que
lo amo, toma con su otra mano un mechón de cabello y lo mete tan suavemente
detrás de mí oreja, sus ojos deslizándose distraídamente sobre mi rostro
mientras lo hace.
Mi corazón da un vuelco.
Diosa.
Incluso si no lo sabe.
13
Aksel
Enero
—E
se fue un gran regalo, Aksel —dice Stella a
medida que toma un sorbo de café.
—Sé que sí —dice—. Solo digo que eso te costó una fortuna.
Me encojo de hombros.
—Ese no es el punto.
—Entonces, ¿cuál es el punto? —La miro débilmente—. ¿Hmm?
—El punto es que… bueno, será mejor que te aferres a ella todo el tiempo
que puedas.
Y lo intento. La evito cuando puedo, levanto mis paredes una y otra vez,
mantengo la distancia. Hago todo lo que puedo para mantenerla en su lugar
como la niñera que es. No se supone que sea nada más que eso, y ciertamente 190
no se supone que piense en ella más que eso.
Incluso cuando hago todo lo posible por ignorarla, tiene esta forma de
llevarme de regreso a su órbita, envuelto en su propio ser.
Siempre pensé que era más fuerte que la mayoría de las personas porque
había perdido tanto. Pensé que mi crianza, habiendo sido preparado para el
trono, me habría vuelto duro e impenetrable. Y lo hizo. Me enorgullecía de ser
el tipo de hombre al que nada alcanzaría. Incluso cuando Helena logró penetrar
mis defensas, me apresuré a volver a levantarlas. Más fuertes. Mejor.
A ella.
No puedo perderla.
No sé qué hacer.
La miro bruscamente.
—Vamos. Sabes bien qué quiero decir. Han pasado dos años desde
Helena y…
Sacudo la cabeza.
—Soy tu hermana.
191
—Sé que lo eres. Pero no hay nada que decir.
—Me cuesta creer eso. Mira, sé que lo que Helena y tú tuvieron a la vista
del público no era lo que tenían en privado.
—Lo sé. Todo el mundo sabe. Aún puedes hacer mucho bien por el
mundo y, en general, ser una buena persona mientras haces todo tipo de cosas
incorrectas. Las personas no son en blanco y negro. Ni siquiera en grises. Somos
todos los colores, mezclados en un lío fangoso. Quizás Helena solo quería ser
reina para poder marcar la diferencia en el mundo con sus organizaciones
benéficas. Esa es una causa noble, pero no borra el hecho de que estaba
engañándote.
—¿Ella?
—Aurora.
—¿Mi niñera?
—Estás viendo cosas que no existen, Stella. Siempre lo has hecho, desde
que eras pequeña. Tu imaginación saca lo mejor de ti. Solo es una niñera. Fin de
la historia.
—No hay nada allí —digo con brusquedad—. Tenemos una relación
profesional, eso es todo, y ambos sabemos que solo está aquí por un contrato
anual.
Incluso si piensa que ve algo entre nosotros, ella de todas las personas
debería saber que nunca podré actuar en consecuencia. Helena era una santa,
amada en todo el mundo. Para mí, empezar a salir con la niñera de mis hijas
sería un escándalo que ni yo ni esta familia podríamos olvidar. Nunca podría
hacerles eso.
Nunca podría permitir que lo que siento por ella se convierta en algo.
Lo último que querría es que Aurora piense eso de mí, y si hago lo que
sugiere Stella, eso es exactamente lo que va a pensar.
Que finalmente pueda hacer todas las obscenas cosas salvajes que he
estado soñando con hacerle.
Que finalmente pueda dar rienda suelta a todo lo que me he esforzado
tanto en enterrar.
Luego está el hecho de que ella en realidad nunca haría nada fuera de su
deber.
El otro día, cuando estaba hablando con Stella, recordé que no había visto
a mi madre en un tiempo. Quería ir mientras Stella aún estaba aquí de
vacaciones, de modo que pudiéramos ir juntos, pero Anya y ella ya regresaron a 195
Inglaterra.
—Gracias, Nicklas —le digo. Al menos hace las llamadas difíciles por mí,
pero no es como si pudiera ir en mi lugar. No es que quiera que alguien como él
se ocupe de mi madre.
—Creo que está con las niñas en el patio trasero. Jugando en la nieve y
ese tipo de cosas. —Dice cosas como si fuese algo de mal gusto.
—También está con ellas. —Pobre Maja. Una de las razones por las que
incluso conseguimos una niñera era para que no tuviera que estar con ellas
todo el tiempo, pero Aurora y ella se llevan tan bien que, es como si fuese una
niñera honoraria, así como las niñas llaman a Aurora una diosa honoraria.
Para mí, por supuesto, es una diosa en toda regla.
—Gracias. Asegúrate de que haya un auto que nos lleve en media hora.
Encuentra a Johan.
—Un auto para Maja y para usted —dice, siguiéndome mientras avanzo
hacia el pasillo.
—Es bastante extraño llevar a la niñera con usted, ¿no cree? ¿También 196
llevará a las niñas?
—En cierto modo lo es, señor —dice—. Es mi trabajo. Es por eso que
trabajo para usted. ¿No?
Ambos sabemos bien por qué está trabajando aquí. Es porque no tengo
otra opción.
—Aurora tiene un trato con la gente —le digo, y eso es todo lo que diré—
. Maja puede cuidar a las niñas. —Empiezo a caminar por el pasillo una vez más.
—¿Disculpa?
—El jarrón que vale más de un cuarto de millón de euros —dice—. Me
estaba preguntando por qué no me pidió que lo consiga por usted.
Porque no quería que ni siquiera toque nada que Aurora podría tener en
su poder.
Mi respiración se detiene.
Sonríe.
—Solo estaba.
No digo nada ante eso. No hay nada más que decir. Se necesita todo lo
que tengo para no escupirle en la cara. Algunos días puedo seguir fingiendo que
Nicklas es otra persona. Otros días es un recordatorio duro de lo que pasó.
Bajo las escaleras, dejándolo en el piso superior. Mi cabeza está latiendo 198
con rabia, mi corazón corriendo con golpes fuertes contra mi pecho. Ahora
estoy de muy mal humor, lo cual probablemente no sea lo mejor al momento de
visitar a mi madre enferma, pero tampoco puedo quedarme aquí.
Asiento.
—Muy bonito.
—Saldremos de aquí.
—¿A dónde?
Puedo decir que está confundida por todo esto, pero honestamente, yo
también.
Le echo un vistazo. Está mirando por la ventana viendo pasar las calles
cubiertas de nieve. Es el día después del Año Nuevo y todos están de vuelta en
el trabajo. Las calles están abarrotadas. Debería haber algo reconfortante en
eso, pero todo lo que hace es aumentar mi estrés, sabiendo que todas estas
personas me ven como su rey. Nadie debería verme como nada.
—Espero que esto esté bien —dice Johan a medida que se gira en su
asiento para mirarnos—. Es Marielyst. Es una playa. Muy popular en verano.
Ahora desierta.
—¿Qué es eso?
Sonrío.
—No me importó.
Me rio.
202
—No. Pero no me importó tener tu cabeza en mi hombro.
Y tal vez parezca que estoy intentando deshacerme de ella. No quiero que
se vaya, aunque sé que a Maja no le importaría cuidar a las niñas. Solo quiero
ser un jefe bueno, porque al final, eso es todo lo que podría ser para ella.
—Por más bonito que sea aquí, tengo escalofríos. ¿Le importa si
volvemos al auto?
203
—Para nada.
—Hagamos una parada más de camino a casa —le digo a Johan mientras
regresamos a la autopista—. Veamos a mi madre.
Algo así.
Pero cuando llegamos para verla, las enfermeras casi no me dejan entrar.
Las horas de visita terminaron y está profundamente dormida. Por supuesto
que me dejan entrar porque soy el rey, pero aun así nos dicen que no
deberíamos quedarnos mucho tiempo.
—¿Qué le pasó? —pregunta Aurora en voz baja. Estamos uno al lado del
otro al final de su cama. Mi madre tiene su propia sala privada en un hospital
para ancianos, pero la mayoría de las veces no sabe dónde está ni quién es.
Fija sus grandes ojos en mí y el resto del aire sale de mis pulmones. Estoy
sin aliento.
Quizás nunca.
206
14
Aurora
Febrero
—A
lors, cuéntame qué tal fue el viaje —dice
Amelie por teléfono.
—Bueno, habría estado bien si no hubiera ido sola a Las Palmas el día de
San Valentín —le digo—. Todo el hotel estaba lleno de parejas. El sexo
resonando en todas partes. Fue horrible.
—Ah, por supuesto. Pero probablemente fue bueno tener tiempo libre,
¿no? Trabajas muy duro. Además, el clima tenía que ser más cálido que en
Dinamarca.
Sobre todo, extrañé a Aksel. Lo extrañé con más fuerza y energía que
nunca antes hubiera sentido. Era como una sensación de vacío en mí centro. Me
dolía por él, cada segundo del día, como si estuviera cuidando una herida que
simplemente no sanaría.
Me está matando que me haya enviado lejos, incluso si fue por la bondad
de su corazón.
Me está matando que juro que él también me quiere, pero ninguno de los
dos es lo suficientemente valiente como para actuar en consecuencia.
—Estoy… bien.
—Pero no lo estás. Mira, por eso llamo. Porque, lo sé. Alors, dime qué
pasa. Ha vuelto a ser el Rey Idiota, ¿oui?
—No, no, en absoluto —admito. Porque Aksel ha sido todo menos eso. Se
ha convertido en mi amigo, pero también se ha convertido en algo más que un
amigo. Sé que me ve como algo más, pero no sé si alguna vez evolucionará, si
alguna vez lo permitirá.
Demonios, tal vez todo lo que estoy captando es el hecho de que quiere
follarme. A estas alturas, sé eso. Lo veo mirándome, siento sus ojos en mis 209
labios, mis senos, mis piernas. Sé que hay algo caliente y crudo en su mirada, sin
importar lo mucho que intente volver a ponerse la máscara. Sé que lo veo
crecer cada día, la forma en que me toca, cada vez más, como si no pudiese
evitarlo.
—Todo está bien. En serio. Solo estoy… sola. Ese viaje fue como una
bofetada en la cara.
—Ya veremos. Será mejor que me vaya a la cama —le digo. Estoy medio
dormida.
Lo quiero.
Y no sé cómo lo superaré.
Al menos las niñas están felices de que haya vuelto de mi viaje. Se han
aferrado a mí todo el día, temiendo perderme de vista. Incluso Maja está
contenta, aunque probablemente más aliviada que cualquier otra cosa. Se ve un
poco agotada y no la culpo.
O tal vez se dio cuenta que nos hemos acercado demasiado para nuestra
comodidad y necesita abrir una brecha entre nosotros.
Si eso es cierto, probablemente sea mejor así. Pero eso no hace que duela
menos.
—Aquí tienes —dice Karla a medida que entra arrastrando los pies en la
habitación, entregándome una copa de vino.
