Está en la página 1de 160

1

Esta traducción fue hecha sin fines de lucro


2
Es una traducción de fans para fans. Ningún miembro del staff recibe una
retribución económica y se prohíbe el uso de éste con fines lucrativos. Si el
libro llega a tu país te invitamos a apoyar al escritor comprando su libro.
¡Disfruta la lectura!
Sinopsis ____________________________________________________________ 4
1 ___________________________________________________________________ 5
2 __________________________________________________________________ 13
3 __________________________________________________________________ 31
4 __________________________________________________________________ 41
5 __________________________________________________________________ 59
6 __________________________________________________________________ 66
7 __________________________________________________________________ 76 3
8 _________________________________________________________________ 116
9 _________________________________________________________________ 120
Epílogo I __________________________________________________________ 148
Epílogo II _________________________________________________________ 153
Epílogo III ________________________________________________________ 156
Sobre la autora ___________________________________________________ 159
una LaRoux ha puesto su corazón y su alma en su bar y

L restaurante frente al mar, que tiene las mejores puestas de sol


en Key West. El único problema es que la mejor amiga y socia
comercial de Luna, Josie, tiene problemas de dinero, y con gemelos en
camino, Josie no tiene más remedio que venderle la mitad del negocio. En
realidad, es el 51%.

Gage McCabe está pasando el fin de semana en Key West cuando


termina siendo expulsado de su habitación de hotel por una indiscreción
menor que ni siquiera fue su culpa. Deteniéndose para pedir una bebida
muy necesaria, Gage escucha una conversación interesante. Entre una 4
accionista mayoritaria muy embarazada y su socia comercial increíblemente
hermosa, y deliciosamente desesperada.

Gage no puede resistirse. El bar es obviamente un negocio próspero, y


su nueva socia solo tendrá que acostumbrarse a que él tome las decisiones...
si no lo mata primero. Es este detalle lo que más lo frustra: ella parece
completamente inmune a sus encantos. Inaudito. Gage está tan seguro de
su propio encanto, que le apuesta a Luna, su parte, que ella se entregará a
él dentro de un mes, o el bar es suyo.

Perfecto. Todo lo que Luna tiene que hacer es resistirse a su hermosa


apariencia, su carisma engreído y su impresionante... equipo, entonces se
librará de él para siempre. Fácil, ¿verdad?

Arrogant Bastard es una novela sexy de enemigos a amantes


protagonizada por un playboy alfa y la única mujer a la que no puede
controlar... o mantenerse alejado.
P link. Dejo caer uno de los clavos que tengo en la mano y salpica
en el agua turquesa de abajo. Me inclino más sobre la
barandilla de la terraza de mi bar cercano al mar de Key West...
hasta el punto de que en cualquier momento podría perder el equilibrio y
caer de cabeza al agua. Me aferro a la madera áspera y siento una astilla
gigante deslizarse profundamente en la almohadilla de mi pulgar.
5
—Mierda. —Ignoro el dolor mientras sostengo el clavo en su lugar y lo
golpeo con mi martillo.
—Ésa es una vista a la que podría acostumbrarme.
Miro detrás de mí.
Es Kyle, nuestro ayudante de camarero. Compite en levantamiento de
pesas. Tiene músculos venosos y bombeados que parecen fabricados y
mejorados con esteroides.
—¿Cuándo vas a salir conmigo, Luna?
—No salgo con empleados, ya te lo he dicho. —Alrededor de setecientas
veces. No sería apropiado. Además, no es mi tipo. Claro, los músculos son
geniales pero no hasta el punto de parecerse a un aceitoso y bronceado
Increíble Hulk.
—¿Necesitas ayuda? —dice.
—Si es el tipo de ayuda que significa que sigues con tu trabajo,
entonces sí, eso sería fabuloso. —Le sonrío para quitarle el tono duro.
—Vamos. ¿Qué tal un trago después del trabajo esta noche?
Cuando el infierno se congele, es lo que estoy pensando. No salgo con
chicos de gimnasio inflados. O con chicos trajeados en sus viajes de negocios
a conferencias. O turistas borrachos y ansiosos. Y definitivamente no con
deportistas de mi ciudad. Estoy... entre tipos en este momento. Por razones
en las que no me detengo, especialmente en un día tan hermoso como éste.
La luz del sol brilla en el agua con destellos brillantes, que lo ilumina
todo con su magia, o al menos así es como me siento a menudo aquí en Key
West. Esta pequeña isla se ha convertido en mi refugio, como si la barrera
de agua azul que la rodea proporcionara un campo de fuerza necesario. Ahí
fuera, más allá del Puente de las Siete Millas, en algún lugar entre las olas
ámbar de grano y justo antes de llegar a las majestades de la montaña
púrpura, yace mi pasado y todos mis remordimientos. Aquí, puedo respirar.
La arena azucarada y la exuberante humedad me reconfortan de maneras
que ni siquiera sabía que era posible ser reconfortada.
—Nos vemos dentro, Kyle —digo ligeramente, pretendiendo amenazarlo
con mi martillo.
—Ooh. —Se aleja y reanudo mi trabajo, inclinándome un poco más
sobre la barandilla, agarrándome fuerte y esperando desesperadamente no
catapultarme por la borda. Golpeo otro clavo en su lugar.
—Como si eso fuera a ayudar. —Escucho otra voz detrás de mí que
dice. Reconozco la voz al instante como mi mejor amiga, la única e
inigualable Josie Farrell. Mi familia se mudó a la casa de al lado de la de
Josie en Cedar Rapids, Iowa cuando ambas teníamos nueve años. Yo 6
acababa de llegar de Nueva York y todavía estaba vestida de ciudad. Josie
me vio sentada en mi escalón delantero, completamente perdida, tal y como
había pasado gran parte de mi infancia. Durante un verano idílico, me
enseñó a exprimir limonada a mano. Cómo silbar con una brizna de hierba.
Cómo encontrar los mejores escondites en el granero durante nuestras
largas tardes de juego de escondite con su hermana y sus hermanos. Cómo
conseguir una buena altura en el columpio de la cuerda antes de dejarse
llevar, para llegar al agua más profunda y fresca del pozo de natación.
Hemos sido inseparables desde entonces.
Su familia se convirtió en mi familia. Mi familia es lo que llamarías...
¿cómo se dice? Rota. Disfuncional. Mezclada. O alguna combinación infeliz
de las tres. Mis padres se divorciaron de forma muy poco dinámica (es decir,
básicamente se odian) cuando yo tenía seis años. Mi padre se escapó con su
secretaria embarazada (de él), quien definitivamente no quería una hijastra,
especialmente una que era hija de la malvada exesposa de su nuevo esposo.
Mi madre es lo que generosamente se podría llamar una trepadora social.
Creo que en algún lugar en el fondo de su corazón de cazafortunas amaba
de verdad a mi padre. El hecho de que su matrimonio colapsara hizo que,
en cierto modo, renunciara al amor por completo. Así que fue a por dinero
en su lugar. Por suerte para ella, era y sigue siendo lo suficientemente
hermosa como para salirse con la suya. Antes de que se secara la tinta de
sus papeles de divorcio, nos sacó de la única casa que había conocido y se
fue con su marido número dos, un promotor inmobiliario de Manhattan. De
alguna manera me encontré atrapada en el mundo de los súper ricos. Un
conductor de limusina me llevaba a mi escuela privada cada mañana.
Teníamos chefs y amas de casa, una piscina cubierta y un gimnasio, incluso
un helipuerto en el techo. Mi madre pensó que había muerto y había llegado
al cielo. Yo, no tanto.
Descubrí que no estoy hecha para ser súper rica. Tal vez suene extraño,
ya que mucha gente parece desearlo o aspirar a ello, pero no soy una de
ellas. Pasé tres años viviendo la fantasía retorcida de otra persona, que para
mí era más bien una prisión dorada. Como si me obligaran a llevar un traje
con diamantes que no me quedase bien.
Prefiero las cosas simples de la vida. Un buen amigo con el que reírse.
Un campo de trigo de finales del verano por el que pasear. Una playa al
atardecer. Una cerveza fría después de un duro día de trabajo. La gente a
veces me llama hippie o espíritu libre. No estoy segura de ser ninguna de
esas cosas. Soy lo que soy, y es... único, según me han dicho.
En Iowa, con sus colinas ondulantes y sus grandes cielos azules,
finalmente me sentí libre. Podía ensuciarme y montar en bicicleta y jugar a
la linterna en la oscuridad. Podía ver las estrellas. 7
Y Josie estaba allí para todo. Su familia era todo lo que la mía no era.
Grande y ruidosa y divertida y muy unida. Descubrí lo que se siente al reír
y al sentirse amado. No importaba que no fuera mi propia familia la que me
amara. La familia de Josie se sentía más mía que mi propia familia. Así que
cuando el segundo matrimonio de mi madre se esfumó unos años después
y decidió mudarse a Los Ángeles para ser el marido número tres, me quedé
con Josie.
Los siguientes dos años terminaron siendo una época de mi vida en la
que podría haber usado una madre, como resultó ser.
Nadie te dice que lo difícil puede ser más difícil de lo que nunca
imaginaste. Nadie te dice que algunas de esas cosas duras te van a cortar
hasta que sepas con certeza que nunca volverás a ser el mismo. O que vas
a necesitar más valor del que nunca supiste que tenías.
De alguna manera, sobreviví esos dos años.
Pero el día después de graduarnos del instituto, saltamos a la vieja
camioneta de Josie y nos dirigimos a Florida. No podíamos salir de allí lo
suficientemente rápido. Para ella, era su única oportunidad de salir de la
ciudad en la que había nacido y de la que nunca había salido. Para mí, era
una forma de recuperación. Necesitaba salir de ese pueblo como un hombre
que se ahoga en aguas infestadas de tiburones necesita un bote salvavidas.
Nos decidimos por Key West por la única razón de que nos gustaba
como sonaba.
Y después de tres días de viaje, mientras conducíamos a través de la
pequeña ciudad encantada por el sol y cargada de carácter, supe que había
encontrado el lugar donde quería quedarme. Para siempre es mucho tiempo,
pero para mí, algo del perezoso calor que rezuma de este lugar respondía a
un anhelo en mi alma que era difícil de explicar. Todavía no me veo yéndome
de aquí.
Conseguimos trabajo como camareras. Encontramos un apartamento
de una habitación, nadamos en el océano y ahorramos todo nuestro dinero.
Resulta que las camareras pueden ganar buenas propinas en Key West.
Tres años más tarde, cuando el padre de Josie murió y le dejó una
pequeña herencia (su madre había muerto años antes, antes de conocerla),
juntamos todos los ahorros que teníamos, vendí un brazalete de esmeralda
que mi padrastro número uno me había regalado para mi octavo
cumpleaños, y de alguna manera nos las arreglamos para juntar suficiente
dinero para dar un pago inicial en un negocio que acababa de salir a la
venta. Nuestro bar, donde habíamos trabajado todo el tiempo.
Es un negocio que podría usar unas pocas mejoras. Vale, más que unas
pocas. Cuesta mucho dinero dirigirlo, más de lo que habíamos previsto, y 8
exactamente tanto como ganábamos, apenas, pero me gustan el desafío. Nos
metimos en la parte más profunda y estamos tratando de aprender a nadar.
Eso fue hace exactamente diez meses.
—Tendremos que hacer que alguien que sepa lo que hace repare esta
cubierta, Luna.
—Lo sé. Lo haremos. Pero no podemos permitírnoslo ahora mismo —
digo alegremente. Me subo de nuevo a la barandilla. Llevo un par de
pantalones cortos de vaquero y una camiseta rosa ajustada con el logo de
nuestro bar en la parte delantera. Sea Breeze. Que ahora está muy sucia
por mi fracaso como manitas. La barandilla no parece más resistente que
hace cinco minutos—. Tal vez una capa de pintura ayude.
Josie me da una mirada.
—La pintura no mantiene las cosas unidas, Loon. —Es el apodo que
me puso hace mucho tiempo.
Josie tiene el pelo castaño que se ha vuelto a recoger en un moño
desordenado. Sus ojos oscuros brillan con ese brillo familiar y una expresión
ligeramente exasperada. Sus mejillas están de un rosado saludable y el tipo
de brillo que sólo puede significar una cosa. Josie se enteró hace unos seis
meses de que estaba embarazada después de una noche con un tipo del que
nunca más supo nada. El descubrimiento fue una sorpresa, por supuesto,
y los últimos meses no han sido fáciles para ella, por decirlo suavemente.
Lloramos juntas, porque todo el escenario nos recordó demasiado la razón
por la que dejamos Iowa en primer lugar.
Pero una vez que Josie se acostumbró a la idea, decidimos que no había
razón para que las dos no pudiéramos criar a ese bebé aquí en Key West. Le
prometí que la ayudaría en cada paso del camino. Por supuesto que lo haré.
Además, no será tan malo para ese bebé crecer viendo las puestas de sol y
jugando en la arena, pensamos.
—¿Cómo fue tu cita? —le pregunto.
Sus ojos se llenan de lágrimas.
—Josie. —Temiendo lo peor, la abrazo—. ¿Qué pasa?
—Son gemelos, Luna.
—¿Gemelos? —Me retiro y sostengo sus hombros suavemente mientras
tomo esta información.
—Chicos gemelos.
—Vaya. Josie. Eso…
—Asusta como la mierda. Lo sé. No sé cómo criar a un bebé yo sola, y 9
mucho menos dos. Luna, ¿qué voy a hacer?
La abrazo de nuevo cuando se derrumba. Se ha preocupado mucho en
los últimos meses y no la culpo. Tenemos un plan de seguro médico que no
cubre todos sus gastos. Nuestro bar tiene muchos clientes, pero los bordes
más ásperos del tan necesitado mantenimiento están empezando a notarse.
A quién quiero engañar, siempre se han notado. Sería muy fácil llevar este
negocio al siguiente nivel... si tuviéramos un montón de dinero del que tirar,
el cual no tenemos. Tratamos de pedir prestado más pero el banco dijo que
no tenemos suficiente capital. De hecho, el agente de préstamos con el que
hablamos se sorprendió de que obtuviéramos el préstamo que nos dieron en
primer lugar.
Pero lo resolveremos, como siempre lo hacemos. Eso es lo que pasa en
la vida, tienes que solucionarlo. No hay otra opción.
—Vas a tener esos bebés aquí mismo y los vamos a cuidar juntos. En
la playa, como siempre hemos hablado.
—Esa fantasía incluía amor verdadero y asquerosos hombres ricos,
Luna. No madres solteras indigentes.
No recuerdo que hombres asquerosamente ricos en nuestras fantasías,
no en las mías al menos, pero no me molesto en decir esto. En cuanto al
comentario de las madres solteras indigentes, lo dejo pasar. Cuando tienes
diecisiete años y vas camino de Key West, huyendo de tu pasado y
finalmente entusiasmada con lo que podría llegar a ser tu vida, tus fantasías
se convierten en chicos calientes con tablas de surf y un lado sensible.
Cuando tienes veintitrés años, estás sola, embarazada de gemelos y trabajas
a todas horas del día y de la noche para mantener tu negocio a flote, supongo
que las cosas tienden a cambiar. De todos modos, trato de ver el lado
positivo.
—Todo saldrá bien, Josie. Ya lo verás.
—¿Podrías ser realista aquí, por favor, Luna? Estoy embarazada de
gemelos por un hombre cuyo apellido ni siquiera sé, quien ya hace tiempo
que se ha ido. Y me gasté mi herencia en un negocio en quiebra que necesita
una remodelación completa. —Supongo que las hormonas del embarazo han
empezado a hacer efecto. Por otra parte, cuando lo dice así, suena un poco
grave—. ¿Por casualidad viste la última reseña en línea, Loon? Era algo así:
“Los cócteles eran muy fuertes y gracias a Dios porque necesitaba cuatro
para poder concentrarme menos en mis preocupaciones de que la
destartalada terraza estuviera a punto de colapsar y lanzarme al mar; que,
con cuatro cócteles, probablemente me hubiera ahogado”
Vi la crítica. Alguien la publicó anoche.
10
—Es nuestra única crítica de una estrella —digo a la defensiva. Es la
razón por la que saqué mi martillo esta mañana para ver si podía intentar
arreglar un poco las cosas. Pero todo lo que tengo que mostrar por mis
esfuerzos es una gran astilla, sangre goteando de mi pulgar y suciedad por
toda mi ropa.
¿Y en qué estaba pensando, tratando de mejorar el aspecto del lugar
con un martillo y unos pocos clavos?
Pero soy una chica campechana. No me preocupan las cosas pequeñas.
No es que estar embarazada sea pequeño, pero aun así. Hemos manejado
baches en el camino antes, grandes y pequeños. Incluyendo el más grande
de todos, que me empeño en devolver a su rincón oculto de mis recuerdos
más difíciles.
—Lo resolveremos, Josie. Lo superaremos. Todo va a estar bien.
—¿Bien? ¿Cómo va a estar bien, Luna? ¿Y cómo saldremos de esto? No
atraviesas la paternidad. Está contigo para siempre. —El comentario es
profundo, para ambas. Las lágrimas se acumulan en los ojos de Josie—. Lo
siento, Loon. No debí haber dicho eso. —Me abraza—. Ahora sé cómo te
sentiste —solloza. Ignoro su murmullo. Hay ciertas cosas de mi pasado a
las que definitivamente no quiero volver a ver ahora mismo. O nunca.
—Vamos. —Pongo mi brazo alrededor de sus hombros y la llevo dentro,
donde está bien. Uno de nuestros camareros, Rico, acaba de llegar y está
empezando a prepararse para el almuerzo. Le doy un pequeño saludo,
agarro unas servilletas y se las entrego a Josie, que las usa para sonarse la
nariz en voz alta. La ayudo a subir la escalera trasera que nos lleva a nuestro
apartamento de dos habitaciones.
—No todo es malo. Al menos tenemos un negocio. Uno increíble. Es lo
que siempre quisimos. Con el tiempo, será perfecto.
La llevo al sofá, que está frente a las ventanas y bañado por la luz del
sol.
Me encanta nuestro apartamento, aunque sea “retro”, como lo describió
generosamente el agente inmobiliario.
Es rústico y más bien pequeño, pero las vistas son para morirse. Desde
aquí arriba, cuando el sol se hunde en el agua, sientes que estás volando
con alas de oro. A pesar de la desesperación que a veces, o siempre, infunde
a tus días, desde aquí arriba el horizonte que se derrite está tan lleno de
promesas que nada puede tocarte.
Pero ahora, en la luz azul de media mañana, las cosas nos han tocado.
Otra vez. Cosas muy reales que van a llorar mucho y que requieren atención
médica y comida y cuidado y supervisión las veinticuatro horas del día.
—Voy a llamar a Owen —dice Josie. Owen es su hermano mayor que 11
vive en la calle de su casa familiar en Iowa, que ahora es propiedad del
hermano mayor de Josie, Marlon. Su otro hermano Drew y su hermana
Maisie viven a menos de tres manzanas de distancia. Ya puedo ver que es
este detalle, una de las razones por las que nos pusimos en camino hace
tantos años, lo que la llama ahora. Hace cinco años, no podíamos
imaginarnos quedarnos así. Éramos diferentes de la gente que conocíamos.
Teníamos una pasión por viajar que nadie entendía excepto nosotras. Y yo,
en particular, tenía mucho por lo que trabajar. Necesitaba irme, a eso se
reducía.
Le traigo un vaso de agua y una caja de pañuelos de papel y los dejo en
la mesa de café.
—Iré a ayudar a prepararnos para la multitud del almuerzo. Tú relájate
y te traeré algo de comida.
—Gracias, Luna.
—Lo resolveremos, ¿de acuerdo?
—Seguro. —Me sonríe débilmente y me entristece que sea tan hermosa
y que el hombre que se acostó con ella y la dejó en el polvo con sus bebés
en el camino nunca lo sepa. Lo buscamos durante meses. Era rubio y guapo
y tenía un aire fresco y surfista, la absoluta debilidad de Josie. No quería
tener sexo sin protección con él, sollozó después de orinar en el palo y de que
aparecieran esas dos inconfundibles líneas azules. Me dijo que no buscaba
nada serio. ¡Y yo tampoco! Nos dejamos llevar.
Sucede.
Hubieran sido unos bebés preciosos.
Pero aunque anduvimos por las calles, los hoteles y los bares y
preguntamos por un californiano alto y rubio llamado Noah, ya se había ido.
Lo único que nuestras búsquedas en línea revelaron es que hay mucha
gente llamada Noah en California.
Y no me gusta el tono derrotado de su voz hoy.
La dejo con su llamada telefónica y paso por mi pequeño estudio de
yoga donde hago mi práctica todas las mañanas al amanecer. Voy al baño y
empiezo a quitarme la ropa sucia. Me doy una ducha rápida y me pongo un
vestido amarillo sin mangas. Me paso una toalla por el pelo, que es oscuro
y cortado en una media melena corta. Tiene un mechón que tiene una mente
propia. Incluso si trato de alisarlo, en unos cinco minutos comienza a rizarse
de nuevo, especialmente con el calor de Florida, así que lo peino en su lugar
y lo dejo así. Luego vuelvo a bajar para ayudar a Rico y a la cocina y al
personal a prepararse.
No me importa que nuestro bar no sea el más elegante de la ciudad. 12
Tiene carácter. Es funky y divertido. Original y de la vieja escuela. Se trataba
de comprar el peor negocio en el mejor lugar, porque era todo lo que
podíamos (apenas) pagar. Todas las mesas y sillas de la cubierta son
coloridas y festivas, un efecto que se realza por el brillante azul del agua que
hay detrás. Tenemos una pequeña playa y un muelle donde nuestros
clientes pueden amarrar sus botes o estacionar sus motos de agua. Nuestro
menú es comida básica americana bien hecha.
Tal vez podríamos conseguir otro inversor. Alguien que tenga interés en
contribuir con dinero desde lejos, para que Josie y yo podamos seguir
dirigiendo nuestro negocio sin demasiadas interferencias. Recién estábamos
empezando cuando Josie se enteró que estaba embarazada. Su entusiasmo
no ha sido el mismo desde entonces, con las náuseas matutinas y el miedo,
pero volverá en sí, una vez que tenga sus bebés y se establezca en una
rutina. Descubriremos cómo hacer crecer el negocio y criar a sus hijos.
Todo estará bien.
i teléfono suena en mi bolsillo. No reconozco el número pero

M contesto de todas formas.


—Gage McCabe.
—¡Hola, Gage! Soy Crystal.
Crystal. Mierda. ¿Cuál era Crystal?
13
—Hola —resoplo, tratando de hacer que mi voz suene al menos
ligeramente entusiasta—. ¿Cómo estás?
—Podría estar mejor… —su voz baja a un susurro—. Si me hicieras esa
cosa que hiciste en la parte de atrás de tu limusina el fin de semana pasado.
Ah. Ahora recuerdo. La recogí en una recaudación de fondos a la que
fui el pasado sábado por la noche. Rubia. Tetas falsas. Tan fascinante para
hablar como un felpudo. Intento no centrarme demasiado en los defectos,
pero había muchos. Como siempre los hay.
No me interesaba en absoluto hasta que estuve prácticamente ebrio.
Las gafas del Martini me hicieron cambiar de opinión.
—Sí, eso fue divertido. —Me paso los dedos por el pelo mientras trato
de atenuar mi aburrimiento. Necesito un corte de pelo. ¿Por qué carajo le di
mi número a esta chica? Creo que ella insistió en algún lugar en medio del
segundo asalto de esa cosa que le hice en la parte de atrás de la limusina.
Los detalles son confusos en este punto.
—Dios, Gage, eres tan caliente. Quiero volver a verte. Ven a visitarme.
Joder, no.
—No puedo. Estoy trabajando.
Se ríe, como si no me hubiera escuchado correctamente.
—Sólo por el fin de semana. Sería tan divertido.
—No, yo…
—¿Adivinas dónde estoy?
Suspiro. No estoy de humor para esto.
—¿Dónde estás?
—Junto a la piscina en mi bikini muy escaso... ¡en Key West!
Bostezo.
—Eso es genial. Bueno, oye, fue un placer hablar contigo.
—No seas tan aburrido, Gage. Ven a visitarme. Vive un poco.
Esto casi me hace reír. Dame un respiro. ¿Vivir un poco? Vivir mucho
no es mi problema. Vivo en el carril rápido y siempre lo he hecho. Lo último
que necesito es a esta tonta de silicona diciéndome lo que debo o no debo
hacer.
—Será divertido —dice cantarinamente.
No me acuesto con mujeres más allá de una noche. Se vuelve tedioso.
Empiezan a pensar en el compromiso, sucede así de rápido. Se agarran
como percebes si les dejas acercarse demasiado o les das tiempo. Y el
compromiso es definitivamente algo con lo que no quiero tener nada que ver. 14

—Escucha... —¿Cómo dijo que se llamaba?—. Crystal. Voy de camino a


una reunión, así que…
—¿Recuerdas esos gemelos que llevabas el sábado pasado? ¿Los que
tienen los rubíes incrustados en dos círculos unidos?
Los gemelos de mi padre. Se los dio mi madre.
Mis dedos tocan el puño de mi manga.
Joder. No me había dado cuenta de que faltaban.
—¿Robaste mis gemelos?
—¡No los robé! Los encontré en mi bolso. ¿Recuerdas que uno de ellos
se cayó cuando te arranqué la camisa? Los puse ahí para mantenerlos a
salvo.
Me robó mis malditos gemelos. La única cosa que tengo que tiene un
valor sentimental real.
—No puedo creer esto.
—Gage, no los he robado, ¡imbécil! Vamos... Ven a Key West y recógelos.
Y diviértete conmigo el fin de semana mientras lo haces. Es una situación
en la que todos ganamos.
Un triunfo para todos.
—Sólo envíamelos por correo.
Se ríe de nuevo.
—No. Tienes que venir a buscarlos.
—Mira…
—Gage, estoy sola. Y es un fin de semana largo. No me digas que tienes
reuniones por Acción de Gracias. Es una excusa poco convincente. Tengo
una habitación con vistas y estoy sola. ¿Por favor?
Maldita sea. No quiero perder esos gemelos. Y ahora que lo pienso, mi
primo Travis me envió un correo electrónico hace unos días, diciendo que él
y sus hermanos van a estar en Key West este fin de semana. Su banda está
haciendo una gira y tienen un concierto privado. Han estado tocando juntos
desde que éramos niños, pero en los últimos dos años se han disparado a
lo grande. Tienen el estilo. Y su sonido country rock es distintivo. Venden
estadios enteros pero de vez en cuando tocan en locales más pequeños
porque les gusta el ambiente, dijo Travis. Mencionó que han reservado un
bar fuera de lo común en Old Town y que lo van a cerrar por la noche.
Cuando recibí su correo electrónico no pensé mucho en ello ya que no
pensaba estar cerca de Key West. Pero hemos estado hablando de reunirnos
15
durante años y esta podría ser una buena oportunidad para quedar con
ellos.
Mi teléfono hace pings con un mensaje entrante.
—Acabo de enviarte una foto —dice Crystal—. Echa un vistazo.
Jesús. Pero lo hago. Miro. Es ella, y no estaba mintiendo. Su bikini es
muy pequeño. Mostrando sus tetas falsas en toda su cuestionable gloria. Lo
cual no hace nada por mí. Mis gafas de Martini ya no están.
Llega otro mensaje con el nombre del hotel y el número de habitación.
—¿Así que te veré esta noche? —dice.
—No me gusta que me chantajeen, cariño.
Se ríe, como si esto fuera una maldita broma.
—No te estoy chantajeando, Gage. Te estoy invitando a una pequeña y
divertida escapada. ¿De verdad tenías planes para este fin de semana?
De hecho, no los tengo. Mis hermanos están ocupados y todos los
demás que conozco también. No soporto las molestas reuniones familiares
rituales que acompañan a las fiestas, así que generalmente las evito. Prefiero
la espontaneidad. Así no tengo que recordar las horribles tragedias de mi
propia familia, que siempre se sienten más crudas en esta época del año. Mi
madre murió el día después de Acción de Gracias y mi padre se suicidó unas
semanas después. Pero no voy a decirle nada de eso a Crystal.
—Sí.
Ella ignora esto.
—Hace veintiocho grados, el agua está tibia, el sol brilla y hay ron de
grifo. Tómate un descanso de la frígida Chicago. He oído que está llegando
un frente frío.
Miro por las amplias ventanas de mi oficina del último piso. El cielo es
gris oscuro y malhumorado y las ventanas están manchadas de lluvia
helada.
A la mierda. Recuperaré mis gemelos y luego me pondré al día con mis
primos.
—Bien. Te veré esta noche.

16

En el momento en que mi jet privado aterriza en la pista de aterrizaje


en Florida, me doy cuenta de que esto es exactamente lo que necesito. Un
descanso de Chicago, el clima de mierda y el drama sin parar. Tres mujeres
amenazan con matarme, dos me acosan porque creen que están
enamoradas de mí y una podría haberme estado persiguiendo porque toda
la semana he tenido la sensación de que alguien me ha estado siguiendo.
Lo que sea.
Estas cosas son un efecto secundario de mi estilo de vida, que no
planeo cambiar pronto.
Me acusan de ser un imbécil, un playboy, un fóbico del compromiso,
un imbécil.
No niego ninguno de estos cargos.
Al menos no pueden acusarme de ser un mentiroso. Soy lo que soy y
soy sincera con ellas desde el principio. Les digo a quemarropa que soy
incapaz de comprometerme. El mero hecho de pensar en una relación a
largo plazo prácticamente me da urticaria. Estar con alguien por más de
una semana me vuelve insanamente inquieto y casi loco, como un animal
rabioso enjaulado. Lo intenté una vez.
Esto es posiblemente porque fui testigo del verdadero amor en su forma
más pura en la relación de mis padres. Se adoraban. Hasta el punto de que
ahora parece un escenario único en la vida. Un golpe de suerte cruzado por
una estrella. Fueron cuidadosos, amables y considerados el uno con el otro.
Se rieron mucho. Se divirtieron juntos. Respetaron las excentricidades del
otro con amor, casi con adoración. Como si se amaran la singularidad del
otro mucho más que los detalles normales, la tendencia de mi madre a
desaparecer en su estudio de trabajo durante días y días para crear sus
salvajes y caprichosos diseños de ropa; el loco enfoque científico de mi padre
para invertir su dinero y construir casas y barcos y jardines que eran más
que un poco escandalosos.
Nunca he visto a un hombre tan enamorado de su esposa como lo
estaba mi padre. Pero sólo terminó destruyéndolo. Cuando mi madre
enfermó, se volvió loco de desesperación. Cuando ella murió, él no pudo
manejarlo en absoluto. Así que se colgó con una cuerda corta de una de las
vigas de nuestro garaje.
Por suerte para mí, soy incapaz de amar, así que no tendré que sufrir
el mismo destino. Después de ver lo que le hizo a mi padre, me alegro de ser
incapaz de ello. La devastación a ese nivel no es algo que quiera
experimentar. Yo también la amaba, por supuesto. Y también estaba
devastado, como todos nosotros. Pero para él era diferente. No podía 17
entender una vida sin ella. Simplemente no quería una.
No puedo imaginarme adorando a una mujer, o preocupándome tanto
por algo en absoluto.
Nunca he sentido ni siquiera un atisbo de adoración. Lujuria, claro.
Afecto, tal vez, una o dos veces. Pero todo el tema del verdadero amor me
aburre hasta las lágrimas. A diferencia de mi padre, es mucho más probable
que encuentre las peculiaridades de una mujer aplastantemente molestas
que lindas y entrañables. No puedo reírme de chistes estúpidos que no son
graciosos sólo porque me gusta la persona que los cuenta, porque no me
gustan tanto. Nunca. La mayoría de las veces ni siquiera me gustan. Cada
vez, todo lo que pienso es en cómo terminarlo.
Para bien o para mal, no tengo ganas de amar así.
He aceptado mis limitaciones. La palabra matrimonio me da una
reacción alérgica y nunca he sentido ninguna emoción ni siquiera cercana
a los celos o la posesividad o un anhelo de más. No tengo interés en nada
más prolongado que un final feliz muy temporal.
Así que he aceptado mi destino como soltero y playboy. Soy muy rico,
mido metro ochenta y tengo la constitución de una estrella del porno (sus
palabras, no las mías, pero no voy a discutirlo). Gracias a mi dinero, a mi
estatus de prodigio de la inversión, a mi aspecto y a mi llamado estilo, he
alcanzado cierta fama en la cultura pop. Me clasifiqué en quinto lugar en la
lista de los hombres más sexys del mundo el año pasado y poco después fui
fotografiado para la portada de GQ, que hizo un reportaje sobre mí. Después
de eso fue el Wall Street Journal, luego Forbes. “La inteligencia de Warren
Buffett se encuentra con el encanto de un joven George Clooney”, fue el
titular. Lo que me hizo reír. No podría importarme menos una mierda como
esa, aparte de la obvia ventaja de que a las mujeres se caigan las bragas en
un chasquido de mis dedos por ello.
Pero ahora mismo me estoy arrepintiendo seriamente de todo el asunto
con Crystal. Mi plan en este momento es tomar mis gemelos y salir de ahí.
Puede chantajearme para que vaya a Florida, pero no hay manera de que
pase todo el fin de semana con ella.
Desembarco de mi avión. La azafata, una nueva, me sonríe con recato.
Le guiño un ojo y se ruboriza. Tal vez en el camino a casa le daré lo que
quiere. Me acerco a mi auto que me espera, saco mi teléfono mientras le doy
al conductor la dirección del hotel y me deslizo al asiento trasero. Cuando
empezamos a conducir, llamo a Travis.
—Gage —responde—. Es bueno saber de ti, hombre.
—Acabo de aterrizar en Key West.
18
—No me digas. Ven a nuestro show el viernes por la noche. La ubicación
del lugar ha sido cambiada dos veces porque la información se filtró y no
quieren que se llene de gente. Te enviaré la dirección el viernes y le haré
saber a la gente de la puerta que vas a venir.
El viernes es dentro de dos días.
—¿Estás en la ciudad esta noche? —pregunto con esperanza.
—No, tenemos un show agotado en Greensboro esta noche. Todavía
estamos en Carolina del Norte. Llegaremos a Florida alrededor del mediodía
del viernes.
Maldición.
—¿Cómo está la familia?
—Bien, hombre. Todo el mundo está bien. ¿Cuándo vendrán tú y tus
hermanos a Nashville? Necesitamos una reunión familiar uno de estos días.
—Sí, ya es tiempo.
—He oído que Caleb está en casa. ¿Cómo está?
Mi hermano acaba de regresar de un año de servicio en Afganistán.
Vino a verme de la nada hace una semana o dos y está sufriendo bastante
intensamente los efectos del TEPT1. Peor aún, cree que está enamorado de
una chica que acaba de conocer.

1 TEPT: Trastorno por estrés postraumático.


—Está bien. Sólo necesita un poco de tiempo para ajustarse a la
normalidad de nuevo.
—Apuesto. ¿Qué estás haciendo en Key West?
Buena pregunta.
—Sólo... eh, visitando a una amiga.
—Ah, ¿sí? Tráela al show del viernes.
—No. —No, carajo—. No es nada de eso.
Travis se ríe.
—Genial. Hablaremos pronto, entonces. Feliz Día de Acción de Gracias,
hermano.
—Sí, tú también. Saluda a todos de mi parte. —Hay cuatro hermanos
en su familia. Todos viven en Nashville y están involucrados en la Tucker
Brothers Band. Travis es el cantante principal, Vaughn es el baterista, Kade
toca el bajo y la más joven, Roxie, es su manager. Será bueno ponerse al día
con ellos. Ha pasado demasiado tiempo.
Para cuando termino la llamada estaremos conduciendo por Old Town, 19
con sus pintorescos escaparates y restaurantes y sus animados bares. Está
lleno esta noche con la gente de las vacaciones.
Doblamos la esquina y nos paramos frente a uno de los centros
turísticos de la costa. Han pasado unos años desde que estuve en Key West
pero nunca se olvida el olor, de sal marina mezclada con sargazo en débil
descomposición. La espesa humedad del aire se siente bien después del
aguanieve de Chicago.
Cuando entro en el vestíbulo del hotel, donde las puertas corredizas
están abiertas a la cubierta envolvente, Crystal me espera. Sentada en una
mesa en una pequeña alcoba junto a la ventana. Está sorbiendo de una gran
copa de vino, y hablando por teléfono. Con una buena vista de la puerta
principal. Me ve inmediatamente. Su cara se ilumina y no estoy orgulloso de
mí mismo por pensarlo, pero todo lo que me viene a la mente es, Guau, mis
gafas de Martini estaban trabajando horas extras esa noche.
No seas imbécil, Gage. No es fea. Es sólo que... no es alguien con quien
quiera pasar más de los próximos tres minutos.
—¡Ga-a-a-ge! —chilla Crystal, tambaleándose hacia mí en tacones altos
con un vestido ridículamente ajustado. Lleva un maquillaje completo y su
cabello ha sido rociado con posiblemente una lata entera de laca—. ¡Estoy
tan emocionada! ¡Vamos a tener un fin de semana tan divertido!
—Hola. —Me las arreglo para decir, mi mente ocupada pensando en
una excusa fácil.
Me besa la mejilla y lo permito, pero no puedo devolverle el favor. Su
perfume se esparce y casi retrocedo, pero me atrapo antes de hacerlo.
—Ven a tomar una copa conmigo —dice.
—Primero hay que ocuparse de la razón por la que estoy aquí, cariño.
—No estoy jugando con esta chica.
Parpadea hacia mí mientras nos sentamos en los altos taburetes a cada
lado de la mesa, como si estuviera ligeramente ofendida, eso es lo primero
que diría.
—No es la única razón por la que estás aquí —dice.
En realidad, cariño, lo es.
Pero abre su bolso y saca mis gemelos, poniéndolos sobre la mesa. Los
deslizo en el bolsillo de mi chaqueta.
—No los robé. —Sonríe, tomando un sorbo de su vino—. Pero fue una
buena excusa para verte de nuevo.
—No pasa nada. —Tiene suerte de que pueda usar esto como una razón
para ponerse al día con mis primos este fin de semana, o sería mucho menos 20
comprensivo.
La camarera aparece.
—¿Puedo ofrecerle un trago, señor? —Sus ojos recorren mi cara, mi
cuerpo y vuelven a mi cara—. Oh, Dios mío. ¡Eres Gage McCabe!
Sucede. La gente me reconoce cada vez más en estos días.
—¡Leí sobre ti! —dice la camarera—. Después de leer ese artículo sobre
ti en el Wall Street Journal me inspiré lo suficiente para empezar mi propio
portafolio. No es mucho, pero ya ha subido un poco. Dios, me encantaría un
consejo si alguna vez tienes tiempo. Quiero decir, estoy segura de que no
pero...
—No lo tiene. —Crystal frunce el ceño, mirando fríamente a la
camarera.
La camarera vuelve a mirar hacia atrás, pero entonces, consciente de
mantener su trabajo, posiblemente, frena su entusiasmo.
—Por supuesto que no. ¿Qué puedo ofrecerle entonces, señor McCabe?
—Un Jack Daniels en el hielo.
La camarera me mira con nostalgia, y luego se va al bar.
—Vaya. —Crystal se ríe. Sus ojos son de un tono marrón apagado difícil
de describir. El color del sargento, tal vez—. Las lobas ya están atacando —
dice—. No es que me sorprenda. Te ves increíble, como siempre.
No me molesto en responder. Me quito la corbata y aflojo el cuello de la
camisa y ella me mira con hambre mientras hago esto.
—Pero eres todo mío este fin de semana, Gage. Lo prometiste. —¿Lo
hice? No del todo—. Debes estar cansado después de tu viaje. Llevemos
nuestras bebidas a la habitación.
No me molesto en decirle que viajar en un jet privado no es nada
cansado. Tampoco lo es ser conducido por chóferes. Cualquier mención de
jets privados y limusinas a las mujeres con las que salgo, si se puede llamar
cita, es básicamente como agitar un filete delante de un perro hambriento.
Se vuelven aún más pegajosas. Las visiones de niños de dos años y medio y
las casas de verano junto al lago (de las que tengo varias) empiezan a
revolotear en sus expresiones.
Me toma de la mano, pero se la aparto antes de que se dé cuenta de
que la esquivo. Normalmente tomaría la follada rápida, pero algo en el color
de la luz del sol en el agua esta noche me hace cambiar de opinión. Es tan...
hermoso. Tengo un breve y muy poco familiar impulso de no hacer cosas
sucias y baratas, por una vez en mi vida. Tal vez sea el fin de semana de
vacaciones lo que me está dando vueltas en la cabeza, pero por un segundo 21
me pregunto cómo se sentiría querer pasar tiempo con la persona con la que
estás, en vez de estar interesado en follar sólo por el hecho de hacerlo.
Infiernos.
¿De dónde vino ese tren de pensamientos?
¿Y dónde está mi maldita bebida?
Me siento aliviado cuando el teléfono de Crystal suena.
—Es mi jefe. Gage, ¿te importa si lo tomo?
—Adelante.
Se levanta de la mesa y sale a la terraza a tomar la llamada.
Miro más allá de ella, a los deslumbrantes colores del cielo. Esa puesta
de sol es realmente algo. Los vibrantes tonos se funden en el horizonte,
iluminando la extensión de agua en calma y pintando todo con tonos
surrealistas de bronce y oro.
La camarera reaparece, entregando mi bebida. Su sonrisa es
profesional pero la mirada en sus ojos es caliente y decidida. No es difícil
descifrar lo que quiere. Lo mismo que quieren todas. Tiene el pelo castaño
teñido de rosa. Se considera una rebelde, dispuesta a cruzar líneas, pero
sus inseguridades superan estas tendencias. En la cama sería sumisa y
agradecida.
Se inclina más cerca, su voz jadeante.
—Me encantaría reunirme con usted más tarde, señor McCabe. Mi
turno termina en veinte minutos y mi apartamento no está lejos de aquí.
Soy una gran admiradora. Ese artículo decía que usted era soltero —agrega,
mirando hacia Crystal—. Y que es un playboy. ¿Es eso cierto?
No me molesto en confirmar o negar. Sé todo sobre el efecto que tengo
en las mujeres y éste no es diferente. Están biológicamente preparadas para
lanzarse sobre el macho alfa rico, caliente y aficionado. Alguien que es viril
y está forrado, que puede proveerlas y hacer todos sus sueños realidad.
Algún fallo en el orden natural de las cosas significa que ven todo eso en mí.
No pueden evitar escalar sobre la otra para acercarse a mí. La mayoría de
los días me deleito con esa mierda. Esta noche, quién coño sabe por qué, no
lo siento. Estoy teniendo una especie de extraño cambio de humor al
atardecer que no puedo explicar.
Doy un trago a mi bebida.
La camarera garabatea un número de teléfono en una servilleta de
cóctel y lo desliza hacia mí.
Justo entonces Crystal reaparece. Agarro la maldita cosa y la meto en
22
mi bolsillo, más para deshacerme de ella que por ninguna otra razón.
Crystal me mira fijamente. Luego mira a la camarera, que está de pie
demasiado cerca de mí, mirándome con ese afán de perro hambriento.
—¿Es ese su número de teléfono? —sisea Crystal.
Los ojos de la camarera brillan hacia Crystal de forma competitiva.
—Quería pedirle algunos consejos de inversión, eso es todo.
Crystal coge su copa de vino y me tira su contenido a la cara.
—Por el amor de Dios —murmuro.
—¡Cómo pudiste, imbécil! —chilla Crystal a todo volumen, para que
todos en el bar se giren para mirar. Una mujer con un traje barato de
poliéster camina a zancadas como si estuviera sobre ruedas. Lleva una placa
que dice “Gerente en turno”.
—¿Tenemos un problema aquí? —dice a Crystal. Como si ella fuera la
que ha sido agraviada. Pero entonces la mirada de la mujer se desliza hacia
mí. Debe tener unos 40 años y ese traje no le hace ningún favor. Veo el
segundo en que sucede, cuando su indignación es anulada por el interés,
que se convierte rápidamente en lujuria. Dios mío... Odio parecer
desagradecido, pero a veces ser irresistible para las mujeres es una maldita
maldición.
Me levanto y me pongo la bolsa al hombro.
—No hay ningún problema. Ya me iba. Feliz Día de Acción de Gracias,
señoras.
Tomo un billete de 50 dólares en la mesa para pagar mi bebida y salgo
rápidamente de allí…

