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Documentos de Cultura
– tomo i –
Edición de
Antoni Nomdedeu Rull
Esther Forgas Berdet
Maria Bargalló Escrivà
Tarragona, 2012
Edita
Publicacions URV
Arola Editors, S.L. - Gràfiques Arrels
Arola Editors:
Polígon Francolí, parcel·la 3, nau 5 - 43006 Tarragona
Tel. 977 553 707 - Fax 902 877 365
arola@arolaeditors.com
Gràfiques Arrels:
Polígon Francolí, parcel·la 3, nau 5 - 43006 Tarragona
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Tabla de contenido
Presentación 7
Conferencias 9
Proyectos de investigación 67
Índice 549
Presentación
Los trabajos que figuran a continuación fueron presentados durante el IV Congreso In-
ternacional de Lexicografía Hispánica, que tuvo lugar en Tarragona, del 20 al 22 de sep-
tiembre de 2010. Las aportaciones realizadas cubrieron diversos ámbitos relacionados
con la teoría y la práctica lexicográficas. Para facilitar la consulta, hemos editado dos
volúmenes bajo el título de Avances en lexicografía hispánica (I) y (II). El primer volumen
reúne las contribuciones de los ponentes invitados —la del Dr. Juan Gutiérrez Cuadrado
y la de la Dra. Concepción Maldonado—, la contribución del Dr. Morala, presentada en
la mesa redonda que, sobre los diccionarios de las lenguas de España, tuvo lugar durante
el Congreso, así como las comunicaciones de los ámbitos de análisis de la práctica lexi-
cográfica e historia de la lexicografía. El segundo volumen incluye las comunicaciones
relacionadas con los ámbitos de lexicografía bilingüe y plurilingüe, lexicografía computa-
cional, lexicografía didáctica, lexicografía especializada y lexicografía teórica.
El conjunto de aportaciones que se presentaron permitió ofrecer un amplio pano-
rama de las investigaciones recientes sobre este campo a partir de los puntos de vista de
investigadores procedentes de diversos países de América, África, Asia y, especialmente,
de las diversas universidades, centros de investigación o entidades de Europa en los que
se trabaja de manera constante y fructífera en el ámbito de la lexicografía. Este campo
de estudio ha evolucionado significativamente en todo el mundo y de forma aún más
importante, a nuestro entender, en España. En todos los trabajos se ofrecen interesan-
tes reflexiones sobre esta disciplina, que está permanentemente en revisión, dado que
las transformaciones que ha experimentado en los últimos años suponen un continuo
desafío para los investigadores que desarrollan su trabajo en esta área de la lingüística
aplicada.
Esta publicación ha sido posible gracias a la ayuda recibida por diversas insti-
tuciones que subvencionaron el Congreso, así como los resultados que de él se derivan.
Agradecemos por ello la ayuda recibida del Ministerio de Ciencia e Innovación (Acción
complementaria FFI2010-11952-E), de diversas instancias de la Universitat Rovira
i Virgili (Facultat de Lletres, Departament de Filologies Romàniques, Vicerrectorado
de Investigación e instituciones sanitarias), así como el apoyo de entidades municipales.
También debemos agradecer, especialmente, la colaboración de los miembros del comité
científico a la hora de seleccionar las contribuciones que fueron presentadas.
El IV Congreso Internacional de Lexicografía hispánica no hubiera podido rea-
lizarse sin la colaboración entusiasta y decidida de las personas que formaron parte del
comité organizador: Esther Forgas Berdet, Maria Bargalló Escrivà, Natàlia Català To-
rres, Cecilio Garriga Escribano, Neus Vila Rubio, María Herrera Rodrigo, José Antonio
Moreno Villanueva y Sandra Iglesia Martín.
Finalmente, debemos dejar constancia de nuestro agradecimiento al Sr. Jaume
Llambrich y a la Sra. Magalí Urcaray del Servicio de Publicaciones de la Universitat Ro-
vira i Virgili por su ayuda y disponibilidad mostradas para la publicación de estos dos
volúmenes.
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Conferencias
Diccionarios y educación:
¿una relación de compromiso?
0. Introducción
Antes que nada, quiero agradecer a los organizadores del Congreso la oportunidad que
me brindan de dirigirme a todos ustedes. Es para mí un honor; y un privilegio.
Esta invitación fue para mí una sorpresa, porque hay en esas butacas hoy escu-
chando mucha gente más merecedora que yo de estar aquí hablando. Yo solo tengo a mis
espaldas ser la cara visible de un equipo muy amplio de gente cuyo trabajo consiste en
hacer diccionarios, un equipo siempre abierto a ese baño de humildad permanente que es
el conocimiento de la realidad del aula.
Y desde esa experiencia de trabajo, y desde ese servicio a las necesidades de profe-
sores y alumnos, es desde donde queremos partir para abrir hoy un espacio de reflexión
sobre cuál puede ser nuestra tarea como lexicógrafos en este intentar entre todos hacer un
mundo mejor, que no otro es el reto al que nos enfrenta la tarea educativa.
Advertida de las críticas que esta enmienda estaba suscitando entre muchas de las
fuerzas políticas, la RAE aseguró que seguirían manteniendo como primera definición
la que por error se había suprimido, y que el fallo quedaría corregido en la web antes del
verano.
A fecha de hoy podemos decir que esta promesa se ha cumplido; lo que no entra-
remos a analizar aquí son los cambios que la definición de nacionalidad ha sufrido en las
ahora solo dos acepciones restantes…1
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Diccionarios y educación: ¿una relación de compromiso?
En cualquier caso, volviendo a la frase de Kay, la mejor forma de saber la sociedad que
tendremos sería inventándola. Al parecer ya hemos comenzado, la hemos incluido en el
diccionario
3 Así, por ejemplo, el 15 de mayo de 2010 se recogía en La Vanguardia cómo un profesor de física australiano descubrió una
definición errónea en el Oxford English Dictionary en la palabra sifón, cuyo funcionamiento se produce gracias a la fuerza de
gravedad y no por la presión atmosférica, como venía afirmando equivocadamente ese diccionario desde 1911.
4 El 29 de julio de 2007, por poner tan solo un ejemplo, Europa Press difundía una nota de prensa de la Real Academia Espa-
ñola con este titular: «Festivalero, oenegé o cultureta, en la RAE»
Pues bien, nuestra reflexión sobre la enorme responsabilidad que los lexicógrafos
tenemos en el campo de la educación va a apoyarse en dos ejes, a veces paralelos y a veces
«atravesados». Comenzaremos por sumergirnos en las distintas asociaciones de ideas que
despierta en nuestro entorno el uso de la expresión relación de compromiso, utilizada en
esta exposición para definir la relación que existe entre educación y diccionarios. Y, en
alternancia, iremos comparando nuestra realidad con la realidad que se vive en la escuela
de los países americanos hispanohablantes para los que hemos trabajado.
de compromiso
Dicho de una solución, de una respuesta, etc., que se dan por obligación o necesidad, no
por complacer.
5 Según informa la propia RAE en su página web, en la sección dedicada a los Avances de la 23ª edición, a fecha de 8 de
septiembre de 2010, la página electrónica del Diccionario de la Academia incorpora, a partir de julio de 2010, las 2996 mo-
dificaciones aprobadas por la Corporación, después del 13 de diciembre de 2006 y antes del 28 de junio de 2007. Sumadas
estas actualizaciones a las ya publicadas en esa página web con anterioridad, el Diccionario académico ha experimentado, desde
su última edición (la vigésima segunda, de 2001), un total de 5855 adiciones, 44183 supresiones y 10268 enmiendas, lo que
constituye un total de 20 306 cambios.
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Diccionarios y educación: ¿una relación de compromiso?
Sin embargo, ser madre de hijos adolescentes, cambia nuestra forma de estar en el
mundo (y cambia nuestra forma de buscar en un diccionario). Y yo, he de reconocerlo, en
mi casa soy madre feliz y lexicógrafa frustrada. ¿Cómo no serlo cuando con estos ojitos
que se han de comer la tierra ves cómo tu hijo el mayor, adornado por muchas virtudes
pero no precisamente por la de ser buen estudiante, es capaz de encender el ordenador
para buscar qué es un arándano y, no contento con asumir el gasto de luz y de tiempo que
supone poner en marcha la carraca que tenemos en casa como ordenador comunitario,
renuncia de entrada a leer y se da por satisfecho al ver en Google Imágenes una foto del
susodicho? (Por supuesto, la primera foto que se le ofrece de las 314.000 registradas.)
Esto ocurrió hace unos cinco años, y yo intenté convencerle entonces de que los
términos que designan realidades de siempre son términos que encontrará definidos con
claridad en cualquiera de los diccionarios que tiene a su alcance en las estanterías de
casa.
En mi defensa tengo que decir que el diccionario escolar que él manejaba por
entonces ofrecía una definición mucho más sencilla que la registrada en el Diccionario
académico:
Planta de la familia de las Ericáceas, de dos a cinco decímetros de altura, con ramas
angulosas, hojas alternas, aovadas y aserradas, flores solitarias, axilares, de color blanco
verdoso o rosado, y por frutos bayas negruzcas o azuladas, dulces y comestibles.
Potenciar la biblioteca escolar a fin de que todos aquellos materiales escolares, como los
diccionarios, libros de lectura u otros libros de consulta general, sean del propio centro y
puedan ser utilizados por los alumnos en régimen de préstamo, evitando que deban ser
adquiridos obligatoriamente por las familias.
Aplaudí la iniciativa. Me parece adecuada y acorde con los tiempos que corren.
No se nos prohibía a las familias comprar diccionarios; sí que se obligaba a los centros a
facilitar su uso a todos los alumnos, independientemente de que pudieran o no comprar-
los como propios.
Miedo me dio, en cambio, leer el punto anterior a ese:
Porque lo más económico es seguir usando los diccionarios que en el aula se ha-
llan desde tiempo inmemorial. O permitir que el alumno se presente en clase con el pri-
mer diccionario que a su alcance se encuentre. Y llevamos años luchando por evitar que
nuestros hijos estudien con libros en los que los gitanos sean una raza de vagabundos sin
domicilio fijo; o donde, igual que el besugo es un pescado de sabor exquisito (sin importar que
a alguien pueda darle arcadas su sabor), la pagoda sea un tempo de un ídolo oriental (sin
que tampoco importe mucho que, por definición, un ídolo sea un dios falso). (Maldonado,
(1997a: 15–16)
Son ejemplos manidos, lo sé. Pero los sigo citando porque, aunque nos pese, si-
guen vigentes y de actualidad. ¿Que dónde? Pues en esos reductos escolares desde donde
la Comunidad de Madrid pide que se surta de diccionarios a los estudiantes: las biblio-
tecas. Sin ir más lejos, esta pasada primavera acudí a varios colegios desde los que se nos
había pedido colaboración para ayudar a discernir qué obras de consulta habían quedado
ya obsoletas. No viene al caso contar que eran casi todas. Lo que sí resulta doloroso es
saber que los diccionarios y enciclopedias que llenaban paredes y paredes de estanterías
incluían aún gran número de ejemplares de los diccionarios de los que en su día obtuvi-
mos los ejemplos antes citados.
Los diccionarios son una ventana abierta al mundo. Y no queremos que nuestros
hijos se asomen a una ventana de cristales sucios, y, menos aún, sin saber que esa sucie-
dad que empaña su visión no es parte de la realidad que ven sino un filtro indeseado y
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Diccionarios y educación: ¿una relación de compromiso?
fácilmente eliminable, fruto muchas veces de una mera actitud de desidia ante el paso,
siempre implacable, del tiempo.
Porque los diccionarios tienen fecha de caducidad, como los yogures (el problema
es que no nos han enseñado a reconocer esa fecha para poder devolver los productos
caducados que a veces quieren colocarnos).
No queremos que los niños busquen, sin encontrarlas, palabras tan de actualidad
para ellos como bloguero, chatear, tunear, customizar, quad, o nugget. Y queremos que se in-
cluya como locución la expresión tirar de la cadena con la que aún hoy seguimos refirién-
donos al hecho de descargar la cisterna de un inodoro, aunque ya apenas ningún inodoro
esté provisto de una cadena. Porque solo si estás muy atento a los niños de tres años y a su
aprendizaje de la autonomía personal observarás que no obedecen a la orden de tirar de la
cadena porque no la entienden, mientras que sí que responden a la consigna de apretar el
botón o tirar del botón (según el modelo de cisterna) después de usar el baño.
No queremos que se sigan manejando diccionarios en los que la ch y la ll sigan
ordenándose en el alfabeto como letras independientes. Ni queremos que se sigan ense-
ñando y aprendiendo unas normas de corrección gramatical que no son las últimas, las
actuales, las recogidas en los obras de los últimos años de las Asociación de Academias.
Sí, ya sabemos que el ritmo de cambios normativos al que nos ha sometido la
Asociación de Academias en los últimos años ha sido quizá excesivo.6 Pero, nos guste
o no, estamos obligados a conocer esa norma y a facilitar a los profesores información
sobre la disciplina que imparten. No podemos presionarles para que, al salir del aula
cada día, actualicen sus conocimientos estudiando a fondo todas y cada una de las obras
académicas citadas (máxime, cuando descubran cuántos usos condenados, por ejemplo,
en el DRAE del 2001 aparecen ya como legítimos cuatro años más tarde, en el DPD;
como pueda ser el caso, por ejemplo, del uso del verbo escuchar por oír, normal en His-
panoamérica y cada vez más extendido por España). Pero sí que podemos prestarles un
servicio si les ofrecemos esa información ya sintetizada. Porque solo así evitaremos que
maestros en Primaria sigan aún hoy enseñando que fue y dio llevan tilde; o que, pese a lo
propuesto en la Ortografía de 1999 sobre no acentuar el adverbio solo y los pronombres
demostrativos más que en casos de ambigüedad, sigan enseñando a los alumnos que esa
tilde es obligatoria; o que dejen de corregir como incorrecta la pronunciación de adecúo
con hiato o la conjugación del verbo agredir como un verbo no ya defectivo sino de conju-
gación completa, con todas sus formas.
Y porque igual que no pedimos a nuestros alumnos de ocho años que estudien
Matemáticas con un manual universitario, queremos evitar que en Tercero de Primaria
se consulten diccionarios en los que el pimiento siga siendo una
Planta herbácea anual, de la familia de las Solanáceas, con tallos ramosos de cuatro a
seis decímetros de altura, hojas lanceoladas, enteras y lampiñas, flores blancas, pequeñas,
axilares, y fruto en baya hueca, muy variable en forma y tamaño, según las castas, pero ge-
neralmente cónico, de punta obtusa, terso en la superficie, primeramente verde, después
rojo o amarillo, y con multitud de semillas planas, circulares, amarillentas, sujetas en una
expansión interior del pedúnculo. (DRAE-2001)
6 En 1999, la nueva Ortografía; en 2001, la vigésima segunda edición del Diccionario (de las sucesivas tandas de enmiendas in-
cluidas, no hablaremos aquí); en el año 2005, el Diccionario Panhispánico de dudas; en 2009, los tomos de la Gramática relativos
a Morfología y Sintaxis; en este año 2010, el Diccionario de americanismos; y ya está anunciada, para la Feria Internacional del
Libro de Guadalajara, en diciembre de este año, la aprobación oficial del texto de la Nueva Ortografía por parte de la Asociación
de Academias y el anuncio de la elaboración de las ediciones nacionales o regionales de un Diccionario panhispánico escolar.
En resumen, que nos parece perfecto este plan de ajuste en los centros, siempre y
cuando esa consigna de ahorro vaya acompañada de una labor de formación permanente
del profesorado. Porque la sociedad del futuro está en manos de los maestros y profeso-
res, un grupo de personas a las que admiramos cada día más por su labor, por su tarea
constante en el aula, por su esperanza en que el cambio es posible, por su ilusión en cada
alumno que pasa por sus manos.
Que no nos pidan que ahorremos sin más: la educación de nuestros niños y jóve-
nes es lo más valioso que tenemos entre manos.
Queremos, por ejemplo, un diccionario de gran despliegue gráfico (con inclusión de lámi-
nas a cuatro colores), formato grande que permita un cuerpo de letra mayor del habitual;
para los cursos iniciales queremos que se supriman las abreviaturas; queremos un lema-
rio muy amplio, con el fin de que nuestros alumnos utilicen ese mismo diccionario a lo
largo de toda su vida escolar; y un sinfín de peticiones más de todas esas características
que aquí, en España, han hecho que el panorama de la lexicografía escolar sea hoy didác-
tico de forma generalizada.
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Diccionarios y educación: ¿una relación de compromiso?
Y así podríamos seguir poniendo ejemplos, país por país. Porque el cuatro en
Puerto Rico es un instrumento musical. Y lo que allí se come son alcapurrias, funche,
sancocho y arepas (salmorejo también, sí, pero no el andaluz, sino el preparado a base de
carne guisada de jueyes, plátanos, yuca y salsa). Y porque en los diccionarios chilenos
conviene que en iceberg haya una nota de pronunciación que advierta de que es palabra
que se pronuncia a la inglesa (nota que sobraría en los diccionarios escolares para Espa-
ña). Y porque en Colombia, sobre todo en la costa pacífica, los chantaduros son igual de
cotidianos en las calles que nuestras castañas asadas aquí en el otoño.
Podríamos seguir poniendo muchos ejemplos de las variedades de uso del espa-
ñol, sí; pero nos limitaremos tan solo a insistir de nuevo en la diferencia que existe entre
ser lexicógrafo (o hacedor de diccionarios, que lo mismo es) y ser su editor.
Mecanismo de metal con dos piezas unidas por un eje común, que se fijan en
dos superficies separadas para juntarlas permitiendo el giro de una sobre otra:
Engrasa bien las bisagras para que no chirríen cuando se abra la puerta. (Maldo-
nado, 2006c)
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Diccionarios y educación: ¿una relación de compromiso?
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Diccionarios y educación: ¿una relación de compromiso?
8 «El español del futuro es sin duda panhispánico; es el que favorece la unidad y cohesión de la lengua y garantizará su vitali-
dad a través del uso social y mediático. El español internacional no pretende ser la lengua del futuro, sino un estándar común que
ayuda a esa proyección; una modalidad que sobrepasa las fronteras de regionales y nacionales en aras de un nuevo concepto de
lealtad lingüística que lleva a considerar la lengua, ante todo, como un factor de integración social y de promoción humana, más
que como una bandera de nacionalismos, razas o ideologías» (Bravo García, 2008: 88–89).
9 Por citar el caso de antes, la definición del pimiento no era ya la que antes leíamos, sino
Fruto comestible de forma cónica, gralm. de color verde o rojo, hueco en su interior y con muchas semillas, del
cual existen diversas variedades, por ej.: pimiento morrón. Hizo una ensalada con pimientos y cebolla. Hemos comido
pimientos rellenos, etc.
Y fue entonces cuando, al comparar estas obras académicas con lo que hasta en-
tonces había sido nuestra única experiencia de trabajo en la escuela americana (la edición
de un diccionario escolar para México, por encargo expreso de la Secretaría de Educación
Pública en 1997, y del cual se han hecho ya cuatro ediciones ampliadas, revisadas y ac-
tualizadas, y calculamos que se han vendido ya más de 500.000 ejemplares) (Maldonado,
1997a); fue entonces, digo, cuando volvimos a descubrir un hueco en el que encajaba a la
perfección nuestra idea de diccionarios didácticos: el hueco de los diccionarios escolares
de iniciación que, país por país, fueran recogiendo las distintas variedades del español.
Porque si algo habíamos constatado al abordar aquel encargo había sido que las necesi-
dades lexicográficas de un niño de ocho años mexicano no eran del todo coincidentes con
las necesidades del niño de ocho años español. Y que en ayudar a resolver a cada uno esas
cuestiones diferenciales radicaba la calidad de la adecuación de los diccionarios
El diccionario mexicano antes mencionado había sido un proyecto gratificante:
todos los niños de ocho años de todas las escuelas mexicanas, desde Chihuahua hasta
Chiapas, pasando por DF, iban a tener en el aula un diccionario concebido, redactado y
diseñado expresamente para ellos, y en el que venían registradas voces como botana (ape-
ritivo), puzcua (maíz cocido con cal y reventado, que se emplea para hacer tortilla o atole),
pinole (harina de maíz tostado), joma (joroba) o peladez (grosería); habían desaparecido las
judías verdes, las maletas, los albaricoques y las cometas para dejar paso a los ejotes, las va-
lijas, los chabacanos y los papalotes; aparecían ilustraciones del jarabe tapatío o del xocoyol
(según una leyenda mexicana, un niño con alas que aparece después de una tormenta) y
no del chotis o del hombre del saco; y, todo ello, estaba redactado en el español que a ellos
les resultaba reconocible (sin uso de vosotros; sin pretéritos perfectos; etc.).
El sistema de trabajo, visto entonces, con la perspectiva que nos daba el año 2006,
resultaba ya obsoleto: aunque los artículos del diccionario se habían manejado ya en 1997
en una base de datos, la comunicación con la SEP había sido vía fax; las sucesivas revi-
siones y correcciones del texto se habían hecho en papel; y tanto tardaban entonces los
envíos por correo postal, y tan caros resultaban, que la última revisión compensó hacerla
invitando a España durante un mes a las dos personas encargadas de ella. No obstante, el
procedimiento de trabajo seguía teniendo validez. Y fue entonces, ese año 2006, cuando,
apoyándonos en la experiencia mexicana, decidimos prestar nuestro saber hacer edito-
rial a las necesidades lexicográficas de las distintas escuelas en los distintos países donde
nuestro grupo editorial tenía sede. Comenzamos por estudiar a fondo la competencia. Y
ese estudio fue, en los siete países, descorazonador: los diccionarios más vendidos (por
más baratos) eran siempre diccionarios que solo tenían de americanos el lugar de impre-
sión (y eso, en el mejor de los casos; porque a menudo encontrábamos a la venta stocks
de obsoletos de ediciones españolas). Pero, por eso mismo también, el estudio de la com-
petencia nos dio alas para volar. Hicimos diccionarios a la carta, claros y didácticos. Y en
estos casos, al adjetivo didáctico, además de ‘claro y adecuado a la edad de cada alumno’,
pasó a significar ‘que recoge y describe el lenguaje que el niño ve utilizado en su entorno’
Hoy, si tuviéramos que hacer balance de estos cuatro años trabajando para y con
estos siete países de América, creo que afirmaría que hemos hecho lo más fácil (los dic-
cionarios) y que lo que queda es mucho más complejo:
Porque si nuestro trabajo no es solo hacer diccionarios sino prestar un servicio
al profesor, nos queda por comunicar al profesor que ese servicio existe. Y solo cuando
conoces que la mayoría de los profesores en Perú o en Colombia hacen doblete en su ofi-
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Diccionarios y educación: ¿una relación de compromiso?
cio y trabajan doble jornada diaria para poder subsistir, entiendes que eso de prestar un
servicio al profesor y ayudarle en su trabajo en el aula es una necesidad a la que debemos
dar respuestas que sean para ellos auténticas soluciones.
Porque solo cuando has tenido el privilegio de atravesar de punta a punta la Re-
publica Dominicana y has viajado en coche de Santo Domingo a Santiago (en nuestro
caso, no por hacer turismo sino por motivos de trabajo) has podido ver la realidad del
país y cómo van uniformados a la escuela niños que cruzan descalzos las autopistas para
ayudar a sus familias en los puestos de venta ambulante que hay a ambos lados de la
carretera.
Porque si la realidad del aula nos hace trabajar muy centrados en los diccionarios
de iniciación, utilizados en los primeros años de Primaria, la realidad de los Ministerios
públicos y de las licitaciones y compras públicas nos hace estar atentos también a las
nuevas tecnologías (ya en alguna ocasión, el elemento que ha hecho a un Gobierno de-
cantarse entre uno u otro producto ha sido la utilización o no de las nuevas tecnologías
(CD’s, uso de páginas web, etc.)
Creemos que este camino iniciado (el de la lexicografía escolar local) nos llevará
al destino buscado (una mejora en la educación). Creemos que el panhispanismo es im-
portante y necesario como política lingüística que garantice la unidad del español. Cree-
mos que el español internacional o español neutro es importante y necesario como recurso
económico que garantice la viabilidad de algunos proyectos multimedia de alcance global.
Pero, y este sería ya el final de la historia aquí narrada, creemos que la lexicografía local
escolar es importante y necesaria como instrumento educativo.
3. Conclusiones
¿Conclusiones de esta exposición? Solo una: Nos queda mucho por hacer. A todos, sí:
padres, profesores, instituciones educativas, editores, alumnos… Pero hoy estamos todos
aquí como lexicógrafos: y, como tales, es responsabilidad nuestra estar atentos siempre
a esa sociedad (viva) que habla la lengua (viva) que intentamos describir con nuestro
trabajo.
Muchas gracias
4. Referencias bibliográficas
AAVV (1989). Oxford English Dictionary, 2ª ed. Clarendon Press, 20 vols.
A A L E (1998). Diccionario práctico del
estudiante. México, Santillana.
A A L E (2001). Diccionario de la lengua
española, 22ª ed. Madrid: Espasa-Calpe.
A A L E (2001b). Diccionario de la len-
gua española, 22ª ed. Madrid: Espasa-Calpe. Disponible en <http://buscon.rae.
es/draeI/> [consulta: 2 de septiembre de 2010]
A A L E (2005). Diccionario panhispáni-
co de dudas. Madrid: Santillana.
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Diccionarios y educación: ¿una relación de compromiso?
1. El título
El tema que me toca tratar no aparece en la bibliografía lexicográfica ni suele aflorar en los
congresos. Y, sin embargo, no es una cuestión impertinente o irrelevante para la lexicogra-
fía, como demuestran los comentarios que autores competentes vierten a menudo sobre
los diccionarios que se proyectan, se inician, se reanudan o quedan en suspenso.
La primera cuestión que debemos decidir se refiere al título. He utilizado el ad-
jetivo inacabado, en el sentido de ‘inconcluso’; truncado, interrumpido y fracasado son los
términos que utiliza Seco (2003:151) para los diccionarios de la Academia Española de
1770 y 1933 y el de la Académie Française (1865–94):
1 Reproduzco con notas la conferencia de clausura del Congreso. El trabajo se ha financiado con cargo a los proyectos Micinn
FFI 2010-17967 y Diccionario histórico del español moderno de la ciencia y de la técnica (fase avanzada), desarrollado por el
grupo NEOLCYT (http://seneca.uab.es/neolcyt), Grupo Consolidado de la Generalitat de Catalunya (2009SGR-937) y
financiado por el Ministerio de Educación y Ciencia (FFI2010-15240). Este grupo participa en la Red Temática «Lengua y
ciencia» (FFI2009-05433-E).
En otro momento (ib.: 168) prefiere llamar inconcluso al Diccionario Histórico aca-
démico de 1933. Álvarez de Miranda, por su parte, se refiere al Diccionario académico de
1770 como obra inacabada (2001: 45). A esta misma edición académica Gustavo Bueno
(http://www.filosofia.org/enc/aca/aca.htm) la califica de frustrada: «En 1770 apareció
el primer tomo (letras A-B) de una frustrada edición actualizada del diccionario». Y en
la Web de la Fundación Santiago Rey Fernández Latorre, que recomienda, entre otros
recursos, la página Web de la Académie française, se puede leer: «El sitio de la Academia
Francesa ofrece en línea su inacabado diccionario y otros recursos de interés».
A la vista de tales calificativos, en un primer momento tentado estuve de llamar
incompletos los diccionarios sin acabar, pero hubiera sido una elección desafortunada, ya
que incompletos son todos los diccionarios, como afirma Enrique Turover (http://www.
cluny-es.com/cluny-iseit/es/documentos/de%20diccionarios.pdf ), autor de un diccio-
nario ruso-español, intérprete y traductor:
2 «El diccionario: Debido a lo ambicioso de este proyecto, el diccionario está (y estará siempre) inacabado. Las palabras que lo
componen están sacadas de muchas fuentes: familiares, amigos, otros diccionarios (tanto en línea como en papel), recuerdos
de la niñez y de la juventud, etc. Para mantener un cierto rigor académico, todas las palabras se han confrontado usando el
Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia Española (vigésima segunda edición, 2001). El significado que aquí se
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Los diccionarios inacabados
Herre nació hace algunos años en un pueblecito tan pequeñito del antiguo reino de Va-
lencia que no salía ni en el mapa de carreteras. Aprendió a leer (más o menos), a escribir
(más o menos) fue creciendo y llegó a una altura de 1,75 centímetros, 75 kilos de peso,
número 45 de zapatos y zapatillas, y se dejó bigote.
2. Objetivos
Nos centraremos nosotros, por tanto, en los diccionarios inacabados. No voy a historiar
los diccionarios inconclusos del español, aunque cite algunos. Mi punto de partida es otro.
Durante años me he preguntado muchas veces por qué no se acababa un diccionario. Y en
realidad, intuitivamente, lo he comprendido mientras trabajaba en el Salamanca de Santi-
llana. Intentaré racionalizar aquellas sensaciones tan terribles para un lexicógrafo.
La pregunta a la que debemos responder es ¿qué accidentes, circunstancias o,
sencillamente, sucesos arruinan un diccionario y lo conducen a un callejón sin salida o
a una vía muerta? Porque todo diccionario que arranca tiene un camino trazado y una
meta. Si se queda detenido en una vía cualquiera de una estación intermedia es porque
ha sucedido alguna tragedia, más grande o más pequeña, pero, al fin y al cabo, tragedia.
Abandonar un diccionario provoca en cualquier lexicógrafo o equipo lexicográfico una
gran desazón si no decepción. Por tanto, ¿qué conduce a un diccionario a una vía muerta?
Esta pregunta debe tener alguna respuesta o varias, y probablemente no tengan todas
ha usado es el que se da en dicha obra, si la palabra aparece en ella. Para el resto de palabras, se ha intentado imitar este mismo
modelo en la medida de lo posible».
3 Como propaganda, en la página citada se expone: «Hace un tiempo, sin quererlo ni beberlo, el autor de este diccionario
escribió una palabra mal, y al ir a rectificarla se dio cuenta de que podía tener su propio significado; al fin y al cabo, las palabras
las inventó alguien, queriendo, sin querer, de chorra o de pastelera casualidad. Así que guardó la palabreja ésa. De repente, y sin
querer evitarlo, salió otra, que también guardó, y así sucesivamiente. Así que un día decidió ponerlas en orden alfabético y des-
cubrió que era una tarea entretenida pero divertida». Primera edición: 2009. N.º de páginas: 96. ISBN: 978-84-92732-51-7.
Encuadernación: Rústica. P.V.P: 10 € más gastos de envío.
32
Los diccionarios inacabados
5 Hay que contar con la excepción de Armando Cotarelo, más volcado en la literatura. Sin embargo, el esfuerzo que le exigieron
sus numerosos trabajos no tiene que envidiar nada al de un diccionario.
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Los diccionarios inacabados
los diccionarios en uno u otro momento. No puede compararse sin grave riesgo, y sin to-
mar las debidas precauciones, la organización del trabajo de autores de épocas diferentes.
En España, por ejemplo, el trabajo intelectual de los laicos es algo todavía relativamente
extraño en el siglo . En el siglo de la Ilustración las diversiones, la organización de la
vida, los viajes, las comodidades, la capacidad de sufrimiento, el alumbrado, la alimenta-
ción, etc. distaban bastante de las del siglo . Todavía en 1960 muchas dependencias de
la Universidad en Salamanca tenían unos hermosos radiadores que desempeñaban muy
bien su función ornamental, algo insuficiente en los días de invierno. En muchas clases
había que estar con abrigo y bufanda. Que sepamos, ningún diccionario ha quedado in-
acabado por falta de candela o por frío o por hambre del lexicógrafo, que normalmente
ha sido una persona poco exigente con las comodidades materiales. Pero lo mismo les ha
sucedido a lo largo de la historia a muchos intelectuales, artistas, a casi todos los cam-
pesinos, a muchos guerreros y, en general, a todas las personas, salvo a algunos grupos
relativamente reducidos.
La pregunta que debe hacerse es por qué algunos autores, de virtudes más o menos
semejantes, no acaban un diccionario, en primer lugar; En segundo, por qué en parecidas
circunstancias algunos fracasan y otros tienen éxito. Y aquí, cuando hablo de fracaso o
éxito no me refiero a la calidad mejor o peor del diccionario sino a su conclusión. Siempre
dentro del grupo de diccionarios importantes, por supuesto. Si es una obra aprovechable,
aunque tenga bastantes defectos, un diccionario acabado es un éxito y uno inconcluso, un
fracaso. Por una razón muy sencilla. Y este es el meollo de nuestra reflexión, apropiándo-
nos de la afirmación de Littré, cuando navegaba en el océano de sus materiales y se sentía
perdido en el tiempo y en el espacio y decide, según cuenta: «Il était urgent de se résigner
à un sacrifice, et de procéder au tout en se refusant à mettre la dernière main aux parties
(Littré, 1897: 8)». Gracias a esta decisión de Littré y a su trabajo, comenta Bréal, «Le Dic-
tionnaire historique de la langue française a, entre toutes les oevres de même sorte, son
rang à part. Il est pratique, il est scientifique et il est terminé». Y recordando las propias
palabras de Littré escribe: «Or, comme il le dit, c’est le out qui est le juge suprême des par-
ties» (Bréal, 1897: ). «L’art de définir et de limiter son oeuvre» (Bréal, ). Subrayada
también por Michel Bréal, el ilustre fundador de la semántica que edita las confesiones
del lexicógrafo: «C’est le tout qui est le juge suprême des parties». «El juez supremo de
las partes es el conjunto», es decir, en el diccionario el conjunto lo es todo, las partes por
sí mismas valen poco. Por ello el que elabora diccionarios debe estar dispuesto siempre a
tomar decisiones rápidas, y ser consciente de que, normalmente, no puede volverse atrás,
porque debe someter las partes al conjunto.
4.2
Lo que hemos afirmado de los autores o lexicógrafos directores o responsables podría
también afirmarse de los colaboradores, que, sin duda, cobran importancia en el siglo
. Hay colaboradores más inteligentes, diligentes y perspicaces que otros e, incluso, a
veces se tropieza uno con algunos inútiles. Pero no tenemos constancia de que un diccio-
nario se haya hundido por culpa de los colaboradores. No es tan fácil que un colaborador
eche a pique un diccionario. Una anécdota, que si no es cierta, viene bien al caso, demues-
tra que una obra resiste bien los embates de algún colaborador más o menos despistado.
Así le sucedió al Diccionario de Ideas Afines de Benot6. Cedo la palabra a Pérez Ferrero
(1952: 49), el biógrafo de los Machado. Cuando llegan a Madrid y organizan sus contac-
tos encuentran un trabajo:
Otra empresa literaria está en marcha: don Eduardo Benot dirige el diccionario de ideas
afines, cuyo editor es Muñoz Samper, y llama a los Machado para que tomen parte en su
redacción. La obra cuenta, además, con un colaborador en cierto modo pintoresco: un
huevero de la calle de los Tres peces, Ramón Caballero, que se declara virtuoso en lexi-
cografía. Durante casi un año trabajan todos con ahínco. Como se han pronunciado por
la división de la labor, Manuel y Antonio redactan la parte referente a verbos y Caballero
toma a su cargo los adverbios. Y la cosa se hubiera desarrollado con placidez a no ser por
el descubrimiento que Benot hace en algún cuaderno recién aparecido y puesto a la venta:
Caballero, guiado por la norma de terminar en –mente la generalidad de los adverbios de
modo, había aplicado la terminación a los nombres en lugar de aplicarla a los adjetivos.
Así, don eduardo tiene ahora ante la vista, impresos en el dicho cuaderno, adverbios
como mesamente, farolamente, ladrillamente... ¡Un verdadero e irremediable horror¡
Debieron corregirse los cuadernillos, porque no hemos dado con los adverbios
mesamente, ladrillamente, farolamente en el diccionario de Benot, y debo decir que la Real
Academia debía admitirlos, porque son realmente útiles. Por ejemplo: «Nuestra econo-
mía tiene un problema ladrillamente» (‘en relación con el ladrillo, por culpa de los ladri-
llos’). Era un genio el lexicógrafo Caballero7.
La obra de Benot se titula Diccionario de Ideas afines y elementos de tecnología.
Tomo I. Solo contiene el Diccionario. Al final, una nota de advertencia de Manuel Macha-
do, secretario de la redacción, lo explica:
36
Los diccionarios inacabados
5. Proyecto
Un diccionario se parece mucho a un tren; lanzado en una dirección no es fácil desviarlo.
O llega a su destino, o se para o descarrila. Lo primero y lo más necesario para poder
acabar un diccionario es disponer de un proyecto. En ese proyecto –que puede ser bueno,
malo o regular– es esencial, para que funcione, que tenga unas determinadas caracterís-
ticas (bien expuestas, por ejemplo, por Maldonado, 1998; Zgusta, 2003; Svensén, 1993:
236–250 y 2003; Hartmann, 2001: 14–19). El proyecto que las reúna muestra los rasgos
siguientes: a) globalmente bien definido (se dispone de una idea del conjunto y de las dife-
rentes partes que lo forman); b) claro (se sabe qué tipo de diccionario se quiere elaborar);
c) coherente (se respetan los postulados generales en todas sus partes); d) sistemático (se
cuenta con un cierto algoritmo para que un determinado grupo de operaciones repetidas
—aunque complejas— conduzcan el proyecto a su conclusión); e) realizable sin especia-
les dificultades prácticas; f) harmónico (con una proporción adecuada entre sus diferen-
tes partes). Si un proyecto no reúne estas características, es difícil que el diccionario llegue
a buen puerto. Si se examinan con cuidado varios diccionarios inacabados, se descubre
que se basan en un proyecto endeble, que carece de varias características fundamentales,
o, lo que no suele ser raro, se nota que carecen de un proyecto auténtico. En efecto, a veces
se confunde un proyecto con una idea o un embrión de proyecto. La idea para elaborar un
diccionario o un proyecto embrionario es algo que debe cautivar a un lexicógrafo. Puede
ocupar una línea o varias páginas, no importa demasiado. Pero un proyecto embrionario
exige un desarrollo. En él no importan solo los datos de la microestructura, que evolucio-
nan sin grandes saltos o sobresaltos entre las diversas obras, según la época, sino los de la
macroestructura (qué tipo de diccionario, qué tipo de nomenclatura, qué extensión, perfil
del destinatario, etc.) y los medios para llevar a cabo el proyecto: a) medios técnicos (pa-
pel, tinta, cédulas, etc.), espacio donde se trabajará; b) equipo de colaboradores; c) tiempo
de realización; d) financiación. A este último punto le dedicaremos otro apartado.
En la medida en que el proyecto esté más desarrollado será más fácil plasmarlo
en la realidad. De todos modos, para ello el autor debe tener conciencia clara de los pasos
concretos necesarios para poner en marcha la obra y llevarla hasta su conclusión. Un
lexicógrafo avisado, después de los primeros pasos intentará acompasar el proyecto y la
marcha de su realización para poder empujarlo hasta el final. Es decir, en todo proyecto
debe prepararse siempre lo que ahora los protagonistas de las películas de acción llaman
8 El ejemplo más ilustrativo es el de l’Encyclopédie francesa. A pesar de la muchedumbre de redactores, las dificultades que Dide-
rot encontraba en algunos las compensaba con la entrega e inteligencia de otros (Blom, 2010: 130–140, 143–152 y 185–205).
un plan B, un plan alternativo; y, desde luego, cualquier autor debe contar con una gran
capacidad de renuncia y una gran flexibilidad9, que es lo mismo que la capacidad de situar
el conjunto por sobre las partes.
Hay que advertir, sin embargo, que si el diccionario no arranca o camina muy
lentamente, o no tiene bien programado el ritmo de marcha o la velocidad de crucero, a
medida que pasa el tiempo, el proyecto, que en un principio pareció razonable o atrajo
al lexicógrafo, puede convertirse en oneroso y cada vez será más difícil el continuar ela-
borándolo. De hecho, la mayoría de los diccionarios que se han dilatado a lo largo de los
años han sufrido modificaciones en sus proyectos para poder llegar al final o han utiliza-
do técnicas especiales para concluirse felizmente. Varios equipos en paralelo en el OED
a partir de un momento dado10, escalones en el del Español de México11. Caso digno de
consideración, por cierto. Desde que se publicó el primer texto sobre la organización de
su base de datos (Lara, Ham Chande y García Hidalgo, 1980) han pasado bastantes
años. No han faltado las críticas, pero ahora disponemos de un magnífico Diccionario del
Español de México (DEM). La estrategia que ha seguido la dirección de este diccionario
(encabezada siempre por Lara) ha sido fragmentar el trabajo en etapas, publicar obras
escalonadas, que iban creciendo de etapa en etapa. Si desde el primer día hasta que ha
salido el DEM no hubiera aparecido ningún diccionario, es probable que o no hubiéra-
mos contado con este diccionario o dispondríamos de otro diferente. Examinemos ahora
varios diccionarios inacabados por carecer de un proyecto claramente formulado o por
disponer solo de un proyecto embrionario. Naturalmente no son actuales, pues es más
fácil en estas cuestiones no referirse a situaciones contemporáneas.
38
Los diccionarios inacabados
Primero: A finales del siglo y principios del siglo la lexicografía euro-
pea se encuentra en una encrucijada. Las lenguas vulgares habían vuelto los ojos hacia los
diccionarios monolingües: La Crusca, en Italia; l’Academie française (Quemada, 1998),
de más éxito fuera que dentro de Francia, según Cormier (2003: 19–22), y Furetière
(Hoffmann, 1997; Rey, 2006; Surmont, 2008) en Francia. Sin embargo, era en Inglarerra
donde triunfaban y se publicaban algunos diccionarios monolingües de notable éxito:
John Kersey (1702) o Nathan Bailey (1721)12.
Segundo: La sociedad europea se siente atraída por las fuentes de la ciencia. Hay
un movimiento (que había empezado en el Renacimiento) y está promovido por un cír-
culo cada vez más amplio de personas que demanda información cultural y científica en
vulgar. Este impulso, sin duda, procede de sectores burgueses ajenos a la nobleza, aunque
no solamente de ellos (pensemos en Feijoo o Mayans en España o en el gran número de
clérigos y nobles ilustrados que se interesan por la ciencia en Europa).
Tercero: El cambio cultural, relacionado con los profundos cambios sociales que
se inician o consolidan a lo largo del siglo , que nace, sin duda, en Inglaterra y en
los Países Bajos, es el que produce también un vuelco en el estatus de la lengua sabia, el
latín13. En efecto, aunque desde el Renacimiento las lenguas vulgares socavan el poder del
latín lentamente, solo a finales del siglo se nota ya que la lengua sabia ha perdido
terreno claramente en el campo científico.
El resultado de este nuevo clima cultural puede observarse en los diccionarios,
que se fijan en el léxico cotidiano, por una parte, y en el vocabulario de las artes y las
ciencias, por otro. Así puede observarse en Furetière y Kersey, pero también en la tercera
edición de La Crusca (Beltrami y Fornara, 2004: 361–62), que amplía la nómina de su
canon de autoridades. Pero, además, este nuevo afán cultural se plasma sobre todo en
una demanda de enciclopedias en vulgar. Así se explica el éxito y el auge de obras como
el Lexicon Technicum de John Harris (1704)14 o la Cyclopaedia de Chambers (1728), que
tuvo buena acogida15 y sirvió en principio de fermento a l’Encyclopedie (Blom, 2007: 24–
25 y 67–72). Tetsuro Hayashi (2003: 30) ha puesto de relieve bien este cambio en los
diccionarios ingleses:
The principle of universality in words was introduced by Kersey (1702) and Bailey
(1721), attemting to include as many common significant English words as possible. This
movement in new lexicography seems to have challenged the long persistent principle of
hard-word collection. A general or universal standard dictionary was, thus, a compro-
mise between a dictionary of the common basic words and one of technical terms.
12 Texto de notable éxito, en 1742 había llegado a la vigésima edición. Puede consultarse en http://www.archive.org/details/
universaletymolo00bail.
13 Para el español remitimos a Lázaro Carreter (1949:147–168) y Gutiérrez Cuadrado (1987; 1988). Un tratamiento general
de la cuestión en Waquet, 1998.
14 De éxito notable. En 1708 se publicaba la segunda edición en Londres, a cargo de Dan Brown, Tim Godwin, John Walthoe
y otros.
15 Se editó numerosa veces en inglés (V. http://digital.library.wisc.edu/1711.dl/HistSciTech.Cyclopaedia, consultada en julio
de 2010) y se tradujo, por ejemplo, al italiano: Ephraim Chambers (1754): Ciclopedia ovvero Dizionario universale delle arti e
delle scienze, che contiene una esposizione de’ termini, ed una relazione delle cose significate da’ medesimi nelle arti liberali e meccaniche,
e nelle scienze umane e divine... (367 pp.). Farinella, (1996: 97–160) ha estudiado las ediciones italianas.
Si el Señor Fermín estudia tanto la lengua latina que Vm. juzga que necesita de divertirse,
podrá aprender ahora la lengua Francesa teniendo ocasión de tan buen Maestro, pero
si la aplicación de la latina no fuesse suma, antes convendrá discurrir medios para que
la tenga. El uno es estudio necesario, el otro voluntario. I a qualquier hora en dos o tres
meses entenderá la lengua francesa. I aunque no la hable con perfección, importa poco,
pues no se cría para Maestro de dicha lengua. Yo siempre seré de opinión que egercite su
memoria en aprender a Vives, por su gran abundancia, i algunas Epístolas de Cicerón,
como la 5 del libro 4, que empieza Postea quam, que es de Servio Sulpicio; la 6, que es
respuesta de Cicerón, i otras que Yo iría señalando. Algunas Oraciones de Tito Livio, de
Salustio, Tácito. Esto es estudiar. Lo demás es perder el tiempo en cazar moscas.
40
Los diccionarios inacabados
A favor de la lengua Francesa se añade la utilidad, y aun casi necesidad de ella, respecto
de los sujetos inclinados a la lectura curiosa, y erudita. Sobre todo género de erudición se
hallan hoy muy estimables libros escritos en idioma Francés, que no pueden suplirse con
otros, ni Latinos, ni Españoles. […]
De la Física experimental (que es la única que puede ser útil) se han escrito en el idio-
ma Francés muchos, y curiosos libros, cuyas noticias no se hallan en otros. La Historia de
la Academia Real de las Ciencias, es muy singular en este género, como también en infini-
tas observaciones Astronómicas, Químicas, y Botánicas, cuyo cúmulo no se encontrará,
ni su equivalente, en libro alguno Latino, mucho menos en Castellano.
Prosigue la formación del suplemento, y corrección de estos seis tomos, a que se seguirá
otro Diccionario de Artes, y Ciencias, en que, además de notarse las voces pertenecientes
a cada una, se añadirá una breve explicación, que pueda dar noticia de sus principales
elementos a todos los españoles que por carecer de otros idiomas no puedan adquirirla
en ellos.
De las voces de ciencias, artes y oficios solo se ponen aquellas que están recibidas en el
uso común de la lengua, sin embargo de que la Academia pensó antes ponerlas todas,
17 Así, Mayans le escribe a Burriel: «Serán libritos aplaudidos entre necios. La Clave Histórica no es maestra. Esto es copiar
autorcillos franceses i no lo puede disimular el P. Flórez», Epistolario Mayanas-Burriel p. 17-6-1746, p. 279). «Estos días estava
considerando el miserable estado en que han puesto al mundo el materialismo i el atheísmo. I no sé quién hará peor concepto de
esto V.Rma. o yo. Los hombres de mayor letura en Europa professan essa diabólica enseñanza en Inglaterra, Holanda, Francia,
Alemania i aún en Italia i no quiero passar adelante» (Ib. 4-1-1762, p. 681). A pesar de eso, Mayans recibe cartas de libreros
suizos en francés (Epistolario Mayans-Libreros) o se relaciona con Voltaire. Mayans está en el centro de la renovación de la en-
señanza del latín en el siglo . Como se escribe en latín con los eruditos europeos considera la lengua sabia un instrumento
necesario para la ilustración de los eruditos españoles.
y para esto hizo repartimiento dellas entre los académicos, como se previno en el sexto
tomo de la primera edición. La razón de haber variado consiste, en que este no es un
Diccionario universal, pues aunque se propuso hacerle copioso y esto se ha procurado, se
debe entender de todas las voces que se usan en el trato o comercio común de todas las
gentes y así no deben entrar en él las de ciencias artes y oficios que no han salido del uso
peculiar de sus profesores. («Prólogo», Autoridades, 1770, p. ).
En una clase sola de objetos les mostraré, que nos faltan muchísimas voces. ¿Qué será en
el complejo de todas? Digo en una clase sola de objetos; esto es, de los que pertenecen al
Predicamento de Acción. Son innumerables las Acciones para que no tenemos voces, ni
nos ha socorrido con ellas el nuevo Diccionario. Pondré uno, u otro ejemplo. No tenemos
18 Para las vicisitudes de esta segunda edición inacabada del Diccionario de la lengua castellana (1770), véase Álvarez de Miran-
da (2001: 43–50), y Garrido Moraga (1987 y 1992) para los cambios en la nomenclatura respecto a la primera edición.
42
Los diccionarios inacabados
voces para la acción de cortar, para la de arrojar, para la de mezclar, para la de desmenu-
zar, para la de excretar, para la de ondear el agua, u otro licor, para la de excavar, para la
de arrancar, &c. ¿Por qué no podré, valiéndome del idioma Latino, para significar estas
Acciones, usar de las voces, amputación, proyección, conmistión, conminución, excreción,
undulación, excavación, avulsión?
En su momento, sin embargo, fue Mayans el que se mostró crítico más punzante
y, puede decirse pasado el tiempo, poco equitativo. Son muchas las veces que manifiesta a
numerosos interlocutores en su correspondencia su desprecio por el Diccionario y la Gra-
mática de la Academia. No es el momento de referirnos a las cuestiones de la gramática,
pero sí a las del diccionario. Nebot, un jurista práctico, amigo de Mayans, que le lleva
algunos pleitos y le pregunta sobre asuntos de derecho y erudición, le pregunta (Mayans-
Nebot, 29-6-1740, carta n.63): «Dígame Vm. qué siente del diccionario de la lengua
española, porque aquí se suele citar por texto, quisiera saber algo de ello».
Le contesta Mayans con dos cartas: una breve, en la que le aconseja sobre un plei-
to, y otra, más amplia, en la que detalla su opinión sobre el Diccionario académico:
El Diccionario de la Lengua Española no tiene autoridad, porque los que le forman son
ignorantes i lo manifiestan en todas las páginas. Los errores son más que las cláusulas.
No dege Vmd. de leer la exactíssima crítica que publicaron los Lipsienses sobre el Dic-
cionario de la Academia, la qual se halla también en el Diario de los Literatos, tomo 3,
artículo 8, p. 254. Léala Vmd. por hacerme favor [Antes ha comentado que cualquiera
que alabe a los diaristas es analfabeto]. (Mayans-Nebot, 2-6-1740/2ª, carta n 65).
En efecto, Mayans había publicado en latín en Leipzig, Acta eruditorum, una crí-
tica de los libros que aparecían en España. Era un crítico duro, apasionado y, en muchas
ocasiones, poco objetivo. Martínez de Salafranca la reprodujo en el Diario de los Literatos
en un artículo en que criticaba a Mayans, con la intención de enemistarlo con varios
autores españoles. Estas son las palabras mayansianas sobre los dos primeros tomos del
Diccionario de Autoridades:
Hispana lingua, si qua alia, desiderat Dictionarium Criticum, nam unusquisque loquitur
arbitratu suo. Nulla grammatica scripta est, quae possit esse norma locutionis; nullos habet
libros criticos, qui loquendi usum accurate doceant. Perpauci scripserunt emendate. Itaque
eloquentissimorum hominum consuetudo vix observatur. Ad eam autem observandam
meliores magistros vellem quam Academici sunt, qui gravioribus negotiis fortasse intenti,
vocum origenes non satis accurate notant, fere semper insistentes Covarruviae vestigiis,
qui licet multa videri accute, omnia non potuit; proprias ab impropriis locutionibus
solent infeliciter distinguere. Non raro utuntur testimoniis proletariorum scriptorum,
utpote qui fere trecentos sibi tanquam Hispaniae linguae magistros operis initio
prefixerunt.Voces praesertim antiquatas, quaeque, cum reperiuntur magis ignorantur,
praetermittunt plurimas. Denique ea linguae latinae infantia laborare videntur, ut raro
vocabula latina Hispanis & multo minus phrasses pharassibus respondeant. Et quis
credat, viginti quatuor Academicos septemdecim annorum spatio tres literas tantum
edidisse ? Unus homo semestri tantundem preastiterit. (Apud Martínez Salafranca,
1737, , pp. 254–255).
Las acusaciones de Mayans son varias: que los académicos preocupados de asun-
tos más importantes no observan bien el origen de las voces (los acusa injustamente de
ceñirse a la opinión etimológica de Covarrubias); que no distinguen bien las locuciones
propias de las impropias; que han admitido a muchos escritores como autoridad y son
escritores del montón; que no han planteado bien los orígenes de la lengua. Y, al final,
sobre todo, los acusa de trabajo lento: «Quis credat…».
Mayans siempre mostró una especial animadversión hacia los diaristas y la Aca-
demia, con quienes tuvo múltiples enfrentamientos (Mestre, 1981: 66–68 y 80–83). Las
críticas de Mayans carecían en este caso de fundamento: la Academia no solo acabó en
un tiempo relativamente breve el diccionario sino también supo abrirlo al léxico usual
común más que sus modelos europeos. Mayans no quiso o, quizá, no supo valorar el
diccionario Académico, a pesar de que en la correspondencia mayansiana contamos con
testimonios numerosos que nos lo pintan interesado siempre en los diccionarios, aunque
diccionarios tradicionales, si se exceptúa l’Encyclopédie19. En realidad, los libreros, que ya
en el siglo habían descubierto en los diccionarios un filón seguro de negocios, se
aprovechaban doblemente de un cliente como el erudito valenciano. No solo le vendían
libros sino también se beneficiaban de sus contactos y de sus consejos eruditos. Pero lo
que centra nuestra atención particularmente es un proyecto de Diccionario facultativo que
debía elaborar Bordázar, pero que parece dirigir, en cierta medida, Mayans.
Al menos desde 1731, o quizá antes, está instigando el erudito valenciano a Bor-
dázar para que elabore un Diccionario facultativo, diccionario que no podía llegar a buen
término, como puede colegirse de la correspondencia que Bordázar dirige a Mayans (Ma-
yans-Bordázar) y, de las escasas respuestas de Mayans que se han conservado. El 17 de
marzo de 1732 Bordázar escribe al erudito de Oliva:
Los preceptos de Vm. son en mí mui poderosos, pues me violentan a proseguir el Diccio-
nario privándome de la vaga recreación de otras cositas, en particular de una Geografía
Universal de que ai falta en España. Ars longa, vita brevis. Engañaré la que me queda con
Diccionario i más Diccionario, pero, en faltando el libro, dejaré blancos de muchas hojas;
i si se imprime, será la idea solamente. Pásselo Vm. bien i alegremente, i no espere el estío.
N. Sr. le guarde i traiga con bien.
19 Así, por ejemplo: Mayans a Sancha: «Mi hermano hace mucho aprecio de las memorias de Vm. i se ofrece al servicio de Vm.
mui de veras. Tengo entendido que Vm. quiere hacer imprimir el Thesoro de la lengua castellana de Covarrubias. Me parece que
convendrá ordenar el alfabeto nuevamente i sacar del contexto de la obra muchas voces que alfabéticamente no se encuentran
i están incluidas en otras (7.12.1779, carta n. 61). Mayans a Gabriel Cramer (14-8-1751, carta n.14) le pide que lo suscriba a
L’Èncyclopédie: «Agradezco el Proyecto de la Enciclopedia o diccionario racional de las ciencias; i assí como se vaya imprimiendo,
embíeme Vm. succesivamente los libros encuadernados, procurando que el encuadernador sea uno mismo, para que la encu-
adernación sea uniforme, i procurando dejar en ella todas las márgenes possibles para que mejor se vea la magnificencia de la
obra. I advierto que vengan siempre los libros que pido encuadernados i reconocidos; porque de Holanda he recibido muchos
en papel mui preciosos i ahora se encuadernan malamente en Valencia». Otro librero, Pedro Deville, le pide a Mayans (16-9-
1747, carta n.) un Alfonso de Palencia. Albert Gossse & Co. (4-9-1743, carta n.5) sondea a Mayans para ver si se quiere encargar
de adicionar el «Dictionnaire de Sobrino espagnol-françois et françois-espagnol, en 2 vol. [partiendo de la edición de 1734 de
Bruselas]». Grasset (3.11.1766, carta n.) le solicita un nombre que pueda arreglar el Dictionnaire françois et espagnol de mons.
de Sejourneant y el Franciosini espagnol et italien, et italien et espagnol de Franciosini.
44
Los diccionarios inacabados
No dudo que Vm. puede hacer grandes progressos en la Real Academia de la Lengua i
que se solicitará la aplicación de Vm. por equivalente a la de muchos; pero avía de aver
sido en los principios para perficionar el método; aora ya, si está en la conclusión el Dic-
cionario, sólo podía Vm. hacer un compendio que sería de mayor utilidad. Mi Diccionario
Facultativo tiene intervalos mui largos por mis muchas ocupaciones de obligación, pero
procuraré complacer a Vm. con aplicación más activa; i entre tanto, cuando Vm. pueda,
favorézcame con el estímulo de administrarme, como se lo tengo suplicado, una idea o sea
división i subdivisión de las ciencias i artes para asignar por mayor los títulos a los senos
en que se colocan las voces; digo por mayor, porque la subordinación por menor ya me la
buscaré yo i Vm. la emendará cuando llegue a imprimirse. De estos materiales, informes
e incompletos, no puede separarse cosa, ni ser de provecho, sin embargo Vm. es dueño i,
si gusta, se los embiaré todos para que Dn. Antonio se ocupe con esse trabajo que lo hará
mejor i más pronto que yo.
Diccionario, estoi caído de ánimo por lo insípido de trabajo tan material i prolijo; lo me-
jor fuera, si Vm. ha entrado en la Academia Real de la Lengua, que a continuación de
su Diccionario, se hiciera el facultativo de las mismas voces, repartiendo las facultades a
los académicos, cosa que puede Vm. persuadir con eficacia, i tendría la calidad de estar
autorizadas las palabras pues, aviéndolo yo omitido en las que tengo recogidas, como
también la correspondencia latina, sale obra de poco aprecio. Hágase Vm. cargo de que
ahí tiene presente las Ordenanzas del uso de las voces, v. g. de la Náutica, Milicia, Mo-
nedas, Medidas i otras; i que estando ordenadas en los decretos reales, que yo no tengo,
i autorizadas en el Abece del mismo Diccionario Real, ya impresso, le daría estimación, i
grande uso la categoría de las mismas, bien ideada i con gusto; trabajo a que se aplicarían
los señores académicos con noble motivo e igual fruto. Este es refugio de quien emprende
cosas sobre sus fuerzas tanto que los 24 individuos necessitan de dos años que importan
medio siglo, i a mí no puede quedarme vida de muchos lustros; más valiera parlar junto
a la fuente comedera, que es lo que la alarga. Dios se la conceda a Vm. dilatada i en su
gracia, como lo deseo.
También es gran pérdida, pero no tan grande, la de los quadernos del Diccionario Facul-
tativo. Sé que un jesuíta dexó en Alcalá un Diccionario de esta misma idea el que aora
disfruta la Academia Real. (Mayanas Burriel, 19.4.1745, p. ). (falta página)
‘T is not without some concern that I put this work in the reader’s hands; a work so dis-
proportionate to a single person’s experience, and which might have employ’d an Acad-
emy. What adds to my jealousy, is the little measure of time allow’d for a performance to
which a man’s whole life scarse seems equal. The bare Vocabulary of the Academy della
Crusca was above forty years in compiling, and the Dictionary of the French Academy
much longer; and yet the present work is as much more extensive than either of them in
its nature and subject, as it falls short of ‘em in number of years, or of persons employ’d.
(Chambers, 1728: I).
46
Los diccionarios inacabados
333–344). Como se trata de un borrador, también es posible que todos estos embriones
de proyectos tuvieran un reflejo en el manuscrito. Pero lo evidente es que, para un diccio-
nario, de la clase que sea, no basta con una idea; se necesita un proyecto detallado.
5.2 Un ejemplo del siglo : un diccionario con proyecto aparente, el Gran Diccio-
nario de Adolfo de Castro
Algunos diccionarios técnicos españoles (normalmente enciclopédicos) que dependían
de obras extranjeras quedaron inacabados en el siglo ; otras veces eran los que se
editaban en fascículos de algunas revistas los que se interrumpían bruscamente o se con-
cluían de una manera precipitada sometidos a cortes y adelgazamientos manifiestos. Los
monolingües generales solían concluirse; era relativamente fácil, porque no solían ocupar
más de un tomo y, sobre todo, porque bastaba con seguir el rumbo del Diccionario de la
Academia o copiarlo descaradamente para que la obra se finalizara casi sola. El peligro
acechaba cuando se quería innovar sin un proyecto sólido. Este parece ser el caso de
Adolfo de Castro. Este autor es conocido, sobre todo, por escribir El Buscapié (González
Ramírez, 2007), y conseguir que se creyera que era de Cervantes. Adquirió también re-
lieve como historiador (Peiró Martín y Pasamar Alzuria, 2002: 181–182) y erudito local
gaditano (Ramos Santana, 2008: 23–26). Menéndez y Pelayo (1887, I: 115) lo considera
«defensor de la filosofía ibérica» y otras varias veces lo cita elogiosamente. También lo
recuerda Gumersindo Laverde, el maestro de don Marcelino, en la «Carta-prólogo» de la
misma obra, al comentarle a su discípulo la importancia de las polémicas, y recordar «La
increíble por lo extremada entre Gallardo y D. Adolfo de Castro Estébánez con motivo
de la publicación del Buscapié en 1848».
Adolfo de Castro empezó a publicar un diccionario que ha estudiado Eduardo
José Jacinto García. En sus datos me baso, pues no he manejado el texto de Castro. Sin
embargo, parece evidente que tenía una idea de un diccionario, pero que no disponía de
un plan de realización, de un proyecto. La valoración de Ignacio Ahumada (Apud E. J. J.
García, 2008: 30) ratifica sobradamente mis palabras (si se olvidan las amables y obliga-
das predicciones retóricas del futurible final):
La prensa del siglo es muy volátil. Y el hecho de que el Gran Diccionario em-
pezara a publicarse en fascículos las prensas del Semanario pintoresco y de la Ilustración no
auguraba nada bueno. Si los editores de libros eran exigentes, los de periódicos lo eran to-
davía más, sobre todo con las cuestiones de extensión y fechas de entrega de los trabajos.
La presentación de propaganda del diccionario se adapta muy bien al género que
siguen otros textos parecidos decimonónicos:
Contiene las voces admitidas en el trato común, las anticuadas, las más usuales en todas
las ciencias, en todas las artes y en todos los oficios, todas las marítimas, las de las Améri-
cas españolas, las de Filipinas, los proverbios, las noticias de personajes proverbiales y las
maneras de decir más elegantes de nuestros buenos escritores, así en el género picaresco
como en el culto; todo comprobado con las autoridades correspondientes en prosa y
verso. (Apud E. J. J, García, 2008:129).
Este autor (2008: 131) subraya con razón que en el siglo es el único que
incluye autoridades. En efecto, en el siglo el primer Diccionario de la Academia y
Terreros incorporaron autoridades; hubo que esperar hasta el final del siglo , con la
publicación del Diccionario Enciclopédico de Montaner y Simón, del Diccionario de Zerolo
y, por fin, del de Aniceto Pagès, a principios del siglo , para volver a encontrar autorida-
des en un diccionario español. La intención de incluir autoridades constituye una nove-
dad interesante, pero no es suficiente base para mantener un proyecto. Así lo demuestra
sobradamente el análisis de Prieto García-Seco (Apud, E. J: J. García, 2008: 130) al seña-
lar que el diccionario de Adolfo de Castro, a pesar de sus promesas, tiene muchas menos
autoridades de las que promete; en algunos casos en que serían necesarias no cuenta con
ellas; en otros casos las autoridades son citas de diccionarios con lemas completos (lo que
hoy día popularmente conoceríamos como fusilamiento o, en jerga universitaria, como
sobreabundancia de hipertextualidad). Por ello, aun reconociendo la novedad de un autor
que a la altura de 1851 prometía utilizar autoridades en la microestructura, parece que
se trató más que nada de una estrategia comercial. No parece que merezca la pena cavilar
si Adolfo de Castro sufrió la influencia del diccionario de Johnson (que nunca es citado
por el autor). La costumbre de introducir autoridades en el diccionario no es privativa de
los diccionarios ingleses en la Europa del siglo . Son los diccionarios españoles los que
parecen una excepción.
En contra de la regla de Littré, puede concluirse que las partes dominaban sobre
el todo. Se trata de una obra que encierra cierto interés histórico, pero, probablemente,
escaso interés lexicográfico. Y la lección que puede extraerse con seguridad en este caso,
lo mismo que en el de Mayans, es que la falta de un proyecto coherente es la responsable
principal del fracaso del diccionario. Adolfo de Castro promete mucho, copia mucho,
pero no puede soportar un ritmo de trabajo tan indigesto; y su diccionario tampoco. Otra
lección también se puede sacar: hay que desempolvar otros textos desconocidos como
los de Adolfo de Castro. Así podremos juzgar si los proyectos novedosos, aunque sea en
apariencia, quedaron inacabados, precisamente, porque la innovación exigía un esfuerzo
especial de imaginación, de erudición y de organización. Esta es la razón que llevó a casi
todos los lexicógrafos a beber en el Diccionario de la Academia. No presentaban un pro-
yecto novedoso, pero tenían asegurada su culminación. Adolfo de Castro prometía de
todo un poco; y las promesas estaban dirigidas por un proyecto desorganizado y poco
coherente. Es normal que el autor se aburriera de él o que los editores se aburrieran del
autor. Jacinto José constata (2008: 130):
48
Los diccionarios inacabados
el terrible esfuerzo que requería la obra. Pero cuesta creer que abandonara una obra tan
importante en plena juventud, pues Adolfo de Castro no moriría hasta muchas décadas
después, en 1898. Así pues, el motivo real de que el Gran Diccionario se interrumpiera
tan bruscamente, y con el consiguiente perjuicio para todos los suscriptores, sigue siendo
un misterio.
Por todo lo expuesto, afirmar que «de haberse llegado a terminar habría sido, sin
duda, uno de los diccionarios más completos de su Siglo [se acabó en costra]» (E. J. J. Gar-
cía, 2008: 129) es una amable interpretación retórica de la auténtica conclusión posible,
que nos llevaría, una vez más, a Littré.
Para dar a esta incomparable obra nacional, escrita por trescientos sabios de España y
de todas las Repúblicas hermanas de América el carácter de armonía y coordinación que
exige todo libro hecho con amor y conciencia, tan ilustres colaboradores se han agrupado
en secciones, y, al modo como las laboriosas abejas van llevando a la colmena común la
dulzura de sus mieles para llenar los panales, cada una de aquellas, acude a la institución
central a llevar sus papeletas, las cuales, después de revisadas y con las notas y observa-
ciones que considera oportuno hacer la comisión de revisión de originales, se redactan
definitivamente y se llevan al fichero, no sin haber expuesto previamente en ellas las eti-
mologías correspondientes, excepto en aquellos casos en que, a pesar de toda la diligencia
de nuestro esfuerzo inquisitivo, nos vemos desairados por la fortuna. … El mecanismo
interior […] se reduce en líneas generales a reproducir a máquina las papeletas con las
enmiendas, adiciones y supresiones que requieren; registrar en otros ficheros las referen-
cias, sinonimias, abreviaturas, etc., que vayan apareciendo en las requeridas lecturas de
las celulillas, y dejar éstas en disposición de ser entregadas a la imprenta (Unión Interna-
cional de Bibliografía, 1926: 14–15).
50
Los diccionarios inacabados
Con estos métodos de trabajo y el campo tan poco definido en el que debía des-
envolverse el diccionario no es raro que quedara inacabado. En efecto, se publicaron 6
fascículos y el postrero en 1930 entregó su último suspiro con la voz . Todo
conspiraba (el proyecto poco definido, la dispersión de redactores sin experiencia lexico-
gráfica, la coordinación laxa, las dificultades económicas) para que el Diccionario tecnoló-
gico se convirtiera en un diccionario inacabado.
6. La Financiación
Manuel Seco (2003: 176–182 y 142–154) se refiere en varias ocasiones a los problemas
de realización de los diccionarios históricos de la Academia: redactores escasos, redac-
tores mal formados o que cambian, medios insuficientes, ritmo mucho más lento del
esperado, calidad dudosa de algunos materiales previos, etc. A pesar de las apariencias,
todas estas dificultades pueden resumirse en una: escasez de recursos económicos. Este,
en realidad, es el problema más grave de los diccionarios. La diferencia entre algunos
diccionarios comerciales y otros institucionales es que los comerciales suelen reformarse
para que puedan concluirse y los institucionales o naufragan sin recursos o naufragan
entre el cansancio de los que los elaboran. Si esto sucede así, es porque las editoriales
que no pertenecen a ninguna institución antes de embarcarse en un proyecto estudian su
viabilidad económica. Por eso es raro que el tipo de diccionario histórico lo elabore una
editorial comercial.
Un buen proyecto de un diccionario no consta solo de una memoria teórica. Debe
contar con una idea de cómo conseguir dinero para convertirla en un texto editado. A ve-
ces cuando hablamos de diccionarios nos olvidamos de que todo diccionario, salga de una
institución oficial o un grupo editorial, no es una idea sino una mercancía. Y, como toda
mercancía, compite en un mercado. Todo proyecto debe tener en cuenta el presupuesto.
Cuando mencionamos algunos rasgos de un proyecto siempre debemos considerarlos en
relación con la financiación. Si no se disponen de los medios técnicos, en el siglo ,
papel, por ejemplo21, no se puede elaborar el diccionario. En un momento de escasez de
esta materia prima podía peligrar un proyecto. Lo mismo sucede con algunas otras cir-
cunstancias físicas. En el Diccionario Tecnológico español la distancia y dispersión entre los
numerosos colaboradores, la escasez de revisores centrales y el tipo de comunicación que
se establecía entre todos los participantes dificultaban llevar a cabo el proyecto.
Una de las variables más importantes de cualquier proyecto y, por tanto, del pre-
supuesto es el tiempo. Elaborar un proyecto sin calcular bien el tiempo que se va a invertir
en él o el posible retraso en su ejecución es elaborar una ficción. Los resultados pueden
ser consideraciones metalexicográficas interesantes, que difícilmente sirven para elaborar
un diccionario. Cuando Littré se dio cuenta de que una serie de circunstancias retrasaban
considerablemente su proyecto, decidió abandonarlo, porque comprendió que era insos-
tenible para el editor aquella situación. Fue el editor quien lo convenció para que siguiera
adelante (Littré, 1897: 3–4). Por la misma razón, como a nadie se le ocurre actualmente
hacer un diccionario solo, sino que se necesitan equipos humanos, es decir dinero, hay
que pensar en los colaboradores, la formación que tengan, el tiempo que se necesite para
formarlos, etc. Otra vez el tiempo, es decir, otra vez la financiación ocupa el centro del
21 Bordázar en alguna carta le comenta a Mayans que ha conseguido papel para el diccionario.
At that preliminary stage the designer is also frequently brought up short when con-
fronted with the conditions placed on him by the person financing the product […] No
wonder, then, that the designer has to make concessions against the background of the
conditions outlined above.
22 Sobre este texto, véase Pardo y Garriga (2010). Cecilio Garriga Escribano .
52
Los diccionarios inacabados
Robert (Galarneau, 2002) y, antes, Larousse (Pruvost, 2002), tuvieron que fundar sus
propias editoriales para llevar a cabo sus proyectos. Porque las soluciones excepcionales,
que Seco (2003: 118–128) expone bien, como la del Diccionario de los hermanos Grimm
(que llego a contar con la ayuda de 83 voluntarios), o la del OED (que en algún momento
también recibió información abundante proporcionada por corresponsales aficionados),
o la del DCVB (que contó con el entusiasmo de colaboradores) solo se producen en cir-
cunstancias históricas muy determinadas.
Por consiguiente, como Kiefer y van Sterkenburg (2003: 351) advierten, los lexi-
cógrafos elaboran diccionarios y las editoriales los editan; pero en España, en la situación
actual, algo tiene que cambiar en esta relación. De otro modo, no solo muchos proyectos
quedarán inacabados, sino que no llegarán a empezarse. Lo que debemos preguntarnos
es por qué no pueden los lexicógrafos organizar formas de colaboración en el trabajo
que aboquen o bien a la formación de cooperativas editoriales o a la formación de gru-
pos organizados que acaben en un tiempo razonable un proyecto razonable que permita
establecer relaciones más fructíferas con las editoriales. O podemos también pensar por
qué no se organiza el trabajo de otra manera. Los laboratorios farmacéuticos investigan
fórmulas nuevas. Si quieren fabricar medicamentos tradicionales, acuden al repertorio de
fórmulas almacenadas y conocidas. Las fábricas de coches proyectan sus modelos par-
tiendo de los componentes que existen en el mercado: frenos de una marca, carburadores
de otra, etc. suelen algunas presentar alguna innovación, porque todas no pueden inves-
tigar la renovación de todos los componentes. En los diccionarios, en lugar de aprovechar
modularmente los logros (como en cualquier organización comercial, previo pago de de-
rechos) se suele partir en cada proyecto de cero. ¿Por qué un grupo de investigación no
trabaja en perfilar un tipo amplio de entradas con algunos problemas homogéneos que
podrían aprovecharse en todos los diccionarios? ¿Por qué no se puede planear un diccio-
nario contando con que se puede disponer del listado de verbos dicendi que ha trabajado
el grupo X de la universidad Y? Existe experiencia teórica acumulada, pero no módulos
que puedan aprovecharse. Y las investigaciones lexicográficas se centran una y otra en
aspectos teóricos que no acaban de concretarse en propuestas amplias y concretas. No
es la primera vez que expongo estas ideas, probablemente absurdas, porque el agua de la
charca sigue plácida como un espejo y no se agita. En resumen, si los lobos cazan en cola-
boración y los chimpancés de la selva se protegen de los depredadores gracias a un sistema
de vigilancia colectivo bien organizado, es chocante que los lexicógrafos no piensen en
organizarse de otra manera. Probablemente menos diccionarios quedarían inacabados.
Que otros grupos sociales se organizan mejor lo demuestra el trabajo de Mcreary, donde
el autor demuestra que los algunos diccionarios británicos pueden conquistar el mercado
americano. Esta es una de sus conclusiones (Mcreary, 2002: 200):
Fourth, the results favor the use of monolingual learners dictionaries developed in the
UK over a sntandard American college desk dictionary, intended for american student,
which means that a substantial American market exists for the former, in addition to the
assumed target market, advanced ESL student.
7. Referencias bibliográficas
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58
Los diccionarios inacabados
60
La lexicografía en el dominio asturleonés1
J R. M
Universidad de León
Asturias
Asturias es la zona en la que el antiguo romance mantiene hoy una mayor vigencia. De
ahí que el Principado cuente con instituciones, como la Academia de la Llingua Asturia-
na, que están haciendo una labor fundamental en el proceso normalizador. A esta ins-
titución le debemos la edición de un diccionario normativo, el Diccionariu de la Llingua
Asturiana (DALLA), publicado en Oviedo en el año 20002, así como diversos trabajos
Sur de la Cordillera
Pasamos ahora al sur de la Cordillera Cantábrica, donde el panorama es similar pero con
la diferencia sustancial de que, al no haber una institución que vele oficialmente por la
lengua patrimonial, no disponemos de un diccionario normativo o de uso de las carac-
terísticas que tiene el DALLA. Por lo demás, las circunstancias desde el punto de vista
lexicográfico no son muy diferentes. Aunque el mantenimiento del romance originario
alcanza un nivel mucho menor y, en la actualidad, solo puede hablarse del leonés como un
registro distinto al castellano y a duras penas operativo en comarcas del norte y el oeste
de León y quizá de Zamora, a lo largo del siglo pasado se realizaron una gran cantidad de
trabajos sobre este dominio lingüístico, especialmente en el área noroccidental de León.
Algo que nunca suele faltar en estos estudios —en algunos casos constituye el grueso del
trabajo— es la recopilación del vocabulario, hecha por lo general a partir de las voces que
se diferencian del castellano. Es decir, no se incluye todo el léxico que se maneja en una
comunidad determinada sino que preferentemente se atiende a lo que hoy llamaríamos el
léxico diferencial, tomando como referencia el castellano normativo.
En su mayor parte se trata de trabajos académicos y, entre los más conocidos —y
a la vez influyentes en obras posteriores— están estudios clásicos como los de Concha
3 Dado su carácter normativo, recoge, por ejemplo, la forma felechu pero no registra variantes occidentales, del tipo de feleitu,
u orientales, como jelecho.
4 Solo es necesario comparar algunas entradas del DALLA —que recordemos que se ha hecho con un carácter normativo—
con el DGLA para ver la enorme cantidad de material suplementario que este último ofrece al filólogo. Si consultamos las
voces citadas arriba podremos ver que se incluyen un largo número de variantes dialectales dentro del propio asturiano (felechu,
feleichu, feleitu, jelechu ...) o que doblén es voz que no se localiza en Asturias sino solamente en las montañas de León, datos todos
estos que, sin duda, pueden ser relevantes para el filólogo.
62
La lexicografía en el dominio asturleonés
Casado sobre la Cabrera Baja (1948), Guzmán Álvarez sobre Babia y Laciana (1949),
Millán Urdiales sobre Villacidayo, en la vega del Esla, (1966), los tres de la provincia
de León. Del mismo tipo son el de Fritz Krüger para la zona de Sanabria (1923) o el
de J.Mª Baz para Aliste (1967), ambos en la provincia Zamora, y, en la de Salamanca,
otros como el de Llorente Maldonado sobre el habla de la Ribera (1947) o el Vocabulario
Salmantino, de Luis Cortés (1957). La nómina se completa con una larguísima lista de
monografías —académicas o no— en las que se registra el léxico peculiar de una locali-
dad o comarca y que, con la llegada de Internet y el acceso que cualquiera puede tener a la
publicación virtual de un texto, se ha incrementado aún más.
Como ya hemos visto para el caso de Asturias, la abundancia de materiales im-
pide un manejo fácil de toda la información léxica que se ha ido generando a lo largo,
principalmente, del pasado siglo . De ahí que, a mi juicio, lo más destacable sean los
intentos que se han hecho por unificar ese corpus léxico y uniformar —en la medida de lo
posible— los distintos vocabularios para, de este modo, hacerlo más accesible a cualquier
lector interesado.
El primer intento serio para esta zona de hacer un diccionario general a partir del
material acumulado lo lleva a efecto Eugenio Miguélez que, en 1993, publica su Diccio-
nario de las Hablas Leonesas. Para ello toma como punto de partida casi una treintena de
trabajos y, citando siempre la procedencia geográfica de cada término o de cada acepción,
nos proporciona una versión unificada de esos vocabularios sin que haya una especial
elaboración por parte del autor, que se remite sin más a la cita de las fuentes.
Aunque el objetivo es cubrir las tres provincias del antiguo Reino de León —de
hecho, además de figurar en la portada la silueta de sus respectivos mapas, añade el expre-
sivo subtítulo de (León, Zamora y Salamanca— la distribución geográfica de las fuentes
es mayoritariamente leonesa. De los 28 estudios utilizados como referencia, solo cuatro
son de Salamanca y otros tres de Zamora. El resto son todos de la provincia de León.
Aún así, el trabajo de Miguélez cuenta con la ventaja de utilizar fuentes de todo el domi-
nio leonés al sur de la Cordillera y, sobre todo, de haber sido el primer intento solvente de
facilitar en un solo volumen la consulta de obras que no siempre son accesibles.
León
Para la provincia de León la obra de referencia en este campo es, sin duda, el trabajo
—aún no completado— de Jeannick Le Men Loyer que, bajo el título de Léxico del leones
actual (LLA), ha publicado desde 2002 cinco volúmenes (A-B, C, E-M, N-Q), con la
previsión de que el sexto y último (R-Z) aparezca en el año 2011.
En este caso, el planteamiento es diferente al anterior pues parte de una restricción
inicial: la autora registra como entradas solamente aquellas voces que se hayan recogido
en trabajos previos referidos a la provincia de León. Es decir que, si una voz asturleonesa
figura registrada en un vocabulario de Zamora o de Asturias pero no existe en León, no
aparecerá en este diccionario. En todo caso, por la posición estratégica que ocupa León en
el dominio y, dadas sus conexiones con Asturias por el Norte y con Zamora por el Sur, lo
esperable es que las voces que alcancen una extensión más allá de lo estrictamente local,
aparezcan en este diccionario, que puede servir perfectamente de referencia genérica, tan-
to para los leonesismos propiamente dichos, como para los occidentalismos del castellano
hablado en la franja occidental de la Península.
Zamora
En lo que respecta a Zamora, además de los trabajos y monografías de carácter local o
comarcal, solo tengo noticia de un proyecto de conjunto para todo el ámbito provincial.
Se trata de un proyecto desarrollado por Juan Carlos González Ferrero, autor también
de diversos trabajos sobre la lengua de Zamora. No está aún disponible pero en él lleva
trabajando varios años. En este caso, se trata de un fichero automatizado en el que la
información contenida en los estudios previos se ha volcado a una base de datos en la
que sistemáticamente se cubren una serie de campos (morfología, distribución geográfica,
definición léxica o aspectos fónicos) y que cuenta además con la posibilidad de volcar a un
mapa los resultados de la consulta.
La base de datos, que amablemente me ha permitido consultar su autor, es lo
suficientemente versátil como para que se le puedan dar diversas aplicaciones y realizar
búsquedas más complejas. El trabajo de González Ferrero cuenta ya con más de 30.000
fichas y están vaciados todos los trabajos anteriores a 1970 así como una buena parte
de los posteriores a esta fecha. Esta previsto que, una vez acabada, la base de datos esté
disponible para los investigadores en formato electrónico (ya sea en CD-Rom o en línea),
lo que facilitará todo tipo de búsquedas.
64
La lexicografía en el dominio asturleonés
Salamanca
Por lo que toca a Salamanca, no hay, hasta donde yo sé, un trabajo de recopilación de
estas características. Me consta que ha habido algún intento por parte de la Diputación
Provincial para que algún filólogo se haga cargo de un trabajo similar a los reseñados pero
carezco de más noticias al respecto.
Extremadura
Aún a riesgo de salirme del dominio asturleonés que reza en el título, creo que merece la
pena hacer una mención a Extremadura en la medida en que una parte de las peculiari-
dades léxicas que presenta la lengua de esta región pueden considerarse históricamente
leonesas o, con un denominación de tipo más geográfico, occidentalismos léxicos.
En esta zona, además del clásico Diccionario extremeño de Antonio Viudas Ca-
marasa (1980 y 1988), lo más reciente que conozco es el trabajo en línea de José Anto-
nio González Salgado, autor de la página web geolectos (www.geolectos.com), en la que
se han volcado los mapas del Atlas Lingüístico de Extremadura y un Corpus Dialectal de
Extremadura (CoDiEx). En la página se anuncia igualmente el Tesoro léxico de las hablas
extremeñas, para el que, según se indica, se han vaciado ya más de un centenar de trabajos
entre los que se incluyen monografías y vocabularios pero también artículos y, como en
otros casos que hemos visto, un buen puñado de trabajos académicos inéditos a los que,
de otra forma, no tendríamos acceso. A buen seguro, cuando se culmine el trabajo, será
una referencia de interés para todo el ámbito occidental.
Miranda
Por último, para completar el dominio lingüístico asturleonés hay que hacer mención a
una pequeña zona en el vecino Portugal. En el ángulo nororiental de este país se conserva
lo que se conoce como mirandés, que no es más que una de las variantes del tronco común
del asturleonés aunque, en este caso, con la previsible influencia del portugués. La lengua
mantiene una cierta vigencia y en los últimos años, favorecido seguramente por su decla-
ración como lengua cooficial en las comarcas en las que se habla y por su normalización
gráfica, ha logrado una presencia social que va más allá de los trabajos filológicos.
En este caso, la referencia lexicográfica más completa nos la proporciona el Pe-
queño vocabulario Mirandês-Português de Moises Pires, editado en 2004. Su organización
no es especialmente compleja: la entrada está en mirandés pero, salvo que incluya alguna
frase de contexto, las definiciones están en portugués.
M M
Instituto Universitario de Lingüística Andrés Bello
Universidad de La Laguna
tos atributos simbólicos de tipo cultural, regulan la variación lingüística en los contextos de
situación, de manera que se promueven las formas que se consideran adecuadas a cada uno
de los contextos en detrimento de otras que se estiman menos apropiadas: insultantes u
ofensivas / no insultantes o neutras, vernáculas / foráneas, técnicas-precisas / imprecisas,
etc. (v. Almeida (2003): Sociolingüística, 181–194). Las actitudes lingüísticas varían depen-
diendo de factores como la edad, el género, el estatus social, la educación, etc., pero también
dependen del contexto grupal, cultural y lingüístico (la valoración que hacen los hablantes
de las formas estándares y de las no estándares, vinculadas estas generalmente a los valores
intragrupales de solidaridad y lealtad lingüística). La tarea de medir las actitudes es com-
pleja, pero resulta factible tal y como ya se ha demostrado en numerosos estudios (Baker
(1992): Attitudes and Language, Clevedon, Multilingual Matters; M. Henerson, E. Morris
et alii (1987): How to Measure Attitudes, Londres, SAGE Publications; por ejemplo).
Los gentilicios, como otros sectores de la onomástica (topónimos, hipocorísti-
cos, apodos individuales y familiares, etc.), están sujetos a determinados condicionantes
dialectales. En primer lugar, y por lo que hace a los gentilicios regulares o formales, su
naturaleza «detoponomástica» hace que su perfil fónico-gráfico dependa de los diversos
estratos toponímicos que configuren el espacio dialectal de que se trata, particularmente
el antropizado. Así, por ejemplo, en Canarias e Hispanoamérica hay obviamente unos
gentilicios de procedencia prehispánica (tacorontero, yucateco, etc.) y otros de proceden-
cia hispánica (aldeano, pinareño, etc.). Resulta evidente, y ésta sería otra faceta dialectal
relevante de los gentilicios, que el índice de productividad de los distintos sufijos que en
español acostumbran a habilitarse para la ‘relación gentilicia’ es claramente dispar, todo
lo cual le confiere un singular carácter a este material lingüístico. Otra de las vertientes
dialectales de los gentilicios, estrechamente vinculada a la anterior, se relaciona con las
distintas convenciones sufijales que existen en el mundo hispánico para aludir a los natu-
rales de un lugar. En efecto, y sobre todo por lo que respecta a los gentilicios mayores, no
siempre hay coincidencia en esa convención según los distintos países de habla hispana:
jamaicano/jamaiquino, congolano/congoleño, etc.
En lo que respecta a los gentilicios informales, la dialectalización a que se ven
sometidos es aún más manifiesta que en el caso de los formales o regulares.
Estando constituido este capítulo por unidades léxicas del vocabulario común, y
siendo este vocabulario parcialmente dialectal, el resultado es que los gentilicios burlescos
o despectivos se nutren a menudo de los nombres de los referentes naturales (flora, fauna,
etc.) y culturales (folclóricos, gastronómicos, etc.) propios de cada lugar, que con frecuen-
cia, insistimos, portan designaciones dialectales. En tal sentido, estos gentilicios pueden
ser homologados a los apodos individuales y familiares, cuya fuente denominativa son los
referentes inmediatos de cada zona geográfica y cuyas pautas lingüísticas más socorridas
en su institución suelen ser, sobre todo, la derivación y la metonimia (v. gr., chicharreros,
gofiones, pantaneros, etc., en Canarias).
1. Antecedentes
Obviamente, sobre este material léxico existen ya bastantes referencias en la tradición
lingüística española. Los primeros materiales sobre gentilicios los tenemos recopilados de
manera abundante en nuestras obras lexicográficas, desde el pionero Tesoro de la lengua
70
Presentación del proyecto de investigación Estudio global de los gentilicios de la lengua española
castellana o española, de Sebastián de Covarrubias, hasta las diversas ediciones del DRAE
(el Diccionario panhispánico de dudas de 2005 de la RAE recoge en un apéndice una lista
de países y capitales con las formas recomendadas de sus gentilicios), pasando por otros
como el Diccionario de uso del español, de María Moliner (que en su tercera edición de
2007 aporta una lista relativamente amplia de gentilicios), el Diccionario ideológico de
Casares, los diversos glosarios de hablas regionales de la Península, Canarias y América,
que dan cuenta de muchos de los gentilicios menores propios de las hablas que describen,
etc. Junto a estos, es amplia y heterogénea la serie de diccionarios, compendios, listados,
etc., que, desde un punto de vista meramente enumerativo e incluso anecdótico, recoge
gran cantidad de denominaciones gentilicias, material nada despreciable y aprovechable
como base primera para la elaboración del corpus. Lo que se nos ofrece, tanto en el caso de
los diccionarios y glosarios como en el de los compendios en general, son meros listados
relacionados con topónimos, con sinónimos, con apodos, etc., de modo que los gentilicios
aparecen como meras palabras terminológicas, y carentes de explicación de su formación,
significado y usos. Es de destacar, en el apartado de obras que incorporan listados de
gentilicios, la cantidad de materiales recogidos en los distintos libros de estilo de periódi-
cos españoles o de agencias de noticias, etc., de medios de comunicación en general, que
suelen dedicar —por su evidente utilidad— un apartado más o menos amplio a este tipo
de palabras, y entre los que destacan los de ABC, El País, El Mundo, La Vanguardia, La
Voz de Galicia, EFE, RTVE, Telemadrid, Vocento o Canal Sur, entre otros.
Por otra parte, en varios trabajos de investigación sobre la morfología del español
se encuentran valiosas reflexiones relativas a la descripción lingüística de estas palabras:
desde los pioneros trabajos de L. Spitzer , G. Sachs o G. Rohlfs, en los que en unas pocas
páginas se habla de aspectos muy variados como la etimología, la distribución y la cro-
nología de aparición de algunos sufijos formadores de gentilicios de la Península ibérica,
hasta trabajos más recientes en los que se aborda el comportamiento general de un de-
terminado sufijo (por ejemplo, -ero), u otros más generales en que se analiza brevemente
alguna característica de los sufijos formadores de gentilicios, como la «discutible», desde
nuestro punto de vista, sinonimia o equifuncionalidad. Junto a ello, el tratamiento de la
derivación adjetival lleva inevitablemente a tratar también esta parcela léxica, y muestra de
ello puede ser el trabajo de F. Rainer «La derivación adjetival» (Bosque y Demonte 1999,
4595–4643), que dedica un breve apartado a los gentilicios, en el que hace un inventario
exhaustivo de los sufijos formadores de gentilicios más frecuentes y ofrece algunas notas
acerca de su distribución y frecuencia. Por cierto, el mismo Rainer se hace eco de la ne-
cesidad de contar con un diccionario de gentilicios especializado (por lo pronto sólo se
dispone del de Santana y León, que es un mero repertorio sin tratamiento lingüístico de
ningún tipo), dada su escasa presencia en los diccionarios comunes (1999: 4622).
También es preciso mencionar que los gentilicios han sido objeto de investigación
en varias tesis doctorales, como la de M.ª P. Cruz Herrera «La formación de gentilicios,
seudogentilicios y otros dictados tópicos en las comunidades de Madrid y Castilla-La
Mancha» (1997), o la de G. Sánchez Salas «La formación de gentilicios, seudogentilicios
y otros dictados tópicos en la provincia de Jaén» (2001). Como se ve, se trata de trabajos
sobre materiales dialectales y están enmarcados en la línea de lo que a partir de C. J. Cela
y su Diccionario geográfico popular de España (véase también el Refranero geográfico español
de Vergara Martín) se ha dado en llamar dictadología tópica. Nos encontramos ante re-
copilaciones y análisis de las palabras o expresiones fijas de variado tipo que se usan como
72
Presentación del proyecto de investigación Estudio global de los gentilicios de la lengua española
3. Equipo de investigación
Investigadores de la ULL
I
M. M es Catedrático de Lengua española en la ULL. Se doctoró en 1984 con el
trabajo Estudio semántico del sistema preposicional del español moderno. Sus líneas de inves-
tigación son la semántica gramatical y léxica del español, dialectología hispánica, dialecto-
logía canaria y lexicografía. Ha participado en varios proyectos de investigación, el último
de ellos sobre raíces léxicas del español (DGCYT-BFF2000-0840/1802230001).
Derivación y composición
A, R. (1998): «¿Sufijos peyorativos en español?». En: Estudios en honor del profesor
Josse de Kock (reunidos por N. Delbecque y C. De Paepe). Leuven: University Press
(Symbolae Facultatis Litterarum Lovaniensis: series A / vol. 25), pp. 111.
A, R. (2004). «¿Unos compuestos demasiado fronterizos?». En: A P,
R.; I B, D. A.; J C, J. M.; V L, A. (coords.).
Homenaje al Profesor Estanislao Ramón Trives. Murcia: Universidad de Murcia (2
vols.), pp. 87102.
A, R. (2007): «En español no hay sufijos apreciativos». En: C O, J.;
E, M. (eds.). Vernetzungen: Bedeuntung in Wort, Satz und Text. Frankfurt am
Main, Peter Lang, pp. 15–26.
A, R. (en prensa). «Estudio cuantitativo de los afijos en español».
G P, D. (2000). «A propósito de ciertas nominalizaciones del español». En:
Wotjak, G, (ed.). En torno al sustantivo y adjetivo en el español actual. Vervuert/
Iberoamericana, Frankfurt am Main, pp. 143–152.
G P, D. (2006). «Los derivados y compuestos de convenir en español a pro-
pósito de la variación gramatical, denotativa y designativa en las familias de pala-
bras», Comunicación presentada al I Coloquio del Instituto de Lingüística «Andrés
Bello», La Laguna.
74
Presentación del proyecto de investigación Estudio global de los gentilicios de la lengua española
Dialectología hispánica
M P, M. (1991). «Diminutivos, apodos, hipocorísticos, nombres de paren-
tesco, nombres de edad y sistema de tratamiento en Fuerteventura», Tebeto. Anua-
rio del Archivo Histórico de Fuerteventura, IV, pp. 197–218.
M P, M. (2001). «Las capacidades expresivas de las palabras dialectales». En:
Estudios de dialectología canaria. Islas Canarias: pp. 689–705.
L, A.; M, M.; O O, G. (1994). Diccionario de canarismos. Fran-
cisco Lemus Editor, La Laguna, Tenerife. (Se han publicado cuatro reimpresiones:
1994, 1995, 1996, 1999).
76
Presentación del proyecto de investigación Estudio global de los gentilicios de la lengua española
H S, J. (2000). «El uso de los relativos en el español hablado». En: P-
, H.; Á, A. (eds.). Estudios sobre el español de América. Universi-
dad de Burgos, pp. 765–775.
H S, J. (2003). «Consideraciones sobre el uso de los relativos en el espa-
ñol de santa Cruz de Tenerife». En: Estudios sobre el español de Canarias, S/C de
Tenerife, Academia Canaria de la Lengua, pp. 407–422.
H S, J. (2004). Estudio sociolingüístico de los relativos en el español de Santa
Cruz de Tenerife. Sevicio de Publicaciones de la Universidad de La Laguna, sopor-
tes audiovisuales e informáticos.
H S, J. (2007). «Variación dialectal: procesos de convergencia y diver-
gencia en el español de Canarias», Revista de Filología de la Universidad de La
Laguna 25, pp. 337–345.
4. Plan de trabajo
En principio, y salvo razones que aconsejen otra forma de proceder, el plan de trabajo de
este proyecto está trazado en los términos que se indican a continuación:
1. Recopilación de todos los gentilicios de la lengua española, tanto en su diver-
sidad diatópica (gentilicios de continentes, naciones, regiones, comunidades autónomas,
pueblos, caseríos, etc.) como en su diversidad diafásica: gentilicios formales y gentilicios
informales. La primera tarea que se impone, pues, en este proyecto de investigación es
establecer el corpus del material. Para ello, se procederá a un vaciado de todas las deno-
minaciones gentilicias contenidas en los diccionarios generales, diferenciales, glosarios
regionales, etc., de todas las variedades del español septentrional y meridional, especial-
mente de americanismos, abriendo una ficha individualizada para cada uno de ellos.
