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Derecho Administrativo Pilar Alzamora – Joel Isaak

CURSO TEÓRICO PRÁCTICO DE DERECHO ADMINISTRATIVO


CÁTEDRA “A”

TRABAJO PRÁCTICO Nº 10

Cátedra A:
Dr. Justo J. Reyna (Titular)
Prof. Eduardo M Bordas (Adjunto)
Prof. Rubén Weder (Adjunto)
Prof. Silvina Capdevila (Adjunta)
Prof. Julián Passarella (Ayudante)

GRUPO 2
INTEGRANTES:
ALZAMORA, PILAR.
ISAAK, JOEL.

FECHA:
Viernes, 25 de octubre de 2014
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Derecho Administrativo Pilar Alzamora – Joel Isaak

Actividad: 3.1. Remita al entorno virtual los apuntes extraídos de las clases teóricas
previas al práctico, correspondientes al tema, completados con la bibliografía entregada para el
módulo. El objetivo final consiste en elaborar una publicación colectiva.

1. Estado y economía. La intervención administrativa en la econom


ía. La regulación económica y social.

“El Estado cuya función administrativa se trata de


regular, se encuentra junto con la sociedad en un constante
devenir y se advierten claramente tanto los cambios que él
mismo sufre, como los cambios que a través de él se ha in-
tentado introducir en las estructuras económicas y socia-
les”.
Agustín Gordillo.

Nos resulta propio comenzar la exposición de este trabajo haciendo referencia a la conside-
ración de Gordillo en cuanto a la enorme injerencia de la vida económica en el sistema de las ad-
ministraciones públicas, en donde el factor económico limita y modifica a las situaciones socia-
les, a las cuales el Estado regula de forma pareja a las necesidades particulares de la sociedad.
Por demás, queda claro que las intervenciones del Estado se configuran, de una u otra for -
ma, a partir de los sistemas y bases económicas que se establezcan bajo su campo de acción. Tal
vez, en la realidad, la economía motiva a la actuación estatal, no sólo por las situaciones sociales
emergentes de los fenómenos económicos que puedan suscitarse, sino además porque el Estado
compone una empresa que funciona con una economía propia.
Ahora bien, el objeto de estudio del presente módulo es fundamentalmente el análisis de la
figura del servicio público. Su gran relevancia para el tratamiento de nuestra doctrina se basa en
su necesidad imperante, necesidad que no es simple ni delimitada a particular en concreto, sino
como que la necesidad que da origen a la prestación de los servicios públicos es la necesidad pú -
blica, es el público interés en que los habitantes puedan contar con el resguardo de su núcleo fun-
damental de derechos, ante los cuales el Estado se constituye como el principal responsable de
garantía sobre estos.

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Básicamente, el control sobre la prestación de estos servicios cada vez denota mayor regu-
lación por la presión publica que se ejerce sobre los intereses de información en el cumplimiento
de los servicios públicos, respecto de lo cual no está de más recordar la nota distintiva de los ser -
vicios públicos principales, afrontados por el caudal del Estado, por el presupuesto y el gasto pú -
blico, presupuesto que se conforma con el aporte individual de cada uno de los ciudadanos me-
diante el sistema tributario (en situación de aporte). Parece que la idea de pertenencia nacional se
fomenta en los administrados en base al detrimento que el Estado ejerce mediante el sistema im-
positivo, puesto que, cuando está en juego el gasto público, el interés del ciudadano se focaliza
ampliamente en las acciones de la Administración. Esta construcción del colectivo social imagi -
nario, solo nos denota la percepción de los individuos sobre la noción del gasto público, pues ve -
mos que, mediante mandato constitucional, la transparencia y legitimidad que deben guardar las
erogaciones de la Administración del fondo público nacen justamente por eso, porque el caudal es
público y, por ende, compete al interés público.
Más allá de esta idea general, basta doctrina se ha encaminado a los intentos de explicar las
relaciones que unen de forma tan estrecha al Derecho Administrativo y a la vida económica social
(no a la ciencia económica). Así, se ha propuesto la existencia de un Derecho Administrativo Eco-
nómico, el cual, según uno de sus postulantes, E. Schmidt Assmann, “encierra todo un conjunto
de enfoques normativos de la más variada índole. En este sector se entremezclan de tal forma las
medidas de carácter limitativo, prestacional y directivo, que resulta difícil identificar unos princi-
pios unitarios característicos del mismo. Por lo demás, su variedad de formas de organización y
actuación, que se renuevan continuamente, viene a demostrar lo necesario que resulta también la
adaptación y evolución de las doctrinas de la Parte general” 1
Bajo este criterio, es dable concluir que la Administración viene a jugar un rol fundamental
en la economía, principalmente, por el intervencionismo que el Estado ejerce sobre este campo de
acción ciudadana.
Agustín Gordillo, nos trae, resumida y sistematizadamente, los distintos mecanismos de in-
tervención del Estado en la economía argentina, a partir de los procesos que ha atravesado nuestro
país a lo largo de su historia. Así, concluye en afirmar que, hasta la década del ’80, la Administra-
ción ha tomado partida en las prácticas y modelos económicos de la siguiente manera:
“a) Se ensayó con formas embrionarias de planificación, sin llegar a su desarrollo jurídico
ni legislativo o empírico.

1 SCHMIDT-ASSMANN Eberhard;
“La Teoría General del Derecho Administrativo como sistema” Objeto y fundamentos de la
construcción sistemática; Marcial Pons, Ediciones Jurídicas Y Sociales, S. A.

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b) Se incorporaron al sector público algunos factores de la producción que luego en gran


parte se privatizaron;
c) Se intervino en la distribución de la riqueza, pero el cambio se revirtió;
d) Se promovió la industria nacional con precios locales al consumidor mayores que los ex-
ternos, pero al advertir sus efectos negativos para la modernización industrial y los consumidores
se intenta posteriormente la apertura de la economía, eliminación de las barreras aduaneras, etc.;
e) Se adoptó en cuanto meta la idea de la propiedad en función social, etc.
f) Hacia el final y posteriormente, se reflexiona sobre la eficiencia y la eficacia de los me-
dios empleados y los resultados obtenidos y afloran o se enfatizan como temas de nuevo cambio
la desestatización, desregulación, desburocratización, desnacionalización, privatización, etc.” 2
Por otra parte, basta doctrina ha intentado explicar cómo el Derecho Administrativo se vin-
cula con la vida económica, a partir del Derecho Tributario y Financiero. Esta relación resulta in-
negable si observamos el sistema impositivo tanto en la creación del impuesto, en la recaudación,
en su utilización y en las demás faces y vicisitudes del tributo, donde el derecho administrativo
viene a regular comenzando por el principio de legalidad de los actos de gobierno y rigiéndolo en
todo el sistema tributario conforme a los fines del interés público. Tan estrecho es el vínculo entre
estas disciplinas que incluso algunos autores han propuesto al Derecho Tributario como una sub -
categoría del Derecho Administrativo.
Si bien en los albores de este debate doctrinario, el eje central del debate surge por conside-
rarse el aspecto formal del tributo (y de allí su relación con el derecho Administrativo), en pala-
bras del Julián E. Passarella, “modernamente, la tendencia mayoritaria es analizar la relación jurí -
dica tributaria desde este punto de vista dinámico, pasando el centro de gravedad de la disciplina
del estudio de la relación jurídica tributaria -con preponderancia del hecho imponible- a los as-
pectos aplicativos de las normas tributarias al caso concreto...” 3. Bajo el análisis de las vincula-
ciones entre el Derecho Administrativo y el Tributario, estudiadas a la luz del nuevo Código Fis -
cal santafesino (reformado por ley 13.260), el autor mencionado ut supra, trae a consideración el
artículo 14 del Código reformado por el cual "todas las funciones administrativas referentes a la
fiscalización, verificación y recaudación de los impuestos, tasas y contribuciones establecidas por
este Código y demás Leyes Tributarias” se le atribuyen a la Administración Provincial de Impues -
tos como potestades y deberes a su cargo.

2
GORDILLO, Agustìn; Tratado de Derecho Administrativo, Tomo I, Fundación de derecho
Administrativo; Buenos Aires; 2003.
3
PASSARELLA, Julian E.; en “Estrechos vínculos entre el Derecho Administrativo y el Derecho
Tributario en el nuevo”, www.tributariolocal.com.ar.

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Mediante la cita de este artículo, por demás de elocuente y ejemplificativo, se puede leer
cómo, en una primera aproximación, los conceptos entre un régimen y otro se aplican de forma
paralela, generando así “inescindibles vínculos entre ambas disciplinas”. Sin embargo, el autor
considera que la idea no se agota en las expresiones literales que pueda mencionar la norma, sino
que los lazos que estrechan al sistema tributario con el Derecho Administrativo pueden inferirse
de la mencionada Ley reformadora (de eminente pertenencia al Derecho Tributario) si observa-
mos que ésta tiende a “consagrar de manera categórica conceptos y principios característicos del
Derecho Administrativo”4, principalmente en lo referente a los actos administrativos tributarios,
sus requisitos para ser considerados tales y los derechos que se le atribuyen a los contribuyentes
conforme al régimen establecido.

Desarrollo histórico del concepto de servicio público en la República Argentina.

Históricamente, en el surgimiento del concepto jurídico del servicio público, podemos


comenzar desde su estudio en el derecho francés, a partir de Duguit, para establecer la idea básica
y central del Derecho Administrativo en sí. En el intento de construcción de este eslabón
doctrinario, varias teorías han adoptado criterios de análisis significativamente diferentes,
abarcando, algunas, un punto de vista desde el sujeto que presta dicho servicio, otras, en cuanto a
su contenido, al sujeto receptor, etc.

Así, se han adoptado teorías subjetivas, que se basaban en la titularidad del prestador del
servicio para que éste sea calificado como público, u objetivas, de origen italiana propulsada por
Pototschinig, que basó su análisis sobre la figura en lo que constituye la naturaleza de esta
actividad desde la disciplina jurídica del Derecho Público, independientemente del sujeto titular
de la misma.

Ahora bien, en Argentina, podemos observar el nacimiento de una tesis formalista,


impulsada por Jezé, cuya finalidad era poner especial atención como foco conceptualizador “al
procedimiento organizativo del servicio público y al régimen jurídico especial que lo regía” 5, más
que a los elementos estáticos de la figura que fueron tomados como base de estudio para la
calificación del concepto por otras teorías.

Más allá de la gran relevancia e influencia que esta teoría tuvo a nivel nacional e
internacional, Salomoni considera que en general, en el estudio del servicio público argentino, ha

4
PASSARELLA, Julian E.; ob. cit.
5
SALOMONI, Jorge L; en “El concepto actual del servicio público en la República Argentina”; DA
documentaci´n Adminsitrativa; Septiembre 2003-Abril 2014.

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omitido un detalle de alta magnitud, como ser la consideración de los antecedentes normativos y
jurisprudenciales de lo que constituyó el Derecho Patrio, y toda la actividad jurídica suscitada en
los principios de la constitución de la República en el proceso de Organización nacional. Ello, por
cuanto la génesis legislativa del servicio público que sucedió en el proceso de legislación patria y
organizativa nacional sobre las actividades que fueren concedidas o delegadas a los particulares,
constituyeron, al decir de Salomoni, ”un régimen jurídico sustantivo y peculiar, diferente al del
Derecho Privado”6. Ahora bien, en este marco legislativo, a la actividad estatal encaminada a la
prestación de servicios delegadas o concedidas a los particulares se le atribuyó el nombre de
“servicios públicos”. Sucede que, en esta etapa histórica, se ha entendido normativamente al
concepto de servicio público desde un sentido amplísimo, que involucraba, por una parte, a la
actividad normal del Estado y, por otra parte, a la actividad total y permanente de la
Administración Pública que se incluían dentro de la escala normativa de mayor rango.

Es decir, la base conceptual del instituto aquí analizado puede hallarse en su origen en la
normativa del Derecho Patrio y, en una segunda etapa de la evolución de esta figura, el régimen
jurídico suscitado en los comienzos de la organización estatal de la República, continúa su
tratamiento pero con una profundización del mismo, a modo de especificación del concepto en sí,
sus elementos y caracteres. Esto puede verse en lo normado en los dos órdenes jurídicos que
existían en el territorio argentino previo a la sanción constitucional de 1853, la Confederación
Argentina y la Provincia y Estado de Buenos Aires. Ambos ordenamientos habrían recogido en su
regulación al concepto del servicio público y las consecuentes reglas jurídicas que habrían de
reglar tal instituto.

Por un lado la Confederación Argentina, en la Sanción del Estatuto de Hacienda y Crédito,


incluye, en su artículo 3, “toda suma que el Congreso Federal Argentino dispusiere anticipar al
Poder Ejecutivo nacional, para el giro de banco, construcción de obras públicas o para el servicio
público”. Puede observarse, aquí, que explícitamente se hace alusión al servicio público como
concepto que guía las finanzas del Estado, estableciendo su ejecución como una potestad
privativa del Estado.

