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Facultad de Humanidades

Licenciatura
en Filosofía

Textos Clásicos de Filosofía Prof. Claudio Marenghi

Unidad 6: Epicuro y la felicidad

Epicuro
(341 - 270 a.C.)

https://laicismo.org/2015/sociedad-de-epicuro-publica-epitome/126818

6.1.- Epicuro: Vida y fundación del Jardín.

Epicuro nace en la isla de Samos a fines del año 341 a.C, hijo de padres atenienses que
alternaban su trabajo de campesinos con el de maestros de escuela. A los veinte años de edad,
ya dotado de franca vocación filosófica, tiene que trasladarse a Atenas a cumplir con el servicio
militar, encontrando la ciudad sumida en una profunda agitación política que sigue a la muerte
de Alejandro Magno. En Atenas se codea con los filósofos del momento y, seguramente, le
causan gran impresión el lugar donde Jenócrates dirige la Academia y Teofrasto el Liceo. 1

1
Casi toda la información con que contamos sobre la vida de Epicuro proviene de Diógenes Laercio y su obra ‘Vida de
filósofos ilustres’, obra que me pueden pedir vía mail, si es de su interés, a claudiomarenghi@yahoo.com.ar
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Terminado el servicio militar, se traslada a Colofón, donde se habían mudado sus padres y
donde se abocará a los estudios filosóficos. Aparentemente las primeras enseñanzas le fueron
dadas por el platónico Pánfilo y por el peripatético Praxífanes, pero las que más influyen en su
modo de pensar son las del atomista Nausífanes. Sin embargo, Epicuro quiere regresar a
Atenas, la polis filosófica por excelencia.

Primero debe hacer un rodeo: en el 311 a.C. se traslada a la isla de Lesbos para trabajar como
maestro público y, al poco tiempo, a Lámpsaco, donde forma un círculo de discípulos y amigos
que le guardará fidelidad toda la vida. Finalmente en 306 a.C. llega a Atenas y funda su propia
escuela en la casa que compra, famosa por contar con un gran jardín, en el cual se desarrollará
el epicureísmo hasta la muerte de su maestro.

En el Jardín la vida era sencilla y austera, sus discípulos cultivaban verduras que servían para el
sustento. El mismo maestro, según cuenta Apolodoro en su obra ‘Vida de Epicuro’, se vestía
con lo mínimo indispensable y se alimentaba casi exclusivamente de pan, queso y agua.
Después de treinta y cinco años de ininterrumpida enseñanza, a los 72 años de edad y víctima
de una afección en la vesícula, después de catorce días de agonía soportados con ejemplar
serenidad, llega el momento de su muerte.

Según nos cuenta Hermipo, historiador citado por Diógenes Laercio, antes de morir decidió
darse un baño de agua caliente, beber una copa de vino y exhortar a sus amigos a no olvidar
sus enseñanzas, terminado lo cual expiró.

La época que le toca vivir a Epicuro no es tranquila y estable, sino que es un período de grandes
cambios en el mundo heleno. “La pólis, la ciudad estado que garantizaba un espacio físico y
moral, que ofrecía unos esquemas de conducta en los que el individuo se sentía casi seguro, se
ha hundido definitivamente después de las aventuras de Alejandro para dejar paso a otros
tiempos, de horizontes más amplios aunque más imprevisibles. De ahora en adelante el
equilibrio personal ya no podrá ir unido a las pautas de la vida ciudadana: surge entonces un
nuevo modo de hacer filosofía, en el que la norma moral quedará separada –en distintas

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gradaciones, según las escuelas- del quehacer público y ahondará en la conciencia individual
de los hombres.” 2

En este llamado a la conciencia individual recaerá, ciertamente, el epicureísmo. Las influencias


filosóficas de Epicuro vienen dadas en un grado menor por las doctrinas de Platón y Aristóteles,
aunque en un grado mayor y decisivo por la doctrina de Demócrito, quien ofrece la base
atomista sobre la cual el filósofo del Jardín elabora su pensamiento. Aunque conviene también
señalar al socrático Aristipo de Cirene, fundador de la escuela cirenaica, quien había
establecido que el placer es el fin natural que motiva toda la conducta humana.

