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Ann Farrow & florbarbero

Hansel Florbarbero Val_17


Vane Black Victoria. Mary Warner
Kyda Ann Farrow Nika Trece
Bells767 anita0990 Jadasa
Pachi Reed15 rihano Dannygonzal
Miry GPE Zara 1789 Jenni G.
Clara Markov Arantza NnancyC
Ivy Daniela Agrafojo Jeyly Carstairs
Anna Karol Kath1517 Jan Cole
Majo Villa Beatrix Adriana

Daliam Jan Cole Laurita PI


Val_17 Sahara Lu
GypsiPochi Julie Miry GPE
Khaleesi Itxi Grace Hope
Dannygonzal Anna Karol Anakaren

Julie Miry GPE


Val_17 Ann Farrow

Genevieve
Sinopsis
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Twist
Sobre el Autor
Lo último que Vaughan Hewson espera encontrar cuando regresa
a su casa de la infancia es a una novia con el corazón roto en su ducha
y mucho menos el drama y el caos que vienen con ella.
Lydia Green no sabe si quemar la iglesia o sentarse y llorar en un
rincón. Descubrir que el amor de tu vida te es infiel justo el día de la
boda es bastante malo. Averiguar que es con el padrino de la boda es
completamente otra cosa. Entonces, escapa y conoce a Vaughan solo
unas horas más tarde.
Vaughan es exactamente lo contrario a la imagen perfecta del
hombre de negocios respetado con el que ella pensó se casaría. El ex-
músico ahora bartender es tosco e inestable. Pero ella intentó con el Sr.
Perfecto y descubrió que era completamente equivocado—tal vez es hora
de darle una oportunidad al Sr. Espontaneo.
Después de todo, ¿qué hay de malo en ensuciarse un poco?
Dive Bar #1
Traducido por Hansel
Corregido por Daliam

Mierda.
Miré mi celular, abriendo la boca con horror. Hombre, realmente
iban por todo. Lenguas luchando, dientes chocando. No había ninguna
duda, ningún pesar, mientras molían sus cuerpos. El ángulo y la
iluminación eran terribles, pero había suficiente para ver toda la acción,
Dios me ayude.
Esto no podía estar pasando. ¿Qué demonios iba a hacer?
Desde el pasillo llegaban voces, risas, todos los sonidos
habituales de felicidad. Lo que se esperaría en tu gran día. La
obscenidad en la pequeña pantalla, no tanto. Aunque no quería verlo,
no podía apartar la mirada. Quien fuera que me envió esto había
bloqueado su número. Aunque solo podía tener un objetivo en mente.
Mierda.
Dios, la forma segura en que se tocaban, obviamente
familiarizados con el cuerpo del otro, me mató. Mi estómago se revolvió,
la bilis quemando en la parte posterior de mi garganta. Suficiente.
Tragué saliva y arrojé mi celular en la nueva cama de dos plazas. El
video seguía reproduciéndose, descartado entre los pétalos de rosa rojos
como una broma de mal gusto. Debí tirarlo contra la pared. Pisotearlo,
o algo así.
Chris dijo que solo iban a pasar el rato, tomarlo con calma. Solo
él y su padrino, Paul, tomando un par de copas y hablando de los viejos
tiempos. Me sentía segura como el infierno de que no hubo ninguna
mención de sus lenguas luchando, porque lo habría recordado, sin
importar lo ocupada que estuviera con la boda.
Mis ojos picaban, un músculo temblando en mi mejilla. ¿Esto
había ocurrido detrás de mi espalda todo el tiempo? Si ese era el caso,
¿qué clase de idiota era yo? Envolví los brazos a mí alrededor,
sosteniéndome con fuerza, haciendo todo lo posible por mantener la
calma.
No funcionó. Ni siquiera un poco.
Lo peor de todo era que ahora que lo pensaba, hubo señales. La
libido de Chris nunca había sido lo que llamarías “fogosa”. Entre todas
las citas para cenar y las excursiones que conformaban nuestro
torbellino de romance, hubo un montón de agarres de mano y besos,
claro. Pero poco o nada de sexo. Siempre tenía excusas. Su familia era
religiosa, deberíamos seguir la tradición y esperar a la noche de bodas,
sería tan especial cuando finalmente lo hiciéramos, blablá. Todo tenía
sentido en ese momento. Su poco interés en el coño nunca se me cruzó
por la mente. El hombre parecía tan perfecto en todos los demás
aspectos.
Solo que no lo era. Porque de acuerdo con el vídeo, el chico
dorado de Coeur d’Alene me utilizó como una maldita fachada y tenía
planeado seguir haciéndolo por el resto de nuestras vidas.
En el fondo, una parte de mí se rompió. Mi corazón, mis
esperanzas y sueños, además de otras cosas. Pero todo se hallaba
dañado. Nunca, en ninguno de mis veinticinco años, había
experimentado algo similar. El dolor era insoportable.
Voces en el pasillo se acercaban mientras los quejidos y gemidos
en mi celular se hacían más fuertes. El Chris del video claramente se
enfocaba en el pene de su padrino. Bastardos. Imagínate, finalmente
pensé que había encontrado un hogar. ¿Cómo fui tan estúpida?
De ninguna maldita manera podría salir, enfrentar a todas
aquellas personas y decirles lo tonta que había sido. De lo mucho que
me engañaron. O al menos, no todavía. Mi mente necesitaba la
oportunidad de comprender la enormidad de lo que hizo Chris, de lo
profundo que me arruinó.
¡Boom, boom, boom! Un puño tocaba la puerta de la habitación. Di
un salto, con los ojos dolorosamente abiertos.
—Lydia, ya es hora —anunció el padre de Chris.
Y sí… de ninguna manera. Tenía que salir de allí.
Pánico ciego se apoderó de mí y corrí. No era algo fácil de hacer
cuando no te encontrabas en buena forma y vestida para una boda,
pero me las arreglé. Mierda, malditamente volé. Era increíble lo que
puede hacer el terror.
Salí por las puertas francesas hacia el patio. A través de la
extensión de césped bien cuidado, mis tacones de aguja se hundieron
en el suelo blando con cada paso apresurado. El zumbido de la música
suave y la conversación llenaba el aire. Todos los invitados se hallaban
reunidos en frente a la espera del servicio, seguido por los cócteles y
canapés. Atravesé el jardín trasero, empujando arbustos y pisoteando
flores. Espinas de un rosal quedaron atrapadas en mis medias,
rasguñando mis piernas. No importaba. No había tiempo que perder.
Escondida detrás de un árbol había una caja de abono, colocada
perfectamente al lado de la de alta valla que separaba esta propiedad de
la siguiente.
Sí. Increíble. Escapar era lo mío.
Dejaría que Chris les explicara a todos por qué su novia huyó. O
mejor aún, que Paul lo hiciera, el bastardo ladrón-de-hombres de dos
caras.
Gracias a Dios no me puse el vestido largo en el cual su madre
trató de exprimirme. El vestido a media pierna ya era lo suficientemente
complicado con todas las faldas de tul por debajo. Los enganché,
trepando la caja sin demasiados problemas. Se tambaleó como una
perra mientras me ponía de pie. Un ruido agudo aterradoramente alto
se me escapó. Me agarré de la valla de madera tan fuerte que mis
nudillos se volvieron blancos.
Normalmente, no era de rezar mucho. Seguramente el Gran Tipo
no me dejaría tener una caída y romperme el culo. Hoy no. Si él
realmente y verdaderamente sentía la necesidad de herirme un poco
más, podría esperar. Ya sufrí bastante hoy.
Tomé algunas respiraciones profundas, manteniéndolas
constantes. Podría hacer esto. Desde el patio de la exagerada mini-
mansión de Chris solo se oía silencio.
Perfecto.
Con la manicura francesa ya estropeada, me levanté, moviéndome
y retorciéndome hasta que mis caderas se encontraban lo bastante alto
para pasar una pierna por encima. La presión que la posición ponía en
mi entrepierna no era bonita. Juro que podía oír mis labios gritando,
dejando de lado al resto de mis partes de mujer. Y como esperaba
todavía ser madre algún día, tenía que moverme… pronto. Estacas de
madera se clavaron dolorosamente en mi vientre mientras me tumbaba,
balanceando mi torso encima de la valla. Gotas de sudor caían por los
lados de mi cara, probablemente arruinando el maquillaje de un
centímetro de espesor (hecho por un artista recomendado por la madre
de Chris).
—¿Tía Lydia? —preguntó una pequeña voz—. ¿Qué estás
haciendo?
Chillé con sorpresa. Por suerte no había suficiente aire en mis
pulmones para un grito real. Más abajo había una niña, sus grandes
ojos marrones curiosos.
—Mary. Hola. —Sonreí—. Me sorprendiste.
—¿Por qué subes la cerca? —Agitaba la falda de raso blanco de
un lado a otro, su atuendo de niña de las flores.
—Ah, bueno…
—¿Estás jugando?
—Um…
—¿Puedo jugar también?
—¡Sí! —Le di una sonrisa nerviosa—. Sí, estoy jugando a las
escondidas con tu tío Chris.
Su rostro se iluminó.
—Pero no. No puedes jugar. Lo siento.
Su cara cayó. —¿Por qué no?
Ese era el problema con los niños pequeños, hacían muchas
preguntas.
—Porque es una sorpresa —dije—. Una sorpresa muy grande.
—¿Tío Chris no sabe que estás jugando?
—No, no lo sabe. Así que tienes que prometer que no le dirás a
nadie que me viste aquí. ¿Está bien?
—Pero, ¿cómo va a saber que tiene que buscarte?
—Buen punto. Pero tu tío Chris es un tipo inteligente. Lo
averiguará en un momento. —Especialmente dado que dejé mi teléfono
con el malvado video porno todavía reproduciéndose. Era malditamente
duro sentir lástima por dejarlo, teniendo en cuenta la situación—. Así
que no puedes decirle a nadie que me viste, ¿de acuerdo?
Durante un largo momento, Mary miró sus ya desgastadas
zapatillas de raso. Su madre no estaría impresionada. —No me gusta
cuando mi hermano arruina mis escondites.
—No. Es muy molesto, ¿verdad? —Sentí mi pierna deslizarse y
murmuré una bomba J, pensaba que lo dije en voz baja.
Labios de color rosa formaron una perfecta O. —¡No deberías usar
esa palabra! Mamá dijo que es mala.
—Tienes razón, tienes razón —concordé apresuradamente—. Es
una mala palabra y me disculpo.
Dejó escapar un pequeño suspiro de alivio. —Está bien. Mamá
dice que no fuiste bien criada y que todos nosotros tenemos que tener
tole… toler… —Sus pequeñas cejas se fruncieron por la frustración.
—¿Tolerancia?
—Sí. —Sonrió—. ¿De verdad creciste en un granero? Creo que
vivir en un granero sería divertido.
Esto. Esto es lo que pasaba por dejar que perras ricas influyeran
en los jóvenes. La hermana de Chris era una candidata ideal para la
seriedad y lo estricto. Toda su familia lo era, para el caso.
—No, cariño —dije—. No lo hice. Pero apuesto a que tu madre se
sentiría como en casa entre las vacas.
—Muu. —Rió alegremente.
—Exactamente. Será mejor que regreses. Y recuerda, no le digas a
nadie que me viste. —Ondeé un dedo, tratando de acomodarme en una
posición más cómoda sin caerme por el borde. Como si eso fuera
posible.
—¡Lo prometo! ¡Adiós!
—Adiós.
La niña comenzó una carrera por el jardín, antes de desaparecer
de mi vista. Ahora tenía que bajar de la valla. De cualquier manera en
que lo hiciera, el dolor era seguro. Un hecho. Me estiré y tensé, mis
músculos del muslo y pantorrilla gritando en protesta. Si solo hubiera
ido con Chris al gimnasio todas esas veces que lo sugirió. Era muy
tarde ahora. Poco a poco pasé, la rodilla en primer lugar, una pierna,
luego la otra. Astillas eran capturadas por mi vestido, haciendo que la
seda se desgarrara. Me deslicé por el lado opuesto de la valla, colgando
en el aire por un momento insoportable mientras la madera raspaba
mis manos y mis músculos se estiraban más allá de la resistencia.
Entonces la gravedad me dio una patada.
Choqué contra suelo duro. Dolió.
Poco sirvió ser de talla grande. Mi carne de más no amortiguó
para nada la caída. Rodé sobre mi espalda y me quedé en el césped,
respirando como un fumador que consumía un paquete al día. El dolor
llenó mi mundo. Tal vez acababa de morir. Era tan agradable como
cualquier otro lugar.
—Lydia, ¿estás ahí? —llamó una voz. Betsy, la recepcionista de la
agencia de bienes raíces—. ¿Liddy?
Odiaba ser llamada así. Lo odiaba. Y ella lo sabía, la perra.
Me quedé en silencio, acostada allí, sudando y respirando con
dificultad, lo más silenciosamente posible. De ninguna manera podría
verme sin escalar la valla. Pequeña posibilidad de eso. En general, Betsy
no era más atlética que yo. Me encontraba a salvo por ahora. Una nube
blanca pasó por arriba, estropeando el cielo azul perfecto por un
momento. El tipo de clima maravilloso para una boda en junio. En
serio, no podrías pedir algo mejor.
La voz de Betsy retrocedió. Tiempo de moverse.
Muy lentamente me puse de pie, con todos mis músculos
adoloridos. En la distancia, mi nombre era llamado una y otra vez por
una multitud de voces. Empezaban a sonar en pánico. Mientras tanto,
me quedé allí. Sin dinero, ni tarjetas, ni teléfono, ni nada. A decir
verdad, mi plan de escape de emergencia era un poco deficiente. Al
menos atravesé la cerca.
El jardín del vecino era una selva, completamente cubierto. Fue
pura suerte, de lo contrario podría haberme roto algo cuando caí. Una
linda casa gris se encontraba debajo de un círculo de grandes pinos.
Era muy encantador. Los lugares como éste eran la razón por la que
entré en el negocio inmobiliario. Para tener la oportunidad de ayudar a
las personas a encontrar un hogar maravilloso para el resto de sus
vidas. Un lugar donde poder criar a sus hijos y conocer a sus vecinos,
tener fiestas de barrio y barbacoas. En vez de arrastrar a sus hijos por
todo el país en busca de la próxima gran oportunidad, viviendo en
lugares alquilados de mala muerte.
Por desgracia, en lugar de vender casas, terminé promocionando
condominios sin alma y hablándole a la gente de propiedades que no
podían permitirse. Fui más allá de ingenua. “Despiadada” ni siquiera
comenzaba a describir la industria.
Pero de vuelta a mi situación actual.
Sanders Beach era una zona bastante tranquila y pronto estarían
buscándome. En la calle, me podrían encontrar en cualquier momento.
Así no lo lograría. Necesitaba recuperar el aliento y recomponerme.
Esperaría hasta que el video del vil engaño de Chris mostrara la escoria
que era y entonces… bueno, esperaba tener algún tipo de plan
descubierto para ese momento.
Lo que más me gustaba de la bonita casa era la ventana abierta
de la parte trasera.
Salí de las ruinas de mis faldas y me quité el tacón restante,
antes de hacer mi camino a través de la hierba. No había señales
inmediatas de vida desde el interior de la casa. Tal vez se fueron y
olvidaron cerrarla. La ventana daba a un pequeño cuarto de baño,
dentro todo era anticuado y polvoriento. Aún no escuchaba nada.
¿Traspasar o ser descubierta? No era una decisión difícil de
hacer. Llámame Ricitos de Oro. Iba a entrar. Si me tenía que comer un
oso, entonces que así fuera. Al menos tendría una comida de tamaño
decente.
La ventana no era alta. Esta vez subí sin ningún problema. Me
agarré del borde de la bañera para mantener el equilibrio mientras que
mi otra mano se extendió por el suelo. Todo iba muy bien, hasta que
llegó el momento de atravesar mis caderas. El marco de madera se
apretó profundamente a mis costados, deteniéndome. Me quedé
atorada.
—Mierda —dije, manteniendo mi voz baja por si acaso.
Me revolví y retorcí, gruñendo por el esfuerzo, agitando los pies en
el aire. Gracias a Dios no había nadie alrededor para ver. Así que
ayúdame niño Jesús, podía hacer eso, podía hacerlo. Después de todo,
¿qué era perder un poco más de falda o piel en esta etapa? Nada, no
importaba. Agarré el borde de la bañera y di un último y poderoso tirón.
El material se rompió y mi circunferencia cedió. Caí hacia el suelo. Mi
cara amortiguó la caída y mi cuerpo la siguió. Teniendo en cuenta la
cantidad de ruido que hice, era bastante sorprendente que los vecinos
no vinieran corriendo junto con policía.
—Oh, Dios —lloriqueé, luchando por respirar.
Los niveles de dolor y humillación oficialmente dejaron lo “malo” y
fueron directamente a lo “horrible”. Maldición.
Con cuidado, tomé una respiración lenta y profunda por la nariz y
exhalé por la boca. Está bien, funcionó. No hay costillas rotas, pensé. La
nariz seguía intacta. Pasé la lengua por el interior de mi boca,
comprobando los dientes. Todo bien. De todos modos, se sentía como si
hubiera estado en una pelea en un bar con una multitud enfurecida. Mi
mejilla derecha latía como una perra y por un largo tiempo solo estuve
allí, aturdida. No me atrevía a moverme, tampoco era capaz. La casa se
mantuvo en silencio. Me encontraba sola, gracias a Dios. Sola era
mejor, ahora lo entendía.
Solo en caso de que alguien llegara, me arrastré a la bañera y
corrí la cortina. Luego acomodé con cuidado los restos de mis faldas a
mí alrededor.
Ya era hora de hacer frente a los hechos. Hacerles frente y dejar
que me inundaran. Mi hombre no era mi hombre, ni mi mejor amigo. No
habría ningún hogar feliz. ¿Y mi boda de ensueño? Arruinada por
completo.
No importaba, encontré un lugar seguro para esconderme y
esperar a que pasara el día. Dejé a Chris para que arreglara el desastre
que hizo. Necesitaba calmarme.
Ardientes lágrimas comenzaron a fluir por mi cara. No se
detuvieron durante mucho, mucho tiempo.
Traducido por Vane Black
Corregido por Val_17

Pesados pasos me sacaron de mi estupor. No sé exactamente


cuánto tiempo estuve sentada en la bañera, mirando a la nada,
pensando en la catástrofe en la que se convirtió mi vida. No podría
haber sido demasiado tiempo ya que la luz del sol todavía iluminaba la
habitación.
Los pasos se acercaron cada vez más. Y luego entraron en el
cuarto. Oh, mierda. Me quedé inmóvil, sin atreverme siquiera a
respirar. Hubo un fuerte bostezo, seguido por el chasquido de
articulaciones. A continuación, una gran mano apartó un poco la
cortina de la ducha y abrió el grifo. Un torrente de agua helada salió a
cántaros. Era como un billón de pequeños cuchillos apuñalando mi
piel. Todos los arañazos y áreas lastimadas por la huida ardían como la
mierda. Apreté los dientes, mis hombros se alzaron hasta alrededor de
mis oídos como si eso proporcionara alguna protección.
Sí, me senté allí, toda acurrucada, escuchando al hombre hacer
pipí.
Increíble. Simplemente impresionante.
No era como si no pudiera saltar e interrumpirlo a medio acabar.
¿Y decir qué? Sabía que esta no era una buena situación para quedar
atrapada.
1. Básicamente irrumpí en la casa de este tipo.
2. Y luego me sentí como en casa, teniendo una loca crisis
emocional en su bañera.
Las personas racionales y normales no hacían este tipo de cosas.
Ni siquiera tenía antecedentes penales, nunca hice nada
particularmente extravagante o interesante hasta ahora. Todo era culpa
de Chris, el hijo de puta. Solo tendría que sacar lo mejor de ello y
esperar que este tipo tuviera sentido del humor.
Cuando el agua empezó a calentarse, él tiró de la cadena del
retrete y el agua helada me empapó de nuevo. Estuve a punto de abrir
la boca y anunciar mi presencia, pero eso puso fin a todo. Agujas de
agua helada cayeron en mi piel. Jodidamente me congelé. Con los
dientes apretados, contuve un chillido de dolor y rabia.
Luego, la cortina de la ducha se abrió.
—¡Mierda! —El hombre era muy alto, estaba muy desnudo, y muy
sorprendido. Retrocedió un paso, una mano agarrando el banco detrás
de él, con los ojos furiosos y amplios—. ¿Qué demonios?
Buena pregunta.
Abrí la boca, la cerré. Las habilidades del lenguaje aparentemente
me habían abandonado. En total silencio, el hombre y yo nos miramos
el uno al otro.
Incluso sin ropa para tener señales, el chico claramente era el
epítome de lo genial. Lucía de mi edad, o tal vez un poco mayor. Tenía el
cabello bastante largo, rubio rojizo, ojos azul oscuro en un rostro
anguloso, un torso delgado pero musculoso, cubierto de tatuajes, y una
muy grande polla. No es que hubiera querido comprobarlo, era bastante
difícil ignorar un pene y escroto cuando colgaban justo en frente de tu
cara. Ladeé la cabeza, tratando de conseguir un poco de perspectiva.
Desde cada punto de vista, sin embargo, era igualmente impactante.
Había polla tan lejos como el ojo podía ver.
Y debería dejar de comérmelo con los ojos. Correcto.
—Hola. —Con una calma que ni siquiera sentía vagamente,
extendí la mano y cerré el grifo. Mucho mejor. Su pene monstruo me
había estropeado por un momento, pero me hallaba en marcha de
nuevo. Momento de sacarme de este lío—. Oye.
—¿Qué demonios haces en mi casa? —preguntó sin rodeos.
—Cierto. Bueno… —Cuidadosamente peiné mi húmeda melena
rubia detrás de mis orejas. Como si eso fuera a ayudar. Mi delineador
de ojos y pestañas postizas probablemente se encontraban por la mitad
de mis mejillas—. Yo, eh, yo…
—¿Tú qué?
—Soy Lydia —dije, fue lo primero que se me vino a la mente.
Sin respuesta. Sin embargo, su hermoso rostro adquirió una
expresión claramente enojada. Incluso su cabello rubio rojizo parecía de
una tonalidad de fuego. Bien, así que no íbamos a intercambiar
nombres y ponernos cómodos. Era bastante justo. No creerás lo difícil
que fue mantener mis ojos en su rostro. La lucha era real. Tal vez se
debía a que no había visto uno en mucho tiempo, pero su pene parecía
casi hipnótico. La cosa tenía poderes mágicos, lo juro. Era tan grande y
expresivo, balanceándose sutilmente cada vez que se movía. Mi mirada
se mantuvo lanzándose hacia abajo a pesar de mis mejores esfuerzos.
Finalmente me sacó de mi miseria, agarrando una toalla de un
estante cercano y envolviéndola alrededor de su cintura. Lucía como
una minifalda bastante caliente. No cualquier hombre podía lograr ese
tipo de aspecto.
Pero volviendo a mis explicaciones.
—Ah, en primer lugar, solo me gustaría decir que lo siento por
esto. —Hice un gesto con la mano hacia él y a su cuarto de baño y
bueno, en realidad, a todo—. Por cualquier inconveniente que podría
haber causado aquí en tu cuarto de baño.
El chico se mantuvo de pie, cerniéndose sobre mí con las manos
en las caderas. Los tatuajes le cubrían los brazos hasta sus muñecas.
Tenía un montón de piel en exhibición. Definitivamente no era el tipo de
hombre con el que querrías meterte. Probablemente podría partirme a
la mitad en un segundo. Apuesto a que era un modelo de tatuajes, o un
motociclista, o un pirata, o algo así. Algo muy caliente y más que un
poco aterrador.
Mierda. Realmente debería haber elegido otra casa.
—Normalmente no entro sin permiso en las casas de la gente y
me escondo en sus bañeras —balbuceé, al borde de la incoherencia—.
Así que, lo siento mucho. En serio. Lo siento mucho. Pero tienes una
casa preciosa.
—¿En serio?
—No es eso, quiero decir, no es por eso que estoy aquí. Solo… —
Joder, mi mente era un desastre. Respiré hondo, dejando salir la
respiración lentamente, antes de volver a intentarlo—. Me encantan las
viejas casas al estilo Artes y Oficios, ¿a ti no? Tienen mucha alma.
Sus cejas se fruncieron. —¿Estás drogada? ¿Qué mierda
fumaste?
—¡Nada!
—¿No has tomado alguna pastilla o esnifado algo?
—No, lo juro.
—¿Nada de beber?
—No he tomado nada —dije, pero la sospecha y la rabia seguían
arrugando su rostro. En combinación con la barba en el mentón y las
sombras bajo los ojos, mi indispuesto anfitrión era un hombre cansado
e irritable. En realidad, no podía culparlo.
—Así que estás completamente sobria —dijo.
—Completamente.
Hizo una pausa.
—Estás pensando que soy una loca de remate ahora, ¿no? —
pregunté, a pesar de que la respuesta que se veía clara como el agua en
su bonita cara.
—Más o menos, sí.
Oh, Dios. —No lo estoy. Soy una mujer sana.
—¿Estás segura de eso? —Bajó la mirada y la larga línea de su
nariz hacia mí, claramente impresionado—. He visto un montón de
cosas raras en mis años. Cosas que no creerías. Pero tengo que decir
que, en este momento, esto… tú, eres la guinda del pastel.
—Genial. —Y definitivamente iría a la cárcel. Alguien debería
darme una galleta. Mi capacidad de afrontar una mala situación y
hacerla peor era increíble.
—¿Tocaste alguna de mis cosas? —preguntó—. ¿Robaste algo?
—Sí, tu sofá se oculta hábilmente en la parte delantera de mi
vestido. No vas a creer dónde encajé el televisor.
Una vez más, sus ojos se estrecharon peligrosamente. —Entre tú
y yo, probablemente no es el momento para ser graciosa, nena.
Mierda. —Lo siento. Lo siento. No quise decir eso. Tienes todo el
derecho de estar enojado.
—Toda la razón, lo tengo.
Asentí, arrepentida. —No he tocado ninguna de tus cosas.
El tipo se quedó allí, mirándome. Muchas cosas pasando detrás
de sus ojos. Ninguna de las cuales podía descifrar.
Una lágrima perdida corrió por mi cara. Debió guardarse para la
ocasión. Gah. Qué patético. Sorbí por la nariz, quitando la lágrima a
toda prisa con el dorso de mi mano.
—Joder —murmuró.
—Lo siento mucho acerca de esto. La verdad es que sólo
necesitaba un lugar para esconderme por un tiempo. No fue mi
intención asustarte.
Él suspiró. No era un sonido feliz. —¿Lydia?
—¿Sí? —A pesar de mis esfuerzos, mi voz temblaba ligeramente.
—Mírame.
Así lo hice. Todavía lucía enfadado y locamente tranquilo
mientras yo permanecía como un lío caliente.
—Soy Vaughan —dijo.
—Hola.
Inclinó la barbilla y se hizo el silencio entre nosotros una vez más.
Con la punta de la lengua frotando su labio superior, miró a la
ventana de par en par, y luego a mí. Sí, así es como conseguí entrar.
Houdini no tenía nada de mis locas habilidades.
—¿Qué haces en mi casa, Lydia? La verdad.
—Es una especie de larga historia, en realidad. —Además de ser
terriblemente vergonzosa. Pero entonces, ¿qué no lo fue sobre este día?
Vaughan cruzó los brazos sobre su amplio pecho y me esperó
fuera mientras me ocupaba de ponerme mi falda en ruinas y trataba de
inventar una manera de hacer girar la historia para no hacerme quedar
como una tonta. Cristo, los agujeros en mis medias eran enormes. Por
un lado, todo mi pie se salía. Tan jodido.
Él se puso en cuclillas al lado de la bañera, apoyando los brazos
en un lado. De cerca, las sombras bajo sus ojos parecían aún más
grandes y más oscuras en su piel pálida. Y había bolsas lo
suficientemente grandes para usarlas como equipaje de mano. A pesar
de las fuertes líneas de su rostro delgado, el hombre lucía agotado.
Preparado para dormir durante cien años.
Conocía esa sensación.
—Parece un vestido de novia —dijo en voz baja.
—Sí, lo es. Iba a casarme hoy. —Tomé una respiración profunda,
limpiándome la cara con las manos. Como era de esperar, mis palmas
quedaron manchadas de maquillaje de ojos negro—. Ah, mierda. Debo
lucir como una ruina.
Sin comentarios, Vaughan extendió la mano, agarró una toalla y
me la entregó. Se hallaba algo vieja. Justo como el resto de la casa. No
había visto más de una habitación, pero los agentes de bienes raíces
tienen una idea de este tipo de cosas. Mantenimiento mínimo durante
los últimos cinco años más o menos habría sido mi suposición. Quizá
incluso la habían dejado vacía. Los arbustos de en frente la escondían
de la vista, por lo que nunca tuvo una buen fachada antes.
—Gracias. —Me di golpecitos con la toalla hasta secarme lo mejor
que pude. Lo que quedaba de mi hermoso vestido era un desastre
empapado—. Siento haber entrado sin permiso en tu casa, Vaughan.
Juro que no suelo hacer este tipo de cosas.
—No —dijo, su voz profunda—. Lo imaginé. ¿De dónde vienes?
—De la casa grande en la parte posterior.
Su frente se arrugó. —¿Te subiste por encima de la valla?
—Sí.
Ojos cansados y teñidos de rojo me apreciaron de nuevo. —Esa es
una cerca alta. Debe haber sido un infierno de emergencia.
—Fue un desastre.
Durante un largo momento me estudió, sumido en sus
pensamientos. Luego suspiró una vez más, poniéndose de pie.
—¿Vas a llamar a la policía para que vengan por mí? —pregunté,
mi garganta apretada por la tensión—. Sé que tienes todo el derecho, no
estoy discutiendo eso. Es sólo que… me gustaría saberlo. Preparación
mental y todo eso.
—No. No lo haré.
—Gracias. Lo agradezco. —Todo mi cuerpo se hundió en alivio.
Luego juntó las manos, sorprendiéndome hasta la mierda. —Está
bien, Lydia. Esto es lo que vamos a hacer.
—¿Sí?
—Llegué tarde esta mañana, sólo tuve unas pocas horas de
sueño. Si no consigo un poco de café pronto, las cosas se van a poner
feas. Y es probable que necesites secarte. —Sin ningún problema,
tendió la mano—. Vamos a solucionar esta mierda. Entonces podemos
sentarnos y me cuentas la larga historia de cómo diablos terminaste en
mi casa. ¿De acuerdo?
—De acuerdo —dije, mi voz aligerándose.
Me levantó. Entonces, con fuertes manos en mi cintura, me hizo
salir de la bañera. Inmediatamente, el agua comenzó a gotear de mi
saturado vestido, creando una piscina sobre el suelo de madera rayado
a mis pies. Chris habría estado molesto. A él no le gustaba el desorden.
Pero dado que a Vaughan no parecía preocuparle, a mí tampoco.
—¿De verdad no vas a llamar a la policía? —pregunté.
—No. No te muevas —dijo, arrancando cuidadosamente una de
las pestañas falsas de mi mejilla.
—Gracias.
—Tu vestido está bastante arruinado. —Me miró de pies a cabeza.
—Ya lo sé —le dije con tristeza.
—Te dejaré para que te cambies.
—Espera. Por favor. No puedo salir de esto por mi cuenta.
Frunció más el ceño.
—Es vintage —le expliqué con una cara triste—. No hay una
cremallera, sólo una fila de pequeños botones en la parte trasera.
—Por supuesto que lo es. —Sin decir una palabra, me dio la
vuelta y comenzó a desabrochar los botones. Mientras trabajaba,
tarareaba entre dientes, la canción vagamente familiar.
—¿Todavía no estás enojado? —pregunté, perpleja.
—Nah.
—Pero entré en tu casa.
—La ventana estaba abierta.
—Aun así, es una infracción.
Sus dedos siguieron trabajando en desabrochar el vestido. —Te
sentaste en la bañera y lloraste porque algún idiota te jodió.
Eso me calló.
—O eso es lo que estoy suponiendo, dado el vestido y todo.
¿Asumo que él fue el que puso ese moretón en tu mejilla?
—No. Nadie me golpeó. Y sí, tuviste razón sobre lo de estar jodida.
—Traté de mirarlo, pero no podía ver nada más allá de mi salvaje
cabello. Impresionante la forma en que sobrevivió a la ducha. La
estilista tenía clara su mierda.
—¿Estás segura de que nadie te golpeó? —No parecía muy
convencido.
—Sí. Perdí mi agarre y caí al suelo cuando escalaba por la
ventana. Mis habilidades con el allanamiento de morada necesitan
perfeccionarse.
—Te sugeriría que intentaras con una carrera diferente. —
Terminó con los botones y dio un paso atrás, rascándose la cabeza—.
¿Estás bien con el vestido ahora?
—Sí, gracias —le dije a su reflejo en el espejo—. Por todo, quiero
decir.
—Claro. —Casi sonrió y dio una pequeña sacudida de cabeza,
como si no pudiera creer lo que ocurría. O tal vez era la incredulidad de
que no me estuviera echando a patadas para que saliera por la ventana
que entré.
Dios sabe que eso me sorprendió mucho.
Se giró hacia la puerta. —Nos vemos afuera.
Traducido por Kyda
Corregido por GypsyPochi

Aparte del vestido de novia empapado, las cosas no parecían tan


mal. Mis enaguas y corsé en realidad estaban bastante secos. O lo
estarían lo suficientemente pronto en el clima cálido. Arreglé mis ojos
de panda y envolví mi cabello en una toalla, estilo turbante. Nada más
se podía hacer.
Hora de aventurarse a salir en busca de la cocina. Ya era
bastante fácil de encontrar con el tentador aroma del café guiándome.
La casa tenía más o menos una forma de L. Obviamente, en algún
momento fue remodelado y se le dio un diseño más moderno.
Era agradable, encantador.
Las puertas francesas de la cocina daban a una terraza trasera
donde se posaban varias macetas con plantas secas. Toda la luz del
interior era nebulosa, las ventanas sucias. Ligeras manchas de polvo
flotando en el aire dorado de la tarde.
Vaughan esperaba en la mesa, una taza de café en sus manos y
otra al frente. Llevaba vaqueros y una camiseta gris arrugada con algún
estampado de una banda en la parte frontal. Incluso encorvado en una
silla, se veía bien. Diferente de Chris, y aun así, enormemente atractivo.
Se veía tan genial todo relajado con su largo y delgado cuerpo y el pelo
cayendo en sus ojos. Dios, odiaba a las personas que podían verse tan
atractivas sin esfuerzo. No era mi caso.
—Hola. —Levanté una mano en señal de saludo.
Había estado ocupado mirando al vacío, perdido en sus
pensamientos. Ahora, sin embargo, parpadeó varias veces, mirándome
lentamente. Aunque lo había visto desnudo, estar delante de él en mi
ropa interior de volantes me hizo dudar. Tan estúpida. Era demasiado
tarde para estar avergonzada. Por el lado positivo, el corsé hacía que mi
carne extra se viera como una fabulosa figura de reloj de arena. Algo
que Vaughan definitivamente pareció notar. No buscaba nada de sexo.
Pero una cierta apreciación masculina honesta por mis activos
femeninos se sentía bien. Adelante y hacia arriba y todo eso.
—Traté de limpiar un poco el baño —dije, sentándome—. Colgué
mi vestido para que se seque.
—De acuerdo.
—Gracias por el café.
—No te preocupes —dijo con voz ronca—. Espero que lo tomes
negro. No he estado aquí por un tiempo así que no hay azúcar o crema.
—Negro está bien. —Tomé un sorbo cauteloso de la bebida. Ah,
café. Mi único y verdadero amigo (además del vodka). Debió esconder
algunos granos, ya que no sabía para nada mal. Sufría con el café
instantáneo, era una mierda. Los pequeños placeres importaban—.
Tiene un sabor increíble.
Un gruñido.
Con la cafeína bombeando a través de mi sistema, empecé a
sentirme más como yo misma. Menos señorita Havisham sentada en su
vestido hecho harapos y más como una mujer moderna y capaz. Negué
con la cabeza y me senté un poco más erguida.
—Vaughan, de verdad lamento todo esto, el haberte arrojado mis
problemas.
—Lo sé. —No me miró a los ojos debido a que todavía miraba mis
activos. Tal vez se perdió en sus pensamientos, al estar tan cansado, y
mi pecho simplemente se hallaba en el camino cuando ocurrió.
—Vale la pena repetirlo. Has sido genial al respecto, en serio.
Otro gruñido.
Tenía que admitir, la curiosidad por este hombre me mataba. Me
pregunté cómo era cuando no se hallaba privado de sueño y Lydiando
con una novia fugitiva irrumpiendo ilegalmente en su casa. ¿Era el tipo
de persona que sonreía un poco o mucho? No podría saberlo. Para
alguien que se ganaba la vida leyendo a la gente y convenciéndolos de
comprar grandes casas, oficialmente hoy no sabía ni una mierda.
—Ni siquiera pudiste ducharte —dije.
Encogió un sólo hombro. —Más tarde.
—Prometo que después de que termine este café, voy a salir de tu
camino.
—No hay prisa. —Todavía no había contacto visual.
Me moví en mi asiento.
Realmente era atractivo en su propia forma. Sus labios no eran ni
gruesos ni delgados. Simplemente lindos. Sería bueno verlos curvados
en una sonrisa. Para saber que no había destrozado por completo su
día con mi drama.
—De verdad es una casa preciosa —dije—. ¿No pasas mucho
tiempo aquí?
—No.
—Qué lástima.
Tal vez ya lo habló todo y no quería una conversación. Bien por
mí. Pero no creo que eso fuera lo que pasaba. Parecía perdido en su
mente, de acuerdo. Sin embargo, dudaba mucho que fuera debido al
cansancio.
Ladeé la cabeza, estudiándolo. —¿Vaughan?
—¿Sí?
—Estamos teniendo un buen clima, ¿no es así?
—Excelente.
—Lo es. Es tan genial. —Me entusiasmé—. Me encanta el clima.
Con su hermoso rostro sin expresión, sus dedos se mantuvieron
inmóviles alrededor de su taza de café medio llena. Si no fuera por sus
respuestas monosílabas y su pecho moviéndose con cada aliento, me
habría preguntado si el hombre se había muerto. Y no era mi cara con
el maquillaje corrido o mi cabello locamente desordenado lo que miraba
fijamente. De hecho, no creo que llegara tan lejos.
Parecía que el tipo que iba a ser mi vecino era un hombre de
tetas.
Tenía que admitir que mi ropa interior nupcial era exquisita.
Estuve tan segura de que sorprendería a Chris, que lo estimularía a
tener algo de lujuria post-matrimonial. Qué broma. Un arnés con un
dildo habría sido una mejor idea.
—Sólo quería agradecerte de nuevo por ser tan comprensivo con
todo esto —dije.
—Claro —le dijo a mis tetas.
—Has sido genial.
—Mmm.
—Otras personas no habrían sido tan comprensivas.
—Idiotas —dijo, los labios apretados en señal de desaprobación.
Estoy segura de que mis pechos apreciaban inmensamente su apoyo.
Bebí mi café, esperando a que se aburriera. Y luego esperé un
poco más. No ocurría. El reloj de la pared marcaba ruidosamente, el
único sonido en la habitación. Si bien no podía reclamar inocencia con
respecto a mirar su ingle, al menos no lo miré fijamente hasta este
grado. Fui discreta (más o menos).
—¿Vaughan?
Sus fosas nasales se abrieron en una respiración profunda. —
¿Eh?
—Estás mirando fijamente.
—¿Qué?
—Mis pechos. —Hice un gesto con la mano alrededor de las
partes pertinentes de mi anatomía. Aunque me sentía razonablemente
segura de que ya sabía dónde se encontraban—. Estas cosas, Vaughan.
Los alimentadores de bebé y almohadas del pecado. Estás mirándolas
fijamente.
Su mirada sobresaltada saltó a mi cara.
—No lo habría mencionado, pero ha pasado un tiempo y me estoy
poniendo un poco incómoda.
—Mierda —murmuró cuando se dio cuenta. Apartó su mirada.
—No me malinterpretes. Probablemente eres el único que alguna
vez me va a ver en esto, es algo agradable ver un cierto aprecio. Pero sí,
estoy poniéndome incómoda.
—Lo siento, Lydia.
—Está bien. —Intenté contener una sonrisa. Lo intenté.
Con sus cejas fruncidas, se esforzó mucho para concentrarse en
beber su café. —No me di cuenta que miraba.
—Está bien. Te gustan las tetas. Lo entiendo —dije,
inspeccionando a las chicas—. Están sobresaliendo por ahí en este
corsé.
—Sí.
—Y para ser justos, te vi en toda tu gloria no hace mucho.
Resopló una risa. Ni idea de cómo lo hizo sonar atractivo, pero lo
hizo. Luego sus labios se curvaron en una pequeña sonrisa burlona. ¿Y
esa sonrisa? Era encantadora.
¿Te preguntarás cómo iban las cosas al otro lado de la cerca para
Chris y compañía? No era como si me importara. Una puerta de entrada
al infierno podría abrirse por debajo de su fiesta en el jardín y no habría
ayudado a ni uno solo de ellos. Supongo que entré en la etapa amarga y
retorcida del luto de mi relación. Seguro como el infierno que terminé
con la negación.
—Ibas a contarme sobre el desastre de la boda —recordó
Vaughan.
—Cierto. —Crucé los brazos sobre mi pecho. Una movida
puramente defensiva. Aunque todo lo que hizo fue acentuar más mis
tetas. Inmediatamente su mirada Vaughan estuvo allí, haciendo que me
moviera en la silla con incomodidad—. No tienes una camiseta que
pudieras prestarme, te la devol…
—No.
—¿No?
Se aclaró la garganta. —Lo siento.
—¿Sólo tienes una camiseta?
—Sí, ah… verás, la aerolínea perdió mi equipaje.
—Pensé que dijiste que habías estado conduciendo toda la noche.
—Cierto, cierto. Volé y luego conduje. Decidí salir a la carretera en
Portland, ver todo ese paisaje.
—¿Por la noche?
—Sí. —Se dio la vuelta, rascándose la barba rojiza en la barbilla—
. Todas las estrellas y esa mierda. Fue muy bonito.
Eh. De acuerdo. Probablemente no tenía sentido que le pidiera
toallas. Las únicas que había visto colgaban mojadas en el baño. Robar
las sábanas de su cama y hacerme una toga podría ser demasiado. No
había problema, podría ser descarada. Obviamente, mi anfitrión no
tenía ningún problema con dejar que todo estuviera en exhibición. A
pesar de que él parecía tallado en piedra, mientras que yo era más como
un malvavisco. A Chris le gustaba llamarme su “panecillo”. Lo hizo
sonar dulce, pero igual molestaba.
¿Cuánto ignoré o perdoné exactamente? Buena pregunta. Me
mordí la uña del pulgar. No. Ya basta. No permitiría que él y su familia
siguieran matando mi confianza. El video me hizo despertar. No más
excusas.
—Creo que mi prometido es gay y ha estado utilizándome como
una fachada para esconderlo —anuncié, con la barbilla en alto—, esa es
básicamente toda la historia.
Los ojos de Vaughan se abrieron. —Mierda.
—Sí.
—¿Qué pasó?
—Me preparaba para la ceremonia y alguien me envió un video de
él follando con otro chico.
—¿Es por eso que huiste?
—Es por eso que hui. —Me recosté en el asiento—. ¿Por qué?
¿Qué habrías hecho tú?
—Habría salido corriendo como loco de allí.
Asentí, relajándome más. —Bien.
—Las pollas no son lo mío. Habría tenido que estar borracho
como la mierda para haberme comprometido con un chico en primer
lugar. —Por debajo de sus cejas me dio una mirada astuta—. Pero sí,
definitivamente habría escapado.
—Já já.
La sonrisa se desvaneció lentamente, pero sin duda seguía por
ahí. Fue extraño, él sonrió y el peso sobre mis hombros se aligeró. Todo
el polvo y la oscuridad en la casa desaparecieron de la vista. Tal vez fue
sólo que no me sentía tan sola, no lo sé. Pero ayudó.
—No hay manera de que pudiera haberme visto tan bien con esa
ropa interior y el vestido como tú —dijo reflexivamente, frotando el
pulgar por encima del borde de su taza.
—¿No?
—Me faltan algunos de tus mejores activos.
—Aw, eso es tan dulce —dije arrastrando las palabras, riendo
suavemente—. Estoy segura de que te verías hermoso vestido como
mujer, Vaughan. Pero aprecio que digas eso.
—No hay problema. —Tomó un sorbo de café, mirándome todo el
tiempo con esos ojos azules intensos. Ni una sola vez se desviaron hacia
los activos en cuestión. Probablemente demasiado ocupado admirando
mi buena colección de arañazos, magulladuras y desorden de novia
caliente en general.
Me moví en mi asiento, preocupada por un minuto. Aunque
realmente, ¿cuál era el punto? Lucía como el infierno. Sería mejor que
simplemente continuara actuando como si nada. Dejé escapar un
suspiro e hice lo mejor que pude para dejar ir toda la escoria. Todo
estaría bien. La vida continuaría. Al menos yo y mi loca situación
lograron levantar un poco el ánimo de este hombre.
Sí, cometí un error. La mierda definitivamente pasó. Pero las
cosas no eran tan malas. Aparte de mi colección fina de rasguños,
moretones y dolores musculares, todavía tenía mi salud.
—Tienes una sonrisa maravillosa —dijo, sin dejar de mirarme.
Demonios, hablaba en serio. Probablemente sólo quería ser
amable. —Gracias.
Asintió.
Se frotó la barba en la barbilla, pequeñas líneas apareciendo entre
sus cejas. —¿No estuviste tentada a delatarlo delante de todos los
invitados?
—¿Honestamente? —Me tomé mi tiempo y reflexioné sobre la
cuestión, dándole vueltas en mi cabeza—. No tenía miedo exactamente,
es que… no eran mi gente. Todos esos invitados eran conocidos de
negocios, contactos, amigos de su familia. A la mayoría de ellos ni
siquiera los conocía. Supongo que no he estado en la ciudad el tiempo
suficiente para hacer mis propios amigos. He estado en el trabajo o con
Chris. Mis padres no podían venir y he perdido contacto con las chicas
con las que fui a la escuela.
»En realidad no me importa lo que esos idiotas piensen de mí. En
cuanto a él, todo fue su culpa. Se puede defender a sí mismo. Sólo
quería alejarme de toda la situación, pronto. —Me quedé mirando por
encima de su hombro, perdida en mis pensamientos—. Creo que me
sentía avergonzada. ¿Cómo podría no estarlo? Me engañó.
Hizo un pequeño sonido.
—Ya no lo hice.
—¿Y así es como terminaste en mi bañera?
—Sí. —Le di una sonrisa forzada—. Me di cuenta un poco tarde
que no tenía dinero ni tarjetas. Esconderme por un tiempo hasta que se
hayan calmado las cosas parecía una buena idea. Tener mi colapso en
privado.
—Mmm.
—Hablando de eso, será mejor que regrese para revisar los daños.
—Tomé un sorbo de café fortificador—. Salir de tu vista e ir a buscar mi
bolso.
—No hay prisa.
—Creo que probablemente he desperdiciado suficiente de tu
tiempo con mi drama —dije con una pequeña risa. Se sintió tensa.
Debería darle un par de días para asimilarlo antes de intentar hacer
chistes. En este momento las cosas todavía se sentían recientes, al
borde. Como si pudiera estallar en lágrimas de nuevo en cualquier
momento. Eso, o entrar en una especie de rabia psicótica. Demasiadas
emociones burbujeaban bajo la superficie. Se sentía como si no hubiera
suficiente de mí para contenerlo todo. Una pequeña grieta y todo
comenzaría a derramarse de nuevo.
No. Nop. Enderecé mi espalda. Podría manejar esto. Podría y lo
haría.
—En serio. —Agitó una mano, haciendo un gesto para que me
quedara sentada. Luego se estiró, levantando los brazos por encima de
su cabeza, agarrando sus codos y haciendo crujir su cuello—. En
realidad, no creo que quieras volver todavía. Sé perfectamente que yo no
querría.
—¿Estás seguro?
Asintió. —Sí. Que estés aquí también me da una muy buena
excusa para retrasar el tener que Lydiar con mi propia mierda.
—¿También tienes drama?
Un encogimiento de hombros. —¿No lo tiene todo el mundo?
—Un efecto secundario de respirar, supongo.
Sonrió.
Traducido por Bells767 & Pachi Reed15
Corregido por Khaleesi

—¿Nada sobre su vida sexual te hizo pensar que él podría ser


gay? —preguntó Vaughan.
—Em…
—Si no te importa que pregunte.
—Bueno, sí. Quiero decir, no, no me importa que preguntes.
Pero sí, nuestra falta de intimidad debió haberme dado una pista. —Oh,
Dios. Realmente, realmente debí saberlo. Tenía que admitirlo, fui una
enorme despistada. Me invadió la vergüenza—. Aún no puedo creer que
me creí esa mierda.
—Supongo que fue convincente.
—Sí que lo fue.
—Al menos no te casaste con él.
Resoplé. —Diablos, no. Apenas vi…
Asintió.
—No estoy segura si lo he asimilado todavía, que no me casaré
hoy, que no pasaré el resto de mi vida construyendo un hogar con él.
—Es algo grande.
—Sí. —Junté las manos en mi regazo—. Me dejé llevar y tomé un
salto de fe. Simplemente no valió la pena.
No dijo nada, aunque no era como si hubiese algo que decir.
—La confianza apesta. En fin. —Dejé el tema. Tiempo de seguir
adelante, etcétera. Si seguía diciéndomelo, eventualmente tendría que
hacerlo—. Para contestar tu pregunta. Honestamente, Vaughan, no
teníamos mucha vida sexual de la que hablar.
—¿Qué? —Puso los codos en la mesa y se inclinó, acercándose—.
¿Cuándo fue la última vez que follaron?
Parpadeé. No “tuvieron sexo”, ni siquiera “hicieron el amor”, sino
“follaron”. Como si el lenguaje ni siquiera importara, y aun así… tal vez
era una mojigata. Nunca pensé en mí misma como una, aunque como
el día de hoy me lo demostraba, no sabía ni una mierda.
—¿Lydia?
—Lo siento, sólo me golpeaba mentalmente de nuevo.
—Deja de hacerlo, no ayudará.
—No, no lo hará, pero es un poco difícil evitarlo hoy.
—Mmm.
Tatuajes cubrían sus brazos hasta las muñecas. Eran negros y
grises, en su mayoría, con rastros de color brotando en algunas partes.
Uno era una guitarra eléctrica con una calavera decorada encima. Otro,
un azulejo rodeado de llamas. Era un hermoso trabajo, quien quiera
que lo hizo era un artista.
Frente a mí, echó para atrás su cabello rojizo, esperando a que
respondiera su pregunta.
—Bueno, estábamos esperando para tener sexo. Su familia es
religiosa y bastante tradicional. —Mis dedos se enredaron y giraron en
mi regazo—. Les importa las apariencias y esas cosas. Sí…
Aparecieron pequeñas líneas entre sus cejas.
—Pero todo el tiempo me dijo que me amaba y llamaba varias
veces al día sólo para ver cómo me encontraba y si necesitaba algo —
dije, sólo con una pizca de desesperación—. Me respetaba. Sin dudarlo,
es la persona más adulta y estable con la que he tenido una relación.
Queríamos las mismas cosas, un futuro económico y una familia, dos
hijos. Nos hallábamos listos para sentar cabeza. Casarme con él tenía
todo el sentido del mundo.
—Suena genial —dijo, inexpresivo.
—Pensé que lo era.
Se inclinó, recargando sus codos en la mesa. —Déjame ver si lo
tengo claro, estuvieron juntos por meses y se iban a casar.
—Sí.
—¿Y no hicieron absolutamente nada bajo las sábanas?
Fruncí mis labios y reajusté mi toalla-turbante. Ya sabes, para
ganar algo de tiempo. Si tan sólo hubiese mantenido mi boca cerrada y
hubiese dejado al tipo mirar boquiabierto mis pechos. Sería mucho
mejor que tener esta humillante conversación, sobre todo con él. El
hombre obviamente era algún tipo de ridículamente genial dios del sexo
de Idaho. ¿Quién diablos siquiera sabía que algo así existía?
—¿Lydia?
Gruñí o gemí, fue definitivamente uno de esos, sólo no estoy
segura de cuál. Emocionalmente, las cosas se agitaban. —Hubo algo de
acción en el sillón. Tonteamos, pero no llegó tan lejos. Bueno, de cierta
forma lo hicimos.
Levantó las cejas. —¿De cierta forma?
—Sí.
—Nena, si no estás segura de que lo que hiciste con ese imbécil
fue sexo o no, entonces no lo fue. Dejemos eso claro ahora mismo.
Mi sonrisa fue una cosa horrible y forzada. —Cierto.
—¿El tipo salía contigo y no quería nada?
—Mm-hmm.
—¿Tiene una polla?
—Sí, Vaughan, tiene una polla.
—¿Estás segura de ello?
Miré hacia el cielo. No vino ninguna ayuda. —Es amable de tu
parte pensar eso.
Se rió, y su mirada se desvió a mis pechos por un milisegundo. —
No, sólo soy razonable.
—Algunas personas creen en el celibato antes del matrimonio.
—Tú no.
Tenía un punto, aunque de ninguna forma lo reconocería.
—¿O sí? —insistió.
—Le creí. —Mi orgullo era una pequeña cosa triste, podía sentirlo
encogiéndose en el suelo para jugar al muerto—. Sabes, pensé que
hablar sobre ello ayudaría, pero no. ¿Podemos dejarlo?
—No, quiero entender esto.
—Dios, ponte en la fila. —Esta vez definitivamente fue un patético
gemido de desesperación—. Ya ni siquiera estoy segura si puedo
explicarlo, y no quieres entenderlo, quieres burlarte de ello.
—No es cierto. Vamos, estoy intentándolo.
Con las cejas elevadas, le lancé una mirada dudosa.
—En serio, pero tuviste que sospechar algo.
—O tal vez era un muy buen actor y fui una de esas mujeres
tristes y solitarias que se dejan convencer. —Era la cruda verdad. Mi
estómago se retorció, dándome ganas de vomitar.
—Pero…
—Para, por favor. —Que Dios me ayudara, no podía soportarlo
más. Con cuidado golpeé mi frente contra la mesa y me quedé así—.
¿Puedo convencerte de presentar cargos? Creo que tal vez debería ir a la
cárcel después de todo. Una celda agradable y tranquila podría ser justo
lo que necesito.
—No irás a la maldita cárcel.
Valía la pena intentarlo.
—Oye, siento que te hayan engañado, pero la mierda se resolverá
sola.
El peso sobre mi cabeza se movió y luego mi turbante
desapareció. Sentí húmedos y desordenados mechones rubios alrededor
de mi cara. Me senté, tirando hacia atrás todo el desastre.
—Lo siento —dijo, tirando la toalla hacia el mesón de la cocina—.
Trataba de darte una tranquilizadora palmadita en la cabeza.
—Gracias.
Una pausa.
—Ningún tipo heterosexual podría mantenerse alejado de esos
pechos —dijo tranquilamente—. Sólo digo.
—No todos son hombres de tetas.
—Bueno, deberían serlo —gruñó—. Las tetas son lo mejor.
Resoplé, riéndome un poco a pesar de mí misma.
El cuarto se silenció de nuevo, ambos nos perdimos en nuestros
pensamientos por un momento.
—Estoy de tu lado, Lydia.
—Gracias —dije—. Y sé lo que es el sexo, Vaughan, ¿sí? Hubo
manos, pero ninguno se vino. Las cosas se interrumpieron. Él las
interrumpió, recibió una llamada importante o algo así. Así que, “de
cierta forma” lo hicimos.
Hubo un silencio muerto desde el otro lado de la mesa.
—¿Qué?
Levantó un dedo. —Sigo sin burlarme de ti.
—Está bien.
—Pero cualquiera que deje de excitar o follar con los dedos a una
mujer por contestar una puta llamada es un imbécil desconsiderado por
el cual no deberías abrir tus piernas.
—Ahora lo veo.
—Hablo en serio, Lydia.
Estudié la mesa, necesitando un momento para calmarme. —¿Por
cuánto nos hemos conocido? ¿Qué, media hora, una hora?
—Ah. —Girando en su asiento, revisó un reloj de madera antigua
en la pared de la cocina—. Sí. Casi una hora.
—¿Sabes que la mayoría de la gente espera un poco más antes de
discutir las reglas de etiqueta en cuanto a follar con los dedos y por
quién deberían o no abrir sus piernas? Cosas así.
—¿En serio?
—Sí.
—Bueno, diablos. —Se recostó, sonriéndome ampliamente, y fue
impresionante, ridículamente impresionante. La amplia curva de sus
labios sobre sus dientes blancos, la diversión iluminando sus ojos. Su
pulgar golpeaba la mesa, moviendo así los tendones de su brazo,
moviendo toda la compleja tinta en su piel.
No pude evitar preguntarme cuál era su propio drama.
—La mayoría de la gente no aparece en mi bañera en un vestido
de novia. Pero dime, nena, ¿cómo te ha funcionado seguir todas las
reglas, ser educada y estar dentro de las líneas? ¿Hacer lo que la
mayoría hace?
—Mi nombre no es nena.
Su sonrisa deslumbrante pasó a una paciente. —¿Cómo te ha
funcionado, Lydia?
—¿No es obvio?
—¿Por qué no tenías a nadie con quien huir hoy? ¿Por qué nadie
te cuida la espalda?
—Ocurrió una emergencia de último minuto con el negocio de mis
padres. Se sentían muy arrepentidos, pero… a veces las cosas pasan,
¿no? No es nada personal, sólo son el tipo de personas que viven para
trabajar, así es su vida. Prácticamente puedo contar con una mano la
cantidad de cumpleaños, acciones de gracias y navidades que
celebramos en la verdadera fecha. —Me ocupé peinándome con los
dedos lo mejor que pude, evitaba que los nervios explotaran—. Pasó lo
mismo con la boda.
No se dijo nada, aunque parecía haber una tristeza en sus ojos,
comprensión. Chris tenía los ojos azules, pero diferentes a los de
Vaughan, que más oscuros, con manchas color avellana que
enturbiaban sus profundidades. Los ojos de Chris nunca me parecieron
particularmente expresivos, no como los de Vaughan. Supongo que era
por todos los secretos que guardaba, todas las mentiras. Sean los ojos
las ventanas del alma o no, no puedes ver dentro de alguien si no te lo
permiten.
—¿Honestamente? La forma en que he vivido mi vida me ha
funcionado como la mierda, Vaughan.
Sólo se quedó mirando.
—Además de dejar que Chris me hiciera ver como una idiota,
trabajaba con mi prometido, así que supongo que ya no tengo trabajo.
Dejé mi apartamento para mudarme a la casa grande, así que no tengo
idea de dónde dormiré esta noche. —Crucé los brazos sobre mis pechos,
cubriendo tanto como podía, nada sobre abrirme se sentía bien. Por
supuesto, tal vez no se suponía que lo hiciera, sobre todo con un muy
verdadero extraño.
Como sea. La situación era lo que era y sin importar cuán
enojada estuviese con Chris, esto también era mi culpa. Tomé malas
decisiones, no tenía sentido pretender que no. —Aunque no sólo es
culpa de Chris. Creo que puedes decir con seguridad que soy
excepcionalmente mala para las relaciones. Cuando era niña, nos
mudábamos constantemente, luego de un tiempo no me molesté más en
hacer amigos, ¿sabes? Es más fácil.
Sólo me miró.
—Incluso prácticamente me encerré en mí misma en la
Universidad, sólo me concentré en estudiar y en mi trabajo de
camarera, porque el trabajo lo es todo, ¿cierto? El tipo con el que salía
también era de bajo perfil, ninguno de nosotros era fiestero. —Respiré
por mi nariz y mis hombros se desplomaron—. El romance como que
murió después de la graduación.
—¿Sí?
—Él tenía una gran oportunidad en el extranjero y yo sólo quería
encontrar un sitio agradable y sentar cabeza. Intenté algunos lugares,
Coeur d’Alene fue el primero en sentirse bien. Hice algunos amigos
fuera del trabajo y llegué a conocer a mis vecinos. —Me quedé mirando
a la nada, evitando cualquier expresión que tuviese en su cara—. Eso es
lo normal, ¿cierto?
—Una versión de ello, seguro.
—Hmm. —Dios, escucharme intentar explicar mi vida me daba
ganas de tirarme por el acantilado más cercano, o tener un día
completo de spa, cualquiera de las dos—. Dada mi historia, es increíble
que haya pensado que tenía una idea de lo que hacía con Chris. Fui el
blanco perfecto para su mierda. —Forcé una sonrisa—. Idiota es
definitivamente la palabra para ello.
—No digas eso —me regañó—. Fuiste un poco ingenua, tal vez
inexperta, pero no eres una idiota.
—Gracias. De todas formas, suficiente de mi fiesta de lástima.
Entonces —dije, cuadrando mis hombros y mirándolo directamente a
los ojos—, supongo que no sigues las reglas o te preocupas por ser
educado y estar dentro de las líneas. ¿Cómo te ha funcionado eso?
Una esquina de sus labios de elevó. —¿Honestamente?
—Honestamente.
—Como la mierda —admitió, entrelazando sus dedos detrás de la
cabeza.
—¿Sí? ¿Por ejemplo?
—Estoy en la quiebra, sin trabajo y probablemente a punto de
perder este lugar.
—Vaya. —Me desplomé en mi silla—. ¿No somos un par?
—Lo somos. —Su sonrisa autocrítica creció—. Sin dinero, sin
esperanza, sin nada.
—Básicamente.
Su cabeza cayó hacia atrás mientras miraba al techo. Las líneas
marcadas de su cuello se notaban mucho más en esta posición. No
podía ver completamente el tatuaje saliendo por el cuello de su
camiseta, eran palabras, pero no estaba segura de cuáles. Levantó su
cabeza lo suficiente para verme por debajo de sus cejas. —¿Tienen
alcohol más allá de la cerca en tu fiesta elegante?
—Un montón. Cosas muy buenas, mucha cerveza artesanal.
—Genial, deberíamos ir a robar un poco.
Asentí de inmediato, las ideas locas merecían apoyo. —
Deberíamos hacerlo. Es mitad mi boda, así que no sería realmente
robar. Aunque tendrás que ayudarme a volver a pasar por sobre la
cerca, creo que me rompí cada músculo de la cintura para abajo
intentando pasarla la primera vez.
—Puedo ayudarte.
—Listo, entonces —dije—. Mañana resolveremos nuestras vidas,
esta noche brindaremos por nuestras situaciones de mierda y
ahogaremos nuestras penas.
Nos sonreímos con familiaridad.
—¿Qué tan en serio hablas? —pregunté, más curiosa que
asustada. En su mayoría.
Se encogió de hombros. —Tienes que volver ahí en algún
momento, así puede valer la pena el viaje.
—Supongo. —Fruncí el ceño—. El alcohol podría ser bueno.
—Definitivamente necesito un trago para Lydiar con haber vuelto
aquí. —Sacudió lentamente su cabeza, con sus labios curvados hacia
abajo—. La mierda está jodida, nena, como no lo creerías.
No fue mi intención reír. No de sus desgracias, ni de las mías. El
Señor lo sabe, nada de ello se sentía gracioso. Vaughan me frunció el
ceño. Sólo para luego empezar a reír también. Primero un poco, luego
un montón. Pronto el ruido llenó la habitación, sorprendiendo a la
antigua casa silenciosa. Se rió hasta que sus anchos hombros se
agitaban y todo ese pelo brillante caía en su rostro, ocultando el ángulo
de sus mejillas. Por mi parte, reí hasta que las lágrimas corrían por mi
cara.
Nada de esto debería ser divertido, pero era hilarante. Y nosotros,
nuestras vidas, eran la broma.
Supongo que a veces no hay una respuesta correcta, excepto
reír. Así que lo hicimos. Curiosamente, sirvió bastante.
Sentarse en la cocina de un extraño, confesarlo todo, era el último
maldito lugar en el que esperaba encontrarme en este día
particular. Sin embargo, aquí estábamos. Había derramado un sinfín de
dudas y secretos profundos y oscuros mientras que el hombre frente a
mí seguía siendo un misterio.
En ese momento, echó su cabello salvaje hacia atrás con sus
dedos largos, mirando en mi dirección. Una sonrisa aún permanecía en
sus labios. Una cálida. ¿Tal vez incluso una sugerente?
No lo sé.
Ciertamente comenzaba a calentar mi interior. No rompió el
contacto visual, simplemente se mantuvo dándome su sonrisa
amigable, fácil y sexy-como-el-pecado. Tan magnífica. Apuesto que este
tipo se vería deslumbrante pelando patatas o sacando la basura. Busca
en el diccionario “caliente” y ahí estará Vaughan, sus ojos mirándote
desde la página.
Chris siempre sostuvo mi mano o puso su brazo alrededor de mi
cintura cuando salíamos. Creí que esas demostraciones eran signos de
que se sentía orgulloso de ser visto conmigo, que le gustaba mi cuerpo,
incluso aunque quería que hiciera un poco de ejercicio. En su lugar,
estuvo aferrándose como una lapa para alejar los rumores sobre su
sexualidad. No era su compañera de vida, sólo su fachada.
Vaughan admiraba mis pechos, pero no tenía idea de cómo se
sentía por el resto de mi cuerpo.
Las capitalistas tensas como yo podrían no ser lo suyo. Su ropa
era cómoda, con vaqueros y una camiseta descolorida. No podía divisar
joyas en él, simplemente puros tatuajes. Su cuerpo no era voluminoso,
sino atlético. En forma y fuerte, si la manera en que me levantó de la
bañera sin tener que doblar su espalda era alguna indicación. Alrededor
de mi edad, tal vez un poco mayor.
Y en cuanto a la casa, alguien amó este lugar alguna vez. Se
encargaron de él. Había polvo pero no suciedad si eso tiene
sentido. Faltaban fotos y recuerdos personales, la casa parecía
desnuda, aparte de los muebles. Una genial colección vintage de los
años cincuenta y mierda barata de pino. La pintura blanca se
descascaraba en el techo, pero el color crema en las paredes parecía
casi nuevo. Sin marcas. Era como si el lugar estuviera esperando, ¿pero
a qué?
Me embargaba la curiosidad sobre él. Quería pasearme dentro de
su mente, acariciar su cuerpo caliente. Cosas por el estilo.
Además, todavía me miraba de esa manera.
—Al menos, finalmente hiciste un amigo —dijo.
—Já. —Me retorcí en el asiento—. Supongo que sí. Asombroso.
Intencional o no, el hombre tenía mi cuerpo en la palma de su
mano. Mis pulmones bombeaban, ganando velocidad con cada
respiración. Incluso mi sangre corría más rápido. En cuanto a mi
sexo… Dios lo ayude. Todo entre mis piernas comenzó a hormiguear
ante el reconocimiento de todo lo bueno que podía ofrecer sin ninguna
duda. Mi vagina despertó y rugió, lista para la acción. El hombre
debería tener miedo, no continuar lanzándome miradas sexys. No tenía
idea que Lydiaba con una chica voraz hambrienta de sexo. Sin. Ningún.
Control.
Sexo casual y sin ataduras entre nuevos amigos. Era necesario.
Ahora. No era gran cosa. Me encontraba aquí. Él se encontraba
aquí. Vamos a hacer esto.
Justo antes de que pudiera saltar sobre él, volvió a mirarme. —
Espera. ¿Dijiste que el nombre de este tipo era Chris?
—¿Qué? —Parpadeé varias veces.
—El nombre de tu novio. Era Chris, ¿verdad?
—Um, sí. —Agua fría. Agua fría y congelada fue vertida sobre todo
mi deseo—. Chris Delaney.
—¿Delaney? —Se dio una palmada en el muslo, negando con la
cabeza—. Oh sí. Le gusta la polla. Pensaba que todo el mundo lo sabía.
—¿Qué? —siseé.
El hombre se encogió de hombros, indiferente como la mierda. —
El tipo solía salir con el capitán del equipo de fútbol en la
secundaria. No puedo recordar el nombre del tipo. Salían a escondidas,
pero todo el mundo lo sabía.
—Todo el mundo lo sabía. —Mi mandíbula cayó hasta el suelo,
literalmente. Bueno, de acuerdo, no literalmente. Pero cerca—. Todo el
mundo.
—Probablemente. Yo diría que sí, una familia como esa en un
lugar como éste no pasa desapercibida.
Mi boca se movió, pero no salió nada. Tanto que casi me
ahogué. Quería golpear mi cabeza contra una pared. Despotricar mi
rabia. Subir de nuevo por encima de la valla y quemar la casa. Quería
perder mi mierda, a lo grande.
—Está bien —dijo—. Probablemente deberías respirar hondo.
Negué, hiperventilando en silencio. Toda mi vida no pasó frente a
mis ojos, pero los últimos cuatro meses sí se escucharon fuerte y
claro. Chica estúpida, estúpida. Véngate del maldito imbécil.
—Vamos, Lydia.
Todo el mundo lo sabía. Mis dedos agarraron los bordes del
asiento, mis uñas clavadas profundamente en la madera. Era como si
hubiera estado en una montaña rusa todo este tiempo y ahora viniera lo
último, el vértigo, la caída final. Manchas blancas bailaban ante mis
ojos.
—¿Nena? Oye. Respira.
—Odio esta ciudad —balbuceé primero, luego tomé el aliento
porque nadie me decía qué hacer. Aunque fuera un consejo sensato, ya
terminé de ser indulgente. Guiada. Maniobrada. Mis pulmones
trabajaban con fuerza, inhalando el aire tan rápido como podían—. Ese
pequeño manipulador pedazo de mierda.
—Sí, ese es él.
—Quiero hacerle daño. Mucho.
—Comprensible. —La lengua de Vaughan se movía detrás de su
mejilla como si estuviera sumido en sus pensamientos—. Seguro como
el infierno que te ha dado una razón para hacerlo. Dime, ¿sus padres
siguen tratando de ser los Kennedy en Coeur d’Alene?
—Acabas de describirlos perfectamente.
—¿Cuánto tiempo llevas en la ciudad?
—Cuatro meses. Fue un romance intenso. —Parpadeé para
contener las lágrimas calientes. No más. Ni una sola puta lágrima
más—. Pensé que por fin lo tenía todo resuelto, pero no tenía
idea. Nadie me lo dijo.
—No, bueno… eres nueva, no lo harían. En el fondo, este lugar
sigue siendo una ciudad pequeña.
—Correcto.
—Entonces —dijo con un suspiro—. Ahí lo tienes.
—Síp, ahí lo tengo. —Todo el mundo lo sabía. Mi humillación fue
completa. Me quedé mirando hacia el espacio, visiones del sangrante
pene cortado de Chris bailando por mi cabeza. Las tendencias violentas
no eran mi entorno natural. Chris, sin embargo, me acompañó hasta el
borde de la razón y me empujó. Las tijeras de jardinería harían un
trabajo maravilloso. También un hecho. Apuesto que las hachas eran
impresionantes para hacer mucho daño. Probablemente también eran
fantásticas para darle fuerza a la parte superior del cuerpo. Hurra por
la multitarea. Tendrías que imaginar que haría un desastre glorioso con
su porquería, pero no importaba. La polla de Chris moriría.
—¿Nena?
—Ese no es mi nombre —dije, mi boca en piloto automático.
—Lo que sea. Luces un poco homicida por allá. ¿Todo bien?
—Sí. Averiguando el mejor método para cortar su virilidad.
Vaughan hizo una mueca.
—¿Puedes culparme?
—No, no. —Puso las manos entrelazadas sobre la mesa—. El tipo
te humilló a lo grande. Pero antes de empezar a llenar las calles con su
sangre, piensa en ello desde su perspectiva.
—¿Lo estás defendiendo? ¿En serio? —Me quedé boquiabierta.
—Joder, no, por supuesto que no. Pero lo plantaste, cómo crees
que se verá frente a la manada de traseros tensos que llama familia y
amigos, ¿eh?
Me detuve. —Ellos nunca pensaron que fuera lo suficientemente
buena para él. El rechazarlo públicamente… va a estar completamente
humillado.
—Sí. —Su sonrisa viciosa era espléndida. Puso al sol en
vergüenza.
—Van a estar hablando de esto durante años.
—O más. Los lugares como éste nunca olvidan este tipo de
mierda.
—También dejé el celular. A menos que Chris lo encontrara
primero, todos lo verán a él y a Paul en acción. —Mi sonrisa era
homicida—. Todo el mundo sabrá por qué lo hice.
Vaughan chasqueó los dedos. —Paul. Ese era el nombre del tipo.
—¿Qué tipo?
—Ya sabes. El capitán de fútbol en la secundaria. Imagínate,
después de todos estos años siguen acostándose.
—Sí. Vaya —dije con sequedad, comenzando a pasearme por la
habitación. Había demasiada ira en mi interior para mantenerme
quieta. Un exceso de energía maníaca—. Es hermoso. Un verdadero
romance.
—Lo siento. —No ocultó con tanto éxito la sonrisa detrás de su
mano.
—Me pregunto quién envió el video porno.
—¿El número estaba bloqueado?
—Sí.
—Si Chris aún se parece al imbécil que era en la escuela, no creo
que tenga una escasez de enemigos. —Sus ojos se estrecharon sobre mí
en escrutinio—. Pareces agradable. ¿Por qué te quieres casar con él de
todos modos? ¿Dinero?
—No —solté, cuadrando mis hombros—. Te lo dije, era muy
bueno conmigo.
—Cierto. Él te llama y esa mierda.
—Me cortejó. Casi todas las noches me llevaba a restaurantes y
espectáculos en Spokane, todo ese tipo de cosas. Tuvimos un montón
de diversión.
—Cosas públicas en las que deseaba ser visto.
—Sí. —Mis labios se fruncieron con ira—. Lugares públicos donde
seríamos vistos para que la gente no pensara que era gay. Nada sobre
nosotros fue real. Lo entiendo, ¿de acuerdo? ¿Y qué demonios hay de
malo en ser gay, de todos modos?
Se echó hacia atrás como si fuera peligrosa. Hombre inteligente.
—¿Y bien? —exigí.
—No tengo problema con ello. No es lo mío, pero lo que sea.
Entonces alguien golpeó la puerta de la cocina, la abrió (sin
invitación) y entró. Alguien vestido con un esmoquin negro. La rabia me
inundó y me puse de pie.
—¡Voy a matarte, joder!
Traducido por Miry GPE
Corregido por Dannygonzal