Por su parte, el Estado y Provincia de Buenos Aires trae este concepto en su legislación a
partir del Decreto Legislativo del 9 de enero de 1854 que autoriza al poder Ejecutivo a la
concesión de licencia de ferrocarriles, en donde se establecen los límites y lineamientos generales
de tal concesión y, entre ellas, se incorporan los principales caracteres del servicio público, como
el de regularidad de la prestación del mismo y la continuidad de éste a partir de la caducidad de

6
SALOMONI, Jorge Luis, ob. cit.

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la concesión en supuestos de suspensión de los trabajos sobre los caminos ferroviarios por más de
un año.

Por otra parte, es de destacar que, en la anterior norma, se instituye la figura de la


expropiación de terrenos privados para la construcción de vías ferroviarias, por cuanto reside en
ellas un objeto del servicio público.

Incluso, aún después de la sanción de la Constitución de 1853, se destaca la importancia


que se le continúa atribuyendo al sistema de servicios públicos. En este aspecto, destaca
Salomoni, el Acta de la Solemne Apertura del Congreso Legislativo Federal y Primera Sesión
Ordinaria del Congreso Legislativo de la Confederación Argentina del 25 de mayo de 1855, que
refleja en si las palabras del Presidente Urquiza que no deja de mencionar al sistema de transporte
y telecomunicaciones como un bien público de inminente necesidad por considerarse una “obra
tan grande como provechosa a la prosperidad de la Nación”.

Además del sistema de transportes de gran interés y esfuerzo por ampliar en la


administración de la época, otros servicios habrían encontrado el sentido de prosperidad que
guiaría al actuar de los órganos de la Administración. Considera así el autor, que la intervención
del Estado mediante la institución y aseguramiento de los servicios, juntamente con la idea del
progreso, serían los pilares de la Administración, en donde a partir de su gran importancia, se lo
entendería al servicio público, en primer lugar, como concepto general que se constituye como el
contenido de la función administrativa estatal al servicio del público. En otro aspecto, la idea de
que este régimen absorberá a determinados bienes por afectación a la actividad pública, así como
también se resalta la concepción del uso público para las obras de infraestructura y, finamente, la
idea de un margen de responsabilidad y deberes del Estado en las actividades económicas de
pública consideración.

Al margen de la institución del servicio público a partir de su recogida normativa en los


sucesivos procesos y etapas de desarrollo del Estado argentino, le resulta propio a Salomoni
destacar lo que considera la primer doctrina científica del Derecho Administrativo argentino, que
data del año 1866, obra del entonces Fiscal General de la Nación, Ramón Ferreyra, bajo el título
“Derecho Administrativo General y Argentino” en donde se hace explícita alusión al servicio
público entendido como la actividad normal de la Administración en su totalidad, a partir de la
obligación de la misma de cumplimentar la manda constitucional del fomento y prosperidad de la
industria y del país.

Finalmente, ha de mencionar el autor la concepción del Estado que trae Alberdi, cuyas

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ideas primordiales constituyen la base constitucional de la letra normativa de 1853, el cual


aportaba una vinculación del Estado en las actividades públicas ampliamente activa, con la
posibilidad de que éste las ejecute por si mismo o mediando los particulares, para lo cual la
actividad y el manejo de la cosa pública estaba indefectiblemente vinculada y guiada por las ideas
de desarrollo y progreso, momento en el que la colonización, da fomento a la inmigración, el
comercio libre y, fundamentalmente, la instalación y concesión de los servicios públicos, que se
ubicaban en los primeros puestos de la agenda de la organización administrativa asumidas como
tareas de interés público, atribuidas al Estado, con la posibilidad de que se le deleguen a los
particulares.

2. Servicio público. Noción. Diferencia con otras instituciones.


Caracteres jurídicos. Clasificación. Asunción de los servicios públicos;
sistemas. El proceso argentino en materia de servicios públicos.

Es de considerar que la noción de Servicio Público comienza a aparecer en el campo del


Derecho Administrativo sin demasiada perfección en su concepto y límites, y que fue, de alguna
manera, precisándose su definición y delineación a partir de la doctrina y jurisprudencia
francesas, particularmente con un régimen dirigido a regular actividades prestacionales para
satisfacer el interés general que el Estado habría de asumir. A partir de ello, señala Cassagne la
profunda controversia doctrinaria para conceptualizar el servicio público, pasando del extremo
que recogía en esta acepción a toda actividad estatal (proveniente de la vertiente de la Escuela de
Burdeos) y, por otra parte, quienes propugnaban la erradicación del concepto en su totalidad,
además de, entre ambos extremos, otras numerosas posturas.
A modo de aproximación a la idea del servicio público, Cassagne propone que
“ateniéndonos a una concepción objetiva que se basa en la naturaleza material de la actividad, se
circunscribe, a una parte de la actividad administrativa del Estado quien puede, a su vez,
encomendar, conceder o atribuir el ejercicio de los correspondientes cometidos a los
particulares”7.
Por su parte, Dromi opina que los servicios públicos son “prestaciones que cubren
necesidades públicas, o de interés comunitario, que explicitan las funciones-fines del Estado, de

7
CASSAGNE, Juan Carlos; en “ Derecho Administrativo”; Lexis-Nexis, Abeledo Perrot, séptima
edición actualizada

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ejecución per se o por terceros”8, y agrega, a su vez, que tanto estudiada como una actividad de
organización de medios o como una función estatal, el carácter público de estos servicios puede
estar dado (según la doctrina que lo enfoque) por la condición del sujeto titular (personas
públicas), el fin del servicio (público), el régimen jurídico regulador (Derecho Público) y los
destinatarios o usuarios (“el público”).
Salomoni, en una reflexión conclusiva de su trabajo sobre la concepción actual del
servicio público en la Argentina, nos dice: “servicio público… es toda actividad económica,
regular, continua y uniforme, que persigue el propósito público de satisfacer eficazmente las
necesidades materiales colectivas a cuyo aseguramiento está obligado el Estado, tanto a través de
la prestación per se o por particulares delegados, para alcanzar el bienestar general, y cuyo
sujeto acreedor es el contribuyente del erario público, titular del derecho fundamental al acceso
al servicio y como usuario a la prestación efectiva del mismo, con preponderancia de sus
intereses económicos con relación al sistema de potestades estatales y los derechos del prestador
privado del servicio, en un régimen especial de Derecho Público” 9. Vemos, aquí, el énfasis que el
autor trae en cuanto a los derechos de los usuarios y consumidores en el acceso al servicio
público, lo cual caracteriza de alguna forma a este tipo de prestaciones estatales, tema al cual,
respecto de su obrar y concepción, volveremos más adelante.
En este orden de ideas, Marienhoff considera que “la noción conceptual de ‘servicio
público’ es una de las más adecuadas para justificar el carácter de ‘jus in fieri’ atribuido o
reconocido al Derecho Administrativo”, y que esta noción no constituye un mero concepto
jurídico, puesto que, ante todo, es un hecho, una “realidad”, ya que, cuando una actividad que
persiga el interés público coincida en la realidad con el interés general, tendrá atribuido este valor
en el orden jurídico. Por ello este autor entiende por servicio público a “toda actividad de la
Administración Pública, o de los particulares o administrados, que tienda a satisfacer necesidades
o intereses de carácter general cuya índole o gravitación, en el supuesto de actividades de los
particulares o administrados, requiera el control de la autoridad estatal”.

Dentro de esta temática, Cassagne opina que hablar de servicio público, de antemano, nos
da la pauta de que se incluyen en esta acepción actividades distintas a las del Derecho Privado,
que excluye la esfera de libertades individuales a partir de la declaración como “pública” a deter-
minada función y que, a partir de ese momento, entra en la órbita de regulación del Derecho Ad-
ministrativo. Ahora bien, como toda actividad de índole pública, el principio de legalidad que exi-
ge la existencia de ley formal-material aplica, aquí, también como un “supuesto sine qua non de
8
DROMI, Roberto; Manual de Derecho Administrativo; Ediciones Ciudad Argentina; 1998.
9
SALOMONI, Jorge Luis, ob cit.

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la configuración del servicio público”, ya que el servicio público, al decir de Comadira, “opera
como título exorbitante para la exclusión de la titularidad privada de la actividad” 10.
Por otra parte, la noción de servicio público supone que este tipo de actividades que
integran el Derecho Administrativo pasen a formar parte de la titularidad de las actividades del
Estado, lo cual excluye la ejecución de los particulares por derecho propio. Ello implica no que el
Estado actúe en carácter de “dueño”, sino, como nos explica Salomoni, como titular de la
regulación del servicio público.

La llamada “crisis de la noción jurídica de servicio público”.


Cassagne nos remite a un debate doctrinario acerca de la noción del servicio público, cuyo
origen remite a la doctrina francesa, y que se genera en base a los tres elementos que,
tradicionalmente, componen la institución: el fin que viene a cumplir el servicio público, la
persona que lo presta y el régimen que los regula.
Respecto a esta contienda doctrinal, hartamente debatida, el autor propone que en realidad
el caso no supone una “crisis” propiamente dicha, puesto que si se observa la situación desde el
punto de vista del objeto del debate, es claro interpretar que el servicio público sufre las
contingencias circunstanciales que se sucintan en determinado tiempo y lugar, y que, conforme a
ello, las construcciones dogmáticas en su torno serán ampliadas o restringidas, así como el ámbito
de actuación del concepto en sí, conforme a las necesidades históricas.
Sin perjuicio de ello, le resulta propio al autor bajo análisis aclarar que, en cuanto a la
persona que atiende el servicio publico (y el debate acerca de los particulares ejerciéndolos),
implica, en todo caso, una ampliación de la institución que regula a la actividad de los
concesionarios privados dotándolos de función administrativa pasando a ser parte estas
actividades del régimen del servicio público, y con el, atribuyéndoseles sus caracteres:
continuidad, regularidad, igualdad y obligatoriedad.
Insertándose en este amplio debate doctrinario, Marienhoff opina que a partir de las
incorporaciones de las figuras de las privatizaciones de los servicios públicos, lo que existe no es
una crisis sino una evolución del concepto mismo del servicio público y su noción jurídica,
puesto que se observaría en todo caso una interpretación actual de su sentido y alcance, así como
también sobre los elementos que caracterizan a dicha figura.
Redefiniéndose este concepto tanto en la doctrina como en la jurisprudencia, la necesidad
básica de este tipo de servicios se reinterpreta a partir del carácter general (y no ya colectivo) de
la misma, o cuál incluye a necesidades vitales y permanentes de la población, que configuran los

10
COMADIRA, Julio R.; en “Curso de Derecho Administrativo” (en prensa).

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servicios públicos virtuales o impropios.

El servicio público y la Constitución Nacional.


Ahora bien, retomando un análisis histórico sobre este punto basado en la experiencia
argentina, Salomoni nos trae a reflexión que “el servicio público fue una concepción original y
autónoma de nuestro país, que atravesó nuestra historia… y que hoy está modulada
fundamentalmente por el sistema de derechos humanos” 11, y explica, a su vez, que esta
modulación no trae consigo una modificación significante sobre el concepto clásico de esta
institución. Propone, así, tomar como punto de vista el interés público que se halla indemne y con
carácter necesario en la actividad del servicio público. El interés público, como lo define el autor,
no es más que “la satisfacción de las necesidades materiales colectivas a través de actividades
económicas que deban ser aseguradas por el Estado para alcanzar, conjuntamente con esa
satisfacción, el bienestar general” (mencionado en el preámbulo constitucional y en la “Cláusula
de Prosperidad” de la Carta Magna), y así el servicio público sería una forma específica que
adopta el interés público como institución genérica, institución indefectiblemente regulada por el
Derecho Público, lo cual excluye definitivamente la posibilidad de que se le atribuya un régimen
privado y, por ende, la imposibilidad de una titularidad en los concesionarios sobre el derecho
mismo de prestar el servicio. Así, una vez que el concesionario ingresa en el régimen del servicio
público obteniendo el derecho de prestarlo, se someterá indefectiblemente al régimen público de
la prestación de servicios, la cual eventualmente podrá remitir a la normativa privada a modo de
complementación, lo que no obsta que el grupo normativo púbico aplicable le será
obligatoriamente atribuido en virtud del interés público eminente que campea en la actividad del
particular. Esta aplicación forzosa de la normativa pública es lo que atribuye a este tipo de
servicios sus caracteres propios: obligatoriedad, regularidad y uniformidad del servicio para la
satisfacción de las necesidades públicas.
Ahora bien, trae a consideración el doctrinario que el hecho de que este tipo de servicios
sean “liberalizados o monopolizados” no implica una determinación publica o privada de la
actividad, pero el aseguramiento de ésta responde a una exigencia de raigambre constitucional
fundamental que se vincula al sostenimiento de los servicios públicos receptado en la Declaración
Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, así como también en el artículo 42 de la
Constitución Nacional.
A partir de la lectura del articulado constitucional, es dable deducir que el grupo normativo
impone un deber de pago de los servicios y correlativamente el derecho a recibir estos servicios

