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PRINCIPIA MATEMATICAEL LEGADO DE


NEWTON A LA DIVULGACION CIENTIFICA

Conocida por ser una de las obras científicas más importantes de la


historia, en Principia Mathematica Isaac Newton plasmó los fundamentos
de la física y de la astronomía.
Actualizado a 29 de febrero de 2024, 20:00

Principia Mathematica, escrito por Newton, es una de las grandes obras


de la divulgación científica.

En el siglo XVII tuvo lugar una revolución sin precedentes


en el panorama científico. El protagonista de esta
transformación era un matemático inglés que,
posteriormente, pasó a la historia como uno de los
científicos más significativos: Sir Isaac Newton.

Armado con una serie de teorías innovadoras, Newton


materializó su ingenio en una obra maestra: Principia
Mathematica. El contenido de este libro, pionero en el
ámbito de la física, no solo cambió el enfoque de la
matemática y la física, sino que también dejó una huella
indeleble en la historia del pensamiento humano y de la
divulgación científica.

UNA OBRA REVOLUCIONARIA


Cuando Newton comenzó a escribir Principia Mathematica,
su objetivo era claro y meticuloso: proporcionar un marco
físico y matemático que explicara los movimientos de los
cuerpos celestes y los fenómenos terrestres de manera
unificada.
En su conjunto, Newton pretendía transmitir a la sociedad
cuáles eran las leyes fundamentales que gobernaban el
Universo, cambiando de esa forma la concepción que
existía sobre la naturaleza y el mundo que nos rodea.

Los 4 científicos que nacieron en Navidad (y Newton no


es uno de ellos)
Y es que, en aquel momento, en pleno siglo XVII, la
comprensión de los movimientos celestes era muy diferente
al actual y la comunidad científica estaba en la
problemática de no contar con modelos que explicaran de
forma correctamente las órbitas planetarias y los
fenómenos físicos diarios.
Para solventar esos problemas, Newton aspiraba a
poder unificar las leyes de del movimiento terrestre y
celeste bajo un mismo planteamiento matemático. De esta
forma, al establecer las 3 leyes del movimiento y la ley de
gravitación universal, Newton proporcionó las bases para
entender el cambio en la posición y en la velocidad de los
cuerpos, mientras que la ley de gravitación universal
extendió el objeto de estudio a las fuerzas gravitacionales
que actúan a largas distancias.

UNA OBRA Y TRES LIBROS


Newton dividió su obra en tres libros, cada uno de ellos
centrado en abordar aspectos específicos de la matemática
y la física. El primero, el Libro de los movimientos de los
cuerpos, se basa en el planteamiento de las leyes de
Newton y en el desarrollo de la matemática newtoniana.
En estas primeras líneas, Newton establece las tres leyes
fundamentales del movimiento para comprender cómo
los objetos se comportan en respuesta a las fuerzas que
actúan sobre ellos. Además, en el libro Newton se esmera
en desarrollar cada una de ellas matemáticamente,
introduciendo una notación y los métodos necesarios para
expresar y derivar las leyes del movimiento.
CC
Portada de Principia Mathematica.

En el segundo libro, conocido como De los movimientos


de los cuerpos en medios resistentes, Newton se centra
en expandir sus leyes del movimiento detalladamente para
incluir en ellas el efecto de fuerzas opuestas al
movimiento que lo dificultan, tal como la resistencia del
aire o el rozamiento de las superficies.
El ejemplo más claro de que la obra tiene un
tono divulgativo aparece en este capítulo, en el cual
Newton se esfuerza en plasmar diferentes ejemplos de este
efecto, buscando llegar a cualquier lector,
independientemente de su nivel técnico.
Finalmente, el tercer libro está dedicado a la búsqueda de
esa unificación entre la física de movimientos terrestres y la
que se esconde detrás de dinámicas celestes.
Bajo el título El sistema del mundo, Newton presenta la
ley de la gravitación universal, la cual explica cómo todos
los objetos que tienen masa se atraen, combinando en una
sola teoría, no solo los objetos de la Tierra y del Universo,
sino todos aquellos movimientos de planetas, lunas y todo
tipo de objetos celestes.
Cada uno de los libros está detalladamente organizado,
comenzando con una serie de definiciones y axiomas
simples, elegantes y entendible que, a continuación,
comienzan a derivarse en leyes y teoremas que crean la
columna vertebral de la obra.
Y, aunque la notación matemática introducida por Newton
hoy nos resulte familiar, esta marcó un cambio
significativo en la forma de abordar la física y las
matemáticas. Unido esto al valor divulgativo, la obra fue un
auténtico hito de la literatura científica y marcó la
evolución de la física por completo.

Isaac Newton, el fin del mundo y


la piedra filosofal
CIENCIA Y RELIGIÓN
Sí, el erudito inglés descubrió la ley de la gravedad, pero tendemos a
olvidar que también se ejercitó en temas como el apocalipsis y la
alquimia

Retrado de Isaac Newton en 1689, a la edad de 46 años


Dominio público

FRANCISCO MARTÍNEZ HOYOS


01/03/2024 07:00 Actualizado a 01/03/2024 07:22
Parece, a primera vista, que la ciencia y la religión han protagonizado un
conflicto histórico sin tregua. El químico y fisiólogo estadounidense John
William Drapper fue el primero en sugerir, de una manera explícita, la
existencia de un antagonismo permanente. Lo hizo en un libro que
publicó en 1874, Historia de los conflictos entre la religión y la ciencia.
Esta última, según Drapper, siempre acababa por salir victoriosa.