—Tú —rugí, pisoteando hacia él.


El hermoso rostro de Chris se endureció al instante.
Un fuerte brazo me rodeó por la cintura, levantándome. Fui
empujada hacia atrás contra un cuerpo duro como piedra, agitando los
pies en el aire por segunda vez en el día.
—Me mentiste, bastardo. Mentiste todo el tiempo. —Luché,
empujando los brazos de Vaughan y pateando sus piernas. Todo lo que
hizo fue gruñir y reforzar su control alrededor de mi cintura. Maldición,
era fuerte. No lograba liberarme. ¿Pero dejé que eso me detuviera?
Diablos, no. La razón y yo hacía tiempo que rompimos relaciones—. Te
gusta la polla, no el coño. ¡Me utilizaste!
—No tengo idea de qué estás hablando —dijo Chris—. Contrólate,
Lydia.
—Voy a matarte.
—Nena, cálmate —susurró Vaughan en mi oído.
—Suéltame.
—No creo que sea una buena idea. Querías permanecer fuera de
la cárcel, ¿recuerdas?
—Quiero más matarlo —jadeé—. Mucho, mucho más.
—No, eres una buena chica. Sigues las reglas.
—Qué se jodan las reglas. ¡Quiero bailar sobre su tumba!
—¿Estás borracha? —Con movimientos bruscos, Chris
desabrochó su corbatín, retirando el trozo de seda alrededor de su
cuello. Su mirada me recorrió, claramente poco impresionado—. Lo
estás, ¿cierto? Por Dios, te ves ridícula. ¿Qué demonios te sucedió,
Lydia? Te hemos buscado por todas partes. ¿Te das cuenta de cuántas
personas esperan en la casa?
—Esperarán mucho tiempo. Los vi a Paul y a ti juntos.
El miedo brilló en sus ojos. Pero lo cubrió rápidamente,
levantando la barbilla. —¿Y qué? Te dije que estaríamos bebiendo un
par de copas anoche. Eso no puede ser la causa de todo esto.
—Lo estaban haciendo.
Toda expresión dejó su cara. —No sabes de lo que hablas.
—Tenían sexo.
—Para.
—Follaban.
Sus manos se cerraron en puños. —¡Cierra la boca, Lydia!
—No le hables de esa forma —dijo Vaughan, con una voz grave y
mortal. Sin embargo, aún me sostenía.
Un fuerte golpeteo provino de la puerta principal. Lo siguiente que
supimos fue que la excusa de madre rubia platinada demoníaca de
Chris entró pisoteando, con el ceño fruncido todo el tiempo. Su padre
llegó a un paso detrás de ella, con una expresión igualmente enojada.
Increíble. Ahora la fiesta realmente podría comenzar.
—Por el amor de Dios. —Vaughan me levantó aún más,
sosteniéndome de cerca—. ¿Ya nadie en esta ciudad respeta la
propiedad privada?
—Realmente deberías cerrar con llave tus puertas —murmuré,
renunciando a la lucha. Por el momento, al menos.
—También las ventanas —gruñó, para nada divertido.
—Samantha. Ray. —Me mantuve en toda mi estatura. O tan alta
como el agarre de Vaughan me permitía. La mirada como láser de la
mujer me traspasaba, sin molestarse en reconocer al dueño del lugar. A
continuación, mi celular apareció frente a mi rostro. Los gemidos y
gruñidos porno demasiado familiares llenaron la habitación.
—Este es tu teléfono —dijo entre dientes—. ¿Qué demonios es
esto?
—Bueno, es tu hijo y su mejor amigo teniendo sexo.
Detrás de mí, Chris hizo un sonido estrangulado. Eso calentó mi
alma fría y dura.
—Imposible. —La mujer se adentró en la casa, su marido justo en
sus talones. Era casi impresionante la forma en que ella podía mirar
constantemente por encima del hombro a todo. Pensarías que eso le
daría dolor de cabeza con el tiempo. Paul llegó escondiéndose detrás de
ellos, pegado a la pared, listo para huir en cualquier momento. Y con
razón, bastardo zalamero. Si no fuera por el agarre de Vaughan, ya lo
habría atacado.
Mi sangre hervía. —No, no es imposible. Verás, Samantha,
cuando dos hombres realmente se aman y tienen algo de lubrica…
—¡Mentiras! —La mujer mostró sus dientes perlados—. Cómo te
atreves.
—¿Yo? Es tu hijo el que ha estado mintiendo, no yo. Y teniendo
en cuenta que la mitad del maldito pueblo aparentemente sabe que él
juega para el otro equipo, realmente dudo que fueran capturados
completamente desprevenidos.
—¡Esos no son más que rumores maliciosos! —Una garra color
rojo sangre apuntó directamente hacia mi corazón—. Tú hiciste esto de
alguna manera.
—¿Yo? —dije burlona—. Correcto. Entonces… ¿me compré un
cinturón con pene, me vestí como Paul, y de alguna manera convencí a
Chris para que me dejara penetrarlo frente a la cámara?
Vaughan dejó escapar una risa, su agarre aflojándose.
—Tienes razón. Puedo ver cómo ocurre eso. Es mi culpa. —
Sálvame de la estupidez de la mujer.
—Si tan sólo hubieses hecho más esfuerzo en verte atractiva para
él —dijo—. Si hubieras hecho algo con tu trasero gordo, ¡entonces esto
no habría ocurrido!
Me lancé, Vaughan nuevamente me levantó, sosteniéndome con
fuerza. El rojo coloreaba mi mundo. Me hallaba tan malditamente
enojada que ni siquiera podía pensar en una respuesta decente. —¿Ah,
sí? Ven aquí y dímelo.
Con los labios en una línea tensa, el demonio avanzó, tomando la
invitación. Sólo que su hijo tenía otras prioridades. Chris le arrebató el
celular de la mano a su madre, el estallido de violencia tan lejano como
era posible de su habitual apariencia agradable y controlada. Con el
rostro rojo y los ojos brillantes, lo tiró al suelo y luego lo pisó con
fuerza. Una. Dos. Tres veces. La pantalla se agrietó y las entrañas
yacían al descubierto, el teléfono se hizo añicos. Ya no había gemidos y
gruñidos de porno casero.
—Bien, se ha ido —dijo Samantha—. De todos modos, obviamente
era falso. Es decir, ¿quién pudo grabar una cosa así?
—Oooh, buena pregunta. —Ni siquiera pude estar enojada por el
teléfono. La furiosa expresión demente de mi ex prometido era
suficiente recompensa. La boca de Ray se abrió. Incluso Samantha
parecía ligeramente aturdida. Sólo Paul permaneció impasible. Incluso
inexpresivo.
—Tú lo enviaste —dije, comprendiéndolo.
Paul hizo una imitación impresionante de un ciervo frente a los
focos. —No, no lo hice.
—Lo hiciste. Dios. —Sacudí la cabeza lentamente, sorprendida—.
Querías que lo supiera. ¿Por qué?
Su boca se movió, pero no dijo nada.
—¿Estabas celoso? ¿Cansado de ocultarlo? ¿Qué?
—Paul —dijo Chris furioso—. No lo harías.
El tipo grande se pegó aún más a la pared. Si hubiera podido
fusionarse en ella, lo habría hecho. —Yo…
—Dime que no lo hiciste.
—Joder. —Vaughan se pasó una mano por el rostro—. Esto es
increíble.
—Christopher, nos dijiste que superaste esa etapa —dijo Ray,
temblando visiblemente por la ira—. Que sólo fue una fase.
—Oh, Dios. —Samantha se derrumbó sobre el sillón de cuero
desgastado más cercano—. Esto es una catástrofe absoluta. ¿Qué
pensará todo el mundo?
La media cabeza y el cuerpo más grande de Paul no le importaron
a Chris. Ni siquiera un poco. Lo agarró por las solapas, sacudiéndolo
con fuerza, haciendo que su cabeza se moviera bruscamente. —¡Me
traicionaste! ¡Jodidamente me traicionaste!
—Te amo —gritó Paul, una lágrima se arrastró por su mejilla—.
Cómo diablos podría quedarme de pie y ver que te casabas con otra
persona, incluso si era una mentira, ¿eh?
—Lo sabía. —Mis manos se cerraron en puños muy apretados, los
pulmones trabajando más. No podía obtener suficiente aire. La ira me
llenó hasta rebosar, sin dejar espacio para nada más.
—Sí. —Sobre el sillón, los ojos de Samantha se iluminaron con
alegría—. Le diremos a todo el mundo que es su culpa. Que ella hizo
algo.
—Excelente —dijo Ray—. Perfectamente creíble.
—¿Qué? —pregunté, en voz baja y mortal.
—¿Me amas? —Chris retrocedió un paso.
Con rostro tenso, Paul continuó—: Por supuesto que sí.
Ambos hombres se miraron el uno al otro, sin prestar atención al
resto del drama que se desarrollaba. Mientras tanto, Ray y su esposa
hablaban en voz baja. Vaughan simplemente se apoyó contra la pared,
su expresión en algún punto entre la conmoción y el desconcierto.
Bastante justo, no era su vida la que se iba al infierno. Era la mía, por
lo que era hora de entrar en acción.
—Pero sabes que ella no significa nada para mí —dijo Chris—.
Nada.
—Lo sé. —Tentativamente, Paul extendió una mano, acunando el
rostro de Chris por un momento. Tan tierno. Tan dulce. Y en serio, ya
había tenido suficiente. Alguna parte dentro de mí se agrietó
ampliamente.
La furia pulsó por mis venas, y avancé hacia los dos amantes
secretos. Los imbéciles. Chris se giró hacia mí, sin imaginar mi
intención. O tal vez no completamente. Trató de levantar una mano,
pero demasiado tarde. Con los dedos cerrados fuertemente y los
músculos tensos, lancé. Mi puño conectó con su perfecta nariz recta
con impresionante puntería. El dolor subió por mi brazo mientras la
sangre brotaba de su nariz. Hombre, había bastante sangre. El Niagara
habría estado celoso.
Guau.
Chris gritó, doblándose, con las manos cubriendo su rostro.
Desde atrás, la mano de Vaughan descendió sobre mi hombro. Parecía
que las personas gritaban por todas partes. Claro, mis nudillos dolían.
Pero era satisfacción pura la que formó la sonrisa en mi rostro. Estiré
mis dedos lentamente, flexionándolos. Doloroso, aunque todos
funcionaban. Nada roto. Genial, realmente golpeé a alguien y no podía
pensar en alguien que se lo mereciera más que mi propio prometido. La
habitación era un zumbido de acción, cada uno sobre sus pies. Un
montón de ruido. Sin embargo, todo lo que podía escuchar, era el
golpeteo de la sangre detrás de las orejas.
Sólo una última cosa por hacer antes de ser verdaderamente
libre.
Ese anillo de diamantes terriblemente grande. Para nada mi
estilo. Lo quité de mi dedo, dejándolo caer a sus pies. Él levantó la vista,
sus ojos rojos y su rostro un desastre sangriento. Yo hice eso. Yo. La
nada a la quien se refirió. Mi sonrisa más demente posible se hizo aún
más amplia.
—Vete a la mierda, Chris. Hemos terminado.

***

No tenía idea que la policía pudiera llegar tan rápido. Era como la
vieja broma acerca de que la pornografía les daba a las mujeres jóvenes
nociones poco realistas sobre cuánto tiempo tarda en llegar un
fontanero. En un minuto Vaughan sostenía hielo sobre mi mano, al
siguiente me enfrentaba al largo brazo de la ley.
Boom.
El policía que me interrogó resultó ser un viejo amigo de escuela
de Vaughan (¿quién en este pueblo no había ido a la escuela con
alguien?). El oficial Andy parecía dulce y algo divertido por toda la
situación, aunque lo ocultó bien. Sin embargo, con toda mi declaración
consistente en: “Demonios sí, lo hice”, mis esperanzas de quedar en
libertad eran bajas.
Me encaminaba a la puerta delantera, manteniendo un ojo sobre
Chris y compañía. Había mucho alboroto en el jardín delantero.
Samantha presionaba audiblemente para que me acusaran de asalto,
intentando romper la barrera del sonido con su chillido.
Más de unos pocos vecinos se reunieron para ver.
Al parecer, según Samantha, me convertí en una criminal
peligrosa para destruir a su familia (en realidad, sólo quería escapar de
ellos). También, aparentemente hice que la ballena Moby Dick luciera
anoréxica y necesitaba conseguir una vida.
Tenía razón sobre lo último.
Su esposo, por su parte, se paseaba de un lado a otro a lo largo
del sendero del pequeño jardín, hablando por su celular. Había una
gran cantidad de asentimientos y murmuraciones. A un lado se
encontraban Paul y Chris, cabezas unidas. La nariz de este último
rellena por completo de servilletas de papel para detener el flujo de
sangre. Su una vez impecable camisa blanca, se hallaba cubierta de esa
cosa. Sumando todo, parecía una ruina. Le quedaba.
—Toma —dijo Vaughan, colocando una camisa de botones sobre
mis hombros—. Póntela.
—Creí que tu equipaje se perdió.
—Sí. Mentí. No quería que te cubrieras.
—Já. —Sonreí. Luego me detuve—. Lo siento por todo esto.
Se encogió de hombros. —No tenía nada planeado para esta
noche. ¿Qué están haciendo todos?
—Ah, bueno —dije—. Ray habla por teléfono con su abogado
tratando de evaluar cómo destruirme mientras hace control de daños
para preservar el buen nombre de la familia Delaney. Samantha, por su
parte, se encuentra ahí ocupada tratando de presionar a tu amigo, el
oficial Andy, para que me lleve esposada por agredir a su hijo.
—Mierda.
Chris alzó la vista, dándome una mirada realmente malévola. El
odio llenaba su rostro ensangrentado. Y pensar que estuve a punto de
casarme con el idiota. En cualquier caso, independientemente de la
provocación, las posibilidades de que él me dejara libre por golpearlo
eran de cero a ninguna. Su orgullo exigiría que fuera castigada.
No, solo lo empeoraba con este espectáculo de deliberación.
Imbécil.
Y pensar que me creí toda su dulzura y delicadeza durante tanto
tiempo. Realmente necesitaba golpearme la cabeza contra una pared de
ladrillo en la primera oportunidad. Tratar de meter algo de sentido en
mí misma.
Paul tiró de su brazo y volvieron a su intensa charla corazón a
corazón. En realidad hacían una pareja guapa, Chris con su cabello
oscuro y rostro cincelado, y Paul con su buena apariencia nórdica.
Lástima que los actos generales de falsedad rodearan todo el asunto.
—¿Por qué crees que no lo hace él? —preguntó Vaughan,
estudiando a todas las personas de pie frente a su casa.
—Honestamente, no tengo idea.
—Hmm. —Resopló—. Tienes un gusto de mierda en hombres,
Lydia.
—El eufemismo del año, nene.
Me dio una media sonrisa. —¿Cómo está tu mano?
—Hinchada y adolorida. —La giré de un lado a otro, dejándolo
ver. Mis nudillos eran un delicioso grueso de color negro azulado—.
Pero creo que sólo se encuentra magullada.
—Hace juego con tu mejilla.
—Encantador.
Caminaba por los escalones de la entrada, con las manos en los
bolsillos.
Pasé los brazos por la camisa de Vaughan, haciendo todo lo
posible para cubrir mis activos femeninos. Me pregunté si la cárcel era
como en la televisión. Supuse que pronto lo descubriría. Era una
lástima no haberme quedado con el anillo. Empeñarlo para pagar por
mi defensa legal habría sido muy irónico. Lo que sea que ocurriera, ya
terminé con ser la tonta residente de la familia Delaney. Ser tonta
nunca fue lindo.
—Lydia. —Ray se dirigió hacia mí, deteniéndose en la parte
inferior del par de escaleras que conducían al pequeño patio delantero—
. Estás despedida, en caso de que no estuviera claro.
Imbécil. —¿Lo estoy, Ray?
Hinchó el pecho, jactándose. Por suerte ninguno de los botones
de la camisa explotó. —Golpeaste a un compañero de trabajo, Lydia.
Uno que sencillamente resulta ser el hijo del jefe. Has tus cálculos.
Asentí. —Tienes razón, lo hice. Hablando de eso, ¿cuáles crees
que sean mis posibilidades si demando a Chris por fraude y angustia
emocional? Creo que también debería hablar con un abogado.
—¿Qué?
—Dios, ese sí que sería un escándalo. La gente en esta ciudad
hablará de este lío por un buen tiempo, ¿verdad?
Las líneas alrededor de su boca lucían cavernosas a la luz de la
tarde. —¿Tratas de chantajearme?
—¿De verdad quieres empezar a excavar en la ética de esta
situación? No sé si eso sería prudente para ninguno de nosotros, Ray.
Gruñó en el teléfono durante un minuto. Cuando se giró de nuevo
hacia mí, no parecía muy feliz. —Se podría alcanzar algún tipo de
arreglo si estuviera seguro de que el video no volverá a ser visto.
También implicaría que mantuvieras la boca cerrada sobre cualquier
cosa que tenga que ver con mi familia.
—También quiero una referencia que refleje el historial de mi
trabajo anterior en lugar de los eventos desafortunados de este día.
—Muy bien.
Levanté mi barbilla. Aceptado. —Y preferiría que tu hijo decida no
presentar cargos por asalto.
—Veré lo que puedo hacer. —Con el ceño fruncido, miró a su
esposa, no a Chris. Gran sorpresa quien llevaba las riendas en ese
matrimonio. No. Su esposa era una Reina Arpía de la Oscuridad si
alguna vez vi una. Las posibilidades de que no consiguiera un registro
de antecedentes penales esta noche eran escasas.
En cualquier caso, los Delaney poseían mucho más dinero que yo,
si todo se reducía a agacharme en la corte con respecto a mi angustia
emocional, etcétera. Mejor no ir allí. Sin duda, Ray destruiría mi
reputación de cualquier otra manera que pudiera. Las puertas de la
élite social de CDA estarían cerradas para mí ahora. Hablarían basura
sobre mí por todo el pueblo y probablemente nunca encontraría trabajo.
Sin embargo, esto se desmoronó, CDA y yo terminamos. Una
lástima, me gustaba estar aquí. El pueblo tenía un buen ambiente y no
era ni demasiado grande ni demasiado pequeño. Sumándole el lago y
las montañas, era increíblemente hermoso. Para mí, eso simplemente se
sintió bien.
Oh, bueno.
Siempre cabía esperar mi posible temporada en la cárcel por
golpear a Chris. Debería tratar de ser positiva. Tal vez consiga hacer
servicio comunitario o algo así, o pagar una multa. Me preguntaba si se
me consideraría un riesgo de fuga y de todas formas me encerrarían.
Dios, cuando realmente empezaba a pensar en eso, mis opciones
eran aterradoras. La piel de los brazos se me erizó a pesar del aire
caliente de la noche. Una pequeña parte de mí, incluso lamentaba el
golpear a Chris.
No. Nunca. Reclamé lo poco que quedaba de mi orgullo por
golpear al imbécil. Mi mano latió en acuerdo. A veces, la violencia y el
caos simplemente eran la respuesta.
Traducido por Clara Markov
Corregido por Jan Cole

—Oh, Dios —dijo Vaughan con voz seca—. Encontraste el tequila.


Él y el oficial Andy se hallaban de pie cerca de la mesa de
comedor. Ambos mirándome con desaprobación. Lo que no sabían era
cuán ridículos y pomposos lucían. Las personas eran tan aburridas.
Especialmente los hombres.
—Sí, resulta que no tenemos que ir a la casa de al lado después
de todo. —Sonreí—. Había un poco escondido detrás de tu despensa.
—¿En serio?
—Espero que no te importe.
—Para nada.
—¿Sabes? Pensaba sobre todas las fotos policiales de celebridades
que salen en las revistas en donde se ven como un caliente desastre —
dije desde mi asiento en el piso de la esquina de la cocina—. Y se me
ocurrió que esta es una oportunidad que ocurre solo una vez en la vida,
el poder ir por ahí y experimentar el momento al máximo.
—¿De verdad? —dijo lentamente.
—Absolutamente. La vida es corta, Vaughan. —Sonreí—. Y corta o
no, intento tener una.
—¿Una qué?
—Una vida. Solo una. No soy codiciosa.
—Correcto. —El chico no lucía convencido. Dios. Me gustaba. Era
tan lindo. Él y su polla eran la luz de mi día. Después de unos cuantos
tragos más, incluso podría decírselo con muchos detalles. Qué
divertido. Me preguntaba si me permitiría tomar una foto para mi
billetera. De su rostro, por supuesto.
—Reemplazaré la bebida —dije—. Lo prometo.
—Me siento más preocupado por tu hígado que por la bebida. —
Se acercó, quitándome la botella de la mano y oliéndola—. Me
sorprende que todavía sea bebible. Mi hermana la dejó aquí hace años.
En aquel entonces era mierda barata, no puedo imaginar que haya
mejorado.
—Es un poco áspera al paladar.
—¿Y la bebes directo de la botella? Qué elegante.
—No quería incomodarte ensuciando un vaso.
—Qué amable. —Tomó un trago e hizo una mueca, arrugando
todo el rostro—. Cristo, Lydia.
Solté una risa. —No es tan malo.
—Es jodidamente horrible.
—Los primeros tragos fueron los más difíciles, es verdad. Pero
después de eso, el revestimiento de tu garganta se adormece. O se
quema —modifiqué apresuradamente—. No sé con seguridad cuál.
Con una mirada dudosa, me devolvió la botella. Luego se puso de
pie a mi lado, con las piernas cruzadas por los tobillos, apoyando la
cadera contra la encimera de la cocina. A pesar de toda la gente
invadiendo su casa con sus mejores ropas de boda, se mantuvo
relajado. Con los pies descalzos, la piel algunos tonos más claros que la
de sus brazos. Con hilos sueltos colgando de la parte baja de sus
vaqueros azules.
Me volví a preguntar sobre él y sus dramas. Si es posible, debería
ayudar. Dios sabe que tenía más que merecido toda la ayuda. Pocas
personas habrían sido tan comprensivas.
El oficial Andy se movió, pasándose una mano sobre el cabello
rubio y corto estilo militar. Obviamente impacientándose. Fue un día
largo para todos.
—Cuando esté lista, señora —dijo—. Me gustaría explicarle la
situación mientras sigue en pie.
—Explícalo. —Me enderecé.
El oficial Andy continuó—: La buena noticia es que el señor Chris
Delaney decidió no presentar cargos de asalto en contra de usted.
—¿Qué? —Todo mi cuerpo se desinfló, hundiéndose en contra de
los armarios de madera en alivio. Habría dado una vuelta de la victoria
por la casa si fuera capaz—. ¿En serio?
—Sí.
—Oh, dulce niño Jesús. Gracias por eso. —Bajé el tequila. Por mi
garganta, quiero decir. Santo infierno, la cosa era potente. Jadeé con la
mayor delicadeza posible, cubriéndome la boca con una mano, lágrimas
me inundaron los ojos—. ¿Por qué no?
—Discutí la situación a fondo con ellos —dijo con la mirada
seria—. Con circunstancias como esta, no es inusual que las personas
por el calor del momento se dejen llevar. Una vez que tienen tiempo
para reflexionar sobre todo lo que está en juego, todas las
consecuencias del conflicto, a menudo cambian de opinión acerca de
tomar cualquier acción.
—Ajá.
—Sí, bueno, Vaughan también señaló que la búsqueda de cargos
en tu contra probablemente aumentaría el interés de los medios de
comunicación locales —informó Andy, casi como una ocurrencia tardía.
Miré a Vaughan.
—Aún tengo unos cuantos amigos en la estación de radio local. —
Uno de sus hombros se encogió con indiferencia—. Solo se requeriría
una llamada.
—¿De verdad?
Se agachó, agarrando la botella. —No es gran cosa.
—¿No es gran cosa? Me mantuviste fuera de la cárcel.
—Eh. —Tomó otro trago de tequila, encogiéndose ligeramente esta
vez—. No podía dejar que te sacaran a la fuerza de la casa grande.
Tenemos planes para pasar el rato esta noche.
—Eres el mejor —le susurré a mi héroe.
Me guiñó.
El oficial Andy se aclaró la garganta, sonando un poco ofendido.
¿Sobre qué? No tenía idea. Honestamente, olvidé que seguía ahí.
—En vista de que la última cosa que quieren es más atención en
esta situación —dijo—, decidieron dejarlo pasar.
Dejé escapar un suspiro de alivio.
—Sin embargo, pedirán una orden de restricción contra usted —
dijo Andy.
—¿Orden de restricción? —Vaya. Casi me hacía sonar peligrosa,
como una matona o algo así. Como si deambulara por las calles de
Coeur d’Alene solo en busca de personas para golpear en la nariz.
—Sí. —Andy metió los pulgares en el cinturón de herramientas de
oficial de policía estilo Batman—. Bajo ninguna circunstancia debe
intentar acercarse a alguien de la familia ni a ninguna de las
propiedades, incluyendo sus intereses comerciales. ¿Entendido?
—Será todo un placer no ver a ninguno de esos idiotas de nuevo.
—Y algo más—. ¿Qué pasa con mis cosas? Se encuentran en la casa
grande.
—La señora Delaney me ha asegurado que verá la pronta entrega
de sus efectos personales.
—Qué amable. —Mis cejas descendieron, confiando poco en
Samantha. Sin embargo, mis opciones eran inexistentes. Así que
actualmente, tenía mi ropa interior nupcial y nada más. Aparte de la
camisa y la buena voluntad de Vaughan, por supuesto.
—No me gusta imponerme —dije, alcanzando el tequila para
tomar otro sorbo—. Pero, ¿habría algún problema si duermo en tu sofá
esta noche después de que pasemos el rato?
—El cuarto de invitados es todo tuyo.
—Gracias.
—Y le dije a Ray que podía enviar aquí cualquier documento
hasta que organices algo más —dijo Vaughan, una vez más tomando
posesión de su licor. Esta vez se bebió un trago completo, sin
problemas. Impresionante. Masculino, varonil y esas cosas.
Probablemente se pondría al día conmigo en cualquier momento.
—Gracias por hablar con ellos —dije.
Otra inclinación de barbilla.
—Si eso es todo, señora, será mejor que me vaya. —Cerca de la
mesa, el oficial Andy se mantuvo de pie, pareciendo totalmente
competente y esas cosas.
—¿Se están yendo por la parte de en frente? —Cielos, soné tan
tímida—. No es que tenga miedo de ellos. Es solo que ha sido un día
largo.
—Ya se fueron. —Vaughan me devolvió la botella con una
sonrisa—. Llevaste a tu imbécil ex-prometido a la sala de emergencias
por romperle la nariz.
—¿Se la rompí?
—Eso creo. —Intercambiamos sonrisas.
Con una respiración profunda, me relajé por lo que parecía la
primera vez en días, descansando la cabeza en la alacena de atrás—. No
tengo casa ni trabajo, pero tengo mi libertad.
—Los dejaré para que celebren —dijo el oficial Andy.
—Gracias, Andy. —Los hombres empezaron a darse palmadas
fuertes en los hombros entre sí como hacían los chicos—. Fue bueno
verte de nuevo.
—Igualmente. —Dudó—. Una lástima lo de Nell y Pat.
—Sí. —La sonrisa en el rostro de Vaughan se desvaneció.
—Tú, eh, no sabes si ella ha empezado a salir otra vez, ¿verdad?
Hubo una larga pausa.
La felicidad en el rostro de Vaughan desapareció sin dejar rastro.
Dejando pura frialdad, calma y serenidad. Me preguntaba quiénes eran
Nell y Pat. Obviamente gente que le importaba.
—Nos vemos después, Andy —dijo en lugar de responder a la
pregunta.
El mensaje fue entregado muy bien. —Bien. Buenas noches.
—Buenas noches. —Me despedí con la mano—. Y gracias.
No respondió. El oficial se fue mientras Vaughan lo observaba con
una mirada fija y poco amistosa. Si hubiera sido yo, frente a su frialdad,
habría corrido. En su lugar, intenté distraerlo.
—Gracias por no echarme a la calle. —Le tendí la botella,
agitándola suavemente.
Con la boca todavía sombría, vagó de vuelta a la cocina,
sentándose al lado de mí en el suelo. —De nada.
—Prepararé el desayuno.
—No hay comida en la casa.
—Maldita sea. Muy bien, si Samantha entrega mi bolso para
mañana, te compraré el desayuno.
—Trato.
Nos pasamos la botella de ida y vuelta durante un tiempo. Mi
cabeza se puso progresivamente más borrosa, todas las emociones de
los acontecimientos del día se mitigaron a un “como sea”. Por ahora, me
sentía humillada, dolida, y enfurecida. Los nudillos de la mano derecha
ardían demasiado y si comenzaba a separar mentalmente todos los “y
si” y “podría” otra vez, enloquecería.
La luz sobre la mesa del comedor emitía un suave brillo dorado,
dejando el resto de la casa en la sombra. Parecía incluso más silenciosa
y vacía mientras caía la noche.
—¿Cuánto tiempo ha pasado desde que estuviste aquí? —
pregunté.
—Tocamos en festivales pequeños hace algunos años. No desde
entonces.
—¿Estás en una banda?
—Estaba. Nos separamos hace un par de meses. —Reclinó la
cabeza contra los armarios de la cocina con los ojos cerrados—.
Estuvimos juntos durante diez años, establecidos en Los Ángeles,
mayormente.
—¿Qué instrumento tocas?
—Guitarra.
—Eso es genial. —Podía verlo. Tenía sentido. Sacudí la cabeza con
asombro, haciendo que la habitación, o mi cerebro, giraran en
atontados y perezosos círculos—. No que tu banda se separara, sino
que seas músico. ¿Te unirás a otra banda o...?
Hizo un ruido con la garganta. —He estado tratando de armar
una. El bajista de la anterior sigue a bordo, pero no hemos tenido
suerte para encontrar a las personas adecuadas.
—Eso apesta.
—Seguro que sí.
—¿Así que ese es tu drama?
Abrió solo un ojo. —Principalmente. Solo regresé al pueblo para
venderle este lugar a mi hermana. Necesito pagar la hipoteca, conseguir
un poco para vivir en lo que encontramos a un nuevo cantante y
baterista, solucionar las cosas.
—¿Tu hermana es la Nell por la que Andy preguntaba?
—Sí. —Su mirada se oscureció—. Se separó de su marido hace un
tiempo. Me imaginé que sería feliz de comprar este lugar, tener un lugar
propio en el que vivir. Siempre amó esta casa.
—Es hermosa.
Su rostro se suavizó, relajándose en una sonrisa. —A ti te
encantan las viejas casas estilo Arte y Oficio.
—Sí, es verdad. —Cuando me sonreía de esa manera… vaya.
Digamos que la casa no era la única cosa que era hermosa—. Siento
que tengas drama.
—Siento que tú también tengas drama.
—Y siento haber arrastrado mi drama a tu casa.
—Lo sé. —Cubrió mi mano con la suya mucho más grande.
Cálida. Era tan cálido, encantador y todas esas cosas. Si el día de
mierda y tequila tóxico me hubieran dejado con un ápice más de
energía le comentaría mi idea de “sexo sin ataduras entre nuevos
amigos”. Por como andaban las cosas, me lo guardaría para mañana. Al
menos tenía mis recuerdos de su trasero desnudo para mantenerme
feliz mientras tanto. Y confía en mí, había verdadera felicidad en haber
visto a este hombre desnudo. Más valdría que mis sueños estuvieran
llenos de él, o mi subconsciente y yo tendríamos una plática seria.
—¿Qué? —preguntó.
—¿Qué, qué?
—Me miras raro.
—¿De verdad? —Mi mandíbula tronó por un enorme bostezo. Qué
día. Apoyé la cabeza en su hombro, encontrando una posición cómoda y
cerrando los ojos.
—¿Planeas dormirte justo ahí? —preguntó.
—Umjum.
—De acuerdo.
Todo lo que podía escuchar era la inhalación y exhalación de su
aliento, el sonido ocasional del tequila salpicando por la botella cuando
tomaba un trago. Todo se encontraba en calma. Pacífico. Al menos por
ahora.
—Eras una novia hermosa, Lydia.
Sonreí, demasiado cerca del sueño como para hablar.
—Hermosa.
Traducido por Ivy & Anna Karol
Corregido por Sahara

Maldita Samantha. Si la mujer estaba en llamas, yo haría


s'mores.
Después de que quedé elegantemente inconsciente en el piso de la
cocina, esta mañana desperté en una cama en el cuarto de invitados.
Dolía todo. Llegué a la cocina en busca de agua y vi el último desastre a
través de las puertas de cristal. Mi casi suegra estuvo ocupada. Muy
ocupada.
Con las geniales gafas aviador de Vaughan para protegerme
contra el resplandor perfora-cerebros de la mañana, busqué mis
pertenencias en el patio trasero. Un sujetador aquí, unas bragas allá.
Nunca se sabía lo que se podía encontrar oculto entre la hierba.
Era como una búsqueda del tesoro sin el mapa.
Y divertido.
Mi blusa de seda verde colgaba alto en un árbol y no estaba sola.
Dios sabe cómo llegó todo hasta allí. ¿Desató a sus monos voladores, tal
vez? Bruja malvada, era adecuado.
Una caja de libros y otro lleno de recuerdos personales habían
sido tirados directamente sobre la cerca como si fueran basura. No tuve
el valor para mirar adentro y ver lo que se hallaba roto. Dolían todos los
músculos de mi mandíbula. Quería gritar y rabiar, para dejar salir todo.
De nuevo. Pero si empezaba, no me encontraba segura si sería capaz de
parar.
Una cabeza palpitante y un estómago revuelto no ayudó mucho al
asunto. Había hecho una búsqueda rápida por la cocina y salí al frente
sin Advil. El tequila, como Samantha, claramente no era mi amigo. Y
tenía que haber sido ella la que había arrojado mis cosas encima de la
valla. Chris simplemente habría pagado a alguien para que entregue el
lote al patio delantero. Dar efectivo para que el problema se convierta en
el de alguien más. Ese era su estilo.
No, solo su madre podría deleitarse con este tipo de mierda.
—Perra vengativa —murmuré, añadiendo un par de vaqueros de
hombre a la creciente pila a mis pies. Cada objeto recuperado alimentó
la furia.
Hubiera sido mejor hallarse en un círculo especial de infierno
para recompensarla por tanto rencor. Uno sin Botox, donde a pesar de
lo que hagas, se exponía tus raíces oscuras del pelo y la única opción de
ropa era una sudadera de segunda mano sin lavar. Eso le daría una
lección.
Inserte carcajada demente aquí. Sí, ya me volvía chiflada. Por
suerte para mí, no había testigos de mi descenso a la locura.
Ups, hablé demasiado pronto.
No la oí llegar, pero una mujer se quedó observando desde la
terraza posterior. Su cabello rubio rojizo brillaba en la luz del sol y se
hallaba cubierta de tatuajes. Detrás de ella, la puerta de la cocina se
encontraba abierta, indicando que había cruzado la casa y por lo tanto
tenía una llave. Interesante.
—Hola —dije.
—Hola. Soy Nell, la hermana de Vaughan. —Se dirigió hacia mí,
extendiendo una mano para saludar.
La estreché. —Lydia. Una nueva amiga de Vaughan.
—Encantada de conocerte. —Un vistazo abarcó mi ropa y una de
sus cejas se levantó. Probablemente porque ninguna de la que llevaba
era mía. Vaughan había dejado algo de ropa en el extremo de la cama,
bendito sea. Suaves pantalones para dormir grises enrollados en la
parte inferior, ya que se encontraban hechos para alguien mucho más
alto y una camiseta de los Rolling Stones. Me encantaba el modo en que
el slogan de la lengua y la boca se extendían sobre mis bienes. Como
una declaración de buen gusto. Por suerte, un sujetador había sido el
primer punto de la aventura en la búsqueda del tesoro de esta mañana.
Pechos fuera de control no eran algo que necesitaba.
Una cierta curiosidad llenó los ojos de Nell. —¿Una nueva amiga?
No es que sea asunto mío...
—No es que sea asunto tuyo —coincidí, cruzando los brazos sobre
mi pecho—. Pero sí. Solo una amiga. Estoy entre casas así que me dejó
quedarme aquí anoche. Mis pertenencias tuvieron un pequeño
accidente.
Era un modo de describirlo. Más o menos.
—Sí. Iba a preguntar sobre eso. Normalmente las ventas de
cochera ocurren en el frente. —Con un dedo, enganchó una lencería
junto a sus pies. Genial. Culotte de encaje negro. Al menos eran un
buen par. No es nada embarazoso tener a un extraño investigando mi
estilo de ropa interior.
—Gracias. —Los añadí a la pila, con una amable sonrisa
congelada en mi cara—. Problema con el ex.
—Hombres. —Apretó los labios.
—Mmm.
—Piensan que pueden salirse con la suya solo porque tienen algo
que se balancea entre sus muslos.
Aspiré. —Prácticamente.
—Grandísimos idiotas, todos —gruñó, con sus mejillas sonrojadas
de ira—. Estaríamos mejor si solo fueran lanzados al espacio en masa.
Claramente, Nell seguía atascada en la amarga etapa de una
ruptura de relación. Avancé para seguir adelante. El daño ya se
encontraba hecho. Ahora solo deseaba ordenar mi mierda y salir de esta
ciudad. Buscar una vida en otro sitio. Bonito o no, este lugar no había
sido amable conmigo.
—Los hombres apestan —dije—. Pero, en realidad, esto fue obra
de su madre.
—¿Bromeas? —Arrugó la nariz, haciendo que un puñado de pecas
se muevan. Parecía un poco mayor que yo, bajita donde su hermano era
alto. Sin embargo, los mismos ojos azul claro. Llevaba lisos pantalones
negros y una camiseta con una imagen de un pájaro azul encima de las
palabras “Dive Bar”.
—No —dije—. Sin duda es el estilo de ataque de su madre.
—Mierda. Vamos, te ayudaré a recoger todo.
—¿Lo harás?
—Claro. —La sonrisa de Nell ahora era genuina, amable.
—Gracias. —Los estados de ánimo de esta mujer eran más
caóticos que los míos. No podía seguirle el ritmo.
—No hay problema. Es mejor que simplemente sentarse,
esperando a que mi hermano idiota despierte. Necesitamos algo para
poner tus cosas. Creo que hay algunas cajas vacías en la cochera. —Sin
decir una palabra, se alejó hacia el lado de la casa mientras yo
observaba, perpleja.
Personas. Nunca se sabía.
Rodé los hombros, tratando de aliviar mi espalda. En todo caso, el
cuerpo me dolía más hoy que ayer. Músculos tensionados miles de
veces.
Era curioso, con la ayuda de Nell, el peso de mi desorden parecía
iluminarse. Tal vez las cosas no se hallaban tan mal y la mayor parte de
la raza humana no estaba en contra de mí.
Hoy había sido mi primera vez en meses sin un mensaje de
buenos días de Chris.
Digo... por supuesto que no hubo uno. Mi celular se rompió. Pero
la falta de ello había sido menos un dolor leve y más una buen bofetón
en la parte posterior de mi cabeza. Me había acostumbrado tanto a ser
parte de una pareja. De ser “nosotros”. Hora para adaptarse de nuevo a
estar sola.
Sí, era una soltera libertina.
Surtido de insectos, abejas y mariposas revoloteaban, haciendo
sus cosas. Hoy era, después de todo, otro perfecto día de verano. En
otra vida, Chris y yo estaríamos de camino a Hawai de luna de miel.
Hombre, estuve tan emocionada por el viaje. Playas de arena blanca,
cócteles de frutas, y diversión. Montones y montones. En cambio, mi
nuevo tankini negro se agitaba en el viento, pegado a medio camino de
un árbol de pino.
Tenía que reconocerle que Samantha se esforzó. Debió de haber
estado aquí durante horas anoche, arrojando mis cosas.
Nell y yo estuvimos trabajando tal vez una media hora, recogiendo
los contenidos de mi bolso de maquillaje y mi joyero de un arbusto
espinoso, cuando apareció Vaughan. Se encontraba de pie en la terraza,
bostezando; una taza llena de café en una mano y un pastel en el otro.
Vaqueros gastados, sin camisa, con aún más rastrojo rubio rojizo.
Maldición, era ardiente. De esos que solo mejoraba con la edad y
la experiencia. No es que tuviera ni un remoto interés en involucrarme
con él más allá de recién-amigos-teniendo-sexo. Ninguno pensaba
quedarse en la ciudad y yo acababa de salir de una ruina de relación.
Pero buen señor, era como un dios del sexo del norte de Idaho.
El hombre primitivo podría haber venerado al sol, pero en este
caso el sol veneraba a Vaughan. La manera en que lo bañó en un
resplandor de oro, mostrando su tinta. Tatuajes que ni siquiera me
habían interesado antes. ¿Un trabajo estable y una residencia fija? Sí.
¿Todo este semblante de “temerario chico malo viviendo al estilo de vida
del rock and roll” que tenía Vaughan? No. Absolutamente no. Iba en
contra de todo lo que mis padres me habían enseñado a valorar, que
corresponden a una carencia de cosas dichas durante mi infancia.
Las cosas que tal vez necesitaba empezar a cuestionarme, dadas
mis recientes malas elecciones. Sin embargo, no lo sabía. ¿Qué estaba
mal en querer un hogar y un poco de estabilidad? Sí, me precipité con
él, un gran error por mi parte. La próxima vez tomaría las cosas con
calma, llegaría a conocer a la persona y asegurarme de que
estuviésemos hechos el uno para el otro. Lección aprendida.
En todo caso, ignoré los indicios de lujuria de mis entrañas, por
ahora. La etiqueta dictaba que saltar a un hombre delante de su
hermana no era lo correcto. Además, con la amenaza de mi resaca, este
no parecía el mejor momento para plantear el tema de sexo sin
compromisos. Primero mantendría un ojo en el hombre, me fijaría si
emite alguna de las señales correctas. Mis pobres partes de chica
simplemente tendrían que esperar.
Al menos no podía verme comiéndolo con los ojos por mis lentes.
Aunque, probablemente tenía baba en la barbilla. Siempre tan discreta,
la froté.
—Tienes descaro —le dijo Nell, de repente tensa a mi lado. Si de
repente habían aparecido espinas por su columna vertebral no me
habría sorprendido—. ¿Te habría matado llamarme, avisarme que
habías vuelto?
—Hola, hermanita. —Otro bostezo de Vaughan. Después se llenó
la boca de pastel, hablando a su alrededor. O a través de él (Chris se
habría horrorizado. Vete a la mierda, Chris.)—. Gracias por traer el
desayuno.
—Come con la boca cerrada. Dios, eres bruto. —Nell se cruzó de
brazos, mirándolo—. ¿Has evolucionado incluso desde que tenías ocho?
—Soy más alto. Y superé todo el tema de los gérmenes de chica.
—Le guiñó un ojo.
—Como que lo supuse por la manera en que trataste la bragueta
de tus pantalones como una puerta giratoria durante la escuela
secundaria. —Para la siguiente parte, Nell adoptó un bajo tono varonil—
: Oye, soy el guitarrista en una banda. Escribo canciones y no me
importa esa mierda del sentimentalismo. Vamos, sabes que quieres un
poco de esto, nena.
Me reí en silencio (imitó tan bien su voz).
Vaughan se partió de la risa, casi doblándose por la cintura. —No
está mal. Pero tienes que ofrecerte a tocarles melancólicas canciones
emo junto al lago. Siempre funciona.
Nell le mostró el dedo del medio.
—Tranquila —dijo—, iba a llamarte. Las cosas se pusieron
ocupadas ayer.
—Oh, lo sé. Toda la ciudad habla al respecto. Es como supe traer
el desayuno para ustedes dos.
—Impresionante —gemí. No fue inesperado, pero aun así.
Doscientos invitados y pico habían estado en el jardín delantero,
esperando la boda. Ideal para una gran cantidad de bocas que hacen
un montón de charla.
—Lo siento —dijo Nell—. Pero tu boda fallida es una noticia fresca
en todas partes.
Asentí, con mi boca curvada hacia abajo y un ceño fruncido.
—Tenemos que hablar —dijo Nell, volviendo de nuevo a su
hermano.
—Suena serio.
—Lo es. Estuve tratando de localizarte por semanas.
—Lo siento. —Bajando la cabeza, Vaughan hizo una mueca—.
Hubo mucho que hacer. Sin embargo, ahora estoy aquí.
—Lo que me lleva a la siguiente pregunta. ¿Por qué estás aquí? —
Inclinó la cabeza—. Has evitado este lugar como la peste por años.
—¿Acabas de decir que querías hablar conmigo, ahora me vienes
con porqué estoy aquí? —Agarró su nuca, frotando con fuerza—. Como
dijiste, ha pasado un tiempo. Tal vez solo quería ponerme al día contigo.
En lo que se trataba de gestos, Nell le mostró uno particularmente
vocal. La manera en que arqueó la ceja le dejó claro a su hermano que
no le creía sin decir una palabra. —¿Qué pasa, Vaughan? Lo último que
supe fue que se encontraban de gira con Stage Dive y todo iba genial.
Le dio una sonrisa completamente desprovista de cualquier
alegría. —Tan genial que el vocalista se fue como solista y nuestro
baterista se unió a otra banda.
La mandíbula de Nell cayó, su rostro se puso pálido. —¿La banda
se separó?
—Sí.
Su hermana aún miraba boquiabierta.
—Se decidió a finales del año pasado. Una vez que acabamos la
gira con Stage Dive, nos separamos. He tenido tiempo para
acostumbrarme. A dejarlo atrás. No pasa nada. —Ignoró su reacción,
dirigiéndose en cambio a mí—. ¿Cómo estás, Lydia?
—Oye. Hola. Bien.
—Supongo que ya conoces a mi hermana. Entra. Hay café para ti
también.
—Bueno. En un minuto. —Un destello de metal por debajo de
unas hojas me llamó la atención. Cuidadosamente, desempolvé el
antiguo collar de plata que mi abuela me había dado para mis
veintiuno.
Colgué el dije en mi cuello, jugueteando con el cierre un momento
antes de que se trabara. Olvidé a Chris y su familia. Me adaptaría. No
eran nada para mí, menos que nada. Eran tan inferiores a nada que ni
siquiera sabía cómo describirlo exactamente. Seguí adelante.
—¿Nena, por qué tus cosas están por todo el patio? —me
preguntó Vaughan.
—¿Perdón? —Parpadeé, volviendo a la tierra.
—Tus cosas, están en todas partes. —Tomó lo último de su café
en un trago largo, con la mirada fija en mi rostro.
Ah. Como si no tuviera ya suficiente para enfrentar sin más de mi
drama. —Sí, lo siento —le dije—. Lo dejaré limpio.
—Lydia, para —ordenó con voz firme. Luego su mirada se
suavizó—. ¿Qué pasó aquí?
—Samantha entregó mis pertenencias —dije, recuperando mi
mejor rímel negro del arbusto de la muerte. Básicamente consistía en
una gran malvada bola de espinas debajo de un par de hojas. Era el
arbusto de Satanás. Algún arañazo más y me vería como si hubiera
estado en una pelea de gatos. Lo suficientemente cerca de la verdad.
—Es una puta broma. —Vagó por los escalones hacia mí.
—Ojalá.
—Oye. —Agarró mi nuca con su mano libre, rozándola mucho
más suave de lo que había hecho con la suya. Los callos en sus dedos
eran ásperos, causando una sensación tan diferente que las manos
suaves de Chris—. Esta idiotez es lo peor que puede hacer. Ignóralo.
Eres mejor que esto.
—No sé. Dada la oportunidad, me gustaría dispararle con un
cañón y olvidarme de poner la red de seguridad.
—¿Eso es de verdad lo mejor que puedes inventar?
—No. Dame más tiempo. Es temprano.
Dulce bebé Jesús, su risa. Fue tan baja y sucia. Ni siquiera le dije
nada digno de tal sonido. De manera inquietante, no podía recordar
cómo sonaba la risa de Chris. ¿Alguna vez siquiera la oí? Ningún
recuerdo saltó a la mente. Lo que fue una triste y lamentable
declaración de su vida y la parte que desempeñé en ella. Y mientras que
los problemas de Chris eran definitivamente suyos, los míos
necesitaban un muy buen repaso.
Necesitaba un cambio. Ahora.
También necesitaba dejar de hacer comparaciones con Chris.
Estaba fuera de mi vida. Acabado. Fin.
Vaughan apuntó con la barbilla hacia la casa, todavía riendo. —
Ve a tomar tu café y un trozo de pastel. Luego puedes decirme más
fantasías de venganza. Quiero sangre y vísceras, Lydia. Cubiertas de
miel y devoradas por hormigas fuertes, ese tipo de cosas. Enloquece.
Sonreí y me dirigí a la casa, con mi estado de ánimo cerca de diez
toneladas más ligero por haber visto la sonrisa de Vaughan.
—No es pastel, son palmeritas —corrigió Nell.
—Sean lo que sean, tienen un sabor parecido a magia —dijo.
Su hermana resopló.
—Es bueno verte, hermana.
Efectivamente, un segundo café y una bolsa de papel marrón
grande fueron colocados en la encimera de la cocina. Estaba estampado
“The Bird Building” con tinta negra en la parte delantera. Era un lugar
en el centro, de una zona que no concurría mucho. En el negocio de
bienes raíces, Ray y yo nos centramos principalmente en viviendas
residenciales, cubriendo las mansiones de mucho dinero. Chris se
ocupaba de las propiedades comerciales.
Mi café estaba delicioso, no me molesté calentarlo. Años en la
oficina me enseñaron a ignorar la temperatura. Las palmeras resultaron
ser galletas en forma de oreja de elefante cubiertas con azúcar canela.
Un postre tan perfecto y ligero que básicamente se fundía al entrar en
contacto con mi lengua. Dicha absoluta.
Tomé mi desayuno al aire libre y me senté en los escalones.
—¿De qué necesitas hablar conmigo? —le preguntó él a su
hermana.
Nell me dio un breve vistazo. Qué incómodo.
—Comeré adentro, a escaparme del sol durante un rato —dije con
la boca llena de delicias, casi escupiendo las escamas del postre. A la
mierda la educación. Estas palmeras eran impresionantes.
—Está bien. Todo lo que necesites decirme, puede escucharlo
Lydia. —Me dio una sonrisa irónica—. No tenemos ningún secreto,
¿verdad?
—Después de ayer creo que no, pero…
—Está bien. —Nell sacudió las manos a los lados de sus
pantalones vaqueros negros—. De verdad.
Me senté de nuevo provisionalmente. Tal vez debía poner de
excusa que necesitaba ir al baño lo antes posible.
—¿Y? —preguntó Vaughan—. Dispara.
—Necesito que me prestes cincuenta y seis mil dólares o compres
la parte de Pat por la misma cantidad.
Con los ojos muy abiertos, resopló. —Mierda. Todo eso, ¿eh?
—Lo digo en serio.
—Lo entiendo.
—¿Sí? —Cuidadosamente, se colocó el pelo detrás de las orejas.
Sus manos, sin embargo, no se detuvieron allí, mientras las frotaba en
la parte delantera de su blusa blanca. La mujer se hallaba nerviosa.
Mucho—. Por favor, Vaughan. Él quiere irse y ya no puedo dejar que se
involucre más. El divorcio avanza cada vez más y las cosas se
encuentran muy tensas. No puedo soportarlo.
Dejó caer la cabeza hacia atrás, mirando hacia el cielo. —Nell...
—Pat me odia. Es completamente imposible. Se niega a trabajar
en el bar.
—¿Qué diablos pasó? Los dos han sido prácticamente
inseparables desde los catorce años. ¿Ahora ni siquiera pueden llevarse
bien un poco?
—Has estado lejos mucho tiempo —dijo, con el rostro contraído—.
Ha cambiado, sobre todo desde que nos separamos. Eric y él ni siquiera
pueden estar en la misma habitación sin pelearse.
—Mierda.
Nell retorció las manos. —Pat ha estado amenazando con todo lo
que va a hacer si no podemos comprar su parte en el negocio.
—¿Joe no puede comprarlo?
Sacudió la cabeza. —No tiene el dinero en efectivo. Eric todavía
está pagándole para financiar su treinta por ciento desde la apertura.
—Cristo. —Se pasó una mano por la cara—. Es por eso que no
debes involucrarte en negocios con amigos o familiares. Se vuelve
complicado.
—Tienes razón. Debería haber confiado en extraños con mi sueño
de toda la vida.
Los hombros de Vaughan se hundieron. —No sabía que las cosas
se encontraban así de mal entre ustedes.
—Has estado ocupado, giras y grabaciones. No quería
preocuparte. Pensé que podía solucionar esto.
—Sí. —Soltó un largo suspiro—. Lo siento, Nell. No tengo el
dinero. Lo haría por ti en un instante si pudiera, pero no puedo.
—¿Qué quieres decir?
—Estoy jodido... Las cosas no son tan buenas como las hice
parecer. —Con las manos en la cadera, la enfrentó—. En realidad, están
bastante mal. Tenía la esperanza de que me compraras este lugar. Lo
siento.
Diablos, pobre Vaughan. Si pudiera haber estado en cualquier
otro lugar, habría estado allí. En su lugar, estaba aquí sentada en
silencio y aun así, afortunadamente olvidada.
—¿Quieres vender la casa? ¿Tan grave es la situación? —
preguntó.
—Ya se me ocurrirá algo. Todo estará bien. —Se lamió los labios,
estudiando el suelo.
—¿Qué tan grave, Vaughan?
Lentamente, cerró los ojos, dejando caer la cabeza. Se tardó
mucho tiempo en responder. —Tuve que pedir prestado para comprarte
este lugar.
La boca de Nell se abrió. —¿Qué? ¡Me dijiste que lo tenías!
—¿Qué creerías que diría? —Sus ojos azules se abrieron de golpe,
como un intenso rayo láser—. Como has dicho, era tu sueño, abrir un
bar. Al igual que el mío era la música. Tú me apoyaste en lo que
pudiste. ¿De verdad crees que no haría lo mismo por ti?
Nell se cubrió la cara con las manos, maldiciendo entre dientes en
voz baja. Esto se prolongó durante bastante tiempo.
—Durante una época estuvo bien —continuó—. Preparábamos los
conciertos, se nos pagaba. Luego tuvimos un momento complicado y
tuve que sacar una hipoteca.
—¿Hipotecaste nuestra casa de la infancia? —Su voz se elevó a
niveles de alma en pena. Supongo que era verdad lo que decían de los
pelirrojos, al menos de las chicas—. Vaughan, ¡¿cómo has podido?!
—Está casi toda pagada. La gira con Stage Dive lo resolvió casi
por completo, pero las cosas chocaron contra la pared cuando la banda
se vino abajo.
Su hermana se limitó a sacudir la cabeza. —Si mamá no estuviera
muerta, te mataría.
—Lo sé.
—Y si papá no estuviera muerto... Ni siquiera sé lo que haría. Sin
embargo, nunca encontrarían tu cuerpo. O lo que quede de él.
Nada de Vaughan. Su cara decaída lo expresaba todo.
A lo lejos, una cortadora de césped cobró vida, haciendo su
trabajo. Qué extraño era pensar que nuestros dramas ni siquiera
tocaban la mayor parte de la vida cotidiana de la mayoría de la gente.
Parecían tan grandes y profundos en nuestro interior. Cualquier
felicidad se sentía falsa. O peor aún, como si estuviera a punto de ser
robada. Lo cual era ridículo, en serio: Vaughan encontraría la solución
a sus problemas financieros y yo saldría con alguien de nuevo.
Encontraría un trabajo que me agradara, o al menos tolerara, y él
empezaría en otra banda. La vida continuaría.
En este instante, sin embargo, simplemente todo parecía una
mierda fenomenal.
—Está bien, esto es lo que haremos —dijo Nell, poniéndose
recta—. Vienes a trabajar para nosotros a Dive Bar.
—Pero… —Una mano imperiosa lo detuvo.
—No, Vaughan —dijo—. Necesitas dinero, necesitamos un nuevo
barman. Infiernos, probablemente estamos a punto de también
necesitar más camareras. De una forma u otra, haremos eso. Puedes
tomar el lugar de Pat detrás de la barra, por ahora.
—Solo planeaba estar en la ciudad por unos días, una semana
como máximo.
Líneas aparecieron junto a la boca de Nell. —Bien. Como quieras.
Trabajarás mientras estás aquí. Empiezas a las seis. No llegues tarde.
—Bueno. No voy a llegar tarde.
—Y lleva a Lydia contigo.
—¿Por qué?
—Me agrada. Ella no hipotecó mi casa de la infancia.
—De acuerdo. —Vaughan se cruzó de brazos.
—Gracias por el café y los pasteles —le dije.
—No hay problema. Nos vemos más tarde.
Pasó un rato hasta que el hombre hizo cualquier movimiento una
vez que se fue su hermana. Por mucho tiempo, se quedó de pie
mirándola, perdido en sus pensamientos. Trivialidades inútiles llenaron
mi cabeza, la habitual basura tranquilizadora. Por ahora, dejé que todo
se quedara sin decir. Ninguno de los dos estaba interesado en escuchar
lo que era obvio.
Este verano estaba demostrando ser un hijo de puta.
Me preguntaba qué tonterías se decía de mí en la ciudad. Aunque
no importaba. De ninguna manera acompañaría a Vaughan esta noche
para averiguarlo. En primer lugar, tenía que hallar un lugar donde
quedarme hasta que las cosas se resolvieran con los Delaney. Además
esperaba tener que ponerme en el futuro próximo, y buscar mi ropa en
esta jungla era algo que tenía que hacer rápido.
Me limpié las manos, dejando la taza vacía en el paso enfrente de
mí. —¿Estás bien?
—Sí.
—Mentiroso —susurré.
—No es cierto —me susurró.
—Demasiado.
Me dio una mirada dudosa.
—Esa fue una conversación pesada. Todo lo que digo es que no
pasa nada si no estás bien después de eso.
Resopló, empujando los hombros hacia atrás. —¿Quieres hablar
de sentimientos, Lydia? ¿Es eso lo que quieres?
—Por supuesto que no. —Me reí—. Después de ayer estoy
bastante exhausta emocionalmente. Voto para que seamos tan
superficiales como sea humanamente posible.
—Gracias a Dios por eso. —Una gran mano se estiró y alisó mi
pelo, probablemente aún despeinado de la cama—. Me tenías
preocupado.
—Pero ante la posibilidad de que sea necesario —dije
rápidamente—, quiero que sepas que cuentas conmigo, como conté
contigo ayer.
—Eso se parece peligrosamente a una charla sentimental.
—Realmente no.
—Sí, en verdad.
—Bien. Tómalo como quieras. —Me encogí de hombros,
regresando a la búsqueda y al rescate de mis pertenencias. Algo brillaba
entre la hierba. Un pendiente—. Quiero tirarle huevos en la casa de
Samantha y Ray, pero tienen una gran valla y puerta.
—Podría ser un problema. —A mi lado, Vaughan estaba de
rodillas, buscando entre las plantas—. ¿Qué opinas de papel higiénico
en la valla?
—Eso podría funcionar.
—Conocí a un tipo una vez que dejó a su chica por mensaje de
texto. Habían estado saliendo durante unos cuatro o cinco años. Algo
serio. Ella agarró un par de jeringas llenas de aceite de pescado y las
inyectó en el coche de él por la brecha entre las puertas. Atravesó el
hule y se vertió en el interior. —Me miró con una casi sonrisa
diabólica—. El chico regresa de gira después de un par de meses y el
interior de su GTO olía tan mal que no fue divertido. Ni siquiera se
podía estar cerca de esa cosa, y mucho menos conducirlo.
No pude hacer otra cosa que aplaudir. —Eso es genial.
—No lo es. —Un par de bragas de seda verde colgaba de su
dedo—. ¿Son tuyas?
—No. Es probable que sean de otra persona cuyas pertenencias
fueron tiradas en tu patio. Pero me las quedo por ahora.
—Eso tiene sentido. —Con cuidado, las inspeccionó—. Cacheteros
de corte francés, ¿eh?
—Sabes de lencería. —Fruncí el ceño.
—Es importante apreciar las cosas buenas de la vida.
Especialmente cuando puedes verlas en una mujer estupenda.
—Qué sutil.
—Sabes, pensé que eras de las que usaba esas cosas de chicos —
dijo con una sonrisa—. Me alegra haberme equivocado. Son sexys,
nena. Muy sexys.
—Me alegro de que las apruebes.
—Pero si dices que no son tuyas... —Empezó a meterlas en su
bolsillo trasero.
—Dámelas, por favor.
—Di que vendrás conmigo a Dive Bar esta noche.
—Oh, cielos. —Dudé; todo dentro de mí rechazó la idea—. Un
lugar público. No creo que sea una buena idea. Creo que mi mejor
opción en este momento es mantener un perfil bajo. Buscar un lugar
para vivir para los próximos días, irme, empezar de nuevo en otro sitio.
—Quédate conmigo hasta que estés lista para irte —dijo, como si
fuera obvio.
—¿De verdad?
—Por supuesto.
—¿No estaría molestándote?
—No. —Me pasó mi ropa interior—. Por supuesto que no.
Rápidamente, las lancé a la caja de cosas más cercana. Teniendo
en cuenta que los niveles de vergüenza de las últimas veinticuatro
horas se hallaban en Condición de Alerta 1, un par de bragas no
deberían haberme molestado en lo más mínimo. Tal vez todo se reducía
al hombre que hacía las bromas.
—No sé —le dije—. A final de cuentas, apenas nos conocemos.
—Es solo por un par de días. Una semana como máximo,
¿verdad?
—Sí, pero…
—¿Te preocupas por ti o por mí en este escenario?
—Por ti —le dije, feliz de esconderme detrás de las gafas de sol.
Esos hermosos ojos azules veían demasiado—. Puede que cambies de
opinión y te sientas comprometido conmigo. No quiero añadirme a tus
problemas.
—Lydia, tampoco quiero sumarme a los tuyos. Pero te quiero
aquí.
—¿De verdad? —No tenía intención de quedarme sin aliento,
estoy segura de ello. Fue solo un accidente. La idea de que le gustara a
Vaughan me emocionó y aterrorizó en partes iguales. Él era tan
atractivo. Y yo era tan yo. Pero podía fingir ser genial por un periodo
temporal. Podía hacer esto—. ¿Por qué? Si no te importa que pregunte.
Con el ceño fruncido, se tendió en la hierba, relajado, para todos
los efectos. —¿Puedo confiarte algo?
—Por supuesto.
Se lamió los labios de nuevo y suspiró. —Mamá y papá murieron
cuando tenía veinte años. Nunca he estado aquí sin ellos. No más de
una o dos noches. Simplemente, no se siente bien.
Demonios. Me dolía el corazón por él.
—Nell empacó el lugar, hizo que alguien pinte el interior para que
no me sienta raro, para que se sienta como mi propia casa, supongo.
Pero no es así.
Me senté con las piernas cruzadas en el césped delante de él.
Tomó un diente de león y lo pasó hacia atrás y adelante a través de la
palma de su mano. —Vaughan, sería genial si pudiera quedarme aquí
en tanto que arreglo todas mis cosas.
—Bien. —Una lenta sonrisa apareció en su rostro—. Y me
gustaría mucho que vinieras conmigo esta noche y conozcas el bar de
Nell. A ella le encantaría tenerte allí, ya la escuchaste.
Arrugué la nariz.
—Vamos. Tienes que salir alguna vez.
—Hmm, mala idea. Creo que ya he llenado mi cuota de
humillación pública este año.
—Te la pasarás bien. —Negó con la cabeza—. Nell no va a dejar
que alguien te moleste en su lugar, nena.
—Ese no es mi nombre. —El diente de león se arruinó con una
brisa cálida, llevándoselo a quién sabe dónde.
—De acuerdo. Ven esta noche y nunca más te diré así.
—¿Nunca más? —Lo miré por encima de mis gafas de sol,
midiendo su sinceridad.
—Tienes mi palabra. —Con lentitud deliberada, dibujó una cruz
sobre su corazón.
La cantidad que le debía el hombre era grande. Enorme. Pero así
también lo fue la idea de salir al espacio público y correr un riesgo de
muerte, desmembramiento, y algunos chismes desagradables. Las
perras se hallaban en todas partes. Pero, él tenía razón. Tenía que salir
alguna vez.
—Está bien. —Le tendí la mano.
La estrechó. Luego la mantuvo ahí, mirándome fijamente a los
ojos.
—Vas a divertirte, Lydia.
Traducido por MaJo Villa & florbarbero
Corregido por Julie