11
SALOMONI, Jorge Luis; ob. cit.

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para el desarrollo social, de forma que, en nuestro ordenamiento, el servicio público responde no
como una mera teoría o ideología, sino “como el derecho positivo vigente y eficaz, en
vinculación esta vez con los derechos del usuario mismo” (afirma el autor a partir del análisis del
artículo 42 de la Carta Magna).
Como efecto propio de la previsión constitucional de este derecho (y deber correlativo para
el Estado), no es el mismo materia de disposición para el legislador o el administrador, y más aún
el ordenamiento viene a configurar una serie de obligaciones y limites para con la administración,
las cuales asume frente a las relaciones de consumo y de servicio público.
Así, el artículo 42 de la Constitución Nacional indica que “los consumidores y usuarios de
bienes y servicios tienen derecho, en la relación de consumo, a la protección de su salud,
seguridad e intereses económicos; a una información adecuada y veraz; a la libertad de elección,
y a condiciones de trato equitativo y digno. Las autoridades proveerán a la protección de esos
derechos, a la educación para el consumo, a la defensa de la competencia contra toda forma de
distorsión de los mercados, al control de los monopolios naturales y legales, a de la calidad y
eficiencia de los servicios públicos, y a la constitución de asociaciones de consumidores y de
usuarios. La legislación establecerá procedimientos eficaces para la prevención y solución de
conflictos, y los marcos regulatorios de los servicios públicos de competencia nacional, previendo
la necesaria participación de las asociaciones de consumidores y usuarios y de las provincias
interesadas, en los organismos de control”.
En resumidas cuentas, lo que este artículo constitucional impone a los órganos de la
administración es, en principio, la regulación del servicio público, resguardando la salud,
asegurando los intereses económicos de los usuarios, garantizando y proporcionando a los
usuarios información sobre el consumo, involucrando a su vez una coparticipación de las
asociaciones de usuarios de servicios públicos en la tarea de información y asesoramiento a los
particulares, lo cual constituye una herramienta imprescindible para la garantía de libertad de
elección (otro de los deberes de la administración, a la cual se le puede agregar el aseguramiento
del trato digno y equitativo y la educación al consumo). Por otra parte la administración deberá
garantizar la competencia en los mercados (evitando las distorsiones prepotentes de los mismos)
previendo un debido control de los monopolios naturales y legales. Deberá asimismo garantizar la
prestación de los servicios mínimos que integren los núcleos básicos de consumo de los
habitantes y la calidad y eficiencia de ellos, observando una vez más que se cumplan con los
requisitos de regularidad, obligatoriedad y uniformidad del servicio.
Desde una óptica procesal, otro de los deberes que se le asigna a la administración a partir
de la letra constitucional, en este tipo de prestaciones, es la creación de medios procesales

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eficaces para la solución de contiendas suscitadas entre los intervinientes de la relación de


servicio, la cual se ve complementada con el dictado de leyes regulatorias de este tipo de
servicios, que delimiten y regulen a la relación de servicio público en todas sus fases y etapas.
Todos estos deberes que se le imponen a la Administración a partir del texto constitucional
detentan gran relevancia en cuanto a la legitimidad del sistema de los servicios públicos, como
opina el doctrinario bajo análisis, pues trae a reconsideración la figura del usuario como sujeto
determinante en la relación de servicio. Al decir de Salomoni, “la norma constitucional... designa
a un sujeto acreedor: el usuario, y a dos sujetos deudores solidariamente responsables: el
prestador del servicio y el Estado... Esta cualificación constitucional de los derechos del usuario
pone en tela de juicio uno de los postulados sobre los que se asienta un sistema de Derecho
Administrativo como el nuestro, como es el de considerar a la Administración Pública vicaria de
los intereses generales, ya que su co-titularización y ejercicio en este colectivo y para este caso
concreto puede desarticular tal postulado”.
A su vez, la significancia que adquiere este proceso del reconocimiento constitucional ha
de observarse, a partir de la idea del la titularidad de derechos subjetivos de los usuarios, con
legitimidad para presentarse ante la jurisdicción, amparado por la norma constitucional.
Todo lo expuesto hasta aquí, revela la notoria evolución que ha tenido el derecho de los
particulares al constituirse como usuarios y, con ello, el avance de las concepciones y el sistema
del servicio público argentino.
Sin perjuicio de la norma constitucional, el autor nos recuerda que mediante sus
pronunciamientos, nuestro máximo tribunal, la Corte Suprema de Justicia de la Nación, ha sabido
reconocer los derechos de los usuarios del servicio público, atendiendo a estos como el objeto
propio de estas relaciones, es decir, el interés público, así lo ha sostenido en la sentencia de autos
Alberto S. Carvaiho contra la Empresa del Ferrocarril Central Buenos Aires, sobre devolución de
fletes, de fecha 14 de noviembre de 1938, en donde a partir del análisis sobre el concepto de la
carga de un ferrocarril, se establece que al ser la misma constituida por alimentos para la
población, constituyen estos un interés a los consumidores, y por tanto no se podría convenir
tarifas especiales para el transporte de estas, como el resto de las cargas, puesto que se halla
comprometido en este caso un interés publico.
A partir de esto, la preponderancia del interés público considerado en las relaciones
jurídicas que surgen de los servicios públicos, y la debida atención a ello a partir de su
reconocimiento en la norma constitucional, la Corte Suprema ha dicho que “el art. 42,
Constitución Nacional, revela la especial protección que el constituyente decidió otorgar a los
usuarios y consumidores en razón de ser sujetos particularmente vulnerables y garantiza un

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estándar mínimo de calidad que todo servicio público debe cumplir. Quienes tienen a su cargo la
administración de los asuntos del Estado deben cumplir con la Constitución garantizando un
contenido mínimo a los derechos fundamentales y muy especialmente en el caso de las
prestaciones en las que están en juego tanto la vida como la integridad física de las personas. No
se cumple con ello cuando los servicios son atrasados, descuidados, deteriorados, insuficientes o
presentan un estado lamentable porque la Constitución no consiente interpretaciones que
transformen a los derechos en meras declaraciones con un resultado trágico para los ciudadanos”
(“Unión de Usuarios y Consumidores vs. Estado Nacional y otros s. Amparo - Proceso
sumarísimo”, CSJN, 24/06/2014, Rubinzal Online; cita: RC J 4495/14).

El servicio público como intervención estatal administrativa.


Como explica Balbín, las técnicas bajo las cuales puede recaer la intervención estatal en el
Derecho Administrativo clásico son: el poder de policía y el servicio público. En su amplio
esfuerzo de tomar los conceptos, construcciones y figuras doctrinarias pertenecientes al derecho
público clásico, para darles una connotación moderna y adaptada a las exigencias propias de un
Estado Constitucional de Derecho del siglo XXI, este profesor considera, antes de comenzar con
un exhaustivo análisis de la figura del Servicio Público, propio de su objeto aclarar que "el
esfuerzo no debe centrarse en reemplazar estas palabras -poder de policía y servicio público- por
otras sino en modelar su contenido y así redefinirlas según el fundamento propio del Estado
Social y Democrático de Derecho"12.
Así, mediante estas dos formas de intervención administrativa, el Estado por una parte
garantiza una serie de derechos, restringe otros y les da un marco regulatorio para garantizar el
goce de ellos, ejerciéndolos de modo integral, prestando servicios materiales o garantizando su
prestación por otros. Es decir, en palabras de Balbín, “el Estado debe, por un lado, regular y, por
el otro, realizar prestaciones positivas o sea prestar servicio”.
Concentra su análisis doctrinario en base a considerar qué se entiende por servicio público,
o bien, qué comprende esta acepción, qué es lo que define a un servicio como público, si por todo
servicio estatal se entiende que recae en el concepto detallado, o si servicio estatal y servicio
público corresponden a dos categorías distintas.
En este aspecto, amplia doctrina ha tomado parte en la distinción de estos conceptos.
Marienhoff entiende que “los tratadistas que consideran al servicio público como una actividad de
la Administración Pública que tiende a satisfacer necesidades generales, de acuerdo a un
12
BALBIN, Carlos F.; Tratado de Derecho Administrativo”; La Ley, Buenos Aires, 2011.

14
Derecho Administrativo Pilar Alzamora – Joel Isaak

‘procedimiento jurídico especial de derecho público’, distinguen entre ‘servicio público’ y


‘servicio administrativo’ (o ‘gestión administrativa’). La necesidad general que la Administración
Pública satisfaga por un procedimiento de derecho privado no sería servicio público, sino
‘servicio administrativo’ (o ‘gestión administrativa’); sólo cuando la necesidad general sea
satisfecha por la Administración Pública mediante un procedimiento de derecho público habría
‘servicio público’”13. Por su parte, Balbín propone que la diferencia está en considerar, en
principio, el campo de las funciones estatales básicas que debe atender el Estado, las cuales se
constituyen en carácter indelegable, y, por otra parte, un grupo de funciones estatales esenciales
(que se le atribuyen al órgano administrativo de forma exclusiva pro mandato constitucional) que
pueden dividirse en servicios sociales y públicos, entendiéndose que los primeros son prestados
en concurrencia entre el Estado y los particulares para satisfacer de modo directo los derechos
básicos y fundamentales de la población, y los segundos son aquellos que pueden ser apartados
de la prestación del órgano estatal por cuanto devienen secundarios a la esfera de acción de éste, y
por ello pueden prestarlos los particulares y eventualmente puede atribuírselo el Estado con
carácter exclusivo.

El fundamento del servicio público.


Cabe en este momento hacer breve referencia a las corrientes doctrinarias que se han
elaborado a fin de dar contenido a lo que se considera servicio público, respecto a su fundamento
procedente.
En primer lugar, podemos mencionar a la teoría de la “publicatio”, por la cual se entiende
al servicio público como “un conjunto de actividades que el Estado sustrae del campo privado y
las hace propias, con el propósito de encuadrarlas en el marco propio del Derecho Público”, es
decir que, cuando media el interés público, el órgano estatal redirige determinadas actividades
desde el sector privado hacia el público conllevando esta práctica dos consecuencias: en
principio, la exclusión de la libre iniciativa en el intercambio de los servicios y, principalmente, la
aplicación de un régimen jurídico especial a los efectos, el régimen exorbitante del Derecho
Público.
Bajo este punto de vista, el servicio público actúa como un instrumento estatal por el cual
la Administración ocupa un campo determinado en actividades varias, desplazando la
intervención del sector privado, reconociendo que los particulares no tienen un derecho propio
para ejercer estos servicios, sino que este derecho se encuentra en la órbita de potestades

13
MARIENHOFF, Miguel S.; Tratado de Derecho Adminsitrativo; Abeledo Perrot; 2011.

15
Derecho Administrativo Pilar Alzamora – Joel Isaak

administrativas que pueden, en su caso, ser delegadas mediante concesión o permiso, y que solo
pueden efectuarse de forma discrecional y temporal.
Se alza como el eje de esta teoría, la titularidad que recae en el Estado, de forma privativa e
intransferible, el ejercicio privativo de determinadas actividades en ejercicio del servicio público,
en palabras de Balbín: “publicatio significa entonces titularidad del servicio por el Estado y, por
tanto, responsabilidad de éste por la prestación del servicio”.
Entonces, cabe inferir de lo anteriormente expuesto que las actividades que recaigan en el
concepto de servicio público son las que así considere la Administración, por cuanto el Estado es
quien absorbe estas actividades con un criterio seleccionador para que encuadren en la figura del
servicio público, lo que se traduce en que “en ciertos casos el Estado decide, entonces, reconocer
el servicio y garantizar su prestación calificándolo consecuentemente como servicio público con
el objeto confeso de satisfacer los derechos instrumentales de las personas y así reforzar los
derechos fundamentales” . 14

Notas distintivas del servicio público.


