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Jadasa & Auris

Auris Gesi AndryGomez


Jadasa Anna Karol Ivana
IsCris Miry evanescita
Vane’ Valentine Rose Blonchick
Nickie Val_17 Tolola
Sofia Belikov

Danita Julie
Pame .R.
Anna Karol

Eimy Justice
INDICE
Sinopsis
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Hooking Up
Sobre la Autora
SINOPSIS
La fiesta favorita de Ruby Scott ha llegado, todo lo que necesita es
una excusa moderadamente buena para organizar una fiesta. Con la
ayuda de su mejor amiga Amalie, y el presupuesto del prometido de
Amalie, ambas organizan una recaudación de fondos inspirada en
Halloween. Pero ningún evento sale sin un par de problemas…

Shacking Up, #1.5


1
Traducido por IsCris & Vane’
Corregido por Danita

Trato de echar un vistazo a mi reflejo en el espejo durante las breves


pausas entre los trazos del delineador de ojos, pero estoy sentada en el
tocador, por lo que es imposible tener un buen vistazo.
⎯¿Cuánto tiempo más antes de que pueda ver?
Amalie Whitfield, mi mejor amiga desde hace más de una década,
sobrevivimos juntas a la escuela secundaria y luego a la universidad en
Nueva York, resopla con un suspiro molesto y me mira mal. Es una
expresión hilarante en su rostro cubierto de maquillaje. Tira el pincel de
labios y saca un pañuelo de papel de la caja. Es la tercera vez que tiene
que hacerlo. ⎯¿Puedes quedarte quieta, por favor? Ya casi termino y no
quiero tener que empezar de nuevo.
Agarro el borde del mostrador y aprieto los labios. ⎯Me quedaré
quieta.
Da pinceladas en el lugar que arruiné, e inclina la cabeza hacia un
lado. ⎯Haz un mohín para mí.
Hago un puchero con los labios y lo sigo con un sonido de beso.
Amie, que así es como me gusta llamarla porque Amalie suena un poco
estirado, pone los ojos en blanco y vuelve a pintar mis labios, imitando
mi expresión. Lleva noventa minutos maquillándonos, como hacía en la
universidad cuando salíamos de fiesta. Es increíble con el maquillaje. Es
un don.
⎯Debimos grabar esto para tu canal de YouTube ⎯digo con los
labios fruncidos. En la universidad, Amie empezó a publicar tutoriales
cortos como parte de un proyecto de investigación para una de sus clases
de marketing. Lo que empezó como una forma de subir nota se convirtió
en un hobby con el que consiguió ganar dinero. Incluso logró recaudar
unos setenta mil dólares con una serie que hizo para enfermos de cáncer.
Mi mejor amiga es increíble.
⎯Hace mucho que no hago eso. Dudo que alguien siga viendo esos
videos. Pero tal vez cuando no esté tan oxidada podría volver a hacerlo.
Sería divertido publicar algo, solo para ver si alguien todavía lo vería.
La última vez que revisé, Amie tenía cerca de un millón de visitas
en el video que subió hace seis meses. Justo antes de empezar a salir con
su prometido, Armstrong. Es un poco la sensación de YouTube, aunque
finja que no lo es. A veces echo de menos esta versión de mi mejor amiga,
la despreocupada y divertida que se pone disfraces en mitad del día y me
maquilla. Ahora está muy seria la mayor parte del tiempo.
Estoy acostumbrada a sentarme mientras me maquillan, pero esto
es mucho más complejo de lo que uso para una presentación. Hoy traje
a casa un montón de disfraces viejos. Estaba cerca cuando mi productor
abrió un baúl de disfraces donados, ninguno de los cuales servía para
actuar en el escenario, pero todos eran perfectos para Halloween. Puede
que faltaran semanas para Halloween, pero en cuanto entré por la puerta
empecé a probarme disfraces. Y en cuanto llegó Amie, la obligué a hacer
lo mismo.
Me encanta Halloween. Es mi celebración favorita del año, aunque
técnicamente no es una fiesta de verdad porque nadie tiene el día libre.
También me encantan las películas de terror. Me gusta pasar miedo más
que nunca ahora que tengo un novio súper sexy con el que ver esas
películas. No tardó mucho en aprender a compartir ese amor. Sobre todo
cuando me acurruco en su regazo y uso su cuello para esconder la cara
cuando las películas dan demasiado miedo. Como nota al margen, las
películas nunca dan tanto miedo, solo me gusta cómo huele. Y más de la
mitad del tiempo nunca llegamos a los créditos, porque utilizo la parte de
miedo como excusa para subirme encima de él. Eso a menudo lleva a los
besos, y la desnudez sigue inevitablemente.
Pero volvamos a lo de Halloween. Más allá de las películas de terror
y de transformar el condominio en una casa embrujada, lo que ya hice
gracias a varias expediciones de compras a tiendas locales especializadas
en Halloween y algunas de segunda mano, todo ello antes del primero de
octubre. Me encanta disfrazarme. Es decir, lo amo, lo amo, lo amo. Soy
actriz, así que jugar a fingir es lo mío. Hasta el baño que ocupamos Amie
y yo está decorado. Lo convertí en un baño encantado, con murciélagos
colgando del techo y divertidos accesorios con cosas espeluznantes en el
tocador. De hecho, me he llevado un buen susto un par de veces cuando
he tenido que hacer pis en mitad de la noche.
Mi teléfono suena en el tocador. Bajo la vista y veo que es Bancroft,
mi novio. Es su tocador en el que estoy sentada en este momento. Bueno,
nuestro probablemente sea más adecuado. Hemos estado saliendo desde
la primavera y me mudé a su condominio hace dos semanas. Nuestro
comienzo fue poco convencional. No hace mucho estaba sin trabajo y casi
sin casa.
Entonces, cuando me presentó la oportunidad de cuidar de sus
mascotas mientras salía de la ciudad por negocios, también me ofreció la
habitación libre en su lujoso ático. Claro que acepté. Cinco semanas
cuidando sus mascotas se convirtieron en cinco semanas de coquetear
por video chat, lo que se convirtió en sexo muy caliente y en una relación
de verdad.
Alcanzo mi teléfono, pero Amie me da una palmada. ⎯No te
muevas.
⎯Ay.
⎯Dije que no te muevas. Eso incluye tus labios.
⎯Dios, eres mandona. ⎯Es tan difícil no sonreír ante su expresión
enojada. En especial por la forma en que está vestida. Amie es una diosa
hermosa, muy en forma, de pelo rubio arenoso y ojos azules. Tiene una
cara dulce, pero bajo ese bonito exterior hay un montón de mordacidad.
Mordacidad que no he visto mucho desde que Armstrong entró en escena.
Me pellizca el brazo y me convierto en un maniquí.
Menos de un minuto después, oigo abrirse la puerta y me llaman
por mi nombre desde el pasillo. No puedo hablar, así que Amie responde
por mí gritando: ⎯Estamos en tu baño.
La pesada pisada de unos zapatos, que no son de Bancroft ya que
siempre se los quita cuando entra por la puerta, resuena por el pasillo.
Bane no se encuentra solo. Está con el prometido de Amie, que resulta
ser su primo. Me parece que es un imbécil pretencioso, pero ella parece
amarlo, así que me guardo esos pensamientos la mayor parte del tiempo.
A menos que esté sola con Bancroft. Entonces compartimos abiertamente
nuestro desdén por él.
Esta noche se quedarán a cenar. Más tarde podemos quejarnos de
él y puedo distraer a mi novio de su desprecio con una mamada para que
pueda devolverme el favor.
⎯¿Qué hacen, señoritas...? Santo cielo. ⎯La voz de Bane baja un
tono.
Sus hombros anchos y macizos ocupan la mayor parte de la puerta.
Dulce señor, es hermoso. Ahora mismo tiene la boca abierta mientras se
agarra al marco, como si su agarre fuera lo único que le mantiene donde
está. Su mirada pasa por encima de Amie y se posa en mí, bajando y
volviendo a subir.
⎯¿Qué ocurre? ⎯pregunta Armstrong detrás de él. No puede ver
nada porque Bancroft le impide la vista. Armstrong es unos centímetros
más bajo. Aunque, para ser justos, Bane es enorme. Creo que mide un
metro noventa y dos, y pesa el doble que yo. Es una pared de músculos
sólidos y sensualidad.
⎯Esa es una muy buena pregunta ⎯murmura Bane. Sus ojos caen
hacia mis pies descalzos con uñas rojas y suben, arrastrando la lengua
por su labio inferior mientras asimila como me veo.
Más allá del hecho de que estoy vestida como un hada villana con
maquillaje a juego, también me encuentro sentada en el tocador con Amie
parada entre mis piernas. Si me quito el maquillaje y el disfraz, es una
posición en la que ambos nos encontramos bastante seguido. Excepto
que ambos solemos estar desnudos y él suele estar dentro de mí. O de
rodillas con su cara entre mis piernas. Por la forma en que me mira ahora
mismo, es muy posible que esta noche experimente su destreza en ambos
departamentos. Estoy deseando arrancarle el traje y tratarle como a una
atracción de un parque de diversiones. Cuando Amie y Armstrong se
vayan, claro.
⎯¿Están jugando a los disfraces? ⎯pregunta, arqueando una ceja.
Sonrío. Supongo que debo verme increíblemente malvada teniendo
en cuenta el maquillaje que llevo puesto pero que aún no me deja ver.
⎯Practicamos para Halloween.
Su boca se eleva en una sonrisa. ⎯Claro que sí.
Oh sí. Tendré mucha suerte más tarde. No creo que me cambie este
disfraz, por muy difícil que sea estar sentada toda la noche teniendo en
cuenta las enormes alas que tengo pegadas a la espalda. Voy a hacer que
funcione. Bancroft conoce muy bien mi amor por todo lo relacionado con
Halloween y el terror.
⎯¿Qué sucede ahí? ⎯Armstrong le da un codazo en las costillas
para poder meter la cabeza por la puerta.
Entra en el cuarto de baño y sus ojos se abren de par en par al
mirar a Amie. Supongo que puedo entender por qué. He conseguido que
se ponga unos pantalones cortos de satén rojo y una camiseta ajustada.
Su sujetador es muy, muy visible a través de la fina tela. Sus increíbles
piernas están a la vista. Lleva el cabello recogido en dos coletas. Si no
estuviera cien por ciento segura de que ella no es del tipo de Bancroft,
me inclinaría a hacer que se cubriera. Pero a él no le gustan las rubias
de piernas largas. Le gustan las morenas pequeñas. También le gusta el
descaro, que yo tengo en abundancia.
⎯¿Qué llevas puesto? ⎯le pregunta Armstrong. Suena como si
hubiera inhalado un globo de helio por diversión.
Amie se mira a sí misma, como si no entendiera su preocupación.
Y la entiende. Completamente. Hablamos de que él no aprobaría este
disfraz antes de que llegaran. Que es la razón exacta por la que sugerí
que siguiera llevándolo.
No trato de interferir activamente en la relación de mi mejor amiga,
pero tampoco estoy muy convencida de que él sea perfecto para ella. Es
un gruñón demasiado consentido. Me preocupa que se esté conformando
por las razones equivocadas. El último novio que tuvo estaba bastante
lejos de seguir el lado correcto de la ley, así que me preocupa que haya
girado demasiado en la otra dirección para compensar los antecedentes
penales en los que casi incurrió. Mi esperanza es que el sacarlo de quicio
ayude a mejorar lo que empiezo a sospechar, en base a conversaciones
recientes, que podría ser una vida sexual bastante mediocre. O, si tengo
mucha suerte, podría hacerle ver que él no es el mejor pene para pasar
montando el resto de su vida.
⎯¿No se ve increíble? ⎯pregunto con entusiasmo exagerado.
Armstrong me ignora. ⎯No puedes salir de la casa así.
Miro entre ellos y luego a Bancroft. ¿En serio? ¿Quién dice algo así?
No es la edad media.
⎯Solo estábamos jugando. Divirtiéndonos un poco. ⎯Amie se pasa
la mano sobre el estómago con timidez. Su estómago plano. Podría ser
una modelo y hasta que comenzó a salir con este tonto, parecía feliz con
su aspecto, pero desde que se puso el anillo en el dedo, me di cuenta de
que es mucho más precavida con lo que come, y hace comentarios frívolos
sobre mantenerse en forma para la boda.
⎯Tienes que cubrirte. No puedes usar esos pantalones cortos en
frente de Bane. ⎯Gesticula detrás de él, hacia mi novio, que me mira. Ya
no es la mirada de “quiero follarte”, ahora es la de “¿puedo matarlo?”
Diría que sí, pero entonces mi mejor amiga se pondría triste y se
arruinaría la cena.
⎯Mi bañador cubre menos que esto ⎯responde Amie.
Tres cabezas se mueven en su dirección, la mía incluida. Esta de
aquí, esta es la Amie que conozco. Esta es mi mejor amiga. La que no
soporta la mierda de los demás. La que hace lo que quiere, cuando quiere,
sin importarle lo que piense la gente. Incluyendo a su prometido. Sobre
todo su prometido. Puede que se arrepienta más tarde, pero para eso
siempre he estado aquí, para ayudarla. Para ayudarla a sentirse menos
como si tuviera que disculparse por divertirse. Armstrong es el mayor
aguafiestas de la historia. Es sorprendente que comparta ADN con Bane.
Cuando íbamos a la secundaria, la gente me miraba a mí cuando
había problemas, pero Amie solía ser la instigadora. Yo solo le seguía la
corriente. Es dulcemente hermosa, y eso la hace parecer increíblemente
inocente, lo que no es. Siempre ha sido un poco salvaje. Es la razón por
la que la apodé Amie la Anárquica. Para todos los demás, siempre ha sido
Amalie, formal y correcta, dulce y amigable. Yo sé muy bien cómo es en
realidad: luchadora, divertida, le encanta meterse en líos y le gusta salir
con chicos malos, o al menos así era hasta que empezó a salir con
Armstrong y se calmó. Sin embargo, las acrobacias que solía hacer en la
escuela secundaria eran épicas. Una vez le echó vodka a las bebidas
energizantes de los jugadores de fútbol para vengarse del mariscal de
campo, quien había empezado rumores sobre ella cuando se negó a salir
con él.
⎯¡Deberíamos tomar un poco de vino y pedir la cena! ⎯sugiero con
voz alegre, esperando cortar algo de tensión. Me sostengo a las caderas
de Amie mientras me bajo del tocador. Armstrong parece escandalizado
cuando mis tetas rozan las suyas. Bancroft pone cara de querer azotarme
el culo. Entre otras cosas.
⎯Pero van a cambiarse primero, ¿verdad? ⎯pregunta Armstrong.
⎯Primero tenemos que hacer unas fotos. La iluminación es mejor
en el salón. ⎯Agarro mi teléfono y la mano de Amie, y paso entre los
hombres, arrastrándola detrás de mí.
⎯Debería cambiarme ⎯murmura Amie en mi oído una vez que los
pasamos.
⎯Te tomaste todas estas molestias para hacernos lucir increíbles
y te ves muy sexy. Necesitamos evidencia. ⎯No he tenido la oportunidad
de mirar mi propio reflejo. Freno en el pasillo, donde un espejo decorativo,
bordeado de arañas y huesos de esqueleto falsos, me devuelve el reflejo
de mi cara aterradora y, a la vez, increíblemente bonita.
No estoy siendo egocéntrica a propósito. En un buen día, con
suficiente maquillaje escénico, mi aspecto es decente. Bancroft parece
creer que soy preciosa sin maquillaje. No voy a rebatirle esa apreciación,
ya que es él quien me mira todo el tiempo, pero creo que en parte tiene
que ver con mi increíble destreza en el dormitorio y mi habilidad para
chuparle el pene.
⎯Guau. Esto es increíble. ¿Segura que no quieres cambiar a una
carrera en maquillaje teatral? ⎯Me acerco a mi reflejo, luego doy un paso
atrás. Ha hecho un trabajo increíble. Me encuentro en la zona gris entre
lo espeluznante y lo hermoso.
Armstrong y Bancroft nos siguen por el pasillo hasta el salón,
donde ha tenido lugar la mayor parte de mi decoración de Halloween.
Hice con cinta el contorno de un cadáver en el centro del piso de la sala.
Una chica zombi de tamaño real se encuentra en la esquina, telarañas
atraviesan las ventanas y los estantes, donde puse de forma estratégica
pociones falsas y recipientes llenos de globos oculares de chicles, gusanos
de caramelo y cerebros de gomita. Bane y Amie ya están acostumbrados,
pero en base a la expresión desagradable y de ojos abiertos de Armstrong,
no es un gran admirador. Da igual.
Nos hago posar frente a las ventanas, y luego contra una pared con
dos esqueletos que parecen tener sus brazos alrededor de nosotras. Cada
vez que puedo, me pongo encima de Amie, sobre todo porque parece que
a Armstrong le vaya a dar un aneurisma. Me doy cuenta de que mi novio
sabe lo que hago, porque nos ofrece tomar fotos y luego sugiere posturas
que están lejos de ser aptas para menores de edad.
Para cuando acabamos la sesión de fotos improvisada, Armstrong
ya ha terminado con su primer whisky y está con el segundo, moviendo
la corbata con manos nerviosas.
Me acerco a la nevera de vinos y busco una buena botella de tinto.
En realidad, hay dos refrigeradores, uno para el blanco para que esté frío
y otro para el tinto, para que esté a temperatura ambiente, o lo que sea
ideal. Bancroft sabe más que yo. Amie prefiere tinto. A mí no me importa.
En realidad, prefiero prosecco antes que cualquier otra cosa, pero no es
su favorito, y en base a la cara sombría y amarga de Armstrong, ella
necesita el alcohol más que yo.
⎯¿Sabes lo que deberíamos hacer?
⎯¿Ponerse ropa de verdad? ⎯murmura Armstrong con su whisky.
⎯Deberíamos hacer una fiesta de Halloween. ¿No sería divertido?
⎯Primero miro a Amie y luego a Bancroft, ignorando al aguafiestas en la
esquina.
Bane no le está prestando mucha atención a nada aparte de mi
trasero. La falda que llevo puesta es de gasa y mis pantaloncitos negros
son muy visibles a través de la tela transparente.
⎯¡Es una gran idea! ¿Dónde la celebramos? ⎯El entusiasmo de
Amie coincide con el mío.
⎯Se me ocurrió que aquí. Hay mucho espacio.
Eso saca a Bane de su trance inducido por el culo. ⎯¿Qué pasa
con Francesca?
⎯La mantendremos en tu habitación. Estará bien. ⎯Francesca es
el hurón fugitivo de Bancroft. Son ilegales en el estado de Nueva York, lo
que hace que mi novio sea un criminal muy atractivo y amante de los
animales.
⎯No lo sé… ⎯Da golpecitos en la encimera, con el ceño fruncido.
Verlo serio me da ganas de desnudarme. Todas las versiones suyas me
dan ganas de desnudarme, pero cuando tiene el ceño fruncido hace que
mis partes femeninas necesiten atención. Tengo que vigilar mi excitación,
ya que aún no hemos ordenado la cena.
⎯En realidad, un baile de Halloween sería una idea fantástica. ¿No
estás de acuerdo, Bancroft? ⎯Armstrong hace girar su whisky en su
vaso.
⎯¿Uh? ¿Supongo? ⎯Luce tan estupefacto por su repentino interés
en la conversación como el resto de nosotros.
Que Armstrong acepte cualquier tipo de fiesta, con cualquier nivel
de entusiasmo, es motivo de confusión. Las fiestas no son lo suyo. Toda
la boda ha caído sobre los hombros de Amie. Bueno, así fue al principio.
Hasta que sus madres intervinieron con sus muchas opiniones sobre lo
que sería mejor. Principalmente es la madre de Armstrong con todas las
opiniones.
La familia de Amie procede de los nuevos ricos y la de Armstrong
de los viejos, lo que significa que hay cierto esnobismo en cuanto a su
estatus. El hecho de que su familia no haya estado revolcándose sobre
montones de dinero durante los últimos tres siglos no significa que no
pueda opinar en sus propios preparativos para la boda.
La madre contingente la vuelve loca. Cada vez que menciono la
boda en estos días, parece necesitar una copa de vino seguida de dos
horas de yoga caliente.
⎯Tenemos que organizar algún tipo de evento benéfico además de
la recaudación de fondos de Navidad de fin de año. Papá ha dicho que
tenemos que gastar dinero y ésta sería la forma perfecta de hacerlo, ¿no
creen? Podría ser una especie de baile de máscaras para que las chicas
puedan disfrazarse. ⎯Hace un gesto hacia Amie y yo⎯. Aunque esto no
es apropiado. De todos modos ⎯bebe su whisky⎯, pensaremos en una
organización benéfica que queramos apoyar. Por supuesto, tiene que ser
algo que nos dé buena prensa. ¿Qué es relevante ahora? Creo que hace
poco leí algo sobre una epidemia en uno de esos países pobres. Podríamos
recaudar dinero para eso. Cualquier cosa con bebés o animales sería una
excelente cobertura mediática de cara a las fiestas.
Con Armstrong siempre se trata de la prensa. Aunque supongo
que, dado que su familia dirige una de las corporaciones mediáticas más
grandes del país, siempre le preocupará la percepción pública y lo que
más pueda conmover a la gente.
Bane se apoya en la encimera, y aunque el tic en su mejilla
izquierda indica su molestia, también veo que lo está contemplando, por
razones muy diferentes seguramente. Es capaz de ver algo tanto desde el
punto de vista de los negocios como de las relaciones públicas, sin que
todo tenga que ver con la imagen pública. El altruismo de Bancroft es la
razón por la que estoy viviendo en su apartamento en este momento.
Bancroft era atleta profesional antes de empezar a trabajar para su
padre. La familia Mills proviene de una larga línea de magnates hoteleros.
Estoy tan concentrada en Bane que parece que me he perdido parte
de la conversación.
⎯¿Dónde crees que sería un buen lugar para celebrar un baile de
Halloween? ⎯pregunta Amie.
Supongo que si lo van a convertir en un evento no puede ser aquí,
que es lo que yo esperaba. Si fuera la fiestita que estuve planeando en mi
cabeza, sería una cosa, pero un baile formal significa cientos de invitados.
Doy una palmada en la encimera y sobresalto a Armstrong.
⎯¿Qué tal uno de los hoteles de Nueva York?
Bancroft me mira. Hay lujuria en sus ojos atractivos. No sé si es el
disfraz o mi asombrosa idea lo que le pone tan cachondo, pero en
cualquier caso pienso aprovecharlo más tarde. ⎯El Concord.
⎯Oh, Dios mío, sí. ⎯Podría haber gemido las palabras. Ese hotel
es impresionante: las habitaciones son lujosas, los servicios de spa son
incomparables. Me aclaro la garganta, esperando que mi reacción sea
menos incómoda⎯. El salón de baile Inception sería perfecto, ¿no?
⎯Lo sería ⎯concuerda.
El salón de baile Inception es anticuado, con cortinas de terciopelo
burdeos, alfombras negras y detalles dorados. Muy Drácula. El lugar
perfecto para una velada de Halloween.
⎯Y podríamos pasar la noche allí.
⎯En el ático. ⎯Su sonrisa está llena de promesas sucias. Esas
habitaciones son increíbles. Grandes bañeras de hidromasaje, duchas
que pueden acomodar a gusto a una docena de personas, camas extra
grandes con dosel, una sala de estar separada con un enorme sofá, un
sinfín de comodidades. Nunca he tenido la oportunidad de alojarme allí,
porque vivimos en Nueva York, pero ésta sería la ocasión perfecta.
⎯Mañana hablaré con mi padre para asegurarme de que hay
fondos, y tú puedes hablar con el tuyo sobre el salón de baile ⎯le dice
Armstrong a Bancroft.
⎯¡Y podemos planear los disfraces y la temática! ⎯exclamo con
entusiasmo. Esto es un poco diferente a mi idea original, pero aún podría
ser divertido. Mientras pueda disfrazarme y podamos alojarnos en una
de las suites del ático, estoy de acuerdo.
Armstrong cambia su mirada de mí a Amie y golpea el bate que
cuelga justo encima de su cabeza, que sigue rozándole el pelo cuando se
balancea de un lado a otro. ⎯Te puedo dar control total sobre el proyecto.
Se te da bien la planificación.
⎯Um. ¿Bien? ⎯Parece desconcertada.
Yo también, porque creo que fue un cumplido real. ⎯Sin embargo,
tiene que ser elegante, así que los disfraces no pueden ser así. ⎯Y acaba
de arruinarlo.
⎯Por supuesto. ⎯Amie asiente, pero debajo de su sorprendida y
complaciente sonrisa hay un destello de emoción y travesura.
⎯Yo puedo ayudar, por supuesto ⎯digo.
Armstrong no tiene ni idea de cómo es la planificación de fiestas
cuando Amie tiene el control total. Vamos a divertirnos mucho. La última
vez que planeamos una fiesta de Halloween estábamos en la escuela
secundaria y sus padres se fueron a un viaje de spa a Hawái.
No salió tan bien como anticipamos, ya que apareció la mitad de la
escuela. Tres tipos se pelearon por ella esa noche. En su defensa, todos
creyeron que estaba saliendo con ellos. Amie tenía un montón de chicos
alrededor de su dedo en la escuela secundaria. Incluso en la universidad.
Dejó un rastro de corazones rotos y chicos suspirando detrás de ella.
Esta fiesta va a tener un presupuesto asesino. Y tal vez, solo tal
vez, asistirán un par de ex novios de Amie. Puedo pensar en uno o dos
de hace unos años que podrían estar al margen de nuestro círculo social,
y es poco probable que tengan antecedentes penales, o al menos uno que
ya haya sido expurgado. En cualquier caso, no creo que a Armstrong le
duela saber que ha habido otros antes que él que se han lanzado a por la
oportunidad de salir con ella. Podría sacudir un poco las cosas.
El teléfono de Bancroft vibra en la encimera al lado de su mano. El
nombre de uno de sus hermanos mayores aparece en la pantalla. Bane
frunce el ceño y verifica el mensaje.
Al mismo tiempo, hay un golpe en la puerta, seguido por el sonido
del código siendo ingresado.
⎯¡Espero que no estés follando! ⎯grita Lexington mientras entra
en el vestíbulo.
Lexington, más conocido como Lex, es dos años mayor que mi
novio.
⎯Maldición ⎯dice Lex mientras observa la escena delante de él.
Su ceño se frunce cuando me ve y luego mira a Amie con sus diminutos
pantaloncitos rojos y su camiseta transparente⎯. Si esto es algún tipo
de juego de roles, quiero entrar.
Bancroft resopla. A veces, cuando Lex y Bane se juntan, la plática
se deteriora rápidamente. Todavía no lo entiendo, pero me gusta mucho,
aunque a veces parece algo cauteloso. Es algo cínico y tengo la impresión
de que tiene reputación de mujeriego. Si es cierto o no, no estoy segura.
En este momento, parece que le encantaría jugar con mi mejor amiga.
Que lástima que se case con su primo en unos meses.
⎯La producción se deshacía de un montón de disfraces viejos, así
que hice que Amie se probara algunos.
⎯¿Delante de ti? ⎯La esquina de la boca de Lex se curva hacia
arriba mientras mira a Amie.
Ella baja la cabeza, ocultando su sonrojo y una sonrisa.
Armstrong de repente está sobre Amie, lo cual es muy inusual. No
es muy cariñoso la mayor parte del tiempo. A menos que le esté tocando
el trasero o algo así. Le rodea la cintura con el brazo y le susurra algo al
oído. Basada en su expresión, ella no aprecia su comentario.
Bancroft agarra a Lex por la nuca. ⎯No coquetees con mi novia a
menos que quieras que te rompa la nariz, hermano. ⎯Está bromeando,
más que nada. Lex y yo nos llevamos muy bien. Y no creo que sea su tipo.
Pero, de nuevo, no estoy cien por ciento segura de cuál es su tipo.
Lex le da un codazo a su hermano en el costado. ⎯No estoy aquí
para robar a tu mujer. ⎯Su mirada se dirige a Armstrong, que se halla
ocupado ajustando la camisa de Amie⎯. Vine por algo más.
2
Traducido por Nickie
Corregido por Pame .R.