Uso la servilleta de cóctel para limpiar la mayor parte de la bebida de


Crystal de mi cara, y luego la tiro. Al final mi camisa se secará con la brisa.
Al menos puedo estar contento de que haya sido vino blanco.
Me tomo mi tiempo, paseando por el paseo marítimo, con sus bares y
restaurantes y las multitudes de turistas que aprovechan el fin de semana
largo. Las parejas se arremolinan, mano a mano, y vuelvo a sentir esa
extraña punzada. ¿Cómo se sentiría eso? ¿Querer pasar un fin de semana 23
entero de cuatro días con la misma persona?
A quién le importa, mi subconsciente insiste.
Lo más probable es que nunca lo sepa.
Haré lo que siempre hago. Encontraré un lugar para tomar una copa,
haré contacto visual con la mujer más bella de la habitación, que
inevitablemente se enamorará de mí. Mediré si vale la pena, si hay un novio
o un marido y cómo de lívida es la mirada de sus ojos. Ella me dará señales.
Sólo di la palabra y me desharé de él, suele ser a donde conduce. Es así de
fácil. La llevaré de vuelta a un hotel, siempre hay una suite libre si ofreces
un precio lo suficientemente alto, no importa lo ocupada que esté la noche,
follaremos y eso aliviará mi inquietud y mi aburrimiento durante una o dos
horas. Ella rogará que me quede. Me negaré, y la vida seguirá como siempre
desde que llegué a la pubertad.
En realidad, mi mentalidad de playboy empezó bastante después de
eso. Se convirtió en un mecanismo de supervivencia cuando el mundo se
inclinó fuera de su eje después de que mis padres murieran. Ya vivía en
Chicago en ese momento, pero la vida tomó un cariz más cínico y pesimista.
Cuando una historia de amor del calibre de mis padres se apaga de la forma
más dolorosa, se reformula la perspectiva. Un psicoanalista podría decir que
estaba tratando de sacar el dolor de mi sistema, sin éxito.
No creo que sea tan complicado. Lo hago porque tengo ganas de
hacerlo. Y me voy por la misma razón.
Las mujeres que he conocido tienen razón al acusarme de ser
desalmado y frío. Lo soy. No siento nada cuando lloran, aparte de la
irritación y la necesidad de distancia, una vez que mis impulsos físicos han
sido satisfechos.
Soy un completo imbécil, me dicen. Y tienen razón. Compro y
desmantelo negocios que la gente ha pasado toda su vida construyendo.
Utilizo a las mujeres. Agito dinero y la promesa de sexo caliente para
conseguir lo que quiero, malditas sean las consecuencias o la angustia en
el camino.
Nada de eso tiende a molestarme. Doy montones de mi dinero a la
caridad, tal vez en un intento de nivelar el marcador, quién sabe.
No puedo disculparme por lo que soy. Más exactamente, no me
disculparé por quien soy. Lo que me haya hecho así, el destino o las
circunstancias, no importa realmente. Las mujeres me aman a pesar de
todo. Anhelan una aventura de una noche de la que puedan presumir ante
sus amigas antes de retirarse a sus relaciones mediocres y a sus vidas
sexuales insatisfactorias. Me siguen, me acechan y ruegan por más. Lloran
y se enamoran y ocasionalmente amenazan con matarme. Porque las hago 24
sentir como nadie más puede hacerlo. Las llevo a lugares donde nadie más
las lleva. Soy lo que todas las mujeres quieren, pero muy pocas pueden
conseguir.
Esta noche, por alguna razón, mi estilo de vida es más pesado de lo
normal. Tengo veintisiete años. ¿Realmente quiero vivir el resto de mi vida
como un imbécil y un putero?
Claro que sí. ¿Por qué no lo haría?
Una rara ola de soledad me golpea en algún lugar del medio del pecho.
Casi me río. Infiernos. Soy un playboy, me recuerdo a mí mismo. No un
maldito romántico melancólico, como en lo que mis hermanos se han
transformado de repente, para mi intenso asco.
Lo que necesito es otro trago. Ahogaré lo que sea esta ola de debilidad
pasajera. Me pondré al día con el sueño. Me reuniré con mis primos. Luego
volveré a mi estilo de vida de “a quién le importa una mierda”. Chicago es
un buen lugar para eso. Es fácil desaparecer en mi refugio de riqueza, donde
nadie ni nada puede tocarme.
El clima cálido aquí en Key West parece estar descongelando algo
dentro de mí. No estoy seguro de que la sensación sea buena.
Llego al final de la fila de restaurantes, donde hay una amplia zona de
muelles esparcida con bancos públicos y banderas de colores que ondean
ligeramente en la brisa tropical. Una banda de jazz está tocando desde un
escenario elevado en un extremo. Una multitud se ha reunido.
El sol rojo sumerge su borde más bajo en el punto más lejano del
océano, pintando el mar, el cielo y el mundo mismo en varios tonos de
carmesí, casi como si la noche estuviera en llamas.
El último barde la larga fila es pequeña y pintoresca. El lugar podría
estar remodelado, pero su gran terraza es acogedora, con mesas coloridas y
una vista espectacular. Decido tomar una copa y cenar algo.
Entro.
El interior está impregnado del encanto de la vieja Florida. Las paredes
son rústicas, de pino Dade sin pintar y la barra está iluminado con luces
colgantes. Los muchos juegos de puertas francesas que dan a la amplia
cubierta están abiertos, así que la luz roja del sol se derrama y da a todo el
lugar un brillo cálido y teñido.
Está ocupado pero no demasiado lleno. No puedo evitar pensar que
podrían hacer mucho más con este lugar. Es un lugar absolutamente
privilegiado. Hay un muelle para motos de agua e incluso una pequeña playa 25
de arena.
Me acerco a la barra donde un camarero está puliendo los vasos.
—¿Qué puedo ofrecerte? —pregunta.
—Una Dos Equis2 con un trozo de lima y un Jack Daniels con hielo. —
Podría emborracharme después del día que he tenido. Por lo menos tengo
mis gemelos de vuelta.
Me siento al final de la barra, junto a las puertas abiertas, para
aprovechar al máximo la vista. Mis bebidas están servidas y pido un filete.
Luego me desplazo a través de algunos de mis mensajes y mis estadísticas.
Es entonces cuando dos mujeres entran en el bar por una puerta lateral
detrás de mí que no había notado hasta ahora. Una sigue a la otra detrás
de la barra. Deben trabajar aquí.
Una de las mujeres está embarazada, con el pelo castaño atado y las
mejillas rosadas. Sus ojos están inyectados de sangre y brillantes, como si
hubiera estado llorando.
La otra es delgada con cabello oscuro que tiene mechas blanqueadas
por el sol que se ven casi sorprendentemente naturales. La mayoría de las
mujeres con las que me relaciono no podrían tener nada natural ni aunque
fuera para salvar sus vidas. No puedo ver su cara desde este ángulo, pero
algo en la forma en que se mueve me llama la atención. Lleva un vestido

2Dos Equis: Tipo de cerveza.


amarillo sin mangas. Sus hombros y brazos son suaves y ligeramente
bronceados. Su piel, me doy cuenta incluso desde esta pequeña distancia,
es absolutamente impecable.
—Josie —está suplicando—, no puedes. No te lo permitiré. Sé que te
arrepentirás.
—No tengo elección, Luna. Owen dijo que está convirtiendo su granero
en una oficina y un apartamento de dos habitaciones. Dijo que puedo vivir
en su casa principal gratis. Incluso me contratará a tiempo parcial para
hacer sus libros. Eso significa que puede agregarme a su póliza de seguro
médico, que necesito desesperadamente, obviamente. Su plan es mucho
más amplio que el nuestro.
—Pero, Josie... está en Iowa.
—También lo está toda mi familia. —La mujer embarazada suspira,
como si el peso del mundo estuviera sobre sus hombros—. No puedo hacer
esto sola, Luna.
—No estás sola. Me tienes a mí.
La embarazada mira a su amiga, y una lágrima cae en línea por su 26
mejilla.
—Y te amo, cariño, lo sabes. Más que a nadie. Pero estoy a punto de
tener gemelos. Estoy aterrorizada. Tendré media docena de niñeras listas,
una casa, un trabajo desde casa y el uso del auto de Owen. Dijo que ni
siquiera lo usa y que puede deducirlo como un gasto del negocio. Consiguió
una nueva camioneta hace unos meses.
—Pero…
—Ya me he decidido, Loon. Me voy a casa.
—Pero éste es tu hogar ahora.
—Es más tu casa que la mía —dice la que se llama Josie—. Siempre lo
fue. Nunca tuve la intención de mudarme aquí para siempre. Lo hemos
pasado muy bien, pero ya no es el lugar adecuado para mí. Quiero decir,
tendré que pensar en escuelas y patios traseros y autos compartidos... el
tipo de cosas que mis hermanos ya tienen. Mis bebés tendrán primos y tías
y tíos y un hogar. Necesito hacer esto.
—Pero... ¿qué pasa con el bar? —dice la chica de pelo oscuro. Cuando
se gira ligeramente, puedo ver los contornos de su perfil. Tiene pestañas
largas y curvadas, una nariz perfecta y unos labios demasiado grandes. Sus
pechos son locamente atrevidos y de aspecto suave, disminuyendo hasta
una cintura delgada, caderas acampanadas y piernas largas y colosales. A
pesar de toda su feminidad, hay algo casi de niña en ella. Hay una ligera
salpicadura de pecas en sus mejillas y en el puente de su nariz. Tiene un
peinado extravagante, con pequeñas ondas impertinentes que se enroscan
en su elegante cuello.
Jesús.
El latido de mi corazón tambalea en un ritmo acelerado y mi pecho se
siente extrañamente caliente.
Es jodidamente linda.
Luna, su amiga la llamó.
No es mi tipo habitual en absoluto, pero es realmente hermosa... de
una manera joven, atrevida y despreocupada.
Otra lágrima cae en una línea brillante por la cara de Josie. Toma la
mano de Luna.
—Voy a tener que vender mi mitad. Es la única manera de poder pagar
los gastos médicos, la comida, el equipo, la ropa y todo lo que los bebés
necesitan. Voy a necesitar el dinero, Loon. Todo el dinero que pueda
conseguir. Es la única manera de que pueda sobrevivir a esto.
La cara de Luna se ve afectada. Este detalle es extrañamente 27
inaceptable para mí. No tengo ni idea de por qué.
—¿Vender? —dice—. Pero... ¿a quién?
—Encontraremos un inversor silencioso —dice Josie—. Ya sabes,
alguien que pueda contribuir desde su oficina en Nueva York o en algún
lugar. Así puedes tomar todas las decisiones y dirigir el lugar sin tener que
responder ante nadie.
Luna sonríe débilmente.
—Estoy segura de que tal persona existe.
—Nunca lo sabremos a menos que hagamos publicidad. Podríamos
sorprendernos.
—Pero, Josie, ¿estás segura de que realmente quieres hacer esto?
—No quiero hacerlo, Luna, para nada. Pero esto ya no se trata de mí.
—Josie coloca la palma de su mano sobre su estómago—. Se trata de ellos.
Estos bebés. Tengo que hacer lo mejor para ellos ahora.
Estoy ligeramente impresionado por la dedicación de Josie.
Quienquiera que sea el padre, está claramente fuera de la escena. También
me impresiona la forma en que Luna se sacude de su obvio temor por la
situación inminente. De hecho, estoy inexplicablemente remachado por toda
esta conversación.
Luna cuadra suavemente sus hombros.
—Está bien. Sí. Tienes razón. Si eso es lo que quieres hacer, entonces
te ayudaré a sacar tu dinero del negocio. Sólo tengo una petición antes de
que intentemos encontrar un inversor.
—Cualquier cosa.
—Déjame comprar un dos por ciento más, así tendré la mayoría de las
acciones.
—Oh —dice Josie—. Me olvidé de eso. Es cierto, tengo el 51%. —Ella lo
considera por unos segundos—. ¿Por qué hicimos eso otra vez?
—Porque Marlon actuó como garante. Era la única manera de
conseguir una hipoteca tan grande. Nos imaginamos que valía un pequeño
porcentaje, ¿recuerdas?
—Oh, sí.
Luna mira a un cliente, que está sentado en el taburete del bar junto
al mío. Una mujer. Rubia. Maquillaje completo. Podría haber salido de la
misma escuela de estilismo que Crystal. Ahora que lo pienso, la mayoría de
las mujeres con las que he estado el año pasado podrían haber salido de la
misma escuela de estilismo que Crystal. ¿Por qué siempre me gustan las 28
insípidas, las que intentan con todas sus fuerzas pero nunca tienen éxito en
los trabajos de teñido?
Es entonces cuando dos cosas suceden. La primera vez que veo la cara
de Luna es cuando su mirada cae ligeramente sobre mí. Al hacerlo, puedo
admitir que es un momento que sé que se quedará en mi mente por la...
Odio decir eternidad, pero ahí está. Es jodidamente impresionante. Es una
belleza pura y espontánea que me golpea justo en el medio de mi pecho. Y
más abajo. Puedo sentir que se me pone dura aquí mismo en la barra.
Mierda.
Pero no hay nada que pueda hacer para detener el efecto que está
teniendo en mí. Quiero llevarla a algún sitio. Quiero mirarla fijamente
durante un rato sin interrupción. Se nota que se despierta por la mañana
así. Despeinada y con los ojos brillantes, con la piel fresca y húmeda y esos
labios que pican las abejas.
Quiero despertarme con ella. Después de pasar la noche probando cada
centímetro de esa piel suave y esos labios de color rosa pétalo.
¿Qué demonios?
No me despierto con las mujeres. Me voy cuando termino con ellas.
Mientras me contempla brevemente, espero que la fascinación se
apodere de mí. El asombro habitual. Pero si ella se fija en mí, es ligero y
fugaz. Su atención ya se está desviando hacia la conversación con su amiga.
Espera, quiero decir. No te alejes de mí todavía.
Tengo un fuerte impulso de interrumpirla.
—Bueno, hay una solución fácil para el 51% —dice Josie—. Te lo regalo.
Escribiremos en el contrato que quien compre mi mitad está comprando el
cuarenta y nueve por ciento.
—Bien. Sí. —Luna hace una pausa—. Pero déjame darte algo por ello.
No tengo dinero en el banco pero…
—No, Luna. Es un regalo. No voy a dejarte en la estacada. Me aseguraré
de que estés bien, lo sabes. Me aseguraré de que estés feliz con el arreglo
que sea.
¿Qué tiene este intercambio que me golpea justo en el corazón?
No lo sé.
No lo sé, joder.
Pero mientras observo a esta chica extrañamente seductora en su
vestido amarillo con su piel besada por el sol y sus ojos que puedo ver en la
luz dorada son verdes y moteados de color, como si sus pupilas emitieran 29
una luz brillante y fascinante que quiero atraer de maneras que realmente
no sé cómo analizar, algo me está sucediendo.
No seas un maldito tonto, idiota. Es preciosa, eso es todo. Algo no te está
“pasando”. Quieres llevarla a la cama y alimentarte de toda esa belleza linda
y caliente, eso es lo que está “pasando”. Quieres quitarle ese vestido amarillo
y chupar sus pezones maduros, de los que apenas se ven los contornos bajo
la fina tela. Luego quieres hacer cosas indecibles a esa dulce y deliciosa boca.
Busco los inevitables defectos, que suelen ser lo primero que noto. Pero
lo que me fascina es que... no hay ninguno. Su rostro es
extraordinariamente... simétrico. Sus ojos son brillantes y claros. Y
decididos.
Luna de Iowa. Luna con sus ojos conmovedores y sus hombros
angulosos y el atractivo vibrante que es más real de lo que sé manejar.
Maldita sea.
Tal vez he bebido más de lo que pensaba.
—Oye —dice alguien a mi lado. Mi concentración se desvía brevemente
a mi izquierda.
Es la rubia. Me está mirando.
—¿Qué te trae a Key West en un fin de semana de Acción de Gracias?
—Pestañea hacia mí, con sus pestañas llenas de rímel. La miro fijamente
durante unos segundos y ahí están todos: los defectos. El maquillaje
exagerado. La sonrisa que no oculta la desesperación de sus ojos. El hambre
de cosas que puedo dar y que no tienen nada que ver con la persona que
soy.
¿Desde cuándo eso importa?
—¿Negocios o placer? —dice tímidamente.
Mi mirada se desliza. Estoy mirando fijamente. No a la rubia, sino a la
chica del vestido amarillo.
—Placer —respondo.
El suyo.
Y el mío.

30
o puedo creer que haya llegado a esto. Mi mejor amiga me está

N abandonando.
Por supuesto que entiendo por qué. Pero Iowa, nuestro
pasado, nuestras familias, o lo que queda de los restos, en mi caso al menos,
se siente a un millón de millas de distancia.
¿Puedo hacer esto sola? 31
Respiro profundamente.
Por supuesto que puedo.
Puedo hacerlo.
Conseguiremos un inversor que inyectará una gran cantidad de dinero
en nuestro negocio y todo será maravilloso. Josie irá a casa en Iowa y será
bienvenida en el círculo amoroso de su familia de apoyo donde sus gemelos
serán bien cuidados. Y ella también lo estará. Todo es para mejor.
¿Y yo?
Me siento más huérfana que cuando mis padres me dejaron.
Contrólate, Luna. Tienes veintitrés años. Eres estrafalaria, enérgica y
capaz. Puedes hacer cualquier cosa que te propongas.
¿Puedo?
Sí.
Ya me las arreglaré.
Tendré que hacerlo.
Los ojos de Josie están inyectados en sangre y sus pestañas están
húmedas y puntiagudas como los diseños art decó. Noah, no puedo dejar de
pensar, te perdiste algo espectacular. Se ve tan cansada. Supongo que hacer
crecer dos bebés dentro de tu cuerpo va a pasar factura. Y ni siquiera se ha
acercado a la parte difícil todavía.
—Ahora mismo —digo—, quiero que subas y te relajes. Duerme un rato.
Ayudaré a Rico hasta que se acabe el apuro y luego subiré y averiguaremos
exactamente qué vamos a hacer. ¿De acuerdo?
Josie se limpia los ojos, pero siguen goteando.
—Vale. Lo siento mucho, Loon. Lo siento por todo.
Le doy un abrazo.
—No digas eso. No hay nada que lamentar. Todo sucede por una razón.
Esos gemelos son la razón. Esos pequeños bebés van a iluminar tu vida de
la mejor manera. Tendrán una vida fabulosa en Iowa con sus casas en los
árboles, sus piscinas, sus autos compartidos y sus primos.
Guio suavemente a Josie hacia la puerta que lleva a nuestro
apartamento y la envío a su camino. Se ve tan frágil emocionalmente estos
días, y se rompe en un abrir y cerrar de ojos. Ayer lloró por un meme de
perro que vio en Instagram. Necesita descansar.
Una vez que se ha ido, pongo mi atención en los clientes. El lugar se ha
llenado y hay unas diez personas sentadas en el bar.
32
Un hombre me está observando. Me ha estado observando por un
tiempo. Su bebida está vacía. Me acerco a él.
—¿Qué puedo ofrecerte? —Tiene el pelo oscuro y es guapo,
insanamente guapo, en una forma engreída y exagerada. La clase de manera
que garantiza que podría y probablemente se ha tirado a todas las mujeres
a la vista durante la mayor parte de su vida adulta. No puedo decir si la
mujer sentada a su lado es su cita o no. Si lo es, le está dando la espalda y
esto me molesta.
—¿Puedo invitarte a un trago? —me pregunta. Así que no debe ser su
cita.
Arrogante ni siquiera rasca la superficie con éste. Este tipo
probablemente podría dar una clase magistral sobre el tema.
—Gracias, pero no. No bebo cuando estoy trabajando. —Miro a la mujer
rubia, que mira al tipo como si fuera la respuesta a todas sus plegarias—.
Pero parece que ella podría querer una —sugiero.
—Muy bien, entonces —dice, sin perder el ritmo. Su voz es profunda y
tiene una cáscara ahumada que es casi cómicamente sexy. Sin duda las
mujeres caen a sus pies. Por suerte, no seré una de ellas. Aprendí la lección
hace mucho tiempo. Los tipos como éste, los “alfas”, a los que todas las
mujeres de la habitación miran y codician y desean que sean suyos, son los
que destruirán tu vida. Yo debería saberlo. Me pasó una vez y honestamente
no sé si podría sobrevivir a un segundo asalto. Así que hago todo lo posible
para evitar a los imbéciles engreídos como éste, especialmente a aquellos
cuyo cuello está apenas seco por la ira de la última mujer a la que despreció.
Cuando trabajas en un bar aprendes las señales.
—Pon su bebida en mi cuenta. Tomaré otro Jack Daniels con hielo. Y
cuando termine tu turno, te compraré lo que quieras.
Está escandalosamente seguro de sí mismo. La mayoría de la gente con
la que trato a diario tiene hilos de inseguridad, pero este tipo no. Y yo
tampoco. Mi madre me dijo una vez que nunca había conocido a nadie tan
valiente como yo. No es que me haya ayudado mucho, pero por alguna razón
este tipo me recuerda esa cualidad en mí. Como que necesitaré toda la
valentía que pueda reunir cuando él esté cerca. Lo cual es algo raro de
contemplar, pero ahí está.
—Mi turno nunca termina. —Estoy tratando de no ser grosera con él,
pero mis cicatrices emocionales están reluciendo y mis latidos se aceleran.
Añado tres cubitos de hielo a un vaso y le sirvo su whisky.
Ladea un poco la cabeza. Sus ojos son de un inusual tono agua,
rodeados de oscuras y densas pestañas, desafiándome silenciosamente. Hay
un áspero y masculino glamour que se aferra a él como si hubiera sido
33
rociado con polvo de ángel. Es extraordinario, uno de los elegidos de la
naturaleza.
Tengo que reconocerlo, está poniendo toda la carne en el asador con
sus jugadas. Desafortunadamente, ya sé cómo termina la historia.
Con miedo. Con no poder escapar. Con la comprensión de que acabas de
cometer el error más doloroso de tu vida. Con el tipo de arrepentimiento que
se atrinchera y se aferra.
Maldición. Ha pasado un tiempo desde que mis viejos daños se
sintieron tan cerca de la superficie. Respiro profundamente. Estoy bien
ahora, me recuerdo a mí misma. Ya he superado todo eso.
—Sólo trabajar y nada de jugar es malo para el alma —ronronea—. El
turno de todos termina eventualmente.
Después de casi un año de ser dueña de un bar, puedo tener una
pequeña charla con una roca si fuera necesario. En cuanto a este tipo, le
daré la hora del día porque es lo más educado. Pero espero que no se quede
mucho tiempo. Me está haciendo sentir incómoda.
Exhalo lentamente, encontrando mi resistencia, como me he entrenado
a hacer a través de la meditación y el yoga. Para prepararme y mantenerme
firme en situaciones como ésta.
Pero está escrito en él: es una de esas raras personas que tiene un
poder animal, puedes sentirlo irradiando de él. Todos en la sala lo conocen,
como si fuera un león devorador de hombres que vigila su territorio. En su
presencia, te sientes haciendo una elección, ya sea para estar disponible
para él o salir de su camino. Por mi propia cordura, voy con la opción dos.
—Trabajo y vivo aquí, así que todo se reduce a una sola.
—¿A qué hora cierra este lugar? —Echa un vistazo a su alrededor. El
agarre de su chaqueta mientras se mueve muestra sus elegantes y fornidos
músculos. Es alto y fornido, pero no en el sentido de un tipo de gimnasio.
Es más bien una perfección natural, nacido de esta manera.
—En un fin de semana de vacaciones, permaneceremos abiertos
mientras la gente quiera beber —le digo.
—No me digas que trabajas toda la noche, Luna.
Lo miro con recelo.
—¿Cómo sabes mi nombre?
—Tu amiga te llamó así.
Vaya. Soy consciente de que el cliente siempre tiene razón, pero me
molesta que haya escuchado mi conversación con Josie. Algo de eso fue
información intensamente privada. No sólo está penetrando en las barreras 34
que no quiero que entre, sino que de alguna manera está golpeando mi
campo de fuerza, arrugándome. Mi cara está caliente y puedo sentir mi
pulso en lugares extraños.
—¿Nadie te ha dicho nunca que escuchar a escondidas es de mala
educación?
—No estaba escuchando a escondidas. —Como si no fuera lo
suficientemente engreído, cruza sus grandes brazos a lo largo de su amplio
pecho de la manera más musculosa imaginable. Un mechón de su pelo
oscuro ha caído sobre su frente, dando un toque más suave a su extrema
calidez. Es escandalosamente hermoso. Y lo sabe—. Resulta que estabas
teniendo una conversación justo delante de mí. En un bar. No pude evitar
escuchar algo de eso.
De todos modos, no importa. Estará en la ciudad por la noche o el fin
de semana. Tomará un trago y desaparecerá con esta mujer o con otra, y no
tendré que volver a verlo.
Desearía que se fuera ahora.
Antes de que esa mirada magnética me haga algo que no puedo
controlar.
Dirijo mi atención al siguiente cliente.
—¿Qué puedo ofrecerle, señora? —pregunto a la mujer rubia, que
frunce el ceño ante la palabra, como si fuera demasiado joven para que me
dirija a ella de esa manera. Debe haber pasado de largos los treinta y tantos,
pero como sea. Me corrijo rápidamente—. Er... ¿señorita? ¿Qué le gustaría
beber?
—Deme un Sex on the Beach —dice, mirando al señor Engreído.
Vaya.
No podría ser más obvia si lo intentara. Pero el señor Engreído no
parece muy interesado, lo que hace que la mujer frunza el ceño otra vez, al
menos tanto como sus rellenos de Botox lo permiten.
—En camino —digo con brío. Es un bar, después de todo. Es donde la
gente intenta y fracasa y a veces tiene éxito en emparejarse. Veo cientos de
escenas como esta todos los días. ¿Por qué debería importarme si se acuesta
con alguien esta noche o no? No me importa, es la respuesta a esa pregunta.
Así que le sirvo la bebida y me voy. Todavía puedo sentir el calor de su
efecto, como si de repente hubiera desarrollado una ligera fiebre.
No lo mires.
No. Le. Mires.
Pero no puedo evitarlo. Puedo sentir que me está observando. 35
Nuestros ojos se encuentran y... oh, demonios, me ruborizo.
No le tengo miedo. Me asusta lo poderoso que es su atractivo, como el
maldito crack.
A cada mujer en esta habitación, me recuerdo a mí misma.
El señor Engreído se toma un trago con la rubia. Después de un rato
ella se levanta para irse, luciendo infeliz por ello.
Así que la ha despedido.
El público del fin de semana se reúne y el bar se llena. Estoy agradecida
por la distracción. Tenemos música en vivo esta noche, un trío de jazz, y con
las puertas abiertas y la luna en el agua, no puedo evitar sentirme optimista,
a pesar de la declaración de Josie. A pesar de todo. Tal vez tenga razón. Tal
vez éste no fue nuestro sueño todo el tiempo. Tal vez era el mío.
Él todavía me está observando, pero hago lo posible por ignorarlo. Con
algo de distancia, siento que mi resolución vuelve y que mi autopreservación
está haciendo efecto. No es la primera vez que un cliente se ofrece a
invitarme a una copa. Y qué pasa si es mortalmente guapo... Mucha gente
lo es.
No tan mortalmente guapo.
Aun así, lo rechazo mientras sigo con mi trabajo. No deseo ser otra
muesca en el poste de la cama de Casanova. Su cena está servida y la come
en una de las mesas de la terraza, con el teléfono en la mano, contestando
llamadas.
Rico y yo trabajamos sin aliento durante las siguientes horas y me alivia
saber que el playboy sexy se ha ido.
Puedo admitir que puede haber una punzada fugaz de... ¿qué, Luna?
¿Arrepentimiento? ¿De que hayas sido casi grosera con él?
No. Sin arrepentimientos. Es mejor así.
Un recuerdo revolotea con fuerza detrás de mi cerebro. Uno de esos que
he encerrado en mi caja de demonios ocultos. No tengo ni idea de por qué
estaría burbujeando ahora. Intento contenerlo, pero no se sostiene.
Sube conmigo. Hay algunas personas que quiero que conozcas.
Vaya. Tal vez estoy más cansada de lo que pensaba. Tal vez Josie y su
situación me están dando vueltas en la cabeza más de lo que pensaba.
La meditación ayuda. Cuento hasta diez en mi mente. Le sonrío a un
cliente. Tomo un pedido.
Cuando las cosas empiezan a ir más despacio es después de la 36
medianoche. Descargo la última bandeja de copas, usando un paño de
cocina limpio para pulir las copas de champán mientras las deslizo de nuevo
en el botellero que cuelga al final de la barra.
—¿Ya terminó tu turno?
Miro hacia arriba a un par de ojos azul marino.
—Has vuelto.
—Me gusta este lugar —dice—. Tiene buenas vibras.
—Gracias. —Pero me rehúso a sentirme halagada por su genial
encanto. Es bueno, ya lo he reconocido. Y sé que es mejor no meterse con
gente como él. Me comerá en el desayuno hasta que sólo quede un montón
de huesos blanqueados.
Otro recuerdo escalofriante revolotea por los recovecos de mi psique.
Detente. Por favor. Por favor, detente.
Vamos, te vi mirándome. Podría tener a cualquier chica aquí esta noche
pero te elegí a ti. Considérate afortunada.
Mierda. ¿Por qué está sucediendo esto? ¿Por qué ahora?
—La vista tampoco es mala —añade mientras continúa mirándome. La
travesura brilla en sus ojos iluminados por la noche.
Es muy sexy. Y si no mantengo mi distancia, hay una posibilidad muy
real de que le siga el rollo.
Porque quiero volver a estar completa. Quiero divertirme y enloquecer y
que no se convierta en algo que te rompa el maldito corazón.
Con él, sería una locura, lo puedo ver. Sería la cosa más salvaje del
mundo.
Puedo manejar lo salvaje, es la pregunta.
Es tan musculoso. Grande. Fuerte. Lo suficientemente poderoso para...
Maldita sea. Pensé que ya había superado todo esto.
—Si eso es una frase para ligar, debería haber muerto en los noventa.
Sonríe a mi respuesta. La humedad ha hecho que su pelo se enrosque
ligeramente alrededor de sus orejas donde toca su cuello, quitándole el
borde de su vibra de hombre de negocios. La sombra de su barba es visible
en su mandíbula cuadrada y sus ojos son del color del aguamarina. Si lo
vistieras de otra manera, podría ser un rey gitano renegado. Hay algo exótico
en él.
¿Cuántas mujeres habría conseguido este hombre en el transcurso de
su vida sexual? No puedo evitar preguntarme. ¿Cien? ¿Varios cientos? ¿Mil?
37
¿Ha hecho alguna vez cosas que ellas no querían que les hiciera?
—¿Ya estás lista para ese trago? —Lleva una camisa diferente. Un polo
azul marino, que hace que el color de sus ojos sea aún más llamativo.
Probablemente guarda una extra en su bolsa para todos esos vasos de vino
que le tiran a la cara. Debe haberse registrado en su hotel y haber vuelto
para tomar una copa—. ¿Cuándo se hace cargo el turno de noche?
Jimmy entra por la puerta.
—Ya está aquí. —Tendemos a tener un flujo constante de visitantes en
las pequeñas horas de la mañana, especialmente en los días festivos. Mucha
gente bebe durante el Día de Acción de Gracias y de Navidad, por alguna
razón. Lo entiendo. Es algo que estoy tentada de hacer yo misma. Mi padre
estará felizmente instalado en su McMansion de Westchester con su nueva
familia, su mejor familia, la que no abandonó y que estaba dispuesta a hacer
la vista gorda a sus actividades extracurriculares. Mi madre estará tomando
Martinis de manzana con su viejo y feo novio millonario.
Me pregunto cuál es la razón de este tipo. De qué está huyendo o
tratando de evitar.
—¿No hay ninguna reunión familiar en Connecticut a la que volver
corriendo a casa? —digo alegremente, sirviéndole otro Jack Daniels con
hielo y sirviéndome un ron con Coca-Cola. Algún día volveré a arriesgarme,
pero no hoy. Hay suficiente agitación en mi futuro inmediato para lidiar con
ella ya. Un trago antes de acostarme y luego iré arriba a ver cómo está Josie.
—Chicago, en realidad —dice—. Y no. —Toma un sorbo de su bebida,
mirándome de esa manera relajada, confiada e hiper-alerta—. ¿Qué hay de
ti? ¿No te vas a casa a Iowa este año?
Me encuentro con su mirada.
—Vaya, realmente escuchaste nuestra... aunque claramente no te
importa... conversación privada.
Apenas se encoge de hombros, sin arrepentirse. Su boca perfecta se
mueve a una sonrisa.
—Como dije, estaba disfrutando inocentemente de un trago y no pude
evitar escuchar. Suena como si tuviera un pequeño problema.
Estoy cansada. Tengo miedo de lo que pueda pasar en las próximas
semanas. No estoy de humor para su juguetón desprecio. Su aura de macho
alfa se está metiendo con mi perspectiva tranquila y mayormente estable.
Hay un tono en mi bien entrenada cortesía que no es nada cortés.
—No estoy segura de que eso sea de tu incumbencia. Además, ¿no
deberías estar ya con tu harén? Es tarde.
38
Su no-del-todo-sonrisa es más divertida que ofensiva. Traza su dedo
alrededor del borde de su vaso pero sus ojos siguen sobre mí. Sus manos
están bronceadas y tienen un aspecto fuerte.
—No estoy de humor para mi harén esta noche.
¿Es una broma? Sacudo la cabeza ligeramente mientras deslizo el
último vaso alto en su lugar.
—Eso es sorprendente.
—Supongo que debería sentirme halagado de que pienses que estoy a
la altura de la tarea.
Siento que se me sube el color a las mejillas porque no puedo evitar
imaginarlo a la altura de la tarea. No tengo dudas de que estaría a la altura
de la tarea y el pensamiento envía una oleada de conciencia a través de mí.
Su carisma seguro de sí mismo, su obvio atletismo y su cruda masculinidad
hacen que sea un poco obvio que... oh, Dios, lo hago. Quiero saber cómo sería
sentirse bien. Sentirse amada en lugar de...
No. Me estoy engañando a mí misma.
Es un playboy. Obviamente. Es exactamente de lo que he estado
huyendo. Un ejemplo de libro de texto de lo que hay que evitar a toda costa.
Lo que necesito es encontrarme a alguien que sea menos amenazador, que
no me asuste, que me calme y que no intente controlarme.
—Soy Gage —dice—. Gage McCabe.
El nombre me suena vagamente familiar, pero no tengo ni idea de por
qué. Termino mi bebida y pongo el vaso vacío en una de las bandejas del
lavavajillas.
—Y yo me voy a la cama. Buenas noches, señor McCabe. Feliz Día de
Acción de Gracias.
—Cena conmigo mañana por la noche.
Don Juan es persistente.
—Trabajo mañana por la noche.
—¿En Acción de Gracias?
—Es uno de nuestros días más ocupados.
—El viernes por la noche, entonces.
Ya he decidido que no me voy a acercar a este tipo, por mucho que lo
haga. Tiene sexo caliente y angustia escrita por todas partes, y por mucho
que anhele uno de los anteriores, más y más, como si los impulsos de mi
cuerpo estuviesen en pleno apogeo aunque choquen violentamente con las
voces de mi cabeza, no puedo con la combinación. 39
—También uno de nuestros días más ocupados. Todo el fin de semana
es básicamente un caos. Que tengas una buena noche.
Con eso, lo dejo con su bebida. Cuando cierro la puerta de la escalera
de mi apartamento detrás de mí, le miro la cara. Hay una determinación en
su mirada que no me gusta.
Voy donde Josie, quien está profundamente dormida. Me doy una larga
ducha para lavarme el sudor del día y me desplomo en la cama, esperando
que mañana no sea el principio del fin de todo por lo que he trabajado tan
duro.
Gage McCabe.
¿Dónde he escuchado ese nombre antes? ¿Y por qué mi cerebro sigue
trazando las líneas de su cara, la intensa mirada en sus ojos y ese
magnetismo crudo y oscuro...?
...que sólo promete un mundo de problemas.
Vamos, chica. Saca algo de esa angustia de tu sistema. Arriésgate.
Reemplaza los malos recuerdos por unos cuantos buenos. Sabes que te
llevaría a un viaje salvaje. Vive un poco.
Una vez más, meto la voz del diablo en mi cabeza con fuerza en su
jaula. Estoy viviendo lo suficiente. Tengo un negocio que salvar, una mejor
amiga que desembarca de nuestro sueño de toda la vida porque no tiene
otra opción, y un fin de semana muy ocupado por delante.
Con suerte, el señor engreído, Gage McCabe, se habrá ido por la
mañana.
Antes de que pueda recordar dónde pude haber leído sobre él o por qué,
estoy profundamente dormida.