Ciertas características (no caracteres) pueden ser inferidas de este instituto, de las cuales
Balbín resalta:
- Responsabilidad del Estado por la prestación del servicio: más allá de considerar este
autor que no existe una titularidad estatal del servicio publico, el ordenamiento le reconoce a la
administración una regulación amplia, con la consecuente obligación de garantizar el servicio, y
los derechos que se encierran en la oportuna actividad, reconociendo los derechos económicos,
sociales, culturales y los “nuevos derechos”. Pero, además, la conducta del estado no se limita al
reconocimiento de estos derechos, sino que su acción debe encaminarse a asegurar dichas
prestaciones creando técnicas e instrumentos concretos de intervención estatal, asegurando el
derecho de los consumidores y usuarios mediante prestaciones positivas en condiciones de
igualdad y continuidad. Es por esta carga de intervención del Estado que el autor considera que el
servicio público se constituye como tal no tanto por la titularidad del Estado en su ejercicio, sino
por la responsabilidad que este asume con el fin de satisfacer derechos para los cuales se le
atribuyen poderes de regulación y ordenación.
- La prestación en condiciones de competitividad (y excepcionalmente en situaciones de
monopolio u oligopolio): se prevee que el Estado asegure el cumplimiento del mandato
constitucional de garantía del servicio público pero que, además, lo ejecute en condiciones de
libertad en el intercambio de los servicios. Sucede que el Estado en estas prácticas tiene un

14
BALBIN; Carlos F., ob. cit.

16
Derecho Administrativo Pilar Alzamora – Joel Isaak

margen de amplia intervención, y en virtud de ello, en supuestos de monopolio y oligopolio de un


servicio, éste debe remediar el contenido de los derechos alterados, mediante mayores
regulaciones sobre los derechos del concesionario prestador. Esto sucede porque, por mandato
constitucional, los órganos administrativos tienen el deber de velar por la defensa de la
competencia, evitando todas las formas que puedan distorsionar los mercados.
En palabras de Balbín, “las prerrogativas del Estado en el marco de los servicios públicos
nacen expresamente o en términos implícitos de los derechos de los usuarios”.
- El carácter retributivo del servicio en razón de su contenido económico: el elemento
económico, por el que se funda el derecho de los usuarios, distingue a un tipo de prestaciones (los
servicios públicos) de otros que cumplen fines de otra índole, como ser la educación y la salud
(servicios sociales), que deben ser prestados por el Estado en condiciones de gratuidad. Así, en
los servicios públicos, la satisfacción del derecho de los usuarios se logra de forma incidental o
instrumental, pero en los servicios sociales se satisfacen derechos (fundamentales) de modo
directo y, por este carácter, surge su nota de gratuidad.
Sin perjuicio de ello, se prevee la posibilidad de que el servicio social lo preste un tercero:
en este caso el servicio será oneroso, pero estará ampliamente regulado su precio por el ente
estatal.
- Obligatoriedad de las prestaciones: la nota de obligatoriedad que surge ante la
imperante necesidad de garantizar los derechos de los usuarios supone, así, no sólo que las
prestaciones se cumplan de modo indefectible, sino también un nexo directo de estos derechos
con el carácter instrumental que tienen los usuarios para acceder realmente a los servicios
públicos en condiciones de continuidad e igualdad y, va de suyo también, de forma razonable.
Entre los aspectos de la prestación de los servicios públicos, el la obligatoriedad de su
actividad se denota claramente en dos de los aspectos instrumentales que mencionábamos en el
párrafo anterior: por un lado, en el precio de las tarifas (asegurando el acceso y controlando los
monopolios) y, por otro lado, en el plan de inversiones que, al ser revisado y aprobado por el
Estado, asegura el control estatal de la prestación del servicio de forma continua e igualitaria.
- El reconocimiento del servicio por el legislador: sucede que no podría hablarse de
servicio público si este carácter no le es atribuido por el Estado. Párrafos arriba mencionamos que
la nota pública de un servicio está estrechamente vinculada con las decisiones políticas del Estado
en cuanto a que, cuando las asume en la esfera de su responsabilidad, pasan a formar parte del
grupo de los servicios públicos. Así, el legislador hace nacer, a partir de las demandas y
necesidades sociales, la asunción del Estado de ejecutar o controlar a un determinado servicio que
entra en la esfera de su responsabilidad, dotándolo de carácter público.

17
Derecho Administrativo Pilar Alzamora – Joel Isaak

Régimen jurídico del servicio público.


Conforme lo analiza Balbín, el régimen jurídico aplicable al servicio público se constituye
por el marco constitucional y el modelo legislativo y, en ese contexto, “el poder estatal de
ordenación y regulación (expreso o implícito) en términos de reconocimiento de los derechos de
los usuarios”. Este marco regulatorio se basa en el nexo que guarda de modo directo el derecho de
los usuarios de acceder (en condiciones razonables e igualitarias) al servicio público, más el
derecho de protección a sus intereses económicos y libre elección, con el servicio prestado en sí.
Esto nos da una vinculación entre los derechos de los usuarios y los servicios que se
acentúa aún más cuando este último es prestado en condiciones de monopolio y oligopolio. A
partir de ello, sostiene el autor que la vinculación mencionada permite establecer una serie de
premisas acerca de los poderes estatales y su alcance en este contexto, a saber:
- El poder de regulación del Estado, que comprende fijar reglas sobre el acceso a los
servicios en condiciones de continuidad e igualdad y a regular el precio del mismo.
- El poder de regulación en el marco de los mercados concentrados (monopolios,
oligopolios), inferido del inciso 18 del artículo 75 de la Constitución Nacional, por el cual se le
atribuye al Congreso el deber de “proveer lo conducente a la prosperidad del país, al adelanto y
bienestar de todas las provincias, y al progreso de la ilustración, dictando planes de instrucción
general y universitaria, y promoviendo la industria, la inmigración, la construcción de
ferrocarriles y canales navegables, la colonización de tierras de propiedad nacional, la
introducción y establecimiento de nuevas industrias, la importación de capitales extranjeros y la
exploración de los ríos interiores, por leyes protectoras de estos fines y por concesiones
temporales de privilegios y recompensas de estímulo”, cuya regulación se encuentra encuadrada
en el artículo 42 de la Norma Suprema, por el cual se estable que “las autoridades proveerán a la
protección de esos derechos, a la educación para el consumo, a la defensa de la competencia
contra toda forma de distorsión de los mercados, al control de los monopolios naturales y legales,
a la calidad y eficiencia de los servicios públicos, y a la constitución de asociaciones de
consumidores y de usuarios”. A partir de este articulado, se entiende que la Constitución en su
letra prevé el control sobre los monopolios, para la garantía de los derechos de los usuarios.
- El control sobre los servicios públicos.
- El poder estatal de revocar el servicio ante incumplimientos contractuales y falta de
mérito, oportunidad o conveniencia.
- El poder estatal (implícito) de rescatar el servicio en el marco de los monopolios,
pudiendo revertir los bienes implicados en el servicio como instrumentos necesarios para su

18
Derecho Administrativo Pilar Alzamora – Joel Isaak

continuación.
De todo ello se infiere que, según opina el autor, “el marco jurídico del servicio público es
mixto”, es decir, derivado de una síntesis entre el régimen público y el privado: en principio, al
servicio público, conformado como tal, se le aplica la normativa del Derecho Público, pero el
sustrato privado que se devela entre el prestador del mismo y el usuario se agrega a la regulación
pública entre el prestador y el Estado. Se entiende, entonces, que el servicio público en sí va a
estar delimitado por el Derecho Público, pero a los “matices” privados de las relaciones jurídicas
que puedan emerger en virtud de la prestación de este servicio, se le aplicarán las reglas del
Derecho Privado, en cuanto se reputen como tales.

Los caracteres del servicio público.


Continuando con el análisis de la figura, una vez vistas sus características, corresponde
enumerar los caracteres que, según Balbín, atañen al servicio público, ellos son:
I - Continuidad: se entiende que este servicio no puede interrumpirse (sin perjuicio de que
pueden ser establecidos como continuos o discontinuos, según los requerimientos propios del
servicio), puesto que una discontinuidad en la prestación del servicio podría causar un trastorno al
usuario, por ello se entiende que la continuidad hace a la eficiencia de la prestación, tornándola
oportuna. Algunos modos se han previsto para asegurar este carácter, como ser la exclusión de
huelgas y paros patronales, agregando la teoría de la imprevisión para impedir que por trastornos
económicos pueda paralizarse la prestación del servicio, la exclusión de ejecución forzosa de
bienes afectados a la prestación de un servicio público, la ejecución directa en los servicios
públicos prestados por concesionarios, la continuidad de la prestación en caso de quiebra de la
sociedad por parte del síndico, entre otros.
Sin perjuicio de ello, ha de entenderse que la continuidad no puede ser pensada en términos
absolutos, sino que ésta puede ser relativa, dependiendo de la índole de las necesidades que
atiendan el servicio público. Conforme ello, cuando el servicio es permanente o constante,
requiere una continuidad absoluta (v.g. provisión de agua, energía eléctrica, etc.); en cambio,
cuando la necesidad pública sólo se demanda con carácter intermitente, la continuidad de la
prestación es relativa (v.g. el servicio de bomberos).
Marienhoff opina que la continuidad en la prestación integra al sistema, al “status” del
servicio público, y cualquier práctica que vaya contra esto decaerá en antijurídica, sin ser
necesaria una norma expresa que así lo establezca, pues este es un principio de la materia.
Conforme a este punto de vista, las huelgas o paros patronales devienen ilícitos e improcedentes
en materia de servicios públicos, todo ello sin perjuicio del reconocimiento del derecho a huelga

19
Derecho Administrativo Pilar Alzamora – Joel Isaak

en el artículo 14 bis, que en este caso cede ante la necesidad pública superior.
II - Regularidad: por este carácter se establece que el servicio debe ser prestado conforme
las reglas vigentes que se le atribuyan en virtud del ordenamiento jurídico que le es aplicable,
puesto que por el contenido de estas prestaciones se requieren prácticas de transparencia,
información al usuario, medidas propias de seguridad, etc. A este marco regulatorio le parece
propio al autor, Carlos Balbín, agregar que en el marco normativo se le introduzcan compromisos
de calidad y evaluaciones periódicas para atender, según consideramos, a la óptima prestación
real del servicio.
III - Generalidad: trata acerca de la prestación irrestricta al servicio, sin imposiciones, y
de alcance genéricos para todos los ciudadanos que lo requieran. Este carácter hace también a la
propiedad igualitaria que reviste el servicio público.
IV - Igualdad (o uniformidad): como un complemento del principio de generalidad, el
libre acceso debe ser conjugado con un acceso igualitario y, a partir de éste, igualitaria también
deberá ser la prestación efectiva del servicio público. Esto supone que el servicio sea prestado en
condiciones de igualdad, sin atender a discriminaciones. A su vez, este principio se vincula
estrechamente con lo razonable y justo en el precio del servicio, atendiendo a que, por los
términos de razonabilidad, el Estado podría establecer categorías entre los usuarios, respondiendo
así a una discriminación, pero que equipare los términos de real acceso al servicio conforme las
circunstancias que rodeen a cada usuario en particular.
V - Mutabilidad: este carácter indica que el Estado, actuando con su envestidura de
supremacía y en virtud del régimen exorbitante que rodea a los contratos administrativos que
suscribe, puede modificar el servicio atendiendo a los márgenes de calidad que desea resguardar y
puede, conforme a esto, modificar el contrato en términos razonables (valga aclarar, con la debida
indemnización al prestador concesionario, en la medida en que corresponda). Al respecto, las
cláusulas de progreso son las salvedades que suelen incluirse en estos contratos asegurando que el
concesionario del servicio público preste el mismo “en las mejores condiciones y según el avance
y las innovaciones tecnológicas”15.
Cabe aclarar que, para la doctrina, este tema tampoco resulta de general aceptación, si bien
la mayoría de los autores enumera como caracteres esenciales a la continuidad, regularidad y
uniformidad, otros, como Marienhoff, agregan la obligatoriedad. Por este carácter se entiende
que el servicio público (o, más bien, su prestación) no puede ser negado por quien tiene a su
cargo tal actividad, lo cual, según Marienhoff, constituiría falta gravísima pasible de sanción
conforme a las formalidades exigidas por el ordenamiento jurídico.

15
BALBIN, Carlos F., ob. cit.

20
Derecho Administrativo Pilar Alzamora – Joel Isaak

Dicho autor, que trae a consideración este carácter, nos dice que éste debe entenderse como
nota característica del servicio público, por la cual el deber pesa tanto sobre quien realiza o presta
el servicio como para quien lo utiliza, puesto que hay servicios públicos cuya utilización deviene
obligatoria para el usuario (v.g. la instrucción primaria). Además, cabe aclarar que la
obligatoriedad rige tanto en el caso de los servicios públicos propios como en los impropios.

El órgano competente para crear, regular, explotar y extinguir el servicio.


Como lo explica muy bien Cassagne, en el Derecho Administrativo se han sucedido
diversas categorías conceptuales para explicar distintos fenómenos, y los principios e
instituciones clásicas que se estudian dentro de esta disciplina se ven afectados por cambios en
los elementos evolutivos históricos de cada país, por lo cual la figura del servicio público no está
delimitada de forma universal en cuanto muta con el Derecho Administrativo todo en cada país y
momento histórico. Explica el autor que la categoría del servicio publico impropio permite
extender el régimen jurídico de la institución “servicio público” a un grupo de actividades que
son prestadas por los particulares y que constituyen “un servicio virtual y objetivo” 16. Así, esta
categoría actúa no como una excepción al principio de la titularidad privada de la pertinente
actividad, sino como una mera extensión del régimen jurídico del servicio público propio pero,
agrega Cassagne, que esa fuerza expansiva no llega a producir una verdadera publicatio
(mencionada párrafos arriba). Por eso, concluye el autor que el servicio publico impropio existe
solo por extensión, pues se encuentra desprovisto de una de sus notas centrales y requiere el uso
del sistema de la concesión o permiso como presupuesto del otorgamiento del derecho de
ejercerlo para sustituirlo por la autorización.
A su vez, por su carácter excepcional, se vincula la necesidad de una declaración legislativa
para la determinación de una actividad particular, que se halla sometida a titularidad originaria
privada, como servicio publico y, consecuentemente, que ha de ser regida por el régimen jurídico
publico, y que pase a estar regulada conforme a las reglas del servicio publico, a prestarse de
forma obligatoria, igualitaria y continua.
Sucede que, como son originariamente de titularidad privada, los particulares tienen un
derecho originario a ejercerlas, el cual no es pleno ni absoluto ya que, en principio, todos los
derechos subjetivos deben ejercerse conforme a las leyes que lo reglamentan, entendiéndose que
esta reglamentación no implica una supresión o limite al derecho en sí, sino que media para
hacerlo compatible con el derecho de los demás, en este caso, con el internes publico.
Siendo que determinados servicios públicos entran en la orbita del Estado (en áreas como

16
CASSAGNE, Juan C., ob. cit.

21
Derecho Administrativo Pilar Alzamora – Joel Isaak

la salud, cultura, educación, etc.), por su interés general y público se los encomienda
generalmente a órganos u entes administrativos sin intenciones de perseguir fin de lucro. En este
sentido, la iniciativa privada en estos supuestos no es necesariamente reemplazada ni sustituida,
sino que continúa rigiéndose por el principio de libertad, sin perjuicio que se le apliquen los
principios y normas propios de la función administrativa.