No me estaba divirtiendo. Sobre todo, luchaba contra las ganas de


vomitar. Aunque en honor a la verdad, el estado de mi estómago tenía
más que ver con mi resaca que con cualquier otra cosa.
El Bird Building no era un centro comercial. Básicamente, era un
monstruo de noventa años, de dos pisos de ladrillo en el centro, la
planta baja era una línea ordenada de espacios de venta dando a la
calle. En primer lugar había un par de tiendas vacías, las ventanas
cubiertas con avisos viejos de bandas tocando en la ciudad, perros
perdidos, ferias y cosas similares. Al lado se hallaba el Guitar Den, un
salón de tatuajes llamado Inkaho, luego el Dive Bar ocupando la
posición de la esquina de prestigio.
Se oían los Beatles, llenando el aire caliente de la tarde junto con
los sonidos de cubertería y cristalería, el ruido de charlas. Fluía desde
las ventanas abiertas y entrada del Dive Bar al exterior de la calle
tranquila. Parecía haber una gran multitud para un domingo. Las
personas acudían a la ciudad los veranos, pero la mayoría parecía
quedarse junto al lago. Apuesto a que los bares y las tiendas se
encontrarían llenos. El centro de la ciudad, lejos del agua, tendía a ser
más tranquilo. Más para los locales.
Con una mano en mi espalda baja, Vaughan me condujo por la
acera.
—No voy a huir —dije, una vez más, metiendo mi cabello detrás
de las orejas, enderezando las arrugas imaginarias en mi blusa de lino
negro con botones hasta arriba.
La mirada de reojo que me dio se encontraba llena de duda. —La
idea nunca pasó por mi mente.
—Mentiroso.
—El hecho de que tuviera que sacarte a la fuerza del auto…
—Eso solo significa lo mucho que creo que tu auto es genial.
—Claro. —Me di cuenta de que se reía de mí por dentro—. Vamos,
mujer soltera.

***
No tan sutilmente, se apoderó de mi codo. Los músculos de sus
brazos se flexionaron como si esperara que sucediera algún gran
intento de fuga en cualquier momento.
Sentir aprecio por la gente era una mierda. Lo mismo pasa con lo
de dar tu palabra.
Mientras nos acercábamos al edificio, dije—: He estado pensando
en tus dramas de dinero. Me preguntaba si ¿puedo ayudarte?
Se humedeció los labios. —Harás casi cualquier cosa para
retrasar esto, ¿verdad?
—Estoy hablando en serio, me he estado preocupando por ti todo
el día, ya que Nell no será capaz de comprar la casa como esperabas.
Me doy cuenta de que no nos hemos conocido por mucho tiempo, pero
me gustaría ayudar de alguna manera, si puedo hacerlo.
Un suspiro. —Voy a tener que vendérsela a otra persona. Va a ser
horrible, pero así está mi situación.
—Lo siento.
—Gracias. —Se pasó una mano por la cara—. ¿Supongo que no
deseas reconsiderar tu plan de irte de la ciudad y hacer una oferta?
—Desearía tener esa cantidad de dinero. Y un trabajo. —Un par
de años en el sector inmobiliario me había permitido comenzar a
ahorrar algo. Sin embargo, nada como para llegar a lo que se vendería
la casa de playa de Sanders—. Podría darte un consejo en el mercado,
indicarte la dirección hacia un buen agente y así sucesivamente.
—Sí, ah... vamos a hablar de esto en otro momento. ¿De acuerdo?
—Por supuesto. Cuando sea que te encuentres listo.
—Gracias.
Un par de mujeres jóvenes pasaron a nuestro lado, una mirando
dos veces cuando me vio. Lo siguiente que supe, su boca se movía
rapidísimo contra la oreja de su amiga, quien se volvió para mirarme,
riéndose entre dientes. Uf.
—Tal vez esta noche es un poco pronto —dije, dando un paso
hacia atrás—. Quiero decir, necesitas concentrarte en la barra y, de
verdad, Nell estará ocupada cocinando, así que…
Con un suave movimiento, se puso delante de mí, dándose la
vuelta para que quedáramos cara a cara. Sus manos agarraron mis
caderas, llevando la operación “lárgate de aquí” a un abrupto final. —
¿Lydia?
Parpadeé. —¿Vaughan?
—Vamos a entrar allí y va a estar bien.
—No estoy tan segura de eso.
Tragó saliva, deteniéndose un momento para pensar. —¿Qué es lo
peor que puede pasar?
—Todo el mundo podía señalarme y reírse de mí, obligándome a
revivir la vergüenza y el horror de ayer.
—Sí, es cierto. —Sus dedos frotaron las caderas anchas de mis
vaqueros mientras mantenía su cabeza gacha cerca de la mía. Sin hacer
nada, solo quedándose ahí—. Sin embargo ¿ayer cómo pudiste
continuar?
—Huyendo, tú, el sarcasmo, la violencia, y por último pero no
menos importante, con tequila.
—Puedes tener todo eso hoy, aparte de lo de huir —dijo—. ¿Qué
te parece?
—¿Quieres que responda a eso, honestamente?
—Nop. Vas a divertirte, Lydia.
Lo dudaba, pero sería descortés decirlo.
—Y si alguien de allí te dice alguna mierda, les daré un puñetazo
por ti.
—Mi mano todavía me duele por lo de ayer, así que gracias.
Aprecio eso.
—No hay problema.
Nos quedamos allí, mirándonos fijamente, sonriendo por un
instante perfecto. Entonces me di un golpe en la frente. —Mierda. Es tu
primera noche en el trabajo y estoy cargándote con todo mi drama de
nuevo.
Dejó colgando su cabeza. —Sí, es cierto.
—Lo siento mucho.
Qué exhalación tan larga y borrascosa. El hombre tenía pulmones
grandes. Además, de malos amigos, o sea, yo.
—¿Vaughan?
—Viéndolo por el lado positivo, cuando te exaltas, tus tetas
empiezan a subir y a bajar con cada respiración. Magníficamente.
Sinceramente, no puedo tener suficiente de eso. —Unas pequeñas
líneas aparecieron en su frente mientras las manos mostraron los
movimientos aparentemente de unas tetas rebotando delante de su
pecho—. Estoy tentado a simplemente decirte alguna mierda para que
empieces, me encanta tanto.
A la vista de su amplia sonrisa, no tenía nada.
En realidad, eso era una mentira. —Me sentía mal, idiota.
El imbécil apuesto solo sonrió. A lo lejos la primera estrella
empezó a brillar y a cumplir su función en el cielo gris y violeta. Las
montañas se alzaban oscuras y siniestras en la distancia. La
naturaleza, la fanfarrona. Pero no tenía nada en comparación con
Vaughan allí de pie, sonriendo. Lujuria, atracción, o fuese lo que fuera
esto... lo sentía de la peor manera. Tal vez si parecía de buen humor
después de terminar el trabajo, hablaría con él sobre mi idea de nuevos
amigos teniendo relaciones sexuales. Los dos estábamos en la ciudad
solo por unos días y el reloj seguía corriendo. Su mirada fue de mis
tetas a mi cara, nunca decidiéndose por una o por la otra.
Los pezones son unas pequeñas bestias, siempre reaccionando a
todo, más cuando preferirías que fueran discretos. Hay una razón por la
que la palabra excitación en inglés comienza con la palabra “teta1”. Así
que por supuesto que se pusieron duros, disfrutando de la atención.
Como siempre tan rápidamente, me crucé de brazos, cubriéndolos.
—Ni siquiera... —Las palabras desaparecieron—. No eres
coherente. Digo, están cubiertos. Mi camisa se encuentra totalmente
abotonada más allá de todas y cada pizca de escisión.
—No tiene importancia. Todavía puedo ver sus formas. Es
suficiente para mantener feliz a un hombre como yo.
—Es como si tuvieras algún tipo de trastorno obsesivo-compulsivo
de senos. ¿Has pensado en buscar asesoría para tu adicción?
Suspiró; su cara se acomodó cuidadosamente. —No hay nada
malo con un hombre admirando un pecho femenino lindo. Pero si no
estás de acuerdo, siéntete libre de usarlo en mi contra.
Coloqué mis ojos en blanco.

***

—Claro, ya hemos discutido tanto mi mierda como la tuya.


¿Hemos terminado aquí? —preguntó en un abrupto retorno a lo serio—.
¿Podemos entrar ahora?
—Vamos.
Un asentimiento.
—Vas a estar genial —dije, toda entusiasmada.
—Tú eres la que está nerviosa, yo no. Estoy muy bien, nena —
bromeó.
—Muy divertido. Dime nena una vez más y me largo de aquí.
En lugar de eso, me guió con firmeza por las escaleras delanteras
y a través de las antiguas puertas de vidrio.
A pesar de que puede que no se encontrara nervioso, no estaba
tan segura de su estado de ánimo en general. Creo que trabajar para

1 En inglés, la palabra excitación es titillation y empieza con “tit” que significa teta.
Nell se metía en grande con su filosofía de guitarrista Zen. Combinando
eso con la memorización de los precios, las recetas de cócteles, la
ubicación de todo, mantener el ritmo con los pedidos, alejarse del
camino de cualquier otro camarero, reponer cosas, y hacer todo lo
demás que esté involucrado en el cuidado de un bar, y Vaughan tenía
una noche ocupada por delante. Diablos, pensé en todo eso; estar de
vuelta en la ciudad, respirar el aire el norte de Idaho, vivir en lo que
antes fue su casa de infancia, la partida de sus padres, todo tenía que
estarle descolocando la cabeza. Agrégale los problemas de dinero y la
ruptura de su banda para un daño extra. No pude evitar sentir pena
por él. Los dos habíamos tenido sueños que se torcieron.
Durante todo el día, se mantuvo cerca, ayudándome a encontrar,
luego a limpiar y a empacar, mis pertenencias. No conversamos de nada
profundo ni significativo. La mayoría fue acerca de las películas, la
música y los lugares en los que había estado. Historias de la vida en la
carretera. Había percibido la clara sensación de que quería mantenerse
ocupado.
Era comprensible. Drama, uf. Los dos habíamos tenido suficiente.
Cuando entramos, no noté ninguna cara reconocible, pero aún
me hallaba un poquito agitada por estar en público.
—Estoy aquí para ser impresionada por tus habilidades de
barman —dije, moviéndome lentamente a través del laberinto de
clientes y mesas.
—Oh, oh. Me aseguraré de hacer malabares con algunas botellas
y esas cosas, encender algo mientras te hago tu martini espresso. —Dijo
la palabra con su boca como si el pronunciarlo fuera un truco en sí
mismo—. ¿O eres una chica que le gusta más el margarita, mmm?
—Hoy, soy más una chica de agua con hielo. Si tienes ganas de
hacerte el elegante, señor Barman, la tomaré con una rodaja de limón a
un costado. Quizá con una pajilla.
—¿Sí? —Solo una pequeña sonrisa curvó sus labios. Que no
estaba nervioso, sí claro. Puede que fuera mejor que yo ocultando las
cosas, no obstante esas cosas permanecían justo debajo de la
superficie. Cualquiera que esté dispuesto a verlas y a preocuparse
podría verlas.
—¿Todavía sientes el dolor del tequila de anoche? —preguntó.
—Un poco.
Me observó, suavizando su mirada. —Lydia…
—¡Ahí estás! —Se acercó Nell de forma apresurada, con su cabello
rojo estrictamente atado hacia atrás, usando un delantal negro de
aspecto profesional.
Vaughan frunció el ceño y miró su reloj. —Llegué justo a tiempo.
Elevó una ceja. —¿Dije lo contrario?
—Bonito lugar. —Interrumpí la potencial discusión antes de que
los dos hermanos tomaran impulso—. Toda la madera oscura con el
ladrillo sin pintar y las ventanas gigantes. Le dan un gran ambiente. —
Era cierto. Brutal podía ser la mejor palabra para describir el estilo del
lugar. Aunque había rastros de lujo y también destellos de los orígenes
de los edificios de los años veinte. Una sección de la pared cubierta de
carteles antiguos de la banda se había conservado. Una escalera en
círculo lujosa de color negro de hierro forjado se encontraba en la
esquina, llevando hasta el segundo nivel para los reservados. Los juegos
de mesa y silla con patas de metal y rematados con madera tenían un
toque industrial vanguardista. Pero también había cabinas con un
cuero negro brillante lujoso. Eso no debería haber funcionado, pero sin
embargo, sí lo hacía. La tentación de entrar y pedir una bebida, un
plato de algo para comer, era enorme.
—Es impresionante, Nell.
Las líneas de arrugas alrededor de la nariz de Nell desaparecieron
y sus labios se extendieron con un placer evidente. —¿Te gusta?
—Me encanta. —Chris se habría burlado del lugar por no ser muy
sofisticado, pero que se pudra. El bar se sentía cómodo, relajado, a
pesar de todas las personas volviéndose en nuestra dirección,
susurrando. No. De acuerdo. Eso era una mentira. No estaba de
acuerdo con esto. Nunca había existido una idea tan horrible. Debí
haberme quedado escondida en la casa.
Oh no. Espera. Mi error. Observaban a Vaughan en sus vaqueros
ajustados. Era justo. Su trasero era una obra de arte. Exhalé un
suspiro de alivio. Excelente. Esta noche sería buena. Simplemente me
mezclaría, me relajaría, y charlaría con Nell.
—Eric y su hermano, Joe, hicieron la mayor parte de la obra. Ven
y conócelo. Joe, ella es Lydia —gritó, atrayendo la atención de casi todo
el mundo en el bar.
Sí, de acuerdo. Ahora todos los ojos definitivamente se habían
vuelto en mi dirección. Que Dios bendiga a Nell y la extraordinaria
capacidad pulmonar de su familia. Si solo la usaran para el bien en
lugar de para el mal.
—Ya sabes, de la que te he hablado. —Me agarró de la muñeca y
me llevó por el laberinto de mesas hasta la barra.
—Lo sé —respondió el oso rubio detrás de la barra, dándome un
saludo con su cabeza. Luego sus ojos sonrientes se trasladaron hacia
Vaughan—. Qué lindo de tu parte hacernos saber que te encontrabas de
vuelta en la ciudad, imbécil.
—Sí, sí. Nell ya me ha hecho pasar un mal rato. —Vaughan
extendió su mano a través de la barra, agarrando el hombro grueso de
la otra persona—. Es bueno verte, hombre.
—A ti también. ¿Esta vez por cuánto tiempo te vas a quedar?
—No estoy seguro. Tengo que resolver algunas cosas.
Joe gruñó, comprendiendo.
Parecía ser un cruce de hombre de montaña/camarero. Un
retorno a los vikingos, tal vez. Era un tipo grande con grandes hombros
y una gran barba rubia. Claramente, había muchos más dioses
sexuales del norte de Idaho de los que les di el crédito para la región.
Iban a ser necesarias otras clasificaciones. Si Vaughan encabezaba la
categoría de súper-genial, tal vez este nuevo tipo debería ganar en el
frente de leñadores sexuales. Dado mi abrupto retorno a la soltería,
debía darle a este importante sistema de clasificación de hombres más
tiempo para pensar en él.
Exención de responsabilidad: Tratar como un objeto a la gente está
mal y esas cosas.
—Escuché que te contrataron —le dijo Joe a Vaughan.
—Sí.
—Entonces métete en el lado correcto de la barra.
Vaughan se rió e hizo lo que le dijo. Obviamente, la barra en sí
era vieja y original. Nombres, fechas y cualquier otra marca imaginable
había sido rasguñada en la madera pulida que solo Dios sabe los
muchos años de servicio que tenía. Este lugar tenía una historia real.
Era una barra de tamaño decente, estableciéndose al lado de una de las
paredes interiores. Detrás, había estantes llenos de licor. De todos los
tipos imaginables. Unas luces ocultas bajas iluminaban las botellas de
vidrio hermosamente. Por debajo de esta había una larga fila de grifos
de cerveza; todas las opciones eran alucinantes.
Claramente, el Dive Bar se tomaba en serio lo de su bebida.
—Oye, hermana —dijo Vaughan, bajando la voz.
—¿Qué?
—Sé buena.
—Siempre soy buena. —Nell me dio una palmada en el brazo,
antes de volverse hacia su hermano—. No te preocupes, tu nueva novia
está a salvo conmigo. Bien, déjame enseñarte rápidamente la lista de
precios.
—No soy su novia —dije por el bien de cualquiera que escuche—.
Solo somos amigos.
—¿Sí? —Joe se rascó la barbilla—. También estoy soltero.
—¿En serio? —pregunté, sintiéndome inmediatamente
avergonzada por lo sorprendida que estaba.
El tipo grande se encogió de hombros, y me dio una mirada de “lo
que sea”. —Noches de trabajo, un lugar como este...
Eh. —¿Tratas de decirme que no conoces a muchas mujeres
atendiendo el bar?
Juro por Dios, había un hoyuelo escondido en su barba. —
Conozco a muchas mujeres. No necesariamente al tipo que deseas llevar
a casa con mamá, ¿sabes? Ni el tipo que quiere conocer a mamá,
tampoco.
—No es que haya nada malo en ello.
—Por supuesto que no, señorita. —Empezó a retirarse con
renovado interés, su oscura mirada deteniéndose en mis curvas. Pero
tan musculoso y viril como era el chico, el que fuera amigo y compañero
de trabajo de Vaughan lo hacía una complicación.
—Lo siento —le dije—. No estoy en busca de satisfacer, o conocer
a tu madre en este momento. Acabo de salir de una mala relación.
—Oí hablar de eso —informó de manera casual.
—Sí. —Uf—. Increíble.
—¿De verdad escalaste una cerca de dos metros y medio de alto
con tacones y un vestido de novia?
—Era más cercana a dos metros.
El hombre frunció los labios. —Aun así... es impresionante.
—Gracias.
Los Beatles cambiaron a los Arctic Monkeys y los olores
procedentes de la cocina me hacían la boca agua. El ajo, carne,
alimentos en general, todas cosas buenas. A pesar de la música que
estaba razonablemente alta, todos en un radio de dos cuadras
escucharon el gruñido de mi estómago.
—Joe estará contigo toda la noche, pídele cualquier cosa que
necesites —dijo Nell, terminando su breve tutorial.
—Correcto. Gracias.
Los dos compartieron una sonrisa.
—Recuerda lo que te dije acerca de Lydia. —Vaughan le dio a su
hermana una mirada seria—. No permitas que se moje ni le des de
comer después de medianoche. Se convierte en un animal psicótico y
aterrador raro. No es bueno.
—No soy un Gremlin —dije.
—Espera. —Con gran drama, Vaughan se golpeó en la frente—.
Mi error. Fue el tequila el que hizo eso. Puedes mojarla y darle de comer
tanto como quieras, Nell. Solo mantenla alejada del tequila.
Me rasqué la mejilla sutilmente con mi dedo del medio.
El imbécil sonrió mientras Joe reía. Honestamente, Nell tenía
razón. Cuanto antes enviaran a todos los hombres a colonizar la luna,
mejor para todos.
—¿Alguna persona que en realidad trabaje aquí esta noche? —
Una mujercita de piel morena vestida con una camiseta negra de Dive
Bar se hallaba más abajo en la barra, golpeteando con sus uñas la
mampostería. Ella y Vaughan asintieron con familiaridad.
—¿Alguna noticia de Stella? —le preguntó Nell.
—No —respondió la mujer—. Mi compañera camarera continúa
desaparecida.
—Estoy a punto de echar a esa chica. No me importa lo genial que
Eric piensa que es con los clientes. Oh, Rosie, esta es Lydia —dijo Nell—
. Lydia, esta es Rosie, una de nuestras camareras. Ha estado con
nosotros desde el principio. También iba a la escuela con Vaughan. Di
hola.
—Hola.
—¿La novia fugitiva de Delaney? —Los ojos de Rosie se
iluminaron con interés—. He estado oyendo acerca de ti todo el día. ¿Es
cierto que te subiste a una valla de tres metros coronada con alambre
de púas?
—Ella dijo que estaba más cerca de dos metros —respondió Joe
con su voz ronca—. No sabía nada del alambre de púas.
El brillo en los ojos de la camarera se atenuó un poco. —Aun así.
No está mal para una mujer en un vestido de novia. El mío era tan
grande que ni siquiera podía salir de la limusina sin ayuda. ¿Sabías que
el novio y su padrino se fueron a Hawai?
—De ninguna manera —dijo Nell.
Mi estómago se hundió. —¿Se fueron a la luna de miel?
Tenía mucho sentido. De lo contrario, los pasajes se habrían ido a
la basura. Bueno, el pasaje de Chris, por lo menos. Tuvo que comprar
otro nuevo, para el padrino. El mío era intransferible y dudaba que el
seguro de viaje cubriera la cancelación de la boda debido a una
escandalosa cinta de sexo. Y, sin embargo, Chris y Paul se encontraban
ahora disfrutando de mi luna de miel romántica en la playa. El esfuerzo
que puse en la búsqueda de la estación correcta para nosotros, la mejor
habitación para comenzar nuestra vida luego de la boda a la perfección.
Me pregunto qué pensarían de los masajes y cenas con velas que había
reservado. De repente, mi cara se sentía hinchada, los ojos acuosos y
adoloridos. No más llanto.
No importaba. Ya no.
—También oí que se fueron —dijo una mujer en una mesa
cercana.
Demasiada gente. Había demasiada gente que sabía de mi. Me
daba urticaria. De repente, todas las grandes ventanas, piedra pulida y
antigua, la madera desgastada brillante de la barra se sentían como
una trampa. Un escenario con luces brillantes. Elevé los hombros,
escondiéndome de la vista. Qué tormenta de mierda. Nunca había
pensado antes, cómo sería ser una de esas personas en las páginas de
las revistas. Seguidas por los paparazzi, su vida expuesta en las
páginas. Y esto era solo un escándalo en una ciudad pequeña (más o
menos). Mi aversión a la atención, sobre todo por algo tan vergonzoso
como esto, hacía la necesidad de los Delaney por comprar mi silencio
aún más ridícula. Esas personas no me conocían en absoluto.
Quería que mi privacidad volviera. Ser una cara más en la
multitud, haciendo lo mío, viviendo mi vida.
En medio de la locura, oí una voz. —Oye.
La mirada de Vaughan me atrapó, calmándome. El chisme no era
el fin de mi mundo. Unos días más y estaría fuera de aquí. La idea de
dejar a Vaughan me molestaba un poco, a pesar de que pronto seguiría
adelante también. Volvería a la costa oeste y al negocio de la música.
Haría otros amigos. Un día, tal vez incluso yo conocería a un hombre en
quién podría confiar, alguien con quién podría hacer planes.
—¿Estás bien?
—Claro —mentí—. ¿Por qué no lo estaría?
Se inclinó sobre la barra, cada vez más cerca, creando un espacio
seguro para mí y para él. —El idiota se robó tu luna de miel.
—Meh. Apuesto que lo muerde un cangrejo.
—Apuesto a que tendrá quemaduras en sus bolas.
—Apuesto a que accidentalmente alimentará a los tiburones —
dije con gran veneno—. Y no quedará nada excepto esta espuma roja en
el agua revuelta, y en su mandíbula.
—Qué lindo. —Vaughan hizo un gesto de agradecimiento—.
¿Cómo lo ves posible?
Me mordí el labio, pensando. —Tal vez pueda salir en uno de esos
barcos de pesca y caer por la borda. Todavía no tengo todos los detalles.
Uno de los lados de su boca se curvó hacia arriba, los ojos
puestos en mí. Muy centrado exclusivamente en mí. Revisé mis dientes
delanteros con mi lengua. No había nada que pudiera sentir. Tal vez
había una marca en la cara o solo se había dado cuenta de que estaba
fuera de mi rango de peso saludable o algo así.
—¿Qué?
—Te ves más suelta —dijo—. Has perdido la sonrisa falsa plástica.
—¿Lo hice?
—Sí. —Él entrelazó sus dedos, exhalando—. ¿Todo bien, nena?
—Todo bien. —Me sentía tan feliz de que estuviera allí conmigo
que, sinceramente, ni siquiera me importó que usara la palabra nena.
—¿No necesitas que golpee a alguien?
—Nah. Tengo esto controlado.
—Está bien. —Se volvió hacia su hermana—. Nell, cuida de esta
mujer, dale de comer.
—Lo haré. —Una vez más, su hermana me agarró la mano. Ella
me remolcó hacia la cocina, que se encontraba atrás, más allá de la fosa
de chismes. Genial. Buena comida. Paz y tranquilidad relativa. Y todo
esto viendo a Vaughan, mi combinación favorita de amigo y hombre
caramelo, moviéndose en el bar. Increíble. Salvada de nuevo por mi
héroe pelirrojo tatuado con tejanos.
Ahora bien, si tan solo pudiera encontrar una manera de
devolverle el favor.
Traducido por Victoria.
Corregido por Sahara

Nell sabía cocinar.


Ella también podía ladrarle órdenes a su asistente (un tipo mayor
hostigado llamado Boyd), sonsacarme información sobre su hermano
(no es que yo tuviera alguna), y todavía encontraba tiempo para
quejarse de manera intermitente sobre Pat. La mujer hacía diversas
tareas como una maestra.
—¿Esto está siempre así de lleno? —pregunté, quedándome a un
lado, tratando de mantenerme fuera del camino. Cada mesa fue
ocupada y había un par de personas de pie por allí, socializando en el
bar.
—Es difícil juzgar el verano. Cuando los bares del centro se
llenan, parecemos recibir algunos de los derivados, junto con nuestros
habituales. —Nell limpió los bordes de un plato, luego lo depositó bajo
la lámpara de calor—. Siempre y cuando sigan viniendo y pagando,
estoy feliz.
Joe y Vaughan se mantuvieron ocupados. Una segunda
camarera, Stella, había llegado finalmente para trabajar junto a Rosie,
aligerando de forma considerable la carga. Donde Rosie parecía amable,
Stella mantenía su distancia. Aunque con las miradas menos-que-
cálidas que Nell lanzaba a su dirección, yo también lo haría. Ella tenía
poco más de veinte años junto con su cabello corto y negro azabache, y
un piercing en la nariz. Muy genial.
La noche parecía volverse más concurrida. Por cada mesa
despejada, entraba otro grupo. Me ofrecí a coger un taxi e irme a casa,
para dejar que Nell trabajara en paz. Ella me ordenó quedarme quieta.
Así que degusté los platos siguiendo instrucciones, charlé con ella, y
sorbí poco a poco el agua helada en la cocina impresionantemente
brillante.
—Está mirando otra vez; rápido, luce feliz —dijo Nell.
Giré la cabeza, le di a Vaughan un saludo con los dedos. —¿Él se
preocupa tanto siempre?
—En mi experiencia no. Pero la verdad, han pasado años desde
que ha estado por aquí.
Con un cuchillo de aspecto letal, hizo brevemente el trabajo de
cortar las cebollas en cubitos. No derramó ni una lágrima. A
continuación, se trasladó a probar una olla de pasta. —Lo visité en la
costa un par de veces. Las cosas siempre se hallaban muy ocupadas. Se
encontraban en el medio de una grabación o de camino a un concierto.
En realidad no fue como si tuviéramos tiempo para hablar.
—Es una pena.
—Entonces una vez que abrimos este lugar, mi vida giró alrededor
de esto. Estoy aquí trabajando o en casa durmiendo.
—Apuesto a que sí. —Nunca había dirigido mi propio negocio,
pero me lo podía imaginar.
—Desde que nuestros padres murieron, para Vaughan ha sido
aún más difícil ponerse en contacto. No sé, supongo que la mayoría de
las familias se van separando, ¿no?
—Seguramente es un error preguntarme a mí. La mía nunca
estuvo unida.
—¿No?
—Fui un accidente. Reproducirse nunca estuvo en la lista de
deseos de mis padres. Siempre estaban trabajando, tratando de mejorar
las cosas. Tener el dinero para comprar una casa grande y brillante con
las últimas mejoras de todo. —Me encogí de hombros—. Simplemente
nunca se dio de esa forma.
Nell frunció el ceño. —Papá trabajaba mucho, pero por lo general
mamá estaba presente.
—No pretendo entrometerme, pero, ¿te importaría si pregunto
cómo murieron tus padres?
—Accidente de auto —dijo, bajando el volumen de su voz—.
Ocurrió en la noche. Empezó a llover y había petróleo en la carretera.
Papá perdió el control y chocó contra un árbol. Mamá murió en el
impacto, pero papá duró más tiempo. Lograron sacarlo del vehículo y lo
llevaron al hospital. Por suerte, él nunca recuperó la conciencia
después del accidente. Nunca supo que mamá se había ido.
—Lo siento.
—Sí. —Se sacudió—. En fin, Vaughan y yo éramos muy unidos en
la secundaria. Éramos más o menos parte de la misma multitud. Fue
extraño cuando se fue, me hallaba demasiado acostumbrada a tenerlo
cerca.
Hizo una pausa para pasarme un pequeño plato de queso feta y
aceitunas.
—Así es como conocí a mi ex, Patrick. Era amigo de Vaughan. Se
lo robé. Por eso debe preocuparle tanto confiarte a mí. —Hizo un
guiño—. Le preocupa que haya cambiado de bando —dijo
sarcásticamente.
—Mm, lo siento. Voy a tener que declinar. —Metí una aceituna
negra en mi boca. Delicioso—. Tienes un cuerpo caliente, pero eres
demasiado complicada. Actualmente estoy evitando cualquier
complicación del tipo romántico.
—Ja. Supongo que tendremos que ser solo amigas.
—Eso me gustaría.
Sonrió e inspeccionamos el progreso de unas pizzas gourmet,
luego las servimos con precisión. Queso halloumi, calabaza, espinaca y
piñas. Se veía divina y olía incluso mejor. —A mí también.
—Este lugar es mucho mejor que la mayoría de los bares en los
que he estado. —Para ser honesta, se encontraba más en la línea de un
restaurante/bar hípster con un pequeño escenario montado en una
esquina—. Es mucho más brillante y el suelo no es pegajoso.
—Hemos heredado ese nombre —explicó Nell—. Andre Bird, el
dueño del edificio, su padre abrió el bar aquí en los años setenta. Murió
detrás de esta barra hace seis años. Ataque al corazón. En un momento
estaba sirviendo cerveza, al siguiente, muerto.
—Uh.
—Pat jura que vio el fantasma del viejo a altas horas de una
noche cuando cerraba. Pero creo que miente. —La sombra de una
sonrisa curvó sus labios. Luego desapareció—. ¿Sabías que Stage Dive
hizo su primer concierto público en ese pequeño escenario de allí?
—No. —Mis ojos se desorbitaron.
—Síp. Me encontraba aquí. Lo hicieron absolutamente horrible. —
Se rió—. Les llevó un par de años llegar al punto en que en realidad
hacían que escucharlos valiera la pena.
Me quedé mirando el escenario, con mi mente oficialmente volada.
Entonces, rápidamente, comprobé que hacía Vaughan. Se hallaba
ocupado reabasteciendo de cerveza la nevera. Parecía todo bien.
—Hay fans intransigentes que llegan a tomarse fotos en el
escenario con bastante regularidad. —Sirvió algún tipo de pechuga de
pollo rellena, espinacas y queso de pasta blanda que se salía de la
media—. Algunos son un poco locos, besando y acariciándolo. Eric y
Joe tuvieron que echar a un chico por intentar montárselo. Estamos
bastante seguros de que estaba muy drogado. Aun así, ¿te imaginas las
astillas que le habrán quedado? Auch.
Aspiré. —Auch, de acuerdo. Es asombroso que hayas visto a
Stage Dive tan pronto.
—Vaughan estaba en la escuela el mismo año que un par de los
chicos. Tenía algunas clases con ellos. Pregúntale al respecto alguna
vez. —Se detuvo e hizo una mueca—. Mejor no, ya que su banda se
separó y son más grandes que nunca.
—Creo que mantendré la boca cerrada. Debe ser duro, siendo un
músico y procediendo de la misma ciudad que ellos.
Un par de mujeres en vestidos ajustados se encontraban en el
bar, ligando con Vaughan. No es que fuera de mi incumbencia. En su
mayoría. La cantidad de ofrecedoras de sexo alcoholizadas que los
bármanes debían soportar... aunque esos tipos tenían un montón de
opciones sin importar la situación. Tatuajes, músculos, sangre fría en
general. Nosotras, la gente normal, nunca teníamos una oportunidad.
¿Por qué se asentarían cuando podrían vivir el estilo de vida libre
y sencilla para siempre?
—Es muy bueno que este lugar tenga una historia tan rica —dije,
obligándome a apartar la mirada de él. Tal vez debería pegarme con
cinta adhesiva la cabeza contra la pared. Tal vez usaría una pistola de
grapas.
Una vez más, Nell hizo ese intenso, corto y casi alarmante sonido
de alegría y/o diversión. Era difícil saber si se estaba riendo, chillando o
qué. —Oh, tenía historia. Debiste haber visto la cantidad de azulejos de
espejo, papel tapiz de terciopelo y esa mierda en general que tuvimos
que botar para regresar al ladrillo y madera original. ¿Cierto, Boyd?
Nada de Boyd.
Nell ni siquiera pareció darse cuenta. —Quería cambiarle el
nombre, pero Pat y Eric no estuvieron de acuerdo. Probablemente fue
mejor. Toda la ciudad lo conoce como Dive Bar.
—Podrías haber sido perseguida por el anciano.
—Sí. El Andre mayor no habría estado impresionado.
En el otro lado de la habitación, vi que Vaughan mezclaba un par
de bourbon con coca-colas, y se los pasaba a Rosie. (Oigan, evité
mirarlo por unos treinta o cuarenta segundos.) Joe le dio un golpecito
en el brazo, diciéndole algo. Luego, con un movimiento de cabeza,
Vaughan pasó a la próxima tarea. Su delgada cara angulosa parecía
feroz, determinado. Sentí pena por él. Aprender un nuevo oficio nunca
era sencillo, menos en una noche tan concurrida.
—Jesús, estás obsesionada —dijo Nell.
Me reacomodé, farfullando—: ¿Qué?
—Te la pasas mirándolo.
—Claro que no.
—Oh Dios, claro que sí —dijo—. Díselo, Boyd. Es un poco
asqueroso.
Boyd no se molestó en levantar la vista de la olla que revolvía.
—Ayer salvó mi gran trasero. Es mi amigo y, esta es su primera
noche en un nuevo trabajo —dije, esforzándome para lucir indiferente, y
a la vez, coherente—. Quiero que le vaya bien, eso es todo.
La pelirroja alzó una ceja.
—Está bien. —Tomé una respiración profunda—. Nell, odio ser
quien tenga que decirte esto. Pero, tu hermano es sexy. Muy.
Honestamente, es algo imposible tener una vagina y no verlo.
Soltó una carcajada.
Boyd frunció el ceño, sin dejar de cocinar. Por lo menos conseguí
una reacción. Removí mi bebida con la pajilla, persiguiendo un cubo de
hielo por toda la copa.
Con las manos siempre en movimiento, Nell se trasladó a la
parrilla, cortando gruesos trozos de carne. —¿Ha dicho algo más acerca
de la venta de la casa?
Uff, territorio inseguro. —Tienes que preguntarle a él.
—Está ocupado. Te estoy preguntando a ti.
—Sí. Y yo te digo que le preguntes a él. —La mujer podía
lanzarme todas las miradas duras que quisiera. No le diría una maldita
cosa de las que Vaughan me había confiado.
Bombillas suspendidas desde el techo de dos pisos se
encendieron y llenaron el bar del Dive Bar con un cálido resplandor.
Felizmente me habría acomodado en alguna mesa de esquina y leído
durante horas. Se sentía un lugar agradable.
Hasta que ya no lo era.
Entró un hombre de aspecto astuto con una coleta masculina, su
cara más gruñona que un trueno, su voz más fuerte que todo el
infierno. —¿Qué carajo, Nell?
Sin inmutarse, la pequeña chef sonrió. —¿Qué carajo qué, Eric?
—Él no va a trabajar aquí.
—Sí lo hará.
—No. —El hombre, Eric, puso gran énfasis en la palabra—.
También soy dueño aquí. Tienes que consultar este tipo de mierda
conmigo, y te digo que no.
—Eric. —La otra camarera, Stella, esperaba detrás de él—.
¿Puedo hablar contigo?
—Ahora no.
—Es importante.
Sin embargo, Eric no tuvo la oportunidad de responder con Nell
en pie de guerra.
—Contratamos a Joe, tu hermano —dijo.
—Todos estuvimos de acuerdo en contratar a mi hermano. La
única persona a la que veo apoyando esta decisión es a ti.
Con los ojos tan fríos como el ártico, Nell agarró un cuchillo
particularmente largo de aspecto peligroso. —Necesitamos ayuda. Él
necesita un trabajo. Es una victoria para todos.
—Lo estamos haciendo bien. Y ese idiota puede pudrirse por lo
que a mí respecta. —Se movió hacia adelante, cerniéndose sobre Nell.
Era algo impresionante lo poco que él temía por su vida.
—Es. Mi. Hermano.
—Mi hermano nos ayudó a construir este lugar. Trabajó día a día
por casi nada. ¿Dónde carajos se hallaba el tuyo, eh? —preguntó, con
su mandíbula rígida—. Lejos, tirándose a fanáticas en la Costa Oeste.
—Por favor. Como si no hubieras hecho exactamente lo mismo si
tuvieras la oportunidad.
Detrás de él, Stella permaneció con una mirada severa por
minuto. La mujer no me transmitía vibraciones felices.
—Deshazte de él —gruñó Eric—. Ahora.
—No. Lo necesitamos.
—Tonterías. Atenderé la barra junto a Joe.
—No hagas esto, Eric —dijo Nell—. ¿Quieres que meta a Pat en
esto? ¿De verdad?
Los labios de Eric formaron una línea plana.
—Traerá de vuelta a Vaughan. Vas a perder la votación y lo sabes.
—Clavó la hoja del cuchillo en la tabla de cortar con un fuerte golpe
seco. Pobre tabla.
Las dos fuerzas de voluntades se enfrentaron en silencio. Hubo
una guerra mundial entre ellos. La muerte y el desastre, un montón de
sangre imaginaria y de explosiones de bombas. Boyd mantuvo la cabeza
baja y el infierno lejos de él. Yo también.
Y pensar que creí que Coeur d'Alene era una ciudad tranquila.
Gente amable, sin mucho drama. Cuanto más tiempo vivía, menos
sabía.
Solo una persona se atrevió a romper el silencio. Stella se preparó
de forma visible, echó los hombros hacia atrás y puso la cabeza en alto.
—¡Eric!
Con un gruñido, éste se giró. —Te dije que no…
La camarera le dio una cachetada. El ruido fue
sorprendentemente alto.
—Váyanse a la mierda tú y tu “ahora no” —dijo—. No voy a perder
ni un minuto de mi vida esperando por ti.
Eric no dijo nada.
—Ibas en serio tratando de explorar algo conmigo, ¿no? ¿En serio
pensaste que no me enteraría que llevaste a cenar a esa zorra anoche?
—preguntó Stella, pasando la mano probablemente adolorida en el
costado de sus vaqueros ajustados de color negro—. ¿Y bien?
El hombre se mantuvo de pie muy quieto y su mejilla se puso
roja. Atrapado. Bien atrapado.
—Pedazo de mierda mentiroso. —La mujer se arrancó el delantal
y lo lanzó hacia su estómago. Sus ojos llorosos ardían de furia—.
¡Renuncio!
Santo infierno.
Por un instante, nadie se movió. Una canción de Jason Isbell
empezó a sonar desde el sistema de sonido. Poco a poco, se retomó la
conversación y los sonidos de comer y beber. El Dive Bar una vez más
volvió a la vida. Había estado tan atrapada en la escena que ni siquiera
noté que de nuevo teníamos una audiencia. Al menos esta vez no se
hallaban interesados en mí.
Una mano se apoyó en mi espalda, con un sólido cuerpo
masculino de pie detrás de mí. No tenía la necesidad de girarme para
saber que era Vaughan. La repentina felicidad en mis hormonas fue
prueba suficiente.
—Dime que no te follaste a otra empleada. —La voz de Nell era
tan mortalmente baja que casi no podía oírlo. Su piel parecía pálida
como la nieve, además de los puntos gemelos brillantes en sus
mejillas—. No lo harías después de que lo prometiste. Otra vez no,
encima de todo lo demás que está pasando en este momento.
Las manos de él se cerraron en puños. —Nell…
—Dime que no lo hiciste.
Obviamente, el hombre no podía.
Respirando con dificultad, Nell se quedó mirando la tabla de
cortar. —Vaughan trabajará aquí el tiempo que lo desee. No quiero
escuchar ni una palabra más al respecto.
Al parecer, Eric no tenía deseos de morir, por lo que mantuvo la
boca cerrada.
—¡Fuera de mi cocina! —dijo ella con los dientes apretados—.
Estoy hablando en serio, no quiero ni mirarte de nuevo esta noche.
Lárgate.
—Me necesitas aquí —dijo.
—No. —Sacudió la cabeza con furia—. No, lo que necesito es
gente en quien pueda confiar para dirigir un negocio. No a un imbécil
que ni siquiera puede mantener su pene en los pantalones durante los
horarios laborales.
Nadie hablaba, la tensión era lo suficientemente gruesa como
para ahogarse.
—¡Mierda! —Eric lanzó el delantal sobre la superficie plana de
metal más cercana y salió.
El restaurante se hallaba completamente lleno y podía oír a
alguien pidiendo un servicio.
Mierda. Pobre Nell.
—Tenemos que volver al trabajo —dijo en voz baja, enviando a sus
tareas a todo el personal.
No podía quedarme allí. No cuando podía ayudar. Nell había sido
buena conmigo, además de la deuda que tenía con su hermano. Cogí el
delantal que Eric había tirado y lo sacudí. —Tuve mi momento como
camarera en la universidad.
Nell me miró, desconcertada. Tenía los mismos ojos azules
hermosos que Vaughan. Como un claro cielo azul de verano o de sus
pantalones vaqueros preferidos, que había lavado un centenar de veces.
Pero en este momento, esos ojos parecían perdidos, y su cara blanca
era un marcado contraste con su pelo rojo brillante. Era una mujer que
llegó a su límite, y luego le dieron un empujoncito más. Dios, conocía
esa sensación muy bien.
Mientras que mis dedos se mantenían ocupados con los lazos del
delantal, respiré hondo. —Rosie puede ponerme al día con la
enumeración de la tabla y lo demás.
La mano de Vaughan se trasladó a mi nuca, donde le dio un
suave apretón. Su pulgar acarició mi piel, y me dieron escalofríos. Era
imposible no apoyarse en él, pedir un poco más de lo que me daba.
Todo ese calor y fuerza. La verdad era que me gustaba su toque mucho
más de lo debido. Sin duda, mucho más de lo que era sabio. También
su olor. Hombre, olía bien. Jabón, a él y sexo. Aunque el sexo era
probablemente solo parte de mi imaginación febril.
Entonces se marchó, volviendo a la barra.
—No tienes que hacer eso —dijo Nell.
—Lo sé.
Parpadeó, congelada por un instante. Luego el momento se fue.
Con fuerza, Nell aplaudió, de vuelta en el juego. —Tenemos casa llena,
gente. Manos a la obra. Boyd, ¿cuántas veces tengo que decirte que
dejes de estar por ahí cotorreando? A trabajar. ¡A trabajar!
Traducido por anita0990 & Ann Farrow
Corregido por Itxi

—No te muevas ni un centímetro. Voy dentro a coger mi cámara.


