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Staff
Vane Farrow

Vane Farrow Annie D


Vane Black Val_17
Miry GPE Ivana
Daniela Agrafojo Jeyly Carstairs
NnancyC Nika Trece
Hansel Evanescita

Miry GPE Laurita PI


Daniela Agrafojo Julie
Vane Black

Vane Farrow

Soldadita Pelirroja
Índice
Sinopsis
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Sobre el autor
Sinopsis
Indebted Epilogue es un libro extra para ser leído después de:
Indebted Inheritance
First debt
Second Debt
Third debt
Fourth debt
Final debt
La vida después de la muerte ... el amor después de deudas ... ¿es
posible después de tanto dolor?
No se dará información para evitar los spoilers, pero si te gustó la
serie Indebted, tendrás que leer esta última edición.
Indebted, #7
Traducido por Vane Farrow
Corregido por Miry GPE

Nila
Kite007: Ven a la cama.
Needle&Thread: Estoy trabajando. Casi termino este vestido.
Kite007: No me importa. Ven a la cama. Mi pene está duro. Mis
brazos están vacíos. Quiero follarte.
Needle&Thread: Tan mandón.
Kite007: Y has vuelto a ser una provocadora con tu traje de
monja traviesa.
Needle&Thread: No soy ni una provocadora ni una monja. Para
tu información, he diseñado un traje muy importante esta noche.
Kite007: Provocadora de nuevo. Podría tener que bajar allí y
nalguearte.
Needle&Thread: Me puedes nalguear, pero no aquí. No tienes
permiso para ver.
Kite007: Ahora estoy duro y molesto. ¿Qué escondes de mí?
Needle&Thread: Mi vestido de novia, oh tan impaciente novio.
¿O es que olvidaste que nuestro matrimonio es la próxima semana?
Kite007: Joder. Repítelo.
Needle&Thread: ¿Qué? ¿Matrimonio? ¿Vestido de novia?
¿Novio? Voy a ser tu esposa pronto; tienes que dejar de ser tan
exigente por mensaje de texto. De lo contrario, sólo borraré tu
número.
Kite007: Tu provocación me vuelve loco. Estoy tocándome,
Needle. Quiero tus labios dónde está mi mano y mi lengua entre tus
piernas.
Needle&Thread: Quiero eso, también.
Kite007: Ven a la cama.
Needle & Thread: Tengo una idea mejor. Ven a buscarme. Ven a
reclamarme. Ven a follarme como tu monja traviesa antes de
convertirme en tu esposa.
Kite007: Tus deseos son órdenes... mejor empieza a correr,
pequeña Weaver. No voy a ser suave cuando te encuentre.
Traducido por Vane Farrow
Corregido por Miry GPE

Tres meses antes...

Jethro
Hawksdrige Hall siguió siendo igual, pero evolucionó lentamente a
medida que más minutos pasaban. Los muebles que vieron incontables
generaciones vinculadas por contratos ya no estaban opacados por deudas
y malos deseos. Cortinas y tapices que fueron testigos de innumerables
días de tristeza, de repente miraban libertad. Weavers vivían con Hawks y
ninguna deuda o gritos se recogían.
Las habitaciones se transformaron, la sala de Bonnie se renovó, y el
aura monótono y gris se disipó.
Bonnie hizo mucho mal, pero el entrenamiento de Jasmine no fue
uno de ellos. Las lecciones de mi hermana eran ejemplares y juntos nos
dimos a la tarea gigantesca de manejar la finca.
Yo era el heredero, pero de forma dispuesta compartí el rol.
Primogenitura y posiciones antiguas ya no tenían nada que ver con
nosotros.
Juntos, remendamos el Hall y pusimos lo pasado con lo pasado. Sin
embargo, una cosa tenía que hacerla yo mismo. El testamento escrito
apresuradamente y el vídeo declaración de Cut sustituyendo la resolución
anterior de su muerte pareciendo sospechosa. Viajé solo a una nueva
firma de abogados. No los que velaban por los intereses de mi familia y el
catálogo de la deuda por generaciones. Tenía planes para esa compañía.
Trataría con ellos muy pronto.
Mientras tanto, quería nuevos contactos, sobre el marco legítimo y
legal.
Después del historial impreciso y vaga descripción de los deseos de
mi padre, les presenté la versión actualizada con sus garantías, ellos
garantizarían que Hawksridge y mi futuro no se verían perjudicados.
Una cosa más fuera de mi lista, pero muchas aún por delante.
También reforcé nuestra alianza con las autoridades locales para
asegurar ningún otro malentendido desagradable y asegurarles que
comentarios de Vaughn con los medios sociales y la alteración del orden
público no ocurrirían de nuevo.
Volviendo al Hall, busqué a Nila por consuelo.
Siempre que estábamos separados, lidiando con la vida y las
dificultades, la echaba de menos. Sin darme cuenta, se convirtió en mi
mundo, mi salvación, y mi corazón nunca dejaba de saltar cada vez que se
encontraba cerca.
Mis habitaciones se hallaban vacías sin ella. Mis brazos eran inútiles
sin ella en ellos.
El último par de meses, me acostumbré a tenerla en mi cama,
duchándose en el baño, y dejando sus creaciones a medio terminar en
pequeños montones alrededor de la habitación.
Tenía peculiaridades que encontraba entrañables. Hábitos que
adoraba.
Jodidamente la amaba.
Todo acerca de ella.
Mi condición no se volvió más fácil de soportar. Salir de la finca y
tratar con extraños era la parte más dura. Escuchar las emociones que no
tenía derecho a escuchar. Sentir discusiones y preocupaciones de la gente
que yo no conocía me dejaba desnudo, asegurando que drenaba a Nila
cuando la tenía en mis brazos.
No podía ver la televisión o relajarme con una película. Casi no
toleraba la música.
Pero Nila me toleraba.
Por alguna razón, no le importaba cuando le decía que se callara y
solo me dejara abrazarla. No discutía cuando la llevaba a la cama en
silencio y la provocaba sin piedad para así poder asentarme con la lujuria
y el deseo que sentía por mí.
Me dio todo sin limitaciones.
Me volvió más completo y centrado de lo que jamás estuve.
Me hizo... mejor.
Traducido por Vane Black
Corregido por Miry GPE

Nila
Pasaron tres meses desde que todo terminó.
Tres meses desde que Kestrel murió.
Tres meses desde que Jethro detuvo su primogenitura y la Herencia
de la deuda.
Jethro trató con los abogados y otros asuntos de la propiedad.
Jasmine motivó a todos. Mi padre ayudó a despejar las pruebas del baño
de sangre del salón y pagó a los mercenarios que ayudaron a salvar mi
vida.
Todos estábamos ocupados, deambulando hacia adelante, viviendo…
Hawksridge ya no era un mausoleo alojando contrabandistas y
psicópatas; sus pasillos ahora eran ligeros y aireados, sus habitaciones
llenas de tentativas risas y amor.
Girando mi anillo de compromiso de diamante negro, sonreí. Aún no
fijábamos una fecha, pero la vida era buena con nosotros. Tex renovó sus
esfuerzos para encontrar a Jacqueline, y Vaughn venía con regularidad
para ver a Jazmine. Todos encontramos un lugar dentro de este nuevo
mundo.
Un suave toque en la puerta del invernadero octagonal hizo que
levantara la cabeza.
Jethro me dejó por una hora para hacer frente a más papeleo. Los
requisitos para administrar una gran finca eran interminables.
Mentiría si dijera que entrar en el calor húmedo fue fácil. Las
cicatrices en mi espalda punzaban. El chasquido del látigo cuando Jethro
me golpeó por la Primera Deuda flotaba en el aire estancado.
Orquídeas y jazmines blancos perfumaban el aire, concediendo paz
donde antes sólo hubo dolor. No había vuelto desde ese día, pero no me
dio pesadillas con problemas no resueltos.
Encontré el cierre arrastrando mis dedos en el poste donde Jethro
me ató. Sonreí suavemente mientras tejía memorias viejas con nuevas;
sabiendo que mi plan de hacer que le importara funcionó.
Empezamos esto como enemigos, luchando uno contra el otro.
Pero terminamos como pareja, deteniendo la guerra lado a lado.
El golpeteo se repitió, oculto por el follaje al otro lado del octógono.
Me puse de pie cuando Jethro entró en la habitación, sus ojos
dorados más como miel ámbar a la suave luz del sol del invernadero.
—Te busqué en nuestra ala. —La mirada de Jethro se redujo al
poste de flagelación en el centro del octágono. Flores recién surgidas y
vides juveniles ayudaron a ocultar su ocupación inicial—. No esperaba
encontrarte aquí.
Avanzando hacia mí, su toque aterrizó en mis hombros,
profundizándose con deseo y amor. —¿Estás bien?
La luz del sol resaltó sus cabellos grises, brillando como un hilo
caro. Sus pómulos cortaban sombras, su ceño grabado con contornos. Y
sus labios... sus labios estaban ligeramente separados y húmedos por su
lengua.
Desde que Cut tomó su último aliento, Jethro cambió. No de forma
significativa, pero suficiente para notar sutiles evoluciones. Se mantuvo
más erguido, no orgulloso como el legítimo heredero de su fortuna, pero
como un hombre que ya no se paralizaba con la negatividad y odio
filtrándose desde el aire.
Parecía más joven, más sabio, más tranquilo, más amable.
Sonreí suavemente, levantando la mano a modo de invitación. —Lo
estoy ahora que estás aquí.
Sus dedos se entrelazaron a través de los míos, enviando arcos de
electricidad a mi corazón. Él apretó, doblando sus elegantes piernas para
sentarse a mi lado, arrastrándome de nuevo a la banca.
Me senté voluntariamente, fundiéndome en su lado, inhalando su
aroma único a bosque y cuero.
Cadera a cadera, muslo contra muslo, nuestros corazones latían al
mismo ritmo.
Con un suspiro satisfecho, me acurruqué contra él, besando su
garganta mientras su brazo se ubicó alrededor de mis hombros,
pegándome más contra él. —¿Sobre qué piensas?
Cerré los ojos, dejando que el dulce calor del sol de finales de la
primavera erradicara cualquier sombra de la historia. —¿No puedes
decirlo?
Negó con la cabeza. —Está revuelto. Estás triste, pero no. Feliz, pero
calmada. —Se alejó, mirando mis ojos—. Estás centrada en mucho
demasiado rápido.
Mis labios se torcieron. —Ah, por fin una manera de engañarte.
Empezaba a pensar que nunca sería capaz de guardar un secreto.
Su rostro se oscureció. —Me prometiste que no habría necesidad de
secretos. —La ansiedad tensó su cuerpo—. ¿Está todo... bien? —Hizo un
gesto hacia la habitación—. ¿Viniste aquí por una razón? ¿Todavía me
odias por ese día? ¿Por hacerte tanto daño? —Su voz bajó con pesar—.
Joder, Nila. Daría cualquier cosa para regresar el reloj y…
—Sh. —Ahuequé mi mano sobre su boca. La sombra de su barba
raspó mi palma—. Todo está bien. Sólo estoy... sentándome tranquila. Si
eso tiene sentido. Dejo que mis pensamientos vaguen sin pensar,
encontrando finales a las cosas que necesitan ser terminadas.
Aprisionando mi muñeca con sus dedos, quitó mi mano de su boca.
—Eso tiene mucho sentido.
Sus dedos dibujaron círculos perezosos en mi muñeca interna,
enviando deliciosos escalofríos por mi piel. Mirando a las flores floreciendo
y exóticos cultivos, se quedó en silencio.
Durante un tiempo, no dijimos nada, ambos perdidos en nuestros
propios pensamientos. Cada aliento que tomé, dispersó arcoíris de
diamantes sobre nuestros regazos. Mi Wailer Weaver; o debería decir
Redentor Hawk; era la última pieza, el símbolo final de que los últimos
meses no fueron una pesadilla, sino algo real.
Y sobreviví a ellos.
Incluso si hubiera una manera de quitarlo, no quería. Me
acostumbré al peso. Llevaba sus arcoíris fracturados con orgullo, y me
gustaba la idea de los diamantes siendo mis amigos en lugar de mis
enemigos, adornando mi cuerpo hasta que yo tomara mi última
inhalación.
Jethro besó la cima de mi cabeza. —Tengo algo para ti.
—¿Oh? —Me separé, mirando su magnífica cara—. ¿Tengo que estar
preocupada?
Mis pensamientos llenos de burlas. Todos éramos tan serios; ya era
hora de volver a jugar. Mis labios se extendieron mientras preguntaba—:
Es el momento para otra de…
—Si me preguntas si se trata de otra deuda, te pondré sobre mi
rodilla justo aquí y te azotaré. —Su voz coqueteó con aspereza y
sensualidad.
Mis ojos aletearon hacia al poste, una falsamente modesta sonrisa
ensanchándose. —Sabes que me podrías azotar en el poste y sustituir la
Primera Deuda con un mejor final.
Su garganta se contrajo mientras tragaba. —¿Qué mejor final? —Sus
ojos brillaron oscuros—. Si mal no recuerdo, casi te violé después de esa
deuda. Me sentí enfermo del jodido estómago por siquiera pensar de esa
manera, y qué decir de sentirme encendido por hacerte daño.
Apartó la mirada, moviendo la cabeza con disgusto. —No entiendo
cómo me vine con eso. Cómo pude ignorar el dolor y encontrar algo
remotamente erótico sobre él. —Frunció los labios—. Me llamaste un
sádico, ¿recuerdas? Refuté, pero una vez que terminé de ocuparme de tu
espalda, me preguntaba si tenías razón. ¿Cómo es posible que alguien
como yo, alguien que pasó toda su vida absorbiendo los pensamientos de
otros, de repente se encendiera por la agonía de otro?
Mi corazón se agitó. No pensé mucho en ello. Pero cuanto más
estudiaba la aberrante auto-confesión de Jethro, más una respuesta se
desplegaba dentro de mi mente.
Él sentía lo que otros sentían. No tenía otra opción. Y sin embargo,
todavía estuvo bajo la influencia del condicionamiento de Cut lo suficiente
para bloquear las avalanchas de sensación.
¿Tendría sentido que recogía pensamientos seleccionados? ¿Vio con
placer mi deseo por él, mi dolor, necesidad ardiente, cuando se burló de mí
con historia y besos apenas dados?
Miré a mis dedos, entrelazándose en mi regazo. —Creo que sé por
qué.
Sus ojos se dispararon hacia mí, sus cejas arqueadas con preguntas.
—¿Saber qué?
—Por qué te sentiste encendido ese día.
Se puso tenso. —Fue una cosa enferma de hacer. Fuera de todo lo
que te hice, masturbarme en tu espalda todavía me llena de vergüenza. Me
gustaría poder retirarlo.
Girándome para enfrentarme a él, acaricié su mejilla. —Antes de
reprenderte, detente y piensa. ¿Nunca te preguntaste por qué necesitabas
tan desesperadamente venirte? ¿Por qué me querías demasiado?
Se congeló.
Me reí. —Vamos, Kite. Conoces tu condición por dentro y fuera, ¿y
me dices que no puedes averiguar cuál fue la causa de ese incidente
menor?
Gruñó. —Fue difícilmente menor.
Sin esperar mi turno para responder, se levantó muy rápido,
desenredándose para caminar. —No entiendo. ¿Qué dices?
Me puse de pie también, sonriendo como si tuviera el secreto de
todo; lo que, en cierto modo, tenía. Pensé que lo descubrió ese día. Eso era
por lo que fue amable conmigo después, por qué se ablandó, incluso
cuando se le dijo que no. —Disfrutaste lastimarme ese día debido a mí.
—Sí, gracias a ti —gruñó—. Me puse tan jodidamente duro por ti. Y
te odiaba por ello. Me hiciste disfrutar de tu dolor cuando habitualmente
corro de sentir algo remotamente intenso.
—Exactamente.
Jethro se detuvo. —No tiene ningún sentido. Escúpelo.
Me moví hacia él. —Sentiste lo que yo sentía. Sí, me dolía. Sí, ese
látigo era mi peor pesadilla y los azotes se sintieron como un dolor de
miles y miles de abejas picando mi espalda, pero antes de que se pusiera
demasiado doloroso, te deseaba. Dios, te deseaba. Estaba tan húmeda. Si
te hubieras detenido después de un par de azotes, no habría luchado
contigo. Habría abierto de buena gana mis piernas y te habría tomado
porque todo lo que podía pensar era en lo mucho que te necesitaba.
La boca de Jethro se abrió. —¿Dices que me alimenté de lo que
sentías todo ese tiempo?
—Hacia el final, voy a admitir que te odié. Quería más que nada que
se detuviera, y cuando trataste de tomarme, esa fue la última cosa que
quise que pasara. Pero, Jethro, antes de eso. En realidad, anhelaba que
me tocaras. Rogué por ello. Pero nunca te agrietaste. Ni siquiera me
besarías.
—Mierda. —Se pasó una mano por la cara—. Honestamente pensé
que enloquecí. Durante meses, temí en lo que me convertí por lo que
sucedió ese día. Me alejé de ti durante semanas, porque no confiaba en mí
mismo. Pensaba que disfruté más el lastimarte. Estaba jodidamente
aterrado de que finalmente me convertí en Cut.
Mi corazón latió más duro por él, deseando que lo hubiera sabido
para poder confortarlo. Por otra parte, no éramos exactamente amigos
todavía. Sufrió por su cuenta, pero quizás esa era la forma que tenía que
ser para que finalmente se diera cuenta de que había algo intenso,
profundo e innegable entre nosotros.
—Creo que hay una gran cantidad de cosas que tenemos que
repasar y ponerlas a descansar.
Sus brazos se lanzaron alrededor de mí con fuerza. —Creo que
tienes razón. —Acariciando con su nariz mi cabello, murmuró—: Qué tal si
vamos a cada lugar en el que las deudas se completaron y las
reemplazamos con un recuerdo más feliz.
Lo abracé de nuevo. —Me gustaría eso.
Sexo para reemplazar la Primera Deuda.
Un día de campo junto al lago para sustituir la Segunda Deuda.
Mi mente saltó a la Tercer Deuda; la deuda que me habría roto si no
fuera por Kestrel protegiéndome por ser un caballero. En ese momento,
estuve en conflicto, herir a Jethro no estaba allí, confundida en cuanto a la
reacción de mi cuerpo con Kes.
Pero ahora, me sentía contenta de que tuvimos ese momento juntos.
Amé a Kes. No podía admitirlo antes debido a que no lo entendía del todo,
pero lo quería más que a un amigo, pero menos que a Jethro. Un amigo
que siempre tendría en mi corazón.
Jethro suspiró, sabiendo donde se encontraban mis pensamientos
sin que tuviera que vocalizarlo.
Su estado verdaderamente arrebataba cada secreto de nuestra
relación. Nunca sería capaz de ocultar nada, y en cierto modo, me
molestaba. Nunca sería capaz de ponerme de mal humor detrás de
mentiras blancas o disfrutar de ser fría si teníamos una pelea.
Pero, al mismo tiempo, era refrescante saber que nunca habría nada
entre nosotros porque su don funcionaba en ambos sentidos. Sí, podía
sentir lo que yo sentía, pero al mismo tiempo, podía leerlo mejor de lo que
él sabía. Sus ojos, su rostro, su cuerpo, todos me decían lo que necesitaba
saber.
Jethro tomó mi nuca, pasando sus dedos a lo largo de mi garganta y
cuello. —Sé lo que Kes te hizo esa noche. En ese momento, jodidamente lo
odié por ello, pero ahora... estoy realmente contento de que tuviste eso con
él. Te merecías saber cuánto se preocupaba por ti.
Asentí. —Yo también. Fue un error de una manera, pero fue correcto
también. Esto no quiere decir que te amo menos, pero siempre habrá
espacio para Kes en mi corazón.
Jethro sonrió con tristeza. —Como debería ser. Él era parte de mí,
mi único verdadero confidente. Me alegro de que lo extrañarás tanto como
yo. —Su cabeza se inclinó, sus labios encontraron los míos.
Nos quedamos de pie inmóviles mientras nos besábamos
suavemente.
Su lengua lamió mi labio inferior, y me abrí para él. Inhalando su
alma y su sabor, me deslicé en la felicidad de la satisfacción al saber que
pertenecía a este hombre y él me pertenecía.
Ya no estaba sola.
Nunca volvería a estar sola otra vez.
Nos unimos y nos convertimos en familia.
Traducido por Vane Farrow
Corregido por Miry GPE