Clasificación del servicio público.


Tomando como eje el criterio de Marienhoff, veremos las clasificaciones que vayan más
allá del interés científico descriptivo, tomando en cuenta a aquellos criterios clasificadores que
tengan una proyección jurídica relevante:
> Esenciales y no esenciales: son esenciales los servicios de prestación pública que se
vinculan a la subsistencia física del individuo, así como también los que se constituyen como
esenciales para el sostenimiento de la vida comunitaria, sin los cuales el funcionamiento del
Estado no sería posible, o por lo menos no de forma regular. Marienhoff nos trae como ejemplos:
provisión de agua, abastecimiento de artículos de primera necesidad, defensa nacional, policía,
enseñanza universitaria, comunicaciones, transporte, etc.
Se han dictado normas jurídicas acerca de la prioridad de determinadas prestaciones que se
constituyen en carácter de necesarias, como ser el Decreto del Poder Ejecutivo Nacional N°8946
del año 1962, que declaró cuáles servicios públicos eran esenciales, incluyendo entre éstos al
transporte, comunicaciones, energía eléctrica, entre otros.
> Propios e impropios: como hemos visto con anterioridad, se relaciona al carácter
subjetivo de la situación jurídica que genera la prestación del servicio, es decir, al ente o la
persona que presta el servicio. Así, el carácter propio de un servicio público se relaciona con la
concepción orgánica del servicio, y el impropio se traslada al concepto funcional, material o
sustancial del mismo. Conforme a esto, servicio público propio es el prestado por el Estado, de
forma directa, mediante la actuación de órganos centralizados o a través de una entidad
autárquica, así como también mediante un concesionario. Se incluye en esta noción el caso de la
prestación por una persona jurídica pública no estatal, como las empresas del Estado.
Por su parte, el servicio público impropio es el que resulta prestado por personas privadas,
es decir, por los administrados, pero dependiendo de disposiciones reglamentarias establecidas
por la Administración.
> Obligatorios y facultativos: la obligatoriedad debe entenderse, en principio, en la
vinculación que tiene el Estado de prestar el servicio público y, en segundo lugar, en la obligación
del administrado de utilizarlo. El Estado tiene, dentro del margen de deberes que le competen, la

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Derecho Administrativo Pilar Alzamora – Joel Isaak

obligación de prestar (o asegurar la prestación) de determinados servicios públicos. Dicha


obligación puede reconocer un origen racional o positivo. El origen racional coincide con
aquellas prestaciones que revisten una esencialidad determinada pero donde la creación de los
servicios públicos destinados a atenderlas depende de un criterio de valoración de la
Administración Pública, es decir, dejando un margen de discrecionalidad para la creación de los
mismos. Marienhoff nos propone como ejemplos: la defensa nacional, el servicio público de
correos, los servicios públicos de enseñanza primaria y universitaria.
Es en virtud de estas obligaciones que emerge la responsabilidad del Estado ante su
incumplimiento, mediando una responsabilidad política, pasible de ser vertido a juicio político.
Vale aclarar que, si el texto constitucional no establece de forma expresa una obligación de
creación de servicio público determinada, ésta quedaría absorbida por el régimen discrecional.
Además, desde el punto de vista de los usuarios de los servicios públicos, hay
determinados casos en los que debe utilizarse éstos de forma obligatoria, como hemos
mencionado ut supra. Se determina esta vinculación obligacional a partir de ciertos motivos de
interés social, éstos también deben ser expresamente vinculados a los administrados por norma
legal.
> Determinados e indeterminados: este criterio de clasificación toma en cuenta la
particularidad o generalidad de la utilidad que se le pueda atribuir a la prestación del servicio
público: si los usuarios destinatarios de la prestación están determinados de forma concreta y
particular para un beneficio individual, o si la generalidad es la destinataria del servicio. En el
primer supuesto entran los servicio públicos “uti singuli” y en el segundo, los “uti universi”.
La relevancia jurídica de esta clasificación responde al vínculo jurídico que pueda emerger
de los usuarios con la administración. En este sentido, solo se hallan vinculados jurídicamente
aquellos servicios uti singuli ya que, en la generalidad, estos servicios se prestan mediando actos
jurídicos de carácter contractual. Pero cabe aclarar que no todos los servicios públicos uti singuli
generan vínculo jurídico tal, puesto que algunos se generan sobre una base reglamentaria, no
contractual. Finalmente, en cuanto a las costas que generan estos servicios, los uti universi son
afrontados mediante los impuestos, en tanto que los uti singuli se cubren por el particular, es
decir, por el usuario y, sólo excepcionalmente, los cubre el gasto público.
Roberto Dromi, por su parte, agrega a las clasificaciones mencionadas: el servicio público
con o sin competencias administrativas exorbitantes, servicios propiamente administrativos,
industriales, comerciales o sociales, servicios formales o virtuales 17.

17
DROMI, Roberto, ob. cit.

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Derecho Administrativo Pilar Alzamora – Joel Isaak

La gestión del servicio público. Los entes reguladores.


Ya hemos señalado que la prestación del servicio público puede llevarse por el Estado o
por los particulares, de lo cual se infiere un tercer supuesto que vincule a ambos sujetos mediante
un esquema mixto de prestación, entrando en esta categoría las sociedades de encomia mixta y las
sociedades anónimas con participación estatal mayoritaria. Estos “modelos de gestión mixta”,
tienen un originen histórico que puede ser ubicado a partir de las estatizaciones de las empresas
del sector privado que prestaban servicios públicos, creando al efecto, dentro de la estructura del
sector público, órganos cuasi empresariales especializados para estas funciones.
Haciendo un análisis histórico sobre el proceso de privatizaciones y estatizaciones de las
empresas privadas por el sector público, vemos que en la década del ‘90, a partir de una fuerte y
masiva privatización, se hizo necesario crear un conjunto de principios y reglas de conformidad
con un nuevo modelo, llamado “marco de regulación de los servicios”. A su vez, se hizo necesaria
la creación de instituciones especializadas dedicadas a la tarea de regular y controlar todas las
actividades que pasaron al sector privado para dar un margen de garantía a los usuarios y
consumidores. Al efecto, se crearon el Ente Nacional Regulador de la Energía Eléctrica
(ENREE), el Ente Regulador del Gas (ENARGAS), el Ente Regulador de Agua y Saneamiento
(ERAS) y el Organismo Regulador de los Servicios Nacionales de los Aeropuertos (ORSNA),
entre otros. El fin de la incorporación de estas entidades es el de cumplir con modelos más
eficientes para la prestación de servicios, para lo cual se dota al ente de poderes sobre el ejercicio
del servicio publico privatizado, los cuales le son traspasados desde el Poder Ejecutivo para que
se incorporen a la esfera de facultades del ente y, así, éste pueda disponer de ellos en su carácter
autónomo y técnico.
Estos entes reguladores se crean como entes autárquicos, dotados de personería jurídica,
que actúan tanto en el campo del Derecho Público como en el del Derecho Privado. Algunos de
los mencionados fueron creados por leyes del Congreso y otros, mediante decretos del Ejecutivo.
Al respecto, Balbín tomo en consideración qué órgano es encargado de crear a tales entes y,
por consiguiente, cuál es el acto del Estado que procede en cada caso. Entiende entonces el autor,
a partir de lo normado por los artículos 42, 75 inc. 20, 99 inc. 7 y 100 inc. 3 de la Constitución
Nacional, que los entes reguladores deben ser creados por ley.
Estas leyes, a su vez, además de dar creación a los organismos de regulación de los
servicios, establecen la estructura interna de éstos, sus órganos de gobierno y conducción. Por lo
general, la composición orgánica de estos entes se establece con un directorio, presidido por uno
de sus miembros, estos últimos designados y removidos por el Poder Ejecutivo, sin perjuicio de la
intervención que pueda tomar el Congreso mediante comisión pertinente.

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Derecho Administrativo Pilar Alzamora – Joel Isaak

Es de destacar la participación que se les acuerda a las provincias, mediante el mandato


constitucional, para intervenir en los organismos de control cuando estén interesadas en ello. Así
lo establece el artículo 42 de la Constitución Nacional, por el cual se pree “la necesaria
participación... de las provincias interesadas, en los organismos de control”.
En resumidas cuentas, las funciones de los entes encargados del control de los servicios
públicos consisten en planificar, regular y ejecutar las políticas sobre los servicios públicos
mediante el dictado de reglas (complementarias y de detalle, es decir, no sobre el fondo y núcleo
normativo), la aplicación de este marco regulatorio, el control sobre los agentes y actividades del
sistema, la resolución de las controversias y, fundamentalmente, la protección de los usuarios.
A partir de estas atribuciones, es dable inferir que en cierto sentido el ente puede ejercer
potestades materialmente legislativas en el momento en que emite normas generales y abstractas,
de cumplimiento obligatorio. Pero, en realidad, no puede decirse que ejercen potestades
legislativas ya que no pueden “legislar”; en cambio, el ente puede dictar normas de alcance
general, abstracto y obligatorio, pero sólo con fines complementarios y subordinado a las leyes
que delimitan el campo de acción de las prestaciones de los servicios públicos privatizados.
A su vez, en el momento en que el ente resuelve contiendas entre los agentes que actúan
bajo su campo de acción, ejerce potestades materialmente jurisdiccionales. Sin perjuicio de ello,
el ente sólo puede ejercer éstas siempre y cuando el juez esté habilitado a revisar esas acciones
sin restricción alguna. Así lo ha sostenido nuestra Corte Suprema de Justicia de la Nación en
sentencia de autos “Fernández Arias, Elena vs. Sucesión de José Poggio”, en el cual ha entendido
que “la doctrina según la cual es válida la creación de órganos administrativos con facultades
jurisdiccionales, no supone la posibilidad de un otorgamiento incondicional de tales atribuciones.
La actividad de esos órganos se encuentra sometida a limitaciones de jerarquía constitucional que
no es lícito transgredir, entre las que figura, ante todo, la que obliga a que el pronunciamiento
jurisdiccional emanado de órganos administrativos quede sujeto a control judicial suficiente. Así,
regímenes del carácter del creado por las Leyes 13246, 13987 y 14451 dejan de ser válidos
cuando, confrontados con las normas básicas del ordenamiento jurídico, resulta evidente que las
infringen, en vez de acatarlas o a lo sumo adaptarlas respetando su esencia” (CSJN; cita fallo
247:646, Rubinzal Online; Cita: RC J 109464/09).
Por su parte, fundamentalmente en el ejercicio de decisiones como, por ejemplo, el
otorgamiento de licencias y permisos, el ente ejerce funciones materialmente administrativas ya
que en su campo de poderes administrativos tiene el fin de hacer cumplir y controlar el
cumplimiento de la normativa vigente, a cuyos efectos se lo enviste de facultades disciplinarias
de clara índole administrativa.

25
Derecho Administrativo Pilar Alzamora – Joel Isaak

La concesión de servicios públicos.


