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Primera parte:
ANTECEDENTES:
ORIGEN DE LA VISIÓN
NEWTONIANA/CARTESIANA
MATERIALISTA-MECANICISTA DEL
MUNDO Y EL HOMBRE
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Hasta el día de hoy, tanto la física como la biología han sido
sirvientas de los puntos de vista expuestos por Isaac
Newton (1643-1727), considerado el padre de la física
moderna (también conocida como física clásica o física
newtoniana).
1
LIPTON, B. y BHAERMANS, S. (2010). La biología de la transformación.
Madrid: La esfera de los libros, p. 133.
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“Los teóricos matemáticos de los siglos XVIII y XIX
razonaron que el cálculo de Newton, debido a que
analizaba en forma tan satisfactoria el cambio y el
movimiento podía finalmente servir para revelar el futuro
de uno o de todos los sucesos con absoluta precisión. Y de
esta forma en su mayor parte avanzaron rápidamente hacia
una filosofía de determinismo mecánico.”2
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creemos sobre nuestro mundo y el lugar que ocupamos
dentro de él se deriva de las ideas formuladas en el siglo
XVII, que aún siguen formando la columna vertebral de la
ciencia moderna; teorías que presentan los elementos del
universo como si fueran divisibles, como si estuvieran
aislados unos de otros y completamente autocontenidos.
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ejemplo, la energía se interpretaba como una fuerza que
movía los objetos o cambiaba el estado físico de la materia.
Pero, como verás, la energía es mucho más que una fuerza
exterior ejercida sobre la materia. La energía es el
entramado mismo de la materia y responde a la mente. Por
extensión, la labor científica de Descartes y Newton
estableció un modo de pensar según el cual la realidad
estaba gobernada por principios mecanicistas, la
humanidad apenas podía influir en los resultados. Toda
realidad estaba predeterminada. Dada esta visión, no es
extraño que los seres humanos empezaran a dudar sobre la
idea de que sus acciones importaran y ni se plantearon que
sus pensamientos fueran importantes o que el libre albedrío
desempeñara un papel en el universo. ¿Acaso muchos de
nosotros no seguimos suponiendo (de manera consciente o
inconsciente) que los seres humanos somos a menudo poco
más que víctimas?”6
6
DISPENZA, J. (2012). Deja de ser tú. La mente crea la realidad. Barcelona:
Urano, PP. 33-34.
6
“Newton dio pasos de gigante con respecto a sus
antecesores: sintetizó sus ideas y métodos y los hizo
avanzar enormemente. Las conclusiones a las que llegó
fueron tan convincentes que, durante casi trescientos años,
los científicos estuvieron persuadidos de que describían de
forma precisa el funcionamiento de la naturaleza.
7
variaciones (como la visión más sofisticada del nivel
atómico de la realidad), a todos nos han enseñado a creer.”7
7
ARNTZ, W., B. CHASSE, y M. VICENTE (2006). ¿Y tú qué sabes? Palmyra:
España, p. 17.
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“El súbito auge de la ciencia en el siglo XIX produjo una
filosofía llamada «cientificismo». Este concepto (que se
esparció como una marejada en el mundo occidental)
sostuvo que la ciencia podía resolver todos los problemas y
garantizar la más perfecta felicidad a la humanidad. Como
resultado de ello se consideró innecesaria la creencia en
Dios y en la Biblia. Y se llegó al extremo de pensar que la
religión era un obstáculo al progreso científico. Pero la
ciencia y el cientificismo son dos cosas diferentes. […] En
su forma más extrema, el cientificismo es el culto que se
rinde a los logros científicos, con el propósito de eliminar a
Dios de la vida humana.” (Ridenour, 1979: 181-82).
9
uno experimenta al rechazar la idea de un Dios
sobrenatural todopoderoso” (Huxley, 1966:223).
