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El Derecho actual.
El principio de la autonomía privada contractual, aplicado sin tra-
ba alguna, pronto empezó a encontrar en sí mismo su propio germen de
destrucción. La libertad jurídica, al verse enfrentada a una desigualdad
económica, provocó el abuso en la contratación.
Pronto comprendió el Estado que no podía continuar concediendo
a los particulares tanta libertad para regular entre ellos sus relaciones, lo
que había ocasionado este abuso, y decidió intervenir más de cerca en la
relación contractual para intentar equilibrar las posiciones, estrechando
así el campo de la autonomía privada.
Este nuevo rumbo se ha plasmado entre nosotros en el artículo 1355
del Código civil actual, según el cual la ley, por consideraciones de inte-
rés social, público o ético puede imponer reglas o establecer limitaciones
al contenido de los contratos.
Se presenta así el fenómeno del dirigismo contractual.
Otro aspecto que ha influenciado significativamente en la contra-
tación contemporánea es la masificación de las relaciones comerciales,
que ha dado lugar a la impostergable necesidad de celebrar simultánea-
mente una gran cantidad de contratos, cuyos términos no hay tiempo de
discutir caso por caso. A un comercio en masa corresponde una contrata-
ción en masa.
El Código civil peruano se ha visto precisado a dar una solución
adecuada a este problema, y pienso que lo ha logrado a través de las cláu-
sulas generales de contratación, como se verá más adelante al comentar
el artículo 1392.
que todavía se estiran más, hasta referirlas a cualquier acto expresivo de una voluntad
o a los que se atribuye tal carácter. Con tal proceder se explica, y resulta hasta natural,
que se construyan esos cielos de conceptos –de que hablara JEHRING– en los que se
condena como herética cualquier referencia a la realidad. No se niega, en general su
utilidad porque es posible que tal método convenga a un Derecho que hay que tener
muy en cuenta, es que tal concepción del negocio jurídico puede ser incompatible con
los principios con otros ordenamientos. De ahí el especial riesgo que se corre cuando
se recibe el concepto de negocio jurídico. Al darse entrada a tal concepto, producto del
pandectismo alemán, aceptado y mimado en la doctrina italiana, es fácil que con él se
dé entrada a construcciones hechas para las correspondientes legislaciones, pero ajenas
y hasta repugnantes del Derecho español. La simpatía hacia lo extraño y lo nuevo, el
brillo espectacular del malabarismo y de la prestidigitación con los conceptos jurídicos,
puede seducir y llevar a esa tarea monstruosa de adaptar el propio Derecho a sistemas
extraños, a costa de forzar la interpretación de las leyes y de violentar el sentido de las
instituciones fundamentales”.
32 EL CONTRATO EN GENERAL
Son actos unilaterales aquellos en que una sola parte (que puede
estar constituida por una persona o por varias personas) declara su vo-
luntad y esta declaración tiene la virtualidad de producir los efectos
jurídicos queridos por el agente.
Son actos plurilaterales los que necesitan el concurso de las mani-
festaciones de voluntad de varias partes para generar tales efectos, o sea
la creación, regulación, modificación o extinción de relaciones jurídicas.
En la plurilateralidad está comprendida la bilateralidad.
Es preciso tomar en consideración que dos o más actos jurídicos
unilaterales autónomos, aunque combinen entre sí sus efectos, no dan
lugar a un acto jurídico plurilateral, pues para la existencia de éste se
requiere que las manifestaciones de voluntad de las partes se presupon-
gan mutuamente, sean hechas con la finalidad de integrar un acto jurídico
plurilateral único. En otras palabras, cada una de las manifestaciones de
voluntad que, según la teoría del negocio jurídico, dan lugar a la forma-
ción del negocio (o acto) jurídico plurilateral, no es de por sí un acto
jurídico unilateral, sino una fracción del acto jurídico plurilateral19.
Dado que por definición del artículo 1351 del Código civil, el con-
trato es el acuerdo de dos o más partes, hay que concluir que el contrato
es un acto jurídico plurilateral. Así lo entiende parte importante de las
opiniones doctrinarias vertidas en el campo de la teoría del acto jurí-
dico20.
Según se verá más adelante al comentar el Título IV de esta Sec-
ción, el contrato, no obstante ser necesariamente un acto jurídico
plurilateral, puede a su vez clasificarse, según la doctrina tradicional, en
unilateral y bilateral, pero en este caso dichos términos están empleados
con relación al número de partes que quedan obligadas por el contrato y
no al número de partes que lo celebran. Todo contrato, sea unilateral o
bilateral, es un acto jurídico plurilateral.
Empero, ya se ha advertido anteriormente que la aplicación en el
campo de la teoría del acto jurídico de conceptos propios de la teoría del
negocio jurídico puede traer problemas.
Uno de estos problemas es el relacionado con una posición doctri-
naria, desarrollada dentro de la teoría del negocio jurídico, que sostiene
que el contrato, si bien es un negocio jurídico bilateral (que requiere para
su formación dos declaraciones de voluntad), no puede ser un negocio
jurídico plurilateral.
Este tema, que está íntimamente relacionado con el de la necesi-
dad de que el contrato sea conciliador de intereses opuestos, será materia
de estudio al comentarse el artículo 1351 del Código civil.
33 MANUEL DE LA PUENTE Y LAVALLE