—Gracias —le digo, agradecida de que se haya dado cuenta, aunque un 211
poco avergonzada—. ¿Sabes cuándo volverá Aksel de su cena?
—Voy a llevar a las niñas a ver al cerdo. Quieren darle las buenas noches
—dice.
Nunca llama a Snarf Snarf por su nombre, siempre es “el cerdo”.
—Está bien —le digo, mi voz vacilando mientras se aleja por el pasillo
con las niñas. Termino el resto del vino de un trago y respiro hondo. ¿Por qué
tengo el presentimiento de que esto no va a ser bueno? Ese es el problema con
la distancia, con la partida. ¿Y si todo lo que había evolucionado nuestra
relación ha terminado arrasado?
He estado en la oficina de Aksel varias veces por una razón u otra, así que
no hay nada fuera de lo común en esto. Es todo lo demás lo que me pone
nerviosa.
El Jodido Señor Taciturno. ¿No puede ser consistente por una vez?
Trago pesado.
Trago con dificultad, esperando a que diga algo. Veo el regalo de Navidad
que le di colgado en la pared y decido comentarlo.
—Su regalo.
Me llamó diosa.
Tal vez fue el alcohol el que habló, pero aun así lo dijo y mi ego nunca me 213
dejará olvidarlo.
Oh, Dios. Está bien, Aurora, cálmate. No puede romper contigo. ¡No están
saliendo!
—Está bien. ¿Qué pasa? —Intento mantener mi voz ligera, una sonrisa
plasmada en mi rostro.
—Si pudiera.
214
—¿No crees que podrías encajar mejor en otro lugar? Después de todo,
ese es tu estilo. Te quedas uno o dos años como máximo, cuando los niños
tienen cierta edad y, a medida que crecen, te vas.
—¿Qué? No. No, estuve con la última familia durante dos años.
—Es mejor hacer planes con anticipación, ¿no? —dice, y coincide con mi
mirada. Esa misma energía se está agitando en esos ojos azules glaciales y por
mi vida no puedo entender lo que está pensando, lo que está haciendo. Suena
como… suena como si estuviese intentando suavizar un golpe. Darme una
salida fácil.
Mi respiración comienza a hacerse más entrecortada, más superficial.
Estoy intentando no entrar en modo de pánico, pero no está funcionando.
Levanta una ceja hacia mí, su boca abierta, su mandíbula tensa. Se reclina
en su silla, continuando con su valoración tranquila.
—¿Eso te molesta?
Mi boca se abre.
—Este es mi trabajo. No… no puedo creer que me esté haciendo esto. Que
me está despidiendo.
—Dame una razón por la que quieres quedarte —dice en voz baja.
—¿Eso es todo?
—¿Eso es todo? —repito—. Son sus hijas y soy su niñera. Eso debería ser
más que suficiente. Sabe, esta última semana odié estar lejos de ellas. Las
extrañé con todo lo que soy. Ni siquiera quería ir, solo pensé que estaba
intentando deshacerse de mí. —Las lágrimas se burlan de mis ojos y niego con
la cabeza, ahogada por la incredulidad—. Hum. Supongo que lo hacía.
—¿Eso es todo?
Ay. Ay. Los golpes son más duros y más bajos de lo que creí posible. Esto
llena mis pulmones de dolor.
Las amo.
Te amo.
¿Por qué?
—¿Qué?
No lo haré.
—Oh, Dios —grito con voz ronca, mi mano yendo a la parte posterior de
su cabeza, sintiendo su cabello sedoso a medida que su boca va hacia mi cuello, 220
mordiendo, lamiendo y chupando hasta que mis ojos se quedan en blanco.
—¿Yo? —susurro.
Escucho la tela de mi blusa rasgarse cuando tira del cuello hacia atrás y
luego su boca está en mi hombro desnudo, mordiendo mi piel.
Mierda.
—Lo siento. Tengo que ir a hacer esto —susurra. Hace un gesto hacia la
puerta—. Espera unos minutos y luego sal a escondidas. Me aseguraré que
nadie te vea.
—Espera —chillo.
Y luego se va.
224
15
Aurora
A
la mañana siguiente suena la alarma y siento que podría dormir
para siempre. No ayuda que haga frío fuera de las mantas, mi
nariz está prácticamente congelada.
Aksel.
225
Anoche.
Todo.
Santa mierda.
No fue un sueño.
Mi piel luce pálida, aunque hay más pecas debido a mi semana en las Islas
Canarias, pero mis ojos parecen más brillantes y más oscuros al mismo tiempo,
mi cabello tiene nudos de cuando él lo empuñó, y mis labios están un poco
ásperos, rosados, magullados, el tipo de rosa que proviene de besar demasiado.
Paso las yemas de mis dedos sobre ellos, mirando mi reflejo con
asombro, una sonrisa extendiéndose lentamente por mi rostro.
Mi corazón estalla.
Sucedió.
226
Dejo que la sensación me invada, eléctrica, porque sé que pronto la
realidad asomará su fea cabeza. Me recordará que aunque Aksel me besó, nada
más ha cambiado en realidad.
Eso probablemente me sorprendió más que nada, ver ese lado salvaje de
Aksel, un hombre que no podía imaginarme suelto antes.
La idea de lo que podría haber hecho hace que el calor estalle entre mis
piernas, me duela por dentro. Ahora que sé lo que es tenerlo casi de esa
manera… no quiero nada menos. El moretón en mi hombro es un recordatorio
constante de que mi jefe en realidad me mordió, justo antes de que estuviera a
punto de follarme hasta dejarme sin cordura.
Sin embargo, sigo siendo la niñera con un trabajo que hacer, de modo
que hago todo lo posible para mantener a raya los pensamientos sucios y seguir
con el día. Llevo a Clara a la escuela con Freja viajando conmigo para dar un
paseo, luego juego con Freja y Snarf Snarf mientras le enseñamos al cerdo cómo
levantar una pezuña, después le leo algunas historias.
Cosas negativas.
Son pensamientos tontos por tener y no están en línea con el Aksel que
conozco, pero el hecho es que, intentó despedirme, y de alguna manera,
después de que nos besáramos, después de que casi folláramos, recuperé mi
trabajo.
¿Cómo te atreves a hacerme eso? Quiero gritarle. ¿Por qué lo hiciste? ¿Para
conseguir una reacción?
¿Es así de inmaduro y estúpido? Es catorce años mayor que yo. ¿En serio
es un juego al que juegan hombres como él?
Aunque Dios sabe que los hombres nunca dejan de jugar, sin importar su
edad.
Son casi las nueve, pasada la hora de dormir de las niñas, cuando escucho
voces en algún lugar del palacio.
Aksel está al otro lado, con la mano levantada, listo para llamar otra vez.
El estúpido bastardo es tan atractivo que casi olvido por qué estoy
enojada.
—Eres un idiota —le digo. Guau. No esperaba que eso sea lo primero que
salga de mi boca, pero ahí está. Nunca tuve filtros, ¿por qué empezar ahora?
—¿Disculpa?
Creo que la mitad de la diversión de insultar a Aksel, aparte de que se lo
merece la mayor parte del tiempo, es que en realidad le molesta ya que nadie
más le habla de esta manera.
—Anoche me despediste.
—Sí.
—Para despedirme.
—¡Sí, lo hiciste!
No voy a dejarlo.
—La verdad. Entonces, ¿solo era una mentira? ¿Me estabas provocando
para conseguir la respuesta que querías? —No dice nada, su mirada yendo
hacia la esquina de la habitación como si alguien allí lo salvaría—. Aksel, nadie
puede salvarte de esta conversación. Eres el maldito rey.
Aparto su mano.
—No. No puedes jugar así con mis sentimientos. Si querías saber cuáles
eran, debiste haber sido un maldito hombre y venir directamente a mí y
preguntar.
—Jódete —gruñí.
—Oye —espeta—. Dije que tenía que hacerlo. No quería, pero era la
única forma en que podía estar seguro, y no, no podía solo acercarme a ti y
preguntarte si alguna vez habías pensado en follarme.
—¡Te di pistas!
—Oh, no lo soy.
—¡También tú!
—Lo hice de la manera que tenía que hacerlo. Mira, conozco nuestras
posiciones aquí. Sé que soy tu jefe. Un rey. Estoy en una posición de poder por
encima de ti y eres mi empleada. Por más desafiante que eres, también sé que
amas a mis hijas y harías cualquier cosa por ellas, y eso podría significar que
harías cualquier cosa para seguir trabajando aquí. No tenía idea de lo que
harías si me acercaba a ti. Había una gran posibilidad de que si lo hacía, lo
habrías aceptado, solo por el bien de conservar tu trabajo. ¿Me entiendes?
Aprieta mi mano.
—Sí. No de verdad, nunca de verdad. Pero solo para que pienses que el
poder que tenía sobre ti se había ido y no tenías nada que perder. Era la única
forma en que podía estar seguro. En serio, lamento mucho que haya sido tan
manipulador.
—Y tal vez la había. Pero esa fue la forma que elegí, y créeme, si pudiera
haberlo hecho de otra manera, lo habría hecho. —Se detiene un momento y
avanza hacia mí, deslizando su mano sobre la parte delantera de mi bata hasta
que se engancha alrededor del cinturón—. Pero no me arrepiento. Porque
finalmente nos trajo aquí a este momento.
No creo que nunca me haya sentido tan nerviosa tan rápido. Es como si
pasara de cero a cien, de la ira a la anticipación, y mi cerebro no sabe cómo
ponerse al día, incluso si mi cuerpo lo hace.
—Dime que tampoco te arrepientes. Dime que todo significó algo para ti.
Sonríe maravillosamente.
Por otra parte, no tenía idea de que tendría una segunda oportunidad con
él y tan pronto.
Abro la boca para decir algo más, tal vez porque de repente estoy
nerviosa, de que esto en realidad está sucediendo, cuando se lanza hacia mí.
Sus labios están sobre los míos, aplastantes y suaves. Una lujuria
deliciosa que se vuelve salvaje y frenética.
Me rindo enteramente.
Quiero cada parte de él, profundo dentro de mí. Quiero ver lo mucho que
puedo tomar de él, cómo se siente por dentro, cómo es ser follada a fondo por el
rey de Dinamarca.
Aquí y ahora.
Quiero que seamos lo que necesitamos ser el uno para el otro, contra lo
que hemos luchado.
235
Y Aksel hace precisamente eso. Es un animal tanto real como salvaje,
feroz hasta la médula mientras su boca se hunde en el valle entre mi cuello y mi
hombro, mordiendo con hambre y lujuria.
No puedo creer que esto esté pasando. No puedo creer que estemos
haciendo esto.
—Por helvede —murmura contra mí—. Eres demasiado buena para ser
verdad, ¿no?
Chisporroteando.
Se me escapa un jadeo.
—Oh, Dios —murmura Aksel con voz ronca, llevando sus labios a los
míos—. Suenas como un ángel.
