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SIMULACIÓN

El vicio se presenta en los actos jurídicos. En este caso no se encuentra afectada la voluntad de
las partes del acto jurídico, lo que se afecta es la buena fe.

Estructura del acto simulado


Los requisitos del acto simulado son tres:
1) Es un acto jurídico: su fin inmediato es provocar un engaño. El acto simulado se
caracteriza por constituir una disconformidad entre la voluntad interna y la declarada.
2) Debe existir un acuerdo simulatorio entre todos los intervinientes del negocio: este
requisito es el que distingue la simulación de otros actos tiene en apariencia los
elementos de la simulación pero que constituyen otras figuras como por ejemplo: el
contrato de prestanombre o convención de testaferro. Precisamente, el acuerdo
simulatorio importa que una parte emite una declaración de voluntad hacia otra persona
que participa en el acto y ambas convienen en generar una apariencia con la finalidad
de engañar a terceros.
3) El fin inmediato de engañar a terceros: el engaño es el elemento esencial de la
simulación. Esto no quiere decir, sin embargo, que de toda simulación se siga perjuicio
a derechos de terceros o que se utilice como recurso para violar la ley.

Clases de Simulación
El Código divide la simulación en absoluta y relativa y desde otro punto de vista en lícita e
ilícita.

SIMULACIÓN ABSOLUTA Y RELATIVA.


En la simulación absoluta las partes no tienen intención de celebrar ningún acto jurídico sino
solamente de generar una apariencia cuya finalidad es engañar a terceros. Detrás de la
apariencia no hay ningún contenido.
En la simulación relativa existe un acto jurídico aparente que esconde otro distinto.
En tal supuesto concurren dos actos, uno irreal o ficticio que es el acto ostensible o simulado y
el otro es el acto serio o disimulado, que es el verdadero acto que las partes han tenido en miras
celebrar.
De acuerdo con la descripción que realiza el art. 333, la simulación relativa puede recaer sobre
la naturaleza del acto (por ejemplo: una compraventa que encubre una donación para eludir los
efectos de ésta) o sobre su contenido y objeto, cuando contiene cláusulas que no son sinceras o
fechas que no son verdaderas, o modalidades inexistentes, o sobre las personas que intervienen
en el acto.
También puede haber simulación por interposición ficticia de personas. En este supuesto
concurren por lo menos tres personas y todas ellas participan en el acuerdo simulatorio.
Por ejemplo: el vendedor vende simuladamente un bien a un testaferro quien, a su vez, se lo
transmite al verdadero destinatario del negocio. Todos los intervinientes saben que forman
parte de un engranaje necesario para fijar el bien en cabeza de otro sujeto distinto del que
aparece adquiriendo o transmitiendo el bien.
Esta figura debe ser distinguida de la convención de testaferro. En este supuesto no todos
saben ni participan de la maniobra. El que adquiere un derecho no es, en definitiva, el
verdadero destinatario, sino que interviene en interés ajeno. Vale decir, hay un sujeto que
adquiere derechos a nombre propio pero en realidad son para otro que es que le ha dado
instrucciones.

SIMULACIÓN LÍCITA E ILÍCITA


Esta clasificación atiende al móvil que tuvieron las partes al celebrarla. En sí misma la
simulación es incolora o neutra pues su inclusión en la categoría de lícita o ilícita dependerá de
la intención que tuvieron quienes la celebraron.
De aquí se sigue, que es lícita cuando el motivo determinante se vincula a un interés justificado
y aceptable que no persigue violar la ley ni causar daño a terceros. Por ejemplo, es el caso de
quien para engañar a un tercero que le pide dinero o a un pariente pedigüeño oculta la realidad.
En cambio, la simulación será ilícita cuando perjudica derechos de terceros o cuando se hace
para violar la ley.

La acción de simulación
Si una de las partes desconoce que existió un acuerdo simulado y la otra quiere volver las
cosas a su estado real, puede intentar la acción de simulación.
También pueden hacerlo los terceros perjudicados cuando advierten la maniobra de engaño.

