Características de la familia

patológica
El niño y el adolescente y la familia
CONTENIDO
1. Introducción.

2. Comunicación y familia.

3. Cómo es el lenguaje en casa.

4. Fórmulas comunicacionales a detectar

en el aspecto “relación”.

Introducción
Una aproximación del concepto de “familia patológica”
sería decir que es aquella que se aleja de las características
de una familia “normal”, “sana”, “esperable”. De igual modo
se podría aproximar a la definición de familia patológica
por lejanía de la familia sana.
Es importante trazar un esbozo de lo que es una familia
“sana”, y para ello no se utilizara el adjetivo de “normal”,
pues es bastante común encontrar en algún momento
del proceso natural de la evolución familiar algún
trastorno o patología en su sistema, de igual manera que
normal es que en algún momento del proceso vital del
individuo se encontraran trastornos o enfermedades.
Sin llegar a una concepción ideal de familia sana, se
puede decir de manera concluyente que los parámetros
con los que cuenta son: el diálogo, la comprensión, la
incorporación, el perdón, la valoración, la protección,
así como la capacidad de sus componentes para
ofrecer a las otras segundas oportunidades que les
permitan aprender y crecer. Son algunos de los muchos
parámetros cuyo denominador común es la flexibilidad
suficiente como para que la familia crezca incorporando
nuevas reglas y límites así como para retener lo
indispensable y eliminar aquellas que, aunque un día
sirvieran, se convierten en un lastre.
La familia ha de ser un lugar de convivencia donde
se respete al otro, la intimidad, los deseos de cada
integrante así como su autonomía y sus derechos.
De la naturaleza de cada familia se puede entender la
naturaleza de cada patología familiar y, por tanto, la
naturaleza de su solución. De poco sirven argumentos
basados en clichés sobre cómo ser una pareja feliz, cómo
superar crisis vitales o qué hacer con una infidelidad o
con un chico adolescente si no se entiende la propia
evolución familiar así como su propia naturaleza.
En la naturaleza de la familia patológica se encuentra
la rigidez como denominador común de todos sus
parámetros. Las reglas son inamovibles, tanto en la
incorporación de nuevas normas, como en la retención
de las que son vitales para el funcionamiento familiar,
como en la eliminación de las que se quedan obsoletas
en el crecimiento del grupo. Se impide la movilidad que
como grupo es necesario para su funcionamiento.
Como se dice más arriba, “equilibrio” no es equivalente
a “salud”. La familia patológica mantiene un equilibrio
disfuncional que sólo se rompe en momentos en que las
circunstancias o alguno de los componentes necesitan un
cambio que es incompatible con ese equilibrio disfuncional
del grupo. Es entonces cuando la familia consulta, sin
conciencia de familia enferma o desajustada, por ese
individuo, designándole a él el problema o enfermedad. A
este individuo se le denomina paciente designado.
Conceptos a tener en cuenta | 3
En los momentos claves, ya sea por circunstancias
externas al grupo o por una nueva necesidad de alguno
de sus componentes, la familia que se denomina sana,
cambia adaptándose a la nueva situación, mientras que
la familia que se denomina patológica adapta el cambio
a ella, se siente amenazada y lo neutraliza.
No todos los miembros de una familia patológica son
patológicos. La patología grupal no es igual a la suma
de las patologías de sus componentes, sino que es un
concepto con entidad supraindividual. En estas familias,
por lo general alguno de los miembros rompe con el
grupo, lo abandonan o se aíslan de él. Lo hacen como
último reducto ante un sistema que no puede abarcar
una necesidad que el individuo no puede no satisfacer.
Manejo patológico de los
hijos desde la familia
En el estudio de la familia patológica es necesario
advertir las motivaciones que los padres tuvieron para
tener un hijo. En esas motivaciones se puede encontrar
aquellas que configuran y explican el conflicto del
paciente. Estas motivaciones suelen ser inconscientes
al estar implícitas en la relación que el individuo va
a tener durante todo su desarrollo con sus padres,
relación sobre la que va a ir construyendo su carácter,
su concepto de sí mismo, su autoconcepto.
En algunas ocasiones, se consideran estas motivaciones
para la concepción del hijo como auténticos maltratos
psicológicos cuando no físicos. Es como si al nacer se
le dijera al bebé: has venido a esta familia para cumplir
una función; si no la cumples no te sentirás tú mismo.
(R. Aguado, 2005).
A continuación se expondrán varias de estas
motivaciones no conscientes adheridas al nacimiento:
1. El hijo bisagra o hijo unión. Es utilizado para unir,
para hacer de puente entre el padre y la madre.
Nace en momentos de conflicto en la pareja
que, a veces de modo inconsciente, optan por la
alternativa de tener un hijo en vez de separarse.
Al nacer el hijo, la madre consigue tener una misión
en la vida. De esta manera, el hecho de no separarse
adquiere un sentido de peso. Por otro lado, a veces
la concepción de este hijo es utilizada para retener
al marido, dotándole de un motivo para romper la
vida que llevaba, y cuya inercia le conducía a la
separación. Existe también el deseo inconfesado
del marido de que nazca este hijo para así tener
más espacio mientras la mujer se dedica al niño.
En estas familias se encuentra que el conflicto que
motivó tener un hijo vuelve a emerger rompiendo
esta vez la relación. Suele ocurrir al quinto o sexto
año del nacimiento, momento que es crucial para
el desarrollo psicológico para el niño.