2. Clasificación de todo el material recopilado desde el punto de vista de su base
léxica: derivados de nombre de lugar o topónimos (leonés, valenciano)/ derivados de otras
denominaciones: conejero, chicharrero, pejín, etc. Dado que existen muchos gentilicios que
no están catalogados, sobre todo los menores e informales, habrá que hacer un recorrido
por las distintas páginas web de los municipios, diputaciones, comunidades autónomas,
etc., para recoger los gentilicios mayores y menores, formales e informales no cataloga-
dos. Una vez recogido el material, se establecerá una primera clasificación de todo él,
ateniéndonos al criterio del carácter formal o informal del gentilicio, para determinar,
si es verdad, como pensamos, que los gentilicios formales se construyen siempre o casi
siempre a partir del topónimo correspondiente, en tanto que los gentilicios informales
tienen generalmente procedencias léxicas más heterogéneas.
3. Análisis de los aspectos morfológicos de los gentilicios que tienen estructura
derivativa y determinación de las distintas plantillas formales más comunes en cada caso:
plantillas de gentilicios de países, plantillas de gentilicios de regiones, plantillas de gen-
tilicios de pueblos, etc. Se atenderá al punto de vista de la complejidad morfológica para
clasificar los gentilicios formales en dos grandes grupos: los que presentan una estructura
semántica simple, como búlgaro, por ejemplo, y los que presentan una estructura semán-
tica compleja o derivada, como sevillano o madrileño, también por ejemplo.
4. Estructura semántica y efectos de sentido de las acepciones rectas o primarias
de los gentilicios formales. Estudio de las causas de los sentidos secundarios (general-
mente metafóricos o metonímicos) de los gentilicios formales.
5. Determinación de las motivaciones sociales e históricas de los gentilicios infor-
males (yanqui, gachupín, conejero, chicharrero, boche, franchute…) y causas de su desgaste
con el paso del tiempo y conversión en gentilicios formales.
6. Se establecerán las conclusiones generales a que haya lugar.
7. Se preparará todo el material para la publicación de un diccionario razonado de
gentilicios de la lengua española y de los contenidos de la web prevista.
78
Presentación del proyecto de investigación Estudio global de los gentilicios de la lengua española
base de datos cuyo contenido sea el del diccionario, además de a los trabajos generales
y parciales que se vayan realizando sobre el corpus analizado, de modo que se disponga
de un espacio de intercambio investigador, al tiempo que de un punto de información
sobre los gentilicios españoles. Es intención del equipo solicitar una subvención de la
Consejería de Educación, Cultura y Deportes del Gobierno Autónomo de Canarias para
la financiación de esta página.
Los trabajos parciales que se realicen previamente tendrán varios ámbitos y cauces
de difusión. Por un lado, en revistas y monografías colectivas sobre gramática del español,
dialectología y sociolingüística. Por otro lado, en congresos de lingüística nacionales e
internacionales, tanto en los encuentros sobre morfología como en los de dialectología
y sociolingüística. Y en este sentido, tendrían amplia difusión las publicaciones que se
hicieran de ellos.
Además, es también intención del equipo publicar una monografía en la que se
rocojan estudios sobre los problemas transversales abordados en el proyecto, esto es, so-
bre la sufijación de los gentilicios, sus significados y sus variantes, su distribución geográ-
fica, su frecuencia y vigencia, etc.; sobre las particularidades detectadas en las diferentes
modalidades de español, tanto las diatópicas, como las diastráticas y las diafásicas; sobre
el papel que juega lo socio-histórico en la formación de estas palabras, así como sobre
los problemas de actitud relacionados con la preferencia en el uso de ciertos gentilicios
frente a otros por razones sociales. Las conclusiones que se recojan en esta obra serían de
mucha utilidad, no sólo para conocer la dimensión lingüística de este tipo de palabras en
español, sino que también podrían servir de referencia para el estudio de los gentilicios
en otras lenguas románicas y en las no románicas. Por nuestras relaciones y contactos
investigadores con la Universität Leipzig, especialmente con el Prof. G. Wotjak, creemos
que podrían publicarse en la editorial Peter Lang.
J P
GASCO (Grupo de Análisis Semántico de Córdoba)
Universidad de Córdoba1
0. Introducción
Los diccionarios bilingües, en general, y los del Nuevo Testamento, en particular, consti-
tuyen una trampa para los usuarios porque o no dicen lo que significan las palabras, sino
que por cada palabra en la lengua de origen dan una lista más o menos larga de traduc-
ciones de la misma en la lengua de término, o dicen lo que significan las palabras, dando
su definición, pero no explican por qué éstas cambian de significado, cuando cambian de
contexto.
Para obviar esta dificultad, el Diccionario Griego-Español del Nuevo Testamento
(en adelante, DGENT)2 no sólo da en cada lema la definición de la palabra y de sus di-
ferentes acepciones, cuando las tiene, sino que, al mismo tiempo, indica cuál es el factor
contextual que da origen a un nuevo significado de la palabra y, consiguientemente, a una
nueva traducción.
1 Este trabajo se ha preparado dentro del marco del Proyecto de Investigación «Diccionario Griego-Español del Nuevo Testamen-
to» financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación. Dirección General de Programas y Transferencia de Conocimiento. 2008-
2011 (FFI2008/03429). En esta exposición se prescinde en la medida de lo posible de la terminología propia del método de análisis
semántico, con la finalidad de que mis palabras puedan ser comprendidas también por quienes no estén iniciados en él.
2 Mateos, J.; Peláez, J.; Gasco (2000–2010). Diccionario Griego-Español del Nuevo Testamento. Cuatro fascículos. Córdoba:
Ediciones El Almendro.
Los diccionarios a los que me referiré citándolos por orden cronológico son seis4:
• El diccionario de Thayer5.
• El Lexicon Graecum Novi Testamenti de F. Zorell6.
• La traducción y adaptación de la quinta edición del diccionario de Bauer,
realizada por William F. Arndt y F. Wilbug Gingrich7 (BAGD).
3 Entendemos por significado lexical el conjunto de rasgos semánticos (componentes semánticos o semas) de un lexema. La
expresión «significado lexical» así como «significado contextual» la hemos tomado de Louw (1991: 133). Para la elección del
significado lexical, que nosotros, a diferencia de Louw, no consideramos que represente el significado principal de la palabra
(Grundbedeutung), sino aquel a partir del cual podemos explicar las diferentes acepciones de la misma, hemos fijado diversos
criterios, expuestos en nuestra obra, Peláez (1996: 86–89).
4 Una lista por orden cronológico de todos los diccionarios del Nuevo Testamento puede verse en Lee (2003: 327–368).
5 Wilke-Grimm-Thayer (1898).
6 Zorell (1990: 29–33).
7 Arndt y Gingrich (1979).
82
Factor contextual y cambio de significado. De las palabras en el Diccionario Griego-Español del nuevo testamento
8 Bauer (1988). Una crítica de la sexta edición de este diccionario puede verse en Peláez (1996: 37–43).
9 Un análisis extenso y crítico de la metodología de este diccionario puede verse en Peláez (1996: 43–64).
10 Arndt y Gingrich (2000).
mantic domains) y por dar la definición de las palabras antes de indicar su traducción,
distinguiendo de este modo sistemáticamente entre significado y traducción.
Con relación a este diccionario solamente quiero hacer dos observaciones:
• Aunque sus autores dan la definición de las distintas acepciones de cada palabra,
carecen, sin embargo, de un método de análisis semántico para construir las definiciones
y, tal vez por ello, éstas resultan con frecuencia vagas e imprecisas. Es de lamentar que los
autores de esta obra no hayan aplicado sistemáticamente los principios teóricos expuestos
por ellos mismos, de modo claro y brillante, en la introducción de la misma.
Del lema βαπτίζω, Louw-Nida da cuatro definiciones con las consiguientes tra-
ducciones, cada una de ellas colocada dentro de su correspondiente campo semántico:
53.31 βαπτίζωa; καταβαπτίζω; βαπτισμόςa, οῦ m: «to wash (in some con-
texts, possibly by dipping into water), with a view to making objects ritu-
ally acceptable» — to wash, to purify, washing, purification: bapti,zw: avpV
avgora/j eva.n mh. bapti,swntai ouvk evsqi,ousin nor do they eat anything
that comes from the market unless they wash it Mk 7.4. It is also possible to
understand bapti,swntai in Mk 7.4 as a middle form meaning to wash them-
selves...
53.41 bapti,zw; ba,ptisma, toj n ; baptismo,j, ou/ m: «to employ water in a
religious ceremony designed to symbolize purification and initiation on the
basis of repentance» —to baptize, baptism. bapti,zw: evgw. evba,ptisa u`ma/j
u[dati I baptized you with water Mk 1.8...
53.49 bapti,zw: (a figurative extension of meaning of bapti,zw to baptize,
53.41) «to cause someone to have a highly significant religious experience
involving special manifestations of God’s power and presence» — to baptize.
auvto.j de. bapti,sei u`ma/j evn pneu,mati a`gi,w| but he will baptize you with
the Holy Spirit Mk 1.8...
24.82 βάπτισμα βαπτίζομαι: (an idiom, literally to be baptized with a bap-
tism) «to be overwhelmed by some difficult experience or ordeal» — to suffer,
to undergo: βάπτισμα δὲ ἔχω βαπτισθῆναι καὶ πῶς συνέχομαι εως ὅτου
τελεασθῇ I have a baptism to undergo, and how constrained I am until it is
over or I must undergo an ordeal, and how constrained I am until the ordeal is
over Lk 12.50.
• Llama la atención que L-N agrupen bajo una misma definición palabras sus-
ceptibles cada una de ellas de ser definida de modo distinto. Así en 53.31 aparece una
sola definición para βαπτίζω, καταβαπτίζω y βαπτισμός, dos verbos y un sustantivo;
en 53.41 βαπτίζω, ba,ptisma y βαπτισμός, un verbo y dos sustantivos tienen la misma
definición.
the glosses that were in BAGD are retained, but definition is incorporated ahead of them
and distinguished typographically. Not all words are so treated: about 60% are given
84
Factor contextual y cambio de significado. De las palabras en el Diccionario Griego-Español del nuevo testamento
definitions, and the rest continue to rely on glosses alone. The glosses are generally un-
changed from BAGD. BDAG continues to rest on Bauer’s analysis. Definition have been
introduced, but they have been generated out of and grafted on to the existing glosses.
Then thus reflect Bauer’s -or more often Preustchen’s lexical analysis of the New Testa-
ment occurrences... There has not been a fresh re-examination of all the data...
De modo que podemos decir que los distintos factores contextuales de βαπτίζω
se estructuran en torno a dos puntos: a) si es el sujeto el que penetra en el líquido (contac-
to exterior del sujeto con el líquido: primera y segunda acepción) o si es el líquido el que
penetra en el sujeto (contacto interior del sujeto con el líquido: tercera acepción).
Por el contexto se deduce que la primera definición representa el significado obvio
de la palabra, situándose la segunda y la tercera a nivel simbólico o metafórico.
12 El agua aparece en la Biblia como elemento destructor, cf. Salmo 18,5s; 69,3; Jonás 2,3s; Job 26,5s (βαπτίζω en gr. helenístico:
«hundir [un barco]», en voz media, «hundirse, irse a pique»). En el NT no se usa en sentido propio; la inmersión es señal del cambio
de vida (muerte a una conducta pasada); cf Romanos 6,3.4; Col 2,12.
13 En la Biblia, el Espíritu Santo está simbolizado por el agua en cuanto elemento vivificante (lluvia, cf Isaías 32,15); Joel 3,1-2
(Hechos 2,17), Isaías 34,15-18; 44,3 y Zacarías 2,10 (ἐκχέω derramar); Ezequiel 39,29 Texto Masorético (infundir); Isaías 29,10;
1Corintios 12,13 (ποτίζω regar).
86
Factor contextual y cambio de significado. De las palabras en el Diccionario Griego-Español del nuevo testamento
ἀφίημι (131)
Tipo combinado: gramatical y semántico (voz y sentido obvio o figurado).
Definiciones:
1. «Separarse deliberadamente de algo o de alguien»: dejar, abandonar.
2. «Ceder a alguien algo que, en cierto modo, le pertenece»: dar, confiar,
dejar; exhalar.
3. «No ocuparse de algo»: descuidar, prescindir, pasar por alto.
4. «Dejar libre de una deuda, culpa o pecado a alguien»: perdonar.
5. «No oponerse a que alguien haga algo o a que ocurra cierta cosa»: dejar,
permitir, consentir, tolerar.
Factor contextual.
ἀποδίδωμι (47)
Criterio semántico (la clase de donación).
Definiciones:
1. «Dar algo propio a alguien en correspondencia con una prestación pre-
via»: pagar, abonar, liquidar o saldar una deuda.
2. «Dar algo a alguien a cambio de dinero u otra cosa»: vender.
3. «Entregar a alguien algo que, en cierto modo, le corresponde»: devolver,
restituir.
4. «Dar a alguien algo en correspondencia con su conducta positiva o ne-
gativa previa»: recompensar, retribuir, resarcir, premiar / castigar.
5. «Obrar con alguien de acuerdo con un compromiso o una norma ética
anterior»: cumplir, corresponder, hacer / llevar a cabo lo debido o prome-
tido.
Factor contextual.
La definición dada corresponde a la primera acepción de ἀποδίδωμι, cuando lo
que se da corresponde a una contraprestación previa del sujeto receptor: pagar, abonar.
Cuando lo que se da es una realidad material en calidad de intercambio, se tiene la se-
gunda acepción: vender. Cuando lo que se da perteneció en el pasado reciente o lejano al
sujeto perceptor, de modo que éste lo recupera, surge la tercera acepción: devolver, resti-
tuir. Si la donación se hace en atención a los méritos del que la percibe, aparece la cuarta
acepción: recompensar, premiar / castigar. Finalmente, cuando la acción del sujeto corres-
ponde a un compromiso anterior o norma ética del donante, se origina la quinta acepción:
cumplir, llevar a cabo lo debido.
El criterio que se ha empleado aquí es diferente de los anteriormente expuestos,
pues se ha considerado en cada caso el tipo de donación que realiza el sujeto, según ésta
se haga en calidad de contraprestación (1), intercambio (2), devolución (3), recompensa
(4) o correspondencia (5).
88
Factor contextual y cambio de significado. De las palabras en el Diccionario Griego-Español del nuevo testamento
Estos significados no se agotan aquí, pues aparecen, además, varios usos figurados
(cf. semema 4) y algunos usos idiomáticos (tras el semema 5)14.
5. Conclusiones
De este modo, con la determinación del factor contextual o elementos que producen el
cambio de significado de las palabras en contexto, creemos que la lexicografía ha dado un
paso adelante.
Comenzaron los diccionarios del Nuevo Testamento por dar solamente la traduc-
ción de las palabras, no haciendo distinción entre significado y traducción.
Con Louw-Nida y Bauer-Danker se incorporó sistemáticamente la definición de
cada una de las acepciones de la palabra, distribuida con frecuencia por campos semán-
ticos diferentes (sólo Louw-Nida), distinguiendo de este modo sistemáticamente entre
definición y significado, aunque para la construcción de las definiciones ni Louw-Nida ni
Danker hayan aplicado ningún método de análisis semántico.
Nuestro diccionario aporta a este proceso de evolución de la lexicografía dos ele-
mentos nuevos:
a) un método de análisis semántico para la construcción de la definición y
b) la determinación del factor o factores contextuales que en cada momento
indican por qué la palabra cambia de significado y de traducción.
De este modo, como decíamos al principio, el diccionario deja de ser una trampa
para el usuario que, en todo momento, sabe 1) cómo se define la palabra, 2) cómo se
traduce y 3) por qué la palabra cambia de significado cuando entra en contacto con un
nuevo contexto.
Queremos terminar citando las palabras del Prof. David S. du Toit pronunciadas
en el Seminario The Greek of the New Testament, dirigido por los profesores Chrys C. Ca-
ragounis y James W. Voelz durante el International Meeting of the Society for the New
Testament Studies —SNTS— en Viena (año 2009):
Estas palabras y las de otros estudiosos que no traemos ahora a colación nos alien-
tan a continuar la dura tarea de redactar los lemas del DGENT.
6. Referencias bibliográficas
A, W.; G, F.;W, F. (1979). A Greek-English Lexicon of the New Tes-
tament and Other Early Christian Literature: A translation and adaptation of the
fourth revised and augmented edition of Walter Bauer’s Griechish-Deutsches Wörter-
buch zu den Schriften des Neuen Testament und der übrigen urchristlichen Literatur,
by William F. Arndt and F. Wilburg Gingrich, Second edition revised and aug-
mented by Gingrich, F. Wilburg and Danker, Frederick W. from Walter Bauer’s
fith edition, 1958. Chicago and London: The University of Chicago Press.
A, W.; G, F.; W, F. (2000). A Greek-English Lexicon of the New
Testament and Other Early Christian Literature, 3d edition revised and edited by
Frederick William Danker, based on Walter Bauer’s Griechisch-Deutsches Wörter-
buch zu den Schriften des Neuen Testaments und der frühchristlichen Literatur, 6th
ed., edited by Kurt and Barbara Aland, with Viktor Reichmann and on previous
English editions by W. F. Arndt, F. W. Gingrich, and F. W. Danker. Chicago /
London: University of Chicago Press.
B, W. (1988). Griechish-Deutsches Wörterbuch zu den Schriften des Neuen Testament
und der frühchristlichen Literatur, 6., völlig bearbeitete Auflage, im Institut für
neutestamentliche Textforschung / Münster unter besonderer Mitwirkung von
Viktor Reichmann, herausgegeben von Kurt und Barbara Aland, Berlin-New
York: Walter de Gruyter. Ediciones anteriores: Berlin, 3ª ed. 1937; 4ª ed., 1952;
5ª ed., 1958; 6ª ed., 1963, reimpresión 1971 y 1976.
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ción de 1930 con apéndice bibliográfico actualizado.
90
Proyecto El parlache y el argot español:
un estudio contrastivo1
0. Introducción
Esta comunicación tiene el propósito de presentar el proyecto titulado: «El parlache y
el argot español: un estudio contrastivo» Se trata de un proyecto, financiado por el MI-
CINN y llevado a cabo por el Grupo de Investigación en Mediación Lingüística (GIML)
de la Universidad de Lleida (UdL), grupo consolidado, reconocido y financiado por la Ge-
neralitat de Catalunya (SGR2009-680), con la colaboración del Grupo de Estudios Lin-
güísticos Regionales de la Universidad de Antioquia (UdeA) de Medellín (Colombia).
1. Objeto de estudio
El objeto de estudio de este proyecto es el «parlache», dialecto social de carácter argótico
creado por jóvenes de los sectores populares y marginales de la ciudad colombiana de
Medellín y su área metropolitana, realizando, a la vez, un estudio contrastivo con otras
formas argóticas, especialmente, del español de España.
Para explicar brevemente el contexto social del parlache, diremos que fue a par-
tir de 1980, época fuerte del desarrollo y la expansión del negocio del narcotráfico en
Colombia, cuando se dio un proceso acelerado de descomposición en todos los niveles
sociales del país. En el caso de la ciudad de Medellín, esta situación afectó en gran medida
a sus habitantes, creándose prácticamente dos bloques, cada uno con su propia estructura
social, su cultura y su lenguaje (Castañeda y Henao, 2001: -). La agudización de
esta crisis social y las nuevas posibilidades de ganar dinero fácil, derivadas de la cultura
de la droga y la transgresión de la ley, dieron lugar al surgimiento de los cambios lingüís-
ticos que condujeron a la creación de una forma de comunicación que, por una parte, era
muestra de unas determinadas condiciones de vida, propias de la marginalidad, de los
1 Referencia del Proyecto financiado por el MICINN: FFI2009-11644.
sectores en desventaja social y, por otra, no permitía a quienes no pertenecían a este grupo
de hablantes comprender claramente los mensajes.
En este sentido, el parlache podría entenderse como un antilenguaje, siguiendo
el concepto de Halliday (1982: 231–236), porque el parlache es un tipo de lenguaje que
muestra de manera simbólica el sentido de exclusión urbana. Es así como el parlache es
creado por esa antisociedad (sectores marginales de Medellín), pero este antilenguaje se
constituye en una variante del español en la medida en que asume casi todos los meca-
nismos de transformación y creación léxica del español estándar en los procesos fonoló-
gicos, morfosintácticos y semánticos del mismo. Sin embargo, el parlache tiene diversas
características de variedad argótica como sus funciones crípticas, lúdicas, de identidad y
cohesión social, siendo, además, creativo y muy variable (Castañeda, 2005: 80).
La influencia del cine, el teatro, la televisión, la literatura contemporánea y diver-
sos medios de comunicación ha propiciado que esta variedad lingüística diastrática esté
pasando a ser diafásica para algunos sectores de la población colombiana. Este hecho
muestra cómo el nivel estándar colombiano se ha nutrido del parlache e igualmente la
influencia que la lengua común ha tenido en el parlache. Otras fuentes de donde el par-
lache se alimenta son el léxico popular caribeño y colombiano, el léxico rural antioqueño,
el lunfardo, el argot español y de otros países de Hispanoamérica, así como de préstamos
de otras lenguas, como el inglés y el portugués.
Así pues, este argot, como ha ocurrido con otros, ha cobrado importancia día a
día no solamente por su amplia difusión en sectores diferentes a los que le dan origen,
sino porque van ingresando cada vez con mayor fuerza en los usos de los hablantes de
otros sectores y contextos socioculturales. Precisamente, la presencia de ciudadanos co-
lombianos en la Península hace que se den a conocer términos propios de esta variedad
en España. En este sentido, vale la pena recordar —tal como se vio reflejado en la prensa
no hace mucho tiempo— cómo en los inicios de la introducción de algunos grupos de
delincuentes y narcotraficantes colombianos en España, la policía española solicitó de la
colombiana instrucciones sobre cómo interpretar no sólo las nuevas formas delincuencia-
les importadas sino también el código de comunicación empleado, en muchos casos per-
teneciente al parlache. En Colombia, por ejemplo, esta variedad es utilizada por entidades
oficiales y privadas para muchas de sus campañas educativas dirigidas a los jóvenes, y, por
otra parte, muchos profesionales, como jueces, fiscales, abogados, médicos, profesores y
periodistas, entre otros, precisan un cierto conocimiento de este léxico, para el ejercicio
de su profesión.
En este orden de ideas, puede afirmarse que estamos ante una variedad lingüís-
tica que merece mayor profundización, tanto con respecto a los estudios ya realizados
enfocados en lo sociolingüístico (Casteñaeda y Henao, 2001) y en lo lexicológico (Vila y
Castañeda, 2007), como en lo que se refiere a nuevas investigaciones lingüísticas que lo
aborden desde diferentes perspectivas.
92
Proyecto El parlache y el argot español: un estudio contrastivo
3. Perspectiva teórica
El punto de inicio de este proyecto se fundamenta en los estudios sociolingüísticos, lexi-
cológicos y lexicográficos sobre el parlache llevados a cabo principalmente por Castañeda
y Henao, investigadores de la Universidad de Antioquia, quienes, desde 1997, han dedi-
cado esfuerzos a caracterizar esta variedad argótica y profundizar en su estudio. Como
resultado de su trabajo se cuenta con el libro El parlache (2001) y el Diccionario de parla-
che (2006)2.
Por otro lado, existen numerosos estudios sobe el argot en España3. Dos fuentes
fundamentales que permiten realizar el acercamiento contrastivo con el argot español son
el Diccionario ejemplificado de argot de Ciriaco Ruiz (2001) y el Diccionario de Argot de
Julia Sanmartín (2004). Estos dos diccionarios se han seleccionado teniendo en cuenta su
actualidad y el rigor en el tratamiento de la información. Julia Sanmartín es considerada
una de las investigadoras que más ha contribuido al estudio de este ámbito en los últimos
años en España. Numerosas son las obras de esta investigadora que serán tenidas en
cuenta para el desarrollo de este estudio. Por su parte, Ciriaco Ruiz realizó una revisión
muy rigurosa de obras literarias españolas para recoger el corpus de argot que utilizan
los escritores. En un número amplio de los contextos se hace referencia a la cultura de la
droga y a Colombia.
Otros estudiosos han contribuido, igualmente, a la investigación de las variedades
argóticas diversas que se encuadran en la lengua española, tanto desde el punto de vista
2 Este repertorio, cuya segunda edición se publicó en 2006 es producto, en parte, de la investigación realizada por Castañeda en
2005, para su tesis doctoral, titulada Caracterización lexicológica y lexicográfica del parlache para la elaboración de un diccionario,
que fue dirigida por una de las autoras del presente trabajo, la Dra. N. Vila.
3 No detallamos la bibliografía correspondiente por ser muy extensa y por ser, a la vez, de fácil acceso ara posibles interesados.
teórico, como aplicado, durante todo el siglo 4. Igualmente importante son los extensos
trabajos realizados sobre la aproximación teórica al concepto de argot, jerga, jerigonza,
lenguajes especiales, entre otros, que aportan elementos valiosos para construcción de
este análisis contrastivo5.
3. Metodología
La metodología científica aplicada a esta investigación se basa, en un primer estadio, en
las técnicas de investigación lexicológica, esto es: a) recopilación del corpus a partir de
fuentes establecidas previamente; b) elaboración de una ficha lexicológica, en el marco de
una base de datos diseñada expresamente, que ha de contar con los medios de recupera-
ción de la información adecuados a los fines perseguidos; c) introducción de los datos de
cada unidad seleccionada en la ficha correspondiente.
Para que el proyecto sea operativo, las tareas se distribuyen entre los dos grupos
de investigación, de manera que los investigadores de la UdeA abordan el trabajo sobre el
parlache y los de la UdL se ocupan del enfoque sobre el argot español. Existen dos tipos
de tareas: tareas en común y tareas en cada grupo. Las tareas en común consisten en la
búsqueda exhaustiva de información, recopilación y consulta de bibliografía, estableci-
miento de fuentes (prensa escrita, medios de comunicación audiovisuales, textos ficción,
historias de vida, recopilaciones léxicas) y elaboración de la ficha lexicológica (base de
datos: recuperación de la información). Por otro lado, la tarea central en cada grupo es
el análisis del corpus, desde diferentes ámbitos y por diversos investigadores, bajo la di-
rección de la investigadora principal de cada grupo. Finalmente, se propone la puesta en
común de los resultados obtenidos. Cada investigador/a contacta con su correspondiente
en el otro grupo (según áreas de trabajo establecidas), para una puesta en común poste-
rior y el debate, si ello es necesario.
Así, se ha partido del corpus recogido en la investigación previa sobre el parlache
(Castañeda, 2006), que se ha actualizado a través de un proceso de recolección de nue-
vos datos por medio de encuestas y entrevistas. Igualmente, se revisan y confrontan los
diccionarios de parlache y los de argot español ya mencionados; en el caso de que apa-
rezca otra obra de estas características, se tendrá en cuenta. Además, se están revisando
también materiales escritos y audiovisuales en los cuales se utiliza léxico argótico. De esta
forma, obtendremos el corpus necesario para proceder al análisis. Este debe realizarse
en un segundo momento, en el que serán de aplicación las metodologías pertinentes de
investigación morfológica, sociolingüística y pragmática, distribuidas por investigadores
y áreas del corpus. Finalmente, dedicaremos una tercera etapa a la puesta en común de
los resultados obtenidos por los diversos investigadores, teniendo como fin la difusión
posterior de los resultados obtenidos.
4 Algunos ejemplos de estudios muy tempranos, son los realizados por L. Besses (1905) Diccionario de argot español o lenguaje
jergal, gitano, delincuente, profesional y popular, o C. Clavería (1951) Estudios sobre los gitanismos del español.
5 Una selección de títulos se ofrece en la bibliografía final.
94
Proyecto El parlache y el argot español: un estudio contrastivo
5. Resultados parciales
Se han realizado ya algunos avances con respecto a las tareas en cada grupo, de manera
que se han obtenido ya algunos resultados parciales. Por ejemplo, como trabajo final de la
Maestría en Lingüística de la UdeA, la investigadora Diana Padilla ha realizado un aná-
lisis del desarrollo del parlache en la prensa escrita de Medellín. Asimismo, como trabajo
de fin de máster (TFM), del Máster en Lenguas Aplicadas de la UdL, la investigadora
Ana Patricia Prada ha llevado a cabo una introducción al análisis contrastivo lexicográfico
y pragmático de estas dos variedades argóticas. A continuación, se presentan los resulta-
dos de este trabajo.
96
Proyecto El parlache y el argot español: un estudio contrastivo
Definición Definición
No. Término
Diccionario de argot español Diccionario de parlache
7 chamba f. Suerte, casualidad. 1. f. vida c. Revitalización. Trabajo.
Ocupación remunerada.
2. f. vida c. Resemantización. Herida.
Perforación o desgarramiento en alguna
parte del cuerpo.
8 chucha 1. f. (marginalidad) peseta s. Insulto. Resemantización. Despreciable.
2. f (prisión) amante de un Persona desagradable.
preso
9 chutar 1. int. Funcionar, desarrollarse v. vida c. Resemantización. Pasar. Enviar,
bien en una actividad. ceder a otra persona algo, o encargarla de
2. prnl. (droga) Inyectarse realizar determinada acción.
droga.
10 chuzo m. pene 1. m. Armas. Revitalización. Puñal.
2. m. vida c. Resemantización. Negocio,
establecimiento comercial poco acreditado y
pequeño.
11 faltón adj. Ú.t.c.s. Persona que adj. a. ilícitas. Resemantización. Traidor.
ofende y falta al respeto. Falso. Persona traicionera o incumplida.
Injurioso.
12 flete 1. m. coito. s. a. ilícitas. Revitalización. Vehiculo. Asalto
2. m. (prostitución) Cliente a un carro que transporta mercancías.
de una prostituta.
3. m. (prostitución) Servicio
prestado por una prostituta.
13 floripondio floripondis/floripondio. m. Adj. Homosexualismo. Resemantización.
nalgas. Homosexual. Hombre afeminado.
14 fulero 1. m. y f. Persona embustera. Adj. Cultura juvenil. Resemantización.
2. m. y f. (delincuencia) Engreído. Vanidoso, muy pagado de si
Persona que lleva a cabo mismo.
algún engaño intimo.
15 lenteja f. (drogas) Dosis de acido Lentejo, ja. Adj. Cultura juvenil.
lisérgico (LSD) Resemantización. Lento. Persona lerda.
16 levantar 1. tr. Quitar. 1. v. Violencia. Resemantización. Aporrear.
2. tr. (marginalidad) Hurtar. Golpear a una persona.
2. v. Muerte. Resemantización. Asesinar.
3. v. cultural juvenil. Resemantización.
Conquistar. Entablar relaciones amorosas.
17 ligar 1. tr. Conquistar a una v. vida c. Resemantización. Donar. Dar a una
persona. Emprender persona dinero para motivarla o convertirla
relaciones amorosas con en cómplice.
alguien.
2. tr. (marginalidad) Detener.
Apresar.
3. tr. (delincuencia) Hurtar.
4. tr. (juventud) Conseguir
droga, bebida.
Definición Definición
No. Término
Diccionario de argot español Diccionario de parlache
18 loro 1. m. Mujer fea y muy 1. m. vida c. Resemantización. Radio.
maquillada. Aparato receptor de ondas hertzianas.
2. Persona que habla en 2. s. a. ilícitas. Resemantización. Delator.
exceso. Persona que denuncia o acusa a otra.
3. m. (marginalidad) 3. m. Droga. Resemantización. Perico. Base
Radiocasete. de cocaína en polvo.
19 zanahoria 1. f. pene zanahorio, ria. Adj. (por recategorización)
2. f. Nariz cultura juvenil. Es una transformación de la
palabra sano. Temeroso. Tímido. También
se refiere a la persona que no comete actos
delincuenciales ni consume drogas.
20 zorra 1. f. Mujer de vida promiscua. Adj. insulto. Revitalización. Prostituta.
2. f. Prostituta
3. f. Borrachera
98
Proyecto El parlache y el argot español: un estudio contrastivo
Revisando los resultados de esta tabla, se aprecia que el entorno más frecuente
donde se han aprendido los términos es el de los amigos (60%) en los tres grupos. En
el grupo colombiano, el entorno de amigos y la familia es importante en un 20%. En el
grupo de españoles, el 20% asocian los amigos y medios de comunicación. En el grupo de
etnia gitana, reconocen la influencia de los otros entornos en un 10% cada uno.
El siguiente apartado del cuestionario se refiere al uso de los términos. En este
punto se pretendía determinar cuáles eran los términos más usados por los distintos in-
formantes. Los resultados muestran que los términos que más se usan en los tres grupos
de participantes son cabrearse (97%) y ligar (83%). Flete, floripondio y zanahoria son los
que menos se utilizan (10%). En el grupo de españoles, cagadero, campanero, chamba,
chutar, chuzo y flete son los términos que nunca utilizan. En un 50% se utilizan camello,
chucha y loro. En el grupo de colombianos, floripondio y fulero son los términos que no se
utilizan. En un 60% se utilizan los términos chacha, lenteja y zorra. Faltón se utiliza en un
70%. En un 40% se utilizan los términos cagadero, camello, chamba, chucha, chuzo, levantar
y loro. En el grupo de etnia gitana, los términos que menos se utilizan (solo un 10%) son:
chucha, chuzo, flete y lenteja. En un 90% se utilizan los términos faltón, levantar y loro. Los
términos camello, chutar y zorra se usan en un 70%. Chacha y fulero se usan en un 60% y
los términos cagadero y cascado, en un 50%. En la tabla 4 se relaciona el número de infor-
mantes que utiliza cada uno de los términos en cada uno de los grupos participantes.
100
Proyecto El parlache y el argot español: un estudio contrastivo
Una vez conocidos los términos de mayor uso y preferencias, el siguiente paso era
determinar la frecuencia de uso de los mismos, dependiendo de los contextos donde se
ubican los informantes. Se determinaron cinco contextos fundamentales, a saber: a) en-
torno de amigos, barrio, calle; b) medios de comunicación; c) familia; d) interés personal;
e) escuela, profesores y compañeros de clase. Las frecuencias se definieron como nunca,
ocasionalmente y habitualmente. En la tabla 5 se pueden apreciar los resultados generales
de las frecuencias de uso y su relación con cada uno de los contextos.
Como se puede apreciar en la tabla anterior, los resultados son muy variados.
Por ejemplo, el contexto más cercano para el uso de estos términos es el de amigos y
conocidos, aunque en un porcentaje no muy alto (40%). Los términos son usados con
frecuencia media en tres ámbitos principalmente: entre amigos y conocidos (53%), en el
hogar (50%) y en la calle, vecindario, tiendas y bares (57%). El ámbito donde menos se
utilizan los términos es el de los medios de comunicación (40%). En términos generales,
la frecuencia de uso que prima es ocasionalmente, seguida de nunca y, en último lugar,
habitualmente.
7. Conclusiones
A partir de este primer acercamiento a las dos variedades argóticas citadas y de acuerdo
con la muestra obtenida, podemos concluir que, en términos generales, parece existir un
conocimiento más amplio del parlache colombiano que del argot español. Una de las
razones que puede dar origen a esta situación es la influencia de los medios de comunica-
ción, los cuales han contribuido a extender su conocimiento a contextos más amplios que
el de su origen (comunas de Medellín-Colombia). Por otra parte, es importante resaltar
que los informantes de etnia gitana tienen mayor conocimiento de los términos en el
contexto del parlache que los informantes españoles. Así, de los 20 términos, este grupo
logró relacionar 11 de ellos con la definición correspondiente al parlache, aunque también
reconoció algunos términos en el contexto del argot español. En general, el grupo de etnia
gitana es el que mejor conoce y maneja ambos argots, quizá por la proximidad de algunos
de sus miembros hacia contextos marginales.
De igual manera, en el grupo de colombianos se muestra un mejor conocimiento
tanto del argot español como del parlache. Esta situación puede deberse al hecho de que
los informantes colombianos llevan entre dos y doce años viviendo en España, lo cual les
ha permitido una mayor cercanía al contexto hablante de ambas variedades. El grupo de
informantes españoles es el que menos conoce y utiliza los términos argóticos estudiados.
En general, creemos que estos primeros resultados parciales son ciertamente reve-
ladores. Por un lado, muestran la presencia e influencia que un argot tiene en el otro. Asi-
mismo, constituyen un indicio del grado de conocimiento que se tiene de cada variedad
argótica, con respecto a diversos grupos de hablantes. Ha sido, pues, una primera aproxi-
mación al conocimiento y uso de estas variedades argóticas, especialmente interesante
por lo que respecta al parlache, ya que es la primera vez que re revisan estas características
fuera de su propio contexto geográfico, es decir, fuera de Colombia.
En definitiva, con los diversos trabajos a llevar a cabo en el marco de este proyecto,
se espera abrir un camino hacia la profundización del uso del parlache, a la vez que se
plantea obtener resultados interesantes dentro de la lingüística contrastiva, en relación
con el fenómeno de los argots en lengua española.
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102
Proyecto El parlache y el argot español: un estudio contrastivo
0. Introducción
Es un hecho constatable que el uso de anglicismos es frecuente en casi todas las lenguas
actuales. Lo es, por supuesto, también en español, aunque no en todos los países se usan
ni los mismos anglicismos, ni con la misma profusión.
No vamos a referirnos aquí de la idoneidad o no del uso de anglicismos (ni de
otros extranjerismos), ni de si conviene o no sustituirlos por palabras patrimoniales o
adaptarlos ortográficamente, sino del tratamiento lexicográfico que se ha dado a los angli-
cismos de uso en Puerto Rico en dos diccionarios escolares pensados para los estudiantes
puertorriqueños de los niveles de Intermedio o Superior y de Elemental: Diccionario Di-
dáctico Básico del Español y Diccionario Didáctico Avanzado del Español, y en el Diccionario
de Anglicismos actuales, de la autora Amparo Morales (diccionarios todos ellos coeditados
por la Academia Puertorriqueña de la Lengua Española y por Ediciones SM).
108
El uso de los anglicismos en Puerto Rico y su tratamiento lexicográfico
2. Tipos de anglicismos
Como detalla la Dra. Amparo Morales en las páginas iniciales del Diccionario de Anglicis-
mos, son distintos los tipos de anglicismos que se registran (Morales, 2009: 12):
• Anglicismos crudos: términos que se escriben exactamente igual que en
inglés.
• Anglicismos adaptados: voces que han sufrido alguna adaptación para ajus-
tarse mejor a la ortografía o fonética del español. Dentro de este grupo, los
anglicismos de sentido tienen el significado del término inglés, pero no su
forma fonológica.
• Desvíos semánticos: términos que ya existen en español, y se usan con un
nuevo significado por influencia del inglés.
• Neologismos anglicados: palabras que se forman en español a partir de algún
término en inglés.
Como anglicismos crudos podemos señalar distintos casos usuales y frecuentes,
como adapter (‘adaptador’), bill (‘factura’), barbecue (‘barbacoa’), bulletin board (‘tablón de
anuncios’), short (‘pantalones cortos’), slice (‘rebanada’).
Los ejemplos de anglicismos adaptados o neologismos anglicados son muchísimos; se
pueden señalar casos como accesar (‘acceder’, en informática), clipear y clipeadora (‘grapar’
y ‘grapadora’), printear (‘imprimir’), setear (‘configurar, preparar’). Dentro de este grupo,
algunas de estas adaptaciones gráficas ya están admitidas por la Asociación de Acade-
mias de Lengua Española, como, por ejemplo, parquear (‘estacionar’, procedente del verbo
inglés to park), referí (‘árbitro’, procedente de la voz inglesa referee) o convertible (como
descapotable).
Algunos desvíos semánticos son, por ejemplo, aplicación con el significado de ‘soli-
citud’, por influencia de la voz inglesa application, o el adjetivo casual con el significado de
‘informal’ o ‘sencillo’.
Para los que no estamos familiarizados con estos usos, resultan sorprendentes los
calcos de estructuras, como también se señalan en el Diccionario de Anglicismos de uso; por
ejemplo, bloqueador solar (por influencia de sunblock), llamar para atrás con el significado
de ‘responder o devolver una llamada’ (por relación con to call back) o hacer claro con el
significado de ‘manifestar’ o ‘asegurar’ (por influencia de la construcción to make clear).
Por último, destacamos los términos o las construcciones en las que se mezcla el
español y el inglés. Así, por ejemplo, se crea y se empieza a usar engliñol, término creado
a partir de English y de español para hacer referencia al contacto de ambas lenguas. De
igual forma, se generan frecuentes combinaciones de verbos en español con adjetivos y
sustantivos en inglés, como por ejemplo dar un call (‘hacer una llamada’), estar down (‘estar
deprimido’), dar un clear (‘eliminar un archivo’) o dar save (‘guardar’, en informática).
3. Tratamiento lexicográfico
Aunque esta clasificación teórica se tuvo presente en cada uno de los proyectos lexicográ-
ficos que se llevaron a cabo en Puerto Rico, es en el Diccionario de Anglicismos de la Dra.
Amparo Morales en el que dicha organización tiene más peso. En este diccionario, cada
anglicismo viene detallado con la tipología a la que pertenece y su frecuencia de uso; ade-
más se añaden distintos ejemplos, extraídos de diferentes corpus de prensa y de internet.
Sin embargo, tras más de veinte años de dedicación a la lexicografía escolar, he-
mos comprobado que, en los diccionarios escolares, el tratamiento lexicográfico de los
extranjerismos no puede ser tan sistemático, ni es eficaz que contenga un exceso de infor-
mación, por muy valiosa que esta sea. En los diccionarios escolares, más que en cualquier
otro, debe tenerse siempre presente el público al que van dirigidos. Por ello, la tipificación
sistemática de los anglicismos en los diccionarios escolares de Puerto Rico se revisó en
cada caso y el tratamiento de cada uno estuvo marcado también por el uso y la aceptación
de cada uno de los términos en Puerto Rico y sus aulas. Además, el tratamiento de los an-
glicismos en estos diccionarios está muy influido por el interés generalizado de profesores
y maestros en dar preferencia a las voces patrimoniales dentro del ámbito escolar. En este
sentido, el planteamiento de los anglicismos en los dos diccionarios escolares fue bastante
más complejo, pues nos encontrábamos con dos características enfrentadas:
• Ambos proyectos, como así indican los mismos títulos, son dos diccionarios
de español para los estudiantes de Intermedio o Superior y Elemental. Esta
propiedad se une, como ya se ha dicho, al esfuerzo de los profesores para dar
prioridad a la enseñanza del español y a su afán por evitar las interferencias
con el inglés en el uso del español.
• Al mismo tiempo, son dos diccionarios de uso especialmente pensados para
los estudiantes puertorriqueños: son ellos los que consultarán determinadas
palabras, independientemente de que dichos términos sean los idóneos o no;
poco sentido tiene, por ejemplo, que esté en su diccionario el término para-
choques siendo una palabra que en Puerto Rico no se usa, ni se conoce y, por
el contrario, no se encuentre la voz inglesa bumper que designa ese concepto
y es el término que se escucha, se lee y se escribe.
De modo que en estos diccionarios escolares se establecen, a grandes rasgos, cinco
grandes grupos:
• Tipo 1: anglicismos crudos de uso mayoritario. Son anglicismos que se
usan de forma generalizada bien porque la voz patrimonial no se suele cono-
cer y, por tanto, no es nada usual o bien porque no existe conciencia de que
exista una equivalencia en español. En estos casos, el extranjerismo apare-
ce definido con la indicación de anglicismo y generalmente acompañado de
la pronunciación. Dentro de este grupo podemos mencionar, por ejemplo,
el caso de hot dog. Relacionado con este término, en el diccionario de nivel
Avanzado, también se registra perro caliente, pero se le da prioridad a la voz
inglesa, lo que refleja el uso mayoritario de este término. Otro ejemplo que
podemos señalar dentro de este grupo es el de laptop, con el significado de
‘ordenador portátil’. En los diccionarios también se registra el término portá-
til, pero únicamente con categoría adjetiva, pues en Puerto Rico no se utiliza
como sustantivo, como sí ocurre en España.
• Tipo 2: anglicismos crudos que, a pesar de ser generalmente más usuales
que las voces equivalentes en español, se intentan evitar. Hay, por tanto, más
conciencia de la voz patrimonial y, por ello, se intenta conservar, especial-
110
El uso de los anglicismos en Puerto Rico y su tratamiento lexicográfico
112
El uso de los anglicismos en Puerto Rico y su tratamiento lexicográfico
con indicación de innecesario), frente a showroom que aparece definida como ‘sala de ex-
hibiciones’ y se acompaña con una nota que sólo aconseja su sustitución por el sintagma
en español (por tanto, sería un anglicismo de los que hemos establecido como de tipo 3).
Son, en general, anglicismos morfológicamente relacionados, pero con un tratamiento
diferente en función de si existe o no un término equivalente en español y de la frecuencia
de uso de cada uno de ellos.
Otros casos complejos son las entradas con varios significados y distintos tra-
tamientos según la acepción. Así, por ejemplo, el caso de la unidad pluriverbal fast food,
con una primera acepción que remite a la locución en español comida rápida y con una
segunda acepción para hacer referencia al restaurante donde se sirve dicha comida. En
español sí es frecuente el uso de la locución comida rápida para aludir a un tipo de comida,
pero no designa el restaurante en que se sirve; se une, por tanto, en una misma entrada un
anglicismo de tipo 2 y otro del tipo 1.
5. Conclusiones
El tratamiento de los extranjerismos en un diccionario escolar pensado específicamente
para estudiantes, en este caso concreto, para los estudiantes puertorriqueños, debe ajus-
tarse a unos patrones tipificados de antemano, pero este ajuste no puede hacerse de forma
estricta.
Nuestra experiencia nos ha enseñado que, en las obras escolares, hay dos cuestio-
nes fundamentales:
• la simplificación de la información para asegurar que los datos buscados por
los lectores se localicen y se entiendan sin dificultad,
• el equilibrio entre el uso y la norma individualizado en cada caso concreto,
por encima de una rigurosa tipificación de casos posibles.
Son los profesores los que enseñan a usar el diccionario al alumno, por tanto, el
diccionario debe atender a lo que el profesor desearía encontrar en un diccionario, pero
son los alumnos los que deben entender lo que leen y es el uso de la lengua el que debe
contemplarse en un diccionario escolar, ya sea para afianzarlo o para indicar que debe
evitarse.
Hemos comprobado, una vez más, lo complejo que es el tratamiento de los ex-
tranjerismos en un diccionario escolar, así como el difícil y cambiante equilibrio que hay
entre norma y uso.
Sin embargo, esta problemática es diferente en un diccionario descriptivo, donde
lo importante es ser minucioso en la información y reflejar claramente el uso que se da a
cada uno de los términos.
6. Referencias bibliográficas
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114
El uso de los anglicismos en Puerto Rico y su tratamiento lexicográfico
0. Introducción
El propósito de este estudio es presentar unas reflexiones sobre nuestra práctica lexico-
gráfica en la elaboración de un glosario con los paraguayismos encontrados en la novela
Hijo de Hombre de Augusto Roa Bastos; los glosarios se inscriben en la línea denominada
«microdominios lexicográficos» por Pérez (2007); uno de ellos lo constituye el glosario
literario. «Las obras literarias son, de acuerdo con el mencionado investigador, un semi-
llero léxico; la elaboración de diccionarios en su fase recolectora se ha nutrido intensa e
inmensamente de las unidades univerbales y fraseológicas que novelas y narraciones, poe-
sías y obras teatrales han rescatado y preservado como haber lingüístico» (Pérez, 2007:
139). Para más adelante afirmar: «estoy convencido de que sólo llegaremos a conocer
la historia de la lexicografía hispánica y regional cuando seamos capaces de reportar las
contribuciones amparadas bajo la teoría de los pequeños dominios» (ib.:140–141).
2. Criterios
Para determinar si un léxico es paraguayismo, se establecieron los siguientes criterios:
1) Presencia del léxico en el Glosario de Paraguayismos (GP) y/o Los Paraguayis-
mos (LP), dos aportaciones que representan el inicio de los estudios lexicográficos sobre
el castellano paraguayo y, por tanto, se convierten en fuentes inequívocas en la caracteri-
zación de paraguayismos. Ejemplos: aloja, bodoque, bolichero, chipero/a, chucho, de balde, fa-
rra, letrado, mensú, monflórito, naco, paquete, capuera, cargoso, cañadón, catinga, catre, cocido,
compuesto, cumpá. Para esta ocasión se seleccionan Letrado y Kuriyú:
letrado/a adj Pícaro, astuto, avivado. Dícese de la profesión del abogado. Contex:
«—¡Lepiyú letrado! —se mofaban de Macario los mellizos Goiburú» (p. 22) (GP+,
LP+, DRAE-, NDA-, DHA-, NDU-, NDAI-, DA+) Obs.: Es de uso exclusivo en
el castellano paraguayo.
kuriyú m f (Eunectes noteaus) Anaconda, boa constrictora hasta de 10 mts de largo.
Contex: «Entre las negras y viscosas raíces, como entre los tentáculos de una kuriyú,
Casiano temblaba delirando con los dientes apretados, bajo nubes de mosquitos y jeje-
nes…» (p.108). (GP+, LP-, DRAE-, NDA-, DHA+, NDU-, NDAI+, DA+). Obs.:
DA y NDAI lo registran como Py y Ar; DA precisa que en Argentina sólo se usa en
el Noreste y NDAI aclara que es voz guaraní. EGC: «Vive en regiones secas donde
caza mamíferos de pequeño tamaño. No ataca al hombre ni aun cuando éste lo pro-
voque. Es de hábitos nocturnos… carece de glándulas venenosas. Sin embargo, existe
una creencia de que las boas son peligrosas por su forma de cazar animales». DLGG:
«ocarú haguã oñemoakuruchi mymba terã mava rehe, ojeliapaite hese omongu’ipa
peve ikangue, upei oipysóiyurú ha omokõ oipytekuévo» (para alimentarse se ovilla
alrededor del animal, hasta triturar completamente sus huesos, después abre la boca y
lo traga succionándolo). En el S. XVIII, Azara (1847, p.124) lo registra como curuyú
y curiyu y lo describe como «un culebrón que asusta»… «que no muerde», «yo creo
que este culebrón es de quien han hablado las relaciones antiguas de los conquistado-
res y que lo han hecho exagerando sus medidas, formando fábulas y cuentos, como lo
son decir que los indios lo adoraban y que lo alimentaban con hombres que tragaban
enteros. Siguiendo estas relaciones escribió un gobernador a la corte, estando yo allí,
que esta culebra tragaba entero a un ciervo y a un toro con cuernos y todo, y que los
atraía desde muy lejos con el aliento».
118
Glosario de paraguayismos: Análisis de una práctica lexicográfica
En la actualidad se tiene similar concepto de este animal acuático tal como lo re-
seña el periódico ABC Digital del 24-12-2009 bajo el título «Atrapan una enorme kuriyú
y la destinan al zoológico»:
Una enorme kuriju fue atrapada este martes, a las 19:00 aproximadamente, por unos
pescadores en el Riacho San Francisco, Puente Remanso, Mariano Roque Alonso. Venía
nadando por las aguas del río Paraguay y cayó en las redes de los que estaban instalando
sus elementos para la pesca.
En un momento dado, como no podían dominarla, uno de ellos agarró un machete
dispuesto a matarla, ya que se asustó sobremanera, porque era muy fuerte y nadie quería
arriesgarse mucho, pues el ofidio trataba de escaparse.
En ese momento apareció por el lugar Carlos Torres (48), vendedor de pescados y
experto en animales acuáticos, quien con ayuda de su hijo la dominaron y la pusieron en
una conservadora con agua, con algunos pescaditos, para posteriormente trasladarla, en
la noche de este martes, en un camión al Jardín Botánico.
Una comitiva integrada por guardias y expertos en animales ya los esperaba en el acce-
so del Zoo. Una vez que llegaron, fueron directamente al lugar destinado a la misma.
Según estimaciones, la boa constrictora mide aproximadamente 3,5 metros, no es tan
vieja ni joven, y para su felicidad fue depositada en un estanque con agua donde había
otra kuriju.
Con la ayuda de otro experto en víboras, la bajaron suavemente a su nueva casa.
Apenas la soltaron en su nuevo hábitat, comenzó a extenderse y relajarse, pues estaba
muy cansada y asustada, ya que los flashes y la manipulación a que fue sometida la estre-
saron, según sus captores.
Carlos Torres, quien realizó la hazaña de la captura, mencionó: «le agarré de la cabeza
para dominarla; luego corté con un cuchillo la red, pues se movía mucho, ya que el peligro
es que se líe por uno. Mi hijo vino y le agarró de la cola y le metimos en la conservadora
con agua, camalotes y unos pescaditos para calmarla. Es muy fuerte y está saludable,
según pude apreciar».
Por su parte, Felipe Santiago Lovera, encargado de los animales del Jardín Botánico,
manifestó que actualmente el Zoo cuenta con 11 kuriju, sumado a la que fue traída.
Relató que estos animales se alimentan de ratones, pollitos y conejos, y que en verano
comen más que en invierno. Cuando tienen hambre devoran unos 3 a 4 ratones grandes
para descansar por un buen tiempo.
En invierno, en cambio comen muy poco, pues se pasan invernando.
chala f Hoja que envuelve la mazorca del maíz. Contex: «Bajo el sombrero de fieltro le
salían mechones de un rubio muy claro, tirando al color de las chalas» (p.6). (GP-,
LP-, DRAE+, NDA+, DHA+, NDU+, NDAI+, DA+) Obs. El DA lo marca con
Py, Ar, Ur, Ch, Bo, Pe, y Ec:N. El DRAE, NDAI y DHA señalan su origen quechua,
confirmado por DQAC y DRS. El DRAE y NDAI lo marcan como Ar, Ur, Bo, Ch,
y Pe, sin Py.
plaguear intr. Hablar insistentemente de sus propios infortunios. Regañar constante-
mente a los demás. Estar siempre quejándose de su suerte. Causar molestia o fastidio
a alguien. Contex: «—Sí, pero hay una revolución cada dos años— se plagueaba
mamá, mirándome como si yo ya estuviera con el fusil al hombro» (p.62). (GP-, LP-,
DRAE-, NDA+, DHA-, NDU-, NDAI+, DA-) Obs. Morínigo en NDAI lo regis-
tra sólo con la marca Py; NDA lo delimita al noreste argentino, frontera con Paraguay
y lo describe como coloq.
cumpá m Hombre con el que se tiene una amistad o camaradería. Contex: «—Por qué
no vamos hacia las Palmas, mi jefe? «—No te apures, cumpá… gruñó el comisario»
(p.111) (GP-, LP-, DRAE+, NDA+, DHA+, NDU-, NDAI+, DA+) Obs. DRAE
sólo marca Ch, el DA agrega Ar, Bo y Pe; NDAI, lo extiende a Ar, Ur, Bo, Pe, Ec y Gu,
sin Py. NDA lo delimita al NE y NO argentino, regiones vecinas al Paraguay. DHA
y DASJ lo incluyen como coloq y rur.
raído m Carga de hojas de yerba mate para ser trasladada por los peones al lugar, donde
serán sometidas al calor del fuego para secarlas y tostarlas. Contex: «Se susurraban
unos a otros los mineros bajo los fardos del raído, con un resto de sarcasmo en lo
hondo del temor casi mítico que difundía la presencia del gran Tuvicha extranjero»
(p.88) (GP-, LP-, DRAE-, NDA+, DHA-, NDU-, NDAI-, DA-) Obs. El DA y el
NDA le asignan la marca de Ar:NE, zona fronteriza con el Paraguay.
120
Glosario de paraguayismos: Análisis de una práctica lexicográfica
mojarra f sin Palometa. Nombres de peces charácidos de los géneros Serrasalmo y Pygo-
centrus. Se aplican solo a los ejemplares de tamaño medio o pequeño; no alcanzan los
15 cm de largo, muy parecidos a las pirañas (piraí) aunque más chatos, de colores más
vivos e inofensivos para el hombre; tienen, además, la cabeza más alargada. Contex:
«Sobre el lecho arenoso centelleaban los cantos rodados y alguno que otro espinazo
podrido de mojarra, cubierto de hormigas» (p.121) (GP-, LP-, DRAE+, NDA+,
DHA-, NDU+, NDAI-, DA+) Obs. Gatti en EGC afirma que ~ es un hispanismo
usado en guaraní y que tiene un sinónimo en castellano: palometa. NDA y NDU
incluyen ambos nombres y aseguran que estos peces se consiguen en ríos, arroyos y
lagunas. DA con esta acepción lo registra con las marcas: Ar, Ur, excluyendo Py.
mulita m (Dasypus hybridus) Una especie de armadillo, en guar tatú mburicá. El nom-
bre le viene por las orejas grandes parecidas a las orejas de una mula, mide 45 cms
de largo, de los que 17 cms corresponden a la cola. De hábitos diurnos, lo que faci-
lita su caza, de hocico puntiagudo y cuatro dedos en las manos; de carne sabrosa, y
apetecida. Habita en los campos, especialmente del Chaco; no entra en los bosques.
Contex: «Se alimentaba de los pakuríes y naranjas agrias […] o cazaría mulitas y esas
nutrias parduscas del estero, sabrosas al asador» (p.50) (GP-, LP-, DRAE+, NDA+,
DHA+, NDU+, NDAI-, DA+) Obs. El DEA, el DASJ y la EGC lo incluyen; el DA
lo trae como Ec, Ar, sin Py.
arroyo m Pequeña corriente de agua, por la cual no pueda navegar un bote o canoa. Con-
tex: 1) «Lo más que conseguí sacarle cuando sesteamos en la barranca del arroyo, a
la sombra de un tayi, fue el detalle de los rieles de quebracho» (p.120). 2) «El arroyo,
aun sin agua, me parecía en verdad un obstáculo insuperable» (p.120). 3) «Pensé en
el destino de ese arroyo. En el kaa ñavé bebían y se bañaban los leprosos» (p.121).
4) «Luego el arroyo bajaba lentamente hacia otros pueblos» (p.121). 5) «Miré de
improviso a Cristóbal Jara. Él pensaba sin duda en otra cosa, que no era ni el arro-
yo ni el vagón» (p.121). 6) «Tampoco podía ubicar el rancherío de los lazarientos,
ni la ladrillería ni el cauce del arroyo» (p.122). 7) «Me costaba concebir el viaje del
vagón por esa planicie seca y cuarteada que las lluvias del invierno y el desborde del
arroyo transformaban en pantano» (p.122) (GP-, LP-, DRAE+, NDA-, DHA+,
NDU+, NDAI-, DA-) Obs. En guaraní, se usa el hispanismo «arroyo» o ysyry; así lo
registran EGC (Gatti), DGE (Peralta - Osuna) y DCE (Guasch). Azara (1847) da
cuenta de la existencia de la parroquia Arroyos con 1227 almas y en su recorrido por
el río Tevikuary en 1785, documentado por González Torres (1995), Azara cruzó
por diferentes estancias, lagunas, ríos, pasos y arroyos como: Arroyo yukyrý, arroyo
jaguaymini, arroyo jaguay – guasú, arroyo jakanguasú, arroyo paso hondo, arroyo
Hernandarias, arroyo pirity, arroyo jaguarý, arroyo aguaraý, arroyo saladillo, arroyo
paroý, arroyo suruvi’ý, arroyo avaý. En la actualidad existen tres poblaciones llamadas
Arroyos y Esteros: en el Dpto. de la Cordillera; San José de los Arroyos, en el Dpto.
de Caaguazú y Arroyo Cedrotý, en el Dpto. de Alto Parana. Sólo en la región oriental
del Paraguay, fueron contabilizadas por Moriya de Freundorfer y Amarilla de Ferreira
Da Costa (s/f, p.18) 667 arroyos y ríos; obviamente la mayoría de estas corrientes
de aguas son arroyos, no navegables por botes o canoas. De este total, 427 arroyos
reciben nombres guaraníes, 59 híbridos, y 178 son topónimos en español. Existen
muchos otros arroyos sin nombres.
compañía f Unidad política-administrativa en que se dividen los pueblos o municipios
en el Paraguay. Contex: «Desde las compañías mas distantes y hasta de los pueblos
vecinos venían enfermos y tullidos en busca de curación, a pie, a caballo, en carreta»
(p.55) (GP-, LP-, DRAE-, NDA-, DHA-, NDU-, NDAI-, DA-) Obs. Fuente oral y
competencia lingüística de los autores.
4. Consideraciones finales
Un diccionario no sirve únicamente para conocer el significado de determinada palabra.
Va más allá, puesto que permite conocer la visión del mundo, la forma de pensar y las
costumbres de un pueblo a través de la historia, que se encuentra perdida en la bruma del
tiempo, como se indica en el origen de naco de origen portugués, bodoque del árabe o yuyo
del quechua. Estos centenares de paraguayismos, extraídos de Hijo de Hombre de A. Roa
Bastos, que permiten conocer la idiosincrasia del paraguayo, pudieran constituir el punto
de partida para la elaboración de un diccionario de paraguayismos, meta que quisiéramos
alcanzar en un futuro no muy lejano.
Para tal fin, aproximadamente los doscientos cincuenta paraguayismos encontra-
dos en Hijo de Hombre de A. Roa Bastos nos servirán de base para la elaboración del dic-
cionario mencionado. Los cinco criterios empleados en esta ocasión serán objeto de una
122
Glosario de paraguayismos: Análisis de una práctica lexicográfica
5. Referencias bibliográficas
«Atrapan una enorme kuriyú y la destinan al zoológico», Asunción: Abc digital. Disponi-
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124
Evolución del contenido metalexicográfico en los
prólogos al diccionario académico (1726–2001)
0. Introducción
El diccionario es un producto lingüístico enfocado hacia un usuario que, en la mayoría
de los casos, no es experto en Lingüística. De esta manera, el prólogo es un elemento de
capital importancia en su uso. Con él, se pueden conocer los elementos que han influido
en la elaboración del diccionario, lo que le facilitará el uso de éste. Algunos de los temas
que se tratan en los prólogos son el contenido del diccionario, su extensión, los factores
que determinan estas características, etc. Es decir, la introducción debe «desnudar» la
obra lexicográfica, dejando a la vista la planta sobre la que se construye el diccionario (cf.
Martínez de Sousa, 2009: 284–85). Para Haensch (1982: 458–459), el prólogo de un
diccionario debe ser claro y amplio, proporcionándole al lector la información necesaria
para obtener el máximo rendimiento de su consulta.
Dentro de la Metalexicografía, los prólogos de los diccionarios son una de las
fuentes de estudio de esta disciplina acuñadas por Hausmann (1989)1. Sin embargo,
como metatexto, han pasado desapercibidos para la Lingüística durante muchos años, y
por ello, su contenido metalexicográfico está, en muchos casos, aún por descubrir y des-
cribir de manera sistemática. En su artículo, Hausmann (1989: 216) remarca la necesi-
dad de editar los prólogos más importantes de la historia de la Lexicografía, «il serait, par
conséquent, souhaitable que les nations s’appliquent à rééditer les préfaces importantes
de leur histoire lexicographique […]». En cuanto a la relevancia de estos textos, Ahuma-
da (2006: 41) sostiene que «hasta la aparición de las monografías metalexicográficas del
siglo », los prólogos de los diccionarios constituyen prácticamente la única muestra
de la «descripción de los diccionarios y las propuestas para su mejora, esto es, la llamada
lexicografía teórica» (ib.).
1 La nómina completa de fuentes para el estudio de la Metalexicografía elaborada por Hausmann es la que sigue: los prólogos de
los diccionarios, las reseñas críticas sobre los diccionarios, las referencias a los diccionarios en las obras enciclopédicas y las monografías:
bibliografías sobre diccionarios, historias de la lexicografía y artículos de investigación. Por su parte, Ahumada (2006: 8), incluye,
al menos para el estudio de la Metalexicografía del español, dos fuentes más, los proyectos frustrados y la lexicografía como base
para la creación literaria.
126
Evolución del contenido metalexicográfico en los prólogos al diccionario académico (1726–2001)
Macroestructura Microestructura
• Entrada > selección • Artículo lexicográfico > partes
• Entrada > ordenación • Marcación > diatópica
• Entrada > lematización • Marcación > diafásica
• Entrada > unidades pluriverbales • Marcación > diatécnica
• Ortografía • Información gramatical > categoría
• Correspondencias latinas • Información gramatical > ejemplos
• Etimología • Unidades pluriverbales > lematización
• Información complementaria > pronunciación
• Información complementaria > sinónimos y antónimos
Macroestructura Microestructura
• Entrada > selección • Definición > tipología
• Entrada > ordenación • Marcación > diafásica
• Correspondencias latinas • Marcación > diatécnica
• Etimología • Información gramatical > categoría
• Información gramatical > cambios de categoría
• Información gramatical > ejemplos
• Información gramatical > construcción y régimen
• Unidades pluriverbales > lematización
Por su parte, las tres primeras ediciones del diccionario usual (DRAE, 1780, 1783
y 1791) contienen muy pocas referencias metalexicográficas en sus prólogos. En ellos, se
habla únicamente de una cuestión, la localización de las unidades pluriverbales dentro de
la macroestructura (entrada > unidades pluriverbales), las cuales se sitúan como suben-
tradas dependientes de otros artículos lexicográficos.
Por lo expuesto hasta el momento, los prólogos de los diccionarios académicos
publicados en 1726 y 1770 son mucho más abundantes en cuanto al contenido meta-
lexicográfico se refiere que las primeras ediciones del diccionario usual. Una razón que
explique esta situación la podemos encontrar en la necesidad de los académicos de redu-
cir el volumen de su diccionario, lo que probablemente llevó a reducir la extensión y el
contenido del prólogo.
128
Evolución del contenido metalexicográfico en los prólogos al diccionario académico (1726–2001)
Macroestructura Microestructura
• Entrada > selección (1822, 1832, • Artículo lexicográfico > partes (1832)
1837, 1843, 1852, 1869 y 1884) • Definición > tipología (1832 y 1869)
• Entrada > ordenación (1803) • Acepción > ordenación (1884 y 1899)
• Entrada > unidades pluriverbales • Marcación > diatópica (1832)
(1884 y 1899) • Marcación > diafásica (1817)
• Ortografía (1817, 1832, 1837, • Información gramatical > construcción y régimen (1884
1843 y 1869) y 1899)
• Correspondencias latinas (1817, • Unidades pluriverbales > lematización (1817, 1822,
1832, 1869) 1832, 1837, 1843, 1852, 1884 y 1899)
• Etimología (1884) • Información complementaria > información
paralingüística (1832)
Macroestructura Microestructura
• Entrada > selección (1925, • Artículo lexicográfico > partes (1970, 1984 y 1992)
1936, 1939, 1947, 1956, 1970, • Definición > tipología (1970)
1984 y 1992) • Acepción > ordenación (1914, 1925, 1936, 1939,
• Entrada > unidades 1947, 1956, 1970, 1984 y 1992)
pluriverbales (1914 y 1925) • Información gramatical > construcción y régimen
• Etimología (1956, 1970, 1984 (1914, 1925, 1936, 1939, 1947, 1956, 1970, 1984 y
y 1992) 1992)
• Unidades pluriverbales > lematización (1914,
1925, 1936, 1939, 1947, 1956, 1970, 1984 y 1992)
130
Evolución del contenido metalexicográfico en los prólogos al diccionario académico (1726–2001)
Macroestructura M
• Entrada > ordenación • Artículo lexicográfico > partes
• Entrada > lematización • Definición > tipología
• Entrada > unidades pluriverbales • Definición > contorno
• Acepción > ordenación
• Marcación > diacrónica/temporal
• Marcación > diatópica
• Marcación > diastrática
• Marcación > diafásica
• Marcación > diatécnica
• Marcación > marcas de uso
• Información gramatical > ejemplos
• Unidades pluriverbales > lematización
• Información complementaria > información
paralingüística
6. Conclusiones
A lo largo de las anteriores páginas, hemos realizado un repaso al contenido metalexico-
gráfico de los prólogos al diccionario académico, desde la publicación del Diccionario de
Autoridades (1726–1739) hasta la última edición del DRAE (2001).
En su historia, los prólogos de los diccionarios académicos han fluctuado en su
contenido metalexicográfico. Algunos contienen amplias referencias a la teoría lexicográ-
fica como es el caso del prólogo del Diccionario de Autoridades en sus ediciones de 1726
y 1770 o el DRAE 1884 y 2001. Sin embargo, hay otras ediciones cuyo contenido meta-
lexicográfico es muy escueto, como las de 1780, 1783, 1791, 1803, 1822, 1852 y 1869.
Como norma general, los prólogos al diccionario académico prestan más atención
a las cuestiones relacionadas con la microestructura que a aquellas que versan sobre la
macroestructura. El caso más claro de este hecho lo representa el prólogo de la vigésimo
segunda edición del DRAE (2001), en la que únicamente se tratan algunas cuestiones
macroestructurales relacionadas con la entrada.
En contraposición con este hecho, podemos situar los prólogos de los dos prime-
ros diccionarios publicados por la Academia (1726–1739 y 1770). En estas introduc-
ciones, hay más cuestiones macroestructurales tratadas que en ninguna otra edición, a
pesar de que las características microestructurales recogidas son más numerosas que las
macroestructurales.
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132
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drid: Espasa.
134
El María Moliner al trasluz. Conceptos y relaciones
conceptuales en los catálogos del DUE
0. Introducción
Tomando como pretexto la búsqueda de sinónimos para el proyecto Diccionario de si-
nónimos y antónimos (2009), en esta comunicación abordamos de forma preliminar una
estructuración conceptual coherente que subyazca al caudal léxico contenido en el Diccio-
nario de uso del español (DUE) de María Moliner (2008), fuente de consulta para el pri-
mero. Para ello, pretendemos hacer explícitas las relaciones semánticas que se dan entre
dos o más palabras consideradas por el DUE sinónimas o afines conceptualmente. Así,
tomando como ejemplo la palabra golpe, deduciremos la relación conceptual que guar-
da con otras que María Moliner considera en sus catálogos semánticamente «vecinas».
El inventario de relaciones conceptuales que emanan de las palabras presentes en estos
catálogos es, ante todo, complejo y abierto. Por tanto, sin ser exhaustivos en el análisis,
nuestro deseo es fijar un punto de partida para el diseño de una ontología que organice
semánticamente campos léxicos típicos del DUE y potencie los beneficios de la consulta
onomasiológica.
1 La búsqueda de antónimos, si procede, es menos exhaustiva: se fija un antónimo genérico y, posteriormente, siguiendo la
misma metodología que se expone en § 1.1, se localizan palabras conceptualmente afines a tal antónimo.
2 La opción que utilizamos en la versión electrónica del DUE es búsqueda en las definiciones.
136
El María Moliner al trasluz. Conceptos y relaciones conceptuales en los catálogos del DUE
necesitamos explorar, una vez que hemos recuperado todos los artículos del DUE que
contienen golpe, son los que a continuación detallamos:
(a) Campo sinónimo (notado como ;): su contenido es el más susceptible de for-
mar parte del DSA. En el artículo golpe, no se ofrece este campo para la primera acepción,
la que focalizamos. Sin embargo, otros artículos que contienen la palabra golpe en alguno
de sus campos sí que lo incluyen. Es el caso de porrazo, cuyo artículo incluye una suce-
sión de sinónimos que pueden ser candidatos; por ejemplo, golpazo, golpetazo, guarrazo
o mamporro.
(b) Campo definición: consiste en un texto que expresa una acepción o subacepción
que contiene la palabra golpe. Tanto acepción como subacepción, expresadas por medio
de una definición, se vinculan a un lema que puede ser candidato a sinónimo.
(b1) La definición sinonímica es obviamente la más propensa a sinonimia: «cho-
que o golpe» es la definición de hostia, sinónimo entonces de golpe, obviando la diferencia
de registros3. Aún más certeras son otras cuya definición es simplemente «golpe», como
ocurre en castaña.
(b2) La definición convencional del DUE sigue el esquema de genus + differentiae
(Porto Dapena, ib.). Así, podemos encontrarnos con golpe tanto en el genus como en el
differentiae de un término dado, más o menos candidato a sinónimo. Para leche o chingada-
zo, entre otras, constituye el genus de la definición «golpe fuerte», común a ambas.
Otras veces forma parte del differentiae, como observamos para cardenal: «Mancha
amoratada a consecuencia de un golpe»4. Para este caso, si bien no es sinónimo
por lo que respecta al concepto, no descartamos su inclusión a efectos del discurso y del
hablante. En ocasiones, pueden alternar palabras conceptualmente cercanas, pensemos
sino en la oración «menudo cardenal/menudo golpe». En casos como este, el hablante
podría señalar un solo referente mediante dos conceptos distintos.
(b3) En el DUE la definición puede responder también a otros esquemas que, si
bien incluyen golpe, no son tan idóneos para la sinonimia. Este es el caso de las definicio-
nes de elementos morfológicos, como ocurre con -ada, de los ejemplos incluidos en la de-
finición —amortiguar— y de las definiciones explicativas no convencionales —birdie—.
(b4) Golpe aparece igualmente expresando sentidos que no son el focalizado,
como es el caso de cáncamo de mar y su definición «ola grande o golpe de mar»5. Cáncamo
de mar no es entonces candidato a sinónimo de golpe en la acepción que contemplamos.
(b5) De la misma forma que en (b1) y (b2), podemos encontrar sinónimos en el
campo de la definición no sólo de las palabras que se recuperan tras buscar golpe, sino
también de aquellas que se muestran tras hacer búsquedas de palabras afines. Se puede
probar a indagar, por ejemplo, en las definiciones que contienen el término porrazo, ya
que pueden representar conceptos de palabras que también son potenciales sinónimos
de golpe. A su vez, tales palabras pueden buscarse igualmente para seguir explorando
la sinonimia de nuestro concepto original. De este modo, la heurística forma parte del
método para localizar sinónimos.
(c) Remisiones: el DUE nota ciertas palabras con un asterisco (*) para indicar que
en su artículo contienen apartados de sinónimos y catálogos. Estas remisiones apuntan
a conceptos de cierta extensión conceptual, son en muchos casos categorías conceptuales
3 Esta diferencia se nota en las entradas del DSA mediante la marca correspondiente.
4 La cursiva es nuestra.
5 La cursiva es nuestra.
que incluyen significados más específicos que eventualmente pueden ser sinónimos. Por
ejemplo, manta de palos comprende, tras su definición de «serie de golpes de palo dados
a alguien», un campo de sinónimos con la palabra paliza*. Dentro del artículo paliza, se
incluye en efecto un catálogo de palabras cuya afinidad conceptual con golpe merece la
pena examinar.
(d) Catálogos: son la puerta onomasiológica por excelencia del DUE. Ciertos ar-
tículos del DUE presentan un catálogo de voces afines conceptualmente al significado
del lema. El diccionario presenta dos tipos de catálogos diferenciados por su extensión:
catálogos breves —introducidos por el símbolo ⇒ tras un bloque de acepciones— y
catálogos largos —introducidos tras el símbolo n y situados al final del artículo lexico-
gráfico—. La introducción del DUE (Moliner, 2007: págs.) explica que los catálogos son
conjuntos de palabras que guardan algún tipo de parentesco con el lema que los incluye.
Su ideóloga, María Moliner, explicaba al respecto en la introducción a la primera edición
que uno de sus propósitos era «conducir al lector desde la palabra que conoce al modo
de decir lo que desconoce o que no acude a su mente en el momento preciso» (ib.: );
es decir, diseñar una doble vía de consulta, onomasiológica y semasiológica al mismo
tiempo. Por la afinidad conceptual que guardan las palabras que los catálogos incluyen,
su consulta en la extracción de sinónimos para el DSA resultó fundamental. Al respecto,
hemos de especificar que:
(d1) Los catálogos constituyen una especie de cajón de sastre donde se almacenan
palabras que guardan entre sí vínculos de distinta naturaleza lingüística. A grandes ras-
gos, podemos diferenciar entre (a) palabras que se agrupan semánticamente, a la manera
de un tesauro que sin embargo no explicita el tipo de semejanza conceptual; (b) coloca-
ciones frecuentes para el lema que incorpora el catálogo6, algo que implica añadir también
información sintáctica —para golpe: administrar, arrimar, asentar, etc.—; (c) fórmulas y
frases hechas vinculadas semánticamente con el concepto que expresa el lema —toma y
tómate esa—; (d) onomatopeyas también vinculadas semánticamente con el lema —ca-
taplán, catapum, etc.—; (e) información morfológica; para golpe, un bloque del catálogo
especifica: «sufijos con que se forman nombres de golpe: -ada, -azo». En este trabajo,
centramos nuestra atención en (a). A nuestro modo de ver, una organización primaria de
estos catálogos debería especificar ante todo qué tipo de información lingüística se está
ofreciendo en este apartado, y diferenciar así entre un pretendido tesauro y otros bloques
dentro del mismo catálogo, como es el caso de (b), (c), (d) y (e).
(d2) El tesauro incipiente que se contiene en los catálogos constituye una fuen-
te indudablemente valiosa para la búsqueda de sinónimos. Esta agrupación de palabras
afines no es arbitraria: para un mismo catálogo, las palabras se dividen en bloques, y a su
vez dentro de un bloque pueden existir subdivisiones —notadas con F—. Tales bloques
y subdivisiones agrupan las palabras que comparten rasgos de significado. Mostramos
en § 2.2, para , el motivo que subyace a esta división por semejanza conceptual.
Otra característica de estas agrupaciones que no debemos dejar de mencionar es que
las palabras que se reúnen en el mismo catálogo pueden confluir en un mismo campo
léxico: los conceptos que estas expresan, independientemente de que sean susceptibles
de circular por metáfora entre ámbitos distintos, se ajustan en mayor o menor medida a
un dominio de conocimiento común. Para el caso de golpe, este dominio genérico sería el
de .
6 Ruiz Martínez (2007: 151–154) expone con bastante detalle el tratamiento de las colocaciones en el DUE.
138
El María Moliner al trasluz. Conceptos y relaciones conceptuales en los catálogos del DUE
(d3) Señalamos, por último, que esta ordenación semántica de palabras, por blo-
ques, si bien existe, no se hace explícita: el DUE agrupa palabras que comparten rasgos de
significado pero no dice cuál es la relación que mantienen estas palabras entre sí. Por este
motivo, en la búsqueda de sinónimos presentes en los catálogos del DUE el vínculo de
esta asociación, fundamental para establecer el grado de convergencia conceptual, se tuvo
que deducir por no estar explícito.
Esta última particularidad de los catálogos nos lleva así a plantear el siguiente
apartado. Creemos que su estructuración semántica nos hubiera resultado muy prove-
chosa en la confección del DSA, puesto que nos proveería de un canon para comparar
conceptos candidatos a presentar sinonimia. Adicionalmente, razonaremos qué otras
ventajas se derivan de esta estructuración.
Esta tabla pretende mostrar todos los metaconceptos que se activan cuando -
es genus de un concepto, dicho de otra manera, cuando se consideran todos los tipos
de golpes introducidos por la relación jerárquica o vertical . Según el MLF, los meta-
conceptos que explicitamos para un differentiae7 caracterizan los conceptos englobados
bajo una misma categoría, en este caso diferencian a un tipo de golpe de otro. La tabla
recoge un ejemplo representativo de cada metaconcepto. En nuestra muestra, contamos
con relaciones y atributos metaconceptuales para el differentiae 1 y 2.
Las relaciones que especificamos son, por una parte, la relación jerárquica o ver-
tical , y por otra relaciones no jerárquicas u horizontales8. Dentro de estas últimas
distinguimos:
7 Hemos considerado dos niveles —differentiae 1 y 2—, aunque en función del número de rasgos definidores se puede dar uno
o más de dos.
8 Las relaciones conceptuales se estudian ampliamente en terminología o lexicografía especializada. La lexicografía convencio-
nal, en nuestra opinión, no ha de perder la pista a las ideas y técnicas que surgen del ámbito terminológico, y de las que se puede
beneficiar. Un trabajo reciente sobre relaciones conceptuales lo constituye el estudio de Faber et alii (2009).
140
El María Moliner al trasluz. Conceptos y relaciones conceptuales en los catálogos del DUE
abanico · aguijón · aldaba · aleta · almohadilla · espada · azada · azote látigo · vara · báculo
· badila · balón · bastón · bate · bayoneta · bocha · bola · botella · cachava · mano/mano
abierta/mano izquierda/palma de la mano · cachiporra · cadena · cabeza · caña · piedra ·
espada · codo · cuernos correa · pata · culata · raqueta · escoba · espuela · cuchillo · flecha
florete · gorra · hacha · pico · dedo · paraguas · pie · puño · puya · raqueta rodilla · sable ·
sartén · tacón · tarta · tomate · palo
persona. Mamporro o tiento son dos ejemplos donde es el paciente prototípico.
Por su parte, en la definición de quedada se explicita que el paciente ha de ser un objeto, y
en concreto el concepto .
(e) Atributos , , y . Este grupo de
metaconceptos caracterizan cualidades inherentes al concepto de . Los atributos
suelen medir valores susceptibles de graduarse o especificarse. Dichos valores son concep-
tos que responden a una cierta sistematización; de este modo, podemos tener /
para , / para , / en -
, y —por ejemplo— de / / en .
Al respecto, nos encontramos con diferentes tipos de golpes caracterizados por estos atri-
butos: passing shot9 por : ; leñazo, leche, golpazo o tarantantán por -
: ; directo o gancho por : y ; paliza
por : .
En la siguiente tabla, mostramos las relaciones que, en esta ocasión, introducen
como primer differentiae, y no como genus del concepto que se define. Igualmente
reproducimos sólo un ejemplo representativo por cada relación. Por limitaciones de es-
pacio nuestro análisis, en esta ocasión, ha de ser más sintético.
Tras rastrear como differentiae comprobamos que la relación más frecuente
que lo introduce es _/_. Esta relación tiene un sentido único,
pero hemos de concretar que _ enlaza un concepto expresado median-
te un sustantivo —por ejemplo, conmoción cerebral— a , mientras que _
hace lo propio para un concepto expresado mediante un verbo —por ejemplo, aplastar—.
Ambas relaciones son muy productivas. _ conecta una variedad de con-
ceptos a que a su vez pueden categorizarse. Cardenal, chibolo, contusión, ojo a la
funerala, traumatismo o hematoma son ejemplos de entidades, relacionadas con el cuerpo
humano, producidas por golpes. Maca, en cambio, definida como «señal que queda en la
fruta por algún golpe», localiza la consecuencia del golpe en una entidad distinta. Por su
parte, _ conecta eventos que son también objeto de categorizaciones distintas:
chutar es un movimiento; aturdir, apercollar, acogotar, desnucar, ver las estrellas o atolondrar
refieren daños que sufre una persona; y hender, aplastar, quebrantar o destrozar refieren
daños o alteraciones en un objeto. Todos ellos tienen como causa un golpe.
La tabla incluye también la relación , activada cuando se sitúa como
differentiae. Los verbos huir el cuerpo, antuviarse o esquivar; y los sustantivos quiebro o quite
9 Passing shot es un término del tenis incluido en el DUE. Definido como golpe, pertenece típicamente al dominio
pero, por la multidimensionalidad inherente a muchos conceptos, también se podría considerar incluido en .
142
El María Moliner al trasluz. Conceptos y relaciones conceptuales en los catálogos del DUE
expresan movimiento para evitar un golpe. Por su parte, introducido por la rela-
ción se conecta a eventos que vienen expresados por verbos como arrear, arrimar
o asentar. Puede decirse que esta relación tiene también contenido gramatical, como ya
vimos en § 1.1, y saca a relucir colocaciones de golpe.
referirnos como _ para especificar que existen conceptos donde ,
como acto o hecho, se especifica en forma de evento —— implicando a actores
distintos: un agente que ejecuta, un paciente que recibe, y un golpe como objeto10. En
consecuencia, procede incorporar el metaconcepto a nuestro análisis anterior
y considerar también las distintas formas de ejecutar un golpe que contempla el DUE.
Además, todos los conceptos subordinados de podrían caracterizarse por los
mismos parámetros de , como son , , , etc.
(xii) Cencerrear, chacolotear, chapalear, chapear (…) son eventos de , análo-
gamente al caso anterior pueden caracterizarse por un parámetro de , como puede
ser , relación que aquí introduciría el concepto .
(xiii) Abollar, aplastar, hacer(se) bolsa, hacer(se) cisco (…) forman igualmente un
bloque aparte de eventos. aquí ocupa el differentiae, se introduce mediante -
_, que diferenciamos de _ por tratarse de eventos.
(xiv) Administrar, arrimar, asentar, asestar (…) como ya hemos comentado,
constituyen típicamente colocaciones donde puede activarse mediante la rela-
ción .
144
El María Moliner al trasluz. Conceptos y relaciones conceptuales en los catálogos del DUE
3. Conclusiones
Si los catálogos del DUE estuvieran ordenados con un criterio semántico, el estableci-
miento de la sinonimia para el DSA, germen de nuestra propuesta, tendría un canon
para comparar conceptos: las diferencias entre los conceptos de unas palabras y otras se
pueden hacer explícitas trazando las dimensiones conceptuales de categorías y dominios
de conocimiento.
Si se parte de nuestra propuesta, se puede plantear la posibilidad de diseñar una
ontología que sirva para organizar campos léxicos típicos del DUE, como las emociones,
el movimiento, el habla o la percepción. Gracias a esta organización semántica, se puede
proyectar una búsqueda de palabras más eficaz, implementada computacionalmente, y
además dar cuenta de la inmensa riqueza léxica contenida en el DUE. Mediante esta
búsqueda, podríamos obtener respuestas a preguntas como, por ejemplo, ¿qué golpes
producen sonido?, y, análogamente, ¿qué emociones representan alegría?, etc. La búsque-
da semántica que las ontologías hacen posible constituye, en palabras de Mairal (2010),
la base para los diccionarios del siglo . La estructuración del conocimiento contenido
en el DUE podría reportar grandes beneficios para quienes hacen de esta obra su herra-
mienta de trabajo, particularmente quienes necesitan no sólo entender significados, sino
encontrar las palabras que los representan.
4. Referencias bibliográficas
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146
Tipos de alogentilicios y su descripción
en los diccionarios académicos españoles*
0. Introducción
Los repertorios lexicográficos académicos españoles suelen anotar, de forma muy variada,
una ingente cantidad de gentilicios, muchos de los cuales son meras variantes denomina-
tivas de los naturales de un idéntico topos o de lo relativo o perteneciente al mismo, que
suelen ser las dos acepciones gentilicias que presentan estos adjetivos relacionales. Estas
variantes se nos presentan a primera vista como alogentilicios, es decir, como una especie
de sinónimos, de variantes libres que el hablante tiene a su disposición, de manera que no
habría diferencia en su alternancia comunicativa. Ello es así en buena parte de las varian-
tes que difieren en su forma fónico-gráfica; pero, según veremos, las unidades gentilicias,
que son el resultado de una interacción especial entre lo lingüístico y lo comunicativo,
presentan con frecuencia una variación condicionada por factores no lingüísticos que
hace de cada una de ellas una forma particular de nombrar el gens. Para tratar de siste-
matizar mínimamente esta variación, describiremos los procedimientos que intervienen
en su diferenciación fónica, gramatical y léxica, tomando como referencia la información
que aparece en los diccionarios académicos españoles Diccionario de la lengua española1
(DRAE), Diccionario esencial de la lengua española (DELE) y Diccionario panhispánico de
dudas (DPD), así como en los bancos de datos académicos Corpus de referencias del espa-
ñol actual (CREA) y Corpus diacrónico del español (CORDE).
* Este trabajo se enmarca en el proyecto de investigación «Estudio global de los gentilicios de la lengua española», financiado
por el Ministerio de Ciencia e Innovación (FFI2008-01817/ FILO).
1 Además de la vigésima segunda edición de 2001, se ha tenido en cuenta la información que proporcionan los artículos ya
enmendados, avance de la vigésima tercera edición, disponibles en línea en <http://www.rae.es/rae.html>.
1. La descripción de la variación
La nómina, la variedad y la información sobre gentilicios que registran estas obras lexi-
cográficas difieren sustancialmente de una a otra, como por otra parte cabe esperar, dada
la distinta naturaleza de cada una de ellas. Tal como se indica en los Preámbulos y Presen-
taciones respectivos de estos diccionarios, mientras el DRAE señala que lo que recoge «es
resultado de las propuestas formuladas por las distintas Academias, en los ámbitos que
a cada una le corresponden» (pág. ), lo que se traduce en una disparidad de genti-
licios mayores y menores que generalmente llega hasta las ciudades y en algunos casos a
municipios, el DELE señala expresamente que
y, a diferencia de estos, el DPD no los recoge en el cuerpo alfabético de la obra, sino en una
Lista de países y capitales, con sus gentilicios como quinto apéndice, al final del diccionario,
donde se especifica que se da cuenta solo de los países reconocidos por Naciones Unidas,
con sus gentilicios y sus capitales anotados en las grafías recomendadas en español, e
indica con un asterisco, en algunos topónimos, la existencia de una entrada relativa a los
mismos en el cuerpo del diccionario2. Ello hace que no haya uniformidad en los datos
sobre las variantes gentilicias, lo que dificulta tanto el conocimiento de la extensa gama
de variantes que estas unidades ofrecen en todo el mundo hispánico, como, por otro lado,
la adecuada descripción de sus usos.
2 Hay algunos problemas, de distinta naturaleza, en la información que se recoge; por un lado, se anotan Serbia y Montenegro
como un único país, sin gentilicio, tal como era hasta el año 2006 (el DPD se publicó en 2005) en que se independizaron y
pasaron a ser dos, con, ahora sí, dos gentilicios: serbio y montenegrino; en este caso, es de prever que esta información será puesta
al día en su próxima edición. Por otro, se recoge Puerto Rico como país, situación que no se corresponde con su estatus de
estado libre asociado de EE UU, razón por la que no se incluye entre los países reconocidos por la ONU. Se anota Jerusalén
como capital de Israel no reconocida por este organismo internacional, cuando por la misma razón se debería anotar Tel Aviv,
que es la que funge de facto; y, por último, se recoge Ciudad del Vaticano, que tampoco está reconocido por Naciones Unidas
como estado: es miembro observador sin voto y es la Santa Sede la que establece relaciones diplomáticas con el resto de los
países y organismos.
3 En adelante, se prescindirá de expresar la designación ‘natural de…’ en cada ejemplo que se muestre.
148
Tipos de alogentilicios y su descripción en los diccionarios académicos españoles
en el otro caso. No hay rastro de ninguno en el CREA y el CORDE, que solo recoge dos
ejemplos de Unamuno para coimbricense.
En el segundo caso, la vacilación entre –ense e –iense la explica Rainer (1999)
como un hecho morfológico, en el sentido de que interpreta que se trata del interfijo
–i–, pero puede ser explicada como una mera diptongación de la –e– tónica, o como
una forma que reproduce fielmente el gentilicio latino carthaginiensis (como en oxoniense
o parisiense), con la exclusiva adaptación al español del final de palabra. Esta última va-
riante está apenas documentada, mientras que cartaginense es general en todas las épocas
del idioma, según se observa en el CORDE. A esto hay que añadir que también entra en
variación la forma morfológicamente más evolucionada, cartaginés, pero sería ya además
una alomorfía.
De manera parecida, el DRAE-2001 nos presenta como variantes para el refe-
rente Damasco el par damasceno-damaceno, formas que convivieron durante los siglos
, y , según los bancos de datos de la RAE, y que hoy parece haberse resuelto a
favor de damasceno, que es el que define el DRAE-2001. El DELE, por ejemplo, ya solo
recoge esta forma.
B) Originadas en diferencias fónicas están también las variantes del tipo cuzcat-
leco-cuscatleco (El Salvador y su capital San Salvador, para los que existe además salvado-
reño), cuzqueño-cusqueño (Cuzco-Cusco), o santafecino-santafesino (Santa Fe, Argentina),
una de las cuales reproduce la escritura fonética. El DRAE-2001 da la definición bajo las
formas cuzcatleco, cuzqueño y santafesino, y ni siquiera recoge cusqueño. Sin embargo, el
DPD, probablemente en atención al uso americano, da cuzqueño y cusqueño como correc-
tos; y respecto de las formas santafecino-santafesino, los ejemplos más numerosos de este
último que se anotan en el CREA están referidos a Argentina.
C) Un grupo más amplio de variantes es el constituido por la fluctuación entre
las grafías de las lenguas originarias y las castellanas correspondientes. Son variantes del
tipo de kurdo-curdo, qatarí-catarí, pakistaní-paquistaní4, etc., o las de mexicano-mejicano,
novomexicano-novomejicano, neomexicano-neomejicano, texano-tejano, etc
En el primer caso, la recomendación del DPD es anotarlos en la grafía más próxi-
ma al origen, pero se admiten q/catarí y se recomienda evitar paquistaní o curdo. Y la
misma vacilación en el criterio tenemos en el DRAE-2001: dos entradas para k/curdo y
pak/quistaní y una sola para catarí. En el DELE se anota todo: dos para q/catarí, dos para
pak/quistaní y dos para k/curdo.
El caso de las variantes gráficas –x– y –j– presenta una particularidad; se trata, en
este caso, del mantenimiento en la grafía con –x– del sonido que en épocas anteriores de
nuestra lengua era el equivalente a nuestra actual jota; aunque está extendido por todo el
mundo hispánico, lo cierto (tal como se observa en los datos del CREA y del CORDE) es
que, durante el siglo , la América hispana ha preferido el uso de la grafía con –x– y las
hablas de este lado del Atlántico el de la jota, lo que más recientemente se ha resuelto a fa-
vor de la primera. De todas ellas, probablemente sea texano la que menos éxito ha tenido,
aunque es esta la entrada bajo la cual la define el DRAE-2001 y a la que remite la variante
tejano; y son inexistentes las alternancias para, por ejemplo, oaxaqueño (Oaxaca).
4 En el tiempo que ha transcurrido entre la celebración de este IV Congreso Internacional de Lexicografía Hispánica y la pu-
blicación de los trabajos allí expuestos ha visto la luz la nueva Ortografía de la lengua española de la RAE. El cuarto apéndice de
esta obra es una «Lista de países y capitales con sus gentilicios» y allí, siguiendo el nuevo criterio de acercamiento a las formas
más próximas al castellano, se anotan solo Catar y catarí, Pakistán y pakistaní , por ejemplo.
5 Con ese –eno («sumamente raro», como anota Rainer, 1999: 4624) que tenemos más frecuentemente en algunos referentes
europeos, de oriente próximo o de Asia: heleno (Grecia), esloveno (Eslovenia), checheno (Chechenia), antioqueno (Antioquía,
Siria), nacianceno (Nacianzo), etc., pero que también encontramos en casos como arroyeno (Arroyomolinos de León, Huelva),
chileno (Chile), encarnaceno (Encarnación, Paraguay) o asunceno (Asunción, Paraguay).
150
Tipos de alogentilicios y su descripción en los diccionarios académicos españoles
también encontrarnos las dos formas para angolano/eño, pero solo se anota la forma en
–eño y el DPD explica también bajo esta el uso cubano.
e) Los sufijos pueden asimismo ser los responsables de diferencias diafásicas de
tipo social. Los diccionarios académicos no han recogido nunca marbellero o marbellense,
y marbellí se incorpora por primera vez al DRAE en la vigésima edición de 1984. El Tesoro
lexicográfico de las hablas andaluzas (2000) anota, tomándolas del Vocabulario andaluz
(1998) de Alcalá Venceslada, las formas en –ense (desusada hoy en español) y en -ero,
y de marbellí indica que es una ‘clase de uva’. Y el CREA aporta ejemplos de marbellero y
marbellí, orales y escritos de prensa española de las dos últimas décadas. Al parecer, mar-
bellí empieza a usarse como gentilicio a partir de los años cincuenta, de la mano del escri-
tor Víctor de la Serna (1896–1958), que lo recupera de otro (Francisco Guillén Robles),
el cual lo usaba para denominar a los habitantes de la Marbella musulmana. En Marbella,
al parecer, estas dos formas se han usado indistintamente en el habla oral, pero hoy en día
parece ser que la forma en –í está empezando a cargarse de valor despectivo (¿quizá como
resultado de los escándalos financieros sucedidos allí en los últimos años?), al tiempo que
la forma en –ero cobra prestigio y frecuencia. Si hacemos caso a los innumerables foros
en los que se opina sobre el particular, los marbelleros son «los de toda la vida, la gente del
pueblo», y los marbellíes, «los ricos, los aprovechados, etc.», o simplemente los que viven
en Marbella sin ser oriundos de allí.
f) Por último, particularidades de registro son también las que diferencian a va-
riantes como las de chiloense-chilote, que resultan estar especializadas en el uso técnico
frente al uso neutro, respectivamente, aspecto del que tampoco dan cuenta estos diccio-
narios.
6 V. Alvar (1997), a propósito de japón como gentilicio antiguo hasta el siglo .
ción. Solo que este porteño —que era el gentilicio histórico de los de ciudad de Buenos
Aires, frente a bonaerense, que hoy en día parece reservarse para la provincia— no es una
mera alternativa, sino que arrastra una serie de connotaciones: porteño es el bonaerense
arrogante, verborreico, tendente a la melancolía, etc.; en fin, ese arquetipo que todos he-
mos interiorizado y a partir del cual, desde una determinada actitud social, vemos a los
naturales del lugar cuando los nombramos de ese modo.
c) Esto nos lleva directamente al fenómeno más interesante de la variación léxica.