40
L a veo parada allí, al otro lado de la habitación. Reconozco este
lugar. Estamos en el centro de convenciones del centro de la
ciudad. Está lleno de gente. Es uno de esos eventos para
recaudar fondos, con docenas de mesas redondas preparadas para la cena.
Hay decoraciones y un escenario con un podio para los oradores y las
presentaciones. Todos están vestidos de negro.
41
Excepto por ella.
Lleva su vestido amarillo.
Parece fuera de lugar. Se ve brillante y soleada como si un rayo de sol
brillante brillara sólo sobre ella. Está ligeramente bronceada y su cabello
apenas está azotado por el viento, como si acabara de entrar después de
pasar la tarde corriendo por los campos de verano de Iowa. Puedo oler su olor
desde aquí, a trigo maduro y rosas y una dulce, dulce perfección.
Ilumina la habitación. Es, literalmente, el sol.
Alguien me toca el hombro. Le desestimo. No puedo quitarle los ojos de
encima a la chica del vestido amarillo y no quiero hacerlo. Quiero mirarla a
ella y a nadie más. Tengo una sed loca, de observarla. Quiero más.
Necesito acercarme más.
Ella me ve.
Me sonríe.
Su sonrisa me infunde un extraño tipo de anhelo. Y felicidad. La emoción
surge a través de mí de forma discordante. ¿Cuándo fue la última vez que
experimenté una felicidad pura y sin diluir? No puedo recordarlo.
Intento caminar hacia ella pero no puedo. Estoy nadando contra una
fuerte marea. La gente me está frenando. Están sosteniendo mis brazos. Es
esa mujer que me robó los gemelos cuyo nombre no puedo recordar. Y otros.
Agarrándose de mí.
¡Cómo se atreven! Una furia hirviente me supera.
Con un esfuerzo primario, me libero de ellos.
Pero Luna se está alejando.
Estoy corriendo, intentando con todo lo que tengo acercarme a ella.
La quiero. La llamo.
Se da la vuelta.
Al otro lado de la habitación, donde está de pie, la escena está
cambiando. Hay una playa de arena y un océano al atardecer, abriéndose a
un horizonte infinito. Se quita su vestido amarillo.
No puedo respirar.
Lleva un bikini amarillo.
Ella es el aire, el agua y el sol. Es mi sed y mi hambre.
Su cuerpo es tan insanamente exquisito, que no puedo soportarlo. Me
estoy volviendo loco. Quiero poner mi boca sobre ella. Quiero comérmela,
beberla y chuparla. Moriré si no lo hago, estoy seguro de esto. 42
Se ríe de mí, pero es una risa muy bonita. Una risa atractiva.
Miro hacia abajo para ver de qué se ríe.
Mi chaqueta y mi camisa blanca están abiertas. Mi pecho está
ensangrentado. Por alguna razón, no me importa esto. Estoy mucho más
preocupado por mi polla. Dentro de mi pantalón, apenas contenido, estoy
dolorosamente enorme y duro. La necesito, ahora. La fiebre de mi lujuria es
insoportable. Necesito estar dentro de ella. Necesito entrar en ella.
Ella es oxígeno y luz. Es belleza y alivio fresco y caliente.
La agonía es tanto física como existencial. Necesito probarla y
absorberla. Necesito estar en ella y dentro de ella.
¿Qué demonios me está pasando?
—Gage —dice.
Tiene algo en sus manos.
¿Qué es?
Me acerco más a ella. Una cálida ola nos baña los pies.
Quiero besar su boca. Necesito devorarla.
Me acerco más. Por favor, por favor déjame.
Me ofrece lo que tiene en sus manos pero no lo quiero. Quiero besar su
boca.
—Tómalo —dice.
No quiero tomarlo. Sólo quiero probar su boca.
—Tómalo —insiste.
—No —digo—. No lo quiero. Es tuyo.
Miro hacia abajo para ver lo que es.
Es sangriento.
La sangre está goteando de sus manos.
Entonces me doy cuenta de que está sosteniendo mi corazón latiente.

Me despierto de repente.
Mierda.
¿Dónde estoy?
Me siento y pongo mis manos en el pecho para sentir la sangre. No hay
ninguna. Estoy intacto. No hay ningún agujero allí. Mi corazón aún está
dentro de mí y está latiendo rápido. 43

Infiernos.
Mi polla está tan hinchada y dolorida como en el sueño. Es pesada y
caliente y dura como un puto pilar de granito.
Estoy en un hotel. La suite ejecutiva de un resort de cinco estrellas. En
Key West. Ahora lo recuerdo.
Luna.
La pequeña camarera descarada.
Mierda, estaba soñando con ella.
Fue tan vívido. Sigue siendo tan vívido.
Me tumbo en la cama.
Tomo mi polla en mi puño, con cuidado. Estoy tan duro e hinchado que
me duele.
Lentamente, deslizo mi puño a lo largo de mi gruesa longitud.
Cierro los ojos y vuelvo a mi paisaje de ensueño. No me importa mi
corazón. Esta vez puedo controlar lo que pasa aquí. Esta vez no tengo que
esperar. Puedo tomar lo que quiera de ella. La recojo y la acuesto con
cuidado en la suave arena. Empiezo a devorarla. Le lamo la boca y le arranco
el bikini. Chupo sus pezones maduros que saben a caramelo. Ella se ríe
invitando a que haga lo mismo. Está mojada por mí. No puedo esperar más.
Necesito estar dentro de ella. Deslizo mi polla profundamente y... oh, mierda,
mierda, mierda... me pongo más duro de lo que nunca he estado en mi vida.
Por todo mi estómago y pecho, mi semen sale a chorros de mi polla en
ráfagas calientes e insoportables.
Estoy respirando con dificultad.
Estoy sudando. Anoche dejé abierta la puerta corrediza del balcón y
hace calor aquí.
El latido de mi corazón se siente más significativo que de costumbre.
Soy consciente de un ligero y trascendental dolor con cada latido, como si
aún sangrara. Como si recordara el eco de sus manos frías.
Escucho mi propio juramento bajo.
Esto es una maldita locura.
¿Por qué estoy soñando con ella?
¿Por qué me siento tan retorcido y jodido?
Me levanto de la cama. No hay forma de que pueda dormir. Estoy
pegajoso, sudoroso y enojado. Acabo de correrme con fuerza pero quiero
venir de nuevo. 44
Compruebo la hora. Son las 3:08 a.m.
Es demasiado pronto para ir al gimnasio o para nadar. Necesito hacer
algo con esta energía furiosa. Me paseo por un rato. Podría tomar una ducha
fría pero no quiero.
No quiero lavarla todavía.
Me puso pegajoso y mojado. Ella hizo esto.
¿Pero por qué?
¿Por qué ella?
¿Por qué estoy soñando y ahora me obsesiono con ella, entre todas las
personas?
Porque me rechazó, probablemente. Ha pasado mucho tiempo desde
que una mujer me hizo eso, la pequeña descarada. Es la conquista lo que
me ha irritado, eso es todo.
Que tengas una buena noche. Te daré las buenas noches, cariño.
La cantinera angelical que no quiere tener nada que ver conmigo.
Ya veremos.
Si no tenía ya mi atención con su actitud combativa y su cara de ninfa
y ese cuerpo dulce y loco, seguro que la tiene ahora.
Lo que no se da cuenta es que ignorarme es más o menos el equivalente
a agitar una bandera roja a un toro salvaje de dos toneladas. Ni siquiera mi
subconsciente lo dejará pasar. Así que está invadiendo mis sueños. Bien.
Ya me he ocupado de eso. En mis sueños la he poseído. Me he metido dentro
de su estrecho y apretado coño.
Ahora todo lo que necesito hacer es follarla en la vida real.
Seré mucho más minucioso. Le chuparé los pezones hasta que gima. Le
comeré el coño hasta que se corra en mi lengua. La volveré loca de lujuria
como lo está haciendo conmigo ahora. Entonces me empujaré profundamente
dentro de ella hasta que su orgasmo ordeñe el semen caliente de mi polla en
ráfagas duras.
Estoy completamente duro de nuevo. Joder. Más que duro. Palpitante
y caliente.
La quiero, de una manera que me está dando vueltas en la cabeza.
Y lo que quiero, lo consigo. El hecho de que se haga la difícil de
conseguir es... lindo. Y por alguna razón, muy atractivo.
No sé si una mujer se ha hecho la dura conmigo, ahora que lo pienso. 45
Por suerte tengo un as bajo la manga.
Me dio las llaves de su vida sin querer. La pequeña está en un aprieto
y necesita que la saquen de apuros.
La cosa es que juego duro. No me ando con rodeos, especialmente
cuando quiero algo, alguien, de verdad. No recuerdo que esto haya sucedido
antes. Voy tras negocios e inversiones así: con un enfoque singular del que
nadie ni nada puede distraerme. Pero no las mujeres. No necesito
perseguirlas. Están a mis pies. Se ofrecen antes de que yo lo pida.
Excepto una, según parece.
La atrevida y hermosa Luna de Iowa, de todas las personas, es la que
se ha metido bajo mi piel.
Sosteniendo mi sangriento y palpitante corazón en sus manos.
Eso fue sólo un sueño, me recuerdo. Una pesadilla, más exactamente.
Saco mi portátil de mi mochila y lo abro.
Hago algunas diligencias preliminares y envío algunos correos
electrónicos.
Entonces la busco en Google.
No tiene mucha huella digital. Una cuenta de Facebook. Luna LaRoux.
Un Instagram muy ligero con unas cuantas fotos de puestas de sol.
@lunalarouxxx
Mías. Esas X son mías.
Gage, tienes que controlarte, hijo.
Hay un artículo sobre su negocio que data de hace casi un año, cuando
los dos se hicieron cargo del restaurante. Hay una foto de Luna y Josie
detrás de la barra.
Maldición, es bonita. Se ve joven y feliz.
Como en el sueño.
Quiero hacerla sonreír así.
Mi corazón hace esa cosa de nuevo donde soy consciente de su
sangriento y pesado ritmo.
Cierro mi portátil.
No es suficiente.
Necesito más.
Me recuesto en la cama. Cierro los ojos y pienso en ella. En su vestido
amarillo. Detrás de la barra. En la playa de los sueños. Esta vez le quito la 46
ropa más despacio, saboreando cada centímetro de esa piel impecable. Beso
mi camino por su cuerpo. En su coño. Dios, quiero probarla tanto.
La fantasía es demasiado. Me corro duro y rápidamente. Incluso más
duro que la primera vez. Más duro y más largo y con más fuerza, como si
mi polla estuviera en una superpotente sobremarcha.
Joder. Esto es malo.
Me quedo allí jadeando en la oscuridad, cubierto de mi propio sudor y
semen. Mi sangre se siente caliente y rabiosa. Como un animal. Así es como
me siento. Como un hambriento y descontrolado animal salvaje que sabe lo
que quiere. Una bestia alfa que ha captado el aroma. Que está a la caza
ahora y no puede ser domada. Cuidado, Luna LaRoux. No tienes ni idea de
lo que te espera.
Abro los ojos y miro fijamente al techo.
Dios, Gage. ¿Qué demonios?
Respiro profundamente, me limpio con la sábana, tratando de
calmarme, carajo.
Pero es inútil. Mis fantasías se vuelven oscuras y dejo que lo hagan.
Mucho después, finalmente sucumbo al sueño y a la perfecta entrega
de su dulce y hermosa boca.
Duermo profundamente y cuando me despierto de nuevo son las 6:37.
Qué pesadilla tuve.
Me levanto y me envuelvo una toalla en la cintura. Mierda, soy un
desastre.
Mi suite tiene un balcón que da a la piscina y a la playa. Salgo a ella y
vagamente veo la vista. La gente de camisa blanca está colocando tumbonas
y paraguas azules.
Luego entro y me doy una larga y muy necesaria ducha. Pido servicio
de habitaciones y reviso mis correos. Ya hay un par de respuestas. Mis 47
investigadores saben que pagaré lo que me pidan, así que saltan a través de
aros por mí y trabajan toda la noche.
Los nombres de las chicas son Josie Farrell y Luna LaRoux. Ambas
provienen de las afueras de Cedar Rapids, Iowa, donde el padre de Josie
tenía un pequeño negocio de construcción que fue vendido después de su
muerte. Su madre murió cuando ella era joven. Tiene tres hermanos que
aún viven en su ciudad natal.
La familia de Luna es más difícil de rastrear. Mi teléfono suena de nuevo
y es Pete Clancy, el tipo que uso cuando quiero información difícil de
alcanzar sobre la gente.
—Sus padres se divorciaron cuando ella tenía seis años —dice—. Hasta
entonces, ella había vivido en su casa familiar en Scarsdale, un modesto
rancho de tres habitaciones que fue vendido cuando el divorcio se llevó a
cabo. El padre se volvió a casar dos semanas después de que se firmaran
los papeles del divorcio. Tiene dos hijos pequeños con su antigua secretaria.
Es abogado, pero ha sido citado una vez por mala conducta, lo que le hizo
ser degradado de socio y casi le costó su trabajo. Recientemente hizo un par
de malas inversiones. Su nueva casa en Rye está hipotecada hasta el cuello.
Utiliza una tarjeta de crédito separada bajo un alias para reservar sus
habitaciones de hotel por horas, varias veces a la semana. La madre de Luna
se volvió a casar varias veces y ahora vive en Los Ángeles con su cuarto
marido, quien dirige un estudio de cine en dificultades. En el acta de la
última reunión de la junta del estudio, se discutió la declaración de
bancarrota. La madre está actualmente en su cuarto período de
rehabilitación por abuso de alcohol. Por lo que puedo decir, no hay mucha
relación entre Luna y su madre. La última llamada de Luna a California fue
hace cuatro meses. Es todo lo que tengo hasta ahora, pero seguiré
rastreando y te llamaré.
—No te molestes —digo, aunque no estoy seguro de por qué, hurgar a
sus espaldas se siente invasivo, tal vez. Preferiría que me lo dijera ella misma
en su lugar. No es mi estilo habitual, pero quizá sea que Key West se está
abriendo camino conmigo otra vez.
Si todo va según lo planeado, me contará la historia de su vida al final
de la hora feliz.
Y descubrí lo que necesitaba saber. No tiene un plan B. No tiene padres
a los que llamar y pedir dinero, ya que las relaciones están deshilachadas y
los dos están financieramente colgando de un hilo.
Es una hermosa mañana, soleada y calurosa y nebulosa.
Me propongo bajar el tono de la resaca de mis sueños. Fue intensa y
todavía me siento aturdido. 48
Trato de no analizarlo, aparte de la forma en que su cuerpo de ensueño
se sentía bajo el mío. Mientras me metía en su interior.
Intento no obsesionarme con la metáfora a todo volumen que no hace
falta que un psiquiatra me señale. Ella estaba literalmente sosteniendo tu
corazón en sus manos. ¿Qué significa eso? ¿Tu subconsciente cree que estás
jodidamente enamorado de ella o algo así? ¿Después de una mirada y una
breve y despectiva conversación?
Casi me río de mí mismo.
Patético.
Es cierto que la gente de mi familia tiende a caer duro. Mis padres lo
hicieron y ahora mis dos hermanos parecen estar sufriendo la misma
aflicción.
Menos mal que soy inmune a ese tipo de mierda. Esquivé esa bala. Ya
he reconocido que soy incapaz de amar. Este extraño colapso es sólo porque
se enamoró lujuriosamente de mí a primera vista, como las mujeres siempre
hacen. No estoy acostumbrado a la reacción de Luna, eso es todo. Esto es
sólo un pequeño moretón en mi ego, que planeo arreglar pronto.
Tengo un plan. Estoy aburrido con mi cartera de inversiones habitual.
Tratando día tras día con trajes rígidos y banqueros grasientos. Tengo ganas
de darle algo de vida.
Y mostrarle quién es el jefe.
Contestar a sus descaradas respuestas.
¿No deberías estar ya con tu harén? Es tarde.
Le mostraré a la pequeña dulzura el verdadero significado de “estar con
mi harén” y algo más.
Llego al Sea Breeze justo después de las diez. Me alegra ver a Josie en
la terraza, poniendo las mesas. No estoy seguro de que sea posible, pero
parece más embarazada esta mañana que anoche. Me mira y se le cae la
mandíbula un poco. Es una reacción típica. De hecho, la única mujer que
no ha reaccionado así últimamente es la ninfa que estará en mi cama al
atardecer, si me salgo con la mía, cosa que siempre hago.
—Señorita Farrell, soy Gage McCabe. Tengo una propuesta de negocios
que me gustaría discutir con usted y su socia.
Sus ojos hacen eso que todos hacen. Viajar. Mirarme. Fijarse que no
hay nada común en mí. Soy carne de primera calidad y las mujeres siempre
se toman unos segundos para absorber la extensión de la misma. Así son
las cosas.
—¿Qué clase de propuesta de negocios? 49
—Preferiría discutirlo con las dos juntas, si no le importa. ¿Tienen unos
minutos?
—¿Tiene esto algo que ver con la venta del bar?
—Sí. De hecho, así es.
—¿Cómo sabes eso? —pregunta Josie—. No hemos hecho publicidad
todavía.
—No pude evitar escuchar algo de su conversación de ayer. Y Luna me
puso al corriente de algunos detalles anoche. —No con mucho gusto, pero
no me molesto en mencionar esa parte.
—Oh.
—¿Está disponible ahora?
—Uh... le enviaré un mensaje de texto. Está arriba haciendo yoga. —Se
saca el teléfono de su delantal.
Maldita sea. La idea de Luna con ropa de ejercicio ajustada, lo flexible
que probablemente es, sudorosa y apenas vestida y... maldita sea. Lo último
que necesito es una erección furiosa para nuestra reunión de negocios
improvisada. Trato de pensar en el béisbol y en las abuelas, cualquier cosa,
para aliviar la marea ascendente, cuando veo un típico tío de gimnasio
musculoso subiendo las escaleras que llevan a la cubierta desde la pequeña
playa. Su camiseta ajustada dice “Sal conmigo Luna”.
¿Qué?
No.
Luna va a salir conmigo, así es como va a ser, cabrón.
Estoy mirando al tipo mientras pasa, mirándome con las cejas
elevadas.
—Hola, Josie —dice.
—Hola, Kyle. Éste es, um... lo siento, ¿cuál era tu nombre?
—Gage McCabe.
Las cejas del chico se disparan.
—¡No me digas! ¡Amigo, leí sobre ti en GQ! Eres ese gurú de las
inversiones. Y el icono del estilo de Julio.
En momentos como este lamento la difusión de la revista y sus ridículos
artículos sobre mi maldito “estilo”, sea lo que sea. Llevo ropa que me gusta
y que me queda bien, hasta ahí llega mi estilo.
—¿Serías capaz de darme algunos consejos de inversión? —pregunta el 50
imbécil—. He estado jugando con un par de ideas... —Apenas puedo
concentrarme en lo que dice. ¿Luna realmente consideraría salir con este
tipo? ¿Qué significa su camiseta? ¿Cuáles son las complejidades de su
relación con él?
¿Y por qué coño me estoy poniendo tan nervioso por esto?
Es una pregunta que se responde tan pronto como Luna entra en la
terraza, lo que sucede en ese preciso momento.
Está vestida exactamente como me imaginé, con ropa ajustada para
hacer ejercicio. Su pelo ha sido recogido en una cola de caballo alta, pero
las piezas más cortas enmarcan su cara y están húmedas con el sudor. Sus
mejillas se ven rosadas, saludables y vitales, y su cuerpo es como algo salido
de un maldito sueño húmedo. Incluso mejor que un sueño húmedo. Tiene
largas extremidades y es delgada pero con curvas. Su piel suave es brillante.
Está tonificada pero al mismo tiempo es suave de una manera tan femenina
y deliciosa, todo lo que puedo pensar es en cómo se sentiría. He fantaseado
pero no lo sé. Quiero darme un festín con su belleza como nunca he querido
nada en toda mi maldita vida libertino y miserable.
Tengo mi maletín de cuero delante de mí. Intento parecer casual, pero
no hay nada casual en mi erección. Es gigantesca y tan agonizante como lo
fue anoche.
Béisbol, béisbol, béisbol.
Pero es inútil. Ni siquiera el béisbol me salvará en este momento.
¿Cómo lo hace?
No parece feliz de verme.
Tampoco parece feliz de ver a Kyle. Al menos puedo animarme con ese
detalle.
—Kyle —dice, enojada—. ¿Puedes parar con la camiseta? Quítatela.
Kyle le sonríe y se quita la camisa, mostrando sus extraños músculos,
lo que hace que quiera darle un puñetazo en la cara. Casi lo hago.
¿Qué carajo me pasa? Estoy a punto de derribar a este imbécil y golpear
su cara con mi puño.
Luna no parece encontrar los músculos de Kyle tan impresionantes
como claramente él los encuentra.
—Entra y ponte una de las camisetas de la tienda —dice.
—¿Vienen en extra grande? —pregunta el idiota—. Porque es la única
talla que me queda.
Mierda.
51
Luna parece ligeramente asqueada, me alegra notarlo.
Kyle se pone la camiseta al hombro.
—He oído que la Tucker Brothers Band tocará en un lugar secreto en
Key West mañana por la noche. Mi amigo podría conseguirme entradas.
Ante esto, los ojos de Luna se iluminan.
—¿Los hermanos Tucker? ¿En serio? Me encantan.
Mi tormento es de tres cabezas en este punto. A) Ella ama su música,
como millones de personas, eso es todo. ¿Y estoy... celoso? ¿Es eso lo que es
este sentimiento de enojo, de que le han arrancado el corazón? B) Ya estoy
tan caliente por esta chica con su rostro beatífico y su cuerpo ridículamente
perfecto en su pequeño traje de yoga empapado en sudor, mi polla está al
rojo vivo y estoy luchando seriamente por ocultarlo, y C) Me está mirando
como si yo fuera de alguna manera aún peor que el idiota musculoso de aquí
que está en medio de pedirle una cita, lo que claramente está considerando.
—Tengo entradas —me escucho decir—. Asientos VIP. Son mis primos.
—¿Los Tuckers son tus primos? —pregunta Luna.
Esto me molesta aún más. No necesito que mis malditos primos me
consigan una cita.
—Oooh, hombre —dice Kyle—. ¿Puedes conseguirme un asiento VIP?
—No.
Luna sigue mirándome.
—¿Qué haces aquí? Es un poco temprano para el whisky, ¿no? —No es
exactamente acogedora.
Esto no me preocupa. La descongelaré. Sólo necesito algo de tiempo
con ella, de darle la oportunidad de sucumbir a mis encantos, como todos
inevitablemente hacen.
Josie deja caer en una silla, sosteniendo su redondo estómago.
—Quiere discutir una propuesta de negocios con nosotras.
Luna mira a Josie, y luego a mí.
—¿Qué clase de propuesta de negocios?
Dirijo mi mirada a Kyle.
—¿Nos disculpas?
Me pone los ojos en blanco y luego se aleja, gracias a Dios.
—¿Qué quiso decir cuando dijo que eres un gurú de las inversiones? —
pregunta Josie. 52
—Señoras, si se sientan conmigo unos minutos, les explicaré
exactamente cuál es mi oferta. —Manteniendo mi maletín de cuero
estratégicamente delante de mí, tomo asiento. Saco un sobre y lo pongo
sobre la mesa.
Luna no hace ningún movimiento para sentarse.
Lo que tengo en mente es comprar la parte de Josie, así que deslizo el
sobre hacia ella.
—Su negocio, incluyendo bienes raíces, así como las estructuras
existentes, instalaciones y bienes muebles, está valorado en uno como un
millón de dólares. De acuerdo con los registros, que son todos públicos, por
cierto, deben un total de un millón treinta y cinco mil dólares, lo que les da
un patrimonio de sesenta y cinco mil dólares, dividido en la mitad, más o
menos. No estaba escuchando a escondidas —Miro a Luna—, pero sí
escuché por casualidad, Josie, que eres dueña del cincuenta y uno por
ciento del negocio, lo que significaría que tú personalmente eres dueña de
treinta y tres mil ciento cincuenta dólares de capital.
—Um... sí.
—Me gustaría comprar tu parte por cuatrocientos mil dólares.
Josie me parpadea.
—¿Qué?
—Esa es mi oferta, pero depende de que yo retenga la mayoría de las
acciones. No estoy dispuesto a negociar por menos.
—Pero... eso es mucho más de lo que vale —señala Josie.
—Sí. —Es la única manera en que Luna estará de acuerdo, porque
Josie está desesperada y esto resolverá todos, o al menos la mayoría de sus
problemas—. Veo un buen potencial en este negocio. Creo que se puede
hacer mucho más con él. Podrías expandir la terraza a un área de asientos
mucho más grande. Podríamos mantener el carácter del lugar, arreglarlo y
construir sobre él. Tengo un yate que podríamos ofrecer como un alquiler
para eventos especiales. Hay potencial para expandir el calendario de
eventos, también, con músicos de gran nombre y así sucesivamente. Puedo
discutirlo con mis primos. Estoy seguro de que puedo convencerlos de que
sean nuestro primer acto principal. Si el trato sigue adelante, claro.
—No —dice Luna.
Josie le da una mirada de sorpresa.
—Josie podría considerar esa oferta por un cuarenta y nueve por ciento
—continúa Luna—. Y necesitaríamos discutir cuán involucrado estarías en 53
el negocio.
Me encuentro con la mirada verde de Luna. Ella es jodidamente
desgarradora. Incluso sudorosa y con la cara rosada por el entrenamiento,
es increíblemente guapa. Es extrañamente doloroso e hipnótico mirarla.
—Como dije, el 51% no es negociable. —Me anticipé a la vacilación de
Luna. Y quiero que este trato sea firme. No se trata del dinero, del que tengo
tanto en este momento que puedo pagar lo que sea necesario. Así que juego
mi siguiente carta—. Pero tienes razón, tal vez he ofertado demasiado bajo.
Que sean seiscientos mil por el cincuenta y uno por ciento de Josie. En
cuanto a mi participación, pienso pasar el próximo mes en Key West. —¿Lo
hago? Sí. Sí, lo hago. Necesito llenarme, y esta vez me va a llevar más de
una noche. Ese cuerpo. Esa cara. Llámame desviado, no me importa. La
quiero. Ha encendido una especie de maldita hoguera en mí que quiere ser
alimentada—. Después de eso, volveré a Chicago.
Tengo un pensamiento fugaz de que tal vez... Luna querrá venir
conmigo.
¿En qué coño estás pensando, imbécil? No te acuestas con mujeres más
de una vez, ¿recuerdas? Te habrás ido para el fin de semana. ¿Qué estás
haciendo ahora mismo?
—¿Dijiste... seiscientos mil dólares? —murmura Josie. Tiene lágrimas
en los ojos, con alivio, tal vez.
Luna, sin embargo, tiene dagas que salen disparadas de la suya.
—¿Por qué quieres entrar en este negocio? Esa es una oferta loca. No
confío en usted, señor…
—Gage. —Intento y apenas consigo contener una sonrisa de lobo,
porque tengo la suficiente experiencia para saber cuándo se va a aceptar
una oferta, incluso si hace falta un poco de coacción, lo que me doy cuenta
de que no ayuda. No confía en mí. Y no debería—. Este podría ser un negocio
muy rentable. Y puedo ayudarte a llevarlo allí. Una vez que se haya
reformado y hayamos aprovechado todo su potencial, me iré a casa a
Chicago y podrás deshacerte de mí, pero aun así podrás usar todo mi dinero.
—¿Decidiste todo esto cuando “escuchaste” nuestra conversación de
ayer? —Usando comillas con los dedos. La salpicadura de pecas en la nariz
de Luna me da un antojo extraño. El color de su boca me infunde un tipo
de lujuria fanática que hace que mi corazón se tambalee.
Como cuando lo tenía en sus manos.
Pero de alguna manera mantengo la calma, excepto por un detalle bien
duro.
—Sí. Como dije, puedo ver el potencial. Soy un inversor. Siempre estoy 54
atento a los negocios que están siendo subutilizados.
—¿Subutilizado? —Luna dice la palabra como si la hubiera insultado.
Coge una de las sillas y se sienta. Puedo oler su aroma ligeramente
perfumado, de flores y fantasías que quiero vivir dentro. Justo como imaginé,
pero mucho, mucho mejor porque es real y está sentada aquí a mi lado—.
¿Qué clase de inversor eres? —Mientras muerde suavemente su regordete
labio inferior, mi erección palpita dolorosamente.
Mierda.
Esto es malo.
Muy, muy malo.
—Uno exitoso. Mi padre nos enseñó a mí y a mis hermanos cuando
éramos jóvenes, así que he tenido mucha práctica. He comprado y vendido
docenas de negocios. Reconozco un diamante en bruto cuando lo veo.
Luna se mete un mechón de pelo detrás de la oreja. Incluso sus orejas
son perfectas. Suavemente tomaré la suave carne del lóbulo de su oreja entre
mis dientes. Lameré y besaré su cuello antes de meter mi lengua en su
deliciosa boca.
Cristo.
Sus ojos se estrechan.
—¿Cuál es su motivo, señor McCabe?
—¿Mi motivo? No hay ningún motivo, aparte de hacer dinero, que creo
que podríamos, si hacemos las tan necesarias mejoras.
—La respuesta sigue siendo no. —Si las miradas pudieran matar, sería
una maldita pulpa en el suelo ahora mismo.
¿Por qué es esa mujer que realmente he querido, no sólo porque me
apetece echar un polvo, sino porque ella... Luna no quiere tener nada que
ver conmigo? ¿Es esto algún tipo de retorcida retribución kármica que
regresa para morderme el trasero después de años de no importarme una
mierda nada ni nadie?
Siempre me pasan cosas extrañas en esta época del año. Los recuerdos
de mis padres se aceleran y se mezclan con el ritmo habitual de mi vida.
Que Luna haya entrado en mi vida este fin de semana es... jodido pero no
es sorprendente. Como si me estuvieran sermoneando desde el más allá
para que me establezca y apunte más alto en un área de mi vida, puedo
admitir que soy menos que escrupuloso.
La idea me irrita, por una razón, y probablemente no la razón que
debería: ¿Ir a la cama con Luna una o dos o varias veces en el transcurso
55
del fin de semana me curará de esta repentina... cosa que me está pasando?
¿Esta extraña obsesión y las dulces pesadillas eróticas y la feroz y salvaje
lujuria en la que de repente me veo envuelto?
Sí.
No.
No lo sé.
Joder.
—La respuesta es tal vez —dice Josie.
—Si nos dividimos al cincuenta por ciento —insiste Luna—. Ésa es
nuestra última oferta.
Los planes que tengo requieren una participación mayoritaria, y sé que
Luna cederá porque pensará primero en los intereses de su amiga. Luna es
terca. No le falta coraje, eso es obvio, pero su situación financiera se
tambalea en el filo de la navaja. Marlon, su avalista, y sé por uno de los
correos electrónicos que recibí esta mañana que es el hermano mayor de
Josie, debe tener un serio patrimonio. Probablemente del complejo familiar
en Iowa. La mayoría de los bancos no prestarían tanto sin al menos algo de
capital para gastar en mantenimiento y operaciones. Sin embargo, puedo
ver que Josie es el talón de Aquiles de Luna, su única debilidad.
—Como dije, la participación mayoritaria no es negociable.
Más dagas. Los puñales más bonitos y sexys que he visto.
¿Por qué de repente estoy tan fascinado por esta pequeña mujer enojada
y distante?
Posiblemente porque es la mujer enojada y distante más hermosa de la
historia de mi mundo.
Y no puedo dejar que se me escape de las manos porque no la presioné
lo suficiente. La quiero donde quiero y estoy dispuesto a hacer lo que sea
para ponerla allí. Esto va en contra de cada grano de sentido de los negocios
que poseo, que es jodidamente mucho, pero me escucho a mí mismo
diciendo.
—Cincuenta y un por ciento por un millón de dólares. Es mi última
oferta.
Las mejillas rosadas de Josie están pálidas, lo que es ligeramente
preocupante.
—¿Un millón de dólares? —rechina.
Luna exhala un suspiro que está entre la incredulidad y la derrota.
Josie lo oye y mira a su amiga. Hay empatía en la expresión de Josie y por
una fracción de segundo siento una punzada de algo que podría ser... 56
¿compasión? Es difícil de identificar porque no aparece en mi radar muy a
menudo. O nunca, para ser precisos.
No les doy otra opción. Estoy intimidando en la situación, como hago a
menudo. ¿Por qué de repente me siento un poco mal por ello?
Las estoy ayudando, me recuerdo. Le estoy dando a Josie el dinero
suficiente para criar a sus hijos cómodamente, sin preocupaciones
financieras.
Para llegar a Luna.
Para conseguir con Luna.
Para meter a Luna en tu cama.
¿Y qué? ¿Es tan malo? Puedo hacer lo que quiera con mi dinero. Es mi
dinero, por el amor de Dios.
Josie intenta ponerse de pie, pero requiere un esfuerzo. Me levanto para
ayudarla, tratando desesperadamente de mantener mi rampante erección
oculta.
Josie recoge el sobre.
—Señor Mc…
—Gage.
—Gage. —Josie sonríe suavemente, y ya sé que he ganado—. Es una
oferta generosa y la apreciamos. Pero vamos a necesitar algo de tiempo para
hablarlo.
—Tómate todo el tiempo que necesites.
—¿Podemos reunirnos contigo mañana? —pregunta Josie.
—Por supuesto. —Es decepcionante que Luna no esté en mi cama esta
noche, pero 24 horas me darán tiempo suficiente para planear mi próximo
movimiento, así Luna no tendrá más remedio que rendirse ante mí—.
Ustedes háblenlo. ¿Qué tal si me reúno con las dos aquí mañana por la tarde
alrededor de las cinco y me comentan lo que hayan decidido? Después de
eso —agrego, sonriendo a Luna, genuinamente, porque es hermosa y me
hace estúpidamente feliz por razones que no puedo controlar o entender del
todo—. Te llevaré al concierto de mis primos. A las dos, si quieren. —Porque
es más probable que Luna esté de acuerdo si no se siente como una cita. Y
Josie se negará.
—Una noche en la ciudad es más de lo que puedo manejar en mi estado
actual. —Josie se da palmaditas en su redondo estómago—. Además, Luna
57
es más fanática de la Tucker Brothers Band que yo. ¿Son realmente tus
primos?
Me está molestando muchísimo que recurra a usar a los malditos
Travis, Vaughn y Kade para conseguirme una cita, pero ya he decidido que
haré lo que sea necesario.
—Sí. ¿Y qué dices? —Hay una esperanza en mi voz que ni siquiera
reconozco—. Será divertido.
¿Divertido? Suenas como un maldito imbécil.
No me importa. La convenceré de que no soy un matón o un imbécil.
Por primera vez en mucho tiempo, me importa lo que otra persona piense
de mí. Quiero... gustarle. Imagínate.
Claramente, no sólo no le gusto, sino que me detesta. Esto es obvio por
la furia que brilla en sus brillantes ojos de joya.
—No —dice—. No lo creo. Estoy ocupada mañana por la noche.
Josie mira fijamente a su amiga.
—Pero amas a los hermanos Tucker. Tenemos mucho personal mañana
por la noche, Luna. Deberías ir. Les dará la oportunidad de hablar de todo
y de empezar a hacer planes.
—No hemos decidido que la venta se lleve a cabo todavía —dice Luna.
Es hosca.
—Los asientos están en primera fila —añado—. Tomaremos una copa
con la banda antes del espectáculo.
Luna me mira, como si no estuviera segura de querer a la banda lo
suficiente para aguantarme toda la noche. A juzgar por el cóctel de
emociones que colorean su expresión, que van desde el odio a la molestia y
la rabia, a otra cosa, enterrada más profundamente, que es más difícil de
leer, tengo mi trabajo hecho para mí. Y apenas puedo esperar. He pasado
toda mi vida construyendo mi arsenal. De seducción, de dinero, de comprar
lo que quiera.
No quiero comprarla.
Tengo este desconocido impulso de ganármela.
Suspira.
—Bien —dice finalmente.
¡Sí!
Se lo demostraré. Puedo ser una buena persona, lo verá. No siempre
utilizo a la gente para conseguir lo que quiero.
58
Caerá enamorada de mí lujuriosamente. Tiene que hacerlo.
Tal vez incluso se enamorará de verdad. Una vez que descubra las cosas
que puedo hacer.
La tendré justo donde la quiero. Debajo de mí. Sometiéndose.
Llevándome dentro.
Demonios, sí.
Ya lo verá.
Joder.
—¡N o puedo creer a ese imbécil! ¿Quién se cree que es?
¿Venir aquí ofreciendo un maldito millón de
dólares? Quiero decir, ¿qué demonios? ¿Quién
haría eso, de la nada? ¡Es un completo desconocido que no sabe nada de
nosotras ni de nuestro negocio!
Estamos arriba y Josie está sentada en el sofá, hojeando el contrato. 59
Pasé una noche en mal estado físico, sin dormir. Ni siquiera una práctica de
yoga extra intensa esta mañana pudo curarme de toda la frustración
acumulada. Mi vida acaba de cambiar irrevocablemente, y todo por culpa de
un playboy ego-maníaco que ni siquiera considera menos del cincuenta y
uno por ciento.
—Estás paseando —dice—. En realidad, parece saber mucho sobre
nuestro negocio, hasta la cantidad exacta de dinero que debemos.
—Exactamente. ¿Cómo puede una persona enterarse de detalles como
esos?
—Dijo que mucho de ello era información pública.
—¡Pero no todo! ¿Nuestros estados de cuenta? ¿Nuestro patrimonio?
¿El valor de nuestros malditos bienes? Ése es el tipo de detalle que tendría
que haber ido a nuestro banco para averiguarlo. Lo cual es una forma muy
retorcida y solapada de hacer algo así.
Más hojas.
—O... ¿tal vez es la manera sensata e informada de hacer algo así? Sólo
lo digo. Está ofreciéndose comprar nuestro negocio. No es irrazonable que
quiera averiguar su valor.
—¿A nuestras espaldas? ¡Ése es un comportamiento de imbécil!
—Es un comportamiento de inversor inteligente, Luna. No sé por qué
te pones tan nerviosa con esto. Es lo que queríamos, ¿recuerdas?
Tendríamos que haberle dado toda esa información a cualquier inversor.
Está claramente bien conectado, ¿y qué? Ahora no tenemos que pasar por
todo el problema de la publicidad e investigar a la gente y luchar por
conseguir la mejor oferta posible. Acabamos de tener la mejor oferta posible.
—¿Pero por qué ofrecería tanto? No tiene ningún sentido que lo haga.
—Me quedo mirando la vista del sol en el agua y... no quiero dejar este lugar.
No quiero volver a Iowa con su interminable territorio sin salida al mar. Me
encantan las vistas del océano y la sal marina y el calor húmedo. Me encanta
este lugar—. No confío en ese imbécil hasta donde puedo verlo.
—¿En serio? No me había dado cuenta. —Josie sonríe con simpatía—.
Como dijo, puede ver el potencial de nuestro negocio. Deberías estar feliz,
Luna. Es un experimentado hombre de negocios que está dispuesto a
invertir mucho dinero en este lugar, que es exactamente lo que necesita.
¿Cuál es el problema?
—Su ego podría tener asignado su propio código postal, ése es el
problema. Quiero saber qué está tramando.
—¿Por qué crees que está “tramando” algo? Tal vez piensa
60
legítimamente que vale la pena llevar este negocio al siguiente nivel. Siempre
vimos el potencial. Tal vez él también pueda.
Me siento en el sofá junto a Josie.
—Obviamente es un fanático del control hambriento de poder.
Está sonriendo de nuevo.
—También es muy atractivo, cariño. Y ridículamente rico. Puedo pensar
en peores socios de negocios. Mira esto, lo acabo de buscar en Google. Es
una especie de pez gordo. Es dueño de edificios enteros en Chicago. Tienes
que entrevistarte con él para comprar algo en su compañía de inversiones.
Probablemente se hace cargo de los negocios todos los días de la semana.
Echo un vistazo al portátil de Josie. Hay una foto de Gage, de pie junto
a un yate. Pareciendo tan auto-importante como siempre.
—No me interesa pertenecer a nadie. Especialmente por él.
—No le pertenecerás. Será dueño de la mitad del negocio.
—Más de la mitad. Quiero decir, ¿por qué insiste tanto en el 51%?
—Porque tiene sentido para los negocios, odio decirlo. Por cierto, ¿viste
por casualidad la forma en que te miraba? —Me da un codazo juguetón.
—No.
—Cariño —dice suavemente—. Fue hace mucho tiempo. Agua bajo el
puente en este punto. ¿No crees que podría ser el momento de seguir
adelante?
—No, Josie. Por favor.
Afortunadamente, ella se abstiene de ampliar los profundos detalles
oscuros de mi pasado de los que no quiero hablar ahora mismo. Suspira,
pero se echa atrás. Un entendimiento tácito pasa entre nosotras. Lo sabe
todo sobre mi historia. Es la que estuvo ahí para mí y me apartó de la cornisa
cuando todo se desmoronó. Sabe por qué odio a la gente como Gage McCabe.
La clase de hombres que se creen dueños del mundo y no les importa el
daño que causen o los restos que dejen.
—Bien —dice—. Pero creo que deberías mirarlo objetivamente. Se
ofrece a ayudarte a arreglar este lugar y convertirlo en todo lo que siempre
soñaste que podría ser, antes de desaparecer en su ático en Chicago. No
podríamos pedir nada mejor.
—Por lo que a mí respecta, puede coger su millón de dólares y
metérselo…
—Sí. Directamente a mi cuenta bancaria. —Josie se ríe de su propio
chiste, pero su expresión se suaviza—. Loon, no se lo venderé si no quieres
que lo haga. Le diremos que no y podremos hacer el anuncio como lo
61
planeamos. Quién sabe, alguien más podría ofrecer aún más.
Ambos sabemos que eso nunca va a suceder.
Exhala una respiración repentina y pone ambas manos en su vientre
hinchado.
—Luna. ¡Acabo de sentir a los bebés patear!
Pone mi palma en su estómago y también lo siento.
Vaya.
El movimiento de aleteo es el que más afirma la vida como cualquier
otra cosa. Me hace sentir triste y feliz y al mismo tiempo esperanzado.
—Oh, Josie —susurro.
Por supuesto que sé lo que voy a hacer. Puedo quejarme y quejarme
todo lo que quiera sobre mi nuevo socio de negocios. Pero voy a hacer lo
correcto por mi mejor amiga. Vamos a aceptar la oferta para que pueda
volver a casa en Iowa y no tenga que preocuparse por el dinero o el seguro
médico o por comprar suficiente comida y ropa e incluso fondos para la
universidad para sus hermosos hijos.
—No vamos a decirle que no.
Josie me mira con esperanza.
—¿No lo haremos?
—No. No lo haremos. Vamos a decirle que sí.
Las lágrimas brotan de sus ojos.
—Pero, ¿estás segura? No quiero hacerlo a menos que estés contenta
con el acuerdo, Loon. Y no estás feliz, puedo verlo.
—Estoy contenta de que seas feliz. Estaré bien. Desangraré a Gage
McCabe y el bar será fantástico y la Tucker Brothers Band tocará aquí y
seremos el lugar más popular de todo Key West. Puedo manejarlo.
¿Puedo?
Tendré que encargarme de él. Porque es mi bar y es mi vida. Y
definitivamente no quiero que un bastardo arrogante trate de dirigirlo.
—Desearía no tener que dejarte —dice Josie.
Pienso en tratar de convencerla de que se quede, otra vez. Pero no lo
hago.
—Vas a tener una gran vida con tu familia y tus bebés en Iowa. Tan
pronto como tu avión aterrice en esa tierra de Iowa, te sentirás como en
casa.
—Sí. —Sonríe con tristeza—. Creo que tal vez tengas razón. 62
No importa cuánto me disguste Gage McCabe y todo lo que él
representa, la codicia, el poder, el sexo obsceno y sin sentido, al menos sé
que estoy haciendo lo correcto. Al menos sabré que Josie estará bien
cuidada.
Josie se limpia los ojos.
—¿Estás segura de que no quieres venir conmigo? Podríamos ofrecerle
todo al señor Inversor Sueco y él podría quitárnoslo de las manos y tú
podrías venir a vivir conmigo en Iowa.
Por mucho que deteste la idea de ser la socia de Gage McCabe, no
quiero renunciar a mi vida y a mis esperanzas.
—No puedo volver a Iowa. Entiendo por qué querrías hacerlo. Es de
dónde vienes y donde siempre ibas a terminar. Pero yo no.
—Lo sé, Loon. Y sé que las cosas te saldrán bien aquí. Realmente es un
buen trato el que ofrece. Puede que no sea tan malo como crees.
—Claro. Y los cerdos podrían pasar volando por nuestra ventana al
atardecer.
Se ríe.
—¿Qué te vas a poner?
—¿Qué quieres decir?
—Para el concierto de esta noche.
—No había pensado en ello.
—Deberías usar ese vestido blanco que compraste el otro día. Te queda
muy bien.
—Esto no es una cita, Josie.
—¿Y? Es una cena de negocios y un concierto. Todavía tienes que
ponerte algo. Y ese vestido es perfecto. —Hace otra búsqueda en Google y
saca otra foto en su portátil—. No puedo creer que sea el primo de los
hermanos Tucker. Mira, aquí hay una foto de ellos juntos. Y vaya, sí,
definitivamente puedes ver el parecido familiar. —La foto es de Gage, Travis,
Vaughn, Kade y otros dos hombres. Parece que fue tomada hace varios años.
Están sentados en un muelle junto a un lago. Es verano. No tienen camisa,
están bronceados y tienen un aspecto glamuroso—. Tienes que admitir —
dice—, que hay algo de ADN asesino en esa familia.
—Lo que sea —murmuro, pero veo como se desplaza más abajo en los
resultados de la búsqueda—. Maravilloso —comento sarcásticamente—. Ahí
está en su yate rodeado de supermodelos en bikini. Apenas puedo esperar
a que empiece a tirarse a todas nuestras clientas.
63
Hace clic en un enlace a un artículo y comienza a leer.
—Gage McCabe puede ser el soltero más codiciado de la escena de citas
de Chicago, pero buena suerte en atraparlo, señoras. El chico de oro del
mundo de las inversiones no se comprometerá. Está bueno, es rico y, según
fuentes fiables, es un superhéroe en la cama, con resistencia para quemar
y dotes para morir. Pero no esperes que se quede hasta la mañana.
—¿Dotes para morir? —Me quejo—. Ecs.
Josie se ríe.
—Mejor que ser tan largo como una salchicha de cóctel. ¿Viste cómo
sostenía su maletín? Casi como si estuviera tratando de…
—¿Podrías parar? ¡No me importa lo bien dotado que esté! Todo lo que
me importa es ponerlo en el próximo avión hacia el norte.
—¿Dónde está tu sentido de la aventura, chica? Esto será divertido.
Podrás gastar su dinero en tu sueño. Finalmente serás capaz de hacerle
justicia.
Continúo desplazándome, a través de más fotos de Gage McCabe. Con
una heredera. Una supermodelo de Victoria's Secret. Una famosa actriz.
—Parece que se ha acostado con la mayor parte de Chicago, Los
Ángeles, Nueva York y más. Y aquí está Nashville.
—Nadie parece quejarse. —Todavía me sonríe—. Tal vez sea hora de
que conquiste Key West.
—No lo hagas. Eres una sádica.
Se ríe.
—Soy una optimista. Dios mío, mira ésta. Es un artículo de Forbes
escrito por el CEO de FreshFace Cosmetics, que antes era modelo de trajes
de baño de Sports Illustrated: "Pasé seis horas en la compañía de Gage
McCabe y GUAU, son seis horas que nunca, nunca olvidaré. El señor McCabe
es más que talentoso y tiene un equipo único (*¡¡señoritas, estamos hablando
de algo enorme!!) por el que querrás llamar a todas tus amigas y cantar desde
los tejados. Es emocionalmente distante, sí, pero refrescantemente directo al
respecto. No te da la ilusión de que está en esto por otra cosa que no sea sexo
caliente. Y en ese frente *abanicándome* sin duda da mucho (*todavía estoy
en ese alto de éxtasis*). Maldito seas, Gage McCabe, por arruinarme para
alguien más. Nunca te perdonaré. P.D. Llámame cuando quieras, cariño, por
favor, por otra sesión sin compromisos. Soy tuya. xxxx”
—Jesús. ¿Escriben artículos sobre eso?
—Déjame ayudarte a vestirte para esta noche.
—No. No voy a usar ese vestido. Es demasiado… 64
—Luna. Vas a ver a la Tucker Brothers Band en asientos VIP de primera
fila con tu nuevo socio caliente, rico y bien dotado. Harás lo que yo diga. Voy
a peinarte y maquillarte, algo discreto y sexy. Y tú llevarás ese vestido. Es
mi último deseo antes de zarpar para mi vida de privación de sueño y
pañales. Compláceme y entrégate al proceso.
Su descarada y cuidadosa jefatura es lo único que me ha mantenido en
la tierra durante los últimos catorce años. ¿Qué voy a hacer sin mi mejor
amiga?
—Realmente te voy a extrañar, Josie.
—Yo también te voy a echar de menos, Loon. —Me da un abrazo y hago
lo mejor para no sollozar.
Si trabajar dieciséis horas al día durante años hubiera hecho más de
una diferencia. Si hubiera ganado suficiente dinero para evitar que esto
sucediera. Ojalá no me hubiera dañado permanentemente hasta el punto de
odiar a mi nuevo socio de negocios y todo lo relacionado con la forma en que
se ha comportado toda su vida porque es uno de esos, un alfa magnífico,
seleccionado por la naturaleza para sentir y actuar de una forma que tiene
derecho y es irreflexiva y egoísta y cruel, como alguien que conocí por un
momento y del que todavía no me he recuperado del todo.
—Date prisa y firma ese contrato antes de que cambie de opinión.
—Pero... ¿estás absolutamente segura, cariño?
—Por supuesto que estoy segura. —Cojo el bolígrafo que está sobre los
papeles y se lo entrego—. Hazlo.
Ella garabatea su firma en el contrato.
Y eso es todo. La decisión es definitiva. Mi vida acaba de dar un giro
importante en una autopista desconocida llena de guanteletes engreídos,
esquinas bien colgadas y baches arrogantes del tamaño del Gran Cañón.
¿En qué me he metido?