6.2.- Pensamiento de Epicuro: Gnoseología.

Entre las características principales del epicureísmo podemos mencionar: la lucha contra el
escepticismo, la convicción de que existe el libre albedrío, la confianza en la amistad y el
dogmatismo, porque según Epicuro sólo cabe una ‘Única Descripción Correcta’ del mundo, por
usar la expresión de Richard Rorty.

Epicuro de Samos se declara dogmático y carente de dudas en lo que se refiere a su doctrina,


enfrentado en esto a su contemporáneo Pirrón de Elis, escéptico radical que llama al silencio
ante la falta de certezas. Y es que la duda escéptica es inaceptable porque perturba el espíritu
y hace imposible la ataraxia. El sabio que aspire a ser feliz y a vivir en paz debe tener una
doctrina coherente y compacta, debiéndola propagar generosamente y enriquecer a través de
la fundación de una escuela.

Epicuro difunde su pensamiento en dos géneros literarios: la carta de contenido filosófico y la


colección de máximas. En éstas distingue tres criterios de realidad: 1) las sensaciones, 2) las
anticipaciones, 3) los sentimientos.

2
Epicuro, ‘Obras’, ‘Estudio Preliminar’ por Montserrat Jufresa, Altaya, Bs. As, 1998, p. XII y XIII
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1) El conocimiento lo explica Epicuro por la acción de los átomos de las cosas materiales
sobre los órganos de los sentidos: las sensaciones. Los datos que nos llegan a los
sentidos externos son siempre verdaderos. “Nosotros vemos la forma de los objetos
mediante emanaciones externas, porque los objetos exteriores no podrían imprimir sus
formas y colores particulares a través del aire que se interpone entre ellos y nosotros,
sino que llegan a nosotros del exterior en forma de simulacros, réplicas superficiales de
los objetos y que reproducen su forma.” 3 Pero, aunque las sensaciones nos evidencian
la existencia de los objetos, no nos garantizan la verdad de los juicios que emitimos
sobre ellos.

2) Este empirismo tiene su correlato lingüístico. Para avanzar en el razonamiento, sin tener
que detenernos en el análisis del contenido y la validez de cada sensación particular,
Epicuro considera necesario poseer criterios de verdad planteados de manera sólida.
“Estos criterios son las prolepsis (πρόληψις), que realizan una función semejante a la de
las ideas platónicas o los universales aristotélicos, es decir, que permiten el paso entre lo
particular y lo general, posibilitando así que el razonamiento avance.” 4 El lenguaje se
forma mediante un proceso que tiene tres momentos: a) las impresiones y los
sentimientos impactan en el ser humano, quien emite unos primeros sonidos de manera
casi instintiva; b) cada pueblo establece por convención sus modos de expresión
propios; c) se adquieren nuevas palabras de uso social que suelen ser incorporadas por
incentiva de algún individuo.

3) Los sentimientos de placer y de dolor son la causa de lo que uno elige y de lo que uno
rechaza, son los que explican el impulso de la conducta humana. Los sentimientos son
sensaciones, esto es, movimientos de átomos, lo cual guarda coherencia con su
materialismo de fondo. Si estos movimientos provocan en nosotros alguna
perturbación, irrumpe en nosotros un sentimiento de tristeza, en cambio, cuando este
movimiento no produce turbación, experimentamos un sentimiento de placer. Por lo
cual, y esto es muy importante, cualquier acto sensorial de los sentidos externos o de

3
Epicuro, ‘Carta a Heródoto’, 49
4
Epicuro, ‘Obras’, Altaya, Barcelona, 1998, Estudio Prelimiar, p. XXVIII
4
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los sentidos internos va acompañado siempre de un sentimiento de placer o de dolor.