—No me trates como uno —le digo, conteniendo el aliento cuando sus
dedos se retiran muy despacio—. Solo fóllame de una puta vez.
Dios mío.
Completamente desnudo.
Guau.
Apenas puedo apartar mis ojos de su polla para mirarlo. Por supuesto, se
ve engreído, siempre se ve engreído, pero hay una sensación de asombro en sus
ojos, como si no pudiera creer que esto esté sucediendo.
Ya somos dos.
Esto es todo.
¿Cómo me siento?
No puedo hablar
No puedo pensar.
¿Esto es real?
Oh, Dios, sí, dame toda la charla obscena, dame todos los escenarios de jefes
traviesos.
Hace una pausa, saliendo lentamente de una manera tan lánguida y
burlona que es una tortura. Me siento vacía, sufriendo por él. Quiero que me
llene y me llene, como un globo a punto de estallar.
Sí.
Más.
240
Justo ahí.
Y quizás no lo estemos.
Por él.
Y lo necesito ahora.
Sabía que era salvaje. Sabía que podía no ser refinado. Tengo la marca en
mi hombro para demostrarlo.
Mi rey.
Es despiadado y gruñe con fuerza con cada embestida, este áspero ruido
crudo que se torna más y más fuerte cuanto más se acerca al clímax absoluto.
Es un ruido tan hermoso, el ruido de un hombre, de un rey deshaciéndose. Hace
que el calor en mi núcleo se convierta en un infierno rabioso, combustible para
el fuego.
Y entonces.
Me estoy corriendo.
Por atrás.
—Sí —respondo.
—Eres…
—¿Asombrosa?
Asiente hacia mis rodillas y miro hacia abajo para verlas todas rojas y
destrozadas.
—Ups.
—Y la falda.
Sonríe.
—Cierto.
Pero no puede actuar muy molesto, no cuando su rostro está rosado, sus
pupilas dilatadas, su cabello alborotado.
—Lamento eso.
—Yo no.
Le guiño un ojo y luego se va, dándome una última mirada por encima del
hombro. 244
Exhalo pesadamente, como si no hubiera respirado en absoluto.
16
Aksel
S
olía tener con frecuencia pesadillas.
Helena siempre estaba en ellas. Siento que encontró una forma de entrar
en mi cerebro, encontró un espacio, se labró en él y lo convirtió en su hogar.
Solo salía por las noches, cuando estaba profundamente dormido, y luego haría
de mi mundo el infierno que era suyo.
Pensé que me estaba dejando ir en paz, tal vez, porque las niñas estaban
felices. No había necesidad de aterrorizarme, no había necesidad de
recordarme que estaba muerta y yo no.
Sabía que estaba soñando, estaba lúcido. Pero eso no detuvo el temor de
que pudiera estar teniendo un ataque cardíaco mientras duermo.
¿No me merezco qué? Intenté decir, pero nunca puedo hablar ni gritar en
mis sueños.
Pero no respondió. Comenzó a caminar de un lado a otro a los pies de la
cama, sin apartar los ojos de los míos. Unos ojos llenos de angustia, tormento y
dolor.
Lo siento.
Ni siquiera es real.
Entró.
Cerró la puerta.
Después desperté.
No es mi cita.
No es una novia.
Sino la niñera.
Es Aurora.
Es mi regreso a casa.
Así que haré lo que mejor hago y me deleitaré con la negación. Voy a
fingir que lo que tenemos es suficientemente bueno por ahora. Que podemos
seguir estando juntos en secreto, en privado. Que puedo ocultar lo que somos
de todos los demás.
Bien podía ser un poco presuntuoso al pensar que Aurora quiere 249
continuar con esto, sea lo que sea. Quizás solo quería sacarlo de su sistema.
Quizás lo de anoche fue todo lo que habría entre nosotros.
Al principio pensé lo mismo. Pensé que tal vez, si finalmente cedía a esta
cruda tormenta poderosa que se había estado acumulando entre nosotros
durante meses, podría sacarla de mi sistema. Un exorcismo.
Y pienso en cómo quería darle más, justo así, cada día en la eternidad.
Lo miro de reojo.
—Estuvo bien.
Paso junto a Nicklas, casi apartándolo del camino, y subo las escaleras.
—¿Qué voy a hacer cuando sean demasiado grandes para alzarlas? —les
pregunto, besando a Freja en la nariz, que arruga enseguida, y luego a Clara en
la mejilla.
El solo hecho de que ya no tengo que fingir con ella hace que mi sonrisa
se ensanche más, mi corazón en mi pecho se siente alegre, ligero y cálido.
Aunque está al final del pasillo, la distancia ya no importa.
—Hola —saluda.
También siente esto porque da un paso hacia adelante y luego hacia 252
atrás, como si no estuviese segura de dónde está parada. Junta las manos en la
cintura y pregunta:
Buen Señor. Sus ojos están adquiriendo ese destello diabólico en ellos y
está comenzando a morderse el labio. Quiero hacer lo mismo, chuparlo entre
mis dientes por un momento antes de sostener su rostro entre mis manos y
besarla hasta que se quede sin aliento.
No ayuda que lleve su uniforme. Quiero decir, siempre lo usa, pero ahora
verla en esa minifalda es doloroso, sabiendo cómo se sienten sus suaves
piernas tonificadas bajo mi agarre.
Me sonríe.
—Ahora voy.
—Maja fue esta mañana a la iglesia y creo que está almorzando con un
grupo de mujeres por el cumpleaños de alguien, por eso dije que trabajaría —
explica Aurora—. No es un problema. Solo… te veré más tarde.
Más tarde. ¿Cuándo carajo es más tarde? ¿Por qué ahora no es más tarde?
Pero estoy más que agradecido por la devoción de Aurora por las niñas,
de modo que las dejo jugar con Snarf Snarf y me dirijo a mi habitación para
desempacar y poner mi cabeza en orden.
No tengo tiempo a solas con ella durante el resto del día. No es hasta una
hora antes de la cena que paso junto a ella en el pasillo mientras me dirijo a mi
oficina y ella sale de su habitación.
—Todos están abajo —le digo, mis labios yendo a su cuello, lamiendo su
oreja. Tomo su lóbulo entre mis dientes y tiro.
—No podía esperar más —me las arreglo para decir, mientras mis manos
acunan sus senos llenos, mi boca arrastrándose hacia la de ella. Abre sus labios
a los míos como una ofrenda y mi lengua se sumerge dentro, serpenteando
junto a la suya. Estoy tan jodidamente duro y no duraré mucho. He querido esto
demasiado.
Paso mi otra mano por sus muslos, recogiendo su falda alrededor de sus
caderas, mis dedos deslizándose por su ropa interior. La aparto y paso los
dedos por su pliegue, sintiendo lo húmeda que está.
Las paredes del palacio se han ido y solo está ella. Estoy yo. Nada puede
tocarnos.
—Aquí en Dinamarca tenemos un dicho —le digo—. Den der kommer first
til mølle, får first malet.
—El que llega primero, tiene prioridad —digo por encima del hombro.
17
Aurora
C
uando era adolescente, lo único en lo que soñaba era salir de
Windorah. Estaba dejando atrás la casucha y mis pertenencias
escasas y mi estómago rugiente y encontrando un lugar mejor en
el mundo. Nunca había buscado nada más allá de lo posible. Sabía que sería un
camino difícil y que empezaría sin nada. Pero cualquier cosa era mejor que esto.
Dejé la escuela.
Estaba a su merced.
Bajo su influencia.
Hasta ahora.
Porque Aksel tiene poder sobre mí y por primera vez, estoy rindiéndome
totalmente.
Hay detalles, tantos detalles, que deliberadamente paso por alto cuando
estoy con él, porque cuando estoy con él, los detalles, las dudas, el mundo…
ninguna de esas cosas importa.
Algo más allá de mi alcance ahora está en mis manos, y no quiero dejarlo
ir nunca.
Esperar apesta.
Miro a ambos lados una vez más y luego cierro la puerta en silencio y me
escabullo por el pasillo lentamente, asegurándome de estar absolutamente en
silencio.
A pesar de ya haber estado con él, todo esto es tan nuevo. Es frágil y está
creciendo, y estoy un poco nerviosa. No quiero empujarlo, no quiero arruinar
nada.
Así que, pongo la mano en el pomo y abro la puerta muy lentamente. 262
La habitación está oscura.
No debería despertarlo.
La luz junto a la cama se enciende y veo que está acostado bajo las
sábanas, mirándome con asombro.
—No lo creo.
Me mira fijamente.
—Viniste.
Una sonrisa tira de mis labios a medida que mis ojos recorren su pecho
desnudo.
Me siento tímida de repente. Casi nunca soy tímida. Pero todo esto está
sucediendo tan rápido y sin embargo no lo suficientemente rápido y me
sonrojo, inestable en mis pies. 263
—¿Qué pasa? —pregunta, sentándose y alcanzando mi mano—. Ven aquí.
—Quiero tomarme las cosas con calma —le digo , y me sorprende que las
palabras salgan de mi boca.
—Sé que me acabas de follar hoy en el pasillo —le digo, mirándolo a los
ojos—. Pero solo quiero…
—Sí, así es. Algo me dice que hay mucho tiempo para compensarlo.
Lo hacemos. Meses bailando uno alrededor del otro, dando vueltas como
lobos, demasiado asustados para dar el primer paso. Por eso no me importa 264
esperar esta noche y simplemente estar con él de esta manera, absorbiendo sus
palabras, su toque, su olor y su ritmo cardíaco constante. Sé que vamos a follar
como conejos en el próximo futuro previsible.
—Sabes, la otra noche —empiezo de tal manera que él sabe de qué noche
estoy hablando—. Me habías dicho que había pasado mucho tiempo. ¿Cuánto
tiempo había pasado?
—Lo digo como en, lamento tu pérdida. Lamento que te haya tomado 265
tanto tiempo superarla.
¿Qué?
—¿Qué?
Se pasa la mano por la cara y parpadea.
—No es pecado darse cuenta del impacto que has tenido en ellas, saber
que las has mejorado. No hay vergüenza en eso. Helena hizo todo lo posible,
pero su atención estaba en otra parte, en otras cosas, incluso en otras…
personas. Quería tener hijos por las razones equivocadas, principalmente
porque se esperaba, principalmente porque solidificaba su lugar en mi familia.
En esta época, se podría decir que quería convertirse en madre por los me
gusta.
Arrugo mi nariz.
Pero nunca nadie me miró como lo hace ahora, nunca nadie me abrazó
con tanta confianza y seguridad. Nunca nadie me ha dicho que soy su mundo.
Mi rey.
Así que lo beso más fuerte, mis uñas clavándose en su pecho. Su boca se
abre contra la mía, al principio lenta, vacilante, luego se vuelve más y más
voraz.
Y me estoy derritiendo.
Pero hay algo nuevo en ellos que nunca antes había visto. Un destello de
miedo.
