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Ciencia política y Administración pública

COMENTARIO DERECHO CONSTITUCIONAL


STC 120/1990, de 27 de junio de 1990
INTRODUCCIÓN AL CASO
La “sentencia de los grapo” o esta resolución del tribunal constitucional que vamos a
tratar hace referencia a un grupo de presos de este colectivo (Grupo Resistente
Antifascista Primera de Octubre) que son una organización terrorista española
nacida en 1975 y cuyo objetivo es la instauración de un Estado socialista en
España, son considerados un grupo terrorista por la Unión Europea entre otros.
El 30 de noviembre de 1989 ochenta y dos miembros de los GRAPO se
encontraban bajo la tutela y supervisión del estado en cárceles españolas y
decidieron llevar a cabo una huelga de hambre reivindicando en cierta medida el
derecho a ser reagrupados en la misma prisión, es decir, protestaban por la política
de dispersión auspiciada por el ministro de Justicia Enrique Múgica y el director de
Prisiones y amenazaban con llegar hasta el final en este tedioso asunto.
Como veremos más delante de forma más detallada se autorizó mediante la
resolución judicial la práctica de alimentación forzosa a aquellos miembros que
durante la práctica de la huelga de hambre corrían peligro de muerte. Esta
resolución tuvo como respuesta la contraposición de los miembros del grupo que se
refugiaron en el recurso de amparo, ya que consideraban que esta práctica iba en
contra de su derecho a la integridad física y a su vez del derecho a no recibir tratos
inhumanos o denigrantes.