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hecho, el tema de la dimensión espiritual del hombre es
quizá el concepto sencillo más significativo de nuestros
tiempos: es uno que requiere un enfoque espiritual, aunque
sin dejar de tomar en cuenta las aportaciones al mismo
desde la tribuna de la ciencia.
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porque al hacer a un lado la mente, eliminamos nuestro
portal al conocimiento y a la introspección.”9
9
CHOPRA, D. & Mlodinow, L. (2011): War of the Worldviews: Science Vs.
Spirituality. [New York: Harmony Books.]. Hay versión en español: Guerra
de dos mundos: ciencia contra espiritualidad. México: Aguilar Fontanar, p. 25.
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Segunda parte:
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un parámetro anormal, pero de esta forma descuidan la
repercusión que su tratamiento tiene en el resto del organismo e
ignoran las consecuencias de su acción en el medio ambiente.
Esta falta de visión de conjunto en muchas ocasiones conlleva un
consumo excesivo de exámenes y de tratamientos médicos. En
consecuencia, se desarrolla una industria farmacéutica próspera,
los costes de la salud se incrementan más allá de cualquier
previsión, y nos preguntamos cuánto tiempo los sistemas de
seguridad social y las aseguradoras privadas podrán asumir tales
gastos.”
— Janssen, T. (2007). La
solución está en ti, México:
Diana, pp. 19-20.
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sus radiaciones de energía. […] Aunque nuestra cultura se
vanagloria una y otra vez de los ‘grandes’ avances de la medicina
mecánica, sigue habiendo muchas personas que están
decepcionadas con ella; en parte porque todos echamos en falta
el toque humano consciente que esperamos de un sanador, y en
parte porque, a pesar de sus ‘milagros’, la medicina alopática no
funciona bien para la mayor parte de nuestros problemas
médicos cotidianos (las enfermedades crónicas, por ejemplo). Y
esto se debe a que la medicina mecánica y los procedimientos
mecánicos son sumamente costosos. [Además], los fármacos
alopáticos tienen efectos secundarios perjudiciales […]. Los
procedimientos alopáticos, como las vacunas que nos
administran cuando somos niños, debilitan el sistema
inmunológico hasta tal punto que nos hacemos más vulnerables
a las enfermedades en nuestra vida posterior.
“Muchos profesionales de la medicina alternativa se
muestran igualmente desdeñosos con la práctica alopática. Los
fármacos alopáticos son en gran medida venenos que tienen
efectos secundarios perjudiciales para el organismo, dicen; de
modo que, ¿para qué envenenar al organismo cuando se puede
echar mano de las medicinas alternativas? Y, de todas formas, la
alopatía es ineficaz tanto en las enfermedades crónicas como en
las degenerativas. Y, por último, la medicina alopática tiene una
decepcionante relación eficacia-coste. Como sin duda sabrá el
lector, es el coste de la medicina alopática lo que está haciendo
que la gente busque alternativas para sanar sus dolencias.
“Ciertamente, la práctica médica en la tradición alopática, en
la cual reina el materialismo y el reduccionismo, resulta muy
prosaica. Vas a la consulta del médico, unas máquinas miden tus
diferentes indicadores de salud, el médico observa las lecturas de
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los instrumentos y es entonces cuando está preparado para
ayudarte. Aquí no hay ninguna poesía. Y la ayuda que obtienes
también es mecánica. A igual que la física clásica, todo es rutina,
todo es determinismo.”