Intento mantener los ojos enfocados en mi vaso de vino, pero puedo


sentir que Lex mira a Armstrong. O tal vez a mí. Lo que es comprensible,
teniendo en cuenta que no estoy usando casi nada de ropa. Armstrong
está molesto. La forma en que sus dedos se flexionan en mi cintura me
lo dice. Su insistencia en que me cambiara es la pista número dos. Ha
estado enojado desde que entró al baño.
Estoy muy familiarizada con su rostro enojado. Los labios tan finos
que casi desaparecen. Además, ya va por su segundo vaso de whisky. O
tal vez el tercero. Quiero seguir empujando sus límites para ver si consigo
el impacto deseado. Que consiste en tener sexo en su casa, esta noche.
Sin embargo, es lunes. Tiene squash a la mañana, así que usualmente
no me quedo con él los lunes. Aunque, eso va a cambiar en unos meses.
En cuanto nos casemos, dormiré a su lado todas las noches de mi vida.
Con suerte, una vez que se termine el estrés de la boda y vivamos en el
mismo lugar, volveremos a tener la misma cantidad de sexo que cuando
comenzamos a salir.
Fui a lo seguro con Armstrong, conociendo su procedencia familiar.
Salimos seis veces antes de tener sexo, fue muy dulce, muy misionero.
Me recordó mucho a mi primera vez, aunque duró un poco más.
—¿Quieres quedarte a beber algo? —le pregunta Bancroft.
—No, gracias. No quiero arruinar tu fiesta. Necesito los archivos
Beacon y me marcho.
—¿Para qué los quieres? —Bancroft da golpecitos a la barra a la
vez que observa a su hermano.
No se puede negar el parentesco. Ambos son altos y grandes. Si
Bancroft es Thor, Lexington se parece más a Capitán América. Lex es un
poco más estrecho y tal vez unos dos centímetros más bajo, por otro lado,
la previa carrera de Bancroft como jugador profesional de rugby le dio la
constitución física de un superhéroe. Lex es parecido, pero en vez de una
cabeza llena de rizos, su cabello oscuro es lacio, una parte encrespada
que con productos se mantiene domesticado. Los lados están recortados
cuidadosamente. Debió cortarse el pelo hace poco. Estaba más largo la
última vez que lo vi. Además, tiene los dientes perfectamente alineados
con su nariz perfectamente recta y sus uñas bien cuidadas; sí, me di
cuenta. Y siempre que lo he visto, ha estado impecablemente vestido.
La mano de Armstrong se desliza por mi cadera y me ahueca el
trasero. Pone los labios al lado de mi oreja. —Cariño, en serio deberías
considerar cambiarte. No es apropiado que otros hombres te vean vestida
tan provocativamente.
Aprieto los dientes y no digo nada, consciente de que hay algún
tipo de tensión entre ellos. No tengo idea de qué se trata, pero cada vez
que Lex está en un evento al que asistimos, Armstrong hace todo lo
posible por evitarlo. Desafortunadamente, en estas circunstancias eso no
es posible. No estoy segura de porque no se quieren.
Su preocupación por mi estado de vestimenta parece irrelevante,
ya que Bancroft encuentra enseguida los archivos que busca.
—Lamento interrumpir —se disculpa Lex, luego le hace un gesto a
Ruby—. Por cierto, esto es genial.
Desvía la mirada hacia nosotros, con una pequeña sonrisa en la
comisura de la boca. —Siempre es un placer verte, Amalie, especialmente
luego de que tú y Ruby hayan estado jugando a disfrazarse.
Bancroft tose y le da un codazo.
La sonrisa se convierte casi en una mueca y Lexington inclina la
barbilla hacia Armstrong. —Nos vemos, primo. Deberíamos programar
una ronda de golf antes de que cierren el campo por este año.
—Deberíamos —le contesta con firmeza.
—Estoy deseando darte una paliza en el green.
Hace un sonido de disgusto. —Es poco probable. Creo que se ha
demostrado una y otra vez que siempre gano. —Me acaricia el brazo y
cuando llega al dobladillo de mis pantalones cortos arrastra el dedo por
mi piel. Me estremezco.
¿Qué diablos sucede?
La sonrisa de Lex se borra y entrecierra los ojos, un espasmo en su
mejilla. —Eso es solo porque juegas más sucio que yo.
Bancroft se aclara la garganta. —¿Necesitas algo más, Lex?
Le lanza a su hermano una sonrisa oscura y levanta la carpeta para
luego deslizarla debajo de su brazo. Sus manos son enormes. Debe ser
un rasgo de los hombres Mills. No estoy segura de por qué lo noto.
—Tengo lo que vine a buscar.
En cuanto Lex se va, Armstrong vuelve a ser el mismo de siempre.
No comprendo cual es el problema ahí, pero puede ser muy competitivo,
en casi todo. Quiero preguntar a qué se debió ese enfrentamiento, pero
no creo que vaya a obtener ningún tipo de respuesta que tenga sentido,
y no quiero darle un giro negativo a la noche, así que lo dejo estar.
Veinte minutos después, me pongo mi ropa normal y me quito todo
el maquillaje de la cara. Ruby, por otro lado, se queda con su atuendo de
hada y come delicadamente la comida italiana que pedimos, para que no
se le arruinen sus labios brillantes. No quiero sentir celos de mi mejor
amiga y su relación, pero a veces los tengo.
Tengo la sensación de que en el momento en que nos vayamos, esos
dos van a enloquecer. Y dudo que ella se cambie de ropa o se quite el
maquillaje.
Sé demasiado sobre la vida sexual de mi mejor amiga. En el pasado
habría compartido todo sobre la mía. Excepto que desde que estoy con
Armstrong no hay mucho que decir. Pero supongo que eso es de esperarse
cuando sientas cabeza. No más de Amie la Anárquica al acecho. No como
cuando estábamos en la secundaria y luego en la universidad, y me volví
un poco salvaje.
Ese tipo de pensamiento libre e imprudente no puede durar para
siempre. Y la discreción es mucho más importante que el sexo salvaje.
Aunque tuvimos un poco de eso, al principio. Una vez lo hicimos
en un guardarropa en un enorme acto corporativo. Aquella noche pasé
de la categoría de cita a la de novia. Unos meses más tarde me llevó de
viaje a París y me propuso matrimonio debajo de la Torre Eiffel, con una
orquesta tocando detrás de él. Fue increíblemente romántico. Tuvimos
una cena hermosa y luego dulce sexo de compromiso. Así es el sexo con
él: dulce y educado.
Estoy segura de que eso va a cambiar con el tiempo, de que podré
persuadirlo para que sea un poco sucio conmigo. Y que aprenderá qué es
lo que garantiza que me corra. A veces tardo mucho en llegar al orgasmo
con él, y se frustra. Le gusta ser bueno en todo. Así que de vez en cuando
finjo y me ocupo de la situación más tarde, después de que se duerme.
Eso ha estado pasando con mayor frecuencia en el último tiempo, pero
con la boda a la vuelta de la esquina, los dos estamos estresados y el sexo
ha pasado a un segundo plano.
A las nueve y media, Armstrong pide el auto. Me ha estado tocando
más de lo normal esta noche, así que tal vez, si juego bien mis cartas,
pueda quedarme en su casa y aliviar un poco la tensión acumulada desde
el viernes.
Abrazo a Ruby, que sigue vestida con su disfraz. Su maquillaje
sigue estando casi perfecto. Antes de que Armstrong me acompañe a la
puerta y al ascensor, hacemos planes para comer más adelante. El coche
nos espera cuando llegamos al vestíbulo.
Llevamos tres minutos en el coche. Lo miro, luego al divisor tintado.
Estamos aislados del conductor. No puede vernos ni oírnos. Llevamos al
menos veinte minutos juntos en el coche, y es una estimación cautelosa
basada en que no hay tráfico. Pero esto es Nueva York. Siempre hay
tráfico.
Armstrong frunce el ceño mientras consulta correos electrónicos en
su teléfono. Me desabrocho el cinturón y me acerco.
Levanta la vista. —Eso no es seguro. Deberías volver a ponerte el
cinturón. —Le preocupa mucho la seguridad. No conduce a más de ocho
kilómetros por encima del límite de velocidad. Una vez conduje su coche
y casi tuvo un ataque al corazón. No iba tan rápido.
Arrastro una uña por el lateral de su cuello. —Ivan es un conductor
muy cuidadoso. Está bien.
Me mira. —¿Qué haces?
—Estaba pensando que tal vez puedo quedarme contigo esta noche
en vez de irme a casa.
Parece confundido. —Pero es lunes. Tengo squash por la mañana.
Por eso no te quedas los lunes.
No sé si reírme o poner los ojos en blanco. —Podríamos vivir al
límite. Podrías perderte la práctica de squash mañana.
—Es demasiado tarde para cancelarla, y si te quedas, ninguno de
los dos dormiremos lo suficiente.
Siempre tan pragmático con todo. Me hundo en el suelo con la
intención de darle algún incentivo para que se quede a dormir el lunes.
—¿Qué haces?
—¿Qué parece que estoy haciendo? —Voy por su cinturón.
Levanta la vista hacia el divisor que nos mantiene separados del
conductor. —Amalie, estamos en el auto.
—Lo sé. —Le dedico mi sonrisa más traviesa y bajo su cremallera.
Deslizo mi mano en la abertura y lo encuentro ya semiduro. No hace falta
mucho para excitarlo. Abro un par de botones de mi blusa y le bajo los
boxers.
Debe de haber decidido que ya no le preocupa tanto mi seguridad,
porque abre más las piernas y me aparta el pelo. Intento concentrarme
en el momento mientras le doy placer a mi prometido, pero mi mente
empieza a pensar en la fiesta de Halloween que estamos planeando. En
mi cabeza empiezo a crear la lista de invitados, a revisar las opciones de
cócteles, si será una cena completa o simplemente aperitivos. Muy pronto
recibo la halagadora advertencia de que un orgasmo es inminente.
Luego, trepo por su cuerpo, pensando que tal vez nos besaremos
un poco de camino a su casa, pero gira la cabeza y pone la mejilla cuando
voy a besarlo. Busco su boca, pero sigue apartándose. —Oh, no, no. No
después de que hayas ... —Frunce los labios y sacude la cabeza.
—¿Después de qué?
—Primero debes cepillarte los dientes.
—¿Qué?
—Tienes mi semen en tu boca.
—Me lo tragué. —Saco la lengua—. Ves. Nada
Hace otra cara. Esta vez de desaprobación. —Amalie.
Me pongo a horcajadas sobre su regazo y tiro de su corbata, acerco
mis labios a su oído. —Vamos, Armstrong, estoy cachonda. Quiero follar.
Me coloca las manos en las caderas y pronuncio otro sonido de
desaprobación. Maldición. Decir eso no fue lo correcto. No le excita mi
boca sucia, como la llama. Sigo esperando que si digo cosas así me ponga
sobre su regazo, me levante la falda y me dé unos azotes en el trasero.
Debería saberlo. No le gusta y he arruinado cualquier posibilidad de tener
un orgasmo recíproco.
Murmuro una disculpa y me dejo caer en el asiento a su lado,
abrochándome la blusa. Tengo que encontrar la manera de que se relaje.
Además de los preparativos de la boda, está muy estresado en el trabajo
por los cambios que se están produciendo en el imperio mediático de su
familia. Han estado hablando de una fusión con una empresa rival. No
debería estar molesta por esto, pero después de pasar una velada entera
viendo a Bancroft y Ruby haciéndose insinuaciones el uno al otro, estoy
muy estresada y necesito algo de liberación. Sin mencionar lo territorial
que se puso Armstrong cuando Lex apareció.
Cuando Ivan se detiene frente a mi edificio de apartamentos varios
minutos más tarde, no le pregunto si quiere quedarse a dormir otra vez
ni invito a Armstrong a subir, porque ya se ha quedado dormido después
del orgasmo. Al menos tengo la capacidad de resolver mi propio problema.
Que Dios bendiga la industria de los juguetes sexuales y los orgasmos
múltiples.
3
Traducido por Gesi & Anna Karol
Corregido por Anna Karol & Pame .R.

—¿Sabes qué necesito? —Bancroft rodea mi cintura con un brazo.


También intenta presionar su pecho contra mi espalda, pero todavía llevo
las alas de hada, por lo que no puede acercarse tanto.
—¿Otro vaso de whisky? —Estoy siendo sarcástica. Mayormente.
Incluso opté por una segunda copa de vino en la cena, y no soy una gran
bebedora.
—Ahora que Armstrong se ha ido, puedo arreglármelas sin alcohol.
—¿Qué dice de él como persona que nadie pueda lidiar con él sin
beber?
—Que es un idiota.
—Que resulta ser pariente tuyo —señalo.
—Y con quien se casará tu mejor amiga. ¿No puedes hacer algo al
respecto? —Se pone a jugar con mis alas, haciéndolas rebotar contra mi
espalda—. Eres un hada, deberías ser capaz de hacer magia.
—¿De qué tipo de magia crees que soy capaz? No puedo decirle que
no se case con Armstrong solo porque no queremos pasar el rato con él.
—Termino de lavar la última copa de vino y la coloco en la rejilla de
secado.
—¿Qué es lo que le ve? Es un idiota presumido. —Que hable así de
su primo habla de su absoluto desprecio. Bancroft no suele decir cosas
desagradables de la gente sin una provocación seria.
—Bueno, estoy bastante segura de que su miembro no es parte del
atractivo, por lo que estoy tan perdida como tú.
Se apoya contra la encimera. —Espera un segundo. ¿Qué sabes
sobre el miembro de Armstrong?
Me quito los guantes de goma y me encojo de hombros. —Amie dijo
que es de tamaño promedio.
—¿Han hablado del pene de mi primo? —Hace una mueca como si
hubiera comido algo repugnante.
—Solo generalidades sobre el tamaño. —Antes de que saliera con
Armstrong, compartíamos historias sexuales. Tengo la desconcertante
sensación de que no solo es de tamaño medio, sino que también podría
ser muy mediocre en habilidad, basándome en la falta de detalles que
ella proporciona estos días. He tratado de moderar mi intercambio para
no parecer que me estoy regodeando.
Bancroft cruza sus gruesos brazos sobre su definido pecho. Han
sido horas de miradas y suaves caricias. Ahora que nuestros amigos se
han ido, nos preparamos para jugar. He tenido mucho cuidado mientras
cenaba para no estropearme el pintalabios. Es rosa púrpura intenso y
brillante. Creo que se verá muy sexy untado en el pene de Bancroft. Es
una extraña fascinación que tengo. Me gusta mucho ponerme labial antes
de chupárselo. Uno de estos días voy a comprarme el que brilla en la
oscuridad y le haré una mamada fantasmal.
—¿Has hablado con Amie sobre mi pene?
—No con gran detalle, pero sabe que estás muy por encima del
promedio. —Evalúo la expresión de su rosto. Noto que trata de no sonreír
ante el cumplido. Sabe que está bien dotado. Su pene es como el resto de
él, grande y hermoso. Saco el tapón del desagüe y arrojo el paño de cocina
sobre la encimera.
Antes de que pueda darme la vuelta de nuevo, Bancroft empieza a
jugar con mis alas como si intentara doblarlas para que no le estorben.
—¿Cómo se sacan estas?
—Están unidas con broches.
—Bueno, tienen que desaparecer. Están obstruyendo mi capacidad
de frotar mi enorme y duro pene contra tu trasero —se queja.
Me río y me giro en sus brazos. —Vaya. Haces un trabajo excelente
embelleciendo frases como “por encima del promedio”.
—Solo te ayudaba con tu elección de palabras descriptivas, “por
encima del promedio” suena aburrido.
—¿Cuál es exactamente tu plan una vez que me quites las alas?
—Ya que acabo de pasar las últimas cuatro horas escuchando a mi
primo decirme lo increíble que es, siento que mi pene y yo nos merecemos
frotarnos contra algo agradable y cálido.
Paso mis manos por su pecho. —¿Tan agradable y cálido como el
interior de mi boca?
Su mirada desciende a mis labios brillantes. —Ese sería un lugar
excelente para empezar.
—También lo creo. —Le desabrocho el cinturón. Apoya las manos
en la encimera y mira mis dedos mientras abro el botón. La cabeza de su
erección se tensa contra la cintura elástica de sus calzoncillos, los cuales
apenas lo contienen.
Estiro la banda y echo un vistazo al interior. Me muerdo el labio
(suavemente para no echar a perder mi lápiz labial brillante) y lo miro,
rozando con mi dedo la hendidura. Una gota de humedad se acumula
allí. Levanto el dedo y me lo llevo a la boca, chupando cuidadosamente la
punta. Gime cuando lo saco, ahora un anillo de color morado oscuro y
algo de brillo lo decoran.
—Por el amor de Dios, Ruby.
Deslizo la mano debajo de su corbata, empuñándola para atraerlo
hacia mi boca. Le muerdo el labio inferior, pasando la lengua a través de
la piel suave. Al mismo tiempo me estiro hacia su ropa interior y envuelvo
mis manos alrededor de su cálido y duro pene.
Hasta Bancroft, no me habían gustado mucho las mamadas. Es
decir, si tuviera una relación, lo haría, porque para conseguir sexo oral
hay que darlo. Pero Bancroft lo convierte en todo un acontecimiento. Y el
pintalabios le da un toque extrañamente erótico. Además, le encantan. Y
observar su cara cuando estoy de rodillas, o en una variedad de otras
posiciones, es suficiente para mantenerme regresando para un potencial
trismo.
Cuando me retiro, me limpia el labio inferior, manchándose la
punta del dedo de rosa púrpura y purpurina. —¿Deberíamos quitar esto
primero?
Sacudo la cabeza.
Frota sus dedos. —¿No se manchará? Parece ser bastante bueno.
Me dejo caer de rodillas. —Para eso es el removedor de maquillaje.
Estamos justo delante del fregadero. Mis rodillas chocan contra la
alfombra acolchada que puso allí para poder follarme por detrás cuando
friego los platos. Se supone que es bueno para la espalda. La alfombra,
no el sexo.
Bajo sus pantalones y calzoncillos por sus caderas hasta que sale
su erección. Bancroft la rodea con el puño y la acaricia un par de veces.
Le meto las manos por debajo de su camisa, suspirando cuando toco las
duras crestas. Espero a que incline la erección hacia abajo para darle un
besito en la punta y dejarle purpurina.
—Joder, nena. Me estás matando.
Sonrío, porque por supuesto que ese es mi plan, darle una mamada
asesina que él devolverá con un increíble oral. Y luego se meterá dentro
de mí y me sacará tantos orgasmos como pueda. A menudo trata el sexo
como un partido de rugby: cuanto más me corro, mejor es su marcador
mental.
Le beso a lo largo de todo el miembro, dejándole marcas de mis
labios. Se apresura a desabrocharse los gemelos y a aflojarse la corbata
lo suficiente como para pasársela por la cabeza. En su afán, el botón de
arriba de la camisa repiquetea en la madera, pero luego se la quita por la
cabeza y la fina camiseta blanca que lleva debajo le sigue, revelando su
glorioso pecho.
Dios, su cuerpo es mágico. Sus abdominales ondulan y se flexionan
cuando lo llevo a mi boca.
—Maldita sea. —Mete las manos en mi cabello. Es muy bueno
controlando su boca sucia, a menos que estemos teniendo relaciones
sexuales—. Siempre te ves tan bien con mi pene en tu boca. Incluso con
este jodido maquillaje.
Intento sonreír, pero mi boca está bastante llena.
Su expresión se vuelve seria cuando dejo de jugar y comienzo a
chupar. Sus manos permanecen en mi pelo, guiándome, acariciándome
la mejilla, diciéndome cuánto ama mi boca bonita y sexy.
Me suelta después de correrse, y su expresión de felicidad se
transforma rápidamente cuando levanta una ceja. Me pasa el dedo por
debajo del labio inferior, y luego lo vuelve a hacer, con su boca fruncida
en las comisuras. Coge una toalla de papel y la moja bajo el grifo.
—Jesús. Parece que has chupado un unicornio.
Señalo su pene y uso la encimera para ponerme de pie.
—¿Entonces eso significa que parece que has follado un unicornio?
—Creo que tengo que retractarme con lo del unicornio, porque no
quiero esa imagen en mi cabeza antes de que tengamos sexo. —Me limpia
la boca, suave al principio, luego con más vigor—. Esto no sale.
—Solo necesito removedor de maquillaje. Ya nos preocuparemos
luego. —Le agarro de la corbata e intento hacer que me bese, pero gira la
cabeza.
—Oh, joder, no. Te ves sexy y esa mamada fue increíble, pero ese
lápiz labial tiene que irse antes de que algo más suceda.
Pongo los ojos en blanco. —Estás arruinando la espontaneidad de
todo esto, ya sabes.
Me mira y cruza los brazos sobre su pecho desnudo. Sería eficaz si
su pene medio flácido no estuviera colgando de sus pantalones, cubierto
de lápiz labial morado y brillos.
—No fue un problema cuando mis labios estaban envueltos
alrededor de tu pene —señalo.
Dicho pene se contrae, como si pudiera oírnos y quisiera darnos su
opinión. Lo señalo. —Creo que está de acuerdo.
—Creo que tienes que ver de qué estoy hablando. Ahora me distrae
bastante, y cuando esté dentro de ti, como pienso hacer muy pronto, me
gustaría poder besarte sin sentirme como en una película de ciencia
ficción chiflada.
—Las hadas son fantasía, no ciencia ficción.
Ahora es su turno de poner los ojos en blanco. Me gira, me quita
las alas y me atrae hacia su pecho.
Sé lo que me espera. Me va a llevar al baño para que me quite este
lápiz labial. Estoy segurísima de que está exagerando. A Bancroft le gusta
mostrar lo fuerte que es, y levantarme como si fuera una muñeca de gran
tamaño y llevarme de un lado a otro es uno de sus pasatiempos favoritos.
Bueno. Eso es falso, el sexo es quizá uno de sus pasatiempos favoritos.
Pero la verdad es que disfruto bastante tirando la carta de la terquedad
solo para que me haga esta jugada.
Excepto que no envuelve un brazo alrededor de mi cintura y me
carga. En su lugar, me acuna, sus dedos se presionan sobre mi clítoris a
través de la desafortunada barrera de pantalones cortos y bragas. Desliza
la mano más atrás. Oh, Dios mío, qué está… y entonces me levanta. Por
la entrepierna.
—¿En serio, Bane? —Me cruzo de brazos.
No le disuade. De hecho, su mano izquierda toca mi pecho derecho,
presumiblemente para afianzarme. Y, a decir verdad, la forma en que su
palma presiona mi clítoris es bastante excitante. Como resultado, no me
resisto a caminar con mi propio culo hasta el baño.
Usa su hombro para encender la luz. Me baja lentamente frente al
tocador e incluso cuando mis pies golpean el piso, no aparta la mano.
Ninguna de las dos. Aunque la que está entre mis piernas se mueve y la
presión sobre mi clítoris se vuelve más directa y decidida.
—¿Ves el problema? —Su boca está justo al lado de mi oreja, sus
labios rozan mi mejilla.
He estado tan atrapada por las sensaciones y la anticipación de lo
que está por venir, que casi me olvido del problema. —Oh, guau. —Mis
ojos se abren de forma cómica, lo que con el maquillaje actual me da un
aspecto demoníaco. Tengo pintalabios rosa púrpura y purpurina por toda
la barbilla. Parece que soy un poco descuidada chupando pollas.
Mientras trabajo en remover las manchas del lápiz labial, Bancroft
hace alarde de desnudarse detrás de mí. Está por comenzar a quitarme
la ropa, pero me aclaro la garganta y miro fijamente sus calcetines
negros.
—Me los quitaré cuando no esté parado sobre un piso de baldosas.
Odia los pies fríos casi tanto como yo odio los calcetines durante el
sexo.
—Deberías hacer lo mismo con tu cuerno de unicornio. —Le arrojo
una almohadilla empapada de removedor de maquillaje y se para a mi
lado en el fregadero, frotándose el pene que se endurece rápidamente,
quitando el brillo y las marcas del lápiz labial purpura. Después de un
minuto de frotar y tres almohadillas desmaquillantes adicionales está
mejor, pero sigo teniendo todo tipo de purpurina pegada a la cara, y hay
un tono rosado muy marcado en mi barbilla.
—¿Quieres que también me quite lo de los ojos?
—No. Déjalo. —Me baja los pantalones cortos y las bragas por mis
piernas de un tirón.
—¿Porque llevará mucho tiempo y estás impaciente?
—Por eso, y porque es sexy. —Desliza un dedo entre mis piernas y
cualquier comentario sarcástico muere—. Vamos, hada traviesa, tengo
hambre y tú tienes exactamente lo que deseo.