Luciendo divertido, Vaughan se enderezó. Estuvo apoyado sobre
la parte delantera del Mustang, haciendo cosas profundas y
significativas con el motor del auto. Tenía que admitir, la posición hacía
cosas increíbles a su culo en esos vaqueros. Y el hecho de que no
llevaba camiseta, me hizo estremecerme. La tinta en sus brazos daba
una vista increíble. El hombre era arte viviente.
—Buenos días, Lydia.
—Buenos días, Vaughan. —Le pasé una de las tazas de café que
hice con los ingredientes que Nell me mostró la noche anterior. Café,
azúcar, crema y recipientes llenos de sobras del restaurante, Dios la
bendiga.
—Gracias. —Tomó un sorbo, sonriéndome.
—¿Qué?
—Tú —dijo—. Sonriendo y metiéndote conmigo. Es como si
hubieras liberado tu ser interior alegre. Dejándolo libre para que vuele.
—Nah. —Apoyé una cadera en la puerta del lado del conductor—.
Soy solo yo, dándole cumplidos a tu trasero y practicando mis frases de
coqueteo, ahora que estoy soltera otra vez.
—Me alegro de que sientas que mi culo es digno de tus
atenciones.
—No hay problema.
—Y quiero que sepas, que en el momento en que me des la señal y
te levantes la blusa, estaré más que feliz de darle a tus pechos las
mejores frases que tengo.
—Eso es dulce. —Tomé un sorbo de mi café, intentando mantener
una cara seria. En mi infinita sabiduría, planteé la cuestión de sexo.
Ahora aquí estábamos, con mi pulso acelerado, dirigiéndome
directamente hacia un ataque de pánico por la forma en que me
miraba. Qué loco. Deseaba su atención con todo mi corazón, y a la vez
no—. Voy a pensar un poco en tu sugerencia de la blusa.
—Deseo que lo hagas —dijo. Oh, esa astuta sonrisa suya. Hizo
que todo en mí se volviera débil.
Me reí, un poco nerviosa.
—¿Cederás a mi coqueteo en algún momento pronto?
Guau. Me detuve, confundida.
—No es que me importe tirarte los tejos, Lydia. Solo es curiosidad
—dijo—. Y no estoy siendo amable ni tratando de aumentar la confianza
en ti misma.
Ugh. —¿Estoy tan obviamente neurótica y necesitada?
Tomó otro sorbo de café. —Para ser justos, la mierda que has
pasado últimamente haría a cualquiera dudar de sí mismo.
Arriba, un pájaro pasó volando. Qué lindo sería poder
desaparecer tan fácilmente. Quería alas. Conversación incómoda,
situación de mierda; estaría lejos de aquí, idiotas. ¡Puf! Me fui. Ni
siquiera debían ser bonitas, cualquier par de alas de una paloma vieja
me servirían.
—Creo que sí —le dije, observando el pájaro desapareciendo de la
vista—. Siempre somos más duros con nosotros mismos, ¿verdad?
Un encogimiento de hombros.
Correcto. Como si este hombre pudiera nadar en un mar de
dudas interiores. Hermoso. Talentoso. Amado por su familia y amigos.
Imagina tener la bravuconería para subir en el escenario frente a
cientos, no, miles de personas. Les correspondía a idiotas como a mí
encontrar las espinas y poner en orden su mierda. Algunas personas
conocían naturalmente cómo pavonearse.
—Culpo a las revistas femeninas y los medios de comunicación —
le anuncié, dejando mi taza a un costado—. ¿Estás demasiado
necesitada? ¡Cómo tener más confianza y lucir menos basura en setenta
y ocho pasos sencillos! ¡Solo trescientos mil dólares para una mejor
versión de sí mismo! Bueno, gracias. No me di cuenta de todo lo que era
espantoso en mí hasta que lo señalaste.
Recogí mi largo cabello, atándolo en un moño flojo en la cima de
la cabeza. —Toda mujer en la tierra debe poner en marcha una acción
contra los medios de comunicación. Para hacerlos caer.
Nada de mi amigo, teniendo en cuenta en dónde fijó su mirada.
De nuevo.
—Vaughan, estoy hablando. Presta atención. Mis ojos no están
ahí abajo.
Su mirada volvió a mi cara.
—Gracias.
—Eso era una trampa. Levantaste los brazos —se quejó,
frunciendo las cejas. Nunca un hombre pareció tan oprimido—. ¿Qué se
supone que haga?
—¿Una trampa? ¿Crees que intento atraparte? —Arrugué la
frente—. Vaughan, comienzo a preocuparme sobre tu fijación por los
pechos. En serio, ¿cómo puedes funcionar cuando cualquier indicio de
tetas envía tu cerebro a un estado de coma?
—Me miraste el culo. No me ves regañándote. —Estiró el cuello—.
Y de todos modos, solo sucede contigo. No tengo problemas con
cualquier otro pecho. Puedo apreciar discretamente y seguir adelante.
Los tuyos son diferentes.
—¿En serio? —Sonreí; mi estómago hizo la voltereta más extraña.
En lugar de responder, desapareció una vez más bajo el capó. En
la distancia, podía oír niños riendo y un coche pasar cerca. El viento
soplaba a través de los árboles de pino y un pájaro cantaba. Hombre,
este lugar era precioso. Muy relajado. Si poseyera esta casa, nunca
renunciaría a ella. Me podrían enterrar en el patio trasero, dejando que
me convirtiera en fertilizante.
Vaughan me miró desde la esquina del capó, llamando mi
atención de inmediato.
—Humildemente pido disculpas por verte como un objeto —le
dije—. Voy a tratar de no volver a hacerlo.
Un resoplido.
Fue justo.
—Qué tan día precioso —dije.
No podría haber pedido una foto más bonita. Un grande y viejo
árbol daba sombra a la calzada de un costado de la casa donde tenía
abierto el capó. Rayos perdidos del sol iluminaban el rojizo de su cabello
y el color de la tinta en su piel, de otro modo, pálida. Supongo que al
tocar en bandas, disfrutando de la vida nocturna, no hacían un gran
bronceado. Pero no importaba. No le hacía falta uno. Alto, delgado y
firme en todos los lugares correctos, Vaughan Hewson era el sueño
húmedo de cualquier chica. Por fortuna, yo lo respetaba por su mente.
—Me duelen los pies de anoche. Hace años que no pasaba tanto
tiempo en estas. —Le di a mis bellezas Birkenstock un tirón. Para el
resto del conjunto, elegí pantalones cortos de mezclilla y una camiseta
de gran tamaño. Cómodo era el aspecto que me gustaba—. He estado
pensando un poco más en tu casa, si todavía estás interesado en
venderla.
Nada por debajo del capó.
—Conozco a un buen agente, Wes de Breers Real Estate. Es un
buen tipo, no tan feroz como el resto. Podría llamarlo, pedirle que pase
si gustas.
Esperé una respuesta.
—Depende de ti, por supuesto.
El sonido que hizo parecía lejos de ser alegre. —Pensé que íbamos
a hablar de esto otra vez cuando estuviera listo.
—Todavía no he oído de los Delaney, pero no van a perder el
tiempo para deshacerse de mí —dije, con tono irónico—. No sé cuánto
tiempo más voy a estar aquí y no quiero que te timen.
Se detuvo, mirándome. —Gracias. Si pudieras llamarlo, sería
bueno.
—Está bien —dije en voz baja.
—Es solo que... es difícil abandonarla.
—Sí.
Limpiándose las manos grasientas con un paño, volvió a mirar la
casa. —Siempre pensé que estarían aquí. Vendría para las fiestas y esas
cosas, y nada cambiaría. Papá seguiría arruinando las luces de Navidad
y mamá se volvería loca con las calabazas en Halloween. Nell y Pat
tendrían un niño, y todo estaría bien.
—Suena bien.
—Mm… —Hizo una pausa—. Después de terminar la gira y haber
hecho un poco de dinero, iba a comprar uno de esos lugares junto al
lago. Para establecerme.
—¿Aquí? ¿En California no?
—Nah. En mi cabeza, era siempre aquí. —Sus manos retorcieron
la tela en una bola apretada—. Lo tenía todo planeado.
—Sabes —dije, intentando hablar con suavidad—, he escuchado
que la mayoría de las personas tienen tres carreras diferentes durante
su vida.
—¿Sí?
—Tal vez tocar en la banda es solo tu primera.
—¿En serio? ¿Quieres que renuncie sin más? —preguntó,
elevando el volumen de la voz—. ¿Que empeñe las guitarras y qué, que
obtenga un empleo en Burger King preparando papas fritas?
—No quiero…
—Porque puedo ver que eso saldría de puta madre, Lydia. —Tiró
la tela a un lado, furioso—. Buena idea. Impresionante.
—Vaughan. —Me dolían los músculos de mi mandíbula.
—¿Quieres saber la diferencia entre tú y yo, nena?
Mantuve la boca cerrada. Muy segura de qué iba a decirme.
—Tu sueño era casarte con un idiota con una gran cuenta
bancaria y esconderte detrás de la cerca blanca por el resto de tu vida.
—El imbécil se elevaba sobre mí, amenazante.
—¿Es así?
—Cristo. Sabes que sí. —Se rió, con malicia.
Guau. Sí. No tenía nada que decir en respuesta.
—Pero mi sueño... el mío. —Su pulgar golpeó directamente el
centro de su pecho—. Era un poco más grande.
No tenía palabras. Ninguna.
Por un momento solamente me quedé mirándolo, sorprendida por
su arrebato más que nada. No existía motivo por el que debería estarlo.
Él y yo, ya nos conocíamos por... ¿un poco menos de cuarenta y ocho
horas? Conocí a Chris durante cuatro meses y me engañó. Mi historial
para leer a la gente era, después de todo, una mierda.
—Bueno. Lo siento por decir algo que te haya molestado. —Hice
una pausa, respirando hondo—. Eso fue, obviamente, insensible de mi
parte, dado todo lo que estás pasando.
Nada.
—Lo que quería decir era que podría haber otros puestos de
trabajo en la música que funcionen para ti. Que puede que te encanten.
Aún nada.
—No soy tu enemigo, Vaughan. Me importas mucho. —Mis manos
colgaban rígidas a mis costados. Apenas pude resistirme de estrangular
al idiota—. La forma en la que me acabas de hablar no está bien.
¿Cómo te atreves a decir que mis esperanzas para el futuro son menos
importantes que las tuyas? Que soy una perra avariciosa lista para
abrir sus piernas por una casa grande para jugar a la esposa trofeo.
—Lydia…
—No he terminado, estúpido.
El hombre me miró con los ojos llenos de sorpresa, o
desconcierto. Su rostro estaba tenso, labios cerrados con fuerza. Así
como era debido. Lo miré fijamente, memorizando los detalles para
después, cuando no deseara hacerlo papilla o echarme a llorar. Tontas
emociones femeninas, siempre me metían en problemas cuando quería
ser dura. Metí la pata, siempre lo había hecho y siempre lo haría. Hora
de aceptarme y a todos mis defectos, y seguir adelante.
—En realidad, acabé.
—De acuerdo.
—Voy a juntar mis cosas —le dije—. Creo que será lo mejor.
No dijo nada.
Retrocedí, me volví y comencé a caminar hacia la puerta
principal.
La mayor parte de mis cosas ya se encontraban empacadas en
cajas. Esto no debería ser demasiado difícil.
Mi pie golpeó el primer escalón de la entrada y me hallé perdiendo
el equilibrio. Me agarré a la antigua barandilla de hierro, luchando para
sostenerme antes de que mi cara se reuniera con el suelo. Increíble.
Qué gracia.
—Lo siento.
Me detuve en seco.
No dijo nada más.
Poco a poco, me di la vuelta. Permaneció de pie en la hierba alta,
observando, esperando. Honestamente, fue difícil mirarlo. La expresión
de su rostro y su postura, la emoción en sus ojos. Mi mundo era tan
colorido cuando se trataba de él. Cada detalle tan vívido y real. No
debería tener ese poder. Hubiera sido mucho más fácil dejarlo.
Interrumpí en su casa, pero de alguna manera, él irrumpió en mi ser,
abriéndome, exponiéndome mucho más que nunca a la vida.
Y pensar que creí amar a Chris. Qué idiota. No tenía ni puta idea
sobre el amor. Conocía sobre el agrado y la lujuria, cosas por el estilo.
Pero el resto era un abismo, un gran agujero negro, y no podía ver el
fondo. No podría ni empezar a comprender la profundidad del mismo.
Dentro de mí, habitaba una bola de emociones que tenía que ver con mi
amigo Vaughan. No me sentía lista para etiquetar ninguna. Todo lo que
sabía era, dejarlo herido.
—¿Eso es todo? —Enlacé mis dedos frente a mí, insegura.
Un hombro ancho subió y bajó. —¿Es necesario que haya más?
—No estoy segura.
Dio un paso hacia mí, luego otro. Con él parado en la parte
inferior de la escalera y yo en el segundo escalón, nos hallábamos cara
a cara. Sus manos se enredaron con las mías, primero una y luego la
otra. Dios, su piel era tan cálida.
Nuestros cuerpos gravitaron el uno hacia el otro. La atracción de
un corazón roto hacia otro. Lo observaba con cautela, intentando
mantener algo bajo mi custodia. En realidad no funcionó.
—Tienes razón, fui un estúpido.
—Sí, lo fuiste.
Una leve inclinación de cabeza. —Voy a besarte —susurró.
—Oh. Está bien —le susurré. No tenía ni idea de por qué
estábamos susurrando.
No existía una buena razón para no permitir que me besara.
Bueno, siempre tenía la excusa de la protección del corazón y todo eso.
Aunque, dado que ya avanzaba hacia mí, era un poco tarde para eso.
Sus labios rozaron los míos. Un roce suave. Arriba y abajo en el
más pequeño de los movimientos, rozó su boca con la mía. Fue dulce,
lindo y un poco raro. Nunca me besaron así. Nadie. Cada parte de mí
anhelaba seguir adelante, exigir más. Pero, al mismo tiempo, lo que me
daba era tan bueno. Apresurarlo a él y su arte habría sido un error.
Su aliento calentó mi cara y sus dedos se apretaron alrededor de
los míos. Me quedé completamente inmóvil mientras frotaba
suavemente sus labios contra los míos, haciendo lo que quería. La
punta de su nariz rozó mi mejilla, una y otra vez, y mi pecho se apoyó
contra el suyo. Con lo que me hacía, de otro modo, me habría caído
sobre mi trasero. Sus besos eran hipnotizantes.
Cuando sus labios se abrieron un poco, lo justo para besar con
suavidad mi labio inferior, juro que me desmayé. Una y otra vez me
besó en los labios, primero el superior, luego el inferior, los lados y la
esquina desde donde comenzaba mi sonrisa. Ninguna parte se quedó
intacta. Mi sonrisa se hizo más amplia, mis pezones duros y mis
entrañas adictas a Vaughan. Eso era un término médico.
Se echó hacia atrás apenas, sonriendo también. —¿Me perdonas?
—Te habría perdonado sin el beso.
—Lo sé —dijo, todavía hablando en voz baja—. El beso fue más
para mí.
—¿Sí? —Dios, era bello. El hombre más bello que jamás conocí—.
¿Crees en la locura a primera vista?
Líneas arrugaron su frente. —¿Qué?
—No voy a usar la palabra con A y no creo que esto, sea lo que
sea, tenga algo que ver con eso. Así que no te asustes y de repente me
acuses de ser una acosadora etapa diez o algo así, ¿entendido?
—Está bien. —Parecía divertido.
—Pero, ¿que si existe la locura a primera vista? Porque creo que
tenemos una base creíble para eso.
Por un momento se me quedó mirando, obviamente, sumido en
sus pensamientos.
—La primera vez que te vi, sentada en mi ducha en ese vestido,
sin duda pensé que estabas loca.
—Mm-hmm.
—Y me vuelves loco, a veces.
—Igual.
Su lengua jugó detrás de su mejilla. —Podría estar un poco loco
por ti también.
—Lo estás definitivamente por mis pechos.
—Tus tetas son de primera categoría —dijo, con las manos sobre
mi espalda, presionándome con más fuerza hacia él.
—Gracias. Soy consciente de eso.
—Sin embargo, es todo de ti lo que me vuelve loco. Solo para que
lo sepas.
Solo pude sonreír. —¿Sí?
—Sí. —Apoyó su frente contra la mía, cada vez más cerca—. ¿Qué
hay de ti? Yo confesé. Dime.
—Se me ocurrió la idea.
—Eso no te deja saca del apuro.
Gruñí. —Bien. También estoy loca por ti. Loca en todas las formas
en que puede interpretarse la palabra.
—Nos quedan unos pocos días —dijo, estrellando toda la felicidad
a la tierra. De repente, el sol no brillaba. La tierra no giraba. Todo
estaba jodido.
No. No lo dejaría pasar.
—Lo sé. Quiero decir, sé que esto no es permanente para ninguno
de los dos. —Algo dentro de mí gritaba con negación—. Es más un
cruce de caminos en el gran viaje de la vida.
—Correcto. —Me dio un beso una vez más—. No quiere decir que
no estoy loco por ti.
—Lo sé.
—Y acerca de lo que dijiste —comenzó, mirando por encima de mi
hombro—. Sé que intentabas ayudar. Pensaré en ello, ¿de acuerdo?
—Bueno.
Sus manos frotaron mi espalda, entonces me soltó, exhalando con
brusquedad. —A menos que quieras ir a tirarte en el colchón conmigo
en este momento, mejor voy a tomar aire. Voy a terminar el coche,
empezaré a cortar el césped y esas tonterías.
Bajé la vista. Sí, sin duda algo se endureció en la parte delantera
de sus pantalones. Eh. Ni siquiera utilizamos la lengua. Y comentaban
que el romance estaba muerto.
Un rato en el colchón sonaba muy bien, pero a pesar de que nos
quedábamos cortos de tiempo, no quería apurar las cosas. ¿Qué pasaría
si tuviéramos sexo y luego la anticipación, la adrenalina de todas las
buenas hormonas, las esperanzas y los sueños que recorrían mi cuerpo
acababan? No. Teníamos que tomarlo con calma. Hombre, era tan difícil
el juzgar los pros y contras de esta situación.
—Te dejaré ir hacer tus trabajos —dije en un apuro, retrocediendo
un poco.
—Bueno.
—No obstante, pensé en otra cosa. —Puse una mano sobre su
pecho desnudo súper caliente para detenerlo.
Me dio una mirada cautelosa.
—Relájate. Me preguntaba si podrías ayudarme a comprar un
coche. Sabes acerca de sus interiores, ¿verdad? —Le toqué el pecho de
un modo totalmente sutil—. Voy a necesitar ruedas para escapar de
este lugar.
—Por supuesto. Con gusto, nena.
—¿Nena? —Lo miré por encima de mi nariz.
—Nena —dijo, resuelto.
Oh. ¿Quién era yo para luchar contra él? —Bien.
Traducido por rihano & Zara 1789
Corregido por Anna Karol

Nell entró muy campante en la casa la tarde del lunes, con Rosie,
la camarera caliente, en sus talones. Una llevaba bebida, la otra, cajas
de pizza. De inmediato mi estómago rugió con necesidad. La pizza era lo
mejor.
—¿Me perdí la parte donde llamaste? —Encorvado por la mitad,
Vaughan se sentó en el sofá, atando el cordón de su zapato.
—Eres gracioso, hermanito —dijo Nell sin despreocuparse,
arrojando su caja llena de botellas de vino en la mesa de la cocina.
Usaba una minifalda de mezclilla y camisa de color naranja. Rosie
sacudía un vestido color azul. Sin duda, no era el uniforme del Bar
Dive.
—Hablo en serio —respondió Vaughan.
—Lo sé. Eso es lo que lo hace tan divertido.
—¿Qué está pasando? —pregunté, metiendo basura en mi bolso.
Nos preparábamos para el trabajo. Dada la rápida salida de la amiga
camarera de Eric, Stella, cuyos turnos acepté suplir hasta que fuera
encontrado un reemplazo. O hasta que fuera hora de irme de la ciudad.
Lo que ocurriera primero. Vestía mis mejores pantalones negros y una
camisa a juego del Bar Dive que Nell me dio la noche anterior.
—Nos estoy dando la noche libre. —De un armario sacó tres
copas de vino, enjuagándolas bajo el grifo—. Lydia, Rosie y yo
tendremos un poco de tiempo de chicas. Sé amable y vete, ¿lo harías?
—En serio necesito empezar a bloquear las puertas —murmuró
Vaughan, estirándose en el sofá—. ¿Quién está dirigiendo el bar?
—Eric.
—¿Y?
—Solo Eric. —Nell sonrió. Era una vista desconcertante—.
También será el camarero de esta noche. Boyd tiene la cocina bajo
control, pero por lo demás, Eric está por su cuenta.
Rosie también sonrió como una loca.
—¿Es bueno para tu negocio? —le pregunté sin pensar,
aceptando una gran copa de vino tinto—. Espera. No importa. Olvida
que dije eso. No voy a molestarlos con innecesarios aspectos prácticos
que pueden resolverse por sí mismos.
Permaneciendo en el sofá, Vaughan me dio una pequeña sonrisa
y una mirada de comprensión.
—Bue-no. Está bien —rió Nell—. Necesitamos una voz de
practicidad por aquí. Pero la cosa es que, a veces, tienes que enseñarle
a la gente una lección. Eso, o recurrir al homicidio, y preferiría no ir a la
cárcel.
—Palabras —dijo Rosie, tomando un poco de su vino—. Ooh. Sí
que atraes las cosas buenas.
—Por supuesto. —Se volvió hacia su hermano y hacia mí, con los
ojos llenos de curiosidad—. Entonces, ¿en qué han estado ustedes dos
hoy?
—Vaughan trabajó en su coche por un rato, luego me ayudó a ver
algunas opciones. —Dejé de lado la parte donde mi amigo agente de
bienes raíces se detuvo para echar un vistazo a la casa.
—Ella quiere un Prius —rió Vaughan.
—Tienen un buen kilometraje.
—Lydia —Nell hizo una mueca—, no. Simplemente no. ¿De
acuerdo?
Incluso Rosie parecía ligeramente aterrada por mi gusto en
vehículos.
—¿Ninguno se preocupa por el medio ambiente? —Alcé los
hombros, sorprendida.
—Es por tu propio bien que te salvamos de esto. —Nell sostuvo su
copa de vino en alto, brindando por mi falta de estilo, al parecer—. Nos
lo agradecerás un día.
—Lo dudo. —Así que esto significaba tener amigos involucrados.
Tal vez debería buscarme una piedra mascota o algo así. Una planta,
quizás. Cualquier cosa incapaz de responder.
Una vez más, la puerta se abrió, esta vez atendiendo al sexo
opuesto. Un tipo alto, con una enorme barba y los lados de su cabeza
afeitados entró con una jarra llena de cerveza en cada mano. Casi cada
centímetro de su piel se encontraba cubierto de tinta y un anillo de
plata colgaba de su nariz.
En el instante en que vio a Nell, se paró en seco. —Mierda.
—Pat —dijo con una cuidadosa voz baja—, pensé que ibas al
Whitefish.
—Cambié de idea.
Ella asintió, mordiéndose el labio.
—Hola. —Joe entró detrás de él, otro par de jarras en la mano.
Parecía que todos planeaban una fiesta.
El último que llegó fue un tipo un poco mayor. No tan alto como
los otros dos, pero musculoso y muy guapo, en el sentido de “he-visto-
algo-increíble-en-la-vida”. Un gris veteaba su corto cabello en punta y la
barba en su mandíbula y mejillas. En una mano llevaba una guitarra,
en la otra equilibraba un par de cajas de pizza grandes.
—Andre. —Apresurado, Vaughan se puso de pie—. Mierda,
hombre. Qué bueno verte.
—Gracias por avisarme que regresaste. —Andre empujó la
guitarra hacia Vaughan, para agarrar las pizas con ambas manos—.
Joe tuvo que hacerlo.
—Lo siento. —Puso la guitarra debajo de un brazo, sosteniéndola
para tocarla. Luego pulsó una cuerda—. Todavía suena dulce.
—Por supuesto. Martins solo mejora con la edad.
Con una sonrisa irónica, le entregó el instrumento, haciéndose
cargo de la pizza. —No quiero enamorarme de algo que no puedo
permitirme.
Andre rió y sacudió la cabeza.
—Lydia —dijo Vaughan—, quiero que conozcas a algunos viejos
amigos míos, el que tiene la barba del largo de Gandalf 2 es Pat. Es el
dueño del salón de tatuajes junto al bar.
—Hola. —Levanté una mano a modo de saludo y el hombre me
dio un levantamiento de barbilla.
—Y este aquí es Andre. —Le dio al hombro del hombre un
apretón—. Es quien me enseñó a tocar. Le compré mi primera guitarra
cuando tenía diez años. Él acababa de abrir su tienda.
—Síp —dijo Andre—. Tomé todo su dinero de navidad y
cumpleaños.
—Típico. —Joe puso sus jarras en la mesa del comedor—.
Robando a niños pequeños. Deberías estar avergonzado de ti mismo.
Apuesto a que también robaste sus dulces.
Siempre tan discreto, Andre lo golpeó.
—Oh, me costó —concordó Vaughan—. Esa Epiphone de segunda
mano había recibido algunos golpes, pero tenías razón. Tenía un
hermoso sonido, hizo el trabajo y algo más. Todavía la tengo.
—¿No me digas?
—No la he tocado en mucho tiempo. Pero no me atrevía a dejarla.
Ambos sonrieron.

2Gandalf es un personaje ficticio perteneciente al legendario del escritor británico J.


R. R. Tolkien.
—En fin —dijo—, solía trabajar en su tienda a veces después de la
escuela y esas cosas.
—¿La tienda de música cerca del Bar Dive? —pregunté, bebiendo
mi vino. Excelente calidad, Rosie tenía razón.
—Esa misma —respondió Andre, colocando la acústica en una
silla. Se encaminó en mi dirección, dándome un vistazo—. Gusto en
conocerte, Lydia.
Entonces se acercó más, bajando la voz a un murmullo: —
Delaney es un imbécil. Ese fue un escape afortunado de tu parte.
Puedes hacerlo mucho mejor, dulzura.
Dejé escapar una risa. —Gracias.
El hombre se inclinó, dándome un beso en la mejilla, sonriendo.
Maldición, era meloso. También usaba una loción para después de
afeitar muy agradable.
—Oye —dijo una voz malhumorada. Vaughan se puso al instante
a mi lado, disparando rayos láser a su viejo amigo—. Tranquilízate,
hombre. Acabas de entrar por la puerta.
—Lo siento, Lydia —dijo Andre—. ¿Te hice sentir incómoda?
—No.
Los rayos láser y el ceño fruncido se volvieron hacia mí.
—Bien. —Después de una palmada en el hombro de Vaughan,
Andre se alejó. A continuación se dirigió a Nell, besándola en la mejilla,
luego a Rosie. Claramente, era solo su forma de ser amigable con las
mujeres que le gustaban. Como si de repente estuviera llamando la
atención de cada bombón.
—Tienes muchos buenos amigos en esta ciudad —dije, siguiendo
la conversación.
Un gruñido.
—Es muy bueno llegar a conocer a algunos de ellos.
—Sí —dijo—. Escucha, Andre es un poco mujeriego y no quiero
ver que salgas lastimada.
Cubrí su boca con mi mano. —Detente ahí. ¿Crees que me
metería con uno de tus amigos?
Su preocupación no parecía calmarse.
—No lo haría, menos después de hoy. —Bajé tanto la voz como mi
mano—. ¿Recuerdas el momento donde me besaste?
Su mirada cayó a mis labios. Oh, Dios, este hombre. —Lo
recuerdo.
—Y después, ¿cuando hablamos de la locura a primera vista?
—Sí.
—No fue un compromiso para ninguno de los dos. Lo sé. Pero fue
una declaración.
Su mano se deslizó debajo de mi cola de caballo baja,
acariciándome la nuca con el pulgar. Escalofríos recorrieron mi espalda.
Así de fácil lograba provocarme. Estúpida de mí por no arrastrarlo antes
al colchón más cercano.
—Cuarenta y ocho horas —murmuró.
—¿Qué?
—Te he conocido por cuarenta y ocho horas. —Inclinó el rostro,
acercándonos más.
—Así es. —Este era un espacio seguro. Y, precioso—. Se siente
como que hemos cubierto una gran cantidad de territorio en un lapso
muy corto de tiempo. Como una amistad veloz con potencial para
beneficios.
—Mmm.
—Y solo quiero que sepas que no pienso menos de ti por conducir
un desastre ambiental de coche que consume mucha gasolina.
—Gracias, nena.
Arrugué la nariz. —Me pillaste en un momento de debilidad antes.
No quise decir que estaba bien el que me llamaras “nena”.
—¿No?
—No.
—Apesta ser tú. —Colocó un beso suave en mi frente.
—Vaughan —dijo Joe, aplaudiendo con fuerza—, ¿todavía tienes
esa fogata en la parte de atrás?
—Está enmalezada, pero sigue ahí. —Le dio a mi nuca un último
apretón, entonces dio un paso atrás—. ¿Piensas que deberíamos
ponerla a funcionar de nuevo?
—Leíste mi mente.
—Hagámoslo —dijo Andre.
Vaughan miró entre Pat y su hermana, ninguno de los cuales
parecía estar particularmente relajado. La sonrisa de Nell parecía tensa,
el vino en su copa desapareciendo a gran velocidad. Un músculo saltó
en su mandíbula. —Sí, vamos a hacer eso. Dejemos a las chicas aquí
para que hagan sus cosas.
—Gracias, caballeros —cantó Rosie, con el vino en su copa
también reducido en gran medida—. Mi marido solo se compromete a
hacer de niñera una vez cada luna azul. Yo hago más que eso.
—Diviértanse. —Vaughan recogió las jarras que Joe dejó sobre la
mesa, luego se paseó hacia las grandes puertas de cristal—. Agarra
algunos vasos.
—A por ello —dijo Joe.
—¿Vienes, Pat? —preguntó Andre antes de salir hacia la
temprana noche.
Sin una palabra, el tatuador lo siguió. La mirada de Nell también
lo hizo. Amor, en todo su dolor y gloria, se encontraba escrito en su
cara. En comparación, lo que yo sentí por Chris era ridículo.
—Nos separamos —dijo Nell, mirándome a los ojos.
—Lo siento.
Se encogió de hombros y drenó lo último de su vino. —Estas
cosas pasan, ¿verdad? Agarra la botella de la cocina, ¿lo harías?
—Por supuesto.
Las tres nos apiñamos juntas en el sofá, rematando nuestras
copas.
—Mierda, lo olvidé. ¡Pizza! —Rosie corrió a la cocina, trayendo de
vuelta una de las cajas—. Calabrese, tomate y albahaca. Mi favorita.
—Genial. —Mi estómago rugió a la vida y tomé una rebanada.
—¿Quieres que la caliente?
—No hay tiempo para eso —dije, tomando un bocado—. Oh. Esto
es bueno. Muy bueno.
—¿Segura? —rió Rosie.
—Solo te gustaría que pudieras hablar con la boca llena de
comida, y todavía verte así de atractiva.
Eso hizo reír incluso a Nell. Anotación.
—Las hicimos para nosotras antes de irnos. Me alegro que te
guste mi cocina —dijo—. Ya que veo que mi hermano no se ha
molestado en abastecer la casa, estarás confiando en mí durante tu
estancia.
—Iré al supermercado mañana —dije, haciendo una pausa para
tragar un sorbo del muy buen vino—. Vaughan ha estado ocupado.
—No importaría si no lo hubiera estado —dijo, agitando su copa
de vino tinto—. No hará nada que se sienta como establecerse aquí.
Este lugar… es demasiado difícil para él. Demasiados recuerdos,
supongo. Se habrá ido tan rápido como pueda hacerlo.
—¿De verdad crees que la venda? —preguntó Rosie.
Nell apoyó la cabeza contra la parte superior del sofá, mirando
hacia el techo. —Siempre quiso ser guitarrista, tocar en una banda.
Necesita el dinero.
—Mierda —susurró Rosie—. Lo siento.
Comí más pizza y bebí más vino. Me dolió el corazón por ella, pero
no podía hacer nada.
—Es como si lo hubiera perdido al mismo tiempo que a mis
padres. Ahora Pat también se ha ido. —Nell sorbió, secándose
rápidamente los ojos—. Mierda. Lo siento, chicas. No pretendía ponerme
toda llorosa con ustedes.
—Está bien —dije, tocando su codo—. Estás a salvo aquí, Nell.
—Exacto —hizo eco Rosie, agarrando una vieja caja de pañuelos
de papel. Me agradaba. Era buena gente.
—Soy la perra de corazón duro —dijo Nell—. No puedo llorar.
—Todos lloramos a veces. Eso no es problema.
—Mi periodo puede llegar en cualquier momento. Vamos a echarle
la culpa a eso.
—Hecho. —Sonreí.
Rosie empujó la caja de pañuelos hacia ella, luego corrió a la
cocina para traer otra botella de vino. Esta noche iba a volverse un
desastre. Todo el mundo necesitaba descargarse de vez en cuando.
No podía dejar de preguntarme si este era el único resultado final
del amor. ¿Sentirse perdido, dañado y aferrándote a lo que quedaba de
tu vida? Gracias a Dios no continué con la boda. Y gracias a Dios, esto
con Vaughan tenía una fecha de caducidad. De lo contrario, quién sabe
lo que podía pasar. Podría terminar destrozada, en aún peor estado que
después de la traición de Chris. Porque Vaughan podría hacer eso. En
cuarenta y ocho horas ya despertó sentimientos de los que no quería
hablar. Éramos un choque de trenes inminente. Pero, maldita sea, sería
difícil evitar ir por ese camino. Incluso si lo lamentaba por el resto de mi
vida.
—Teniendo en cuenta que trabajamos en el mismo edificio, Pat se
ha vuelto sorprendentemente bueno en soportar estar tan cerca la
tienda de tatuajes y evitarme —dijo—. No lo he visto en semanas. Creo
que eso es la causa de nuestra ruptura.
Nos quedamos calladas, dejándola desahogarse. A veces, eso es
justo lo que necesita una chica.
—Cuando se hizo cargo del salón fue una mierda. Un desastre. Se
dejó el alma para llegar a donde está hoy y yo lo apoyé. Pensé que
cuando abrimos el bar era mi turno, lo mío. Supuse que lo entendería.
Pero no funcionó de esa manera. —Tendió su vaso y Rosie lo llenó de
nuevo—. Casi nunca nos veíamos, y así… nos distanciamos. Un día se
levantó y dijo: No sé por qué siquiera nos molestamos. ¿Qué se dice a
eso? ¿Cómo diablos se supone que debía reaccionar? Era como si lo
hubiese abandonado toda emoción. Su cuerpo se hallaba allí, pero su
cabeza y su corazón estaban en otro planeta.
Abrió la boca, pero por un momento, no salió nada. Nell parecía
arruinada. Dios, si así era el matrimonio, si así era confiar en una
persona en cuerpo y alma, me aterraba.
De repente, levantó la barbilla y cuadró los hombros. —¿Se
suponía que debía golpearlo en la cabeza con nuestro certificado de
matrimonio? Le dije que si no quería estar allí, entonces debería irse. No
iba a detenerlo. Mierda, no creía que en realidad se fuera.
Afuera se oían gritos y risas. Parecía tan fuera de lugar.
Incorrecto. Pero supongo que la vida continuaba, incluso cuando no
debería.
Nell se echó el pelo hacia atrás y se lamió sus brillantes labios. —
De todos modos...
—Lo siento —dije, aunque eso no ayudara.
Giró su cara roja y manchada hacía mí; las lágrimas se
arrastraban por sus mejillas. —¿No puedes quedarte embarazada por
accidente y hacer que Vaughan permanezca en Coeur d'Alene? Quiero a
mi familia aquí.
—Um, no. Lo siento.
Soltó esa risa distintiva. —Bien. Arruínalo todo, Lydia. Mira si me
importa.
—Dios, Lydia —reprendió Rosie con una sonrisa—. No está
pidiendo mucho.
Me reí y bebí más vino. Todo tendría más sentido borracha. Lo
sabía. Y, Dios, esto iba directamente a mi cabeza. Supongo que comer
solamente un trozo de pastel de nuez no era la mejor manera de
comenzar una noche de borrachera.
—No es divertido.
—Lo sé —le dije—. Soy egoísta.
—Sí. Lo eres. —Se sonó la nariz y volvió a llenar su vaso, tratando
de recomponerse bajo nuestros ojos observadores—. Debes dejarme que
haga lo que quiera con tu útero.
La mujer estaba loca. Los niños no se encontraban aún en mi
radar. Y mucho menos con Vaughan.
—Tu hermano y yo solo somos amigos, Nell.
Las dos mujeres se rieron tanto que me preocupó que llegaran a
caerse del sofá. Estoicamente las ignoré lo mejor que pude. Amigas, tan
sobrestimadas. Aunque también un poco asombroso en todos los
sentidos. Maldita Coeur d'Alene por darme algo tan grande justo
cuando estaba a punto de irme.
—¡Un brindis! —Rosie levantó la copa de vino—. Por las mentiras
y los corazones rotos.
—Sí. Uno de los buenos. —Sonreí.
—Aquí, aquí —dijo Nell, bebiendo profundamente.
—Por las mentiras y los corazones rotos —dije. Luego bebí
también.
Horas más tarde, alguien llamó a la puerta. Horas y horas, y
muchas botellas de vino y trozos de pizza después. Nell se puso
lentamente de pie y a trompicones la abrió. Admitiré, que fue una
sorpresa para mí cuando la persona no entró de la misma manera que
todos los demás.
—Oh. Eres tú.
Nell se dio la vuelta y regresó al sofá.
Detrás de ella se encontraba Eric, con su cólera de la noche
anterior olvidada. Bueno, en su mayoría. Tenía los labios apretados,
pero sus ojos parecían completamente desprovistos de fuego y rabia.
—Has dejado claro tu punto.
—Me alegra oír eso —contestó Nell, recogiendo su copa de vino.
—Fue una mierda lo que hiciste, dejándome solo a cargo del bar
—dijo—, pero entiendo por qué sentiste la necesidad de hacerlo.
Nell simplemente lo observó con los ojos ligeramente velados.
—Tuvimos suerte de no estar para nada tan ocupados como la
noche anterior. Por lo que pude ver, hubo unas cuantas quejas por la
lentitud del servicio. Más de una mesa se fue sin dejar propina.
—Hmm.
Eric estudió sus zapatos y metió las manos en los bolsillos de sus
pantalones. Parecía un escolar llamado a la oficina del director.
Era un hombre muy guapo, pensé, mientras observaba su largo
pelo oscuro y su cara esculpida. Algunas marcas de ropa interior de lujo
podían ponerlo en sus vallas publicitarias. No se vestía casual, como los
otros muchachos. Usaba una camisa abotonada blanca que fue
enrollada hasta los codos, y un bonito pantalón negro en lugar de
vaqueros.
—¿Dónde está Vaughan? Más vale que hable con él —dijo—. Para
enderezar las cosas.
—Se encuentra ocupado —espetó Rosie, sentada con la espalda
recta de repente, totalmente atenta.
—Podemos decírselo. —Una vez más, Nell se puso de pie con los
ojos rojos de repente mucho más abiertos—. Pero aprecio tu oferta para
fumar la pipa de la paz.
—No, he estado pensando —dijo Eric—. Hay algo que quiero
decirle.
—Pero…
—¡Vaughan! —Eric estiró el cuello a la derecha, luego a la
izquierda, revisando el recibidor y el comedor—. Oye, Vaughan, ¿tienes
un minuto?
—Eric, no. —Se aferró a su brazo, tirándolo hacia la puerta—.
Luego. Hablarás con él más tarde.
—Relájate, Nell. No voy a causar ningún problema.
La puerta de la cocina se abrió de golpe, azotando contra la pared
con tanta fuerza que se escuchó el estremecimiento del vidrio. Pero no
era Vaughan quien se hallaba de pie allí, había furia grabada en la piel
de esa cara, por encima de su enorme barba.
—¿Qué haces aquí? —gruñó Pat, dando varios grandes pasos
dentro de la habitación.
Nell soltó el brazo de Eric, dando un paso precipitado hacia atrás.
—Patrick…
—Es por algo del trabajo —dijo Eric con tono tranquilo, aplacado,
nivelado—. Solo he venido a decir algo. Me iré enseguida.
—Mierda —dijo Andre entre dientes, muy lejos de lucir feliz. Los
otros tipos entraron, Vaughan se quedó detrás de la mesa de comedor
con confusión en sus ojos.
Pero Joe meneó el culo por toda la habitación, pasando al lado de
su hermano. —Vamos, Eric. Vámonos. Los veo luego, chicos.
—¿Qué es esto?
Vaughan se puso junto a Pat, con las cejas fruncidas en
confusión.
—Solo quería decir que estoy de acuerdo con que trabajes en el
bar —dijo Eric—. Me parece bien. Eso era todo.
Nell se puso de pie en el otro extremo de la habitación,
retorciéndose las manos, viéndose a punto de escapar de la habitación
en cualquier momento. Dejé mi copa de vino. Sea lo que sea que esté
pasando, la fiesta indudablemente había terminado.
—Pat —dijo Vaughan—, ¿qué pasa, hombre?
Pat permaneció allí, furioso. Pensé que los ojos de rayos láser de
Vaughan eran impresionantes. Pero no eran nada comparados con los
de su amigo. Por la forma en que lo miraba, Eric debería haberse
convertido en cenizas. En polvo.
—No —advirtió Nell, con los ojos silenciosamente suplicantes
hacia su ex—. No metas a mi hermano en esto.
—Todo el jodido mundo lo sabe. —Con algunos improperios entre
dientes, Pat le ofreció una sonrisa amarga—. ¿De verdad pensaste que
no lo descubriría con el tiempo?
—¿Descubrir qué? —preguntó Vaughan, con la voz más que
tensa—. ¿Nell?
—Follaron —dijo Pat—. Tu hermana y él. ¿Puedes creer esa
mierda?
—¿Qué demonios? —dijo Vaughan con los ojos enormes, y se
volvió hacia su hermana—. ¿Nell?
—No me mires así, Vaughan. No estabas aquí, no tienes ni idea de
lo que esto ha sido para mí. —Con los puños apretados contra su
estómago, Nell se esforzó por mantener la calma—. Sucedió hace unas
semanas. Pat y yo hemos estado separados por más de un año. No soy
infiel.
—Lo siento —murmuró Vaughan—. No quise acusarte de nada.
Nell se limitó a sacudir la cabeza.
—Y tú... estabas en el maldito Iron Horse cada noche tocando
todos esos culos, ¿no es así, Pat?
Su mandíbula tembló de rabia.
—Hijo de puta hipócrita —dijo ella.
—¡No me follé a tu amiga, Nell!
—Cometí un error. Me emborraché, y cometí un error.
Una vez más, sus ojos se llenaron de lágrimas.
Con la mano extendida, Eric dio un paso hacia adelante. —Pat…
—No quiero oír ni una sola palabra de tu parte. —Por debajo de
su camisa negra desteñida, los hombros de Pat se levantaron—. Ni una
sola maldita palabra nunca más.
Con la boca abierta, Vaughan no parecía saber dónde mirar. Toda
su familia y amigos se reunieron alrededor de él y ahora esto. Lo que
debería haber sido una experiencia positiva se había ido a la mierda.
—Confiaba en ti —gruñó Pat—. Confié en los dos.
—Basta —dijo Vaughan, pasándose la mano por el pelo,
obviamente luchando—. Vete, Eric. Ahora.
—Cristo. —Eric bajó la cabeza, soltando una risa áspera—.Vine
aquí para suavizar las cosas contigo. Para enterrar el hacha de guerra.
Esto es tan jodido.
—Hombre, vamos. —Joe agarró el hombro de Eric, pero este se
sacudió.
—¿Esto es jodido? —Pat dio un paso adelante—. ¿Tú te follas a mi
mujer y esto es jodido?
—¿Sabes lo que no entiendo? —dijo Eric—. Tú te alejaste de ella,
hombre. Así que ¿por qué estás tan resentido? ¿Te arrepientes, Pat?
—Para —gimió Nell, en tanto las lágrimas corrían por su rostro.
—No era tu esposa —continuó Eric como si no la hubiera oído—.
La has oído. Han estado separados por un largo tiempo. No es como que
has estado esperando que salga el divorcio antes de seguir adelante,
¿verdad? Si me preguntan, diría que estás recuperando el tiempo
perdido.
—Los dos son unos imbéciles, cállense ahora —gritó Vaughan—.
No hagan llorar a mi hermana. Aquí, en esta casa no.
Con los labios fruncidos, Pat miró a Eric. Ninguno de los dos se
movió.
Vaughan respiró hondo, visiblemente intentando calmarse. —
Creo que por ahora sería mejor si los dos se fueran.
El sonido de un sollozo provino de Nell, y esta apartó la cara,
angustiada. Curiosamente, la furia en los ojos de Pat se disipó cuando
la vio en ese estado. Pero no creo que Eric, con la mirada cruel y su
atractivo rostro deformado por la ira, se diera cuenta en absoluto.
—Sabes, Pat, pensé que estabas loco por quedarte con una única
mujer todos estos años —dijo, levantando la cara. Su sonrisa era más
bien una mueca—. Pero ahora lo entiendo. Condénenme si Nell no es el
trozo más caliente…
Con un rugido, Vaughan se lanzó de repente sobre el hombre.
Puños volaron y se oyó un nauseabundo ruido sordo. —¡No hables así
de ella!
Patadas, gritos, madera chocando entre sí cuando la mesa de café
explotó debajo de los hombres furiosos. Las cosas se movían muy
rápido. Alguien gritó. Nell, creo. Todo era demasiado para que mi mente
borracha y aturdida lo comprendiera.
Rosie me agarró del brazo, arrastrándome lo mejor que pudo
sobre el respaldo del sofá. Me di prisa por llegar a un lugar seguro. Los
dos hombres eran como un huracán, destruyendo todo a su paso.
Sangre caliente salpicó mi cara, entonces pasé por encima del sofá y
bajé al suelo, arrastrándome para estar con Nell.
Los dos, Joe y Pat, entraron en la pelea. Creo que el primero
trataba de separar a los hombres, pero el segundo parecía haber
perdido la razón. Mientras intentaba lanzarle un puñetazo a Eric, le
pegó en el brazo a Joe. Este defendió a su hermano. Por supuesto. El
sofá fue empujado hacia atrás, deslizándose hacia nosotras. Elevé las
manos, sosteniéndolo antes de que hiciera impacto. Rosie cogió el brazo
de Nell, arrastrándola hacia el pasillo.
Mierda. Nunca vi una pelea. No como esta.
Quería vomitar. Vaughan estaba allí, atrapado en ese lío. La idea
de que saliera herido me hizo querer hacer algo extremo. Dios sabe que
él me había defendido más de una vez.
—No —dijo Andre, llevándome más atrás antes de que pudiera
hacer algo estúpido. Era probable que fuera innecesario; mis pies se
hallaban paralizados, congelados. El resto de mi cuerpo estaba bastante
paralizado, en estado de shock.
En el suelo, los cuatro hombres peleaban. Solo pude ver la sangre
y la violencia, a Vaughan y Eric todavía luchando en el piso. En el
pasillo, Nell cedió al impulso de vomitar. El sonido y el olor me hicieron
tragar con fuerza. Respiré profundo varias veces.
El momento resultó ser un desastre. Debido a que no parecía que
hubiese durado tanto, hasta que oí sirenas llenando el aire.
—Gracias a Dios —dije, hundiéndome contra Andre.
Su brazo se apretó alrededor de mi cintura y su cabeza se apoyó
contra la mía. No era sexual en lo más mínimo. Los dos necesitábamos
consuelo.
—Todo irá bien —dijo—. Todos ellos han sido amigos durante
mucho tiempo. Lo resolverán.
—¿De verdad crees eso?
Suspiró. —No.
Traducido por Arantza
Corregido por Laurita PI

Me situé al pie de la cama de Vaughan, mirando de a poco al


hombre semidesnudo. La luz de la luna entraba por la ventana abierta,
una brisa de verano jugaba con la cortina. Las cosas que él me provocó.
Todas las emociones y consecuencias con solo estar cerca suyo. Una
locura. Era una locura.
—¿Qué? —preguntó con voz ronca.
—Simplemente pensaba. —Sonreí.
—¿En qué?
—En lo sexy que te ves recostado en tu cama con una bolsa llena
de frijoles congelados metida bajo los pantalones para enfriar tus
pelotas mallugadas.
Un lado de sus agrietados e hinchados labios comenzó a moverse
hacia arriba. Luego se detuvo. —Ay, gracias.
—¿Hay algo más que pueda traerte?
—No. —Palmeó el colchón a su lado—. ¿Te sientas conmigo un
rato?
—Seguro. —Me senté a su lado, intentando no mover mucho el
colchón, tratando de no agravar el dolor de sus heridas. Fue algo un
poco difícil, considerando la paliza que recibió.
—No puedo creer que Eric me haya dado un rodillazo en la ingle
—dijo, sonando herido—. Eso es un golpe bajo, incluso para él.
—Tú lo atacaste primero.
—Mm —murmuró—. No tenía derecho a hablar de Nell de esa
forma. No me importa lo que ha pasado entre ellos o cuánto tiempo he
estado lejos. Sigo siendo su hermano. Es imposible que me quede ahí y
le permita decir ese tipo de cosas.
—Entiendo que necesitabas defender a tu hermana.
Emitió un sonido. Solo Dios supo qué significaba.
—Creo que el oficial Andy fue amable al no mandarlos a todos a la
cárcel.
Vaughan resopló. —Lo habría hecho si Nell no hubiese estado allí.
Cerdo despreciable. No puedo creer la forma en que se arrastró tras el
culo de ella.
—Es probable que lo haya convencido para que se aleje.
Me miró con su ojo bueno; el otro se encontraba escondido detrás
de un paquete congelado. Sombras y bultos estropeaban su hermoso
rostro y un lado de sus costillas.
—Será mejor que te deje dormir.
—¿Estás bien? —preguntó.
Me detuve, buscando las palabras correctas. El tema era, que no
las había. —La pelea me asustó, Vaughan. Infiernos, me aterrorizó. Te
podrían haber herido gravemente.
—Lydia —dijo, después se detuvo. Con varios sonidos de dolor, se
corrió, haciéndome más espacio—. Recuéstate.
Sin nada de gracia, hice lo que me pidió, pateando mis zapatos y
recostándome en la cama a su lado. Con mi cabeza en la almohada, de
inmediato empecé a bostezar. Al menos, tenían que ser las tres o cuatro
de la mañana. Cualquier mareo feliz, inducido por el alcohol, se había
pasado hace horas. Amanecería pronto. Vaya noche.
—Oye. —Enganchó mi dedo meñique con el suyo, apretándolo—.
Gracias por preocuparte por mí.
—Me preocupaban todos ustedes.
Una pausa. —Eso no fue lo que dijiste.
—Sí, sí lo fue.
—No. Dijiste: “Te podrían haber herido gravemente”. Te referiste a
mí —dijo, volteando la cabeza con cuidado para enfrentarme.
Suspiré con cansancio.
—Te preocupaste por mí.
—Como sea.
Las sombras cambiaban de formas a través de todo el techo,
oscuras y misteriosas. Afuera, salvo por el ocasional insecto cachondo,
lanzando el llamado a su compañero, el silencio reinaba. Todos
dormían. O, al menos, todos en nuestro rinconcito del mundo.
—¿Es por eso que Andre tenía su brazo alrededor de ti? —
preguntó de la nada—. ¿Porque estabas asustada?
Me levanté sobre un codo. —Eric y tú intentaban matarse el uno
al otro, ¿y aun así pudiste, de alguna manera, arreglártelas para darte
cuenta de eso?
No hubo respuesta.
Sorprendente. El hombre era simplemente sorprendente. Me
recosté de nuevo, regresando mi vista al techo. Mis costillas se sentían
demasiado pequeñas; todos los órganos importantes en su interior se
encontraban sobreexcitados. Traté de no sonreír, pero fallé.
—¿Vas a decir algo? —preguntó más adelante.
—Te gusto. —Esa revelación penetró profundo, asentándose en
mis huesos. Con ella, llegó una calma extraña, una certeza, incluso
teniendo en cuenta que debí de haber estado enloqueciendo por lo
transitorios que éramos. Mi sensibilidad dictaba que lo tenía a un brazo
de distancia. Mi sentido quería meter la mano debajo de sus
pantalones, enterrar la nariz en su cuello, y lograr que algo comenzara.
Ahora.
—¿No habíamos hablado ya de esto? —Me dio un apretón con el
dedo meñique.
—No lo sé. De alguna manera, ahora lo siento más real. O tal vez
no escuché apropiadamente antes. —Sonreí—. O tal vez, solo estoy
teniendo un momento.
—Siempre tienes momentos.
Cierto. —Enfréntalo. Si no te hubieras metido en esa pelea,
podríamos estar teniendo sexo.
Un largo y bajo gemido. —No hables de sexo en este momento.
—Simplemente digo…
—Bueno, no lo digas.
—Bien. No lo haré. —Cerré los ojos con fuerza, tomé una
respiración amplia y con lentitud dejé salir el aire. Decepción. Apestó.
Algo bajó por mi vientre, dirigiéndose por encima de mis caderas,
haciéndolos conscientes de lo mal que eran tratados.
Completamente rechazados.
La navidad se encontraba a mi lado, pero no podía tocar mi regalo
por miedo a herirlo más. Podía darle una paliza a Eric. Golpearle la
cabeza un par de veces con mi bolso, o algo así. Sería apropiado.
La mano de Vaughan se deslizó sobre la mía. Debido a los callos
en sus dedos por tocar la guitarra, no eran suaves. La piel era más
dura, incluso, más áspera. Pero no me importaba, podría tocarme tanto
como quisiera. Infiernos, con mi humor actual, me pegaría con cinta, de
forma permanente a su lado, de ser posible.
—¿Has sabido algo del agente de bienes raíces? —Giré la mano,
con mi palma hacia arriba. Todo para poder atrapar sus dedos con los
míos y sostenerlos.
—Va a traer algunas personas mañana. Supongo que la sala de
estar destrozada no lucirá bien. —Maldijo en voz baja.
—Está bien —dije—. Nell, Rosie y yo limpiamos lo peor del
desastre. Si preguntan, dirá que eres un minimalista que no cree en
tener muchos muebles o algo así. Saldrá bien.
Un suspiro. —Sí, bueno, tendrá que hacerlo. Gracias por ayudar.
—No hay problema. —Con gentileza, subí su mano a mis labios y
la besé, con cuidado de evitar los dos nudillos rotos—. ¿Puedo hacerte
una pregunta personal?
—Dispara. —Ni siquiera dudó.
—¿Cuál es el problema entre Eric y tú? En primer lugar, ¿por qué
reaccionó tan mal porque trabajaras en el bar?
Los gruñidos retornaron, pero pronto se convirtió en una risa. No
era un sonido feliz. —De hecho, pensé que me preguntarías antes.
Después de esa maldita escena en el bar anoche.
—No quería entrometerme.
Sin una palabra, levantó mi mano a sus labios y la besó. Oh,
Dios. Me estaba derritiendo. Todo lo que encontrarían de mí por la
mañana sería una sustancia pegajosa de emociones en la cama, y todo
era su culpa.
—Me gustas, Lydia.
—También me gustas, Vaughan. Ahora cuéntame el chisme.
Su risa se convirtió de repente en un sonido más aceptable. —
Eric estuvo en la banda durante toda la preparatoria. De hecho, me
ayudó a formarla. En ese entonces, estábamos unidos. Sus padres
vivían a una cuadra, así que prácticamente crecimos juntos…
—¿Qué pasó?
—Lo mismo que ahora. Lo arruinó con la banda. Siempre estaba
metiéndose en líos, nunca tomó al grupo en serio. Todo lo que tenía que
hacer era aprender a golpear la puta batería como era debido, ¿pero fue
capaz de hacerlo? —Sostuvo mi mano en su pecho; su corazón latía
bajo el dorso de mi mano. Se sentía fuerte, bien, como el hombre dentro
del que se encontraba—. De ninguna manera. Se lo advertí, si no podía
hacer bien su parte entonces no se vendría al oeste con nosotros luego
de nuestra graduación. Supongo que no me creyó. El tiempo llegó, y
tuve que decirle que estaba fuera. No se lo tomó bien.
Respiré, silbando con los labios fruncidos.
—Diablos. Debió ser terrible. Ahora sé por qué estabas nervioso
de presentarte a trabajar en el Bar Dive.
—Sí —fue todo lo que dijo.
Permanecimos en silencio, tomados de las manos, muy
lentamente quedándonos dormidos. A pesar de mi mente agitada, el
cansancio me reclamó alto y claro. Sábanas y almohadas oliendo a
Vaughan, el calor de su cuerpo justo al lado del mío y una temprana
briza de verano soplando desde la ventana. Mi propio paraíso personal.
Dios, vaya que me sentía cansada. El peso de mi cuerpo parecía
haberse triplicado, pero aun así, se sentía ligero como una pluma al
mismo tiempo. Como si me hundiera en el colchón y flotara en el
cosmos, ligada a la tierra únicamente por la mano de Vaughan. Quería
flotar ahí por siempre, teniendo dulces sueños.
Me pregunté cómo les iba a Chris y a Paul, viviendo en Hawaii.
Interesante, el pensamiento podía casi pasar por mi cerebro sin que
quisiera tener una furia frenética y encenderle fuego a algo. Casi. El
tiempo que Chris y yo pasamos juntos, la boda que nunca ocurrió, todo
se liberó en mi mente.
A mi lado, el pecho desnudo de Vaughan se elevaba y caía en un
ritmo perfecto. Toda su tinta inmaculada no era más que un borrón en
la luz tenue. El ojo que yo podía ver se encontraba cerrado, su pobre
cara machacada parecía relajada.
—No amé a Chris como debí de haberlo hecho —susurré—. Creo
que estaba sola y toda la atención… no lo sé, se me subió a la cabeza o
algo así. Pero no fue real.
No se movió. Nada cambió. La noche continuó.
Volví a mirar al techo de su habitación, mi viejo amigo. Hizo de
testigo de mi confesión tan bien como cualquiera. —Honestamente, creo
que en dos días y medio he llegado a sentir por ti más de lo que nunca
sentí por él. Es diferente, supongo. Pensé que sabía exactamente cómo
sería la vida con Chris. Lo que haríamos, cómo seríamos estando
juntos. Él encajaba en el papel que creía que quería y entendía, y tú no.
Rodé los ojos, gimiendo por mi propia escena de drama. Nada
tenía sentido. Todo me dejaba perpleja. Vaughan Hewson, si tan solo se
diera cuenta, tenía mi vagina en marcación automática. Patético, loco y
todo lo demás. Cuelguen mi triste y herido corazón a secar y
terminemos con esto de una vez. Dios.
—Supongo que lo que trato de decir, por muy loco que suene, es
que no renunciaría a un segundo contigo por esos meses de ser
engañada y manipulada por él. Eso es todo. Fin.
Listo, quedó expuesto, flotando alrededor en el universo. La
verdad que sabía me había liberado.
Dios, se sentía como si un maldito e incómodo peso colosal,
hubiese sido levantado y tirado al abismo. Cayendo y cayendo en la
oscuridad.
Que el nuevo día comience y toda la mierda del ayer se vaya.
Había terminado con ello. Me lastimó, me costó, y había acabado con
ello. Viviría, aprendería, etcétera.
La sabiduría venía a un precio malditamente alto. Pero lo pagué, y
ahora seguiría adelante.
—Cariño —dijo una voz en la oscuridad, apretando mi mano.
—Pensé que estabas dormido —dije, con mi voz extrañamente
estrangulada. Supongo que exponer tu mierda emocional dentro de las
profundidades del espacio cobraba un peaje a tus cavidades nasales—.
¿Te duele algo? ¿Necesitas que te traiga algo?
—No. Quédate conmigo.
—De acuerdo.
Silencio.
—¿Estás borracha?
—No —dije, evaluándome por dentro y por fuera—. No, no lo creo.
Me parece que se me pasó hace un buen rato.
—De acuerdo.
Silencio.
—Lydia, la separación de la banda, tener que regresar aquí… —
Su respiración sonaba muy ruidosa en la oscuridad, incluso, profunda.
El silencio roto y mis secretos revelados. Hombre, siempre era de esa
forma con él. No podía esconderme ni aunque lo intentara.
—¿Sí? —pregunté, apurándolo a seguir.
—Conocerte casi hace que haya valido la pena.
Casi. Pero su dolor, sus sueños, habían necesitado una década o
más que los míos para crecer y morir. Nuestras situaciones no eran las
mismas. Esa era la verdad.
—Gracias —dije, sosteniendo con fuerza su mano.
—Duérmete, cariño. Lydiaremos con esto mañana.
—De acuerdo.
Traducido por Daniela Agrafojo
Corregido por Anakaren

Los hombres eran de lo más raros.


Habíamos sido programados para trabajar desde el mediodía
hasta las nueve del día siguiente. Tan pronto como entramos al Bar
Dive, Vaughan se dirigió muy casualmente detrás de la barra,
paseándose hacia Eric, que conversaba con su hermano, Joe. Era
ridículo. Cinco rondas con Godzilla no podrían haber hecho a los
hombres más hermosos. Labios llenos, ojos negros, pómulos raspados,
lo tenían todo. Noventa y nueve por ciento de sus caras estaban
coloreadas de negro y azul.
Todos se miraron entre ellos… y nada.
Absolutamente nada.
Hicieron eso varonil de elevar la barbilla y luego fueron a trabajar.
Si la pelea hubiera sido entre mujeres, estoy bastante segura de que las
hostilidades habrían durado meses. Lo que prueba mi punto con
respecto a que las mujeres son la especie superior, y tienen mayor
compromiso con las cosas en general. Nos aferramos.
Hoy, las pizarras colgando en las paredes del Bar Dive eran todas
sobre tacos. Las opciones de menú siempre se encontraban basadas en
lo que fuera que Nell tuviera ganas de cocinar. Algunas comidas básicas
se hallaban siempre en oferta, como el bistec, los macarrones con
queso, las hamburguesas, y papas fritas cubiertas con cada cosa buena
imaginable. Cosas como esas. Pero aparte, lo que podía encontrarse
disponible era un constante misterio gastronómico.
Sin embargo, tenía que admirar a una mujer que respeta el
“Jueves de Tacos”.
Garabateado a través de las pizarras había carne mechada, pollo
con chile y lima, camarones picantes, y patata dulce asada con frijoles
negros. Rico. Comenzaba a tener una sobredosis solo con el olor. El Bar
Dive se convertía rápidamente en mi lugar feliz.
Llené mi bandeja con una combinación de margaritas, un par de
Coronas, y un chupito de tequila con una rodaja de limón a un lado.
—¿Todo bien? —le pregunté a Vaughan.
—Todo bien. —Miré entre él y Joe, sonriendo un poquito—.
¿Cómo va el club de pelea, chicos?
—No puedo hablar de eso —murmuró Joe.
Me reí y levanté mi bandeja, yendo a servirle la orden a un grupo
de parejas mayores. Se hallaban en su segunda ronda de tragos;
sonriendo, relajándose y simplemente planeando pasar un buen
momento.
—Tenías razón sobre el camarón —dijo una mujer—. Le da un
impulso definitivo. Pero el pollo es increíble.
—Es estupendo, ¿verdad? —Le pasé una de las Coronas mientras
su compañero se ocupaba tomando su margarita—. Ojalá pudiera
cocinar la mitad de bien que Nell. No puedo verter leche sobre el cereal
sin quemarlo.
—¡Ja! Somos dos.
Sonreí. —¿Puedo traerles algo más?
Respondieron con un coro de “no” y “todavía no”.
Con un asentimiento, vagué para revisar mis otras mesas. La
fiebre de la comida había disminuido y estábamos en la fase de la tarde
donde bebían y pasaban el rato. En una mesa, un tipo leía un libro con
un café y pastel delante de él, en otra, un grupo de chicas de mi edad,
chismeaban y se reían sobre muchas copas de vino.
—Nos vemos. —Joe pasó a mi lado, con las manos en sus
bolsillos, dirigiéndose hacia la calle. Había terminado por el día.
—Adiós.
A pesar de la juerga de anoche, el día de hoy, resultaba ser uno
bueno.
…Y hablé demasiado pronto. —Hola, Betsy.
—Liddy. —Se burló la recepcionista de bienes raíces de Delaney
más que mostrarme una sonrisa, mirándome sin siquiera un vago
sentido del placer—. Cielos, como han caído los poderosos.
—Mmm. No lo veo de esa manera.
—Bien por ti. —Oh, la falta de sinceridad en sus palabras.
La mujer tenía alrededor de mi edad. Mucho más del club
campestre de lo que nunca sería posible para mí. Cuando trabajaba con
ella, cruzó por mi mente una o dos veces que con Chris habrían hecho
una pareja excelente. Meramente podía imaginarlos posando con
suéteres de Navidad a juego y esa mierda de lino blanco. Eran tal para
cual. Por suerte para Betsy, había estado en la ciudad mucho más
tiempo que yo y se debía haber enterado de todo el secreto de “Chris es
gay”. Aunque dudaba que eso la hubiera detenido de echarle el guante
al nombre o al dinero, si hubiera estado interesada. Quizá el nivel de
administración fue demasiado bajo para Chris.
¿Quién lo hubiera sabido? Y resulta, que no me importaba. Síp,
mi nivel de preocuparme por las cosas había caído. Bien por mí.
—¿Por qué sonríes? —espetó la mujer, probablemente
consternada por mi falta de respuesta negativa.
—¿Qué puedo hacer por ti, Betsy?
Resopló, elevando tanto su cabeza que fue una maravilla que no
tuviera un latigazo. —El señor Delaney me pidió que te entregara esto.
Un largo sobre fue empujado hacia mí. —Gracias.
—Ni lo menciones. Cualquier cosa que haga que te vayas. Bueno,
me tengo que ir. Algunos en realidad tenemos un trabajo importante
que hacer. —Otra ronda de resoplidos y hacer su mejor intento por
mirarme desde arriba. Lo que sea que la hiciera feliz—. Escuché que
estás viviendo con el vecino, un aspirante a músico fallido.
—¿En serio?
—Un poco bajo, incluso para ti.
Por mi vida, no podía recordar qué hice para molestar a esta chica
tanto durante mis cuatro meses en la agencia. Nuestras interacciones
siempre fueron educadas, incluso amigables. No necesitaba ser amada
por todos. Pero si era completamente odiada por alguien, quería saber
por qué.
Quizá solo era del equipo Delaney por completo. Bien por ella.
—¿Ese es él? —preguntó, apuntando hacia la barra.
—Síp. —Había domado el usual desorden de su cabello rojo-
dorado en un viejo estilo de peinado hacia abajo. El cual le quedaba
muy bien. Y la anchura de sus hombros estiraba su sencilla camiseta
negra solo un poco. Dios, su pobre rostro, todo gris, negro y azul. Al
menos no fue herido tan brutalmente. Algo sobre el tatuaje en su cuello
funcionaba para mí. Quería besarlo, lamerlo y hacer toda clase de
cosas. Cosas que requerían una clasificación X—. No puedo decirte lo
asombroso que es —dije, sin molestarme en enfrentarla. Mi visión era
demasiado buena—. Vaughan es… es increíble. Y no es solo su cuerpo
sensual y toda su vibra de rockero tatuado. Porque déjame decirte, la
mayor parte del tiempo el hombre es un gatito completo. El chico más
dulce que he conocido. Leal y solidario, de mente abierta,
completamente confiable. Podemos hablar por horas sobre nada, solo
pasando el rato juntos. Tiene sus momentos irritables, pero oye… ¿no
los tenemos todos? Por no mencionar que es tremendamente sexy. Soy
muy recatada para hablar de lo que tiene en sus pantalones, o cómo
puede hacerme sentir sin siquiera meter eso al juego. Pero cuando el
chico puede excitarte con solo un beso, sin siquiera usar la lengua,
sabes que tienes algo bueno. ¿Entiendes lo que quiero decir, B?
Betsy me miraba con la boca abierta. Estoy razonablemente
segura de que un insecto entró volando. Ups.
—En fin —dije—, mejor regreso al trabajo. Oh, ¿mencioné cuánto
disfruto de atender mesas otra vez? Es diferente cuando tus amigos
están involucrados y en realdad inviertes emocionalmente en el negocio.
Cuando crees en la calidad del producto, ¿sabes? Todos trabajamos
juntos para lograr lo mismo. Nada de esa basura de ser el tiburón,
constantemente tratando de exceder a todos los demás y conseguir las
mejores cifras de ventas. Además, deberías ver las sobras que llevo a
casa. Nell es la chef más talentosa de todas.
Y continuó mirándome.
—Como sea. ¿No dijiste que tenías que irte?
—Eres ridícula. Un completo chiste —espetó, girándose sobre sus
tacones y saliendo del lugar. Cielos. Y sus tacones eran de unos buenos
diez centímetros. Esa era una habilidad impresionante.
—¡Adiós!
—¿Estás bien? —me preguntó una profunda voz familiar detrás
de mí.
—Síp. ¿Quieres salir conmigo esta noche después del trabajo,
Vaughan?
Primero, un suave tirón de mi cola de caballo, luego sus labios
rozaron mi oreja. Cristo, eso me gustaba. Piel de gallina corrió de arriba
abajo por mi espalda. Hice todo lo que pude para no soltar un gemido
de chica feliz.
—¿Me estás pidiendo salir en una cita, Lydia?
—Sí —dije—, así es.
—Nena, me encantaría. —Su mano se levantó hasta mi nuca,
acariciando, atrayéndome más cerca. Maldita sea, tenía los
movimientos. El hombre volvía mi mente en una papilla.
—Hay algo que debes saber —dijo—, antes de esta noche.
—¿Qué cosa?
—Llego hasta el final en la primera cita —me dijo con una
expresión perfectamente plana—. ¿Eso te parece bien?
—Oh, cuento con ello. —Mi cara podía estar en llamas, pero
también lo estaba el resto de mi cuerpo—. Quiero decir… habría sido
tan incómodo si esperaras que te respetara por tus ideas o algo
parecido. Cielos, qué embarazoso. Entre tú y yo, en realidad solo estoy
interesada en meterme en tus pantalones.
La esquina de su boca se torció.
—Seguro que eres un chico agradable y todo pero, prioridades,
¿ya sabes?
—Lo sé. —La sonrisa del hombre podría haberle hecho pensar dos
veces a una monja. Nunca tuve oportunidad. El modo en que iluminaba
sus ojos parecía más mágica que biológica—. Todo bien entonces.
—¿Tenemos todo claro?
—Así es, de hecho.
No podía ocultar mi sonrisa. —Hasta esta noche, señor Hewson.
No estaba parada ociosamente mirando el culo de Vaughan
mientras se dirigía de nuevo a la barra cuando el extraño se aproximó.
En el fondo de mi cerebro sucedían toda clase de cosas. Cosas
relacionadas con el trabajo. Lo juro. Algo así.
—¿Disculpe? —Un joven asiático pulcramente vestido, con un
bigote hipster me dio una sonrisa amistosa—. ¿Señorita Green?
Todos los pensamientos felices huyeron cuando presté atención.
—¿Lydia Green?
—¿Quién pregunta? —respondí con mi mejor sonrisa falsa.
Sacó una tarjeta de negocios del bolsillo de su camisa,
mostrándola con una floritura. —Brett Chen. Soy un reportero
independiente. Me preguntaba si podíamos hablar sobre su reciente
ruptura con Christopher Delaney y la boda de la que salió el fin de
semana pasado.
—No, gracias. —Le devolví su tarjeta.
La ignoró. —Como será consciente, los Delaney y su agencia de
bienes raíces son muy conocidos en toda el área y tienen importantes
conexiones con algunas figuras políticas claves. Pero creo que una
historia sensacional como la suya podría tener un alcance mucho más
amplio. Uno nacional, si no uno internacional.
—Guau. La oportunidad de tener a desconocidos de todo el
mundo metiendo su nariz en mis asuntos. —Ondeé la tarjeta de
negocios bajo su nariz, haciéndome más impaciente—. No.
—El dinero involucrado podría ser grande, Lydia.
—No. De nuevo.
La frustración arrugó su ceño. —Como le dije al señor Ray
Delaney, seguiré adelante con mi artículo con, o sin, su cooperación.
Pero prefiero mucho más que sea con ella.
Arrugué la tarjeta de negocios del idiota y me di media vuelta,
dirigiéndome al mostrador.
—Los reportes de la policía declaran que usted golpeó al señor
Christopher Delaney. ¿Le gustaría comentar sobre eso?
—Nop. —Detrás del mostrador había un basurero, y dentro fue la
tarjeta del periodista. Expulsé un jadeo, evadiendo sus ojos—. Por favor,
váyase. No voy a responder sus preguntas.
—Múltiples fuentes han confirmado que Chris Delaney
actualmente está en Hawaii con su padrino, Paul Mueller. —Chen me
enfrentó al otro lado del mostrador, sin ir a ninguna parte, al parecer.
Maldita sea—. Ha habido mucha especulación sobre si el señor Mueller
y el señor Delaney son de hecho amantes secretos. ¿Es esa la razón de
que se negara a seguir con la boda?
—Sin comentarios.
—¿Por qué ya no es una empleada de las bienes raíces Delaney…?
—No. —Me sostuve del borde del mostrador, presionando mis
uñas en la madera vieja. Al otro lado de la habitación, Vaughan servía a
un cliente. No podía escuchar a nadie en la cocina detrás de mí. Pero
tampoco quería comenzar a gritar por ayuda, causándole problemas a
Nell. Este tipo tenía que rendirse y largarse finalmente sin que me
pusiera a gritar y perturbara a los clientes. Tenía que hacerlo.
—Lydia, es cierto que había un video…
—No.
—¿Qué carajos es esto? —Eric se paró junto al reportero, con su
cara golpeada llena de molestia—. ¿Quién eres usted? No, no responda.
No quiero saber. Solo váyase.
La boca del señor Chen se movió, sus ojos de pronto lucían
ansiosos. —Pero si pudiera tener un minuto con la señorita Green.
—La señorita Green claramente no quiere tener nada que ver con
lo que sea que está vendiendo. Váyase.
—Pero…
—La administración se reserva el derecho de negarle la entrada a
alguien a los locales comerciales. Desde este momento, ese es usted —
dijo Eric, yendo codo a codo con el hombre. Y ganando—. Está
acosando a un miembro de mi personal. Váyase ahora o me veré forzado
a sacarlo.
—Llámeme, Lydia —dijo, poniendo otra tarjeta de negocios—. Las
oportunidades como esta solo aparecen una vez en la vida.
—Lárguese —gruñó Eric.
Lanzando una última mirada codiciosa en mi dirección, el
reportero hizo lo dicho.
Maldición. Con la barbilla baja, traté de calmar mi respiración y
mi temperamento. Qué imbécil. Una historia atrayendo la atención a
todo el maldito desastre era la última jodida cosa que necesitaba.
—¿Estás bien? —preguntó Eric, rodeando el mostrador.
—Sí. Gracias. Podría haberme desecho de él yo misma, solamente
no quería causar una escena.
Un asentimiento.
—¿Qué fue eso? —Vaughan se dirigió hacia nosotros
velozmente—. Nena, ¿quién era ese tipo?
—Un reportero. —Giré la segunda tarjeta que había sacado,
dejando que se uniera a la primera en el basurero—. No importa. Eric
se deshizo de él. Gracias otra vez por eso.
—Gracias, hombre —dijo Vaughan.
Eric asintió, dirigiéndose hacia la cocina.
—Oye. —Curvó el dedo bajo mi barbilla, elevándola suavemente—
. ¿Te encuentras bien?
—Solamente molesta. —Crucé los brazos, apretando los labios—.
Las oportunidades como esta solo aparecen una vez en la vida. Como si
debiera estar agradecida de que el tipo con el que estaba a punto de
casarme fuera un homosexual reprimido que me usaba. Fue muy
divertido enterarme la primera vez, ¡pasemos por todo eso de nuevo!
Imbécil.
Me dio una sonrisa pequeña.
Gemí. —Algunas veces se siente como que nunca voy a dejar esto
atrás.
—Apenas sucedió el sábado. —Deslizó sus dedos por mi mejilla,
sonriendo más ampliamente—. Es jueves. Esa mierda va a quedar
atrás, solo tomará un poco más de tiempo. Tres; cuatro días… no es
tanto.
Lo destruí con mi mejor mirada de muerte. —Deja de ser
razonable, Vaughan. ¿Quién siquiera te preguntó?
Suspiró, luego vino alrededor del mostrador y plantó un beso en
la cima de mi cabeza. Me incliné hacia él, tomando mucho más
consuelo con su presencia de lo que debería. Pronto no estaría aquí.
Tenía que aprender cómo levantarme por mi cuenta. A Lydiar con mi
propia mierda. Pero, ah. Pronto era lo suficientemente rápido para estar
sola.
—Olvídate de ese idiota —dijo, frotándome la espalda, besando mi
mejilla—. Piensa en lo que te hace feliz, como nuestra cita de esta noche
o algo así.
—Está bien.
—Mejor regreso allá.
—Gracias. —Mi mano de alguna manera se las arregló para
curvarse sobre su culo cuando se dio la vuelta. Pudo haber habido un
sutil apretón involucrado. Como si una chica pudiera responsabilizarse
por lo que hacían sus dedos. Por favor.
—Sentí eso.
—No sé de qué hablas.
—Después —fue todo lo que dijo.
Después.
No podía esperar.
Traducido por Kath1517 & Beatrix
Corregido por Khaleesi