65
o es gran cosa, me convenzo a mí mismo. Otra mujer, otra

N seducción fácil. ¿Y si su reacción inicial a mí, dos veces, no fue


exactamente la idolatría a la que estoy acostumbrado? No
olvidemos de quién estamos hablando aquí. De mí. Gage McCabe, el tipo
que toda mujer quiere y todo hombre desea que ser.
Sólo necesita un poco de tiempo. Alguna persuasión suave (o no tan 66
suave). Al final de la noche no tengo dudas de que no sólo gritará con el tipo
de placer que sólo yo puedo darle, sino que también se enamorará.
¿Por qué me preocupo por esto? ¿Quién es ella, después de todo? Una
pobre mujer de Pueblo Perdido, Iowa, con una mejor amiga desesperada, un
negocio tambaleante y sin red de seguridad.
¿Por qué me importa si se enamora de mí o no?
No me importa, es la respuesta a esa pregunta.
Nada, en absoluto.
Pero... ¿por qué fue tan condenadamente despectiva? ¿No me vio bien?
Tal vez necesite gafas.
Allí: hay una imperfección, y no puede ser la única. Probablemente
resultará ser una perra frígida y vacía que me apagará el deseo en cuanto
tengamos una conversación real. Cada aspecto de ella no puede ser tan
perfecto como el atractivo superficial.
Si vuelve a sacar el palo de la doncella de hielo esta noche, que así sea.
Encontraré a alguien más. Me pasaré el fin de semana follando con una
serie de mujeres diez veces más guapas que ella. En las próximas semanas
le daré la vuelta a este negocio, exactamente como quiero hacerlo. Tomaré
las decisiones y a quién le importa si ella está bien con ellas o no. Tendrá
que hacer lo que yo diga, porque a todos los efectos yo soy su dueño y esto
va a funcionar exactamente como yo quiero.
Así que ahí está.
Lo más probable es que se enamore de mí cuando le dé la espalda,
porque se merece una dosis de su propia medicina. A la mierda. No necesito
suplicar o comprar negocios sólo para que una mujer se acueste conmigo.
Una vez que caiga en la cama conmigo, lo cual es inevitable, la sacaré
de mi sistema. Oh, sí. Tomaré mi parte, la cual, si el infierno de la libido
tiene algo que decir en esto, podría tomar una fracción más de tiempo que
mi habitual wham bam gracias señora.
Entonces volveré a Chicago y seguiré con mi maldita vida.
Es el desafío por lo que me estoy estresando, eso es todo lo que es. Su
descarada negativa. Su cara de duendecilla con su impertinente ceño
fruncido.
Limpiaré ese mohín de esos labios llenos, eso es lo que va a pasar.
Esta noche.
Se lo haré saber bien claro. Porque me apetece, carajo.
Las mujeres aman esa mierda. Les gusta sentirse mimadas y 67
especiales. Puedo mimar y hacer que alguien se siente especial mejor que
nadie, puedes apostar tu culo a que sí.
Me ducho y me pongo unos vaqueros, una camisa ligera y una
chaqueta. Me aliso el pelo y pido una limusina. Debato sobre comprar flores
pero decido que sería exagerado. Técnicamente, esto no es una cita. Es una
reunión de negocios que incluye música en vivo.
Todavía no estoy seguro de por qué me molesto. Y estoy cansado de
intentar averiguar todo esto. Anoche fue incluso peor que la noche anterior.
Los sueños fueron aún más intensos. La lujuria que ha estado explotando
en mi cuerpo no se parece a nada que haya experimentado. Me he
transformado en una maldita fuente de semen y me está molestando mucho
porque no suelo recurrir a esto solo. Nunca, de hecho. Hasta ahora.
Pero ya me he ocupado de eso. Mucho.
Y mi cinismo ha vuelto a encajar en su sitio.
Tal vez ni siquiera siga adelante con la ridícula oferta del 51% de un
negocio mediocre.
¿En qué coño estaba pensando?
Maldita sea. La pequeña diablilla está jugando con mi cabeza. Y otras
partes de mí. Me he masturbado tanto que me duele la polla.
Es en este estado de ánimo que llego al Sea Breeze. ¿Qué clase de
nombre es ese, de todos modos? Suena a queso. Pensaré en cambiarlo y qué
pena si no le gusta mi decisión. Estoy enojado conmigo mismo por
molestarme con toda esta mierda en primer lugar. Podría estar felizmente
instalado en un jacuzzi con dos o tres mujeres desnudas y dispuestas.
Podría estar lamiendo champán de sus tetas falsas y sin que nada me
importe, como suelo hacer.
Es en ese momento que la veo.
Está de pie junto a la barandilla de la cubierta, llevando un vestido
blanco sin mangas que abraza sus curvas y cuelga en una falda corta con
volantes. Sus piernas son largas y bronceadas. Incluso desde esta distancia
puedo ver el color de sus ojos, un gradiente escalonado de verde, azul y oro.
Su lindo corte de pelo es más liso que ayer, cayendo más suavemente y
enmarcando su cara de forma... asombrosa. Desgarradoramente.
Desgarradoramente para mis pelotas.
Demonios.
Es incluso peor que la primera vez. Y la segunda.
La escaneo en busca de defectos. Pequeños detalles que criticar, así al
menos puedo intentar moderar mi reacción. 68
No hay ninguno.
Es la maldita perfección, eso es todo lo que hay.
Está hablando por teléfono, riéndose.
Un extraño impulso se aloja profundamente en el latido de mi corazón.
Realmente quiero hacerla reír así.
Tengo que recordarme a mí mismo que debo seguir respirando. No
detenerme en seco sólo para mirarla.
Maldita sea.
¿Por qué me está pasando esto?
Me acerco más. Josie está sentada en una silla, viendo a un jet ski en
el agua mientras Luna habla por teléfono.
—Yo también te extraño, Owen —dice Luna—. Los echo de menos a
todos. Pero no estoy lista para dejar Key West. No sé si alguna vez dejaré
este lugar. Me gusta demasiado este lugar. Deberías venir a visitarlo alguna
vez.
Ya sé que Owen es el hermano de Josie. Me encuentro preguntándome
si ella lo quiere como a un hermano... o algo más. Pero si lo amara así, ¿no
querría volver a Iowa con Josie?
¿Por qué me importa tanto?
—Sentimos a los bebés patear esta mañana —le dice Luna—. Será
mejor que la cuides muy bien. —Su risa fácil me golpea justo en el medio de
mi pecho. Como si el agujero aún estuviera ahí—. Y dile a Marlon que tiene
que venir aquí y probar uno de estos chárteres de pesca. Se volvería loco por
la pesca aquí abajo.
Entonces se fija en mí y su expresión adquiere un tono molesto y
provocado, como si mi presencia fuera una nube oscura que lloviera sobre
su día soleado.
Es cierto que no es la primera vez que la gente me mira de esa manera,
para nada. Gente a la que he arruinado o follado y dejado en el polvo.
Normalmente, no me importa.
Hoy, sí. Un montón.
Es una sensación extraña. Como si estuviera perdiendo el control de
algo. El control total sobre todo lo que usualmente disfruto se siente como
si se deshilachara en los bordes, donde ella lo ha tocado con su aura dorada.
¿Qué demonios?
69
Tal vez me merezca esa mirada. Estoy a punto de tomar el control de
su querido negocio y ser el catalizador que envíe a su mejor amiga de vuelta
a Iowa. No debería sorprenderme que esté enfadada.
—Escucha —dice al teléfono—. Tengo que irme. Te llamaré cuando esté
en el avión. Sí, tal vez para Navidad. Ya veremos. Está bien. Saluda a todos
por mí. Adiós, Owen. A ti también. —Luna termina la llamada y le devuelve
el teléfono a Josie—. Mira quién está aquí. —No parece contenta, pero ya
tengo mis planes para descongelar ese pequeño iceberg y romper todas las
barreras que ha construido. Hasta que esté corriéndose en mi boca mientras
me como su dulce coño. Hasta que se derrita alrededor de mi polla mientras
me la follo duro y despacio.
Maldita sea.
Imagino a Jon Lester lanzando un tiro de strike contra Kansas City.
No. Te. Levantes.
Josie me observa acercarme. Me doy cuenta de la pequeña pila de
papeles en la mesa frente a ella. El contrato.
—Buenas noches, señoras —digo. Mi voz suena extraña. Sueno...
feliz—. ¿Cómo están esta noche?
—Hola, Gage. —Josie, al menos, no tiene rayos láser de odio saliendo
de sus ojos. Probablemente porque estoy a punto de darle un millón de
dólares.
Por la mitad de este destartalado bar de la vieja escuela de Florida.
¿Qué diablos me pasa? ¿Por qué haría eso?
Por la forma en que Luna me está mirando ahora, es tan simple como
eso. Estoy pagando un millón de dólares por la oportunidad de pasar un
tiempo con esta impresionante marimacho, con sus ojos locos y su
escandalosa cara que, por razones que no puedo explicar, me hace sentir
como si acabara de ganar una especie de lotería cósmica. Es una cara que
quiero mirar. Y besar. Su cuerpo sólo está resaltando mi problema.
Especialmente en ese pequeño y apretado vestido blanco de mierda. Puedo
ver débilmente las puntas como cuentas de sus pezones.
Creo que estoy a punto de perder la cabeza. Quiero chupar champán
de esos pezones más de lo que un hombre que se arrastra por el Sahara en
pleno verano quiere un vaso de agua.
Y de repente entiendo muchas cosas que nunca antes había entendido.
Estoy teniendo una especie de maldita epifanía.
No puedo analizarlo ahora mismo pero creo que me acabo de dar cuenta
de por qué mi padre construyó un castillo para el amor de su vida. Por qué
mis hermanos actúan de repente como si hubieran saltado desde lo más 70
profundo de su cordura.
No.
Este no soy yo en absoluto.
No quiero esta sobrecarga de lujuria amplificada. Porque es una lujuria
que tiene dientes. Dientes que se hunden en la carne de mi alma y que
derraman un veneno dentro de mí que me contamina.
Con ella.
Con el recuerdo de lo jodidamente hermosa que es aquí ahora mismo a
la dorada luz del sol con su vestido blanco, mirándome fijamente.
—Hola, Luna. —Le doy la sonrisa que ha matado a mil mujeres. Vale,
no mil, quizás, pero lo suficientemente cerca.
Nada. No me devuelve la sonrisa.
—Hola, Gage. —Con fiereza. Soy el enemigo, claramente, y uno para el
que no tiene tiempo. El sexo va a ser fenomenal, es lo que estoy pensando.
Al menos me llamó Gage y no señor McCabe, lo que empezaba a sonar
exagerado, como si rayara en la burla.
Cristo, me encanta el sonido de su voz cuando dice mi nombre. Quiero
oírla gemir. Gritarlo. Gritarlo en un arrebato de éxtasis.
—Hablé con Travis hace unas horas —le digo—. Nuestros boletos nos
están esperando en la puerta. Vamos a tomar una copa con los chicos antes
de su espectáculo.
Esto hace que su irritación se eleve. Puedo detectar su excitación.
Por ellos. No para mí.
¡Los mataré!
No los matarás, imbécil. Son tus malditos primos. Y no eres un
psicópata delirante. Al menos no lo eras la última vez que lo comprobaste.
¿Entonces por qué siento esta fiebre... locura? ¿Qué es eso? ¿Celos?
Sí. Tengo que ganar.
La haré cambiar de opinión. Le mostraré cuánto me quiere realmente.
Soy mejor que ellos. Soy más rico. Más atractivo. Más alto, probablemente.
Mi polla es más grande.
¿Verdad?
¡Sí! ¡Claro que sí! Debe serlo, carajo. Son veintiséis centímetros en un
buen día. Y cada día es un buen día.
¿Y si no puedes hacerla cambiar de opinión? ¿Y si se enamora de uno de
ellos? ¿O de todos ellos?
71
Joder.
Tal vez no deberíamos ir al concierto de esta noche. Tal vez esto fue una
mala idea.
Me siento aliviado cuando Josie rompe mi absurdo tren de
pensamiento. Empiezo a preguntarme si realmente me estoy volviendo loco.
—Se van a divertir mucho —dice Josie—. Desearía no estar agotada, y
subo a un avión en dos días y aún no he pensado en hacer las maletas.
—¿Estás segura de que no quieres que me quede aquí y te ayude? —
pregunta Luna seriamente, como si prefiriera esa opción a salir conmigo.
¿Lo dice en serio? ¿La gente es realmente tan agradable en la vida real?
Una pequeña parte de mí espera que Luna se salga de nuestros planes esta
noche. Así no tendré que preocuparme de que se revuelva sobre mis primos
las estrellas de rock, ultra exitosas.
Soy aún más ultra-exitoso, me recuerdo a mí mismo. Tengo mucho más
dinero que ellos.
—Absolutamente no —regaña Josie—. Vas a ir. Amas a la banda desde
su primer éxito. ¿Recuerdas haber cantado con ellos aquella vez que fuimos
a Miami? Fue un fin de semana tan divertido.
¿Por qué? ¿Conoció a alguien?
Santo cielo.
Me estoy volviendo loco.
Necesito calmarme, carajo. Así que me concentro en Josie.
—¿Leíste el contrato?
—Sí. He aceptado su oferta y la he firmado.
Mi corazón salta un latido, algo que no estoy seguro de que haya hecho
antes. Puedo pasar tiempo con ella. Voy a ser el socio de Luna. Tendrá que
pasar tiempo conmigo y hacer lo que yo le diga.
—¿Así que aceptaste el 51%?
—Sí.
Mi mirada se desliza hacia Luna. Ella me está mirando, notando las
líneas de mi cuerpo Pero, aun así, no hay reacción. No hay adoración. Ni
una pizca de rendición. Algo la retiene. A pesar de todo esto, no puedo evitar
sonreírle, aunque intento específicamente no actuar como un idiota. O un
imbécil. Lo cual no es fácil.
Saco un bolígrafo del bolsillo de mi chaqueta.
—¿Puedo? —pregunto a Josie, porque para ella seré educado y
caballeroso. Guardaré la bestia que llevo dentro para Luna, una vez que la 72
tenga exactamente donde la quiero. Todo lo que necesito hacer ahora es
firmar en la línea punteada.
Josie desliza los papeles hacia mí.
Hojeo el contrato hasta la última página, donde veo el nombre
garabateado de Josie. Debajo de él, entinto mi firma.
Y eso es todo. Tenemos un trato.
Antes de que cambie de opinión, saco mi teléfono del bolsillo y abro mi
aplicación bancaria. Ya he configurado la transacción. Pulso el botón para
transferir un millón de dólares a la cuenta bancaria de Josie, que confirmé
los detalles de ayer. Una vez hecho, le muestro a Josie la pantalla.
Transferencia de $1.000.000,00 a Josephine R. Farrell completa √
—Guau —jadea—. Oh, Dios mío.
Extiendo mi mano y Josie la toma.
—Gracias —digo, en serio.
Hay más lágrimas en los ojos de Josie.
—Gracias, Gage. Éste es un sueño hecho realidad. Más que eso. Está
a años luz del sueño más salvaje que he tenido. Y sé que también harás
realidad todos los sueños de Luna.
Puedes apostar tu culo a que sí.
Le ofrezco mi mano a Luna. El color verde de sus iris ha sido casi
completamente absorbido por el negro de sus pupilas. Me odia, joder. O tal
vez hay una parte de ella que me tiene miedo, por alguna razón desconocida.
Pero me toma la mano de todos modos porque el trato ya está hecho y ella
está en esto, le guste o no.
—Estoy deseando hacer grandes cosas juntos, Luna. —Cosas
grandiosas, calientes y libertinas que te harán correrte duro y gritar mi
nombre mientras me clavas las uñas en la espalda.
Tan pronto como su mano fría se desliza en la mía, mucho más grande
y caliente, siento que estoy teniendo algún tipo de experiencia religiosa,
fuera del cuerpo. Es la primera vez que me toca. Su piel es tan suave como
la seda. Hay una corriente en su toque. Una energía. Como si me estuviera
electrocutando con su feroz encanto eléctrico. Puedo oler el ligero aroma de
su perfume tropical y floral. Es mucho más hermosa en persona que en mis
fantasías nocturnas. Estoy tan cerca de ella que puedo contar las cinco
pecas doradas que salpican el puente de su nariz perfecta. Y hay una cerca
del borde de sus labios gordos y llenos. Se me hace agua la boca. Sus labios
están demasiado llenos para su cara, de la manera más sexy que se pueda 73
imaginar. Son llenos y rosados con brillo de labios. Tengo un voraz deseo de
lamerla, de hundir mi lengua en su boca, de devorarla y de darme un festín
con ella hasta que me haya acercado a ella y me haya frotado sobre su piel,
marcándola con mi esperma caliente antes de sujetarla mientras me la follo y
me hundo en lo profundo de su pequeño cuerpo dulce y núbil. Mi polla
empieza a endurecerse y a palpitar y trato desesperadamente de no hacerlo.
Fuego del infierno y perdición, esto es malo.
Me aferro al apretón de manos por mucho tiempo y ella se desliza de
mi mano.
—Si no nos matamos el uno al otro primero —dice, y es el primer indicio
de humor dirigido a mí. Tal vez porque Josie es muy feliz. Josie se levanta,
con esfuerzo, y le da un abrazo a Luna. Las dos están llorando. Por razones
muy diferentes.
Les doy un minuto para dejar que sus emociones se manifiesten
mientras deslizo mi teléfono en mi bolsillo.
—Vayan ahora —dice Josie, limpiándose los ojos—. Vayan, diviértanse
y comiencen a hacer todos sus grandes planes juntos. No puedo esperar a
ver cómo se ve este lugar la próxima vez que lo visite con mis bebés.
—Apenas lo reconocerás —digo, y es verdad. La única dirección es
arriba para este anticuado bar, eso es seguro. Y, extrañamente, quiero hacer
realidad los sueños de Luna.
Las emociones que Luna está potenciando no son familiares.
Normalmente hago cosas por otras personas sólo para obtener algo de ellas.
Siempre hay una agenda que me lleva a una satisfacción de un tipo u otro,
la mayoría de las veces relacionada con sexo o dinero o a veces ambos.
Esto se siente diferente. Quiero tener sexo con ella, ahora mismo, pero
no quiero sólo tener sexo con ella. Quiero complacerla. Y darle cosas que
nunca ha tenido. Quiero inspirar más de esa risa de campana.
No quiero querer ninguna de estas cosas, pero ahí está.
—¿Estás lista? —digo, más abruptamente de lo que debería. Estoy
agitado. Tengo las bolas azules y más que medio empalmado. No me gusta
lo que me está pasando. Si pudiera irme ahora mismo, lo haría.
No seas un imbécil melodramático. Por supuesto que puedes irte.
Entonces hazlo.
Pon algo de dinero en su cuenta bancaria para las reformas, que puedas
dirigir desde lejos, sube a tu jet privado y lleva tu trasero de vuelta a Chicago.
No.
74
No quiero hacerlo.
Quiero salir con ella esta noche. Luego quiero pasar los próximos días
hablando de nuestros planes. Viendo esa cara escandalosa. Contando esas
pecas doradas. Ver si puedo conseguir que me deje besar esa suculenta boca
rosa. Y quitarle ese vestido hasta que sus altos y llenos pechos reboten para
que pueda saborear esos pequeños pezones y chuparlos como el desgraciado
hambriento que soy.
No debería estar muriendo de hambre, considerándolo todo.
Pero lo estoy. Cuando se trata de Luna, de repente siento que no he
estado con una mujer en años. Tal vez nunca. No de una manera que
realmente signifique algo.
¿Te escuchas a ti mismo, joder?
Es oficial: me estoy volviendo loco.
—Más lista que nunca —dice. Como si salir conmigo fuera un mal
necesario que teme.
Cambiaré todo eso.
Le voy a hacer pasar un rato tan bueno que se enamorará de mí y no
querrá dejarme nunca.
Sucederá. Entonces perderé el interés y me iré.
No, no lo harás.
Sabes en tu retorcido y hastiado corazón que, con esta chica hermosa
y estrellada que te fulmina con la mirada y te deslumbra al mismo tiempo,
nunca va a ser tan fácil.

75
stoy nerviosa por esta noche. Tengo problemas para lidiar con la

E avalancha de emociones que siento, que parecen estar retorcidas


y entrelazadas en configuraciones confusas.
Ahí está el miedo. De esos viejos recuerdos de la ciudad natal, que de
repente han surgido con toda su fuerza después de que pensé que había
terminado con ellos, hace años. Es desconcertante. Y molesto. Está la 76
tristeza de que Josie se haya ido al final del fin de semana. Es tan repentino
y... final. Está la furia de que Gage McCabe haya tomado el control total de
mi vida con un ligero toque en su elegante iPhone. La mirada engreída en
su cara cuando supo que me tenía justo donde me quería todo el tiempo:
bajo su control. No quiero estar bajo su control, o el de nadie más, por
supuesto que no. Lo peor de todo son los... antojos. Los impulsos que he
sentido en los últimos dos días y que desearía que no tuvieran nada que ver
con el inesperado giro de la trama del extraño que viene a la ciudad. Esa
fiebre silenciosa en mí, como si algo dentro de mí se hubiera despertado y
tuviera hambre. No sé cómo sentirme al respecto o qué hacer al respecto. Y
está la emoción. Realmente amo la música de esta banda.
Así que, aunque Josie insistió en estilizarme a la perfección, me siento
fuera de control bajo mi pulida capa superficial. La tempestad que está
ocurriendo en mi cabeza y mi corazón, y mi cuerpo, me hace sentir un poco
loca.
Gage llega justo a tiempo.
Está vestido con una camisa de aspecto caro, una chaqueta casual y
vaqueros, que puedo admitir que se ven... bien. El hombre definitivamente
sabe cómo rellenar un par de Levi's. Es alto y de aspecto atlético. Se
comporta como si fuera el dueño del mundo.
Supongo que lo es. O al menos una gran rebanada de Chicago y ahora
mi lindo bar de Key West, que resulta ser mi mundo así que cerca de ello.
—¿Estás lista? —pregunta. Sus ojos, me doy cuenta de nuevo, son de
un inusual tono azul que casi podría describirse como una profunda y
oscura cerceta. El color del océano tropical en un día de tormenta. Creo que
nunca antes había visto ojos de ese color.
—¡Diviértanse, chicos! —nos despide Josie desde la puerta, antes de
cerrar la puerta de la escalera y subir. Esos gemelos parecen estar creciendo
por horas. Es bueno que regrese a Iowa, con su gran y amorosa familia y su
nueva póliza de seguro médico. Me hace sentir como si las próximas horas
y de hecho el próximo mes fueran casi soportables, sólo por ese detalle. Pase
lo que pase, vale la pena. Por ella, literalmente haré cualquier cosa.
Incluyendo saltar de un acantilado y ser propiedad de un playboy de la gran
ciudad que bien podría ser el mismísimo diablo.
La miro fijamente casi con nostalgia.
—Más lista que nunca.
La boca de Gage se mueve ante mi respuesta cuando empieza a
caminar, con las manos metidas en los bolsillos, esperando que lo siga.
He decidido hacer lo mejor de esta situación. Es lo que hago. Además, 77
este barco ya ha zarpado y ahora estoy atrapada en la cubierta con el
Capitán Arrogante.
Es inesperado que de repente me encadene tan decididamente a un
playboy rico que apenas conozco, pero diablos, podría ser peor. Podría ser,
no sé, un político turbio. O un imbécil corporativo sin ética. Al menos
cuando lo buscamos en Google, muchos de los artículos eran sobre cuánto
dinero da a las organizaciones benéficas. Así que al menos tiene una
característica redentora... vale, quizá dos si cuentas cómo de bien se le
ajustan esos malditos vaqueros. O el grueso pelo oscuro que tiene un toque
ondulado. O la fría alerta en esos inusuales ojos azules que de alguna
manera insinúan una percepción extraña. O la cara absurdamente bella. O
la impresionante anchura de sus hombros. O el borde rugoso de su mirada
limpia...
Bien, hay algunos detalles que podrían considerarse impresionantes si
llevaras la cuenta. Lo cual no estoy haciendo.
Mientras camino a su lado a través de la terraza, me permito fantasear
brevemente sobre las mejoras que podremos hacer. Me imagino linternas
que mejoran el estado de ánimo y plantas tropicales de grandes hojas. Tal
vez algunas telas blancas sombreadas que ofrezcan una sensación caribeña.
Incluso podríamos contratar personal extra, para que algunos de nuestros
trabajadores puedan tener días libres de vez en cuando. Un fin de semana
aquí y allá, incluso. No puedo recordar la última vez que tuve un fin de
semana libre.
—Será bueno que finalmente se arregle esto —digo, pasando mis dedos
ligeramente (para evitar que haya otra astilla) a lo largo de la superficie
rugosa de la barandilla, donde me incliné sobre ella justo el otro día con mi
martillo.
—Puedes contarme todo lo que quieras hacer con el lugar —dice Gage—
. Sin escatimar en gastos.
No puedo decir si lo dice porque sabe que es lo que quiero oír. O por
qué de verdad quiere saberlo.
—¿Por qué compraste este bar? —pregunto, a quemarropa. Mi destino
ya está sellado y ahora quiero algunas respuestas—. Entiendo que es lindo
y tiene buena onda y que viste una oportunidad de negocio, pero podrías
haber comprado tu parte por mucho menos. ¿Por qué ofreciste tanto?
Se toma su tiempo, como si estuviera disfrutando de mi expectación, o
lo que sea esto.
—Estaba infravalorado. Por mucho. Probablemente porque la mayoría
de los compradores no quieren la molestia de hacer arreglos mayores. Es un
lugar absolutamente privilegiado. Sé que proporcionará un retorno de la 78
inversión rentable una vez que esté en marcha, porque podemos
comercializarlo como un destino. —Todavía no tiene sentido—. Y era la
única manera de que Josie no tuviera que preocuparse por el dinero a largo
plazo. Cuando veo una oportunidad de alegrarle el día a alguien,
ocasionalmente elijo tomarla.
Me encuentro mirándolo, lo cual trato de atenuar. Es sólo que... no
esperaba que dijera eso. O al menos decirlo de una manera que parezca que
lo dice en serio.
—Creo que le hiciste el milenio.
—Aún mejor.
—No habría dicho que eras un tipo al que le gusta alegrar el día a otra
persona.
—¿Por qué no? —pregunta suavemente. Desearía que sus ojos azul
marino no se sintieran capaces de ver dentro de mi alma. Es desconcertante,
como si pudiera leerme en formas que la mayoría de la gente nunca podría
o incluso querría.
—Parece que estás más interesado en hacer tu propio día. —Uups.
Ojalá no hubiera dicho eso. A veces soy demasiado honesta. Y no quise
sonar como una perra. Así que retrocedo e intento hacer un poco de control
de daños—. Lo que quiero decir es que pareces un tipo que cuida de sus
propios intereses primero.
Los ojos de Gage se arrugan en los bordes cuando sonríe.
—Supongo que eso es lo suficientemente preciso.
Me abre la puerta y la atravieso, hasta la acera, donde hay una enorme
limusina blanca aparcada delante del restaurante.
—¿Qué imbécil estacionó una limusina aquí? Está bloqueando toda la
entrada.
—Um... éste. —Su sonrisa aún en su lugar.
—Oh. ¿Esto es tuyo?
—Es nuestro. Para llevarnos al concierto.
Vaya. Estoy tan acostumbrada a ahorrar, que la extravagancia parece
innecesaria.
—No necesitamos una limusina. Piensa en todo el gas que esta cosa se
tragará. Sin mencionar el impacto en el medio ambiente.
—Estamos conduciendo tres kilómetros, si eso. El ambiente estará
bien.
Admitiré que estoy exagerando un poco. Pero es tan prepotente. Siento
el perverso deseo de bajarle un poco el nivel, para poder estar por lo menos 79
en terreno llano.
—Es exactamente esa clase de actitud la que ha causado un daño
irreversible al medio ambiente en primer lugar. Nadie piensa que son ellos
personalmente, pero es la acumulación de siete mil millones de huellas de
carbono…
—Di dos millones de dólares el mes pasado a una compañía de
biocombustibles que está compensando los efectos de mi propia huella de
carbono personal más los de unos cuatro millones de otras personas, por
exactamente esa razón: para poder tomar una limusina cuando la ocasión
lo requiera.
¿Lo hizo? Supongo que es algo impresionante. Aun así, es un
desperdicio.
—Pero podemos caminar a la calle Duval desde aquí. Sólo toma diez
minutos.
—El espectáculo no está en la calle Duval. Está en un lugar secreto. E
iba a ofrecerte una copa de champán por el camino. —Hace una pausa antes
de decirlo—. Parece que te vendría bien una.
—¿Qué se supone que significa eso?
—Pareces un poco... agotada.
Me doy cuenta de que mis manos están en realidad formando puños y
descansando en mis caderas en una especie de postura de cabreo. Es él.
¡Tiene un don absoluto para molestarme! Y el borde loco de mis emociones
se está abriendo camino dentro de mí otra vez.
—Creo que estoy un poco nerviosa, ahora que lo mencionas, sí. —Lo
digo entre comillas, un poco maliciosamente, sí, ¡porque se lo merece!
Primero cree que es un regalo de Dios, luego se hace dueño de mi bar y
ahora me insulta... Eso es genial—. Veamos si puedo pensar en por qué
podría estar nerviosa. Hmm, tal vez porque mi mejor amiga está a punto de
pasar por lo más difícil que le ha pasado y no estaré ahí para ella, como
hemos estado ahí para la otra todos los días, a través de todo, que a veces
ha sido mucho, durante los últimos catorce años. Significa algo para mí que
no estaré ahí para asegurarme de que ella esté bien. Tal vez no lo entiendas.
Y aunque su familia es increíble y lo harán lo mejor que puedan, eso no
cambia el hecho de que está sola de la manera más profunda que es posible,
porque el padre de sus bebés nunca estuvo en la foto y nunca lo estará. Y
algunos días eso va a ser muy, muy difícil para ella. —No es que Gage
entienda la lealtad—. Y, oh sí, no olvidemos la parte en la que estoy
encadenada profesional y financieramente a un perfecto desconocido que
tiene el control total de mi dinero, mi negocio, que es lo único en el mundo
que se ha sentido como mío, pero ya no lo es, y básicamente toda mi vida. 80
Así que, por favor, perdóname si parezco estar nerviosa. —Tiene toda la
razón, estoy muy nerviosa. Mucho. Ni siquiera me importa despotricar.
Gage me está mirando desde sus posiblemente dos metros, hay algo en
su expresión que casi podría ser confundido con empatía. Mido metro
ochenta en un buen día, así que la diferencia de altura es notable. Es grande
y sexy como el infierno y algo intimidante, aunque no soy una persona que
se intimida fácilmente. ¿Por qué tiene que ser tan condenadamente hermoso?
Sólo hace que todo esto sea más difícil.
—¿Qué le pasó al tipo? —Su voz es baja y tiene un tono que sin duda
ha causado que legiones de supermodelos dejen caer sus bragas en el acto.
No para mí. En absoluto. Por supuesto que no lo hace. Probablemente trata
con mujeres que despotrican todos los días de la semana. Porque es un
capullo mujeriego y engreído, por eso.
—¿Qué tipo?
—El padre de los bebés de Josie.
—Oh. Él… —Hago una pausa porque... ¿debería decirle la verdad?
Entonces recuerdo que él sabía el valor exacto de nuestros malditos bienes
así que probablemente podría averiguar cualquier cosa que quiera saber. De
todos modos, ya no importa—. Fue una aventura de una noche. Nunca supo
su apellido y cuando descubrió que estaba embarazada él se había ido y no
pudimos encontrarlo. Todo lo que sabíamos era que su nombre era Noah y
que era de California.
—¿Crees que ella querría averiguar quién es él?
—Por supuesto que sí. Estaba devastada porque no pudimos encontrar
ningún rastro de él. Por lo menos, ella quería decírselo. Dijo que era una
persona muy agradable. Parecía amable, dijo.
Sus ojos se estrechan como si estuviera haciendo una nota mental de
algo. Abre una de las puertas traseras del pasajero de la limusina.
—Puedes seguir estando ahí para Josie tanto como necesites. Nuestro
presupuesto incluye actualizaciones de los últimos dispositivos, así como
cuentas de viaje y el uso de mi jet privado. Puedes visitarla cuando quieras.
Ponla en videoconferencia 24/7 si eso lo hace más fácil. La llevaremos en
avión a Key West después de que nazcan los bebés y podrás estar ahí para
ella en cada paso del camino. No es difícil comunicarse a cada hora en estos
días, si eso es lo que quieres hacer. En cuanto a la parte sobre el perfecto
desconocido... “perfecto” puede ser un poco exagerado, pero lo
suficientemente cercano.
Me estoy tambaleando por todas las cosas que acaba de decir. Me lleva
un segundo darme cuenta... ¿es una broma?
81
Gage se ríe, así que supongo que sí.
—Entra —dice.
—No. —Todavía estoy enfadada por diez razones diferentes. La primera
de ellas es que mi furia es tan condenadamente entretenida para él.
—Duplicaré mi inversión en bio-combustible el próximo mes para poder
compensar nuestras huellas de carbono si te hace sentir mejor. Una copa
de champán puede hacer que tu mente deje de pensar en los ecosistemas
durante una o dos horas, probémoslo.
¿Probémoslo? Realmente es alguien alto y poderoso.
—No quiero probarlo. Y no bebo champán.
—¿Por qué no?
—Es... caro. —Mierda. ¿Por qué lo he admitido?
Otra sonrisa.
—Yo invito. Vamos, tenemos algo que celebrar. Y cuando lo celebro lo
hago bien.
En este momento me apetece discutir con él sólo por diversión. ¿Cómo
se mete bajo mi piel tan fácilmente? Tengo un deseo incontrolable de irritarlo,
como él me está haciendo a mí. Exhalo una risa cínica.
—Por favor.
—¿Por favor qué?
—Por favor, ahórrate tu santurrón modus operandi. Tu forma de hacer
las cosas correctamente ha destruido mi vida. Lo que parecía un paraíso
hace unos pocos días ahora parece más bien una pila humeante de...
escombros.
—No lo he destruido. Lo he mejorado. —Su ego bien podría ser el Monte
Everest.
—Por supuesto. Ahora que estás en ella, mi vida está desbordada de
unicornios y mariposas.
De esto se ríe. Maldito sea, es hermoso.
—Puedo arreglar lo de las mariposas. Los unicornios es una gran
petición, pero veré qué puedo hacer.
¡Idiota! Le encanta darme cuerda. Se revuelca en mi furia como un
cerdo en el barro primaveral, disfrutando cada minuto.
Respiro profundamente, dispuesta a calmarme. Durante dos años he
meditado y practicado yoga todas las mañanas, así que normalmente soy
bastante buena en calmar mis nervios cuando lo necesito. Pero ahora mismo
no ayuda mucho. 82
—Escucha… —Casi lo llamo señor McCabe otra vez pero luego recuerdo
que estamos llamándonos por el nombre de pila ahora que es mi dueño—.
Gage. No es necesario que me complazcas con champán. Ya has ganado.
—No me di cuenta de que esto era una competencia.
—Creo que ambos sabemos que eso no es verdad. —Y que ya ha
cruzado doce líneas de meta antes de que yo haya empezado la carrera.
—Y no tenía la intención de “complacerte” con nada.
Todo esto fue obviamente una idea terrible. No tenemos nada en común
y no podemos estar de acuerdo en nada. Ni siquiera la Tucker Brothers Band
vale la pena soportar esto durante toda una noche.
—Sabes qué, creo que tal vez he cambiado de opi…
Su teléfono suena fuerte, interrumpiéndome en medio de la excusa.
Gage saca su teléfono del bolsillo. La pantalla dice Travis.
—¿Te importa si tomo esto? Probablemente sea sobre nuestras
entradas.
Me encojo de hombros insolentemente. Puede tomar la llamada que
quiera.
Pone su teléfono en el altavoz.
—Travis.
—Gage. ¿Dónde estás?
—En camino ahora.
—Ven a la parte de atrás. Ha habido otra filtración sobre el concierto
de esta noche. Ya hay una multitud en la puerta principal. Seguimos
adelante pero esperamos que no se vuelva demasiado loco.
—Mierda.
—Sí. ¿Cuánto tiempo hasta que llegues aquí?
—Alrededor de diez minutos, dependiendo del tráfico.
Vaya. Ése es Travis Tucker. Una verdadera estrella de rock en vivo.
Anoche escuché algunas de sus nuevas canciones mientras me dormía. Son
increíbles. Los tres hermanos escriben canciones y cada uno de sus estilos
es ligeramente diferente. Las de Travis son más country, las de Vaughn son
más rock 'n roll y las de Kade son, si tengo que intentar describirlas, más
soñadoras. Más poético y conmovedor. La banda ha evolucionado en los
últimos dos años para escribir canciones que van más allá de los himnos de
los estadios hacia algo mucho más original. Sería una pena perderme un
espectáculo como éste, sobre todo porque tendré la oportunidad de 83
conocerlos.
Estoy segura de que me arrepentiré si me voy ahora.
Mientras habla con Travis y mantiene la puerta de la limusina abierta,
Gage mueve las cejas en un gesto de “vamos”.
Oh, qué demonios. Lo hago. Me deslizo en la limusina hasta el lado más
alejado del asiento. Gage se desliza a mi lado y cierra la puerta. El conductor
arranca el auto y empezamos a dirigirnos hacia la Ciudad Vieja.
—Tendremos una bebida fría lista para ti —dice Travis.
—Que sean dos —le dice Gage—. Voy a traer a alguien.
—Oh, claro. ¿La misma que viniste a visitar a Key West?
La boca de Gage se aprieta casi con culpa y hay un brillo travieso en
sus ojos azules mientras me mira.
—No.
Por supuesto. Travis probablemente se refiere a la mujer que le tiró la
bebida a la cara de Gage la primera noche que entró en el bar con la camisa
aún mojada. Lo que sólo consolida el hecho de que Lotario3 aquí es
simplemente eso: un mujeriego en serie. Pude ver eso de él desde el primer
momento en que lo conocí.