***

Dos días después me encuentro sentada en el vestíbulo del hotel


Concord, esperando a Amie. Estoy casi sin brillo, aunque juro que todavía
tengo un tinte rosado en el mentón, y no he necesitado lápiz labial en los
últimos días.
Bancroft no se ha esforzado mucho en eliminar los borrones de
purpurina que quedan en su pene, y lleva con orgullo el resto de mis
manchas de lápiz labial. No es que nadie más que yo vaya a verlo, pero
parece que lo encuentra bastante divertido.
De todos modos, el propósito del almuerzo con Amie hoy es doble:
debemos probar su selección de aperitivos para la velada de Halloween,
y cualquier excusa para pasar el rato en medio de la semana es buena.
Ya es la una de la tarde, pero solo llevo despierta poco más de una
hora. Mi horario de actuación significa que no me voy a la cama a horas
normales y duermo hasta tarde. Mi amiga, por otro lado, probablemente
ha estado despierta por lo menos siete, si no ocho horas. Desde las seis
menos cuarto, he recibido al menos quince mensajes de texto con ideas
sobre esta fiesta a la que se le ha dado el visto bueno. Mi divertida reunión
de Halloween se está convirtiendo en algo muy importante. No había
considerado totalmente las implicaciones de lo que sería si nos dieran
acceso a cosas como el salón de baile de Inception, y la aparentemente
interminable cartera de Armstrong.
Ayer nos dieron luz verde oficialmente, lo que significa que Amie ya
está en plena planificación de la fiesta. Aunque aún faltan semanas para
la velada (la etiqueta oficial y pretenciosa que se le dio a este evento) no
tenemos mucho tiempo para organizarlo todo. Típicamente estos eventos
llevan meses de planificación. O eso me dice Amie, cuyos mensajes se
han vuelto cada vez más frenéticos y detallados en las últimas dos horas,
pero se detuvieron repentinamente hace poco más de una hora.
Mientras espero que llegue, le envío mensajes a Bancroft. Bueno,
no tanto mensajes como emoticones de vegetales que ilustran lo que
planeo hacerle cuando llegue a casa después de mi actuación de esta
noche. A menudo me voy a la cama justo cuando él empieza el día. Ha
sido toda una adaptación para los dos. Pero Bancroft ha aprendido a
apreciar que le despierte a las cinco de la mañana la alarma de mi vagina
la mayoría de los días de la semana.
No me contesta enseguida, lo que significa que probablemente esté
en una reunión. Compruebo la hora. Es más de la una. Es muy raro que
Amie llegue tarde a una cita para comer. Normalmente es ella la que me
espera.
Menos de un minuto después, llega al vestíbulo. Lleva su bolso y
una bolsa de gimnasia. El pelo revuelto por el viento enmarca su cara, lo
cual también es atípico. No su cara, que es preciosa, sino su cabello
despeinado. Suele estar siempre muy arreglada, y más desde que empezó
a salir con Armstrong.
—Siento mucho llegar tarde. —Deja caer la bolsa del gimnasio y se
acerca para un abrazo.
—No te preocupes. —Le doy un apretón—. ¿Está todo bien?
Me libera de su agarre mortal y se ajusta la falda y la blusa a la vez
que explica: —Pensé que podría hacer espacio a una sesión de yoga y aun
así llegar a tiempo, pero dos de las duchas no funcionaban y hay una
mujer que siempre acapara el espejo después de las clases de la mañana,
lo cual no entiendo ya que ni siquiera suda. —Se agacha para recuperar
su bolso. Al ponerlo sobre su hombro, casi tira a una mujer que lleva su
chihuahua en su cartera. El perrito diminuto expresa su disgusto con
ladridos agudos, asustando a su dueña y a varias personas cercanas,
incluyendo a Amie, que se desliza detrás de mí.
—¿Qué te pasa? ¿Tomaste demasiado jugo verde esta mañana?
—He estado despierta desde las dos. No pude dormir anoche. Creo
que me pasé con los expresos esta mañana. Sinceramente pensé que la
sesión extra de yoga me ayudaría a calmarme. Tal vez debería haber
hecho cardio.
Amie es una gran fanática del yoga y de correr. Va un mínimo de
cuatro veces por semana. Aunque es estupendo que le guste mantenerse
activa, creo que se está excediendo en estos días, aunque tal vez sea su
forma de controlar el estrés. Cuando estoy estresada lavo muchos platos
y como mucha comida para llevar. Desde que me mudé con Bancroft he
desarrollado nuevas técnicas de gestión del estrés que a menudo incluyen
su pene. He descubierto que tiene un cien por cien de efectividad en la
reducción del estrés. Al menos temporalmente.
—¿Por qué no pudiste dormir? —Siempre ha sido madrugadora. Es
una de esas personas que podrían dormir solo cuatro horas y aun así
parecen frescas a la mañana siguiente. Si duermo menos de ocho, las
bolsas bajo mis ojos son tan grandes que puedo meter todo el contenido
de mi armario en ellas.
—Por pensar en la fiesta. —Entrelaza su brazo con el mío y nos
dirigimos al restaurante donde mi novio nos ha hecho una reserva para
el almuerzo.
Cuando pasamos junto a una pared de espejos, Amie hace una
mueca y se acaricia el pelo. —Voy a tener que hacer algo con esto antes
de volver al trabajo esta tarde.
—Te ves muy bien.
—Voy a cenar con Gwendolyn esta noche. Quiere hablar de la lista
de invitados a la boda otra vez. Tendré que arreglarme antes de verla.
—Siempre que no sea el tipo de arreglo que parece gustarle. —La
cara de la madre de Armstrong no suele moverse excepto sus labios. Es
un poco desconcertante la poca frecuencia con la que parpadea, para ser
sincera.
—Me sugirió que me sometiera a un tratamiento de Bótox un mes
antes de la boda.
Resoplo. —¿Qué podrías necesitar inyectar con Bótox?
—Dice que pongo esta cara cuando estoy nerviosa y me crea líneas
en la frente. Armstrong dijo que no es una mala idea. Tengo veinticinco
años y no quiero arrugas todavía.
Tengo que morderme la lengua contra los comentarios mordaces
que me dan ganas de soltar. En todos los años que hemos sido amigas,
Amie nunca ha estado tan preocupada por su apariencia. Trabaja para
una de las principales revistas de moda de Nueva York, y perpetúan el
ideal de “no eres lo suficientemente buena” en cada momento. Compra
esta crema, usa esta técnica. Arréglate. Cómo ser más guapa, más sexy,
una mejor esposa, una mejor novia, una mejor amante. Creo que puede
que le estén lavando el cerebro.
Obviamente, su futura suegra exacerba las nuevas inseguridades
de Amie. De hecho, creo que toda esta boda acentúa sus inseguridades.
Abordar el tema sin alterarla es imposible. Lo intenté al principio, pero
pronto aprendí que no valía la pena el estrés que parecía causarle.
—No tienes arrugas, Amie.
—Es una prevención, ¿no?
Dios. Odio lo incierta que suena. —Si te refieres a que te impide
tener expresiones faciales, supongo. Además, he leído algunos estudios
sobre esas cosas. Aparentemente si no puedes hacer la expresión facial,
no puedes experimentar la emoción que conlleva, lo que podría explicar
por qué Gwendolyn es una perr…
Las uñas de mi amiga se clavan en mi brazo. Duro. Lo suficiente
como para casi cortarme la piel. Me detengo antes de poder terminar la
frase, asumiendo que mi boca es el problema.
—Oh, dulces guisantes —murmura en voz baja.
En serio. Hasta su boca sucia ha desaparecido en los últimos seis
meses. Junto con casi todo lo divertido de ella. Está bien. Eso no es cierto.
Cuando estamos solas, está bien. Sigue siendo divertido estar cerca de
ella, pero añade a su prometido a la mezcla y es como si él chupara todo
lo increíble de la habitación, y a Amie.
Sigo su mirada amplia. Hablando de la perra insufrible. Gwendolyn
se encuentra sentada frente a Meredith Mills, la madre de mi novio. Son
hermanas. No entiendo cómo pueden estar emparentadas y ser tan, tan
diferentes.
La madre de Bancroft, a la que todos llaman Mimi, es posiblemente
una de las mujeres más dulces que he conocido. ¿Le preocupan las cosas
innecesarias y ridículas como las cirugías plásticas y los chismes de la
alta sociedad? Claro que sí. Pero no es su culpa, es el ambiente en el que
se crio. Por lo menos es amable y sabe burlarse de sí misma. Gwendolyn,
por otro lado, cree que está a un paso de la realeza y que todos deberían
besarle los pies y ofrecerse a limpiarle el trasero.
Antes de que podamos voltearnos, Mimi levanta su mano en señal
de saludo, haciéndonos señas. Observo la mesa cuando nos acercamos.
Parece que ya han comido. Gracias a Dios. No me importa almorzar con
Mimi, pero si tengo que pasar una hora entera de almuerzo con la perra
insufrible voy a necesitar alcohol para sobrevivir. Mucho. Suficiente para
hacerme bailar encima de un bar. En topless.
Mi suegra se aleja de la mesa y coloca delicadamente su servilleta
junto a su plato casi vacío. —¡Ruby! ¡Me alegro mucho de verte! —Nos
abraza a Amie y a mí a modo de saludo mientras Gwendolyn permanece
sentada. Por lo que ambas nos vemos obligadas a agacharnos y besarla
en el aire ya que se niega a levantarse.
Por supuesto, la madre de Armstrong tiene que comentar sobre el
bolso de gimnasia de Amie y su aspecto ligeramente desaliñado, mientras
que Mimi me dice lo bonita que estoy.
—Estamos terminando de almorzar, pero únanse a nosotras. —Ni
siquiera tiene que convocar a nadie. Dos meseros aparecen de la nada
con sillas extras y nos sentamos rápidamente—. Esperaba verlas hoy.
Harrison me informó que celebraremos una velada aquí a finales de mes.
Es una idea fabulosa. ¿Han decidido una temática?
—Estamos en la etapa de planificación —digo rápidamente.
Si hay algo que sé de Meredith Mills, es que le encanta una buena
fiesta. Bancroft me presentó a su familia hace poco más de dos meses, y
en ese tiempo he asistido al menos a cuatro cenas en la mansión de los
Mills. En cada una de ellas, Bancroft y yo nos hemos escabullido para un
polvo rápido en una habitación diferente. Casi nos atrapan una vez. Fue
súper divertido.
—Bueno, eso es perfecto, ¿no es así, Gwennie? ¡Podemos ayudarlas
a planear!
—Ahora no es el mejor momento. Tenemos una cita en quince
minutos en el spa, ¿recuerdas, Mimi? —Gwennie revisa su reloj. Supongo
que está frunciendo el ceño, pero es difícil de decir ya que solo resulta un
ligero tic de labios.
—¡Oh, claro! Qué tonta soy. Bueno, ¿por qué no planeamos otro
almuerzo para esta semana?
—Si planearemos una fiesta, necesitaremos más de una hora —
interrumpe Gwendolyn.
—Es cierto. —Mimi se toca el labio—. Deberíamos cenar, entonces.
Tal vez el próximo lunes, ya que te queda mejor, ¿verdad, querida?
—Los lunes suelen estar bien. —Miro a mi amiga, inquisitivamente.
Planear una fiesta con Mimi será divertido, pero no sé si será así si la
madre de Armstrong está involucrada.
Amie revisa su calendario. —El lunes funcionaría sin problemas.
—Está decidido. La cena del lunes es en nuestra casa. Invitaremos
a todos los chicos para que Harrison no se aburra e intente interferir —
propone mi suegra con una sonrisa.
Increíble. Otra noche en compañía de Armstrong. Me muero de
ganas.
4
Traducido por Miry
Corregido por Danita

Mimi ofrece otra ronda de abrazos una vez que hemos acordado la
hora de la cena. A Gwendolyn no le hace gracia que lleguen tarde a su
cita y Mimi le recuerda que es dueña del maldito hotel, que pueden llegar
tarde si lo desean.
Tan pronto como estemos solas, me marchitaré como una flor
debajo de una lámpara de calor.
—Me pregunto si podrían inyectarle una nueva personalidad la
próxima vez que vaya a un retoque de Bótox —murmura Ruby una vez
que se alejan del alcance del oído.
Tomo un sorbo de mi agua y suspiro. Me he preguntado lo mismo
en muchas ocasiones. —Sabes, sigo pensando que tarde o temprano le
caeré bien, pero parece que nunca va a pasar.
—No creo que pueda acercarse a nadie. Es realmente un misterio
cómo logró procrear. —Ruby recoge el menú de aperitivos que nos dejó el
mesero.
Estamos probando un poco de todo para reducir el menú a algo
razonable. Bueno, Ruby lo probará todo. Estoy en un régimen alimenticio
muy estricto porque se acerca la boda.
—No quiero pensar en cómo luce la procreación con ella.
—Me imagino que no es muy diferente de como luce la mayor parte
del tiempo, excepto que estaría desnuda. —Ruby toma un sorbo de su
mimosa. Se ve deliciosa.
—O tal vez no. Tal vez solo usa bragas sin entrepierna para que
Fredrick pueda entrar sin molestarla —susurro.
Ruby resopla y sonríe. —Oh Dios mío. ¿Te lo imaginas? —Se pone
seria de nuevo—. Sin embargo, no lo entiendo. Todo el mundo te quiere.
Todos, excepto la madre de Armstrong.
—A Armstrong le parece que se siente amenazada porque lo estoy
alejando de ella, pero creo que simplemente no le gusto. Parece que
cuanto más lo intento, peor se pone.
—Entonces, ¿has hablado con él al respecto?
—Lo he intentado. No parece pensar que sea un gran problema,
pero pasamos mucho tiempo con su familia. Solo quiero agradarle.
Dado que Armstrong tiene una relación muy cercana con su madre,
tengo un nivel irrazonable de perfección que compensar ante sus ojos. Es
difícil ver a la madre de Bancroft con Ruby. Es evidente que le agrada, y
que es recíproco. De hecho, su familia actúa como si el sol saliera y se
pusiera con Ruby. No necesito que Gwendolyn me adore, quiero tener un
tipo de relación con mi suegra que no implique excesiva ansiedad. Por
desgracia, no sé cómo hacerlo posible.
Ruby me acaricia la mano y sonríe. —Es imposible no quererte,
Amie. Tal vez planear esta fiesta juntas ayude.
—Tal vez. —Tengo mis dudas.
—¿Cómo va la planificación de la boda? —pregunta—. Debes estar
emocionada ahora que solo faltan unos meses.
Debería estar emocionada. Por desgracia, los planes de la boda me
llenan de temor en estos días. No es que me esté arrepintiendo. Al menos,
no más de lo normal. Es que cedí mucho más control sobre los planes de
lo que nunca pretendí solo para facilitar las cosas con Gwendolyn, y
claramente no ha mejorado nuestra relación en absoluto.
Decido concentrarme en lo positivo. —Se supone que los vestidos
van a llegar en un par de semanas. Si tenemos suerte, tendremos una
prueba antes de la velada de Halloween.
Aunque si eso sucede, estoy segura de que pasaré aún más tiempo
con la madre de Armstrong. Ella tiene una opinión sobre todo y, dado que
la recepción se lleva a cabo en uno de los hoteles Mills, ha estado muy
involucrada en todos los aspectos de la planificación, lo que Armstrong
cree que es totalmente razonable. Como mi familia vive fuera del estado,
mi propia madre no ha estado muy involucrada.
—Y debes estar súper emocionada por la luna de miel, ¿verdad? —
Baja la voz a un susurro para que solo yo pueda escucharla—. Por fin te
van a desflorar después de todos estos años.
Resoplo sin delicadeza. Ruby es muy consciente de que no hay flor
que arrancar en lo que a mí respecta. Salí mucho en la secundaria. Y
normalmente no con el tipo de chicos que podía o debía llevar a casa para
conocer a mis padres. Pensaba que si se suponía que no debería tener
sexo, no se sentiría tan bien. Hablando de eso, me vendría bien un poco
pronto.
—Espero que una vez que nos casemos, las cosas se recuperen en
el dormitorio.
—¿Qué quieres decir? —Ruby deja de beber su mimosa, la cual ya
va a la mitad.
Agito la mano en el aire como si mi comentario no importara. —El
estrés de la boda hace las cosas... difíciles.
Frunce el ceño y me presta toda su atención. —¿Eso significa que
no tienes mucha acción?
Jugueteo con mi servilleta para no tener que mirarla. Ruby y yo
siempre hemos sido muy abiertas entre nosotras sobre nuestras vidas
sexuales. Probablemente he compartido mucho más con ella de lo que
necesita saber, pero entonces, hemos sido amigas durante más de una
década.
Ella fue la primera persona a la que le dije cuando me desfloraron
en mi tercer año de preparatoria. Bueno, estábamos en la secundaria. El
chico al que le di mi virginidad era el hijo del mecánico de mi padre. Brent
Harper era un chico malo en serio, y tan bueno con sus dedos. Eso se
tradujo muy bien cuando estuvimos totalmente desnudos. Por desgracia,
esa reputación de “chico malo” era bien ganada. Lo último que supe fue
que se encontraba en prisión por malversación de fondos sin posibilidad
de libertad condicional. Irónicamente, no es el único novio que he tenido
con una foto policial. Los malos siempre eran difíciles de resistir.
—¡Hola! ¿Amalie? —Ruby agita su mano frente a mi cara.
—¿Qué?
—¿Tienes poca acción?
—No sé. Tal vez soy demasiado exigente. Quiero decir, sé que tengo
un deseo saludable, quizás un poco demasiado saludable a veces. Es por
eso que voy tanto al gimnasio en estos días, pero correr y hacer yoga no
son un reemplazo para el sexo y los orgasmos. —Me doy cuenta de que
estoy jugando con mi cabello y doblo las manos en mi regazo para detener
el comportamiento ansioso.
Ruby mira alrededor del restaurante, tal vez para asegurarse de
que tengamos privacidad. —¿Cuándo fue la última vez que tuviste sexo?
—Umm... —Miro al techo mientras reflexiono sobre la respuesta a
esa pregunta. Más allá de la mamada que le di a Armstrong en el auto el
lunes, ha pasado un tiempo—. ¿Tal vez hace una semana?
Ruby levanta una ceja. —¿Tal vez?
Consulto el calendario en mi teléfono, solo para estar segura de la
precisión. —Oh. Guau.
—Oh guau, ¿qué?
El último día marcado con una “O” fue hace casi dos semanas.
—Han pasado trece días.
—¿Desde que tuviste sexo? —pregunta, tal vez un poco demasiado
fuerte. Afortunadamente nos encontramos en un rincón privado del
restaurante—. ¿No te quedaste en su casa el fin de semana?
—Sí, pero tuvo una semana ocupada y se quedó dormido antes de
que pudiera saltarle encima, y no. Tenía razón, tuve sexo hace una
semana.
—Entonces, ¿de qué han pasado trece días? —Sus ojos se abren
aún más y se aferra al borde de la mesa—. No me digas que tu período
está retrasado.
Sacudo la cabeza. —Eso es la próxima semana. Han pasado trece
días desde que tuve un orgasmo.
—Oh. —Se hunde con alivio. Y luego su boca se abre—. ¿Trece
días?
Asiento.
—Eso no tiene sentido si tuviste relaciones sexuales la semana
pasada. ¿Cómo es eso posible si no has tenido un orgasmo? ¿Y cómo
puedes sobrevivir tanto tiempo sin tener un orgasmo?
Tal vez este no era el mejor lugar para mencionar esto.
El mesero se detiene en nuestra mesa con un surtido de aperitivos
y se toma la molestia de describir cada uno de ellos.
—¡Dios mío! ¡Son adorables! —Algunos son adorables, otros son un
poco espeluznantes. Todos tienen temática de Halloween. Hay tartas con
forma de ataúd, las tapas de hongos se parecen mucho a los globos
oculares, lo cual es muy poco apetitoso, y hay algo en el plato que parece
inquietantemente una araña. Esperamos con paciencia mientras habla.
Me doy cuenta que a Ruby le cuesta mucha moderación no meterse de
lleno y probar todo.
Creo que me las arreglé para librarme de nuestra discusión acerca
de mi falta de orgasmos, pero tan pronto como el mesero ha desaparecido,
Ruby se inclina y susurra: —¿Se te ha roto el chupa clítoris o algo así?
Ese es el término cariñoso con el que se refiere a mi dispositivo de
placer personal favorito. En mi opinión, no hay mejor manera de correrse.
Aparte del sexo real, obviamente. —No. No está roto.
—¿Entonces tu clítoris está roto?
—Tampoco está roto.
—Tienes que explicarlo. ¿No eres tú quien dijo que un orgasmo al
día mantiene a raya los cambios de humor o algo así?
Ese es por completo mi mantra. Lo he vivido durante años. Desde
que tuve mi primer orgasmo, para ser sincera. Aprendí exactamente lo
que se necesitaba para hacerme acabar cuando tenía diecisiete años. Fue
una casualidad, y por lo general no me cuesta llegar al orgasmo. Bueno,
últimamente con Armstrong ha sido un pequeño problema, pero creo que
es psicosomático de mi parte.
Suelo correrme en menos de tres minutos en las condiciones
adecuadas. No necesito los típicos diez a quince o a veces más que parece
ser la media general, al menos no cuando estoy excitada, y ¿quién no está
excitada cuando existe la posibilidad de un orgasmo?
—Intento algo nuevo —murmuro.
—¿Algo nuevo? Bueno, seguro que no puede ser bueno si no has
tenido un orgasmo en trece malditos días. —Ruby se mete un champiñón
en la boca y gime—. Definitivamente necesitamos más de estos. Estos
van a la lista. —Se limpia las comisuras de la boca con una servilleta.
—Creo que debemos considerar la apariencia de algunos de estos.
Podríamos dejar los temas de terror para las bebidas —sugiero. Recojo
algo que se parece mucho a un corazón apuñalado. Sabe delicioso. Creo
que es un pimiento relleno.
—¿Qué es esta nueva tortura sin orgasmos que estás probando?
Esto suena peor que el régimen de ejercicios del mes pasado.
Elijo uno de los aperitivos de aspecto normal, una endibia con
camarones por encima, y mordisqueo el extremo. —Bueno, últimamente
he tenido dificultades para llegar al orgasmo con Armstrong.
—¿Como si tuviera un calambre en el dedo por todo el roce? Solo
saca el chupa clítoris y ya está. Mejor aún, haz que él sea el chupa clítoris.
—No sabe sobre el CC.
Parpadea mirándome. —Espera un segundo. ¿No le has presentado
tu colección de juguetes?
Siento que mis mejillas se sonrojan. La respuesta honesta a esto
es no, no lo he hecho. Lo intenté una vez, pero no le hizo gracia cuando
vio el tamaño de mi vibrador, que le supera tanto en longitud como en
grosor. —Me quedo en su casa todo el tiempo y mi colección está en mi
casa.
—Entiendo que acarrear tu baúl de trucos de magia sería un poco
engorroso. Oh, Dios mío. ¿Recuerdas aquella vez que olvidaste quitarle
las pilas a tu amante del punto G?
—Oh, lo recuerdo. —El vibrador al que se refiere Ruby tiene una
cabeza en ángulo redondeada que golpea el punto G. Es bastante preciso
en su curvatura.
—Estoy bastante segura de que el guardia de seguridad del
aeropuerto se enamoró de ti esa noche. Quería darte el tratamiento con
guantes de goma. —Menea las cejas.
—Era sexy, ¿no?
—Muy sexy. Y esos tatuajes. Dios mío. Simplemente delicioso. —
Toma una tarta de tomate y da un pequeño mordisco—. Casi tan delicioso
como estas. También van a la lista. Volvamos a tu sequía de orgasmos.
No entiendo por qué no has tenido uno solo porque a Armstrong le cuesta
llevarte ahí.
—Creo que es solo el estrés. Pensé que tal vez si no me ayudaba a
mí misma todos los días, sería más fácil para él hacerlo realidad.
—Pero no has tenido relaciones sexuales en una semana.
—No.
—¿No te quedaste en su casa el lunes?
—No me quedo en su casa los lunes porque tiene squash el martes
por la mañana y si me quedo no dormirá lo suficiente.
Ruby deja el tenedor y me mira durante unos largos segundos
antes de soltar un largo y lento suspiro. —Por favor, no te ofendas, pero
¿estás segura de que quieres casarte con este tipo?
Sé que solo trata de ser una buena amiga, pero cuando dice cosas
así, con esa expresión, me hace preguntarme si mis dudas son algo más
que los nervios normales de una boda. Armstrong es una buena elección;
es estable, sólido, inteligente, organizado y orientado a objetivos. Es todo
lo que mis otros novios no han sido. Y nunca ha sido arrestado, así que
es un punto a favor. Además, mis padres aprueban incondicionalmente
mi elección, otro gran punto.
—Pasamos por una fase. Lo hago sonar peor de lo que es. Los dos
hemos estado ocupados. Planear una boda es estresante, especialmente
con Gwendolyn involucrada.
—Si tú lo dices. Nunca es tarde para echarse atrás y encontrar un
nuevo pene en el que sentarse el resto de tu vida.
El mesero regresa con un nuevo plato de aperitivos, finalizando la
conversación. Pero ahora no puedo evitar preocuparme: ¿Y si la cosa no
mejora? ¿Y si las cosas no vuelven a ser como antes del compromiso? El
CC es asombroso. Siempre cumple con su cometido, pero no quiero que
sea mi principal fuente de orgasmos durante el resto de mi vida sexual.
5
Traducido por Valentine Rose
Corregido por Danita

