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Personal learning environment (PLE) (...

Personal learning environment (PLE). El modelo de aula


invertida. El aula como espacio de construcción
colectiva del conocimiento. El alumno como
protagonista: la cultura maker

1. Caso de análisis
María Sol en unos días se vuelve a su pueblo a pasar las fiestas con su familia ¡hace mucho que
no los ve! Está muy contenta con lo logrado en su primer año de la universidad. Si bien durante el
primer semestre tuvo algunos problemas, en el segundo semestre pudo acomodarse y logró
aprobar todas las materias. Además, pudo rendir las dos materias que tenía pendientes del primer
cuatrimestre, por ende, comenzará el segundo año sin materias adeudadas. Ha llegado el
momento de desconectarse del estudio y de aprovechar su tiempo libre para visitar familiares y
amigos. Es importante recargar energías para enfrentar de la mejor manera el nuevo año que se
avecina, con nuevas necesidades y demandas a tener en cuenta. 

Personal learning environment (PLE)


Tal como se viene trabajando a lo largo de la materia, estamos inmersos en ambientes VUCA
muy competitivos, donde la necesidad de capacitación se ha estirado en dos sentidos: a lo largo
del día y a lo largo de la vida. Las propuestas académicas, tan necesarias e importantes, deben
ser complementadas, además, con instancias de formación adicional, personal de cada uno, de
acuerdo a lo que se necesita.

Si bien el primer año le fue bien, es importante que María Sol sea consciente de la necesidad de
empezar a gestionar un recorrido de aprendizaje que complemente lo aprendido en la
universidad, es decir un PLE (personal learning environment, o entornos personales de
aprendizaje en castellano), una estrategia, un recorrido de autoformación, una forma concreta de
entender cómo se aprende, en qué contexto, donde aprendo, qué cosas hago y con quien. Adell
Segura y Castañeda Quintero la definen como “conjunto de herramientas, fuentes de información,
conexiones y actividades que cada persona utiliza de forma asidua para aprender” (Adell Segura
y Castañeda Quintero, 2010, p. 7). 

María Sol debe tener en cuenta que la formación universitaria es un elemento muy importante en
un PLE, pero no es el único. Una PLE es un enfoque de aprendizaje, no es una aplicación ni
plataforma, sino que es una manera de entender cómo se aprende. No se limita al ámbito formal
o no formal, sino que los integra. El alumno fija sus propios objetivos y elabora una estrategia
para llevarlo a cabo. Es una manera de aprender, gracias al desarrollo del ciberespacio, al
contacto con propuestas de capacitación virtuales y con personas para desarrollar dichos
aprendizajes. La interacción y las comunidades de aprendizaje se convierte así en un elemento
clave alrededor de la temática. 

Como se puede observar, para llevar a cabo una PLE, María Sol deberá contar con herramientas
informáticas que permitan el acceso y actividad con otras personas, ya que, como dice Adell
Segura y Castañeda Quintero, cualquier PLE está conformada por los siguientes 3 tipos de
elementos: dónde acceder a la información, dónde modificar información y dónde relacionarse
con otros. 

1. Dónde acceder a la información. Hay sitios donde se puede acceder a información, por
ejemplo, blogs, wikis, repositorios y bases de datos de audios y videos (YouTube, Vimeo),
multimedia (Slideshare, National Geographic, BBC), sitios de noticias, portales de
información específica, etc.
2. Dónde modificar la información. Sitios que permiten la creación y edición de información:
wikis, GDocs, mapas mentales, edición de audio, de vídeo, creación de presentaciones,
cronogramas y en general cualquier tipo de artefacto informacional.
3. Donde relacionarse con otros. La herramienta por excelencia son las redes sociales. Se
conforma una red de personas con las que mantenemos contacto, que nos comunicamos
mediante objetos mediadores tecnológicos. También nos podemos comunicar mediante
foros o espacios donde intercambiar información y comunicarnos directamente.

Para poder desarrollar su PLE, María Sol deberá desarrollar las siguientes cuatro capacidades
digitales básicas: poseer estrategias para acceder a información válida, poseer nuevos vestidos
de razonamiento y conocimientos, transformarse de visitantes a residentes digitales, y desarrollar
la capacidad metacognitiva. 
1. Poseer estrategias para acceder a información válida. Este punto es clave para los
aprendices del siglo 21. En un mundo donde la información es abundante, cambiante y
atomizada, es necesario saber buscar información adecuada, pertinente y relevante.
2. Poseer nuevos estilos de razonamiento y de conocimiento. Además de acceder a
información, es clave contar con un proceso de razonamiento correcto, que permita
transformar esa información, muchas veces atomizada, en conocimiento coherente.
3. Transformarse de visitantes a residentes digitales. No alcanza solamente con entrar a
internet, tomar lo que se necesita y marcharse sin dejar huella ni interactuar. Al contrario, se
debe tener una postura más proactiva (propia de los residentes) que desarrollan parte de su
actividad diaria en la red, tienen una identidad, generan y mantienen una serie de
herramientas, recursos y redes idóneos.
4. Desarrollar la capacidad metacognitiva: cada uno es responsable de su PLE, lo cual
implica ser capaces de autoevaluarse y usar esos insumos para modificar (o no) su
recorrido.