Son los dobletes o tripletes formados por un gentilicio generalmente toponímico y otro
formado frecuentemente sobre un sustantivo común o un adjetivo, que son los que han
venido siendo llamados pseudogentilicios o paragentilicios.
Los naturales de un lugar nos autonombramos, tenemos nuestros autónimos,
pero somos susceptibles igualmente también de ser nombrados por otros, y aparecen
los exónimos; a veces el autónimo y el exónimo coinciden, pero otras veces no, y es en
este doble juego en el que la variación se presenta más rica y abundante, y menos equi-
funcional. La perspectiva externa es la que hace gabachos a los franceses, pejines o pejinos a
los santanderinos (Santander, España), chicharreros a los santacruceros (y por extensión a
los tinerfeños), llanitos a los gibraltareños, pucelanos7 a los vallisoletanos (Valladolid, Esp.),
gatos a los madrileños, ticos a los costarricenses, g/cachupines a los españoles, chicanos a los
mexicanos, yanquis o gringos a los estadounidenses, chochos a los nicaragüenses, charros a los
salmantinos, italianos a los gracioseros (isla de La Graciosa, Islas Canarias), polacos a los
catalanes, cuyanos a los argentinos, etc., por poner una pequeña muestra de la innumerable
cantidad de alternancias de este tipo que hay en nuestra lengua. Claro que cada caso com-
porta una visión distinta del otro y también el uso de bases léxicas distintas, con valores
semánticos distintos y con mayor o menor grado de motivación.
De un adjetivo en provenzal con el sentido de ‘que habla mal’, proviene nuestro
gabacho; de la baja extracción social de los pescadores que habitaban esos pagos que luego
fueron ciudades, nuestros chicharreros y pejines o pejinos; se dice que los castellanos subie-
ron como gatos las murallas de la ciudad cuando las tropas de Alfonso VI la conquista-
ron; el excesivo empleo del sufijo –ico por los costarricenses es motivo de burla para los
demás; los españoles que se establecieron en América durante la conquista eran como ni-
ños (ptgués. cachopo ‘niño’); el acortamiento de mexicano en chicano permite reconocer al
natural de la minoría mexicana en EE UU; charro es el salmantino rústico; los gracioseros
son italianos por la pronunciación cerrada de la –e final; los salvadoreños se ríen de los ni-
caragüenses porque abusan de la expresión positiva ¡chocho!; los chilenos ven a Argentina
como una Cuyo en grande; gringo (¿las casacas verdes hicieron general la expresión greens
go home?) y yanqui (que era primeramente gentilicio de Nueva Inglaterra, EE UU) son
denominaciones negativas de los estadounidenses que surgieron en América Latina pero
que se han extendido a todas las hablas hispanas, etc., etc., etc.
Los diccionarios académicos, especialmente el DRAE-2001 y el DELE, recogen
algunas de estas variantes, generalmente las más asentadas históricamente, siempre te-
niendo en cuenta que se recogen gentilicios mayores, casi nunca por debajo de la entidad
municipio. Lo normal es que haya remisión a las variantes, que se aventure alguna explica-
ción del origen, pero todos los matices quedan englobados en las marcas coloq. y despect.
7 Se dice que en el siglo algunos vallisoletanos lucharon al lado de Juana de Arco, la llamada «Doncella de Orleans». En
francés, pucelle ‘doncella’, y en español pucela ‘doncella’, de donde el adjetivo gentilicio pucelano.
152
Tipos de alogentilicios y su descripción en los diccionarios académicos españoles
(y a veces se les atribuyen ambas), lo cual —como se puede percibir— deja fuera mucha
de la verdadera naturaleza denotativa de estas unidades en sus acepciones gentilicias.
Estas alternancias léxicas forman un grupo muy heterogéneo y dinámico y las
variantes sufren múltiples fluctuaciones, ganando y perdiendo valor social, adquiriendo
o restando valor neutro, etc., lo que las hace verdaderos receptáculos del sentir de los
hablantes hacia sí mismos y con relación a los demás, en definitiva, siempre a la búsqueda
de la identidad propia independiente o dependientemente de la del otro.
Finalmente, de lo visto hasta el momento en esta tentativa de clasificación, po-
dríamos hacer algunas consideraciones:
1. Solo se podría hablar de verdaderos alogentilicios para el caso de las variantes
fónico-gráficas (kurdo-curdo) y en el de las morfológicas que supongan un topos distinto
(nigerino-nigeriano).
2. En el resto de los dobletes o triplos, la alternancia produce efectos denotativos
que impiden que se hable de gentilicios equifuncionales: no lo serían ni semántica ni
denotativamente.
3. Se hace necesaria una descripción lexicográfica de estas variantes teniendo en
cuenta que se deben lematizar todas las alternancias y que estas deben ir acorde a los
envíos o remisiones que se hacen en la definición, y a la inversa.
4. En la definición, convendría añadir a los datos que se aportan la explicación de
la especial denotación que conllevan en cada caso.
5. En el caso del DRAE, convendría, dada la gran cantidad de gentilicios que re-
coge, incluir un apéndice que presentara todas las variantes (fónico-gráficas, morfológicas
y léxicas), como se hace en el DPD con los gentilicios que recoge; en el DELE debería
revisarse la nómina y reducirla a lo «esencial» en términos de demarcación y tratar de
coincidir con los criterios de lematización, remisión y definición del DRAE.
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154
Aspectos teóricos y metodológicos del
Tesoro léxico de las hablas extremeñas
0. Introducción
En los últimos años, se ha multiplicado la producción de estudios sobre las variedades po-
pulares de Extremadura, aunque no puede negarse que todavía existen grandes lagunas
en el campo de los trabajos dialectales extremeños. A la carencia de un atlas lingüístico y
etnográfico, hay que unir el escaso desarrollo de las investigaciones sociolingüísticas y la
inexistencia de una obra de conjunto sobre el léxico regional, de un tesoro que sea referen-
cia del vocabulario recopilado hasta la fecha. Esta última carencia es la que pretendemos
solucionar con el proyecto que ahora hacemos público.
Un tesoro léxico dialectal es una obra que presenta características peculiares con
respecto a los diccionarios generales de la lengua1. En España, hasta la fecha, se han pu-
blicado ya obras de esta naturaleza referidas a los bables de Asturias (Neira y Piñei-
ro, 1989), las hablas canarias (Corrales, Corbella y Martínez, 1992), las hablas leonesas
(Miguélez Rodríguez, 1993), las hablas andaluzas (Alvar Ezquerra, 2000) y las hablas
riojanas (Pastor Blanco, 2004). Además, están en preparación los tesoros de Murcia y de
Aragón, y, según Ahumada Lara (2007: 109), probablemente también se lleve a cabo el de
Castilla-La Mancha. A estos hay que añadir el Tesoro léxico del caló, que está realizando
el profesor Ivo Buzek, y el Tesoro léxico de la frontera hispano-portuguesa, que estamos
desarrollando en el Campo Arqueológico de Mértola.
Una diferencia básica entre estas obras y los diccionarios normativos (o de uso) se
encuentra en el tipo de trabajos que les sirven de fuente. En un tesoro de carácter dialec-
tal, los datos proceden en gran medida de repertorios que son despreciados por la lexico-
grafía debido a su dudosa validez científica: las recopilaciones léxicas llevadas a cabo por
1 En palabras de Contreras Izquierdo (2004: 137), los tesoros dialectales son «diccionarios que recogen todos los materiales
léxicos disponibles en una variedad espacial».
aficionados2. Para un tesoro léxico dialectal, los datos procedentes de obras de ese tipo
son fundamentales, aunque lo que aparece en ellas hay que tratarlo con mucha cautela.
No creo que sea necesario hacer un repaso pormenorizado de los diccionarios y
vocabularios que se han publicado sobre las hablas locales de Extremadura. Ariza Vigue-
ra (1997) ya anotó en su día todo lo que había que escribir sobre este tipo de obras. Aquí
simplemente me voy a limitar a exponer con brevedad algunas reflexiones que nos pueden
servir como punto de partida del análisis que haré de la metodología y de las fuentes em-
pleadas en el Tesoro léxico de las hablas extremeñas.
En contra de lo que creen algunos, construir un diccionario no supone solo elegir
un puñado de palabras oídas en el pueblo, ordenarlas alfabéticamente y proponer una de-
finición. Escribir un mal diccionario está al alcance de cualquiera; la construcción de uno
eficaz es tarea reservada para especialistas, de la misma forma que tarea de especialistas
es realizar una intervención quirúrgica, sin que a nadie en su sano juicio se le ocurra, sin
ser cirujano, coger un cuchillo para extirpar el bazo a un enfermo3.
Un diccionario es (o debería ser) algo muy serio. Cierto es que, en el caso de los
diccionarios dialectales, lo que interesa es que recojan un vocabulario diferencial (enten-
dido como propio o exclusivo de la zona sobre la que se proyectan)4, sin que las técnicas
que se desarrollen en ellos influyan demasiado en los resultados; pero no por eso se deben
desatender aspectos que dan consistencia a las definiciones, que dotan de carácter cientí-
fico a la obra y que la hacen más entendible y más manejable.
Las diferencias que se observan entre los repertorios dialectales realizados por
profesionales de la lingüística y los pergeñados por aficionados resultan evidentes. Por
suerte, en Extremadura contamos con excelentes recopilaciones léxicas efectuadas en los
últimos años por especialistas. Sería injusto no mencionar como modelos de trabajo bien
hecho los diccionarios o vocabularios de Pilar Montero Curiel (Madroñera), Miguel Be-
cerra Pérez (Almendralejo) y Manuel Casado Velarde (Don Benito). Junto a ellos encon-
tramos multitud de repertorios en los que no se respetan normas básicas del quehacer
lexicográfico, aunque tampoco resultaría justo no conceder a estas otras obras el valor que
poseen, ya que gracias a ellas —con sus limitaciones y sus errores— se nos ha transmiti-
do un amplísimo número de voces dialectales que, de otra forma, hoy desconoceríamos.
Mención aparte hay que hacer de algunos diccionarios que se han limitado a copiar indis-
criminadamente el léxico presente en obras anteriores sin citar su procedencia5.
2 Sobre estas recopilaciones, para la construcción de diccionarios normativos, Porto Dapena (2002: 118) afirma lo siguiente:
«Menos interés debe prestársele, por regla general, a las informaciones procedentes sobre todo de personas no especialistas.
Tienen, si acaso, un valor puramente testimonial, esto es, el de constatar la existencia de una palabra o uso en un determinado
ambiente o lugar. Un caso típico es el de léxicos —generalmente de tipo dialectal— recogidos por aficionados, obras que pueden
ser utilizadas, pero siempre con una relativa cautela».
3 Hace unos años, Ortega Ojeda (1997: 197) afirmaba: «Ciertamente, nadie que no sea un experto se atreve a escribir una
gramática o un tratado de fonética. Sin embargo, son muchos los que consideran que la tarea lexicográfica está al alcance de
cualquiera a condición de que se conozca el orden alfabético». En nuestra región, no obstante, ese salto de la lexicografía a la
gramática y a la fonética ya hace tiempo que se ha dado, y no es raro encontrar gramáticas escritas por aficionados.
4 Esto tampoco ha sido demasiado bien entendido en la lexicografía regional extremeña, ya que muchos repertorios han re-
cogido indiscriminadamente el léxico popular sin hacer distinciones entre lo que es dialectal y lo que es vulgar o coloquial. La
selección de vocabulario resulta cuando menos curiosa en algunos estudios que han tomado como regionalismo lo que no lo es.
En VSG, por ejemplo, se proponen seis términos para nombrar la borrachera, pero ninguno de ellos ha pasado a nuestro léxico
porque se trata de palabras de uso común en castellano. Esos términos son turca, filoxera, cogorza, melopea, tajada y tablón.
5 Este tipo de obras solo tendrán cabida en el Tesoro en lo que respecta a las voces que no aparezcan en los originales a los que
han copiado. Huelga decir que, por razones obvias, todas las recopilaciones léxicas que se han efectuado en los últimos años en
Internet, fruto de colaboraciones anónimas, quedan fuera de nuestro trabajo.
156
Aspectos teóricos y metodológicos del Tesoro léxico de las hablas extremeñas
Ante este panorama, y teniendo en cuenta los impresionantes resultados que es-
tán cosechando obras realizadas con una metodología similar a la que estamos poniendo
en práctica, es necesario que Extremadura cuente ya con un glosario de voces que conten-
ga todo lo que resulta diferencial con respecto al castellano (y con respecto al portugués,
como luego se verá).
6 El lenguaje utilizado en la literatura regionalista es una idealización. Las obras de José María Gabriel y Galán, Luis Chamizo
y otros autores más modernos no se han empleado como fuentes.
7 Las unidades lexicográficas que constituyen entrada en el diccionario son de dos tipos: unidades gráficas (palabras) y sin-
tagmas (locuciones de diverso tipo y frases hechas). Los sintagmas se ordenan siguiendo los mismos criterios que utiliza la
Academia para la ordenación, en el Diccionario de la lengua española (DRAE), de las que denomina formas complejas.
158
Aspectos teóricos y metodológicos del Tesoro léxico de las hablas extremeñas
mano. [AAV]. Cf. port. entalar. DRAE: tr. León y Sal. Dejar algo aprisionado. U. t. c.
prnl. Me entallé un dedo con la puerta.
entalle m. Garganta, paso estrecho entre dos cerros. [AAV; VEX: Badajoz].
entalliscar tr. Meter algo en una hendidura entre dos piedras. [HPS: San Vicente de Al-
cántara; VEX: Badajoz; VUA: Alburquerque]. U. t. c. prnl. 2. Dejar algo aprisionado.
[HMC: Mérida]. U. t. c. prnl. Cf. port. talisca f. Estilha, pequena lasca (Figueiredo).
V. tallisca.
entallón m. Acción y efecto de aprisionar una parte cualquiera del cuerpo causando un
daño. [HPS: San Vicente de Alcántara; VUA: Alburquerque]. 2. Acción y efecto
de oprimir. [LTA: tierras de Alcántara]. 3. Pisotón o golpe duro. [HPE: Oliva de
la Frontera]. 4. Vejiga de sangre. [HPH: Higuera de Vargas]. 5. Herida sin sangre
producida por un golpe. [HPH: Higuera de Vargas].
entretallado, -da adj. Encajado, trabado. [LDB: Don Benito; VOB: Berzocana; VSE:
Villanueva de la Serena].
entretallar tr. Trabar, encajar. [LDB: Don Benito]. 2. Aprisionar algo entre dos extre-
mos. [VSE: Villanueva de la Serena]. DRAE: prnl. Sal. Encajarse, meterse en un sitio
estrecho de donde no se puede salir.
8 Los diccionarios que se emplean para realizar el contraste son, principalmente, el Novo Dicionário da Língua Portuguesa
(Cândido de Figueiredo) y el Novo Dicionário Aurélio (Aurélio Buarque de Holanda Ferreira).
160
Aspectos teóricos y metodológicos del Tesoro léxico de las hablas extremeñas
Gata], palabra definida por Oskar Fink como ‘banco que rodea al cuarto’, definición que
tiene sentido dentro de un estudio que divide el léxico en campos semánticos, pero que
hemos tenido que modificar para que pueda ser entendida de acuerdo con el carácter
generalista del Tesoro. Espartal, en nuestra obra, se define de la siguiente forma: ‘Dentro
de la casa, banco que rodea el cuarto’. Otro posible ejemplo es el de gallito [ELA: Arroyo
de San Serván], que se define, dentro del campo semántico de las partes del cuerpo, como
‘campanilla’; pero que en el paso al Tesoro ha habido que definir como ‘úvula’, ya que cam-
panilla tiene en español varios significados, y aunque en la fuente original no hay peligro
de confusión, en el Tesoro sí existe esa posibilidad. Por último, también hemos tenido
que proponer alguna definición deduciéndola de lo que nos ofrecen otros repertorios dis-
tintos del que estuviéramos vaciando. Eso ha ocurrido, por ejemplo, con panera [CDO:
Olivenza], que Rita Asensio ofrece con el significado de ‘cucharro’, voz dialectal que tiene
varios significados en la baja Extremadura, pero que en Olivenza, por los datos de otras
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9 En la baja Extremadura, cucharro tiene, entre otros, los siguientes significados: ‘vaso de corcho’ [AVB: Badajoz; HPE: Oliva de
la Frontera; HPS: San Vicente de Alcántara]; ‘cuchara grande fabricada a partir de un nudo de la corteza de alcornoque’ [EEE:
Fuenlabrada de los Montes]; ‘artesilla de madera para lavar la ropa o para asearse’ [AAV: O. Badajoz; HPE: Almendralejo];
‘dornajo para uno o dos cerdos’ [HMC: Mérida]; ‘recipiente para lavar’ [EHO: Olivenza]. Para Santos Coco, la voz es esdrújula
(cúcharro), y entre las definiciones que propone se encuentra la de ‘panera que se utiliza para lavar la ropa’ [VEX].
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166
Aspectos teóricos y metodológicos del Tesoro léxico de las hablas extremeñas
168
Aspectos teóricos y metodológicos del Tesoro léxico de las hablas extremeñas
0.
Este trabajo se realiza en el marco del proyecto de Estudio global de los gentilicios de la
lengua española. Concretamente, es mi propósito avanzar algunos resultados derivados
del análisis de cómo se nos ofrece en el Diccionario de la lengua española —vigésima se-
gunda edición (DRAE-2001) y avance de las enmiendas y adiciones a la vigésima tercera
edición— la información relativa al empleo de ciertos gentilicios, cuyo origen es general-
mente de carácter burlesco, y contribuir a una mejor descripción de los mecanismos que
regulan su variación lingüística en los contextos de situación, dado que estas unidades
superponen a su significado léxico un significado social y cultural que es el que predomina
en determinadas situaciones comunicativas.
1.
En la «Presentación» del DRAE-2001 que se muestra al acceder a la página electrónica
de la Real Academia Española, hallamos desde el primer párrafo el reconocimiento a
la diversidad de nuestra lengua así como la voluntad de incorporar los cambios que se
producen en ella:
2.
Teniendo en cuenta estos presupuestos, voy, en primer lugar, a presentar las voces reco-
gidas en el DRAE-2001 para expresar la relación gentilicia con las islas Canarias; a con-
tinuación, veremos cuál es la vigencia de uso de cada una de ellas y si es acertada o no su
definición académica; por último, prestaré particular atención a los gentilicios no forma-
les, generalmente de origen burlesco, para ver si las marcas que en su definición señalan
un uso restringido son suficientes para aclarar todos los matices con los que los usuarios
tiñen habitualmente su empleo. Las consideraciones que se hagan al respecto son perfec-
tamente aplicables a otros muchos gentilicios del español de carácter supletivo o no.
2.1
Los gentilicios referidos a las islas Canarias1 en el DRAE-2001 son 15. De acuerdo con su
definición académica, solo 3 se emplearían para designar la totalidad de los naturales de
este archipiélago (canariense, canario1, ria y guanche) y los 12 restantes para referirse a los
naturales de cada una de las islas (lanzaroteño, ña; majorero, ra; grancanario, ria; canarión,
na; tinerfeño, ña; chicharrero3, ra; gomero2, ra; palmero, ra; herreño, ña), a una de las dos
capitales de la comunidad autónoma (santacruceño, ña; santacrucero, ra) y a la que fuera
antiguamente capital de Canarias, esto es, a la ciudad de La Laguna (lagunero2, ra).
2.2
En esta relación de 15 unidades, sobraría alguna, se echan en falta otras y son claramente
insatisfactorias algunas de las definiciones académicas. Así, el gentilicio santacruceño, ña
1 En el 2008 la Academia Canaria de la Lengua publica el Catálogo de los gentilicios canarios de Gonzalo Ortega Ojeda, una
interesantísima aportación a la dialectología canaria y una excelente fuente de información sobre la génesis y vigencia de las
voces recogidas en él.
172
La descripción de la competencia comunicativa en los gentilicios de uso no formal en el DRAE-2001
1. adj. Natural de Santa Cruz de Tenerife, ciudad de España, capital, junto con Las Pal-
mas de Gran Canaria, de la comunidad autónoma de Canarias. U. t. c. s.
2. adj. Natural de Santa Cruz, provincia de la Argentina. U. t. c. s.
3. adj. Perteneciente o relativo a aquella ciudad o a esta provincia.
hay que señalar que su definición es inexacta en el sentido de que no se usa para referirse
a personas. Es más, se puede afirmar que como adjetivo presenta unos empleos muy res-
tringidos, esto es, marcados: en Botánica («palmera canariense», por ej.) y en la expresión
«diócesis canariense» para referirse a la diócesis de la provincia de Las Palmas4.
Las voces canario1, ria
2 Véase, por ejemplo, Catálogo de los gentilicios canarios (2008) y Diccionario básico de canarismos (2010) y, ambas obras publi-
cadas por la Academia Canaria de la Lengua.
3 No figura en el DRAE-2001, aunque sea el gentilicio oficial. Realmente es poco usado por los miembros de la comunidad
—su empleo está prácticamente restringido a la lengua escrita y, por tanto, habría que considerarla voz «culta». Téngase en
cuenta que, si bien Las Palmas es la denominación común de la ciudad, también es cierto que es este el nombre oficial de la
provincia oriental y, además, es también así como se denomina generalmente a la isla de Gran Canaria en el resto del archipié-
lago. En «defensa» del empleo de este gentilicio, se han publicado varios artículos de opinión en la prensa de Las Palmas en los
últimos años. Véase, por ejemplo, el publicado por G. Ortega Ojeda en La Provincia/Diario de Las Palmas el 10 de noviembre
de 2008: «Una ciudad en busca de gentilicio».
4 Del mismo modo, la diócesis de la provincia occidental se denomina nivariense, y, sin embargo, este término no figura en el
DRAE-2001, aunque también pueda emplearse de forma ocasional para referirse a los naturales de la isla de Tenerife (Nivaria
era el nombre latino de la isla).
y guanche
1. adj. Se dice del individuo perteneciente a la raza que poblaba las islas Canarias al
tiempo de su conquista. U. t. c. s.
2. adj. Perteneciente o relativo a los guanches.
3. m. Lengua que hablaron los guanches.
solo recogen en su definición académica las acepciones más recientes y más generales en
español. Ahora bien, ambas definiciones son deficientes si tenemos en cuenta que el tér-
mino guanche se emplea también para referirse «técnica» e históricamente a la población
prehispánica de la isla de Tenerife en oposición a la de cada una de las otras islas, y que
canario, ria es también el nombre que reciben los naturales de Gran Canaria (grancanario,
ria) 5 en las restantes islas del archipiélago, sobre todo entre las personas de más edad, por
lo que debería considerarse ésta una acepción marcada: «p. us.» (‘poco usado’)6.
Por lo que concierne al resto de los gentilicios regulares o formales, su naturaleza
«detoponomástica» hace que su perfil fónico-gráfico dependa de los diversos estratos
toponímicos que configuren el espacio dialectal. En Canarias, hay obviamente unos gen-
tilicios con apariencia prehispánica:
majorero, ra7
(De Majorata, nombre indígena de la isla).
1. adj. Natural de Fuerteventura. U. t. c. s.
2. adj. Perteneciente o relativo a esta isla del archipiélago canario, en España.
herreño, ña
1. adj. Natural de El Hierro. U. t. c. s.
2. adj. Perteneciente o relativo a esta isla del archipiélago canario, en España.
palmero2, ra
1. adj. Natural de La Palma. U. t. c. s.
2. adj. Perteneciente o relativo a esta isla del archipiélago canario, en España.
o lagunero2, ra
1. adj. Natural de La Laguna. U. t. c. s.
2. adj. Perteneciente o relativo a esta ciudad de Canarias, en España.
Resulta evidente, y esta sería otra faceta dialectal relevante de los gentilicios, que
el índice de productividad de los distintos sufijos que en español acostumbran a habilitar-
5 El uso de este gentilicio para designar a los nacidos en Gran Canaria está relacionado con el antiguo nombre de la isla:
Canaria.
174
La descripción de la competencia comunicativa en los gentilicios de uso no formal en el DRAE-2001
se para la ‘relación gentilicia’ es claramente dispar, todo lo cual le confiere un singular ca-
rácter a este material lingüístico. En Canarias, el sufijo más rentable es –ero, ra, que suele
poseer un matiz popular o neutro, sobre todo en la provincia occidental, mientras que el
sufijo –ense se reserva para la formación de gentilicios cultos o más formales (palmense);
más ocasional es el empleo en el español de Canarias de los sufijos –eño, ña (herreño, ña;
lanzaroteño, ña; tinerfeño, ña) o –ano, na (aldeano, na para designar a los naturales de La
Aldea de San Nicolás, por ej.). La definición académica de los gentilicios regulares cana-
rios es, por lo general y teniendo en cuenta las observaciones realizadas anteriormente
para algunas de las voces recogidas en el DRAE-2001, correcta y aceptable; la fórmula
empleada para definir las dos acepciones de cada una de las unidades representa con
exactitud la filiación de los individuos. Es este el caso de lanzaroteño, ña; majorero, ra;
grancanario, ria; tinerfeño, ña; gomero2, ra; palmero2, ra; herreño, ña; y lagunero, ra. No
obstante, conviene matizar que el gentilicio grancanario, ria,
a diferencia de lo que ocurre con el resto de la serie anterior, no es empleado por los na-
turales de Gran Canaria para referirse a sí mismos, por lo menos en sus manifestaciones
orales; en todo caso, la idea de ‘relación gentilicia’ se expresa sintácticamente: «Soy de
Gran Canaria».
3.
Los gentilicios, como otros sectores de la onomástica (topónimos, hipocorísticos, apodos
individuales y familiares, etc.), están sujetos a determinados condicionantes dialectales.
En lo que respecta a los gentilicios informales, la dialectalización a que se ven sometidos
es aún más manifiesta que en el caso de los formales o regulares. Estando constituido
este capítulo por unidades léxicas del vocabulario común, y siendo este vocabulario par-
cialmente dialectal, el resultado es que los gentilicios burlescos o despectivos se nutren a
menudo de los nombres de los referentes naturales (flora, fauna, etc.) y culturales (folcló-
ricos, gastronómicos, etc.) propios de cada lugar, que con frecuencia portan designaciones
dialectales. En tal sentido, estos gentilicios pueden ser homologados a los apodos indivi-
duales y familiares, cuya fuente denominativa son los referentes inmediatos de cada zona
geográfica y cuyas pautas lingüísticas más socorridas en su institución suelen ser, sobre
todo, la derivación y la metonimia (v. gr., chicharrero, conejero8, gofión9, etc., en Canarias).
Tan importante como los significados lingüísticos es la amplia gama de significa-
dos sociopragmáticos que contienen estas unidades, pues conocerlos nos permiten em-
plearlas con propiedad en determinados contextos de situación. De ahí la relevancia de
las marcas de uso en un diccionario, las cuales deberían orientar al que consulta la obra
acerca del empleo adecuado de la unidad léxica en cuestión. En el caso de los gentilicios,
es más importante, si cabe, la presencia de dichas marcas, pues, mayoritariamente la voz
gentilicia se ha originado a partir de la divergencia, la rivalidad e incluso los enfrenta-
8 «Natural de la isla de Lanzarote. […] Perteneciente o relativo a esta isla.» (Diccionario básico de canarismos).
9 «Informalmente, natural de la isla de Gran Canaria.» (Diccionario básico de canarismos).
mientos entre pueblos vecinos; es decir, generalmente, como en los apodos, el gentilicio
burlesco es generado por «los otros», los de fuera del lugar, ya sea el barrio, la comarca, el
municipio, la isla, etc. Los fines por los que este tipo de unidades son empleadas por los
miembros de una comunidad son diversos, aunque se puede concluir que responden al
deseo de transmitir información relacionada con la existencia de ciertos valores y normas
comunitarios: marcar la identidad social en tanto que miembros de un grupo determi-
nado, mostrar el apego a los valores tradicionales de la comunidad en la que se vive o
acomodarse al modo de hablar del interlocutor con el fin de provocar una relación más
solidaria podrían considerarse connotaciones positivas, en tanto que las connotaciones
socioculturales más negativas llevarían aparejado la distancia, el rechazo, la ironía, la des-
cortesía, el insulto… En síntesis, los gentilicios informales tienen, por lo general, un uso
restringido y ello debe reflejarse adecuadamente en los diccionarios.
Por lo que a la información sobre el uso se refiere, el DRAE-200110 utiliza las
marcas que
corresponden a los distintos niveles de uso de la lengua —«vulg.» (‘nivel vulgar’), jerg.
(‘jergal’), infant. (‘infantil’), «cult.» (‘nivel especialmente culto’)—, a los registros de habla
—«coloq.» (‘registro coloquial’)—, a la valoración del hecho lingüístico —«malson.»
(‘voz malsonante’), «eufem.» (‘eufemismo’)—, a la intención del hablante —«despect.»
(‘sentido despectivo’), «irón.» (‘sentido irónico’)...—, etc.11
El DRAE-2001 registra tan solo dos gentilicios informales para el ámbito terri-
torial canario:
canarión, na.
1. adj. coloq. grancanario. Apl. a pers., u. t. c. s.
chicharrero3, ra.
(De chicharro).
1. adj. coloq. tinerfeño. Apl. a pers., u. t. c. s.
176
La descripción de la competencia comunicativa en los gentilicios de uso no formal en el DRAE-2001
Titulares: Ciudadanos de Santa Cruz [Grupo político local] han decidido denunciar por
la vía penal a CEPSA por la emisión de metales pesados a la atmósfera, unos niveles que
colocan a la capital tinerfeña entre las ciudades más contaminadas de toda España.
Desarrollo de la noticia: Con viento sur la contaminación de Santa Cruz de Tenerife
se recrudece // Un estudio de la Universidad de Santiago de Compostela / atribuye gran
parte de la culpa a la industria petroquímica // Aseguran que los metales pesados que se
vierten a la atmósfera pueden estar dañando la salud de los chicharreros // […]
Canarias7.es
Agentes de la Guardia Civil y de la Policía Local han detenido a doce de los ocupantes de
una patera -de ellos seis menores- que hoy llegó a las costas del municipio lanzaroteño
de Teguise, informaron a Efe fuentes del Centro Coordinador de Emergencias…
laprovincia.es
Las temperaturas medias máximas de los termómetros en las islas de Lanzarote y Fuer-
teventura no descenderán de los treinta grados centígrados […]. De hecho, para los siete
municipios conejeros la Agencia Estatal de Meteorología prevé…
La isla está poblada desde hace al menos dos milenios. Los habitantes actuales de la
isla se conocen genéricamente como conejeros. Antes de la conquista castellana estuvo
poblada por Mahos, siendo estos un pueblo bereber […] (http://www.turismolanzarote.
com/gentes_y_costumbres.jsp).
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junio-septiembre de 2010].
178
La entrada que en los diccionarios de uso*
* Este trabajo se inscribe en el marco del proyecto de referencia FFI2008-02828, Procesos de gramaticalización en la historia del
español (III).
1 Alvar Ezquerra (1993: 95) señala que «De no admitirse en una misma obra dos tipos de definiciones, las palabras gramati-
cales tendrán que excluirse de los diccionarios», si bien añade que esa solución sería difícilmente admisible por los lexicógrafos,
usuarios y editores.
2 Uno de los primeros estudiosos que dedica cierta atención a este uso es Gili Gaya (1961: 136), pero se omite en muchos
textos gramaticales.
180
La entrada que en los diccionarios de uso
la entrada que1, en que se da cuenta de los usos de que como pronombre relativo, una
segunda entrada que2 en que se agrupan las diversas acepciones que explican sus usos
como conjunción, y una tercera entrada para qué tónico, en que se ocupa de los usos como
pronombre interrogativo y exclamativo. Lógicamente, donde se concentra un mayor nú-
mero de acepciones es en la explicación de los distintos empleos de que como conjunción:
todos los diccionarios de uso consultados presentan una primera acepción en que se da
cuenta del uso de que como introductor de oraciones subordinadas sustantivas, y otras,
no necesariamente en el mismo orden, que se refieren a su uso como conjunción causal,
ilativa o consecutiva, final, y comparativa, e incluso aquellos usos —de catalogación sin-
táctica más discutida— en que hay contraposición entre el valor de las oraciones, del tipo
«Tiemblo porque tengo frío, que no miedo» (ejemplo del CLAVE). Además, en todos los
diccionarios de uso analizados se hace referencia, aunque con un grado de precisión muy
distinto, a su integración en locuciones conjuntivas. Así, por ejemplo, el DRAE señala en
su acepción 9 que «Forma parte de varias locuciones conjuntivas o adverbiales. A menos
que; con tal que», donde cita dos locuciones a modo de ejemplo, pero no da una nómina
cerrada ni extensa de ellas. No queda del todo clara la diferencia respecto a algunos de
los ejemplos que da en la acepción 8 en que dice «Sirve también para enlazar con el verbo
otras partes de la oración. Antes que llegue. Luego que amanezca. Al punto que lo vi. Por
mucho que corriese. Por necio que sea. Por muy obcecado que esté. ¡Ojalá que todo salga como
tú dices!», donde aparece una lista de elementos bastante heterogéneos, y en la que ejem-
plos como los dos primeros, Antes que llegue. Luego que amanezca, parecen poderse incluir
perfectamente en la acepción 9 como locuciones conjuntivas que introducen oraciones de
carácter temporal. También el diccionario CLAVE, en el apartado 4 de las observaciones
sintácticas, se refiere de un modo parecido a la posibilidad de que de formar parte de locu-
ciones conjuntivas, poniendo algunos ejemplos sin pretensión de exhaustividad: «Como
conjunción forma parte de muchas locuciones conjuntivas o adverbiales: a menos que,
así que, etc.». Más extensa es la lista que proporciona María Moliner, y en la que vemos
elementos que incluye el DRAE en las locuciones «conjuntivas o adverbiales» y otros que
aparecen en la acepción 8, en la que el DRAE consideraba que «sirve […] para enlazar
con el verbo otras partes de la oración». El DUE, en la acepción 10 anota:
Hay infinidad de giros o expresiones formadas con la conjunción que y un elemento bá-
sico constituido por una preposición, un adverbio o un nombre, con las que se expresan
multitud de relaciones: ‘Me iré sin que se enteren. Volveré antes que anochezca. Luego
que llegaron. D [ ] que. Al que. Como que. De
que, Al que. A la que.
Comenta María Moliner explícitamente que, en los casos en que precede un sus-
tantivo, que sería un pronombre relativo «lo cual suministra otro punto de tránsito entre
el que pronominal y el que conjuntivo». Podemos entender esta manifestación explícita
como una de las razones que llevan a María Moliner a agrupar los usos de que en una
única entrada. Por su parte, el DEA, en el apartado D acepción 23, señala que «precedido
de otras palabras, gralm advs o preps, forma locs conjs» y proporciona la lista más exten-
sa, aunque tampoco cerrada —termina con un etc.—, de locuciones conjuntivas. Por lo
que se refiere al uso del simple que como conjunción, ya hemos señalado que, en todos
los repertorios, la primera función que se describe es la de conjunción que introduce
subordinadas sustantivas, pero a veces se hacen precisiones que suponen una limitación
excesiva de los posibles usos de las oraciones introducidas por que. Así el DRAE, acep-
ción 7, señala que «introduce una oración subordinada sustantiva con función de sujeto
o complemento directo», lo cual es indiscutiblemente cierto pero incompleto, pues ade-
más de estas funciones, que son sin duda las más frecuentes, la subordinada sustantiva
introducida por que puede realizar cualquier función propia de un sustantivo: atributo,
complemento indirecto («No dio importancia a que le criticaran») o término de pre-
posición, con función de complemento circunstancial o complemento de régimen («No
se acordó de que debía traerlo») o complemento de un sustantivo o adjetivo: («Se dio
cuenta de que llegaba tarde», «Estaba seguro de que llegaría tarde»). El DEA incluye más
funciones posibles de la oración sustantiva introducida por que en la acepción I del que2:
«Introduce una prop sust que desempeña en la or la función de cd, suj, predicat o compl.
de un sust o un adj. A veces precedido del art , esp en función de suj», pero aún así no
abarca la totalidad de empleos posibles de este tipo de oraciones. El DUE, en la acepción
4, señala que «Forma oraciones que son complementos de otra», y se refiere explícitamen-
te a las oraciones introducidas por que con función de sujeto o de complemento directo,
pero abre la puerta a mayores posibilidades cuando añade que «En realidad, admite esta
misma interpretación la composición de que siguiendo a una preposición o expresión
prepositiva», si bien no queda del todo claro a qué se refiere con «la misma interpreta-
ción», si «forma oraciones que son complemento de otra» o si se trata específicamente de
oraciones sustantivas (aunque previamente no las ha denominado explícitamente así a las
que funcionan como sujeto o complemento directo) y entonces habría que entender que
cuando van tras una preposición —hecho frecuente en multitud de locuciones— consti-
tuyen como sustantivos el término de la misma. Probablemente es esto a lo que se refiere
si nos atenemos a la explicación que luego da en las notas de uso de que (DUE: 3450a). La
definición que encontramos en la acepción 2 del diccionario CLAVE es la más sencilla,
pero por lo mismo la más comprensiva, y la que sí puede abarcar todos los empleos de
la subordinadas sustantivas introducidas por que: «Enlace gramatical que introduce una
oración subordinada sustantiva: Sabes que iré. Que te calles. Lo hizo sin que yo me enterara».
No obstante, el segundo ejemplo no parece muy acertado, pues no introduce una oración
subordinada con función sustantiva.
A la hora de definir otros valores como conjunción subordinante, es quizá tam-
bién preferible la definición más sencilla, que simplemente etiqueta el tipo de conjunción,
y en consecuencia, el valor que adquiere la oración que introduce, como hace el dicciona-
rio CLAVE en la acepciones 4 y 5:
4 Enlace gramatical subordinante con valor causal: Ahora no salgo que llueve. 5 Enlace
gramatical subordinante con valor final: Trajo esta tarta, que nos la comamos». El DRAE
introduce en la definición la equiparación con otras conjunciones, así en la acepción 13,
«Se usa igualmente como conjunción causal y equivale a porque o pues. Con la hacienda
perdió la honra, que a tal desgracia le arrastraron sus vicios. Lo hará, sin duda, que ha pro-
metido hacerlo.
y en la 16: «Suele usarse también como conjunción final con el significado de para que.
Dio voces al huésped de casa, que le ensillasen el cuartago», y el DEA, en las acepciones 5
y 6 define directamente como «Para que» y «Porque», aunque en ambos casos hace la
182
La entrada que en los diccionarios de uso
siguiente observación «Después del verbo principal». Estas definiciones, aunque clara-
mente orientadoras, presentan el problema de que pueden hacer pensar en equivalencias
exactas, especialmente en el caso del DEA, en que se presentan como sinonímicas, pero
lo cierto es que no son intercambiables en cualquier contexto en que la oración causal o
final vaya pospuesta a la principal: a pesar de que se cumpliría la ley de la sustituibilidad,
pues en general podemos aceptar que que es sustituible por porque o para que en estos
casos, el proceso inverso no se cumple como podría hacernos pensar una equivalencia de
carácter sinonímico, especialmente en las oraciones finales, en que para que muchas veces
no es sustituible por que.
Otra cuestión que se plantea dentro de los usos de que es el de su empleo intro-
duciendo oraciones independientes. Así, en la acepción 17 del DRAE se señala: «Precede
a oraciones no enlazadas con otras», y, aunque no se explicita en la acepción su categoría
gramatical, hemos de suponer que sigue considerándola conjunción, pues a partir de la
acepción 7, encabezada con la abreviatura conj., se describen los distintos usos conjun-
tivos, aunque la indicación de la categoría gramatical no se repita. El DEA en la entrada
que2, tras el número romano I da la categoría gramatical conj, que luego se subdivide
en los apartados A, B, C y D. Bajo A reúne los casos en que «introduce una prop», y
bajo B aquellos en que «introduce una oración independiente», pero no es propio de una
conjunción introducir oraciones independientes no enlazadas con otras, y es de hecho
contrario a la propia definición de conjunción que ofrecen el DRAE3: «4. Gram. Palabra
invariable que encabeza diversos tipos de oraciones subordinadas o que une vocablos o
secuencias sintácticamente equivalentes» y el DEA: «3 (Gram) Palabra invariable que
introduce en la frase una proposición o un elemento sintácticamente equivalente al que
precede». El diccionario CLAVE no incluye estos usos bajo ninguna acepción, pero sí se
refiere a ellos y trata a que explícitamente de conjunción en la tercera de las observaciones
sintácticas: «3. Como conjunción puede preceder a oraciones independientes: ¡Que todo
salga bien!», e igualmente María Moliner, que no dedica una acepción a estos valores, se
refiere a ellos en las notas de uso (DUE: 2450b), y entiende que son casos que implican
«un verbo de expresión, de mandato o de deseo».
Un uso característico del español clásico y moderno, al que se refiere el DUE en
la acepción 5, es el de que en perífrasis de obligación con tener: Tengo que marcharme.
También lo recoge el DEA en la acepción 25, junto con haber que y otras formas hetero-
géneas con el encabezamiento «Forma constrs y perífrasis». María Moliner entiende que
un empleo «indudablemente conjuntivo, es enlazar el verbo tener como auxiliar con otro,
formando la llamada conjugación de obligación». Es, sin embargo, un uso peculiar, pues
en las restantes perífrasis de infinitivo el enlace entre el auxiliar y el infinitivo lo realiza
una preposición, y es construcción ajena al español primitivo. Es, no obstante, un uso im-
portante de esta partícula y sorprende que no lo recojan el DRAE ni el CLAVE, aunque
en las entradas correspondientes a tener y haber sí dediquen una acepción a la perífrasis
de obligación.
3 También la Real Academia Española (2009: 2401) se refiere a los usos de que como elemento introductor de oraciones inde-
pendientes, aunque precisa (2009: 3144) que en estos casos la partícula que «no se ajusta enteramente a los rasgos definitorios
de las conjunciones subordinantes».
4 En principio no hay una diferencia conceptual importante entre el modo de dividir las entradas en el CLAVE y lo que luego
veremos en DRAE y DUE, pues, aunque no se separen entradas, se reconoce explícitamente el criterio de la homonimia histó-
rica, y, en los casos en que esta es clara, se señala después a qué acepciones corresponde una etimología y a qué acepciones otra.
Así, por ejemplo, en hoz se señala: «La acepción 1, del latín falx. La acepción 2, del latín faux (garganta)».
5 El francés presenta unos usos y procedencia de que átono semejantes a los del español. Le Nouveau Petit Robert (1993: 1836)
distingue tres entradas para que en función de las tres procedencias etimológicas que distingue: 1. Q [kə], conj. «forme
affaiblie de qui, simplification de quia, employé en bas lat. au sens de quod», etimología en general rechazada desde Jeanjaquet
(1894: 27-28), 2. Q [kə], adv. «lat. quid», 3. Q [kə], pron. «lat. Quem, accus. de qui». En cambio, el Trésor en línea (www.
cnrtl.fr) proporciona una sola entrada para que (conj. adv. et pron), y en el apartado de etimología de la entrada explica cada una
184
La entrada que en los diccionarios de uso
otra parte, y aún dentro del margen de duda que puede haber sobre la(s) etimología(s)
de que, lo que parece totalmente descartable es que en ningún caso pueda proceder de
la conjunción comparativa latina , que fonéticamente hubiera dado ca, forma que
de hecho aparece en construcciones comparativas en portugués antiguo, y sólo de forma
excepcional en algún texto castellano medieval en el que hay presencia de occidentalismos
(Herrero, 2005:), pero es después sustituida por la forma más frecuente de la conjunción,
de otra procedencia etimológica. En este sentido, entendemos la indicación de María
Moliner respecto al comparativo como una equivalencia y no como una auténtica
etimología6. Por otra parte, y probablemente para justificar la inclusión de todos los usos
en una misma entrada, tanto en algunas acepciones, como ya hemos visto, como en las
notas de uso, incide la autora en las relaciones entre los distintos valores de que y señala
que su valor originario fue de pronombre, y que a partir de un proceso no muy claro llegó
a transformarse en conjunción completiva o comparativa (DUE: 2448). También explica
su aparición como conjunción en perífrasis de obligación a partir de un elemento pro-
nominal originalmente tónico: ‘haber qué comer, tener qué decir’. En el caso del DRAE,
aunque la agrupación en una sola entrada resulta más lógica, debido a la atribución de
una etimología única, hay sin embargo también algunos aspectos que resultan discuti-
bles: aunque es coherente con el tratamiento que hace de otras parejas en que existen un
pronombre o adverbio relativo átono, y otro con la misma forma interrogativo o exclama-
tivo tónico (como, cuando, donde, etc.)7, la agrupación bajo la misma entrada de una forma
tónica y una átona llega a forzar el concepto de homonimia, pues, aunque la secuencia de
fonemas sea la misma, difícilmente podemos entender que tengan el mismo significante
si les diferencia la presencia del acento de intensidad, elemento suprasegmental distintivo
en español. De hecho, en otros casos en que nos encontramos con una diferencia entre
elemento tónico y átono que presentan una misma etimología, el DRAE presenta dos
entradas distintas, como sucede por ejemplo en mas (conjunción)/más (adverbio), ambas
procedentes del latín , o como sucede en el artículo el frente al pronombre él, del
latín ILLE, o incluso con pronunciación átona en ambos casos, en las formas del neutro
singular lo, femenino singular y plural la/las, y masculino plural los, con la misma etimo-
logía que los pronombres personales objeto de la misma forma8. Por lo que se refiere a la
etimología de que, como ya hemos indicado, es una cuestión que se ha debatido a lo largo
de mucho tiempo y que aún no está resuelta con claridad. No obstante, hay que señalar
que, si bien ha sido entendido por muchos filólogos como el étimo del que procede
la conjunción que, no siempre se entiende como forma de la que proceda el relativo, para
el que generalmente se admite la procedencia de la forma del acusativo del pronombre
relativo , generalizado para antecedentes de cualquier género y número, e incluso
está bastante extendida la opinión —sobre todo a partir de Jeanjaquet (1894) y Her-
man (1963)— de que sea también el étimo de la conjunción, opinión seguida también
por algunos estudiosos españoles modernos. La opinión tradicional dentro de la filología
de las etimologías correspondientes a conjunción, adverbio y pronombre. Sigue en esto un procedimiento semejante al de María
Moliner, pues, como el DUE, presenta en general las palabras homónimas en entradas distintas.
6 De un modo semejante a como el Diccionario de Autoridades da una serie de equivalencias de uso y significado con voces lati-
nas, que no pretenden ser etimologías. Así, para el que relativo, muestra la equivalencia latina quis vel qui, quae, quod, o respecto
al uso causal da las equivalencias quoniam, quia.
7 A diferencia del DUE, que sí separa en entradas distintas las formas átonas y tónica, pero curiosamente en el caso de que las
agrupa en la misma entrada.
8 Sobre la lematización de los pronombre en el diccionario, v. Porto Dapena (2009: 171–178).
española, tal como la sustenta Menéndez Pidal (1908/1976, I: 258, 1926/ 148: 376,
1904/1940: 340)9, señala como étimo a y coincide con la etimología propuesta por
el DRAE; si bien Corominas (DCEC: 703-704), propone la doble procedencia a partir
de para el relativo y de para la conjunción. Curiosamente, el DRAE, que en
su última edición modifica muchas etimologías aceptando las propuestas de Corominas,
en esta ocasión no lo hace.
Un punto de partida diferente lo representa el DEA. Este repertorio se plantea
como un diccionario estrictamente sincrónico del español. A diferencia de los anteriores,
no se ocupa de la etimología de las palabras, y por lo que respecta al problema de la ho-
monimia y la polisemia, no tiene en cuenta tampoco un criterio histórico. Aunque esta-
blece distintas entradas cuando considera que nos hallamos ante casos de homonimia, no
las establece con un criterio histórico, sino que entiende que existe homonimia cuando a
una misma forma correspondan significados totalmente diferentes, independientemente
de que haya o no dos o más étimos10: «tratamos en entradas diferentes las palabras en
que, pese a su identidad formal, no se tiene conciencia de una relación semántica (con in-
dependencia de que históricamente haya existido tal relación)» (DEA: XVII). Siguiendo
este criterio, encontramos tres entradas para lo que en el DRAE se reúne en una sola: una
que corresponde a qué tónico (pronombre o adverbio), y otras dos que corresponden a
que1 pronombre relativo y que2 conjunción. Esto, por otra parte, es coherente también con
el presupuesto de que «El principio general de reunir en una misma entrada todas las for-
mas iguales que están relacionadas semánticamente tiene la salvedad de aquellas palabras
que, aun existiendo entre ellas afinidad semántica, pertenecen a categorías gramaticales
dispares». (falta la referencia de la cita)
4. Conclusiones
En nuestra opinión, aunque el caso de las palabras gramaticales pueda ser distinto en
cuanto a los problemas de homonimia al de las palabras con significado léxico pleno,
como sustantivos, adjetivos o adverbios, nos encontramos con la forma que ante ele-
mentos lingüísticos diferentes. Realmente, la disposición de las acepciones, e incluso la
agrupación en una única entrada o su división en varias, no son hechos determinantes
siempre y cuando se ajusten a los presupuestos metodológicos de cada repertorio; no
obstante, pensamos que el modo de presentación más adecuado corresponde a aquel en
que la división se realiza en tres entradas: una que agrupe sus usos tónicos, fónicamente
(y ortográficamente) diferenciados de los átonos, y otras dos que recojan, por un lado, los
usos de que como pronombre relativo, con una función sintáctica dentro de la oración
que introduce, y por otra los usos no relativos, aquellos en que que no desempeña una
9 En Menéndez Pidal (1908/1976, I: 258), se da explícitamente la etimología QUID para el pronombre relativo que; en Me-
néndez Pidal (1904/ 40: 263) se señala que «En latín vulgar de España la flexión del relativo se redujo al nominativo masculino
quī, al acusativo neutro quĕm y al neutro quĭd; estas formas se emplearon lo mismo para el acusativo que para el nominativo,
para el singular que para el plural, para el masculino que para el femenino...», lo que no contradice la anterior etimología, pero
da un margen para suponer una posible fusión de QUEM y QUID. Alvar y Pottier (1983: 136) señalan también que en el latín
tardío «las formas latinas quedaban reducidas virtualmente a la oposición masculino-femenino contra neutro, y esta situación
acabaría por prevalecer», pero no señalan explícitamente si consideran que el relativo que procede de QUEM, de QUID o de
una fusión de ambos.
10 Sobre los problemas que puede plantear este concepto de homonimia, v. Porto Dapena (2009: 333 y 335–36), quien entien-
de que este criterio implica una negación de la polisemia.
186
La entrada que en los diccionarios de uso
5. Referencias bibliográficas
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[DEA]: S, M.; A, O.; R, G. (1999). Diccionario del español actual. Ma-
drid: Aguilar.
A H
Universidad de Vigo
0. Introducción
Las colocaciones léxicas representan un fenómeno lingüístico que ha suscitado el interés
de los estudiosos por su complejidad y por el gran número de disciplinas implicadas en
su proceso de definición y delimitación (Alonso Ramos, 1994; Castillo Carballo, 1998;
Corpas Pastor, 2001). Generalmente se conocen como combinaciones de dos unidades
léxicas (base y colocativo) caracterizadas por arbitrariedad, imprevisibilidad y restriccio-
nes combinatorias. En cuanto a su clasificación, se suelen agrupar bajo la categoría amplia
de unidades fraseológicas (Corpas Pastor, 1996) y no pocas veces han sido tratadas como
locuciones en trabajos lexicográficos.
La lexicografía española ha prestado mucha atención al tratamiento de locuciones
y otros tipos de unidades fraseológicas, mientras que las soluciones ofrecidas para ilustrar
el fenómeno de las colocaciones son diversas y, en su mayoría, poco homogéneas. La falta
de homogeneidad que se da no solo entre los diccionarios sino también dentro de un
mismo trabajo puede ser un reflejo de la falta de criterios sólidos en el plano teórico. En
otras palabras, estas discrepancias se pueden justificar por la falta de unanimidad existen-
te entre los autores a la hora de definir el concepto de colocación o, simplemente, porque
«en general, no ha habido reconocimiento de este fenómeno léxico y, hasta hace poco, el
propio término de colocación era desconocido en los trabajos lexicográficos españoles»
(Alonso Ramos, 2002: 67).
No se pueden pasar por alto los intentos de algunos investigadores de delimitar
la información fraseológica que ha de aparecer en los diccionarios y aclarar cómo se tiene
que incluir dicha información1. Cabe destacar que la presencia de nuevos diccionarios de-
dicados exclusivamente al fenómeno colocacional ha abierto una nueva etapa en el mundo
lexicográfico. Pese a ello, los usuarios habituales recurren más a menudo a los diccionarios
generales monolingües que a los especializados, por lo que es imprescindible que estos
1 V., por ejemplo, Alonso Ramos (2002) para un enfoque codificador en el Diccionario de Colocaciones del Español y Bosque
(2001, 2004) para un enfoque descodificador en REDES. Diccionario combinatorio del español contemporáneo.
diccionarios incluyan información relevante acerca del uso y los elementos de este tipo
de construcciones.
Dada la importancia de estas combinaciones léxicas en el proceso de la enseñanza
del español como lengua materna o extranjera y en el mundo de la traducción e interpre-
tación, nos proponemos determinar cuáles son las soluciones propuestas por algunos
diccionarios monolingües de español para incluir la información colocacional. Para acotar
el objeto de estudio, se han escogido solo construcciones verbo-nominales en las que el
verbo dar desempeña el papel de colocativo. Se analizarán todos aquellos elementos de la
microestructura de cada diccionario consultado que ofrezcan información relevante acer-
ca de la construcción que nos interesa: la definición lexicográfica, el contorno definicional
y los ejemplos que ilustran la definición de los colocativos (en este caso, el verbo dar) y de
las bases colocacionales (los distintos sustantivos que requieren el verbo dar).
Las obras lexicográficas escogidas han sido tres diccionarios monolingües repre-
sentativos del español: la vigésima segunda edición del Diccionario de la lengua española
(DRAE), el Diccionario de uso del español (DUE) de María Moliner y el Diccionario del
español actual (DEA) de Manuel Seco.
190
El verbo dar como colocativo dentro de los diccionarios monolingües
1)
dar
14. tr. Impartir una lección, pronunciar una conferencia o charla.
20. tr. Comunicar, hacer saber la enhorabuena, el pésame, etc.
22. tr. Hacer sufrir un golpe o daño. Dar un bofetón, un tiro. […]
2)
bofetada 1. f. Golpe que se da en el carrillo con la mano abierta.
patada 1. f. Golpe dado con el pie o con la pata del animal.
pincelada 1. f. Trazo o golpe que el pintor da con el pincel.
3)
consuelo 1. m. Descanso y alivio de la pena, molestia o fatiga que aflige y oprime el
ánimo.
abrazo 1. m. Acción y efecto de abrazar (| estrechar entre los brazos).
beso 1. m. Acción y efecto de besar.
4)
dar
5. tr. Ordenar, aplicar. Dar remedio, consuelo, un consejo.
21. tr. Hacer, practicar, ejecutar una acción. Dar un abrazo, dar saltos, dar barreno.
22. tr. Hacer sufrir un golpe o daño. Dar un bofetón, un tiro.
5)
gritar 2. intr. Dar un grito o varios.
suspirar 1. intr. Dar suspiros.
golpear 1. tr. Dar un golpe o golpes repetidos.
asesorar 1. tr. Dar consejo o dictamen.
6)
dar un paseo 1. loc. verb. Pasear a pie.
dar alguien una vuelta 1. loc. verb. Pasear un rato.
dar alguien un estirón 1. loc. verb. coloq. Crecer mucho en poco tiempo.
Quizás la inclusión de estas expresiones dentro del «cajón de sastre» de las locu-
ciones verbales se deba a la falta de unanimidad a la hora de definir los dos conceptos y a
los objetivos de cada obra lexicográfica. Lo que sí es cierto es que este tratamiento puede
ser algo desconcertante para el usuario que puede llegar a confundir dos construcciones
de distinta índole como las colocaciones léxicas de verbo + nombre y las locuciones ver-
bales.
[…] equivalentes pluriverbales, en multitud de casos de uso más frecuente y más ex-
presivos que la expresión monoverbal específica («hacer alusión» por «aludir»; «hacer
reír» por «divertir»; «dar por bueno» por «aprobar»; «dar la enhorabuena» por «feli-
2 «Los catálogos son listas de voces y frases relacionadas con una palabra o expresión pluriverbal. Aparecen en gran número de
entradas y están introducidos por el signo =>, cuando son breves, o bajo el epígrafe , cuando son largos.» (DUE,
XXIII).
192
El verbo dar como colocativo dentro de los diccionarios monolingües
citar»; «dar vueltas» por «girar»; «estar rabioso» por «rabiar»; «de ahora», en vez de
«actual»…) (ib., ).
7)
dar (del lat. «dare»)
¤ Con nombres de ciertas ÷acciones intransitivas rápidas o repetidas, *realizarlas: ‘Dar
un paseo [un grito, un silbido, un suspiro, un soplo, un vistazo, una vuelta]. Dar voces
[vueltas, pasos, latidos]’.
¤ Explicar una ÷lección, explicar en una ÷clase, pronunciar una ÷conferencia y, quizá,
hacer alguna otra ÷cosa semejante. ¤ Con el nombre de algunas ÷acciones que se rea-
lizan en o sobre alguien o algo, realizarlas: ‘Dar un beso [un abrazo, un baño al perro,
una jabonada a la ropa, unas puntadas en un vestido]’. ¤ *Decir o *expresar ciertas
÷cosas: ‘Dar los buenos días [las buenas tardes, las buenas noches, la enhorabuena,
el pésame, las gracias].
Hacer objeto a alguien o algo de una acción consistente en un ÷golpe: ‘Dar una bofetada
[un palo, una puñalada, un puntapié, un empujón]’. ¤ *Ejecutar una ÷acción rápida-
mente o a la ligera: ‘Dar un planchazo a una prenda de ropa. Dar un barrido. Dar un
riego’.
V. «dar quehacer, dar quejas, darla con queso, dar en el quid, dar ciento [o quince] y raya,
dar la razón, dar razón de, dar realce, dar relieve, dar remate, dar un resbalón, dar resoplidos,
dar un revolcón, dar rienda suelta, dar rodeos, dar por sentado, dar que sentir, dar señales,
dar señas, dar sus señas, dar sepultura, dar el sí, dar en el suelo con, dar suelta, dar por
supuesto, dar suerte, dar un susto».
A estas listas se añaden también las notas de uso que dan cuenta de la arbitrarie-
dad con la cual se combinan los nombres con ciertos verbos. Es interesante como María
Moliner sorprende en sus notas el carácter imprevisible de las colocaciones léxicas y es
muy reveladora a este respecto su perplejidad cuando intenta clasificar las posibles com-
binaciones de dar (Zuluaga, 2002). El usuario puede notar así que nombres con signifi-
cados afines piden distintos verbos como colocativos, hecho aún novedoso incluso para
otros diccionarios «de uso» como el DUE.
Notas de uso
Este verbo se emplea en multitud de expresiones, muchas de las cuales son casos inter-
medios entre modismos y acepciones, ya que con palabras de uso tan semejante que sería
imposible distinguir en una definición, es aplicable en un caso y no lo es en otro. Por
ejemplo, se dice ‘dar un aviso’, pero no ‘dar una advertencia’. Sí, ‘dar paso’; no, ‘dar tránsito’.
Sí, ‘dar un grito’; no, ‘dar un trino’. Sí, ‘dar la enhorabuena’, no, ‘dar una felicitación’. Sí, ‘dar
un escándalo’; no, ‘dar un jaleo’. Sí, ‘dar la bienvenida’; no, ‘dar un saludo’. Sí, ‘dar un paseo’;
no, ‘dar un viaje’. Sí, ‘dar un beso’; no, ‘dar una caricia’. Sí, ‘dar un pellizco’; no, ‘dar cosquillas’.
Sí, ‘dar alegría’; no, ‘dar regocijo’. Sí, ‘le da rabia’; no, ‘le da despecho’. Sí, ‘dar un quiebro’; no,
‘dar un esguince’. Sí, ‘dar vueltas’; no, ‘dar oscilaciones’. Sí, ‘dar (experimentar) un cambio
[un estirón]’; no, ‘dar una alteración [o un alargamiento]’.
Si pasamos a consultar nombres como solución, consejo, grito, vistazo, vuelta, clase,
conferencia, beso, etc., se observan dos aspectos muy importantes en cuanto al tratamiento
lexicográfico de las colocaciones. Primero, la información sobre la colocación del tipo
verbo + sustantivo se desprende de la lista de verbos que aparecen entre paréntesis inme-
diatamente después de la entrada. Este procedimiento es muy útil para los que necesitan
saber en qué combinaciones entra cada palabra y con qué verbos:
8)
solución 3 («Arbitrar, Encontrar, Hallar, Aprontar, Improvisar, Dar, Deparar, Facilitar,
Ofrecer, Procurar, Dificultar, Imposibilitar, Recurrir a») Manera de *resolver una di-
ficultad: ‘No veo solución para el lío en que te has metido’.
consejo 1 («Dar, Seguir») m. Cosa que se dice a alguien sobre lo que debe o no debe ha-
cer: ‘Sigue fielmente los consejos del médico. Me dio un consejo muy útil para quitar
las manchas’.
grito (de «gritar»; «Dar, Emitir, Lanzar, Proferir, Prorrumpir, Soltar; Arrancar») m. So-
nido inarticulado, palabra o expresión breve proferidos con fuerza y violencia: ‘Un
grito de dolor [de sorpresa, de enfado]’
vistazo («Dar un, Echar un») m. *Mirada rápida o superficial.
vuelta 1 («Dar la [o una]») f. Movimiento de una cosa que gira o a la que se hace girar,
desde una posición hasta que vuelve a la misma: ‘Una vuelta de la aguja del reloj [o de
la Tierra alrededor de su eje]. Los planetas dan vueltas alrededor del Sol’.
clase 7 («Dar», tanto para el que enseña como para el que recibe la enseñanza; se puede
usar sin artículo) Enseñanza dada por un profesor de una materia determinada: ‘La
clase de D. Manuel. La clase de historia. Da clase de español a un americano. Da clase
de piano con un profesor del conservatorio. Hoy no hay clase. Lo dijo en clase. Entrar
en clase. Salir de clase’.
conferencia 2 («Dar») Acción de hablar en público una persona sobre un asunto cien-
tífico o literario.
beso 1 («Dar, Estampar, Plantar») m. Acción y efecto de besar una vez.
abrazo («Dar») m. Acción de abrazar (rodear con los brazos).
194
El verbo dar como colocativo dentro de los diccionarios monolingües
9)
paseo 1 m. Acción de pasear[se], en cualquier acepción. ¤ Recorrido hecho a pie o de
otra manera para pasearse o con un fin que no sea ir a determinado sitio: ‘Paseo de
vigilancia, de ronda’.
silbido m. Sonido producido silbando. ¤ («Un») Silbido breve. Ô Pitido. ¤ Cualquier
sonido parecido. Ô Pitido.
resoplido 1 m. Acción y efecto de expulsar el aire de la *respiración con mucha fuerza y
haciendo ruido: ‘Dio un resoplido y se marchó pegando un portazo’. Se usa mucho en
plural: ‘Llegó al final de la cuesta dando resoplidos’. Se aplica también a animales y, en
sentido figurado, incluso a cosas: ‘El coche iba dando resoplidos’.
voltereta 1 f. *Vuelta dada por una persona apoyando las manos en el suelo y describien-
do en el aire con su cuerpo un círculo vertical.
patada 1 f. *Golpe dado con el pie o con la pata: ‘Dar patadas a un balón’. Þ Puntapié.
pincelada 1 f. Cada trazo hecho con el pincel. Ô Brochazo.
10)
Dar largas. Retrasar deliberadamente con pretextos o promesas hacer o resolver algu-
na cosa: ‘No me dice que no, pero me va dando largas. Su intención es dar largas al
asunto’.
Dar esquinazo a una persona. 1 (inf.) No acudir a una cita concertada con ella. Þ *Chas-
quear. 2 (inf.) Deshacerse de ella.
Dar carpetazo. Suspender la tramitación de un *expediente. ¤ Dar por terminado un
*asunto, en general de manera repentina o arbitraria.
Dar la enhorabuena. *Felicitar a alguien diciéndole «enhorabuena» o con otras expre-
siones.
Dar un barrido. Barrer ligeramente un sitio.
Los últimos dos ejemplos mencionados en (10), aun siendo casos de colocacio-
nes léxicas, reciben un tratamiento distinto que otros casos similares generando así una
falta de homogeneidad dentro del diccionario. Esta situación se podría deber, de nuevo,
a la falta de consenso dentro del mundo lexicográfico y lingüístico general en cuanto al
tratamiento de las colocaciones, su denominación, definición y los demás aspectos rela-
cionados.
[…] la relativa frecuencia de la limitación en el uso» (p. ) que aparecerá después de la
definición. Además, «las indicaciones sintácticas o sintáctico-semánticas, que interesan a
la acepción, entre ellas […] la colocación o construcción preferente, se exponen después
del enunciado definidor» (p. ).
Si se analiza la entrada del verbo dar, se pueden entrever algunas de las combina-
ciones que se crean con la ayuda de bases como lecciones (acepción 7), saludos (acepción
11), acciones (acepción 17), asignaturas (acepción 19), etc. Las formas en las que se llega
a esta información importante son también variadas. En algunos casos, las colocaciones
aparecen simplemente en los ejemplos que ilustran la entrada (acepciones 7, 17), en infor-
maciones adicionales sobre su uso, escritas en cursiva después de la definición (acepción
11) o en el contorno de la definición lexicográfica (acepciones 17, 19).
11)
dar
7. Exportar o presentar.| Hoyo Glorieta 60: En el colegio daba las lecciones … mejor que
ninguno. Torrente Sinf 8.8.74, 8: Más tarde, Camilo José Cela da su primera confe-
rencia en los Cursos de Verano para extranjeros.
11. Decir. En constrs como ~ , ~ , ~
| Cunqueiro Un hombre 149: Daban las buenas noches los pastores que entraban,
frotándose las manos, que la tarde había enfriado. Torrente Saga 311: ¡Amigos míos,
estoy verdaderamente conmovido, y me falta la voz para daros las gracias!
17. Hacer o realizar [una acción]. | Sferlosio Jarama 30: Daba vueltas en torno a los
otros, buscando un acomodo. Zvicente Traque 82: Dando un gran resoplido, sí, muy
grande muy grande, más grande que el de una vaca.
19. Trabajar [sobre una asignatura o un texto (cd)]. |Fraile Cuentos 91: A las once se daba
Geografía. Aristófanes Sáb 5.4.75, 45: Como decían los libros de Literatura que daba
yo en el trozo de bachillerato que estudié.
En las entradas de sus posibles bases, el usuario se encuentra de nuevo con infor-
mación poco homogénea, desde indicaciones de uso escritas en cursiva (en paso, estirón,
pésame) hasta la presencia del colocativo adecuado en los ejemplos de la entrada (en rodeo,
grito, resoplido, beso, golpe, permiso, autorización, planchazo). Algunos nombres reciben un
tratamiento especial en su función de bases colocacionales y constituyen una subacepción
dentro de la entrada correspondiente (en día, noche).
12)
paso1 I m 1 Movimiento hecho con cada uno de los pies para desplazarse. Frec con el v
DAR. […] Cunqueiro Un hombre 11: Se levantó.., y dio unos pasos para mejor poder
contemplar la curva de la muralla.
estirón m 1 Crecimiento rápido o brusco [de una pers.]. Gralm en la constr. D (o -
) (o ) ~. […] | Cpuche Sabor 120: Aquel jersey te hacía mucha falta porque
habías dado un estirón.., y el jersey que llevabas te dejaba las muñecas al aire y te hacía
canijo de hombros.
pésame m Manifestación de condolencia por la muerte de alguien, dirigida a un allegado
suyo. Frec en la constr. D ~. | Economía 144: Visitas de pésame […]
rodeo m 1 Acción de rodear […] | Peraile Cuentos 53: Entonces noté que un tipo me
seguía los pasos…y di un rodeo .. recelándome que el elemento era policía.
196
El verbo dar como colocativo dentro de los diccionarios monolingües
grito I m 1 b) Sonido emitido por un animal. […] | Aldecoa Gran Sol 13: Las gaviotas
daban sus gritos estremecidos revoleando el puerto, garreando las olas.
resoplido m Acción de resoplar. Frec su efecto. | Zvicente Traque 82: Dando un gran reso-
plido, sí, muy grande muy grande, más grande que el de una vaca. […]
beso I m 1 Acción de besar. | Laforet Mujer 15: La cogió por los hombros y le dio un
rápido y sencillo beso. […]
golpe I m 1 c) Esp: Acción de hacer chocar algo contra una pers. o cosa para causarle
daño. Tb el daño producido. | Arce Testamento 92: «¿Y si le doy un golpe en la cabeza?»,
me dije. Y sopesé el candil. Parecía de hierro macizo.
permiso I m 1 Efecto de permitir moralmente. Frec con un compl o . | Medio
Bibiana 59: - Qué, ¿vamos a bailar a «Las Palmeras»? – Yo, no. No me dan permiso.
[…]
autorización f Acción de autorizar […] | Delibes Año 191: […] Redondeando viejas
faenas, el gobernador civil .. no dio autorización hasta la víspera. […]
planchazo 2 Planchado1 ligero. | * Dale un planchazo a esta falda, por favor.
día III 14 b) dar los buenos ~s, o (reg) dar los ~s. Saludar por la mañana. | Delibes
Santos 63: Y, en estas, se presentó en el Cortijo el Azarías, y la Régula le dio los días y
le tendió el saco de paja junto a la cocina como era habitual.
noche III b) dar las buenas ~s. Despedirse al irse a dormir por la noche. | * Se fue a la
cama sin darnos las buenas noches.
13)
clase II loc v 9 dar ~. Enseñar [una materia (compl DE)]. Tb sin compl. | Laforet Mujer
41: Ella daba clases de matemáticas para vivir. […]
4. Conclusiones
He tratado de hacer un breve análisis de algunas de las orientaciones que se ofrecen en
las presentaciones de tres de las obras lexicográficas más representativas del español y
los mecanismos utilizados en su microestructura para dar cuenta de las colocaciones de
«verbo + nombre» a partir del verbo dar. Como se ha visto, los recursos utilizados son
variados, partiendo del uso del contorno como parte fundamental de la información co-
locacional, hasta listas de uso, ejemplos y definiciones que contienen los colocativos co-
rrespondientes a la base definida.
Sin embargo, las soluciones no son siempre transparentes en cuanto al uso de las
colocaciones, tal vez como reflejo de una falta de criterios sólidos que separen y definan
expresiones fraseológicas de distinta índole. Muchas veces se detectan discrepancias o
contradicciones entre las definiciones de las bases y sus colocativos, o entre bases de la
misma categoría semántica. Estas carencias se pueden justificar por la falta de unanimi-
dad que existe entre los lexicógrafos, o tal vez porque no se haya puesto de manifiesto de
manera evidente la importancia de este tipo de construcciones y la necesidad de incluirlas
en los diccionarios destinados a un público general.
Aunque no tengan carácter universal, los resultados obtenidos pueden servir de
guía para futuras investigaciones más exhaustivas tanto desde una perspectiva lexicográ-
fica como desde una perspectiva docente.
Con la llegada de los nuevos diccionarios dedicados exclusivamente al fenómeno
colocacional, se ha abierto una nueva etapa en el mundo lexicográfico. Pese a esto, los
diccionarios generales monolingües siguen ofreciendo información escasa, incompleta o
poco homogénea acerca del uso de las colocaciones léxicas españolas.
Dada la importancia de estas combinaciones léxicas en el proceso de la enseñan-
za del español como lengua materna o extranjera y de la traducción e interpretación, es
imprescindible incluir toda la información posible en las obras de uso general para que
los hablantes no nativos del español, los profesores y todos aquellos interesados en este
fenómeno puedan disfrutar de herramientas lexicográficas fiables para su estudio.
5. Referencias bibliográficas
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0. Introducción
En julio del 2003, se publicó la primera edición del Diccionario Básico Escolar (DBE),
orientado a un mejor dominio del idioma español por parte de sus destinatarios: estu-
diantes del segundo ciclo de primaria (5º y 6º grados), secundaria básica y preuniversi-
tario1.
Gracias a la inestimable colaboración del Grupo IXA de la Universidad del País
Vasco y al Instituto Cubano del Libro, se presentó la posibilidad de realizar la segunda y
tercera ediciones del DBE, por lo que nuestro grupo lexicográfico2 emprendió la laborio-
sa y complicada tarea de mejorar y arreglar algunas entradas, además de agregar nuevos
artículos a esta importante obra de consulta.
1 Algunos de nuestros colegas suponen que el rango de aplicación del DBE es «[…] quizá excesivamente ambicioso […]» (For-
gas y Bargalló, 2005–2006: 254), pero considerando el modo sencillo y claro de sus definiciones, la presencia de ejemplos en
cada acepción y la inclusión de vocablos de todos los niveles de enseñanza, pensamos que el DBE es adecuado para sus usuarios
y hasta un poco más allá, para toda la familia cubana.
2 El grupo lexicográfico del Diccionario Básico Escolar está compuesto por los investigadores Eloína Miyares Bermúdez (directo-
ra), Cristina Álamo Suárez, Celia Pérez Marqués, Alex Muñoz Alvarado, Leonel Ruiz Miyares y Mileidis Quintana Polanco.
202
Las últimas ediciones del Diccionario Básico Escolar de Cuba
204
Las últimas ediciones del Diccionario Básico Escolar de Cuba
Con ese mismo procedimiento, se unificaron las entradas según el estilo (figurado,
coloquial, familiar…), el dominio (Matemáticas, Química, Geografía…) y el uso geográfico
(cubanismo, americanismo, anglicismo y galicismo), y se verificó que todo estuviera correcto.
También se comprobaron locuciones que a veces presentan dificultades en su uso tales
como con vistas a, de acuerdo con, etc.
A partir de la descripción realizada, debemos destacar que el entorno leXkit con-
tribuyó sobremanera a la autoconsistencia del diccionario8 desde el punto de vista de su
nomenclatura, así como de sus acepciones, pues si un vocablo contenía palabras comple-
jas no definidas en el cuerpo del diccionario o una acepción de un vocablo era utilizada en
una definición o ejemplo y esta no se reflejaba en la correspondiente definición, se tomaba
En mayo del 2009 nos llenó de mucha satisfacción conocer la noticia de que el
Instituto Cubano del Libro, a través de su Editorial Oriente, haría la tercera edición de
nuestro DBE, lo que entendemos como un reconocimiento a la labor lexicográfica de
muchos años del Centro de Lingüística Aplicada de Santiago de Cuba.
Acorde con las últimas tendencias de la Lexicografía Pedagógica, la tercera edición
posee una novedad lexicográfica —además del incremento de 443 nuevas entradas, 667
9 Tanto la segunda y tercera ediciones del DBE están compuestas por dos tomos, no así la primera que está impresa en un solo
volumen.
206
Las últimas ediciones del Diccionario Básico Escolar de Cuba
Fig. 4. Cubierta del tomo I de la tercera edición del Diccionario Básico Escolar
No son poco numerosas las voces que en los últimos años se han cuestionado sobre la
conveniencia y la dificultad que representa marcar en el diccionario las acepciones me-
tafóricas de las entradas lexicográficas mediante el empleo de la tan polémica marca de
figurado.
Y continúan ambos autores: «Como es sabido, entre los numerosos cambios que
ha experimentado la última edición de la obra académica10 con respecto a las anteriores
está la supresión de la marca de sentido figurado.» (ib.)
Como se puede apreciar, es muy complejo determinar cuándo una acepción tiene
sentido figurado o no, lo que explica la ausencia de esa marca en muchos diccionarios.
No obstante, el colectivo de redactores del DBE decidió desde su primera edición marcar
aquellas acepciones que tienen sentido metafórico, aunque en la segunda y tercera edicio-
nes se revisó con mucha profundidad este parámetro, considerándose que hubo casos en
que realmente ese sentido no era necesario marcarlo, por eso la disminución del mismo
en la última edición del 2009.
Nosotros defenderemos siempre la presencia del sentido figurado en nuestros
diccionarios, pues como expresan Borrás y Torner (2006: 41): «una marca de estas carac-
terísticas es útil» y «no creemos que ni los errores observados en la praxis ni las dificulta-
des inherentes que supone la marcación de los sentidos figurados justifiquen sin más su
supresión» (ib.).
En las estadísticas, sobresale el incremento en 3084 entradas (29.2%) y 5361
acepciones (27.6%) con respecto a la versión del DBE del 2003. Todas estas nuevas en-
tradas son básicas, fundamentales para el conocimiento y uso normativo de la lengua por
parte de sus usuarios.
208
Las últimas ediciones del Diccionario Básico Escolar de Cuba
210
Las últimas ediciones del Diccionario Básico Escolar de Cuba
4. Conclusiones
Del presente trabajo, hemos extraído las siguientes conclusiones:
1. La confección de la segunda y tercera ediciones del DBE, tanto en papel, en CD
o en línea, representó un importante reto para sus redactores.
2. La existencia del DBE en tres soportes posibilita un alcance mucho mayor de
su uso por parte de los estudiantes cubanos y de otros países que estudien la lengua es-
pañola.
3. La confección del entorno de edición lexicográfica leXkit constituyó un instru-
mento vital en el salto cualitativo de esta obra.
4. leXkit, a partir de sus grandes bondades y facilidades, puede ser utilizado por
otros equipos lexicográficos para la creación y actualización de diccionarios, no sólo de
habla hispana, sino también de otras lenguas (disponible, como software libre (open sour-
ce), en la dirección http://sourceforge.net/projects/lexkit/).
5. La presencia del DBE en Internet permite su constante actualización, hecho
que supone una gran ventaja sobre las versiones en papel y en CD, respectivamente.
5. Referencias bibliográficas
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torial Oriente y Ediciones Centro de Lingüística Aplicada..
212
Las últimas ediciones del Diccionario Básico Escolar de Cuba
J-N M
Universidad Kioto Sangyo, Kioto, Japón
0. Introducción
Como ya se sabe bien, varios nombres de partes del cuerpo humano, como mano, boca,
pierna, etc., tienen más de dos significados. Es decir, son palabras polisémicas, que extien-
den semánticamente su significado básico: por ejemplo, la boca, cuyo significado básico
es ‘órgano de los animales’, significa también ‘entrada, salida’, o ‘abertura, agujero’ figura-
damente. La extensión semántica que provoca la polisemia se realiza generalmente por
medio de la metáfora1, una clase de figura cognitiva, que aprovecha la conciencia de la se-
mejanza de cierto rasgo semántico, que existe entre el significado básico de una entidad y
el de la otra, cuya designación origina un nuevo significado de la entidad originaria. Estos
rasgos funcionan como incentivos para el proceso cognitivo de la extensión semántica. En
el caso de los nombres de partes del cuerpo humano, tales rasgos pertenecen a la noción
de la ‘forma’, o a la de la ‘función’, o a la de la ‘posición’, etc., del significado básico de la parte
del cuerpo humano correspondiente.
Por medio de nuestra investigación basada en la lingüística cognitiva2, hemos lle-
gado a la conclusión hipotética de que el órgano de la vista, ojo, debe de funcionar en es-
pañol como ‘lumínico’, es decir, como ‘objeto radiante de luz’. Esta comunicación tiene por
objetivo proponer una manera de tratar la locución ojo del huracán teniendo en cuenta la
función de ‘radiar la luz’, uno de los posibles rasgos de la palabra española ojo.
1 La extensión semántica de polisemia se realiza no sólo por medio de la metáfora, sino también por medio de la metonimia
y la sinécdoque. Se trata de las tres figuras fundamentales que posibilitan la aparición de la polisemia. Si la metáfora se realiza
por medio de la conciencia de la semejanza de cierto rasgo semántico que existe entre dos entidades, la metonimia aprovecha la
conciencia de su confinidad, y la sinécdoque la conciencia de cierta relación categórica que debe de existir entre las dos entidades
(conciencia de que una entidad pertenece a la sub-categoría de la otra, o de que una pertenece a la super-categoría de la otra).
2 Cf. Miyoshi (2008 y 2009).
3 Los diccionarios consultados están indicados por las abreviaturas, que se ven en las referencias bibliográficas.
216
Sobre el trato lexicográfico de la locuación ojo del huracán
zona central de un huracán, donde la actividad es nula: los huracanes son enormes cumu-
lonimbos y nimboestratos de hasta 15 km de altura, dispuestos en espiral y formando una
muralla alrededor de un anillo central u ojo del huracán, que carece de vientos, nubes y preci-
pitaciones.
.. O
En la descripción de la entrada ojo de los siguientes diccionarios, esta locución se nos
presenta, fuera de sus acepciones, como una de las locuciones que incluyen la palabra ojo,
acompañada de las siguientes acepciones como locución:
1) DRAE-2001: «1. m. Rotura de las nubes que cubren la zona de calma que hay
en el vórtice de un ciclón, por la cual suele verse el azul del cielo. 2. m. Centro de una
situación polémica o conflictiva».
2) DUE: «1 Centro de un ciclón en el que no hay nubes ni sopla el viento. 2 Figu-
radamente, momento de calma tensa en medio de una situación de agitación».
3) GDLE: «Parte central de esta tempestad violenta en la que todo está en calma».
4) Salamanca: «1 . Parte central de un huracán. 2 . Cen-
tro de una situación polémica o conflictiva: Con sus declaraciones, el ministro se ha puesto
en el ojo del huracán».
218
Sobre el trato lexicográfico de la locuación ojo del huracán
más tarde los aprovecharon los meteorólogos del mundo6. Por ejemplo, el meteorólogo
estadounidense, S. M. Ballou, publicó en 1892 un artículo titulado The Eye of the Storm7.
Aquí aparece la palabra inglesa eye, sinónimo de la española ojo.
A. Ojo de la tempestad
En el CORDE, esta locución aparece sólo una vez. Se trata del ejemplo que se lee en el
libro titulado Meteorología, publicado en 1900 por Augusto Arcimis, quien anota en la
página 176: «cuando el centro del ciclón pasa por el lugar del observador, se nota, a veces,
que la nube, negra se adelgaza y abre, dejando ver, por breve tiempo, el azul del cielo; a
este fenómeno dieron los navegantes españoles el nombre de ojo de la tempestad»9. Aquí
6 Pero Augusto Arcimis (año, p. 175) se refiere al huracán del 6 de septiembre de 1865 junto con los datos del barómetro.
7 Journal of the American Meteorological Society, 6, 67–84, pp. 121–127.
8 Science, Vol. 3, 1884, p. 63. El segundo ejemplo es de 1867: «The eye of the stream». Nos referiremos más adelante al primero
(apartado 3.1.).
9 Según el mismo libro que consultamos, Arcimis (1900?) intenta presentar a la sociedad española, por medio de este libro, los
conocimientos básicos de la meteorología. El contexto de noticias interesantes de la frase citada es: «pues todas las borrascas
tropicales presentan como característica distintiva, una inmensa nube negra, de la que se escapan, no gotas de lluvia, sino placas
de agua. Esta nube es enorme y de gran altura, tal vez de 8,000 metros, pues en ocasiones se ha distinguido su vórtice en el mar,
desde 90 leguas de distancia; de tal modo intercepta la nube la luz del Sol, y la obscuridad en pleno día es tan intensa, que el
cielo y el mar ofrecen el mismo color y se confunden, los relámpagos y los truenos no cesan un instante; cuando el centro del
ciclón pasa por el lugar del observador, se nota, a veces, que la nube, negra se adelgaza y abre, dejando ver, por breve tiempo, el
azul del cielo; a este fenómeno dieron los navegantes españoles el nombre de ojo de la tempestad. Pasado el período de calma,
podemos saber que esta locución era popular entre los navegantes españoles del siglo .
Pero no sabemos cómo se relaciona esta locución española con la inglesa eye of the storm.
Por otra parte, en el CREA no aparece esta locución. Sin embargo, podemos en-
contrarla en tres diccionarios: DRAE, M y A. En el DRAE, la locución ojo
de la tempestad empieza a aparecer a partir de su 15.a edición (1925)10, y en su última
versión, DRAE-2001, se nos presenta como sinónimo del ojo del huracán.
cuya duración es variable, vuelve a soplar el viento con la misma furia que antes, pero en sentido diametralmente opuesto, hasta
que, alejándose el vórtice gradualmente recobra la atmósfera su anterior estado de tranquilidad».
10 La acepción es «rotura de las nubes que cubren el vórtice de los ciclones, por la cual suele verse el azul del cielo». La descrip-
ción de los diccionarios de la RAE, la averiguamos por medio de la consulta del Nuevo tesoro lexicográfico de la lengua española.
11 Sin embargo, según Beigbeder, es término tecnológico español correspondiente al inglés eye of the storm.
12 Son sólo tres los casos de la primera acepción meteorológica del DRAE («Rotura de las nubes que cubren la zona de calma
que hay en el vórtice de un ciclón, por la cual suele verse el azul del cielo»).
220
Sobre el trato lexicográfico de la locuación ojo del huracán
casi toda Europa, y también el simbolismo general de Europa del órgano de la vista, que
es ‘el Sol’13. Naturalmente, España no puede quedarse fuera de tales tradiciones. Aunque
en los diccionarios de nuestra consulta no podemos encontrar, en la descripción de la
entrada ojo, ninguna acepción relacionada con este simbolismo, advertimos en el signi-
ficado básico de ojo la existencia latente del rasgo semántico de su función que es ‘radiar
la luz’. Además, hemos encontrado, como corroboraciones de esta hipótesis nuestra, los
siguientes datos:
dentro de quatro, ò cinco minutos vuelve à quedar tan sereno el tiempo como antes: lo
qual advierte la misma Turbonada, porque luego que acaba de formarse en el Horizonte,
empieza à abrir ojo (que assi llaman los Prácticos) esto es que se rompe la Nube, y hace
claridad por el mismo Horizonte, donde se formaba» (p. 272).
Es decir, ‘la nube abre ojo’ cuando en el horizonte la nube se rompe y hace claridad.
La rotura no es de la forma circular, sino horizontal. Entonces, esta extensión semántica
no tiene nada que ver con la noción de la forma concebida de ojo. Además, la misma rotu-
ra no ocupa la parte central de la nube negra (por lo tanto, este pasaje no sirve de ejemplo
de uso de la acepción 19 del OED). El único incentivo de esta extensión semántica es la
aparición de la claridad en el horizonte: ojo debe de ‘radiar la luz’. De lo contrario, esta
rotura habría podido denominarse con la palabra boca, por ejemplo.
14 M registra en su Enciclopedia la palabra ojada, derivada de ojo, y su primera acepción es de Colombia: ‘tragaluz’.
15 Según Rosenblat (1969, III: 272), se dice en Venezuela algo como «le apagaron la lámpara», cuando le dieron a uno un
puñetazo en un ojo. Aquí la lámpara quiere decir metafóricamente ‘un ojo’, como explicamos en el próximo apartado de nuestro
texto.
222
Sobre el trato lexicográfico de la locuación ojo del huracán
nuestras): «los ojos aceitosos, como lámparas tristes...»16, «que recorren con ojos ávidos
como linternas los rincones del nuevo local»17, «los ojos muy abiertos, redondos como
faros»18, «Los ojos de S son como dos faros en la noche»19, «el centelleo de los
ojos aparecía y desaparecía como el de dos faros gemelos»20, etc. En estas expresiones,
los objetos radiantes, lámparas, linternas y faros, funcionan como recursos del símil para
referirse a los ojos, aunque en los diccionarios de nuestra consulta estos objetos radiantes
no tienen tal acepción.
4. Conclusiones
A partir de los datos analizados, consideramos que se confirma nuestra hipótesis según
la cual la función de ‘radiar la luz’ debe ser uno de los posibles rasgos semánticos de la
función de la palabra española ojo.
16 Antonio Colinas, Un año en el sur, Barcelona, Seix Barral, 1990, p. 159. Según el CORDE, las lámparas son ‘los ojos’ en una
expresión del siglo : «i los ojos dos lámparas ardientes», Bartolomé Leonardo de Argensola (1592–1631), Rimas, José
Manuel Blecua, CSIC (Zaragoza), 1951, p. 290.
17 Carmen Martín Gaite, Fragmentos de interior, Barcelona, Destino, 1994, p. 57.
18 Enrique Vila-Matas, Suicidios ejemplares, Barcelona, Anagrama, 1995, p. 12.
19 Manuel Martínez Mediero, Las largas vacaciones de Oliveira Salazar, Madrid, Centro Documentación Teatral, 1991, p. 83.
20 José María Guelbenzu, El río de la luna, Madrid, Alianza, 1989, p. 52.
21 Sin embargo, aparece en el CORDE una vez la locución el ojo del patio (en Serafín Estébanez Calderón, Escenas andaluzas,
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cation para referirse a combinaciones habituales de palabras. No obstante, hay que decir
que ya en 1933, Harold E. Palmer, director del Institute for Research in English Teaching
( Japón), había definido dicha voz como «a succession of two or more words that must be
learned as an integral whole, and not pieced together from its component parts» (Palmer,
1933: 5). Aunque, en efecto, la incorporación del término colocación no parece remontar-
se más allá del primer tercio del siglo , cabe señalar que la percepción de la existencia
de esta clase de combinaciones viene de lejos. Así, la lexicografía práctica ha incluido
información colocacional desde sus orígenes, hecho que manifiesta que los primeros lexi-
cógrafos ya se habían planteado la necesidad de incorporar este tipo de unidades en el dic-
cionario. Obsérvense, por ejemplo, las siguientes entradas del Vocabulario español-latino
(1495?[1989]) de Nebrija en las que los especificadores que se adjuntan a la palabra base
forman, junto a esta, unidades que actualmente consideraríamos colocaciones:
En estudios anteriores (Romero, 2008 y 2009), hemos puesto de relieve que los
procedimientos adoptados en los diccionarios generales contemporáneos a la hora de re-
presentar las colocaciones carecen, en muchos casos, de sistematicidad. Esta constatación,
junto con la consideración de la importancia que la tradición tiene en una disciplina de
1 El desarrollo de esta investigación ha sido posible gracias al apoyo de la Dirección General de Investigación Científica y Técnica
del Ministerio de Ciencia e Innovación (n.º de ref. FFI2008-03333/filo) y del Comissionat per Universitats i Recerca de la Gene-
ralitat de Catalunya (n.º de ref. SGR2009-2).
2 Como muestra de las posibles aplicaciones de las nuevas tecnologías a los estudios lingüísticos, consúltese, entre otros, Cla-
vería y Mancho (2006) y Llisterri (2007).
3 Tal y como ha señalado Alvar (1987: VI), «la idea generalizada que se tiene del diccionario es que se trata de un vocabulario
científico y técnico, cuando, en realidad, es un diccionario general de la lengua enriquecido con cuantos términos específicos de
las artes, ciencias y técnicas pudo allegar el autor».
228
Una base de datos para el estudio de colocaciones en la lexicografía monolingüe general del español
Esta selección no pretende ser exhaustiva pero sí persigue dar cuenta de los prin-
cipales hitos lexicográficos del ámbito monolingüe general español. Además, la equipara-
ción del número de repertorios académicos y no académicos, cinco en cada caso, permiti-
rá contraponer estas dos prácticas lexicográficas para así observar si existe un tratamiento
diferente de las colocaciones entre ambas.
En cuanto al corpus de colocaciones sometido a análisis, cabe señalar que las op-
ciones metodológicas para su recopilación eran múltiples. En un primer momento, bara-
jamos la posibilidad de partir de un conjunto predeterminado de colocaciones extraídas
de diferentes estudios teóricos, pero algunas búsquedas en los diccionarios demostraron
la inoperatividad de este sistema claramente anacrónico. Pensemos, por ejemplo, en la
incongruencia que supone rastrear una colocación como políticamente correcto, que según
los datos de los corpus académicos no se documenta hasta 1986, en obras de hace más de
300 años. Una vez desechado este sistema, y con el fin de condicionar lo menos posible la
búsqueda de colocaciones en los repertorios, optamos por confeccionar el corpus a partir
de la información colocacional contenida en los propios diccionarios seleccionados. Para
ello, era necesario acotar una serie de entradas cuya lectura pormenorizada permitiría la
extracción de las colocaciones que pasarían a formar parte del corpus y, consecuentemen-
te, de la base de datos. De nuevo, el abanico de posibilidades a la hora de seleccionar esas
entradas era muy diverso, de ahí que fueran necesarias diferentes aproximaciones a los
diccionarios para ir perfilando la mejor opción. En primer lugar, pensamos en analizar las
100 primeras entradas de las letras a, b y c de cada uno de los diez diccionarios, pero esta
selección suponía la inclusión de palabras cuya categoría gramatical no suele participar
de manera central en las colocaciones, como es el caso de conjunciones o preposiciones.
En segundo lugar, y para intentar solventar las deficiencias de la primera opción, deci-
dimos limitar el análisis únicamente a aquellas entradas cuya categoría fuera sustantiva,
verbal, adjetiva o adverbial. Aunque este sistema parecía más adecuado que el anterior,
finalmente, con la intención de mantener la máxima objetividad posible y confeccionar
un corpus que permitiera extraer conclusiones más o menos generales de los diferentes
repertorios, optamos por no restringir la búsqueda a 100 artículos por letra sino exami-
nar las entradas sustantivas, verbales, adjetivas y adverbiales correspondientes a toda una
letra, la s. Hay que decir que esta elección no fue casual, ya que las primeras búsquedas de
colocaciones las realizamos, precisamente, en las entradas correspondientes a la s y, por lo
tanto, sabíamos que resultaría apropiada para nuestro estudio.
Una vez seleccionados los diccionarios y las entradas que debían analizarse, ini-
ciamos la recogida de los datos que constituirían el corpus de estudio. En un primer
momento, leímos atentamente todos los artículos para detectar aquellas combinaciones
Unidades fraseológicas formadas por dos unidades léxicas en relación sintáctica, que no
constituyen, por sí mismas, actos de habla ni enunciados; y que, debido a su fijación en
la norma, presentan restricciones de combinación establecidas por el uso, generalmente
de base semántica: el colocado autónomo semánticamente (la base) no sólo determina
la elección del colocativo, sino que, además, selecciona en éste una acepción especial, fre-
cuentemente de carácter abstracto o figurativo (Corpas, 1996: 66).
2. La base de datos
Tras una primera aproximación al análisis de las colocaciones registradas en los diferen-
tes diccionarios, nos percatamos de que el tratamiento de la información sería mucho más
factible con la ayuda de una herramienta informática, concretamente, de una base de da-
tos, que permitiría almacenar el material de manera organizada y, sobre todo, recuperarlo
posteriormente de modo asequible para un estudio detallado.
De las múltiples opciones de software de bases de datos que ofrece el mercado,
nos decantamos por el programa File Maker Developer 6. Para su elección, tuvimos en
cuenta, fundamentalmente, tres factores:
• Se trata de un sistema intuitivo y fácil de usar.
• Al trabajar con la versión developer, puede crearse un ejecutable de la base
que permite consultarla desde cualquier ordenador sin necesidad de dispo-
ner del programa.
• La funcionalidad de File Maker en los estudios filológicos ha sido demos-
trada gracias a los numerosos proyectos de investigación que lo emplean
como soporte de sus corpus de trabajo. Este es el caso, por ejemplo, del Grup
4 En un artículo del año 1996, Franz Josef Hausmann reconocía haber seguido este mismo sistema para el análisis de las colo-
caciones del Dictionnaire du française contemporain: «Avant d’entrer dans le détail de la récupération il n’est pas inutile de donner
une idée de la richesse de la face cachée. Nous pouvons le faire à l’aide de quelques sondages et par la comparaison avec un autre
dictionnaire français dont je connais parfaitement la face cachée pour avoir fait mettre en fiches et ranger par mots-bases toutes
les collocations contenues dans les articles-collocatifs» (Hausmann, 1996 [2007]: 103).
5 Vid. por ejemplo, Alonso Ramos (1994–1995), Castillo (1998) y Bosque (2001).
230
Una base de datos para el estudio de colocaciones en la lexicografía monolingüe general del español
d’Història i Contacte de Llengües, dirigido por la Dra. Coloma Lleal, que de-
sarrolla desde la Universidad de Barcelona el Diccionario general y etimológico
del castellano del siglo en la Corona de Aragón (www.ub.es/filhis/ghcl).
En el Centro de Investigaciones Lingüísticas (CILUS) de la Universidad de
Salamanca, el grupo dirigido por la Dra. M.ª Jesús Mancho Duque también
utiliza este programa en la confección de su Diccionario de la Ciencia y de la
Técnica del Renacimiento Español.
Para conseguir una base de datos operativa, es fundamental un buen diseño que
satisfaga las necesidades de la investigación que se desea desarrollar. Por este motivo, an-
tes de proceder a su confección meditamos sobre aquellos aspectos que queríamos some-
ter a análisis. Esta reflexión no fue ex nihilo sino que partíamos de ciertos conocimientos
previos obtenidos de la lectura de la bibliografía existente sobre el tema6 y de las obser-
vaciones que habíamos ido anotando durante las primeras búsquedas en los diccionarios.