Ya he ido a cenar a la mansión de los Mills. Es mucho más relajado


que las cenas con la familia de Armstrong. Esas son cenas muy formales,
donde nos sentamos con delicadeza y hablamos de negocios y el estado
del mundo, y de las organizaciones benéficas que ofrecen las mejores
oportunidades de promoción.
Mimi nos da la bienvenida con abrazos y besos al aire. Me dice que
luzco hermosa, halagando entusiasmada lo que llama mi “impresionante
figura”. Armstrong me da una nalgada cuando cree que nadie mira, y
Gwendolyn comenta sobre el tiempo que paso en yoga.
Ruby ya está aquí con Bane. Lo sé porque me envió un mensaje
hace diez minutos, preguntando dónde estaba. No se encuentra en la sala
de estar, y Bane tampoco. Será mejor que no estén follando como locos.
Lo hacen con frecuencia en cenas de este tipo. Se escabullen durante
veinte minutos pensando que nadie se dará cuenta y Ruby siempre vuelve
pareciendo el gato que se comió al canario. O ha sido comida por su gato.
Lo que es más probable. Según lo que cuenta, a Bane le gusta cenar a
menudo en el buffet de vaginas.
Echo un vistazo buscando a los hermanos de Bane, esperando que
toda la familia esté aquí, como parece ser típico siempre que se organiza
una cena. El hermano mayor de Bancroft, Griffin, está al otro lado de la
sala, muy cerca, hablando con su prometida, Imogen. No veo a Lexington.
Tal vez no venga. No es que importe. En realidad, probablemente sea
mejor que no esté aquí, ya que su presencia parece poner de mal humor
a Armstrong.
—¡Ah! ¡Sí! ¡Por fin llegaste! —exclama Ruby, y se acerca de un salto.
Sus mejillas están enrojecidas. Supongo que eso significa que ha estado
bebiendo—. ¡Acompáñame a la cocina! ¡Estamos preparando los mejores
tragos! Bueno, yo no hago ninguno, pero tienes que ver esto.
—No dejes que beba los chupitos rojos —dice Bane tras nosotras—
, ¡no quiero tener que cargarla al auto esta noche!
Al pasar, Ruby le tira un beso.
La cocina no está llena de gente preparando la comida, porque eso
ocurre en los cuarteles del chef. Los Mills son más que ricos. Poseen una
de las cadenas hoteleras más lujosas del mundo. Tienen una cocina
industrial más allá de la “cocina normal”, que es más grande que todo mi
apartamento, probablemente el doble.
Todo es de acero inoxidable y de última generación. Y en medio de
la enorme y preciosa cocina, de pie detrás de la isla, está Lexington.
Lleva una camisa de vestir negra y una corbata a cuadros. Es una
combinación rara, extrañamente de leñador, pero a la manera hipster. Y
es imposible no mirarlo. También es muy difícil no fijarse en el tatuaje
que asoma por su manga remangada. Armstrong nunca se haría un
tatuaje, pero creo que tiene más que ver con su miedo a las agujas que
con su aversión real al arte corporal.
Ruby me suelta el brazo y grita, saltando por la cocina hacia donde
Lexington está preparando bebidas. Y no cualquier tipo de bebidas, sino
las inspiradas en Halloween.
La observa con diversión, llevando la mirada hacia mí por un breve
instante. Y luego me recorre. Lentamente. El costado derecho de su boca
se alza y nuestras miradas se encuentran. Dura poco. Lo que es bueno,
pues el modo en que me mira se siente muy inapropiado. Agacho la vista,
asegurándome de que mi vestido no esté mostrando nada que no deba.
Nop. Todo está en su lugar.
Ruby le aprieta el brazo y sonríe de oreja a oreja. —¡Mira todos los
tragos geniales que hizo Lexy!
Él la mira con una ceja arqueada. —Eh, no. —Ante su confusión,
sacude la cabeza—. No agregarás una Y al final de mi nombre para que
te sientas mejor por tener una al final del tuyo.
La sonrisa de Ruby se vuelve diabólica. —¿No es así como te llama
Brittany?
—Por favor no la nombres. En especial en presencia de Mimi. En
realidad, nunca lo digas.
—¿No es ella a quien Bancroft trajo a mi fiesta de compromiso? —
pregunto, solo para sentirme parte de la conversación, supongo.
Eso atrae la atención de él de nuevo hacia mí. —Sí. Al parecer, eso
no significa que no pueda salir con alguien más en esta familia.
—Escuché que le gustan mucho las piruletas —se ríe Ruby.
Lex hace una mueca. —Sí. Pues me gustaría mantener mi piruleta
tan lejos de ella como sea humanamente posible. ¿Vas a probar alguno
de estos o solo quieres que la gente los mire?
Ruby apunta uno con una capa amarilla al fondo, naranja en medio
y blanco arriba. —¿Qué es eso?
—Exactamente lo que parece, caramelo de maíz. —Le tiende el vaso
a Ruby y esta lo huele antes de tomar un pequeño sorbo.
—¡Ooooh! Está increíble. ¡Amie, tienes que probar alguno! —Le da
un codazo a Lex en el brazo—. Dale algo delicioso.
—Tengo muchas cosas deliciosas. ¿Cuál te gustaría? —pregunta.
Tardo un momento en darme cuenta de que no está siendo
inapropiado. ¿Por qué mi cerebro convierte todo en algo sucio? Tuve un
orgasmo antes de que Armstrong me recogiera. De hecho, tuve tres.
Desde que le revelé a Ruby mi falta de orgasmos con Armstrong, he
pensado que quizá he estado dándole demasiadas vueltas a las cosas y
que la falta de los mismos no tiene nada que ver con mi prometido y sí
conmigo. Así que nos quité la presión a los dos. Excepto que mi mente
sigue claramente en la alcantarilla, y disfruta de estar ahí.
—¿Qué tal un Beso de Vampiro? —Lexington me acerca una copa
de martini.
—¿Um, claro? —El brebaje tiene el borde de color rosa y unos
dientes negros de vampiro posados a un lado. Es bastante creativo. Bebo
un sorbo. También está delicioso.
—Amalie. —El brazo de Armstrong me rodea la cintura—. Te estaba
buscando. Mi madre quiere repasar los detalles contigo y con Ruby sobre
el evento benéfico. Algo sobre elegir un tema para los disfraces. —Me pasa
la nariz por el cuello—. Lexington. No esperaba que estuvieras aquí esta
noche.
—Es mi familia. ¿Por qué no iba a estar aquí?
—Pensé que estarías de viaje por negocios. O fuera haciendo lo que
sea que sueles hacer. Probando sobras, ese tipo de cosas. —Armstrong
quita el vaso de mi mano y lo olfatea—. ¿Qué es esto?
—Es un Beso de Vampiro. Lo preparó Lex.
—¿No debería prepararlo el barman? —Bebe un sorbo, luego bota
el resto por el desagüe.
—¡Me gustaba!
—Tiene demasiado azúcar. Ven, Amalie, te buscaremos una copa
de champán. —Me agarra por la cintura y me lleva hacia el salón.
Miro por encima del hombro y le lanzo una mirada de disculpa a
Lex, que se rasca la frente con el dedo corazón. Espero de verdad que eso
no vaya dirigido a mí. Le modulo ayúdame a Ruby antes de doblar la
esquina, y verme obligada a enfrentarme sola a la horrible madre de
Armstrong. Será mejor que Ruby haga su trabajo y me salve, ya que todo
esto ha sido idea suya.
6
Traducido por Val_17 & Sofía Belikov
Corregido por Anna Karol

—¿Por qué siempre es tan idiota? —murmuro.


—Esa es una pregunta retórica, ¿verdad? —Lex bebe un chupito y
luego un segundo—. Conociste a mi tía. Estoy seguro de que la respuesta
a eso es bastante clara.
—Pero Fredrick es un buen tipo. O al menos parece agradable.
—Sin embargo, las apariencias pueden ser bastante engañosas,
¿no?
No tengo oportunidad de preguntar a qué se refiere con eso porque
Bancroft asoma la cabeza por la puerta. —Creo que deberías venir aquí y
ayudar a salvar a tu amiga de ser torturada.
Suspiro, pero me llevo mi cóctel a la sala de estar donde Amie se
encuentra atrapada entre la madre de Bancroft y la de Armstrong.
—¡Ruby! —Mimi me hace señas—. Estamos debatiendo el tema de
la velada. ¡Ayúdanos a decidir!
Bancroft le da un apretón cariñoso a mi trasero. —Apuesto a que
te estás arrepintiendo de esta increíble idea, ¿no?
Me muerdo la lengua y no digo nada. Mi plan original era organizar
una pequeña fiesta en su condominio. Nuestro condominio. No un evento
de quinientas personas. No tengo problemas con la extravagancia. Pero
lamento mucho la participación de Gwendolyn y cuánto está estresando
a Amie. Mi idea de un tema de apocalipsis zombi es rechazada enseguida.
Aparentemente, no todo el mundo quiere disfrazarse de muerto viviente
en Halloween. Qué sorpresa.
—¿Qué opinan de una temática de príncipes y princesas? —sugiere
Gwendolyn.
—¡Oh! ¡Esa es una gran idea! —Amie aplaude con entusiasmo.
Intento contener mi resoplido de incredulidad. Uno que indica que
no estoy de acuerdo con su respuesta entusiasta ante esta horrible idea.
No creo ni por un segundo que Amie quiera vestirse como una princesa
para Halloween. ¿Por qué no creo su reacción? Porque durante nuestro
primer año de universidad logramos conseguir identificaciones falsas que
afirmaban que teníamos la edad legal para beber.
Hubo una fiesta de Halloween en un bar del centro y Amie, que
también tenía la tarjeta de crédito de papá en el bolsillo trasero, decidió
que teníamos que disfrazarnos bien. Y fue lo que hicimos. Se disfrazó de
dominatrix, lo que significa que compró lencería muy cara y de cuero. Y
un látigo. Yo fui de novia zombi, antes de que los zombis estuvieran de
moda. Adivinen quién consiguió todos los números de teléfono esa noche.
Yo no.
Adivinen quién también tuvo que explicar la factura de la tarjeta
de crédito de mil dólares de una tienda fetichista. De nuevo, yo no.
Al año siguiente fue como un ángel. En lencería. El año después de
ese fue como una ninfa del bosque. En lencería. Ya hay una tendencia
aquí. Entonces, aunque Amie finge entusiasmarse por vestirse con capas
de tul y satén, en realidad está pensando en qué tipo de ligueros puede
combinar con su nuevo corsé. Tengo que preguntarme si Armstrong la
ha visto alguna vez en su esplendor de ligas y si es capaz de apreciarlo.
Intento ponerme lencería con Bane, pero se pasa de entusiasta y a
menudo la destroza al quitarla. La otra noche, cuando me vestí de hada
traviesa, es un ejemplo de ello. Ese disfraz necesita ahora unas cuantas
reparaciones. Pero Dios, ese sexo fue caliente. Me gustaría tener más de
eso. A ser posible, pronto.
Me reincorporo a la conversación a tiempo para oír a Mimi sugerir
princesas a lo largo de la historia. No tengo ningún deseo de ahogarme
en un vestido. Levanto la mano, como si estuviéramos en la escuela, luego
me doy cuenta de que no necesito que me den permiso antes de hablar.
—Eso podría ser un poco limitado. ¿Qué tal si hacemos parejas famosas
a lo largo de la historia?
Gwendolyn hace una mueca. —En realidad, esa es una muy buena
idea. —Parece bastante sorprendida de que yo pudiera tener una de esas.
—De esa manera no estamos limitados a la realeza. Podemos elegir
cualquier pareja famosa. —Como Bonnie y Clyde. Cuanto más notorios,
mejor—. Incluso podrían ser ficticios.
—¡Como Romeo y Julieta! —proclama Mimi.
—Exactamente. —Creo que Romeo es un imbécil y Julieta termina
muriendo por nada, pero me encanta que mi suegra haga referencia a
Shakespeare cuando planeamos una fiesta de Halloween.
—¡Esto será muy divertido! —Me da un abrazo de costado—. Me
alegro tanto de que Amalie te haya presentado a mi hijo. Si tienes otras
amigas con suficiente entusiasmo para domar a Lexington, me gustaría
conocerlas.
Me río. Amie sonríe mientras nos mira, pero puedo ver la tensión
en sus ojos. Me entristece que su futura suegra sea un pez tan frío.
La emoción de Mimi es contagiosa, a pesar de la constante actitud
despectiva de Gwendolyn respecto a casi todos los aspectos de la velada.
Parece que han decidido involucrarse completamente en la planificación
del evento. Lo cual, en realidad, no es tan malo. Tanto Amie como yo
tenemos trabajos a tiempo completo, y la planificación de fiestas ha sido
cosa de ellas durante años. Por fin, nos trasladamos al comedor cuando
nos llaman para cenar, pero la conversación continúa en torno a la fiesta
de Halloween. Se vuelve cada vez más grandioso a medida que avanza la
discusión.
No tengo ni idea de cómo esperan lograr esto en solo tres semanas,
pero parece que se salió de control en términos de tamaño y grandeza.
Me pregunto si así es cómo ha sido la planificación de la boda para Amie.
Si es así, definitivamente entiendo por qué no está más emocionada. Y su
excesiva necesidad de yoga. Y su falta de orgasmos. Me entristece.
Lex, que se halla sentado en el lado opuesto de la mesa, ha estado
relativamente callado. Aparte de nuestra extravagancia de coctelería en
la cocina, no se dejó ver hasta que nos sentamos a cenar. Aunque, he
estado ocupada con la planificación de la velada, así que tal vez ha estado
cerca todo el tiempo y no me di cuenta.
Desde que nos sentamos, Lex y Armstrong parecen estar teniendo
un concurso de miradas. Armstrong ha pasado el brazo por el respaldo
de la silla de Amie de manera posesiva, como si sintiera la necesidad de
protegerla. De qué, no tengo ni idea.
Mientras tanto, Bancroft ha estado intentando meterme la mano
en la falda. Me distrae, pero me divierte.
Mimi ha tomado tres copas de vino y su voz se hace más fuerte con
cada sorbo. —¡Tengo otra idea! —Espera a tener la atención de todos—.
Creo que deberíamos tener una subasta de solteros.
Eso recibe una ronda de gemidos de sus hijos.
—¿Qué? —Mimi agita su mano, con diamantes gigantes reluciendo
bajo la iluminación de la lámpara—. Es una idea maravillosa. La última
vez recaudamos casi un cuarto de millón de dólares para la caridad.
—Fue una excelente publicidad —concuerda Fredrick, el padre de
Armstrong.
—¿A quién van a subastar? No hay nadie elegible en esta mesa. —
Bancroft me aprieta el muslo, su meñique se desliza bajo el dobladillo de
mi vestido por quincuagésima millonésima vez. Mi vagina va a explotar
antes de que lleguemos a casa.
—Salvo por Lexington —agrega Armstrong, sonriendo—. ¿Cuánto
pagó tu cita en la última? ¿Fueron veinte o treinta mil dólares?
Lex da unos golpecitos en la mesa. —Fueron cincuenta. ¿Cuánto
pagaron por ti? ¿Quince?
Eso borra la sonrisa de la cara de Armstrong y pone una en la mía.
—Veinticinco —dice con irritación—. ¿Con quién saliste? ¿No era
la chica Firestone? Espero que valiera la pena el gasto de su dinero.
La sonrisa de Lex se amplía lentamente. —Estoy seguro de que sí.
Creo que me llamó, hmm, ¿cómo era? —Se toca el labio—. Muy caritativo.
Dijo que valió la pena hasta el último centavo.
—¡Lexington! —regaña Mimi.
Su expresión se transforma en una de inocencia con los ojos muy
abiertos. —¿Qué? Si una mujer va a donar cincuenta mil dólares a
organizaciones benéficas por mí, voy a ser una cita excepcionalmente
atenta.
—Sobre todo si es sexy —murmura Bane, pero no es lo bastante
bajo. Le doy un codazo en el costado.
—¡Bancroft! —Mimi frunce los labios y lo mira con dureza.
Entrelazo mis manos y apoyo la barbilla sobre mis nudillos.
—Si no estuviera saliendo ya con Bane, donaría cincuenta mil a la
caridad por una cita contigo, Lex.
Esa sonrisa con hoyuelos reaparece. Todos los chicos Mills tienen
una sonrisa asesina. —Gracias, Ruby.
Los dedos de Bancroft se aprietan alrededor de mi muslo. Se acerca
y me susurra al oído: —No acaricies su ego.
—Es una pena que no puedas subastarte este año, Bane. Siempre
ganas un buen dinero. —Gwendolyn suspira y luego le lanza una mueca
extrañamente despectiva a Lex—. Al menos te tenemos a ti. Simplemente
tendremos que encontrar algunos caballeros más para participar. ¿Qué
hay de ese chico Williamson? Le fue bien el año pasado, ¿no es así? Para
nada como a tus chicos, Mimi, pero estuvo bastante bien.
Qué extraña conversación para una cena.
Ya es tarde cuando nos vamos y creo que me he tomado varios
cócteles interesantes, cortesía de Lex, así que no siento dolor alguno.
También estoy un poco inestable en mis pies. Y cachonda. Querido Dios,
necesito echar un polvo. Mucho.
Creo que mi pequeña broma inofensiva sobre una cita de caridad
con Lex está volviendo a Bancroft un poco territorial. Aunque no estoy
segura de por qué. Vivo con él, no es como si fuera a saltar de hermanos
y camas. Eso es simplemente… asqueroso.
Así que ahora que estoy en el auto con él, a solas, quiero meter mis
manos en sus pantalones y me gustaría que me subiera la falda.
Me deslizo para estar justo a su lado y froto un pecho en su bíceps.
—Levanta el divisor.
Estira el brazo sobre el respaldo del asiento y me observa. Su
expresión es distante, no revela nada. De hecho, se ve completamente
inexpresivo. Uff.
Me roza el pelo por encima del hombro, con las yemas de los dedos
rozando mi garganta. —¿Por qué quieres que haga eso?
—Por privacidad. —Obvio.
Su voz se vuelve más grave. —¿Y por qué íbamos a necesitar
privacidad?
Me muerdo el labio y cruzo las piernas, dejando que se me suba la
falda. Su mirada se posa ahí y luego cambia a la apertura. —Porque me
gustaría ser inapropiada contigo.
—¿Oh? ¿Estás segura de que es conmigo con quien quieres ser
inapropiada? —Su tono no es juguetón, es duro, molesto.
Me inclino sobre él y presiono el botón, observando la mirada de
nuestro conductor mientras se desliza hacia el espejo retrovisor y luego
vuelve a la carretera. Desaparece detrás del vidrio negro. Entrecierro los
ojos ante la mandíbula tensa de Bane, y la recorro con la punta del dedo.
Se aparta.
—Explícame esa reacción, por favor.
—Coqueteabas con Lex en la cena. Frente a todos.
—¿Disculpa?
—En la cena. Dijiste que donarías cincuenta mil dólares a caridad
para salir con él si no estuvieras conmigo.
Me aseguro de que mi expresión muestre incredulidad.
—Armstrong se comportaba como un idiota. Solo defendía a Lex.
Suelta un resoplido. —Coquetea contigo.
—¿Lex? No coquetea conmigo. Me trata como a una hermana o algo
así. No hablaba en serio, y solo me lo agradecía debido a que Armstrong
siempre es un imbécil —razono.
—No me gusta.
Guau. No tenía idea de que Bancroft pudiera ser tan sensible.
Bueno, la verdad no es tan así. Solo que no sabía que también incluía a
Lex. —Sabes que eres el único al que quiero.
Todavía frunce el ceño. Y ahora no me mira.
—¿Bancroft? —Le agarro la barbilla con la mano y lo fuerzo a
mirarme—. ¿Cómo puedes no saberlo?
—No me gusta lo mucho que disfruta la atención. Ya recibe la
suficiente del resto. No la necesita también de ti.
—Así que, ¿estás celoso?
—No estoy celoso.
—Pareces celoso.
—Eres mía. Todos saben que eres mía. Lex sabe que eres mía, y
aun así coquetea contigo, y caíste en su juego esta noche.
Arqueo una ceja. —Qué poco siglo veintiuno de tu parte. ¿De qué
va todo esto?
Suspira y su cabeza recae sobre el asiento. —Pasaste un montón
de tiempo con Lex en la cocina, preparando todas esas bebidas, y luego
estuviste con Amie hablando de esa fiesta, y has estado con Amie toda la
semana.
Me muevo y me pongo a horcajadas en su regazo. Ahora tiene
sentido. Y puedo ver un patrón. Siempre que pasamos mucho tiempo con
su familia o con sus amigos, se vuelve más necesitado. Como si el hecho
de compartirme con otras personas me hiciera menos suya. Y supongo
que, en cierto modo, eso es cierto, porque no puede tenerme toda para él
como es habitual. —Ay, cariño, ¿te sientes desatendido?
Sus cejas se fruncen, pero sus manos se mueven por mis muslos y
debajo del bordillo del vestido. —Tal vez.
Deposito un beso en sus labios. —¿Soy tuya?
Sus ojos lucen oscuros, pesados. —Sí.
—Entonces, tal vez deberías tomarme.
—Quizás debería. —Me desabrocha la chaqueta y la desliza por mis
hombros. Sus dedos delinean mi clavícula y garganta. Me pasa los dedos
por la barbilla y desliza uno en mi boca.
Lo chupo y muerdo, moviéndome hacia delante así puedo frotarme
contra él.
La mirada oscura en su rostro se vuelve lujuriosa. —¿Crees que
debería follarte aquí mismo? ¿En el auto?
Ahí está mi chico sucio. Asiento una vez.
—¿Estás segura de que puedes guardar silencio? El vidrio no es a
prueba de sonidos. —Señala el separador con la barbilla.
—Sí.
Respiro con expectación cuando vuelve a deslizar su mano bajo mi
vestido, buscando el borde de mi ropa interior. Y no lo encuentra. Aparece
una sonrisa en sus labios. —¿Dónde quedaron tus bragas?
—Estaban húmedas después de la cena, así que me las quité.
—Chica traviesa. —Desliza un nudillo por mi hendidura—. Estás
preparada para mi pene, ¿no?
Hago un sonido estrangulado mientras levanta la falda para ver los
dos dedos que desaparecen en mi interior. Suelta la tela y me golpea el
trasero. —Shhh. Recuerda que dijiste que podías guardar silencio. No
quieres avergonzar a nuestro conductor, ¿no?
—No. —Se escucha música desde la parte de adelante, y es poco
probable que nos escuche, pero no quiero incomodarlo. Es un buen tipo.
—Así es. No quieres que se entere de lo que está sucediendo aquí,
¿no?
Niego con la cabeza y me muerdo el labio cuando mueve los dedos,
para evitar que escape cualquier sonido indeseado.
—¿Sabes qué deberías hacer? —Hace círculos sobre mi clítoris con
el pulgar.
Es increíblemente difícil no gemir en voz alta. Me las arreglo para
tartamudear una palabra. —N-no.
—Deberías sacarme el pene así puedes montarlo como a mis dedos.
Choco mi boca contra la suya para acallar el ruido desesperado que
estoy a punto de hacer. Tanteo la hebilla de su cinturón y la suelto.
Bancroft no me ayuda para nada, ya que tiene la mano entre mis piernas
y el rítmico movimiento de sus dedos me distrae increíblemente.
Libero su camisa y me esfuerzo por desabrochar el botón. La
cremallera se engancha en la tela y se atasca mientras tiro con fuerza. Al
oír su risita, le muerdo el labio. Me da otra bofetada en el culo.
Jadeo. Apoyando una mano en su pecho, me aparto lo suficiente
para mirarlo feo. No es muy efectivo, considerando mi expresión ante el
cambio de ángulo. —Deja de hacer eso.
—¿Qué? ¿Esto? —Intenta apartar la mano entre mis piernas, pero
lo cojo por la muñeca. La verdad es que no soy lo suficientemente fuerte
como para evitar que se detenga, pero me sonríe y vuelve a mover los
dedos.
—Oh. ¿Hablas de esto? —Me golpea en el trasero de nuevo.
Tengo que luchar contra otro gemido.
Presiona una de las mejillas con la mano que no está entre mis
piernas. —No finjas que no te encanta. Puedo sentir lo mucho que deseas
que lo haga de nuevo.
Intento no tensarme. De verdad. Pero me preparo para ese ardor
caliente y el flujo cálido de placer que le sigue, y todos mis músculos se
contraen. Bane sabe cómo presionarme. Y una forma es una buena
azotaina.
—Más te vale que estés sobre mi pene cuando te corras, cariño. —
Suena como una amenaza.
Le suelto la muñeca y gimo cuando sus dedos desaparecen. Sin
embargo, me fuerza a concentrarme. Meto la mano en la parte delantera
de los boxers y le agarro la erección. Bancroft tiene un pene magnífico.
Igual de grande y hermoso que el resto de él. El resplandor constante de
luces por las que pasamos bajo las lámparas de la calle y a través del
tráfico de Nueva York me dan una visión esporádica, pero suficiente.
Bancroft me coge de las caderas y me atrae hacia delante. Nos
alineo y me dejo caer. —Joder, sí —gime.
Quiero ponerlo en evidencia por ser tan ruidoso y por incomodar al
conductor, pero toma mi trasero y me mece hacia delante. Basta con un
par de embestidas bien calculadas para que me corra. Le paso la mano
por el cabello y lo agarro con fuerza. Abro la boca y pronuncio su nombre,
un sonido suave y agudo que se me queda en la garganta.
Una de las esquinas de la boca de Bancroft se arquea en una mueca
malvada. —Eso es, amor, eso es lo que quiero, que me aprietes el pene,
mirándome como si fuera tu puto Dios.
¿Ya he mencionado que Bancroft es presumido y sucio al hablar
cuando tenemos sexo? Especialmente del tipo público. El tener sexo en
el auto no es frecuente, pero sí que lo hacemos un montón en la casa de
sus padres; casi cada vez que estamos allí. La mayoría de las veces es
rápido y sucio; el aperitivo antes del plato principal cuando llegamos a
casa.
Cuando se pasa mi orgasmo, Bane extiende una mano y me baja
la cremallera del vestido, tirando bruscamente de él por encima de mi
cabeza. Me arruina el sujetador al no poder sacármelo lo bastante rápido.
No es que me importe. Tengo muchos en casa.
Bane me recorre los costados con las manos, exhalando un fuerte
suspiro. Agarrando mi pecho izquierdo con una mano y mi nalga derecha
con la otra, se desliza por el asiento y utiliza los puntos de anclaje para
hacerme subir y bajar al tiempo que bombea sus caderas y yo empiezo a
deshacerme.
—Mírate. Eres magnífica, maldición.
Mi reflejo se mueve en el vidrio tintado. Agradezco que nadie pueda
vernos, considerando que estoy completamente desnuda y Bancroft está
vestido. No sé por qué, pero eso hace que el sexo sea más caliente. Como
también lo hace el hecho de que estemos sentados en un semáforo en
rojo en un cruce y yo rebote en su regazo, en busca del orgasmo número
dos.
—Por favor, dime que vas a follarme de nuevo cuando lleguemos a
casa —gimo.
Me suelta el pecho y envuelve el brazo alrededor de mi cintura,
acercándome hasta que mi pecho se presiona contra el suyo. —Puedes
apostar ese culito dulce a que sí. Esto es nada más el calentamiento.
—Supongo que es bueno que mañana te toque trabajar desde casa,
¿eh? —pregunto, sin aliento.
—Sí, maldición.
Nota personal: un Bane inseguro es insaciable.
7
Traducido por Anna Karol & AndryGomez
Corregido por Pame .R.