El modelo de aula invertida


Los pioneros en esta nueva modalidad, también conocida como flipped classroom, son dos
maestros llamados Jon Bergmann y Aaron Sams. En el año 2013, Jon Bergmann fue nombrado
como una de las 10 personas más influyentes en la categoría de tecnologías y educación del
Premio Internacional Brock en Educación.

El modelo pedagógico de aula invertida es un modelo pionero, utilizado en la Universidad Siglo 21


que busca “dar vuelta la clase”, superar el tradicional modelo de clases puramente teóricas,
magistrales, con un docente protagonista absoluto; y estudiantes pasivos, que solamente
escucha, no interviene, reciben la información que indica el profesor y la repiten de manera
memorística. Por el contrario, en el modelo de aula invertida, el estudiante se valdrá del material
teórico previamente disponible de manera asincrónica y luego, en clase (de manera sincrónica),
usar la teoría para resolver actividades o proyectos desafiantes. 

El docente, por su parte, también debe reconfigurar su rol para ser un guía activo en este proceso
de aprendizaje. En palabras de Jonathan Bergmann “Dar la vuelta a la clase tiene que ver más
con un problema de mentalidad: la idea es redirigir la atención, quitársela al profesor y ponerla en
el alumno y su aprendizaje” (Bergmann y Sams, 2014, p. 23).
Es importante que María Sol sepa ser exitosa bajo este modelo, el cual demanda autogestión,
trabajo colaborativo, responsabilidad, aprendizaje activo y el uso de competencias digitales
propias de la cibercultura y la sociedad 3.0, por ejemplo, búsqueda, selección y uso de la
información, ética y seguridad en las redes, elaboración de contenido original y resolución de
problemas, entre otros. 

Para que el aula invertida ayude a los estudiantes en su formación académica, es clave que se
convierta en una verdadera comunidad de aprendizaje para que el alumnado resuelva una
multiplicidad de desafíos mediante el uso de los aportes teóricos de la materia. Es decir, debería
convertirse en lo que Bedoya González define como comunidad de práctica, en la cual los
alumnos puedan interactuar “virtual o personalmente para la búsqueda y la construcción de
conocimiento” (Bedoya González, 2018, p. 123). 

​Bedoya González plantea que las comunidades de prácticas tienen tres tipologías: 1) comunidad
centrada en la realización de una tarea, proyecto o producto; 2) comunidad centrada en la mejora
de una práctica concreta académica; y 3) comunidad centrada en la producción de conocimiento
válido: 

1. Comunidad centrada en la realización de una tarea, proyecto o producto:


grupos que tienen que realizar un producto final que sea resultado del trabajo en
equipo que se realice. 
2. Comunidad centrada en la mejora de una práctica concreta académica o
laboral: son grupos con un lenguaje en común que interactúan y experimentan en
un proceso de mejora continua.
3. Comunidad centrada en la producción de conocimiento válido: caracterizadas
por “tener una estrecha relación con el objeto de estudio; sus actividades y
organización están dadas en función de la producción intelectual y evolucionan en la
medida en que el conocimiento es producido y acumulado” (Bedoya González et al.,
2018, p. 124).

Con la modalidad de aula invertida se busca justamente favorecer procesos de interacción áulicos
entre el docente, los alumnos y el conocimiento mediante el trabajo en equipo y dinámicas
innovadoras, tratando de convertir el aula en una comunidad de práctica emocionalmente
positiva, y centrada en la producción de aprendizajes mutuos. 
Desde la universidad Siglo 21 se apoya la idea de transformar el aula, desdibujar sus
tradicionales límites físicos, intentar convertir el aula en una comunidad de práctica, donde se
pueda crear negociaciones de significados entre docente y alumnos, que posibiliten
construcciones mutuas de conocimiento, potenciado con la incorporación de recursos digitales.
Se espera así crear un espacio áulico que articule lo presencial y lo virtual, y favorezca procesos
constructivos significativos, que motiven a los alumnos, lleno de emociones positivas para el
aprendizaje, que permita prueba y error, sin miedos ni reproches. 

El aula como espacio de construcción colectiva del conocimiento


Tal como se ha explicado, el aula invertida es una comunidad de práctica enriquecida con el uso
de la tecnología. Se trata de un elemento clave para favorecer procesos constructivos en los
estudiantes. Es importante que María Sol aprenda estos nuevos códigos de funcionamientos y
desarrolle las estrategias necesarias para tener éxito en este entorno. En un aula invertida, los
tradicionales roles de alumno, docente y contenido de aprendizaje cambian: 