Vaughn
No voy a decir que fue fácil. Debido a que no lo fue.
No voy a decir que todo se convirtió en jodidas mascotas y arco iris.
Porque no fue así.
El dolor seguía allí.
El conocimiento de que mi padre estaba destrozado, mi madre
asesinada, y una hermana desconocida regalada al nacer.
Pero las cosas se volvieron más fáciles.
Tex poco a poco se acostumbró a Threads y Jethro juntos. Los veía
acariciarse y susurrar, e incluso él no podía negar que su amor era puro.
Jethro fue un hijo de puta; lastimó a mi hermana y casi destruyó a
mi familia, pero hizo todo lo posible para corregir sus errores y garantizar
que se ganaba el derecho al perdón. Ayudó el hecho de que amaba a
Threads jodidamente tanto. Se iluminaba a su alrededor. Se volvía más a
su alrededor. Respiraba gracias a ella.
En cierto modo, estaba jodidamente celoso. La robó de mí por
completo. Brillaban alrededor del otro, y cuando lo captaba observándola,
la adoración anhelante en su mirada me hizo admitir que Nila tuvo suerte.
Nunca estaría sola o no querida de nuevo. Encontró quién estaría
allí para ella a través de la noche y el día, felicidad y tristeza, lo malo y lo
bueno.
Estaría allí para ella, incluso cuando la muerte viniera por ellos.
Yo, por el contrario, me volvía más inquieto viviendo en el terreno de
otra persona. Me encantaba mi familia unida de nuevo y disfrutaba las
noches de charlas que tenía con Jasmine. Pero echaba de menos la magia
de Londres, la emoción de administrar la compañía, el mundo real.
Volví a mi apartamento en la ciudad un par de semanas después del
funeral de Kestrel. Tex se mudó de nuevo a la casa familiar, volviendo a la
fábrica como si nada cambiante de vida había sucedido. Jethro me dio una
invitación abierta a venir y quedarme en el Hall tan a menudo como
quisiera. Y Nila dijo que me extrañaría, pero su lugar estaba ahora con su
Hawk.
Estaba bien con todo.
Sin embargo, fue Jasmine la que sorprendió a todos.
Admitió que quería dejar Hawksridge y explorar una nueva vida.
Jethro casi jodidamente se desmayó al escuchar que su hermana
pequeña, una reclusa auto confesa, quería dejar la finca.
No me contaría la historia de cómo perdió el uso de sus piernas,
pero sabía que tenía algo que ver con su hermano y su padre. Quería saber
sus secretos, pero, de nuevo, tanto estaba en el pasado que era lo mejor
dejarlo ir y seguir adelante.
La discusión sobre la organización de la vida de Jasmine duró una
noche completa antes de que Jethro reconociera que no podía mantener a
su hermana prisionera, no importaba lo mucho que se preocuparía por su
seguridad.
Casi escupí mi té cuando Jaz con calma se volvió hacia mí y me
preguntó si podía vivir conmigo por un tiempo.
Mierda.
Pasé de soltero coqueteando con la hermana del hombre que sería
mi cuñado a heredar una novia viviendo en mi casa.
Mentiría si dijera que no hice movimientos hacia Jasmine. La besé.
La deseaba. Pero ella no me dejaba ir más lejos. Sabía que era virgen, y
ella se preocupaba por su cuerpo y la discapacidad. Pero no me importaba
eso. Joder, lo único que importaba era oír su risa y hacerla venir con mi
lengua.
En cuanto a su petición, no tenía que pensar en ello. Por supuesto,
estaba de acuerdo. Y al día siguiente, nos mudamos de Hawksridge. Robé
una Hawk para compartir mi casa.
Por suerte, tenía un penthouse en el centro de Londres. Ascensores
funcionaban en los pisos y pasillos extra-anchos demostraron ser el
entorno perfecto para que ella se moviera alrededor.
Nos hicimos amigos.
Buenos amigos.
Más que amigos.
La deseaba todas las noches que pasamos provocándonos uno al
otro viendo televisión basura. La necesitaba cada día que discutíamos
sobre qué modelo sería mejor para mostrar las piezas de la demostración
de Nila. Mi pene se endurecía constantemente a su alrededor, sin embargo,
nunca insinuó sexo y no quería asustarla al presionar.
Durante meses, vivimos juntos y nunca crucé la línea.
Sinceramente, no sabía si podría incluso tener sexo. ¿Sería capaz de
sentirme? ¿Incluso quería que la viera desnuda, darle placer y cumplir la
profecía que ella misma decretó la noche en que rodó en mi vida y exigió
mi ayuda para salvar sus hermanos moribundos?
Dijo que un día pertenecería a una mujer que no fuera mi hermana.
En ese momento, hubiera querido arrancar su puto corazón por
incluso sugerir tal cosa. Yo era un Weaver. Leal y verdadero. Pero lo que
dijo era correcto. La vida siguió adelante, crecimos, y, finalmente, todos
reemplazamos nuestras familias de sangre con las escogidas.
Y de alguna manera, Jasmine se convirtió en mi elegida.
Me atraía más y más.
La quería más y jodidamente más.
Si tan sólo cediera a mí. Si confiara en que la quería por su mente y
alma y no sólo por su cuerpo.
Ella no se sometería... aún no.
Pero no dejaría de intentarlo.
Y el día en que finalmente cediera... me haría el puto hombre más
feliz del mundo.
Traducido por Miry GPE
Corregido por Daniela Agrafojo

Tres meses y una semana más tarde...

Jethro
La vida estaba llena de momentos y este era el más grande de todos.
Hoy era el final de mi vida de mala muerte y el primer día de una
existencia prístina.
Durante tres meses, encontré la felicidad que nunca me atreví a
soñar. Hawksridge Hall volvió a la vida con compañerismo y amistad en
lugar de la lujuria y la codicia. Flaw se hizo cargo de la hermandad de los
Diamantes Negros con facilidad. Nuestro contrabando ya no existía;
abrimos las líneas para el comercio adecuado de diamantes, asegurando
que nuestras minas y trabajadores estuvieran bien compensados.
Nila y yo volvimos a Almasi Kipanga. Dimos bonos a cada uno de los
trabajadores, establecimos prácticas de trabajo justas y organizamos un
edificio de finca adecuado para ser erigido y poder albergar a los que
quisieran quedarse.
Una vez completado, enviamos un mensaje a las otras minas:
esmeraldas en Tailandia, rubíes de Birmania. Las otras facciones de
Diamantes Negros cambiaron sus prácticas para adaptarse mejor a
nuestros leales trabajadores.
El nuevo régimen fue nombrado en honor al hombre que planeó
desde el principio mejorar las condiciones de nuestros empleados: Kestrel.
Mientras que en Botswana, también revocamos las órdenes de Cut
de que cualquier trabajador lesionado en la mina tenía que irse.
Rastreamos a aquellos trabajadores y recontratamos a todos los que él
despidió, y se rehabilitaron a los que perdieron extremidades en accidentes
trágicos. También compensamos a las familias que perdieron a seres
queridos que trabajaban para nosotros. El dinero no podría devolverles a
sus familiares, pero podría hacer su futuro un poco más fácil.
Vaughn y Jasmine anunciaron oficialmente que se hallaban juntos,
y Tex finalmente comenzó a desechar algo de su culpa.
Juntos, los Weaver trabajaron para encontrar a Jacqueline. Solo la
semana pasada se nos dijo que podría haber un dato sobre una mujer
cuyo cumpleaños coincidía con el de Nila y Vaughn no muy lejos, en
Cornwall.
Las cosas se curaban. Y Nila me sanaba a cambio.
Y ahora... me daba el mejor regalo que jamás podría darme.
Casarse conmigo.
Mis manos formaron puños cuando apareció en la parte superior del
pasillo. A nuestro alrededor, el mar brillaba mientras el sol se ponía en el
día más espectacular.
Esta fue idea de V. Vio las fotos que manipulé cuando secuestré a
Nila la primera vez. En donde aparecía abrazándola en un yate privado y
besándola en el mar. Bromeando, dijo, un par de meses atrás cuando
fijamos la fecha de nuestra boda, que tenía que ser en un barco en honor a
la casi predicción futurista de esas fotografías.
No podía estar más de acuerdo.
Mi corazón se aceleró cuando Nila se acercó. Su padre la agarraba
con fuerza mientras su rostro resplandecía de orgullo y amor. Su vestido
era el que ella se negó a dejarme ver la noche en que no vino a la cama.
De alguna manera conjuró exactamente lo que visualicé. Después de
hacerle el amor esa noche, el más extraño pensamiento me vino a la mente
y nunca se fue.
El vestido negro que le arranqué cuando la subí a mi motocicleta
siempre me persiguió. Sentía lo que ese vestido significaba para ella. Las
incontables horas de dificultad y habilidad que vertió en la creación de
tela. No le dejé ver lo mucho que su desesperación me afectó esa noche,
pero de alguna manera quería cambiar ese recuerdo; del mismo modo que
cambiamos todos los demás.
Ya sea que sintió mis deseos o que recogí sus pensamientos de lo
que afanosamente creó, de cualquier manera, se acercaba hacia mí con la
imagen idéntica del vestido, pero en lugar de negro, brillaba en plateado y
blanco.
Mis ojos quemaron, admirándola. Esta era la primera vez que veía el
vestido, pero no la primera vez que me provocaban con él.
Una vez que terminó el vestido, llamó a George y Sylvie, quienes
hicieron el artículo de Vanity Fair cuando Nila regresó a Hawksridge. Como
se prometió, se les ofreció un lanzamiento exclusivo, ocultándome el
vestido, pero preparando el pliego de cuatro hojas para el mundo.
Miré hacia los dos reporteros, tomando fotos y haciendo notas en
nuestra boda. Parte del acuerdo incluía cobertura de la ceremonia, así los
últimos rumores desagradables se disiparían, junto con cada otra
transgresión y dificultad del año pasado.
Vaughn se disculpó por causar la reacción de los medios sociales,
pero no acepté su disculpa. Él hizo todo lo posible por salvar a Nila. Era
un dolor en el trasero casi todos los días, pero amaba a su hermana, y a
su vez, yo lo amaba por eso.
George ondeó la pluma en mi dirección, sonriendo en su esmoquin.
Eran los únicos invitados que no formaban parte de la familia en
esta boda.
La mantuvimos pequeña, en parte por mi condición, pero
mayormente debido a que una boda es privada. En realidad, era entre dos
personas y nada más. No se necesitaba hacer un espectáculo cuando todo
lo que necesitábamos era un oficiante, un anillo y un voto compartido.
Mi espalda se enderezó cuando Nila se acercó. Parecía una princesa,
una reina… mí reina.
Plumas blancas y grises claras cubrían su escote, cosidas con gran
habilidad para transformarlas en piedras preciosas más abajo en el
corpiño.
La falda amplia se movía como una campana mientras Tex acercaba
a su hija a mí, entregándomela en una tradición muy antigua.
La primera vez que me llevé a Nila, lo amenacé y me la llevé sin su
aprobación. Esta vez, de buena gana, me la entregaba para salvaguardarla
porque sabía sin duda alguna que yo moriría por ella, lucharía por ella...
que cambiaría la historia por ella.
La brisa marina atrapó el borde de su velo, agitando el encaje
alrededor de su rostro, activando el gran diamante asegurado en su
cabello para envolverla en arco iris.
El collar de diamantes brillaba como fuego, absorbiendo lo naranja
de la puesta de sol, y el destello de tacones blancos se asomaba bajo las
capas de faldas con cada paso. Lo único en ella que no era blanco, era su
anillo de compromiso y su brazalete.
Los diamantes negros absorbían lo que hacía a los diamantes
blancos brillar. La gema de ónice absorbía las emociones y la celebración
del gran día, almacenándolo en lo profundo de su corazón sin precio,
manteniéndolo a salvo para siempre.
—Eres un afortunado hijo de puta. —Las palabras susurradas por V
vinieron de mi lado.
Mirando hacia él, sonreí. El día de hoy era agridulce. Nunca pensé
que me casaría. Y si alguna vez encontraba a la única para llevar conmigo,
imaginé a mi hermano como mi padrino. Kestrel no se hallaba ahí en
cuerpo, pero estaba en espíritu. Sentí su orgullo en el aire del mar. Vi su
sonrisa en la puesta de sol. Y a mi nuevo hermano de pie en su lugar. Mi
cuñado.
—Lo sé. Créeme, lo sé.
Jasmine se sentaba en el lado opuesto, en la posición de dama de
honor. Sus ojos reflejaban el color de su hermoso vestido color púrpura y
negro. Nila diseñó el vestido, al igual que mi traje y el traje de padrino de
V. Todos combinaban. Una familia.
La música suave dejó de sonar cuando Nila terminó la procesión al
alcance de la mano.
Tex se enjugó una lágrima mientras abrazaba a su hija. Perdió el
peso que llevaba desde que secuestré a Nila y lucía como el distinguido
caballero de la noche que la secuestré.
Tuvimos una charla privada hace un par de meses. Me disculpé con
él por lo que hizo mi familia y juré sobre las tumbas de mis antepasados
que Nila estaría para siempre a salvo en mis brazos.
Nila se paró frente a mí.
Parpadeé, asimilando su increíble perfección.
Sus manos pequeñas se colocaron en las mías, y las apreté tan
condenadamente duro.
El oficiante que contraté juntó sus dedos, mirando hacia la pequeña
congregación. No habíamos muchos. Flaw representaba a los Diamantes
Negros. Tex representaba a la familia de Nila. No había socios comerciales
o amigos, sin asistentes u organizadores.
Solo las personas que importaban.
—¿Tienen sus propios votos o les gustaría repetir después de mí?
Nila sonrió suavemente. —Ya hemos dicho lo que teníamos que
decir.
Asentí, pensando en la recién enmarcada Promesa Sacramental que
colgaba en mi oficina. Las figurillas de mi niñez y el contrato de mi
felicidad como adulto, lado a lado.
—Continúe con lo tradicional. Cuanto antes sea mi esposa, mejor.
El oficiante sonrió, su cabello oscuro captó la puesta de sol,
mientras esta besaba el océano. Inglaterra se encontraba detrás de
nosotros. Las islas griegas de Santorini nos enclavaban, flotando en el mar
turquesa.
Nuestra luna de miel sería pasada aquí. Relajándonos en la playa y
haciendo el amor bajo la luna. V y Tex planeaban buscar algo de algodón y
seda local, mientras que Flaw se reuniría con tiendas de joyería para
ofrecer nuestros diamantes.
Trabajo y placer.
Una combinación perfecta.
—¿Tú, Jethro “Kite” Hawk, aceptas a esta mujer como tu legítima
esposa, desde hoy y para siempre, en la salud y en la enfermedad, hasta
que la muerte los separe?
No necesité pensar. —Acepto. —Mil veces, acepto.
—¿Y tú, Nila Threads Weaver, aceptas a este hombre como tu
legítimo esposo, desde hoy y para siempre, en la salud y en la enfermedad,
hasta que la muerte los separe?
Nila sacudió la cabeza.
¿Sacudió la cabeza? ¿Qué carajo?
Sonriendo, murmuró—: Lo acepto desde hoy y para siempre, pero no
hasta que la muerte nos separe. —Me apretó los dedos, sus ojos
brillando—. Más allá de eso. Hasta la eternidad.
No pude esperar por lo de “puede besar a la novia”. La tomé por los
hombros y la jalé hacia mí. Mis labios se encontraron con los suyos, me
olvidé del mundo y de los testigos. Me olvidé de todo menos de soldar mi
alma a esta mujer que me capturó con tanto cuidado como una red
captura a un halcón.
Hablando contra su boca, dije en voz baja—: Viendo que cambiaste
las reglas, tengo otra para añadir a tu voto. Juro amarte por siempre. Ya
no estás en deuda conmigo. Estoy en deuda contigo. Mi corazón te
pertenece. Mi felicidad. Mi propia vida es tuya.
Nila se derritió, aferrándose a mí mientras profundizaba el beso.
Riendo, el oficiante se dirigió a la multitud reunida. —Viendo que
acaban de sellar sus votos, los declaro marido y mujer.
Los aplausos resonaron, y por primera vez en mi vida, estar en una
multitud no me hizo daño. La sensación abrumadora de las emociones de
todos era de felicidad, satisfacción y alegría.
Tex nos envolvió en un abrazo. —Bienvenido a la familia, Hawk.
Sonreí. —Gracias por aceptarme.
Tex besó a su hija. —Creo que ya no eres una Weaver, Threads.
Nila suspiró. —Siempre seré tu hija, papá, pero por ahora,
pertenezco y voluntariamente me convertí en una Hawk.
Él asintió como si tuviera mucho sentido que su hija se casara con el
hijo del hombre que mató a su esposa. Era un mundo retorcido, pero de
alguna manera, Nila y yo encontramos una manera de desenredarlo hasta
el punto de aceptación.
Las puntas de mis dedos hormiguearon por nuestros tatuajes a
juego e hice una nota mental de preguntarle a Nila si le gustaría terminar
las marcas ahora que cimentamos nuestras vidas juntos. Diez dedos, diez
tatuajes. Toda una vida de felicidad.
De alguna manera, encontramos vida sobre la muerte.
Elegimos libertad sobre deudas.
Y nunca daría mi futuro o a mi esposa por sentado.
Traducido por NnancyC, Daniela Agrafojo & Vane Farrow
Corregido por Vane Black