2. El hijo donación. El niño es utilizado para mantener
la estructura familiar original. El niño es entregado
o donado por lo general a la abuela materna.
Esta donación cumple el objetivo de sacar a la
abuela del posible síndrome de nido vacío que
la madre siente que creó por culpa de su propia
emancipación. Es un tributo desde la culpa así
como también una forma de continuidad en la
que se niegan los cambios de rol. De esta manera
la abuela sigue siendo la madre, la madre sigue
siendo la hija, el padre sigue siendo el novio y el
hijo posibilita que la estructura se perpetúe en un
equilibrio disfuncional. Se podrá advertir una forma
implícita de cosificación y abandono del hijo. Es
utilizado en base a la satisfacción de las carencias
de la estructura familiar. Nunca el objetivo apunta
a la satisfacción de sus propias necesidades.
3. El hijo certificado de capacidad. El hijo cumple la
función de certificar la “capacidad” de los padres.
Capacidad entendida como fertilidad, así como
competencia para la educación o incluso como
muestra de sacrificio.
Expresiones como “no me come”, “no me aprueba”,
“no me estudia”, denotan el sentido de capacidad
propia que para los padres tienen estas conductas
del hijo certificado de capacidad. La motivación para
que el hijo coma, estudie o apruebe no es otra que
la de que certifique las competencias de los padres.
El interés por la satisfacción de las necesidades
propias del hijo se desplaza a las necesidades
propias de la madre de sentirse capaz.
4. El hijo cubo de basura. Sobre él se descargan
las tensiones, los conflictos, los problemas
que surgen en la familia. Cumple la función de
chivo expiatorio y a menudo es el que abandera
la disfunción del sistema. Es sobre quien se
explica las frecuentes discusiones entre los
padres, a quien se le culpa de no disfrutar de
vacaciones cada vez que suspende y tiene que
estudiar los meses de verano; el responsable de
las subidas de tensión arterial de la madre o por el
que los diferentes miembros familiares no pueden
tener paz ni felicidad. Como hijo cubo de basura
contiene la miseria por lo que es normal que forje
un autoconcepto en el que el sentimiento de ser
miserable sea pilar básico de su identidad.
5. El hijo espejo. Es el hijo predestinado a ser lo que
sus padres no pudieron ser; a hacer lo que no
pudieron hacer; a dedicarse a lo que ellos no se
pudieron dedicar. También se ve al hijo que tiene
que ser abogado porque su padre es abogado,
médico porque toda la familia es médico. En
definitiva nace con un guión impuesto del que,
si intenta salir siente una profunda sensación de
conflicto entre lo que quiere y lo que tiene que
hacer con su vida.
Conceptos a tener en cuenta | 4
6. El hijo colega. La manipulación enmascarada
consiste en convencer, motivar o acompañar al
hijo a hacer alguna actividad para de esta manera
poder realizarla él. Se le acompaña, no porque sea
importante para el hijo, sino porque así tienen una
excusa los padres de realizarla ellos. Es normal que
dejen de hacer la actividad de padres al centrarse
en hacer actividades propias de la edad del hijo.
7 El hijo mil usos. Es un hijo utilizado. Puede
cumplir las funciones de cuidador del enfermo, de
mayordomo, de compañero, de cómplice o incluso
de sustituto del hermano que murió poniéndole
a veces incluso el mismo nombre. Es un hijo
comodín destinado a satisfacer las necesidades de
sus referentes. El incesto o la adultización del hijo
con la consecuente infantilización de los padres
invierte los roles de tal manera que queda relegado
a un lugar en el que no tiene identidad propia,
identidad como ser único. Se sienten inútiles si no
son utilizados. Acaban necesitando la satisfacción
de los padres para sentirse satisfechos; la felicidad
de los padres para sentirse felices.
8. El hijo sin licencia para crecer. Hay familias en las
que la madre o el padre sólo se sienten completos
cuando su hijo representa alguien a quien controlar
o manipular hasta el punto de no fomentar su
autonomía. El hijo queda relegado a un espacio
donde no se le permite crecer. Lo peor que les
ocurre a los hijos sin licencia para crecer, es que
en su fuero interno se sienten en deuda cuando
emerge su necesidad de independencia.
9. El hijo póliza o plan de jubilación. Es el hijo al que
se le recuerda constantemente todo lo que se hace
por él, y que se hace por amor. Todo eso de lo que se
privan para poder dárselo a él. De igual manera y por
amor, él deberá hacerse cargo y cuidar de los padres
cuando lleguen a su vejez. Deberá sacrificarse hasta
el punto de privarse él mismo de todo tipo de cosas.
Es el hijo a quien se le diría: “espero que me devuelvas
todo lo que yo te he dado”.
10.El hijo correo. Es el hijo designado a mantener
la comunicación y transmitir los mensajes que
no pueden transmitirse entre los padres. Estos
mensajes hacen que el hijo se sienta partícipe o
responsable de los conflictos entre los padres.
Además sirve de parapeto a la reacción tensa que
tienen cuando reciben el mensaje. Con frecuencia
acaban siendo cómplices de emociones, conductas
o acontecimientos de los que, lejos de tener que
compartir, deberían estar protegidos.

