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Las funciones parentales.

1 de octubre de 2020 Publicado por Lic. Maria V.

Ser madre o padre es un asunto distinto al de ser progenitor o progenitora. Con frecuencia, aún

el día de hoy, se asume que quien biológicamente trae una vida al mundo se constituye

inmediatamente como madre o padre, y el bebé como hijo o hija.

Esto no ocurre así y muchos mecanismos psicológicos inconscientes intervienen en la

constitución de funciones de este tipo.

Las funciones parentales, son, precisamente

eso: funciones, que deben ser habilitadas y

asumidas para poder ejercerse. Una progenitora

puede estar ahí con su mejor voluntad y aún así

no poder ejercer su función materna.

Un progenitor puede haber dado el apellido, que simbólicamente implica bastante, y aun así no

poder asumir su función como padre.

Para que las funciones se asuman verdaderamente algo del deseo entorno a esos sujetos y al

hijo o hija tiene que poder afianzarse y constituirse.

Las funciones parentales están directamente vinculadas con la experiencia que esos individuos

pasaron con sus propios padres. Y por esto se trata de algo tan complejo.

Estos son los primeros y más importantes vínculos en la vida de un niño o niña. Fallas en estos

primeros vínculos predisponen a dificultades posteriores para asumir o ejercer las funciones ma-

parentales en la vida adulta.


Por eso siempre se habla en psicología de quién ejerce la función, paralelamente al aspecto

biológico.

Si una persona no puede ejercer su función como madre, puede intervenir y, generalmente así

ocurre, otra persona que ocupe este lugar y que es quien posibilita que el niño o niña pueda crecer

y desarrollarse.

Los vínculos en la primera infancia son sumamente importantes para el crecimiento saludable,

incluso para la supervivencia. Sabemos que un bebé depende totalmente de un otro para

sobrevivir, y esto no implica solamente la cobertura de las necesidades fisiológicas, sino la

contención y el sostén afectivo, sin el cual no hay supervivencia posible.

Hay situaciones de extremo abandono, en donde por lo menos un mínimo de contención se

ejerce, de parte de alguna persona de referencia que pueda ocupar esta función, y esto muchas

veces es suficiente para la supervivencia. Los niños son resilientes y hacen uso de las pequeñas

posibilidades que se les ofrecen. Pero inicialmente es necesario de una presencia de sostén para

que la existencia y la subjetividad de ese bebé pueda constituirse.

Las funciones se pueden ejercer indistintamente de la maternidad o la paternidad biológica, e

independientemente de quien la encarne (cual sea su género o su posición en el entramado

familiar). Se trata de presencias, de actos de sostenimiento, de guía, de amor, de apoyo.

Las figuras que ocupan estas funciones están ahí para contener emocionalmente, para ayudar a

establecer límites, para nutrir psíquicamente. Son figuras de referencia, que encarnan

responsabilidad y compromiso.

Muchas veces, estas funciones se ejercen a medias, o son inestables e inconsistentes, y esto, por

supuesto, tiene efectos psicológicos en el niño o niña.


Conocer la diferencia entre procrear biológicamente y encarnar funciones parentales es

fundamental para entender de mejor modo cómo los seres humanos nos desarrollamos y qué es

lo que necesitamos desde el punto de vista psicológico.

Y también para entender dónde radica verdaderamente la importancia de la maternidad y la

paternidad, no como algo dado de por sí, sino como una función compleja, determinada por

múltiples factores que posibilitarán o impedirán su ejercicio.

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