Cuando el Estado delega la prestación de servicios a los particulares, como hemos visto, lo
hace mediante la figura de la concesión o el permiso. El régimen que regula a la concesión nace a
partir de un contrato por el cual la prestación del servicio se le otorga al particular con carácter
temporal, ya que si fuese de forma permanente implicaría una delegación de potestades estatales,
lo cual es imposible en nuestro ordenamiento.
El contrato de concesión tiene por objeto la transferencia de la gestión del servicio
público a un particular, el cual se obliga a prestar dicho servicio en las condiciones impuestas en
el contrato, así como se le otorga el derecho contraprestacional a cobrar un precio por ese servicio
prestado.
Para Balbín, este contrato genera, entre el Estado y el concesionario, un vínculo contractual
y reglamentario, puesto que el órgano administrativo tiene entre sus herramientas la
reglamentación de este servicio que debe ejercer en virtud del interés público contenido en la
prestación. Cabe agregar que la interpretación sobre el contrato debe hacerse de forma
integradora entre el elemento contractual y el reglamentario: al decir de Balbín, “debe verse como
un acto único, complejo, sistemático y coherente; esto es, un bloque integrado por normas
constitucionales, legales, reglamentarias y convencionales” 18. Sin embargo, en supuestos de
superposición entre estos elementos, prima el marco regulatorio puesto que es el que viene a
asegurar el cumplimiento del interés público en el nexo contractual. Más aún, agrega el autor, “en
caso de dudas sobre cuál es el alcance de los derechos de los concesionarios, éstos deben
interpretarse con carácter restrictivo”. Sin embargo, la Corte se ha pronunciado en consideración
de que “los derechos del concesionario están incorporados en su derecho de propiedad y que el
Estado cuando contrata, no puede invocar su soberanía para justificar un acto subsiguiente
tendiente a alterar las obligaciones nacidas del acto jurídico realizado”. A partir de ello, concluye
Balbín en entender que el vínculo que une al Estado y al concesionario, a partir del contrato de
concesión de servicio público, es mixto y debe estar reglado por un marco jurídico que prevea “el
principio de transparencia en la gestión del servicio, el reconocimiento de los derechos de los
usuarios actuales y futuros por medio de tarifas justas y razonables, el principio de solidaridad
social (por caso, las tarifas sociales) y la libre competencia en el intercambio de los servicios,
salvo el caso de monopolio”.
Ahora bien, en cuanto al régimen jurídico específico de este contrato (regulado por
decreto delegado 1023/2001), es el Poder Legislativo quien debe otorgar las concesiones,

18
BALBIN, Carlos F., ob. cit.

26
Derecho Administrativo Pilar Alzamora – Joel Isaak

privatizando, contratando y renegociando los contratos de los servicios públicos. Sin perjuicio de
ello, el Congreso ha delegado estas potestades al Ejecutivo. En el proceso de selección, se
introduce la figura de la licitación pública bajo el criterio de la oferta más conveniente,
considerando a estos fines el precio, calidad e idoneidad del oferente.
Dentro de las efectos que emergen del contrato de concesión, al concesionario se le
atribuyen las obligaciones de prestar el servicio de modo continuo y regular, garantizando el
acceso general e igualitario de los usuarios; ejecutar el contrato por sí y cumplir las prestaciones
en todas las circunstancias, salvo caso fortuito o fuerza mayor (ambos de carácter natural) o actos
o incumplimientos de autoridades públicas nacionales o de la contraparte pública de tal gravedad
que tornen imposible la ejecución del contrato.
Entre sus derechos, el concesionario principalmente puede obtener un beneficio económico
percibiendo un precio razonable respecto al servicio que presta, sin perjuicio de que los riesgos
del alea financiera son absorbidos por éste, pudiendo recomponer y rescindir el contrato en
determinados casos.
Este contrato, sin embargo, es susceptible de ser sometido a modificaciones durante el
tracto de ejecución, en principio, por decisión unilateral del Estado en ejercicio del ius variandi
que se le atribuye a partir de los intereses públicos que juegan en este acto jurídico. También
puede modificarse por el supuesto conocido como el “hecho del príncipe”, es decir, por medidas
estatales que inciden sobre el contrato aunque no tienen como fin inmediato modificar el contrato.
En este caso es cuando puede acceder el concesionario a ser reparado o indemnizado por hechos
imprevistos (fundándose en la teoría de la imprevisión).
Finalmente, en cuanto a la extinción del contrato, esta puede tener lugar por diversas
causas, como ser: el vencimiento del plazo o cumplimiento del objeto del contrato; por
revocación mediando razones de ilegitimidad (sin acceso a la reparación por parte del
concesionario); revocación por motivos de oportunidad (cuando el Estado es quien extingue el
vínculo por razones de oportunidad, mérito o conveniencia, con el resarcimiento
correspondiente); rescisión por incumplimiento del Estado en sus obligaciones contractuales; y,
por último, por resolución del vínculo de común acuerdo entre ambas partes del contrato.

La retribución del servicio público.


Es de destacar que la prestación del servicio público puede darse mediando una relación de
onerosidad o de gratuidad, donde los que entran en el margen de gratuidad no son soportados (en
sus gastos) por el usuario de forma directa, sino que son afrontados por el presupuesto público.
Ahora bien, la retribución es el pago que se da en contraprestación de la adjudicación de

27
Derecho Administrativo Pilar Alzamora – Joel Isaak

un servicio público, mediante tarifa, precio o tasa. Los conceptos de tasa y precio difieren en
cuanto que el primero atiende a aquellos servicios que son legalmente obligatorios y, en virtud de
esto, la relación que une al usuario con quien presta el servicio es reglamentaria; y, por otro lado,
el precio que se paga por la prestación de este servicio es la suma que se abona cuando el acceso a
este es facultativo y, por tanto, la relación que une a las partes es contractual (conf. Dromi 19).
Los caracteres de la retribución o pago son:
 Proporcionalidad: las tarifas deben ajustarse a un criterio justo de razonabilidad. En
palabras de Dromi, “la prestación y la contraprestación deben fundarse en los principios de la
justicia conmutativa, la tasa y el precio deben ser compensatorios”. En tanto y en cuanto la
retribución sea proporcional entre el servicio y su pago, será aquella razonable.
 Irretroactividad: se establece que, como principio general, la tasa o el precio
abonado por un servicio público no puede ser retroactiva, pues tiene efectos ex nunc.
Excepcionalmente, en casos particulares, la Corte Suprema ha aceptado un aplicación retroactiva,
en situaciones en las que el pago no se hubiera efectuado en forma definitiva (CSJN, 26/8/63,
“Cía. Industrial Sud Americana SA c/Gas del Estado”, Fallos, 256:403 y JA,1963-V-300).
 Legalidad: el servicio público y la retribución por la prestación de éste, debe ser
fijado/aprobado por el Estado. Si la prestación del servicio se efectúa mediante concesionarios,
éstos intervienen fijando la tasa que, no obstante, debe ser aprobada para su ejecución. Se acepta
en general que los órganos de control sean quienes establezcan las tarifas o, en su caso, las
aprueben.
Una vez más, vemos aquí como el interés publico entra a proveer la intervención del
Estado, en tanto que la contraposición del interés público con el privado, como hemos señalado,
hace que el primero se superponga al segundo, es decir, la preponderancia de acción la lleva ínsita
el interés público. En este sentido se ha pronunciado nuestra Corte Suprema al decir que “las
tarifas no son producto de la voluntad del concesionario, pues deberán ser aprobadas por el poder
administrador mediante un acto de administración denominado homologación. Las tarifas sin este
acto homologatorio no tienen legitimidad” (CSJN, 197:518; 215:280; 231:311).
 Efectividad: la percepción de un precio en contraprestación de un servicio requiere
una necesaria y efectiva prestación de éste, ya que el servicio se constituye como la causa que da
origen al reclamo del precio y, en caso de no efectuarse la prestación, el cobro sería ilegítimo.

La situación del usuario. Naturaleza de las relaciones jurídicas entre el usuario y la


entidad prestataria del servicio.
19
DROMI, Roberto, ob. cit.

28
Derecho Administrativo Pilar Alzamora – Joel Isaak

Como la mayoría de las instituciones bajo el estudio del Derecho Administrativo, la


prestación del servicio público y las relaciones emergentes entre los prestatarios y los usuarios
han sido objeto de amplio debate doctrinario, espacio en donde una corriente de tinte privatista
les atribuye el carácter privado y un sector publicista aboga por una pertenencia al Derecho
Administrativo, en virtud de que el servicio es guiado por normas de carácter reglamentario-
estatutario.
Cassagne, por su parte, opina que la situación, en determinados casos, suele ser de difícil
caracterización, por lo que corresponde que en cada caso se ponderen los elementos de cada
relación jurídica. Sin perjuicio de ello, el autor nos dice que “la naturaleza pública estatal de la
entidad prestataria unida a la presencia de un régimen exorbitante (en los servicios públicos se
instrumenta en la ley o reglamento) indican que la relación pertenece al Derecho Público
pudiendo ser tanto contractual como reglamentaria” 20. Sin embargo, la relación que une al
concesionario privado del servicio público con el usuario, en principio, viene a ser absorbida por
el régimen privado, previéndose que el Derecho Administrativo incida en los aspectos de la
relación que se vinculen con la reglamentación del servicio.
Ahora bien, ya hemos visto que uno de los caracteres fundamentales del servicio público es
el principio de igualdad, por el cual se establece que estas prestaciones sean dirigidas y
garantizadas para todos los habitantes que se encuentren en una igualdad de condiciones. Esta
igualdad de condiciones en la prestación de un servicio determinado, posibilita el establecimiento
de requisitos de admisión, sean generales o especiales, siempre y cuando respeten las igualdades
regulares, evitando las discriminaciones arbitrarias.
En virtud de este principio, una vez que accede el particular a la asunción de la prestación
del servicio, pasa éste a ser titular del derecho subjetivo a que el servicio público le sea dirigido,
pudiendo ejercer este derecho tanto ante sede administrativa como jurisdiccional, conforme la
relación que lo una al prestatario del servicio y del grupo normativo aplicable al caso.
Ahora bien, el usuario del servicio tiene como carga principal en esta relación el pago de
tasa, precio o contribución de mejoras, en contraprestación del servicio obtenido.

4. Creación y organización, modificación y supresión del servicio


público.

Creación del servicio público.


Como nos dice Marienhoff, crear un servicio público significa, como hemos mencionado
20
CASSAGNE, Juan Carlos, ob. cit.

29
Derecho Administrativo Pilar Alzamora – Joel Isaak

en párrafos anteriores, que una determinada necesidad pasa a ser satisfecha por el sistema del
servicio público y, por ello, se entiende que hay una doble forma de crear este servicio,
dependiendo que sea un servicio propio o impropio.
En el caso del servicio público propio, su existencia puede devenir de una decisión
expresa (acto jurídico) o de una reacción de hecho de la administración de actividad en la
prestación de un servicio sin que ello obedezca a una decisión expresa. En ambos casos, la
naturaleza del servicio como público está determinada por la magnitud de la necesidad o del
interés que se satisface. Los servicios públicos impropios, aquellos prestados por particulares, se
basan en la autorización o permiso de la administración.
Ahora bien, cuando el servicio es efectivamente propio, la creación del mismo se compone
por el acto del Estado por el cual se resuelve que la necesidad en cuestión quedara absorbida por
el régimen del servicio público y por el hecho fáctico por el cual la Administración Pública
satisface una necesidad o interés público. Entiende Marienhoff que, en el caso de los impropios,
el concepto de creación surge virtualmente del hecho mismo de su prestación, consentido o
autorizado por la Administración Pública.

El acto de creación del servicio público:


Ante la ausencia de una norma constitucional que especifique las reglas sobre cuál es el
órgano que tienen potestad para crear el servicio público, valga decir, para someter a una
actividad a las reglas del servicio público, se ha sugerido que el servicio público debe ser creado
indefectiblemente por ley del Congreso de la Nación, ya que implica una limitación en los
derechos de propiedad y libertad de los particulares, así como también se sostuvo que es, en
principio, materia de competencia atribuida al Poder Ejecutivo, excepto en supuestos de
monopolio o privilegios otorgados (de competencia especifica del Congreso).
Cassagne opina, por su parte, que la creación del servicio publico debe llevarse por una ley
del Congreso de la Nación o de las Legislaturas provinciales, puesto que, en principio, el aspecto
presupuestario está delimitado por el órgano legislativo en su aprobación y, por otra parte,
entiende que la norma que declara a una actividad como servicio publico supone la naturaleza de
ley en sentido material. Además, considerando que este acto del Estado implica una restricción a
la propiedad y la libertad, el mismo debe basarse en el régimen de la sanción de las leyes para que
se encuentre regulada, al igual que en las expropiaciones, en donde también la propiedad privada
se ve afectada, y por ello se determina que sea el Congreso, mediante el proceso constitucional de
sanción normativa, el que determine la naturaleza publica de un servicio.
Al respecto, Cassagne considera que, para la creación de los servicios públicos, en

30
Derecho Administrativo Pilar Alzamora – Joel Isaak

principio debe atenderse al ordenamiento constitucional del estado Federal y, en segunda


instancia, a los ordenamientos provinciales.
En principio, en la Constitución Nacional, la competencia para la creación de servicios
públicos corresponde a las provincias por tratarse de una atribución conservada por ellas, sin
perjuicio de algunas que le fueron expresamente atribuidas al orden federal (v.g. art 75 inc. 13, 14
y 18 CN) o algunas que pueden inferirse de modo implícito (v.g. art. 75 inc. 32 CN), y por ello se
entiende que, cuando la actividad en juego se encuentre dentro de los incisos del articulo 75, se
corresponden a la competencia federal-nacional. Respecto a los municipios, se entiende que su
competencia para crear servicios públicos se circunscribe a su ámbito de actuación territorial y,
siendo un poder que no es originario sino derivado, tendrá que surgir de la Constitución
provincial o de la ley orgánica municipal correspondientes.
Balbín, por su parte, expresa que la legislación de los servicios públicos entra en la
competencia federal cuando el convencional haya establecido que sea el servicio de carácter
federal o cuando se desarrolle el mismo entre jurisdicciones, excediendo el campo de acción de
las provincias, y cuando esté incluido entre las potestades en concurrencia del Estado Federal y
los Estados Provinciales, como la cláusula de progreso.
A su vez, entiende que el acto de creación emana del legislador porque mediante éste se
crean y restringen derechos, así como también es de competencia legislativa la normativa que
hace a las reglas que rigen al servicio público. Pero el órgano competente para prestar y controlar
el servicio es el Poder Ejecutivo, toda vez que éste asume las potestades de regulación, gestión,
concesión y control del servicio, mediante potestades delegadas del legislador y a través del
dominio de los entes de regulación. Finalmente, quien tiene competencia para extinguir el
servicio es el mismo órgano que le dio origen. Sólo éste puede darle fin.

Organización del servicio público.