“Para Epicuro la sensación y el pensamiento, de las formas más simples hasta las más
complejas, no son otra cosa que el movimiento combinado de los átomos de la mente o
anima-corpus con los átomos que entran en contacto con ella desde el exterior.” 5

No hay que olvidar nunca que la finalidad de la filosofía epicúrea es ética y que, por eso mismo,
le interesa más rechazar el error que descubrir la verdad: de la certeza de no haberse
equivocado depende, en definitiva, la ‘ataraxia’ (ἀταραξία) del sabio, por eso es tan importante
esta cuestión. Los errores, radicados en algún tipo de mala interpretación nuestra sobre los
hechos, son causa frecuente de nuestra desgracia. La verdad descansa en la percepción directa
de hechos objetivos a través de los sentidos o en contenidos eidéticos que refieren, en última
instancia, a la experiencia sensorial y a su buena ordenación racional. “Este afán de alcanzar la
verdad a través de los instrumentos naturales de los sentidos y de la razón, para poder
establecer también una ética natural, constituye una de las aportaciones más originales del
epicureísmo.” 6

6.3.- Pensamiento de Epicuro: Ontología.

Los postulados básicos parmenídeos son tomados por Epicuro para sí: la materia es
indestructible, nada sale de la nada y nada vuelve a la nada. El cambio, en el fondo, es aparente,
porque las cosas que se destruyen no devienen en la nada, sino que se disgregan en sus
componentes elementales e indestructibles, a partir de los cuales se forman nuevos
compuestos. No hay ni creación ni aniquilación, sólo generación y corrupción a partir de
materia preexistente.

5
Op. cit, p. XXXI
6
Op. cit, p. XXXIV
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El universo epicúreo está formado por dos realidades sustanciales que existen ‘per se’ y ‘a se’:
los cuerpos y el vacío. “El universo está compuesto de cuerpos y de vacío.” 7 Las demás cosas
existentes son siempre accidentes de los cuerpos o del vacío. Y la cantidad de materia y de
vacío son siempre infinitos, porque el universo mismo es infinito: “Insisto: el universo es
infinito. Y aún más: el todo es infinito tanto por el número de cuerpos como por la extensión del
vacío.” 8

Los cuerpos pueden ser simples o compuestos. Los simples son indivisibles e inmutables,
aunque están compuestos de partes mínimas que no pueden separarse. Los compuestos están
formados por átomos, que si están muy entrelazados conforman un sólido y si no lo están
conforman un fluido, como podría ser un líquido, un gas y hasta el alma. El vacío es una
sustancia no perceptible por los sentidos, entendida por nuestro filósofo como espacio infinito.
Cualquier espacio vacío puede ser potencialmente ocupado por un cuerpo, postulado
necesario para que el movimiento sea factible. “Si no existiera eso que nosotros llamamos vacío
y espacio, los cuerpos no tendrían ni donde existir ni por donde moverse.” 9

A las partes mínimas que componen el universo Epicuro las denomina ‘átomos’ (ἄτομον). Estos
son unidades indestructibles, inmutables y eternas. Todos ellos tienen tres características:
forma, peso y tamaño, siendo infinitos en cantidad y finitos en cualidad. También son finitos
en número los ‘mínima’ que componen los átomos, algo así como lo que hoy llamamos
‘partículas subatómicas’, aunque todos ellos tienen la misma forma y el mismo tamaño. De los
compuestos atómicos surgen diferentes realidades como la piedra, el árbol, el perro, el
hombre, los dioses y las estrellas.

