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El vicio se presenta en los actos jurídicos. En este caso no se encuentra afectada la voluntad de
las partes del acto jurídico, lo que se afecta es la buena fe.
Clases de Simulación
El Código divide la simulación en absoluta y relativa y desde otro punto de vista en lícita e
ilícita.
La acción de simulación
Si una de las partes desconoce que existió un acuerdo simulado y la otra quiere volver las
cosas a su estado real, puede intentar la acción de simulación.
También pueden hacerlo los terceros perjudicados cuando advierten la maniobra de engaño.
1o) Cuando el negocio no fue ejecutado, esto es, cuando no hubo tradición de la posesión de la
cosa que continúa en manos del ficto enajenante.
2o) El parentesco próximo, o amistad íntima, existente entre las partes del acto simulado.
3o) La carencia de capacidad económica del adquirente o se ignora el origen de los fondos.
4o) Si el enajenante se desprende de todos los bienes o de los que hacen a su forma de vida o
son necesarios para su trabajo.
5o) La naturaleza e importancia de los bienes enajenados. Desde este punto de vista ha
resultado sospechosa la venta de bienes que por constituir la fuente de recursos del vendedor
éste podía estar interesado en conservar.
6o) Las circunstancias y peculiaridades del acto, como ocurre en la venta apresurada, ante la
inminencia de un juicio, puede llevar a presumir que se ha pretendido ocultar bienes.
La sentencia. Efectos
La declaración judicial de la simulación está encaminada a demostrar la nulidad del acto
jurídico aparente para que la realidad oculta salga a la luz y produzca todos sus efectos
propios.
Por efecto de la nulidad, cuando el acto aparente no esconde ningún otro acto, sino que la
simulación nada tiene de real (simulación absoluta) el bien vuelve al patrimonio del aparente
enajenante y beneficia a todos los acreedores. Si se prueba que existe un acto oculto,
disimulado, la nulidad provoca que éste comience a producir sus efectos propios. También en
ese caso resultarán beneficiados los acreedores.
Como en cualquier caso de nulidad, las cosas vuelven a su estado anterior. Esa decisión no
solamente alcanza a las partes sino también, en principio, a los terceros subadquirentes del bien
que están obligados a la restitución de la cosa.
Por efecto de lo dispuesto por el art. 392, último párrafo, puede suceder que si lo que se
transmitió ficticiamente es un inmueble o un bien mueble registrable, éste haya sido enajenado
a su vez a un subadquirente de buena fe y a título oneroso, quien podrá resisitir con éxito la
restitución de la cosa. Cubiertos esos recaudos, la sentencia que admite la acción de simulación
y declara la nulidad no les resulta oponible (art. 337).
La protección de la apariencia cesa cuando el adquirente ha sido cómplice en la simulación. En
este caso, la complicidad a que alude la ley se vincula con el conocimiento que tuvo o pudo
tener el tercero de que recibía una cosa o un bien que tenía como antecedente un acto
simulado.
Entonces, la protección de los sucesores a título singular del adquirente, se da siempre que
sean de buena fe y a título oneroso, pero si la transmisión se realizó a título gratuito o se
prueba que el subadquierente fue cómplice en la simulación porque conocía el carácter
simulado del acto, está obligado a restituir la cosa.
Simulación y responsabilidad
Si la sentencia no puede ser opuesta contra el propietario actual por ser de buena fe y a título
oneroso, o si la cosa se perdió, tanto el deudor como todos aquellos que fueron subadquirentes
de mala fe responden solidariamente por los daños y perjuicios que le hubieran causado al
acreedor que vio frustrado su derecho de ejecutar la cosa.
La acción indemnizatoria también puede enderezarse contra el subadquirente a título gratuito,
aunque sea de buena fe. Sin embargo, en este caso, el subadquirente que recibió gratuitamente
el bien (por ejemplo una donación) y lo transmitió a un tercero de buena fe y a título oneroso,
sólo responderá en la medida del enriquecimiento.