—Tenemos que elegir los disfraces para la velada de Halloween. —


Solo nos quedan dos semanas y media. No es mucho tiempo. Puede que
necesite un vestido personalizado. Ruby tiene las habilidades necesarias
para hacerlo, pero necesitaré tiempo para hallar las piezas apropiadas
para armar y ella necesitará tiempo para hacer su magia.
Armstrong levanta la vista de su periódico. —¿Por qué no puede ser
solo un disfraz? ¿Por qué no puedo ponerme un esmoquin y una máscara
y tú un nuevo vestido de baile que combine con mi corbata y terminamos?
—Porque no es una fiesta de máscaras. Es una velada de Halloween
y tenemos que pensar en disfraces coordinados porque ese es el tema. Tu
madre es la que lo eligió —señalo. Aunque Mimi tuvo algo que ver en la
decisión, por suerte. De lo contrario, habría sido muy aburrido.
Armstrong deja el periódico, posiblemente consciente de que no voy
a dejarlo hasta que tomemos una decisión real. —Recuérdame de nuevo
cuál es el tema.
—Parejas famosas.
—¿Por qué no vamos como la realeza? Eso es simple. Entonces yo
puedo usar un esmoquin y tú un vestido de gala y todos ganan porque
estás disfrazada. —Me sonríe como si se le hubiera ocurrido la mejor idea
del mundo y vuelve a recoger su periódico.
Doy la vuelta a la mesa. Armstrong lleva su típica ropa de cama:
una camiseta blanca de algodón y un par de pantalones de pijama del
mismo material. La parte de arriba le queda un poco suelta en lugar de
abrazar su pecho y sus brazos. Aunque tiene una contextura delgada, así
que esa es parte de la razón.
Su cabello rubio oscuro es un poco más largo, rizado en la base del
cuello y colgando en su frente. Paso mis dedos por él y se lo echo hacia
atrás.
El afecto inesperado lo toma desprevenido y vuelve a dejar el diario,
mirándome. Aprovecho la oportunidad y me siento en su regazo. Ninguno
de los dos tiene que estar en la oficina temprano. Hay mucho tiempo para
las actividades placenteras por la mañana. Le paso un brazo por encima
del hombro y le pregunto: —¿De qué pareja real te gustaría ir?
Me pone una mano en la cadera. —¿Qué pasa con Kate y William?
Le paso un dedo por los rizos de su nuca. —Kate tiene el cabello
oscuro y William está perdiendo el suyo.
—Hmm. —Su mirada se dirige a la abertura de mi bata. Llevo un
camisón de satén pálido. Mis pezones son muy prominentes—. ¿Qué te
parece el Príncipe Azul y la Cenicienta? Eso debería ser fácil. O la Bella
Durmiente y Phillip.
Sería un poco extraño que Armstrong esté tan familiarizado con los
nombres de los príncipes y las princesas de Disney si sus tíos y tías no
tuvieran hijos significativamente más jóvenes que él.
—O podríamos ir como Ken y Barbie —digo en broma, obviamente.
—Tus pechos no son lo suficientemente grandes para que imites a
Barbie.
Estoy a punto de bajarme de su regazo, pero me aprieta la cintura.
—No lo decía en sentido negativo. Los tuyos encajan bien en mis manos.
—Como si quisiera demostrarlo, los acuna—. Si en algún momento no
estás contenta con su tamaño, siempre podemos visitar a un cirujano
plástico y hacer que los agranden.
—¿Quieres que me opere las tetas? —Nunca ha mencionado que
está insatisfecho con el tamaño de mis pechos.
—No. No. Ahora no. Son bastante respingones. Me refiero a más
adelante, si las cosas cambian y es algo que quieres. —Tira del cinto de
mi bata y me la pasa por los hombros. Traza la correa de satén y me roza
el pezón a través de la fina tela—. Sí. Más que adecuados, en realidad. —
Viniendo de él, es un cumplido.
Respiro rápidamente. A Armstrong no le gusta el sexo matutino. Se
mete con su rutina, con la que es muy particular. Pero tenemos todo este
tiempo. ¿Qué son quince minutos? Un rapidito. Algo para relajarnos. Y
tal vez esta vez me correré.
Empujo el tirante sobre mi hombro, exponiendo el pezón. El cual
se tensa con el beso del aire fresco. —Tal vez deberíamos desnudarnos.
—¿Ahora?
Levanto un hombro y lo dejo caer. —Tenemos tiempo.
Asiente lentamente, absorbiendo esta potencial desviación de su
ritual matutino. —Lo tenemos.
Me inclino para un beso y él gira la cabeza. —Tengo aliento a café.
—Me gusta el café. —Beso un camino sobre su barbilla.
—Deberíamos ducharnos primero.
—¿Por qué molestarse cuando estás a punto de ensuciarme?
—Ya sabes cómo me siento sobre… la frescura.
Si hay una manera de matar un estado de ánimo, es haciendo
referencia a la “frescura”. Solía encontrar adorable el ritual de la ducha
previo al sexo. Estaba todo mojado y olía fantástico. Me unía a él en la
cama cuando terminaba de limpiarme. Habría una inspección muy sexy.
Al menos, solía serlo.
Suspirando, me pongo el tirante en su sitio y recojo mi bata del
suelo.
—¿Vas a ducharte?
¿Cómo puede un hombre ser tan condenadamente inconsciente?
—No, Armstrong, no me voy a duchar.
—Pensé que íbamos a tener sexo.
—Al parecer no estoy lo suficientemente fresca.
—¿Qué tal una mamada?
Me doy la vuelta. —¿En serio?
—Ahora estoy duro. —Hace un gesto hacia su regazo.
—Supongo que tendrás que averiguar qué hacer con eso entonces,
porque voy a estar ocupada resolviendo mis malditos problemas. —Me
voy por el pasillo hacia su dormitorio y busco en mi bolsa de dormir. No
me lleva mucho tiempo encontrar lo que busco. Mi vibrador de viaje. Este
dulce bebé me ha ayudado a pasar algunas noches insatisfactorias en los
últimos meses. Ahora también se ocupará de mi problema matutino, a
solas, en el baño.

***

Agarro mis auriculares y mi teléfono, corro por el pasillo, entro al


dormitorio de invitados, y al baño privado. Cerrando la puerta, enciendo
el ventilador y me quito la bata. El espejo refleja mis mejillas sonrojadas
y mi pecho agitado. Mis tetas son bonitas. No son enormes, pero no son
para nada pequeñas. Son una muy razonable y amplia copa C.
Arrojo mi pene falso en el tocador, junto con mi teléfono y con los
auriculares y agarro el borde del mostrador, tratando de calmarme. Estoy
muy nerviosa, y no solo de una manera que me hace palpitar el clítoris.
La capacidad de correrme puede ser todo un reto teniendo en cuenta mi
nivel de irritación. Pero voy a intentarlo. A la mierda la regla de ducharse
antes de tener sexo. ¿Es demasiado pedir un poco de espontaneidad?
Abro el grifo de la ducha, no porque esté planeando refrescarme
para Armstrong, sino para ahogar el sonido de mi vibrador y, con suerte,
el de mi orgasmo. Deslizo los dedos entre mis piernas. Apenas estoy
mojada. Lo que tiene sentido, porque estoy más enfadada que excitada.
Mi clítoris está casi tan enfadado como el resto de mí.
Arrebatando mi pene de plástico del tocador, decido que el cabezal
de la ducha va a ser mi amigo. Deslizo la puerta de cristal para abrirla y
procuro no ser demasiado brusca, ya que romperla no me ayudará en
nada, aunque la destrucción me haga sentir bien.
Sin embargo, sí soy brusca con el cabezal de ducha extraíble. Me
aseguro de que el agua no esté demasiado caliente, lo levanto de su lugar
de descanso y lo bajo entre mis muslos, ajustando el chorro para que
palpite contra mi clítoris. La presión directa y cálida me hace poner los
ojos en blanco. Es casi como si me lamieran, pero mejor, más constante.
Me apoyo en la baldosa y dejo que la presión rítmica haga su
trabajo. Si tuviera mi chupa clítoris, esto terminaría en dos minutos. Mi
agitación va a hacer que esto lleve más tiempo, pero está bien, tengo
tiempo. Mucho tiempo.
Cojo el vibrador, impermeable por supuesto, lo enciendo y deslizo
el plástico grueso y caliente dentro de mí. No me imagino a Armstrong
follándome, porque estoy demasiado enfadada con él como para que eso
me ayude a llegar a donde tengo que llegar, que es la tierra de Orgasmia.
Las vibraciones en el interior, combinadas con el pulso caliente
contra mi clítoris, hacen que se me doblen las rodillas.
—Joder. Sí. —Hace eco en el espacio cerrado, más fuerte de lo que
quiero. Pero, Dios, se siente bien. Tan bien.
Un golpe en la puerta del baño apaga el cosquilleo que se extiende
desde el centro de mi cuerpo hacia afuera. —¿Amalie?
Cierro los ojos con fuerza y aprieto más el cabezal de la ducha
contra mi clítoris. Bajo al suelo de la bañera y me balanceo con el
vibrador. Y gimo.
—¿Cariño? ¿Estás llorando? —La voz de Armstrong se eleva al final
con pánico—. Lo siento… —Suena el pomo de la puerta—. ¿Por qué está
cerrado con seguro?
Me muerdo el labio inferior, imaginando la confusa expresión de su
cara. Su erección abultando los pantalones del pijama. Me hace sonreír
y me acerca al orgasmo que estoy persiguiendo. Me quejo mientras las
sensaciones aumentan en oleadas, el agua palpita sobre mi clítoris, corre
por mis piernas y el zumbido del vibrador produce un sonido pesado y
metálico contra la bañera.
—¿Qué es eso? ¿Son las tuberías? Cariño, ¿estás bien? —La puerta
sigue traqueteando.
Estoy tan cerca. Tan, tan cerca. Y saber que se halla al otro lado
de la puerta, incapaz de llegar hasta mí, confuso e insatisfecho, ayuda a
empujarme al borde y a mantenerme allí. Muevo el cabezal de la ducha
unos milímetros a la derecha. —Eso es. Que me follen.
Me encuentro tan absorta en el placer que no me doy cuenta del
silencio al otro lado de la puerta. El orgasmo me golpea, el clítoris palpita,
los músculos se contraen con fuerza, oleadas de satisfacción me recorren,
drenando mi ira y sustituyéndola por dicha. Canto las palabras joder, oh,
Dios y sí una y otra vez.
Un fuerte clic es seguido por un golpe aún más fuerte cuando la
puerta se abre de golpe. Armstrong se encuentra en el umbral, con una
mano en la jamba, su expresión se transforma de pánico a confusión e
incredulidad. —¿Qué estás haciendo?
El reflejo en el espejo del otro lado de la habitación desvía mi
mirada de la suya. Su tonificada espalda se flexiona mientras levanta el
brazo y se pasa los dedos por el cabello. Armstrong es un hombre muy
atractivo. Tiene rasgos majestuosos y un cuerpo tonificado, aunque no
muy musculoso. Se ha quitado la camisa, así que veo cómo los tendones
se tensan con sus movimientos.
Miro más allá de él, a mi propio reflejo borroso. Mi expresión es
exactamente la opuesta a la suya, los párpados pesados y los labios
entreabiertos. De rodillas, con las piernas abiertas y el cabezal de la
ducha aún apretado contra mi clítoris palpitante. Lo suelto y cierro el
grifo.
Poniéndome de rodillas, saco el vibrador; el zumbido se hace más
fuerte, y luego resuena por toda la habitación cuando lo suelto y cae en
la bañera, golpeando el desagüe.
—¿Te estás masturbando? —Su incredulidad solo se compensa con
el bulto de sus pantalones de pijama.
—Ya no. —Agarro la barra y me levanto. El fondo de la bañera no
es muy agradable para mis rodillas, que se tambalean un poco. Pero al
menos eso me ha aliviado. Ahora estoy un poco menos enfadada.
—Te estabas masturbando. —Parpadea un par de veces. Es muy
estroboscópico.
No sé por qué se sorprende tanto. —¿No te masturbas?
Su ceño se frunce, haciendo que se forme una arruga entre ellos.
Me pregunto si sabe que eso ocurre y si eso le hará desear las inyecciones
de bótox que tanto le gustan a su madre.
Baja la mano hasta su entrepierna y acaricia su erección a través
de la tela. —Bueno, por supuesto, en los días que no te veo, me ocupo de
mí, cuando es necesario.
No sé qué significa eso. Tiene veintitantos... casi treinta, pero aun
así. Pensaría que cada día necesitaría una sesión de amor a solas para
no tener erecciones constantes. Pero entonces yo tengo un apetito sexual
más alto que él. Tal vez no necesite correrse todos los días como yo.
Supongo que voy a averiguarlo cuando estemos casados y vivamos en el
mismo lugar. Y entonces quizá él también quiera tener sexo todos los
días.
—Pero tú... —Mueve una mano en mi dirección—. Estoy aquí y
cerraste la puerta.
Me pongo el puño en la cadera, con la intención de dejar clara mi
molestia. No creo ser muy convincente, ya que estoy desnuda y mojada
de cintura para abajo. —Me rechazaste. No estaba lo bastante fresca,
¿recuerdas?
—Pero ya te has duchado. —Su expresión se vuelve seria—. Quiero
que te corras por mí de esa manera. Como lo acabas de hacer.
—Supongo que será mejor que te pongas a trabajar entonces. —
Abro los brazos, invitándolo a aceptar el desafío.
Su rostro registra primero conmoción. Luego determinación. Esto
es algo interesante sobre mi prometido. No puede resistirse a un reto. No
sé qué es lo que le motiva, pero cuando se enfrenta a algo, le gusta ser el
mejor en ello. Lo que es parte de la razón por la que inicialmente fingí
algunos orgasmos. Creo que sufría de ansiedad por el rendimiento del
orgasmo, lo que impulsó el suyo.
Además, a veces la fricción llega a ser excesiva cuando el lamido o
el roce se vuelven excesivos. Pero ya estoy preparada. Ya me he corrido
una vez. La segunda vez siempre es más rápida y fácil. También podría
sacar algo de su actual estado de remordimiento.
Me toma de la muñeca y me saca del baño, con paso decidido, y me
lleva a la cama. Rápidamente tira todas las almohadas al suelo y baja las
sábanas. El colchón se hunde cuando subo y me estiro. Los pantalones
del pijama caen al suelo. Su erección se balancea mientras me sigue.
Mantengo las piernas juntas. Por muy intrigado que se encuentre
Armstrong por lo que ha presenciado, prefiere el recato al descaro. Unos
dedos cálidos y suaves me suben por las espinillas. Cuando llega a mis
rodillas, las separa con cuidado. Solo opongo un poco de resistencia y él
levanta la mirada. Saca la lengua para mojarse el labio.
Es un amante amable y considerado. Lo cual es agradable. Me
encanta que me adoren. Pero a veces me gustaría que me devorasen. Que
me follen. A veces me gustaría que me azoten contra el colchón, sudoroso
y pegajoso con el brillo.
El sexo con Armstrong es dulce y tierno. No hay blasfemias, ni
palabrotas, ni palmadas en el culo, ni tirones de pelo. Cuando le susurro
un “mierda” tranquilo y accidental, sus ojos se levantan con su reveladora
desaprobación. Censuro mi placer. Intento correrme. De verdad. Me
acerco, pero tardo demasiado y estoy demasiado preocupada por vigilar
mi lenguaje.
Así que finjo. Intento imitar lo que ha sucedido en la ducha, pero
en versión censurada. Tengo que averiguar cómo hacer que esto sea
mejor para los dos. Esto es lo que quiero. Armstrong es lo que quiero.
Tendremos una hermosa vida juntos. Solo necesita relajarse un poco.
Solo va a tomar tiempo; o eso, o tendré que enterrar a Amie la Anárquica
para siempre. Y tal vez debería, porque lo único en lo que se mete es en
problemas.

***

—Sostén esto por mí. —Las palabras son confusas en tanto las
manos de Ruby me pasan un alfiletero. Tiene tres alfileres listos entre
sus labios. Me pone nerviosa. La imagino inhalándolos y accidentalmente
tragándose uno.
Quita uno de entre sus labios y lo pasa cuidadosamente por la tela,
después, hace lo mismo en el otro lado. —¿Puedes hacerme un gran favor
y no perder peso entre ahora y la fiesta de Halloween?
Es consciente de que no puedo prometérselo. Faltan dos semanas,
son catorce días de yoga intenso. En tanto se acerca la fiesta y aumenta
la implicación de mi futura suegra en este acontecimiento, soy cada vez
más consciente de cuánto más implicada estará en la boda a medida que
se acerque la fecha. Me causa estrés. Ya está demasiado involucrada.
Cualquiera diría que es ella la que se casa, no yo. Así que he estado
doblando las sesiones de yoga y cardio. He perdido accidentalmente dos
kilos en la última semana y media. He estado añadiendo proteínas a mi
batido de la mañana para compensarlo, pero ha sido en vano.
Ruby me palmea el trasero. —Vas a lucir maravillosa.
Sonrío.
—El vestido va a quedar maravilloso. —No entiendo cómo consiguió
convertir un viejo traje del sótano de un teatro ya cerrado en algo tan
increíble. Tiene un talento oculto. Sabe coser. Creo que si no hubiera
estado en el escenario podría haber estado detrás, diseñando trajes. Su
personalidad es demasiado grande para ser confinada.
Mi vestido es enorme, azul y acampanado. Va a ser increíblemente
incómodo. Pero estoy acostumbrada a la ropa incomoda. Lo soportaré
durante una noche. Habría preferido ir como una pareja más interesante
como Harley Quinn y el Guasón, pero Armstrong nunca aceptaría teñirse
el cabello de verde, ni siquiera temporalmente, así que me toca ser
Cenicienta.
—¿Has decidido quién quieres ser?
—Creo que lo he reducido. La Mujer Maravilla es una rival fuerte,
pero tengo que probarme el traje y ver qué piensas. Podría ser un poco…
revelador.
—Bueno, ahora necesito verlo.
—Cuando termine contigo.
—Puedes tomar un descanso de clavarme alfileres hasta la muerte.
—La empujo en dirección a la cama, donde están tendidos todos los
trajes.
Ruby no pide privacidad. Nos hemos visto desnudas una a la otra
probablemente más veces que mi prometido y yo. Lo cual es un poco
desconcertante, claro que, Ruby y yo hemos sido amigas desde hace más
de una década, con Armstrong, hemos estado juntos por menos de un
año.
Se desviste hasta su ropa interior, lo que resulta ser una pequeña
tanga de encaje con estampado de cebra rosa intenso y lacitos negros en
las caderas. Echo de menos llevar ropa interior divertida. Armstrong cree
que todo lo que no sea encaje pálido o satén es vulgar. Me vuelvo hacia
mi reflejo y mi vestido de gran cobertura. No puedo moverme mucho o
acabaré con más agujeros en la piel.
—De acuerdo. Échale un vistazo. —Salta frente a mí.
—Está bien. Guau. —Ruby tiene un increíble cuerpo de bailarina.
Es casi exasperante lo tonificada, musculosa y en forma que está, sobre
todo con toda la basura que se mete constantemente en la boca.
—¿Eso es un buen guau, o un mal guau?
—Bueno, supongo que depende. Tu culo está condenadamente
fantástico, pero no estoy segura de que Gwendolyn sobreviva viéndote
así. También me preocupa que Bancroft tenga cero flujo sanguíneo en
cualquier parte de su cuerpo, aparte de su pene.
—Se sube un poco en la parte de atrás, ¿verdad? —Se revisa el
trasero en el espejo, moviéndolo un poco.
—Solo un poquito. —La mitad de su trasero está a la vista. Aunque
hubiera sido algo que se hubiera puesto para ir a una fiesta cuando
estábamos en la universidad, habrá demasiada gente influyente como
para que ninguna de las dos intentemos algo tan atrevido.
Frunce el ceño. —Creo que es más como un traje de baño que un
disfraz.
—O lencería. —Estoy siendo un poco sarcástico. Más o menos.
Recuerdo cómo reaccionó Bancroft cuando llevaba el traje de hada. No
pudo quitarle las manos de encima en toda la noche.
—¡Dios mío! Eso es una fantástica idea. Bancroft se volverá loco.
—Me reacomoda, aún con el disfraz puesto y retoma los alfileres—. Podría
hacer lo mismo con el disfraz de Harley Quinn si quieres.
—No te molestes, a Armstrong no le gusta. —Frunzo los labios por
mi accidental amargura.
—No seas tonta. A todos los hombres les gusta la lencería. Incluso
a los Armstrong de este mundo.
—¿Que significa eso? —Trato de mirar sobre mi hombro y un alfiler
se clava en mi costado—. ¡Ay!
—Deja de moverte y no te pincharé.
Me chupo los dientes, pero me doy la vuelta y permanezco quieta
para no desangrarme antes de que consiga alterar el vestido.
—No respondiste mi pregunta.
—¿Qué pregunta? —dice distraídamente.
—Sobre los Armstrong de este mundo.
—Es un poco reprimido, ¿verdad? No es un tipo original por lo que
he visto. Tradicional.
—Ah. Sí. Eso creo. —Esa fue una buena manera de decirlo. Esas
cosas son las que me atrajeron de él inicialmente. Era tan diferente de
los chicos con los que normalmente salía.
—Es gracioso ¿no? Todos estos años saliendo con el chico malo y
terminas con el príncipe azul por excelencia.
Hay algo en la forma en que lo dice, como si hubiera algo más bajo
las palabras, pero entonces me revuelve el pelo en un nudo medio tonto
y me dedica una de sus sonrisas genuinas y llenas de picardía. —Vas a
ser la novia más hermosa, ¿lo sabes verdad? Podrías ponerte una bolsa
de papel y seguirías siendo la mujer más despampanante de la sala. Y
mira tu delantera. —Me aprieta las tetas a través de los millones de capas
de tela y el sujetador incorporado.
Aparto la mano y me estremezco al sentir el pinchazo de un alfiler
en las costillas. —¿Estás coqueteando conmigo?
—No se lo digas a Bane. Todavía no ha superado el momento que
interrumpió donde te maquillaba entre mis piernas.
—Todos tienen mentes tan sucias, ¿no es así?
—Con un poco de suerte. —Me dedica otra sonrisa maliciosa.
Sinceramente espero poder sacar el lado sucio de Armstrong con el
tiempo. —Entonces… —Cambio de tema nuevamente—. Ya que la Mujer
Maravilla va en tu colección privada de lencería, ¿qué otras opciones
tienes por ahí?
—Aún no lo he ordenado todo, pero segura que habrá algo.
Hay un traje de princesa, de Blancanieves para ser exactos. Veo
una máscara negra sobre la cama. Me recuerda a Batman. —¡Vaya! Tengo
una asombrosa idea. —Hago un gesto hacia el montón.
Ella echa un vistazo, luego me mira. —No voy a ir de Blancanieves.
Nadie debería ser tan despistada. Y debería haber acabado con el
Cazador, no con ese príncipe idiota.
—No iba a sugerir eso. ¿Qué tal si Bane va de un personaje de
Batman? ¿Qué tal si va de Bane?
—¿Te refieres al tipo que viste esa araña de metal en la cara?
—No es una araña de metal.
Apoya una mano en su cadera. —¿Cómo va a respirar? O comer.
O hablar. ¿O besarse conmigo?
—De acuerdo. Buen punto. —Me doy un golpecito en el labio—.
Aunque, podría ser Batman, ¿no?
—¿Quién sería yo? No quiero usar un vestido aburrido. —Hace una
mueca dándose cuenta de lo que estoy usando—. Lo siento. Pero esto no
es aburrido. Va a ser increíble cuando lo acabe. Halloween es mi fiesta
favorita. Quiero ir de algo divertido.
—¿Podrías ser Gatúbela?
Se le iluminan los ojos. —¡Oooh! Eso funcionaría perfectamente. Y
no sería nada difícil hacerlo realidad. Estoy segura de que tengo todas las
piezas aquí. Solo tengo que juntarlas.
Finalmente termina de pincharme. —Vamos a quitar esto y luego
podemos probarnos otros disfraces divertidos.
En cuanto me quito el vestido (y ya no corro el riesgo de morir
pinchada, cosa que a Ruby le pone histérica) me lanza un disfraz para
que me lo pruebe. Acabo de ponerme lo que creo que es una especie de
disfraz de bruja sexy cuando la voz de Bancroft resuena en el pasillo
llamando a mi mejor amigo.
Debe de haber acabado pronto de trabajar. No esperaba estar aquí
cuando llegara a casa.
—¡Estoy aquí! —Se muerde el labio, mirando su traje y el desorden
de la cama.
—¡Tengo un hurón que quiere jugar! —irrumpe por la puerta.
Espero que esté sujetando a Francesca, su hurón mascota, que ha
sido encerrada en su jaula porque no es seguro para ella con todos los
alfileres y demás. Pero aparentemente Bane no se refiere a su mascota.
Es con la que tiene en los pantalones con la que le gustaría que Ruby
jugara. Y lo estoy mirando ahora mismo.
—¡Virgen santa! —Subo la mano para taparme los ojos porque soy
incapaz de apartar la mirada. Creo que podría estar teniendo un sofoco.
Lo único que he conseguido ver es la cabeza, porque el enorme puño de
Bancroft la cubre por completo. Pero solo eso ya me dice mucho sobre el
tamaño de esa cosa.
Me siento mal por haber comparado inmediatamente el pene de
Armstrong con lo que he visto del de Bancroft.
8
Traducido por Ivana
Corregido por Anna Karol