Los átomos están dotados de un movimiento continuo y de una velocidad uniforme: “Los
átomos tienen un movimiento continuo siempre.” 10 Como ley general sostiene que ni el peso
ni el tamaño alteran la velocidad de los átomos, en tanto que cuando chocan no pierden
velocidad, sino sólo cambian de dirección. Este movimiento se produce de tres modos

7
Epicuro, ‘Carta a Heródoto’, 39
8
Epicuro, ‘Carta a Heródoto’, 41
9
Epicuro, ‘Carta a Heródoto’, 40
10
Epicuro, ‘Carta a Heródoto’, 43
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distintos: “de forma perpendicular, por declinación espontánea de la línea recta, por repulsión
o rebote hacia atrás como consecuencia de una colisión.” 11

Nuestro mundo forma parte de un universo sin límites en el espacio y en el tiempo. La cantidad
de mundos es infinita, algunos son similares al nuestro y otros muy distintos. Estos mundos se
originan en los espacios vacíos que se encuentran entre los mundos, cuando se reúne una
cantidad de átomos suficiente que poseen las formas y las posiciones necesarias para su
nacimiento. “Los mundos y todos los compuestos limitados semejantes a las cosas que vemos
han nacido del infinito por separación de agregados más grandes o más pequeños, y unos con
mayor rapidez, otros más lentamente, todos acaban por destruirse de nuevo.” 12

Estos mundos no son seres animados y algún día terminarán por disgregarse, tal como ocurre
con todos los compuestos. Los cuerpos celestes no son dioses, ni han sido creados por los
dioses, ni son regidos en sus movimientos por los dioses. “En cuanto a los cuerpos celestes, sus
movimientos, revoluciones, eclipses, salidas, puestas y otros fenómenos semejantes, no
debemos creer que se hayan originado por obra de algún ser que cuide de ellos, que los regule
y los mida.” 13

En el libro V del poema ‘De rerum natura’ de Lucrecio se describe el origen de nuestro mundo
con elementos de Demócrito y Epicuro: “Una vez que se consolidó la masa de átomos destinada
a convertirse en nuestro mundo, empezaron a tomar forma las características físicas de la
tierra. Después de las rocas, de las montañas y del mar, aparecieron árboles y plantas. Más
tarde llegaron los animales, que en su forma primitiva surgieron de la tierra por generación
espontánea, y los hombres que se presentaron también de modo similar. Antes de que naciera
el hombre existían criaturas de variadas y fabulosas formas, de las cuales sólo sobrevivieron
aquellas que por azar poseían los medios adecuados.” 14

11
Op. cit, p. XLIV
12
Epicuro, ‘Carta a Heródoto’, 73
13
Epicuro, ‘Carta a Heródoto’, 76
14
Op. cit, p. LIII
7
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6.4.- Pensamiento de Epicuro: Antropología.

Siguiendo la tradición filosófica helénica, Epicuro concibe al hombre como un ser compuesto
de cuerpo y alma. Aunque como buen materialista, define al alma como una sustancia corpórea
formada por finísimas partículas y extendida por el organismo. Por lo tanto, “el alma es un
cuerpo sutil y disperso por el organismo entero, similar al aire que contiene una cierta mezcla
de calor.” 15 Igual que sucede con todos los otros cuerpos, está destinada a desintegrarse en
sus átomos constitutivos.

El alma consta de dos partes: el ‘anima’ que colma todo el cuerpo y se encarga de transmitirle
la capacidad de movimiento; el ‘animus’ que reside en el pecho y que experimenta la alegría,
el dolor y demás actividad psíquica. El alma sólo posee la capacidad de sentir mientras habita
un cuerpo. Fuera de él, se diluye en el ambiente, por lo cual no hay ni puede haber vida después
de la muerte. “Si se destruye el cuerpo entero, el alma se dispersa y ya no conserva las mismas
capacidades, ni se mueve, y por esta razón ya no es capaz de experimentar sensación alguna.”
16