11. El hijo del azar. Es el hijo que se tiene sin que haya
habido ninguna motivación por parte de los padres para
traerle al mundo. Es el hijo de la no precaución, del “no
sabía lo que hacía”, del preservativo roto”, del “donde
comen cinco comen seis” o del “lo ha querido Dios”. Es
un hijo concebido por casualidad y por el azar, cuando
no por el aburrimiento o el sufrimiento. Es el hijo que,
en el peor de los casos, no representa nada para sus
padres. Después de todo, mucho peor que ser utilizado
emocionalmente para soslayar los conflictos de los
padres, es no ser utilizado para nada. Nada o nadie es
como se acaba sintiendo. Es un hijo vacío.
La explotación implícita en la manipulación del hijo
para las propias necesidades emocionales, encadena y
compromete seriamente el desarrollo autónomo de ese
hijo. Este, a su vez, tendrá sus propios hijos a los que,
con toda probabilidad y siguiendo el modelo parental en
el que se han criado, acabarán manipulando.
Esta inercia transgeneracional, puede ser rota por
algunos niños capaces de luchar contra estos manejos
de sus padres. Son niños a los que se les calificará
de rebeldes y serán carne de cañón, conducidos a las
consultas de los especialistas.
El rechazo en la infancia
En el seno de algunas familias existen niños malqueridos,
maltratados, abandonados, etc. Son niños a los que
se les transfieren las desgracias, los los problemas,
los conflictos de la familia. Son todos ellos niños que
viven el peor de los infortunios que le puede ocurrir a
una persona: el de ser rechazados por sus padres,
en especial por las madres cuando esto ocurre en el
período perinatal.
Son rechazos habitualmente inconfesos cuando
esconden un conflicto inconfeso en la pareja. Se
relaciona su nacimiento con un suceso desafortunado
como la separación de la pareja, una infidelidad
descubierta, la muerte de un familiar cercano, la muerte
de un hermano, la quiebra de la empresa familiar o
que ha nacido “feúcho” y desprestigia los genes de los
padres. Su existencia certifica permanentemente el
fracaso afectivo de los padres.
Existe una gran diferencia entre el rechazo generalizado
de algunos padres intolerantes hacia sus hijos y el
rechazo exclusivo, selectivo y focalizado en un hijo
en concreto. En este último caso el rechazo provoca
heridas mucho más patógenas, ya que incorpora el
maltrato hacia él como una consecuencia de lo que él
es, un trato recíproco y simétrico a lo que él provoca,
quedando adherido a su identidad. Adquiere a modo
de etiqueta, como si de su nombre se tratara, ser el
garbanzo negro. Es normal escuchar en estos niños
expresiones espontáneas y normalizadas como: “soy un
desastre”, “doy mucha guerra”, como soy tan malo mis
