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ACTO JURÍDICO

(LIZARDO TABOADA CÓRDOVA)

La lectura comienza haciéndonos referencia directamente a la definición del Acto


jurídico en Nuestro Código Civil de 1984, exactamente en el Artículo 140, mencionando
a esta conceptualización como clara precisa, pulcra y demás calificativos de perfección,
para luego realizar preguntas de cuestionamiento sobre la misma, indicando que no
sólo resulta insuficiente definir el acto jurídico como una simple manifestación de
voluntad que produce efectos jurídicos, sino que debe añadirse que la producción de
dichos efectos añadiendo que están frente a una concepción completamente
individualista y artificial de los comportamientos del hombre que producen
consecuencias legales Individualista, porque se deja de lado toda valoración social y
normativa y artificial porque se pretende hacer creer que es en la voluntad del individuo
donde reposa la esencia del concepto mismo de acto jurídico. Por otra parte hace
referencia que ante la necesidad igual de justificar y conceptualizar los actos del
hombre que son relevantes jurídicamente, por una diversa interpretación de las fuentes,
crearon y elaboraron el concepto del "negocio jurídico” que coincidía inicialmente con
las nociones de “acto jurídico”, para posteriormente quedarse el término de negocio
jurídico”, de esta forma, nació la tercera corriente sobre el negocio jurídico, que se
denominó teoría preceptiva, por entender que el negocio jurídico es un supuesto de
hecho, pero que contiene no simples declaraciones de voluntad, sino un precepto
social, es decir, una autorregulación de intereses privados socialmente útil. De esta
manera se dio el abandono de la concepción clásica del “acto jurídico” que no progresó
en el mismo sentido que la del “negocio jurídico” fue total y definitiva en la doctrina
europea, con excepción de la doctrina francesa, y no así en la doctrina sudamericana,
por la enorme influencia de la doctrina francesa, derivada de la poderosa influencia del
Código Civil francés en los códigos civiles latinoamericanos:

1.1.Necesidad de abandonar la concepción clásica francesa del acto jurídico y


alemana del negocio jurídico.
Lo que caracteriza la noción de acto jurídico es, pues, su identificación con el
concepto de la manifestación o declaración de voluntad, en la medida que la misma
produzca obviamente efectos jurídico, ahora bien, los concepción clásica
pandectista del negocio jurídico, la diferencia se plantea, ya no entre actos jurídicos
y simples hechos jurídicos voluntarios sin manifestación de voluntad, sino entre
negocios jurídicos y actos jurídicos sentido estricto, aun cuando en ambos casos, a
pesar de la diferente terminología, existe obviamente una total uniformidad
conceptual.
Por ello, La concepción clásica del negocio planteó desde un primer momento la
diferencia entre actos y negocios, únicamente en que en los segundos, además de
la declaración existía el propósito jurídico, mientras que en los primeros éste no se
presentaba, dejando bien en claro que en ambos casos había siempre de por
medio por lo menos una declaración de voluntad, de las concepciones clásicas
del acto y del negocio jurídico culminaron, desde nuestro punto de vista, con las
corrientes preceptivas del negocio jurídico, que entendieron que en el mismo no
existía únicamente un supuesto de hecho conformado por una o más declaraciones
de voluntad, sino un supuesto legal con un precepto social, con un contenido
fundamentalmente social. Desde este mismo instante, se empezó a definir el
negocio jurídico, ya no como un supuesto de hecho, sino como una autorregulación
de intereses privados dirigida a la satisfacción de necesidades e intereses de los
sujetos, en una determinada sociedad.

1.2.Las diferentes concepciones sobre el negocio jurídico como paradigma de


los actos de autonomía privada
La concepción del acto jurídico como toda declaración de voluntad dirigida a la
producción de efectos jurídicos deseados por el agente, olvida y no toma en cuenta
1os siguientes aspectos fundamentales:
De aceptar que el acto jurídico es toda declaración de voluntad productora de
efectos jurídicos, realizada por el sujeto con el fin de alcanzar los mismos, un
segundo aspecto bastante vinculado con el anterior es el de conocer que es
únicamente la norma jurídica la que atribuye efectos jurídicos a las conductas de
los particulares lo cual se obscurece y casi se olvida con una concepción del acto
jurídico como una simple declaración de voluntad; ello significaría afirmar que
serían los propios individuos los que decidirían qué efectos jurídicos son los
resultantes o los que corresponden a una determinada declaración de voluntad.
En la concepción del acto jurídico, favoreciendo la idea equivocada de que el
derecho debe proteger siempre la voluntad interna, aun cuando sea discrepante de
la voluntad declarada; y que los efectos jurídicos nacen porque han sido queridos
por los declarantes o por el declarante. Incluso esta concepción falsa atenta contra
el propio concepto del acto jurídico, entendido como declaración de voluntad,
habiendo reforzado la idea tradicional de entender el contrato como un acuerdo de
voluntades, que es la concepción predominante en nuestro medio, olvidando que el
contrato, al ser el acto jurídico por excelencia, no es sino una autorregulación de
intereses establecido por las concordes declaraciones de voluntad de las partes
contratantes, sin interesar la coincidencia o no de sus voluntades internas a los
efectos de la formación del consentimiento.
Debe señalarse con toda claridad y de manera categórica que la concepción inicial
del pandectismo sobre el negocio jurídico coincidió totalmente con la teoría clásica
francesa del acto jurídico, por cuanto se caracterizó al negocio jurídico como toda
declaración de voluntad productora de efectos jurídicos deseados y buscados como
tales por el declarante. En otras palabras, sólo en ese momento, se puede decir
que la noción de negocio jurídico coincidió totalmente con la del acto jurídico
francés, ya que en ambos sistemas doctrinarios se entendió que el acto o el
negocio jurídico eran declaraciones de voluntades productoras de efectos jurídicos
y realizadas por los sujetos con el ánimo de producir dichos efectos jurídicos.

1.3.La teoría general del contrato frente a la del negocio jurídico. Objetivos y
fundamentos de ambos sistemas. Legitimidad y utilidad del concepto del
negocio jurídico frente a Ia categoría contractual.

El debate en estos momentos no gira sobre la posibilidad de si el contrato tiene


efectos obligatorios por tratarse de una premisa aceptada sin discusión de ninguna
clase, sino sobre la posibilidad que el contrato pueda tener además efectos reales.
Como es evidente, dentro de esta lógica conceptual, tiene poca importancia discutir
y debatir la razón por la cual el contrato tiene fuerza obligatoria.
La existencia de la teoría general del negocio jurídico está garantizada, pues no es
sino un concepto que refleja la opinión de los individuos sobre cada realidad en
particular Cuando se haya comprendido a cabalidad esta íntima relación entre
doctrina general del contrato y del negocio jurídico, y el carácter eminentemente
social de la disciplina negocial y su preocupación fundamental, podremos corregir
sin ningún temor las incongruencias y defectos normativos en nuestro Código Civil
y proponer las respectivas reformas. Más aún, pensamos que cuando entendamos
mejor el rol fundamental de la teoría general del negocio jurídico, estaremos
reflexionando permanentemente sobre nuestra realidad social y podremos
comprendernos mejor y dar a nuestros comportamientos el valor que merecen.

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