—¡Bane, aleja eso! ¡Asustas a Amie! —En realidad no estoy tan


segura de que la esté asustando. Tiene su mano puesta delante de su
cara, pero está claramente mirando entre los dedos.
He compartido con ella el tamaño del pene de Bane. He mencionado
mi nueva religión: la Iglesia de la Polla de Bane. He escrito sonetos sobre
lo hermosa que es. No realmente, pero he hecho un par de versos. En mi
cabeza. Que no he compartido con nadie más que con el espejo del baño.
Amie también ha mencionado que el pene de su prometido es
bastante normal. Me pregunto si es posible que incluso haya exagerado
la medianía por el bien de su ego. Y si es así, estoy muy, muy triste por
ella. El pene de Bane es el tipo de cosa que inspira santuarios. Y trismo.
Aunque a estas alturas se me da muy bien lo de destrabar mandíbulas.
La irritación de Bancroft se fusiona con la decepción y la lujuria.
—Por el amor de Dios. —Se gira y se esconde, para mi consternación.
Mientras hace esto, Amie busca frenéticamente entre los disfraces
su ropa, divagando sobre cómo debería irse. Prácticamente choca con la
pared tratando de dejarle a Bane un amplio espacio cuando sale de la
habitación.
—Conozco la salida. —Busca a tientas la manija de la puerta y la
cierra al salir.
Bane, con la cara roja, entra al dormitorio. —¿Por qué no me dijiste
que todavía estaría aquí? ¿Qué diablos está pasando?
—Perdimos la noción del tiempo, supongo. Nos probábamos
disfraces. —Creo que está bastante claro lo que hemos estado haciendo.
Bane pasa una mano por su cabello, despeinándolo. Tiene rizos.
Rizos hermosos y gruesos. Del tipo que desordeno cuando le agarro el
pelo.
—Tenemos que hablar de esta mierda.
—Limpiaré el desorden.
—El desorden no, Ruby. —Su mirada me recorre.
Entonces me doy cuenta de que todavía estoy usando el disfraz de
la Mujer Maravilla.
El golpe en la puerta de nuestra habitación nos asusta a los dos.
—Bueno. Me voy. Hablamos más tarde, Ruby. ¡Perdón por sorprenderte,
Bane!
Nos miramos fijamente mientras escuchamos el golpeteo de los
tacones debilitándose, seguido del sonido de la puerta cuando se cierra,
indicando su partida. —Si no es el desorden, ¿cuál es el problema? —Me
subo a la cama y amontono los disfraces.
Él es un hombre muy pulcro y ordenado. No le gusta el desorden.
Me imagino que le está estresando esta pila de disfraces. —Voy a hacerte
una pregunta y necesito que la contestes sinceramente.
Me siento sobre mis talones. —Bieeeen. —Cielos, se ve muy serio.
—¿Cuántas horas pasaste aquí desnudándote con Amie?
—¿Qué?
—Dijiste que se probaron disfraces. Supongo que eso significa que
ambas estuvieron sin ropa en múltiples ocasiones.
—¿Qué preguntas exactamente?
Hay silencio. Suyo y mío. Su pecho sube y baja. Es una distracción.
También lo es el bulto muy obvio que levanta la parte delantera de sus
pantalones. —¿Debería preocuparme?
Hago un gesto hacia su entrepierna. —Tu pene no parece muy
preocupado.
Baja la mirada.
—De hecho, se ve muy emocionado. Entonces, tal vez la pregunta
sea, ¿yo debería preocuparme?
Frunce el ceño, como si no estuviera seguro de lo que le estoy
preguntando.
—Nuestra potencial desnudez mutua parece ser algo que te fascina
bastante —sugiero.
Frunce los labios, y entrecierra los ojos. Flexiona sus dedos. Se
acerca a la cama, me levanta con facilidad del colchón y me pone de pie.
Luego me rodea. Depredador. —¿Qué es este atuendo?
—Soy la Mujer Maravilla. —Esa no es una respuesta a mi pregunta.
Se detiene frente a mí. Luego me rodea la cintura con un brazo,
acercándome a él. Su nariz roza la línea de mi mandíbula y luego baja
por mi garganta. —Las últimas dos veces que volví a casa cuando Amie y
tú pasaban el rato, estaban casi desnudas en situaciones provocativas.
—¿Crees que es sexy? —Sueno insegura en lugar de confrontativa.
Bane se da cuenta de eso. Es listo. —¿Creo que Amie es sexy?
Ante mi falta de respuesta, me acerca más. —¿Sabes adónde fue
mi atención cuando entré en esta habitación?
Sacudo la cabeza, sin confiar en mi voz.
—A ti. Con este maldito atuendo. En nuestra cama. Eso es lo que
vi. ¿Y sabes lo que me preocupaba?
Le doy a mi cabeza otra pequeña sacudida mientras su mano se
desliza por mi espalda.
—Me preocuparon todas las historias de Amie la Anárquica que me
has contado.
—No entiendo qué tiene que ver eso con que jugáramos a
disfrazarnos.
—Supongo que mi cabeza se fue a los peores lugares posibles. Son
unidas. Siempre se encuentran juntas. Últimamente han estado juntas y
desnudas. O semidesnudas.
Bueno, esta conversación va de un modo muy diferente a como lo
hacía en mi cabeza. A veces, mi radar del peor-de-los-casos se mete con
la realidad. O está lo más lejos posible de la realidad. —Amie y yo somos
amigas desde hace diez años. Nos hemos estado viendo desnudas desde
antes de que alguna de las dos tuviera senos.
—¿Tienes idea de que me vuelve loco que te vea desnuda?
—Es solo Amie.
—Pero no es solo Amie, ¿verdad?
—¿Qué? —Ahora estoy confundida.
—Todas las noches, antes de subir al escenario, te encuentras en
un camerino con todas estas otras personas, en diferentes estados de
desnudez. Y luego subes al teatro y besas a otro hombre, cinco noches a
la semana.
—Estoy actuando y Michael es gay. Y tiene novio. Le interesa tanto
hacerlo conmigo como a Amie. Además, si él no estuviera en una relación,
te estaría imaginando mientras me besa. Probablemente todavía lo haga.
—Dudo mucho que sea su tipo.
—Eres exactamente su tipo. Su novio se parece un poco a ti. —El
único parecido es que ambos son hombres altos y robustos, pero ese no
es realmente el punto. Bancroft suele ser un hombre muy confiado, pero
recientemente he notado estos breves momentos de inseguridad. Son
fugaces, pero existen. Como si necesitara recordarle que solo lo amo a él.
Que la atención que recibo de todos los demás cuando me encuentro en
el escenario solo está relacionada con mi capacidad para representar un
personaje, y que más allá de eso, la única atención que quiero es la suya.
—Eso es... interesante.
—No es el único hombre que te desea, estoy segura.
—La única persona que me preocupa que me desee eres tú. —Su
mano se desliza hacia abajo para agarrarme el culo. Está agarrando un
puñado sólido de nalga ya que la mitad cuelga de la parte inferior de estos
diminutos pantalones cortos.
—Pensé que era un hecho.
Me acerca y deja caer su boca en mi oído. —¿Sabes lo que me
gustaría hacer ahora?
—¿Follar a la Mujer Maravilla?
—Exacto.

***

—Tienes que probarte esto para que podamos asegurarnos de que


te queda. —Le arrojo el disfraz a Bancroft. No parece impresionado.
Lo toma con expresión escéptica. —Pensé que iba a ser Bruce
Wayne.
Puede que haya sido un poco vaga sobre mi plan. —Eres Bruce
Wayne, como Batman.
Sus suaves labios se aplanan en una delgada línea y sus ojos se
entrecierran. Es demasiado tarde para pensar en algo diferente. Faltan
tres horas para que tengamos que estar en el evento y todavía tengo que
maquillarme. Gwendolyn ha llamado a Amie cuatro mil veces según mis
mensajes. El asesinato es una posibilidad real. Amie estará aquí en veinte
minutos para embellecer mi cara, y espero que el asesinato no sea mío.
—Esperaba ponerme un traje.
—Es un traje. Es un traje de superhéroe.
Su respuesta es lanzarme una mirada asesina. Por Dios, es sexy
cuando está molesto.
Le lanzo un puchero. —Voy como Gatúbela. Tienes que ponerte tu
disfraz de Batman o no coincidiremos.
—Pensé que usarías eso. —Señala el vestido de noche que cuelga
del gancho en el baño. Es mi vestido de señuelo. Lo copié de la película.
Empiezo con un vestido de noche y luego me cambio a media velada. Todo
se encuentra muy bien orquestado. Algo así como un cambio de vestuario
entre actos. Traté de convencer a Amie de que hiciera lo mismo, pero dado
que se convertirá en Cenicienta, todo el asunto de la pobreza a la riqueza
no era tan atractivo.
—Así es. Solo para empezar la noche. Y tendrás un traje normal. Y
luego te convertirás en Batman y yo en Gatúbela. Será divertido.
—¿Por qué no me dijiste esto antes?
—Quería que fuera una sorpresa.
—¿Y si este disfraz no me queda? ¿Esto es licra? ¿De dónde lo
sacaste?
—He trabajado mucho en ello. Póntelo. —El único trabajo real que
hice fue buscar en línea y tipear su número de tarjeta de crédito. Aunque
lo adapté según las medidas de su traje e hice algunas modificaciones
especiales.
Suspira, con los labios todavía fruncidos, pero se quita la ropa
mientras yo observo.
—¿Lo disfrutas? —Mete la mano por la parte delantera de sus
calzoncillos y se acomoda un poco.
Sonrío. —Inmensamente.
Se pone el traje. Creo que se verá incluso mejor que en el modelo
que posó con él. Bancroft tiene unas piernas increíbles. Tiene un cuerpo
increíble, punto. El hombre es una enorme pared de ladrillos. Hasta él,
nunca me habían gustado los chicos fornidos. A menudo, su complexión
se camufla debajo de sus trajes, aunque los bultos y el contorno de sus
músculos siguen presentes.
Ahora toda esa increíble definición está envuelta en licra negra.
Aprieto las rodillas. Tal vez ni siquiera necesite todo el material de la
armadura que viene incluido. También me pregunto si tenemos tiempo
para un rapidito antes de que llegue Amie a maquillarme.
—Está un poco apretado. —Se pasa una mano por el pecho.
—Se supone que debe estar apretado. —Empiezo a jugar con las
armaduras, solo para ver si me gusta más el disfraz con o sin el relleno.
Bancroft está de pie con los brazos cruzados sobre su pecho. Todavía no
parece muy impresionado. Pero aún no se ha visto con el disfraz.
—Voy a estar caliente con esto.
—Demonios, sí, lo estás.
—Me refiero a que voy a sudar.
—Estarás bien. Y solo tienes que usarlo durante una hora como
máximo. —Fijo la capa a sus hombros. Todo lo que falta es la máscara
de Batman y será perfecto. Lo acerco a la cama y me paro sobre el colchón
para poder ponérsela. Luego doy un paso atrás y lo miro. Es tan sexy. Es
ridículo.
Salto de la cama y agarro su mano. —Ven, mira.
Me sigue hasta el espejo de cuerpo entero que hay junto al vestidor,
aunque casi lo arrastro. Cubro sus ojos con mis manos y lo llevo frente
al espejo antes de alejarlas. —¡Ta-da!
Mira su reflejo durante muchos segundos. —Puedo ver el contorno
de mi pene.
Miro su entrepierna. Tiene razón. Aunque no es muy obvio.
—Simplemente reajustaremos las cosas. —Me pongo en cuclillas,
empujándolo a través de la brillante tela. Está medio duro, lo que puede
que sea parte del problema. Su gemido bajo atrae mi mirada hacia arriba.
Su labio se curva en la insinuación de una sonrisa. No me mira.
Mira su reflejo en el espejo. —Tal vez no me moleste mucho este disfraz.
Resoplo y hago un pequeño ajuste, pero solo agravo el problema.
Ahora se encuentra más duro y obvio.
—Tengo una pregunta —dice.
—Dispara.
—¿Cómo voy a usar el baño cuando lleve esto? ¿No tendré que
quitarme la mayor parte?
Ahora es mi turno de sonreír. Tomé esto en consideración cuando
realicé algunas modificaciones. Deslizo mi mano sobre la tela hasta que
encuentro la solapa oculta e introduzco mi mano. Tardo unos segundos
en maniobrar alrededor de sus bóxers, pero me las arreglo para que su
pene casi erecto pase por la abertura.
Suelta un gemido. —Eres brillante.
—¿Verdad?
Una sonrisa maliciosa aparece en la esquina de su boca. —¿Sabes
lo que debes hacer mientras estás allí?
Le devuelvo la sonrisa. ¿Cuántas personas pueden decir que se la
mamaron a Batman?
9
Traducido por evanescita
Corregido por Anna Karol

Este vestido es tan incómodo. Puedo sentir el sudor bajando por mi


columna vertebral, así como por el interior de mi muslo. De verdad. Estoy
asquerosa debajo de esto. No es que importe. Armstrong tuvo que salir
de la ciudad en un viaje de negocios de última hora esta tarde, dejándome
sola cual Cenicienta con este estúpido disfraz. Era demasiado tarde para
encontrar algo más, así que aquí estoy, metida en este vestido voluminoso
durante toda la noche.
Ruby, en cambio, se ve increíble con su brillante vestido de noche
ceñido al cuerpo. Tiene dos disfraces para esta noche. Se está divirtiendo
demasiado con todo este evento.
Yo, por otro lado, no puedo esperar a que termine, así ya no tendré
que preocuparme por cosas como la subasta de solteros, que Gwendolyn
me ha semi delegado. Quitarme este vestido y escapar de la madre de
Armstrong son otras dos cosas por las que estoy impaciente. Me aseguro
a mí misma que después de la boda no tendré que pasar tanto tiempo
con ella.
Además, aquí hay al menos tres chicos con los que pude haber
tonteado en la universidad. Puede que me haya acostado con uno o dos
de ellos, en mi fase salvaje y ligeramente promiscua. Que duró todo el
primer y segundo año. Y la mitad del primer año, también, y tal vez tuve
una pequeña recaída en el último año, pero eso fue hace mucho tiempo.
Aun así, no me gustaría tener que intercambiar incómodas bromas con
ellos. Por lo menos Armstrong no está presente, así que no tengo que
preocuparme de explicarle ninguna incomodidad.
Pero mis ex aventuras y la madre de Armstrong no son mi mayor
preocupación en este momento. Son más de las nueve y Lex aún no ha
aparecido. Se supone que la subasta comenzará a las diez y todavía tengo
que informar a todos. Hay seis solteros elegibles para esta noche y él es
uno de ellos. Es el último y se espera que obtenga la oferta más alta, pero
eso no sucederá si no aparece. No sé qué tan confiable es, y Armstrong
parecía pensar que sería típico de él que falle. Esa fue mi interpretación
de su evaluación. Armstrong nunca usaría esa palabra.
Actualmente estoy escondida en un rincón tratando de evitar a
Gwendolyn, pero es una hazaña difícil teniendo en cuenta el tamaño de
este maldito vestido. La veo al otro lado de la habitación hablando con
algunas mujeres vestidas con trajes de noche. Todavía no estoy segura
de quién se supone que es esta noche. ¿Quizás alguna reina? ¿La reina
de las perras?
Sintiéndome segura, paso entre la multitud de invitados. Algunos
de los disfraces son increíbles. Más de una persona decidió ser Drácula
o un vampiro. Hay una pareja que se parece literalmente a Barbie y Ken;
es un poco espeluznante. Paso junto a Alicia en el País de las Maravillas,
un zombi de aspecto solitario (había una razón por la que dije que no a
ese tema) y Chewbacca, cuya cita es la princesa Leia, eso es un poco...
raro. Tengo que decir lo siento cada medio metro, porque mi vestido es
tan voluminoso como el de cualquier otra mujer en esta sala. Es como
jugar a los autos chocones de vestir. También tengo que esconderme tras
un grupo de personas para evitar a una de mis aventuras pasadas.
Querido Dios. Estuve en toneladas de eventos en los últimos seis meses
y me las he arreglado para evitar encontrarme con alguien en cuya cama
he estado. ¿Por qué parece que todas mis malas decisiones están aquí
esta noche?
Veo a Bane. Es difícil no verle, aunque lleve el mismo traje que la
mayoría de los presentes. Debería haber coincidido con Armstrong y
haber organizado una fiesta de máscaras, aunque eso le hubiera quitado
algo de diversión a Ruby. Habría sido más fácil y habría tenido más
posibilidades de esconderme de mi futura suegra y de las demás personas
que no me interesa recordar. O podría haber elegido ser un Soldado de
Asalto, supongo.
Busco alrededor del enorme cuerpo de Bane, pero no veo a Ruby
por ninguna parte. De todos modos, él tendrá el número de Lex, puede
contactarlo y averiguar cuándo va a llegar. Levanto mi enorme falda y
comienzo la ardua tarea de volver a cruzar la habitación.
—¡Amalie! —El padre de Armstrong me detiene con una mano en
el brazo—. Ven a conocer a algunos de mis socios. Lamento mucho que
Armstrong no haya podido estar aquí esta noche para verte con este
vestido. ¿Alguien le ha enviado una foto para que sepa lo que se está
perdiendo?
El aliento de Fredrick es fuerte por el whisky y creo percibir un
ligero defecto en sus palabras. Me pasa un brazo por el hombro y me gira
hacia el grupo de hombres, todos con vasos de líquido ámbar en la mano.
Me presenta, los apellidos me resultan familiares, y trato de mostrarme
atenta y cortés mientras siento pánico en mi interior. Quiero que esta
velada transcurra lo mejor posible para evitar cualquier cosa negativa por
parte de Gwendolyn. Necesito toda la ayuda posible con ella. Nuestro
soltero desaparecido es un asunto que me gustaría rectificar, de lo
contrario necesito encontrar a alguien más que sustituya a Lex y eso no
va a ser fácil con menos de una hora antes de que comience la subasta.
El brazo de Fredrick sigue colgado despreocupadamente sobre mi
hombro. —¿No es una buena elección? Armstrong tiene buen gusto para
las mujeres, igual que su padre, ¿no es cierto? —La pregunta parece estar
dirigida a mí.
Realmente no estoy segura de qué responder a eso. Gwendolyn es
una perra insoportable. Aunque, he visto fotos suyas de cuando era más
joven y sin aún haberse sometido a años de bótox y cirugía. Ciertamente
fue muy bonita. Solo asiento, sonrío y me sonrojo apropiadamente antes
de disculparme y escabullirme del brazo de Fredrick.
Por fin llego a Bane, que bebe cerveza importada, charlando con su
otro hermano, Griffin, y alguien vestido de gladiador. Está de espaldas a
mí. Lucho por no poner los ojos en blanco. Claramente, quienquiera que
sea, quería una razón para estar sin camisa. A medida que me acerco me
doy cuenta de que al menos ha intentado completar el disfraz con algunas
cicatrices falsas. Dos líneas gruesas le recorren la espalda. Su espalda
increíblemente musculosa. Supongo que trata de imitar las marcas de un
látigo o una espada. Tiene un escudo apoyado contra su pierna, que
también es musculosa. Un casco, una armadura para los hombros y una
falda de aspecto auténtico completan el disfraz. Con una espalda así, el
traje le queda muy bien. En realidad, todo el conjunto es bastante bonito.
—Bane. —Pongo la mano en su antebrazo para llamar su atención.
Hay mucho ruido con la música y la conversación.
—Amie. —Sus dientes blancos brillan a la luz del candelabro—.
¡Oye! ¿Cómo te va? ¿Has visto a mi novia? Lleva tiempo desaparecida.
—De hecho, la estoy buscando. ¿Y sabes si Lexington ya llegó? La
subasta de solteros empieza pronto y no lo he visto. Necesito asegurarme
de que sepa lo que va a pasar.
—Estoy justo aquí. —La profunda voz masculina está cerca, pero
amortiguada.
Salto y me doy la vuelta. La voz viene de debajo del casco de
gladiador.
—¡Oh! No me di cuenta de que eras tú.
Intento mantener mis ojos por encima de su cuello, pero de todos
modos bajan. Debería ser la más rápida de las miradas. Parece un modelo
aerografiado. Las crestas definen todos y cada uno de los contornos.
Sus abdominales se flexionan y ondulan cuando levanta los brazos,
gruesos y musculosos, con su tatuaje de manga completa a la vista, y se
levanta el casco. Tiene el cabello revuelto, húmedo por la contención. Se
pasa una mano por él, desordenándolo aún más. Suele llevarlo peinado
hacia la izquierda, lo que le convierte en el auténtico hombre de negocios
que es. Pero en este momento parece un gladiador indomable.
—Excelente elección de vestuario, Lexington. —Pongo una mano en
su antebrazo—. Estás perfecto. —Arquea una ceja, y yo parpadeo un par
de veces. Al repasar lo que acabo de decir, me apresuro a completar el
pensamiento—: Para la subasta. Estás perfecto para la subasta
Esa sonrisa que baja bragas se ensancha. —Cualquier cosa por
caridad, Cenicienta. ¿Dónde está el príncipe azul?
—¿Lo siento? ¿Qué?
—Eres Cenicienta, ¿verdad? ¿Dónde está mi primo? Supongo que
está jugando a ser el príncipe azul esta noche.
—¡Oh! Cierto. Tenía que ocuparse de un asunto de negocios. De
última hora, así que no puede asistir.
—Eso es lamentable. —Suena como si no quisiera decir eso en lo
más mínimo. Me toma la mano y se inclina, sus labios presionan mi
nudillo durante un breve instante. Es totalmente desarmante, tal como
lo fue hace un año cuando lo conocí en una función de Moorehead. Por
cierto, fue la misma noche en que conocí a Armstrong, que me advirtió
de su primo demasiado coqueto.
Aparto mi mano y me río, un poco desconcertada. —¿Has estado
practicando ese movimiento todo el día? Definitivamente deberías hacerlo
cuando te subasten, tendrás a las mujeres lanzándote sus talonarios. De
todos modos, una vez que haya encontrado a Ruby te daré un resumen
de cómo va a funcionar la subasta.
—He estado en un montón de estas, así que no tienes nada de qué
preocuparte. —Guiña un ojo.
Me alejo de Lexington para no sucumbir a la necesidad de volver a
mirar sus abdominales.
Bane parece molesto con su hermano. No estoy segura de por qué.
Su disfraz es genial. Atraerá mucha atención en la subasta.
Miro alrededor de la habitación buscando a Ruby, pero es difícil
con la poca luz y toda la gente. —¿Cuándo fue la última vez que viste a
Ruby? —le pregunto a Bane.
—Ha pasado un tiempo. Mencionó que iba cambiarse de disfraz,
pero en ese momento fue a tomar una copa y aún no ha regresado. Para
ser sincero, me parece bien que se quede con ese vestido para no tener
que cambiarme de traje.
—¿La has visto con el otro disfraz? —Ayer me envió selfies. Es
increíble cómo un disfraz que cubre tanta piel puede seguir siendo tan
escandalosamente sexy.
—Quería que fuera una sorpresa. Ya sabes cómo es.
Le doy una sonrisa maliciosa. —Estoy segura de que cuando lo veas
pensarás diferente.
Lexington me da un golpecito en el hombro. —Eh. ¿Cuál es el nuevo
disfraz de Ruby?
Esta vez sí mantengo el contacto visual. —Se supone que es
Gatúbela.
—Entonces creo que se ha cambiado. —Señala hacia el otro lado
de la habitación.
Bane y yo seguimos su dedo. Sonrío cuando él se queda con la boca
abierta.
—Jodido Dios.
—Es un disfraz genial, ¿no? —Ruby tiene talento con la máquina
de coser.
El escote en V se hunde burlonamente, pero se detiene antes de
revelar demasiado. Su largo cabello está recogido en una cola de caballo
y una simple máscara le cubre los ojos. Sus labios están pintados de un
brillante rojo intenso. El mono se adhiere a ella como una segunda piel,
mostrando cada centímetro de sus curvas. Los tacones de aguja negros
completan el atuendo, y por supuesto, lleva un par de orejas de gato.
También tiene un látigo. Porque ¿por qué diablos no lo haría?
Sonríe mientras se desliza entre los invitados, llamando la atención
de todas direcciones. —Tiene que volver a ponerse ese maldito vestido. —
Bane tiene las manos en los bolsillos. Intento no pensar en lo que vi
accidentalmente el otro día cuando estuve allí. O en cómo Armstrong no
logra alcanzarlo en tamaño, ni siquiera un poco.
10
Traducido por Auris & Jadasa
Corregido por Anna Karol