Acción deducida entre las partes


Cuando la simulación es lícita, cada una de las partes tiene siempre abierta la posibilidad de
obtener la declaración de nulidad del acto simulado.
Este principio se deduce de la propia naturaleza del acto simulado. Pues si las partes se han
concertado para constituir un acto puramente aparente, no se les puede negar el derecho de
hacer establecer el verdadero estado de cosas, que en rigor no ha sido alterado en su sustancia
sino sólo aparentemente. Por otra parte, si la ley conceptúa un recurso admisible de la vida
jurídica la simulación inocente de actos jurídicos, no podía menos que facilitar el
restablecimiento de la verdad, cuando ello interesase a las partes.
En cambio, cuando la simulación es ilícita, la acción entre partes solo es admitida en el
supuesto de que ninguna de ellas saque ventaja de la declaración.
De modo que, la acción de simulación entre partes, en principio está supeditada a que se trate
de una simulación lícita.
Si se permitiera a las partes que simularon y ocultaron bienes para sustraerlos de la acción de
los acreedores que puedan aprovechar de las consecuencias de su obrar ilícito y decidan
libremente volver las cosas al estado real, la ley no sólo estaría tolerando sino protegiendo la
mala fe.
Sin embargo, en el caso de tratarse de una simulación ilícita, las partes tendrán acción, una
contra otra, en la medida en que no saquen ventaja de un obrar contrario a derecho.
En la simulación que inicie una de las partes contra la otra, el CCyCN mantiene idéntica
solución que el Código derogado y exige como prueba principal la presentación del
contradocumento (art. 335, párrafo 2°).

Integración de la Litis. Situación de los herederos


La acción de simulación debe integrarse con todos aquellos que fueron parte de la maniobra
para que la sentencia les resulte oponible y para que puedan ejercer su derecho de defensa.
Cuando alguna de las partes, o ambas, mueren, la acción puede ser ejercida o continuada por
sus herederos. En éste último caso, los efectos del acto simulado se extienden a los sucesores
universales que heredan la condición de partes.
En cambio, cuando la simulación los perjudica (simulación ilícita), los herederos destinatarios
del engaño (por ejemplo puede darse el caso de que se simule sustraer bienes del acervo
hereditario para perjudicar la legítima de los herederos forzosos o que se encubra una donación
bajo la apariencia de venta para evitar que el coheredero beneficiado con el acto se vea
obligado a colacionar el valor de algún bien en la sucesión), la ley admite que promuevan la
acción como si fueran terceros, excepción que tiene fundamento en que el acto estaba
precisamente destinado a burlar sus derechos.
Prueba de la simulación entre partes. El contradocumento y su valor probatorio
El contradocumento es un escrito, generalmente secreto, destinado a comprobar o reconocer
que un acto es total o parcialmente simulado.
En el contradocumento se pone de manifiesto cuál es el acto que verdaderamente han querido
celebrar o bien que, en verdad, no han tenido intención de llevar a cabo ningún acto sino
solamente generar una apariencia para engañar a terceros.
Es la prueba principal del carácter ficticio del negocio simulado.
Generalmente las partes otorgan el contradocumento contemporáneamente con el acto que
simulan ante la eventualidad de que una de ellas o sus herederos desconozcan la realidad o
bien la eficacia del acto simulado, pero no existen inconvenientes en que sea otorgado antes o
después. Sólo es imprescindible que contenga una explicación sobre cuál es el verdadero
carácter del negocio. Esta exigencia importa que entre el acto simulado y el contradocumento
debe existir conexión intelectual.
Sin embargo, la falta de presentación del contradocumento no es causal de rechazo de la acción
entre las partes. Es posible prescindir de su presentación cuando la parte justifica las razones
por las cuales no existe o no puede ser presentado el contradocumento y median circunstancias
que hacen inequívoca la existencia de simulación.
En caso de duda o si la prueba no es categórica o contundente, no procederá declarar la nulidad
del acto simulado.
Si no existe contradocumento pero se justifica su falta de presentación con argumentos que el
juez considere atendibles, la simulación puede probarse por cualquier medio, testigos,
presunciones, peritajes o cualquier otro documento.