Luego, una sonrisa leve cruza sus labios, y aunque el miedo en sus ojos
no vacila, se suaviza.
—Diosa. —Su voz es áspera, baja, ronca. Hace que se me ponga la piel de
gallina.
268
No dice nada más.
Y entonces lo entiendo.
El miedo.
Me dejó entrar.
Aksel mantiene sus ojos en los míos, ardiendo de lujuria y ya estoy tan
excitada que estoy empapada entre mis muslos.
El hombre solo tiene que mirarme y soy un desastre.
—Puedo vivir con eso —me susurra a medida que alcanza su pene y
recorre la corona de arriba abajo por mi clítoris, deteniéndose para sumergirlo 269
brevemente dentro antes de regresar otra vez. El sonido es tan fuerte en su
habitación cavernosa, es obsceno.
No me importa.
Muy hambriento.
Siempre.
—¿Te gusta eso? —murmura, su voz tan espesa por la necesidad que ni
siquiera puedo responderle. Asiento, relajándome de nuevo en su almohada.
Estoy más que preparada para él, rindiéndome y alentándolo a medida que se
frota contra mí, una y otra vez.
Esto es tan jodidamente delicioso.
Real.
Al igual que las veces que hemos tenido relaciones sexuales antes, me 270
golpea la triste sensación urgente de que tal vez no vuelva a suceder.
Es mi gobernante.
Soy su súbdita.
Cada balanceo de mis caderas, cada empuje de él, lo hunde más profundo,
nos conecta como imanes. La forma en que sus abdominales se aprietan
mientras empuja hacia adentro, las diminutas gotas de sudor que se acumulan
sobre su piel bronceada, la humedad en su frente. Me estiro y atraigo su trasero
hacia mí, queriendo más, y penetra tan profundo que el aire escapa de mis
pulmones.
Dios, sí.
Esta podría ser la calma antes de la tormenta. Esta también podría ser la
tormenta.
Puede ser ambas cosas para mí, la paz y el caos. Puede ser mi todo si
quiere. Incluso si no lo hace.
No quiero que esto se detenga nunca.
Algo estalla dentro de mí, una espiral en mi centro que aumenta muy
despacio, extendiéndose, calentándose. Va a apoderarse de mí, me hundirá, y
nunca había deseado algo tanto en mi vida.
Responde instantáneamente.
18
Aurora
Marzo
H
oy viene Amelie.
No puedo decirle que ya no tiene que preocuparse por eso último ya que
he estado teniendo sexo con Aksel tan a menudo como puedo. Es literalmente la
mejor parte de mi día (o de mi noche, claro está), escabullirme por el palacio y
tratar de encontrar tiempo a solas con el otro. Algunos días simplemente no
funciona, pero sí la mayoría de los días. Hacemos que funcione, sin importar lo
poco que durmamos, sin importar si es solo un rapidito en la ducha o en un
rincón escondido del palacio.
Más o menos.
Quiero decir, he visto algunos tabloides sobre mí. Por lo general, solo
estoy en una foto con las niñas y tengo una sola línea siendo la niñera. Cuanto
más danés sé, más entiendo de qué están hablando y no soy muy interesante
para nadie.
Pero entonces, a veces, hay una exposición extraña sobre mí. Eso es más
de los tabloides británicos y los Royal Rags, como los llaman, medios que están
completamente dedicados a informar sobre todos los chismes jugosos y
eventos públicos de las familias reales de todo el mundo.
Me rio.
—Si insistes.
Bueno, tengo que admitirlo, nunca deja de ser jodidamente genial que
pueda presentarlo de esta manera, incluso si solo soy uno de los miembros de
su personal.
Amelie sigue siendo una estatua de sí, de modo que la agarro de la mano
y la llevo, como lo haría con Clara o Freja.
Me lanza una mirada perpleja, el tipo de mirada que lo hace parecer más
joven, despreocupado. Veo esa mirada en él cada vez más a menudo.
Extiende la mano.
Cuando Amelie aún no hace nada más que quedarse boquiabierta, tomo
su mano y la pongo en la de Aksel.
Él la estrecha y solo entonces ella responde.
—Todo está bien —dice Aksel y luego me mira—. Olvidé por completo
que vendría hoy.
Lo miro con cautela, intentando darle la mirada de está loca con mis ojos,
pero no estoy segura que él comprenda.
—Oui —dice Amelie—. Hombres. Como usted, o quizás menos real.
Aunque, soltero. No espera que Aurora se convierta en una solterona
trabajando solo para usted, ¿verdad?
—Solo vamos a tomar una copa —le aseguro—. Estaré en casa antes de
que te des cuenta.
Caray. Voy a tener que dedicar mucho tiempo a desenredar este lío.
—Sí, pero es su día libre y, de acuerdo con las leyes laborales danesas, no
tiene nada que decir al respecto —dice. 280
—Pero yo hago las leyes laborales danesas —argumenta, entrecerrando
los ojos.
Me mira de reojo.
—Mmhmm. Sí. Puedo ver eso. ¿Eso tiene algo que ver con tu jefe? 281
Le doy una mirada firme.
—No.
—¿En serio?
—Sí —respondo, pegando una sonrisa—. Todo está bien. Amo este
trabajo.
Solo asiento.
Es mucho más tarde de lo que pensé que sería, casi la una de la 282
madrugada, cuando subimos a trompicones las escaleras hacia nuestras
habitaciones. Amelie está en una de las suites de invitados que está cerca de la
habitación de Aksel y me imagino que de todos modos no hay forma de que
quiera verme esta noche. O me está esperando despierto, furioso, o se ha
quedado dormido.
Estoy en tu baño.
¿Qué carajo?
—Necesitaba verte.
—¿En mi baño?
—En tu habitación.
—Salí porque llevo medio año viviendo en esta ciudad y nunca he ido a
un bar. Es por eso.
—No me vengas con lo que sea yo. Nunca uses lo que sea conmigo.
—Oh, lo siento, lo que sea, su Majestad. —Agregué en voz baja—:
Jodidamente opuesto a majestuoso ahora mismo.
—¿Qué?
—Nada.
Oh. Maldición.
—Bueno, ¿por qué estás tan preocupado? —Me las arreglo para decir. 284
—Por ti —susurra, cerrando la brecha entre nosotros y acunando mi
cara entre sus manos—. Me preocupo por ti. Me preocupa perderte.
Creo que cualquier otra persona podría sentirse insultada, pero sé lo que
le hizo Helena, sé lo desconfiado que puede ser de las intenciones. Pongo mis
manos sobre sus manos y lo miro con toda la verdad que puedo reunir,
esperando que pueda leerlo en mis ojos antes de que lo escuche de mis labios.
—Jeg elsker dig —le digo, deseando que mi voz no tiemble—. Te amo.
Abro la boca, sin saber qué más decir, tal vez para explicarme.
Pero sus labios se presionan al ras con los míos y hay un jadeo sin
aliento.
—¿Tu hogar?
—He esperado cuarenta años para que mi corazón tenga un hogar —dice
en voz baja—. Te he estado esperando.
Dulce Jesús.
Y más que eso, me identifico. Lo sé. Sé lo que es buscar algo, sin saber qué
es, sintiéndome inquieta y desarraigada y preguntándote si alguna vez
encontrarás tu lugar en el mundo.
—Te amo. —Me besa la nariz—. Jeg elsker dig. —Mi mejilla. La comisura
de mi boca—. Aurora, te amo y ya no hay forma de escapar.
—¿Intentaste escapar?
Me hace pensar en Helena. Sobre algunas de las cosas a las que Henrik
aludió, que tal vez tenía a alguien más, que no era fiel.
—Aksel —le digo, pasando mis manos por la parte baja de su espalda—.
Si tu corazón tiene un hogar, también el mío. Podemos hacer un hogar juntos.
—Y, aun así, estoy a tu entera disposición —le digo contra su boca—.
Dime qué hacer y lo haré.
—Dime lo que quieres —digo de nuevo, bromeando con él. Doy un paso
atrás para soltarme de su agarre, mordiéndome el labio con coquetería—.
Quizás pienses que necesito otros azotes.
Ahora lo tengo.
288
19
Aksel
Abril
—C
reo que me voy a enfermar.
—Pero hace frío y está húmedo —dice—. Y abajo está cálido y seco.
Sus palabras están marcadas por una bofetada de agua en la cara cuando
el casco se hunde contra un casquete.
Es el primer viaje en velero del año, lo que significa que estamos a finales
de abril y las aguas alrededor del estrecho de Øresund están agitadas gracias a
los vientos y al tráfico interminable de goletas, transbordadores y cruceros
surcando las aguas sin parar.
En realidad, desearía que no fuera así. Ella parece estar bien con el andar
a escondidas, pero se está metiendo bajo mi piel como nada más lo ha hecho.
No quiero tener que esconderla. Estoy orgulloso de ella. Quiero que el mundo 290
vea lo que yo veo en ella, lo que todos los demás ven en ella. Es encantadora y
genuina, amable e inteligente, sin filtros y compasiva, en parte nerd de los
libros, en parte diosa y toda mía.
Eso logra sacarle una sonrisa débil. Tomaré lo que pueda conseguir.
—Recuerdas cuando dijiste que nunca abusarías de tu poder. —
Desenvuelve sus manos alrededor de la barandilla y se tambalea hacia mí,
apoyándose en las cuerdas y cabrestantes hasta que llega al timón.
Para Johan o las niñas abajo o los asistentes reales en el otro barco,
parece que le estoy dando una lección de navegación.
No saben que estoy besando su coronilla, con rocío de sal en mis labios.
—Jeg elsker dig —susurra ella, pero apenas lo escucho, sus palabras
atrapadas por el viento.
Lo hizo por las cosas en las que creía y si no salía como quería,
argumentaría para salir.
Para siempre.
Conmigo.
—El viento debería estar amainando tan pronto como llegue alrededor
de Suecia —le digo—. Los mares deberían calmarse.
—No soy el mejor bailarín del mundo —admito, apartando las sogas
rápidamente y acercándome a ella.
—No lo creo —dice—. Eres demasiado bueno foll... —se calla y se ríe a
carcajadas, tapándose la boca. Dios santo, casi no detuvo esa admisión. Ni mis
hijas ni Johan necesitan saber lo bueno que soy en la cama.
—Sí, soy bueno, sin fallas en muchas cosas —digo, como forma de
encubrimiento—. Pero no para bailar como es debido.
—Bueno, en todo caso estoy segura que eres bueno bailando lento. Los
reyes tienen que saber toda esa mierda, ¿no?
Aún está sonriendo cuando dice esto, pero hay algo desgarrador en ello.
Como si ambos supiéramos que el único baile que haremos será en nuestros 293
dormitorios.
Odio que estemos intentando reprimir lo que sea que se supone que sea.
—Oh, no era cocinera. Solo era la niñera. Pero en esas casas no tenían
cocinero, así que también me tocó hacerlo. También era la conductora
designada. Hacía de todo.
Casi dejo caer mi tenedor, pero Aurora lo maneja todo con calma.