Después resultó ser más cerca de la medianoche que de las nueve


de la noche.
El bebé de Rosie cogió un mal resfriado así que no pudo venir al
trabajo. Nell tampoco se sentía fantástica y tuvo que ser enviada a casa,
dejando a Boyd solo para encargarse de la cocina. Además de todo esto,
varios grupos grandes se presentaron sin hacer reservaciones, y nos
encontrábamos llenos.
Eric tomó turnos sirviendo a las mesas y ayudando a Vaughan a
mantenerse al día con las órdenes detrás de la barra. Para el momento
en que terminamos de limpiar, me encontraba muerta del cansancio.
Pero pelear contra todo aquello valió la pena.
—¿Cómo te sientes? —preguntó Vaughan, encendiendo el motor
del Mustang—. ¿Todavía quieres ir a esa cita?
—Más que nada.
—¿Qué piensas? —Condujo lentamente en la oscuridad. Éramos
prácticamente el único vehículo a la vista.
—Quiero la experiencia de seducción Coeur d’Alene completa de
Vaughan Hewson, por favor.
—¿Ah sí? —La curiosidad iluminó sus ojos.
—Síp. —Enlacé mis dedos, estirando los brazos frente a mí. Todos
los músculos en mis hombros y espalda estaban en un estado de
profunda tensión. No podía culparlos—. Así como tu hermana te
molestó el otro día. Quiero ser llevada a algún lugar aislado junto al
lago, para que me pongas canciones dramáticas.
Se rio.
—¿Qué pasa después de eso?
—Ah. —Se frotó la barbilla—. Te desafiaría a nadar desnuda.
—Tiene sentido.
—Después de eso, tendríamos sexo en la playa. Algunas veces esa
parte fue apresurada. Depende de qué tan malos sean los insectos.
—Auch.
—Dímelo a mí. —Me sonrió rápidamente antes de llevar su
mirada de nuevo a la calle—. Es difícil disfrutar las cosas cuando los
mosquitos hacen de tu trasero su comida.
Resoplé.
—Ya veo lo difícil que puede ser eso.
—Mmmm. Luego por lo general corría para llevar a la chica a su
casa antes del toque de queda. Algunas veces las ayudaba a trepar a
una ventana o lo que fuera.
—Qué romántico.
—Siempre me pareció así —se divirtió, con el rostro oculto en las
sombras—. Nunca recibí quejas.
El mundo parecía bastante vacío, pacífico. Siguió sin haber
tráfico. Paramos en la entrada de un bungaló, y Vaughan apagó el
motor. Por un momento solo permanecimos en silencio.
—El asunto es que ya no tengo dieciocho años. —Giró su cabeza,
mirándome en la casi oscuridad mientras lo observaba—. Y quiero algo
mejor para ti. Puedo hacerlo mejor.
Sin otra palabra, abrió la puerta, y salió. Me quedé mirándolo dar
la vuelta para luego abrir la puerta del lado del pasajero, y ofrecerme la
mano. Supongo que la caballerosidad no se había muerto.
—Gracias. —Me bajé, tomando mi bolso. El gran sobre que Betsy
había enviado todavía no había sido abierto. Algunos trabajos requerían
de espacio y tiempo. Tenía la sensación de que leer sobre las finanzas
de los Delaney era uno de esos.
En lugar de soltarme la mano, me llevó a través del césped, hacia
los escalones frontales. Pensar que hace solamente tres días estuve de
pie ahí, escuchando a Samantha decirme cada insulto imaginable, bajo
el sol, en tanto que Ray hablaba con su abogado al teléfono. Era
asombroso cómo podían cambiar las cosas. Los últimos días, Vaughan
estuvo ocupado, cortando el pasto y poniendo el sobrecrecido jardín
delantero de nuevo en orden, alistando el lugar para venderlo. Bajo la
luz de la luna, todo parecía incluso adorable, más suave, la vieja casa
algo mágico. El deleite de un amante.
Las llaves tintinearon, luego la puerta principal se abrió y
entramos. No encendió ninguna luz. La puerta se cerró y él presionó mi
espalda contra ésta, la sonrisa en sus labios apenas fue visible. —Sé
que me invitaste a una cita, pero ¿te importaría si tomo el control?
—Depende. ¿Qué tienes en mente?
—¿Tienes que saberlo?
—Sí —dije.
—Controladora. —Se rio suavemente, quitándome el bolso y
dejándolo en el suelo.
—Le di control a Chris. Y no funcionó muy bien.
—Lo sé. —Exhaló con fuerza—. Pero no soy ese pedazo de mierda.
Nunca haría nada para lastimarte o humillarte deliberadamente.
Mis dedos se flexionaron, apretando mi agarre en sus dos manos.
Un claro indicativo del torrente de emociones que pasaban a través de
mí, desde la intensidad de sus palabras, a la sinceridad en sus ojos.
Miedo, lujuria, y todo en el medio me llenó hasta inundarme.
Traté de tranquilizarme. Sexo casual con un amigo, nada más,
nada menos. Solo rascarse una comezón.
Sí. Claro.
—¿Te encuentras bien? —preguntó.
—Sí. Solo… —Me lamí los labios—. Estoy bien.
Él no dijo nada.
Pasaron meses desde que Chris intentó cualquier contacto
verdadero y no había terminado muy bien para ninguno. El sexo antes
de él había sido con un novio de mucho tiempo en la universidad (quien
consiguió un trabajo en Groenlandia después de la graduación), seguido
por muchos encuentros casuales. Algunos buenos, otros aburridos.
Más de lo mismo como todo el mundo, imaginaba. Este era solamente
uno más. Nada de unir partes privadas con un ser querido que requería
poesía, iluminación ambiental y música clásica. Ninguna declaración de
compromiso. Sexo divertido. Fin.
—Siempre podemos hacer esto en otra ocasión —dijo,
apartándose un poco—. Fue un día largo, yo…
—No —solté, sin sonar desesperada ni nada.
—¿No? ¿Segura?
Solté sus manos, tomando su camisa, agarrándola como si mi
vida dependiera de ello. O al menos mi vida sexual. Él era mío, por el
momento, y me rendía a eso.
—¿Cariño?
—Te deseo.
—Yo también te deseo —dijo, gruñendo mientras me presionaba
contra él. Se sentía tan bien, fuerte y robusto. Además, el hombre olía
muy bien.
Si tan solo pudiera marcarme a mí misma en su piel, esconderme
en sus brazos por un buen rato hasta que las cosas se sintieran
seguras de nuevo. En cambio, apreté mis senos contra su pecho,
envolví los brazos alrededor de su cuello, acercándome tanto como me
fue posible. Su corta barba rascó suavemente mi cara y sus dedos se
hundieron en mi trasero, sosteniéndome más cerca, animándome a ir
más lejos.
—Te deseo mucho, mucho —dije—. No después. Ahora.
—Mierda. Lydia.
Sabía exactamente lo que quería decir.
—Tu piel es tan pálida. —Su voz hacía que el granito fuera
suave—. ¿Qué opinas de morder?
Parpadeé sorprendida, apartándome para ver su cara. —¿Morder?
—Sí.
—Mmmm. Nunca lo he hecho.
—Pequeños mordiscos. Nada que te lastime, lo juro. Me
comportaré.
—¿E…eso es lo que te gusta?
—Me gustas tú. —Se inclinó más cerca, casi juntando nuestras
bocas—. La pregunta es, ¿te gusto?
—Eres mi persona favorita en el mundo —le dije honestamente.
—¿Lo soy?
—Sí. —Mareada, lo miré; sus ojos y boca eran tan fascinantes. Mi
corazón latió rápido y el aire se hizo más fino, cada centímetro de piel
era electrizante. Estaba más que viva y mucho más que despierta, a
pesar del día tan largo. El deseo era una enfermedad. Se había
apoderado por completo de mí.
—Gracias, cariño. Tú también me gustas muchísimo.
—¿No solo mis senos?
Se rio, en un tono bajo y sucio. El calor aumentó a niveles
alarmantes en mi pecho. Mi corazón necesitaba calmarse de inmediato.
Mis entrañas se sentían preparadas para hacer combustión espontánea.
El hombre comenzó un incendio en mis bragas que solo él podía apagar.
Y pensar que si me hubiese casado con Chris, nunca hubiera
tenido esto de nuevo. Ver mis necesidades reflejadas en alguien más,
estar tan en sintonía con otro ser humano. Asombroso. Podría haber
pasado toda mi vida teniendo sexo promedio con alguien que ni me
gustaba tanto, y todo por el bien de la seguridad. De tener un hogar.
—¿En qué piensas? —Las manos de Vaughan se deslizaron por
mis brazos, desenredándome de él, moviéndome hacia atrás un poco.
—En nada.
—Inténtalo de nuevo.
Gruñí, con mi rostro ardiendo. —Solo estoy agradecida de pasar
este tiempo contigo. Pensé que mi vida estaba devastada, que tomé
todas estas malas decisiones y que lo arruiné todo. Pero estando aquí
contigo, las cosas se sienten muy lejos de ser malas.
—Bien. —Me dio un beso en la frente y sonrió—. Déjame contarte
una historia.
—¿Ahora?
—Sí. Ahora. —Entonces se puso sobre una rodilla, tomó uno de
mis pies y me quitó el zapato plano que estuve usando todo el día.
Excelente, el olor de mi pie lo noquearía hasta la muerte. Muy sexy.
—Cuando tenía quince años, comencé a ver a una chica que era
un par de años mayor que yo, de último año. —Calmadamente dejó mi
zapato a un lado y alcanzó el otro pie, desnudándolo también. El cabello
se le deslizó hacia adelante, escondiendo su cara, y se lo echó hacia
atrás en tanto se ponía de pie—. Era porrista. Tenía mucha más
experiencia que yo, lo que no era tan difícil, porque no tenía nada.
—¿Fue la primera?
—Sí, lo fue. —Sus dedos trabajaron en el botón de mis
pantalones, en el cierre. El frío aire de la noche golpeó mi piel expuesta,
dándome escalofríos. Aunque tal vez solo era él. Manos calientes se
deslizaron por mi cadera mientras bajaba la tela. Bajando por mis
muslos, más abajo aun, hasta que terminaron en el suelo y quedé de
pie, solo en un delgado par de bragas de encaje negro.
Nunca se sabía cuándo podía ser necesaria la ropa interior
estilosa. Mejor estar preparada.
Salí de mis pantalones de trabajo, empujándolos al lado con un
dedo. —¿Y?
—Y tuve problemas llenando sus expectativas. —Acarició mi
mejilla, pasando sus dedos alrededor del cuello de mi camisa de
trabajo—. Me ponía muy sobreexcitado y me corría demasiado pronto.
Me reí.
—Yo le gustaba, pero ah… comenzaba a molestarse por eso. —Un
dedo vagó, dibujando una línea y bajando por el medio de mi camisa,
presionando en la división entre mis senos. Por supuesto que tenía toda
la atención de mis pezones. Demonios, tenía toda la atención de mi
cuerpo, aparte de mi cerebro. Este nadaba en hormonas de felicidad,
ahogándose en ellas.
—Uh —dije, porque soy una genio intelectual.
—No es que no la hubiera hecho terminar. Me mostró cómo
hacerle un trabajo manual, me dijo cómo usar mi boca. —Agarró el
dobladillo de mi camisa, los dorsos de sus dedos se deslizaron sobre mi
vientre, jugando conmigo.
Mis entrañas se estremecieron y se retorcieron. Mis bragas
estaban húmedas.
—Ahora que lo pienso, ella era muy mandona. Pero aprendí
mucho.
Subió mi camiseta, exponiendo mi sostén de encaje. Entonces se
fue, volando hacia la oscuridad.
—Dios —dijo.
De repente la luz inundó el cuarto, cegándome. Patrones
brillantes bailaron frente a mis ojos, volviendo ciega.
—Lo siento. Necesitaba ver. —Las grandes manos de Vaughan se
deslizaron en mi caja torácica, deteniéndose bajo la banda de mi sostén.
Sus ojos estaban tan grandes como… bueno, mis senos.
—Bien. Has visto ahora. —Moví mi mano sobre la pared, tratando
de encontrar el interruptor de la luz. La oscuridad era buena. ¿Por
qué?, escondía toda clase de cosas. El bulto de mi vientre y los hoyuelos
de mis muslos gruesos. La oscuridad y yo éramos grandes amigas.
—Va a quedarse prendida.
—¡Pero la atmósfera!
—Cariño —atrapó mi mano, besando mis nudillos—, se va quedar
encendida.
—Hablando de mandones —gruñí.
Me niveló con una mirada. O lo intentó.
—Es solo que estaría más cómoda…
Antes de que siquiera pudiera acabar la idea, él se quitó la
camisa, dejándola caer al suelo. Después sus pies se ocuparon en
quitarse los zapatos mientras soltaba los botones de sus pantalones.
Con una mano presionada en la pared para equilibrarse, se quitó las
medias, así como sus pantalones. ¡Listo!, el hombre se paró frente a mí
en nada más que un par de boxers cómodos color azul, los que
felizmente dejaban poco a la imaginación. Era tan bonito. Cuando se
trataba de Vaughan Hewson, las palabras eran insuficientes. Podía
pasarme todo el día intentando describir cada curva y plano, cada
músculo sutilmente delineado. Su cuerpo largo y delgado era pura
poesía. Poesía o porno, tal vez las dos. Mi cerebro y mi vagina
continuaban en guerra por eso.
—Eso fue rápido —dije.
—Ahora los dos estamos casi desnudos. ¿Te sientes mejor?
Me encogí de hombros; mi avariciosa mirada pasó sobre su
cuerpo. Yo bajo la luz no estaba hecha para mucha felicidad. Pero él,
estaba hecho para maravillas. Qué curioso cómo cada gota de humedad
se evaporó de mi boca abierta. Aunque para ser justos, la humedad era
muy requerida en otro lugar.
—Lydia —protestó, yendo tan lejos como para regañarme como si
fuera una niña.
—¿Qué?
De nuevo, se dejó caer de rodillas. Su cabeza casi, pero no del
todo, quedó a nivel de mis senos. Con los labios firmes, miró mi
estómago. Era lo justo. Mi vientre tampoco me favorecía mucho. No es
que le pondría un freno al pastel de queso y comenzaría a trotar. No nos
volvamos locos.
En lugar de expresar su preocupación por el Índice Corporal de
Masa o algo así, alejó mis manos cubriendo mi estómago,
sosteniéndolas entre las suyas.
—No hagas eso —dijo en voz baja—. Eres hermosa. Cada parte de
ti.
Oh.
Sus labios dejaron suaves besos en el centro, su lengua salió y se
movió sobre mi ombligo. Jadeé, tomando tanto aire como pude.
—Hace cosquillas —dije cuando me miró de nuevo.
Me dedicó una breve sonrisa.
—¿Vas a terminar tu historia? —Cualquier cosa para distraerle de
mis problemas corporales era algo bueno.
—Sí. —Se puso de pie una vez más, frotando sus dedos sobre las
palmas de sus manos—. ¿En dónde estaba?
—Ella, comenzó a enojarse un poco. Yo, en mis pechos.
—Por supuesto. —Con una mano debajo de cada uno, él probó su
peso, levantándolos suavemente—. Mierda.
No tuve nada qué decir.
—Creo que debería seguirte todo el día, sosteniendo tus pechos
justo así. —Acarició mi cuello, el lado de mi cara. Y todo el tiempo sus
manos trabajaban, masajeando suavemente, con los pulgares jugando
con mis pezones—. Nunca necesitarás un sostén de nuevo.
—Eso debería funcionar bien. —Se hizo más difícil respirar por
alguna razón. Como si mis pulmones estuvieran indispuestos o fuera de
servicio.
—Creo que sí. —Gimió, presionando su pene en mi cadera.
Grande, duro, definitivamente excitado. Y, Señor, yo también. Al
sentirlo, todo mi inferior se tornó nuclear. Las luces rojas se pusieron
intermitentes, las sirenas se encendieron. La forma en que me tocaba,
presionándose contra mí. El asombro en sus ojos y la admiración de
sus palabras. Todo era demasiado, pero no quería que terminara
nunca. Todo mi cuerpo estaba al rojo vivo. Podía iluminar una ciudad.
No existía nada más allá de él y yo—. No puedo dejar de tocarte —dijo.
—Por favor, no pares.
—Por qué demonios no hemos estado haciendo esto antes —
susurró en mi oído, con la respiración pesada.
—¿Porque somos idiotas?
Una risa incómoda. Entonces me mordió el cuello; el ardor fue
algo sorprendente. Pero fue tan dulce la succión de su boca, las caricias
de su lengua, alejando el ligero dolor. Subí de puntillas, tratando de
escapar de su boca ansiosa, pero manteniendo un apretón de muerte en
sus brazos, en caso de que él tratara de ir a alguna parte.
Qué me jodan. La confusión dictaminó mi mente. Había
demasiadas sensaciones, tanto agudas como dulces. Labios firmes y
una lengua malvada. Las lamidas se hicieron más largas, más lentas,
mientras que arrastraba su lengua por mi cuello.
Suaves besos calmantes bordearon mi mandíbula, al borde de
mis labios.
—¿Ves? No es tan malo —murmuró, frotando su nariz contra mi
mejilla. Dios, ojalá estuviera más cerca. Dentro de mí, estaría bien.
—No. No es tan malo.
—Mmm.
Alivié los pies poniéndolos planos sobre el suelo y enrollé mis
brazos alrededor de su cuello. Su cabello era mejor que el mío. Suave y
sedoso. Apostaba que el hombre solo se lavaba con jabón o alguna otra
cosa. Qué injusto.
—¿Llevas un condón encima? —le dije, enhebrando los dedos en
su pelo, acariciando su nuca, tocando tanto del hombre como podía.
—Fui a buscar una caja en mi descanso. Una grande. Compré
provisiones solo para ti.
—Excelente.
Sus manos se deslizaron detrás de mi espalda, jugando con algo.
A continuación, el peso de mis pechos se movió, las correas de mi
sujetador se aflojaron. —Así que... mi historia.
—¿Sí? —No tenía ni idea cómo esperaba que me concentrara en
algo.
—Seguía corriéndome demasiado pronto y eso le estaba
molestando.
—Comprensible —dije—. ¿Puedo decir rápidamente lo mucho que
disfruto de escuchar acerca de una de tus ex novias en este momento?
Esta vez mordió donde se unía el cuello y el hombro, mordiendo
con más fuerza, aferrándose más tiempo. Cuando alivió la herida, abrió
bien sus labios, chupando en un área más grande. Sus manos se
movieron por mi espalda, llevándome contra él, sin dejar ningún
espacio entre nosotros. La sangre corrió a través de mí, subiendo detrás
de las orejas. Mis nervios salieron disparados; la mitad en el cielo, la
mitad en el infierno. Todo me confundía demasiado.
El hombre era en parte vampiro y tuve la peor sensación de que
me gustaba. Mucho.
—Ese va a dejar una marca —informó con total naturalidad.
Como si no se viera afectado. Como si su pene no estuviera presionando
contra mi estómago, duro como una piedra.
Sin embargo, tendría que esperar para una respuesta listilla.
Estaba demasiado ocupada simplemente respirando.
Vaughan se echó hacia atrás, buscando algo en mi cara. Cuando
no encontró nada, deslizó una mano entre mis piernas. Puso a un lado
mis bragas y deslizó un dedo con cuidado dentro de mí. Aunque no
había ninguna necesidad verdadera de tener cuidado. Las fábricas de
lubricantes habrían sentido envidia. El estado de mi ropa interior era
una maldita desgracia.
—Caliente y húmedo —dijo.
Fruncí el ceño. —¿No estaba como se suponía que tenía que
estar?
—Solo comprobaba. —Una vez, dos veces, me besó los labios.
Cosas rápidas e intrascendentes. Nada parecido a lo que deseaba. El
devorador que estaba buscando. Él hizo un intenso sonido feliz,
manteniendo el dedo en su lugar—. Me preocupé cuando no dijiste
nada. Tenía que saber si esto te parecía bien.
—Tiene sentido.
—Hmm. —Su pulgar se deslizó hacia arriba en mi ropa interior,
resbalándose peligrosamente cerca de mi excitado clítoris. Solté un grito
ahogado, apretando mi agarre en su cabello. El hombre hizo una
mueca, pero no se quejó. Y que quede constancia, él respiraba con
tanta dificultad como yo.
—¿Deberíamos tener una palabra de seguridad o algo parecido?
—le pregunté, tratando de pensar de forma correcta, de ser prácticos.
—Por supuesto. Si te hace sentir mejor.
—De acuerdo. —El dedo dentro de mí giró, bombeando adentro y
afuera, haciendo todo bien. Cada músculo se contrajo allí abajo con
alegría. Podía sentir mi pulso martillando entre mis piernas—. Oh Dios,
se siente bien.
—¿Cuál es tu palabra de seguridad, nena?
—¿Sigue haciendo eso o te mataré?
—¿Qué? —El dedo inteligente jugó con mi entrada, extendiendo la
humedad.
—Más.
—Pronto —dijo, retirando lentamente su mano de mi ropa
interior. Maldita sea.
Solté un lamentable gemido. —No. Ahora.
—Luego, ella me dice que tengo que empezar a pensar en otra
cosa cuando tenemos sexo. —Apretó su muslo entre mis piernas,
manteniendo una presión constante contra mis regiones inferiores. Las
que resultan ser mis curiosas partes femeninas, actualmente en
desesperada necesidad de atención. Fue imposible no presionarme
contra él, a pesar de que esto solo alivió el dolor un poco. Su historia no
alivió nada, y era francamente una distracción.
—Dice ella que tengo que mantener mi mente ocupada mientras
lo estamos haciendo. —Sostuvo mi cadera con una mano, deslizando la
otra entre el pecho y la copa del sujetador, bajando el material—. Me
pregunta qué me gusta. Le digo, me encantan las guitarras Fender.
—Mm-hmm —dije, tratando de ser cortés.
—Así que tengo que pensar en las guitarras Fender.
—Guitarras Fender. Correcto.
—¿Estás prestando atención? —preguntó. Su pulgar frotó sobre
mi pezón duro, empeorando (mejorando) todo. Infiernos, la forma en
que me miraba con tanta hambre. No sabía cuánto más podría
soportar. El calor de su piel y el olor de su sudor, todo sobre este
hombre me volvía loca. Insaciable. Cualquier cosa.
—¿Qué? Oh sí. En su mayoría. —Me froté contra su pierna, más
allá de preocuparme de cómo me vería. Solo importaba correrse—. ¿Y?
—Y. —Su mano agarró mi culo, tirando de mí con más fuerza
contra su pierna, moliéndome contra él. Mientras tanto la otra mano,
realizaba hazañas impresionantes con mi pecho izquierdo, rodando y
ligeramente pellizcando el pezón. Sus dedos apretaban una pizca más
de lo necesario. Era extraño. Con él, me gustó aquel límite.
—Maldición, estás mojada. Tu olor me mata. Podría comerte
entera.
—Dentro de mí, ahora. Oral más tarde.
—Más tarde —coincidió—. Tenemos que pasar esto a la
habitación.
—No hay tiempo.
—Mierda. —Se centró en mis labios, alternando entre mordiscos
con besos. Pero sus manos seguían haciendo cosas buenas. Cosas
increíbles y maravillosas. Y en serio, ya era suficiente. Momento de
pasar a la parte del espectáculo del pene-en-la-vagina.
Metí la mano en sus boxers, deslizando la palma de la mano
sobre su pene. Piel suave, sobre la dureza más perfecta. Ya era oficial.
Mi mano se hallaba en el cielo. En serio, ¿quién habría pensado que la
salvación se ocultaba en los pantalones de Vaughan? Yo no.
Envolví los dedos alrededor de él, acariciando con reverencia.
Con un gemido, su cabeza cayó hacia adelante, descansando
contra la mía. El líquido preseminal humedeció mis dedos, fomentando
mi agarre, aumentando mi ritmo.
—No me hagas follarte contra esta puerta, Lydia.
Todo dentro de mí se apretó con fuerza. —Dios, suena bien.
Vamos a hacerlo.
—Mierda.
Deslicé mi mano libre en la parte posterior de su pelo, trayendo
su boca a la mía. Ha llegado el momento de tomar lo que deseaba. Todo
lo que quería. Y maldita sea, me encontraba al cien por ciento en ello.
Con un gruñido, atacó mi boca, besándome con ferocidad. Los
dos usábamos nuestros labios, los dientes, la lengua. Desesperados por
entrar uno en el otro de cualquier manera que pudiéramos. Guerras
habían sido menos sucias. Su lengua se enredó con la mía, dándome
una probada de él. Pero no era suficiente. Nunca podría ser suficiente.
Moviendo las caderas, folló mi puño. Su pene se puso cada vez
más grueso. Mucho más de esto y yo me habría corrido sobre su pierna,
y él en mi mano. Una idea increíble. La mera idea casi me llevó allí.
Tan cerca.
Luego, en una prisa todopoderosa, retrocedió, saliendo de mi
agarre, alejándose de mi boca. Un poco peligroso, aunque supongo que
el hombre sabía lo que estaba haciendo. Tal vez. Sin su muslo
sirviéndome de apoyo, mi trasero casi se cayó al suelo. Con las rodillas
tambaleantes, mi espalda comenzó a deslizarse hacia abajo desde la
puerta. Me costó un rato volver y levantarme.
—¿Vaughan?
Con la mano envuelta firmemente alrededor de su pene, se puso
de pie, bajando la cabeza. —Espera.
Las tiras del sostén se deslizaron por mis brazos, cayéndose poco
a poco. Ayudé a que sucediera, mucho más allá de preocuparme por
todo el asunto de la imagen corporal. —Pero…
—Un segundo. —Él agarró sus pantalones vaqueros, rebuscando
en sus bolsillos. Sacó un paquete de condones y lo desgarró como un
hombre poseído.
Sí. SÍ.
Me bajé las bragas mientras él hizo lo mismo con sus boxers.
Podría haber sido una carrera, a juzgar por la determinada presión de
sus labios y la mirada feroz en sus ojos. Con movimientos rápidos y
seguros, se puso el condón. Luego se acercó a mí. Por un momento, casi
sentí miedo. El dulce y divertido Vaughan había abandonado la casa
hace mucho tiempo. Este hombre era otra persona. Traté de retroceder,
pero no había ningún sitio dónde irme.
Nuestros cuerpos chocaron entre sí, golpeando la puerta. Sus
manos agarraron mi cara, ubicando mi boca, manteniéndola firme para
darme un beso ardiente. Luego él agarró mis muslos, alzándome,
soportando mi peso y envolviendo mis piernas alrededor suyo. Todo
sucedió muy rápido. Con una mano en mi trasero, llevó la otra entre
nosotros, poniendo su pene en posición. La cabeza contundente
comenzó a introducirse inmediatamente, separando mi carne,
uniéndose conmigo. Lo único que conseguí hacer fue aferrarme a su
cuello y recibirlo.
A paso lento pero seguro, me completó. Solo cuando sus caderas
se encontraron firmes contra mí y estábamos piel con piel, hizo una
pausa. Sus labios rozaron mi mejilla, colocando besos con la boca
abierta a lo largo de mi mandíbula.
—¿Está bien? —preguntó, con el cuerpo tembloroso por el
esfuerzo de contenerse, para esperar mi respuesta.
Como contestación volví la cabeza, encontrando su boca con la
mía, besándolo. Y así empezó todo. No puedo decir que sé exactamente
cómo se siente ser clavada contra una puerta. Pero con Vaughan, fue
una gran experiencia.
Se retiró antes de penetrarme hasta el fondo, empujando con
fuerza y seguro desde el principio. No podía ir lento. Ni existiría una
acumulación gentil. Los dos nos hallábamos demasiado idos para tales
cosas. Nuestra piel chocaba con dureza, sus bolas me golpeaban el
trasero. La longitud gruesa se sumergió dentro de mí una y otra vez.
Tuvimos que dejar de besarnos antes de que alguien se lesionara debido
a los choques entre nuestros dientes. El sudor nos resbalaba por la piel
y los sonidos de los jadeos llenaron la habitación.
En honor a la verdad, éramos un poco salvajes. Bestias. Sin
dudas, sucios.
Sus dedos se clavaron profundamente en mis nalgas mientras él
nos ponía en ángulo recto. Entonces su pelvis seguía manteniendo
contacto con mi clítoris. Una y otra vez, golpeó ese lugar dulce,
acercándome más al límite, volviéndome loca. La electricidad recorrió
mi cuerpo, haciendo que fluya la sangre, que cante cada terminación
nerviosa. Nunca había estado tan abatida, todo se tensó de pies a
cabeza, desesperadamente necesitando la liberación. La fuerza con que
me sostenía, la forma en que sus músculos destacaban con alivio
absoluto. El olor del sexo y el sudor. Todo era bueno y correcto. Incluso
la ocasional punzada de dolor. Vaughan me estampó en la puerta,
estirándome, llenándome más allá de lo que creí que era posible
soportar.
Luego sus dedos se apretaron, agarrando mis nalgas con una
fuerza dolorosa. De alguna manera, cambió un poco lo que hacía. El
ángulo o la forma, o solo Dios sabe qué. Sin embargo, sus caderas
chocaron contra mí mientras embestía con fuerza, apretando la pelvis
contra mi clítoris. La presión se construyó al punto de ruptura en la
base de mi columna, todos mis músculos se contrajeron. Una, dos, tres
veces él hizo esto y luego mi mundo se volvió blanco.
Estrellas. Fuegos artificiales. Cada parte de mí se estremecía
como si estuviera despedazándome, explotando. Pronto, no quedaría
nada de mí. Y aun así, él me abrazó con fuerza. Mi columna golpeó la
puerta, haciendo que traquetee, que chirríen sus bisagras. Su cuerpo se
movía dentro del mío, enredando partes físicas hasta el punto que no
creía que alguna vez nos separaríamos.
Hasta que hizo un ruido; un grito gutural. Me llenó dos veces
más. Con la cara hundida en mi cuello, se vino.
Traducido por Val_17
Corregido por Lu

—Espero que estés contenta —gruñó Vaughan, tendido de


espaldas, mirando el techo de la habitación.
Cubrí mi sonrisa en su costado, respirándolo. Resulta que el
hombre olía incluso mejor por la mañana después del sexo caliente.
Quería lamerlo de arriba abajo, luego regresar por más. En su lugar
bostecé, estirándome con cautela. Ciertas cosas dolían de la mejor
manera. Después de meses y meses de abandono, la alegría por fin
había hallado el camino a mi vagina. —Honestamente, no creo que
pueda estar más contenta.
Un gruñido.
—Gracias por todo el esfuerzo. Lo aprecio mucho.
—Te fuiste directo a dormir.
—Lo sé —dije—. Pero fue un día muy largo y acababa de venirme
lo suficientemente intenso como para causarme un daño neurológico.
Otro gruñido.
—Ahora que lo pienso, fue más cercano a un estado de coma que
de sueño.
—Nena, no eres divertida. —Deslizó un brazo a mi alrededor a
pesar de su falta de diversión, acariciando con sus dedos el costado de
mi pecho. Por supuesto. Tal hombre de tetas—. Se suponía que sería
romántico.
—Lo fue.
Levantó su cabeza cansada. —Lydia, tienes moretones en la
espalda por golpearte tan fuerte contra la puerta principal. Puede que
no tenga mucha experiencia en esta área, pero estoy bastante seguro de
que eso no es jodido romance.
Esto venía del Señor Mordiscos. El tipo iba en serio.
Destellos de la luz del sol brillaron a través de los huecos en las
cortinas. Lo suficiente para iluminar las velas apagadas dispersas por
toda la habitación, los floreros rebosantes de flores silvestres. Una
botella de champán sin abrir se encontraba en un cubo de hielo
derretido hace mucho tiempo. Estoy segura de que las sábanas frescas
eran de algodón egipcio. Quería rodar sobre ellas con Vaughan hasta
que el mundo hiciera bum. Lo cual era una manera perfecta de hacer mi
salida.
Me meneé más cerca, apretándome con fuerza. A veces, actuar
como una lapa te tranquiliza, no juzguen. —De verdad aprecio que te
tomaras tantas molestias. Gracias.
Con un suspiro, apoyó la cabeza sobre la almohada. —Voy a
deberle una a Joe durante años por hacer todo esto mientras
estábamos en el trabajo.
—Sin duda te superaste. La habitación parece increíble.
—Sí. —Su ceño fruncido se volvió tímido—. En realidad, le di
veinte dólares y le pedí que comprara un ramo de flores y un par de
velas. No tenía idea de que iba a hacer todo esto.
—Oh. Quién habría pensado que Joe tendría el alma de un
romántico.
Todas las flores y los grupos de velas, el champán en hielo y
sábanas impresionantes. Era increíble. El oso-camarero rubio sabía
cómo seducir.
Él me dio una palmadita en el brazo. —Tengo que ir al baño.
Lo liberé y me senté lentamente, sosteniendo la sábana en mi
pecho. Una buena posición para ver toda la bondad que era Vaughan
Hewson al levantarse de la cama. La piel pálida y la obra de tinta en su
espalda, sus hombros amplios y culo firme. Todo muy bueno. Se pasó
una mano por el desordenado pelo rojizo y bostezó ruidosamente,
paseando por el pasillo en toda su gloria desnuda. —Debería cortarme
el pelo.
—No —espeté, un poco demasiado enérgica teniendo en cuenta el
carácter temporal de nuestra relación—. Córtate cuando me haya ido.
Se rio y fue a atender el llamado de la naturaleza. Necesitaba eso
y también cepillarme los dientes. Además, mi pelo se sentía muy similar
al infierno. Debería arreglarlo en algún momento. Es curioso, pero con
Chris siempre andaba en mi mejor aspecto. Comprobando
constantemente mi cabello y maquillaje hasta el punto de la obsesión.
No solo en el trabajo, como es lo usual, sino todo el tiempo. Sin
embargo, aquí me encontraba, un completo desastre y muy relajada
acerca de todo el asunto. Era extraña la facilidad con que desaparecía
la mujer que estuvo con Chris. Podría besar a Paul por enviar el video y
evitar que cometiera el mayor error de mi vida. Besarlo y también
golpearlo. La rabia no disminuyó por completo.
—Oye. —Vaughan se sentó en el extremo de la cama, tirando
suavemente de la sábana.
La sostuve en mi pecho, manteniendo las cosas cubiertas. —Oye.
—Estás con el ceño fruncido.
—Pensaba en Chris. En lo estúpida que fui al dejarlo meterse en
mi cabeza.
Asintió, dándole otro tirón imprevisto a la sábana.
La sostuve con más fuerza. —Sabes que no fue solo él. Era todo
su mundo. Todo una fachada, todo el tiempo. El cabello correcto, la
ropa adecuada, las etiquetas correctas. Y me dejé atrapar por eso. Me lo
creí.
—Buscabas la felicidad, Lydia. ¿Cómo vas a saber si algo
funciona si no le das una oportunidad?
—Tal vez.
—Estoy en busca de la felicidad. —Tiró de la sábana.
La apreté contra mi pecho. —¿Ah sí?
—Oh, sí. —El idiota sexy me dio una sonrisa lenta—. No trabajas
hoy. Somos libres de hacer lo que queramos.
Al instante, mi sexo se encendió, sabiendo exactamente cómo y
qué quería. Pero la Lydia Práctica llegó primero a mi boca, esa vaca.
Algunos hábitos eran difíciles de romper. —Pensé que dijiste que ibas a
arreglar la puerta de la cocina y trabajar un poco más en el Mustang,
empezar en el jardín trasero. Yo debería ir a terminar los trámites con
Ray y buscar un auto.
Bajando las cejas, me dio una mirada de desilusión.
—¿Tal vez?
—Nena. —Vaughan negó con la cabeza, tirando un poco más
fuerte de la sábana—. Esas cosas son trabajo. No van a hacernos
felices.
—¿No?
—No. Pero follar sí.
—Cierto. Está bien, entonces. —Sonreí.
El loco se me lanzó encima. Mi espalda golpeó el colchón y estuve
cubierta por la larga longitud de su cuerpo suspendido sobre el mío. Por
suerte, él mismo se detuvo antes del impacto. Ambos teníamos
suficientes moretones. La piel es nuestro órgano más extenso y él
jugaba con la mía como un maestro. Mientras me reía como una
lunática, retorciéndome por debajo, me acarició el cuello, sus rastrojos
cosquilleando en cada maldito punto sensible. El calor de su cuerpo, la
sensación de su pelo contra mí, todo eso alimentaba el fuego
construyéndose entre nosotros. Poco a poco, se abrió camino hasta mis
pechos. Todas mis partes de chica que seguían adoloridas por la noche
anterior se despertaron por completo, con ganas de más. Escuadrones
de mariposas alzaron vuelo en mi estómago. El hombre era una
experiencia de todo el cuerpo, impresionante y adictivo. No podía
entender cómo alguna vez tendría suficiente de él.
Un día en la cama con Vaughan sonaba como el cielo. Su celular
zumbando a lo lejos en la mesita de noche, no tanto.
—Mierda —murmuró, alcanzándolo y levantándolo para echar un
vistazo a la pantalla—. Es Nell. Será mejor que responda o seguirá
llamando.
Lloré en el interior, mi deseo por el hombre poniéndome débil.
—¿Sí? —respondió, acostado junto a mí. Las esquinas de sus
labios se curvaron hacia abajo—. Seguimos en la cama. ¿De qué quieres
hablar con ella?
La voz de Nell sonaba pequeña y lejana. Por mucho que me
gustaba la mujer, no quería hablar con ella en este momento.
—Por el jodido amor de Dios. —Él me tendió el celular.
Lo tomé. —Hola, Nell.
—Necesitas conseguir tu propio teléfono —dijo.
—Lo sé.
—¿Y qué haces en la cama de mi hermano?
El hermano en cuestión hizo a un lado la excepcionalmente
delgada sábana y creó un camino de besos por mi torso una vez más.
Lamiendo aquí, mordisqueando allí. Qué hombre más agradable. Mi
corazón latía con fuerza, inundándome con hormonas aún más felices.
Le acaricié el pelo, y luego lo empujé en dirección de mi coño. De una
manera amigable. Ya saben. Se rio y soltó de mi agarre, mordisqueando
mis dedos con dientes afilados. Cristo, era lindo. Y caliente.
—En realidad, no quieres que responda esa pregunta —le dije.
Nell gimió. —Bueno, hagas lo que hagas, detente. Te necesito en
el bar.
—¿Qué? No —dije, con voz aterrorizada—. No puedo. Tengo la
peste negra.
—Buena excusa —murmuró Vaughan, acercándose cada vez más
a donde lo quería. Lo necesitaba.
—Tómate un Advil —dijo Nell—. Rosie está enferma, la contagió
su hija, y Joe ayuda a su padre con un trabajo de construcción.
Estamos colapsados para el almuerzo. Masa no puede ocuparse de todo
él solo.
—¿Quién es Masa? —pregunté.
—Uno de mis camareros, acaba de regresar de sus vacaciones. Va
a la universidad local de tecnología. Te caerá bien.
—Genial. Pero qué hay de Eric, ¿no puede ayudarte?
—Eric se encuentra detrás de la barra —dijo, obviamente cada vez
más impaciente—. Vamos, cocinaré algo delicioso solo para ti.
—Nell…
—Mira, sé que preferirías hacer cosas en la cama con mi
hermano, pero te necesito. ¿Por favor, Lydia?
AHHH. —Bien. Déjame darme una ducha rápida y luego iré.
—Gracias. —Colgó en mi oído.
Las personas eran de lo peor. Arrojé dramáticamente el brazo
sobre mis ojos, llorando en silencio. Está bien, no eran lágrimas
verdaderas. La tristeza, sin embargo, no era fingida.
Vaughan tomó esa oportunidad para morder mi muslo,
hundiendo sus dientes en mi carne y quedándose así. Dolió. —Ay.
—Eso es por no poner tu felicidad en primer lugar. —Besó el
punto sensible una vez o dos. Luego lo lamió—. Y eso es por ayudar a
mi hermana. Voy a hacer que se sienta mejor cuando salgas del trabajo.
—Será mejor que lo hagas. Imbécil. —Puse su celular en la mesita
de noche, saliendo de la cama—. Sigue mordiendo así y te compraré un
anillo de dentición.
—Tu piel es tan bonita, no me resisto a dejarte mi marca. Es tu
culpa. —Ni siquiera un atisbo de remordimiento de su parte—.
Adelante. Voy a hacer café, tú dúchate.
—Gracias. ¿Me prestas tu auto?
—Yo te llevaré y te recogeré cuando hayas terminado. —Sus
brazos me rodearon por detrás, apretándose contra mi espalda. Se me
olvidó lo agradable que se sentía tener a un hombre caliente y cachondo
cerca. Este en particular funcionaba para mí estupendamente.
Enormemente.
—¿Estás seguro?
—Sí, así tengo la oportunidad de ponerme al día con Andre. Y
hacer algunos recados.
—Genial. —Pasé las manos por sus brazos, disfrutando de la
sensación, de estar con él.
Alineó la longitud de su pene entre la división de mis nalgas,
frotándose contra mí. Vaya. Qué sensación interesante. Mi espina
dorsal se tensó, luego se relajó, gustándome el efecto. Él soltó un ruido
bajo de aprobación en mi oído.
—No tenemos tiempo —dije, excitándome una vez más. Yo era un
lío húmedo y desenfrenado. De ninguna manera Nell podría cocinarme
algo lo bastante delicioso para compensar la pérdida de tiempo fuera de
la cama con Vaughan. Imposible.
—Lo sé. —Grandes manos me agarraron las caderas, llevándome
con firmeza hacia atrás—. Mierda, eso es dulce.
—Vaughan. —La sensación de él endureciéndose, alargándose,
me dificultó la respiración. La vida era tan injusta.
—Me gusta tu culo, nena. Me gusta mucho.
—Pensé que eras un hombre de tetas.
Su boca caliente se presionó contra mi cuello, prendiendo fuego
dondequiera que fuera. Extendió una mano sobre mi vientre, y la otra
jugó con un pezón. Siguió frotándose contra mí, haciéndolo todo mucho
peor. O mejor. Ambos, tal vez.
—Lo soy —dijo—. Pero prácticamente quiero besar, lamer, morder
y follar cada parte de ti.
Oh, Dios. Me temblaban las rodillas.
—Maldición. La elección del momento de Nell es malísima. —
Gimió, retrocediendo—. Ve a ducharte.
—Cierto. —Mis rodillas débiles se tambalearon—. Ve a preparar
café.
—Sí.
Me dirigí hacia la puerta. Luego me detuve, aturdida tanto en
mente como en cuerpo, pero curiosa por algo. —Oye. Anoche nunca
terminaste esa historia.
Con una expresión de dolor, se sostuvo el pene contra su
estómago. —¿Qué?
—Esa sobre la chica con la que te corrías muy pronto.
Sonrió a medias. —Ah, sí. Así que me dice que piense en otra cosa
que me gusta mientras estamos follando. Para apartar mi mente de
estar dentro de ella y todo eso. La próxima vez que lo hacemos, pienso
en las guitarras Fender. Lo pienso con todas mis fuerzas. Le cuento mi
plan para que sepa que estoy intentándolo.
—¿Y?
—Logré durar. Ella se corrió gritando: “¡Sí! ¡Fenders!”. —Sonrió—.
Despertó a sus padres. Nunca he bajado por una ventana tan rápido en
mi vida.
En silencio, me reí, sacudiendo la cabeza. —Genial.
—Mmm.
—¿Por qué me contabas eso? —Me apoyé en la puerta, mirándolo.
Con cuidado, lentamente, se sentó en el borde de la cama—. Quiero
decir, es una gran historia. Pero ¿por qué anoche?
—No lo sé. —Suspiró—. Para que te relajaras, para apartar tu
mente de la preocupación por tu cuerpo.
—Oh.
Se encogió de hombros.
—Gracias.
—No me gustó que trataras de ocultarme partes de ti. —Vaughan
se quedó mirando la pared—. No soy como ese idiota, escogiendo qué
partes de ti me gustan y esperando que cambies el resto. Me gustas,
Lydia. Todo de ti.
Mi corazón se sentía enorme. Fuera de control.
—Funcionó —dije, con mi voz cargada de emoción a pesar de mis
mejores esfuerzos.
Volteó la cabeza hacia mí.
—Estoy aquí de pie desnuda, sin cubrir nada. Por lo general no
soy así. —Me encogí de hombros, riendo nerviosamente. De algún
modo, tener mi culo pálido y tembloroso en exhibición no me hizo correr
desesperada para cubrirme. Todavía. Un milagro, de verdad. El tira y
afloja anterior con la sábana fue más divertido que cualquier otra
cosa—. No lo sé… supongo que confío en ti. Quiero decir, debo hacerlo.
Nada.
Ni una maldita cosa.
Auch. ¿Cuándo aprendería? Apestaba desnudar tu alma. Observé
el suelo, la pared, todo menos a él. Ni siquiera tenía sentido; quiero
decir, me contó una historia tonta. Fue amable y comprensivo. Pero él
siempre era amable y comprensivo. No era nada nuevo. Que me follara
hasta dejarme sin sentido, dándome el mejor sexo de mi vida hasta
ahora, significaba que tuvimos una gran noche. Pero no era una
experiencia altera-vidas, cambia percepciones, ni de estrellas
alineándose. Dio la casualidad de que pasé por un período de
crecimiento y él formó parte de ello.
Eso es todo.
¿Cuándo iba a aprender? El hecho de que mi vagina se divertía no
significa que mi corazón tenía que ponerse todo pegajoso.
—Nena —dijo—, mírame.
Lo hice incómodamente.
—Gracias.
Asentí.
—Lo he dicho antes, pero… me alegro de que estés aquí.
—También yo. —La sonrisa en mi cara se sentía extraña,
incorrecta. Era hora de una revisión de la realidad. Cosas que en
realidad no deberían significar nada comenzaban a sentirse grandes e
importantes, y eso no era necesario ni bueno.
Solo amigos teniendo sexo. Nada más.
Traducido por Mary Warner & Pachi Reed15
Corregido por Julie

—¿Qué sabes sobre el libro de registro?


Desaté mi delantal, arrojándolo a la ropa sucia. —Introducir datos
de contabilidad en una computadora, ¿a eso te refieres?
—Sí.
—Un poco. Puedo transcribir. Estoy familiarizada con los
programas básicos.
Nos encontrábamos de nuevo en la pequeña oficina desordenada;
el clamor del almuerzo finalmente aliviándose. Mi compañero camarero,
Masa, un joven japonés estudiante del instituto de tecnología local, ha
sido realmente una delicia. Trabajar con él era divertido. El Bar Dive
podía estar fuera del radar en cuanto a personal ahora mismo, pero
aquellos que se hallaban aquí eran sólidos. Incluso Eric probaba ser
más que competente, manteniéndose al día con nuestros pedidos de
bebidas mientras que manejaba una conversación con unos cuantos
que pasaban el rato en la barra.
—¿Por qué me lo preguntas? —inquirí, dejándome caer
pesadamente sobre la única silla libre en la habitación—: Dios, me
duelen los pies. Eres buena con los cuchillos, quítamelos. No los quiero
nunca más.
—Deja de ser una princesita llorona.
—En serio, me duelen. Si sigo haciendo esto, voy a tener que
invertir en zapatos de mejor suela.
La cabeza de Nell se disparó hacia arriba. —¿Estás pensando en
quedarte?
—¿Qué? No. —Cerré mi estúpida boca—. No, por supuesto que
no. No sé de dónde vino eso. Ya tengo una carrera, soy agente de bienes
raíces.
—No, no lo eres. Fuiste despedida.
—Gracias —respondí secamente—. En realidad, debería leer sobre
esa liquidación de Delaney esta noche. Terminar con eso ya.
—¿Entonces recibirás una liquidación? —Colocó sus codos en la
mesa y entrelazó sus dedos, observándome con ojos redondos y
brillantes—. ¿Cuánto crees?
—Con suerte lo suficiente para comprarme un carro usado
decente y ayudarme a asentarme en cualquier otro lugar. —Crucé mis
piernas, poniéndome cómoda—. Honestamente no sé qué será. Estoy un
poco asustada de mirar. Mis ahorros no son inmensos.
—Tienes un trabajo aquí, un lugar donde quedarte.
—Nell, esto son medidas de emergencia. Encontrarás un nuevo
camarero y Vaughan se irá pronto; la casa se vendió.
Ella se estremeció.
El arrepentimiento me inundó. —Lo siento.
—No lo sientas. Es la verdad. —Su brillante cabello rojo se
hallaba recogido en un moño. Aun así parecía demasiado brillante
contra el pálido de sus mejillas, las sombras bajo sus ojos. Era
preocupante.
—Aún luces un poco apagada. ¿Crees que podrías haber pescado
cualquier microbio que la familia de Rosie tiene a su alrededor?
—Tal vez. —Arrugó la cara—. Solo estoy tan cansada
últimamente. Todo hace mella en mí.
—Has lidiado con mucho últimamente.
—Uhm. Eric se disculpó y trabaja mucho otra vez, pero Paul no
pondrá un pie en el lugar. No veo que eso cambie en mucho tiempo.
Todo lo que pude hacer fue fruncir el ceño en su nombre. Los
hombres apestaban a veces.
—Solo desearía tener el dinero para comprar su parte —dijo,
cerrando sus ojos fuertemente por un momento—. Mi parte de la tienda
de tatuaje no cuenta para la mitad o para lo que necesitaría. Me está
causando muchos problemas conseguir mantener este lugar.
—Solo tú pudiste tener el negocio en auge. La inversión fue
buena.
—Sí. Solo es una pena que mi matrimonio no funcionara. —Sus
ojos se llenaron de lágrimas—. Estoy tan orgullosa de este lugar, Lydia.
No puedo perderlo.
Era una situación difícil. Falsas promesas no ayudarían, así que
mantuve mi boca cerrada.
Suspiró. —En cualquier caso, ¿te gustaría algo más de trabajo?
Tuvimos un gran contador la temporada anterior, pero se retiró la
pasada navidad. Tenía la esperanza que entre todos fuéramos capaces
de mantenernos por encima de esto, pero no está sucediendo. Joe tiene
la computadora y el programa preparado, listo para funcionar. ¿Qué
dices?
Cerré los labios, considerando las consecuencias. Más dinero.
Menos tiempo con Vaughan. Un pensamiento verdaderamente triste.
—Probablemente solo te tome un día o más para que
concordemos con la fecha —me engatusó Nell, dejándose caer en el
asiento—. Y estarías sentada todo el tiempo. Te garantizo que no dañará
tus pies en lo absoluto. ¿Por favor, Lydia?
—Ya usaste “por favor” conmigo hoy.
—¿Porfis? —La cara que hizo fue patética. Una especie de cruce
entre un perro de caza y un perezoso pelirrojo deprimido. No fue lindo—
. Estoy dispuesta a rogarte. Besar tus pies malolientes trazaría la línea,
pero rogar podría funcionar.
—Dios. Bien —dije, levantándome lentamente—. Pero empieza a
buscar a un nuevo contador.
—Absolutamente.
—Y una nueva mesera.
—Sí.
—Lo digo en serio, Nell. —La señalé con el dedo.
—Lo sé. —Sonrió beatificantemente.
No confiaba ni un poquito en esa sonrisa. —Tengo que reunirme
con Vaughan.
—Hablando de eso. —Arrugó delicadamente la nariz, los ojos
encendidos de malicia—. ¿Puedes por favor utilizar más corrector en los
chupones la próxima vez? Eso, o pedirle a mi hermano que deje de
usarte como su juguete para masticar. Estás bajando la clase del lugar
con su excéntrico juego sexual. No está bien. Somos un establecimiento
muy serio y respetado.
—Oh, sí —dije sarcásticamente—. Poner música punk todo el día
refuerza esa imagen.
—Era Boyd quien escogía la música. Dice que elige el punk para
calmar el fantasma de Andre padre.
—¿En serio crees que el lugar está embrujado? —pregunté,
curiosa. Ningún fantasma se ha cruzado nunca por mi camino, pero
nunca se sabe. Había tanto en este mundo que no podía siquiera
explicar ni etiquetar.
Nell solo se encogió de hombros. —Puede ser. El viejo estaba
casado con este lugar. Difícilmente iba a casa, pregúntale a Andre hijo
sobre ello. Su madre era modelo, siempre viajando por trabajo.
Eventualmente conoció a alguien más y se quedó en Nueva York. Andre
viajaba de ida y vuelta un poco, pero él se crió solo básicamente.
—Infancia dura.
—Sí. Andre hijo amaba tanto a este lugar que no dejó mucho
espacio para nada más.
—Algunas personas no deberían tener hijos —dije, con un toque
amargo. Recuerdos envenenaron mi presente, como siempre hacían—.
Pendejos absortos en sí mismos, es ridículo.
—Sí.
—No es una obligación. Procrear no es un requerimiento legal.
Pero las personas sin ninguna intención real se molestan en ser padres
para hacer justo lo mismo.
No hubo otra respuesta a parte de una triste sonrisa.
—Como sea. —Uf. El desorden en mi mierda emocional debía
repararse, pronto—. Mejor me voy.
—Gracias por venir de nuevo, Lydia. Salvaste nuestros traseros.
—Seguro. —Coloqué una sonrisa en mi cara y me dirigí a la
salida.
—Y gracias por escuchar mis quejas.
Me detuve, entonces retrocedí unos pasos, asomando mi cabeza
de vuelta a la habitación. —Ídem, Nell.
La sonrisa que me dio hizo que todo valiera la pena. Era lindo
tener una amiga.