Podría pensarse que esta postura lleva a un determinismo total, dado que estamos ante una
doctrina materialista y mecanicista. Sin embargo, a pesar de ser en el fondo una contradicción
doctrinal, Epicuro es un vehemente defensor del libre albedrío. En ‘Sobre la naturaleza’
discurre sobre la capacidad que tenemos de moldear nuestra existencia. “Cuando nacemos,
dice Epicuro, tenemos una amplia gama de potencialidades alternativas (que llama semillas –
spérmata-) para desarrollar nuestro carácter; por tanto, el modo en que éste efectivamente se
desarrolla depende de nosotros, ya que inicialmente no estaba formado. Nosotros tenemos la
capacidad, a partir de las creencias que nos informan, de controlar las impresiones que nuestro
entorno deja en nosotros, y somos nosotros y no nuestro entorno quien ejerce el control.” 17

15
Epicuro, ‘Carta a Heródoto’, 63
16
Epicuro, ‘Carta a Heródoto’, 65
17
Op. cit, p. XLVII
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Como en Kant, el deber ser reclama como supuesta nuestra libertad y nuestra responsabilidad.
Cada vez que le reprochamos a alguien su comportamiento, damos por sentado que él mismo
es el responsable de sus actos y no su constitución congénita ni el ambiente que le rodea. Es la
conciencia interior el centro de gravedad de la vida humana, la cual siempre es capaz de vencer
las determinaciones biológicas y las circunstancias de presión externas. En otras palabras, el
contexto biológico y sociocultural ‘condiciona’ nuestra conducta pero en ningún caso la
‘determina’.

En su ‘Carta a Heródoto’ Epicuro se refiere al origen del lenguaje, suponiendo que el hombre
primitivo sólo era capaz de reaccionar ante acontecimientos concretos, pero que luego,
sirviéndose de la observación y la razón, encontró la manera de anticiparse a los fenómenos
naturales. Epicuro no contrapone phýsis (φύσις) y nómos (νόμος), es decir, naturaleza y ley
convencional, ya que considera a la ley convencional como el resultado de un proceso natural
que empezaría a desarrollarse en un momento determinado de la historia de la humanidad. El
nómos (νόμος) sería de alguna manera phýsis (φύσις). La filosofía epicúrea, como vemos,
admite un progreso biológico consumado al azar que nos recuerda las teorías contemporáneas
de Jacques Monod. 18

“El origen del lenguaje no se estableció por convención, sino que la propia naturaleza del
hombre, que en cada pueblo experimenta sentimientos y recibe impresiones particulares,
exhalaba el aire de forma personal bajo el impulso de cada uno de aquellos sentimientos o
impresiones, y también según las diferencias producidas por la diversidad de los lugares
habitados por los pueblos. Más adelante y de acuerdo común, cada pueblo estableció sus
expresiones particulares para poder comprenderse mutuamente con mayor claridad y
concisión. Y cuando un experto introducía una noción desconocida, le atribuía un nombre
determinado por la pronunciación que el instinto natural le indicaba, o bien elegido por una
razón que escogía el motivo más poderoso para adoptar aquella denominación.” 19

18
Jacques Monod, ‘El azar y la necesidad. Ensayo sobre la filosofía natural de la biología moderna.’ traducción española,
Barcelona, 1971
19
Epicuro, ‘Carta a Heródoto’, 76
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6.5.- Pensamiento de Epicuro: Ética.

Hay que tener en cuenta que los conocimientos que vimos hasta el momento sólo cobran
sentido en la doctrina epicúrea si son puestos bajo la lupa de la ética, porque el conocimiento
de los fenómenos naturales condiciona el estado moral del hombre y sirve para que éste pueda
mitigar el dolor. Como en Spinoza y en Hobbes, el pensamiento teórico está al servicio del
pensamiento práctico. “La tranquilidad y la confianza del alma es siempre el fin de cualquiera
de nuestras investigaciones.” 20