—No, sus madres estaban vivas. Solo necesitaban ayuda adicional porque
trabajaban demasiado.
Sé que está diciendo esto de una manera simplista, solo intentando dejar
la conversación y volver a comer, pero definitivamente capto la tensión en su
voz.
Aurora asiente.
—También lo espero.
Johan toma uno en la popa y Aurora toma el otro. Las niñas tienen una
cabina con literas en el costado, justo encima del salón, y yo tengo la litera en V
en la proa.
Se sienta junto a mí, sus caderas presionadas contra las mías, tal vez un
poco demasiado cerca para algunos, pero aun así nada por lo que la gente
podría molestarse.
—Tal vez. Tenías razón, por alguna razón, Clara en serio les tiene miedo
a los tritones.
—Bueno, sería fantástico ver uno. —Le doy una calada al puro y dejo que
el humo salga de mi boca antes de ofrecérselo—. ¿Un cigarro?
No esperaba que lo acepte, pero lo hace, poniéndolo entre sus labios con
facilidad.
Quiero saber más. Es tan cautelosa con su pasado, incluso ahora. Sé que
es porque tuvo una infancia terrible de abandono y es difícil hablar de ello. Pero
quiero que comparta todo conmigo, lo bueno y lo malo. Quiero saber cuáles son
sus sueños, así como también sus pesadillas.
Ella suspira.
—Sí. Cuando tenía dieciséis años. Fui una tonta. Quiero decir, cometí
algunos errores en serio tontos.
La miro fijamente.
—¿Hablas en serio? Quiero decir, sé que hay una broma entre los
australianos, pero...
—Siento mucho que tuvieras que estar con un hombre así —digo en voz
baja. Cuando quise que se abriera, no pensé que sería así. Pero al mismo
tiempo, me alegro no estar más a oscuras con ella.
Necesito liberarme.
Cada cosa obscena que le hago me hace sentir limpio por dentro.
Aurora se vuelve lentamente para mirarme, sus ojos grandes aún más
grandes, su rostro palideciendo ante mí. Ni siquiera puede hablar.
El aire entre nosotros está tan quieto, estirado por la tensión. Aurora está
intentando respirar, yo estoy intentando calmar mis latidos febriles. No sé qué
esperaba, solo sé que necesitaba decirlo. Y si ahora me dejara... no puedo
culparla.
—¿Dónde estaba Nicklas? —pregunta finalmente.
—¿Por qué?
—Gracias por decirme eso. Debe haberte pesado mucho. Ojalá tuviera
ese tipo de coraje.
—No lo fue, pero fui yo quien los recogió, enojado, quien los conducía.
Debí haber... encontrado otra manera.
—Lo hizo, y lo odio por eso. Lo odio por un millón de razones. Pero si lo
despido, le dirá al mundo la verdad. E incluso si me arrojan debajo del autobús,
lo que merezco, mis hijas no. Más que eso, la verdad sobre su romance con
Helena saldrá a la luz y eso es lo único que juré que haría, proteger su
reputación hasta el final. Nadie debe saber nunca sobre ella y Nicklas. Debe
seguir siendo un ángel ante sus ojos. 302
—Entonces, ¿qué vas a hacer? Tiene algo en tu contra todos los días.
¿Qué le impide escribir un libro o hacer una entrevista?
Me encojo de hombros.
—Probablemente no deberías hacer eso —le digo en voz baja, dando otra
calada al puro—. El guardia en el otro barco podría ver.
303
20
Aurora
Junio
E
s cinco de junio.
De todos modos, es un gran asunto para los daneses y, como tal, es aún
más importante para la familia real. Esta mañana desperté al amanecer para
vestir a Clara y Freja con sus trajes tradicionales daneses.
—¿Por qué tengo que usar esto? —se queja Clara mientras le recojo el
cabello en una trenza, sujetándosela firme a la cabeza antes de intentar
sujetarle una especie de gorrito/velo blanco.
Pero cuando Aksel sugirió que podría ser lindo para mí pasar el día con
ropa tradicional, acepté. Porque por mucho que me encanta mantener a Aksel
alerta, también me gusta complacerlo, y pensé que esto me haría sentir como
una danesa honoraria, no solo una diosa honoraria.
Por supuesto, no quiero nada más que estar allí como la cita de Aksel.
305
Hemos estado merodeando por ahí desde siempre y, por muy emocionante que
sea mantener esta aventura secreta con él, me está empezando a desgastar un
poco. Es tan jodidamente difícil que mi corazón pertenezca al suyo y su corazón
pertenezca al mío y, sin embargo, no podemos mostrárselo al mundo. Incapaces
de actuar en consecuencia.
Una hora más tarde, tengo a las dos niñas listas y nos dirigimos a las
fiestas en la plaza justo enfrente del palacio.
Está repleto. La gente está por todas partes, hay una banda de música, los
guardias hacen lo suyo, la gente ondea banderas danesas, todo el mundo está
tomando café y comiendo bollos pegajosos.
Maja me hace señas desde el área al frente del palacio. El lugar del rey
Aksel está vacío, pero estoy segura que aparecerá más tarde.
—Siento llegar un poco tarde —le digo, guiando a las niñas—. Tuvimos
algunos contratiempos con el cabello.
Espero que Maja me chasquee la lengua ya que es muy buena en eso, pero
en su lugar está conteniendo una sonrisa.
—¿De dónde sacaste esto? —se las arregla para decir riendo, tirando de
mi fajín rojo, sus ojos brillando con humor.
Ah, mierda.
Después, me siento con las niñas a cada lado de mí y sé, sé, que me están
tomando un millón de fotos en este momento. No importa. Levanto mi barbilla
en alto.
Luego, Aksel sale por las puertas, avanzando hacia el micrófono que está
frente a nosotros.
Y se ríe.
El bastardo se ríe.
En frente de todos.
Imbécil.
Su afecto me sorprende.
—No solo con eso —dice—. Con todo. Este no es el mismo rey que
pronunció un discurso el año pasado. Este es un hombre diferente. Este es un
hombre que se sienta en un trono e inspira a un país. Este es quien siempre
estuvo destinado a ser.
—Niñas —las llamo. Estoy colapsada en lo que se siente como un puf sin
fondo en su habitación, mientras ellas se sientan en el suelo, Clara leyendo un
cuento a Freja en danés—. En realidad no quieren ir a esta fiesta, ¿verdad?
—Sí queremos, vamos todos los años —dice Clara y sin perder el ritmo,
vuelve a leer en voz alta.
Gimo. Claro que sí. Ese fue su plan desde el principio. Y aún no he tenido
un momento a solas con él para darle una patada en la espinilla.
Pero la verdad es que, no tengo nada que ponerme. Por alguna razón
pensé que estaría usando el disfraz para el baile y ahora que sé que eso no va a
pasar, solo me queda mi propia ropa y no tengo nada más que minifaldas.
No vuelve con el vestido hasta muy tarde. Nos saltamos la cena porque
Karla y los cocineros han estado muy ocupados con los aperitivos y las bebidas
para el baile, así que busco un poco de pan y queso en la cocina bulliciosa y
luego lo llevo al comedor, para que al menos tengamos algo para comer antes
de que las cosas empiecen.
—Siento llegar tan tarde —dice Henrik, sin aliento. En sus manos
sostiene una bolsa enorme de ropa—. Pero tengo el vestido. Es posible que
haya consultado con mi esposa sobre esto, así que si no te gusta, es culpa suya.
—Estoy segura que estará bien —le digo, y estoy un poco aliviada dado
que una vez conocí a su esposa y parecía tener buen sentido de la moda. Por
otra parte, la mayoría de la gente en esta ciudad tiene estilo sin esfuerzo alguno.
Santa mierda.
Guau.
—¡Ta-da!
Por una vez no creo que mis orejas sobresalgan un poco o que mis
dientes y sonrisa sean demasiado grandes o que mis cejas sean demasiado
espesas y atrevidas para mi rostro.
—Eres tú, la dulce ilusión que yo soñé —canta una de las canciones de los
dibujos animados. Es terriblemente desafinada y chilla más de lo que canta,
pero hay algo tan absolutamente encantador en la escena frente a mí que siento
que mi corazón se rompe en un millón de pedazos. Es tan extraño cómo algo 312
puede hacerte sentir tan feliz, tan bien, que te pone dolorosamente triste al
mismo tiempo.
—Estás llorando —dice Freja, una vez que Clara la ha girado hacia mí.
Te necesito.
Voy enseguida.
El salón de baile está ubicado en el ala lejana del palacio en el primer piso
y aparte de jugar con las niñas y Snarf Snarf allí, no voy muy seguido. 313
Pero esta noche, es como entrar en otro mundo.
Conoces esos bailes reales que ves en las películas, gente con disfraces
bailando bajo candelabros relucientes, mientras los mayordomos caminan con
aperitivos y champán y una orquesta de violines toca en la esquina.
Es justo así.
La gente susurra.
—¿Quién es esa?
—¿Esa es la niñera?
Al principio no lo veo, así que, mientras sigo sosteniendo las manos de las
niñas con un agarre de hierro, avanzo lentamente entre la multitud, asintiendo
hacia algunos miembros del personal que conozco. Pero incluso ellos me están
mirando, ya sabes, esa mirada que dice: ¿no estás trabajando también?
Probablemente seguido de: ¿cómo diablos pudo permitirse ese vestido con
nuestro salario?
—Bueno, con ese esmoquin te ves como un dios nórdico, así que supongo
que hacemos una tremenda pareja.
Solo entonces me doy cuenta que tanto Clara como Freja nos están
mirando fijamente, observando todo.
—¿Por qué?
—Quizás he mejorado. —Se vuelve y hace señas a Maja, que está cerca, y
luego sonríe a sus niñas—. Vayan con su tante Maja. Después les devuelvo a
Aurora.
Tiene razón.
Así que sigo sonriendo a medida que nos deslizamos y giramos alrededor
del salón de baile, el mundo desapareciendo a nuestro alrededor. Fragmentos
de la canción de Clara centellean dentro de mi cabeza como polvo de estrellas.
Eres tú, bailé contigo una vez una noche. Ahí estábamos, deseando que este
baile durara para siempre.
Todo el tiempo.
Estoy feliz.
Le echo un vistazo.
—Está bien, pero ambas tienen que hacerlo. Soy experta bailando con
dos princesas a la vez.
Ambas chicas me dan la mano y mientras Aksel baila con Maja, hago girar
a Clara y Freja, sus risas son tan brillantes y burbujeantes como el champán
desbordado.
Esto continúa durante bastante tiempo hasta que mis pies comienzan a
cansarse y las bebidas me han dejado un poco tonta.
Le digo a Maja que voy al baño y vuelvo enseguida, y antes de salir del
salón de baile, Aksel está junto a mí, con la mano en mi codo y escoltándome
por el pasillo.
¿Qué hice?
Oh, su Majestad.