Así pues, sabíamos que nuestro dispositivo de almacenamiento, entre otros aspectos, de-
bía dar cabida a la siguiente información:
• el tipo de colocación del que se trata;
• el artículo en el que se documenta;
• la parte del artículo donde se ubica (definición, ejemplo, subentrada, etc.);
• y la categorización que se le asigna.
A partir de aquí, confeccionamos una primera versión de la base, que, debido a
las características del corpus de colocaciones, ha ido modificándose sucesivamente hasta
presentar el siguiente aspecto:
6 V. Alonso Ramos (2002), Bargalló et alii (1997-1998), Calderón (1994), Castillo (2001, 2002 y 2004), Corpas (1989, 1992),
Romero (2008 y 2009) y Zuluaga (2002), entre otros.
Orden
Se trata de un campo numérico cuya función consiste en permitir la recuperación de un
registro determinado con la simple introducción del número que lo identifica.
232
Una base de datos para el estudio de colocaciones en la lexicografía monolingüe general del español
Obra
Gracias a este campo, queda reflejado el repertorio en el que se ha documentado la colo-
cación.
Vocablo
En este campo se especifica con grafía modernizada el lema de la entrada en la que se
incluye la colocación. Al tratarse de diccionarios de diferentes épocas, este campo nos
permitirá hacer búsquedas que detecten las mismas unidades, independientemente de
las convenciones ortográficas de cada obra. En el caso del Tesoro, diccionario en el que las
palabras se agrupan por familias, en este espacio se indica el término que interviene en
la colocación y no el lema de la entrada. Así, en el registro de un ejemplo como serenar el
tiempo, colocación que Covarrubias incluye en el artículo sereno, constaría como vocablo la
voz serenar. Cabe mencionar también el caso del Diccionario de Autoridades ya que en esta
obra se incluyen como lemas los adjetivos superlativos. De nuevo, con el fin de facilitar la
posterior recuperación de los datos, en estos casos hemos optado por incluir en el campo
vocablo la forma positiva del adjetivo, tal cual aparecería en otros diccionarios.
Colocación
Este es el espacio reservado para indicar, en español moderno, la forma canónica de la
colocación.
Lema
En este campo, se especifica el lema de la entrada bajo la que se incluye la colocación. En
este caso, a diferencia de lo que ocurre en los campos vocablo y colocación, se respetan las
convenciones ortográficas de cada diccionario.
Estructura
Según la clasificación de colocaciones propuesta por Corpas (1996), estas unidades
pueden presentar las siguientes estructuras: V + S (sujeto), como correr un rumor; V +
(prep.+) S (objeto), como asestar un golpe o poner en funcionamiento; Adj./S + S, como
momento crucial o visita relámpago; S + prep. + S, como banco de peces; V + Adv., como
negar rotundamente; y Adj. + Adv., como opuesto diametralmente.
Koike (2001: 14) ha señalado que las colocaciones sustantivo-verbo y las coloca-
ciones sustantivo-adjetivo son las más representativas en número e importancia comuni-
cativa. Este campo, pues, nos permitirá observar qué tipo de colocaciones presentan una
mayor frecuencia de aparición en los diccionarios estudiados y, por lo tanto, podremos
comprobar si la afirmación que el autor formula para la lengua general también puede
aplicarse al discurso lexicográfico.
Ubicación
Uno de los presupuestos de los que partíamos en nuestra investigación es que los diccio-
narios generales del español suelen dar cuenta de las colocaciones sin declararlo previa-
mente en sus páginas preliminares. La lectura de estudios especializados, además, nos
había dado las pistas para saber en qué partes del artículo lexicográfico debíamos centrar
la búsqueda de colocaciones, de ahí que decidiéramos incluir en la base de datos los si-
guientes campos:
Definición
Las colocaciones pueden aparecer registradas en la definición, marcadas o no como con-
torno. Este constituyente lexicográfico corresponde a la parte de la definición reservada
a aquellos elementos habituales del contexto, que generalmente aparecen entre corchetes
o marcados tipográficamente de algún modo, pero que también pueden aparecer intro-
ducidos mediante fórmulas impropias del tipo dícese de o aplicado a. Para dar cuenta de
este abanico de posibilidades, se ha introducido el campo denominado tipo, en el que se
especifica la clase de definición de la que se trata. Cabe mencionar que en este caso no
nos interesaba ofrecer una clasificación minuciosa de los tipos de definiciones, así que
optamos por establecer únicamente tres distinciones:
• Propia. Definiciones propias en las que los elementos del contorno no apare-
cen marcados tipográficamente. Este es el caso, por ejemplo, de la colocación
sacar una fotografía, cuyo colocativo se documentada en una de las acepciones
de la entrada sacar del DRAE-2001:
• Propia, contorno. Definiciones propias en las que los elementos del contorno
sí se marcan tipográficamente. En el siguiente ejemplo observamos cómo en
una de las acepciones de la entrada sacar del DEA se registra entre corchetes
el colocativo mancha:
234
Una base de datos para el estudio de colocaciones en la lexicografía monolingüe general del español
• Impropia, aplicado a/dícese de... En este tipo de definición, tras la etiqueta im-
propia se especifica la expresión mediante la que se introducen los elementos
del contorno. Si consultamos la entrada ensoberbecerse en el Tesoro de Cova-
rrubias, veremos que el colocativo mar se incluye en la definición mediante
la fórmula dezimos de:
Ejemplo
Otro lugar del artículo donde se documentan colocaciones léxicas son los ejemplos. Tal y
como indica Garriga (2003: 121), «los ejemplos no tienen por qué ser secuencias discur-
sivas cerradas, sino que pueden ser estructuras inferiores a la frase, modelos de construc-
ción». Así pues, en el campo denominado tipo distinguiremos entre frase, cuando el ejem-
plo constituya una secuencia discursiva cerrada, y modelo de construcción, cuando se trate
de una estructura inferior. En los siguientes ejemplos, correspondientes a las colocaciones
sentar una conclusión (DUE) y sentida queja (DA), queda representada esta distinción:
Subentrada
Las unidades pluriverbales suelen registrarse en el diccionario a modo de subentrada, de
ahí que las colocaciones, fraseologismos que presentan cierto grado de fijación e idioma-
ticidad, puedan documentarse también en esta parte de la microestructura. Obsérvese,
por ejemplo, el caso de tomar el sol (DRAE-1884):
Otros
Los campos relacionados con la ubicación de las colocaciones que se han presentado has-
ta el momento (definición, ejemplo y subentrada) pueden considerarse elementos básicos
de la microestructura de cualquier diccionario, pero pensemos, por ejemplo, en los catá-
logos de palabras afines del DUE o en los comentarios que suelen aparecer en el DEA,
constituyentes particulares de estos dos repertorios. Son precisamente las colocaciones
que aparecen en emplazamientos como estos las que se incluyen en el campo otros. Los
siguientes ejemplos corresponden a las combinaciones dar un suspiro (DUE) y calor sofo-
cante (DEA):
Categorización
El hecho de que en los diccionarios no se prevea la inclusión de colocaciones comporta la
ausencia de cualquier tipo de marcación gramatical o la adscripción de estas unidades a
otras categorías. Tal y como indica Castillo (2002: 99):
Los diccionarios suelen proporcionar información gramatical para las lexías simples, en
concreto la referida a la categoría a la que pertenece el lema. Sin embargo, cuando el
lexicógrafo tiene que catalogar una combinación de palabras con cierto grado de fijación
y, a veces, de idiomaticidad, el criterio que utiliza para marcarla no es nada homogéneo.
Incluso, puede darse el caso, bastante frecuente, de que la etiquetación brille por su au-
sencia.
Observaciones
Al final de la ficha, se incluye un campo dedicado a las observaciones. Se trata de un espa-
cio reservado al investigador para anotar todos aquellos aspectos que puedan surgir en
relación con alguna colocación y que no queden representados en ninguno de los campos
anteriormente mencionados.
Las posibilidades de búsqueda que ofrece una base de datos como la que se acaba
de describir son muy amplias. Pueden realizarse consultas tanto a partir de campos espe-
cíficos (por ejemplo, sería interesante recuperar todas las colocaciones que se categorizan
236
Una base de datos para el estudio de colocaciones en la lexicografía monolingüe general del español
como locuciones para analizar qué rasgos comparten con este otro tipo de unidad fraseo-
lógica) como a partir de la combinación de diversos criterios (una posibilidad sería, por
ejemplo, buscar qué estructuras colocacionales se registran con mayor frecuencia como
subentradas). Todas estas búsquedas nos permitirán un acceso poliédrico a los datos y, en
consecuencia, aportarán una mayor profundidad de análisis a nuestro estudio.
3. Conclusiones
La investigación filológica cuenta hoy en día con numerosas aplicaciones informáticas
que facilitan tanto el acceso a los datos objeto de análisis como su posterior almacena-
miento y gestión, como por ejemplo, los corpus textuales, los programas lematizadores,
los etiquetadores morfológicos (tagger) o las bases de datos. Tal y como indican Torruella
y Llisterri (1999: 45): «cada vez parece más evidente la conveniencia de utilizar recursos
informáticos en las investigaciones humanísticas. Pero para poder utilizar estos recursos
es necesario disponer de un material donde aplicarlos». En este estudio, precisamente,
hemos incidido tanto en el proceso de recopilación de ese «material», esto es, el corpus
de colocaciones objeto de análisis, como en la descripción de la base de datos que nos ha
permitido reunir y gestionar de forma sistemática y asequible la información. Se trata, en
definitiva, de una herramienta dinámica (puede crecer, reducirse, consultarse siguiendo
diferentes criterios) que supone una aportación valiosa a los estudios de fraseografía his-
tórica del español.
4. Referencias bibliográficas
A R, M. (1994-1995). «Hacia una definición del concepto de colocación: de
J. R. Firth a I. A. Mel’čuk», Revista de Lexicografía, vol. , pp. 9–28.
A R, M. (2002). «Colocaciones y contorno de la definición lexicográfica»,
Lingüística Española Actual, vol. 24/1, pp. 63–96.
A E, M. (1987). Introducción de la edición facsímil del Diccionario castella-
no con las voces de ciencias y artes de Esteban de Terreros y Pando. Madrid: Arco/
Libros.
B E, M. et alii (1997-1998). «El tratamiento de los elementos lexicali-
zados en la lexicografía española monolingüe», Revista de Lexicografía, vol. , pp.
49–65.
B, I. (2001). «Sobre el concepto de ‘colocación’ y sus límites», Lingüística Española
Actual, vol. /1, pp. 9–39.
C, M. (1994). Sobre la elaboración de diccionarios monolingües de producción. Las
definiciones, los ejemplos y las colocaciones léxicas. Granada: Universidad de Gra-
nada.
C, M.ª A. (1998). «El término ‘colocación’ en la lingüística actual», Lingüística
Española Actual, vol. 20/1, pp. 41–54.
C, M.ª A. (2001). «La fijación sintagmática en el diccionario». En: M, E.
et alii (eds.). Indagaciones sobre la lengua. Estudios de filología y lingüística española
en memoria de Emilio Alarcos. Sevilla: Universidad de Sevilla, pp. 395–419.
238
Una base de datos para el estudio de colocaciones en la lexicografía monolingüe general del español
0. Introducción
Durante el siglo aumentó el interés por el léxico español de las distintas áreas ame-
ricanas, motivo por el cual apareció una nueva corriente de obras lexicográficas conocida
como diccionarios de provincialismos1. Este tipo de diccionarios son los que caracterizan la
lexicografía hispanoamericana2 durante este siglo y la primera mitad del siglo 3. Muy
lejos de aquella primera lexicografía4 dedicada a enseñar castellano a los indígenas para
difundir los Evangelios en aquellas tierras, se publica en 1836 el Diccionario provincial de
vozes cubanas de Esteban Pichardo, arrancando así esta tradición lexicográfica, que parte
de la descripción del léxico de una determinada área geográfica, ya sea un país, región o
área supranacional. Mientras que en América, antes del siglo , no se encuentran obras
de este tipo, en España ya habían aparecido algunos diccionarios de regionalismos5 que
completaban el léxico de las diferentes regiones que no aparecía en el Diccionario acadé-
mico (DRAE).
1 Provincialismo o voz provincial es el término utilizado para referirse a las palabras propias de un área determinada de un país,
de una región o de un área supranacional.
2 Se han consultado las siguientes referencias bibliográficas: Haensch (1984, 1994), Haensch/Omeñaca (2004) y Teruel Gu-
tiérrez (1999).
3 Paralelamente a los diccionarios de provincialismos, también se desarrollaron los diccionarios de barbarismos. El concepto de
barbarismo es menos usual y tiene mayor connotación negativa relacionada con lo erróneo y equivocado.
4 Una lexicografía dedicada a la confección de repertorios de léxico de lenguas ameríndias: Alonso de Molina, 1555, Vocabulario
en la lengua Castellana y Mexicana; Fray Maturino Gilberti, 1559, Vocabulario en lengua Mechuacan; Fray Domingo de San
Tomás, 1560, Lexicón o vocabulario de la lengua general del Perú; Fray Juan de Córdoba, 1571, Vocabulario de la lengua Zapoteca
o Diccionario Hispano – Zapoteca; Padre Luis de Valdivia, 1606, Arte y gramática de la lengua que corre en todo el Reino de Chile
con un vocabulario; y Padre Antonio Ruiz, 1639, Tesoro de la lengua guaraní, por citar algunos ejemplos. (Teruel Gutiérrez,
1999: 107)
5 Uno de los más destacados es el de Jerónimo Borao (1859), Diccionario de voces aragonesas.
Por tanto, no existía todavía una conciencia lingüística americana, sino sólo la
necesidad de describir el léxico que no aparecía recogido en el DRAE. Pero, a lo largo del
siglo, esta concepción de provincialismo y de purismo de la lengua provoca que, en algunos
países, se desarrolle otra corriente ideológica nacionalista y separatista6.
Como hemos adelantado, corresponde a Esteban Pichardo7 la autoría de la pri-
mera obra de esta clase que se editaba en Hispanoamérica. Este diccionario, que conoció
en el mismo siglo cuatro ediciones8 y obtuvo un reconocimiento unánime por parte
de los lexicógrafos de su tiempo, fue la base de todos los diccionarios posteriores que
continuarán en esa dirección. A partir de esta cuarta edición (1875), y en los diccionarios
contemporáneos a éste, ya se observarán indicios de esa nueva actitud de resentimiento
frente a la lexicografía del español europeo.
Citamos, a continuación, algunos de los diccionarios de provincialismos más re-
presentativos9: Esteban Pichardo (1836), Diccionario provincial de las vozes de Cuba, Ma-
tanzas, Cuba; Juan de Arona (1871), Diccionario de peruanismos, Lima; Daniel Granada
(1889), Vocabulario rioplatense razonado, Montevideo; Antonio Batres Jáuregui (1892),
Vicios del lenguaje y provincialismos de Guatemala, Guatemala; Carlos Gagini (1892),
Diccionario de barbarismos y provincialismos de Costa Rica, San José, Costa Rica; Alberto
Membreño (1895), Hondureñismos. Vocabulario de los provincialismos de Honduras, Tegu-
cigalpa, Honduras.
Vamos a plantear algunas reflexiones sobre el sentido y significado de los diccio-
narios de provincialismos y seguiremos con un breve comentario de algunos fragmentos
de sus prólogos. Se pretende, con ello, provocar algunas reflexiones sobre el origen y la
evolución de estos diccionarios. En definitiva, concretaremos cuáles son los principios
de la lexicografía hispanoamericana del siglo a través de la observación y análisis de
algunos de sus referentes más importantes.
6 Como por ejemplo Argentina, país en que el nacionalismo político y la búsqueda de la identidad nacional elevaron la figura
del gaucho a símbolo nacional.
7 Información detallada sobre esta obra en Werner (1994).
8 El título del diccionario se vio ligeramente alterado en las cuatro ediciones. Se trata de correcciones que nos ofrecen algunas
de las vacilaciones ortográficas del momento, como por ejemplo, vozes por voces.
9 Para observar la continuación de esta corriente durante el siglo , remitimos a la obra de Haensch/Omeñaca, (2004: 320–
27), en la que aparece un listado de diccionarios por países.
244
Panorama de los diccionarios de provincialismos en el siglo ...
1.1 Origen
El origen de esta serie de diccionarios lo encontramos en la falta de recolección y descrip-
ción del léxico español de los países americanos en las obras lexicográficas aparecidas hasta
el momento, tal como ya hemos comentado anteriormente. A principios del siglo ,
todavía no se contaba con repertorios que recogieran las variedades diatópicas de la lengua
española en las distintas áreas americanas. Observando los vocabularios anteriores, y vien-
do las diferencias entre el léxico peninsular y el americano, ya se constataba la necesidad de
la realización de obras que reflejaran el léxico de cada área o zona determinada.
Cabe considerar que en la lexicografía anterior al siglo , se describía el léxico
que «llamaba la atención a los cronistas del Nuevo Mundo» (Haensch/Omeñaca, 2004:
305), es decir, se recogían y definían las voces que designaban realidades americanas, con-
sideradas exotismos para los europeos. Era el léxico correspondiente a la «fauna, flora, ac-
cidentes geográficos, objetos de la cultura material, creencias y supersticiones, alimentos,
bebidas, juegos, etc.» (Haensch/Omeñaca, 2004: 305). Por otra parte, no era tan común
recoger las palabras que designaban cosas, objetos, realidades universales, también lla-
madas universalismos, y que eran diferentes de las palabras utilizadas en España. Éste se
convertirá en un gran reto para los diccionarios de provincialismos.
Otro aspecto que tuvo lugar en Europa, con el romanticismo, fue el desarrollo e
interés por lo rural, folclórico, regional y local, dejando de lado el valor de lo universal del
siglo (Haensch, 1994: 44). De esta manera se habían dedicado estudios a la descrip-
ción de las lenguas de las minorías étnicas, así como también a los dialectos de las lenguas
de cultura. En España, se publicaron los primeros diccionarios dialectales, que fueron el
referente peninsular para los diccionarios de provincialismos en Hispanoamérica.
1.2 Finalidad
En segundo lugar, la finalidad que pretendían conseguir ya ha podido deducirse en lo
comentado anteriormente. Hemos contestado, al menos en parte, la pregunta ¿para qué se
escribieron? Por supuesto, el objetivo de este tipo de diccionarios fue el de recoger el léxico
cotidiano y propio de cada región, pero no tenemos que olvidar que la lexicografía his-
panoamericana estaba supeditada a la peninsular10. Así pues, estas obras aspirarán a ser,
en un primer momento, un complemento al DRAE, siendo el deseo de los lexicógrafos
hispanoamericanos que las palabras que ellos habían registrado en sus obras, aparecieran
en él. Esta actitud irá perdiendo valor conforme pase el tiempo y, ya a principios del siglo
, los diccionarios de provincialismos no pretenderán tal cosa, sino que sólo se concen-
trarán en recoger y definir el léxico propio de cada zona, sin preocuparles si la Academia
lo tenía en cuenta o no.
10 «El efecto del centralismo lexicográfico del fue reforzado hasta nuestros días por una concepción unilateral del español
peninsular frente al de América [...]». (Haensch/Omeñaca, 2004: 309).
11 Por ejemplo, en 1953, se publicó la primera edición póstuma del diccionario de Pichardo, Pichardo novísimo o Diccionario
provincial casi razonado de vozes y frases cubanas, que incluía su biografía «Vida de don Esteban Pichardo y Tapia», realizada por
Esteban Rodríguez Herrera (pp. IX–XIV).
12 Se cree que, en 1831, Domingo del Monte ya había concluido su diccionario.
246
Panorama de los diccionarios de provincialismos en el siglo ...
1.5 Metodología
Otro aspecto que nos interesa es el de contrastar si todos los diccionarios siguen una
misma metodología y unos idénticos objetivos. Generalmente, la realización de cada dic-
cionario responde a los criterios establecidos y a las necesidades lingüísticas que el autor
juzga convenientes; en el caso de los diccionarios de provincialismos podemos decir que,
en un principio, coinciden en metodología y objetivos, aunque se produce una evolución,
sobre todo a finales del siglo , ante la visión en torno a lo considerado ‘correcto e
incorrecto’ del léxico regional por parte de los lexicógrafos hispanoamericanos14. Teruel
Gutiérrez (1999: 111) señala que la actitud lingüística va cambiando con respecto al
centralismo académico anterior:
La evolución al purismo sólo puede entenderse desde una posición de progresiva autoin-
comprensión lingüística, naturalmente producida por la falta de confianza en el valor de
la propia variedad, algo que ya se observa en documentos tempranos. / En el otro polo de
las actitudes lingüísticas se encontraría la concepción de cada variedad americana como
una más entre las hispánicas. El americanismo deja de ser un vicio que corregir y pasa
a ser una parte del tesoro léxico de la lengua española, en una situación de solidaridad,
es decir, de mutua cooperación lingüística entre las variedades, que permite el paso de
unidades léxicas de unos a otras.
Así pues, vemos reflejada en esta idea la posición y el valor equitativo que tienen
hoy en día todas las variedades del español. Por otra parte, cabe añadir que esto no sig-
nifica que la representatividad de todas ellas, sea equitativa en los diccionarios actuales,
aunque forme parte de uno de los objetivos fundamentales de la lexicografía española y
se esté trabajando en ello.
13 Augusto Malaret (1925), Diccionario de americanismos; Francisco J. Santamaría (1942), Diccionario General de Americanis-
mos; Marcos A. Morínigo (1966), Diccionario manual de americanismos; Alfredo Neves (1973), Diccionario de americanismos.
14 «El pionero de esta actitud parece ser Juan de Arona, cuyo diccionario, si bien desde el punto de vista científico es poco
riguroso, por su inclinación más a un estilo periodístico que lexicográfico, constituye una defensa en regla de los valores diferen-
ciales americanos como propios de las comunidades en que se usan y de la unidad lingüística, por encima de todo, de las hablas
hispánicas.» (Teruel Gutiérrez, 1999: 111).
15 Fruto de este proyecto, ya han visto la luz tres obras: Diccionario fundamental del español de México (21993[1982]), Dicciona-
rio básico del español de México (1986) y el Diccionario del español usual en México (1996).
16 Han sido publicados por el Instituto Caro y Cuervo el Nuevo Diccionario de Colombianismos (1993), el Nuevo Diccionario de
Argentinismos (1993) y el Nuevo Diccionario de Uruguayismos (1993). En la Editorial Gredos han aparecido el Diccionario del
español de Cuba (2000) y el Diccionario del español de Argentina (2000). Están en vías de revisión el Diccionario del español de
Bolivia y el Diccionario del español de Ecuador.
248
Panorama de los diccionarios de provincialismos en el siglo ...
17 Se trata del lema y la forma léxica considerada como correcta unidas mediante la preposición por.
18 No era frecuente, en los diccionarios de la época, señalar las voces indígenas.
19 En la 3ª ed. (1862) encontramos 22 marcas en la Esplicacion de las abreviaturas: Nombre (N.), Sustantivo (S.), Sustantivado
(sustdo.), adjetivo (adj.), adjetivado (adjdo.), masculino (m.), femenino (f.), ambiguo (amb.), comun (com.), epiceno masculino
(ep. m.), epiceno femenino (ep. f.), Verbo (V.), Activo (act.), Neutro (neut.), Recíproco (rec.), Adverbio (Adv.), Modo adverbial
(Mod. adv.), Interjección (Int.), Familiar (fam.), Vulgar (vul.), Voz indígena o de orígen indígena (Voz ind.), Criollo; para
esplicar que no es el exótico de igual nombre (Cr.).
La Real Academia Española ha recibido con el mas distinguido aprecio el ejemplar del
Diccionario Provincial de Vozes Cubanas que V. S. ha publicado y se ha servido remitir
para la misma. La Academia ha mandado que se coloque en lugar digno en su Biblioteca,
y que así se manifieste a V. S., tributándole al mismo tiempo las mas expresivas gracias,
como lo ejecuto de su órden. Dios guarde á V. S. muchos años. Madrid 30 de Noviembre
de 1849. Eusebio Maria del Valle, Vice-Secretario. Sr. D. Estéban Pichardo.
Esa 2ª Edicion, mejor que la primera, habria utilizado al Sr. D. Vicente Salvá para su
Diccionario de la Lengua Castellana. [3ª Edicion] si se hubiese dignado ocurrir a mì, ya
que usando de una propiedad agena, olvidaba hasta el nombre del Autor, a diferencia del
Sr. Castro en el suyo, quien por lo mènos fué más atento a ese último requisito.
Por último, recogemos en estas líneas lo que Arona consideraba como peruanismo y
que nos sirve como fiel reflejo de esa actitud que se tenía frente a lo español peninsular. Es
singular el uso de voz corrompida, al igual que hemos visto en Pichardo, para la designación
de aquellas voces que se apartan de ‘lo normativo’21 (Bibliografía de Americanismos: ):
20 «Acaso una de las primeras obras que sobre este ingrato tema de provincialismos se idearon en Hispano-América fué la
presente, y es, por lo ménos, la tercera ó cuarta que sale á la luz. / Su autor la empezó en Lóndres por los años de 1860, cuando
aunados los recuerdos de la pátria y la vivacidad de sentimientos de los veinte años, buscaban en todo forma para manifestarse.
Publicó las primeras muestras de sus trabajos en periódicos de Lima á fines de 1871 y principios del 72, y por último, viene á
coleccionarlos en libro y á darles forma definitiva en 1883». (Prólogo: V)
21 Podemos destacar, por ejemplo, aquellos casos que son reflejo de incalculable valor para descubrir aspectos sobre la pro-
nunciación de la época.
250
Panorama de los diccionarios de provincialismos en el siglo ...
Entiendo por término peruano ó peruanismo, no solo aquellas voces que realmente lo son,
por ser derivadas del quichua, ó córrompidas del español, ó inventadas por los criollos con
el auxilio de la lengua castellana; sino tambien aquellas que, aunque muy castizas, aluden
á objetos ó costumbres tan generales entre nosostros y tan poco comunes en España, que
nos las podemos apropiar y llamarlas peruanismos, como si no estuvieran en el Dicciona-
rio de la Academia Española.
Hemos comprobado en la obra Arona esa herencia tradicional que se tenía de una
visión ‘corrompida’ y errónea de la realidad lingüística de las variedades hispanoamerica-
nas. En estos prólogos de los diccionarios de provincialismos, veremos cómo cambiará
hacia la postura completamente contraria, es decir, la que considera a cada variedad vá-
lida y de igual importancia. También es interesante observar el paralelismo que puede
establecerse entre el concepto de americanismo, a nivel general, y el de peruanismo, a nivel
concreto.
Según el plan que nos propusimos al dar principio á este trabajo, él debería comprender:
I. La etimología indígena de los nombres de lugares, montanas, ríos, etc., de la Republica.
II. Los nombres, con su etimología de las cosas indígenas de uso común. III. Las palabras
que usamos en el trato diario y que, aunque son muy españolas, por ser anticuadas ó por
cualquiera otra causa, no figuran en el Diccionario de la Academia. IV. Las voces espa-
ñolas que hemos corrompido. V. Los nombres de los vegetales y animales del territorio
hondureño que no consten en las obras de botánica y zoología.
Antes de concluir debo hacer una manifestación. Cualquiera que sea el defecto que no-
ten en este trabajo [...], no se debe esto á mis escasas luces, sino á mis deseos fervientes
por que en mi querida patria se mantenga el habla castellana siempre limpia, fija y con
esplendor.
22 La introducción se compone de tres apartados: A los lectores (pp. III–IV), Plan y objeto de esta obra (pp. –) y Ligeras
observaciones sobre el habla castellana en América (pp. –).
2.4 Batres Jáuregui, Antonio (1892): Vicios del lenguaje y Provincialismos de Gua-
temala. Guatemala
En la misma línea que los prólogos anteriores, en esta obra observamos el rechazo a ‘lo
que se oye en Guatemala’ convirtiéndola en una obra que censura el lenguaje coloquial
(Prólogo del autor: 3-4):
Harto común es, por desgracia, oir en Guatemala mirá, andá, tené, habís, y otros arcaís-
mos de esa laya, que si se usaron en tiempos remotos, hoy no hacen más que afear el
idioma patrio, que se reciente, por otra parte, de impropio y vulgar, en boca de aquellos
de nuestros compatriotas que hablan «de vos», concertándolo unas veces con la segunda
persona de singular de los verbos [...].
Se trata de una obra que no muestra acuerdo con la descripción del lenguaje co-
loquial y que intenta corregirlo. El mismo título, Vicios del lenguaje, ya nos da a entender
esta postura (Prólogo del autor: 15):
Abogamos por la pureza del lenguaje, porque creemos, valiéndonos de las expresiones
de un distinguido venezolano, que si diéramos anchas á esa especie de culteranismo, á
esos caprichos de extravagante neologismo, se reproduciría dentro de poco en América la
confusión de idiomas, dialectos y jerigonzas del babilónico caos de la Edad Media.
Comprende este libro: I°. las voces de origen indio usadas en Costa Rica y no insertas en
los diccionarios castellanos; 2°. algunas palabras castellanas y neologismos que se hallan
en idéntico caso; 3°. los términos castizos empleados en acepciones impropias; 4°. los
vicios prosódicos y ortográficos más extendidos; 5°. los arcaísmos y extranjerismos; 6°.
algunos modismos y refranes nacionales.
23 «Como el principal objeto que he tenido en mira al dar á la estampa este libro, es el de proporcionar un consultor claro
y sencillo á los extranjeros y principalmente á las personas que, deseando expresarse con alguna corrección, no disponen del
tiempo necesario para consagrarse á estudios serios de gramática, [...]». (Advertencias: )
252
Panorama de los diccionarios de provincialismos en el siglo ...
Incontrovertible es la utilidad de los estudios críticos sobre el lenguaje vulgar de los pue-
blos hispano-americanos. La lengua castellana ha experimentado tales modificaciones en
el Nuevo Mundo, son tan numerosas las corruptelas, los neologismos, extranjerismos y
alteraciones sintácticas con que la desfigura el vulgo, que en muchos lugares no es ya sino
una caricatura grotesca de aquella habla divina de Garcilaso, Calderón y Cervantes. Por
otra parte, esos matices locales contribuyen sobre modo á romper la unidad del idioma
común de nuestras Repúblicas, preparando la formación de dialectos y dificultando el
comercio de ideas.
3. Conclusiones
Tras la reflexión y la lectura de estos fragmentos de los prólogos propuestos, podemos
concluir que la finalidad de los diccionarios de provincialismos puede sintetizarse en dos
objetivos.
En primer lugar, la recopilación y definición de provincialismos (regionalismos).
Estas obras deseaban recopilar y definir las voces peculiares de un país o de una región
de América que formaba parte de su realidad. Así pues, se describían voces que tenían
que ver con lo folclórico, literario, geográfico, histórico e, incluso, las voces de origen in-
dígena que ya se habían establecido en la lengua española. Cabe destacar que la actitud
lingüística de la que se partía era la de valorar el español peninsular en detrimento de las
variedades hispanoamericanas.
En segundo lugar, la eliminación de los barbarismos con la finalidad de corregir el
uso lingüístico de las determinadas áreas hispanoamericanas, a pesar de que en muchos
casos se trataba simplemente de provincialismos y, por lo tanto, se eliminaban de mane-
ra equivocada. Se aconsejaba sustituir estas voces por los correspondientes equivalentes
peninsulares. Hemos podido constatar en los fragmentos de los prólogos analizados que
este sentimiento de humildad y de sumisión frente al español peninsular fue una tónica
general de la lexicografía hispanoamericana del siglo .
Actualmente, se continúa en esta línea diseñada por la corriente de provincialis-
mos, ya que los diccionarios que se publican durante el siglo y hoy en día están dedi-
cados a alguna variedad lingüística de la lengua española. Además, la actitud lingüística
ha cambiado y el valor de todas las variedades lingüísticas del español es el mismo. Así
pues, resulta de interés lexicográfico reunir la mayor parte del léxico de un lugar sin tener
prejuicios a la hora de recopilarlo y definirlo en un diccionario. No obstante, existen obras
generales de americanismos, pero no pueden reflejar con exactitud la variación diatópica
si antes no ha sido lo suficientemente estudiada. Faltan, pues, obras que describan el
léxico de los países, regiones o áreas supranacionales y, en esa dirección, debe dirigirse y
desarrollarse la lexicografía hispanoamericana actual.
4. Referencias Bibliográficas
4.1 Referencias citadas
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256
Panorama de los diccionarios de provincialismos en el siglo ...
No han sido pocos los estudiosos que han prestado atención a la presencia de léxico
dialectal en las distintas ediciones del Diccionario de la lengua española de la Real Acade-
mia Española (en adelante DRAE), bien sea mediante el análisis pormenorizado de su
presencia en una edición concreta, bien atendiendo a la trayectoria de las voces de una
determinada procedencia a lo largo de la historia del diccionario académico1. Por nuestra
parte, desde hace tiempo trabajamos en un proyecto que estudia la presencia del elemento
occidental en el léxico español y su reflejo en los diversos repertorios lexicográficos (Cam-
pos Souto y Pérez Pascual, 2003-2004, 2006 y 2007); en esta oportunidad hemos optado
por remontarnos al Diccionario de Autoridades (en adelante DA), edición que ya había
sido objeto hace veinticinco años de un meritorio estudio publicado por Aurora Salvador
Rosa (1985) en el que examinaba la presencia de «regionalismos»2.
Buena parte de quienes se han detenido en el estudio de las obras académicas, han
coincidido en que ese reflejo en el diccionario de la diversidad geolingüística es uno de los
rasgos que caracteriza desde su arranque a la lexicografía académica española: y es que
ya el DA, destaca por la inclusión de «voces provinciales», utilizando el término que em-
plean los académicos del dieciocho, que reflejaban la diversidad del español desde el punto
de vista diatópico, de suerte que, en palabras de Fernando Lázaro Carreter, la Academia
* Ofrecemos en esta necesariamente breve aportación algunos datos que desgranamos, con más detalle, en Campos Souto y
Pérez Pascual (2011).
1 Como hemos indicado en otro lugar, algunas de estas investigaciones manifiestan su insatisfacción ante lo que juzgan un
deficiente tratamiento de los dialectalismos españoles en el DRAE; si bien se aprecian algunas críticas a la permanencia en
el diccionario de auténticos «arqueologismos dialectales», son mucho más frecuentes las quejas por la ausencia de vocablos
arraigados en distintas áreas del dominio lingüístico del español o por la desproporción entre los aportes al diccionario de las
distintas zonas dialectales, lo que desemboca, en ocasiones, «en una crítica hacia la postura de la corporación ante los dialecta-
lismos —actitud que incluso se ha interpretado como un indicio del desdén académico hacia determinadas áreas geográficas»
(Campos y Pérez Pascual, 2003-2004: 39–40).
2 V. también Le Men (2001).
concedió desde el principio una «estricta igual […] al léxico central y al periférico»3, y, de
hecho, el Padre Bartolomé Alcázar se presentó con un buen número de voces murcianas
a una de las primeras reuniones de la docta casa, el 13 de mayo de 17144.
No obstante, la decisión de acoger este tipo de voces dialectales no fue del agrado
de todos los intelectuales del tiempo, ni dejó de debatirse en el seno de la propia institu-
ción si debía incorporarse al DA la amplia aportación de voces aragonesas procedente de
Siesso de Bolea porque, «siendo el Diccionario de la lengua castellana, era extraño poner
las voces de aquel reino»5:
y habiéndose disputado largamente sobre ello y teniéndose presente que la lengua ara-
gonesa no es distinta de la castellana, como la de Cataluña y Valencia, aunque conserva
algunas voces de la lemosina y tiene otras muchas particulares distintas de las de Castilla,
del mismo modo que en Murcia, Asturias, Andalucía, etc., se pasó a votar y quedó resuel-
to que las voces que fueren propias del Reino de Aragón, sin mezcla de la lengua lemosi-
na, que se puedan autorizar con autores aragoneses se pongan en el Diccionario y que, al
dicho don José [Siesso de Bolea], se escriba repitiéndole las gracias [...] y se le dé noticia
de esta resolución para que excuse el trabajo de explicar las voces que fueren puramente
catalanas como ajenas al asumpto (Actas, 6-IV-1724, apud Freixas, 2010: 155).
Así pues, a pesar de esas iniciales vacilaciones, el prólogo al DA subraya que in-
cluirá «voces peculiares y propias, que se usan frecuentemente en algunas provincias y
reinos de España, como en Aragón, Andalucía, Asturias, Murcia, etc., aunque no son co-
munes en Castilla» (DA: v), mientras que se mantendrían excluidas las voces procedentes
de otras lenguas.
Como reconoce Fernando Lázaro Carreter, «esta aportación de voces extra-
castellanas fue irregular y aleatoria, pero correspondía a una intención explícita de la
Academia; si no resultó más intensa, fue culpa de las prisas, y siempre se sintió como
imperfección»6; de hecho, al planearse la realización de un suplemento, «se adopta y rei-
tera el acuerdo de incorporar a él los vocablos específicos de Galicia, Castilla la Vieja,
Extremadura, La Mancha, Granada, La Montaña y Andalucía, así como completar las de
Murcia y Aragón» (1972: 26–27)7.
Así pues, la Academia parece otorgar desde sus inicios un rango similar a las di-
versas variantes diatópicas del español, sin conceder primacía a ninguna de ellas; a juicio
de Aurora Salvador Rosa, resulta evidente que nunca interpretó el término castellano
3 Se ha visto en este hecho una señal diferenciadora del diccionario académico con respecto a sus confesados modelos italiano o
francés; sin embargo, recientemente Margarita Freixas ha precisado que esta interpretación es sólo parcialmente correcta, pues
la tercera edición del Vocabolario de la Crusca «representa […] un modelo lexicográfico en el que, junto a la lengua literaria
canónica, se admiten otras variedades lingüísticas: diacrónicas, estilísticas, dialectales y diatécnicas» (2010: 66).
4 El grueso de la aportación «provincial» al DA se vincula a un entusiasta corresponsal aragonés, José Siesso de Bolea (v. Gili
Gaya 1950, y Aliaga Jiménez 1996-1997, 2008 y 2009), que proporcionará casi cuatrocientas voces aragonesas al primer vo-
lumen (letras A-B); para el estudio del elemento aragonés, puede verse Alvar Ezquerra (1993 [1991]) y Aliaga Jiménez (1994
y 2000).
5 Lázaro Carreter (1972: 28), Salvador Rosa (1985: 105) y Aliaga Jiménez (1994: 31) han aludido a este episodio, que ha sido
analizado detalladamente por Freixas (2010).
6 No obstante, un notable porcentaje de la información diatópica contenida en el DA fue suprimida en ediciones posteriores
(v. Salvador, 1980: 52).
7 Y, como recuerda Freixas, se acordó repartir entre los académicos la profundización en determinados campos léxicos y zonas
geográficas, porque se consideraba faltaban «en el Diccionario muchas voces pertenecientes a oficios y profesiones y otras voces
provinciales»; el examen de las voces de Galicia se encomendó a Villegas Piñateli (Actas, 26-VIII-1738; apud. Freixas 2010:
206–207).
260
Los elementos galletos en el Diccionario de Autoridades
F. s. f. Lo mismo que Hambre. Es voz antigua que yá no tiene uso sinó entre la
gente vulgár del Reino de Galicia (DA)9.
H. s. f. Cierto instrumento, que sirve para prender las corréas, el qual es de hechu-
ra quadrada, redonda ù ovál, y tiene en medio una varita de hierro, que le atraviessa
de parte à parte, y en ella uno como clavo movedizo, que entra en la correa, con que
queda trabada. Antiguamente se decia Febilla, y aun oy se usa en Galicia. Lat. Fibu-
la, ae, que es de donde viene (DA: s. v. hebilla).
8 No vamos a demorarnos en este asunto, pero la lista de palabras sospechosas de lusismo o galleguismo en el monumental
Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico de Corominas y Pascual supera los dos centenares. Con respecto a este tema
puede resultar muy esclarecedor el reciente volumen de Rosalía Cotelo (2010).
9 En las citas del DA omitimos, por motivos de espacio, las autoridades aducidas; la negrita es nuestra.
a) Registrados en Galicia: aramía, blanquería, boy, brañas, burga, cantiga, cantiña, ca-
ñón, capón, caponero, carabela, castelo, chamizo, cormano, demo, ensarillar, espeto, fada, fame,
fayado, ferrado, ferropea, grada, gradar, gramallera, lañar, machado, machar, margaritas,
meda, medar, medero, nabiza, ollomol (s. v. breca), pan, pancada, pega reborda, pela, pichola,
pijota, pintarroxo, platucha (s. v. platija), porco, porto, recuento, renda, rendar, sangujas, solla,
tona, vergoña, vergoñoso, verso (sic. berce), volador, xa, xato y zaramago.
b) Registrados en Galicia y otros puntos: abadengo, abogador, acodir, aforar, alugar,
aprovecer, arriendo, arrincar, bébedo, borona, can, capiello, carvallo, castro, choco, coca, fillo,
foro, gramar, hórreo, melgacho, mestura, mijo, orbayar, orbayo, penedo, portar, puga y venda.
Sin duda es esta una cifra elevada, que contrasta con los 47 provincialismos de
Valencia y los apenas 15 de Cataluña, pero en realidad el número de voces gallegas es
todavía algo mayor. Si ya otros investigadores han ofrecido nuevos recuentos11, de suerte
que la cifra global de regionalismos —y en consecuencia su porcentaje dentro del con-
junto del diccionario— se ha incrementado notablemente, nosotros hemos localizado a
través de una demorada lectura del DA la presencia de algunas voces que no habían sido
consideradas:
a) Once voces con localización solo en Galicia (botar, chamicero, chapeo, cetís, faneca,
febilla, fechar, maquila, peche (s. v. pechina), voz y levantar la voz)12.
b) Siete voces localizadas en Galicia y otros lugares (abad, cedo, golfín, moza en cabello
(s. v. cabello), moyo, trahiña (s. v. boliche) y valladar).
10 Estos porcentajes variarían si tuviésemos en cuenta las cifras más altas de regionalismos que podemos ofrecer en estos
momentos; v. infra nota 11.
11 Aliaga Jiménez (1994: 43) ha encontrado 82 aragonesismos más que los considerados en su momento por Salvador Rosa,
Gútemberg Bohórquez (1984: 41-66) ha reunido 41 americanismos más (v. también Fernández Gordillo 2005–2006) y Ahu-
mada (2000) llega a recoger 220 andalucismos.
12 En algunos casos la localización gallega es mucho más concreta: Coruña (en la voz blanquería) u Ourense (en la voz Burga).
262
Los elementos galletos en el Diccionario de Autoridades
De esta forma, los galleguismos ascenderían hasta los 11313, y ello aun dejando
de lado toda una serie de casos que consideramos dudosos, pues no parece que deban
interpretarse como voces gallegas las alusiones no al empleo de determinado término en
territorio gallego, sino a que el objeto o concepto que designa es allí conocido; así sucede,
por ejemplo, en voces como cañizo, fada, horca, maestranza, navaja, obispillo, pimpido o
Santiago, que ejemplificaremos con la primera de estas palabras:
C. s. m. Cierta porcion de cañas de un tamáño, que atadas una junto à otra forman
una como estéra, la qual sirve para vários fines: en Galicia sirve puesta sobre el hogár
para secar la castáña: en otras partes para criar los gusános de seda: en Aragon para
dormir, y assi tiene otros usos. Viene del nombre Caña. Lat. Crates arundinea (DA).
Por el mismo motivo, no podemos contar, como hizo Salvador Rosa, con borona,
pues el DA no afirma explícitamente que la voz se utilice en Galicia, sino que en este lugar
es común este tipo de pan (broa, en gallego):
B (Boróna.) s. f. Pan de mijo menúdo, ù de maíz, que es mui común en Astúrias,
Galicia, y la costa de Cantábria. Lat. Panis ex milio & Indico frumento (quod vocant)
confectus (DA)14.
DA DA-1770
B. v. a. Echar ò arrojar fuera de algun lugar lo que estaba B. [1] v. a. Echar ó
dentro, y con violéncia. Es formado del nombre Bote en arrojar fuera con violencia.
significación de empellón con violéncia, y tiene ya poco uso, Impellere, extrudere […].
excepto en Galicia. Lat. Evellere, Extrudere […]. . v. n. antiq. Salir.
B. Vale salir ò partir de algun lugar con prisa. En este Abire, excedere.
significado es voz mui común en Galicia. [...]
B . Phrase Provincial de Galicia. Mudar el colór
y claridád, cubriéndose de una como nube, y perdiendo el gusto y
buena calidád que antes tenía. Lat. Vini evaporare vim, evanesceré.
DA DRAE-1780
C. s. m. Lo mismo que Sombréro. Es voz antigua, que C. s. m. ant. Lo mismo
aun se conserva en Galicia. Tomóse del Portugués Chapéo, que . Hoy solo se
que significa esto mismo, ù del Francés Chapeau. Lat. Petasus, i. usa festivamente por lo mismo
Galerus, i. que .
En cambio, la ya citada febilla se mantiene un poco más, hasta 1791, pero se supri-
me en la siguiente edición del DRAE:
DRAE-1780 a
DA (s. v. hebilla)
DRAE-1791
H. s. f. Cierto instrumento, que sirve para prender las H. s. f. Cierto
corréas, el qual es de hechura quadrada, redonda ù ovál, y tiene instrumento, que sirve para
en medio una varita de hierro, que le atraviessa de parte à parte, prender las correas, el qual
y en ella uno como clavo movedizo, que entra en la correa, con es de hechura quadrada,
que queda trabada. Antiguamente se decia Febilla, y aun oy se redonda, ù ováa, y tiene en
usa en Galicia. Lat. Fibula, ae, que es de donde viene. medio una varita de hierro
que le atraviesa de parte á
parte, y en ella uno como clavo
movedizo que entra en la
correa, con que queda trabada.
Antiguamente se decia
, y aun hoy se usa en
Galicia. Fibula.
En las siguientes ediciones del diccionario académico sigue figurando el lema he-
billa, pero desaparece la referencia a febilla y a su vitalidad en Galicia.
Un tipo diferente de referencia cronológica se produce en el caso de cetís («C.
s. m. Monéda menúda que passaba en Galicia, y valía la sexta parte de un maravedí», DA),
por lo que hubo de mantenerse la mención geográfica hasta nuestros días, primero como
«Moneda menuda que pasaba en Galicia, y valia la sexta parte de un maravedí» (DRAE-
1780 a DRAE-1884) y más tarde como «Moneda antigua portuguesa, que tuvo curso en
Galicia y valía la sexta parte de un maravedí de plata» (DRAE-1899), definición que, con
la referencia a Galicia, se mantiene hasta la edición actual y figura también en el DM16.
Algo similar sucede con la voz maquila, en cuya tercera acepción también se man-
tiene la referencia a Galicia solo hasta la edición de 1791:
16 Es digno de observación el modo en que, a lo largo del tiempo, la Academia se ha esforzado en aclarar el étimo de la voz y ex-
plicar la historia de esta moneda «(Del lat. sextus, sexta parte)» (DRAE-1899), «(Del ár. , çebtí, de Ceuta, donde el rey
Juan I hizo acuñar esta moneda) (DRAE-1914 a DRAE-1947), «(Del ár. sabtī.)» (DRAE-1956 a DRAE-1992), «(Del ár. hisp.
sabtí, gentilicio de sábta, Ceuta, por haberse acuñado en memoria de la toma de esta ciudad; cf. port. ceitil)» (DRAE-2001).
264
Los elementos galletos en el Diccionario de Autoridades
DA DRAE-1780 a DRAE-1791
M (3). Medida de granos, que aun se usa en Galicia: M (3). Medida de
y es la vigesima quarta parte de una fanéga. Tambien se usa granos, que aun se usa en
de este nombre para las medidas de tierras, diciendo tantas Galicia, y es la vigésima quarta
fanégas y tantas maquílas, y se entiende de sembradúra. Lat. parte de una fanega. Tambien
Medimni vigesima quarta pars. se usa de este nombre para las
medidas de tierras, diciendo:
tantas fanegas y tantas
, y se entiende de
sembradura. Medimni vigesima
quarta pars.
DA DRAE-1780
C, RA. adj. Cosa perteneciente à Chamízo: y C, RA. adj. En
metaphoricamente se dice de la persóna que por lo négra algunas partes se llama así lo
y asquerosa paréce anduvo entre los chamizos, ò leños que pertenece á la chamiza, ó
quemados. Es voz de Galicia. Lat. Faber carbonarius. se parece á ella. Quod facilè
ignescit.
DA DRAE-1783
F. v. a. Lo mismo que Cerrar. Es voz usada en Galicia. F. v. a. p. Gal. Lo mismo
que .
Resulta interesante que el término peche (peixe) figure en el lemario del DA, con
remisión a la voz pechina, en cuyo interior se acude a este galleguismo para ofrecer una
explicación etimológica18:
P [1]. s. f. Especie de concha, de que los Peregrinos que van à Santiago adornan
sus sombréros y esclavínas. Viene de la palabra Peche, que en dialecto Gallego sig-
nifica Pez, y lo trahe Covarr. en este sentido en su Thesoro. Lat. Concha peregrinorum
(DA).
Esta referencia tan clara a una voz considerada propia del «dialecto gallego» no
se transmite a ninguna de las ediciones del diccionario usual, pues se suprime ya desde la
edición de 1780.
Además de las voces citadas, hay otras que se documentan también en otros lu-
gares. Alguna de estas alusiones a Galicia tienen una presencia ciertamente efímera en el
diccionario académico, pues las de cedo no se mantiene más allá del DA:
C. adv. Lo mismo que Luego, presto, al instante. Es voz mui antigua; pero se usa aun
en algúnas partes de España, especialmente en Galicia. Viene con poca corrupcion
del adverbio Latino Cito, que significa esto mismo (DA).
G. s. m. Lo mismo que Delphín. Trahe esta voz Nebrixa en su Vocabulario: y assi
los llaman en Galicia y otras partes (DA).
V. [2] Se toma tambien por lo mismo que Vallado. Usabase mucho en lo anti-
guo, y oy se conserva en Galicia, y otras partes (DA).
se mantiene con mínimos cambios algo más, hasta la edición de 1817 («Usábase mucho
esta voz en lo antiguo, y hoy se conserva en Galicia y otras partes»); permanece hasta 1843
la referencia a que «hoy se conserva en algunas partes», pero desde la siguiente edición
simplemente se remite a vallado sin otra precisión geográfica:
En otras ocasiones se menciona la amplia extensión de algún término en el pasa-
do, para luego precisar los lugares en que se sigue utilizando; es el caso de abad:
18 Podemos constatar la permanencia de este lema peche en el DRAE hasta 1956, mientras que todavía lo conserva el DM en
su edición de 1989.
19 Aunque este otro producto académico, en su primera edición, de 1927, se ciñese a Asturias en la marcación geográfica, que
se omite en las ediciones de 1950 y 1983.
266
Los elementos galletos en el Diccionario de Autoridades
A. (7). Antiguamente sin distinción ni diferéncia se llamaba assi el Cura, o Parro-
cho de alguna Iglesia; pero con el tiempo solamente ha quedado el uso de esta voz
en este significado en Galicia, Asturias, Portugal, y Cataluña. Lat. Párochus, i. Curio,
onis (DA).
moyo. M. [1] s. m. Medida de Castilla para cosas líquidas y secas. Oy se usa en
Galicia y otras partes de esta medida para las cosas liquidas solamente, y contiene
ocho cántaras de à dos quartas, ò treinta y seis quartillos. Para las cosas secas parece
corresponder al almúd (DA).
Moza en cabello. Significa lo mismo que doncella ò virgen. Es phrase antigua, que oy se
conserva en Vizcaya, Astúrias, Galicia, y otras Províncias Septentrionales de España,
con tal rigór, que la muger que no és tal virgen, aunque no esté casada, no puede andar
con el cabello suelto, sino recogido con alguna cinta, ò cubierta la cabeza con alguna
toca. Lat. Passis trinibus virgo (DA).
B. [2] Segun Covarr. se llama assi el péscado menúdo que se saca del mar, echan-
do la red cerca de las orillas, y tirando desde tierra por los dos cabos que están asidos à
sus extremidades. En los Puertos de Galicia y Asturias llaman Trahiña a este lance,
y el pescado que se saca, Pescado de trahiña. Covarr. lo dedúce del Griego Ballo, que
significa arrojar. Lat. Minuti pisciculi (DA)20.
20 Desde el DA-1770 se acompaña de la aclaración de que en los puertos andaluces del Mediterráneo se emplea el término
morralla para designar esta realidad: «B. [] Todo el pescado menudo que se saca del mar, echando la red cerca de la
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Covarr. Tes.».
21 A partir de la edición de 1884 se mantiene el lema traíña, pero como denominación de diversos tipos de red; es esta una
acepción que se había sumado también a las que figuraban en la entrada boliche a partir de la edición del DRAE-1817: «La red
con que se saca del mar el pescado menudo».
22 Así Aliaga Jiménez (1994: 51); v. también Desporte (1998–1999: 338–341).
23 «En las muestras estudiadas del Diccionario de Autoridades, se encuentran entradas sin citas para voces del reino de Aragón
(vg. acorzar2, acotolar, antibo, bambarotear, bambatorero, etc.), Andalucía (azotado3, regañada3, soñarrera, suspiro4), Asturias (gra-
mar, orbayar, orbayo), Galicia (gramallera, gramar, orbayar, orbayo, tona), las montañas de Burgos (sallar), Extremadura (presta),
Murcia (acotarse2, arzolla, burengue) y Valencia (arzolla)» (Freixas, 2010: 341).
24 Sólo algunos colaboradores del DA aportan fuentes para los dialectalismos (v. Freixas 2010: 157 y 341–342).
268
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270
Federico Baráibar (1851–1918)
y los provincialismos alaveses en el DRAE
1 Su primer libro fue una versión del griego de algunas Comedias Escogidas de Aristófanes (1874). Según la breve semblanza
que le dedica Zamora Vicente (1999: 317), «Se hizo notorio como excelente traductor de Aristófanes, de Manzoni, etc.» En
su correspondencia con Menéndez Pelayo (Menéndez Pelayo, 1982–1991) se aprecia claramente la solicitud con que cultivó la
traducción literaria a lo largo de su vida. Apraiz (1920) y Aranegui (1970) proporcionan algunos detalles de su biografía.
2 Decía Odón de Apraiz (1920) que en su incansable exploración de la provincia «estudiaba el habla popular tan directa y
continuamente como acaso ningún filólogo lo haya hecho». Véanse las noticias detalladas de los trabajos y publicaciones de
Baráibar que reúne Odón de Apraiz (1920) y, muy especialmente, los estudios de Albertos (1970) y Vallespí (1970), sobre la
actividad epigráfica y arqueológica de Federico Baráibar.
3 Citaremos la obra mediante la abreviatura Voc. y la página en la que se encuentra el texto citado.
declina4 y sacar a la luz sus nombres; porque solo las cosas que importan tienen nombre,
algunas, tan maravillosamente insignificantes como la «pedrezuela ó china translúcida»
llamada en Álava torillo (Voc., p. 243), tienen un lugar también en este vocabulario.
En las »Advertencias«, Baráibar describe su aportación muy concisamente y con
notable claridad, estableciendo que parte de la acepción como unidad de tratamiento, con
el apoyo teórico del Essai de Sémantique de Michel Bréal, lo que nos permite destacar,
de paso, la actualidad del horizonte lingüístico del autor, al corriente de la investigación
contemporánea5:
2ª. Considerando que, como dice Bréal (Essai de Semantique, cap. ), una nueva acep-
ción equivale á una palabra nueva, à las dicciones que, en número algo superior a mil,
se clasifican como nuevas en el sentido de no figurar en el último Diccionario de la Aca-
demia Española, acompañan unas trescientas cincuenta admitidas en él, pero no en la
acepción ó acepciones en que se emplean en Álava.
Por lo mismo se les agregan treinta dicciones que circulan como de buena ley en la
provincia y gozan en ella de vida lozana, aunque para el uso general las haya dado el léxico
oficial por anticuadas; y engruesa, en fin, el caudal de términos hasta elevarlo á más de mil
cuatrocientas noventa, unas cien variantes fonéticas, elegidas con gran parsimonia entre
las aceptadas por personas de regular cultura, ó entre las que ofrecen fenómenos intere-
santes para la fonología castellana y eúskara [sic]. (Voc., Advertencias, pp. 7 y 8).
4 Así lo advierte Carriscondo (2003: 341–342) al contemplar el contexto histórico y cultural en el que se produce la eclosión
de vocabularios dialectales en el : «Dicho propósito es característico del período romántico de amor por lo popular y tiene
como hitos principales, en lo literario, el costumbrismo, y, en lo científico, al folclore.»
5 La edición del Essai de Sématique (Science des significations) que utiliza Baráibar es la 2ª revisada (París: Hachette, 1899). En
la bibliografía citada a lo largo de sus pequeñas monografías léxicas, están también la gramática de Meyer-Lübke, el diccionario
de Diez y el de Littré, y las ediciones del Poema de Mio Cid y los materiales para la del de Yusuf, por Menéndez Pidal (de 1900
y 1902, respectivamente).
6 El conocido trabajo de Salvador Rosa (1985) cifra en unas 1.400 voces las que figuran en Autoridades con marca de uso
dialectal. Además, es obligada la remisión a los estudios clásicos de M. Alvar Ezquerra, 1993a: 226–227) y 1993b). «[…] los
académicos no acometieron su trabajo desde una posición castellanocéntrica», subraya Álvarez de Miranda (2000: 38), al evo-
car la contraposición que presentaba Lázaro Carreter en su «Crónica del Diccionario de Autoridades (1713–1740)» (1972),
entre el deseo de Autoridades de acoger todas las voces provinciales posibles, y el exclusivismo parisiense del diccionario francés.
Asimismo, Ruhstaller (2003: 240) considera que «la inclusión de voces dialectales constituye uno de los rasgos que con mayor
claridad diferencia al Diccionario de Autoridades de las obras de las academias de París y Florencia, pero no debemos olvidar
que existía un antecedente bien conocido para los académicos: el Tesoro de la lengua castellana o española (Madrid, 1611) de
Sebastián de Covarrubias.» Sin embargo, André Thibault (2009) ha destacado que, «contrariamente a ciertos prejuicios sobre
la lexicografía francesa —y especialmente la académica—, la representación de la variación diatópica siempre estuvo presente,
en proporciones variadas, en los principales diccionarios de lengua francesa.»
7 Del impulso que la RAE ha dado a elaboración de repertorios, se hace eco Carriscondo (2003: 345). Zamora Vicente (1999:
316–317) se refiere así a los primeros correspondientes: «Entre los filólogos, es notorio cómo la Academia se preocupó, muy
pronto, por los recolectores de léxico regional, dialectal, hombres beneméritos, algunos con cierta preparación especializada,
otros sin otra arma que el enamoramiento por las cosas y los hábitos de su terruño o de su circunstancia (lo que no excluye la
presencia de universitarios, incluso distinguidos).»
8 Propuesto por Menéndez Pelayo y el Conde de la Viñaza, fue elegido por unanimidad el 6 de abril de 1900 (RAE, legajo 51,
exp. 3, doc. 1). Hemos hallado este dato en Knörr (1992: 107, en nota).
272
Federico Baráibar (1851–1918) y los provincialismos alaveses en el DRAE
¿Le parece que puedo atreverme à remitir á la Academia española un vocabulario de tér-
minos usados en Álava y no incluidos en la última edición del Diccionario? Es un trabajo
que he hecho como pasatiempo, logrando entre vocablos anticuados, variantes notables y
dicciones nuevas, reunir unas mil trescientas voces. Me he permitido exornarlo (ó afear-
lo) con algunas etimologías lo más sensatas que he podido, y algunas noticias ó ilustra-
ciones sueltas en los artículos que lo merecían ó acerca de los cuales sabía yo algo.9
El Reglamento de la Real Academia Española señala como uno de los deberes de los
señores Académicos correspondientes, el envío de voces, giros y modismos de uso parti-
cular en las provincias donde habiten, para el fin de contribuir á la empresa del Dicciona-
rio de Provincialismos, á cuya publicación debe atender el Instituto de la Academia. D.
Federico Baráibar y Zumárraga, correspondiente en Vitoria, acaba de cumplir este deber
espléndida y generosamente, enviando á la Academia un Vocabulario de voces usadas en
la provincia de Álava, y que no constan en la última edición del Diccionario de la Real
Academia. Esta obra del Sr. Baráibar supone gran caudal de doctrina y una laboriosidad
realmente extraordinaria. Es modelo en su línea, puesto que no solamente se registran
en ella las voces provinciales, sino que se indican los lugares ó regiones de la provincia
alavesa donde estas voces principalmente se usan, se comparan con otras usadas en las
regiones limítrofes, y aun en las muy apartadas, y se buscan é indagan con gran copia de
erudición sus orígenes y etimologías. Esto hace que la obra del Sr. Baráibar sea muy á
propósito para el conocimiento de la lengua castellana en una de sus fases especiales. Al
publicarla la Real Academia en sus Memorias, está segura de prestar señalado servicio á
las letras españolas.
9 Menéndez Pelayo, 1982–1991, t. XVI, pp. 404–405; en cartas sucesivas de los años 1903 y 1904 (t. , p. 514; t. , p.
247) Baráibar agradecerá a Menéndez Pelayo «la increíblemente benévola acogida prestada por la Academia Española a su
Vocabulario de palabras alavesas, pues sólo a su recomendación puede atribuir el inesperado honor de que el trabajo se publique
en las Memorias de la Corporación».
10 Una de las últimas cartas dirigidas a Menéndez Pelayo (1982–1991, t. , p. 502), fechada el 24 de octubre de 1911, en la
que refiere su infatigable recorrer los pueblos de la provincia «en busca de restos de arquitectura romana», a modo de postdata
dice así: «Continúo persiguiendo vocablos alaveses, y he reunido unos 1.200 sobre los que, por la influencia de Vd. publicó en
1903 la Academia Española.» Finalmente, según dice Velilla (1970 s.p.), el manuscrito de 1917 llegó a alcanzar un total de
2090 palabras. De la recepción de esta obra, hoy desaparecida, se hace eco el BRAE (, 1917: 397): «La Academia ha recibido
de su individuo correspondiente en Vitoria don Federico Baráibar, ilustre filólogo, un rico Suplemento a su Diccionario de voces
alavesas, ya conocido del público por haberse impreso en las Memorias de la Academia Española. En breve dará también a la
estampa las interesantes adiciones ya mencionadas» (apud Velilla, 1970, s.p.). Remitimos a Knörr (1992), para la historia de
este manuscrito que, refundido con el Vocabulario (1903), se estaba imprimiendo en la Editorial Elexpuru Hermanos de Bilbao
en 1922. Aunque una parte del texto parece definitivamente perdida, E. Knörr anunciaba en 1992 su proyecto para sacarlo a
la luz, a partir de las galeradas que se conservan, sirviéndose de la lista o índice de voces que se encuentra al final para restaurar
en lo posible la parte desconocida.
11 La carta está fechada el 30 de mayo de 1917 (Knörr, 1997: 189), y la nota sobre gazabi se publicó en la RIEV el año siguiente
(que es el de la muerte de nuestro autor), en el n.º 9, 1918. Odón de Apraiz (1920) ofrece una relación de las publicaciones de
Baráibar, a la que Velilla (1970) añade algunos títulos; en general se trata de adiciones aparecidas como artículos o en forma de
breves opúsculos que contienen nuevos hallazgos léxicos, y hay que sumar la investigación onomástica a la búsqueda léxica.
12 Para la lexicografía dialectal del español, véase Alvar Ezquerra (1993b, 1996 y 1996–1997: 79–108). Sobre los repertorios
de voces regionales decimonónicos, v. también Álvarez de Miranda (2007: 352); de la «eclosión de los diccionarios diferencia-
les» en el , hablan Corrales y Corbella (2007: 392 y ss.).
13 Baráibar utiliza una edición posterior (Diccionario de voces aragonesas, precedido de una introducción filológico-histórica. Za-
ragoza: Imprenta del Hospicio Provincial, 1885). En cambio, no forman parte de su biblioteca el vocabulario bable de Rato y
Hevia ni el de Braulio Vigón (de 1891 y 1896, respectivamente) ausentes de la bibliografía de nuestro autor.
14 E. Pichardo, Diccionario provincial casi razonado de vozes (sic) cubanas. 3ª edición. La Habana: Imprenta La Antilla, 1862 (la
1ª edición es, como se sabe, de 1836); Emilano de Arriaga, Lexicón etimológico, naturalista y popular del Bilbaíno neto, Bilbao: Ti-
pografía de Sebastián de Amorrortu, 1896; Pedro de Múgica, Dialectos castellanos, montañés, vizcaíno, aragonés. Fonética, Berlín:
Heinrich & Kemke, 1892; J. J. Saroïhandy, Dialectos aragoneses, Revista de Aragón, III. Zaragoza, 1902.
15 La principal de las deficiencias teóricas que reiteradamente se achacan a los estudios dialectales, en general, es «la falta en
ellas una concepción clara y coherente del objeto que tratan de estudiar» (Catalán, 1974: 229). Carriscondo (2003: 341–342)
destaca en los autores de vocabularios dialectales la ausencia de formación lingüística adecuada que les provea de unos sólidos
principios metodológicos, sumada a una «pasión inusitada por su entorno.»
16 Los muchos defectos de estas monografías no deben hacernos olvidar que —como advertía Catalán (1974: 231) en su aná-
lisis de la lingüística española de los años 40 y 50— «los dialectólogos dedicados a la descripción de las hablas vivas de España
y Portugal han salvado del olvido un caudal de datos sobre la fonología, la gramática, la cultura popular y la toponimia de la
Península Ibérica de valor extraordinario.»
274
Federico Baráibar (1851–1918) y los provincialismos alaveses en el DRAE
2. Álava en el DRAE
Álava figura en el DRAE desde 1925, fecha de la 15ª edición17, que se tiene por una de las
más importantes en su historia (Garriga y Rodríguez, 2006: 99), y que cambia el nombre
del diccionario «como consecuencia de esta mayor atención consagrada a las múltiples
regiones lingüísticas, aragonesa, leonesa e hispanoamericana, que integran nuestra len-
gua literaria y culta», dice su Prólogo18. El 40% de las nuevas acepciones de esta edición
son provinciales o americanas19 y se introducen catorce abreviaturas referidas a países o
lugares americanos y otras once a provincias o regiones de España (Garriga y Rodríguez,
2006: 106), una de las cuales es Ál. Entran, entonces, 270 alavesismos en el diccionario
académico20.
Cerca ya de un siglo después, hay 26321 acepciones alavesas en el DRAE (22ª ed.),
de las cuales solamente 18 no se encuentran en el Vocabulario. La fuente principal de és-
tas es el repertorio de Gerardo López de Guereñu (1958), de nomenclatura más copiosa
aunque escueto y modesto en el contenido de sus artículos22. No todos los alavesismos
recopilados por Baráibar y que hoy se hallan en el DRAE se incorporan en 1925, pues
algunos de ellos aparecen en ediciones posteriores; varios en el Diccionario Manual de
192723.
Dando por hecho que la mayor cautela, ponderación y proporcionalidad posibles
han debido guiar el traspaso de datos léxicos del Vocabulario al DRAE24, observamos que
en el filtrado de la obra de Baráibar se han realizado algunas correcciones: grafías (alhorro
‘alforre’ es alorro en el Vocabulario y también en DRAE-1925) y otras modificaciones for-
males más importantes como cinzaya ‘niñera’ (cenzay en el Vocabulario)25. Las novedades
17 RAE. Diccionario de la lengua española. 15ª ed., Madrid: Calpe, 1925. La edición que sirve de referencia al Vocabulario, la 13ª
(Diccionario de la lengua castellana. Madrid: Imprenta de los sucesores de Hernando, 1899), no muestra cambios con respecto
a la anterior, y la 14ª es igualmente discreta. En cambio, la 12ª había sido profundamente innovadora, desde la tipografía a la
incorporación de artículos nuevos, adiciones y enmiendas (Álvarez de Miranda, 2000: 55). La 12ª es «una de las ediciones del
diccionario académico que parece merecer especial atención por su tratamiento del material de procedencia dialectal» (Campos
Souto y Pérez Pascual, 2006: 39); v. asimismo el amplio estudio de Garriga (2001).
18 Citan estas palabras Garriga y Rodríguez (2006: 101) y Alvar Ezquerra (1993a: 227).
19 Entre los datos cuyas fuentes citan Garriga y Rodríguez (2006: 109 y ss.), de quienes los tomo y a quienes remito, sobresale
el aumento de las voces aragonesas (pasan de 540 a 1016), la introducción de 606 acs. salmantinas y 123 leonesas, y el notable
incremento del registro de murcianismos, canarismos y galleguismos.
20 Esta cifra procede del examen del texto accesible en el Nuevo tesoro lexicográfico, en la página web de la RAE (http://buscon.
rae.es/ntlle/SrvltGUILoginNtlle; consulta efectuada entre junio y agosto de 2010).
21 Son 259 con la marca Ál. y 4 en forma de »nota de uso« («U. en Álava«) (RAE, 2003).
22 Faltan de López de Guereñu chirpia (2ª ac.), postura, quera, vendeja y volandera ‘golondrina’; sí están aciemar ‘estercolar’, alicate
‘comilón’, allegadera ‘aparvadera’, butrón ‘chimenea’, margarita ‘mariquita’, menuceles, musirse ‘enmohecerse’, tiracol ‘baticola’, zorrón
‘zurrón’, todas ausentes del Vocabulario.
23 Por ejemplo, los siguientes: entenga ‘clavo largo’, entramar ‘armar pendencia’, fallo ‘desfallecido’, gabijón ‘haz de paja’, gambocho
‘juego’, guarrilla ‘ave’, guiri ‘tojo’, lujar ‘lustrar’, moldura ‘maquila’, nidrio ‘lívido’, picoleta ‘vasija’, potorro ‘salero’. Desde la edición de
1936 (16ª ed.) están chirpia ‘plantío de árboles’ y cinzaya ‘niñera’; en la 18ª ed. (1956) se incorporan márcena ‘extremo, orilla’,
perta ‘pérdida’, rain ‘cortinal o herrenal’; en 1970 (19ª ed.), cantón ‘calleja que corta dos calles’; es de 1992 (21ª ac.) bocho, y de la
22ª zurracapote. Los alavesismos que no están en el Vocabulario han ido entrando asimismo desde 1925 hasta la edición vigente;
los de López de Guereñu (1958), lo hacen a partir de 1970 (19ª ed.).
24 A pesar de las variadas críticas que la RAE ha recibido a este respecto; para Alvar Ezquerra (1993a: 227), «Si algo se puede
criticar a la Academia es el no haber actuado con firmeza a la hora de dar cabida en el diccionario a los regionalismos, pues de
unas zonas recibía una información detallada, mientras que de otras, tal vez más ricas, apenas tenía datos. De ese modo, en la
obra faltan multitud de términos que deberían estar presentes, y hallamos otros que no forman parte del verdadero castellano.»
También en Alvar Ezquerra (1996: 53) lamenta la falta de ponderación de los regionalismos en el DRAE, que afecta sobre todo
a los americanismos.
25 Además de ciertas vacilaciones: rain ‘herrenal’ (22ª ed.) entró en el Manual de 1927 como raín hasta 1956, en que pasa a ser
rain (con las marcas Ál., Ar., Logr.), como en Baráibar.
Betún de color pardo oscuro, casi negro, con que las abejas untan las colmenas ó vasos
antes de empezar á trabajar. En el Dic. de la Acad., tanque y propóleos equivalen al macón.
Este, en el mismo Dic., figura en la significación de «panal sin miel, reseco y de color
obscuro (Voc., s.v., pp. 161–162).
3. Localizaciones
El Vocabulario manifiesta una inequívoca voluntad de exactitud en la localización, con
la frecuente especificación del lugar para el que consta que la palabra es propia, pues no
debemos suponer que todas ellas abarcan completamente el ámbito provincial:
3ª. En todo [sic] Álava y en el condado de Treviño, enclavado en ella y considerado como
alavés para estos efectos, se usan la mayor parte de las palabras recogidas, y solamen-
te una parte en localidades determinadas. Cuando esto sucede, se citan la aldea, villa,
Ayuntamiento, valle, hermandad ó cuadrilla donde se han oído, como Montoria, Sal-
vatierra, Arrastaria, Cuartango, Zuya, Ayala, ó zonas más extensas y menos determina-
das administrativamente, como Nordeste o Suroeste de Álava; bien entendido que tales
indicaciones son de la localidad donde predomina el vocablo, sin que esto suponga sea
desconocido en otras más ó menos lejanas (Voc., «Advertencias», p. 8)27.
26 Las dos acs. alavesas de casal, ‘Solar sin edificar‘, ‘Sitio donde hubo edificios‘ (DRAE, 22ª, s. v., 3ª y 4ª acs.), que son las que
hallamos en el Vocabulario, se incorporaron en 1925 como una única acepción doble: «solar sin edificar, o sitio donde hubo edi-
ficios.» Baráibar emplea para cencerrillas una definición múltiple («Colleras con campanillas ó cencerros para las caballerías»),
que es la que se encontramos en 1925, pero que se ha desdoblado después («Cencerros para las caballerías» y «Colleras con
campanillas», DRAE, 22ª ed., s.v., 1ª y 2ª acs.).
27 En paréntesis inmediatos al lema, hallamos nombres de lugares como Vitoria, Llodio, Bernedo, Santa Cruz de Campezo o
Laguardia, además de los mencionados por Baráibar y otros; y algunas delimitaciones más amplias del tipo Llanada de Vitoria,
SE de Álava, NO de Álava, NE de Álava, Rioja alavesa, o «Pueblos de Álava lindantes con Burgos» (ligaterna, p. 155), «Treviño
y lugares alaveses colindantes» (quiquirriquí, p. 215), etc. Al final de la obra figura una lista de pueblos, que comprende los
lugares visitados; se trata de las N para facilitar el conocimiento de la situación de las localidades en que
se han recogido vocablos, (Voc., pp. 319–325).
276
Federico Baráibar (1851–1918) y los provincialismos alaveses en el DRAE
Molleja [N. acep. En las aldeas de la llanada de Vitoria] s.f. Yema del huevo.
En Vitoria, yema. En algunas localidades más influidas por el vascuence, currunco ó go-
rringo (Vid.). En los demás pueblos se prefiere molleja, del latín mollicula, aludiendo á
la mayor delicadeza de la yema, con la cual se confecciona el huevo-mol, palabra cuyo
segundo elemento reconoce igual radical que molleja. (Voc., p. 175)
Puede decirse que nuestro autor no hace sino seguir el método expositivo de Au-
toridades, cuyos artículos abundan en estas conexiones sinonímicas. La otra cara de los
regionalismos es la polisemia geográfica28:
Clavelina [N. acep.] s.f. Nombre que los campesinos dan á la violeta en Peñacerrada,
Montoria y demás pueblos al SE. de Álava, y á la primavera en la llanada de Vitoria.
Clavel, en boca del rústico, toma a veces significación tan general que equivale fre-
cuentemente á flor. Claveles y clavelinas se llaman, en ciertas localidades de Álava, las
violetas, los acianos, los narcisos, las primaveras, los alelíes y, en general, cualquier flor
vistosa y pequeña. (Voc., p. 76)
28 A ambas cuestiones se refiere Gregorio Salvador (2003: 217–218), quien, concretamente, avisa de la sutileza y complejidad
de la «polisemia geográfica, esas voces que significan habitualmente una cosa, en una región determinada, y otra muy distinta,
cuando no contradictoria en otros lugares. Abramos por donde abramos cualquier diccionario del español, hallaremos alguna
entrada polisémica con marca geográfica en alguna o algunas acepciones.»
29 Dice Salvador (2003: 215): «Más o menos como, medio siglo después, don Juan Valera con Cabra. Y lo que se hace nece-
sario, metodológicamente, en lexicografía es establecer una distinción entre dialectalismos muy extendidos y de uso habitual y
frecuente en determinadas áreas geográficas, y meros localismos de escasa difusión y uso muy limitado.»
30 Es muy justa la observación de Álvarez de Miranda (2006: 1235–1236) al referirse al Diccionario histórico del español de
Costa Rica de Miguel Ángel Quesada Pacheco, y al Diccionario histórico del español de Canarias de Cristóbal Corrales y Dolores
Corbella: «Nótese bien que hablamos de particularismos, no de exclusivismos, de donde se deduce que la historia completa,
global, de las unidades léxicas incluidas en esos diccionarios no queda hecha en ellos.»
1ª. No todas las voces de este V son exclusivamente alavesas, pues las condi-
ciones geográficas de Álava la hacen, en gran parte por lo menos, lugar poco adecuado a la
formación de un dialecto propio, como abierta que está y franca para el paso de Castilla,
Navarra, Guipúzcoa y Vizcaya, y como vía que ha sido, cuando no estancia prolongada,
de casi todos los pueblos, cuya historia, en plazo breve ó largo, se ha desarrollado en
España. Por eso muchas le son comunes con las provincias limítrofes ó con Aragón, de
donde por Navarra y Logroño han sido importadas; alguna, como guagua, pertenece al
léxico cubano, y otras se han difundido extraordinariamente, sonando, como ligaterna,
hasta en Mallorca.
31 Por poner solo un ejemplo, abuelo ‘vilano’ (que se conoce al menos también en Cantabria y Vizcaya, y en el habla infantil o
como coloquial), figura como voz exclusivamente alavesa en el DRAE.
32 Muchas se han mantenido idénticas desde 1925: carrasquilla ‘aladierna’, en Álava y Aragón; esquinal ángulo de un ‘edificio’,
en Álava, Burgos, Cantabria y Vizcaya; sobresabido ‘previsto’, tártano ‘panal’ en Álava y Vizcaya; gardacho ‘lagarto’, tupín ‘marmita’,
zaborrero ‘chapucero’ en Álava y Navarra; irasco macho de la ‘cabra’ en Álava, Aragón y Navarra; salchucho ‘trastorno’ en Álava,
Navarra y Rioja; untada rebanada de pan ‘untada’ en Álava, Aragón, Navarra y Rioja; etcétera.
33 Sabe que mañoso que hace o tiene ‘mañas’ se usa en otra provincias; en corvillo ‘corquete’ o ‘podón’, indica claramente que el
DRAE es una referencia insuficiente, pues «No figura en el Dic. de la Acad. Esp., aunque sí como de uso bastante general en el
Dic. castellano enciclopédico» (Voc., p. 82). Y queda indicada la naturaleza no regional de otras voces, al comentar de merluza
‘borrachera’, pijotero ‘impertinente’, zarrateta ‘cofia’, que se usan o son corrientes en otras provincias (Voc., pp. 169, 204, 265,
etcétera). Lo mismo cabe decir de vulgarismos como ande ‘‘adónde / ’adonde’, onde y agüelo, y los familiares barbaridad ‘cantidad
grande’, carca y carcunda ‘carlista’, culo pajarero, dátiles ‘dedos’, coplas ‘chismes y cuentos’ y coplero, ra, perder el forro, quitarse el forro
entre tantos otros.
34 Estos datos se encuentran en la edición en CD-ROM del DRAE (22ª), RAE (2003). Se reparten así: P. Vasco: 28 /26. Álava:
263, 247 ( Ál. 259, 243 + notas de uso 4, 4). Guipúzcoa: Guip. 5, 5; y Vizcaya: 36, 33 (Vizc. 35, 32; Bil. 1, 1).
278
Federico Baráibar (1851–1918) y los provincialismos alaveses en el DRAE
única que data de Autoridades35. La relación con el castellano de Vizcaya se ve más pro-
fundamente en el Vocabulario de Baráibar, donde ambas provincias conocen y compar-
ten sentidos populares más o menos generales, como chinchar ‘fastidiar’ o afanar ‘hurtar’,
ausentes del DRAE, pero documentados por Arriaga y Múgica. Otros, como pirrilera
‘diarrea’, tapullero ‘juego de muchachos’, tiraquilón ‘diaquilón’ y atorra ‘enagua’ que se usaron
en Bilbao, corresponden más propiamente a lo regional. Dentro de lo semejante suele Ba-
ráibar incidir en las diferencias: gebo, «Nombre burlesco con que se designaba en Vitoria
á los aldeanos», y que Arriaga incluye entre las voces bilbaínas, «ha caído en desuso en
Álava» (Voc., p. 128); sirimiri ‘llovizna’ «Úsase también en Bilbao. En Álava es más fre-
cuente urbajo» (Voc., s.v., p. 233). La diferente personalidad léxica del castellano de ambas
provincias se percibe también en un ejemplo sobre el Inicio de las fiestas de la Blanca en
Vitoria este mismo año:
Después de colocar el pañuelo al alcalde, Patxi Lazcoz, y a los cuatro responsables del
chupinazo —ayer, uno de ellos rechazó el término de chupinero por considerarlo de origen
bilbaíno, hasta ahí llega la rivalidad entre ambas capitales— Celedón salió a arengar a las
masas. (El País, ed. del País Vasco, 5/8/2010).
38 De hecho, «no es raro encontrar en este tipo de diccionarios vulgarismos de uso muy generalizado que, al no aparecer en
los diccionarios generales, son tomados como peculiaridades propias» (Fajardo, 1993: 406). Aún en los años ochenta del siglo
pasado, Manuel Alvar (1993b: 315–316) al reclamar rigor en la confección de diccionarios dialectales, lamentaba, empleando
palabras de Casares, que no «se nos dice casi nunca cuál es la condición social de las palabras registradas: tanto pueden ser
bajas y groseras como usuales en la conversación de gentes educadas». (Las palabras de Julio Casares proceden de «Los pro-
vincialismos y sus problemas», en El idioma como instrumento y el diccionario como símbolo, Madrid, 1944, págs. 41–45, apud
M. Alvar, ibídem).
39 Velilla (1970, s.p.) subrayaba ya esta característica en su descripción del Vocabulario, destacando que a la investigación geo-
gráfica se sumaba la atención al «habla interna vertical, de acuerdo, numerosas veces, con las distintas clases sociales de Álava,
dando un gran relieve a las formas del castellano vulgar».
40 Nos servimos de la distinción establecida por Borrego Nieto (2008: 14–16), entre las variantes jerarquizadas, «es decir, no
tratadas al mismo nivel de aceptación», entre las que distingue tres modalidades posibles: variantes asignadas, es decir, «las que
se atribuyen a otro ámbito más restringido que el general», por ejemplo, el ámbito geográfico, determinados estilos o registros u
otras épocas de la lengua. Las variantes valoradas son las que son «desaconsejadas con respecto a otras». Además, «Las variantes
pueden ser a la vez asignadas y valoradas, es decir, atribuidas a un ámbito de uso restringido y al mismo tiempo explícitamente
preteridas.»
41 «… porque criticar al Diccionario académico, sus excesos o sus carencias, lo que está, lo que no está y lo que deja de estar, ha
sido uno de los entretenimientos más constantes y se supone que placenteros a que se han venido dedicando, durante los últi-
mos tres siglos, lingüistas, gramáticos, aficionados y profesionales de toda laya, pues todo quisque opina en tratándose de este
tema, lo que no deja de tener su lógica, pues el idioma nos pertenece y nos afecta a todos.» (Salvador Caja, 2003: 209).
42 Sin embargo, es una cifra considerable, y contrasta con lo que sucede con los navarrismos: según Saralegui y Tabernero,
(2001: 281–282) de los 212, solo 24 tienen alguna indicación académica: anticuado, desusado o perteneciente al lenguaje jurídico
y familiar. Faltan precisamente en los nuestros esas marcas, que se echa de menos, por ejemplo, en vieja, expresamente declarada
desusada por Baráibar. En cambio, las autoras echan de menos que ningún término se haya anotado como coloquial, popular ni
vulgar, justo los que se emplean con los alavesismos.
280
Federico Baráibar (1851–1918) y los provincialismos alaveses en el DRAE
o sinsorgo, ga (Ál., Mur. y Vizc.) «Dicho de una persona: Insustancial y de poca formali-
dad». En el caso de tafo (Ál., León, Rioja y Zam), «olor fuerte y desagradable» (DRAE,
22ª ed., s.v., 2ª ac.), es el propio Baráibar quien repara en el carácter vulgar de la palabra,
y en cambio el DRAE suprime esa observación.
En la evolución del contenido del diccionario académico reconocemos la labor de
revisión, y el trabajo sostenido por ajustarse mejor a los datos disponibles, por perfeccio-
nar la adecuación de las marcas al territorio real de las palabras del diccionario. Tal vez
se trata de un objetivo inalcanzable y, en todo caso, parece difícilmente compatible con la
permanencia, dada la volubilidad del vocabulario, su ligereza de movimientos, mayor aún
si lo que pretendemos es, además, registrar no solo la mera difusión geográfica sino sus
también cambiantes valores de uso.
La provincia, sin ser una entidad completamente arbitraria o irrelevante desde
el punto de vista histórico, no puede proveer de una unidad de medida para la geografía
léxica. No parece que tal demarcación administrativa sepa guiar el estudio de áreas de di-
fusión de fenómenos lingüísticos, aunque tal vez sea tan buena como otra cualquiera para
señalar la existencia de una forma léxica y su inscripción en una tierra con historia. Álava
es un espacio heterogéneo, no solo por la convivencia histórica de lenguas, que no se da
en todo el territorio de la provincia ni solo en ella43, sino porque su castellano tampoco es
uniforme, pues ha guardado peculiaridades que proceden de la constitución del espacio
alavés en el seno de la geografía del castellano primitivo, así como de su diversa evolución
posterior. Por otro lado, el léxico registrado por Baráibar es en buena parte histórico, ya
no actual; un saber inestimable para el diccionario diacrónico, aunque no está igualmente
claro cuál es la misión de los provincialismos en el diccionario general ni qué grado de
precisión es esperable o sencillamente posible en su registro. Sí sabemos que el Vocabu-
lario de Baráibar es una obra que responde con singular mérito a demandas de saber que
aún hoy esperamos colmar.
5. Referencias bibliográficas
A F, L. (1970). «Federico Baráibar y la Epigrafía romana de Álava». En:
VVAA. Homenaje del Instituto Femenino de Enseñanza Media de Vitoria a Federico
Baráibar y Zumárraga. Vitoria: Diputación Foral de Álava, Consejo de Cultura
(sin páginas).
A E, M. (1993a). «El Diccionario de la Academia en sus prólogos». En: A-
E, M. Lexicografía descriptiva. Barcelona: Bibliograf, pp. 215–240.
A E, M. (1993b). «Los regionalismos en los diccionarios, y vocabularios
regionales». En: A E, M. Lexicografía descriptiva. Barcelona: Bi-
bliograf, pp. 313–332.
43 No sé si es necesario decir que los alavesismos no son todos (ni siquiera la mayoría) vasquismos, aunque éste parece malen-
tendido muy común, a juzgar por el párrafo que un lexicógrafo tan eminente como Manuel Alvar (1993b) dedica al Vocabulario
y que termina así: «Es de notar que muchos vasquismos del diccionario académico proceden de la consulta del vocabulario de
Baráibar». No podemos decir otra cosa que lo que afirman Carmen Saralegui y Cristina Tabernero (2001: 282), precisamente
bajo el epígrafe de la «Heterogeneidad léxica de Navarra», y es la «imposibilidad de formular afirmaciones de las que pueda
desprenderse la uniformidad léxica actual del territorio navarro, y que presenta vertientes diversas». Una, se refiere principal-
mente a las voces de origen vasco bien arraigadas en el castellano del norte de Navarra, «pero que resultan inusitadas, cuando
no desconocidas, en la Navarra tradicionalmente románica»; aunque hay otros vasquismos que pertenecen al español de toda
Navarra. Inversamente, muchos navarrismos que el DRAE caracteriza como tales «resultan inusitados, cuando no desconoci-
dos, en la Navarra norteña».
282
Federico Baráibar (1851–1918) y los provincialismos alaveses en el DRAE
284
Los diccionarios de colocaciones:
orígenes y evolución
V F
Instituto Cervantes de Berlín
0. Introducción
Esta comunicación tiene por objeto ofrecer una panorámica de los diccionarios de colo-
caciones. Primero, llevamos a cabo una caracterización general de esta clase de obras y
ahondamos en sus orígenes. El siguiente paso consiste en la descripción de los principales
repertorios existentes en la actualidad. A continuación, realizamos un análisis compa-
rativo de los diccionarios combinatorios existentes para el español, prestando especial
atención a cómo se estructura la información colocacional en el interior de las entradas.
Como último paso, y a modo de conclusión, reflexionamos sobre el futuro de la lexico-
grafía combinatoria del español.
1 Si el colocativo presenta un significado especializado, éste puede ser deducido a partir de la base.
2 Según Hausmann (1989), toda colocación está compuesta por, al menos, dos elementos, llamados base y colocativo. La base es
el elemento caracterizado, y el colocativo, el elemento caracterizador, el cual sólo realiza plenamente su identidad semántica en
la colocación; esto es, conjuntamente con la base. En las colocaciones nominales, la base es el sustantivo. En las colocaciones de
verbo+adverbio y en las de adverbio+adjetivo, lo son el verbo y el adjetivo, respectivamente. Parece ser que la colocación tiene
una función diferente según sea mencionada en el artículo de la base o del colocativo. Hausmann (1989: 1010) sostiene que la
inclusión de una colocación en el artículo del colocativo resulta útil para la producción de textos, mientras que su inclusión en
la entrada de la base lo es para la comprensión.
286
Los diccionarios de colocaciones: orígenes y evolución
5 Término latino que significa ‘peldaño para ascender al Parnaso’ (Martínez de Sousa, 1995).
6Guide-lexique de composition française. Petit dictionnaire de style à l´usage des Allemands (1911); Guide-lexique de composition
française. Dictionnaire de style à l´usage des Néerlandais (1913) y Petit dictionnaire de style à l´usage des Allemands (1931).
7 A Dictionary of English Style, editado por primera vez en 1931 y reeditado en 1955.
288
Los diccionarios de colocaciones: orígenes y evolución
estos es muy amplia. Así, en el interior de cada entrada, además de colocaciones, encon-
tramos también sinónimos, antónimos, locuciones y derivados8.
290
Los diccionarios de colocaciones: orígenes y evolución
sección se registran aquellas colocaciones que tienen como base un sustantivo (un total de
50 000); en la segunda, en cambio, se muestra cómo combinar cerca de 5.000 adverbios
con algo más de 1.200 verbos y adjetivos. Está dirigido a estudiantes de inglés de nivel
intermedio o avanzado14.
Cinco años más tarde, en 2002, se publica el Oxford Collocations Dictionary for
students of English (en adelante OCD) que, como su título indica, está destinado a los
estudiantes de inglés, concretamente a los de nivel intermedio alto. Recientemente, en
2009, ha aparecido una segunda edición revisada y ampliada usando el Oxford English
Corpus, una base de datos de más de dos billones de palabras.
El diccionario ha sido concebido para que sirva de ayuda a los estudiantes en el
uso del idioma, especialmente a la hora de producir textos escritos. Incluye 9.000 lemas y
ofrece un total de 250 000 combinaciones, tanto del inglés británico como del americano,
acompañadas de ejemplos ilustrativos. En nuestra opinión, se trata del repertorio de co-
locaciones más completo que existe hasta el momento para el inglés.
En su microestructura encontramos no sólo colocaciones muy restringidas (see
reason)15, sino también combinaciones de restricción media, (see a doctor) así como otras
de restricción más baja (see a movie), próximas a las combinaciones libres. Las coloca-
ciones aparecen en la entrada de la base, así contiene únicamente entradas nominales,
verbales y adjetivales. En las nominales se incluyen colocaciones de adjetivo+sustantivo,
cuantificador+sustantivo, verbo+sustantivo, sustantivo+ verbo, sustantivo+sustantivo,
preposición+sustantivo y sustantivo+preposición. En las verbales, de adverbio+verbo,
verbo+verbo (be free to choose) y verbo+preposición. En las adjetivales, de verbo+adjetivo,
adverbio+adjetivo y adjetivo+preposición.
Las diferentes colocaciones figuran agrupadas primero en función de la categoría
gramatical y después, dentro de cada grupo categorial, en función del significado o de
la categoría (entendida como clase). Tal como se indica en la introducción de la obra, el
orden en que se ofrecen los diferentes subgrupos de colocados trata de ser lo más intuitivo
posible; así, por ejemplo para un sustantivo como pollution los subgrupos de colocativos
verbales se ordenan: «from the ‘strongest’ form of action (avoid/eliminate/prevent) to the
‘mildest’ (monitor)» ().
Una característica encomiable de este diccionario es que, en consonancia con su
enfoque didáctico, presenta una guía visual de las entradas y una sección de ejercicios
para que los estudiantes puedan familiarizarse con su uso.
Así, entre otras muchas cosas, describe la coocurrencia léxica restringida de cada
entrada. Por coocurrencia léxica se entiende: la capacidad de los lexemas de se combi-
narse en sintagmas para expresar un sentido dado (Mel’čuk et alii, 1981:5)16.
Para dar cuenta de las colocaciones, Mel’čuk y sus colaboradores han ideado las
funciones léxicas17, en adelante FFLL. Una FL es: «una correspondencia que asocia a una
unidad léxica L, llamada palabra llave, un conjunto de unidades léxicas más o menos sinó-
nimas (Li), llamado valor de F, que expresan, en relación con L, un significado específico
representado por F» (Alonso Ramos, 1993: 194).
Toda FL presenta la forma: F(x) = y, donde F es la FL (designada mediante una
abreviatura latina), x es la palabra llave (lexema) de la FL e y, su valor. La palabra llave se
corresponde con el lexema A de una colocación y el valor con el lexema B. Por ejemplo, la
colocación amistad profunda, sería descrita del modo siguiente: Mgn (amistad): profunda.
En esta formulación, Mgn (‘intenso’, ‘grande’) es la FL, amistad es la palabra llave y profun-
da, el valor de la FL18.
En cuanto a la lematización de las colocaciones, cabe señalar que el DEC las re-
gistra bajo las bases, pues se trata de un diccionario codificador, esto es, enfocado hacia la
producción. Así, en la entrada de los sustantivos, el valor de una FL sintagmática será un
verbo o adjetivo; en la de los verbos y adjetivos, un adverbio.
Estas características lo convierten en una obra lexicográfica sui generis, que abre
un nuevo camino en el arte de hacer diccionarios. Ahora bien, como contrapartida, cabe
señalar que, dado su elevado cientificismo, es un repertorio difícil de manejar.
Como ya hemos señalado más arriba, el DEC es el único diccionario combinato-
rio para una lengua románica publicado en el siglo . Este hecho se explicaría, a nuestro
juicio, por la falta, en el panorama de la lingüística románica, de unos estudios teóricos
previos sobre el fenómeno léxico de la colocación. Esta situación contrasta con la que po-
demos observar en la lingüística anglosajona, donde existen trabajos centrados en el pro-
blema colocacional ya desde los años treinta. Por el contrario, en las lenguas románicas la
investigación colocacional es algo mucho más reciente. En el caso del español, por ejem-
plo, los primeros estudios datan de la década de los ochenta. Así, hay que esperar hasta
principios del siglo para la lexicografía colocacional de las lenguas románicas empiece
a dar realmente sus frutos. Concretamente hasta el año 2001, fecha de publicación del
Dictionnaire des cooccurrences, de J. Beauchesne, disponible también en línea. En él se nos
ofrecen las colocaciones más frecuentes del francés a partir de un lemario integrado úni-
camente por sustantivos. Para cada lema encontramos un listado alfabético de adjetivos
calificativos y otro de verbos, también alfabético, con los que puede combinarse.
Mucho más innovador y comprometido metodológicamente resulta el Diction-
naire d’apprentissage du français langue étrangère ou seconde (en adelante, DAFLES), un
diccionario electrónico para FLE en línea, elaborado en 2003 por el GRELEP, el grupo
de investigación en lexicografía pedagógica formado por Jean Binon, Serge Verlinde y
Thierry Selva. Su macroestructura está integrada por 6.500 lemas de uso frecuente y
bajo cada lema las colocaciones aparecen agrupadas bajo etiquetas semánticas —unas
16 La traducción es nuestra.
292
Los diccionarios de colocaciones: orígenes y evolución
15—, adaptadas de las FFLL de Mel’čuk, que reflejan las relaciones de significado que se
establecen entre los términos de la colocación.
Desde 2006 este diccionario está integrado en la Base lexicale du français, en ade-
lante BLF, una base de datos que facilita el acceso a las principales herramientas léxicas
en línea para el francés19, y que puede consultarse en la red de manera gratuita. La nueva
versión incluye la opción de buscar, de forma automática en el corpus del periódico Le
Monde de 1998, los colocativos para un determinado lexema, los cuales se reflejan me-
diante un diagrama de barras. Si el usuario desea una información más detallada, puede
acceder, previa selección del tipo de combinación, a todos los ejemplos de coocurrencia
presentes en el corpus. Otra novedad es la inclusión de un interfaz de búsqueda multilin-
güe que permite encontrar la traducción más adecuada para una determinada combina-
ción en el Opus, un corpus abierto de textos traducidos procedentes de la red. Contiene,
además, una sección de autoaprendizaje en la que los usuarios aprenden a expresar una
idea, a combinar palabras y a evitar errores comunes. Para practicar lo aprendido, los
usuarios pueden acceder al entorno de aprendizaje ALFALEX y realizar alguno de los 10
ejercicios sobre colocaciones disponibles.