Acción de simulación ejercida por terceros


Cuando la acción de simulación es promovida por terceros, estos tienen que probar que el acto
aparente es simulado.
Para ello pueden valerse de todos los medios de prueba (art. 336) ya que estos no tienen
manera de saber si hay o no contradocumento o encontrar pruebas directas de lo que las partes
ocultan porque éstas tratan generalmente de esconder bien las cosas, de manera que la forma
más común de probar la simulación es a través de la prueba de presunciones. Cuando éstas son
graves, precisas y concordantes, son idóneas para probar la existencia de simulación.
Se han establecido una serie de supuestos que constituyen presunciones que, aunque
aisladamente consideradas no son suficientes para probar la simulación, sí lo serán cuando
varias de ellas se reúnan o se verifiquen en un caso concreto.
Así, puede presumirse que existe simulación:

1o) Cuando el negocio no fue ejecutado, esto es, cuando no hubo tradición de la posesión de la
cosa que continúa en manos del ficto enajenante.

2o) El parentesco próximo, o amistad íntima, existente entre las partes del acto simulado.

3o) La carencia de capacidad económica del adquirente o se ignora el origen de los fondos.

4o) Si el enajenante se desprende de todos los bienes o de los que hacen a su forma de vida o
son necesarios para su trabajo.

5o) La naturaleza e importancia de los bienes enajenados. Desde este punto de vista ha
resultado sospechosa la venta de bienes que por constituir la fuente de recursos del vendedor
éste podía estar interesado en conservar.

6o) Las circunstancias y peculiaridades del acto, como ocurre en la venta apresurada, ante la
inminencia de un juicio, puede llevar a presumir que se ha pretendido ocultar bienes.

La sentencia. Efectos
La declaración judicial de la simulación está encaminada a demostrar la nulidad del acto
jurídico aparente para que la realidad oculta salga a la luz y produzca todos sus efectos
propios.
Por efecto de la nulidad, cuando el acto aparente no esconde ningún otro acto, sino que la
simulación nada tiene de real (simulación absoluta) el bien vuelve al patrimonio del aparente
enajenante y beneficia a todos los acreedores. Si se prueba que existe un acto oculto,
disimulado, la nulidad provoca que éste comience a producir sus efectos propios. También en
ese caso resultarán beneficiados los acreedores.
Como en cualquier caso de nulidad, las cosas vuelven a su estado anterior. Esa decisión no
solamente alcanza a las partes sino también, en principio, a los terceros subadquirentes del bien
que están obligados a la restitución de la cosa.
Por efecto de lo dispuesto por el art. 392, último párrafo, puede suceder que si lo que se
transmitió ficticiamente es un inmueble o un bien mueble registrable, éste haya sido enajenado
a su vez a un subadquirente de buena fe y a título oneroso, quien podrá resisitir con éxito la
restitución de la cosa. Cubiertos esos recaudos, la sentencia que admite la acción de simulación
y declara la nulidad no les resulta oponible (art. 337).
La protección de la apariencia cesa cuando el adquirente ha sido cómplice en la simulación. En
este caso, la complicidad a que alude la ley se vincula con el conocimiento que tuvo o pudo
tener el tercero de que recibía una cosa o un bien que tenía como antecedente un acto
simulado.
Entonces, la protección de los sucesores a título singular del adquirente, se da siempre que
sean de buena fe y a título oneroso, pero si la transmisión se realizó a título gratuito o se
prueba que el subadquierente fue cómplice en la simulación porque conocía el carácter
simulado del acto, está obligado a restituir la cosa.

