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Como fuimos comentando a lo largo de todo el documento, la teoría cumple un rol muy
importante a la hora de investigar e intervenir, y la cuestión de fondo está sostenida en
discusiones epistemológicas de larga data que tratan de explicar que la construcción de
sentidos siempre se hace desde una perspectiva, ideología, teoría en particular1.
1 Si bien en esta perspectiva, teoría e ideología no son lo mismo, se utilizan aquí juntas para dar cuenta de
la construcción de sentidos.
Sin embargo, es clave conocer los diferentes niveles de teoría y sus contenidos, porque
según sea el nivel donde estemos ubicados/as, formularemos la construcción necesaria
para la elaboración de los objetivos (Sautu, 2005):
1. Supuestos paradigmáticos.
Los invitamos ahora a volver a pensar en el gráfico del proceso de investigación que
compartimos, en el que se evidencia la articulación compleja y permanente entre el campo
Para reflexionar:
- El estado del arte (es decir, la situación actual de conocimiento sobre un tema).
- Las fórmulas que expresan las relaciones entre variables.
- Las justificaciones del tratamiento del problema.
- La historia del fenómeno que se aborda.
- Las teorías generales de la sociedad y el cambio social (sólo es marco referencial del
marco teórico)
- Las reflexiones personales sobre la sociedad, la humanidad, el mundo, etc.
Luis Carrizo explica este debate a partir del pensamiento de Feyerabend quien indicaba
que:
Esta mirada, en principio, deshumaniza el lugar del investigador y también del investigado,
en nombre de una asepsia y objetividad que –como adelantamos– es imposible. Como
reacción a esta perspectiva que vacía de sentidos la participación real del investigador en
el campo y coloca el foco en un positivismo impracticable, se presenta la propuesta de una
“objetividad dinámica” por la cual se ponen en valor las relaciones entre humanos y
naturaleza, observadores participantes activos en la construcción de los objetivos
científicos así como en la comprensión de la construcción.
Para Carrizo hay tres tipos de problemas de la investigación en ciencias sociales que
se presentan articulados y que, incluso, pueden responder a líneas paradigmáticas
contrapuestas:
3. El último tipo de problemas a los que refiere Carrizo son los vinculados a la auto-
observación del observador. El límite por el cual “no vemos que no vemos” pone
un coto a la construcción del conocimiento, cuyo inicio de solución puede ser el
desdoblamiento del observador (por ejemplo quien programa el diagnóstico de una
intervención posible) en i) el sujeto que observa y ii) el objeto observado (por sí
mismo) a partir de tener un mayor conocimiento de las propias ideologías y así
llegar a la comprensión del otro. Aquí, el operador del conocimiento se transforma,
al mismo tiempo, en objeto del conocimiento.
Para este autor los tres campos problemáticos desarrollados dan cuenta de que lo que
está en juego es una concepción de la realidad y de la ciencia, y quien hace el ejercicio de
elucidar (“pensar lo que se hace y saber lo que se piensa” al estilo Castoriadis) es llevado
adelante por el actor técnico (en este caso, ¡nosotros/as!).
Como corolario de estas reflexiones compartimos un pasaje de Edgar Morin, útil también
para contextos de intervención social, según el cual reconocerse como sujeto en el
proceso de investigación, lejos de “ensuciar” la mirada pura de la realidad, integra a la
subjetividad en favor de la realidad.
La ética en la intervención
Así como los diferentes campos de las ciencias sostienen preguntas, métodos y formas de
hacer legitimados, también hay un habitus que es constitutivo y nos ubica como
participantes del juego, capacitados (es decir, con poder) para la construcción del
Sin embargo, el mismo autor sostiene que somos más que habitus y casi tenemos la
obligación de ser más que eso: debemos abogar por transformar la dominación de lo
heterónomo (que nos coacciona por circunstancias donde los otros también juegan un
papel importante) en autónomo.
Ese tipo de reflexión es más que intercambiar pensamientos: es incorporarlos, hacer algo
con ellos, al punto tal de que “dejen huellas en el cuerpo” en un proceso de dilucidación
continua en el cual (como dijimos) “pensamos lo que hacemos y sabemos lo que
pensamos”. Para el autor, es ese tipo de práctica de reflexión profunda que nos da el
espacio para actuar y no ser actuado, para cooperar con otros y en el que hacer y pensar
trabajen juntos y complementariamente.
Dijimos que toda intervención tiene una dimensión de lo político y que es la teoría la
que construye ese puente, modelando también los ámbitos de acción. Heler (2005)
nos recuerda además que esa práctica de reflexión impacta en todas las dimensiones de
la práctica y, por ello, la reflexión sobre la dimensión ética “es al mismo tiempo política,
cognitiva, técnica, epistemológica...”. En este sentido, jugar el juego de “neutralidad” lo
único que hace es disimular la dominación. Como dice el autor:
Así, uno de los desafíos del inicio de nuestros proyectos será encontrar el lugar justo
(teórico y subjetivo) en el cual nos ubicamos como profesionales/interventores y qué
realidad construimos a partir de las metodologías y métodos elaborados para el recabado
(e interpretación ¡nunca pura!) de los datos que nos darán elementos para advertir el
problema, ponerle nombre y apellido, y proponer un instrumento, acción, mecanismo para
su transformación o mejora.
La próxima unidad nos permitirá conocer los diferentes abordajes metodológicos y las
distintas ofertas de métodos (cuantitativos y cualitativos) posibles. Técnicas como la
observación, las entrevistas, encuestas, tratamiento de documentos y otras cuestiones en
torno al proceso de análisis de los datos e información recabados, serán de vital
importancia para la consistencia y solidez de nuestros proyectos de intervención.
Bibliografía utilizada
Heler, M. (2005) Ciencia incierta: la producción social de la ciencia. Buenos Aires: Editorial
Biblos.