Otro diccionario de colocaciones para FLE en línea es el Dictionnaire des co-
llocations, de A. González Rodríguez (2004). Si bien no es tan completo como el an-
terior, resulta especialmente interesante porque está destinado a estudiantes hispa-
nohablantes. Contiene más de 34 000 colocaciones que el autor ha clasificado en 5
tipos: sustantivo+adjetivo, verbo+sustantivo/sustantivo+verbo, verbo+complemento,
adjetivo+sustantivo y segmentos recurrentes. Los lemas son adjetivos, sustantivos y ver-
bos y se presentan en lemarios independientes. Para cada lema se ofrecen los colocativos
agrupados en función de la categoría gramatical y en orden alfabético. Sin embargo, cabe
señalar que, a la hora de lematizar, no siempre se parte de las bases. Así, las colocaciones
de adjetivo + sustantivo se recogen en las entradas adjetivas y no en las sustantivas como
sería de esperar20. Otro hándicap de la obra es la falta de ejemplos de uso. Como aspec-
to positivo, cabe destacar que contiene un apartado para practicar los distintos tipos de
colocaciones en el que encontramos ejercicios de rellenar huecos, con la traducción de las
colocaciones al español, y ejercicios de relacionar.
Otra obra para FLE que ofrece información colocacional es el Lexique actif du
français de I. Mel’čuk y A. Polguère (2007) (en adelante LAF). Como bien advierten
sus autores (p. 9), la obra consta de dos partes bien diferenciadas: una primera parte
introductoria, Lexicologie et apprentissage du vocabulaire, de carácter teórico, donde los
discentes y aprendientes de FLE encontrarán métodos para explorar y comprender mejor
los fenómenos léxicos así como una descripción de la estructura y manejo del cuerpo de
la obra; y una segunda parte, Lexique actif¸ de carácter lexicográfico, donde se describen
de forma detallada y explícita las derivaciones y colocaciones de una parte representativa
del léxico francés. Dicha descripción se basa en las FFLL, pero, para que resulte accesible
para un público no especializado, las distintas FFLL son sustituidas por paráfrasis for-
muladas en una especie de meta-francés21.
19 Existe una herramienta similar también para el inglés: A Lexical Database for English, disponible en http://www.cogsci.
princenton.edu./~wn/.
20 Sin embargo, cabe señalar que, cuando los sustantivos con los que se colocan poseen una entrada propia, existe la posibilidad
de hacer clic sobre ellos para acceder a la entrada sustantiva correspondiente.
21 Existe una versión en línea disponible en http://olst.ling.umontreal.ca/laf/lang-pref/fr/.
294
Los diccionarios de colocaciones: orígenes y evolución
Así, su objetivo principal es listar las clases léxicas de los argumentos que selecciona un
predicado (Alonso Ramos, 2008: 1216).
Lo más distintivo de Redes es que, a diferencia de otros diccionarios combinato-
rios, los lemas suelen ser los colocativos y no las bases. Por tanto, el lemario está integrado
fundamentalmente por verbos, adjetivos y adverbios.
Otro rasgo característico de Redes es la existencia de 2 tipos de entradas diferen-
tes: analíticas (también llamadas largas) y abreviadas (o cortas). Las entradas analíticas son
las más importantes porque nos ofrece la combinatoria agrupada en torno a clases léxicas
y dentro de cada clase léxica se nos ofrecen una serie de voces que ilustran el concepto,
acompañadas en la mayoría de los casos de una marca de frecuencia y seguidas siempre
de un ejemplo documentado22. Los lemas de este tipo de entradas son palabras selec-
cionadas o colocativos y en la microestructura se nos proporcionan las bases o palabras
seleccionadoras.
Respecto al otro tipo de entradas —las entradas abreviadas23— son, como su
nombre indica, mucho menos extensas. Ello es debido al hecho de que carecen de clases
léxicas y de ejemplos. Se trata de entradas obtenidas por ordenador a partir del cuerpo de
las entradas analíticas. En este caso, los lemas son las bases y en su interior se nos ofrece
el listado de los colocativos agrupados según la categoría gramatical y ordenados alfabéti-
camente. De ahí que las entradas breves sean en su mayoría sustantivas.
En 2006 se publica el Diccionario combinatorio práctico del español contemporáneo
(en adelante Práctico), bajo la dirección de I. Bosque. Es una versión menos conceptual y
más extensa de Redes. Recoge casi 400 000 combinaciones de palabras —casi el doble que
el anterior— entre las que encontramos, claro está, múltiples colocaciones. Está concebi-
do como un diccionario de uso y con el fin de hacerlo más accesible se han eliminados las
clases léxicas24. También se ha eliminado la distinción entre entradas analíticas y abrevia-
das, que se han fundido dando lugar a un único tipo de entradas. Esta fusión hace que el
número de entradas sustantivas aumente notablemente, aunque seguimos encontrando
entradas de colocativos y de bases.
En el cuerpo de las entradas aparecen los llamados grupos combinatorios, grupos
de palabras que se combinan con el lema agrupadas por categorías gramaticales. Dentro
de cada categoría, las combinaciones se agrupan en función de los significados, dando lu-
gar a bloques de combinaciones o subgrupos combinatorios separados por una doble barra
vertical. Los usos físicos o literales preceden a los figurados y se ofrecen, de forma saltea-
da, ejemplos construidos ad hoc.
Cabe señalar que, aunque en Práctico no se explicite la relación semántica exis-
tente entre las combinaciones de un mismo subgrupo, la organización subyacente es muy
similar a la del DiCE. En ambos casos estamos ante una organización endocéntrica,
que tiene en cuenta no sólo las relaciones de significado que se dan entre las distintas
colocaciones sino también las que se establecen entre los términos de la colocación. La
principal diferencia reside en que el DiCE recurre al uso de funciones léxicas y glosas
22 Redes está basado en un corpus de prensa española y americana de los últimos veinte años. Tras el ejemplo se indica la fuente
de la cita. En algunos casos, los autores han considerado necesario añadir algunas combinaciones que resultaban naturales a
los oídos de los hablantes y que no estaban en el corpus. Dichas combinaciones se ilustran con ejemplos inventados por los
redactores y se identifican en el diccionario con la marca de indocumentado (indoc.).
23 Las entradas abreviadas se dividen en cinco tipos: referencias cruzadas a voces, referencias cruzadas a conceptos, entradas del
índice conceptual, series abreviadas y remisiones. Para más detalle, véase la parte introductoria de Redes.
24 Para un estudio comparativo de Redes y Práctico, v. Barrios Rodríguez (2007).
para determinar el tipo de relación, lo que permite realizar divisiones más precisas, que
permiten reflejar más matices de significado. Así, por ejemplo, por lo que respecta a las
colocaciones de amistad+adjetivo, mientras en Práctico los adjetivos profundo, gran(de),
firme, fuerte, incondicional, intenso, profundo, sólido y verdadero figuran bajo un mismo gru-
po combinatorio, en el DiCE son descritos mediante dos glosas diferentes: grande, fuerte,
incondicional, intenso y profundo con Magn/intenso y firme, sólido y verdadero con Ver/
como debe ser.
4. Conclusiones
La lexicografía inglesa es la que cuenta en la actualidad con más diccionarios combina-
torios, no en vano ha sido la primera lengua en desarrollar una teoría colocacional. Cabe
destacar que muchas de las obras están destinadas a los estudiantes de inglés como lengua
extranjera, aspecto que en ocasiones se refleja de forma explícita ya en el título, tal es el
caso del Oxford Collocations Dictionary for students of English.
Menos numerosos pero mucho más comprometidos metodológicamente son los
diccionarios de colocaciones existentes para el francés, especialmente los elaborados por
el GRELEP, que, además de tener como principal grupo de destino a los estudiantes de
FLE, ofrecen una estructuración semántica explícita de la información colocacional me-
diante glosas, característica que no se da en los diccionarios de lengua inglesa, que suelen
limitarse a agrupar las combinaciones en función de la categoría gramatical.
Por lo que respecta a la lexicografía combinatoria del español, cabe señalar que en
los últimos años ha dado pasos de gigante. No hace mucho tiempo, Haensch y Omeñaca
se veían obligados a afirmar que «actualmente existen poquísimos diccionarios de coloca-
ciones del español» (2004:70) y citaba únicamente el Diccionario euléxico. El panorama es
ahora mucho más alentador, pues contamos con 4 diccionarios combinatorios y, al igual
que sucede para el francés, entre ellos encontramos obras de gran envergadura metodoló-
gica, como pueden ser Redes o el DiCE, que ofrecen una estructuración semántica de las
colocaciones. En estos momentos la asignatura pendiente para la lexicografía combinato-
ria del español es la elaboración de un de diccionario de colocaciones específico para E/
LE25, que, siguiendo los pasos del DAFLES, sea accesible on-line y pueda ayudar al que
estudia español a comprender ya desde los niveles iniciales de qué modo se combinan
unas palabras con otras para expresar un sentido dado. Existe en la actualidad un pro-
yecto de tesis doctoral centrado en la compilación del DiCELE, un diccionario de coloca-
ciones para estudiantes de E/LE, temático y por niveles, proyecto que presentamos en el
III Congreso Internacional de Lexicografía Hispánica (Ferrando, 2010), que esperamos
pueda ver la luz en breve.
25 El DiCE y los diccionarios combinatorios Redes y Práctico suponen una importantísima contribución a la descripción lin-
güística del español y una ayuda inestimable para los profesores de español a la hora de seleccionar qué colocaciones llevar al
aula. Sin embargo, estos diccionarios no están dirigidos exclusivamente a estudiantes de E/LE y si bien pueden resultar suma-
mente útiles a los aprendices de nivel avanzado o superior para enriquecer el léxico y conseguir formas de expresión fluidas y
precisas, dada la cantidad de información que contienen, creemos que podrían resultar poco manejables para un estudiante de
nivel inicial o intermedio.
296
Los diccionarios de colocaciones: orígenes y evolución
5. Referencias Bibliográficas
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20 de septiembre de 2010].
0. Introducción
Cuando se estaba terminando la impresión del tercer tomo del Diccionario de Autoridades,
en mayo de 1732, la Real Academia Española comenzó un nuevo proyecto lexicográfico
que supuso no sólo la revisión de los materiales ya publicados, sino también una refor-
mulación del método de trabajo de la Corporación. Esta empresa iba encaminada, en un
principio, a la redacción de un Suplemento que contuviera las entradas para las «voces que
faltan de poner en lo que ya está impreso» (Actas, 6-V-1732). Más adelante, cuando se
estaba terminando el sexto y último tomo del Diccionario de Autoridades, esta tarea pasó
a concebirse como una labor no sólo de ampliación, sino también de corrección de lo ya
publicado. Así, según refieren las Actas de la Real Academia Española de la sesión del 16
de septiembre de 1738, se inició la lectura en las juntas del primer tomo del Diccionario
de Autoridades, «para su revisión y corrección» (Actas, 16-IX-1738)1. Poco después se
suscitó la duda de si las enmiendas y adiciones tenían que reunirse en un Suplemento o
en una segunda edición del Diccionario (Actas, 21-IV-1739). La Academia Española se
decantó por la elaboración de un Suplemento hasta que en 1753 se constató la escasez
de juegos completos a la venta del Diccionario de Autoridades, lo que motivó que se op-
tara por encaminar los trabajos lexicográficos de la Corporación a la publicación de una
* La investigación necesaria para el desarrollo de este trabajo ha sido financiada con una ayuda de la DGICYT para el proyec-
to de investigación «Portal de léxico hispánico: bibliografía, léxico y documentación» (FFI2008-06324-CO2-CO1/FILO),
dirigido por Gloria Clavería Nadal, y una subvención del Comissionat per Universitats i Recerca de la Generalitat de Catalunya
concedida al «Grup de Lexicografia i Diacronia» (SGR2009-1067), dirigido por Gloria Clavería Nadal.
1 Cf. Real Academia Española (1770: ).
2 Así recogen las Actas los motivos que convencieron a los académicos de la necesidad de llevar a cabo una segunda edición del
Diccionario de Autoridades: «Se trató del Suplemento y de la corrección del Diccionario, y teniendo presente el estado de su im-
presión y que sólo hay pocos más de cincuenta juegos completos, pareció que, precisando esto a que se reimprima toda la obra,
no cumplía la Academia con el público dando sólo el Suplemento que ofreció en diferentes circunstancias, y así por esto, como
por otros motivos, se acordó por uniformidad de votos se haga la corrección y reimpresión del Diccionario con el aumento de las
voces que después de él se han recogido y se recogieren hasta que llegue este caso» (Actas, 5-XII-1753).
3 En estos años no se trabajó siempre con la misma intensidad en la revisión y aumento del Diccionario de Autoridades, pues la
Real Academia Española se dedicó también a la redacción de un tratado de Orthographia española, publicado en 1741, y a su
primera Gramática de la lengua castellana, impresa en 1771 (Real Academia Española, 1770: «Prólogo», ).
4 Todas las Plantas se refieren a la «corrección y aumento del Diccionario», excepto las publicadas en 1743, donde en el título
de la portada se señala que las Reglas están orientadas a «trabajar con uniformidad en la correccion, y Suplemento del Diccio-
nario».
5 En las citas de estos documentos modernizo según la norma actual la ortografía, la acentuación y la puntuación de los pasajes
extraídos de las Actas de la Real Academia Española, ya que muestran tan sólo las preferencias gráficas del Secretario encargado
de anotar los resúmenes de lo acordado en las juntas. En cambio, reproduzco sin cambios los fragmentos procedentes de las
Plantas, dado que la Academia Española se propuso, desde sus primeras publicaciones, que sus escritos constituyeran un modelo
ortográfico.
6 Agradezco a los Secretarios de la Real Academia Española Guillermo Rojo Sánchez y José Manuel Blecua Perdices y a los
Bibliotecarios Emilio Lledó Íñigo y José Manuel Sánchez Ron que me facilitaran la consulta del Archivo y de la Biblioteca de
la Corporación. Asimismo, para la búsqueda y la compilación de los materiales de estudio de este trabajo, me ha sido indis-
pensable la ayuda de las responsables del Archivo (Elvira Fernández del Pozo) y de la Biblioteca (Rosa Arbolí, Rosa Genique
y Cecilia López-Aranda).
302
El método lexicográfico de la Real Academia Española entre los años 1732–1770...
Española, ¿1770?; Cotarelo y Mori, 1928: n.º 13)7. Además, he podido consultar una
copia del ejemplar que Camilo José Cela (Cela 1970) poseía de las Reglas que ha formado
la Academia Española para la corrección y aumento del Diccionario de la Lengua Castellana
publicadas en 1764 y actualmente conservadas en los fondos de la Fundación Camilo
José Cela8. Esta Planta reproduce sin apenas cambios el contenido del manuscrito de las
Reglas de 1757, incorporando al cuerpo del texto (en el apartado dedicado a la «voz en sí
misma», Real Academia Española, 1764: pp. 9-13, §§ I.IX–XIII) una serie de acuerdos
que en las normas anteriores se habían añadido como «adiciones à las reglas de la clase
Primera. Numero 8» (Real Academia Española, 1757: ff. 33r-36v) y que se refieren al
tratamiento de los verbos reflexivos y recíprocos.
Todos estos documentos eran de carácter interno, es decir, para uso de los propios
académicos como guía para la corrección y ampliación del Diccionario de Autoridades.
Además de las impresiones y del manuscrito conservado, sabemos por las Actas que hubo
otras versiones de la Planta de las que, lamentablemente, hoy no se conservan copias en la
Biblioteca o en el Archivo de la Real Academia Española. Así, las Actas nos informan de
que el 19 de agosto de 1738 Manuel de Villegas y Oyarbide leyó en la sesión académica
«un papel de observaciones y notas conducentes a la revisión y suplemento del Dicciona-
rio» y de que el 9 de septiembre de 1738 se examinó y aprobó una «planta y método»
elaborada por Manuel de Villegas Pignatelli, Carlos de la Reguera y Lope Hurtado de
Mendoza. Más adelante, cuando ya se había decidido reeditar el Diccionario, se ordenó la
reimpresión de las reglas de 1743 (Actas, 11-XII-1753) y la relectura de una copia reali-
zada por el Secretario de la Academia con los acuerdos tomados en las juntas referidos a
la revisión del método lexicográfico9.
A pesar de que no disponemos de todas las versiones de las Plantas elaboradas
para la corrección y el aumento del Diccionario de Autoridades, los ejemplares aquí exami-
nados, junto con los datos que ofrecen las Actas, nos permiten realizar un primer acerca-
miento crítico a la evolución de la técnica lexicográfica académica entre 1732 y 1770 y, en
palabras de Álvarez de Miranda (2000: 44), entrar «en la “cocina”, en el taller de trabajo de
la Academia». Para ello, analizaré, en primer lugar, las decisiones de los académicos que
afectan a la macroestructura, al tipo de palabras que debía conformar la nomenclatura y
al orden en el que debían presentarse los lemas. En segundo lugar, examinaré los cambios
acordados en la microestructura, en la redacción de las distintas partes de los artículos
lexicográficos.
7 Esta publicación no lleva pie de imprenta. Emilio Cotarelo y Mori (1928: nº 13) señaló 1760 como fecha probable, pero, como
bien apunta Álvarez de Miranda (2000: 43, n. 27), diversos hechos conducen a pensar que fueron impresas en 1770: hacia 1760
no se encuentra en las Actas «ninguna referencia a las reglas del diccionario»; en cambio, el 9 de agosto de 1770 nos informan
de que se están leyendo las reglas (Actas, 9-VIII-1770) que se acordó imprimir. El 2 de octubre de 1770 las Actas refieren que
las reglas ya se han editado y que deben pagarse los costes a Joaquín de Ibarra, impresor del primer tomo de la segunda edición
del Diccionario de Autoridades (Álvarez de Miranda 2000: 43, n. 27).
8 Agradezco a la investigadora Luisa Pascual Fernández que me haya facilitado la consulta de las Reglas de 1764 y a la Funda-
ción Camilo José Cela el envío de una copia digitalizada de dicho documento.
9 La decisión de repasar el contenido de las reglas de 1743 y los acuerdos tomados en las sesiones académicas para la revisión y
aumento del Diccionario se tomó, según las Actas, el 5 de diciembre de 1753. El 11 de junio de 1754 se acordó repartir «ejem-
plares impresos de las reglas que hizo la Academia en el año de 1743 para la correccion del Diccionario» y que fueran circulando
entre los académicos «dos copias de los acuerdos que para su formación [del Diccionario] ha hecho la Academia en diferentes
años», con el fin de que cada miembro de la Corporación fuera anotando ideas para refinar el «método que le parezca se deba
seguir en la reimpresión que se está acordado se haga de toda la obra».
10 Se encargó a distintos académicos la compilación de léxico de estas áreas, zonas o ciudades en la sesión del 26 de agosto de
1738, junto con el acopio de voces de «oficios y profesiones» (cf. Actas, 26-VIII-1738: «Porque faltan en el Diccionario muchas
voces pertenecientes a oficios y profesiones y otras voces provinciales, resolvió la Academia que se examinasen por los señores
académicos con estudio y aplicación»).
304
El método lexicográfico de la Real Academia Española entre los años 1732–1770...
En la exhaustividad con que los académicos pretendían reunir todas las voces de
las distintas artes, ciencias y, sobre todo, oficios, puede reconocerse la influencia de los
diccionarios de carácter enciclopedista, que tanto proliferaron en Europa a lo largo del
siglo , especialmente en Francia11.
No obstante, la visión universal de los primeros trabajos para el Suplemento se fue
abandonando a medida que se avanzaba en la corrección y el aumento del Diccionario de
Autoridades. En el primer apartado de las sucesivas Plantas, dedicado a la «voz en sí mis-
ma», esto es, al tipo de palabras que debían reunirse como lemas de las entradas, se fue
poniendo coto al léxico que se consideraba necesario incluir en el Diccionario, de modo
que la idea de cómo debía configurarse esta obra evolucionó desde un planteamiento
inicial de carácter enciclopedista hacia una concepción más cercana a un Diccionario ge-
neral de la lengua. Así, en las Reglas de 1743 se refiere la preocupación por aumentar el
caudal de palabras en uso, mediante la inclusión de más voces y acepciones, más adagios
y refranes, que pueden emplearse «para autoridad» (Real Academia Española, 1743: f.
A1v, § I.I), y de palabras prestadas «de otros Idiomas, si están comunmente admitidas,
y usadas» (Real Academia Española, 1743: f. A1r, § I.II); mientras que el apego por las
autoridades, los textos de referencia para la redacción de las primeras obras lexicográficas
de la Real Academia Española, puede explicar que se decidiera incluir «de las voces Geo-
gráficas, y Mitológicas los nombres apelativos, y adjetivos» (Real Academia Española,
1743: f. A2r, § I.III), así como los derivados12 «que tuvieren autoridad» (Real Academia
Española, 1743: f. A2r, § I.IV).
En las Reglas manuscritas de 1757 el apartado dedicado a la «voz en sí misma» se
aumenta considerablemente con ejemplos significativos y nuevas normas que debían su-
poner la incorporación en el Diccionario de otras parcelas del léxico que se consideraban
de uso general, como los «Gentilicios, ò Nacionales» (Real Academia Española, 1757: f.
3v, § I.5), de los que:
se han de poner los adjetivos, especialmente los pertenecientes à España, y sus Dominios,
como Castellano, Andaluz, Madrileño, Burgalès: porque las varias inflexiones de estos
nombres tocan también à la Lengua y son parte de su caudal (Real Academia Española,
1757: f. 3v, § I.5).
11 Recuérdese que el compendio más elogiado en la «Historia de la Real Academia Española» contenida en los Preliminares del
Diccionario de Autoridades es el Dictionnaire universel françois et latin de los jesuitas de Trévoux (1.ª ed. 1704; aunque los académicos
se refieren a la ed. de 1721). Precisamente en vista de esta obra lexicográfica, los académicos habían resuelto que en el Diccionario de
Autoridades se incluyeran las voces de las «Artes y Ciéncias, para que con su notícia se pueda saber su significado con la proporción
correspondiente» (Diccionario de Autoridades, p. ). Así se explica en las Actas (23-XI-1713): «Habiéndose ofrecido la dificultad
de si en la formación del Diccionario se había de imitar el método de las Academias Francesa y de la Crusca, que sólo pusieron en los
suyos las voces usuales de la elocuencia cortesana, reservando las que son propias de facultades y oficios para otro diccionario aparte
de las Artes y Sciencias, o si se habían de incluir unas y otras en el cuerpo del Diccionario principal, como lo usa el de Trebú [sic], que
se ha dado a la luz en Francia posteriormente a los referidos, se disputó largamente sobre ello; y, habiéndose pasado a votar, quedó
resuelto por la mayor parte de votos que todos los vocablos que pudiesen ocurrir se pongan en el cuerpo del Diccionario en el lugar
que a cada uno perteneciere, atendiendo a que de esto se seguirá la mayor conveniencia de los que hubieren de usar dél, hallando
en esta obra todo aquello que en muchos casos se podrá necesitar, y que sólo queden excluidos los nombres proprios de personas
y lugares, como cosa que comúnmente se ha juzgado no ser propia de este género de diccionarios, y que, si se hubieren de poner
todos, sería necesario aumentar mucho los volúmenes y excesivo el tiempo que tardaría en verse concluida la obra».
12 Se trata de «los participios activos, y pasivos de los verbos: los verbales, los diminutivos, aumentativos, y superlativos, y los
adverbios en mente» (Real Academia Española, 1743: f. A2r, § 1.IV).
Por el mismo motivo se decidió incluir también otras piezas léxicas patrimoniales,
como los «nombres proprios de personas, y los diminutivos y demas derivados de ellos»
(Real Academia Española, 1757: ff. 3v-4r, § I.6). Este afán por mostrar la lengua española
en toda su amplitud y complejidad explica también la decisión de incorporar todos los
derivados formados de manera regular sin autoridad que los acompañe (Real Academia
Española, 1757: f. 2v, § I.3; a diferencia de lo señalado en las reglas de 1743, donde se
indicaba que sólo debían recogerse los derivados documentados); de incluir «los tiempos
irregulares, assi de verbos antiguos, como de modernos» en el interior de las entradas
dedicadas a cada verbo y también en «articulos distintos» con la finalidad didáctica de
«facilitar su inteligencia à los Estrangeros, que ignoran los verbos, à que corresponden
estos tiempos irregulares» (Real Academia Española, 1757: ff. 5r-v, § I.9); de ampliar el
criterio de aceptación de los neologismos, pues ya se reconoce que deben incorporarse las
voces de este tipo «de ùso común, no obstante que haya otras equivalentes en Castellano»
(Real Academia Española, 1757: f. 5v, § I.10); y de permitir la entrada de «las voces Pro-
vinciales [...] aunque sea sin autoridad, siendo comun y corriente su ùso en la Provincia»
(f. 6r, § I.11). En este último punto la Academia sigue un criterio más abierto del que, en
un principio, había guiado la elaboración del Suplemento, como lo muestra el hecho de
que, en las normas que José Casani redactó para el tratamiento de las voces provinciales
(que no se incluyeron en ninguna de las Plantas pese a ser aprobadas en una sesión aca-
démica, Actas, 18-XII-1742), se señalara como uno de los criterios generales que «no se
han de admitir en el Diccionario por voces provinciales las familiares y bajas, sino es que
traigan autoridad de libro de tal nota que haga ver que la voz haría falta si se admitiese»
(Actas, 18-XII-1742)13.
Otro aspecto interesante de las normas de 1757 que afecta a la delimitación de la
nomenclatura es el hecho de que se decidiera plasmar el acuerdo de:
omitir en el Diccionario todas las voces inventadas sin necesidad por algun Autor, ya
sea por jocosidad, ò ya por otro qualquier motivo, si despues no han llegado à tener uso
alguno como Adonicida que usó Lope de Vega, por el que mató à Adonis: Piojicida que
dixo Calderon por el que mata piojos: Adanismo que usó Quevedo por el conjunto de
gente desnuda: Requiem eternizar por cantar el requiem, y otras muchas que se forman
arbitrariamente en la conversacion familiar; cuyas voces, de que hay algunas puestas en
el Diccionario, no se deben considerar como parte de la Lengua Castellana, porque nunca
han llegado à tener posesion en ella (Real Academia Española, 1757: ff. 6r-6v, § I.12).
13 Las normas redactadas por José Casani acotan el tipo de voces provinciales que se consideran de interés para el Diccionario.
El primer criterio general define «voz provincial» como aquella «que se habla comúnmente en la ciudad cabeza del reino u otras
en que se use de lengua con igual propiedad». Se pretende así obviar los localismos poco extendidos. En este sentido, las normas
se dirigen especialmente a regular el tratamiento de los nombres de peces, artes, agricultura, frutas y aves. Así, «no se admitirá
más nombre de pez que el que sea universalmente conocido». Para el léxico de las artes, por lo general (y salvo las voces «que
correspondan a algunas artes que sean propias de alguna provincia»), y para los «nombres de instrumentos como de acciones»,
servirán de guía las denominaciones que «se usan en la Corte, respecto de que en ella se hallan por lo regular los más famosos
artistas». De las voces de la agricultura se ofrecerá la equivalencia «que tienen a las voces de Castilla [...], atento a que estas voces
apenas se hallaron en los autores españoles como se encuentran las principales de agricultura». Y, finalmente, de los nombres de
frutas y aves «sólo se pondrán aquellos nombres generalmente usados». (Para todo ello, véanse las Actas, 18-XII-1742.)
306
El método lexicográfico de la Real Academia Española entre los años 1732–1770...
uso de las voces. Así pues, el respeto a las autoridades explica que, en las normas de 1757,
se admitiera también que es posible reunir voces «que ò por lo extraño de su sentido, ò
por la dificultad de su inteligencia merezcan explicacion, especialmente aquellas que se
encontraren en los Autores principales de nuestra Lengua, assi en prosa como en verso»
(Real Academia Española, 1757: f. 7r, § I.12), manteniendo de esta forma procedimientos
propios de uno de los modelos del Diccionario de Autoridades, el Vocabolario degli accade-
mici della Crusca, basado en la más antigua tradición lexicográfica apegada a la exegesis de
una serie de textos de referencia (Freixas, 2004 y 2010: § I.2).
En las Reglas que ha formado la Academia Española para la corrección, y aumento
del Diccionario de la Lengua Castellana publicadas en 1764, se reiteran sin cambios las
observaciones sobre la nomenclatura que se incluyeron en el apartado sobre la «voz en sí
misma» en la Planta manuscrita de 1757. El único cambio significativo es la incorpora-
ción a este apartado de las normas que se refieren al tratamiento de los verbos con usos re-
flexivos y recíprocos (Real Academia Española, 1764: pp. 9-15, §§ I.IX-XIII; vid supra).
Finalmente, en las Reglas para la corrección y aumento del diccionario (Real Aca-
demia Española, ¿1770?), que se reproducen con pocos cambios en la Planta del primer
tomo de la segunda edición del Diccionario de Autoridades (Real Academia Española,
1770), quedan aún más claros los principios de un proyecto lexicográfico que, apartándo-
se del enciclopedismo, se perfecciona como diccionario general. Se reiteran, con apenas
alguna variación en la redacción, las normas ya expuestas en 1757 sobre la selección de la
nomenclatura, se incluyen todos los acuerdos sobre el tratamiento que deben recibir en
el Diccionario los verbos con usos reflexivos y recíprocos que ya se habían aceptado en la
versión de 1764 y se incluye como novedad una restricción drástica del léxico de las artes
y de las ciencias mediante la norma siguiente: «De las voces de artes y ciencias solo se
han de poner aquellas que estan recibidas en el uso comun de la lengua» (Real Academia
Española, ¿1770?: p. 16, § 1.17).
En el Prólogo a la segunda edición del Diccionario de Autoridades se explica el por-
qué de esta decisión apuntando precisamente a la evolución que hemos podido constatar
en las Plantas del proyecto lexicográfico académico desde unos principios enciclopedistas
pronto abandonados por criterios más adecuados para un diccionario general14:
De las voces de ciencias, artes y oficios solo se ponen aquellas que están recibidas en el
uso comun de la lengua, sin embargo de que la Academia pensó antes ponerlas todas, y
para esto hizo repartimiento de ellas entre los Académicos, como se previno en el sexto
tomo de la primera edición. La razon de haber variado consiste, en que este no es un
Diccionario universal, pues aunque se propuso hacerle copioso y esto se ha procurado, se
debe entender de todas las voces que se usan en el trato ó comercio comun de las gentes, y
así no deben entrar en él las de ciencias, artes, y oficios que no han salido del uso peculiar
de sus profesores15: y por esta razon la Academia Francesa, y la de la Crusca excluyen de
sus Diccionarios estas voces (Real Academia Española, 1770: «Prólogo», p. V).
14 Así pues, por lo que respecta al léxico de las artes y de las ciencias y a su encaje y tratamiento en el Diccionario, se optó,
finalmente, por mantener el criterio de selección que ya se había establecido en la primera edición del Diccionario de Autori-
dades, tomando como punto de referencia en este aspecto el Vocabolario degli accademici della Crusca (1612) y el Dictionnaire
de l’Académie Française (cf. Freixas, 2010: § I.2). No obstante, como señala Pascual Fernández (2009: 21), la segunda edición
del Diccionario de Autoridades se caracteriza por reconocer de plano la «especificidad de las voces científicas y técnicas», pues
se apunta la necesidad de indicar su ámbito de uso mediante «notas de ser una voz peculiar de alguna ciencia y arte» (Real
Academia Española, 1770: «Prólogo», p. ).
15 Cf. los criterios de selección del léxico de la Académie Française, que pretendió reunir en su Dictionnaire «la Langue com-
mune, telle qu’elle est dans le commerce ordinaire des honnestes gens» sin incluir «les termes des Arts & des Sciences qui entrent
Esta decisión, como las anteriores ya comentadas sobre las palabras que debían
conformar la nomenclatura de la segunda edición del Diccionario de Autoridades, sirvió
a los académicos no sólo como guía para ampliar el caudal léxico de su obra, primera de
las finalidades con que se comenzó la redacción de un Suplemento, sino también para la
corrección de los materiales ya impresos, lo que supuso la supresión de entradas para
las unidades léxicas que se consideraba que no debían tener cabida en la obra académica
(véase para todo ello, Garrido Moraga, 1992).
En cuanto a la macroestructura, además de las instrucciones sobre cómo incre-
mentar el caudal léxico del Diccionario, las Plantas incluyen una serie de normas sobre
la colocación y el orden alfabético. A este respecto, lo más significativo es la renovación
de la ortografía (y, con ella, del orden de las entradas) según las normas que los propios
académicos fueron estableciendo en los sucesivos tratados de Ortografía publicados con
anterioridad a la impresión del primer volumen de la segunda edición del Diccionario de
Autoridades.
308
El método lexicográfico de la Real Academia Española entre los años 1732–1770...
(Real Academia Española, 1743: f. A3v, § 2.V). Esta apreciación supone otra muestra de
la sensibilidad creciente de los académicos por incluir las distintas variedades dialectales,
aunque sin obviar la responsabilidad de establecer un modelo estándar, como se deriva
del hecho de que en las Reglas de 1743 se señala que deben advertirse las alternancias de
género «fixando el que se debe usar» (Real Academia Española, 1743: f. A3r, § 2.IV), y
en todas las versiones de las Reglas se indica que se reunirán las variedades en el uso «en
alguna Provincia» (Real Academia Española, 1743: f. A3v, § 2.V) de los verbos como
activos, neutros o recíprocos junto a la nota de «la propriedad, ó impropriedad en este
punto» (Real Academia Española, 1743: f. A3v, § 2.V).
En el apartado dedicado a la definición, todas las versiones de la Planta insisten
en la necesidad de reducir la extensión de las descripciones o explicaciones eliminando
las redundancias, lo que supuso en la práctica una mejora en la técnica definitoria de la
Academia Española, pues en muchas entradas se suprimieron circunloquios innecesarios.
No obstante, para comprender algunos aspectos relevantes de la práctica lexicográfica
académica entre 1743 y 1770, es preciso tener en cuenta dos acuerdos que finalmente se
eliminaron en la última versión de las Plantas, publicada en el «Prólogo» de la segunda
edición del Diccionario de Autoridades. El primero de ellos se refiere a la decisión, incluida
en la Planta de 1757 y en la de 1764 (aunque sin los ejemplos), de no detenerse en la de-
finición de «los nombres de cosas universalmente conocidas» (Real Academia Española,
1757: ff. 10v-11r, § III.2), para las que
no se ha de poner por definicion mas que la simple expresion del genero, ò especie de
ellas, con algunas pocas palabras que la determinen algo, en esta forma: Perro s. m. Ani-
mal domèstico: Pan s. m. el alimento mas comun del hombre, y assi los demas nombres
semejantes (Real Academia Española, 1757: f. 11r, § III.2).
Esta determinación, que desaparece en la Planta definitiva de 1770, tuvo sus con-
secuencias, como puede observarse si se comparan entradas como las de abeja y asno en la
primera y la segunda ediciones del Diccionario de Autoridades17:
17 Pueden encontrarse definiciones similares a las de abeja y asno de la segunda edición del Diccionario de Autoridades en las
tres primeras ediciones del Vocabolario degli accademici della Crusca, uno de los modelos que tuvieron en cuenta los académicos
españoles (cf. Accademia della Crusca, 1612, 1623, 1691, aglio, ‘agrume noto’ o cervio, ‘animal noto’). Para todo ello, véase Freixas
(2010: § I.2).
En las voces de Artes, y Ciencias bastará usar de las definiciones que traen los Autores
Castellanos que han escrito bien de ellas, citando sus palabras, especialmente en puntos,
sobre que hay gran variedad de opiniones, ó sistemas (Real Academia Española, 1764:
p. 26, § 3.III).
En quanto á la censura se ha puesto la que debe tener la voz segun la calidad de ella y el
estado de su uso, como de familiar, metafórica, poética, jocosa, baxa, poco usada, anti-
quada, &c. dexando sin censura ninguna las voces, frases ó locuciones que no pertenecen
á estilo alguno particular, son del uso comun de la lengua, y están en su sentido propio
(Real Academia Española, 1770: «Prólogo», p. ).
La escasa atención que recibe este punto en las Reglas puede explicarse si se tiene
en cuenta que a partir de la Planta de 1757 se incluyó en las normas de redacción una lista
18 Cf. las Reglas de 1764 «Y en las [voces] que vinieren del Latin se escusará la nota del Orígen, siempre que le manifieste la
misma correspondencia Latina» (Real Academia Española, 1764: p. 29, § IV.III) y de 1770 (Real Academia Española, 1770:
«Prólogo», p. VII).
310
El método lexicográfico de la Real Academia Española entre los años 1732–1770...
1743: f. A7r, § 7.II), y se determinó que debía revisarse la propiedad de las citas seleccio-
nadas, esto es, si se adecuaba el estilo del texto elegido a la acepción de la palabra, «pues
nunca es bien autorizar una voz seria con un Autor jocoso» (Real Academia Española,
1743: f. A7v, § 7.III ). En este sentido, en las Reglas de 1757 se añadieron nuevas normas,
que se mantuvieron en las Plantas de 1764 y de 1770. En ellas se subrayó la importancia
de autorizar las voces de especialidad, «los terminos de Artes y Ciencias», con textos
escritos por «los profesores de ellas, ò los que las hayan tratado de proposito» (Real Aca-
demia Española, 1757: f. 19, § VII.4). Se insistía también en la necesidad de asegurar
la adecuación de las autoridades desde el punto de vista diacrónico cuando se indicaba
que debía probarse la pervivencia de una voz de origen antiguo, «con dos autoridades: la
una de escritor antiguo, y la otra de moderno» (Real Academia Española, 1757: f. 19r, §
VII.5), y se insistía en la necesidad de ratificar el significado y el uso de «las voces antiguas
de ùso raro, y extraño» comprobándolas «a lo menos con dos autoridades, y estas de di-
versos Autores si pudiere ser» (Real Academia Española, 1757: ff. 19r-19v, § VII.6).
También se perfeccionó el método de vaciado de los pasajes que autorizan las
voces cuando, además de insistir en la necesidad de reducir el número de citas y su exten-
sión, se indicó que debían recogerse «las autoridades de las mas antiguas impresiones, ù
de las que se tengan por mas exactas» (Real Academia Española, 1757: f. 20r, § VII.8)19.
Esta norma acerca a los académicos a los principios filológicos con que se llevó a cabo uno
de los modelos del Diccionario de Autoridades, el Vocabolario degli accademici della Crusca,
para el que sus redactores trataron de buscar las ediciones más fiables de cada autoridad
(vid Freixas, 2010: § I.2). Sin duda, los académicos habían constatado que el escaso ri-
gor en la selección de las impresiones había sido causa de no pocos errores, como había
advertido Juan de Iriarte en su discurso de ingreso a la Academia Española intitulado
«Sobre la imperfección de los diccionarios» (Iriarte 1774 [1750]), al advertir que la voz
almáciga del Diccionario de Autoridades era un error por almanta, debido a la consulta
de una edición deturpada de la Agricultura de Antonio de Herrera (1569), en vez de la
princeps (1513), donde se encontraba la voz correcta (para todo ello, véase Álvarez de
Miranda, 1984).
El rigor filológico con que los académicos querían mejorar el método lexicográfico
se demuestra también en la decisión de respetar la ortografía de los textos antiguos que,
hasta la fecha, se habían incluido en el Diccionario con las grafías regularizadas según las
normas académicas (Real Academia Española, 1757: § VII.11 1764: § VII.XI, ¿1770?:
VII.11 Y 1770: «Prólogo», p. ). Se trataba de una vieja aspiración, pues ya el 30 de oc-
tubre de 1731, a propuesta de los revisores Lorenzo Folch de Cardona y Tomás Pascual
de Azpeitia, se había acordado que debían trasladarse «las autoridades según se hallaren
en los libros de donde se sacaren, sin alterar letra alguna» (Actas, 30-X-1731), norma que
no llegó a aplicarse en la primera edición del Diccionario de Autoridades (Carriscondo,
2009; Freixas, 2010: 245-246).
En definitiva, como puede deducirse del resumen aquí realizado de las normas
establecidas para la corrección y el aumento del Diccionario de Autoridades, los cambios
en el método lexicográfico se encaminaron no sólo al aumento del caudal léxico descrito,
sino también a la enmienda de los errores detectados en los materiales ya impresos, al
perfeccionamiento del sistema de redacción de las entradas y a la mejora de la selección y
la organización de los datos que debían contener los artículos.
19 La Real Academia Española se propuso incluso comparar el texto de distintas ediciones de un mismo autor para poder
corregir las citas según la impresión que se considerase mejor (Real Academia Española, 1757: f. 20v, § VII.8).
312
El método lexicográfico de la Real Academia Española entre los años 1732–1770...
3. Conclusiones
La revisión de los principios para la redacción del Diccionario supuso para la Academia
Española la oportunidad de replantearse los objetivos y las características estructurales
de su obra lexicográfica. En el plano de la macroestructura se ha advertido la evolución
desde una primera propuesta de ampliación de la obra que la acercaría a los presupuestos
propios de un diccionario universal o enciclopédico, hasta su perfeccionamiento como
diccionario general en el que debían recogerse las principales variedades de la lengua,
incluyendo los arcaísmos, los provincialismos más extendidos y las voces más usuales de
las artes y las ciencias. En esta orientación, la propuesta de un modelo de lengua en el
Diccionario quedaba asegurada gracias a la ilustración ejemplar de las voces mediante las
autoridades y a la acotación de los usos de las distintas acepciones a través de la censura
de la Academia Española. Se afianzaron de este modo los principios con que fue redacta-
do el Diccionario de Autoridades (Blecua, 2006 y Freixas, 2010).
En cuanto a la microestructura, las reformas se orientaron tanto a la enmienda
de los errores detectados como a introducir técnicas de redacción más eficientes de los
artículos lexicográficos. Así, entre las medidas para la revisión del Diccionario destacan
aquellas que denotan un mayor interés por aspectos lingüísticos y filológicos, como la
voluntad de caracterizar mejor las partes de la oración y el cotejo de distintas ediciones
para fijar el texto de las citas de las autoridades. Finalmente, cuestiones como la reduc-
ción del metalenguaje en las definiciones, la eliminación de informaciones redundantes
o la introducción de abreviaturas para delimitar el uso de las voces acercaron aún más la
segunda edición del Diccionario de Autoridades a las características propias de un diccio-
nario general moderno.
4. Referencias bibliográficas
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1. Introducción
El Diccionario da Lingua Brasileira publicado en 1832 por Luiz Maria da Silva Pinto
(1770/1780?–1869) en Ouro Preto es seguramente el primer diccionario impreso en
Brasil por un brasileño. Aunque el también brasileño Antonio de Morais Silva, ya en
1789, había contribuido a la lexicografía del portugués con su Diccionario da Lingua Por-
tugueza, obra fundadora de la lexicografía portuguesa monolingüe, que en 1813 tuvo una
segunda edición, revisada y ampliada por el autor, lo cierto es que el Diccionario de Silva
Pinto es, según todo indica, el primero en salir de una imprenta brasileña y el primero en
ostentar en su título una oposición entre la «lengua brasileña» y la «portuguesa». En efec-
to, Morais, nombre por el que es conocido el Diccionario da Lingua Portugueza, en sus in-
numerables ediciones, fue publicado en Lisboa. En su 1ª edición, la nomenclatura de este
diccionario resultó de una reducción y actualización de los 10 volúmenes del Vocabulario
Portuguez e Latino (1712–1721), obra a la cual se debe la entrada de una parte importan-
te del léxico brasileño («brasileirismos») en el diccionario de la lengua portuguesa y por
primera vez recibe una marca específica en la microestructura (Garriga Escribano, 2003):
«palabra de Brasil», «chamão no Brasil», «é no Brasil» (Gonçalves, 2006). En la 2ª edi-
ción de Morais, este componente brasileño no sólo se mantiene sino que se refuerza, pues
el lexicógrafo añade lemas nuevos y amplía la información relativa a otros que ya integra-
ban el repertorio léxico de 1789. En las obras de Bluteau y de Morais se encuentra, por lo
tanto, el punto de partida para una lexicografía brasileña que se caracteriza por atender
a la variación del portugués en Brasil y a sus especificidades léxicas y culturales. Aunque
la publicación del Diccionario de Silva Pinto constituye un indudable marco para Brasil,
desde hace poco se sabe (Araujo, 2009) que la obra no es una obra lexicográfica original,
pensada y redactada por Silva Pinto.
2. El lexicógrafo y el contexto
Antes de iniciar el análisis de algunos aspectos de la obra lexicográfica, hay que enmarcar-
la en las condiciones de producción del periodo histórico, empezando por un rápido re-
paso a los datos biográficos del lexicógrafo e impresor Luiz Maria da Silva Pinto (Araujo
2009). El autor nació en Goiás, interior de Brasil, entre 1770 y 1780 y falleció en Ouro
Preto (Minas Gerais) en 1869. Su actividad es bien conocida pues se repartió por ámbi-
tos distintos: la administración pública, en la cual ejerció como Secretario provincial, pre-
paró mapas estadísticos de la población y dirigió los censos de 1852; la acción educativa,
en que se destacó como vice-director general de la instrucción pública y como director
del 1er Círculo Literario y del Liceo Minero; la imprenta, habiendo sido propietario de
una tipografía con su apellido. El hecho de poseer una oficina tipográfica explica por qué
el primer diccionario en ostentar la referencia a la «lengua brasileña» fue publicado no
en la corte, sino en una región recóndita, en donde la imprenta era todavía una relativa
novedad, habida cuenta de que en Brasil, durante el periodo colonial, no estaba permitido
imprimir libros.
En tal contexto, la publicación del Diccionario de Silva Pinto está cargada de valor
histórico y simbólico, ya que por una parte se integra en la expansión de la imprenta en
Brasil y por otra representa la afirmación de una identidad nacional (Orlandi, 2001) que
llegaba allí donde también llegaba el libro. Aunque en dicha identidad suele jugar un
papel relevante el diferencial lingüístico, es decir, el uso general de una lengua o variedad
distinta, en el Prólogo a su Diccionario Silva Pinto aclara que un «diccionario de la lengua
brasileña» no se ciñe a las palabras de origen indígena, pues debe integrar las «palabras,
e frases entre nós geralmente adoptadas, e não somente d’aquellas que proferem os In-
dios, como se presumirá» (Pinto, 1832: Prologo). Tal definición supone que, al sustituir
en el título «lengua portuguesa» por «lengua brasileña», el lexicógrafo atiende más al
aspecto geográfico —el diccionario salía de una imprenta brasileña, no de una imprenta
portuguesa— que al aspecto lingüístico, en el cual el autor, además de no ampliar la
«diccionarización» del léxico brasileño realizada primero en el siglo , por D. Rafael
Bluteau (Gonçalves, 2002, 2006, 2007, 2009) y después, de manera bien expresiva, por el
brasileño António de Morais Silva (1755–1824), en las ediciones de 1789 y 1813 de su
Diccionario (Murakawa, 2001; 2004; 2005; 2006a; 2006b; 2007a; 2007b). En efecto, se-
gún los datos de Hallewell (1985) y Lima (2006), en aquel periodo histórico no era fácil
publicar y, sobre todo, vender una obra que incluyese una referencia al colonizador, pues-
to que en Brasil, diez años después de su independencia de Portugal (1822), se vivía un
ambiente de guerra civil, se asistía a movimientos de rebeldes y a proyectos regionales de
independencia, poniéndose en tela de juicio la existencia de Brasil como nación (Priore,
2001). En dichas condiciones políticas y sociales, la discusión del nombre de la lengua no
es irrelevante. En realidad, Silva Pinto tan solo se anticipó a una polémica que se extendió
hasta finales del siglo (Coelho, 2008). Escritores como José de Alencar, primero, y
después Mário de Andrade y Monteiro Lobato, basados en las características del Portu-
gués de Brasil defendían una «lengua brasileña», idea que también estaba subyacente a
las obras de lexicógrafos brasileños como Braz da Costa Rubim, autor de un Vocabulario
Brazileiro para servir de complemento aos diccionarios da lingua portuguesa (1853), de Er-
nesto Ferreira França, con su Chrestomathia da Lingua Brazílica (1859) y de A. J. Macedo
Soares, autor de un Diccionario Brazileiro da Língua Portugueza (1888).
318
Contribución al estudio de la lexicografía del portugués de Brasil: el Diccionario da Lingua Brasileira (1832)
1 Además de muchas obras de y sobre Brasil, esta Biblioteca digital permite descargar del Diccionario da Lingua Brasileira, el
Vocabulario Portuguez e Latino (1712–1721), de D. Rafael Bluteau, y del Diccionario da Lingua Portugueza (1813), de António
de Morais Silva.
2 En recientes estudios, tanto portugueses como brasileños, sobre la lexicografía del portugués, ya se incluye el Diccionario de
Silva Pinto. Véanse Verdelho (2002), Nunes (2002; 2006) y Welker (2006). Para un inventario de los diccionarios portugueses,
véase Verdelho (2007).
O numero dos Srs. Assignantes desta, e mais Provincias do Imperio excedeo áo que pa-
recerá preciso para se segurar as despezas, e por isso procedi logo à compra de papel
sufficiente. Com tudo a reserva de quasi todos para se preatarem quando recebessem os
exemplares, me sérvio de despertador sobre a fallibilidades que occorrerião ate comple-
mtno da Obra; e de que esta maneira seria mui ténue o premio pecuniário d’um trabalho,
tanto mais árduo, e longo quando cumpria consultar todos os Vocabularios áo alcance,
para com effeito dar o da Lingua Brasileira […] (Pinto, 1832: Prologo).
Que la obra fue producida en difíciles condiciones técnicas lo demuestra, por una
parte, su baja calidad tipográfica y, por otra, la inexistencia de paginación. Aunque la obra
cumple el principio alfabético en conformidad con las opciones ortográficas del lexicógra-
fo, el cual, aunque adopte ciertas grafías cultas, no sigue a rajatabla una ortografía etimo-
lógica. Aparte de este aspecto, hay que señalar la presencia de una lista de las abreviacio-
nes utilizadas en la obra y de un sistema de remisiones mediante el verbo Ver, si bien no
siempre se encuentra el lema indicado. Pese al esfuerzo de reducción de la nomenclatura
de Morais, el lexicógrafo mantiene muchas palabras pertenecientes al ámbito diacrónico,
diatópico, diatécnico, diastrático y diafásico, asociadas con una marcación de uso.
En la Explicação das abreviaturas, Silva Pinto indica, por ejemplo, las siguientes:
• Marcación diacrónica: * Palavra antiquada
• Marcación diastrática / Marcación diafásica: T. Pleb (Termo Plebeu)
T. Baixo (Termo Baixo)
T. Vulgar (Termo Vulgar)
T. Fam. (Termo Familiar)
• Marcación diatécnica: T. de Bomb. (Termo de Bombeiros)
T. de Archit. (Termo de Architectura)
T. Geom. (Termo Geometrico)
T. Med. (Termo Medico)
T. Militar (Termo Militar)
T. de Art. (Termo de Artilheria)
T. de For. (Termo de Fortificação)
T. For. (Termo Forense)
T. Jur. (Termo Juridico)
T. Meth. (Termo Metaphysico)
T. Myth. (Termo Mythologico)
T. Naut. (Termo Nautico)
T. de Pint. (Termo de Pintura)
3 Decía Silva Pinto en el Prólogo: «Coadjuvado pois com uma Typografia, e bem assim induzido pelo desejo commum de
avançar ao optimo, emprendi a edição annunciada em 1829» (Pinto 1832: Prologo).
320
Contribución al estudio de la lexicografía del portugués de Brasil: el Diccionario da Lingua Brasileira (1832)
Esta lista constituye una versión reducida del conjunto de las abreviaturas y mar-
caciones adoptadas por Morais Silva, lexicógrafo que incorpora al diccionario del portu-
gués toda la panoplia de usos y registros, con su respectiva ilustración literaria, perfec-
cionando tanto la técnica como los datos proporcionados por el Vocabulario Portuguez e
Latino (1712–1721) de D. Rafael Bluteau, en cuya obra asienta la 1ª edición de Morais.
Aún en lo que atañe a la estructura general y externa de la obra, hay que señalar
que las entradas no se distinguen del resto del enunciado lexicográfico por el tamaño y la
forma de los caracteres, prueba quizás de la limitación de medios tipográficos disponibles
en la oficina de Silva. Sin embargo, sí son destacadas mediante cursiva ciertas informacio-
nes (sinónimos o equivalentes), como por ejemplo bajo abadejo: «s. m. Peixe que outras
chamão Badejo. Insecto, por outro nome Vaca Loura (Pinto, 1832: A)».
La cursiva también señala los sentidos figurados de la entrada o lema:
Gagosa, s. f. No jogo do trinta e um, e outros semelhantes, levar o bolo a gagosa se diz
do que o gana, sendo pè, depois dos parceiros terem passado. Fig. Levar á gagosa, se
diz do que consegue huma cousa sem trabalho, etc e com perda de outrem (Pinto,
1832: Letra G).
En cuanto a las entradas, Silva Pinto separa ciertos diminutivos cuando integran
unidades fraseológicas, como, por ejemplo, bajo Igrejinha «s. f. Dimin. De Igreja. Des-
manchar a igrejinha, Desfazer o intento, a obra, a pretenção» (Pinto, 1832: Letra I).
Por otro lado, en el sistema de remisiones internas —establecido mediante el ver-
bo «ver» abreviado—, es frecuente que la remisión contenga datos lingüísticos que pare-
cen ofrecer pistas para al estudio de la variación lingüística. Ejemplo de ello es la entrada
siguiente: «Chusma, s. f. V Churma.» Morais ya hacía la misma remisión, añadiendo una
autoridad literaria que el lexicógrafo brasileño no incluye.
Después de este repaso a algunos de los aspectos externos e internos del Diccio-
nario da Lingua Brasileira, se analiza la construcción del enunciado lexicográfico, en lo
que concierne a la definición (Lara, 2004). Copiando a Morais Silva, Silva Pinto presenta
tanto sinónimos o equivalentes como perífrasis que pueden ser descriptivas —es decir,
una descripción física o instrumental del referente— que muchas veces se realizan con
recurso a un género próximo (Gonçalves, 2009). Algunas entradas recogen únicamente
una variante de la misma palabra, como se comprueba en «Choisa, s. f. O mesmo que
chousa».
Además de una definición por género próximo, la misma entrada puede añadir
información interesante para el estudio de la variación, como se nota en Chupamel, que
nos muestra como el tipógrafo de Ouro Preto simplificó el enunciado, más extenso y más
culto, de Morais:
Si los ejemplos anteriores demuestran que Silva Pinto copió a Morais, recortando
el enunciado de éste hasta dejar la información esencial para un lector no muy exigente
y poco culto, lo cierto es que el tipógrafo tampoco se limitó a copiarlo, pues también se
registran casos de alguna que otra incorporación a la nomenclatura y, en particular, in-
clusión de datos que no figuraban en Morais. En efecto, aunque la definición de cidreira
en ambos casi coincide, el tipógrafo de Ouro Preto incorpora una referencia al lenguaje
técnico de los boticarios, si bien éste no aparecía entre sus abreviaturas:
Véanse los siguientes ejemplos de otros lenguajes técnicos, con o sin marcación
propia:
Caomelanos., s. m. plur. Na Medicina são este nome ao Mercurio doce, sublimado atè
quatro vezes, e mais.
Por otra parte, algunas diferencias entre el enunciado de Morais y el de Silva Pin-
to podrán interpretarse como un intento de ofrecer al lector menos culto una definición
más asequible o conforme con la realidad brasileña. Es el caso de sustitución de «rusti-
cos» por «camponezes» en la marca diastrática:
322
Contribución al estudio de la lexicografía del portugués de Brasil: el Diccionario da Lingua Brasileira (1832)
De los muchos aspectos que valdría la pena resaltar aquí se destacan los siguien-
tes: la marcación diacrónica y, en particular, la marcación regional o diatópica. La marca
visual de las palabras antiguas incluidas en el Diccionario da Lingua Brasileira es, como ya
se ha dicho, una estrellita antes de la palabra entrada. No deja de ser curioso que el tipó-
grafo haya mantenido tales palabras cuando tuvo que recortar no solo la nomenclatura,
sino también el enunciado. Entre los muchos ejemplos de palabras antiguas registradas,
véanse las siguientes bajo la Letra C:
Gaipeiro, adj. No Minho dão este epitheto aos que são amigos das uvas.
Gaipo, s. f. No Minho, escadea d’uvas.
3. Conclusiones
Los datos aquí expuestos demuestran que la importancia del Diccionario da Lingua Bra-
sileira es doble pues si una parte tiene valor histórico, cultural y simbólico, ya que señala
el inicio de publicación autónoma de diccionarios, por brasileños y en tierras brasileñas,
por otra parte muestra que, en la historia de la lexicografía, cada nuevo eslabón –sea un
plagio o una copia– se asienta en los anteriores, en un juego de ampliación, restricción y
refundición que ni siquiera las nuevas tecnologías han interrumpido. Aunque la obra de
Silva Pinto no es original, por su título y por haber sido publicado en Ouro Preto, posee
un indudable valor simbólico, ya que en el plano lingüístico no se puede concluir que re-
presente un corte con la tradición portuguesa. Por otra parte, si bien la obra de Silva Pinto
atestigua el desarrollo de la imprenta en este país, no es un verdadero diccionario del
portugués brasileño, puesto que no incorpora el diferencial léxico (los «brasileirismos»)
de la variedad americana para marcar distancias con respecto al portugués lusitano. De
hecho, Silva Pinto no amplió el número de palabras brasileñas antes incorporadas por
Morais Silva, también brasileño, sino todo lo contrario, pues, además de reducir el nú-
mero de lemas presentado por su antecesor, simplifica la microestructura, retirándole el
cuño culto y el lastre literario. No obstante, mantiene algunas marcas diatécnicas y de uso
que podían ser útiles en la enseñanza y para un lector con menor grado de exigencia.
Con estos datos de orden metalexicográfico y lexicológicos, se habrá aportado un
grano más al conocimiento del primer diccionario de la lengua portuguesa impreso en
tierras de Vera Cruz.
4. Anexo
5. Referencias bibliográficas
A, P. M. B de. (2009). Hum diccionario sem auctor versus hum ‘auctor’ com dicciona-
rio. Rio de Janeiro: Non edictandi.
C, O. F. (2008). «Os nomes da língua e desdobramento do debate sobre a língua
brasileira no século », Revista do IEB, 47, set, pp. 139–160.
324
Contribución al estudio de la lexicografía del portugués de Brasil: el Diccionario da Lingua Brasileira (1832)
326
Materiales lexicográficos «escondidos» del ámbito
médico-farmacéutico: la obra de Esteban de Villa*
0. Introducción
Además de los repertorios lexicográficos de contenido especializado, publicados en si-
glos pasados de forma independiente, existen materiales que han aparecido a lo largo
del tiempo formando parte de la estructura de otras obras. Por esa razón, en muchas
ocasiones han permanecido ocultos y, al no saber de su existencia, no se han tomado en
consideración a la hora de formular hipótesis generales sobre los inicios y el desarrollo
de la lexicografía especializada. Como tampoco se ha contado con ellos, obviamente, a
la hora de estudiar el léxico técnico de una determinada época. De ahí que sea tan im-
portante ir descubriéndolos e ir analizándolos, con el fin de afinar cada vez más nuestro
conocimiento sobre la historia de la metalexicografía científica.
De acuerdo con ese propósito, y en el seno de nuestro proyecto de investigación,
del que una de las líneas más importantes de trabajo consiste justamente en buscar e
identificar todos los repertorios de este estilo que podamos, vamos a rescatar y presentar
en esta ocasión algunos materiales de interés lexicográfico incluidos en las obras de un
boticario considerado entre los más prestigiosos de la España del siglo : Fray Esteban
de Villa, que ejerció su profesión durante casi medio siglo en la Botica del Monasterio de
San Juan de Burgos.
*
La investigación necesaria para realizar este trabajo se ha financiado con la ayuda procedente del proyecto de investigación
FFI2008-03045 titulado Lexicografía y Ciencia. Los repertorios peninsulares de interés lexicográfico-científico aparecidos
hasta el siglo : identificación, catalogación y estudio de la terminología contenida en ellos, del Ministerio de Educación y
Ciencia, integrado en la Red Temática Lengua y ciencia (FFI2009-05433-E), así como con la ayuda de la Junta de Castilla y
León al GR38, grupo de investigación de excelencia de Castilla y León.
328
Materiales lexicográficos escondidos» del ámbito médico-farmacéutico: la obra de Esteban de Villa
Estas ideas de Esteban de Villa quedaron reflejadas en sus escritos, pues además
de regentar la Botica de San Juan de Burgos y de practicar la farmacia con gran esmero,
fue autor de numerosas obras, en cuya redacción seguramente le sirvió el importante fon-
do de textos médicos y farmacéuticos —tanto manuscritos como impresos— atesorados
en la Biblioteca del Monasterio, de muchos de los cuáles deja constancia en la Tabla de
los libros presente en la primera parte de su Examen de Boticarios. Entre esa abultada
producción literaria, nosotros nos quedaremos con su Ramillete de plantas, el Libro de
simples incógnitos en la medicina y su Examen de boticarios, destinados a orientar de un
modo u otro a las personas dedicadas al estudio y a la práctica de la Farmacia. Es en ellos
donde se encuentran escondidos los textos que nos interesan: dos alfabetos de simples
y un inventario de sucedáneos o quid pro quo, además de dos antidotarios.
2. Materiales lexicográficos
2.1 En el ‘Ramillete de plantas’
El primero de los alfabetos de simples, que es uno de los materiales más interesantes
de entre los citados, se encuentra incluido en el Ramillete de plantas, impreso en Burgos
en 1637, que contó con una segunda edición, también burgalesa, tan sólo nueve años
después. Con este trabajo Esteban de Villa demuestra tanto su excelente conocimiento
de los simples medicamentosos y de las autoridades que se han ocupado de ellos en la
Antigüedad, Edad Media y Renacimiento, como su inclinación hacia las teorías químico-
farmacéuticas y el uso de productos químicos activos en medicina, obtenidos a través de
una serie de operaciones, que describe en un capítulo del texto especialmente dedicado a
ellas: amalgamación, calcinación, precipitación, decantación, fermentación, etc.
El Ramillete se divide en tres partes: la primera, dedicada a las plantas en general
(su origen, influencia de los astros, partes útiles en medicina...), que no guarda relación
con lo que aquí tratamos. La segunda sí, porque es —como decimos— un alfabeto de
simples o simplario, donde se analizan de forma minuciosa 45 plantas, ordenadas alfa-
béticamente: desde axenxo, abrotano, aristoloquia, apio, asparrago, artemissa... hasta rosa,
ruda, siempreviva, solatro, satirion y turbit. La razón de ocuparse específicamente de estos
45 simples es que estima que puede haber errores y equivocaciones en lo que a su aplica-
ción terapéutica se refiere, por las diferentes interpretaciones que se pueden haber dado
a lo largo del tiempo sobre su uso y virtudes curativas. Por eso, al modo de los alfabetos
de simples medievales, ofrece para cada una de dichas plantas los diferentes nombres
por los que se las conoce, deteniéndose en analizar la posible procedencia de los mis-
mos; los diferentes géneros y especies existentes; para pasar a continuación a presentar
la discusión sobre las virtudes medicinales de cada una, aportando lo que han escrito al
respecto los diferentes autores. Unos autores que van desde los más clásicos de entre los
antiguos —Dioscórides, Teofrasto, Galeno o Avicena— hasta los más cercanos —Ma-
tiolo, Laguna, Fucsio, Garcia de Orta, Valles o Cesalpino—, lo que pone de manifiesto su
gran conocimiento libresco a propósito de la res herbaria, así como su interés en dilucidar
los auténticos efectos curativos de las plantas, a la luz de lo expuesto por los diferentes
autores. Precisamente es la inclusión de los autores renacentistas más importantes que
se ocupan del tema lo que le da mayor valor a este simplario que, como hemos señalado,
entronca perfectamente con una tradición mantenida durante siglos, desde que aparecie-
ran los primeros compendios sobre plantas medicinales, con el de Dioscórides a la cabeza,
elaborado en el siglo de nuestra era. La tercera parte del Ramillete, con la que concluye,
es un antidotario que complementa y completa la información aportada en los capítulos
anteriores y mediante la que pretende «poner orden» en algo tan dispar como era hasta
entonces la fabricación de los compuestos. Como él mismo lo señala en el comienzo de
esa tercera parte:
Por dar atado este Ramillete he querido tratar de todos los compuestos, que son el agre-
gado de las Plantas que arriba quedan cada una de por sí: porque los que professan la
Farmaceutica no les falte a la mano lo que para la theorica, y practica della ha parecido
necessario: y para que todos tengan un formulario con las recetas de los Autores origina-
les mas corrientes [...] porque de aqui adelante no se compongan ad libitum, y entre los
Boticarios aya mas conformidad que hasta aora, y las medicinas guarden un mismo color,
y consistencia [...] Y assi ruego mucho a los señores Prothomedicos, aprueben esta elec-
cion, mandando se guarde esta uniformidad que pretendo, para que los medicamentos
obren en todos de una manera [...]
sería muy conforme a la razón que los tímidos depusiesen todo el recato y miedo que
suelen tener tan grande, cuando no se atreven a ordenarlos aunque vean morirse a los
enfermos con que los privan a veces de los mayores auxilios que la química tiene para
vivir (Villa, 1643: 8).
De las dos partes que conforman el libro, la que para nosotros es relevante es la
segunda: el famoso «Tratado de incógnitos», formado por 21 capítulos que configuran un
auténtico alfabeto de simples; en este caso, de simples incógnitos. En el primero de esos
capítulos Esteban de Villa se pregunta, como ya lo hiciera Andrés Laguna en su versión
castellana del tratado de Dioscórides, qué puede haber sido de aquellos medicamentos
que conocían y usaban los antiguos, pero que en su época se desconocen. Es decir, los
que él llama «incógnitos». Encuentra una triple respuesta para esa pregunta: en algunos
casos puede ser que se hayan «perdido totalmente de vista con su mudança», porque las
330
Materiales lexicográficos escondidos» del ámbito médico-farmacéutico: la obra de Esteban de Villa
plantas de las que se extraían hayan sufrido mutaciones y ya no existan. Otros incógnitos,
en segundo lugar, pueden serlo «por la confusion con que se trata dellos», debida general-
mente a los nombres y las expresiones que los designan. En este caso, por tanto, se trataría
de una confusión de tipo lingüístico, denominativo. Finalmente, otros serán incógnitos
simplemente «porque no los buscamos» o, tal vez, por su falta de acción (Villa, 1643: 2).
Será de estos segundos y terceros –puesto que para los primeros, dice, ya no hay reme-
dio– de los que se ocupe, por orden alfabético, a lo largo de los veinte capítulos siguien-
tes: desde el aspalatho, que es el primero, hasta la zedoaria, que es el último, ofreciendo
—como lo hacía en el simplario incluido en el Ramillete de simples al que nos acabamos
de referir— un estudio exhaustivo de 20 plantas, de las que allega los diferentes nombres
con que se han designado a lo largo del tiempo y que el boticario de Burgos ha logrado
reunir; su procedencia geográfica; sus virtudes curativas, según las plantean los diversos
autores que se han ocupado de ellas, así como sus cualidades (caliente, seca, húmeda...) y
los grados (primero, segundo, tercero...) en que las poseen; para ocuparse, por último, de
los posibles sustitutos que pueden tener, es decir los famosos quid pro quo, según se con-
signa en los textos más importantes que han versado sobre el asunto. Algo, que le da pie
para argumentar contra el uso en general de tales sustitutos, así como para dejar patente
su excepticismo respecto a la atribución que se le suele hacer a Galeno del Tratado de quid
pro quo más conocido de la historia, pues
un Autor tan clasico como el Galeno no es de creer pusiera tan disparatados substitutos
como estos: por tierra lemnia, que es cordial, la sandaracha que es veneno; por cicuta en
tercero grado fria ò mas, la simiente del culantro caliente en el mismo grado [...] y otros
a este tono con que Julio Marciano su interprete no desacredita poco sus obras (Villa,
1643: 11).
de determinados capítulos incluidos en tales libros, las normas para la preparación de los
medicamentos, los productos que se deben utilizar, etc., constituyendo la segunda parte
—como decíamos— un antidotario que recoge lo que los autores más importantes se-
ñalan acerca de la confección de determinados medicamentos, aunque también aspectos
generales y particulares de diversas plantas medicinales.
La completísima información que ofrece el resto de la obra se complementa, si-
guiendo la tradición de otros textos similares de épocas precedentes, con sendos capítu-
los: uno, dedicado a las pesas y medidas, en el que expresa su apoyo razonado al intento
de normalización a este respecto defendido por Francisco Valles, por encargo del rey; el
otro, dedicado a los sucedáneos o Quid pro quo, donde recoge el inventario de sustitutos
de los medicamentos simples más conocidos, de acuerdo con lo que indican los distintos
autores. Y así, por orden alfabético, ofrece tales sustitutos, junto al nombre de las auto-
ridades que supuestamente los avalan, entre los que una vez más se encuentran los más
clásicos junto a los más modernos —aunque sea Galeno el más citado—, como vemos en
el siguiente ejemplo:
* * *
Descritos someramente los materiales que nos interesaban —y esa era aquí nues-
tra única intención, porque nuestro trabajo no ha hecho más que empezar—, nos queda
por delante mucha tarea que realizar, como, por ejemplo, buscar las posibles influencias
que recibió Esteban de Villa a la hora de elaborar sus materiales, así como las que él
mismo pudo dejar sobre otros autores posteriores. Todo ello con el fin —y esa es nuestra
motivación fundamental— de mejorar el conocimiento que podamos tener de todas estas
obras de modo que podamos ir trazando una línea clara que conecte el trabajo lexicográ-
fico especializado en castellano —en este caso, del ámbito médico-farmacéutico— inicia-
do a finales del medievo con el desarrollado durante el Renacimiento y primera parte del
siglo . Pero eso será ya objeto de otro estudio.
3. Referencias bibliográficas
B J, F. J. (1942). «El libro de Fray Esteban de Villa, Ramillete de Plantas»,
Anales de la Real Academia de Farmacia, 3, pp. 145–154.
D V, E. (1632). Examen de boticarios. Burgos: Pedro de Huydobro.
D V, E. (1637). Ramillete de plantas. Burgos: Gómez de Valdivieso.
D V, E. (1643 y 1654). Libro de simples incógnitos en medicina, 2 vols. Burgos: Gó-
mez de Valdivieso.
332
Materiales lexicográficos escondidos» del ámbito médico-farmacéutico: la obra de Esteban de Villa
F J, G. (1986). Historia general de la Farmacia: el medicamento a través del tiempo,
2 vols. Madrid: Sol S. A.
G G, M. A. (1995): «Prólogo». En: Esteban de Villa: Libro de simples
incógnitos en la medicina. Burgos: Colegio Oficial de Farmacéuticos.
P, E. (1983). Villa, Esteban de. En: L P, J. M.; G, T. F.; N-
, V.; P, E. Diccionario histórico de la ciencia moderna en España, 2 vols.
Barcelona: Península, II, pp. 416–418.
0. Introducción
Los manuscritos de cortes de cantería del Renacimiento español, frente a los textos de
otras disciplinas artísticas, como la arquitectura, son unos grandes desconocidos en ám-
bitos filológicos.
Gracias al futuro Diccionario de la Técnica del Renacimiento, proyecto realizado
a cabo en el Centro de Investigaciones Lingüísticas de la Universidad de Salamanca, los
vocablos especializados de las diversas técnicas desarrolladas en la España de los siglos
y tendrán su lugar dentro de la lexicografía especializada.
Una de las áreas más ricas es la de la construcción, donde figuran vocablos de la
arquitectura, la carpintería o, la que nos ocupa en el presente texto, la cantería. Dos son
los únicos manuscritos, fechados a finales del siglo , centrados únicamente en la cante-
ría, debidos a los autores jaeneses Alonso de Vandelvira y Ginés Martínez de Aranda. El
del ubetense Vandelvira, Libro de traças de cortes de piedras (c. 1591), fue editado en ver-
sión facsímil en el año 1977 (Barbé-Coquelin de Lisle, 1977); la copia manejada se con-
serva en la Biblioteca de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad
Politécnica de Madrid, signatura R 10. El del baezano Martínez de Aranda, Zerramientos
i trazas de montea (c.1599), fue publicado, también en versión facsímil, en el año 1986
(Martínez de Aranda, 1986); la copia consultada se encuentra en la Biblioteca Central
Militar del Instituto de Historia y Cultura Militar de Madrid, signatura Ing. 6-12-14.
Tanto en el Libro de traças de cortes de piedras, del ubetense Vandelvira, como en
los Zerramientos y trazas de montea, del baezano Martínez de Aranda, figuran algunas
unidades fraseológicas en las que en esta ocasión nos centramos: los compuestos sintag-
máticos que incluyen entre algunos de sus componentes un topónimo.
* Este trabajo se inserta dentro del Proyecto de Investigación FFI2010-16324 (Dirección General de Investigación y Gestión
del Plan Nacional I+D+I del Ministerio de Ciencia e Innovación).
A pesar de que muchos términos del arte de la traza española pudieran remontarse a
la lengua francesa introducida en el castellano por canteros de allende de los Pirineos
desde el siglo , no puede establecerse para la arquitectura levantina o castellana de los
siglos o una dependencia servil respecto a Francia [...]. Muchas de [las trazas de
montea], a través de sus referencias geográficas, pueden vincularse con Montepellier [...],
o Sant-Gilles de Gard pero también a Mallorca, a Murcia, o La Guardia de Jaén [...].
Como veremos, son algunos de estos topónimos los que son escogidos por los
autores jaeneses para dar nombre a los modelos de traza.
336
Compuestos sintagmáticos toponímicos en la designación de modelos de cantería del Renacimiento español
arquetipo para aplicarlo en otras obras de cantería, fue tomado de la localidad represen-
tada por el topónimo.
La base de estos compuestos sintagmáticos designa dos tipos de referentes: en
primer lugar, la bóveda, que también es denominada capilla, o bien ochavo —en este caso,
la bóveda octogonal u ochavada— o bien trompa, para denominar la bóveda voladiza
fuera del paramento de un muro. El otro tipo de base designa la escalera de caracol, deno-
minada simplemente caracol, o bien vía.
Los compuestos sintagmáticos son los siguientes, acompañados de una de sus
ocurrencias:
1. Bóveda de Murcia: «Puédese cerrar tanbién esta capilla de la manera que la bó-
beda de Murçia, y que no suba más su montea que la cercha de su fundamento,
ya sea por dobelas, ya sea por cruçeros» (Vandelvira, c. 1591: fol. 76v).
2. Capilla de Cuenca: «La qual se traça como dicho tengo en la capilla de Qüenca,
en la qual cercha A as de repartir las molduras que bien te parecieren, que
miren açia arriba porque agan artesón [...]» (Vandelvira, c. 1591: fol. 111v).
3. Capilla de Murcia: «Puédese çerrar una capilla obal a manera de la capilla de
Murcia, açiendo un arco a un lado y otro al otro, como pareçen los señalados
con las A A » (Vandelvira, c. 1591: fol. 71v).
4. Caracol de Mallorca: «Y porque en el caracol de Mallorca de atrás enseñé de
la manera que se an de acoplar y revirar en la piedra, no gastaré en éste más
tiempo, porque unas traças ban dando luz a otras» (Vandelvira, c. 1591:
fol. 104v).
5. Ochavo de La Guardia: «La qual sirve para bolber un quadrado en redon-
do y sobre las pechinas torre cavadas çerrar alguna capilla redonda, como
el ochabo de la Guardia, que diré adelante se puede çerrar» (Vandelvira, c.
1591: fol. 12r).
6. Trompa de Montpellier: «Otros llaman a esta pechina trompa de Monpeller»
(Vandelvira, c. 1591: fol. 15v).
7. Vía de San Gil: «En la plana pasada e dicho la manera que se tiene de traçar la
vía de San Gil, en quanto a la planta, y arco y capialço» (Vandelvira, c. 1591:
fol. 53r).
Estas denominaciones figuran sobre todo en el Libro de traças de cortes de piedras de
Vandelvira y están menos presentes en los Zerramientos y trazas de montea de Martínez de
Aranda. Dichas unidades presentan, entre sus componentes, topónimos españoles (Mur-
cia, Cuenca, Mallorca y La Guardia de Jaén) o franceses (Montpellier y Saint Gilles).
çia» (Vandelvira, c. 1591: fol. 103v). Dicho ejemplo perdura hoy en día en el ábside de la
Iglesia Parroquial de La Guardia de Jaén.
En otros ejemplos, en cambio, es necesario acudir, por lo general, a los historiado-
res del arte, que son los que nos ofrecen interpretaciones de los modelos arquitectónicos.
Así ocurre con la capilla de Cuenca, que se refiere a la bóveda que cubre la capilla de los
Muñoz de la catedral conquense.
La bóveda o capilla de Murcia corresponde a la bóveda de la capilla de los Junte-
rones de la catedral murciana2. Uno de los mayores estudiosos del manuscrito de Ginés
Martínez de Aranda, el profesor José Calvo López, en un artículo sobre la puerta de la
sacristía de dicha catedral nos dice: «es una de las cuatro piezas españolas, entre diez
europeas, que han merecido el raro honor de dar el nombre de su ciudad a una traza: el
arquetipo de la Bóveda de Murcia» (Calvo, Alonso y López, 2004: 9). Es decir, que ese
raro honor corresponde, según los estudiosos de la estereotomía, únicamente a cuatro
topónimos españoles (desconocemos si se refiere a Cuenca, Murcia, La Guardia de Jaén
y Mallorca), además de otros seis topónimos extranjeros, de los que dos —los franceses
San Gil y Montpellier—, fueron reflejados en los manuscritos españoles renacentistas.
Respecto al otro compuesto sintagmático con topónimo español, caracol de Ma-
llorca, no podemos ofrecer informaciones seguras acerca de la escalera que debió de existir
en algún edificio de la isla balear que dio lugar a esta denominación. Esta estructura figura
también en el manuscrito del baezano Martínez de Aranda: «Caracol de oxo, que diçen de
Mallorca» (Martínez de Aranda, c. 1599: 246)3.
Desde que es citado por Philibert de l’Orme, el aparejo de la llamada Vis de Saint Gilles
aparecerá persistentemente en la tratadística del corte de piedras hasta el siglo . La es-
calera de caracol de la abadía de Saint Gilles, cerca de Avignon, modelo que da nombre a
la forma, será mítico lugar de peregrinación de los canteros durante siglos. Es un husillo o
escalera de caracol abovedado con un cañón helicoidal que sigue la ascensión [...]. Formó
parte del antiguo templo de la abadía, del que sólo queda esta ruina cilíndrica erecta. De
las visitas de viejos admiradores dan fe las inscripciones hermosamente labradas sobre
el cilindro de piedra, que encuentra el visitante al llegar a los últimos peldaños (Rabasa,
2000: 31–32).
2 «Corresponde a la capilla de D. Gil Rodríguez de Junterón de la Catedral de Murcia. Es la cuarta capilla desde los pies de la
nave de la Epístola de la catedral murciana, realizada hacia 1530 por Jerónimo Quijano, cubierta por una bóveda con nervadu-
ras y decoración de relieves con monstruos, bichas, escudos, candelieri, etc.» (Santiago, 2003: 351–352).
3 Es interesante la presencia de Mallorca entre los topónimos, pues no son ajenas estas estructuras entre constructores mallor-
quines, donde existen expresiones como cap-i-alt de Marsella, cap-i-alt de Montpeller y cap-i-alt de Sant Antoni, que figuran en el
Diccionari de l’art i dels oficis de la construcció de Miquel Fullana i Llompart (1995).
338
Compuestos sintagmáticos toponímicos en la designación de modelos de cantería del Renacimiento español
El empleo de las voces trompa y vía es muy destacable, pues son unas de las prime-
ras ocurrencias de estos vocablos en su sentido arquitectónico, en ambos casos, con origen
francés: vía, a partir de vis (que no ha perdurado en nuestra lengua), y trompa, tomado de
trompe (tecnicismo que se mantiene hoy en día)4.
La búsqueda ha sido, por lo general, infructuosa, pues apenas figuran en los re-
pertorios léxicos de los siglos y estas voces. Así ocurre con todas las unidades
fraseológicas con topónimos españoles: no hay rastro en estos diccionarios de bóveda o
capilla de Murcia, Cuenca, Mallorca, así como de ochavo de La Guardia. Tampoco de una
de las unidades lexicográficas con topónimos franceses: trompa de Montpellier.
En cuanto a vía de San Gil, sólo ha sido productivo el diccionario de Adeline, de
finales del siglo , traducción de un diccionario francés, donde se menciona:
Se da a veces el nombre de caracol de San Gil a las escaleras de piedra construidas de tal
suerte que sus escalones tienen por punto de partida un nabo macizo o hueco, sean los
escalones monolitos o no. [...] Pero el verdadero caracol de San Gil o bóveda de San Gil
[procede] del modelo de la escalera ejecutada por la primera vez en el priorato de este
nombre, cerca de Nimes, debe estar hecho con materiales aparejados de tal manera que la
concha que hay debajo tiene aspecto de bóveda (Adeline, s. v. escalera de caracol).
3. Conclusiones
Consideramos que las investigaciones centradas en la presencia de este tipo de unida-
des plurilexemáticas en las diversas técnicas renacentistas podrían ayudar a demostrar
el prestigio de diferentes zonas geográficas que pudieron influir en la importación de
préstamos. Así ha ocurrido con los topónimos reflejados en las expresiones trompa de
Montepellier y vía de San Gil, ambos franceses, como muchos de los tecnicismos más
destacados de esta técnica (por ejemplo, dovela o bolsor, que denotan la piedra sobre la
que trabaja el cantero; o bien baivel y saltarregla, como herramientas más empleadas por
estos profesionales).
En cuanto a los topónimos españoles, de zonas diferentes como las Islas Baleares
(Mallorca), Murcia, Castilla La Mancha (Cuenca) o Andalucía (La Guardia de Jaén),
parecen corresponder a zonas de tradición canteril y con edificaciones relevantes no sólo
dentro de la historia del arte, sino también para el desarrollo de la cantería gótica y rena-
centista. Sin embargo, no parece que ninguna de ellas funcionara como foco difusor tanto
de ideas y modelos como de voces del corte y labra de la piedra.
Desgraciadamente, las denominaciones empleadas por Vandelvira y Martínez de
Aranda no tuvieron continuidad en la lexicografía especializada. Desconocemos si las ex-
presiones como bóveda de Murcia, bóveda de Cuenca, escalera de caracol de Mallorca o bóve-
da ochavada de La Guardia figuran en los numerosos documentos artísticos renacentistas
menos empleados por filólogos y que quedan por transcribir, los cuales podrían ayudar
a obtener más informaciones acerca del léxico de esta técnica. No olvidemos que esta
técnica estaba caracterizada por su secretismo y por ser una labor artesanal transmitida
generalmente de manera oral y sólo dentro de los gremios de canteros.
4. Referencias bibliográficas
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nismo.
342
La obra lexicográfica de Domínguez: del Diccionario
francés-español y del Diccionario Nacional*
S I M
Universitat Rovira i Virgili / Grupo NEOLCYT
0. Introducción
Ramón Joaquín Domínguez es uno de los lexicógrafos más interesantes del siglo
español, tanto desde el punto de vista personal como por su labor lexicográfica. En el
primer aspecto, como ya aparece destacado en los trabajos, ya clásicos, de Manuel Seco,
Domínguez destacó por militar en el partido liberal, lo que le llevó a una lucha política
que desembocó en su muerte en el levantamiento del 7 de mayo de 1848, en Madrid. Esta
actitud comprometida es la que marca, también, sus obras lexicográficas, en el sentido de
que se trata de diccionarios en los que la subjetividad (sobre todo en artículos relaciona-
dos con la política o la religión) está muy presente.
Hay que tener en cuenta que Domínguez se ocupó ampliamente de la enseñanza
del francés. Cazorla (2002a: 547) indica que fue profesor particular de francés a mayores
de dieciséis años. De todas formas, Domínguez es conocido, sobre todo, por su trabajo
como lexicógrafo, en mayor grado por su diccionario monolingüe titulado Diccionario
Nacional, aparecido en 1846–47. Fue este un diccionario muy conocido en su época,
alcanzando más de diecisiete reediciones en la segunda mitad del siglo , compitiendo
solo con el de la RAE. Pero, de hecho, antes de la aparición de su diccionario monolingüe,
Domínguez había publicado ya sus obras relacionadas con el francés: fue autor de una
Nueva gramática francesa aparecida en 1844 en Madrid y de unas Reglas de ortografía
francesa en 1845, año de publicación, también del Diccionario universal español–francés y
francés-español1, un diccionario bilingüe publicado en su primera edición en 6 tomos (tres
* Este estudio se inserta en el marco del proyecto de investigación Diccionario histórico del español moderno de la ciencia y de la
técnica (fase avanzada), desarrollado por el grupo NEOLCYT (http://seneca.uab.es/neolcyt), Grupo Consolidado de la Ge-
neralitat de Catalunya (2009SGR-937) y financiado por el Ministerio de Educación y Ciencia (FFI2010-15240). Este grupo
participa en la Red Temática «Lengua y ciencia» (FFI2009-05433-E).
1 El título completo es Diccionario universal español-francés y francés-español, por una sociedad de profesores de ambas lenguas, bajo
la dirección de D. Ramón Joaquín Domínguez. Comprende, no solo las voces de los diccionarios de las dos Academias, sino también
todos los términos de Literatura, de Historia, de Filosofía, de Matemáticas, de Economía Política, de Diplomacia, de Táctica Militar,
de Química, de Mineralogía, de Botánica, de Zoología, de Cirugía, de Medicina, de Sagrada Teología, de Derecho Canónico, de Sectas
religiosas, de Jurisprudencia, de Agricultura, de Geografía, de Astronomía, de Mitología, de Comercio, de Marina, de Artillería, de
Fortificación, y demas facultades, sin omitir el tecnicismo de todas las artes.
Por un lado, el autor destaca la necesidad de contar con obras como el diccionario
bilingüe para mejorar las traducciones que del francés y del español se hacen en uno y
otro país. Por otro, la preocupación sobre la incorporación del léxico científico y técnico
al diccionario, como reflejo de todas las categorías sociales y ramas del saber2.
Es esta una de las características que determinan ambas obras y su carácter en-
ciclopédico. Ha sido este un aspecto muy tratado en los estudios sobre el Diccionario
Nacional que lo vincula con la tradición lexicográfica francesa heredada de la Encyclopedie
del siglo , modelo de lo que serían las enciclopedias posteriores y de obras france-
sas como las de Bescherelle o Boiste. Pero para el Diccionario Universal de Domínguez,
esta característica es mucho más relevante, puesto que, como indica Bruña (2003: 285),
«lo realmente nuevo en su enciclopedismo es el hecho de que tales términos técnicos
o científicos no aparecen simplemente traducidos al otro idioma, sino que, además, su
2 Pueden recordarse aquí las palabras de Domínguez en su prólogo al Diccionario Nacional: «Nadie pone en duda la necesidad
que hay en España de un Diccionario que esté al nivel de la altura á que en menos de un siglo han llegado todos los ramos del
saber humano. […] Las ciencias se han enriquecido con millares de descubrimientos, cada uno de los cuales ofrece al hombre
otros tantos objetos nuevos que debe conocer y clasificar, necesitando para esto darles una nomenclatura que los distinga entre
sí. Las artes, la agricultura, el comercio, y por último, todo lo que el hombre conceptúa que puede serle útil ó necesario, recibe
cada día un nuevo impulso que, aunque no siempre lo perfecciona, lo modifica y á veces lo trastorna en términos de hacerlo
variar en su misma especie. […] Hé aquí la razon de ese cambio que de una generación á otra se observa en los usos, en las
costumbres y en el lenguaje de una misma nacion, de una misma provincia, de un mismo pueblo.»
344
La obra lexicográfica de Domínguez: del Diccionario francés-español y del Diccionario Nacional
significación se halla en cada caso ampliamente explicada [...]». Esto es así no solo para
las voces técnicas, sino para todas aquellas que se encuentran en el diccionario. Véase el
siguiente ejemplo:
Sobre las fuentes consultadas para la redacción de este diccionario, indica Do-
mínguez lo siguiente en el prólogo:
No concreta nombres Domínguez en esta alusión a las fuentes, pero, sin duda, se
trata de las mismas de las que se nutre también el Diccionario Nacional: Boiste y Besche-
relle como principales fuentes francesas y Terreros y la Academia como fuentes lexico-
gráficas españolas.
Así, el Diccionario Universal de Domínguez se caracteriza por su enciclopedismo,
debido, en gran parte, a la inclusión de numerosos términos científicos y técnicos, y a su
afán acumulativo, tanto en la ampliación de la nomenclatura como en la de los ámbitos
de especialidad seleccionados para ser incluidos en el diccionario. Pero también comparte
con el Diccionario Nacional otros elementos como la subjetividad, que marcan la idiosin-
crasia de ambas obras lexicográficas.
Las ciencias se han enriquecido con millares de descubrimientos, cada uno de los cuales
ofrece al hombre otros tantos objetos nuevos que debe conocer y clasificar, necesitando
para esto darles un anomenclatura que los distinga entre sí. Las artes, la agricultura, el
comercio, y por último, todo lo que el hombre conceptúa que puede serle útil o necesario,
recibe cda dia un nuevo impulso, que aunque no siempre lo perfecciona, lo modifica y a
veces lo trastorna en términos de hacerlo variar en su misma especie.
346
La obra lexicográfica de Domínguez: del Diccionario francés-español y del Diccionario Nacional
A f. Parentesco que se contrae con el matrimonio consumado ó por cópula ilí-
cita, entre el varon y los parientes de la mujer, y entre la mujer y los parientes del
marido.
Sin embargo, la reforma que necesita esta definición no se hizo hasta la edición de
1884 (la duodécima), en la que se puede leer lo siguiente:
Afinidad. (Del lat. Affinitas.) f. […] Parentesco que por matrimonio consumado ó cópula
ilícita se contrae entre el varón y los parientes de la mujer, y entre ésta y los parientes
de aquél.
Por lo que respecta a las fuentes consultadas para el Diccionario Nacional, son
las mismas que se han comentado anteriormente para el Diccionario Universal; esto es,
básicamente, el Dictionnaire National de Bescherelle y el Diccionario de la lengua castellana
de la RAE.
Bescherelle es una de las fuentes más importantes de Domínguez. En algunos es-
tudios previos (Iglesia, 2004 y 2008), el análisis de un corpus de más de 2000 acepciones
relacionadas con la química demostró que más del 60% de estas estaban relacionadas con
el diccionario francés3.
Por su parte, en cuanto al DRAE-1843, se dan dos casos distintos: por un lado,
acepciones en las que Domínguez cita la fuente4, y, por otro, acepciones que, a pesar de
estar totalmente copiadas del diccionario académico, no llevan indicación alguna de la
fuente5.
Así pues, la relación entre estos dos diccionarios y la obra de Domínguez está
clara. Pero, además, en el prólogo del Diccionario Nacional se hace mención expresa a la
relación que se puede establecer entre las dos obras lexicográficas de Domínguez:
[...] El diccionario que tengo el honor de presentar al público es, sin disputa, si no perfecto,
el mas completo de cuantos se han publicado hasta el dia. La publicacion del Diccionario
Universal francés-español y español-frances ha contribuido en gran parte al mejor éxito de
esta nueva publicacion, cuya redaccion ha sido hasta aquí el blanco de mis develos, el obje-
to de mil sacrificios, y lo que lleva consumida la parte mas preciosa de mi juventud [...].
348
La obra lexicográfica de Domínguez: del Diccionario francés-español y del Diccionario Nacional
vechamiento posible de las fuentes y del trabajo realizado. Por ello, es interesante com-
parar los artículos correspondientes a las dos obras de Domínguez con los que aparecen
en sus fuentes, para poder ver cómo se hace dicho aprovechamiento y cuál es la verdadera
relación entre los dos diccionarios de Domínguez.
6 Mientras que los redactores fueran un grupo de lexicógrafos, lo que sí parece confirmarse para el diccionario bilingüe (puesto
que el mismo Domínguez indica que ha sido realizado «por una sociedad de profesores de ambas lenguas, bajo la dirección de
D. Ramon Joaquin Dominguez»), pero que no queda claro para el monolingüe.
El problema aquí, sin embargo, es decidir si esta relación se da porque uno de los
dos diccionarios depende del otro o porque ambos diccionarios tienen la misma fuente.
Por lo tanto, habría que dar un paso más y relacionar las tres obras, de forma que pudiera
darse una visión de conjunto sobre el quehacer lexicográfico de Domínguez. Esto es lo
que voy a intentar desarrollar a través de algunos ejemplos.
En primer lugar, parece claro que Bescherelle es la fuente básica de la que beben
tanto el Diccionario Nacional como el Diccionario Universal, y esto puede verse en ejem-
plos como el siguiente:
La única diferencia entre los tres diccionarios es que el Diccionario Universal incluye
información gramatical sobre el uso adjetivo del nombre en francés. Esta información no es
relevante en el Diccionario Nacional puesto que no es un diccionario bilingüe y esa informa-
ción sobre el uso en francés no tiene sentido. Lo mismo ocurre con el siguiente caso:
350
La obra lexicográfica de Domínguez: del Diccionario francés-español y del Diccionario Nacional
352
La obra lexicográfica de Domínguez: del Diccionario francés-español y del Diccionario Nacional
3. Conclusiones
Por lo que respecta a la descripción de los dos diccionarios de Domínguez, puede con-
cluirse que comparten las características generales siguientes:
En primer lugar, el enciclopedismo heredado de la lexicografía francesa: acumu-
lación de saberes, introducción del léxico científico y técnico en el diccionario. El hecho
de que Domínguez maneje los mismos materiales y las mismas fuentes en su redacción
del Diccionario bilingüe y el monolingüe explicaría que ambos diccionarios compartan
características como el afán acumulativo, enciclopedista, que se concreta en la inclusión
de términos científicos y técnicos con un criterio aperturista muy interesante y en la apa-
rición de desarrollos enciclopédicos en la definición. En ambos diccionarios se produce
la ampliación del vocabulario como consecuencia de la opinión de que un diccionario
debe ser «lo más completo» posible y, para ello, debe incluir «todo aquello que puede ser
de utilidad» para cualquier tipo de usuario. Esta idea que podría pensarse lógica para el
Diccionario Nacional, se encuentra también en el Diccionario Universal, el bilingüe, a pesar
de tener un público algo más restringido.
En segundo lugar, las fuentes lexicográficas: Bescherelle y DRAE-1843. No solo
la misma ideología subyacente determina la relación de las dos obras lexicográficas de
Domínguez, sino que el aprovechamiento de las fuentes por parte de Domínguez es uno
de los elementos que determinan dicha relación. Está claro que Domínguez tuvo en cuen-
ta tanto el Diccionario de Bescherelle, como el DRAE-1843 a la hora de confeccionar sus
obras, aunque el aprovechamiento que se hace de las fuentes en los dos diccionarios de
Domínguez no es el mismo. En ocasiones es difícil establecer la filiación lexicográfica de
una acepción, puesto que no puede determinarse en qué caso se redactó primero, pero
parece que la relación entre el Diccionario Nacional y el Diccionario Universal, en ocasio-
nes, es más estrecha que la que se daría por el uso de las mismas fuentes lexicográficas. Se
ha podido observar que, en algunos casos, una de las obras de Domínguez se convierte
en fuente para la otra, lo que complica mucho establecer la verdadera red de influencias
lexicográficas que se establece entre las cuatro obras analizadas.
El periodo de redacción: en el plazo de tres años aparecen publicadas las dos
obras. Parece que no habría duda de que ambos diccionarios se gestaron a la vez y de que
el aprovechamiento de las fuentes explica, totalmente, la rapidez en la redacción de las dos
obras lexicográficas de Domínguez.
En cuanto al aprovechamiento de las fuentes, se puede observar que el Diction-
naire Nationnal de Bescherelle es una de las fuentes principales de ambos diccionarios,
aunque la importancia del diccionario francés parece más clara en el caso del diccionario
monolingüe de Domínguez y que el bilingüe pudiera basarse en el aprovechamiento tan-
to del diccionario francés como del monolingüe de Domínguez.