PARTE DESCRIPTIVA DEL CASO EN CUESTION


Debemos partir desde el principio cuando en el Tribunal el 20 de febrero de 1990,
doña Francisca Villalba Merino comparece como Letrada del grupo afectado en
cuestión, en este caso aquellos miembros de los GRAPO que consideraron
vulnerados algunos de sus derechos y decidió interponer un recurso de amparo
contra el Auto de la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Madrid de 15 de
febrero de 1990.
Tras preparar y estudiar el caso los actores se ratificaron en la decisión principal e
interpusieron el recurso de amparo y posteriormente se formaliza la demanda.
La demanda comienza a gestarse cuando la Dirección del Centro Penitenciario de
Preventivos Madrid-2 tomo cartas en el asunto de la huelga de hambre para pedir
que bajo supervisión médica se decretara si era necesario asistir a los huelguistas
con un tratamiento médico especifico y necesario aun en contra de su voluntad, a lo
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cual el titular del juzgado de vigilancia penitenciaria de Soria entendió y dictamino
que efectivamente en caso de correr riesgo la vida del susodicho y refiriéndose al
artículo 3 de la ley general penitenciaria se debe velar por la vida, integridad y salud
del sujeto siempre que no se utilice la fuerza física para ello.
Aun así siguieron los desacuerdos a esta decisión y finalmente se sitio el recurso de
amparo fundado en que el Estado debe garantizar el valor superior de la libertad
(art. 1.1 C.E.), en cuanto «autonomía del individuo para elegir entre las diversas
opciones vitales que se le presenten, de acuerdo con sus propios intereses y
preferencias» (STC 132/1989), a la que los recurrentes en ningún momento han
renunciado, además alegando las lesiones psicológicas y morales que supondría el
hecho de utilizar la alimentación forzosa entre otros hechos que dictaminan violan el
art. 25.2 de la Constitución.
Expuesto todo esto además añaden que el artículo 15 de la CE no es un derecho
absoluto y que por lo tanto la alimentación forzosa supondría un trato degradante
hacia el colectivo citando para esto la Asociación Médica Mundial en la 29.a
Asamblea celebrada en Tokio en octubre de 1975, y es contraria a los arts. 3 del
Convenio Europeo para la Protección de los Derechos Humanos y Libertades
Fundamentales de 4 de noviembre de 1950 -en adelante CEDH-, 10.1 del Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos de 16 de diciembre de 1966 -en
adelante PIDCP- y 2.2 de la Convención de Nueva York contra la Tortura y otros
Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes de 10 de diciembre de 1984.
Recogiendo todos los sucesos pidieron al Tribunal que, estimando el recurso
interpuesto contra el Auto de la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de
Madrid de 15 de febrero de 1990, «declare las infracciones de los arts. 1.1, 16.1,
17.1, 18.1, 9.2, 24.1, 25.2, 10.1, 15 de la Constitución entre otros artículos para
solicitar la suspensión de la alimentación a los presos por parte de la administración
penitenciaria.
El Abogado del Estado ante todos estos hechos alega principalmente la falta de
legitimad de uno de los internos para promover el recurso de amparo y tras
identificar el alcance del fallo recurrido en la autorización de empleo de medidas
coercitivas terapéuticas (alimentación forzosa), señala que, atendido el suplico de la
demanda, son claramente inadmisibles la petición de interrupción de la alimentación
forzosa de todos «los presos del PCE(r) y GRAPO», pues, de proceder, ello sería
únicamente en relación con los recurrentes, así como la petición de que el Tribunal
Constitucional ordene a la Administración penitenciaria la «reunificación» de los
«presos del PCE(r) y GRAPO» en un único establecimiento, respecto de la que no
se ha agotado la vía previa [arts. 43.1 y 44.1 a) de la LOTC] alegando que si se
consideraba inadmisible el traslado debieron actuar en su debido momento con las
medidas cautelares y judiciales correspondientes ya que es a la jurisdicción
contencioso-administrativa a la que, según resulta de la STC 138/1986, corresponde
el control de los actos administrativos de traslado de reclusos.
El Abogado del Estado dictamina que el verdadero problema no es aquí el de la
licitud de la huelga de hambre sino el de qué puede o debe hacer la Administración
penitenciaria o la Administración sanitaria que colabora con aquélla cuando los
internos en huelga de hambre llegan a una situación de extremo peligro para su vida
y salud, defendiendo además la postura tomada por la administración penitenciaria
de actuar en la situación que se encontraba, defendiendo que la alimentación
forzosa no se trata en ningún caso de una actuación denigrante contra los presos.
Así, en primer lugar, arguye el Abogado del Estado, el comportamiento de los
recurrentes obliga a la Administración penitenciaria a asignar recursos humanos y
materiales a la vigilancia de su salud, desviándolos de otras atenciones. En segundo
lugar, cabe sospechar razonablemente que el concierto para iniciar y mantener tal
actitud dentro del «orbe cerrado» de la prisión se haya producido en condiciones
que no garantizan la libre formación de la voluntad. En tercer término, es patente en
los activistas el propósito de menoscabo o enervamiento del orden penitenciario
general. Y alega: “la C.E. no ofrece términos hábiles para que, en el marco de la
relación penitenciaria, la Administración haya de quedar constreñida a elegir entre
opciones inaceptables de una alternativa creada arbitrariamente. Por todo ello,
concluye el Abogado del Estado, no cabe reprochar la violación de la prohibición de
tratos degradantes a la resolución impugnada que, por lo demás, respeta
exquisitamente el principio de proporcionalidad, al deferir la decisión sobre la
aplicación del tratamiento médico a la deontología médica, constreñir a lo
estrictamente indispensable los posibles medios coercitivos, con prohibición de la
alimentación por vía bucal en tanto los reclusos permanezcan conscientes, y limitar
temporalmente el empleo de las medidas coercitivas”.
En consecuencia, el Abogado del Estado finaliza sus alegaciones interesando la
desestimación del recurso de amparo.