Nila
Jethro bloqueó la puerta.
El yate se balanceaba debajo de nuestros pies, apaciguado y salvaje
en su cuna de mar.
Las cortinas habían sido corridas a través del balcón, la cama hecha
por personal bien entrenado y todos los invitados que seguían a bordo se
hallaban en el piso de abajo.
Estábamos en el único dormitorio en este piso.
Privado.
Solos.
Pasando una mano a través de su cabello negro, brillante y lacio,
Jethro cruzó la distancia entre nosotros. No hablamos mientras el aire se
intensificó y el amor se vertió de su corazón al mío.
La alianza de bodas de oro blanco que diseñé junto con un par de
diamantes negros que adquirí en Callejón Diamante adornaba su dedo,
absorbiendo la luz en lugar de reflejarla, succionando su vida hacia
adentro, protegiendo sus secretos.
El anillo a juego zumbó en mi dedo. La gran piedra medianoche se
volvió más pesada cuanto más cerca venía Jethro.
—Lo hicimos. —Su voz con un atisbo de incredulidad—. Estamos
casados.
Asentí, un poquito sin aliento y muy nerviosa. —Lo estamos.
—Eres mía.
—Soy tuya.
—No hay más deudas. No hay más amenazas.
Me moví hacia él, pisando la alfombra plateada en la que
permanecía. Nuestros cuerpos se balanceaban mientras una corriente
mecía el yate, pero nuestros ojos nunca se apartaron. —Somos libres.
Respirando con dificultad, Jethro me alcanzó. Sus brazos se
envolvieron alrededor de mí, presionándome en él por lo que la seda
blanca de mi vestido onduló sobre mi piel y el suelo.
Las estrellas y la luna por encima eran los únicos elementos
invitados a nuestro cuarto. La claraboya tenía una escalera, otorgando
acceso a la cubierta privada. La proa del bote estaba fuera de los límites
para cualquiera. Podríamos hacer el amor aquí con el cielo como compañía
o subir y follar con el aire lamiendo nuestras pieles.
Podríamos viajar por el mundo.
Podríamos besarnos y tocarnos y nunca tener que ocultar nuestra
felicidad a nadie.
Tenemos tanto que anhelar.
La mirada de Jethro fue a mi collar. Se pasó la lengua sobre su labio
inferior mientras el destello tenue de diamantes le besaba la barbilla. —
Deberías saber algo.
Me congelé en sus brazos, el ritmo de mi corazón se aceleró. —
¿Saber qué?
Me movió en su abrazo, acunando mi garganta con dedos suaves. Su
pulgar recorrió los diamantes. —Admitiste que no querías que encontrara
una forma de remover esto. Nunca usarás otro collar siempre y cuando
vivas. No importa donde vayas. No importa que hagas, este collar estará
contigo en cada paso.
—Lo sé. Quiero que sea de ese modo. —Apoyando las manos en sus
caderas, fruncí el ceño un poco, intentando entender su objetivo—. Tú me
lo pusiste, Jethro. Se quedará hasta que yo muera.
Su espalda se tensó, los músculos de cada lado de su columna
vertebral abultándose debajo de mis dedos. —Así es como vi lo que sucedió
hoy.
—¿Qué quieres decir?
Arrugó la frente, ensombreciendo sus ojos dorados. —Quiero decir,
el matrimonio para mí no es una simple ceremonia y celebración. El
matrimonio es como tu collar. Un acuerdo de una única vez. Para nunca
romper, uniéndonos hasta que la muerte nos separe. Al igual que nunca
habrá otro collar, nunca habrá un adiós entre nosotros. Ninguna
oportunidad de cortar lo que hemos encontrado.
Mi estómago se retorció mientras revoloteos entraron en mi centro.
—También es así cómo lo vi. No fue una promesa insignificante, Kite. Dije
las palabras por voluntad propia.
—¿Pero comprendes completamente lo que es esto? Ningún otro
hombre. Nada de coqueteos o flirteos. Yo. Soy el último que alguna vez
tendrás. —Su cabeza cayó—. ¿Es suficiente para ti?
Me reí suavemente. No pude evitarlo. —¿En serio me preguntas si
eres suficiente para mí? —Mi corazón se desbordó—. Jethro, eres
muchísimo. Eres todo lo que pude alguna vez esperar. ¿Por qué estás
sintiéndote inseguro? —Me acurruqué más cerca, presionando mi mejilla
en su solapa, evitando el diamante clavado a través de la tela—. ¿Después
de todo lo que hemos atravesado, todo lo que dijimos hoy y ayer, tienes
miedo de que me divorciaré de ti y huya?
No respondió. Su pecho se elevó y cayó, sus brazos envolviéndome
con más fuerza como si no confiara en que no me desvanecería.
Dejé que el silencio y el chirrido del yate calmara algo de su miedo
antes de murmurar—: Sugiero que recuerdes el día que hui de ti después
del almuerzo de bienvenida porque esa es la única vez que alguna vez
huiré. Te elegí consciente, Kite. Sé lo que nuestra conexión significará para
ti y la lucha que a veces tendré para seguir dándote lo que necesitas. Pero
no soy una niñita. Soy una mujer quien ha elegido a su alma gemela. Soy
lo suficientemente fuerte para amarte incondicionalmente. Soy lo
suficientemente inteligente para saber que algunos días serán buenos y
algunos días serán malos. Y soy lo suficientemente valiente para
solemnemente jurar que estaremos juntos hasta el fin.
»No quiero a nadie más. Eres mi mejor amigo, mi salvador. Eres el
hombre para el que nací como lo decretaron seiscientos años de pactos. No
dudes de lo que tenemos en la víspera de lo que podría ser el momento
más feliz de nuestras vidas.
Jethro de repente gruñó, envolviendo sus brazos tan apretados que
me magulló. —Mierda, lo siento. No sé por qué dudé.
—Sé por qué.
Elevó mi mentón con un dedo. —¿Por qué?
Sonreí, amando la forma que la luz de la luna iluminaba lo plateado
de su cabello, haciéndolo lucir parte dios, parte escultura majestuosa. —
Porque todo es tan bueno ahora. Es difícil no sospechar que todo se
desvanecerá, después de una vida de tener todo lo que amaste arrancado
de ti.
Pausó, mordiendo el interior de su mejilla. —Tienes razón.
—Por supuesto, tengo razón.
Sus labios se inclinaron con socarronería. —Hasta este día, no sé
qué hice para merecerte, pero nunca te dejaré ir.
—Bien. —Poniéndome de puntillas, susurré—: Ahora, suficiente de
charla de divorcio. Vamos a disfrutar estar casados primero. Deja de
hablar y llévame a la cama, Sr. Hawk.
Se sobresaltó, un gruñido escapando. Me soltó y agarró mi muñeca,
jalándome hacia el colchón imponente y volteó las sábanas. —Será un
placer, señorita Wea… —Su boca se cerró de golpe, sus ojos se nublaron.
Sabía sus pensamientos. Los míos ya habían superado los
tecnicismos. Mi padre cambió su apellido para igualar el de mi madre por
las reglas de la Herencia de la Deuda. Por derecho, Jethro debería
convertirse en un Weaver.
No obstante, no tenía intención de despojar al heredero de
Hawksridge de su apellido. El mismo apellido que siempre se esforzó por
ganar y cambiar para mejor.
Sentándome en la cama en una lluvia de encaje blanco, palmeé el
colchón a mi lado. —Creo que el término que buscas para dirigirte a mí es
Señora Hawk.
Sus ojos se volvieron bronce. —¿Estás segura? No tienes que llevar
mi apellido. Puedes mantener Weaver si quieres…
—Lo que quiero es pertenecer a ti. Quiero que el mundo lo sepa.
Quiero que los fantasmas que batallaron juntos por tanto tiempo lo
escuchen. Quiero que nos volvamos uno. —Tomando su mano, lo jalé a mi
lado—. Intenta de nuevo, esta vez, usa el apellido correcto.
Presionando mis hombros, lentamente me guio sobre mi espalda. Su
aliento rozó mi boca mientras bajaba al lado mío. —Voy a amarte hasta
que mi corazón deje de latir y entonces más allá… Señora Hawk.
Me estremecí. —Me alegra. Porque tengo el mismo exacto plan,
Señor Hawk.
Sonrió, inclinando la cabeza para besarme.
Mi corazón se aceleró cuando deslizó su lengua entre mis labios,
seduciéndome con lentas lamidas. Sus dedos se entrelazaron en mi
cabello, jalando las horquillas y clips, dejando que los mechones negros
cayeran en cascada en un lio sobre las sábanas. Una vez que cada
decoración y pasador fue liberado, masajeó mi cuero cabelludo, sacando
un par de pétalos restantes del confeti de arroz y flores.
—Tanto como te amo en este vestido, creo que es tiempo que
desaparezca, ¿cierto?
Asentí.
Jethro era mío en cada forma posible. Él continuaría necesitándome.
Yo continuaría necesitándolo. Ya no éramos dos seres separados, sino una
pareja, amantes… una familia.
El estrés de la boda dejó mi flujo sanguíneo, relajando mis hombros
en la cama mullida.
Sus manos se deslizaron detrás de mí, rodándome sobre mi
estómago mientras se disponía la tarea de deshacer cincuenta y dos
botones de perlas de mi espalda.
Las piezas de encaje decoraban mi piel, revelando los músculos de
mi columna y los atrevidos vistazos debajo. No creí que tendría el tiempo
de coser algo tan delicado, pero fue catártico diseñar y crear algo tan
asombrosamente simple, pero intricadamente hermoso.
Piel de gallina hizo erupción cuando los nudillos de Jethro rozaron
mi piel, poco a poco liberándome de mi vestido. A medio camino de mi
espalda, tragó un gruñido. —Maldita sea, quiero arrancarte esto. Está
tomando malditamente mucho tiempo.
Me reí contra las sábanas. —Lo arrancas y te haré arreglarlo. La
paciencia es una virtud, marido.
Su toque se detuvo. —¿Cómo me llamaste?
Lo miré sobre mi hombro. —Marido. —Amando la manera en que
sus ojos se entrecerraron, dije en un suspiro—: Es lo que eres ahora.
Marido. Mi marido.
Su boca se abrió, oscuridad peligrosa entrando furtivamente en él.
—Dilo otra vez.
No me importó que mi vestido estuviera medio desabrochado, rodé
sobre mi espalda, deslizándome debajo de sus manos inertes. —Marido.
Su mirada cayó al corsé en el frente del vestido. —Esa palabra me
pone duro.
Los tirantes de espagueti se deslizaron de mis hombros, haciéndome
cosquillas. —¿Qué tan duro?
—Tan condenadamente duro.
—Muéstrame.
Tragó saliva. —¿Mostrarte?
Asentí, alcanzando sus pantalones con forma de tienda. —Quiero
ver.
Escapando de mi agarre, salió de la cama, un lento ardor
construyéndose en su mirada. —¿Por qué quieres ver?
La timidez se deslizó en mi sangre. ¿Él quería jugar? Podía hacerlo.
Sentándome en mis rodillas, luché contra la naturaleza confinante
de las capas de seda y me lamí los labios. —Porque es mío y quiero ver lo
que mi matrimonio me ha comprado.
Sus manos se volvieron puños. —¿Te compró?
—Ajá. —La conversación se volvió pesada como un ancla con el
deseo, hundiéndose a través del yate hasta el océano abajo. Nunca había
estado tan necesitada, tan lista para el sexo. Lo deseaba
desesperadamente, pero al mismo tiempo, amaba la expectación, el gozo
en aumento de que nos podríamos tocar cuando sea que quisiéramos, pero
elegir un poco de auto negación.
Las manos de Jethro volaron a su cinturón. Nunca quitando los ojos
de mí, desabrochó la hebilla, deslizando el cuero negro de las presillas. —
Si consigues verme, quiero algo a cambio.
—¿Oh? —Mis bragas se pusieron vergonzosamente mojadas—. ¿Qué
es?
Tomando un paso atrás, dobló el dedo. —Sal de la cama.
Sin una palabra, obedecí.
Mis pies desnudos golpearon la alfombra suave. Mis tacones habían
caído cuando Jethro me llevó por el pasillo hasta nuestro cuarto después
de dejar la fiesta.
—Quítate el vestido. —La mano izquierda de Jethro enrolló el
cinturón apretadamente alrededor de su puño mientras la derecha
desaparecía en su bóxer negro.
La cola de mi vestido era similar a una estela de encaje, los botones
deshechos dándome el lugar suficiente para quitarlo y dejar el corsé
combinado y la cobertura caer al piso.
Me paré delante de él en el camisón transparente que hice que
Jasmine ordenara en línea. Lo ocultó por mí para que fuera una sorpresa
en nuestra noche de bodas.
Esta noche.
Estamos casados.
Las palabras esporádicamente siguieron apareciendo en mi cabeza
como juguetes en la mañana de navidad.
Soy una esposa.
Tengo un marido.
No había nada más erótico que eso. Nada más estimulante o
deseoso.
Agarrando su polla, Jethro tragó con fuerza. —Cristo, eres hermosa.
La intensidad en sus ojos me desnudó. Luché para mantener las
manos a mis lados y no arrancar la liga unida a la insustancial tanga o
pasar mis manos hormigueantes sobre las medias de seda.
Dejé que Jethro se embelesara en ello debido a que tenía cada
intención de hacer lo mismo.
Mis ojos eran egoístas. Mi cuerpo codicioso. Mi alma hambrienta.
—Quiero morder cada pedazo de ti. Quiero arrancarte la lencería y
tomarte duro. Quiero enterrarte entre mis brazos y nunca jodidamente
dejarte ir.
La voz de Jethro imitó una ola sobre la arena, suave y acariciante,
pero áspera y salvaje a la vez.
Su mano trabajó con más fuerza, sus cuádriceps tensándose bajo
sus pantalones. La sola acción hizo que mis pezones latieran con
necesidad.
»No puedo dejar de mirarte. —Su mandíbula se apretó cuando
acarició más rápido—. Nada más importa si sé que eres mía y que puedo
tocarte, probarte, follarte cuando sea que quiera.
La urgencia de tocarlo me abrumó. Quería consumar nuestro
matrimonio.
Ahora.
Sin embargo, Jethro me llevó al punto de quiebre. Lo menos que
podía hacer era devolverle el favor. Bajando mis manos de mi garganta
hasta mis pechos, torcí mis pezones a través del camisón transparente. —
Amo saber que eres mío. Que tus dedos pertenecen dentro de mí, que tu
polla fue hecha para complacerme, tu boca diseñada para besarme todos
los días.
Jethro trastabilló con las palabras. —No tienes idea. Cada día, Nila.
Cada maldito día voy a darte esas tres cosas.
El cuarto se llenó de lujuria, invitando al océano de abajo a
transformarse en aire líquido y al oxígeno en calor fundido.
Bajando las manos a mi coño, me toqué a través del encaje. —Quiero
verte. Quiero ver tu polla larga y dura. Quiero ponerme de rodillas y
chuparte. Quiero sentir que te destrozas y lamer cada gota.
—Maldito infierno. —Jethro se rompió primero.
Mi corazón saltó de triunfo cuando se dirigió hacia mí, arrancando
su mano de sus calzoncillos, y tomando la mía para reemplazarla. Su otra
mano aterrizó en mi nuca, la hebilla de su cinturón sonando contra mi
collar. —Tócame, Needle. Siente jodidamente lo mucho que te deseo.
Mis dedos obedecieron al instante, robando su invitación e
invadiendo su ropa interior. Al momento en que mi toque encontró el acero
envuelto en terciopelo, su estómago se onduló con tensión.
Tomando un puñado de mi cabello, gruñó—: Quiero tus labios
alrededor de mi polla. Quiero tu lengua lamiendo lo que te doy. Pero por
ahora, ahora, no puedo pensar bien. No puedo hacer esto más. Necesito
estar dentro de ti. De inmediato.
Sus labios se estrellaron contra los míos, su gemido se deslizó
profundamente en mi pecho. Batallé con su lengua, indicios de violencia y
peligro desentrañó mi decoro más y más rápido.
El beso se volvió fatal, matando cualquiera de las preocupaciones o
males.
La ignición entre nosotros se volvió viperina en tanto nuestro pasado
de pronto desaparecía. La tapa de nuestras vidas anteriores se cerró de
golpe con finalidad. Y una nueva página en blanco se desplegó delante de
nosotros. Éramos la pluma y la tinta listas para abrir un nuevo capítulo.
—Nila… —El toque de Jethro se volvió salvaje, su lengua haciéndole
el amor con locura a la mía con sincronización improvisada. Su toque se
volvió una rueda de la fortuna de caricias y demanda, empujándome a la
cama de nuevo.
Separando mis piernas, se colocó entre ellas. Al momento en que
descansé sobre mi espalda, me arrancó las bragas, bajándolas por mis
piernas. Las ataduras del liguero se abrieron, cediendo a las pantimedias y
dejándome desnuda.
No podía respirar. Apenas podía permanecer dentro de los límites de
mi piel mientras Jethro caía de rodillas y me jalaba más cerca de su boca.
Su respiración me sedujo primero, soplando sobre mi clítoris,
seguida por sus sucias y deleitables palabras. —No tengo duda de que
vamos a pelear y reconciliarnos. Pasaremos cada día compartiendo una
experiencia diferente, pero esta… esta es la mejor parte del día. —Sus
dedos bailaron en mi entrada, provocándome con la distracción—. Voy a
comerte, Needle. Voy a lamerte y a follarte con mi lengua antes de follarte
como mi esposa.
Las puntas de sus dedos volaron a mis muslos con pantimedias,
sosteniéndome hacia abajo. —Eres el rayo de sol para mi diamante negro…
Mi corazón se hinchó ante la confesión poética. —Jet…
Mis manos se enterraron en su cabello, enredándose entre sus
hebras. Él vivía en el latido de mi corazón, en mi respiración, mis
pensamientos. Y ahora, vivía en mi alma, porque intercambiamos una por
la otra con nuestros votos.
Su lengua me tocó primero, un lametazo tentativo; seguido por el
húmedo calor de su boca. Me sacudí, mis dedos se aferraron a su cabello
como si fuera un ancla. Mareos me tomaron prisionera; no sabía si era por
el vértigo o por la maestría de Jethro.
Besó mi clítoris, moviéndose hacia mi entrada con una lengua
asertiva. La primera búsqueda dentro de mí arrancó un gemido de mi
pecho. Un gemido bien ruidoso.
Anhelé más, más, más.
Jalando su cabello, arqueé mis caderas, demandando lo que
necesitaba.
Jethro se rio, volviendo mi mundo patas arriba. —¿No es suficiente
para ti, codiciosa esposa?
Su cabeza se inclinó, su lengua empujó en mi interior, muy
profundo.
—Oh, Dios. —Todo mi cuerpo se contrajo, rogando por todo lo que
quería dar. La primera onda de un orgasmo me hizo jadear. Sí. Sí, sí, sí.
—No, todavía no. —Jethro se detuvo, terminando con la carrera de
alegría.
Gruñí, empujando mi mejilla sobre la ropa de cama. —Bromista.
Sopló sobre mi coño, secando su saliva y activando todo un nuevo
mundo de esclavitud.
—No quiero que te corras. No hasta que grites.
Mis ojos encontraron los suyos. —Gritaré. Haré lo que sea que
quieras.
Sonrió. —Recordaré eso la próxima vez que discutas conmigo sobre
alguna cosa mundana.
—Nuestra vida nunca va a ser mundana.
Su mirada se opacó un poco. —Tienes razón. Te encadenaste a un
PME.
Sonriendo, acaricié su mejilla áspera. —Estás mal, me encadené a
un heredero de diamantes con quien comparto seiscientos años de
historia. Eso solo significa que nuestro futuro nunca será monótono.
Su cabeza se inclinó en mi agarre, sus labios brillantes
presionándose contra mi palma. —Tienes razón.
Alejando su cara de mi toque, su boca volvió a aterrizar en mi coño.
—Comencemos a reescribir nuestra historia ahora mismo.
Su lengua entró de nuevo en mí, arrebatándome la comprensión.
Me retorcí ante la promesa de liberación construyéndose rápida y
agudamente. Un violento crepitar de lujuria invadió mi sistema cuando su
lengua se introdujo tan profundo, que convulsioné sobre el cobertor. Se
fue la paciencia para hacerme esperar. Se fueron las amenazas de querer
que gritara. No era más una amenaza, sino una promesa.
Iba a hacerme gritar; con o sin mi permiso.
Una liberación, tan buena como el grito más agudo, se coló en mi
corazón como champaña burbujeante lista para escapar de la botella de mi
cuerpo.
—¿Vas a gritar?
Su lengua penetró de nuevo, destruyendo cada pared restante y
llenando cada uno de los rincones en mi interior. Me volví un todo cuando
sus gemidos vibraron contra mi carne resbalosa, el aspecto físico del sexo
volviéndose una recompensa emocional entre más lamía.
Placer se construyó y construyó y construyó a medida que la succión
rítmica me destruía.
—Grita, Nila. —Dos dedos de repente reemplazaron su lengua,
entrando profundamente, arrancando mi orgasmo de ansioso a la
existencia.
No tenía opción.
Me vine.
Y me vine.
Y me vine.
Dos dedos se convirtieron en tres, abriéndome más, arrastrando más
placer del que pensé posible.
Me sacudí y golpeé y grité.
Grité por Jethro. Por nuestro futuro. Por cada día no escrito de
nuestras vidas.
—Joder. —La barba incipiente de Jethro raspó el interior de mis
muslos mientras me daba tal deliciosa liberación—. Otra vez.
Cada centímetro de mí ardió y cosquilleó. —No hay manera.
Tomó mi negación como un reto. —Hay manera. —Sopló aire
caliente sobre mi coño hinchado. La cálida brisa no hizo nada para
atemperar los nervios latientes y en carne viva.
Mis piernas temblaron antes de cerrarse. Quería descansar.
Necesitaba descansar.
La punta de su lengua lamió mis pliegues, garantizando ternura
después de un final feroz. —Vas a venirte de nuevo. Te vendrás tantas
veces como te ordene. Después de todo, esta es nuestra noche de bodas y
me encanta observarte venirte. Me encanta saber que te provoco placer.
Me encanta escucharte jadear y gemir. Me encanta la forma en que tu
coño aprieta mis dedos como si tuviera miedo de que te dejara alguna vez.
Sus tres dedos se movieron despacio dentro y fuera de mí,
esparciendo mi humedad, forzando a mi cuerpo a elevarse a otra cima.
No me apresuró esta vez, se tomó cada segundo y me estiró hasta
que mi saciedad dio paso al hambre. La firme acogida me dejó sin aliento,
mi cuerpo tensándose y retorciéndose bajo su erótica conducción.
—Vente para mí.
Los dedos de mis pies se curvaron cuando incrementó su presión,
pero quería algo más.
—No puedo… necesito…
—¿Qué necesitas?
Sacudí mis caderas, rindiéndome ante la criatura que me había
hecho. —Necesito tu polla. Necesito que me montes. Necesito sentir que
me reclamas por completo.
Sus dientes mordieron mi clítoris, un gruñido retumbante
derramándose de su boca.
—Necesito que te corras conmigo, Kite.
En un movimiento sin esfuerzo, se puso de pie. Su polla era una
jabalina, orgullosa y dura, mientras sus calzoncillos colgaban
precariamente en sus caderas.
Su cara se tornó un ceño sexual; sus ojos endemoniados con
necesidad mientras sus dedos tomaban mi trasero y arqueaban mi
columna. Sus rasgos se volvieron de piedra, piel estirada sobre hueso
demasiado apuesto para mi corazón. Sus ojos dorados brillaron con
sombras grises, dilatados con la necesidad de romper todos los límites, de
abrazar cada necesidad y ya no limitarse con el control.
Iba a hacerme venir. Se aseguraría de que mi cuerpo aceptara su
tamaño sin privación. No iba a contenerse.
No quería que se contuviera.
Mi mente se segmentó. Una parte de mí prestaba atención a este
hombre increíble a punto de follarme y otra parte se volvió animal.
Separando mis piernas, le di la bienvenida.
La cama se hundió cuando sus rodillas golpearon el borde. Iba a
rodarme más arriba para que pudiera subirse encima, pero me detuvo,
levantando mis caderas.
—No. Así.
Con los dientes apretados, Jethro dobló las rodillas, y en un
movimiento fluido, la punta de su polla encontró mi entrada empapada.
Mi mirada se dirigió a su cuerpo completamente vestido. La tela de
mis pantimedias enrollada alrededor de sus caderas, la seda arrugada de
su camisa blanca y el broche de diamante brillando en su chaleco.
Nuestros ojos se encontraron mientras se deslizaba dentro de mí.
Mi boca se abrió cuando su enorme longitud golpeó el final y me
ensanchó más que cualquier dedo.
Me estremecí; escalofríos se esparcieron a medida que se introducía
hasta las bolas. Tan posesivo, robó cualquier semblanza de quién era yo.
Mirando sus ojos, supe que iba a tomarme duro y rápido. Mis dedos
apretaron las sábanas, preparándome para la forma en que iba a usarme.
Cuando no se movió, lamí mis labios, moviendo las caderas un poco.
Su cabeza cayó hacia atrás, los tendones en su cuello rígidos. —
Cristo…
—Fóllame, Kite. —Me moví de nuevo, tentándolo a tomar—. Quiero
que me folles.
Anticipación se cernió como una cortina esperando a ser apartada.
Mi temperamento se inflamó y envolví mis piernas más fuerte
alrededor de sus caderas. —Fóllame, Jethro. Fóllame, por favor, folla…
No me dejó terminar. Saliendo, golpeó de nuevo hacia adentro,
penetrándome con un empuje feroz.
Jadeé cuando estrellas fugaces salieron de donde nos uníamos. La
conexión era demasiado intensa. Demasiado profunda y demandante. Era
tan grande, tan duro, tan, tan profundo.
Me tomó con todo. Nada prohibido. Nunca lo había sentido tan
abierto, tan completamente controlado pero atesorado al mismo tiempo.
La dominación de Jethro sobre mi corazón y cuerpo explotó mi deseo
hasta que rogué por otra liberación. Necesitaba otro orgasmo, y lo
necesitaba mientras ambos nos encontrábamos crudos y llenos de amor.
Me apreté a su alrededor, orgullosa y presumida de tenerlo dentro.
Me tomó, pero yo lo tomé a él. Le di mi cuerpo. Yo era su hogar.
Sus dedos cambiaron a manos, sosteniendo mis caderas mientras se
incrustaba otra vez. Y otra vez. Sus golpes estiraron cada terminación
nerviosa hasta que las temblorosas alas de otra liberación comenzaron a
formarse.
Todo su cuerpo se endureció, sus brazos temblaban, su traje
susurrando con cada embestida.
Saliendo hasta la punta, se lanzó con fuerza dentro de mí. Una y
otra vez. Sudor decoraba su frente por estar completamente vestido
mientras dejaba que la euforia lo reclamara.
Su gemido fue primitivo y tan bajo; que se deslizó en mi pecho,
envolviéndose alrededor de mi corazón. —Cristo, te sientes tan increíble.
Su agarre se apretó al tiempo que sus embestidas se volvieron a
follar. La cama se movió con sus rodillas y mis pechos se balanceaban de
su furiosa reclamación. Cada embestida caliente me clavó en la cama
mientras caía sobre mí, volviéndose de presionar a aplastar.
Tener su cuerpo cubriendo el mío, tener su polla esparciendo mis
pensamientos, me derritió.
El placer onduló a través de mí una y otra vez. Manteniéndome a
tiempo con su follada, nos empujó hacia arriba y arriba.
Me entregué al éxtasis.
Más fuerte.
Más fuerte.
Embestidas largas e invasivas.
Cada segundo me vine abajo, perdiendo el sentido de mí misma.
Enterrando su cara en mi cuello, me sostuvo con tanta fuerza, que
casi detuvo mi respiración. Nuestros torsos pegados, pero nuestra mitad
inferior trabajando más duro, más rápido. Nos follamos uno al otro hasta
el cielo.
—Nunca he estado tan duro. —Sus labios encontraron los míos, su
lengua entró en mi boca—. Nunca había estado tan jodidamente profundo.
Embistió en mí, sin perder su ritmo.
Maullé y rogué y dije cosas que nunca recordaría.
No podía hacer nada.
Era poderosa.
Estaba desesperada.
Me sentía saciada.
Mi orgasmo se convirtió en una tormenta, me empapó con gotas de
lluvia, convirtiéndome en un río.
Agarrando mi cabello, su empuje se volvió vicioso. La corona de su
polla acarició mis paredes internas, extendiendo mi anhelo, persuadiendo
a mi orgasmo a tambalearse sobre el pináculo final.
—Vente, Nila. —Sus dientes capturaron mi labio inferior mientras
gemía largo y bajo. Su propio orgasmo comenzó lento, empujando dentro
de mí con posesión calculada.
Su espalda arqueada; la base de su pene frotando perfectamente mi
clítoris.
El primer salpicón de su semen me activó.
Llegué al clímax en una desintegración rápida, una oleada tras otra,
exprimiéndolo mientras se venía. La liberación se amplió cuando Jethro se
mantuvo follando, reclamando.
Sus brazos me asfixiaron, su cuerpo me sujetó al tiempo que sus
caderas seguían bombeando hasta que gastó hasta la última gota de su
deseo.
Minutos y latidos del corazón se volvieron incontables mientras nos
quedábamos allí, calientes y pegajosos, pero más enamorados que nunca.
Sus labios susurraban sobre mi mandíbula a mi oído. —Me casé con una
diosa.
Me reí. —No, te casaste con una Weaver.
Mordió mi lóbulo. —Y ahora ella es una Hawk. —El destello de su
sonrisa detuvo mi corazón, luego, como un desfibrilador, se reinició en este
nuevo mundo que me había dado.
Rodando sobre su costado, los dos hicimos una mueca cuando su
pene se deslizó hacia fuera, tendiéndose sobre su vientre bajo.
Siguiéndolo, apoyé la cabeza en su pecho, dejando que el thud-thud de su
corazón reorganizara el mío.
Mis brazos y piernas temblaban de placer residual, derritiéndome
sin huesos sobre él. —¿Realmente acabamos de consumar nuestro
matrimonio?
El brazo de Jethro me envolvió. Un beso aterrizó en la cima de mi
cabeza. —Creo que follarnos uno al otro hasta casi morir es el término más
correcto.
Levantando los ojos, sonreí. —Bueno, tu destino era siempre
matarme. Si lo haces por orgasmo, no me quejaré.
Sus ojos se estrecharon, llenándose con deudas pasadas y cosas en
las que ya no quería pensar. El amor que tenía para mí no podía negarse
mientras besaba suavemente mis labios. —Mi destino podría haber sido
matarte, pero volví a escribir el destino. Ahora, haré todo lo que esté en mi
poder para hacerte inmortal.
Mi corazón saltó ante el voto apasionado en su tono. —¿Cómo lo
harás?
Acarició mi nariz con la suya. —Al volver nuestro dúo en una
familia. Al hacerte una madre.
Traducido por Hansel & Vane Farrow
Corregido por Laurita PI