Se ríe, bajo y rico, estirándose para levantarme de modo que mis piernas
estén envueltas alrededor de su cintura. Me estiro entre nosotros y trato de
desabrocharle el cinturón frenéticamente. Mira mi mano frenética por un 319
momento, disfrutando claramente de lo mucho que lo deseo.
Es todo.
Tiene esa mirada que amo en sus ojos, la única que solo yo puedo
provocar. Somnoliento, relajado, feliz. Absolutamente satisfecho. En estos
momentos, su máscara se ha ido y la corona está en otra parte.
Nos regalamos una mirada de pies a cabezas en el espejo. Alisa mis acres
de vestido, le enderezo la camisa y la pajarita.
Espero unos momentos para que no sea asociado en absoluto con este
baño.
Luego salgo.
Camina hacia mí, sus ojos tan fríos, y sin embargo, hay una sonrisa de
suficiencia y complicidad en su rostro.
Pero no lo hago.
U
na de las ventajas de ser una niñera real es que puedes trabajar
para alguien como Aksel. Sé que dormir con la realeza a la que
estás sirviendo no es parte de la descripción del trabajo, pero nos
ha funcionado bastante bien.
Y aunque aún tengo mi propia habitación por el bien de las niñas, está
justo al lado de la de Aksel y está unida por una terraza espaciosa, dándonos
acceso completo y abierto el uno al otro. Créeme, hemos pasado los últimos seis
días compensando muchas cosas.
—¿Qué?
—Las niñas —responde en voz baja—. Quiero que sepan que te amo y tú
me amas y estamos juntos. Que para mí, eres más que su niñera.
—En algún momento tienen que saberlo, si aún no lo han hecho. Aurora,
no quiero ocultárselo. Lo que siento por ti, no va a desaparecer. Solo sigue
creciendo con el tiempo. No está bien mantenerlas en la oscuridad. Merecen 325
saberlo.
Pero no soy buena. No soy lo suficientemente buena para nada real. Solo
soy buena en secreto.
No se lo puedo explicar.
No.
Lo.
Merezco.
—Aksel —susurro.
—No quiero seguir viviendo una mentira. Quiero contárselo a las niñas y
luego quiero contárselo al mundo. Pero no haré nada de eso a menos que estés
a bordo. Maldita sea, me está matando no poder tocarte en público, no poder
cantarte alabanzas, no dejar que todos sepan que he encontrado el amor, un
amor que llevaré mejor que cualquier corona. —Me da una sonrisa triste—.
Pero no lo haré hasta que estés lista.
327
Más tarde esa noche, Aksel y yo estamos parados en nuestra terraza con
vista al océano. Se apoya en la barandilla, vestido solo con unos pantalones
cortos, sin camisa. Una brisa cálida le revuelve el cabello, una cerveza medio
vacía le cuelga de los dedos. Su mirada está enfocada en el horizonte, contenta
y, sin embargo, puedo decir que un millón de pensamientos están pasando por
su cabeza.
Está en mí.
—¿Echando un buen vistazo? —pregunta con una sonrisa maliciosa
mientras me mira distraídamente, tomando un trago de su cerveza.
—Siempre —respondo.
—Me gustó esa parte de “usar tu amor como una corona”. Fue muy
poético, como siempre.
—Lo sé.
Se echa hacia atrás lo suficiente para dejar que sus labios rocen los míos.
Lo escucho tragar pesado y cuando abro los ojos, está mirando directamente a
mi alma, a mi corazón.
—¿Qué?
¿Un bebé?
¿¡Un bebé!?
—Quiero un bebé contigo —dice contra mis labios—. Quiero que
hagamos uno. Hacer una vida nueva que sea tuya y mía.
Santa mierda.
Conmigo.
Oh, lo he pensado.
Mucho.
¿Y entonces qué?, dice la voz en mi cabeza. ¿En serio crees que esto
funcionará?
—Me encanta cuando te quedas sin palabras —comenta con una sonrisa
a medida que mete mi cabello detrás de mi oreja—. Me da paz y tranquilidad.
—No es que me esté quejando, pero ¿no tienes que dejar de tomar la
píldora durante unos días para que, eh, no funcione?
Me recuesto en la cama.
—No —responde con una sonrisa lujuriosa a medida que se desata los
pantalones cortos—. No lo hay, definitivamente.
Es Amelie.
Lo abro y miro la hora. Son las tres de la madrugada aquí en St. Croix, lo
que significa que son las ocho de la mañana en París.
Es una foto de algo, una captura de pantalla, y no puedo verla bien hasta
que esté abierta.
Todo lo que temía, todo lo que intenté enterrar, todo lo que dejé detrás
de mí, esperando no volver a enfrentarme nunca más, ha vuelto con toda su
fuerza. Ya no estoy atormentada por mi pasado.
Hago clic en el enlace con manos temblorosas, y leo el resto del artículo,
ignorando todos los textos viniendo de Amelie, pregunta tras pregunta.
Eso es lo que más duele. Quizás soy tanto una villana como una víctima,
pero sin siquiera conocer los hechos, sobre lo que había pasado, mi verdad se
ha convertido en mentira.
Se acabó.
Todo.
Se terminó.
—¿Qué hora es? —pregunta Aksel junto a mí, su voz cargada de sueño.
Un segundo largo.
—Sí, bueno. Al parecer, pensé que no podía decirte esto. Y ahora no tengo
otra opción.
—Estoy seguro que lo hiciste —dice en voz baja, pasando su mano por mi
espalda desnuda—. Sé de tu pasado. Todos hemos hecho cosas malas.
Hago una pausa, temiendo mirarlo. Estoy retorciendo mis manos entre sí
hasta que se han entumecido.
335
22
Aksel
M
e quedo mirando el teléfono en mis manos, mi mente aun
dando vueltas por la bomba que Aurora acaba de dejar en mi
regazo, solo para encontrar otra.
Una peor.
Un artículo que reitera todo lo que Aurora me acaba de confesar pero sin
los detalles e idiosincrasias reales. Un artículo que pinta a Aurora como una 336
mentirosa villana tonta, una vagabunda arrastrada que se abrió camino en la
familia real danesa.
—Por favor, nada. —Me vuelvo hacia ella, respirando con dificultad, mi
corazón apretándose en mi pecho como si estuviera en una prensa—. Te
confesé mi mayor secreto, mi crimen, y tú te guardaste el tuyo. Te lo confié
porque confío en ti y en tu gran corazón, pero es obvio que no confías para nada
en mí.
—¡Quiero que seamos algo! —grita—. Pero, maldita sea, Aksel. Tienes la
cabeza en las nubes.
Se queda en silencio de repente, con la boca cerrada con fuerza, los ojos
completamente abiertos a medida que me mira.
—Sí. Supuse que era evidente cuando te pedí que seas la madre de mis 338
hijos.
—No me propusiste...
Sin embargo, cuanto más no dice nada, más espero que nunca lo haga.
—¿Qué?
Sacude la cabeza.
—No creo que podamos estar juntos. Ahora no, no después de esto.
Jamás.
—¿Por qué? —Me las arreglo para preguntar, mi voz rompiéndose, todo
rompiéndose.
—¿Por qué? —repite y ahí es cuando veo las lágrimas correr por su
rostro—. Porque nunca podremos funcionar. Esto simplemente lo demuestra.
339
—¡Pero funcionamos mejor que nada!
Está diciendo estupideces. Sé por qué lo dice, pero ya está lista para
darse por vencida, lista para darse la vuelta. Así no es como hago las cosas.
—Las personas son las personas y pueden pensar lo que quieran. Emitiré
una declaración, ambos lo haremos, y si quieren continuar, pueden hacerlo.
Mira, la gente, la prensa, todos siempre han corrido con un millón de historias
sobre mí, sobre Helena, sobre mis padres y sobre sus padres. Ese es el precio
que pagas por ser miembro de la realeza. Pero no voy a dejarte ir y salir de mi
puta vida solo para que no digan nada malo de nosotros. Maldita sea. Qué se 340
jodan.
Aparta sus ojos, una sola lágrima rodando por su mejilla y en esa sola
lágrima siento que mi corazón va con ella. No hay nada en mi pecho más que un
espacio vacío y hueco.
—Por favor —digo, con la respiración entrecortada, intentando respirar
a través del vacío—. Por favor, Aurora, sigue adelante conmigo. Quédate
conmigo. Yo... no puedo hacer esto sin ti. —Presiono mi mano contra su
pecho—. Tengo un hogar en tu corazón y un amor que no parará de sangrar. Te
necesito en mi vida, eres mi vida, eres mi sol por el que he esperado
demasiados inviernos.
Me mira fijamente.
Y en esa mirada, veo ese sol. Veo su luz. Lo veo atravesar las nubes y la
oscuridad que casi la aleja de mí.
—Te amo —le digo nuevamente, con las manos en sus mejillas, acunando
su rostro a medida que la lágrima rueda por mi dedo—. Te amo. Dime que me
amas. Dime que podemos seguir adelante juntos. Dime que soy tuyo, ahora y
siempre.
—Te amo —dice ella—. Te amo y tengo miedo. Estoy tan asustada. No
quiero ser la persona que era.
—No lo eres.
—No lo harás.
—No lo serán.
—Quiero merecerte.
—Lo haces.
—¿Sabes qué? —dice Aurora mientras se inclina hacia mí, su voz baja—.
Estaba pensando en todas las cosas que están diciendo sobre mí...
—Por favor, no pienses demasiado en eso. Es pura basura.
Mi ceño se frunce.
—No. Eso no. Citan una fuente anónima, pero siento que mi madre habría
salido directamente y habría dicho quién era. Eso si es que sabe quién soy
ahora. No la he visto ni escuchado de ella en diez años.
—¿Tienes un diario?
—No lo he hecho.
—¿La cosa con todas las notas de niñera? Eso era un cuaderno.
—Eso también era mi diario. ¿Por qué creías que estaba tan molesta?
Gime, quejándose.
—No, Aksel. Resulta que estabas viendo las notas que hice sobre el
manual. Si hubieras seguido leyendo, habrías visto mis pensamientos y
sentimientos. No escribo todos los días, solo cuando me siento deprimida,
triste, enojada o tengo un sueño extraño. Escribo mucho sobre el pasado para
dejarlo atrás. ¿Qué? —Me está mirando fijamente porque frunzo el ceño como
un loco.
Parece disgustada.
—Espero que incluyas allí todas las veces que hice que te corras.
Se le cae la boca, y mira a las niñas para ver si escucharon, pero ahora
tienen los auriculares puestos. Son unas niñas inteligentes.
—¿Cómo puedes ser tan, tan trivial con todo esto? —chilla—. Vamos a 345
aterrizar en una tormenta de mierda y lo más probable es que fue tu propio
empleado chantajeándote quien hizo esto, me arrojó debajo de un maldito
autobús. ¿Cómo vas a lidiar con él?
Además.
—Puedo, ciertamente.
—Entonces, déjalo.
Déjalo. Déjalo que diga lo que necesite y ya veremos qué pasa después.