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El ministerio fiscal en primer lugar determina que diversos artículos que se citan
como vulnerados en la demanda deben excluirse del recurso de amparo, añadido a
esto determina que tampoco se ha violado el derecho a no recibir tratos inhumanos
ni degradantes (art. 15 C.E.), pues ni de la resolución impugnada cabe inferir la
existencia de tales tratos ni la asistencia médica puede atentar contra la dignidad de
la persona, principio del que deriva la prohibición del art. 15 C.E.
Respecto de la libertad ideológica (art. 16.1 C.E.) recuerda que como ya se estimó
con la libertad religiosa este derecho tiene como limite la propia salud humana
añadiendo finalmente una serie de artículos que se citan en la demanda como
infringidos pero que no incluyen un razonamiento.
Tras estas consideraciones iniciales, Ministerio Fiscal centra la cuestión en el
conflicto entre los derechos que corresponden al interno que voluntariamente se
niega a ingerir alimentos y el deber de la Administración penitenciaria, alegando y
remarcando la condición del paciente ya que se trata de un recluso, y dada su
sujeción especial a la Administración penitenciaria, que tiene el deber legal de velar
por la salud de los internos y de impedir que estos se causen darnos a sí mismos,
pudiendo utilizar a ese fin medios coercitivos [arts. 3.4 y 45.1 b) LOGP y 123 del
Reglamento Penitenciario -en adelante, RP].
Concluye con la defensa de la administración penitenciaria que ha actuado
correctamente ya que al no existir un derecho a la muerte como tal y si un derecho
superior del que emanan el resto de derechos que es el derecho a la vida los
funcionarios de la administración penitenciaria están en su deber de proteger y velar
por su salud, y por lo tanto no debe contribuir a su muerte aunque existan diversos
motivos y se trate de una situación tan delicada como la que tenemos delante, ya
que además de estar esto recogido por la ley el hecho de no actuar derivaría en otra
serie de delitos.
Con todo lo citado, y aunque resulte evidente el Ministerio Fiscal decidió que se
debía desestimar el recurso de amparo.

FALLO DE LA SENTENCIA
Con toda la brevedad posible teniendo en cuenta lo expuesto y lo que ocupa la
sentencia completa y aun conociendo el resultado del recurso de amparo, debemos
analizar el fallo de esta sentencia tratando como conclusión que la asistencia
médica obligatoria autorizada por la resolución judicial objeto del recurso de amparo
no vulnera ninguno de los derechos fundamentales invocados por los demandantes,
ni en sí misma, ni en la forma y alcance con que ha sido autorizada, constituyendo
tan sólo una limitación del derecho a la integridad física y moral garantizada por el
art. 15 de la Constitución, y unida ineludiblemente a ella una restricción a la libertad
física, que vienen justificadas en la necesidad de preservar el bien de la vida
humana, constitucionalmente protegido, y que se realiza mediante un ponderado
juicio de proporcionalidad, en cuanto entraña el mínimo sacrificio del derecho que
exige la situación en que se hallan aquéllos respecto de los cuales se autoriza, por
todo ello el Tribunal Constitucional decidió denegar el recurso de amparo solicitado
por don Leoncio Calcerrada Dornieles, don Sebastián Rodríguez Veloso y don Luis
Cabeza Mato.