***

Afuera, el sol de la tarde caía a plomo, abrasando la cima de mi


cabeza. De vez en cuando pasaba un carro y unos que otros
compradores se detenían. Pero en su mayoría, se hallaba tranquilo.
Como si toda el área hubiera caído en un periodo de calma por la tarde.
Tiempo de siesta. Me sacudí los recuerdos persistentes de mi mala
crianza. Ver a Vaughan haría maravillas. Juro que mi cuerpo empezó a
hormiguear solo con la idea.
Una señal colocada en la acera caliente advertía que Inkaho
estaría abierto hasta las ocho. A la distancia podía oír el zumbido de la
aguja del tatuaje haciendo lo suyo. No veía a Pat desde la noche de la
gran pelea y ciertamente no me detuve y ondeé mi mano a través de la
ventana frontal. Dios sabía lo que le había dicho al hombre.
Mientras el Bar Dive resplandecía como nuevo y el salón de
tatuajes de Pat parecía bien mantenido, el Guitar Den era de un estilo
simple. Di un paso dentro, agradecida por el frío del aire acondicionado.
Moqueta gris industrial que se desgastó hasta que casi nada cubría el
suelo, debajo de un mostrador grande de metal y vidrio maltratado.
Amplificadores estaban por todo el lugar, un grupo de percusión
colocado en la parte posterior, y las paredes se hallaban cubiertas con
cada clase de guitarra, de las que en su mayoría no conocía nada.
Un cuadro de Bill Murray colgaba detrás del mostrador. Una
opción interesante de santo patrono.
Desde lo más profundo de la tienda venían voces, el sonido de
música. Lo seguí a un área abierta escondida detrás de una pared de
amplificadores. Era un jardín secreto hecho de seis cuerdas. Más o
menos.
—Hola —dijo Andre, apoyado en el extremo de un estante de
guitarras que llegaban hasta el techo. No tenía ni idea cómo el hombre
lograba parecer apuesto en una camisa hawaiana color rojo brillante.
Algunas personas simplemente nacen geniales. Ni remotamente
era una de ellas.
—Hola, Andre.
—Mira esto. —Inclinó su barbilla en la misma dirección de donde
venía la música.
Vaughan se sentaba en un taburete, tocando una guitarra
acústica, mientras que tres niños de diferentes edades observaban. Sus
expresiones eran absortas. Entendí perfectamente por qué. Vaughan
con una guitarra en sus manos cautivaría a cualquiera.
Él era mágico.
La precisión de sus dedos y el baile de los músculos en sus
brazos. Con la mandíbula apretada y los ojos distantes, tejía la música
de la nada, llenando la tienda con su belleza. No era nada fantástico;
lleno de dedos punteando y era un espectáculo desmesurado. Solo una
simple vieja canción de rock suave y vieja. De Dylan, creo, aunque la
escuché en diferentes versiones un millón de veces. Sin embargo, el
cuidado que Vaughan la daba, la hacía especial.
—C a G —dijo uno de los niños, quien lucía como en los inicios de
la adolescencia.
—Eso es correcto. —Vaughan sonrió mientras continuó tocando.
—Luego D —añadió otro, señalando al final de la secuencia
anterior.
—Síp. Lo tienes.
El tercero permaneció en silencio, mirando a sus dedos.
—Es bueno con ellos —le dije silenciosamente a Andre.
—No, él es jodidamente bueno con ellos —susurró—. Esto ha sido
por casi una hora.
—¿En serio? —Miré al grupo en admiración.
Andre deslizó su mano en la mía, llevándome de vuelta así no los
molestaríamos con nuestra conversación. Me condujo hacia el
mostrador, dando a mis dedos un apretón antes de soltarlos.
—Los chicos pertenecen a la dueña del salón de belleza cruzando
la calle —dijo—. Ella ha venido dos veces para comprobarlos; quiere
inscribir a los tres para lecciones con él. Ya trajo una guitarra de
tamaño medio para que la usen.
—¿Tú no les das lecciones?
Su sonrisa se borró un poco. —Honestamente, no soy así de
bueno con los niños. ¿Adolescentes mayores, adultos? Bien. Pero niños
menores a dieciséis años generalmente tienen una capacidad de
atención de dos segundos. Me molestan mucho. Además que nunca
practican.
Reí. —¿Le dijiste a ella que Vaughan solo estaba de visita?
—Sí. Dijo que debía convencerlo para quedarse.
En un enjambre de ruido y movimiento, los niños corrían por
delante de nosotros y salieron por la puerta.
—¡No corran! —Andre los siguió rápidamente, maldiciendo entre
dientes—. ¡Usen el paso de peatones! Oigan, ¿me están escuchando?
Una ráfaga de aire caliente de verano soplaba, entonces la puerta
de la tienda se cerró de nuevo, con la campanilla de la puerta sonando.
La voz de Andre se desvaneció en la distancia, aún gritando órdenes a
los niños mientras los escoltaba a través de la calle. Fuera de una
tienda al frente de la vía vino una mujer con un brillante cabello azul.
Los tres niños básicamente se toparon con ella, y su emoción era obvia
incluso desde la distancia. Ella los abrazó con exuberancia. Era
agradable ver a alguien participar con sus hijos, que son cariñosos.
Un brazo se deslizó alrededor de mis hombros; un cuerpo familiar
de pie a mi lado. Usaba vaqueros, un par de zapatillas Converse
maltratadas, y una camiseta. (Hoy era la Clash. Él había disfrutado de
la música punk de Boyd.) Era la vestimenta habitual de Vaughan, y
maldición, la usaba muy bien. Gafas Ray-Bans en la cima de su cabeza,
manteniendo su hermoso cabello lejos de su rostro.
Incluso totalmente vestido, el hombre me hacía agua la boca. Lo
que me provocaba desvestido era mejor no mencionarlo en
conversaciones políticas.
—¿Cómo estuvo el bar?
—Bien —dije, alzándome por un beso rápido. ¿Ser capaz de hacer
una cosa así? La mejor sensación de todas—. Rosie agendó de más
accidentalmente pero moví algunas mesas, le pregunté a unas cuantas
personas sino les importaba sentarse en el bar. Todo arreglado.
—¿Nadie se molestó?
—Nop. Solo no me preguntes de donde vienen esas partes del
cuerpo ensangrentadas en el contenedor de atrás.
—Entiendo. —Me robó otro beso rápido.
—Escuché que empezaste a dar lecciones de guitarra.
Él dejó escapar una risa. —Sin querer. En realidad, fue bastante
divertido.
—Lo vi. Los tenías en la palma de tu mano.
—¿Sí? —Acercándose, frotó la punta de su nariz contra la mía. El
hombre era una perfecta mezcla entre caliente y dulce—. Creo que
prefiero tenerte a ti en la palma de mi mano.
Mi boca se abrió pero nada salió. Lengua atada. Muerte cerebral.
Me hizo todas esas cosas y más. Tan cerca, mirándome así, el hombre
me dejó casi inútil.
—¿Qué opinas, Lydia?
—No puedo.
Frunció el ceño. —¿No puedes, qué?
—Pensar.
Su sonrisa era puro placer carnal.
El timbre sonó de nuevo y entró Andre, todo sonrisas. —Esos
niños son tus nuevos mayores fans. Debiste escucharlos hablar de ti.
Vaughan retrocedió un paso. Gracias a Dios. Tengo el
presentimiento que montarlo en el mostrador de la tienda de guitarras
de Den podría no ser una buena idea. Lugar público, niños presentes,
etc.
—Son unos niños geniales —dijo Vaughan.
—No —corrigió Andre—. Tú eres un maestro genial.
Con una risa, Vaughan movió su mano a la parte posterior de mi
cuello y empezó a frotarlo. Aliviando el dolor muscular. Incluso mis pies
dejaron de doler, sobre todo. Me apoyé en su toque, animándolo. Todo
contacto con el hombre hacía mejor las cosas.
—Hablo en serio —dijo Andre—. Tienes un don, Vaughan.
—No. Solo tengo un poco más de paciencia con los niños que tú.
Andre le restó importancia con la mano, repentinamente serio. —
Tonterías.
—Hombre…
—No lo necesitaba, así que prácticamente dejé de lado la
enseñanza. Pero tú no tardarías mucho en construirlo de nuevo —dijo
Andre, con su mano extendida y expresión seria—. La habitación
insonorizada se encuentra en la parte de atrás, todo está ahí. Vuelve
aquí y enseña a tocar la guitarra. Puedes hacer buen dinero haciendo
algo que te gusta.
—Por favor.
—No me digas que no disfrutaste de compartir música con los
niños. Vi tu rostro.
Los dedos cayeron de mi cuello y Vaughan se volteó. —Fue muy
divertido, seguro. Pero no es lo que hago.
—Podría serlo.
—No. —Vaughan negó con la cabeza—. Escucha, llamé a Conn
antes. No vas a creer esto, pero Henning Peters quiere trabajar con
nosotros. ¿No es jodidamente genial?
—Impresionante.
—¿Verdad? Al parecer, él nos vio tocar el año pasado y le gustó lo
que escuchó. Cree que podríamos escribir algunas cosas buenas juntos
—dijo Vaughan—. Y escucha esto, tiene discográficas que esperan con
ganas escuchar su nuevo proyecto.
—¿Es eso lo que quieres, ser el proyecto de alguien?
—Infiernos sí. Henning está a punto de ir a lo grande y vamos a
estar ahí con él. Vamos, Andre. Esta es una oportunidad increíble, lo
sabes. —La sonrisa de Vaughan era enorme—. Todo lo que tengo que
hacer es sobrevivir financieramente hasta que tengamos suficientes
canciones listas, luego vamos a hacer montones de dinero.
—De eso es lo que se trata ahora, ¿de dinero?
—Siempre fue acerca del dinero.
—No, no lo fue —argumentó Andre—. Cuando saliste de aquí,
querías compartir tu música. Querías tocar la guitarra, escribir
canciones y salir allí, tocar en vivo. Eso es lo que te impulsó.
Me mantuve atrás, quedándome callada. Incómoda. Parecía que
verme atrapada en situaciones difíciles era mi pan del día a día.
Simplemente me gustaría saber cómo ayudar. Aparte de mantener la
boca cerrada y permanecer fuera de ello, por supuesto.
—Cristo —soltó Vaughan, riendo suavemente—. Tranquilo, Andre.
Todavía hago lo que me gusta.
—Entonces, ¿por qué eres tan jodidamente infeliz?
La cara de Vaughan se hallaba en blanco, vacía.
—Te conozco de casi toda la vida. Eres bueno fingiendo, pero no
engañas a todo el mundo.
—Hemos estado en una mala racha, eso es todo.
Con la cara llena de frustración, Andre negó. —No hablo de
nosotros o de la banda. Estoy hablando de ti.
Nada.
—Regresar a la costa no es tu única opción…
—¿Estás loco? —Vaughan tomó una respiración profunda, visible
en busca de calma—. Esta es la oportunidad más grande de mi vida. No
me voy a detener ahora.
—Has tocado para una multitud de miles de personas, tienes
discos por ahí, canciones en las listas. Y seguro, has llegado incluso
más lejos que yo —dijo Andre con una sonrisa de desaprobación—. Si
tus padres estuvieran vivos, estarían eufóricos.
—No es suficiente.
—Cuando algo ya no está funcionando, cambiar de planes no es
rendirse. No es un fracaso.
—Tal vez no lo es para ti. Pero para mí, lo sería. Especialmente
con Henning ahora en las cartas. No me quedaré aquí, he seguido
adelante.
Por un momento, Andre no dijo nada y el silencio cayó. Pero sus
siguientes palabras y el tono de su voz, fueron mucho peor. —Sí,
Vaughan, seguiste adelante, y dejaste un infierno de gente atrás.
Todo se detuvo como si alguien hubiera apretado “pausa”.
Los dos hombres apenas se miraron. Luego, pasó un coche
acelerado, el timbre sonó, y un cliente entró. Nada había cambiado. Las
palabras duras no detuvieron al mundo de seguir girando.
—Solo hazme un favor —dijo Andre—, cuando vuelvas a la costa,
llama a tu hermana de vez en cuando. Tal vez incluso a Pat, ¿de
acuerdo?
Asintió.
—Gracias.
—Lydia y yo tenemos planes —dijo Vaughan, tratando de alcanzar
mi mano. Apretó mis dedos, con su agarre sudoroso—. Te veré antes de
irme.
—De acuerdo.
—Fue bueno verte de nuevo, Andre —dije, ofreciéndole una breve
sonrisa.
—A ti también, Lydia. —Dio un paso adelante, y me dio un rápido
beso en la mejilla—. Cuídate.
Estuvimos fuera de la tienda, por la calle, y en el Mustang en
menos de un minuto. Daba dos pasos por cada uno de Vaughan, casi
corría para mantenerme a su lado, exhalando todo el camino. No habló
hasta que su llave se encontraba en el encendido, el motor cobrando
vida, alto y claro. Poco a poco, sus hombros se relejaron, las paredes
bajaron. Pero no desaparecieron. No realmente.
No para él, ni tampoco para mí.
—Lo siento —dijo, con su mirada firme en la carretera.
—Está bien.
—Será mejor regresar, terminar ese trabajo en la casa.
—Cierto. —Me acomodé en mi asiento, agarrando el bolso de
mano en mi regazo.
Alguien me dijo una vez que cuando las personas pasan por
centros de atención asistidos, es común que los hombres se encuentren
sosteniendo sus penes. Las mujeres, sin embargo, agarran sus bolsos.
El dinero, nuestras identidades, nuestras vidas, se encuentran
incluidos en esas cosas. Todas las partes y piezas que hemos recogido a
lo largo de los años. Todo lo que podríamos necesitar para pasar por
cualquier emergencia, ya sea menor o mayor.
Los hombres son mucho menos fiables que los bolsos de mano.
—Tengo que leer los documentos de los Delaney —dije, poniendo
mis prioridades en su lugar—. Debería empacar mis cosas
correctamente también. Nell y yo simplemente lanzamos todo en las
cajas. Sería horrible si más cosas se rompen en la mudanza.
Un gruñido del hombre temporalmente a mi lado.
Traducido por Nika Trece & florbarbero
Corregido por Sahara

—Oye.
El hombre acostado con las piernas abiertas en el patio trasero
levantó una mano y luego la dejó caer de nuevo a la tierra.
—Para ti —le dije, pasándole una cerveza.
—Eres un ángel. —El sudor de su cuerpo brillaba a la luz de la
luna. Húmedos zarcillos de pelo oscuro se aferraban a su rostro. Se
bebió unas buenas tres cuartas partes de la cerveza en cuatro, cinco
segundos como máximo. Fue impresionante. Muy masculino.
Menos mal que traje un paquete de seis.
El aroma de la hierba cortada llenaba el aire. Cada arbusto fue
cuidadosamente recortado. En lugar de un Idaho Amazona, el patio
trasero ahora parecía un jardín suburbano ordenado, con un
impresionante fogón de piedra en su centro, estaba sentada en una de
las rocas circundantes, bebiendo mi cerveza. Estrellas brillando por
encima. La luna brillaba. Muy pronto, Vaughan terminó su cerveza y le
pase otra.
Se sentó, con los codos apoyados en las rodillas. —¿Vas a decir
algo?
—¿Acerca de qué? —pregunté, mirando a su alrededor—. ¿El
jardín? Gran trabajo.
—Quiero decir acerca de la pelea con Andre.
Alcé las cejas, tomando otro sorbo. —No.
Nada derrota a una cerveza bien fría en una noche de verano. Me
duché y me puse un vestido de algodón suelto. Después del polvo en la
cochera y volver a empaquetar casi todo lo que tenía, era necesario
limpiar. El pelo mojado se asentó en lo alto de la cabeza en un moño.
Tanto mejor para añadir un poco de rebote a la mañana. También dejó
mi cuello expuesto a la hermosa refrescante brisa nocturna, un extra.
Se sentía tan bien después del calor del día.
Me miró, y luego miró a su alrededor. Un proceso que repitió unas
cuantas veces, de vez en cuando se detenía para tomar un gran trago de
cerveza.
—No te conozco, Vaughan —dije, cuando no pude aguantar más
el silencioso cuestionamiento por más tiempo—. Realmente no. Y tú no
me conoces.
Su ceño se frunció.
—Lo que dijo Andre fue suficiente para enviarte en algún tipo de
espiral frenética de jardinería. No voy a añadirle más.
—El patio era sólo un trabajo que necesitaba hacer —murmuró
alrededor de la parte superior de su cerveza—. No hay necesidad de que
sea un gran problema.
—Correcto. Sólo un trabajo que se necesitaba hacer... durante
siete horas sin descanso.
Levantó un hombro. —Ese es el tiempo que hizo falta.
—En tu ropa interior.
—Se puso caluroso. —Tomó otro trago de cerveza—. Gracias por
poner fuera las botellas de agua antes.
—No hay problema.
Durante un tiempo, bebimos en silencio. Lo alto de las puntas de
los viejos pinos se mecía con la brisa como si saludaran a las estrellas.
Alguien en algún lugar reprodujo Simon y Garfunkel un poco más
fuerte de lo necesario. De lo contrario la noche era apacible, agradable.
—Lo bueno de las vallas —dije finalmente.
—¿Hmm?
—De lo contrario, los vecinos habrían tenido un tiempo
maravilloso viéndote recortar los setos en tus calzoncillos bóxer.
Resopló. —Cierto. Sin embargo, esas vallas no son lo
suficientemente altas como para mantener lejos a las novias fuera de
control.
Aspiré a través de mis dientes, haciendo un ruido silbante. —Una
raza invasora desagradable. Me sorprendería si algo pudiera detenerlas.
Hizo una señal a la cuidada línea de setos con su botella medio
vacía. —Así es como papá solía mantenerlo, todo limpio y ordenado.
Entonces mamá plantaba flores por todas partes que pudiera encajar.
Estaban derramadas por todo el lugar. Caos total.
—¿Sí?
—Estoy bastante seguro de que lo hizo solo para volverlo loco. —
El fantasma de una sonrisa se dibujó en su rostro—. Cada año plantaba
un color diferente. Todas las flores blancas un verano, todas amarillas
al siguiente, y así sucesivamente. ¿Quieres escuchar otra de mis
historias embarazosas?
—Infiernos, sí.
—Un año, rompí accidentalmente una lámpara. Estaba tirando
una pelota dentro de la casa, completamente en contra de las reglas —
dijo—. De todos modos, culpé al perro. Esta bola de pelusa ladradora
Nell les había rogado para que se lo compraran para Navidad. Incluso
llamó a la estúpida cosa bola de nieve.
—¿Qué pasó? —pregunté.
—Bueno, mamá sabía que mentía acerca de la lámpara, pero no
podía demostrarlo.
—¿Qué hay de tu padre?
Una risa. —También odiaba al perro. Me dio el beneficio de la
duda.
—Pobre bola de nieve.
—Mmm. Tuvo que pasar más tiempo al aire libre después de eso
—dijo—. Nell no quiso hablar conmigo durante semanas y mamá
definitivamente no estaba impresionada.
—Lo apuesto. Suenas como un niño terrible —bromeé.
—Espera, no he terminado. —Se volvió hacia mí, su sonrisa
definida en esta ocasión—. Así que tenía una guerra de agua en el patio
trasero en mi octava fiesta de cumpleaños. Lo planeé durante meses.
Almacené todos estos globos de agua, Eric y yo pasamos semanas
construyendo un fuerte gigante con cajas de cartón. Iba a ser excelente.
Absolutamente no se permitían niñas.
—¿Y?
—Mamá planto rosas ese año. Y no sólo de color rosa claro, por
supuesto que no. Grandes flores de color rosa brillante en todas partes.
Colgaban en cestas y llenaban potes. Se volvió loca con ellas, mucho
peor de lo normal. —Hizo una pausa, bebió—. No se podía salir de aquí
sin ser golpeado a ciegas por todo. Se veía como si una bandada de
flamencos había explotado.
—Oh, no —grité dramáticamente. Mi último año de clases de
teatro finalmente demostraban ser útiles, gracias a Dios—. Tu pobre
floreciente masculinidad y la reputación en la calle. ¡Ida!
—¿Correcto? Estaba completamente humillado. —Estiró las
piernas, semi-reclinado hacia atrás sobre sus codos—. Eric quería cavar
todas ellas justo antes de la fiesta y tratar de echarle la culpa a bola de
nieve. Pero realmente no veía cómo eso podría funcionar dos veces.
—Probablemente un sabio llamado.
Un movimiento de cabeza.
—Tu mamá suena impresionante —dije con una cantidad nada
pequeña de maravilla.
—Sí. Lo era.
Sin ninguna historia sobre mi propia crianza para compartir, la
conversación decayó de nuevo. Sin embargo, esta vez, no se sentía
incómodo. Estábamos sólo dos personas pasando el rato, contemplando
las estrellas en una noche de verano. Todo era bueno.
—Yo te conozco —dijo en voz baja—. Estás equivocada acerca de
eso.
Mi mirada saltó de las estrellas a él. Ambas igualmente
impresionantes. Sus ojos brillaban a la luz de la luna, que era
singularmente inútil. No podía leerlo en lo absoluto. Necesitaba más luz
para ver su expresión, así podría averiguar hacia dónde se dirigía.
—No has hecho más que mostrar lo que eres desde que te conocí
—dijo.
Y justo eso era el problema. —No estoy segura si es justo
juzgarme sobre los acontecimientos recientes. Los últimos días han sido
muy posiblemente uno de los más extraños y traumáticos de mi vida.
—Lydia, has irrumpido en mi casa, golpeado a un idiota en la
nariz, te has quedado conmigo cuando no quería estar solo, intervenido
para ayudar al negocio de mi hermana, me perdonaste cuando me
comporté como un idiota, me limpiaste a mí y mi casa después de una
pelea, y me empujaste a tener sexo duro contigo.
—... Sí.
—Sí —repitió—. Me gustas. Pero más que eso, confío en ti.
—Guau. ¿Eso es lo que se obtiene de todo eso?
—Eso es lo que me pasa.
Alcé las cejas, mirando a otro lado. Fue mucho para tomar. Más
de lo que necesitaba o menos de lo que quería, no pude decidir. La
confusión de corazón es una perra. Suponiendo similares, lo mismo que
el amor, llegó desde el músculo vascular, por supuesto. Loco,
obviamente, vino de la cabeza y los lomos.
Así, mientras que la parte cuerda de mi cabeza decía cosas como
“es sólo temporal” y “tómalo con calma” la parte loca gritaba “ooh mira,
es Vaughan, es tan bonito, brillante y te hace sentir bien” y “salta sobre
el hombre, por el amor de Dios”. Y esa parte era mucho, mucho más
fuerte. Loca era un poco puta, Dios la bendiga.
En cualquier caso, mi cuerpo estaba en guerra. Masa para
galletas con trocitos de chocolate helado daría en el clavo. Inserte aquí
un profundo suspiro.
—¿Qué fue eso? —preguntó Vaughan.
—Helado.
—Correcto. No tenemos ninguno. —Una pausa—. Creo que hay
un poco de pastel de chocolate sin harina de Nell en la nevera. ¿Servirá
en su lugar?
—Supongo que sí. —Dios, la vida era tan difícil. Tomé un trago de
cerveza, presionando firmemente todos mis pensamientos profundos e
insanos a un lado. Basta ya—. ¿Te sientes mejor ahora que has hecho
el jardín?
Tomó su turno soltando un profundo suspiro. —Honestamente,
no lo sé. Estar de vuelta aquí... Andre tenía razón. Me está jodiendo.
Me mantuve en silencio, dejándolo procesarlo.
—Sigo esperando ver a papá salir de la cochera. Oír a mamá
gritarme desde la cocina por algo. —La luz se reflejaba en su botella
mientras la sostenía a sus labios y bebió profundamente—. Lejos de
aquí, sólo podía pasar por alto su ausencia. Pretender que no murieron
en ese accidente de coche, al igual que el funeral era sólo un sueño de
mierda.
En un repentino estallido de rabia se levantó, tirando la botella de
cerveza en la cerca de atrás. No estalló y se rompió. No hubo ninguna
violenta satisfactoria de la destrucción. La botella solo golpeó la valla y
cayó detrás de los arbustos, aterrizando en el suelo con un ruido sordo.
Una débil respuesta tan inútil.
—¡Joder! —Vaughan se tumbó, mirando hacia el cielo nocturno.
El dolor y la rabia fluían de él en oleadas, llenando la oscuridad.
Ninguna luz se necesitaba para que sintiera. Y dolía.
—Nena —dijo, su voz gutural. Levantó la mano, me hacía señas
con los dedos.
Puse mi cerveza a un lado, fui a él sin pensar. El hombre
sencillamente tenía ese tipo de poder sobre mí. —¿Qué puedo traerte?
Ninguna respuesta.
—¿Vaughan?
Me arrodillé a su lado, más capaz de verlo de cerca. El sudor u
otra cosa humedecieron su rostro. La suciedad y la hierba teñían su
hermoso cuerpo. El hombre era un desastre. Se incorporó, agarrando
mi cara y acercando su boca a la mía. Calientes besos húmedos y
manos frenéticas. El sabor de él me volvió salvaje. Todo sucedió tan
rápido que era vertiginoso. En primer lugar sus pulgares acariciaron
mis mejillas, manos sosteniéndome en mi lugar. Luego tuvo un brazo
alrededor de mi cintura y una mano agarrando mi muslo, me pasaba
por él. Rodillas ejerciendo una presión en el césped bien cuidado, me
encontré a horcajadas sobre él antes de que supiera lo que quería.
Por suerte me puse un vestido.
Tocar al hombre me drogaba. Toda esa piel desnuda y violenta
necesidad, sólo para mí. Él me alimento con besos apasionados, que
hicieron que mi interior se fundiera. Los músculos de mis muslos
temblaron, la sensación de tenerlo endurecido contra mí era
impresionante. Inmediatamente mis partes femeninas se pusieron en
marcha. Sabían cómo de bien se sentía tenerlo dentro y le querían
hacer una visita de regreso.
Si lo necesitaba, lo follaría hasta hacerlo olvidar el temor a la
muerte, ahuyentaría el dolor de viejos recuerdos.
Si él quería, no me lo pensaría dos veces.
Dedos empujaron hacia abajo de mi ropa interior. No es que ellos
podrían ir muy lejos. Amasó mi culo, todavía besándome sin sentido.
Me enterré a mí misma contra él, jadeando. Tan bueno. Su lengua en
mi boca, su aliento en mis pulmones. Haciéndolo como locos en el patio
trasero de su casa de la infancia. No me podría importar menos si
alguien pudiera vernos.
—Lydia. —Presionó besos por mi mejilla, luego hacia abajo a lo
largo de mi mandíbula. Dientes rozando a través de la piel sensible de
mi cuello.
Maldito vampiro.
Mientras tanto, sus manos aparentemente estaban cansadas de
sentir el culo. Una excavaba en mi pelo, mientras la otra tiró a un lado
mi ropa interior. Dedos se deslizaron entre los labios de mi vagina,
arrastrando ligeramente hacia atrás y adelante en la humedad,
burlándose de mí. Todo en mí se tensó, una sensación vibrante
corriendo por mi espina dorsal. No sabía si seguir o quedarse quieto. La
yema del pulgar decidió por mí, dibujando círculos alrededor de mi
clítoris. Se sumergió en la humedad más bajo luego regresó con una
venganza.
—Mírame —murmuró.
El pulgar rozó mi punto dulce, haciéndome temblar. Mierda, era
bueno. Si acabara de seguir adelante un poco más, presionando un
poco más duro...
—Abre los ojos, nena.
El puño en mi pelo apretado fuertemente, picando el cuero
cabelludo. Fue completamente inesperado. Toda mi atención se centró
en mi coño, donde pertenecía. Mis párpados se alzaron con la boca
abierta. —V-Vaughan.
—Eso es todo. —Las líneas de su rostro destacaban crudamente,
sus ojos enormes e hipnóticos. Mordió mi labio inferior, luego lo besó
mejor—. No me dejes ahora.
—No. —Negué con la cabeza enfáticamente. Nuestro tiempo no
había terminado. Aún no.
—Te necesito aquí —dijo, todavía manipulando mi clítoris con
experiencia. Su pulgar inteligente nunca se detuvo, tocando casi hacia
la luz, y luego con burlas casi áspera. Cómo sabía dónde estaba la línea
de suma importancia entre el placer y el dolor, no tenía ni idea.
Supongo que la chica Fender le enseñó. Si la mujer alguna vez se
cruzaba en mi camino, la besaría. Se me pusieron los pelos de punta, el
sudor rebordeando en la espalda. Él podría haber estado escribiendo la
constitución americana ahí abajo. No me importaba. Siempre y cuando
no se detuviera.
—Te necesito justo aquí —dijo, mirando fijamente dentro de mis
ojos.
Asentí, más allá de las palabras.
Luego alejó el pulgar. Fue la cosa más triste. El dorso de su mano
rozó contra mí. Sin su interferencia, mi ropa interior se deslizó hacia
atrás, separando mis labios hinchados. No fue genial.
Antes de que pudiera solucionarlo, los dedos volvieron, alejándolo
del camino. La cabeza ancha y lisa de su miembro se arrastró a través
de mi clítoris, entre los labios húmedos de mi sexo. Y sí, sí infiernos. En
el momento en que pudo, empujó lentamente hacia abajo, llevándolo
dentro. Mis ojos rodaron por lo bien que se sentía. Delicioso, glorioso,
todas estas cosas y más. Nunca sentí nada igual. Su polla dura
deslizándose dentro de mí era pura felicidad y no quería que terminara.
Lloriqueé y gemí como una mujerzuela.
Él maldijo.
Si algún vecino, astronauta o deidad celestial se encontraba por
ahí viendo, tenía que sentirse infernalmente celoso.
Su brazo libre se deslizó alrededor de mi cintura, sosteniéndome
en un abrazo casi brutal. Como si yo tuviera la intención de tratar de
escapar. La sensación de él estirándome, llenándome el interior, era
demasiado. Cada vena en su pene parecía magnificarlo tentadoramente.
Mi espalda arqueada, la pelvis tratando de restregarse, pero sin llegar
muy lejos. Mis músculos internos se aferraban a él con dolor y placer.
Me sentía adolorida y sólo él podía hacerme sentir mejor. Frustrada, me
retorcí contra su agarre.
Era una dulce tortura.
—Necesito moverme —dije presionando la boca en su cara,
besando cada centímetro de piel que podía alcanzar. Su barba de tres
días me arañó la piel, pero no importaba—. ¿Vaughan?
El bastardo controlador tiró de mi pelo, volviendo mi cara para
reclamar mi boca de nuevo. Le di un beso tan salvaje como pude.
Acariciando con mi lengua sus dientes, y luego enredándola con la
suya. Mis dientes mordieron su firme labio inferior. Cobre golpeó mis
papilas gustativas. Debí abrirle de nuevo el labio reventado. Oh bien.
—¿Me vas a follar, chica sucia? —preguntó, con voz gutural.
—Sí —le susurré. Parcialmente planeando su muerte, aunque
mayormente sólo por orgasmos.
—¿Cuan duro?
—Duro. Lo prometo, muy duro. Déjame correrme, Vaughan.
—Di por favor.
Bastardo. —Por favor.
—Hazlo.
Su brazo cedió, liberándome. Y agarré sus hombros, usándolos
para impulsarme mientras me levantaba y caía sobre su pene. No
podría hacerlo en el Derby de Kentucky, pero monté a Vaughan en el
suelo.
Literalmente.
La hierba y la tierra rasparon mis rodillas mientras saltaba sobre
él. Lo apreté en mi interior. Sus gemidos eran música para mis oídos. El
golpe de piel contra piel, el sudor derramándose. Nada importaba. Sólo
él dentro de mí. Sus manos agarraron mis pechos, apretando y
moldeándolos sobre la tela de mi vestido y el sujetador. No fue
suficiente. Tomé el control y lo empujé hacia atrás, inclinando el cuerpo
hacia adelante. Mejor para moler mi clítoris contra su hueso púbico.
Sí.
Un gemido salió de mi garganta. Mis terminaciones nerviosas
crepitaban, ardiente placer fluyó a través de mí. Construyéndose, cada
vez más grande, más alto, aún más sorprendente. Su mano tomó mi
cara, tratando de moverse conmigo, para mantener el contacto. Su
mirada me engulló entera. Todo el tiempo manteniéndome en
movimiento, tan duro como él quería. Como los dos queríamos. La luz
dentro de mí creció más caliente y más brillante hasta que se convirtió
en un incendio repentino.
No vi nada y sentí todo. Todo mi cuerpo engullido por el placer.
Me vine y vine hasta que no quedó nada. El zumbido en mis oídos se
prolongó durante un tiempo mientras caía inerte contra él. Sus caderas
se resistieron contra mí, empujando su polla dura en profundidad. Sus
manos agarraron mis caderas brutalmente. Luego se también se vino,
exhalando con fuerza, elevando considerablemente el pecho contra el
mío. Sus brazos fuertes me estrecharon a él.
La noche nos rodeó una vez más. Sólo haciendo su asunto.
El corazón de Vaughan latía con fuerza por debajo de mi oreja, el
calor de su cuerpo manteniéndome caliente. No creía necesitar algo
más. Al menos no en ese momento.
—Que par de pulmones fantásticos. Los vecinos van a pensar que
trataba de matarte —dijo.
—Básicamente, lo hacías. Fue terrible.
Se rió. —Bebé, te corriste con tanta fuerza que casi me rompiste.
—Lo que sea. —¿Quién incluso tenía la energía para luchar?
Entonces lo sentí. Un líquido espeso rezumando de mí. El temido
esperma.
—No usamos nada —susurré.
—Mierda.

***

El pobre bebé se encontraba seriamente molesto. Con la cara roja


y lamentándose, sacudiendo sus diminutos puños contra el mundo. Su
madre no se veía mucho mejor, pálida y cansada. Dado que tenían tan
pequeños pulmones, los niños podrían desencadenar una cantidad
extraordinaria de sonido. Algo desafortunado para esta hora de la
noche. Para cualquier hora, en verdad.
—Le están saliendo los dientes —dijo la mujer, que me sorprendió
mirando.
—Oh.
Baba cubría la barbilla del bebé.
—Creo que eso es una mier... mala cosa.
—Hmm —dijo la mujer, frotando su pequeña espalda.
Su mirada se movió hacia atrás y adelante entre yo y el hombre
merodeando detrás, alto y cubierto de tatuajes. Mechones de pelo rojo
dorado recién lavado se aferraban a los lados de la cara, el color
brillante bajo la fuerte iluminación. Su mirada se hallaba pegada a la
selección de accesorios protésicos sobre la pared. Tendría que haberse
quedado en el coche. Le dije que no era necesario que me acompañara a
la farmacia de veinticuatro horas. El viaje fue lo suficiente incómodo. El
sexo increíble no debía venir con malas consecuencias. ¿Unos cuantos
golpes, manchas de hierba en mis rodillas? Bien. Miedo a las pestes,
enfermedades y el parto, no tanto.
—¿Tienes alguno? —preguntó.
Parpadeé. —¿Niños? No. No-o-o.
El hombre detrás de mí se movió inquieto.
—Aún no. Algún día, tal vez —balbuceé, sintiéndome un poquito
tímida—. En el futuro, ya sabes. No hay prisa. No es que tu niño no se
vea precioso. Es simplemente maravilloso.
El bebé gritó.
—Y convertirse en un padre, un buen padre es un gran problema.
Un montón de trabajo.
Nadie más dijo nada.
—Vaughan —la mujer dijo con una sonrisa repentina—. Mi Dios,
eres tú. Soy Nina Harrison, cursamos Inglés juntos el último año.
—Nina —dijo, la voz tensa—. Hola.
—¿Cómo estás? Oí que te fuiste a Los Ángeles con tu banda
después de la graduación —dijo—. ¿Cómo va eso?
Los músculos de su cuello se movieron. —Ah sí. Bien.
—En realidad, oí una de sus canciones en la radio un par de años
atrás. ¡No estaba mal!
—Gracias.
—Señora, su pedido está listo. —El farmacéutico vestido de
blanco asintió y asentó una pequeña caja sobre el mostrador—. Los
efectos secundarios y más información se enumeran en el folleto dentro
de la caja. Y por favor recuerde, puede retrasar su ciclo de
menstruación por un par de días. Si se retrasa su fecha de
menstruación habitual por más de dos semanas, es posible que desee
tratar de tomar una prueba de embarazo.
—Está bien. —Me dio la mano mientras recogía el paquete y le
entregué el dinero en efectivo—. Gracias.
Nina nos miró, su boca una perfecta O. Como si nunca hubiese
tenido relaciones sexuales sin protección.
Me alejé hacia la salida. Vaughan murmuró un adiós y me siguió.
En el momento en que abrió la puerta del pasajero salté, agarrando mi
botella de agua. Saqué la píldora de anticoncepción post-coital, y la
tomé. Hecho.
Vaughan sólo me miró, su rostro una máscara en blanco. Era
bueno en eso. Lo había visto un par de veces, pero aún así era
impresionante.
Yo, por otro lado le di mi mejor sonrisa profesional. —Todo bien.
Un movimiento de cabeza.
—Estoy limpia, lo prometo —recité por décima vez en las últimas
horas—. Tomé una prueba después de la universidad sólo para estar
segura. Pero siempre he usado protección.
—Sí yo también.
—Los dos hemos sido cuidadosos. Esto fue sólo una anomalía. —
Fue embarazoso, realmente. Qué tonta fui, en primer lugar con la boda
que no fue, y ahora con Vaughan. Fruncí el ceño ante el resplandor de
la señal de neón de la farmacia. Una botella de drogas se agitó hacia
atrás y hacia adelante—. Si no hubiera olvidado tomar mi pastilla el
domingo no habríamos incluso tenido que apresurarnos para llegar a la
farmacia.
—Está bien —dijo.
—Es bueno que hiciéramos esto. No se puede ser demasiado
cuidadoso.
—Sí. —Se detuvo, sacudió la cabeza—. Lo siento, Lydia. Debería
haber pensado.
—Está bien. Los dos somos adultos, Vaughan. Los dos estábamos
allí.
Abrió la boca como si fuera a decir algo. Pero no lo hizo.
Con un giro de la llave, el motor del Mustang rugió a la vida, igual
que siempre. El trozo ostentoso de metal. Demasiado alto para la mitad
de la noche.
Volví a pensar en cómo los coches poderosos, los hombres
tatuados, y otras cosas interesantemente salvajes no eran lo mío.
Ansiaba estabilidad. Una vida sedentaria sensata. Todo el asunto de
Chris fue un error, sí. Obviamente. La próxima vez tomaría las cosas
más lento. No dejarme llevar tanto. Cualquier cosa que sea lo que el
futuro trajera, esta locura temporal llegó a su fin. Sucio y loco no eran
para mí.
—Creo que podría probar conducir un Prius mañana —dije, la
decisión tomada—. Uno de los concesionarios de automóviles usados
tiene un modelo de hace cuatro años a la venta.
Otro asentimiento.
No hablamos de nuevo hasta que estuvimos de vuelta en su casa.
Incluso entonces, sólo fue un buenas noches tranquilo, ya que
desapareció en su dormitorio, cerrando la puerta.
Mis molestos ovarios y yo fuimos bloqueados.
Las náuseas y los calambres hacen difícil conciliar el sueño. Así
que me senté y leí la oferta de finiquito de los abogados de los Delaney.
De hecho, lo leí dos veces. Entonces, sólo por diversión, lo leí una
tercera vez. Tomó tiempo a que mi conmoción cediese.
Traducido por Jadasa & Jan Cole
Corregido por Sahara

—¿Me veo como alguien que quiere pasar el resto de esta noche
cagándose en sí mismo? —El malhumorado hombre empujó el plato de
entremés hacia mis manos—. Le dije al camarero que lo necesitaba sin
gluten. Fui muy claro al respecto.
—Me disculpo por el error, señor —dije—. Permítame arreglarlo.
—Gracias —dijo, con una expresión muy lejos de apreciar el
ofrecimiento.
Lo que sea.
Arrastré el culo hasta la cocina, donde Boyd arqueó una ceja. —
Necesito un nuevo entremés libre de gluten, por favor.
Asintió y se puso a trabajar. O mejor dicho, como el único chef
esta noche en la cocina, se mantuvo ocupado. Nell se reportó enferma
tras vomitar todo el día, la pobre. Afortunadamente, el Bar Dive solo se
encontraba lleno hasta la mitad esta noche.
Dios, esperaba no contraer su virus. La píldora del día después ya
me había afectado lo suficiente.
Un estrepitoso ruido provino del mostrador. Me di la vuelta para
encontrar a Masa de pie allí, una bandeja llena de vasos rotos a sus
pies. Cubos de hielo, rodajas de limón y pajitas, todo esparcido por el
suelo.
—Mierda —murmuré.
Masa solo hizo un pequeño sonido de desesperación y cayó sobre
sus rodillas, para limpiar.
Agarré la pala para recoger basura y el cepillo, luego me uní a él.
—Lo lamento —dijo, moviendo las manos frenéticamente—. Esto
no tardará más de un minuto.
—Calma. Cortarte con los vidrios rotos no ayudará a nadie.
No dijo nada, pero se calmó. Al inicio.
—¿Qué pasa contigo? —pregunté, recogiendo cuidadosamente los
restos de una botella de cerveza.
—¿Qué? Nada —dijo el joven.
—Inténtalo de nuevo.
Simplemente sorbió.
—Masa, le serviste menta a la mujer que tiene alergia a la menta,
tomaste mal la orden del hombre intolerante al gluten, y le dijiste a
Boyd que los vegetarianos de la mesa ocho querían la pizza satay de
pollo en vez de la margarita. Y la lista continúa.
Me miró, con los ojos oscuros hinchados y rojos.
—Claramente estás molesto y distraído —dije—. Háblame.
Agachó la cabeza. —Mi novia me dejó.
—Oh no. Lo siento mucho.
—Ha follado con su tutor durante meses a mis espaldas. —Masa
frunció el ceño, con la mandíbula tensa—. Al parecer, están
enamorados. Me envió un mensaje de texto antes del trabajo, me lo
contó todo.
—Que perra.
Desde detrás de la barra, Eric nos observaba mientras servía otra
cerveza. No hizo ningún movimiento de acercarse, y su mirada no
expresaba nada. Que así sea. Los corazones rotos eran una mierda
grave. Alguien tenía que actuar antes de que Masa accidentalmente
incendiara el lugar mientras servía tortilla noruega, o algo así.
—Limpia esto, luego ve a casa —dije, entregándole a Masa la pala
y el cepillo—. Me aseguraré de que Eric esté de acuerdo con eso.
—¿Segura? —Parecía preocupado. Ya que probablemente debería
estarlo.
—Sí. La hora pico de la cena ya casi acaba. Puedo terminar aquí.
—Gracias.
—No hay problema. —Sonreí y me puse de nuevo a trabajar.
El hombre intolerante al gluten no dejó propina y la limpieza
tardó un poco más de lo normal, pero no hubo más quejas o
catástrofes. Estaba bastante segura de que vi al reportero que deseaba
la primicia de mi boda fallida al acecho en la acera cierto momento
durante la noche. Sin embargo, siempre y cuando no estuviera sobre
mis narices, me encontraba dispuesta a ignorarlo. Por ahora.
El Bar Dive se sentía diferente después del cierre, oscuro y
tranquilo. Un cambio de toda la luz brillante y la música de las horas de
oficina. Era agradable.
Vaughan se hallaba desaparecido en acción cuando desperté esa
mañana. Cuando llegó el momento de dirigirme al trabajo, Boyd llegó en
un Jeep último modelo y tocó el claxon. Supongo que Vaughan organizó
que me buscara. No es como si Boyd me lo dijera. Nunca. Me
encontraba a punto de empezar a caminar ya que no tenía teléfono para
llamar a un taxi, un problema que me atreví a mencionarle a mi chófer.
Boyd amablemente se detuvo en una tienda de teléfonos,
permitiéndome correr y comprar un teléfono.
Ah, la tecnología. En realidad no la extrañaba, pero en este
mundo moderno de la comunicación constante, era una necesidad. Lo
primero que hice fue dejarle un mensaje a mi familia. No era como si
esperara una respuesta antes de la tarjeta anual de Navidad. La
comunicación no era su fuerte. Como padres, en esencia, apestaban.
Era un hecho de la vida. Las personas eran quienes eran, bla, bla. Las
hormonas y las expectativas sociales tenían mucho que responder a la
hora de aumentar la población.
Todavía podía oír a Boyd golpeando ollas y sartenes en la cocina.
Suponiendo que él me llevaría a casa, me hallaría esperando por un
rato. Lo cual estaba bien. Estoy segura de que podría encontrar algo
que hacer aquí. Quizás iría a cazar en el sótano oscuro al fantasma de
Andre Senior asustándome un montón. Que yo sepa, nunca estuve en
un edificio poseído. Podría ser divertido. Una experiencia única en la
vida.
—Lydia, creo que es hora de que hablemos —dijo Eric desde la
barra.
Oh oh.
—Está bien. —Me dirigí hacia él, desatando mi delantal mientras
caminaba. Si me encontraba a punto de ser despedida por decirle a
Masa que regresara a casa, al menos, estaría cómoda. Me subí a uno de
los taburetes, dándole a mis pobres pies adoloridos un descanso. En
realidad, no se sentían tan mal hoy. Supongo que me estaba
acostumbrando a estar sobre ellos todo el tiempo.
Eric dejó un trago sobre la barra, sirvió en uno de los vasos
gruesos que pretende ser cristal cortado, al estilo vintage. Me
encantaban. Hizo chocar su copa a juego con la mía, luego tomó un
sorbo. Era un líquido de color ámbar. Whiskey escocés, a juzgar por el
olor. Un trozo de naranja y cubos de hielo nadaban en el interior.
—Es un Old Fashioned —dijo con una sonrisa—. ¿Tomaste uno
antes?
—No. —Lo olisqueé y luego me atreví a darle un sorbo. Whiskey
escocés, dulzor y algo más que no pude reconocer. Nada mal—.
Agradable. Gracias.
Un asentimiento. —Le dijiste a Masa que se fuera a casa.
—Sí. No se sentía bien y no estábamos repletos de gente,
entonces... Rosie y Nell tenían este virus...
—A veces llegan tarde grupos grandes. Amigos y otras personas
de la zona que saben que no los vamos a rechazar.
Tomé otro sorbo de mi bebida.
—¿De verdad piensas que habrías sido capaz de manejarlo por tu
cuenta? —preguntó.
—Sería preferible disculparse de que el servicio sea un poco lento,
que tener un cliente vomitado, creo. —No me molesté en cruzar los
dedos para protegerme contra la mentira. Masa también podría estar
demasiado enfermo. Nunca se sabe.
A Eric se le escapó una risa. —Lo suficientemente justo.
Uf.
Tomé otro sorbo del Old Fashioned, tratando de apreciar el
whisky. Sin duda, era lo mejor. Envejecido por trescientos años o algo
así. Pero era más o menos desperdiciado en mí.
Los ojos verdes de Eric me analizaban desde el otro lado de la
barra. Su cabello oscuro recogido y llevaba una camisa negra con las
mangas enrolladas. Vaughan no era una belleza clásica, más de un
cuerpo trabajado. Crudamente único y hermoso con su cuerpo largo y
delgado, cara con rasgos angulosos. Eric, sin embargo, era bastante
puro. Podías ver la forma en que las niñas que iban creciendo pasaban
de obsesionarse con ponis por chicos como él en un abrir y cerrar de
ojos. Era tan encantador con un toque salvaje.
—Te vi reorganizando la recepción —dijo—. Limpiaste el libro de
reservas.
—Nos quedamos tranquilos esta tarde.
—Mmm. —Bebió un poco más—. Nell dice que solo estás de paso.
Que esta no es tu usual línea de trabajo. Pero si estuvieras pensando en
quedarte, sin duda podría sernos de ayuda que alguien se haga
responsable de la sección del restaurante.
—Oh.
—Nell tiene la cocina bajo control. Un nuevo asistente comenzará
la próxima semana a ayudarles a ella y a Boyd. Y entre Joe, Vaughan y
yo, mientras que él se encuentre aquí, nos encargamos de la barra —
dijo—. Sin embargo, necesitamos un gerente o maitre, el tipo de persona
que mantenga el restaurante funcionando sin problemas. El trabajo es
tuyo si lo quieres. Un mes de prueba, luego te consideramos
permanente, discutiremos el salario adecuado y el resto. No sé lo que
ganas vendiendo casas, pero haríamos que valiera la pena.
Eh. Abrí los ojos ampliamente. —No esperaba eso.
—Esta noche fuiste amable con los clientes enojados. Los
calmaste y evitaste que los perdiéramos —dijo, y luego hizo un gesto
hacia mi vaso—. Bébetelo todo.
Bebí todo de un trago. Teniendo en cuenta mi estómago casi vacío
por causa de las náuseas y calambres de antes, iba a subírseme
directamente a la cabeza. —Hay gente con mucho más experiencia en la
gestión de un restaurante.
Me miró fijamente por un momento y luego se puso a trabajar
agarrando un par de botellas de la pared, derramándolas en una
coctelera. —Cuando abrimos este lugar, solo queríamos ganarnos la
vida y tener un lugar dónde pasar el rato con nuestros amigos. Nell
quería montar su propia cocina, cocinar lo que le gustaba. Yo trabajé
detrás de algunos bares, pensé que era prácticamente más de lo mismo.
Fuimos realmente ingenuos.
Mientras hablaba, trabajaba mezclando algo nuevo. Observé
fascinada. Metió hielo en la coctelera junto con el alcohol, entonces
colocó la tapa. La plata se movía de un lado para el otro delante de mis
ojos mientras sacudía el brebaje. Luego, sacó una elegante copa de
Martini congelada de la nevera por debajo de las interminables
estanterías de botellas detrás de él. Sirvió el líquido, vertiéndolo a través
del filtro de la coctelera. La bebida era blanca, espumosa. Eric atravesó
con un palito de bambú un pétalo de rosa roja, luego un lichi, atado con
un nudo en un extremo. Añadió cuidadosamente la guarnición.
—Prueba este en vez —sugirió, dejando la creación fresca frente a
mí—. Podría ser más de tu gusto.
—Gracias. —Primero lo estudié desde varios ángulos. El cóctel era
una obra de arte. Si tuviera mi nuevo celular conmigo, le hubiera
sacado una foto. No es como si alguien le importara lo que actualmente
bebía para la cena—. Es hermoso. No creo que lo conseguirías en tu
tradicional bar de mala muerte.
—Te sorprendería. —Sonrió—. Pero no estamos en tu tradicional
bar de mala muerte. Bebe.
—Tienes razón. —Levanté cuidadosamente la copa hasta mis
labios. Helada y de consistencia dulce. Indudablemente, tenía licor de
lichi y vodka. Esta mezcla de sabor era como el cielo servido en una
copa elegante.
—Lychee Martini.
—Guau. Eric, me encanta. Quiero bañarme en él a partir de
ahora —dije, bromeando parcialmente—. ¿Qué eres? ¿Una especie de
cantinero clarividente?
Se rió. —No. Simplemente sé de mujeres.
Resoplé. —No es así con todos.
Compartimos una sonrisa. Aunque, honestamente, se acercó más
a una sonrisa de satisfacción por ambas partes. La batalla de sexos
librada.
—¿Qué tal las cosas con Vaughan? —preguntó, bajando su Old
Fashioned. Y sí, mi no existente relación con mi actual jefe temporal era
uno de sus asuntos.
—¿Follas con cualquier camarera últimamente?
—No. No estás interesada en mí. —El hombre movió sus ojos
coquetamente hacia mí. Tenías que concedérselo, tenía una de esas
miradas prometedoras de sexy calidez. Un mujeriego profesional—.
Tristemente.
Bebí mi bebida y de otra manera, mantuve la boca cerrada.
—Estoy teniendo que ir más lejos para encontrar nuevas
compañeras. —Agarró una botella de whisky. Del estante superior.
¿Qué le digo?
Todavía no tenía nada que decir.
—Volviendo a mi punto —dijo—. Con Nell no sabíamos una
mierda acerca de llevar un lugar como este. Pat no era mucho mejor.
Estuvieron haciéndose cargo por un tiempo del salón de tatuajes, pero
eso no implica relacionarse tan estrechamente con los proveedores,
administrar lo que hay. Y ninguno de nosotros es realmente genial con
lo del cotorreo. Pero tú sí.
—¿En serio? Pareces ser bueno para relacionarte.
Levantó una de las comisuras de sus labios. —Hmm.
—Eric, todo esto es muy interesante. Y para que conste, le dije lo
mismo a Nell, creo que este negocio es sólido y tiene un buen futuro por
delante. —Tomé otro sorbo de mi bebida fuerte. Esta conversación lo
necesitaba—. Pero no me veo como parte de ese futuro. Tengo otros
planes.
—Comenzar en algún otro lugar la venta de casas.
—Sí —dije—. Es lo que sé.
—¿Pero es lo que amas?
Me encogí de hombros.
Se encogió de hombros en respuesta.
Bebí.
—Bueno, eso es una vergüenza. —Un nuevo Old Fashioned se
encontraba junto a su mano, pero comenzó a hacer otro cóctel haciendo
lo mismo—. Es difícil de encontrar buenos empleados, especialmente
personas que encajen aquí. Alguien con la que todos podemos lidiar.
Este trabajo, se trata de personas todo el tiempo y en ocasiones más
que aceptar su mierda, no es para todo el mundo. Le dije a Nell que
intentaría y hablaría para que te quedaras. Considera como que lo
hablé contigo.
—Bueno.
—Está bien —repitió—. Boyd estará en la cocina por un tiempo.
Luego te haré una Caipirinha. A ver si también te gusta.
Oh chico. Resaca, aquí voy.

***

El jueves se transformó en viernes para el momento en que


tropecé hacia la puerta. Vaughan se hallaba sentado en el sofá, la única
pieza de mobiliario dejada en la sala de estar desde la triste
desaparición de la mesa de café y una vieja butaca por la épica batalla
de los hombres. Los hombres eran tan idiotas. Buuu a ellos.
—Empezaba a preocuparme por ti —dijo, tocando la guitarra en
su regazo. Andre tenía razón, Vaughan tenía dones. La forma en que
tocaba, su capacidad para sacar los más sorprendentes y bellos sonidos
de este instrumento, era sólo uno de muchos.
—Hola. —Me dejé caer de golpe en el sofá a su lado, mi cabeza
giraba solo un poco. Varios vasos llenos con agua y un tazón de ñoquis
con ese increíblemente delicioso queso y salsa de espinaca de Boyd
ayudaron a mitigar la borrachera. Un poco, por lo menos.
Vaughan cogió un cuaderno y un lapicero que clavé parcialmente
en mi trasero, y los puso en el suelo. No tenía una expresión feliz.
Afortunadamente, tampoco tenía un rostro inexpresivo. Sus labios eran
una línea delgada, su mirada preocupada.
—Déjame adivinar, Eric te invitó a quedarte y probar su
mercancía. —Volvió a tocar la guitarra tranquilamente—. Nell dijo que
así es como opera.
—Tomamos un poco —admití.
—¿Lo follaste?
—¿Te importa?
Se lamió los labios, arrugas cruzaron su frente. —Supongo que sí,
o no te estaría preguntado.
Al diablo con la amabilidad. Me recosté en el sofá descansando la
cabeza contra el cojín y cerré los ojos. —¿Es el pene lo que los vuelve
estúpidos aberrantes? Debe ser. Esa parte de la anatomía es el
verdadero punto universal en común entre todos ustedes, ¿no?
No dijo nada.
Abrí los ojos y giré la cabeza en su dirección. —¿Haces algo por
mí? —pregunté
—¿Qué?
—Si de verdad crees que hay un posibilidad de que haya tenido
sexo con Eric esta noche, sé un buen chico y metete esa guitarra donde
el sol no brille.
Su expresión se endureció. Me atrevería a decir que coincidía con
la mía. Éramos dos personas exaltadas. Sin embargo, uno de los
principales problemas con el sexo femenino es nuestra propensión a las
lágrimas. Incluso cuando no las queríamos, esas jodidas glándulas
funcionaban, sacando el agua salada, haciéndonos lucir y sentir débiles
cuando preferíamos vernos fuertes.
—Buenas noches. —Me puse de pie con dificultad, limpiándome
sutilmente el rostro con una mano. O, aparentemente, no tan sutil;
porque me siguió inmediatamente.
—Lydia, espera —dijo mientras sus fuertes brazos me giraban,
tirándome contra su cuerpo. Planté el rostro en su pecho, lloriqueando
todo el tiempo, porque soy así de genial. Si solo hubiésemos mantenido
nuestras pelvis separadas. Nos llevábamos bien antes que el sexo se
convirtiera en parte de la ecuación.
—Lo siento —murmuró.
—Me excluiste anoche.
—Lo sé.
—Hoy te desapareciste sin una palabra.
—Sí.
—¿Y tienes las agallas para actuar como si tuvieras derecho y
estuvieras molesto por Eric?
Frotó el rostro contra mi cabello, apretándome más fuerte. Tuve
que girar la cabeza a un lado para respirar. Incluso entonces, su abrazo
de pulpo lo hizo complicado.
—Quien consigue meterse en mis pantalones no es tu problema
—dije, pisándole un pie. El pie no lo apreciaría, pero mala suerte—. No
tenemos ningún compromiso.
—Lo sé, lo sé. —Hizo una pausa—. Pero no dormiste con él, ¿no?
Lo pateé en la espinilla lo más fuerte que pude. Con toda mi rabia
reprimida y mi enfado de borracha. El bastardo tenía suerte que no
tratara de romperle la nariz. Entonces lo empujé.
—Mierda, Lydia.
—Buenas noches.
Traté de pavonearme hacia mi habitación, pero estoy
razonablemente segura de que me moví torpemente. Me sentía torpe.
Todas las extremidades sueltas y moral dudosa. Cerrar de golpe la
puerta de la habitación también era juvenil, pero que importa. Me quité
los zapatos con los pies. Me llevó varios intentos. Sin embargo, solo me
caí una vez. ¡Vamos, equipo Lydia!
Me ocupé de mis pantalones negros ajustados mientras todavía
me hallaba el suelo. Porque seamos honestos, era más probable que
acabara regresando allí, de todos modos. Bien hecho, cerebro, por ser lo
suficientemente coherente de averiguar eso. Mi culo borracho era
genial, te lo digo. ¡Genial!
—¿Qué haces en el suelo?
Levanté la mirada para encontrarlo a él parado allí. No era
bienvenido. Ugh.
—Vete —dije
Lo más probable era que si trataba de quitarme la blusa de
trabajo y el sujetador, me las arreglara para quitarme un ojo. Lo mejor
era renunciar mientras iba ganando.
Ahora, era momento para descansar. Subí sobre el colchón y me
tendí de espaldas.
—En serio, las camas son impresionantes. Las camas
simplemente son lo mejor.
—¿Lo son? —preguntó.
—¿Qué sigues haciendo aquí? —Le tiré una almohada. La cual
atrapó y recolocó al borde de la cama. Lástima, era la única que tenía y
el final del colchón estaba como a miles de kilómetros. Oh, bueno,
simplemente dormiría sin ella—. Vete, Vaughan.
—Cristo, estás borrachísima.
—Tú y tus amigos son una mala influencia para mí.
—Correcto. —Inclinó la cabeza, y me dio una mirada larga y dura.
Idiota—. ¿Vas a vomitar?
—No.
—¿Cuántos tragos tomaste?
Levanté tres dedos.
—¿Te hizo cócteles?
—Sí. —Suspiré y cerré los ojos, entrelacé los dedos sobre mi
vientre—. No estoy borrachísima, simplemente tomada. Bebí mucha
agua, me recuperé, y comí. Vete.
En lugar de escuchar el clic al cerrarse la puerta, sentí el colchón
moviéndose debajo de mí. Sobre todo en mi lado derecho. Abrí los ojos
y, efectivamente, allí estaba, sentado a mi lado.
—Tenía un montón de cosas que hacer hoy —dijo—. No te evitaba
ni nada de eso.
Me burlé.
—Está bien, te evitaba un poco.
—Joder. Bueno, ahora yo te estoy evitando un montón —dije,
volviendo a cerrar los ojos—. Vete. Y apaga la luz al salir, por favor.
Dedos callosos me acariciaron el brazo, el toque era persistente,
amoroso, incluso. Le di un manotazo furiosamente, haciendo mi mejor
esfuerzo para ahuyentarlo. Excepto que ese era Vaughan, así que eso
no funcionó muy bien. Lo siguiente que supe fue que se inclinaba sobre
mí, unos dedos rápidos me hacían cosquillas en las costillas, debajo de
los brazos, el vientre. En todas partes, el bastardo. Me moví y retorcí,
sin conseguir nada.
—¡No me hagas cosquillas! Déjame en paz —grité—. Eres un
imbécil.
Las cosquillas continuaron.
—Apártate de mí, Hewson. Ya no me gustas.
Bajó su largo cuerpo encima de mí, frustrando con eficacia mi
capacidad para defenderme. Por supuesto, la sensación de Vaughan
frotándose contra mí me encendió. El deseo de arquearme en su contra,
meterle la lengua hasta la garganta y conseguir algo de acción era
poderosa. ¡Pero no! Mis partes femeninas no se dejarían influir tan
fácilmente. Nada de sexo para él.
Por Dios, el idiota era pesado. Elefantes, el Titanic, se hallaba en
ese rango de peso.
—¡Me aplastas!
Cálidos labios dejaron besos por todo mi rostro. —¿Me perdonas?
—preguntó.
—No. Eres el peor. Nunca te lo perdonaré.
Lo golpeé con los puños cerrados lo mejor que pude. Por
desgracia, no sólo era pesado, era fuerte. El idiota me atrapó las
muñecas, presionándolas por encima de mi cabeza. Pero yo no había
terminado todavía. Oh, no. Como una temible, letal, media borracha
criatura, esperé mi oportunidad para atacar. Entonces... mis dientes
afilados mordieron en su piel salada y caliente, aferrándose a ella. Un
ataque frontal sobre la base de su grueso cuello.
Jajajajaja.
—Ay —se quejó.
Una mano sostuvo mi nuca, casi acunándola, pero esta era la
guerra por lo que no podría ser eso. De todos modos, mordí.
—Joder, nena. —Envolvió mi cabello alrededor de su puño y jaló
fuerte—. Muy bien, hiciste tu punto. Ya dije que lo lamento. Es
suficiente.
Solté la dura carne entre mis dientes. La victoria fue mía.
Además, mi mandíbula empezaba a doler.
—¿Estoy sangrando? —preguntó, tratando de mirar la herida.
—No. Sin embargo, vas a tener una gran contusión. —Me relajé
contra el colchón, tomando una respiración profunda. En algún
momento puso la mayor parte de su peso sobre una rodilla. Así que en
realidad podía respirar libremente ahora—. Te dije que no me hicieras
cosquillas. Y si ese eras tú tratando de empezar algo, te equivocaste.
Puedo correrme yo sola, sin tu ayuda.
Gruñó con mucha infelicidad. Luego se salió de encima de mí,
colapsando en la cama a mi lado, haciendo temblar el colchón. Durante
un tiempo, simplemente permaneció allí en silencio.
—Pensé en ti todo el día —dijo eventualmente.
No supe cómo responder.
—Lamenté dejarte sola anoche. Yo solo…
—¿Tú solo qué? —pregunté cuando se hizo claro que no podía
terminar el pensamiento por sí solo.
—Fue serio, lo de ir a conseguir la píldora.
—Sí, lo fue. —Con un profundo suspiro me puse de lado,
mirándolo. Llegaría el día, en mil años más o menos, cuando mirarlo no
me emocionara. Sin embargo, lo dudaba. Confundía mi cerebro y traía a
la vida las mariposas de mi interior. Qué efecto tenía en mi corazón, ni
siquiera quería pensarlo.
—Creo que me impactó. —Había total honestidad en sus ojos, en
su expresión sin cautela—. Siempre he sido cuidadoso sobre la
protección. Siempre. Papá me enseñó constantemente sobre eso y al
crecer, vi a amigos convertirse en padres antes de tiempo. Luego están
las enfermedades de transmisión sexual. Pero anoche, contigo…
—Te encontrabas molesto, Vaughan.
—Sí. —Me miró directo a los ojos, y me dio una sonrisa triste—.
Te ves cansada. Acuéstate. Apagaré las luces.
No le pregunté si se quedaba o si se retiraba a su habitación.
Ponerme toda dependiente me molestó muchísimo. Nosotros no
teníamos ese tipo de relación. Salió de la cama y apagó la luz. Luego se
fue por el pasillo. Una a una, las otras luces de la casa desaparecieron y
la oscuridad total se infiltró. Fuertes pisadas vinieron hacia mi
dirección y luego el colchón chirrió cuando se sentó al borde.
Eso no era alivio atravesándome. Era otra cosa. Algo complicado y
fuera de mi control.
Las palmas de sus manos se deslizaron hacia arriba por mis
piernas desnudas, hacia mis bragas, donde se demoraron con obvia
intención.
—Vaughan.
—Quiero quitártelas. —Trazó delicadas líneas sobre mi estómago,
haciendo que mis músculos se apretaran con necesidad—. Por favor.
—No lo sé.
—Solo por ti. No por mí —dijo, enganchando los dedos en mi ropa
interior y arrastrándola lentamente por mis piernas—. Déjame lamerte,
Lydia. Quiero redimirme.
—No me encuentro segura de que hacer que alguien te de sexo
oral sea un método de castigo. Esa moral es un poco enfermiza. —Sí,
peleaba duro.
Suavemente, me abrió las piernas, poniendo una rodilla entre
ellas. —Nena, lamer tu lindo coño es una delicia. No tener un pedazo de
ti después, es el castigo.
Reí. —Una delicia. Un pedazo de mí. Me haces sonar como un
pastel.
Sin más preámbulos, lamió mi núcleo directo hacia arriba. Desde
el trasero hasta el clítoris y de regreso. Una descarga increíble, un
nuevo tipo de intoxicación, me recorrió. Mi columna vertebral se arqueó,
mi mandíbula se abrió. —Joder.
—Eres lo suficiente dulce para ser un pastel —murmuró, fijando
la boca en mis labios y chupando suavemente. Su nariz acarició el área
alrededor de mi clítoris, su cálida respiración estimuló toda esa carne
delicada. Hasta la última gota de sangre en mí corrió al llamado de su
boca. Mi cabeza giraba, mi cuerpo se iluminó, incandescente. Chupó,
lamió y me saboreó como un festín.
Era impresionante.
El hombre sabía lo que hacía, llevaba mi excitación a niveles de
miedo. Primero rozaba suavemente los dientes sobre mi montículo,
luego rodeaba mi clítoris con la punta de la lengua. Daba largas
lamidas entre mis labios, una y otra vez mientras sus manos me
mantenían abierta. No seguía un patrón establecido, no sabía lo que iba
a hacer a continuación. Un suave beso con lengua, con la boca mojada
y abierta en mi abertura. O un latigazo con la lengua a mi clítoris.
Incluso, tal vez, provocar mi ano con un suave dedo. Nada estaba fuera
de límites en su búsqueda del placer.
¿Estuve enojada con el hombre? No podía recordarlo.
Sin duda, todo era un error tonto. Nadie con una boca tan
talentosa y dichosa, podría actuar como un bastardo desconsiderado.
Un dedo ingresó en mí y se dobló un poco, tomando la forma de
un gancho. Era la única forma en que podría alcanzar las áreas
apropiadas. Cuidadosamente, la yema de su dedo frotó la parte
posterior de mi clítoris, masajeándome por dentro. Mi pobre, húmedo e
hinchado coño nunca tuvo una oportunidad. El orgasmo casi me
noqueó. Luces brillantes estallaron dentro de mí, el placer tan agudo
que era casi doloroso. Me vine duro y rápido, jadeando su nombre,
aferrándome a las sábanas mientras el mundo se ponía patas para
arriba.
Tomo bastante tiempo que las cosas se pusieran en orden de
nuevo.
Alguien respiraba por la boca sonoramente. Qué primitivo. Los
músculos seguían sacudiéndose, en mi interior, en mis fuertes muslos.
Pobres cositas traumatizadas. Probablemente nunca serían los mismos.
Él me arruinó para los demás. Me encontraba segura de ello. Y ni
siquiera tenía la energía para preocuparme.
Se limpió la cara en la sábana y me tiró a sus brazos, haciendo
cucharita. Poniéndose cómodo para pasar la noche. El olor de mi
corrida aun persistía en él. Sus labios seguían húmedos mientras me
besaba el cuello, la nuca. No sé si alguna vez he estado con alguien tan
a flor de piel. No de forma vulgar, solo abierto, relajado y frontal en
cuanto al sexo y todo mi cuerpo.
—Disculpa aceptada —dije.
—Bien.
—Sin embargo, quedas advertido, estoy practicando para
volverme una mejor feminista. —Rodé sobre la espalda, mirando sus
luminosos ojos en la oscuridad—. Todo el asunto de Chris fue una
patada en el clítoris, pero trabajo duro para corregirme. Soy dueña de
este cuerpo. Mi destino es mío.
—De acuerdo —dijo lentamente, enganchando sus dedos con los
míos—. ¿A dónde va esto?
—Solo quiero que sepas que no seré esclava de tu demoniaco
pene y tu nociva lengua. No importa lo buenos que sean.
—Mmm. —Frotó la boca contra mi hombro—. ¿Eso quiere decir
que te gusta la forma en que te follo?
—Sí. Básicamente.
—Bueno… me alegra —dijo eventualmente—. Y quiero que sepas
que también me considero un feminista. Eres más que mí igual. Pero
con el debido respeto, creo que tal vez deberías considerar dormir un
poco ahora. Este cuerpo del que eres dueña probablemente se va a
sentir mal por la mañana. Me preocupa un poco que estés destinada a
tener resaca mañana.
Desafortunadamente, el hombre tenía razón. Me acurruqué en su
contra, cerrando los ojos. —Voy a extrañarte cuando te vayas.
Me apretó y me dio otro beso en la nuca.
—La ciudad estaba tan bonita mientras Boyd me llevaba a casa.
Fuimos por la ruta pintoresca por el centro de la ciudad.
—El centro de la ciudad está en la dirección opuesta —dijo con
una sonrisa en la voz.
—Lo sé, pero a Boyd no parecía importarle y simplemente me
apeteció verlo. Todas esas luces y árboles, el agua. Todo es tan
hermoso, ¿sabes?
—Lo sé —dijo, sonando un poco triste.
—Empecé a preguntarme cómo será cuando los árboles cambien
de color, cuando nieve.
—Fría —dijo, inexpresivo.
—No me digas.
Soltó una risita.
—De todos modos, me hizo pensar... y no me encuentro segura de
querer irme después de todo. —Traté de organizar mis pensamientos en
una línea recta, pero mi cerebro se hallaba todo confundido por el
orgasmo y el alcohol. No fue fácil—. Veamos, parte de mí quiere pasar el
resto de mis días al menos a dos estados de distancia de los Delaney en
un momento dado. Pero la otra parte de mí dice “vas a llevar tus
problemas contigo a dondequiera que vayas”. La verdad es que mis
problemas no son realmente acerca de Chris y compañía, son sobre que
no soy feliz con mi vida y que hago malas elecciones. Eso no va a
cambiar sólo porque cambie mi dirección.
No dijo nada.
—¿Qué piensas?
Suspiró. —Honestamente, la gente tiene buena memoria. Hay un
montón que decir para empezar en un lugar nuevo.
—Mis padres tenían esa actitud y nunca funcionó para mí. Y
aquí… finalmente empiezo a sentir que he encontrado el lugar a donde
pertenezco.
No respondió y una susurrante voz indeseada sugirió que no me
quería aquí. Independientemente de cómo se sintiera respecto al lugar,
siempre sería su ciudad natal. Tenía familia y amigos aquí, una
historia. Inevitablemente, en algún momento en el futuro regresaría y si
yo seguía aquí… bueno, chocar con tu examante sería muy incómodo.
—No tienes que tomar ninguna decisión ahora —dijo—. Descansa.
Todo estuvo en silencio por un buen rato antes de que lo
escuchara hablar de nuevo. Mi mente estaba en el borde del sueño, así
que podría haber sido un sueño. Un delirio.
—También te voy a extrañar —susurro.
Traducido por Dannygonnzal & Ann Farrow
Corregido por Miry GPE