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programación y a los efectos del dogma central sobre la medicina
moderna, hemos llegado a considerarnos vehículos robóticos
bioquímicos. Cuando algo va mal, cuando experimentamos algún
síntoma, corremos a ver a nuestro mecánico médico para que nos
diga que saquemos la lengua y digamos «Aaaaah» antes de echar
una mirada bajo nuestro cofre. Tal y como señala Fritjof Capra,
en su libro El punto crucial, la práctica doctoral mecánica
consiste por lo general en la versión clínica de las tres R: Reparar,
Reemplazar o Retirar. De hecho, la historia de la medicina
bioquímica moderna se basa en esa metáfora médica. Desde que
Descartes proclamó que el cuerpo es una máquina (hasta el punto
que aseguró que los animales no sufrían durante las vivisecciones
y que sus gritos eran como «el chirrido de una rueda»), hemos
albergado la idea de que la medicina está más relacionada con las
partes que con el todo. Pese a que la antigua medicina china
considera que el corazón es el asiento del alma y la tradición
ayurvédica cree que ese órgano es el mediador entre el Cielo y la
Tierra, la medicina moderna se da por satisfecha con la definición
antediluviana del destacado médico renacentista William Harvey,
que dice que el corazón es una bomba mecánica. Los filósofos
científicos del siglo XX (como el bioquímico británico Joseph
Needham, que dijo: «El hombre no es más que una máquina», o
el fisiólogo y biólogo nacido en
Alemania, Jacques Loeb, que añadió:
«Los organismos vivos son máquinas
químicas»), reforzaron la idea de que el
cuerpo es un mecanismo físico.”
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posibilidades de actuación sino por el concepto sobre el que ―a
menudo implícita e irreflexivamente― basa su actuación. La
medicina falla por su filosofía o, más exactamente, por su falta de
filosofía. Hasta ahora, la actuación de la medicina responde solo
a criterios de funcionalidad y eficacia; la falta de un fondo le ha
valido el calificativo de ‘inhumana’. Si bien esta inhumanidad se
manifiesta en muchas situaciones concretas y externas, no es un
defecto que pueda remediarse con simples modificaciones
funcionales. Muchos síntomas indican que la medicina está
enferma. Y tampoco esta ‘paciente’ puede curarse a base de tratar
los síntomas. Sin embargo, la mayoría de críticos de la medicina
académica y propagandistas de formas de curación alternativas
asumen automáticamente el criterio de la medicina académica y
concentran todas sus energías en la modificación de las formas
(métodos)”.
—Dethlefsen, T. y Dahlke, R.
(2011). La enfermedad como
camino. Un método para el
descubrimiento profundo de la
enfermedad. México: Debolsillo,
pp. 13-15.
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1. Separación mente-cuerpo.
2. Considerar el cuerpo como una máquina.
3. Ver al paciente como objeto.
4. Supremacía del médico sobre el paciente.
5. Diagnóstico y tratamiento desde fuera hacia dentro
(curando enfermedades, reparando disfunciones).
6. Organización jerárquica y estandarización de los cuidados.
7. Autoridad y responsabilidad atribuidas al médico, no al
paciente.
8. Sobrevaloración de la ciencia y la tecnología.
9. Intervenciones agresivas, con énfasis en resultados a corto
plazo.
10. Muerte como derrota.
11. Sistema guiado por las ganancias.
12. Exclusión de otras modalidades.
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tener que responder —sobre una misma conducta— ante
distintos sujetos que poseen intereses diferentes: el pagador o
contratante y el paciente.
“Tiempo atrás leí un artículo que la relación médico-paciente
pasaba por su peor momento. El doctor De Los Santos, profesor
de la Universidad de Buenos Aires, explicaba: «…La medicina
tecnológica soluciona los problemas de unos pocos, porque la
mayoría de a gente tiene malestares que son una mezcla de
factores orgánicos, biológicos, sociales, familiares, económicos,
expectativas sin concretar, problemas con los hijos; es decir, tiene
problemas con la vida. Y la medicina, en su conjunto, no le
responde. No lo escucha para extraer la dimensión humana de su
enfermedad; es que el sistema se ha estructurado de una manera
en que paga a resonancia magnética y no las horas médicas, y en
que lo más probable sea que un paciente de un hospital no sepa
quién lo operó cuando uno le pregunta por una cicatriz tremenda,
es decir, no sabe cómo se llama quien tuvo la vida de él en sus
manos».”
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