Seis semanas después…

Jethro
El matrimonio era mejor que cualquier otro regalo, riqueza,
propiedades, o suerte combinados.
Estar casado con Nila hizo mi vida, mi puto mundo, completo.
Las últimas seis semanas habían sido un desorden caótico de
construir nuevos objetivos, el avance de nuestros sueños, y deslizarnos en
nuevos patrones de normalidad.
Tex encontró a Jacqueline.
Nila y Vaughn observaron la foto de su hermana durante días antes
de tomar la decisión de concretar una reunión.
Todos acordaron reunirse en un lugar neutral. En un restaurante,
dentro dos semanas.
Temía por lo tensas que pudieran ser las emociones esa noche, pero
estaría a su lado en cada paso.
No pasaba un día en el que no me sintiera malditamente
sorprendido de Nila. Ella manejaba la reaparición de su hermana, su
nuevo mundo, y mi necesidad de consuelo emocional con facilidad.
Moderaba mi condición cuando nos encontrábamos en público. Sabía
exactamente cómo tratarme así me sentía amado, pero no consentido.
Y, a cambio, me permitía hacer todo lo que hacía por mí de vuelta.
Me permitió proporcionarle un hogar, entregarle regalos tanto en
capacidad física y emocional.
Juntos, encontramos una nueva felicidad, y vivía en su burbuja
cada segundo de cada día.
Después de nuestra boda y luna de miel en Santorini, Nila retomó su
oficio con pasión. Cosía hasta altas horas de la noche, mientras que yo
completaba libros de contabilidad y creaba nuevas lealtades. A menudo
trabajábamos uno al lado del otro, a veces en el aposento Weaver, donde
toda su tela, suministros, y desorden se encontraba aún; a veces en el
salón, donde me gustaba beber, y a veces en la cama. Una tarde de ocio,
nos quedábamos bajo las cálidas mantas y hacíamos el mínimo de
responsabilidades por lo que podíamos jugar bajo las sábanas por el resto
del día.
Y hoy, todo el arduo trabajo daba sus frutos.
Mi corazón estalló como las rosas esparcidas por todas partes,
besándonos los pies.
Nila se encontraba pegada a mi antebrazo, respirando con dificultad,
luchando contra cualquier hechizo que pudiera provocar el vértigo.
Hice todo lo posible para encontrar una cura para ella. Revisé sitio
web tras sitio web, consultado médico tras médico. Algunos decían que era
una deficiencia de hierro, por lo que la abastecía de vitaminas y minerales.
Algunos dijeron que el cerebro finalmente cesaría la producción de ataques
de vértigo. Sin embargo, los había tenido toda su vida, no creía que eso
sucediera.
La mejor solución que encontré hasta ahora era una serie de
ejercicios llamados la técnica Canalith. Ayudó, pero no la curó.
Pero teníamos tiempo, y no dejaría de intentar.
Por ahora, sería su ancla, sosteniéndola en un mar de mundos
inclinados.
—Te adoran, Needle.
Su cara se encontró con la mía, pintada por los flashes de las
cámaras. —Adoran la colección. No a mí.
Negué con la cabeza, mirando por encima a la alfombra de
periodistas, fotógrafos y celebridades.
Expertos en moda y reporteros de todas partes del mundo llegaron a
presenciar la colección Arco Iris Diamante de Nila. La colección que
comenzó cuando ella se puso de pie desnuda en el césped de Hawksridge a
punto de correr por su vida a través del bosque.
Me dijo que estar desnuda aquel día y usar solo los diamantes le
dieron la fuerza para correr. También fue la inspiración para crear sus
mejores obras maestras y diseños de alta costura. Su marca, Nila, era
bendecida no solo en el mundo de la moda de alta costura, también en las
tiendas y grandes almacenes locales.
Joder, me siento tan orgulloso de ella.
Esta noche, no compartió el evento con cualquier otra boutique o
marca. Toda la producción de dos horas fue una pieza tras otra que creó
en Hawksridge y unas pocas piezas que salvó del armario de Bonnie
cortesía de Emma y sus antepasados. Esas piezas de época fueron
anunciadas como un revivir de la moda y las palabras “encaje victoriano” y
“faldas de crinolina” flotaban en el aire cálido en el interior del teatro.
—Lo hiciste. Debes estar orgullosa. —Le acaricié el cuello con la
nariz. Mis dientes anhelaban morderla, pero me contuve. Esta noche. Esta
noche, la mordería y mostraría lo orgulloso que me sentía.
—No podría haberlo hecho sin ti. —Se apoyó en mis brazos, trayendo
su olor a vainilla y orquídea.
—Eso no es cierto, pero gracias de todos modos. —La besé en la
oreja, con cuidado de no afectar el peinado que Jasmine la ayudó a hacer.
Las últimas semanas pasaron volando y el corte que le realicé en los
establos había crecido, en una brillante longitud perfecta de espesor que
podía agarrar con mi puño, mientras su boca tomaba mi pene.
Me endurecí, recordando su lengua rodeándome anoche.
Hacía dos días que llegamos a Milán, al mismo teatro donde la rapté
hace tantos meses.
El tiempo tenía su propia extraña ironía.
En este lugar terminé con su vida.
Y sin embargo, también, volvió a la vida aquí.
Hacía un año, la robé del evento y evité que cualquier persona
disfrutara de sus creaciones. Ahora, la compartía con los que valoraban
sus habilidades y luchaban entre sí por el prestigio de llevar su arte.
A nuestro alrededor se hallaban las modelos del desfile de esta
noche. La colección Arco Iris Diamante en verdad era espectacular.
Pasteles, rosas, púrpuras, amarillos, verdes azulados, una gran variedad
de telas sobre las que Nila me educó y cortes y encajes y bordados
elegantes que me describió cada vez que ella trabajaba.
De pie a su lado, juraba por mi vida que no podía recordar el nombre
de una sola puntada. Todo lo que recordaba era lo mucho que la quería y
lo impresionante que lucía en un fascinante traje de humo.
Desde luego, no era humo, era seda y tul y cualquier número de
materiales que me obligó a recordar. Sin embargo, los velos medianoche
que descendían desde su pequeña cintura y el brillo de las perlas negras
en la parte delantera la hicieron la corona del espectáculo, el diamante
negro de su imperio.
Cada vez que pasaba frente a mí, quería tirar la chaqueta de mi
esmoquin sobre sus hombros para ocultar la línea de su columna vertebral
y la curva de su culo.
Me gustaba el diseño del vestido, pero no la forma en que los
hombres miraban a mi esposa.
Una de las tiendas de ropa que ya había hecho una oferta en la
subasta y ganado la nueva colección de Nila, se subió al escenario a
entregarle un ramo de rosas blancas. El hombre de piel oscura besó su
mejilla, me sonrió, y se enfrentó a la audiencia para recibir los aplausos.
Por una vez, no me importó estar en una multitud de este tamaño.
No porque Nila se hallaba a mi lado y me había acostumbrado a sintonizar
con sus pensamientos cuando se encontraba en una reunión como esta,
sino porque todo el mundo tenía un enfoque: asombro impresionado.
Nila saludó a las cámaras, se inclinó, ocultando el pequeño tambaleo
clavando las uñas en mi puño y se volvió para irse.
No tan rápido.
La sostuve un segundo más. Quería disfrutar el momento. Quería
absorber cada pensamiento y sentimiento porque esta noche era especial
para Nila, pero también era especial para mí.
Esta noche era mi trigésimo cumpleaños.
Lo logré.
Nila no fue decapitada, su cuerpo no se pudría en el páramo con sus
antepasadas, y yo no había muerto a manos de mi padre.
Volvimos el mal en benevolencia y vivimos de una manera digna de
merecer.
—Vamos, es hora de irnos. —Tiró de mi agarre, balanceándose en
sus estúpidamente tacones altos.
Ahuequé su codo, girándola hacia mí. Por desgracia para ella, no
podía ocultar sorpresas y sabía que esta noche planificó una fiesta de
cumpleaños para mí. No sabía dónde o qué implicaría, pero sentía su
emoción por sorprenderme y su disfrute al celebrar tan gran hito. Un hito
que ambos temíamos nunca llegaría a pasar.
Sin embargo, también había algo más.
Algo que custodiaba y protegía. Algo que significaba un gran jodido
asunto para ella y no me había dicho.
Durante el último par de semanas, pensé que era la colección. El
haber terminado todo el guardarropa de veintitrés vestidos y otras prendas
de vestir fue un gran logro.
Pero ahora... ahora, sabía que no lo era, el secreto todavía brillaba
demasiado en su interior.
Nila impuso su autonomía, sintiendo mi determinación de obligarla
a que me diga. No había querido atraparla en la pasarela y obligarla a
decirlo frente al mundo de la moda. ¿Pero en qué otro lugar era más
vulnerable?
La demoré. Mantuve su desequilibrio en la bahía. Lo menos que
podía hacer era…
—Tengo un secreto y no puedo ocultarlo por más tiempo. —Nila
suspiró, luchando contra una sonrisa. Flashes de las cámaras continuaron
disparando junto con la rosa perdida arrojada cuando las modelos
desfilaron por última vez detrás de nosotros.
Dejé escapar un suspiro. Ya era maldito tiempo. —Me lo imaginaba.
—Doblando las rodillas, la miré directamente a los ojos—. Has hecho un
buen trabajo en ocultármelo.
Me quedé inmóvil mientras levantaba la mano, haciendo a un lado
mi cabello entrecano, mostrando al mundo el máximo afecto entre
nosotros. Manteníamos nuestra vida en privado. Después del artículo de
Vanity Fair en nuestra boda, evitábamos toda mención y entrevistas.
Tomé una profunda bocanada de aire mientras acunaba mi cuello,
acercándome más. —¿No has sido capaz de adivinar?
Negué con la cabeza, mi cabello mezclado con el de ella. —No. —Me
permití profundizar más en sus pensamientos, buscando la respuesta a su
verdad atesorada. Sus emociones eran turbulentas, mezcladas con la
alegría profunda y un sentido de logro tranquilo por todo lo que hizo esta
noche.
Se tambaleó un poco en mis brazos. —¿Es ésta realmente la primera
vez que no puedes adivinar? ¿No sabes lo que me encuentro a punto de
decir? —Sus labios fruncidos—. Porque ya sé que averiguaste mi sorpresa
de esta noche acerca de tu fiesta de cumpleaños.
Me reí. Mi cuerpo se relajó, fundiéndose en ella cuanto más hablaba.
Olvidé dónde estábamos. Ignoré los otros miles de pensamientos y mentes
humanas. Éramos solo nosotros. Needle y yo.
Mi mujer.
—En lugar de burlarte, ¿qué hay acerca de que me saques de mi
miseria?
Sus ojos brillaban, imitando los diamantes alrededor de su garganta.
—Me gusta más tener un secreto por una vez. Creo que podría disfrutarlo
un poco más de tiempo.
Gruñí, envolviendo mi brazo alrededor de su cintura. El roce de sus
faldas sonó fuerte sobre el murmullo de la audiencia. —Dime…. De lo
contrario, tendré que usar medios más convincentes en el momento en que
estamos en privado.
Se humedeció los labios. —¿Lo prometes?
Rodé los ojos. —Realmente vas a volverme loco, ¿eh? Bien, en el
momento en que haya soplado esas malditas velas en el pastel que
compr….
—Estoy embarazada.
Mi boca se abrió.
Todo se detuvo.
No podía moverme, hablar, pensar.
¿Embarazada?
Joder, ella está... embarazada.
Mi mente se revolvió, intentando darle sentido a la palabra. Mi
corazón se resistió, exprimiendo cada gota de oxígeno de mis pulmones.
Nila se rio ante mi falta de intelecto. Sus dedos se enroscaron con
los míos, presionándolos contra su vientre. —Embarazada, Kite. Al igual
que... Voy a tener tu hijo.
Mis piernas cedieron.
Caí de rodillas en el escenario frente a miles de jodidas personas.
Las lágrimas inundaron mis ojos mientras miraba su vientre plano.
Las faldas y fondos del traje ahumado escondieron cualquier aleteo o
bulto, pero mi corazón saltó con el conocimiento. —Tú estás… Estás... —
No pude terminar.
La multitud se quedó en silencio mientras envolvía mis brazos
alrededor de sus piernas y la abrazaba. Besé su vientre. Juré sobre todo lo
que poseía que haría lo que fuera para ser digno de este nuevo regalo.
Embarazada.
Está embarazada.
Levanté la mirada, observando su rostro radiante. —¿Có…? ¿Cómo?
Se curvó sobre mí, con los ojos desplazándose entre la multitud y yo
a sus pies. —Levántate, todos nos miran.
—No me importa. Pueden ver cómo luce el verdadero amor. No me
avergüenzo de adorarte, sobre todo después de que me dices algo tan
impactante como esto. —Tirándola hacia mí, se arrodilló en su vestido,
frente a frente.
—¿Cómo? Pensé…
Negó con la cabeza, con una gran sonrisa. —El anticonceptivo que
me diste antes de la Tercera Deuda desapareció hace meses. Quería
decirte que no estaba en control de la natalidad, pero luego pensé...
tenemos todo lo que podemos necesitar. Ganamos sobre probabilidades
aparentemente imposibles. ¿Por qué esperar? Somos jóvenes, pero sabios.
Hemos demostrado que sabemos lo que es correcto y lo incorrecto.
Su mano acunó mi mejilla, temblando un poco, pero tan
condenadamente fuerte. —Quiero tener tus hijos, Jethro. Espero que no te
importe que tomara la decisión por los dos.
—¿Importar? ¿Por qué diablos me importaría? —La aplasté contra
mí, arrugando sus plumas y diamantes de imitación, arruinando su
elaborado peinado con besos—. Esto… es más de lo que jamás podría
pedir. —Ahuecando su rostro, la besé profundo.
Vertí mi corazón y agradecimiento por su garganta. —¿Cuán…?
¿Cuánto tiempo?
Suspiró, sosteniéndose sobre mis muñecas. —No estoy segura. Unas
semanas... quizás un mes más o menos.
Una estúpida sonrisa se extendió sobre mi rostro. —¿Ya sabes lo que
es?
Una niña.
Por favor, que sea una niña. Al igual que Nila.
Una niña que no tendría que preocuparse de sufrir esas deudas
terribles. Una hija primogénita que sobreviviría y no sería obligada a pagar
por los crímenes históricos.
Se encogió de hombros. —No lo sé. Pero sea lo que sea, sé que lo
amarás y yo también, y llenaremos Hawksridge con sonidos de risa.
No podía detenerme.
Poniéndome de pie, la levanté en mis brazos. La cola de su vestido
ondeaba sobre mi brazo mientras me paraba en el centro del escenario con
tan jodido orgullo que podía volar.
Mirando a las cámaras cada vez más invasivas, anuncié—: Mi mujer
está embarazada.
El teatro estalló en aplausos.
No me importó.
Todo lo que importaba era conseguir un lugar privado así Nila y yo
podíamos tener nuestra propia celebración.
Volviendo la espalda al mundo, los aplausos y las conversaciones
felices desapareciendo, besé a mi mujer. —Te amo. Te amo jodidamente
mucho.
Nila apoyó la cabeza en mi corazón, completándome
maravillosamente. —Lo sé.
Traducido por Annie D, Val_17 & Ivana
Corregido por Julie