3Lotario: es un nombre masculino que llegó a sugerir un seductor sin escrúpulos de


mujeres, basado en un personaje de El curioso impertinente.
—Hasta pronto —dice a Travis. Entonces termina la llamada.
Gage toma la botella de champán que se está enfriando con hielo y sirve
una copa. Me la entrega. A pesar de mi anterior diatriba, la tomo. Tal vez
me ayude a relajarme un poco.
Llena su propia copa, y luego la golpea contra la mía. Mientras me mira
tomar un sorbo del líquido burbujeante, puedo detectar una brasa
juguetona e intensa detrás de su mirada azul, como si hubiera cosas dentro
de su cabeza que realmente desearía... que no estuvieran. Esto es lo que
hace, después de todo. Cada noche de la semana, probablemente.
—Por favor, no te hagas ilusiones. —Mierda. ¿Por qué lo dije así?
—¿Qué clase de ideas esperabas que tuviera? —Suave como el
terciopelo.
—Sólo quiero asegurarme de que estamos en la misma página sobre
que esto es estrictamente una reunión de negocios.
—Por supuesto. Hablaremos de la capa de ozono, escucharemos
música y celebraremos el emocionante potencial de nuestro negocio, para
eso estamos aquí. —Sus pestañas son oscuras y densas, una fracción 84
demasiado larga para un hombre tan masculino. Es así con él. Nunca he
conocido a un hombre de aspecto más varonil en mi vida, pero también hay
detalles de él que sólo podrían describirse como bellos. La forma en que sus
pestañas oscuras se mueven de forma poética. El cambio de color de sus
ojos, como un anillo de humor. La forma en que su grueso cabello enmarca
su cabeza con gracia. Su estilo rudo. Sin duda que ganó la lotería de la
buena apariencia.
Y claramente lo usa a su favor, lo que me hace sentir como si estuviera
parada en un terreno inestable. Mientras tanto, no podría parecer más
relajado si lo intentara.
Me hace preguntarme si alguna vez algo le hace enfadarse. Si tiene
momentos de debilidad.
Supongo que cuando eres tan caliente y rico y exitoso como él, no tienes
que preocuparte por las debilidades.
—Por el éxito. —Tuerce la palabra para que suene... sucia, como si su
definición de éxito tuviera más de un significado. Levanta su copa y me da
una lenta y ardiente mirada que básicamente fríe cada célula del cerebro
que poseo.
Maldita sea.
Necesito que mis células cerebrales funcionen ahora mismo, y que
disparen todos sus malditos cilindros. Necesito cada pizca de auto-posesión
que pueda discutir. Porque Gage McCabe no sólo es diabólicamente
inteligente, sino que también es un hombre que podría reducirme fácilmente
a un completo desastre de deseo femenino; lo estoy aprendiendo. Mi campo
de fuerza está tan alto como puede, porque está haciendo esa cosa alfa de
nuevo. Emitiendo feromonas que sin duda matan a las debutantes por
docenas. Es su superpoder, esto es obvio. Está usando esos ojos turquesa
para hipnotizarme y ese gran cuerpo masculino para atraerme.
Si no hubiera pasado ya por el aro una vez, podría caer en él. Podría
aceptar su desafío y dejarle hacer las cosas que puedo decir que se están
jugando en su sucia mente. Sus ojos vagan por mi cuerpo, persistiendo. Me
imagina desnuda. Mojada. Lista. Está pensando en lo que haría con su boca.
Ayúdame.
Sin embargo, la verdad es que me han quemado. Mucho. Y
honestamente no puedo ir allí de nuevo. Especialmente sin Josie.
Así que subo mi campo de fuerza un nivel más alto y hago las cosas
que mejor hago. Desviar y evitar. Mirar el lado positivo. Fingir que todo está
bien. Suavizar las cosas con una conversación alegre. Hablar con todos los
clientes que entran en mi bar para que se sientan cómodos.
85
Digo lo primero que me viene a la mente, porque romper este intenso
silencio y distraerlo hacia direcciones más seguras es el único escudo que
tengo.
—La última vez que estuve en una limusina tenía nueve años. Solía
tener que viajar en una para ir a la escuela todos los días.
—¿En Nueva York?
Hay algo extraño en su pregunta. .
—¿Cómo lo supiste?
Por una fracción de segundo, tengo la sensación de que podría estar
ocultando algo, pero lo deja pasar.
—No lo sé. Fue sólo una suposición. Hay muchas limusinas allí.
—Buena suposición. —Tal vez me buscó en Google. No, definitivamente
me habría buscado en Google. Ya sé que es minucioso. Y no es tan difícil
averiguar dónde ha vivido la gente estos días. Así que lo descarto—. Era una
de las ventajas, si se puede llamar así, de tener a un magnate inmobiliario
cargado de dinero deseando a mi hermosa y desesperada madre, que estaba
más que dispuesta a tomar cada regalo que era lo suficientemente tonto y
ansioso como para dar.
—¿No te gustaba el tipo? —Sus manos están bronceadas y son fuertes.
Podría romper el tallo de ese vaso de champán sin ni siquiera intentarlo. Su
chaqueta está desabrochada. Su camisa azul, hecha de un algodón muy
caro, se extiende a lo largo de su amplio pecho. Su cinturón es de cuero
grueso y bien usado, casi vaquero. Debajo de él, su estómago es plano como
una tabla de lavar. De hecho, no hay ni una pizca de nada más que músculo
puro y duro en él. Sus muslos, amorosamente abrazados por sus
descoloridos vaqueros, son fuertes y de aspecto atlético. Puedo apreciar
abstractamente que está perfectamente construido. Y mis ojos, ya que
resulta que están revisando el área general, no pueden evitar rozar... la
increíblemente... enorme y atrevida forma de su...
Dulce Jesús.
Me concentro en las gotas de condensación que gotean en la botella de
Moët. Cualquier cosa menos sus “dotes para morir”. Realmente no estaban
bromeando. De alguna manera, recupero la compostura.
—Yo... yo no lo tenía en contra de él. No era su culpa que lo estuvieran
engañando.
—Tal vez no le importaba —ronronea—. Tal vez valía la pena para él.
Cuando nuestros ojos se encuentran, algo pasa entre nosotros. Una
especie de regreso tácito. Como tú lo serás, parece estar diciendo. 86
Siento el calor subir a mis mejillas. Dios mío, ¿de qué rincón de mi
mente hastiada salió ese parte de autocomplacencia? El champán debe estar
jugando con mi cabeza. No es que no crea que valga la pena, pero lo haría.
Soy una chica autosuficiente, sensata, amante de la diversión, un poco
flaca, con el pelo un poco menos controlable de lo que me gustaría y con un
saldo bancario que deja mucho que desear, pero aparte de eso, soy lo
suficientemente feliz con mi apariencia, mi moralidad y el espacio en el
universo que ocupo lo mejor que puedo. Soy buena amiga y buena persona.
Pero pensar que Gage McCabe me encuentre digna de cualquier cosa es una
locura y tampoco sucedería ni en un millón de años.
Porque no lo permitiré.
No puedo.
No sobreviviría dos veces.
—Bueno, aunque valiera la pena para él, se le pasó el efecto —le digo.
—¿Qué pasó?
No estoy seguro de por qué se aferraría a cada palabra de mi historia,
pero parece genuinamente interesado.
—Mi madre descubrió que la engañaba con cuatro de las mujeres de
su club de lectura, así que se divorció de él y aceptó la propuesta de
matrimonio del director de operaciones de Quaker Oats. Creo que se casó
con él principalmente por su pertenencia al club de campo. Así que nos
mudamos a Iowa. Fue un gran cambio desde Nueva York, pero al menos su
nuevo marido era fiel y, más importante, rico. No estaba en la liga del marido
número dos pero podía beber ginebra y jugar al bridge y sentarse junto a la
piscina todo el día, lo que funcionaba muy bien para ella.
Desearía no estar diciéndole estas cosas, pero necesito hacer algo para
llenar el pesado silencio que apenas puedo manejar.
—¿Y ahora qué? ¿Sigue ahí? —Tengo esa extraña sensación de que ya
sabe la respuesta a su propia pregunta.
—No. El marido número cuatro tiene un bungalow en las colinas de
Hollywood que fue propiedad de una de las hermanas Gabor. Mi madre
incluso empezó a fumar sus cigarrillos a través de uno de esos filtros de
plástico de mano. Pero después de un gran escándalo sexual que
involucraba a varios de los principales productores de su marido, y él, su
estudio de cine ha estado perdiendo dinero. Así que estoy segura de que mi
madre está actualmente en el proceso de búsqueda de su próximo “papito”.
—No trae exactamente recuerdos familiares conmovedores—. ¿Qué hay de
ti? ¿Siempre has vivido en Chicago?
87
—Crecí en Ann Arbor. Me mudé a Chicago después de la universidad
para obtener mi MBA y empezar mi tercera empresa.
¿Tercera? Así que ha comprado y vendido algunas de ellas.
—¿Qué número es mi bar? ¿De todos los negocios que has construido
o comprado?
Su sonrisa es perezosa pero alerta. Deslumbrante, se podría decir. Si
fueras susceptible a cosas como esa.
—Mucho. Demasiadas para contarlas.
—Inténtalo. Tengo curiosidad.
Lo piensa por un segundo.
—Tal vez cuarenta, más o menos.
Vaya. No es de extrañar que todo esto le parezca menos que personal.
—¿Qué edad tienes?
Se ríe de mi franqueza.
—¿Qué edad crees que tengo?
Ya lo sé, por una de las búsquedas online de Josie.
—Veintisiete.
Todavía sonríe.
—Buena suposición.
—¿No vas a preguntarme cuántos años tengo?
No se arrepiente.
—Tenía sentido para mí hacer mi investigación. Es lo que tiendo a hacer
antes de invertir mi dinero. Resulta que sé que cumpliste veintitrés años
hace dos semanas.
—Supongo que sabes mi fecha de nacimiento, mi signo del zodíaco y
mi color favorito también.
—7 de noviembre. Lo que supongo que te convertiría en un Escorpión,
creo que es. Y, si tuviera que adivinar, diría que tu color favorito es... el
amarillo. —Tiene una mirada casi de ensueño cuando dice la palabra.
Observo su cara, más fascinada de lo que me gustaría admitir. No es el
tipo de cosas que se pueden buscar en Google.
—Tienes razón.
Esta vez su petulancia está ligada a un placer moderado pero genuino.
Y duele, extrañamente. En algún lugar detrás de mi caja torácica. Es tan
escandalosamente impresionante.
88
Mi voz tiene un borde casi borroso.
—¿Qué más has averiguado?
—Justo lo que encontré mientras buscaba en los registros del negocio.
Tu fecha de nacimiento estaba en los detalles de la compañía.
Me hace preguntarme si sabe algo sobre... el monstruo que está debajo
de mi cama. ¿Pero cómo podría? Secretos como ese no aparecen en Google.
Así que dirijo la conversación hacia él.
—¿Tu familia sigue en Ann Arbor?
—Mis dos hermanos sí. Mis padres se fueron hace unos cinco años.
—Lo siento.
Es una forma extraña de decirlo. Se fueron. Y parece estar incómodo
con el tema. Pero luego dice:
—Estaban muy enamorados, hasta que murieron.
Le sonrío, algo triste. Qué concepto.
—Nunca he conocido a nadie enamorado.
—¿En serio? —Como si esto fuera impactante para él.
—En serio.
Parpadea hacia mí. Hay una suavidad en sus modales cuando piensa
en su familia que choca con su lado playboy asesino.
—Qué lástima. Aunque solía pensar que el amor estaba sobrevalorado.
Casi me da miedo preguntarlo.
—¿Solías?
Sonríe, y por una fracción de segundo su intensidad alcanza un lugar
dentro de mí que la mayoría de las cosas no alcanzan. Un lugar oculto que
no se olvida tanto como nunca se descubre.
—Sí.
Pero luego recuerdo a la mujer por la que vino a ver a Key West. Las
modelos y las herederas y las chicas famosas que deliraban sobre sus dotes
y luego lloraban porque nunca estaba allí por la mañana. Así que lo
mantengo ligero.
—¿Qué hacen tus hermanos en Ann Arbor?
—Bo sigue en la universidad, estudiando negocios, jugando de mariscal
de campo. Como Caleb hizo antes de unirse y desplegar. Y como yo hice. —
Esta información me golpea fuerte, justo en el medio de mi estómago. Fue
mariscal de campo. Por supuesto que lo es—. Caleb acaba de volver de un
89
año en Afganistán.
—Oh. Estoy… —Mi corazón está latiendo rápido. Tomo un trago de mi
champán y termino bebiendo la mitad del vaso.
Gage se da cuenta.
—¿Estás bien? —Pone una palma grande y caliente en mi brazo
desnudo, como para calmarme.
Trato de no alejarme de él. Me relajo hasta que ya no me toca.
—Estoy bien. —Excepto que él también era mariscal de campo. Un
mariscal de campo que se aseguró de que yo tuviera una aversión irrazonable
al fútbol, a los pueblos y, ahora que lo pienso, a los hombres en general—.
Sólo, um... realmente sedienta,
Fue hace mucho tiempo, Luna. Tienes que superarlo.
Tal vez no pueda. Tal vez sólo estoy... rota.
Espero que los latidos de mi corazón disminuyan mientras me llena el
vaso otra vez.
—Hay mucho más de donde vino eso.
No quiero más champán. Quiero volver a mi apartamento. Quiero
desahogarme con Josie. Quiero que devuelva el dinero y cancele todo esto.
Pero la limusina se detiene y puedo ver por los cristales tintados que
estamos en un callejón.
El conductor ya nos está abriendo la puerta.
—Estamos aquí —dice Gage.

Dentro, ya hay una multitud. Es un lugar grande y divertido, con


techos bajos y madera envejecida, decorado con placas, mapas, fotos y
chucherías retroamericanas. Una larga barra recorre todo el lado izquierdo
de la sala, donde algunos de los taburetes ya están ocupados. Alrededor de
treinta mesas cuadradas están abarrotadas en el espacio, cada una con una
pequeña lámpara roja, y hay un escenario de madera elevado en una
esquina. Los empleados están trabajando con el sistema de sonido y los 90
guardias de seguridad están atendiendo la puerta principal. Fuera de su
pequeña ventana con barrotes puedo ver a la multitud reunida.
—¿Dónde está la banda? —pregunta Gage a uno de los montadores, y
el tipo señala una puerta.
Gage se mantiene cerca de mí, de una forma que casi podría ser...
protectora. No está tan relajado como antes, para nada. No me ha vuelto a
tocar desde mi minicolapso en la limusina, pero me está observando. Me
hace preguntarme si nota cosas, como si tuviera un radar para entender que
la gente viene con equipaje. Tal vez porque su hermano es un soldado. O
porque sus padres “se han ido”. Hay una historia allí que no se me ocurriría
preguntar, pero podría decir que todo el tema era algo que pesa mucho, no
es sorprendente.
Entramos en otra habitación, llena de gente y con música alta, donde
hay una mesa de billar. Los reconozco incluso antes de que vean a Gage.
Son los Tucker Brothers Band.
Vaya.
Es una locura entrar en una habitación y ver a gente cuya música has
estado escuchando religiosamente durante casi dos años, de pie aquí,
jugando al billar. Escucho su música la mayoría de las noches mientras me
duermo. Sus melodías están grabadas en mi cerebro en este momento. Sus
canciones son profundas y ha habido muchas veces en las que he usado
sus palabras para sentirme mejor y levantarme. Todo el mundo tiene días
malos a veces. Todos sienten las cosas más difíciles algunos días que otros.
Su música me recuerda eso.
Son incluso más guapos en persona que en sus vídeos. Calientes y
rudos de una manera íntegra pero asombrosa. Chicos de campo con una
vibra de rock and roll.
Pero es divertido de notar: Gage, mientras lo abrazan y le dan
palmaditas en la espalda, parece de alguna manera aún más tecnicolor. Más
grande que la vida y más en sincronía con mis propias emociones. Tal vez
porque he pasado tiempo con él. O porque he detectado cosas bajo su nivel
superficial que me han afectado más profundamente de lo que esperaba.
Ni siquiera lo pienses, chica. Para ti, él deletrea “corazón roto” con
esteroides.
—Luna —dice Gage, agarrando suavemente mi brazo con su cálida
mano otra vez. Esta vez, lo permito—. Estos son mis primos, Travis, Vaughn
y Kade. Luna es mi nueva socia de negocios. —Gage está tan cerca de mí,
que si estuviéramos en un espacio menos concurrido tendría ganas de dar
un paso atrás. Tal como está, hay algo casi reconfortante en la forma en que
91
es tan grande y... protector, en esta sala llena de gente.
Los tres observan a la “cita” de Gage, yo, no es que sea su cita, por
supuesto, con fascinación. Como si nunca antes hubiera presentado alguien
a sus primos.
Travis Tucker parece que acaba de salir de un campo de trigo. Su
cabello está iluminado por el sol, su piel está bronceada y su camisa de
franela está puesta. Sus ojos son de color verde brillante. Tiene una sonrisa
relajada y amistosa que te hace desear ser de Nashville, porque debe ser un
buen lugar si puede producir un hombre como él, un chico de campo con
un factor X de talento y buena apariencia que puedes presentar en casa.
Vaughn tiene el pelo negro, la piel bronceada, mucha tinta en sus
musculosos brazos y brillantes ojos azules. A pesar de su colorido, tiene una
temeridad de primera clase que encaja con su reputación. Es el niño salvaje
del grupo, el que a menudo es noticia por su comportamiento salvaje, sus
períodos de rehabilitación y su genio con la batería. Kade tiene una vibra
completamente diferente. Su pelo es más largo que el de sus hermanos,
también desteñido por el sol, y sus ojos son igual de azules, pero a primera
vista es más profundo y no tan extrovertido como los otros dos. Oí que una
vez lo describieron como un “chico malo de ensueño”, y la descripción
encaja. Es conmovedor, incluso en la superficie, y sé que sus canciones son
de las más hermosas que he escuchado. Son sus letras las que más he
memorizado para encontrar fuerzas en las noches en que necesitaba un
poco más.
—Me encanta su música —les digo honestamente.
Travis sonríe. Puedo ver el parecido familiar. Se parece a Gage, por la
forma de sus ojos y el atractivo sexual en bruto. Josie tenía razón, hay un
ADN seriamente asesino en esta familia.
—Me alegro de que hayas podido venir esta noche, Luna —dice Travis.
—Hola, Luna —dice Kade arrastrando las palabras, y luego mira a
Gage, como si hubiera algo poco característico en la forma en que Gage se
comporta. De hecho, los tres están mirando la forma en que me toma del
brazo y se para sobre mí como un guardaespaldas demasiado entusiasta,
mirándolos como si pudiera arremeter contra uno de ellos en cualquier
momento.
Vaughn se ríe y le da palmaditas en la espalda a Gage.
—Vale, hermano, lo entendemos.
¿Entendemos qué?
—Socios de negocios, eh. —Travis me guiña un ojo.
Vaughn codea a Gage juguetonamente antes de estirar la mano para 92
que la tome.
—Encantado de conocerte, Luna. —Me besa los nudillos de una manera
anticuada y caballerosa. O está siendo travieso o su madre le ha dado unos
modales, no sé bien cuál de las dos cosas—. Bien hecho, domando a este.
Nunca pensamos que veríamos el día.
¿Domando?
Gage observa el intercambio como un halcón, luego retira mi mano de
la de Vaughn y casi me lleva a la mesa de billar.
—Ni siquiera lo pienses —dice Gage casualmente, pero hay algo salvaje
en el brillo azul de sus ojos.
Vaughn se ríe.
—No hay necesidad de ser un hombre de las cavernas.
Le doy una mirada a Gage. ¿Qué demonios está haciendo?
¿Reclamándome o algo así? No quiero que lo haga, no es que me interese
ninguno de los hermanos Tucker, que tienen mujeres pululando a su
alrededor como abejas a la miel, colgando de cada una de sus palabras. Pero
acordamos que esto sería estrictamente un negocio y así es como pretendo
mantenerlo. Eventualmente, cuando decida que estoy lista para volver a
sumergirme en las aguas infestadas de tiburones de la escena de las citas,
seguro que no será con alguien que se ha tirado a tantas mujeres que escribe
artículos en la maldita Forbes sobre ello. No importa lo caliente que sea o lo
inquieta que me pueda estar sintiendo esta noche.
Me sonríe, sus ojos brillan con una energía volátil.
Vaughn llama a una camarera.
—Tráenos una ronda de chupitos de JD. Tomaremos cinco.
Una mujer menuda de pelo oscuro, pantalones cortos vaqueros,
piernas largas, botas de vaquero y la energía de un petardo se lanza a Gage
y le da un gran abrazo.
—Mi primo favorito está en la ciudad y nadie me lo ha dicho… —grita.
Gage la besa en la mejilla.
—La última vez que viste a Bo le dijiste lo mismo, y la vez anterior se lo
dijiste a Caleb.
—Bueno, esta noche eres mi primo favorito. Ha pasado mucho tiempo.
Gage la deja en el suelo. Se fija en mí y en la forma en que Gage está
parado tan cerca de mí, y me da una curiosa mirada. Gage hace las
presentaciones.
—Roxie, ella es Luna LaRoux, mi nueva socia. Luna, mi prima Roxie.
Es la más joven de la familia y la representante de la banda. 93

—Encantada de conocerte, Luna.


—Lo mismo digo, Roxie.
—¿En qué clase de negocio estás? —pregunta. En este punto tenemos
que gritar para escucharnos. El lugar se está llenando.
—Soy dueña de un bar, no muy lejos de aquí —le digo.
Supongo que Roxie tiene más o menos mi edad. Es preciosa, con el
mismo pelo oscuro que Gage y Vaughn, y lirios violetas. Pestañea sus largas
pestañas hacia Gage y sacude la cabeza.
—¿Desde cuándo estás en el negocio de la hostelería, primo? Espera,
déjame adivinar. Tan pronto como pusiste los ojos sobre ésta. —Se ríe y
estoy a punto de explicarle, una vez más, que tiene una idea equivocada—.
Parece demasiado buena para ti, Gage.
—Soy amable —dice Gage, mientras una sonrisa de lobo acecha en la
comisura de su boca—. La mayoría de las veces.
La camarera llega y coloca cinco vasos en el borde de la mesa de billar.
Roxie se pone las manos en las caderas.
—Vaughn Tucker, te dije que no más chupitos.
Vaughn le sonríe pícaro y se pasa una mano por su pelo revuelto,
revolviendo más aún su brillante cabello.
—Siempre tomamos tres antes de un espectáculo, ya lo sabes, Rox, y
hasta ahora sólo hemos tenido uno. De lo contrario no tocamos tan bien. El
tres es nuestro número de la suerte.
—Número de la suerte, una mierda —dice Roxie—. He dicho que vamos
a cambiar esa regla.
—Sólo porque tú no bebas no significa que nosotros no podamos. —
Sus discusiones de compañía dejan claro que disfrutan de la compañía del
otro. Es fácil ver que Vaughn es un tipo que sobrepasa todos los límites. Y
que puede salirse con la suya nueve de cada diez veces. Se ríe, dándonos un
chupito a Gage y uno a mí.
Estoy a punto de rechazar el vaso, pero ¿cuántas veces tengo una dosis
de la buena suerte de los hermanos Tucker? Además, soy más una chica de
Jack Daniels que una entusiasta del champán.
Vaughn pasa los chupitos a sus dos hermanos y los cuatro hombres
los inclinan hacia atrás.
Me bebo el mío y me quema hasta el fondo.
—Salen en cinco —le dice Roxie a la banda—. Tenemos que empezar 94
antes de lo planeado porque está en todo Twitter que estamos tocando aquí
esta noche y la seguridad se está poniendo nerviosa. Puede que tengamos
que salir antes de tiempo.
—Mierda —dice Vaughn. A la camarera—. Una ronda más, entonces.
Probablemente no sea una buena idea, especialmente después de dos
copas de champán, pero voy con ella de todos modos. Apenas bebo o salgo
o hago algo más que trabajar, así que por qué no vivir un poco, me imagino.
Seguimos a Roxie a la sala principal donde la banda sube al escenario.
Gage me lleva a través de la multitud a la mejor mesa de la casa, a la
izquierda del escenario. Hay un cartel de reservado en la mesa. Gage y yo
tomamos nuestros asientos mientras las luces se atenúan. El lugar está
completamente lleno. Hay una fila de guardias de seguridad bloqueando la
puerta. Me hace preguntarme cuánta gente está esperando afuera, tratando
de entrar.
—Gracias por venir esta noche —dice Travis arrastrando la voz.
Rasguea un acorde familiar—. Saben que nos encanta tocar para multitudes
más pequeñas como ésta porque nos recuerdan de dónde venimos. Nos
recuerdan lo que es importante en la vida, como los amigos cercanos y unas
buenas risas. Como un atardecer en Nashville. Vamos a cantar una canción
para ustedes sobre eso exactamente. Se llama “Tennessee Sundown”.
La multitud aplaude.
Me encanta esta canción. Es una de las viejas, de su primer álbum.
Cuando empiezan a tocar y escucho las palabras que me sé de
memoria, siento esa punzada que a veces hago, la que viene con el hecho de
tener una familia rota, una vida de infidelidades de mi padre y padrastros y
la tranquila desesperación de mi madre. Una vida que nunca incluyó un
sentido de pertenencia a algo más grande que yo misma y mi propio valor.
Por eso la familia de Josie se sentía como un refugio para mí. Pero incluso
con todas las cenas alrededor de su gran mesa de comedor y las tardes de
verano junto a la piscina, no era mi familia. En realidad no. Pertenecía a ella
pero no era una de ellas. No me veía como una Farrell o actuaba como una
Farrell o tenía la misma historia o las mismas historias. Porque no era una
de ellas. Yo era yo, todo el tiempo. Mi propia entidad de una.
Qué regalo debe ser crecer como estos hermanos. Ligado a tu propia
banda de risas y recuerdos y pertenencia y amor.
Y me hace pensar en lo que dijo Gage, sobre sus padres. Estaban muy
enamorados, hasta que murieron.
Debe ser algo hermoso, amar así. Saber que hay al menos una persona
en esta Tierra que te cubre las espaldas, que estará a tu lado en cada paso
del camino, que te amará sólo porque eres tú. Alguien con quien compartir 95
una vida y construir tu propia familia, día a día. Es difícil de imaginar. Un
mejor amigo es una cosa, pero el verdadero amor debe ser el último golpe
de suerte.
Resulta que miro a Gage en ese mismo momento. La mirada en su cara
es... algo que quizás nunca olvide. Tiene capas y se ve contemplativa. Me ha
estado observando. La suave luz de las sombras lo halaga, como todas las
luces. No hay nada de playboy en él en este momento exacto. Hay calor y
ese fanfarroneo puramente masculino, pero también una ternura que me
coge desprevenida. Lo supera, como si lo hubiera atrapado, y el carisma
distante vuelve a su lugar. Se levanta y extiende su mano.
—Baila conmigo.
Por supuesto que lo emite como una orden en lugar de una pregunta,
pero como sea. Quiero bailar. La pista de baile frente al escenario ya está
llena. La música suena diez veces mejor en vivo. Puedes sentir la emoción
que se desprende de cada palabra ronca y cada nota vibrante. El rasgueo
del bajo de Kade te golpea en algún lugar en lo profundo de los pedazos rotos
de tu propia maldita alma.
Vale, quizás ese whisky está empezando a salirse con la suya conmigo.
Pero tomo la mano de Gage, que se siente cálida y fuerte para asegurar
mi equilibrio, y me lleva a la concurrida pista de baile. Es alto y grande.
Nunca me he considerado pequeña o frágil, pero en su mano puedo sentir
su energía y su fuerza desbordante. Tal vez sea el whisky o el champán o la
música o alguna combinación de las tres cosas, pero la idea de que me
domine, lo que obviamente podría hacer muy fácilmente, no me parece
amenazante, no esta noche. Se siente un poco... caliente.
Me mortifica darme cuenta de que mis pezones se están convirtiendo
en capullos apretados. Y mis bragas se sienten húmedas, aferrándose a mí
íntimamente... allí, donde toca un pulso cálido. Oh, Dios.
Para la mayoría de las mujeres esto no sería gran cosa. Para mí, sí lo
es. Ha pasado mucho tiempo desde que estuve tan cerca de un hombre. Fue
una experiencia que me cambió. Me cerró y básicamente me rompió. Y he
estado evitando algo así desde entonces.
Lo cual, por supuesto, apesta.
Esta noche, el whisky está ayudando. Y también el hecho de que cierto
playboy de la gran ciudad es un bailarín muy bueno. Me sostiene contra su
ridículo y duro cuerpo y se inclina hacia mi oído para que pueda oírlo por
encima del ruido.
—¿En qué estás pensando en este momento?
Me divierte que tenga este pequeño poder sobre él. Es dueño de mi bar, 96
tiene más dinero que Dios y pesa tanto como tres yo. Pero no puede leer mi
mente. Y le molesta no saberlo.
—Estaba pensando en cómo no aprecio que te hayas convertido en un
cavernícola cuando acordamos que era una reunión de negocios.
Sacude la cabeza, más relajado ahora.
—Créeme, ése no era un cavernícola. Era una pulga en un mamut que
el cavernícola estaba a punto de cazar con su lanza sangrienta y afilada.
Me río, confundida.
—¿Qué?
Gage me rodea con más fuerza y se balancea al ritmo de la canción. Es
tan fuerte que no tengo otra opción que balancearme con él. Me sujeta con
fuerza contra los planos escandalosos de su gran cuerpo.
Dios.
¿Está... duro?
Santo cielo, lo está. Y es enorme... si eso es lo que es.
Debe serlo, a menos que lleve un palo de madera en el bolsillo.
Dios mío.
Intento crear una distancia entre nosotros pero es demasiado fuerte,
me agarra demasiado fuerte. Puedo ver que está haciendo un esfuerzo por
controlarse, pero no parece estar funcionando. Está caliente al tacto y
prácticamente vibra con una intensidad efervescente.
—Sólo estaba cuidando de ti. No puedo tener a mis primos acosando a
mi nueva socia de negocios. No se puede confiar en ellos.
—Bueno, gracias, pero puedo cuidar de mí misma.
—Me temo que eso es parte del contrato. Me conviene asegurarme de
que estés contenta y bien adaptada en todo momento.
—¿Bien adaptada? Llegas un poco tarde para eso. Ese barco zarpó hace
años.
Su sonrisa es casi simpática.
—Para ti y para mí, los dos. Me conformaré con que seas feliz, entonces.
Mi risa es ligeramente burlona.
—¿Crees que puedes hacerme feliz?
Esa arrogancia de gato de la selva.
—Sí. 97
Soy consciente de las duras crestas de su cuerpo, y una cresta
extremadamente enorme en particular. “Dotes para morir”, en efecto.
—¿Cómo?
Mi cuerpo, contra mi voluntad, está reaccionando a su calor y a su
escandalosa dureza. Mis pechos están presionados contra su gran y amplio
pecho y mis pezones se sienten tensos e hipersensibles. Un calor fresco
humedece aún más mis bragas. Dios. Esto es malo.
—Empezaría preguntándote qué esperas. Cuáles son tus sueños más
salvajes. Qué te lastima y qué te hace llorar. Cuáles son tus canciones
favoritas y qué películas ves una y otra vez. Te llevaría a los lugares a los
que siempre has querido ir. Descubriría qué te hace reír. Y luego haría todo
lo posible para matar las cosas dolorosas y al mismo tiempo te bañaría con
las cosas buenas, tanto que no podrías evitar ser feliz.
Lo miro fijamente mientras nos balanceamos suavemente con una
canción lenta. Puede que sea la cosa más bonita que alguien me haya dicho
nunca. Lucho contra el escozor de las lágrimas detrás de mis ojos. Porque
nadie, aparte de Josie, que ya sabe todo sobre mí, ha hecho ese tipo de
preguntas, o se ha preocupado lo suficiente como para averiguarlo.
Pero entonces recuerdo con quién estoy tratando aquí. Gage McCabe
es el soltero más codiciado de la escena de citas de Chicago, pero buena
suerte para atraparlo, señoras.
Siento una punzada de tristeza, que él sea quien es... y que yo sea quien
soy. Es una lástima, porque el calor del contacto cargado entre nosotros es
la mejor sensación que he tenido en... bueno, tal vez nunca.
—Apuesto a que le dices eso a todas las chicas —digo despectivamente.
—De hecho, nunca se lo he dicho a nadie.
—¿Entonces por qué me lo dices?
—Porque sí. —Nuestras miradas se encuentran pero, con esfuerzo,
rompo el trance. Cuidado, Luna, me recuerdo a mí misma. Las cicatrices de
mi pasado arden ardientemente en algún lugar detrás de mi alma.
—“Porque sí” no es una respuesta.
—Dime en qué estabas pensando realmente, antes. No creo que fueran
los cavernícolas.
El whisky está empezando a golpear mi sistema, como una corriente
cálida que se afloja.
—Estaba pensando en el amor y en lo que se podría sentir —le digo
sinceramente—. ¿Alguna vez has estado enamorado, Gage? 98
—No.
—¿En serio? ¿Ni siquiera una vez?
—Ni siquiera un poco.
—Debería haber esperado eso de ti, supongo. —Es como un perro de la
chatarrería que sólo busca una cosa.
—¿Por qué dices eso?
—Con toda tu experiencia y nunca conectar con alguien así... ¿te has
preguntado alguna vez si eres capaz de amar? —¿Por qué estoy sacando el
tema? Tal vez porque me pregunto si lo soy, considerando mi educación y
mi pasado. Tal vez algunas personas no están conectadas de esa manera,
por cualquier razón.
Sus ojos son de un azul brillante incluso con poca luz, como un cristal
marino prensado con la luz de la luna brillando a través de ellos.
—Sí. Solía preguntarme eso todo el tiempo.
Ahí está otra vez. Solía hacerlo. Antes de que pueda preguntarle qué
quiere decir, alguien grita.
De repente, toda la habitación entra en erupción. La puerta trasera ha
sido abierta, y el bar se llena de gente ruidosa, borracha y chillona.
La banda es rápidamente rodeada por la gente de seguridad y sacada
del escenario, a través de una puerta que no había notado antes. Tienen que
luchar contra la gente. Los fanáticos están gritando y llorando, pululando
en un grueso paquete, tratando de acercarse a los hermanos Tucker. Es
como un motín. La gente está loca y fuera de control, empujando y gritando.
Dios mío. Esto es peligroso. Es una estampida.
Gage me agarra y nos empuja a través de la multitud. La gente nos
insulta mientras la gran forma de Gage me protege y atraviesa la multitud.
Lo hace con más facilidad, casi tácticamente, que la mayoría de la gente. Es
un mariscal de campo, recuerdo. No me extraña. Pero la multitud se hace
más densa. Más gente está gritando. Y no estamos más cerca de la salida.
Gage encuentra una puerta y nos empuja a través de ella, dando un
portazo detrás de nosotros.
Está oscuro aquí. Y el ruido de afuera se ve repentinamente apagado y
silencioso. Es un espacio diminuto y estrecho. El resquicio de luz alrededor
de la puerta permite que entre suficiente luz para ver que es un armario de
equipo. Hay unos cuantos soportes para micrófonos y algunos cables
enrollados que cuelgan de ganchos. Hay una llave anticuada en la puerta,
que Gage gira, encerrándonos.
99
—Espero que no nos quedemos atrapados aquí —susurro.
—No lo haremos. ¿Estás bien, cariño?
—Creo que sí. ¿Crees que la banda está bien?
—Estarán bien. Tienen mucha seguridad.
Mi corazón está acelerado.
El de Gage también lo está. Puedo sentirlo. Todavía me sostiene y me
apoya contra la pared. Pero no retrocede. Me presiona con fuerza, como si
sus instintos protectores no le permitieran distanciarse. Su gran y cálida
mano se apoya en mi cara, como si me sintiera por signos de angustia o
lesión. La parte de atrás de sus nudillos roza mi mejilla.
—¿Estás segura de que estás bien?
Estoy respirando con dificultad.
—Sí. ¿Tú?
No responde. Su pecho sube y baja con su aliento pesado. Su olor, a
cuero, a adrenalina masculina y a whisky, es... vertiginoso... embriagador.
Aquí, en este espacio oscuro como un refugio tranquilo e íntimo dentro del
ojo de un huracán furioso, me siento segura. De ellos.
No de él.
No de mí misma y de los impulsos adictivos y apresurados que corren
por mi cuerpo.
Huele tan bien.
Se siente tan bien.
Demasiado, demasiado bien.
Me alisa un mechón de pelo suelto, lo mete detrás de mi oreja con dedos
fuertes. A pesar del gesto amable, sus ojos brillan con lujuria.
Gage se acerca más.
Coloco dos dedos contra sus labios, para detenerlo.
Si lo beso, o le doy algún pedazo de mí... no quiero que se vaya por la
mañana. No puedo hacer lo casual. Me importa. Siento, demasiado.
—Quiero probarte, dulce niña, tanto. He estado soñando con…
—No —susurro. Oh, Dios. La forma en que estamos posicionados, con
mis rodillas separadas y su gran cuerpo no permitiéndome cerrarlas. El
enorme bulto dentro de sus vaqueros está justo ahí, presionado con fuerza
contra la fina capa de mi falda pegada y la fina seda de mis bragas
saturadas. Estas delicadas barreras no son suficientes. Mi coño se siente
suave. Mi clítoris pulsa con diminutas detonaciones de calor sedoso, que 100
palpitan ligeramente contra su duro y colosal grosor. Que Dios me ayude.
—Me quieres. —Su voz es ruda y no puedo evitarlo: Me encanta cómo
suena. El tono profundo y grave de su voz parece llegar a mi interior,
avivando el fuego.
—No —miento, agarrando su brazo musculoso. Necesito algo a lo que
aferrarme. Necesito que me sujete.
—Puedo sentir cuánto me deseas —ronronea—. Lo dulce, húmeda y
lista que estás.
—No lo estoy —insisto.
Empuja su polla más fuerte contra la suavidad de mi cuerpo. Dios, mi
coño está tan mojado que su gigantesca longitud se desliza, desplazando
mis estrechas bragas, por lo que mi sensible carne se frota directamente
contra la áspera textura de sus vaqueros—. Te vas a entregar a mí, nena.
Entera.
—No —me las arreglo para jadear—. No puedo.
—Puedes. Lo harás. Apostemos por ello. Te rendirás a mí y te
enamorarás de mí y me darás todo lo que quiera, antes de que acabe el mes.
Apostaré mi mitad del bar en ello.
—No. —¿Por qué haría eso? Jadeo, porque se presiona contra mí otra
vez, pasando por encima del diminuto brote de mi clítoris con su gigantesca
polla. Voy a correrme si sigue haciendo eso. Trato de alejarme de él pero sólo
hace que el placer se dispare, tanto que me quedo quieta, porque si alguno
de los dos se mueve, voy a morir tanto de éxtasis como de vergüenza. Respiro
con dificultad y mi corazón late en mi pecho—. No apuesto nada. Ésa es una
idea terrible y tú eres una persona terrible incluso por sugerirla. No te voy
a dar nada. Déjame ir.
—No es seguro que nos movamos todavía. —Quemándome con la
mirada febril de sus ojos. Sin importarle en absoluto que lo haya llamado
una persona terrible. Y lo es. Muy terrible—. Es una apuesta unilateral. Si
ganas, puedes quedarte con tu mitad. —Su voz es ronca cuando me
murmura al oído—. ¿Quieres oír lo que haría primero?
—No.
—Te quitaría este vestidito, como he hecho en mis fantasías. Como en
los sueños que me atormentan desde el momento en que te vi. Luego te
acostaría en una cama grande y cómoda con vistas al océano y las ventanas
abiertas para dejar entrar la brisa y el sol para que tu piel perfecta esté
caliente a mi tacto. Entonces empezaría a lamer mi camino por tu cuerpo.
—Detente —jadeo. Necesito que deje de hablar. Su voz baja y profunda
101
me está tocando con su encanto ronco, canalizando su camino hacia la fosa
baja de mi estómago, y más abajo, hacia mi sensible nubosidad, como si
una corriente eléctrica me tocara allí. Mi coño se humedece aún más. Puedo
sentir el resbaladizo temblor de mis músculos internos mientras mi clítoris
palpita suavemente contra la cresta rocosa de su gigantesca polla. El placer
se eleva más y lo agarro con ambas manos, deseando mantener el control.
Voy a correrme. No sé si puedo evitar que suceda.
—¿Quieres oír lo que haría después?
Ni siquiera puedo responderle. Una palabra, un jadeo, y todo se podría
desentrañar. Así que me quedo muy, muy quieta.
—Tomaría esos pequeños pezones maduros como cerezas que puedo
ver bajo tu ropa y los chuparía con mi boca codiciosa. Uno, luego el otro.
Chuparía fuerte, haciéndolos rodar con mis dedos hasta que estén rosados
y doloridos, dándome un festín hasta saciarme. Las tocaría y mojaría hasta
que casi te corrieras.
¡Maldito sea! ¿Se da cuenta de que estoy montando una ola que ya está
demasiado alta y buena como para bajar la velocidad?
—Y entonces —gruñe suavemente—, lameré mi camino hacia tu dulce,
húmedo y rosado coño.
Oh, Dios.
—Te lamería lentamente, al principio. Abriéndote a mí. Tomándome mi
tiempo. Empujaría mi lengua dentro de ti donde estarás saturada de miel,
eso es todo para mí. Mierda, tengo tanta hambre, cariño. Te comería como
una fruta dulce y jugosa hasta que me ruegues que te chupe el clítoris y te
haga correrte duro. Pero no lo haría. Todavía no. Te provocaría, moviendo
mi lengua mientras deslizo mis dedos dentro de tu apretado y húmedo coño.
Tocándote para mi propio placer. Y cuando creas que te estás volviendo loca
de necesidad, agarraré tu clítoris y chuparé tu dulce coño hasta que gimas
mi nombre y te corras sobre mi lengua. Y entonces, justo cuando empieces
a bajar de todo eso, deslizaré mi…
Hago un sonido bajo, como un suspiro.
Oh, Dios.
Oh, no.
No.
Está sucediendo.
Está sucediendo.
Sólo por su olor y su agarre y sus palabras rudas y sucias.
Me empuja con más fuerza contra su gran cuerpo. 102
Lo sabe. Sabe exactamente lo que está haciendo.
Su polla se frota contra mi húmedo e hipersensible clítoris. Lo hace de
nuevo. Y otra vez. El placer se eleva en un oleaje insoportable. Espasmos
desgarradores, calientes y descontrolados recorren todo mi cuerpo. Me
acurruco contra él, aferrándome a su camisa, haciendo un bajo gemido
mientras mi coño se aprieta fuertemente, una y otra vez. El subidón es tan
poderoso que tengo lágrimas en los ojos. Y mientras vuelvo lentamente a mí,
lloro por más de una razón.
—Oye —Gage sonríe suavemente, levantando mi barbilla con su dedo.
Limpia una lágrima con su pulgar—. Estás bien, cariño. Todo está bien.
Todo está bien.
Excepto que no todo está bien.
Incluso si eso estuvo muy, muy bien.
Quiero alejarlo pero no puedo moverme. Me siento abrumada por una
euforia física que me hace sentir aún más borracha que el whisky.
Escuchamos un grito fuera de la puerta. Todo despejado. El ruido se
ha calmado.
Gage me pone cuidadosamente de pie.
—¿Puedes estar de pie? —dice suavemente.
—Sí. —Casi.
—¿Puedes caminar?
—Sí. —Tal vez.
—¿Quieres que te lleve?
—No. —Sí. No. Desearía no haberte conocido nunca.
Me alisa el vestido y el pelo. Se lame el pulgar y me limpia lo que podría
ser una mancha de mi rímel.
—Voy a tomar tu mano para asegurarme de que no nos separemos.
—Bien.
Luego se cierra la chaqueta y se abotona. Su erección, no es que pueda
hacer más que rozarla con mi visión periférica borrosa, es... jodidamente
enorme.
Es un alivio saber que nunca estaré en el extremo receptor de la misma.
Porque lo que acaba de pasar es lo más lejos que esto llegará. He
experimentado sus dotes para morir más de lo que nunca experimentaré.
Es demasiado. 103
Estoy destrozada. Y no puedo soportar sentir más de él, física o
emocionalmente. Porque tiene razón. Me enamoraré de él. Y se irá, como
hizo con todas las demás.
Incluso cuando abre la puerta y me toma de la mano, sé que no puedo
permitir que eso suceda. No puedo pasar de la verdad: me devastaría
amarlo. Me condenaría a una vida de celos y al constante miedo a la traición.
Y me niego a seguir el mismo camino que mi madre.