—Saben que las amo a ambas mucho, muchísimo —les digo—. Y saben
que Aurora también las ama mucho, muchísimo. Pero también nos amamos
entre nosotros mucho, muchísimo.
Me rio.
Miro a Aurora por encima del hombro, arqueando las cejas. ¿Un poco de
ayuda? 347
Aurora se inclina hacia adelante, sonriendo.
—Seré su niñera para siempre. Pero también seré más que eso.
¿Recuerdan cuando me preguntaron si tenía novio? Justo ahora, eso es lo que es
su padre. Y lo amo muchísimo, con todo mi condenado ser.
—No iré a ninguna parte. De hecho, esto podría significar que viviré con
ustedes para siempre.
—Cuando era joven —explica Aurora—, mayor que ustedes, pero aun así
muy joven, me metí en muchos problemas.
—Uh, algo así. De todos modos, fui mala y estuvo mal, pero también
estaba enferma en ese entonces. Así que, me enviaron a la cárcel por una noche
o dos, para darme una lección.
Maldita sea, desearía que los adultos fueran tan fáciles como los niños
cuando se trata de juzgar y perdonar.
349
23
Aurora
T
enía razón.
La única forma en que logramos que retrocedieran fue que los asistentes
reales comenzaran a empujarlos hacia atrás, mientras levantaba a Freja y Clara
en mis brazos (Señor, son más pesadas que Snarf Snarf).
Yo, en cambio...
Ver en sus caras cómo han cambiado sus opiniones sobre mí.
—Siento mucho que tuvieras que pasar por eso —dice Aksel junto a mí,
tomando mi mano y girándola para besar mi palma.
Entramos por las puertas del palacio, pero en lugar de sentirme aliviada
por estar en casa, estoy nerviosa. Normalmente a esta hora todos se mudan al
palacio veraniego danés, pero como nos fuimos por unos días, lo pospusimos
para la semana que viene.
Aksel toma mi mano cuando salimos del auto y nos dirigimos a la casa y
esto ya está levantando algunas cejas, especialmente cuando nos encontramos
con Henrik en el vestíbulo.
Luego vuelve hacia mí con un sacacorchos, me da los vasos para que los
sostenga, y procede a abrirla.
—Estoy bien —responde, sacando el corcho y tirando del resto con los
dientes—. Mejor que nunca.
—Estoy seguro de que todos quieren hablar sobre lo que se informó hoy
en los tabloides. Y llegaremos a eso —dice Aksel antes de tomar un sorbo de su
oporto. Me tomo el tiempo para hacer lo mismo, a medida que observo a
Nicklas, intentando ver si se retuerce. Por supuesto que no lo hace.
Y él asiente.
Él sosteniendo mi mano.
Todos se miran unos a otros, con las cejas levantadas, listos para el hacha
a pesar de lo que dijo antes.
—Y como los veo como amigos y familia, sé que debo ser honesto con
ustedes. No solo como rey sino como persona. Y por eso, debo decirles que, me
he enamorado.
Alguien deja escapar un jadeo ahogado, creo que fue Karla, es tan
romántica; mientras todos los demás levantan las cejas.
—Lo sabía —murmura Maja en voz baja, pero tiene una expresión tan
sombría que apenas puedo decir si está feliz por eso o no.
—Me doy cuenta que esto puede ser sorprendente para ustedes —dice
Aksel—. O tal vez no sea para nada sorprendente. Quizás todo fue bastante
obvio. Es difícil saberlo cuando estás involucrado. No pensé enamorarme de
ella y estoy bastante seguro que les dirá lo mismo. Para ser honesto, creo que
me odió durante algún tiempo.
—No creo que nadie haría eso —dice Maja—. Todos tenemos más
respeto por ustedes dos que eso.
—Sé eso. Solo... —se interrumpe a medida que sus ojos van hacia la
puerta donde Johan está parado con una computadora portátil en sus manos—.
Estoy ganando tiempo —termina Aksel.
—No lo hice.
Una vez más, todos jadean, incluyéndome a mí. No pensé que lo haría y
me estremezco, preparándome para lo que podría pasar a continuación.
Oh, Aksel.
Se torna cruel.
Está nervioso.
Está perdiendo.
Y conmovido.
Sus labios están apretados, su mandíbula firme, pero sus ojos albergan
tanto peso y suavidad en ellos. Quizás solo sea el afecto de su tía en lugar de su
madre.
Y mientras reflexiono sobre eso, me doy cuenta que Aksel está luchando
por contener las lágrimas.
Se va a curar.
Va a seguir adelante.
Familia.
Mi familia.
—Vaya, aquí ya eres gruñón cuando despiertas. ¿Qué pasó con el Aksel
del Caribe?
—Era temporal.
—Bien.
359
Levanta el brazo y me acurruco junto a él, apoyando mi cabeza en su
pecho cálido.
—La otra noche practicamos bastante lo de hacer bebés. Creo que fui
bastante buena en eso.
Se ríe.
Sacude la cabeza.
—¿Qué voy a hacer contigo?
—No lo sé. Ahora que estamos juntos, puedo ponerte de los nervios
tooodddooo el día.
—Bueno, aún no nos relajemos mucho. Hoy tenemos que asistir a una
conferencia de prensa.
Gimo, apretando mis ojos cerrados como si quisiera aislarme del mundo.
Suspiro.
Aksel dice que ya no parezco yo, pero difiero. ¿Cómo sabría quién soy si
no lo he probado?
Me mira y asiente.
Me acerco al micrófono.
—Mi nombre es Aurora James, nací como Rory Jameson, y esta es nuestra
historia.
Fue catártico.
Fue liberador.
La ironía es que, tener este papel público dejó entrar toda esta luz en mi
vida. Si me hubiera quedado en Francia, con las mismas familias de siempre,
nunca habría tenido que enfrentarme a nada.
Cuando termino, hay lágrimas corriendo por mi rostro, pero aún estoy
serena. Estoy segura de que algunos dirán que todo es una farsa, pero que se
jodan. Esta no es una comparecencia en la corte. No les estoy suplicando que
me perdonen. Solo le estoy contando al mundo una historia muy real, todas las
partes malas y feas.
Me alejo del micrófono y espero a que Aksel diga algunas palabras para
concluir la conferencia de prensa, luego regresaremos adentro y colapsaré
dramáticamente.
Más jadeos audibles. Las últimas veinticuatro horas han sido solo
personas jadeando a mi alrededor.
Se inclina y toma mi mano, acunándola entre las suyas mientras gira para
mirarme.
Oh.
Dios.
Mío. 363
Más jadeos audibles.
De nosotros.
Maldita sea, sé que lo mencionó la otra noche, pero pensé que eran solo
palabras de pelea.
¡Oh, Dios, y era la idiota que le dijo que no me casaría con él!
Mierda. Mierda. ¿Y está haciendo esto ahora, sin saber lo que diré?
Estoy aturdida.
Aturdida.
—Todo lo que quiero en esta tierra es que compartas mi vida, mis hijos y
mi trono —dice, ahora con la voz estremecida y las manos temblorosas. Ahora
no está tan firme—. Todo lo que quiero es que seas mi reina. Y creo que, serías
en serio, de verdad maravillosa en eso. Aurora, ¿serás mi igual, mi reina? ¿
364
Quieres casarte conmigo?
Sí.
Sí.
Sí.
Para siempre.
—Sí —grito—. ¡Ja! ¡Ja!
365
24
Aksel
Bueno, casi. Juro que el canto de Clara ha empeorado. Es una lástima que
no puedas sintonizar automáticamente a tus propios hijos.
366
—Me sorprende que esto no te esté molestando —comenta Aurora,
viendo como Clara y Freja persiguen a Snarf Snarf por toda la sala, cantando a
todo pulmón. El cerdo tiene una de las pocas pelotas de tenis que en realidad no
se ha comido en la boca en un juego de búsqueda que se convirtió en un juego
de mantente lejos.
Por ahora.
Como si fuera una señal, Snarf Snarf se estrella contra el costado de una
mesa auxiliar, derribando un jarrón. Todos miramos en cámara lenta a medida
que el jarrón se tambalea y cae sobre la alfombra de abajo.
Todos jadean.
No se rompe.
—Está bien —digo en voz baja, a punto de levantarme del sofá—. Eso es
suficiente.
Solo han pasado unas pocas horas desde que le propuse matrimonio a
Aurora, y hemos escapado del circo mediático que aún está fuera del palacio, a
una paz relativa y tranquilidad en el interior. O lo sería, si no fuera por ese 367
maldito cerdo.
—Podrías pedirle a Karla que haga eso —señalo a medida que Stella
intenta deshacer el corcho.
—Lo siento —se disculpa Stella, aunque parece un poco feliz por ello.
Vierte el champán en las cuatro copas, y nos las pasa mientras Aurora y yo nos
ponemos de pie.
—¡Está bien! —grita Clara feliz—. Espero que sea chocolate belga —
agrega en voz baja a medida que Freja y ella salen corriendo de la habitación,
seguida del cerdo.
—Es la verdad. Pero vi un lado de ti que nadie vio nunca... hasta que
conociste a Aurora. Supe, desde el momento en que la conocí, desde el
momento en que vi cómo la miraste, que se había metido debajo de tu piel. Que
ella había visto tu verdadero ser y tú lo reconociste. Fue evidente desde el
principio que algo se estaba gestando, y solo podía esperar y rezar para que
uno de ustedes entrara en razón. Porque tú, hermano, eres un rey que ha
necesitado desde el principio a la reina correcta junto a ti. Y ella es la reina
correcta.
Para ser justos, cuando decidí que iba a hacer la gran pregunta durante la
conferencia de prensa, me estaba preguntando si al final quedaría como un
tonto.
Pero, a la mierda. ¿De qué sirve sentarse en un trono si no puedes agitar 369
algunas plumas de vez en cuando? No lo esperaban de mí, pero tal vez ahora en
el futuro lo harán. No estoy seguro en qué tipo de rey me estoy convirtiendo,
pero quizás Stella tenía razón, y este es el rey que se supone que debo ser.
Todo ha sido una apuesta hasta ahora desde el día en que la conocí.
Fue una apuesta profesar lo que sentía por ella, admitir mi verdad.
Fue una apuesta aún mayor abrir mi corazón de la forma en que lo hice y
dejarme caer libre sin un paracaídas, incluso después de que nos reunimos.
Sé que fui demasiado directo. Sé que después de meses poniéndola a
prueba, ponerme a prueba a mí mismo y finalmente ceder, fui con todo, hasta la
empuñadura. Sé que pasamos de cero a cien después de tanta negación,
recuperando el tiempo perdido, pero esa era la única forma que conocía.
¿Por qué no abrazaría la luz del sol después de toda esa oscuridad?
¿Por qué no pasaría todos mis días con ella, aferrándome para siempre?
Y ahora puedo.
Nunca me había sentido más feliz, más en paz, más emocionado por
nuestro mundo y el futuro que en ese momento.