354
La obra lexicográfica de Domínguez: del Diccionario francés-español y del Diccionario Nacional
4. Referencias bibliográficas
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0. Introducción
La influencia que unos diccionarios ejercen sobre otros resulta un hecho indiscutible y fá-
cil de comprobar. A menudo, el redactor de un diccionario no era considerado el autor de
la obra que producía, sino el recopilador de un patrimonio léxico común a toda la comu-
nidad de hablantes de una lengua, que veía reflejada en ella su propia identidad cultural
(Lara, 1997: 16–18; 111–112). Es por esa razón que el trasvase de información a partir
de diccionarios ya concluidos no se juzgara como plagio. El diccionario es asumido como
una obra colectiva de naturaleza social. A veces, el uso de una determinada fuente lexico-
gráfica era indicado a través de una cita directa o indirecta. El principio de autoridad que
operaba en la lexicografía ha permitido que en algunos diccionarios las fuentes quedaran
registradas junto a la definición de las voces, dentro de los artículos correspondientes.
Sin embargo, en la mayoría de los casos los repertorios lexicográficos han silenciado las
fuentes, lexicográficas o literarias, que permitieron recoger el uso de las palabras incluidas
en su nomenclatura.
El estudio histórico de un diccionario debe contemplar ese carácter social y cultu-
ral al que nos referíamos anteriormente. La influencia de un determinado repertorio no
debe medirse mecánicamente por el número de unidades que ha pasado a otro repertorio
posterior, ni siquiera en el modo en que fueron copiadas sus definiciones. La ideología, el
contexto histórico y, sobre todo, el concepto de norma asumido por el autor de un diccio-
nario va a determinar de forma decisiva tanto el carácter de su obra como la manera de
adaptar la tradición lexicográfica anterior. En general, no debería hablarse de una influen-
cia acrítica y ciega, sino más bien de una verdadera reelaboración en la forma de ajustar la
información léxica que han proporcionado los diccionarios anteriores.
Con el fin de realizar adecuadamente el análisis de una obra lexicográfica, hay
que partir siempre de la consideración de los objetivos marcados por el lexicógrafo y,
consecuentemente, de los destinatarios a los que iba dirigido el diccionario. Estos puntos
358
Tras la huella del jesuita Esteban de Terreros en la lexicografía hispánica
fin. El Diccionario castellano de Terreros no sólo toma como modelo el repertorio aca-
démico, sino que constantemente se apoya en diccionarios bilingües para confirmar los
equivalentes en las correspondientes lenguas latina, francesa o italiana.
La autoridad del diccionario, sin embargo, se tambaleará en el siglo . Las cau-
sas son diversas, pero bien conocidas. Hasta entonces, la corta vida del Diccionario aca-
démico había transcurrido sin más competencia que la ofrecida por la obra del jesuita
Esteban de Terreros, desaparecida, por cierto, durante varias décadas. Pero el nacimiento
de la llamada lexicografía no académica llevará a un replanteamiento de los principios que
regían hasta entonces los diccionarios. Puesto que nos encontramos en la época marcada
por el movimiento romántico, la individualidad y el yo subjetivo comienzan a manifes-
tarse claramente incluso en una obra como es el diccionario. El criterio de selección de
unidades léxicas se amplió, porque el número de lemas presentes en la nomenclatura se
consideraba una marca de calidad y superioridad con respecto al diccionario rival, repre-
sentado por el Diccionario de la Academia, fundamentalmente. Además, la ascensión de
la clase burguesa, deseosa de adquirir amplios conocimientos de manera eficaz y rápida,
facilitará la creación del diccionario enciclopédico, género lexicográfico característico del
siglo .
En este trabajo queremos analizar la huella que dejó el Diccionario castellano
(1786–93) escrito por el padre Esteban de Terreros, en la lexicografía decimonónica.
Como han destacado ya numerosos investigadores, se trata de una obra excepcional. Las
fuentes de las que bebió ya han sido señaladas en algunos trabajos (Álvarez de Miranda,
1995; Jacinto, 2004; San Vicente, (2004), considerándose el Diccionario de Autoridades
como el modelo más importante, aunque también tomara como fuentes múltiples obras
de la lexicografía francesa. Ahora bien, la asimilación posterior de la obra de Terreros no
ha sido aún señalada de manera significativa en ningún trabajo.
El P. Terréros formó el suyo sobre varios franceses, castellanizando con sobrada facilidad
sus voces, y no pudo darle la última mano, por haberse verificado la expulsión de los
jesuitas ántes de haberlo concluido. No me he fiado por lo mismo de él, sino cuando la
dicción va apoyada en algún autor reconocido por bueno, ó es técnica y lleva el carácter
de no estar tomada del frances (Salvá, 1846: XXX).
360
Tras la huella del jesuita Esteban de Terreros en la lexicografía hispánica
1 Somos conscientes de que definir el Gran Diccionario de la Lengua Española como diccionario histórico resulta todavía ana-
crónico en el marco de la tradición lexicográfica española. Sin embargo, esta obra, aunque inacabada y muy irregular, posee
características de los diccionarios decimonónicos de corte histórico, como son la ostentación de textos literarios de cualquier
época en los artículos lexicográficos, la descripción exhaustiva de acepciones, antiguas y modernas, refranes, frases hechas,
modismos, y la inclusión de arcaísmos, así como de todo tipo de neologismos.
Diego de Torres (Pronósticos del año de 1764) [s. v. abigarrado], Renjifo [s. v. acantica],
Caramuel [s. v. aldran], y Díez Navarro (Cuaderno de la mesta) [s. v. alenguar]. Pero lo
que nos interesa realmente aquí es exponer el juicio emitido por Adolfo de Castro acerca
del Diccionario castellano. Por lo general, Castro muestra desconfianza hacia la obra de
Terreros. Creemos que la base de esta actitud no reside en criterios lingüísticos. Castro
debía conocer la calidad del Diccionario castellano, pero evita en todo caso emitir ninguna
opinión positiva al respecto. Sólo en la voz albatoza Castro alaba la definición dada por
el jesuita, en contra del equivalente dado con anterioridad por el diccionario bilingüe de
Franciosini:
A s. F. (Ant. Náut.) Pequeña embarcación que tenía cubierta. Según la obser-
vación oportunísima de Terreros, Franciosini lo llama equivocadamente navío de
guerra.
En las restantes voces que dejan traslucir la opinión de Castro, sin embargo, ésta
resulta más bien negativa. En los siguientes cinco artículos, Adolfo de Castro repite la
crítica que ya Salvá había lanzado contra el diccionario castellano: le reprocha a Terreros
el haber copiado en exceso algunos diccionarios franceses, especialmente el Diccionario
de Trèvoux:
«A o . Medida de cosas líquida que usan en Amsterdam y contiene 128 mingles.»
Terreros, copiando a Trevoux.
«A n. s. f. Fruta de las Indias Occidentales y de Africa. [...]» Terreros copiando a
Trevoux.
A. [Tabla aritmética; Persio, Marciano Capela, Dufresne] Terreros (copiador peren-
ne de Trevoux).
«A. Especie de ornamento á modo de corona que usaban antiguamente los reyes
de Inglaterra. Tenia la forma de dos coronas.» Trevoux y Terreros.
A, voz de la anatomía, Terreros, copiando diccionaristas franceses2.
En la voz corrulla (ant. náut), Castro quiere poner de manifiesto que el Dicciona-
rio castellano sigue «hasta cierto punto» también al diccionario académico:
Terreros y Pando, siguiendo hasta cierto punto á la Academia, dice que es espacio debajo
de la cubierta que toca al lado de la galera, y añade que también se llaman corrulla y
curulla.
A, lugar donde hay aceñas. Terreros calla a los autores que desaconsejan esta voz.
2 La cursiva es nuestra.
362
Tras la huella del jesuita Esteban de Terreros en la lexicografía hispánica
en abarrote, sin embargo, se queja de los pocos conocimientos de marina que poseía el
jesuita, opinión injusta si se tiene en cuenta la cantidad de voces marinas que tomó direc-
tamente de su diccionario:
Terreros dice que antiguamente ponian en la cruz de las vergas mayores por la parte
inferior un abarrote de madera clavado á la verga, y le llamaban galápago, y que hoy solo
usan de envergues largos. Es suma la oscuridad de esta esplicacion, que no pudo provenir
sino de la falta de conocimientos marinos en su autor.
Adolfo de Castro fue editor también de obras literarias y conocía muy bien los
clásicos españoles, especialmente a Cervantes y El Quijote. La reconstrucción del signi-
ficado original de la voz arcaica formaba parte, pues, de su interés filológico, y encaja
perfectamente con el paradigma historicista en el que se formó. Los textos manifiestan el
uso y, por tanto, el significado real de la palabra en una época concreta. En el diccionario
de Adolfo de Castro, las fuentes lingüísticas están claramente valoradas por encima de las
metalingüísticas, como puede verse en los siguientes ejemplos.
En este artículo, Adolfo de Castro desautoriza la definición dada por los diccio-
narios anteriores al suyo (el de la Academia, Terreros y Larramendi), así como también
contemporáneos (el Diccionario Nacional de Ramón Joaquín Domínguez), basándose en
un testimonio real de uso recogido en el Doctrinal de caballeros (s. ). El bibliófilo gadi-
tano reconstruye el significado de la palabra mediante el contexto y el contraste de dos
palabras que aparecen contiguas, abatear y lavarle. En los siguientes ejemplos, el autor
gaditano esgrime otra vez una fuente lingüística primaria para criticar la definición de un
vocablo antiguo dada por toda una serie de diccionarios, incluido el de Terreros.
Pero el ejemplo más interesante es el que sigue, donde puede verse el error de Te-
rreros al intercambiar equivocadamente abernuncio y abrenuncio. Castro va directamente
a las fuentes, en este caso la segunda edición de El Quijote hecha en Bruselas en 1616, para
poner de manifiesto que Terreros copia mal los textos que cita, cambiando así el sentido
original de las palabras:
A, […]
La Academia citó este testo del Quijote:
«— Digo, señora, respondió Sancho, lo que tengo dicho, que de los azotes, abernuncio.
«—Abrenuncio habeis de decir, Sancho, y no como decís, dijo el duque»
Terreros al citar este pasaje puso primero abrenuncio y después el abernuncio, va-
riando todo el sentido de la corrección. En ediciones antiguas del Quijote (y entre ellas
la de la segunda parte hecha en Bruselas, año de 1616) está el trozo tal como va aquí
trasladado.
Podemos concluir, pues, que la autoridad del diccionario, sea el de la Real Acade-
mia o el de Terreros, queda relativizada por Adolfo de Castro, quien corrige la explicación
dada por éstos y reconstruye el significado de las palabras antiguas a través de los textos
reales, conforme al paradigma filológico característico del siglo .
Nuestras referencias son siempre al Diccionario de Salvá, tanto por ser una autoridad
que corre casi paralela con la de la Academia, cuanto porque su obra es en el fondo la de
esta misma corporación: la parte adicionada, modificada o ampliada por Salvá lleva sus
signos convencionales que deslindan perfectamente ambos trabajos y dejan al lector en
364
Tras la huella del jesuita Esteban de Terreros en la lexicografía hispánica
aptitud de optar por el dictamen que quiera. Al decir pues, el Diccionario, aludimos a uno
de estos dos, o mejor dicho, al de la Academia dado por Salvá.
A los diccionarios contra y no de la lengua, no nos referiremos, por más que alguno
de ellos nos abrume con su enorme volumen, con su gran circulación, y con el nombre
colectivo de este insigne lexicógrafo: Sociedad de literatos, que inspira tanta confianza,
como las Sociedades anónimas de la especulación moderna. ¿No pueden, bajo esta ra-
zón social, cobijarse una docena de pícaros, y bajo aquel título, una docena de burros3?
(Arona, 1974: 31)
Por la misma razón llaman poco nuestra atención aquellos peruanismos, que son ameri-
canismos, como poncho, canoa &, o que están descritos en el Diccionario de Salvá, o en los
que han seguido a este hábil lexicógrafo. Lo desconocido, lo recóndito es tanto, que sólo a
ello hemos aplicado toda nuestra fuerza. Lo demás es cuestión de mero vocabulario, que
puede ser registrado por cualquier aficionado (Arona, 1974: 7).
Juan de Arona se da cuenta de que, exceptuando las voces de origen indígena, mu-
chas de las palabras usadas de manera diferente en Perú son en realidad las mismas que se
usan en España, aunque con diferentes acepciones. A veces, se trata de palabras enfáticas
que se han desgastado por un continuado uso popular (por ejemplo, el uso de agarrar
en lugar de coger). En otras ocasiones, se trata de arcaísmos que el pueblo americano ha
revitalizado y que ya son obsolescentes en España. Por último, Arona está convencido de
que la mayoría de las voces castellanas «diferentes» en realidad están presentes en alguna
variedad geográfica de España, como es por ejemplo el uso de candela.
El papel que desempeña Terreros en el Diccionario de Peruanismos es el que hoy
se asignaría a un informante del español hablado en la Península, es decir, Arona toma
el Diccionario castellano como modelo de la norma peninsular. Hay que tener en cuenta
que los primeros diccionarios de regionalismos hispanoamericanos, que surgieron en el
siglo , no seguían un método riguroso, sino más bien un procedimiento intuitivo,
acompañado a menudo de una gran erudición filológica. No obstante, en la obra de al-
gunos lexicógrafos ya se aprecian características propias de los modernos diccionarios
diferencial-contrastivos, aunque no sistemáticas, como es el caso de Arona. Esas carac-
terísticas de la lexicografía diferencial-contrastiva se perciben, por ejemplo, en el criterio
3 Arona se refiere al Nuevo diccionario de una sociedad literaria, París (1853), que no es más que un plagio del Diccionario Nacio-
nal (1846–47) de Ramón Joaquín Domínguez, por lo que la crítica también va dirigida, indirectamente, a este último.
A: […] Igualmente corre por acá lo de Acequia Madre, como que de la Acequia
Madre o Madre patria recibimos la denominación todos los que hablamos castellano
en este hemisferio. Mas la verdadera acepción parece haberse invertido, porque según
Terreros (1786) Acequia Madre es «aquélla en que entran otras»; según el Diccio-
nario de la Academia de 1727, acequias madres son «las que se hacen para desaguar
las tierras, o hazas sembradas» (lo que aquí llamaríamos sangraderas) al paso que en
Méjico, como acaba de verse por el artículo de Bartlett, y en el Perú, como pasamos a
probarlo con ejemplo de nuestra humilde cosecha, acequia madre es la que alimenta
otras pequeñas […].
E: En nuestra gran llaneza para formar palabras provinciales, en nuestra afición
a los términos más democráticos, por decirlo así, hemos hallado más de nuestro gusto
decir hallarse un entierro, que hallarse un tesoro. Desgraciadamente, y a pesar de que
como muy bien dice Terreros, es también entierro el enterrar cualquier cosa, ningún
Diccionario ni libro español trae entierro español trae entierro por tesoro […].
366
Tras la huella del jesuita Esteban de Terreros en la lexicografía hispánica
daderamente americana o no. El Diccionario castellano es uno de los más fiables según su
opinión, lo cual no puede decirse de la obra de Salva (s. v. granadilla):
B: [Arona se queja de la gran confusión que hay sobre esta palabra. Pero
dice que el único que ha sabido definir correctamente esta palabra ha sido Terreros]:
«Como sinónimo de barbiquejo y barboquejo téngase presente el barbicacho de los
Diccionarios castellanos, de los cuales el que mejor describe nuestro barbiquejo es
Terreros: Dice el inteligente jesuita: „Pañuelo que usan en América para ponerle en la
barba, abrigarse y embozarse».
C: „Llaman en el Perú a cualquiera longitud de una calle «dice el Padre Terre-
ros en su muy apreciable Diccionario castellano del siglo pasado.» [Cita también los
diccionarios de Salvá y el de Pichardo]: «Todas estas definiciones son buenas, y muy
prudente la de Terreros, porque si una cuadra de la ciudad de Lima tiene por lo gene-
ral una longitud de cien metros, a veces sueldan las dos manzanas que la constituyen
y empalmando una cuadra con otra hacen una cuadra doble, que no por eso deja de
llamarse simplemente una cuadra; de la misma manera que cuando sólo hace frente
a una media manzana».
G […] Salvá, que tantos americanismos insignificantes trae en el Dicciona-
rio, algunos dudosos, se limita al hablar de la granadilla a decir que es la flor de la
yerba pasionaria.l Terreros, más completo, después de describirla en esta acepción,
agrega: «G fructífera, planta de América, cuyo fruto, que también se lla-
ma grandilla, es ovalado, mayor que un huevo, con una cáscara fuerte y amarilla, la
cual se separa del resto, y queda una camisita blanca, que encierra un fruto jugoso,
sabroso y sano. [...]»
F […] ¿Se quiere una autoridad más clásica todavía, más a ajena a toda influencia
indiana, más acatada por los españoles? Antonio de Nebrija, en su Diccionario latino-
español (edición de 1545) dice: «Phasiolus legumen idem ab hisp. Dicitur ».
Excelente tapaboca para Salvá con su sempiterno ¡Provincialismo de América! […]
Terreros, mejor informado en lo general que Salvá, dice: «FRISOLES, frejoles, es-
pecie de legumbre, judihuelos. El mismo nombre dan en algunas partes a las judías
comunes».
368
Tras la huella del jesuita Esteban de Terreros en la lexicografía hispánica
está exento de ejemplo. Esto le lleva a veces a extremos tales como inventarse el nombre
de un autor con el que «autorizar» una voz verdaderamente extraña. Lo ejemplos están
extraídos de obras literarias de todos los géneros y de todas las épocas. Lo llamativo es
el uso que Pagés hace de las fuentes metalingüísticas. En el primer tomo se cita multitud
de ediciones del diccionario académico y otros diccionarios generales, como el de Terre-
ros o el de Salvá, así como diccionarios de especialidad. Sin embargo, a partir de la letra
B, las fuentes metalexicográficas desaparecen por completo, a excepción del diccionario
académico. En el último tomo prácticamente ya no es citado ningún diccionario. Esto se
debe a la actitud cada vez más crítica hacia el uso de los repertorios lexicográficos. Como
ya vimos, en la obra de Adolfo de Castro e incluso en el del mismo Terreros ya puede
observarse como la autoridad del diccionario va decayendo. En el repertorio de Pagés, el
Diccionario castellano aparece citado en 85 voces, todas pertenecientes a la letra A. Parece
que en los comienzos el jesuita sería mencionado como una fuente más de ejemplos, pero
a partir del segundo tomo no queda ningún rastro de él. A continuación, indicamos las
entradas en las que hallamos citado a Terreros:
ábside (astr.), acetosilla, adstringente, aguas firmes, ajar, alborno (bot.), aleluya, aliara,
alicuanta, alimento (fig.), alimo, alindar, alma (fig.), alma (fig.), alma (fig.), alma (fig.),
almadrabero, almodrote (fig. fam.), almorzada, alojamiento (mar.), aloquín, altarero, al-
tea, alterable, alumbramiento (fig.), alumno, alunado, alutación, alza, alza (impr.), amante
(mar.), ambidextro, amontarse, ampolleta, ana, anabatista (ant.), anana, anchor, andade-
ro (ant.), andarrío, andorga (fam), anémona, ánfora, angélica (farm.), angelín, angelote,
angra, ángulo de incidencia (geom.), angurria (ant.), anillo astronómico (astron.), ansa
(ant.), antediluviano, * anteiglesia, antia, antidotario, antiperístasis, antitrinitario, antoja-
dizamente, antojera, antojos, antonino, anzolar (ant.), año (fig.), añublado (germ.), apa-
bilarse (ant.), apagapenol (mar.), apaleador de sardinas (germ.), apalmada (blas.), apa-
ratado, * apelar una cosa á ó sobre otra (fig.), apiastro (ant.), apógrafo, apretujón (fam.),
aprisquero (ant.), aproximación, * apunte, * acogerse uno á las aras (fig.), * argueñas,
arimaspo (mit.), aromatización, arrancadura (ant.), atafea (ant.), Atlántidas, atunara y
autorizar.
5. Conclusión
A modo de recapitulación, debemos decir que el Diccionario castellano del jesuita Esteban
de Terreros dejó una gran huella en los diccionarios del siglo (hemos mencionado
a Salvá, Domínguez, pero especialmente los diccionarios de Adolfo de Castro, Juan de
Arona y Aniceto de Pagés). La herencia de Terreros no se tomó de forma ciega o acrítica,
mediante el simple trasvase de léxico, como apuntábamos al comienzo, sino adoptándolo
al propio paradigma en el que se escribió cada diccionario. Adolfo de Castro lo examina
para definir arcaísmos, Juan de Arona lo usa como fuente para conocer el español penin-
sular con relación a su propia realidad lingüística, y finalmente con Aniceto de Pagés,
irá perdiendo peso, junto a las demás fuentes lexicográficas, en el nuevo paradigma que
se inicia con el siglo , paradigma en el que el uso y no la «presunta» autoridad de los
diccionarios constituirá el criterio central para la descripción lingüística.
6. Referencias bibliográficas
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P D, J. Á. (2002). Manual de técnica lexicográfica. Madrid: Arco/Libros.
370
Tras la huella del jesuita Esteban de Terreros en la lexicografía hispánica
S K
Universidad Autónoma de la Ciudad de México
Es sabido que Vicente Salvá en su Nuevo diccionario de la lengua castellana (1846) intro-
dujo, como adiciones al Diccionario de la Real Academia Española, 26 mil voces, acep-
ciones, locuciones, etc., entre ellas muchas americanas, ya que ésta era una de las razones
principales para componer su obra. Así lo explicaba:
Décimotercio: es casi total la omisión de las voces que designan las producciones de las
Indias orientales y occidentales, y mas absoluta la de los provincialismos de sus habitan-
tes; y ninguna razón hay para que nuestros hermanos de ultramar, los que son hijos de
españoles, y hablan y cultivan la lengua inmortalizada por tantos poetas é historiadores,
no sean llamados á la comunión, digámoslo así, del habla castellana con la misma igualdad
que los peninsulares. Si el andaluz, aragones, extremeño, manchego, murciano, riojano,
etc. ven figurar en el Diccionario sus modismos, sus árboles y plantas mas comunes, y la
nomenclatura mas generalizada de sus labores del campo y de sus artes y oficios; es una
notoria injusticia que el chileno, filipino, granadino, guatemalteco, habanero, mejicano,
peruano, venezolano, etc. no encuentren en él sus provincialismos, los nombres de los
frutos del campo que forman su principal sustento, de las plantas y árboles que les son
mas conocidos, las palabras que emplean en su agricultura y artefactos, y sobre todo en el
beneficio de las minas de oro y plata, en que puede decirse que ha sido única hasta poco
hace la América, y seguirá probablemente siendo siempre la mas rica. (Salvá, 1846: XIV)
Andando el tiempo fuí mas venturoso, pues por lo tocante á la América setentrional, no
solo he tenido á la vista el Diccionario provincial de voces cubanas, impreso en Matánzas
el año de 1836 en un tomo en octavo, sino que he disfrutado otro manuscrito, hecho por
374
Mexicanismos en el Nuevo diccionario de la lengua castellana (1846) de Vicente Salvá
algunos habaneros de instruccion; y uno de ellos, Don Domingo del Monte, se ha servido
revisarlo de nuevo, hallándose en esta capital, y resolver las varias dudas que se me han
ofrecido en la redaccion. (Salvá, 1846: )
Después de hacer la selección bajo estos criterios, se obtuvieron 343 entradas con
referencia a México, que corresponden a 353 vocablos1, entre voces simples y unidades
pluriverbales, que se componen del léxico indígena procedente del náhuatl y patrimonial,
que en el país que nos interesa adquiere un significado particular.
Aunque Salvá consultó varias publicaciones del Diccionario académico, en mu-
chos casos lo hace explícito en las «Páginas previas» de su obra, en el «Prólogo» e «In-
troducción del adicionador», siendo el antecedente directo del Nuevo diccionario la 9ª
edición de la RAE, que vio la luz en 1843; así lo expresaba don Vicente:
En medio de los lunares que acaban de notarse en la nona edición, es mas completa de
vocablos y mas purgada de defectos de redacción que ninguna de las anteriores, y yo no
podía vacilar en adoptarla por texto é intercalar en ella mis adiciones, ya que no tengo
espacio para construir un diccionario de planta. Me he decidido pues á reproducirla sin
omitir cosa alguna, aumentándola con las voces, acepciones, frases etc. que tenia reco-
gidas, y rectificando las definiciones y las correspondencias latinas; pero de modo que
siempre aparezca lo que es de mi cosecha, para que no se le imputen á la Academia mis
yerros, y para que teniendo á la vista el lector la opinión de aquella y la mia, se incline á la
que mejor le parezca. (Salvá, 1846: )
[…] son enteramente mios los artículos que llevan la †; en los notados con un * me per-
tenece todo lo que va incluso dentro de paréntesis cuadrados [ ], y el ךdenota que se ha
mudado el artículo del sitio que equivocadamente ocupaba, ó se ha dado nuevo órden á
sus partes, ó se ha rectificado algo la redaccion. (Salvá, 1846: )
Y señaló con el asterisco, según la cita de arriba, todo lo que le pertenece, por lo
que después de mi búsqueda se localizaron dos palabras destacadas con esta indicación
(azoguería y tequío), que sólo se diferencian en el uso de mayúscula al nombrar la antigua
posesión de ultramar de la novena edición del DRAE, no así en la octava, por lo que la
lista de 22 vocablos idénticos aumentaría a 24 (6.8%):
Asimismo localicé 12 voces mexicanas, en las que Salvá introduce algunas indica-
ciones en comparación con el DRAE. Son los siguientes vocablos: alcalde mayor; cochini-
lla; chicozapote; gentalla; Jalapa; mejicano, na; ocozoal; palo Campeche ó palo de Campeche;
376
Mexicanismos en el Nuevo diccionario de la lengua castellana (1846) de Vicente Salvá
Salvá: * J. f. La raíz de una planta que crece de suyo en varias partes del reino [de
la república] de Méjico, especialmente en la provincia de Jalapa, de donde tomó el
nombre. Es acre, de color rojo oscuro, de olor desagradable, y se usa en la farmacia
como un purgante poderoso. Jalapa.
DRAE1837: J. f. La raíz de una planta que crece de suyo en varias partes del reino
de Méjico, especialmente en la provincia de Jalapa, de donde tomó el nombre. Es acre,
de color rojo oscuro, de olor desagradable, y se usa en la farmacia como un purgante
poderoso. Jalapa.
DRAE1843: J. f. La raíz de una planta que crece de suyo en varias partes del reino
de Méjico, especialmente en la provincia de Jalapa, de donde tomó el nombre. Es acre,
de color rojo oscuro, de olor desagradable, y se usa en la farmacia como un purgante
poderoso. Jalapa.
Salvá: * O. m. Serpiente que se halla en el reino de Méjico [en la república meji-
cana], que tiene la cabeza de víbora y el vientre blanco que tira algo á rojo. Ocozoaltus
serpens.
DRAE1837: O. m. Serpiente que se halla en el reino de Méjico, que tiene la
cabeza de víbora y el vientre blanco que tira algo á rojo. Ocozoaltus serpens.
DRAE1843: O. m. Serpiente que se halla en el reino de Méjico, que tiene la
cabeza de víbora y el vientre blanco que tira algo á rojo. Ocozoaltus serpens.
Salvá: * P. m. En la América la estera [de hoja de palma] que hacen y usan los
indios de Nueva-España. Storea.
DRAE1837: P. m. En la América la estera que hacen y usan los indios de Nueva-
España. Storea.
DRAE1843: P. m. En la América la estera que hacen y usan los indios de Nueva-
España. Storea.
No se ha hecho la menor novedad en todos los relativos á […] nuestras antiguas colonias,
de modo que siguen redactados cual estaban en la edición de 1803. Cualquiera pensará
al leerlos, que […] aun poseemos por entero la América, principalmente cuando no se
menciona ninguna de sus nuevas repúblicas y se continúa la denominación de reino de
Méjico, del Perú, de la Nueva Granada etc. (Salvá, 1846: )
Por lo tanto sus agregaciones políticas, como «la república de Méjico» o «la repú-
blica mejicana» en vez del «reino de Méjico o reino mejicano» son adecuadas y pertinen-
tes, puesto que hablamos de 1846, cuando este país ya era una nación independiente; no
obstante, Salvá sólo se quedó en proporcionar la adición sin suprimir lo anticuado de la
definición académica, por lo que sus resultados terminaron siendo incompletos.
No obstante, hay que resaltar que Salvá precisó y añadió la etimología para dos
vocablos mexicanos (achiote y cíbolo), puntualidad que no recogen las versiones del DRAE
de 1837 y de 1843:
Salvá: * C. m. Animal cuadrúpedo de Nueva España, llamado tambien -
. [Bos bison.]
DRAE1837: C. m. Animal cuadrúpedo de Nueva España, llamado tambien
.
DRAE1843: C. m. Animal cuadrúpedo de Nueva España, llamado tambien
.
378
Mexicanismos en el Nuevo diccionario de la lengua castellana (1846) de Vicente Salvá
† G. m. p. Méj. Especie de baile. ׀fam. p. Méj. El sombrero viejo de los militares
ó empleados.
*J. m. [ ׀p. Méj. Búcaro de barro muy oloroso propio de Guadalajara en Jalisco. Su
hechura es como la de los jarritos que hacen los indios del país.]
† J. m. p. Méj. Rincon ó cuarto, húmedo y oscuro, que está debajo de la escalera
de las casas.
† M. m. ׀p. Méj. El diablo: es el coco con que se mete miedo á los niños.
*M. f. [ ׀p. Méj. Guisado de carne, en que entra el tomate, la pimienta colorada y otras
especias. Llámase particularmente así la salsa de este guiso.
*P. m. [ ׀En Méjico la décima sexta parte de un real de plata.]
*R. m. [ ׀p. Méj. El tiempo en que no están reunidas las cámaras legislativas.]
Asimismo, hay siete vocablos mexicanos que refieren al juego de cartas, actividad
muy común en el México del siglo y que permeaba a todos los niveles sociales:
* ךE. [m. ׀p. Méj. Juego de cartas, en que pierde el que se queda último con
algunas cartas en la mano, por no servir al palo pedido.]
* F. n. [ ׀p. Méj. Apuntar sin miedo en el juego.]
† G. m. p. Méj. El que baraja en las casas de juego, y recoge y paga las apuestas.
* H. adj. [ ׀p. Méj. .] (F. m. El que hace fullerías en el juego. Dolosus
collusor.)
† T. f. fam. p. Méj. Casa de juego de poco rumbo.
* ךT. a. [ ׀p. Méj. .]
[ ׀ . fr. p. Méj. Estar de ganancia en el juego.]
Salvá introdujo ocho vocablos técnicos, todos del ámbito de la minería, ya que
como se sabe en el territorio mexicano existe una gran cantidad de minas de oro y plata:
* G. f [ ׀Especie de basalto muy estimado, de que hay mineral en Nueva Es-
paña y en Quito. Es oscuro, pesado, de mucha dureza y admite pulimento por fro-
tacion.]
* O. f. [ ׀p. Méj. Asiento hecho de cordel de pita, en que bajan los mineros, atados á
una soga, hasta el fondo de las minas.]
† T. m. p. Méj. Especie de zurron de cuero que sirve para llevar la harina de una
parte á otra. Llámase tambien así en el laboreo de las minas de aquella república un
ceston de cuero (aunque algunos son de pita), en que se sacan los metales y desmon-
tes.
† T. m. p. Méj. El que saca los metales y desmontes de las minas con un tanate.
† T. m. p. Méj. .
† T. m. p. Méj. Sal mineral que sirve para trabajar en las minas y para otros
usos domésticos.
* T. f. [ ׀pl. p. Méj. Grandes masas de lodo mineral en forma de , de las que
se saca la plata en los lavaderos.]
* ךZ. [ ׀m. p. Méj. El mozo de unos catorce años que alumbra á los que suben y
bajan en las minas, y se ocupa ademas en sacar el mineral en pequeños zurrones.]
Pero lo que más llama la atención es que en cuanto a usos y costumbres del pueblo
mexicano se refiere, Salvá recogió voces que muestran el lado negativo de la sociedad, en
el que la gente es deshonesta, le gusta lo ajeno, se emborracha y se aprovecha del próji-
mo. No se percibe una clara explicación al respecto, pero puede suponerse que este tipo
de voces le fueron proporcionadas por sus informantes mexicanos, el médico Manuel
Andrade y el político Andrés Oseguera (Salvá, 1846: ). Tal vez esto se deba a que
las dos últimas ediciones de la Academia de aquel entonces presentaban un excesivo con-
servadurismo léxico respecto al uso real de la lengua del momento y Salvá, al igual que
sus contemporáneos, se dio a la tarea de reflejar el habla popular, las cosas del pueblo y
por lo tanto introdujo vocablos, faltantes en el DRAE, que de alguna manera describían
costumbres populares.
No me parece que el autor quisiera ridiculizar al pueblo mexicano, puesto que de-
finió su postura, pronunciándose a favor de la objetividad en el manejo de la información
y en la definición misma:
380
Mexicanismos en el Nuevo diccionario de la lengua castellana (1846) de Vicente Salvá
† M. adj. m. p. Méj. El amigo de diversion y jarana. ׀p. Méj. . ׀p.
Méj. .
* P. m. [ ׀p. Méj. El que aparentando un desinteres en un negocio, induce á otro á
que éntre en él, de lo cual ha de resultarle provecho.]
† P. m. p. Méj. Farolon, papelon.
* ךP. r. [ ׀p. Méj. Portarse sin pudor ni vergüenza.]
* P, . adj. [ ׀p. Méj. El que no tiene oficio ni beneficio, y tambien el que no halla
apoyo ni proteccion.]
† P. m. p. Méj. El que se entromete en las casas so pretexto de dar el pésa-
me, para comer de gorra.
* P. f. [ ׀p. Méj. La mujer de conducta desarreglada.]
* R. [ ׀r. p. Méj. fam. Ciscarse en su palabra, faltar á ella.]
[M . fr. p. Méj. Entre los artesanos, fingir que se trabaja, y no hacer nada
en realidad.]
† S, . adj. p. Méj. El que está alegre con el vino.
. fr. met. p. Méj. Estar fatigado de algun trabajo, cargo
ú obligacion.]
† T. m. met. p. Méj. El hombre terco y obstinado.
† T, . adj. p. Méj. .
† Z. m. p. Méj. Pillo, pícaro.
Referencias bibliográficas
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íntegra, muy rectificada y mejorada, del publicado por la Academia Española, y unas
veinte y seis mil voces, acepciones, frases y locuciones entre ellas muchas americanas,
añadidas por … París: Librería de Don Vicente Salvá.
382
Léxico especializado y diccionario histórico:
los manuales de urbanidad del siglo
y el vocabulario doméstico*
1. Introducción
Relacionar el concepto de «léxico doméstico» junto con el de «diccionario histórico» no
es tarea fácil puesto que, tradicionalmente, esta parcela del vocabulario ha sido descuida-
da por los estudios de historia de la lengua. Las causas de esta omisión pueden atribuirse
al poco prestigio que la literatura ha otorgado a este sector léxico o bien al mero hecho de
formar parte del léxico de la vida cotidiana. Por este motivo, el trabajo que se presenta a
continuación propone una nueva vía de investigación con el fin de aproximar la metodo-
logía de estudio de la lexicografía histórica al vocabulario propio del ámbito doméstico.
El vocabulario doméstico es un sector demasiado amplio para tratarlo de forma
exhaustiva pues los subcampos de especialidad que se podrían incluir bajo esta deno-
minación son muchos. Por ello, en este estudio se quiere hacer referencia únicamente a
uno de estos ámbitos: los cuidados de belleza propios de las mujeres del siglo . Para
indagar en este sector del vocabulario, se ha creído necesario prestar atención al género
literario de los «manuales de urbanidad»; dichas publicaciones (nacidas a finales del siglo
y difundidas a lo largo del ) iban dirigidas, en su mayoría, a las mujeres y en ellas
se exponían una serie de consejos y recomendaciones útiles que, empleadas en las costum-
bres, prácticas higiénicas y cuidados del aspecto físico, pretendían conservar y mantener
la belleza natural de la mujer ante el severo juicio de la sociedad.
En este ámbito de la belleza femenina, la sociedad española ha estado tradicio-
nalmente influida por las modas y corrientes extranjeras, sobre todo las de procedencia
* Este estudio se inserta en el marco del proyecto de investigación Diccionario histórico del español moderno de la ciencia y de la
técnica (fase avanzada), desarrollado por el grupo NEOLCYT (http://seneca.uab.es/neolcyt), Grupo Consolidado de la Ge-
neralitat de Catalunya (2009SGR-937) y financiado por el Ministerio de Educación y Ciencia (FFI2010-15240). Este grupo
participa en la Red Temática «Lengua y ciencia» (FFI2009-05433-E).
francesa, lo cual se refleja de forma directa en la lengua. Por este motivo, se ha selecciona-
do, de entre el elenco de manuales de etiqueta publicados en lengua castellana, la versión
traducida del Manuel des dames ou l’art de la toilette de Madame de Celnart publicado en
París en 1827 (Manual para las señoras o el arte del tocador, Barcelona, 1830). Mediante el
estudio comparativo entre el original y la traducción, se ha podido observar una serie de
fenómenos léxicosemánticos que, analizados de manera histórica —i.e., determinando la
fecha de incorporación a la lexicografía castellana—, proporcionan datos importantes en
cuanto al progreso científico y técnico acaecido en la sociedad decimonónica española.
De forma complementaria, el análisis de esta parcela léxica permite la creación
de un pequeño corpus, parte integrante de la base de datos parcelada temáticamente del
Diccionario Histórico del Español Moderno de la Ciencia y de la Técnica, a la vez que, se hace
posible aunar los conceptos de «diccionario histórico» y «léxico doméstico» que hasta
ahora habían recorrido caminos distintos.
1 A pesar de las fechas mencionadas, ya existen ejemplares de este género literario desde el siglo ; un buen ejemplo de ello es
la obra de Erasmo de Rotterdam, De civilitate morum puerilium (‘De la urbanidad en las maneras de los niños’) de 1528.
2 Esta concepción del término urbanidad es la que está presente en todas las obras de la lexicografía académica.
3 Por poner algunos ejemplos, cabe mencionar, en primer lugar, el manual de Manuel Carreño, que fue uno de los que gozaron
de mayor difusión y popularidad, cuyo título completo es Manual de urbanidad y buenas maneras para uso de la juventud de
ambos sexos en el cual se encuentran las principales reglas de civilidad y etiqueta que deben observarse en las diversas situaciones
sociales, precedido de un breve tratado sobre los deberes morales del hombre, publicado en 1853. En 1858 se publicó el Código del
buen tono, el cual era la versión traducida del Manuel du savoir-vivre de Alfred Meilheurat. Más cercano al siglo , aparece en
España la obra de María del Pilar Sinués titulada La dama elegante: Manual práctico y completíssimo del buen tono y del buen
orden doméstico, publicada en 1880.
384
Léxico especializado y diccionario histórico: los manuales de urbanidad del siglo y el vocabulario doméstico
3. Consideraciones previas
A continuación, se propone el análisis de una serie de casos léxicos, para los que se ha
establecido una estructuración interna según la condición de cada uno de los vocablos
analizados. Así, en el estudio histórico lexicográfico de los casos hallados se hablará de
términos relacionados con los cuidados de la belleza, de actividades para poner en práctica
los consejos que se exponen en el manual, de las sustancias empleadas o resultantes de
dichas prácticas, de los complementos femeninos citados a lo largo del libro y, por último,
de un apartado de otros, donde se tratarán los vocablos que no se han podido adscribir a
ninguno de los demás subapartados.
Para el estudio lexicográfico de los términos analizados, se han utilizado, en cuan-
to a la lengua castellana, los recursos que dispone la Real Academia Española en la red
—como son, la vigésimo segunda edición del diccionario normativo (DRAE-2001), el
Nuevo Tesoro Lexicográfico de la Lengua Española (NTLLE) y los bancos de datos, COR-
DE y CREA—; y para el francés, el Trésor de la Langue Fançaise informatisé (TLFi).
La paginación que se ofrece corresponde a la numeración original de la traduc-
ción española. En los casos en los que se introduce una cita directa del manual francés
(señalada en letra cursiva), se ofrece la traducción literal de la misma en una referencia a
pie de página. Las citas extraídas de la traducción castellana se marcan en letra cursiva y
se insertan entre corchetes « ».
4. Análisis léxico
4.1 El vocabulario de la belleza y sus cuidados
a) Para designar de forma genérica el arte de los cuidados de la belleza, el manual francés
hace referencia, ya en el título, a l’art de la toilette, expresión que queda traducida en la
versión española como «el arte del tocador»; ante ello, cabe remarcar que el equivalente
literal castellano del término toilette sería inodoro, mientras que la traducción francesa
correcta de la voz tocador es boudoir.
En lengua francesa, la palabra toilette ha abarcado, históricamente, un gran campo
semántico, designando todo lo concerniente a los hábitos higiénicos así como los propios
para el cultivo de la belleza y sus cuidados. Este puede ser el motivo por el que, al traducir
el término al español, se proponga la palabra tocador puesto que es en esta pieza del mo-
biliario doméstico donde las mujeres desempeñan los cuidados necesarios para preservar
la belleza y elegancia.4
El DRAE únicamente recogerá la palabra toilete en dos de sus ediciones manuales
(DRAEM, 1985–1989):
*toilete. (Voz francesa) f. Peinado, atavío, arreglo personal. Ú. especialmente en la fr. ha-
cer o hacerse la toilete. || Tocador, mueble donde uno se atavía. || Lavabo, cuarto de
aseo, retrete. (DRAE-1985)
T. m. El que toca. | El paño con que se rodea la cabeza y cubre en forma de un
gorro, especialmente en las mujeres. |Mesa con espejos y otros utensilios para el pei-
nado y adorno de las señoras y el aposentillo destinado a este fin. (DRAE-1843).
b) Dentro del vocabulario propio de la belleza femenina, no pueden faltar las refe-
rencias al peinado y a sus cuidados. En este ámbito, cabe destacar la voz francesa coiffure5
que se traduce, en la versión española, como papelina6, término que, a pesar de estar reco-
gido en todas las ediciones del diccionario académico, en ningún caso se contempla el sen-
tido que presenta en la edición Manual. Mientras, unas páginas más adelante, esta misma
voz francesa —coiffure— se traduce por tocado; en este caso, la definición propuesta por
la RAE sí concuerda con el sentido que expresa dicho término en el texto:
4 La amplitud semántica a la que se refiere la voz francesa toilette se refleja claramente en la versión española debido a las dis-
tintas traducciones que aparecen ya que, en el prólogo, el autor castellano traduce toilette por prácticas higiénicas, lo cual pone de
manifiesto que el «arte del tocador» no contempla únicamente los cuidados de la belleza sino que también incluye la práctica
de los buenos hábitos de la limpieza personal. Todo ello aunado —prácticas higiénicas y cuidados de belleza—, será lo que
se constituya como «el arte del tocador», arte que, sin duda alguna, fue el entretenimiento más popular entre las damas de las
clases adineradas del siglo .
5 «peinado, arreglo del pelo, arte de peluquería».
6 Pág. 14.
386
Léxico especializado y diccionario histórico: los manuales de urbanidad del siglo y el vocabulario doméstico
T. s.m. Adorno, compostura, y modo especial de peinarse el cabello las mugeres.
(DRAE-1739).
Il va sans dire qu’il doit être parfaitement assorti à la cheveleure, et qu’on ne le met point
lorsqu’on est coiffée en cheveux → «Por supuesto que los bucles deben ser perfectamente
iguales al pelo, y no deben usarse cuando no se lleva tocado ó papelina.7»
Así pues, parece ser que, para el traductor español, los términos de tocado y pape-
lina eran totalmente sinonímicos, sin embargo, los lexicógrafos de la Academia no com-
parten esta equiparación de sentidos.
c) Otro de los aspectos imprescindibles en el terreno de los cuidados externos de
la mujer son los cosméticos. Ante la aparición de este término en la traducción española,
el autor añade un pie de página —a modo de glosa— para informar a las lectoras sobre
su significado8, puesto que dicho vocablo no se integrará en la nomenclatura del DRAE
hasta la edición de 1837. En ediciones anteriores, la semántica de la voz cosmético puede
hallarse bajo el artículo lexicográfico de afeite, pero ya a finales del siglo ambas pala-
bras comparten significado, tal y como se puede observar en la definición de afeite en la
última edición decimonónica del diccionario académico:
C. s. f. Cuero ó pellejo sutil. Es voz puramente latina. Suelese usar familiarmente
como masculino. (DRAE-1729)
Atendiendo a los consejos que proporciona la autora francesa, parece claro que
con ellos únicamente hace referencia a los cuidados para la piel del rostro. El traductor
español entiende perfectamente esa intención y por ello titula el capítulo con el término
cutis; sin embargo, la Real Academia Española no reparará en este rasgo semántico del
vocablo hasta la edición de 1925 del DRAE, en la que se hace referencia explícita a la piel
del rostro:
7 Pág. 21.
8 ‹‹Cosméticos: todas las drogas que contribuyen al afeyte›› (D.M.D.O, 1830: 18).
9 «Conservación del tinte de la piel»
10 Pág. 66.
C. (Del lat. cutis) m. Cuero o pellejo que cubre el cuerpo humano. Se dice principal-
mente hablando del rostro. Ú.t.c.f. (DRAE-1925)
Sarro. (Del lat. saburra, lastre). m. Sedimiento que se adhiere al fondo y paredes de una
vasija donde hay un líquido que precipita parte de lo que se lleva en suspensión o
disuelto. || Substancia amarillenta, más o menos obscura y de naturaleza calcárea, que
se adhiere al esmalte de los dientes. ||[...] (DRAE-1914)
Tártaro. m. Tartrato ácido de potasio impuro que forma costra cristalina en el fondo y
paredes de la vasija donde fermenta el mosto, y es blanquecino o rojizo según que
procede de vino blanco o tinto. || Sarro 2ª acep. || [...] (DRAE-1914)
Ducha. (Del fr. douche, y este del it. doccia, caño de agua). Chorro de agua que en
los baños medicinales se dirige con ímpetu á la parte enferma del cuerpo humano.
(DRAE-1884).
Y no será hasta 1939, cuando la Real Academia Española defina el término sin
atribución ninguna a los baños medicinales:
11 La voz sarro ya aparece registrada en la nomenclatura del Diccionario de Autoridades, con la misma definición que en la
vigente edición de 2001.
12 Pág. 44.
13 ‘será bueno darle una ducha’.
14 Pág. 77.
15 Ambos términos poseen distintos étimos: la primera forma que se registra en lexicografía procede del étimo latino ductus,
mientras la segunda encuentra su étimología en el término francés douche el cual, a su vez, procede del italiano doccia con el
significado de ‘caño de agua’ (DRAE-2001: s. v. ducha).
388
Léxico especializado y diccionario histórico: los manuales de urbanidad del siglo y el vocabulario doméstico
Ducha (Del fr. douche) f. Chorro de agua que se hace caer sobre el cuerpo para limpieza
o para refresco. (DRAE-1939).
Masaje. (Del fr. massage, de masser, amasar) m. Operación que consiste en presionar
con intensidad adecuada determinadas regiones del cuerpo, principalmente las masas
musculares, con distintos fines terapéuticos. (DRAE-1956).
c) Finalmente, una de las prácticas estéticas más extendidas entre las mujeres con-
temporáneas es la depilación, actividad que también se contempla en el elenco de consejos
de Madame de Célnart. A esta cuestión, la autora francesa dedica un apartado titulado
Rusma dépilatoire des Orientaux17; frente a ello, el autor castellano traduce «Atanquía ó sea
ungüento para hacer caer el pelo que denominan RUSMA los orientales»18. En relación con
ello, destaca el hecho de que el término francés dépilatoire de la obra original de madame
Celnart aparece parafraseado en la traducción castellana —hacer caer el pelo— lo cual es
normal si se observa que, dentro de la lexicografía académica, el adjetivo depilatorio no se
recoge hasta el DRAE de 1884 y, la forma en infinitivo —depilar— no aparecerá hasta la
edición de 1914:
Depilatorio, ria. (Del lat. depilātus, p.p. pasado de depilāre, pelar). adj. Dícese de
la untura que se emplea para hacer caer el pelo ó el vello. Ú.t.c.s.m. (DRAE-
1884)
Depilar. (Del lat. depilāre, de de priv. y pilus, pelo). a. Med. Producir la caída
del pelo por medio de substancias o medicamentos depilatorios. Ú.t.c.s.m.
(DRAE-1914)19
mientras que la forma española procede del árabe hispánico —albayáḍ (DRAE-2001)—.
A pesar de las distintas morfologías y étimos de las voces francesa y española, ambos
términos son equiparables según los datos extraídos del TLFi y de la lexicografía acadé-
mica:
390
Léxico especializado y diccionario histórico: los manuales de urbanidad del siglo y el vocabulario doméstico
procede directamente del étimo galo corset (TLFI, s.v. corsé) y, en la lengua moderna, tan-
to en francés como en castellano, la palabra resultante es corsé. Ya en la edición académica
de 1780 se recoge este término, señalando su procedencia francesa:
C. s.m. Especie de cotilla. Voz nuevamente introducida del francés. (DRAE-1780)
Negligé. 3. P.méton. Tenue légère et sans recherche qu’on porte généralement dans
l’intimité27. [TLFi]
[negligé. (Voz francesa) adj. descuidado, desaliñado, pero con cierta elegancia. || Dícese
de una prenda femenina usada para estar por casa antes de arreglarse. Ú.t.c.s. (DRAE,
1984)
N. m. Caja construida con más ó menos primor, que sirve para guardar en ella
objetos de tocador, como navajas de afeitar, peines, cepillos, tijeras, etc. variando algu-
nos de los útiles que contiene, segun el sexo de la persona que lo usa. Es voz tomada
del francés. (DRAE-1869).
c) Para hacer referencia a la bolsa en la que las mujeres guardan el pañuelo y de-
más objetos, el traductor asemeja la palabra bolsa a ridículo (en el sintagma «El ridículo o
bolsa se pone cerca del pañuelo»28). Esta acepción no se añade al artículo de ridículo hasta
la edición académica de 1884 y permanece inalterable hasta la vigente entrega del diccio-
nario (DRAE-2001, s. v. Ridículo) a pesar de estar redactada en pretérito —«usaban»:
27 ‘prenda ligera y sin refinamientos que se usa habitualmente en la intimidad’.
28 Pág. 192.
Ridículo1. (Del lat. reticûlus, bolsa de red). m. Bolsa manual que, pendiente de unos
cordones, usaban las señoras para llevar el pañuelo y otras menudencias. (DRAE-
1884)
Cabe remarcar que la voz coqueta sí aparece en la segunda edición del diccionario
académico —de 1780— aunque con un significado muy distinto al que luego dispondrán
sus derivados coquetear, coqueto/a, coquetería, etc.:
C. s.f. p. Ar. Palmeta, ó golpe que dan los maestros con el plano de la férula, ó
palmeta en la palma de la mano. (DRAE-1780)
392
Léxico especializado y diccionario histórico: los manuales de urbanidad del siglo y el vocabulario doméstico
F. f. La ciencia que enseña á conocer los cuerpos naturales y el modo de prepa-
rarlos y combinarlos para que sirvan de remedio en las enfermedades, ó para conser-
var la salud. || La profesion de esta ciencia. ||F : El cuerpo de profesores
al cual está encomendada su enseñanza en las Universidades. || Establecimiento far-
macéutico, botica. (DRAE-1869)
34 Pág. 53.
35 Pág. 53.
36 ‘antigua medida de peso, igual a la octava parte de una onza’.
37 ‘Antigua medida de capacidad de líquidos, variable según las regiones’.
38 Sorprende el hecho de que el término dracma ya se contempla en la lexicografía académica en la edición de 1780, mientras
que la voz cuartillo no se registra hasta 1817.
39 Pág. 187.
40 Pág. 64.
5. Consideraciones finales
Tras este breve recorrido por el sector léxico del «arte del tocador» propio del vocabu-
lario doméstico, se ha podido observar que, a pesar de no estar incluida en los estudios
de historia de la lengua, es una parcela léxica de alto interés —tanto lexicográfico como
histórico—, pues pone de manifiesto, por un lado, la incorporación de neologismos a la
lengua española con el fin de designar nuevos productos y acciones propias del tocador, y
por otro, da cuenta de un aspecto de la situación histórica del momento: la importancia
que adquirió «lo femenino» a lo largo del siglo .
Así, dejando de lado el análisis pormenorizado de cada uno de los vocablos aquí
expuestos y, centrando la investigación en el léxico cotidiano de una forma general, se pue-
de decir que el estudio del «olvidado» vocabulario doméstico y, en este caso, el propio de
la belleza estética y sus cuidados supone una nueva aportación a los estudios históricos
de léxico especializado. Si bien es cierto que tal calificación —léxico especializado— es de
difícil adscripción al vocabulario doméstico, ya que dicha parcela léxica no se encuentra
perfectamente delimitada bajo una marca diatécnica, es plausible afirmar que constituye
un ámbito léxico cerrado y que en él se detecta un alto grado de tecnificación. Todo ello,
—especialización y tecnificación— manifiesta que el auge de la ciencia y de la técnica
de la España del siglo puede rastrearse no sólo mediante el estudio de las distintas
ramas del saber humano (i. e., medicina, química, minería, etc.) sino también a través de
sus aplicaciones en el ámbito doméstico y cotidiano.
Con todo, esta nueva vía de investigación que se ha abierto con el estudio de esta
parcela léxica permite elaborar una parte de la base de datos que, en su finalidad, consti-
tuirá el vocabulario completo de «la tecnificación doméstica y cotidiana».
6. Referencias bibliográficas
C, M. A. (1854). Manual de urbanidad y de buenas maneras. Nueva York: Apple-
ton & Co.
C, E. (1827). Manuel des dames ou l’art de la toilette. París: Roret Libraire.
C, E. (1830). Manual para las señoras o el arte del tocador. Trad. de D. M. D. O.
Barcelona: Librería de M. Saurí y Compañía [Ed. Facsímil].
[DCECH]: C, J.; P, J. A. (1980). Diccionario Crítico Etimológico Caste-
llano e Hispánico. Madrid: Gredos.
C, R. (1866). Breves nociones de urbanidad. Bogotá: Nicolás Gómez.
G, F. (1858). Código del buen tono. Medellín.
M O, P. (2007). Los manuales de buenas costumbres. Los principios de la urba-
nidad durante el siglo . Yucatán: Takwuá Historiografías, Universidad Autóno-
ma de Yucatán. Núms. 11–12, pp.131–155.
R A E (200122). Diccionario de la Lengua Española. Madrid: Es-
pasa-Calpe.
R A E (2001). Diccionario de la Lengua Española. Disponible en:
<http://www.rae.es/rae.html>
R A E. Nuevo Tesoro Lexicográfico de la Lengua Española. Disponi-
ble en: <http://buscon.rae.es/ntlle/SrvltGUIMenuNtlle>
394
Léxico especializado y diccionario histórico: los manuales de urbanidad del siglo y el vocabulario doméstico
R A E. Corpus Diacrónico del Español. Disponible en: <http://
corpus.rae.es/cordenet.html>
S, M.ª P. (1880). La Dama Elegante: Manual práctico y completíssimo del buen tono
y del buen orden doméstico. Madrid: Librería de A. de San Martín.
0. Introducción
En cuanto a la lengua italiana o a lo italiano se refiere en el Diccionario de arabismos
(1593) de Diego de Guadix, debemos decir que hallamos en él una representación de
material suficientemente significativa. No en vano, entre los propósitos de su obra está,
no sólo ofrecer el catálogo de los arabismos españoles, sino que también pretende tratar,
como en el mismo título consta, arabismos usados en Francia y Italia, e islas del mar Medi-
terráneo, y en otras muchas partes del mundo. En este sentido, la representación de la lengua
italiana en la obra se ofrece a través de distintos resultados de descripción léxica. Por un
lado, voces propiamente italianas que conforman, junto con otras lenguas, la naturaleza
plurilingüe del diccionario y, por otro lado, voces de origen italiano cuya presencia en
esta obra es una muestra más de la buena aceptación y creciente fortuna que tuvo dicho
léxico en nuestra lengua española. Entendiendo que ambos aspectos necesitarían de una
profunda y exhaustiva investigación para alcanzar su absoluto conocimiento, nos inclina-
mos en esta ocasión, por razones de espacio y tiempo, por conocer la realidad de un léxico
extranjero, original de Italia, acomodado como neologismos léxicos en el español del siglo
xvi y el alcance real de éste en dicho diccionario.
Llegados a este punto, debemos señalar que desde hace unos años se viene reivin-
dicando la necesidad de abordar de manera exhaustiva el estudio de los préstamos lin-
güísticos que la lengua italiana ha aportado al español. Pues, ciertamente, desde el trabajo
del romanista holandés J.-H. Terlingen sobre los italianismos en español desde la formación
del idioma hasta principios del siglo (Amsterdam, 1943), son tan solo contribuciones
aisladas las que podemos hallar dentro del panorama bibliográfico. De ahí que no sea
extraño, que el mismo académico Álvarez de Miranda, a propósito de su acercamiento al
estudio de los italianismos en el español del siglo , señale que sobre este tema «no
sabemos, a día de hoy, prácticamente nada» (2009: 19). Y añade, para conciliarse con
el pasmo del lector: «comprendo que, en los tiempos que corren, la afirmación de que
existe un tema de estudio nimbado por la virginidad bibliográfica no podrá sino resultar
sorprendente y suscitar incredulidad» (íd.: ib.).
Y, lo cierto es que la realidad es así. Tras el estudio de Terlingen (1943), apenas
son varios los artículos de investigación que se han acercado al tema de los italianismos en
la lengua española de los Siglos de Oro. Y uno solo hallamos dedicado a los italianismos
en el español del siglo , el citado de Álvarez de Miranda (2009)1.
En este panorama bibliográfico, los trabajos que abordan el tema desde el ámbito
de la lexicografía no presentan una realidad diferente. En este caso y, hasta donde alcanza
nuestro conocimiento, tan solo hay un trabajo de fecha reciente sobre lo italiano y los ita-
lianismos marcados en la obra del canónigo Sebastián de Covarrubias, a saber, el artículo
publicado por la Universidad de Pavía de Bresadola (2009).
Pues bien, siguiendo estos modelos de trabajo presentamos esta investigación so-
bre los italianismos, en este caso, registrados en la obra lexicográfica del franciscano Die-
go de Guadix (1593). Su estudio permitirá ver el alcance de las voces italianas en español
que aparecen en la macroestructura lexicográfica, tomando a ésta como fuente textual.
Si tenemos en cuenta el valor del diccionario como herramienta para la investigación
histórica de la lengua, nuestro estudio ofrece la oportunidad de tratar esta obra como
una fuente de doble rendimiento, por un lado, como texto donde el italianismo aparece
usado por el autor a causa del mismo proceso de redacción, mientras, por otro lado, la
naturaleza lexicográfica de la fuente nos permite ver el italianismo mencionado a tenor de
la práctica de descripción lingüística que se da en la obra.
1 Años después, el mismo Terlingen publicaría en el tomo II de la Enciclopedia Lingüística Hispánica una revisión general de su
trabajo original sobre los italianismos en el español (Terlingen, 1967). Antes de esto, tan solo hallamos el trabajo de M. Castello
(1952–53). Los estudios se verán continuados con las aportaciones de F. González Ollé (1975–76) sobre los italianismos
del español en el siglo xvi y, dentro de esta misma franja cronológica de investigación, los trabajos de J. Arce (1976), (1981) y
(1982), éstos últimos dedicados a los italianismos en Lope de Vega y el estudio de M-G. Bucalo (1998) sobre los italianismos
en las Novelas ejemplares de Miguel de Cervantes Saavedra. En el VIII Congreso de Historia de la Lengua celebrado en San-
tiago de Compostela (2009), J.-P. García-Borrón presentó un trabajo: «Sobre los italianismos del español», donde se centró
en los italianismos que penetraron en la lengua española desde el siglo xv hasta el Siglo de Oro, siguiendo para ello, la fuente
principal del Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico de J. Corominas y J.-A. Pascual. Disponible el resumen en:
<http://www.8cihlesantiago.org/.../093_Garcia_Borron_ JuanPablo_Resumen.pdf> [Consulta: 1 de septiembre de 2010].
Aparte quedan las referencias a los italianismos en obras generales sobre la historia del español, sirva de ejemplo las anotaciones
de R. Lapesa ([1942] 1991) o R. Penny (1993), o los estudios de italianismos a propósito del análisis del léxico de autores
clásicos en las ediciones modernas de sus obras, como son las referencias a los italianismos en Cervantes (cf. ed. Fernández de
Navarrete y Zayas Soto Mayor, 1841) o en la edición de la Divina comedia (ed. Pascual, 1974). Así como, los estudios que en
los últimos años han ido apareciendo a propósito del estudio de los italianismos en el español de América (cf. Meo Zilio, 1965
y D´Angelo, 1969).
398
El léxico italiano en el Diccionario de Diego de Guadix (1593): préstamos léxicos
sin duda, el contacto con otra lengua romance le permitió al autor establecer paralelismos
lingüísticos de vecindad y hallar analogías léxico-semánticas entre el árabe, el español y
el italiano. De modo que las voces italianas tienen en la obra etimológica una razón de
ser suficientemente justificada. En primer lugar, por la tesis defendida que sitúa al árabe
como protolengua, no solo del español, sino también del italiano y de cualquier otra len-
gua conocida. A saber:
La lengua arábiga gana en antigüedad a las demás lenguas del mundo, porque es la lengua
hebrea —aunque corrupta—. Y la lengua hebrea es la en que ha[bló] (sic) Adán, Noé,
Abraham, etcétera. Y assí, si halláremos algún vocablo o verbo que fuere común a los
árabes y españoles o italianos, o a otra qualquier gente, no podemos dezir que la lengua
arábiga lo tomó de la lengua española, o italiana, o de alguna de las demás lenguas, sino
que la lengua española y italiana, o otra qualquiera, lo mendigó y tomó de la lengua arábi-
ga, como de lengua más antigua (Moreno Moreno, 2007: Primera advertencia al lector).
7 «En Italia, se alzaron muchas voces distintas durante este debate, entre ellas la de Maquiavelo, y las soluciones que se pro-
ponían iban desde una lengua mezclada o común vinculada a la corte (lingua commune, lingua cortigiana), hasta la lengua que
se hablaba en Florencia o en la Toscana. Parece ser que fueron los logros literarios de Dante, Petrarca y Boccacio, sin paragón
en otras zonas de Italia, los que desequilibraron la balanza a favor del toscano como variedad estándar, gracias sobre todo a los
esfuerzos de Pietro Bembo» (Burke, 2006: 122).
400
El léxico italiano en el Diccionario de Diego de Guadix (1593): préstamos léxicos
No obstante, entendemos que el autor del diccionario no tuvo que ser ajeno a sus
circunstancias y, en los años en los que se halla en Italia, comparte situación social con
muchos otros españoles. La pugna por el Mediterráneo occidental de la España Imperial
había llevado a tierras italianas a muchos españoles de manos del proyecto militar. Esto,
lingüísticamente repercutió en la penetración de la mayor parte de los italianismos que
contiene el español, venidos y ligados a: «las ideas, objetos, literatura, forma de vida, etc.,
que los españoles aprendieron en su “convivencia” con los italianos» (Pascual, 1974: 85).
Pues bien, de los italianismos que hallamos en la obra de Guadix debemos señalar
que estos han sido obtenidos desde varias interpretaciones de investigación: consiguiendo
las indicaciones explícitas sobre origen italiano de la voz analizada o tomando como pun-
to de partida el conocimiento actual que sobre este tema de la lengua española tenemos,
esto nos ha facilitado, por un lado, ciertamente los italianismos que se hallan en el diccio-
nario y, por otro lado, la opinión lingüística e histórica que la descripción lexicográfica de
Guadix proporcionó a estas voces. No obstante, la falta de un método de análisis riguroso
tiene evidentes resultados en el estudio etimológico que presenta Guadix. De modo que,
para valorar el grado de penetración de la lengua y cultura italiana en el español de los
Siglos de Oro, tomando como representación esta obra, nuestro estudio nos obliga a con-
trastar datos etimológicos, atendiendo para ello a herramientas de descripción léxica mo-
dernas como son: a) el Diccionario crítico y etimológico de Corominas-Pascual (1980–84),
b) la información etimológica que ha registrado el diccionario académico a lo largo de su
historia para estas voces, c) otras fuentes lexicográficas, así como, d) fuentes históricas
documentales. De acuerdo con esto, señalamos acertadamente que la caracterización que
tienen los italianismos en la obra de Diego de Guadix es varia, aunque en su mayoría
todos comparten un rasgo descriptivo común: según el autor, son arabismos.
8 A tenor de esto señala: «La comunicaçión con los árabes en España, Italia, Siçilia y partes de Françia fue tan grande, y por
tantos años, y los árabes no sabían bien la lengua de los christianos, ni los christianos sabían bien la lengua de los árabes, los
unos y los otros hablavan medio en arábigo y medio en español, latino, o italiano» (íd.: Quinta advertencia al lector). La investi-
gación moderna corrobora esta tesis: «Hasta mediados del siglo xii los mozárabes mantuvieron su religión, el idioma romance,
bastantes usos y costumbres de la época visigótica; pero, al mismo tiempo, adquirieron los hábitos de la vida y las actividades
intelectuales y técnicas de la civilización islámica y, con ello, la lengua árabe. Fue, por tanto, una comunidad bilingüe» (Steiger,
1967: II, 96).
en la obra de Guadix. A veces, voces señaladas como derivaciones léxicas íntegras del
italiano, otras, genéticamente híbridas. Véanse los ejemplos:
alojar. Voz española, del ár. alchar. Derivado etimológico híbrido con el it.: «Y antepu-
niéndole este artículo lo, que en italiano significa ’el‘, componen y forman a la castella-
na este verbo aloxar (s.v.).
ayer. Voz española, del lat. heri. Derivado etimológico híbrido con el it.: «este heri lo co-
rrompen en Italia y dizen yieri, y a este yieri de Italia, le anteponen los españoles el ar-
tículo al, que en arábigo significa ’el‘. […] Y andándose el vulgo a caça de blanda y suave
pronunciación, pierden no sé qué letras, y dize o haze esta corrupción ayer (s.v.).
capellada. Voz española, del it. çapelo: «No es arábigo, como algunos an pensado, sino
viene d´este nombre, çapelo que en italiano significa ’sombrero‘. Assí que capellada es
capelada que —en italiano— significará ’sombrarada‘ (s.v.).
cartuxa. Voz románica, del it. garrucha íd. del ár. gar: «consta de gar que en arábigo sig-
nifica ’cueva o guarida‘, y dicho por diminutivo formado a la italiana es garrucha que
significará ’cobezuela o guaridilla‘. Adviértase que la lengua italiana haze y forma los
diminutivos de sus nombres por este modo y esta forma dicha (s.v.).
donzella. Voz española, del it. donizela, íd. del lat. donna: «No es nombre arábigo, como
algunos an pensado, sino este nombre latino, donna. Lo an puesto los italianos en este
diminutivo formado a la italiana donilla y este donizela. Lo an corrompido los españo-
les y dizen donzella que significará ’señorica o señorita‘ (s.v.).
enjoyar. Voz española, del it. joyo: «No es arábigo, como algunas personas an pensado,
sino [que] viene d´este nombre joyo que es y significa en italiano ’una mala similla‘.
En Italia nace y se cría entre el trigo y como se muele y amasa a bueltas de leña, haze
este efecto en los que comen aquel pan con joyo, que los amodorrece y aton[ta] por
algún tiempo (combiene a saber) hasta que el calor del estómago lo gasta y cesa de
subir al celebro los humos de aquesta mala similla joyo. Y assí trigo o pan que tenga
joyo, no lo comen en Italia sino la gente del campo o los muy pobres. Assí que dezir en
España de una persona que se queda enjoyada, no hablan en arábigo, sino en italiano
y assí significa que ’se quedó embobado (como si dixésemos) como si ubiera comido
pan con joyo‘ (s.v.).
fragata. Voz del Mediterráneo, del itl. farigata, íd. del ár. fariga: «Es un diminutivo for-
mado a la italiana, deduzido d´este nombre fariga que en arábigo significa ’vazía o lo
opuesto de llena‘. Assí que farigata significará ’vazigüela‘ (s.v.).
puta. Voz española, del it. puta, íd. del ár. bent: «Parecer a sido de personas doctas qu´este
nombre español puta, no lo tomaron los españoles del nombre arábigo bent, sino de la
corrupción en que se usa d´él en Italia, qu´es puta, que, como acabo de decir, significa
a los italianos ’muchacha‘. Y en esta significación usamos d´él en España, assí que
dezir entre españoles: «esta muger es una puta» […] Devieron de usar este lenguaje y
de llamar por este nombre a la mala muger, porque de ordinario son muchachas o de
poca edad, las mugeres a quien tanto fatiga la pasión y tan poco ayuda y defiende el
seso y juyzo, que en aquel yerro y suciedad (s.v.).
regodear. Voz española, del it. regodere: «Algunas personas an pensado qu´este verbo es
arábigo, y engáñanse, porque no es sino una corrupción que los españoles emos he-
mos hecho en este verbo italiano regodere o regodearse que en italiano significa ’gozar‘
(s.v.).
revesar. Voz española, del it. reversare: «No es arábigo, como algunas personas an pen-
sado, sino una corrupción d´este verbo reversare que en italiano significa ’volber una
ropa lo de dentro a fuera (como si dixésemos) del revés‘. Y pareciéndole al vulgo que
lo que es ir el manjar o comida de la boca a el estómago es yr a la haz, y como a de yr
402
El léxico italiano en el Diccionario de Diego de Guadix (1593): préstamos léxicos
assí, también le pareció que yr la comida o manjar del estómago a la boca es ir al revés,
y de aquí dixeron reversar a ’el acto de vomitar‘ (s.v.).
sencillo. Voz española. Compuesto etimológico híbrido con el it.: «An pensado algunas
personas que es nombre arábigo, y assí le an querido buscar y dar ethimología arábiga,
y no es sino nombre compuesto de italiano y latino. Consta de senza que en italiano
significa ’sin‘ (como si dixésemos) sine, y de alio que en latín significa ’otro‘. […] Y este
senzaalio lo corrompemos en España y dezimos senzillo (s.v.).
sotana. Voz española. Compuesto etimológico híbrido con el it.: «Consta de sota que
en italiano significa ’debaxo‘ (como si dixésemos) sub, y de na qu´es afixo de primera
persona de plural y significa ’nuestra‘. Assí que todo junto: sotana significa en italiano y
arábigo ’nuestra debaxo (como si dixésemos) nuestra vestidura debaxo o para debaxo‘
(s.v.).
para andar por su ciudad de Venecia‘ (Íd.: ib.), esp. góndola, del it. gondola; morra ’juego‘
(Íd.: ib.), esp. morra, del it. morra; piñata ’el vaso de cozina a que en España olla‘ (Íd.: ib.),
esp. piñata, del it. pignatta; poltrone ’holgazán, pereçoso‘ (Íd: ib.), esp. poltrón, del it. poltro-
ne; pillare ’tomar‘ (Íd.: ib.), esp. pillar ’robar‘, del it. pigliare. Nunca se marcan en el Diccio-
nario de arabismos (1593) como voces usadas en España, a pesar de que las fuentes textua-
les históricas muestran su uso en textos anteriores a la obra. Esto nos puede hacer pensar
que en estas fechas, finales del xvi, a pesar de los usos literarios que se documentan, estos
italianismos seguían siendo voces extranjeras, por tanto, recursos exóticos de la literatura
que Guadix no documenta ni léxica ni semánticamente, probablemente por no estar aún
fuertemente nacionalizados. No obstante, a propósito de la voz aconchar, vemos cómo
Guadix se deja llevar por el conocimiento de la lengua materna en la descripción lingüís-
tica de la voz. A saber, Guadix registra como voz italiana la palabra aconchare ’aderezar,
poner en orden‘. El italianismo español es aconchar, préstamo que en español sufrió un
giro semántico: ’arrimar, colocar a alguien o algo al arrimo de otra persona o cosa, o junto
a ella, generalmente para defenderla de algún riesgo o acometida‘ (DRAE-2001: 1ª ac.,
s.v.), del it. acconciare ’arreglar‘ (Íd.: ib. y Corominas-Pascual, 1980–84: s.v.). No obstante,
la caracterización etimológica que hace Guadix semánticamente nos acerca al significado
que el italianismo posee en español en la actualidad, a saber: «Viene d´este nombre char,
que en arábigo significa ’veçino‘, y con añadirle y quitarle letras viene a formar este verbo:
aconchare, que significará ’avezindar —con orden— una cosa con otra, o unas cosas con
otras‘» (s.v.). De manera que el significado etimológico, como se ve, se aleja del significado
de uso en italiano y se acerca al significado del italianismo en español. Al margen de que
el dato se vincule a la etimología, lo cierto es que la proximidad semántica que se describe
es reveladora, lo que nos lleva a pensar que en español el uso de este italianismo ya fuera
una realidad y Guadix se ve afectado por ello. Pues, a pesar de que Corominas-Pascual
(1980–84) marca la primera documentación en 1710: «Lope» (s.v.), lo cierto es que en
La lozana andaluza de Francisco Delicado (1528) ya hallamos la voz aconchar usada con
un significado próximo al de la voz italiana, a saber, ’componer, aderezar‘(cf. DRAE-2001:
3ª ac., s.v.), aunque, en este caso, con un giro vulgar: «’hacer virgos, arreglar doncellas‘»
(Esteban, 2005: s.v.). Cf: «Y allí le iban a buscar las putas para que las aconchase» (1528,
F. Delicado, La lozana andaluza. CORDE: s.v.).
De otros italianismos que encontramos es más difícil haber esperado esta infor-
mación sobre el origen de la voz en Diego de Guadix, dado que estos italianismos se
empiezan a documentar en fuentes textuales históricas posteriores, esto es, desde el siglo
al xx. Así que, a pesar de que penetraron en la lengua española como préstamos
italianos, en el siglo xvi se les ve solo como léxico italiano. A saber: catafalco ’túmulo que
se haze en los templos para las obsequias y honrras de los defunctos de algunas autorida-
des‘ (Guadix, 1593: s.v.). El italianismo catafalco se documenta textualmente por primera
vez en 1769: «la pompa, la magnificiencia del catafalco y exequias» ( J.-N. Azara, Cartas
de Azara al ministro Roda. CORDE: s.v.). El Diccionario académico no lo incluye en su
corpus hasta la edición de 1817, aunque la marcación como italianismo no se da a la
voz hasta el drae de 1899; collone ’testículo‘ (Guadix, 1593: s.v.). El italianismo es collón
’cobarde‘ (DRAE-2001: s.v.), del it. coglione ’testículo‘. La 1ª doc. 1621: «Hanse nombrado
[„] barrajel de campaña, al coyon de Bérgamo» (Anón., Carta ridícula de Diego Monfar.
CORDE: s.v.). Lexicográficamente, el primer registro en español del vocablo collón bajo
la forma morfológica de adjetivo y con el significado de ’cobarde‘ lo hallamos en la lexico-
404
El léxico italiano en el Diccionario de Diego de Guadix (1593): préstamos léxicos
grafía no académica de finales del siglo , a saber, en el Diccionario castellano con las
voces de ciencias y artes y sus correspondientes en las tres lenguas francesa, latina e italiana
de Esteban de Terreros de 1786: «flojo, cobarde, que no sirve para cosa de substancia. Fr.
Coion. Lat. Ignávus. It. Poltrone, coglione.» (s.v.); feta ’revanada de pan‘ (Guadix, 1593: s.v.).
En la actualidad este es un italianismo usado en el español de Argentina y Uruguay, con el
significado de ’lonja de fiambre o de queso‘ (DRAE-2001: s.v.) y del que no se halla usos
textuales en el corde. El diccionario académico lo registra por primera vez en la edición
21ª de 1992; y, finalmente, Guadix recoge la voz italiana gueto ’barrio, reduto o encerra-
miento, donde habitan los judíos (combiene a saber) a la judería‘ (s.v.). Este italianismo
no se documenta textualmente hasta finales del siglo xx y, lexicográficamente, lo recoge
el drae de 1970.
Como nota general, es significativo señalar que la identidad de estas palabras
como voces propias de la lengua italiana no se ofrece solo con el dato explícito de marca
geográfica, sino que es característico en estas voces el proceso de lematización. Guadix
va a lematizar estas voces —así como todas aquellas propias del italiano que recoge—
siguiendo un método de transcripción de naturaleza fonética, con la cual representa los
sonidos del habla italiana, mediante el sistema de signos gráficos del español, lo que nos
lleva a pensar que Diego de Guadix escribe el italiano de oído. De este modo, la do-
ble consonante italiana -gl-, identificada fonéticamente con el sonido de la palatal lateral
sonora, se escribe ortográficamente ll9, rehuyendo así del italianismo gráfico. Sirva de
ejemplo: collone (it. coglione), garbullo (it. garbuglio) o pillare (it. pigliare). Así mismo, como
identidad de fonética italiana se registran las voces con -e final, declinando el modelo
de las leyes fonéticas del español, donde dicha vocal final resultó en español inestable y
provocó la apócope. Muchos son los casos de voces italianas que comparten la misma
transcripción fonética: aconchare, bufone, collone, pillare, poltrone. Con ello, Guadix no
hace sino mantener y extender la práctica de transcripción de la lengua árabe en lengua
castellana a todas las voces de naciones extranjeras que recoge.
dos que iban, como reclutas allegadizos […] Según explican T. Naharro y Covarr., nació
como apodo, por el gran uso que hacían estos soldados de la palabra bisogno, aprendida
para pedir a los habitantes la satisfacción de sus necesidades, en frases como daca el bi-
sogno ’dame de comer‘» (Corominas-Pascual, 1980-84: s.v.); brocado ’tela rica o preciosa‘.
1ª doc. c 1400 (CORDE, s.v.), «por vía del cat. brocat viene, al parecer, del it. broccato
íd., derivado del anterior» (Corominas-Pascual, 1980-84: s.v.); bujarrón ’el que comete el
peccado nefando‘. 1ª doc. 1514 (CORDE, s.v.), «sodomita. Del it. buggerone» (drae, 1956:
s.v.); chabeta ’cinto o pretina‘. chaveta, 1ª doc. c 1527 (CORDE, s.v.), «del it. dial. (genov.,
lomb.) ciavetta íd. (it. chiavetta)» (Corominas-Pascual, 1980-84: s.v.); escaramuça ’suerte
de pelear o principios de batalla, en que no viene todo el exército a las manos con los
enemigos, sino que de la una parte y de la otra, salen algunos valientes a probar la manos
y las armas en el exercicio de la milicia‘. 1ª doc. p 1325 (CORDE, s.v.), «it. scaramuccia»
(DRAE, 2001: s.v.); esquife ’varco pequeño‘. 1ª doc. c 1430 (CORDE, s.v.), «tomado, por
conducto del cat. esquif, del it. antic. y dial. schifo» (Corominas-Pascual, 1980-84: s.v.);
fanal /fanar ’lanterna que las naos o galeras capitanas ponen y llevan en las popas o sobre
la popas‘. 1ª doc. c 1575 (CORDE, s.v.), «it. fanale» (Corominas-Pascual, 1980-84: s.v.);
maçacote ’cernadas que quedan en la jabonerías después que an dado de sí la legía‘. 1ª doc.
c 1550 (CORDE, s.v.), «it. marzacotto» (DRAE-2001: s.v.); mogollón / vivir de mogollón
’comer sin trabajar‘. 1ª doc. c 1492 (CORDE, s.v.), «origen incierto, quizá derivado de la
misma voz arábiga que ha dado el it. ant. moccobello» (Corominas-Pascual, 1980-84: s.v.);
pavés ’escudo de madera y forma quadrada, más largo que ancho‘. 1ª doc. 1491 (CORDE,
s.v.), «it. pavese» (DRAE-2001: s.v.); piloto ’marinero que rige y gobierna el navío‘. 1ª doc.
c 1406 (corde, s.v.), «it. piloto» (DRAE-2001: s.v.); [tinelo] tineo ’refectorio, pieça o mesa,
donde se come el maestresala y los pajes que an servido a la mesa de su señor‘. 1ª doc. 1517
(corde, s.v.), «tomado del cat. tinell, éste del it. tinello» (Corominas-Pascual, 1980-84: s.v.);
y trotar ’acción de andar a un paso, que entre correr y andar‘. 1ª doc. 1430 (CORDE, s.v.),
«del fr. trotter o del it. trottare» (DRAE-2001: s.v.).
406
El léxico italiano en el Diccionario de Diego de Guadix (1593): préstamos léxicos
cipio o daba principio para hazer alguna valentía, asalto o robo en los enemigos.» (guad.:
s.v. gañibete); balcón, 1ª doc.: 1535, Fz. de Oviedo, «Llaman en algunas partes d´España
a un balcón o cordoncillo que buela sobre unos canes fuera del hilo de la pared para en él
tomar y gozar del sol» (guad.: s.v.. axumez); centinela, 1ª doc. 1526, Garcilaso de la Vega,
« Siempre uvo u devió de aver en esta montañuela centinelas que avisasen a la ciudad de
Barçelona de los navíos que a ella vienen, mayormente de la parte de puniente, de la qual
parte ausenta o encubre esta montañuela a la dicha ciudad de Barçelona» (guad.: s.v.
Monjuy); cortesano, 1ª doc.: c 1407, Juan de Mena, «Que vale tanto o valga tanto como
dizen entre christianos “fulano cortesano” o “fulano cortés”» (guad.: s.v. Benquerencia); es-
copeta, 1ª doc.: 1517, Torres Naharro, «Por similitud llaman o dizen también atacar a el
acto de asir o fijar la pólvora, bala o perdigones de un escopeta, que no anden hornagueros
por el cañón, sino que está todo asido o fixado cerca de la cámara o fogón» (guad.: s.v.
ataca); fagina, 1569, Ercilla, «llaman en España a qualquiera verga o cosa con que atan
una gavilla de mies o algún haz de fagina» (guad.: s.v. vencejo); festejar, 1ª doc.: c1450,
Antón Moros, «Llaman en España a una como cinta o faxa que suelen hazer en las casu-
llas, capas y otros ornamentos de iglesia, para festejar y celebrar el culto divino» (guad.:
s.v. çanefa); foso, 1547, Pedro de Salazar, «yerva que naçe en las açequias, lagunas y fosos»
(guad.: s.v. Buda); macarrón, 1517, Torres Naharro, «suerte de fideos o maça, o macarro-
nes menudos y en forma rotunda pasta y comida bien usada entre árabes» (guad.: s.v..
alcozcuçú); marcar, 1ª doc.: 1413, «en las naos a una compostura de marra y cuerdas que
hazen en lo alto de los árboles o mástiles del navío, donde cotidianamente puedan estar
algunos hombres para marcar y gobernar una velilla, que llaman vela de gavia» (guad.:
s.v. Gabia); máscara, 1ª doc.: c1495, Luis de Lucena, «y con esta máscara le hazen pasar
por la primera declinación de los nombres latinos» (guad.: s.v. coquina); menestra, 1ª doc.:
1517, Torres Naharro, «Llaman en España a cierta suerte de menestra» (guad.: s.v. fideos);
mercancía, 1ª doc.: 1503, Fz Santaella, «del puerto de Cartagena, para sus tratos y mer-
cancías» (guad.: s.v. Murcia); muralla, 1ª doc.: 1376, Fz Heredia, «Llaman en España a lo
que por mejor nombre llaman muralla» (guad.: s.v. adarve); pantano, 1ª doc.: 1528, Fco
Delicado, «Devieron los árabes de llamar assí a esta ciudad por aver cerca d´ella algunos
pantanos o lagunas» (guad.: s.v. Buda); rufián, 1ª doc.: 1411, Vicente Ferrer, «Es un par-
ticipio o como participio pasivo, formado a la castellana y deducido del nombre rufián»
(guad.: s.v. rufaldado). Como vemos, estos italianismos aparecen en la obra de Guadix
usados sin mayor recelo, lo que indica que fueron extendiéndose por nuestra lengua hasta
llegar en estas fechas, finales del siglo xvi, a perderse la conciencia de su extranjería, como
se desprende del uso que de ellos hace Guadix.
3. Conclusión
En definitiva, de este estudio y de todas las palabras analizadas en este trabajo, no pode-
mos señalar que hayamos encontrado conclusiones definitivas. Hemos puesto en práctica
una investigación de carácter empírico, realizando la investigación sobre la base textual
de un diccionario etimológico de finales del siglo xvi, usando, de este modo, la obra como
corpus para dicho estudio. Ello nos ha facilitado la labor de identificar los italianismos
que encierra el Diccionario (1593) de Diego de Guadix, unas veces usados, otras, mencio-
nados. No obstante, la tarea de analizar patrones de uso (estructuras sintácticas, rasgos
lingüísticos o redes léxicas de significado), así como estudiar la correlación con variables
extralingüísticas llevaría consigo un análisis más pormenorizado y exclusivo de cada uni-
dad léxica. Más allá de las concordancias y datos lexicográficos que hemos obtenido en
este diccionario, nos obligaría a un análisis multidimensional, pues cada préstamo léxico
tiene su propia historia. No obstante, la tarea realizada no ha sido irrelevante, es oportu-
no destacar el valor del dato obtenido como testimonio de un léxico que, documentado
ya en Guadix, aparecerá seguidamente en las columnas de los grandes diccionarios de la
historia del español, como en Covarrubias o Autoridades. Y lo que supone este testimo-
nio, sin duda, una base sólida para la asimilación y consolidación de dichos préstamos
italianos en el español.
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408
El léxico italiano en el Diccionario de Diego de Guadix (1593): préstamos léxicos
0. Introducción
En 1987, Manuel Seco reunió en el volumen titulado Estudios de lexicografía española
una serie de trabajos en los que, entre otras cuestiones, ofrecía una primera aproximación
al conjunto de diccionarios aparecidos a mediados del siglo , fruto de lo que dio en
llamar la «lexicografía moderna no académica». Desde entonces, han sido diversos los au-
tores que se han ocupado de ese conjunto de repertorios que vino a romper el monopolio
de que había gozado hasta entonces el diccionario de la Real Academia Española. Baste
citar aquí los estudios de Anglada y Bargalló (1992), Baquero (1992), Martínez Marín
(2000), Azorín (2000) o Bajo (2000), en los que se ofrece un panorama general de este
capítulo de la historia de nuestra lexicografía. A ellos cabe sumar, obviamente, los nume-
rosos trabajos que profundizan en el estudio de sus aspectos más relevantes.
En este artículo quiero centrar mi atención en la presencia del vocabulario de la
electricidad en este conjunto de diccionarios, con el propósito de seguir profundizando
en su conocimiento, particularmente en lo que respecta a la sanción de términos técnicos.
Seis son los repertorios que utilizo con este propósito, además de las sucesivas ediciones
del DRAE. Se trata de los diccionarios de Labernia (1844–1848), Salvá (1846), Do-
mínguez (1846–1847), Caballero (1849), Gaspar y Roig (1853–1855) y Campuzano
(1857). Como sabemos, pese a sus marcadas diferencias, todos ellos presentan como
nexo común la incorporación de nuevas voces. Esa tendencia es especialmente manifiesta
en los últimos cuatro diccionarios apuntados, en los que, además, se constata un involun-
tario caminar hacia el enciclopedismo, que será decisivo para que el tecnicismo pase a ser
* Este artículo se inscribe dentro de un proyecto de investigación de mayor amplitud que tiene por objeto el estudio de la for-
mación, el desarrollo y la difusión del léxico de la electricidad en español desde mediados del siglo hasta finales del siglo
. Este proyecto se enmarca, a su vez, en el proyecto de investigación «Diccionario histórico del español moderno de la ciencia
y de la técnica (fase de desarrollo)», financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación (FFI2010-15240), y desarrollado
por el grupo NEOLCYT, Grupo Consolidado de la Generalitat de Catalunya (2009SGR-0937), y que forma parte de la Red
Temática Lengua y Ciencia (FFI2009-05433-E).
un elemento habitual en sus páginas. En cualquier caso, resulta evidente que la inflación
léxica y el carácter enciclopedista no se reflejan por igual en todos ellos.
La elección del léxico de la electricidad como objeto de estudio no es casual. En
primer lugar, la física eléctrica, que se configura como ciencia a lo largo de la segunda
mitad del siglo , experimenta un espectacular desarrollo a lo largo del siglo
como consecuencia, entre otros hallazgos, de la invención de la pila (Volta, 1800) y del
descubrimiento del electromagnetismo (Oersted, 1820) y los fenómenos de inducción
(Faraday, 1831). Por otra parte, fruto de esos progresos, la electricidad verá multiplicadas
sus aplicaciones en distintos campos; así, a su amparo se irán desarrollando la electrote-
rapia, la electroquímica, la galvanoplastia, la telegrafía eléctrica y, ya en los últimos años
de la centuria, la telefonía.
Como era de esperar, esos significativos avances comportaron un no menos signi-
ficativo aumento de la terminología asociada a esta rama de la ciencia; una terminología
que se percibe netamente como «nueva» y «moderna», pero que penetra con rapidez en
el idioma, pese a la manifiesta reticencia de la Academia a darle carta de naturaleza. Su
presencia, pues, en los repertorios estudiados será un buen indicio de su grado de per-
meabilidad frente al vocabulario científico y técnico.
1 «Hay tambien una inmensa nomenclatura de las ciencias, artes y profesiones, cuyo significado deben buscar los curiosos en los
vocabularios particulares de las mismas; tales voces pertenecen á todos los idiomas y á ninguno de ellos, y si hubieran de formar
parte del Diccionario de la lengua comun, léjos de ser un libro manual y de moderado precio, circunstancias que constituyen su
principal utilidad, seria una obra voluminosa en demasía, semienciclopédica y de difícil adquisición y manejo» (DRAE-1843).
2 Para mayor detalle sobre la incorporación del léxico de la electricidad a las sucesivas ediciones del DRAE, véase Moreno
Villanueva (1995–1996).
3 Las voces marcadas con asterisco corresponden a fenómenos naturales. Todas ellas figuraban en el DRAE desde
Autoridades. La fecha que aquí se indica corresponde a la edición en que se incorpora en su definición la alusión a su
naturaleza eléctrica.
412
La inclusión del léxico de la electricidad en los diccionarios de mediados del siglo
lugar común en todos ellos, empezando por el propio Domínguez, quien se apresura a
señalar en el Prólogo el incremento de «cien mil y quinientas voces técnicas de diferentes
ciencias y artes». Las cifras que se desprenden del análisis del léxico de la electricidad
presente en este conjunto de diccionarios así parecen confirmarlo.
En efecto, tras el atento seguimiento del vocabulario incluido en los distintos re-
pertorios estudiados, he logrado reunir un total de 136 voces relacionadas con la ciencia
eléctrica. De ellas, 113 están presentes ya en la obra de Domínguez, una cifra verdadera-
mente sorprendente, si recordamos que, en la edición de 1843 del DRAE, la última apare-
cida antes de la publicación del Diccionario nacional, se registran solamente 17 acepciones
pertenecientes a esta parcela de la terminología científica.
Los restantes repertorios no se alejan demasiado de esa cifra: en el diccionario
de Caballero se incluyen 76 términos, 73 de los cuales aparecen ya en el repertorio de
Domínguez, al que sigue bastante de cerca en sus definiciones; en Gaspar y Roig, por
otra parte, se da entrada a un total de 112 voces, en cuyos artículos se pueden rastrear
no menos huellas del Diccionario nacional (de hecho, 90 de ellas están presentes en él);
finalmente, en el repertorio de Campuzano, que parece tener presente tanto la obra de
Domínguez como la de Gaspar y Roig, se sancionan un total de 80 acepciones.
La impronta de Domínguez, por tanto, es clara en los restantes diccionarios estu-
diados, que, además de seguir de cerca su lemario, no dudan en copiar, directa o indirec-
tamente, buena parte de sus definiciones. Los ejemplos de electricismo y electromagnetismo,
que reproduzco bajo estas líneas, merecen pocos comentarios:
Electricismo
Domínguez
Fís. Sistema que abraza todos los fenómenos eléctricos.
(1846–1847)
Caballero
Sistema que abraza todos los fenómenos eléctricos.
(1849)
Gaspar y Roig
Fís.: sistema que comprende o abraza todos los fenómenos eléctricos.
(1853–1855)
Campuzano
Fís. Sistema que abraza todos los fenómenos eléctricos.
(1857)
Electro-magnetismo
Domínguez Fís. Conjunto de los fenómenos magnéticos producidos por la electricidad
(1846–1847) ó por la accion mutua de los cuerpos eléctricos é imantados.
Caballero
No se sanciona.
(1849)
Gaspar y Roig Fís.: conjunto de fenómenos magnéticos producidos por la electricidad o
(1853–1855) por la mutua accion de cuerpos electrizados e imantados.
Campuzano Fís.: Conjunto de fenómenos magnéticos producidos por la electricidad ó
(1857) por la accion mútua de los cuerpos electrizados é imantados.
414
La inclusión del léxico de la electricidad en los diccionarios de mediados del siglo
Condensador eléctrico
Domínguez Instrumento propio para acumular la electricidad en un espacio mucho mas
(1846–1847) reducido que el que ocupa ordinariamente.
Caballero
Instrumento propio para acumular la electricidad.
(1849)
Aparato en que se acumula electricidad. Consta de dos láminas conduc-
Gaspar y Roig toras, separadas por otra aisladora, y cambia de forma y nombre segun el
(1853–1855) uso a que se destina. Se cargan por medio de una máquina eléctrica, de un
electróforo o de cualquiera otro oríjen [sic] o depósito de electricidad.
Campuzano Aparato propio para acumular la electricidad en un espacio mucho mas
(1857) reducido que el que ocupa ordinariamente.
Galvanismo
Labernia Serie de fenómenos eléctricos observados por Galbani, que creia indepen-
(1844–1848) dientes de la electricidad ordinaria. Galvanisme. Galvani doctrina.
Fís. Serie de fenómenos eléctricos observados primeramente por Galvani,
quien los consideró independientes de la electricidad ordinaria. Estos fe-
nómenos consisten en unos movimientos muy sensibles ó pronunciados
que se manifiestas en las sustancias animales que consérvan irritabilidad,
Domínguez
cuando se las coloca entre dos placas ó planchas distantes una de otra, y se
(1846–1847)
establecen entre estas una comunicacion por medio de una vara metálica.
Volta ha probado que estos fenómenos son el resultado de la electricidad
ordinaria que en este caso se desarrolla por el contacto de sustancias de diferente
naturaleza, como lo es en otros que se desarrolla por el roce ó por el calor.
Caballero Serie de fenómenos eléctricos que se desarrollan por el contacto de materias de
(1849) diferente naturaleza.
Fís.: nombre dado a la electricidad desarrollada por el contacto de dos
metales distintos, y tal órden de fenómenos producidos por ese medio;
se le llamó así por ser Galvani el primero que tuvo ocasion de observarle,
Gaspar y Roig
si bien fue Volta el que empezó a hacer aplicaciones y producirlos de un
(1853–1855)
modo constante y uniforme. En el dia lo emplean las artes para el dorado
y plateado y forma la base del importante descubrimiento de la telegrafía
eléctrica.
Fís. Se dá este nombre á la electricidad desarrollada por el contacto de dos
metales distintos, y á la serie de fenómenos producidos por este medio. Lla-
Campuzano móse asi por ser Galvani el que lo descubrió, aunque Volta fué el primero
(1857) que lo aplicó de un modo constante y uniforme. El galvanismo se emplea
en medicina, en las artes para dorar y platear, y además es la base de los
telégrafos eléctricos.
Pararrayo
[Bajo pararayo] Fís. Máquina que sirve para quitar á las nubes la electrici-
dad de que estan cargadas, dirigiéndolas al depósito comun. Ha sido inven-
tada por el célebre Franklin, y se compone de una barra metálica, sin solu-
cion de continuidad, cuyo extremo superior, terminado en punta, se pone
Domínguez
sobre el edificio que se quiere resguardar del rayo, y el inferior se introduce
(1846–1847)
en un pozo lleno de agua ó de carbón. || Vara de laton ó cobre que termina
en punta aguda, y se coloca verticalmente en los topes de las embarcaciones,
y en los edificios, para conducir el rayo por medio de la cadena eléctrica
enganchada a ella.
[Bajo para-rayo] Fís.: aparato destinado a protejer [sic] los edificios contra
los efectos de la electricidad atmosférica. Fue inventado por Franklin y se
compone de una barra metálica en punta y está situada en el punto mas
elevado del edificio, y la estremidad inferior se hunde en tierra y se divide en
Gaspar y Roig
varias ramas. Cuando pasa una nube electrizada por encima del para-rayo,
(1853–1855)
el flúido de este se descompone, una parte va a la tierra y la otra forma una
corriente que va a cada momento a neutralizar el acumulado en la nube. La
accion del para-rayo o esfera de actividad se estiende en un radio doble de
su lonjitud [sic].