Prescripción de la acción
La acción de simulación ejercida por terceros prescribe a los dos años (art. 2562), plazo que
comienza a computarse desde que conocieron o pudieron conocer el vicio del acto jurídico (art.
2563, inc. c).
La acción de simulación entre las partes también prescribe a los dos años pero entre ellas
comienzan a correr desde que una se negó a dejar sin efecto el acto jurídico (art. 2563, inc. b).
FRAUDE
El fraude es un vicio del acto jurídico que se caracteriza porque el deudor realiza actos de
disposición patrimonial que provocan o agravan su insolvencia, violentando, así, el derecho de
sus acreedores al cobro de sus créditos.
El acto fraudulento no es un acto ficticio, sino sincero y real. Se trata de un negocio jurídico
realizado de mala fe y con la intención de sustraer bienes del patrimonio del deudor en
violación a la garantía colectiva, esto es, el deudro se coloca en estado de insolvencia para
burlar la acción de los acreedores.
El CCyCN establece que el fraude puede consistir en actos de disposición o de renuncia o
abdicación que se comete contra los acreedores en perjuicio de la garantía común.
Acción de Fraude
La acción de fraude, denominada también acción revocatoria o pauliana, en honor al pretor
Paulo que la introdujo como una acción personal, se concede a los acreedores contra los
deudores que ponen en peligro la garantía común al realizar actos de disposición patrimonial
que provocan o agravan la insolvencia por sustraer bienes que deberían ser ejecutados.
El efecto principal de la acción de fraude es que, a pedido del acreedor podrá declararse la
inoponibilidad de los actos celebrados por el deudor en fraude de sus derechos, y de las
renuncias al ejercicio de derechos o facultades con los que hubiese podido mejorar o evitar
empeorar su estado de fortuna.
De esta forma, queda clara la distinción entre los efectos de la acción de simulación (nulidad) y
este supuesto, es decir, la acción de fraude, que integra la categoría de actos inoponibles.
A diferencia de la acción de simulación, cuyo efecto es la declaración de nulidad del acto
simulado, y que se hace extensiva erga omnes (para las partes y terceros), la acción de fraude
persigue la declaración de la inoponibilidad del acto que se cuestiona con efectos solo entre el
acreedor que la promueve, en la medida de su crédito, y el deudor.
El negocio es en sí mismo válido y eficaz pero, para algunas personas, concretamente aquellas
que resultan perjudicadas, no es oponible, esto quiere decir que esos acreedores pueden
comportarse como si el acto no se hubiese efectuado.
Por ello, una vez desinteresado el acreedor que promovió el juicio, los efectos del acto se
producen normalmente entre las partes.
De ahí que si se llegase a la subasta del bien y luego de ejecutado queda un remanente, éste
ingresa al patrimonio del adquirente desapoderado, que era el titular de la cosa.
Actos impugnables
Son generalmente los de disposición patrimonial, los que mayormente dan lugar al ejercicio de
la acción de fraude, pero también otros actos pueden provocar la insolvencia.
Así, el pago de una deuda no vencida; la partición de una herencia que asigna al deudor bienes
de un valor inferior al que le hubiera correspondido; la renuncia a un privilegio o a una
herencia o a una prescripción ganada. También es susceptible de ser impugnada por
fraudulenta la renuncia a recibir una indemnización.
a) Que el crédito sea de causa anterior al acto impugnado.- este requisito se basa en el
principio según el cual el patrimonio del deudor constituye la garantía común de los
acreedores. Al momento de contratar o celebrar un acto jurídico, éstos han tenido en
cuenta la composición patrimonial del obligado y han procedido según ese estado de
cosas.
De modo tal que, si mientras se desarrolla una relación jurídica determinada el obligado
enajena bienes en forma fraudulenta, el acreedor puede ver frustrada la expectativa de
cumplimiento, debido a la insolvencia sobreviniente del obligado.
En cambio, si el deudor ya estaba arruinado y no tenía bienes al tiempo de la
contratación, y el acreedor lo sabía, éste no podría alegar que fueron burlados sus
derechos, porque sabía de antemano que contrataba con un insolvente.