padres se enfadan mucho conmigo”, como soy tan vago
mi madre me castiga para que aprenda”.
Conceptos a tener en cuenta | 5
Los niños malqueridos también se ven afectados por
la rivalidad fraterna que provoca el reparto desigual
del amor de sus padres. Raramente los hermanos se
solidarizan con el cabeza de turco. Es más habitual ver
cómo establecen una relación con él que no contradiga
el trato que le dan los padres, llegando incluso a
martirizarle o aislarle desde la indiferencia. Los
hermanos, por una especie de conformismo derivado
del miedo a recibir el mismo trato que éste, adoptan la
política de los padres en el trato hacia él.
El niño maltratado sabe que no puede contar con la ayuda
o la defensa de los hermanos, y esto conduce casi siempre
a la disgregación de la fratría. Cuando se encuentra fuera
del seno de la familia, bien por haber sido internado en
un colegio “de niños difíciles”, bien porque llegan a la
etapa adulta, nunca piden ver a sus hermanos, ya que
representan la memoria dolorosa de su pasado.
Ocurre a veces que cuando el primogénito que se
siente físicamente más fuerte que el padre “malo”,
sale en defensa del hermano menor ante el maltrato.
Esta situación es aún más habitual si el rechazo de los
padres se da más frecuentemente por uno de ellos. El
hermano que sale en defensa del hijo rechazado cuenta
con el aval del padre que no rechaza.
Asimismo, la reacción de los primogénitos, en casos
como una hermana que denuncia a su padre por abuso
sexual, es normalmente ambigua cuando no paradójica.
Los que no han vivido la agresión detestan de manera
hostil a su hermana por haber “entregado” a su padre.
Por otro lado, responsabilizan a la madre de haber sido
cómplice y haber permitido que, como consecuencia de
la denuncia, toda la fratría se vea se vea estigmatizada
por ingresos en centros de ayuda y protección del menor.
No es extraño que la evolución de los niños que han
sufrido el rechazo parental se dirija hacia la delincuencia,
la enfermedad mental o hacia el desarrollo de una
personalidad perturbada.
Abandono y agresión
al menor
Se parte de la base de que los malos tratos que sufre
el menor a manos de sus padres son una patología de
éstos que sufren los hijos.
En el convenio internacional de las naciones
unidas sobre los derechos del niño se habla de las
responsabilidades de los padres, y las definen como “el
conjunto de los poderes y deberes que tienen por objeto,
en general, garantizar el bien estar moral y material del
hijo y, en particular, velar por su persona, mantener
relaciones personales con él, ocuparse con solicitud de
su educación y su sustento, ejercer su representación
legal y administrar sus bienes”. (En Urra, J. 2006).