¿Corresponde esta visión a los hechos? Jaume Navarro lo desmiente de


forma tajante en Ciencia-religión y sus tradiciones inventadas (Tecnos,
2022), un libro consagrado a mostrar un pasado lleno de complejidades.
En su camino, fulmina poderosos mitos que se han consolidado en nuestro
imaginario. No es cierto, sin ir más lejos, que la Iglesia medieval
defendiera el terraplanismo.

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ANABEL HERRERA

Las grandes mentes científicas de los siglos XVI y XVII no eran


enemigas de la fe, sino todo lo contrario. Como señala Navarro,
Bacon, Kepler o Newton estaban convencidos de que el conocimiento les
ayudaba a acercarse a Dios. Newton, por ejemplo, dejó escrito que los
prodigios de la naturaleza implicaban la existencia de un creador: “Este
maravilloso sistema del Sol, los planetas y los cometas solo puede
proceder del consejo y dominio de un ser inteligente”.

En busca del fin de una época

El descubridor de la ley de la gravitación universal no era, por tanto, solo


un racionalista que no creyera más que en el método científico. Dedicó
muchos esfuerzos a buscar en la Biblia secretos ocultos que le permitieran
averiguar la fecha del fin del mundo. Llegó a la conclusión de que la
historia no se acabaría antes del año 2060. ¿En qué fundamentó su
cálculo? En una interpretación del libro de Daniel y el del Apocalipsis, de
donde extrae la idea de que el Anticristo gobernaría por 1.260 años. Llega
a esta cifra interpretando que los 1.260 días del texto bíblico se refieren,
de manera simbólica, a ese periodo de tiempo.

Isaac Newton descubre las leyes de la gravedad en una caricatura de John Leech, 1897.
Print Collector / Getty Images

Newton empieza a contar a partir del año 800 porque esa fecha significó,
a su juicio, que la Iglesia romana se convirtiera en un poder político tras la
coronación imperial de Carlomagno. Comenzaba con ello un tiempo de
“apostasía”. El físico inglés, en esto, reflejaba los prejuicios protestantes
contra el catolicismo.
Pero su profecía del fin del mundo nada tiene que ver con las imágenes
dantescas de algunas películas de catástrofes. No quiere decir que la
Tierra vaya a ser destruida. Se refiere a que la humanidad entrará en una
nueva fase gracias al retorno de Jesucristo. Eso, según Newton, podía
suceder también después de 2060, pero de ninguna manera antes.

La comunidad académica conocía estas reflexiones, no así el resto de la


población. Ya en el siglo XXI, con el descubrimiento de unos
manuscritos, la noticia saltó a los medios y provocó una conmoción. ¡No
era eso lo que la gente esperaba de un príncipe de la ciencia! Pero sus
anotaciones consisten solo en un trabajo de carácter privado, no destinado
a la publicación; a Newton, en realidad, le horrorizaban todos los intentos
de poner una fecha al fin de los tiempos. Creía que era una forma de
desacreditar las Sagradas Escrituras, porque las predicciones, “temerarias
conjeturas de hombres fantasiosos”, siempre iban a fallar. Estaba
convencido de que no podía ser de otra manera, puesto que Jesús volvería
a la Tierra de forma inesperada: “Cristo viene como ladrón en la noche, y
no nos corresponde a nosotros saber los tiempos y las estaciones que Dios
ha puesto en su propio pecho”.

Oro a la carta

Con criterios actuales, su creencia en la alquimia tampoco resulta mucho


más comprensible. Para el insigne físico, era posible fabricar oro y plata.
Uno de sus manuscritos muestra las instrucciones para obtener “mercurio
filosófico”, una sustancia indispensable para todo el que quisiera hacerse
con la piedra filosofal, la gran herramienta que le permitiría salir de pobre
de una vez por todas. Una vez fabricado el oro, el siguiente paso sería
alcanzar la inmortalidad. ¿Quién dijo que la palabra “imposible” estaba en
el diccionario?
Documento de Isaac Newton en el que buscaba la fórmula de la piedra filosofal.
Otras Fuentes

Sin embargo, antes de sonreír con escepticismo, situémonos en la época.


Newton no apreciaba contradicción entre sus intereses teológicos y
esotéricos, por un lado, y la dedicación a la ciencia, por otro. En su visión
del mundo, lo material y lo espiritual no constituían realidades separadas,
sino dos mitades de una realidad única. Lo que él practicaba no era una
disciplina tal como la entendemos ahora, sino la “filosofía natural”. Esta
forma de conocimiento implicaba estudiar tanto la naturaleza como la
intervención en ella de la mano de Dios.

En fin, Newton es una figura más compleja de lo que solemos pensar. ¿El
iniciador de la Edad de la Razón? El economista John Maynard
Keynes negó, en el siglo XX, que así fuera. Por su mentalidad, lo
consideraba “el último de los magos, el último babilonio y sumerio”.

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