—Entonces, ahora que esto ha sucedido —les digo—, ahora que Aurora
será parte permanente de nuestras vidas, creo que quizás mañana deberíamos
visitar a mamá. Todos nosotros.
Stella asiente.
—Iré a ver cómo están las niñas —dice Maja y cuando Aurora se mueve
para hacerlo, Maja extiende la mano para detenerla—. Aksel y tú necesitan algo
de tiempo a solas para procesar todo. —Señala hacia la puerta con la cabeza—.
Vamos Stella, ayúdame a reunir a esos monstruos.
Salen de la habitación y me vuelvo hacia Aurora, envolviendo mis manos
alrededor de su cintura.
—¡Habla por ti, anciano! —se burla—. Soy la joven y fértil aquí.
—Eres tan tonto, ¿sabías eso de ti? Del Rey Idiota al Rey Tonto.
—Soy bastante ágil para ser un viejo —le digo, indicándole que se quite
la ropa. Lo haría yo mismo, pero tengo la mala costumbre de romper las cosas,
especialmente esas blusas bonitas de ella.
—Sí, su Majestad.
La sigo, merodeando sobre ella hasta que estoy entre sus piernas
exuberantes y ella me observa con esos grandes ojos castaños. Me acerco y
aparto un mechón de su cabello sedoso de su rostro, acunando su mandíbula
mientras la miro a los ojos. Siento que puedo ver todo su corazón en ellos.
—No puedo creer que vayas a ser mi esposa, mi reina —me las arreglo
para decir, sintiendo como si estuviese a punto de ser barrido en cualquier
momento por las emociones de hoy.
Me observa a través de sus largas pestañas oscuras, y siento que el calor
en mi pecho se intensifica. Su expresión normalmente descarada se suaviza, y
su ternura repentina es absolutamente desarmadora.
—No lo olvido —me las arreglo para decir, la lujuria pura y la necesidad
comenzando a construirse dentro de mí. Mis dedos se presionan más fuerte en
su mandíbula a medida que me inclino y la beso, capturando su boca contra la
mía, mi lengua bailando con la de ella, avivando el fuego.
Mi nombre suena tan bien, pero aun así, tengo que burlarme de ella. 374
—¿Esa es la forma correcta de dirigirse a mí?
Mierda.
—Quiero que mi pene se deslice dentro de ti, justo así. —Agrego un dedo
extra y los muevo juntos—. ¿Lo quieres más duro, más profundo? En esta cama,
te sirvo.
Ella gime, arqueando la espalda, sus tetas elevadas, sus dulces pezones
rosados apretados y duros.
Es tuya, es tuya.
Es tu reina.
—Sabes tan bien, tan dulce —murmuro y ella se estremece por las
vibraciones—. Jamás tendré suficiente de esto.
Mi diosa.
—Quiero follarte por detrás, mi reina —le digo a medida que deslizo mi
brazo por debajo de su espalda y la volteo sobre la cama para que esté
bocabajo.
Me acomodo detrás de su culo, sus piernas suaves y tornadas entre mis
muslos, mi polla caliente e inflexible en mis manos. Con una mano, paso mi
dedo por la grieta de su trasero hermoso, tan perfectamente redondo, que
instintivamente le doy una azotada con mi palma.
No puedo evitarlo.
—Dios, me encanta que seas tan obsceno —dice. Su voz suena tensa,
temblorosa pero aún llena de deseo.
—¿Quieres el resto?
Tiene razón.
Sin escondernos.
—Sí. Sí.
—Voy a hacer que te corras —le digo con brusquedad—. Voy a hacer que
te corras tan jodidamente duro. Voy a follarte tan bien.
Muevo una mano hacia su cintura y la agarro a medida que la otra se
desliza entre sus caderas y el colchón hasta que llego a su clítoris. Está
empapado y mi dedo se desliza sobre él con facilidad.
Nos tomamos unos momentos, acostados uno al lado del otro, intentando
devolver el aliento a nuestros cuerpos y calmar nuestros corazones acelerados.
Suspiro.
—No. Quiero decir... tengo que seguir mintiendo al mundo sobre lo que
pasó con Helena y Nicklas.
Epílogo
Aurora
—¿Y
a llegamos? —pregunta Clara.
—¿Quieres decir, aparte de los niños gritando una y otra vez en mi oído?
Estoy bien.
—Sabes que podríamos haber hecho este viaje por carretera con ellos en
el auto detrás de nosotros. De hecho —me giro en mi asiento para mirar a
todos—. Si ustedes no se callan, podría pedirle a su padre que detenga el auto y
los dejaré con su tía Maja.
—Eso es lo que obtienes por traer más herederos al mundo —digo. Echo
un vistazo a mis hijos en el espejo retrovisor y aunque son difíciles de manejar
la mayoría de los días, no cambiaría por nada del mundo tener a estos
pequeños príncipes y princesas.
Está la princesa Clara, quien ahora tiene once años, más lista que un
zorro e infinitamente atrevida. Recientemente ha pasado de ser vegetariana a
vegana total, para gran dolor de su padre. Le gusta que le tiña el cabello de
colores salvajes todos los viernes por la noche con espuma de lavado, usa
mucho morado y mezclilla, y lee todo lo que puede. Recientemente comenzó a
dedicarse a la alfarería como pasatiempo y me gusta pensar que fue ese jarrón
griego de valor incalculable hace tantos años atrás lo que la interesó.
Luego está su hermana, la princesa Freja. Freja tiene diez años y es pícara
y taimada a la vez, además de extremadamente sensible y poética. A ella
también le gusta leer, pero también escribir. Llena cuadernos y cuadernos de
bocetos con poesía, dibujos y cuentos. También está en la etapa loca por los
niños, está enamorada de todos los chicos K-Pop que escucha sin parar, y odia
381
el hecho de que ahora tiene que usar lentes. Es una de las tranquilas, pero hay
que tener cuidado con las tranquilas.
Emil y Lars. Con cinco años de edad. Nacidos con cinco minutos de
diferencia.
Ah, y cuando sonríe, puedes ver sus incisivos, por eso creo que se parece
a mí.
Lo que más le gusta hacer es ir a navegar con su padre (me gusta 382
quedarme en tierra, muchas gracias) y aprender otros idiomas. Hasta ahora,
domina el inglés, el danés y el sueco, pero dice que después quiere aprender
italiano. Creo que es porque su comida favorita son los espaguetis con
albóndigas… con arenque.
Así que, esos son los cambios más importantes de los últimos cinco años.
Ahora soy la reina Aurora (mucho mejor que la Princesa Aurora). Aksel y yo
nos casamos a los pocos meses de proponerme matrimonio y para ese
momento ya estaba embarazada. Toda esa práctica haciendo bebés valió la
pena.
Honestamente, no pensé que podría ser más feliz, sentir este tipo de
alegría, que siento casi todos los días. Aún también tenemos a Snarf Snarf,
porque ese cerdo vivirá para siempre, pero también tenemos un enorme perro
Terranova llamado Pilot, porque un animal no es suficiente y Aksel aún tiene
una gran debilidad cuando se trata de sus hijas.
En cuanto a Nicklas, el ex mayordomo, bueno, al final escribió su libro.
Ningún editor danés quiso tocarlo, especialmente cuando se filtró que él era el
soplón en el palacio real, pero al final un editor británico lo escogió.
Dicho esto, la familia real danesa ahora está conformada solo por Aksel,
Stella y yo.
Rumbo a Windorah.
Detrás de nosotros hay otro auto con Maja, quien aún está vivaz a su
edad, y Johan al volante.
Pero después de lo que pasó con su madre, sentí la necesidad de hacer las
paces con la mía. Y aunque no pude localizar a mi madre por ninguna parte, y sé
que ya no está en Windorah, pensé que necesitaba un cierre de otras maneras.
Solo ver el pub, solo ver la casucha. Solo ver la vida que solía tener y
despedirme. Sin más demonios, sin más dolor. Estoy avanzando y la culpa
puede quedarse atrás.
Faltan otras tres horas hasta que finalmente lleguemos a las afueras de la
ciudad y gracias a Dios por eso, porque todos han tenido que hacer pipí y no ha
habido ni una sola estación de descanso o ni siquiera un árbol al costado de la
carretera para hacer sus asuntos detrás.
Apenas siento los calambres en mis piernas por estar en el auto todo el
día, mis ojos están enfocados en la choza.
Se ve mucho mejor ahora o tal vez nunca fue tan malo. Aproximadamente
tres habitaciones, un solo piso, techo de hojalata. Hay un porche con un sofá
hundido y una puerta mosquitera que no está bien cerrada.
¿Esto es real?
¿Quién soy?
El perro corre hacia ella y ahora la mujer se distrae con mis hijos, que
vienen corriendo a toda prisa, y Aksel al fondo, meando en un árbol.
—Así es. Hace mucho, mucho tiempo. No he vuelto por aquí desde hace,
tal vez, quince años.
Aksel la estrecha.
Casi digo que en ese entonces era Rory, pero no lo hago. Rory se ha ido.
—De hecho, nos mudamos hace unos cuatro años. Mi esposo, Jim, puso
en marcha una granja de emúes.
—Sí, está ahí con ellos ahora mismo. —Hace un gesto con la cabeza hacia
una colina pequeña que solía escalar cuando era joven. Ella nos mira—. Tienen
acentos muy interesantes. ¿De dónde son el resto de ustedes?
—Están pasando por una fase —digo en voz baja, inclinándome hacia
ella, sin necesidad de que sepa quiénes somos en realidad.
—Oh no, no —le digo—. Por favor, solo queríamos verlo, eso es todo.
—Pero insisto.
Lo miro, intentando dispararle con mis ojos un mensaje claro de: ¿qué
crees que estás haciendo?
—Solía ser vegetariana —le dice Meredith—, antes de que este bebé mío
comenzara a desear la carne. Vengan, entren y descansen. Les prepararé algo.
—Otis —les digo—. Ignoren todo lo demás que encuentren por aquí.
Probablemente los matará.
Él sonríe. 389
—Estás manejando todo esto muy bien. —Me quita un mechón de la
cara—. Estoy orgulloso de ti.
Asiento.
—Otra vida y una segunda oportunidad. No hay nada mejor que eso.
Miro alrededor al polvo rojo, la choza y la vida que tengo ahora chocando
con la vida que tuve entonces. Y tenía razón.
Fin
Próximo libro
Cada familia tiene una oveja
negra, incluso las reales.
E
n la familia real de Dinamarca,
esa oveja negra soy yo. La
princesa Stella, la divorciada
escandalosa, la única madre
soltera de la familia. No me molesta lo que
diga la gente. Siempre hemos sido mi hija y
yo contra el mundo.
Un bebé.
Nordic Royals #4
Sobre la autora
Nordic Royals:
1. The Swedish Prince
2. The Wild Heir
3. A Nordic King
4. The Royal Rogue
Créditos
Moderación
LizC
Traducción
LizC
392
Diseño
Tolola
393