Parece que Bane quiere cometer varios asesinatos mientras me


muevo por la multitud, lo cual es la razón exacta por la que me negué a
dejarlo ver el disfraz antes de este momento. Tengo un plan para más
tarde. Que incluye disfraces. El suyo y el mío. Y sexo. Caliente sexo de
superhéroes.
Una vez que estoy lo bastante cerca, doy una pequeña vuelta y hago
una reverencia. —¿Te gusta?
Bancroft se ajusta la corbata y vuelve a meterse la mano en el
bolsillo, exhalando un silbido bajo. Se aclara la garganta, pero no ayuda
mucho con la gravidez que hay en ella. —Demasiado.
Apuesto a que tiene una erección. Me pregunto cuánto tiempo
tendré que esperar antes de poder tenerlo en mis manos, o en partes más
excitantes de mi cuerpo.
—¡Banny! —Un gruñido colectivo acompaña al sonido estridente.
Conozco esa voz. La conozco bien. Es Brittany Thorton. Yo la llamo
Brittany Zorron-ton. Porque es apropiado y a veces soy infantil. Además,
quiere hundir sus garras en mi hombre. Utiliza el hecho de que lo ha
conocido de toda la vida como una excusa para abrazarlo cada vez que lo
ve. Dos brazos rotos se lo harían bastante difícil.
Antes de que Bancroft y yo saliéramos, salió con ella una vez. Fue
la misma noche que nos conocimos.
Como era de esperar, me ignora y le lanza los brazos alrededor del
cuello como siempre. Dios, la odio tanto. —Tienen que estar bromeando.
¿Quién diablos la invitó? —murmuro.
Amie se encoge de hombros y Lex mira la interacción con diversión.
No tengo ni idea de cuál se supone que es su disfraz. Su vestido
apenas le cubre el trasero, lo cual es típico basado en lo que la he visto
usar en otros eventos. Aparece dondequiera que estemos. Es una de las
desventajas de estar conectado con todas estas personas con dinero. Se
invitan entre sí a todo.
Miro a Bancroft, que es lo suficientemente inteligente como para
no devolverle el abrazo con el mismo entusiasmo. De hecho, apenas le da
una palmada en la espalda. La toca. Eso es suficiente para hacerme
considerar usar mi látigo para estrangularla.
Cuando por fin lo suelta, arruga la nariz. —¿Quién se supone que
eres?
Ella chupa una paleta. Empujándola hacia un lado, crea un bulto
en su mejilla.
—Bruce Wayne.
—Oh. —Ladea la cabeza como si no entendiera. Encogiéndose de
hombros, saca la paleta con un sonido de succión. Quiero meter esa puta
cosa por su fosa nasal izquierda—. ¿Estás en la subasta de nuevo? ¡Traje
mi talonario de cheques!
—No estoy soltero este año. —Bane parece que intenta reprimir su
sonrisa. Sabe cuánto detesto a Brittany, sobre todo cuando me ignora a
propósito y lo toquetea tanto. Le hace gracia cuando me pongo así. Tal
vez porque el sexo después es más enérgico. A menudo sale con rasguños
después de los encuentros con Brittany, y luego se pavonea sin camisa
para que pueda ver el daño que he hecho.
—Oh, cierto. Lo olvidé. Tienes novia.
Lex tose para cubrir su risa. Sabe tan bien como Bancroft cuánto
me irrita el continuo interés de Brittany en Bane.
Me meto entre ellos, le rodeo la espalda con un brazo y deslizo otro
bajo la solapa de su traje. Si no causara una gran escena, le metería la
lengua hasta el fondo de la garganta solo para demostrar un punto, o le
agarraría la entrepierna, pero eso sería pasarse mucho de la raya.
—¡Hola, Brittany, es un placer verte de nuevo! —Pongo mi mejor y
falsa sonrisa amistosa.
—¡Oh! ¡Hola, Rosemary! Ni siquiera te vi allí.
No la corrijo por mi nombre. Se equivoca a propósito siempre. O
simplemente es demasiado tonta para recordarlo.
—¿Sabías que Lexington estará en la subasta de esta noche?
Lex me dispara dagas, pero muestra una sonrisa cuando Brittany
vuelve su sonrisa hacia él.
—¡Oh, Dios mío! ¡Lexy! —Se lanza hacia él. Él la atrapa, rodeándole
la cintura con un brazo mientras ella se aferra a su cuello. Despliego mi
látigo y hago como si fuera a estrangularla. La sonrisa blanca de Lex se
ensancha, pero se encoge cuando ella le golpea con el pelo en la cara.
El pecho de Bancroft se presiona contra mi espalda y su boca, de
repente, se encuentra en mi oído: —No saques las garras.
Le doy un codazo en las costillas. —Qué broma tan mala.
Cuando Brittany por fin suelta a “Lexy”, arrastra las manos por su
pecho desnudo. —¡Oh, guau! Me encanta tu disfraz. ¿Qué eres?
—Un gladiador.
—Por supuesto. —Su nariz se arruga y toca la funda de la espada
en la cintura de Lex, pasando su dedo a lo largo de esta—. Entonces,
¿esto es similar a un escoses de las tierras altas? Ya sabes, ¿solo falda
escocesa, nada de ropa interior?
En serio. Detesto tanto a esta chica.
Lex sonríe. Si el coqueteo fuera una profesión, sería el presidente
de la empresa. Se inclina y dice algo que ninguno de nosotros puede oír.
La risa de Brittany me dice que Lex se encuentra en modo flirteo
total. —Me aseguraré de apostar por ti. Papá dijo que podía gastar todo
lo que quisiera este año. —Le guiña un ojo exageradamente y lame su
paleta.
Lex levanta las cejas. —Qué suerte la mía.
A juzgar por la sonrisa de Brittany, no entiende el sarcasmo. Es
asombroso que Lex sea capaz de coquetear tan descaradamente cuando
incluso ha admitido su desdén por ella.
Él coloca las manos en sus caderas y retrocede un paso para que
ya no esté en su espacio personal y la examina. —¿Cuál es tu disfraz?
—Soy la chica de las paletas.
—Claro. Por supuesto que lo eres.
Después de unos segundos de silencio y una tos ahogada por parte
de Bancroft, rebota sobre los dedos de sus pies y sus pechos casi se salen
del vestido. —¡Muy bien! Bueno, voy a saludar a más personas. ¡Hasta
luego! —Y se va.
—Guau. —Lex exhala un suspiro.
Me giro para decirle algo a Amie y me doy cuenta, en primer lugar,
de que está mirando a Brittany cruzar la habitación con el mismo nivel
de aversión absoluta que suelo sentir. Es una gran mejor amiga. Por eso
soporto a Armstrong. Eso y porque no tengo otra opción. En realidad es
bastante bueno que no haya podido venir esta noche. Mientras observo
a Brittany interactuando con otro grupo de debutantes, me fijo en un
hombre de aspecto muy familiar que se dirige directamente hacia Amie,
vestido de Peter Pan, con una gorra alegre en la cabeza y todo.
Tardo un momento en localizarlo. Es uno de los ex de Amie.
—Oh, mierda. —La agarro del brazo—. El devorador de bragas. A
las tres en punto. —De todos los ex de Amie, este es uno al que nunca
habría considerado invitar a un evento, porque estoy segurísima de que
está loco. Pero sí que invité a un par de ellos que no están locos, aunque
sí que quedaron suspirando por ella, quizá porque no le interesaba lo que
le ofrecían más que una o dos citas.
Los ojos de Amie se agrandan y mira a todos lados. Es demasiado
tarde para escapar. El sujeto se encuentra a solo unos cuatro metros y
se acerca rápidamente. —¿Quién lo invitó? —sisea.
—No tengo idea. —También es la verdad. A pesar de lo mal que me
siento por Amie en este momento, casi desearía que Armstrong estuviera
aquí para presenciar esto, porque estoy bastante segura de que va a ser
épico. También necesita entender lo completamente obsesionados que se
encuentran algunos de sus exnovios.
Su sonrisa es casi maníaca cuando cierra la brecha. —Amie. Es
muy bueno verte.
Antes de que tenga la oportunidad de responder, la rodea con sus
brazos y le hunde la cara en el cuello, girando la cabeza para meterle la
nariz en el pelo. Las manos de Amie están congeladas en el aire, con los
dedos abiertos como si la estuvieran electrocutando. No puedo ver su
rostro, pero imagino que se encuentra lleno de horror.
La boca de Bancroft baja a mi oído. —¿Quién diablos es ese?
—Te contaré después. Es una gran historia —prometo.
Antes de conocer a Armstrong, Amie decidió darle una oportunidad
a las citas por Internet. Pensó que podría ayudar a descartar a algunos
de los imbéciles a los que era propensa a perseguir. Un enorme magnate
corporativo empezó a enviarle mensajes, junto con otros seiscientos
hombres. Como era típico de Amie. No tenía ninguna necesidad de utilizar
los servicios de citas en línea, aparte de la curiosidad. La invitaban a salir
en las filas del supermercado, al menos hasta que Armstrong le puso una
piedra en el dedo. No sé si incluso eso ha sido muy disuasorio.
Deacon, el hombre que ahora la abraza, ciertamente no era su tipo
habitual, pero era sexy y ella estaba desesperada por romper su patrón
de chico malo, así que salió con él.
Tres citas más tarde, ella terminó en su casa. Al parecer, a este tipo
le gustaba cenar en el buffet de coños con las bragas puestas. Lo cual
puede ser sexy en un sentido de provocación. Excepto que le hizo un
agujero en las bragas. Y por supuesto se las quedó, porque ¿qué hombre
no necesita un par de bragas sin entrepierna de una mujer que se ha
follado? Nos reímos de ello.
Sin embargo, el sexo fue una locura, según sus informes, por lo
que volvió por más.
El fetiche con las bragas continuó. Parecía que su misión era
convertir todas sus bragas en unas sin entrepierna.
En fin, después de tres destrucciones de bragas, ella terminó las
cosas. Pero, al más puro estilo Amie, se las arregló para asegurarse una
persecución de etapa cinco. Él continuó enviándole mensajes durante
semanas después de que ella dijera que no estaba realmente interesada
en una relación. El mensaje tardó en calar; la amenaza de una orden de
alejamiento ayudó.
Amie cerró su cuenta después de eso. Desafortunadamente, visitar
los bares produjo opciones de citas aún menos favorables. El siguiente
chico con el que salió fue peor que quienes se encontraban en línea y casi
termina en prisión.
Deacon la abraza mucho más de lo apropiado. Durante ese tiempo,
me muevo un poco para poder verle la cara. Todos en nuestro pequeño
grupo han dejado de hablar para observar esta interacción.
Por fin la suelta, pero la sujeta por los hombros mientras se echa
hacia atrás lo suficiente para verle la cara. Sus pulgares recorren sus
clavículas. —Esperaba que estuvieras aquí.
—Deacon, es... no... ¿Cómo te encuentras? —Su voz suena aguda,
desarmada.
Lex me mira interrogante. Sus dedos se enroscan alrededor de la
empuñadura de su espada, como si considerara usarla.
Amie rodea las muñecas de Deacon con sus delicadas manos y
retrocede un paso. Él avanza con ella. Esto se está poniendo incómodo.
Sobre todo, cuando le agarra las muñecas, como si no quisiera o no
pudiera soltárselas.
Lex se mueve, pero levanto una mano. Ha tenido años de clases de
defensa personal, yoga, pilates y alguna locura de boxeo que hace para
mantenerse en forma y sentirse segura. Además, realmente quiero ver
cómo se desarrolla esto. Es una lástima que Armstrong no esté aquí para
presenciarlo. Busco en la habitación, esperando encontrarlo, pero no lo
veo por ningún lado. Aunque sí veo a Brittany coqueteando con algunos
trajeados.
Me habría alegrado la noche si Armstrong hubiera sido golpeado
por uno de los ex de Amie. Bueno, eso y que Bancroft me follara mientras
soy Gatúbela y él es Batman.
Deacon sostiene las manos de Amie juntas en las suyas y da otro
paso hacia ella. —Te ves tan hermosa. Es tan bueno volver a olerte.
Y ahí está. La rareza de la que estoy hablando.
Lex hace una mueca, como si no estuviera seguro de haberlo
escuchado correctamente.
—Volver a verte. Quiero decir. Muy bueno. —Inclina la cabeza y se
lleva los nudillos de ella a los labios. Creo que la lame, justo antes de
darse cuenta de la roca gigante en su dedo.
Se sobresalta, parándose más erguido. —¿Qué es eso?
Amie se limpia la mano en el vestido. —Estoy comprometida. —Su
voz todavía tiene ese tono agudo.
Parpadea rápidamente. Incrédulo.
—¿Tengo que encargarme de este tipo? —me pregunta Bancroft.
Pero Lex se acerca a Amie antes de que Bancroft pueda hacer un
movimiento y le pasa el brazo por el hombro, atrayéndola a su lado. Amie
se tambalea un poco y tiene que apoyarse con una mano en su pecho. El
cual está desnudo ya que va disfrazado de gladiador. Él dirige su sonrisa
encantadora a Deacon y le tiende la mano. —Hola, soy Lex, el prometido
de Amalie.
Amie lo mira, su expresión refleja tanto confusión como conmoción.
Él se inclina y acerca la boca a su oído, susurrando algo que hace que
sus cejas se levanten aún más, pero le da un leve asentimiento. ¿Qué
demonios sucede aquí?
Deacon mira de Amie a Lex y viceversa. —¿Su prometido?
—Sí. En solo unos meses será mía para siempre. —Se gira hacia
Amie, le sonríe con una mirada convincentemente cariñosa y le coge la
barbilla entre el dedo y el pulgar. Por un segundo creo que va a besarla.
En lugar de eso, inclina la cabeza y roza la punta de su nariz con la de
ella. Amie abre mucho los ojos. Le agarra la muñeca con la mano. La que
le sujeta la barbilla.
Se me ocurre, mientras veo esto, que esos dos estarían increíbles
juntos. Es una pena que se haya decidido por Armstrong.
La expresión de Deacon ha pasado de confundido a enojado. —¿Te
vas a casar en unos meses?
—Lo siento, ¿cómo conoces a Amalie? —pregunta Lex, mirándolo.
—Salimos —dice bruscamente Deacon.
—Brevemente —agrega Amie.
—No fue tan breve. —Acaricia el cuadrado de tela que sobresale de
su pequeño bolso. Se metió de lleno en el papel de Peter Pan. Hasta lleva
mallas. El cuadrado de tela parece fuera de lugar, ya que es de encaje y
satén—. ¿Cuánto tiempo llevas comprometida?
—Eso es irrelevante. —Amie se lleva la mano a la garganta.
Deacon sigue acariciando la tela; el bolso está justo encima de su
entrepierna, así que parece un poco obsceno. —Creía que habías dicho
que no te interesaba nada serio con nadie.
—En ese momento no.
Resopla. —Entonces se trataba solo de mi pene.
Dios. ¿Quién diablos dice eso en público? Delante del prometido de
alguien, de todas las personas. Incluso si Lex no lo es realmente, Deacon
no lo sabe. Estoy a punto de hablar cuando Lex rodea la nuca de Deacon
con su mano enguantada, con una sonrisa jovial. Desde la perspectiva
de un extraño, podría parecer una conversación normal, aparte de la
expresión de enojo de Deacon y la forma en que los dedos de Lex se clavan
en su piel.
—Escucha, amigo, eso fue jodidamente grosero. Estás haciendo
una escena y te estás avergonzando a ti y a Amalie. Ahora sería un buen
momento para que te marches, a menos que te interese una escena más
grande y algunos huesos rotos.
Deacon cierra los ojos, su expresión se contrae. Inhala y exhala
profundamente antes de que su mirada lívida finalmente caiga sobre
Amie. —Me disculpo.
Suelto un suspiro de alivio.
Lex afloja su agarre y le da una fuerte palmada en el hombro.
—Muy inteligente.
Deacon tuerce el labio. —Estoy seguro de que serán muy felices
juntos.
Lex fuerza una sonrisa tensa y vuelve a rodearle el hombro con un
brazo, dándole un apretón cariñoso. —Estoy seguro que sí. Es demasiado
hermosa para no serlo.
La sonrisa de Deacon se ensancha brutalmente. —Desde luego que
es hermosa. Sobre todo su dulce y sabroso coño.
Me atraganto al toser. De acuerdo, esto se acaba de volver a una
calificación no apta para todo público.
—Hijo de puta. —Bane me rodea, posiblemente para participar en
lo que probablemente va a ser una pelea muy pública. Pobre Amie. Está
demasiado buena para su propio bien.
Lex ya ha vuelto a rodear con la palma de la mano la nuca del
pervertido amante de las bragas y los coños. —No podías mantener la
boca cerrada, tenías que decir la última palabra. —Levanta un puño y lo
golpea en el pecho a la vez que lo sujeta por el cuello. Si Deacon pudiera
retroceder, lo haría. Pero Lex lo sujeta firmemente.
Amie se tapa la boca con la palma de la mano, con los ojos abiertos
de horror.
Por más entretenido que sea esto, no es el tipo de escena que
necesitamos. A esta comunidad le encantan los escándalos, y Amie no
necesita uno con su boda a la vuelta de la esquina y su prometido ni
siquiera presente esta noche.
Amie mira a su alrededor para ver cuánta gente se ha dado cuenta.
Estamos en un rincón y, gracias a Dios, una enorme mesa con una fuente
de chocolate bloquea casi toda la vista.
—Lex —dice bruscamente Bane.
Lex debe darse cuenta de que está empeorando el problema, en
lugar de mejorarlo. Rodea a Deacon con el brazo y le da un par de
palmadas en el pecho, riendo, como si hubiera contado un chiste muy
divertido.
La atención que habíamos atraído disminuye cuando los hombres
cierran el círculo, impidiendo ver a Lex y a Deacon.
—Deberías disculparte con mi prometida, eso fue irrespetuoso. —
Lex lo suelta y se aleja, levantando ligeramente las manos cuando mira a
Bancroft con una expresión de no hice nada malo, luego se vuelve hacia
Amie—. ¿Por qué no me cuentas todo antes de que empiece la subasta,
cariño?
Todavía parece un poco sorprendida por todo el asunto.
Al salir de su aturdimiento, se endereza. —Sí. Sí, sería una buena
idea.
Lex da un paso hacia ella, pateando algo en el suelo. Lo agarra,
frunciendo el ceño a medida que lo inspecciona. Lo reconozco como el
cuadradito de tela que se asomaba del bolso de Deacon.
Excepto que no es un pañuelo de bolsillo. Es un par de bragas.
11
Traducido por Tolola
Corregido por Anna Karol

Deacon agarra el cuadrado de tela en la mano de Lex. Un cuadrado


que reconozco como un par de bragas que comió en la entrepierna y que
luego robó. Es el más espeluznante de los espeluznantes.
Le arrebato el trozo de tela a Lex antes que Deacon. Estoy segura
de que ya sabe lo que son. Sin duda ha visto muchos pares de bragas de
satén de cerca. Al menos esos son los rumores.
—¡Esas son mías! —grita Deacon.
Me pongo a centímetros de él. —Estas son mías, imbécil asqueroso
y pervertido. No quise salir contigo porque haces cosas raras como llevar
un par de bragas viejas y masticadas. —Me doy la vuelta, levanto mi falda
gigante y estúpida y agarro a Lex por el codo antes de que pueda golpear
a mi ex en la cara—. Vamos, Lex. Vamos a venderte al mejor postor.
—Tienes un gusto interesante para los chicos.
—Era uno de los mejores, si puedes creerlo —murmuro.
Se ríe. —Estás llena de sorpresas divertidas, ¿verdad, Cenicienta?
—No sabes ni la mitad. —En realidad puede que sea una bendición
que Armstrong no esté aquí, de lo contrario tendría que explicar esta
locura.
Ruby se apresura a alcanzarme. Entrelaza su brazo con el mío.
—¿Estás bien?
—No sé. —Estoy escaneando la sala a medida que avanzamos—.
Dios, ¿qué tan mortificante fue eso? No debería haber dicho nada sobre
las malditas bragas. Provoqué una escena. ¿Y si la gente se dio cuenta?
¿Qué pasa si se lo cuentan a Gwendolyn?
—Nadie se dio cuenta. Estás bien. Tranquila. Bane se va a asegurar
de que se vaya ahora mismo —me tranquiliza mientras pasamos por las
cortinas que llevan a los bastidores.
¿Por qué demonios Deacon, de todas mis relaciones a corto plazo,
tuvo que aparecer aquí? Esta es la razón exacta por la que generalmente
evito salir con gente que se mueve en los mismos círculos que yo... todos
se conocen. Y todos cotillean como chicas de trece años en una fiesta de
pijamas.
—¿Y si Deacon le cuenta algo a alguien? ¿Y si hace algo más para
avergonzarme? —Me doy vuelta, lista para volver, pero me golpeo contra
un pecho desnudo. El pecho desnudo de Lex. Me agarra de los brazos
para estabilizarme.
—Bane lo tiene controlado. Estás bien. No hará otra escena.
—¡No entiendo por qué demonios estaba aquí! —Levanto las manos
y pierdo el control de las bragas. Vuelan por el aire y Lex se las arregla
para agarrarlas antes que yo.
Una vez fueron unas bragas geniales, antes de que desapareciera
la entrepierna. Azul pálido con detalles de encaje azul marino; sexy, con
clase, un poco traviesas. Con el sujetador y los ligueros a juego, me
quedaban de maravilla.
Levanta una ceja mientras toca el material. —Bonito.
Siento que mi cara se pone roja. —Gracias. Ahora las recuperaré,
ya que son mías y todo eso.
—Tienen un agujero. —Desliza dos dedos a través de él.
Oh, Dios mío. Esto no está sucediendo. El hermano del novio de mi
mejor amiga no va a meter sus dedos por un agujero en un par de mis
viejas bragas. —Soy consciente —me las arreglo para decir de manera
ahogada.
—Parece que las han masticado.
—Sí.
Frunce aún más el ceño. —¿Tiene un perro o algo así?
—No. —Jesús bendito. Esta es la peor conversación que he tenido.
Bueno, tal vez no. La vez que tuve que explicarle a mi padre por qué me
retuvieron para interrogarme en el aeropuerto de México fue peor, y al
menos no estoy teniendo esta conversación con Armstrong. No es que
esto sea mucho mejor, claro está. Seguro que estoy causando una gran
impresión en este momento.
—Eres un poco salvaje, ¿no? —Las cejas de Lex se levantan, una
amplia sonrisa se abre paso por su cara y espero la siguiente pregunta,
porque sé que viene, en tres, dos, uno…—. Espera, ¿están sucias?
Y eso es todo. Literalmente tengo que luchar con mi boca para no
sonreírle. —Creo que sí, sí.
—¿Crees que debería revisarlo, solo para asegurarme? —Empieza
a levantarlas hasta la nariz.
Ruby salta y se las arrebata, pero sus dedos siguen atascados en
el agujero, que se desgarra más cuando las arranca de su mano y me las
tira. Le apunta con un dedo a la cara. —Eso es asqueroso. Probablemente
las ha tenido durante un año. Apuesto a que se masturbó con ellas.
Lex hace un sonido de náuseas y se vuelve hacia mí, pareciendo
preocupado.
—¿Es un asesino en serie? ¿Necesitas que alguien te acompañe a
casa esta noche?
—Lo dudo sinceramente. Se desmaya al ver sangre.
—Ese tipo está loco.
—Ajá. Te agradezco que te hicieras pasar por mi prometido y le
hayas dado un puñetazo.
—Cada vez que necesites que golpee a un ex, o incluso a tu actual
prometido, solo házmelo saber y estaré allí. —Guiña el ojo, pero tengo el
presentimiento de que puede ir en serio con mi actual prometido.
—Vale, de acuerdo. —Ruby aplaude—. Creo que estás canalizando
perfectamente el espíritu de gladiador esta noche, Lex. Sigue así cuando
estés en el escenario para que podamos ganar mucho dinero contigo.
Gwendolyn viene corriendo entre bastidores, pareciendo que su
cabeza va a explotar. —Amalie. ¡Ahí estás! No vas a creer lo que acaba de
pasar. Un hombre vestido de Peter Pan estaba en el vestíbulo, gritando
que le robaron las bragas. ¿Puedes creerlo? Bancroft lo está escoltando
para sacarlo de la propiedad. Ni siquiera sé cómo se las arregló para
entrar en la lista de invitados.
Ruby y yo nos miramos. De todas las noches en que Armstrong se
pierde una fiesta, esta es definitivamente una buena.
12
Traducido por Blonchick & Tolola
Corregido por Anna Karol