Una vez creado el servicio público por autoridad pertinente, entra en juego la forma de
organización del mismo, lo cual supone una adecuación de los medios necesarios para el
funcionamiento efectivo del servicio. Estos medios pueden tratar sobre un carácter material o
normativo, ya que comprende medios entendidos como elementos físicos que resultan vitales para
llevar adelante la prestación del servicio, así como también comprensivo del conjunto de normas
y reglas a los que debe subsumirse el mismo.
Vale aclarar que la organización del servicio público se refiere a los servicios propios, ya
que las prestaciones por los particulares o las entidades privadas suponen una organización
privada que excede a las facultades de organización del Estado.

31
Derecho Administrativo Pilar Alzamora – Joel Isaak

Ahora bien, el primer conjunto de reglas que se aplicará a la prestación, en cuanto a su


organización, es el ordenamiento jurídico vigente y por tanto, el órgano competente, en primera
instancia, que emite normativa de índole organizativa para el servicio público es el Poder
Legislativo. Pero, excepcionalmente, si no hubieren normas especiales a considerar, la autoridad
competente para organizar los servicios públicos será el Poder Ejecutivo, como autoridad
administrativa, sea que el servicio haya sido creado por él o por el Poder Legislativo, sin perjuicio
de que este último autoriza los fondos destinados a la prestación del servicio público mediante el
uso de su potestad legislativo-presupuestaria.
En definitiva, concluye Marienhoff, el Poder Ejecutivo es quien detenta competencia para
organizar al servicio público, ya sea que el mismo fue creado por ley formal del legislativo o por
decreto administrativo.
De este modo, si se trata de un servicio público creado por el legislador, la organización de
su funcionamiento no será otra cosa que la ejecución de la ley respectiva, la cual es llevada a cabo
por el Ejecutivo en su facultad reglamentaria, “aún cuando se entiende que la organización de los
servicios públicos pertenece al ámbito del poder reglamentario autónomo” 21.

Modificación del servicio público.


Sea en su estructura o en su funcionamiento, el servicio publico puede sufrir
modificaciones que, de acuerdo con el tipo de alteración de que se trate, requerirán al efecto una
potestad correspondiente a la creación o a la organización del servicio. Si la modificación resulta
de relevancia tal que cambiaria la estructura del órgano prestatario del servicio, requiere
competencia creadora; en cambio, si sólo es una modificación en la manera de funcionamiento
del servicio, se tendrá como competente al que tenga potestades organizativas, el Ejecutivo o el
Legislativo, en su caso.

Supresión del servicio público.


Hemos visto que el nacimiento de un servicio público tiene lugar, básicamente, por una
declaración del Estado acerca de la necesidad de prestación de un servicio por el órgano
administrativo, quedando éste absorbido por el régimen público, encargándose el Estado de
preverlo y asegurarlo, debido a las exigencias y necesidades básicas que conforman el interés
público.
A contrario sensu, el servicio público se suprime cuando el Estado deja de prestar un
servicio público, conforme a las necesidades públicas que pasan a considerar esta práctica como

21
MARIENHOFF, Miguel S, ob. cit.

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Derecho Administrativo Pilar Alzamora – Joel Isaak

innecesaria (por lo menos, innecesaria en cuanto a la oportunidad y mérito de que sea prestada
por el propio Estado). Es decir, la actividad que anteriormente prestaba el Estado sale de la órbita
del régimen público y cesa la prestación de ésta por el ente estatal.
Cabe analizar cuál es la autoridad competente a estos efectos. Como regla genérica, la
autoridad creadora, por poseer potestades para reconocer derechos y limitar otros mediante la
declaración de nacimiento de un servicio público, es quien tiene la potestad, asimismo, de
modificar estos derechos a partir de la supresión del servicio público. Consecuentemente, la
forma de expedición del órgano que suprima al servicio deberá ser la misma: si se creó por ley
formal, debe suprimirse por ley formal, y si se creó por decreto, debe ser suprimido de igual
manera.
Sin embargo, el servicio público también puede suprimirse por hechos y no sólo por actos
administrativos. Marienhoff, quien introduce esta posibilidad, considera que el servicio público
va más allá de ser un mero concepto, pues supone en primera medida un hecho que se concreta en
la realidad. Es por esto que, al desaparecer el interés o la necesidad de la prestación del servicio,
este desaparece simultáneamente ya que si se mantuviese vigente no tendría un objeto de ser, es
decir, no tendría necesidad a la que atender, lo cual generaría una discordancia entre el hecho y el
derecho y, de acuerdo con esto, la solución es, extinguida la necesidad pública, suprimir el
servicio público.

3. Las prestaciones administrativas a los particulares.

5. La relación de prestación. Nacimiento; petición; admisión;


derecho a la prestación; su contenido. Modificación y extinción.

El administrador y el usuario en relación con el servicio público.


Conforme el criterio en que se considere un habitante de la República Argentina, frente al
servicio publico puede encontrarse en dos posiciones diferentes, que asimismo generan una
situación jurídica diferente en cada caso. En primer lugar, puede considerarse al ciudadano como
aspirante o candidato a la adjudicación del servicio, momento en que es un simple administrado
frente al prestador del servicio, pero, cuando este servicio se actualiza respecto al administrado,
este aparece como verdadero usuario de la prestación.
Vale aclarar en este momento que, antes de que un servicio público pueda ser prestado a los
usuarios, debe haber sido creado conforme a los mecanismos que hemos estudiado ut supra. En
torno a esta temática, se considera la posibilidad de que el administrado interpele al Estado para

33
Derecho Administrativo Pilar Alzamora – Joel Isaak

vincularlo a establecer un determinado servicio. Hemos visto ya que sin norma constitucional
vinculante para la creación de un servicio publico, ésta entra en el régimen de discrecionalidad
del Estado.
Asimismo, se plantea la posibilidad de que, una vez creado y organizado el servicio,
puedan los administrados obligar al Estado a efectivizar las prestaciones. En este supuesto, cabe
distinguir entre el servicio público propio y el impropio. Cuando se trate de un servicio propio, a
cargo directo del Estado, la ausencia de prestación de este no habilita a una instancia que permita
al particular obligar a la efectiva prestación del servicio, que en la especie podría consistir en el
auxilio “policial” o “militar” respectivos, en la comprobación del estado de los alimentos que se
expenden al público, etc.
Sucede que las normas que organizan al servicio público entran dentro de las llamadas
normas de acción, que vienen a regular la conducta y actuación de la Administración y se
diferencian de las normas de relación, las cuales crean los vínculos jurídicos entre la
Administración y el administrado. Cuando una acción de la Administración viola a una norma de
relación, tiene como efecto la lesión al derecho ajeno, pero el incumplimiento de una norma de
acción efectúa un comportamiento contrario al interés público. En efecto, la ausencia de una
norma que regule a la intervención de los administrados para el cumplimiento de las normas de
acción, sólo constituye un interés simple para el particular y, por esto, no poseen un derecho que
les permita obligar y vincular al Estado. Sólo a través de recursos administrativos, este interés
simple puede proceder para peticionar ante las autoridades administrativas.
Cabe agregar que, en estos casos, el administrado también tiene un derecho subjetivo que
lo habilita a instar acción de daños y perjuicios contra el Estado en sede jurisdiccional por
incumplimiento del deber de prestar un servicio público. En cambio, los servicios públicos
prestados por los concesionarios sí pueden imponer a cargo de éstos una obligación de prestar
efectivamente el servicio, pero sólo puede ejercer esta coacción el Estado, mediante los sistemas
de control estatal que se le atribuyen, en ejercicio del poder de policía, intervención esta que sí
puede ser solicitada por el usuario.
En este sentido, alguna doctrina ha entendido que los usuarios de los servicios públicos
tienen un derecho subjetivo a que el servicio le sea atribuido, el cual, como todos los derechos, no
reviste un carácter absoluto sino que debe ejercitarse con razonabilidad y atención a las
disposiciones que lo reglamenten.
Hemos visto que, una vez adentrado el usuario en la relación de prestación del servicio
público, el nexo que lo une con el prestatario puede adquirir un carácter contractual-privado (en el
caso de los servicios públicos impropios) o reglamentario-administrativo (en el caso de los

34
Derecho Administrativo Pilar Alzamora – Joel Isaak

propios).
Ahora bien, ese “status” que le corresponde al administrado en la relación jurídica emanada
de la prestación de un servicio público se halla definido por el principio de igualdad. Conforme
ello, el usuario siempre se encuentra en igualdad de acceso a la prestación e igualdad de
condiciones de adjudicación de éste a partir del principio constitucional que, a su vez, viene a
constituir uno de los caracteres esenciales de la figura bajo estudio.
Los medios procesales idóneos para la exigencia de las prestaciones de servicios públicos
en términos de regularidad resultan imprescindibles en un Estado Constitucional de Derecho,
puesto que, en definitiva, el servicio público tiene como fin satisfacer necesidades públicas. Por
ello se le acuerda, conforme el caso y sus circunstancias, a cada usuario de un servicio público
recursos y acciones que pueden ser administrativas, judiciales o contencioso administrativas.
Recordemos que cuando el administrado tiene un derecho subjetivo puede ejercerlo para el
efectivo cumplimiento de la prestación que su necesidad requiera. Particularmente, cuando se
encuentra en una relación de servicio público impropia, el régimen del Derecho Privado,
eminente sobre el vinculo obligacional, acuerda al administrado amplios recursos para la
efectivización de sus derechos, esencialmente cuando esta relación entra en el campo de acción
de la relación de consumo, la cual tiene gran relación con nuestro objeto de estudio. En esta
temática, amplia jurisprudencia ha opinado que los medios que otorga la Ley de Defensa del
Consumidor resultan ampliamente efectivas y viables para accionar por prestaciones de servicio
público deficiente, criterio que ha recogido parte de la jurisprudencia santafesina al recordar que
“la tutela de cualquier derecho infringido por la prestación de un servicio público halla su mayor
eficacia mediante la vía asignada por el art. 53 de (a ley 24.240) de defensa del consumidor, que
prevé que cuando resulten objetivamente afectados o amenazados los intereses de los
consumidores o usuarios podrán ser ejercidas acciones judiciales tendientes a la cesación de sus
causas, pues la naturaleza sumarísima de esta acción se presenta como el remedio idóneo para
lograr el restablecimiento inmediato de los derechos conculcados” (Donnet, Eduardo J. y otros c.
Telecom Argentina Stet France - Telecom S.A; Cam. Ap. Civ. y Com Santa Fe Sala II;
10/08/2004; La Ley online; cita online AR/JUR/5996/2004).
Veamos casos en particular, propuestos por Marienhoff, con respecto a la tutela de los
derechos de los usuarios y su protección:
 Ante una aplicación indebida del sistema legal del servicio, si la prestación está a
cargo directo del Estado, puede promoverse recurso administrativo y, eventualmente, recurso en
sede contencioso administrativa o civil ordinaria. Pero si la prestación estuviese a cargo de
concesionario, puede entablarse recurso administrativo para que la Administración Pública actúe

35
Derecho Administrativo Pilar Alzamora – Joel Isaak

sobre la actuación del concesionario, es decir, por vía indirecta. Sin perjuicio de ello, si el recurso
no prosperase, el usuario puede acudir a la faz privada de la relación con el prestador del servicio
y promover demanda en sede jurisdiccional.
 Ante una autolimitación de la responsabilidad del prestador del servicio, la vía propia
para contrarrestar este actuar ilícito es la jurisdiccional de instancia ordinaria.
 Ante una prestación defectuosa del servicio (que determina perjuicios al usuario),
puede promover recursos administrativos o recurrir a la justicia ordinaria o a la contencioso
administrativa, dependiendo de cada caso, para promover la acción resarcitoria. Pero si la acción
es de daños y perjuicios entre organismos estatales, la causa deviene a fallo arbitral del
Procurador del Tesoro de la Nación, o bien, del Poder Ejecutivo, conforme el monto que se
reclama.
 Por último, y en sentido genérico, no se puede descartar el uso de la acción de amparo
cuando concurran las circunstancias de “existencia de arbitrariedad o ilegalidad manifiesta y la
demostración de que el daño concreto y grave ocasionado” (Recurso de Cámara Nacional de
Apelaciones en lo Contencioso Administrativo Federal nº 187.343/02 del 29 de Noviembre de
2004; Sentencia de Sala III, 29 de Noviembre de 2004).

36
Derecho Administrativo Pilar Alzamora – Joel Isaak

Actividad: 3.2. Remita al entorno virtual un trabajo en el cual exponga una idea central
común de los dos autores citados, en orden a conceptualizar el servicio público en este nuevo
siglo. En segundo lugar, traiga a esa idea central argumentos complementarios extraídos del
Dictamen Nº 805/2003 y de lo que el grupo estime, libremente, del material entregado para el
primer parcial.

El servicio público y su lugar en el moderno


Estado Constitucional de Derecho

“Tenemos mucho por delante pues somos


parte de una sociedad sin tiempo”.
Justo José Reyna.