1. El docente se convierte en un verdadero guía de este proceso, responsable de “crear un


clima de confianza en el aula para que los estudiantes experimenten, indaguen, reflexionen,
asuman riesgos y responsabilidades sobre sus aprendizajes. También resulta fundamental
promover estrategias que estimulen un ambiente de cooperación y la solidaridad [que
permita a los alumnos planificar y organizar sus actividades, tanto en el transcurso del día
de clase o de la semana que transcurra el proyecto]” (Organización de Estados
Iberoamericanos, 2016, p. 2). El docente pasa de una postura de ejecutor a un rol mucho
más activo, facilitador de los procesos constructivos de los alumnos, partiendo de la
particularidad de cada uno, facilitando en ellos la posibilidad de llevar a cabo procesos de
aprendizajes. El docente aparece como un profesional reflexivo, capaz de pensar no
solamente en los procesos de enseñanza y aprendizaje, sino también capaz de modificar la
forma en que realiza estos procesos, en una constante retroalimentación entre su formación
teórica, sus creencias y la práctica.
2. El alumno cobra un rol activo, constructor de su propio proceso de aprendizajes. Se pasa de
un sujeto que repite conceptos elaborados por alguien más a uno que posee estrategias y
capacidades determinadas para seleccionar y operar el conocimiento. 
3. El conocimiento también se resignifica, pasando de algo acabado que debe ser repetido, a
un constructo mutable personal de cada alumno, que toma la información, la reestructura y
la convierte en contenido significativo e internalizado. 
Así es como el proceso de aprendizaje y enseñanza se configura como un espacio de
construcción conjunta de espacios de diálogos que posibiliten este proceso constructivo de
aprendizajes en el alumno.

En la propuesta de la Universidad Siglo 21, es clave el uso de la tecnología mediante su


plataforma de cursado, poniendo los recursos digitales al servicio de sus alumnos y facilitando
sus procesos de aprendizaje, para “generar una situación didáctica donde los alumnos puedan
poner en juego su pensamiento en situaciones desafiantes cognitivamente” (Brocca et al., 2015,
p. 247).

El alumno como protagonista: la cultura maker


Tal como hemos mencionado, en el modelo de aula invertida, el alumno adopta un rol protagónico
para tener éxito en su vida universitaria. El modelo de aula invertida se inserta dentro de la
denominada cultura maker que es “resultado de las ideas y conocimiento que han trascendido
alrededor del mundo del movimiento Maker, que surge en Estados Unidos, con la idea de que
cualquier persona pueda realizar sus propios proyectos y productos, con la ayuda de la
tecnología” (Domínguez González et al., 2022, https://bit.ly/3GO8FAa). 

Desde la perspectiva maker, el foco está puesto en la actividad del alumno. Si los alumnos llevan
a cabo aprendizajes basados en proyectos motivadores, que conecten con su realidad,
demandarán de ellos un fuerte compromiso intelectual, con lo cual podrán asociar (de manera no
arbitraria) los nuevos conocimientos con sus esquemas cognitivos previos. Así, se favorece el
aprendizaje significativo; es decir, estará en condiciones de realizar distintas actividades con ese
conocimiento, actuar flexiblemente con él y, por lo tanto, solucionar problemas reales.

Si bien a María Sol le fue bien en su primer año universitario, deberá desplegar nuevas
competencias para asegurar un desempeño exitoso en el segundo año que tiene por delante.
Para lograrlo, debe ir más allá de los aprendizajes memorísticos, de las estrategias de estudio
simples; y fomentar aprendizajes significativos y estrategias complejas de estudio, que mejoren
su capacidad de comprensión y un uso activo del conocimiento. De esta manera, será capaz de
autogestionar su aprendizaje, lo cual es clave en propuestas como la Universidad Siglo 21,
fundamentadas en la cultura maker.

Referencias
Adell Segura, J. y Castañeda Quintero, L. (2010) “Los Entornos Personales de

Aprendizaje (PLE): una nueva manera de entender el aprendizaje”. En Roig Vila, R. y


Fiorucci, M. (Eds.) Claves para la investigación en innovación y calidad educativas. La

integración de las Tecnologías de la Información y la Comunicación y la Interculturalidad

en las aulas. Marfil. Disponible en


https://digitum.um.es/digitum/bitstream/10201/17247/1/Adell%26Casta%C3%B1eda_2010.

pdf.

Bedoya González, J. R., Villa Montoya, F. L., y Betancourt, M. O. (2018). Creación de

una comunidad de práctica para la formación de docentes en la integración de las TIC a

los procesos de aprendizaje y enseñanza de lenguas extranjeras. Íkala, Revista de


Lenguaje y Cultura, 23(1), 121-139. Disponible en

http://www.scielo.org.co/pdf/ikala/v23n1/0123-3432-ikala-23-01-00121.pdf

Brocca, D., Mauri, I. y Sajoza Juric, V. (2015). Las TIC en el desarrollo de una educación

inclusiva de calidad. Signos Universitarios.

Domínguez González, M., Mocencahua Mora, D. y González Calleros, J. (2022).

Cultura Maker. El valor que tiene compartir lo que sabes hacer. Ciencia UANL.
https://cienciauanl.uanl.mx/?p=11477.

Organización de Estados Iberoamericano (2016). Acompañar al docente. Enseñanza


en aulas heterogéneas. OEI. https://portaldelasescuelas.org/wp-

content/uploads/2016/03/1_a_Ensenanza_en_aulas_heterogeneas.pdf.

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