Son numerosos los escenarios en los que se produce el
maltrato al menor. Entre ellos se puede encontrar la falta
de habilidades y recursos para ejercer su papel, así como
el estrés que provocan los hijos. La baja tolerancia a la
frustración, los problemas económicos, la sobrecarga
de padres únicos, las exigencias no pertinentes a la
edad, los marcos culturales donde se confunde “patria
potestad” con “posesión”.
El desamparo o el inadecuado ejercicio de la patria
potestad es también un escenario que, aunque más
silencioso, no es menos grave. Un ejemplo es el de
familias cuyos padres se niegan a que el hijo reciba
cuidados médicos por cuestiones religiosas, aunque
esto ponga su vida en juego.
Tanto el abandono, como la agresión, así como
el inadecuado ejercicio de las obligaciones de la
patria potestad son motivos suficientes para que las
instituciones públicas resuelvan asumiendo la tutela
del menor.
A continuación se exponen las diferentes formas de
maltratos de padres a hijos: (en Urra, J. 2006)
• Conductual
- Atentar contra la vida. Maltratos habituales.
- Agresiones físicas. Castigo físico como medida
disciplinaria.
- Cuidado ausente o escaso en temas de salud e
higiene.
- Ausencia negligente de responsabilidad ante el
riesgo de accidentes.
- Mostrarse bajo los efectos de drogas o alcohol.
- Utilizar a los hijos con fines delictivos: “mulas”
para el tráfico de drogas, como medio para
obtener “subsidios”.
- Abuso sexual.
- Desproporción en las respuestas. Gratificaciones o
sanciones incoherentes. Conductas imprevisibles.
Relación errática.
• Psíquico
- Mellar su autoestima.
- No ejercer responsabilidades en su desarrollo.
- Fomentar inestabilidad emocional.
- Modelar rigidez cognitiva e incapacidad introspectiva
o reflexiva.
- Intolerancia a la frustración. Conductas impulsivas.
- Educar en la sumisión y la desvalorización
personal.
- Establecer vínculos de hostilidad, cólera con
actitud castrante.
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• Afectivo
- Rechazo. Privación de afecto y cariño.
- Desatención de sus necesidades básicas.
- Desinterés por su vida, sus actividades, amigos…
- Conductas violentas entre los padres.
- Utilización de los hijos en los conflictos
parentales.
- Propiciar el egocentrismo en las relaciones.
- Entender la paternidad como autoritarismo y
posesión.
- No propiciar valores fundamentales como
el descubrimiento del otro, el amor a la vida,
desarrollo de amistades duraderas, motivación
por el conocimiento y entendimiento.
- Establecer como norma la labilidad afectiva y las
conductas impulsivas y/o compulsivas.
• Psicosocial
- Educación con implicaciones en la desarticulación
social: la ley del poder por la fuerza, los listos se
saltan las normas y a los tontos les pillan, refuerzo
de conductas racistas, machistas…
- Fomento de la desconfianza por norma hacia el otro.
- Prohibir de manera implícita o explícita
habilidades interactivas como defensa de los
derechos, autocrítica, empleo de la palabra sobre
la violencia en los conflictos…
- Permitir o reforzar mecanismos defensivos como
la negación o el desplazamiento como vía para la
desdramatización de asuntos importantes.
• Formativo prelaboral
- Deprivación de las capacidades potenciales.
Deprivación estimular.
- Pasotismo ante objetivos y resultados
académicos. Ausencia de relación con la
institución escolar, tutores, profesores.
- No facilitar la preparación cognitiva y formativa
para su futuro laboral.
- Desplazamiento de obligaciones. Desentenderse
del día a día en la formación culpabilizando a la
mala suerte, al mal universal, la injusticia social
o las malas amistades…y si incumple ya le dará
un susto la policía.
- Castrar o ridiculizar las competencias aprendidas.
- Restar o anular importancia en cuestiones como
voluntad, respeto, esfuerzo.
- Premiar resultados aún conseguidos con
ausencia de valores.