416
La inclusión del léxico de la electricidad en los diccionarios de mediados del siglo
Telégrafo
Máquina ó instrumento, que colocado en las eminencias mas visibles, sirve
para comunicar rápidamente noticias y órdenes por medio de signos que
represéntan los caractéres ó letras, cuya clave tiénen los directores ó en-
cargados especiales por cuenta del gobierno. Es invencion francesa, y data
del año 1793. El telégrafo ha recibido diferentes calificaciones, segun los
diversos medios empleados para perfeccionarlo, á fin de obtener que lléguen
Domínguez
mas pronto los avisos de considerables distancias, transmitidos instantá-
(1846–1847)
neamente de punto en punto de observacion telegráfico, que por lo regular
estan de dos á dos leguas. Existen, pues, telégrafos eléctricos, voltáicos, o
galvánicos, marinos, militares ó de campaña etc. Y tambien se ha tratado de
ensayar el establecimiento de telégrafos nocturnos, por medio de linternas
que fórman muchas series de figuras luminosas, á las cuales se da cierto
sentido.
Con todo, es el repertorio de Gaspar y Roig el que apuesta de forma más decidida
por el enciclopedismo. En este sentido, no es difícil encontrar ejemplos donde, a una pri-
mera definición casi calcada de Domínguez, sigue una explicación de cierta extensión. El
caso de condensador eléctrico, que ya hemos visto antes, es un buen ejemplo; pero no son
menos ilustrativos los de batería eléctrica, conductor, electropuntura, galvanomagnetismo,
galvanómetro, máquina eléctrica o pila de Volta.
Batería eléctrica
Galvanómetro
Domínguez Fís. Instrumento para apreciar el flúido galvánico desarrollado por la pila, y
(1846–1847) hacer sensibles los efectos del galvanismo. = V. .
Fís.: instrumento destinado a apreciar la cantidad de electricidad desen-
vuelta por una pila galvánica, y a hacer sensibles a la vista los efectos del
Gaspar y Roig galvanismo. La construccion de este instrumento está fundada en que una
(1853–1855) corriente circular actua por todas sus partes para dirijir [sic] en el mismo
sentido una aguja imantada a quien rodea. En el día son dos agujas, las que
presenta el aparato, y es mucho mas sensible a su efecto.
Galvanomagnetismo
Domínguez [Bajo gálvano-magnetismo] Fís. Combinacion de efectos galvánicos y efectos
(1846–1847) magnéticos.
[Bajo galvano-magnetismo] Fís.: combinacion de los efectos galvánicos con
los efectos magnéticos. Generalmente se le da el nombre aunque mas im-
Gaspar y Roig
propio de electro-magnetismo entendiéndose tambien por esta palabra la
(1853–1855)
parte de la Física que tiene por objeto el estudio de los fenómenos de esta
doble electricidad o reunion de flúidos.
Pila de Volta
[Bajo Volta, Pila de] Fís. Aparato compuesto de una porcion de elementos
Domínguez circulares de zinc y cobre, llamados pares, separados por roldanas de paño
(1846–1847) humedecidos en agua acidulada, por medio del cual se desarrolla por in-
fluencia una corriente continua de electricidad.
[Bajo pila] Fís.: aparato eléctrico inventado por Volta, para obtener una co-
rriente de fluido eléctrico, desarrollándole por el contacto de dos sustancias
metálicas diferentes. Se compone de discos de cobre y zinc apareados y cada
par separado del otro por un círculo de paño impregnado en una disolucion
Gaspar y Roig
salina; de este modo se forma una columna, cuyas dos estremidades son
(1853–1855)
una placa de zinc llamada polo positivo y otra de cobre llamada polo negativo,
las cuales puestas en comunicacion por medio de alambres establecen una
corriente eléctrica permanente. Estas pilas se llaman comunmente
o y reuniendo varias de ellas se forma una batería.
418
La inclusión del léxico de la electricidad en los diccionarios de mediados del siglo
Ánodo
Caballero
No se sanciona.
(1849)
Gaspar y Roig s.m. Fís. (camino que sube): superficie por la cual penetra en un cuerpo
(1853–1855) una corriente eléctrica.
Campuzano
s.m. Superficie por la cual penetra en un cuerpo una corriente eléctrica.
(1857)
Domínguez
s.m. Superficie por la cual penetra en un cuerpo una corriente eléctrica.
(Supl. 1875)
Botella de Leiden
Fís. botella de cristal ó vidrio, que sirve para aumentar la intensidad de los
Domínguez
efectos eléctricos; está provista interior y esteriormente hasta cerca del cue-
(1846–1847)
llo, de materias electrizables, por comunicacion.
Caballero
No se sanciona.
(1849)
Gaspar y Roig Fís.: botella de cristal o de vidrio, dispuesta en términos que por su medio
(1853–1855) se aumenta la intensidad de los efectos eléctricos.
Fís. Aparato eléctrico compuesto de una botella de cristal, guarnecida inte-
rior y esteriormente de papel de oro ó de estaño hasta el gollete: la boca se
Campuzano
cierra con un tapon de corcho atravesado por un alambre, cuya estremidad
(1857)
toca por dentro de la botella con el papel, y la otra que sale de la vasija ter-
mina por una bolita de laton.
s.f. Fís. Aparato eléctrico que forma una botella de cristal, guarnecida por
dentro y por fuera de papel de oro ó de estaño hasta el gollete; es decir: tres
Domínguez ó cuatro pulgadas antes de llegar á la boca. Se tapa con un tapon de corcho
(Supl. 1875) atravesado por un alambre, cuya punta ó estremidad toca por dentro de la
botella con el papel, y la otra que sale de fuera de la vasija, es terminada por
una bolita de laton.
4 Los signos ‘=’ y ‘≈’ que se introducen en la tabla indican, respectivamente, si Domínguez traduce literalmente la definición
ofrecida por Bescherelle, o bien hace una adaptación de ella.
420
La inclusión del léxico de la electricidad en los diccionarios de mediados del siglo
Un año después, por tanto, de la aparición de la segunda edición del Novísimo dic-
cionario de la lengua castellana (1857) de Ramón Campuzano —el último de los dicciona-
rios examinados—, el léxico oficial alcanza, en esta parcela de la terminología científica, la
cifra de 30 acepciones, lo que no deja de contrastar con las 136 voces reunidas tras la con-
sulta de los diferentes repertorios no académicos. En cualquier caso, el avance es importan-
te, pues las voces de esta parcela científica doblan su presencia en solo dos ediciones.
La tímida apertura al léxico de la electricidad que parece apuntarse en 1869 se
confirma en la siguiente edición del DRAE, la de 1884, que se presenta como novedosa
desde las primeras líneas del Prólogo, donde se destaca «el considerable aumento de pala-
bras técnicas con que se ha enriquecido». Por lo que respecta a la electricidad, ese aumen-
to se traduce en la inclusión de 32 nuevas acepciones, es decir, tantas como las incluidas
por el repertorio académico hasta la fecha (cfr. Moreno Villanueva, 1995–1996).
Veintidós de esas voces figuraban en alguno de los diccionarios estudiados. Algo
similar ocurre en la edición de 1899, que incluye, entre sus 74 nuevas incorporaciones
—una cifra en absoluto desdeñable—, 22 términos sancionados con anterioridad en Do-
mínguez, Caballero, Gaspar y Roig o Campuzano.
Con posterioridad, todavía pasarán a engrosar las páginas del léxico oficial 15 de
las voces presentes en los diccionarios estudiados: en 1914 lo harán 3 de ellas; en 1936,
3, y así en descenso paulatino hasta la edición de 1992 (en 1925, 1; en 1947, 2; en 1956,
1; en 1970, 4; y en 1992, 1).
422
La inclusión del léxico de la electricidad en los diccionarios de mediados del siglo
No hay duda, pues, de que la presión ejercida por los productos de la lexicografía
no académica, unida a las de las voces que reclamaban una mayor apertura de la Acade-
mia al léxico «usual», contribuyó de manera decisiva al cambio de rumbo operado por el
diccionario académico desde su duodécima edición, en lo que a la inclusión del vocabula-
rio científico y técnico se refiere.
Con todo, no debe perderse de vista un dato sumamente significativo: solo 88 de
los 136 términos reunidos tras la consulta de los diferentes repertorios no académicos
analizados (alrededor del 65%) ingresarán alguna vez en las páginas del DRAE. Sería
erróneo presentar esta cifra como muestra de la perseverancia de la Corporación en la
defensa del criterio purista y conservadurista, incluso tras la edición de 1884. De los
términos documentados en las obras lexicográficas consultadas que permanecerán al
margen del léxico oficial, unos pasarán a formar parte de las páginas de los vocabularios
especializados; es el caso de electrogalvanismo, electromicrometría o microelectrómetro, que
volveremos a encontrar, ya a finales de siglo, en los diccionarios de electricidad de Lefèvre
(1893) y Sloane (1898). Otros, en cambio, dejarán de estar presentes en los diccionarios
españoles. De hecho, es preciso preguntarse si alguna vez figuraron en los textos cientí-
ficos y técnicos aparecidos en nuestro país, pues voces como atractoelectricidad, electro-
capiloquímica o galvanomagnetismo —todas ellas presentes en Domínguez y, a través de
este, en Caballero, Gaspar y Roig y Campuzano— no he podido documentarlas en los
manuales de física y electricidad que circularon en España por esa época.
2. Conclusiones
Los datos presentados a lo largo de este trabajo sirven para corroborar la existencia de
dos líneas paralelas en la lexicografía del siglo , fruto a su vez de dos concepciones
distintas de lo que debe ser un diccionario: la línea académica, partidaria del diccionario
selectivo y la norma lingüística, en la que se sitúan también los repertorios de Labernia
y Salvá; y la línea paraacadémica, muy influida por la lexicografía francesa, partidaria de
la norma cultural y de un diccionario acumulativo que camina hacia el enciclopedismo,
cuyos principales exponentes son Domínguez y Gaspar y Roig.
No menos distintos son los objetivos que se persiguen desde una y otra línea.
Desde la primera, el diccionario se ofrece como un instrumento lingüístico de carácter
normativo, que pretende dar cuenta de aquellos términos, debidamente justificados por
el uso, que han pasado a formar parte del léxico común del idioma; desde la segunda, en
3. Referencias bibliográficas
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Ibarra (2.ª ed.).
R A E (1791). Diccionario de la lengua castellana. Madrid: Vda. de
Joaquín Ibarra (3.ª ed.).
424
La inclusión del léxico de la electricidad en los diccionarios de mediados del siglo
0. Introducción
Desde su origen en la lengua griega, -ismo e -ista son dos elementos derivativos que for-
man palabras que pertenecen a más de un área semántica (Dressman, 1985; Velleman,
1993; Pharies, 2002; Bergua 2004). Con el paso de los siglos, ambos morfemas amplían
sus significados básicos o nucleares (Zwanenburg, 1984) en las lenguas romances desde la
Edad Media hasta la actualidad. La evolución semántica de este patrón morfológico, que
ya ha sido analizada en investigaciones anteriores (Muñoz, 2005 y 2010), evidencia que
-ismo e -ista constituye un claro ejemplo de polisemia en los procesos de formación de
palabras por sufijación.
Atendiendo al fenómeno de la polisemia, el objetivo de esta indagación es analizar
los procesos que se han originado en la ampliación semántica del esquema morfológico de
-ismo e -ista a lo largo su historia en la lengua española. Se parte de una visión diacrónica
porque se pretende analizar la variedad significativa (Rifón, 1997) de -ismo e -ista desde
la Edad Media con el fin de reconstruir la estructura semántica de este paradigma y de
señalar los procesos semánticos que se han presentado. Además se tiene en cuenta la his-
toria interna de algunas de las voces formadas porque ésta también permite explicar los
cambios semánticos que experimentan ambos morfemas.
Desde un punto de vista metodológico, el análisis se realiza con el corpus de 2017
lemas en -ismo e -ista1 que forman parte de la historia lexicográfica académica desde el
Diccionario de Autoridades (DA) hasta la vigésima segunda edición del Diccionario de la
lengua española de la Real Academia Española (DRAE).
Según la Planta de 1713, en la que se fijan los criterios para la elaboración del DA,
la pretensión de la Corporación fue seleccionar el léxico de la lengua cortesana: «términos
* La investigación necesaria para la presentación de este estudio ha sido posible gracias a la ayuda concedida al Grupo de Dia-
cronía y Léxico del Seminario de Filología e Informática de la Universidad Autónoma de Barcelona por el Comissionat per a
Universitats i Recerca de la Generalitat de Catalunya (SGR2009-1067) y a la ayuda de la DGICYT para el proyecto «Portal de
léxico hispánico: bibliografía, léxico y documentación» (FFI2008-06324-C02-01).
1 Corpus elaborado para la tesis doctoral La historia de los derivados en -ismo e -ista en español moderno (Muñoz Armijo,
2010).
de albeitería, el blasón, los nombres de los impuestos y privilegios de la Iglesia y los vo-
cablos propios de la justicia. También fue común la aparición de términos propios de los
distintos oficios y profesiones» (Freixas, 2003: 87). Una gran parte de los 251 derivados
en -ismo e -ista del DA están presentes en textos escritos de los siglos , y xv (bau-
tismo, christianismo, evangelista, exorcismo). Según estas documentaciones, la selección de
los lemas del DA permite analizar la estructura semántica los sufijos -ismo e -ista, desde
los primeros testimonios de estas voces en la lengua española.
428
Procesos semánticos en la formación de creaciones en –ismo e –ista del español moderno
ca que corresponde al nombre del deportista (piragüista), del deporte (piragüismo), del
músico o cantante (saxofonista), del escritor (panfletista) o del jugador (quinielista). Del
mismo modo, -ismo e -ista se convierten en sufijos productivos en los siglos y para
denominar fenómenos y procesos de la terminología gramatical española (leísmo - leísta;
dequeísmo - dequeísta) y modos de hablar propios de dialectos (andalucismo, asturianismo,
riojanismo), de lenguas (catalanismo, filipinismo) o de hablas (provincialismo).
La extensión de los significados nucleares de -ismo e -ista en los dos últimos siglos
y la productividad de estos usos se explica por diferentes razones lingüísticas y extralin-
güísticas. En primer lugar, la estructura semántica de estas formaciones es fácilmente
predecible. Se trata de términos «cuyo significado puede ser inferido con facilidad por
cualquier hablante que conozca el significado de la base o raíz» (Valdivieso y Pandol-
fi, 1982: 67) y están caracterizados por una vinculación semántica de sus componentes
(base y el derivado formado). Esta transparencia semántica es común en la formación de
derivados que se corresponden con los significados básicos de ambos morfemas y que se
pueden formular con una serie de paráfrasis definitorias (Campos Souto 2007) o esquemas
de lexicalización (Laca, 1993) como «doctrina, tendencia movimiento X»; «fenómeno X»
(cataclismo); «deporte X» para los derivados en -ismo; y «partidario de X», «profesión
X», «aficionado a X»; «actitud X» para las formaciones en -ista. Como postula Laca
(1993), los significados más creativos de un sufijo se asocian de una manera analógica y se
ordenan en unos determinados patrones o esquemas de lexicalización que internamente
pueden irse ampliando, como ocurre con los sufijos -ismo e -ista:
Además del rasgo de transparencia semántica de las formaciones con ambos sufi-
jos, conviene señalar en la evolución histórica de -ismo e -ista existe una serie de influen-
cias externas que condicionan el devenir y la productividad léxica de este paradigma. En
los primeros siglos del Medievo, el léxico con ambos morfemas en la lengua española se
caracteriza por seguir el patrón derivativo de las lenguas clásicas, en las que figura el sig-
nificado común de -ismo como doctrina, como fenómeno o proceso y el de -ista como par-
tidario y profesión. En este periodo los términos en -ismo e -ista son cultismos del ámbito
eclesiástico y no es hasta el siglo en el que se encuentran los primeros derivados espa-
ñoles en -ismo e -ista (catolicismo). Otro periodo significativo en la historia de estos dos
elementos se inicia a finales del siglo con la influencia que ejercen las innovaciones
socio-políticas y culturales de otros países europeos, principalmente Inglaterra y Fran-
cia, como han señalado varios investigadores en distintas monografías (Battaner, 1977;
Álvarez de Miranda, 1992; Gómez de Enterría, 1996; Garriga, 2001; Clavería, 2003).
Ésta es una de las razones externas que evidencia la importancia del marco histórico y
cultural en el estudio de la transmisión de los préstamos y en la creación de neologismos
modernos en -ismo e -ista. En otras lenguas, como en la inglesa, Dressman (1985: 240)
también señala la influencia del contexto social en la historia del sufijo -ist, basándose en
el análisis de Groom (1966):
Science writers in English have had a predilection for Greek terminology, and the –ist
suffix has caught the scientific fancy since the sixteenth century; thus chemist (1652), psy-
chologist (1727), dentist (1759), geologist (1795), phrenologist (1815), and scientist (1840).
There is, of course, the granddaddy of all the scientists, the alchemist (1514), replacing
the earlier alchemister (1396).
The age of reason and revolution seems to have spurred on the English adquistion of
-ist words. Bernard Groom advances the theory that the quality of thought that charac-
terized the French Revolution was unique and that the reliance on words with –ism and
-ist suffixes mirrored this uniqueness (1966: 182):
One peculiarity of the French Revolution was its endeavour to translate abstract the-
ory into political practice. The result is that many of its favourite terms are in the form
proper to general ideas, often ending with the Greek termation –ism. […] Words of this
kind often found their way into our language through the writings of thinkers who used
them to add pungency to their eloquence for or against the Revolution.
2 V. los siguientes estudios sobre la productividad de -ismo en diferentes lenguas europeas: para la lengua francesa (Dubois,
1962), para la lengua portuguesa (Li Ching, 1973; Vieira y Rio-Torto, 2009), para el inglés (Bauer, 1983; Dressman, 1985;
Stekauer y Rochelle, 2005; Plag, 2000, 2003) y para la lengua alemana (Parašhevov, 1976; Werner, 1980).
3 Sobre este aspecto v. § 2.
430
Procesos semánticos en la formación de creaciones en –ismo e –ista del español moderno
4 Beinhauer (1973: 148) recoge en su obra términos en -ista que tienen las mismas características que los encontrados en las
ediciones del DRAE de este periodo: camorrista, sablista, bromista, cobista, cuentista, reumatista y becerrista, formados con un
radical popular y una desinencia culta se interpretan en clave humorística: «así por ejemplo, a un tipo especializado en armar
camorra se le llama camorrista».
5 V. Muñoz Armijo (en prensa) sobre los rasgos del patrón de los sufijos –ismo e –ista en el español americano.
6 Según Moreno de Alba (1992: 361), el nuevo valor de -ista se ha originado en el español de América: «el español americano
es, en muchos aspectos, innovador. El sencillo ejemplo profesional / profesionista es una muestra de ello. Creo que la innovación
mexicana (¿o quizá americana?) de distinguir profesionista y profesional es útil, pues colabora a una mayor precisión en la expre-
sión de los conceptos».
Esta es la teoría que se ha defendido en la creación del valor negativo del sufijo
-ista en otras lenguas (Lehrer, 1988)7. Por su parte, el valor despectivo puede aparecer
en cualquier área semántica de los sufijos (doctrinas, partidarios, profesiones, actitudes,
procesos o fenómenos, etc.) y debe tenerse en cuenta que su uso negativo puede ser ge-
neral o bien exclusivo por un grupo concreto. Esta diferencia viene dada por un contexto
pragmático y es la que se observa en la valoración ideológica de las doctrinas y de sus par-
tidarios en función de la concepción del emisor / receptor: por ejemplo, no es lo mismo
el significado de absolutismo, carlismo, fascismo bajo una mentalidad conservadora o liberal.
En otros casos, el valor negativo del derivado no es ambiguo y, desde un punto de vista
semántico, no hay duda de su connotación ya que íntegramente puede expresar un valor
negativo que es común en más de una lengua: fascismo, sexismo (Lehrer, 1988: 182).
Un segundo ejemplo de extensión semántica se encuentra en el valor semántico
de -ismo e -ista en el área de la terminología lingüística. El significado de error o vicio, en
el sentido normativo o prescriptivo que viene dado por el valor de vitium de la tradición
retórica y gramatical clásica, se extiende en el siglo para expresar el sentido de impro-
piedad lingüística, ya sea fonética (yeísmo, yeísta), gramatical (dequeísmo, loísmo, loísta) o
léxica (barbarismo, 5.ª acep. DRAE-2001). En la redacción de las definiciones de estos
lemas en el DRAE se observa la analogía semántica que existe en estas formaciones con
los valores retóricos tradicionales que aparecen en lemas que existen desde la Antigüedad
como solecismo:
7 Por ejemplo, Lehrer (1988: 182) considera que las voces racism y sexism son las que marcan el inicio del patrón derivativo
de -ismo e -ista con valor negativo. En el inglés actual este esquema es productivo, como se señala en las voces agist, auntism,
speciesist, classist, languagism, fossilism y neighborhoodism que, según Lehrer, tienen el común denominador semántico de aportar
la idea despectiva de ‘superioridad con respecto al otro’.
432
Procesos semánticos en la formación de creaciones en –ismo e –ista del español moderno
-ista ‘agente’
a)
por el producto
por el paciente
Caracterizado
Caracterizado
Caracterizado
Caracterizado
Caracterizado
Caracterizado
Caracterizado
por el tiempo
por la acción
instrumento
por el modo
por el lugar
por el
agiotista carterista alquimista automovilista comisionista deciochista a) concreto
bromista facialista apologista caballista contratista elevadorista
chantajista fisionomista arreglista cancionista detallista
clavadista oculista baladista ciclista humorista b) abstracto
contrabandista comentarista cinematografista (área)
filatelista novelista colorista artista
futbolista cronometrista badmintonista
propagandista ebanista caracterologista
turista guitarrista deportista
maquinista dietista
motociclista economista
pedalista estadista
sofista higienista
hispanista
b) Caracterizado por participar en un evento
convencionista
estelarista
semifinalista
tercerista
Cuadro 1: Clasificación de los términos en -ista con la función semántica de agente [Ex-
traído de Beniers 1996: 30].
8 Véase el artículo de Gómez Torrego (2002) sobre los derivados que pertenecen al léxico del fútbol en España y la tesis docto-
ral de Nomdedeu (2004) dedicada a este deporte.
-ista ‘seguidor’
Actitudes en Posturas Posturas Religiones Escuelas Escuelas
general políticas filosóficas científicas artísticas
altruista absolutista determinista adventista naturalista abstraccinionista
armamentista agrarista dualista antiteísta relativista clasicista
belicista alemanista espiritualista bautista universalista costumbrista
chovinista allendista existencialista calvinista verbalista cubista
cientificista anarquista fatalista fundamentalista vitalista sadaísta
clasista antifascista hedonista metodista expresionista
colonialista capitalista humanista panteísta figurativista
conformista cardenista materialista ritualista formalista
culturalista carrancista monista idealista
egoísta centralista nihilista impresionista
elitista comunista positivista modernista
Con el valor semántico de ‘seguidor’ del cuadro 2, -ista forma parte del esquema
derivativo de parejas -ismo / -ista en el que se observa una relación directa -ista > -ismo
pero no a la inversa porque una doctrina en -ismo puede tener una pareja con otro sufijo
(luteranismo – luterano) o bien con otra unidad léxica que corresponde a la raíz (cristia-
nismo - cristiano - *cristianista). En el siglo , la rentabilidad de este esquema derivativo
se encuentra en el léxico político francés en una época previa a las derivaciones españolas,
como se ha demostrado en Muñoz Armijo (2010) a partir de la monografía de Dubois
(1962).
En el tercer cuadro, aparece el valor semántico de ‘poseedor’ que la formación en
-ista puede designar mediante el significado de la base (posibilidad (a)) o bien de una
manera general (b):
-ista ‘poseedor’
a) Designa al poseedor de lo accionista ‘el que tiene acciones’
denotado por la base latifundista ‘el que tiene uno o varios latifundios’
especialista ‘el que tiene una especialidad’
b) Sentido abstracto
profesionista ‘el que tiene una profesión’
Cuadro 3: Clasificación de los términos en -ista con la función semántica de poseedor
[Extraído de Beniers 1996: 32].
434
Procesos semánticos en la formación de creaciones en –ismo e –ista del español moderno
interno de las voces con ambos sufijos (§ 2.). El primero de ellos se activa en el siglo ,
probablemente, como resultado de una extensión semántica en los adjetivos relacionales
en -ista que señalan al partidario de una doctrina. Este nuevo significado relacional se
encuentra en acepciones que corresponden a descripciones que definen rasgos caracte-
rísticos de la base léxica, sustantiva o adjetiva, de tipo relacional a la que se ha adjunta-
do el sufijo -ista —bodegonista (1.ª acep., DRAE-2001), gobiernista (1.ª acep., DRAE-
2001)—, o, bien, señalan una relación de pertenencia con derivado en -ismo, que indica
una doctrina o una teoría (absentista [2.ª acep., DRAE-1970S], neopositivista [1.ª acep.,
DRAE-2001], peronista [1.ª acep., DRAE-1992]). Según la terminología que aparece en
la Nueva Planta (RAE, 1997), se trata de definiciones relacionales en las que predomina
la fórmula definitoria (1997: 67) «Perteneciente o relativo». Así, neopositivista se define
como «Perteneciente o relativo al neopositivismo» (DRAE-2001). En el corpus de lemas
de la segunda mitad del siglo el número de lemas con estas definiciones asciende a
156. En este sentido, la relación de pareja -ismo e -ista que se presenta entre doctrinas y
partidarios se extiende a la formación de pares de doctrinas en -ismo y descripciones en
-ista relacionadas con dichas doctrinas (v. § 2.).
El segundo de los significados frecuentes en el siglo es inexistente en siglos
anteriores y se presenta en formaciones deadjetivales. La creación en -ista aporta una
idea de ‘superioridad’ en la que se sobrevalora o se acentúa la base adjetiva: intelectualista,
sensacionalista. Estas creaciones son, en parte, redundantes porque vienen a expresar el
mismo valor de la base adjetiva pero su existencia corrobora la productividad de -ista en
la lengua actual. Los derivados en -ista con este significado también se caracterizan por
tener una valoración negativa y son un testimonio más de la extensión semántica de este
sufijo con el valor despectivo en el siglo . En la lengua inglesa -ist también tiene esta
misma connotación (Lehrer, 1988) y constituye una de las líneas de evolución semántica
de este sufijo en el siglo .
Al valorar las nuevas incorporaciones hay que tener presente otro tipo de ampliación que
resulta más difícil de cuantificar, pero no por ello es menos importante: se trata de (…) la
adición de nuevas acepciones que reflejan el crecimiento del léxico mediante el cambio se-
mántico, un mecanismo fundamental en la evolución de una lengua (Clavería, 2003: 282).
acentúa en las ediciones del siglo 9. La ampliación de acepciones normalmente tiene
lugar como resultado de un proceso semántico que es significativo para estudiar las exten-
siones de los sufijos -ismo e -ista a lo largo de su historia en los siglos y . Entre las
acepciones estudiadas se encuentran diferentes grupos en función del proceso semántico
que ha desencadenado la creación de un nuevo significado en los dos últimos siglos.
En primer lugar, un grupo numeroso de lemas que pertenecen al área semántica
de la ciencia (filosofía, medicina) se caracterizan por ampliar una nueva acepción por
un proceso analógico de metáfora que corresponde a otro dominio, como el social o el
político. Esto ocurre en las segundas y terceras acepciones de las voces cataclismo, catete-
rismo, misticismo, organismo, racionalismo o realismo. Así, en las dos acepciones del lema
cataclismo se observa este cambio: el significado de un fenómeno que pertenece al área de
la ciencia se transfiere el significado al dominio político o social:
Cataclismo Trastorno del globo terráqueo, más ó menos considerable, como el dilubio
universal, el hundimiento de la Atlántida, etc. (DRAE-1843).
Gran trastorno en el orden social ó político (DRAE-1884).
Mediante este mismo proceso metafórico, muchos de los derivados en –ismo que
describen una doctrina se caracterizan por incorporar una acepción que se refiere a una
actitud que viene determinada por una cualidad característica de la ideología en sí o del
grupo que la profesa (cinismo, regionalismo, maquiavelismo, sensualismo). En este caso, se
produce un proceso de especialización o de extensión semántica:
Aticismo
Cierta gracia y delicadeza que distingue á los escritores dramáticos de la escuela de Ate-
nas (DRAE-1843).
Por ext., esta misma delicadeza de gusto en escritores y oradores de cualquier época ó
país (DRAE-1884).
También es frecuente esta ampliación semántica en lemas que designan una va-
riación diatópica (africanismo, 3.ª acep.), andalucismo; leonesismo (2.ª acep. DRAE-2001);
madrileñismo (2.ª acep., DRAE-2001):
436
Procesos semánticos en la formación de creaciones en –ismo e –ista del español moderno
Espejismo Opt. Fenómeno que consiste en verse levantada y pintada en el aire, y por lo
regular invertida, la imagen de objetos distantes del observador. Es frecuente en las
llanuras de países cálidos, como el bajo Egipto, y en el mar (DRAE-1869).
Ilusión óptica debida á la reflexión total de la luz cuando atraviesa capas de aire de densi-
dad distinta, con lo cual los objetos lejanos dan una imagen invertida, ya por bajo del
suelo como si se reflejasen en el agua, y esto sucede en las llanuras de los desiertos, ya
en lo alto de la atmósfera sobre la superficie del mar. || fig. Ilusión (DRAE-1899).
-ismo -ista
(DRAE del siglo ) (DRAE siglo o en ediciones posteriores)
1) Voz o expresión de una a) Relación de pertinencia con el sustantivo en -ismo
lengua Ejemplo: galicista (2.ª acep., DRAE-1956)
americanismo, arabismo, b) Especialista en el estudio de las voces o
galicismo, germanismo, helenismo, expresiones de esa lengua.
italianismo, lusitanismo, Ejemplo: italianista (DRAE-1992)
portuguesismo. c) Persona que emplea estas voces o giros
característicos de un idioma o de un dialecto
Ejemplo: galicista (1.ª acep., DRAE-1884).
2) Estilo o tendencia literaria d) Partidario o persona que practica la tendencia
aticismo, clasicismo, conceptismo, literaria
gongorismo, marinismo. Ejemplo: marinista2 (2.ª acep., DRAE-1992).
e) Persona especializada en el estudio del estilo
literario:
Ejemplo: gongorista (DRAE-1970).
f) Relación de pertinencia con el sustantivo en -ismo
Ejemplo: marinista2 (1.ª acep., DRAE-1992).
3) Defecto (purismo), elemento g) Práctica de este vicio o defecto
(arcaísmo) o proceso lingüístico Ejemplo: yeísta (1.ª acep., DRAE-1970S).
(yeísmo).
Cuadro 4: Relación de parejas -ismo e -ista en el dominio de la terminología lingüística
437
Laura Muñoz Armijo
3. Conclusiones
La evolución del patrón de los sufijos -ismo e -ista se caracteriza por la ampliación semán-
tica de los significados principales de ambos morfemas.
En primer lugar, estos significados básicos se extienden a nuevos valores a raíz
de procesos semánticos de analogía y semejanza, tales como la metáfora y la metonimia.
Estos mismos procesos también están presentes en el crecimiento semántico de los lemas.
Las diferentes acepciones que se añaden en ediciones posteriores del DRAE se originan
por los procesos semánticos de la metáfora, la metonimia, la banalización y la especiali-
zación semántica.
En segundo lugar, los valores semánticos nuevos que están presentes a partir de
las ediciones académicas del siglo suelen haberse adoptado de otras lenguas moder-
nas, como el inglés o el francés. La adopción de un esquema o patrón semántico también
se considera un proceso analógico que explica los cambios en la evolución de ambos su-
fijos. La imitación de estos paradigmas en el resto de lenguas se justifica por razones
externas de carácter histórico y cultural que evidencian los procesos de transmisión de los
préstamos. La asimilación de las tendencias morfológicas y semánticas de -ismo e -ista en
el resto de lenguas europeas facilita la difusión y productividad de ambos morfemas así
como el carácter internacional de muchas de las formaciones creadas.
Finalmente, desde un punto de vista estructural las ampliaciones semánticas de
-ismo e -ista se caracterizan por mantener una vinculación entre los miembros de este
paradigma: base léxica y derivado resultante. Además, en el crecimiento interno de cada
uno de los lemas se ha observado que también existe una conexión semántica entre el
primer significado y los siguientes. De este modo, la ampliación semántica del paradigma
de -ismo e -ista se concibe mediante una perspectiva asociativa entre unos y otros valores
semánticos a través de relaciones analógicas de metáfora y de metonimia.
4. Referencias bibliográficas
Á M, P. (1992). Palabras e ideas: el léxico de la ilustración temprana en
España (1680–1760). Madrid: Anejos del Boletín de la Real Academia Española
(Anejo LI).
B A, M.ª P. (1977). Vocabulario político-social en España (1868–1873). Ma-
drid: Anejos del Boletín de la Real Academia Española (Anejo XXXVII).
438
Procesos semánticos en la formación de creaciones en –ismo e –ista del español moderno
440
La lexicografía dialectal: el papel de José de Lamano
y Beneite en el panorama hispánico
0. Introducción
Mi contribución pretende dar a conocer la labor lexicográfica de José de Lamano y Benei-
te1, cuya obra, El dialecto vulgar salmantino, obtuvo el accésit de un certamen convocado
por la Real Academia Española con el tema «Estudio de las variedades antiguas ó mo-
dernas, ya de gramática, ya de vocabulario, que ofrece la lengua castellana en alguna de
las regiones donde se habla»2. No obstante, a pesar de recibir sólo el accésit, la Comisión
académica consideró que su obra debía ser conocida por el público y decidió que fuese
publicada a expensas de la Corporación, lo cual tuvo lugar en 19153.
De hecho, el Vocabulario que incluye Lamano en su monografía es tan importante
en el ámbito de la lexicografía académica que hoy podemos afirmar, sin lugar a dudas,
que un porcentaje elevadísimo del léxico marcado diatópicamente como salmantino en
la relevante decimoquinta edición del Diccionario de la lengua española (DRAE-1925),
salió directamente de él, tema del que me ocupé en Muriano Rodríguez (1997–1998:
137–148), trabajo en el que demostré que la aportación de Lamano al DRAE llega in-
1 Son muy pocos los datos biográficos que se conocen sobre José de Lamano y Beneite (1872-1918). Nació en Salamanca, en
1872, en el seno de una familia humilde, su padre era dependiente de una tienda de harinas. Muy pronto demostró sus apti-
tudes para el estudio, por lo que ingresó en el Seminario Conciliar, donde concluyó brillantemente los estudios eclesiásticos.
Poco después de haber sido ordenado sacerdote se presentó a la vacante de una de las canonjías de la catedral y obtuvo dicha
plaza por unanimidad tras haber realizado, en palabras de Llorente Maldonado, «unos ejercicios brillantísimos que llamaron
la atención tanto de sus jueces como de sus contrincantes» (Lamano y Beneite: 1915, I); la toma de posesión de dicha canonjía
tuvo lugar el 14 de julio de 1905.
2 El anuncio se publica el 17 de noviembre de 1908 en la Gaceta de Madrid. Toda la información referente a este premio -las
obras presentadas a concurso, las deliberaciones de la comisión, el intercambio epistolar entre Lamano y la Academia, etc.-
constituye el legajo 251, expediente 1 del Archivo de la Real Academia Española (ARAE), del cual me he ocupado en Muriano
Rodríguez (2002).
3 En este sentido, es esclarecedor el informe de la Comisión en el que se indica: «El Sr. Mir expuso los méritos de la obra y opinó
que debía ser premiada. Pero el resto de la Comisión estimó que, por no hallar esta memoria al corriente de la bibliografía del
asunto que trata, no merecía premio; y que debía otorgársele accésit, pues el caudal de voces modernas que la memoria reúne es
interesante y debe ser conocido del público.
La Academia resolverá (ARAE).»
cluso hasta la copia literal de gran cantidad de definiciones de su Vocabulario en las voces
marcadas diatópicamente en Salamanca en el DRAE-19254.
Abordaré en este trabajo los orígenes del interés del canónigo salmantino por la
dialectología y la huella, todavía palpable, de su labor lexicográfica, no solo en lo referente
al léxico dialectal, sino en el léxico no marcado —esas «voces modernas»5— que también
aportó al Diccionario de la Academia.
4 De las 601 acepciones del DRAE-1925 con marca ‘Sal.’ (Salamanca), 196 reproducen literalmente la definición del Vocabula-
rio, en los demás casos hay variaciones en alguna palabra o simplificación del enciclopedismo del canónigo salmantino —véanse
las notas 36 y 37—, pero su huella sigue siendo evidente.
5 Véase nota 3.
6 Sobre los acontecimientos que motivaron este cultivo literario y filológico regional en Salamanca, véase el trabajo de Pascual
Rodríguez (2007).
7 Ha de tenerse en cuenta que el Vocabulario charruno (1903) de M. Fernández de Gata y Galache puede considerarse el primer
repertorio lexicográfico dialectal salmantino junto con el Vocabulario de salmantinismos y otras voces que incluye Luis Maldo-
nado en Del campo y de la ciudad, les sigue el pequeño Vocabulario que incorpora Miguel de Unamuno en Vida de don Quijote
y Sancho (1905); no obstante, ninguno de ellos alcanzará la importancia que el Vocabulario de El dialecto vulgar salmantino ha
tenido, y continúa teniendo, en el ámbito de los estudios dialectales del área salmantina.
8 Dichas referencias suele realizarlas entre paréntesis o bien añadiendo algún comentario del tipo: «Dícese en», «Emplean este
vocablo en», «Corre este vocablo en», «Úsase en», «Llámanlo así en», etc.
442
La lexicografía dialectal: el papel de José de Lamano y Beneite en el parorama hispánico
sólo esto, sino que incluye en sus entradas comentarios que evidencian que sí recorrió
dichas tierras. Es el caso de pechil ‘cerradura’, donde inserta el siguiente comentario:
En dialecto salmantino úsase, con suma frecuencia, en la Sierra y en la Ribera del Duero.
Porque a más de valor dialectal lo tiene también folklórico, me place trascribir la siguiente
frase, tomada de un diálogo entre mujeres ribereñas:9
«¿Que pa qué te digo que no quites la llave, por drento de la puerta? Pus porque las
malas [las brujas, quería decir], suelen entrar por el agujero del pechil...» (p. 567)10.
Pero, no sólo cabe posibilidad de que Lamano hubiese ejercido como párroco
rural, actividad que habría ejercido durante poco tiempo, sino más bien que su acervo
dialectal sea fruto de su contacto con muchos párrocos de la provincia que le habrían
suministrado todas estas informaciones sobre el habla de sus parroquias. Esta hipótesis,
planteada por A. Llorente, se afianza con la siguiente anécdota que recoge en su «Prólo-
go» a El dialecto vulgar salmantino:
Cuando yo estaba recorriendo los pueblos de Las Arribes y algunas de las aldeas de la
Ramajería próximas a la Ribera, en el mes de diciembre de 1943, para recoger los mate-
riales que luego iba a elaborar en mi tesis doctoral, tuve la fortuna de conocer en Cabeza
de Framontanos al párroco de este pueblo, el célebre y tremendo Don Ángel, entonces
ya anciano, que había recorrido, en su juventud y madurez, toda la Ribera y ejerció su
ministerio en Aldeadávila y en Vilvestre, donde tuvo la oportunidad de conocer a mi
abuelo Luis Maldonado, del que según él se hizo amigo íntimo. Pues bien, D. Ángel me
dijo que él precisamente había sido quien remitiera a D. José de Lamano la mayor parte
de las palabras riberanas que aparecen en su Vocabulario, y como prueba de lo que decía
me enseñó cartas de D. José de Lamano dirigidas a él y copias de listas de palabras, con
sus definiciones correspondientes, enviadas a nuestro canónigo (ib.: ).
Por otra parte, Llorente Maldonado plantea también la posibilidad de que entre
sus informantes no hubiera sólo párrocos:
anuales’, o de ferreal ‘variedad de uva colgadera, de grano oval y hollejo grueso y encarna-
do’, en el caso de esta última voz con localización en Vitigudino en ambos casos11.
Siendo el objeto de esta monografía no más que el de señalar las variedades fonéticas y
morfológicas del dialecto salmantino, con relación a la lengua castellana, me parece fuera
de propósito el estudiar per longum et latum el origen y desenvolvimiento del dialecto
vulgar salmantino, así en lo que conviene como en lo que conforma con la gramática
histórica castellana, tanto en la fonética como en la morfología. Confieso que este último
procedimiento hubiera sido, desde luego, más aparatoso y, sin duda alguna, de más brillo
y lucimiento, y —¿por qué no decirlo?— hasta menos difícil y arduo. Bastara copiar con
cierto arte que ocultase habilidosamente la falsilla, los meritorios estudios sobre Gramá-
tica histórica castellana, de muy sabios lingüistas así de dentro como de fuera de España,
teniendo la cautela de mudar los ejemplos, por aquellos aducidos, con múltiples fonemas
dialectales, y a poca costa hubiese llevado a feliz término una empresa, que no me creo
invitado a realizarla (ib.: 4)12.
11 Es evidente que Lamano manejo el Vocabulario charruno, de hecho, ejemplifica la voz charro con la definición que de esta
voz da Fernández de Gata en su vocabulario. Además hace una valoración del Vocabulario charruno en la Introducción (ib. 33)
poniéndole los mismos reparos que al Vocabulario de Vida de don Quijote y Sancho: «Unamuno casi como que indica que tal cual
vocablo es de uso exclusivo de tal cual comarca, cuando su empleo quizás sea frecuente también en otra y en otras.
Igual reparo hay que hacer al muy apreciable Vocabulario charruno, del señor Gata y Galache, mozo de muy ventajosas
prendas, de talento nada común, puesto abnegadamente, con entusiasmo y fervores de neófito, al cultivo de todo cuanto fuera
sano y neto salmantinismo. La muerte le arrebató, en edad bien temprana, dejando en las filas de los cultivadores del dialecto
salmantino un hueco que es muy difícil de llenar».
12 En relación con lo expresado por Lamano, cabe indicar que él incluye en la Tabla alfabética de los escritores citados en este libro
(ib.: 674), quince referencias a Menéndez Pidal, catorce de ellas son remisiones al Manual de gramática histórica española (1904);
no obstante, tratándose de una obra sobre el habla salmantina, área de influencia del leonés, sólo he localizado una remisión a
El dialecto leonés (1906) de Menéndez Pidal, en la voz jarina.
444
La lexicografía dialectal: el papel de José de Lamano y Beneite en el parorama hispánico
Este tan raro fenómeno podrá el lector admirarlo a su placer cuando, al repasar las hojas
de la Antología, aspire el campestre aroma de las siemprevivas dialectales que vienen
floreciendo, cada Mayo, desde los tiempos ya remotos del F S, hasta
estos días novísimos en que el inolvidable Gabriel y Galán esparció por ambos mundos
sus primeras C. En las páginas de la Antología puede seguirse, paso a paso, el
desenvolvimiento del dialecto vulgar salmantino (ib.: 6–7)13.
Respecto a la parte segunda, la Antología, sólo elogios se merece, y no sólo por la buena
selección de obras y de pasajes sino también, y sobre todo, por haber incluido textos des-
conocidos o, poco conocidos, y textos en los que nadie podía suponer un cierto carácter
dialectal: mención especial merece la inclusión de las Redondillas de Herrera Gallinato,
de la Glosa de la madre Isabel de San Felipe, de El entremés del villano de Sebastián de
Orozco, del Romance aldeano a Torres Villarroel y de Un Juicio de conciliación de Manuel
González Moro (ib.: V).
El Vocabulario [...] es, con mucho, lo más importante, más sugestivo, lo más aprovechable,
incluso podríamos decir lo más científico del libro del canónigo salmantino, y, por sí solo,
este repertorio del léxico provincial se habría merecido con creces el premio que la Real
Academia Española concedió en su día a la obra de Lamano (ib.).
13 Efectivamente, recoge entre sus páginas textos que van cronológicamente desde el Fuero de Salamanca a la poesía «Surco
arriba y surco abajo» de Castellanas (1902) de José M.ª Gabriel y Galán y, entre ellos, el Aucto del Repelón, de Juan del Encina,
la Comedia hecha por Lucas Fernández, El Entremés del Villano, de Sebastián de Horozco, el Acto II de Las Batuecas del Duque
de Alba, de Lope de Vega, los actos II y III de La Peña de Francia, de Tirso de Molina, las Redondillas de Manuel de Herrera
Gallinato, la Glosa de la Madre Isabel de San Felipe, el Romance aldeano de Diego de Torres Villarroel, Un juicio de conciliación,
de Manuel González Moro y los actos II y III de La Montaraza de Olmeda (1908), de Luis Maldonado.
14 En contadas ocasiones, indica exactamente a qué acepción remite. Es el caso de acuellar donde dice ‘acollar, en la acepción
última’, churro ‘churra, en la última acepción’ o liño ‘linio, en la segunda acepción’.
15 Representan el 9,54 % de la macroestructura del vocabulario.
Vafear, n. V. Vadear.
Valona, f. V. Baluga.
b. Artículos que incluyen información sobre la localización geográfica de la voz.
Serondo, da, adj. V. Ceriondo. (Ribera del Duero).
Vajear, int. V. Vadear. (Sierra de Francia).
Verrondio, ia, adv. V. Verreondo. (Armuña).
c. Artículos que incluyen información sobre el uso de la voz y de aquella a la que remite:
Apazconar, a. V. Apasconar. Úsanse entrambos términos indistintamente.
Escaldunciar, a. V. Escalduciar. Úsanse promiscuamente ambos términos.
Moflear, a. V. Mofear. Úsanse promiscuamente ambos términos, si bien este último se
emplea con más frecuencia, quizás por ser más expresivo, ya que indica la burla que
se hace con los mofletes.
d. Artículos que incluyen algún ejemplo:
Arribe, m. V. Arribadero:
«... y en último término, como telón de fondo, los azulados arribes de la orilla opuesta, en
cuya oscura silueta de destaca sobre un cielo transparente.» (Maldonado, Del campo,
pág. 116).
Escarrapicharse, r. V. Escarramancharse:
«Diz que iba escarrapichado
el mamarracho del indio
sobre el pobre animalejo
con su garrocha y culeto»
(Torres Villarroel, Obras, T. VII).
e. Artículos que contienen la información de varios de los puntos anteriores:
Abaivus. V. Abar. Forma usual en la Ribera del Duero.
«Abaivus di ahi, que no vus quiero ver endelante de mí».
Escaer, int. V. Escaecer. Emplean este vocablo en tierra de Alba:
«Con esta sequía tan larga se escae el ganado.»
16 No me adentraré en pormenores microestructurales de su obra, como el tipo de definiciones que emplea, las autoridades de
sus ejemplos o las precisiones en la marcación diatópica de sus acepciones, dado que estoy preparando una monografía en la
que ampliaré algunas de estas cuestiones.
17 En ambas voces se suprime la marca Sal. En el DRAE-1970.
446
La lexicografía dialectal: el papel de José de Lamano y Beneite en el parorama hispánico
inclusión en el repertorio de Lamano la que hizo que se añadiera a ellas la marca diatópica
«Ú. en Sal.» 18, si bien ambas adoptan en el DRAE-2001 la marca desus. (desusado)19.
Se trata de un hecho habitual en algunas voces con marca ant. en el diccionario
académico a las que se añade la expresión «Ú. en», para indicar su vinculación con al-
guna área dialectal20. En el caso de los salmantinismos, la deuda con el Vocabulario de
Lamano es más que evidente en otros muchos casos en los que la marca diatópica «Ú.en
Sal.» se introduce en el DRAE-1925. Es el caso de barragán ‘mozo soltero’21 y seguran-
za ‘seguridad’ que ya en el DA figuraban con la notación «está ya anticuada» y «es voz
antigua», respectivamente22; aseguranza ‘seguridad’, que entra como voz anticuada en el
DRAE-1770 o hambrío ‘hambriento’ y mester ‘menester’23 que entran como anticuadas en
el DRAE-1803. Todas ellas añaden en el DRAE-1925 la notación «Ú. en Sal.» también
por su inclusión en el Vocabulario del canónigo salmantino24.
A ello debemos añadir que resulta sorprendente que voces que habían sido recha-
zadas por la Academia por considerarlas anticuadas, se reintroduzcan en el DRAE-1925;
evidentemente por el aprovechamiento del material de Lamano. Un ejemplo de ello es
la voz aguacil ‘alguacil’, voz que registraba ya el DA, que decide suprimirse en el DRAE-
1884 y que se reincorpora en el DRAE-1925, con la marca ant. (‘anticuada’), como usada
en Salamanca25; lo mismo sucede con malencónico ‘melancólico’, que se introduce en el
DRAE-1803, se suprime en el DRAE-1822 y se reincorpora en el DRAE-1925, también
con la marca ant. y su uso en Salamanca.
18 No siempre es así, en la voz dentecer ‘endentecer’, Lamano introduce el siguiente comentario: «no es anticuado este término en
el dialecto vulgar salamanquino», no obstante, se registra ya en el DA como voz anticuada y en la última edición del Diccionario
de la Academia (DRAE-2001) adopta la marca ‘desus.’ (desusado).
19 Todas las voces que adoptan la marca ‘desus.’ en el DRAE-2001 lo hacen siguiendo el criterio que manifiesta la Academia en
el preámbulo de esta edición del Diccionario: «El repertorio académico, en tanto no se haya completado la redacción del Dic-
cionario histórico, debe seguir albergando una selección del léxico hispánico cronológicamente desfasado, que permita al lector
interpretar los textos clásicos de nuestra lengua. Las voces y acepciones cuya vigencia actual, de acuerdo con la documentación
académica, no está probada, llevan una marca que las asigna a uno de estos grupos: Acepciones con la marca anticuado o antiguo
(abreviada en «ant».), cuando su última documentación no es posterior a 1500. Acepciones con la marca desusado («desus.»),
cuya última documentación es posterior a 1500, pero no a 1900.»
20 En este sentido, Jiménez Ríos (2001: 258–259) hace notar que: «Llama la atención que […] haya voces que sólo tengan la
marca diacrónica en algunas ediciones y que no aparezca junto a ella una información regional (que adoptan razonablemente
con posterioridad). Este último hecho hay que interpretarlo como un indicio de que la marca ant. tiene un valor dialectal y de
que no sólo los arcaísmos se refugian en los dialectalismos, sino que también los dialectalismos se refugian en los arcaísmos.
El allegamiento de más datos procedentes de diccionarios dialectales, vocabularios, glosarios, etc., hace que se complementen
con información dialectal, regional o local, las voces consideradas hasta ese momento arcaísmos en todo el dominio lingüístico
español.»
21 En el DRAE-2001 se suprime la marca dialectal.
22 En el caso de seguranza, Lamano incorpora uno de sus comentarios que actualizan estos arcaísmos: «no es anticuado este
término, sino de muy frecuente uso en dialecto».
23 Mester suprime en el DRAE-2001 la marca dialectal y sustituye la marca ant. por la de rur. (rural).
24 En el DRAE-1925 hay 68 acepciones con la marca ant. y la marca diatópica «Ú. en Sal.», la mayoría de ellas se registran en
el Vocabulario de Lamano (excepto aturriar, estilar y vegada), hecho que se hace constar en las cédulas del Fichero de enmiendas
y adiciones de la Academia para estas acepciones, dado que en todas ellas se incluyen referencias constantes a su obra del tipo
«V. Lamano» o, simplemente, «Lamano».
25 La cédula conservada del Fichero de enmiendas y adiciones indica claramente que la referencia para su reincorporación al
DRAE es Lamano: «Edi. XV Aguacil. V. Lamano». Posteriormente, en el DRAE-1956, se decide suprimir la marca dialectal
y sustituirla por la de vulg. (‘vulgar’) y en el avance de la vigésima tercera edición, se ha sustituido la marca ant. por p. us. (‘poco
usada’).
26 Entra en el DRAE-1925 con la marca ‘ant.’ y en el DRAE-2001 adopta la de ‘desus.’. Lamano añade otra acepción para lombo
que localiza en Ciudad Rodrígo, ‘pendiente suave y extensa de un cerro’, que no se incluye en el DRAE.
27 Su comentario en estas voces se reduce a un «úsanse estos dos vocablos en los pueblos fronterizos con Portugal.»
28 Con respecto a la aspiración de la F- inicial, Borrego Nieto (1999: 303) concluye, según los datos del Atlas lingüístico de
Castilla y León (ATLCyL), que «la provincia de Salamanca conserva restos de esa aspiración en el cuadrante noroccidental
(sobre todo en La Ribera) y en las sierras de Jalama, Gata y Francia, al Sur. A estos restos se adscriben el [hórno], el [háce, ház],
las [harrapéa] ‘apeas’ […]».
29 Introduce aquí uno de sus comentarios: «No ha caído en desuso, antes se emplea harto», y añade un ejemplo de las Obras
completas de Gabriel y Galán para justificar esta actualidad del término: «[…] no se le arruga el ombrigo asín como asín […]».
30 Curiosamente, esta voz se registra únicamente en la primera edición del Diccionario manual (DM-1927) como vulgarismo
y con las marcas diatópicas ‘Murc. y Sal.’. Posteriormente, en el DM-1950, se suprimen las marcas; no volverá a tener cabida en
los diccionarios académicos. No obstante, ha de tenerse en consideración el comentario de Zamora Vicente (1989: 326) quien
señala que es un arcaísmo usado en Andalucía y en América como «vivo testigo del clásico mas que».
448
La lexicografía dialectal: el papel de José de Lamano y Beneite en el parorama hispánico
rio se encuentran voces que ya desde bastante antes de la publicación de éste, figuran en el
DA con las mismas acepciones no marcadas dialectalmente. Así, lastimar que ya en el DA
figura como ‘herir y maltratar a otro’ y que Lamano define como ‘herir, inferir daño’; tam-
bién libertar como ‘librar’ o machaca que en el DA se define como ‘el sugéto pesado, necio,
y de conversacion poco gustosa, que enfada y dessazona à los que le escuchan. Llamasé
también Machacón’ y que en el Vocabulario se separa en tres acepciones: ‘pesado’, ‘molesto’,
‘importuno’. En el mismo sentido se puede hablar de patidifuso, que Lamano define como
‘atónito, pasmado’ y que entra ya en el DRAE-1899 con remisión a la segunda acepción
de patitieso ‘que se queda sorprendido por la novedad o extrañeza que le causa alguna
cosa’; se demuestra así que el canónigo salmantino, efectivamente, no manejó el material
lexicográfico de la Academia.
Otro ejemplo interesante es el de finiquitar que entra en el DRAE-1852 como
‘terminar, saldar una cuenta. Verbo modernamente admitido en las oficinas de cuenta
y razón’ y que en el DRAE-1925 añade la acepción coloquial ‘acabar, concluir, rematar’,
con la que también lo incluye Lamano con la indicación «no es anticuado este término,
sino de muy frecuente uso en la Ribera del Duero»31. Evidentemente, se trata de una voz
no marcada; pero es muy probable que su inclusión en el DRAE-1925 no haya sido una
coincidencia; sino un caso de aprovechamiento del Vocabulario para incorporar léxico
general en esta edición del DRAE. Lo mismo puede decirse de la segunda acepción de
renga ‘joroba’, enmienda también del DRAE-1925 que podemos atribuir, sin lugar a du-
das, al Vocabulario, dado que en la cédula conservada del Fichero de la Academia, tras la
acepción, figura el texto tachado «Lam. Vocab.»; parece, pues, que sí se tuvo en cuenta
esta acepción que incluía el Vocabulario, pero no su marca dialectal. Otro caso aún más
evidente es el de gamberro, adición del DRAE-1925 como ‘libertino, disoluto’ cuya defini-
ción en la obra de Lamano es ‘disoluto, libertino’, la reproducción de su definición es clara,
aunque en orden inverso32.
2.4 Salmantinismos
Pero, como se demuestra con el aprovechamiento que del Vocabulario se hizo en el
DRAE, fueron también muchos los aciertos de Lamano en cuanto a su análisis del habla
de la provincia de Salamanca y de ello dan cuenta la gran cantidad de voces que marca
adecuadamente en su repertorio, haciendo de él una muestra del habla viva de la zona en
la que no faltan voces que son una manifiesta representación de la vida en el campo sal-
mantino. Entre ellas se encuentran algunas denominaciones de animales como sanantona
Planta parietal, de hojas largas y carnosas. La emplean contra las hechicerías de las malas,
que así llaman, en la Ribera (donde tiene este vocablo uso), a las brujas. La mujer, que se
cree perseguida de las malas, introduce la planta dentro de la camisa, junto a la cintura,
cerca del vientre o andorga, de donde tal vez traiga origen este vocablo’36.
A ellos podemos añadir algunas prendas de vestir que eran típicas del campo
charro como la cerristopa ‘camisa dominguera y de fiesta, cuya parte delantera y superior
es de cerro y la inferior o faldón es de estopa’ o la gorrilla ‘sombrero aldeano, de paño duro
y tieso: lleva el ala ancha y acanalada al borde, guarnecida con cinta de terciopelo; la copa
es baja y en forma de cono truncado; tiene al lado una borlita’; ambas voces son adiciones
del DRAE-1925 debidas al Vocabulario que continúan como salmantinismos en la última
edición del DRAE37.
Otra voz salmantina que entra en DRAE-1925 por el Vocabulario es escarearse38
‘asperearse la piel y llagarse por excesiva frialdad y aspereza del aire’, que entra como adi-
ción en el DRAE-1925 como ‘resquebrajarse la piel y llagarse por el frío’39.
Sin olvidar otras voces relacionadas con las tareas del campo como apitar ‘azuzar
a los perros para que saquen el ganado de donde pueda hacer daño’, que será adición del
33 Los datos del mapa n.º 439 del ATLCyL para ‘aguzanieves’ sitúan la voz sanantona específicamente en territorio salmantino;
de hecho, esta voz es la única registrada en las siguientes localidades salmantinas: Sa 100, Sa 101, Sa 200, Sa 103, Sa 203, Sa
301, Sa 500; subsidiariamente se registra en El Cubo de la Tierra del Vino, localidad del sur de Zamora (Za 603). Finalmente,
se localizan las variantes sanantonera en Sa 503 [junto con andarríos] y pájara sanantonera en Sa 401 y Sa 402. Sobre los sal-
mantinismos del ATLCyL véase Borrego Nieto (1999: 301-305).
34 La voz saltigallo entra en el DRAE-1925 con las marcas ‘Zam. y Sal.’; no obstante, en el mapa 421 del ATLCyL para ‘salta-
montes’ se localizan las formas saltigallo (Za 500, Za 601 y Za 603) y sartigallo (Za 404, Za 600 y Za 602) únicamente en el
sur de la provincia de Zamora. Por lo que respecta a Salamanca, la forma saltigallo es la más extendida (Sa 101, Sa 200, Sa 201,
Sa 300, Sa 203, Sa 205, Sa 401, Sa 402), le siguen las variantes santigallo (Sa 100, Sa 204 [santigallos y saltamontes], Sa 600)
—variante que también incluye Lamano—, sartigallo (Sa 102, 103) y saltagallo (Sa 400). Finalmente, cabe destacar el uso de
saltigallo en Madrigal de las Altas Torres (Av 100), única localidad abulense que registra esta forma; parece pues una forma más
común en territorio salmantino.
35 Lamano autoriza esta voz reproduciendo una canción popular:
La vaquita en la guadaña
llama al su becerro
dijendo: mú… mú…
El pupo llama al pupillo,
y del árbol salta
cantando pú…, pú…
Esta voz, sin embargo, no forma parte de la macroestructura del DRAE, a pesar de que su uso recorre la franja central de la
provincia de Salamanca de norte a sur, en virtud de los datos del ATLCyL (Borrego Nieto, 1999: 302).
36 Es una adición del DRAE-1925 en la que se reduce la definición de Lamano: ‘planta parietal de hojas largas y carnosas, que
el vulgo femenino emplea como supersticioso amuleto contra brujerías, llevándola en contacto con la piel cerca de la cintura’;
en el DRAE-1984 se cambia en la definición el verbo ‘emplean’ por ‘empleaban’, indicando así que no es una voz usada en la
actualidad.
37 Cerristopa se define en el DRAE-1925 resumiendo muy poco la de Lamano: ‘camisa dominguera o de fiesta, cuya parte
delantera y superior es hecha de cerro y el faldón de estopa’ En el caso de gorrilla, la Academia simplifica la pormenorizada
descripción de Lamano: ‘sombrero de fieltro que usan los aldeanos; tiene la copa baja en forma de cono truncado y el ala ancha,
acanalada al borde y guarnecida con cinta de terciopelo’.
38 En ese interés por estudiar «tal y como se habla» el dialecto salmantino incluye la variante escariarse la cual, por otra parte, es
la que registra Fernández de Gata y Galache (1903, s. v.) en su vocabulario como ‘ponerse la epidermis áspera y resquebrajada’.
39 Como indica Llorente Maldonado (1998, s. v. escareado) en uno de sus comentarios al manuscrito de voces dialectales de
Miguel de Unamuno: «Se dice más en relación con el cutis; el verbo es escarear: tengo los labios escareados, o la nariz la tengo
escareada», por lo que sería conveniente revisar la definición de esta voz en el DRAE o, al menos, matizarla.
450
La lexicografía dialectal: el papel de José de Lamano y Beneite en el parorama hispánico
DRAE-1925 con la marca Sal. y la copia literal de la definición de Lamano o pigorro ‘el
rapaz que se emplea en los menesteres más fáciles y ligeros de la labranza’, voz esta última
que no registra el DRAE40 De hecho, hay más voces usadas en territorio salmantino que
sí registra Lamano, pero no los diccionarios de la Academia. Es el caso de bique ‘asno de
cría’, gamona ‘gamón’41 o entremozo ‘altramuz’42.
3. Conclusiones
Resulta especialmente significativo que, no habiendo encontrado en El dialecto vulgar
salmantino los méritos suficientes para obtener el premio al que se había presentado, la
Academia no dudase en aprovechar parte del léxico recopilado en él para incluirlo en la
siguiente edición de su Diccionario con la marca diatópica ‘Sal.’ (Salamanca). En este sen-
tido, es esclarecedora la Nota bibliográfica (1916) publicada en la Revista de Filología Es-
pañola un año después de la publicación de la obra, puesto que anuncia, en cierto modo,
lo que el Vocabulario del dialectólogo salmantino iba a suponer en la lexicografía dialectal
posterior, y aún hoy:
4. Referencias bibliográficas
A, M. (1999). Atlas lingüístico de Castilla y León. Salamanca: Junta de Castilla y
León, Consejería de Educación y Cultura, 3 vols.
B N, J. (1999). «Salamanca en el conjunto de las hablas de Castilla y León»,
Salamanca. Revista de Estudios, 43, pp. 297–321.
C V, L. (1957). «Contribución al vocabulario salmantino. (Adiciones
al Diccionario de Lamano», Revista de Dialectología y Tradiciones populares, ,
pp. 136–189.
materia. Un catálogo bibliográfico completo de la obra de F. Krüger se puede consultar en la traducción publicada de su obra
Estudio fonético-histórico de los dialectos españoles occidentales (Krüger, 2006).
45 «Bei der bedauerlichen Unkenntnis, in der wir uns heute noch immerüber die spanischen Mundarten befinden, mag das
Buch von Lamano y Beneite willkommen sein» (Krüger, 1918: 263).
46 «Über die Lebensfähigkeit der heutigen Mundart und die sprachliche Gliederung der Provinz Salamanca erfahren wir so
gut wie nichts» (ib.: 264).
47 El vocabulario que introduce Emilio Lorenzo consta de unas 100 voces de Puerto Seguro, pueblo situado en la margen
izquierda del río Águeda, a cinco kilómetros de la frontera portuguesa. Sus notas tienen como base el Vocabulario y, como él
mismo indica, no son más que «una modesta aportación léxica al mismo» (ib.: 98).
48 Cortés y Vázquez señala que su vocabulario, de unas 600 voces recogidas especialmente en la comarca de la Huebra, preten-
de ser «una aportación útil para el mejor conocimiento léxico de la provincia de Salamanca» (ib.: 137). Califica el repertorio de
Lamano como «uno de los más ricos y bien recogidos vocabularios salmantinos» (ib.) y no deja de señalar su importancia a la
hora de incluir en el diccionario académico (más concretamente la edición décima quinta) voces con acepciones de Salamanca:
«Una de las consecuencias de su aparición fué el que no pocas docenas de palabras salmantinas pasaran a engrosar el caudal
del Diccionario académico» (ib.).
452
La lexicografía dialectal: el papel de José de Lamano y Beneite en el parorama hispánico
0. Introducción
Hace algunos años, el prof. Gutiérrez Cuadrado alertó sobre la importancia del Diccio-
nario Enciclopédico Hispano-americano de literatura, ciencias y artes (a partir de ahora,
DEHA), publicado por Montaner y Simón, al considerarlo como el primer diccionario
enciclopédico moderno, con innovaciones importantes desde el punto de vista lingüístico
y con connotaciones sociales fundamentales en ese final del siglo , anticipando en mu-
chos aspectos las líneas que seguiría la lexicografía del español en el siglo (Gutiérrez
Cuadrado, 1994).
En el grupo Neolcyt hemos considerado, además, que el DEHA es una pieza
fundamental para explicar la lengua de la ciencia y de la técnica del siglo , y le esta-
mos dedicando una atención especial, desarrollando un estudio completo y detallado,
que atienda a la complejidad de los múltiples aspectos que abarca tan importante obra
lexicográfica.
En esta comunicación se pretende avanzar en dos de las cuestiones troncales re-
lativas al Diccionario: la de su autoría, y la de la comprobación de la sensibilidad que
muestra el diccionario hacia lo hispanoamericano, presente ya desde el mismo título.
* Este estudio se enmarca en el proyecto Diccionario histórico del español moderno de la ciencia y de la técnica (fase avanzada),
financiado por el Ministerio de Educación y Ciencia (FFI2010-15240), desarrollado por el grupo Neolcyt, grupo consolidado
de la Generalitat de Catalunya (2009SGR-937) y que forma parte de la Red Temática «Lengua y ciencia» (FFI2009-05433-E);
y es posible gracias al apoyo del Comissionat per a Universitats i Recerca del Departament d’Innovació, Universitats i Empresa
de la Generalitat de Catalunya y del Fondo Social Europeo.
1. Autoría
El DEHA se publicó en Barcelona, apareció en 28 tomos con 29 volúmenes (el tomo 5
tiene dos volúmenes) con la siguiente distribución:
• tomos 1 al 23 entre 1887 y 1898;
• tomos 24 y 25, correspondientes al apéndice primero, entre 1898 y 1899;
• tomos 26 a 28, correspondientes al apéndice segundo, entre 1907 y 1910.
En el diccionario, en los tomos 1 a 25, no aparece información sobre la coor-
dinación o dirección del mismo. Sí se encuentra, en los volúmenes 1 a 23, una lista de
colaboradores, cada uno con uno o varios campos de conocimiento asignados. No se pue-
de establecer, sin embargo, cuáles de las entradas de un determinado campo se deben
realmente a cada autor, porque era frecuente que las editoriales contrataran a autores
de prestigio para poder consignarlos como colaboradores, aunque luego su participación
real fuera muy escasa (Gutiérrez Cuadrado, 1994: 271). Esta lista, además, como seña-
lan Prieto García-Seco (2008: 423) y Gutiérrez Cuadrado (1994: 269), no permanece
inalterable en todos los volúmenes. En el apéndice primero, tomos 24 y 25, no hay lista
de colaboradores.
En cambio, en el apéndice segundo, en el que tampoco hay lista de colaboradores,
sí se proporciona un dato explícito, en la portada de sus tomos correspondientes, sobre la
dirección de la obra. Allí se puede leer: «Apéndice segundo. Redactado por distinguidos
profesores y publicistas de España y América bajo la dirección de Pelayo Vizuete». Este
dato ha llevado a algunos investigadores (Gutiérrez Cuadrado, 1994; Ahumada, 2007)
a considerar a Pelayo Vizuete como el responsable general de la obra; sin embargo, hay
razones para pensar que este autor solo se ocupó de coordinar el apéndice 2º, y que fue
Aniceto Pagés el que tuvo esa responsabilidad en la parte sustancial de la obra. La prime-
ra de las razones es de carácter cronológico: cuando se imprime el primer apéndice, entre
1898 y 1899, Vizuete cuenta apenas con 26 años1, edad que si bien no impide que esté
vinculado al proyecto o que efectivamente haya participado en la redacción de artículos,
parece muy temprana para hacerse cargo de la obra. Si, como dice la Enciclopedia Espasa,
Vizuete dirigió el DEHA durante más de doce años, contando desde el último tomo del
segundo apéndice, de 1910, hacia atrás, resultaría que asume la responsabilidad de la obra
cuando ya está en marcha el apéndice primero.
Por su parte, Pagés fallece en 1902, con lo que se podría haber hecho cargo del
DEHA, como máximo, hasta el fin del primer apéndice. Parecería lógico que Pelayo Vi-
zuete hubiera sustituido a Aniceto Pagés en la coordinación de la obra. Existen varios
testimonios que sostienen esta hipótesis:
a) En el número de La Ilustración Española y Americana, del 8 de mayo
de 1901, un artículo de José Ustáriz sobre Aniceto Pagés debido a que ganó los Juegos
Florales de Barcelona dice: «En 1887, sus vastos y variados conocimientos y su actividad
incansable […] le valieron la dirección del Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano,
publicado por los Sres. Montaner y Simón».
b) Como se recoge en Alonso et alii (2000: 177), Gras y Elias (1913) proporcio-
na también ese dato: «L’important casa editorial Montaner i Simon, de Barcelona, va
456
El Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano: notas sobre la autoría y el tratamiento del español de América
2 Otra cita, también de una carta del diccionario de Pagés, escrita por Eduardo Benot, complica el entramado del proyecto
editorial, pues declara: «yo vi á V. trabajar á mi lado precisamente en la selección de autoridades durante los cuatro meses que
dirigí el Diccionario Enciclopédico de Montaner y Simón»; Benot es colaborador de La Ilustración Artística con artículos sobre
lengua y algunos divulgativos sobre ciencia, lo que hace que tenga lógica que haya participado en el DEHA al menos ese corto
tiempo sin estar en la lista de colaboradores. En este caso está muy claro que sólo dirigió el DEHA unos meses, aunque no
sabemos el año.
3 Dadas estas informaciones no deja de resultar extraño que si la Enciclopedia Espasa da datos sobre la actividad de Vizuete
como director del DEHA y de la editorial de Montaner y Simón, en el caso de Pagés se limite a decir que solo colaboró en el
DEHA como redactor y encargado de la citas, sin aludir a su participación como director del mismo.
2. El español de América
Como diccionario con carácter enciclopédico, el DEHA pretende contener en sus vo-
lúmenes «todo» el conocimiento del ser humano y «todas» las palabras que su lengua
contiene. Esto último es especialmente significativo en lo que corresponde a incluir las
voces de origen americano y las que allí se usan particularmente. Hay que tener en cuenta,
en este sentido, el interés comercial que suponía el mercado editorial americano, como ya
señaló Gutiérrez Cuadrado (1989)4.
A: m. Gram. Vocablo ó giro propio y privativo de los americanos que ha-
blan la lengua española.
La influencia que ejercen en la lengua de Castilla las diversas comarcas americanas
que la hablan, es mayor de lo que á primera vista parece. Ya se pare mientes en las palabras
inventadas por nuestros conquistadores, ignorantes naturalmente de las lenguas de los
indígenas, como éstos de la nuestra; ya en la fusión de términos aborígenes en nuestra ha-
bla, importados luego á nuestro suelo por los naturales del país, ó más aún por nuestros
paisanos al regresar á la madre patria; ya, en fin, por efecto de crear aquéllos voces deri-
vadas de otras legítimas primitivas nuestras, ó de torcer el cauce de la significación usual,
corriente y generalmente admitida de éstas en nuestro suelo, lo cierto es que el caudal de
nuestro Diccionario se ha acrecentado notablemente con la adquisición de muchas voces
y de no pocas acepciones nocidas [sic] en aquellas tierras lejanas. […] Puede asegurarse
que, la mayor parte de las personas que beben chocolate, ignoran que esta voz proviene de
la mejicana chocolatl, así como es de igual procedencia la vasija en que lo sorben, ó séase la
jícara (de xicalli, que significa vaso de calabaza). Y ya que de chocolate estamos tratando,
conste que las voces caracas, guayaquil y soeonusco [sic] no formarían parte del idioma
común, y sí sólo pertenecerían al geográfico si, al producir esos terrenos americanos el
ingrediente que forma la base de dicha bebida, no le hubieran comunicado su nombre
propio de localidad, á la manera que Mahón y Cambray se lo impusieron a cierta tela que
respectivamente se tejen [sic] en aquellas poblaciones.
4 En este estudio no se tienen en cuenta los nombres propios, en especial con las marcas correspondientes a biografías y a
geografía, aunque son un conjunto de entradas clave en lo que se refiere a conocimiento sobre América, puesto que hace que
personajes de ese continente tengan cabida en la historia del mundo y los lugares también puedan ser ubicados por muchos
más que solamente sus habitantes. Pero este aspecto forma parte de lo estrictamente enciclopédico de la obra, y queda fuera de
nuestro propósito. Igualmente, no se han considerado los gentilicios.
458
El Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano: notas sobre la autoría y el tratamiento del español de América
Poco diremos aquí respecto á la creación en aquel suelo de voces derivadas de otros
[sic] legítimas primitivas nuestras, ó de nuevas acepciones adjudicadas á las que posee-
mos con otra significación […] Bástenos, pues, el dejar consignado en esta ocasión, que
prescindencia (acción ó efecto de prescindir); bochinche (asonada ó motín); […] etc., son
voces y acepciones que han brotado del suelo americano; así como puede asegurarse que
deben ser reputadas por otros tantos aquellas voces que, siendo bien
recibidas en la sociedad y trato culto de España […] no pueden emplearse en la buena
conversación americana, por haberlas hecho malsonantes un abuso, que no un uso, refi-
nadamente gazmoño cuanto ridículo e infundado.
5 Aunque, como explican Alvar (1992: 16) y Alvar Ezquerra (1993: 228), esta colaboración no es realmente efectiva hasta la
15ª ed. (RAE, 1925).
6 A diferencia de estas abreviaturas, las referidas a los territorios aún bajo el dominio de España se expresaban mediante la
forma «pr. + abrev. del territorio», ya fueran peninsulares o no; así, provincial de las Antillas, provincial de Cuba, provincial de
Filipinas, todas incorporadas en esta 12ª ed.
Academia a sustituir el adjetivo castellana por española para referirse a la lengua (Pérez
Pascual, 1998: 158)7.
El interés por incorporar los americanismos al español está en el ambiente lin-
güístico de esos años, como demuestra el importante número de voces americanas que se
incluyen en el Pequeño Larousse Ilustrado (1912) (Seco, 2003: 368)8 o, más tarde, en la
15ª ed. del Diccionario (RAE, 1925) y, sobre todo, del Diccionario Manual (RAE, 1927)
(Garriga y Rodríguez Ortiz, 2007).
Por tanto, el DEHA no se anticipa, en el tratamiento definitorio, a la Academia a
la hora de entender conceptos como español, castellano, americanismo, etc. El paso siguien-
te será comprobar la presencia de voces americanas en el cuerpo del propio diccionario.
460
El Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano: notas sobre la autoría y el tratamiento del español de América
las palabras en relación con América para limitar el ámbito al que pertenecen y que se
presuponen desconocidas, especialmente por el lector peninsular.
La información obtenida permite, por lo tanto, hablar de dos grupos de pala-
bras relacionadas con el continente americano: a) voces comunes con marca geográfica,
paréntesis etimológico o restricción geográfica en su definición; y b) voces con marca de
especialidad.
En el apéndice 2º:
G (voz caribe): m. R, pez marino, del orden de los acantopterigios, etc. (V.
en el tomo correspondiente del D).
Además de estos dos subgrupos, habría un tercero formado por las voces que,
sin ninguna marca, tienen en su redacción la delimitación con respecto al lugar en que
se usan, o informan más o menos explícitamente de que la voz es originaria de América.
Véanse algunos ejemplos:
C: m. Nombre que daban los mejicanos á los individuos de los pueblos incultos
que no hablaban su lengua y que habitaban en la parte oriental de Centro América.
M: m. Capataz de mina en América.
P: m. Pez que se encuentra en algunos afluentes del Amazonas […]
11 La razón por la que las que tienen paréntesis etimológico y marca de especialidad no se contaron en el otro grupo, se debe
a que se le dio prelación a la marca, sin que ello signifique no reconocer lo que aquí es el centro de interés, que es su origen y su
posible restricción geográfica.
462
El Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano: notas sobre la autoría y el tratamiento del español de América
Las voces que combinan una abreviatura de un campo de especialidad y una geo-
gráfica tienen algo más de presencia en el segundo apéndice que en el resto del diccio-
nario, lo cual puede considerarse consecuencia de que en esta parte hay cambios en la
concepción de la microestructura. Las que en ese apéndice aparecen son en su mayoría
de botánica, por ejemplo poleo, o zoología, como chamón, pero hay de otros campos como
marina (empopada), música (járabe), minería (nata) o forense (personería). Las voces con
un paréntesis etimológico que indique su origen americano aparecen tanto en el diccio-
nario propiamente como en el apéndice segundo, y todas las halladas son de botánica o
de zoología. Por ejemplo, en el diccionario aparecen:
y en el apéndice segundo:
El conjunto más amplio es el formado por voces con marca de especialidad, cuya
relación con el uso en América se expresa en la definición. Este procedimiento se utiliza
en todo el DEHA, incluido el primer apéndice (que contiene casi exclusivamente voces
con marca de especialidad y nombres propios). Nuevamente es en botánica y en zoología
donde se encuentra la mayoría de los casos. Véanse los ejemplos:
A: Bot. Nombre vulgar en América de un pimiento pequeño y picante que comprende
dos especies; el Capsicum annuum y el Capsicum frutescens. También se llama Ají una
salsa usada en América en la que entre como principal ingrediente este pimiento.
J: f. Bot. Nombre vulgar cubano, colectivo de dos especies, correspondientes á gé-
neros botánicos distintos, pero de la misma tribu y familia. […]
M: f. Zool. Nombre con que en la Argentina y Sur de América se designa,
según Berg, al Tinamatis elegans, […]
M: m. Bot. Nombre vulgar peruano de una planta […]
R: m. Bot. Nombre vulgar chileno empleado para designar una planta […]
En el apéndice primero:
B: m. Zool. Nombre vulgar con que en el Paraguay y en gran parte de la Amé-
rica latina se designan diversas especies de pájaros, […]
C: m. Zool. Nombre vulgar con que en la América española, y particularmente en
la República Argentina, se designa á la Chauna chavaria L., ave del orden de las zan-
cudas […] La voz chajá parece tomada del guaraní, y no es sino una onomatopeya del
ruido que produce esta ave […]
G: f. Zool. Nombre vulgar con que en la América española se designa al Chen
hiperboreus, ave del orden de las palmípedas […]
En el apéndice segundo:
A: m. Bot. Flor del Perú, ordinariamente blanca y muy parecida á la azucena.
C: f. Zool. Pequeña tortuga comestible que se encuentra con abundancia en las
riberas y lagunas del marañón.
M: f. Zool. Serpiente de Venezuela, cuyos colores forman una como cadena de
negro y amarillo en el lomo y que tiene el vientre amarillo claro. Es muy venenosa y
acomete al hombre.
O: m. Bot. Arbol de la América meridional, de la familia de las fitoláceas, con la cor-
teza gruesa y blanda, madera fofa, copa muy densa, hojas alternas […]
Como puede verse, las formas repetidas de iniciar la definición son las que dan la
información sobre el uso de la palabra. Se presenta así una diferencia interesante entre el
cuerpo del diccionario y el primer apéndice con respecto al segundo, y es que en el primer
grupo la definición suele adoptar una forma metalingüística (‘nombre vulgar peruano /
con que en el Perú...’), seguida de la descripción de la planta o animal, mientras que en
el segundo apéndice la definición se dirige más directamente al objeto en sí, e incluye la
referencia geográfica como parte de la definición (‘Árbol de la América meridional...’).
Un comentario aparte merecen las entradas para nombres de grupos indígenas,
generalmente con la marca Etnog. (aunque esta indicación no aparece en la lista de abre-
viaturas del tomo 1). En ocasiones, sin embargo, se utiliza Geog., o Etnog. e Hist. En el
repaso realizado, aparecen 160 voces correspondientes a grupos de toda América, excep-
tuando los actuales Estados Unidos y Canadá. Hay que apuntar que sólo tres de estas
voces aparecen en singular, el resto son nombres plurales. Algunos ejemplos son,
Este grupo de palabras es relevante, pues presenta una América que no consiste
sólo en plantas y animales sino en comunidades vivas que están, o estaban, en ese territo-
rio desde antes de la conquista y que eran aún muy poco conocidas, con lo que la idea de
América se hace más amplia y compleja.
De otros campos, cabría mencionar en el diccionario: minería (auqui), geogra-
fía (huaca, pampa, pongo), historia (machi, navitia), farmacia (palo de calenturas, ratania,
santopalo), literatura (yarabi ó yaravi). En el segundo apéndice: música (chanvares, fotuto,
gauchita, gomba, guajira, haravi, huailaca), marina (guanal, mecate), arqueología (pucara),
filología (puquina (lengua)), cronología (hueite cuilhuitl, hueitozoztli).
Un último grupo, el más difícil de completar, es el que está conformado por entra-
das en las que el léxico americano está en el artículo enciclopédico. Sirvan como ejemplo:
A: […] En las Antillas las calderas, en número de tres, y más generalmente de
cinco, so de fundición y raras veces de cobre. Todas están calentadas por el mismo
hogar, recibiendo su conjunto el nombre de trenes. La primera, más amplia que las
restantes, se denomina granda ó paila de recibo; […] segunda caldera, llamada limpia,
[…] tercera, denominada brillante […] Viértese el zumo en la cuarta llamada de jarabe
464
El Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano: notas sobre la autoría y el tratamiento del español de América
[…] y por último se recibe en la quinta, denominada batería, a causa del ruido que al
hervir produce el líquido muy concentrado.
A: Biog. Octavo emperador de Méjico, que reinó de 1486 á 1502. […] Sus
buenas disposiciones como gobernante fueron oscurecidas por su excesiva crueldad,
habiendo hecho ésta tal impresión en sus contemporáneos, que la transmitieron á las
generaciones siguientes hasta la presente, y es como proverbio en Méjico para indicar
que alguno causa gran molestia, decir: fulano es ahuizote.
T: m. Animal cuadrúpedo, de la magnitud de un muleto, que se cría en la parte occi-
dental de la América meridional. Tiene la cabeza gruesa, prolongada con una especie
de trompa, que encoge y alarga á su arbitrio […] Se domestica fácilmente, y su carne
es apreciada de aquellos naturales. […] [al tapir pinchaque, en el Perú] [l]os indios,
que le cazan con frecuencia, le dan el nombre de vaca de monte.
Contabilizar estas voces no sólo haría que crecieran los testimonios de léxico
americano, sino que sería una importante aportación a la hora de determinar la técnica
editorial presente en el DEHA.
edición académica (RAE 1899), pero también resulta plausible la idea de un cambio de
autor, que lleva a una postura más innovadora, como demuestra la variación apreciable
en el porcentaje de voces que no están en la edición académica vigente en ese momento y
que entrarán más tarde.
Quedan aún por delante dos importantes tareas: La de establecer la influencia que
pudo tener el DEHA en el DRAE con las voces que incluyó antes que la Academia, y la de
encontrar las fuentes del vocabulario del DEHA que no parte del diccionario académico.
La autoría de los artículos del DEHA es un problema difícil de resolver pues no están
firmados. Las listas de redactores no bastan para estar seguros de que esa persona escribe
todo lo que se le atribuye, y tampoco da luz sobre qué bibliografía se utiliza. La redacción
de los artículos de botánica y zoología (ciencias naturales hasta el tomo 11) tiene autores
asignados en la lista de redactores que aparece. Pero la que se refiere a vocabulario general
no se sabe de quién dependía, ¿quizá de Pagés y Sbarbi, ambos con responsabilidades
en lexicografía según el listado? En cuanto al vocabulario común americano hay fuen-
tes comprobadas utilizadas como Pichardo, Rufino José Cuervo, Jorge Isaacs, Ricardo
Palma, Daniel Granada, no así para las voces que se encuentran marcadas en el DEHA.
Queden estos interrogantes como motivación para otra oportunidad.
3. Referencias bibliográficas
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466
El Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano: notas sobre la autoría y el tratamiento del español de América
…«El espiritu de que nos al presente hablamos es una sustancia sotil engendrada en el
cuerpo humano por la fuerza del calor natural el cual espiritu da vida al cuerpo y admi-
nistra el resollo y pulso a los animales y no menos el movimiento voluntario mediante
los nervios y junturas en los cuerpos animados». PDC, fol. 33v.
La Edad Media necesita explicarse el mundo, la materia y la vida de acuerdo con la tra-
dición textual escolástica, con la innovación que en su día supuso el conocimiento aris-
totélico, y con los tratados médicos del momento. Pocas cosas suscitan más la curiosidad
que el funcionamiento del propio cuerpo, sus reacciones ante la salud y la enfermedad,
el misterio de la vida, el paso de lo inerte a lo sensitivo y de ahí a lo racional. Preciso es
para el hombre medieval conocer la constitución de los seres materiales que lo rodean,
animados o no; para ello tiene que recurrir a los orígenes de la tradición del saber que
ha explicado la existencia de cuatro elementos fundamentales, fuego, aire, agua y tierra,
que, si combinan adecuadamente sus cualidades básicas, calor, frío, humedad y sequedad,
constituyen los organismos minerales, vegetales y animales, incluido el ser racional por
excelencia, el hombre. Con todo, falta explicar el paso de lo inerte a lo animado, de lo
insensible a la materia capaz de percibir y sentir. Este soplo vital lo realizan los espíritus
( James, 2007: 137–145), seres vivos intracorpóreos, compuestos de materia y de humo,
que circulan constantemente por las cavidades internas del hombre, especialmente por
los nervios, arterias y venas, transportando oxígeno, calor vital y, en definitiva, todas las
capacidades humanas que hacen posible la vida orgánica y racional. Son seres vivos, con
existencia propia y con la tarea específica de mantener el correcto funcionamiento del
cuerpo y el poder de raciocinio humano a través de las capacidades del alma natural, vital
o espiritual, y animal. Se generan, según el Propiedades de las Cosas, de Bartolomé Ánglico,
* Este trabajo ha sido financiado por la JCYL, con clave SA105A07 y título «Diccionario Español de Textos misceláneos
medievales».
en el hígado (PDC, fol. 33v), sede a su vez de la combustión sanguínea que los transforma
en humo para que puedan ser enviados por las venas al corazón y de allí al cerebro; según
Razes (1979: 20), médico árabe del siglo , autor de una Introducción a la Medicina o Isa-
goge, se distinguen diferentes orígenes para cada clase de neuma: del ventrículo izquierdo
parte el espíritu animal, el espiritual se origina en el cerebro y posibilita la percepción y el
movimiento, a la vez que el espíritu natural se forma en el hígado, desde donde distribuye
el alimento al resto del cuerpo.
Por desgracia, si estos espíritus se exponen excesivamente a una sola de las cuatro
cualidades antes citadas, o a más de una, difunden las patologías a través del sistema de
circulación del organismo humano. Basta sólo con que encuentren un obstáculo material
en su red de distribución, una simple estenosis, para que los espíritus no difundan la vida
adecuadamente, y sobrevenga una parálisis de los miembros afectados por falta de oxige-
nación y riego, o la muerte material definitiva, que también acaece por exceso de humores,
especialmente de flema, enfermedad denominada apoplejía (Herrera, 1997a: 94):
La apoplejía es parálisis fuerte; puede ser de tres tipos: fuerte, persistente, que no tiene
curación; o bien, suave, que a veces puede curarse; o muy fuerte, que produce la muerte.
Sus causas pueden ser dos: flema fría viscosa o mucha sangre o mucha humedad y
mucha viscosidad; cuando, con cualquiera de ellas se hinchan los tres vientres del meollo
de las dos partes [de la cabeza], la materia no deja pasar los espíritus al cuerpo.
Del espíritu como neuma, como aliento vital, tenemos menciones en el único tra-
tado medieval sobre la generación del feto que se nos conserva, en el Libro de la Genera-
ción del Feto, el Tratamiento de las Mujeres Embarazadas y de los Recién Nacidos, del siglo
, redactado por el cristiano converso Arib Ibn Sa’id en el siglo en Córdoba y traducido
por A. Arjona Castro (1991 [1983]). La obra, un tratado de Obstetricia y Pediatría, cir-
culó de forma independiente, no unida a tratado médico general alguno, y parece ser una
traducción del latín. Sus fuentes, muy variadas, son griegas y árabes, es decir, Aristóteles,
Galeno e Hipócrates, sobre otros, y Avicena y su Libro del Canon, que incluye precisa-
mente un apartado sobre la Generación del feto (Coullaut et alii, 2010: , 1629). Defiende
el autor cordobés que en el feto lo primero que se forma es el hígado, órgano que procura
sustento, «[…] porque la primera acción del cuerpo es la nutrición […] es necesario que
se origine el órgano del cual emana el calor innato y el neuma vital»; antes, en el momento
de la concepción «cuando el útero encierra el esperma […] hay en el semen una mina para
el neuma espiritual, natural y vital».
La medicina galénica se conoció en Europa en los siglos y a través de las
traducciones al latín del Pantegni de Ibn al Abbas y del Viaticum de Ibn al Jazzar realiza-
das por Constantino el Africano y por Alfano y las escuelas de traductores de Salerno y
Toledo. Todos estos principios de conocimiento se recogían ya en las enseñanzas de San
Isidoro de Sevilla ( 1, 13) cuando deslindaba significados espirituales:
[…] la memoria es mente […]; lo que da vida al cuerpo es el «alma»; cuando se ejerce
la voluntad, hablamos de «ánimo»; se denomina «mente» cuando existe conocimiento;
es «memoria» cuando recuerda; hablamos de «razón» cuando juzga lo recto; cuando
alienta, su nombre es «espíritu»; y es «sentido» cuando siente. Y es que el «ánimo» se
denomina «sentido» en cuanto que siente […]
470
Pervivencia del sentido de espíritu en la lengua actual
Cum enim humor aliquis nascitur in his membris, fumus eius ascendit per nervos ad
cerebrum, grositudine cuius uiae animantis spiritus oppilantur (Pantegni: Libro I, cap
).
Que los espíritus son entidades materiales queda claro en la obra del Doctor Gor-
donio (1993 [1495]: I, 2, Clarificación), en su Lilio de Medicina, tratado pedagógico sobre
patología general, en el que se clasifican los miembros del cuerpo humano en tres tipos:
miembros sólidos, humores y espíritus. El doctor Bernardino Montaña de Monserrate
es más descriptivo en su Libro de la Anathomia del hombre (1551: fol. 14r–14v), tratado
galénico de morfología humana:
Miembro principal es aquel donde se engendra algun principio necesario para la vida del
hombre, o para conservacion del especie. Los cuales miembros principales son cuatro,
es a saber, el corazon, el celebro, el higado y los testículos. En el celebro se engendra el
espiritu animal, el cual es principio nescesario para el sentimiento, y el movimiento: en
el corazon se engendra el espiritu vital, el cual es principio nescesario para las obras de
la vida, en el higado se engendra la sangre, y segun algunos el espiritu natural: los cuales
son principios nescesarios para el mantenimiento de los miembros. En los testiculos se
engendra la simiente: y segun algunos el espiritu genitivo, que son principios nescesarios
para la generacion del hombre: y por consiguiente para la conservacion del especie. Todos
los otros miembros son llamados no principales, porque en ellos no se engendra principio
ninguno nescesario para la vida o conservacion del especie.
De los miembros no principales ay otras dos diferencias, porque algunos de ellos nas-
cen de los miembros segun que nascen o no nascen de los dichos principales, y les sirven
para camino por donde los dichos miembros principales envian a las otras partes del
cuerpo los principios que en ellos se engendran, como son los nervios que nascen del
celebro, o de la nuca su lugar teniente que sirven de camino por donde van los espiritus
animales que dan sentimiento movimiento a los miembros que lo tienen, y las arterias
que nascen del corazon y van por ellas los espiritus vitales, y la sangre arterial para dar
vida y substentacion a todos los miembros: asi mismo las venas que nascen del higado,
y van por ellas los espiritus naturales y la sangre venal para mantenimiento de todo el
cuerpo: asi mesmo los vasos seminales expulsorios que nascen de los testiculos, y va por
ellos la simiente que contiene el espiritu genitivo a la verga, para que por ella vaya al lugar
donde se hace la generacion del hombre, que es la madre.
El Tratado de Cirugía Mayor, de Lanfranco (1495: fol. 68r, ambas citas), describe
la circulación de los espíritus en el cuerpo humano desde el hígado hasta el corazón:
Alonso de Fuentes (2000, [1547]: fol. ), en su Suma de Filosofía natural con-
templa la circulación de retorno y la materialidad o sustancia que compone el espíritu:
[…] aqueste humo, que ya dije que venía del hígado al corazón mediante el cual alenta-
mos, desde que está en el corazón sube a los sesos por unas venas que son muy delgadas
y después de aquesto pasa por una red de una tela muy delgada por extremo alrededor de
los sesos colándose, el cual se haze tan subtil y tan delgado que por su gran delgadeza le
llaman aqueste espíritu aunque es substancia de aire.
Está clara, pues, la existencia material de los espíritus. La recoge Zerolo (1895)
en 19ª acepción: «Cierta sustancia sutil y ligerísima, que se considera necesaria para qué
viva el animal». Y Covarrubias en el Tesoro de la Lengua Española o Castellana (2006,
[1611]), especialmente en la locución Sacar espíritus, echarlos con exorcismos aprobados
por la Iglesia. Julio Casares (1997), más prudente, señala lo incorpóreo de los espíritus
cuando propone sinónimos: «aliento, principio vital…», pero también los más expresivos
«capote, coleto, adentros».
Que los espíritus cumplen su función lo atestigua el Doctor Gordonio ( 1992
[1495], fol. 30v], a quien escuchamos de nuevo: «el movimiento viene del celebro a todos
los mienbros medianeros los nervios, por la virtud de los cuales el espíritu animal traspasa
dando sentido y movimiento en todo el cuerpo». En el siglo , Zerolo (1895), autor ya
citado, pone en tela de juicio tal utilidad de los espíritus en la locución Espíritus animales:
«Fluidos muy tenues y sutiles que se ha supuesto sirven para determinar los movimientos
de nuestros miembros». El DRAE-2001 se vale del pretérito imperfecto para desrealizar
la misión motriz de los espíritus: «se suponía que servían para determinar los movimien-
tos de los miembros del cuerpo humano».
Quisiéramos analizar hoy qué aspectos del sentido del predicado espíritu perviven
en la lengua actual. Con los ejemplos que hemos recogido, podemos afirmar que, en el
consciente colectivo, el espíritu sigue siendo el soplo vital que, de una forma u otra, anima
a lo que es, era o será inerte; nuestra cita está recogida de una entrevista en el periódico
La Vanguardia y la debemos al Doctor Patarroyo: «Pienso que los espíritus se integran
luego en un gran espíritu universal, así es como concibo la espiritualidad. Siempre he
concebido el mundo como parte de una energía en la que al morir nos integramos». En el
mismo 1994, Ferrán Soldevila afirmaba en la misma publicación: «lo más destacable de
esta historiografía que ha dado en llamarse romántica es que parte de la creencia de que
es la fuerza del espíritu lo que mueve el mundo». Tres años después, con un contenido
completamente distinto, tratando de Astrología, Rafael Rodríguez Delgado (1997, 40)
afirma:
472
Pervivencia del sentido de espíritu en la lengua actual
[…] la circunstancia más decisiva del viaje, para Darwin, fue que sus hallazgos le condu-
jeron a explorar por cuenta propia el paisaje de las teorías científicas, ese «tercer mundo»
que, según Popper, no es localizable en la naturaleza externa ni en el interior de la mente,
sino en la esfera de los productos del espíritu humano.
El físico Manuel García Doncel (1983) dice que Newton no pretende explicar el
fundamento de la gravitación universal, que «curiosamente concluye con un párrafo mis-
terioso «sobre cierto espíritu sutilísimo», que es un anticipo del éter, a la vez electromag-
nético, gravitacional y nervioso, responsable de los mecanismos sensoriales y motrices
trasmitidos por nuestros nervios».
En el siglo las cosas no parecen haber cambiado sustancialmente para nuestro
´espíritu´. Conocidos biólogos actuales siguen reservando una parcela de la naturaleza a
algo que se nos escapa entre los dedos. Miguel Delibes de Castro (2001: 288) reproduce
palabras de Richard Leakey: «Damos valor a la biodiversidad porque nutre la psique
humana, el espíritu humano y el alma humana». Y Miguel Ángel Sabadell (2003: 120)
recoge aquel sentido de «soplo o aliento vital» de las Etimologías isidorianas: «El origen
de la vida en la tierra ha sido resuelto a lo largo de la historia como un acto de creación por
parte de un dios todopoderoso que insuflaba a la materia inanimada un espíritu vital».
