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PRESENTACION
La Democracia es tal vez el factor más importante para erradicar la pobreza y promover el desarrollo.
Su pertinencia ha quedado demostrada por los múltiples casos donde el crecimiento económico no ha
logrado consolidar procesos de mejoramiento de la calidad de vida de la población, cuando no estuvo
acompañado de libertad y participación, de organización e institucionalidad, de ejercicio de derechos, de
articulación social y distribución equitativa.
La motivación conceptual para el análisis de la democracia en el Perú esta dado por el estudio “La
Democracia en América Latina: Hacia una democracia de ciudadanos y ciudadanas”, que en el marco
del Proyecto PRODDAL publicó en el 2004 la Dirección para América Latina y el Caribe del PNUD. En
ese documento revelador, se mostró que a pesar de los grandes avances
alcanzados en el plano formal de la democracia, se está aún lejos de una democracia plena, de una
democracia de ciudadanos.
La Alumna
Nº 2
LA DEMOCRACIA EN EL PERÚ
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La precariedad de la democracia en el Perú tiene una relación profunda con el
centralismo. El proceso de constitución del Perú como nación se ha realizado en torno
a un patrón de desarrollo desigual que concentra los recursos económicos y humanos
en determinadas
ciudades de litoral (Lima, Arequipa, Trujillo), subdesarrollando su entorno inmediato.
Este proceso ha llegado a su extremo en Lima, que es donde terminan todos los
circuitos de poder, económico, político y simbólico.
No se trata sólo de que existe una distribución inequitativa de los recursos económicos
y humanos. El problema fundamental es la existencia de un patrón de desarrollo que
lleva las desigualdades al extremo. Según el censo de 1876 (el único que se hizo en el
siglo XIX), en Lima vivía 1 de cada 26 peruanos, en el de 1940 la relación era ya de 1
por de cada 11, y ahora se acerca a 1 por cada 3. Este patrón de desarrollo tiende a
reproducirse a escala regional, de tal manera que la centralización de los recursos
humanos y materiales en Lima y algunas otras pocas ciudades importantes (Arequipa,
Trujillo) tiene una estrecha vinculación con el proceso de decadencia de los antiguos
centros de poder.
En el mismo período, la costa, que tenía la cuarta parte de la población en 1940, pasó
a tener más de la mitad. La decadencia de la sierra ha tenido como consecuencia
directa la pérdida de peso político de la población indígena; en tanto se considera que
los indios viven en la sierra, la pérdida de peso de ésta incide en la menor fuerza
relativa de éstos en el balance global de poder.
Estas posiciones se sostenían abiertamente aún en la primera mitad del siglo XX.
En un balance de lo que significaron las décadas que corren entre 1930 y 1980 debe
constatarse que la política cambió por la irrupción de los sectores populares en la
política a través de los partidos de masas. Este proceso no estuvo exento de
contradicciones. Es un hecho muy llamativo que el APRA no presionara por ampliar la
base del sufragio cuando pudo hacerlo. El voto femenino y el de los analfabetos no
formó parte del programa aprista en la Constituyente de 1933, ni del parlamento
dominado por el APRA durante la breve primavera democrática del régimen de José
Luis Bustamante y Rivero (1945-1948), en que los apristas cogobernaron.
Aparentemente los líderes apristas temían que esos sectores apoyaran a candidatos
distintos de los del partido. Las mujeres, que constituyen la mitad del país, tuvieron que
esperar a 1956 por el derecho a votar, y fue el dictador Manuel
A. Odría quien les reconoció ese derecho. Los indígenas siguieron marginados a través
del veto a los analfabetos, que se levantó recién en la Asamblea Constituyente de 1979
(otra vez, convocada por un régimen autoritario).
despliegue de la nueva realidad sentó las bases para el estallido en los años ochenta de
una de las peores crisis de la historia peruana. En la incapacidad de concluir la
revolución antioligárquica en el terreno de las subjetividades, se encuentra una clave
fundamental para entender el estallido de una crisis social que abrió camino a diversos
procesos disgregadores aparentemente independientes entre sí, como la violencia
política, la crisis de la institucionalidad, la involución del Estado y su copamiento por
Fujimori, la formación de un Estado corrupto y corruptor y la destrucción del sistema
político de representación, que culminó con la desaparición del sistema de partidos a
comienzos de los años noventa” (Manrique 2004).
Construir la democracia en el país, hoy, supone encarar diferentes formas de
representación. La propuesta oficial de la República fue la negación de la diversidad
existente y el intento de imponer la homogeneidad en torno una sola cultura: la criolla.
Esta propuesta ha fracasado por la crisis de la propia identidad criolla, debido a su
carácter colonial, que la pone en desventaja cuando se trata de emprender un proceso
de modernización. Hoy el desafío es imaginar formas de representación que recojan la
pluralidad y la diversidad dentro de la unidad de la Nación.
Nº 5
CONCLUSIONES
Todos los puntos de definición y debate presentados hasta aquí, como es obvio, son
altamente complejos y requieren también estrategias complejas de abordaje, que
precisan dejar un enfoque “sectorialista” y asumir estrategias integrales. Si bien
hemos intentado simplificar y “aterrizar” el debate concretándolo en asuntos
específicos que resulten expresivos de las orientaciones generales de gobierno, nada
podrá ser hecho sin ideas bien definidas del sentido global de las reformas que se
proponen. Nada tampoco podrá ser hecho sin una clara estrategia y voluntad política,
considerando que muy probablemente el próximo gobierno no tendrá mayoría por sí
solo en el congreso, que no controlará tampoco la mayoría de gobiernos regionales y
locales que también se elegirán en 2006, por lo que el manejo político resultará crucial
para generar el respaldo necesario para hacer viable cualquier intento de reforma.
Nº 6
WEBGRAFIA
www.pnud.org.pe