Tres años después…

Nila
—Buenas noches, buenas noches, no dejes que los bichos te
muerdan.
Sopló en el vientre de nuestro hijo. Nuestro primogénito. Parte
Weaver, parte Hawk.
Los últimos años pasaron tan rápido. Nos convertimos en una
verdadera familia; trabajando juntos, amando juntos, aprendiendo y
evolucionando.
Mi embarazo fue fácil. Gracias a mi buena condición física por
correr, me mantuve flexible y capaz de trabajar hasta el día de dar a luz.
Jethro a menudo me encontraría en el cuarto Weaver, cosiendo y
dibujando con mi redondo vientre mientras los días se extendían.
Nunca me dijo que parara. Apoyó lo que yo quería hacer. Me tomaba
de la mano cuando caminaba la finca y requisaba la cocina a todas horas
para complacer mis antojos ridículos.
Él absolutamente me adoraba, y caí más profundamente enamorada
de él. No sabía que existían tantas capas para amar. Dulce y brillante,
luego lujurioso y deseoso, evolucionando profunda e interminablemente a
medida que los años pasaban. Y cuanto más tiempo vivíamos juntos, más
nos convertíamos en almas gemelas en cada sentido de la palabra.
Él conocía mis pensamientos sin que yo los verbalizara.
Yo conocía sus preocupaciones sin que tuviera que hablar. Nos
hallábamos en sintonía con el lenguaje corporal y el código del corazón...
escuchando con algo más que las orejas.
Cuanto más progresaba en mi embarazo, más mi padre visitaba. Su
miedo por mi salud creció hasta que parecía un dirigible, calmando las
heridas de nuestro pasado. Rogó por el derecho de ayudar a decorar el
cuarto de niños y casi por sí mismo agotó en Londres cada pañal, muñeco
de peluche y ropa linda de bebé.
Mi gemelo se hallaba menos impresionado. Me molestaba
constantemente sobre el peso que aumenté; burlándose como se le
permitía a un hermano. En las noches venía de visita, palmeaba su
estómago plano y tocaba el mío enorme, riendo con buen humor. Incluso
bromeaba que me compraría un par de lecciones con un entrenador
personal una vez que diera a luz para ponerme en forma.
Jethro no había sido feliz. Sus ojos brillaron de celos cuando
Vaughn bromeó sobre el asunto de algún fornido deportista ayudándome a
estirar y entrenar.
La noche terminó con bebidas para los chicos y risas para mí.
Nunca estuve tan contenta.
Y el día que di a luz cambió una vez más mi vida. Estuve
aterrorizada; no que le dijera a Jethro. Mi corazón se sacudió y el miedo de
morir en el parto robó todo el disfrute de traer vida al mundo.
Pero Jethro fue mi príncipe, manteniéndome anclada, frotando mi
espalda cuando el vértigo me golpeó y llevándome con calma al hospital
privado que contratamos para dar a luz.
El nacimiento no salió a la perfección. Estuve en trabajo de parto
durante veinticuatro horas. El bebé se giró la noche anterior, y se
posicionó de la manera equivocada. Una cesárea de emergencia tuvo que
hacerse después de que Jethro rugió por los médicos para que calmaran
mi dolor.
Por cada una de mis contracciones, Jethro las sentía. Sudaba a mi
lado. Temblaba en simpatía. Casi vomitó cuando la agonía amenazó con
destrozarme.
Pero cuando los primeros gritos de nuestro hijo sacudieron la sala de
operaciones, Jethro cayó de golpe sobre las rodillas. Sus hombros se
estremecieron en sollozos silenciosos mientras se dejaba sentir la otra
conciencia por primera vez.
No la mía.
No la de los médicos y enfermeras.
Nuestro bebé.
Suyo.
Nuestro hijo.
El momento en que el médico limpió al recién nacido y lo envolvió en
los brazos de Jethro, él cambió irrevocablemente. Se convirtió en más que
el amo y señor de Hawksridge. Se convirtió en más que un amante y
amigo.
Se convirtió en un padre. Un protector. Una sola pieza en un
rompecabezas de una historia sin fin. La expresión de su cara cuando miró
los ojos de su heredero apretó mi corazón hasta que no pude respirar.
Fue el momento más impresionante de mi vida.
Y lo provoqué en él.
Lo hicimos juntos.
Creamos la nueva vida retorciéndose en su abrazo.
Él encontró su paz.
Su centro.
Nuestro hijo se movió cuando aparté los rizos de bronce negro de
sus mejillas de querubín. Para empezar, estuve aterrorizada de cometer un
error: de ser la peor madre imaginable. Pero una vez que regresé a casa al
Hall, los cocineros y limpiadores todos llegaron a recibir a su nuevo
habitante; dando fragmentos de sus propias experiencias, y llenándome de
valor de que podía hacer esto. Podía criar a esta pequeña persona. Podía
enseñarle cómo ser moral, amable y sabio. Fui capaz de romper la
Herencia de la Deuda. Podía criar a un bebé, sin problema.
Jethro tocó mi mano desde el otro lado de la cuna, entrelazando su
meñique con el mío. Nuestro hijo se retorció en la cama, agarrando
nuestros dedos unidos y apretándolos con fuerza.
Mi corazón ardió cuando Jethro se estiró a través de la cuna,
besándome suavemente. —Amo lo que hemos creado.
Sonreí. —Estoy bastante contenta por eso.
Los dedos rechonchos alrededor de los nuestros nos pellizcaron,
exigiendo más atención. —De acuerdo, de acuerdo, cosita exigente. —
Jethro me dejó ir, inclinándose para besar a su hijo por última vez—. Es
hora de ir a la cama.
—¡No!
—Sí.
El niñito negó con la cabeza, adorando su juego favorito.
Me quedé en silencio, observando al hijo y padre interactuar. El
nombre que elegimos no pudo ser más adecuado.
Kestrel.
Kestrel “William” Hawk debido al ancestro original y al hermano más
cercano de Jethro.
Jethro suspiró dramáticamente. —Si no vas a dormir, no llegarás a
disfrutar el mañana.
—Sí. Mananaaa.
Ahogué mi risa. Kes era más allá de inteligente para su edad.
Aprendió a hablar mucho antes de lo normal, pero su pequeño acento me
mataba de la risa.
—No, si no vas a dormir, no hay mañana. —Jethro sonrió, soplando
en el cuello de Kes—. ¿Sabes por qué?
Kes frunció el ceño como si la pregunta fuera increíblemente
importante. —No.
—Porque si no duermes, el mañana no puede venir porque todavía
estás en el día de hoy. Es por eso que dormimos, Kes. Para que el hoy
pueda pasar y nuestros sueños puedan evocar un nuevo comienzo. No
quieres arruinar esa tradición, ¿verdad? —Acomodando las sábanas más
apretadas alrededor de él, sonrió—. Después de todo, mamá y yo
estaremos en el futuro, viviendo el mañana, mientras que tú estás
atascado en el pasado viviendo el hoy. Nosotros vamos a ir a dormir. Eso
significa que también deberías hacerlo.
Kes se congeló de repente, sus heredados ojos dorados mirándome.
—¿Es cierto?
—Muy cierto. —Presionando la punta de su nariz, murmuré—:
Duérmete, pequeño, para que podamos tener un buen día. Vamos a ir a
montar a caballo. ¿Te gustaría eso?
Bostezó ampliamente, finalmente dejando que el cansancio lo lleve.
—Buen chico. —Retirando mi mano de la cuna, me moví en silencio
hacia la puerta. Jethro se quedó, inclinándose para darle otro beso a Kes.
Palmeando el pechito de su hijo, comprobó que la lámpara fuera segura y
que el monitor del bebé se encontrara encendido y sincronizado con su
teléfono.
El niñito que era exactamente igual que su homónimo con los ojos
dorados descarados y cabello bronce oscuro alborotado se acurrucó en sus
sábanas, soñando a medida que su padre salía de la habitación hacia mí.
—Sabes que nos manipula para retrasar tantos minutos antes de la
hora de acostarse como sea posible, ¿verdad?
Me reí en voz baja; entrando al pasillo de nuestra ala, dejé la puerta
entreabierta. —¿Lo sentiste o es aprendizaje de padres básico?
Su brazo se deslizó alrededor de mi cintura. —Un poco de ambos. Si
no tenemos cuidado, nos tendrá totalmente envueltos alrededor de su dedo
meñique.
—Eh, creo que ya ha ocurrido.
Al salir del cuarto de niños, caminamos por el pasillo al ala de
soltero. No es que todavía fuera el ala de soltero. Transformamos muchas
de las habitaciones en salas de juegos, salas de medios, y renovamos la
habitación con blancos suaves y grises en lugar del arrogante bordado y
cuero marrón.
Fue la única parte de la casa que renovamos y retiramos el
simbolismo de los Hawk de las yeserías. El resto de Hawksridge era un
monumento a la arquitectura e historia. No sería justo destrozar algo tan
rico y detallado.
La idea de ir a la cama para hacer algo más que dormir se me pasó
por la mente.
Después del nacimiento de Kestrel, volví a correr. No era una tarea.
Corría por libertad, por paz. Corría porque era algo que disfrutaba. El peso
del bebé salió, y regresé a diseñar vestidos para mi figura. La cicatriz de la
cesárea era solo otra marca en mi cuerpo demostrando que viví una vida y
gané. Pero a diferencia de las muchas otras cicatrices que gané luchando
contra una deuda antigua, ésta la llevaba con orgullo, ya que se me fue
dada por el regalo más grande que podía imaginar.
Y pronto, tendría otro regalo.
Tenía otro secreto.
Un secreto que logré mantener mucho más tiempo que el primero.
Escondiendo mi barriga creciente con excusas y evasivas. Mantuve mi
sorpresa escondida por dos razones. Uno, quería ver cuánto tiempo se
tardaría Jethro en sentir mis noticias. Constantemente esperaba que él
soltara repentinamente los platos o dejara de hacer el papeleo y anunciara
lo que crecía en mi vientre.
Pero desde que Kes entró a nuestras vidas, su condición se suavizó.
Ahora nos tenía a nosotros dos que lo amábamos incondicionalmente y no
caminaba con hipersensibilidad; no necesitaba hacerlo. Todo lo que
necesitaba era centrarse en pensamientos felices y contentos.
Antes de que Kes naciera, lo atrapaba teniendo un día estresante y
trataba de calmar su estado dándole todo el amor que podía compartir. Le
concedía santuario en nuestra conexión y lo abrazaba todo el tiempo que
necesitaba. Estar en multitud seguía siendo demasiado para él. Lidiar con
la compañía no sucedía tan a menudo como su necesidad por el silencio
tampoco disminuyó.
Al comienzo de nuestra relación, cuando me dijo lo mucho que me
drenaría, lo mucho que se apoyaría en mi amor por él, no entendí
completamente las ramificaciones de lo que acordé.
Pero ahora que lo hice, era lo menos que podía hacer.
Él me dio tanto. Diariamente, me daba más de sí mismo de lo que yo
podía pedir, y ser capaz de ayudarlo a curarse después de un largo día de
tratar con la gente me concedía poder y conexión.
Pero nuestro hijo.
Bueno... él fue la verdadera cura.
Jethro solo tenía que abrazar a Kes y la tensión en sus ojos se
derretiría. La rigidez de su columna vertebral se desvanecería, y la
necesidad del simple silencio venía de su hijo de dos años en el abrazo
más fuerte.
Dos años.
No podía creer que habíamos tenido a Kestrel Hawk II en nuestras
vidas por dos años.
Mi mente volvió a mi secreto, sutilmente acariciando la barriga
creciente.
La otra razón por la cual lo guardé era que quería que el momento
fuera especial. Quería susurrarle al oído y darle un regalo preciado
después de que él me diera tanto.
Girando el anillo de compromiso de diamante negro, recordé la
primera semana de Kes en el Hall. Jethro desapareció un día, diciéndome
que descansara y que todo sería revelado a su regreso.
No podía creerlo cuando regresó con un potro.
Las lágrimas caían mientras él agarraba el cabestro de un pequeño y
delicado potro y lo hacía brincar con orgullo desde el pasillo al cuarto de
Kestrel.
Allí, el adorable potro gris metió la nariz a través de los barrotes de
la cuna, olfateando al bebé, construyendo la primera impresión de un
vínculo inquebrantable entre caballo y jinete.
Acordamos llamar al potrillo Gus; etiquetando al potro con el
nombre del hombre que nos vigilaba. Fue unas semanas después que
descubrí el origen de la procedencia de Gus.
Jethro había regresado al ganadero que le dio a su hermano a
Polilla; creando otro círculo del destino, comprando linaje a un excelente
precio.
Mi corazón se desbordó; me detuve en el pasillo.
Jethro levantó una ceja. —¿Estás bien?
—Quiero decirte algo.
Se detuvo, con sus fosas nasales dilatadas. —¿Decirme qué?
—Aquí no. Quiero ir a algún lugar especial. Solo nosotros dos.
Frunció el ceño. —Me estás asustando. Dime. —Sus manos se
curvaron en mis caderas, haciéndome caminar de espaldas a la pared.
Presionándome contra los lujosos tapices, con su boca pegada a mi
garganta—. No me hagas torturarte para descubrir lo que ocultas, esposa.
Me derretí mientras su lengua y la cálida humedad de su boca
enviaban ráfagas de necesidad a través de mi núcleo. —¿Tal vez un baño?
¿Te lo podría decir en las aguas termales? —Mi mente se llenó de
momentos felices, jugando con Kes en el agua caliente y haciendo el amor
lentamente con Jethro una vez que nuestro hijo se hallaba en la cama. Los
manantiales por debajo de Hawksridge se convirtieron en una parte
regular de nuestras vidas. Y resultó que conocer a Jasmine hizo que
Vaughn bajara allí varias veces, no solo para aliviar sus músculos
atrofiados, sino que también para disfrutar de… otras cosas.
Sus labios besaban un camino por encima de mi cuello hasta mi
boca. Meciendo las caderas, una rápida erección empujó mi bajo vientre.
Gemí, aceptando su invitación.
Su respiración se aceleró al tiempo que su lengua bailaba con la
mía. Besándome lenta, salvaje y dulcemente. El Hall se puso borroso, y mi
pierna picaba por engancharla sobre su muslo, levantar mi falda, y darle
la bienvenida a su cuerpo.
Poniendo una mano junto a mi cabeza, se sostuvo a sí mismo sobre
mí. Su voz temblaba de deseo. —No dejaré que me distraigas. Quiero saber
lo que escondes, y si quieres que sea en un lugar especial… tengo una idea
mejor.
—¿Sí?
Apartándome de la pared, me tomó de la mano. —Sí. Quieres un
lugar invaluable. Vamos a dar un paseo por los jardines. La misma tierra
que poseemos y cuidamos para nuestro hijo. Eso es lo más especial que se
me ocurre.
No podría estar más de acuerdo.
Nuestros dedos se entrelazaron a medida que avanzábamos por la
casa, asintiendo hacia los hermanos Diamantes Negros y saludando a
Flaw al cruzar el vestíbulo. No era tarde, alrededor de las nueve de la
noche, pero el cielo de verano se burlaba del anochecer. El sol ya se había
escondido, enfriando la temperatura, pero mi falda hasta los tobillos y
blusa gitana me mantendría lo bastante cálida para hacer una pequeña
excursión.
Nuestros pasos alborotaban la grava y las hojas al salir del Hall y
pasear por el sendero.
Al pasar el huerto, mi boca se hizo agua recordando la fruta jugosa
que recogimos el día anterior. Jasmine hizo todo lo posible para
enseñarme jardinería, pero no estaba interesada; no cuando tenía ropa de
bebé que coser.
No se me pasó por alto la forma en que Jasmine sostenía al pequeño
Kes. Ella quería uno. Tuvimos una conversación nocturna una vez sobre
ella queriendo embarazarse de Vaughn.
Durante mucho tiempo —demasiado tiempo— no permitió que
Vaughn la tocara. No podía superar el temor de que alguien pudiera
amarla, sin importar cuán estúpida fuera tal noción. Se hallaban juntos
por más de dos años, y admitió que le tomó casi un año permitirle dormir
con ella.
—¿A dónde me llevas? —pregunté mientras dejábamos el sendero y
nos dirigíamos al bosque. Juntos, seguimos la ruta en la que salíamos a
correr, bordeando más allá de las tumbas de mis antepasadas.
Mi corazón se encogió, recordando el día que descubrimos el horrible
terreno y lo hicimos un mejor lugar de descanso. Después de discutir
sobre las tumbas con mi padre y hermano, todos decidimos dejarlas donde
fueron enterradas. Sin embargo, re-bendecimos el suelo, tenía nuevas
lápidas grabadas, y se aseguró que la colina solo mantenía buenas
manifestaciones en lugar de malevolencia.
Era lógico que tanto Weaver como Hawk fueran enterrados en la
finca y seguimos adelante con los aspectos legales de un permiso de
cementerio personal, así nos encontrábamos totalmente dentro de la ley.
No lo visitaba a menudo, pero no tenía ninguna intención de ocultar nada
de nuestra historia a nuestros hijos cuando llegara el momento.
Incluyendo a Jacqueline.
Comencé a contarle de nuestro linaje compartido, pero no llegué
muy lejos.
Nos habíamos encontrado cinco veces en los últimos dos años.
Al principio era torpe y confuso mirar a una extraña con quien
compartí un útero y cumpleaños. Pero poco a poco, pasamos de las citas
educadas a amigas amables. Teníamos planes para llevar a Kes a verla el
próximo mes en Cornwall.
Ella no tenía hijos propios y acababa de casarse con su socio de
largo plazo, Joseph. Era mi hermana… pero llevaría tiempo convertirse en
familia.
—Un lugar especial. —Jethro sonrió en la oscuridad—. Pensé que
podríamos bajar la comida… ¿eso está bien?
—Por supuesto, más que bien. —Mi mente daba vueltas para
encontrar una manera de darle la noticia.
Un resoplido vino de la maleza. Me quedé inmóvil, mirando más allá,
en busca de un erizo o un tejón.
Squirrel llegó corriendo desde de la maleza, corriendo alrededor de
las piernas de Jethro.
—Bolly, ¿qué demonios haces fuera de las perreras? —Jethro frunció
el ceño—. ¿Cómo diablos consiguió salir?
Sonreí, dejándome caer de cuclillas para abrazar al perro. Él me
adoptó en mi primera noche en Hawksridge y seguía siendo mi favorito de
los perros de caza. Jethro ya no cazaba, pero de vez en cuando,
galopábamos por la finca con los perros ladrando en nuestros talones.
El perro ladró, luego lamió mi mano. —Él puede venir con nosotros.
—Lo llevaremos de regreso a los establos después. —Jethro
chasqueó los dedos. El perro se levantó dócilmente.
Había silencio mientras Jethro y yo nos adentrábamos más en el
bosque. La luna iluminaba lo suficiente para que nuestros ojos se
acostumbraran. Siguiendo una ruta de animales, nos acercamos a un
pequeño claro donde había unos pocos helechos y los arbustos se
inclinaban hacia los lados.
Me volteé hacia Jethro para contarle mis noticias, pero su boca
aterrizó en la mía, silenciando todo lo que quería decir.
—¿Jugarías algo conmigo, señora Hawk?
Sonreí; su piel lucía plateada a la luz de la luna. —¿Un juego? ¿Qué
tipo de juego?
Sus dientes mordieron un camino hasta mi oreja. —Uno para
reemplazar los malos recuerdos con algunos buenos.
Habíamos hecho eso con cada deuda. El invernadero octogonal se
convirtió en el lugar favorito para el sexo pervertido y el lago se desprendió
de su estigma del taburete de inmersión y se convirtió en un lugar
preciado de picnic. Rebautizamos Hawksridge Hall con tantos buenos
recuerdos durante los últimos años.
Mi corazón se aceleró. —Me tienes intrigada. Continúa.
Se rió entre dientes. —¿Recuerdas ese primer día? ¿Cuándo corriste
por tu vida hasta la frontera? Te dije que corrieras. Que yo te perseguiría.
Y cuando te encontré… me diste la mejor jodida mamada de mi vida.
Me estremecí. —Lo recuerdo.
—Quiero perseguirte de nuevo, Nila.
Mis ojos se abrieron ante la traviesa y deliciosa idea de lo que iba a
hacerme cuando me atrapara. —¿Desnuda o vestida?
Sus ojos brillaron. —Corre mientras estés vestida. No me detendré
de reclamar lo que es mío cuando te atrape.
Jadeé, alejándome de sus brazos. Ya sin aliento, no tenía idea de si
sería capaz de correr muy lejos. No es que quisiera hacerlo. Pero la pura
emoción de alejarme del hombre que amaba, sabiendo lo que iba a
hacerme cando me detuviera, hizo que mi sangre se acelerara. —¿Cuánta
ventaja me darás?
—Algunos minutos. —Se agachó y agarró a Squirrel por el cuello—.
Tendré a mi amigo aquí para ayudarme. Al igual que ese día. —Sus labios
se torcieron en una sonrisa sexy—. Te sugiero que corras rápido, Needle.
De lo contrario, te tendré en el suelo con mi polla entre las piernas antes
de que hayas llegado a unos cuantos metros.
Ordenando mi pelo en una coleta, lo aseguré con un elástico. —De
acuerdo. —Mis pezones dolían, y me puse vergonzosamente húmeda.
Retrocediendo, sonreí con timidez—. Apuesto a que llego más lejos de lo
que crees.
—Te sugiero que dejes de provocarme y empieces a correr…
—Ya veremos quién gana. —Girándome, despegué. Mis zapatillas de
ballet volaron, alejándome a toda velocidad de Jethro.
La embriaguez de ser capaz de jugar y reír burbujeaba en mi sangre.
Al momento en que me atrapara, me tomaría. Y una vez que reclamara lo
que era suyo por derecho, lo que siempre sería suyo, le contaría mis
noticias.
Saltando por encima de un tronco caído, me lancé a través de la
maleza, sin preocuparme de aplastar ramitas o estrellarme contra hojas
enormes. Él me encontraría. Y yo quería que lo hiciera.
Fiel a su palabra, me dio unos cuantos minutos de ventaja antes de
que el aullido de Squirrel sonara en el cielo nocturno, señalando su
persecución.
Me agaché y gateé bajo los árboles y junto a las raíces, haciendo
todo lo posible para llegar muy lejos. Pero en lugar de miedo, temblaba por
la risa y el amor.
—¿Estás corriendo? Porque ya te estoy persiguiendo. —La voz en
barítono de Jethro atravesó los helechos.
Corrí más rápido; el elástico en mi cabello aflojándose y haciéndolo
caer en cascada por mi espalda mientras atravesaba un pequeño arbusto y
entraba en bosques densos.
Tenía la esperanza de llegar más lejos. Pero Squirrel me encontró
primero.
Sus patas tronaron detrás de mí, recordándome que arruinó mi
escondite en el árbol aquel fatídico día. Resoplando, acaricié al perro
mientras corría a mi lado. Su lengua afuera y los ojos negros brillantes de
emoción. —Incluso cuando estabas siendo un traidor, cubrías mi espalda,
¿verdad?
Squirrel ladró. Nunca me acostumbraría a llamarlo Bolly. Ese no era
su nombre, no con esa cola erizada que tenía.
Respirando con dificultad, entré en otro pequeño claro. Éste tenía un
par de árboles jóvenes extendidos hacia el cielo. Me lancé hacia delante,
pero una mano se envolvió alrededor de mi muñeca, haciéndome tropezar.
—Te atrapé, pequeña Weaver.
Me estremecí, con mi núcleo apretándose con necesidad. —
Suéltame, señor Hawk. De lo contrario, prometo que haré de tu vida un
infierno.
—Nunca. —Me apoyó rápidamente contra un árbol, bloqueando mis
muñecas por encima de mi cabeza y mordiendo a lo largo de mi clavícula—
. He querido hacer esto durante todo el día.
Mi respiración se convirtió en gemidos mientras su lengua lamía
hacia abajo por mi garganta, por encima de mi cuello, llegando entre mis
pechos. —¿Hacer qué?
—Esto. —Girándome, me presionó la parte frontal contra el árbol y
se inclinó para levantar la falda veraniega. Se me puso la piel de gallina
ante el sonido de la cremallera siendo bajada, haciendo que me pusiera
más húmeda.
—Te he observado todo el día. Me puse duro mientras abrazabas a
nuestro hijo. Mi boca se hizo agua por lamerte mientras bebías tu vino en
la cena.
Mi garganta se apretó cuando las manos de Jethro vagaron por mi
cuerpo, siguiendo mis contornos, trazando mis caderas.
—Eres tan jodidamente perfecta.
Mi espalda se arqueó en su agarre. El acero caliente de su erección
empujó entre mis piernas. —Abre más amplio, bonita Weaver. Te necesito,
y te necesito duro.
Temblé a causa del deseo más fuerte que jamás sentí. Mis pies se
separaron a medida que Jethro levantaba mi falda.
—Jethro…
—Déjame hacer esto.
—Te dejaría hacer cualquier cosa.
—Cristo.
Levantando un pie, le permití darle un tirón a mis bragas y
quitarlas, gimiendo mientras me presionaba nuevamente contra el árbol,
empujando sus caderas contra mi trasero.
Luché por liberar mis manos, por estirarme para acariciar sus
costados. —Necesito… necesito tocarte.
—No, necesitas dejar que te folle.
—Hazlo entonces. Tómame. Soy toda tuya.
—Mierda, Nila. —Sus manos temblaban mientras sus dedos se
clavaban en mi piel—. Voy a tomarte. Condenadamente. Ahora. —
Agarrando mis caderas, se estrelló dentro de mí.
—Oh, Dios mío. —Mi cabeza se disparó hacia atrás mientras la larga
longitud de Jethro tomaba posesión de todo lo que yo era. No era gentil. No
era amable. Era un hombre tomando lo que quería.
No tuve ningún pensamiento sobre el regalo que crecía dentro de mi
vientre. No tuve pensamientos en absoluto, excepto él dentro de mí y la
manera salvaje en que nos uníamos.
Nunca sentí tal dicha ni tanto deseo. Éramos dos animales follando
en medio de un bosque. Completamente solos, bajo la luna y las estrellas.
Agarrando mis muñecas de nuevo, las mantuvo por encima de mi
cabeza mientras sus dientes se detuvieron alrededor de mi garganta.
Gimió, empujando con fuerza, empalando cada centímetro dentro de mí.
—Joder, te amo. —Su voz vertió más combustible a la ya ardiente
lujuria y mi núcleo empuñó su longitud, suplicando por más, temiendo
cuán duro me tomaría.
—Oh, Dios, es tan bueno. Sientes... —Mis ojos se cerraron mientras
me montaba. Su ritmo era frenético y brutal, el placer agudo y
abrumador—. No te detengas. Por favor, no te detengas.
Su aliento se escabulló por mi espalda mientras se apartaba para
follarme más fuerte. —No tengo ninguna intención de detenerme.
Inclinando mi barbilla con dedos exigentes, su boca se posó en la
mía, chupando, resbaladiza. Su beso robó cualquier faceta de humanidad
que tenía, y me rendí por completo a él. Me entregué a la salvaje humedad
de su lengua. Gemí cuando le hizo el amor a mi lengua mientras follaba mi
cuerpo.
Su mano libre se movía sobre cada curva, ávida y firme, retorciendo
mis pezones, tomando todo mi pecho en su agarre.
—Te encanta esto.
Asentí, jadeando alrededor de nuestro beso. —Mucho.
—Te encanta cuando te tomo sucio y duro.
—Sí.
—Te encanta cuando te tomo tierno y dulce.
—Sí.
—Me amas.
—Mil veces, sí.
Grité cuando su pene golpeó en lo profundo de mi interior,
anunciando un orgasmo impactante. Mis rodillas se tambalearon y la
corteza del árbol raspó mi mejilla. Pero no cambiaría nada. Ni una maldita
cosa.
Los movimientos rítmicos de su lengua coincidían con los
demandantes golpes de su polla.
—Siénteme, Nila. Siente mi polla dentro de ti.
Mis pezones dolían mientras más humedad se derramaba alrededor
de su penetración. —Lo hago. Siento cada centímetro.
—Siente cuán malditamente duro estoy. Lo mucho que jodidamente
te amo.
Extendí mis piernas, arqueando mi espalda por más. —Kite…
—Piensa en cuánto me amas ahora, cuando la última vez que huiste
de mí, me odiabas.
Su voz añadió otra capa a mi orgasmo. Lo anhelaba tanto. Quería
acabar, pero no quería que esto se detuviera.
—Piensa en cuánto superamos para merecer lo que tenemos.
Amaba que se perdiera en mí. Mi alma hacía eco de su necesidad. Mi
cuerpo suplicaba por su liberación. Lo sentía por todas partes: en el aire,
los sabores, los sonidos, mi propio corazón. Era más que un hombre; era
calor, fuerza y eternidad.
Me había dado un hijo. Me había salvado de las deudas.
Me había hecho algo más que humana. Me hizo inmortal. Inmortal
con su amor. Inmortal con su pasión.
—Joder, Nila. Lo que sea que estés pensando. Me está haciendo
acabar.
—Entonces acaba.
—Aún no.
Su ritmo se volvió frenético; nuestras respiraciones mezcladas en
repetitivos jadeos. Su mano se posó en mi nuca, sosteniéndome en su
lugar mientras empujó más duro, más rápido. Nos encontrábamos
completamente bloqueados en el hechizo del otro, un bombardeo de
éxtasis.
—Por favor —rogué—, más.
—Te daré más. —Sus dedos bajaron por mi parte delantera, cayendo
en mi clítoris.
Gemí cuando deliciosos fragmentos de relámpagos crepitaron bajo
su toque. Estaba a un segundo de la detonación. A una sola respiración
de...
Me vine.
El relámpago se convirtió en una supernova, extendiéndose a la
velocidad de la luz, explotando a través de mi pecho, corazón y alma. Todo
mi cuerpo se tensó y movió, meciéndome en la euforia.
—Maldita sea. —La frente de Jethro se posó en mi nuca y se perdió
por completo.
Su polla se sacudió adentro y afuera, su vientre golpeando mi
espalda con cada golpe. Su gemido recorrió mi espalda cuando el primer
chorro de su liberación se disparó dentro de mí.
No me moví mientras me llenaba, encontrando placer en mí. Temblé
con satisfacción a pesar de que aún anhelaba de mi orgasmo.
Al momento que su liberación terminó, sus manos recorrieron mi
espalda, masajeando calambres, cubriéndome en una perfecta mezcla de
agradecimiento y sumisión. Me tomó dominantemente, pero dio todo para
protegerme. Ese era el verdadero poder. Lo que venía después del sexo.
Salió, respirando agitado. El goteo resbaladizo de su semen marcó
mis muslos internos.
Retorciéndome en sus brazos, sonreí por el afecto y asombro en sus
ojos. Habíamos capturado un milagro y vivíamos en un cuento de hadas.
—Ven aquí. —Su voz era ronca y profunda. Dobló sus brazos a mi
alrededor, y me abrazó con todo el amor que compartíamos. El sexo había
sido furioso, pero esto era el epítome de la ternura.
Mis pechos se presionaron contra su pecho al tiempo que mis brazos
se enlazaban en su cintura, eliminando todo el espacio entre nosotros.
Nos abrazamos por un largo tiempo, recuperándonos del tan
espectacular descontrol.
Apartándose, los ojos de Jethro se aferraron a mi boca. —Gracias. —
Inclinando la cabeza, sus labios cosquillearon los míos—. Bésame, Nila.
Esa pequeña palabra se había convertido en mi preferida.
Lo besé.
El baile era caliente y húmedo, una fusión erótica de pasado y
presente con una lamida de inolvidables futuros.
Una vez que nos sentimos más humanos y no tan crudos y
expuestos, Jethro me soltó. Sacando un pañuelo del bolsillo, limpió
cuidadosamente su placer de mis muslos y se agachó para ponerme mis
bragas.
Me agarré a su hombro mientras tiraba el encaje hasta mis caderas,
ocultando mi desnudez. Dejando que mi falda cayera de nuevo en su
lugar, no pude apartar los ojos de él cuando metió su polla aún dura de
nuevo en sus pantalones y se ajustó el cinturón.
Squirrel dio saltos entre la maleza con una sincronización perfecta,
casi como si nos hubiera dado privacidad. Ladró, moviendo la cola cuando
Jethro le arrojó un palo para jugar.
Alisé mi ropa. —Ahora que acabas de follar a tu esposa en medio del
bosque, ¿quieres saber por qué quería ir a algún lugar especial?
Sus labios se torcieron. —Por supuesto, yo... —Se quedó inmóvil, su
frente se frunció—. Oh Dios mío. Estás... estás...
Puse los ojos en blanco. —En serio, ¿tu condición robó mi secreto?
Después de todo este tiempo, ¿adivinas justo antes de que lo diga? —
Pisoteando con fingido enfado, gruñí—: No puedo sorprenderte con nada.
Jethro no se movió. —Entonces estás…
Sonreí. —Lo estoy.
Se movió hacia adelante. Sus manos, las que habían estado tan
sexualmente demandantes y duras me sujetaban como si fuera un adorno
de vidrio. —Nila... diablos, no puedo creerlo. ¿Qué he hecho yo para
merecer esto?
Sosteniendo sus mejillas, lo besé.
Lo besé por cada día que habíamos estado juntos y cada día que
veíamos venir.
Mi corazón desbordado de alegría. —Estoy embarazada, Jethro. Y
esta vez... es una niña.
Traducido por Vane Farrow
Corregido por Daniela Agrafojo