Ideas preliminares.
A lo largo de la exposición del presente trabajo hemos dado análisis sobre cómo el servicio
público viene a cumplir los fines que reclaman las necesidades de los ciudadanos en cuanto a su
margen mínimo de derechos fundamentales, es decir, las necesidades básicas cubiertas por los
servicios que brinda el Estado por sí o por particulares.
Vimos, a su vez, que ese régimen constituye un núcleo reglamentario específico por el fin
propio que detenta, lo que hace que el servicio público sea de titularidad exclusiva del Estado,
que en determinadas oportunidades coloca su prestación en cabeza de los mismos administrados
pero que, en este caso, la actividad del particular estará sujeta igualmente a un régimen de
contralor estatal que brinda la nota fundamental del servicio público como una actividad de
vinculación legal imprescindible, y que por tanto, al ejercerla, el particular se somete a un
régimen de Derecho Público (en cuanto al contrato que lo une con el Estado y todas las
limitaciones y obligaciones que se le asignan por tal).
También, ha quedado manifiesto que el fin último que cumplen las prestaciones de estos
servicios es el fin común de interés comunitario, es decir, el interés público, génesis de la
regulación y control que se ejerce sobre los particulares prestadores. Es este fin de interés público
lo que motiva y da lugar al sistema entero de la prestación de los servicios públicos, al decir de
Salomoni, “si el servicio público persigue un propósito público, entonces, se identifica con el
interés público… Entonces el servicio público sería una de las formas específicas que adopta
el interés público como institución genérica. Ello implica la existencia de un régimen de

37
Derecho Administrativo Pilar Alzamora – Joel Isaak

Derecho Público que regula la institución, y que excluye, en su formulación original, la


posibilidad de un régimen de Derecho Privado”22 (el resaltado nos pertenece).
Pero como también hemos señalado, el eje fundamental del sistema del servicio público
está dado por la satisfacción que éste trae a los usuarios y consumidores de los mismos, pues el
interés público se satisface a partir del agotamiento de las necesidades de los ciudadanos en el uso
de las prestaciones del sistema de servicios públicos.

Servicio público y usuario: un nuevo espacio para la “relación compleja”.


Ha de notarse que, en este aspecto, tanto la doctrina como la jurisprudencia han traído,
según opina Salomoni, “un giro copernicano en la concepción sobre los derechos del usuario y,
fundamentalmente, sobre el servicio público”23. Llega a esta conclusión dicho autor a partir del
análisis de dos normas fundamentales que vienen a modificar la participación que toma el usuario
de los servicios públicos en las prestaciones de éstas. Por un lado, lo receptado por la Declaración
Americana de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, y por otra parte el artículo 42 de
nuestra Constitución Nacional. En ambas fuentes legales, se vislumbra es situación en la que se
encuentra el usuario de los servicios públicos como titular de un derecho subjetivo a la efectiva
prestación de estos servicios a partir de que entra en una relación que lo vincula con el prestador
(sea el Estado o el particular concesionario), en principio, en su derecho de acceder al servicio y,
particularmente, al momento de cumplir con su obligación jurídica del pago del servicio.
En este sentido, entiende Salomoni que, con la normativa vigente emanada de la
Constitución Nacional, y con ella los tratados sobre Derechos Humanos, el usuario se coloca en
una situación de afectado directo ante la prestación deficiente de los servicios públicos, y por esto
se entiende que, más que un interés legítimo, tiene un verdadero derecho subjetivo a la prestación
eficiente de los servicios a su cargo, y más aún a todas las garantías que se le atribuyen en su
calidad de usuario por el artículo 42 de la Constitución Nacional (derechos a la información,
resguardo de su salud, etc.). Por esto el autor aludido considera que “la norma constitucional en
análisis (el citado artículo 42 CN), designa a un sujeto acreedor: el usuario, y a dos sujetos
deudores solidariamente responsables: el prestador del servicio y el Estado”. Vemos aquí que la
propuesta es entender la relación que emana de la prestación de los servicios públicos como una
relación compleja, en donde el usuario se establece como el sujeto titular del derecho subjetivo,
y el Estado y el prestador concesionario (si es que lo hubiese) son los pasivos que deben
garantizar y proveer a ese derecho que tiene el usuario.
22
SALOMONI, Jorge L; en “El concepto actual del servicio público en la República Argentina”; DA
documentación Administrativa; Septiembre 2003-Abril 2014.
23
Ibídem nota 1.

38
Derecho Administrativo Pilar Alzamora – Joel Isaak

En esta línea de ideas, la Fiscalía de Estado de Santa Fe, al pronunciarse en resolución


0805/2003 sobre una relación de servicio en la que se entendió que el usuario se constituye como
el sujeto cuya esfera de derechos y obligaciones se ven modificadas y alteradas por las
proyecciones que se generen entre el Estado y el concesionario del servicio público, que si bien la
relación jurídica une en derechos y obligaciones a estos dos últimos, los efectos que surgen de los
negocios jurídicos entre estos afectan al usuario porque modifican el plexo normativo que le es
aplicable y, particularmente, la ecuación económica objeto de la concesión del servicio y la tarifa
que se imponga influye directamente en el mundo patrimonial de quien se constituye como
usuario o consumidor del servicio público. En este sentido, ha dicho la Fiscalía que “…se perfiló
el negocio jurídico complejo. Es complejo pues se plantea entre la Persona jurídica pública y el
particular concesionario, pero con proyecciones en sus efectos con los particulares usuarios del
servicio que ven modificada su esfera jurídica con motivo de aquel negocio jurídico derivado del
ejercicio de potestad normativa (constitucional, legal y reglamentaria) y de facultades negociales
de las partes aludidas. Perfeccionado el contrato por el encuentro de las voluntades, por la
adjudicación y suscripción del contrato según corresponda, el contrato aparece en el mundo
jurídico con una ecuación económica original surgida de la equivalencia de las prestaciones,
cargas y beneficios y sus implicancias económicas”.
Visto esto, se entiende que el usuario no sólo tiene un derecho a la prestación del servicio
en términos de eficacia real, en lo que hace al cumplimiento de los deberes del concesionario,
sino que, por el detrimento económico que este sufre para el acceso a la prestación del servicio,
tiene también un interés directo en la constitución de las tarifas y todas las proyecciones
económicas que emanen del contrato de concesión, es decir, posee un interés en cuanto a la
ecuación económica de la concesión, y por esto se lo reconoce a este derecho normativamente a
partir del deber de información que se le adjudica al concesionario a “publicar la información
necesaria a fin de que los usuarios puedan tener conocimiento general sobre los PGMDS y del
régimen tarifario y el servicio en general (art. 70 inc. h)”, dotándolo al usuario del derecho de
reclamar ante los prestadores cuando su produzcan alteraciones en las facturas que no coincidan
con el régimen tarifario publicado. Es por esto que, en este dictamen, se estableció que la
notificación de todos los actos que afecten al individuo en sus derechos y obligaciones, en virtud
de la relación de servicio, son de vital importancia para que éste pueda ejercer todos los
mecanismos legales que tiene a su alcance para el aseguramiento del campo de derechos que le
adjudica el ordenamiento.
En síntesis, es el interés que tiene el usuario en el sustrato económico del contrato de
concesión el motivo suficiente para constituirlo como parte de la ecuación económica que emerge

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de la concesión y la prestación del servicio público, reconociéndoselo, al mismo tiempo, como


una parte de la relación jurídica compleja que se conforma al respecto.

Andamiaje para un servicio público más efectivo.


Es de ponderar el hecho de que también se ha previsto, en jurisprudencia y doctrina sobre
el tema, el accionar del usuario contra el Estado en su deber de control sobre los contratos de
concesión, y especialmente en lo referente a su sustrato económico la Corte Suprema de Justicia
de la Nación ha dicho, en este sentido, que “...la responsabilidad del Estado concedente y su
autoridad no se detienen en el momento del otorgamiento de la concesión y, por ello, resulta
ilegítima la pretensión de que un régimen tarifario se mantenga inalterado a lo largo del tiempo si
las circunstancias imponen su modificación, ya que ello implicaría que la Administración
renunciara ilegítimamente a su prerrogativa de control de la evolución de las tarifas y, en su caso,
de la necesidad de su modificación” (Maruba S.C.A. Empresa de Navegación Marítima c. Estado
Nacional - Ministerio de Obras y Servicios Públicos - Secretaría de la Marina Mercante s/
incumplimiento de contrato; CSJN; 30/06/1998). La doctrina aprecia que, en virtud de este fallo,
se ha establecido un camino viable a la posibilidad de reacción de los usuarios para vincular al
Estado al cumplimiento efectivo de su deber de control, del cual no puede apartarse
ilegítimamente, y con ello, la posibilidad de que actúen las entidades representativas de aquellos
intereses de los usuarios como legitimados para el reclamo judicial 24.
Sumándose a esta línea de ideas, Balbín propone que, sin perjuicio del sistema que se
adopte en términos de políticas económicas estatales para la fijación de tarifas de los servicios
públicos (los llamados “sistema de tasa de retorno” y “sistema de precio tope”), el régimen
económico que regule la relación del servicio debe estar conjugado siempre por la idea de la
tarifa social, por la cual el principio que regula la materia que impone el deber de pagar el precio
en contraprestación del servicio debe ser morigerado conforme a las necesidades actuales y
potenciales de los usuarios para cumplir con el principio de acceso igualitario, principio que
sería propio de adaptación en los términos constitucionales de igualdad real. Por ello, propone el
autor que, además de justas y razonables, las tarifas deben incluir en contenido social que emerge
del derecho de los usuarios en el acceso igualitario al servicio, con una introducción a esta
situación jurídica del principio de solidaridad social.
Por otra parte, y siguiendo el orden de ideas que propone la jurisprudencia y doctrina actual
citadas precedentemente, Balbín25 trae a consideración la gran injerencia que tiene el usuario en
24
CAPLAN, Ariel R.; en “la visión de los usuarios en un fallo de la Corte”; Nota a fallo La Ley online;
cita online: AR/DOC/18005/2001
25
BALBIN, Carlos F.; Tratado de Derecho Administrativo”; La Ley, Buenos Aires, 2011.

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las actividades desplegadas por los concesionarios a partir de la participación de aquel en los
mecanismos de control ejercido por organismos estatales, o de forma directa. Y más aún, el
doctrinario considera que el campo de acción de los usuarios en el servicio público no se agota
solamente en el control ulterior de las actividades emanadas del prestador del servicio, sino que
también se proyectan sus derechos a partir de la incidencia en la toma de decisiones.
Respecto de esto último, Balbín considera que es necesaria la creación de diversos
mecanismos que aseguren la participación de los particulares en la relación del servicio. Cita a
su vez algunos sistemas que se han instituido en la normativa vigente para la incorporación del
usuario en las participaciones del régimen de la prestación de servicios públicos (sistemas,
algunos, cuyo análisis hemos desplegado en trabajos anteriores), a señalar:
 El Decreto 1172/2003 y otros marcos reguladores, a nivel nacional, que incorporan la
participación de actuales y/o potenciales usuarios interesados en el proceso de elaboración de
normas respectivas. También es de resaltar el sistema de audiencias públicas que introduce dicho
decreto, que rige en el marco de los entes reguladores para abrir cauces al debate en la toma de
decisiones sobre los proyectos sujetos a resoluciones administrativas. Si bien estos mecanismos
se limitan a la presentación de observaciones por los particulares, las que no han de resultar
vinculantes para la ulterior decisión de la Administración, no deja de ser un espacio que da voz
del ciudadano, advirtiendo, además, la importancia que cobrará la motivación de aquellas
decisiones tomadas que sean divergentes con las opiniones vertidas.
 Técnicas de participación ciudadana desde los órganos de gobierno, y asesoramiento de
los entes reguladores, los que surgen a partir del artículo 42 de la Constitución Nacional por el
cual se prevé que “la legislación establecerá procedimientos eficaces para la prevención y
solución de conflictos, y los marcos regulatorios de los servicios públicos de competencia
nacional, previendo la necesaria participación de las asociaciones de consumidores y usuarios...
en los organismos de control”.

Ideas concluyentes.
Con el despliegue de las ideas vertidas en este análisis, vemos entonces que comienza a
gestarse, desde la puja de la doctrina y la jurisprudencia, una tendencia a repensar la situación del
usuario en lo referente a su incidencia en la relación compleja que se establece a partir del
contrato de concesión del servicio público, principalmente en cuanto a su interés directo en la
ecuación económica que define el sistema tarifario de las prestaciones y, a su vez, su incidencia
en los sistemas de control y en la creación del marco regulatorio para la toma de decisiones que
hacen al contenido del servicio público.

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No podemos dejar de ponderar el hecho de que todo ello coincide plenamente con el
concepto y principios que emanan de un Estado Constitucional de Derecho, puesto que si
demarcamos al servicio público como el mecanismo que asegura el cumplimiento del fin público,
el destinatario de esta acción no es sino el ciudadano, y comprender al sistema de la prestación
del servicio público desde una óptica que centre a la comunidad como norte de todo el desarrollo
de esta actividad, constituye un mecanismo más para concretar en la realidad práctica, de forma
efectiva, los postulados que reza el moderno Estado Constitucional de Derecho en el marco de un
sistema democrático que se proyecta hacia el ciudadano y sus necesidades.
Estos precedentes y postulados doctrinarios constituyen el primer eslabón de la cadena del
proceso encaminado a la evolución del sistema de la prestación de los servicios públicos en este
orden de ideas, proceso en el cual la participación ciudadana constituye un aporte imprescindible
y del cual todos formamos partes, no solamente como potenciales destinatarios de estos servicios,
sino como ciudadanos comprometidos con el cumplimiento de los fines públicos.

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