Epicuro busca una solución para que el hombre sea feliz. Ve a su alrededor gente ansiosa, gente
que se desespera por el poder y por las riquezas, gente que es esclava de los placeres como la
bebida, la comida y el sexo, gente que teme por la furia de los dioses ante su propia conducta,
gente que vive con miedo a la muerte. Es natural para Epicuro que los hombres busquen el
placer (‘δονή) y eviten el dolor (πόνος), lo cual también se observa en los animales. “El placer
es el principio y el fin de una vida feliz, porque lo hemos reconocido como un bien primero y
congénito, a partir del cual iniciamos cualquier elección o aversión y a él nos referimos al juzgar
los bienes según la norma del placer y del dolor.” 21 De todos modos, los hombres en general
no son felices porque viven confundidos y atormentados por ideas vanas.

“Hay que creer lo siguiente: en primer lugar, que la mayor turbación se produce en el alma de
los hombres al considerar que unas mismas naturalezas pueden gozar de beatitud y de
inmortalidad, y experimentar al mismo tiempo deseos, acciones y motivaciones contrarias a
estos atributos; en segundo lugar, cuando se espera algún mal eterno por las creencias en las
leyendas de la mitología, y también por miedo de aquella falta de sensibilidad que nos provoca
la muerte, como si esto fuera un mal; y, por último, porque todos estos sufrimientos no se basan
en nuestras propias convicciones, sino en un estado de espíritu irracional, de modo que los

20
Epicuro, ‘Carta a Pítocles’, 86
21
Epicuro, ‘Carta a Meneceo’, 129
10
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hombres, sin saber cuáles son los límites de estos terribles males, están sujetos a turbaciones
iguales o mayores que si compartieran las creencias más vulgares.” 22

La solución que nos trae Epicuro para esto es el ‘tetraphármakon’ (τετραφάρμακον), remedio
que cura cuatro males capitales: 1) el temor a la muerte, 2) el temor a los dioses, 3) el temor al
dolor, 4) las ideas falsas sobre el bien. Poniendo en práctica estos puntos es posible adquirir la
tan preciada ‘ataraxia’ (ἀταραξία), especie de calma o paz de espíritu que nos hace sentir
felices. “La tranquilidad del espíritu nace del liberarse de todos estos temores.” 23

1) En ‘Carta a Meneceo’ trata de desmitificar la visión amenazadora de la muerte. La


serenidad respecto a la muerte no nos vendrá, según Epicuro, por un postulado de la
inmortalidad del alma o una doctrina escatológica, sino por una filosofía que devele su
verdadero significado. La muerte desaparece como problema y se convierte en un hecho
psicológico: cuando llega la muerte nosotros ya no existimos y no hay posibilidad de
sentirla. “El peor de los males, la muerte, no significa nada para nosotros, porque
mientras vivimos no existe, y cuando está presente nosotros no existimos. Así, pues, la
muerte no es real ni para los vivos ni para los muertos, ya que está lejos de los primeros
y, cuando se acerca a los segundos, éstos han desaparecido ya.” 24 Aunque, en rigor de
verdad, cada momento de vida es también un momento de muerte y, aquél tan temido,
es solamente el último de todos.

2) Es necesario además vencer la idea de la sujeción humana a la voluntad de los dioses.


Esto lo desmitifica la física, que nos explica las causas naturales de los fenómenos del
universo, sin necesidad de recurrir a una instancia sobrenatural. Sin embargo, Epicuro
no es ateo. Los dioses existen y todos los hombres tenemos en nuestra mente una
noción de divinidad que lo confirma. Lo único que se debe hacer es depurar la falsa
imagen que se han hecho los hombres de los dioses. Es absurdo imaginar que los dioses
gobiernen el mundo o intervengan en nuestros asuntos. Todo lo contrario, ellos son
absolutamente felices y viven en un mundo al margen de las vicisitudes humanas. Son