El bar se ha vaciado. La banda se ha ido hace tiempo. Gage me lleva a


la puerta trasera que da al callejón, pero aparto mi mano.
—No quiero ir en la limusina.
Mirando mi cara, me toma la mano otra vez. Creo que se da cuenta de
que hablo en serio, así que empieza a llevarme hacia la puerta principal, que
ahora está abierta con varios policías de pie fuera.
No quiero estar a solas con él en un espacio cerrado. No confío en mí
misma. Y no confío en él, con su gran erección y su poder magnético y
mágico.
Porque la cosa es, y ni en un millón de años lo admitiría ante otra
persona, ni siquiera ante Josie, que nunca he tenido un orgasmo antes del
que me acaba de dar Gage.
A veces me he preguntado, en una noche solitaria cuando el impulso
se vuelve caliente e insoportable, cómo... darme un orgasmo. No es algo que
haga a menudo porque no sé cómo... también algo que nunca admitiría ante
nadie. Claro, he leído Cosmo y Cincuenta Sombras de Grey, pero esos no
respondieron a mis preguntas.
La mayoría de los días y noches he estado demasiado ocupada para
preocuparme por ello. Trabajo largas horas y me derrumbo en la cama cada
noche, exhausta. Luego duermo durante ocho horas, me levanto y sudo y
medito mi angustia a través del yoga, y sigo con mi trabajo.
Así que no es algo por lo que haya agonizado tanto.
Pero me lo he preguntado. 104
Y ahora lo sé con seguridad.
Nada ha estado en la misma galaxia que lo que me acaba de pasar.
Y ahora que lo sé con seguridad, estoy segura de que no le dejaré
hacerlo de nuevo. Porque es el tipo de cosas a las que una chica podría
hacerse adicta muy, muy fácilmente.
La sensación de esa loca, grande y caliente dureza. Imagina si se
hubiera desabrochado la cremallera.
No.
Imagínate correrte tan fuerte con su polla gigante dentro de ti.
Detente, Luna.
La mirada en sus ojos. Su cara. La corriente de ternura que se arremolina
a través de esa lujuria masculina y salvaje.
Detente ahora mismo, Luna.
No va a suceder.
Permanecerás fría y distante. Lo aguantarás durante exactamente un
mes, salvaguardando una distancia profesional. Tu negocio será
transformado, y no te detengas en esa apuesta loca, que estoy segura de que
nunca cumpliría de todos modos, y seguirás adelante con su vida. No te
destruirá un hombre sin escrúpulos que sólo busca una cosa y que, una vez
que la consiga, desaparecerá sin mirar atrás. Es un genio en lo que hace,
puedes admitirlo. Y reconocerlo por lo que es. No anhelarás ni te
obsesionarás con lo que acaba de pasar o con lo ridículamente bien que se
sintió. En absoluto.
Allí. Decisión tomada.
Salimos a la calle. Está llena de la emoción del concierto secreto, la
multitud, la redada policial. Escuché suficientes conversaciones pasajeras
para darme cuenta de que la gente vino desde tan lejos como Virginia para
tratar de entrar en el espectáculo de esta noche. Las calles están llenas de
esperanzados que fueron rechazados o que pasaron tres minutos cerca de
las superestrellas. Hay un aire de emoción.
El teléfono de Gage suena y lo saca de su bolsillo. Pone el altavoz. Es
Travis.
—Chicos, ¿están bien?
—Sí, estamos bien —le dice Gage—. ¿Todos siguen de una pieza?
—A Vaughn le han arrancado la camisa y Roxie está un poco agitada,
pero estamos bien. Eso se salió de control.
105
—Desde luego. Puede que tengan que conformarse con los estadios
durante un tiempo.
La risa baja de Travis es casi lamentable.
—Sí. Es una lástima. Me gustan más los espectáculos pequeños.
—Tengo uno en mente para ti si estás interesado. A finales del próximo
mes. Es un pequeño lugar aquí en Key West. Podría ayudar con la seguridad.
Podríamos reforzarlo. Y podríamos hacer más para mantenerlo en secreto.
¿Qué van a hacer para el Año Nuevo?
—Lo hemos mantenido libre.
—Bueno, piénsalo. Te enviaré los detalles.
—Genial, hermano. Deberías venir a Nashville por Navidad. Podríamos
finalmente tener esa reunión de la que hablamos.
—Sí, ya veré.
—Buena suerte con el nuevo negocio. Es jodidamente hermosa, por
cierto.
Gage me sonríe, todavía me toma de la mano.
—Sí, lo sé. Y gracias.
Vaya. Pensar que Travis Tucker y su primo prodigio de las inversiones,
que también es un modelo de portada de GQ y que también acaba de darme
un orgasmo de supernova que básicamente me dejó alucinado, están
hablando de mí de esta manera es... extraño. Cosas como esta no me pasan.
Normalmente estoy demasiado ocupada asegurándome de que no me
ocurran.
Me siento aturdida.
Caminamos un poco más y me alegro de tener la mano de Gage para
sostenerme. Me siento mareada e inestable. De hecho, cuanto más lejos
caminamos, más borracha me siento. Debería saber que no debo beber
champán y luego beber dos tragos de Jack con el estómago vacío. La fiebre
de la endorfina, que es, para ser honesta, épica, no está ayudando.
Lo último que quiero hacer es desmayarme o tropezar o necesitar ser
rescatada por el Doctor O aquí.
—Gage, puede que vaya a sentarme en la playa un rato. No necesitas
venir conmigo. A veces me gusta relajarme en la playa por la noche. Puedo
volver a casa sola. Me he divertido esta noche. Gracias por la entrada.
Se ríe, y me agarra la mano con más fuerza cuando intento liberarla.
Un mechón de su pelo ha caído sobre su frente, de alguna manera
añadiendo a su pícara y arrogante belleza de una manera que literalmente 106
me aturde.
—Iré contigo. —Como si no hubiera alternativa.
No sé si quiero que venga conmigo. Me siento imprudente y fuera de
control.
Pero es una playa pública y hay mucha gente dando vueltas,
disfrutando de su fin de semana de vacaciones. No es que vayamos a estar
solos.
Bajamos a la arena y me quito los zapatos.
—Me encanta la arena fina de Key West —digo—. Hay algo tan
encantador en ella, ¿no crees? Se siente como polvo de hadas.
No responde, sólo me mira con esa intensidad constante y dura que
tiene.
Llegamos al final de la playa donde hay un grupo de palmeras y
ninguna otra persona. Me siento en la arena y Gage se sienta a mi lado. Es
una noche cálida y clara y las estrellas se ven.
Están girando.
El silencio se instala a nuestro alrededor y no se siente incómodo o
pesado esta vez. El suave sonido de las olas en la arena y la risa lejana se
filtra a través de él.
—¿Qué te detiene? —pregunta Gage suavemente en su profundo y
barítono tono mientras pasa sus dedos por los míos—. ¿De qué tienes
miedo?
Su cabello es oscuro y grueso, rizado ligeramente contra su cuello por
la humedad. La luz de las estrellas y la luna en el agua sólo amplifican el
brillo azul de sus ojos y la intención, la compasión abierta que no tiene nada
que ver con los lugares en los que ha estado o la vida que ha llevado: es mío.
Ha guardado este pedazo de sí mismo sólo para mí. No sé cómo lo sé, pero
lo sé.
Está haciendo brillar su luz azul en las grietas de mi alma, encendiendo
lugares oscuros e imposibles de alcanzar.
Lo cual no es algo bueno. Porque he bebido demasiado, acabo de tener
una de las experiencias más intensas de mi vida y tiendo a hablar demasiado
incluso en los mejores momentos.
—De ti. —Me escucho confesar—. Te tengo miedo.
—¿Por qué?
—Porque me harás daño. 107
—¿Por qué crees que te haré daño?
—Es sólo lo que eres. Y no quiero que me hieran así.
—¿Y si te dijera que no te haría daño?
—Estarías mintiendo.
No responde de inmediato.
—¿Y si te prometo que no te haré daño?
—Terminarías rompiendo tu promesa.
—Dime lo que te pasó.
Parpadeo hacia él.
—¿Cómo sabes que me ha pasado algo?
—Tengo un hermano que sufre de estrés postraumático. Conozco los
síntomas.
Maldita sea. Siento el escozor de nuevo detrás de mis ojos.
—No tengo TEPT. Nunca he estado en la guerra.
—No tienes que ir a la guerra para sufrir cosas que han sido
extremadamente difíciles en tu vida. La mayoría de la gente tiene cicatrices
emocionales de un tipo u otro.
Supongo que eso es cierto.
—¿Cuáles son tus cicatrices?
Está en silencio por unos segundos. Luego, como si hubiera tomado la
decisión de ser honesto conmigo, dice.
—Mi madre murió lenta y horriblemente de cáncer de páncreas. Mi
padre no podía vivir sin ella y se ahorcó un mes después de que la perdimos.
Una lágrima dibuja una línea cálida en mi mejilla.
—Lo siento mucho, Gage.
Frota sus dedos a lo largo de la suave superficie de mi brazo como si
estuviera fascinado por el tacto.
—Fue hace mucho tiempo.
—¿Cuánto tiempo?
—Cinco años. Creo que perdí el control después de que ocurriera.
Intenté bloquearlo todo... consiguiendo mi dosis cuando podía. Me mediqué
con dinero y sexo.
Vaya. La psicología es bastante interesante. Las cosas que la gente hace
y por qué lo haría. 108

—¿Ayudó?
—En realidad no.
Un grupo de personas pasa y sigue caminando. Esperamos hasta que
sus voces se desvanezcan.
—Quiero saber qué te pasó —dice—. Para poder ayudar a arreglarlo.
No sé por qué lo admito.
—No puedes arreglarlo. Josie no pudo. Yo no puedo. No sé por qué tú
podrías.
—¿Sabe Josie lo que ha pasado?
—Josie estuvo ahí durante todo el proceso.
—¿Hablaste de ello?
—¿Qué quieres decir?
—¿Hiciste terapia o hablaste de las cosas que pasaron con Josie o con
alguien más?
—No. No me gusta hablar de ello.
—Así es como sé que puedo ayudar. Es la charla lo que lo libera. Una
vez que se suelta, puedes empezar a sanar.
Lo miro fijamente.
—¿Cómo lo sabes? ¿Y por qué quieres curarme de todos modos?
—Porque creo que podría hacerte feliz y me gustaría que me dejaras
intentarlo.
Aquí va de nuevo.
—Gage…
—Mis padres se conocieron en una fiesta en su primer año de
universidad. Mi padre dijo que la miró una vez y su mundo literalmente se
deslizó de su eje. Así es como lo describió. Siempre pensé que estaba loco,
por supuesto. Sabía de hecho que no había manera de que algo así pudiera
pasarme. Es ridículo, pensar que puedes saber algo tan rápido, o tan
instantáneamente. Solía decirle que no se puede conocer a una persona de
un solo vistazo.
—¿Lo hiciste?
—Sí. ¿Y sabes lo que dijo?
—¿Qué?
—Que nunca puedes conocer realmente a una persona. Sólo puedes 109
intentar tener fe y dar lo mejor de ti mismo. Eso es lo que él hizo y ella nunca
lo decepcionó. Ni una sola vez. Siguió sorprendiéndolo todos los días.
Miro una estrella brillante, que se convierte en dos.
—Vaya. —Se arremolinan la una junto a la otra como si estuvieran
bailando. Tal vez son ellos, es lo que me encuentro pensando—. Supongo
que algunas personas tienen suerte.
—O crean su propia suerte.
—Tal vez.
Una ligera brisa le toca el pelo. Se quita la chaqueta y la pone
suavemente sobre mis hombros. Me estremezco por el calor reconfortante y
el olor de su cuerpo. Dios, huele bien. Como a calor, deseos y whisky. Me
toma la mano otra vez.
—Dime quién fue.
—¿Quién fue quién?
—La persona que te hizo daño.
¿De verdad me está preguntando sobre esto? Suspiro y se siente pesado,
como si viniera de un lugar enlodado y enterrado hace tiempo.
—¿Pasó en el instituto?
Dios, ¿por qué es tan curioso? ¿Cuándo todas mis defensas están bajas?
Contra cada pizca de sentido común que poseo, que en este momento ha
sido casi borrado, me oigo decir:
—Sí.
—¿Un novio?
Su persistencia se ha deslizado más allá de alguna barrera en mí.
—Nunca fue realmente un novio. Más bien un enamoramiento. Era el
mariscal de campo titular.
Su expresión al confesar este detalle me hace sentir que está
entendiendo cosas, juntando cosas. Y me doy cuenta de que me equivoqué
con él. No es frío, para nada. Es uno de los hombres más complicados y
sensibles que he conocido. Sólo tienes que pasar por esa superficie dura
para encontrarlo.
—Por eso reaccionaste como lo hiciste en la limusina, cuando te dije
que solía jugar de mariscal de campo.
Me encojo de hombros ligeramente.
110
—Así que te gustaba el mariscal de campo. ¿Qué pasó después?
—Todas estaban enamoradas del mariscal de campo. Estoy segura de
que sabes todo sobre eso.
—La gente se enamora de todo tipo de personas todo el tiempo. ¿Saliste
con él?
¿Salí con él? Una pregunta interesante.
—No creo que puedas llamarlo una cita.
—Saliste con él.
—Una vez.
—Dime lo que pasó.
Supongo que a veces cuando alguien hace una petición al agujero de
un donut en un momento perfectamente vulnerable, es posible obtener una
respuesta.
—Era una fiesta. Una fiesta en la piscina, la primera semana de clases,
en la casa de un chico mayor. Yo era de primer año y todos los jugadores de
fútbol estaban allí y nosotras fuimos. Josie y yo y algunas otras personas.
—Se fijó en ti y empezó a hablarte.
—Sí.
—Te enamoraste de él. Y una cosa llevó a la otra. —Por supuesto que
conoce la historia. Probablemente tiene miles de historias como esta,
contadas desde el otro punto de vista.
No puedo responder. Ésta fue una idea terrible.
—Luna, está bien. Sigue adelante. Una vez que esté fuera, te sentirás
mucho más ligera.
Quiero decir, qué demonios. Tal vez tenga razón. Me sentiré más ligera
y él volverá a Chicago y no tendré que volver a verlo.
—Estábamos bebiendo el ponche que nos dieron. Y me invitó a subir a
una habitación donde había muchos jugadores de fútbol. Pero luego todos
se fueron y sólo quedamos nosotros. Y entonces… —Dios. ¿Por qué le estoy
contando esta historia a él, entre toda la gente?
Su voz es baja.
—¿Consentiste? ¿O no?
—No lo sé. Estaba enamorada de él. Todas lo estaban. Era el tipo que
todas las chicas querían. Y él me quería a mí. Tenía diecisiete años y muchas
111
de mis amigas ya tenían novios y hablaban de las cosas que hacían y... no
me esperaba hacerlo todo, pero él era muy insistente y... es igual, le seguí.
Sucedió. —Más lágrimas están mojando mi cara. Estamos tan metidos en
esto de todas formas, así que sigo adelante—. Lloré porque... no lo sé. No
importa ahora. No pareció darse cuenta de esa parte y cuando bajamos,
todos sus amigos se rieron y se burlaron de él porque... todos lo sabían.
Entonces entendí que él hacía esto todo el tiempo. Cada fin de semana. No
era nadie especial o elegida, era sólo una de muchas. Una conquista ahora
conquistada, antes de pasar a la siguiente. Por supuesto que deseaba poder
deshacerlo, pero no podía. Así que no dejé que me devastara, aunque
esperaba algo un poco más... significativo, tal vez. Mucha gente lo hace, sin
embargo, ¿verdad? No hay nada inusual en eso. Así que seguí con mi vida.
—Él espera. Estoy segura de que puede decir que hay más en esta historia.
No presiona. Sólo me toma de la mano mientras miro fijamente al agua. Así
que sigo hablando—. Pero entonces, unas seis semanas después me di
cuenta de que la regla no me... llegaba.
Tan pronto como lo digo, me arrepiento de todo corazón. Me arrepiento
de todo esto. Me arrepiento de no haber luchado más para hacer cambiar
de opinión a Josie sobre la firma de ese maldito contrato. Y espero que Gage
se retire, que diga buenas noches, que camine por la playa y se suba al
primer jet privado de vuelta a Chicago. ¿Por qué alguien como él querría oír
algo así de alguien como yo?
En lugar de rodear el tema con delicadeza, lo agarra por los cuernos.
—Te dejó embarazada.
Las lágrimas están fluyendo ahora. Las estrellas danzantes están
borrosas. Gage me pone un pañuelo limpio en la mano y lo uso para
limpiarme los ojos.
—¿Se hizo cargo?
—¿Hacerse cargo? Si llamas a darme un fajo arrugado de billetes de
dólar y decirme que “me ocupe de ello”, entonces sí, realmente se hizo cargo.
No estaba interesado. Respondió a mi llamada una vez, pero amenazó con
negarlo todo si intentaba “acorralarlo”. Así es como lo dijo. Más tarde me
enteré de que no era la primera vez que le pasaba esto. Sólo éramos un daño
colateral a su divertido estilo de vida “alfa”. Pero no me atreví a hacerlo. A
pesar de que sabía que no podía cuidar de un bebé, apenas podía cuidarme
a mí misma, no podía hacerlo. Tomé mi decisión e iba a quedarme con el
bebé y resolver todo a lo largo del camino, de alguna manera. Para entonces,
la gente lo sabía. La escuela se enteró. Era un lugar pequeño y conservador
y mi sucio secreto se convirtió exactamente en eso. Todos me trataban de
forma diferente, lo que parecía algo increíble en estos tiempos, pero lo
hacían. La gente me evitaba y me intimidaba en los medios sociales. Las 112
madres de los clubes de campo no querían que sus hijas estuvieran cerca
de mí porque yo era una mala influencia, mientras que a él lo felicitaban. Me
dijeron que me quedara en casa y terminara la secundaria en línea por el
“contragolpe”, pero nada de eso empañó su estrella, ni un poco. Estaba
asustada y sola. Pero Billy Burke fue un héroe por follarse a chicas por toda
la ciudad.
—Billy Burke. Conozco ese nombre. Jugó dos temporadas para Notre
Dame.
—¿Lo hizo? —Me había propuesto no seguir su carrera.
—Era su prometedor chico de oro antes de que su cuello se fracturara
en un mal placaje hecho en los últimos segundos de los playoffs. Nunca llegó
a la NFL.
—Bien. —No soy una persona vengativa en general, pero me alegra
saber que se cayó de su pedestal.
—¿Qué pasó después? —Cuando Gage me hace la pregunta, hace la
cosa más escandalosa. Me alisa el pelo con su mano áspera, tan, tan
suavemente. No le asusta esto, ni lo desaprueba, ni le disgusta. Y puedo
decir por su firmeza en este momento, aunque no puedo estar segura, que
de alguna manera lo hago, que Gage no ha hecho las cosas que estoy
describiendo. Que habría dado un paso al frente, o no habría dejado que
sucediera como él hizo en primer lugar. Sus mujeres lloran porque es tan
bueno, no porque sea tan... horrible. Porque él lo fue. Fue doloroso y
aterrador y desgarrador. Y logró que no quisiera volver a tener nada que ver
con ello durante mucho tiempo.
—Unas semanas después yo... perdí el bebé. No tenía muchas semanas
y eso pasa a veces, dijeron. Y yo estaba aún más triste, después de eso,
porque estaba tan increíblemente aliviada. Me sentí terrible, y culpable, por
sentirme así. Pero así fue.
—Por supuesto que te sentiste aliviada. No hay que avergonzarse de
eso. ¿Dónde estaban tus padres durante todo esto?
—Lejos. Nunca estuvieron allí en primer lugar. Mis padres eran del tipo
de padres que nunca hacían de padres. Nunca fingieron querer hacerlo. Mi
padre estaba ocupado con las mujeres en el condado de Westchester y mi
madre vivía el sueño, o la pesadilla, según la perspectiva, en las colinas de
Hollywood. Nunca les dije nada de eso. No habría ayudado. Me apoyé en
Josie. Pero ya estaba viviendo en su casa con sus hermanos y su padre, que
eran amables y podrían haberlo sabido pero... sabes, no es el tipo de cosas
de las que se habla durante la cena.
—No, no lo es.
113
Gage tenía razón en una cosa: me siento más ligera. Agotada y... vacía.
Las lágrimas mojan mi cara.
—Siento haberte dicho todo esto, Gage. De verdad. No hay nada
divertido, glamuroso o romántico en ello y no quise arruinarte la noche. Lo
siento mucho.
—No me has arruinado la noche, cariño. La mierda pasa, todo el
tiempo, a todos nosotros. Se llama vida, y la mayor parte es jodidamente
brutal. No hiciste nada malo. Eras joven y un imbécil se aprovechó de ti y
fue duro y sigue siendo duro. Pero no define quién eres y no deberías dejar
que lo hiciera. Piensa en todas las cosas buenas que han pasado desde
entonces. Has logrado mucho para alguien tan joven. Eres dueña de un
negocio. Y estoy seguro de que has conocido chicos más agradables desde
entonces y has tenido mejores experiencias.
—No. Quiero decir... no. Es sólo que... no pude. —Dios, es tan
vergonzoso.
—¿Qué quieres decir?
—No he... eso fue lo único…
—Espera un minuto. —Me mira con incredulidad—. ¿Quieres decirme
que nunca has estado con nadie más desde que eso sucedió?
—No. No... hasta... bueno, esta noche. Y ésa fue la primera… —No. No
puedo decirle eso. Esto es demasiado incómodo. Dios, desearía poder
retractarme como nunca he deseado nada.
Me mira a los ojos, como si estuviera profundamente afectado por lo
que le acabo de decir.
—Bueno, eso no está bien.
No sé si es correcto o no. De repente me siento increíblemente agotada.
Confesar todo esto me ha dejado cansada hasta los huesos. Gage parece
sentir eso.
Saca el teléfono del bolsillo de su chaqueta.
—Voy a enviarle un mensaje a mi conductor, sin protestas, para que
recoja un par de hamburguesas para nosotros. Vas a comer algo y te llevaré
a casa. Vas a tener una buena noche de sueño. Y luego quiero verte de nuevo
mañana.
Acabo de contarle mi secreto más profundo, oscuro y personal a este
precioso y brillante gurú playboy. Sé que tan pronto como el whisky haya
pasado, me sentiré mortificada y profundamente humillada. Ya puedo sentir
el remordimiento arrastrándose.
—Estoy ayudando a Josie a empacar mañana y luego tengo que
trabajar. Quiero pasar este tiempo con ella, ya que no nos volveremos a ver 114
por un tiempo. Se va a ir a las cuatro de la tarde del domingo. Iré al
aeropuerto con ella. Luego tengo una clase de yoga a las seis. Así que no
podré volver a verte este fin de semana.
No quiero volver a verlo. Para nada. Ya lo he decidido. Ni siquiera quiero
ser copropietaria de un negocio con él.
No sé lo que quiero hacer. Tal vez me vaya a otro lugar por un tiempo
y deje que se encargue de las mejoras por su cuenta. Tal vez me vaya a
Nueva Orleans. O a Austin. No lo sé. Ahora mismo, me siento cansada.
—Me gustaría que me dejaras encargarme de tu viaje de ida y vuelta al
aeropuerto —dice—. Josie tendrá muchas cosas, me imagino. También
pueden tomar la limusina. Haré que el conductor las recoja a las dos y
media.
Empiezo a negarme, pero a Josie le encantaría.
—Claro. Gracias.
Sigo su mirada hasta el borde de la playa donde la limusina ya está
llegando.
—Voy a recogerte y a llevarte. Estás cansada y no quiero que te caigas
o te hagas daño. Tendré cuidado contigo. ¿De acuerdo?
No tengo ganas de discutir con él. No creo que haya estado tan agotada
en mi vida.
—Está bien.
Es cuidadoso conmigo. Me lleva a través de la arena y me coloca en el
asiento trasero de la limusina como si fuera de porcelana fina. Me da de
comer unas patatas fritas. Como unos bocados de hamburguesa pero no
tengo hambre.
No decimos mucho en el camino de regreso al bar. Las luces móviles de
Key West fuera de los cristales tintados pintan su cara de colores
cambiantes mientras me mira. Si me pidiera que lo juzgara en este
momento, ni en un millón de años supondría que es algo más que un alma
hermosa.
La limusina se detiene fuera del bar.
—Gage —digo, antes de que pueda salir—. No es necesario que me
acompañes o me lleves en brazos. Estoy bien. Por favor. Por favor, quédate
aquí. —Siento que si me toca de nuevo, podría destrozarme.
Me obedece, infelizmente.
—Buenas noches, Gage.
—Buenas noches, Luna. Te sentirás mejor. Te lo prometo.
115
Puedo sentirlo observándome mientras me dirijo hacia adentro. No me
molesto en mirar atrás.
De alguna manera subo las escaleras. Dejo que mi vestido arruinado
caiga al suelo y me arrastro hasta mi cama, tirando de las mantas sobre mi
cabeza.
Santo cielo. Qué manera de arruinar una noche, Luna.
Es bueno. Es mejor así. Ahora nunca querrá tener nada que ver contigo.
El sueño se me echa encima. El oscuro olvido del mismo nunca se ha
sentido tan bien.
N
o puedo manejar esto.
No me reconozco.
Maldito todo al infierno.
¿He dejado yo un rastro de restos y tristeza?
No. Puedo decir honestamente que me he esforzado mucho para no 116
hacerlo. Me he acostado con muchas mujeres. Y siempre me aseguré de que
cada una de ellas supiera exactamente en qué se estaba metiendo. Me
aseguré de que se rieran y entendieran que se trataba de sexo y sólo sexo.
El consentimiento nunca ha sido un problema y me aseguré de ello.
Normalmente son ellas las que me persiguen y yo él que me dejo llevar. Su
enfado era por querer más de lo que yo les daba. Nunca en mi vida he tenido
sexo sin condón. Y eran condones que yo proporcionaba, por si alguna de
ellas tenía alguna idea extraña.
Quiero arreglarla. Quiero hacer que todo esté bien de nuevo. Quiero
curarla y mostrarle lo hermosa que es. Quiero hacerla sentir bien y entera y
completamente viva. Quiero mostrarle que, aunque todos tenemos cosas que
nos han sucedido que nos cambian y nos cortan, no significa que no podamos
ser felices de todos modos.
Eso es lo que voy a hacer.
Empezando ahora, voy a tomar todo lo que he hecho, y todo lo que los
demás han hecho, y compensarla.
Luna no es la única que se arrepiente.
La vida es un desastre. Y dolorosa. A veces duele. Es difícil no sentirse
abrumado.
Se las arregló cerrando una parte de sí misma, por una buena razón.
Yo me las he arreglado con mis propios demonios pasando frío. Duro.
Comportándome como un imbécil muchas veces, lo sé. Soy consciente de
que lo hago como lo hago. Pero la cosa es que no soy realmente un imbécil.
En el fondo hay tantas cosas buenas como las que tenían mis padres, se
aseguraron de ello.
Enterré las cosas buenas durante mucho tiempo. Estaba enfadado
conmigo mismo por sentir demasiado. Quería aplastar mis emociones de
cualquier manera.
No quiero hacer eso nunca más.
Ya he terminado. Así de simple.
Todo lo que se necesitó fue una mirada, su rostro perfecto, un despido,
un vestido amarillo, un vestido blanco, un baile, un momento encerrados
que fue lo más hermoso que me ha pasado, y una confesión dolorosa.
Ahora sé por qué está asustada.
He conocido a mucha gente como él, por supuesto que sí. Fui parte de
esa escena, hasta cierto punto.
Pero yo no soy él. No me parezco en nada a él y nunca lo fui.
Ahora todo lo que tengo que hacer es convencerla de eso. 117
Todos los años duros, sin corazón, sin que nada me importe una mierda
me han llevado aquí. A un lugar donde entiendo cuánto me he estado
perdiendo.
Toda mi energía furiosa y mal dirigida ha convergido en una bola de
fuego al rojo vivo de la obsesión que se ha alojado justo en medio de mi
pecho. Voy a curarla y darle todo lo que siempre ha soñado. Voy a
reemplazar un error inocente y todas sus dolorosas consecuencias con toda
una vida de buenos recuerdos.
¿Estoy enamorado de ella?
¿Puede una persona saberlo con seguridad, tan rápido, tan de repente?
Tanto como una persona puede saberlo.
Sí, lo sé. La amo, carajo.
Estoy completa y absolutamente enamorado de ella.
Tengo ganas de llorar, carajo. Y reír. Tengo ganas de emborracharme y
aullarle a la luna. Tengo ganas de entrar en su apartamento y arrastrarme
a la cama con ella, envolviéndome en ese dulce cuerpo y alma y abrazarla.
Asegurarme de que esté lo suficientemente caliente. Asegurarme de que ya
no esté asustada. Hacerla sonreír y reír como si nunca se hubiera reído.
Es un cambio gigantesco. Como si el mundo se estuviera inclinando
fuera de su eje. Mi vida ha tomado de repente un nuevo significado. Ya no
se trata de lo que quiero. Se trata de lo que la hará lo suficientemente feliz
como para dejarme entrar. Su sonrisa es más importante para mí que la mía
propia.
Demonios.
Esto es intenso.
Hago que mi chófer se detenga. Salgo y camino un rato. Pienso en lo
que voy a hacer. Empiezo a trazar un plan. Necesito mantenerme ocupado
o no duraré dos días enteros sin correr y golpear su puerta.
Las mujeres me miran mientras camino por la costa, como siempre
hacen.
¡Váyanse a la mierda! Tengo ganas de gritar. Soy suyo. Finalmente la
encontré. ¡Existe! Es perfecta y es real. Todo en mí le pertenece a ella y sólo
a ella.
¿Debería ir a verla ahora?
No. Le daré el fin de semana para que se despida de Josie y duerma
con la liberación de una confesión dolorosa de hace mucho tiempo. Mi
madre solía ir a terapia. Siempre solía irse a la cama después de una sesión
118
y dormir durante varias horas. Ahora mismo estoy en el proceso de
encontrar a alguien para que vea a Caleb. Sé lo suficiente de psicología para
entender que Luna probablemente va a lidiar con emociones muy fuertes
este fin de semana. Es bueno que esté con Josie. Josie lo sabe. Josie
suavizará el dolor con su amabilidad y la reconfortante profundidad de su
larga amistad.
Pero el lunes por la mañana, cariño, eres toda mía.
Así que vuelvo a la suite de mi hotel.
Paso las siguientes cincuenta y cuatro horas, dieciocho minutos y doce
segundos investigando, haciendo llamadas telefónicas, cayendo en agujeros
negros de sueño que ella persigue con sus suspiros y su suavidad. La anhelo
como un hombre poseído. La amo tanto que siento que su recuerdo y la
promesa de volver a verla están reorganizando la alquimia de mi alma.
Casi me derrumbo cien veces.
Decido enviarle flores. No le importará eso, ¿verdad?
Lo hago. Envío cuatro docenas de rosas y algunas otras cosas que
podrían gustarle. Intento no pasarme de la raya. No quiero agobiarla pero si
no hago algo que la toque, voy a perder la maldita cabeza.
Me ejercito en el gimnasio privado por un tiempo. Doy unas cuantas
vueltas en la piscina. Pido servicio de habitaciones y me emborracho y, por
primera vez, lloro por la muerte de mis padres. Ahora lo entiendo, les digo.
Lo entiendo todo. Lo encontré. La encontré.
Cuando me despierto, me siento mejor. Como le prometí a Luna que
haría, me siento más ligero. Los bordes oscuros y retorcidos de mí están
coloreados con una intención singular. Ella. Voy a reemplazar su miedo por
la belleza. Voy a lavar su tristeza con placer. Voy a hacer que se enamore de
mí amándola tanto que no tendrá otra opción.