El viernes en la mañana, Vaughan se sentó en los escalones del


patio trasero, disfrutando del sol, tocando su guitarra. Sin camisa, lo
que definitivamente era mi vestimenta preferida para la parte superior
de su cuerpo. Lo mismo para la inferior. Un bloc y un bolígrafo se
hallaban a su lado. Recordaba todo… vagamente.
¿De verdad dijo que iba a extrañarme? Quizá lo dijo y no quiso
decir nada serio. Puedes acabarte la salsa de tomate y extrañarla sin
que una sensación aplastante arrolle tu vida. Así fue, después de todo,
la noche anterior, solo un condimento. Yo también podría ser la elección
actual de condimento en su vida. Pero aún así él se comería una
hamburguesa sin mí.
Una analogía terrible, lo sé. Pero posiblemente verdad.
En todo caso, no podía pensar en eso en este momento.
Literalmente no podía. Cualquier uso de mi cerebro estaba mal. Dentro
de mi cráneo, las cosas palpitaban y dolía. Me tomé dos Advil con una
botella llena de agua y me hice una taza de café mientras trataba de no
pensar en nada. Solo que tratar de no pensar en nada era tan malo
como enfocarme en algo, y el malintencionado organismo de mi cabeza
lo tomó como una declaración de guerra.
Dolor, demasiado dolor.
Tal vez no beber nada con un porcentaje de alcohol durante un
tiempo era la forma de actuar. También, Eric debería morir. Los
incitadores eran malos, personas malvadas. El mundo debería estar
purgado de ellos.
Me escondí detrás de mis gafas de sol, sentándome en una de las
sillas del comedor que quedaban (la mayoría cayeron durante la gran
pelea) y escuchándolo tocar a través de las puertas abiertas de la
cocina. Gracias Dios por el café. El café entendía. El café era mi amigo.
Felizmente, el medicamento por fin comenzaba a tener efecto
cuando él notó mi presencia.
―Buenos días. ―Cambió su posición, para verme mejor.
Desafortunadamente, yo no era una buena vista.
―Hola.
―¿Cómo te sientes?
―Como que los Long Island Iced Teas no son mis amigos.
Él me inspeccionó por encima de sus gafas de sol. ―Mierda,
¿tomaste de esos? Con razón estabas tan destrozada.
―Un Old Fashioned, un martini lichi, una caipiriña, y un Long
Island Iced Tea.
―Entonces tuviste cuatro cócteles ―dijo―. Anoche me dijiste que
tres.
―¿Sí?
Me dio una mirada de duda.
―He decidido que no tengo más declaraciones que hacer acerca de
la noche anterior.
―¿Lo decidiste ahora? ―Su lengua jugaba detrás de su mejilla. No
tenía ni idea qué expresión llenaba sus ojos; la escondía detrás de sus
lentes. Probablemente era lo mejor.
Él dejó el sol y entró, llevando su guitarra en una mano y el bloc y
el bolígrafo en la otra. Todos ellos cayeron en la mesa de la cocina.
―¿Componiendo una canción nueva? ―pregunté.
―Sí ―dijo, sentándose al otro lado de la mesa―. Se llama “Dices
mierda divertida cuando estás ebria”.
―Me gusta. Suena ganadora.
―Sí. Va a ser de la banda Polla Diabólica y Lengua Demoniaca.
―Se quitó los lentes de sol y los colocó sobre la mesa―. ¿Qué piensas?
―¿Ese es el nombre de la nueva banda? Genial.
―Con clase, ¿verdad?
―Totalmente. ―Reprimí mi sonrisa, apenas. Bastardo chistoso.
Giré las sobras de mi café alrededor de la taza―. ¿Tienes algún plan
para hoy?
―No. Nada para hoy. ―Miró por las puertas abiertas de la cocina
al mundo más allá. El gran panel de vidrio roto fue reemplazado ayer en
algún momento―. Yo, eh, acepté una oferte por la casa.
Mi cara se congeló. ―¿Sí?
Un asentimiento.
―Guau. Eso fue rápido. Supongo que no debería estar
sorprendida. Es una gran propiedad.
En lo alto de la pared, el reloj de la cocina hacía tictac. No sabía si
realmente lo había notado antes, pero ahora… demonios, era ruidoso.
―¿Estás contento con el precio? ―pregunté.
―Mucho.
―Genial. ―Sonreí, tratando al máximo de estar feliz por él. Justo
como una amiga debería estar―. Eso es… eso es realmente genial.
Fue raro el que no me devolviera la sonrisa. En cambio, siguió
mirando el patio trasero, su rostro sin traicionar ninguna emoción. Era
la casa de sus padres. Cualquiera que fuera su problema en aceptar su
muerte, renunciar al hogar de su infancia tenía que golpear fuerte.
Todos esos recuerdos.
―¿Cuándo piensas abandonar el pueblo?
―Henning y Conn quieren comenzar a juntar el nuevo material
tan pronto como sea posible. ―Agarró la parte de atrás de su cuello―.
Así que a principios de la otra semana, supongo.
―¿Así de pronto?
―Sí. ―Su mirada se enfocó en la mía―. ¿Eso es un problema para
ti, con tus cosas y todo eso, Lydia?
―No. ―Bajé la mirada, tratando de entender… bueno, a mí. Sentía
como si mi pequeño mundo hubiera sido puesto patas arriba y lo
hubieran sacudido. La escena perfecta en el globo de nieve era una
tormenta. ¿Cuál era mi maldito problema? Nada de esto debería ser una
sorpresa―. No, tendré un depósito listo para los próximos días. No es
un problema.
―¿Así que aun piensas quedarte?
―Tal vez. ―Era mi turno para mirar lejos, para evitar sus ojos.
Como una perfecta sombra azul. Solo tendría que evitar mirar el cielo
por el resto de mi vida así no tendría un recuerdo de él. Completamente
factible―. Entonces, a principios de la próxima semana. ¿Qué piensas,
lunes, martes?
―Algo así.
Asentí y empujé la masa de cabello detrás de mis orejas. Entonces
metí la pata de nuevo porque exponerme a mí misma en este momento
era sencillamente estúpido. ―Bueno, es genial que hayas conseguido
una buena oferta por la casa de inmediato. Simplemente genial.
―Umm.
―Debería ir a ducharme. Hacer un pequeño intento de lucir
menos como un muerto viviente.
―Oye ―dijo―. ¿Quieres ir a ver algunos autos hoy?
―Sí, eso estaría bien. Gracias. ―Me levanté, mis piernas
sintiéndose extrañamente ligeras, débiles.
Lo mejor de llorar en la ducha era que con todo el ruido y el agua,
no había evidencia real.
Nadie necesitaba siquiera saber.

***
―Mira, nena. ¿Ese no es lindo?
Le di una mirada sin impresión. No fue una proeza fácil, dado lo
bien que se veía. Con la ventana abajo, su cabello dorado volaba salvaje
con el viento y su bronceado brazo tatuado apoyado en el marco de la
puerta. Él era como un comercial para una vida buena.
―Vamos, tienes que admitir que es un gran auto.
No tenía que admitir ni una maldita cosa.
―Lydia, esta es la decisión correcta ―dijo suavemente―. Interior
cómodo, altos estándares de seguridad, buen control en clima húmedo
y nieve, e incluso tiene un pequeño techo corredizo solo para ti.
―Estás siendo condescendiente. Para antes de que te lastime.
―Sé que te gusta ese Prius pedazo de mierda y el lindo pequeño
mini Cooper. ―Se estiró, deslizando una mano detrás de mi cuello y
masajeándolo suavemente. El tipo tenía suerte de que no le mordiera su
extremidad. Si no fuera tan bueno con sus dedos, lo haría―. Pero el
WRX funcionará mucho mejor para ti, lo prometo.
―Ni siquiera quería hacer la prueba de conducción. Ese idiota y
tú se unieron contra mí.
―Nena.
―Es verdad. Sabes que sí.
―Ni siquiera tenía idea de que Mitch trabajaba aquí ―dijo con
risa. Una retorcida―. ¿En serio es tan malo que mi viejo amigo y yo
queramos que tengas un auto increíble con el mejor precio posible?
―Es un buen precio.
―Es un jodido precio increíble y lo sabes. Se supone que tú debes
hacer la prueba de conducción, no yo. ―Entró en un aparcamiento de
grava en un lugar apartado del lago, apagó el motor―. La línea de
vehículos más rápida del mercado, Lydia. Sabes que quieres intentarlo.
―Probablemente fue destrozado por sus dueños anteriores.
―De ninguna forma Mitch te vendería algo que hubiera sido
maltratado. Regresaría a Coeur d’Alene a patear su trasero si lo hiciera,
y él lo sabe.
―Dios, ¿puedes dejar de decir que te vas? ―dije de golpe. E
inmediatamente me arrepentí.
Vaughan inclinó la cabeza.
―Lo siento. ―Tomé una profunda respiración, dejándola salir
lentamente―. Aparentemente, hoy soy la Señora Mala Actitud. Solo
vamos a disfrutar el aquí y el ahora. ¿De acuerdo?
Lentamente asintió. Luego miró de regreso a la brillante agua a
través del parabrisas. ―Querías la experiencia de Vaughan Heuson
Coeur d’Alene.
Tomó un momento para que mi pobre cerebro lo entendiera.
―¿Aquí es donde traías a tus citas cuando estabas en la escuela?
―Sí, aquí es.
―Lindo. Muy lindo.
―Lo suficientemente lejos del pueblo, lejos de las luces. Todo el
cielo estaría lleno de estrellas.
―Umm. ―Sonreí tristemente―. Suena romántico. Demasiado mal
que sea de día.
―No hay nadie alrededor.
Giré la cabeza tan rápido que a ambos nos sonó el cuello. ―¿Qué?
―No hay nadie alrededor.
―Ja. ―Sonreí, elevé mi mirada hacia el cielo―. Dios, por un
minuto pensé que lo decías en serio.
―Lo digo en serio. ―¿Sí? Mierda. Hermosos ojos azules, intensos y
cálidos, mirándome y lamiendo sus labios como si definitivamente me
encontrara en la cima del menú de hoy.
―Oh.
Llevó un mechón de mi cabello detrás de mi oreja, bajando con
sus dedos por mi cuello. Primero jugando con la tira de mi camiseta
blanca y luego con la de mi sostén. El hombre tenía movimientos. Pero
también, básicamente me tenía atada, bastardo. Mente, cuerpo, corazón
y alma. No es que lo hubiera dejado. Inmediatamente mi respiración
aumentó su ritmo, mi piel se estremeció.
―Actos indecentes. Exposición. ―Me reí histéricamente, sonando
más como una idiota―. Estoy muy segura que hay leyes que protegen
los lugares públicos contra eso. Especialmente a plena luz del día. Es
mejor que no lo hagamos.
―No nos atraparán.
―Pero podrían.
―No lo harán. ―Deslizó ambas tiras por mis hombros, exponiendo
más piel. Con el movimiento más suave, desabrochó su cinturón y luego
se movió directamente sobre mí para soltar el mío. Pero el hombre no
había terminado. Oh, no. Pronto llegaría el día en el que él terminara
conmigo, pero no era este.
―Espera. ―Se giró y se levantó. Con una rodilla en su asiento, se
estiró sobre mí. Cosas fueron movidas a un lado de mi asiento, y de
repente la parte de atrás estaba detrás y yo miraba directamente al
techo beige del auto. Afuera de la ventana abierta, un árbol se mecía
sobre mi cabeza. Ramas de hojas verdes se agitaban con el viento.
Mucha naturaleza. De vez en cuando el sol se abría paso, un rayo
deslumbrante de luz desde el cielo.
¿El sol tenía que ser tan brillante? Seguro íbamos a ser
atrapados. También, la celulitis era mejor bajo iluminación suave o sin
ella. Intentaba aceptar mi cuerpo. Esta clase de mierda seguía siendo
una preocupación.
―Eh ―dije, porque mi cerebro aún estaba en modo genio―. No
creo que esto sea seguro.
―Puse las luces estacionarias y tengo un condón en mi bolsillo
trasero. No podría ser más seguro. ―Sin más preámbulos, se subió
sobre mí, sus caderas situadas entre mis piernas. Un codo al lado cerca
de la parte de encima del asiento tomó la mayor parte de su peso. Aun
así, la sensación de su cuerpo sobre el mío envió temblores de
excitación que me atravesaron. Alerta roja, ilegal y posiblemente
vergonzoso, pero buenos momentos por venir. Agarré los lados de mi
asiento como si estuviera en una montaña rusa y una vuelta de giro
completo viniera. Sin embargo, mi vagina preparó la fiesta como si fuera
mil novecientos noventa y nueve.
Mierda. Estaba tan confundida. ―Tenemos una cama en casa. Es
decir, en tu casa.
Una risa baja de las retorcidas. ―Sí, pero te tengo toda encendida
justo aquí. ¿Por qué esperar?
―En realidad no estoy encendida.
―Pezones.
Bajé la mirada. Ciertamente eran dos puntos duros, demasiado
obvios debajo del delgado algodón de mi blusa. Hablando sobre traición.
―Ellos no saben nada.
―Oye. ¿Realmente quieres que pare? ―Miró profundamente en
mis ojos, viendo el pánico en mi alma. Podía sentirlo, su entendimiento,
su preocupación. Y no solo por el sexo en público. Vamos a ser
honestos aquí. Mi pánico actual tenía más que ver con el miedo
arrastrándose acerca de él yéndose y el temor relacionado al estado de
mi confuso corazón.
―¿Nena?
Su rostro se hallaba tan cerca. Sus labios apenas tocaban los
míos, el calor y su belleza encendiéndome. Podía sentirlo
endureciéndose contra mi estómago, reaccionando a mí. Mi necesidad
crecía con la suya, aumentaba con el tiempo.
―Di la palabra ―continuó―. Sabes que haré lo que sea que
quieras.
Quería mentir demasiado. O mejor aún, decirle exactamente lo
que quería. Solo en cuanto averiguara exactamente qué era…
En su lugar, estiré el cuello y lo besé con suavidad, con dulzura.
Una y otra vez con los labios cerrados, luego con los labios un poco
abiertos. Así hasta que su lengua se metió en mi boca, tomándome. Nos
besamos de forma lenta, como si tuviéramos todo el tiempo del mundo.
La palma de su mano moldeó mi pecho, apretando y burlándose de la
carne sensible. Mis manos, mientras tanto, se deslizaron por debajo de
su camiseta, explorando su espalda. Acaricié su piel suave, cerca de
venirme simplemente al acariciarlo. Las crestas en su espalda y los
planos duros de sus músculos. Al mismo tiempo, se movía contra mí,
frotando su polla dura sobre mi hueso púbico, acariciando cerca de mi
punto sensible. Incliné las caderas, intentando obtener más.
Mierda, se sentía bien. Tan bien. Pero no era suficiente.
—Vaughan —jadeé, deslizando mis manos hacia abajo en sus
pantalones vaqueros, apretando sus nalgas firmes—. ¿Sin ropa interior?
—Quería estar preparado.
Sonreí cuando mordió ligeramente el lóbulo de mi oreja, y luego
lamió mi cuello.
Nunca podría cansarme, de estar con él. Cada intimidad que
compartíamos añadía familiaridad a su cuerpo y sus formas. Sin
embargo, la emoción de estar con él nunca menguaba. Teniendo en
cuenta el tiempo, podía cambiar y crecer. Pero nunca desaparecería.
Algunas cosas eran absolutas.
Puse mis manos entre nosotros, desabrochándole los pantalones
vaqueros y bajando la cremallera. Recatada, no lo era. O al menos, no
una vez que empezábamos. Quité cada artículo de ropa fuera de mi
camino. Piel de terciopelo caliente sobre carne rígida. Era un cielo táctil.
Mis dedos rozaron la cabeza redondeada, con el pulgar busqué la unión
en la cresta de su glande y masajeé justo debajo.
Gimió en mi cuello, sus hombros se estremecieron. —Joder, eso
se siente bien.
Ah, el poder de poner tu mano en el pene de un hombre. Era
poderoso. —¿En serio?
—Mm.
Una mano empujó hacia arriba mi falda de cambray, exponiendo
mis muslos con hoyuelos. Jódase cualquier ansiedad. Estaba
demasiado atrapada en la bondad de tocar a Vaughan para importarme.
Deslizó un dedo en la abertura de la pierna de mi ropa interior, tirando
del material.
—¿Por qué coño te pusiste estos, Lydia?
—¿Porque soy una tonta?
Se rió entre dientes.
—No sabía lo que planeabas —me quejé.
—Asume siempre que quiero follarte. Eso sería más seguro.
Su boca cubrió la mía y me dio un beso profundo y húmedo. La
masturbación mutua funcionaba bien. Toqué y acaricié su pene,
haciendo todo lo posible para volverlo loco. Mientras que él hacía lo
mismo, curvando los dedos y arrastrando los nudillos a través de mi
abertura húmeda. Cada músculo entre cuello y rodillas se tensó, se
sentía tan bien. El chico me dio felicidad, pura y simple. Entonces
rompió el beso y lamió la yema del pulgar antes de ir a trabajar mi
clítoris. Dios, era bueno en esto, su toque justo. Su mano estiró el
elástico en mi ropa interior, haciendo espacio para poder jugar.
Felicidad química hizo girar mi cabeza, todo mi mundo se sentía
aturdido. Casi me olvidé de seguir acariciándolo. Triste, porque la
sensación de él hinchándose en mi mano era sublime. No es algo que
nunca quisiera perder.
—Semen sobre mí. —Mordisqueé sus labios.
—¿Eso es lo que quieres? ¿Quieres mi semen sobre tu piel suave?
Asentí, ordeñándolo más duro con cada golpe.
—No. No esta vez. —Sacó su mano de mis bragas, una verdadera
lástima. Luego sacó el condón de su bolsillo trasero y lo abrió con los
dientes. Hice un sonido realmente triste cuando quitó mis dedos de su
pene y lo hizo rodar sobre este.
—Acerca tu culo un poco —dijo, atrayéndome más cerca del borde
del asiento—. ¿Por qué no podías querer un coche más grande?
—¿Por qué no podías venirte sobre mí?
Los lados de sus labios se levantaron. Hizo a un lado mi ropa
interior estirada y cuidadosamente alineó su pene con mi abertura. Con
un empuje suave me llenó, ambos gemimos. Ruidosamente.
—Oh, Dios. —Mis párpados revoloteaban, mis entrañas hacían lo
mismo. Indescriptible. Así se sentía tenerlo dentro de mí. Todo bueno,
brillante y reluciente. Pero más, mucho más. Y la forma en que me
miraba, estudiando cada una de mis expresiones, midiendo cada
movimiento. No sé por qué, pero tener tal enfoque comprometido de su
parte casi me deshizo. Casi lloré por segunda vez en el día.
—Es por eso que no podía venirme sobre ti —susurró en mi
oído—. Debido a que tenía que hacer esto.
No tenía palabras. Felizmente, no requería ninguna.
Lentamente, deliberadamente, me hizo el amor. Embutida en el
lado del pasajero de un vehículo para probar que ahora definitivamente
debería ser mío. De todos los lugares para tener un momento
significativo. Se balanceó dentro y fuera de mí, tomándose su tiempo,
construyendo la pasión entre nosotros. Nuestra conexión fue absoluta y
siempre lo sería. No importaba a dónde se fuera. No importaba lo que
hacía. Había perdido una parte de mí que nunca volvería. Infierno, cedí,
aun sabiendo que no era inteligente y que podría lamentarlo un día
pronto.
Los corazones son tan estúpidos.
Poco a poco aumentó su ritmo. Mis piernas se envolvieron
alrededor de él, sosteniéndolo con fuerza. El sudor empapó ambas
pieles. Nos movimos lo mejor que pudimos, para llegar a la cima,
aferrándonos. Siguió y siguió, y sin embargo, se acabó demasiado
pronto. Incliné mis caderas hacia arriba, llevándolo más profundo.
Embistió en mí con gran propósito. Una mano enredada en mi pelo y la
otra sosteniendo un poco de su peso. El sonido de nuestra respiración
frenética, de nuestros cuerpos uniéndose llenó el pequeño espacio.
Y todavía me sorprendió. Mi orgasmo salió de mis pulmones. Grité
silenciosamente, mi coño se aferró a él al tiempo que mi corazón daba
un vuelco. Todo mi cuerpo se movió debajo de él mientras él gemía mi
nombre, presionando su mejilla duramente contra la mía. Al parecer,
los franceses se refieren a un orgasmo como la pequeña muerte. Sin
embargo, eso no lo cubría. Prueba el asesinato en masa de todas mis
esperanzas y sueños. No debería haberse sentido tan asombrosamente
abrumador enamorarse de un hombre que nunca sería mío. Pero lo
hice.
El amor apesta.
Traducido por Jenni G. & AnnFarrow
Corregido por Sahara

Cosas extrañas pasaban en el Bar Dive al día siguiente. Sábado,


el aniversario de mi boda fallida. ¡Hurra!
Nada de gran interés había pasado después de nuestra aventura
sexual en mi coche nuevo. Volvimos a ver a Mitch en el concesionario,
quien le dio una mirada dudosa a nuestra ropa rasgada. Él se relajó
visiblemente después de que le dijera que iba a comprar un vehículo.
Vaughan se quedó en silencio, y yo también.
Fuimos a trabajar. Y cuando regresamos a casa exhaustos
después de una larga noche, nos fuimos a dormir, juntos en la misma
cama.
Pero volviendo a la actualidad.
Brett Chen, el reportero, estaba apoyado contra su coche
aparcado enfrente de donde trabajo. Sacó su Canon y empezó a hacer
fotos de Vaughan y de mí mientras entrábamos.
—Háblame, Lydia —gritó desde el otro lado de la calle —. Tengo
una revista de gran renombre para tomar la historia. Distribución
nacional. Mucho dinero.
—Idiota —murmuré, manteniendo mis gafas de sol puestas y
bajando la cara.
—Es hora de llamar al Oficial Andy —dijo Vaughan —.
Deshacernos de este tipo.
—No estoy segura de sí legalmente hay mucho que pueda hacer.
De todos modos, el reportero no va a conseguir lo que quiere —dije sin
disminuir la velocidad—. Deja que el karma se ocupe de él por
aprovecharse del sufrimiento y la miseria de las personas. Tengo cosas
mejores que hacer con mi tiempo.
—Esta es la tercera vez que ha estado aquí desde hace pocos días.
Tomándote fotos sin tu consentimiento. El idiota está prácticamente
acosándote, nena.
Me encogí de hombros, extendí la mano y apreté sus dedos.
Entramos en el bar y me dirigí directamente a una pequeña mesa al
fondo. Pobre Betsy, la recepcionista de bienes inmuebles de Delaneys,
no parecía una chica feliz.
—He estado esperándote durante veinte minutos. —Inhaló,
empujando su taza de café a medio beber y se levantó de su asiento—.
El brebaje aquí es espantoso. ¿Están todos los papeles correctamente
firmados? No quiero tener que volver aquí otra vez solo porque no sabes
leer.
Dios, vaya perra. Los papeles se encontraban firmados, bien, pero
ella podía darse cuenta de eso por sí misma.
En lugar de conversar, le lancé el sobre grande que contenía su
contrato de acuerdo de Delaneys. Betsy se lanzó por él, haciendo un
ruido extraño entrecortado. Indignación quemaba en sus ojos pequeños
y brillantes. Antes de que pudiera destrozarme por falta de cuidado o
algo así, me alejé lo más que pude de ella. Tenía cosas que hacer. Era el
momento de hacer más con mi vida. Menos sandeces esta vez.
El sábado fue un gran día. Solo a las doce menos veinte, la
mayoría de las mesas ya estaban llenas. Grité un saludo a Rosie y a
Masa en la planta del restaurante, a Eric detrás de la barra, y a Nell y
Boyd ocupados trabajando en la cocina. Después continué mi camino
de vuelta a la oficina.
El gran oso rubio, también conocido como Joe, se encontranba
sentado frente al ordenador, absorto en lo que sea que había en la
pantalla.
—Hola —dije, arrojando mi bolso en el rincón—. Nell quería que
empezara con la contabilidad.
Sus ojos sorprendidos me miraron y sus dedos se congelaron en
las teclas. —Ah, hola, Lydia.
—¿Trabajas hoy también? Tres personas detrás de la barra me
parecía excesivo pero como sea.
—No —dijo él —. Solo necesitaba usar el ordenador. El mío no
anda bien. Me marcharé en un minuto.
—No hay problema. Voy a ir a por una taza de café.
La mirada de ciervo perdido atrapada bajo las luces de los faros,
se transformó en otra cosa. Aclaró su garganta, mirándome cada pocos
segundos. Lo que fuera que hubiera en esa pantalla, Joe no quería que
lo viera. Probablemente porno.
—¿Quieres uno? —pregunté, dando un paso hacía la mesa.
Su cuerpo se tensó como si estuviera preparándose para saltar y
cubrir lo que sea que fuera eso. —¿Un qué?
—Café.
—No —dijo él—. Gracias.
—Vale —Le di una sonrisa breve, caminando lentamente hacia la
puerta—. Vuelvo en un minuto.
Sacudió su barbilla, sus ojos estaban pegados a mí como si fuera
a saltar sobre el escritorio para hacer una violenta invasión de su
privacidad en línea en cualquier momento.
Muy extraño.
Cuando regresé con mi café, Joe había desaparecido por la puerta
trasera. Nell había dejado una lista detallada de qué tipo de gastos
pertenecía a que categoría. Más allá de eso, era bastante sencillo.
Trabajé en la pila de recibos, registros bancarios y facturas.
Introduciendo toda la información, nombre del negocio, productos en
cuestión, su precio, etc. Poco a poco, el trabajo atrasado comenzó a
disminuir.
La mejor parte de hacer este trabajo en particular (que nadie más
quería hacer) era el excelente servicio y los beneficios gastronómicos.
Rosie o Masa con regularidad me traían cafés, botellas de agua, una
deliciosa ensalada de pollo al estilo Vietnamita para comer, y un
entrecot con patatas asadas asombrosamente bueno y toda la
guarnición para cenar. No tenía ni idea de lo que le hacían a la vaca
para que la carne estuviera tan tierna. Masajes diarios. Pedicuras
semanales. Fuera lo que fuera, funcionó. La mejor carne.
—¿Cómo te va? —Nell se dejó caer en la silla enfrente de mi
escritorio, seguía con cara pálida y sombras bajo sus ojos. Se la veía
solo ligeramente mejor que el otro día.
—Estoy dominando lentamente las cuentas. ¿No deberías estar en
la cama?
—Probablemente. —Desenroscó la tapa de una botella de zumo de
manzana y tomó un trago, después la dejo encima de la mesa—. Me iré
a casa pronto.
—Bien —Y aquí venía la parte nerviosa—. Nell…
—¿Sí?
Froté la punta de mi lengua sobre mis dientes, tratando de pensar
la mejor manera para decir lo que necesitaba decir. Miedo y excitación
se agitaron dentro de mí, acelerando mi corazón y haciendo que me
temblasen las manos. No importaba cuanto intentará calmarme. —No
quiero sonar como una psicópata espía corporativa infiltrándose en ti.
Levantó sus cejas en pregunta.
—Mientras comprobaba las cuentas, revisé las cifras.
Con un gemido, negó con la cabeza. —Estoy cansada, Lydia. ¿Qué
quieres decir?
Me eché hacia adelante, ocultando mis manos temblorosas debajo
de la mesa. —Anoche, Eric me ofreció un mes de prueba como gestora
de la sección de la planta del restaurante. Confió en que estés de
acuerdo con eso.
—Por supuesto.
—¿Y Pat todavía quiere vender su parte del negocio?
Sus labios se apretaron, el dolor revoloteó a través de su cara
antes de suavizarse con determinación. —Muchísimo.
—Vale.
—Lydia, dime que estás diciendo lo que creo que estás diciendo.
—Quiero hacer el mes de prueba con el fin de adquirir la parte de
Pat del negocio cuando acabe ese periodo, si estamos todos de acuerdo
en que podemos trabajar todos juntos a largo plazo.
La sonrisa de Nell era beatifica. —¿Lo harás?
—Sí. Sé que esto probablemente parezca repentino, pero la idea
ha estado creciendo en mi cabeza desde hace unos días. Aunque sigue
sonando precipitado.
Ella no dijo nada.
—De todos modos, quiero hacer un cambio en mi vida, vender
productos en los que confío, y pienso que el Bar Dive podría ser esa
oportunidad para mí. —No sé qué hacer conmigo misma. Saltar por
toda la habitación o esconderme en un rincón. Las dos opciones son
viables—. Me doy cuenta de que es mucho dinero y un gran
compromiso, pero siento que es lo correcto. Creo que me arrepentiré si
no lo intento.
—¿Pero definitivamente tienes el dinero?
—Dentro de un par de días, sí.
La curiosidad ilumina sus ojos. —¿En un par de días?
—¿Entre tú y yo?
—Por supuesto. —No duda. Una de mis cualidades favoritas de
Nell era que mostraba sus emociones.
—Tengo un acuerdo legar con los Delaneys.
—Está bien —dijo Nell—. Es un poco repentino, pero viste las
cifras. Has trabajado aquí, ya has visto cuanto les gusta a las personas
del barrio el lugar. No vamos a confiar en que cuando cambie la
temporada haya el mismo agrado que en las demás. Esto va a ser
genial.
—Eso espero. —Intenté reprimir una sonrisa; no funcionó.
—Lo sé. —La mirada de Nell cayó en su regazo, mientras jugaba
con sus dedos—. Para que entiendas la relevancia… tengo una noticia
que contarte. Nadie más sabe esto ya que lo descubrí esta mañana. Así
que apreciaría que lo mantuvieras en secreto por ahora.
—Por supuesto.
—Estoy embarazada.
Mi boca se abrió y mis ojos se sentían más grandes que la luna.
—Esa fue más o menos mi reacción también. —Me dio una
sonrisa sombría—. Es de Eric. Así que, sí. No fue exactamente
planeado. Ni de lejos.
—¿Felicidades? —pregunté discretamente.
Su sonrisa mejoró. —Gracias. Siempre quise tener hijos. Pensé
que sería con Pat, pero las cosas cambian, ¿verdad?
—Verdad. Y pienso que serás una gran madre. Nadie se atreverá a
meterse con tu hijo.
—Sé cómo lanzar cuchillos —dijo—. La ventaja de saber esto
pronto es que podemos planear como manejar las cosas en cuanto al
negocio. No espero tomar mucho tiempo libre y Boyd puede encargarse
de la cocina casi tan bien como yo. Conseguiremos otro cocinero
entrenado como asistente. De esa manera puedo estar de vuelta
después de tener al bebé con una jornada reducida. Eso también le
permite a Boyd ir a más convenciones de ciencia ficción. Así que esto
funcionará para todo el mundo.
—Está bien.
—Por favor no dejes que esto te asuste. Te juro que no tendrá
ningún impacto ni bueno ni malo sobre el resto de la empresa.
Reflexioné durante un minuto. —El hecho es, que todos vamos a
tener periodos en los que tendremos que echarnos un poco atrás, para
enfocarnos en otras cosas. Así es la vida.
—Sí.
—¿Cómo te sientes? —pregunté.
—Aterrada. Emocionada. Más aterrorizada.
—Yo también. Y eso que no soy la que va a tener un bebé.
Agarró de nuevo su zumo, toqueteando la etiqueta. —Me alegra
mucho que te quedes. Perdí a muchos de mis amigos en el divorcio, así
que es bueno hacer algunos nuevos. Sé que dicen que no hay que
mezclar negocios con amigos. Pero honestamente, si voy a trabajar
cerca de gente, confiarles mi dinero y mi nombre, prefiero tenerlos como
amigos. La cosa es que tienen que ser amigos con los que pueda hablar.
Completa honestidad.
—De acuerdo. —Enderecé mis hombros, haciéndome la valiente.
—Si necesitas un lugar donde guardar tus cosas, hay mucho
espacio vacío arriba. Además, en mi apartamento hay una habitación
libre —dijo—. No estoy diciendo que debamos ser compañeras de
habitación permanentemente. Pero estás más que bienvenida a
quedarte conmigo durante unos meses, hasta que consigas algo mejor.
Si eso acabara siendo necesario.
—¿Si?
—Vaughan nunca ha sido así con una chica antes. Todo tiene que
ver contigo, asegurándose de que las cosas están bien y serás tratada
bien. Sé que han discutido una o dos veces, pero él nunca se había
quedado después de eso. —Su sonrisa era demasiado esperanzadora—.
Normalmente las mujeres eran solo temporales, fácil. Esto contigo… es
bueno.
Oh mierda. —Nell, realmente me gusta tu hermano. Estoy segura
de que eso es más que obvio. ¿Pero él no te ha hablado sobre Henning
Peters y la gran oportunidad con la compañía discografía y todo eso?
—Creo que él se sentía extraño acerca de la pelea y luego estuve
enferma. Honestamente, no hemos hablado mucho —dijo—. ¿Va a
trabajar con Henning Peters?
—Sí.
—¡Genial! Eso es increíble.
—Sí, lo es. Soy una distracción, Nell —admití, mirando mis
manos. Excepto que solo los cobardes hacían ese tipo de cosas. Volví a
levantar la cara—. Esa es la realidad entre tu hermano y yo.
Se limitó a mirarme.
—Tenías razón sobre este lugar, la casa de tus padres. Los
asuntos del pasado usualmente lo molestan, hacen que sea difícil estar
aquí. Solo lo digo porque no te estoy diciendo nada que tú ya no sepas.
—A diferencia de la venta de la casa. Esa era su noticia para compartir.
Lo siento por la cosa con Henning Peters.
—Lo siento —dijo Nell.
—Es lo que es. Somos amigos. —Tragué saliva, haciendo mi mejor
esfuerzo por mantener la calma—. Gracias por ofrecerte a dejar que me
quede, y a guardar mis cosas aquí.
—Por supuesto.
Las dos intentamos sonreír. Creo que su sonrisa era mejor que la
mía.
Follar a hombres y sus diabólicos penes. Tenía un futuro
planeado.
Es probable que haya problemas con mi entrada en el negocio.
Por ejemplo, Eric trata el lugar como su palacio. Aunque Rosie confesó
el otro día, que él lo redujo mucho desde el colapso de Nell sobre él.
Apenas se ha molestado siquiera en coquetear conmigo. Sin embargo,
estaría vigilando. Además, como se tomaría Eric la noticia de su
paternidad puede ser vital. Si él y Nell eran capaces de seguir
manteniendo una relación por el bien de la empresa.
Pero tenía un mes para adaptarme, escuchar y aprender. Para ver
si podía hacerlo. Quería ser parte de Bar Dive, para permanecer en
Coeur d’Alene. Tenía mucho que aportar, por alguna razón, estar aquí
se sentía bien. Si no funcionaba, siempre podía hacer un Plan B.
Chris me arruinó. Hirió mi corazón y sacudió mi orgullo. Sin
embargo, también me mostró mis errores. Mi estupidez de luchar
ciegamente, intentando compensar mi infancia de mierda
reemplazándola con una casa más grande y más brillante y familia.
Esas cosas que ya sabía eran sólo complementarias.
Podría sonar toda Oprah, pero mi felicidad necesitaba venir de mí.
Ahora lo sabía.
Podía construir mi propia casa, lograr un futuro para mí. No
depender de otra persona para lograrlo y mágicamente hacerme sentir
como que valía la pena, como si pertenecía. Podría ser fuerte por mi
cuenta.
Como un subproducto de su bastardía, Chris y su compañía me
habían hecho crecer y me enseñaron algunas lecciones importantes de
la vida. Con mi pago de los Delaneys por nunca demandar por daños
emocionales o de otro tipo, y abstenerme de alguna vez contar mi
historia a la prensa (su temor de Brett Chen siendo de valor
significativo), estaría poniendo en práctica lo que aprendí.
Irónico, de verdad. Incluso podría agradecer a mi ex prometido
uno de estos días.
Sin embargo, lo dudaba.

***

Nell necesitaba la oficina. Dejé los libros y ayudé a Rosie y Masa a


terminar por la noche. A cargar los lavavajillas industriales, limpiar las
mesas, fregar el suelo, ese tipo de cosas. Mayormente cualquier trabajo
que me permitía mantener un ojo en el pasillo trasero. Quién sabía, la
futura madre podría necesitar respaldo emocional. Era una situación de
tensión, de mucho drama. Teniendo en cuenta mi propio encontronazo
reciente con profilácticos olvidados, lo sentía por ella a lo grande.
Nell le pidió a Eric que se uniera a ella en la oficina. No un gran
asunto. Nadie le prestó atención. Todavía. Los propietarios (con la
excepción de Pat) tenían reuniones a puerta cerrada ocasionales. Al
igual que su hermano antes, nunca volvió a aparecer. Dado que él, sin
duda, acababa de recibir la noticia de su inminente paternidad, yo
habría utilizado la salida trasera también.
Vaughan entró después. Dos minutos más tarde irrumpió de
vuelta, con la cara roja y furioso. —¿Dónde está?
—¿Quién? —preguntó Rosie.
—Eric. —Escupió el nombre como si fuera veneno—. ¿Dónde
está? Voy a jodidamente matarlo.
—No sé. —Rosie se escabulló. Lo suficientemente justo.
—Se fue. —Dejé de fingir estar profundamente absorta en rellenar
los condimentos. La mirada matadora de Vaughan se volvió hacia mí.
Mierda. El hombre estaba más allá de enfurecido, el labio superior
fruncido y los hombros agitados. Podrías haber pensado que yo había
embarazado a su hermana, por la forma en que me lanzaba dagas—. Se
fue hace un rato.
—Cobarde.
Nada bien. Con toda la violencia de la batalla épica de los cuatro
tipos en su sala de estar a principios de esta semana, habrías
imaginado que él había tenido su ración de golpes por un tiempo. Sin
embargo, creo que no.
—Ya casi termino aquí —dije—. ¿Por qué no nos vamos?
Después de un momento señaló con la barbilla. —Sí. Recoge tus
cosas. Vámonos.
Es-está bien. Fui y tomé mi bolsa de la oficina ahora
curiosamente vacía. Tal vez era el Día Internacional del Uso de la Puerta
Trasera. No hay juegos de palabras intencionados. O tal vez Nell
también había decidido que necesitaba escapar sin ser vista.
La comprobaría más tarde. Boyd tenía llaves, podía cerrar el bar.
Vaughan abrió la puerta y se precipitó a la acera. Lo seguí más
lentamente, dándole un poco de espacio. Con suerte, no habría ninguna
señal del papá del bebé esta noche. Si Eric tenía alguna habilidad de
supervivencia en absoluto, estaría oculto en alguna parte.
De repente, Vaughan se volvió y pisoteó hacia atrás, llegando a
detenerse bruscamente frente a mí.
—¿Lo sabes? —exigió.
—¿Saber qué?
—Acerca de ella siendo embarazada por Eric.
—Sí.
Resopló. —¿Y todavía quieres quedarte aquí, comprar ese bar?
—¿Nell te habló de eso también? Está bien. —No di un paso atrás,
sólo me aparté un poco de él, intentando poner un poco de distancia
entre nosotros. No es que le tuviera miedo, pero tampoco estaba
interesada en alguien parándose en mi cara—. Si, lo sé. He disfrutado
trabajando allí y creo que tengo mucho que ofrecer.
—No. Vamos. —Se volvió de nuevo y comenzó a dar vueltas fuera
de Inkaho, el salón de tatuajes de Pat. Luz brillaba alrededor de los
bordes de las grandes ilustraciones enmarcadas que colgaban en la
ventana del frente, ocultando la mayor parte del interior de la vista.
Creo que, si estuvieras tatuando tu culo, tener gente caminando y
viendo dentro no sería deseable.
—¡Lydia! —gritó.
Salté por la sorpresa, empezando a orinarme un poco sobre mí
misma.
Me miró de soslayo como si estuviera más allá de reconocimiento.
Al igual que era una mierda en su zapato.
—Primero te comprometiste con un chico que apenas conoces —
dijo—. Te dejaste atrapar por esa puta familia venenosa. ¿Ahora estás
saltando directamente a esto? Sólo has trabajado allí un par de días.
—Ya pensé un poco en esto. He visto cómo trabajan, he visto sus
cifras —dije, de pie tan alto como sea posible—. Y será un período de
prueba de un mes de duración para darnos a todos una oportunidad de
evaluar si funcionará o no. No estoy saltando en nada.
—Cristo. —Su risa no era muy divertida—. ¿Qué demonios te
pasa? ¿Nunca aprendes?
Eh. Es bueno saber lo que realmente pensaba de mí.
—¿Bien?
Me encogí de hombros. —¿Bien qué?
—¿Vas a responder a mi pregunta?
—No. —Crucé los brazos, mirando su ira crecer y crecer. Se me
quedó mirando, con el rostro una máscara de furia y frustración.
Apestaba ser él—. No te debo ninguna respuesta, Vaughan. No acerca
de mis decisiones de negocios. No acerca de mi vida. Y, sobre todo, no
mientras te estás comportando como un idiota e insultándome.
Tragó saliva, dándose la vuelta. —Bueno, no me voy a quedar
aquí, no para este chico, y no para ti.
—¿Quién demonios te lo pidió? —grité, la voz haciéndose eco de
arriba a abajo en la calle vacía—. Es enserio.
Se detuvo.
—Tú pareces pensar que todo esto es alguna gran conspiración
para atraparte en la ciudad. No lo es.
Se burló.
—Ve y se feliz con Conn y Henning Peters en L. A. Estas personas
no te necesitan aquí —dije, intentando mantener la voz calmada—.
¿Porque en diez años? Durante diez años, todos ellos han administrado
muy bien por su propia cuenta. Así que la mierda pasó. Mierda siempre
sucede. El mundo se da la vuelta y la gente mete la pata, cometen
errores. Tu presencia aquí no habría cambiado absolutamente nada.
En silencio, me miraba.
››Ellos no te necesitan, y yo tampoco. —Me mantuve de pie, algo
dentro de mí rompiéndose, con lágrimas en los ojos—. Siento que hayas
perdido a tus padres y tu hermana no esté viviendo según tus
expectativas de exactamente lo que debería o no debería estar haciendo.
Lo que pasa es que todos somos sólo humanos y la gente muere.
Sus fosas nasales se ensancharon con furia.
››Trata con tu mierda, Vaughan. Llora a tus padres. Supera tu
culpabilidad. Date a ti y tu hermana un descanso. Haz lo que sea que
necesitas para estar bien. —Demasiadas emociones corrían salvajes.
Envolví mis brazos alrededor de mí, intentando calmarme—. Pero
entiende, no eres Dios. Tu familia y amigos aquí se manejarán sin ti, si
regresar a la costa es lo que tienes que hacer para sentirte bien contigo
mismo.
—Lo es. —Apretó los dientes, los puños cerrados. Tal actitud de
un hombre enojado—. Por supuesto que lo es. Ahí está la puta mayor
oportunidad de mi vida de nuevo. Aquí no.
—Excelente. Ve. —Asentí con rigidez—. Pero no te molestes
conmigo por lo que quiero, esta ciudad, estas personas, son lo que estás
cediendo.
Nada.
Y en serio, jode esto. A la mierda todo. —Creo que hemos hablado
bastante esta noche. ¿Te importaría llevarme a casa, por favor, o
preferirías que tome un taxi?
Por un momento me miró, luego se dirigió hacia su coche
aparcado. Me quedé de pie, mirándolo. Jodidos hombres con sus
jodidos problemas. Que se jodan todos. Intenté disminuir mi
respiración, para calmar mi mierda.
En realidad, no funcionó.
Por la calle, abrió su coche y subió, cerrando la puerta de golpe.
Dame fuerza. La idea de entrar en un pequeño espacio cerrado con él
no era atractiva. Uno de nosotros podría terminar muerto. Tal vez
debería caminar a casa. No casa. Nunca estaría en casa. Era una buena
noche tranquila ahora que el señor Pantalones gritones había cerrado
su trampa. Por supuesto, no había sido exactamente una joven
decorosa yo misma.
Gah. Lo que sea. Estrellas brillaban. La luna brillaba. Toda esa
mierda hermosa.
Vaughan aceleró el motor, faros cortando a través de la noche.
Luego se sentó allí, esperando por mí, supongo. Mis pies se quedaron
dónde estaban. Este era un cambio. Siempre había estado tan
dispuesta a acercarme a él.
Pero ahora, bueno... ¿Qué hacer?
Eso es cuando la silla vino a través de la ventana frontal de la
tienda de tatuajes a la acera. El cristal se hizo añicos, volando por todas
partes. Caí de lado sobre la cadera, aterrizando duro en el cemento, los
brazos cubriendo mi cabeza. El aluvión repentino de ruido era
impresionante. La silla se deslizó más allá de mí, patas de metal
provocando chispas contra el hormigón. Llegó a una parada contra el
poste de una señal de tráfico, declarando el límite de velocidad.
Entonces nada. Silencio absoluto.
Con cautela, levanté la cabeza. Dos personas me miraban en
estado de shock desde el interior de Inkaho. Lo suficientemente, de
verdad. La escena era surrealista. La luz se reflejaba en la miríada de
cristales rotos. Parecían como diamantes o estrellas o algo así. Algo
bello pero ensangrentado. De ninguna manera pondría mis manos
abajo, para ponerme de pie. Supongo que podría quedarme por un
momento. Considerando la situación.
—¡Lydia! Mierda —gritó Nell desde el interior de la tienda de
tatuajes, y luego corrió hacia la puerta, haciendo sonar la cerradura—.
Pat, ábrela.
En cambio, el hombre pasó directamente a lo largo de los restos
de la ventana en ruinas de la tienda. Crunch, crunch, crunch, salía de
debajo de sus botas.
—¿Estás herida? —preguntó.
—Yo, ah... —Miré a mi alrededor, esperando que mi cerebro se
pusiera al día.
—¿Ella está bien? —gritó Nell, mirando la ventana de la tienda
rota.
—No estoy seguro —dijo Pat.
Pasos vinieron corriendo hacia mí. Ese era Vaughan. Sus
Converses no hacían tanto ruido como las botas de Pat. Por qué esto
importaba, no tenía ni idea. Podría haber estado muy ligeramente en
estado de shock. A pesar de todo el vidrio, Vaughan no dudó en
arrodillarse a mi lado.
—¿Nena? —Me levantó la cabeza hacia la luz, inspeccionándome
los daños—. Déjame ver. ¿Estás bien?
—Sí. Creo que sí.
—¿Estás segura?
—Realmente no estoy segura de nada.
Un gruñido. El hombre se puso de pie, y luego bajó las manos en
mis axilas y me puso de pie también. Ningún rastro de cólera se
mantenía. Su mirada afectada seguía pasando sobre mí, en busca de
cualquier indicio de mutilación. —¿Te duele algo?
—Que puta extraña noche —susurré.
—Oye, estás en sintonía conmigo. —Tomó suavemente mi cara, la
boca situada en una línea recta seria—. ¿Segura que estás bien? ¿Te
duele algo?
—No lo creo. —Negué con la cabeza lentamente, sintiendo mi
cuerpo desde el interior. Moví los dedos de mis manos y pies, moví mi
cabeza de un lado a otro. Todas las extremidades principales aún
estaban unidas. Ningún charco de sangre me rodeaba. De acuerdo,
bien—. Sólo un poco cuando aterricé sobre mi cadera.
Luego vinieron Boyd, Rosie, y Masa, corriendo del Bar Dive.
—¿Qué pasó? —preguntó Rosie, la voz alta y emocionada.
—Pat recibió malas noticias —dijo Nell, la voz tartamudeando
ligeramente.
No tomó un grado en cirugía espacial para averiguar cuál había
sido la noticia. Nell le había dicho a Pat sobre el bebé. Pat enloqueció y
tiró la silla. A pesar de su separación. A pesar de su divorcio. Hombros
inclinados, Pat parecía perdido, herido. Nell lucía parecida. Sin
embargo, todavía no le daba permiso para empezar a tirar los muebles
por las ventanas de la tienda.
La cantidad de gritos, drama, y violencia en los últimos siete días
había sido una locura. En total contraste con la estudiada indiferencia
de mi propia familia. Como si preocuparse demasiado era un error, una
vergüenza. El hecho es que, para el momento en que las cosas se
desintegraban a este grado, mis padres desde hace tiempo ya habían
seguido adelante. Me dieron la misma opción y sin embargo aquí me
quedé.
Quedarme fue la decisión correcta. Lo era.
Mientras tanto, Masa juró mientras Boyd dio un paso atrás, con
el ceño fruncido.
—Cristo, Lydia —dijo Pat, con los ojos angustiados. Se frotó la
cara con las dos manos—. Si te hubiera lastimado... mierda.
Una sirena de policía se lamentó en la distancia.
—Está bien —anuncié a todos y cada uno. A pesar de que todo
probaba lo contrario—. Todo está bien.
—Qué desastre —dijo Nell, una lágrima arrastrándose por su
mejilla.
Sólo podía estar de acuerdo.
Traducido por NnancyC & Ann Farrow
Corregido por Pachi Reed15

Los baños de inmersión eran el mejor amigo de una chica. Que se


pudra la joyería, el chocolate y aquellas otras cosas. Una gran vieja tina
llena de agua caliente los derrotaba a todos. El Advil no era malo
tampoco. A pesar del monumental moretón cubriendo mi costado, mi
cadera difícilmente dolía.
Apoyé mi cabeza contra el borde de la tina, mirando a la nada.
Intentando pensar constructivamente sobre mi vida, pero realmente no
teniendo éxito.
Nell y Vaughan habían hablado con la policía mientras el resto de
nosotros limpiábamos el desastre. Tomó un tiempo para que Joe llegara
con los suministros para cubrir con tablas la ventana. Joe se quedó con
Pat mientras conducíamos a Nell de regreso a su apartamento. En
resumen, otra larga y loca noche en Coeur d’Alene con la familia
Hewson y sus amigos.
La voz de la duda estuvo rondando en mi cabeza. Por supuesto
que lo hizo. Esas personas estaban totalmente locas. Era demente
siquiera considerar quedarme aquí y compartir mi suerte con Bar Dive.
Solo, que cuando acompañé a Nell a su departamento, arrojó sus
brazos alrededor de mí, sosteniéndome con fuerza.
Me gustó eso.
Tan duro como sonaba, si Vaughan se iba, más pronto que tarde,
podría ser para mejor. El trastorno emocional y la confusión masiva
donde concernía a él se habían vuelto agotadores. Hacía feliz a mi
vagina. Loca de alegría. Pero el resto de mí se sentía cansado. O tal vez
era solo mi cabeza y mi corazón, las partes de pensar y sentir. Ya había
enfrentado un gran rechazo este año, gracias a mi ex prometido. Dos
llegaría a ser un poco ridículo.
Al principio, no registré el golpe bajo. Solo cuando continuó,
acompañado de Vaughan abriendo un poco la puerta del baño para
espiar en el cuarto, me senté apresurada, abrazando las rodillas a mi
pecho, cubriendo todas las partes esenciales. Como si no hubiera ya
visto todo. Una cascada de agua salpicó sobre el borde y en el piso. Ups.
—Solo comprobando que no te hayas quedado dormida —dijo.
—No, estoy bien.
—¿Te importa si entro?
Abrí la boca para excusarme. Pero no salió. La puerta se abrió
ampliamente y él entró, algunas gruesas velas en una mano y dos
botellas de cerveza en la otra. Las colocó en el banco al lado del lavabo,
sacando una cajita de fósforos del bolsillo de sus vaqueros. Pequeñas
flamas florecieron en un instante. Un dedo apagó la luz, sumergiendo el
cuarto en modo romántico.
No. Un enorme no.
—Vaughan. —No pude manejar mostrar una sonrisa. Solo no la
tenía en mí.
Con un movimiento de su muñeca la tapa de una botella cayó al
piso. —Ten.
—Gracias. —El vidrio helado enfrió la palma de mi mano—. Um.
No estoy realmente de humor para beneficios sexuales…
La tapa de otra botella cayó y se arrodilló junto a la bañera,
apoyando un brazo en el borde. Después de tomar un buen trago, solo
me miró, sin decir nada. Tenerlo tan cerca y personal no figuraba en mi
lista de objetivos en este momento. Necesitaba espacio para ordenar mi
mierda. No solo para planificar, sino para entender, cómo sería el futuro
sin él aquí.
—Lydia…
—Sabes, en realidad tampoco quiero hablar. Lo siento.
—Está bien. —Sus ojos eran tan tristes.
El impulso de retirarlo todo era enorme. Pero no lo hice. No podía.
Las capacidades de supervivencia tenían que activarse eventualmente.
Proteger mi idiota corazón de envolverse más en él. También estaba
todavía bastante molesta con él por lo de antes.
—Pensé que deberías saber —dijo—. Que tomé una decisión. Voy
a marcharme el lunes por la mañana.
—Oh. —Esto era todo, la fecha había sido fijada. Mi mente se
vació, simplemente quedó en blanco. Me tomó un momento encontrar
las palabras—. Bueno. De acuerdo. Voy a organizarme mañana. Sacar
mis cosas del camino. Nell dijo que podría dormir con ella durante un
tiempo. Guardar mis cosas en el bar.
—Te ayudaré con la mudanza.
—Gracias.
Solo nos miramos fijamente el uno al otro.
Desvió la mirada primero, echando un vistazo a la puerta.
Obviamente infeliz. Mis dedos se morían de ganas de suavizar los
surcos en su frente. Darle consuelo y recibir lo mismo. Había tenido
suerte con lo de Chris. La forma en la que se disolvió, yo había estado
casi exultante de alegría. Haber evitado caer en su malvada trampa
marital fue maravilloso. También hubo rabia y vergüenza. Un montón
de emociones que nublaban la escena. Sin embargo, un infierno de
mucho menos dolor de lo que debería haber habido. Por otra parte,
probablemente lo habría con Vaughan.
—Te daré tu privacidad —dijo, todavía sin moverse.
—Podríamos no tener sexo.
Sus cejas se levantaron.
—Y no hablar —propuse—. Solo beber nuestras cervezas y pasar
el rato juntos. ¿Si quieres?
Parpadeó. —Por supuesto. Podríamos hacer eso.
—Bien.
—¿Te importa si me meto? —Asintió hacia la bañera.
—¿Ambos desnudos en una bañera? —Lo más inseguro.
—Correcto. —Hizo una mueca—. Podría volver un poco duro la
cosa de no-sexo.
—Duro. Jaja.
Una sonrisa. Se levantó y comenzó sacarse los zapatos, quitarse
los calcetines. Básicamente, no siguiendo el acuerdo alcanzado
recientemente. —Tengo la respuesta.
—¿Sí?
—Sí. Jala el tapón, deja que algo del agua salga. —Sin más
advertencia, se metió en la bañera todavía vestido con pantalones
vaqueros y camiseta. No muy normal.
—¡Vaughan! —Jalé el tapón antes de que inundáramos la
maldita casa—. ¿Qué estás haciendo?
—Pasando el rato contigo. No teniendo sexo. —El hombre se puso
de pie, esperando a que el nivel del agua disminuyera. Después de un
minuto, se puso en cuclillas detrás de mí, piernas largas presionadas
contra mi espalda—. Nena, muévete un poco hacia delante.
—Mierda. —Hice lo que dijo—. ¿Pero tu ropa?
—Ya les toca un lavado.
Resoplé. —Ya veo. Gran manera de ahorrar agua.
—Guerrero del Medio Ambiente. Ese soy yo. Esto es un poco
apretado. Espera. —Su brazo rodeó mi cintura durante el tiempo que se
tardó en presionarme hacia atrás y arriba. Una cosa bastante fácil de
hacer en el agua. Las piernas estiradas por debajo de mí y sentada en
su regazo áspero. La tela vaquera húmeda se convirtió en un asiento
casi tan cómodo como imaginarías. Al menos yo no lo llevaba puesto.
¿Puedes imaginar la irritación?
Recoloqué el tapón de la bañera antes de que perdiéramos toda el
agua. —Sí, esto no se siente sexual en absoluto. Yo desnuda sentada en
tu regazo, bañándonos a luz de las velas.
—Dios, tienes una mente pervertida.
Le di una mirada por encima del hombro. Con suerte le
transmitió mi completa falta de confianza.
—Respeto tus deseos, Lydia. Nada va a suceder. —Con ojos bien
abiertos e inocentes, bebió su cerveza.
—Mm-hmm.
—Shh. No querías hablar.
Imbécil.
Con la columna recta, me senté allí, sorbiendo mi bebida. Fiel a
su palabra, nada fue dicho, ningún movimiento fue hecho. Poco a poco,
empecé a relajarme. Culpo a las sombras proyectadas por las velas.
Esas llamas parpadeantes me calmaron. Al final, apoyé mi espalda
contra la húmeda camisa de su torso, poniéndome cómoda.
—Siento haberte gritado antes —susurró.
—De nuevo.
—Sí. —Un suspiro pesado—. De nuevo.
—Un día, tal vez, podrías querer hablar con alguien acerca de
todo esto. El fallecimiento de tus padres…
Silencio. Montones y montones de silencio. Me preparé para el
estruendo. Más gritos e insultos, etcétera. Había dejado perfectamente
claro que no deseaba discutir este tipo de cosas. Sin embargo, fui allí,
entrometiéndome, lanzándome directo de regreso en donde mi nariz no
pertenecía. Que idiota te hacían tus buenas intenciones. Porque la idea
de que él llevara este dolor por el resto de su vida dolía. Dolía
brutalmente.
Así que sí, esperé.
Sin embargo, en vez de ira, besó el lado de mi rostro. Fue con los
labios cerrados. Casto. Las lágrimas brotaron de mis ojos, mi aliento
atascándose. Estúpido corazón.
—Habla conmigo —le dije.
—¿Acerca de qué?
—No sé. Cuéntame una historia.
—Está bien. —Se aclaró la garganta, su pecho subiendo y
bajando a un ritmo perfecto contra mi espalda. Lástima, estar con él
siempre se sentía tan bien. Mi vida sería mucho más segura, más
sencilla, si yo hubiera sido capaz de conservar cierta apariencia de
indiferencia. ¿Qué le sucedió a todas las frías y duras lecciones por
parte de mis padres? Parecía que desde que vi el porno amateur de
Chris y Paul en el acto, algo dentro de mí se había soltado.
Definitivamente no era deseo sexual. Más cerca de locura, en todo caso.
—Érase una vez —comenzó, en voz baja y mesurada—. Una
princesa. Una hermosa princesa, ocasionalmente molesta.
—¿Cómo se llamaba?
—Ah, Nolydia.
Fruncí el ceño. —¿Su nombre es Nolydia?
—Querías una historia, te estoy dando una. Cállate.
—Lo que sea.
Un suspiro aún más pesado por parte del hombre. —De todos
modos, Nolydia tenía todo listo para casarse con este príncipe. Lo
llamaremos Príncipe Coge Pollas.
—Funciona para mí.
—Pero en el día de su boda, cuando ella usaba este dulce vestido
que ofrecía sus tetas como si estuvieran en una maldita fuente…
—¿Es esta una historia no apta para menores?
—Por favor —dijo, deslizando un brazo alrededor de mi cintura
desnuda. Y se lo permití—. No apta para menores es basura. Si no
llegas a ver alguna penetración entonces estás perdiendo el tiempo.
Esto es XXX.
Me reí.
—Así que en el día de su boda con el príncipe Coge Pollas, Nolydia
lo besa y él se convierte en un gran sapo baboso de dos cabezas con un
aliento terrible y un aún peor olor a pies.
—Vaya. —Apoyé mi cabeza en su hombro—. Pobre Nolydia.
—Un infierno de giro en la trama, ¿verdad?
—Nunca lo vi venir.
—Mm. —Apoyó su mejilla contra la cima de mi cabeza.
—¿Qué pasa después?
—Bueno, ella está completamente asustada, por supuesto.
—Por supuesto.
—Y se va al bosque. Está corriendo a través de arbustos, saltando
vallas, trepando árboles, de todo. Nada va a impedirle llegar lo más lejos
posible de ese sapo, Príncipe Come Pollas. —Tomó un sorbo de
cerveza—. Desafortunadamente, pierde su vestido lujoso a lo largo del
camino. Se queda con ropa interior escasa y un corsé, y con todo ese
trote a través del bosque, está apenas aferrándose a ella. Un aliento
decente y va a haber un pezón allí afuera para que todo el mundo lo
vea. ¿Se me ocurrió mencionar que había sido votada como la Mejor
Delantera en el reino por cuatro años consecutivos? De todos modos, al
final encuentra esta pequeña cabaña. Ahora, lo que no sabes acerca de
Nolydia es que tiene un pasado turbio.
Traté de levantar la mirada hacia él. Pero con el ángulo, todo lo
que obtuve fue su barba y pómulo. —Eso no suena como Nolydia.
—Mantente en silencio. —Una mano me tapó la boca—. Nolydia
es una chica muy lasciva. Tiene un lado malo como no creerías. Un
poco de allanamiento de morada es nada para ella. Así que se mete en
la casa. Pero está toda llena de barro de correr por el bosque, ¿ves? No
puede dejar que la gente la vea así… Es una princesa, por el amor de
Dios.
La mano se mantuvo por encima de mi boca. Lo que estaba bien,
no tenía nada que añadir a su cuento pornográfico.
—Nolydia se mete en la ducha y comienza a enjabonarse. Hay un
montón de burbujas y de vapor, y es una mujer moderna por lo que hay
un poco de auto-amor. Incluso encuentra tiempo para lavarse el pelo,
afeitarse las axilas. Ese tipo de cosas. Pero entonces el dueño de la
cabaña se despierta y escucha el agua fluyendo. Entra al baño a
pisotones diciendo, alguien está usando mi agua caliente. Nolydia grita:
“Yo no, yo no”.
Estiró el cuello, encontrando mi mirada. —Ves, nena, ¿qué te
dije? Esa Nolydia es una pequeña mentirosa pervertida.
Miré al cielo. No iba a venir ninguna ayuda.
—Alguien está usando todo mi jabón, dice el dueño. “Yo no, yo
no”, llora Nolydia. —Puso sus labios junto a mi oído—. Ella debería
estar avergonzada de sí misma, ¿no? Si alguna vez una princesa tetona
merecía unos azotes en el trasero.
Mordí la palma de su mano, los dientes capturando el montículo
carnoso debajo de su pulgar.
—Ow. —Se rió, liberando su mano—. Entonces, el dueño dijo,
alguien ha estado tocándose en mi ducha.
—¡Detente! —Puse las manos sobre mis orejas, tratando
desesperadamente de contener mi risa—. Esta es la peor historia del
mundo. Los hermanos Grimm están rodando en sus tumbas.
—Nolydia aparta la cortina de la ducha y dice, “Oh sí, chico
grande, esa fui yo. Ven y tómalo.” Y tienen sexo salvaje por toda la
cabaña. —El cuerpo de Vaughan se sacudió debajo del mío mientras se
reía a carcajadas—. El fin.
—De ninguna manera. Nolydia es virtuosa y pura. Nunca habría
salido con esa clase de mierda.
—Nah. —Soltó unas risitas—. Todo ocurrió exactamente como te
conté. La princesa más pervertida en todo el reino.
—Como el infierno. El propietario de esa cabaña era un pervertido
y un obsceno. ¿Por qué él habría forzado la cerradura en un cinturón de
castidad? Ella nunca tuvo una oportunidad. —Difícil mantener mi
postura mojigata, dado que había empezado a reír tan fuerte que las
lágrimas corrían por mis mejillas. El bastardo divertido—. Quiero saber
más sobre el propietario de la cabaña. ¿Cuál es su nombre?
—No lo sé. Déjame pensar... —Apoyó de nuevo su barbilla en la
cima de mi cabeza—. Definitivamente no es el Príncipe Encantador.
—¡Podría serlo!
Silencio.
—Si él quisiera. O no. Lo que sea —añadí débilmente. Mierda—.
Volvamos a no hablar.
Era una idiota.
Habíamos estado muy relajados y riendo. Yo y mi boca idiota. Así
se hace, Lydia. Simplemente callarme cualquier ensoñación antigua e
imposible sobre el tipo, quién había dejado claro que no existía un
futuro “nosotros”. Si alguien pudiera dirigirme a la pared de ladrillos
más cercana, golpearía un poco de sentido dentro de mí misma.
Por otra parte, eran dos palabras estúpidas. Seguramente él podía
haber ignorado los últimos cien años de Disney, perpetuando jóvenes de
la realeza engominados, galopando alrededor del campo y salvando
chicas calientes en apuros, en aras de llevarnos bien. Dios sabe, Chris
nunca tuvo ningún problema en ignorarme o aplacarme. Había visto su
desconsiderada sonrisa magnífica dirigida a mí un centenar de veces.
No, mil veces. Si solo lo hubiera reconocido por lo que era.
Uf. Solo la idea me daba ganas de golpear el idiota de nuevo.
Tal vez necesitaba un poco más de una semana para superar la
catástrofe. El dinero ayudaría. Sustancialmente. Nunca había
imaginado que comprometer mi moral y tomar dinero para callar esos
engendros idiotas provocadores de infortunio se sentiría tan bien. Tal
vez debería traicionar más a menudo.
—Este, ah, este príncipe azul tuyo… —dijo con voz entrecortada.
—¿Sí?
Vaughan se movió debajo de mí, expulsando una respiración
pesada. —Quiero decir, no tiene sentido, ¿verdad? ¿Por qué estaría en
una casa de campo en lugar de un castillo?
—Bueno... sus padres, el rey y la reina del reino vecino, murieron
en un accidente terrible. —Me quedé inmóvil, esperando a ver cómo
reaccionaría.
—Ya veo.
—Y le dolía tanto que simplemente, ya no quería ser un príncipe.
Ninguna palabra de él.
—A veces las cosas malas suceden en los cuentos.
Un gruñido.
—No es justo, pero sucede —dije, sintiendo mi camino con más
cautela que habilidad—. El príncipe amaba a sus padres y el castillo
tenía demasiados recuerdos.
—Hmm.
—Así que corrió hacia el bosque también.
—No suena mucho como un príncipe si no puede manejar su
mierda —dijo.
—Los príncipes son solo hombres también, seres humanos. No
creo que una corona o un pene te dé invulnerabilidad mágica ante la
pérdida y el dolor. —Me quedé mirando la pared, pensando en el
problema—. La vida es dura. Cosas terribles suceden. Todos tenemos
sentimientos. Todos somos de carne y hueso, intentando hacer el mejor
esfuerzo.
—Huir de los problemas no es hacer el mejor esfuerzo. —Su voz
resonó por toda la habitación pequeña, lo mismo que en mi cabeza.
Aún con el título de novia fugitiva del año en Coeur d'Alene, no
tenía ninguna respuesta. Ninguna en absoluto. Tanto por mi sabiduría
a medias.
Frotó las manos por la parte superior de mis brazos como si
necesitara un calmante o algo así. Como si quisiera salir, lo que
implicaba que me callara y me alejara de él.
—Gran día —retumbó Vaughan, trayéndome de nuevo al aquí y
ahora—. Mejor te vas a la cama. ¿Cómo está tu cadera?
—Está bien. Solo magullada. —Moví mi gran trasero, flexionado
en la parte delantera de la bañera, volviendo a la posición “oh Dios,
cubre todo, así él no ve tus masas de gordura blanca". Puro instinto de
protección y molesto como el infierno. No había nada malo con mi
cuerpo. Era una mujer fuerte y moderna, bla, bla. Los viejos hábitos
eran una perra para romper.
Una poderosa ola rodó hacia atrás y adelante, derramando más
agua en el suelo. Salió, goteando todo el camino. Muy pronto la
alfombra de baño parecía un charco empapado. Camisa mojada y
pantalones vaqueros fueron tirados en el suelo.
Hombre, me encantaba su piel. Todo el arte entintado en él. La
forma en que su cuerpo se movía, rápido y eficiente, extremidades en
movimiento, flexionando los músculos. No hacía nada único o peculiar.
Ni acrobacias o hazañas aéreas involucradas. Solo Vaughan haciendo lo
suyo, moviéndose a través del mundo, viviendo su vida. No podría haber
apartado los ojos.
Se secó la parte superior del cuerpo, luego envolvió la toalla
alrededor de su cintura. —¿Necesitas una mano?
Sonreí. —No. Gracias.
Asintió y luego se dirigió a la puerta. Mi príncipe azul, yendo,
yendo, se fue. Es una lástima que el sexo tiene consecuencias que no
siempre se pueden anticipar. Cambios en la emoción, en la forma en
que percibes a la gente. Es una lástima que no podías comprar el amor.
Traducido por Julie & Adriana
Corregido por Itxi