Cierto es que también se hace eco de otras acepciones algo más esotéricas (2003: 316):
«Aquella noche, ella preguntó: “¿Eres quizá un espíritu?” Se oyeron tres golpes secos y
claros, que interpretaron como un sí: acaba de nacer la comunicación con los muertos».
A veces es más sugerente buscar el sentido ‘juguetón’ de los espíritus en sus adjeti-
vos, más que en el sustantivo. Esta idea de vitalidad y la capacidad de alterar la percepción
sensorial si se altera el «sistema espiritual» está presente en el adjetivo espiritoso o espiri-
tuoso que sólo se aplica a los sustantivos bebida o sustancia, como es sabido. El Diccionario
de Ciencias médicas, en edición de fines del siglo pasado, define espiritoso: ’que contiene una
considerable proporción de alcohol‘ y todos sabemos que el alcohol es vasodilatador, esto
es, facilita la circulación de los espíritus vitales.
Lejos de toda definición empírica, el léxico culinario actual recoge el sentido de
‘presencia ajena a lo corpóreo’ que transmite el lema que nos ocupa, sin que se recurra
intencionadamente a acepciones teológicas, en este trabajo eludidas: «El pan se pasaba
entonces de mano en mano como si se tratara más que de un bien terrenal, de una dádiva
divina, de un don de Dios cuyo espíritu estaba presente en la corteza, en el cuerpo y en las
blancas migas» (Tejera, 1993: 74). Por su parte, también a finales del siglo , el lenguaje
periodístico trata de divulgar «una sofisticada técnica», la magnetoencefalografía (1997):
«El existir, el no-ser, y los estados del sueño se dibujaron en las pantallas iluminadas. Y
el espíritu quedó retratado». En narrativa, Neuman (2009: 492) pone en boca de uno de
sus personajes, el doctor Müller, esta sentencia cuando dialoga con el protagonista ante
el organillero agonizante: «[…] la ciencia empieza en el espíritu. Tenga paciencia y fe, su
amigo todavía puede reponerse».
En resumen, de aquellos seres diminutos que recorrían nuestros vasos internos
hemos perdido algunas cualidades, como su materialidad, no su misión y los efectos que
en nuestro organismo, o en nuestra mente, producen. Hoy en día subyacen en la defini-
ción lexicográfica del lema que nos ocupa algunos rasgos semánticos, tal vez mínimos,
pero expresivos, que nos hacen recordar aquel principio vital del Medievo: nos sobrevive
nuestro espíritu, él es nuestra fuente de energía, individual y cósmica, motor de teorías
científicas y, paradójicamente, de comunicación con los muertos. Sin espíritu no hay ac-
tividad cerebral; esta actividad, base del desarrollo de las ciencias empíricas, es nuestro
rasgo diferenciador frente a la biodiversidad del mundo exterior, más allá del sistema de
circulación espiritual. El espíritu hace posible el paso de lo inerte a lo animado, estimula
la vida en sus diversas manifestaciones, a veces con la ayuda de otras sustancias vasodila-
tadoras, y eleva al ser humano, mediante las capacidades que le imprime, sobre el resto de
los seres animados, pues permite actividades de raciocinio y de disfrute y placer espiritual
del que carecen los seres vivos no racionales. El predicado espíritu carece de referente
pero no lo crea, lo nombra. Designa, hoy, ayer y mañana, aquello que el hombre no sabe
explicarse científica o visceralmente, pero que necesita conocer para aprehender el princi-
pio motor de vida y energía intangible presente en todo lo que rodea al ser humano; este
designatum es excesivamente amplio e indescriptible, de ahí la imprecisión del sentido de
espíritu y su capacidad de pervivencia en el tiempo como signo lingüístico de múltiples
facetas: sin referente palpable, la sola existencia de la palabra crea un concepto virtual,
integrado por el significado —recogido en las diferentes definiciones lexicográficas— y
su sentido, múltiple y variable que, sólo de forma abstracta e imprecisa, logra representar
la realidad. En definitiva, estamos ante una de esas palabras cuya historia refleja las no-
ciones básicas de una cultura, la occidental, de una concepción del mundo dinámica y a
la vez perdurable a lo largo de los siglos; para la lexicografía diacrónica, en el lema espíritu
no coinciden significación, concepto y significado y mucho menos la realidad designada
con esta palabra. Tenemos así un caso más, como el del lema alma, de signo lingüístico
de múltiples facetas semánticas, léxicas y extralingüísticas, de las que debería hacerse eco
una completa definición lexicográfica que, creemos, debe abarcar la historia de la cosa
designada más su significación, y aunar conocimientos lingüísticos, cognitivos y pragmá-
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476
Pervivencia del sentido de espíritu en la lengua actual
0. Introducción
La atenta lectura de los prólogos con los que la RAE ha acompañado su denominado
diccionario usual (1780–2001) revela una serie de informaciones de gran interés socioló-
gico e ideológico a la hora de analizar, en primer lugar, cómo los académicos interpretaron
su labor en el contexto sociocultural y crítico en el que actuaron; es también una fuente
importante para interpretar diferentes cuestiones relativas a las ideas lingüísticas y lexico-
gráficas en las que se han ido basando para realizar el diccionario y lograr con él una obra
de reconocido mérito. En su conjunto, constituyen un corpus textual de algo más de 26
000 palabras en cuyo trazado se halla impresa parte de la historia de la RAE a través de su
lente más simbólica que es el diccionario y, claro está, tenemos en él la historia del diccio-
nario o más exactamente de las intenciones de los académicos en el momento de plasmar
un texto en cuyo origen se halla, a veces, una planta, pero del que no siempre sabemos
cuál fue el académico que, en una obra considerada colegiada, le dio su última versión.
Los diferentes textos que anteceden al usual y que, a pesar de sus variadas deno-
minaciones, por convención denominamos prólogos, constituyen, en su amplio conjunto
y diversa magnitud,1 una fuente de datos formada por anotaciones de los académicos,
muchas veces recurrentes (etimologías, ortografía, neología, ciencia y técnica, marcación,
etc.), de aceptable fiabilidad en la mayor parte de los casos, aunque no siempre reflejen
exactamente la novedad de la edición prologada ni den completa idea de la misma; re-
sultan fiables, por ejemplo, en lo relativo a las reformas ortográficas, a la supresión de
etimologías o equivalencias latinas, al aumento de formas americanas en la edición de
1925 (Garriga y Rodríguez, 2006) o bien al mayor contenido ideológico y político en
1 Las páginas dedicadas al prólogo son numerosas en Autoridades, antecedente del Usual; igualmente son numerosas las dedica-
das a este concepto en la última edición de 2001. Y si para ambas obras resulta clara una explicación de la longitud relacionada
con la importancia de la edición, no sucede lo mismo en otros momentos de particular trascendencia, como en 1956 y 1970, en
los que hay un texto relativamente breve, a pesar de la presencia de ilustres filólogos y lexicógrafos entre los académicos y de la
relevancia de las novedades que introdujeron; como también sucedió, por ejemplo, en 1884, edición en la que tenemos un breve
prólogo a pesar de su señalada trascendencia.
1852 y 1984; y más de fiar son todavía las estadísticas que ya con regularidad se ofrecen
en las últimas ediciones de 1992 y 2001.2 En cambio, en algunos asuntos,3 como en el de
la ciencia y técnica, hallaremos criterios de adopción enunciados que luego, como se sabe,
no fueron respetados, o bien hallaremos aumento de voces de ciencia o técnica allí donde
los prólogos no la mencionan, por ejemplo en 1899 o 1914, tal vez por haberlo hecho ya
en los precedentes o bien por el reparo nacionalista de tener que aceptar un caudal de
origen extraño y en especial francés. No siempre el prólogo refleja lo que actualmente
consideramos importantes novedades en la redacción4 o en la articulación de la obra: la
referencia a la remisión de las primeras ediciones desaparece en 1832 para volver en 1914,
1970 y 2001; o, por lo que al Suplemento se refiere, marbete bajo el que, como veremos,
se hallan diferentes funciones textuales, parecería que los académicos prefirieron evitar
su mención, tal vez para no dar muestras de algo que en sí no implica perfección y que
finalmente ha sido suprimido por las nuevas tecnologías.
En diferentes trabajos, entre los ya muy numerosos escritos en torno al DRAE,5
se han puesto de relieve algunas de las cuestiones mencionadas; comenzando moderna-
mente por Alvar Ezquerra (1993) que analizó los aspectos macro y microestructurales
de mayor interés, y otra serie de investigadores como Álvarez de Miranda (2000) Ruhs-
taller (2003) y tantos otros que en diferentes momentos se han ocupado de la evolución
de la obra o de aspectos concretos como el neologismo, la diatopía, o de las múltiples
cuestiones que caben en el diccionario académico y cuyo estudio no puede obviar lo que
los propios académicos afirman o pretenden. Nosotros mismos nos hemos ocupado del
DRAE recientemente,6 en investigaciones en las que hemos analizado, utilizando un cor-
te estadístico, cuestiones relativas a la hiperestructura de la obra tratando de establecer a
partir de ella diferentes cánones.7 Nuestro estudio se centrará, en esta ocasión, en llevar
a cabo una cuidadosa lectura tipológica de la totalidad de los prólogos con el objetivo de
individuar una serie de cánones en relación con las constantes o variables, tanto en los
aspectos formales de articulación como de contenido.
El análisis, partiendo del texto académico, nos llevará a individuar, en primer lu-
gar, considerando la longitud aludida, a la composición formal, al menos en un esquema
bastante funcional como puede ser la apertura o inicio el desarrollo o cuerpo y el cierre
del prólogo. A cada uno de estos tres momentos, y en particular al cuerpo, le corresponde
el desarrollo de buena parte de los asuntos de mayor interés. Perfilaremos las cuestio-
nes tratadas por la Academia en sus prólogos, en corte diacrónico, con su nacimiento
y desaparición, su vigencia y evolución. Describiendo sistemáticamente los prólogos,
pretendemos ofrecer al investigador y metalexicógrafo una nueva perspectiva descriptiva
2 La informatización de las últimas ediciones ha permitido soluciones globales más satisfactorias como reflejan las cualificadas
reseñas de Gutiérrez (2001–2002) y Vila (2008), en este último caso sobre la marcación diatécnica.
3 Como, por ejemplo, el aumento de la obra; véase, a este propósito, el cálculo aproximado sobre el número de entradas reali-
zado por Alvar Ezquerra (1993: 222), en particular, para 1884, donde señala alrededor de 51 000, guarismo que pasa a ser de
más de 69 000 en 1899, hecho que no se evidencia en el prólogo.
4 Por ejemplo, en 1791 se pasó de la subentrada en versalitas al texto escrito a renglón seguido, sin embargo en la edición de
1803 se volvió al estilo tipográfico de las precedentes (el existente desde Autoridades), sin que la Academia lo advirtiera en el
prólogo; en 1832 se volverá de nuevo al artículo único con todas las acepciones sin que se haga para ello referencia a lo realizado
en la edición de 1791, sino a la de «conforme se ha practicado en otros diccionarios».
5 Las referencias pueden hallarse en Ahumada (2006) y en Campos Souto y Pérez Pascual (2006).
6 V. San Vicente y Lombardini (en prensa).
7 Actualmente lo estamos haciendo también diacrónicamente y desde la perspectiva bilingüe, en la combinación lexicográfica
italiano-español; se trata de obras en las que el prestigio de la RAE constituye un valor constante.
480
Prólogos del DRAE (1780–2001): cánones formales y de contenido
1. La perspectiva formal
1.1 Las generalidades formales de los prólogos: el canon
Ya hemos tenido ocasión de señalar en San Vicente y Lombardini (en prensa a) cómo se
inscriben formalmente los prólogos en el sector de los preliminares de los diccionarios y
en el conjunto de la hiperestructura de la obra.11
De modo muy general, podría decirse, ahora, que todos los prólogos de los DRAE
responden, cual más cual menos, a un modelo o canon abstracto compuesto por una
apertura, un desarrollo y un cierre. Una apertura en la que se suelen narrar los antecedentes
históricos que llevaron a la publicación de la edición prologada; un desarrollo en el que
se suelen ponen en evidencia las características salientes de esa edición en relación con la
que la precedió inmediatamente y se suelen dar informaciones sobre la inclusión de suple-
mentos y sobre la adaptación a la ortografía vigente; y un cierre en el que la Corporación
suele expresar su deseo de que el público dé buena acogida a la obra que se está presentan-
do o pedir al público que sea clemente en el juicio dado sobre el diccionario.
12 Todos los guarismos: 1780 (42,78%), 1783 (41,61%), 1791 (32,67%), 1803 (37,81%), 1817 (25,27%), 1822 (9,32%), 1832
(7,61%), 1837 (2,97%), 1843 (0,63%), 1852 (0%), 1869 (6,20%), 1884 (3,17%), 1899 (11,27%), 1914 (5,43%), 1925 (0), 1939
(41,63%), 1947 (20,47%), 1956 (6,15%), 1970 (0), 1984 (5,32%), 1992 (15,92%), 2001 (2,82%).
13 Todos los guarismos: 1780 (51,26%), 1783 (49,86%), 1791 (62,78%), 1803 (62,19%), 1817 (64,05%), 1822 (84,06%), 1832
(89,71%), 1837 (92,95%), 1843 (99,37%), 1852 (96,18%), 1869 (90,63%), 1884 (66,12%), 1899 (53,47%), 1914 (83,83%),
1925 (100%), 1939 (58,37%), 1947 (79,53%), 1956 (93,85%), 1970 (100%), 1984 (94,68%), 1992 (78,35%), 2001 (92,9%).
14 Todos los guarismos: 1780 (5,96%), 1783 (8,52%), 1791 (4,55%), 1803 (0%), 1817 (10,68%), 1822 (6,62%), 1832 (2,68%),
1837 (4,08%), 1843 (0%), 1852 (3,82%), 1869 (3,17%), 1884 (30,71%), 1899 (35,26%), 1914 (10,74%), 1925 (0%), 1939
(0%), 1947 (0%), 1956 (0%), 1970 (0%), 1984 (0%), 1992 (5,72%), 2001 (4,27%).
15 Allí hacemos referencia a una serie de consideraciones ideológicas, expresadas por la Academia en sus prólogos, relacionadas
con el sistema de la lengua y su representación, la diversidad diatópica en la lengua española, con algunos de sus aspectos socia-
les, su nobleza y pureza, con los objetivos sociopolíticos del diccionario académico, el concepto de autor responsable, la tradición
lexicográfica y su peso, la fuente del concepto de autoridad y con el patriotismo y la política militante.
482
Prólogos del DRAE (1780–2001): cánones formales y de contenido
18 Es decir, lematización en general, aumentativos, diminutivos, superlativos, gentilicios, variantes morfológicas, sufijos, re-
misiones, algunos tipos de nombres, algunos tipos de adjetivos, algunos tipos de verbos, distinto tipos de voces (afectadas,
anticuadas, familiares, raras y/o poco usadas, hirientes, vulgares, americanas, extranjeras, provinciales, técnicas, neológicas,
pluriverbales, dobles, etc.), etc.
19 Es decir, definiciones, orden de las acepciones, numeración de artículos, abreviaturas, marcas, correspondencias latinas,
etimologías, ejemplos, contornos lexicográficos, información enciclopédica, transcripción gráfica de otras lenguas, etc.
20 Es decir, tipografía en general, tipo y tamaño de letra, tomos, número de columnas y renglones, etc.
21 Desde un punto de vista formal, han resultado, de particular relevancia para la correcta lectura de la obra, la supresión de
etimologías (1780-1869), la de las correspondencias latinas (1869) y la de los refranes, así como también cuestiones relaciona-
das con las remisiones y la numeración de acepciones.
484
Prólogos del DRAE (1780–2001): cánones formales y de contenido
ción a la planta lexicográfica vigente (AP), se agradece a los colaboradores (AC) en cinco
ediciones, en tres casos se alaba la labor hecha (AL), en una ocasión se hacen referencias
al público (GP) y también una vez se recuerda a los académicos difuntos (AD).22
24 Las frases se repiten literalmente en 1783 y 1791 —siempre en el párr. 11—, pero como ya hemos señalado los primeros
cuatro prólogos constituyen una anomalía de la que nos ocuparemos más adelante y, por tanto, dejamos la cuestión suspendida
por ahora.
25 Recordamos que esta edición no presenta un suplemento adjunto.
486
Prólogos del DRAE (1780–2001): cánones formales y de contenido
En la segunda [edición] del año de 1783 sucedió lo mismo, aun habiendo insertado, en
sus respectivos lugares aquel primer Suplemento [el de 1780]; y así recogidas otras voces
tuvo á bien la formar nuevo Suplemenro [sic] de ellas, dándole suelto, ademas
del que agregó al final de la misma segunda edicion, para que los que tuvieran la primera,
con él vinieran á gozar de todo lo publicado en la segunda. (1791: párr. 11)
Extendida en el Público y acabada enteramente, procedió la á tercera edi-
cion, y en ella ha puesto el Suplemento de la segunda que fue de las letras A, B y C en sus
respectivos lugares alfabéticos, y siguiendo la idea principiada de ir dando á luz lo que
tenga trabajado para la reimpresion de los seis tomos corregidos y aumentados, como se
hizo con la letra C, se dan en esta las letras D, E y F, con la correccion y aumento que tiene
trabajadas hasta el presente; y no por defraudar al Público, y que los que tengan qualquie-
ra de las dos ediciones anteriores no carezcan de este aumento, y lo gocen por completo,
como hasta el dia lo da reimpreso la , publica al propio tiempo, un nuevo Su-
plemento de todo lo añadido á las tres expresas letras D, E y F. (1791: párr. 12)
26 La novedad también se anunciaba en la portada del volumen: «Tercera edición, en la qual se han colocado en los lugares
correspondientes todas las voces de los suplementos, que se pusieron al fin de las ediciones de los años de 1780 y 1783, y se han
intercalado en las letras D. E. y F. nuevos artículos, de los quales se dará un suplemento separado.»
cluir un suplemento abultado con neologismos técnicos pues se prefiere esperar hasta una
nueva edición para incluirlos en el diccionario.
Como es sabido, las siguientes ediciones hasta la del año 1925 (Lombardini y San
Vicente: en prensa a) llevaron pequeños suplementos, de los cuales nada se nos dice en
los prólogos, como tampoco nada se nos dice del pequeño suplemento añadido en 1939
al texto de 1936. En 1947 (párr. 2), año en que se imprime sin cambios la XVI edición,
se introduce un copioso suplemento de nuevas aportaciones, mas sin ningún tipo de en-
miendas al cuerpo del diccionario.
El suplemento de 1970 (párr. 6) vuelve a ser el receptáculo de adiciones y enmien-
das aprobadas cuando ya no se podían incluir en el cuerpo.27 Finalmente, por «razones
prácticas», en 1984 se renuncia a la inclusión de un suplemento de correcciones y nuevas
voces:
Entretanto espera la , que el Público disimulará los defectos que encontrare
en ella, en atencion al zelo con que procura desempeñar las obligaciones de su institu-
to, proponiéndose siempre por objeto en todas ellas la pública utilidad. (1780: párr. 12,
1783: párr. 12 y 1791: párr. 13)
27 Recordamos que el suplemento de 1970 es el más extenso de todas las ediciones académicas (59 páginas) y que se ubica muy
lejos de los que le siguen en amplitud (1803 con 14 páginas y 1780 y 1947 con 12 páginas).
488
Prólogos del DRAE (1780–2001): cánones formales y de contenido
es evidente que «primera» y «segunda» edición se refieren a las del diccionario que hoy
denominamos Autoridades y que un presente, como carece, indica el momento de la enun-
ciación, es decir 1780; pero cuando en 1783, 1791 y 1803 se repite exactamente la misma
frase, el texto se vuelve inadecuado pues hubiera sido indispensable, al menos, un cambio
en los tiempos verbales: carecía, se había acabado, llegara, fuera acabando, etc.
Si continuamos con los desarrollos, allí también la repetición crea problemas
pues, cuando, repitiendo lo dicho en 1780, se dice en 1783
Las letras A, B y C se han puesto con la correccion y aumento que tienen en el tomo pri-
mero de la segunda impresion, y en el segundo, que aunque enteramente concluido, está
todavía inédito, y se publicará á su tiempo en continuacion de la nueva edicion corregida
y aumentada. La D y demas letras restantes van sin aumento, ni correccion como estan
en el antiguo; pero alterada la ortografía, y conforme á las últimas reglas
que ha establecido la , y que ha observado en las primeras letras que lleva
corregidas, pues sería una deformidad muy grande, que en un mismo tomo se usase de
diversa ortografía. (párr. 9)
28 La edición de 1780 tiene doce párrafos, la de 1783 repite esos mismos párrafos, la de 1791 coincide en once de ellos y la de
1803, en ocho.
Por esto sin embargo del considerable aumento que se dió al tomo primero en la segunda
impresion, despues de publicado se han recogido otras voces pertenecientes á la A y la
B, y siendo ya un número competente, pues llegan á unas mil y quinientas, ha parecido
conveniente ponerlas al fin de este tomo por via de Suplemento, no habiéndose podido
intercalar en sus lugares correspondientes, porque quando se acabaron de exâminar y
ordenar, estaba ya impresa la A y la B. (párr. 9)
Tal como se anticipa en el Preámbulo, son dos las ideas principales sobre las que se ha
fundado la revisión general del Diccionario para esta nueva edición. De una parte, era
necesario cumplir la obligación estatutaria de mantener actualizado el cuerpo de la obra
en cuanto a los términos en ella registrados. Por otro lado, se ha puesto en práctica la idea
tradicional de «verter el vino viejo en odres nuevos», acomodando en lo posible todo ese
contenido a la estructura fijada por la Nueva planta.
29 «Las letras A y siguientes hasta la F inclusive, se han puesto con la correccion y aumento que tienen en el tomo primero de
la segunda impresion, y en el segundo y tercero, que aunque enteramente concluidos, estan todavía inéditos, y se publicarán á su
tiempo en continuacion de la nueva edicion corregida y aumentada. La G y demas letras restantes van sin aumento [...]». Las
bastardillas son nuestras e indican los cambios producidos a partir del texto de 1780.
490
Prólogos del DRAE (1780–2001): cánones formales y de contenido
Es así que (i) por la falta de cierre en el primer texto y de apertura en el segundo,
(ii) por ser los asuntos tratados en los dos textos los típicos de los prólogos y (iii) por ha-
cerse en ambos textos referencias explícitas a la relación que los une, consideramos como
una unidad prologal a ambos textos.
De las razones que llevaron a la Corporación a dividir en dos apartados el ma-
terial que tradicionalmente había constituido un solo texto, no podemos decir nada con
seguridad, pero podría adelantarse una hipótesis: la Academia en 2001 es consciente de
que su diccionario no sólo es un instrumento necesario para los hispanohablantes en
general, sino también de que es un producto estudiado atentamente por una legión de
especialistas de lexicografía y es así que decide dedicar buena parte de su prólogo (18 de
29 párrafos de La vigésima segunda...) a dichos especialistas. Hecho que constituye en sí
mismo una anomalía.
Así, entre otras muchas tareas menores que sería fatigoso enumerar, se han llevado a cabo
los siguientes trabajos, cuya descripción se justifica aquí, sobre todo, para conocimiento
de los interesados en lexicografía: (La vigésima segunda... párr. 11)
4. Conclusiones
Como se sabe, Autoridades surgió con la idea de demostrar la copiosidad y excelencia de
la lengua en el contexto de naciones europeas, por lo que la presencia de las autoridades
literarias (en sentido amplio) constituyó un factor dominante para la interpretación y
uso del diccionario; con el paso del tiempo, las incertidumbres sobre su estructura defi-
nitiva le fueron dando las características de una obra acumulativa en la que se quitaron
y añadieron diferentes elementos constitutivos. Ya en 1780 su presentación al público en
un formato sin citas (y siempre a la espera de concluir la reedición de 1770) desdibujó
inicialmente la fisonomía de la obra, obra en la que los elementos estructurales fueron va-
riando a lo largo del tiempo en relación, sobre todo, con diferentes circunstancias y fases
de perfeccionamiento metalexicográfico en pro de una mayor facilidad de uso. Todas es-
tas variaciones, aunque en diferente medida, dejaron huella en los prólogos; por una parte
(i) resulta constante la función institucional de servicio público y la finalidad social, y (ii)
resulta evidente un insistente interés tanto en lo que podrían considerarse los elementos
constitutivos y formales del lemario, caracterizadores de su valor normativo, como en los
anexos aspectos ortográficos. Se constata, por otra parte, que hay cierta discontinuidad
en el tratamiento de algunas cuestiones que debieran haberse afrontado de modo más o
menos detallado en todos y cada uno de los prólogos: (i) cuestiones relativas al «aumento
y corrección»; (ii) cuestiones relativas al evidente descuido editorial en los cuatro prime-
ros prólogos o, por decir mejor, en la segunda, tercera y cuarta ediciones; (iii) una cierta
irregularidad o inconstancia en el canon formal del prólogo en cuanto género; y (iv) un
desigual interés por todo lo relacionado con la articulación del texto y la hiperestructura
de la obra, en especial por los suplementos y por los apéndices. Se podría concluir afir-
mando que las cuestiones de mayor carga técnica aparecen desdibujadas en los prólogos
destinados, en definitiva, a un público culto con intereses generales, excepción hecha,
como hemos visto, del doble destinatario indicado en la edición del 2001.
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0. Introducción
En los últimos años la renovación del estudio histórico de la lengua se ha orientado es-
pecialmente hacia la necesidad de conocer no tanto la lengua literaria, de sobra descrita
y analizada por los grandes maestros de la Filología española, cuanto la lengua realmente
hablada de cualquier época del español1. Desde esta perspectiva se ha considerado óp-
timo el manejo de textos no literarios que pudieran contener conversaciones realmente
sucedidas, como ocurre en el caso de la documentación epistolar, o que transcribieran
declaraciones de reos y testigos en procesos judiciales2, aunque tampoco se han desecha-
do aquellas obras literarias en las que se reprodujeran diálogos o las que pretendieran
reflejar la sociedad del momento, caracterizada, entre otros aspectos, por la lengua de sus
hablantes3. Es precisamente el léxico el elemento más empleado para conseguir un retrato
lingüístico, que a veces se resiente en otros aspectos de imitación más compleja, como el
sintáctico o el discursivo.
Parte de esta imitación de la oralidad viene representada por la profusión de in-
sultos en función conativa, referencial o expresiva4, que resuena como parlamento acos-
tumbrado en la literatura de finales de la Edad Media y de los Siglos de Oro, cualquiera
que sea el género en el que aquel se encuentre. De acuerdo con los usos de la época, sus
autores buscan intencionadamente la reproducción de la lengua oral en los coloquios de
los personajes, con el objetivo de marcarlos sociolingüísticamente como individuos per-
* Esta publicación se enmarca en el Proyecto de Investigación Fundamental «Edición crítica del teatro completo de Tirso de
Molina. Tercera fase» (FFI2010-18619/FILO), subvencionado por el Ministerio de Ciencia e Innovación de España.
1 En este sentido se pronunciaron, hace ya algunos años diferentes autores entre los que cabe citar a Cano (1996 y 1998, entre
otros) o a Oesterreicher (1994, principalmente).
2 Recuérdense a este respecto los trabajos de Cano sobre cartas de emigrantes (1996 y 1998) o los de Eberenz sobre documen-
tación inquisitorial (1998 y 2003).
3 Se pueden citar aquí a modo de ejemplo los trabajos sobre el diálogo como forma de discurso (Bustos, 1998; Iglesias, 1998
y Vián, 1998).
4 Para una revisión de las funciones del insulto, cf. Castillo, 2004, 24–25 y Tabernero, (en prensa).
tenecientes a un estrato determinado. Tanto es así que muchos de los hablantes del mo-
mento actual sabrían reproducir estereotipos lingüísticos que la literatura se encargó de
reiterar hasta la saciedad, en los que tienen cabida fundamentalmente aquellos denuestos
proferidos entre bravucones y pendencieros, que terminaban en infinidad de ocasiones
con el honor en entredicho y la espada desenvainada.
Las escenas y coloquios que se han podido creer producto de la imaginación de
sus autores se comprueban como realidad vivida cuando se examinan los procesos ju-
diciales por injurias5 que sirven de corpus a este trabajo: en concreto, más de quinien-
tas causas fechadas en el siglo , que se conservan en el Archivo General de Navarra.
Estos procesos contienen las declaraciones del injuriado y del injuriador, además de las
de diferentes testigos; en ellas se recogen testimonios orales que fueron realmente emi-
tidos, cuestión que afirma, entre otros datos, la transcripción en numerosas ocasiones
del correspondiente enunciado en vascuenz, según se explica en la documentación, por
desconocimiento del romance.
En el marco de un estudio más amplio sobre insultos e injurias, abordados estos
desde distintos puntos de vista, dedicaré las líneas que siguen al estudio de algunas de
estas voces que aparecen dispersas por la documentación y que ofrecen interés lexicográ-
fico por la información recogida en las fuentes consultadas (§ Referencias bibliográficas),
a la que se podrán añadir datos históricos de uso proporcionados por los contextos en los
que se constatan dentro del corpus analizado. El tiempo y el espacio obligan a limitar el
análisis a las apariciones en los procesos mencionados de dos de estos términos, bellaco y
rufián, escogidos por su carácter emblemático dentro del léxico áureo. Ambos pertenecen,
según los vocabularios especializados6, al lenguaje de germanía y ambos pasan a la lengua
común, en opinión de algunos, a través del uso literario:
Á partir de la significación del hecho en que podemos apoyarnos, resulta: que de un fon-
do social, el de los burdeles, corrales, cárceles y lugares truhanescos, sube á la superficie
de la literatura popular y de la literatura culta, una emanación que poco á poco se ingiere
[sic] por referencias, imágenes y apelaciones, hasta que se personifica en un género, se
desprende con vuelo propio y se difunde. Así sube al lenguaje común el lenguaje germa-
nesco. Así el rufián, el alcahuete, el chulo, el ladrón, el fullero, la Celestina, la moza del
partido, con la mancebía, el corral, la taberna, y la cárcel, flotan en romances, narraciones
y novelas, haciendo ostentación de desenfado, majeza, andares, ambladores, barateo, pi-
cardía, desplante y rumbo7.
1. De bellacos
Bellaco y bellaca —registrado en el corpus con las grafías vellaco, vellaca, vellaquo, vella-
qua—, voz más frecuente entre los insultos registrados en el corpus, designaba, según
Covarrubias (TLC8, s. v. vellaco) al ‘malo y de ruines respetos’, del que Autoridades señala
5 Agradezco al profesor de Historia Moderna, Jesús M.ª Usunáriz, su generosidad al proporcionarme la transcripción de estos
documentos.
6 Cf., entre otros, los más recientes: Hernández y Sanz (2002) y Chamorro (2002).
7 Estas son palabras de Salillas (1905, 22), que reproduce Chamorro (2002, 22) en el prólogo a su Tesoro de villanos.
8 Me refiero de este modo al Tesoro de la lengua castellana o española, de S. de Covarrubias (cf. Referencias bibliográficas).
496
Estudio de algunas voces injuriosas del español clásico
además su ‘condición perversa y dañada’, sin que en ninguno de los dos casos se registre
marcación de uso. En cambio, la literatura proporciona datos a este respecto:
Por descubrimientos que tengáis y enojado que estéis, guardaos de llamar a nadie «be-
llaco» «judío», «sucio» ni «villano», que allende que estas palabras más son de bodego-
neros que de caballeros, es obligado un caballero de ser tan castigado en el hablar como
lo es una doncella en el vivir. (Fray Antonio de Guevara, Epístolas familiares, testim. de
CORDE),
Los documentos del corpus revelan, sin embargo, que también injurian los seño-
res, si bien estos son todavía señores rurales y no cortesanos; sucede además que muchos
de los injuriados, que a su vez responden con injurias, se declaran hidalgos:
car de los pelos’, ‘tirar de ellos’13, para denominar a la «gente baja y tabernaria que anda
mucho a la greña a la antigua manera vasca14» (DCECH, s. v. bellaco).
Sobre la historia del término, señala este mismo autor su aparición tardía (las Par-
tidas) y su ausencia de los textos pertenecientes a los siglos y , que concuerda con
los datos que arroja la búsqueda en el CORDE de la Academia, cuyos resultados hablan
de una presencia mayoritaria en los siglos y , que va descendiendo gradualmente
a medida que se acerca la centuria del veinte. Ha de señalarse a este respecto, sin embar-
go, que en el momento actual el DRAE, el DUE o el DEA no marcan el término (s. v.
bellaco) como desusado o anticuado; únicamente Seco apunta que se trata de una voz de
uso literario.
Los testimonios de esta voz en las Partidas hacen dudar a Corominas sobre el
posible significado primigenio de bellaco como sinónimo de rufián en el primero de sus
sentidos, que todavía recoge la Academia como tal: ‘hombre que hace el infame tráfico de
mujeres públicas’ (DRAE, s. v. rufián). En las leyes de Alfonso se denomina vellacos a
los «que guardan las putas que están en la putería», por lo que podría pensarse, como se
sugiere en el DCECH (s. v.), que fuera este el significado objetivo del término. Sin embar-
go, ni la lexicografía bilingüe desde Nebrija (NTLLE, s. v.), cuyo vocabulario romance en
latín ofrece los términos turpis e inhonestus como equivalentes del romance vellaco, ni la
posterior monolingüe con Covarrubias en su inicio, apuntan relación específica con el sig-
nificado presente en las Partidas alfonsíes. Como señala el propio Corominas (DCECH,
s. v. bellaco), el significado parece ser más bien el genérico de ‘hombre malo’, al modo como
lo ha transmitido hasta nuestros días la literatura lexicográfica.
En el mismo sentido apuntan tanto los casos recogidos en CORDE como los
testimonios del corpus de este trabajo, de manera que esta voz con la que se denomina
a la persona de malos sentimientos o de mala moral es susceptible en la mayoría de las
ocasiones de ir acompañada por otras palabras torpes que la precisan o que simplemente
la intensifican en una relación de sinonimia.
El bellaco, según los testimonios registrados en los documentos del corpus, puede
definirse como ‘malo’ y ‘desvergonzado’:
Hacer malamente o hacer cosa de maldad son expresiones que se emplean para
describir el comportamiento de quien es calificado de bellaco:
«Martín de Heraso, volbeos aqua, que malamente avéis fecho». Y a estas razones volbió el
dicho Martín de Erasso y hos dixo16: «¿qué es lo que yo malamente he fecho? Que yo no he
fecho cosa de maldad, ni el señor dessa casa si estubiera ay no dixiera tal razón».
498
Estudio de algunas voces injuriosas del español clásico
Como datos probatorios del delito de injuria se aducen en la mayoría de los pro-
cesos la honra y buena fama del injuriado, lo que iría en contra de considerarlo una mala
persona o un bellaco, al tiempo que, por contraposición, se completa la definición de este
último:
persona de mucha honrra e a vibido e vibe en ávito de fijodalgo e gentilhonbre e como tal es,
ha seydo avido, tenido e reputado.
Se afirma que, siendo María de Almándoz mujer de buena vida y fama y conversación,
que vivía bien y honestamente…
«don traydor, vellaco, yo os sacudiré porque os abéys dexado de dezir mal de mi»
[dijo] a daltas bozes e con ánimo de injuriar e menguar e daynar la honrra, buena fama del
dicho Domingo de Elgueta, por muchas e dobladas vezes que era un traydor, vellaco, tran-
poso...
[un testigo declara que el injuriado respondió al injuriador] rufián, mal cristiano, y según
cree, traydor y robador de los pobres y vellaco suzio y otras palabras feas.
«que hera un ladrón y vellaco y que robaba la tierra al tiempo que cogía los quoarteres»
O engañador:
17 Estas palabras pertenecen a su Discurso de recepción ante la Real Academia Española (1921).
o un borracho:
que hera un gran vellaco, choquarrero, que andaba con mugeres agenas y que hera tan bueno
como él
O usurero:
«Vos licenciado dezís que yo he jurado falso, digo os que mentís como vellaco, puerco logrero»
«Vos soys un bellaco, traydor, falso y erege y estáys excomulgado con siete excomuniones»
Y a esto el dicho alcalde le dixo al dicho Lope Tomás: «Sí abés hecho y vos soys un vellaquillo,
ruyn, cibil, malcriado, yos a la cárcel so pena de dos mil maravedís».
Vellaco, perro viejo, gran vellaco
Hi de puta, bellaco, falsario de las bulas
Más bellaco parece el que, además de comportarse como tal, posee grado de an-
tigüedad:
«Vellaco viejo, tú a tu muger por tres tarjas le as echo azer juramento falso y por miedo tuyo
a jurado».
[Eraso le respondió] si dezía por él vellaco y el dicho defendiente le tornó ha dezir que sí, que
ahun hera hun gran vellaquo.
500
Estudio de algunas voces injuriosas del español clásico
Intensificación del bellaco parece ser también el uso simultáneo de adjetivos que se
refieren a la condición de sucio, que se traslada de lo físico a lo moral:
[Felipe y Johana] mobidos por persuasión diabólica y con ánimo e intención que tenían de me
afrontar e injuriar y denigrar mi honra y fama, [a grandes voces, y en presencia de muchos,
le dijeron que era] un bellaco, cochino y que me había ydo a Çaragoça fuyendo por deudas.
[Y le decían:] «¡A Çaragoça, a Çaragoça, don vellaco, cochino». [Y le volvían a decir:] «¡A
Çaragoça, a Çaragoça, don vellaco, cochino, puerco».
[Según un testigo, el demandante vio a una mujer llamada María y la tiró al suelo y al
levantarse le espetó a su agresor:] «O, traydor, y como ladrón, suzio, puerco, bellaco perdido
me avéys venido aquí».
—Yo os prometo -dixo colérico don Quixote — que si me levanto, don vellaco desvergonçado,
y coxo una estaca de aquel carro, que os muela las costillas y haga que se os acuerde per omnia
secula seculorum. (Alonso Fernández de Avellaneda, Don Quixote de la Mancha [1614],
CORDE)
No son los mismos que los anteriormente citados los contextos en los que se
registra el femenino bellaca, que parece tener relación de equivalencia con los diferentes
vocablos o lexías existentes para denominar a la mujer que comercia con su cuerpo. Según
se entiende a través de los testimonios, esta es la maldad por antonomasia en la que puede
incurrir el sexo femenino, afirmación que apoya el uso eufemístico en el mismo sentido
del sintagma mala mujer18:
Puerca, vellaca, mala muger, que con Vernart Francés, pañero, lo abía allado en la escallera,
haziendo el dicho Francés lo que quería della.
que era una bellaqua y mala muger de su cuerpo.
hera parienta y del linage de bruxas y que hera puta y bellaca, ladrona, y que ella le había
de hazer dar de cuchilladas y otras muchas palabras feas e injuriosas.
«Puta publicada, vellaca, que, no podiendo estar, andas salliendo por los caminos». [Y
también:] «Ata agora de sobre mi braço no se ha llebando nadi sino mi marido y de sobre tu
braço sí se han llebantado muchos allende de tu marido»
Los testimonios aducidos como prueba del acto injurioso se dirigen siempre hacia
la misma dirección:
18 Este significado puede nacer también por elipsis de elementos a partir de sintagmas más complejos del tipo mala mujer de su
cuerpo (cf. el segundo de los ejemplos citados en este caso).
ha seydo y es muger de buena bida fama y conbersación y por tal abida, tenida y reputada
y muger que está casada con el dicho Pedro Marquina, su dicho marido, tales que han bibido
y biben de ocho años a esta parte la dicha mi parte y el dicho Pedro Marquina su dicho ma-
rido entre sí con mucho amor, paz e concordia, guoardándose la dicha mi parte como le a
guoardado al dicho su marido mucha lealdad y fidelidad como la muger es obligada a su
marido.
[Miguel y María le dijeron a Catalina que era] una broxa, vellaca, loca, rebanada, rebol-
tosa, y otras palabras feas y difamatorias.
«quitaos de aquí, doña vellaca suzia, que yos sacaré la anima del cuerpo y de mis manos
habéis de morir»
o al vicio de la bebida:
«A estas horas las vuenas mugeres no suelen estar en las heras» [y que la llamó] «bellaca y
vorracha»
2. De rufianes
La voz rufián posee el significado originario, que apunta Covarrubias, ‘el que trae mujeres
para ganar con ellas y riñe sus pendencias’ (TLC, s. v.)19, desglosado por Autoridades
(s. v.) en dos acepciones. La segunda de ellas —‘llámase assi tambien el que por causas
torpes riñe sus pendencias’— se cambia en el DRAE de 1832 por ‘hombre sin honor,
despreciable’ y en 1852 se lee, también en la edición académica, la que se conserva hasta
la actualidad: ‘hombre sin honor, perverso, despreciable’. Incluso la lexicografía constata
19 De hecho, en relación con el significado justifica la etimología Francisco del Rosal (NTLLE, s. v. rufián): «Y porque rufo
es lo mesmo de roxo o bermejo, dice Servio gramatico, que los llamaron roxos, porque las rameras entre los pastores de Roma
vestían pieles de cabra roxa, o de zorra. Digo yo que debio ser insignia de la ramera, como hieroglifico que fue de la luxuria, de
donde quizás quedó el llamarlas pellejas, aunque en su lugar se trata mejor de esto. Assensio dice que porque los de este pelo
son salaces o libidinosos, parece ser, porque el pelo roxo fue tenido por gala y hermosura, como notamos en el ultimo alfabeto
y la hermosura suele ser aparejo y causa de tales yerros segund dice Ovidio. (...)
«Demás de esto pudo ser la causa que los romanos vestían y señalaban las rameras con unas togas de tela clara transparente
y roxa, dicen que por el color del oro, por cuya cudicia usaban su mal trato; yo pienso que porque el color roxo fue insignia del
amor lascivo y libidinoso, como notamos en el ultimo alfabeto. (...)»
502
Estudio de algunas voces injuriosas del español clásico
bellaco un resultado de 1 379 casos —bellaco(s), vellaco(s)—, a los que hay que añadir
los 115 del CREA, frente a los 631 de rufián(es) solo en el CORDE, que se sumarían
con los 216 del CREA, en términos absolutos las apariciones de ambas voces guardan
una relación de menor desproporción que la constatada en el corpus; por otro lado, en
relación al número de textos examinados en uno y otro caso —los 34 164 del CORDE
y los 500 procesos de este trabajo— la diferencia entre el uso de bellaco y rufián, a favor
del primero, es mucho más acusada en los procesos por injurias que en los documentos
del banco de datos de la Academia.
En consecuencia, los datos permiten afirmar una frecuencia de uso del término
mayor en la literatura que en la conversación cotidiana, debido probablemente a la crea-
ción antes mencionada de un personaje emblemático de la literatura medieval26 y áurea,
que es el que se perpetúa en las centurias siguientes, como prueban las referencias explí-
citas del , siglo que rechaza las figuras de la literatura precedente, y que se recuperan
en el y , bien entendido que la recuperación que se produce es la del tipo literario
designado por un término literaturizado y no el uso proveniente del coloquio.
Asimismo, la situación que muestran los procesos por injurias en cuanto a las
acepciones registradas no se corresponde en su totalidad con la literaria. En los siete pro-
cesos en los que se constata la voz rufián, el uso del significado originario resulta casi
idéntico al genérico que señala al ‘hombre de mal comportamiento’, al bellaco, término al
que acompaña en varias ocasiones.
El prior de la iglesia de San Saturnino de Artajona recibe, según los testigos, las
siguientes injurias: rufián y bellaco, señala uno de ellos; gran vellaco, vorracho, francés, ru-
fián, según otro; y vellaco, vorracho, rufián, en palabras de otro declarante, en un pleito
sobre la potestad de nombrar vicario en las iglesias de la localidad.
En otro de los procesos Martín de Baztán, estudiante, clérigo de ordenes menores
y tesorero de la iglesia parroquial de San Juan de Estella, se querella contra Blanca Ros de
Perpiñán, vecina de Estella, sobre injurias y malos tratos en dicha iglesia:
con mi sobrepeliz vestido, en la dicha yglesia, entendiendo en las cosas del seruicio della,
en acabando de dezir vísperas con las reliquias del señor Sant Blas en la mano para po-
nerlas en recaudo y goarda, fue allí Blanquina de Perpiñán, vezina de la dicha ciudad e sin
yo le dezir ni hazer cosa alguna, porque mal ni daño oviese de rescebir, me dixo ella con
ánimo de me injuriar e afrontar y me llamó de puto vellaco, rufián y que ella me sacaría
el vino de la cabeça y que por qué abía yo abido palabras con el vicario de la dicha yglesia.
E no contenta con lo susodicho arremetió contra mí y me dio una vofetada en la cara y
me hechó luego las manos para me asir de los cabellos y maltratarme en mi persona e lo
hiziera si pudiera.
Por su parte, los testigos declaran haber oído a la dicha Blanca Ros de Perpiñán
llamar a Martín ladrón, rufián.
Se registra también el testimonio del demandante Miguel Ibáñez de Aoiz, nota-
rio, contra una vecina de Añorbe, Catalina de Subiza en los siguientes términos:
26 Según Herrera (1995: 477), esta figura es «una creación única del genio converso de Fernando de Rojas, puesto que, como
veremos más adelante, el rufián, tan característico del ciclo celestinesco, no hará su aparición en nuestra literatura hasta el alum-
bramiento de La Tragicomedia de Calisto y Melibea» frente a la opinión de Gimber (1992: 73), que no considera este personaje
como una creación original de Rojas al estar ya presente en la literatura española popular del siglo . Más adelante, al hablar de
la escasa importancia funcional de Centurio, el rufián de La Celestina, Herrero apunta, sin embargo, el éxito que debió de tener
en su época esta caracterización, «como lo demuestra la insistencia de las continuaciones en este punto» (Herrera, 1995: 479).
504
Estudio de algunas voces injuriosas del español clásico
[Cuando pasaba por la calle se acercó Catalina de Subiza] y enpeçó a desonestar y menos-
preciarme con palabras de soberbia y en especial llamándome como me llamó y dixo de su pro-
pia boca que yo hera ladrón y cubridor de ladrones, rufián, vellaco y traydor y que no sabía
bibir sino urtando y robando lo ageno. Y más desto dixo y me amagó con un plato que en las
manos tenía para darme por la cara con mucha soberbia y desacato y otras muchas palabras
feas y desonestas, públicamente en la dicha plaça.
Otro testigo afirma que Catalina de Subiza le dijo a Miguel Ibánez de Aoiz:
«O, diablo grande, ay estás, no has dormido toda esta noche, rufián, biejo ladrón probado,
a tus hijos esta noche has traydo urtando, erege biejo probado». [Y después:] «Sí, yo te
probaré que has traydo a urtar leyna a tus hijos de noches, y que entras en tu casa las
cabras agenas para muyrlas».
En una disputa verbal por desavenencias entre dos vecinos de Pamplona, uno de
ellos llama al otro «ruyn, bellaco, rufián», sin que haya referencia alguna al mundo de la
prostitución.
Especialmente relevante a este respecto resulta uno de los procesos examinados,
en el que se constata probablemente el doble uso del término. En una demanda sobre
injurias e intento de muerte de Miguel Ibáñez de Belascoain, clérigo y beneficiado de la
iglesia parroquial de Belascoain, contra Fernando de Landa, artillero, un testigo declara
que vio cómo Hernando sacó su espada y entró en la casa y oyó que reñía con el abad y le
decía «que era un bellaco, rufián, cuero de vino, amancebado». En otro momento del proceso
otro testigo declara que
Y a esto el dicho Hernando acusado le dixo al dicho don Joan, quexante, «Pues tú eres
hijo de la mayor puta que ay en el mundo y hijo de un rufián», deziendo que hera hijo
del dicho abad viejo.
dixo de una ventana a la dicha acusante daltas bozes que por malicia estaba mala en la
cama la puta vieja y que en su jobentud abía sido puta y alcabueta y que su rufián della le
abía echo cortar el braço
3. De bellacos y de rufianes
Los dos términos analizados son una buena muestra del funcionamiento del cambio se-
mántico a través de procesos metonímicos. En el caso de bellaco, de significado único y
general continuado, como muestra la lexicografía desde Nebrija, la divergencia se produce
en razón de la diferencia de género, que haría apuntar una segunda acepción para el feme-
nino en la época de más uso de este término, la del español clásico. Rufián, sin embargo,
parte de un significado más concreto, designador de un oficio determinado, y acaba como
denominación de las características del individuo que lo ejerce, haciendo obviedad del
núcleo originario.
Estos cambios de significado que se mueven entre la generalización y la especiali-
zación, e incluso la imposibilidad de adivinar en ocasiones el sentido preciso en el marco
de un contexto determinado, son posibles gracias a la desemantización que se produce
en los términos empleados como insultos. Esta desemantización parte, según creo, del
insulto proferido en función conativa, que propicia relaciones acumulativas entre los tér-
minos que se suceden espacial y temporalmente en el discurso, partiendo de la idea de las
redes de asociaciones semánticas que se producen en este tipo de enumeraciones, cuyos
elementos guardan entre sí relaciones significativas como variantes de un archisemema,
en este caso ‘condición negativa o vituperable’, del que bellaco presenta gran parte de los
rasgos.
Resulta llamativo, sin embargo, que estas voces injuriosas —tanto estas como la
mayoría de las constatadas en la documentación del corpus, que se tratarán en otro mo-
mento— no registren, entonces ni ahora, este uso en la lexicografía y sigan manteniendo
acepciones plenas de significado, cuando los textos hablan de otros empleos dependientes
de los términos con los que se relacionan sintagmáticamente. Debe recordarse en este
momento, sin embargo, la contribución a este respecto que supone en el caso de algu-
nas de estas voces, como sucede con bellaco, diccionarios a los que se ha prestado menos
atención como el etimológico de Francisco del Rosal, que aporta datos interesantes sobre
su utilización en el siglo de acuerdo con las apreciaciones que ya otros estudios han
vertido sobre él:
Del Rosal era médico y persona de vasta cultura humanística, de modo que en su obra
abundan explicaciones y aclaraciones muy interesantes tanto para comprender mejor su
época como para apreciar su propia singularidad (Bajo, 2000: 83).
506
Estudio de algunas voces injuriosas del español clásico
mencionado, las obras lexicográficas no señalan por lo general el carácter injurioso de los
términos que han de calificarse de este modo.
Sin negar validez alguna al estudio lingüístico de los textos literarios, pues el cote-
jo con las reproducciones de testimonios orales deja claro que supone reflejo veraz de los
usos léxicos de una época determinada, han de recordarse ahora las disonancias que han
ido apareciendo en este sentido a lo largo de estas páginas y que se cifran en acepciones,
frecuencias y contextos diferentes. Esta constatación no implica la preeminencia de unos
datos sobre otros, antes bien ayuda a deslindar la tipificación literaria de la base real y
sirve de complemento a la historia de un léxico, que a su vez debe ser interpretado en fun-
ción de un género textual determinado que se emite en unas circunstancias concretas.
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508
Formación de palabras, Gramática y Diccionario.
Acerca del Diccionario etimológico de la lengua
castellana (1856) de P. F. Monlau
0. Introducción
El objetivo del presente trabajo consiste en analizar, valorar e interpretar la información
sobre formación de palabras incluida en el Diccionario etimológico de la lengua castellana
(1856) de P. F. Monlau.
La elección de este repertorio como objeto de estudio radica en la particularidad
que presenta, esto es, el corpus lexicográfico queda precedido de un estudio sobre la for-
ma y la estructura de las palabras titulado Rudimentos de Etimología.
En primer lugar, examinamos el prólogo de la obra, donde encontramos los prin-
cipios teóricos que guían su elaboración. A continuación, revisamos los Rudimentos de
Etimología, en los que, entre otros aspectos, «se consigna todo lo referente a la estructura
de las voces, a su formación (derivación y composición)» (Monlau (1856: ). No en
vano el lexicógrafo titula «De la formación de las voces» el capítulo II y en él se ocupa de
detallar las reglas de «derivación» y «composición». Por último, analizamos la macro y
microestructura del repertorio, atendiendo especialmente a los «compuestos» y «deriva-
dos» a fin de revisar qué formaciones complejas se lematizan y qué tratamiento reciben
estas voces.
En definitiva, nuestro objetivo se centra en destacar la interrelación entre Gra-
mática y Diccionario, disciplinas de carácter descriptivo que sirven de auxilio al usuario
en materia lingüística. En el caso de la obra de Monlau, podemos adelantar que la co-
nexión entre Gramática y Diccionario no solo queda patente al anteponer los Rudimentos
de Etimología a su Diccionario etimológico, sino también en la estructura de los artículos
lexicográficos del repertorio, que presentan un apartado final dedicado a los «derivados
y compuestos» de cada lema (por ejemplo, bajo el lema algodón quedan recogidas forma-
ciones como algodonado, algodonal, algodonero, algodonosa, etc.).
1 La Relación de estudios, grados, méritos, servicios y obras científicas y literarias del Ilmo. Sr. Dr. D. Pedro Felipe Monlau
(1864[1858]) se la debemos a su hijo, José Monlau y Sala, Catedrático de Historia Natural en el Instituto de Barcelona. Entre
sus trabajos sobre psicología, destacamos el Curso de Psicología y Lógica (1851), escrito junto con José María Rey y Heredia (que
se encargó de la Lógica), declarado libro de texto oficial en los Institutos y Colegios de segunda enseñanza de España. Entre
otras obras, en materia de salud, subrayamos Higiene del matrimonio o El libro de los casados (1853) o Nociones de higiene domés-
tica y gobierno de la casa para uso de las escuelas de primera enseñanza de niñas y colegios de señoritas (1860). De otra parte, nos
parece curioso el libro Madrid en la mano o El amigo del forastero en Madrid y sus cercanías (1850), en el que Monlau describe
la capital «para conocimiento de los vecinos y guía de los forasteros».
2 Según señalan especialistas como Azorín (2000a: 97–130) o Carriazo y Mancho (2003: 215-16) el germen de esta nueva
modalidad lexicográfica se sitúa a partir de la segunda mitad del quinientos, cuando se propugna el ideal renacentista europeo
de defensa e ilustración de las lenguas nacionales y se empieza a indagar en las raíces primigenias de las lenguas vulgares. En este
contexto surgirán repertorios como la Breve declaración o glosa de vocablos oscuros (1565) de Venegas; las Etimologías españolas
(c. 1580), atribuidas al Brocense; el Compendio de algunos vocablos arábigos introduzidos en la lengua castellana (1585) de López
Tamarid; la Recopilación de algunos nombres arábigos (ms. 1593) de Guadix o el Tratado de etymologías de voces castellanas (ms.
1600) de Valverde. Ya a comienzos del siglo xvii aparecerán el Origen y etimología de todos los vocablos originales de la lengua caste-
llana (1601) de Del Rosal y el Tesoro de la lengua castellana o española (1611) de Covarrubias —primer diccionario monolingüe
de la lengua española—, repertorios en los que existe un notable interés por el origen de las palabras.
3 Porto (2000: 114) distingue dos tipos de diccionarios etimológicos: (i) los anteriores al siglo xix, denominados por el autor
paraetimológicos o pseudoetimológicos, pues en ellos «la etimología sigue el procedimiento platónico de relacionar las palabras» y
(ii) los etimológicos propiamente dichos, «de carácter científico, producidos a partir de los métodos histórico-comparativos». A su
vez, Porto (2000: 114) establece una subdivisión al hablar de los diccionarios etimológicos propiamente dichos: considera los dic-
cionarios etimológicos, cuya finalidad es estudiar las etimologías, frente a los diccionarios con etimologías, que ofrecen información
sobre la etimología de la palabra sin que este aspecto sea su cometido prioritario.
510
Formación de palabras, Gramática y Diccionario. Acerca del Diccionario etimológico de la lengua castellana (1856)...
2.1 Prólogo
Atendiendo a las distintas cuestiones a las que Monlau alude, dividimos el prólogo en
seis partes:
i. Índole de su repertorio lexicográfico. Monlau (1856: II) expone las características
de la microestructura de su diccionario: (i) origen etimológico; (ii) datación temporal e
indicación, si procede, del desuso de la voz en cuestión; (iii) significado recto o primitivo
y translaticio o derivado; (iv) alteraciones ortográficas y prosódicas; (v) lista de derivados,
biderivados y compuestos, bicompuestos, determinando el valor de las desinencias o termina-
ciones y prefijos o voces prepositivas que integran cada voz.
ii. Proyecto de diccionario total. El autor presenta su propuesta de elaborar un «dic-
cionario nacional» en cada lengua para, posteriormente, crear un «diccionario universal»
o Etymologicon Magnum:
4 Más inflexible se muestra Colón (1994: 597) al hablar de las obras etimológicas anteriores al siglo xx: «si prescindimos de an-
tiguallas como la obra de Cabrera y de otros aficionados decimonónicos, sólo disponemos al comenzar este siglo xx de algunas
notas etimológicas de Cuervo y del joven Menéndez Pidal y algo más delante de los atisbos de García de Diego, interesantes en
sí, a menudo sagaces, pero no demasiado útiles».
¡Vanas ilusiones! Tan distantes estamos de poder pasar a la síntesis, como que ni siquiera
tenemos hecha la análisis de ninguna de las innumerables partes que componen el todo;
tan distantes nos hallamos de poder pensar en el Diccionario etimológico universal, como
que ni siquiera existe uno particular completo.
512
Formación de palabras, Gramática y Diccionario. Acerca del Diccionario etimológico de la lengua castellana (1856)...
Monlau, al enfrentarse con la difícil tarea de abordar el estudio etimológico del español,
no obró, ni mucho menos, caprichosamente como anteriormente se venía haciendo. El
filólogo catalán se propuso un sistema en sus etimologías. Tal sistema o plan está clara-
mente expuesto en los Rudimentos de Etimología, que puso al frente de su obra6.
6 Igualmente, Viñaza (1978[1893]: 151) da breve noticia del Diccionario de Monlau y, a propósito de los Rudimentos, comenta
dos capítulos, el V y el VI.
7 A propósito de la variada concepción del término Etimología, Lliteras (1996: 132) recuerda que a partir de la época del Ra-
cionalismo la «Etimología» pasa a denominarse «Analogía» (así ocurre en la obra de Salvá), si bien desde el siglo xix algunos
autores emplean términos alternativos como «Análisis», «Lexigrafía», «Lexiología» o «Terminología», acuñados por Saqueni-
za, Martínez López, Suárez Escobedo y Vicente García, respectivamente. A comienzos del siglo xx el término «Analogía» será
sustituido por el de «Morfología». De otra parte, Rojo (2001: 45, nota 66) apunta que el cambio de denominación se debe a un
desplazamiento del foco de interés de esta disciplina: «La Etimología (‘búsqueda de lo verdadero en la palabra’) tiene que ver
fundamentalmente con lo que significan las clases de palabras y las categorías gramaticales; la Analogía, en cambio, se relaciona
con los modelos de flexión de las palabras variables».
514
Formación de palabras, Gramática y Diccionario. Acerca del Diccionario etimológico de la lengua castellana (1856)...
ción», Monlau (1856: 14-15) señala dos tipos: la «gramatical» («los derivados tienen por
significado principal el mismo del primitivo»; por ejemplo, cantabas, cantará, cantaríais,
respecto de cantar) y la «ideológica o filosófica» («la idea del primitivo no es la princi-
pal, sino meramente la radical, y a esta se añaden o agregan las accesorias»; por ejemplo,
canción, cantable, cantarín, respecto de cantar). Podemos comprobar cómo mediante esta
distinción el autor intuye y diferencia lo que hoy en día denominamos flexión y derivación,
respectivamente12.
iii. Terminaciones (sufijos, inflexiones y desinencias) y pseudo-desinencias. Dentro del
tercer artículo, tras presentar las ideas relacionadas con el mecanismo de la derivación,
Monlau (1856: 15-17) expone los tres tipos de «terminaciones» que se posponen a la
«raíz» o «radical» para crear palabras derivadas: (i) «sufijos», «que se añaden a una raíz»
(-ir es el «sufijo» que se añade a la «raíz» flu-); (ii) «flexiones o inflexiones», «que se
añaden en un primitivo para formar un derivado gramatical para notar los accidentes del
género, número y caso, el aumento o la disminución y los grados de la comparación» (-yo,
-ía, -yó son «inflexiones» que forman los «derivados gramaticales» de fluir: fluyo, fluía,
fluyó), y (iii) «desinencias», «que se añaden para formar un derivado ideológico» (-ez es
una de las «desinencias» que crean los «derivados ideológicos» de fluir: fluidez)13. A la
vista de tal clasificación14, nos percatamos de la ausencia de los prefijos, debido a que las
palabras creadas a partir de estos morfemas no se consideran «derivadas» sino «compues-
tas», como veremos más adelante. De otra parte, al final del artículo III, Monlau (1856:
22-24) hace referencia a otras dos unidades que sirven para crear nuevas palabras: las
«pseudo-desinencias» y los «afijos». En lo que respecta a las «pseudo-desinencias», el
autor deja claro que no forman «derivados» sino «voces compuestas o yuxtapuestas casi
todas pertenecientes al lenguaje técnico o al estilo culto». Se trata de elementos que se
«posponen a una palabra entera», tales como -grafía, -logía o -metría, considerados actual-
mente temas grecolatinos, temas cultos o elementos compositivos15. En cuanto a los «afijos»,
si bien Monlau (1856: 23) los define de manera general como las «partículas ligadas o
pegadas al final de la palabra» (por ejemplo, el pronombre se en levantarse), el catalán
advierte de que algunos autores llaman «afijos» a las partes que se adjuntan a la «raíz» y
engloba bajo esta denominación a los «prefijos», «sufijos», «inflexiones» y «desinencias»,
según se entiende en la actual teoría morfológica.
iv. Palabras simples/compuestas. Ya en el cuarto artículo del capítulo sobre for-
mación de palabras Monlau (1856: 24) presenta la distinción entre voces «simples» y
«compuestas». Nos interesa de manera especial la clasificación de las «compuestas»: (i)
«duplicadas», entre las que destacan las palabras infantiles o populares (chicha, mamá,
papá) y las onomatopeyas (pumpúm, runrún); (ii) «yuxtapuestas», creadas por dos sus-
12 En este sentido, la Nueva gramática (2009: 337) de la RAE aclara que derivación se usa actualmente con dos sentidos: (i) de
manera amplia, derivación se opone a flexión (morfología derivativa vs. morfología flexiva) y abarca los conceptos de composición y
parasíntesis; mientras que (ii) de manera restrictiva, derivación se refiere tan solo a los procedimientos de formación de palabras
mediante afijos (prefijos, sufijos e interfijos).
13 Actualmente en morfología el término «desinencia» es sinónimo de afijo flexivo («morfema que se adjunta al tema ya cons-
tituido y lo adapta para la expresión de las categorías gramaticales», Pena, 1999: 4315).
14 La terminología empleada por Monlau a la hora de caracterizar las partes de que se componen las palabras derivadas fue
empleada ya por la tradición gramatical decimonónica. Por ejemplo, Bello (1847) habló de «inflexiones», «desinencias» y «ter-
minaciones», si bien para el venezolano se trataban de términos sinónimos.
15 Sobre el estatuto y la denominación de los llamados temas grecolatinos o elementos compositivos, véanse las consideraciones
teóricas propuestas, entre otros autores, por Alba de Diego (1983), Guerrero Ramos (1995), Rebollo (1997), García Platero
(1998), Val Álvaro (1999), Varela y Martín García (1999).
En la voz yuxtapuesta monda-dientes, por ejemplo, no hay más que el signo de la idea de
mondar unido con el signo de la idea de diente, resultando de una sola palabra dos signos
de otras tantas ideas; pero en la voz compuesta subteniente, aunque el elemento sub se ha-
lla también materialmente yuxtapuesto y enunciado a continuación del elemento tenien-
te, cada uno de estos elementos viene a perder, sin embargo, parte de su valor absoluto,
resultando de su unión un solo signo de una sola idea, de una idea que ni es la de sub ni
la de teniente, sino la de subteniente, por más que subteniente participe de la significación
de sub y de la de teniente16.
516
Formación de palabras, Gramática y Diccionario. Acerca del Diccionario etimológico de la lengua castellana (1856)...
.. M
De las doce «Advertencias» solo una (la número 10) describe la macroestructura del
diccionario de Monlau (1856: 180):
Abecé. Voz compuesta de la reunión del nombre de las tres primeras letras de nuestro
alfabeto […]
Sobrenombre. Voz compuesta del prefijo sobre, y de nombre […]
.. M
Como hiciera en el prólogo inicial, en el resto de advertencias Monlau presenta la mi-
croestructura de su repertorio, a saber, la disposición del esquema informativo del artí-
culo lexicográfico22: (i) lema, (ii) variantes formales, (iii) voz de origen, (iv) equivalente
griego (si la voz de origen es latina), (v) etimología onomatopéyica23, (vi) origen incierto o
dudoso, (vi) voces equivalentes en otras lenguas romances, (vii) notas de carácter enciclo-
pédico (históricas, geográficas, biográficas, etc.) o de índole informativa en el caso de los
tecnicismos24 y finalmente (viii) los «derivados y compuestos» más conocidos y usados.
Si nos centramos en el objeto de estudio de nuestro trabajo, podemos prever que
únicamente encontraremos información sobre formación de palabras en el apartado final
de «derivados y compuestos». No obstante, en algunas ocasiones hallamos datos intere-
santes en el resto del cuerpo del artículo lexicográfico:
i. Llaman la atención algunos artículos en los que, desde el inicio, Monlau se de-
dica a desmentir falsas etimologías deducidas a partir de la formación de la palabra en
cuestión. Por ejemplo, bajo la entrada acerico, acerillo Monlau (1856: 182) alerta al lector
de que «no es diminutivo de acero (hierro acerado), cual a primera vista parece, sino de
hacero por facero […] De modo que acerico debería escribirse con h, con la cual letra eti-
mológica cesaría toda equivocación».
ii. Destacamos igualmente los datos sobre formación de palabras contenidos en
los artículos lexicográficos correspondientes a los lemas aumentativo y diminutivo, en los
que encontramos la teoría gramatical necesaria para interpretar este tipo de formaciones.
También hallamos datos de interés bajo las entradas relativas a adjetivo25 y preposición26.
En la microestructura de tales lemas Monlau introduce abundante teoría gramatical, téc-
nica que empleará posteriormente María Moliner en su repertorio lexicográfico.
22 Cabe subrayar el trabajo de Moreno (2008) acerca de la estructura de artículo lexicográfico en los diccionarios etimológicos
(siglos xv–xvii). La autora afirma que, si bien la estructura base de la microestructura de un diccionario al uso consta de entrada-
categoría-definición, «la realidad de una obra etimológica es bien distinta y estos tres elementos no lo son en exclusividad […]
también hallamos presente otro tipo de información relacionada directamente con la historia de la palabra y que debe incluirse
como elemento esencial de la estructura básica del artículo lexicográfico, hablamos, de una información etimológica o exposi-
ción del conjunto de datos que componen la investigación etimológica» (Moreno, 2008: 258).
23 Destacamos, entre otras, la entrada relativa a bárbaro, en la que Monlau (1856: 209) indica que «el nombre bárbaro es de
formación onomatopéyica, derivado de bar-bar, onomatopeya con que los griegos denominaban a los extranjeros que chapu-
rraban su idioma».
24 La inclusión de datos de carácter enciclopédico, según señalan especialistas como Porto (2000: 117) o Carriazo y Mancho
(2003: 219), se convierte en un continuo en este tipo de diccionarios, pues el límite entre las palabras y las cosas no es nítido.
Nos han llamado especialmente la atención las notas enciclopédicas incluidas bajo los siguientes lemas: calepino, Chamberí,
Elisabet, Elíseos, gaceta, merluza, Pascua, quinqué, Rusia, sardina y zarzuela. En el caso de los tecnicismos, además de los rela-
cionados con las distintas ramas del saber (dinámica, entomología, herpetología, física, hidráulica, química, etc.), destacamos la
explicación de los concernientes a la ciencia gramatical: adjetivo, adverbio, aumentativo, conjugación, diéresis, diminutivo, dipton-
go, elipsis, enclítico, gramática, léxico, preposición, sintaxis, sustantivo, verbo, etc.
25 Bajo el lema adjetivo se distinguen los «primitivos» de los «derivados» (v. Monlau, 1856: 184–185).
26 De nuevo aquí Monlau (1856: 379) identifica prefijos y preposiciones («las preposiciones sirven para la composición de las
voces, y en este caso de dicen prefijos o proeverbia, como las llamaba Varrón»), y emplaza al lector a consultar los Rudimentos
(«V. lo expuesto en los párrafos 64-75 de los Rudimentos»).
518
Formación de palabras, Gramática y Diccionario. Acerca del Diccionario etimológico de la lengua castellana (1856)...
27 Destacamos que, ya en el siglo xx, Corominas también incluye a modo de apéndice en la microestructura de su diccionario un
apartado de «derivados y compuestos» («En calidad de apéndice, los artículos pueden llevar cierto número de palabras, tratadas
en principio más sumariamente, y relacionadas por modos diversos con el epígrafe. Hay sobre todo los derivados y compuestos,
estudiados al final, en párrafos aparte, y tras las abreviaturas respectivas deriv. y cpt. En general, los derivados y compuestos
reciben un tratamiento más breve que la cabeza de artículo», Corominas, 1980: ).
28 Como señala Moreno (2007: –), ya en el siglo xvi Diego de Guadix recoge agrupaciones lexemáticas en los artí-
culos lexicográficos de su repertorio de arabismos, si bien estas «se confían únicamente a la forma, no al sentido». Igualmente,
Carriazo y Mancho (2003: 218-223), al analizar la microestructura de los diccionarios de Del Rosal y Covarrubias, también
indican la inclusión de la familia léxica, principalmente los derivados, de las voces que forman parte de la nomenclatura de
sendos repertorios.
3. Valoración final
Tras acercarnos al Diccionario etimológico de la lengua castellana (1856) de Monlau, desta-
camos la preocupación del catalán por interrelacionar Gramática y Diccionario con una
clara intención didáctica y descriptiva: el autor antepone al repertorio un tratadito sobre
cuestiones relativas al origen y formación de la lengua castellana, que sirve de auxilio al
usuario en materia morfológica. De hecho, como hemos señalado, a la hora de indicar la
índole o el significado de los morfemas que crean las palabras complejas incluidas tanto
en la micro como en la macroestructura, son constantes las remisiones a sus Rudimentos
de etimología y, en especial, a las «Tablas etimológicas» anexas.
Lo cierto es que, aun a mediados del siglo , el interés de Monlau por acoplar
la teoría gramatical a la práctica lexicográfica se aproxima a las propuestas actuales de
algunos especialistas, basadas en introducir en los diccionarios indicaciones de tipo gra-
matical tales como la lematización de afijos y de temas grecolatinos, así como sus posi-
bilidades combinatorias e irregularidades formales y semánticas (v. Gutiérrez Cuadrado,
1992; Alvar Ezquerra, 1993; Álvarez, 1996; entre otros). Incluso, según hemos indicado
más arriba, si atendemos a la teoría lingüística que Monlau incluye en los artículos lexi-
cográficos concernientes a lemas referentes a palabras de significado gramatical (aumen-
tativo, diminutivo, preposición, etc.), el Diccionario etimológico se podría equiparar con un
repertorio ya elaborado en el siglo y de otra índole, el de María Moliner, que, ordenado
por familias, contiene abundantes indicaciones gramaticales.
En definitiva, consideramos que Monlau, si bien no dispone aún de los instru-
mentos necesarios —y, totalmente consciente de ello, subtitula su obra como «ensayo»—,
elabora un Diccionario que supone una valiosa aportación no sólo a la investigación eti-
mológica, sino también a la práctica lexicográfica y a la teoría morfológica.
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522
Análisis de la metalengua
en el Vocabulario de Nebrija1
0. Introducción
Me detengo brevemente en una cuestión no del todo baladí: el empleo de la metalengua
en el Vocabulario de Æ. A. de Nebrija. Se trata de una particularidad metodológica que
caracteriza la obra y que no ha sido todavía abordada; el repertorio léxico del sevillano
aparece sembrado de ciertas marcas que no pueden ser caracterizadas propiamente como
‘marcas de uso’. Dichas marcas están estrechamente relacionadas con la naturaleza del
diccionario y la información que en él aparece.
Uno de los primeros problemas que se nos plantea a la hora de analizar el reperto-
rio del hispalense tiene que ver con la índole de la obra: ¿se trata de un diccionario bilin-
güe o, por el contrario, presenta ciertos rasgos característicos de un diccionario monolin-
güe? La pregunta parece absurda por lo trivial de la misma; evidentemente, el Vocabulario
es un diccionario bilingüe; prueba de ello son las correspondencias en latín. No hay más
que hablar. No obstante, una lectura que vaya más allá de la mera declaración latina del
1. Por
Se trata de una expresión que el sevillano emplea recurrentemente en el repertorio como
metalengua, aunque no de forma habitual. En total son 130 las voces que vienen aclara-
das en el diccionario con esta partícula. El empleo de por es sistemático en el Diccionario
latino-hispano y equivale, concretamente, a la cópula, en este caso explícita, entre defini-
ción y definido; consecuentemente, por equivale allí a ‘significa’. En el Vocabulario, actúa
de modo similar: equivale a la cópula explícita, 1) bien aportando el significado de la voz
romance, en la mayoría de los casos, para desambiguar de otra homónima5 que, empero,
no está explícita, 2) bien acotando el significado de esta de acuerdo con el término que
Nebrija brinda en la correspondencia cuando la segunda entrada se ha hecho explícita.
Puesto que equivale al significado, hemos transcrito el término introducido con por me-
diante comillas. Véanse algunos ejemplos:
1)
Al por «otra cosa». aliud • reliquum
Bien aduerbio por «buenamente». bene
Cabo por «fin» o «termino». finis • terminus
Deesa por la «diosa». dea -ae • diua -ae
Erguirse por «leuantarse». surgo -is surrexi
Fresco por «frio». algidus -a -um • gelidus -a -um
Gracioso por «debalde». gratuitus -a -um
Huelgo por «aliento». spiritus -us · anima -ae
Jmponer por «encima poner». impono -is
Limo por el «cieno». limus -i · coenum -i
4 Ofrecemos en el Anexo la totalidad de las ocurrencias de estas partículas en el Vocabulario refundido.
5 Puede tratarse de homonimia —al, deesa, limo, marra, etc.—, de significado por extensión o translación —cabo, erguirse, fresco,
sesmo, etc. — o, por último, de categoría gramatical — bien, pesar. Un caso especial lo constituye el término vegada que Nebrija
matiza por tratarse, quizás, de un término en desuso. La última aparición de esta voz, según el CORDE, es en 1601 <Fecha de
consulta: CORDE 27.10.2009>.
524
Análisis de la metalengua en el Vocabulario de Nebrija
2)
A. preposicion por «cerca». ad • apud
A. preposicion por «hazia». ad • versus
2. Casi
Una primera cuestión nos la plantea, propiamente, el significado de la partícula casi. Ne-
brija nos explica la lectura que debemos hacer de esta en la entrada del término, i. e.:
Lo primero que hay que notar es que Nebrija da dos correspondencias y que una
de ellas, la segunda, viene referida al significado de la metalengua. Efectivamente, la se-
gunda entrada viene acompañada de una aclaración romance del lema, que es la que pre-
cisamente da el valor de la metalengua, junto con la correspondencia latina circiter. Dicha
aclaración viene introducida, a su vez, mediante otra partícula: la preposición por. Tal y
526
Análisis de la metalengua en el Vocabulario de Nebrija
Chotar
Con el significado que aduce Nebrija, el CORDE solo recoge una incidencia y es de Ga-
briel Alonso de Herrera, en 1513 tal y como se refleja:
La primera es que a contece pocas vezes/ mas la vez que viene trae grande daño ala cabra
y avn al cabrito que cria porque entonces acaesce. y si no lo remedia con tiempo mueren
cabra y chiuo. Es vn paxaro que en latin llaman caprimulgo que en castellano sepuede
bien llamar chota cabras o mama cabras/ mayor que mierlas/ y suelen sentarse enlas
majadas o dormideros delas cabras y maman las.
chotar. v.a. Lo mismo que Chupar u mamar el choto, o cabritillo. Trahele Covarr. en su
Thesoro, y Nebrixa en su Vocabulario. Lat. Sugere.
A partir de la edición de 1780 del DRAE, viene con la marca de uso ant. Proba-
blemente, ya en época de Nebrija, se tratara de una voz en retroceso.
Por las incidencias de encobar que encontramos en el CORDE se desprende que
se trata de un término tal vez ya en desuso en la época de Nebrija. No aparece en Auto-
ridades y la Academia lo incluye por primera vez en sus páginas pero con el significado
de «empollar», el mismo que se atestigua en los ejemplos del CORDE próximos a la
confección del Vocabulario11.
Otro tanto ocurre con la voz sage: la voz, de origen francés, aparece en Autoridades
y significa «lo mismo que sabio, o mui avisado y astuto. Trahele Nebrixa en su Vocabulario;
pero dice es antiquado12. En la Germania dice Juan Hidalgo se usa en el mismo sentido».
Realmente, Nebrija no dice si es anticuada o no la voz salvo que no se entienda que el
término introducido mediante casi se sobreentienda desplazado en el corte sincrónico de
la lengua. En una traducción de la Oda a Lelio Capilupo de Bernardo Tasso, Fernando
de Herrera (Comentarios a Garcilaso, 1580) la traduce así:
El marinero sage
que ha guardado la nave
de la tempestad grave;
11 Hemos encontrado dos incidencias de encobarse en el CORDE; se trata de la Obra agricultura, 1513 de Gabriel Alonso de
Herrera en la cual el autor dice que «la gallina avn que es de mas poner / no se encoba tantas vezes avn que en vna vez pueda
sacar mas pollos», y una segunda incidencia, del mismo autor: «por ende es bien que al tiempo que ellas se encoban las pongan
en lugar escondido de los machos». <Fecha de consulta: CORDE 27.10.2009>.
12 La cursiva es nuestra.
3. O
En el caso de la conjunción disyuntiva o, esta introduce un sinónimo o una variante del
término que, en muchos casos, se registra también en el Vocabulario. En ocasiones, puede
tratarse de una variante diatópica. El empleo de la partícula es abundante en el dicciona-
rio y equivale, en cierta medida, a una remisión a la otra voz. Hemos transcrito la variante
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Análisis de la metalengua en el Vocabulario de Nebrija
en negrita romana por tratarse del signo lingüístico y no simplemente de una aclaración.
Veamos algunos ejemplos sacados de la letra B:
las voces de remisión aparecen como entrada en el Vocabulario. No suele seguir la co-
rrespondencia en latín; solo hay cuatro únicas incidencias en las cuales Nebrija facilita,
también, la correspondencia latina.
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Análisis de la metalengua en el Vocabulario de Nebrija
5. Requiere
Esta partícula remite directamente a otra entrada del Vocabulario. La índole de la re-
misión es, según se puede comprobar, muy variada. Puede tratarse de un participio y
remitir al infinitivo, puede remitir a una palabra sinonímica, a una variante morfológica
o fonémica.
16 En el CORDE aparece el término Veste pero haciendo referencia a la diosa Veste, no con el significado de «vestidura».
6. Vide
Equivale a nuestro actual véase y remite a otra entrada del diccionario. No hay propia-
mente ninguna diferencia con la marca anterior. La índole de la remisión es también,
como en el caso antecedente, variada.
Adiuinar o adiuino. vide diuinar e diuino
Borracho o borrachez. vide embriago
Deslizadero t cetera. vide deleznadero
Discorde t discordar. vide desacordado
Enxalmar. vide ensalmar tc<->
Espender t espensa. vide despender
Forastero o estrangero. vide estrangero
Graznar algunas aues. vide cantar
Labrar boslar. vide boslar t bordar
Marea viento ocidental. vide poniente
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Análisis de la metalengua en el Vocabulario de Nebrija
como quiera
Apetecer lo onesto. expeto -is
Apetito delo onesto. expetitio -onis
Apetecer como quiera. appeto-is
generalmente
Boca generalmente. os -oris • g<raece> stomos
Boca de rio salida ala mar. ostium -ii
Boca del estomago. stomachus -i
9. Como
Hemos hallado 98 términos que vienen marcados con esta partícula. El tipo de infor-
mación que procesa es básicamente descriptivo para puntualizar a qué se aplica o cómo
debe entenderse el término mediante la comparación. Nebrija la emplea indistintamente
con diferentes categorías gramaticales, lo que hace que el significado de la partícula no se
pueda justificar de un único modo. Así, por ejemplo, se aplica a verbos,
a adjetivos,
Abierto siempre como las orejas. patulus -a -um
Abierto a vezes como los ojos. patens -tis
y a sustantivos
Anzuelo como para tomar peces. hamus -i
Armas como deuisa. gestamen -inis
Bacin como seruidor. scaphium -ii
Bauaza como baua. saliua -ae
En las tres últimas entradas, se podría entender que la partícula como ofrece un
término equivalente lo que supondría que la voz que sigue a la partícula debería ir en
negrita. Hemos preferido homogeneizar los usos de como y dejar la comparación con
redonda romana pues en una gran parte de las incidencias, lo que viene detrás de la par-
tícula no equivale necesariamente a la correspondencia.
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Análisis de la metalengua en el Vocabulario de Nebrija
10. Conclusiones
A lo largo del análisis hemos intentado sistematizar el empleo que hace Nebrija de la
metalengua por, casi, o, lo mesmo (es) que, requiere, vide, assí, enesta manera, como quiera, ge-
neralmente, como. El sevillano la emplea como cópula, para introducir variantes o sinóni-
mos, para indicar un significado genérico, para describir un uso, para remitir a otra voz o
para hacer referencia a la secuencia anterior dentro del Vocabulario. No existe regularidad
absoluta, según se ha podido comprobar. No obstante, el empleo de las frases obedece
a una metodología que se cumple, en la mayoría de los casos, de forma harto uniforme
permitiendo establecer unas categorías o paradigmas dentro de estas marcas, las cuales
otorgan coherencia y estructura al diccionario.
0. Introducción
La minería ha sido y es una actividad tradicional en el panorama de las ciencias y las
técnicas españolas, lo que ha causado que disponga de un léxico arraigado desde antiguo
en la lengua española. Este motivo precisamente ha condicionado que, a menudo, se haya
producido un trasvase bidireccional entre la lengua de especialidad y la lengua general.
Ocasiona este que resulte difícil identificar un gran número de tecnicismos pertenecientes
a esta disciplina. A ello se suma el hecho de que las diferentes cuencas mineras disponían
de acuñaciones léxicas o contenidos semánticos divergentes entre ellas.
En el siglo la revolución industrial y tecnológica afectó a la minería como al
resto de disciplinas y se tradujo en una confluencia terminológica de gran interés tanto
para el filólogo como para el ingeniero de minas. Por ello, nuestro trabajo se ocupará de
estudiar cómo abordaban los especialistas en minería los problemas surgidos, a través de
un léxico especializado característico de zonas mineras particulares, en un momento en el
que nuevos avances industriales llevaban consigo la recepción de neologismos.
Para reconstruir el pasado, en este caso de los mundos de la tecnología y de la
ciencia y, en consecuencia, de la lengua que expresaba esos saberes, se debe recurrir al
conocimiento de los logros y desarrollos tecnológicos o científicos alcanzados en un mo-
mento determinado. Por ello, para llevar a cabo esa reconstrucción resultan extrema-
damente valiosos los diarios o cuadernos de notas donde bien los investigadores dejan
constancia de los resultados de los experimentos realizados, bien se recogen los viajes o
estudios que científicos o ingenieros llevaban a cabo por el extranjero o por el territorio
nacional para mejorar sus conocimientos. A través de ellos se accede de primera mano a
datos no solo técnicos, sino también geográficos, culturales, sociales…, y así los señala
1 Este trabajo se ha realizado merced a los proyectos Diccionario histórico de la minería: prolegómenos (11845/PHCS/09) y
Diccionario histórico del español moderno de la ciencia y de la técnica (HUM2004-00486), financiados respectivamente por la
Fundación Séneca y por el Ministerio de Educación y Ciencia.
Sánchez Ron (2009: -). En este sentido, destaca la documentación elaborada por
Lorenzo Gómez Pardo dada su importancia para la creación de la Escuela de Minas de
Madrid, así como por la importancia de la minería para la economía española del siglo
, pero cuando se habla de minería, no solo nos referimos a recursos mineralógicos,
sino también a técnicas.
1. Contextualización
En este panorama, pues, merece la pena destacar la figura de este naturalista e ingeniero
(1801-1847) que estudió en la Real Academia de San Fernando y en el Museo de Ciencias
Naturales. De ideología liberal, acompañó al Gobierno constitucional a Cádiz y a su re-
greso a Madrid se dedicó a los estudios de mineralogía. En 1825 se trasladó a Francia con
el fin de perfeccionarlos y, más tarde, a Alemania y a Austria. A su vuelta, fue nombrado
profesor de metalurgia de la Escuela de Minas de Madrid y su contribución al desarrollo
de esta materia fue notable. Inspector General del Cuerpo de Ingenieros de Minas legó sus
manuscritos y colecciones, así como un respetable capital con el que su hermano fundó en
Madrid el laboratorio que lleva su nombre (Calvo Rebollar, 1999: 116-117).
De su obra solo se publicó en 1834 un volumen que contiene dos memorias sobre
la producción de las minas de plomo en la Sierra de Gádor (Almería) y, por ello, utiliza-
mos en esta ocasión las anotaciones que realizó acerca del vocabulario de la minería para
comprobar sus implicaciones desde un punto de vista lexicográfico, puesto que encontra-
mos un considerable número de voces desconocido en las obras lexicográficas españolas,
bien por estar adscritas a un área geográfica, bien por ser neologismos que no arraigaron
en el seno de esta actividad por motivos diversos.
Gómez Pardo demostró su adhesión a la causa liberal, enrolándose en la Mili-
cia Nacional en los tiempos de Riego, participando en la batalla de Platerías en Madrid
(1822) y la de Trocadero en Cádiz (1832) (Vitar, 2009: ).
En su carrera como ingeniero de minas tuvo especial relevancia la figura de Fausto
de Elhuyar. A mediados de 1820, una vez en posesión del grado de bachiller en Farmacia,
marchó a París con el fin de perfeccionar sus conocimientos junto a mineralogistas y geó-
logos durante dos años. A ello se une la gran vocación que sintió por la metalurgia desde
época temprana, pues estaba familiarizado con el afinado del oro y la plata en la fábrica
de su padre (Calvo Rebollar, 1999: 116-117).
Regresó a España en 1834 tras un periplo por Centroeuropa y retomó, bajo la
regencia de María Cristina, su actividad político-miliciana compaginada con su trabajo
en la Dirección General de Minas. Llegó a ocupar escaños en la Diputación Provincial
de Madrid y en las Cortes entre 1838 y 1841; asimismo, su paso por la administración se
vio marcado por comisiones muy complicadas como las cumplidas en el distrito de Lina-
res para resolver los problemas surgidos en la producción y comercialización del plomo
argentífero, en Almadén, productor de azogue, distrito caracterizado por la extracción
irracional de mineral y el enfrentamiento entre el personal facultativo y el administrativo,
o, como miembro del Tribunal Superior de Minería, al distrito de Sierra Almagrera, con
el fin de solucionar demarcaciones tras la fiebre de la plata generada a raíz del descubri-
miento de los ricos filones del Barranco Jaroso en 1839.
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El científico ante el léxico de especialidad. Lorenzo Gómez Pardo y la minería
muy del gusto de los ojos románticos, como ya señaló Vitar (2009: ), refiriéndose al
viaje que realizó Gómez Pardo a Linares.
Generalmente están narrados en primera persona del singular, aunque no se llega
a desterrar totalmente el uso de la primera del plural y el estilo no es demasiado esmerado.
En los relatos de Gómez Pardo se reflejan los nuevos enfoques de la ciencia, impregnados
en ocasiones del romanticismo aunque sin desterrar las influencias ilustradas como «el
reflejo de la furia empirista por la observación, el dato y la crónica». Del mismo modo, en
su discurrir se desplazan elementos que pueden atraer a un público no especializado, so-
bre todo los rasgos costumbristas presentes en algunas de las crónicas de nuestro autor.
En estos cuadernos Gómez Pardo aporta un amplio caudal de términos técnicos
tanto del español, como de otras lenguas como el alemán o el francés dependiendo del
territorio que inspeccione. Este caudal léxico se refiere a los métodos de laboreo de minas,
a los procesos de amalgamación y fundición y a las formaciones geológicas de los terrenos
cercamos a las explotaciones mineras. Gómez Pardo no llegó a publicar sus diarios ni sus
lecciones de Metalurgia dictadas en la Escuela de Minas, sin embargo resulta innegable
su aportación al léxico científico. Un ejemplo de ello podría ser cómo, dada la importan-
cia que él otorgaba a la excursión geognóstica, llegó a acuñar el verbo geognosear en una
expresión como salir a geognosear (Vitar, 2009: ).
Sobresale igualmente el contraste que surge en las opiniones de Gómez Pardo
ante los reclamos de los obreros en Francia y la sensibilidad que demuestra en su visita
a Almadén en 1843 momento en el que destaca la insalubridad y penurias que debían
afrontar los trabajadores mineros. Otros autores habían puesto de manifiesto este as-
pecto de las minas de Almadén, aunque sus obras corrieron la misma suerte que las de
Gómez Pardo ya que permanecieron inéditas hasta el siglo . Nos referimos, concreta-
mente, a Mateo Alemán en el siglo y a José Parés y Franqués en el , estudiados
desde un punto de vista lingüístico por Díez de Revenga Torres (2008a: 655-662; 2008b:
79-94 y 2010: 219-225).
Dada la importancia de la figura de Gómez Pardo y de su obra en estos últimos
tiempos, abordada sobre todo por historiadores de la Ciencia, como ha puesto de ma-
nifiesto Beatriz Vitar, editora de sus viajes por Centroeuropa y Francia, y señalado que
«Los cuadernos [...] nos muestran al viajero ilustrado, movido por el afán de aportar a la
sociedad y al mundo científico en particular, el beneficio de los conocimientos adquiridos
en su travesía» (2009: ), nos ocuparemos de mostrar en estos momentos su especial
trascendencia para el léxico de la minería a partir de sus informes y viajes por las minas
de Almadén y Linares. Estos textos fueron redactados entre 1828 y 1843 y son obras
inéditas hasta la actualidad, aunque debieron tener gran repercusión entre los ingenieros
de la época al formar parte del material para sus clases en la Escuela de Minas de Madrid.
El motivo de que permanecieran inéditas quizás se pueda vincular a la ideología liberal
de su autor.
3. Léxico
Si nos centramos en el estudio léxico de las obras, continuaremos las pautas hasta ahora
mencionadas. En primer lugar, nos referiremos a las ilustraciones que salpican algunos de
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El científico ante el léxico de especialidad. Lorenzo Gómez Pardo y la minería
los escritos que hemos consultado. Pueden aparecer estas en algún folio aparte o interca-
ladas en el texto interrumpiendo la lectura; reflejan cortes geológicos:
Pozo de San Miguel. Prensa para introducción de materiales y que sirve de auxiliar a San Teodoro.
Véase el eje.
Así mismo la minuciosa visión de Gómez Pardo le lleva a dibujar algunos de los
instrumentos junto con el individuo que los utilizaba, acercándose de este modo al cos-
tumbrismo romántico que tan de cerca había vivido en Alemania:
Esta última imagen adquiere gran relevancia para el estudio del léxico porque,
además de constituir en cierta manera una reconstrucción costumbrista, incluye una serie
de objetos con el nombre que recibían. De este modo, la ilustración nos ayuda a establecer
el vínculo entre significante y designación para obtener un significado preciso en voces
como machota o maceta, recurso este que cobra gran importancia en la lexicografía his-
tórica.
Debemos añadir que la información que introduce a raíz de esa observación del
universo minero se extiende a datos nada técnicos, pero vinculados a la influencia de la
minería en la expresión de un pueblo ligado a ella y consciente del peligro mortal que
encierra:
Visita de 1843
Almadén
El que en esta mina entrare
en poco tiene su vida
en su mano está la entrada
y en la de Dios la salida.
Inscripción que había antiguamente en la entrada del socavón del pozo3
3 Este tema era común en todas las cuencas mineras y así se recoge en una copla popular murciana que dice así: Se está quedan-
do La Unión/ como un corral sin gallinas/ de tanto minero enfermo/ en el fondo de la mina. (Canción popular).
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El científico ante el léxico de especialidad. Lorenzo Gómez Pardo y la minería
A la vista de lo anterior, podemos afirmar que Lorenzo Gómez Pardo sintió gran
curiosidad por recopilar y definir el léxico utilizado en la actividad minera en las diferen-
tes explotaciones que visitó. En consecuencia, sus escritos se convierten en un testimonio
imprescindible para conocer el léxico especializado de esta actividad en el seno de su va-
riación diacrónica y diatópica. Los recursos para obtener un corpus léxico a partir de estos
materiales son facilitados por el autor pues él mismo subraya aquellas voces técnicas que
considera relevantes, incluso las que formaban parte del léxico tradicional de la minería:
o incluye breves vocabularios o glosarios en los que recoge todos los términos que mere-
cen explicación en los textos que reflejan sus viajes e inspecciones:
4 Los diccionarios citados, salvo que se indique lo contrario, se han consultado en NTLLE.
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El científico ante el léxico de especialidad. Lorenzo Gómez Pardo y la minería
mina no solo es recogido por Gómez Pardo sino también por Parés y Franqués en 1785 y
con anterioridad se legisló el uso de esta medida en las Ordenanzas de Almadén en 1735.
El tratamiento metafórico que nutre determinadas definiciones es un hecho co-
mún en la minería y maceta constituye un ejemplo de ello. De ese modo del recipiente de
barro para plantar flores y semillas pasó a designar el balde utilizado para transportar el
azogue y que según el dibujo de Gómez Pardo es de forma similar, pero de madera. To-
mando como referencia este dibujo en él aparecía la palabra machota junto a un utensilio
y es aquí donde encontramos un claro ejemplo de variación diatópica en la minería. Por
un lado, tiene el significado de especie de mazo tal como recoge Autoridades y la docu-
mentación de Linares. No obstante, el dibujo no refleja este instrumento sino un «palo
cilíndrico con una hendidura en la mitad de su longitud que sirve para atar las macetas».
Esto se debe a que fue recogido esta vez en Almadén, donde claramente tiene un significa-
do distinto. Del Olmo Navarrete (2009: s.v. machota) define esta voz como «Plancha de
hierro de unos 15 x 15 centímetros, ligeramente curvada hacia arriba y movida por medio
de un astil, para machacar y moler fino el mineral, con el que se elaboraban las muestras
para sus ensayos».
4º. Neologismos de la Química y la Mineralogía. A partir de los constantes avan-
ces que se sucedían en estas disciplinas se iba creando un campo terminológico amplio
y novedoso en la lengua española. Esto ocasionó que Gómez Pardo reuniera las nuevas
denominaciones en listados de palabras que adjuntaba al final de algunos de sus trabajos.
Estos vocabularios merecen un estudio independiente del que ahora presentamos dada
su riqueza, aunque mostramos un ejemplo a continuación:
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El científico ante el léxico de especialidad. Lorenzo Gómez Pardo y la minería
4. Conclusión
Para concluir incidimos una vez más en la importancia de la obra inédita de Gómez Par-
do y su interés por recopilar y definir el léxico de la minería, pues reunió términos que
no se habían incluido en ningún repertorio lexicográfico, académico o no; por ejemplo,
canel, cabial u ocarrena por citar alguno. Otros, en cambio, solo los había recogido la
lexicografía no académica y los había dotado de la marca Min., como corzuelo, cisquero o
escochizado. A estas voces hay que sumar las propias del léxico tradicional que se espe-
cializaron y los neologismos pertenecientes generalmente al léxico de la Química y de la
Mineralogía. Con estos textos se consigue descubrir la vida secreta de las palabras a la vez
que aportamos a la lexicografía nuevos materiales que permiten el acercamiento al mundo
de la Ciencia y de la Técnica con mayor exactitud referencial e histórica.
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Diccionarios y educación: ¿una relación de compromiso? ....................................................11
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Los diccionarios inacabados..................................................................................................29
Juan Gutiérrez Cuadrado
La lexicografía en el dominio asturleonés............................................................................61
José R. Morala
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Presentación del proyecto de investigación. Estudio global de los gentilicios de la
lengua española..........................................................................................................69
Marcial Morera
Factor contextual y cambio de significado. De las palabras en el Diccionario Griego-
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Jesús Peláez
Proyecto El parlache y el argot español: un estudio contrastivo ..........................................91
Neus Vila Rubio, Ana Patricia Prada Meneses
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Avances de lexicografía hispánica
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P 7
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Avances de lexicografía hispánica
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Universitat Rovira i Virgili