Efectos de la sentencia de simulación con relación a terceros


El art. 337 regula los Efectos de la sentencia de Simulación con relación a terceros, ya sean
subadquirentes o acreedores del ficto enajenante o del ficto adquirente.
Se protege la buena fe y la apariencia sobre cuya base obró el tercero que adquirió derechos
sobre la cosa o bien, por supuesto siempre que sea de buena fe y a título oneroso.
El artículo contempla dos supuestos: por un lado, cuando el bien que fue objeto de la
simulación es ejecutado a pedido de los acreedores del adquirente, y, por otro, cuando el
ficticio titular lo transmite a un tercero.

Efectos de la sentencia que declara la simulación en caso de ejecución de los bienes


La sentencia que declara que un acto es simulado vuelve las cosas al estado anterior a su
celebración. Pero mientras no se promueva la acción, o no se dicte sentencia en el juicio de
simulación, puede suceder que el aparente titular sea ejecutado de buena fe por sus acreedores
y se pierdan los bienes comprendidos en el acto ficticio. En tal caso, la sentencia que declara
que existió simulación no puede afectar los derechos del ejecutante, y menos aún de quien
resultó adquirente en subasta. Esta situación plantea un conflicto entre el actor —y
eventualmente sus sucesores y sus acreedores— con el acreedor ejecutante y con el adquirente.
En principio, todo acreedor debe tener seguridad de que los bienes que ostensiblemente figuran
en el patrimonio de su deudor le pertenecen y no puede quedar expuesto a que, una vez
declarada la simulación, aparezca un tercero reclamando ser titular de dichos bienes. (268) La
aplicación de este postulado no distingue entre los acreedores cuyo título es de fecha anterior o
posterior al acto simulado.
Conflicto entre el acreedor quirografario del enajenante y los sucesores a título singular
del adquirente
El CCyC establece una intensa protección a favor del subadquirente, sin importar la fecha del
título del acreedor impugnante. La buena fe del subadquirente es el único fundamento para
enervar los efectos de la sentencia que declara la nulidad del acto. Si el tercero es de buena fe y
a título oneroso, los acreedores del ficticio enajenante carecerán de acción contra él. En
cambio, si su adquisición es a título gratuito, o si fue cómplice en la simulación, los acreedores
del enajenante podrán solicitar la ampliación de los efectos de la sentencia contra el
subadquirente.
La protección de la apariencia cesa cuando el adquirente ha sido cómplice en la simulación.
En este caso, la complicidad a que alude la ley se vincula con el conocimiento que tuvo o pudo
tener el tercero de que recibía una cosa o un bien que tenía como antecedente un acto
simulado.
El principio general es, entonces, la protección de los sucesores a título singular del adquirente
—sucesores singulares— siempre que sean de buena fe y a título oneroso como una normal
exigencia del tráfico y de la seguridad jurídica.

Responsabilidad del contratante de mala fe y del subadquirente


Puede ocurrir que el subadquirente de mala fe hubiera transmitido, a su vez, a otra persona que
es de buena fe y a título oneroso, los derechos o bienes recibidos. En este caso, la parte que
intenta la simulación contra la otra, o el acreedor perjudicado, en su caso, no podrán obtener el
reingreso del bien al patrimonio del ficticio adquirente por impedírselo la buena fe del
poseedor actual que opera como barrera que paraliza los efectos de la nulidad. En este caso,
tanto el primer transmitente —ficticio— como su acreedor podrán obtener el resarcimiento de
los daños de quien contrató de mala fe con el deudor. Ambos—deudor y adquirente de mala
fe— responderán solidariamente por los daños causados con motivo de haber provocado la
imposibilidad de hacer efectiva la sentencia contra el tercero de buena fe y a título oneroso.
Si, en cambio, un subadquirente de buena fe pero a título gratuito, transmitió de manera
onerosa los derechos a otro adquirente de buena fe, solamente responderá en la medida de su
enriquecimiento.