119
—¿P or qué estás tan callada? —pregunta Josie mientras
la ayudo a empacar sus tres enormes maletas—.
Dijiste que te divertiste anoche, aparte de la
estampida.
—Sí, me divertí.
120
—¿Pasó algo?
—No, en absoluto. —No le he dicho a Josie de qué hablamos Gage y yo.
O... las otras cosas. No quiero preocuparla. Ya tiene suficiente con lo que
lidiar—. Estoy pensando en tomarme unas vacaciones.
—¿Qué clase de vacaciones?
—Nunca he estado en Nueva Orleans. Siempre he querido ir allí. Todos
estos años he vivido en Florida, que ni siquiera está tan lejos, y nunca he
estado allí. No parece... correcto. —Las palabras que había usado él. Ahora
eso no parece correcto.
—Deberías tomarte un par de días libres e ir allí.
—Sí. Creo que lo haré. El lunes.
—¿El lunes? —Me estudia durante unos segundos—. Luna, ¿pasó algo
entre tú y Gage anoche?
—No. Te lo dije, conocimos a la banda y bailamos un poco y luego pasó
lo de la multitud y luego... una vez que pudimos salir nos sentamos en la
playa un rato y hablamos y luego volví a casa.
—¿De qué hablaron?
Casi lo desestimo, pero mis dudas me delatan. Ella sabe que algo pasa,
así que se lo digo.
—Bebí más de lo que quería y él estaba haciendo muchas preguntas. Y
de alguna manera me hizo hablar sobre... lo que me pasó. Le conté todo.
Estoy tan avergonzada. —Ni siquiera hay advertencia: Me echo a llorar.
Josie se acerca y me da un abrazo. Uno largo. Uno que no hace
preguntas ni juzga.
—Está bien, Loon. Todo está bien. Si te hizo hablar de eso, debió ser
muy amable. Debió haberte hecho sentir que podías confiar en él.
¿Lo hizo? Tal vez sí.
—Estoy segura de que ahora querrá mantener las distancias.
Me sostiene los hombros, tirando hacia atrás.
—¿Por qué dices eso?
—Porque sí. Estoy dañada.
—Jesús, Luna, ¿podrías dejar de decir “dañada”? Realmente necesitas
cambiar tu narrativa. No hay nada dañado en ti. Eres amable e inteligente
y exitosa y hermosa. Así que tuviste una mala experiencia una vez, ¿quién
no? Mírame. 121
—Pero no fue una mala experiencia.
—No, fue una experiencia excepcionalmente buena. Lo que empeora
todo el asunto, porque nunca lo volveré a tener. ¿Y ahora quién me va a
querer? Con dos niños locos metidos en el trato. Porque ya puedo decir que
van a ser una locura. —Pone su mano sobre su estómago—. Van a ser
jugadores de fútbol o acróbatas.
—Muchos chicos te querrán, Josie. Eres hermosa.
—Y tú eres hermosa. Por dentro y por fuera. Si Gage McCabe se asusta
por lo que le dijiste anoche, no es un hombre que querrías de todas formas.
—Nunca antes lo había pensado de esa manera.
Me da una caja de pañuelos.
—Bueno, es hora de que lo hagas. Ya es hora de que lo hagas. Es hora
de que vuelvas a subirte a ese caballo, chica. O subirte al caballo para
empezar, más exactamente.
Respiro profundamente.
—Lo sé. Tienes razón.
—Por supuesto que tengo razón —dice suavemente—. Esto es bueno.
Ahora finalmente puedes empezar a seguir adelante.
Tomo un pañuelo de papel y me seco la cara.
—He llorado más en el último día que en los últimos cinco años.
—Bienvenida al club.
Hay un fuerte golpeteo en la puerta de abajo.
—¡Luna! —grita Rico—. Hay una entrega aquí para ti.
—¿Entrega? —Camino hacia la puerta—. Iré a ver qué es.
Bajo las escaleras y abro la puerta del restaurante. Hay un repartidor
allí con... un montón de flores. Y paquetes.
—¿Qué es esto?
—¿Eres Luna LaRoux?
—Sí.
—¿Dónde quieres estas cosas?
—¿Qué es? ¿De quién es?
—No lo pone. ¿Lo quieres arriba?
—Uh... sí. Está bien.
Recojo uno de los enormes ramilletes mientras el hombre lleva varias
cajas, envueltas en papel marrón, y un gran sobre. Tiene que hacer varios 122
viajes.
Cierro la puerta tras él.
Josie toca una rosa roja perfecta y la huele.
—Vaya. Son preciosas.
Hay una tarjeta adjunta a uno de los ramos. La lee en voz alta.
—Luna, aquí tienes algunas de las cosas que necesitarás cuando
empecemos con las mejoras. También hay algo para Josie. Espero que
tengan un buen fin de semana. Nos vemos el lunes. ~G. —Josie busca entre
los paquetes—. ¿Yo también tengo uno? —Encuentra el paquete con su
nombre y abre el envoltorio—. Es un nuevo iPad —jadea—. Es el modelo
más nuevo.
Una carta cae de la caja. Josie la abre y comienza a leérmela.
—Josie. Esto es para ti, para que tú y Luna puedan mantenerse en
contacto. La contraseña es 1234 hasta que la cambies. El dispositivo ha sido
cargado con algunas aplicaciones adicionales que pueden ser útiles. Espero
que me perdones: le pregunté a Luna y le saqué una respuesta. Y espero
que me perdone a mí también por tomarme la libertad, pero pensé que te
gustaría saber que hubo seis hombres diferentes con el nombre de Noah que
usaron tarjetas bancarias de California en Key West entre el 1 de abril y el
30 de junio. Sus fotografías y detalles están incluidos en el archivo llamado
NOAH. Si prefieres borrarlo sin abrir, no hay más copias. Por favor, házmelo
saber si puedo ser de ayuda. Nos vemos pronto, espero, y todo lo mejor con
su nueva familia. Gage. —Josie sigue mirando la tarjeta—. ¿Te preguntó
sobre ello?
—Sí. Siento habérselo dicho, cariño.
—Me alegro de que se lo hayas dicho, Luna. No puedo creer que haya
buscado.
Con cuidado, le pregunto.
—¿Quieres ver el archivo?
—¡Claro que sí! —Me toma del brazo y vamos juntas a sentarnos en el
sofá junto a la ventana.
Pone la clave de acceso y ahí está. El archivo titulado NOAH.
Josie respira profundamente.
—Voy a mirar ahora, Luna. ¿Estás lista?
Me río.
—Más lista que nunca. —Enlazo mi brazo con el suyo. 123
Ella abre el archivo. La primera foto que aparece es de un hombre de
pelo oscuro, probablemente de unos 60 años.
—Bueno, ese no es él. —Josie se desplaza al siguiente—. Este tampoco
es él.
—Sigue adelante.
Se desplaza más allá del tercero. Y el cuarto. Hasta el quinto. Y ahí
está. Pelo rubio. Ojos verdes. Cara bonita y bronceada.
—Luna. Es él. —Josie lee la información que figura en su licencia de
conducir—. Noah Alexander Walker. Ocupación: arquitecto. Dirección: 4912
Oceanview Lane, Big Sur, California.
Sigo leyendo.
—Es soltero, conduce un Jeep Cherokee y tiene un perro llamado
Whiskey. ¿Cómo se enteraría Gage de todo eso?
—Dios. Luna. ¿Crees que debería contactarlo?
—Creo que deberías hacer lo que te parezca bien, cariño.
Me aprieta la mano.
—Al menos no está casado, según esto.
—¿Qué vas a hacer?
—Su número de teléfono está listado aquí. Y su dirección de correo
electrónico.
—Piensa en ello. Deja que se asiente. Si se siente bien, puedes
contactarlo cuando estés lista.
—Necesito averiguar qué decir. No quiero que se sienta obligado ni
nada. Es muy importante saber que estás a punto de convertirte en padre
de gemelos, ¿verdad? No quiero que sienta que le estoy pidiendo que haga
algo, o que nos dé algo. No lo necesito.
—No. Sólo quieres hacérselo saber. En caso de que quiera… —Casi digo
hacerse cargo, pero me detengo—. Ser parte de sus vidas, si eso es lo que
quieres. Eso es lo que tienes que pensar, Josie. ¿Quieres que sea parte de
sus vidas?
—Creo que debería tener esa opción. Es su padre.
—Sí. Lo es.
Josie mira fijamente la foto de Noah durante lo que podría ser un
minuto completo. Ella hace zoom.
—Es tan hermoso —susurra—. Me pregunto si se parecerán a él.
—Probablemente un poco.
124
Estamos riendo y llorando al mismo tiempo.
—Luna, quiero llamarlo ahora.
—¿Ahora?
—Sí. No quiero preguntarme o pensarlo demasiado. Sólo quiero
hacérselo saber y así podrá reaccionar como quiera que vaya a reaccionar.
—¿Estás segura?
—Sí. ¿Qué hora es en California en este momento?
—Son las 13:28 aquí. Así que deben ser las 10:28 de la mañana.
—Es sábado. Es un buen momento.
—Bien. Vaya. Josie, ¿quieres... quieres un poco de privacidad? Puedo
esperar en mi habitación un rato.
—No. Voy a llamarlo y ponerlo en el altavoz. Te necesito aquí, Luna.
—Bien. Por supuesto. Si eso es lo que quieres.
Josie coge su teléfono.
—Mi corazón está latiendo tan rápido ahora mismo —susurro.
—El mío también. Los bebés se están volviendo locos ahí dentro. —Saca
el teclado de su teléfono. Respira profundamente—. Ahí va nada. —Teclea el
número de Noah.
Responde al tercer tono.
—¿Hola?
—¿Noah? Hola, soy Josie Farrell. Nos conocimos una noche en Key
West hace unos seis meses.
Silencio.
—Oh. Sí. Hola. —No parece enfadado, ni asustado, ni pillado con la
guardia baja. Suena algo... neutral. Algo agradable.
—Lamento llamarte así de la nada —dice Josie—, pero quería ponerme
en contacto. Te busqué, espero que no te importe. Porque, bueno, no hay
una forma fácil de decir esto pero quería hacértelo saber y empezaré
diciéndote que no estoy pidiendo nada, para nada. No necesito nada. Pero
después de que pasamos esa noche juntos, que fue realmente una noche
hermosa, por cierto, sólo digo… —Josie vacila un poco así que aprieto su
mano y continúa—: Me enteré unas semanas después de que... bueno, estoy
embarazada. De gemelos.
Un silencio impactante.
—¿Qué?
125
—Sí. Y... quiero decir, no he estado con nadie más en alrededor de un
año así que... lo siento, sé que esto es muy inesperado. También lo fue para
mí. Y como dije, no estoy pidiendo nada. Sólo quería hacértelo saber porque
me pareció que era lo correcto. Y... bueno, ahora tienes mi número en tu
teléfono así que si alguna vez quieres llamarme o averiguar algo o…
—¿Cuándo sales de cuentas?
Josie parece un poco sorprendida de que pregunte esto, o de que no
haya colgado todavía.
—Oh. En febrero. Son niños. Chicos gemelos.
Otro largo silencio.
—Vaya —dice.
—Sí. —Josie está de acuerdo.
—¿Estás bien? —pregunta Noah y... demonios, aquí voy de nuevo. Las
lágrimas corren por mi cara. A él le importa. Totalmente le importa.
Josie no responde de inmediato. No está llorando. Parece de repente...
más fuerte.
—Estoy bien. Una vez que superé la sorpresa, fue más fácil. El médico
dice que estoy sana y que los bebés están creciendo bien. Me voy a Iowa
mañana. Es donde está mi familia.
—Iowa, eh. Mi tío vive en la ciudad de Iowa.
—Oh. No está muy lejos de donde yo estaré.
Hay otro largo silencio antes de que diga:
—¿Josie?
—¿Sí?
—Me alegro mucho de que me hayas llamado.
—¿Lo estás?
—Sí. He pensado mucho en ti.
—¿Lo has hecho?
—Sí.
—Yo también he pensado mucho en ti. —Se ríe un poco. Levanto el
teléfono y quito el altavoz. Se lo pongo en la oreja y ella lo sostiene. Le aprieto
la mano y se lo dejo. Mientras cierro la puerta de mi habitación oigo a Josie
reír, con cuidado. No se está poniendo muy esperanzada, lo cual es bueno,
pero hay esperanza. Mucha esperanza. Y es la cosa más hermosa del
mundo, me doy cuenta: la esperanza.
126
Pienso en mis propias esperanzas.
Parece que no puedo convocar mucha, en absoluto.
La sección de esperanza de mi cerebro se siente nublada y oscura,
ensombrecida por algo más.
Lamento.
Ya no se trata de lo que pasó tanto, sino de estar tan confundida por
ello. Tan incapaz de dejarlo ir. Y sobre todo, ahora mismo, me arrepiento de
haber llorado y haber ido y confesado todo eso a un perfecto desconocido
que sin duda me envió flores por pura lástima, por cometer un error de hace
mucho tiempo y por no ser lo suficientemente fuerte para dejarlo ir.
Aunque es raro lo que sucede en ese momento exacto: lo dejo pasar.
De repente, sucede, así de simple.
Me perdono a mí misma.
Tal vez sí necesitaba sacarlo de mi sistema, como él dijo.
Una vez que está suelto, puedes empezar a curarte.
Tal vez Gage tenía razón.
Levanto mi teléfono y busco el horario del autobús de Greyhound a
Nueva Orleans el lunes por la mañana.
No es que no quiera enfrentarme a él.
Es más que no quiero volver a verlo en absoluto.
Porque una vez que pude ver bajo su engreída arrogancia, la parte de
él que se preocupaba lo suficiente como para abrirme de par en par,
mientras que al mismo tiempo me alisaba el pelo, me secaba las lágrimas,
me ponía su chaqueta, me cargaba y me alimentaba... sin mencionar que me
daba el más escandaloso orgasmo estelar, el primero, que no sólo fue hermoso
sino que me cambió la vida... éste es un territorio peligroso.
Podría enamorarme de Gage McCabe.
Tal vez ya lo he hecho.
Lo has hecho. Lo has hecho totalmente.
Maldita sea.
Puedo perdonarme una vez, pero no dos.
¿Y si te prometo que nunca te haré daño?
Terminarías rompiendo tu promesa.
El autobús de las siete de la mañana a Nueva Orleans del lunes está
lleno. Hay otro que sale a las nueve y media. Pago el billete y me reservo un
hotel barato. Encontraré un trabajo y una habitación en algún lugar. Pasaré 127
desapercibida durante un mes y veré cómo me siento al final. Tal vez quiera
comprarme mi parte también, lo que sea que valga mi parte.
Le dejaré una nota. Le daré el reinado completo, que ya tiene de todos
modos, se aseguró de eso. Así que, déjale que se ocupe de ello. Las listas del
personal ya están en su sitio, el lugar funciona como un reloj la mayoría de
los días. No hay duda de que tiene sus propios grandes planes para las
renovaciones. Obviamente puede manejarlo.
Duermo un rato. Profundamente. Sin sueños.
Josie y Noah hablan durante horas. Después, se sienta en mi cama y
me cuenta todo. Quiere volver a verla. Vendrá a Iowa y verán cómo va a
partir de ahí. Habló de tal vez llevarla a ella y a los bebés al Big Sur, donde
tiene una casa que diseñó, con vistas al océano. No se va a hacer ilusiones,
pero se ha quitado un peso de encima. Ya no se siente tan sola.
—Luna —dice—. Por favor, dale las gracias a Gage. Muchas gracias.
Estoy tan agradecida de que haya buscado a Noah.
—Por supuesto que lo haré. —No le digo que me voy a Nueva Orleans
antes de verlo, pero me aseguraré de incluirlo en la nota.
Al día siguiente la limusina nos recoge, justo a tiempo, y voy con Josie
al aeropuerto. Nos abrazamos mucho y prometemos hacer Facetime sin
parar y ella sube a su vuelo y eso es todo.
Un nuevo capítulo.
Yo, contra el mundo.
La limusina me deja en el bar y me pongo mi traje de yoga pero nunca
llego a mi clase.
Hago la maleta. Conseguiré un Uber temprano, decido. Reservo uno.
Es poco probable que aparezca antes de las nueve, si es que aparece. Tal
vez envíe a un contratista o a un director de proyecto en algún momento de
la semana. En realidad no hablamos de eso. Lo que sea. Si ha tenido
cuarenta negocios, puede averiguarlo.
Dios, estoy tan cansada.
Me arrastro hasta la cama. Desde aquí, puedo ver el agua.
Echaré de menos este lugar.
Pero es mejor así.
Miro fijamente la vista, donde la luna refleja su luz en una línea
brillante que se extiende hasta el horizonte.
Entonces veo dos estrellas, muy juntas. Tal vez las mismas. Y recuerdo
algo que dijo Gage, sobre la forma en que su padre describió a su madre. 128
Nunca puedes conocer realmente a una persona. Sólo puedes intentarlo.
Y esperar lo mejor. Eso es lo que él hizo y ella nunca lo decepcionó. Ni una
sola vez. Siguió sorprendiéndolo cada día.
Dios, debe ser tan romántico y hermoso amar así.
Me regaño a mí misma por pensarlo pero no puedo evitarlo.
Desearía poder amar y ser amada así.
Por él.

—Luna.
Estoy en una playa de arena fina al atardecer. Me está llamando,
caminando hacia mí con su ropa de negocios, cruzando una línea divisoria.
—Luna, cariño. Despierta.
Siento el movimiento, a mi lado. De algo grande. Y pesado.
—Luna. Despierta, cariño. Necesito hablarte de algo.
Mis ojos se abren en un parpadeo. Me asomo a través de un pequeño
agujero en la cueva que he hecho con mi edredón.
—Hola. —Está sonriendo.
Gage está acostado a mi lado con su cabeza en mi otra almohada, de
costado, mirando hacia mí, con los brazos cruzados. Está vestido con
tejanos gastados y una vieja camiseta azul que abraza sus amplios hombros
y sus definidos músculos. A la luz púrpura del amanecer, sus iris son de un
azul verdoso pálido. Contra las sábanas blancas, su piel es oscura. Su
grueso pelo negro se asoma en algunos lugares. No se ha afeitado. Es
jodidamente hermoso. Parece que no ha dormido mucho desde la última vez
que lo vi. Parpadea con sus pestañas hacia mí.
—¿Qué estás haciendo aquí? —susurro.
—No podía esperar más.
—¿Para qué?
129
—Para verte.
—¿Cómo has entrado?
—Ahora tengo una llave, ¿recuerdas?
—Oh.
—Quería asegurarme de que estabas bien y no muy sola. ¿Cómo te fue
con Josie?
Bajo un poco el edredón para poder verlo más claramente.
—Gage, ella llamó a Noah. Una de esas fotos era de él. Se van a
mantener en contacto y tal vez incluso se vuelvan a ver. Estaba tan, tan
feliz. Gracias por hacer eso. Quería que te diera las gracias.
Hay una tierna seriedad en sus ojos cuando dice:
—Ves, algunos tipos si se hacen cargo.
Maldito seas. No me recuerdes que te derramé mis tripas y ahora tienes
aún más poder sobre mí. Esto es exactamente por lo que quería alejarme de
él. Entonces me acuerdo. Mi autobús.
—¿Qué hora es?
—Las seis quince.
—¿Seis quince? Gage, ¿qué estás haciendo aquí? Dentro de mi cama —
señalo.
Ni siquiera una pizca de arrepentimiento.
—No estoy dentro ella, estoy encima de ella.
Fuera de la ventana, el cielo índigo sangra carmesí a lo largo de la línea
oscura del horizonte. Nos miramos el uno al otro en la habitación teñida de
rojo y duele. Su belleza está literalmente haciendo que me duela el corazón.
No es sólo la belleza de su rostro o la perfección masculina de su cuerpo
tonificado y musculoso, es su expresión. Me está mirando casi... con
adoración.
—Necesitaba verte —dice en voz baja.
No lo pregunto de inmediato. Casi puedo decirlo, con sólo mirarlo a los
ojos.
—¿Por qué?
—Necesito contarte algunas cosas.
Suavemente digo:
—¿A las seis y cuarto de la mañana?
—Sí. 130

—Bueno, está bien, entonces. Escuchémoslo.


—Todavía no.
—¿Todavía no?
—No.
—¿Por qué?
—Porque no.
Recuerdo la noche que bailamos.
—Porque no, no es una respuesta. —Ya tenemos chistes internos.
Sonríe perezosamente. Como si tuviera todo el tiempo del mundo.
—¿De verdad quieres oír la razón?
—Bueno, ya que entraste en mi habitación al amanecer para decírmelo,
debe ser importante. Así que, sí.
Mira alrededor de mi habitación.
—Éste es un espacio genial. Me gusta.
—Gracias.
—Luna. —Su expresión es tan esperanzadora y también tan
repentinamente vulnerable que no puedo evitarlo, siento ese brillo en lo
profundo de mi ser, más fuerte esta vez.
Estoy tan enamorada de él.
—Éste ha sido el fin de semana más largo de mi vida —dice en voz baja.
—¿Lo ha sido?
—Sí. Lo ha sido. He estado pensando mucho y quiero decirte algunas
cosas pero no quiero que respondas de inmediato, porque sé lo que vas a
decir y quiero que me des la oportunidad de decir todo lo que voy a decir,
primero, antes de que digas nada. ¿De acuerdo?
—Um...
—Por favor. —Lo está haciendo de nuevo, donde su pavoneo se eleva y
revela el lado más crudo y sensible de su personalidad. No es la primera vez
que lo veo, ni la primera vez que me doy cuenta de que esta parte de él es
sólo para mí.
—Bien. Adelante. Te escucho.
—¿Prometes que no dirás nada hasta que termine de hablar?
—No estoy segura de por qué…
—Sólo di: “Gage, te prometo que no te interrumpiré hasta que hayas 131
dicho lo que tienes que decir”.
Frunzo la cara y me río un poco. Porque esto es una locura.
—¿Ves? —dice—. Lo estás haciendo de nuevo.
—¿Haciendo qué?
—Matándome.
Me siento un poco más elevada y me apoyo en la superficie lisa y
curvada de mi cabecera. Tomo un trago de agua del vaso de mi mesilla de
noche. Mantengo el edredón levantado hasta la clavícula para cubrirme.
Sigo con mis pantalones cortos de yoga y una camiseta ajustada y corta.
Gage se sienta a mi lado. Es difícil procesar la magnitud de lo
exageradamente guapo que es, todo despeinado en su antigua y ajustada
camiseta y sus vaqueros, que le quedan de una manera que debería ser
ilegal. Es grande y sexy y, de repente, tan serio que parece más joven y algo...
dulce. Su escandalosa sensualidad mezclada con este toque de amabilidad
es una combinación letal. Porque no hay manera de que pueda resistirlo por
mucho tiempo.
Quiero besarlo. Quiero subirme a él y besar su hermosa boca.
Pero entonces perderé el bar. Y él habrá ganado.
—Sigo esperando —dice. Vale, no es tan dulce.
Le obedezco porque ahora tengo curiosidad. Quiero escuchar esto.
—Gage, te prometo que no te interrumpiré hasta que hayas dicho lo
que tienes que decir.
—Gracias. De acuerdo. —Se frota la mano contra su mandíbula
cuadrada y rasposa. Entonces su mirada azul agua se encuentra con la mía.
No habla de inmediato y el silencio se siente cargado. Como si estuviera a
punto de cambiar mi vida.
—Tal vez debería esperar hasta más tarde. Déjame llevarte a desayunar
primero.
—Gage. Sólo dímelo ahora.
—No estoy seguro de que estés lista.
—Estoy lista. Sólo dime qué es.
Me estudia y luego, como si decidiera que no estoy lo suficientemente
preparada, dice:
—No.
Le doy una mirada exasperada, y luego pongo los ojos en blanco.
—¿Entras en mi apartamento a las seis y cuarto para despertarme 132
porque esto que tienes que decirme es tan importante que no puede esperar
y ahora ni siquiera vas a decírmelo? Bien, volveré a dormirme hasta que tú…
—Te amo.
Lo miro fijamente en mudo sorpresa. Jadeo ligeramente.
Levanta un dedo, para recordarme mi juramento.
—Sé lo que estás pensando. Que estoy loco. Creo que estoy loco, así
que sólo puedo imaginar cómo te suena. Pero lo hago. Te amo. Sé que te amo
porque siento como si me hubiera alcanzado un maldito rayo justo en el
medio de mi corazón. De hecho, tuve un sueño en el que tú tenías mi
corazón, todo ensangrentado, en tus manos, y querías devolvérmelo, pero
no lo acepté. Todavía lo tienes, así es como se siente. Sé lo jodido que suena
eso, pero es verdad. Nunca me había pasado algo así antes, ni siquiera de
cerca. Y sé lo que vas a decir, que no te conozco lo suficiente como para
amarte. Pero no creo que funcione así todo el tiempo. Creo que puedes
saberlo. Sé que lo sé. Y quiero que me dejes demostrártelo. Quiero pasar
tiempo contigo. Todo mi tiempo. Quiero darte cosas y hacerte feliz,
empezando ahora. No quiero esperar y divertirnos y pretender que no me
vuelvo loco de lujuria y amor. Lo que me doy cuenta es que ya llevo mucho
tiempo esperando y estoy cansado de esperar, como si hubiera estado
buscando pero nunca, nunca lo hubiera encontrado. Hasta ti. Así es como
se siente. Como si finalmente te hubiera encontrado. Así que voy a hacer
todo lo que pueda para impresionarte y ganarte y hacer que te enamores de
mí. Y sé lo que piensas de mí, pero te equivocas. No puedo cambiar lo que
he sido o lo que he hecho en el pasado, pero eso es lo que es: pasado. Una
vida diferente. Una vida que me hizo enfadar y me hacía sentirme salvaje
porque todo el tiempo estaba enfadado porque no era digno de la cosa real.
La cosa a la que todo el mundo aspira y sobre todo yo, aunque nunca me lo
admití. Y no espero que me ames de inmediato. Sé que llevará tiempo. Pero
también sé que puedo convencerte. Y te agradezco, cariño, que fueras
sincera conmigo la otra noche, aunque sé que fue difícil para ti. Pero me
alegro de que me lo dijeras, así puedo entender lo que te hace daño. Así
puedo asegurarme de que ya no te sientes asustada. Porque eso es lo que
voy a hacer. Voy a tratarte como la bella diosa que eres. Tendré cuidado
contigo. Te cuidaré. Empezando ahora mismo. Esperé dos días enteros de
infinitas mil horas para verte de nuevo y no pude esperar ni un minuto más.
Mi corazón está latiendo, no rápido, pero fuertemente, latiendo con...
no sé. Esa esperanza que no pude encontrar antes, tal vez. ¿Esto es real?
No puedo absorber la enormidad de lo que me está confesando.
Antes de que pueda responder o incluso reaccionar, mi teléfono
empieza a tocar una canción. Es la que uso como alarma, una canción lenta 133
y conmovedora sobre “Aprovechar el día” de los Tucker Brothers Band.
Levanto el teléfono y toco la pantalla, que detiene la música, pero vuelve a
sonar con una alerta. Uber. 7:30 a.m.
—¿Uber? —pregunta Gage.
—Sí.
—¿A dónde vas?
—Yo... reservé un billete de autobús.
—¿Adónde?
—Nueva Orleans.
—¿Hoy?
Observo su cara por unos segundos. Me mira fijamente. Asiento,
apenas, y me muerdo el labio.
Me mira hacer esto.
—Si no lo supiera, pensaría que estás huyendo de mí.
No me molesto en negar que eso es exactamente lo que estaba a punto
de hacer.
Gage me toma la mano, que está apoyada en las sábanas a mi lado.
—No soy él, cariño. Tienes que saberlo.
Hace sólo dos días, la mención de él me habría conmovido hasta la
médula. Ahora, ya, se ha convertido en parte de nuestro léxico, algo que
Gage conoce y de lo que hablamos. Es discordante pero también...
terapéutico, extrañamente. Tenerlo ahí fuera, en el aire, en lugar de estar
encerrado, hace que el recuerdo sea mucho menos pesado.
—Lo sé. Tú eres tú. —Casi no lo digo pero pienso en todas las cosas
que acaba de confesar, y ser honesta con él es... la única forma en que puedo
serlo. Así que lo digo en voz baja—. El soltero más codiciado de la brillante
escena de citas de Chicago. —Pero no esperen que se quede hasta la mañana,
señoras. No me molesto en decir la última parte en voz alta, pero él ya lo
sabe.
Sus ojos se estrechan.
—Me has buscado en Google.
—Y me buscaste en Google. —Crecí en una casa donde mi madre
lloraba todo el tiempo y mi padre casi nunca volvía a casa. Le rompió el
corazón, no sólo una vez sino todo el tiempo. Todos lo hicieron. Todos sus
maridos, o al menos la mayoría de ellos—. ¿Alguna vez has sido fiel, Gage?
134
—Nunca he intentado ser fiel. Nunca tuve a nadie a quien serle fiel.
—¿Y si no puedes hacerlo?
Se acerca, trepando sobre mí, agachándose sobre mí como un gran
gato, sosteniendo su peso para simplemente tenerme en mi sitio pero sin
aplastarme. Completamente. El poder de su duro cuerpo es vertiginoso.
—¿Y si tú no puedes hacerlo? —pregunta—. ¿Y si nunca lo intentamos
y nunca lo sabemos? La cosa es, Luna, que nunca le he prometido nada a
nadie. Nunca. Así que nunca he tenido una promesa que romper. Hasta
ahora. Y te prometo esto, dulce niña: No te haré daño. No quiero a nadie
más. He esperado toda mi vida a que entres y me mates con una sola mirada.
Fui demasiado cínico para creer que lo harías, durante mucho tiempo. Pero
ahora que lo has hecho, me temo que estás atrapada conmigo, cariño.
Adelante, intenta huir de mí. Te perseguiré. Tendré que probarme a mí
mismo ante ti, lo sé. Y lo haré. Te convenceré, cariño, beso por beso. Me
pregunto por dónde debo empezar. —Lo dice con picardía. Un detalle de él
que nunca está lejos de la superficie. Sus ojos son sorprendentemente
brillantes. Su pelo es salvaje, su boca suntuosa más allá de la tentación.
Se inclina más cerca. Pero recuerdo, de nuevo. La apuesta.
Pongo mi mano en su pecho para detenerlo.
—No te voy a besar, Gage. No puedo hacerlo. —Porque si lo hago, nunca
podré parar.
Me lanza una mirada. Luego se da cuenta.
—¿Abriste el sobre que te envié?
—No. Josie abrió el suyo pero yo…
Se baja de mí con la facilidad de un atleta y me levanta en sus brazos
como si no pesara más que una niña. Me lleva a la sala de estar.
—Gage…
—Te llevaré a Nueva Orleans este fin de semana. Tengo un hotel en el
Barrio Francés.
—¿Lo tienes?
—Sí. Tomaremos mi jet. Reservaré una cena en un barco del Misisipi y
escucharemos música en vivo. Mi club de jazz favorito está abierto toda la
noche. Pero primero, tienes que abrir estos regalos.
Me pone en el sofá, todavía envuelta en mi edredón. Todo el
apartamento está impregnado del embriagador perfume de los ramos de
rosas enormes. Sus flores son las más grandes que he visto. Gage recoge los
paquetes envueltos y el gran sobre y los pone en la mesa de café. Luego se
sienta a mi lado, con los brazos cruzados sobre su pecho musculoso y el
135
ceño fruncido en su cara.
—Empieza con ése. Y sin discutir. Éstas son las cosas que
necesitaremos para las renovaciones. Te necesito tan involucrada como sea
posible. El equipo adecuado es crucial.
—Sí, jefe.
Otro lujurioso resplandor turquesa.
—Te daré órdenes, cariño. Ni siquiera me hagas empezar.
Siento que el calor sube a mi cara pero... no puedo evitarlo. Quiero
empujarlo, porque sé por qué es tan gruñón. Es grande y macho y guapo...
y muy, muy duro. La cresta dentro de sus vaqueros es tan enorme que parece
que alguien metió una salchicha gigante ahí abajo.
Vaya.
Es intimidante, pero al mismo tiempo... quiero provocarle. Hay algo
poderoso y divertido en tenerlo completamente a mi merced. Porque no le
tengo miedo. Le creo. Creo en todas las cosas que me dijo. Mi pregunta sale
a relucir.
—¿Cómo?
Se ladea la cabeza, desafiándome con sus ojos azules como el demonio.
—Quieres saber cómo. —Sus músculos están apretados y parece casi
peligroso. En el buen sentido.
Me encojo de hombros, con algo de timidez. Lo cual no es propio de mí
en absoluto. Pero... lo amo. Y lo quiero. Es tan malditamente sexy. Ya no me
importa la apuesta. ¿No dijo algo de que era unilateral?
Su voz tiene un borde raspado.
—Bueno, empezaré con tu pequeña boca atrevida. Te besaré y te
devoraré hasta que estés caliente y muy mojada. Te quitaré toda la ropa y te
morderé los pequeños pezones maduros hasta que chilles. Pero no cederé.
Te sujetaré y te torturaré, chupándote, tomándome mi tiempo, hasta que
casi te corras. Entonces, y aquí es donde seré absolutamente implacable,
besaré todo hasta tu dulce coño, comiéndote con mi boca codiciosa hasta
que te corras con mi lengua dentro de ti. Soy jodidamente voraz, nena. Y
con cada pico de tu orgasmo, tocaré tu clítoris para hacer que el placer dure
más, así que te correrás aún más fuerte. Te mojaré bien y estarás lista para
que te folle con mi gran polla dura. En todas las posiciones. Hasta que no
haya una parte de ti que no haya probado y poseído tanto como quiera.
Gage se enfrenta a mi conmoción con una sonrisa de satisfacción, como
un lobo. Luego se inclina más cerca, murmurando en mi oído.
136
—Te gusta mi sucia boca, ¿verdad, nena? —Me pellizca el lóbulo de la
oreja—. Amas lo duro que estoy por ti. Quieres tocar mi gran polla y sentir
lo caliente y duro que estoy por ti, puedo verlo. Apuesto a que ya estás
mojada por mí. Apuesto a que si deslizo mis dedos dentro de tus bragas
ahora mismo, estarías toda suave, húmeda y jugosa como la fruta más dulce
del mundo, ¿no es así? Sólo estás deseando que te coma bien y haga que te
corras, ¿no es así, Luna?
Dios.
Sí.
—Y voy a averiguar muy pronto lo mojada que estás por mí. Pero
primero vas a abrir esto.
Me lleva un segundo recuperar la compostura. Estoy mojada. Muy
mojada. Mis bragas y mis pantalones cortos ajustados se están pegando a
mí. Y mi corazón está latiendo rápido.
Relajado y engreído como el infierno, me entrega el paquete envuelto.
No del todo recuperada, arranco el papel. Es un nuevo MacBook Pro,
un iPhone y un iPad, todos los modelos más nuevos.
—Gage. Esto es demasiado. —Es cierto que mi viejo iPhone 6 no tiene
suficiente almacenamiento para descargar nuevas aplicaciones, o incluso
tomar más fotos. No he tenido la oportunidad de comprar más
almacenamiento en la nube.
—Necesitarás mantenerte en contacto con Josie de forma más fiable y
también comunicarte con los contratistas, constructores y diseñadores.
Estos dispositivos están completamente cargados con todo el software que
necesitarás, incluyendo los programas de arquitectura y diseño, para que
puedas trabajar con ellos para crear el aspecto exacto que quieres. Los
equipos llegan a las diez de la mañana del jueves. Algunos de ellos están
volando desde todo el país.
—¿Equipos?
—Sí. Ahora abre el sobre.
Lo hago, y saco un montón de papeles.
—¿Qué es esto?
—Hablé con el gerente del banco ayer. En realidad, es el director
general.
—¿En domingo?
—Sí. —Es Gage McCabe, me recuerdo. Un prodigio de la inversión y un
genio de la creación de dinero. Por supuesto que hablarán con él un
137
domingo—. Por cierto, vamos a cambiar el nombre. —Su arrogancia ha
vuelto, con toda su fuerza.
—¿Lo cambiaste sin siquiera preguntarme? ¿Por qué harías eso? —
¡Maldito sea él y su 51%!— ¿A qué lo cambiaste?
—Luna’s.
No sé si estar furiosa o absolutamente conmovida.
—¿Luna’s?
—Sí. Léelo en voz alta.
Sin perdonarle del todo, empiezo a leer.
—Este título confirma que Luna C. LaRoux es la propietaria y
accionista legítima del 99% de Luna’s, antes llamado Sea Breeze, incluyendo
propiedades, edificios, dependencias, instalaciones y bienes muebles, con
un 1% retenido por Gage McCabe de McCabe Enterprises… —Dejo de leer—
. Gage. Yo no...
—Retuve el uno por ciento para poder invertir en el negocio sin tener
que regalarlo. Es más fácil.
—Pero... no puedo permitirme pagarte... o asumir una hipoteca tan
grande.
—No hay hipoteca. Lo compré. Es tuyo. Quise decir todo lo que dije,
cariño. Esa apuesta fue una idea terrible, por cierto. Tenía que asegurarme
de que no tuvieras ninguna razón para mantener ninguna distancia de mí
en absoluto.
No puedo creer lo que me está diciendo.
—¿Lo has comprado todo?
—Sí. Por ti. Y hay dos contratos más allí. Lee el siguiente.
Hojeo hasta el siguiente paquete de papeles. Pero está borroso. Mis ojos
están llenos de lágrimas.
—No puedo.
Gage toma los papeles y los pone a un lado. Me levanta sobre su regazo.
Oh, Dios. Su polla es literalmente gigantesca y dura como el granito.
—Te diré lo que dicen, entonces. ¿Conoces el hotel de cuatro estrellas
de al lado, con el muelle de motos de agua?
—Sí.
—Eso también te pertenece. Vamos a convertirlo en un resort de cinco
estrellas, con una piscina infinita, un gran patio y un completo spa. Estará
conectado al restaurante, para que los clientes puedan hacer una escapada 138
de él. Y el yate estará disponible para fiestas y eventos. Un barco con fondo
de cristal llevará a los clientes al yate, que tenemos permiso para amarrar
en la costa. También compré un aparcamiento en el puerto deportivo para
ello.
—¿Lo hiciste?
—Lo hice. Tenía que hacer algo para evitar derribar tu puerta todo el
fin de semana. Así que me mantuve ocupado. El tercer contrato es para el
edificio del otro lado del hotel, el que está solo y tiene su propia pequeña
playa de arena. ¿Conoces ese?
—Me encanta ese edificio. Tiene esas dos palmeras que enmarcan las
ventanas delanteras. Siempre me he preguntado cómo se vería la vista desde
adentro.
—Bueno, estás a punto de averiguarlo. Porque también es tuyo. Tiene
tres pisos, actualmente divididos en seis apartamentos y un patio en la
azotea. Podemos vivir allí, a veces, cuando no estemos viajando y haciendo
todas las otras cosas que quieras hacer.
—¿Vivir juntos? —¿Esto está sucediendo realmente? ¿Es demasiado
rápido?
—Sí. Y no, no es demasiado rápido. Me vas a enfrentar. Vas a dejar que
lo intente y voy a conseguir que te enamores de mí.
¿Lo voy a hacer?
Lo voy a hacer. Voy a dejar que lo haga. Creo que ya podría estar
haciéndolo. Creo que ya lo ha hecho. En ese armario.
—Tendremos un gerente que dirigirá las operaciones diarias de los
negocios. Los contratistas consolidarán la residencia como tú especifiques.
Eso es para lo que sirven las aplicaciones de diseño y arquitectura. Tengo a
uno de los mejores diseñadores de Chicago viniendo a trabajar con nosotros.
Es un amigo mío y es el mejor en el negocio. Y renovaremos este espacio en
un estudio de yoga más grande para ti, si quieres.
—¿Lo haremos?
—Puedes dar clases o simplemente usarlo como un retiro. Lo que
quieras hacer.
Es demasiado. Sus palabras, las bellas y las sucias, y ahora esto.
—¿Por qué hiciste todo esto? —susurro.
—Te dije por qué. Para hacerte feliz.
Me acerco para tocar su cara. Su corta barba es áspera. Dejo que la
punta de mis dedos rocen la línea esculpida de su mandíbula.
139
—¿Te gustan tus regalos? —dice esperanzado. Como si hubiera una
posibilidad de que no lo hiciera. Su arrogancia retrocede y su expresión es
casi aturdida—. Me encanta tu cara. Eres como una pequeña ninfa del
bosque mágico. Y el rizo de tu cabello es tan dulce. Y el color de tus ojos,
cómo cambian dependiendo de lo enojada que estás conmigo. Me encanta
todo. No podría haberte soñado, dulce Luna.
Esto va a requerir un riesgo, por supuesto, el tipo de riesgo que puede
hacer o deshacer una persona. Pero al diablo con eso. ¿Qué no es un riesgo?
Es un riesgo que has estado posponiendo durante cinco putos años por un
error inocente, me doy cuenta en este momento. Es un riesgo al que vas a
agarrar con ambas manos y correr con él.
—Me encantan los regalos, Gage. Claro que me encantan. Gracias.
—Quiero darte todo. Para ti, quiero ser la mejor versión de mí mismo.
—No necesitas ser algo que no eres. Y realmente no necesitabas hacer
todo esto.
—Lo necesitaba.
—Así que supongo que... todas las apuestas se han cancelado.
—Todas las apuestas están muy, muy lejos, pastelito.
Mi teléfono, que está en algún lugar dentro de mi edredón, suena. Lo
saco.
—¿Hola?
—Hola, soy su Uber. Le he enviado cuatro mensajes. Estoy esperando
afuera.
—Oh. Sí, gracias... pero no voy a necesitar ese viaje. Mis planes han
cambiado.
—Bien. Bueno, voy a tener que cobrarle la tarifa de cancelación.
—Oh. Claro. Siento quitarle el tiempo de esa manera…
Gage me quita el teléfono de la mano y termina la llamada.
Su cálida mano se extiende sobre mi nuca, bajo mi pelo, y me besa. Su
boca está hambrienta, atrapando suculentamente a la mía. Su lengua se
hunde en mi boca y un sonido bajo se le escapa, como si estuviera vencido.
—No me tengas miedo nunca. —Su voz ronca es baja y sexy—. Voy a
hacerlo todo y nos vamos a subir a las malditas estrellas y será lo mejor que
nos haya pasado a cualquiera de los dos. No te alejes de mí. Dámelo todo.
—Bien.
Sus ojos son profundos y oscuros con su necesidad.
—Voy a tener que averiguar lo mojada que estás para mí ahora, nena. 140
No puedo soportar más esto, joder.
Me quita el edredón de alrededor y ve que llevo mi ropa de yoga. No hay
mucho, sólo un par de pequeños y ajustados pantalones cortos y un
bralette.
Escucho un suspiro estrangulado que es casi un gemido. Está mirando
mi ropa, o la falta de ella.
Me miro a mí misma.
—¿Qué?
—Llevas tu ropa de yoga.
—Sí. ¿Y?
—Voy a necesitar doce vueltas antes de calmarme, cariño. Estoy tan
caliente por ti, que vas a tener que acostumbrarte a que pierda la maldita
cabeza cada cinco segundos.
Gage me levanta y me lleva a mi cama.
Me acuesta y me besa de nuevo, más profundamente esta vez,
sosteniéndose sobre mí. Hay una mezcla de contradicciones en él. El
fanfarroneo demasiado confiado que se ha vuelto salvaje y casi aturdido por
el deseo. El gran físico de hombros anchos y perfectamente proporcionado
que, a pesar de toda su feroz fuerza, está de alguna manera completamente
a mi merced. Su pelo oscuro con sus efectos dorados por la luz del amanecer
está desordenado por su obsesión. Por mí. Y de repente siento que una
transformación se afianza. El efecto Gage, lo llamo. Confío en él. Y lo quiero
más de lo que nunca he querido nada, más que la seguridad o las garantías.
Estoy desvergonzadamente mojada por él. Mis bragas se sienten
saturadas. Mientras me besa en un frenesí lento y exuberante, chupo su
lengua.
Gime.
—Ya estoy a punto de correrme, nena.
Su mano sostiene mi cara, su pulgar roza mi labio inferior mientras su
lengua se adentra en mí, sondeando y acariciando la mía. Su sabor, como
el de una droga exótica y seductora. Sus besos son lascivos y codiciosos
como el infierno y sé que así es como me hará el amor. Implacablemente,
tomándolo todo. Me besa hasta que estoy hirviendo de calor y débil por la
lujuria. Hasta que le doy absolutamente todo lo que quiere. Se acuesta sobre
mí, dejándome sentir las duras texturas de su deseo, presionando su
asombrosa y rígida erección contra mi cuerpo sonrojado y tembloroso.
Gage me besa en el cuello, mordiendo suavemente, lamiendo con su 141
lengua. Sé que dejará marcas. Es rudo, lo estoy aprendiendo, pero también
tierno. Esas contradicciones otra vez, así que nunca sé muy bien qué
esperar. Me está leyendo. Cada suspiro, cada temblor.
Su pulgar roza mi pezón a través de la delgada película de mi bralette.
Aprieta y tira hasta que gimo. Luego tira bruscamente de la tela hacia arriba,
liberando mis pechos, que se sienten llenos, cálidos y sensibles. Me sube la
tela hasta las muñecas, donde me ata, enganchando la tela apretada a un
detalle curvo de madera de la cabecera de la cama. Mis manos están atadas.
Sus grandes y cálidas manos aprietan y acarician mis pechos, mientras
pasa la tosca superficie de su barba contra mi suave piel.
—Eres tan jodidamente hermosa —murmura.
Su lengua golpea contra la parte inferior de mi pezón, tocándolo
ligeramente, y me inclino hacia él. Su boca hambrienta se suaviza sobre el
pico, chupando fuertemente, mordiendo, girando con su lengua. Se da un
festín con mis pechos, uno y luego otro, como si estuviera bebiendo algún
tipo de sustento espiritual de mi cuerpo. Cada fuerte tirón profundiza el
dulce dolor en mis pezones, disparando un profundo calor a mi interior. Con
cada tirón de su boca, mi clítoris palpita ligeramente. Si sigue haciendo esto,
me correré, simplemente así.
Es impaciente. Se abre camino por mi estómago con lentitud,
lamiéndome y agarrándome con sus fuertes manos. Puedo sentir el calor de
su pesado aliento mientras me besa el estómago. Me hace cosquillas, me
retuerzo y tiemblo. Me sujeta, haciendo exactamente lo que quiere. Su
lengua se sumerge en mi ombligo y me río y me retuerzo en protesta
mientras una nueva ola de humedad cubre mi coño. Puedo sentir su sonrisa
sobre mi piel.
Se abre paso a través del borde superior de mis pantalones cortos,
agarrándolos con los dientes y bajándolos. Mientras hace esto, sus dedos se
deslizan, encontrando la mancha húmeda.
—Maldición, nena, estás muy mojada. Me deseas tanto, ¿verdad, dulce
niña? Quieres que mi gran polla se deslice hasta el interior y te haga correr
duro, sé que lo quieres. Ahora déjame verte. Déjame probar el nirvana antes
de que pierda la jodida cabeza.
Me arranca los pantalones cortos y las bragas, me los quita de las
piernas y los tira a un lado.
—Mierda —gime, cuando ve que estoy completamente desnuda. Decidí
empezar a depilarme hace un tiempo. Hago mucho yoga y me pongo a sudar
y me siento mejor depilada, así que sigo haciéndolo. Me abre las piernas, se
coloca entre ellas, me acaricia y me besa la piel—. Mía. Y ahora voy a
142
comerme este perfecto coño rosa mojado hasta que se me ponga dura.
¿Estás lista para mí?
Oh, Dios. ¿Lo estoy?
—Envuelve tus piernas alrededor de mis hombros. Eso es todo. Ahora
di: “Cómeme, Gage. Haz que me corra, fóllame fuerte con esa gran polla”.
Dilo.
—Por favor, Gage.
Gimoteo mientras la lengua de Gage me baña el coño con caricias
cálidas, húmedas y despiadadas. Me lame el clítoris lentamente,
retorciéndolo con su lengua mientras desliza dos dedos en mí, frotando un
lugar insoportablemente sensible dentro de mí. Sollozo de placer. Es
demasiado bueno. Continúa su lánguido ritmo y me muevo con él,
retorciéndome contra su boca codiciosa. Me come, lamiendo y chupando con
hambre. Es sucio. Y también tan bueno en esto. Sus dedos acarician mi
suavidad interior mientras su boca se cierra sobre mi clítoris. Me retuerzo
porque el placer es una locura. Se queda conmigo y gimo su nombre
mientras chupa mi tenso capullo, usando su lengua y su boca y sus dedos
implacablemente hasta que el éxtasis sube a un oleaje acelerado que es más
de lo que puedo manejar. Arqueada contra su boca, grito. Él alimenta el
placer, chupando más fuerte y frotando más rápido mientras mis músculos
internos se aprietan en explosiones voluptuosas que aprietan y saturan sus
dedos pegajosos.
La boca de Gage suaviza su ritmo pero sigue comiéndome, como si
fuera un adicto. Como si nunca fuera a tener suficiente. No puedo moverme.
Estoy aturdida por una euforia física que es como droga. Es alucinante lo
escandalosamente íntimo que es esto. Su boca y su lengua exploran y
chupan, su áspera barba aumenta el placer-dolor mientras que suavemente
crea otra ola de felicidad. Y otra.
El tiempo toma una sensación de otro mundo. Pierdo la cuenta de los
orgasmos. Seis, tal vez.
Luego sube por mi cuerpo, pasando su antebrazo por su boca mojada
lascivamente, quitándose la camisa, lo que despeina aún más su cabello.
Vaya. Su poderoso pecho está lleno de pelo oscuro. Extiendo la mano para
tocar con los dedos su paquete de ocho, fascinada por la suave y acolchada
perfección de sus músculos. Su piel color oliva se ve oscura a la luz de la
mañana. Se sienta a horcajadas en mí, sosteniéndome. Me suelta las manos,
desatándome.
Un entendimiento brilla en las pálidas inflexiones de sus ojos. Son ojos
extraordinarios. De bordes oscuros y brillantes.
143
Está comprobando, me doy cuenta. Asegurándose de que no tengo
miedo.
Nunca te haré daño.
Sé que no me hará daño. Casi quiero que me haga daño, porque el dolor
que da Gage se trata de un placer intenso e impresionante.
Me quedo acostada en silencio, mi coño aun revoloteando con ondas de
placer persistente.
—¿Estás lista para más, nena?
Tendré cuidado contigo. Quiero hacerte feliz.
—Estoy lista para todo.
Algo salvaje e inquieto está ocurriendo entre nosotros. Lujuria salvaje
con un borde más profundo.
Lo amo. Y él me ama a mí.
Es tan improbable, tan repentino.
Tan real.
Quiero seguirlo, y ver a dónde conduce. Quiero que me infunda su
gloria.
Cuando se acerca, mis manos se deslizan por la nuca. Dentro de ese
grueso cabello negro. Lo tiro hacia mí para que su cara esté cerca de la mía.
—Te deseo tanto —murmura, mirándome a los ojos.
Alcanzándolo, beso su boca en un reclamo seductor. Me acerco más y
nuestros cuerpos se encuentran en tentadora armonía. Rígida, la dureza
inflexible sobre la flexibilidad, invitando a la suavidad.
Gage soporta su peso mientras se desabrocha los vaqueros. Mete la
mano en su bolsillo y saca un paquete de condones.
—Tomo la píldora —digo—, pero póntelo si quieres.
Su mirada está buscando.
—No cometes ese error dos veces —susurro. Qué poderoso es hablar,
incluso en susurros, sobre lo que ahora se siente como una vida
completamente diferente.
—Nunca lo he hecho sin enfundar el arma. —Considera esto por un
milisegundo. Luego se quita los vaqueros—. Pero diablos, sí, nena, si me
tomarás a pelo entonces eso es lo que vas a conseguir. Te voy a llenar con
mi semilla caliente hasta que estés nadando en ella.
Jadeo, cuando veo por primera vez su... Jesús. Su polla es jodidamente
colosal. Larga y gruesa, asombrosamente dura, oscura y tensa contra la
línea de su pelo, hasta su estómago, con un poco de humedad en la punta. 144
Se ve caliente con crestas de venas lisas. No sólo está ridículamente bien
dotado, sino que también está muy, muy excitado.
Me pongo la mano en la boca y no puedo evitar que se me escape una
carcajada mientras mi cabeza cae sobre la almohada.
Pone su gran y juguetón cuerpo caliente sobre el mío.
—No estoy seguro de qué decir cuando tu primera reacción es la risa.
Esto me hace reír aún más.
—Es enorme.
La sonrisa de Gage se calienta mientras agarra su enorme polla en su
puño.
—Sí —murmura oscuramente—. Y quiere follarse ese perfecto coño
jugoso hasta que me saques la esperma en chorros calientes.
Oh, Dios.
Toca mi coño con la cabeza de su polla aún en movimiento. Frota la
cálida y ancha corona con su gota de humedad sobre mi clítoris, que está
tan sensible debido a los seis orgasmos que ya me ha dado, que siento que
el placer se precipita de nuevo. Lo que estoy aprendiendo es que Gage
McCabe tiene un talento excepcional. Y que sus dotes para morir son
exactamente eso. Es una varita mágica gruesa y caliente y sabe exactamente
cómo usarla. Hace girar la cabeza contra mi nubosidad hipersensible,
provocando el placer más alto. Cuando siente que empieza el latido de mi
orgasmo, mete la cabeza de su polla dentro de mí. Estoy demasiado
apretada, pero tan resbaladiza de su boca y de mi propia miel, que se desliza
más dentro de mí. Utiliza la humedad para forzar su camino más profundo.
Y más profundo. Es demasiado. La quemazón de su enorme polla
deslizándose densamente dentro de mí me empuja sobre otro precipicio de
placer insoportable. Mi coño se aprieta fuertemente alrededor de su bulto a
un ritmo furtivo.
Gage gime de manera agonizante.
—Diablos, no puedo contener esto. Luna. Luna. Eres el cielo en la tierra.
Oh, mierda.
Gage se corre con fuerza, su aliento silba entre sus dientes apretados
mientras su polla se sacude violentamente dentro de mí, inundándome de
calor y provocando que otra oleada placer se estrelle.
Él monta mi felicidad en una profunda y loca sincronización mientras
nos corremos juntos.
Dura mucho tiempo. Hay algo más allá de lo físico en la necesidad que
nuestros cuerpos tienen de los demás. Estamos húmedos, fuertemente 145
atados. Todavía estamos corriéndonos. Estamos sudando y entrelazados.
Me besa y mis manos se entrelazan en su cabello. Me mira fijamente a los
ojos mientras vuelve a empujar, provocando nuevos temblores de éxtasis.
Puedo sentir su latido dentro de mí mientras su polla late con los últimos
chorros de su liberación.
Gage no se retira. Me besa durante mucho tiempo, dándose un festín
con mi boca y mis pechos hasta que su gran polla revive, hasta que lo
hacemos de nuevo, hasta que derrama más de su semen caliente dentro de
mí.
Hasta que es tarde y aún estemos en la cama.
—Eso demuestra que tenía razón —dice suavemente, jugando con mi
pelo.
—¿Sobre qué?
—Somos perfectos el uno para el otro. Lo supe en cuanto te vi, sucedió
así de rápido.
Lo rodeo con mis piernas más fuertemente para que su polla se deslice
más profundamente.
—Tal vez tengas razón.
Sonríe. La sonrisa. Su sonrisa de lobo con un borde casi vulnerable que
me hace darme cuenta: Soy su debilidad. Soy su única vulnerabilidad.
—Eres mía —susurra—. Te encontré. Y ahora que lo he hecho, nunca
te dejaré ir.