Jasmine
¿Qué le dices a un hermano que fue causa de tanto dolor, pero
también de tanta felicidad? ¿Qué le dices a una vida que te dio tanto, pero
que extrajo tanto a cambio? ¿Qué le dices a un hermano muerto, a un padre
difunto, una madre sacrificada, una abuela demente?
¿Qué le dices a la vida?
Sentada en mi lugar favorito en el Hall, sonreí cuando Vaughn le dio
una palmada en la espalda a Jethro, llegando de comprobar asuntos
alrededor de la finca. Se habían vuelto más cercanos con el paso del
tiempo, cada uno aprendiendo de diferentes mundos y responsabilidades,
compartiendo secretos Weaver y Hawk.
No tenía las respuestas a las preguntas de la vida, y no tenía la
sabiduría para usar lo que habíamos soportado por un bien mayor. Todo lo
que sabía era que habíamos sobrevivido. Nos dieron un nuevo comienzo,
un futuro feliz, una segunda oportunidad. Y estaba enferma hasta la
mierda de no agarrarla por completo.
Nila me había enseñado algo. Trajo a la vida a Jethro, y Vaughn robó
mi corazón a cambio.
Durante un tiempo, luché. No hice caso de sus avances y traicioné
mi deseo por él. No creí que realmente quisiera algo tan roto. Sin embargo,
día a día, semana a semana, me mostró lo tonta que era.
Sí, mis piernas me habían sido robadas. Sí, odiaba mi pérdida y
algunos días no podía soportar mi autocompasión.
Pero ahora... ahora, era más fuerte, más inteligente y más adulta
que de niña. Sí, no podía correr. Sí, no podía ponerme de pie, ni bailar ni
saltar. Pero, ¿a quién le importaba cuando podía besar, amar, abrazar y
existir? Existir en un mundo muy superior que la mayoría, disfrutar de
experiencias mucho más agradables que la mayoría, y adorar mucho más
profundamente que la mayoría porque sabía lo que era perder.
Tenía suerte.
Tan terriblemente afortunada.
Todos lo éramos.
La vida era demasiado corta. La historia me había enseñado eso. Y
Vaughn me dio la fuerza para ser valiente y abrazarla, penurias y todo.
Amaba a mi familia, tanto vivos como muertos, tanto malos como
buenos. Amaba mi linaje, tanto deudas de venganza como finales justos.
No me avergonzaba de mi línea de sangre, pero tenía la intención de hacer
que mi futuro significara algo. Quería ingresar a organizaciones benéficas.
Quería devolver lo que habíamos tomado. Quería hacer una diferencia con
mi vida.
Era momento de abrazar cada latido del corazón, porque cada uno
estaba numerado, cada uno contaba, y cada uno se desperdiciaba al tener
miedo.
Ya no tengo miedo.
Era hermana de un señor. Una señora poderosa por derecho propio.
Y matriarca de una finca de seiscientos años.
Tenía los medios para hacer una diferencia.
Nunca volvería a tomar la vida por sentada.
Y Hawksridge Hall vigilaría sobre todos nosotros... como lo había
hecho durante siglos.
Traducido por Jeyly Carstairs, Nika Trece, evanescita & Vane Farrow
Corregido por Laurita PI