Simulación y responsabilidad
Si la sentencia no puede ser opuesta contra el propietario actual por ser de buena fe y a título
oneroso, o si la cosa se perdió, tanto el deudor como todos aquellos que fueron subadquirentes
de mala fe responden solidariamente por los daños y perjuicios que le hubieran causado al
acreedor que vio frustrado su derecho de ejecutar la cosa.
La acción indemnizatoria también puede enderezarse contra el subadquirente a título gratuito,
aunque sea de buena fe. Sin embargo, en este caso, el subadquirente que recibió gratuitamente
el bien (por ejemplo una donación) y lo transmitió a un tercero de buena fe y a título oneroso,
sólo responderá en la medida del enriquecimiento.

Prescripción de la acción
La acción de simulación ejercida por terceros prescribe a los dos años (art. 2562), plazo que
comienza a computarse desde que conocieron o pudieron conocer el vicio del acto jurídico (art.
2563, inc. c).
La acción de simulación entre las partes también prescribe a los dos años pero entre ellas
comienzan a correr desde que una se negó a dejar sin efecto el acto jurídico (art. 2563, inc. b).

FRAUDE

El fraude es un vicio del acto jurídico que se caracteriza porque el deudor realiza actos de
disposición patrimonial que provocan o agravan su insolvencia, violentando, así, el derecho de
sus acreedores al cobro de sus créditos.
El acto fraudulento no es un acto ficticio, sino sincero y real. Se trata de un negocio jurídico
realizado de mala fe y con la intención de sustraer bienes del patrimonio del deudor en
violación a la garantía colectiva, esto es, el deudro se coloca en estado de insolvencia para
burlar la acción de los acreedores.
El CCyCN establece que el fraude puede consistir en actos de disposición o de renuncia o
abdicación que se comete contra los acreedores en perjuicio de la garantía común.

Acción de Fraude
La acción de fraude, denominada también acción revocatoria o pauliana, en honor al pretor
Paulo que la introdujo como una acción personal, se concede a los acreedores contra los
deudores que ponen en peligro la garantía común al realizar actos de disposición patrimonial
que provocan o agravan la insolvencia por sustraer bienes que deberían ser ejecutados.
El efecto principal de la acción de fraude es que, a pedido del acreedor podrá declararse la
inoponibilidad de los actos celebrados por el deudor en fraude de sus derechos, y de las
renuncias al ejercicio de derechos o facultades con los que hubiese podido mejorar o evitar
empeorar su estado de fortuna.
De esta forma, queda clara la distinción entre los efectos de la acción de simulación (nulidad) y
este supuesto, es decir, la acción de fraude, que integra la categoría de actos inoponibles.
A diferencia de la acción de simulación, cuyo efecto es la declaración de nulidad del acto
simulado, y que se hace extensiva erga omnes (para las partes y terceros), la acción de fraude
persigue la declaración de la inoponibilidad del acto que se cuestiona con efectos solo entre el
acreedor que la promueve, en la medida de su crédito, y el deudor.
El negocio es en sí mismo válido y eficaz pero, para algunas personas, concretamente aquellas
que resultan perjudicadas, no es oponible, esto quiere decir que esos acreedores pueden
comportarse como si el acto no se hubiese efectuado.
Por ello, una vez desinteresado el acreedor que promovió el juicio, los efectos del acto se
producen normalmente entre las partes.
De ahí que si se llegase a la subasta del bien y luego de ejecutado queda un remanente, éste
ingresa al patrimonio del adquirente desapoderado, que era el titular de la cosa.

Actos impugnables
Son generalmente los de disposición patrimonial, los que mayormente dan lugar al ejercicio de
la acción de fraude, pero también otros actos pueden provocar la insolvencia.
Así, el pago de una deuda no vencida; la partición de una herencia que asigna al deudor bienes
de un valor inferior al que le hubiera correspondido; la renuncia a un privilegio o a una
herencia o a una prescripción ganada. También es susceptible de ser impugnada por
fraudulenta la renuncia a recibir una indemnización.