22
Epicuro, ‘Carta a Heródoto’, 81
23
Epicuro, ‘Carta a Heródoto’, 82
24
Epicuro, ‘Carta a Meneceo’, 125
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inmortales, imperturbables y absolutamente felices. Están dotados de un cuerpo mayor,


más sutil y más bello que el nuestro, renovado por una corriente constante de átomos
que impide su degradación. Habitan en los espacios vacíos que hay entre los mundos.
“Son presunciones vanas las opiniones de la gente al referirse a los dioses como los
causantes de los mayores males y los mayores bienes de los hombres, porque éstos,
entregados continuamente a sus propias virtudes, acogen a sus semejantes, pero
consideran extraño a todo lo que les es diferente.” 25

3) Dominar el dolor es otro de los componentes de la fórmula. Mediante un acto de


voluntad libre, el hombre es capaz de abstraerse de los mayores tormentos presentes,
evocando el placer pasado o el que está por venir. Epicuro reconoce, no obstante, que
estos no es una tarea sencilla y que dominar esta cuestión lleva muchos años de
esfuerzo y experiencia.

4) Queda la última cuestión: ¿en qué consiste el bien? Acá no hay que dar muchas vueltas
ni caer en delirios místicos. La respuesta de Epicuro es contundente: el bien consiste en
conseguir placer y evitar el dolor. Su respuesta descansa en la experiencia inmediata, la
compartimos con el resto de las especies animales y, por supuesto, no persigue fines
trascendentes.

Tenemos que tener en cuenta que, además de los placeres del cuerpo y de la mente, Epicuro
distingue los ‘placeres estáticos’ (en reposo) de los ‘placeres cinéticos’ (en movimiento). El
primero de ellos no implica una falta total de movimiento, sino que más bien mienta el
equilibrio de los átomos en un balanceo armonioso y ordenado. Con los términos ‘ataraxía’
(ἀταραξία) y ‘aponía’ (ἀπονία) Epicuro hace referencia a los placeres de la mente y el cuerpo en
reposo respectivamente, en tanto que con los términos ´chará’ (χαρά) y ‘euphrosyné’
(ὐφροσύνη) se designan los placeres de la mente y el cuerpo en movimiento respectivamente.

25
Epicuro, ‘Carta a Meneceo’, 124
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“Cuando un hombre puede considerarse libre de las penas del cuerpo, si mantiene entonces una
posición correcta respecto a sus deseos, esperanzas y temores, se encuentra en un estado
óptimo para alcanzar el más elevado placer espiritual, es decir, la ataraxia.” 26 La ataraxia debe
entenderse, entonces, como serenidad o paz de espíritu. El placer más elevado reside en la
completa ausencia de pena y ansiedad. Gozar sin límite ni discriminación nada tiene que ver
con el mensaje espiritual de la ética epicúrea. En ‘Carta a Meneceo’ nos aconseja no elegir
todos los placeres, porque muchos traen severas consecuencias y hasta devienen en vicios
difíciles de desarraigar.

No todos los placeres dan lo mismo, hay diferentes categorías. Los placeres del primer tipo son
naturales y necesarios: tienen que ver con saciar el hambre, la sed y el frío. Entre los placeres
del segundo tipo que son naturales pero no necesarios se encuentra el placer sexual. Los otros
placeres, que no son naturales ni necesarios para la vida, como los que nos proporcionan los
honores, la fama, la belleza y las riquezas, acaban acarreando tan sólo turbación.

El sabio debe rehusar estos placeres, ya que amenazan su ataraxia: “si los conocemos bien,
sabremos relacionar cada elección o cada negativa con la salud del cuerpo o la tranquilidad del
alma, ya que éste es el objetivo de una vida feliz y con vistas a él realizamos todos nuestros
actos, para no sufrir ni sentir turbación.” 27El verdadero epicúreo, mientras disponga de un
plato de comida, de un vaso de agua y de una manta para protegerse del frío, puede rivalizar
con el mayor de los dioses en relación a la felicidad.