Gwendolyn obligó a Amie a subir al escenario con ella para ayudar


a subastar a los hombres. He sido relegada a los bastidores, ya que cree
que mi disfraz es demasiado sugerente. No fueron sus palabras exactas,
pero su cara nerviosa y sus labios fruncidos fueron una clara señal, junto
con su tono cuando llamó a mi disfraz “inapropiado”.
A Amie no le gusta mucho estar delante de cientos de personas a
menos que se trate de una presentación en una sala de juntas. Al parecer,
cuando hay diapositivas y una presentación es muy diferente. Supongo
que tiene sentido. Esto no está estructurado.
Mi trabajo consiste en asegurarme de que los chicos se preparen,
tengan un aspecto elegante, (o en el caso de Lex, lo bastante sexy como
para que las mujeres sucumban a los encantos), y salgan al escenario
para su turno de subasta. Es bastante fácil. Hasta ahora conseguimos
recaudar más de ciento cuarenta mil dólares y todavía nos faltan dos
solteros. Uno de ellos es Wentworth Williams. Una vez flirteó conmigo en
una fiesta, cuando Bancroft y yo aún no nos habíamos definido y yo sólo
era su niñera, no su novia.
La primera vez que vi a Wentworth, a la hora insinuó que quería
desnudarse conmigo. Esta noche se ha portado bien, quizá porque Lex
está aquí y Wentworth sabe que vivo con Bancroft. Ha sido muy educado.
Lex está mirando su teléfono cuando algo más llama su atención.
Frunce el ceño y se pone a la defensiva. Dios mío, más vale que no haya
vuelto el devorador de bragas. Las cortinas se abren y aparece Bancroft,
vestido de Batman.
La postura de Lex se relaja de inmediato y dirige su sonrisa burlona
hacia mí.
—Tienes que ser responsable de eso.
Sonrío. —Totalmente.
—¿Te ocupaste de ese tipo? —le pregunta Lex a Bane.
—Oh, sí. Se ha ido. —Bancroft asiente con la cabeza a Wentworth
y me pasa un brazo por la cintura. Es un movimiento intencionalmente
posesivo. Sobre todo cuando me besa la sien y me lleva a su lado—. Ese
tipo está un poco obsesionado, ¿eh? ¿Un poco chiflado? ¿Es de los días
de anarquía de Amie?
—¿Días de anarquía? —La sonrisa de Lex se amplía.
Agito una mano, como si no fuera importante.
—Era una niña un poco salvaje. De todos modos, ese tipo mastica
agujeros en las bragas, y está un poco trastornado. Creo que eso es todo
lo que necesitan saber. —No me corresponde contar esa historia, mucho
menos frente a Lex. Tal vez más tarde, cuando esté sola con Bane y no
estemos teniendo sexo, le contaré sobre esa breve y extraña relación.
—Entonces dejaré eso en paz.
—Probablemente sea lo mejor. —Le paso la mano por el pecho. Su
amplio pecho cubierto de lycra. No puedo esperar hasta que estemos en
nuestra habitación y tengamos sexo de superhéroe.
Una ronda de aplausos hace difícil escuchar la pregunta de Lex y
unos momentos después llaman a Wentworth al escenario. No le ajusto
la corbata como a todos los demás, porque no hay forma de que Bane me
suelte para que eso ocurra. Además, su mano está vagando y puedo
sentir su erección contra mi cadera.
Una vez que Wentworth desaparece a través de las cortinas, Lex
levanta la vista de su teléfono.
—Ustedes dos no necesitan cuidarme, he hecho esto un montón de
veces. Conozco el procedimiento. Vayan a tomar un trago. —Se dirige a
las cortinas que llevan al escenario—. Esto llevará un rato.
Empiezo a tener calor con este disfraz. Una copa me vendría muy
bien. —¿Te traigo algo?
Agita su vaso vacío. —Un whisky con soda estaría bien.
Se lo quito. —Volveré en un rato.
—Tómate tu tiempo. —Vuelve a mirar su teléfono.
Me dirijo a las escaleras, pero antes de llegar demasiado lejos, unos
dedos se enrollan en mi muñeca y me tiran hacia atrás en una dura pared
de músculo. La capa de Bancroft se agita a mi alrededor, enjaulándome.
Me levanta, me lleva en dirección opuesta a la barra, y de vuelta detrás
del escenario.
—¿Qué estás haciendo? —susurro un silbido.
—Este disfraz me está matando —murmura.
—¿Te sientes incómodo? —No veo cómo es posible; su traje es la
tela más suave y elástica del mundo. Puede que dé calor, porque la lycra
no es conocida por ser muy transpirable.
Estoy colgando a unos quince centímetros del suelo, con la espalda
pegada a su frente. Él mueve sus caderas para que yo pueda sentir su
erección.
—No. Estás haciendo que me duelan las pelotas. Necesito alivio.
—Pero se supone que debemos traer un trago para Lex.
—Lex puede conseguirse su propia bebida. Seremos rápidos. —Se
dirige hacia la puerta más cercana. Empujándola para abrirla, prende la
luz. Es un armario de suministros—. Esto tendrá que servir.
Se cierra detrás de nosotros y me deja en el suelo, girando la
cerradura antes de empujarme contra la pared y aplastar su boca contra
la mía. Bueno, supongo que ya sé lo que piensa del disfraz de Gatúbela.
Apretándome, se quita los guantes y pasa las manos por encima de mi
brillante traje de gata negra, me toca los pechos, las pasa por mis caderas
y las mete entre mis piernas. Separándose del beso, exhala un fuerte
suspiro.
—Mierda, estás tan sexy. ¿Por qué esto es tan sexy? Hijo de puta.
Gime cuando le meto la palma por el traje de Batman, deslizo la
mano en el bolsillo secreto y lo libero. No bromeaba cuando dijo que este
traje le volvía loco; está como una roca. Su pene se agita en mi mano a la
vez que paso mi pulgar por la cabeza. Mis uñas están pintadas de rojo.
Me toma la cara con las manos, me echa la cabeza hacia atrás y
vuelve a tener su boca sobre la mía, con la lengua abriéndose paso entre
mis labios, cada caricia caliente y agresiva. Exactamente de la misma
manera que bombea en mi mano.
—Quiero estar dentro de ti. —Sus manos se mueven a mis lados y
me agarra el culo, la otra se desliza entre mis muslos—. ¿Cómo me meto
con esto?
Tengo que presionar su pecho con una fuerza real para que
retroceda. —Te lo mostraré.
Cierra su mano alrededor de la mía cuando intento soltar su
erección.
Le doy una sonrisa maliciosa.
—No puedo mostrarte si te estás cogiendo mi mano, ¿verdad?
Se apresura a soltarme. Arqueando la espalda, busco la cremallera
por detrás. Cuando llego a la mitad, tengo que moverme hacia delante
para bajar la cremallera el resto del camino. He instalado una cremallera
oculta que empieza en el cóxis y termina en el ombligo como preparación
para esta situación.
Me doy la vuelta y me inclino para mostrarle el culo desnudo. No
llevo bragas, si no, ¿qué sentido tendría?
—Eres una maldita genio. —Bane me da la vuelta, me agarra por
el culo y me levanta. Envuelvo mis piernas alrededor de su cintura y su
cabeza gruesa se desliza sobre mi clítoris—. Te haré el amor más tarde
—promete, entonces se desliza hacia abajo y empuja dentro de mí.
Es un polvo rápido y frenético. Le muerdo el hombro para no hacer
demasiado ruido. Dudo que nadie pueda escucharnos con la subasta en
marcha, pero por si acaso, quiero limitar mis sonidos de placer. Sé
cuándo se acerca porque me tira de la cola de caballo. Levanto la cabeza
y su palma se desliza bajo mi barbilla, sujetándome la cara mientras me
folla contra la puerta, con los ojos en los míos.
Lleva la máscara de Batman. Es tan sexy. Creo que tengo un fetiche
de disfraces. Afortunadamente, Bane parece compartirlo.
Me mete el pulgar entre los labios. —Eso será mi pene en cuanto
lleguemos a la habitación.
Me corro, gimiendo su nombre porque me encanta su sucia boca,
y tiene razón, eso es exactamente lo que va a pasar. Me alegro mucho de
que esta noche nos alojemos en el hotel y de que Bane nos haya reservado
una de las lujosas suites presidenciales. Tenemos toda la noche para
tener sexo. Va a ser increíble. Unas cuantas embestidas más y me sigue,
declarando su amor por follarse a Gatúbela.
Después de unos largos momentos de solo respirar, se aparta de la
puerta y yo le quito las piernas de la cintura. Cuando empieza a dejarme
en el suelo, se oye un desgarro feo. Nos quedamos inmóviles, mirándonos
el uno al otro.
—Espero que no haya sido nada importante —dice con una risa
nerviosa.
Juntos, miramos hacia abajo. Es imposible ver cuál es el problema
con el material negro sobre negro. Se dobla por la rodilla y yo bajo las
piernas con cuidado hasta el suelo, pero cuando intenta apartarse otra
rasgadura resuena con fuerza por toda la habitación.
Mi bolsillo delantero secreto cuidadosamente cosido en su leotardo
de Batman está desgarrado por completo. Pero eso no es lo peor. La
cremallera de mi traje de gato también se ha rasgado, dejando un enorme
agujero en mi entrepierna. Parece que se han enganchado el uno al otro
con tantas embestidas.
—Oh, mierda. Eso no es bueno.
—No, no, no lo es. —Intento separarnos, pero lo único que consigo
es hacer más grande el agujero de mi traje—. Tengo que volver pronto.
Gwendolyn va a dar un gran discurso y me va a obligar a salir a dar las
gracias a todos por haber venido. No puedo hacerlo con la vagina al aire.
—Hago un gesto salvaje a mi entrepierna. Me entra el pánico. Es un fallo
de vestuario épico.
—Maldición. Mierda. —Bane intenta pasarse la mano por el pelo,
pero como lleva la máscara, se la pasa por ahí. Respira hondo y se pone
en modo resolución de problemas—. ¿Dónde está tu vestido?
—En nuestra habitación.
—Joder. Así que tenemos que llegar a los ascensores.
Me muerdo el labio. —Y subir a la planta veintitrés sin que nos
vean.
Exhala, asiente con la cabeza una vez, me agarra el culo y me
levanta de nuevo.
Lo agarro de los hombros. —¿Qué haces?
—Te llevo a tu vestido. —Nos envuelve con su capa, sujetándola
con una mano.
—Bien. Bien. —Tiro de la cerradura.
Bane asoma la cabeza al pasillo. Hasta ahora no hay moros en la
costa. Se arrastra por el pasillo, todo lo que puede arrastrarse un hombre
de más de cien kilos con una mujer pegada a la parte delantera de su
cuerpo. Si no estuviera tan preocupada por tener que volver al escenario,
podría pensar que toda esta situación es divertidísima. Ni siquiera sé
cuánto tiempo estuvimos en el armario de suministros. No creo que se
me pase el pánico hasta que vuelva a ponerme el vestido.
Conseguimos llegar a las puertas que dan al pasillo sin que nos
vean, lo cual es un milagro porque tenemos que pasar junto a Lexington,
que sigue esperando su turno para subir al escenario. Vaya, no esperaba
que Wentworth tuviera tanto éxito entre las damas, o tal vez fuimos
mucho más rápidos de lo que pensaba.
Justo cuando creo que estamos a salvo, asomo la cabeza al
vestíbulo y veo a varios invitados merodeando por allí. Maldita sea. ¿Por
qué no están en el salón de baile, participando en la subasta, o al menos
viéndola pasar como se supone que deberían?
Lo empujo hacia atrás antes de que nadie me vea. —Mierda. ¿Qué
vamos a hacer?
Bancroft sacude la cabeza. —Soy un idiota.
—No, no lo eres. Estabas cachondo, y eso está bien, pero tengo que
encontrar una manera de ponerme el vestido de nuevo para que no todo
el mundo vea mi vagina usada.
Trata de bajarme, pero yo me aferro a él.
—Suéltalo, nena. —Me libera los dedos—. Quédate aquí, voy a
buscar el vestido y lo bajaré tan rápido como pueda. Iré por las escaleras
si es necesario.
—¿Por qué no pensamos en esto desde el principio?
—El pánico es bueno para hacer tonta a la gente. Nos vemos en la
sala de suministros. —Me besa rápidamente y luego sale corriendo por la
puerta, dejándome en el pasillo con la entrepierna muy ventilada.
Tiro de la cremallera, pero se dobla y frunce. Tendré que cambiarla
por completo para arreglarla. Con las manos sobre la entrepierna y la
espalda contra la pared me abro paso por el pasillo poco iluminado, de
vuelta al armario de suministros para esperar.
Esta vez no tengo tanta suerte de pasar desapercibida. Al pasar
entre bastidores, mi atuendo negro contra el papel pintado crema debe
llamar la atención de Lex. Me mira y me ve antes de que pueda escapar.
No es que haya algún lugar donde esconderme. El armario de suministros
sigue a unos seis metros de distancia y no puedo moverme rápidamente
a menos que quiera mostrarle algo.
Estoy segura de que mi sonrisa es más bien una mueca. Abandona
su puesto y se acerca a mí con aire suspicaz. —¿Qué pasa, Ruby? ¿Dónde
está Bane?
—Oh, nada, acaba de volver a la habitación un momento. Ahora
vuelve.
Ladea la cabeza, con los ojos entrecerrados. —Creía que ibas a
buscar bebidas.
—Sí. Voy. Yo solo, nosotros... —Mierda. Si se entera de lo que pasó,
nunca nos dejará en paz a ninguno de los dos.
—¿Por qué estás parada así?
—Tuve un pequeño percance con el disfraz. —Puedo darle un poco
de verdad.
Se acerca un poco más. —¿Qué tipo de percance?
—Se me rompió la cremallera. —Vale, quizás más de la verdad esté
bien. No necesita saber cómo sucedió.
Esa sonrisa característica le tira de la comisura de los labios.
—Oh, ¿sí? ¿Qué estaban haciendo para romper una cremallera?
—Es que simplemente… yo... —Dios. Me gano la vida mintiendo
profesionalmente, fingiendo ser otro ser humano, viviendo otra vida cinco
noches a la semana, y ni siquiera se me ocurre una mentira plausible
que contarle al sonriente hermano de mi novio.
De repente, el nombre de Lexington suena al otro lado del telón. El
público estalla en aplausos, junto con el sonido de silbidos femeninos.
—Tienes que irte. —Cruzo las piernas y trato de empujarlo hacia el
escenario. Cuando no se mueve de inmediato, siseo—: ¡Vete! No puedes
hacer esperar así a Amie, ¿sabes el estrés que le está causando todo esto?
—En serio, no entiendo por qué se casa con el imbécil de mi primo.
—Se da la vuelta y se dirige hacia el escenario.
—Ya somos dos —murmuro.
No debo haberlo dicho lo suficientemente bajo, porque me mira por
encima del hombro, como si quisiera decir algo.
—¿Puedes hacerme un favor? —No espero a que diga que sí—. Haz
que tarde un poco, por favor. No puedo salir hasta que vuelva a ponerme
el vestido.
Lex guiña un ojo y hace una reverencia, luego cruza las cortinas y
la multitud grita. Dios, le encanta llamar la atención. Y en este momento,
lo amo por eso.
Pasan otros cinco minutos antes de que Bancroft vuelva con mi
vestido y su traje en la mano. Está sudado, pero al menos está aquí y no
tendré que avergonzarme ni avergonzar a nadie con una exhibición
indecente.
—¿Te encontraste con alguien en el camino? —Me apresuro a
volver a cambiarme mientras Bane hace lo mismo. Parece que es la noche
de las entrepiernas perdidas.
—Brittany estaba saliendo del ascensor cuando yo subía, pero por
lo demás todo fue tranquilo.
Bane me ayuda a arreglarme el cabello. El pintalabios se me ha
borrado por completo, pero no puedo hacer nada al respecto. Me doy la
vuelta. —¿Estoy bien?
Me da un pequeño apretón. —Fenomenal.
—Eso podría haber sido un desastre. —Me pongo de puntillas—.
Tengo que volver ahí fuera.
—Estoy justo detrás de ti.
Abre la puerta del armario de suministros y se asoma. Parece que
no hay moros en la costa. Finjo que no acabo de tener sexo en un armario
de suministros, donde he arrancado la entrepierna de mi disfraz (gracias
a Dios tuve el buen sentido de tener dos) y me dirijo de nuevo al escenario,
donde oigo una cacofonía de mujeres gritando. ¿Qué demonios pasa ahí
fuera?
Corro hacia las cortinas y me asomo entre ellas. Lex se pavonea en
el escenario y hay unas cincuenta manos en alto. Amie tiene los ojos
desorbitados y se lleva la mano a la garganta. Gwendolyn se abanica con
un trozo de papel. Las ofertas se gritan a toda velocidad. Ya está en cien
mil dólares. Lleva diez minutos ahí y las mujeres están enloquecidas.
Pasan otros diez minutos y cincuenta mil dólares antes de que la
subasta termine por fin. Lexington ha sido comprado por alguien que no
es Brittany. Seguro que se siente aliviado.
Me llaman al escenario para celebrar los casi cuatrocientos mil
dólares que recaudamos en la subasta de solteros. Cuando terminamos
de dar las gracias a los invitados, paso mi brazo por el de Amie y la llevo
al bar porque estoy segura de que necesito una copa y ella parece
necesitar unas siete.
—¿Qué pasó con Lex? —pregunto después de pedir dos copas de
champán. Ya lo ha reclamado su compradora. Me pregunto si piensa que
la cita empieza inmediatamente.
Amie toma la suya casi antes de que el camarero acabe de servirla,
le da un trago y le indica que la rellene. —Lex se subió la falda. —Ante
mi expresión de confusión, completa la frase—: No llevaba ropa interior.
—¡Oh! —Mientras asimilo la noticia, pregunto lo que supongo que
ya sé teniendo en cuenta la reacción de las mujeres del público—. Asumo
que eso significa que es... grande.
—Bueno. —Amie se traga la mitad de su segunda copa de champán
de un solo trago—. Espero sinceramente que solo sea de los que se jactan,
de lo contrario deberíamos considerar renombrarlo Vlad el Empalador de
Vaginas.
Resoplo. —Estás exagerando.
—Oh, no, no lo exagero. Podría destruir a alguien con esa cosa. —
Se sonroja, no sé si por el champán o por el recuerdo de lo que vio. Tal
vez ambos, considerando que ha terminado su segunda copa y va por su
tercera. Me hace señas—. ¿Qué pasó con tu traje de Gatúbela?
Aliso mi mano sobre mi estómago. —Hubo un pequeño problema
con la cremallera.
—¿Qué clase de problema?
—Se rompió. —Bebo mi champán y evito su mirada.
—¿Y cómo sucedió eso?
—Oh, ya sabes, lo mismo de siempre, un rapidito en el armario de
suministros.
Amie casi escupe su champán sobre mí. —¿Cuándo sucedió eso?
—Hace unos veinte minutos, más o menos.
—¿Durante la subasta? —Me pellizca el brazo—. Eres una imbécil.
No puedo creer que estuvieras con eso mientras yo me encargaba de esto.
—Hace un gesto hacia el escenario vacío.
—Deberías agradecerme, no golpearme.
—¿Agradecerte por qué?
—Pudiste ver un pene enorme, ¿no?
Bane desliza un brazo alrededor de mi cintura desde atrás.
—¿Hablando de mí otra vez?
Me burlo. —Esta vez estamos hablando de tu hermano. Al parecer,
se lo mostró a todos.
—Es la noche de la exposición indecente, ¿no? —Su mano está en
mi cadera, pero baja cerca de mi trasero sin agarrarme el culo—. ¿Estás
lista para subir pronto a la habitación?
—En un rato. Amie necesita ayuda para superar la exposición a la
monstruosidad genética de los Mills.
Menos de una hora después estamos en el ascensor de camino al
ático. Amie está borracha como una cuba, tropezando por el pasillo hacia
su habitación. Yo estoy mejor que ella, pero no por mucho. Uso el pecho
de Bancroft para apoyar la cabeza mientras él pasa la tarjeta y nos deja
entrar en la habitación.
Una vez abierta la puerta, me coge en brazos y me lleva dentro. Me
hace pensar en cosas como casarme. Es algo lejano, un atisbo de idea,
pero si las cosas siguen así, imagino que será una eventualidad. Eso me
hace feliz.
—¿Por qué sonríes? —Bancroft me besa el cuello, cayendo sobre la
enorme cama matrimonial.
—Tenemos suerte de que Lex y Amie sean los únicos que saben lo
que pasó esta noche.
Bane levanta la cabeza, con una expresión oscura. —¿Qué quieres
decir con que Lex lo sabe?
—Me atrapó volviendo a escondidas al armario de suministros.
Bane abre mucho los ojos y me agarra por las caderas.
—Cálmate, cariño, no vio nada. Su exhibicionismo probablemente
me salvó de que otras personas lo descubrieran, así que tendremos que
lidiar con las burlas.
—Con sus payasadas de esta noche, no creo que tenga mucho
derecho a las “burlas”. Mi padre no está contento. —Se quita los zapatos,
se tumba en el colchón y me pone encima de él—. Basta de charla, quiero
darle un buen uso a esa boca esta noche, tráela aquí. —El vestido se me
sube cuando me subo a horcajadas sobre su cintura. Me desliza la palma
de la mano por el cuello y tira de mi boca hacia abajo; la otra mano sube
por la parte exterior de mi muslo desnudo. Me apoyo en su pecho y me
inclino para besarle la barbilla y acercarme lentamente a sus labios.
—Supongo que te costará arreglarte el disfraz —dice. Bueno, más
que nada es un gemido.
Me echo hacia atrás y le paso los dedos por el pelo.
—Probablemente. ¿Estás decepcionado?
Se encoge de hombros. —Seguro que lo superaré.
—Mañana por la noche podría volver a ser La Mujer Maravilla, pero
esta noche tendrás que aceptarme como soy.
Me roza el contorno del labio, sonriendo. —Estoy bastante seguro
de que puedo manejar eso.
—Creo que deberíamos empezar a planear los disfraces del año que
viene —digo, antes de que pueda monopolizar mi boca con su lengua.
Su ceja derecha se arquea. —¿Quieres hacer otra fiesta después de
este espectáculo de mierda?
—Tal vez una privada. En nuestro dormitorio. Tú y yo.
—Me gusta lo privado. —Me agarra de las caderas y me acerca—.
Y voto por que no haya cremalleras.
Mis engranajes ya están girando mientras lleva mi boca a la suya.
Y entonces todos mis pensamientos se convierten en vapor cuando me
besa.
Mi Batman, mi Bruce Wayne, mi sucio príncipe azul.
HOOKING UP
Amalie Whitfield es la imagen de la novia
ruborizada durante la recepción de su boda…
pero por las razones equivocadas. En lugar de
proclamar su amor eterno, Amalie y sus
invitados pueden escuchar a su esposo
correrse con alguien más. Tiene todas las
razones para enloquecer, y en un momento de
locura, se lanza al primer hombre de sangre
caliente que ve. Pero él no está interesado en
sexo por venganza.
Mortificada y desesperada por escapar del
drama post boda, Amalie decide ir sola a su
luna de miel, solo para descubrir que el hombre
que la rechazó también se dirige a la misma
pequeña isla por trabajo. Pero esta vez él no se contiene. Amalie debería
saber que no es bueno dormir con alguien que conoce, pero no se puede
resistir a él. Podrían concordar que lo que pasa en la isla se queda en la
isla, pero ninguno puede negar que su atracción es más que solo física.
SOBRE LA AUTORA
Helena Hunting es autora de la serie
PUCKED, éxito de ventas en USA Today y NYT.
Vive en las afueras de Toronto con su
increíblemente tolerante familia y dos gatos
moderadamente intolerantes. Escribe desde
comedias románticas deportivas hasta
novelas angustiosas new adult.

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