CUESTIONES A DESTACAR Y PROFUNDIZAR


Dentro de las cuestiones recogidas en la sentencia y aunque mayoritariamente haya
hablado de las más relevantes en este análisis me gustaría tratar un poco más el
contenido de dos de los temas más relevantes de este caso.
El primero de ellos es sencillamente contestar a esta pregunta: ¿Es licita la
alimentación forzosa para evitar la muerte?
Lo que decreta la justicia constitucional en este caso concreto es la licitud
constitucional de la resolución judicial que había ordenado la alimentación forzosa
de los reclusos cuando estos perdieron la conciencia, entendiendo que este era el
momento en el que la alimentación era estrictamente necesaria para evitar el riesgo
de muerte de los presos.
Aquí se hace referencia a la dimensión subjetiva y objetiva del derecho a la vida y a
la integridad física teniendo en cuenta que sobre este último derecho el Tribunal
Constitucional nos dice que los poderes públicos tienen la obligación "frente a los
ataques de terceros, sin contar para ello con la voluntad de sus titulares e incluso
cuando ni siquiera quepa hablar, en rigor, de titulares de ese derecho (STC
53/1985)". Esto quiere decir en palabras más sencillas que, aunque el titular del
derecho no reclame protección, el Estado tiene el deber de proporcionarla.
La segunda cuestión que me gustaría remarcar es sobre el derecho a la integridad
física y moral
teniendo en cuenta el amplio espectro que tiene el derecho a la integridad física
creo que la posición del Tribunal es muy acertada ya que nos recuerda que los
derechos fundamentales pueden ser limitados si con ello se preservan otros
derechos fundamentales, rigiendo la consiguiente relación de proporcionalidad con
la finalidad pretendida, de esta forma, y con dicha ponderación de derechos, se
subraya y prioriza la obligación que tiene la Administración Penitenciaria de velar
por la vida y la salud de los internos.

CONCLUSION DE LOS VOTOS Y VALORACION


En este apartado voy a tratar la sentencia de forma más personal con una
valoración critica del fallo de la sentencia, como vemos en la misma al final los votos
no fueron ecuánimes y existieron discrepancias con las que yo misma me identifico.
Para empezar yo sí que considero que existe una vulneración del derecho a la
integridad física y moral de los presos ya que como dice la CE nadie esta legitimidad
para actuar contra el cuerpo y la mente humana, y este caso de obligarles a ser
alimentados a la fuerza realmente creo que puede suponer una lesión a la mente y
moral de los presos, pero también creo que sencillamente dejarles morir también
atentaría contra este derecho ya que al tener la tutela el estado debe protegerlos y
no dejarles morir.
Volviendo al inicio de leer la sentencia y esclarecer los hechos realmente pensaba
que al alimentar al paciente en contra de su voluntad se iba a admitir el recurso de
amparo y sin embargo no fue así, de hecho y probablemente por mi falta de
experiencia en estos casos pensaba que, al suministrar comida de manera forzosa a
los presos en contra de su voluntad, aunque no estuvieran propiamente conscientes
en ese momento se consideraría un fraude de ley.
Sin embargo, aunque no termine de coincidir con la idea de que no se proteja el
derecho a decidir sobre su propia vida a los presos sí que entiendo la postura del
Estado de actuar ya que al tratarse de presos existe una sujeción del preso al
estado que le obliga a actuar en este tipo de situaciones para finalmente proteger el
estado de derecho.
Aunque esto que acabo de decir resulte un tanto contradictorio, quiero sintetizar un
poco la idea dejando claro que, aunque entiendo la postura del estado y en este
caso el fallo de la sentencia no puedo evitar sentirme llamada por la opinión de
aquellos que dieron su no a este fallo, argumentando y citando textualmente de la
sentencia “Son personas enfermas que conservan la plenitud de sus derechos para
consentir o para rechazar los tratamientos médicos que se les propongan. Creo que
un enfoque del problema desde esta última perspectiva -la del enfermo que es
además recluso- en lugar de la adoptada por la Sentencia -la del recluso que es
además enfermo- hubiera permitido llegar a una solución favorable a la concesión
del amparo”.
Dicho esto, creo que es realmente muy difícil delimitar donde tiene una persona la
decisión sobre su vida, sin embargo, en este caso y coincidiendo con lo expuesto en
el párrafo anterior creo que dependiendo del trato o clasificación que reciban las
personas el fallo de esta sentencia puede ir hacia un lado o hacia otro claramente
distinto.

Referencias

Sistema HJ - Resolución: SENTENCIA 120/1990. (2022). Retrieved 15 April 2022,


from
http://hj.tribunalconstitucional.es/es/Resolucion/Show/1545#complete_resolucion

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