Cinco años y medio después…

Jethro
—¡Feliz cumpleaños a ti! ¡Feliz cumpleaños a ti!
Emma aplaudió, moviéndose en su silla para soplar las velas. —
¡Dejen de cantar! Ahora. ¡Quiero soplar ya!
Colocando las manos sobre sus minúsculos hombros, sostuve la
inquieta silueta en su lugar. —Tan impaciente.
Nila sonrió, tomando una foto del feliz momento con la cámara. La
misma cámara que Tex nos compró para nuestro aniversario de bodas el
año pasado. En aquel entonces me sentí agradecido, pero no demasiado
emocionado.
En mi mundo, las fotos y los videos eran un recordatorio de las
cosas malas. Prefería no registrar ese tipo de recuerdos. Sin embargo, eso
fue antes de que viera una pila de impresiones que Nila tomó, sin que lo
notara, de mí jugando con Kes y los perros de caza una tarde.
Me congelé. Muy seguro que el hombre que retrató era un total
desconocido. No vi al tipo que me devolvía la mirada en el espejo todos los
días cuando me afeitaba. Vi a un hombre que conocía su lugar, que amaba
su lugar, y que era feliz. Verdaderamente feliz.
Mi corazón resplandecía cuando mi esposa hizo clic y capturó
retratos especiales del quinto cumpleaños de Emma. Esa cámara, algo tan
pequeño y simple, se convirtió en algo tan valioso, plasmando recuerdos
irremplazables, coloreando momentos de preciado tiempo.
En mi tiempo libre, aunque no contaba con mucho entre mantener
funcionando el imperio Hawk y criar a dos hijos demandantes, incursioné
en el revelado de películas. Transformé uno de los muchos salones en Hall
en un cuarto oscuro. Prefería la manera tradicional para revelar.
Conseguía tocar el rostro de mis hijos, ser el primero en atestiguar los
impresionantes labios sonrientes de mi esposa mientras los productos
químicos transformaban la nada, a blanco y negro y a color vibrante.
Casi como la forma en la que ella me trajo a la vida con su amor,
liberándome de mi prisión autoimpuesta y concediéndole un pigmento
mágico a mi mundo.
Kestrel agarró el borde de la mesa, inclinando la cabeza hacia atrás
dramáticamente para la canción de cumpleaños. —¡Feliz cumpleaños
Velcro Apestoso! ¡Feliz cumpleaños a ti!
Rodé los ojos mientras Nila lo golpeaba en la cabeza. —No llames así
a tu hermana.
Kes frotó sus despeinados cabellos. —¿Qué? Ella lo es.
—No lo soy. —Emma le sacó la lengua—. Tú apestas. Apestas como,
como, como… un erizo.
Nila mordió su labio para no reírse.
Yo no me pude contener. Mis ojos se encontraron con los de
Jasmine, y se echó a reír. —¿Un erizo? ¿Qué demonios? —Mi hermana
miró a mi esposa—. ¿Dónde los dejas jugar? ¿No tenía idea de que los
erizos incluso tenían un olor?
Vaughn se inclinó, al volver de la cocina donde robó algunas de las
cervezas del año pasado. Esta mezcla no era de cardo y saúco como en el
cumpleaños de mi padre de hacía muchos años, sino de lavanda y
madreselva. El licor era fuerte, pero dudaba que alguna vez mi paladar lo
anhelara. Prefería el coñac caro y oculto que teníamos en el sótano. No es
que necesitara alcohol para ser feliz.
Gracias a Nila y mis hijos, vivía en un estado de felicidad. Incluso
cuando Kestrel y Emma se encontraban de mal humor y enredados con las
emociones infantiles, aún disfrutaba de su amor. Aprendí a dejar que mi
condición tuviera un control total sobre mí porque no tenía nada que
temer al absorber los sentimientos de mi amada familia.
Nila dejó la cámara y se acercó a mí. Su mano se posó en el cabello
negro rizado de su hija. Su rostro se inclinó hacia el mío, y compartimos
un breve beso. Sus ojos dispararon un mensaje silencioso. Te tomaré en el
momento apropiado.
Mi mirada se oscureció. Te tomaré sin importa si el momento es el
apropiado o no. Al minuto que se corte el pastel, eres mía.
Contuvo el aliento.
Obligándome a apartar la mirada y permanecer atado a la habitación
llena de gente, le sonreí a la familia y amigos celebrando el cumpleaños de
Emma. Me drenó, por tantas personas en un solo espacio a la vez, pero la
tarde de juegos medievales con batallas, disfraces, castillos inflables, e
incluso una representación de una lucha de espadas valió la pena la
tensión emocional. Durante todo el día cumplimos el sueño de un niño en
el jardín delantero con pistolas de agua y un zoológico de mascotas;
combinando el encanto del viejo mundo con la simplicidad moderna.
Emma y Kestrel exploraron todos los secretos que coloqué para ellos
haciendo que mi pecho se calentara con el orgullo de pensar que les ofrecí
más que un día de diversión en su niñez; les di una infancia feliz, eso era
enorme y no tenía precio.
Un grupo de voces se elevaron, cantando el final de la canción. —
¡Feliz cumpleaños a ti!
Los hombres corpulentos de los Diamantes Negros; los únicos
aprobados, avalados y comandados por Flaw, aplaudieron y vitorearon. V
se movió y cantó, agitando los brazos y le robó una risa a Emma mientras
Tex empujaba el pastel con las cinco velas más cerca de mi hija.
Cinco años.
Joder, el tiempo pasa volando.
Mi corazón sintió una punzada como siempre lo hacía en las grandes
ocasiones. También, en las pequeñas. Cada momento cuando me detenía,
me tomaba el tiempo para preguntarme cómo llegué a tener tan maldita
suerte. En esos mismos segundos, a menudo pensaba en Kes. Recordaba a
mi hermano, extrañaba nuestra amistad, y ansiaba compartir lo que me
fue dado.
La culpa por su muerte seguía sofocando mi corazón. No debería
haber muerto. Si alguien merecía sobrevivir durante la purga masiva del
mal en mi familia, era él. Nila sabía cómo me sentía, cómo luchaba para
ser merecedor de lo que vivía y él no.
Me ayudó a aceptarlo. Y el tiempo ayudó a calmar el dolor.
Kes podría no estar físicamente con nosotros, pero a veces,
conseguía una sensación de su humor tranquilo mientras deambulaba por
el Hall. Me gustaba creer que una parte de él se quedó con nosotros,
velando por nosotros hasta que llegara nuestro tiempo de unirnos a él.
—Pide un deseo. —Nila se inclinó, sosteniendo el cabello de Emma
lejos del fuego mientras ella se levantaba de un salto en la silla e hinchaba
sus pequeñas mejillas. El pequeño demonio colocó las manos sobre la
mesa, a punto de caer de bruces en el glaseado de color rosa pálido del
pastel con forma de castillo.
—Espera. —Nila negó con la cabeza—. Antes de soplar, ¿pediste un
deseo?
Mis oídos picaban. Quería saber lo que mi hija deseaba para poder
hacerlo realidad. Toda mi existencia era asegurarme de que cada deseo se
materializara. Dentro de lo razonable, por supuesto. No criaría a un niño
mimado.
Emma hizo un puchero, con los ojos fijos en el pastel. —Ya hice uno.
—Rebotó en su tutú rosa con volantes—. Por favor, ¿puedo soplar? Quiero
soplar. Pedí un deseo. Esto está tomando mucho tiempo. ¡Quiero pastel!
Kes rio. —Está loca.
Pellizqué su brazo. —No llames loca a tu hermana.
Golpeó mi mano juguetonamente. —Lo que sea. Estás loco. Mamá
está loca. Todos estamos locos.
Bueno, en realidad no podía discutir con su lógica.
—¡Mamááááá! —chilló Emma—. ¡Déjame soplar!
Nila rio, dejándola ir. —Bueno, asegúrate de soplar todas las cinco
de una vez. De lo contrario, tu deseo no se cumplirá.
Emma se congeló, empapándose con esa pieza vital de información.
Miró al pastel como si fuera a librar una batalla contra el glaseado en
lugar de comerlo.
Ella es tan feroz.
Sonreí.
Se parecía a su madre.
Los ojos negros de Nila encontraron los míos. Susurró en voz baja—:
¿Crees que pidió un príncipe, un poni, o una de esas hadas voladoras
tontas que vio la semana pasada en la tienda?
Envolví los brazos alrededor de su cintura, empujando su parte
trasera a mi parte frontal. Besé la suave piel de su garganta por encima del
collar de diamantes. —No me importa. Me aseguraré de que tenga cada
uno de ellos.
Su corazón dio un vuelco contra el mío. —¿Incluso el príncipe?
Me eché hacia atrás. —Demonios, no. En lo que a mí respecta, es la
próxima Rapunzel. Hawksridge tiene un montón de torres para mantenerla
encerrada.
Nila rio. —Buena suerte con eso. Va a escalarla y correr.
—¿Correr? —Acaricié la parte posterior de su oreja con la nariz. Dos
palabras que nunca dejaban de hacerme perder los estribos. Correr y
besar. “Correr” porque me recordaba que Nila fue lo suficientemente
valiente para tratar de escapar, y “besar” porque fue el momento en que
me rompió y me hizo suyo.
Emma heredó la valentía de su madre y superaba incluso a su
hermano en las acrobacias para subir un árbol. No sabía de dónde sacó la
habilidad, pero le encantaba estar en las copas de los árboles más que el
suelo.
Un repentino recuerdo de Nila escondida desnuda en los árboles
llenó mi mente. La sangre de mi cuerpo se desvió, hinchando mi pene.
Sutilmente presioné las caderas contra su culo. —Hablando de árboles y
correr...
Entonces se tensó y se derritió. Elevó el brazo, para asegurarlo
alrededor de mi cuello. —Si traes una manta a cuadros, me aseguraré de
darte lo que te di entonces.
Besándola en la mejilla, contesté—: Hecho. —Bajando la voz aún
más, susurré—: De verdad tienes que dejar de usar esas palabras. Es
altamente inapropiado que esté duro en la fiesta de cumpleaños de mi hija.
Nila se giró en mis brazos, plantando su boca en la mía. Sus labios
me alimentaron a besos, así como con conversación apenas audible. —
Realmente, tienes que dejar de hacerme el amor tan condenadamente
seguido. —Sus ojos se encontraron con los míos—. ¿Puedes sentirlo?
¿Cómo estoy desbordada? ¿Cómo no sé cómo contenerlo hasta esta noche?
Solo... Te necesito.
El resto de la habitación se desvaneció, el mundo siempre lo hacía
cuando Nila me tocaba.
—Lo hago. Lo siento.
Ladeó la cabeza. —¿Qué sientes?
Miré a Emma, que todavía no había decidido cómo soplar todas las
velas a la vez. —Se siente como caer en los manantiales subterráneos de
agua caliente del Hall. El calor y la satisfacción envolviéndome con un
ligero dolor por ser demasiado caliente. Pero, a diferencia de las aguas
termales, no siento la incomodidad de saber que tendré subir de nuevo al
frío y dejar la calidez atrás. Me lo das de manera constante.
Nila me besó en la mejilla. —Nunca tendrás frío otra vez. —El doble
sentido de sus palabras; nunca estaría de nuevo sin amor, vibraban.
Aclarando mi garganta la alejé, retornando mi atención a la
habitación. —Sigue diciendo cosas por el estilo y no vamos a ver el resto de
la fiesta.
Nila medio rio, medio frunció el ceño. —Me siento indecisa sobre
cuál quiero más. —Se volvió y se enfrentó a la mesa y a Emma.
Kes puso los ojos en blanco, sin apartar la mirada de su hermana,
esperando con impaciencia por el postre. —Vamos ya.
—Mandón. —Emma sonrió, hinchando sus pequeñas mejillas. Sus
pulmones se expandieron y sopló frambuesas en lugar de aire, pero logró
que las llamas se convirtieran en curvos espirales de humo.
La sala estalló en aplausos y vítores.
Emma no reconoció a los motociclistas o multimillonarios, segura en
su lugar dentro de nuestra adoración. Sin embargo, gritó y bailó
descoordinadamente en su silla.
Nila agarró el tutú de Emma, solo por si acaso ella se volcara. —
Buena chica. No tengo ninguna duda de que todos tus deseos se harán
realidad.
Kes permanecía allí de pie mientras se la hacía agua la boca. No le
importaba la saliva que su hermana acababa de derramar por todo el
pastel en su intento de soplar. Todo lo que quería era el azúcar. El niño se
ponía tan alto como una cometa siempre que comía dulces. En ese
sentido, no me recordaba a su tocayo. Mi hermano en verdad nunca se
dejó ir, nunca fue adolescente estúpido o loco.
En ese momento, pensé que era simplemente él, pero ahora, creo
que lo hizo por mí. Si se hubiese permitido dejarse llevar, no habría tenido
más opción que también descontrolarme.
Dejando ir a Nila, deslicé mi mano en el bolsillo trasero y apreté la
caja oculta. Nila vio este regalo, pero Emma no. Sería el último regalo, pero
el más valioso.
Durante todo el día Emma aceptó con gratitud regalos. Me encantó
que genuinamente apreciara todos, desde calcetines y sorbetes a un nuevo
conjunto de columpios y poni. Sus jóvenes emociones llenaron mi corazón
a punto de estallar, y de una manera extraña, pude revivir mi infancia a
través de ella, reemplazando tiempos infelices por otros excelentes.
—Abajo. Abajo. Quiero bajar. —Emma señaló al suelo.
Con calma Nila sacó a Emma de la silla, colocándola sobre el piso de
mármol travertino. —No te vayas. Creo que papá tiene un regalo para ti
mientras corto el pastel.
Los ojos negros de Nila encontraron los míos. Éramos pareja desde
hacía unos pocos años, sin embargo, parecía como si fuera mía desde toda
la eternidad. Nunca me cansaría de despertar con ella a mi lado en la
cama, o compartir el desayuno, o ayudarla a coser tarde en la noche, a
pesar de que sus agujas sacaron más de mi sangre de la que me hubiera
gustado.
Te amo.
Sonrió. Lo sé.
Apartando mi mirada de la de ella, me puse de cuclillas e hice señas
a Emma para que se acercara. Fue surrealista proteger y criar hijos con
los nombres de dos personas que significaron el mundo para nosotros; dos
personas que murieron en la guerra entre nuestras casas. Kestrel adoptó
algunas de las peculiaridades de mi hermano, pero no todas, y Emma
consentía a Textile de una manera que me hizo preguntarme si sufría un
poco de mi condición.
No existía manera de evitar la avalancha de amor y desesperación
subyacente en Tex porque su esposa no se encontraba allí para ver a sus
nietos crecer. Emma sostendría sus manos y se sentaría tranquilamente
en su regazo, cubriendo su dolor con tranquilo afecto.
Tomando la mano de mi hija, miré al exterior de la habitación. Mi
cuñada, Jacqueline, permanecía en el fondo. Vino por unos días para
celebrar el cumpleaños de Emma, pero no podía superar la cautela que el
Hall invocaba en ella. Hawksridge no fue amable con los Weavers, y ella no
había aceptado su linaje con tanta facilidad.
Nila y Vaughn salieron de su zona de confort para dar la bienvenida
a Jacqueline, pero fue criada diferente. Era la única niña en una familia
engreída. No sabía cómo manejar amplias reuniones, y en ese aspecto
podía entenderla.
Lo pasábamos mejor cuando la visitábamos en Cornwall, donde
Jacqueline vivía con su marido. Allí, en su propio territorio, sus emociones
eran relajadas y confiadas mientras prodigaba a su pequeña sobrina y
sobrino de amor y antídotos.
Era una buena tía. Sin embargo, su cabello negro en punta no
podría ser más diferente al río ébano de Nila. A pesar de eso, compartían
los mismos ojos, la misma cara, la misma fluida elegancia.
Nila y Vaughn crecieron creyendo que eran gemelos; les tomó algún
tiempo acostumbrarse al descubrir que eran trillizos,. Sin embargo, la
historia y el misterio subyacente mantenían un foso que les impedía, por el
momento, formar un intrincado lazo.
Con el tiempo, se formaría. Nila, tarde o temprano, reconfortaría a
su hermana y le ayudaría a disipar el remordimiento de no encontrarse allí
para ayudar. La vergüenza era algo de gran alcance y Jacqueline no podía
evitar el pesar de que, siendo la primogénita por unos pocos minutos, no
hubiera pagado la deuda.
Aún ella no entendía plenamente las ramificaciones de la deuda. No
le importaba bucear demasiado profundo en la historia.
Mi corazón tronó. Si Jacqueline no hubiera sido secretamente
apartada y escondida, habría sido mía, no Nila. Y el fin de la Herencia de
la Deuda podría haber sido completamente diferente, porque, a pesar de
que toleraba a Jacqueline, no conectaba con ella. Sus emociones eran
alocadas y poco desarrolladas en comparación con las de su hermana.
Nunca habría tenido el poder de llegar a mi hielo y romperlo desde su raíz.
Mis brazos picaban por abrazar a Nila de nuevo. Por agradecerle. Por
amarla, por ser ella.
Así que lo hice.
Enderezándome de mis cuclillas, abracé rápidamente a mi esposa
antes de caer de nuevo en cuclillas frente a Emma.
Nila aceptó mi abrazo con una suave sonrisa, casi como si hubiera
seguido mis pensamientos.
Emma olía a bolitas de queso y rollos de salchicha del convite
especial para su cena de cumpleaños. —¿Te gustó montar Hocus Pocus
hoy?
Emma aplaudió con sus manos. —Sí, me gustó. Es increíble. ¿Puedo
ir de nuevo? ¿En este momento?
Nadé en su contagiosa energía. —No esta noche. Mañana. Todos
vamos a ir a dar un paseo a través de la carrera.
—¿Podemos llevar las aves? ¿Y los perros? ¿Y a Nemo?
—¿Nemo?
Emma miró a Nila. —Dijiste que preguntarías, mami.
Nila rodó los ojos con afecto. —Nemo es el nombre de Emma para un
gatito que vimos anunciado en el pueblo. Le dije a que tenemos mascotas
más que suficientes. —Desordenando su cabello, sonrió—. Acabas de
recibir un poni. Esos son suficientes regalos de animales.
Emma hizo un puchero. Me tensé contra las demandas infantiles,
pero balanceaba sus emociones con tal madurez, que el orgullo inundó mi
ser.
—Lo sé. Hocus es increíble. —Inclinándose, me dio un beso en la
mejilla—. Gracias, papi.
Mi corazón se abrumó de amor.
Me tomó casi un año encontrar el potro perfecto para Emma. Le pedí
al criador que me dio el potro de Kes una potra.
A sus casi ocho años de edad, Kes se convirtió en un jinete
competente y montaba conmigo todos los días, trotando a mi lado, a medio
galope con coraje, explorando las fronteras de Hawksridge mientras le
enseñaba el valor de la tierra y la herencia. Ahora, Emma podría unirse a
nosotros en su yegua negra llamada Hocus Pocus.
Dejando ir las manos pegajosas de Emma, alcancé la caja de mi
bolsillo trasero. Pasándosela a ella, la habitación quedó en silencio
mientras besaba su mejilla suave. —Esto va a significar más para ti
cuando crezcas, pero quería que lo tuvieras ahora. Prométeme que lo
cuidarás mucho y nunca lo perderás.
Su cabello negro se balanceaba mientras asentía con intensidad. —
Lo prometo.
Me reí con suavidad mientras agarraba la caja roja y la abría. Ella
tenía la suficiente experiencia abriendo cajas de joyería. Uno de sus
lugares favoritos era Callejón Diamante y asaltar la valiosa colección de
Nila. Dijo que quería el collar de su madre, incluso intentó quitarlo con
una lima de uñas. No sabía que hubiera terminado en su pequeño cuello si
hubiera nacido de otro hombre en otro tiempo con la Herencia de la Deuda
todavía en efecto.
Era una chica Weaver. Pero ahora ese nombre no venía con una
maldición.
Su pequeña boca se abrió mientras sacaba el collar de diamante
negro que le mostré a Nila el día que le propuse matrimonio oficialmente.
Nila capturó mi mirada, haciendo girar su anillo de compromiso,
dejándome saber que sus pensamientos se encontraban conmigo. No
necesitaba mi condición para entenderme; eso era consecuencia de un
amor incondicional y una vida de escucharse el uno al otro.
Ayudando a Emma a sacar el collar del interior de la caja, colgué la
lágrima delante de ella. —Esto es muy especial. ¿Reconoces la piedra?
—Sí. —Su cabello negro rebotó.
Nunca conocí a un niño más brillante. Era capaz de memorizar y
recitar cortes de diamante, sus defectos y atributos. Aprendió algunas
palabras en swahili la última vez que visitamos África e incluso dio
consejos de moda a los niños en la guardería de ver a Nila sin esfuerzo
bordar y arreglar calicó en un vestido glorioso.
Era una mezcla perfecta de los dos. Una pieza mágica de Nila y yo.
—¿Dónde viste la piedra?
Señaló a la mano izquierda de Nila. —En la pulsera y en el anillo de
mami.
—Eso es correcto. Y ahora, también, tienes uno.
—¿Porque me amas tanto como a ella?
Me reí, abrázandola. Kestrel se acercó y lo apreté en un abrazo de
grupo. —Porque los amo tanto como a ella. Los amo a todos.
Nila limpió con sutileza la humedad repentina de sus mejillas,
ocupándose de cortar la torta. Jaz rodó más cerca, ayudando con la pila de
platos de papel y tomé aquellos con glaseado rosa para algunos de los
hermanos Diamantes Negros y sus familiares.
Una vez que la habitación recibió su pedazo de confitería, Jaz se giró
hacia mí y repartió los platos de torta en su regazo a mis hijos.
Pellizcando la nariz de Emma, dijo—: Ahora que la entrega de
presentes ha terminado, ¿qué tal un poco de pastel? Quiero comerme tu
deseo, Pequeña Velcro, así puedo asegurarme que, se haga realidad.
Kes arrojó el brazo sobre su hermana. Con dedos de aspecto juvenil,
glaseado y llevó un enorme puñado en la boca. —Ya era hora.
La sala se rio.
Y mi mundo era perfecto.