De todos modos, el CCyCN establece una excepción: que el deudor haya actuado con
el propósito de defraudar a futuros acreedores. Se trata del caso en que el deudor se
desapodera de bienes teniendo en miras el futuro incumplimiento de la obligación que
no está dispuesto a pagar. La prueba de la excepción corre por cuenta del acreedor y
puede valerse de cualquier medio de prueba.
b) Que el acto haya causado o agravado la insolvencia del deudor.- por insolvencia
debe entenderse el desequilibrio entre el activo y el pasivo en el patrimonio del deudor.
No guarda necesariamente relación con la cesación de pagos, que importa que el
deudor no tiene liquidez para hacer frente a sus deudas, pero tiene bienes ejecutables.
c) Que quien contrató con el deudor a título oneroso haya conocido o debido conocer
que el acto provocaba o agravaba la insolvencia.-
el acto fraudulento supone que se verifique la intención del deudor y del adquirente de
defraudar (se necesita que ambos estén de acuerdo). Esta exigencia rige solo cuando el
acto impugnado es oneroso, porque si fuera gratuito no es necesario acreditar la
complicidad del tercero ya que la ley se inclina por favorecer al acreedor defraudado
por su deudor antes que al subadquirente que recibió el bien o la cosa sin hacer ningún
desembolso. Se presume la complicidad del tercero si conocía o debía conocer al
momento de contratar el estado de insolvencia del deudor (art. 340). Esta presunción
puede ser desvirtuada por prueba en contrario ya que está prevista para facilitar la
carga probatoria del acreedor por cuanto probar un estado psicológico, como es la
complicidad del fraude, puede resultar extremadamente complejo. En consecuencia, el
tercero es quien tiene la carga de demostrar no solo que desconocía la insolvencia del
deudor sino que, aun conociéndola, le realizó por ejemplo, un préstamo que si bien
tiene entidad para agravarla, puede tener el propósito de ayudar financieramente al
obligado para que pueda atender sus obligaciones.
Legitimación pasiva
La acción de fraude debe iniciarse no sólo contra el deudor sino contra el tercero a quien
transmitió los bienes o en cuyo favor realizó el acto de abdicación o renuncia. Si éste hubiera
enajenado, a su vez, el bien a un tercero subadquirente, también deberá ser traído a juicio.
La procedencia de la acción queda supeditada a que los terceros que contrataron con el deudor
o los subadquirentes, hubieran recibido el bien a título gratuito o si fue a título oneroso, que
hayan sido cómplices del fraude.
El CCyCN distingue entre los actos a título gratuito y a título oneroso. Si el acreedor
perjudicado quiere que la sentencia se haga extensiva no sólo contra el tercero que adquirió la
cosa, sino contra los sucesivos subadquirentes, debe demostrar que todos los titulares sucesivos
de la cosa la recibieron a título gratuito o bien que todos ellos conocían la insolvencia del
deudor, primitivo enajenante. De lo contrario la acción no podrá prosperar (art. 340).
En caso de conflicto suscitado entre el o los adquirentes a título gratuito y el acreedor
perjudicado por el acto fraudulento, la ley se inclina por dar preferencia a este último. Por lo
tanto, es irrelevante la buena o mala fe de los primeros.
Es natural que a veces no pueda saberse con certeza si una transmisión ha sido real o ficticia.
Por tanto, no se sabe a ciencia cierta qué acción iniciar. Por eso es conveniente iniciar las dos
acciones simultáneamente, pero no debe perderse de vista que el acto simulado es ficticio en
tanto el fraudulento es real, aunque inoponible al acreedor que promovió la acción. Por tanto,
un acto no puede ser y no ser al mismo tiempo. De modo que si se inician las dos acciones,
deberá aclararse que la de fraude se interpone con carácter subsidiario a la acción de
simulación.
Plazo de prescripción de la acción de inoponibilidad por fraude es de dos años (art. 2562 inc. f)
y el cómputo del plazo corre desde que se conoció o pudo conocerse el vicio del acto (art.
2563, inc. f).