El domingo, trabajábamos en el turno de noche en el Bar Dive.


Debido a un evento del centro, no se encontraba particularmente
ocupado. Boyd, con la ayuda de Kurt el chico de la cocina, se hallaba a
cargo. Parecía gustarle hacer un almuerzo durante todo el día en el
séptimo día. Huevos Benedict, tortitas de ricota con salsa de caramelo y
plátano, patata y tortas de maíz con espinaca, tocino y salsa, y otras
cosas increíbles. Llegamos justo a tiempo para coger el final de la
misma, cuando ellos pasaron al menú de la cena, que incluía
principalmente pizzas y pastas. Poder degustar los restos del almuerzo
en los descansos era lo mejor. Las cuestiones relacionadas con el
tamaño de mi culo y caderas eran problemas para otro día.
No había señales de Eric ni Nell. Joe y Vaughan trabajaban en el
bar.
Llamé a Nell antes y la dejé un mensaje en su celular. Después de
los acontecimientos de la noche anterior, probablemente también
querría que me dejaran en paz. El resto del día transcurrió con rapidez,
y fue relativamente fácil. A pesar de la cuenta atrás en mi cabeza para
la partida de Vaughan.
Durmió conmigo. No lo discutimos, simplemente se subió a mi
lado, en bóxer. Ellos permanecieron intactos. Las cosas estaban tan
raras ahora. La gratitud que sentía cuando se acostaba a mi lado
quemaba.
El amor era un trago amargo.
Dormir ayudó con mis diversos dolores y molestias antes de que
mudáramos mis cosas, lo que no tomó mucho tiempo. Cada uno de
nosotros llevamos nuestros vehículos para entregar una carga a la
bodega del segundo piso encima del restaurante y habíamos terminado.
La mayor parte de mi cocina y artículos de uso doméstico fueron
donados a una organización benéfica local justo antes de la boda. Pensé
que ya no los necesitaba, entre todos esos regalos de parte de los
amigos extravagantes de Delaneys llegando todos los días.
—Cúbreme. —Una mano agarró mi brazo de repente. Una voz
masculina llegó de detrás de mí—. Buen trabajo. ¿Cuál es tu nombre?
—¿Esto es un robo o algo así? —pregunté, insegura de si estar
perpleja o asustada.
El hombre misterioso se rió. —Diablos, no. Gané más dinero del
que puedo gastar en esta vida. ¿Cuál es tu nombre?
—Lydia.
—Está bien, Lydia. Lo estás haciendo genial.
—Gracias. —Eché una mirada por encima del hombro.
—¡No me mires!
—Lo siento, lo siento. —A pesar de estar cerca de las nueve de la
noche, el tipo llevaba gafas de sol. Su cara se hallaba oscurecida en su
mayoría por el sombrero de un camionero. Mechones de cabello largo y
rubio escapaban del gorro, colgando encima de su hombro. Una
brillante camiseta verde. Aparte de eso, yo no tenía nada. Si tuviera que
describirlo a la policía, no habría mucho para decir, maldición—. No voy
a hacerlo de nuevo.
—Debería esperar que no lo hagas. Cielos, Lydia —dijo, con tono
exasperado—. Necesito que trabajes conmigo aquí. Solo actúa con
normalidad. Camina hacia la barra como si nada raro estuviera
pasando, ¿de acuerdo?
—De acuerdo.
—Vámonos.
Con pasos lentos y medidos nos trasladamos hacia la barra. Me
tomó un tiempo llamar la atención de Vaughan. Intenté comunicarle
varias cosas con mi mirada. En primer lugar, no estaba contenta. En
segundo lugar, el que se encontraba detrás de mí era la causa definitiva
de esta infelicidad. Sus ojos se abrieron, luego su mirada saltó a la
persona que me guiaba hacia el camarero rubio grandote.
—¿Tratas de ir de incognito o qué? —preguntó Vaughan, con la
voz extrañamente tranquila. En lugar de buscar una escopeta o algo
así, continuó vertiendo una cerveza.
—Sí —dijo el maníaco, saliendo de detrás de mí—. Una
genialidad, ¿no es así?
Vaughan lo examinó sin prisa luego sacudió la cabeza. —Eres un
idiota. Aparta tu mano de Lydia, la estás asustando.
—Voy a tener que decírtelo, Lydia y yo somos los mejores amigos.
Ella piensa que mi traje es impresionante —declaró falsamente el
maníaco—. ¿No es cierto, Lydia?
—¿Tengo permitido mirarte ahora? —pregunté.
—Como quieras —dijo el hombre, volviéndose a Vaughan, con voz
eufórica—. Esta es mi parte favorita, cuando todos se entusiasman
conmigo.
—Mm-hmm.
El maniaco me dio una amplia sonrisa.
Quienquiera que fuese, desde luego no tenía miedo de los colores
fuertes ni de indicar sus preferencias musicales. Llevaba una camiseta
verde fluorescente con una gran foto de Malcolm Ericson de Stage Dive
en la parte delantera, y un sombrero de color rosa fluorescente a juego.
“Mal para presidente” fue bordado en el sombrero. Supongo que de
verdad adoraba al baterista de Stage Dive. Mucho.
—Vaya. —Miré a Vaughan de costado.
Se echó a reír. —Ella no te reconoce.
—Obvio. Se supone que no debe reconocerme, estoy disfrazado. —
El maníaco puso mala cara y se sentó en el bar—. Y dame esa cerveza.
—Tonterías. —Vaughan se echó a reír, poniendo la cerveza en la
barra como fue ordenado—. Querías que supiera quién eras, maldito
farsante.
El hombre se negó a responder, en vez de eso, bebió la cerveza.
—Cariño —dijo Vaughan, sonriendo—, se trata de Mal Ericson.
Mal levantó una mano en señal de saludo.
—¿De Stage Dive? —le pregunté, solo para estar segura.
—Sí —dijo Mal—. Entonces… cariño, ¿eh? No recuerdo que hayas
tenido un cariño antes, hombre-V. Que interesante.
—No es interesante. —Vaughan empezó a servir otra cerveza—.
No es asunto tuyo.
—Me gustaría comprarte, cariño, una cerveza. —Acarició el
taburete junto a él—. Siéntate, Lydia. Seamos amigos. Cuéntale todo al
tío Mal.
—No le digas nada —respondió Vaughan, frunciendo el ceño—. Es
el maldito entrometido más grande que he conocido. Siempre metiendo
la nariz en los asuntos de los demás. Y ella está trabajando.
—Me gustaría una bebida —le dije a Mal, tomando el asiento que
me ofrecía—. El bar está básicamente vacío, Masa acaba de despejar el
último par de mesas ahora. Una soda con lima, por favor, camarero.
—Así es, cariño. —Mal empezó a cliquear con los dedos—. Él no
es tu jefe.
—¿Quién demonios te dejó entrar aquí? —gruñó una voz
femenina.
Por segunda vez esta noche, fui abordada por detrás. Esta vez, sin
embargo, era bienvenido. Nell me dio un abrazo rápido antes de
inclinarse contra la barra. —Mal.
—Nell. —El baterista se quitó las gafas de sol, tirándolas a un
lado junto con su sombrero. Cabello rubio dorado caía sobre sus
hombros. Por supuesto, con él revelado en toda su gloria, no podía
haber ninguna duda acerca de su identidad. Stage Dive era una de las
bandas más importantes del mundo.
Miré, deslumbrada.
—Nell, Nell, Nell. Todavía deseándome en secreto, veo. —
Suspiró—. Pobrecita tontita.
—Ah. Creo que es maravilloso que estés tan alejado de la realidad,
Malcolm. No dejes que nadie te diga lo contrario.
Se rió entre dientes. —Lydia, ¿te dijo que de niños, siempre solía
perseguirme cuando jugábamos a captura y beso? Siempre. No es que
me importara tener a una sensual niña mayor detrás de mí. Pero
mierda, corriendo detrás de mí todos los días. Se puso un poco viejo.
—No intentaba besarte, idiota. —Nell se volvió hacia mí—. Una
vez en el autobús, el pequeño imbécil trató de poner mi cola de caballo
en el fuego. Yo le perseguía para tratar de golpearlo, pero él era
demasiado rápido.
—Sí, claro, Nelly. Sigue diciéndote eso —descartó Mal.
Miré de un lado a otro entre los dos, tratando de no reírme. Los
labios de Nell se arrugaron, con una mueca pesada en su lugar.
Vaughan puso un posavasos, colocando mi refresco en la parte
superior. Permaneciendo fuera de la batalla. Sabio.
—Gracias —le dije.
Una inclinación de la barbilla.
—Lamento lo de tu madre —dijo Nell con una voz más suave—.
Ella era una mujer maravillosa.
Mal asintió. —Gracias. Y yo lamento lo tuyo con Pat.
—Sí. —Nell se encogió de hombros—. La mierda ocurre, ¿verdad?
—Tristemente.
—¿Dónde está Anne? —preguntó Vaughan.
—Mi amada esposa está con la nariz metida en un libro de
romance y no quiere que la molesten. —Con una sonrisa, Mal tomó otro
trago de cerveza—. Tengo la sensación de que este va a ser
impresionante.
—¿Qué?
—Amigo. —Mal torció el dedo, haciendo un gesto para que
Vaughan se acercara más. Cuando lo hizo, Mal le dio un golpe en la
frente—. Escucha y aprende, tonto. Tienes un amor ahora. Necesitas
saber estas cosas.
Frotándose la frente roja, Vaughan no parecía impresionado. O
más bien informado. Todavía.
—Cuando las mujeres leen libros de romance, una de dos cosas
por lo general sucede. —Mal pasó una mano por sus adorables rizos—.
Ellas quieren discutir el libro en gran profundidad. Y, probablemente, la
vida y su relación. A veces está bien. Uno llega a un mayor nivel de
comprensión entre sí y esa mierda. Pero a veces es una mierda, pura y
simple. Como resultado, uno termina siendo maldecido durante días a
causa de algo por el que el tipo en el libro te hizo quedar mal. Pero si es
un libro impresionante, sin embargo, ¿uno caliente? Bueno, entonces...
se pone pervertida como tú no creerías, hombre. Las ideas que
Calabacita ha sacado de algunos de esos libros. Es oro. Nunca podría
haberla convencido de intentar la mitad de esas cosas.
—Eh.
—Créeme, nunca me burlaría de un libro de romance —dijo Mal
con todo el entusiasmo de un predicador maníaco callejero—. No tienes
idea de la cantidad de bien que pueden hacer por ti entre las sábanas y
en las calles. Si amas a tu chica, cómprale libros.
Un momento de silencio aturdido.
—Gracias a Dios que no tenemos penes —dijo Nell, dándome
palmaditas en el hombro.
—Pues sí —coincidí.
Absorto en sus pensamientos, Vaughan se rascó la cabeza. —
Libros de romances, ¿eh? Lo tendré en mente.
—Dame fuerza —dijo Nell—. ¿Todo bien?
Su hermano le devolvió la mirada, con la cara arrugada. Creo que
todos sabíamos que no preguntaba por el negocio. Por lo que yo era
consciente, no había habido casi ninguna comunicación entre ellos
desde que anunció la noticia de su embarazo la noche anterior. Dada su
expresión cuando él salió de la oficina, no lo tomó bien.
—Sí. Todo está bien. —Él extendió la mano, agarrando la suya—.
¿Qué hay de ti?
Su sonrisa era sombría. —Estoy llegando allí.
—Sé que no querías que se vendiera la casa. Pero con el dinero
extra, puedo darme el lujo de volar hasta aquí a veces. Venir de visita
más a menudo —dijo él, con voz suave.
—Me gustaría eso. —La alegría en la voz de Nell hablaba por sí
misma.
Los hermanos se tomaron de las manos. Aparté la vista, era un
momento privado. Sus promesas de visitas no tenían nada que ver
conmigo. Solo tendría que aguantarme. Y era algo bueno que él esté
más presente para su hermana; Nell necesitaría todo el apoyo que
pudiera conseguir.
Mal, sin embargo, siguió mirando a los hermanos, con ojos
reflexivos. Cualquier rastro de su marca particular de locura parecía
haber desaparecido por el momento.
—El letrero de “cerrado” ya está puesto, y la puerta está cerrada
con llave —dijo Joe, uniéndose a nosotros.
Andre siguió de cerca. —Hola a todos.
—Hola —sonreí. Detrás de nosotros, el restaurante se había
vaciado, y todas las luces se apagaron. Canciones acústicas de una
variedad de bandas se oían desde el sistema de sonido. Me gustaba que
dejaran la música incluso después del cierre—. Llegó la hora de volver
al trabajo.
—Quédate —ordenó Nell—. Masa, Boyd y el nuevo chico de la
cocina tienen todo cubierto. Vamos a tener una pequeña fiesta sorpresa
de despedida para mi hermano. Ya que es casi tan bueno para las
despedidas como para hacernos saber que él está en la ciudad en un
principio.
—Iba a llamar ese día —dijo Vaughan.
—Sí, sí.
El gran oso rubio volvió detrás de la barra, sacando una botella
de polvo del estante superior. —Eric dijo que no se tocara éste. Así que
vamos a empezar con él.
—Excelente. Tengo que admitir, que tu hermano tiene buen gusto
con el whisky... —Andre inclinó la cabeza hacia Nell, con la más
pequeña de las sonrisas en su lugar—. Y mujeres.
—No. —Ella le tiró una servilleta de papel enrollada.
—Ah, hablando de eso —dijo Andre, pasando la mirada hacia
Vaughan—. Pat dijo que te vería más tarde. Ha tomado su motocicleta y
dirigido hacia las regiones salvajes de Canadá durante una semana o
dos para aclarar sus ideas.
Vaughan asintió. Pero no dijo nada.
Andre frunció el ceño, mirando en dirección a Nell.
Un músculo saltó en la mandíbula de Nell. —Si tienes algo que
decir, Andre, hazme un favor y dilo de una vez.
Esta noche, Andre llevaba una camisa a cuadros abotonada, con
el cabello peinado hacia atrás. Se detuvo, centrado exclusivamente en
Nell. Sus ojos se suavizaron, con una expresión amable. —Niña, te
equivocaste al no arreglar tu matrimonio. Pat la jodió al renunciar a ti
demasiado fácil. Diablos, Eric metió la pata cada vez que se acerca a ti,
sabiendo cómo era la situación entre los dos. Ya sabes todo esto. Pero si
piensas por un minuto que no te quiero y no te cubro la espalda,
entonces estás loca. Voy a cuidar a los niños y cambiar los pañales de
mierda si tengo que hacerlo, y estoy esperando ser el padrino,
¿entendido?
Nell apartó rápido la mirada, succionando sus mejillas. Supongo
que intentando contener las lágrimas. Después de esperar un par de
segundos, Andre se acercó, lanzando los brazos alrededor de ella. La
forma en que se pegó a él no podría haber dejado moverse a nadie. Ese
tipo de amor y apoyo incondicional era lo que quería yo. Era por eso que
me quedaba aquí. A todo eso renunciaba Vaughan al irse otra vez. Y el
deseo, la emoción desnuda en su cara mostró que lo sabía, ¿cómo no
podría?
Era el precio que pagó para seguir su sueño.
Mi sueño no era tan grande como el estrellato en el escenario. No
quería ser un icono de rock and roll. Quería una casa y una
comunidad, un trabajo donde pudiera sobresalir y financieramente
construir un futuro para mí misma. Seguro, si un hada madrina se
apareciera y me golpeara en la cabeza con su varita mágica, dándome
glamur instantáneo y éxito como una modelo de talla grande, lo
aceptaría. Sería divertido, pero no era lo que mi corazón anhelaba.
—No voy a cambiar pañales de mierda, te aviso —anunció Mal.
—Amén. —Joe levantó su copa de whisky y brindaron por el
sentimiento.
—Maricas —dije.
—¿Cómo están todos los bebés de Stage Dive? —preguntó
Vaughan, aceptando su propia copa de whisky que Joe le ofrecía.
Tenía que concederle al chico, Malcom Ericson hizo una increíble
impresión de alguien lentamente asfixiándose hasta morir. Para el
momento en que su cabeza cayó con un golpe sordo encima de la barra,
casi aplaudí.
—Así de bueno, ¿eh?
Mal gimió. —V-hombre, si tuviera que mirar un video más de bebé
demasiado lindo, voy a, mierda, voy a perder el control. No puedo
soportarlo más. O sea, mis felicitaciones. Sus niños pueden nadar. Pero
no necesito ver cada maldito cosa que el fruto de sus entrañas hace,
¿sabes?
Dejó de drenar el último tercio de su cerveza, entregándole el vaso
a través de la barra para una recarga. —Le dije a Calabacita
directamente. Le dije, mi esperma no es para ser usada para ese
propósito durante unos cuantos años, muchas gracias.
—¿Cómo se lo tomó? —le pregunté.
—Se rió de mí —Mal frunció el ceño—. Algunas veces, me
pregunto si realmente estoy a cargo en absoluto.
—Ese es el problema cuando asientas cabeza —dijo Vaughan, con
los brazos cruzados sobre su pecho—. Ellas tienen el coño. Tú lo
quieres. Bien podrías decirle adiós a ser tu propio jefe.
—¿Ese es tu punto de vista de las relaciones? —Incliné mi cabeza.
Sin embargo, un nuevo ángulo no logró nada. Él permanecía siendo un
rompecabezas que nunca podía resolver. Uno que tristemente hacía que
mi corazón latiera el doble de veces—. ¿En serio?
—Esto debería ser bueno —dijo Joe, mirando su bebida.
Una risita disimulada por parte de Mal.
Oh genial. Teníamos la atención de todos. Andre se encontraba
parado al lado de Nell, con un brazo envuelto alrededor de su cintura.
Vaughan asumió la vieja expresión de poner la cara en blanco. Con los
ojos abiertos e inocentes, los brazos colgando a su costado. Y sí, no
necesitábamos hacer esto. No necesitaba saber.
Sonreí, sacudiendo mi cabeza. —Olvida que dije eso. ¡Un brindis!
Todo el mundo alzó sus vasos excepto Vaughan. Evité su mirada,
seguir con mi vida, aceptar situaciones que no podría cambiar, luchar
contra lo inevitable desperdiciaba tiempo valioso y energía.
—Por Vaughan —anuncié, sosteniendo mi limonada en alto. No
tenía miedo de encontrarme con sus perfectos ojos azules. No ahora.
Era tiempo de ponerme los pantalones y seguir adelante—. Por un buen
viaje y gloria musical. Espero que todos tus sueños se hagan realidad.
Cumplidos y deseos similares fueron dichos. Las bebidas fueron
bebidas.
—¿No vas a ir con él? —preguntó Mal, su tono de voz apagado
mientras las conversaciones continuaban a nuestro alrededor.
—No. Solo nos conocemos de hace una semana. No es… y espero
convertirme en una gran parte de las cosas en Bar Dive. —Mi sonrisa se
sintió falsa por alguna razón. No era que mentía—. Me gusta este lugar.
Inclinó el mentón y no dijo nada más. El entendimiento en sus
ojos, no me gustaba. Mierda, apenas conocía al hombre. Realmente
podía prescindir de exponer mi corazón en frente de estrellas de rock
internacionales.
—¿Pasas mucho tiempo en Coeur d’Alene? —pregunté, ansiosa de
cambiar el tema de conversación.
Mal sonrió. —Sí, tengo familia aquí. Compré un lugar en el lago.
Deberías venir en algún momento. Conocer a Calabacita. Creo que
ustedes dos se llevarían bien y sería bueno para ella conocer a algunas
personas en el pueblo. Vamos a pasar un poco más de tiempo aquí
estos días.
—Gracias —dije, con los muy ojos abiertos por la sorpresa—. Me
encantaría eso.
—De hecho, todos ustedes perdedores deberían venir de visita —
anunció en voz alta—. Pasar la noche, traigan sus instrumentos,
organizaré las comidas y bebidas. Ben viene con Lizzy, y Gibson
mañana. Creo que Davie y Ev también quieren venir de visita. Será
divertido.
—¿Eso no sería un montón de gente? —preguntó Nell.
—Nelly, la casa es grande. Como, un trillón de habitaciones o algo
así. De ninguna manera voy a tomar el riesgo de que el bebé de alguien
gritando me despierte en medio de la noche. Las visitas van en la otra
ala, lejos, muy lejos de mí. —Ondeó una mano, indicando una gran
distancia—. Créeme, todos entran.
—Cristo, ¿tu casa tiene alas? —resopló Joe—. La última vez que
te vi, dijiste que buscabas una cabaña cerca del lago. No dijiste nada
acerca de que fuera un castillo.
—De acuerdo, sé que no hemos salido mucho desde la escuela.
Pero, eh, chicos, soy rico ahora —dijo Mal—. Es una cabaña cerca del
lago. Solo que es una malditamente grande.
—Necesito verla —dijo Joe—. ¿Quién la construyó?
—Mierda no sé. Puedes treparte en la casa todo lo que quieras,
Bob el constructor. Verificar cómo se construyó.
—Tienes que saber que él estará de regreso, mostrando su dinero
en nuestros rostros —dijo Andre, con una sonrisa tímida en su rostro.
—Jaja. —Mal le enseñó el dedo medio—. Oh, oye. ¿Aún estoy
prohibido en tu tienda y todavía tienes la batería de tu padre?
—Está arriba guardada, pero puedo buscarla.
Con ojos emocionados, Mal frotó las manos. —Excelente. ¿Está a
la venta?
—Quizás. —Andre tomó un sorbo de su whisky—. Si supiera que
iba a ir a una buena casa. Como todavía estás prohibido, eso depende.
Vas a intentar andar en patinete en mi tienda de nuevo, ¿idiota?
—Que duro eres, hombre. ¡Tenía quince! He madurado un
montón desde ese entonces.
—Hmm.
—Tú me dejarás entrar. Hablaremos de la batería de tu papá más
tarde. Definitivamente irá a una casa llena de amor. —El baterista
comenzó a tocar un ritmo en sus muslos. Pareciera estar en movimiento
constantemente. No creo que alguna vez se quede quieto—. Pero sí,
todos deberían venir.
—Vale —dijo Nell—. Pero yo haré las comidas.
—¡Vendido! —Mal golpeó su mano en la barra.
Conversaciones y risas llenaron el espacio, todos pasaban un rato
agradable. O casi todos. Casi no noté a Vaughan deslizándose afuera.
Con los hombros caídos y cabizbajo, fue directo hacia los baños de
hombres. Me acerqué allí y merodeé afuera, esperando que saliera.
Queriendo ponerme en contacto con él emocionalmente, supongo.
Cuando lo hizo, caminó directamente hacia mí. Supongo que era
una mierda de acosadora. Sin sutileza en absoluto. Mi equilibrio se
tambaleó hasta que me agarró por los brazos, sosteniéndome firme.
—Mierda, Lydia —dijo, con una pequeña línea recta entre sus
cejas—. ¿Estás bien?
—Iba a preguntarte eso.
Me liberó, con una mirada de perplejidad.
—Es solo que la gran casa en el lago era tu sueño.
En voz baja, maldijo, luego me agarró de la mano y me arrastró
hacia el baño de hombres. Obviamente acababa de ser limpiado. El olor
a desinfectante escocía mis fosas nasales. Baldosas grises y pinturas
combinaban con los accesorios de acero inoxidable. Todo estaba bien
ordenado y limpio. Con la excepción de una gran obra de arte en la
pared posterior entre un par de urinarios y puestos de baños.
—Ja —dije—. No creo que alguna vez haya estado en los baños de
hombres. ¿Qué es eso?
—Buena observación. —Vaughan se inclinó contra la parte de
atrás de la puerta, observándome.
Un símbolo inmenso rojo de anarquía fue pintado en la puerta,
con letras blancas desordenadas declarando: “Soy la música. La música
es mi vida. Punk rock por siempre.” Por encima de todo eso se
encontraba una lámina de acrílico, como protección. Me incliné,
tratando de descifrar el garabato de letras verdes y azules al final. Una
fecha y un nombre.
—Andre Senior —dije, sonriendo.
—Lo descifraste en un solo intento.
—Eso es un pedazo de historia.
—Sí. Aparentemente lo pintó en la noche de estreno—dijo.
—Me alegro de que lo hayan conservado. —Deambulé de regreso
hacia Vaughan, todavía inclinado contra la puerta del baño, relajado—.
Entonces, ¿no estás teniendo un momento por el lugar de Mal cerca del
lago?
—No. Esos chicos trabajaron duro por todo lo que tienen. Son
condenadamente buenos en los que hacen. Sí, quiero lo que ellos
tienen. Pero no los odio por tenerlo. Son mis amigos. —Se echó su
cabello rubio hacia atrás, sin apartar la mirada de mí por un minuto—.
Estoy teniendo un momento, como tú lo llamas, porque de nuevo te hice
sentir como una mierda. Abrí la boca sin pensar. De nuevo. Lo siento.
Fruncí el ceño en confusión.
—Lo que dije acerca de las relaciones fue jodidamente estúpido.
—Vaughan —sonreí—. No te preocupes por eso. No me
molestaste. No es como que lo que hicimos durante la semana pasada
podría ser llamado exactamente una relación.
Sus cejas se juntaron, pero sonrió. —¿No?
—No.
—¿Cómo lo llamarías entonces?
Caminando hacia él, me reí ligeramente. —Te vas en la mañana.
¿Acaso importa?
—Continúa. ¿Cómo lo llamarías? —repitió.
Me detuve un poco lejos de él, intentando leer su expresión. Una
sonrisa ligera, relajado. Sus pies estaban un poco apartados, los brazos
colgando a su costado. Toda su atención centrada en mí, esperando por
mi respuesta. El problema era, que ya ninguna de las etiquetas
encajaba. Amigos con beneficios parecía insuficiente, repulsivo. De
ninguna manera, sin embargo, era lo suficientemente valiente como
para apuntar públicamente por algo más alto.
—No sé —admití.
—Yo lo llamaría importante.
Tomé una respiración profunda, sintiendo esperanza incluso
fortificándome para el dolor. Donde él estaba envuelto, al final allí
siempre parecía estar el dolor. Jodidamente depresivo pero cierto.
Necesitaba escribir poemas sobre los orgasmos que me dio. Reencontrar
mi alegría.
—Gracias —dije.
Simplemente nos miramos mutuamente.
—Eres hermosa, Lydia. Especial. Generalmente las cosas conmigo
son solo casuales, follar. No más de una noche o dos. —Con la mirada
seria y la mirada sombría hizo una pausa, buscando por las palabras
correctas—. Tú no eres eso. Y no es solo que pasamos un poco más de
tiempo juntos, eres tú. Me haces desear que las cosas fueran diferentes.
De repente mis bailarinas negras eran fascinantes. Totalmente
cautivantes. Y no tenían nada que ver con la humedad en mis ojos.
Honestamente, este hombre. Cada vez que subía mis defensas,
mentalmente y emocionalmente preparándome para perderlo, rasgaba
la fortaleza. Bastardo.
—¿Nena?
Alcé una mano, advirtiéndole que no hablara. Como si no hubiese
dicho suficiente.
Cerró la boca, con las cejas levantadas.
Mientras tanto, respiré. Respirar era bueno, útil. Un hobby
realmente bueno. Luego caminé hacia él y me arrodillé. Simplemente
tenía que acercarme a él, darle algo más. Amarlo de alguna forma para
mostrarle que también era especial para mí. Las baldosas eran un poco
incómodas como para arrodillarse en ellas. Mi pantalón acampanado
favorito azul no hizo nada para suavizar la dureza. Él no pudo haber
dicho su discurso en alguna otra parte más sensible, digamos cerca de
una cama o alguna parte donde pueda haber cojines. No.
Hombres. Son un dolor de cabeza.
—Eh, ¿Lydia?
Lo ignoré, ocupada lidiando con la hebilla de su cinturón antes de
desabrochar los botones y la cremallera de sus pantalones. Jodida ropa
interior. Hoy, por supuesto, decidió usar bóxer. Con un suspiro pesado
de irritación, deslicé mis manos por los lados de su ropa interior,
bajándolas y sus pantalones por sus caderas. Suave y cálida piel debajo
de mis dedos. Musculatura esbelta y las curvas de su cadera. El olor
era un poco más potente aquí. Jabón, sudor, y él. Se me hizo la boca
agua.
Con un toque suave, liberé su polla, frotando mis labios de arriba
abajo contra la parte de abajo. Nada se sentía tan caliente y sedoso
como la piel en la polla de un hombre. Era increíble. Ya se endurecía,
hinchándose. Los hombres tenían magia en sus pantalones, es cierto.
Solamente algunos se tomaban el tiempo para averiguar la mejor forma
de usarla, tristemente. Tracé la gruesa vena que recorre todo el camino
con la punta de mi lengua. De atrás hacia delante, de atrás hacia
delante. Se quedó sin aliento, los músculos de su estómago se
flexionaron.
—Mierda. —Sostuvo en alto su camiseta negra de Bar Dive, su
otra mano acariciaba un lado de mi cara.
Llenó mi mano muy bien. No era que el tamaño era algún gran
indicador de talento. Ayudaba, pero no era lo más importante. Con la
otra mano ahuequé sus bolas, moviéndolas con mis dedos. Lo chupé,
con largas chupadas, antes de torturarlo con mi lengua. Dar una
mamada podía ser divertido. Le di la vuelta a la cabeza de su polla,
luego lamí de un lado a otro a través de ella. Algunas veces suavemente
pinchaba la pequeña raja de su apertura con la punta de mi lengua,
moviéndola hacia dentro solo un poco.
Vaughan jadeó y agarró mi cola de caballo, envolviéndola en su
puño. Respiración pesada hacía eco a través de los baños de hombres.
El truco era total inconsistencia. Nunca hacerles saber qué viene.
Lamí y chupé, torturé y provoqué, cuidadosamente rozándolo con mis
dientes. Lo amé con mi boca mientras mi mano continuaba jugando con
sus bolas, tirando de ellas ligeramente de vez en cuando. Tarareé,
bastante orgullosa de mí misma. Él se hinchó en proporciones
admirables y la vibración sólo ayudó. La longitud dura como una piedra
se deslizó dentro y fuera de mi boca tan lejos como lo podía tomar sin
sentir naúseas.
Durante un tiempo, se las arregló para resistir no follar con mi
boca. Sin embargo, cuando masajeé el dulce lugar entre sus bolas y su
ano con la punta de mis dedos, perdió todo el control. Con las caderas
bombeando, empujó su polla entre mis labios. Sólo la presencia de mi
mano envuelta alrededor de la base le impidió ir demasiado profundo.
—Mierda, nena —gruñó, tirando de mi cabello.
Era sexy, los sonidos fieros que hacía, el tono de voz brusco y
gutural. Todo ello debido a mí y todo para mí. Mi ropa interior
definitivamente se hallaba húmeda. Su gruesa polla latía y chupé con
más fuerza, tan duro como podía. Semen salado y cremoso llenó mi
boca hasta inundarla. No podía tragar lo suficientemente rápido.
Se apoyó contra la puerta, todavía sosteniendo mi cabello con sus
manos. Me arrodillé a sus pies, recuperando el aliento. Y limpiándome
como mejor podía. Tragar no era generalmente lo mío. Sin embargo, no
reflexionemos sobre eso.
Confusos ojos azules me miraron fijamente. El atisbo de una
sonrisa asomándose en el borde de sus labios. Yo le gustaba bastante.
Quizás incluso me amaba un poquito. ¿Quién sabía? No importaba.
Aun así, no se iba a quedar.
—Desearía que las cosas fueran diferentes —dijo, con la voz
—Yo también.

***

Para el momento en que me desperté a la mañana siguiente, él se


había ido.
Traducido por Jeyly Carstairs & florbarbero
Corregido por GraceHope

Cinco días después…


—Vamos a tener que matarlo.
No veía otra alternativa. Tomé un sorbo de agua, viendo a Masa
ocuparse de su trabajo. Servía mesas mientras cantaba “The Man Who
Wants” de Amos Lee con todas sus fuerzas. Las personas enamoradas
eran lo peor. —Ha sido insoportable desde que volvió con su novia. Es
una lástima, es un buen tipo.
—Si —dijo Nell—. Reemplazarlo será un dolor en el culo. Pero no
podemos tener gente alrededor siendo felices y esa mierda.
Suspiré —No, no podemos. El hombre realmente puede cantar.
Nell dejó de revolver la olla de la sopa, moviéndose a una sartén
con tocino —Masa fue anfitrión en un club de karaoke en Spokane
antes de este trabajo. Dijo que la conducción fue demasiado.
—Genial.
Al final de la canción, los clientes estallaron en aplausos. Incluso
me uní a pesar de mi tristeza. La ausencia de Vaughan pesaba como
una piedra dentro de mi corazón. Una pieza de mi alterada que nunca
se sentiría suave o viva de nuevo. El amor era tan extraño. Una
colección de momentos compartidos unidos entre sí para formar ese
tipo de cadena de sentimientos entre dos personas. Eres testigo de la
vida del otro, dando y recibiendo según sea necesario. Y entonces, un
día, se ha ido. Estas sola. La soledad se siente como una gran carga
cuando estás acostumbrada a compartir. Acostumbrada a ser parte de
una pareja. Sin embargo, no creo que sea una fiesta para cualquier
persona.
Suficiente lloriqueo. Tenía que adaptarme.
La próxima vez que Vaughan viniera a la ciudad sería educada y
amable. Mostrándole que todo se encontraba bien. Sin embargo, había
aprendido la lección. Las citas estaban fuera de cuestión. Al igual que
cualquier tipo de relación de amigos con beneficios. Las partes entre los
muslos solo complican las cosas. Simplemente no valía la pena la
inevitable miseria. Si solamente los orgasmos y momentos felices
duraran más tiempo. Deberías ser capaz de embotellarlos, dejar salir
una pizca de placer o alegría cuando se necesite. Qué bueno sería.
Con una amplia sonrisa en su lugar, Masa floto a nuestro lado
con una carga de platos sucios. —Maravillosa noche, ¿no es así,
señoras?
—Muérdeme —gruñó Nell.
Consciente de nuestros males de amores, el camarero se rió,
siguiendo su alegre camino. Poniendo mi culo en marcha, comprobé
mis mesas. Joe me sonrió mientras pasaba junto a la barra. Eric se
encontraba ocupado conversado con dos mujeres tomando bebidas de
aspecto exótico. La vida continuó.
“If You Ever Want to Be in Love” de James Bay se reproducía y la
tarareé, encontrando el ritmo de las cosas. Estupendas e ingeniosas
canciones sonaban esta noche. Era el turno de Eric para escoger, un
deber que era tomado muy en serio por todos los miembros de personal
una vez tenían permitido tomar su turno. Aún no había pedido ser
incluida en la lista. Tal vez aun no me encontraba bien y era forzar la
situación. Si todo el mundo podía tolerar el Punk de Boyd entonces
seguramente estarían bien con un par de horas de mis canciones
favoritas de pop y rock.
—¿Puedo recoger esos para usted? —le pregunté a una mujer.
Moviéndome hacia ella después de que asintió para recoger los platos
de la cena.
—Espera —dijo una voz detrás de mí. Una muy familiar.
Una mano se extendió alrededor, tomando los platos por mí y
retirándolos de la mesa. El brazo cubierto de tatuajes era tan familiar
como la voz.
Me giré, mi corazón tartamudeó por quien se encontraba delante
de mí. Con una barba de tres días y la ropa arrugada. Su cabello era un
desastre, sombras rodeando sus ojos. No importaba. Era el espectáculo
de bienvenida más hermoso que había visto alguna vez.
—Vaughan.
—Hice todo el camino a Los Ángeles y me di cuenta de algo —dijo.
—¿Qué? —fruncí el ceño.
—No sé quién fue el primer tipo con el que follaste.
Algunos se quedaron sin aliento. Otra persona se rió entre
dientes.
Mi boca se abrió, pero no tenía palabras.
Pasó una mano por su cabello, su rostro mostraba cansancio. —
Te dije mi historia. Sin embargo, nunca llegaste a contarme la tuya.
—Oh.
—¿Y?
Parpadeé. —¿Quieres oírlo aquí y ahora?
—Seguro. Por qué no. —Se dio la vuelta, buscando algo. Su mano
tomó la mía y me arrastró a través del restaurante hacia una mesa
vacía en la esquina. Un asiento fue retirado para mí y me encontraba
sentada.
—Creo que estoy teniendo un ataque al corazón —murmuré.
—¿Emmm? —Se sentó frente a mí, apoyando los codos sobre la
mesa—. Oh, no sé tú color favorito tampoco. ¿No es raro? Se siente
raro. Es decir, debería saber cosas como esas de ti, ¿no?
—No lo sé.
—¡Por supuesto que debería! —Sonrió, extendiendo su mano para
colocar un mechón de cabello detrás de mi oreja.
—¿Qué está pasando?
—¿Emmm? —su cálida mano rodeó mi mejilla, su mirada suave y
encantadora.
—¿Qué es esto? ¿Por qué estás aquí? —pregunté, arrastrándome
hacia adelante en mi asiento. Lo suficientemente estúpida, a punto de
llorar. Mis ojos picaban, hinchados. Mi corazón se sentía igual. Al
parecer, la angustia picaba. Obviamente era alérgica.
—Acabo de decírtelo.
Demasiada emoción vertiéndose a través de mí. No podía
soportarlo. No otra vez. Alejé su mano, sacudiendo la cabeza. —¿Fuiste
a Los Ángeles y regresaste porque no sabías cual es mi color favorito?
—Sí.
—Eso es una locura.
Se encogió de hombros, reclinándose hacia atrás en su silla. —
Necesito saber.
—¿No podías simplemente escribir? —Ups, mi voz se hizo más
alta. Diría que estábamos llamando la atención, pero teniendo en
cuenta su extraña entrada, ya la teníamos.
—No.
—¿No? —Me temblaban las manos, malditas idiotas. Me senté
sobre ellas, sacándolas de la vista—. ¿Qué quiere decir no?
—Hay más preguntas.
—¿Cuántas más?
—Un montón. —Perfectos ojos azul cielo. Podría felizmente
haberme perdido en ellos y nunca irme—. No puedo darte un número
exacto.
Llevé una mano a mi pecho. Pum, pum, pum. Mi ritmo cardíaco
acelerado. Mi cuerpo temblaba y el sudor cubría mi espalda. Esto no
era bueno. Tomé un menú y comencé a abanicar mi rostro.
—¿Nena?
—No entiendo nada de esto —dije, más para sí misma, pero él se
encontraba allí también. Lo que sea.
Lentamente, empujó su silla hacia atrás. Se levantó y se acercó a
mi lado, acuclillándose a mis pies. Una gran mano caliente cubrió mi
rodilla desnuda. Había decidido usar una falda lápiz negra a causa de
las altas temperaturas. Gracias a Dios. Estar piel con piel con él hacía
que todo se sintiera bien. Su toque me calmaba. Mi ritmo cardíaco
regresó a la normalidad, mi cabeza ya no se sentía como si estuviera a
punto de explotar. Desearía que no sucediera. Vaughan teniendo algún
tipo de efecto físico en mí no era un buen presagio. Ni que decir sobre
mis emociones. Sin embargo, no era demasiado pedir a mi cuerpo que
mantuviera su mierda bajo control. Seguramente no.
Tomó el menú de mi mano, colocándolo sobre la mesa. Le di mi
mejor mirada desconcertada. En serio, era un maestro del “que mierda”.
—Regresé —dijo en voz baja.
—¿Por cuánto tiempo? —pregunté, parpadeando para contener
las lágrimas. Glándulas estúpidas.
—Tanto como sea necesario.
Sí. Bueno. Suficiente. Me incliné, sosteniendo su rostro. Mi boca
era una línea mezquina. —¿Todo el tiempo que necesites? ¿Me podrías
dar una maldita respuesta directa antes de que te mate?
Su sonrisa en respuesta fue como el sol saliendo. Absolutamente
magnifica.
Luego se lanzó, tomando mi rostro y besándome el estúpido. Sin
embargo, por que era una tonta le regresé el beso. Me aferré a él, con
las manos hechas un puño en su camisa. Lenguas, dientes, estábamos
uno encima del otro. Cualquier niño sometido a este espectáculo habría
requerido asesoramiento. Estoy segura. Las disculpas tendrían que ser
hechas más tarde.
Por ahora, lo tenía. Y se sentía como todo el maldito mundo.
Una vez el beso terminó, se echó hacia atrás, labios húmedos y
ojos sonriendo. —Regresé.
—Volviste —acordé, sonriendo a pesar de todas las preguntas, la
duda persistente y el dolor en mi corazón.
—Estoy loco por ti, Lydia. Nos hubiera gustado que fuera
diferente, yo estando en Los Ángeles y tu aquí —dijo, con los ojos llenos
de emoción—. Así que voy a hacerlo diferente.
Sólo podía mirarlo. Significaba demasiado. Lo quería demasiado.
—Me quedo. —Inclinó la cabeza, robando otro beso rápido—.
Cancelé la venta de la casa. Económicamente, tengo algunos problemas.
Pero Andre dijo que podría empezar a trabajar con él mañana. Entre eso
y el Bar Dive, voy a resolverlo. Aun no lo he resuelto todo.
—¡Pero tu sueño!
—Lo gracioso acerca de ese sueño —dijo—, es que ahora incluye
estar contigo.
Mi corazón se sacudió de nuevo. No podía ser saludable. En
cualquier momento, probablemente caería al suelo muerta. —¿Lo hace?
—Sí.
—Y tu banda, ¿trabajar con Henning Peters? ¿Qué pasa con todo
eso? —exigí —. Dijiste que era un gran arreglo. La mejor oportunidad
que has tenido.
—Lydia, he estado persiguiendo la música toda mi vida. Pero eres
la mejor oportunidad que he tenido —dijo, con tono serio—. Siento que
me haya tomado tanto tiempo darme cuenta de eso.
—Rompiste mi corazón.
—Nena. —Arrepentimiento llenó sus ojos—. Soy un idiota.
—Sí —sorbí.
—¿Puedes perdonarme?
Fingí que reflexionaba por un momento. El hombre me había
lastimado.
—Estoy tan jodidamente arrepentido por el dolor que te causé.
Voy a hacer mi mejor esfuerzo para asegurarme de que no vuelva a
suceder —dijo—. ¿Me perdonas?
—Creo que sí. —Es muy difícil parecer orgullosa y digna mientras
tu nariz está goteando. Pero hice lo que pude.
—Gracias. —Acarició mi mejilla.
—¿Qué vas a hacer con tu música? No puedes simplemente
dejarlo.
—No. Siempre voy a querer tocar. Es una gran parte de mí.
Quiero grabar mis canciones, tocarlas en vivo. Pero no necesariamente
necesito una banda para eso. He estado reconsiderando las cosas —
dijo—. El hecho es que, eres lo primero para mí. He decidido ser solista
así puedo quedarme aquí, organizando mi música así encajara con
nosotros. Pero si tengo que ir a trabajar, o de gira, regresaré. ¿De
acuerdo?
—Está bien. —A pesar de toda mi respiración profunda y
parpadeo, las lágrimas comenzaron a caer por mi rostro—. De acuerdo.
—¿Moverás tus cosas de nuevo a mi casa?
—No lo sé —dije, mis nervios zumbando—. ¿No crees que
deberíamos ir a una cita? ¿Tal vez tomar las cosas con calma y hacer
esto correctamente?
Arrugó la nariz. —El problema con eso es, mi sueño también
implica tener mucho sexo contigo. Quiero decir, un montón.
—Ya veo.
—Sin embargo, no se trata de solo sexo. El sueño es muy
detallado.
—¿Eh?
—Sí. —Se estiró, secando las lágrimas de mi rostro con el ceño
fruncido—. Para. No me gusta esto. No volveré hacerte llorar.
—Son lágrimas de felicidad. Déjalas en paz. El sueño, Vaughan.
—Empujando y golpeando ligeramente su mano.
Sonrió. —Nos involucra a nosotros yendo a la cama y despertando
juntos.
—Bien.
—Y siendo una pareja de mierda, ya sabes.
—¿Una pareja de mierda? —Mis cejas se elevaron—. ¿Qué es eso
de una pareja de mierda?
Uno de sus hombros se elevó. —Pasar el rato, ver televisión, estar
juntos. Parcialmente desnudos, pero de vez en cuando no.
—Suena como un buen sueño.
—No —corrigió—. Es uno muy bueno.
Le sonreí. No podía no hacerlo. —Sí, lo es. Sin embargo, ¿estás
seguro?
—Estoy seguro.
—No. Necesito que pienses en esto. No quiero que termines
odiándome. Me dolería si cambiaras de opinión, decidiendo que el
panorama musical en la costa era más importante. —Tomé su mano y
la sostuve con fuerza. En silencio aterrada de lo que estábamos
haciendo—. Me lastimaría demasiado.
Líneas rodearon sus ojos, su mirada intensificándose. —Bebé.
Esta oportunidad contigo... eres para mí. Eres mi prioridad. Necesito
que lo creas. Esto no es una idea pasajera. No llegué a Los Ángeles y de
repente me sentí un poco desanimado porque no estabas allí. No estoy
diciendo que sabía que eras para mí en el momento en que te vi en el
baño. Para ser honesto, estaba un poco molesto por todo el asunto.
Pero no mucho más tarde, las cosas cambiaron. Una media hora, tal
vez. Sin duda, en el momento en que le diste un puñetazo a ese idiota.
Me reí a través de las lágrimas. —Ahhhhh. ¿Seguro que no fueron
los senos?
—Los senos definitivamente fueron una parte de ello. Pero
quería... no, tenía que saber todo sobre ti. Necesitaba que te quedes —
dijo, su voz tan sincera que dolía—. Simplemente no quería cambiar. Ni
mis planes, ni mi vida.
—¿Qué pasó?
Se aclaró la garganta, se levantó, levantándome igualmente a mis
pies. Unos fuertes brazos se envolvieron alrededor de mi cintura,
abrazándome con fuerza. Y Dios, se sentía tan bien. Se sentía como mi
sueño. Mi cuerpo se relajó contra el suyo, mis brazos girando alrededor
de su cuello.
—¿Vaughan?
—Sé que el idiota te hizo dudar de ti misma. Te hizo dudar de
estos sentimientos de cualquier persona. —Apoyó su frente contra la
mía—. Pero estás en mí. Ha sido así desde el primer día en que te
conocí. Luché contra ello por un tiempo, pero ya no más.
—También estás en mí
—Bueno. —Frotó la punta de su nariz contra la mía—. Eso es
bueno, Lydia. Porque aquí es donde me voy a quedar.
Enterré mi cara contra su pecho. Demonios, lágrimas.
—Quiero decirlo literalmente, también —susurró en mi oído—.
¿Lo entiendes?
Hipé, riéndome. —Lo entiendo. Quiero eso.
Un zumbido feliz vino de su pecho. Su agarre sobre mí se
intensificó, manteniéndome a salvo, manteniéndonos apretados.
—Te amo, ya sabes —dije, poniendo todo ahí. Dando el salto,
confiando en él y nosotros—. No quería, pero lo hago.
—Gracias por eso —murmuró.
—¿Qué demonios? —preguntó Nell, apareciendo a nuestro lado.
Junto con básicamente todo el mundo. Joe, Eric, Masa, incluso Boyd.
Al parecer esto se había convertido en una reunión de personal.
Me limpié la nariz sutilmente en la camisa de Vaughan porque el
amor estaba destinado a herir y ocasionalmente era repulsivo.
Felizmente, también se hallaba destinado a brillar.
—Me estoy mudando de nuevo a la ciudad, suspendí la venta de
la casa.
No sé si alguna vez había visto tan feliz a Nell. Sin embargo, lo
ocultó con bastante rapidez. —Y estás toqueteando a mi camarera, ¿por
qué?
—Debido a que vamos a casarnos algún día y hacer bebés —dijo
Vaughan, relajado como si fuera cualquier cosa—. No necesariamente
en ese orden.
—Mierda. —Mi cara se volvió a su camisa. Dios ayude a mi
corazón. La forma en que se aceleró, no creo que alguna vez fuera a
recuperarse de esta noche.
—Maldita sea —dijo la profunda voz de Joe—. No haces las cosas
a medias, ¿verdad?
—Cuando lo sabes, lo sabes.
—Felicidades, hombre.
—Gracias.
—Para ti también, Lydia.
Me limpié la cara, sonriendo como una tonta, enferma de amor. Y
qué. Todo bien. No, todo jodidamente fantástico. —Gracias, Joe.
Otros se hicieron eco del sentimiento. Hubo sonrisas por todos
lados. A excepción de una cara.
—Gran decisión —dijo Eric, con los brazos cruzados—. ¿Vas a
seguir con ella o vas a cambiar de opinión y dejarla estacada, como lo
hiciste conmigo estando la banda? Es sólo que, Lydia parece agradable.
Y los amigos y familiares, la gente a la que se supone le importas, no
siempre parecen ser importantes para ti.
Silencio. Y no del tipo feliz.
—Quedaste fuera de la banda debido a que no la tomabas en
serio —dijo Vaughan—. No hay otra razón. No te di la espalda a ti como
amigo. Tú dejaste de tomar mis llamadas, ¿recuerdas?
Eric resopló.
—Pero tienes razón. No he sido bueno manteniéndome en
contacto con las personas, cuidando a las personas que amo. Eso va a
cambiar.
—¿Si?
—Sí —dijo Vaughan, ninguno de los dos dando marcha atrás. Oh,
el olor embriagador de la testosterona era espeso en el aire. Es probable
que empezaran a golpear astas en cualquier momento. Tomé la mano de
Vaughan, de pie a su lado.
—Nell —dijo—. Me preguntaba si visitarías las tumbas de mamá y
papá conmigo en algún momento pronto. No he vuelto desde el funeral,
pero creo que es el momento.
—Podríamos contarles acerca de Lydia y el bebé —dijo su
hermana, con lágrimas en los ojos brillantes.
—Sí, podríamos.
—¿Hay una reunión? —dijo una nueva voz. Andre se unió a
nuestro círculo, acurrucado entre todas las mesas del restaurante.
Varias de ellas ocupadas.
—¿Podemos conseguir que nos atiendan, por favor? —Llamó un
cliente. Lo suficientemente justo.
—En un minuto —dijo Eric, levantando una mano pidiendo
paciencia.
—Creo que serás un profesor de guitarra infernal. Estoy contento
de tenerte a bordo. —Andre se acercó para estrechar la mano de
Vaughan.
—Gracias por darme la oportunidad.
—¿Vas en serio acerca de esto, entonces? —preguntó Eric.
Resentimiento rezumaba de los poros del hombre—. Permanecer aquí,
estar con Lydia.
—Sí —dijo Vaughan—. Lo hago. Si aún tienes un problema
conmigo, no quieres que trabaje aquí. Perfecto. Lo dejo. No estoy
interesado en crear problemas en la barra.
Una lengua empujó detrás de la mejilla de Eric, su mirada
inescrutable. Luego se subió a una silla y golpeó las manos, llamando la
atención de todos, el personal y clientes por igual.
Oh, mierda. ¿Ahora qué?
—Tengo que hacer un anuncio —dijo, mirándonos a todos
nosotros desde lo alto—. Dos miembros valiosos de la familia Bar Dive,
Lydia y Vaughan, simplemente decidieron casarse. Me gustaría
ofrecerles mis felicitaciones.
Aplausos estallaron.
También lo hice yo. —¿Qué? No hicimos eso. No nos
comprometimos.
—De alguna forma lo hicimos —dijo Vaughan, besando mi mano.
—Para celebrar —dijo Eric, sonriendo a todos y cada uno—. ¡Las
bebidas las invita la casa!
Yo, sin embargo, no sonreía, al borde de un ataque de pánico. —
No me puedo comprometer dos semanas después de no casarme.
¿Quién haría eso? Nadie haría eso. ¡Es una locura!
—Nena. —Vaughan sonrió, disfrutando del momento demasiado—
. No te preocupes. Estaré esperando hasta que estés lista.
—Pero no estamos realmente comprometidos, ¿verdad?
—Te amo —dijo, besando mis labios.
—Mierda. —Me aflojé, básicamente colapsando contra él. Todo era
demasiado y mi corazón palpitaba. De nuevo. La sangre se precipitó
detrás de las orejas mientras que las personas aplaudían y silbaban.
Las botellas de champagne ya apaecían. Y allí se quedó Vaughan,
esperando pacientemente que me tranquilizara.
—Si te vas, ¿vas a volver? —pregunté.
Encontró mi mirada, sin una sombra de miedo o duda. —Voy a
volver.
—Bueno. Todo bien.
Este no era un idiota como Chris Delaney. Este era Vaughan. Mi
Vaughan. No decía mierda que no quería decir. Me quería. Aún más, me
amaba.
—Te voy a estar esperando —le dije.
—Nena. —Su sonrisa, el azul de sus ojos... todo sobre el hombre.
Todo.
Incapaz de contenerme, me lancé hacia él.
Los clientes pudieron disfrutar de un gran espectáculo, Masa
comenzó a cantar de nuevo (algo de los Stones en esta ocasión),
Vaughan y yo rodábamos por el suelo. Las cosas estaban locas en el
bar.
La cosa es que a veces las cosas locas son las mejores.
Cuando su hermano menor pierde interés en las
citas en línea, el extraordinario barman,
barbudo y atractivo, Joe Collins, tiene la
intención de iniciar sesión en su cuenta y
cerrarla. Hasta que lee sobre ella.
Alex Parks es divertida, amigable y
prácticamente todo lo que él ha estado
buscando en una mujer. Y en poco tiempo se
están enviando correos electrónicos sin parar,
contándose sus secretos más oscuros y
profundos... aparte del que realmente importa.
Y cuando se trata del amor, servirlo
directamente funciona mejor que con un giro
imprevisto.
Kylie es fanática desde hace mucho tiempo de las
historias de amor erótico y las películas de terror
clase B. Le gustan los finales felices, y si la sangre y la
carnicería se producen a lo largo del camino, mucho
mejor. Reside en Queensland, Australia, con sus dos
hijos y un marido maravilloso; lee, escribe y nunca
vacila alrededor en el Internet.
Por favor, echa un vistazo en www.kylie-scott.com y
@KylieScottbooks para enterarte de sus otras obras.

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