Gage me recoge y me lleva a la ducha. Podría levantar doce de mí sin


sudar. Lo rodeo con mis brazos y piernas. No sé qué día es, sólo que ahora
es de noche. El sol está empezando a ponerse fuera de la pequeña ventana
enmarcada de mi ducha. Me besa, mete su lengua en mi boca, explorando
ángulos íntimos. Hay un borde en él, una desesperación. Su necesidad se
ha profundizado en un frenesí apenas controlado. Cuanto más consigue,
más quiere. Su boca es codiciosa. Me come la boca casi salvajemente. El
agua se desliza por nuestra piel, corriendo en riachuelos que hacen
146
cosquillas. Agarra mis muslos con fuerza, murmurando entre largos y
exuberantes besos.
Estoy jodidamente loco por ti. Necesito estar dentro de ti ahora mismo.
Necesito quedarme dentro de ti y vivir dentro de ti. Necesito follarte fuerte y
hacer que te corras por mí. Sólo por mí.
Gage me apoya contra la pared de azulejos. Su pesada masa está tan
caliente como el acero recién forjado e igual de duro. Desliza sus dedos a
través de mi resbaladizo coño, colocando la cabeza de su polla entre mis
pliegues íntimos, forzando su entrada.
Estás tan jodidamente apretada, nena. Tan perfecta. Déjame entrar. Ésa
es mi chica. Joder, me encanta cómo te sientes. Eres un ángel. Eres una diosa.
Eres un maldito sueño. Eso es, déjame entrar. Apriétame, córrete por mí. Oh,
mierda, eres demasiado hermosa.
Su insano grosor me estira mientras se sumerge profundamente en mí,
abriéndome. Estoy tan apretada a su alrededor que puedo sentir las crestas
de sus venas mientras entra con más fuerza. La quemazón es dolorosa, llena
de estrellas con fragmentos de placer caliente y explosivo. Es como si
estuviera hecho de pura magia. Su polla, tan grande y profunda, se frota
rítmicamente contra cada desencadenante que poseo, encendiendo
estallidos de éxtasis cuando se hunde, una y otra vez.
Me aferro a él, luchando para hacer frente a la sobrecarga. Me corro en
ráfagas de sacudidas, cada apretón húmedo lo lleva más y más profundo,
hasta que su excitación masiva está completamente arraigada. Es
demasiado. Grito mientras la totalidad de su resbaladiza profundidad me
vuelca sobre otro loco acantilado. Me corro otra vez, muy, muy fuerte. Mis
músculos internos tiran y se aprietan, ordeñándolo con una suave
adoración que lo abraza.
Gage gruñe mi nombre mientras su polla se sacude con fuerza dentro
de mí, levantándome con estallido tras estallido de su gruesa e inundante
calidez.
Me sostiene contra su gran cuerpo mientras el agua llueve sobre
nosotros y nuestra respiración comienza a disminuir.
Nos miramos a través de la niebla, aceptando la conectividad de lo que
está ocurriendo aquí. Es pesado. Como si hubiéramos saltado a un extremo
profundo ridículamente desinhibido y sólo estuviéramos nadando más
profundo.
—¿Te he hecho daño? —Su voz es profunda y cruda de emoción.
—No, Gage.
—Me dejo llevar por ti. Soy una bestia y un bastardo.
147
Sonrío en sus labios. Solía pensar en él de esa manera.
—No me hiciste daño.
—Fui rudo contigo.
—Me gustas rudo. —Con el más mínimo énfasis en el tú. Lo digo con
cuidado—. Creo que acabas de arreglarme. Creo que acabas de reemplazar
todo lo que una vez me asustó con tu loca belleza. —Lo ha hecho. Así de
simple.
—Te amo —susurra.
Las pestañas de Gage son negras y brillan por el agua que gotea de su
pelo. Mientras miro fijamente esos ojos, cada célula de mi cuerpo se calma
y se derrite con un vasto y fácil deseo. Me está cambiando, con su poderoso
cuerpo y su feroz deseo. Quiero dejarle entrar. Quiero estar con él y explorar
todas las complejidades de lo que es. Quiero darle todo.
No sé lo que está pasando. O por qué. Todo lo que sé es que algo está
pasando. Un cambio. Se está formando un vínculo más profundo que
cualquier otra cosa que me haya sucedido. Y puedo reconocerlo por lo que
es.
Un golpe de suerte cruzado por una estrella.
Amor.
esulta que Gage nunca se fue. Pedimos que nos mandaran

R comida del restaurante y nos quedamos en la cama toda la


semana. Hicimos el amor tanto que apenas podía caminar, pero
nunca me sentí tan hermosa, contenta y esperanzada.
Todo lo que se necesitó fue una estampida, una sesión de terapia
asistida por whisky en una playa iluminada por la noche, una confesión
148
sincera y, finalmente, varios días muy intensos en la cama con Gage
McCabe, tras recibir sus sustanciales regalos, por decirlo suavemente, para
enamorarse perdidamente de él. Estaba un poco molesta por lo engreído que
estaba por el hecho de que ocurriera tan rápido, pero no tenía sentido luchar
contra él. Pelear sólo nos pone más calientes el uno con el otro.
Me convertí en un prodigio bajo su influencia, dijo. Simplemente no me
canso de él.
Los orgasmos cambian a una persona. Los orgasmos dados por cierto
gurú de la inversión bien dotado transforman a una persona. Es un poder.
Lo anhelo con todo lo que tengo. Quiero beberlo y probarlo y tomarlo dentro
cada vez que pueda.
Decir que se siente de la misma manera sería quedarse corto.
Constructores, diseñadores y arquitectos llegaron y desde entonces ha
sido un torbellino de actividad. Mi apartamento se ha convertido en nuestra
sede. Gage se sienta conmigo en las reuniones pero me deja todas las
decisiones a mí. Lo que yo quiera, dice. Lo que me haga feliz.
Los tres edificios están siendo destripados, manteniendo cada gramo
de carácter pero reacondicionando todo lo que no es estructural o de
acuerdo con la visión del diseño. Las terrazas, las piscinas y los espacios
exteriores están siendo rehechos. Los interiores se están transformando con
una elegante y discreta decoración de Key West con un toque moderno y
tropical. El diseñador, el amigo de Gage de Chicago, parece ser un genio. Su
nombre es Felix y se le ocurren ideas que nunca se me hubieran ocurrido,
lo cual supongo que es su trabajo, pero es increíblemente bueno en ello.
Hemos cerrado el restaurante durante seis semanas mientras se
terminan las reformas. Le di a todo mi personal unas vacaciones pagadas y
muy necesarias. Estamos planeando reabrir en la víspera de Año Nuevo. La
Tucker Brothers Band tocará en la gran inauguración de Luna's.
Gage me llevó a Nueva Orleans por una semana. Caminamos por las
calles de la mano, escuchamos música, comimos comida increíble, fuimos
de compras, dimos un paseo en un barco del río Mississippi y pasamos
mucho tiempo en nuestra elegante habitación de hotel.
Gage me lleva a un lugar de iluminación física que creo que debe ser,
en sí mismo, un raro regalo. No hay nada que no haga. Es sucio como el
infierno (en el mejor sentido), excepcionalmente minucioso y absolutamente
implacable. Desde su primera confesión, me dice que me ama cien veces al
día.
En nuestra última noche en Nueva Orleans, se lo dije. Mi dulce,
hermoso y arrogante bastardo lloró cuando lo dije. Ambos lloramos. Luego
149
nos reímos porque su respuesta fue.
—No te culpo. Sería difícil no amar todo esto.
Hablo con Josie todos los días y se ha adaptado a sus rutinas en Iowa
fácilmente. Está viviendo en la casa principal de Owen mientras él la
renueva y vive en su granero. Ha estado en contacto con Noah todos los días
desde que volvió y hablan durante horas, a veces hasta tarde en la noche.
Está planeando visitarla la semana antes de Navidad.
Gage me invitó a pasar la Navidad con él, sus hermanos y sus primos.
Así que resulta que pasaremos dos días con los Tuckers en Nashville.
Me llevó a Chicago un fin de semana, para ver su ático, sus oficinas y
su vida. Su vida anterior, como él dice. Tan pronto como llegamos allí, los
paparazzi de verdad nos rodearon, tomando fotos. No me había dado cuenta
de lo famoso que era en su ciudad natal. Y de lo mucho que la gente de allí,
especialmente las mujeres, compiten por su atención. Gage mantuvo su
brazo alrededor de mí todo el tiempo. No me soltaba la mano. Me besó
delante de la multitud. En todo caso, parecía más obsesionado y loco que
de costumbre mientras estábamos en Chicago, lo cual no esperaba. Si
necesitaba una prueba de que me ama, me la dio ese fin de semana en
abundancia. No es que lo haya hecho. Es otro regalo que me ha hecho: Le
creo.
Tendrá el apartamento de Chicago disponible para nosotros y dirigirá
sus empresas a distancia desde Key West. No es que no me gustara Chicago,
me gustaba, y será un lugar divertido para pasar tiempo con él, pero echaría
de menos la humedad cálida y el sabor de Key West en el aire. La arena, el
sol y la forma en que mi corazón se eleva tan pronto como cruzo el puente
Seven Mile.
Gage dice que dondequiera que esté yo, es su hogar ahora.
Entre nosotros, se volvió muy intenso muy rápidamente, pero no
parecía haber ninguna razón para tratar de frenarlo. Hemos sido
inseparables desde la mañana en que irrumpió en mi apartamento para
confesarme su amor. Parece que nos volvemos más adictos el uno al otro
cada hora que pasa.
Insiste en que vamos a pasar un mes el próximo verano en su casa del
lago en Michigan. Tiene varias, pero una de ellas es su lugar favorito en el
mundo, dijo. Estoy emocionada por verlo, y por pasar tiempo con él allí.
Mi pequeño y rústico apartamento permanecerá casi igual y será lo
último en ser renovado, una vez que nuestra nueva casa esté lista para
mudarnos. Se convertirá en un lindo y un poco más moderno estudio de
yoga y he decidido dar algunas clases cuando reabramos.
Por ahora, sigo haciendo mi práctica cada día. Tengo un nuevo 150
estudiante. O al menos un observador muy entusiasta. Es terrible en yoga.
Sobre todo porque no se concentra.
—Basta —digo—. Me estás distrayendo.
—Me estás distrayendo.
Esto sucede todo el tiempo.
Estoy en la posición de niño y él está arrodillado detrás de mí, fuera de
su colchoneta.
—Vuelve a tu colchoneta —digo.
—Me gusta más la tuya.
Está vestido sólo con un par de pantalones cortos que ni siquiera son
de yoga.
Su mano se desliza sobre mi espalda, masajeándome suavemente.
Luego se desliza más abajo, sobre mis caderas y entre mis piernas, donde
me acaricia con su cálida palma. Sus dedos tocan y masajea suavemente mi
clítoris. Hasta que puedo sentir el calor.
—Tal como pensé. Te estás mojando por mí. Y no puedo dejar que eso
esté desatiendo.
Jadeo ligeramente mientras perezosamente me aprieta y me frota
íntimamente hasta que mis bragas y pantalones cortos están mojados al
tacto.
—Pongámonos tántricos —murmura lascivamente.
—Todo lo que quieres hacer es ponerte tántrico. ¿Qué hay del yoga?
—No puedo hacer yoga así. —Me giro para ver lo que quiere decir,
aunque ya lo sé. Su polla está completamente dura y a medio camino de
salirse de sus pantalones cortos, brillando con la humedad.
Me río, exasperada, porque... no, realmente no puede hacer yoga así. Y
se ve demasiado delicioso para que yo pueda hacer yoga con él de esta
manera. Me acerco más.
—Recuéstate —digo suavemente, guiándolo hacia la colchoneta para
que se ponga de espaldas. Apoya su cabeza en un brazo doblado y
corpulento. Me arrodillo sobre él, pasando mis manos sobre su pecho lleno
de vello, amando la sensación y apreciando la forma sublime de su gran
cuerpo esculpido. Me deja explorar, mirándome mientras le abro la
cremallera de sus pantalones, revelándolo completamente.
Agarro su eje hinchado con ambas manos y lo levanto de su estómago.
Lentamente, lamo la humedad, deslizando mi lengua por la rendija,
tomando la cabeza de su polla a mi boca. No hay forma de que pueda tomarlo 151
todo, es demasiado grande, pero agarro su gruesa polla en mi puño y se la
chupo más profundamente. Un chorro de líquido preseminal se derrama en
mi lengua.
—Luna —gruñe—. Mierda.
Encuentro un ritmo cómodo, chupándolo tan tiernamente como puedo,
metiéndolo cada vez más en mi boca, usando mi lengua y mis manos para
acariciarlo.
No toma mucho tiempo. Gage suelta un gemido mientras su polla se
sacude. Chorros de líquido caliente en mi garganta, inundando mi boca con
su semilla lechosa. Trago tanto como puedo, amamantando suavemente su
eje suavizante hasta que he tomado toda su esencia.
Le lleva unos minutos recuperarse. Sus ojos están inyectados de sangre
mientras pasa sus dedos por mi pelo.
—¿Ya te he dicho hoy cuánto te amo? —pregunta con voz ronca.
Sonrío y pienso en ello durante unos segundos.
—Veintidós veces.
—Me gusta este tipo de yoga. —Se sienta y me quita la parte superior,
y luego procede a quitarme los pantalones y las bragas—. Mi turno. —Agarra
una toalla y la pone sobre mi colchoneta de yoga. Luego toma una pequeña
botella de aceite de masaje y desenrosca la parte superior. Me ayuda a
ponerme en posición, así que estoy acostada boca abajo sobre la toalla.
Usa el aceite para masajear mi espalda, frotando la tensión de mis
músculos.
—Oh, eso se siente tan bien.
Me masajea los hombros, los brazos, y luego se mueve hacia mis
piernas, dejándome completamente cubierta de aceite. Abriendo más mis
piernas, sus dedos se deslizan íntimamente sobre mi coño. Por todas partes.
Hasta que estoy caliente y húmeda y resbaladiza.
Gage levanta mis caderas de manera que estoy de rodillas pero con
ellas separadas y la cabeza apoyada en la toalla. Arqueo la espalda, dándole
todo lo que quiere. Por detrás, me lame el coño a golpes largos, empujando
su lengua con avidez dentro de mí. Me lame por todas partes, me mete la
lengua en cada cala secreta. Luego chupa mi clítoris con su boca, chupando
suavemente.
El placer que me da su boca me lleva al límite. Estoy tan cerca. Se
aparta y siento su gruesa y reanimada polla deslizándose dentro de mí,
estirándome completamente para recibir su enorme longitud, empujando
profundamente. La invasión pesada hace lo que siempre hace. Me inclina
152
hacia un orgasmo exuberante que lo aprieta y agarra hasta que gime y se
corre en oleadas palpitantes, bombeándome con su sórdido calor líquido.
Cuando los últimos espasmos de su liberación se calman, Gage nos
hace rodar a los lados, poniéndonos en la posición de la cucharita y
acunándome en sus brazos, su gran bulto aún húmedo bien profundo
dentro de mí.
—Gracias por curarme —susurro—. Y por iluminarme.
Me abraza, besando mi cara mientras susurra las palabras.
—Gracias por salvarme. Gracias por existir y darme una razón para
vivir. Eres hermosa. Me matas con tu dulce perfección. Te amo hasta la luna
y de vuelta, mi Luna. Eres mi única.
s una cosa extraña, que puedas vivir una vida durante veintisiete

E años y no sentir nada. Y que luego puedas despertarte al día


siguiente y de repente sentir todo. Con los malditos esteroides.
Nunca pensé que me convertiría en mi padre, pero eso es básicamente lo
que ha pasado, de la noche a la mañana. Excepto que creo que soy aún
peor. Le daré el mundo y mataré a cualquiera que la toque. No recuerdo que
mi padre fuera del tipo celoso. Estaba demasiado distraído con sus locos 153
proyectos y sus propios pensamientos.
Para mí, sin embargo, la mitad de mí es un cliché salido de una cursi
comedia romántica, comprando flores y comprando en secreto anillos de
diamantes muy caros, y la otra mitad podría ser un espartano mejorado
digitalmente con una sola cosa en mente: proteger a su mujer hasta la
muerte.
La llevo a Nashville y se ríen de mí. Mi nuevo apodo es Cavernícola.
Porque si alguno de mis primos mira en dirección a Luna, los fulmino con
mis ojos como si fuera a asesinarlos.
Nos lo pasamos bien, aparte de eso. Las novias de mis dos hermanos
son personas hermosas. Millie es tranquila y algo etérea y Bo, con lo
desesperadamente romántico que es, finalmente parece cómodo en su
propia piel. Y no es de extrañar. Esa promesa que le hizo a nuestra madre
fue algo que nunca pude haber hecho. Pensé que era un tonto por tener
tanta integridad. Pero ahora pienso de forma diferente. Ahora pienso en todo
de manera diferente, como si viera el mundo y a toda la gente en él desde
una nueva perspectiva. El efecto Luna, lo llamo.
El resultado es que en vez de ser un completo imbécil todo el tiempo,
soy una persona mucho mejor. Tengo que decir que se siente bien.
La novia de Caleb, Violet, es perfecta para él. Está mucho más tranquilo
que la última vez que lo vi. Sus ojos no parecen tan asustados e incluso se
ríe de nuevo. Lo está sacando de su lugar oscuro, curándolo ante nuestros
ojos.
Supongo que eso es lo que es el amor, y lo que hace. Como dice el
refrán, son las grietas las que dejan entrar la luz.
La nieve ha empezado a caer ligeramente fuera de la pared de las
ventanas. Es después de la cena y estamos todos sentados alrededor de la
gran sala de juegos de la casa de Travis, con sus muebles de cuero y el bar
y la mesa de billar. Hay un fuego en la chimenea y la música está alta. Kade
y Violet están jugando al billar contra Millie y Vaughn. Roxie y Luna están
de pie junto a la vieja caja de música, eligiendo canciones.
Me acerco a donde Caleb y Bo están sentados en sillas de cuero junto
al fuego.
Chocamos nuestros vasos.
—Ella es buena para ti, Gage —dice Bo.
Le echo un vistazo. Es la criatura más hermosa que he visto. Cada vez
que la miro me deja sin aliento.
154
—Sí. Lo es.
Caleb en realidad sonríe.
—¿Quién hubiera pensado que nos pasaría a los tres? Igual que les
pasó a ellos.
Levantamos nuestras copas y brindamos por el recuerdo de nuestros
padres.
—Sólo quiero saber cuándo me va a pasar a mí —dice Travis, uniéndose
a nuestro círculo. Me da un codazo.
La canción termina y saco la pequeña caja azul de mi bolsillo.
—Tengo una pregunta que necesito hacerle a cierta persona —digo, a
la habitación.
Todos se giran y me miran.
Me acerco a donde está Luna, con sus tejanos y su jersey amarillo, con
sus ojos que parecen dorados en la cálida luz y su cara como un sueño.
Mejor que un sueño. Porque ella es real y es mía.
—Es Nochebuena, así que pensé que sería un buen momento para
hacer esto, aunque hace tiempo que quería hacerlo, pero no estaba seguro
de que estuviera lista. Y estoy seguro de que está lista ahora.
Todo el mundo se queda muy callado.
Luna me mira con los ojos abiertos mientras me pongo sobre una
rodilla y abro la pequeña caja que tengo.
Respiro profundamente.
—Luna. Te amo. Quiero pasar el resto de mi vida contigo porque
cuando sabes con certeza que algo es real y demasiado bueno para ser
verdad, quieres aferrarte a ello tan fuerte como puedas. Quiero despertarme
a tu lado cada mañana. Quiero darte todo lo que siempre has soñado. Te
amo tanto. Luna, ¿quieres casarte conmigo? Por favor, di que sí.
Hay un destello de algo que puede ser ligera pero exuberante
exasperación. La pongo en un aprieto delante de toda esta gente. Estoy
forzando su mano, casi, como he hecho antes. Y por un fugaz segundo, mi
corazón salta un latido porque, ¿y si dice que no?
Moriré. La perseguiré. Yo...
—Sí. —Me está sonriendo y estoy tan enamorado de ella.
Tomo su mano y deslizo el anillo en su dedo. Luego me levanto, la cojo
en brazos y la hago girar lentamente mientras me besa.
155
Todo el mundo aplaude.
Se abre una botella de champán.
Pero de lo único que soy consciente es del sabor de sus labios y de la
belleza de este momento y de esta impresionante y perfecta chica.
Dijo que sí.
Cinco años más tarde

a gran inauguración de Luna's fue una noche mágica. Gage

L contrató un ejército de seguridad y la Tucker Brothers Band tocó


bajo la luna llena en la víspera de Año Nuevo. Bailamos, reímos
y cantamos juntos. 156
Desde entonces, los negocios han ido excepcionalmente bien. El hotel
y el spa se reservan con meses de antelación y el restaurante está lleno todas
las noches. Tenemos un completo calendario de eventos y el yate ha sido un
lugar de fiesta popular.
La casa es más de lo que podría haber soñado. Tiene enormes ventanas
de doble cristal con borde de acero, techos de pino Dade y muchos espacios
abiertos, llenos de luz y aireados. Está decorada con arte colorido y plantas
frondosas y tropicales. Lo adoro absolutamente.
Gage y yo nos casamos en su casa de verano en la playa del lago
Michigan. Es un lugar hermoso y me he enamorado de él. Es una casa
antigua y desordenada con actualizaciones modernas. Tiene vistas desde
todas las ventanas, un muelle e incluso tenemos un barco de pesca.
Pasamos semanas enteras allí y se ha convertido en nuestro segundo hogar.
Hemos empezado una tradición con Bo y Millie y Caleb y Violet de pasar
las Navidades allí con nuestras familias en crecimiento. Incluso Gage, que
odia las fiestas, está empezando a entrar en el espíritu de nuestras
reuniones festivas.
Josie, Noah y sus hijos salen y se quedan con nosotros durante los
fines de semana largos, ya sea en el lago o en Key West. Su aventura de una
noche terminó creando una hermosa y próspera familia. Han tenido dos
bebés más, niñas esta vez. También gemelos. Viven en el Gran Sur, en la
casa que diseñó Noah, con vistas al océano. Es curioso como las cosas
funcionan a veces.
Para nuestra luna de miel, Gage me llevó a Europa durante un mes.
Fuimos a Londres, París, Roma, Venecia y pasamos una semana en una
villa en la Toscana. Comimos buena comida, visitamos los lugares de interés
y los museos, y pasamos tardes de descanso en la cama. Nuestra manera
de hacer el amor tiene una belleza y un vínculo que me asombra. Ya no
puedo imaginarme una vida sin mi marido. Lo amo más de lo que sabía que
podía amar. Es una parte de mí que se siente tan real e importante como mi
propio cuerpo y alma.
Es algo hermoso, amar como lo hacemos. No lo damos por sentado. Lo
tratamos como el tesoro que es.
Dejé la píldora justo antes de nuestra luna de miel y estaba embarazada
cuando llegamos a casa.
Lloré, por todas las razones correctas. Por el pasado y sobre todo por el
futuro.
Gage ha sido fiel a su palabra. Es cuidadoso conmigo cuando necesito 157
que lo sea. Su amor por mí me quita mis miedos y no deja lugar a la tristeza.
Con él, soy demasiado feliz para la tristeza. Tal como lo prometió.
El nombre de nuestra niña es Isla. Tiene pelo rubio oscuro y ojos
turquesa, exactamente del mismo color que su padre. Su pelo tiene un rizo
alegre que no se alisa, no importa lo que le hagamos, como el mío.
Dos años después tuvimos a nuestro hijo, Elias. Tiene el pelo y los ojos
negros que cambian de color con su estado de ánimo, de verde a acuático,
incluso a dorado. Es un niño precioso con la misma seguridad innata en sí
mismo que su padre, a quien sigue como un cachorro adorable. Pero cuando
está cansado, sólo me quiere a mí.
Es de noche y acabo de terminar una clase de yoga. He descubierto que
me encanta enseñar. El yoga y la meditación pueden cambiar tu vida y es
divertido y gratificante ver a la gente experimentar eso. Algunos de mis
estudiantes se han convertido en buenos amigos.
Una vez que todos se han ido, apago las luces de mi estudio y cierro.
Bajo las escaleras al restaurante. Saludo a Rico, que no deja de correr de
un lado a otro, pero no como en los viejos tiempos, cuando sólo éramos
nosotros. Ahora tenemos mucho más personal.
Paso por el hotel, con su amplio patio y su piscina infinita, donde la
gente está sentada disfrutando de la noche.
Y entro en casa.
Gage ha acostado a los niños y me está esperando en el sofá, mirando
en su iPad. Mira hacia arriba cuando entro. Su mirada ardiente pasa sobre
mi ropa de yoga.
—Hola, preciosa. ¿Cómo está mi deslumbrante esposa?
Deja el iPad a un lado y me siento en su regazo.
—Feliz —digo—. Lo hiciste. Hiciste que todos mis sueños se hicieran
realidad.
—Te lo dije —dice con suficiencia.
Me siento a horcajadas sobre sus caderas y siento que ya se está
poniendo duro para mí.
—Excepto... bueno, estaba pensando que podría haber una cosa más
que me gustaría.
—¿Qué cosa?
Beso sus labios, lamiendo ligeramente entre ellos.
—Estaba pensando que tal vez podríamos tener un bebé más.
158
Me levanta en sus brazos y me lleva arriba.
—Uno más. O dos más. Tal vez tres más. Puedes tener lo que quieras.
Envuelvo mis brazos alrededor de su cuello.
—Te amo.
Gage me sonríe, pateando la puerta de nuestra habitación para cerrarla
detrás de nosotros.
—Por supuesto que sí. Sería imposible no hacerlo.
Nos reímos y mi hermoso esposo me lleva a la cama.
ulie Capulet escribe divertidos y sexys romances protagonizados

J por alfas obsesionados. Está casada con su propio héroe de la vida


real y divide su tiempo entre la ciudad de Nueva York y Kauai,
Hawai. Cuando no está escribiendo, está leyendo, viajando, bebiendo vino y
surfeando.

159
Moderadora & Traductora

Corrección & Lectura Final


160

Diseño

También podría gustarte