***

Estaba borracho.
No de licor o sustancias tóxicas, sino de felicidad.
Pura e indudable felicidad.
Tal expresión cliché: Estoy borracho de felicidad. Pero por primera
vez en mi vida, podría decir con seguridad que era cierto.
—Oye, hombre, ya nos vamos. —Vaughn estrechó mi hombro,
apretándolo con fuerza.
Pasé las últimas horas en buena compañía y conversación tranquila.
La sala llena de gente se había dispersado después que la torta fuera
devorada, Tex y Jacqueline se retiraron a sus habitaciones mientras que
Nila se retiró a la sala de estar recién decorada con los niños. Jaz y
Vaughn se unieron a nosotros, recogiendo el Twister y otros juegos
divertidos con los que se entretuvieron Kes y Emma.
—¿Estás seguro de que quieres conducir? Se pueden quedar aquí. —
Sonreí—. No es que no tengamos una habitación.
Jaz alisó la manta sobre sus piernas, sentada al lado de Nila. —V
tiene el lanzamiento de la línea de ropa mañana. Queremos volver esta
noche. —Sus ojos se posaron en Vaughn. La intimidad y la ternura entre
ellos completaba mi felicidad.
Nunca pensé que mi hermana dejaría Hawksridge, y mucho menos
que encontraría el amor y el apoyo en la pareja de su elección en medio del
conflicto, donde su discapacidad fue cuestionada y discutida. Sin
embargo, lo hizo y ella nunca lució mejor.
La chimenea crepitaba cálidamente, las cortinas de color borgoña
nos protegía del resto del mundo, y los puf y juguetes esparcidos por el
suelo pintaban a Hawksridge en una luz completamente diferente a la que
existió durante tanto tiempo.
—¿Necesitas algún ajuste final? —preguntó Nila, pasando sus dedos
casualmente por el cabello de Emma.
El nivel de energía de mi hija disminuyó. Permaneció despierta,
jugando a los legos con Kestrel, pero el largo día por fin se acercó
enviándola a un período de inactividad.
Vaughn hizo un gesto desdeñoso. —No, estoy bien. Me has dado
bastante de tu tiempo, creando la colección perfecta para hombres.
Nila resplandecía. —Cualquier cosa por ti.
Vaughn dijo—: Lo mismo por ti, hermana.
Durante los últimos ocho años, V y yo nos hicimos amigos
rápidamente. Él era quisquilloso, obstinado, presumido y a veces
arrogante, pero adoraba a su gemela y se hallaba perdidamente
enamorado de mi hermana. Adoraba el suelo en el que Jasmine se rodaba
en su silla de ruedas y la trataba con el máximo cuidado y respeto.
Su amistad calmaba la soledad dejada por Kes, dándome la
camaradería al compartir una cerveza en un pub local o simplemente
hablar de cosas sin sentido, sin embargo, nunca sería capaz de llenar el
vacío emocional dejado por mi hermano, no era que quisiera que lo hiciera.
Disfrutaba de la compañía de V, sin embargo, él no controlaba sus
pensamientos a mi alrededor como Kes lo hacía. Sabía mucho más de lo
que necesitaba saber, sobre cuánto amaba a Jasmine, de lo ardiente que le
parecía la fuerza de sus antebrazos al rodarse en su silla de ruedas, y lo
mucho que deseaba acunarla en sus brazos después de un largo día en la
fábrica Weaver.
Me moví en mi sillón orejero, sorbiendo la pequeña cantidad de
coñac que serví. —Bueno, te deseo la mejor de las suertes para el
lanzamiento.
—Gracias.
Tomando un sorbo del fuego ámbar, le pregunté—: ¿Estás preparado
para el tiro al arco el próximo fin de semana?
V se frotó las manos. —Ya creo que lo estoy. Te patearé el culo
después de la última paliza que me diste.
—Vamos por el fin de semana. —Nila pasó una mano por su cabello
largo, ligeramente tocando los mechones sobre sus hombros. Se había
puesto un jersey de punto, y su pelo se entretejía con la lana. Amaba que
ahora su extensión fuera la misma del día en que la reclamé.
Jasmine sonrió. —Por supuesto. Suena bien. Nosotros iremos el
viernes y pasaremos unos días con ustedes.
—Suena como un plan. —Echándole un vistazo a Vaughn, lo señalé
con un dedo—. Sin embargo, si te encuentras aquí para el tiro al arco y
para jugar con tu sobrina y sobrino, entonces no dormirás hasta el
mediodía.
Jasmine contuvo una carcajada.
V sonrió tontamente. —Oye, la culpa es de tu hermana. A ella le
gustan las mañanas y las cosas que suceden por la mañana.
Nila colocó sus manos sobre las orejas de Emma mientras Kes
levantaba la vista con una mirada confusa. —¡V!
Se rio, encogiéndose de hombros. —¿Qué? No seré culpado por
dormir, cuando no es mi culpa.
Tomé el resto de mi bebida. —Asqueroso. No quiero escucharlo
muchas gracias.
V se rio más fuerte, agachándose para golpear mi bíceps. —Pensé
que como dejaste embarazada a mi hermana, bien podría tratar de
devolver el favor.
Me atraganté con el trago de coñac. —¿Disculpa?
Sus ojos brillaban mientras miraba a través de la habitación, hacia
Nila y Jasmine, sentadas una al lado de la otra en pufs a juego. Jaz
utilizaba su silla, pero V se convirtió en sus piernas. Parecía saber cuándo
quería moverse, levantándola sin esfuerzo de su silla y colocándola donde
quisiera. A veces, al azar la sacaba de su silla desde donde quiera que
estuviera y se marchaban de la habitación, para volver treinta minutos
más tarde, con las mejillas sonrosadas y los labios hinchados.
Por mucho que me enervó Vaughn por robarse a mi hermana, no
podría sentirme más agradecido. Le regaló una nueva vida. Había
ampliado sus muros, le ofreció un mundo nuevo, y nunca la vi tan feliz.
En verano, tenía un bronceado de V empujándola a través de los
campos soleados y llevándola a tomar una siesta en el huerto. En invierno,
lucía una nariz roja, lo único que tenía expuesto ya que V se salía con la
suya al arroparla muy fuertemente.
Para alguien que nunca había salido del Hall, ahora viajaba con él a
excursiones de compras para su compañía, se reía más, y vivía su vida en
vez de solo existir.
Vaughn miraba la escena perfecta delante de nosotros. Su broma
cambió a solemne necesidad. —Tienes a los enanos. ¿No tendría sentido
que tengan primos creciendo con ellos?
Fruncí el ceño. Les llevó mucho tiempo tomar esa decisión y no me
pareció que fuera por falta de deseo de tener hijos, sino por el miedo de
Vaughn a que Jasmine no pudiera hacer frente a su embarazo.
Traté de bloquear la capacidad entretenida de mi condición, pero los
niños habían estado en sus mentes por un tiempo. O bien descubrieron
los problemas que le causaban dolor o, por fin, decidieron dejar que la
naturaleza siga su curso.
Nila alzó la vista, haciendo contacto visual conmigo a través de la
habitación. Los enanos, como los llamó V, yacían acostados frente a ella y
Jaz. Dos demonios de cabello negro y dorado que no cambiaría en lo más
mínimo. La idea de llenar el antiguo Hall de risas en lugar de lágrimas era
un objetivo perfecto.
Golpeé mi copa vacía con los nudillos de Vaughn, sonriendo
alegremente. —De acuerdo. Dales a Kes y a Emma algunos primos, pero
primero... Cásate con mi maldita hermana y haz de ella una mujer
honesta.
V rio. —Créeme, lo he intentado. Aceptó mi anillo, pero no fijará una
fecha.
Atrapé los ojos de Jaz. Sabía por qué. Intentó ocultarlo, pero sus
pensamientos siempre se transmitían en frecuencia alta. No fijaba una
fecha porque en el fondo, aún no se sentía digna de Vaughn por no ser
completa.
No me importaba sonar como un idiota, y dejé salir algunos secretos
que albergaba, le susurré—: Jaz, estás completa. Eres mejor que cualquier
otra mujer que conozca, además de mi esposa.
Contuvo el aliento, sus ojos brillando contra las llamas. —Gracias,
Kite.
Vaughn hizo una pausa, dejando que las oraciones al azar se
desvanecieran antes de bromear—: Por otro lado, ¿estás seguro de querer
que una Hawk se convierta en una Weaver? ¿Qué pasa si algún tirano
intenta reclamar a nuestra hija Weaver primogénita en unos años?
Mi corazón se afligió, viendo a Nila y amándola tanto que dolía. —No
tomarían la tuya. Vendrían tras la mía. Era el que se suponía que
cambiaría su apellido, ¿recuerdas? Pero no lo hice y la maldición se ha
roto. Está terminada. Acabada. Finalizada.
Vaughn suspiró. —Mi madre se sentiría orgullosa de ti, ¿sabes?
Orgullosa de la forma en que lo detuviste y salvaste a Nila.
Me acordé de Emma y su gentil espíritu. Llegué a sentir afecto por
ella durante su corta estancia y pude ver lo fuerte que era. —Debí salvarla.
—Todos acordamos no vivir en el pasado, ¿recuerdas? —Alejándose
de mí, Vaughn se dirigió hacia las mujeres y a los dos pequeños cerca al
fuego—. Tenemos un nuevo futuro para disfrutar.
Sin ser consciente, me levanté y lo seguí. Nila sonrió cuando
permanecí de pie sobre ella, bajando la mirada a las dos cabezas oscuras
de nuestros hijos. Envolvió sus dedos alrededor de mi tobillo desnudo. —
Te extrañé.
Mi corazón se hinchó y crujió, derramando adoración y alegría. —
También te extrañé.
Dejando caer mis caderas, me coloqué a su lado y la arrastré del puf
hasta mi regazo. Acariciando su cuello con la nariz, besé su collar de
diamantes y luego la piel suave como pétalo.
Gimió en voz baja—: Creo que es hora de dormir... ¿verdad?
Mis ojos se sumergieron en los de ella, diciéndole sin palabras que la
necesitaba tan malditamente tanto.
Una pequeña mano tiró de mis pantalones vaqueros. —Papi,
¿cuento?
Suspiré. Demasiado para la hora de acostarse.
Rodé los ojos con dramatismo. —¿Y por qué crees que mereces un
cuento, pequeña Emma?
Nila extendió la mano y le hizo cosquillas a la pequeña niña que
lucía exactamente igual que ella. Mismos pómulos, mentón y labios. Sin
embargo, Emma tenía mis ojos, ojos Hawk, un rasgo tan fuerte que cada
hermano mío compartía. —¿Dónde están tus modales, Velcro?
Emma se rio ante el apodo de Nila para ella. Para su segundo
cumpleaños, cayó en una cesta de dientes de velcro listos para cremalleras
invisibles. Su mono de algodón suave se pegó a las espinas de plástico,
asegurando que desenredarla llevara un montón de tirar y maldecir. La
maldita niña ahora tenía una adicción a separar velcro; le encantaba el
ruido.
Kestrel abandonó sus legos, arrastrando los pies más cerca para
apoyarse contra mi muslo. —¿Podemos tener una historia? Solo una. ¿Por
favor?
No pude evitarlo. Curvando un brazo alrededor de sus hombros
pequeños, lo abracé. Nila en mi regazo y Kes y Emma metidos contra mis
costados, ¿qué podría ser más perfecto? —¿Quieres una historia?
Emma rebotó hacia arriba y abajo, pero Kes se limitó a asentir. Sus
pensamientos dulces, firmes, y de protección. Adoraba a su hermana
pequeña. Y si ella quería una historia, se aseguraría de que tuviera una.
Sus ojos dorados se clavaron en los míos, suplicantes. La piel de
gallina se precipitó por mis brazos, preguntándome, si de alguna manera,
mi hermano y mejor amigo podría haber encontrado una manera de
comunicarse a través de mi hijo.
Kes se retorció en mi abrazo. —Cuéntanos una historia. Solo una.
Entonces cama. Prometido.
Nila se rio. —¿Cuántas veces hemos oído eso?
Kes sonrió, un mechón de cabello rizado en su frente. —Prometido.
Lo juro, que caiga muerto si no.
Jasmine se rio. —Retráctate de eso, Kessy.
Kes sacó su lengua. —Papá sabe lo que quiero decir.
Me reí en voz baja mientras Vaughn se deslizaba sobre la alfombra,
apoyando la espalda en la silla y sentando a Jasmine en su regazo. —
Tienes razón. Sé lo que quieres decir.
Kes aplaudió. —Bueno. Entonces, dame la historia.
—¡Historia! ¡Historia! —Emma se acurrucó, protegiéndonos a todos
nosotros en una burbuja familiar.
Esto justo aquí.
Esto era felicidad.
Y ya no estaba borracho en ella.
Me sentía infestado por ella.
Esta era mi familia.
Mi nueva familia elegida.
Ganamos.
Los pensamientos de Nila se apoderaron de mí en una afluencia de
dulzura y serenidad. Su corazón se llenó de amor.
Aplastando mis dos hijos, agarré a mi esposa y la besé con fuerza.
Kes fingió vomitar, y Emma chilló. Jasmine y Vaughn simplemente
se quejaron—: Consigan una habitación.
Nila rompió el beso, sus ojos brillando con ternura ónix. —Creo que
le debemos a estos demonios una historia.
—Supongo que sí.
—Tengo una historia. —Vaughn le hizo cosquillas a Kes—. Una
historia sobre un dragón y un niño pequeño que fue engullido.
—¡No! —Kes se debatió, arrugando la cara y tratando de no reírse—.
Me gustan las historias de papá.
Mis cejas se levantaron. —¿Mis historias?
No entendía. Nila era la reina de las historias. Había rastreado
internet por cada animación de Disney, libro de imágenes, y cuento que
pudiera encontrar. Yo solo permanecía en la oscuridad, escuchando su voz
sensual y adormilándome con los dos niños antes de que ella me pusiera
en la cama y utilizara la boca de otras maneras.
—¡Sí, queremos la historia de ti y mamá! —Kes miró a su hermana—
. Historia verdadera, ¿cierto Em?
Emma aplaudió. —Cierto. ¡Cierto!
Vaughn murmuró en voz baja—: Dios, creo que eres una pequeña
estadística de los padres que nunca deben decirle a sus hijos cómo se
conocieron. No es como que se encontraron en algún bar y cometieron un
error borracho, es un cuento bastante malo de contar, pero mencionar una
decapitación por una deuda de la década de 1400... Es algo descabellado.
Me reí. —Es descabellado... ¿pero tal vez eso es lo que hace que sea
una buena historia?
Jaz entrecerró los ojos. —¿A qué te refieres?
—Me refiero a que la vida no está destinada a ser genérica y seguir
un guion pre-aprobado.
Nila murmuró—: Si así fuera, ¿dónde estaría las aventuras... los
dragones matando caballeros y princesas montando unicornios?
—Soy una princesa —anunció Emma, apuntándose a sí misma en el
pecho—. Lo soy. Yo.
Sonreí con indulgencia. —¿Y qué tipo de princesa eres tú?
De repente se puso de pie en sus pies diminutos y se elevó alrededor
de los puf en su tutú rosa con los brazos extendidos a lo ancho. —Soy una
princesa Hawk.
Nila agarró su media carrera, haciéndole cosquillas y soplando con
la boca en su cuello. —Un halcón1, ¿eh? ¿No un águila o un kite o un
buitre?
Emma arrugó la nariz. —No tonta. Un halcón. —Señalándome a mí,
Nila, y Kes, dijo—: Todos somos Hawks.
Los pensamientos de Nila mezclados entre casarse conmigo y tomar
mi apellido y el hecho de que Jasmine se convertiría pronto en una
Weaver. Habíamos intercambiado los papeles. Mezclado nuestras líneas de
sangre.

1 Hawk en español quiere decir Halcón.


Reuniendo mi familia más cerca, dije—: De acuerdo, ¿quieres una
historia? Tengo una historia.
Al instante, los niños se agacharon, sus ojos color ámbar se clavaron
en mí. Jaz, V, y Nila me colocaron en el centro de atención, esperando que
girara algo loco y fantástico.
Pero no haría eso.
No deshonraría a mis hijos por mentirles, y no desacreditaría el
pasado y no aprender de la historia. ¿Querían saber la historia de cómo
nos conocimos Nila y yo? De acuerdo, oirían la verdad, y estaba en ellos
juzgar hechos de la ficción.
Mis hijos serían lo contrario de lo que yo fui preparado para ser.
Serían amables y serviciales; a ellos nunca les faltaría nada, pero sabrían
cómo ayudar a otros menos afortunados. Serían mejores.
—Érase una vez una costurera llamada Needle and Thread.
Emma suspiró, acurrucándose más cerca de Nila. —Ella es como tú,
mamá.
Kes desafiante, negó con la cabeza. —Ella es mamá.
Mi corazón se encogió con amor. —Está bien. Ahora, dejen de
interrumpir. —Tomando una respiración profunda, los abracé con más
fuerza—. Una noche, Needle tenía la mayor fiesta de su vida. Reyes y
reinas vinieron de todas partes para ver sus creaciones mágicas con encaje
y algodón. Había trabajado durante años para crear algo muy perfecto y
un vestido que desafiaba toda belleza. Un vestido con plumas, diamantes y
seda.
—Y el príncipe pícaro se lo arrancó. —Nila me besó en la mejilla,
garantizando las palabras secretas directamente en mi oído—. La lanzó
sobre su corcel gallardo y la raptó en la oscuridad.
Colocando su cabeza en mi hombro, susurró—: Pero ya estaba
enamorado de ella, así que había perdido la pelea antes de que hubiera
empezado.
Kes y Emma no podía oír lo que mi increíble esposa susurraba, y
contuve el impulso de robarla de nuevo y mostrarle lo mucho que la quería
para la eternidad.
Luché contra la urgencia mientras mis hijos esperaban a que
continuara. Pero no podía apartar los ojos de Nila. —Lo estaba, ya sabes.
Ella se tensó, sus ojos encontrando los míos. —¿Lo estabas? ¿Los
mensajes de texto? Fueron suficientes para enamo…
—¿Enamorarme de ti? Creo que me enamoré de ti cuando nos
encontramos el momento final cuando tenías trece años.
—No me acuerdo de eso.
—Tú no lo harías. Se suponía que debía decir hola, pero no podía
arruinar tu día. Te veías tan feliz. Así que te vi en el parque y te entregué
mi corazón sin saberlo.
—¡Historia! Estás olvidando la historia. —Emma tiró de mi manga,
con la cara abierta y entusiasmada—. Por favor…
Nila se movió en mis brazos, besándome suavemente. —Te amaba
cuando eras Kite007. Te amaba cuando eras Jethro Hawk, y te amaba
cuando al final te volviste mío.
—Ewww. —Kes le sacó la lengua.
Con mi alma a punto de reventar de alegría, me obligué a ignorar mi
esposa y continuar con la historia. Una vez que los niños estuvieran en la
cama y Jaz y V se hubieran ido, pasaría el resto de la noche mostrándole a
Nila lo mucho que la adoraba y lo contento que estaba de que existiera
nuestra historia.
Mi voz se enroscó alrededor de la habitación, mezclada con el
crepitar de la chimenea.
—¿Dónde estaba? Oh, sí, eso es correcto. El vestido que Needle and
Thread creó fue lo más increíble que nadie había visto nunca. Las
personas ofrecieron comprarle castillos y paraíso por la oportunidad de
que les cociera a ellos.
»Todo parecía bien en el mundo, pero Needle no sabía que un
príncipe monstruoso venía por ella. Que había mentido durante meses,
enviado mensajes secretos, y robado el corazón sin que ella lo sepa. —Hice
una pausa por dramatismo, apretando a Kes y Emma—. Él fue enviado a
hacerle daño.
—¡No! —chilló Emma.
—Oh, sí. —Asentí tristemente—. Su tarea consistía en cazarla,
herirla, devorarla.
Kes apretó sus puños diminutos. —Pero no dejaste que el príncipe
malo tomara a mamá, ¿verdad?
Bajé la voz, volviéndola sepulcral. —Sí lo hice.
—¡No! ¿Por qué?
—Porque... yo era el príncipe malo. Me encomendaron la tarea de
demostrar que era lo suficientemente real para heredar el reino y castillos
lejanos, pero sin importar lo malo que fuera, Needle tenía una magia con la
que no podía luchar.
Me acomodé en el puf, compenetrándome en el cuento.
No lo endulzaría.
Les diría de las deudas y el dolor. Pasaría por alto las cosas
demasiado viejas para sus oídos jóvenes, pero me aseguraría de que el
mensaje detrás de la historia se mantuviera.
Creía que todos tenían una tolerancia a la oscuridad porque la vida
no era solo luz. La vida no era arco iris y conejitos ni buena suerte o
fortuna fácil. La vida real era difícil. Había líos, mentira y angustia. Se
merecían saber que sufrirían tragedias, así como triunfos. Tenían que
estar equipados para enfrentar la pérdida, así como los triunfos. Porque
eso era lo que los hacía un ser humano empático sobre un monstruo.
Y no importaba lo retorcida y terrible que comenzó nuestra historia,
nuestra creencia en el amor y la ternura resultó el plan de destino.
Nuestros sueños se hicieron realidad y fueron aún más preciosos, por lo
que habíamos sobrevivido con el fin de ganarlo.
—Hay oscuridad dentro de todos nosotros. —Miré a mis hijos,
asegurándome de que prestaban atención—. Algunos de nosotros dejamos
que nos gobierne. Algunos de nosotros dejamos que nos destruya. Y
algunos de nosotros nos enfrentamos al desafío y luchamos contra ella.
»Solo se necesita que una persona crea que son dignos. Que no
cederemos a la pobreza o el odio o la codicia. Que nuestra vida puede ser
mejor que las sombras que dejamos que se arrastren sobre ella.
Emma asintió, pero Kes se volvió sombrío, girando sobre mis
palabras, sumergiéndose en la sabiduría debajo.
Nila había ganado porque luchó contra la oscuridad.
Y yo gané porque abracé mi verdad.
Todo lo que se necesita es que uno de nosotros tenga el valor
suficiente para encender la luz.
—¿Así que el príncipe malo hirió a Needle? —susurró Emma.
—Sí, se la dio a los duendes en el bosque para extraer las cuotas y
pagos por cosas que no había hecho.
—Si ella no las hizo, entonces ¿por qué pudieron hacer eso?
—Debido a que pensaban que eran mejores que ella y que ella les
debía.
—Eso es malo. —Emma sacó su labio inferior—. Duendes estúpidos.
—Lo sé —concordé—. Muy injusto y contra todas las leyes de la
tierra en la que vivían.
—Así que... ¿qué pasó? —preguntó Kes, su rostro iluminado con
interés.
—Sí, Kite, entonces, ¿qué pasó? —Nila rozó sus labios con los míos,
su alma cosida por completo a la mía—. Si la historia comenzó con tanta
crueldad, ¿cómo acaba?
Tenía la respuesta perfecta.
La única respuesta.
La más brillante respuesta de trece palabras alguna vez
pronunciada.
Besando a mi esposa y abrazando a mis hijos, murmuré—: La única
manera en que semejante historia puede terminar...
...
Vivieron felices para siempre.
Sobre el autor
Pepper Winters asume muchos roles. Algunos de ellos incluyen;
escritora, lectora, a veces esposa. A ella le encantan las historias oscuras y
tabú. Cuanto más torturado el héroe, mejor, y constantemente piensa en
maneras de romper y arreglar sus personajes. Ah, y sexo... sus libros
tienen sexo.

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