Legitimación para deducir la acción revocatoria


Cualquier acreedor, sin distinción de categorías, puede promover la acción de fraude
Requisitos de la acción revocatoria
Los requisitos generales de la acción revocatoria están enunciados en el art. 339

a) Que el crédito sea de causa anterior al acto impugnado.- este requisito se basa en el
principio según el cual el patrimonio del deudor constituye la garantía común de los
acreedores. Al momento de contratar o celebrar un acto jurídico, éstos han tenido en
cuenta la composición patrimonial del obligado y han procedido según ese estado de
cosas.
De modo tal que, si mientras se desarrolla una relación jurídica determinada el obligado
enajena bienes en forma fraudulenta, el acreedor puede ver frustrada la expectativa de
cumplimiento, debido a la insolvencia sobreviniente del obligado.
En cambio, si el deudor ya estaba arruinado y no tenía bienes al tiempo de la
contratación, y el acreedor lo sabía, éste no podría alegar que fueron burlados sus
derechos, porque sabía de antemano que contrataba con un insolvente.
De todos modos, el CCyCN establece una excepción: que el deudor haya actuado con
el propósito de defraudar a futuros acreedores. Se trata del caso en que el deudor se
desapodera de bienes teniendo en miras el futuro incumplimiento de la obligación que
no está dispuesto a pagar. La prueba de la excepción corre por cuenta del acreedor y
puede valerse de cualquier medio de prueba.

b) Que el acto haya causado o agravado la insolvencia del deudor.- por insolvencia
debe entenderse el desequilibrio entre el activo y el pasivo en el patrimonio del deudor.
No guarda necesariamente relación con la cesación de pagos, que importa que el
deudor no tiene liquidez para hacer frente a sus deudas, pero tiene bienes ejecutables.

c) Que quien contrató con el deudor a título oneroso haya conocido o debido conocer
que el acto provocaba o agravaba la insolvencia.-
el acto fraudulento supone que se verifique la intención del deudor y del adquirente de
defraudar (se necesita que ambos estén de acuerdo). Esta exigencia rige solo cuando el
acto impugnado es oneroso, porque si fuera gratuito no es necesario acreditar la
complicidad del tercero ya que la ley se inclina por favorecer al acreedor defraudado
por su deudor antes que al subadquirente que recibió el bien o la cosa sin hacer ningún
desembolso. Se presume la complicidad del tercero si conocía o debía conocer al
momento de contratar el estado de insolvencia del deudor (art. 340). Esta presunción
puede ser desvirtuada por prueba en contrario ya que está prevista para facilitar la
carga probatoria del acreedor por cuanto probar un estado psicológico, como es la
complicidad del fraude, puede resultar extremadamente complejo. En consecuencia, el
tercero es quien tiene la carga de demostrar no solo que desconocía la insolvencia del
deudor sino que, aun conociéndola, le realizó por ejemplo, un préstamo que si bien
tiene entidad para agravarla, puede tener el propósito de ayudar financieramente al
obligado para que pueda atender sus obligaciones.
Legitimación pasiva
La acción de fraude debe iniciarse no sólo contra el deudor sino contra el tercero a quien
transmitió los bienes o en cuyo favor realizó el acto de abdicación o renuncia. Si éste hubiera
enajenado, a su vez, el bien a un tercero subadquirente, también deberá ser traído a juicio.
La procedencia de la acción queda supeditada a que los terceros que contrataron con el deudor
o los subadquirentes, hubieran recibido el bien a título gratuito o si fue a título oneroso, que
hayan sido cómplices del fraude.
El CCyCN distingue entre los actos a título gratuito y a título oneroso. Si el acreedor
perjudicado quiere que la sentencia se haga extensiva no sólo contra el tercero que adquirió la
cosa, sino contra los sucesivos subadquirentes, debe demostrar que todos los titulares sucesivos
de la cosa la recibieron a título gratuito o bien que todos ellos conocían la insolvencia del
deudor, primitivo enajenante. De lo contrario la acción no podrá prosperar (art. 340).
En caso de conflicto suscitado entre el o los adquirentes a título gratuito y el acreedor
perjudicado por el acto fraudulento, la ley se inclina por dar preferencia a este último. Por lo
tanto, es irrelevante la buena o mala fe de los primeros.

