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MATERIAL DE LECTURA 18

Gestión de riesgos
La “gestión de riesgos”, también denominada “reducción de riesgos y daños”, se
define como un modelo o marco conceptual desde donde comprender el
fenómeno de los usos de drogas, así como también, refiere a estrategias,
intervenciones o medidas concretas en relación a la temática.
La palabra “gestión” está ligada a una acción de regulación o administración de
los aspectos de una situación para que la misma funcione. En el contexto de los
usos de drogas alude a la capacidad de autorregulación de las personas para
construir medidas de cuidado de acuerdo a sus necesidades.

El modelo de reducción de riesgos y daños surge en los años 80 principalmente


en Holanda y Reino Unido, como respuesta a problemas sanitarios que se
presentaban en los grupos de usuarios de drogas inyectables: enfermedades
infectocontagiosas, hepatitis B/C y tuberculosis y VIH; lo cual demostraba que
los tratamientos no estaban siendo eficaces como herramienta para incorporar a
los usuarios/as de drogas en el sistema sanitario ni mantenerlos en contacto con
él.
Este modelo parte de la base empírica de que las drogas han estado, están y
seguirán estando presentes en la humanidad, y su principio central es la
aceptación de la decisión de las personas de consumir drogas y/o decidir
continuar consumiéndolas, siendo consideradas responsables de sus decisiones
y comportamientos. En el plano de las intervenciones, esto se traduce en
acciones pragmáticas que buscan brindar herramientas para disminuir los
efectos no buscados o perjudiciales personales y/o sociales ligados al uso de
drogas, sobre todo en tiempo presente y en el corto plazo.

Se entiende por “riesgo” la probabilidad de que ocurran consecuencias negativas


para la persona y/o para su entorno. “Daño” y “beneficio” son términos
complementarios utilizados para describir si una consecuencia asociada al uso
de drogas es percibida como negativa (no deseada) o positiva (deseada). El
énfasis no se pone en el efecto de las sustancias sino en el riesgo asumido por
el sujeto cuando las usa.

Las intervenciones de gestión de riesgos son amplias, variadas y aplican en


diversos contextos. Tomando a la gestión de riesgos como modelo, lo vemos
aplicado en la formulación de políticas, por ejemplo, la ley de regulación del
mercado de cannabis busca, como uno de sus objetivos, evitar los riesgos
sociales del acceso a drogas en el mercado ilegal, a corto, mediano y largo plazo.

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Otro ejemplo de aplicación de este modelo en base a una medida en tiempo
presente y a corto plazo, es la colocación de puestos de hidratación y distribución
de información sobre como minimizar los riesgos del consumo de alcohol y otras
drogas, en lugares de esparcimiento y recreación; es decir cuando los consumos
suceden. Otro caso, es en el marco del tratamiento de usos problemáticos de
drogas en el que, por ejemplo, se disminuyen dosis, se espacía el consumo, etc.
Cabe aclarar que, en el marco del tratamiento de usos problemáticos de drogas,
las medidas de gestión de riesgos no se oponen a objetivos terapéuticos como
la abstinencia del consumo de drogas, sino que son acciones complementarias.
En la práctica se aplican según las necesidades y deseos de cada persona, y
mediante una evaluación en base a criterios técnicos en cada situación. En
ocasiones, el mejor objetivo puede ser lograr la abstinencia y en otros no, así
como en determinados momentos de la vida esto puede variar. El momento vital,
incluyendo la edad, si se está cursando una enfermedad, embarazo, si surge la
intención de abandonar radicalmente las consecuencias negativas del consumo,
etc. El grado de riesgo y su caracterización surgirá de la interrelación de la
persona, entorno y drogas.
Objetivos operativos de la gestión de riesgos

Disminuir la morbi-mortalidad: reducir las consecuencias negativas asociadas a


los distintos tipos de consumo (experimental, ocasional, habitual), abarcando
intoxicaciones, sobredosis; enfermedades que ocurren a causa de la toxicidad
de la sustancia en el organismo, problemáticas que se asocian a la vía de
ingreso, reacciones adversas en base al efecto tóxico directo de la sustancia,
entre otras.
Reducir el deterioro psicosocial y de exclusión social: mejorar la calidad de vida
de las personas que usan drogas

Favorecer el acceso a la red asistencial e incrementar la retención en el


tratamiento: dado que las personas consumidoras consultan luego de
aproximadamente cinco años de haber comenzado el consumo, y puesto que
muchos abordajes exigen la abstinencia como requisito para permanecer en el
dispositivo terapéutico pueden resultar muy exigentes, derivando en el abandono
del tratamiento.
Este modelo resulta flexible al integrar todo el abanico de necesidades y perfiles
de distintas personas, consiguiendo abarcar un mayor número de personas,
siendo de “baja exigencia”.

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Respetar la libertad: en la medida en que este modelo refuerza el proceso de
toma de decisión de la persona, y en una temática en que se producen
dependencias, colabora con una nueva mirada sobre si en relación a la
construcción de su autonomía.

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