La felicidad reside en la ausencia completa de dolor tanto del cuerpo como de la mente. Esto
es solamente disfrutable de modo absoluto por los dioses, en tanto que los hombres sólo
pueden aspirar a acercarse lo mayor posible a ese ideal. Esta teoría epicúrea del placer lleva a
un ámbito intimista o, al menos, a eludir involucrarse en las cuestiones públicas. Recordemos
que Epicuro vivió en una época de cambios muy intensa, en la que los generales de Alejandro
se disputaban los restos de su imperio, en la cual inmiscuirse en asuntos públicos implicaba

26
Op. cit, p. LXI
27
Epicuro, ‘Carta a Meneceo’, 128
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asumir riesgos inmensos. “Es necesario liberarse a uno mismo de las cadenas de las
ocupaciones cotidianas y de los asuntos políticos.” 28

Para nuestro filósofo, el hombre no es social por naturaleza, a todas luces. Pero ello no lo lleva
a recomendar una vida aislada y de comportamientos antisociales, como la de los anacoretas
o la de los cínicos, sino que exhorta a trabar lazos de auténtica amistad y meditar los temas
profundos en compañía de un ‘alter ego’. “De cuantos bienes proporciona la sabiduría para la
felicidad de toda una vida, el más importante es la amistad.” 29

En efecto, la amistad posee un gran valor dentro del mensaje espiritual que Epicuro legó a la
posteridad. “El intercambio de pensamientos y el contacto de los afectos proporcionan al alma
una paz tal que la philía (φιλíα) deja de ser un instrumento para contribuir a la felicidad y se
convierte en eudaimonía (εὐδαιμονία) en sí misma.” 30 Esto le exhorta Epicuro a Meneceo hacia
el final de su epístola: “Estos consejos medítalos día y noche en tu interior y en compañía de
alguien que sea como tú, y así nunca, ni estando despierto ni en sueños, sentirás turbación, sino
que, por el contrario, vivirás como un dios entre los hombres.” 31

Convencido de esto, Epicuro convirtió a su escuela filosófica en un verdadero círculo de amigos,


en el que también fueron admitidos mujeres y esclavos, actitud de gran apertura mental para
los esquemas y los prejuicios de la época. En la escuela predominaban la solidaridad entre los
miembros, la devoción de los discípulos hacia el maestro y hasta muestra de mucha ternura de
éste hacia aquellos.

6.7.- Pensamiento de Epicuro: Influencia.

La filosofía epicúrea tuvo mayor éxito en Roma y ejerció gran influjo en poetas como Catulo,
Virgilio y Horacio. Pero la figura descollante es Lucrecio, gran poeta romano, que expuso el
pensamiento de su maestro en ‘De natura rerum’. La emperatriz Plotina, esposa de Trajano,

28
Epicuro, ‘Exhortaciones’, 58
29
Epicuro, ‘Máximas capitales’, XXVII
30
Op. cit, p. LXVI
31
Epicuro, ‘Carta a Meneceo’, 135
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hacia el siglo II hizo que se reorganizara la escuela y que se la contraponga a las diferentes
tendencias místicas. Sin embargo, en tiempos en que el cristianismo alcanza el poder, el
epicureísmo decae y hasta llega a ser mal visto.

La doctrina epicúrea que aquí hemos tratado de sintetizar nos ha llegado a través de unos
pocos documentos. Se habla de trescientos volúmenes originarios de la pluma de Epicuro, si
realmente fue así nos han llegado sólo migajas. Se sabe que él mismo ha querido facilitar la
comprensión de su doctrina por medio de resúmenes y de sentencias concisas. Un conjunto de
cuarenta sentencias nos ha llegado a través de Diógenes Laercio y hace poco se ha descubierto
otro brevario en un códice vaticano. No obstante otras fuentes que nos sirven para recomponer
el pensamiento de Epicuro son Filodemo, Plutarco, Sexto Empírico, Lucrecio, Cicerón y Séneca.

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