La sentencia de fraude. Su inoponibilidad a los terceros adquirente y subadquirentes


A diferencia de lo que sucede en la acción de simulación, en este caso, si la sentencia declara
fraudulento el acto, el bien no vuelve al patrimonio del enajenante, sino que, por efecto de la
acción de inoponibilidad, el acreedor que inició la acción puede ejecutar el bien, directamente
en el patrimonio del adquirente o del subadquirente.
Se entiende que si el acto era a título oneroso, para proceder de este modo debió acreditarse la
mala fe de aquel que deberá soportar la ejecución del bien, su complicidad en el fraude. Este
requisito, no es necesario cuando se trata de adquirentes a título gratuito.
Por supuesto, la sentencia que declara fraudulento el acto no alcanza a los acreedores del
adquirente que hubieran ejecutado de buena fe los bienes comprendidos en el fraude.
La sentencia solo se pronuncia en favor del acreedor que promovió la acción y hasta el límite
de su respectivo crédito. No aprovecha a los restantes acreedores que no promovieron la
acción.
Por otra parte, el hecho de que se autorice solo al acreedor que promovió y ganó el juicio a
proceder contra el tercero como si el acto de enajenación no hubiera sucedido y hasta el límite
de su crédito, es consecuencia de que el acto que provocó o agravó la insolvencia es un acto
real y no ficticio, a tal punto que de existir remanente de la venta forzada, quedará en manos
del adquirente o subadquirente y no reingresará al patrimonio del deudor.
El tercero adquirente o subadquirente puede paralizar la acción de fraude abonando el crédito o
bien dando garantías suficientes al acreedor de que éste será satisfecho (art. 341).

Acción de fraude y responsabilidad


El art. 340 hace responsables solidarios a los adquirentes a título gratuito y de buena fe pero,
en este caso, sólo en la medida del enriquecimiento que hubieran experimentado. La buena fe o
mala fe son irrelevantes, por cuanto de todos modos la obligación de indemnizar no sería a
título de responsabilidad sino de enriquecimiento sin causa.
Al igual que ocurre en la simulación, el deudor y el o los subadquirentes de mala fe serán
solidariamente responsables frente al acreedor perjudicado que ejerció la acción, por los daños
y perjuicios que le pudiera causar el hecho de no poder ejecutar la cosa a fin de cobrar su
acreencia por encontrarse frente a una subadquirente de buena fe y a título oneroso.
En cambio, el que contrató de buena fe y a título gratuito con el deudor también responderá
solidariamente, pero sólo en la medida de su enriquecimiento, el cual funciona como límite de
la indemnización debida por su parte al acreedor perjudicado, por no poder hacer efectiva la
ejecución de su crédito contra los bienes transmitidos.

Acumulación de la acción de simulación y fraude

Es natural que a veces no pueda saberse con certeza si una transmisión ha sido real o ficticia.
Por tanto, no se sabe a ciencia cierta qué acción iniciar. Por eso es conveniente iniciar las dos
acciones simultáneamente, pero no debe perderse de vista que el acto simulado es ficticio en
tanto el fraudulento es real, aunque inoponible al acreedor que promovió la acción. Por tanto,
un acto no puede ser y no ser al mismo tiempo. De modo que si se inician las dos acciones,
deberá aclararse que la de fraude se interpone con carácter subsidiario a la acción de
simulación.

Plazo de prescripción de la acción de inoponibilidad por fraude es de dos años (art. 2562 inc. f)
y el cómputo del plazo corre desde que se conoció o pudo conocerse el vicio del acto (art.
2563, inc. f).

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